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público de todas las confesiones es libre, siempre que no ofenda la moral ni altere el
orden público.
El apartado 3, la primera parte, del artículo 2 regula los derechos fundamentales
en la constitución vigente (toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y de
religión, en forma individual y asociada. En el apartado siguiente (4), se reconoce la
libertad de información, opinión, expresión y difusión de pensamiento libertades que
también se fundamentan en la conciencia de las personas pero que tienen un objeto
distinto, las convicciones filosóficas, ideológicas..
Principios informadores son: la libertad religiosa, la laicidad del Estado, la
igualdad, y la cooperación con las confesiones. Todos ellos dimanan directamente de
la Constitución, por lo que pueden ser también denominados como principios
constitucionales y participan de la fuerza normativa de la Constitución.
2
PRINCIPIO DE IGUALDAD; no significa uniformidad o igualitarismo. La
verdadera justicia consiste en dar, no a todos lo mismo, sino a cada uno lo suyo, lo
que en justicia le corresponde. Tan injusto es tratar igualmente situaciones desiguales
como tratar desigualmente situaciones iguales. Así pues: La igualdad religiosa ante la
ley no tiene nada que ver con la uniformidad.
El principio de laicidad indica que el Estado, trata el factor religioso con criterios
no religiosos, sino jurídico civiles. Ni el Estado puede actuar como una confesión, ni las
confesiones pueden actuar como Estado.
*El Estado ha de tratar el factor religioso como a cualquier otro factor social que
manifiesta la legítima voluntad de los ciudadanos, sin discriminarlo injustamente.
*No se puede invocar la laicidad del Estado para limitar la libertad religiosa de los
ciudadanos y de las Confesiones (que son también titulares colectivos del derecho de
libertad religiosa). Es más, el Estado ha de comprometerse a que la libertad religiosa
sea real y efectiva.
3
El laicismo es una enfermedad o desnaturalización de la laicidad, que pretende
reducir la religión al ámbito privado de las conciencias, rechazando cualquier
manifestación pública de lo religioso. En cierto sentido se trata de una especie de nuevo
confesionalismo, pero de signo contrario al anterior. En este caso la religión oficial es la
laicidad, que se impone como dogma oficial del Estado y de todas las administraciones
públicas, obstaculizando en ocasiones el legítimo ejercicio del derecho de libertad
religiosa.