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Este capítulo se centra la primera etapa de la Revolución Rusa, la cual está marcada por el

Comunismo de Guerra y la violencia extrema de la Guerra Civil.

El autor comienza describiendo diferentes medidas y planes de los bolcheviques, tales como la
intención de obtener tanto una sociedad como una economía gobernadas por patrones de
disciplina y precisión de estilo militar, el establecimiento de campos y campañas de trabajo, de
cartillas de racionamiento y de colectividades agrarias.

Además dedica una sección del capítulo a describir y explicar las claras intenciones bolcheviques
de controlar el comportamiento humano; de producir una nueva “versión mejorada” del hombre,
que debería ser racional, disciplinado y colectivo.

Figes también describe algunos procesos, por ejemplo, la manera en que el teatro y la música se
transforman en “experimentos” de una vida socialista basada en la igualdad y en la colectividad;
los diferentes actos de autoconsagración que lleva adelante el Estado; las políticas de liberación de
la mujer, y de “amor libre”; los cambios en políticas educativas para adoctrinar a la nueva
generación en la forma de vida colectiva y la necesidad de que el sistema educativo se subordine a
las exigencias de la economía; el culto al taylorismo; las visiones de una sociedad mecanizada y en
la que todo estuviera calculado con precisión.

Luego el autor se refiere a la guerra contra la religión y la Iglesia, que tenía la finalidad de
reemplazar la adoración a Dios por la veneración al Estado; las clausuras de iglesias y asesinatos de
sacerdotes.

El último apartado del capítulo hace referencia a las guerras campesinas y la consecuente pérdida
de poder de los bolcheviques; también a las huelgas obreras y como éstas se van extendiendo; el
levantamiento de los marineros de Kronstadt y sus exigencias.

Se presentan luego los problemas que el X Congreso del Partido enfrentaba mientras tanto, y
también algunas de sus decisiones: proscripción de las facciones y purgas, supresión de las
revueltas populares, incentivo al comercio privado, la sustitución de la requisa de alimentos por el
impuesto en especie; y las consecuencias de las mismas.

Finalmente, Figes describe cómo los bolcheviques aniquilan las revueltas, utilizando como
herramientas el terror militar y su poder despiadado: fusilan o encarcelan personas; incendian,
someten y dejan a las aldeas como víctimas del hambre; envían a los campesinos a campos de
concentración y someten también a mencheviques y eseristas. El capítulo finaliza explicando la
decisión de instaurar la Nueva Política Económica y analizando brevemente algunos de sus efectos.

Más allá de esta enumeración de acontecimientos, Orlando Figes explica el fracaso de la mayoría
de medidas bolcheviques de este período, caracterizándolas como utópicas, contradictorias o
simplemente orientadas a imponer el socialismo:

- Los campos de trabajo tal vez ayudaron a reforzar el sentimiento de obediencia de la población,
pero fueron altamente ineficientes desde el punto de vista económico.
- El control estatal del suministro alimentario sólo provocó que millones de personas fueran
subalimentadas por el Estado, y que los bolcheviques debieran aceptar que su régimen estaba a
merced del campesinado.

- Las explotaciones agrarias colectivas no sólo generaron fuertes quejas sobre su gestión, sino que
también sufrieron grandes pérdidas o simplemente fueron destruidas.

- Las políticas de militarización provocaron huelgas, importantes oposiciones, y descenso de los


rendimientos.

- Los deseos de crear un nuevo tipo de hombre son descriptos por Figes como un gran sueño
utópico, que “se estrella contra las rocas de la realidad”.

- Las intenciones de debilitar la fuerza de la religión no sólo no fueron fructíferas, sino que tuvieron
el efecto opuesto de agrupar a los creyentes en torno a ésta.

- Los experimentos artísticos tampoco fueron realmente efectivos; más bien demostraron los
gustos conservadores de obreros y campesinos y su disgusto ante estas nuevas formas de arte
moderno.

- Las políticas de liberación sexual tampoco fueron comprendidas, y terminaron siendo


desaprobadas por la clase obrera y campesina.

- Los ejércitos campesinos se organizaban y las revueltas se extendían y quebrantaban el orden.


Estas sólo fueron aplastadas mediante la fuerza, y eso trajo importantes consecuencias: los
bolcheviques se habían convertido en tiranos, su popularidad caía en picada.

Fieges demuestra a lo largo del texto la contradicción de las medidas adoptadas, que terminan
“engañando” a todos y creando un régimen terriblemente opresor, despiadado y violento,
ineficiente económicamente, y creador de una nueva clase política aún más opresora que la zarista
y

de un nuevo grupo de poderosos. Entonces podemos ver, por un lado, el afianzamiento del poder
bolchevique, su victoria: el ejército rojo había triunfado; las rebeliones campesinas y otros
levantamientos, entre ellos la revolución de los marineros de Kronstadt, habían sido aplastados;
facciones y agrupaciones habían sido proscriptas; el régimen se había endurecido en todos los
órdenes y además carecía de enemigos y contaba con un poder absoluto.

Sin embargo, por el otro lado, los campesinos de toda Rusia estaban hartos y encolerizados contra
un régimen que había deshecho los ideales de la revolución, les quitaba sus alimentos y sus
libertades, y los había llevado a una hambruna terrible. Las huelgas obreras también tuvieron una
significativa importancia: las ciudades perdían población, las reservas alimenticias descendían, el
transporte estaba colapsado, la economía paralizada y los índices de producción agrícola e
industrial habían descendido extremadamente, las ciudades estaban en ruinas. La guerra, el
hambre y las enfermedades se habían cobrado muchas víctimas. El descontento, la oposición, el
resentimiento y las exigencias de que el régimen bolchevique deje el poder, eran masivas. Toda
Rusia estaba arruinada, derrotada, exhausta y nuevamente sometida.

Orlando Figes tiene una visión bastante hostil de la Revolución Rusa, del régimen bolchevique y de
sus principales líderes. Para él, la Revolución fue un experimento utópico que salió mal y arruinó la
vida de millones de personas.

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