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Conservación Patrimonial Tomo 1 Inter
Conservación Patrimonial Tomo 1 Inter
Conservación Patrimonial Tomo 1 Inter
MADRID 2017
PATRONATO
PRESIDENT E
EDICIÓN
Victoriano Muñoz Cava
Fu n d a c i ó n Ju a n elo Tur riano
VICEPRESIDENT E
D I S E ÑO Y M AQU E TA Pedro Navascués Palacio
E di c i o n e s d e l Umbral
SECRETARIO
La Fundación Juanelo Turriano ha realizado todos los esfuerzos posibles por conocer a los propietarios de los derechos
de todas las imágenes que aquí aparecen y por conocer los permisos de reproducción necesarios. Si se ha producido
alguna omisión inadvertidamente, el propietario de los derechos o su representante puede dirigirse a la Fundación
Juanelo Turriano.
La promoción y publicación de estudios sobre la historia de la ingeniería
y la técnica ha sido una de las actividades prioritarias de la Fundación
Juanelo Turriano desde su creación en 1985.
COMITÉ DE P UBLICACION E S
Desarrollado el proyecto en 1972 y reformado en 1975, nunca llegó a materializarse por mo-
tivos que el propio García-Diego relató en otro lugar*. Pero la idea de que los estudios histó-
ricos en el ámbito de la ingeniería están íntimamente relacionados con las actuaciones de
conservación y recuperación del patrimonio construido ha quedado profundamente arraigada
en la Fundación.
La razón de ser de nuestra institución, como disponen sus Estatutos, es el estudio de la historia
de las técnicas y de las ciencias. Pero en los treinta años de existencia de la Fundación esa ac-
tividad ha ido, en ocasiones, más allá del trabajo puramente historiográfico, materializado en
publicaciones, cursos o exposiciones. Siguiendo el ejemplo de García-Diego, la Fundación ha
promovido y participado en operaciones de salvaguarda y recuperación del patrimonio técnico
español.
*
Jos é Ant oni o Ga r c í a -Di e g o, “ E l a r t i f i c i o d e Ju a ne l o Tu r r i a no e n Tol e d o: u na r e c ons t r u c c i ón f r u s t r a d a ” , R e vi s t a d e O c c i den t e, n º 6 4 ,
1986, pp. 39-50.
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Actuaciones que abarcan diversos niveles de intensidad, desde la investigación y catalogación investigador de la Fundación desde hace años. Desde esta institución ha realizado un exhaustivo
de hitos patrimoniales a la redacción de proyectos de intervención e incluso la ejecución y fi- estudio no solo archivístico sino a partir de otras muchas fuentes, construyendo una sólida
nanciación de las obras y labores necesarias. base desde la que articula un relato riguroso y coherente que nos lleva desde el Renacimiento
hasta la guerra del 36. No se ha pretendido, y hubiera sido imposible, hacer referencia a todas
La Fundación ha impulsado la declaración como Bien de Interés Cultural de varias obras se- las actuaciones de destrucción o conservación de la obra pública llevadas a cabo a lo largo de
ñeras de la ingeniería en España. Ha colaborado en la recuperación de la Casa de la Moneda más de cuatro siglos. El hilo conductor lo han formado aquellas intervenciones en las que el
de Segovia, construyendo buena parte de la maquinaria hidráulica que constituye el corazón, valor patrimonial –artístico, histórico, monumental, simbólico– fue un factor a considerar. Aun-
la razón de ser de dicha fábrica renacentista. Financió la operación de traslado del submarino que la decisión final fuese negativa, actuando al margen de tales valores, como ocurrió en mu-
“Peral” al Museo Naval de Cartagena, paso ineludible para garantizar la conservación de ese chas ocasiones.
hito de la ingeniería naval. Con motivo de la exposición Maquetas y Modelos históricos no menos
de quince piezas pertenecientes al Museo del Ejército, Academia de Ingenieros del Ejército Toda historia debe tener sus personajes, entre los que sobresalen los protagonistas. En su ar-
(Hoyo de Manzanares, Madrid), Escuela de Caminos y Escuela de Minas, ambas de la Univer- tículo Los puentes de piedra y la metáfora, Eve Bauder ha explorado la relación metafórica entre la
sidad Politécnica de Madrid, fueron sometidas a trabajos de limpieza y restauración. En repe- obra, en este caso el puente, y el ser humano. Relación resumida en la afirmación “el puente
tidas ocasiones el tema de los cursos de verano que la Fundación organiza desde hace años ha de piedra es un ser humano”. Y nuestra historia tiene dos protagonistas indiscutibles: el puente
sido el de la protección, conservación y recuperación de la obra pública. Un último proyecto de Alcántara y el acueducto de Segovia. Obras formidables, capaces de resistir el paso del
de reconstrucción parcial del artificio de Juanelo, redactado en 1998, no pasó de la propuesta. tiempo y de alistar para la causa de la conservación a ingenieros, arquitectos, historiadores y
responsables políticos. Al leer el libro es fácil imaginar que sin el ejemplo vigilante de estos
Esta amplia experiencia permite a la Fundación ser consciente del intenso grado de dificultad dos monumentos la conservación de la obra pública en España hubiera trazado un camino qui-
que conlleva toda intervención en el patrimonio construido y particularmente en el de la inge- zás no más lento pero sin duda más pobre.
niería civil. Pues a los problemas técnicos, que no son menores, se suman otros muchos de
origen muy diverso. Así la insuficiente información documental o la disparidad en su interpre- Es propósito de la Fundación facilitar al máximo la difusión de sus trabajos. Por ello este libro
tación, la falta de acuerdo en los criterios de actuación y la a menudo insuficiente o contradic- se inserta en la Colección Digital, publicándose versiones en papel y electrónica, esta última
toria consideración de las obras por parte de las instituciones concernidas, para las que la difícil de acceso libre y gratuito. Y, respetando los pertinentes derechos de propiedad o reproducción,
relación entre valor de uso y valor patrimonial conduce a decisiones casi siempre discutibles. también se facilitará la consulta de la abundante documentación recopilada por el autor a lo
Sin olvidar la existencia de intereses contrapuestos de toda índole, la influencia imprevisible largo de su investigación de varios años.
de la opinión pública o incluso la propia actitud y formación de los técnicos –arquitectos, in-
genieros, constructores– directamente implicados. F U N D A C I Ó N J UA N E L O T U R R I A N O
Estos son los conflictos que, con las modalidades y variaciones propias de cada época, aunque
esencialmente similares, se recogen y describen en este libro. El autor, Daniel Crespo, Doctor
en Historia del Arte, Premio de Ensayo Pablo de Olavide y de la Cátedra Demetrio Ribes, es
10 H I S T O R I A D E L A C O N S E R VA C I Ó N PA T R I M O N I A L D E L A I N G E N I E R Í A C I V I L E N E S PA Ñ A P R E S E N TAC I Ó N 11
ÍNDICE TOMO 2 - DE LAS COMISIONES DE MONUMENTOS A LA SEGUNDA REPÚBLICA
10 SIGL AS UT IL IZADAS
CAPÍTULO 1 CAPÍTULO 2
E L P R I NCIPIO DE UNA HISTORIA: SIGL OS XV I Y X VII D E ST RU CCIO N E S P O L É M ICAS
42 LA “F O R M I DA B LE E S T RU CT U R A” D E L AC UE D UC T O D E S E G OV I A
CAPÍTULO 3
51 UN CA S O E XCE P CI O NA L: E L P U E N T E D E A L C Á N TA R A P U E N T E S Y ACU E D U CT O S P R E SE RVAD O S
69 L A RESTAURACIÓN DE AL CÁNTARA POR AL EJANDRO MIL L ÁN
CAPÍTULO 2
D E L A ILUSTRACIÓN A LA GUER RA DE L A INDEPENDENCIA 98 EL PUENT E Y OT RAS ANT IGÜEDADES DE MÉRIDA (ACUEDUCT OS Y PRESAS)
71 EL PUENTE DE SALAMANCA, EL DE ALCÁNTARA Y LA COMISIÓN DE ARQUITECTURA DE 154 EL FAM OSO ACU EDU CT O DE SEGOVI A EN EL X IX
LA ACA DE M I A
75 L A S O B R A S P Ú B L I C A S C O M O M O N U M E N T O S. E L P U E N T E D E A L J U C É N Y L A T O R R E D E CAPÍTULO 4
HÉRCU L E S P R IM E R AS D É CADAS D E L SI G L O X X . U N N U E VO M O M E N T O
98 INGENIEROS MILITARES. EL PUENTE DE MARTORELL Y –DE NUEVO– EL DE ALCÁNTARA 205 DEL PUENT E DE ESPONEL L À AL DE B ESAL Ú: 2 0 K IL ÓMET ROS Y AL GO MÁS
115 CODA DE LA S LU CE S : T O DAV Í A S O MB R A S 253 HUYENDO DE L A “ FAL SEDAD Y EL ART IFICIO” : EL PUENT E DE AL CÁNTARA, TOLED O
266 L A DEFENSA DE UN PUENT E BARROCO EN MADRID
CAPÍTULO 3
277 PERSIST ENT ES SOMB RAS
E L X I X , UN SIGLO DECISIVO
125 LOS DE S A S T R E S DE L A GU E R R A CAPÍTULO 5
133 ALCÁ NTA R A , Z A M O R A Y A L M A R AZ : T R E S E JE MPL O S PR E LUD I O D E UN A É PO C A T OD O LO AN T I G UO E S T Á LLAM ADO A DE S APAR E C E R.
165 L A R E PA R AC I Ó N D E L P U E N T E D E A N D Ú JA R O E L G R A D O D E P E R F E C C I Ó N A Q U E H A
L O S ACU E D U CT O S D E OVIE D O Y SE VIL L A
LLEG AD O E L ART E D E C O N S T RUI R 295 L OS PIL ARES
17 4 UNA R E VO LU CI Ó N. HI E R RO, F E R RO C A R R I L E I N G E N I E R Í A 306 L OS CAÑOS DE CARMONA
17 8 VETUS T O Y AN T IC UAD O. P U E NT E S D E S T RUI D O S, S US T I T UI D O S O R E FO R MA D O S
CAPÍTULO 6
215 NO TAS 325 Ú LT I M AS PAL AB R AS
231 BI BL I O GR A FÍA
334 NO TAS
244 P U BL I C AC ION ES
365 B I B L I O GR AFÍ A
380 PU B L I CACI O NE S
“Lo que ya es un hecho irreversible, casi una conquista, es que
a partir de una activa minoría interesada en estas cuestiones [...]
puede afirmarse que, en todos los ámbitos –ya sea en el ejercicio
libre de la profesión, en las Administraciones públicas o el
mundo de la cultura en general–, se ha generalizado una pro-
funda conciencia de conservación del patrimonio de las antiguas
obras públicas”.
JOSÉ A N T ON IO FERN Á N D E Z O R DÓ ÑE Z ,
15
INTRODUCCIÓN
Ante dicho horizonte, el primer obstáculo parecía claro. Dar forma a un relato inédito suponía
establecer categorías y marcos que permitiesen situar la miríada de noticias halladas. Existía
además una dificultad añadida, puesto que se escogió un amplio periodo cronológico y una no
menos extensa geografía. Ambos aspectos los impuso la propia investigación puesto que en el
siglo XVI se detectan los primeros ejemplos de interés, poniendo como límite 1936 porque la
Guerra Civil supuso la apertura de un nuevo capítulo. Centrarse en España no tuvo otra mo-
tivación que comprobar que en dicho periodo, todo el país, a pesar de enriquecedoras diversi-
dades, presentaba y seguía parejas líneas de desarrollo que nos hacían entender mejor las
actuaciones de sus distintos lugares. Fragmentar este escenario habría supuesto una peor com-
prensión de los fenómenos analizados.
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Todo ello abocaba a una ambiciosa investigación. En primer lugar documental, puesto que la sentados y que van marcando el desarrollo de la narración, no me he conformado, por tanto,
bibliografía existente resultaba a todas luces insuficiente, no pudiéndose limitar a compilar y con una única referencia, por más interesante que fuese, sino que se han relacionado docu-
relacionar lo ya escrito. De ahí la consulta de más de 40 archivos tanto de ámbito nacional mentos de archivos y fuentes diversas. Por un lado, para proporcionar un discurso de enjundia,
como local, ya que la documentación se encuentra muy dispersa. A pesar de su gran riqueza al pero también para establecer una metodología sólida para afrontar investigaciones similares,
contener series relacionadas con las principales instituciones ligadas a mis pesquisas, la docu- para que quien desee abordar problemas de este tipo, hasta el momento poco definidos, sepa
mentación de archivos como el Histórico Nacional, el General de la Administración o los de qué archivos, fuentes y series documentales pueden contener noticias de interés.
la Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Academia de la Historia, debía vincularse
a la de archivos locales y viceversa, porque solo de su puesta en común surgiría el panorama Las sendas emprendidas han permitido dar con numerosas noticias inéditas sobre muchas obras
más preciso posible. El volumen de documentación y la tipología de la misma debían de ser de ingeniería civil de gran envergadura material e histórica. Sin embargo, aun reconociendo la
muy extensos, teniendo que dar con noticias ni siquiera buscadas anteriormente y que podían relevancia de esta aportación, el objetivo no han sido obras concretas, no ha sido enriquecer
hallarse en fuentes heterogéneas; no bastaba con reducirse a los informes de los proyectos de nuestro conocimiento, pongamos por caso, sobre el acueducto de Segovia, los puentes de Mar-
intervención en obras públicas. Calculo que habré consultado entre 2.000 y 3.000 legajos o torell, Salamanca o de tantos otros. Se pretendía relatar una historia, un proceso que desvelase
unidades documentales, muy diversas por su extensión y naturaleza y que han ido desde los ci- cómo las obras públicas iban despertando preocupaciones patrimoniales y cómo tales valores
tados e ineludibles informes, a las actas de comisiones de monumentos, ayuntamientos, acade- se relacionaban con sus tradicionales usos de comunicación y abastecimiento. Se debían, por
mias, etc., pasando por la correspondencia administrativa, oficial y privada, así como por tanto, señalar qué tipo de infraestructuras se juzgaron legado cultural, cuáles no, cuándo y las
expedientes personales o de obra. Huelga decir que ni todos los archivos ni toda la documen- razones de todo ello; es decir, determinar periodos, los principales hitos, las consecuciones
tación consultada aparecerán en estas páginas, porque resultaría imposible por su volumen y pero también las faltas y las fallas. De ahí que como consecuencia de tales planteamientos se
porque no siempre lo hallado ha resultado trascendente para el discurso. haya esbozado asimismo una historia de la propia historia de las obras públicas, cómo se fue
configurando la historia de la ingeniería civil en España. Por una sencilla razón: la toma en
Pero ni siquiera una exhaustiva búsqueda documental y archivística fue bastante. Tal y como consideración de su pasado como un principio a tener en cuenta a la hora de intervenir en una
espero quede demostrado en el propio trabajo, existen fuentes bibliográficas e impresas fun- infraestructura, esto es, no verla únicamente como una obra utilitaria, estuvo relacionada de
damentales para trazar un relato completo. En un amplísimo abanico de fuentes como mono- manera directa con el reconocimiento histórico de la ingeniería. El lector comprobará cómo
grafías, estudios, guías de viaje o artículos –de manera destacada los aparecidos en la prensa se van señalando y analizando escritos y estudios monográficos que tuvieron como objeto las
periódica tanto especializada como general– se encuentran referencias de gran interés, sobre obras públicas, pero también el papel jugado por estas mismas en la literatura histórica general
todo entre finales del siglo XVIII y 1936, el periodo central de la investigación y cuando las e incluso en la legislación patrimonial, ambas notablemente desarrolladas ya en el siglo XIX.
obras públicas irrumpen en la más diversa literatura. Estas fuentes nos informan no solo sobre
el proceso que siguieron determinadas obras o proyectos, sino también del debate que en mu- Lo reitero: el planteamiento ha sido ambicioso, tal vez incluso demasiado. Recuerdo que una
chas ocasiones se hizo público sobre la necesidad de llevarlos a cabo o de cómo debían reali- catedrática de historia, que ha investigado con rigor algunos de estos temas, al explicarle este
zarse. No ha sido fácil dar con algunas de ellas –en especial, por la naturaleza del propio género, trabajo y saber de los recursos con los que contaba se mostró escéptica respecto a los resultados.
con las aparecidas en la prensa– y ni mucho menos creo haber localizado todas, pero confío Y no le faltaba razón. Ojalá el esfuerzo y la voluntad invertidos puedan desmentir en algo esta
hayan sido suficientes para demostrar su importancia. En prácticamente todos los casos pre- comprensible impresión. De hecho, para que me sirva de algún modo de descargo, decir que
18 H I S T O R I A D E L A C O N S E R VA C I Ó N PA T R I M O N I A L D E L A I N G E N I E R Í A C I V I L E N E S PA Ñ A INTRODUCCIÓN 19
siempre juzgué este trabajo no como un término de llegada sino como un punto de partida. Jordi y del Archivo General Militar de Segovia. Sería injusto no hacerlo puesto que la ayuda
Soy consciente de que un estudio monográfico de cualquiera de las obras tratadas aquí, deberá que me dispensaron sobrepasó con mucho lo esperado.
necesariamente aportar más datos e incluso contradecir algunos de los que manejo y plantear
nuevas interpretaciones. Del mismo modo, habrá ejemplos de gran interés que no se hayan Por muchos y muy buenos motivos debo recordar aquí a los profesores Pedro Navascués, Mi-
abordado. Sin embargo, confío en haber trazado un relato que demuestre que la historia pro- guel Ángel Castillo, Inmaculada Aguilar y Manuel Durán, a Bernardo Revuelta, Begoña Sán-
puesta puede contarse y proporciona aspectos interés. Por un lado, para la historia de la con- chez-Aparicio y Covadonga Álvarez-Quiñones por su apoyo y su atenta lectura del manuscrito,
servación y restauración del patrimonio en España, que hasta ahora ha ignorado en líneas a Esther Carmona, Luis Pérez y Patricia Ventura por su eficacia y por hacerme el trabajo mucho
generales las obras públicas. Sería difícil encontrar una construcción española que permita un más fácil, a Maite Martín, José Martín y Pedro Sánchez por su saber y su cariño en la edición
discurso diacrónico más extenso que el puente de Alcántara; o intervenciones de mayor enver- e impresión de este libro y, por descontado, a Abigail Aguirre Araujo, quien se sumergió con-
gadura y proyección entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, un periodo decisivo, migo en los archivos, corrigió certeramente el libro y, ante todo, por ser razón e inspiración de
que las acometidas en el acueducto de Segovia. Por supuesto y de manera especial, espero con- aquello que escribo.
tribuir al debate, cada vez más presente, sobre la consideración y la intervención patrimonial
en la ingeniería civil. Supondría una gran satisfacción haber podido ofrecer un marco y argu- Este es un proyecto que la Fundación Juanelo Turriano hizo suyo desde un inicio; sin su sostén,
mentos para futuras investigaciones, así como enriquecedoras reflexiones sobre este legado no ayuda y consejos nunca habría pasado de mera intención. Debo subrayar que sin el estimulante
siempre puesto en valor en su justa medida. ambiente de trabajo que la Fundación proporciona y sin su promoción del estudio de la historia
de la ingeniería y la técnica, nada habría sido posible. A todos a quienes trabajan en la Funda-
Desde un inicio, para la Fundación Juanelo Turriano fue fundamental hacerse con el material ción, a su equipo directivo, a su patronato y a su comisión asesora, mi más profundo agrade-
de mayor relevancia vinculado con estas cuestiones. Todo ello con la expresa intención, como cimiento siendo consciente de que a todos ellos pertenece lo bueno que puedan tener las
ya es norma establecida para esta institución, de ponerlo a disposición de manera absolutamente páginas que aquí siguen.
abierta a cualquier investigador interesado. De este modo, la Fundación ha engrosado su abun-
dante material gráfico, documental y bibliográfico relacionado con la historia de la conservación Madrid, 2017
y estudio de la ingeniería civil en España.
Es este el momento para los agradecimientos, que por fortuna deben ser muy extensos. De no
haber contado con el apoyo y la colaboración de muchos, un trabajo de esta naturaleza no ha-
bría salido adelante. El trato dispensado por todos los archivos ha sido de agradecer, si bien
debería destacar de manera especial al personal y la dirección actual del Centro de Estudios
Históricos de Obras Públicas y Urbanismo, de la Biblioteca Nacional, del Archivo de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando, de los municipales de Segovia, Valladolid y Oviedo,
de los provinciales de Zamora y Salamanca, así como del Arxiu del Servei de Patrimoni Arqui-
tectònic Local (Barcelona), del Arxiu de la Reial Acadèmia Catalana de Belles Arts de Sant
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20 H I S T O R I A D E L A C O N S E R VA C I Ó N PA T R I M O N I A L D E L A I N G E N I E R Í A C I V I L E N E S PA Ñ A INTRODUCCIÓN 21
SIG L A S u ti l i z a da s
ACCOPV: Archivo Central de la Consejería de Obras Públicas y Vivienda, Córdoba BA: Biblioteca de Asturias, Oviedo
ACPMB: Archivo de la Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz, Museo Arqueológico Provincial BFBM: Biblioteca de la Fundación Bartolomé March, Palma de Mallorca
de Badajoz BPEC: Biblioteca Pública del Estado en Cáceres
AGA: Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares BPMA: Biblioteca Pública Municipal de Alcántara
AGMS: Archivo General Militar de Segovia BNE: Biblioteca Nacional de España, Madrid
AGP: Archivo General de Palacio, Madrid CCHS: Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC, Madrid
AGS: Archivo General de Simancas CHG-M: Confederación Hidrográfica del Guadiana, Mérida
AHA: Archivo Histórico de Asturias, Oviedo FJT: Fundación Juanelo Turriano, Madrid
AHF: Archivo Histórico Ferroviario, Madrid IAAH: Institut Amatller d’Art Hispànic, Barcelona
AHCT: Arxiu Històric de la Ciutat de Tarragona IHCM: Instituto de Historia y Cultura Militar, Madrid
AHDB: Arxiu Històric de la Diputació de Barcelona INHA: Institut National d’Histoire de l’Art, París
AHG: Arxiu Històric de Girona IPCE: Instituto del Patrimonio Cultural de España, Madrid
AHMM: Archivo Histórico Municipal de Mérida MNP: Museo Nacional del Prado, Madrid
AHT: Arxiu Històric de Tarragona RB: Real Biblioteca, Madrid
AHPJ: Archivo Histórico Provincial de Jaén
AHPT: Archivo Histórico Provincial de Toledo
AHPS: Archivo Histórico Provincial de Salamanca
AHPV: Archivo Histórico Provincial de Valladolid
AHN: Archivo Histórico Nacional, Madrid
AMAC-G: Arxiu del Museu d’Arqueologia de Catalunya-Girona
AMC: Archivo Municipal de Córdoba
AMF: Archivo del Ministerio de Fomento, Madrid
AMO: Archivo Municipal de Oviedo
AMS: Archivo Municipal de Salamanca
AMSe: Archivo Municipal de Segovia
AMSev: Archivo Municipal de Sevilla
AMTo: Archivo Municipal de Toledo
AMuS: Archivo del Museo de Segovia
AMV: Archivo Municipal de Valladolid
APZ: Archivo Provincial de Zamora
ARABASF: Archivo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid
ARACBA: Arxiu de la Reial Acadèmia Catalana de Belles Artes de Sant Jordi, Barcelona
ARAH: Archivo de la Real Academia de la Historia, Madrid
ARSEMAP: Archivo de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País
ASPAL: Arxiu del Servei de Patrimoni Arquitectònic Local, Barcelona
AV: Archivo de la Villa, Madrid VOLVER AL ÍNDICE
22 H I S T O R I A D E L A C O N S E R VA C I Ó N PA T R I M O N I A L D E L A I N G E N I E R Í A C I V I L E N E S PA Ñ A S I G L A S U T I L I Z A DA S 23
P R I M E R A PA R T E
CAPÍTULO 1
Hacia 1480, Antonio Manetti escribió la vida de Filippo Brunelleschi. Un hecho excepcional
Fr a n c i s c o de H o la n da , Puente de Al cántara, en D a Fabri c a que f al ec e à c idade de L isboa, h . 1 5 7 1 , Bib lio teca d a Ajud a ya que fue la primera biografía individualizada sobre un arquitecto1. No podía ser de uno cual-
( Li s b o a ) có d. 52- X II-24, f. 21r.
quiera. La cúpula de la catedral de Florencia, un prodigio técnico y estético, abrió ya para al-
gunos de sus contemporáneos una nueva edad, convirtiéndose en símbolo de un tiempo nuevo.
Su autor se consagró como un héroe del llamado Renacimiento de las artes. Para trazar la for-
mación que condujo a Brunelleschi a tan elevadas cimas, su biógrafo hizo referencia a una es-
tancia en Roma acompañado por el escultor Donatello –otra de las figuras de los inéditos
horizontes que emergían en el Quattrocento– para estudiar las antigüedades de la ciudad. Si bien
cabría considerarse una leyenda apócrifa, Manetti nos presenta a ambos artistas midiendo y
observando edificios antiguos sin descanso, desenterrando fragmentos hasta la fecha despre-
ciados de una Roma olvidada. Quienes los veían excavando, maravillándose y analizando las
25
ruinas de antiguos templos, se extrañaban de tan inaudita actividad, creyéndolos meros busca- Sin ir más lejos, los españoles Benjamín de Tudela, en el siglo XII, y Pedro Tafur, a mediados
dores de tesoros. Y no iban desencaminados, aunque los tesoros que perseguían no consistían del XV, si bien en sus descripciones sobre la capital imperial incidieron y se preocuparon más
en monedas de oro, sino en entender la gramática y el modo de construcción de los monu- por los rastros cristianos, por los lugares santificados por la cruz, no dejaron de admirar los
mentos de una época que admiraban y consideraron fuente de inspiración para la revolución monumentos clásicos4. Incluso las ruinas romanas sitas en la península Ibérica despertaron el
en la que estaban inmersos. interés de los escritores medievales, sobre todo de los andalusíes. De hecho, frente a las refe-
rencias demasiado puntuales de los literatos cristianos, los árabes dejaron constancia de su fas-
Nos parece oportuno iniciar el largo recorrido que nos hemos propuesto rescatando una nueva cinación por los restos antiguos más monumentales. Mérida, la gran capital de la Lusitania,
mirada al pasado, referirnos a una anécdota sobre quienes se situaron de manera distinta ante todavía relevante bajo la férula visigoda, despertó su asombro y de manera especial, subrayé-
los restos materiales de la Historia. Tal es, en definitiva, el motor de la conservación del patri- moslo, sus infraestructuras hidráulicas. Para el historiador y geógrafo del siglo X, Al-Razi, las
monio; el sentido dado a lo histórico y sus restos es su savia. maravillas de Mérida eran tantas que no existía hombre que pudiese relatarlas. Entre otras le-
gendarias como piedras procedentes del templo Jerusalén, elogió las obras para traer el agua
Tampoco es casual el momento que hemos escogido. En la historia del sentido moderno de “de muy lejos y por muy gran maestría”5. Para Al-Rusati, no había habido nadie posterior capaz
la conservación y la restauración patrimonial, el Renacimiento supone un hito, un periodo de fabricar algo parecido al acueducto mayor de Mérida. El ceutí Al-Idrisi incluyó tales obras
2
destacado al iniciarse un movimiento que propiciará la definición actual de dichos conceptos . entre los “vestigios que atestiguan la potencia, la grandeza, la gloria y la riqueza” de la ciudad.
La modernidad suele acudir tozuda al Renacimiento. En nuestro ámbito parece obligado, pues Su descripción de un gran acueducto fue muy ambigua –tanto que se duda cuál era– e incluso
bajo su signo la antigüedad grecorromana pasó a considerarse una época histórica y además se refirió a un fabuloso sistema de distribución de agua en el antiguo palacio que permitía llevar
luminosa, ejemplar, inspiradora. Su civilización toda, sus restos materiales en concreto, se ad- los platos por canales desde la cocina hasta los salones del rey. Al-Himyari o Al-Mahalli reco-
miraron y fueron modelo. De ahí que se defendiese su conservación. gieron estos y otros prodigios sobre el antiguo sistema hidráulico de Mérida6.
En la celebérrima carta a León X de 1519, atribuida a Rafael, se ponderaron las bellezas de la Estas referencias, tan imprecisas cuando no absolutamente fantásticas, al por otro lado impo-
antigua arquitectura, considerándose una lección para los artistas modernos. El propio Rafael nente abastecimiento de agua de Emerita Augusta7, reflejan bien la aproximación medieval a
confesó privadamente en otra misiva que en “le belle forme degli edifici antichi ” buscaría la inspi- las antigüedades, tejida de leyendas, equívocos, hechos portentosos y maravillas. No importa
ración para poder finalizar la reforma de San Pedro, de la que se ocupó tras la muerte de Bra- que se describiesen las antigüedades de Roma o las de Mérida, que los autores fuesen cristianos
mante. Pero en la Lettera a Leone X también se instaba a superar la desidia del pasado y a tomar o musulmanes.
medidas para la protección y conservación de tan extraordinario legado. Su redactor sentía un
gran dolor al ver destruir tantas cosas bellas, al ver desaparecer día tras día los monumentos A lo largo de la Edad Moderna continuaron existiendo leyendas y teorías peregrinas sobre cier-
antiguos de Roma3. Urgía su protección, detener la barbarie. tas antigüedades romanas; su grandeza siguió despertando la fábula. El caballero bohemio León
de Rosmithal de Blatna, en el relato de su viaje por España a mediados del siglo XV, todavía
El Renacimiento no inventó el pasado ni la admiración por sus testimonios. Ni siquiera por se hizo eco de la opinión popular de que el acueducto de Segovia fue alzado en una sola noche
los de la antigüedad clásica a pesar de lo que repitieron los humanistas. Ahí están las relaciones por el diablo8. En los medios eruditos esta opinión fue rápidamente ridiculizada. Sin embargo,
medievales sobre las maravillas de Roma denominadas Mirabilia urbis Romae para demostrarlo. la vinculación de la misma obra –u otras como el faro de La Coruña o el puente de Salamanca–
En cuanto a las crónicas de ciudades ya citamos el caso de Moreno de Vargas para los restos La fama de algunos puentes y acueductos de la antigua Hispania traspasó las propias fronteras.
emeritenses o la historia de Segovia de Colmenares para su acueducto. Podríamos añadir otros Desde una perspectiva admirativa hacia las obras públicas romanas –un aspecto que compro-
ejemplos, pero irán apareciendo más adelante, confluyendo todos en la apreciación de tales bamos era común y acabaría consolidándose en la cultura europea– Nicolás Bergier incluyó en
monumentos como signos de dignidad y prestigio de su lugar. Incluso en los tratados artísticos, su Histoire des grands chemins de l’Empire Romain (1622) referencias a los puentes y calzadas de
aunque fuese de manera muy puntual, no se dejaron de ponderar las obras públicas romanas. Hispania (fig. 5). Recogió las inscripciones y otras fuentes referidas a dichas obras y dedicó un
Juan de Arfe citó el puente de Mérida y el acueducto de Segovia entre los “edificios ilustres” capítulo a los puentes romanos en España, dando noticia de los de Salamanca y Alcántara. Ca-
Los viajeros también se interesaron por ellos. Para el culto humanista veneciano Andrea Na-
vaggiero, llegado a España en 1525, el acueducto de Segovia era una de las cosas más notables
del país34. De la misma opinión fue, casi un siglo más tarde, la condesa d’Aulnoy en su libro de
viaje por España, uno de los más exitosos de todo el barroco35. Advirtamos que ninguno de
los dos, como en general los viajeros que nos visitaron hasta el siglo XIX, mostraron demasiado
entusiasmo por el país36; el desafecto por España tiene hondas raíces. Cronistas como Pedro
de Medina o Lucio Marineo Sículo incluyeron puentes como el de Mérida, Alcántara o el acue-
ducto de Segovia en sus relaciones de las “grandezas y cosas memorables de España”, escritas
precisamente para afianzar el dudoso prestigio de la monarquía37.
La Ilustración, en la segunda mitad del siglo XVIII, con nuevos y más exigentes criterios, de-
nunció lo mal y escasamente conocidas que eran algunas de estas obras. No erraron del todo,
pues faltaron no solo reproducciones gráficas adecuadas, sino descripciones más fidedignas y
estudios de mayor entidad; como los que se dedicaron, sin ir más lejos, a la numismática, la
epigrafía o la iconografía antigua. Sin embargo, los siglos XVI y XVII supusieron un incre-
mento de la curiosidad, el conocimiento y la admiración por las obras públicas romanas. Algu-
nas se convirtieron en símbolos ciudadanos y de la monarquía. Pero estas obras no solo
despertaron interés por su valor histórico o artístico.
F i g. 6 . “ P l a no d e l a c i u d a d d e M é ri d a ” , e n A l e xa nd re d e L a bord e, Voya g e p i t t o r e s q u e e t h i s t o r i q u e de l’E s pagne,
1 8 0 6 - 1 8 2 0 , t . I , 2 ª pa r t e, f i g. CX LV I .
Las obras públicas tienen un valor funcional efectivo. Esta utilidad no suele ser trivial. Todo
lo contrario, son infraestructuras decisivas para el buen funcionamiento o la supervivencia de Muchas de las obras ingenieriles romanas preservadas y admiradas tras la caída del Imperio se-
una ciudad o región. Es más, el origen y desarrollo de un asentamiento puede estar en función guían siendo decisivas para su lugar. De ahí el interés en conservarlas en buen estado. Tenemos
de la solución de un paso de un accidente como un río. En Hispania tenemos casos significa- un ejemplo excepcional por su fecha temprana. A través de un manuscrito del siglo IX o X ha
tivos. El vado del Guadiana a través de un puente fue, en palabras de José María Álvarez Mar- llegado hasta nosotros el contenido de una inscripción del puente de Mérida sobre el Guadiana
tínez, el genitor urbis, el condicionante del emplazamiento de la ciudad de Mérida y definidor de que celebraba su reparación en el 483, durante el reinado del visigodo Eurico. La inscripción
su trazado urbano (fig. 6)38. Córdoba podría considerarse otra ciudad-puente al ubicarse junto hace referencia a que el tiempo había derruido parte de la fábrica, encontrándose el paso cor-
a un favorable paso del Guadalquivir. Su puente, ya citado en el relato de las campañas de Julio tado. Ante este estado de cosas, el duque Salla, con el apoyo del rey Eurico y el arzobispo
César en España, ha sido un referente ineludible a lo largo de toda la historia de la ciudad39. Zenón, promueve una reparación descrita así:
Estas referencias son demasiado genéricas, siendo difícil determinar qué intervención se llevó
a cabo. La inspección del propio puente ofrece escasas pistas41. Si damos crédito a la inscrip-
ción, la obra fue de cierta entidad ya que afectó tanto a los fundamentos como a los arcos del
puente. De todos modos, no cabría olvidar que el epígrafe tenía como principal objetivo el elo-
gio de los comitentes y por tanto se pudo magnificar la obra realizada. Desde esta perspectiva
también deberíamos leer el et mirum auctoris imitans vicit opus. El puente romano era admirado y
considerado excepcional; señalar que se había imitado la fábrica antigua suponía igualar la nueva
obra (luego a sus comitentes, a quienes la habían emprendido) con la romana, incidir en que el
ahora era tanto como el brillante pasado. Incluso la nueva obra se consideraba mejor al decir
que había superado la anterior. Advirtamos que en el mismo texto epigráfico, esta actuación
en el puente se relaciona con otras en Mérida –por ejemplo en las murallas– que permitirían la
supervivencia de la ciudad, que persista “dichosa durante largos siglos”. La grandeza del pasado F i g. 7 . A nt oni o Pa s s a por t e, V i s t a d e l pu e nt e d e Mé ri d a , 1 9 2 7 - 1 9 3 6 , I P CE .
no desaparecía sino que se renovaba; los nuevos tiempos no suponían la degradación del legado
recibido. La inscripción también aprovechó para referirse al cuidado de sus reinos por parte
de Eurico, quien “se afanó magnánimo para propagar su nombre con sus obras”, una clara in- y, sobre todo, sustitución del antiguo tajamar romano por cinco arcos (del 11 al 15 por la
dicación más de hacia dónde se proyectaban los versos del epígrafe. Sin conocer las obras rea- orilla derecha) para aumentar el desagüe (fig. 7). Recordemos que el antiguo puente romano
lizadas es arriesgado interpretar la imitación del puente antiguo cantada por la inscripción, estaba formado por dos tramos que estribaban en la isla central donde se hallaba un gran ta-
determinar si era mera retórica. Pero de lo que no hay duda es del principio declarado de vin- jamar, también muy afectado por la avenida de 160343. La nueva arquería levantada en susti-
cularse y equipararse a la obra antigua por prestigio. tución del tajamar durante los primeros años del siglo XVII suponía una alteración sustancial
del paso, quedando ya constituido como un puente único y continuo. Moreno de Vargas, con-
En la Edad Moderna, el puente de Mérida siguió enfrentándose a los embates del tiempo, y temporáneo de esta actuación, la elogió por considerar que al unir los antiguos tramos se me-
aunque la ciudad había perdido la relevancia de antaño, su paso del Guadiana comunicando joraba el puente, calificado por él mismo como de “muy valiente arquitectura, y de admirable
el norte extremeño con la zona Bética continuaba siendo importante. Se documentan avenidas fortaleza y notablemente antigua”. El nuevo puente, siempre según Vargas, había quedado
de efectos perniciosos sobre el puente de Mérida en los siglos XV y XVI. Una riada de finales “mucho más admirable edificio que el de los romanos”, convirtiéndose en el más largo y por
de diciembre de 1603 tuvo consecuencias devastadoras. En los acuerdos municipales se cer- ende famoso de España 44. La inscripción de 1610 situada en un templete levantado entre los
tifica que el puente quedó sin pretiles, afectado su pavimento y caídos muchos de los sillares arcos 15 y 16 para conmemorar esta intervención y a las autoridades emeritenses que la habían
42
de sus arcos . La intervención que se llevó a cabo posteriormente fue de envergadura: reno- auspiciado, también proclamó que el paso se había reparado “con acrecentamiento de [su]
vación del piso, construcción de pretiles, dos descendederos a la isla central que divide el río firmeza y hermosura”45.
De la importancia del acueducto de Segovia para la ciudad se ha dicho casi todo. Puente entre Jerónimo (1595-1605). Andrés Gómez de Somorrostro aclaró algo más esta restauración gracias
campo y ciudad, su principal arteria urbana, canal de abastecimiento de agua y motor de in- a la exhumación de una interesante documentación reproducida en su clásica monografía El
Al margen de estas, las noticias sobre el acueducto durante la Edad Media son escasas, en es- La tesis de una primera y antigua reparación con “andamios de madera” propuesta por Somo-
pecial en sus primeros siglos. Sin embargo, tal como ha apuntado recientemente Santiago Mar- rrostro suponemos también se basaba en la documentación por él mismo exhumada. En una
tínez Caballero, al menos estaría en funcionamiento desde principios del siglo XII como nota sobre los gastos en el acueducto hasta octubre de 1484 se señaló la realización de canales
demuestra la cita de una fuente en el interior de la ciudad, en la zona de las Canonjías, que solo de piedra en sustitución de los de madera existentes, que se pudrían rápidamente, eran caros
61
podría ser abastecida por el acueducto . Gómez de Somorrostro supuso que los árabes lo des- de sustituir y perdían mucha agua66. En esta misma pieza se advirtió que
truirían en parte, encontrándose en muy mal estado hasta su restauración bajo los Reyes Cató-
licos62. Su hipótesis se sostenía en deducciones ingeniosas pero de frágil base. Mantuvo que el por cuanto entre las obras que sus Altezas me cometieron era la mayor y más principal
acueducto se conservaría en época visigoda ya que la ciudad fue nombrada sede episcopal. la obra de la puente seca, húbose de partir para que en dos o más años se hiciese, y la
Según el erudito, Segovia no hubiese llegado a tener obispo si no hubiese sido una ciudad flo- parte que es desde el convento de San Francisco hasta el arca de Santo Domingo67.
reciente por aquel entonces, necesitando para ello del acueducto. Tampoco creyó que los árabes
lo arruinasen en los primeros momentos de su invasión porque tras su repoblación por Alfonso VI Estos testimonios –el último revela la importancia de la obra en el acueducto y de manera es-
en 1088 se utilizaron muchos sillares del acueducto en la muralla. Somorrostro afirmó que si pecial en el tramo de arcos sencillos– junto a genéricas afirmaciones como “la puente por
De momento no creo pueda determinarse con seguridad a qué intervenciones cabe vincular
todas las reconstrucciones detectadas en el segundo y tercer tramo del acueducto, esa diversidad
de arcos apuntados, carpaneles y de medio punto. Aunque haya argumentos para ligarlos en
parte a Escobedo los que no se levantaron en el siglo XIX (t. 2, pp. 175-176), parece que no
existió la intención de imitar la parte romana. Es seguro el aprovechamiento de los sillares an-
tiguos, pero el tipo de arco, el despiece y la estructura de la obra moderna difiere de la romana.
En la documentación relativa al proyecto del padre Escobedo no hay referencia alguna a la im-
portancia histórica del acueducto y, ni mucho menos, a que esta reconocida importancia mar-
case el tipo y la naturaleza de la actuación realizada79.
F i g.10. Vista a ctual de l os arcos 22 y 23 del acued ucto d e Seg ov ia, d esd e el n o r te. ¿Cómo explicar por tanto las interpretaciones neoclásicas de principios del XIX? Bosarte pudo
ver sólo un arco propiamente gótico80 y considerar que Escobedo imitó lo romano porque di-
chas arcadas eran ligeramente apuntadas, no tan acentuadas como las prototípicas góticas que
El historiador Javier Rivera Blanco, siguiendo las tesis de Somorrostro, se ha referido a la re- tendría en la cabeza. Desde la perspectiva de un académico ilustrado como Bosarte, que se pa-
construcción de 36 arcos por parte de Escobedo. Sin embargo, considera que los levantó con sase de arcos apuntados a de medio punto ya era suficiente como para considerar tal paso el
segmentos apuntados, “en correspondencia con los gustos estéticos y los conocimientos téc- inicio de una nueva etapa para la historia de la arquitectura.
77
nicos de su época” .
Si tal y como revelan estos casos del acueducto de Segovia y de los puentes de Salamanca y
En una reciente monografía sobre el acueducto elaborada por Santiago Martínez Caballero, se Mérida, en las intervenciones modernas en las obras públicas romanas, incluso en las más re-
advierte que los arcos apuntados –hoy solo quedan 18– se localizan entre las arcadas 13 a la nombradas, no se pretendía reproducir las estructuras anteriores, ya nos podemos imaginar
49, donde también se encuentran de medio punto y carpaneles. Martínez considera que los que no existió ninguna intención patrimonial a la hora de actuar en infraestructuras medievales,
arcos apuntados podrían ligarse a la intervención de Escobedo. Esta sería una obra de gran sin el aval de prestigio predicado de algunas de las clásicas. En las medievales se siguieron cri-
envergadura promovida por la reina Isabel (aunque financiada por los segovianos a través de terios funcionales y de modernización en las intervenciones, ya fuesen de reparación, recons-
un repartimiento) para conseguir prestigio en el reino y en una ciudad clave en su entronización trucción o ampliación. Conocidos puentes medievales con actuaciones modernas bien
y en el frágil equilibro de poder en el que todavía se movía. Otros arcos de los primeros tramos documentadas como los de Hospital de Órbigo, Frías, Toro, Orense o Ledesma lo demostra-
que ni son romanos ni decimonónicos pudieran ser anteriores a esta empresa –sabemos que el rían. Una riada en 1643 se llevó por delante los dos arcos centrales del puente bajomedieval de
acueducto funcionó al menos desde principios del XII– si bien tampoco cabe descartar fuesen Zaragoza sobre el Ebro (fig. 11). Se aprovechó la reconstrucción de dos arcos, llevada a cabo
Hacia 1571, el arquitecto Francisco de Holanda firmaba su Da Fabrica que falece à cidade de Lis-
F i g. 11. Jua n Ba uti sta Mar tí nez del Mazo, Vi sta de Zarag oza, 1 6 4 7 , M useo N acio n al d el Pr ad o.
boa. En este manuscrito, Holanda proponía a Sebastián I de Portugal un ambicioso programa
de construcciones para ennoblecer y dignificar la capital del reino82 . Su declarado modelo era
la Antigüedad y el nuevo estilo renacentista que conoció y estudió en su viaje a Italia entre
1538 y 1541. Junto a la construcción de nuevas murallas, palacios e iglesias, Holanda reco-
mendó no olvidar el abastecimiento de agua de la capital, así como los puentes y las calzadas
de su entorno. Incluyó por tanto las obras públicas entre las obras representativas de una ca-
pital, entre aquellas que debían hacer de Lisboa “a maior e mais nobre cidade do mundo” 83 . Según
Holanda, fueron los romanos quienes otorgaron a las obras públicas esa dimensión al erigirlas
con gran monumentalidad. A lo largo de sus viajes había podido admirar sus majestuosos
puentes, acueductos y calzadas. Citó algunos puentes del reino de Portugal como los de Sa-
cavem, Santarem y Abrantes. Propuso repararlos o hacerlos de nuevo con toda la magnifi-
cencia que los romanos habían conferido a estas estructuras. Incluso ofreció un dibujo del
puente de Sacavem y del de Abrantes para su reedificación (fig. 13). Deducimos de las pala-
bras de Holanda que no le preocupaba tanto restaurarlos con criterios arqueológicos, como
que los puentes siguiesen cumpliendo su papel representativo a través de una construcción
monumental.
Como ejemplo de los soberbios puentes levantados en la Antigüedad, Holanda también se re-
firió al de Alcántara, erigido por Trajano sobre el Tajo. Dado su carácter fronterizo, lo vinculó
F ig. 12. Jea n L a u rent, El puente de Zarag oza sobr e el Eb r o, 1 8 6 0 -1 8 8 6 , IPC E.
F i g. 1 3 . Fr a n c i s c o d e H o l a n d a , “ L e m b r a n ç a p e r a r e d i f i c a r a F i g. 1 4 . Fr a n c i s c o d e H o l a n d a , P u e n t e d e A l c á n t a r a , e n
ponte de Sacavem… [y] Abrantes”, en Da Fabrica que falece à cidade Da Fabric a que f al ec e à c idade de L isboa, h . 1 5 7 1 , Bib l i ot e c a
d e L i s b o a , h . 1571, B ib lioteca da Aj uda (Li sboa) cód. 52 -X II-2 4 , d a Ajud a (L isb o a) có d . 5 2 -X II-2 4 , f. 2 1 r.
f. 2 3 r.
a Portugal, presentándolo como obra de “Iulio Lacer Lusitano”. Gracias a las noticias de un
colaborador local, Pedro Sánchez, afirmó que un pequeño navío podía pasar bajo sus aguas
sin tocar sus arcos. La fortaleza de su construcción no desdecía de su grandeza. Tal vez Sánchez maravillar a quien la vio o supo de ella. Autores árabes medievales de la enjundia de Al-Idrisi
también le proporcionase el dibujo reproducido en su manuscrito y que es la primera vista con- la calificaron como “una de las maravillas del mundo” 85 . Aunque con bastante posterioridad
servada del puente (fig. 14). Pues bien, unas décadas antes de las referencias de Holanda, se a los hechos relatados, el noble humanista Martín de Gurrea y Aragón (h. 1525-1581), IV
intervino en el paso. Esta actuación tuvo un carácter distinto respecto a las que hemos visto duque de Villahermosa, se refirió a una anécdota acontecida en la guerra entablada en el úl-
hasta ahora al preservar su utilidad y prestigiosa memoria, sin querer alterar su aspecto original. timo cuarto del siglo XV entre Alfonso V de Portugal y los Reyes Católicos. Relató Gurrea
que su bisabuelo, Alonso de Villahermosa empezó a quebrar el puente para dificultar el paso
Más allá del propio orgullo que ya manifestó Cayo Julio Lácer por su obra en la celebérrima de las tropas de Alfonso V. Tal era la “estima” del rey portugués por el puente que mandó
84
inscripción del templo situado a la salida del puente (fig. 15) , esta construcción no dejó de decir a Villahermosa que no lo desmochase, comprometiéndose a dar un rodeo para no pasar
En una reparación un poco posterior, contratada en 1575 con el maestro Diego de Casta-
ñeda –yerno de Martín López– las provisiones reales advertían de la necesidad de dichas in-
tervenciones “por ser el edificio de la dicha puente tan insigne y notable”95.
En esta misma línea, en una descripción del puente realizada a partir de la visita de Alcántara
en 1586 por el comendador Bartolomé de Villavicencio, también se hizo referencia a la actua-
ción en tiempo de Carlos V en uno de sus arcos, pilar y enlosado. Se hizo conforme a lo demás
del edificio, de tal manera
En un puente cercano al de Alcántara, tradicionalmente vinculado a él, el de Segura sobre el
que buenamente se hecha de ver todo lo que así se hizo de nuevo y está conforme al Eljas (fig. 18), se llevó a cabo una reparación tras una crecida del río en 1565 que lo había
96
demás edificio de la dicha Puente sin hacer diferencia a la fábrica antigua . dejado en estado ruinoso. En un informe de hacia 1570, los arquitectos Sebastián de Aguirre,
Diego de Castañeda y Pedro Villegas –más adelante implicados en la reparación del paso de
Aunque un siglo posterior a estos hechos, vale la pena citar la Crónica de la orden de Alcántara de Alcántara– abogaron por que el puente se reedificase en el mismo lugar que el antiguo: argu-
fray Alonso de Torres Tapia, escrita en 1652 si bien publicada en 1763. En ella, siguiendo a mentaron que el paso se encontraba en una ubicación adecuada y sus estribos, los dos arcos
Barrantes, también se dio noticia de la reparación del arco occidental durante el reinado de de ambas cabezas y sus pilas habían sobrevivido a la riada. Los maestros incidieron en que re-
Carlos V, quien “queriendo hermosearle y que estuviese perfecto, las mandó poner [las piedras harían los pilares caídos en el mismo lugar y con la misma anchura que los antiguos, insistiendo
97
que faltaban]: hízose con tal primor, que apenas se desconoce” . en varios momentos en que su obra nueva asemejaría a la anterior, “por manera que toda la
obra, vieja e nueva, sea de una labor”98. Si bien en las obras definitivas se peraltaron un tanto
Estos testimonios revelan que, en el caso del puente de Alcántara, la plena restitución de su los tres arcos centrales, reconstruidos para darles mayor desagüe, se aprovechó la sillería romana
función y su gloria, cantada por cronistas locales y nacionales, no se predicó de una interven- que se encontraría todavía en el lugar, imitándose en la nuevamente tallada el almohadillado
ción que asegurase su mera supervivencia. Se pretendió una actuación que mantuviese y copiase de la antigua99. Por desgracia, esta intervención no tuvo eco en las fuentes dado el carácter
las estructuras anteriores, recuperando el estado original del puente, maltrecho por el tiempo local de este paso. De hecho, la repercusión más notable de las actuaciones en el puente de Al-
y las guerras. La maestría, solidez y espectacularidad de su fábrica, así como el prestigio de su cántara fueron los autores citados que repitieron y elogiaron que se hubiesen llevado a cabo
época, de aquella Roma recuperada desde el Renacimiento y convertida en paradigma, estaría conforme “al demás edificio”, esto es, con respeto o teniendo en cuenta la obra antigua.. Este
tras el peculiar argumentario y valores que se manejaron en el planteamiento y juicio de la re- argumento permaneció restringido al ámbito de la palabra escrita durante muchos años. Hasta
paración llevada a cabo; una actuación que resultó excepcional en el panorama español, segu- la época de la Ilustración no guió actuaciones concretas.
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ramente porque el propio puente lo era.
61
abiertos y contemplar sus monumentos arquitectónicos le bastaría a cualquiera para deducir la tectos y edificios salieron a la palestra, fueron exhumados y alistados para defender al país. Y
grandeza y el alto grado de civilización que gozó en los “felices siglos” de Augusto o León X. no fueron los únicos: en relación a nuestro ámbito de estudio, adelantos científicos y técnicos
Pero no solo el deambular por Roma confirmaba el significado cultural de la arquitectura. Ha- también fueron argumentados en pro de España. En definitiva, todo aquello que en el siglo
cerlo por Egipto, Baalbek o Palmira, destinos que viajeros contemporáneos estaban dando a significase cultura, conocimiento o desarrollo, los “progresos que las naciones hacen en las
conocer a través de extraordinarias publicaciones, también resultaba muy instructivo100 . Es ciencias y artes” en palabras de José Antonio Alzate –y las edificaciones se incluyeron en esta
más, la propia España, según Ponz, podría hacer valer sus numerosos edificios ejemplares para categoría– se convirtió con las Luces en elemento de prestigio e identidad de una comunidad105.
demostrar su merecida consideración. Tal vez pensando que alguien pudiera recurrir a ella, De una comunidad pero también de los mismos individuos.
Ponz dio una lista de tales construcciones emblemáticas entre las que se encontraban catedra-
les –Burgos, León o Granada–, palacios –Alcázar de Toledo, Alhambra, El Escorial–, edificios Se multiplicaron los escritos de quienes afirmaban el deseo de saber qué arrastraba a los hom-
civiles –casa de Consejos de Madrid, Lonja de Sevilla– e incluso obras públicas –puente de Al- bres del siglo. Saber –o aparentarlo– se puso de moda. Un testimonio excepcional como Juan
cántara, los de Toledo o el acueducto de Segovia101. Andrés escribió que “personas de todas clases… quieren parecer gentes ilustradas”. Otra figura
de primer rango, José Cadalso, estableció en uno de sus chispeantes textos un decálogo de los
Ponz lo expresó de manera elocuente, pero la consideración de la arquitectura como signo de conocimientos que debía ostentar quien desease pasar por una persona cultivada –erudito a la
las luces de una sociedad fue un pensamiento extendido durante la Ilustración. Para Jovellanos, violeta la denominó– no faltando ni los artísticos, ni los eruditos106.
uno de los más preclaros hombres de la época, las bellas artes en general y la arquitectura en
particular eran “un indicio harto seguro de la cultura de los pueblos”102. El legado construido Como parte de esta ilustración pretendida, de este fulgor de unas anheladas luces, el interés
tenía pues, a los ojos de los ilustrados, la capacidad de informar sobre la cultura de una socie- por ver y conocer el patrimonio arquitectónico creció. Ponz se refirió a los viajeros que em-
dad. El propio Jovellanos afirmó lo anterior en un texto donde analizó los principales monu- prendían fatigosos periplos a otras regiones o incluso a otros países, en ocasiones lejanos, para
mentos góticos mallorquines, considerando eran un elemento decisivo de la renovada historia ver principalmente sus edificios107. No le faltaba razón. Una de las razones del éxito del Grand
de la isla que debía escribirse frente a las ajadas crónicas barrocas103. Incluso estudiosos de las Tour a Italia y en especial a Roma entre los europeos de posibles –viajar por aquel entonces era
antigüedades precolombinas llegaron a blandir los restos de su heterodoxa arquitectura para realmente caro– fue su inigualable legado artístico y edilicio108. El mismo Viage de España de
desarmar a quienes despreciaban a tales civilizaciones y no les reconocían ningún adelanto, su- Ponz estaba repleto de noticias artísticas y fue consumido por parte de este público. Son reve-
miéndoles en la más absoluta barbarie104. Siguiendo lo aconsejado por Ponz, los españoles tam- ladores sus recorridos por las grandes catedrales, ya no descritas como depósitos de fe y secu-
bién recurrieron a estos argumentos para vindicar su país. lares tradiciones, sino como inmensos palimpsestos histórico-artísticos. En 1804, Juan Agustín
Ceán Bermúdez publicó la primera guía artística moderna de una catedral española, su Descrip-
Efectivamente, en los tensos debates desatados en el siglo XVIII, en especial en el último ción artística de la catedral de Sevilla. A su amigo Bernardo de Iriarte le confesó que uno de los
tercio, por las duras críticas extranjeras a las aportaciones españolas a la civilización –culmina- motivos para emprender esta obra fue que sirviese para el creciente número de viajeros por
das con el rotundo “nada” de Masson de Morvilliers a la pregunta “¿qué se debe a España?”– Sevilla, deseosos de conocer su rico patrimonio109.
los apologistas echaron mano de todas y cada una de las juzgadas glorias propias. Por ello, no
dudaron en referirse al legado artístico y de manera especial al arquitectónico. Fuese a través Los estudios y publicaciones sobre la historia de la arquitectura se multiplicaron en estas dé-
de la pluma de furibundos opositores ultramontanos o ilustrados moderados, pintores, arqui- cadas. De hecho, desde la década de los años 60 del siglo XVIII, en ciertos medios se fue per-
Signos de cultura para un país y para los hombres, testimonios privilegiados de la Historia; todo Una de las consecuencias de la preocupación por la salvaguarda del patrimonio fue la prolife-
eso se predicó del patrimonio. Los monumentos pasaron a admirarse, estudiarse y considerarse ración de disposiciones para su protección. Son famosos el decreto de agosto de 1794 de la
escuela andaluza barroca. De mayor alcance y más vinculada a nuestro estudio sería la real cé-
dula del 6 de julio de 1803, que marcaría el inicio de la legislación sobre el patrimonio arqueo-
lógico y monumental en España. Por esta norma, no solo debería informarse a la Real Academia
de la Historia de las antigüedades existentes o que se hallasen en el país, sino que se obligaba
a las autoridades locales a conservar correctamente los “monumentos antiguos”119. Por monu-
mentos antiguos la norma no solo entendía bienes muebles e inmuebles “púnicos, romanos,
[y] cristianos”, sino también “godos, árabes y de la baja edad”. Se instaba a las autoridades lo-
cales a impedir la destrucción de dichos monumentos recién descubiertos o ya existentes, “antes
bien cuidarán de que se conserven”.
Esta norma, comparándola a las primeras disposiciones municipales de los siglos XVI y XVII monio en España. Es más, que dos instituciones culturales de primera magnitud considerasen
citadas en el anterior capítulo (pp. 31-33), revela que los tiempos estaban cambiando respecto desde fechas muy tempranas entre sus tareas la defensa y conservación del legado histórico y
al legado histórico. Los contenidos relativos al patrimonio se ampliaban, consolidaban y arti- artístico, revela los nuevos tiempos que se iban abriendo respecto al patrimonio.
culaban en un discurso más sólido; perdían su carácter aislado, puntual o deslabazado, inte-
grándose con creciente intensidad en una sociedad cuya concepción de la cultura, la Sin ir más lejos, la Academia de la Historia promovió y redactó la antes citada real cédula de 6
organización colectiva e incluso la identidad individual se encontraban en plena transformación. de julio de 1803. Fue esta institución la que llamó la atención del gobierno y denunció el aban-
dono del patrimonio arqueológico, siendo miembros suyos quienes redactaron esta norma, en
LA ACADEMI A D E SA N F ER N A N D O vigor hasta 1889121. Sin embargo, el papel desempeñado en estas décadas por la Academia de
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se fundó en 1752; la Real Academia de la Bellas Artes de San Fernando resulta de mayor interés para nosotros, porque implicó directa-
Historia pocos años antes, en 1738. Ambas fueron el resultado de los deseos centralizadores mente a las obras públicas (fig. 20).
de la recién instaurada dinastía borbónica. Dependían directamente del rey y revelan la preo-
cupación por la historia y las bellas artes, la importancia que desde el Estado se les iba confi- En el último cuarto del siglo XVIII, la Academia de San Fernando fue adquiriendo progresivas
riendo a estas materias y a su control. Su organización y competencias variaron con el tiempo, competencias en el control de la construcción. El intento de enderezar un ramo tan complejo
pero siempre conservaron un notable protagonismo cultural y su cercanía al poder120. Veremos y con tantos problemas en estos momentos como el de la arquitectura estuvo detrás de la pro-
que en el siglo XIX fueron las dos principales instituciones encargadas por el gobierno de velar gresiva autoridad que el gobierno concedió a la Academia. Hacia los años 80, muchas de las
por la protección del patrimonio. Pero ya en el siglo XVIII jugaron un papel destacado. Ambas obras arquitectónicas llevadas a cabo en España se evaluaron previamente por dicha institución.
academias, por tanto, han estado desde un inicio en el epicentro de las políticas sobre el patri- De hecho, tal era el número de proyectos que le llegaban que, en 1786, se creó una Comisión
La documentación académica revela el interés y el apoyo de esta institución a todos los pro-
yectos, especialmente intensos en el cambio de siglo, de grabar los más relevantes monumentos
españoles125. Sin embargo, ya a mediados de la centuria se promovieron iniciativas de este tipo
Fi g. 2 1 . “Vista de la fo r tal eza de l a Al ham bra”, en l as Ant ig üedades Á rabes de España , 1 7 8 7 -1 8 0 4 , t. I, lám . IV.
desde la Academia que hizo se tirasen tres vistas del acueducto de Segovia y, por la documen-
tación, sabemos que se pensaba hacer lo propio con el puente de Alcántara126. Personajes claves
para la pujante historia del arte español y para la vindicación de su legado ya aparecidos en
de Arquitectura para evaluarlos con la mayor presteza posible. La comisión examinó obras de estas líneas como Ponz, Bosarte, Jovellanos o Ceán estuvieron estrechamente ligados –ellos y
nueva planta e intervenciones en edificaciones ya existentes, ocupándose tanto de la arquitec- sus obras– con San Fernando.
tura religiosa como de la civil. Desde 1784, los puentes impulsados por los ayuntamientos, a
cargo de sus propios y arbitrios o de repartimientos y que, por tanto, requerían de la autoriza- Nos consta también la reacción de la Academia cuando le llegaba noticia de alguna dudosa in-
ción del Consejo de Castilla, debían estar firmados por los arquitectos propuestos por la Aca- tervención en un monumento de primer orden. A principios del siglo XIX, en 1808, ciertas
demia122. Ni siquiera la creación de la Inspección General de Caminos y Canales en 1799 supuso obras recientes en la apreciada catedral de Segovia la pusieron en alerta y solicitó al cabildo
de manera inmediata un recorte sustancial de las amplias atribuciones de la Academia en materia eclesiástico y al ayuntamiento de la ciudad que, tal como disponía la legislación vigente, nom-
de obras públicas123. brasen a un arquitecto aprobado como maestro de obras. Con ello, no solo se encontraría ocu-
pación para los arquitectos formados en la Academia, sino que se asegurarían intervenciones
Por otro lado, la Academia de San Fernando se encontró en la vanguardia de la defensa de la adecuadas tanto en las obras nuevas como en aquellas que afectaban las ejemplares edificaciones
dignidad de las bellas artes, promoviendo su alta consideración cultural. Muchos de sus miem- del pasado127.
bros, ya fuesen artistas, eruditos o meros connoisseurs, eran conscientes de que la defensa de la
nobleza e importancia de las artes era indisoluble de su consideración social. De ahí que en el Lo cierto es que la Comisión de Arquitectura manifestó un criterio innovador en las obras que
seno de la Academia tuvieron cabida natural las teorías cada vez más sólidas sobre el patrimo- afectaban a construcciones históricas. Compuesta esencialmente por directores y tenientes de
nio. Amparó, por ejemplo, algunas de las publicaciones historiográficas más decisivas del pe- arquitectura de la Academia –esto es, por los arquitectos con mejor posición dentro de ella–,
riodo y se preocupó por difundir y proteger el legado artístico. Uno de los proyectos editoriales examinó muchos proyectos nuevos pero de igual modo reparaciones, añadidos o ampliaciones
Sea como fuere, Arnal propuso a los académicos Juan Marcelino de Sagarvinaga y Diego de Ochoa El rey no supo determinar cuáles podían ser tales fondos prometidos en su día. Las graves di-
para que examinasen el puente. El primero, residente como sabemos en Salamanca, era el arqui- ficultades del país en esas fechas limitaban la imaginación y cercenaban antiguas promesas. Lo
tecto aprobado más cercano a Alcántara; Ochoa era uno de los arquitectos hidráulicos más res- único ordenado por el gobierno fue sobreseer la exacción de arbitrios sufrida por Alcántara
petados por la Academia. Se le había nombrado para numerosos encargos a lo largo y ancho de para la reparación del paso, y que el Consejo entregase las cantidades recaudadas a la Inspección
Castilla, contando con una trayectoria pontificia contrastada142. A finales de agosto de 1803, el General de Caminos. Que sepamos, dicha Inspección no intervino en el puente de Alcántara
Consejo aprobaba este nombramiento. Que la Academia hubiese propuesto sucesivamente a La- en los años inmediatamente posteriores.
rramendi, Arnal y al tándem Sagarvinaga-Ochoa revela la importancia predicada de una obra que
trascendía a su peso como arteria de comunicación, ya reducida a un ámbito local143. En la docu- L AS OB RAS PÚ B L I CAS COM O M ONU M ENT OS.
mentación la propia Academia reconocía “la calidad, importancia y delicadeza de esta comisión”144. EL PU ENT E DE AL J U CÉN Y L A T ORRE DE HÉRCU L ES
Que el puente de Alcántara o el de Salamanca se definiesen, a principios del siglo XIX, como
Ochoa no recibió la comunicación de su nombramiento hasta finales de octubre. Por haberse obras relevantes para las bellas artes españolas no debería extrañarnos. La creciente literatura
iniciado ya las lluvias de invierno, Sagarvinaga y Ochoa decidieron efectuar su reconocimiento sobre el patrimonio no dejó de incidir en su importancia. El pintor Mariano Sánchez, por
durante el verano de 1804. Así lo hicieron, pero Ochoa falleció de vuelta de Alcántara y no ejemplo, cuando elevó al rey en 1801 su pretensión de realizar un viaje a Extremadura para
llegó a enviar ningún informe a la Academia. Sagarvinaga, en cambio, sí presentó confiden- pintar las vistas más relevantes de la región, incluyó una del puente de Alcántara en su pro-
cialmente un informe de reconocimiento y reparación del pilar proponiendo una intervención grama. Por desgracia, este viaje no llegó a efectuarse por la paupérrima situación económica
que “no desdiga de lo demás de la obra”, siendo aprobada por la comisión en su junta de 4 de de la corona 147 . Antonio Ponz, en la lista de los más insignes edificios españoles que citába-
septiembre de 1805145. mos al inicio de este capítulo, incluyó el puente de Alcántara. De hecho, su interés por este
monumento fue tal, que nada más llegar a la villa de Alcántara tras un penoso viaje por las
Pocos días después, el Consejo elevaba una representación al rey exponiéndole que por falta desamuebladas tierras de la zona, se encaminó a verlo. Aun sabiendo de su fama, le sorpren-
de recursos no se había emprendido la reparación del puente de Alcántara. El síndico personero dió “tan admirable y magnífica obra”. Pero su fascinación pronto se tornó indignación al
de Alcántara había comunicado al Consejo que los arbitrios dispuestos para recaudar el dinero considerar la escasa divulgación que había tenido este puente más allá de expresiones y jui-
para recomponer el paso resultaban demasiado gravosos para la ciudad y la región. El Consejo cios genéricos sobre su grandeza. Hasta la publicación del tomo XIII (1756) de la España
solicitaba al monarca otras fuentes de financiación, anotando que cuando se planteó esta in- Sagrada del padre Flórez, en 1763 de la Crónica de la Orden de Caballería de Alcántara de fray
tervención se comprometió a que Alonso Torres Tapia y, en 1769, de la edición de Miguel Sánchez Taramas del Tratado de for-
tificación de John Muller, no se contó con una descripción detallada y estampas fidedignas
providenciaría cuanto conviniese para que una obra tan importante no se destruyese, del puente que diesen a conocer a nacionales y extranjeros obra tan excepcional (figs. 22-
antes bien se repusiese al mejor estado para constante recuerdo de lo que eran las bellas 24). Este descuido, la falta de celo en estudiar y publicitar los monumentos propios, Ponz lo
consideró un rasgo arrastrado desde antiguo por la erudición española148 . Había que cambiar
la situación.
Las carencias eran muchas y la tarea a realizar para adecuar el nivel de conocimiento a las nuevas
expectativas resultaba inmensa. Pero no es menos cierto que se fueron rellenando lagunas y
emprendiendo interesantes proyectos que permitieron conocer y apreciar mejor la historia de
la arquitectura en general y la de las obras públicas en particular. El propio Ponz, desde los 18
tomos de su Viage de España (1772-1794), describió con detalle numerosas infraestructuras his-
tóricas y abordó su cronología y autoría, transcribiendo numerosas inscripciones de puentes
reveladoras de quiénes habían ordenado su levantamiento y cuándo. Sin ir más lejos, del puente
de Alcántara actualizó lo escrito por las fuentes anteriores, ofreciendo una nueva vista del paso
y el templo anejo (figs. 25a y b). Curiosamente, partiendo de lo dicho por el cronista Gil Gon-
F i g. 23. “Pla n o, elevaci ón y perfi l es del Puente de Alcán tar a” , en Jo h n M uller, Trat ado de f or t if ic ac ión. . . aum en-
t a do p or Migu el Sá nchez Taramas, Barcel ona, 1769, t. II, lám . 9 A. zález Dávila, Ponz vinculó el puente de Salamanca a Trajano, estableciendo un nexo entre
dríguez en 1753 (figs. 26 y 27). Algo digno de atención pues Esteban Rodríguez fue un discípulo
de la Academia de San Fernando que acompañó como dibujante al erudito Luis José Velázquez,
Fig. 25a y b. Templo del puente marqués de Valdeflores, en su viaje anticuario por España, iniciado en diciembre de 1752150.
de Alcántara (Cáceres), en An- Comisionado por la Academia de la Historia y bajo patrocinio real –al menos en su primera
to n io Po n z, Viag e de España ,
t. VIII, 1 7 7 8 y 1 7 8 4 . etapa– este viaje permitió al de Valdeflores el estudio de multitud de monumentos de la Anti-
güedad, entre ellos obras públicas. No obstante sus trabajos permaneciesen inéditos en gran
medida, una parte sí pudieron ser consultados y utilizados por otros eruditos, caso por ejemplo
ambos pasos. En la órbita de Trajano, por cierto, también incluyó otro de los renombrados de Ponz.
puentes romanos de la Península, el de Mérida, cuyo parecido modo constructivo, a los ojos
de Ponz, hizo que incluso llegase a atribuirlo a Cayo Julio Lácer149. En 1832 se publicó el Sumario de las antigüedades romanas que hay en España del que fuera acadé-
mico de historia y de bellas artes, Juan Agustín Ceán Bermúdez. A pesar de su edición tardía,
En el Viage de España, Ponz también proporcionó un grabado del puente de Mérida –del primer fallecido ya Ceán, el Sumario supuso la recapitulación, con sus consecuciones y lagunas, de las
tramo, el mejor conservado de época romana– basado en un dibujo realizado por Esteban Ro- aportaciones anticuarias de la Ilustración, deviniendo por ello un trabajo fundamental del pe-
F i g. 29. Dieg o de Vi l l anueva, “El evaci ón del cel eb r e Aqued ucto d e Seg ov ia” , 1 7 5 7 . F i g. 3 0 . D i e g o d e V i l l a nu e va , “ V i s t a d e l A q u e d u c t o d e S e g ov i a por l a pl a z a d e l A z og u e j o” , 1 7 57.
de los siglos XVI, XVII y a la de Montfaucon, resultaban insuficientes a los ojos de Bosarte157.
Tales estampas no presentaban la precisión que el nivel de estudios coetáneo demandaba.
Sin embargo, poco después de la edición del Viage de Bosarte, aparecerían los cuatro soberbios
F i g. 3 2 . “ V i s t a d e l a q u e - tomos del Voyage pittoresque et historique de l’Espagne (1806-1820) del francés Alexandre de La-
ducto llamado puente de
Seg ovia”, en Enrique Fló-
borde158. Esta fue la primera gran publicación que presentó un enjundioso y variado elenco de
rez, España Sagrada, t. VIII, monumentos españoles, entre ellos obras públicas. El caso del acueducto de Segovia –tratado
3ª ed. 1860.
en el tomo IV– es paradigmático de que el Voyage no solo proporcionó vistas pintorescas sino
también grabados analíticos y rigurosos de los monumentos; de la construcción segoviana ofre-
rada al Viage de Ponz– y en 1752 Enrique Flórez incluyó en el tomo relativo a Segovia de su ció tres vistas de su paso por el Azoguejo y un alzado de la parte central (figs. 33-35). Es más,
España Sagrada una vista que, por vez primera, mostraba todo el tramo de arquerías del acue- en 1820 Andrés Gómez de Somorrostro publicó El acueducto y otras antigüedades de Segovia, la pri-
ducto (figs. 29-32). Aunque estos grabados diesen un paso adelante respecto a las aportaciones mera gran monografía de esta infraestructura, un estudio proceloso y detallado del venerable
Fig. 36. Víctor Villanueva, Planta y alzado del acueducto de Seg ovia, en Andrés Gómez de Somor rostro, El acueducto
y o t r a s a n t i g ü e d a d e s d e S eg o v i a, 1 8 2 0 .
Si bien restaban todavía muchas cosas por hacer y no cabe olvidar las aportaciones de la etapa
Fig. 35. Segovia y su
acueducto, en Alexan- anterior, la Ilustración supuso un cambio. Ahondó en el conocimiento de algunas obras públicas
dre de Laborde, Voyage
pittoresque et historique
del pasado e incidió en su consideración histórica y en la necesidad de su conservación. Todos
de l’Espagne, 1806- los autores citados en las anteriores líneas, desde Ponz a Somorrostro pasando por Bosarte o
1820, t. II, 2ª parte,
fig. XXII. Ceán, advirtieron en sus trabajos de la importancia de preservar el legado monumental español.
Incluso Somorrostro justificó su monografía sobre el acueducto de Segovia con numerosas no-
ticias sobre las reparaciones históricas, para recordar a los segovianos su obligación de conser-
monumento segoviano, con multitud de documentación inédita –sobre todo de sus restaura- varlo. Y esto no solo se tradujo en comentarios vertidos en libros, sino también en obras
ciones– y con un plano del alzado, de la planta y de la zona central del último tramo de arquerías, prácticas. De hecho, desde los medios eruditos se dieron al menos un par de proyectos que ma-
a partir de trazas de Víctor Villanueva, que imaginamos hubiese satisfecho a Bosarte (fig. 36). nifiestan una diversa actitud en la intervención en ciertas obras públicas históricas. Veámoslo.
Fi g. 3 8 . Ma nuel de V illena, “Pl ano y vi sta de l a charca an tig ua r o m an a llam ad a v ulg ar m en te Alb uer a” , 1 7 9 4 , M useo
Nava l , Ma dr id.
No obstante, y esto es lo que nos interesa, el esmerado estudio de las antigüedades por parte
de Rodríguez condicionó su tarea constructiva y, en especial, en el ámbito de las obras públicas,
donde parece que ocupó algún cargo pues en 1807 firmó como “celador facultativo de caminos
Desde 1791 a 1794, el marino Manuel de Villena Moziño realizó una serie de dibujos sobre las en la carretera de Extremadura”161. Así se constata en el proyecto que firmó el 15 de enero de
antigüedades de Mérida. Sus ilustraciones –se conservan 19 en el Museo Naval de Madrid, al- 1806 para la restauración del puente de Aljucén, sobre el cauce del río del mismo nombre, a
gunas de gran tamaño y todas exquisitamente trazadas y coloreadas– incluyeron algunas im- unos 2 km del actual puente de la N-630 de Mérida a Cáceres (figs. 43 y 44). Ya es significativo,
pues todavía no era nada común, que al inicio de su memoria Rodríguez se refiriese a la anti- primitivo. La primera tarea era desbrozar la zona para recoger el máximo número de piedras
güedad de tan “excelente puente” y reflexionase sobre su historia. Lo vinculó a la vía de la originales. A la hora de intervenir en cepas, arcos y taludes, reiteró hasta la saciedad la necesidad
Plata como el vecino puente de Alconétar, transcribiendo incluso un miliario a la salida de este de uniformidad con las partes antiguas. Entresaquemos sus expresiones: “no haya deformidad
que le hizo atribuir ambos pasos –¡cómo no!– a Trajano. Constató su mal estado, prácticamente con lo antiguo”, “imitadas a las antiguas”, “siempre con el esmero de la imitación antigua”,
impracticable, con partes derruidas y maleza y árboles entre sus sillares. Advirtamos que en el “sin observarse la menor deformidad del orden antiguo”.
siglo XVII su situación no era buena según señaló Moreno de Vargas y a mediados del siguiente
siglo, en palabras de Agustín Forner Segarra, su paso era impracticable162. Sin embargo, Rodrí- En marzo de 1807, la Comisión de Arquitectura de la Academia de San Fernando aprobó el
guez destacó la antigua solidez de su construcción: “parece ser de una sola pieza”. No era una proyecto de Rodríguez, que ascendía a la bastante elevada cifra de 141.880 reales. Llegada esta
obra de la fama o la espectacularidad del puente de Alcántara –presentaba 6 arcos con una lon- aprobación al Consejo de Castilla, se nombró a un facultativo de la Inspección de Caminos
gitud aproximada de 50 m– pero aun así resultaba una obra admirable. De hecho, en su pro- para ejecutar las obras. Las dificultades del momento y la próxima Guerra de la Independencia,
puesta de reparación del puente Rodríguez afirmó su intención de recuperar su aspecto iniciada en 1808, impidieron se llevase a cabo esta intervención163.
bre y blasón de La Coruña. Pero como los mitos no son suficientes para sostener edificios, ya lación entre 1788 y 1790, dirigida por el inge-
en el siglo XVI se documentan intervenciones emprendidas por la ciudad. Estas primeras obras niero de Marina Eustaquio Giannini. Pero a
documentadas fueron modestas y simplemente pretendían su mantenimiento y habilitar la torre pesar de la reforma a la que se sometió la añeja estructura, cuyo aspecto original diferiría bas-
para su utilización como atalaya. En el marco de unas obras realizadas a finales del siglo XVII, tante del que se le dio, cabe destacar la inclusión de elementos historicistas. Destaquemos la
conservamos una carta dirigida al ayuntamiento por el padre Francisco de Negreiros en la que utilización de una piedra similar a la romana en el revestimiento moderno que se levantó alre-
se mostraba honrado por su activa promoción en unas recientes obras en la torre que justificaba dedor de la estructura antigua, la colocación en dicho revestimiento de las ventanas en su em-
por su utilidad, por ser blasón de la ciudad y “por lo merecer su antigüedad y excelente fábrica plazamiento original y, sobre todo, las bandas diagonales que decoraban el nuevo muro exterior
y arquitectura”168. y recordaban el recorrido en espiral de las escaleras primitivas (fig. 45).
En las primeras décadas del siglo XVIII, la torre, que ya había sido vuelta a utilizar como faro, Se ha señalado que tales rasgos de la nueva obra, su voluntad de mantener en ella la memoria
seguía presentando deficiencias tanto en la fábrica como en el sistema de iluminación. Se pro- de la antigua, cabrían atribuirse a la participación en el proyecto del erudito ilustrado José Cor-
movieron informes para su reparación, destacándose para nosotros el presentado por el inge- nide170. Nacido en 1734, notable figura de la Ilustración y estrechamente vinculado al Consu-
niero militar Juan de La Ferriere en 1734, pues en él no solo se elogiaba su construcción y sus lado, ya en los años 60 mostró interés por la Torre de Hércules al conservar en su casa la lápida
materiales, sino que también, a la hora de proponer las posibles actuaciones, planteaba rehacer conmemorativa de la obra ordenada a finales del siglo XVII por el duque de Uceda y propor-
cionar a Flórez, para su España Sagrada, un dibujo sobre esta obra (fig. 46)171. De hecho, al se ha dejado exteriormente una faja que rodea en espira la torre, para que conserve la
darse por concluida la reparación del faro, el Ministerio de Marina se dirigió a la Academia de memoria de la dirección que llevaba la rampa para escalera que ahora se ha distribuido
la Historia para que le propusiese un texto para las inscripciones que debían celebrarla. La con toda comodidad en las bóvedas interiores172.
Academia consultó a Cornide, quien emprendió un sesudo estudio materializado en la publi-
cación en 1792 de sus Investigaciones sobre la fundacion y fábrica de la Torre llamada de Hércules situada La reforma profunda de una obra pública histórica, dotándola de nuevas estructuras que le
á la entrada del puerto de La Coruña, la primera monografía sobre una obra de ingeniería en Es- permitiesen realizar conveniente y cómodamente su función, no había conllevado, por tanto,
paña (fig. 47). el olvido absoluto de su memoria material.
Tal como hemos pretendido mostrar en las páginas anteriores, las décadas ilustradas supusieron relevancia histórica. En enero de 1788, los arquitectos Juan de la Torre y Francisco de Pablos
una creciente preocupación por la intervención en edificios históricos, entre los que cabe incluir presentaron un informe sobre los reparos menores y más urgentes que cabía acometer. Tenían
las obras públicas. Esta inquietud fue compartida por eruditos, ingenieros y arquitectos, o al que ver con el embetunado del canal, reparación de arcas, gárgolas, cerbatanas, algún sillar, etc.
menos por un selecto grupo de ellos. Proyectos y reformas que afectaron en estas mismas fe- Si bien se refirieron a “reparos mayores de arcos”, no los detallaron191. El intendente de Segovia
chas al acueducto de Segovia refuerzan la evidencia de que ciertas autoridades, tanto munici- Juan de Silva ordenó se realizasen las intervenciones menores propuestas por los arquitectos.
pales como centrales, también participaron de dicha corriente e incluso en ocasiones la En cuanto a las mayores, los mismos maestros debían realizar un plan, incluyendo el coste y el
ampararon y propiciaron. modo de llevarlas a cabo, teniendo presente –no se olvidó señalarlo– “la majestad de la obra y
su noble arquitectura, aunque sencilla y de simples arcos o pilares”192. Dicho plan debería re-
Antes de abordar las actuaciones en el monumento castellano, anotemos que en el relato de su mitirse al fiscal del Consejo para que lo pasase a la Academia de San Fernando, quien debía
viaje por Extremadura (1778), el por entonces fiscal del Consejo de Castilla, Pedro Rodríguez dar su parecer tal como ordenaban las normas recientemente aprobadas por el gobierno.
de Campomanes, abogó por reparar el puente romano de Albarregas, aclarando que “el reparo
fuese en todo conforme a la obra antigua, colocando las piedras sin cal, al modo romano”. Es En los meses siguientes, en las actas del ayuntamiento de Segovia se constatan proyectos, obras
más, no debían tomarse piedras de ningún edificio romano para esta obra pues tales reutiliza- y no pocos obstáculos. En marzo de 1790, para ahorrar gastos Francisco de Pablos fue separado
ciones acaban con los “monumentos antiguos”188. Parece lógico que este interés conservacio- de las reparaciones iniciadas dos años antes y centradas únicamente en las menores. Se consi-
nista también lo encontremos respecto a obras de mayor envergadura. deraba que tales intervenciones no eran complejas, luego la aportación de Pablos no era indis-
pensable, prometiéndole el ayuntamiento que cuando se llevasen a cabo las de mayor enjun- Para Puente, el principal enemigo del acueducto residía no tanto en la construcción sino en la
dia –ahora sí se citó el desmonte de ciertos arcos– se contaría con él193. Pero ni siquiera apartar gestión de las mercedes del agua, por ejemplo en las muchas cerbatanas (fig. 31) que se habían
a Pablos solucionó los problemas presupuestarios. Tras la representación del regidor Agustín abierto en el tramo de arcos sencillos y por las que rebosaba el agua, afectando la estabilidad
Ricote manifestando la mala situación de las reparaciones del acueducto por la falta de caudales de la estructura. El informe que Antonio Ortiz presentó al ayuntamiento de Segovia en marzo
para su continuación, el fiscal del Consejo ordenó en abril de 1791 a Francisco de Pablos, ya de 1795 también incidió en que parte de los problemas del acueducto pendían más de aspectos
arquitecto aprobado por la Academia de San Fernando –un ejemplo más de cómo esta institu- externos, que de la construcción misma del edificio197. De hecho, uno de estos aspectos marcó
ción iba tomando posiciones en el control de la construcción–, su completo reconocimiento. la más importante actuación de carácter patrimonial en el acueducto en este periodo.
En su informe dio cuenta de las obras realizadas hasta la fecha y de las que cabía hacer, entre
las que se encontraban el asegurar ocho arcos frente al convento de la Concepción –“por ha- Desde antiguo se erigieron casas entre los pilares y debajo de los arcos del último tramo, el
llarse desplomados los machos y arcos más de dos pies”– y uno del tramo doble de arcadas194. más espectacular, de la puente seca. Diversos grabados como el de Jan Cornelisz Vermeyen en
el siglo XVI o los de Diego de Villanueva o Alexandre de Laborde en el XVIII y XIX, permiten
Hacia finales de siglo, el estado del acueducto seguía preocupando a las autoridades. Para res-
ponder con la debida exactitud a “cierto informe que la Superioridad pide” sobre el estado del
acueducto y la suficiencia de los recursos hidráulicos que distribuía, el ayuntamiento aprovechó
que el arquitecto académico Pedro Joaquín de la Puente se hallaba casualmente en la ciudad
para solicitarle su opinión en abril de 1796. Lo examinó junto al maestro de obras Antonio
Ortiz, fontanero mayor y encargado del acueducto desde 1795. Puente no era partícipe de in-
crementar el volumen de agua transportada a pesar de las reclamaciones de los fabricantes,
pues se pondría en juego la permanencia del edificio, algo impensable para la ciudad ya que
“sin este perdería más de la mitad del valor que tiene”. En su informe, el académico no dejó
de ponderar la antigüedad, construcción y solidez del acueducto, llegándolo a calificar de “ad-
mirable y portentosa fábrica”, de “única en su clase, de todo el orbe”195. De hecho, Puente no
se encontraba en Segovia tan casualmente, sino que estaba en la ciudad, entre otros motivos,
para medir y dibujar el acueducto en vistas a realizar una traza del mismo para la Academia de
San Fernando. Este dibujo todavía se conserva en esta institución (fig. 52)196.
A c u e d u c t o d e S e g ov i a . D e t a l l e d e l a f i g. 5 2 .
Ante estas propuestas, los propietarios de los molinos afectados solicitaron informes de otros
maestros. Especialmente interesante es el proporcionado por el “ingeniero de profesión y maes-
tro de arquitectura” José García Galiano, quien atribuyó el mal estado del paso a su antigüedad,
proponiendo, entre otras medidas para su conservación, que se cambiase su pavimento para
que el agua no se filtrase, utilizando una piedra grande similar a la utilizada en el puente de Al-
cántara, que examinó algunos años antes, en 1772. Las autoridades emeritenses también duda-
ron de que los molinos fuesen tan perniciosos, considerando que la responsable de sus
problemas era su vejez: “la decadencia que sufre… [se debe] principalmente del tiempo que
todo lo consume, y es muy largo el de más de mil ochocientos años…”225. Ante estos informes,
el Consejo resolvió en 1782 acometer únicamente las obras menores e indispensables para que
paso tan costoso no se arruinase, dejando las mayores para más adelante, para cuando los pue-
blos de la región estuviesen en mejor situación económica para sufragar los gastos226.
El mismo García Galiano, en los años 60, había propuesto una intervención en el también ex-
tremeño puente de Alconétar, aprovechando los restos de los pilares romanos que todavía se
conservaban. Sin embargo, en opinión de María Cruz Villalón, su propuesta era más una nueva
construcción que una restauración de este antiguo paso. Aunque la estructura del puente ro-
mano –una de las fábricas conocidas más complejas de esa época– todavía se discute, la traza
propuesta por García Galiano, que preveía tres grandes bóvedas escarzanas de gran luz (ca. 45 m)
y pilas de notable espesor (ca. 18 m) era diferente a la antigua (fig. 55)227.
Vale la pena comparar este proyecto con la reconstrucción con pretensiones arqueológicas
que años después, en 1797, realizase Fernando Rodríguez (figs. 56 y 57)228. Este maestro anotó
basarse en los restos conservados para formar concepto de lo que fue el paso, advirtiendo
que “entera sería de las más hermosas puentes del reino”. En todo caso, nada se hizo en el
puente, no se acometió ninguna obra ni ese momento ni a lo largo del siglo XIX. No obstante,
F i g. 54. Jua n E usebi o de l a Bi esca, “Pl ano Ychono g r ap h o d e el Puen te d e M er id a” , 1 7 8 0 , AH N, C o n sejo s,
MP D 827. sabemos que a principios de los años 70 del siglo XVIII se habían reunido más de 400 mil
reales que se acabaron destinando, como ya vimos, a la reparación del puente de Alcántara. plos al respecto. Me ceñiré a dos especialmente significativos. Hacia 1775, una fuerte riada afectó
Por ello, hasta 1928 las barcas de Alconétar siguieron siendo el único sistema de cruce del el puente de Frías, en la actualidad considerado uno de los ejemplos más destacados de la ingeniería
229
Tajo en este lugar . medieval en España. Las autoridades del lugar comunicaron al Consejo de Castilla el deterioro en
machones, zampeado, tímpanos, arcos y pavimento causado por la violencia de las aguas; tanto
En cuanto a las obras medievales, ni que decir tiene que las intervenciones propuestas a lo largo que si no se reparaba, en la siguiente crecida el paso se acabaría arruinando por completo. El Con-
del siglo XVIII siempre tuvieron un criterio reducido a lo utilitario y lo práctico. Los registros de sejo solicitó informes sobre la utilidad del puente y los daños sufridos. En las diversas declaraciones
los archivos Histórico Nacional y de la Academia de San Fernando permiten poner muchos ejem- presentadas se insistió una y otra vez en la relevancia del paso, clave para las comunicaciones de
Cuarenta años después la situación respecto al puente leonés seguía igual. En 1832, la Dirección
General de Propios y Arbitrios del Reino remitía a la Academia de San Fernando un proyecto
del arquitecto Fernando Sánchez Pertejo en el que abogaba por “la construcción de un nuevo
y más cómodo puente”. No obstante, “por falta de fondos” detallaba las obras de reparación
F i g. 5 7 . Fer n a n do Ro dr íguez, “Reconstr ucci ón del puen te d e Alco n étar ” , 1 7 9 7 , Real Acad em ia d e Bellas Ar tes d e necesarias para la conservación del antiguo. La Academia se adhirió a esta solución por una
S a n Fe r n a n do A 3640.
mera cuestión práctica y presupuestaria233.
la región, pero nunca en su pasado o en su relevancia histórica o monumental; tampoco se hizo
en el proyecto de reparación dado en 1777 por el maestro Francisco Antonio Pérez del El puente de Hospital de Órbigo fue declarado Monumento Nacional en octubre de 1939234,
Hoyo –junto a un bellísimo plano (fig. 58)– y aprobado poco después por Marcos de Vierna230. lo que supuso se protegiese, hasta hoy en día, su histórica estructura fruto de intervenciones
de muy diversas épocas si bien determinantes en la Edad Media. Durante el siglo XIX y prin-
En el seno de la Academia de San Fernando no encontramos una sensibilidad diferente respecto cipios del XX, por tanto, se recorrió un importante camino: lo que antaño se quiso destruir
a las obras públicas medievales. Un botón de muestra: en 1777, la villa de Hospital de Órbigo ahora se decretaba su preservación. La consideración patrimonial de ciertas obras públicas
manifestó al Consejo de Castilla la urgencia de intervenir en su puente mayor por los daños su- había surgido durante la Ilustración y en las décadas posteriores no se olvidaría, es más, se con-
fridos en las recientes crecidas del río. El Consejo solicitó del Intendente de León un informe solidaría y desarrollaría. Sin embargo, los pasos hacia esta consolidación y extensión no estu-
sobre ello, evacuando el encargo el maestro Diego Martínez, quien propuso una obra que ascendía vieron exentos de dificultades, dudas y pérdidas.
a 147.000 reales. En la primavera de 1780, este proyecto pasó a examen de Marcos de Vierna,
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Los puentes son cruciales en las guerras. Su carácter estratégico, de necesario paso para las tropas
y sus pertrechos, ha convertido su control en un objetivo prioritario de las acciones bélicas desde
tiempos inmemoriales. Los ejércitos de todas las épocas los han levantado, destruido o peleado
en ellos. No por casualidad, algunas de las primeras citas literarias de puentes en España se en-
cuentran en la narración de las campañas hispanas de Julio César contra los partidarios de Pom-
M a t e o B en ito, Pr oyecto para ensanchar el puente de Vallad o lid (d etalle), 1 8 8 8 , AG A 0 4 2 4 / 5 8 1 0 . peyo. En el libro titulado Bellum Hispaniense, atribuido durante mucho tiempo a algún lugarteniente
de César, se destacó la importancia del puente de Córdoba en el primer ataque y en el asedio
final a dicha ciudad235. Los puentes y vados del Segre también fueron fundamentales en la batalla
de Lérida contra las huestes pompeyanas, tal como recogió el propio César en su Bellum civile 236.
125
Las crónicas sobre los tiempos medievales están repletas de hechos bélicos acaecidos en los
puentes, siendo las torres que en algún caso todavía los dominan, testigos mudos de antiguos
y dramáticos usos. Ya en la considerada primera y modelo de las crónicas urbanas del Renaci-
miento y del Barroco, la Hystoria, o Descripcion de la Imperial cibdad de Toledo (1544) de Pedro Al-
cocer, se recogieron algunos de estos acontecimientos, como la ruptura de uno de los arcos
del puente de San Martín por los partidarios del rey Pedro I para frenar el sitio de la ciudad
por Enrique II. “A causa de su fortaleza”, puente y torre de San Martín protagonizaron algún
otro hecho de armas en las revueltas populares que sacudieron el Toledo medieval237. Pero no
solo las guerras civiles o los enfrentamientos entre estamentos afectaron a los puentes; el pulso
bélico con los árabes no estuvo exento de este tipo de episodios. En los Annales Complutenses y
Historia Eclesiastica i Seglar de la Ilustre Villa de Alcala de Henares (1652) se recuerda que en uno
de los últimos lances en la toma de Alcalá se peleó hasta la noche, “quedando los moros tan
amedrentados que para su seguridad y defensa, rompieron en el silencio de la noche la puente”.
Según el cronista, este acontecimiento no solo se había conservado por escrito, sino también
en la memoria colectiva transmitida oralmente de generación en generación238. Ya anoté que la
defensa de la ciudad de Alcántara por parte de los árabes había sido señalada por los cronistas
como motivo de la destrucción de un arco de su puente en el siglo XIII.
F i g. 5 9 . P u e nt e d e A l z i ra , e n E d wa rd Haw ke L ocke r, V i e w s i n S p a i n , 1 8 2 4 , l á m . 4 8 .
Esa no fue, como sabemos, la única vez que el famoso puente romano sufrió los embates bélicos.
Recordemos que se minó uno de sus arcos en 1648, durante la Guerra de la Restauración contra
Portugal. Aunque reparado a finales del siglo XVIII, dicho arco se voló de nuevo en el curso de La participación de ejércitos extranjeros en la Guerra de la Independencia hizo que se publi-
la Guerra de la Independencia (1808-1812). Esta guerra fue especialmente destructiva para el casen numerosas obras sobre España por militares que habían intervenido en ella, sobre todo
país y sus infraestructuras. A pesar de las populares guerrillas, se enfrentaron dos poderosos ejér- en Inglaterra y Francia. De hecho, este conflicto se considera despertó la curiosidad de los
citos, en muchos frentes y durante un amplio periodo de años. El conflicto se extendió por toda europeos por un país bastante ignorado hasta el momento, poco atractivo para los viajeros
la geografía peninsular, convirtiendo a España en un inmenso teatro bélico. Los puentes estuvie- pero que durante las décadas románticas se convirtió en uno de los destinos más apreciados240.
ron presentes en muchos de los episodios militares de esta guerra. Desde los Recuerdos y bellezas En esta riada de publicaciones preludio de la moda decimonónica por España, no solo se hizo
de España (1839-1872), Parcerisa invitó a los viajeros a detenerse en el puente de Molins de Rey referencia a las campañas militares, sino también a las riquezas y particularidades culturales y
y asomados desde sus arcos recordar los recientes acontecimientos bélicos librados en su entorno, paisajísticas del país. Sin embargo, la guerra tuvo un gran protagonismo. Como apunté, un nu-
en concreto la desastrosa batalla para el ejército español librada en diciembre de 1808239. Pero en trido grupo de autores fueron militares destinados en la península Ibérica. Por ejemplo, en
ocasiones las huellas de la guerra no solo podían evocarse desde el recuerdo, sino que quedaron sus Views in Spain (1824) Edward Hawke Locker no ocultó ni las ruinas ni los muertos, inclu-
reflejadas de manera más cruda en los puentes, en los daños materiales que sufrieron. Esta des- yendo algunos párrafos de gran emotividad. Aunque más interesado en mostrar las bellezas
trucción no pasó desapercibida, incluso para la mirada foránea. pintorescas de España, en sus descripciones y excelentes grabados también hubo lugar para la
F i g. 6 1 . “ L e s E s pa g nol s f ont s a u t e r
l e p o n t d ’ A l m a r a z , s u r l e Ta g e e n
1 8 0 9 ” , e n L ou i s A l be r t G u i s l a i n B a -
c l e r d ’ A l b e, S o u v e n i r s p i t t o r e s q u e s
Fi g. 6 0 . “Ro ma n b r idg e at Sal am anca”, en Adam N eal e, L et t ers f r om Por t ugal and S pain (1 8 0 9 ). (1820-1822), t. II, lám. 54.
Bacler d’Albe sacó a la luz una serie de grabados sobre España a partir de los dibujos que rea- de l’Elza [sic] par la cavalerie française devant Benavente” (fig. 63)–, se fortificaron para
lizó durante su estancia en la Península. En su obra mostró monumentos, paisajes y curiosida- defenderse del enemigo –“Blockhaus construit par les français sur le haut d’une tour pour de-
des del país, pero también episodios vividos por el ejército imperial durante la Guerra de la fendre le passage de Ponte Duero” (fig. 64)– o se volaron, como el de Almaraz citado. Resulta
Independencia. Su visión de las campañas napoleónicas fue idealizada y heroica, contrastando interesante que en la leyenda de esta última estampa se subrayase que fueron los españoles
algunos de sus grabados con los de Goya243. En todo caso, en sus Souvenirs pittoresques hubo quienes dinamitaron uno de sus arcos: “Les Espagnols font sauter le pont d’Almaraz sur le
lugar para la representación de infraestructuras que le llamaron la atención por su monumen- Tage en 1809 au moment où les Français se disposaient à le passer”. No mentía puesto que a
talidad o pintoresquismo –como el acueducto de Segovia o el de Granada, el puente de Alcán- principios de 1809 las tropas españolas destruyeron el arco derecho del antiguo puente para
tara o el de Puente del Arzobispo (fig. 62)–, porque sirvieron para el paso de tropas –“Passage evitar el paso de los franceses. Sin embargo, cabe pensar si Bacle d’Albe hubiese incluido esta
En este sentido vale la pena detenerse en las palabras de Gómez de Somorrostro, quien en
1820 denunció los muchos puentes volados durante la Guerra de la Independencia, calificán-
dolos de actos incivilizados. La destrucción de estos edificios “necesarios para el comercio de
la vida y comodidad de los hombres” no podía, a su entender, justificarse por razones militares.
Somorrostro se mostró indignado porque ni siquiera se habían respetado obras históricas de
la enjundia del puente de Alcántara o de Mérida. Se preguntaba cómo en un siglo “de tantas
luces y cultura” se había podido producir algo así, anotando que si los tan vilipendiados árabes
hubiesen sido tan destructores al ocupar la Península como los ejércitos actuales no hubiese
quedado ni rastro en toda España “de la grandeza romana”. Aunque reconocía el fuerte coste
económico que tendría la reconstrucción de tantas infraestructuras, esperaba que al menos se
restaurase el puente de Alcántara y se evitase su total ruina, perder “el más grandioso y mag-
nífico monumento de la España romana bajo el imperio de Trajano”245.
En los años que escribió Somorrostro y en las décadas siguientes se intervino en puentes afec-
tados por la Guerra de la Independencia, muchos de los cuales eran históricos. Entre ellos, sin
ir más lejos, en el de Alcántara. Por ello resulta de interés iniciar la parte de nuestro recorrido
dedicada al siglo XIX por dicho conflicto, porque no solo se sitúa en sus principios y preludia
las tensiones del periodo que abre, sino porque supuso la destrucción de una serie de infraes-
Fi g. 6 4 . “B lo ckh a us co n str ui t par l es Françai s sur l e hau t d ’ un e to ur p o ur d éf en d r e le p assag e d e Po n te D uer o ” , en
L o u i s A l b er t Gu isla in B acl er d’Al be, So uveni rs pi tto r esque s (1 8 2 0 -1 8 2 2 ), t. II, lám . 4 6 . tructuras de relevancia, muchas de ellas de antiguo origen, que debieron ser reparadas en los
años posteriores. Estas intervenciones muestran la situación de la valoración y restauración de
las obras públicas en las primeras décadas del siglo XIX en España.
imagen en su repertorio, tan benévolo con la actuación de las tropas francesas, si hubiesen sido
ellos quienes lo hubiesen dinamitado. Y es que volar puentes, sobre todo si eran de envergadura
AL CÁNTARA, ZAM ORA Y AL M ARAZ:
histórica y monumental, podría ya generar duras críticas.
T RES EJ EM PL OS PRELU DI O DE U NA ÉPOCA
Ya el ilustrado Antonio Ponz tildó de sacrílegos a los portugueses que durante la Guerra de La primavera de 1809 sonreía a las tropas francesas en España. Tras la entrada en escena de
la Restauración intentaron volar uno de los arcos del puente de Alcántara244 . Consolidada la Grand Armée comandada por el mismísimo Napoleón, las águilas imperiales volvían a domi-
cada vez con mayor fuerza la idea de patrimonio, no debiera extrañarnos que este argumento nar el país. El ejército británico en Portugal debía contentarse por el momento con acciones
resurgiese tras una guerra como la de la Independencia, que afectó sobremanera al legado puntuales de hostigamiento. Dada la importancia estratégica del puente de Alcántara, uno de
los pocos pasos occidentales del Tajo y por ello fundamental en las comunicaciones norte-sur cripción en An essay of the principles and construction of military bridges and the passage of rivers in mi-
(fig. 65), se envió al coronel Mayne a principios de mayo de 1809 con un contingente de unos litary operations del general Howard Douglas, quien participó en la Guerra de la Independencia.
2.000 hombres para controlarlo. Hacia mediados de mes llegaron las tropas francesas y los in- En el capítulo relativo a los puentes colgantes de su voluminoso tratado dirigido a los estu-
gleses se retiraron no sin antes volar un arco del puente (el segundo de la orilla derecha). Parece diantes del Royal Military College –su primera edición data de 1816 y fue reeditado en 1832 y
ser que el arco no quedó totalmente destruido, si bien cayó poco después ya que en 1810 Ale- 1853– se analizó el levantado en Alcántara en 1812 por Sturgeon. Douglas detalló el material
xander Dickinson recogió duras críticas de los españoles a esta acción: se quejaban de que lo utilizado, su construcción en Elvas, lejos del puente por la facilidad de aprovisionarse y para
que no habían hecho ni godos ni árabes, se habían atrevido a hacerlo las tropas luso-británi- mantener en secreto la operación, su traslado hasta Alcántara y el enorme vacío que tuvo que
cas246. Aunque escribiendo a mediados de siglo, Pascual Madoz indicó que según sus noticias sortear. Su admiración por esta obra fue tan grande que le dedicó el grabado de la portada de
“se arruinó completamente” en 1810247. la 3ª edición de su tratado (fig. 66), remitiéndose a él para quien desease hacerse una idea “of
the beauty and merits” de la obra de Sturgeon. Aclaró Douglas que el 11 de junio de 1812 el co-
En la primavera de 1812, cuando la guerra estaba cambiando de signo, Wellington ordenó re- ronel Dickinson y sus tropas lo cruzaban y el 20 ya se encontraban en Salamanca248.
parar el puente para comunicar sus tropas de Ciudad Rodrigo y Badajoz. El teniente coronel
Charles Sturgeon se encargó de la restauración mediante un complejo puente suspendido con El paso de Sturgeon tuvo una utilidad militar y por consiguiente una existencia efímera249 .
cables y un piso de tablas que permitió el paso de tropas, ganado y artillería. La alta conside- Prueba de ello es que en diciembre de 1815 la Sociedad Económica de Amigos del País de Al-
ración de este puente colgante entre los ingenieros militares quedaría refrendada por su des- cántara –aglutinadora de algunos de los próceres de la ciudad, entre ellos el gobernador militar
de un pilar de ocho varas y de la altura correspondiente del que han de salir dos aras
con aristones de cantería labrada, y lo restante del casco de cal y ladrillo, cuyo coste
según ha calculado dicho maestro aprovechando la cantería de la ruina y otra de un edi-
ficio antiguo deteriorado, podría ascender a 320.000 reales251.
La Económica también informó al Consejo sobre la recaudación realizada hasta la fecha: del
vecindario de Alcántara la cifra obtenida ascendía a 68 mil reales inclusos los 20 mil ofrecidos
por los 16 individuos de la propia Sociedad. De la gestión hecha en los pueblos de la provincia
no se sabía nada, decidiéndose que se volvería a tramitar así como “la de los forasteros dueños
de propiedades en esta jurisdicción y ganaderos trashumantes que con sus ganados pastan
en ellas”.
Fig. 66. “Bridg e of ropes thrown across the broken arch of Trajan’s bridg e at Alcantara”, en la 3ª ed. (1853) de Ho- El 31 de julio de 1816, el gobernador de Alcántara envió una misiva al Consejo proponiendo
ward Douglas, An essay of the principles and constr uction of militar y bridges and the passage of ri vers in militar y operations.
iniciar las obras ya que una vez principiadas, confiaba serían más quienes se animarían a donar
recursos. El gobernador acompañaba esta representación con un plano firmado por Gundín
y político– se reunió y decidió iniciar una recolecta voluntaria para la “reedificación o habili- (fig. 67) que en febrero de 1817 el Consejo envió a la Academia de San Fernando para su
tación del magnífico puente” destruido en la pasada guerra. La Sociedad subrayaba la impor- evaluación.
tancia que tendría recuperarlo para la economía y las comunicaciones de la región. A principios
de 1816, el Consejo de Castilla, todavía un organismo clave en la política de obras públicas, En la junta de la Comisión de Arquitectura de la Academia del 29 de abril se reprobó sin pa-
examinaba esta petición, la autorizaba, pedía se le mantuviese informado de lo que se fuese re- liativos el proyecto de Gundín por su elevado coste, porque su propuesta “impediría el des-
caudando y que se nombrase un maestro aprobado por la Academia de San Fernando para rea- ahogado curso de las aguas” al erigir otro pilar más y, subrayémoslo, porque “imperfecciona la
250
lizar el proyecto . magnificencia del edificio”. Según la comisión, con el dinero presupuestado por Gundín se po-
dría reedificar el arco “como se hallaba en su primitiva fundación por existir las cepas y muros
Unos meses después, el 18 de julio de 1816, el secretario de la Sociedad Económica de Alcán- que han de sostenerle”, no debiéndose elevar una doble arcada de ladrillo completamente dis-
tara escribía al Consejo comunicándole que no se habían logrado reunir suficientes fondos forme con el aspecto originario del puente. Proponía como era su costumbre que un arquitecto
En la comunicación de la Academia al
Consejo, fechada el 15 de mayo de 1817, se
reiteraron los argumentos para llevar a
cabo una intervención que permitiese re-
habilitar el puente, pero que no supusiese
mengua ni “imperfección” de su carácter
monumental e histórico253.
Fi g. 6 7 . C a r lo s Feisto de Gundí n, “El evaci on y pl ano del Puen te d e Alcan tar a” , AH N, C o n sejo s, M PD 3 6 .
No nos consta que López Aguado se llegase a trasladar a Extremadura. De hecho, un año des-
pués, en la primavera de 1819, el corregidor de Alcántara escribía al Consejo informándole que
el arco del puente había sido reparado con andamios de madera –a esta intervención corres-
pondería el plano firmado por Lorenzo Álvarez de Benavides conservado en el Archivo Histó-
rico Nacional (fig. 68)– siguiendo sus recomendaciones de 1817 (recordemos que se había
ordenado a las autoridades locales habilitar el paso provisionalmente). Pero esta comunicación
no era tan inocente porque la obra se había costeado con dinero y servicios prestados de manera
voluntaria por los vecinos de la zona, así como con una donación de cien doblones del obispo
de Coria. Al ser estos recursos insuficientes se pidió un empréstito por valor de 3.000 ducados
Fi g. 6 8 . L o r en z o Álva r ez de Benavi des, “Pl ano del arco ar r uin ad o en el Puen te d e la v illa d e Alcán tar a r ed if icad o con la garantía del ayuntamiento y la Sociedad Económica de Alcántara. Para satisfacer este
co n m a d er a s”, A H N, C o nsej os, MPD 136.
préstamo y crear un fondo para atender las posibles quiebras de la obra, las autoridades alcan-
contaba con una reparación en madera (fig. 69). Sin embargo, esta situación cambiaría en los
F i g. 69. Rich a r d Ford, Puente rom ano de Al cánta r a, 1 8 3 1 -1 8 3 2 , C o lecció n Fam ilia Fo r d .
años siguientes. Y de nuevo a causa de una guerra.
tarinas solicitaban al Consejo el cobro de un pontazgo como el concedido a la ciudad de Mérida. En 1836, en el marco de la Primera Guerra Carlista, para impedir el paso al interior de la región
Al Consejo le extrañaron estas informaciones porque en ningún momento se detallaba el des- de las tropas carlistas comandadas por el general Miguel Gómez, las autoridades gubernamen-
glose de los gastos y el coste total de la obra. Por ello, en enero de 1820 se pidió al Intendente tales destruyeron el paso de madera erigido en 1819 para salvar el segundo arco de la orilla de-
de Extremadura informase del empréstito solicitado, de los recursos de la villa y si la obra era recha del puente de Alcántara (fig. 70). Curiosamente, la autoría de esta calificada por algunos
adecuada, el coste de su mantenimiento y del que tendría una intervención definitiva. El periodo como heroica destrucción generó una agria polémica –poema incluido– en las páginas del Bo-
de inestabilidad política abierto en España en 1820 creemos detuvo este expediente, si bien el letín Oficial de Cáceres entre finales de 1836 y principios de 1837258 . En este caso, detener el
problema, la grave herida del puente de Alcántara, seguía sin solucionarse definitivamente256. avance reaccionario justificaba e incluso ensalzaba a quien prendió la mecha. Pero rápidamente
se olvidaron los motivos y el vacío volvió a lamentarse.
En una carta fechada a finales de 1824, el prócer extremeño José de Viu lamentó los muchos
puentes destruidos en la región durante las recientes guerras. Argumentó que tales infraestruc- En 1846, José de Viu censuró de nuevo la destrucción del puente alcantarino por los ingleses
turas, destinadas al beneficio público, eran dignas de la mayor veneración. Pero ni siquiera se “sin una gran necesidad”, apostillando que los árabes eran “menos bárbaros que nosotros”
habían respetado las erigidas en la Antigüedad, citando el puente de Mérida, Badajoz, Medellín, pues inhabilitaron el puente quitando las piedras necesarias y no derruyeron completamente
Alconétar y, sobre todo, el de Alcántara, “uno de los mejores del mundo”. Como “amante de un arco como en 1809. Pero ahora, a diferencia de lo que escribió en 1824, le resultaba aún
las artes y las glorias extremeñas” esperaba que estos puentes de origen romano se rehabilitasen, más lamentable la “criminal indolencia” de Extremadura y del gobierno por no haber reparado
257
pero dadas las carencias presupuestarias juzgaba se debía intervenir en los pasos más útiles . uno de los monumentos más excepcionales de Europa, ni siquiera tras el derribo del paso de
El de Alcántara seguramente no entraría en esta categoría establecida por Viu, pues al menos madera en 1836. Viu proponía una rehabilitación respetuosa con su carácter histórico, pues no
Como ya empezaba a ser habitual en los informes decimonónicos, Pelilla lo inició con unas re-
ferencias históricas sobre el puente, en este caso bastante extensas y en las que dio noticia de
la conservación en Alcántara de variado material –cuatro cabrestantes, una cabria y porción de
garruchas de bronce y madera– del puente colgante realizado por los ingleses que podría uti-
lizarse en la restauración. También informó que la reparación con un paso en madera en 1819
había costado 250.000 reales y que tras quemarse en 1836 el vado se realizaba por una barca
“que no pasa sino en aguas bajas”. Tras un examen proceloso del estado y la estructura del
puente, señaló que sus tres principales problemas eran dos muy habituales como la filtración
de aguas llovedizas y el anido de aves entre las juntas de las dovelas, así como un socavón de
la pila del arco cortado. Dijo que dicho socavón venía de antiguo y, como sabemos, no se equi-
Fi g. 7 1 . Ma r ia n o Gela b er t, “Pl ano y vi sta de una par te del p uen te d e Alcán tar a” , 1 8 3 1 , IH C M , C C -0 3 -0 6 .
vocaba. En todo caso, las obras que propuso se centraron en la cortadura del arco por ser la
más urgente. Vale la pena transcribir el párrafo de Pelilla al respecto pues muestra diáfanamente
sus principios a la hora de intervenir en el puente.
se trataba de hacer de nuevo el puente, “sino de reparar lo que adrede se ha arruinado y enlazar
de nuevo una obra tan grandiosa” que, no olvidó apuntarlo, era necesaria para las comunica- Para la recomposición de esta cortadura, aun cuando sería mucho más sencillo y econó-
259
ciones de la zona . mico variar su aspecto exterior, no creo deba en manera alguna variarse del resto del
puente, pues sería una deformidad que una parte presentase distinto aspecto y formas
Sin embargo, la “criminal indolencia” de las autoridades locales y nacionales denunciada por que la otra, máxime siendo la primera tan pequeña: por otra parte, siendo este puente
Viu habría que matizarla. En el Instituto de Historia y Cultura Militar se conserva un plano una obra monumental que recuerda lo que era este país en los siglos más remotos, de
con una propuesta de reconstrucción del arco firmado el 17 de agosto de 1831 en Badajoz por que hay memoria diese principio entre nosotros la civilización, debe conservarse a toda
el ingeniero militar Mariano Gelabert y cuyo título es significativo: “Plano y vista de una parte costa un monumento que recuerda dicha época y engrandece a este país. Por lo tanto,
del puente de Alcántara que comprende el ojo arruinado que tiene y además se manifiesta el como se ve en los planos, nada he variado la forma y construcción exterior del puente,
proyecto para su reedificación según lo mandó el Rey N.S. por su Real Orden de 5 de octubre y sí, como más adelante se verá, en la construcción interior; pues con esta variación
260
de 1830” (fig. 71) . En los años siguientes, dicha reedificación no quedaría en el olvido pues queda el mismo su aspecto exterior y no se disminuye su solidez, y resultan grandes eco-
conservamos un proyecto –en este caso nos ha llegado el informe y no el plano– del 26 de no- nomías en su reparación263.
Hasta 1855 no se inició la restauración definitiva del arco del puente de Alcántara destruido en
la Guerra de la Independencia. Entonces se llevó a cabo una de las intervenciones historicistas
en el patrimonio arquitectónico español más sobresalientes del siglo. La analizaré en un próximo
capítulo. Pero antes de hacerlo, advirtamos que en las décadas precedentes, como acabamos de
comprobar, se fue consciente y se partió de la entidad histórica del puente en todos los proyec-
tos de reparación que se sucedieron desde prácticamente el final de la guerra. Tanto el gobierno,
la Academia de San Fernando, eruditos como Viu o ingenieros como Fernández de la Pelilla
coincidieron en proponer soluciones que no desvirtuasen el puente, que no alterasen su admi-
rada y venerada forma, rehaciendo el arco tal como se encontraría, a semejanza de los demás.
Incluso cuando las autoridades locales promovieron alternativas como un arco de ladrillo, ma-
dera o de hierro, subrayaron que eran obras interinas a la espera de una obra definitiva que res-
tituyese el perdido esplendor del monumento. Esto revela que en las primeras décadas del siglo
XIX no se había olvidado el reconocimiento como patrimonio histórico digno de conservación
F i g. 7 2 . B l a s d e Ve g a G a rc í a , “ P l a n q u e re pre s e nt a l a pl a nt a s u pe ri or y a l z a d o d e l pu e nt e d e l a c iu dad de Zamor a”,
de ciertas edificaciones, de las que no estaban excluidas algunas obras ingenieriles. 1 8 2 0 , A HN, Cons e j os, 3 2 2 0 4 - 1 .
En todo caso, el desafío a lo largo de la centuria seguiría siendo superar el estrecho límite de
obras consideradas un legado a preservar como testimonio del pasado y restaurarlas en función se cobraba pontazgo o arancel, etc. Tras el examen del proyecto de Sipos fechado en 1818 –as-
de esa memoria. De hecho, en los puentes históricos intervenidos tras ser inutilizados durante cendía a 370.000 reales e incluía una oferta de costear las obras a cambio de la concesión del
la Guerra de la Independencia no se plantearon los argumentos conservadores aparecidos en pontazgo durante 12 años– y varios informes de autoridades locales y provinciales, el 21 de
el de Alcántara. De nuevo cabría considerar el puente de Alcántara como una excepción. Se- agosto de 1819 el Consejo comunicaba al ayuntamiento zamorano que con la máxima celeridad
guidamente mostraré varios ejemplos. se remitiese un proyecto de restauración del puente por arquitecto aprobado para pasarlo a la
Academia de San Fernando. El fiscal del Consejo, además, mostraba su disconformidad con la
En noviembre de 1812, un ingeniero inglés voló un arco del puente de Zamora para evitar el concesión de un pontazgo a Sipos pues sería contrario a las nuevas leyes sobre libre circulación.
paso de las tropas francesas279. Parece ser que al año siguiente se habilitó con una pasarela de Proponía que las obras se costeasen con los propios de la ciudad y los pertinentes repartimien-
madera apoyada en los escombros del antiguo arco, el 6º desde la ribera derecha. En diciembre tos. Cuando en septiembre el gobernador de Zamora recibió esta respuesta nombró al arqui-
de 1815, la junta de policía de Zamora informó al Consejo de Castilla que dicha pasarela era tecto académico Blas de Vega García, residente en Salamanca, para ocuparse de este asunto.
frágil y costosa de mantener y por ello había solicitado al maestro local Manuel Sipos un pro- En enero de 1820, Vega firmaba su plano e informe de un proyecto que ascendía a 282.563
yecto de reparación. El Consejo puso en marcha la lenta máquina burocrática y pidió noticias reales (fig. 72). Su propuesta, que incluía una pasarela de madera sacada del tratado de Palladio
sobre el tipo de carretera de la que formaba parte el puente, los recursos del ayuntamiento, si mientras se llevaban a cabo las obras, contemplaba la reconstrucción del arco, de los pilares,
La caída del régimen absolutista en 1820 también paralizó este expediente. Al desaparecer el
Consejo durante el Trienio Liberal, el proyecto se envió a la Diputación Provincial de Zamora,
si bien nada se hizo hasta que en otoño de 1827 el ayuntamiento lo retomó y lo envió al revivido
Consejo de Castilla. El 9 de enero de 1828, el Consejo remitió el proyecto de Blas de Vega a la
Academia de San Fernando, aprobándolo en su junta ordinaria del 20 de ese mes281. Una vez
recibida esta comunicación, el 16 de abril de 1828 el Consejo decidió pasar al rey la propuesta
de repartimiento para costear las obras planteadas por Vega.
Según Cesáreo Fernández Duro, las obras se iniciaron en 1835 y finalizaron en 1836282. Tal como
puede comprobarse en las fotografías antiguas –por ejemplo en la de Jean Laurent (fig. 73)– o
en informes decimonónicos como el del ingeniero Eduardo Lostau283, la bóveda se rehízo fi-
nalmente con arco de medio punto y no con el ojival que componía lo restante de este puente.
Además, se eliminaron las antiguas almenas. No es menos significativo que en ningún momento
de los aproximadamente 20 años que se alargó este expediente, ni en las comunicaciones de la
administración, ni en los informes facultativos se señaló la importancia histórica o patrimonial
del paso. Y eso que al menos desde 1788 los eruditos locales eran conscientes y cantaban a la
F i g. 7 4 . Je a n L a u re nt , “ Z a m ora . P u e nt e d e R i c obayo s obre e l rí o E s l a ” , f ot og ra f í a , h. 1 8 7 0 .
antigüedad y a la “fábrica gótico-moderna” del puente284.
En otros puentes de la región afectados por la guerra, los principios que dirigieron las actua-
ciones en las primeras décadas del siglo XIX fueron similares. Dos de los arcos apuntados del
puente medieval de Ricobayo sobre el Esla se rehicieron a mediados de siglo tras su voladura
en la Guerra de la Independencia. Hacia 1870 se llegó incluso a elevar la rasante con la cons-
trucción de ocho arquillos superiores de medio punto, que desbarataron completamente su as-
pecto original (fig. 74)285.
Las intervenciones decimonónicas en el cercano puente medieval de Toro tampoco fueron de-
masiado respetuosas. En 1790, las autoridades de Toro comunicaron al Consejo de Castilla el
estado ruinoso de su puente mayor286. Si bien se aprobó la propuesta de una reparación provi-
Fi g. 7 3 . Jea n La ur en t, “Zamora. Puente sobre el Duero” , f o to g r af ía, h . 1 8 7 0 . sional a cargo de un maestro local llamado Pedro Castellot, la Academia de San Fernando acon-
sejó se realizase un proyecto de compostura definitiva del paso que, por supuesto, debía aco- por el repartimiento, derruyendo si acaso las obras de reparación temporal que pudieron ha-
meter un arquitecto aprobado por ella. La junta de la Comisión de Arquitectura de 17 de marzo cerse para habilitar el paso. Sea como fuere, en los años 20 del siglo XIX el puente se encon-
de 1791 desaprobó un proyecto del arquitecto Francisco Diez Pinilla, proponiendo se trasladase traba con dos arcos caídos superados por un paso provisional de madera. Las autoridades
un académico desde Madrid pues Juan de Sagarvinaga, residente en Salamanca, ya se encontraba locales y regionales volvieron a intentar su recomposición. Por orden del Intendente de la zona,
287
mayor . El arquitecto nombrado fue Ramón Alonso, quien presentó un proyecto cuyo presu- el arquitecto aprobado Bartolomé Tejeda Díez firmaba en septiembre de 1827 un proyecto de
puesto ascendía a la considerable cifra de 923.000 reales y donde se incidía en el mal estado 3.260.000 reales de presupuesto y tres planos de reconstrucción de los arcos 8º y 9º (figs. 75-
del paso y en especial del arco noveno desde la margen derecha. Curiosamente, el 27 de junio 77). Por problemas administrativos, la Academia de San Fernando no pudo examinarlos y apro-
de 1792 la Academia analizaba una queja del Intendente de Toro por lo excesivo de las dietas barlos hasta marzo de 1829292.
cobradas por Alonso en los 22 días que estuvo en dicha población288. En abril de 1793, el Con-
sejo elevaba al rey una solicitud de repartimiento para la reparación del puente289. Bartolomé Tejeda proponía una intervención que, por razones económicas, aprovechaba lo
preexistente, si bien debían repararse las numerosas quiebras del paso y mudar la forma de al-
Por documentación posterior, sabemos que el repartimiento empezó a hacerse efectivo, “pero gunas de sus cepas para que cumpliesen mejor su labor. Según Tejeda, la disposición del puente
la desgraciada época de la Guerra de la Independencia y subsiguientes circunstancias impidieron no solo era errónea sino que además la fábrica de las distintas actuaciones no estaba bien ligada
el total pago de dicha suma”. Por ello, lo único que se hizo fueron “diferentes acopios que los y las pilas y los arcos tenían un volumen excesivo, impidiendo un desagüe apropiado. De hecho,
290
enemigos intrusos aplicaron a los objetos de su albedrío” . Aunque en algunas obras se ha los arcos 8º y 9º aumentaban de luz en su proyecto y las pilas intermedia y laterales de estos
señalado la destrucción de los arcos 8º y 9º del puente durante la guerra, la documentación no arcos se reducían a 22 y 24 pies respectivamente293. No parece que se hiciese nada hasta 1862,
lo aclara. El normalmente bien informado Pascual Madoz escribió hacia 1847 que el puente siendo la reconstrucción efectuada de las bóvedas 8ª y 9ª poco armónica con la fábrica ante-
fue “cortado” por los franceses y reparado posteriormente en madera, “y aun sigue en tal es- rior294. Cualquier visitante actual puede comprobarlo (fig. 78). De hecho, Carlos Fernández Ca-
tado”291. Parecería que los franceses se aprovecharon del dinero, materiales y bienes acopiados sado ya atribuyó estos dos arcos al siglo XIX por su evidente diferencia de fábrica295.
Unos cien años antes de las palabras de Machimbarrena, el 16 de octubre de 1826, el ingeniero
Francisco Javier Barra firmaba en Madrid un detallado informe de reconstrucción del arco vo-
lado del puente de Almaraz. Más allá de interesantes noticias sobre el derribo del arco –que en
un principio debió ser una mera cortadura para dificultar el paso– Barra analizó la estructura
del puente, las posibles soluciones para recomponerlo y los problemas que surgirían. Barra
desechó la idea de formar un puente colgante “como los inventados modernamente en Ingla-
F i g. 78. An to n io Passapor te, Vi sta del puente de To r o, f o to g r af ía, 1 9 2 7 -1 9 3 6 . En esta im ag en , lo s ar co s r e- terra” si bien usando cables de navío en lugar de cadenas para disminuir el coste, pues el pre-
h ech o s a media dos del si gl o XI X son el 6º y 7º po r la d er ech a.
supuesto de dicha obra seguiría siendo demasiado elevado. Propuso por ello la construcción
de un arco rebajado, cuya mayor dificultad era erigir la cimbra debido a la fuerte corriente del
Un caso de especial interés es el del renacentista puente de Almaraz sobre el río Tajo. A finales Tajo y a la elevada altura y luz de la bóveda caída. El proyecto que ascendía a 1.240.876 reales
de 1808, las tropas españolas derruyeron su arco derecho para dificultar el avance de las tropas iba acompañado de 4 planos desgraciadamente no conservados302. El 16 de agosto de 1827 se
francesas (fig. 61)296. Recordemos que los ingleses volaron un arco del puente de Alcántara poco subastó la obra en la Dirección General de Caminos, pero ninguna intervención en el puente
después, en mayo de 1809, dificultando cruzar el Tajo en el último tramo del río en España. La se llevó a cabo en los años siguientes303.
importancia del paso quedaría constatada por la construcción por parte de los franceses de un
pontón al este del puente de Almaraz para mantener comunicados sus ejércitos del Noroeste y Barra no creyó posible levantar un puente de cadenas, pues aunque tenía noticia de ellos eran
del Sur. En mayo de 1812, en el marco de las maniobras de Wellington para avanzar hacia el todavía algo ajeno a su formación. Sin embargo, diez años después las cosas empezaban a cam-
centro y recuperar Madrid, ordenó a su general Rowland Hill la destrucción de dicho pontón biar: en octubre de 1836 se aprobaba una real orden para la habilitación de Almaraz con un
en una arriesgada maniobra que impidió el rápido agrupamiento de las tropas enemigas297. puente colgante a cargo del prestigioso ingeniero francés Jules Seguin, quien ya había levantado
varios de esta revolucionaria tipología en su tierra natal y en Italia. El por entonces director ge-
Por un testigo directo, sabemos que en 1813 un ingeniero inglés salvó el tramo derruido de Al- neral de caminos, José Agustín de Larramendi, apoyó sin reservas este proyecto, considerando
298
maraz mediante “un puente de cables de navío” para el paso de los ejércitos de reserva . Pero que el gran arco a cubrir podía solucionarse económicamente mediante un puente colgante. De
acabada ya definitivamente la guerra y los movimientos de tropas, en los años posteriores el Tajo hecho, junto al de Almaraz se proyectaron otros puentes colgantes que deberían erigirse en di-
debía cruzarse por una barca, un transporte no solo engorroso sino que debía suspenderse versos puntos de la Península. Para Larramendi estas empresas supondrían una decidida apuesta
Ibáñez, lego que fue de la compañía de Jesús y que tal como se recogió en alguna publicación La construcción del arco derruido y las reparaciones del conservado, el pretil y el piso del
de la época “no es ingeniero, no tiene títulos de académico [y] no ha cursado las escuelas”316. puente –que también llevó a cabo Ibáñez– se concluyeron definitivamente en 1845 con un
Concluida la cimbra en marzo de 1844, el 10 de octubre de ese mismo año se puso la clave en coste final de 2.000.000 reales, aunque como recordó Madoz el presupuesto formado por la
la bóveda del arco317, despertando un enorme entusiasmo entre las autoridades extremeñas pues Dirección General de Caminos había sido de 1.350.000319. Incluso en periódicos nacionales se
se concluía una obra necesaria, promovida por personalidades ilustres de la región y llevada a recogió con alegría la apertura del paso a coches y diligencias320.
cabo por un español, quien a pesar de no tener “carrera científica” había realizado lo que incluso
extranjeros no habían podido. El Boletín de la Agencia de Cáceres del 20 de octubre de 1844 se Si bien en 1850 Julián de Villaescusa se felicitaba por la solidez y belleza del arco rehecho, “en-
abrió con un artículo encomiástico e incluyó un poema del marqués de Torre Orgaz a Manuel teramente igual al antiguo”, lo cierto es que esta predicada similitud no era del todo ajustada. El
Ibáñez. Rescatemos unos versos: “Tú sólo fuiste el que lanzando ardiente/ la mirada robusta/ 16 de julio de 1846, Manuel Ibáñez firmaba tres extraordinarios planos para la Academia de San
sobre la antigua raza/ dormida ya indolente,/ sobre los triunfos de su eterna gloria,/ su gigan- Fernando que mostraban el puente antes y después de su reedificación, así como la cimbra uti-
tesco espíritu mediste,/ y a su obra más grandiosa/ el mismo fuego con tu genio diste”318. lizada (figs. 79-81). Los presentó para obtener el título de arquitecto, concediéndosele solo el de
El caso de Almaraz, por tanto, es de gran interés para nuestro discurso. Desde las descripciones L A REPARACI ÓN DEL PU ENT E DE ANDÚ JAR O EL G RAD O
admirativas de Sánchez Taramas y de Ponz a finales del siglo XVIII, se era consciente de la ex- D E PERF ECCI ÓN A QU E HA LLEG AD O EL ART E D E CONST RU I R
cepcionalidad histórica y de la magnitud constructiva de este puente. Sin embargo, lo histórico La historia de la intervención decimonónica en el puente de Andújar es compleja. Este paso,
no fue un valor que se manejase en los testimonios decimonónicos citados y que determinase originalmente de 11 arcos, se situaba sobre el río Guadalquivir, en el camino real desde Madrid
se cree, no sin fundamento, ser muy remota… Cuando Fernando III rey de Castilla y Podía haber recurrido a otros escritos de la época, desde las famosas Noticias del estado actual
León conquistó Andújar, le dio por escudo de armas un puente, y esto prueba que existía de los caminos y canales de España (1803) de Agustín de Betancourt, a la Memoria sobre la impor-
ya, y que su antigüedad es cuando menos del tiempo de los árabes. tancia de caminos y canales (1829) de Larramendi, al Tratado sobre el movimiento y aplicaciones de las
aguas (1833) del matemático José Mariano Vallejo o a la Memoria de la Comisión de Caminos y
A pesar de ello, anotaba Prat, no era un puente que pudiese ilustrar “a los más hábiles arqui- Canales sobre las comunicaciones generales de la Península (1820), para reflejar la creciente toma de
tectos” ni honrar “a la nación”. Como había hecho el arquitecto académico Nolasco, criticó lo conciencia entre los facultativos españoles de las nuevas potencialidades de la ingeniería civil,
masivo de su estructura, pero también incidió en la estrechez de su paso y en su pésima cons- de sus adelantos en los últimos tiempos. Pero los informes de Prat y Mariátegui creo son es-
trucción. Por ello, de no existir restricciones de dinero, lo conveniente sería rehacerlo comple- pecialmente interesantes para nosotros porque se redactaron a partir de un proyecto concreto
tamente341. de intervención en un puente antiguo. En todo caso, dichos informes anticipan un argumento
recurrente en los redactados por los ingenieros a lo largo del siglo XIX: las infraestructuras
De la misma opinión, si acaso más explícito, fue Mariátegui: el puente se había levantado sobre del pasado eran anticuadas.
un terreno no del todo propicio, era estrecho y tenía una torre que dificultaba el tráfico, la
forma de sus tajamares no era la más ventajosa y, sobre todo, su estructura era de un “volumen En 1869, el ingeniero Antonio Herrera Bonilla publicó en la Revista de Obras Públicas un artículo
excesivo”, siendo “los arcos pequeños y los pilares voluminosos”, lo que impedía que desa- sobre el puente de Zulema sobre el río Henares en Alcalá. Picado por la curiosidad ante la pe-
guase de modo conveniente. Su juicio no tiene desperdicio: es “un mazacote pesado que más culiar estructura de este puente, Herrera Bonilla emprendió un detenido estudio de su historia,
bien parece construido para atajar o detener la corriente, que para darla paso libre”. Propuso buceando en la bibliografía y los archivos, así como analizando detalladamente sus paramentos.
ensancharlo, eliminar el torreón, rehacer sus tajamares en forma semicircular y sustituir los A diferencia de Llaguno y Ceán, quienes lo calificaron de medieval343, retrasó el origen de este
La ingeniería decimonónica consiguió llegar donde antes no era posible, incluso donde era im-
pensable. Acabamos de ver que a lo largo del siglo XIX se siguió manifestando una profunda
admiración por ciertas obras públicas del pasado, en especial romanas, y hasta se llegó a po-
nerlas como ejemplo. Sin embargo, se era consciente de que los nuevos materiales, recursos y
conocimientos técnicos desarrollados en las últimas décadas posibilitaban obras inéditas solo
unas generaciones atrás. Esta nueva capacidad llenó de orgullo y admiración. La antaño tensa
querelle des anciennes et modernes, al menos en este aspecto, había tenido un claro vencedor.
A finales del siglo XVIII, algún que otro viajero español por Inglaterra pudo ver los primeros
puentes de hierro que se estaban levantando en la isla (fig. 86)347. Pero fue ya en el XIX, cuando
las posibilidades del nuevo material aplicado a la construcción pontificia resultaron evidentes. Si-
tuado sobre el río Dordogne, cerca de Burdeos, en la carretera que unía París con Bayona, el
puente colgante de Cubzac (1839) fue utilizado por muchos viajeros que salían o venían a España
desde la capital francesa. Teófilo Gautier lo cruzó en 1840, tardando trece minutos, reloj en mano,
para recorrer a pie sus más de 500 m de longitud. Aunque no se declaraba un admirador de los
inventos contemporáneos, manifestó su entusiasmo por el atrevimiento de esta obra. La comparó
Fig. 86. “Plan, cor te y elevación del puente de hier ro fundido constr uido en Coalsbroockdale”, BNE Dib/14/45/18.
a las grandes construcciones de Egipto y Roma, pero apreció rasgos inequívocamente modernos M u y i nt e re s a nt e s a por t a c i one s s obre e s t e d i bu j o e n N ava s c u é s, 2 0 1 6 .
como los cables tensores que sostenían el tablero, extendiéndose en vuelo inaudito en el aire348.
Se reiteró cada vez con mayor insistencia: el saber del siglo podía trazar caminos y pasos por dando si había soñado; pero “no es ilusión, es realidad”350. Además, los viajes eran mucho más
lugares insospechados; el hierro permitía puentes más grandes, anchos y con luces deslum- confortables y seguros. Nicolás Díaz Pérez, en un viaje en tren de Madrid a Lisboa hacia 1873,
brantes. Sin embargo, la infraestructura que para los hombres decimonónicos mejor encarnó comparó el viajar de sus abuelos, caracterizado por la jornada de cuatro leguas, los viajes in-
los avances tecnológicos e ingenieriles de su tiempo fue el ferrocarril. terminables, los vuelcos en los caminos y las sorpresas de ladrones, con el ferrocarril, definido
por su rapidez, comodidad, seguridad y economía351.
Aunque España se sumase tarde, el impacto del ferrocarril fue tan profundo como en el resto
de Europa. Con la misma velocidad que el propio invento, el camino de hierro irrumpió en En las décadas de su primera expansión, las esperanzas depositadas en el ferrocarril eran mu-
novelas, artículos de prensa, discursos, poemas, cuadros, grabados o tratados del más diverso chas. Se definió como uno de los mayores adelantos del siglo y se convirtió en una encarnación
tipo349. La velocidad de su desplazamiento fue el primer motivo de tamaña conmoción. Juan de las alabadas capacidades técnicas del ser humano, unas capacidades que podían transformar
Amich, describiendo el primer camino de hierro en funcionamiento en España, el de Barce- el mundo. A impulsos del vapor, el mito moderno de la máquina y del Hombre como amo y
lona-Mataró, se sorprendió de la distancia recorrida por el nuevo transporte en una hora, du- señor de la naturaleza escalaban un peldaño.
lidez capaz de resistir las mayores cargas que ordinariamente está llamado a soportar”. Las únicas de 14 de mayo de 1862, sino que resaltó su antigüedad y casi diríamos que santidad: “según la
reformas propuestas eran limpiar la maleza, sustituir algún sillar y, sobre todo, rehacer el empe- tradición, data su construcción de fines del siglo XI, habiendo sido dirigido por San Juan de
drado y el desagüe de las aguas pluviales, pues como todo puente antiguo, afirmaron los ingenieros, Ortega”360. Sin embargo, el examen de la fábrica no dejaba mucho espacio para la evocación.
el pavimento reposaba directamente sobre la fábrica, posibilitando filtraciones destructoras358. El puente lo conformaban siete arcos de luces diversas e irregulares que se aproximaban, según
Bellsolá, al medio punto. La sillería era desigual y de mala calidad. El firme se apoyaba direc-
Este juicio parecería contradictorio con lo expuesto líneas atrás, pero lo cierto es que la cita tamente sobre el trasdós de las bóvedas, sin intermedios de hormigón o similar, lo cual unido
de este caso es precisamente por su rareza. Tan positivo parecer sobre el estado de un puente a la pésima calidad de la piedra había provocado a juicio de Bellsolá el deterioro de las bóvedas,
antiguo por parte de ingenieros destinados a su reforma es bastante excepcional en la docu- cuyas dovelas se encontraban completamente destruidas al filtrarse el agua de lluvia. Por si esto
mentación decimonónica. Lo normal fue lo contrario: criticarlos y optar por su reforma radical fuera poco, la anchura era insuficiente para su animado tráfico. Según los datos de la memoria
o por sustituirlos por uno moderno. de obras públicas de 1861 su anchura entre pretiles era de 4,60-5 m.
V ETUST O Y ANTIC UA DO. P UEN TES D E S T RU I D O S, S U S T I T U I D O S Bellsolá presentó dos proyectos y ambos suponían una remodelación completa del paso. No
O REFORMAD OS pudiéndose “aprovechar ni una hilada desde los arranques de la clave”, el ingeniero optó en
Durante la segunda mitad del siglo XIX, era evidente el mal estado del puente medieval de Ta- ambos proyectos por rehacer todas las bóvedas del puente con arcos escarzanos para aumentar
lavera de la Reina sobre el río Tajo. En 1892, un ingeniero encargado de hacer acopio de madera la sección de desagüe, quitar la deformidad de las dos rasantes y poder colocar sobre el trasdós
y piedra para su conservación afirmó que su situación era deplorable, calificándolo de “vetusto una capa de hormigón. También contempló la ampliación del paso y la eliminación de una ca-
y anticuado”359. No eran dos adjetivos corteses, pero variantes de ellos más o menos contun- pilla situada sobre la segunda pila. La diferencia esencial entre los dos proyectos residía en que
dentes se aplicaron a muchos puentes a lo largo de la centuria, proyectando una sombra de in- el primero mantenía las pilas antiguas de la margen derecha y el segundo las demolía y en su
certidumbre sobre su destino puesto que se ponía en duda su adecuación a los nuevos tiempos. lugar construía dos nuevas y un arco. En el Archivo General de la Administración se conserva
la memoria del primer proyecto y el espectacular plano que lo acompañaba (fig. 87). No por
El puente de Nájera sobre el río Najerilla formaba parte de la carretera de 2º orden de Burgos otra razón he iniciado este epígrafe con este ejemplo entre los otros muchos posibles. En el
a Logroño, comunicando además las dos partes de la ciudad riojana. Antiguo paso del camino plano puede verse en tinta negra el alzado y la planta del antiguo puente, presto a desaparecer
de Santiago, el ingeniero Ricardo Bellsolá no solo anotó su destacada utilidad en su informe por el nuevo paso, trazado en tinta roja por el ingeniero. De la estructura antigua solo se apro-
vecharía parte de las pilas, todo lo demás se derruía. Entre 1864 y 1866 se llevó a cabo el se-
F i g. 8 8 . Fe r m í n M a ns o d e Z ú ñi g a , “ P l a no d e l e m pl a z a m i e nt o d e u n pu e nt e d e hi e r ro s obre e l Ebr o e n Log r oño”,
gundo proyecto para contar con un mayor desagüe en épocas de crecidas del río. El resultado 1 8 8 1 , AG A 0 4 2 4 / 5 7 5 8 .
fue un puente de 8 arcos en el que poco se aprovechó de la fábrica antigua pues finalmente se
tuvieron que rehacer, por su mal estado, la mayor parte de las cimentaciones y las pilas361.
suponía la construcción de siete arcos elípticos y de pilas con tajamares y espolones cilíndricos;
Tampoco el pasado venerable del vecino puente de Santo Domingo de la Calzada lo salvó de de la fábrica antigua solo se aprovechaba la fundación de dos de sus pilas.
una profunda remodelación en el siglo XIX362. Pero tal vez nos proporcione algún matiz más
el ejemplo de la capital regional, Logroño. Esta ciudad contaba con un puente cuya primera El radical proyecto de Manso de Zúñiga hizo que en mayo de 1883 la Academia de San Fer-
mención data del siglo XI, pero que fue objeto de amplias intervenciones durante la Edad Mo- nando recibiese una carta firmada por un miembro del Círculo Logroñés, José Luis Powell,
derna. Su relevancia nunca pasó desapercibida, apareciendo incluso en el escudo de armas de donde les advertía de la pronta destrucción del puente. Powell lamentaba que ya se hubiese
la ciudad. Sin embargo, ya a mediados del siglo XIX se realizó una reforma que cambió total- acabado hacía años con sus torreones y almenas, que hacían de él “un edificio artísticamente
mente su fisionomía al eliminar los torreones y adosar a la fábrica antigua nuevos arcos de bello”. Sin embargo, todavía conservaba cuatro arcos ojivales góticos y dos de medio punto
mayor anchura363. Una avenida del río Ebro en 1871 destruyó gran parte del puente haciendo que dijo eran romanos. Señaló la importancia histórica del puente y los notables episodios de
necesaria una profunda rehabilitación. Es revelador cómo se calificó esta riada y sus efectos los que fue protagonista, concluyendo que era “una lástima destruir para siempre un monu-
sobre el puente en la Revista de Obras Públicas: “una gran avenida ocurrida en enero de 1871 mento de tanto interés histórico”, cuando con la debida reparación todavía podía resistir los
bastó para evidenciar la decrepitud y anular los respetos que hasta entonces había inspirado embates del Ebro y del tiempo. La Academia remitió esta carta a la Comisión Central de Mo-
esta vetusta construcción”364. En los años siguientes se sucedieron proyectos y obras para salvar numentos, no dando su informe el prestigioso historiador Juan de Dios de la Rada Delgado
el Ebro frente a la precariedad del paso antiguo. En 1882 se abría un flamante puente de hierro hasta junio de 1884. En él se reiteraba la importancia histórica del puente y su “mérito arqui-
aguas arriba y se aprobaba una completa remodelación del de piedra según proyecto del inge- tectónico” por presentar dos arcos romanos y cuatro góticos (del siglo XIV según Rada), siendo
niero Fermín Manso de Zúñiga (fig. 88). Este proyecto, llevado a la práctica entre 1882 y 1884, uno de los principales monumentos de la ciudad y por ello de necesaria conservación. La Aca-
Ebro era una prioridad. No debería extrañarnos, pues, que en el citado artículo de la Revista de
Obras Públicas, si bien se destacaba la antigüedad del anterior puente –“atribuido por tradición
a San Juan de Ortega”– se mostró una enorme satisfacción por la construcción del nuevo, ca-
lificándolo como “un timbre más de orgullo para los ingenieros españoles”366.
Contamos con otros ejemplos que revelan que la conciencia de la relevancia histórica de un
puente no era ni mucho menos garantía para su conservación. El ingeniero Pablo Jambrú pre-
sentó en 1877 un proyecto para adaptar el puente de Roda de Ter (Barcelona) al creciente trá-
F i g. 8 9 . “ L a c a t á s t r o f e d e l p u e n t e vo l a n t e d e L o g r o ñ o ” , e n L a I l u s t r a c i ó n E s p a ñ o l a y A m e r i c a n a , n º X X X I I I , fico de la zona. Aunque señalase que se creía romano o incluso anterior, no dudó en proponer
8 de se p tiemb r e de 1880.
alzar sobre cuatro de sus bóvedas, unas nuevas apoyadas en las pilas existentes y que sostuviesen
el nuevo firme (fig. 90). La conservación de los antiguos arcos bajo los nuevos lo justificó por
365
demia remitió este informe al gobernador civil de Logroño pero ya era tarde . Y no solo por- razones estructurales y para permitir entender “al primer golpe de vista el porqué de la forma
que las nuevas obras quedaron recibidas en ese mismo junio, sino porque el destino del puente dada a la moderna, que de otro modo fuera incomprensible y extraña”. No hubo lugar para
de Logroño estaba sellado desde hacía tiempo. ninguna consideración patrimonial a pesar de que la “época de construcción del puente no ad-
mite duda es muy remota”367.
Desde los años 50 del siglo XIX, pero de manera especial en la década de los 70 y 80, el puente
del Ebro fue un problema y una fuente de inacabables dispendios. Además, en septiembre de Ya constatamos cómo desde finales del siglo XVIII se sabía de la antigüedad y el notable papel
1880 hubo un terrible accidente en una de las barcas habilitadas por la caída del paso provisio- histórico jugado por el puente de Zamora. En los años 80 del siglo XIX, Cesáreo Fernández
nal de madera levantado en el antiguo puente, que significó la muerte de más de 90 personas. Duro publicó unas Memorias históricas de la ciudad de Zamora y artículos en distintos medios como
Esta tragedia apareció en toda la prensa nacional y más allá de nuestras fronteras. La Ilustración la Revista Contemporánea o Zamora Ilustrada que ahondaban en el importante pasado del puente368.
Española y Americana (nº XXXIII, 8 de septiembre de 1880) ofreció un nutrido grupo de imá- El historiador Ursicino Álvarez Martínez recogió esta tradición y en un artículo aparecido el
genes del luctuoso suceso (fig. 89). Solucionar de manera definitiva y sin parches el paso del 28 de mayo de 1883 afirmó que dicho puente era un “vestigio y recuerdo entre los más notables
Fig. 92. Vista del puente de piedra de Zamora, principios del siglo XX. Arco de entrada a la ciudad en primer
t é r m i no y l a t or re d e L a G obi e r na e n s e g u nd o.
El puente no puede ya servir, dadas sus condiciones, a otro fin que al recuerdo y respeto
monumentos de Zamora”. La propia revista donde apareció este artículo, Zamora Ilustrada, tuvo de antecedentes históricos, gloriosos para la ciudad, lo que aconsejaría que se le conser-
como encabezado durante algunos números un grabado con los principales monumentos de vase; pero no puede satisfacer a las presentes necesidades de un activo tránsito e ince-
la región donde destacaba el antiguo paso de la capital. Pero a pesar de todo, Ursicino Álvarez sante movimiento del comercio que a través del Duero hace la provincia y el Estado, lo
reconocía que la existencia del puente iba tocando a su fin y que su reforma era necesaria. De que aconseja y hasta exige que se piense ya seria y decididamente en acometer, conser-
hecho, su artículo tenía como principal motivo el comentario del grabado de la primera página vando el actual, alguna obra duradera y completa que satisfaga a aquellas necesidades369.
de la revista, dedicado a una barca proyectada por el ingeniero Domingo Muguruza para el
paso del Duero, mientras se realizaban las obras de reparación de dos arcos del puente con Estas palabras en absoluto eran casuales tal como muestra la documentación conservada en el
una estructura de madera (fig. 91). Álvarez planteaba al final de su texto una interesante refle- Archivo Histórico Provincial de Zamora. En agosto de 1879, el ingeniero jefe de la provincia
xión donde abogaba por la conservación del puente a la par que por una obra que permitiese Pantaleón Gutiérrez Fernández había informado a la Dirección General de Caminos del mal
el tráfico. estado del puente viejo. La sillería de tímpanos y bóvedas amenazaba ruina y su estrechez di-
No obstante, esperaba que cuando se terminase “la obra de que trata esta memoria se con- tenía sentido perder un paso bien situado que podía seguir siendo útil a la ciudad a pesar de la
venza el público de la utilidad de un general ensanche, se venzan más fácilmente esas infun- erección de uno nuevo aguas arriba; en ningún momento el ingeniero echó mano de argumen-
dadas ignorancias”. tos históricos para defender su preservación. Gutiérrez propuso intervenir mínimamente en
los arcos en peor estado mientras se finalizaban las obras en el puente de hierro. Una vez aca-
Las dificultades y costes del proyecto de Lostau hicieron que Pantaleón Gutiérrez abogase bado se podría reformar el paso antiguo, no siendo ya necesario ensancharlo por tener cerca
frente a la Dirección General por elevar un nuevo puente de hierro aguas arriba (se inició en uno moderno. Como sabemos, estas obras de mínima intervención estaban en marcha en mayo
1892 y se inauguró en 1900)373. Esto conllevaba plantearse el destino del puente de piedra y si de 1883 y consistieron en un paso de madera sobre los arcos 7 y 8 (figs. 91 y 92). Las definitivas
se debía dejar caer. Gutiérrez fue rotundo: “sería un absurdo pensarlo siquiera, porque un no se emprenderían hasta 1905 y supusieron –más adelante lo veremos– una profunda altera-
puente de esta índole, cuya utilidad es inmensa, presta servicios incalculables”. Es decir, no ción del carácter histórico del puente.
De especial interés son también los Paseos por Córdoba o sean Apuntes para su historia (1873-1877)
de Teodomiro Ramírez de Arellano, pero no tanto por repetir que “éste es el puente que edi-
ficaron los romanos y reedificó Hixén I”, sino por apuntar las reparaciones que tuvo a lo largo
de la historia y, especialmente, por recordar a sus conciudadanos y a “los verdaderos amantes
de las glorias cordobesas” el respeto debido a este monumento que había visto pasar los siglos
Fi g. 9 5 . El r ío Gu a da lq uivi r a su paso por Córdoba, si glo X VIII, AH N, C o n sejo s, M PD 2 4 3 8 .
y los hombres más importantes de la ciudad, desapareciendo ellos mientras él había logrado
permanecer. Esperaba que el puente, inmensa mole de piedra combatida por las aguas y la an-
A pesar de su relevancia, el puente de Córdoba (fig. 95) prácticamente no había comparecido cianidad, conociese “nuevas generaciones que aun admiren y elogien su grandeza”378.
en estas páginas. Basándose en fuentes antiguas, desde los cronistas barrocos se vino repi-
tiendo su origen romano y árabe. En el siglo XIX dicha memoria se conservó muy viva. En En el informe del ingeniero José Soler de Mena de 31 de diciembre de 1853 sobre las necesarias
el tomo dedicado a Córdoba (1855) de los Recuerdos y bellezas de España, Pedro de Madrazo reformas del puente de Córdoba no se olvidó su procelosa historia379. Soler se refirió a su fun-
calificó este puente de “magnífico”. Sin embargo, el erudito madrileño no tuvo demasiada dación por Julio César y a su reedificación por el emir árabe Hixem I, a intervenciones durante
buena opinión de la situación de Córdoba y de sus monumentos. De hecho, el puente, “cons- el reinado de Enrique II, a mediados del siglo XVI y a finales del XVII. El propio examen de
truido por los romanos y reedificado por Hescham I”, era según Madrazo una de las excep- su heterogénea fábrica denotaba “el remoto origen y la mucha antigüedad de tan notable mo-
ciones en una ciudad que había ido perdiendo el legado de su esplendoroso pasado, hasta numento”, revelando que todas las generaciones habían participado en su edificación y man-
convertirse en un “mayorazgo arruinado”374 . Dicha atribución al califa Hixem I, que ya apa- tenimiento. Si para el ingeniero el puente era un “monumento recomendable por su
reció en el Viage de Ponz, también se recogió en el número del 13 de mayo de 1860 de El antigüedad”, afirmó además el buen aspecto y el agradable cuadro que presentaba visto desde
Museo Universal 375 . aguas arriba. No obstante, ni su pasado ni la notoriedad de algunas de sus vistas hizo olvidar
los graves defectos que presentaba. Soler incidió en que las muchas intervenciones de las que el 2º, 3º, 6º y 7º. Ni los arcos, ni los pilares se reconstruirían “con las propias formas que ahora
fue objeto habían sido hechas de manera inadecuada, algunas incluso parecían más propias de tiene", sino con otras más modernas que permitiesen un mayor desagüe al aumentar la luz de
un imperito albañil que de un “hábil constructor”. El material era malo en general, el empla- los arcos y disminuir el tamaño de los pilares. En el propio plano del puente antiguo Soler
zamiento pésimo y sus pilares demasiado gruesos, ofreciendo una absurda resistencia al río. trazó en tinta roja el perfil de los nuevos arcos. En otro de los dibujos del proyecto presentó
Soler se refirió a los “estrechos y mezquinos claros del puente”. Además, presentaba rampas el alzado, planta y medidas de las nuevas bóvedas (fig. 97), apostando por un puente totalmente
para entrar y salir, lo que dificultaba el tráfico. Analizó el estado del puente arco por arco ayu- remozado que aprovechaba en la medida de lo posible, eso sí, el núcleo de los pilares y la solería
dándose de un magnífico dibujo de su alzado y su planta (fig. 96). De su detallado examen de- del que iba a sustituir.
dujo que los arcos en peor situación eran del 2º al 7º inclusive, que era, así lo subrayó, “la
porción más antigua del puente”. Por el contrario, los arcos del 8º al 11º eran los más modernos Realizado este tramo, el ingeniero Soler planeaba ir sustituyendo los restantes arcos progresi-
y los de mejor construcción y forma. vamente, a medida de que se dispusiese de dinero, si bien no era una obra necesaria para la
pervivencia del puente como la reconstrucción de los arcos 2º al 7º. De hecho, el coste final
Soler no dudó en que la primera intervención a realizar para que el puente perviviese era de- de la obra sería tan elevado (solo la reparación urgente de los seis arcos ascendía a 963.874
moler y reconstruir el tramo más antiguo, primero rehaciendo los arcos 4º y 5º y posteriormente reales) que Soler planteó erigir un nuevo puente “en más ventajoso lugar”. Y ventajoso no solo
para mejorar los fundamentos del puente y el paso de las aguas, sino también para facilitar el juntó al proyecto, Soler indicó con tinta azul el trayecto antiguo de la carretera y en rojo su
tránsito viario en Córdoba. Recordemos que el puente era el paso del Guadalquivir de la ca- nueva propuesta (fig. 98).
rretera entre Madrid y Cádiz, cuyo trazado transcurría por el interior de la ciudad, por calles
estrechas y poco acondicionadas. Como en prácticamente todas las poblaciones españolas, en Al final, el puente nuevo no llegó a levantarse y las obras del murallón desde la Cruz del Rastro
la Córdoba del XIX se emprendieron obras de alineación y ensanche de las vías del casco his- hasta el puente antiguo no se finalizaron hasta 1905. El camino real continuó pasando hasta
tórico. Sin embargo, la falta de planificación, recursos y buena gestión hicieron imposible re- esa fecha, al menos en parte, por el interior de la ciudad381. La reconstrucción del primer tramo
mozar adecuadamente la estructura urbana de Córdoba y las calles que servían de tránsito para del puente propuesta por Soler tampoco se llevó a cabo como revelan las fotografías antiguas
el camino real380. Soler propuso desviar la carretera aprovechando las obras recién finalizadas (fig. 99). Casi con toda seguridad por algo que ya previó el propio ingeniero: la falta de sufi-
en el murallón de la Ribera, paralelas a la orilla derecha del Guadalquivir y que llegaban a la cientes recursos.
Cruz del Rastro. Precisamente, el ingeniero pensó alzar ahí el nuevo paso ya que a la plazoleta
de la Cruz del Rastro llegaba la calle de la Feria, que comunicaba con el norte de la ciudad y Precisamente, la carencia de dinero hizo que muchas intervenciones en puentes históricos fue-
con las carreteras de la Sierra; luego ese punto podía convertirse en un nudo de comunicación sen puntuales a la espera de las definitivas, algo que bastantes veces venía a significar su des-
mucho más adecuado para el tráfico y paso del Guadalquivir. En un plano de Córdoba que ad- trucción o profunda alteración. Si se podía se prefería una intervención puntual barata que una
componía era de baja calidad y su mal estado evidente. Recarte citó los abundantes reconoci-
mientos y proyectos de reparación sucedidos en las últimas décadas. Se podían, como propuso,
levantar dos cimbras para apuntalar sus dos arcos en peor situación, emprender incluso obras
de mayor entidad, pero su esperanza para canalizar el creciente tráfico generado por la habili-
tación de nuevas carreteras era el puente nuevo que aguas abajo se estaba construyendo382.
Cuando el ingeniero Alfredo Mateos –que jugó un papel destacado en los proyectos en torno
al puente romano de Salamanca como detallaré más adelante– remitió al Ministerio de Fomento
más ambiciosa pero cara, confiando en la llegada de tiempos mejores. No hay duda: la escasez
salvó más patrimonio que la eficiente y consciente conservación. El 8 de junio de 1861, el in-
geniero Martín Recarte firmaba un proyecto de cimbras para el sostenimiento de dos arcos
fracturados del puente de Lérida, en concreto de los arcos 1º y 2º de su lado norte. Este puente
tenía un origen que se remontaba hasta las mismísimas campañas de César en Hispania, refle-
F i g. 1 0 0 . P u e nt e d e
jándose su proceloso pasado en las diferencias de sus arcos y pilares, que correspondían, o al Lérida, fotografía,
menos así lo interpretó Recarte, a diversas épocas (fig. 100). Sin embargo, el material que lo 1860.
Fi g. 1 0 1 . A lfr edo Ma teo s, “Puente sobre el Águeda. Re p ar ació n d e sus cim ien to s” , 1 8 8 2 . AG A, 0 4 2 4 / 5 7 8 7 .
mal construida”, si bien de su estructura solo se planteó la reparación de la base de la pila se-
gunda de la margen derecha384.
Los cimientos, como una de las partes más frágiles y fundamentales del puente, despertaron
la preocupación de los ingenieros, conscientes de que muchas de estas estructuras acababan
desmoronándose por su culpa. Tras pasar a principios de 1861 la administración y gestión
del puente medieval de Zaragoza a la Dirección General de Obras Públicas, el ingeniero jefe
de la provincia Martín Recarte examinó su fábrica y propuso, en un proyecto de marzo de
1863, la restauración del zampeado y las pilas, en especial de los arcos 1º y 2º pues su mal
estado comprometía la estructura de la fábrica (fig. 103). Recarte era consciente de que el
puente necesitaba de más intervenciones, pero estas eran las más urgentes de un puente que
Fi g. 1 0 2 . Ra fa el Ma r ta , “Puente de San Marcos. Pl ano par a la r e p ar ació n d e un a p ila” , 1 8 7 4 , AG A, 0 4 2 4 / 5 7 5 1 . reconocía de origen remoto 385 . De hecho, en la siguiente década el ayuntamiento solicitó al
Ministerio su reparación y ensanche porque cumplía a duras penas con el incremento de trá-
fico experimentado. Tal como había advertido Recarte, el puente de Zaragoza era un paso
un proyecto de reparación de los cimientos y el encachado del puente de Ciudad Rodrigo en vital para la ciudad y la región pues era el único paso del Ebro en la zona, formando parte
agosto de 1882 (fig. 101), la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos encargada de exa- de la carretera de Madrid a Francia por La Junquera. En los años siguientes se sucedieron
minarlo decidió limitar al máximo los gastos pues era un puente antiguo y que además no estaba varias propuestas para solucionar el paso del Ebro por Zaragoza, algunas de las cuales in-
incluido en la red de carreteras del Estado383. Aunque era un paso de reconocida importancia cluyeron demoler el puente de piedra y erigir uno moderno en su lugar, una idea que en ab-
urbana y regional, las limitaciones presupuestarias e incluso de personal marcaron la interven- soluto era nueva pues ya en 1838 el ayuntamiento aragonés convocó un concurso para
ción planteada en el otoño de 1874 en el también histórico puente de San Marcos de León sustituirlo. Uno de los proyectos, por ejemplo, firmado por Federico Angán y Juan de la
sobre el río Bernesga (fig. 102). Lo del personal puede sorprendernos pero así lo advirtió el Vega, proponía demoler el antiguo y tender un puente colgante386 . Parece ser que nada se
ingeniero jefe de la provincia, anotando, en una coletilla habitual, que la fábrica “está bastante hizo entonces por falta de presupuesto. Finalmente y no sin obstáculos, entre 1887 y 1895
se levantó el puente metálico de Nuestra Señora del Pilar. Sin embargo, la construcción de ciudad de unirse a “tan poderosos elementos de progreso” como eran el tren y las nuevas
un puente moderno aguas abajo del medieval no evitó que su reforma siguiese planteándose. carreteras abiertas, hizo que el ingeniero Manuel Cervera Royo presentase en 1869 un pro-
El ingeniero Ángel Arbex firmó un proyecto de ensanche el 7 de julio de 1906 donde exponía yecto de modificación del pavimento, en mal estado, y de los pretiles, sustituyendo los de
que la construcción del puente del Pilar no había supuesto una disminución radical del tráfico piedra por los de hierro (figs. 105 y 106)388 . En 1871 se realizaron estas obras que no solo
por el paso antiguo, que todavía presentaba una estrechez excesiva para su función. Arbex supusieron contar con unas aceras sobreelevadas para peatones, sino también retirar las lá-
no abogó por sustituirlo por un puente moderno porque “es una obra que no puede consi- pidas conmemorativas de las reconstrucciones de 1596 y 1612389 .
derarse de absoluta necesidad habiendo como hay en nuestra pobre nación otras muchas
atenciones que cubrir”. Aunque insuficiente para el tráfico, el puente se hallaba en condi- Pero el mayor reto para la supervivencia del puente de Badajoz en estas fechas, sin duda fue
ciones de pervivir algunos siglos más con reparaciones de poca costa como la que propuso, la terrible riada del 6 y 7 de diciembre de 1876 que se llevó por delante siete de sus arcos.
no otra que ensancharlo con andenes volados de 1,75 m a cada lado para habilitar un paso a En los informes que el ingeniero jefe de la provincia y la Junta Consultiva de Caminos, Ca-
los peatones. En el plano de su proyecto trazó en tinta roja la obra en hormigón a realizar y nales y Puertos se intercambiaron en los años siguientes se discutió la posibilidad de cons-
387
en azul la de hierro (fig. 104) . truirlo en otro lugar (opción desechada para poder aprovechar lo existente) o la utilización
de tramos metálicos de gran luz en parte de él “aun a riesgo de destruir la uniformidad de
Nuevas infraestructuras de comunicación y la creciente movilidad y exigencias de la sociedad la construcción” 390 .
suponían un desafío para los puentes históricos. La apertura en Badajoz de la estación de
ferrocarril de la línea Madrid-Lisboa en la otra orilla del río Guadiana motivó un incremento El pulso entre el deseo de modernización de ciertos puentes históricos y las limitaciones de
notable en el tráfico del histórico puente de Palmas. Este aumento junto a la voluntad de la los presupuestos disponibles quedó magníficamente ejemplificado en el caso del puente
mayor de Valladolid (fig. 107). Aunque a mediados del siglo XIX se iniciase la construcción
de un puente colgante de hierro sobre el Pisuerga (al final se levantó uno de tipo arco ati-
rantado bowstring inaugurado en 1865) 391 , en 1882 se planteó la reparación y ensanche del
puente mayor. Lo cierto es que durante décadas la intervención en este paso fue una de las
preocupaciones recurrentes del consistorio vallisoletano. Ya en 1802 se advirtió de su mal
estado y del “continuo tráfico de carruajes y caballería” que soportaba392 . Tras la Guerra de
la Independencia, los dos arcos que cortaron los franceses y que tuvieron que rehacerse en
F i g. 1 0 7 . Je a n L a u re nt , “ Va l l a d ol i d . V i s t a d e l pu e nt e d e pi e d ra ” , f ot og ra f í a , h. 1 8 7 0 .
madera centraron las preocupaciones puesto que, como se dijo en un informe de 1824, su-
ponían un problema y un “borrón” para un puente que era una obra de primera necesidad y
de “ornato público” 393 .
estribos y arcos extremos (los que se encontraban en peor estado) en vez de acometer su re-
El citado proyecto de 1882 lo firmó el ingeniero Mateo Benito y su coste ascendía a 198.579 construcción. Benito calculó que dicha obra costaría 177.778 pesetas, un ahorro pequeño res-
pesetas. La Dirección General planteó si podrían limitarse los trabajos al simple recalce de los pecto a rehacer el puente.
Este expediente no avanzó hasta 1885, cuando la Dirección General solicitó se emprendiese el cara, pues desconfiaba que la remodelación del antiguo solucionase los problemas. Además, el
estudio comparativo de la reparación, la reconstrucción o su sustitución por un nuevo puente ingeniero jefe no dejó de apuntar que no existían razones históricas para conservar el anterior.
de hierro en la misma ubicación. Los ingenieros responsables informaron del estado del puente Si bien se hizo eco de la tradición que atribuía su construcción a Doña Eylo, esposa del conde
y sus juicios no nos resultarán extraños: carecía de suficiente desagüe por el excesivo número Pedro Ansúrez, en el siglo XI, no lo consideró suficiente para preservarlo:
y grosor de sus pilas y la limitada luz de sus arcos (y eso, se decía, que dos de los arcos, el 6º y
el 7º, fueron rehechos con mayor amplitud y distinta forma tras ser destruidos durante la Gue- Innecesario es advertir que el puente carece en absoluto de la menor circunstancia que
rra de la Independencia394); su material era malo y su construcción era “grosera”, presentando pudiera hacerle considerar como monumento histórico, salvo su antigüedad, que tam-
numerosas grietas y desprendimientos; el ancho de entre 6,60 y 9 m también era inadecuado poco puede precisarse. Aun admitiendo que la obra fuera construida a fines del siglo
pues solo en el mes de septiembre de 1886 la circulación rodada llegó a 1.282 vehículos, pa- XI, no serviría para caracterizar la época, de la cual se conservan en Valladolid varias
sando además por el puente el ramal que enlazaba el ferrocarril económico a Rioseco con la construcciones y un acabado modelo en la elegante iglesia románica de Nuestra Señora
estación del Norte. Por un lado, se presentó el coste de ensanchar el puente con andenes vo- de la Antigua395.
lados, recalzar sillares y reconstruir los arcos extremos, es decir, el 1º y el 10º. Por otro, susti-
tuirlo por uno de hierro con pilares de sillería que solo aprovechasen los fundamentos del Finalmente, la Dirección General optó por ensanchar el puente mediante voladizos de hierro,
antiguo si bien reduciendo el número de pilas para obtener una mayor capacidad de desagüe rehacer cuatro de sus pilares y reconstruir el arco 1º y 10º con dos bóvedas de medio punto de
(fig. 108). Esta fue la opción escogida por el ingeniero jefe a pesar de ser notablemente más la mayor luz posible (fig. 109). La Dirección General, en un intento de economizar recursos,
hasta desoyó el argumento del mal aspecto que tendría el puente reformado tan cerca de una
ciudad populosa como Valladolid, que en dichas décadas, subrayémoslo, llevó a cabo impor-
tantes obras de remodelación del casco urbano y su periferia396. Así, en 1887 se subastaron por
un valor de 198.000 pesetas las obras, que se iniciaron en 1888, quedando finalizadas en 1890397.
El resultado final fue un puente donde su huella antigua quedó desvirtuada y escondida (fig. 110),
si bien no parece que esto preocupase a las autoridades encargadas de su adaptación. Anotemos
que solo en una guía de 1915 de la capital castellana, al referirse a la modernización del antiguo
puente medieval, se censuró que “entró la comodidad y la amplitud, y desapareció el carácter ro-
mántico y aun el artístico”398.
Sin embargo, no solo los grandes puentes urbanos se tuvieron que reformar. Hasta los puentes
sencillos y locales debían responder a los nuevos tiempos. En 1857 se presentó un proyecto de
ampliación del puente sobre el río Ser en la carretera de 2º orden de Gerona a Besalú. El inge-
niero responsable de esta carretera, “movido por consideraciones de economía”, prescindió
de levantar un paso nuevo y optó por aprovechar el antiguo que, no obstante, debía ampliarse
pues sus 2,36 m de ancho eran escasos. Como solía ser habitual en estos casos se propuso la
sustitución de los pretiles de mampostería por unos de hierro y volados con los que el paso al-
canzaría los 4 m de anchura (figs. 111 y 112)399.
F i g. 1 1 0 . A nt oni o Pa s s a por t e, “ P u e nt e m ayor s obre e l rí o P i s u e rg a ” , f ot og ra f í a , 1 9 2 6 - 1 9 3 6 .
Hubo casos incluso en que tales ensanches resultaban inviables por las características de los
pasos históricos, lo que fue una suerte para algunos pues permitió su supervivencia, al menos
a corto plazo. Hacia 1885 llegaron a la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos tres
proyectos de paso del río Ter por Sant Joan de les Abadesses, en la carretera de Ripoll a Francia.
En uno se planteaba intervenir en el puente antiguo, de origen medieval, testigo de la riqueza
de esta población gerundense en aquellos tiempos, con un acusado perfil de lomo de asno y
de un ancho entre 3,40-4,80 m (fig. 113). En los otros dos se proponía levantar sendos puentes
nuevos, uno aguas arriba del antiguo, otro aguas abajo. La habilitación del puente antiguo a los
habituales 6 m suponía o bien la adición de voladizos metálicos o de dos nuevos frentes a la
obra. Esta última opción era cara y de resultado incierto, mientras que la primera no lo ampliaría
suficientemente por la excesiva estrechez originaria del paso. Además, el ensanchamiento so-
brecargaría la estructura del puente antiguo, no en óptimo estado. Por si esto fuera poco, la es-
F i g. 1 1 3 . Jos é Ma r t í ne z S á nche z , “ G e rona . P u e nt e d e S a n Ju a n d e l a s Abade s as ”, fo-
tación de ferrocarril de Sant Joan se encontraba en la otra orilla, por lo que debería habilitarse t og ra f í a , 1 8 6 7 .
Antes del inicio del puente moderno, unas riadas acaecidas durante el invierno de 1897 y 1898,
motivaron que el ayuntamiento de Sant Joan de les Abadesses reclamara del gobierno civil de
Gerona el examen del antiguo paso. El ingeniero provincial analizó los daños sufridos (fig.
114), propuso las intervenciones a realizar y recordó que acababa de aprobarse por parte del
gobierno la erección de uno moderno aguas arriba. El ingeniero era del parecer de que “con-
viene ir conservando el antiguo solo para esperar la construcción del nuevo”401. Esta opinión
Fi g. 1 1 4 . “P u en te de Sa n Juan de l as Abadesas”, h. 1898 , AH G, G over n C iv il 2 5 0 9 -9 3 .
contrastaría con la Comisión de Monumentos de Gerona, que en 1871 mostró su preo -
cupación por conservar este “puente antiquísimo”402. No obstante, su voz no se oyó en los
años siguientes en los que se barajó su destrucción. Por fortuna, el puente medieval fue con-
servado hasta su voladura durante la Guerra Civil, reconstruyéndose miméticamente en los
Fig. 115. Rafael Mélida Poch, “San Juan de las Aba- años 70 del siglo XX (figs. 115 y 116)403.
d e s a s. G e r o n a . P u e n t e M e d i e va l . E s t a d o a c t u a l ” ,
1 9 7 2 , A HG, Min ister io de Vivi enda 11/29.
En otra población catalana, Manresa, la estrechez y el perfil alomado de su pont vell, también
de origen medieval, obligó a plantear una alternativa, salvándolo de su destrucción o su reforma
(fig. 117). Por encargo de su ayuntamiento, el arquitecto académico Félix Ribas presentó a la
Academia de San Fernando, en diciembre de 1842, una propuesta de puente moderno con
arcos escarzanos sobre el río Cardoner y en dirección a Barcelona. Los dos existentes no podían
cumplir dicha función pues uno, aunque de construcción moderna, se encontraba en la direc-
ción contraria (seguramente se refería al pont nou o del cementerio en la carretera de Cardona), F i g. 1 1 7 . Cha rl e s Cl i f f ord , “ Ma nre s a . P u e nt e rom a no d e s d e e l f e r ro- c a r ri l a l a c i u d a d ” , f ot og rafía, 1 860.
404
y el otro, el pont vell medieval, “no puede hacerse uso con los actuales medios de transporte” .
Más allá de que la Comisión de Arquitectura de la Academia aprobase este proyecto (lo cierto
es que hasta finales del siglo XIX Manresa no contó con un puente nuevo en el camino a Bar- Pero Manresa –como otros ejemplos ya vistos como los de Zamora, Valladolid, Zaragoza…–
celona) es interesante destacar cómo el arquitecto aprovechó esta intervención para plantear revela de igual modo que la capacidad técnica y material para construir puentes nuevos alter-
un paseo con fuentes desde la ciudad a la embocadura del puente para proporcionar un espacio nativos a los antiguos, mejor adaptados a las necesidades del tráfico e incluso a los cambiantes
de esparcimiento a la población. No hay duda de que las intervenciones decimonónicas en los flujos de movimiento de una ciudad o una zona, fue un aspecto relevante para que los pasos
puentes y otras infraestructuras públicas no solo vinieron determinadas por el intento de me- históricos pudiesen mantenerse; al menos como complemento de los recién erigidos.
jorar las comunicaciones. Los deseos de renovar la antigua trama urbana de las ciudades, de
modernizar su aspecto y de dotarlas de adecuados servicios también estuvieron tras estas em-
presas no siempre bien armonizadas con la preservación del legado histórico.
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1
M ANE T T I , 1976.
2
J O K I L E HT O, 1986.
3
R AFAE L , 1994.
4
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C O L M E N A R E S, 1 6 3 7 , p p. 5 - 6 . L a a t r i b u c i ó n d e g r a n d e s e d i f i c i o s a n t i g u o s a H é r c u l e s o a o t r o s p e r s o n a j e s l e g e n d a r i o s c o m o
T ú ba l o Hi s pá n t e ní a e n e l X VI I u na y a l a r g a t r a d i c i ón: VI GO, 2010.
10
Ci t a d o e n R I E L L O, 2004, p. 139.
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M O R A, 1998; DÍ AZ -ANDR E U, M O R A, CO RTADE L L A, 2009; M O R ÁN T U R I NA, 2010a y 2010b.
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14
PU I ADE S, 1609, p. 74.
15
Ju a n FE R NÁNDE Z FR ANCO, I t i ne ra ri o y d i s curs o d e la ví a p úbli ca que lo s r o m a no s d e j a r o n e d i fi ca d a e n Es p a ña p a ra p a sar po r t o da el l a ,
B NE , M s s. 1033, f f. 3r-4r. S a be mos q u e e l j e s u i t a B u s t a ma nt e d e He r r e r a f u e vi s i t a d or d e l a s obr a s r e a l e s, e s t a nd o en l a A l h am br a
e n 1551 c omo pa r t e d e u na a mpl i a i ns pe c c i ón a va r i a s r e s i d e nc i a s d e l r e y. S u br ay e mos q u e a ños a nt e s r e c or r i ó l os cu r s o s f l u v i ales
d e l Pi s u e r g a , Ca r r i ón y Ar l a nza pa r a a na l i za r l a pos i bi l i d a d d e l l e va r a c a bo u n c a na l nave g a bl e e n Ca s t i l l a .
16
Ju a n FE R NÁNDE Z FR ANCO, Ant i g üe d a d e s y m e m o ri a s r o m a na s d e Es p a ña, B NE , M s s. 5576, f f. 116v-122r.
17
M O R ÁN T U R I NA, 2010a , p. 12.
18
ÁLVAR E Z S ÁE NZ , 1969, 1970 y 1971.
19
M O R E NO d e VARGAS, 1633, pr ól og o, s.p.
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M O R ÁN T U R I NA, 2010a , p. 179.
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A p rè s, 2000, p. 228-273.
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23
L’Idea, 2000.
24
HAS K E L L y PE NNY, 1990.
25
CÁM AR A, 2013.
26
De traiani caesaris ponte. Iam Tagus abstulerat geminae comer tia ter rae./ Quam lusitanam saecula prisca uocant. Ponte sed extr ucto ripas commisit
ut ra s que / Tra i a nus p rí nce p s e t p a t e f e ct i r i t e r./ N unc li ce t a uri f e ri s Ta g us i nd i g ne t ur a r e ni s / N o n t a m e n h a c m o le s flum i ne p u l sa r u et . / L aber e
p a ce t ua Ta g e : no n h a nc Ha s d r ub a l h o s t i s / M i li t i a e p ra e s ul s e d b e ne d i ct us h a b e t ( NE B R I JA, 1491, s.f.) .
27
E s t e y e l a nt e r i or poe ma a pa r e c e n t r a d u c i d os e n FO NT ÁN, 1986. Vé a s e i g u a l me nt e CAR B O NE L L , GI M E NO, S T YL OW, 2 0 0 7 .
28
Ju a n FE R NÁNDE Z FR ANCO, I t i ne ra ri o y d i s curs o..., o p. ci t ., B NE , M s s. 1033, f f. 2r-4r.
29
AR FE , 1585, l i b. I V, t i t . 1, f. 2.
215
30 47
P S E U DO - J UA NE LO TU RRIAN O, 1 9 8 4 , p p. 1 5 7 , 1 6 3 y 166. Ci t a d o e n VI L L AR , 1887, t . I I , p. 159.
31 48
AR A M BU RU - Z ABAL A, 1 9 9 2 , p. 4 9 ; M ORÁN TU RIN A, 2010a, p. 147. GO NZ ÁL E Z DÁVI L A, 1606, pp. 12-19.
32 49
GA RC Í A TAP I A y G ARC ÍA-D IEG O, 1 9 8 7 , p. 5 5 . VACA, 2010.
33 50
BE RGI E R , 1 7 3 6 , t . II, lib. IV, p p. 2 8 8 y 2 9 0 . Ap un tes sobre la impor t anc ia de l t rabajo de Be rgie r e n RODRÍGUEZ MORA LES, Esta y las anteriores citas se encuentran en el imprescindible estudio de VACA, GUADALUPE, GARCÍA, 2005. Véase igualmente
2010. VACA, 2011.
34 51
“[Seg ovia] no tiene cosa mejor ni más digna de verse que un antiguo acueducto, que es bellísimo…” (NAVAGERO, 1983, pp. 72-73). VACA, 2011. L a s f u e nt e s l i t e r a r i a s y g r á f i c a s t a mbi é n t e s t i moni a n q u e e n e l s i g l o X VI y a e x i s t í a u n pu e nt e l a r g o co n u n a p ar te
35 l e va nt a d a c on a nt e r i or i d a d t a l c omo s e r e c og e e n J I M É NE Z , M E NÉ NDE Z , PR I E T O, 2000.
“ u n a d e l a s c o s a s m ás b ellas que lo s ex tr an jer o s en cuen tran e n e st a re gión” ( AULNOY, 2000, p. 99) .
52
36 VACA, 2011. Vé a s e t a mbi é n AR AM BU RU -Z ABAL A, 1992.
Pa r a l a l i t e r a t u r a d e v iajes p o r la Esp añ a m o der n a y su mirada hac ia las obras públic as, c onsult ar CRESP O y LUJÁ N, 2016.
53
37 Véase, especialmente, RUIZ HERNANDO, 1986. Su impor tancia urbanística ha sido abordada, de manera detallada, en CHAVES,
M E DI NA , 1 9 4 4 ; M ARIN EO SÍC U L O, 1 5 3 9 .
2002.
38
ÁLVA R E Z M ART Í NEZ, 1 9 8 3 . An o tem o s la p r o p uesta r ecie nt e de re t rasar la c onst r uc c ión de l pue nt e t ras la fundac ión de la c iu-
54
Ci t a d o e n RU I Z HE R NANDO, 1982, p. 213.
d a d , a l e x i st i r un va d o n atur al del r ío que p er m itir ía su p aso e n los prime ros mome nt os de e xist e nc ia de la c olonia: RODRÍGUEZ
55
MART Í N, 2 0 0 4 . Ta mbi é n a c a bó or na nd o l a s mone d a s a c u ña d a s e n e l Re a l I ng e ni o d e l a Ca s a d e l a M one d a d e S e g ovi a , r e s t a u r a d a en l o s ú l ti m o s
39 a ños c on l a pa r t i c i pa c i ón d e l a Fu nd a c i ón Ju a ne l o Tu r r i a no.
ABAD, 1 9 7 5 ; L Ó P EZ ON TIVEROS, 1 9 8 1 .
56
40 Not i c i a s s obr e l a r e pr e s e nt a c i ón g r á f i c a d e l a c u e d u c t o e n La fa m a , 2002; PÉ R E Z y AR ROYO, 2011.
Po r s u i n t e r é s l a r e p r o d u c i m o s j u n t o a s u t r a d u c c i ó n : “ S o l b e r a t a n t i q u a s m o l e s r u i n o s a v e t u s t a s, / l a p s u m e t s e n i o r u p t u m p e n d eb a t
57
op u s. / Pe rd i d e ra t (h )us um suspensa uia per amnem/ et l iber um pont is cas u s n egabat ite r :/ n u n c te mpor e pote n te s Ge tar u m E r vigii r egis, q u o de ditas E s t a c onf u s a a u t or í a q u e d ó e x pu e s t a e n l a d e c or a c i ón d e l a e nt r a d a t r i u nf a l d e Ana d e Au s t r i a e n S e g ovi a e n 1 5 7 0 . C Á M A R A ,
s i b i p r e c e p i t e xc o l i t e r r a s, / s t u d u i t m a g n a n i m u s f a c t i s e x t e n d e r e n o m e n , / v e t e r u m e t t i t u l i s a d d i t S a l l a s u u m . / N a m p o s t q u a m e x i m i i s n o b a b i t 2013, p. 124.
m o e ni b us u rb e m , / h o c mag is mirac ul um patrar e non destitit. / Cons tr u xit ar cos, pe n itu s fu n dabit in u n dis / e t mir u m au ctor is imit an s vicit opu s./ 58
S e t r a ns c r i be e n PÉ R E Z y AR ROYO, 2011, p. 313.
N e c n o n e t p a t ri e t a nt u m c r[e]ar e munimen/ sumi sac erdotis Zenonis s u as it amor./ Ur bs Au gu s ta f e lix man s u r a pe r s ae cu la lon ga/ n obate s tu dio
59
ducis et pontificis. Era DXXI”. Utilizamos la versión publicada en VIVES, 1939. En este ar tículo se detectó que el Er vigii era un er ror U na t r a ns c r i pc i ón y d e t a l l a d o e s t u d i o d e l a Ana ce p h a le o s i s d e Ca r t a g e na e n E S PI NO S A, 1983.
del copista medieval, debiéndose leer Eurici. En cuanto a la traducción, seguimos la de GARCÍA IGLESIAS, 1974, quien proporciona 60
GÓ M E Z d e S O M O R RO S T RO, 1820, pp. 183-197. Ad vi r t a mos q u e u no d e l os ma e s t r os q u e j u nt o a M e s a i ns pe c c i o n ar í a l as o b r as
e n s u a r t í c ul o i n t e r e san tes n o ticias so b r e la M ér ida v isig ó tica que pe r mit e n c ont e xt ualiz ar e st a obra: “La ve je z que sie mbra la r uina e n 1483 f u e Ju a n Gu a s ( p. 185) .
ha b í a d i s g r e g a d o l a s an tig uas p iezas y la f áb r ica que p en día de r r uida y rot a por e l paso de los años. Había pe rdido su ut iliz ación e l
61
M ART Í NE Z CABAL L E RO, 2012, p. 35.
c a mi n o susp e n d i d o a tr av és del r ío y el der r um b am ien to del pue nt e no pe r mit ía libre me nt e e l paso. A hora, durant e los años de Eu-
62
rico, el poderoso rey de los g etas, en los que se entregó a cuidarse de los ter ritorios que habían sido puestos en sus manos, se afanó “ Pa s a r on, pu e s, l os c i u d a d a nos d e S e g ovi a c u a t r oc i e nt os a ños, d e s d e l a r e pobl a c i ón he cha e n e l r e i na d o d e D. Al o n s o el V I h as ta
m ag n á n i mo p o r p r o p ag ar su n o m b r e co n sus o b r as. Tam b ié n Salla unió su ilust re nombre e n las insc ripc ione s, pue s, una ve z que e l d e l a r e y na c a t ól i c a Doña I s a be l , c on e l a c u e d u c t o a r r u i na d o y e s t r ope a d o e n pa r t e. A e s t a he r oí na d e Ca s t i l l a , mu j er en to do
rejuveneció la ciudad con destacables murallas, no dejó de realizar ésta con más razón maravilla, constr uyó los arcos, abrió cimientos g r a nd e y he r oi c a , e s t a ba r e s e r va d a l a g l or i a d e r e s t a bl e c e r t a n g r a nd e obr a d e u na ma ne r a s ól i d a y pe r ma ne nt e ” ( G ÓM EZ d e S O-
e n l o má s p r o f un d o del lech o del r ío, y, aun que im itan do, supe ró la admirable obra de quie n la había proy e c t ado. El c ariño hac ia su M O R RO S T RO, 1820, p. 63) .
pa t r i a p o r p a r t e d e l sum o sacer do te Zen ó n le im p ulsó n o me nos a e rigir t amañas de fe nsas. La c iudad de August a ( Emé rit a) ha de 63
Al -M a mú n d e Tol e d o, r e y d e l a Ta i f a d e Tol e d o e nt r e 1043 y 1075.
p e r s i s t i r d i ch o s a d u r a n t e l a r g o s s i g l o s, p o r e l a f á n r e n ova d o r d e s u d u q u e y d e s u p o n t í f i c e. A ñ o 5 2 1 d e l a E r a ( 4 8 3 d e s p u é s d e
64
Cr i s t o ) ” . O t r a t r a d uc ció n muy cer can a de esta in scr ip ció n (“…Const r uy ó los arc os, los ar raigó profundame nt e e n las aguas. E im- S ANDOVAL , 1792, pp. 120 y s s.
230 H I S T O R I A D E L A C O N S E R VA C I Ó N PA T R I M O N I A L D E L A I N G E N I E R Í A C I V I L E N E S PA Ñ A 231
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2016
2017 SÁNCHEZ RON, José Manuel, José Echegaray (1832-1916): el hombre polifacético: técnica, ciencia, política y teatro en España.
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NAVASCUÉS PALACIO, Pedro y REVUELTA POL, Bernardo (eds.), Una mirada ilustrada. Los puertos españoles de Mariano Sánchez.
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Tomo 2. De las Comisiones de Monumentos a la Segunda República. 2013
CHACÓN BULNES, Juan Ignacio, Submarino Peral: día a día de su construcción, funcionamiento y pruebas.
2016
DÍAZ _PAVÓN CUARESMA, Eduardo, El hundimiento del Tercer Depósito del Canal de Isabel II en 1905. 2012
SÁNCHEZ LÓPEZ, Elena y MARTÍNEZ JIMÉNEZ, Javier, Los acueductos de Hispania. Construcción y abandono. AGUILAR CIVERA, Inmaculada, El discurso del ingeniero en el siglo XIX. Aportaciones a la historia de las obras públicas.
CRESPO DELGADO, Daniel, Árboles para una capital. Árboles en el Madrid de la Ilustración.
2015
ZANETTI, Cristiano, Juanelo Turriano, de Cremona a la Corte: formación y red social de un ingenio del Renacimiento. 2011
ROMERO MUÑOZ, Dolores, La navegación del Manzanares: el proyecto Grunenbergh. CASSINELLO, Pepa y REVUELTA POL, Bernardo (eds.), Ildefonso Sánchez del Río Pisón: el ingenio de un legado.
LOPERA, Antonio, Arquitecturas flotantes.
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CÁMARA MUÑOZ, ALICIA (ed.), Leonardo Turriano, ingeniero del rey.
CASSINELLO, Pepa (ed.), Félix Candela. La conquista de la esbeltez.
2013 1996/2009
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1995
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MORENO, Roberto, José Rodríguez de Losada. Vida y obra.
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“UN PUENTE NO SE SOSTIENE DE UN SOLO LADO”