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LA LEYENDA DE LA VICUÑA

El cazador, envuelto en su poncho, caminaba por la salina. Seguía atento a las huellas frescas de una manada de
animales. Era un hombre que apenas sabía hablar por la soledad en la que vivía.

Al mediodía el hombre se detuvo unos minutos para descansar con su perro y comer un poco de charqui.

Un guanaco, que se había apartado de su manada, salió de pronto desde atrás de un cerro. Se dio cuenta del
peligro y huyó.

Al atardecer el hombre decidió hacer un alto. Entre los reflejos del sol que le impedían ver claramente,
distinguió la figura de una persona que se acercaba... era una muchacha que al verlo le dijo: ¡tengo sed! El
cazador le dio de beber.

La muchacha dio un largo trago y le dijo al cazador: - ¿Sabes que mi padre es el dios Llastay, el protector de los
animales? ¿Me ayudas a buscarlo?

El hombre le temía al dios Llastay porque protegía a los animales y odiaba a los cazadores; sin embargo, alzo sus
cosas y dijo: vamos.

Empezaron a caminar. La muchacha apenas conversaba. Al pasar el primer cerro, el hombre sintió simpatía por
ella. Al pasar el segundo, ya estaba enamorado... Cuando llegaron al rancho, el viejo dios Llastay, sentado sobre
un tronco, acariciaba a Yawar. El hombre estaba nervioso. Permaneció un rato en silencio. Cuando encontró las
palabras necesarias, le rogó que le permitiera casarse con su hija... El Llastay dudó. Lo vio tan decidido en su
amor que aceptó, pero con la condición de que no volviera a cazar.

Pasó un año y la pareja tuvo una hija, vivían felices yendo al salar cada mañana, cortando panes de sal que
vendían en los pueblos cercanos y criando un rebaño de llamas.

Una tarde llegó un amigo del hombre, entre vasos de chicha, con burlas y bromas lo convenció a salir a cazar...
La muchacha le pidió que reflexionara y que recordara la promesa que le había hecho a su padre.

Igual el hombre con su amigo fueron a cazar. Muchos animales murieron. Cargado de pieles, volvió al rancho y
llamó a su esposa pero nadie le contestaba. El hombre cerca del corral vio un extraño animal con su cría. Las
observó detenidamente, no llegó a disparar y reconoció a tiempo la mirada de la esposa y la hija... el dios Llastay
las había convertido en una vicuña.

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