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Eduardo Sota
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Racionalidad olímpica
La concepción de racionalidad de la TER es de carácter instrumental, ya que se define
como la elección de acciones que mejor cumplimentan los objetivos de una persona. Estos
objetivos son tratados como deseos que motivan al individuo y las razones sólo pueden
determinar su consistencia, no su contenido, en el camino de decidir qué acción las
mejorarán aún más. La explicación intencional es distinguida y privilegiada por Elster
respecto del tipo de explicación causal y funcionalista en el ámbito de la acción humana.
Un sentido fuerte de racionalidad en el sentido de vincularla a la optimización:
“La manera habitual de definir conducta racional es apelando a algún concepto de
optimización, es decir, que el agente racional elige una acción no sólo como un medio para
el fin, sino el mejor de todos los medios que cree disponibles”.
Acepta que la teoría alternativa de la satisfacción – las personas se conforman cuando
hallan algo suficientemente bueno, no necesariamente lo mejor – propuesta por Simon da
mejor cuenta de algunas situaciones, pero aún así, señala que no pretende reemplazar el
supuesto de la racionalidad, sino suplementarla.
Esta caracterización de la racionalidad denominada por Simon como Olímpica advierte una
radical expansión en cuanto a sus virtualidades explicativas al aplicarse a todas las
manifestaciones del comportamiento humano en manos de Becker. Este autor, quien asume
como núcleo de la economía neoclásica según el modelo de la elección racional, pretende
hacer valer las mismas para toda conducta humana. Toda conducta humana podría
explicarse en base a los medios escasos y los fines competitivos.
La teoría de la elección racional, en sus aplicaciones sociológicas y políticas, abstraen el
contexto institucional dentro del cual ocurren las interacciones y dejan fuera de
consideración una descripción de los recursos bajo los cuales los agentes pueden recurrir en
la búsqueda de sus planes.
La racionalidad encarnada
En tanto principio o esquema de acción estructurado en función de la clase, el estilo de vida
y las prácticas inherentes a las mismas, el habitus es también una estructura estructurante,
es decir, principio de generación de las prácicas, no sólo el producto sino también el
productor social: el habitus de clase es una matriz de selección y generación de prácticas,
que es lo que va a dotar al agente de una racionalidad implícita en el desarrollo de las
diversas jugadas en un campo social determinado.
Apostillas
Ni completa determinación de la jaula holista ni completa indeterminación de la libertad
absoluta del individuo sino la elección bajo un principio no elegido que es el habitus, en
tanto mediador entre el agente y la estructura, y como propiedad emergente en los
individuos de disposiciones supraindividuales que previamente han sido internalizadas por
medio de un proceso de socialización. No se trata, sin embargo, de dos entidades
concebidas sustancial sino relacionalmente, que mantienen una complicidad ontológica por
el cual comprendo el mundo porque él me comprende y en el cual la dirección y orientación
del habitus no está predeterminada sino que es un principio de prácticas improvisadas, de
un sentido del juego aunque dentro de los límites del propio juego, circunstancias éstas por
las cuales, y dentro del continuum individualismo-holismo radical, caracterizamos a la
posición de Bourdieu como un holismo moderado, lo que implica que los fenómenos
sociales dan cuenta de los fenómenos sociales e individuales, pero las propiedades de los
individuos también dan cuenta de los fenómenos sociales.
Esta misma caracterización, más cercana a la proporcionada por el homo sociológicos en
cuanto hace presente los condicionamientos de la estructura social, es la que también brinda
el marco para dar cuenta de la “racionalidad encarnada” de Bourdieu, la cual supone que es
un saber primariamente corporal del agente, que se sedimenta en el hábitat social y cultural
en un plano mimético y pre-reflexivo mediante el cual se adquiere el sentido práctico. Las
mismas peculiaridades de los campos dados por los capitales en disputa y las reglas
específicas que regulan las prácticas determinan orientaciones conductuales diferenciadas
acerca de lo que es valioso o no, lo que nos habilita para identificar una “racionalidad
pluralista” en esta teoría. Por otra parte, el mismo carácter asimétrico y competitivo de los
campos hace evidente la dimensión de poder que atraviesa a los mismos adoptando en
Bourdieu el carácter de revestimiento de legitimidad de los triunfos alcanzados por los
dominantes y el reconocimiento de los mismos por parte de los dominados.