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ANTECEDENTES HISTORICOS

EL MÉXICO ANTIGUO
Las condiciones geográficas y ambientales de la Cuenca de México, caracterizada
por su clima templado y su antiguo sistema lacustre, en combinación con un
entorno montañoso abundante en recursos animales y vegetales, con valles de
suelos ricos y con ríos y manantiales aprovechables para la irrigación,
favorecieron desde tiempos remotos el poblamiento de este espacio.
La región está circundada por elevadas montañas y cubierta en diferentes puntos
por áreas lacustres que existieron al final de la época glacial. Originalmente, la
Cuenca de México drenaba hacia la Cuenca del Amacuzac y de ahí hacia el
Océano Pacífico. Al cerrarse la cuenca en el Cuaternario superior por efecto de la
actividad volcánica, con la emergencia de la sierra del Chichinautzin, hace
alrededor de 600,000 años, las aguas
fluviales quedaron encajadas, formando un conjunto de lagos someros, como
fueron los lagos de México: al este el de Texcoco, al sur los de Xochimilco y
Chalco que formaban uno solo, y al norte los de Zumpango y Xaltocan.
El sistema de lagos era una combinación de lagos verdaderos y de pantanos que
ocupaban una superficie aproximada de 1,000 km2 .
Las riberas del lago de Texcoco han sido ocupadas por lo menos desde hace unos
25 mil años, como demuestran los restos arqueológicos de Tlapacoya.
Los primeros habitantes de la ribera y los islotes se dedicaban a la cacería, la
pesca y la recolección.
Cuicuilco llegó a ser uno de los asentamientos más importantes de la Cuenca de
México. Originalmente fundado como un pequeño poblado agrícola, la ocupación
más temprana de este sitio se estima en el año 1200 a.C., en el Preclásico. Ya
durante el periodo de 1000-800 a.C., se construyeron estructuras cónico-
truncadas con planta ovalada. La ciudad creció alrededor de un gran centro
ceremonial con pirámides y el área urbana asociada, que incluía plazas y calles
bordeando una serie de pequeños reservorios de agua. Estos se alimentaban de
las corrientes que bajaban de las colinas cercanas de Zacayuca y Zacaltepetl. El
sitio tiene terrazas, varios edificios, fortificaciones y canales de riego.
La evidencia arqueológica indica que los cuicuilcas interactuaban con otros grupos
de la misma cuenca y también con pueblos de regiones más distantes, por
ejemplo, Chupícuaro al oeste y Monte Albán al sureste. Hacia el año 150 a.C., a
fines del periodo Preclásico, Cuicuilco llega a adquirir el carácter de un centro
regional urbano con una población estimada en cerca de 20,000 habitantes. Su
desarrollo se ve truncado por la erupción del volcán Xitle, en su última etapa, ya
que la capa de lava cubrió parcial o totalmente las estructuras arquitectónicas
cívico-ceremoniales y habitacionales de la ciudad. Ello provocó que los
sobrevivientes emigraran al norte de la cuenca, dando lugar a lo que
posteriormente sería el señorío de Teotihuacan. Esta ciudad fue habitada por
distintos grupos étnicos y fue el centro de la política, la economía y la cultura
mesoamericana desde el siglo II hasta el siglo VIII, en que comenzó su proceso de
decadencia.

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en la Delegación Iztacalco, Ciudad de México
Alrededor del año 669 d.C., llegaron a la Cuenca de México los pueblos de
filiación náhuatl, provenientes del norte, conocidos como chichimecas. Al
mezclarse éstos con la población originaria dieron lugar a la cultura tolteca, en el
siglo IX. La hegemonía de los toltecas llegó hasta el siglo XI, cuando nuevos
pueblos nahuas se establecieron en las orillas del lago de Texcoco,
siendo los mexicas los últimos en arribar.

LA FUNDACIÓN DE IZTACALCO se remonta alrededor de 700 años, cuando en


1309 los mexicas se establecieron en uno de los islotes del lago de Texcoco (16
años antes de la fundación de México Tenochtitlan por los aztecas, en 1325, sobre
un islote dentro del lago de México). El nombre de Iztacalco está ligado al proceso
de obtención de la sal a través de la evaporación y filtración de las aguas del lago
de Texcoco, valiéndose de un inmueble hecho de piedra y barro, cuyo glifo ahora
se utiliza como emblema de este territorio.
El nombre de Iztacalco proviene del náhuatl: iztatl, sal; calli, casa, y co, locativo, lo
que significa “en la casa de la sal” o “donde se procesa la sal” . Además de la
obtención de sal, los primeros pobladores de Iztacalco se dedicaban al cultivo de
granos y hortalizas en las chinampas, así como a la recolección, pesca y caza de
diversas especies del entorno lacustre.
Los aztecas, también llamados mexicas, con el tiempo
llegaron a dominar a otros pueblos de la región, como
Azcapotzalco, Xochimilco y Coyoacán, de manera que estas
conquistas, además de proveerles los tributos de las tierras
más productivas, sirvieron para afianzar el desarrollo urbano
de Tenochtitlan.
Al dominar las riberas de los lagos, los mexicas pudieron
desarrollar un complejo sistema de acequias, diques,
albarradones, calzadas y acueductos, que servía para
regular los flujos de las aguas. Al lograr el control hidráulico
de la cuenca, pudieron incrementar la construcción de chinampas para la
edificación de viviendas y el cultivo de granos y hortalizas.
La invasión española a los territorios mexicas en el siglo XVI ocasionó la
destrucción de Tenochtitlan y sobre sus ruinas los conquistadores construyeron la
capital de la Nueva España. Con un enfoque distinto del manejo del agua, los
nuevos gobernantes se propusieron la tarea de desecar los lagos. Su objetivo era
ganar terreno para la expansión urbana y evitar las inundaciones periódicas que
venían ocurriendo desde la época prehispánica.
Para desecar el sistema lacustre y evacuar las aguas pluviales se construyó un
desagüe artificial, mediante el cual las aguas del río Cuautitlán fueron desviadas
hacia el cauce del río Tula, en el Estado de Hidalgo. El socavón de Nochistongo
(posteriormente convertido en tajo a cielo abierto) representa la obra de ingeniería
más importante de la época colonial, la cual fue construida, en una primera etapa,
entre 1607 y 1608.
De esta manera, las aguas de la Cuenca de México son conducidas a lo largo de
300 kilómetros hasta el mar del Golfo. Si bien esta obra ayudó inicialmente a
controlar las inundaciones en la capital, no las resolvió por completo y el problema
continuó hasta finales del siglo XIX, cuando se terminó la construcción del Gran

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Canal del Desagüe, que se extendería desde San Lázaro, en la parte oriente de la
ciudad, hasta conectarlas con el Túnel de Tequixquiac. Fue hasta la década de
1970 cuando el problema tuvo una solución más satisfactoria con la construcción
de la magna obra del Drenaje Profundo, constituida por toda una red de túneles
subterráneos que descargan en la cuenca del río Tula.
Con la desecación de los lagos, por medio de las obras de drenaje iniciadas en el
siglo XVII, la Ciudad de México experimentó una radical transformación. La
urbanización se extendió sobre los terrenos del antiguo lecho lacustre, los canales
fueron sustituidos por calles y las canoas por carretas.
Con la creación del Departamento del Distrito Federal, a partir del 1° de enero de
1929, se extinguen los antiguos municipios y se crean las delegaciones políticas
de la entidad. En 1947 se construyeron, en el corazón de los Barrios de Iztacalco,
dos pequeños cuartos que sirvieron como oficinas de esta Delegación, sobre un
espacio llano.

La conformación de la colonia Agrícola Pantitlán, al igual que diversas colonias


del nororiente de la Ciudad de México, tiene su antecedente en la desecación del
antiguo lago de Texcoco, donde quedaron amplias extensiones de tierra que poco
a poco se fueron urbanizando.
El nombre de Pantitlán aparece en la cronología de la peregrinación mexica de
1300 a 1312. Según referencias de los códices Azcatitlán, Mexicanus, Vaticano-
Ríos y Aubin:
Entre los antecedentes de Pantitlán se menciona la existencia del Tepetzintli, que
era un pequeño promontorio en medio de la laguna, cerca del sumidero Pantitlán.
Allí se encontraba un adoratorio, ayauhcalli, y se hacían sacrificios de niños en I
Atlcahualo. En el Pantitlán se repetían los sacrificios en IV Huey tozoztli, y en VI
Etzalcualiztli se arrojaban corazones al remolino.
El Tepetzintli se conoce hasta hoy día con el nombre de “El Peñón de los Baños”,
por las fuentes termales que siguen brotando en ese lugar, a un lado del
Aeropuerto de la Ciudad de México. La gran importancia rural de este pequeño
cerro parece haber derivado de su localización junto al Pantitlán en medio de la
laguna, y al parecer existía un alineamiento visual (posiblemente
un observatorio astronómico) entre el Tepetzintli y el Cerro de la Estrella por un
lado, y el santuario en la cumbre del Cerro Tláloc por el otro.
Pantitlán era parte del lago de Texcoco y en este lugar había un resumidero donde
el agua hacia remolinos, con tal fuerza que arrastraba a las canoas. Por ello fue
que ahí los antiguos pobladores colocaron dos postes con banderas, como aviso
de prevención para los navegantes. Desafortunadamente, con el paso del tiempo
se perdió la localización del lugar, debido al proceso de urbanización de la colonia,
siendo un sitio arqueológico en plena Ciudad de México, al que también se le
conocía como Chalchiuc-Coliuhyah, que significa “donde la esmeralda se tuerce”.
En las primeras décadas del siglo XX, en los terrenos rurales de Pantitlán se
levantaban tolvaneras que cubrían grandes zonas del nororiente de la ciudad,
generando un problema de salud pública, por lo cual, en 1922 el gobierno decretó
estos terrenos de utilidad pública para uso agrícola, aunque la composición del
suelo salitroso no era apta para el cultivo.

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En esta zona no existía claridad sobre el deslinde de los terrenos que pertenecían
al Distrito Federal y al Estado de México. Se dice que por ello, en 1932, Filiberto
Gómez, en ese entonces Gobernador del Estado de México, decretó la venta de
esos terrenos a la Secretaría de Marina y Guerra. Con ello se benefició a cerca de
100 generales del Ejército Nacional, así como a empleados federales de alto
rango. Los lotes fraccionados eran de 40 hectáreas y cada persona podía comprar
hasta dos lotes, a un peso por hectárea. Dicho precio fue establecido en 1929 por
el entonces presidente Emilio Portes Gil, con el fin de fomentar la agricultura y
mejorar las condiciones de salubridad.
Ubicado a nueve kilómetros del centro de la Ciudad de México, el asentamiento
fue fundado en 1920 e inicialmente se llamó “Valle del Paraíso”. En 1930 la junta
de colonos decidió cambiar el nombre a la colonia llamándola Agrícola Pantitlán.
Recordemos que en aquellas épocas el entorno era rural, por lo que la mayoría de
los habitantes se dedicaban a la agricultura, a pesar de que las tierras eran
salitrosas y poco productivas.
Para 1930 la colonia Agrícola Pantitlán empezó a ser fraccionada. Debido a que
existían grandes extensiones de terreno rural, los lotes medían una hectárea como
mínimo. Como testimonio la señora Guadalupe Bárbara Díaz, originaria de
Pantitlán, comenta que “el general Manuel Palacios Quiñones vendió lotes desde
la calle Siete a la calle Cinco y que el señor Tomás Roche era propietario de una
gran extensión de tierra que abarcaba desde la calle Seis y la avenida Norte,
hasta donde actualmente se encuentra el Centro de Salud Dr. Luis Mazzoti
Galindo, que atiende a la población de la colonia Agrícola Pantitlán y del Municipio
de Nezahualcoyotl, Estado de México.
Por cierto, fue Tomás Roche quién donó el terreno para la construcción de este
centro de salud. Otro de los propietarios de grandes extensiones de terreno dentro
de la colonia fue el señor José Luís Morales quién poseía el cuadrante de
Zaragoza, calle Cuatro, calle Tres, avenida Puebla y avenida México.” A la colonia
Agrícola Pantitlán también se le llamaba “la colonia de los espejos”, porque sus
calles se inundaban en la época de lluvia y los vecinos hacían borditos de tierra
para caminar sobre ellos, de manera que sus imágenes se reflejaban en el agua.
Otra forma de llamar a Pantitlán era “sal si puedes”, ya que cuando llovía, las
calles se volvían lodosas, a tal grado que las llantas de los vehículos se quedaban
atascadas. Esto es otro testimonio, el cual lo cuenta Esperanza Hernández,
vecina que llegó a vivir en la colonia hace 46 años.
En un principio las viviendas eran de adobe y carrizo y contaban con un pequeño
pozo del que brotaba agua amarillenta y salitrosa. El señor Juan Cazares, quien
llegó a vivir en la Agrícola Pantitlán en 1947, narra algunos pasajes de las duras
condiciones de vida en la colonia, cuando él era niño:
“Yo a los ocho años empecé a acarrear agua, porque sólo
había una tienda con acceso a agua potable y desde ahí llevaba
el agua a las personas de la colonia. También, la única agua
para poder tomar estaba en la calle Siete y desde ahí igual
acarreaba. Éramos muy pobres, tanto que mi hermana
y yo buscábamos a la criada de un vecino que era policía,
Marcelino Ochoa, para ayudarle con sus bolsas de mandado a
cambio de un pan duro. Yo nunca probé la leche, nunca probé

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el pollo, Viví en una casa de adobe. Ahí mi mamá abrió una
tiendita, la primera de por aquí, y traía su mercancía desde La
Merced para venderla aquí. También trabajaba de cocinera en
Las Termas. Ella no sabía que yo trabajaba. Iba yo a la escuela
Pedro Romero de Terreros. Asistía con los pantalones
rotos, despeinado, sin lavarme la cara, desarreglado, descalzo
y sin desayunar. Entonces, yo llegaba a dormir a la escuela
porque estaba cansado por el trabajo de acarrear agua y casi
siempre me castigaban en la dirección.”
En la colonia se construyeron tres balnearios, que por cierto fueron los primeros
en la ciudad de México. Uno de éstos es el de Las Termas, en aquel entonces
propiedad de un ciudadano español llamado Pantaleón Navarro. Éste, junto con el
ingeniero Manuel Argüelles Ponce de León, propietario de la granja Casa Verde,
realizaron grandes esfuerzos para colocar los postes y el cableado para proveer
de energía eléctrica a algunas casas de la zona poniente y al centro de la colonia.
Al excavar el pozo para extraer el agua con la que se llenarían las albercas del
balneario, se descubrió que el
agua era termal. De ahí el
nombre de “Las Termas”.

Cuando se hacia limpieza en


las albercas el agua se
canalizaba hacia un arroyo
que pasaba frente a la granja.
Hoy en día en este espacio se
encuentra el “Deportivo 11 de
Abril”, del Sindicato de
Trabajadores del Gobierno del
Distrito Federal. Los otros dos
balnearios eran el Olímpico y
La Roqueta. El primero fue
llamado así porque cuenta con una alberca de dimensiones para competencias
olímpicas. En la actualidad, además de los eventos deportivos, ahí se efectúan
conciertos de música de diverso tipo. En tanto que el balneario La Roqueta
desapareció para dar paso a la construcción de la estación del metro Pantitlán,
donde confluye la terminal de cuatro líneas de este sistema de transporte colectivo
y sus talleres generales.
La señora Eva Duarte recuerda que “debido a que el agua de los pozos era
salitrosa, muchas personas iban a traer agua de los balnearios Olímpico y las
Termas, para lavar y bañarse”.
La instalación de los servicios públicos en la colonia se gestionó poco a poco,
gracias a la organización y participación de los vecinos. El agua era abastecida
por medio del servicio gratuito de pipas, que llenaban seis tambos por familia.
Después se instalaron hidrantes públicos, uno de ellos en la calle Cuatro, cerca
del antiguo salón de actos, y otro en la calle Siete, esquina con la privada 21. Fue
hasta 1969-1970 que se introdujo la red intradomiciliaria de agua potable.”

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La Casa Verde era una granja de gallinas, puercos, conejos y patos, que colindaba
con el balneario Las Termas. Fue escriturada por Guillermo López Portillo y Rojas,
padre del expresidente de México, José López Portillo. Actualmente ahí funciona
una escuela privada también llamada La Casa Verde, que se localiza en los
números 24 y 30 de la calle Uno.
Inicialmente la luz era traída desde El Olímpico, colgando los cables y jalándola
varios kilómetros para el caserío que iniciaba a poblar Pantitlán. Fue alrededor de
1969 que se regularizó el servicio de luz eléctrica; incluso, en la calle Uno se
construyó una oficina de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro.
Gracias a las gestiones del Subdelegado Canuto Cedillo, se introdujeron otros
servicios como el drenaje y la pavimentación de algunas calles. Los primeros
habitantes de la colonia recuerdan con cariño a la señora Lupita Skinner, gestora e
interlocutora ante los gobiernos en turno para realizar mejoras en la comunidad.
Otras obras como la construcción de la primera iglesia de la colonia, que es la del
Sagrado Corazón de Jesús, se realizaron gracias a la colaboración de todos los
vecinos. También se hacían exhibiciones de boxeo, obras de teatro y otros
eventos, para recaudar fondos en beneficio de la colonia.

La primera escuela primaria oficial fue la Rubén Romero de Terreros, construida


alrededor de 1940. Antes de esto las clases se daban en la Subdelegación,
ubicada en calle Cinco y Av. Norte, donde se encuentra el servicio de telégrafos.
También se utilizaba el Salón de Actos que estaba en la calle Cuatro, donde ahora
se ubica el Mercado de Pantitlán, así como la casa de la señora Cruz, en calle
México, esquina con la calle Dos y otra casa particular, en la calle Seis. En esos
tiempos existía un “Informador Popular”, que era una especie de periódico local
quincenal y gratuito, donde se anunciaban los comercios de la zona.
En el Salón de Actos y Festejos era donde se reunía la comunidad para trabajar
en la gestión de los servicios públicos y para organizar eventos artísticos, sociales,
festivales escolares y conmemoraciones cívicas. Una de las celebraciones más
populares era la de la Independencia de México, en la que se hacía el concurso de
“La reina de las fiestas patrias”, donde participaban jovencitas de la misma colonia
y otras aledañas, como la Agrícola Oriental, Aviación Civil, Arenal, Caracol y San
Juan. El día de la coronación había carros alegóricos y orquestas. El Salón de
Actos y Festejos desapareció, pues en el mismo lugar se construyó el mercado de
la calle Cuatro, primer mercado público de la colonia. Actualmente existen dos
mercados más: el “24 de Diciembre”, en calle Siete, casi llegando a calzada
Zaragoza y el “López Portillo”, en la Av. Central, muy cerca del balneario Olímpico.
El servicio de transporte era muy escaso, solamente existía una línea que corría
del centro, desde la Iglesia de la Soledad, hasta el balneario Olímpico. Tiempo
después entraron otras líneas de camiones, popularmente llamados “delfines”, que
llegaban a la calle Seis, frente al centro de salud. Los camiones que venían de
Zaragoza entraban por las calles Siete, Seis y Cuatro.
A principios de la década de 1970 se vendieron grandes extensiones de terreno,
en los que se construyeron diversos establecimientos productivos, comerciales y
de servicios, como la fábrica de ropa Eduardos, las refresqueras Jarritos y
Peñafiel, las Frituras San Martín, Chocolates Elite, fábricas de colchones de hule
espuma y bodegas como la O’Farrill, de refacciones y carrocerías de autos, así

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como pequeñas empresas de muebles de madera y metal, de ropa, tornillos, entre
muchas otras.
La construcción de la estación del metro Pantitlán se inició en 1980, dando pie a la
problemática de la vialidad que hasta hoy en día padecemos los habitantes de la
colonia. Con la construcción del Eje Uno Xochimilco nuestra colonia quedó
dividida, luego se amplió la calle Unión a la altura de la calle Uno y se
construyeron los talleres del metro en la colindancia de la Agrícola Pantitlán con la
Delegación Venustiano Carranza y con el municipio de Nezahualcoyotl, Estado de
México.
Con todas estas obras públicas, la colonia Agrícola Pantitlán sufrió severas
transformaciones. En 1981 se inauguró la estación del metro y el paradero de
microbuses, combis y “chimecos”. Actualmente este es el paradero de transporte
público más grande de la Ciudad de México y del Sistema de Transporte Colectivo
Metro. Actualmente circulan alrededor de 200 mil vehículos diariamente,
transportando a un millón de personas entre el estado de México y el D.F. y
visceversa.
Esta situación llegó a un punto crítico en 2007, cuando varios vecinos cerraron
calles y avenidas demandando solución al problema de transporte y vialidad,
cansados de los constantes accidentes viales, contaminación ambiental, visual,
auditiva, basura y vandalismo, que giran en torno a las rutas de transporte que van
del metro Pantitlán al Estado de México y viceversa.
Así, paulatinamente la configuración de la colonia fue cambiando.
Las señoras Francisca Guzmán y Flora Juárez recuerdan cuando, en 1985, las
madres de familia junto con otros vecinos se organizaron a fin de obligar a las
autoridades a quitar la estación de trasbordo de basura de la calle Seis, junto a la
escuela primaria José Rubén Romero. Comentan que, “ahí llegaban los camiones
todo el día a descargar la basura y que cuando llovía, este basurero despedía un
olor desagradable, pero sobre todo era un foco de insalubridad.”
De manera que los vecinos decidieron tomar la estación, turnándose para no dejar
pasar a los camiones de basura, mientras negociaban con las autoridades de
gobierno el cierre de la estación. Por fin la planta fue cerrada en 1987 y en su
lugar se construyó el Parque Pantitlán, también conocido como “el parque de la
calle Seis”.
Pese a que en sus inicios la colonia contaba con grandes extensiones de suelo
rural, actualmente no existen suficientes áreas verdes y espacios recreativos,
deportivos y culturales. Los escasos espacios de que se dispone para el
esparcimiento de la población, no cuentan con suficientes áreas verdes.
En épocas recientes varias fábricas y bodegas han desaparecido y en su lugar se
han construido unidades habitacionales, incrementando la demanda de agua,
energía eléctrica y otros servicios.
El señor Manuel Arenas fue protagonista del proceso de recuperación del Parque
Acteal, remanente del balneario La Roqueta, que desapareció con la construcción
del metro. Al respecto, Don Manuel comenta que en el baldío que quedó, los
vecinos sembraron pasto y árboles, recogieron basura y tramitaron con la Jefa
Delegacional, la construcción de canchas y la colocación de juegos y mesas para
la convivencia vecinal.

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Cabe destacar que desde 2005 se viene conformando este proceso, con el trabajo
organizativo de Desarrollo Integral Comunitario de Iztacalco, A.C. (DICIAC) y el
Colectivo de Vecinos de Pantitlán, contando con el acompañamiento del Centro
Operacional de Vivienda y Poblamiento, A.C. (Copevi), esfuerzo al que se han ido
sumando diversos actores.
Uno de los más importantes aprendizajes del proceso de participación ciudadana
cristalizó en la recuperación del Espacio CDID, construido en un remanente de los
talleres del Sistema de Transporte Colectivo, el cual fue transformado con trabajo
y organización del Colectivo Pantitlán, impulsado por DICIAC, con recursos del
Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial, de la Secretaría de Desarrollo
Social del GDF, y que cuenta con espacios para usos múltiples, cancha de fútbol
rápido, áreas verdes, juegos infantiles y áreas de convivencia familiar.

En la gestión de gobierno del


Erasto Ensástiga Santiago, éste solicitó a los Comités de Administración y
Supervisión del Espacio CDID, que se consultara a los vecinos la posibilidad de
ceder una parte del espacio recuperado para construir una alberca semiolímpica,
petición que después de varias consultas con la comunidad fue favorable a la
solicitud del entonces delegado. Cabe aclarar que a diferencia del Espacio CDID,
la alberca sí es manejada por la Delegación Iztacalco.
En congruencia con las Líneas Estratégicas de DICIAC, se ha gestionada la
instalación, con apoyo de la Secretaría de Desarrollo Social del GDF, la instalación
de varios comedores comunitarios uno de los cuales funciona en el Espacio CDID,
además de fomentar la cultura con encuentros de teatro y proyectos de
regeneración del tejido y la convivencia vecinal, actualmente con el Proyecto: “Por
el derecho a la cultura en Pantitlán; Canto que Florece”, entre otros.

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REFERENCIAS
Copevi (2010) “del remolino al paradero” historia de la colonia agrícola Pantitlán.
Sitio Web: http://www.copevi.org/images/documentos/ptiiztacalco/Del
%20Remolino%20al%20Paradero-rescate%20historia%20Pantitlan.pdf

Aguilar, Guillermo (2000) “Localización geográfica de la Cuenca de México”, en:


Garza, Gustavo (Coordinador), La Ciudad de México en el fin del segundo milenio,
gdf-Colmex, México, d.f., pp. 31-38.

Cázares, Francisco (2006) “Introducción”, en: Historia oral. Barrios y pueblos.


Delegación Iztacalco/ Consejo de la Crónica de la Ciudad de México, 2006.

Delegación Iztacalco (2002), En la casa de la sal. Monografía, crónicas y leyendas


de Iztacalco, México.

Espinosa, Gabriel (1996) El embrujo del lago. El sistema lacustre de la cuenca de


México en la cosmovisión mexica, IIH / IIA - unam, México.

Espinosa, Maribel (2008) “Procesos y actores en la conformación del suelo urbano


en el ex lago de Texcoco”, en: Economía, Sociedad yTerritorio Vol. VIII, Num. 27,
2008, pp. 769-798.

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