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POSTMODERNIDAD
Preguntas, debates y perspectivas
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Preguntas, debates y perspectivas
POSTMODERNIDAD
Preguntas, debates y perspectivas
Ediciones
Abya-Yala
1998
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POSTMODERNIDAD
Autores varios
1a Edición
1998 Ediciones Abya-Yala
Av. 12 de Octubre 14-30 y Wilson
Casilla 17-12-719
Télf: 562-633/506-217/506-251
Fax: (593 2) 506255
E-mail: editorial@abyayala.org
http://www.abyayala.org
Quito, Ecuador
Autoedición: Abya-Yala Editing
Quito, Ecuador
ISBN: 9978-04-358-6
Impresión: Digital DocuTech
Quito-Ecuador
1998
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Preguntas, debates y perspectivas
ÍNDICE
Postmodernidad.................................................................................................. 65
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4 . Bib li o g raf í a
DERRIDA, Jacques,
1971 De la gramatología, Siglo XXI, Buenos Aires.
DIAMOND, Stanley,
1987 In search of the primitive. A critique of civilization, Transaction Books, New Jer-
sey.
DIAMOND, Stanley y Belasco, Bernard,
1982 “De la cultura primitiva a la cultura moderna”, Anagrama, Barcelona.
FOUCAULT, Michel,
1984 Las palabras y las cosas, Planeta-Agostini, Barcelona.
GEERTZ, Clifford,
1989 El antropólogo como autor, Paidós, Barcelona.
GEERTZ, Clifford,
1995 La interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona.
GEERTZ, Clifford,
1994 Conocimiento local, Paidós, Barcelona.
LYOTARD, Jean Francois,
1986 La condición posmoderna, Cátedra, Madrid.
MUGA, Jesús,
1986 La función humanizadora de la antropología, Rafael Sevilla (ed.), Instituto de
Colaboración Científica, Tubinga.
MUGA, Jesús,
1984 “La formalización de los conceptos en el método antropológico” en Antropolo-
gía filosófica: planteamientos, J. Muga y M. Cabada (eds.), Luna Ediciones, Ma-
drid.
REYNOSO, Carlos, compilación de varios autores,
1991 El surgimiento de la antropología posmoderna, Gedisa, Barcelona.
Varios autores; Clifford, James y Marcus, George (eds.),
1991 Retóricas de la antropología, Júcar Universidad, Madrid.
VATTIMO, Gianni,
1995 El fin de la modernidad, Gedisa, Barcelona.
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Introducción
Los invito a realizar una primera aproximación para ver como sur-
ge esa racionalidad científica que se ha hipertrofiado y que ha subvaluado
la racionalidad moral. Estaremos de acuerdo en que un cambio tan pro-
fundo no puede producirse de un modo muy brusco, que es necesaria una
transformación de siglos para llegar a esa inversión en la relación natura-
leza-hombre.
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Si tenemos en cuenta que las primeras normas que regulan esta re-
lación están enmarcadas por aspectos religiosos, tal vez debamos buscar
una posible respuesta en la actitud del cristianismo hacia la relación hom-
bre-naturaleza.
1 . El i n d i v i d u o
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impavidez ante los sucesos futuros... Pon en práctica las cosas que te reco-
miendo continuamente y medítalas, estimulándolas como elementos de la
vida feliz. Los estoicos dicen que se debe atender a uno mismo: “Retírate
en ti y allí permanece”. No olvidemos la importancia del retiro en el medio
rural, como un ocio activo para estar consigo mismo y la naturaleza. Pli-
nio aconseja a un amigo que se aparte algunos minutos al día, o varias se-
manas y meses para retirarse dentro de sí. El ocio activo: estudiar, leer, pre-
pararse sobre los reveses de la fortuna o para la muerte. La filosofía era una
meditación y una preparación para la muerte
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Marco Aurelio a Frontón. La carta describe la vida cotidiana . Todos los de-
talles del cuidado de sí, todas las cosas sin importancia que ha hecho. La
importancia del retiro rural en esta carta se debe a que la naturaleza –co-
mo ya dije– ayuda a ponerse en contacto consigo mismo. En las últimas lí-
neas hay una alusión al examen de conciencia al final del día. Aurelio se va
a la cama y mira en su cuaderno lo que tenía intención de hacer y de qué
modo coincide con lo que ha hecho. La carta es la transcripción de ese es-
tado de conciencia. Enfatiza lo que se ha hecho, no lo que se ha pensado.
Esta es la diferencia entre las costumbres durante el período helenístico e
imperial y las del monacato tardío. Pero prefigura la confesión cristiana.
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Los griegos caracterizaron los dos polos de esta preparación con los
términos melete y gymnasia. Melete significa meditación. Es el trabajo que
uno ha realizado con el fin de preparar un discurso o una improvisación.
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l) Imaginar lo peor
2) No en un futuro sino ahora,
3) Convencerse de que no son verdaderas desgracias, son algo que de-
bemos aceptar.
3 . A n á l i s i s d e l a s te c n o l o gí a s d e l y o e n e l c r i s t i a n i s m o
d e l o s c i n c o p ri m e r o s s i g l o s
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3) El cambista.
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que robó pan. La diferencia entre los buenos y los malos pensamientos es
que los malos no pueden ser expresados sin dificultad, porque el mal está
escondido y no dicho. Al final el monje se prosterna y se confiesa, sólo en-
tonces el demonio sale de él. Esta confesión y esta obediencia configuran
la renuncia al propio deseo de cada uno y a su propio yo.
4. Inter medio
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“No puede haber regreso nostálgico a las imágenes que en el pasado pare-
cían justas y buenas, pero tampoco puede admitirse conformidad acrítica
con lo que surge de su crítica. La figura del Intelectual (artista, filósofo,
pensador) tal como se produjo en la modernidad clásica ha entrado en su
ocaso. Pero algunas de la funciones que esa figura consideraba como pro-
pias siguen siendo reclamadas por una realidad que ha cambiado.... pero
no tanto como para volver inútil lo que fue eje de la práctica intelectual de
los últimos siglos: la crítica de lo existente, el espíritu libre y anticonformis-
ta, la ausencia de temor ante los poderosos, el sentido de solidaridad con
las víctimas” ( Sarlo, l995, p.179).
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B ib l io g r a fí a
DUMONT, Louis,
1987 Ensayos sobre el individualismo, Ed. Alianza, Madrid.
FOUCAULT, Michel,
1990 Tecnologías del Yo, Paidos Ibérica, Barcelona.
SARLO, Beatriz,
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VERNANT, J.P, P. Veyne y otros,
1990 Sobre el individuo, Paidos, Buenos Aires.
TOURAINE, Alain,
1994 Crítica de la Modernidad, FCE, Buenos Aires.
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Marx, es justamento lo que no hay que hacer. Lo que si hay que hacer es
ver la forma cómo funciona la sociedad capitalista tal que nos permita
concluir qué es una sociedad de explotación y cómo transformarla. Con
moralizar no hago nada. Tengo que entender la lógica de lo real a que lle-
va a la opresión, la explotación y la vida miserable del trabajador. Marx
creía en una sociedad justa, libertaria, fraternal y humana. Pero no se po-
ne a hacer un canto idílico a la justicia y la fraternidad. Muestra, en cam-
bio, un mundo desgarrado en contradicciones de clase donde es necesario
escudriñar el secreto de esas contradicciones.
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En definitiva, Derrida nos está diciendo que todas esas muertes tan
anunciadas y nunca consumadas constituyen un tono apocalíptico, pero
que éste ya ha llegado a su fin. Esto no nos reenvía a la metafísica del hu-
manismo. Estoy de acuerdo con Derrida en que ya es hora de poner fin a
este tono apocalíptico. La tarea de la filosofía tiene que ser más afirmativa,
más en la línea de lo que Spinoza denomina la potencia de obrar, que en
la destrucción de lo que no debe ser destruido.
Foucault denunció por ‘muerte del hombre’ aquella idea, que tam-
bién Spinoza denunció, según la cual el hombre es dios para el hombre; ese
gran ser que anunciaba Comte. Ese hombre convertido en divinidad, que
se hizo eje del saber, fundamento sin fundamento. A ese hombre Foucault
le declaró ya en trance de muerte y en ello seguía el camino trazado por
Nietzsche, pues Dios y el último hombre mueren juntos. Pero en 1978, do-
ce años después de Les mots et les choses, Foucault, en entrevista con D.
Trombadori, explica lo siguiente:
“Yo confundí dos aspectos. El primero es un fenómeno en pequeña escala:
la constatación de que, en las diferentes ciencias humanas que se han desa-
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DIONISIOS, ¿moder no o postmoder no?
I. Introducción
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La idea del progreso ilimitado se vuelve contra sí. El mundo que era
rico almacén de materias primas para el hombre se ha convertido en un
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dividuos distintos de los demás. Apolo con sus leyes armónicas es la fuer-
za ordenadora del mundo, es el principio de serenidad, orden y mesura.
Apolo es el dios de la verdad. Frente a Apolo surge Dionisios, dios de la
embriaguez, de la fiesta y del entusiasmo sin medida. Dionisios es estrepi-
toso, bullicioso y delirante, él es el dios del vino y la sobreabundancia de la
vida. Dionisios es la desmesura entera de la naturaleza, él es todo lo que
brota y prolifera. Dionisios es el dios del éxtasis.
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Dionisios pide al hombre que rompa con todas las barreras, que
acabe con la verdad de Apolo. Así la postmodernidad reivindica la magia,
lo diferente, lo irracional. Dionisios desprecia lo objetivo, lo absoluto y lo
lógico.
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ETICA, POSTMODERNIDAD Y
GLOBALIZACIÓN*
Erwin Silva
* Este documento fue creado por La UCA de Managua, Nicaragua. 03/19/96 10:39 AM.
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dice: “El fin de la historia está inscrito en sus comienzos -la historia, el
hombre presa del tiempo, llevando los estigmas que definen, a la vez, al
tiempo y al hombre... Así como los teólogos hablan, y con justa razón, de
nuestra época como de una época post-cristiana, así se hablará un día de
las ventajas y desventajas de vivir en plena post-historia...El tiempo histó-
rico es un tiempo tan tenso que es difícil no ver cómo podría no estallar”5.
Por otra parte David Harvey provee una tabla de diferencias entre la
modernidad y la postmodernidad, basándose en el esquema de Ihab Has-
san que es necesario observar a fin de comprender la flexibilidad de estos
términos que se adversan o se complementan. Por ejemplo, en tanto el
modernismo es romántico, el posmodernismo es dadaísta, mientras uno
es jerárquico el otro es anárquico y si el primero predomina la metáfora en
el segundo domina la metonimia y de esta forma sucesivamente se estable-
ce que en la modernidad prevalece lo genital y lo fálico, la posmodernidad
se diferencia por el polimorfismo y la androginia.
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- El retorno de lo sagrado.
C ris is de l a ét ic a
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Aunque estamos claros que los problemas no son generados por to-
dos, los problemas son de todos. Por ello, se necesita una ética planetaria
que resuelva incluso la problemática que plantea el mercado mundial.
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Pero, aparte de lo que afirma Küng acerca del doble rostro de las re-
ligiones, que hay religiones para la guerra y religiones para la paz y esto ha-
ce imposible la paz mundial, debo también comentar las tesis justas de
Raimon Panikkar.
Panikkar nos hace ver que más allá de la democracia como consen-
so y de otros valores, las culturas deben desarmarse para contribuir a la
paz.
Sin desarme cultural no hay paz. Los elementos de la paz son: Ar-
monía, Libertad, Justicia17. Y, aunque todos estos valores dichos son difíci-
les de alcanzar son la mejor combinación para rebasar las escalas de valo-
res verticales y horizontales. Sin paz no hay libertad. Sin una paz que sur-
ge de la justicia tampoco se puede hablar de paz.
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7 de Diciembre de 1996.
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REFERENCIAS
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1992 La Postmodernidad. (Explicada a los niños). Barcelona. Gedisa. págs. 23 y 25.
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3. Op. Cit. pág. 12.
4. Op. Cit. pág. 13.
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12. VATTIMO, G.
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13. Serrano Caldera, Alejandro.
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14. BAUDRILLARD, Jean.
1988 “Los éxtasis de la comunicación”. En: la postmodernidad, Barcelona, Kairós, ,
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15. TAMAYO, Juan José.
1994 Presente y futuro de la Teología de la Liberación, Madrid, San Pablo, . págs. 121-
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16. KÜNG, Hans.
1993 Proyecto de una ética mundial. Madrid, Trotta, págs. 15-121.
17. PANIKKAR, Raimon.
1993 Paz y desarme cultural. Santander, Sal Terrae, págs. 111-131.
18. Mc GREGOR, Felipe.
1996 Cultura de Paz. Su historia y sus mecanismos psicológicos y culturales. Ponencia
en el primer Congreso Latinoamericano de “Relaciones Internacionales e In-
vestigaciones para la Paz. Guatemala, 22-25 de Agosto. págs. 9-16.
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1. Introducción
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xión teórica. Como que costaría mucho sacrificio pensar en nuevas pro-
puestas para el nuevo escenario que ha surgido desde mediados de los no-
venta.
2. El cuerpo
“Neither nature nor the body exist anymore, in the Enlightenment sense, both
are irredeemably polluted, philosophically speaking, in an age of human babies
with baboon hearts an genetically altered mice with human genes...”
Dery.
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poner las fronteras entre blanco y negro, hombre y mujer, adulto y niño.
Las/los super modelos son objeto de deseo y de imitación.
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“Soy proporcionada (todo en su lugar), pero me gustaría ser más alta, soy
panzona, quisiera mejorar mi abdomen. Me gusta como soy, pero me gus-
taría bajar de peso un poco” (Mujer, 20 años).
“Soy alto, blanco, simpático. Pero me gustaría tener ojos verdes y ser más
alto. Lo que me gusta más de mi cuerpo es mi cara y mis brazos. Porque
soy simpático y veo que la gente se “da cuenta” de eso y te tratan mejor. Lo
que menos me gusta es mi nariz, me gustaría que sea más respingada” (Va-
rón, 17 años).
“Soy flaca, ojos pardos claros, blanca y cabello crespo castaño. Estoy un po-
co gorda... Me gustan mis manos –mis uñas– y mis ojos. Mis uñas porque
son largas, duras y las cuido mucho y eso hace que mis manos se vean de-
licadas, mis ojos porque cambian de tonalidad, a veces se ponen verdes y a
veces marrones. Quisiera regresar a mi peso normal... No me gusta mi na-
riz porque la puntita es como una bolita” (Mujer, 18 años).
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4. Epílogo
Cómo afectan todas estas nuevas narrativas las vidas de los jóvenes
de sectores medios en el Perú y en Latinoamérica es algo que debemos se-
guir investigando. Cómo afectan estas narrativas nuestra lectura de la ca-
tegoría género es algo que nos debería llevar a intensos debates y a la rea-
lización de estudios empíricos.
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B I B L I O GR A FI A
1. BALSAMO, Anne.
1997 Tecnologies of the Gendered Body; Reading Cyborg Women. Duke Universitu
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2. CALLIRGOS, J.C.
1993 El racismo. La cuestión del otro (y de uno). Lima, DESCO.
3. DERY, Mark.
1996 Escape Velocity. Cyberculture at the end of the century. New York, Grove Press.
4. FORRESTER,
1997 Viviane. El horror económico. Buenos Aires, F.C.E.
5.GARCIA CANCLINI, Néstor.
1995 Consumidores y Ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. Mé-
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6.HALBESRSTAM y LIVINGSTON (eds.).
1995 Posthuman Bodies. Indiana University Press.
7.KOGAN, Liuba.
1996 “Descifrando los cuerpos sociales: una aproximación sociológica”. En: Diálogos
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8. 1992 Masculinidad/Femineidad: estereotipos de género en el sector socioeconómico alto
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9.KRISTEVA, Julia.
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10.LOPEZ, Angela.
1996 “Ritos sociales y liturgias juveniles de espera”. P.49-71. En: Debates en sociolo-
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11.PERNIOLA, M.
“Entre vestido y desnudo”. En: Fragmentos para una historia del cuerpo huma-
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12.PISCITELLI, Alejandro.
1995 Ciberculturas. En la era de las máquinas inteligentes. Buenos Aires, Paidós.
13.TONG, Federico.
1996 “Las chicas sólo quieren divertirse o los chicos también lloran. Amor y sexuali-
dad juvenil en los 90s. En: Revista Sur, Lima, Casa de Estudios del Socialismo.
14.TURKLE, Sherry.
1995 Life on the Screen; Identity in the Age of the Internet. Simon & Schuster.
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15.TURNER, T.
1993 “The Social Skin”. En: Burroughs y Ehrenreich (eds.). Reading the Social body.
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16.WOLF, Naomi.
1991 The Beauty Myth: how Images of Beauty Are Used against Women. New York,
William Morrow.
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ANEXO
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PAR TICIPACION Y CRISIS
DE REPRESENTACION
Ricardo Diviani
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particulares, reunidas en los salones, los cafés y los clubes constituyen las
primeras esferas públicas burguesas para intercambiar sus experiencias”.
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NOTAS
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EDUCACION Y COMUNICACIÓN
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sólo la usaron mal, sino que la convirtieron en un producto letal por em-
plearla en condiciones antihigiénicas. No se tomó en cuanta la falta de
agua potable en el país, y además el discurso publicitario-científico “olvi-
dó” que la leche materna posee anticuerpos irreemplazables para la salud
del recién nacido. Como consecuencia, la mortalidad infantil se elevó con-
siderablemente. Este es un ejemplo claro de que productos y servicios pu-
blicitados por estas empresas no son adaptados para cubrir necesidades lo-
cales. Por el contrario a partir del discurso publicitario las necesidades se
adaptan a los productos.
1. NUEVAS TECNOLOGIAS
del “ser digital”, Nicholas Negroponte
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2. LA VISION CULTURALISTA
“consumidores y ciudadanos”, Néstor García Canclini
“...Ser ciudadano no tiene que ver sólo con los derechos reconocidos
por los aparatos estatales a quiénes nacieron en un territorio, sino también
con las prácticas sociales y culturales que dan sentido de pertenencia y ha-
cen sentir diferentes a quienes poseen una misma lengua, semejantes for-
mas de organizarse y satisfacer sus necesidades”.
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En este punto cabe preguntarse por qué lugares pasa la relación en-
tre cultura y política. García Canclini plantea tres posibles vías de análisis
para la cuestión:
“a) de qué manera la transnacionalización económica y cultural, la repre-
sión y la reducción del mercado interno modificaron los hábitos de consu-
mo, las relaciones socioculturales, las estrategias de supervivencia, identifi-
cación y distincion social; b) el papel de la comunicación masiva, y a tra-
vés de ella de la iniciativa privada, en la reformulación de las expectativas
y demandas; c) el surgimiento de nuevas instancias de organización y re-
presentatividad popular”.
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3. AR TICULACIÓN COMUNICACIÓN/EDUCACIÓN
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Una de las críticas fuertes que Giroux hace a los medios de comuni-
cación de masas es la subordinación de la ética, la política y la estética a fi-
nes mercantiles. La verdad ya no debe responder a la ética sino al consu-
mo. En el caso del ejemplo citado, el imperativo de la ganancia dio lugar a
que una publicidad de leche en polvo Nestlé :
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Este ejemplo nos llama la atención acerca del enorme poder peda-
gógico de los medios de comunicación, y acerca del peligro de que, bajo
una aparente diversidad, pluralidad y democratización de los discursos, se
esconda una lógica unificada que es la lógica del mercado. En el ejemplo
citado el discurso homogeneizante de la publicidad avasalla las particula-
ridades culturales y las tradiciones propias que son condición para la su-
pervivencia de esa sociedad. Dice Giroux:
5. CONSIDERACIÓN FINAL
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LA CONTRACULTURA DE LOS HACKERS
Antulio Sánchez
1. Introducción
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nismos que confluyen en redes como Shake para tomar una decisión acu-
den a la consulta por red de sus afiliados y toman en tiempo real las deci-
siones. Grupos de neopukns gays, filatelistas cibernéticos, ciberfeministas
o electropolíticos, establecen prácticas donde la arenga y el discurso se des-
plazan por el ciberespacio para tener respuestas y emprender acciones17.
Desde lo local, pasando por lo continental hasta llegar lo global, los ciber-
nautas pueden dejar sus huellas y sus puntos de vista.
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Notas
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7. En realidad los hacker son más un producto de los sesenta que de los setenta: aunque
en un primer momento fue un fenómeno ligado a los garages y la realización de la
computadoras personales, después derivó en una combate contra los monopolios, los
bancos, las universidades y otras instituciones que a través de la información ejercen
un control, impidiendo la libre circulación de la información. Sobre el origen de los
hackers pueden consultarse: Theodore Roszak. El culto a la información, Grijalbo, Bar-
celona, 1988; Antulio Sánchez, “Ciberpunk:...” op cit; También Cfr. Viejo topo, Barce-
lona, mayo de 1994. La literatura underground ha documentado una serie de casos de
magnos hackers que se han encargado de entrar a redes de organismos policíacos, tras-
nacionales y todo tipo de instituciones que poseen grandes bancos de información.
Por ejemplo, están los casos de Kevin Mitnick (adolescente de la región californiana
que entró a la redes del ejército para hurgar, por el puro placer de saber qué contenían
estos enlatados de chips); Robert Morris (se introdujo a diversos bancos de datos que
contenían información secreta); Stanley Mark Rifkin (asesor que laboraba en el Pacif
National Bank, a través de un complejo proceso logró trasladar dinero de manera elec-
trónica: separó pequeñas cantidades de grandes cuentas, transfiriendo un poco más de
10 millones de dólares a una cuenta bancaria en Suiza. Fue aprendido tiempo después
gracias a que él mismo hizo pública su hazaña, pero había pasado desapercibido e in-
cluso se traslado a Suiza a sacar el dinero y comprar diamantes. Cfr. Decoder, Termi-
nal, Tom Forester. Sociedad de alta tecnología, Siglo XXI, Madrid, 1992. Por cierto, si
algo define a los hacker, es su actitud de mofarse, de burlarse de los grandes trasnacio-
nales, de los banqueros y de todos aquellos que sufren sus consecuencias. Incluso pue-
de decirse que un buen hacker no sólo debe reunir en su persona el hurto profilácti-
co, sino ser capaz de tener buenas dosis de humor negro. Esta soberbia y ese afán de
notoriedad de los hackers, termina en ocasiones haciendo cosas extraordinarias y dan-
do pistas para su captura, para publicitarse.
8. El correo electrónico, particularmente la red de redes más grande del mundo, Inter-
net, cuenta en estos momentos con más de 30 millones de usuarios, y constantemen-
te crece a un ritmo mensual que oscila entre el 15 y el 25 por ciento; en Internet se ha
soltado una auténtica batalla electrónica. Hace poco surgió el Frente de Liberación In-
ternet, con el fin de llamar la atención del uso de las subredes que cobran por acceder
a sus cuentas; han dejado en diversos buzones sus arengas y sus mensajes de combate,
su consigna, hablar de dar libre paso a quienes deseen obtener información; han acce-
dido a empresas como General Electric y otras más que cobran acusándolos de “cer-
dos capitalistas”. Time, 12 de diciembre de 1994. No obstante, esto que moralinamen-
te reporta Time es de lo más leve que se ha conocido de los hackers: en otros ámbitos
han ocasionado ataques devastadores haciendo añicos a los soportes lógicos y “hur-
tando” la información que la depositan en otras cuentas para uso gratuito. En necesa-
rio indicar que los hackers, son unos civilizados en sus combates, debido a que la in-
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formación siempre es respetada, los virus creados atacan únicamente los programas.
Decoder, núm 2, Milan, Italia, octubre- noviembre de 1992.
9. Cfr. Daniel Bell. Vuelta.
10. Para John Walker, uno de los más prestigiados hackers estadounidenses, el término ya
no dice nada; debido a que una gran cantidad de ellos han pasado a prestar sus servi-
cios a las grandes empresas de computación. Howard Rheingold. Op cit, Gedisa, Bar-
celona, 1994. Por cierto, Walker parece sólo dedicarle atención a los compañeros de ge-
neración, sin tomar en consideración las nuevas tribus.
11. De acuerdo al novelista William Gibson (quien prácticamente dotó de bases políticas
a los hackers), por ciberespacio se entiende el espacio virtual que se extiende en las re-
des, el que no tiene fin y permite entrar a países y lugares tan lejanos en una fracción
de minutos. Para los hackers, el ciberespacio se convierte en un planeta al cual puede
accederse con sentido antropológico, sociológico, filosófico o arqueológico.
12. De los crackers se saben que muchos inician como fisgones (hackers), después asumen
una postura de tipo comunitario y de socialización de la información, para más ade-
lante concluir prestando sus servicios a las compañías de soporte lógico. Como es sa-
bido, los hackers o crackers, son quienes detectan de manera rápida y fácil cuáles son
los puntos débiles de los soportes lógicos, son capases de perfeccionarlos; son las per-
sonas contratadas por las empresas de soporte lógico para emprender la guerra de pa-
quetes que culmina en la creación de virus; ambos por su misma práctica, detectan fá-
cilmente las deficiencias de los soportes lógicos de las firmas rivales; es por ello que las
compañías desean incorporarlos. Cfr. Terminal, Paris, núm 3, junio-julio de 1993.
13. Por cierto el término ciberpunk surge de un cuento de Bruce Bethke. Cfr. El viejo to-
po, op. cit. Ambos pueden ser utilizados como sinónimos, las diferencias entre hackers
y crackers están en sus labores extracomputacionales: los primeros prefieren instalar-
se en un garage o en un espacio fijo, mientras que los segundos son unos nómadas que
a donde vayan llevan su computadora compacta con modem integrado; si los segun-
do prefieren reventarse en los raves, los otros gustan más de los locales más formales
como los bares o las discos; si los primeros visten de una austera o pulcra forma, los
segundos gustan de las vestimentas características de los punks.
14. Cfr. Alvin Toffler. El cambio de poder, Plaza & Janes, Barcelona, España, 1990.
15. Véase la entrevista a William Gibson. “Cyberpunk: usos tecnológicos, ciencia y arte”,
Topodrilo, núm 31, UAM Iztapalapa, noviembre- diciembre de 1993. Siempre causan
desconcierto los escenarios que describe Gibson; en el caso de su más reciente obra,
Virtual light, se describe a un siglo XXI (2005) controlado por los japoneses, con len-
tes cotidianos de realidad virtual para hacer menos pesada la vida cotidiana, uso co-
mún de la telepresencia, fragmentación planetaria, con el uso masivo y cotidiano de
las cámaras criogénicas donde van dar los que tienen enfermedades incurables y espe-
rar ahí el avance de la ciencia que les permitirá restablecerles la salud. Lo más patético
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¿POSTMODERNIDAD,
PERÍODO POSTINDUSTRIAL,
POSTFORDISMO?
1 . L o s a ni l l os d e l a s e r pi e n t e
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Concentración Descentralización
Producción Ventas-Servicios
Trabajo Sindicalizado Flexibilidad Laboral
Las empresas han logrado una posición de mayor fuerza, que se ma-
nifiesta en nuevos contratos laborales cuyo origen es la necesidad de flexi-
bilización. Esta forma precaria de empleo gana terreno en Argentina, don-
de el 15 por ciento de los trabajadores lo hace en forma de contratos tem-
porales y el 80 por ciento de los nuevos empleos se realiza bajo alguna de
las modalidades de lo que en España llaman CONTRATOS BASURA.
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Por una parte, como vimos anteriormente, a un nivel macro las ex-
clusiones relacionan centro y periferia. Pero también, al interior de cada
país -incluso de los centrales- se reitera esta marginación.
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EL FIN DE LA ALTERIDAD
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En este mundo en donde cada día se prescinde más del otro y don-
de las mujeres no necesitan ya de la relación sexual con los hombres para
procrear, a la vez que la indiferencia se expande, crece por otra parte la ne-
cesidad de producir una mayor exclusión, vía negativa de restablecer la di-
ferencia y la relación con el Otro. Desafección y, al mismo tiempo, celo ha-
cia todo aquel que pretenda restituir algo de la sexualidad. “Cualquier pa-
sión es un insulto a la indiferencia general. Aquel que, mediante su pasión
desenmascara nuestra indiferencia, nuestra pusilanimidad o nuestra tibie-
za, aquel que, con la fuerza de su presencia o de su sufrimiento, desenmas-
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Notas
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¿SECULARIZACIÓN O ILUSIÓN?
Resumen: según Daniel Bell existe una «contradicción» entre la austera ra-
cionalidad económica del capitalismo y la irracionalidad de la cultura ar-
tística y la ética hedonista que este régimen ha generado. La idea de tal
«contradicción» se deshace cuando se comprueba que el presunto proceso
de desencanto del mundo, la «jaula de hierro» weberiana, no es sino un
episodio institucional y marginal. Se habla hoy de rebrote de la religión,
pero el escepticismo científico nunca logró realmente alcanzar el rango de
visión hegemónica del mundo. Las quejas contra la «deshumanización»
que conlleva esa ficticia secularización, y las llamadas a una vuelta al «sen-
timiento oceánico» de Rolland, a la «verdadera religión» o «religión del es-
píritu» (Gablik, Arnheim, Vattimo, Trías...), parten, por tanto, de un ma-
lentendido.
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odo aquel que ha vivido largo tiempo dentro de una determinada cul-
T tura y se ha planteado repetidamente el problema de cuáles fueron los
orígenes y la trayectoria evolutiva de la misma, acaba por ceder tam-
bién alguna vez a la tentación de orientar su mirada en sentido opuesto y
preguntarse cuáles serán los destinos futuros de tal cultura y por qué ava-
tares habrá aún de pasar. No tardamos, sin embargo, en advertir que ya el
valor inicial de tal investigación queda considerablemente disminuido por
la acción de varios factores. Ante todo, son muy pocas las personas capa-
ces de una visión total de la actividad humana en sus múltiples modalida-
des. La inmensa mayoría de los hombres se ha visto obligada a limitarse a
escasos sectores o incluso a uno solo. Y cuanto menos sabemos del pasado
y del presente, tanto más inseguro habrá de ser nuestro juicio sobre el por-
venir. Pero, además, precisamente en la formación de este juicio intervie-
nen, en un grado muy difícil de precisar, las esperanzas subjetivas indivi-
duales, las cuales dependen, a su vez, de factores puramente personales, es-
to es, de la experiencia de cada uno y de su actitud más o menos optimis-
ta ante la vida, determinada por el temperamento, el éxito o el fracaso. Por
último, ha de tenerse también en cuenta el hecho singular de que los hom-
bres viven, en general, el presente con una cierta ingenuidad; esto es, sin
poder llegar a valorar exactamente sus contenidos. Para ello tienen que
considerarlo a distancia, lo cual supone que el presente ha de haberse con-
vertido en pretérito para que podamos hallar en él puntos de apoyo en que
basar un juicio sobre el porvenir.
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mo Ernest Gellner18 consideran que hay que distinguir entre ambos con-
ceptos, y sobre todo coinciden en contemplar las necesidades como algo
racionalmente limitado, en tanto que los deseos permanecerían esencial-
mente incircunscriptos. Bell es particularmente consciente de las implica-
ciones de una confusión de ambos conceptos. Asegura que el mal de la
economía capitalista no está en el hecho de que sea una economía de mer-
cado, sino en que es burguesa (i.e., individualista y hedonista) y en que,
por tanto, «los fines de la producción no son comunes, sino individuales;
...[y] los motivos para la adquisición de bienes no son las necesidades, si-
no los deseos»19. El individualismo no es, según Bell, una característica ne-
cesaria de la economía de mercado, ya que economistas socialistas como
Enrico Barone y Oskar Lange mantenían la posibilidad y necesidad de una
economía de mercado en un orden socialista. Y en cuanto a la motivación
puramente desiderativa de la adquisición de mercancías, es lo que una «fi-
losofía» nueva del espíritu cívico vendría a corregir. Por lo que atañe al
problema de la confusión entre necesidades y deseos, la postura de Bell es
realista: «Los hombres “nos dice” redefinen constantemente las necesida-
des, de modo que los anteriores deseos se convierten en necesidades.»20
Pero al oponer a la entronización de los deseos una postura racionalista
basada en la contemplación de necesidades fundamentalmente sociales, no
individuales, estos pensadores no sólo se mueven en el terreno liberal, si-
no que dan la espalda al problema de la fuerza arrolladora de los hechos:
¿acaso es posible imprimir un cambio de rumbo a la cultura hedonista del
capitalismo parasitario y la economía consumista con sólo declarar que no
es muy «racional»? Si bien el móvil económico son los deseos individua-
les, y no las necesidades reales “colectivas o individuales”, es poco plausible
que el deseo de una filosofía cívica y racional se realice de la misma mane-
ra. Y aun parece arriesgado esperar algo de una posible demostración teó-
rica de su necesidad. Otros destacados economistas, como Schumacher y
Galbraith han dado poderosas razones para apoyar políticamente lo públi-
co, aun en detrimento de la «competitividad»21. Es notorio en estos eco-
nomistas su profundo sentido de la justicia social, pero ninguno de ellos
ha sobrepasado el estadio idealista que se funda en las falsas expectativas
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más emotiva, lúcida y a la vez penetrantemente ingenua esa ilusión del hu-
manismo racionalista: Sigmund Freud y Erwin Panofsky. Lo han expresa-
do en muchos lugares, pero sobre todo, Freud, en El triunfo de una ilusión
y en El malestar de la cultura, y Panofsky en su memorable artículo «La his-
toria del arte en cuanto disciplina humanística». Es notorio que el aire pro-
meteico que alienta a estos y otros muchos intelectuales constituye una
ilusión tan ingenua como las ingenuidades y ficciones que ellos mismos
descubren sagazmente en los dogmatismos que combaten. Su ingenuidad
es esa que irónicamente anotó Lippmann: la de «creer en la filosofía», o en
la ciencia, o en la literatura, o en la razón, o en el cine, o en la cultura...
Exactamente, la ingenuidad no consiste en creer en la necesidad y poten-
cia humanizadora y enriquecedora de la filosofía, sino en creer que la filo-
sofía, o la literatura, etcétera... pueden ayudar a cambiar el mundo, como
pensó Rimbaud.
¿Qué ha sido, por otro lado, del pujante espíritu científico y la tec-
nología? ¿No constituyen un bastión del racionalismo que sí contradice la
pujanza vanguardista? A esta pregunta debe responderse «sí y no». Los
componentes racionales del pensamiento científico en todas sus ramas,
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Además, como dice Pierre Thuillier, mientras que «Newton había ido de la
alquimia a la ciencia», en la actualidad «el camino es el inverso...»31 Ya he
mencionado también el famoso Coloquio de Córdoba organizado en 1979
por France-Culture bajo el lema «Science et conscience», en el que partici-
paron importantes científicos mundialmente conocidos que hablaron del
alma de los electrones y asuntos por el estilo.
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los electrones y los cuantos no retroceden ante las imágenes más atrevidas
y las especulaciones más desenfrenadas.43
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chorros informes de pintura) pesa hoy sobre nuestra cultura como una
jaula de hierro que aprisiona toda posibilidad de desarrollo inteligente de
la fantasía.
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Notas
1 Daniel Bell inició sus preocupaciones sobre el tema en un libro anterior, del cual Las
contradicciones... puede considerarse una continuación y que lleva por título precisa-
mente El advenimiento de la sociedad postindustrial (The coming of post- industrial so-
ciety: A venture in social forecasting, Nueva York, Basic Books, 1973; ed. esp.: Madrid,
Alianza, 1991). Como señalé en una nota anterior (v. el apartado de «Método, nocio-
nes, términos», p. 86, n. 107), ya en 1959 Charles Wright Mills tenía en cuenta, en La
imaginación sociológica, no sólo la problemática sociológica de la posmodernidad, si-
no el mismo término «posmoderno», aunque él prefería hablar de «Cuarta época».
Aunque fue Toynbee quien mayor impulso dio al uso de la expresión «edad posmo-
derna» “que él utilizaba ya en los años 40, en los últimos volúmenes de su monumen-
tal Estudio de la historia”, está claro que este historiador no se refería a la misma cosa
que Bell, sino a ciertos aspectos cambiantes de la cultura de finales del siglo XIX que
distan aún mucho del vanguardismo.
2 Charles Harrison y Paul Wood (eds.), Art in Theory, 1900- 1990: An Anthology of
Changing Ideas, Oxford (Inglaterra)-Cambridge (Massachusetts), Blackwell Publis-
hers Ltd., 1993, cap. VIII, «Ideas of the Postmodern», pp. 993 y ss.
3 Umberto Eco, «Cultura de masas y niveles de cultura», en Apocalípticos e integrados
ante la cultura de masas, Barcelona, Lumen, 1973, pp. 41 y ss., passim.
4 Jürgen Habermas, «La modernidad, un proyecto inacabado», en Forsten Hall et al., La
postmodernidad, Barcelona, Kairós, 1985, pp. 23 y s. (también: «La modernidad incon-
clusa», en El Viejo Topo, núm. 62, noviembre de 1981, pp. 46 y s.).
5 Edward Lucie-Smith, El arte hoy: Del expresionismo al arte abstracto, Madrid, Cátedra,
1983, p. 486.
6 Aunque hace «una distinción “arbitraria, sin duda” entre predicción y pronóstico»
(Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo, Madrid, Alianza, 1977, p.
195).
7 Daniel Bell, op. cit., p.170. En la página 188 nos ofrece una profecía «sencilla»: «Cuan-
do se “carga” al orden político con una cantidad cada vez mayor de problemas políti-
cos, cuando la vivienda, la salud, la educación, etc., se convierten en temas políticos,
las tensiones se combinan. La sencilla predicción que hice por primera vez en el infor-
me de la comisión sobre el Año 2000 (1967) fue que en los próximos años habrá cada
vez más conflictos grupales en la sociedad.» En efecto, estamos asistiendo a la intensi-
ficación de los conflictos colectivos, pero, al mismo tiempo, vemos cómo el contenido
de tales conflictos es cada vez menos ideológico, menos político “en un sentido clási-
co”, y más administrativo o de orden irracional (nacionalismos, etc.), lo cual debilita
el éxito de la predicción de Bell, que habla de problemas de vivienda, salud y educa-
ción.
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8 Ibíd., p. 183. «Todo examen significativo de una sociedad debe tratar de identificar los
elementos más profundos y persistentes, que son las fuerzas que dan forma a la socie-
dad. Estas se dan en tres ámbitos: los valores,... la cultura,... y la estructura social...»
9 Ibíd., pp. 196 y ss.
10 Ibíd., p. 201. En este punto recuerda poderosamente aquel entusiasmo de Francis Ba-
con al que ya me referí en el primer capítulo.
11 Ibíd.
12 Ibíd., p. 220 y ss.
13 Presintiendo el reproche de idealismo, Daniel Bell se adelanta a justificarse: «Walter
Lippmann “nos dice” ha observado sarcásticamente que existen quienes dirían... que
la ilusión característica de los seres sensibles es creer en la filosofía. Pero el valor de la
filosofía es que formula una norma racional, da coherencia a las aplicaciones para que
las acciones no sean arbitrarias o caprichosas, y establece una justificación normativa
que satisface el sentido de justicia de los hombres. Sólo sobre esta base son posibles al-
gunos principios consensuales de la vida política; sin ellos, sólo existe el poder descar-
nado. La gente obedece al poder, pero respeta y acepta voluntariamente el derecho»
(op. cit., p. 237). Sentimos que esa justificación es sólo una torpe disculpa, más que una
defensa coherente de sus principios. Incluso en su preclaro lenguaje, Daniel Bell nos
recuerda a Renan. Lamento que, al no poder creer en esas cándidas ilusiones, se me
pueda llamar cínico; sigo a Maquiavelo en la certeza de que, en la práctica, la política
está reñida con la ética, y ésta es una circunstancia de la que sólo la realidad tiene la
culpa, no yo. Embellecer la realidad con la filosofía es una actitud que carece de cinis-
mo, pero no por ello más deseable, ni razonable.
14 Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Barcelona, Orbis, 1985, p.
258.
15 Ibíd., p. 259.
16 Ernest Gellner, «La jaula de goma: desencanto con el desencanto», en Cultura, identi-
dad y política: El nacionalismo y los nuevos cambios sociales, Barcelona, Gedisa, 1989,
pp. 164-177.
17 Los reclamos publicitarios de la réplica europea (Euro Disney Resort) rezan: «El sue-
ño ya es realidad». Por supuesto, pero nos da la impresión de que afuera también.
18 Ernest Gellner, op. cit., p. 115.
19 Daniel Bell, op. cit., p. 212.
20 Ibíd., p. 239.
21 Véanse, por ejemplo: Ernst Friedrich Schumacher, Lo pequeño es hermoso, Barcelona,
Herman Blume, 1978, y John Kenneth Galbraith, La Cultura de la Satisfacción: Los im-
puestos, ¿para qué? ¿Quiénes son los beneficiarios? Barcelona, Ariel, 1992.
22 «La tesis que he de esforzarme por fundamentar es la de que las realizaciones presen-
tes y futuras del sistema capitalista son de tal naturaleza que rechazan la idea de su de-
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rrumbamiento bajo el peso de la quiebra económica, pero que el mismo éxito del ca-
pitalismo mina las instituciones sociales que lo protegen y crea, «inevitablemente», las
condiciones en que no le será posible vivir y que señalan claramente al socialismo co-
mo su heredero legítimo. Por consiguiente, mi conclusión final no difiere, por mucho
que pueda diferir mi argumentación, de aquella a que llegan la mayoría de los escrito-
res socialistas y, en particular, todos los marxistas. Pero para aceptarla no es necesario
ser socialista. La prognosis no implica nada acerca de la deseabilidad del curso de los
acontecimientos que se predicen. Si un médico predice que su paciente morirá en bre-
ve ello no quiere decir que lo desee. Se puede odiar al socialismo o, por lo menos, mi-
rarlo con una fría crítica, y, no obstante, prever su advenimiento. Muchos conservado-
res lo han previsto y lo prevén.
«Tampoco se necesita aceptar esta conclusión para calificarse de socialista. Se puede
querer el socialismo y creer ardientemente en su superioridad económica, cultural y
ética, y, no obstante, creer al mismo tiempo que la sociedad capitalista no alberga nin-
guna tendencia hacia su autodestrucción. Hay, efectivamente, socialistas que creen que
el orden capitalista recupera la fuerza y se estabiliza a medida que transcurre el tiem-
po, por lo que es quimérico esperar su derrumbamiento.» (Joseph Alois Schumpeter,
Capitalismo, socialismo y democracia, Barcelona, Orbis, 1983, t. I, pp. 95 y s.).
23 Ibíd., p. 150.
24 Ibíd., p. 151. Y más adelante (p. 156) Bell asegura que «hay tres fundamentos para to-
da investigación: la naturaleza, la historia y la religión.» Hay también un abuso de dia-
léctica... y de una especie de lógica ternaria.
25 Es importante advertir el uso exactamente psiquiátrico, y no sociológico, que Daniel
Bell hace del término alienación: cuando habla de la «alienación de la juventud» se es-
tá realmente refiriendo a un enloquecimiento visible en la conducta de los jóvenes, de-
rivado de una saga interminable de experiencias frustratorias (guerra de Vietnam, in-
quietud competitiva, etc.), con unas claras manifestaciones sociales (delincuencia, dis-
turbios racistas, radicalismo político, desenfreno sexual...).
26 A propósito, es muy interesante el análisis que Frank D. McConnell hizo del cine co-
mo expresión artística de la tensión entre lo primitivo y lo urbano “y como expresión,
por añadidura, genuinamente romántica de tal tensión”, en su libro El cine y la imagi-
nación romántica (Barcelona, Gustavo Gili, 1977). En comparación con el libro de Bell,
que es de la misma época, podemos percibir en McConnell una similar inquietud por
la amenaza de lo «irracional», si bien McConnell participa en la confianza más o me-
nos plácida en que el maremágnum cultural es bueno. Es curioso, por ejemplo, notar
que una de las palabras más frecuentes de este libro de McConnell es la palabra «peli-
groso», referida a tal o cual característica psicocultural de la producción cinematográ-
fica o literaria, pero que, sin embargo, su discurso no expresa ni queja ni temor de la
vanguardia, como el de Bell. Ello es natural, por el hecho de que el cine es esencial-
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gentes y sus tendencias en conflicto, a una tela cuadriculada y maculada, tejida de es-
te modo con hilos de diversos colores pero cambiando gradualmente de matiz confor-
me va desenvolviéndose. ¿Se seguirá en el futuro cercano aquel gran movimiento que
durante siglos ha estado alterando lentamente el carácter del pensamiento, o sobre-
vendrá una reacción que pueda detener el progreso y aun deshacer mucho de lo ya lo-
grado? Siguiendo con nuestra imagen, ¿de qué color será el tejido que las Parcas están
hilando en el telar incansable del tiempo? ¿Blanco o rojo? No podemos saberlo. Una
luz débil y vacilante ilumina a lo lejos el principio del tejido. Nubes y tinieblas ocultan
la otra extremidad.» (James George Frazer, La rama dorada, México, F.C.E., 1951, pp.
798 y s.) Es innegable la racionalización evolucionista que, en esta obra de Frazer, alen-
taba un sentimiento antipapista. Pese a todos los reproches y errores, es para mí una
obra hermosa y verdadera; yo también debo conciliar mis contradicciones: un indele-
ble ateísmo, un catolicismo temperamental y un ramalazo contenido de anticlerical.
29 Pierre Thuillier, «¿Volverá la mecánica cuántica a reencantar el mundo?», en Mundo
Científico, Barcelona, núm. 98, enero de 1990, pp. 88-94.
30 Cf. el interesante artículo de Pierre Thuillier, «Isaac Newton: Un alquimista distinto de
los demás», en Mundo Científico, Barcelona, núm. 95, octubre de 1989, pp. 944-957. Y
quizá la célebre polémica romántica sobre si el prisma acababa o no con la poesía del
arcoiris (cf. Meyer Howard Abrams, El espejo y la lámpara: Teoría romántica y tradi-
ción crítica, Barcelona, Barral, 1975, pp. 535-551) no esté tan alejada de las preocupa-
ciones del propio Newton por preservar lo celestial de la amenaza del escepticismo
materialista.
31 Pierre Thuillier, «¿Volverá la mecánica cuántica a reencantar el mundo?», loc. cit., p. 98.
32 La indecorosa cacofonía que ese nombre produce en los oídos españoles ha sido a ve-
ces esquivada mediante una transposición de las vocales; así, por ejemplo, el traductor
Juan G. de Luaces pone «Lupata» en lugar de «Laputa», lo cual es un acierto lingüísti-
co y no meramente una prueba de pudor mojigato, pues es obvio que Swift no habría
adoptado una reunión fonética que a los ingleses les resultase desagradablemente evo-
cadora.
33 Alfred North Whitehead, An Introduction to Mathematics, Nueva York-Londres, H.
Holt and Company/Thornton Butterworth Ltd., 1911, p. 3.
34 Cf. Marjorie Hope Nicolson y Nora M. Mohler, «Swift’s flying island in the voyage to
Laputa», en Annals of Science, Londres, t. II, núm. 4, octubre de 1937, pp. 405-430.
Aunque en su Seudociencia e ideología Mario Bunge puso la Academia de Lagado co-
mo ejemplo literario de un quehacer disparatado y pseudocientífico, es un hecho in-
negable que la ciencia oficial de la época de Swift se parecía en parte a los disparates
de Lagado “pero también la ciencia oficial actual. Refiriéndose al caso de Swift, y si-
guiendo a Nicolson y Mohler, el célebre matemático James R. Newman ha resumido
así este hecho innegable: «Las Transactions eran una mezcla notable de insensateces e
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lares, como justamente recuerda Arnheim (cf. Rudolf Arnheim, El pensamiento visual,
Barcelona, Paidós, 1986, p. 303). Posteriormente, Sir Arthur Stanley Eddington volvió
a la fantasía de un mundo bidimensional para ilustrar la relación que según la teoría
de la relatividad existe entre la gravedad y la curvatura del espacio (Space, time and
gravitation: An outline of the general relativity theory, Cambridge, Ingleterra, Cambrid-
ge University Press, 1920).
36 Roger Penrose, «Newton, teoría cuántica y realidad», en Stephen W. Hawking y Roger
Penrose, Cuestiones cuánticas y cosmológicas, Madrid, Alianza, 1993, pp. 235-278.
37 Ibíd., p. 275.
38 Ibíd., p. 245.
39 Ibíd., p. 236.
40 David Herber Lawrence, A propos of Lady Chatterley’s lover, being an essay extended
from «My skirmish with Jolly Roger», Nueva York, Haskell House, 1973 (reimpresión
de la ed. original: Londres, Mandrake Press, 1930).
41 Meyer Howard Abrams, op. cit., pp. 542 y 551.
42 Roger Penrose, por ejemplo, confiesa adherir el realismo platónico, que en el terreno
matemático suele tener, aunque no siempre, implicaciones idealistas (cf. La nueva
mente del emperador, Madrid, Mondadori, 1991, pp. 153 y ss.). Es cierto que la mayo-
ría de los matemáticos se apartan del constructivismo porque implica unas restriccio-
nes demasiado onerosas, o en otras palabras, porque el constructivismo elimina la ma-
yor parte y la más valiosa de las contribuciones de la matemática moderna, pero ello
no significa que la mayoría de los matemáticos desprecien el sentido materialista de lo
real que anima al constructivismo. Una buena crítica del platonismo matemático es la
que realizó el antropólogo Leslie A. White en su artículo «El lugar de la realidad ma-
temática: una referencia antropológica» (recopilado en James R. Newman, op. cit.,
t. VI, pp. 282-298). White explicó brillantemente que la realidad matemática «existe»
fuera del individuo, pero no fuera de la cultura; así se explica que sea cierta la existen-
cia de las ideas matemáticas fuera de la conciencia, como creen los platonistas, puesto
que tales cosas se aprenden o, a lo que parece, se «descubren»; pero esa existencia fue-
ra de la conciencia individual es una existencia en la cultura a que pertenece el indivi-
duo en cuestión, y por tanto la idea matemática en sí es una «invención» de dicha cul-
tura. Sin embargo, White destaca esa útil distinción a expensas de confundir o no dis-
criminar otros elementos ontológicos; por ejemplo, pone al materialista Hertz entre
quienes sostienen el platonismo, y al parecer no comprende que la existencia objetiva
de las ideas matemáticas es para Hertz un reflejo, isomórfico, de los objetos y propie-
dades del mundo real. La filosofía matemática de James R. Newman tiene tendencias
idealistas, como sostenía el malogrado matemático e ingeniero de caminos español
Emilio Garbayo Martínez (Control ideológico de la invención matemática, ed. por el au-
tor, que fue profesor en la E.T.S. de Ingenieros de Caminos de Barcelona, 1978, pp. 237
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The Conscious Brain, Nueva York, Vintage Books, 1976; Dean Wooldridge, Mechanical
Man: The Physical Basis of Intelligent Life, Nueva York, McGraw-Hill, 1968. Y, cómo ol-
vidarlo, el citado libro de Douglas R. Hofstadter, Gödel, Escher, Bach: Un Eterno y Grá-
cil Bucle.
46 Carta a Shelley, del 10 de agosto de 1820. Se encuentra traducida al francés y comen-
tada por Julien Green en su Journal (París, Plon, 1969, 2 vol., 29 de marzo de 1930).
47 Suzi Gablik, ¿Ha muerto el arte moderno? Madrid, Hermann Blume, 1987.
48 Explicaré una anécdota reciente. En una conferencia sobre «Tragedia y Razón» que el
profesor Sergio Givone dio en Barcelona en octubre de 1996, al abrirse un turno de
preguntas para el público, una muchacha manifiestamente desinformada y que había
comprendido poco del concepto de «desencanto» intervino para sugerir que si la téc-
nica y la ciencia nos condenan al desencanto quizá «deberíamos (?) volver» a las cosas
espirituales y buscar la felicidad lejos del materialismo. Su tono tenía un indisimula-
ble aire religioso. El profesor Givone comprendió que debía explicar no tanto los pro-
blemas a que el desencanto nos enfrenta intelectualmente como el concepto mismo de
desencanto, y habló entonces de la dignidad del pensamiento científico, explicó que el
desencanto es «honestidad intelectual» y nada más. Lo realmente significativo de esta
anécdota es que aquella muchacha representaba la ideología dominante de nuestra
época, paradójicamente expresada como una queja, pero como una queja sesgada,
inocua y encubridora. Aquella muchacha representaba el cegamiento, inconsciente o
deliberado, de la cultura: se cree que es el racionalismo y el «maquinismo» lo que cau-
sa la infelicidad, ignorando la irracionalidad de las estructuras sociales y el idealismo
indeleble que las anima.
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