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La institución

y las
instituciones
ESTUDIOS PSICO ANALÍTICOS
• J. Bleger • E. Enriqiuez
F. Fomari • P. Fustier
.. Roussillon • J. P. Vidal

1
H Grupos e Instituciones H

PAIDOS
La institución y las instituciones
Título original: L'institution et les institutions.
Etudes psychanalytiques
Dunod, París
© Bordas, París, 1987
ISBN 2-04-018744-8

Traducción de Marta Vasallo y Ramón Alcalde (cap. 1)

Cubierta de Gustavo Macri


Impresión de tapa: Talleres Gráficos J C
Carlos María Ramírez 2409, Buenos Aires

la. edición, 1989

Impreso en la Argentina - Printed in Argentina


Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723

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Ediciones Paidós Ibérica S.A.


Mariano Cubí 92, Barcelona
Editorial Paidós Mexicana S.A.
Guanajuato 202, México

ISBN 950-12-4626-4
ÍNDICE

Prefacio 11
1. REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS
INSTITUCIONES, Rene Kaes 15
I. Pensar la institución, en el campo del psicoanálisis.... 15
1. Pensar en la institución: algunas dificultades, especialmente
narcisistas, 15. 2. La cuestión de la institución en el campo del
psicoanálisis, 20.

II. Formaciones intermediarias y espacios comunes de la


realidad psíquica 32
1. El grupo como comunidad de cumplimiento del deseo y de la
defensa, 38. 2. "El trueque de una parte de felicidad posible a
cambio de una parte de seguridad"; renuncia pulsional y adveni-
miento de la comunidad civilizada, 41. 3. La permanencia, la afilia-
ción y el sostén del sujeto singular en el estar-jimtos: el contrato
narcisista, 45. 4. Las trampas de la institución: el pacto de nega-
ción, "el pasar en silencio" y la protección contra lo negativo, 50.
5. La estructura psíquica inconsciente de la institución, 53.

in. Sufrimiento y psicopatología en las instituciones 54


1. Sufrimiento de/en las instituciones, 54. 2. Sufrimiento de lo inex-
tricable y patología institucional, 58. 3. El sufrimiento asociado con
una perturbación de la fundación y de la función instituyente, 60.4.
El sufrimiento asociado con las trabas a la realización de la tarea
primaria, 61. 5. El sufrimiento asociado con la instauración y el
mantenimiento del espacio psíquico, 63.

2. EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO EN


LAS INSTITUCIONES, José Bleger 68
LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIO-


NES, Eugene Enriquez 84
El análisis de las instituciones revela su carácter paradójico, 84.

I. Las instituciones: sistemas culturales, simbólicos e


imaginarios 89
1. Sistemas culturales, 89. 2. Sistemas simbólicos, 90. 3. Sistemas
imaginarios, 91.

II. Las características de las instituciones terapéuticas.... 92


1. Encuentro con lo arbitrario, 93. 2. El exceso de prohibiciones,
95. 3. El déficit de prohibiciones, 97. 4. El laberinto de las prohibi-
ciones, 98.

III. El equipo terapéutico 100


1. Seres marginales, 101. 2. Personas preocupadas por sus proble-
mas psíquicos, 102. 3. Seres en proceso de cambio, 104.

IV. El funcionamiento institucional 105


1. La ideología igualitaria, 106. 2. El fantasma de los primeros
fundadores, 107. 3. La autonomización de la vida fantasmática,
108. 4. Efectos de la clausura del sistema, 109. 5. La utilización de
los pacientes por quienes los asisten, 110. 6. La institución someti-
da al proceso de contagio de la locura, 113.

V. El rostro amable de la muerte 115


1. La pulsión de vida al servicio de la muerte, 115. 2. El trabajo de
la pulsión de muerte en el origen de procesos vivientes, 116.

4. PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIO-


NES, Franco Fornari 120
I. Reflexiones sobre la contribución de Freud 121
IL Reflexiones sobre la contribución de Bion 127
III. Reflexiones sobre la contribución de Jaques 133
IV. Psicoanálisis de la familia como institución social 137
V. La angustia genética en relación con la formación de
las castas (o las clases sociales) 145
VI. La angustia genética en el análisis de tres sueños de
una mujer embarazada 150
Conclusiones 155
ÍNDICE 9

LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS


INSTITUCIONES. A PROPOSITO DE LA INFANCIA
INADAPTADA, Paul Fustier 160
I. La infraestructura imaginaria de las instituciones 160
II. Hitos para una historia imaginaria de la institución-
Infancia Inadaptada 162
1. La historia de los orígenes y la imago materna, 162. 2. La cienti-
ficidad y la defensa contra la seducción, 165. 3. La corriente poste-
rior a 1968, 167.

III. El componente fantasmático, escena primitiva des-


plazada, seducción 169
IV. Los desorganizadores institucionales y sus tratamien-
tos 172
1. El marco y las prohibiciones edípicas, 172. 2. Los elementos beta
de origen institucional y el guión de la "irrupción del burdel", 174.
3. El sistema de reciclaje de segundo grado, 176. 4. El "container
radioactivo", 176.

V. Dispositivos institucionales de segundo y primer gra-


dos 180
1. Dispositivos de segundo grado, 180. 2. Dispositivo de primer
grado, 182.

VL Resumen 186

ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES. LA


LIBERACIÓN Y EL INTERSTICIO, Rene Roussillon.... 188
La dialéctica del proceso y su resto, 188.

L La "liberación" o la "remisión" 191


n. Los espacios intersticiales 197
1. La reanudación, 199. 2. El depósito, 199. 3. La cripta, 200.

III. El intersticio en las instituciones asistenciales 201


IV. El juego en el intersticio o el problema de la interven-
ción "interna" 203
1. Cuestiones metodológicas previas, 203. 2. La práctica intersti-
cial, 205. 3. El marco y el tacto, 209.
10 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

7. EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALÍTICO"


DE LA INSTITUCIÓN. LA INSTITUCIÓN O LA NO-
VELA FAMILIAR DE LOS ANALISTAS, Jean-Pierre
Vidal 213
I. La familia como modelo u origen en el psicoanálisis
de la institución 213
1. "Contribución al análisis de la escuela como institución", 214. 2.
"Para un psicoanálisis de las instituciones", 216.

II. La institución como "asunto de famüia" 223


1. De la institución "madre mala" a la institución "abierta", 224. 2.
De la prohibición del incesto, al complejo de Edipo como "organi-
zador" de los grupos de "familiares", 225. 3. G. Mendel o "la nove-
la institucional" de lo "psicofamiliar", 231.

III. De los atolladeros del familiarismo al objeto de la


intervención 234

Bibliografía 237

índice analítico 251


PREFACIO

PSICOANÁLISIS, INSTITUCIÓN

Muy tempranamente en la historia del psicoanálisis, algunos


psicoanalistas se vieron enfrentados, en el terreno de las institu-
ciones (de asistencia, reeducación, reclusión, formación, etcétera),
con los efectos del inconsciente en sus sujetos y en su espacio
propio. Freud, que no participó nunca de esta práctica, sostuvo
repetidas veces su necesidad e interés y desarrolló sus caminos,
riesgos y dificultades, desde su célebre y controvertida alocución
al Congreso de Budapest hasta las proposiciones más tardías de
El malestar en la cultura y Nuevas conferencias de introducción
al psicoanálisis. Esta práctica no ha sido nunca verdaderamente
teorizada, quizás por haber sido desacreditada como "psicoanálisis
aplicado". Actualmente, y más que nunca, hay psicoanalistas que
trabajan de manera permanente o parcial en instituciones donde
brindan asistencia, enseñan, dirigen, psicoanalizan; fundan institu-
ciones y ejercen en ellas funciones jerárquicas, políticas, económi-
cas, terapéuticas, en ocasiones todas a la vez. Sucede a veces que
trabajan con otros psicoanalistas, reunidos por y para la tarea que
se lleva a cabo en la institución. "Psicoanalistas sin diván", según
el título de la importante obra de P.C. Racamier, son psicoanalis-
tas de/en la institución, o bien se les pide que "intervengan" en la
institución para efectuar en ella, junto con algunos de sus miem-
bros, un trabajo sobre la realidad psíquica compartida, común y
singular, que se encuentra estancada.
Cada uno de estos modos de existencia del psicoanalista en la
institución suscita una serie de interrogantes sobre el inconsciente
que se manifiesta en ellas, sobre el discurso que se produce y
sobre su escucha, sobre la demanda que allí se expresa y sobre su
sujeto. Cada uno de estos emplazamientos del psicoanalista puede
12 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

cuestionarse como un desplazamiento en relación con el espacio y


con lo que se juega en la cura o, por el contrario, como un intento
de tomar en consideración la subjetividad, el sufrimiento y el goce
de que la institución es la escena y, en parte, el origen. Cada una
de estas investigaciones nos pone frente a lo inextricable: lo que
se siente en la experiencia dolorosa de que nuestra subjetividad y
nuestra palabra están apresadas, es decir, acaparadas por, pero
también formadas en, una red de subjetividades y de sentidos
preconstituidos y anónimos, de los cuales nos descubrimos como
parte participante y constituyente; es esta red lo que se revela al
menor análisis como maraña compleja de componentes, niveles y
lógicas interferentes.
Las instituciones, en efecto, reúnen y ligan en combinaciones
variables, regentean con fortuna diversa, formaciones y procesos
heterogéneos: sociales, económicos, culturales, poKticos, psíqui-
cos. Niveles de realidad y lógicas de orden distinto interfieren en
este fenómeno compuesto, inextricable y sin embargo unificado y
unificante, total, según la perspectiva de M. Mauss.

El objetivo de esta obra es poner en evidencia el orden propio


de la realidad psíquica movilizada por el hecho institucional: movi-
lizada, trabajada o paralizada y, hay que agregar, apuntalada por la
institución. En efecto, aquello que en cada uno de nosotros es insti-
tución —la parte de nuestra psiquis más indiferenciada, como
también las estructuras de la simbolización— está comprometido
en la vida institucional para un doble beneficio, el de los sujetos
singulares y el del conjunto concreto que ellos forman y del que
son parte interviniente, para su beneficio, su daño o su alienación.
Sobre el fondo de los otros niveles de la realidad en la institución,
resulta de ello una vida psíquica propia del vínculo y del lugar
institucionales, un "clima" característico de cada institución: se
conjugan en él la historia y la estructura de la institución, la índole
y los constreñimientos de su tarea primaria, la estructura incons-
ciente que organizan en ella las relaciones, en función de las satis-
facciones con las que se puede contar de antemano. Pero el estudio
de los procesos y de las estructuras psíquicas de las instituciones
no es accesible la mayoría de las veces sino a partir del sufrimiento
que en ellas se experimenta, y algunos de cuyos anclajes resultan
de una verdadera patología de la vida institucional.
PREFACIO 13

Puesto que se trata de situar algunos elementos para un enfo-


que psicoanalítico de las instituciones y del hecho institucional,
esta obra no tratará directamente cuestiones que podrían, no
obstante, esclarecerse en su objeto mediante las proposiciones que
aquí se presentan. El objetivo, las modalidades y la pertinencia de
la presencia permanente o de la intervención del psicoanalista en
la institución no se examinarán, pues, sistemáticamente, aun cuan-
do la fuente de nuestro conocimiento sea establecida en gran
medida en esas prácticas. Por la misma razón no se podrá tratar
directamente de la psicoterapia "institucional", por cuanto ella
presupone que algunas estructuras y procesos específicos de la
institución (en general) son movilizables al servicio del trabajo
terapéutico en tal o cual institución particular, i
Esta serie de estudios contribuye a abrir un obrador para el
trabajo. Hemos querido exponer de una manera no sistemática un
conjunto de sendas de aproximación, de acentuación, de cuestio-
nes sobre la posibilidad de establecer el hecho psíquico institucio-
nal en el campo del psicoanálisis. Para ello hemos forjado algunos
instrumentos conceptuales destinados a instaurar un campo de
reflexión y a operar sobre las prácticas, para afirmarlas o para
cuestionarlas. Tenemos, en efecto, que admitir que todavía no
disponemos de los medios necesarios para establecer una teoría
psicoanalítica de la institución, que es necesario iniciar mediante
la constitución de su objeto. Este sigue en gran medida sin haber
sido pensado —si es que se lo puede pensar— en el campo del
psicoanálisis, y sería otro trabajo, apenas esbozado aquí, pregun-
tarse por qué es así, dado que Freud anticipó un gran número de
elementos para ello.
El capítulo introductorio de esta obra se centra en el análi-
sis de la realidad psíquica de la institución y en ella R. Kaes
subraya las dificultades, especialmente narcisistas, con que
tropieza la reflexión sobre el objeto, sobre todo en el campo
del psicoanálisis. Propone luego algunos conceptos aptos para
dar cuenta de las principales formaciones psíquicas de bifron-
tes implicadas en el vínculo institucional, para pasar más

' Remitimos al lector a la obra de consulta de G. Bléandonu y M.


Despinoy (1974), Hópitaux de jour et psychiatrie dans la Communauté,
París, Payot.
14 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

adelante a esbozar algunos aspectos de la psicopatología de las


instituciones.
El psicoanalista argentino J. Bleger expone a continuación su
célebre distinción entre las implicaciones psíquicas profundas de
la sociabilidad sincrética y de la sociabilidad por interacción. E.
Enriquez analiza el trabajo de la muerte en las instituciones,
tomando en consideración el carácter paradójico de estas últimas:
lugares pacificados y lugares de extrema violencia. La contribu-
ción del psiconalista italiano F. Fomari es también un texto clási-
co que expone, siguiendo las líneas de Freud, Bion y Jaques, los
principios de una tópica institucional. P. Fustier aisla, a propósito
de una institución crítica, la "infancia inadaptada", la infraestruc-
tura imaginaria de las instituciones y la influencia de los organi-
zadores y desorganizadores psíquicos sobre el trabajo del pensa-
miento. R. Roussillon analiza la dialéctica del encuadre, el
proceso y el "resto"; pone de manifiesto la existencia y el funcio-
namiento de espacios psíquicos particulares (la "liberación", el
"tacho de basura", el "intersticio"), cuyas cualidades y efectos
sobre el proceso terapéutico de las instituciones asistenciales
subraya. J.-P. Vidal, en una revisión crítica del enfoque psicoana-
lítico de la institución, cuestiona el modelo "familiarista", con
demasiada frecuencia privilegiado (incluso por Fomari), y analiza
luego la emergencia clínica de la institución como "asunto de
familia".
Nuestra modernidad nos pone frente a la erupción, que a veces
tiene rasgos catastróficos, de aquello que asegura las continuida-
des de la vida, sus ensambles biológicos, sociales, políticos, reli-
giosos, culturales: en conjunto, estas continuidades ensambladas
forman el trasfondo generalmente implícito de nuestra vida psíqui-
ca. La institución, las instituciones, aseguran silenciosamente
estas continuidades, zócalo cultural complementario de la roca
biológica, sobre las cuales se afirma el espacio de la psiquis. La
irrupción de la institución en este espacio lo trastorna. El riesgo
consiste entonces en negar, soslayar o fetichizar la institución. Su
invención incesante no puede proceder sino del reconocimiento de
sus funciones y de su legitimidad, que tiene que darse a la vez por
parte de la política y por parte de la instancia psíquica de los suje-
tos singulares.
Rene Kaes
CAPITULO 1

REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO


EN LAS INSTITUCIONES

Rene Kaes

I. PENSAR LA INSTITUCIÓN, EN EL CAMPO DEL PSICOANÁLISIS

1. Pensar la institución: algunas dificultades, especialmente


narcisistas

Una dificultad se opone a nuestros esfuerzos por constituir la


institución como objeto de pensamiento. Esta dificultad depende,
en una parte decisiva, de los aspectos psíquicos que entran en
juego en nuestra relación con la institución. Los agruparé en tres
grandes conjuntos de dificultades. El primero concierne a los
fundamentos narcisistas y objétales de nuestra posición de suje-
tos comprometidos en la institución: en ella somos movilizados
en las relaciones de objetos parciales idealizados y persecuto-
rios; experimentamos nuestra dependencia en las identificacio-
nes imaginarias y simbólicas que mantienen armada la cadena
institucional y la trama de nuestra pertenencia; nos vemos
enfrentados con la violencia del origen y la imago del Antepasa-
do fundador: nos vemos apresados en el lenguaje de la tribu y
sufrimos por no hacer reconocer en él la singularidad de nuestra
palabra. Las dificultades, que afectan con una valencia negativa
la relación con la institución, traban el pensamiento de aquello
que ella instituye, nada menos que lo siguiente: no pasamos a ser
seres hablantes y deseantes sino porque ella sostiene la designa-
ción de lo imposible: la interdicción de la posesión de la madre-
institución, la interdicción del retomo al origen y de la fusión
inmediata. Aquello que en relación con la institución queda en
suspenso debe a la represión, a la denegación, a la renegación, el
hecho de permanecer impensado.
16 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

El segundo conjunto de dificultades es de naturaleza entera-


mente diferente: no se trata en este caso de una resistencia contra
los contenidos del pensamiento, sino de una condición de irre-
presentable, más acá de la represión. No podemos pensar la
institución, en su dimensión de trasfondo de nuestra subjetivi-
dad, si no es en el tiempo inmediatamente siguiente a una ruptu-
ra catastrófica del marco inmóvil y mudo que ella constituye
para la vida y los procesos psíquicos; pero para que ese pensa-
miento advenga hacen falta un marco apropiado y un aparato de
pensar, a los que el sujeto singular contribuye en parte, a condi-
ción de que ese marco ya esté allí, pronto para ser inventado. Lo
que está en juego es la función de metamarco que desempeñan la
sociedad y la cultura, pero también ciertas configuraciones del
vínculo apropiadas para un trabajo psíquico: por ejemplo, el
dispositivo psicoanalítico. Este segundo nivel de la dificultad
revela un descentramiento radical de la subjetividad. Aquí nos
vemos enfrentados no solamente a la dificultad de pensar aquello
que, en parte, nos piensa y nos habla: la institución nos precede,
nos sitúa y nos inscribe en sus vínculos y sus discursos; pero,
con este pensamiento que socava la ilusión centrista de nuestro
narcisismo secundario, descubrimos también que la institución
nos estructura y que trabamos con ella relaciones que sostienen
nuestra identidad.
Más radicalmente, nos vemos enfrentados al pensamiento de
que una parte de nuestro sí-mismo está "fuera de sí", y que
precisamente eso que está "fuera de sí" es lo más primitivo, lo
más indiferenciado, el pedestal de nuestro ser, es decir, tanto
aquello que, literalmente, nos expone a la locura y a la despose-
sión, a la alienación, como lo que fomenta nuestra actividad
creadora.
No se trata pues solamente de la confrontación con el pensa-
miento de lo que nos engendra, sino con el pensamiento de aque-
llo que, de una manera impersonal y desubjetivizada, se dispersa,
se pierde sin duda y germina en un fuera de nosotros que es una
parte de nosotros: esta extemalización de un espacio interno es la
relación más anónima, violenta y poderosa que mantenemos con
las instituciones. Es constituyente de los espacios psíquicos
comunes que son coextensivos a los agolpamientos de diversos
tipos. El correlato interno de este extemalizado común indiferen-
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 17

ciado es probablemente uno de los componentes del inconsciente,


y por ello tiene que ser considerado como el trasfondo irreducti-
ble a partir del cual se organiza la vida psíquica. La posición tópi-
ca y funcional de este espacio psíquico institucional interno-
externo es comparable a la de la pulsión. Se trata de dos
conceptos-límites que articulan, por vía de apuntalamiento, el
espacio psíquico a sus dos bordes heterogéneos: el borde biológi-
co, que la experiencia corporal actualiza, y el borde social, actua-
lizado por la experiencia institucional. Estos fundamentos umbili-
cales del sujeto en su cuerpo y en la institución se pierden para su
pensamiento: sostiene su relación de lo desconocido.
El fantasma de la escena originaria es una tentativa de
proporcionar una escena y una posición del sujeto en un origen a
este irrepresentable externalizado. La invención del Progenitor
originario, de la figura del Antepasado, es un anclaje subjetivi-
zante, defensivo, contra esta pérdida de sí en un espacio que, si
llega a desaparecer, nos pone frente al caos.
En las instituciones, el trabajo psíquico incesante consiste en
reintegrar esta parte irrepresentable a la red de sentido del mito y
en defenderse contra el "uno" [on] institucional necesario e
inconcebible.
El tercer conjunto de dificultades no concieme ya al pensa-
miento de la institución como objeto o como no sí-mismo en el
sujeto sino a la institución como sistema de vinculación en el
cual el sujeto es parte interviniente y parte constituyente. Pensar
la institución requiere entonces el abandono de la ilusión mono-
centrista, la aceptación de que una parte de nosotros no nos
pertenece en propiedad, por más que "donde la institución esta-
ba, puede advenir To", en los límites de nuestro apuntalamiento
necesario sobre aquello que, a partir de ella, nos constituye. La
dificultad específica que estoy subrayando es más compleja que
la de las relaciones bipolares interno-externo, continente-conte-
nido, determinante-determinado, parte-conjunto; nos encontra-
mos aquí en un sistema polinuclear y ensamblado en el cual, por
ejemplo, el continente del sujeto (el grupo) es el contenido de un
metacomínente (la institución); o también tenemos que vérnoslas
con una organización del discurso que se determina en redes de
sentido interferentes, cada una de las cuales organiza a su propio
modo las insistencias del deseo y las ocultaciones de su manifes-
18 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

tación. Debido a estas dificultades y los riesgos que las sostie-


nen, en las instituciones se cumple un esfuerzo constante para
construir una representación de las instituciones. Pero la mayoría
de las representaciones sociales de la institución —míticas, cien-
tíficas o militantes— hace la economía del pensamiento de la
relación del sujeto con la institución. Su papel consiste en curar
la herida narcisista, eludir la angustia del caos, justificar y
mantener las costas de identificación, sostener la función de los
ideales y de los ídolos.
Este trabajo colectivo de pensar cumple una de las funciones
capitales de las instituciones, consistente en proporcionar repre-
sentaciones comunes y matrices identificatorias: proporcionar un
estatuto a las relaciones de la parte y el conjunto, vincular los
estados no integrados, proponer objetos de pensamiento que
tienen sentido para los sujetos a los cuales está destinada la
representación y que generan pensamientos sobre el pasado, el
presente y el porvenir; indicar los límites y las transgresiones,
asegurar la identidad, dramatizar los movimientos pulsionales...
Entramos en la crisis de la modemidad cuando hacemos la
experiencia de que las instituciones no cumplen su función prin-
cipal de continuidad y de regulación. Entonces las cosas dejan de
funcionar por sí mismas: el trasfondo imperceptible de nuestra
vida psíquica, administrado hasta entonces por los garantes
metafísicos, sociales y culturales de la continuidad y del sentido
irrumpen violentamente en la escena psíquica y en la escena
social. Las ciencias del hombre nacen del cuestionamiento de
esta idea terrible, y tal vez suicida, de que el hombre no es ya la
medida de todas las cosas, sino que es atravesado y manipulado
por fuerzas de una envergadura mayor: la economía, el lenguaje,
el inconsciente, la institución. Lo que culmina con los movi-
mientos correlacionados y antagónicos del estructuralismo y de
las erupciones vitalistas de los años sesenta se prepara en los
duelos que la modernidad d^l fin del siglo XIX impone: los de
Dios, del Hombre y de las Civilizaciones. Como toda modemi-
dad, nuestra modernidad descubre y denuncia los acuerdos táci-
tos comunes sobre los que reposan la continuidad de las institu-
ciones y la matriz del sentido.
Pero, lo mismo que las civilizaciones que ellas sostienen, las
instituciones no son inmortales. El orden que imponen no es
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN U S INSTITUCIONES 19

inmutable, los valores que proclaman son contradictorios y


niegan lo que las funda.
Tal descubrimiento no está exento de riesgo: experimenta-
mos sus efectos en el fracaso de las funciones metapsíquicas de
las instituciones y, ante sus incumplimientos, las atacamos
porque hemos sido traicionados, entregados al caos, abandona-
dos por ellas, cuya silenciosa presencia nis siquiera percibimos.
Lo mudo y lo inamovible depositados en ellas se imponen,
progresivamente, a nuestra conciencia como aquella parte de
nosotros mismos que nos era ajena y que se había depositado
allí. Pero este reconocimiento se efectúa en la efracción traumá-
tica, y su violencia paraliza nuestra capacidad de pensamiento,
en el momento mismo en que nuevas estructuras institucionales
son buscadas y puestas a prueba.
Estamos siempre forzados, por consiguiente, a pensar la
institución porque la institución no se impone ya contra la irrup-
ción de lo impensado y del caos; porque nuestra relación prácti-
ca con las instituciones ha cambiado; porque se desacralizan y
resacralizan incesantemente. En este marasmo donde emergen
islotes de creación, a veces sostenidos por lo imaginario utópico
y otras remachados fuera de la historia por la función del ideal,
hacemos la experiencia de la locura común, de nuestra parte loca
oculta en los pliegues de la institución: masividad de los efectos,
machaqueo obnubilante y repetitivo de las ideas fijas, parálisis
de la capacidad de pensamiento, odios incontenibles, ataque
paradójico contra la innovación en los momentos de innovación,
confusión inextricable de los niveles y los órdenes, sincretismo y
ataques agrupados contra el proceso de vinculación y de diferen-
ciación, acting y somatización violentas. Larga sería la lista de
las emergencias disociadoras que el desconcierto institucional
provoca; estos sufrimientos y esta patología son uno de los pasa-
jes hacia el conocimiento moderno de la dimensión psíquica de
la institución. Nos ponen de entrada frente a la angustia que
suscita el acrecentamiento de energía desligada que la desagre-
gación de la institución pone en movimiento, quaerens quem
devoret, lo cual revela su función de vinculación. No podemos
pensar este nivel de la función psíquica de la institución fuera de
la experiencia perturbadora de su fracaso. Tal es el precio, muy
cruel, de este conocimiento. La prima de reconocimiento está
20 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

dada en el placer de la invención de nuevos espacios de vincula-


ción, en la emergencia de nuevas formas de vínculos y de pensa-
miento, en el uso de nuevos depósitos y por la reconstitución de
trasfondos psíquicos.
Pero no podemos seguir creyendo como creíamos antes: esta-
mos avispados y, sin embargo, enteramente dispuestos a reco-
menzar la aventura y a tomar conciencia de esa parte siempre
desconocida de nosotros, que quizás ha de revelarse finalmente
en su verdad.
En este difícil recorrido tal vez hayamos descubierto que
hemos estado oscilando entre dos ilusiones y que nos hemos
esforzado por inscribirlas en la historia: la primera es que la
institución está hecha para cada uno de nosotros personalmente,
como la Providencia; la segunda, que es propiedad de un amo
anónimo, mudo y todopoderoso, como Moloch. Rechacemos la
una y la otra: la institución nos pone frente a una cuarta herida,
en total: es también una herida narcisista, que se suma a las que
los descubrimientos de Copérnico, Darwin y Freud infligieron a
la idea del hombre, descentrándolo de su posición en el espacio,
en la especie y en su concepción de sí mismo. Hemos tenido que
admitir que la vida psíquica no está centrada exclusivamente en
un inconsciente personal, que sería una especie de propiedad
privada del sujeto singular. Paradójicamente, una parte de él
mismo, que lo afecta en su identidad y que compone su incons-
ciente, no le pertenece en propiedad, sino a las instituciones en
que él se apuntala y que se sostienen por ese apuntalamiento.
Pero cuidémonos de cultivar la herida: el descubrimiento de la
institución no es solamente el de una herida narcisista, es
también el de los beneficios narcisistas que sabemos extraer de
las instituciones, a un costo variable, que comenzamos precisa-
mente a evaluar.

2. La cuestión de la institución en el campo del psicoanálisis

Al mismo tiempo que los conceptos y la práctica del psicoa-


nálisis nos esclarecen en nuestra tentativa de pensar las apuestas
psíquicas que están en juego en la institución, surgen obstáculos
específicos para elaborar el status psicoanalítico de la cuestión
de la institución. Mi hipótesis es que las dificultades que presen-
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 21

ta el concebir psicoanalíticamente la institución psicoanalítica


son solidarias con las que aparecen cuando intentamos articular
la relación de la institución con el proceso y las formaciones del
inconsciente, con las subjetividades que allí les corresponden y
con los espacios psíquicos comunes que ella presupone y forma.
Concebir psicoanalíticamente la institución psicoanalítica
consiste en descubrir en el campo del trabajo psicoanalítico
aquello que del inconsciente y de sus efectos es ligado por los
analistas en la institución, y en detectar sus efectos en la práctica
y en la teoría.
Al lado de las dificultades comunes de las que acabo de
hablar y para cuyo análisis ciertas prácticas psicoanalíticas apor-
tan un esclarecimiento nada desdeñable —por ejemplo, el análi-
sis de las formaciones grupales y familiares, el análisis de las
psicosis y el enfoque psicoanalítico del autismo, ciertos disposi-
tivos de trabajo psicoanalítico en las instituciones de asistencia
psíquica—, existe una dificultad específica en lo referente a
asignar un status teórico y metodológico a un objeto cuya
consistencia no se puede comprobar en el encuadre paradigmáti-
co de la cura típica. Por consiguiente, los conceptos elaborados
en el marco de la cura deben ser utilizados, legítimamente, en
condiciones que mantengan su pertinencia cuando se aplican a la
inteligibilidad de objetos puestos a prueba y pensados en otro
dispositivo.
¿Cuáles son las condiciones para que se constituyan una
teoría y una práctica psicoanalíticas de la institución? Pregunta
compleja y de múltiples facetas: ¿en qué condiciones es sosteni-
ble que la institución en cuanto tal puede ser un objeto teórico y
concreto del psicoanálisis? ¿Bastará admitir que puede consti-
tuirse como un marco o un dispositivo para un trabajo de inspira-
ción psicoanalítica con sujetos singulares? Para sostener la
primera posibilidad hay que definir las características de un
objeto analizable y de un dispositivo apto para manifestar los
efectos del inconsciente operando en ese objeto y capaz de
producir efectos de análisis. ¿Para cuál demanda? ¿La de la
institución como conjunto (objeto "analizable") y/o la de sus
constituyentes? La misma cuestión se plantea, en términos sensi-
blemente idénticos, para el análisis de la familia o del grupo.
Algunos psicoanalistas han intentado efectuar ese trabajo:
22 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

F.Fomari y J.-P. Vidal abren en el presente volumen algunas


perspectivas.! La dificultad común que subrayan es la de especi-
ficar qué posición tienen en él el inconsciente y su hipotético
sujeto.
En cuanto a la segunda posibilidad de que la institución
constituya un marco posible para un trabajo de inspiración psico-
analítica, la práctica lo ha impuesto, como Freud mismo lo había
deseado y predicho, no sin que hayan sido elaborados sufi-
cientemente algunos problemas principales: el de las modalida-
des específicas de organización de la contratransferencia y de la
transferencia, y por consiguiente de las resistencias, dentro de un
tal espacio psicoanalítico contenido en un espacio heterogéneo.
Pero se trata de un conjunto de cuestiones que merecerían un
estudio particular.2
Una dificultad específica para incluir la institución como
objeto posible en el campo del psicoanálisis depende del hecho
de que ella es un objeto heterogéneo respecto de ese campo
—como en su lugar propio el mito o el arte— y obedece a leyes
propias de su orden.

Una formación de la sociedad y de la cultura. La institución


es, antes que nada, una formación de la sociedad y de la cultu-
ra, cuya lógica propia sigue. Instituida por la divinidad o por los
hombres, la institución se opone a lo establecido por la naturale-
za.
La institución es el conjunto de las formas y las estructuras
sociales instituidas por la ley y la costumbre: regula nuestras
relaciones, nos preexiste y se impone a nosotros: se inscribe en
la permanencia. Cada institución tiene una finalidad que la iden-
tifica y la distingue, y las diferentes funciones que le son confia-
das se encasillan grosso modo en las tres grandes funciones que,
según G. Dumézil sirven de base a las instituciones indoeurope-

1 El lector hallará en la tesis doctoral de tercer ciclo de J.-P. Vidal


(1982) un examen crítico de las condiciones que requiere el trabajo psicoana-
lítico en los grupos institucionales. Vidal ha expuesto sus principales ideas en
dos contribuciones (1984, 1987), la segunda de las cuales se reproduce en esta
obra.
2 Entre los autores que han abordado el tema citaremos a V. Girard
(1975), J.C. Rouchy (1982), J. Ardoino, J. Dubost y cois. (1980).
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 23

as: las funciones jurídico-religiosas, las defensivas o de ataque, y


las productivas-reproductivas. Si bien Júpiter, Marte y Quirino
encamaban para la sociedad romana cada una de estas funciones,
hay que admitir que un número considerable de instituciones
requieren el patrocinio de la trinidad latina en pleno: las institu-
ciones asistenciales, que en la cultura moderna de los terapeutas
tienden a convertirse en el paradigma de la Institución, han
cumplido y cumplen todavía evidentemente funciones mixtas y
complejas.3 Pero en tanto que la plurifuncionalidad tradicional
de las instituciones (por ejemplo, las instituciones caritativas o
educativas de la Iglesia) integraban actividades, normas y reglas
subsumidas bajo valores y funciones en última instancia religio-
sos y se identificaba como una expresión de la institución ecle-
sial, parte integrante del orden social y cultural, la plurifunciona-
lidad moderna no tiene ya un referente integrador que sostenga
el consenso de la representación mítica compartida, la función
indiscutible del ideal, el proceso implícito de regulación social.
Sobre este tríptico la institución asegura su subsistencia y consti-
tuye para sus sujetos el trasfondo de continuidad sobre el que se
inscriben los movimientos de su historia y de su vida psíquica.
A esta presentación general de la institución como formación
social y cultural querría aportarle dos distinciones importantes.
La primera, establecida por C. Castoriadis (1975), opone y arti-
cula lo instituyeme y lo instituido. Esta oposición cobra sentido
en el marco de un análisis donde, más allá del papel socioeconó-
mico de la institución, el acento recae sobre "la manera de ser
bajo la cual ella se da, a saber, lo simbólico" (ob.cit., pág. 162).
Lo imaginario es la capacidad original de producción y de movi-
lización de los símbolos que, en el orden social, están ligados a
la historia y evolucionan. Lo imaginario, en este sentido, es la
atribución de significaciones nuevas a símbolos ya existentes.
Castoriadis establece el carácter fundamentalmente "bífido",
social e individual, de lo imaginario.
Lo imaginario individual (o radical) "preexiste a, y preside,

3 En la actualidad, el fenómeno es quizá más notorio en las instituciones


de la producción que cumplen funciones "marciales" (estrategias y tácticas
industriales en el contexto de la "guerra" económica) y jupiterianas (cultura
del ideal de la empresa).
24 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

toda organización, aun la más primitiva, de la pulsión... La


pulsión toma prestada 'en el comienzo' su delegación por
representación a un fondo de representaciones originarias" (ob.
cit., pág. 388). Lo imaginario social, con la necesidad de la orga-
nización y de las funciones, está en la fuente de la institución y
en la base de la alienación: la alienación es el momento en que
lo instituido domina a lo ínstituyente: "La alienación es la auto-
nomización y la dominancia del momento imaginario en la insti-
tución, que produce la autonomización y la dominancia de la
institución respecto de la sociedad. Esta autonomización de la
institución... supone también que la sociedad vive sus relaciones
con las instituciones en el modo de lo imaginario; dicho de otra
manera, no reconoce en lo imaginario de las instituciones su
propio producto" (ibíd., pág. 184). Lo imaginario social no es
inmutable, es actor y motor de la historia. Lo social histórico es
un producto de lo imaginario social.
La segunda distinción opone y articula institución y organi-
zación. Es una categoría con la que están familiarizados los
psicosociólogos (cf. G. Lapassade, 1974), y numerosos psicoa-
nalistas interesados en el hecho social la han tomado en conside-
ración (J. Bleger, 1970; J.C. Rouchy, 1982; E. Enriquez, 1983,
1987). La organización tendría un carácter contingente y concre-
to, dispondría no de finalidades sino de medios para lograrlas.
Bleger propone considerar la organización como la disposición
jerárquica de las funciones en un conjunto definido. Hay que
estar, pues, atento a la sinergia entre institución y organización y
a su conflictualidad potencial. Pero Bleger subraya también una
tendencia general de la organización a marginalizar la institu-
ción: por ejemplo, en una institución asistencial, el objetivo tera-
péutico de la institución está tendencialmente subordinado a las
finalidades de la organización, que se autonomiza en cuanto
funcionamiento específico: se instala la burocratización, que
hace prevalecer la interacción por sí misma sobre el proceso
terapéutico, llegando hasta a atacarlo. Se diría, en el lenguaje de
C. Castoriadis, que lo instituido suplanta y reduce la función
Ínstituyente de la institución.
Subrayo estas distinciones capitales porque son necesarias
para entender el orden propio de la institución: sobre los proce-
sos que ellas designan se articulan funciones psíquicas importan-
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 25

tes; la inversión de la finalidad institucional es una de las figuras


análogas a la de la inversión psíquica. Lo que puede llamarse
"sufrimiento institucional", aceptando la polisemia de este adje-
tivo, se encuentra ligado con ella.

Una formación psíquica. La institución no es solamente una


formación social y cultural compleja. Al cumplir sus funciones
correspondientes, realiza funciones psíquicas múltiples para los
sujetos singulares, en su estructura, su dinámica y su economía
personal. Moviliza cargas y representaciones que contribuyen a
la regulación endopsíquica y aseguran las bases de la identifica-
ción del sujeto al conjunto social; constituye, como volveré a
destacarlo, el trasfondo de la vida psíquica en el que pueden ser
depositadas y contenidas algunas partes de la psique que escapan
a la realidad psíquica. Los trabajos decisivos y clásicos de E.
Jaques (1955) y de I. Menzies (1960) mostraron qué funciones
metadefensivas podía cumplir la institución frente a las angustias
psicóticas (que por una parte ella moviliza y trata para su propio
fin). Definimos de esta manera un primer espacio de análisis y
trabajo psicoanalíticos: versa clásicamente sobre la relación
objetal en la institución, sobre la constitución de las identifica-
ciones imaginarias y simbólicas, sobre la relación con el encua-
dre y con la ley, sobre las transferencias de funciones. Es éste un
punto de vista, enriquecido por el enfoque de las psicosis, los
grupos y las familias, que se centra en el sujeto singular en su
relación con la institución, considerada ya como objeto en el
campo psíquico, ya como extensión del encuadre y borde del
campo psíquico.
Un segundo espacio de análisis se abre con la hipótesis de
que la vida psíquica misma supone la institución y que ésta es
una parte de nuestra psique. Esta proposición central no es un
enunciado de nuestra modernidad: ésta no hace más que verifi-
carla y precisarla. Freud es el primero en enunciar su principio, y
lo ilustra en varios textos, especialmente en Tótem y tabú y en
Psicología de las masas y análisis del yo. En la conclusión del
capítulo 2 y en las últimas páginas de Tótem y tabú, Freud
sostiene la tesis de que el inconsciente está constituido en parte
por la transmisión intergeneracional de las formaciones y proce-
sos psíquicos. En 1923 reafirmará esta tesis. La hipótesis de la
26 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

psique colectiva (Massenpsyche, Volk-seele, Massenseele) expli-


ca no solamente la continuidad de la vida psíquica, de la trans-
misión de las huellas, sino de la formación misma del incons-
ciente: "Por fuerte que sea la represión", escribe, "una tendencia
no desaparece nunca hasta el punto de no dejar tras sí un sustitu-
to de alguna clase, el cual, a su vez, se convierte en el punto de
partida de ciertas reacciones. Nos vemos, pues, obligados a
admitir que no hay proceso psíquico de alguna importancia que
una generación pueda sustraer a la que sigue" {G.W., IX, 191).
Freud postula que para que esta transmisión se efectúe, cada cual
posee en su inconsciente un aparato para significar/interpretar
\ein Apparat zu deuten), para encaminar y corregir las informa-
ciones que los otros imponen a la expresión de sus movimientos
afectivos. Paralelamente, la obra muestra cómo se forma la insti-
tución originaria de la sociedad humana: memoria y memorial
del asesinato fundacional; estructuración de los vínculos de
pertenencia mediante la identificación con el tótem; instauración
del tabú, transmisión del relato por vía mítica y mediante el
aparato de interpretar y significar las costumbres, las ceremo-
nias, los preceptos y las representaciones construidas después
del asesinato originario.
Psicología de las masas y análisis del yo admitirá sin justifi-
cación la institución como dato primario de la identificación y la
formación del yo. Freud no se engañó en cuanto a ese estar siem-
pre ahí, primario, es decir, para el inconsciente inmortal, de la
institución. Funda su análisis de las relaciones entre las identifi-
caciones y la formación del yo sobre el estudio de dos institucio-
nes fundamentales, el Ejército y la Iglesia. Freud no analiza tal
ejército o tal iglesia, sino la forma permanente e inmortal que
adoptan el Ejército o la Iglesia para el inconsciente. Estas formas
institucionales, prototípicas, no son demostradas, sino dadas.
Según se sabe, porque actualmente se lo lee con mayor
frecuencia que hace algunos años, el texto de 1920-21 comienza
con esta declaración que no puede ser tomada por un simple
enunciado de psicoanálisis aplicado: "La oposición de la psicolo-
gía individual a la psicología social o psicología de las masas,
que puede parecemos muy significativa a primera vista, pierde
bastante de su nitidez cuando se la examina en profundidad. La
psicología individual está ciertamente fundada en el hombre
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 27

singular, y trata de saber por qué caminos éste intenta obtener la


satisfacción de sus mociones pulsionales, pero al proceder de esta
manera no logra más que raramente, en condiciones excepciona-
les, hacer abstracción de las relaciones de ese sujeto singular,
{der Einzelne) con otros individuos. En la vida psíquica del sujeto
singular el Otro interviene muy regularmente como modelo,
sostén y adversario, y a esto se debe que la psicología individual
sea simultáneamente, desde el comienzo, una psicología social en
este sentido ampliado pero justificado" {G.W., XIII, 73).
Se podrían evocar aquí otros textos fundamentales. Todos
ellos subrayan la doble condición del individuo, que Freud seña-
la en su texto de 1914, Introducción del narcisismo: "El indivi-
duo lleva efectivamente una doble existencia, en cuanto es en sí
mismo su propio fin y en cuanto es miembro de una cadena a la
que está sometido, si no en contra de su voluntad, por lo menos
sin la participación de ésta" {G.W., X, 143). Freud muestra cons-
tantemente, en éste y otros textos, que ambas condiciones se
comunican: el narcisismo primario se apoya sobre el narcisismo
de la cadena familiar, intergeneracional, institucional (narcisis-
mo de las pequeñas diferencias). Es aquí central la cuestión del
apuntalamiento, del doble apuntalamiento de la realidad psíquica
en sus dos bordes, corporal e institucional."
Como el otro, la institución precede al individuo singular y
lo introduce en el orden de la subjetividad, predisponiendo las
estructuras de la simbolización: mediante la presentación de la
ley, mediante la introducción al lenguaje articulado, mediante la
disposición y los procedimientos de adquisición de los puntos de
referencia identificatorios.
Pero la institución es también el espacio extrayectado de
una parte de la psique: es a la vez afuera y adentro, en la doble

4 Expuse y fundamenté este punto de vista en un estudio sobre el


concepto de apuntalamiento o apoyo en el conjunto del pensamiento de Freud
(Kaes, R., 1985: "Etayage et structuration du psychisme"). Me refiero al apun-
talamiento en el sentido que le da Freud, no sólo en Tres ensayos de teoría
sexual (1905), sino también en los desarrollos posteriores de su pensamiento e
incluso en sus últimos escritos. Junto al apoyo de ciertas formaciones psíqui-
cas en "las funciones corporales necesarias para la vida", Freud desarrolló la
concepción del apoyo de otras formaciones psíquicas en las instituciones de la
cultura y del vínculo social.
28 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

condición psíquica de lo incorporado y del deposite, es el tras-


fondo del proceso, pero no podría ser indiferente al proceso
mismo. Por estos dos procedimientos es como el sujeto es sujeto
de la institución y la institución consiste en una doble función
psíquica: de estructuración y de receptáculo de lo indiferencia-
do.
Una tercera zona de trabajo y de investigación se abre al
tomar en consideración el espacio psíquico propio de la vida
institucional. Se admitirá aquí que, para cumplir sus funciones
específicas, no psíquicas, la institución tiene que movilizar
formaciones y procesos psíquicos, y que los que ella contribuye
a formar, o que recibe en depósito (y que con ello determina),
serán solicitados de manera muy particular. Se admitirá, sobre
todo, que la vida pulsional produce y mantiene formaciones
psíquicas originales para sus propios fines. Esto significa que
se trata de formaciones que corresponden a la doble parte
constituyente y apropiante de ella.
Estas formaciones originales, mixtas, no son necesariamente
formaciones compuestas o formaciones de compromiso, aunque
pueden asumir este valor en la dinámica y la economía psíquica
compartida y común que exige y que administra el hecho institu-
cional. Estas formaciones constituyen la posibilidad de espacios
psíquicos conocidos y compartidos. Suponen la construcción,
utilización o regulación de un aparato psíquico de enlace, trans-
misión y transformación, cuyo prototipo he elaborado en el
concepto (que me satisface por su capacidad metafórica) de
aparato psíquico grupal (o del agrupamiento). El concepto de
aparato psíquico del agrupamiento permite pensar el ordena-
miento específico de la realidad psíquica del sujeto singular con
el conjunto intersubjetivo del que forma parte y al que da consis-
tencia. Desde ese momento se organizan dos niveles lógicos que
el análisis debe tomar en consideración y de los cuales debe dar
cuenta: el de la realidad psíquica del sujeto singular y el de la
realidad psíquica que emerge como efecto del agrupamiento. Las
formaciones originales que se producen en esta relación, que un
enfoque diferencial tiene que poder caracterizar como las del
agrupamiento de familiares, del agrupamiento de extraños o de
la institución, tienen todas como rasgo específico el hecho de
que articulan los espacios y las lógicas en parte heterogéneas: los
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 29

que rigen la realidad psíquica del sujeto singular y la realidad


psíquica producida por el conjunto.
Lo que llamo aparato psíquico del agrupamiento, alianzas
inconscientes y cadena asociativa grupal son construcciones
destinadas a dar cuenta de las formaciones y procesos psíquicos
inconscientes movilizados en la producción del vínculo y del
sentido. Se podrá poner a prueba la validez de esta hipótesis a
propósito de aquello que, en las instituciones, funciona como el
organizador psíquico inconsciente, como el síntoma compartido
o como el significante común.
Tales formaciones aseguran la articulación entre la econo-
mía, la dinámica y la tópica del sujeto singular, por una parte, y
la economía, la dinámica y la tópica psíquicas formadas por y
para el conjunto.
Freud nos introdujo en este procedimiento en varias ocasio-
nes; subrayaré dos de ellas que esclarecen mi propósito. La
primera en 1914, en el texto sobre el narcisismo: la concepción
que propone del ideal del yo es precisamente la de una de estas
formaciones intermediarias o bifrontes que retienen mi atención.
Escribe: "El ideal del yo abre importantes perspectivas para la
comprensión de la psicología de las masas. Además de su aspec-
to individual, este ideal tiene un aspecto social: es el ideal que
reúne una familia, una clase, una nación". La segunda es cuando,
en Psicología de las masas y análisis del yo nos propone el para-
digma del síntoma compartido y del significante común que
proporciona la base de las identificaciones histéricas en las insti-
tuciones de jovencitas. Tales formaciones tienen por efecto el
reforzamiento narcisista de la parte y del conjunto, proporcionan
las referencias identificatorias y el rasgo común {der einziger
Zug) de las identificaciones imaginarias mutuas.
Quisiera subrayar que la perspectiva que trazo no opone por
principio el individuo y la institución (o el grupo), como el
elemento y el grupo. Apunta más bien a investigar las articula-
ciones en los espacios psíquicos y a detectar allí los efectos del
inconsciente. Esto importa no localizar el inconsciente en el
espacio del sujeto singular (o del individuo en tanto tal, para
retomar la fórmula freudiana) sino en los lugares liminares
donde se producen los pasajes constitutivos de la realidad
psíquica: por consiguiente, y para una parte todavía desconocida.
30 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

en las formaciones del vínculo inter y transubjetivo o en los


espacios a-subjetivos del cuadro institucional.
Si me coloco del lado del sujeto singular, la oposición del
elemento y el conjunto constituye, y eventualmente divide, su
espacio psíquico. Cada sujeto singular logra, en mayor o menor
medida, hacer coexistir y satisfacer las exigencias económicas,
dinámicas y tópicas de las lógicas cruzadas del individuo que
persigue su propio fin y de la cadena a la que está sujeto.

Formaciones y procesos heterogéneos. La institución vincu-


la, reúne y administra formaciones y procesos heterogéneos:
sociales, políticos, culturales, económicos, psíquicos. Lógicas
diferentes funcionan allí en espacios que se comunican e inter-
fieren. Esta es la razón de que puedan inmiscuirse y prevalecer,
en la lógica social de la institución, cuestiones que provienen del
nivel y de la lógica psíquicos. Esta constituye, además, el lugar
de una doble relación: del sujeto singular con la institución y de
un conjunto de sujetos ligados por y en la institución.
En este sentido, si bien me parece legítimo considerar que
todo emergente psíquico posee a priori un valor de síntoma signi-
ficativo para el conjunto institucional, considero que el nivel
donde aquél se origina y la función no psíquica que cumple
quedan siempre por establecer, como una cuestión abierta. Es
posible que ciertos problemas políticos se expresen en el registro
del síntoma psíquico. Pero sería arriesgado desconocer que preci-
samente un trabajo de los conjuntos heterogéneos dotados de
espacios psíquicos comunes consiste en reducir lo heterogéneo en
beneficio de lo homogéneo, sostener el principio de la causa
única y de la función del Ideal, reducir la desviación y la disonan-
cia cognitiva, privilegiar las funciones metonímicas en las rela-
ciones de la parte con el todo, del elemento con el conjunto, redu-
cir los embrollos de la heterotopia al espacio uniforme de la
isotopía. En este trabajo son empleados todos los procesos
productores de indiferenciación y de homogeneización, y el ojo
advertido aprende a reconocer los elementos heteróclitos conglo-
merados o yuxtapuestos, como lo que en arquitectura se llaman
"reempleos", huellas de monumentos desarmados y utilizados en
la edificación nueva. De la misma manera, en las instituciones
una gran parte de las cargas psíquicas está destinada a hacer coin-
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 31

cidir en una unidad imaginaria estos órdenes lógicos diferentes y


complementarios, para hacer desaparecer la conflictividad que
contienen. Las instituciones fomentan la sinergia de todas estas
cargas y de todas las formaciones que producen la ilusión de la
coincidencia y mantienen la relación isomórfica entre los indivi-
duos y su grupo, hasta que la irrrupción violenta de lo reprimido
o lo negativo hace volar en fragmentos los pactos inconscientes
que sellan el consenso y, disociando el ensamblamiento del
grupo, revela las lógicas distintas que estaban disimuladas en las
formaciones comunes, tan necesarias para el sujeto singular como
para el conjunto de donde procede y que él compone.
Por el contrario, la capacidad de las instituciones para tolerar
el funcionamiento de los niveles relativamente heterogéneos,
para aceptar las interferencias de lógicas diferentes, constituye la
base de su función metafórica. Esta capacidad posibilita la cons-
titución de un espacio psíquico diferenciado; restituye la pers-
pectiva y el espesor de una historia cuyos actores son también
ellos de órdenes diferentes, así como un palimpsesto inscribe,
sin borrarlos totalmente, los trazos de las escrituras sucesivas.
El trabajo psicoanalítico con las instituciones puede tener
como objetivo, y a veces como efecto, restablecer esta capacidad
metafórica. Estas proposiciones habrán puesto suficientemente
en evidencia, según espero, la sobredeterminación, la plurifun-
cionalidad, la diversidad de las escenas psíquicas que la institu-
ción hace funcionar. La institución es un polítopo, un múltiplo
con muchos espacios heterogéneos que mantiene unidos de una
manera a veces inextricable.
La multiplicidad de los niveles lógicos, de las economías y
de las dinámicas que se desarrollan produce diferentes efectos:
efectos de administración o de transferencia entre, por ejemplo,
el nivel del sujeto singular y el del conjunto, conjunto que a su
vez puede implicar ensambles de formación (grupo, institución)
o montajes paralelos (familia, institución); efectos de conflic-
tualidad o de reducción de la desviación entre los objetivos o los
medios de las instancias constitutivas del conjunto (institución,
organización, grupos de sujetos, sujeto singular); o efectos de
sinergia y de ensamble ordenados o invertidos de los niveles.
En el trabajo con las instituciones nos vemos enfrentados a
esta sobredeterminación, a esta politopía, a estas formaciones
32 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

psíquicas originales, algunos de cuyos efectos expondré ahora.


Una parte esencial del trabajo sobre el sufrimiento psíquico que
deriva de la vida institucional versa sobre el montaje de un
dispositivo apto para neutralizar algunos de estos espacios, con
el fin de que los efectos de resistencia, mediante el desplaza-
miento en el polítopo, la reutilización de enunciados caducos, la
confusión de los niveles lógicos, puedan ser detectados y
produzcan efectos de análisis.

II. FORMACIONES INTERMEDIARIAS Y ESPACIOS COMUNES


DE LA REALIDAD PSÍQUICA

Intentaré, pues, analizar, en función de las relaciones cruza-


das que supongo entre espacios psíquicos parcialmente heterogé-
neos (si el grupo es como un sueño, el sueño no es el grupo, ni el
grupo un sueño) y entre espacios psíquicos y espacios no psíqui-
cos (la institución está atravesada por órdenes diferentes, a los
cuales corresponden lógicas diferentes: sociales, políticas,
psíquicas), la doble articulación entre esos espacios interferentes
que resultan vinculados por el hecho institucional. De todas
maneras, mi trabajo se centrará ante todo en las formaciones y
los espacios psíquicos comunes que la institución fomenta,
produce y administra, a partir de las cargas que ella exige de sus
sujetos. Recíprocamente, los intereses y los beneficios que éstos
encuentren allí, el sufrimiento y el goce que experimenten en
ello, tendrán que igualmente ser evaluados.
Este análisis podría desarrollarse tomando en cuenta las
estrategias de desviación de las cargas psíquicas y de los medios
institucionales en beneficio de algunos de sus componentes o de
la institución considerada como un todo. Esto implicará dar
cuenta de los derivados y las desviaciones que componen, no sin
algunos intentos perversos, ciertos aspectos de la dinámica insti-
tucional. Será dar cuenta de las fuerzas opuestas que operan
sobre la institución: unas trabajan para unificar, esencialmente
por medio del desarrollo de la función del ideal, de representa-
ciones de la causa única, de sinergias de carga libidinal; otras
trabajan en favor de la diferenciación y la integración de elemen-
tos distintos en unidades cada vez mayores; otras, por el contra-
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 33

rio, promueven el retorno a lo indiferenciado, la reducción de las


tensiones; otras, por fin, la destrucción y el ataque.
Pero un análisis de esta naturaleza, que aclara aspectos
fundamentales de la vida psíquica en la institución, presenta el
riesgo de dejar de lado la economía cruzada de las cargas psíqui-
cas que ligan, en el interior del agrupamiento institucional, el
interés de las partes y el del conjunto que constituyen y del cual
reciben su existencia, o por lo menos, aspectos fundamentales de
su existencia.

Formaciones psíquicas intermediarias entre el sujeto singu-


lar y los otros. Procederé a este análisis utilizando un número
restringido de conceptos que tienen en común el designar
formaciones intermediarias entre el espacio psíquico del sujeto
singular y el espacio psíquico constituido por su agrupamiento
en la institución. Tales formaciones, cuya indagación apenas ha
sido iniciada, son aquellas formaciones psíquicas originarias que
no pertenecen como propiedad ni al sujeto singular ni al grupo,
sino a la relación entre ellos. Un ejemplo lo constituye lo que
Freud designa desde 1913 {Tótem y tabú) hasta 1921 {Psicolo-
gía de las masas y análisis del yo) el Mittler o Vermittler: el
ministro, jefe, conductor o leader cumple funciones psíquicas de
intermediación y encarna esta función.5 Lo mismo vale para el
portavoz o portapalabra (E. Pichon-Riviére).
Un rasgo constante y determinante de estas formaciones es
su carácter bifronte, la reciprocidad que inducen entre los
elementos que las ligan, la comunidad que consolidan mediante
pactos, contratos y consenso inconscientes; articulan de esa
manera las relaciones del elemento y el conjunto en figuras
diversas: de ensamble, de inclusión mutua, de co-inherencia o de
inversión continua (según el modelo de la banda de Moebius).
Procediendo de esta manera, limitaré provisionalmente el
campo de mi trabajo, con la esperanza de que indirectamente
serán aclaradas las funciones psíquicas de la instituciones y la

5 El lector puede consultar un artículo en el que analizo la categoría del


intermediario en el pensamiento de Freud, de Winnicott y de Roheim, e inten-
to definir su empleo en el campo intrapsíquico y en el espacio psíquico del
grupo (Kaes, R. 1985; y accesoriamente 1983).
34 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

parte institucional de nuestro psiquismo. Algunas funciones


psíquicas que parecían pertenecer solamente a un término del
conjunto (por ejemplo, la función de marco o de contenedor, en
una institución asistencial atribuida al equipo terapéutico) apare-
cerán como una formación común de intermediación, a cuyo
mantenimiento contribuye directa o indirectamente el conjunto
de los elementos, según las necesidades y las vicisitudes de su
ubicación en la estructura de la institución o su configuración
psíquica propia. Retomemos el ejemplo del marco* y el contene-
dor: su existencia supone la reciprocidad de funcionamiento con
otros marcos u otros contenedores o el ensamble de sus relacio-
nes. El marco del grupo terapéutico está en una relación de
ensamble y de reciprocidad con el marco de la institución misma
y con el marco interno (comprendido el teórico) del terapeuta.
Cada uno a su manera (incluidos los encargados de la asistencia)
participa en el mantenimiento y la reciprocidad de los marcos,
aunque al mismo tiempo sus relaciones son antagónicas (marco
administrativo de la institución versus marco terapéutico) y
complementarias. Cuando el marco es atacado, cualquiera sea el
nivel, los efectos repercuten en los diferentes elementos que él
enlaza: tenemos el hábito de estar atentos a los efectos catastró-
ficos para el sujeto singular; tenemos que considerar las conse-
cuencias para las modificaciones estructurales que afectan la
base física del hecho institucional y que ponen al conjunto de
sus componentes frente al retomo disgregante de las partes indi-
ferenciadas y no integradas que están depositadas en lugares
diferentes del marco. A esto se debe que yo sostenga el punto de
vista de que ciertas funciones psíquicas confiadas de manera
estática a un elemento de un conjunto o al conjunto deben ser
tratadas en sus relaciones recíprocas.
Las formaciones intermediarias que quisiera presentar contri-
buyen al fundamento psíquico de los conjuntos sociales, a la vez
que constituyen el fundamento de nuestra psique. Tienen que ver
con el reparto del placer y los medios puestos en común median-
te la realización del deseo, la renuncia pulsional exigida por el
advenimiento de la comunidad y la seguridad de sus sujetos; la

^ Respecto de la función del marco en la institución, véanse los trabajos


de J.J. Baranés (1984) y R. Moury (1977, 1981).
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 35

reciprocidad de las cargas narcisistas y de las representaciones,


que aseguran la continuidad del trasfondo colectivo sobre el cual
se despliega la penenencia y la identidad; por último, el acuerdo
inconsciente sobre lo que debe mantenerse en la represión o
fuera de toda representación para que las condiciones psíquicas y
sociales del vínculo se mantengan en la forma de agrupamiento
que lo constituyó. Cada una de estas formaciones asegura, soli-
dariamente con las otras, las condiciones psíquicas de la existen-
cia y la vida de la institución. Contribuyen a su permanencia y a
su capacidad para engendrar la continuidad; a su estructura y a
su capacidad estructurante; a la realización de su cometido
primario (I. Menzies, 1960), y por consiguiente a la definición
de su identidad.
Toda crisis, toda falla de estas formaciones intermediarias,
pone en cuestión la institución y la relación de cada uno con la
institución; anula los contratos, pactos, acuerdos y consensos
inconscientes; libera energías mantenidas en sus redes o paraliza
cualquier invención vital de nuevas relaciones. La lógica de la
crisis y de las superaciones incluye, por consiguiente, niveles
diferentes'' y un análisis multifocal.
Lo que nos preocupa aquí y reclama nuestro trabajo en las
instituciones —el sufrimiento psíquico ligado con el hecho insti-
tucional y la liberación de potencialidades que contribuyen a la
realización del cometido primario de la institución (cuidar, ense-
ñar, producir)— podrá entonces aparecer en su singularidad.

Ejemplo clínico: la colusión de los tiempos en una institu-


ción asistenciai Una situación clínica servirá de referencia empí-
rica y de soporte crítico a la presentación de estas formaciones
intermediarias. Se trata de una situación relativamente frecuente
en las instituciones asistenciales cuya fundación responde a una
innovación en el proyecto y las modalidades psicoterapéuticas.
Por eso la encontramos frecuentemente en ciertos hospitales de
día o en cualquier otra estructura, cuando llega el momento de la
partida de los primeros enfermos. Este suceso hace aparecer, de
una manera crítica, la mayor parte de las formaciones intermedia-

' El lector puede consultar el trabajo de J. Guillaumin (1979) sobre la


metodología de las situaciones de crisis ensambladas.
36 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

rías que ligan el espacio psíquico singular de los sujetos al espa-


cio psíquico común de la institución: lo afecta, por consiguiente,
en aspectos fundamentales de su vida. El fragmento que presento
fue objeto de un análisis que intentó revelar la intrincación y el
desligamiento de temporalidades individuales, grupaies e institu-
cionales en esta circunstancia.^

"Durante siete años me entrevisté regularmente con los


miembros del equipo asistencial de un hospital de día, para
intentar analizar su funcionamiento grupal e institucional. El
trabajo se llevó a cabo a partir de lo que dijo cada uno de ellos.
"El término de mi intervención se discutía cada año y en una
de estas oportunidades habíamos convenido, a propuesta mía, la
fecha de la última sesión. Entre los criterios que yo me había
fijado para decidir el fin de mi intervención había dado impor-
tancia especial a la elaboración de algunas altas de personal asis-
tencial o de enfermos importantes para los miembros del equipo,
la elaboración de la crisis de su proyecto terapéutico y, correlati-
vamente, la reestructuración de su 'novela institucional' y de sus
ramificaciones ideológicas; había tomado también en cuenta el
trabajo de desligamiento transferencia! y contratransferencial, su
capacidad de poner en funcionamiento un dispositivo de trabajo
de liberación respecto de los mecanismos repetitivos que, en el
caso de ellos, como en el de los demás, especifican el funciona-
miento grupal e institucional. Una vez fijada, la fecha del cese
de mi intervención fue inmediatamente olvidada y denegada en
varias oportunidades.
"En el curso de los últimos meses, una parte del trabajo del
equipo versó sobre la dificultad que éste experimentaba en sepa-
rarse de algunos enfermos que habían ingresado en el hospital de
día cuando éste se inauguró. Estaban en él desde el origen, como
la mayor parte del personal asistencial y, con pequeña diferencia
en el tiempo objetivo, como yo. El tiempo subjetivo de los asis-
tentes coincidía con el de los enfermos y el de la institución
misma, por lo que no es de extrañar que mi propia presencia
haya sido relacionada con esta coincidencia en el imaginario
acrónico de los orígenes: en otras instituciones análogas, cuando

* Véase Kaes, R. (1985¿7) "Les temps du lien groupal".


REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 37

se me pidió que interviniera después de muchos años de funcio-


namiento, resultó que yo había estado siempre fantásticamente
presente (por lo tanto, retroactivamente) desde el origen del
hospital de día. En efecto: el analista es invitado, o bien para
refundar la institución imaginaria, o bien para ser delegado como
testigo en la escena imaginaria que la funda, a fin de asegurar
retrospectivamente que no hubo entonces ni violencia sexual ni
muerte, o, puesto que existió asesinato y violencia sexual, para
señalar los culpables y las víctimas. Sobre esta demanda, eviden-
temente, se constituye la resistencia, es decir, la transferencia. Y
la contratransferencia.
"Dejar marchar a los enfermos originarios ('co-fundadores' y
'co-fundados'), en el momento en que mi partida modificaba
radicalmente el régimen de la temporalidad en el grupo, era para
los miembros del personal de asistencia perder el control sobre
aquella parte de ellos mismos narcisizada y alienada en el origen
grandioso de su fundación. Otro tanto significaba dejar por
propia voluntad la institución: tal fue la fantasía que circuló
durante algunos meses, reaparición más aguda de un fantasma
más arcaico, el de ser absorbido o desecado por la institución, de
no tener ya tiempo para uno mismo.
"En estas condiciones, el trabajo de los últimos meses versó
sobre la diferenciación de los tiempos subjetivos, sobre los
fantasmas —detectables en la transferencia— de abandono, de
captación, de retención, sobre el vínculo originario fundador. El
escalpelo pasó entre estos tiempos confundidos, y su rearticula-
ción hizo retomar, en la depresión, el tiempo inmóvil del mito
heroico del grupo originario: estar en la vanguardia de los
nuevos métodos de atención psiquiátrica. El fantasma de escena
originaria, en el que se fundían (fusión y fundación) mutuamen-
te, pudo ser aislado, y en parte analizado, en relación con los
enfermos y en la transferencia.
"Este trabajo de diferenciación de las temporalidades suscita
considerable angustia en todos los grupos, y más aun en todas
las instituciones, comprendida la familia, especialmente en los
momentos del nacimiento, la adolescencia, la muerte de los
padres. En la institución cada cual es amenazado por la equiva-
lencia fantasmática entre la diferenciación temporal y la disloca-
ción del marco. El espacio expresa aquí, regresivamente, el tiem-
38 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

po: parecería que conservar a los padres —sujetos del origen—


fuera mantener en el espacio de la Unidad de Día el tiempo
narcisista de la fundación. Como el inconsciente, la institución
es inmortal en el fantasma de sus sujetos".

1. El grupo como comunidad de cumplimiento del deseo


y de la defensa

Recordemos ante todo la fundación freudiana de un pensa-


miento psicoanalítico sobre la institución: ella plantea la identifi-
cación como formación intermediaria que mantiene reunidos a
los sujetos de la institución (el Ejército, la Iglesia —faltan la
Empresa y la Universidad—). Ella indica con una claridad nota-
ble lo que se pierde y se gana para el sujeto en este proceso y lo
que de ello resulta en el conjunto así formado.
Subrayemos luego lo que el trabajo de D. Anzieu ha puesto
en evidencia, una vez superadas las resistencias para reconocer-
lo: el grupo, a la manera del sueño, es una modalidad principal
del cumplimiento del deseo inconsciente. Los veinte años que
han pasado después de esta tesis no han hecho más que confir-
mar su sólida fundamentación y han aclarado retrospectivamente
más de un texto de Freud. Dos años antes de 1968, Anzieu decía
que el grupo era un lugar para realizar deseos, para defenderse
contra su realización. El año 1968 ponía de manifiesto, a escala
de la sociedad, de las instituciones, de los grupos y de los
grupusculos, las fuerzas actuantes en el agrupamiento. Por una
parte, la celebración, por el grupo que se instituye y se desinsti-
tuye incesantemente, de la función creativa del imaginario social
y de la realización de los deseos "individuales" en instituciones
diferentes, que no conservarán más que su poder instituyente;
por la otra, la denuncia de la institución instituida, alienada y
que perpetúa la rigidificación del movimiento social, la perma-
nencia de los poderes coercitivos y la jerarquía de los valores
susceptibles de oponer a la satisfacción del deseo. Celebración y
denuncia simultáneas, en el momento en que las modalidades
grupales de cumplimiento del deseo individual ponen a la vista
la estructura mixta paradójica de las formaciones intermediarias,
las lógicas cruzadas, los órdenes diferentes. Desorden.
El agrupamiento asegura la comunidad de cumplimiento del
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMENTO EN LAS INSTITUCIONES 39

deseo y de la defensa contra el deseo, puesto que existe más de


una analogía, pero no ima identidad, entre la escena y los proce-
sos del sueño y la escena y los procesos del agrupamiento.
Didier Anzieu ha subrayado sobre todo los aspectos tópicos y
dinámicos de estas relaciones: escenificación y dramatización de
los deseos prohibidos y reprimidos y, funcionamiento de la
censura. Por mi parte, he prestado atención a los mecanismos de
producción comunes al sueño y al agrupamiento: condensación y
formación de las personas-conglomerados, identificaciones
narcisistas y objétales, desplazamiento, difracción y multiplica-
ción de lo idéntico (R.Kaés, l9S5d).
Estos trabajos han dado pie a una reelaboración, dentro de la
perspectiva del análisis de los fundamentos psíquicos del agru-
pamiento, de los análisis freudianos sobre las identificaciones
histéricas y la comunidad de los síntomas, el contagio mental y
la transmisión psíquica; se ve de esta manera que la transmisión
intersubjetiva es una modalidad de cumplimiento del deseo, no
solamente en la medida en que el sujeto se identifica con el
deseo o con el síntoma de otro, sino porque existe allí un deseo
compartido: el deseo del deseo del otro o el deseo de una defen-
sa común contra el deseo..
En el capítulo 7 de Psicología de las masas y análisis del
yo, Freud desarrolla este análisis: la identificación es aquello que
es común a dos o a varios sujetos, lo que se coloca y se desplaza
desde el uno hacia el otro. Freud se apoya en la referencia funda-
mental de Tótem y tabú. Lo que se transmiten los hermanos
después de la muerte del padre originario es aquello que tienen
en común, lo mismo que transmiten a su propia generación
mediante el proceso de identificación: el interdicto de matar al
animal totémico, en la medida en que representa al padre. Reto-
ma luego el análisis de la formación del síntoma neurótico para
mostrar cómo la comunidad de síntomas entre Dora y su padre y
las identificaciones que la sostienen expresan la forma más
precoz y más original del vínculo afectivo. En las condiciones
propias de la formación del síntoma y la supremacía de los
mecanismos del inconsciente, la elección del objeto se convierte
en identificación al apropiarse cualidades del objeto. El síntoma
permite encontrar nuevamente, por medio de la identificación, el
vínculo con la persona amada. Pero mostrará también de qué
40 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

manera la identificación prescinde de la relación objetal con la


persona amada. Y da este ejemplo significativo que impone la
institución como un lugar de trabajo de los procesos psíquicos
fundamentales:

"Una de las alumnas de un pensionado acaba de recibir una carta del


hombre a quien ama secretamente, carta que suscita sus celos y a la
que reacciona con una crisis de histeria; algunas de sus amigas, que
están ai tanto de ios hechos, entran en la misma crisis por vía del
contagio psíquico. El mecanismo es el de una identificación fundada
en la capacidad o la voluntad de ponerse en una situación idéntica.
Las oü^as querrían tener también ellas una relación amorosa secreta y,
por la influencia de la conciencia de culpa, aceptan también el sufri-
miento que la acompaña. No sería Justo afirmar que se apropian del
síntoma por compasión. Por el contrario, la compasión nace solamente
de la identificación, y la prueba es que tal contagio o imitación se
produce también en circunstancias en que se admite entre dos perso-
nas una simpatía preexistente mucho menor que la que se establece
habitualmente entre las amigas en un pensionado. Uno de los yocs ha
percibido en el otro una analogía significativa en un punto, que en
nuestro ejemplo es la misma disponibilidad afectiva; sobre ella se
forma, en ese punto, una identificación, y bajo la influencia de la
situación patógena, esta identificación se desplaza sobre el síntoma
que uno de los yoes ha producido. La identificación por el síntoma se
convierte así en el inicio de un lugar de coincidencia de los yoes,
lugar que tiene que mantenerse o reprimirse" (G. W., 118).

El grupo — en cuanto formación intermediaria— es lo que


en el seno de la institución vincula entre sí, en una realización de
tipo onírico y por la comunidad de síntomas, fantasmas e identi-
ficaciones, a los sujetos de la institución, de manera que puedan
cargar en ella sus deseos reprimidos y encontrar los medios
deformados, desviados, disfrazados, de realizarlos o de defen-
derse contra ellos. De este modo se ligan a la institución, a su
ideal, su proyecto, su espacio.
El fundar una institución, hacerla funcionar, transmitirla no
puede estar sostenido más que por organizadores inconscientes
en los cuales se encuentran aprehendidos deseos que la institu-
ción permite realizar. El ejemplo clínico que he propuesto nos
orienta por este camino: lo que revela la inminencia del aleja-
miento de los enfermos "co-fundadores" es la red de identifica-
ciones solidarias que se encuentra en la base del agrupamiento
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 41

en la institución. Su alejamiento equivale a la pérdida de las


partes del yo sacrificadas al vínculo libidinal que la identifica-
ción sostiene.

2. "El trueque de una parte de felicidad posible a cambio de


una parte de seguridad": renuncia pulsional y
advenimiento de la comunidad civilizada

En 1929 Freud prosigue su larga reflexión sobre la felicidad.


¿Por qué, se pregunta, por qué es tan difícil para los hombres ser
felices? A esta pregunta compleja contesta inicialmente tomando
en consideración la vida psíquica. Si hay en el hombre malestar
y descontento, ello se debe ante todo a la estructura de la psique:
a la oposición del yo hedonista primitivo y del objeto. Recuerda
cómo se forma el yo-placer. El amo absoluto, el principio de
placer, exige que se eviten las sensaciones de dolor y sufrimien-
to y que se expulse del yo todo lo que podría ser una fuente de
displacer.
El advenimiento del principio de realidad asegura la distin-
ción entre lo intemo y lo extemo, es decir, entre lo que se refiere
al yo y lo que proviene del mundo exterior. Permite también la
defensa contra las sensaciones penosas o amenazantes. Pero en
oposición al principio de placer y a esta distinción saludable, el
hombre inventa dispositivos de representación providencial.
Reconstituye su posición frente a un padre que conocería todas
sus necesidades y aportaría a las necesidades de la vida satisfac-
ciones sustitutivas, que por otra parte son psíquicamente eficaces
gracias al papel de la imaginación. Aquí es donde surge un
porvenir para la ilusión, llámesela religión, arte o ciencia. Sabre-
mos ulteriormente que el grupo y la institución pueden hacer
aportes a ello.
Pasa luego Freud a preguntarse por las fuentes del sufrimien-
to humano. Señala tres: la primera es la potencia abrumadora de
la naturaleza; la segunda, la caducidad de nuestro cuerpo; la
tercera, la insuficiencia de las medidas destinadas a regular las
relaciones de los hombres entre sí en el seno de la familia, el
Estado o la sociedad.
Ahora bien, constata Freud, en tanto que buscamos los
medios para defendernos contra las dos primeras fuentes de
42 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

nuestro sufrimiento, adoptamos una actitud diferente respecto de


la tercera, el sufrimiento de origen social (die soziale Leidens-
quelle): "No logramos comprender por qué las instituciones (die
Einrichtungen) que hemos construido nosotros mismos no nos
dispensan a todos protección y beneficios. De todas maneras, si
reflexionamos acerca del deplorable fracaso, en este dominio
precisamente, de nuestras medidas de preservación contra el
sufrimiento, nos vemos llevados a suponer que también aquí se
disimula alguna ley de la naturaleza invencible, y que se trata
esta vez de nuestra propia constitución psíquica" (El malestar
en la cultura, trad, franc, págs. 32-33). Sin embargo, la opinión
más difundida es que la cultura es responsable de nuestras
desgracias y que deberíamos abandonarla para retomar al estado
primitivo, que nos garantizaría entonces la felicidad; y Freud se
pregunta por qué se desarrolla este punto de vista hostil a la
cultura y sus instituciones. Antes de responder a esta pregunta,
pasa a definir qué es una cultura. Surge inicialmente con la capa-
cidad del hombre para dominar y cultivar la tierra en beneficio
propio, con la capacidad de instaurar la limpieza, la higiene y el
orden. Una cultura se reconoce, luego, porque valoriza las
producciones intelectuales, científicas y artísticas, incluida la
religión, en la medida en que ella constituye un conjunto de
formaciones ideales. Una cultura se caracteriza, finalmente, por
la manera como son regulares las relaciones de los hombres
entre sí: estas relaciones son múltiples y variadas, y la cuestión
consiste en definir la condición mínima para hablar de una rela-
ción de cultura. Freud adelanta entonces la hipótesis siguiente:
"El elemento de cultura (das kulturelle Element) estaría dado por
la primera tentativa de reglamentar las relaciones sociales. Si tal
intento faltara, estas relaciones estarían sometidas a la arbitrarie-
dad del individuo singular; dicho de otra manera, al individuo
físicamente más fuerte, que las regularía de acuerdo con su
propio interés y sus pulsiones instintivas. Nada cambiaría en
caso de que este individuo más fuerte encontrara otro más fuerte
que él. La vida en común sólo resulta posible cuando una plura-
lidad logra reunirse en un conjunto más poderoso que cada indi-
viduo particular y se mantiene unida frente a cualquier individuo
singular" (El malestar en la cultura, G.W., XIV, 455; las bastar-
dillas me percenecen).
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN U S INSTITUCICINES 43

Como sucede frecuentemente en Malestar, Freud retoma y


desarrolla una cuestión ya elaborada en otras obras. Se ha
preguntado ya antes cómo una pluralidad llega a constituir no un
grupo sino una agrupación institucional y una institución. Tótem
y tabú plantea la hipótesis de que la muerte del padre original y
la consiguiente instauración del contrato fraterno infunden
consistencia y límites al agrupamiento. Mediante la enunciación
del tabú y la erección del tótem, fundan las instituciones socia-
les. Psicología de las masas y análisis del yo aporta otra dimen-
sión: sobre el modelo de las instituciones de masas (las muche-
dumbres convencionales que son el Ejército y la Iglesia), el
agrupamiento mediante el cual se efectúa el pasaje de lo uno a lo
múltiple y de la pluralidad al conjunto se basa en la identifica-
ción de cada individuo con el jefe y, secundariamente, en la
identificación de los miembros del grupo entre sí.
En todas estas respuestas se esboza la necesidad del renun-
ciamiento {der Verzicht). Es éste un postulado enunciado ya en
1908 en "La moral sexual 'cultural' y la nerviosidad moderna";
nuestra cultura está construida sobre la represión de las pulsio-
nes y sobre el renunciamiento: "Cada individuo ha cedido una
parte de su propiedad, de su poder soberano, de las tendencias
agresivas y vindicativas de su personalidad. De estos aportes
proviene la propiedad cultural común de los bienes materiales e
ideales. Fuera de las exigencias de la vida, son los sentimientos
filiales que fluyen del erotismo los que han impulsado a los indi-
viduos considerados separadamente a esta renuncia".
El malestar en la cultura pone en evidencia una segunda
línea de reflexión. Se refiere a las compensaciones y el contrato,
obtenidos a cambio de la coacción y el renunciamiento. "El
hombre civilizado ha trocado una parte de felicidad posible
contra una parte de seguridad." En este trueque, el pasaje de la
pluralidad al agrupamiento es decisivo. Constituye la base de la
vida en común. Freud escribe: "El poder de esta comunidad en
tanto derecho se opone al del individuo, censurado con el
nombre de fuerza bruta. Al operar este reemplazo de la fuerza
individual por el poder colectivo, la cultura ha dado un paso
decisivo. Su carácter esencial consiste en que los miembros de la
comunidad limitan sus posibilidades de placer, en tanto que el
individuo aislado ignoraba toda restricción de esta clase" (pág.
44 U INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

44). Más adelante escribe: "El resultado final tiene que ser la
construcción de un derecho al que todos —por lo menos todos
los miembros susceptibles de adherir a la comunidad— hayan
contribuido, sacrificando su impulso instintivo personal y, por
otra parte, no permitan que ninguno de ellos se convierta en
víctima de la fuerza bruta, salvo aquellos que no han adherido".
Esta línea de reflexión acerca del contrato y de la comunidad
en cuanto derecho es también antigua en el pensamiento de
Freud; fue esbozada ya en Tótem y tabú, como el propio Freud lo
recuerda en Malestar: "Mediante su victoria sobre el padre, los
hermanos aliados entre sí habían hecho la experiencia de que
una federación puede ser más fuerte que el individuo aislado. La
cultura totémica está basada en la restricciones que tuvieron que
imponerse para mantener este nuevo estado de cosas. Las reglas
del tabú constituyeron el primer código legal; la vida en común
de los seres humanos adquirió un fundamento: en primer lugar,
la coacción al trabajo {der Zwang zur Arbeit) creada por la nece-
sidad exterior y, secundariamente, el poder del amor, que exigía
que no fueran privados ni el hombre de la mujer, su objeto
sexual, ni la mujer de esa parte separada de ella misma que es el
hijo. Eros y Ananké se convirtieron así en los padres de la cultu-
ra humana, cuyo primer éxito fue que un número mayor de seres
pudieran vivir en común".
De esta manera, la comunidad en cuanto derecho protege al
individuo contra la violencia, impone la necesidad y hace posi-
ble el amor. Lo que Freud describe es una entidad bifronte:
renuncia a las pulsiones y advenimiento de la comunidad basada
en el derecho tienen una función y una significación en el espa-
cio psíquico singular y en el espacio psíquico del agrupamiento
institucional. A la vez, Freud describe el fundamento jurídico de
la institución y de la afiliación legítima de sus sujetos. Todas las
instituciones están dotadas de un sistema interpretativo de la ley
fundamental, a través del cual se plantean y resuelven algunas de
las relaciones entre las exigencias pulsionales de los individuos
y la salvaguardia del interés común, entre la violencia del abuso
del poder comunitario y la exigencia de la realización de ciertos
deseos inconscientes. La ley local de la institución es el conjunto
de los enunciados interpretativos de la ley fundamental de
composición. El distanciamiento entre estos dos aspectos de la
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN U S INSTITUCIONES 45

ley genera el conflicto en las relaciones del deseo y la interdic-


ción; remite, en definitiva, a la ley sobre el homicidio y la
exogamia, que regula las relaciones de los sexos y las generacio-
nes y traza los límites de la comunidad local en la comunidad de
los humanos (y, por consiguiente, la relación con la tercera dife-
rencia: la que manifiesta la presencia del extranjero).
Con esta perspectiva podría replantearse el análisis de la
situación del hospital de día durante la secuencia crítica que
surge en el momento en que se retiran los primeros enfermos.
Los asistentes se encuentran enfrentados a la ley fundamental:
tienen que separarse de los enfermos que devuelven al mundo, y
esta separación despierta el deseo imposible de mantenerse en la
madre-institución inmortal y de retomar al origen. La ley local
que rige los criterios de la partida interpreta contra la \ey funda-
mental las condiciones de la separación: "Si todavía no están
curados, como lo prueban nuestros criterios, entonces podremos
conservarlos y preservamos del duelo de nuestra propia partida".
Contra esta violencia de la pulsión de posesión, la comunidad de
derecho exige la renuncia.

3. La permanencia, la afiliación y el sostén del sujeto singular


en el estar-juntos: el contrato narcisista

La institución tiene que ser permanente: con ello asegura las


funciones estables que son necesarias para la vida social y la
vida psíquica. Para el psiquismo, la institución está, como la
madre, en el trasfondo de los movimientos de discontinuidad que
instaura el juego del ritmo pulsional y de la satisfacción. Se
confunde con la experiencia misma de la satisfacción. Es ésta
una de las razones del valor ideal y —necesariamente— persecu-
torio que asume tan fácilmente.
No se trata sólo de que la institución tiene que ser estable; el
intercambio social y los movimientos que lo acompañan exigen
de su función que ella lo estabilice. Esta es la función de lo insti-
tuido. Las dos formaciones psíquicas intermediarias mixtas
contribuyen a esta permanencia; el derecho ha regulado siempre
las relaciones de violencia inherentes a los compromisos pulsio-
nales, a los movimientos de deseo y a los intereses de los grupos.
Lo imaginario social e individual ha buscado siempre un garante
46 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

metasocial y metapsíquico para el derecho, y no es sin razón que


sostiene el origen divino de la institución. Para el inconsciente,
en efecto, la institución se inscribe en el espacio de lo sagrado.
Este espacio del terror es el del comienzo, el de la fundación: es
el espacio del sacrum. El origen divino de la institución le
asegura poder, legitimidad, permanencia absoluta. La institución
es de derecho divino. En el origen de la sociedad, para sus suje-
tos, para el inconsciente, la institución es inmortal. Cada cual
participa de esta manera en la divinidad, que, contra la muerte y
su trabajo de desligamiento, asegura el nexo narcisista de cada
cual con el conjunto y lo emblematiza.
Se habrá advertido la agudeza cruel del análisis que hace
Freud sobre los límites de la protección que, por medio del dere-
cho, otorga a sus sujetos la comunidad a cambio de una parte de
felicidad posible: no brinda la seguridad de la ley sino en la
medida en que cada cual ocupa su lugar dentro de ella y contri-
buye a su mantenimiento y su desarrollo. El que es extraño a ella
puede ser sometido a la fuerza brutal: está, literalmente, fuera de
la ley.
El soporte narcisista de este contrato se descubre en las
premisas que Freud enuncia en 1914 a propósito del narcisismo.
Escribe que el reconocimiento de las adquisiciones de la cultura
es arrancado al narcisismo con cierta dificultad. No renuncia-
mos nunca al narcisismo, y esto es lo que asegura la continuidad
de las generaciones y de los grupos, funda la identidad de filia-
ción y de afiliación. De esta manera, ante su hijo, los padres
afectuosos renuevan respecto de él "la reivindicación de privile-
gios abandonados hace mucho tiempo. Ninguna renuncia, ningu-
na restricción han de prevalecer contra lo que es la renovación
de este narcisismo propio, una parte de su inmortalidad, his
Majesty the Baby".
En este mismo sentido, como ya recordé, y en este contexto,
subraya Freud la doble existencia del individuo: en cuanto persi-
gue su propio fin y en cuanto es miembro de una cadena a la que
está sometido sin la intervención de su voluntad. Aquí señalare-
mos además que esta doble condición narcisista no define en
primer lugar una relación (de acuerdo o de oposición) entre lo
intrapsíquico y lo grupal, sino una bipolaridad interna que esbo-
za la posible división de lo que en cada uno de nosotros es
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 47

singularidad y grupalidad. La institución se funda sobre este


doble status del narcisismo y sobre estas formaciones interme-
diarias que es menester denominar trans-psíquicas en la medida
en que sostienen la relación necesaria entre el sujeto singular y
el conjunto: la identificación, la comunidad de síntomas, de
defensas y de ideales, el co-apuntalamiento constituyen una
parte de estas formaciones. Pero también el contrato narcisista y
el pacto de negación.
El concepto de contrato narcisista (P. Castoriadis-Aulagnier,
1975) puede incluirse, a mi juicio, en la continuidad de las
propuestas formuladas por Freud en el artículo de 1914 sobre el
narcisismo.
Tres ideas son dignas de atención: la primera, que el indivi-
duo es en sí mismo su propio fin, y es al mismo tiempo miembro
de una cadena a la que está sometido. La segunda, que los padres
hacen de su hijo el portador de sus sueños de deseo no realizados
y que el narcisismo primario del hijo se apoya en el de sus
padres, así como, a través de éstos, el deseo y el narcisismo de
las generaciones precedentes sostuvieron, positiva o negativa-
mente, su venida al mundo. Dicho de otro modo, a cada recién
nacido se le asigna la misión de asegurar la continuidad narcisis-
ta de la generación. Un año antes, Freud había puesto de relieve
la transmisión de la culpabilidad a través de las generaciones;
ahora subraya la transmisión narcisista. La tercera idea es que el
ideal del yo es una formación común a la psique singular y a los
conjuntos sociales (familia, instituciones, naciones).
El concepto de contrato narcisista generaliza estas propues-
tas y explica, en este aspecto, relaciones correlativas del indivi-
duo y el conjunto social: cada recién llegado tiene que cargar al
conjunto como portador de la continuidad y recíprocamente; con
esta condición, el conjunto sostiene un lugar para el elemento
nuevo. Tales son, esquemáticamente, los términos del contrato
narcisista: exige que cada sujeto singular ocupe un lugar ofreci-
do por el grupo y significado por el conjunto de las voces que,
antes de cada sujeto, desarrollaron un discurso conforme al mito
fundador del grupo. Cada sujeto tiene que retomar este discurso
de alguna manera; es mediante él que se conecta con el Antepa-
sado fundador.
El contrato narcisista está, en efecto, implicado en la funda-
48 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

ción, es decir, en la muerte. Quisiera subrayar este aspecto que


concierne a lo inmutable. El alejamiento respecto del contrato
hace la historia, en primer lugar, el héroe, y el origen de toda
otra institución: a partir de la que nos funda. Toda fundación
institucional contiene, ocultas, la continuidad de un mandato y la
de su ruptura —la muerte y la filiación—. Esta proposición
puede ser sometida a prueba tanto en lo que hace a la institución
de las ciudades (véase M. Serres y su meditación sobre la funda-
ción de Roma) como en lo que se refiere a las instituciones
culturales (véase M. Krüll y la invención del psicoanálisis a
través de la relación entre Sigmund y Jakob Freud).
Las iglesias mayores romanas están fundadas sobre la reli-
quia de un santo. La muerte idealizada sostiene el edificio en su
permanencia y su continuidad. Pero, a su vez, el edificio sostiene
al muerto, lo hace presente a través de la historia, ordena a ésta a
su propia medida. Pero, inevitablemente, la fundación de una
institución no contiene solamente la reliquia de un muerto ideali-
zado, tótem erigido en memoria del muerto originario y del
Antepasado fundador, sino también el material de antiguas cons-
trucciones destruidas. La arquitectura y el cimiento psíquico de
la institución pueden reconocerse a través de esta metáfora: el
contrato narcisista —el pacto de negación— obliga a mantenerse
juntos a los materiales reutilizados, que en sí mismos son incon-
gruentes; los naturaliza en su espacio propio. Esto es lo que dice
el mito. El mito dice el origen, proporciona una matriz identifi-
catoria y un código, por precario que sea, para afrontar la rela-
ción de lo desconocido. Permite pensar—y comenzar a pensar—
el horror primordial y el caos contra el cual la institución —en la
medida en que es la nuestra— nos protege. El mito traza cicatri-
ces y predispone la memoria del a posteriori [I'aprés-coup]. La
función mitopoyética está por ello ordenada siempre al manteni-
miento del contrato narcisista o a su inauguración en una nueva
prole. La fundación pone invariablemente al fundador en posi-
ción de deshacer una institución para fundar otra mediante ella.
Esta representación recurre, en estado ingenuo, en todas las
instituciones renovadoras dentro del campo de la salud mental.
El fundador es un homicida, y adquiere el estatuto de fundador
en la medida en que contiene y ordena el caos que su creación
provocó inicialmente. El mito fija el relato de ese tiempo de los
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN U S INSTITUCIONES 49

orígenes y define la relación de cada uno con el Antepasado


fundador y con la genealogía afiliativa que de él mana. En el
caso del hospital de día, en ese período de desligamiento de las
adherencias narcisistas a la fundación, las fantasías de que la
institución misma sería destruida pudieron ser comunicadas
cuando llegó el momento de representarse el origen y el equiva-
lente local del asesinato de fundación. El anclaje de lo imagina-
rio buscaba crédito en la prehistoria de la institución: separacio-
nes violentas y suicidios eran referidos a ese tiempo. Cuando la
institución no sostiene más el narcisismo de sus sujetos —cuan-
do, por ejemplo, la tarea primaria de la institución los expone a
ataques y peligros violentos— la institución es atacada a su vez.
En una de esas instituciones innovadoras en las que cada cual era
movilizado como "caballero heroico de la psiquiatría de maña-
na", el inevitable fracaso de los héroes no dejó de producir dos
clases de efectos conjugados: un ataque contra la institución y un
ataque contra la función de asistencia. El análisis de la crisis y la
consideración del sufrimiento narcisista que la acompaña puso
de manifiesto la solidaridad de estas dos laderas del narcisismo:
la que concierne al sujeto en su singularidad y la que concierne
al conjunto del que forma parte. En este caso, como en muchos
otros, sucede que la crisis adquiere esta significación de amena-
za contra el vínculo con el conjunto, en la medida en que el suje-
to podría no mantener de hecho su lugar y, en consecuencia,
poner en cuestión el orden común sobre el que se ha fundado
narcisísticamente su propia continuidad.
La adherencia narcisista al objeto institucional común
concierne al origen común de los sujetos ligados en el fantasma
familiar.9
Esta adherencia tiene por efecto que se suponga que cada
cual es capaz de poner en peligro el objeto compartido, desde el
momento en que se apropia de una parte, que por ese hecho es
sustraída a la comunidad. El modelo psíquico subyacente puede
ser el de la relación de las hermanas con el cuerpo de la madre;

' El lector podrá encontrar un eco más desarrollado de esta idea en la


contribución de J.-P. Vidal a esta obra y en un estudio que dediqué a la
tensión entre la filiación y la afiliación en las familias, los grupos y las institu-
ciones (Kaes, R., 1985a).
50 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

cuando, dejando de ser narcisista, el objeto común se objetaliza,


la transformación amenaza la relación de cada cual en el contra-
to narcisista. Son conocidas las peripecias cotidianas en las
instituciones de enseñanza o de formación cuando se trata de
reformar los programas, o las técnicas de atención, en las institu-
ciones terapéuticas. El objeto narcisista común, por sellar el
contrato de fundación del vínculo, corre el riesgo, si se privatiza,
de destruir la comunidad. La separación que se manifiesta peli-
grosamente se da en lo referente a la relación con los enunciados
fundadores: reformar es refundar; por consiguiente es destruir,
en el fantasma, la comunidad institucional. En esta separación,
que la vida no puede evitar, los significantes nuevos no están
todavía disponibles y no reciben todavía la carga necesaria para
cargar el nuevo contrato. En estas situaciones indecisas se utili-
zan con frecuencia dos salidas: el recurso a la actuación psicoso-
mática o a la actuación ideológica, cada una de las cuales apare-
ce generalmente a falta de la otra.
Otras causas de sufrimiento emanan también del contrato
narcisista: en una escuela de formación, un alumno (o alumna) o
toda una promoción adquieren, para los formadores, la condición
fantasmática de "patito feo", con algunas consecuencias doloro-
sas en el proceso de las identificaciones afiliativas y en la vida
cotidiana: rechazo, ataque contra los patos cojos desnarcisizantes
(y desnarcisizados): el efecto Pigmalión es un paradigma de esta
situación. En un servicio de psiquiatría, la tentativa de suicidio
de uno de los miembros del personal asistencial es sentida por
los otros miembros del equipo como un ataque contra el vínculo
narcisista.

4. Las trampas de la institución: el pacto de negación, "el


pasar en silencio" y la protección contra lo negativo

El recorrido de la arquitectura mental de la institución nos


conduce a los espacios de ocultación, depósito o enclaustramien-
to que tienen valor y función simultáneamente en el espacio del
sujeto y el del grupo. Parecería que el grupo humano no puede
formarse si no es manteniendo zonas de oscuridad profunda,
tierras de nadie comunes negativas del espacio psíquico compar-
tido, cuya fórmula cultural es la utopía, el lugar de ninguna
REALIDAD PSKXIICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 51

parte, el no-lugar del vínculo. El grupo administra así una parte


de la represión de cada sujeto y, mediante ello, ciertas formacio-
nes del inconsciente.
Llamo "pacto de negación"io a la formación intermediaria
genérica que, en todo vínculo, trátese de una pareja, un grupo,
una familia o una institución, condena al destino de la represión,
la negación, la renegación que mantiene en lo irrepresentado y
en lo imperceptible, hecho que vendría a poner en cuestión la
formación y el mantenimiento de ese vínculo y de esas cargas de
las que es objeto. Puede considerarse, pues, el pacto de negación
como uno de los correlatos del contrato de renuncia, tanto de la
comunidad de cumplimiento del deseo como del contrato narci-
sista. Es su reverso y su complemento.
Se trata de un pacto inconsciente, de un acuerdo entre los
sujetos afectados por el establecimiento de un consenso, destina-
do a asegurar la continuidad de las cargas y de los beneficios
conectados con la estructura del vínculo (pareja, institución...) y
a mantener los espacios psíquicos comunes, necesarios para la
subsistencia de ciertas funciones ancladas en la intersubjetividad
o en las formas de agrupamiento más específicas: función del
ideal, organización colectiva de los mecanismos de defensa.
Esta búsqueda de la concordia aparece, pues, como la negati-
vización de la violencia, de la división y de la diferencia que
lleva consigo todo vínculo: el pacto hace callar a los diferentes;
a esto se debe que sea un pacto cuyo enunciado, en cuanto tal, no
se formula nunca. Acuerdo tácito sobre un decir divisor es, y
tiene que seguir siendo, inconsciente. El pacto mismo es reprimi-
do. Reduplicación del silencio: el precio del vínculo consiste en
aquello que no podría cuestionarse entre las personas que vincu-
la, en su interés mutuo, para satisfacer a la doble lógica cruzada
del sujeto singular y la cadena.
Esta noción puede compararse con la de "comunidad de la
negación" planteada por M. Fain (1981). Da cuenta de una
modalidad de la identificación del niño con su madre cuando
ésta, no logrando separarse de él para designar, en un lugar

^o Respecto de la relación entre el pacto de negación y lo negativo, así


como de la función en la tópica, la dinámica y ia economía transubjetiva,
véaseKaés, R. (1988).
52 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

distinto del niño, un objeto de deseo, la negación del deseo del


padre es a la vez obra del niño y de la madre. La comunidad de
negación entre la madre y el niño mantiene de esta manera su
no-separación. Un pacto de negación con estas características
está en la base de los vínculos que ciertas personas ocupadas de
la asistencia reproducen con los primeros pacientes del hospital
de día: éstos son colocados en el lugar del objeto del deseo de
los primeros, en posición de cofundadores, en lugar de la instan-
cia instituyeme.
El cumplimiento del pacto de negación, como el de contrato
narcisista, se funda sobre una identificación de los elementos
ligados entre sí por un rasgo complementario común. En una
institución de formación, una mujer que había tenido tardíamen-
te un único hijo para perderlo después, no podía soportar la aten-
ción y el cuidado que la directora aportaba a la organización de
la tarea de la institución, y atacaba a ambas: entre la mujer y la
directora no podía hablarse de esos ataques cuyas consecuencias
eran negadas; por el contrario, la identificación cruzada de la
una con el silencio de la otra se nutría de ese pacto: él mantenía
la economía singular de sus posiciones ligadas y asignadas en el
ataque-renacimiento del bebé-institución. Una y otra se aferra-
ban a ese vínculo, cuya función de negación aparecía en los
"efectos de pasillo" (rumores) o en las actuaciones. Las institu-
ciones se fundan de esta manera sobre organizadores inconscien-
tes y sobre formaciones mixtas que aseguran, para los sujetos y
para sus vínculos, las cargas, las representaciones, las satisfac-
ciones de deseos y las defensas de los que tienen, en esta rela-
ción, necesidad. Se fundan en un pacto de negación y por consi-
guiente en un "dejar de lado", en un resto que puede seguir
diferentes destinos, el de bolsones de intoxicación, depósitos o
espacios-tachos de basura."
Se fundan también en algo de lo irrepresentado y del silencio
radical, que no se confunde con lo no-dicho. Se funda en vacia-
do sobre los eslabones faltantes de la cadena de las representa-
ciones y de las colocaciones que ella organiza y que forman su

11 R. Roussillon, en su contribución a esta obra, describe con precisión el


destino de ese resto; véase también el estudio de P. Fustier sobre la función de
contenedor en la institución.
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 53

relieve. Lo "pasado en silencio", según la expresión de J.C.


Rouchy, deriva de dos fuentes: una de ellas emana de lo irrepre-
sentado y lo negativo de cada sujeto singular. La institución
tiene para él esta función de mantener una parte de esto irrepre-
sentado enmascarándolo mediante sistemas de significación y de
sentidos que ella produce y que ella impone, poniendo a disposi-
ción de cada cual un cuerpo de representaciones conocidas
compartidas y compartibles, proponiendo o imponiendo la repre-
sentación de la causa única: es la función psíquica que cumplen
para cada sujeto, según sus modalidades específicas, el mito, la
teoría, la ideología. La institución no podría privarse de ellas o
privar de ellas a sus propios sujetos.
En efecto, la otra fuente del silencio radical emana de la
imposibilidad en la institución —por causa de la institución y la
positividad que ella contiene— para agotar lo irrepresentable de
su propia historia y, ante todo, de su propio origen: esto es lo
que intentan colmar las leyendas de los orígenes, el mito y la
novela institucional, y es el sentido que ella impone a lo real, si
es necesario mediante la función de la "historia oficial". Pero
subsiste un resto, que persiste en la no representación y en la no
percepción, que no accede a la represión ni, según el caso,
tampoco a la conciencia.
Se ve aquí que no se trata en absoluto de un pacto de nega-
ción, sino de una protección contra lo negativo. Esta protección
implica una cooperación elemental: la presencia de la institu-
ción, por la positividad de sus constituyentes, de su tarea prima-
ria, de sus dispositivos destinados a asegurar la permanencia, el
derecho y el orden, es por sí sola una protección contra lo nega-
tivo para sus sujetos y para ella misma. Para ella misma: se prue-
ba ocupándose de la vida de sus sujetos. Por esto la exclusión de
la institución o su destrucción nos enfrenta a la muerte.

5. La estructura psíquica inconsciente de la institución

La estructura psíquica inconsciente de la institución es el


resultado del montaje de estas formaciones bifrontes que hacen
que se mantengan unidos los sujetos de la institución y determi-
nan, según el modo de causalidad propio del inconsciente, los
procesos psíquicos específicos que se desarrollan en él.
54 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

De hecho, esta estructura precede a cada sujeto singular, y


cada institución singular se despliega sobre la estructura incons-
ciente de otra institución. Esta doble genealogía del inconsciente
merecerá, en un trabajo ulterior, un desarrollo más profundo. En
efecto, ella gobierna la organización, en cada caso singular, de lo
reprimido y sus retoños en la tópica intrapsíquica y en la tópica
transubjetiva.
Contra esta emergencia de eso reprimido y contra el recono-
cimiento de este inconsciente, que para el sentimiento del yo se
externaliza en un modo alienante en lo instituido, se establecen
las defensas propias de la existencia institucional y se mantiene
el desconocimiento deliberado de sus funciones. El sufrimiento
de y en la institución tiene allí su fuente.

III. SUFRIMIENTO Y PSICOPATOLOGIA EN LAS INSTITUCIONES

Los conceptos precedentes nos han sido necesarios para


pensar las formaciones psíquicas del vínculo, entidades bifrontes
constitutivas a la vez del sujeto singular y del conjunto institu-
cional del que participa: fue posible establecer así lo que la insti-
tución exige de sus sujetos y lo que ella les propone en cambio,
qué aspectos de la realidad psíquica reciben cargas en la institu-
ción y cómo de esta manera pueden inducirse espacios nuevos.

1. Sufrimiento del en las instituciones

El sufrimiento y la psicopatología que se desarrollan en las


instituciones son los que nos hacen conocer esos procesos y esas
formaciones. Mediante el análisis pueden distinguirse tres fuen-
tes de sufrimientos, fuentes que aparecen imbricadas cuando se
trata de la queja o de la designación de la causa: una es inherente
al hecho institucional mismo; la otra, a tal institución particular,
a su estructura social y a su estructura inconsciente propia; la
tercera, a la configuración psíquica del sujeto singular.
Distingamos aún el sufrimiento ligado a la vida misma: es la
consecuencia de las restricciones, coacciones, desilu^Iones que
acompañan el ser-conjuntamente: es inherente a la división del
sujeto mismo, a la distancia entre el objeto y el deseo, a la
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 55

angustia, a la relación del sujeto con la verdad. La experiencia


del desgarramiento mediante el que se la experimenta en el órga-
no psíquico es la de la distancia que hace extraño al sujeto para
una parte de él mismo y amenazado por lo que en él mismo es
otro y desella su integridad. Este sufrimiento lleva a un trabajo
psíquico, especialmente mediante el desarrollo de mecanismos
de defensa y mediante la búsqueda de la realización de satisfac-
ciones superiores: las obras del espíritu tienen este doble origen.
La falla de los mecanismos de defensa y de sublimación desem-
boca, por el contrario, en la destrucción del sujeto —en su cuer-
po o en su vida psíquica—, y en la destrucción del objeto y del
vínculo. Este sufrimiento, fundado en un desarrollo incontrolado
de la angustia, es patológico: en las instituciones, como en cual-
quier otra parte, paraliza y deteriora de entrada el espacio psíqui-
co interno, propio del sujeto singular, y los espacios comunes y
compartidos de los sujetos asociados en las diferentes configura-
ciones del vínculo.
Sin embargo, la expresión de un desgarramiento o de una
división no encuentra necesariamente su camino en la expresión
del sufrimiento. Existen perturbaciones graves que no se expre-
san por ningún sufrimiento accesible al sujeto. Los mecanismos
de defensa contra el sufrimiento son tales que se mantienen lo
más prolongadamente posible fuera del campo de su experiencia.
Las instituciones disponen, precisamente, de mecanismos de
defensa de esta clase que constituyen un apoyo a las defensas de
los sujetos singulares para evitarles todo sufrimiento, incluido el
que generaría en la institución misma. Tales mecanismos están
asociados a las funciones del pacto de negación y a las disposi-
ciones contractuales de protección contra lo negativo, cuyo efec-
to es la no inscripción psíquica de las experiencias dolorosas.
Tales modalidades tienen consecuencias opuestas: unas sostie-
nen, en vaciado, el trabajo del pensamiento; las otras lo toman
imposible, lo vacían de todo objeto.
Esta intrincación de muchas fuentes de sufrimiento en la
institución, esta interferencia entre los medios para defenderse
de ellas, que obedecen a lógicas diferentes, si bien no simplifi-
can nuestra práctica ni nuestro esfuerzo de teorización, nos han
puesto, sin embargo, sobre la pista de una indagación acerca de
lo que sería un sufrimiento "institucional". Cuando digo de este
56 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

sufrimiento que es institucional, no pretendo situarme en un


punto de vista en el que enunciaría su causa. Importa más a mi
propósito dar cuenta de la emergencia y el reconocimiento de
sufrimientos que se producen con motivo de la vida institucio-
nal. Algunos de ellos están ligados con el ser-conjuntamente,
pero el espacio institucional es también la escena de sufrimien-
tos propios de los sujetos en su singularidad, que quizás la insti-
tución revela o controla. En nuestra práctica tenemos que tener
presente esta distinción, porque la manifestación misma del
sufrimiento por los que sufren y el discurso que éstos formulan
sobre su origen y su sentido exigen antes que nada del psicoana-
lista que suspenda toda búsqueda de determinación causal.
Mientras estemos obsesionados por la cuestión de la causa deja-
remos de reconocer dos cosas importantes: que la institución
efectúa la gestión de otros sufrimientos distintos de los que son
infaltablemente suscitados por el vínculo que ella organiza y por
las cargas que ella requiere: es para sus sujetos una de sus razo-
nes de ser: que todo sufrimiento psíquico que se manifiesta en
ella no tiene ipso facto valor y sentido de síntoma para el funcio-
namiento institucional, aun cuando ese mismo sufrimiento pueda
ser referido en su discurso a sus propios fines y ser tratado en su
nivel propio. No podemos satisfacernos con un análisis que
aborde sistemáticamente el sufrimiento institucional como si se
tratara de una causalidad anclada en la pura historia personal: el
sufrimiento actual no se resuelve siempre en la historia singular,
sino que puede estar anclado en la red del vínculo. La cuestión
de la causa debe, pues, permanecer suficientemente en suspenso
para que afluya la diversidad de sus versiones y se manifieste su
sobredeterminación.
¿Quién es el sujeto del sufrimiento institucional? Postular la
institución como sujeto del sufrimiento no puede entenderse más
que como la forma de un discurso en el que operan, sobre los
términos de la relación entre el elemento y el conjunto y entre la
parte y el todo, desplazamientos, condensaciones, inversiones: lo
que se deja percibir en las figuras retóricas del discurso y, en la
medida en que se mantenga una situación psicoanalítica adecua-
da, en los movimientos de la transferencia. La institución es un
objeto psíquico común: hablando con propiedad, la institución
no sufre. Nosotros sufrimos de nuestra relación con la institu-
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN U S INSTITUCIONES 57

ción, en esa relación; hablar del sufrimiento de la institución es


una manera de designar esta relación en nosotros, evacuándonos
como sujeto, activo o pasivo. Designamos así, por proyección, lo
que sufre en los sujetos de la institución: la institución en noso-
tros, lo que en nosotros es la institución, es lo que sufre. Respec-
to de este sufrimiento y esta dificultad específica de reconocerlo,
el psicoanalista puede estar atento.
Sufrimos por el hecho institucional mismo, infaltablemente:
en razón de los contratos, pactos, comunidad y acuerdos, incons-
cientes o no, que nos ligan conscientemente, en una relación
asimétrica, desigual, en la que se ejercita necesariamente la
violencia, donde se experimenta necesariamente la distancia
entre la exigencia (la restricción pulsional, el sacrificio de los
intereses del yo, las trabas al pensamiento) y los beneficios
descontados. Sufrimos por el exceso de la institución, sufrimos
también por su falta, por su falla en cuanto a garantizar los
términos de los contratos y de los pactos, en hacer posible la
realización de la tarea primaria que motiva el lugar de sus suje-
tos en su seno.
Pero sufrimos también, en la institución, por no comprender
la causa, el objeto, el sentido y el sujeto mismo del sufrimiento
que experimentamos en ella. Es tal vez un rasgo específico del
sufrimiento institucional, y lo creo tributario de este estado parti-
cular del vínculo que corresponde a la indiferenciación radical
de los espacios psíquicos comunes. Esto corresponde en parte a
lo que J. Blegeri2 denomina "sociabilidad sincrética", es decir,
una no individuación; la sociabilidad sincrética se funda en una
inmovilización de las partes no diferenciadas del psiquismo. En
el marco de un interés distinto del de Bleger, yo había descrito
este estado del vínculo como el que sostiene la relación isomór-
fica entre el sujeto y el grupo. El isomorfismo es la consecuencia
de la indiferenciación entre cuerpo y espacio, entre yo y otro.
Tales estados hacen indiscernibles los límites del sujeto y de la
institución y lo que sufre en este vínculo es la tentativa, acompa-
ñada de angustia, de hacer surgir estos límites.
Sobre esta implicación de lo indiferenciado, que funda una
parte del placer de estar juntos sin el otro, toma cuerpo el motivo

12 Véase más adelante, pág. 69 y sigs.


58 U INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

central del sufrimiento institucional, siendo así que la queja


concierne a los excesos o los defectos de las formaciones
contractuales intermediarias que, ellas sí, implican una estructu-
ra de relación y una conflictualidad. El sufrimiento radical nace
del esfuerzo por soltarse de lo indiferenciado y de las angustias
de la disolución. Sufrimientos más elaborados, ligados a la rela-
ción de objeto parcial, aparecen en el trasfondo con la angustia
de ser destruido por la máquina institucional, de ser vaciado de
su sustancia. El ejemplo clínico propuesto por mí manifiesta esas
diferentes naturalezas del sufrimiento institucional.

2. Sufrimiento de lo inextricable y patología institucional

Nos encontramos en lo inextricable en todas las situaciones


en que prevalece la confusión de los elementos o la indiferencia-
ción del elemento y del conjunto, cada vez que se constituye un
espacio psíquico indiferenciado, una confusión de las formacio-
nes, de los procesos y de los efectos de sentido, gracias a una
abolición de los límites del sí-mismo, una evanescencia del suje-
to, una transversalidad de la subjetividad. Nos vemos entonces
confrontados con nuestros núcleos indiferenciados, con la angus-
tia ante aquello de peligrosamente desconocido, de no identidad
que representan para nosotros. En este nivel los espacios psíqui-
cos comunes sincréticos o isomórficos son inextricables por
necesidad de desubjetivización; constituyen el trasfondo de los
vínculos diferenciados. Uno de los problemas institucionales
—que no es propio de la institución— consiste en instalar un
dispositivo que sea a la vez capaz de salvaguardar este modo de
vínculo necesario para el vínculo y de evitar que su predominio
provoque una parálisis y un ataque contra las formas diferencia-
das del vínculo.
Otro aspecto de la patología institucional es el desarrollo de
estados pasionales que se producen en ella, desarrollo que no
deja de tener relación con lo inextricable. El término "pasión"
describe bastante bien el intenso sufrimiento psíquico, cercano a
los estados psicóticos, que se experimenta en ella y el desborde
fuera de sí de la capacidad de contener y ser contenido; la capa-
cidad de formar pensamientos resulta atacada y paralizada; la
repetición, la obnubilación, sirven de cobertura para odios
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN U S INSTITUCIONES 59

devastadores, contra los cuales se ponen en acción defensas por


fragmentación, que Springmann describe como una evitación de
crear vínculos que no podrían sino incrementar la violencia
destructiva y la desintegración. El espacio psíquico, el juego de
posibles que permite es aniquilado: no queda ya alternativa, sino
solamente lo ineluctable, único baluarte ideológico contra la
angustia catastrófica. Entonces la pasión puede desgarrar, hasta
el punto de unificar en este arrebato indiferenciado. Hay allí
como un orgasmo institucional, baluarte del gozo terrible y páni-
co contra la angustia de aniquilación. La institución se vuelve
muchedumbre: la transmisión directa de los afectos se propaga
sin encontrar el tope de las mediaciones y de los espacios inter-
mediarios.
Lo que provoca tales estados de sufrimiento patológico
puede ser casi constantemente referido a un cambio y/o una
amenaza de cambio en la instancia institucional, en su marco,
que recibe en depósito las partes no diferenciadas y no integra-
das del psiquismo. Todas las formaciones psíquicas intermedia-
rias que forman la estructura inconsciente de la institución resul-
tan entonces amenazadas simultáneamente y afectan a los sujetos
de la institución mucho antes de sus vínculos actuales en el espa-
cio psíquico institucional: les conciemen en estratos fundamen-
tales de su ser.
Lo que tiene de genérico el sufrimiento institucional —el de
los sujetos que sufren por su relación con la institución y son la
institución que está en ellos— se ancla "normalmente" en dos
niveles psíquicos de la vida institucional: el de lo inextricable, lo
sincrético y lo indiferenciado; el de lo contractual, que estructura
las formaciones bifrontes del vínculo.
Examinaré ahora tres aspectos particulares del sufrimiento
institucional en relación con ciertas disfunciones de la institu-
ción misma. Este análisis, por supuesto, tiene como trasfondo las
proposiciones más generales que acabo de hacer. Se tratará del
sufrimiento asociado con una perturbación de la fundación y de
la función instituyente, con las trabas a la realización de la tarea
primaria y con ciertas dificultades en el mantenimiento del espa-
cio psíquico.
60 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

3. El sufrimiento asociado con una perturbación


de la fundación y de la función ins tituy ente

La mayoría de estas perturbaciones pueden ser referidas a las


fallas de las funciones contractuales implicadas en la función
instituyente. Las fallas se manifiestan por exceso o por defecto,
o por inadecuación. Hay demasiadas instituciones, o demasiado
pocas, o la institución en concreto es inapropiada para su
función. En todos los casos, estas perturbaciones por exceso, por
defecto o por inadecuación entre la estructura de la institución y
la estructura de la tarea primaria culminan en un sufrimiento
ligado a la institución en su singularidad.
Una fuente constante de sufrimiento está asociada con las
perturbaciones ajenas a la constitución de la ilusión: la falta de
ilusión institucional priva a los sujetos de una satisfacción
importante y debilita el espacio psíquico común de las cargas
imaginarias que han de sostener la realización del proyecto de la
institución, disponer la identificación narcisista y el sentimiento
de pertenencia en un conjunto suficientemente idealizado para
afrontar las necesidades internas y extemas.
Una institución nueva no puede prescindir de la ilusión de
ser innovadora y conquistadora. El personal asistencial de un
nuevo centro de asistencia se recluta con la esperanza de parti-
cipar en esta aventura. La ilusión sostiene los riesgos y los
sacrificios consentidos a cambio de participar; ella es producto-
ra del resultado mismo. Si se la mantiene en la negación a pesar
de la experiencia, provoca el fracaso. El sufrimiento es el de la
desilusión, de la renuncia al fetiche. Cuando ese doloroso traba-
jo no se efectúa, la institución es atacada o ataca a sus sujetos
(incompetentes...) o a su propia tarea (burocratización, deriva
hacia otras cargas...). En un hospital de día, el retorno autorita-
rio a la medicación expresó el fracaso de la desilusión; en un
centro médico-psicológico, las reuniones de trabajo institucio-
nal se transformaron en arengas ideológicas en favor de deter-
minada escuela psicoanalítica; en otra institución, las conse-
cuencias fueron una serie de depresiones graves y varias
renuncias dramáticas.
Todas las fallas contractuales podrían considerarse un sufri-
miento de la fundación y de la función instituyente: el cumplí-
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 61

miento de ciertos deseos se hace imposible o excesivo, la ley de


la institución falla o se impone como la ley única de sus sujetos.
El pacto de negación es insuficiente o paraliza el trabajo del
pensamiento, el contrato narcisista no sostiene suficientemente a
sus sujetos o el apartamiento que éstos introducen en la relación
con la institución resulta intolerable. Una tabla de las combina-
ciones de todas estas deficiencias haría aparecer a la vista la
complejidad y la variedad de estas estructuras generadoras de
sufrimiento. Entre ellas me limitaré a subrayar la importancia de
las formaciones identificantes y representativas: el mito, la ideo-
logía, la utopía son a la vez formaciones intermediarias estructu-
rantes y defensivas, cuya saturación, tanto como su falta, son
fuente de intenso sufrimiento psíquico. Las instituciones tienen
que formarse una representación del propio origen. Tienen
también necesidad de imaginar una utopía, un no lugar de la
institución, una figura de su negatividad. Si dejan de imaginarla,
corren el riesgo de inscribirla en su funcionamiento.

4. El sufrimiento asociado con las trabas a la realización


de la tarea primaria

La tarea primaria de la institución funda su razón de ser, su


finalidad, la razón del vínculo que establece con sus sujetos: sin
llevarla a cabo, no puede sobrevivir. Así, la tarea primaria de las
instituciones asistenciales es asistir. Pero cualquiera advierte, si
reflexiona un poco, que la tarea primaria no es constantemente ni
de manera principal la tarea a la que se entregan los miembros
de la institución. No sólo pueden volverse dominantes algunas
tareas complementarias, sino que además se instalan otras deri-
vadas. Casi siempre existen otras tareas que, en un momento
dado, entran en competencia o en contradicción con la tarea
primaria de la institución, hasta el punto de ocultar o invertir su
sentido, siempre que la ley institucional lo tolere. Pero existen
dispositivos institucionales que tienen relación de necesidad con
la tarea primaria y que terminan por reemplazarla: esto es lo que
sucede cuando la preocupación por la defensa del personal asis-
tencial, contra los peligros reales o imaginarios ligados con la
realización de la asistencia, moviliza toda la energía disponible y
transforma la organización institucional. El resultado a donde
62 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

llegan estos derivados es que la institución protege a sus sujetos


contra la realización de su tarea. Consideraremos situaciones
opuestas, en las que falta la protección."
La naturaleza de las cargas psíquicas movilizadas en la tarea
primaria es una variable importante. Retomaré aquí una distin-
ción hecha por B. Gibello entre las instituciones cuyo propósito
es el cuidado de objetos no humanos y las instituciones cuya
tarea concierne a la formación o la asistencia a los seres huma-
nos. Gibello hace notar que la agresividad se orienta de manera
distinta en estos dos tipos de instituciones. En las primeras,
apunta hacia la competencia exterior o hacia las organizaciones
de la producción, por ejemplo, la dirección. En las segundas,
está dirigida hacia el interior (estudiantes, enfermos, colegas) o
hacia las instituciones de tutela. Propondré aquí la idea de que el
compromiso narcisista no es el mismo en los dos casos, porque
las identificaciones con los objetos de la tarea primaria no movi-
lizan las mismas partes de la personalidad. Por lo demás, se
pueden observar fenómenos defensivos en ciertas instituciones
asistenciales en las que los enfermos pasan a ser tratados como
objetos materiales, cuando se hace manifiesto que surgen serios
inconvenientes por tratarlos como seres humanos; en un servicio
de geriatría para pacientes en condiciones muy desfavorables,
los enfermos se dejan ir hacia la demencia, con el acuerdo semi-
consciente de los encargados de la asistencia, para evitar mante-
ner una vida psíquica que enfrentaría a unos y otros con un exce-
so de impotencia y de agresividad. Se trata, por consiguiente, de
una falla en la reciprocidad de los contratos inconscientes.
Indudablemente, hay que poner en cuestión el fracaso de la
institución en cuanto a proporcionar un apoyo narcisista sufi-
cientemente trófico para la realización de la tarea o en cuanto a
mantener las funciones del encuadre. En el caso del servicio de

13 La tarea primaria se ha tomado más en consideración en la corriente


del análisis accionalista y sistemista que en la corriente psicoanalítica. En
algunos estudios se ha intentado establecer un vínculo entre este enfoque y el
que propone la perspectiva del psicoanálisis aplicado al grupo: véase la tesis
de G. Rouan (1979) sobre "L'animation socio-culturelle: une institution en
action". £1 acento se pone en los procesos reguladores de la mecánica organi-
zacional, entre ellos las funciones psíquicas de la representación ideológica de
la ñnalidad de la institución.
REALIDAD PSOJICA Y SUFRIMiEhfTG EN LAS INSTITUCIONES 63

geriatría, se trataba de este doble fracaso; en otro, se trataba


solamente de la interferencia de la organización en el proceso
terapéutico, como lo describe Bleger.
Las trabas a la realización de la tarea primaria son en reali-
dad ataques contra la comunidad en el cumplimiento del deseo
que sostiene la representación-meta inconsciente común a los
sujetos de la institución. Estas trabas se manifiestan de diferen-
tes maneras, y entre ellas mencionaré especialmente los meca-
nismos de defensa institucionales.

5. El sufrimiento asociado con la instauración


y el mantenimiento del espacio psíquico

El espacio psíquico en la institución se reduce con la preva-


lencia de lo instituido sobre lo instituyente, con el desarrollo
burocrático de la organización contra el proceso, con la supre-
macía de las formaciones narcisistas, represivas, negadoras y
defensivas que sostienen a la institución contra un ambiente
hostil, o en la estrategia de dominio por parte de ciertos sujetos,
o cuando parte de ellos se encuentran amenazados por la emer-
gencia de formas elementales de la vida psíquica. En un hospital
de día para niños psicóticos, el equipo médico proscribió toda
expresión de las emociones, especialmente de los afectos negati-
vos por parte de los educadores y de los psicoterapeutas, por
considerarla.dañosa para la institución misma.
El apartamiento entre la cultura de institución y el funciona-
miento psíquico inducido por la tarea está en la base de la difi-
cultad para instaurar o mantener un espacio de contención, de
conexión y de transformación.
Hemos hecho ya una distinción entre la dificultad o imposi-
bilidad, por parte de la institución, de tomar en cuenta la realidad
psíquica de los sujetos, y la grave dificultad que resulta de la
incapacidad de éstos, en los períodos de cambios profundos, para
restablecer en sí mismos un apuntalamiento suficiente sobre una
institución confiable, al mismo tiempo que aquella de la que son
miembros conmueve la estructura inconsciente de sus vínculos.
El pensamiento, inhibido ya naturalmente en las instituciones
altamente organizadas, llega a perder incluso su objeto, mientras
no se restablezca, apoyada sobre una institución "interna" sufi-
64 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

cientemente fuerte, la función que actúa como contención.


Entonces puede ser transformada una parte de los elementos
psíquicos hasta ese momento no representables y no ligables en
una actividad de pensar y de asociar (de Bindung: vínculo de los
pensamientos, las pulsiones, los sujetos). Asimismo, pueden
restablecerse los contratos narcisistas y jurídicos, el pacto de
negación, las comunidades de cumplimiento del deseo. Son el
signo de que se ha restablecido el espacio psíquico y, a la vez,
contribuyen a mantenerlo.
La institución protege de este modo a sus sujetos contra la
angustia ligada con el cambio catastrófico. El concepto de
cambio catastrófico tiene un sentido bien preciso en la teoría de
Bion (1965), en relación con su concepción de la psicosis.
Habría que entrar aquí en los detalles de esta teoría, a la que en
Francia podríamos prestar atención a partir de la teoría de las
catástrofes de R. Thom. En efecto, ambos autores llaman catás-
trofe a una mutación decisiva en la estructura y organización de
un sistema. La catástrofe es inherente a todo cambio que ponga
en cuestión la integridad y la continuidad de un sistema. El
concepto no es, pues, peyorativo, pero puede admitirse que
suscita representaciones de destrucción, de negatividad. Ello se
debe a que un cambio de esta índole va acompañado de estados
de angustia, de fantasmas de aniquilación, de sufrimiento, y de
amenazas respecto de la propia persona, de los conjuntos de los
vínculos intersubjetivos y de las representaciones ordenadas que
aseguran la continuidad de la estabilidad narcisista de los siste-
mas. Hay mecanismos de defensa que aseguran habitualmente la
defensa contra tales cambios. La ideología, por ejemplo, es una
de estas defensas contra el cambio catastrófico; pero no es inin-
pugnable y termina por producirse un derrumbe que obliga a un
cambio vital; conocemos ahora mejor los efectos de las rupturas
ideológicas sobre los sujetos singulares y sobre los grupos, el
resurgimiento inicialmente impensable de angustias paranoides
muy profundas, los recursos delirantes o psicosomáticos en los
que desembocan y contra los cuales la ideología había protegido
hasta entonces mediante el apoyo de la administración grupal de
los mecanismos de defensa contra el cambio catastrófico. Hay
otros modos de gestión grupal de las defensas contra los cambios
catastróficos: por ejemplo, lo que Bion llama "el establishment".
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 65

cuyos mecanismos apuntan a lograr que los pensamientos


nuevos en el seno de una institución sean controlados, domina-
dos, limitados o trivializados por ésta para ponerse al servicio de
lo que Bion llama la mentira, a la vez que la institución transmi-
te la nueva idea deformándola y transformándola.
La institución no es solamente el lugar del cumplimiento
imaginario de los deseos reprimidos. Es también el lugar y la
ocasión para organizar las defensas contra esos deseos. Produce,
además, defensas específicas contra lo que vendría a poner en
peligro su existencia o la relación de sus sujetos con la tarea
primaria que los reúne. Asegura, finalmente, defensas contra
angustias cuyo origen o fuente no parecen directamente ligados
al hecho institucional. En este sentido, participamos en institu-
ciones que nos aportan ciertas defensas contra nuestras angus-
tias. De ahí que podamos considerar, siguiendo a E. Jaques
(1955, 1972), que la institución cumple funciones de defensa
contra las angustias, especialmente las psicóticas, de sus miem-
bros, en favor de cada individuo considerado como tal, en favor
de cada individuo en cuanto es parte interviniente de la institu-
ción, y en favor del espacio psíquico común de la institución.
Las investigaciones, clásicas ya, de E. Jaques fueron prose-
guidas en la Clínica Tavistock por I. Menzies (1960). Su trabajo,
llevado a cabo en Londres en el servicio de psiquiatría de un
hospital general, muestra que los individuos se reúnen en institu-
ciones para construir defensas comunes: estas defensas son
elementos estructurales de la institución y forman parte de su
cultura y su manera de funcionamiento. Lo que equivale a decir
que la institución asegura el sistema metadefensivo para los suje-
tos individuales y los grupos que la constituyen. La articulación
de estos sistemas de defensa encastrados es objeto de una aten-
ción especial en el trabajo con las instituciones, porque en ellos
se manifiestan las acciones de las formaciones psíquicas bifron-
tes contractuales que constituyen la estructura inconsciente de la
institución. Integran la cultura de la institución su tarea primaria,
su sistema de relación y de expresión en cuanto a su espacio
psíquico y sus objetos extemos, sus mecanismos de defensa. La
manera como cada cual se sirve del espacio psíquico y la manera
como la institución posibilita esta utilización caracteriza la
cultura y la manera de funcionar de la institución.
66 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

La investigación de I. Menzies se centró en observar cómo


las enfermedades intentaban continuamente modificar la angus-
tia interna empleando como mecanismos de defensa objetos y
procesos utilizables en la institución, y no solamente los meca-
nismos de defensa establecidos por la institución. Actualmente
todos los especialistas en asistencia saben que la utilización y la
valoración de ciertas técnicas de asistencia pueden cobrar el
valor de una metadefensa puesta a disposición de los miembros
de la institución, para permitirles defenderse contra las propias
angustias. Todos saben que asistir en la locura, manejarla, es una
manera de defenderse contra la locura propia; pero todos saben
también que no pueden asistir bien si no es apoyándose en sus
propias partes reconocidas como enfermas. Sin embargo, el
enfoque psicoanalítico de los grupos y del lugar del agrupamien-
to ha puesto suficientemente de manifiesto que los miembros de
un grupo —tanto temporario como institucionalizado y cualquie-
ra sea su dimensión— colaboran conjuntamente no sólo para
instaurar y utilizar una defensa contra situaciones que represen-
tan algunos de los problemas individuales de los miembros del
grupo, sino también para evitar tomar conciencia de ellos.
Cualquiera sea la institución, puede ocurrir que exponga a
sus miembros a experiencias demasiado angustiantes, sin propor-
cionarles en compensación experiencias suficientemente satis-
factorias y, en primer lugar, mecanismos de defensa utilizables
por aquéllos para protegerse contra sus angustias. R. Roussillon
(1978, 1987) ha mostrado de una manera notable el nudo para-
dójico que liga entonces las defensas individuales y las defensas
institucionales: incapaces de proporcionar ese apoyo metadefen-
sivo, las instituciones son atacadas entonces por sus miembros,
cuya angustia se incrementa sin que haya recursos a los que
apelar y los pone frente a un sufrimiento intenso, inextricable,
catastrófico.
Al término de este ensayo se advierte quizás mejor el
compromiso, el interés, la dificultad de una intervención en una
institución: el trabajo del psicoanalista es, en una medida esen-
cial, posibilitar la discriminación de estos espacios comunes
intrincados y el reconocimiento de sus niveles de organización
en cada sujeto implicado en ellos —en la medida en que puede
tener acceso— y en el conjunto institucional. Consiste, además,
REALIDAD PSÍQUICA Y SUFRIMIENTO EN LAS INSTITUCIONES 67

en hacer posible el reconocimiento de ese elemento inextricable


donde actúan las astucias y las estrategias del inconsciente y la
parte del psiquismo de cada uno que está puesta en juego y
trabajada en el espacio intersubjetivo.
Por lo dicho importa dejar hablar y escuchar al sufrimiento y
al mal, vengan de donde vinieren y apunten a donde apuntaren:
la condición primordial es dejar que advenga su representación,
mediante la palabra y mediante el juego. Entonces es posible
confrontarla con las configuraciones míticas y rituales de las que
las instituciones se muñen necesariamente para defenderse
contra el sufrimiento y para representar su causa y su tratamien-
to, y aun para evitar el tener una representación de él. Se trata de
instalar un dispositivo de trabajo y de juego que restablezca, en
un área transicional común, la coexistencia de las conjunciones y
las disyunciones, la continuidad y las rupturas, los ajustes regu-
ladores y las irrupciones creadoras, de un espacio suficientemen-
te subjetivizado y relativamente operativo.
CAPITULO 2

EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO


EN LAS INSTITUCIONES*

José Bleger

Mi propósito es el de contribuir con una cierta experiencia,


un cierto conocimiento y una buena dosis de reflexión a reconsi-
derar el concepto generalizado de lo que es un grupo y qué es un
grupo en una institución. Por concepción generalizada de lo que
es un grupo incluyo aquella definición que lo postula como "un
conjunto de individuos que interaccionan entre sí compartiendo
ciertas normas en una tarea".
Me he ocupado de esta cuestión en otras oportunidades
tomando como punto de partida el problema de la simbiosis y el
sincretismo, entendiendo por tal a aquellos estratos de la perso-
nalidad que permanecen en un estado de no discriminación y que
existen en toda constitución, organización y funcionamiento de
grupo, sobre la base de una comunicación preverbal, subclínica,
difícil de detectar y conceptualmente difícil de caracterizar en
función de que tenemos que formular, con un tipo de pensamien-
to y categorización, fenómenos muy alejados de la estructura de
estos últimos.
Mis postulaciones en ese sentido me llevan a tener en cuenta,
en todo grupo, un tipo de relación que es, paradójicamente, una
no-relación en el sentido de una no-individuación, que se impo-
ne como matriz o como estructura básica de todo grupo y que
persiste de manera variable durante toda la vida del mismo. La

* Conferencia pronunciada en las V Jomadas Sul-Riograndenses de


Psiquiatría Dinámica de Porto Alegre, del 1 y 2 de mayo de 1970, por invita-
ción de sus autoridades. Publicada en Temas de psicología. Entrevistas y
grupos, Buenos Aires, Nueva Visión, 1971.
EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO EN LAS INSTITUCIONES 69

llamaré sociabilidad sincrética para diferenciarla de la sociabili-


dad por interacción, que es con la cual se estructuró nuestro
conocimiento actual de psicología grupal.
La existencia o la identidad de una persona o de un grupo
están dadas en el orden cotidiano y manifiesto por la estructura e
integración que alcanza el yo individual y grupal en cada caso,
considerando como yo grupal al grado de organización, amplitud
e integración del conjunto de aquellas manifestaciones incluidas
en lo que llamamos verbalización, motricidad, acción, juicio,
raciocinio, pensamiento, etcétera. Pero esta individuación, perso-
nificación* o identidad que tiene o alcanza a tener un individuo
o un grupo, se asienta necesariamente sobre una cierta inmovili-
zación de los estratos sincréticos o no discriminados de la perso-
nalidad o del grupo. He descrito en otros artículos cómo se insta-
la entre ambos estratos de la personalidad (o de la identidad) un
fuerte clivaje que impide que entren en relación uno con otro; a
través de una inmovilización de los aspectos sincréticos se
permite la organización, la movilización, la dinámica y el trabajo
terapéutico sobre los aspectos más integrados de la personalidad
y del grupo.
Se puede alegar que aunque esto fuese realmente así, ello no
quita valor al trabajo terapéutico y a la comprensión de los dina-
mismos grupales que alcanzamos a tener de estos estratos más
integrados de la personalidad; y ésta es una afirmación con la
cual concuerdo, pero de todas maneras creo necesaria la profun-
dización en los conocimientos de la parte clivada de la personali-
dad o del grupo, ya que ahí es donde (a través de su moviliza-
ción) nos encontramos con un trabajo terapéutico más profundo,
aunque también mucho más engorroso y difícil. Las crisis más
profundas por las que atraviesa un grupo se deben a la ruptura de
ese clivaje y a la aparición consiguiente de los niveles sincréti-

* El concepto de "personificación" de Bleger fue expuesto en una comu-


nicación de 1964 a la Asociación Psicoanalítica Argentina: "Psicopatía como
déficit de la personificación" (en colaboración con L.S. de Bleger, D. García
Reinoso y G. Royer de García Reinoso). La personificación designa según
Bleger la evolución de la personalidad desde la indiferenciación primitiva
hasta la discriminación cabal del yo y el objeto. En el presente texto se trata
más bien de la formación de la personalidad que de la representación de un
objeto o un rasgo bajo la forma de una persona. [R. Kaes]
70 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

COS. La identidad —^paradójicamente— no está dada sólo por el


yo sino también por el yo sincrético.
Quiero ahora abarcar este problema tratando de detectarlo y
hacerlo más visible a través del examen de los aspectos institu-
cionalizados del grupo, es decir de aquellas pautas, normas y
estructuras que se han organizado o que ya vienen organizadas
de una manera dada. Para este objetivo necesito descartar, por
razones metodológicas y didácticas, aquellos grupos en los
cuales el clivaje ya viene roto o en los cuales dicho clivaje no
existe, tal como ocurre por ejemplo en ciertos grupos de psicóti-
cos o personalidades psicopáticas. Hecha esta primera delimita-
ción quiero considerar los aspectos institucionales del grupo
terapéutico que funciona fuera de las instituciones, y en segundo
lugar aquellos grupos terapéuticos que funcionan en institucio-
nes. Aunque esta última división resulte útil por razones exposi-
tivas y de investigación, tengo desde ya que observar, en otro
orden de cosas, que con frecuencia no sólo me ocuparé de
grupos terapéuticos de la experiencia psiquiátrica, sino también
de otros tipos de grupos, todos los cuales están incluidos en
nuestra competencia en la psiquiatría dinámica.
Un grupo es un conjunto de personas que entran en interrela-
ción entre sí, pero además, y fundamentalmente, el grupo es una
sociabilidad establecida sobre un trasfondo de indiferenciación o
de sincretismo, en el cual los individuos no tienen existencia
como tales y entre quienes opera un transitivismo permanente.
El grupo terapéutico se caracteriza también por estas mismas
cualidades; agregado el hecho de que uno de los integrantes del
grupo (el terapeuta) interviene con un rol especializado y prede-
terminado, pero que ello (esta última función) se realiza sobre
una base en la cual el terapeuta está involucrado en el mismo
trasfondo de sincretismo que el gmpo.
Aparentemente la lógica del sentido común nos muestra con
evidencia que un conjunto de personas puede ser citado a una
hora determinada y en un lugar definido por un terapeuta y que
el grupo empieza a funcionar cuando estas distintas personas,
hasta este momento separadas, están a una distancia suficiente y
relativamente aisladas de otros contextos como para poder inte-
ractuar.
Podría recordar al respecto la concepción sartreana que
EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO EN LAS INSTITUCIONES 71

sostiene que hasta que no se establece la interacción el grupo no


es tal sino sólo una "serialidad", en el sentido de que cada indi-
viduo es equivalente a otro y todos constituyen un número de
personas equiparables y sin distinción entre sí.
Aparentemente la concepción sartreana niega lo que estoy
afirmando como tesis en esta exposición, pero un examen más
detenido puede llevar a la conclusión, como me lleva a mí, de
que dicha seriedad es justamente el trasfondo de solidaridad, de
indiscriminación o sincretismo que constituye el vínculo más
poderoso entre los miembros del grupo. Sin él, la interacción no
sería posible.
En esta descripción, así como en otras que van a seguir,
quiero que se tome en cuenta las limitaciones del lenguaje y de
la organización de nuestro pensamiento conceptual para captar
niveles muy diferentes de sociabilidad; de esa sociabilidad muy
particular que se caracteriza por una no-relación y por una indi-
ferenciación en la cual cada individuo no se diferencia de otro o
no se halla discriminado de otro, y en la cual no hay discrimina-
ción establecida entre yo y no-yo, ni entre cuerpo y espacio, ni
entre yo y el otro.
Una limitación a la que me quiero referir, porque ha de pesar
mucho en las posibilidades de que nos entendamos, se refiere a
las diferencias entre el punto de vista naturalista y el punto de
vista fenomenológico. Por punto de vista naturalista entendemos
la descripción de un fenómeno realizada por un observador que
lo describe "desde afuera", es decir como un fenómeno de la
naturaleza que existe independientemente del sujeto observador,
y en este sentido la definición del grupo como "conjunto de indi-
viduos que interactúan con roles, status, etcétera", es una típica
descripción naturalista.
Por descripción u observación fenomenológica debemos
entender aquella que se realiza desde el interior de los fenóme-
nos mismos, tal como son percibidos, experimentados, vivencia-
dos u organizados por los integrantes del fenómeno o de un
suceso dado.
En este sentido, con mucha frecuencia me veo obligado, por
limitaciones semánticas y conceptuales, a describir fenómenos
desde el punto de vista fenomenológico con un lenguaje que
corresponde al punto de vista naturalista: en esto incurro por
72 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

ejemplo cuando digo que, para cierto nivel, un grupo se caracte-


riza por una no-relación o por un fenómeno de no discriminación
entre los individuos y entre el yo y los objetos. Esta última defi-
nición, que intenta abarcar o intenta ser hecha desde un punto de
vista fenomenológico, se realiza por medio de la negación de la
descripción del punto de vista naturalista. Al respecto pienso,
por ejemplo, que mucho de lo que describimos como identifica-
ción proyectiva e introyectiva corresponde a una descripción
naturalista de lo que desde el punto de vista fenomenológico
corresponde al sincretismo.
Estaría fuera de lugar y llevaría mucho tiempo ocuparme de
las relaciones entre las observaciones realizadas desde un punto
de vista fenomenológico y aquellas hechas desde un punto de
vista naturalista, y además estas relaciones están aún en un terre-
no de mucha controversia y no hay acuerdo sobre las mismas.
Así, hay quienes ven en estos dos puntos de vista posiciones
excluyentes, otros ven posiciones complementarias, mientras que
otros (entre los cuales me incluyo) ven descripciones limitadas a
la espera de un punto de vista unitario que mantenga y sobrepase
a ambas (Aufhebung).
Me referiré brevemente a las implicaciones de este enfoque.
Un pequeño ejemplo podrá servir para ilustrar; no demostrará ni
tampoco abarcará la totalidad de estos problemas. Se trata sólo
de un ejemplo:
En una habitación se halla una madre leyendo, mirando la
pantalla de la televisión o tejiendo; en la misma habitación se
halla su hijo concentrado y aislado en su juego.
Si nos guiamos por los niveles de interacción no vamos a
encontrar comunicación entre estas dos personas: no se hablan,
no se miran, cada uno actúa independientemente en forma aisla-
da y podemos decir que no hay interacción o que están incomu-
nicados.
Esto es cierto si consideramos solamente los niveles de inte-
racción. Sigamos con el ejemplo: la madre, en un momento
dado, deja lo que estaba haciendo y sale de la habitación; el niño
cesa de inmediato su juego y sale corriendo para estar cerca de
ella. Ahora podemos comprender que cuando la madre y su hijo
estaban cada uno en una tarea distinta sin hablarse e incomunica-
dos sobre los niveles de interacción, había sin embargo entre
EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO EN U S INSTITUCIONES 73

ellos un ligamen profundo, preverbal, que ni siquiera necesita de


las palabras o al que, a la inversa, las palabras lo perturban. En
otros términos, mientras falta la interacción, mientras no se
hablan ni se miran, está presente la sociabilidad sincrética en la
cual cada uno de los que, desde un punto de vista naturalista,
creemos personas aisladas, se hallan en un estado de fusión o de
indiscriminación. Este grupo puede servir de ejemplo de lo que
muchas veces significa el silencio de los grupos terapéuticos, y
de cómo la pauta de la comunicación verbal tiende a veces a
distorsionar u ocultar la comprensión de este fenómeno.
Para evitar equívocos debo decir que admito que una madre
y un niño que se comporten sola, exclusivamente y siempre de
esta manera darán lugar a una seria perturbación en el desarrollo
de la personalidad y de la relación entre ambos, pero creo
asimismo que si falta ese nivel de sociabilidad sincrética hay
también una perturbación muy seria en el grupo y en el desarro-
llo de la personalidad de cada uno. La falta de un marco para
esta sociabilidad sincrética la encuentro, por ejemplo, en las
personalidades psicopáticas, fácticas,* ambiguas, as if de H.
Deutsch.
Retomando el ejemplo, el niño aislado jugando puede justa-
mente estar aislado y lograr jugar (con todo lo que el juego
significa desde el punto de vista psicológico) mientras tenga la
seguridad de mantener clivada en un depositario fiel la sociabi-
lidad sincrética (simbiosis).
Uno de los ejemplos que da Sartre como típicos de la seriali-
dad es el de una "cola" de personas esperando un ómnibus; él
supone que la característica fundamental de la serialidad consiste
en que cada uno de los integrantes de esa "cola" es un individuo
totalmente aislado intercambiable, como número, uno por otro.
Para mí, aun en el ejemplo de una "cola" a la espera de un ómni-
bus está presente la sociabilidad sincrética depositada en las
pautas y normas que rigen para todos los individuos. Y cada uno
de los integrantes de la "cola" cuenta con esta seguridad, en

* Véase " 'Yo fáctico' y personalidad psicopática" en J. Bleger, Simbio-


sis y ambigüedad (Buenos Aires, Paidós, 1967). La personalidad fáctica es
una polarización, una cristalización del carácter artificial del yo sincrético. [R.
K.]
74 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

forma tal que ni siquiera llega a ser consciente de la misma y en


forma tal que el propio Sartre la pasó por alto. Podemos compor-
tarnos como individuos en interacción en la medida en que
participamos de una convención de pautas y normas que son
mudas, pero que están presentes y gracias a las cuales podemos
entonces formar otras pautas de comportamiento. Para interac-
cionar debe haber un trasfondo común de sociabilidad. La inte-
racción es la figura de una Gestalt sobre el fondo de la sociabili-
dad sincrética. Se puede decir que el segundo es el código del
primero.
Cuando un conjunto de personas han sido citadas, en tanto
personas, para un grupo terapéutico y tienen su primer encuentro
en el consultorio del terapeuta o en un lugar desconocido para
todos hasta ese momento, todo terapeuta observa de inmediato
fenómenos que catalogamos como reacciones paranoides, y creo
que existe acuerdo en considerar la existencia regular de estas
reacciones paranoides en el comienzo de todo grupo, tanto como
en atribuirles el significado de miedo a una experiencia nueva,
miedo a lo desconocido, o con otras variantes en la formulación,
pero que pueden todas ser recluidas a la experiencia que acabo
de enunciar.
No pongo en duda la existencia de la reacción paranoide. Lo
que sí pongo en duda es que a través de esa formulación enten-
damos realmente lo más importante de lo que ocurre en ese
momento. Cuando decimos en estos casos que el grupo reaccio-
na con miedo a una experiencia nueva, a lo indeterminado o a lo
desconocido, estamos diciendo una verdad mucho más amplia de
la que nosotros mismos reconocemos y que, por lo tanto, tampo-
co el grupo puede reconocer sino sólo los aspectos superficiales
de esta afirmación. No es lo nuevo solamente lo que produce
miedo, sino lo desconocido que hay dentro de lo conocido
(recuérdese que esto es la esencia de lo siniestro: Unheimlich).
Cuando señalamos las ansiedades paranoides, el miedo a lo
desconocido o a la situación nueva, estamos realmente diciendo
o señalando (aun sin comprenderlo del todo) que el miedo se
produce frente a lo desconocido que cada persona trae consigo
en forma de no-persona y en forma de no-identidad (o de yo
sincrético). En otros términos, para tratar de ser más claros, si es
posible, lo que les estamos diciendo con la formulación de las
EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO EN U S INSTITUCIONES 75

ansiedades paranoides es el miedo de no poder seguir reaccio-


nando con las pautas estabilizadas, que tienen asimiladas en
tanto personas, y el miedo al encuentro con una sociabilidad que
los destituya en tanto personas y los convierta en un solo medio
homogéneo, sincrético, en el cual cada uno no sobresalga en
tanto figura (como personas) del tras fondo, sino que se sumerja
en ese mismo trasfondo, lo que implica una disolución de la
identidad estructurada por los niveles más integrados del yo, del
self o de la personalidad. El miedo es a esa organización y no
sólo a la desorganización; desde fuera y desde un punto de vista
naturalista podremos seguir reconociendo individuos o personas,
pero desde un punto de vista fenomenológico significa pérdida
de identidad (de una identidad) y significa inmersión en una
identidad grupal que está más allá o más acá de la identidad
convencional que reconocemos como tal, constituida por los
niveles más integrados de la personalidad. Dicho de otra manera,
estamos señalando el miedo del grupo a una regresión a niveles
de una sociabilidad sincrética que no está constituida por una
interrelación o interacción, sino que exige una disolución de
individualidades y la recuperación de los niveles de la sociabili-
dad incontinente, como la llamó Wallon*, que no aparecen en
ese momento, sino que estuvieron presentes ya antes de venir al
grupo y desde el primer momento del encuentro en el grupo.
Quiero volver a reiterar la observación de que estoy hablan-
do en este momento de grupos terapéuticos integrados por perso-
nas neuróticas, es decir, personas que conservan o han llegado a
un buen nivel de integración de la personalidad, aun con las difi-
cultades o la sintomatología neurótica que presenten. Y esta
observación resulta pertinente y debe ser reiterada en este

* El pensamiento de J. Bleger ha sido influido por la obra de H. Wallon,


de quien tomó el concepto de sociabilidad sincrética. En Wallon, la noción de
sincretismo se refiere a un aspecto global e indiferenciado de los fenómenos
psíquicos y se aplica a la afectividad, la sociabilidad, el pensamiento y la
conducta. La sociabilidad sincrética caracteriza el primer año del desarrollo:
para el infante, el "intercambio" tiene lugar entre sujetos no diferenciados y se
modifica por efecto de los celos y la simpatía. La sociabilidad se denomina
incontinente cuando el miedo del sexto mes a los desconocidos desaparece y
"el niño se relaciona con el primero que llega" (H. Wallon, Les origines du
caractére chez I'enfant, París, PUF, 1949). [R.K.]
76 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

momento, dado que algunos grupos formados por personas que


no han alcanzado un cierto grado de individuación o de identi-
dad individual buscan de entrada el establecimiento de una situa-
ción simbiótica de dependencia y de identidad grupal; y esta últi-
ma es todo lo que pueden lograr.
La identidad grupal tiene dos niveles en todos los grupos:
uno es el de aquella identidad que está dada por un trabajo en
común y que llega a establecer pautas de interacción y pautas de
comportamiento que están institucionalizadas en el grupo; esta
identidad está dada por la tendencia a la integración e interac-
ción de los individuos o las personas. Pero otra identidad exis-
tente en todos los grupos, y que a veces es la única existente (o
la única que se alcanza en un grupo), es una identidad muy parti-
cular que podemos llamar identidad grupal sincrética, que está
dada no sobre una integración, una interacción y pautas de nive-
les evolucionados, sino sobre una socialización en que dichos
límites no existen y cada uno de los que nosotros vemos desde el
punto de vista naturalista como sujetos o individuos o personas
no tienen identidad en tanto tales, sino que su identidad reside en
su pertenencia al grupo.*
Podemos aquí establecer una equiparación, una equivalencia,
o una fórmula, diciendo que cuanto mayor sea el grado de perte-
nencia a un grupo, mayor será la identidad grupal sincrética (en
oposición a la identidad por integración). Y cuanto mayor sea la
identidad por integración menor será la pertenencia sincrética al
grupo.
Quiero además referirme someramente, sólo citando, al
hecho de que la pertenencia es paradójicamente siempre una
dependencia en los niveles de la sociabilidad sincrética. Hay
grupos terapéuticos que buscan tales fenómenos y otros que
reaccionan con pánico o con desintegración frente a los mismos.
Para introducir mayor claridad en la exposición, quiero seña-
lar sumariamente tres tipos de grupos o tres grupos de individuos
que pueden integrar distintos grupos o un mismo grupo.
Uno de los tipos está dado por individuos dependientes o
simbióticos que van a utilizar de inmediato el grupo como un

* Bleger desarrolla este punto de vista en "Psicoanálisis del encuadre


psicoanalítico" {Simbiosis y ambigüedad, ob. cit.). [R.K.]
EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO EN LAS INSTITUCIONES 77

grupo de dependencia o de pertenencia y que tratarán de estabili-


zar su identidad a través de la identidad grupal, como identidad
más completa alcanzada por ellos en el curso de la evolución. Se
trata de individuos en quienes la organización simbiótica ha
persistido más de lo necesario, o bien que dicha organización
simbiótica nunca ha sido normal como para poder resolverse y
dar paso a los fenómenos de individuación y personificación.
Ellos van a tratar de transformar en forma manifiesta el grupo en
una organización estable: la interacción será superficial, con una
tendencia a no dar lugar al proceso grupal.
Un segundo tipo de individuos son aquellos a los cuales me
he referido más detenidamente hasta ahora, a los que llamamos
neuróticos o normales, en los cuales reconocemos la neurosis
como sólo una parte de la personalidad, mientras que han alcan-
zado en buena proporción una cierta individuación y personifica-
ción: lo que comúnmente llamamos los aspectos maduros o
realísticos de la personalidad. Tenderán a moverse en la sociabi-
lidad de interacción y pueden presentarse como grupos muy acti-
vos, "muy movidos", pero sólo en un plano y afianzando el
clivaje. Pueden pasar muchas cosas para que no pase nada.
Un tercer tipo está dado por aquellos que nunca han tenido
una relación simbiótica y que tampoco la van a establecer en el
grupo sino después de un arduo proceso terapéutico: entre estos
incluimos las personalidades psicopáticas, perversas, las as if
personalities descritas por H. Deutsch y todas las personalidades
ambiguas (en las que incluyo el tipo as if). En ellos el grupo
parece jugar un papel muy subsidiario y poco importante. No es
así. Son los que tienden al grupo de sociabilidad sincrética, no
manifiesta (más preverbal).
Como lo he señalado, y salvo indicación en contrario, sólo
haré referencia al segundo tipo de personas o grupos.
Hasta aquí he desarrollado las características fundamentales
del grupo; pero todo esto ha sido para poder entender el papel
del grupo como institución y el papel del grupo en las institucio-
nes.
El concepto de institución ha sido utilizado con significados
muy distintos; aquí recurriré a dos acepciones entre las muchas
posibles y que me interesa aclarar: utilizaré la palabra institu-
ción en cuanto me refiera al conjunto de normas, pautas y activi-
78 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

dades agrupadas alrededor de valores y funciones sociales.


Aunque institución también se define como organización, en el
sentido de una disposición jerárquica de funciones que se reali-
zan generalmente dentro de un edificio, área o espacio delimita-
do, utilizaré para esta segunda acepción exclusivamente la pala-
bra organización.
El grupo es siempre una institución muy compleja, mejor
dicho, es siempre un conjunto de instituciones, pero al mismo
tiempo tiende a estabilizarse como una organización, con pautas
fijas y propias. La importancia reside en que cuanto más el
grupo tiende a estabilizarse como organización, tanto más el
grupo tiende al objetivo de existir por sí mismo, marginando o
supeditando a este último objetivo el objetivo propiamente tera-
péutico del grupo. La organización de la interacción llega a un
punto en que se hace antiterapéutica. Y esto ocurre por dos razo-
nes fundamentales o en dos niveles: se organizan los niveles de
interacción de una manera fija y estable, pero a su vez la fijeza y
la estereotipia de la organización se basan también y fundamen-
talmente en el establecimiento del control sobre el clivaje entre
ambos niveles, de tal manera que la sociabilidad sincrética resul-
te inmovilizada.
Este fenómeno corresponde a lo que considero una ley gene-
ral de las organizaciones, a saber, que en todas ellas los objeti-
vos explícitos para los cuales han sido creadas corren siempre el
riesgo de pasar a un segundo plano, pasando a un primer plano la
perpetuación de la organización como tal. Y esto ocurre funda-
mentalmente no sólo para resguardar la estereotipia de los nive-
les de interacción, sino fundamentalmente para resguardar y
asegurar el clivaje, la depositación y la inmovilización de la
sociabilidad sincrética (o parte psicótica del grupo).
Ya he señalado que en este orden de cosas un grupo que ha
dejado de ser un proceso para estabilizarse como organización se
ha transformado de un grupo terapéutico en un grupo antitera-
péutico.i En otros términos, podría decir que el grupo se ha buro-
cratizado, entendiendo por burocracia aquella organización en la
cual los medios se transforman en fines y se deja de lado el

1 He extendido la comprensión de estos fenómenos también a la así


llamada reacción terapéutica negativa.
EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO EN LAS INSTITUCIONES 79

hecho de que se había recurrido a los medios para conseguir


determinados objetivos o fines.
La tendencia a la organización y la burocratización (o, en
otros términos, la tendencia antiproceso) no se debe únicamente
a una preservación o a una compulsión a la repetición de las
interacciones sino, como ya he señalado, básicamente para afian-
zar el clivaje y con ello encubrir o bloquear los niveles simbióti-
cos o sincréticos.
No hace falta llegar a la burocratización extrema; un grupo
puede "trabajar bien" y estar rompiendo estereotipias, y esto
puede ser real, pero se cumple sólo sobre el nivel de interacción.
Si esto persiste lleva a que el grupo cambie permanentemente, a
que resulte un grupo de una gran movilidad, pero esto es en
realidad un cambio para no cambiar: en el fondo "no pasa nada".
Hay en todo esto todavía un aspecto de considerable impor-
tancia y que no quiero pasar por alto: podría empezar diciendo
que toda organización tiende a tener la misma estructura que el
problema que tiene que enfrentar y para el cual ha sido creada.
Así, un hospital termina por tener, en tanto organización, las
mismas características que los enfermos mismos (aislamiento,
deprivación sensorial, déficit de comunicación, etcétera).
Nuestras organizaciones psiquiátricas, nuestras terapias,
nuestras teorías y nuestras técnicas tienen también la misma
estructura que los fenómenos que tenemos que enfrentar. Han
devenido y no son otra cosa que organizaciones y cumplen por
lo tanto una igual función de mantenimiento y control del cliva-
je: una tendencia a la burocratización.
La función iatrogénica y de afianzamiento de las enfermeda-
des que cumplen nuestros hospitales psiquiátricos no tiene por
qué ser comentada aquí, ya que es de todos conocida, y constitu-
ye un aspecto sobre el cual se insiste mucho en la actualidad;
pero nos olvidamos de otros tantos aspectos que tienen el mismo
efecto burocrático iatrogénico e igual función latente: la de
mantener el clivaje controlando la sociabilidad sincrética.
La sociedad tiende a instalar un clivaje entre lo que conside-
ra sano y enfermo, entre lo que considera normal y anormal. Así,
establece un clivaje muy profundo entre ella (la sociedad "sana")
y todos aquellos que, como los locos, los delincuentes y las pros-
titutas, resultan desviaciones, enfermedades, que —se supone—
80 U INSTITUCIÓN Y WS INSTITUCIONES

no tienen nada que ver con la estructura social. La sociedad se


autodefiende, pero no de los locos, los delincuentes y las prosti-
tutas, sino que se autodefiende de su propia locura, de su propia
delincuencia y de su propia prostitución, que de esta manera
enajena, desconoce y trata como si fueran ajenas y no le corres-
pondieran. Esto se hace a través de un profundo clivaje. Esta
segregación y este clivaje se trasladan luego a nuestros instru-
mentos y a nuestros conocimientos. Así, respetar el clivaje de un
grupo terapéutico y no examinar los niveles de sociabilidad
sincrética significa admitir esa segregación sancionada por la
sociedad tanto como admitir los criterios normativos, tanto como
admitir los mecanismos por los cuales determinados sujetos
resultan enfermos y segregados, tanto como admitir el criterio
adaptativo de salud y enfermedad y su segregación como "cura-
ción".
No es posible en el tiempo de que dispongo desarrollar las
vicisimdes de cada uno de estos fenómenos que señalo dentro de
la dinámica grupal, pero no resultará difícil para el lector extraer
las consecuencias y analizar a estas últimas en su propio trabajo
con grupos. Por lo que nos* atañe más directamente, sólo voy a
agregar que un staff técnico de un hospital o el equipo adminis-
trativo del mismo tienden también a estructurarse como organiza-
ciones, y las resistencias al cambio no provienen necesariamente
siempre o solamente de los pacientes o sus familiares, sino
mucho más frecuentemente de nosotros mismos, en tanto integra-
mos organizaciones y las organizaciones son parte de nuestra
personalidad. Lo que ocurre es que en las organizaciones,
además, los conflictos que se suscitan en niveles superiores se
manifiestan o detectan en niveles inferiores: entonces ocurrirá
que los conflictos del staff técnico no se harán manifiestos en
ellos sino en los pacientes o en el personal subalterno, tanto como
las tensiones y conflictos entre los padres, con mucha frecuencia,
no aparecen a nivel de ellos sino como síntomas en sus hijos. Y
los ejemplos podrían continuar para todas las organizaciones civi-
les, gubernamentales, militares, religiosas, etcétera.
En el párrafo anterior he señalado que las organizaciones

* Téngase presente que Bleger se dirige a psiquiatras reunidos en un


congreso. [R.K.]
EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO EN LAS INSTITUCIONES 81

forman parte de nuestra personalidad y quiero retomar esta afir-


mación muy sumariamente, porque me parece de importancia
vital para lo que estoy desarrollando.
En nuestras teorías y categorías conceptuales, contrapone-
mos individuo a grupo y organización a grupo, tanto como supo-
nemos que los individuos existen aislados y que se reúnen para
formar los grupos y las organizaciones. Todo esto no es correcto
y es herencia de las concepciones asociacionistas y mecanicistas.
El ser humano antes que ser persona es siempre un grupo, pero
no en el sentido de que pertenece a un grupo, sino en el de que
su personalidad es el grupo. Al respecto remito a la persona inte-
resada al libro de Whyte, El hombre organización*.
Asi se entiende que la disolución de una organización o la
tentativa de cambio de la misma puede ser directamente una
disgregación de la personalidad; y no por proyección, sino
porque directamente el grupo y la organización son la personali-
dad de sus integrantes. Así se explica la gran frecuencia de
enfermedades orgánicas graves en los recientes jubilados, tanto
como podemos entender mejor cómo el ostracismo en la antigua
Grecia era más destructivo para la personalidad que la prisión y
el fusilamiento.
Hay entonces una especie de trasvasación en los problemas
que estoy estudiando, ya que he insistido anteriormente en que
todo grupo tiende a ser una organización y ahora —al ocuparme
de organizaciones— afirmo que estas últimas constituyen partes
de la personalidad de los individuos y a veces toda la personali-
dad que ellos poseen.
E. Jaques afirmó que las instituciones sirven como defensa
frente a ansiedades psicóticas. Esta afirmación es limitada y
resulta más ajustado decir que las instituciones y organizaciones
son depositarlas de la sociabilidad sincrética o de la parte psicó-
tica y que ello explica mucho de la tendencia a la burocracia y la
resistencia al cambio.
Cuando hablamos de organizaciones y del trabajo de los
psiquiatras, psicólogos y psicoterapeutas en las organizaciones,
generalmente se sobrentiende que nos referimos a terapia grupal

* Se trata del libro de W.H. Whyte (h.), The organization man, Nueva
York, Simon and Schuster, 1956, trad. fr. París, Plon, 1959.
82 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

en organizaciones psiquiátricas y hospitalarias. No hemos toma-


do todavía clara conciencia, por lo menos en psicología y psico-
terapia grupal, de las necesidades y problemas que nos plantea la
cuarta revolución psiquiátrica, que puede ser definida como la
orientación hacia la prevención primaria y una concentración de
esfuerzo en la administración de recursos. Si bien poseemos
conocimientos y técnicas grupales bastante desarrollados, no es
menos cierto que carecemos de una estrategia para la utilización
de esas técnicas y esos conocimientos cuando tenemos que
trabajar en psicología institucional (en organizaciones) en insti-
tuciones que no sean psiquiátricas u hospitalarias. Y aun en estas
últimas puede que la mejor administración de nuestros recursos
no sea la de organizar grupos terapéuticos, sino la de dirigir
nuestros esfuerzos y conocimientos a la organización misma.
Cuando trabajamos en organizaciones en psicología institu-
cional, la dinámica grupal es una técnica para enfrentar proble-
mas que son organizacionales, pero para utilizar estas técnicas
debemos contar con una estrategia general de nuestra interven-
ción tanto como de un "diagnóstico" de la situación de la organi-
zación.
En las organizaciones, uno de los problemas básicos no sólo
es la dinámica intragrupal sino la dinámica intergrupal, y nuestro
objetivo puede no ser los grupos sino el organigrama.
En una organización, el recurrir a las técnicas grupales y la
elección del tipo de técnica grupal al cual vamos a recurrir están
determinados no sólo por un esfuerzo para reformar nuestro
furor curandis, sino por un diagnóstico que permita entender
cuál es el grado de burocratización o el grado en que se ha
producido una fisura por la cual el clivaje entre los niveles de
integración y los niveles de sociabilidad sincrética ya no puede
ser mantenido, tanto como la existencia y correlación entre las
estructuras de grupo primario y las de grupo secundario, etcé-
tera.
Con gran frecuencia nuestros objetivos al trabajar con diná-
mica grupal en organizaciones se refieren al análisis de las
implicaciones psicológicas de las tareas que se realizan y de la
forma en que los objetivos son o no cumplidos, adjuntando la
dimensión humana o psicológica a la labor que realizan y a la
forma en que la realizan.
EL GRUPO COMO INSTITUCIÓN Y EL GRUPO EN U S INSTITUCIONES 83

No conozco error más grosero que trasladar, junto con las


técnicas grupales, el hospital psiquiátrico al hospital general y
ambos a las organizaciones (industrias, escuelas, etcétera).
En síntesis, he definido al grupo por dos niveles de sociabili-
dad: uno es la así llamada sociabilidad de interacción y otro es la
sociabilidad sincrética. He señalado que el grupo tiende a buro-
cratizarse como organización y a hacerse anti-terapéutico, no
sólo por una reiteración de pautas sobre los niveles de interac-
ción, sino fundamentalmente por la necesidad de un manteni-
miento del clivaje (o separación) entre ambos niveles.
De aquí he pasado a plantear cómo las organizaciones tienen
esa misma función de clivaje y cómo nuestros conocimientos y
técnicas grupales tienen que ser precedidos, si queremos trabajar
con dinámica grupal en organizaciones, por un estudio diagnósti-
co de las mismas y por una estrategia, dentro de la cual las técni-
cas grupales constituyen sólo un instrumento.
He señalado, aunque sin desarrollarlas en profundidad, algu-
nas leyes de las organizaciones, así como algunos de los linca-
mientos hacia los cuales debe tender nuestra función en el plano
de la psiquiatría preventiva y de prevención primaria. Más que
un desarrollo exhaustivo, esta exposición tiene la función de
provocar, incitar o estimular tanto un cambio de nuestras estere-
otipias teóricas y técnicas como un cambio en la administración
de nuestros recursos.
CAPITULO 3

EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES

Eugene Enriquez

El análisis de las instituciones revela su carácter paradójico

1. Se trata por una parte de lugares pacificados, expresivos de


un mundo que funciona bajo la égida de normas interiorizadas y
donde reina, si no un consenso perfecto, al menos el suficiente
acuerdo como para encarar y conducir una obra colectiva. A
diferencia de las organizaciones cuyo objetivo es la producción
limitada, cifrada y fechada de bienes o servicios y que se presen-
tan como contingentes (por ejemplo, una empresa puede nacer o
morir sin que su nacimiento o su desaparición impliquen conse-
cuencias notables en la dinámica social), las instituciones, en la
medida en que inician una modalidad específica de relación
social, en la medida en que tienden a formar y socializar a los
individuos de acuerdo con un patrón {pattern) específico y en
que tienen la voluntad de prolongar un estado de cosas, desem-
peñan un papel esencial en la regulación social global. En efecto,
su finalidad primordial es colaborar con el mantenimiento o
renovación de las fuerzas vivas de la comunidad, permitiendo a
los seres humanos ser capaces de vivir, amar, trabajar, cambiar y
tal vez crear el mundo a su imagen. Su finalidad es de existencia,
no de producción; se centra en las relaciones humanas, en la
trama simbólica e imaginaria donde ellas se inscriben, y no en
las relaciones económicas. La familia, la Iglesia, el Estado, los
conjuntos educativos y terapéuticos, pueden considerarse legíti-
mamente como instituciones, porque plantean todos los proble-
mas de la alteridad, esto es, de la aceptación del otro en tanto
sujeto pensante y autónomo por cada uñó de los actores sociales
EL TRABAJO DE U MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 85

que mantienen con él relaciones afectivas y vínculos intelectua-


les. Las instituciones, que sellan el ingreso del hombre a un
universo de valores, crean normas particulares y sistemas de
referencia (mito o ideología) que sirven como ley organizadora
también de la vida física y de la vida mental y social de los indi-
viduos que son sus miembros. Toda institución tiene la vocación
de encamar el bien común. Para hacerlo, favorecerá la manifes-
tación de pulsiones con la condición de que se metaforicen y
metabolicen en deseos socialmente aceptables y valorados, así
como el despliegue de fantasmas y proyecciones imaginarias en
tanto "trabajen" en el sentido del proyecto más o menos ilusorio
de la institución, dado que la emergencia de símbolos tiene la
función de unificar la institución y garantizar su poder sobre la
conciencia y el inconsciente de sus miembros.
Sin instituciones, el mundo sería sólo relación de fuerzas,
sería inconcebible cualquier civilización. En toda institución se
pone al descubierto la mirada de lo divino, de quien permitió la
existencia de la armonía en el mundo, nos dirigió un discurso de
amor, y exige a cambio nuestro amor hacia él y hacia los otros.
La significación última, manifiesta al tiempo que enmascarada,
del mensaje institucional, es la presencia íntegra, atronadora, de
Eros, que vincula a los seres entre sí ("amaos los unos a los
otros", "amaos tanto como yo os amo") y que al favorecer el
establecimiento de amplias unidades (S. Freud, 1929, pág. 77)
permite a cada cual reconocer en el otro a su "prójimo", cuando
todos se mueven a la sombra de la ley, y tienen identidad sólo en
tanto portadores de esa ley, incontestada e incontestable. Este
clamor de Eros tiene posibilidades de trastornar a los miembros
de la institución. Si ése es el caso, no podrán darse cuenta de la
silenciosa entrada de Tánatos en el proceso de instauración del
vínculo. En efecto, Eros puede favorecer la identificación mutua,
introducir una cohesión o una colusión definitiva, haciendo
funcionar a la institución como una comunidad de negación (M.
Fain, 1981). Esta cohesión se apuntala sobre un movimiento de
seducción recíproca entre los miembros de la institución, que
desbarata todo intento de reconsiderar el equilibrio erigido,
cuando no facilita la instauración de un mecanismo englobador
en el gran Todo y la construcción de un imaginario embaucador.
Cuando sobreviene esa situación, triunfan la indiferenciación y
86 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

la homogenización, cuyas características mortíferas son de sobra


conocidas. La institución "se convierte entonces en un modelo
de comunión, de calor, de intimidad y fraternidad. Las relaciones
entre los seres humanos se consideran entonces completamente
fraternales... Un modelo de trabajo, de eficacia, es sustituido por
un modelo de fusión, de cooperación y de comunicación sin
fallas. Uno y otro modelo reflejan la obsesión de la plenitud. El
miedo de la pérdida de tiempo en el primer modelo, el miedo al
tiempo 'vacío', 'sin interés', sin comunión en el segundo mode-
lo, traicionan por igual el miedo al tiempo que pasa, el miedo a
la muerte... Huyendo de la muerte, nos precipitamos hacia ella"
(E. Enriquez, 1967, pág. 304). Cabe preguntarse si la compul-
sión repetitiva no está ya funcionando en este trabajo de unifor-
mización. Además, a partir del momento en que una institución
vive bajo el modelo comunal, tiende a evitar las tensiones o, al
menos, a mantenerlas en el nivel más bajo posible. Funciona
como un sistema que se caracteriza por una autorregulación
simple, que permite la preservación de estados estables (home-
ostasis) y por el constante aumento de la entropía (rechazo de
toda creatividad) (E. Enriquez, 1972Z?; J. Laplanche, 1986),
aumento tal en ciertos casos que el único camino que queda es el
regreso al estado anorgánico (S. Freud, 1920). Siguiendo a A.
Green, podríamos decir que promueve "un narcisismo de muer-
te" (1983). Tánatos se despliega en el lugar mismo donde pare-
cía dominar Eros.

2. Por otra parte, las instituciones son lugares que no pueden


impedir la emergencia de lo que estuvo en su origen y contra lo
cual surgieron a la existencia: la violencia fundadora. Pese a los
esfuerzos que las instituciones ponen en práctica para encubrir
las condiciones de su nacimiento, son y siguen siendo herederas
de uno o varios crímenes ("La sociedad descansa ahora sobre
una culpa común, un crimen cometido en común". "Hay un acto
memorable y criminal que sirvió como punto de partida a
muchas cosas: organizaciones sociales, restricciones morales,
religiones". S. Freud, 1912, pág. 163). Si bien renunciaron
formalmente a la violencia de todos contra todos, instauraron la
violencia legal. Esta, al definir la esfera de lo sagrado y lo profa-
no, al enunciar prohibiciones, al desarrollar el sentimiento de
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 87

culpabilidad, se enuncia no como violencia sino como ley


estructural. Pero al hacerlo engaña a los hombres porque exige
de ellos sacrificios por los cuales las instituciones no suelen
ofrecer sino compensaciones irrisorias (S. Freud, 1927), los
coloca en situaciones intolerables, porque genera angustias y
peligros específicos. Además, las instituciones indican por
contraposición la constante posibilidad del asesinato de los
otros. En efecto, sabemos que lo prohibido suscita el deseo de
transgresión, que el conflicto y la rivalidad entre hermanos,
miembros de la institución, siempre pueden romper el dique
levantado por la necesidad de consenso. Frazer escribía precisa-
mente: "La ley prohibe lo que los hombres serían capaces de
hacer bajo la presión de ciertos instintos. Lo que la naturaleza
prohibe y castiga no necesita ser prohibido y castigado por la
ley" (Frazer, in S. Freud, 1912).
La violencia parece consustancial a la vida institucional, en
tanto procede de la legalidad que reclama a los hombres la
renuncia a sus pulsiones, y en tanto al hacerlo es capaz de reavi-
var los combates entre iguales y favorecer el deseo de transgre-
sión de lo prohibido; pero la violencia institucional no se reduce
a la violencia legal. En cuanto se instituye un grupo, se ponen en
funcionamiento mecanismos nuevos: los individuos proyectan en
el exterior pulsiones y objetos internos "que si no serían la fuen-
te de ansiedad psicótica, y que ponen en común en la vida de las
instituciones sociales donde se asocian" (E. Jaques, 1955, trad,
fr. 1965, pág. 546); ataques contra los vínculos (W.-R. Bion,
1959), no solamente por parte de pacientes psicóticos, sino por
parte de todo individuo que utiliza electivamente tipos de defen-
sa primarios como el clivaje y la clausura; proliferación de
mentiras, de afirmaciones dictatoriales (W.-R. Bion, 1962a) o
"indiscutibles" (en tanto ritman un discurso cerrado sobre sí
mismo, que no permite a nadie contradecirlo ni corroborarlo) y
tanto más frecuentes cuanto que las instituciones no favorecen la
indagación de la verdad sino las luchas por el poder; claro que
esto no equivale a decir que "las instituciones empleadas de esta
manera se vuelvan psicóticas, pero implica efectivamente que
esperamos encontrar en las relaciones de grupo manifestaciones
de irrealismo, de clivaje, de hostilidad, de suspicacia" (E.
Jaques, 1955, pág. 547). En cuanto a las estructuras adoptadas
88 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

para que la institución funcione, se presentan como "defensas


contra la ansiedad depresiva y contra la ansiedad persecutoria"
(E. Jaques, 1955) o bien (en una prolongación heterodoxa del
pensamiento de Jaques) como defensas contra lo informe, las
pulsiones, los otros, lo desconocido, la palabra libre, el pensa-
miento (E. Enriquez, 1983).
Si admitimos que la institución, a pesar de sus estructuras,
no instaura una pantalla suficiente como para impedir que sus
miembros se sientan mutuamente invadidos por las proyecciones
de unos y de otros, y que experimenten entonces un sentimiento
de intrusión de su psique y desecamiento de sus pensamientos y
emociones; que difícilmente logra que sus miembros acepten la
necesidad de controlar y simbolizar la separación, dado que ellos
tienden a negarla o bien a fijarla en lucha por el poder y en agre-
sividad; que la atraviesan movimientos de descarga y contra-
carga; que al promulgar ideales favorece la aparición de conduc-
tas paranoicas, y al tratar de promover un espacio de sueño y
fantasía se arriesga a dar libre curso al deseo perverso, puesto
que el más loco y dañino de los sueños siempre puede ocultarse
bajo la tnáscara de la creatividad, entonces hemos de admitir que
Tánatos (aun cuando no exista "destrudo" autónomo en el pensa-
miento freudiano) desempeña un papel esencial en la vida de la
institución.
Así pues, resulta urgente una reflexión sobre el trabajo de la
muerte en las instituciones. Esa reflexión ha de elucidar las
metamorfosis, los procesos de sustitución, desplazamiento y
metaforizacion que hacen que la institución juegue siempre a
quien pierde gana, que la muerte pueda estar presente fuera del
lugar que se tendería a asignarle, que la vida puede avanzar por
el camino tomado por el ángel de la muerte. Estamos invitados a
un juego de disfraces, de vértigo (ilynx). De modo que tenemos
que tratar de poner un poco de orden para no caer en lo insensa-
to, aun cuando sepamos de entrada que lo impensado, lo innom-
brable, lo indecible tendrán siempre —otra paradoja— la última
palabra.
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 89

I. LAS INSTITUCIONES: SISTEMAS CULTURALES,


SIMBÓLICOS E IMAGINARIOS

Las instituciones, elementos de regulación social global e


imagen de lo divino (toda institución se erige en institución divi-
na en tanto se enuncia como la única que promete a quienes la
habitan la salvación y la redención), se presentan como conjun-
tos culturales, simbólicos e imaginarios.

1. Sistemas culturales

1.1. Ofrecen una cultura, es decir, un sistema de valores y


normas, un sistema de pensamiento y acción que debe modelar
la conducta de sus agentes ante los individuos que les son
confiados o que expresaron una demanda respecto de ellas.

1.2. Establecen cierta manera de vivir en la institución, una


armazón estructural (ejemplo: reunión institucional, reunión
sobre problemas precisos, reunión de pequeños grupos de espe-
cialistas, tipos de juegos con los niños, espacio otorgado a cada
cual) que se cristaliza en determinada cultura, esto es, en atribu-
ción de lugares, expectativas de roles, conductas más o menos
estereotipadas, costumbres de pensamiento y acción, rituales
minuciosamente observados, que tienen que facilitar la edifica-
ción de una obra colectiva.

1.3. Desarrollan un proceso de formación y socialización de los


diferentes actores, para que cada uno pueda definirse en relación
con el ideal propuesto.
El modelo real de socialización —dicho de otro modo, el que
se pone en práctica efectivamente— puede ser muy diferente de
los principios teóricos a los que se remite y de la armazón
estructural creada para hacerlos vivir. El grado de contradicción
o de complementariedad entre esos diferentes momentos de la
cultura (como así también el grado de consistencia y de coheren-
cia que presenta cada cual) es un problema central. Cualquiera
sea el modo como se resuelve, los tres momentos culturales no
solamente desempeñan un papel cargado de sentidos implícitos
en la vida institucional, sino que son indispensables para el esta-
90 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

blecimiento y permanencia de la institución, porque garantizan


la identidad a la que aspira todo conjunto social.

2. Sistemas simbólicos

Una institución no puede vivir sin segregar uno o varios


mitos unificadores, sin instaurar ritos de iniciación, de tránsito y
de logro, sin darse héroes tutelares (muchas veces tomados de
los fundadores reales o imaginarios de la institución), sin contar
y/o inventar una historia que ocupará el lugar de la memoria
colectiva; mitos, ritos, héroes, sagas cuya función es sedimentar
la acción de los miembros de la institución, servirles como siste-
ma de legitimación, dando así sentido a sus prácticas y a su vida.
Entonces la institución puede ofrecerse como objeto ideal a inte-
riorizar, a hacer vivir, al que todos deben manifestar su lealtad,
cuando no sacrificarse. Plantea exigencias y conmina a cada cual
a ser movido por el orgullo del trabajo a cumplir, verdadera
misión salvadora.
Si de hecho no todas las instituciones pueden darse un siste-
ma simbólico tan cerrado sobre sí mismo y tan coactivo para sus
miembros, buscan consciente o inconscientemente edificarlo. Y
esto tanto más cuanto que se sienten menos seguras de sí
mismas, y desean reinstituirse, devolverse un fundamento sólido
y desarrollar así un nuevo control más total sobre sus miembros.
Las instituciones "sin historia" tienen sus mitos, ritos y
héroes, pero no necesitan evocarlos constantemente. "Padre
nuestro que estás en los cielos/ quédate allí/ y nosotros nos
quedamos en esta tierra/ que a veces es tan linda", escribía
Prévert. Cuando los padres se quedan en el cielo, cuando el mito
se mantiene a la mayor distancia posible de los hombres, cuando
no invade la vida cotidiana, desempeña la función de garante de
la vida psíquica y social (E. Enriquez, 1986). Los hombres
pueden consagrarse a sus problemas y hacer vivir a la institu-
ción. Cu£indo el mito se vuelve invasor (con su cortejo de ritos,
sagas, héroes), atrapa a los seres en un sentido preestablecido y,
al querer devolverles la vida, les quita toda posibilidad de esca-
par a la ruina que los acecha, aun cuando temporariamente
parezca proporcionarles un nuevo elemento de cohesión.
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 91

3. Sistemas imaginarios

Imaginarios en la medida en que la institución va a tratar de


atrapar a los sujetos en la trampa de sus propios deseos de afir-
mación narcisista y de identificación, en sus fantasmas de omni-
potencia o en su demanda de amor, fortaleciéndose de poder
responder a sus deseos en lo que tienen de más excesivos y
arcaicos (afirmación narcisista que se despliega bajo los rostros
del líder, del tirano, del organizador y del seductor; identifica-
ción masiva cuya finalidad es la comunión y la fusión amorosa
con otros) y de transformar sus fantasmas en realidad (ilusión
mortífera desde el momento en que la función del fantasma es
seguir siendo lo que no debe realizarse, y proporcionar los
fundamentos y elementos creativos necesarios para la reflexión y
la voluntad transformadora). Imaginarios también en tanto la
institución les garantiza su capacidad de protegerlos de la posibi-
lidad de vacilación de su identidad, de sus miedos de destruc-
ción, de la angustia de fragmentación que suscita y alimenta toda
vida comunitaria, procurándoles las sólidas corazas del status y
el rol (constitutivas de la identidad social) y la identidad masiva
de la institución.
Al prometerles tratar de responder a su llamado (angustias,
deseos, fantasmas, demandas), tiende a sustituir con su propio
imaginario el de ellos. Por una parte, la institución divina, todo-
poderosa, referencia única, que niega el tiempo y la muerte,
madre englobadora y devoradora, y al mismo tiempo madre
benévola y nutricia, progenitor castrador y simultáneamente
padre simbólico; por otra, la institución amenazada por persegui-
dores extemos o internos deseosos de impedirle que cumpla la
misión de que está investida, recorrida por miedos específicos:
miedo de regresar al caos, miedo de lo desconocido extemo e
interno indomeñable, miedo de las pulsiones destructoras y de
las pulsiones amorosas no controlables. Al aparecer a la vez
como todopoderoso y de extrema fragilidad, al multiplicar las
imágenes más contradictorias y contrastadas, pero siempre las
que provocan temor y temblor, amor y alienación, aspira a
ocupar la totalidad del espacio psíquico de los individuos, que ya
no pueden desligarse de ella e imaginar otras conductas posibles.
Los ahoga y los abraza, los mata y los hace vivir. El día en que
92 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

ese tornasol imaginario ya no funciona más o puede desmentirse,


entonces cada miembro se pone a jugar su propio juego (con o
contra la institución), y ésta, puesta al descubierto, se transforma
en una simple organización de trabajo con sus reglas y códigos,
es decir, en un lugar donde las pasiones se apaciguan y lo imagi-
nario ya no tiene vocación de reinar.

Las instituciones en tanto sistemas culturales, simbólicos e


imaginarios, se presentan pues como conjuntos englobantes, que
aspiran a imprimir su sello distintivo en el cuerpo, el pensamiento
y la psique de cada uno de sus miembros. Van a favorecer la
construcción de individuos que les sean devotos, en la medida en
que logren instaurarse para ellos como polo ideal, y enfermarlos
de ese ideal. Sin embargo pocas veces lograrán sus fines de pose-
sión total y de formación de estructura clausurada: terminarían
por engendrar un universo conformista, repetitivo y dedicado a
degradarse irresistiblemente y morir, salvo que se dé una tregua
persiguiendo la muerte de los otros. Pero el hecho de que no
logren desarrollar todas las consecuencias implícitas en su esen-
cia y su modo de existencia tal como está formalmente organiza-
do, no significa que no traten de "perseverar en su ser", y que no
se coloquen de entrada, por su voluntad totalitaria y por su recha-
zo de la variedad y la aceptación de una alteridad radical, en un
registro que, teniendo en finalidad hacer surgir lo viviente, corre
de hecho el riesgo de estar bajo la égida del triunfo de la muerte.

II. LAS CARACTERÍSTICAS DE LAS INSTITUCIONES TERAPÉUTICAS

A la manera de sus congéneres, estas instituciones están


pobladas de individuos que por naturaleza ocupan posiciones
asimétricas. Sabemos que la institución familiar, por el hecho
mismo del carácter inconcluso del niño, coloca a éste en una
situación de dependencia total; que la escuela instaura una sepa-
ración entre un maestro, guardián del saber, y un alumno en
proceso de aprendizaje; que el ejército instaura una diferencia
fundamental entre el comandante y el soldado, etc. La institución
terapéutica no deroga esa asimetría. Ella también coloca de un
lado los médicos, enfermeros, educadores, analistas, formadores.
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 93

poseedores de técnicas más o menos sofisticadas, y de otro a los


"clientes" que en primera instancia podrían definirse como obje-
to de esas técnicas. Pero ofrecen una modalidad de existencia
particular: si en las demás instituciones las relaciones son asimé-
tricas sólo por un tiempo, si el niño puede llegar a ser padre, el
alumno maestro, el soldado comandante; si las demás institucio-
nes toman por la fuerza al individuo y le asignan un lugar que él
no pidió nunca (el niño no elige a su familia, ni el alumno a la
escuela, ni el soldado a su ejército), no sucede lo mismo en el
caso de las instituciones terapéuticas.
En éstas (se trate de instituciones hospitalarias, de reedu-
cación, de acogida, protección o salvaguarda) la relación asimé-
trica es permanente, y los individuos atendidos nunca llegarán a
ser miembros activos de estas instituciones. Además, todos ellos
expresan más o menos explícitamente una demanda de cura. Son
pacientes que vienen en busca de ayuda, de asistencia, de conse-
jo. Llegan llenos de esperanza y dispuestos a la sumisión (salvo
que sean sus padres que, en tanto voceros, adoptan esa actitud de
expectativa), pero también con sus exigencias desmesuradas y
sus posibilidades de rebelión y violencia.

1. Encuentro con lo arbitrario

Se trata de personas que, como lo subraya P. Aulagnier


(1975), han encontrado en sus vidas lo arbitrario y no una ley
estructurante. En efecto, han experimentado un exceso: exceso
de contactos eróticos en unos casos, de amor invasor, de apego
englobante, y en otros casos exceso de golpes, de odio destruc-
tor, de deseos de muerte o más sencillamente de indiferencia de
sus padres (sus primeros educadores), que los hacen vivir en una
situación de carencia afectiva insoportable. De modo que no
tuvieron la posibilidad de confrontarse ni con límites y prohibi-
ciones explicados y aceptables, por consiguiente estructurantes,
ni con un amor positivo (aun cuando todo amor es ambivalente)
que favoreciera la gradual autonomía de su personalidad. No han
estado en condiciones de vivir una represión necesaria para la
constitución de un sujeto viviente que, remontándose al orden de
lo prohibido y el lenguaje, es siempre el signo de que la instan-
cia represora marcó su presencia, su atención y su interés afecti-
94 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

vo respecto a aquel sobre quien interviene. Si esa represión


hubiera tenido lugar, hubiera sido creadora de cultura y de
lenguaje, y hubiera abierto las puertas a la sublimación. Si no
fue posible, tal vez se deba a que lo reprimido no haya estado en
su lugar en los mismos padres. Entonces no pueden plantearse
como sujetos de cultura, no pueden inducir sino a una represión
completamente arbitraria (una violencia por exceso y no una
violencia constructiva) impidiendo la fantasmización y el enca-
rrilamiento del sentido. Es lo que pasa en la psicosis si nos refe-
rimos a la teorización que propone P. Aulagnier. Esta autora
escribe: "En el registro de la psicosis, la represión aspira a
volver imposible la revelación de un no reprimido presente y que
actúa en la psique materna. En tanto instancia represora, la
madre prohibirá al hijo todo pensamiento, toda significación,
toda interpretación, que pusiera en palabras eso no reprimido.
Por eso en este caso no puede haber una alianza positiva, estruc-
turante, entre la acción represora operada por el padre y la
acción represora que debiera apropiarse el Yo" (P. Aulagnier,
1984, pág. 259). Puede estar en juego otra determinación: la
ausencia de todo discurso de represión por parte de los primeros
educadores. En esas condiciones, los padres no pudieron sino
enfrentarse al odio y a la supresión. "Si la represión [refoule-
ment] pertenece al orden de lo prohibido y el lenguaje, la supre-
sión [repression] pertenece al orden de la censura y la violen-
cia... La violencia, como lo había señalado G. Bataille, es un
discurso sin voz. La violencia no se puede hablar: se vive, se
expresa, trabaja al nivel de una marca sin mediaciones (sin
lenguaje) sobre el cuerpo y el espíritu. El discurso de la supre-
sión es el del cuerpo a cuerpo, y su ser (el perseguidor) no tiene
otra finalidad que la de transformar a un sujeto que podría ser
deseante en un 'cuerpo a abatir' " (E. Enriquez, 1972a, pág. 90).
En ese caso, no se puede constituir ninguna estructura significa-
tiva; lo instituido es en cambio una falta de esperanza, asociada
con un ascenso de angustias de muerte (angustias de ser devora-
do, de vacío, de ruina), es una ausencia de forma (M. Enriquez,
1976), una imposibilidad de acceder al deseo y a veces, incluso,
un odio mortal del deseo; la violencia destructora y autodestruc-
tora, la tentación del Apocalipsis o del Nirvana son sus frutos.
En uno y otro caso con mayor o menor acuidad, los indivi-
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 95

duos vivirán la pérdida del sentido y de su posibilidad de cons-


truir el sentido. No pueden ver en los otros, en lo social, nada
más que una amenaza pronta a actuar. Cierto que no todos los
pacientes vivieron estas situaciones extremas. Algunos de ellos
fueron enfrentados a prohibiciones estructurantes. Entonces su
demanda de ayuda se debe a un exceso o a un déficit de prohibi-
ciones, cuando no a la imposibilidad de encontrarse y definirse
en el laberinto de las prohibiciones múltiples que les son
impuestas sin jerarquía.

2. El exceso de prohibiciones

Exceso de prohibiciones: así las viven los pacientes que


padecieron una educación rígida, de tipo puritano, donde lo que
estaba en juego no era solamente no transgredir la prohibición,
sino considerar con horror lo designado por ella, como la expre-
sión de lo demoníaco oculto en cada ser, y que sólo espera un
aflojamiento de la ascesis para manifestarse en su virulencia y
como contra natura. Cuando eso se produce, asistimos a un desa-
rrollo tal del sentimiento de culpa, derivado de la angustia ante
la retirada de amor, de la angustia ante el superyó (indispensable
para la creación y la permanencia de la civilización) que a través
de la renuncia casi completa a la satisfacción de las pulsiones,
lleva a niveles de tensión intolerables. Nos encontramos con
individuos incapaces de seguir el programa del principio del
placer, que ya no saben amar (cuando en cambio se muestran
casi siempre muy aptos al trabajo minucioso, dispuestos a sacri-
ficarse por un ideal y felices de someterse a obligaciones mora-
les), y por consiguiente son incapaces de deseo, dado que el
deseo es indisociable del placer, de la búsqueda de un objeto que
procure placer y al que el sujeto desea procurar placer. Indivi-
duos socialmente instituidos que viven en el espacio social y que
se han arriesgado a ignorar su espacio psíquico, o lo han nutrido
exclusivamente con prohibiciones e intimaciones de valores
sociales y paternales, han muerto para sí mismos; porque son tan
incapaces de interrogarse y dudar como de interrogar, de trans-
formar el mundo donde tienen que vivir. Son incapaces de crea-
ción. Como escribe J. Mac Dougall: "El inadaptado de tipo
normal se ha creado un caparazón que lo protege de todo desper-
96 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

tar a sus conflictos neuróticos o psicóticos. Respeta las ideas


recibidas, como respeta las reglas de la sociedad; y no las trans-
grede ni siquiera con la imaginación. El sabor de la vainilla no
desencadena nada en él, y no perderá su tiempo en busca del
tiempo perdido.Y sin embargo algo ha perdido. Esa normalidad
es una carencia que afecta la vida fantasmática y aleja el sujeto
de sí mismo" (Mac Dougall, 1978, pág. 220).
Cuando no necesitan la institución terapéutica o formativa,
cuando no experimentan fallas en su caparazón, se conforman con
vivir como muertos-vivos, y con hacer pagar a su entorno, a su
familia y a sus subordinados su estado de renunciamiento pulsio-
nal erótico. En realidad no podrán hacer más que ejercer su volun-
tad de control, doblegar a los otros bajo el peso de sus exigencias,
volcar en ellos su pulsión agresiva. A menudo se convierten en
seres perseguidores, que odian. Cuando estalle una guerra, cuando
los inmigrados los "invadan", proyectarán de buena fe sobre ellos
su violencia que exige ser saciada. Se los encuentra con frecuencia
entre los dirigentes de empresas y de partidos.
Pero si se instala una falla (provocada por un rechazo para el
que no estaban preparados: ser dejados a un lado, el divorcio, el
rechazo por parte de los hijos, la desocupación, la necesidad de
reconvertirse) entonces se sienten perseguidos, no entienden lo
que les pasa, pueden inclinarse a la locura, o ser presas de la idea
del suicidio. Piden ayuda, pero la pulsión de muerte que los
anima les va a impedir abrir los ojos, tener "los ojos fértiles"
(Eluard), acceder a la reflexividad y al deseo creador.
También pueden vivir niveles de tensión tan elevados que la
energía durante mucho tiempo comprimida se derramará de
golpe, y harán lo que nunca se habían animado a hacer y siempre
habían imputado a sus adversarios: van a sentir remontarse
dentro de ellos emociones de las que no se creían capaces, y
acudirán en busca de asistencia.
Terapeutas y formadores conocen bien a estos individuos sin
problemas, cuyo problema consiste precisamente en no haber
podido admitir y aceptar su conflicto y sus sufrimientos, y que
funcionan bajo la égida de una ideología protectora que les impi-
de vivir y pensar. Hombres del conformismo, hombres de lo
social y no de la cultura, están siempre a la merced de una
"ruptura" que no saben enfrentar.
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 97

3. El déficit de prohibiciones

La civilización modema favorece la eclosión de individuos


abandonados a sí mismos, a quienes los padres no pudieron
servir como referencia porque, viviendo ellos mismos en una
situación de perturbación, cuando no de riesgo psicológico, son
incapaces de enunciar prohibiciones estructurantes. Estos indivi-
duos están de hecho despojados de superyó y de ideal del yo
(aun cuando evidentemente nadie puede vivir cuando ciertas
instancias psíquicas faltan por completo). Para ser más exactos,
tienen como grupo de apoyo solamente a sus "pares", y los idea-
les mediáticos propuestos masivamente. "Lo que empieza por el
padre acaba en la masa" (S. Freud, 1929, pág. 91). La masa
versátil, atrapada por los discursos más groseros, las imágenes
más violentas, impropias de la imaginación creadora, se entrega
a los ídolos más efímeros, a los impulsos más primarios, y vive
bajo la égida de lo arcaico. Está poblada de seres que viven en lo
transitorio, en el encuentro instantáneo, y a quienes les falta la
capacidad de confrontarse con la alteridad debido a que la suya
nunca fue conocida. De modo que el otro sólo puede ser percibi-
do en tanto objeto de satisfacción de sus necesidades más inme-
diatas, menos metabolizadas. Si los individuos que han padecido
un exceso de prohibiciones están movidos por un sentimiento de
culpabilidad insoportable, éstos en cambio son incapaces de
culpabilidad y de remordimiento. Como no han reprimido nada
inconscientemente (aunque hayan sufrido represión explícita)
funcionan bajo el registro de la búsqueda de la satisfacción
inmediata. Transmiten la sensación de seres en estado de involu-
ción, que tratan de satisfacer las demandas del ello, pero son
impotentes para integrarlas en un yo voluntario, porque nada les
permite distinguir entre las exigencias contradictorias del ello, y
porque no se les ha propuesto ninguna conciencia moral, ningu-
na preocupación por un ideal a construir. Hijos de individuos
golpeados, lábiles, fronterizos, "sin forma", viven problemas de
identidad y no pueden situarse en la temporalidad que permite
filtrar los deseos. Se convertirán en esos delincuentes para quie-
nes el lenguaje está vacío de significación; en esos toxicómanos
que buscan la realización de su yo ideal en la huida fuera de la
realidad (todo déficit del ideal del yo consolida el yo ideal y su
98 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

necesidad de omnipotencia inmediatamente realizada); esos


inadaptados amorfos sobre los que es difícil influir, porque
nimca fueron investidos como personas autónomas, porque reci-
bieron la indiferencia de sus padres y de su ambiente: se volve-
rán indiferentes a sí mismos (incapaces de explicar las razones
de sus actos y de seguir un proyecto) tanto como a los demás.
Seres de la fragmentación, de intensidades, de contactos instan-
táneos, viven cotidianamente su muerte de manera pasiva. Nada
importa; todo da igual; el mañana no existe; nadie es responsable
de nada; ésos son los elementos constitutivos de su credo. Tera-
peutas, educadores y reeducadores se preguntan cómo ayudarlos
a construirse una identidad, a hacerlos capaces de amor, a darles
ganas de trabajar, a convertirlos en sujetos responsables de su
vida y de su tiempo. En efecto, parecería que en ellos la única
gana es el regreso al estado anorgánico. Sufren violentamente
por no haber encontrado puntos de sostén y de anclaje. Pero no
lo saben. Necesitarían aprender a sufrir para pasar de la situación
de sufrientes a la de seres de sufrimiento (dado que el sufrimien-
to tiene una función identificatoria, como señala M. Enriquez,
1980), es es decir, a la de seres capaces de pensar y de actuar.
Hegel decía: "Para pensar hay que estar desgarrado". También
hay que ser consciente de estarlo.

4. El laberinto de las prohibiciones

Si en algunos aspectos nuestra civilización, bajo el signo de


una falsa liberación, expresa una ausencia de prohibiciones
estructurantes, en otros (J. Laplanche, 1967), multiplica las
prohibiciones y las obligaciones cargadas de arbitrariedad. Los
individuos se ven atrapados en una serie de normas (y no en un
sistema de normas que estuviera en condiciones de garantizar a
los sujetos su coherencia) no jerarquizadas (normas jurídicas,
normas de vida históricamente instituidas, normas de un grupo
diferentes de un grupo al otro) que impiden a los individuos
tener puntos de apoyo, apuntalar su vida sobre fundamentos sóli-
dos.
Entonces son empujados de una norma a otra, de normas
oñciales ("hay que trabajar para triunfar") a normas insidiosa-
mente evocadas ("para triunfar, como la única salida es la finan-
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTnUCtONES 99

ciera, hay que librarse a la suerte: juegos de azar, quiniela,


prode, lotería, y a la camaradería"), de normas de solidaridad a
normas de individualismo. ¿Cómo reconocerse en ellas? Cuanto
más se diferencia la civilización, menos promulga leyes unívo-
cas; cuanto más pierde el individuo sus puntos de referencia,
más cuestionada, más fragmentada resulta su identidad, y más
forzado se ve a elaborar duelos y a procesar reorganizaciones de
su personalidad... Así se vuelve comprensible el ascenso de las
neurosis de nuestro tiempo vinculado con la imposibilidad de
referencia a normas de conducta universales, dado que cada
organización promulga normas que ya no tienen para los indivi-
duos carácter sagrado (E. Enriquez, 1980). Aparte de la neurosis,
las únicas soluciones abiertas al sujeto son: el repliegue sobre sí,
la "personalidad narcisista", presa del delirio de grandeza en la
incapacidad de reconocer a los otros y en la ilusión de creerse
creador de normas afirmativas que permiten dar la última pala-
bra a la pulsión autoconservadora; o bien la elección de una
norma temporaria valorizada, que sirve de ideal y rige la vida,
que culmina en la creación de lo que podemos llamar "personali-
dades oscilantes". Los ejemplos serían múltiples. Mencionamos
simplemente a los intelectuales que pasaron del estalinismo al
maoísmo y de allí al liberalismo y a la defensa de la sociedad
occidental, si es que (en casos afortunadamente raros) no pasa-
ron de la extrema izquierda a la derecha más virulenta, y aun a la
extrema derecha nazi. La característica esencial de esas persona-
lidades es la compulsión al compromiso y al descompromiso, a
la superinversión y a la contrainversión, sin cuestionamiento
radical y sin cambios internos. Su actitud es perentoria: queman
lo que adoraron, adoran aquello de lo que se burlaban, sin poner
en cuestión esa necesidad de referirse a un polo idealizado y sin
preguntarse qué sentido puede tener. Van de una ilusión a otra,
siempre seguros de estar en la verdad. Podrían hacer suya la
famosa frase: "Yo, la verdad, hablo", aun cuando nunca se trate
de la verdad.
Las personalidades narcisistas y las personalidades oscilan-
tes nunca piden ayuda, porque son incapaces de interrogarse.
Sólo si su tranquilidad se ve empañada (cosa que sucede difícil-
mente, dado que nuestra sociedad está ávida de personalidades
asO verán despertarse la duda y sabrán lo que es la vacilación.
100 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

En cambio, los que no saben ya "a qué santo encomendarse"


vienen a buscar formadores para que les indiquen "el buen
camino" (cuántas veces escuchamos a dirigentes de empresas
que nos piden: "Díganos lo que tenemos que hacer"), o terapeu-
tas que les permitan enfrentarse a sus conflictos neuróticos.
Estos últimos son sin duda los menos atravesados por la pulsión
de muerte, en la medida en que sienten subir en ellos la angustia
de la vida.
Cualquiera sea el sufrimiento que opera en la psique de estos
diversos pacientes, se presentan como individuos desadaptados,
fragmentados (dado que el principio unificador tiende a faltar),
atravesados por la pulsión de muerte de los otros (y de la socie-
dad) que interiorizaron y que vuelven contra ellos mismos o/y
contra su entomo, empujados por el odio de sí y de los otros o, al
menos, por una interrogación dolorosa que pone en cuestión la
posibilidad de estar vivo, en otras palabras, de darse una finali-
dad y de querer realizar algo para sí y para los otros, y a veces
por la desaparición en ellos de todo deseo. Su estado de infortu-
nio más o menos total, debido a la situación de cataclismo que
vivieron, los lleva al borde del caos, donde pueden oscilar (deli-
rio) o hundirse lentamente. Su psique está en peligro de muerte,
y sabemos que la muerte psíquica arrastra ineluctablemente la
degradación lenta pero irreversible, o la muerte física, propia y
de otros. Están allí con un grito silencioso, y esperan que un
sujeto los escuche y, mediante su presencia atenta, indique que
pueden recibir el sentido (o la ausencia de sentido) del que son
ponadores sin saberlo.

III. EL EQUIPO TERAPÉUTICO

Estos individuos que están mal consigo mismos, encuentran


operadores sociales (médicos, psicoanalistas, educadores, forma-
dores, psicólogos...) que los tomarán a su cargo dentro de una
institución que funciona de acuerdo con los principios que había-
mos definido antes. De modo que hemos de preguntamos qué es
lo que motiva a estos operadores en su relación con los pacientes.
Quienes trabajan en lo "psíquico" lo hacen por razones tan
variadas que parecería inútil tratar de registrarlas y categorizar-
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 101

las. Sin embargo, esa multiplicidad de razones remite a constan-


tes que es interesante revelar, aun cuando son relativamente
conocidas para quienes se mueven en ese terreno.

1. Seres marginales

Estos operadores son seres marginales (R. Kaes, 1976). Si la


sociedad contemporánea occidental es esencialmente una socie-
dad de producción y un lugar donde cada cual es interpelado en
su capacidad de decidir por sí mismo, de dominar y de entrar en
competencia, esas personas atestiguan que no se interesan ni en
la producción, ni en la decisión ni en el poder, es decir, en nada
que sea constitutivo de la existencia de esta sociedad. Si un
psicoanalista puede tener poder (y sabemos que ese poder puede
ser exorbitante), lo que lo caracteriza como psicoanalista es no
emplear su poder, no decidir en lugar del otro, no querer adap-
tarlo directamente al sistema social. Ser marginal significa
conducirse de manera no congruente con el sistema social y
tomarse a pecho lo que al sistema no le preocupa: la verdad y la
autonomía del sujeto, porque el sistema social es un lugar de
simulación e hipocresía que exige a los individuos que sean sola-
mente productores-consumidores, a los que necesita para perpe-
tuarse.
Esa posición marginal comporta siempre como posibilidad la
negación o el olvido de las exigencias sociales y de la realidad
histórica, donde terapeuta y paciente están comprometidos.La
relación terapéutica puede idealizarse. La complacencia para con
su acción, el interés por su función, pueden arrastrar al terapeuta
(y en consecuencia a su paciente) a la instauración de un proceso
de desrealización. En ese momento puede ponerse a creer que el
amor de transferencia que se despliega es un verdadero amor y
que el análisis puede reemplazar a la vida.
Es cierto que en la mayoría de los casos el terapeuta no caerá
en esa trampa. Pero la tentación es grande, porque todo marginal
aspira a convertirse en central haciendo prevalecer una palabra
nueva. Cabe preguntarse incluso si no es ese deseo el que lo
constituyó en principio como marginal. Si sucumbe a la tenta-
ción, tomará a su paciente en una relación global, se convertirá
en su padre y su madre, su amante real, y le impedirá despren-
102 U INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

derse de él y de la relación así creada. Lo va a situar en una rela-


ción de seducción en tanto intento de ejercer un "poder sexual"
violentador (en el sentido de que provoca en el otro una imposi-
bilidad de aceptar la separación, de simbolizarla, y una constante
espera de gratificación); seducción en tanto proposición al
paciente de "mensajes cargados de sentido y deseos, pero cuya
clave no posee (significantes enigmáticos)" (J. Laplanche, 1986,
pág. 18); seducción en tanto obstáculo que mantiene al paciente
en la idea psicotizante de haber descubierto el objeto perdido.
Así que no estará en condiciones de construir un objeto e inves-
tirlo (A. Green, 1986).
Para un sujeto la vida es ante todo el acto de desprenderse y
autonomizarse, y a partir de allí se verá comprometida. En la
medida en que el paciente es él mismo un marginal (dado que la
sociedad contemporánea tiende a considerar "anormal" a toda
persona enferma, ansiosa o en estado de abandono), el terapeuta
corre el riesgo de estar fascinado por un paciente, de identificar-
se con él y con sus normas, o al menos de establecer con él una
connivencia tal que contribuirá a crear una situación en que el
análisis se volverá imposible.

2. Personas preocupadas por sus problemas psíquicos

Estos operadores están preocupados por sus problemas


psíquicos mal o insuficientemente resueltos. El mismo Freud
decía que había soñado con una vida sexual más libre, sin tener
sin embargo el coraje y la voluntad de afrontarla. Es corriente
constatar que el terapeuta sigue su propio trabajo de exploración
de su psique en la relación que entabla con los pacientes. Algu-
nos afirman incluso que la conducción esencial para escuchar a
otro debatirse con sus conflictos es que el terapeuta esté cerca de
sus propios conflictos internos. ¿Acaso Nietzsche no escribió:
"Hay que tener un caos dentro de sí para parir un estrella que
danza"? El terapeuta tiene asimismo que "tener un caos dentro
de s f para permitir al individuo la creación de nuevos vínculos
simbólicos y la institución de nuevas formas.
Estas ideas son pertinentes. Sin embargo, siguen siendo
insuficientes en tanto no hemos apuntado al problema esencial
que vive el terapeuta, que es el de su mito personal. Todo mito
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 103

concierne al origen, todo mito tiene como finalidad la edifica-


ción de un mundo. La pregunta que se plantea el terapeuta es la
pregunta central a partir de la cual se constituye todo sujeto
humano, y que Freud puso al descubierto en "las teorías sexua-
les infantiles" (1905): ¿De dónde vienen los niños? ¿Cómo
nací?
Siempre se trata de una pregunta referida al parentesco y a la
filiación, a la diferencia de sexos y a la diferencia de generacio-
nes. En la mayor parte de la gente esta pregunta está olvidada o
recubierta. En los terapeutas se mantiene presente de manera
punzante. Se declina de la siguiente manera: ¿quiénes eran mi
padre y mi madre; fui deseado; puedo aceptar que ellos me
hayan creado; cuál es en mí la parte masculina y la parte femeni-
na; en qué medida soy mi propio creador; bajo qué modalidades
soy capaz de engendrar otros seres humanos; soy un "verdadero"
padre o una "verdadera" madre (dicho de otro modo, puedo
desempeñar la función de garante simbólico); soy el hijo de
aquellos a quienes engendré?
El terapeuta nunca está seguro de haber sido deseado por
sus padres, de haber nacido realmente, de estar en condiciones
de favorecer el nacimiento de otro. Necesita a los otros, su
mirada, su amor, su reconocimiento, pero también su odio y sus
preguntas, para saber que existe. Colocado en una posición de
casi mago, como el Próspero de La tempestad o el Alcandro de
La ilusión cómica, dado que instaura una realidad que no exclu-
ye la fantasmatización, se pregunta si no es él mismo el objeto
del sueño que instaura. Como Chuang-Tse, se puede preguntar si
sueña con una mariposa o si es una mariposa que sueña con
Chuang-Tse. A veces se mantendrá dentro de esta pregunta, atra-
pado en su posición ilusoria. Pero de todas maneras está conde-
nado a pasar por el encuentro con otro para tener una posibilidad
de saber si existe, de quién es hijo, de quién es padre. El peligro
que corre y que hace correr a su cliente, al no poder tratar sus
conflictos, es plantearse como referencia, como el único padre
(estableciendo una confluencia "delirante" entre padre real,
padre imaginario, padre simbólico), convirtiéndose así en proge-
nitor, castrador, que sólo soporta el engendro de lo mismo: o
bien, como lo muestra Searles (1975), provocar un conflicto
afectivo en el paciente que tienda a volverlo enfermo, loco y sin
104 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

deseos. Todo deseo de formar, de engendrar, tiene como contra-


partida el deseo inverso de deformar, romper, fragmentar al otro.
Todo padre formula inconscientemente deseos de muerte sobre
sus hijos. Obsesionado por el problema de la filiación, el que
trabaja en lo social tiene más oportunidades que otros de hacer
que esos deseos sean operantes.

3. Seres en proceso de cambio

Por último, el terapeuta percibe al individuo como ser en


proceso de cambio (como una casi esencia que se descubre a
través de la existencia y del movimiento que no logra revestir
una forma sustancial), que vive de sus conflictos, de sus contra-
dicciones y del intento de tratarlos. Así que es sensible a lo
imprevisto, a lo maravilloso, a la sorpresa, desea favorecer en
otros un proceso de descubrimiento de la verdad que lo constitu-
ye e instituye. El problema es entonces poder continuar acce-
diendo en él a "la perturbación de pensar" (Tocqueville) y
teniendo en cuenta el propio éxito profesional, no dejarse seducir
por la idea de la buena forma a la que debiera acceder su cliente
para que éste realice sus posibilidades.
El ideal de Pigmalión obsesiona a todo interviniente; la
tendencia a clausurar la experiencia sigue siendo una tentación
constante, en la medida en que el terapeuta siempre teme que el
paciente lo lleve por caminos no balizados, donde los dos podrí-
an encontrar la experiencia innombrable, la que ni uno ni otro
estarían en condiciones de controlar.

Todo terapeuta pone más o menos en marcha, sobre el esce-


nario de la relación con otros, proyectos conscientes o fantasmas
inconscientes (R. Kaes, 1973, 19766) referidos al modelo del
formador, el que da la buena forma, el médico obsesionado por
la cura, el partero "socrático", el militante que transforma el
mundo, el reparador que impide que los traumatismos del
paciente se vuelvan "irreparables". Cabría evocar otros modelos.
No pueden no conducir la acción del que interviene. Pero lo que
procede demuestra que esos modelos y esos fantasmas necesa-
rios a la acción terapéutica no son inocentes. El deseo de cura
profundamente expresado y motor exclusivo de la acción puede
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 105

provocar una reacción terapéutica negativa y encerrar aun más al


paciente en sus dificultades. El deseo de reparación desarrolla en
el agente una voluntad demiúrgica de salvataje y una visión del
otro como una máquina cuyos engranajes se conocen bien y
cuyo funcionamiento hay que mejorar; de allí el peligro de no
escuchar la queja del paciente, y de contestar lateralmente a su
demanda; la voluntad de formación puede resultar en la obliga-
ción para el enfermo de entrar en el marco preestablecido de la
"buena forma" tal como la concibe el terapeuta: el deseo de dar a
luz a otro y de hacer surgir sus potencialidades es susceptible de
abrir las compuertas de sus pulsiones más destructoras de otros y
autodestructoras. Todos esos modelos positivos tienen su reverso
y su faz mortífera. Pero tras ellos puede perfilarse silenciosa-
mente el esfuerzo por "enloquecer al otro", por contribuir a su
disociación, por someterlo a intimidaciones paradójicas, que en
el mejor de los casos acrecientan su perturbación, cuando no
predomina el esfuerzo por hacer del otro un muerto. No es fácil
engendrar hijos, y aun cuando lo que se quiere es dar amor,
nunca hay seguridad de que la muerte no se oculte tras de su
rostro, de que ese amor no esté envenenado y no impida al otro
convertirse en un ser autónomo, capaz de deseo y de secreto.
Todo individuo, y especialmente todo terapeuta, se encuentra en
una situación de poder y puede ceder a la tendencia de abusar de
él, aun cuando conscientemente sepa que debe resistir a ella.
Entonces se convierte no en un padre que cumple el papel de
referente, sino en un perseguidor negador y castrador de los
otros, como el jefe de la horda que describe Freud, un ser que
manifiesta su voluntad de posesión e instauración de los otros en
una. filiación persecutoria (P. Aulagnier, 1980).

IV. EL FUNCIONAMIENTO INSTITUCIONAL

Los fantasmas y proyectos de los terapeutas se inscriben en


un funcionamiento institucional que concurre al despliegue del
trabajo de la muerte. Tenemos que tratar de entender por qué "la
muerte repercute" tan fácilmente "en esta voz extraña" de la
institución.
106 LA INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

La institución es un lugar donde se rozan diferentes tipos de


asistentes, que ocupan jerarquías y roles teóricamente estabiliza-
dos y entre los cuales se anudan relaciones de poder. Mientras
que en las organizaciones industriales los miembros son cons-
cientes de la necesidad de cooperación y de las relaciones de
fuerza instituidas que pueden resultar en momentos de ruptura,
no sucede lo mismo con las instituciones.

1. La ideología igualitaria

Las instituciones viven bajo la égida de una ideología igua-


litaria. Cada uno de los operadores sociales (el analista, el
educador, el maestro) tiene en su terreno una función terapéuti-
ca. Se trata de atender al niño, al adolescente, al adulto en ries-
go, y cada miembro debe concurrir al trabajo común. La coope-
ración de los iguales se plantea pues como una necesidad. Pero
no bien planteada, resulta desmentida. En efecto, cada especia-
lista puede sucumbir al deseo de pensar que los progresos del
atendido se deben únicamente a la técnica específica que
emplea, dado que la acción de los otros no puede constituir sino
una traba. Van a manifestarse celos y rivalidades respecto de las
técnicas y de la pregunta: quién es el "propietario" del enfermo.
Las instituciones tienden a resolver esta pregunta creando
sesiones de trabajo en común sobre los casos-problema, y sesio-
nes de regulación de equipo, cuya finalidad es la resolución de
los conflictos que podrían sobrevenir. Es hacer poco caso a los
diferentes poderes que ejercen los diversos intervinientes: la
palabra de algunos (por ejemplo de los psicoanalistas) puede
tener más peso institucional que la de otros (por ejemplo, la de
los educadores); la palabra de los antiguos (los fundadores) más
que la de los nuevos. Así en un hospital psicoterapéutico se
evocará la oposición entre la gente del "castillo" (los psicoana-
listas y los psicólogos que trabajan en el edifico central) y la
gente del "patio" (los educadores que se ocupan de los niños
psicóticos en talleres que se encuentran en el patio). Estas rela-
ciones de poder (que nunca pueden expresarse tal cual son: los
psicoanalistas escuchan formalmente, con mucho interés, lo que
dicen los educadores; los educadores escuchan, obligados, la
palabra de los psicoanalistas que a menudo no entienden, porque
EL TRABAJO DE U MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 107

llega a ellos como palabra del poder, y como palabra teórica


indiferente a los problemas concretos con que se encuentran y
que niega valor a su trabajo) vuelven difícil, cuando no imposi-
ble, el tratamiento de los casos evocados. Estas reuniones dirigi-
das a "hablar los problemas" se convierten en rituales vacíos.
Los miembros de la institución están ahí para hablar y hablan.
Pero rara vez abordan los verdaderos problemas, porque si lo
hicieran podrían resultar conflictos precisos, que pondrían en
peligro la seguridad y la identidad de cada cual.

2. El fantasma de los primeros fundadores

En estos conjuntos merodea un fantasma: el de los primeros


fundadores y la envoltura mítica que forjaron, permitiendo la
fundación de la institución. Este fantasma desempeña un cuádru-
ple papel:

2.1. Expresar que en el tiempo primordial, el del origen, existía


un equipo cohesionado, sin problemas internos, que sabía lo que
quería, porque lo movía un proyecto coherente: de ahí el ascenso
de un sentimiento de culpabilidad en los nuevos que no llegan a
mostrarse dignos de esos antepasados.

2.2. Mantener el poder de los fundadores, cuando están siempre


presentes en la institución, y siguen presentándose y queriendo
ser considerados como polos ideales y puntos de referencia iden-
tificatorios, aun cuando, teniendo en cuenta la evolución de la
institución, el mito o la ideología que proponen tienen posibili-
dades de ocultar la realidad de la situación presente.

2.3. No poner en discusión el proyecto inicial que, si fuera


analizado cuidadosamente, mostraría las fallas o las inconse-
cuencias que presentaba desde su génesis, y que son causa de las
dificultades actuales. En el caso del hospital al que aludimos
antes, los terapeutas se han dado cuenta de que el proyecto al
que se referían había sido propuesto por dos individuos: el
primero había abandonado la institución, porque no respondía a
sus expectativas (así que uno de los padres fundadores era un
padre que rechazaba); en cuanto al otro, que seguía presente en
108 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

la institución, no hacía otra cosa que hacer funcionar un proyec-


to del que no era autor (el segundo verdadero autor era un psico-
analista que de hecho ejercía un poder sumamente fuerte, pero
que se había guardado muy bien de decir que había estado en el
origen del proyecto). Un padre que rechaza, un "falso" padre,
una madre oculta: eso es lo que nunca se habría podido expresar
y pesaba sobre los miembros de la institución.

2.4. Por último, favorecer las historias, las leyendas, las contra-
verdades, los rumores más locos ("hay cadáveres en los placa-
res") que por una parte atestiguan la presencia subterránea de
una escena primitiva insoportable, reproducida con añadidos, de
carácter dramático; por otra parte la perturbación de una serie de
diferentes "crímenes" silenciados, que una vez evocados resultan
irrisorios como acontecimientos, pero que sirvieron para dar una
andadura trágica al conjunto de la vida institucional.
Todos esos elementos (culpabilización, poder, dificultad de
cambio, falla inconfesada) hacen de la institución una gran
máquina que experimenta grandes dificultades para abandonar el
lugar de origen y preocuparse de los problemas cotidianos que
tiene que resolver.

3. La autonomización de la vida fantasmática

Lo que de hecho es el producto histórico de las ideas, los


sentimientos, los actos planteados por los miembros de la institu-
ción, no es reconocido como tal y termina viviendo una vida
fantasmática autónoma, y constituyendo una envoltura al mismo
tiempo protectora y angustiosa, que libera intimaciones a las que
es imposible no obedecer.
Así es como la institución se convierte en un verdadero
"artefacto" que guía la conducta de sus miembros. Estos se verán
obligados a decir: "Acá no cabe emprender tal acción... el
proyecto de la institución es el siguiente...", sin darse cuenta de
que son los actores reales y de que la institución no es más que
lo que ellos hacen. Por consiguiente, los individuos se sienten
culpables cada vez que son creativos, porque tienen la sensación
de transgredir valores sagrados a los que adhieren o temen. Las
dos soluciones posibles que se les ofrecen son simples: u obede-
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 109

cen a la intimaciones vividas como extemas (aun cuando a veces


las han interiorizado); o eluden las normas y se comportan fuera
de lo previsto, pero sin atreverse a decirlo, por miedo a ser nega-
tivamente evaluados: entonces se instala el secreto, un secreto
pesado, siempre amenazado con el descubrimiento. Cuando
hablen de lo que hacen, no solamente no van a decir la verdad
sino que tenderán a insistir en los valores de la institución, para
no ser sospechosos de desviación; en los partidos políticos, espe-
cialmente los de izquierda, es sabido que las personas que enun-
cian los discursos más maximalistas son las dispuestas a todos
los compromisos (es célebre desde ese punto de vista un hombre
como Guy MoUet, dentro del Partido Socialista). Los discursos
van a ser entonces discursos de simulación, cuyo efecto es colo-
car al conjunto de los asistentes en una situación de desconfianza
unos respecto de otros, dado que cada cual teme que la verdad de
su acción quede al descubierto y que los demás se transformen
en perseguidores; y sobre todo colocar a los pacientes en contra-
dicciones insostenibles, porque éstos perciben, consciente o
inconscientemente, las contradicciones entre los dichos y los
actos, y se sienten atrapados en la mentira generalizada de la que
los terapeutas los hacen, en mayor o menor grado, cómplices.

4. Efectos de la clausura del sistema

La institución, en tanto estructura cerrada, segrega todos los


elementos inherentes a los sistemas cerrados: la repetición de las
conductas, el ascenso de la burocracia (la multiplicación de las
normas, procedimientos, convenciones y sus corolarios: la
ausencia de iniciativa, la necesidad de seguridad y de elusion de
responsabilidad, así como la habilidad para eludir las normas y
la perversión del funcionamiento), y al fin de cuentas la tenden-
cia radical al aumento de la entropía, y por consiguiente a la
desorganización y a la muerte. La tendencia a la reducción de
tensiones es una característica central de este tipo de institución,
en la medida en que la evocación y el tratamiento de los proble-
mas podrían implicar niveles de "tensión intolerables". La
tendencia a reducir las tensiones al estado cero se traduce en el
agotamiento de la institución, en la imposibilidad de articular lo
ideal de lo real, en la dispersión de esfuerzos, cuando no en su
110 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

anulación, en la proliferación de actos desprovistos de sentido


que condenan todo intento de construcción de un mundo donde
lo imaginario puede desplegarse, la carrera al apocalipsis gozoso
y a la catástrofe compartida. Si una organización viviente es la
que puede enfrentar los desafíos internos y extemos, acoger el
sentido que circula en ella y dar sentido a lo que hace, la organi-
zación mortífera es la que al hacer las conductas no jerarquiza-
bles, totalmente conflictivas pero no tratables o, por el contrario,
conflictivas y no significativas, culmina en el silencio del deseo,
en el odio de todo deseo, y en la instauración de un proceso de
descomposición al que todo el mundo concurre, lo quiera o no.
El hecho de que ese proceso logre sus fines solamente mucho
tiempo después de su aparición, no desvía a la institución de su
atractivo por un "interminable fin". En el período en que crea
vivir o estar en estado de remisión, será invadida por metástasis
que terminarán haciéndole abandonar su situación de muerto
viviente por la de una institución desaparecida. Una institución
asistencial muestra una peculiar vulnerabilidad para ese proceso,
porque no puede eludir el problema de la vida y la muerte
psíquica o física de sus pacientes. Le resulta más fácil sucumbir
a los encantos mortíferos que la constituyen que luchar contra la
fascinación de la nada.

5. La utilización de los pacientes por quienes los asisten

La relación que el colectivo de asistentes entabla con sus


pacientes está naturalmente moldeada por la relación que enta-
blan con su institución. Dado que pueden ser presa de la repeti-
ción, el secreto opaco, la culpa y la rivalidad, pueden ceder a la
tentación de usar a los pacientes para expresar sus necesidades
narcisistas y consolidar una identidad continuamente amenazada.
Se les ofrecen dos "estrategias":
a. No hablar del objeto de su trabajo o hacerlo hablar a su
manera, sin correr riesgos.
b. Utilizar directamente a los pacientes para regular los
propios problemas de grupo.
En algunos se aplicará sólo una de estas estrategias, en otros
las dos, porque pueden apuntalarse una en otra.
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN U S INSTITUCIONES 111

5.1. Los que asisten pueden obligar a los asistidos. En ocasión


de las intervenciones que hemos hecho en hospitales psiquiátri-
cos o centros de reeducación, pudimos asistir a muchas reunio-
nes donde los participantes discutían teorías analíticas, prácticas
educativas, la necesidad de referirse a la ley, pero en cambio no
hablaban prácticamente nunca de los pacientes, de su sufrimien-
to específico y de la relación que el equipo terapéutico establecía
o debía establecer con ellos. Si los mencionaban al azar, era para
sustituir con su palabra la de los enfermos, para plantearse como
voceros de su demanda, sin que ella nunca pudiera expresarse
con su cortejo de angustias y de violencias en un lugar público
donde la palabra fuera esperada y escuchada.
Cierto que el panorama no es siempre tan negro. En algunas
instituciones las sesiones de análisis y regulación de equipo
permiten analizar y tratar los problemas vividos por los enfer-
mos, se construyen espacios donde el intercambio de palabras
favorece la instauración de un nuevo vínculo simbólico que abre
a los pacientes la posibilidad de anclar en la realidad y, por eso
mismo, un camino hacia la curación. Decimos simplemente que
esos casos no son poco frecuentes. Cuando eso se produce, es
señal de la circulación de un flujo vital en la institución y de una
derrota temporaria del trabajo de zapa de la pulsión de muerte.
La dificultad para hablar de los enfermos o para hacerlos
hablar por parte de quienes los atienden, está vinculada no sola-
mente a su defensa contra toda herida narcisista sino también a la
presencia insistente, ya señalada, del fantasma de la muerte física
y psíquica. Cuando la locura, o al menos la explosión arcaica,
constituye la "normalidad", el sistema cultural falla, las prohibi-
ciones y las estructuras se vuelven frágiles: las relaciones de fuer-
za, que ponen en juego los cuerpos y las psiques, son susceptibles
de prevalecer sobre las relaciones donde se respeta la alteridad
del otro. De hecho, cuando un grupo funciona bajo la égida de la
relación de fuerza, nunca está lejos de la muerte, física o mental.
Todo el mundo está expuesto a la muerte.Quienes atienden a
los enfermos no están a salvo. Pueden ser agredidos física y
psíquicamente por sus pacientes, de cuya locura tienen miedo,
tanto más cuanto que la diferencia que estos últimos expresan les
parece monstruosa y capaz de desquiciarlos, porque se concreta
en un ataque contra los vínculos (W.-R. Bion, 1959) (intentos de
112 U INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

suicidio, actos de delincuencia, acting-out), que los coloca en


una situación en que se sienten destruidos en su acción y en su
ser. La violencia puede producirse también en el caso inverso,
dicho de otro modo, cuando hay relaciones de confíanza entre
los miembros del equipo asistencial y los pacientes (Ph. Jeam-
met, 1985). Todo sucede como si estos últimos, al reaccionar
contra el riesgo de posible penetración de su psique, implícita en
una proximidad excesiva entre ellos y quienes los atienden, no
pudieran extemalizar su angustia y su protesta sino de modo
explosivo. Esta violencia indica que un objeto externo, por
bueno que sea, sigue siendo una amenaza para la psique de cual-
quier sujeto. También los cuidadores pueden estar fascinados por
la enfermedad de sus pacientes, y entrar en colusión con su deli-
rio. Al querer ayudarlos, pueden ser manipulados por ellos y
emprender por eso mismo acciones irreflexivas, que pueden
amenazar su equilibrio: no hay paciente, por delirante que sea,
que de algún modo no entienda la seducción que puede ejercer
sobre su terapeuta. El "anormal" suele saber que enuncia en voz
alta lo que el terapeuta podría tener ganas de decir, aquello de lo
que no se atreve a tomar conciencia, que expresa una capacidad
para transgredir lo prohibido que existe en todo ser humano,
dado que, como dice Freud, "todas las sublimaciones no bastan
para eliminar la tensión pulsional existente" (S. Freud, 1920,
pág. 87) que exige satisfacción. Ya advertimos que las personas
más en riesgo son los pacientes. Sin embargo, quienes los atien-
den se sienten en peligro, y con razón, y tratan de poner en prác-
tica mecanismos protectores.

5.2. Los que cuidan pueden utilizar a los pacientes para arreglar
sus problemas. Las relaciones de poder instituidas que existen en
el equipo pueden modificarse o modularse gracias al poder que
ejercen de modo real o ficticio algunos miembros, jerárquica-
mente ubicados en posiciones subaltemas, sobre algunos enfer-
mos. En un establecimiento terapéutico cada persona, desde el
psicoanalista al educador, desempeña una función terapéutica.
Todos pueden estar en condiciones de funcionar como "máqui-
nas de influenciar" (Tausk) que tratarán de modificar el compor-
tamiento de los asistidos de manera diferente y contradictoria.
Algunos van a ejercer más influencia que otros, o bien, al hacer
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 113

hablar a los enfermos, pondrán por delante la preferencia que los


enfermos expresan respecto de ellos. Los enfermos, que viven
directamente las contradicciones en el modo como se ocupan de
ellos, pueden costear conflictos de status, de referencias teóricas,
de perspectivas de acción, de personalidades. Testigos de las
divergencias, se convierten en arbitros, manipulados y manipula-
dores, de la situación. Al vivir una situación contradictoria, colo-
cados en una situación que los enloquece y con la que nada
pueden, corren el riesgo de verse atrapados en un proceso de
fragmentación y no de construcción, porque no están sostenidos
en su experiencia por una ley organizadora, sino que experimen-
tan directamente en su psique y en su cuerpo la violencia de la
fragmentación institucional, encamada en la rivalidad y la afir-
mación narcisista de sus miembros.

6. La institución sometida al proceso de contagio de la locura

Freud, Redi, Bion y más recientemente los analistas de


grupo, describieron y analizaron los sentimientos colectivos y
emociones de ese grupo. Retengamos un solo aspecto de sus
trabajos: un grupo no puede existir como tal si no se ponen en
marcha fenómenos de identificación con una o varias personas
centrales que encarnan un ideal, de proyección de las pulsiones
amorosas (y agresivas) sobre el líder o sus lugartenientes, de
derivación de la agresividad hacia chivos emisarios. La institu-
ción se coloca entonces bajo la amenaza constante de la apari-
ción de un fanatismo de grupo.
Ahora bien, podemos constatar la frecuencia de la focaliza-
ción de la vida afectiva e inconsciente de la comunidad sobre el
individuo o los individuos más extravagantes, más peligrosos,
más delirantes (sea que provoquen amor o repulsión). El para-
noico, dotado de una lucidez temible en la medida en que oye,
sin quererlo, el discurso inconsciente (los afectos reprimidos, las
emociones prohibidas, las palabras susurradas), en la medida en
que da respuestas falsas a preguntas verdaderas (M. Enriquez,
1974) y en que se siente portador de una misión salvadora; el
perverso que invita a todos a seguir la ley de su deseo y a trans-
gredir las leyes estructurales consideradas como normas arbitra-
rias y represivas; el histérico que tiende a erotizar el conjunto de
114 LA INSTmJCION Y LAS INSTITUCIONES

las relaciones sociales y que, por su aptitud para la dramatiza-


ción, desquicia el equilibrio sexual-relacional de todos; todos
pueden asumir la función de líder y crear sentimientos colectivos
de los que nadie logra desprenderse: ni los asistentes, que
pueden ser hechizados por esos individuos excesivos e identifi-
carse con ellos, ni a fortiori los asistidos, atrapados en la atmós-
fera mórbida con tanta mayor facilidad cuanto que están menos
protegidos contra ella que los asistentes, y tanto más sensibles a
la violencia pulsional de los líderes cuanto que éstos encuentran
en ellos un eco privilegiado.
La elección de este tipo de individuos como persona central
se explica fácilmente: son los individuos más desrealizantes,
portadores de un mensaje de lo imposible, iniciadores de trans-
gresiones, que se sitúan entonces afuera de lo común, en una
posición de "soberanía" (G. Bataille, 1957), de narcisismo
desmesurado y de indiferencia cuando no de desprecio por los
otros; son los individuos que se presentan como mitos encarna-
dos, como magos que sostienen las pulsiones y los fantasmas
más arcaicos, y que anuncian la transmutación de los sueños en
realidad, que siempre tienen más posibilidades de generar la
creencia. En efecto, se dirigen directamente al inconsciente de
cada cual y por consiguiente a su búsqueda de inmortalidad, de
transgresión, de afirmación de un narcisismo que evacúa el
problema del otro.
Una institución, atraída a ese camino temible, puede "estabi-
lizarse" en un funcionamiento neurótico o psicótico que se
convierte en la cultura a la que cada cual pertenece, y en ideal
común. La locura colectiva tendrá grandes posibilidades, no
solamente de mantenerse sino también de ser llevada a su culmi-
nación. Generada por una persona central (o por un grupo),
pertenezca esa persona o grupo a la categoría de los asistidos o
de los asistentes, alcanzará a los diversos miembros de la institu-
ción en lo más íntimo de ellos mismos, y aumentará la cohesión
mortífera y paradójicamente "fragmentadora" del conjunto. Sin
embargo, si se realiza un esfuerzo de análisis, las instituciones
pueden ingresar en un trabajo de elaboración y escapar a esa
posesión totalizadora. Pero tienen que tomar conciencia de que
el tratamiento de ese funcionamiento "directo" va a implicar
reacomodamientos profundos a operar en la economía psíquica.
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN U S INSTITUCIONES 115

tanto de los sujetos como de la comunidad. Es verosímil pensar


que algunos miembros no van a poder soportar la desaparición
de los síntomas que los protegían y a los que se habían acostum-
brado. Así que las instituciones, en virtud de esa obra de cura
común, pueden poner en peligro a algunos de sus miembros, y
hacerlos caer en una locura individual, irreductible, ahora que la
locura colectiva ya no sirve de mampara, ni actúa como escudo
contra las excitaciones. La muerte pondrá su sello en el lugar
mismo donde parecía derrotada.

V. EL ROSTRO AMABLE DE LA MUERTE

Al término de este estudio, es oportuno replantear el proble-


ma que mencionábamos al comienzo. ¿Y si el trabajo de la
muerte no desembocara solamente en la reducción de la tensión
al estado cero, en el aumento de la desorganización y de la
entropía, en la aparición de emociones generadoras de rupturas y
de poder violentador? ¿Y si la pulsión de vida a la que se recurre
no significara necesariamente identidad, invención, historia
común? Este texto no puede aportar una respuesta precisa a tales
preguntas. Para proponerla con pertinencia verosímil, hubiéra-
mos necesitado tratar por igual los avatares y los efectos de la
pulsión de vida, lo que hubiera exigido un trabajo del mismo
orden que éste. Pero hay que indicar algunas perspectivas
aunque sean alusivas, para que estas páginas funcionen como
apertura a otras reflexiones.

1. IM pulsión de vida al servicio de la muerte

La pulsión de vida en su actividad de vinculación y de crea-


ción "de unidades cada vez más grandes" (Freud) puede traer, al
favorecer las identificaciones mutuas, la construcción de una
cohesión defensiva, de procesos fusiónales, de comportamientos
homogéneos, esto es, contribuir al acrecentamiento de la entro-
pía. En las instituciones, la pulsión de vida (Freud lo subrayó
insistentemente) se dirige a favorecer la instauración de vínculos
amorosos de tipo homosexual o al menos unisexual, inhibidos en
cuanto a su fin (1921), que da fuerza a la institución pero impide
116 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

reconocer en su seno la función de la diferencia de los sexos,


dicho de otro modo, del indicio más radical de la alteridad y de
la sexualidad directa. De modo que la institución no vive de
amor (que implica al otro en tanto otro, y que puede desempeñar
una función negativa en la construcción del vínculo social) sino
solamente de amor canalizado y sublimado en actividades pres-
criptas por la institución, y que sirven para fijarla y reproducirla.
La pulsión de vida (al menos en los aspectos mencionados)
actuaría sin saberlo al servicio de la pulsión de muerte.

2. El trabajo de la pulsión de muerte en el origen de procesos


vivientes

2.1. Al nivel individual

a. La aceptación de la muerte presente en nosotros, la


conciencia del carácter ineluctable de su trabajo de zapa, la
aceptación de la temporalidad irreversible que no podemos sino
suscribir y nos impide creemos inmortales, parecidos a los
dioses, o empeñamos en la búsqueda de la inmortalidad de los
héroes, hace de cada uno de nosotros un individuo empujado a
ser inventivo y a dejar su huella, por pequeña y furtiva que sea,
en el mundo. Si fuéramos inmortales o si no aceptáramos que
somos mortales, todo daría igual. No abría ninguna razón para
realizar una acción y no otra, dado que el tiempo inmóvil sería
susceptible siempre de tomarlo en cuenta. Porque sabemos que
lo pasado ha pasado irremediablemente, que lo perdido está irre-
mediablemente perdido (ninguna magdalena podrá nunca más
procuramos el goce del que sentimos nostalgia), que el origen de
nuestros primeros instantes seguirá siendo siempre un enigma
plantado como una astilla en nuestro corazón, podemos tener
ganas de luchar contra el tiempo que pasa, de "dar un sentido
más puro a las palabras de la tribu" (Mallarmé), o de forjar pala-
bras nuevas, tejer relaciones que, por efímeras que sean, van a
dibujar la figura de nuestro ser. Figura en movimiento, inestable,
a menudo incoherente, atrapada en el flujo y el reflujo, figura
amada, admirada, detestada, rechazada, pero al final de nuestro
recorrido figura única, cuyas referencias describirán los escolias-
tas del futuro, si existen, gracias a la ilusión retrospectiva. Es por
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 117

la familiaridad con la muerte, por la meditación sobre la muerte


y la finitud, que el ser viviente puede acceder al orden de lo
viviente: creador sin ser paranoico, transgresor sin convertirse en
perverso, apasionado sin impulso histérico, animado por una
idea fija sin caer en la neurosis obsesiva. Y además creyente de
lo que hace, sin ser "un secuestrado de la creencia" (C. Roy,
1978), con un ideal sin tener necesidad de un ídolo (R. Kaes,
IPSOí»), encantado por las ilusiones pero no capturado por ellas.
Simplemente hombre, presa de un tejido relacional donde respira
y al que hace vivir.

b. Hegel nos había prevenido: vivir implica siempre una


lucha por el reconocimiento. Quien dice lucha por el reconoci-
miento (de sus deseos, de su identidad, de su fuerza), dice
violencia, donde se encuentra presente la posibilidad de nuestra
muerte y de la de los otros. Pensemos en el compromiso total de
Freud en la enunciación de las ideas y métodos que estimaba
pertinentes, y tendremos una representación bastante clara de lo
que puede significar la lucha por el reconocimiento. Freud podía
dejar en ella su vida, su razón (como decía Van Gogh: "Arriesgo
mi vida en mi trabajo, y en él mi razón se fundió a medias") y
sus apegos. Y sin embargo (como los otros "creadores de histo-
ria") no vaciló. En esa lucha (calificada como lucha a muerte de
puro prestigio por Kojéve, 1947) también está comprometido el
otro. Puede sufrir una derrota irremediable. Las relaciones socia-
les no son idílicas, rara vez son de cooperación. Pero puede
defenderse, si él mismo tiene una causa (no idolatrada) a la que
entregarse. Es bueno que así sea. Si no lo social, excesivamente
proclive a ello, no sería más que el lugar de los compromisos, de
las aproximaciones, de las negociaciones manipuladas. La lucha
arranca entonces a cada cual de su cotidianeidad, de su monoto-
nía, de su mezquindad. Si cada cual puede perderlo todo, la
victoria se hace por eso más gratificante. "La guerra hace intere-
sante la vida" (S. Freud, 1915, pág. 29). Hacemos nuestra esa
frase, dándole un sentido preciso: la guerra franca, directa, a cara
descubierta, donde cada cual sabe que arriesga todo. En cuanto a
las guerras de las naciones, sólo ofrecen una caricatura de esa
lucha por el reconocimiento, que es la marca del advenimiento
de la conciencia de sí, como lo mostró Hegel.
118 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

c. Sin el trabajo de la muerte, por último, el hombre tendría


escasas posibilidades de cuestionarse, de deshacer sus vínculos
(a veces esenciales) largamente tejidos, de provocar rupturas
dentro de sí mismo. Todo trabajo sobre sí es un trabajo doloroso
donde el hombre toma conciencia de lo que pierde sin estar
seguro de ganar y sin poder comprender, si ése es el caso, lo que
va a ganar. Pero, en efecto, "paradójicamente cuando el indivi-
duo ya no tiene miedo de perderse es cuando tiene más posibili-
dades de alcanzar realmente lo que es" (M. de M'Uzan, 1977,
IX). Cuando el hombre acepta sus inconsecuencias, sus incohe-
rencias, contradicciones, conflictos, incluso sus fracasos, cuando
vive esta experiencia todo lo que es posible vivirla, sin caer en el
"des-ser" mortífero, cuando hay "caos en él", cuando es capaz de
reconocerlo y afrontarlo, tal vez entonces, según la frase de
Nietzsche que habíamos mencionado, pueda "dar a la luz una
estrella que danza". Para lo cual el individuo denominado
normal, acorazado en sus certezas, será definitivamente inepto.

2.2. Al nivel colectivo

No hay una distinción rígida entre nivel individual y nivel


colectivo. La triple posibilidad enunciada: aceptación de la
muerte, lucha por el reconocimiento, cuestionamiento, puede
manifestarse en las instituciones. Claro que ellas van a tender a
negar la muerte (ésa es su naturaleza), a enmarcar la lucha por el
reconocimiento en estructuras de poder, a minimizar los cuestio-
namientos fundamentales; sin embargo, no pueden trabar por
completo su acción sin condenarse a decaer. Por nivel colectivo
simplemente queremos indicar la presencia de otro proceso
respecto de los ya mencionados y que es específico de la institu-
ción: el proceso de disgregación que la afecta desde su origen.
Ese proceso contiene en germen la descomposición de la institu-
ción. Lo hemos mostrado. Pero también combate el exceso de
vinculación de la pulsión de vida bajo su vertiente negadora de
la alteridad radical y creadora de una forma estable (N. Zaltz-
man, 1979). El trabajo de la muerte, en la medida en que desvin-
cula lo que está fuertemente vinculado y se ha convertido en
resistencia compacta, en la medida en que quiebra las identida-
des defensivas y sacude las estructuras establecidas, en que obli-
EL TRABAJO DE LA MUERTE EN LAS INSTITUCIONES 119

ga a ver problemas allí donde sólo se percibían conductas adap-


tadas, condena a la institución a identificar sus problemas, a
intentar tratarlos, a exigir conductas nuevas a sus miembros y
enfrentarse a lo imprevisto en ellos y en los otros. La muerte se
presenta entonces bajo el rostro de la desestructuración-restruc-
turación, de la autorganización de la angustia compartida y supe-
rada.
Cada vez que una institución experimentó una crisis, o fue
atravesada por el miedo a recaer en lo informe, o dio libre curso
(sin negación) a la agresividad de los individuos, cada vez que
supo que podía morir y se preparó para esa eventualidad, en
realidad se dio los medios para continuar viviendo. Naturalmen-
te, muchas instituciones no pudieron superar ese estadio de
dislocación y sucumbieron. Sin duda no merecían seguir vivien-
do, tanto más Cuanto que no se puede alegar válidamente ningu-
na razón para mantener cueste lo que cueste una institución que
se desmorona (en cambio, si se trata de un ser humano, el
problema puede y debe plantearse). Pero cuando pudieron hacer
de estas dificultades el emblema de su renacimiento, cuando
pudieron bordear el abismo y mirarlo de frente, sintieron que las
azotaba el viento de altamar y pudieron seguir abriéndose, con
más humor e ironía, por consiguiente con más lucidez, la ruta
que se habían trazado, o encontrar nuevos caminos donde
comprometerse.
Entonces, "Muerte, ¿dónde está tu victoria?" Al final de este
periplo, la única conclusión posible es la siguiente: el trabajo de
la muerte se confunde con el trabajo de lo negativo, pero lo
negativo tiene dos rostros: el de la destrucción, signo del odio
por la forma viviente, y el de la destrucción de la unidad-identi-
dad, signo de amor por la variedad. Las instituciones, y en espe-
cial las asistenciales, obsesionadas por la muerte psíquica, corren
el peligro de no ver en Tánatos, a fuerza de querer evitarlo, más
que su faz demoníaca real y a darle todo el campo a investir. Sin
embargo, si aceptan no "espantarse ante la muerte" y "mantener-
se en ella" (Hegel), tienen la posibilidad de hacer surgir la vida o
de encontrarla en el "yermo país" donde nada hubiera hecho
sospechar su presencia.
CAPITULO 4

PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES

Franco Fornari*

Quisiera precisar de entrada que preferí dejar al título del


artículo un carácter general, porque aunque mi intención sea
principalmente abordar el tema de una institución específica,
esto es, la institución familiar, y en relación con ella el problema
de la formación de las clases sociales, mi intención es fundar
este estudio sobre bases más generales. Por esa razón consideré
necesario empezar por algunas consideraciones sobre el psicoa-
nálisis de las instituciones.
Con esa finalidad quisiera referirme más precisamente al
modt'it! que, en lo que concierne al psicoanálisis de las institu-
ciones, se afirmó sobre todo en el marco de la escuela kleiniana,
y a cuyo desarrollo contribuí yo mismo con el estudio del fenó-
meno guerra. Quiero referirme al modelo global según el cual las
instituciones sociales pueden considerarse y describirse como
mecanismos de defensa contra la angustia primaria persecutoria
y depresiva. Voy a emplear aquí el término angustia primaria y
no el de "angustia psicótica" porque aunque el contenido de la
angustia primaria sea precisamente el que encontramos en la
angustia psicótica, hablar en sentido estricto de "naturaleza
psicótica" para la vivencia psíquica primaria se presta a equívo-
cos que tal vez sea mejor evitar.

• Este estudio fue publicado previamente en francés en la revista Conne-


xions, 1913,8,91-122.
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 121

I. REFLEXIONES SOBRE LA CONTRIBUCIÓN DE FREUD

Freud describe al yo como parte organizada del ello; por eso


el definir los aspectos organizados y estructurados de la institu-
ción social en términos de mecanismos de defensa tiene para mí
una significación: la intención precisa de vincular las funciones
del yo con las de las instituciones sociales. En realidad, sabemos
que el enfoque psicoanalítico de lo social ha sido juzgado polé-
micamente, dado que se le reprocha al psicoanálisis haber
descuidado la influencia de lo social sobre la formación del indi-
viduo. Como sabemos, eso llevó a los neofreudianos y a los
culturalistas norteamericanos, como se los llama, a esforzarse
por privilegiar los factores culturales en la formación del indivi-
duo, mucho más de lo que lo había hecho Freud. Pero a su vez
los factores socioculturales no son datos evidentes: tienen que
ser explicados. En ese sentido, la escuela culturalista, en lugar de
proporcionar un enfoque psicoanalítico de lo social, se hizo
vocero de una exigencia de valorización de los hechos culturales
en relación con los conflictos intrapsíquicos. Por el contrario,
definir las instituciones sociales en términos de mecanismos de
defensa contra la angustia primaria que existe en todo individuo,
permite construir una aproximación a lo social que consiente ver
las relaciones entre el individuo y la sociedad en términos diná-
micos, en una relación recíproca. En otras palabras, de acuerdo
con mi perspectiva, en lugar de hacer justicia tanto a la vertiente
individual como a la vertiente social, que acompaña siempre la
experiencia concreta, propongo una visión específicamente
psicoanalítica.
La relación entre las instituciones sociales y sus funciones,
con los modelos experienciales del yo, que se conocen sobre
todo como mecanismos de defensa contra la angustia, no se
encuentra en el pensamiento freudiano.
Sin embargo, en Tótem y tabú, encontramos algo que parece
abrir implícitamente esta indagación: es cuando Freud habla del
problema de la cohabitación entre la suegra y el yerno. Se detie-
ne en el hecho de que en los pueblos primitivos la prohibición de
esa cohabitación es una norma precisa de la institución familiar
arcaica. Al constatar la ausencia de esa norma en nuestra cultura
actual, Freud observa que nuestra institución cultural deja a la
122 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

suegra y al yerno, en caso de cohabitación, librados a los impul-


sos y angustias de tipo edípico vinculados con esa situación. La
distinción entre instituciones sociales y la vivencia fantasmática
inconsciente aparece pues en ese contexto freudiano. A través de
ella, como lo precisaremos mejor al hablar de \a familia fantas-
mática, la institución social se presenta como cumpliendo una
función de defensa ante la irrupción, en el contexto de las rela-
ciones intrafamillares, de las peligrosas e inquietantes situacio-
nes inconscientes. Aunque, como ya dije, en Freud no hay,
explícitamente al menos, referencia a una concepción según la
cual las instituciones sociales serían mecanismos de defensa
contra las angustias depresivas y persecutorias, es muy significa-
tivo constatar que en sus obras consagradas a la psicología
social, especialmente en Psicología de las masas y análisis del
yo, Freud vincula el problema del yo precisamente al de la psico-
logía social.
Sabemos que en esta obra Freud se refiere a la psicología del
yo, esencialmente al tema de los procesos de identificación.
Aunque trata un mecanismo de defensa del yo, Freud emplea el
proceso de identificación para explicar la naturaleza de los
vínculos libidinales que unen a los miembros de un grupo con su
jefe, o los vínculos libidinales que se crean entre esos mismos
miembros del grupo, poniendo al Eros sublimado entre los
fundamentos de lo social.
De todos modos, me parece importante subrayar que en lo
que concierne a los fundamentos de la tesis que ve en las institu-
ciones sociales mecanismos de defensa contra la angustia prima-
ria, el enfoque freudiano de la psicología de los grupos (en tanto
centrada esencialmente en los procesos de identificación que
llevan al personaje del jefe a construirse como ideal del yo)
parece tender a asociar la dinámica social a las instancias del yo
y del superyó antes que a las del ello. Los aspectos regresivos de
la vida del grupo, que pueden remitirse al ello y que Freud saca
sobre todo del estudio de las multitudes de Le Bon, serán enton-
ces patrimonio de los grupos no estructurados, es decir, de la
multitud y, en consecuencia, del grupo que en cierto sentido al
carecer de organización, es más comprensible como expresión de
las pulsiones del ello que del yo o el superyó. Más adelante vere-
mos lo que significa en realidad lo social no estructurado.
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 123

Aunque como ya dije en Freud no haya ninguna referencia a la


posibilidad de considerar a las instituciones sociales estudiadas
(la Iglesia y el Ejército) como mecanismos de defensa contra las
angustias primarias, voy a recurrir precisamente a dos puntos del
texto freudiano para desarrollar mi tesis sobre las instituciones
en el sentido que indiqué.
El primer punto del texto freudiano al que tengo la intención
de referirme es el que trata la parábola de los puercoespines,
extraída de Parerga und Paralipomena de Schopenhauer. En ese
cuento se dice que era invierno y los puercoespines tenían frío.
Para defenderse contra el frío decidieron apretarse unos contra
otros para calentarse con su propio calor animal pero, al acercar-
se, se pincharon unos a otros y se alejaron de nuevo. Al alejarse,
volvieron a tener frío y se acercaron para calentarse, se pincharon
de nuevo y se alejaron unos de otros, buscando alternativamente
protegerse del frío y de las pinchaduras. Esto hasta que después
de varios ensayos los puercoespines lograron encontrar la distan-
cia adecuada que les permitía calentarse sin pincharse, es decir,
defenderse al mismo tiempo del frío y de las pinchaduras.
Freud utilizó la parábola de los puercoespines para ilustrar la
ambivalencia que encontramos tanto en las relaciones colectivas
como en las interindividuales. Por eso mi intención es usar esa
parábola para ilustrar la dinámica de las relaciones entre las
personas, la relación interpersonal de grupos en términos de
movilización de las angustias, a partir de la constatación de que
los individuos que interactúan en un grupo son, como los puer-
coespines del cuento, recíprocamente portadores del bien y del
mal. Precisamente a partir de la ambivalencia que describe
Freud como característica que se puede encontrar tanto en el
individuo como en los grupos, cabe hacer aparecer el tema de las
angustias primarias persecutorias y depresivas. Utilizando la
parábola de los puercoespines y de lo que sucede en sus relacio-
nes, podemos utilizar las pinchaduras que se hacen y el calor que
se dan como puntos de referencia para comprender el movimien-
to (en sus relaciones internas tal como son descriptas en la fábu-
la) de las emociones vinculadas con la constitución recíproca de
los otros como objetos buenos y malos. En efecto, a partir de su
constitución recíproca como portadores del bien o del mal, cabe
comprender la movilización inconsciente de las angustias depre-
124 LA INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

siva y persecutoria, entendiendo por angustia depresiva toda


angustia que implique sufrimiento por la presencia de un objeto
malo (reservando mi juicio sobre su carácter psicótico). La pará-
bola de los puercoespines se convierte en el ejemplo que permite
ilustrar un contexto relacional donde nos encontramos ante una
relación de la que emergen dos tipos de angustias: unas movili-
zadas por las pinchaduras recíprocas y vinculadas con la posibi-
lidad de sufrir daño (angustia persecutoria); otras movilizadas
por la pérdida de calor y la posibilidad de perder un bien (angus-
tia depresiva)!.
Llegados a este punto nos preguntaremos: "¿Qué relación
hay con el problema de las instituciones?"
Manteniéndonos en el marco de la parábola de los puercoes-
pines, podemos contestar que la institución ideal corresponde a
la distancia que eligieron los puercoespines, que les permite
evitar las pinchaduras y al mismo tiempo calentarse, es decir, la
distancia que les permite controlar tanto las angustias persecuto-
rias como las depresivas.
Abandonando la parábola, podemos observar que el hecho de
encontrar la distancia óptima para evitar tanto las pinchaduras
como el frío corresponde a una función espacio-temporal; la
historia de la adaptación se define entonces como una función del
yo. Sin embargo se trata de una función del yo cuyo resultado se
hace válido cuando todos los miembros del grupo utilizan una
misma modalidad espacio-temporal para cumplir la función'^.
Hablaremos entonces de un "yo de grupo". Esta solidaridad de
todos los miembros de un grupo que comparten la misma modali-
dad de solución espacio-temporal (una solución dada por el yo, y
por lo tanto histórica) a las angustias relaciónales básicas, que
deriva del hecho de que todo miembro de un grupo se constituye
como fuente de bien y de mal para los otros miembros del grupo,
constituye en mi opinión el proceso de fundación de las institu-
ciones sociales y define sus funciones básicas.

1 El hecho de que realmente se movilicen esas angustias (frío, pinchadu-


ras) no impide que el hombre constituya angustias como angustias primarias
vinculadas con objetos fantasmáticos internos.
2 Véase Parin, P., Morgenthaler, F, y Parin-Mathey, G., "Considerations
psychanalytiques sur le moi du groupe", Psychopathologie africaine, 1967,
III, 2.
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 125

Ahora tratamos de explicar la definición básica según la cual


las instituciones sociales constituyen con su fundación un medio
para estar seguros ante las angustias primarias relaciónales,
empleando otro pasaje de Psicología de las masas y análisis del
yo de Freud. Siempre en esa obra, Freud usa la novela When it
was dark para describir la función de Cristo como jefe invisible
de la Iglesia. En esta novela un grupo de descreídos simula un
descubrimiento arqueológico que permite desmentir la resurrec-
ción de Cristo, y por consiguiente los fundamentos de la civiliza-
ción cristiana. Inventan el descubrimiento de un manuscrito en el
cual José de Arimatea declara haber retirado él mismo el cuerpo
de Jesucristo del sepulcro, por piedad, y haberlo puesto en otro
sepulcro. De ese descubrimiento se deduciría que la resurrección
de Cristo es una creencia errónea, fruto de una mistificación. En
la novela, un descubrimiento de ese tipo genera la ruina de la
cultura occidental cuando, al demostrarse como falsos los presu-
puestos religiosos sobre los que se se funda la civilización cris-
tiana, se difunde un estado general de anomia con un desborde
de criminalidad que se generaliza y no se puede contener. Freud
usa el argumento de esta novela para ilustrar la importancia del
jefe en la estructuración del grupo y el modo como el grupo va
hacia su propia destrucción en caso de pérdida (en este caso
moral) de su jefe. Sin embargo, creo que más allá del problema
del jefe se puede utilizar la situación de anomia mencionada por
Freud para ilustrar la relación entre las instituciones (en este
caso la institución religiosa) y el control de las angustias prima-
rias persecutorias y depresivas. La imposibilidad de seguir
confiando en la institución religiosa desencadenaría una serie de
catástrofes cuyo significado fundamental es la pérdida de todo
valor civil (angustia depresiva) y la aparición de comportamien-
tos criminales (angustias persecutorias). En efecto, desde que se
percibe que el descubrimiento arqueológico es una falsedad se
restablece el orden, se recuperan los valores perdidos, y desapa-
rece la lepra de la disolución social. Es oportuno advertir que,
aunque de una manera menos dramática, las angustias vinculadas
con la disolución social, vivida como pérdida de todos los valo-
res y con la aparición de acontecimientos a cual más nefasto, se
movilizan cada vez que una institución determinada entra en
crisis y surge la necesidad de elaborar otra institución. Basta
126 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

evocar todos los eslogans a propósito del "salto a lo desconoci-


do"* en ocasión del referéndum institucional sobre el tránsito de
la monarquía a la república en los primeros años de las posgue-
rra italiana. Con esos eslogans se preveía una serie de desastres a
cual más grave, imaginados como consecuencia inevitable de la
crisis de una institución, a pesar de que la institución monárqui-
ca, a través de los hombres que históricamente la representaban,
había estado objetiva y directamente implicada en la derrota
militar en que estaba hundido el país. A pesar de que en el plano
de la realidad la institución monárquica había mostrado amplia-
mente que no podía constituir en sí y por sí una garantía contra
realidades trágicas, sino que además las traía, su abolición fue
fantaseada como algo que desencadenaría una serie de desdichas
imaginarias, a interpretar como expresión de angustias básicas
determinadas, angustias metahistóricas, en relación con las
cuales la monarquía actuaba como mecanismo de defensa. Por
eso valía la pena insistir en el hecho de que, aunque las angustias
básicas en relación con las cuales las instituciones sociales cons-
tituyen mecanismos de defensa sean metahistóricas, las institu-
ciones concretas que asumen la función de mecanismos de
defensa han adquirido por el contrario una significación históri-
ca, como la del desarrollo de las estructuras del yo en relación
con las estructuras metahistóricas del ello. En efecto, para Freud
el ello tiene un carácter metahistórico, y está desprovisto de
dimensión temporal. Esta precisión me parece importante, para
señalar una vez más la relación entre la función de las institucio-
nes sociales y las del yo. En esta perspectiva el psicoanálisis de
las instituciones no puede detenerse en el aspecto de reducción
al inconsciente, instaurado por el psicoanálisis en la exploración
de las perturbaciones psíquicas en la práctica clínica, pero
debiendo efectuar esa operación reductora como una etapa obli-
gatoria sin la cual no puede haber investigación psicoanalítica,
ahora hay que investigar, después de la etapa reductora, la signi-
ficación del acontecimiento social en términos de realidad, es
decir, en términos históricos. Lo cual crea, en mi opinión, una
diferencia sustancial entre el psicoanálisis aplicado a lo social y
el psicoanálisis clínico, dado que este último puede dejar de lado

* En italiano salto nel buio (salto en la oscuridad). [T.]


PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 127

el análisis de la realidad, que será integrada por el sujeto una vez


que haya sido enfrentado con su propio inconsciente. La dimen-
sión histórica de las instituciones nos trae además el problema de
los individuos concretos que, en el marco de la estructura social,
asumen roles definidos. Podemos emitir la hipótesis de que el
papel históricamente asumido por Víctor Manuel III en la colu-
sión con el fascismo, al evocar en el inconsciente individual el
símbolo de una imagen paternal inconsciente, puede haber inter-
ferido negativamente con la confianza histórica de los individuos
en una institución determinada como defensa contra las angus-
tias. La problemática de la relación entre el individuo o el jefe y
la institución que presentamos antes, a propósito de la crisis de
la institución religiosa imaginada en When it was dark, se vuelve
a plantear. No podemos afrontar aquí esa problemática.

II. REFLEXIONES SOBRE LA CONTRIBUCIÓN DE BION

Siguiendo la investigación sobre la significación de las insti-


tuciones como defensa contra las angustias primarias que existen
en todo individuo, quisiera referirme a la contribución de dos
autores de tendencia kleiniana: W.-R. Bion y Elliott Jaques, que
me parecen converger en el estado actual de sus trabajos.
La contribución de Bion parte de la experiencia clínica de la
psicoterapia de grupo^. Al estudiar la dinámica de grupo en la
experiencia de grupos pequeños, Bion establece tres hipótesis
básicas: la del grupo de dependencia, la del grupo de ataque-
huida y la del grupo de acoplamiento. Remitimos al lector a la
lectura directa de Bion en lo que hace a la definición de esas
hipótesis básicas en relación con el grupo de trabajo, denomina-
do también grupo racional. Es preciso advertir que Bion cree
que las tres hipótesis básicas pueden corresponder a los símbolos
típicos de los miembros de la familia, en el sentido de que el
grupo dependiente podría corresponder al símbolo maternal, el
grupo de ataque-huida al símbolo paternal, y el grupo de acopla-
miento al hijo en tanto producto de la concepción.

3 W.-R.Bion (1961), Recherches sur les petits groupes, París, P.U.F.,


1965.
128 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

Pero Bion no se interesa tanto en esa reducción como en el


hecho de que las tres hipótesis básicas expresan la aparición
originaria de fenómenos grupales típicos y por otra parte pueden
corresponder a la sociedad o, mejor dicho, a instituciones socia-
les específicas: respectivamente, el grupo dependiente a la Igle-
sia, el grupo ataque-huida al Ejército y el grupo de acoplamiento
a la Aristocracia (en el sentido de institución eugenésica). Las
hipótesis básicas llevan a crear un objeto de dependencia total,
o un objeto enemigo contra el cual hay que luchar o del que hay
que huir, o bien un objeto para vivir en una espera mesiánica.
En todos los casos se trata de objetos idealizados que Bion
asocia con lo que Melanie Klein describió como angustia perse-
cutoria y depresiva, en el sentido de que la posibilidad para el
individuo de estabilizar sus relaciones con el grupo lo expondría
a todas las angustias primarias que encuentra el niño en la esta-
bilización de sus relaciones con el pecho. Especialmente, se
desprende de la investigación de Bion que una institución como
la Iglesia tiende a controlar las angustias que se desarrollan en
el marco de la hipótesis "grupo dependiente"; que el Ejército
serviría para controlar las angustias que se desarrollan en el
marco de la hipótesis "grupo de ataque-huida y que la Aristo-
cracia, en tanto clase que rehusa los aportes porque cree en el
producto del acoplamiento privilegiado, serviría para controlar
las angustias que se desarrollan en el marco de la hipótesis
"grupo de acoplamiento". Sin embargo, Bion no precisa el
contenido de esas angustias. Afirma la necesidad de que las
diversas hipótesis básicas se institucionalicen, porque si actua-
ran libremente en un grupo perturbarían seriamente las funcio-
nes de trabajo del grupo racional. Si las hipótesis básicas no
estuvieran entonces estructuradas en las instituciones, las
angustias básicas que les son inherentes, no controladas por las
instituciones mismas entendidas como mecanismos de defensa,
tenderían a perturbar con sus contenidos dereísticos todo el
contexto social. De ello resulta evidentemente que el modelo
aplicado al fenómeno guerra como comportamiento colectivo
parece aplicable a las instituciones sociales en general.
En la novela When it was dark encontramos un ejemplo del
modo como la desestructuración de la institución religiosa como
institucionalización del grupo dependiente trae una desestructu-
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCICNES 129

ración del grupo, generalizando las angustias persecutorias (y los


desastres), que son de nuevo controladas cuando se restablece la
institución religiosa. En efecto, Freud advierte con cierta ironía
que la lectura de esta novela era recomendada como edificante
por el obispo de Londres.
Más adelante voy a estudiar, en relación con la fundación de
las clases sociales, la angustia subyacente a la hipótesis básica
que Bion describe como grupo de acoplamiento.

En lo que hace a las modalidades por las cuales las institu-


ciones militares y especialmente el fenómeno guerra se constitu-
yen como defensas contra la angustia primaria, remito al lector a
mis libros: Psychanalyse de la guerre y Psychanalyse de la
situation atomique. En el primero estudié la movilización de las
angustias depresivas y persecutorias con delirios de destrucción,
como consecuencia de la abolición de las instituciones militares.
Las tribus canacas descriptas por Eliane Metáis, privadas de
guerra, se imaginan víctimas de ataques persecutorios por sus
propios brujos. Sobre este telón de fondo problemático, se sitúa
la crisis de la institución guerra preconizada por los historiadores
que trabajan sobre la situación atómica. Si la institución guerra
entra en crisis en cuanto al cumplimiento de sus funciones (en la
medida en que la situación atómica tiende a poner en crisis las
funciones vencer-perder en tanto acontecimientos militares,
destinados a la definición de los roles de dominante-dominado),
debemos esperar la aparición de angustias depresivas y persecu-
torias por un lado, y por otro de una institución de recambio que
permita una reestructuración de los roles, de acuerdo con la
nueva modalidad de todo el universo de la dominación. La crisis
de la institución guerra parece entonces contener en sí las condi-
ciones previas para el desarrollo del fenómeno de tipo compor-
tamiento colectivo, en el sentido de nueva síntesis cultural para
la elaboración del cisma amigo-enemigo, en el sentido propuesto
por Francesco Alberoni'*. En El acorazado Potemkin de Eisens-

'* Francesco Alberoni, Status nascendi, D Mulino, 1968, donde la dinámi-


ca de los fenómenos colectivos aparece en una perspectiva que, al menos en
parte, cabría hacer entrar en algunas características de la hipótesis de base del
pairing group de Bion. Creo que lo que Bion describe como hipótesis de base
130 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

tein, el fenómeno colectivo de grupo revolucionario aparece en


el marco de una institución militar en el momento en que el jefe
da de comer carne podrida. El símbolo oral no deja ninguna duda
sobre el fantasma de persecución que evoca la situación real. Lo
que parece característico del movimiento revolucionario en el
momento en que abate la vieja institución para instaurar otra
nueva, diferente, es la constitución del fenómeno colectivo de
grupo como portador de una nueva norma y de un nuevo valor.
En términos simbólicos, la revolución emergente de la angustia
persecutoria, que se mezcla con una realidad histórica y real-
mente mala (carne podrida), se presenta como una reestructura-
ción del enemigo al definir al jefe mismo o a la antigua norma
como el mal, gracias a lo cual el movimiento colectivo revolu-
cionario se convierte en el superyó. Se parece a un momento
típico que he observado en el tratamiento psicoanalítico, espe-
cialmente en una perspectiva didáctica, es decir, el momento en
que el sujeto en análisis se plantea como superyó del analista-
padre. Esto implica el descubrimiento de un nuevo valor, en
función del cual se reestructura la relación con la autoridad de
una manera que presenta una analogía con la reestructuración de
los valores en los movimientos colectivos. La relación entre el
movimiento colectivo, como lo social en estado naciente, y las
instituciones, se sitúa aquí. La distinción destacada por Alberoni
entre esas dos formas de lo social, una de ellas fluida y la otra
estructurada, puede remitir a la tesis fundamental de las institu-
ciones como mecanismos de defensa. En cierto modo las institu-
ciones son al comportamiento colectivo lo que el yo (definido
por Freud como la parte "organizada" del aparato psíquico) es al
ello (definido por Freud como la parte de la personalidad donde
las energías están en estado fluido). El fenómeno que describí
como "convertirse en el superyó del padre" se relaciona, como
vimos, con el hecho de que las instituciones entran en crisis y
aparece el comportamiento colectivo; este último se propone
como valor alternativo, aun cuando el rol de superyó tiene aquí

constituye fenómenos colectivos en estado naciente, y que su observación en


los pequeños grupos me parece especialmente interesante para el estudio del
comportamiento colectivo.
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 131

más la apariencia del superyó kleiniano pregenital por oposición


al superyó estructurado. Ello permite adherir a la tesis de Albe-
roni, según la cual el comportamiento colectivo en tanto social
en estado fluido no correspondería a la multitud en el sentido de
Le Bon, despojada de toda instancia ética, fuerza ciega e ignara,
sino que constituiría el crisol de la reestructuración de los valo-
res. Esto resulta de los movimientos de protesta e impugnación
de los jóvenes donde cabe advertir la tendencia a plantearse
como superyó de los padres (es decir, que los valores nuevos
tienen un carácter normativo respecto de los antiguos)^. La rees-
tructuración de valores que encontramos en el comportamiento
colectivo en tanto social en estado fluido remite al ello concebi-
do por Freud, como la instancia del aparato psíquico donde la
energía es libre, no vinculada, y que por lo tanto podría remitir
al superyó arcaico que teorizó Melanie Klein como originario,
preedípico, perteneciente al ello, al modo de la pulsión instinti-
va. De ese superyó originario que todavía no conoce la distin-
ción entre el espíritu y la letra, entre lo ideal y lo real, entre lo
relativo y lo absoluto, de ese superyó pregenital sacaría el
comportamiento colectivo la fuerza primera para ejecutar un
proyecto ético que lleva en sí la fuerza misma de la pulsión: en
una organización elemental como la pulsión, el superyó y el yo
tienden a coincidir^. La fascinación y la repulsión hacia los
movimientos colectivos tal vez nazcan de allí; sería un momento
de emergencia de la creatividad originaria.
Estas reflexiones sitúan el problema de las instituciones en
una perspectiva más compleja que si excluimos la tesis funda-
mental que desarrollamos, según la cual las instituciones son
mecanismos de defensa contra las angustias primarias. En efec-
to, en tanto lo social estructurado, comparable como vimos a las
estructuras del yo, la institución tendría una relación profunda
con lo social en estado fluido, comparable al ello, y por consi-
guiente con el fundamento energía-dinamismo-valor de lo social

5 Véase Franco Fornari, "Principe du plaisir et principe de réalité dans le


mouvement beatnik", en Psychanalyse de la situation atomique.
* Véase a propósito de esto la función de las tres instancias en el fenóme-
no guerra, entendido como comportamiento colectivo (F.Fomari, Psycha-
nalyse de la guerre, Feltrinelli, 1966).
132 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

no estructurado. Del mismo modo que una concepción psicoana-


lítica de la personalidad ve en el ello el fundamento originario de
la personalidad a partir del cual se diferenciarían las otras instan-
cias, y especialmente el yo, las instituciones, en una perspectiva
sociodinámica, estarían vinculadas con la experiencia originaria
del grupo como experiencia fundante de las diversas culturas, de
las que las instituciones derivarían como necesidades organizati-
vas secundarias, del mismo modo en que el yo es la parte
organizada del ello. Las hipótesis básicas que describe Bion serí-
an, por así decirlo, el ello de lo social. El hecho de que las insti-
tuciones militares y las instituciones religiosas, que presiden la
estratificación social, se encuentren en todas las culturas, da a
las hipótesis básicas del grupo que Bion presenta como referen-
cias empíricas de la dinámica de grupo, el carácter de una contri-
bución particular al psicoanálisis de las instituciones, en las
cuales, según la descripción del autor, las hipótesis básicas de
grupo de dependencia, grupo de ataque-huida y grupo de acopla-
miento pueden constituir la reproducción casi experimental de
momentos fundamentales de lo social en estado naciente. La
experiencia de Bion me parece además importante en el sentido
de que plantea el problema dialéctico no tanto en lo social en
estado fluido (hipótesis de base como comportamiento colectivo,
tomado en estado naciente en los pequeños grupos) y en lo social
estructurado, como en las hipótesis básicas (vinculadas sobre
todo con las angustias específicas y con la necesidad de las insti-
tuciones como mecanismos de defensa) y en el grupo racional
(centrado sobre todo en las funciones de manipulación de la
realidad y en la relación con el universo extemo, en función de
su transformación). En ese caso, podemos hablar de aspectos de
las instituciones exclusiva o principalmente orientadas hacia la
manipulación de las angustias como problema planteado por el
universo interno, en contrapunto dialéctico con los aspectos de
las instituciones orientadas hacia la manipulación del universo
extemo, de las instituciones de trabajo, es decir, específicamente
sometidas al principio de realidad y a las funciones del pensa-
miento como instancia de verificación del universo exterior.
Aunque esencialmente centradas en la manipulación de la
realidad que opera en el grupo racional, las instituciones de
trabajo pueden interferir con las hipótesis de base del grupo. De
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 133

modo que pueden encararse dos tipos de sociodinámica. El


primero se refiere a la relación entre las hipótesis básicas enten-
didas como sociales en estado fluido y las instituciones que
representarían su socialización estructurada. El segundo tipo de
sociodinámica se refiere a la relación entre las instituciones
centradas en las hipótesis de base (en tanto hipótesis que tienden
a la ilusión y expresan la realidad de un universo intemo) y las
instituciones del grupo racional, centradas en la realidad. Hay
problemas específicos del psicoanálisis que se vinculan con
estos dos tipos de sociodinámica, en la medida en que la referen-
cia al inconsciente para la comprensión de las instituciones
fundadas sobre las hipótesis básicas es esencial y fundamental.
Las instituciones fundadas en el grupo racional parecen por
el contrario implicar una problemática donde la referencia al yo
parece esencial, como si las instituciones de trabajo funcionaran
como dominios de actividad humana neutralizada en relación
con las pulsiones y con el superyó.
Utilizando una fórmula de Hartmann, las instituciones de
trabajo vinculadas con el grupo racional tenderían a constituirse
como terrenos que garantizan su funcionamiento tanto mejor
cuanto que se han constituido "libres de conflictos", aun cuando
puedan surgir ulteriormente conflictos nuevos. Desde este punto
de vista, la contribución más importante al psicoanálisis de las
instituciones, cuyo origen se encuentra precisamente en las
angustias básicas que se movilizan en los grupos de trabajo (que
se desarrollan en las instituciones de trabajo) proviene de Elliott
Jaques.7

III. REFLEXIONES SOBRE LA CONTRIBUCIÓN DE JAQUES

La experiencia de Jaques se relaciona con una intervención


específica en el terreno industrial. Durante los primeros años de
posguerra, este autor, psicoanalista de la escuela kleiniana, fue
consultado en el terreno de los conflictos de trabajo, en el marco
de un proyecto de investigaciones del gobierno laborista inglés.

' Véase Elliou Jaques, Les institutions sociales comme mécanismes de


defense contre l'angoisse paranoide et depressive, ob. cit.
134 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

Al definir las instituciones desde un punto de vista socioana-


lítico, Jaques distingue las estructuras sociales de los mecanis-
mos culturales de las instituciones inismas. Por estructuras
sociales entiende el conjunto de roles ocupados por personas y el
modo como los roles se distribuyen dentro de la jerarquía ejecu-
tiva. En cambio entiende por mecanismos culturales las normas,
los tabúes, las costumbres que estructuran una institución dada.
Jaques subrayó principalmente la relación entre las instituciones
y los mecanismos de defensa contra las angustias persecutorias y
depresivas, a través del estudio de los cambios de mecanismos
culturales en una fábrica. Se trataba entonces de instaurar un
cambio en las modalidades de remuneración del trabajo, pasando
de la remuneración por pieza a la remuneración mensual. A
pesar de que hubo acuerdo sobre el cambio por parte de todos
los interesados (obreros, dirigentes y sindicatos), el intento, que
debía llevar a la realización del proyecto, sufrió la interferencia
de múltiples angustias depresivas y persecutorias por parte de
individuos diversos pertenecientes a los diversos grupos intere-
sados en el cambio. Dado que no existían motivos reales que
justificaran la aparición de angustias persecutorias y depresivas,
Jaques pudo relacionar esas angustias persecutorias con el
cambio de un mecanismo cultural de la institución de trabajo.
Pero si el cambio de un mecanismo cultural determina angustias,
que no pueden remitirse al contexto concreto del cambio mismo
(en este caso el paso del trabajo por pieza a la mensualización),
esas angustias movilizadas se vuelven comprensibles si las rela-
cionamos con el hecho de que un mecanismo cultural, institucio-
nalizado, tiene una función defensiva contra las angustias
inconscientes, independientemente de su significación en el
plano de lo real. De una demostración resultaría entonces que
incluso las instituciones laborales que Bion considera
pertenecientes al grupo racional, aunque no se fundan sobre una
hipótesis básica centrada sobre la emergencia del universo inter-
no, asumen la función de defensa contra las angustias primarias.
Además quedaría demostrado que el cambio en los mecanismos
culturales de una institución moviliza las angustias, independien-
temente del riesgo concreto de la realidad implicada por el
cambio. Más allá de la relación general entre instituciones y
mecanismos de defensa contra las angustias, el problema del
PARA UN PSICOANÁLISIS DE U S INSTITUCIONES 135

cambio de las instituciones implica toda una problemática parti-


cular, que recuerda que la dialéctica cambio-conservación es una
hipótesis básica de grupo. En efecto, ella exige la aparición de
instituciones que tranquilicen contra las angustias movilizadas
por la necesidad histórica del cambio. Bion no habla de defensa
de grupo frente al cambio-conservación como hipótesis de base.
Afirma generalmente que el grupo se defiende contra el cambio.
Sin embargo, el hecho de que el cambio de mecanismos cultura-
les haya movilizado, en la experiencia de Elliott Jaques, las
angustias depresivas y persecutorias, me autoriza a suponer la
existencia de una nueva hipótesis de base, que yo llamaría
grupo de conservación-cambio. Esa hipótesis de base se organi-
za en las instituciones políticas.»
A título de ejemplo de mecanismo cultural inteligible como
defensa contra las angustias primarias. Jaques cita una norma de
las instituciones navales a propósito de la cual se estipula que "el
primer oficial tiene que recoger todo el estiércol y estar dispues-
to a ser estiércol él mismo". Un mecanismo cuhural de este tipo
es comprensible según Jaques si su función consiste en mantener
las relaciones entre el equipo y su capitán libres de toda interfe-
rencia hostil, derivándolas en el primer oficial como chivo
emisario. Como la vida en el mar expone a riesgos y peligros
especiales y a angustias que no se pueden afrontar, el manteni-
miento de una relación despojada de toda hostilidad con el capi-
tán tiene por objetivo evidente defender contra la angustia de ser
impotente ante los peligros, en el marco de lo que Bion llamó la
hipótesis de dependencia. La dependencia total respecto del
capitán, liberada de toda ambivalencia, puede en efecto garanti-
zar el amor del capitán y la salvación, exactamente como en una
institución religiosa la salvación aparece garantizada por la
dependencia total.
Jaques no solamente describió la significación de las estruc-
turas sociales y los mecanismos culturales, sino que subrayó
también la importancia particular que los individuos tienen
dentro de las estructuras sociales en que se traducen las institu-
ciones. Esta idea se pone en evidencia por el hecho de que los
cambios de mecanismos de defensa cuhurales, incluso si son

* Véase Franco Fomari, La crise despartís. Club Amati, abril de 1967.


136 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

visibles, justamente en la medida en que movilizan las angustias


elaboradas por las hipótesis básicas conservación-cambio,
pueden no cambiar prácticamente nada de la vida institucional,
si los hombres no cambian. Un fenómeno de este tipo queda ilus-
trado por la permanencia de una categoría burocrática, que los
cambios estructurales de las instituciones no modifican. Que
queden los mismos individuos puede explicar por qué los
cambios estructurales pueden no tener efectos apreciables en el
nivel del cambio efectivo. Por el contrario el cambio, aunque sea
de un solo individuo, puede determinar un gran cambio en las
instituciones, aun cuando las estructuras sociales sigan inaltera-
das. Las dos situaciones que acabamos de mencionar pueden
describirse investigando lo que significó en la historia reciente
de la Iglesia la presencia del papa Juan XXIII, en lo que hace al
cambio del individuo cuando las estructuras siguen inalteradas; o
bien investigando la significación de la personalidad de Stalin
desde el punto de vista de la conservación de un Estado autocrá-
tico, a pesar del hecho de que la revolución soviética haya
cambiado radicalmente las estructuras y los mecanismos cultura-
les del Estado ruso, de autocrático a democrático. Cuando Juan
XXIII asumió el Pontificado, los mecanismos culturales y las
estructuras sociales de la Iglesia Católica seguían siendo los
mismos. Y sin embargo el hecho de que el poder supremo de la
Iglesia de Roma haya sido asumido por un hombre cuya perso-
nalidad era netamente diferente de la de su predecesor inició en
la institución eclesiástica un cambio que se traduciría en el
Concilio Vaticano II. Aunque a su vez éste significó un cambio
en los mecanismos culturales de la institución eclesiástica, la
presencia de Pablo VI, en tanto personalidad diferente de la de
su predecesor, parece orientar a la Iglesia hacia la conservación,
a pesar de los cambios en los mecanismos culturales de la insti-
tución eclesiástica. Asimismo, en lo que hace al estalinismo, la
posición autocrática expresada por la posición monárquica de los
zares de Rusia podría reaparecer, a modo del retomo de lo repri-
mido en la renovación, dentro de las instituciones socialistas,
aunque los mecanismos culturales de éstas hayan mostrado un
cambio radical y revolucionario en relación con los mecanismos
culturales de la institución monárquica. De modo que a pesar de
la transformación de los mecanismos culturales que tuvo lugar
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 137

con el tránsito del Estado capitalista al socialista, la presencia


en la cúspide del poder de una personalidad autocrática consti-
tuyó un grave obstáculo para la instauración de una sociedad no
autocrática. Todo esto puede aplicarse a la situación burocrática
ya mencionada. El hecho de que dentro de ciertas jerarquías
ejecutivas burocráticas del Estado exista cierta inercia que lleva
a la conservación de los roles por parte de las mismas personas,
independientemente de los cambios de mecanismos culturales
operados por los cambios sociohistóricos, obliga a volver al
problema de las relaciones entre las instituciones y los mecanis-
mos de defensa contra las angustias primarias en el marco de lo
que propongo llamar hipótesis básica del grupo de conserva-
ción-cambio. La disposición para la conservación o el cambio
varía de un individuo a otro. Dado que las angustias básicas son
vividas a nivel emocional por hombres reales, de carne y hueso,
en el sentido de que elaboran de modo diferente sus propias
angustias, los cambios de estructura social pueden seguir sin
efecto al nivel del cambio efectivo. Un hecho de este tipo lleva
a reflexionar sobre la significación de la superestructura en
sentido marxista y en sus eventuales vínculos con el incons-
ciente.

IV. PSICOANÁLISIS DE LA FAMILIA COMO INSTITUCIÓN SOCL\L

Después de estudiar el problema de las instituciones sociales


en relación con su función, que cabe caracterizar como acción
defensiva contra las angustias primarias, ahora quisiera analizar
una institución particular, la familia, que podríamos considerar
se presta de modo privilegiado al estudio desde el psicoanálisis.
Después de algunas observaciones sobre el psicoanálisis de la
familia, quisiera pasar al esbozo de un análisis del fundamento
de las clases sociales en tanto instituciones estrechamente vincu-
ladas con la institución familiar.
Ya hice hincapié en la hipótesis de acoplamiento que Bion
asocia con la aristocracia, entendida como institucionalización
del grupo de acoplamiento. Sin embargo Bion no asocia la
aristocracia en tanto institución social ni con la división gene-
ral de la sociedad en clases, ni con la angustia de base específi-
138 UA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

ca cuya hipótesis de base del grupo acoplamiento sería una


elaboración defensiva. Por el contrario, tengo la intención de
desarrollar justamente estos dos aspectos del problema. La
descripción que hace Bion de esta hipótesis básica, como fenó-
meno que aparece dentro del grupo y que podemos considerar
como fenómeno colectivo de grupo, es muy interesante. Como
ya dije, Bion puso en evidencia el hecho de que cuando en un
grupo existe cierta relación amorosa entre dos miembros del
grupo o entre un miembro del grupo y su líder, aparece en el
grupo una espera, la preciencia de algo que ha de hacer su
aparición y que él define simbólicamente como la espera de un
mesías. Ya subrayé que ésta es una situación particular que
ilustra la hipótesis básica de Bion, y que puede ser considerada
como un estrecho correlato, al nivel del microgrupo, de lo que
los sociólogos describieron como movimientos mesiánicos en
el marco del comportamiento colectivo. El carácter embriona-
rio en que Bion deja la descripción de las hipótesis de base se
presta a captar los fenómenos de grupo en estado naciente. La
experiencia de Bion podría ser particularmente valiosa para
empezar a construir una tipología de los comportamientos
colectivos, expresada por las tres hipótesis de base, captando
otras en estado naciente, aun cuando durante la experiencia las
diversas hipótesis de base pueden disponerse de modo diferen-
te, con el predominio de una de ellas mientras las demás
permanecen como fondo.
Bion no asocia la hipótesis de grupo acoplamiento con la
familia sino con la aristocracia, dando a entender que las hipó-
tesis básicas se orientan originariamente hacia lo social. Por
otra parte emite la hipótesis de la función de una clase social,
independiente del contexto social más amplio de la constitu-
ción de las clases sociales en general, olvidando que una clase
social no puede constituirse sino en relación con las otras
clases. Bion declara explícitamente que al estudiar los proble-
mas de grupo deseaba evitar toda referencia a lo que ya se
sabía a través del psicoanálisis del individuo, y estoy de acuer-
do en este modo de plantear el problema, pero sólo hasta cierto
punto. Yo también considero que el conocimiento de la familia
como institución social no puede provenir únicamente de la
exploración del complejo de Edipo. El complejo de Edipo es en
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 139

realidad un conjunto de fantasmas inconscientes, mientras que


la familia es una institución social. Es también indiscutible que
aunque el complejo de Edipo sea un conjunto de fantasmas
inconsciente, la sociología de la familia recibió una importante
influencia por parte del psicoanálisis. Basta con pensar en
Talcott Parsons.
¿Qué relación existe entonces entre lo que voy a llamar la
familia fantasmática (es decir, las relaciones del sujeto con su
familia tal como se traduce en los fantasmas inconscientes), y la
familia sociall Para contestar a esta pregunta quisiera referirme
al problema que Bion deja en suspenso, es decir, al problema de
la angustia que se oculta tras la hipótesis del grupo acoplamien-
to, esa hipótesis que preside la espera-preciencia del producto
del acoplamiento idealizado como mesías.
Al analizar con F. Miraglia los sueños de mujeres embaraza-
das, pude constatar que la espera-preciencia del hijo en los
fantasmas inconscientes, además de constituirse como espera del
hijo, objeto idealizado y narcisísticamente sobreinvestido —es
decir, como salvador-mesías—, el hijo por nacer aparece
también bajo la forma de un objeto persecutorio. El fantasma del
hijo persecutorio (vinculado con el fantasma del pene persecuto-
rio) se concentra en la angustia del parto, sobre todo en relación
con la fase de dilatación. Sin embargo, la angustia más típica
que puede asociarse con la hostilidad hacia el hijo se relaciona
con la elaboración depresiva. He llamado angustia genética a la
angustia del deterioro del producto de la concepción, que traduce
en toda parturienta el sueño de poner en el mundo un niño estro-
peado, herido, inhábil, monstruoso, etc. Aunque esta angustia
esté vinculada con sentimientos de culpa edípica y con simboli-
zaciones del niño como pene y por consiguiente con el complejo
de castración, la posibilidad de que el producto de la concepción
esté estropeado es una posibilidad real. Esto está ligado a la
experiencia de la realidad del hecho de que la opción genética se
sustrae al control individual y queda expuesta a las leyes del
azar, en un sentido negativo. Este aspecto de la realidad es, por
así decirlo, la vertiente social de la angustia genética, "dato" con
el que hay que contar. Esta vertiente social de la angustia genéti-
ca la encontramos en los versos de Dante: Rade volte risurge
per li rami I l'umana probitate; e questo vole I quei che la da.
140 U INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

perché da lui si chiami* La tesis de Dante aparece como una


explicación en términos totémicos del enigma de la herencia
negativa. ¿Cómo es que de "la humana probidad" rara vez
nazcan hijos dotados? La respuesta de Dante es que eso depende
de Dios. Dios no pondría una correlación positiva entre padres e
hijos, para mostrar que no son los padres sino El mismo quien
engendra "la humana probidad". Y como Dios es el padre ideali-
zado, ya vemos esbozarse en la teoría de Dante sobre la herencia
negativa el tema incestuoso mezclado con la angustia genética,
tema sobre el que vamos a volver. Ahora me importa precisar
que lo que Bion describe como "preciencia del niño mesías" en
la hipótesis de acoplamiento, sería un fantasma de idealización
del hijo que constituiría un mecanismo de defensa contra la
angustia genética, tanto por sus aspectos persecutorios como por
sus aspectos depresivos a través del fantasma: "no es cierto que
mi hijo sea un objeto persecutorio que me va a destruir o un
objeto bueno que yo estropeé. El niño que nazca será el mesías
en el sentido de que me protegerá contra el miedo del hijo perse-
cutorio y también contra el miedo de que yo, que lo engendro, lo
haya estropeado con mis ataques". En realidad el hijo normal
provoca una reacción de alegría porque su nacimiento constituye
el desmentido de esta angustia básica.
La hipótesis de grupo acoplamiento parece expresar, bajo la
forma de mecanismo de defensa y al nivel del acoplamiento
colectivo en estado naciente, la elaboración de la angustia gené-
tica bajo la forma de idealización del producto del acoplamiento,
como reaseguro contra las angustias persecutorias y depresivas
centradas en el hijo. Bion señala con acierto que para que la
hipótesis de base de que el niño por nacer es un mesías se
conserve, nunca debe realizarse, es decir, el niño no debiera
nacer nunca. Esto lleva a estudiar un aspecto peculiar implicado
en la idealización del niño-mesías: el carácter sagrado entendi-
do como suma de esperanza positiva, acompañada de un mínimo
de verificabilidad al nivel de la realidad, porque la prueba de la
realidad impediría mantener la idealización. Este acento puesto

• "Raras veces retoña en las ramas la probidad humana; es la voluntad de


Quien la da, para que a El le sea reclamada", Dante Alighieri, La Divina
Comedia, El Purgatorio, Canto séptimo.
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 141

en lo sagrado me parece importante para el tema que abordamos


si recordamos que L. Dumont (1966) considera la constitución
de las castas como basada fundamentalmente en la primacía de
lo sagrado sobre la jerarquía en el sentido de primacía del ieros.
Si aceptamos la definición de sagrado como el máximo de
presencia positiva garantizado por un mínimo de verificabili-
dad, la constitución de la aristocracia implica considerar como
positivo el producto de la concepción misma (idealización),
opinión obtenida por medios que impiden la verificación del
carácter ilusorio de esa positividad, dado que la verificación
fundada en la prueba de realidad impediría mantener la idealiza-
ción. Lo que Bion describe como prerrogativa del mesías, ausen-
cia de posibilidad de verificación, se convierte en una estructura
social precisa. Advirtamos entonces que entre la hipótesis básica
de grupo acoplamiento y la aristocracia como institución, se
estabilizan relaciones que parecen típicas de la relación entre lo
social en estado fluido y lo social en estado estructural. El aspec-
to esencial de lo social en estado estructurado sería la institucio-
nalización de un mecanismo de defensa frente a las angustias
persecutorias y depresivas: en ese caso particular la aristocracia
se constituiría gracias a la institucionalización de la idealiza-
ción del producto de la concepción que verifica aquí un domi-
nio genético exclusivo dado, como mecanismo de defensa frente
a las angustias persecutorias y depresivas vinculadas con el
producto de la concepción. Lo que viene a ser institucionalizado
en la aristocracia como clase es ilusorio, pero la socialización de
esas ilusiones, lo mismo que su desmitificación, están en la
historia.
Volvamos ahora al problema que habíamos planteado de
la relación entre la familia fantasmática y la familia social. El
análisis de las hipótesis de base del grupo acoplamiento expuesto
por Bion o, mejor dicho, la identificación de las angustias que
están detrás de esta hipótesis de base, nos enfrenta con la angus-
tia genética cuya hipótesis de grupo acoplamiento es una elabo-
ración defensiva. Más adelante voy a precisar los diversos meca-
nismos que se estructuran en esta elaboración defensiva. Ahora
adelanto la tesis de que la familia fantasmática expresa esen-
cialmente el conjunto de las angustias de base cuya elabora-
ción defensiva es lo social, tanto en su estado fluido como en su
142 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

estado estructurado. Quiero entonces profundizar la significa-


ción de la familia fantasmática. Esta contribución más específi-
camente psicoanalítica al estudio de la familia como institución
social se sitúa sobre todo en relación con las angustias de base
en las que se traduce. A propósito de esto, es oportuno recordar a
Winnicott, quien afirma que "la familia vive como si estuviera
siempre al borde del desastre", y que "toda familia tiene un
cadáver en su placard"'. Este autor cita además el dicho según el
cual "el hijo es una desgracia": afirmación que podemos asociar
con lo que dijimos antes, a propósito de los aspectos persecuto-
rios del hijo por nacer, aspectos que vimos vinculados con la
idealización mesiánica. Quisiera pues profundizar la significa-
ción de la familia fantasmática en relación con este modo de
vivir de la familia, como si estuviera siempre al borde del desas-
tre. En definitiva: ¿de qué desastre se trata? ¿Cuál es el "cadáver
en el placard" que la familia suele ocultar en ella misma?
Ya respondí parcialmente a esta pregunta al referirme a los
aspectos persecutorios del niño por nacer. Los desastres que la
familia imagina, es decir, los desastres de la familia tal como se
estructura en las angustias de base, depositados en el inconscien-
te humano, se comprenden cabalmente si los remitimos precisa-
mente a los descubrimientos fundamentales del psicoanálisis.
Quiero referirme a la situación edípica, tanto en sus relaciones
con la historia de Edipo como con la de Orestes, dos historias
inmortalizadas por la tragedia griega, que pueden considerarse
ejemplares para explicar por qué la familia vive siempre como si
estuviera al borde del desastre.
De la historia de Edipo sabemos que, apenas nacido, sus
padres decidieron matarlo, porque el oráculo de Edipo no era un
mensaje mesiánico positivo sino un presagio funesto: va a matar
a su padre y se va a casar con su madre. Entonces los padres
deciden matar al niño. Desde el nacimiento, entonces, la familia
está en situación de ser destruida, y ya vimos cómo se refleja
esta situación en los fantasmas del hijo persecutorio por quien
los padres se sienten amenazados, en ellos y en su unión. Pero

9 D. W. Winnicott, La famille et le développemenl individuel. [Versión


castellana: La familia y el desarrollo del individuo, Buenos Aires, Hormé,
1967.1
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTrrUCIONES 143

sabemos que su intento de defenderse contra el hijo persecutorio


fracasó. El niño sobrevive, es salvado y adoptado por padres
ideales, que desmienten la existencia de padres infanticidas. Esto
no va a resolver el problema. El parricidio y el incesto se van a
producir: Edipo matará realmente a su padre, se casará realmente
con su madre, y todo terminará con el desastre típico de la fami-
lia inconsciente.
En cuanto al cadáver en el placard, la historia de Orestes no
es menos ejemplar que la de Edipo. El sacrificio de Ingenia por
Agamenón, con el objetivo de atraerse los favores de los dioses
en la guerra de Troya, lleva la marca de una civilización guerrera
que mata a sus propios hijos. Si los padres de Edipo no lograron
matar a su hijo, por el contrario Agamenón logra traducir en acto
el asesinato de su hija. La consecuencia de todo esto es un
comienzo de ruptura entre Agamenón y Clitemnestra. Al regre-
sar de Troya, Agamenón es asesinado por la madre y su amante,
que representa la imagen del hijo; la solidaridad entre Orestes y
Electra llevará después al matricidio. Así es como todos los
miembros de la familia, la hija, el padre y la madre, son asesina-
dos. El Aerópago de Atenas se divide en tendencias iguales; el
voto de la diosa Atenea salvará finalmente a Orestes: sólo un
deus ex machina conserva in extremis al único sobreviviente,
condenado de la familia fantasmática: el hijo.
Las dos historias de Edipo y Orestes, historias ejemplares de
los crímenes silenciosos que habitan la familia fantasmática, tal
como las encontramos reproducidas en el inconsciente de los
hombres, nos permite captar cómo cada miembro de la familia
existente se siente amenazado por los demás miembros y al
mismo tiempo cómo los amenaza. Encontramos pues, en el
contexto relacional de la familia fantasmática tal como se refleja
en los mitos y fantasmas inconscientes, la emergencia de estas
angustias persecutorias y depresivas, debido a las cuales todo
miembro experimenta a los demás como una amenaza para sí, y
se experimenta como amenaza para los otros, en una especie de
universo destructivo sin escapatoria.
Mi tesis es que frente a esta desconcertante constatación por
la cual el psicoanálisis nos lleva a asir el contexto de la angustia
de la familia fantasmática, la familia social, en cuanto institu-
ción social, se constituye como estructura defensiva: habría que
144 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

comprender cómo el yo cobra la signiñcación de una estructura


defensiva en relación con las pulsiones y la angustia. Ya vimos
cómo al nivel de lo social no estructurado, al nivel de lo social
en estado naciente, tal como se manifiesta en la hipótesis de
acoplamiento, lo social (que aparece en la dinámica del grupo)
constituye una elaboración defensiva contra el fantasma del hijo
persecutorio, expresando la idealización del hijo mesías. Ahora
quisiera adelantar la idea de que la hipótesis de base del grupo
dependencia, según la cual todos los males en el grupo pueden
ser eliminados, gracias a la dependencia respecto de una perso-
nalidad protectora omnipotente que se simboliza como imagen
materna, constituye la elaboración defensiva gracias a la ideali-
zación, frente a la madre persecutoria infanticida y asesinada por
su hijo. Análogamente, la hipótesis de base del grupo ataque-
huida constituiría la idealización de la imagen paterna como
elaboración defensiva frente a las angustias, tanto persecutorias
como depresivas, provocadas por el hecho de vivenciar al padre
como asesino del hijo o como su víctima. Lo que Bion describe
como hipótesis de base de grupo, sería por esa razón la respuesta
reparadora colectiva a los desastres de la familia fantasmática.
Así es como lo que Bion describe como hipótesis de base de
grupo que relacioné con lo social en estado fluido y que se puede
relacionar con el comportamiento colectivo, constituirían los
modelos fundamentales a través de los cuales la familia social
ofrece a la familia fantasmática, que se vivencia como siempre al
borde del abismo, la garantía de que no habrá desastre porque el
hijo no matará al padre o a la madre, sino que será por el contra-
rio su mesías, su salvador; que la madre no va a matar al padre y
al hijo, sino que por el contrario los alimentará, haciéndolos
vivir; y por último, que tampoco el padre matará al hijo ni a la
madre, sino que por el contrario luchará contra las dificultades y
las instancias enemigas (exteriores a la familia) que amenazan su
existencia, y que sobre estas respuestas reparadoras y tranquili-
zantes se concretarán los roles específicos del hijo, de la madre y
del padre. Mi tesis es que la familia social auténtica se injerta en
estas hipótesis básicas que contienen la primera formulación
idealizada de lo social, como defensa contra las angustias de
base. Será pues al nivel de las instituciones que se elaborará el
conjunto de roles y mecanismos culturales específicos que
PARA UN PSICOANÁLISIS OE LAS INSTITUCIONES 145

conciemen respectivamente al padre, a la madre y al hijo. El rol


del padre, que puede diferir según las culturas, tendrá siempre la
función de hacer manifiesto a los miembros de la familia que el
padre no es asesino ni asesinado, sino que por el contrario
despliega una actividad que atestigua de modo tranquilizador el
modo como "mantiene a su familia". Un esquema análogo se
aplicará a los roles que asumen respectivamente la madre y el
hijo.
Percibimos entonces que el psicoanálisis de las instituciones
se funda principalmente en la integración de los descubrimientos
de los contenidos del inconsciente relativos a las angustias de
base, por un lado en relación con las hipótesis de base, y por otro
con los roles concretos y los mecanismos culturales que respon-
den a esas angustias y que constituyeron los mecanismos defen-
sivos. La posibilidad de una síntesis entre lo individual y lo
social aparece pues en este modelo, porque sólo el individuo
encama las angustias de base vinculadas con la familia fantas-
mática, y sólo la sociedad es el locus donde se elaboran los
mecanismos culturales. Vistos desde este ángulo, lo social y sus
instituciones se presentan como instancias reparadoras frente a
los desafíos lanzados al hombre por las angustias inconscientes.
Sin embargo, en la medida en que la reparación propuesta por
las hipótesis de base (y por consiguiente por el comportamiento
colectivo) se presenta bajo una forma idealizada, se ve fácilmen-
te expuesta a los riesgos de la verificación negativa. La tensión
específica entre lo ideal y lo real, que opera en los avalares de lo
social en estado naciente, deriva de allí.

V. LA ANGUSTIA GENÉTICA EN RELACIÓN CON LA FORMACIÓN DE LAS


CASTAS (O LAS CLASES SOCIALES)

Después de esta integración entre la familia fantasmática y la


familia social que quiere ofrecer un modelo sinérgico entre lo
individual y lo social, quisiera volver a la hipótesis de base de
grupo acoplamiento y a su relación con la aristocracia, planteada
por Bion. Expresada en términos de gmpo racional, la institucio-
nalización de la hipótesis de grupo acoplamiento sería según
Bion una institución eugenésica.
146 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

El comportamiento diferente que frente a la misma hipótesis


de base puede tener una institución de tipo racional o una institu-
ción social nos permite revisar la teoría psicoanalítica de la divi-
sión de la sociedad en clases. Dado que uno pertenece a una
clase social por nacimiento, la constitución de clases a nivel
empírico, independientemente entonces de la hipótesis de base
del grupo acoplamiento, está vinculada con la institución fami-
liar, en tanto institución donde se producen los acoplamientos. Y
dado que el acoplamiento es en este caso un acoplamiento sexual
que procrea, la constitución de las clases sociales más allá de los
mecanismos puramente socioeconómicos tiene un fundamento
genético-sexual. Vistos desde este ángulo, los mecanismos cultu-
rales socioeconómicos que presiden la organización de la divi-
sión en clases sociales —el más importante de los cuales es la
herencia familiar de los bienes económicos— han de entenderse
como paralelos a la fundación genético-sexual de las clases
sociales. Al hablar de \dL fundación genético-sexual de las clases
sociales, me refiero al hecho de que la angustia genética, que
relaciono con la constitución de la aristocracia como estructura
defensiva, implica una angustia centrada en el miedo al deterioro
genético del producto de la concepción.
La concepción socioeconómica de la constitución de las
clases intenta interpretar el acoplamiento endogámico en una
clase social determinada como poseedor de una función utilitaria
en la acumulación de los bienes económicos dentro de una clase
social. Quisiera adelantar la hipótesis de que la acumulación
económica en una clase social determinada es paralela a la
angustia genética y al mecanismo de defensa contra esta última,
que antes describí como idealización del hijo-mesías en un área
genética privilegiada (aristocracia o clase dominante). La angus-
tia genética, en la medida en que a través de la ecuación hijo =
pene asume tanto el complejo de castración como el eventual
daño genético real que el niño puede traer al venir al mundo,
tiene la capacidad de movilizar enormes cantidades de angustias.
La ecuación simbólica ulterior pene-heces-dinero, parece cons-
tituir un presupuesto inconsciente por el cual la angustia genéti-
ca puede ser controlada gracias a mecanismos de defensa de
naturaleza económica. Las equivalencias simbólicas antes
mencionadas representan el presupuesto en virtud del cual el
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 147

daño que se teme para el niño puede imaginarse como posible de


reparación, gracias a la acumulación económica garantizada por
la transmisión hereditaria del patrimonio. Mientras que ante un
deterioro genético el hombre se siente impotente, puede en
cambio disimular esa impotencia gracias a la acumulación de
poder económico que en ese sentido adquiere la significación de
un fetiche genético-sexual.
La acción de la hipótesis del grupo acoplamiento como defen-
sa ilusoria contra la angustia genética puede demostrarse por el
hecho de que a nivel del grupo racional (es decir, al nivel de la
institución eugenésica) el mejor producto es el del acoplamiento
híbrido. ¿Por qué la aristocracia (la clase dirigente y en general
todas las clases) privilegia el acoplamiento endogámico, es decir,
los acoplamientos dentro del mismo grupo? Una de las respuestas
a esta pregunta se puede dar tomando el ejemplo de la situación de
casta en relación con la cual ya pusimos de relieve la referencia a
lo sagrado como situación en que se realiza el máximo de presen-
cia positiva con un mínimo de verificación. En la medida en que
las castas de brahmanes, por ejemplo, se fundan en la jerarquía, en
el sentido del ieros del que ya hablamos, deben constituir el
producto de la concepción dentro de la casta como absolutamente
positivo; pero como es asunto de creencia, al mismo tiempo deben
impedir la verificación del caso negativo que deriva del acopla-
miento dentro de la misma casta. Los mecanismos de acoplamien-
to endogámico, tanto como la concentración económica y los
mecanismos culturales clásicos, favorecidos en la casta privilegia-
da, sirven a ese objetivo. Pero hay un tercer mecanismo específi-
camente destinado a impedir la verificación del carácter ilusorio
de la positividad absoluta (idealizada) del producto de la concep-
ción en la casta privilegiada: el aislamiento y la separación ritua-
les entre las diferentes castas. En la sociedad de castas hindúes,
en efecto, el acoplamiento exogámico, esto es, el acoplamiento
entre dos personas de castas diferentes, se castiga con la exclusión
de la casta. La prohibición del acoplamiento exogámico vivido
como impuro y contaminante tendría como objetivo principal, en
el plano de lo mágico y lo ilusorio, mantener lo impuro fuera de la
casta misma, y al mismo tiempo impedir que se verifique que el
acoplamiento exogámico no es en absoluto portador de deterioro
del producto de la concepción.
148 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

A su vez, el mecanismo de separación y aislamiento intercas-


tas, en la medida en que se esfuerza por mantener fuera de la
casta privilegiada a un factor negativo, presupone un mecanismo
progresivo de clivaje por el cual el grupo privilegiado puede
constituirse como bueno-puro-positivo, base de su asociación,
por oposición y clivaje con otro grupo malo-impuro-negativo.
Los aspectos persecutorios y depresivos implícitos en la
angustia genética, referidos al hijo simultáneamente persecutorio
y perseguido, no encuentran solución en los simples mecanismos
de idealización vinculados con el niño-mesías, especialmente
porque la idealización del niño-mesías está impregnada de
elementos relativos al universo sagrado, siempre expuesta al
peligro de la verificación que pone en crisis el proceso de ideali-
zación y sacralidad, a partir de la prueba de realidad. Así que es
necesaria la existencia de otros medios de defensa y especial-
mente de mecanismos de clivaje que permitan conservar separa-
dos del producto de la concepción los aspectos malos y deterio-
rados. Además del mecanismo de escisión, el mecanismo de
identificación proyectiva, que implica colocar en el producto de
la concepción del otro grupo los aspectos malos y deteriorados
de los productos de la concepción del mismo grupo, constituye
uno de los mecanismos fundamentales de la constitución de la
clase inferior-impura. Los mecanismos de aislamiento serían
pues secundarios respecto de los mecanismos de clivaje y de
identificación proyectiva. Pero la expulsión de los aspectos
malos e impuros de los productos de la concepción del grupo
privilegiado hacia los productos de la concepción del grupo infe-
riorizado (que tiene todos los aspectos de una elaboración para-
noica de la lucha interna de los grupos pertenecientes a la misma
sociedad) constituye de hecho al grupo inferiorizado como chivo
emisario, si acepta convertirse en receptáculo inerte de lo negati-
vo, o como enemigo por el cual el grupo privilegiado se siente
continuamente amenazado, si el grupo inferiorizado rechaza el
rol de receptáculo de lo negativo. En este caso se crea la tenden-
cia al control sádico omnipotente (que en el nivel político se
convierte en el problema del monopolio autoritario del poder por
el grupo privilegiado) en virtud del cual el grupo inferiorizado,
potencialmente vivido como persecutorio en la medida en que no
acepta ser el receptáculo pasivo del mal, viene a ser controlado.
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 149

La solución que aporta el sistema de castas (que representa la


situación límite de la división en clases) a la angustia genética
reproduciría por consiguiente todos los mecanismos fundamenta-
les de la posición esquizo-paranoide: así podemos comprender el
mecanismo de idealización de los productos de la concepción, y
el mecanismo de clivaje por el cual toda división en clases
presupone una estructura de la sociedad con tipos de objetos
parciales, buenos y malos, puros e impuros, e incluso el proceso
de identificación proyectiva, expulsión sobre la otra casta (o
clase) de los aspectos malos de la primera, y por último el
control sádico omnipotente (el universo de la dominación en la
situación de contrapunto dominante-dominado) como mecanis-
mos de defensa estructurados en las instituciones de castas (o
clases) con el fin de controlar las angustias persecutorias o
depresivas vinculadas a lo que describí como angustia genética.
Dado que, como ya vimos, los mecanismos de identificación
proyectiva llevan a la expulsión de los aspectos malos y deterio-
rados hacia la casta inferiorizada, el modo como ella reacciona
históricamente decide la estabilidad o inestabilidad del sistema.
Si son interiorizados —aceptados de hecho— por los dos grupos,
tenemos una estabilización del sistema gracias a una sociodiná-
mica que se instaura y en la cual el grupo dominante efectúa una
elaboración paranoide del conflicto sobre el grupo dominado y el
grupo dominado interioriza ese conflicto en sí mismo y se culpa-
biliza, mediante un proceso melancólico que lleva a la autoagre-
sividad y a la negación de sí. La ruptura de esta estratificación
sobreviene en el momento en que la casta (o clase) dominada
(donde se han colocado los aspectos malos o deteriorados de los
productos de la concepción de la clase privilegiada) elimina una
vez más esos aspectos malos y deteriorados, como la tripulación
de El acorazado Potemkin rechaza la carne podrida. Gracias a
esa nueva expulsión, los dominantes se constituyen en objetos
persecutorios y malos sobre los que hay que dirigir la agresivi-
dad (primera revuelta contra ellos mismos) que cobra ahora el
significado de un castigo a los progenitores malos y reviste una
significación ética. En este modelo interpretativo, en que la
constitución de clases es elaborada como la estructuración de los
mecanismos culturales que repiten los mecanismos de defensa de
una posición esquizo-paranoide, el modo como inconsciente-
150 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

mente se simboliza el acoplamiento endogámico, en el sentido


de simbolización como acoplamiento incestuoso, adquiere una
especial importancia. En los sueños, los individuos de condición
social elevada simbolizan de hecho a los padres. Adoptado como
mecanismo cultural que mantiene dentro de la misma casta (o de
la misma clase) el producto de la concepción idealizada, el
acoplamiento endogámico (en la casta), imaginado como acopla-
miento incestuoso, aumenta la angustia genética y por consi-
guiente los correspondientes mecanismos de defensa. Cuanto
más fuerte es la angustia genética, más aumentan las tendencias
al acoplamiento endogámico (sobre la base del clivaje que
distingue a los acoplamientos "buenos" de los "malos"). Pero
dado que el acoplamiento endogámico es fantaseado como inces-
tuoso, cuanto más aumentan estas tendencias más aumenta
también la angustia genética. El impulso a favorecer la división
en clases se asocia con el hecho de que aun la clase inferiorizada
fantasea el acoplamiento de uno de sus miembros con un miem-
bro de la clase privilegiada, como un acoplamiento incestuoso
que hay que evitar. Se desprende un círculo vicioso que puede
hacemos entender cómo la división en clases es un proceso que
se automantiene. Lo cual podría ayudarnos a entender cómo la
tendencia a la constitución de clases puede persistir como defen-
sa contra la angustia inconsciente del acoplamiento, aun allí
donde (como en la Unión Soviética) la transformación de los
mecanismos político-culturales ha abolido los privilegios de
clase.

VI. LA ANGUSTIA GENÉTICA EN EL ANÁLISIS DE TRES SUEÑOS DE UNA


MUJER EMBARAZADA

Ya me referí a la relación entre la angustia genética y el


sentimiento de culpabilidad incestuosa, en el sentido de que la
angustia genética se refiere por una parte al deterioro realmente
posible del producto de la concepción, y por otra parte tiene un
aspecto puramente fantasmático, que desemboca en el sentimien-
to de culpa edípico y en la angustia de castración. Dado que
hasta el momento hablé de la relación entre la angustia genética
y la fundación de las clases sociales partiendo de las experien-
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 151

cias de grupo realizadas por Bion, ahora quisiera referirme a un


fragmento clínico que ilustra la relación entre la angustia genéti-
ca, los fenómenos colectivos y la sociodinámica esquizo-para-
noide del clivaje de todo el contexto social que opera en las
instituciones parcelizadas. Se trata de tres sueños consecutivos
comunicados por una mujer durante su noveno mes de embarazo.

Primer sueño: "Estoy en un paisaje de montaña, muy suge-


rente, con nieve y cavernas. Allí estamos yo, muchos jóvenes
—vivimos todos juntos— y un hombre alto, hermoso, lleno de
autoridad, a quienes todos siguen y estiman y que nos sirve
como guía. Junto a él hay una especie de gobernanta, pero más
antipática. El sueño empieza cuando vemos un pajarito tendido
en el suelo, que no sabe volar. Todos decimos que está en el
noveno mes y que habría que salvarlo porque tiene muchas posi-
bilidades de vivir. Sólo está herido en el cuello, que le ha queda-
do torcido y un poco desollado. Lo cómico del asunto es que en
el sueño veo un pajarito negro. Creo que lo asocio con un cuer-
vo; sin embargo sé que es un perrito zarcero, e incluso le
propongo a mi marido —cjue en todo el sueño está ausente y sólo
aparece en este pensamiento, aunque no físicamente—, que lo
tengamos. El zarcero se muestra amable con mi perro, que es un
grifón, y los dos se entienden. También hay otras simpatías
animales. Un día somos atacados a traición por una banda rival,
compuesta de jóvenes crueles comandados por un jefe sin escrú-
pulos. Entonces bajamos a un valle para castigarlos formando un
largo cortejo de dos filas, que formamos nosotros y los animales.
En el medio hay una especie de guillotina alta. Los grupos
combaten y salimos ganadores. Ya estamos satisfechos, sin
angustias, cuando matan a nuestro jefe. Entonces nos quedamos
sin guía y nos dispersamos en la montaña, pensando que para el
invierno tendremos que encontrar otro lugar".

Segundo sueño: "En este sueño hay dos tribus. En una de


ellas hay hombres; vemos dos de ellos disimulados entre los
matorrales. Una reina comanda la otra tribu, y hay muchos jóve-
nes que con su reina derrotan a la primera tribu. Después lleva-
mos todas las cosas de la reina a un castillo".
152 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

Tercer sueño: "Un gato amenaza a los pajaritos en una jaula.


Una vez que lo sacan de la jaula, el gato, que en la jaula era
chiquito, se vuelve grande y, metiendo la pata entre los barrotes
de la jaula, sigue estropeando a los pajaritos. Después éstos se
vuelven penitos. Entonces pasa otra cosa rara: los pajaritos y los
perros se convierten en una gallina herida y ensangrentada".

Los tres sueños pueden ilustrar bastante bien lo que denomi-


né "la familia fantasmática". Haciendo un análisis puramente
simbólico de los sueños, en lugar de hacer un análisis que se
refiera a la historia personal de la mujer, nos damos cuenta de
cómo en el primer sueño el hijo-pajarito está amenazado en su
supervivencia y el jefe (simbólicamente el padre) muere. En el
segundo sueño hay una suerte de familia matriarcal, comandada
por una reina aliada con jóvenes, que derrotan a la tribu de los
hombres. Tenemos la coalición entre la figura materna y los
hijos contra la figura paterna. El tercer sueño expresa la amenaza
del gato-padre, que simboliza la falla paterna, contra los hijos,
los pajaritos-niños que son amenazados dentro y fuera de la
madre. El simbolismo fálico del gato es sugerido sobre todo por
la pata que penetra entre ios barrotes de la jaula-madre que
contiene a los pajaritos-hijos. Además de la representación del
padre persecutorio para los hijos, vemos que en el sueño se
expresa la angustia del deterioro de la madre. En otros sueños de
esta misma mujer, los hijos, ya simbolizados como pajaritos o
perritos, aparecen como pollitos. La transferencia del daño del
símbolo pajaritos al símbolo gallina parece indicar una transfe-
rencia del deterioro del símbolo hijo al símbolo madre. En los
tres sueños encontramos la amenaza de deterioro de cada uno de
los miembros de la familia: los hijos, el padre y la madre, clara-
mente representados. La constitución de cada miembro de la
familia como amenaza para la existencia de los otros aparece
representada en todos los sueños.
Sin embargo me importa analizar aquí en especial el primer
sueño, donde tienen Iwgsi fenómenos de grupo (en el sentido de
comportamiento colectivo) en relación con la angustia genética
expresada por el deterioro del producto de la concepción, repre-
sentado por el pajarito herido, desollado y que no sabe volar. Sus
nueve meses no dejan ninguna duda acerca de que simboliza el
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 153

hijo humano que nace estropeado. Frente al deterioro del niño-


pajarito, se ponen en marcha actitudes reparadoras por parte del
grupo. ("Todos decimos que está en el noveno mes y que habría
que salvarlo".) En el símbolo del niño-pajarito que moviliza
tendencias reparadoras, se diría que aparece una angustia de
destrucción por el niño simbolizado como cuervo. La aparición
del cuervo negro implica la aparición de una significación sinies-
tra, como si el niño recién nacido recibiera reproches por ser un
Edipo recién nacido, por quien los padres se sienten amenazados,
de acuerdo con el oráculo, y deciden matarlo. La transformación
del pájaro-cuervo en perro zarcero parece un ocultamiento de la
significación siniestra del niño. Por otra parte, el fondo edípico
del sueño aparece bien expresado en la representación de la pare-
ja parental en el jefe-padre "que respira autoridad, todos lo siguen
y nos sirve de guía" y la "gobernanta antipática".
Sin embargo, el aspecto más importante del sueño es que el
nacimiento del niño estropeado (angustia genética) extrae su
origen de un fenómeno colectivo de grupo. Ya destaqué el
aspecto de reparación colectiva. Esos aspectos son paralelos de
la actitud reparadora de la pareja parental ("le propongo a mi
marido que nos quedemos con él"). Esta frase me parece impor-
tante porque se deja entender fácilmente como alternativa a no
tenerlo, suprimirlo o, de todos modos, dejar morir al niño herido.
En el sueño, por consiguiente, tenemos los padres sociales (el
buen jefe y la gobernanta antipática) y los padres reales que
deciden adoptar al niño comportándose como los padres adopti-
vos de Edipo. En el sueño planea la sombra del infanticidio. Lo
que por el contrario aparece en el sueño como ejecutor de la
agresión traidora contra los animales-hijos (pajaritos, zarceros y
otros animales simpáticos que se hacen querer) es el grupo
extranjero, la tribu rival compuesta por "jóvenes crueles coman-
dados por un jefe sin escrúpulos". De esta manera la agresividad
de los hermanos y padres para con el recién nacido, que incons-
cientemente es vivenciada como causa de la herida del pajarito y
está vinculada con los aspectos persecutorios y depresivos de la
angustia genética, es atribuida a la tribu mala que ataca a trai-
ción a "los animales simpáticos". Encontramos un vínculo muy
evidente entre la angustia genética y lo que denomino elabora-
ción paranoide de la lucha contra el fenómeno guerra. Esto
154 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

aparece nítidamente en el sueño, como si hubiera un saneamien-


to de todas las relaciones dentro del grupo bueno, donde reina la
solidaridad, el espíritu de sacrificio, la generosidad, vigentes en
un proceso sociodinámico bajo cuya acción el deterioro del
producto de la concepción es representado como provocado por
los jóvenes feroces de la tribu rival. La guerra contra esta tribu,
como comportamiento colectivo, aparece entonces absolutamen-
te vinculada con el hecho de vivir la angustia genética rechazada
de modo depresivo y expresada de modo paranoide. Además, es
interesante constatar que la familia fantasmática y sus angustias
se encuentran íntimamente mezcladas por un lado con la perte-
nencia al grupo amigo y, por otro, con el clivaje donde se origina
el grupo enemigo. Esa sociodinámica esquizo-paranoide no se
limita a un clivaje entre los grupos buenos y los malos sino que
también se manifiesta en el grupo; es representada por el clivaje
del grupo en dos subgrapos: el subgrupo humano y el de los
animales, "largo cortejo de dos filas". Se puede adelantar la hipó-
tesis de que los dos subgrupos (el subgrupo de los animales es
reductible a nivel simbólico al grupo de los hermanos-hijos,
siempre dependientes) tienen en su origen un proceso de clivaje
social en un contexto sociodinámico donde dominantes y domi-
nados constituyen un sistema estable, en la medida en que la
agresividad (que podría llevar a los dominados a la insurrección)
es desplazada hacia el exterior, una vez que la agresión interfami-
liar (de cada uno de los miembros de la familia hacia los otros) ha
sido proyectada sobre el grupo antagonista, es decir, sobre la
tribu de jóvenes crueles que en definitiva representaría al hijo
persecutorio, antagonista del hijo-mesías. Después de esta
proyección, la agresión no recaerá sobre los miembros del grupo
bueno, que se encuentran en una zona de identificación y de amor
recíprocos, en la medida en que los aspectos malos de los miem-
bros del grupo bueno son atribuidos a otro grupo. Lo que el sueño
nos muestra entonces, al nivel del fantasma dramatizado, es un
proceso esquizo-paranoide que se forma en relación con la angus-
tia genética y que da origen a un fenómeno colectivo de grupo
que de hecho es la guerra entre los dos grupos. El sueño nos vuel-
ve pues más manifiesta la sociodinámica de la institución guerra
que la sociodinámica de la constitución de las clases. Sin embar-
go, en lo que hace al proceso esquizo-paranoide centrado en el
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 155

conflicto entre los grupos, deja entrever que la constitución de las


clases (simbólicamente expresada por la representación del grupo
en dos subgrupos que avanzan en dos filas), es un proceso a
medio camino entre la institución guerra y la constitución de las
clases. En especial, el fenómeno guerra enmascara el proceso
esquizo-paranoide que preside la fundación de clases. En el
segundo sueño, el clivaje en dos tribus, una de las cuales es
matriarcal y sale victoriosa, reanuda este tema a través de la
guerra entre grupos, que a su vez contiene implícitamente el
problema de la atribución de los roles dominante-dominado. Si
no nos muestra directamente la constitución de clases, el material
clínico propuesto representa sin embargo la relación general entre
la angustia genética (vinculada a su vez con el universo de las
angustias persecutorias y depresivas de la familia fantasmática) y
la movilización de movimientos colectivos de un grupo, profun-
damente marcados por una sociodinámica esquizo-paranoide.
La tesis planteada sobre el origen esquizo-paranoide de la
institución de la casta puede aportar una luz insólita sobre la
constitución de las clases como instituciones sociales. Las castas
no son las clases sociales que estamos acostumbrados a ver en la
civilización industrial. Se diría incluso que uno de los aspectos
más significativos de la civilización industrial es haber puesto en
crisis la constitución esquizo-paranoide de las clases. En tanto
expresión del grupo racional, las instituciones de trabajo que se
expresan en la civilización industrial tendrían como función
histórica preparar la prueba de la realidad, que históricamente
crea la condiciones previas para la toma de conciencia de los
mecanismos esquizo-paranoides en tanto mecanismos psicóticos,
es decir, no racionales, en relación con el grupo racional. Las
relaciones sociales de producción habrían creado entonces las
condiciones previas para el reconocimiento de los mecanismos
esquizo-paranoides de la constitución de las clases en tanto
mecanismos sociopatológicos.

CONCLUSIONES

La aproximación al psicoanálisis de las instituciones que


acabo de proponer no quiere privilegiar ninguna función básica
156 LA INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

de las instituciones sociales a expensas de otras disciplinas. El


hecho de relacionar las instituciones con las angustias primarias
que existen en todo individuo resulta importante para los proble-
mas de cambio que se han vuelto urgentes en nuestra época. La
crisis de las instituciones, bajo la presión de la mutación de las
condiciones socioeconómicas históricas, se hace cada vez más
evidente y puede llegar a provocar una intensa movilización de
las angustias que, a su vez, se opondrán a los necesarios cambios
de las estructuras sociales, aun cuando esos cambios se suponen
racionalmente deseables. De ello se deduce que el conocimiento
de las resonancias inconscientes vinculadas con la historia de las
instituciones puede ser la contribución del psicoanálisis a la
comprensión de estos aspectos de los problemas sociales, que se
revelan como los más inquietantes de nuestra época.
Resumiendo, el análisis esbozado hasta aquí se puede sinteti-
zar del modo siguiente:

1. Las instituciones sociales funcionan como defensas contra


las angustias de base persecutorias y depresivas.
2. En la medida en que cumplen funciones defensivas y en
que implican el aspecto estructurado de lo social, las institucio-
nes sociales ejercen las funciones que en la personalidad de los
individuos son las del yo. Así que las instituciones sociales
pertenecerían al yo de grupo y tienen una historia en la medida
en que están vinculadas con las dimensiones y los aspectos
sociotemporales de la experiencia social.
3. Partiendo de la investigación sobre los pequeños grupos
de Bion y especialmente de la relación que estableció Bion entre
las hipótesis de base y las instituciones, creí poder revisar las
hipótesis de base descritas por este autor del núcleo original de
lo social en estado naciente. Como núcleo original, las hipótesis
de Bion contienen ya una elaboración defensiva contra las
angustias de base. Especialmente la idealización del objeto de
dependencia (por el grupo dependiente), la creación de una
instancia enemiga fuera del grupo (grupo de ataque-huida) y la
idealización del producto de la concepción (grupo de acopla-
miento) constituirían mecanismos de defensa elemental ya al
nivel del comportamiento colectivo.
4. La posibilidad de considerar las hipótesis de base de Bion
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 157

como un contexto fenomenológico donde se expresan los núcleos


originarios y dinámicos del comportamiento colectivo encontraría
su correlato en una fenomenología más profunda de este último,
como la de Smelser. El grupo dependiente correspondería ala
tendencia a la satisfacción entendida como universo de poderes
positivos y protectores. El grupo ataque-huida correspondería a
la tendencia histérica (que Alberoni define como tendencia
persecutoria) y a ia creencia hostil que implica creer en la exis-
tencia de un poder destructor y en la posibilidad de controlarlo.
Por último, el acoplamiento correspondería a la creencia orienta-
da hacia el cambio, el nacimiento y la espera mesiánica. La
creencia orientada hacia la norma y las creencias orientadas
hacia los nuevos valores implican entonces la eliminación (muer-
te) de una norma o de un valor y el nacimiento de una nueva
norma, otra, o de un nuevo valor. El punto de contacto entre idea-
lización del hijo y nueva norma se encuentra en lo que he descrito
como "convertirse en el superyó del padre".
5. Además de las hipótesis que describe Bion, propuse otra
hipótesis de base, definida como hipótesis de base conserva-
ción-cambio, porque el cambio en la experiencia de los grupos
está vinculado con la movilización de las angustias depresiva y
persecutoria, y porque a partir de allí podemos comprender la
institucionalización de las instituciones políticas (burocracia,
partidos).
6. La relación entre las angustias de base y las instituciones
está constituida por la relación entre lo social en estado fluido y
lo social en estado estructurado.
7. La angustia genética constituiría la angustia específica del
grupo acoplamiento, que a su vez sería la idealización del
producto de la concepción como reaseguro contra la angustia
genética misma.
8. La posibilidad de relacionar la clase social con la hipótesis
de base del grupo acoplamiento (directamente vinculado a su vez
con la familia en tanto institución social) permite encontrar un
vínculo entre la constitución de las clases y la de la familia. Ello
constituiría la posibilidad de una síntesis entre psicoanálisis y
marxismo, en el sentido de que la pertenencia a la familia y la
pertenencia a la clase social serían la fuente de condicionamien-
tos paralelos que, en última instancia, coincidirían. En la medida
158 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

en que la angustia genética está vinculada con la equivalencia


hijo-pene, y en la medida en que esta equivalencia estaría vincu-
lada a su vez con las equivalencias pene-hijo-heces-pecho, que
convergen hacia la angustia de castración, la angustia genética
tendría en sí el máximo de motivación en el sentido de que tota-
liza las angustias persecutorias y depresivas a todos los niveles
de evolución.
9. La constitución de la casta (secundariamente de la clase)
realiza fundamentalmente todos los mecanismos defensivos
implicados en la posición esquizo-paranoide (clivaje, idealiza-
ción, identificación proyectiva, control sádico, omnipotente,
negación, etc.). Los conflictos de clase, en la medida en que
remiten a la constitución de un universo social más homogenei-
zado en una totalización, implicarían fundamentalmente el trán-
sito de objeto parcial a objeto total y serían entonces provocados
sobre todo por la posición depresiva. Históricamente se observa
una oscilación entre las dos posiciones.
10. La posición esquizo-paranoide y la elaboración paranoi-
de del conflicto al nivel intrasistémico definen por consiguiente
los aspectos dereísticos y regresivos de la constitución de las
castas y de las clases. Esa definición sin embargo está integrada
en los aspectos realistas de la jerarquización social. El encuentro
y el enfrentamiento entre la jerarquización social y la constitu-
ción de las castas o clases, según mecanismos esquizo-paranoi-
des, constituyen el contexto de la lucha de clases como impugna-
ción fundamental de la elaboración paranoide del conflicto en su
moralidad intrasistémica, con vistas a una sociedad donde las
instituciones estarían al servicio del hombre en lugar de institu-
cionalizar el control sádico omnipotente de los dominantes sobre
los dominados.
11. En este ensayo, más allá del fundamento económico,
relativamente racional, dado que está apoyado por intereses
económicos, sostengo la tesis de un fundamento irracional de la
división en clases, como elaboración paranoica del conflicto
intersistémico.
12. Por último, en este ensayo sostengo la tesis de un funcio-
namiento metafuncional de las clases sociales. Roberto Guidu-
cci, en su ensayo: De la imaginación al proyecto sociológico, se
refiere, criticándola, a la posición de los parsonianos funciona-
PARA UN PSICOANÁLISIS DE LAS INSTITUCIONES 159

listas-estructuralistas como Kinsley Davis y Wilbert E. Moore.


Esta teoría, dice Guiducci, sostiene que "partiendo de la proposi-
ción de que ninguna sociedad carece de clases ni de estratifica-
ción", cabe deducir "en términos funcionales la necesidad
universal que determina una estructura de estratificación en todo
sistema social", hasta el punto de que, sigue Guiducci mencio-
nando a Davis y Moore, "la desigualdad social es para la socie-
dad un medio inconsciente de asegurarse de que las posiciones
más importantes sean conscientemente ocupadas por las perso-
nas más calificadas". Contra esta posición funcionalista en la
que Guiducci apunta certeramente la validación tautológica del
sistema, yo sostengo en este ensayo, partiendo de la constatación
de que todas las sociedades están estratificadas, que esa estratifi-
cación se funda en procesos de clivaje cuyo origen está en la
angustia genética, y que dependen de la función de designar en
los cargos más importantes a las personas más calificadas. La
exploración del inconsciente humano no permite encontrar nada
parecido a lo que Davis y Moore califican de "expediente
inconsciente", destinado a hacer ocupar "conscientemente" posi-
ciones importantes, salvo la fantasía que el hijo tiene de ocupar
el lugar del padre. Pero esa fantasía está presente en todo niño, y
puede explicar mejor los conflictos sociales y los sentimientos
de injusticia y rebelión, provocados por la autovalidación de las
clases dominantes, que la justificación de esta autovalidación. Y
dado que el desarrollo de las capacidades es en el hombre
función de los recursos culturales, la función económica de las
clases sociales, entendida como recurso cultural privilegiado,
enmascarará la elaboración paranoide del conflicto intrasistémi-
co bajo la apariencia de funcionalismo. Si existe, pues, en la
sociedad estratificada, un funcionalismo, aparece después del
fundamento económico de la estratificación social. Pero el
fundamento económico de las clases sociales enmascararía a su
vez un proceso de clivaje más profundo y escondido, es decir,
subestructural, de naturaleza psicótica, en virtud del cual la
especie humana, en lugar de reconocerse en todos sus miembros,
tiende a clivarse en hombres y en no hombres, no solamente a
nivel intersistémico sino también a nivel intrasistémico.
CAPITULO 5

LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA
DE LAS INSTITUCIONES.
A PROPOSITO DE LA INFANCIA INADAPTADA

Paul Fustier

I. LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES

Creemos que cabe considerar a la institución como una


estructura en tres niveles cuyo modelo vamos a describir breve-
mente para aplicarlo a continuación al sector "Infancia Inadapta-
da".
La superestructura es el nivel de funcionamiento de la insti-
tución; puede revelarse a partir de sus características formales,
su organización, gestos técnicos, perfil y comportamiento profe-
sional de sus miembros. Es lo que la institución hace ver de ella
cuando se describen sus modalidades.
En el otro extremo, existe la infraestructura imaginaria
compuesta por los organizadores psíquicos (R. Kaes, 19766, y
D. Anzieu, 1981). Cierta cantidad de producciones inconscien-
tes, que pueden ser imagos o fantasmas, actúan "por debajo"
sobre la vida institucional. Inciden en las tareas a desarrollar,
determinando más acá de lo racional del objetivo a seguir, el
modo como se realizan las tareas; la infraestructura "organiza" el
trabajo institucional, modulándolo a partir de un juego de afectos
susceptible de favorecer tanto esta o aquella forma de ejecución
de los objetivos como ir al encuentro de su ejecución.
Entre la infraestructura y la superestructura existe una zona
intermedia que vamos a llamar "ideológico-teórica". Contiene la
transcripción de los sistemas teóricos y de los referentes ideoló-
gicos que vienen del exterior y que la institución va a utilizar
para funcionar de acuerdo con un punto racional del sistema
percepción-conciencia. En suma, esta zona intermedia lo es en el
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 161

sentido de R. Kaes (1979, 1983), en la medida en que pone en


relación el interior institucional y los referentes disponibles en el
momento en el mercado social. Señala el "en nombre de qué"
—en nombre de una ideología militante o de una teoría espontá-
nea o sabia— la vida institucional va a promover ciertas orienta-
ciones y organizaciones y va a rechazar otras.
Pero esta zona intermedia lo es también porque descansa
sobre la infraestructura de los organizadores psíquicos. No
recoge las informaciones venidas del exterior de manera
neutra; las acepta, las desvía en función de las imagos o fantas-
mas predominantes en un período determinado. La institución
en tanto "grupo de trabajo" (Bion) o "polo técnico" (Anzieu) se
construirá a partir de esta zona intermedia mixta que refleja al
mismo tiempo la presión del exterior y las características de la
infraestructura.

Superestructura de la
organización

Zona intermedia
ideológico-teórica Sistemas
sociales,
ideológicos y
teóricos

Infraestructura imaginaria
de los organizadores

Así que proponemos una lectura de la institución a partir de


un sistema de tres niveles: una superestructura, que permite
observar un funcionamiento de lo cotidiano y que se origina en
dos niveles diferentes. Al nivel de la infraestructura, los organi-
zadores psíquicos impregnan, dan color y sentido a la vida insti-
162 LA INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

tucional. Al nivel intermedio, una zona "ideológico-teórica"


capta las corrientes de pensamiento, las teorías y las ideologías
que vienen del exterior, las transforma en argumentación y cons-
tituye las "razones" por las que se eligió este o aquel tipo de
funcionamiento. Pero para nuestro estudio la importancia de este
nivel ideológico-teórico proviene del hecho de que no trabaja de
manera objetiva. En su parte superior está infiltrado por los
organizadores psíquicos que eligen, rechazan, modifican y orga-
nizan de modo original las informaciones que provienen del
exterior. Lo que produce en su desembocadura (un funciona-
miento institucional) proviene de una original combinación entre
lo lateral (lo que viene del exterior social) y lo previo (lo que
prevalece como organizador psíquico).

II. HITOS PARA UNA HISTORIA IMAGINARIA


DE LA INSTITUCIÓN-INFANCIA INADAPTADA

1. La historia de los orígenes y la imago materna

Generalmente, se hace remontar el nacimiento de la reeduca-


ción "moderna" a la guerra 1940-1945 y a los primeros años de
la posguerra. El clima estaba marcado por la ocupación: la ideo-
logía de Vichy había destacado la importancia de la Familia
como valor social. La guerra dejó a multitud de jóvenes de
hecho abandonados, en situación más o menos irregular. Unos
años antes, como consecuencia de las investigaciones de Alexis
Dañan, había nacido un movimiento de indignación contra las
"cárceles" de niños.
En otro lugar mostramos (P. Fustier, 1972) que la reeduca-
ción de entonces se había constituido como ideología del orden
de la clericatura, que privilegiaba la no separación entre la vida
privada y la vida profesional (presencia de 24 horas sobre 24),
que proclamaba valores como la generosidad, el "servicio", la
"vocación" (lo que H. Joubrel, 1950¿>, denomina "el llamado del
chico"), la capacidad de compartir, el "vivir con". Esta clericatu-
ra sirve a la religión de la familia. Los textos de la época mues-
tran que la reproducción del ambiente familiar, o mejor dicho de
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTrrUCIONES 163

la encamación de un mito familiar, sobre la base exclusiva de


amor y "calor afectivo", se considera la única "respuesta" posi-
ble a las necesidades infantiles.
Vemos constituirse así lo que hemos denominado una zona
intermedia ideológico-teórica que tiende a organizar la "reeduca-
ción moderna" como una clericatura que tiende a recrear un
medio familiar sustituto y que toma las características de un mito
(F. Noel, 1985). Una "teoría espontánea" de la inadaptación
constituye su justificativo: esos chicos son inadaptados porque
les faltó amor, y sobre todo amor familiar. Démosles una familia
y padres que se consagren totalmente a ellos; entonces se van a
transformar, van a aceptar evolucionar a cambio del amor y del
sacrificio de su vida privada que se disponen a hacer algunos
adultos.
La superestructura de la organización retomará estas caracte-
rísticas de la zona intermedia. Para ello habrá que inventar un
personaje nuevo, el educador especializado, encargado de asumir
esta función paterna en un ámbito de vida totalmente dado:
"Sólo un sistema familiar permite a la esposa interesarse por el
trabajo de su marido educador, y también comprender que esté
tan atrapado por eso, porque sólo él permite una actividad
común en el hogar, y porque en definitiva es el más natural, el
que más necesitan los muchachos que nos son confiados"(P.
Leliévre, 1951). O bien: "Los muchachos que vienen a importu-
narnos a mi mujer o a mí no vienen tanto a buscar un servicio
preciso, estoy convencido, sino el sentimiento de estar en su
casa, de tener un padre y una madre... Por otra parte nuestra
conversación conyugal está salpicada de continuos quid pro quo,
simplemente cuando decimos nuestros (bastardilla del autor)
chicos" (G. Berland, 1953). "No sé si mi punto de vista es muy
científico, pero creo que ciertos problemas de reeducación se
pueden resolver partiendo de una idea muy simple: esos niños
son mis chicos" (G. Senet, 1952).
El internado de reeducación se constituirá como organiza-
ción de acogida para ese modelo ideológico. Suele estar formado
por varios grupos de una docena de niños (evocación de la
hermandad), cada cual bajo la responsabilidad de un educador o
de una pareja de educadores (que evoca la pareja paterna), que
dispone de una relativa autonomía y se organiza de modo inde-
164 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

pendiente. Cuando los niños no están ni en clase ni en el taller


durante el tiempo familiar, el educador se hace cargo del grupo.
El internado de reeducación "ejemplar", tal como fue inventado
entonces o en todo caso se lo describió después, se interesa espe-
cialmente por los jóvenes delincuentes con dificultades familia-
res o problemas de conducta. Se trata de una amplia organiza-
ción que tiende a contituirse en el espacio como una estructura
totalitaria a la que nada escapa, y que quiere contener en su vien-
tre la totalidad de los elementos necesarios para los jóvenes que
están allí colocados. Entre las paredes encontramos el grupo
educativo (grupo familiar), pero también la capilla, la escuela, el
taller, los terrenos para practicar deportes... todo ubicado dentro
de los límites, como si fuera necesario negar el afuera.
También está ubicado en el tiempo. Rápidamente la institu-
ción ideal, que en su origen es un internado, se ensancha
completándose con la incorporación de un hogar de semilibertad
y de un servicio de seguimiento. Todo sucede como si fuera
imposible o intolerable que el joven quede "librado" al exterior,
una vez que se acaba el tiempo de su residencia en el internado.
Se trataba de contenerlo todavía adentro, haciéndolo volver al
centro por la noche, de acuerdo con los principios del hogar de
semilibertad; en un tercer tiempo, cuando ya había salido, había
que organizar para el joven un servicio de seguimiento que lo
mantenía simbólicamente dentro de los límites del internado.
La imago maternal arcaica que opera en la invención del
internado de reeducación totalitaria, que impregna las teorías
espontáneas de la época, va a permitir también que se constituya
el personaje-clave de la institución, que es el educador especiali-
zado. La "novela de los orígenes" de la reeducación lo describe
como una persona que debe estar todo el tiempo presente, 24
horas sobre 24, practicando el don total del amor (vocación),
respondiendo a todas las necesidades del niño, llenando todas las
brechas, colmando todos los vacíos, en un hacerse cargo global
de la personalidad total.
Estamos lejos de las teorías más recientes, que insisten por el
contrario en la necesidad de una relación estable, pero parcial,
que deje un espacio a la elaboración simbólica y a la carencia (J.
Hochmann y otros, 1983). Esta imago arcaica funciona a partir
de lo que Winnicott calificó como "devoción maternal"; el
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 165

educador debiera comportarse como una madre que sabe por


identificación cuáles son las necesidades del niño, que hace
exactamente lo que hay que hacer cuando hay que hacerlo, es
decir, como una madre en sus primeras relaciones con el bebé.
No es de extrañar. Winnicott (1956) muestra también que el
niño carenciado busca el objeto de amor del que se siente despo-
seído, y manifiesta a sus interlocutores su esperanza de volver a
encontrarlo. Así es como hace sentir su demanda al entomo, y
tiende a colocar al adulto al que conmueve en una posición parti-
cular de madre arcaica totalmente consagrada. El niño busca "la
ilusión de que el mundo contiene lo que él imagina, para poder
colocar lo que evoca en el lugar exacto donde una persona entre-
gada existe realmente en la realidad exterior o compartida".
Llamado a la devoción, regreso a la ilusión, momento mágico de
recuperación absoluta y sin fallas entre realidad y alucinación;
"a través de pulsiones inconscientes (el niño) obliga a alguien a
tomarlo de la mano" (D. W. Winnicott, 1956) al modo de la
imagen matemal arcaica.

2. La cientificidad y la defensa contra la seducción

Este primer modelo institucional resultaría frágil. La omni-


potencia resulta en impotencia, la benevolencia en odio. Hizo
falta un momento excepcional, los "tiempos heroicos" del perío-
do de la militancia, para que el conjunto se mantuviera sin hacer
crisis.
En una sociedad industrial y laica, la clericatura del sector
de la Infancia Inadaptada, su concepción de una acción educativa
fundada en el amor y la entrega, chocarán con referencias ideo-
lógicas diferentes, que tienden a considerar al educador no como
un sacerdote sino como un trabajador más, y a la acción reeduca-
dora como un asunto de técnica y competencia, y no —o al
menos no exclusivamente— de amor y generosidad.
Entonces va a aparecer un segundo tipo de instituto de reedu-
cación, con cierto desfasaje histórico respecto del primero.
Vamos a analizar sus características evocando las del Centro de
Observación que nos parece ejemplar de esta nueva corriente, y
cuya originalidad hemos expuesto en detalle (P. Fustier, 1983,
págs. 109-139).
166 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

La zona intermedia, ideológico-teórica, se hace eco de las


concepciones científicas de posguerra, concepciones objetivado-
ras que, trasladadas al interior del Centro de Observación,
presentan el trabajo institucional a partir de técnicas minuciosas
de observación, que permiten una clasificación sutil de los niños,
y a través de ella una orientación pertinente de los mismos.
Vamos a definir la superestmctura de la organización como
la instalación de un laboratorio donde el "educador-observador"
es el técnico. Este último tendrá que comportarse como "el
objetivo de una cámara fotográfica" (M. Small, 1951); "con el
espíritu científico del químico encargado de analizar un producto
compuesto" (G. Mazo, 1944); "es el investigador que paciente-
mente, durante largos días, mira evolucionar a un animal" (M.
Vemet, 1955).
Esta definición "científica" revela al nivel de la infraestruc-
tura imaginaria la existencia de un mecanismo de intrusión y
persecución: "el niño no sabe que lo observan" (M. Vemet,
1950); "el dibujo libre: maravilloso recurso para lograr revela-
ciones" (A. Chaurand, 1950); observación de las menstruaciones
de las adolescentes "como para detectar las perturbaciones del
comportamiento vinculadas a factores ováricos" (P. Le Moal y
otros, 1950); "se le da al goloso bizcochos para que los reparta
entre sus compañeros, pero se le da en cantidad impar, para ver
quién gana, la equidad o la generosidad" (S. Rochebillard y
otros, 1945); "fotografiar en la oscuridad con flash o infrarrojos"
(P. Gleye, 1972); "centro transparente donde todo no es más que
un juego de espejos (irrompible, sin azogue...)".
Consideramos que este mecanismo de intrusión y persecu-
ción se constituye como defensa contra el fantasma de la seduc-
ción, simbólicamente puesta en escena a través del personaje del
niño perverso, en el sentido prefreudiano del término. En Krafft-
Ebing, en 1886, encontramos la siguiente definición: "muchachi-
to delicado de rostro pálido susceptible de provocar excitación
sexual en hombres perfectamente heterosexuales". H. Joubrel
(1950¿?)> para calificar al perverso hablará de "ángel rubio", y en

1 Sabemos que Henn Joubrel (1950) escribió para la misma época un texto
particularmente violento referido a Jean Genet y la "perversión": "Jean Genet et
qui s'en vante", cuyo análisis se encuentra en G. Soria, 1983.
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 167

el mismo año P. Bize de "aspecto angelical". P. Dosda (1984)


mostró que la pulsión pedofílica que participa de ese mismo
movimiento debe considerarse una de las principales preocupa-
ciones en el mundo de la reeducación (véase por ejemplo el texto
de H. Joubrel titulado "La pederastía entre los educadores".
Reeducation, n^ 2, diciembre de 1947, págs. 17-21).
A partir de entonces el diagnóstico de perverso aparece como
un diagnóstico de desechos, constituido como defensa contra la
seducción. El niño perverso cargará con todos los defectos:
"prófugo, mentiroso, vicioso... verdugo familiar, mártir de
animales, amigo de la extorsión" (R. Gautier, 1948); "sádicos
precoces... destructores por placer, incendiarios para mirar,
calumniadores, fácilmente asesinos; despojados de todo remordi-
miento, incapaces de toda emoción tierna, cínicamente ingratos"
(P. Bize, 1950).
El Centro de Observación se constituye en el imaginario de
la infraestructura institucional como la organización que se
puede instalar para diagnosticar, seleccionar, excluir a los
perversos, y así defenderse contra el fantasma de la seducción.
Defensa mediante las paredes, que completa la defensa de carác-
ter "científico" del diagnóstico de desechos. El Centro de Obser-
vación permite detectar a aquellos "a quienes se los marca a
fuego en el hombro" (H. y F. Joubrel, 1950¿>). Evitará los
"contactos perniciosos" y la "pavorosa mezcla de niños de toda
índole... mezclados con perversos constitucionales" (G. Mazo,
1944).
Recordemos sin embargo que esta segunda figura institucio-
nal de la reeducación no hace desaparecer el primer modelo que
ya describimos. Las dos instituciones permanecen yuxtapuestas,
objetos de la lucha a la que se libran los partidarios de una y
otra. En efecto, también entre quienes hablan del Centro de
Observación encontramos una reivindicación de lo familiar y del
"apego afectivo" que se refiere a "la institución del primer tipo",
que analizamos antes.

3. La corriente posterior a 1968

Las concepciones ideológicas de mayo de 1968 penetraron a


su vez la reeducación. Al nivel de la zona intermedia ideológico-
168 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

teórica, retenemos el tema de "la liberación del deseo" que


expresa más o menos una respuesta a la acusación contra el
trabajo social como policía buena. El segundo tema predominan-
te es el de un modo de vida alejado del que propone la sociedad
de consumo.
Vamos a mencionar los "lugares de vida" que reciben en el
campo a niños a menudo psicóticos o autistas, como característi-
cos de esta corriente ideológica. Son instituciones conducidas
por adultos que eligieron un modo de vida diferente, y que se
dedican a la artesanía, a la cría de ganado o a la agricultura, con
"presencia cercana" o en "relación de contigüidad" con niños
que participan en tareas de la vida cotidiana, las de la granja o la
artesanía.
Para entender lo que puede ser la infraestructura imaginaria
de las instituciones, vamos a destacar algunas características que
se detectan a través de las experiencias más "puras". En primer
lugar la dimensión utópica: se trata de un regreso "rousseauista"
a una vida que es buena en tanto "natural", lejos de una sociedad
evaluada como mala, regreso decidido por personas resueltas a
vivir su pasión. En segundo lugar, la práctica de la desprofesio-
nalización del trabajo social: en este terreno no hay teoría que
funde una práctica con los niños; se reconocen las actividades
artesanales o agrícolas, y por consiguiente las competencias en
ese terreno. Por último y sobre todo, el ideal es autárquico, y la
comunidad se propone subsistir por sí misma, subvenir a sus
propias necesidades, hasta el punto de prescindir de aportes exte-
riores.
Desde cierto punto de vista encontramos aquí una negativa a
la dependencia, a la superioridad técnica y jerárquica, pero
también una tendencia a la autogeneración, a través de la autosu-
ficiencia, que evoca una defensa contra el fantasma de la escena
primitiva. Vamos a volver sobre esto más adelante. Ahora enun-
ciemos solamente la hipótesis de una negación de las diferen-
cias, que connota una problemática de la generación, y que pasa
por una búsqueda utópica que evoca la ilusión grupal.
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA De LAS INSTITUCIONES 169

III. EL COMPONENTE FANTASMATICO,


ESCENA PRIMITIVA DESPLAZADA, SEDUCCIÓN

Nuestro intento de determinar, a partir de la historia de la


reeducación, las infraestructuras imaginarias del sector Infancia
Inadaptada, nos permitió hacer la hipótesis del predominio de
tres organizadores psíquicos: la imago maternal arcaica, el
fantasma originario de seducción y el de la escena primitiva. No
es de extrañar. Por una parte la relación entre adultos y niños
está al mismo tiempo en el centro y en el origen de la institu-
ción; por otra, lo que la jerga profesional denomina "enganche
afectivo", y evoca la seducción, es considerado por los interesa-
dos bien como el motor principal, o bien como el peligro central
de la acción reeducativa.
Nuestras intervenciones en las instituciones "modernistas"
nos mostraron que en ellas se manifiesta de manera muy activa
el fantasma originario de escena primitiva pero, en la mayor
parte de los casos, de acuerdo con una modalidad original. Lo
llamamos fantasma de la escena primitiva desplazada, en el
sentido en que se habla del desplazamiento del centro de grave-
dad. En efecto, al nivel del guión, el énfasis no cae en el tercero
excluido y sus intentos de penetración en la alcoba cerrada, sino
sobre la "vergüenza" de los personajes paternales, que traduce su
culpabilidad para "asumir" esta posición que se describe como
indigna o sucia.

La institución del privilegio diferenciador (véase P. Fustier, 1983,


págs. 98-106).
Se trata de una intervención institucional referida a un hogar de
sefloritas, donde los educadores tratan de resolver lo que viven como
una contradicción. Por una parte tiene que haber diferenciaciones
institucionales, gracias a las cuales se pueda marcar la diferencia entre
adultos y menores; por otra, no hay que mantener privilegios "indig-
nos" o "criminales" a través de los cuales los educadores impondrían
a las adolescentes un poder abusivo.
Extraemos del protocolo un analizador significativo que concierne
al teléfono. Se trata de una característica aparentemente anodina de la
vida institucional: los educadores tienen derecho a utilizar el aparato
también en lo referente a su vida privada, y sin ser observados, tras
una puerta cerrada. En cambio el aparato está prohibido a las jóvenes,
salvo discusión previa. En realidad lo que está prohibido son las
170 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

conversaciones "sentimentales"; las que se refieren a trabajo o proble-


mas familiares no plantean problemas. Todo se juega en el espacio de
ima habitación. Se trata de saber si una puerta, la de la cabina, va a
quedar abierta o cerrada (se dice que la puerta de la oficina donde está
el teléfono tiene que quedar abierta una vez que una adolescente
consiguió autorización para comunicarse). Se trata de esas "cosas"
que se hacen al teléfono, tras de la puerta cerrada. Les son permitidas
a los educadores; prohibidas a las jóvenes.Y en el imaginario de una
escena primitiva desplazada, el equipo educativo se negará en
determinado momento a que las adolescentes se constituyan así en el
tercero excluido; al elegir la abolición del privilegio renuncia al dife-
renciador. El conjunto de la discusión muestra que el problema del
teléfono remite a un problema más general, que está en el centro de
las preocupaciones: ¿la sexualidad es propia de los adultos en situa-
ción parental o es la misma para todos, sin diferenciación?
Lo que nos parece característico de este momento institucional es
que el elemento esencial no es el "ruido", o la protesta de las jóvenes
constituidas en tercero excluido, que reclaman prerrogativas de adul-
tos, sino más bien la extrema sensibilidad de los educadores a los
ataques en los que se identifican, colocándose en posición de paterni-
dad vergonzosa y de renunciamiento.
Oiro ejemplo referido a l& formación de los educadores en el perío-
do posterior al 68. Bajo el nombre de "mutación de los lenguajes"
tratamos de comprender (P. Fustier, 1976, págs. 25-40) cómo un equi-
po de formadores de una escuela de educadores "modernista" se
encontraba en posición de paternidad culpable a propósito de un
proyecto pedagógico. En el espacio cerrado de la sala de reunión, los
responsables de una promoción elaboran un proyecto de formación.
En una segunda etapa, este proyecto es presentado a los alumnos que
manifiestan que se trata de un abuso de poder, dado que la elaboración
se efectuó estando ellos ausentes, excluidos de las tareas preparato-
rias. En una tercera etapa, la de la puesta en práctica, se constata que
los formadores desinvisten el proyecto, lo evacúan subrepticiamente,
como si hubiera sucedido algo inconfesable y sucio que hay que
callar. Si se interroga a los formadores acerca de esa repentina indife-
rencia, responden: "No veo qué derecho tenemos a imponer nuestro
deseo", o bien, "tratamos con adultos, el formador no tiene que impo-
ner su autoridad".
En otras reuniones que convocaban al equipo pedagógico, se cons-
tata que la elaboración está bloqueada por una serie de reflexiones
("nos preguntamos por qué no están aquí los estudiantes, si eso es
normal") que señalan la misma preocupación; el equipo formador,
"avergonzado" de dejar afuera al tercero excluido, se constituye en
paternidad culpable.
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 171

Ahora nos resulta posible indicar cómo juegan los tres orga-
nizadores detectados en las instituciones de la Infancia Inadapta-
da.

1. En las instituciones de funcionamiento tradicional, la


imago maternal arcaica parece organizar en gran medida la vida
y las características del establecimiento.

2. En las instituciones "modernistas" que buscan innovarse,


marcadas por corrientes antiautoritarias o ideologías más recien-
tes, encontramos como organizador principal el fantasma de la
escena primitiva desplazada.

3. En estas mismas instituciones ese fantasma se articula con


el fantasma originario de seducción, que hay que considerar
como el segundo organizador principal de la institución "moder-
nista". No podemos insistir más, pero señalemos que en la insti-
tución del privilegio diferenciador que mencionamos antes, uno
de los temas que se evocan con más frecuencia es el de la seduc-
ción que los educadores ejercen (o no ejercen) sobre las educan-
das ("van a pasar la noche fuera", "van a preferir sus tipos a
nosotros", "nos vamos a quedar solos en el hogar que ya no va a
ser atractivo para ellas", "habrá que prostituirse", "el enganche
afectivo va muy lejos"). En nuestro ejemplo referido a la forma-
ción de los educadores, observamos la misma combinación. D.
Anzieu (1981, pág. 77) propone, en cuanto a la interpretación
psicoanalítica en los grupos, un análisis en términos de fantasma
de seducción y defensa contra él que ilumina la situación que
describimos: la culpabilidad de los formadores puede remitir al
guión según el cual habrían tratado de seducir a los alumnos-
hijos exhibiendo un proyecto pedagógico brillante.

4. El núcleo fantasmático, escena primitiva desplazada-


seducción que describimos, puede llevar a lo que hemos denomi-
nado un funcionamiento "en tenazas" (P. Fustier, 1976). Si el
educador es bueno (lo cual quiere decir que no está en el orden
parental), es impotente; si el educador acepta una posición de
poder y autoridad (se acepta en una referencia parental), enton-
ces es insoportablemente malo, porque es seductor del niño, lo
172 LA INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

que dará lugar a guiones donde va estar presente la idea de


"hacer violencia", que con frecuencia evoca una situación de
violación.

IV. LOS DESORGANIZADORES INSTITUCIONALES Y SUS TRATAMIENTOS

1. El marco y las prohibiciones edificas

Vamos a defender la proporción siguiente: los organizadores


psíquicos no cumplen su función de infraestructura para los
intercambios institucionales, y se convierten en "desorganizado-
res institucionales" cuando se producen rupturas en ciertos cons-
tituyentes del marco, que remiten a una problemática edípica 2.
Precisamos que definimos el intercambio institucional como
constituido por relaciones que se inscriben en un "grupo de
trabajo" en el sentido de Bion (prácticas profesionales, actuación
de lo cotidiano), pero fundadas en organizadores psíquicos que
les dan su forma. El marco institucional debe entenderse como
invariante (J. Bleger, 1967), conjunto de constantes que definen
las características institucionales (espacio y tiempo, estructura
del establecimiento, normas de trabajo) dentro de las cuales se
desarrollan los intercambios.
A diferencia de Bleger que se interesa por el marco de la
cura analítica, consideramos que ciertos elementos del marco,
cuando es institucional, son portadores de una problemática
edípica a la que aparecen referidos. Pensamos con D. Anzieu
(1981) que existe una versión institucional de las prohibiciones
edípicas. Se trata esencialmente de la violencia en tanto ella es
"transposición social" de la prohibición de matar al padre o a su
sustituto. Se trata también de la diferencia entre terapeuta-
paciente o educador-educando que es la reanudación institucio-
nal de la prohibición del incesto; pasa por la prohibición de las
relaciones amorosas y evoca la diferencia entre generaciones.
Consideramos que estas prohibiciones están presentes en lo
real dentro de cada institución a través de significantes particula-

2 R. Kaes propone considerar el complejo de Edipo como un metaorganiza-


dor, es decir, como un organizador de organizadores.
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 173

res que se depositan en el marco. En esta o aquella institución,


una ligera diferencia, perpetuada por la costumbre, entre el menú
que se sirve al mediodía a los educadores y el que se sirve a los
educandos, puede ser un significante edípico. En otra institución,
será una sala reservada a los terapeutas donde los pacientes no
tienen derecho a entrar.
El marco es "mudo", en el sentido de Bleger, cuando se lo da
como obvio, cuando las prácticas cotidianas se realizan sin
ponerlo en cuestión, sin que sea impugnado ni criticado.
El marco es atacado en su componente edípico cuando algu-
nas reglamentaciones o costumbres de la vida institucional se
cuestionan, cuando la discusión que surge de ese cuestionamien-
to pone en evidencia que esos elementos se refieren al Edipo,
que son su representación significante^. Los problemas de la
igualdad, la diferencia, el poder, "la liberación del deseo" se
abordarán también a propósito del cuestionamiento de algunos
componentes del marco. A propósito de eso se efectuarán inter-
cambios y un trabajo psíquico de los miembros de la institución,
que los organizadores psíquicos (escena primitiva o seducción)
fundarán y apoyarán.
Otra cosa será en el tercer caso cuando, a título de "acting
institucional", los elementos del marco de simbolización edípica
resultan destruidos en lo real mediante un accionar brutal o una
modificación autoritaria. El actuar es entonces supresión de la
diferencia o recurso a la violencia. Se observa una situación de
trastorno, y la desaparición de intercambios. Todo trabajo psico-
lógico se detiene porque la destrucción real ha sustituido brutal-
mente la expresión imaginaria y la dinámica propia del conflicto.
Como se puede apreciar, estamos muy lejos del pensamiento
de Bleger en lo referente al marco; éste precisa que en cierto
modo hay dos marcos: "el que propone y mantiene el analista,
que el paciente acepta conscientemente, y el del 'mundo fantas-
ma' donde el paciente se proyecta" (pág. 262). En lo que hace al

3 Recientemente nos contaron que en un hogar de adultos discapacitados,


sólo los educadores tenían derecho durante las comidas a consumir vino y café, y
que los internos adultos habían reivindicado la igualdad de condiciones mediante
una especie de petitorio que habían firmado, en apariencia sin intención humorís-
tica, "los obreros-niños".
174 LA INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

marco, en tanto encontrado o dado por el analista, Bleger no le


presta ningún referente edípico, cuando para nosotros esa dimen-
sión es fundamental. En efecto, cuando pasamos del marco psico-
analítico al marco institucional, observamos que la "desorganiza-
ción" de los organizadores se produce a partir de la ruptura de los
significantes edípicos que albergan el marco institucional. En
virtud de ese intermedio (¿obligado?) se movilizan los elementos
primitivos de los que habla nuestro autor, que entonces se van a
manifestar "en directo" en la vida del establecimiento.

2. Los elementos beta de origen institucional y el guión de la


"irrupción del burdel"

Ahora podemos completar nuestra proposición. Puede suce-


der que como consecuencia de ataques logrados se rompan algu-
nos elementos del marco que eran portadores de la simbólica
edípica. Entonces los organizadores institucionales ya no tienen
contención; sus componentes irrumpen plenamente en la vida
institucional: ella queda entonces desorganizada en lugar de
orientada.
De un modo más preciso, vamos a decir que esta ruptura ya
no permite a los elementos constitutivos de los fantasmas origi-
narios de escena primitiva y seducción hacer Gestalt y cobrar
sentido. Los organizadores se convierten en desorganizadores
institucionales, porque ellos mismos están desorganizados,
destruidos, reducidos a sus componentes brutos, que dejaron de
tener sentido dentro de guiones de escena primitiva y de seduc-
ción.
Lo que surge entonces, ni contenido (en un marco) ni meta-
bolizado (en el guión inconsciente de un fantasma originario),
son los elementos beta de los que habla Bion, elementos incom-
prensibles, hechos de violencia y de extravagancia. Cuando la
institución "intoxicada" no resulta destruida, sino solamente
desorganizada, intentará nombrar esa invasión construyendo lo
que hemos denominado un guión de "irrupción del burdel". Su
esquema es siempre idéntico: la institución va a ser destruida,
porque está invadida de elementos violentos, locos, "bestialmen-
te sexuales". Vamos a ilustrar este conjunto de proposiciones
retomando los ejemplos ya dados.
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 175

La institución del privilegio diferenciador


La combinación de escena primitiva con fantasma de seducción va
a dejar de "organizar" la institución en ese hogar de señoritas, en un
momento preciso de su historia. Incidentes violentos requieren una
intervención exterior; los educadores ya no se sienten seguros. El
problema de la sexualidad, que según vimos marcaba la diferencia
entre educadores y educandos, ya no se discute ni se analiza. Las
jóvenes conquistaron los "privilegios de los adultos", dado que éstos
"dejaron hacer" por renunciamiento a las diferencias, y para mantener
la posibilidad de entablar relaciones "privilegiadas" con las adoles-
centes. Los intercambios en términos de actuar-no actuar sustituyen
los intercambios verbales que querían dar sentido a la problemática
del parecido-diferente.
El acting que detectamos como el probable desencadenante de esta
situación fue realizado por un educador que tenía un peso especial en
el equipo (de mayoría femenina). Este educador se encarga de mostrar
a las jóvenes lo que registra en su "cuaderno de informaciones" (el
cuaderno donde cada educador registra al final del día sus impresiones
y transmite a sus colegas sus sentimientos, su percepción y sus reac-
ciones espontáneas ante tal o cual adolescente). Al hacerlo, abolió la
diferencia educador-educando, "traicionó" la solidaridad de equipo,
compartió con las adolescentes lo que institucionalmenle sólo los
padres están de acuerdo en compartir. La renuncia al privilegio del
teléfono seguirá de cerca a este incidente.
Borradas así las diferencias, se expresa con fuerza la idea de que el
equipo educativo se ha puesto en una situación de rivalidad amorosa.
Todo se convierte en asunto de seducción, de rivalidad amorosa entre
los educadores y los jóvenes de la ciudad, para "conservar" a las jóve-
nes. "Si hacen el amor, que lo hagan con nosotros".
La transposición institucional de las prohibiciones edípicas queda
constituida en sus características de realidad, así que la institución es
invadida por los elementos beta, que entonces ya no están ni transfor-
mados ni reorganizados ni son portadores de sentido en virtud de las
expresiones institucionales de los fantasmas imaginarios. Esta nueva
situación se verbaliza a través del guión de "la irrupción del burdel".
Se dice que el hogar se convierte en un verdadero "burdel" donde todo
está permitido, donde ya no existe ningún control. En determinado
momento, todo el mundo va a tratar el tema del dominio de sí (domi-
nio de la sexualidad, dominarse), como para exorcizar la evocación de
una situación de monstruosa anarquía. A propósito del teléfono: "Si
todas las chicas telefonean, esto desborda", "el límite queda bloquea-
do", "va a llegar una factura de millones", "las chicas se encierran con
sus amigos del otro lado del hilo". Sexualidad desenfrenada, violencia
en estado bruto ("¿habrá que llamar a la policía?"), situación loca:
"Ya no se entiende nada, como en un filme de hoaor, han quedado
libres los monstruos..."
176 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

3. El sistema de reciclaje de segundo grado

En lo que hace a la institución del privilegio diferenciador,


es de destacar que la situación descripta va a desembocar final-
mente en una evolución institucional y en una dinámica de
cambio. La razón de esta reencontrada movilidad habría que
buscarla, al menos en parte, en la puesta en marcha de un semi-
nario de análisis institucional que funciona como un dispositivo
de contención de segundo grado que, retomando el término de
reciclaje propuesto por R. Roussillon, vamos a llamar sistema
de reciclaje. Este permite que los ataques y manifestaciones de
la "irrupción del burdel", dicho de otro modo, los elementos beta
institucionales, se jueguen dentro de una nueva organización
contenedora, que permita su metabolización.
Un dispositivo de segundo grado de este tipo (del que tene-
mos experiencia a partir de esta forma particular que es el semi-
nario de análisis institucional) podría incluso ser garante de la
movilidad institucional. En tanto invariante, permite que algunos
elementos del marco, contingentes y particulares, puedan ser
destruidos sin que lo sea la simbólica edípica cuyo significante
son. El sistema de reciclaje tiene, en efecto, como función soste-
ner la persistencia de una referencia edípica, pero a través de
otras manifestaciones posibles, otras expresiones inventadas por
la institución. Así abre el derecho a las mutaciones y transforma-
ciones.

4. El "container radioactivo"

En otras instituciones hemos encontrado otro caso que hemos


llamado "espacio recipiente de elementos radioactivos", o más
brevemente "'container radioactivo"''.
Entonces la institución pone en marcha una instancia, que se
mantiene cuidadosamente aislada, que puede recibir y contener

'* Preferimos esta expresión a los otros términos discutidos por R. Roussillon
en esta misma obra, para destacar que para nosotros una función esencial de este
"lugar" es proteger el conjunto institucional de una contaminación activa por
elementos beta mal aislados; al menos ése es el objetivo asignado, aunque fraca-
se en su realización.
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 177

los elementos surgidos de la desorganización, no para transfor-


marlas sino solamente para evitar que se esparzan hacia afuera.
Estos elementos en bruto, hechos de locura, violencia y sexuali-
dad, que siguen siendo incomprensibles, evocan partículas radio-
activas susceptibles de contaminar a la institución, y que habría
que encerrar en un recipiente aséptico, suficientemente bien
cerrado como para que esos elementos pierdan su peligrosidad.
Esta puede ser la función de algunas instituciones para el
conjunto más amplio del que forman parte.

Estudiando dos centros de formación de educadores especializados


que desempeñaban cargos surgidos de la corriente del 68, indicamos
que la combinación de los fantasmas de escena primitiva y seducción
se encontraba en las relaciones existentes entre profesionales, forma-
dores y alumnos. "De un lado está el tercero excluido, es decir, los
profesionales expulsados, separados del centro de formación, aislados
de él (no se sabe lo que pasa, ya no tenemos lugar aquQ, que sienten
que ya no tienen derecho a penetrar allí y se preguntan, quisieran
poder mirar, imaginan, interpretan. Del otro está la habitación prohibi-
da, es decir la escuela, con esta curiosa relación llamada de complici-
dad (seducción) que se establece entre los formadores y los educado-
res en formación" (P. Fustier, 1976, pág. 75).
Mostramos que en ciertos casos la contestación ideológica tomada
al pie de la letra había sido, pura y simplemente, objeto de un calco en
la realidad, sin elaboración de ningún tipo. Así se pusieron brutalmen-
te en práctica comportamientos antiautoritarios generadores de violen-
cia, y una negación de la diferencia entre adultos y niños o entre
formadores y formados. En lo que hace a la relación existente entre el
ámbito de la reeducación y el centro de formación, vimos operar un
analizador idéntico al "cuaderno de informaciones", del que acabamos
de hablar, a propósito de la institución del privilegio diferenciador. El
equipo de formadores "traiciona" al medio profesional (el otro padre)
dando a conocer a las alumnas que los establecimientos de reeduca-
ción "no llegan a superar el problema", que están "atrasados" y no son
un buen puntal para la información. Los formadores tienden a crear
con las alumnas una relación de seducción que niega la diferenciación
de generación y actúa la exclusión del ámbito de reeducación.
Aparecen entonces en el medio de la Infancia Inadaptada, y bajo la
forma de la "irrupción del burdel", los elementos beta institucionales
de los que hablábamos antes, que provienen de la destrucción de las
características de significado edípico del marco institucional. Pero
entonces se va a tratar, a través de la designación agresiva del centro
de formación, de aislar esas partículas intolerables dentro de un
"container radioactivo", "de establecer con claridad un corte, de ser el
178 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

juicio que transforma la escuela en una institución específica excluida,


amurallada en su reputación, tan diferente de las oüras instituciones
que no podría ejercer ninguna influencia sobre ellas. Puesta fuera de
la ley, ya no sería contagiosa" (P. Fustier, 1976, pág. 82). Como dice
Foucault (1961) a propósito de los asilos del siglo XVIII: "Uno se
pone a soñar un asilo... donde la sinrazón estuviera contenida por
entero y se la ofreciera como espectáculo... donde tuviera todos los
poderes del ejemplo y ninguno de los riesgos de contagio. En suma,
un asilo restituido a su verdad de jaula".
Así se proyectan, en el interior del Centro de Formación que sirve
de continente, las partículas peligrosas e intolerables de los conteni-
dos; el conjunto forma una amalgama hecha de sexualidad, violencia y
locura. En ocasión de una sesión de análisis institucional, un profesio-
nal que hablaba de los rumores que circulan en los medios de reeduca-
ción referidos al Centro de Formación, los comparará con esos rumo-
res incontrolados que circulan en la ciudad, según los cuales es
imprudente que las mujeres entren en determinada tienda que se
ocuparía de trata de blancas. Se dirá de la escuela que es un mal lugar,
se habla de "escuela burdcl". También se evocará la violencia: "Qué
pensar en una promoción de alguien que está borracho como una cuba
y quiere imponer la ley", "peor, hasta los permanentes reciben sopa-
pos". Y se pensará en la locura: "el formado vive cosas tan delirantes
que se desequilibra"; "esto se vuelve estrafalario"; "ya no se sabe de
qué se habla".
Si tenemos presente que estos documentos conciemen al período
posterior al sesenta y ocho, no es de extrañar que uno de los dos cali-
ficativos usados para describir al Centro de Formación sea el de
izquierdismo totalitario, siendo el otro el de perversión.
Estos dos mismos calificativos se utilizan en la misma época pero
esta vez dentro del Centro de Formación para calificar al "interino
universitario" que "habla a lo loco", que debe ser "un gran seductor,
que siempre gusta", que " desorienta a aquellos a quienes se dirige",
los "pervierte", o los adoctrina para un proyecto revolucionario: "su
proyecto es quemar la barricada", "quiere romper lo que existe"
(véase en este sentido P. Fustier, 1976, págs. 41-53). El mismo análi-
sis puede hacerse de la posición del interino; sería el "container radio-
activo" de lo que se deposita en el escuela, y que los formadores
permanentes no quieren.

Unas páginas antes analizamos las funciones imaginarias del


Centro de Observación y del diagnóstico de perverso constitu-
cional, en un período más antiguo de la historia de la reeduca-
ción. Decíamos que el Centro de Observación podía considerarse
como el lugar geográfico específico donde se depositarían los
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 179

niños peligrosos (contagiosos), es decir, los portadores de ele-


mentos incontrolables por la razón, el amor o la pedagogía.
Niños considerados ineducables, que atacan al adulto en su segu-
ridad de adulto y en su sexualidad, resultan agrupados en un
seudodiagnóstico de perverso constitucional, seudodiagnóstico
porque es solamente defensivo, remite a un juicio sin apelación
ni elaboración, violencia contra violencia, juicio que calificamos
como "mortífero". El Centro de Observación es el lugar de
encierro de esos niños "malos", que hay que detectar y seleccio-
nar, porque si no se los aisla pueden contagiar a otros niños, e
incluso destruir el orden que regula las relaciones entre adultos y
niños.
Ahora podemos completar lo que decíamos, subrayando un
posible paralelismo. El Centro de Observación de los años 1955
cumple tal vez una función análoga a la que cumple la escuela
de educadores posterior al sesenta y ocho: se lo concibe como
"espacio container de elementos radiactivos" que aisla, para que
no contagien, a los perversos constitucionales dentro de la insti-
tución "científica" y aseptizada. También hay un paralelo posi-
ble entre el interino "izquierdista" y el perverso constitucional,
como si por una suerte de redoblamiento del mecanismo hiciera
falta que las partículas beta del conjunto institucional desorgani-
zado pudieran encerrarse en designaciones que recubren catego-
rías de personas.
Creemos que aquí se pone en evidencia la función imaginaria
que cumple, para el conjunto del que forma parte, aquel a quien
R. Lourau (1970) designa como el desviado; se trata del desvia-
do libidinal que pervierte a la juventud con algo malsano, o del
desviado ideológico que penurba al grupo con sus escritos y sus
discursos revolucionarios. La descripción y la designación que
se les aplica remiten a la idea de que son los "containers" de
elementos malos, que se depositan en ellos para no encontrarlos
en otra parte.
180 UA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

V. DISPOSITIVOS INSTITUCIONALES DE SEGUNDO Y PRIMER GRADOS

1. Dispositivos de segundo grado

Llamamos "elementos beta institucionales" (o más precisa-


mente elementos beta de origen institucional) a los elementos
beta liberados, cuando las transcripciones de costumbres regla-
mentarias u organizativas de las prohibiciones edípicas fueron
destruidas por ataques en lo real (ataques contra la pared extema
del marco), que toman la forma de actings. Nunca se presentan
en estado puro, dado que están infiltradas de -elementos beta
relaciónales (los que provienen de la violencia y la locura de los
intercambios entre educados y educadores).
Diremos que los dispositivos institucionales de segundo
grado conciernen a esos "elementos beta institucionales". Hemos
encontrado a dos de ellos que ahora podemos definir con mayor
precisión.
El container radioactivo (o con más precisión el espacio
container de elementos radioactivos) podría describirse como
una expresión institucional del mecanismo de identificación
proyectiva, en el sentido en que los entiende M. Klein. Se trata
de la evacuación, dentro de un objeto, de fragmentos considera-
dos indeseables y que se quisiera dominar encerrándolos en un
lugar bajo control. Esta definición se refiere también a los traba-
jos de E. Jaques que en la misma línea teórica mostraba en 1955
que existen en las instituciones roles sociales, lugares y momen-
tos que sirven como depósito para los objetos internos persecuto-
rios y las pulsiones malas de ciertos miembros de la institución.
Sin embargo, si utilizamos la expresión "container radioacti-
vo" es para subrayar una dimensión particular del mecanismo
del que el texto de Jaques habla poco. Desde nuestro punto de
vista hay que insistir en el carácter "reforzado" o "precintado"
de las "paredes" de los elementos de la organización de los que
Jaques dice que sirven como defensa contra "la ansiedad para-
noide". Se trata no solamente de recoger sino tal vez sobre todo
de aislar, para hacer imposible toda contaminación hacia el resto
de la institución. La metáfora del "container" que se caracteriza
por la impermeabilidad de sus paredes, hace hincapié en ese
objetivo de aislamiento.
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 181

La instalación de este espacio se efectúa cada vez que la


institución ya no puede contener ni tolerar; quiere librarse de las
manifestaciones de crisis incompatibles con la vida institucional,
remitiéndolas a un sitio de control alrededor del cual se ha hecho
el vacío, y al que se asigna como objetivo exclusivo el de la
preservación. Veremos ejemplos de ello en la instalación de cier-
tos grupos de discusión cuya definición oficial es "arreglar un
problema difícil", cuando en realidad se crearon para que el
campo institucional sea preservado de los constituyentes de un
problema que hace crisis. Decimos que entonces los elementos
beta institucionales se encierran en un lugar de reunión de donde
no debieran escapar.

El sistema de reciclaje: Allí donde el "container" fracasa en


aislar los elementos "extraños", el sistema de reciclaje de segun-
do grado trata de contenerlos y reconvertirlos para que produz-
can movilidad institucional. Esto supone que los elementos de la
crisis sean tolerados por la institución que los acepta, y trata de
utilizarlos. La institución del "privilegio diferenciador" nos
proporcionó un ejemplo poco antes; creemos que el trabajo de
análisis institucional es una de sus formas más habituales.
Diremos que este sistema de reciclaje de segundo grado
permite la evolución o la mutación de la institución, en la medi-
da en que propone un neomarco (R. Kaes, 1979, pág. 38) que
mantiene la diferenciación y la simbólica edípica, precisamente
cuando los elementos beta liberados están liberados debido a que
los significantes del marco institucional de las prohibiciones
edípicas habían sido destruidos. Se trata de un sistema de segun-
do grado, de un nuevo contenedor que cumplirá dos funciones.
Por una parte, va a reemplazar provisoriamente el marco institu-
cional de primer grado destruido; por otra, creador de sentido, va
a permitir que sean metabolizados y transformados los elementos
beta liberados. Esa elaboración se efectúa según nuestro conoci-
miento a partir de un trabajo sobre los fantasmas de "segunda
generación", que se remiten sobre todo a lo que hemos denomi-
nado el guión de "la irrupción del burdel".
El sistema de reciclaje es también una expresión institucional
del mecanismo de identificación proyectiva, pero de acuerdo con
una definición que está más cerca de la de W.-R. Bion que de la
182 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

de M. Klein. En efecto, debemos insistir en la comunicación y


en el vínculo que se constituyen, por devolución, cuando la
madre (o el terapeuta) contiene por una parte y por otra transfor-
ma los elementos malos gracias a la función alfa. En su texto de
1959, W.-R. Bion califica de "tranquilidad de espíritu" o de
capacidad de introyección a esa capacidad de contener sin recha-
zar ni hundirse, aun cuando se experimente la violencia de los
sentimientos del otro. Esta posición es también la que se exige
del que interviene, dado que recibe los elementos beta de origen
institucional, los contiene y los "recicla" para que se constituya
el nuevo marco necesario para la elaboración de los procesos de
cambio institucional.
Sin embargo tenemos que constatar que nuestra experiencia
no nos permitió observar tránsito de un dispositivo institucional
de segundo grado del tipo de "container radioactivo" a un dispo-
sitivo del tipo "reciclaje". Todo sucede como si estos dos casos
correspondieran a situaciones institucionales muy diferentes.

2. Dispositivo de primer grado

La problemática de crisis institucional en la que acabamos de


situarnos no tiene que hacernos olvidar que, en la cotidianeidad
institucional "normal" el contacto con el inadaptado supone que
el asistente o educador esté en condiciones de recibir y tratar los
elementos beta de origen racional, debidos a la violencia y la
locura de aquellos de quienes se ocupa.
A nuestro juicio, se trata de identificación proyectiva y del
triple movimiento por el cual opera (L. Grinberg y otros, 1972).
Hay ante todo una expulsión de elementos malos de los que hay
que liberarse, depositándolos en una realidad exterior con la que
se mezclan, se combinan, donde se incrustan.
Correlativamente, esta nueva realidad es controlada entonces
por el bebé o el enfermo que se arregla para que ese receptáculo
convertido en continente-contenido, se comporte según la
proyección, desencadenando en el "receptor" reacciones confor-
mes con lo proyectado. Vemos que ese receptor, y el educador
como terapeuta, debe aceptar ser en un primer momento el conti-
nente donde son expulsados los elementos malos, y encontrarse
en un segundo momento manipulado, padecer entonces una
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 183

presión para transformarse en una "nueva entidad" continente-


contenido, conforme con las proyecciones y controlada por el
cliente.
El tercer elemento del mecanismo es la devolución. La
madre suficientemente buena, el terapeuta o quienquiera que
"acompaña", tiene que contener y remitir las "emociones"
(contenido) desintoxicadas o menos violentas, en la medida en
que están combinadas con elementos de un continente que las ha
soportado y transformado mediante su función alfa.
Creemos con H. Sztulman (1983) que el trabajo que realizan
en la institución el asistente y educador se ha vuelto particular-
mente difícil. Este autor, retomando los análisis de Searles,
precisa en efecto que a los miembros de la institución se les pide
que soporten las fases de espera fuera de contacto duríinte las
cuales no pasa nada, y la fase de simbiosis ambivalente durante
la cual los pacientes son identificados con el núcleo psicótico de
las personas que se ocupan de ellos.
El educador debiera entonces lograr aceptar y contener la
indiferencia y la violencia cuando el trabajo de a dos, el que
proporciona un placer compartido, sólo interviene más tarde, y
está reservado a aquellos cuya función es analizar. En efecto, ese
placer es procurado por la actividad interpretativa, de la que en
principio están excluidos los educadores. Estos últimos, dice H.
Sztulman, tienen que recibir los elementos malos "sin ser altera-
dos por ello, ni empañados, ni destruidos, y sin reaccionar
pasando a los actos mentales (el odio en la contratransferencia),
verbales (la intervención que interpreta o reprime) e incluso al
límite motor (la necesidad de plantear un acto)" (1983, pág.
187).
En los textos que citamos se trata de pacientes psicóticos,
mientras que la "clientela" de los servicios de reeducación cubre
una población más amplia. Eso no impide que "el acompañador
cotidiano", asistente o educador, por esa posición institucional,
esté en la situación de quien recibe los elementos bizarros y los
elementos violentos procedentes de los componentes psicóticos
o "caracteriales" de los niños de los que se ocupa. Creemos que
los efectos de grupo acentúan en los adolescentes delincuentes,
por ejemplo, lo que en ellos hay de posibilidades de identifica-
ción proyectiva.
184 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

Cada vez que el educador recibe de parte de sus "clientes"


demasiados elementos malos como para que pueda contenerlos y
aceptarlos, los remite directamente a los interesados, como si
esos elementos no hicieran sino rebotar sobre una superficie
plana. Entonces ya no está en condiciones de efectuar su trabajo.
Si tiene que vérselas con psicóticos, se arriesga a comunicarles
en su respuesta algo del orden del "terror sin nombre". Si se las
tiene que ver con jóvenes que tienen problemas de conducta
comunicará una violencia suplementaria que en ellos hace esca-
lada.

El blanco de sustitución. Para tratar esta situación, que no es


tolerable por mucho tiempo, la institución instala dispositivos
que vamos a llamar de primer grado, de acuerdo con una proble-
mática paralela a la que hemos destacado, referida a los elemen-
tos beta de origen institucional.
No vamos a hablar de la instalación de "espacios containers
de elementos radioactivos de primer grado". Querer liberarse de
lo esencial del trabajo relacional y encerrarlo en un lugar aparte,
con el único objetivo de que no salga, es una medida por la cual
la institución empieza a prohibirse la posibilidad de realizar todo
proyecto de reeducación o cuidado.
En cambio vamos a insistir más largamente en lo que deno-
minamos la constitución de un blanco de sustitución, que en
primer grado es el equivalente del sistema de reciclaje de segun-
do grado. Cuando los asistentes o educadores reciben demasia-
dos elementos extravagantes como para contenerlos o metaboli-
zarlos, directamente los devuelven sin transformarlos a quienes
los emiten. Para evitar esa devolución agresiva, ese "ojo por ojo
y diente por diente", se instaura con la colaboración de un
"psiquista" un lugar de reunión donde se habla de prácticas rela-
ciónales, de las dificultades vividas con los jóvenes. Este dispo-
sitivo tomará el nombre de grupo de análisis de la práctica,
grupo de supervisión o de control...
Hablamos de blanco de sustitución porque ese espacio de
análisis nos parece un instrumento cuya función esencial es
modificar la trayectoria del blanco de los elementos malos, que
los educadores reciben y devuelven. "Perseguidos" por los
elementos extraños procedentes de los niños, los educadores —si
LA INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 185

no quieren constituirse en blanco de esos mismos elementos que


no logran contener— tienen que contar con un lugar de deriva-
ción capaz de operar una contención de lo que van a rebotar en
esa dirección.
En una primera etapa, los educadores se liberan de los
elementos malos proyectándolos sobre el psiquista en la reunión,
"representando" de nuevo con él lo que hay de insoportable en el
contacto con los inadaptados.
Como receptáculo, en el segundo tiempo de identificación
proyectiva, el psiquista se siente manipulado él mismo, transfor-
mado en malo o impotente, empujado a comportarse "de modo
congruente con la proyección" (J.-C. Rouchy, 1980).
En un tercer tiempo, el psiquista puede reproducir a su vez la
situación de los educadores y remitir los elementos malos que
recibe, sin contenerlos, para librarse de ellos, a quienes se los
han transmitido. Los elementos beta vuelven entonces a los
educadores, y a través de ellos a los niños. El blanco de sustitu-
ción se comporta como una superficie plana que repele sin meta-
bolizar los productos violentos y extraños con los que no sabe
qué hacer.
En cambio, el blanco de sustitución cumplirá su función en
la institución si se comporta como un blanco en profundidad,
capaz de contener los elementos que recibe. Entonces éstos, de
acuerdo con el modelo "continente-contenido", son mezclados
por el psicólogo con otros elementos que proceden de él mismo.
Los toma en él, los prueba (W.-R. Bion, 1959) y los devuelve
metabolizados por la función alfa, desintoxicados, vinculados
con otros elementos surgidos de su personalidad. Lo que se
proyectaba en estado bruto en la persona del psiquista cobra
sentido y es reintegrado por los educadores después de su trans-
formación. Estos últimos podrán a su vez entregar a los niños,
gracias a la movilización de la función alfa, mensajes que no
sean la devolución pura y simple de los elementos beta que reci-
ben de ellos, dado que han cobrado sentido, gracias al trabajo de
las reuniones.
186 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

VI. RESUMEN

A través del estudio del sector de la Infancia Inadaptada


hemos querido demostrar la existencia de una infraestructura
imaginaria de las instituciones, que "organiza" el trabajo de
éstas, determinando su funcionamiento y la realización de sus
objetivos, modulando lo que hemos denominado la "superestruc-
tura de la organización". Esta acción de lo imaginario se efectúa
directamente o a través de la "zona intermediaria ideológico-
teórica"; esta última refleja los valores dominantes y las teorías
espontáneas o sabias vigentes en la sociedad en un momento
dado, pero interpretándolas, "coloreándolas" a partir de la infra-
estructura imaginaria de los organizadores.
Una evocación histórica nos permite señalar a los tres orga-
nizadores principales del sector Infancia Inadaptada: la imago
materna arcaica, los fantasmas originarios, a menudo combina-
dos, de seducción y de escena primitiva.
Estos fantasmas originarios, normalmente organizadores, se
convierten en desorganizadores institucionales cuando se produ-
cen "transiciones al acto" que destruyen en lo rtal los elementos
del marco institucional, que son los significantes de una proble-
mática edípica. En efecto, los fantasmas originarios se descons-
truyen y reducen a los componentes hechos de violencia, sexua-
lidad y locura. Liberados por la ausencia de sentido, los
elementos beta se manifiestan en plena vida institucional. Frente
a esta situación de crisis aparecen "dispositivos institucionales
de segundo grado".
El sistema de reciclaje, en primer lugar, trata de crear un
nuevo marco (bajo la forma de un seminario de análisis institu-
cional, por ejemplo). Tendrá que contener los elementos beta y
devolver el sentido a partir de un trabajo referido a los fantasmas
de segunda generación, que suelen cobrar la forma del guión de
"la irrupción del burdel". A la inversa de este intento, hay un
segundo mecanismo de segundo grado que hemos denominado
"container de elementos radioactivos": se trata de un intento de
liberarse de los elementos beta de origen institucional, encerrán-
dolos en un lugar clausurado de donde no puedan escapar para
contaminar a la institución.
No hay que confundir esos mecanismos que remiten a una
U INFRAESTRUCTURA IMAGINARIA DE LAS INSTITUCIONES 187

crisis, con los dispositivos de primer grado instalados en la insti-


tución para tratar los elementos beta, de origen relacional, que
genera el contacto con los inadaptados. Se trata principalmente
de lo que hemos denominado "el blanco de sustitución". Toma la
forma de reuniones de análisis de casos o supervisión, durante
los cuales los educadores derivan los elementos beta que reciben
de parte de los niños de quienes se ocupan sobre un psiquista
encargado de contenerlos y metabolizarlos. Estas reuniones
aportan sentido, permiten que el dispositivo para pensar funcione
de nuevo, y que a su vez los educadores devuelvan a los niños
los elementos desintoxicados que han cobrado significación.
CAPITULO 6

ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES.


LA LIBERACIÓN Y EL INTERSTICIO

Rene Roussillon

LA DIALÉCTICA DEL PROCESO Y DE SU RESTO

La psique se constituye y se hace compleja en un movimien-


to de reanudación, en una Aufhebung de la experiencia vivida.
Pero como recuerda J. Guillaumin (1979), esta reanudación
nunca es total; deja un resto que resulta de una doble limitación.
Por una parte, la elaboración mental nunca puede simbolizar lo
integral de la experiencia vivida. Por otra, en un movimiento de
limitación surgido de las condiciones mismas de la elaboración^,
la simbolización rechaza, por su existencia misma, las huellas
originarias de la experiencia vivida. Sin embargo, desde que se
constituye, el resto se dialectiza con el proceso del que surgió; la
psique extrae de él una nueva exigencia de trabajo. En 1920, en
Más allá del principio de placer, S. Freud evoca a través de la
metáfora de los organismos unicelulares ante los desechos de su
propio funcionamiento biológico, tres destinos de esta dialéctica.
En primer lugar el desecho, el resto, puede operar un retorno
destructor al seno de la elaboración mental de la que ha surgido;
la envenena, cosa que los delirios paranoides tratan de figurar. A
partir de allí el proceso se ve atacado y destruido por lo que se le
escapa, y aparece entonces como desecho tóxico. Se desarrolla
así una "verdadera cultura de pulsión de muerte", que M. Klein
trató de teorizar en la noción de ataque envidioso primario.
El segundo destino que evoca Freud es el del cambio de

* Hay que asimilar esta ley del funcionamiento psíquico con el "teorema
de la prueba" de K. GSdel.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 189

baño. En este modo de tratamiento, el resto siempre es desecho


potencialmente envenenador, pero por clivaje, exteriorización y
localización en un continente, el proceso se ve protegido de los
regresos destructores del resto, se "purifica" a medida que se
desarrolla.
El tercer destino que Freud evoca es el de la organización.
Las células pueden reagruparse y organizarse de manera tal que
lo que es desecho de una puede ser "bueno" para otra. Así las
células se ven llevadas a solidarizarse, a especializarse, a dife-
renciarse. S. Freud va a formular explícitamente este punto en
1925 en "el problema económico del masoquismo". En el seno
del aparato psíquico individual, lo que es "malo" para una de las
instancias psíquicas puede ser "bueno" para otra. El masoquismo
así evocado aparece entonces como el guardián de la vida
psíquica y su organización, abre la posibilidad de una verdadera
conflictualización, es la primera forma de complejización tal
como se configura en el momento de la organización anal de la
pulsión.
Pero a partir de 1921, deslizándose de la organización celular
a la organización grupal e institucional, S. Freud ya había
mostrado cómo las instituciones y los grupos tenían la misma
exigencia de estructuración. Asi el tratamiento del resto, la
dialéctica de lo que se organiza, de lo que escapa a ese proceso,
no se efectúa solamente en la intimidad de la vida psíquica indi-
vidual; es también una exigencia de la elaboración grupal de la
vida colectiva e institucional. Como lo vamos a demostrar, las
instituciones no alcanzan un grado de consenso y de organiza-
ción suficiente como para estructurar lo que sería el equivalente
grupal de un masoquismo que custodia la vida psíquica; los otros
dos destinos que describe Freud se encuentran también allí.
Los trabajos ulteriores de los psicoanalistas^ que se interesa-
ron en la vida institucional y en sus regulaciones grupales desa-
rrollaron y afinaron los análisis freudianos de 1921. Permiten
reformular de manera más completa el problema del tratamiento
institucional y grupal de la dialéctica de la simbolización del
resto.
De acuerdo con la hipótesis de E. Jaques (1955), al retomar y

2 Sobre estos trabajos, véase R. Roussillon (1977).


190 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

desarrollar ciertos enunciados de Freud (1921), los hombres


ponen en marcha en las instituciones mecanismos de defensa
contra las angustias inherentes a la vida individual y grupal. Este
procedimiento psíquico está en el origen del investimiento de las
estructuras sociales e institucionales. Asegura así un soporte
extemo a la identidad, que viene a duplicar, reforzar o problema-
tizar el soporte interno^. Si los procesos de organización y
estructuración son puestos en marcha, ¿en qué se convierte en la
institución y en los procesos de lo que R. Kaes (1976¿) propone
denominar el aparato psíquico grupal, lo que está latente de
estructuración y sentido, lo que permanece informe, no formula-
do, "en transición" en la psique? ¿qué es de los residuos de la
estructuración que habíamos descripto antes?
Lo no mentalizado, lo informe, también está en busca de
lugares donde "depositarse", de espacios donde "reservarse",
donde quedar en latencia. Lo que no se puede oficializar en la
estructura institucional, hacerse reconocer, encontrar una forma
colectivamente aceptable, debe encontrar un modo de existencia
individual y grupal, que debe ser suficientemente protegido para
no ser destruido, u obligado a un enquistamiento que haría difícil
su elaboración ulterior, y destruiría su valor potencial, pero al
mismo tiempo suficientemente expresado como para que siga
siendo posible cierta "reanudación" oficial ulterior. Al lado de la
institución estructurada, se organizan funcionamientos institu-
cionales atípleos (¿atópicos, utópicos?) —intersticiales— donde
se localiza lo que no puede inscribirse en otra parte. Esos proce-
sos grupales pueden venir a duplicar procesos estructurados, que
toman a éstos como apoyo o contraapoyo o, por el contrario,
insinuarse entre los espacios-tiempos institucionales estructura-
dos.
Dos destinos particulares del modo de tratamiento grupal e
institucional de los "residuos" del proceso de estructuración esti-
mularon especialmente nuestra reflexión, porque tocan de cerca
las prácticas de los psicólogos clínicos en las instituciones asis-
tenciales: la "liberación" y el "intersticio".

3 Fue R. Kaes (1976¿>) el primero en formular de modo sistemático la


hipótesis de un doble soporte del psiquismo.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 191

I. LA "LIBERACIÓN" O LA "REMISIÓN" ^

Algunas instituciones asistenciales de reeducación son capa-


ces de organizar en su seno un espacio para "tratar" o "contener"
lo que no ha podido ser elaborado en otro lugar de la vida insti-
tucional.
Se trata a veces de un espacio definido como tal, de una
reunión llamada "institucional", de "pabellón" o de "equipo". En
otros casos puede tratarse de una reunión prevista para un uso
particular, diferente, pero que en la práctica funciona como tal.
Así sucede en los hospitales psiquiátricos, por ejemplo, con las
reuniones llamadas "de servicio" o "de información", y que
reúnen a todos los que lo desean para tratar "problemas materia-
les" del servicio. Rápidamente, la tarea oficialmente asignada a
la reunión resulta "desbordada" desde adentro por procesos
psíquicos guípales. Bajo la cobertura, por ejemplo, de hablar de
un mejoramiento de la cantina, puede aparecer una fantasía de
envenenamiento que a los asistentes del servicio les cuesta
mantener en el marco de la definición de la reunión.
En otros establecimientos de reeducación de la Infancia
Inadaptada se dan las reuniones denominadas "de síntesis" o "de
casos", que supuestamente culminan en decisiones o reflexiones
acerca de un niño o de un paciente, y se ven desbordadas desde
adentro por procesos grupales inconscientes, "derivados" así de
su función inicial.
Estos son los efectos habituales de la vida grupal y social: el
encuentro humano no se puede encerrar íntegramente en una
racionalidad programada. Pero puede suceder que esos "desbor-
des", esas "desviaciones", cobren en la vida institucional otra
dimensión: es el caso de las "reuniones de liberación", cuyo
ciclo de vida vamos a describir rápidamente.

Se trata de una reunión denominada "de síntesis" en el seno de un

^ Es difícil en francés encontrar un término único para delimitar la natura-


leza y función de ese espacio: es tan pronto "depósito", tan pronto "tacho de
basura", tan pronto "reserva" o "liberación" o, por último, "remisión". Hay
que asimilar estas nociones por una parte al "waste-disposal" del que habla
D.W. Winnicott en Jeu et réalité, y por otra, al concepto de "pecho-letrina"
que propone D. Meltzer.
192 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

instituto médico-pedagógico (IMP). Su objetivo oficial es poner en


común las informaciones necesarias referidas a los niños (comporta-
mientos registrados, resultados escolares, encuentros con los padres,
cociente intelectual, etc.)- En el lenguaje de los miembros de la insti-
tución, esta reunión se ha convertido en "la reunión": aunque haya
otras, es frecuente la participación de todos deseada. Pero en esa
reunión "no pasa nada", la gente "se aburre", "no se llega a decir lo
que hay para decir", "la palabra no sirve para nada". La apatía sucede
a los períodos de tensión agresiva durante los cuales cada detalle, cada
afirmación está sujeta a sospecha, a infinitas controversias. Este tipo
de relación es relativamente rara en el seno del establecimiento que
parece "funcionar bastante bien", en una delimitación de tareas
bastante rígida, a pesar de todo.
Como "la reunión" resultó improductiva en más de una ocasión,
termina por deducirse un acuerdo para suprimirla. En efecto, su clima
alternativamente agresivo y apático pesaba mucho, sobre todo en los
educadores y pedagogos, grupos que por su cantidad predominaban en
el establecimiento. En los quince días que siguieron a esa supresión,
asciende brutalmente la tasa de actos delictivos y violentos: los chicos
rompen los vidrios, se fugan en serie, incendian una cabana, se agre-
den mutuamente. Varios educadores incurren ellos mismos en conduc-
tas violentas para con los niños: trompadas, gestos o palabras "sádi-
cos", etc.
La emoción es tan intensa que se decide celebrar una "reunión"
"para hablar de lo que pasa". Esa reunión no tiene ningún resultado,
su clima es agresivo y paranoide. Sin embargo, como esta reunión se
reitera semana a semana, los actos violentos remiten y recobran su
porcentaje habitual. Bajo diferentes formas, este ciclo se reproduce
durante años, hasta el punto de convertirse en un verdadero rasgo
cultural de la mencionada institución.
Pude seguir durante años una reunión "de pabellón" en un servicio
psiquiátrico de ciclo idéntico, con la diferencia de que los períodos de
supresión de la reunión acarreaban actos autoagresivos o vivencias de
"muerte psíquica" en el servicio. En otros casos, la "reunión" no es
suprimida, pero obedece a una proporción de presencia cuyo efecto
institucional es idéntico o muy parecido. La estructura existe siempre,
pero es investida de modos diferentes según los momentos de la vida
institucional.

En estos casos nos encontramos frente a un funcionamiento


que concierne a la economía global del aparato psíquico grupal e
institucional, y su capacidad de organizar y mantener en su seno
un espacio de "liberación", ya no solamente frente a un simple
"efecto de grupo" regional. Hay que dar cuenta teóricamente de
esta peculiaridad.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES ^93

En el IMP que acabamos de describir, el aparato psíquico


grupal e institucional oscila entre la delimitación en su seno de
un "espacio sacrificado" para contener los "residuos" no simbo-
lizados de las relaciones interindividuales e intergrupaless y la
desdiferenciación de los procesos estructurados.
En la medida en que los "residuos" no simbolizados pueden
ser localizados en una "liberación", el resto del funcionamiento
institucional resulta relativamente preservado. Pero cuando esa
localización es excesivamente problematizada, cuando su rivali-
dad envidiosa desborda las capacidades de negociación intra e
intergrupales, el conjunto de la vida institucional se ve invadido
por una violencia actuada e interpretativa, envenenado desde
adentro por los residuos no mentalizados de su propio funciona-
miento. Para dar cuenta del fracaso grupal para mantener una
"remisión" hay que dar intervención a varios factores.
La necesidad de un lugar para elaborar o contener a su
propio nivel los problemas que genera el contacto cotidiano con
los niños difíciles, o los que surgen del trabajo en común, no es
reconocida. La reunión de "síntesis" conserva una definición
fluctuante, sin garantía de su función, sin acuerdo de tratamiento
ni ideológico, ni elaborador de lo que allí sucede*. El contenido
de la "remisión" no es reciclado, no recibe estatuto institucional;
su función latente es descalificada por sus miembros, que no
llegan a deducir su valor potencial, ni a crear un sistema de
sentido que vuelva aceptable su existencia.
Además, por fluctuante que sea, la función oficial de la
reunión de síntesis es útil por sí misma. En una institución donde
las relaciones con los niños y sus familias son necesariamente

5 Ese espacio aparece entonces como un espacio-signo, un "fragmento"


de espacio-tiempo, portador de un "fragmento de sentido" para formar un
espacio-símbolo (o signo), forma primera de im proceso de simbolización. El
espacio sacrificado pierde su valor propio para convertirse en portador de una
función grupal inhallable en otra parte, encontrada-creada en el aparato
psíquico grupal.
* La problemática del reciclaje, o del tratamiento reiterado de residuos a
través de la ideología, debe asociarse con el papel de "otorgamiento de senti-
do" que opera la madre (el Otro); en el mejor de los casos se empaienia con la
fimción alfa (o fimción de ensueño maternal) que describe W.Bion, o con la
función mitopoética que describe R.Kaes (1976a y b).
194 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

fragmentarias debido a la dimensión del establecimiento, se


necesita un lugar donde pueda circular la información que
concierne a esas relaciones.
De modo que la reunión de síntesis es "sacrificada" en la
función que le es propia, para convertirse en un lugar de funcio-
namiento "liberación" que no llega a hacerse reconocer en su
nivel de necesidad psíquica. La constitución de un espacio
"remisión" en el seno de la institución, plantea al "aparato
psíquico grupal e institucional" dos problemas conectados pero
diferentes.
Por una parte está el problema de la constitución de un
acuerdo referido a la existencia y la elección de un espacio-tiem-
po; por otra, el problema de la constitución de un acuerdo en el
modo de tratamiento e integración de lo que allí se desarrolla.
En cada uno de esos niveles ha de efectuarse una negociación
inter e intragrupal. Esa es la función de la ideología, o de los
proyectos pedagógicos o terapéuticos''. Cuando no se puede
constituir ninguna ideología común (o sector ideológico común),
ningún "proyecto asistencial", el tratamiento de los residuos o de
una parte de ellos se ve bloqueada, quedan sin mentalizar; enton-
ces marcan sus efectos en lo real.
De manera que la primera tarea del aparato psíquico grupal
consiste en constituir un sistema de articulación significante que
permita el reconocimiento de la necesidad de un espacio de
tratamiento y elaboración de los residuos y efectos de su propio
proceso de constitución. Cuando ese reconocimiento no tiene
lugar, puede constituirse un funcionamiento institucional "proté-
tico", mediante el "sacrificio" de la función de uno de los espa-
cios institucionales ya estructurados. Habría que hacer una
investigación sobre la elección del espacio a sacrificar así: el
carácter más o menos central de ese espacio, más o menos
"vital" para la organización institucional, la estructuración fluc-
tuante o firme de ese espacio.
La segunda pregunta se refiere a la constitución de un

7 A esos proyectos se les devuelve un rol triple:


• puesta en forma de la ilusión o el sueño de la institución,
• "objeto" común de los equipos,
• ideal al que referirse.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 195

funcionamiento institucional ambivalente respecto del residuo.


"Malo" para localizar, dado que no está simbolizado, conflictivo,
"bueno" para conservar, en tanto potencialmente pasible de
simbolización y creador de sentido. La presencia a uno u otro
nivel del aparato psíquico grupal de un elemento de "conserva-
ción", es decir, la reanudación metafórica del propio funciona-
miento institucional, su representación, es lo que regula el valor
atribuido al residuo».
Veamos dos ejemplos rápidos de metáforas del residuo que
incluyen un elemento de conservación y contienen en germen el
reconocimiento de su valor intrapsíquico. Extraemos los dos
ejemplos de mi práctica de intervención "analítica" en una insti-
tución en "crisis" (véase R. Roussillon, 1978).

En una de las instituciones que mencionamos, los formados se


quejan de que los formadorcs excluyeron de su promoción a uno de
ellos. Durante la primera sesión de análisis esta exclusión traumática
es evocada en una metáfora. Dicen que hay "un cadáver en el placard"
y añaden: "Está embalsamado". La metáfora del "cadáver embalsama-
do" señala a la vez la presencia de un residuo, de un acontecimiento
insuficiemenle elaborado, y al mismo tiempo el hecho de que ese resi-
duo fue conservado tal cual (está "en el placard" y "embalsamado").
En otra institución' el problema consistía en la existencia de una
reunión institucional, que se mantuvo a lo largo de los años (a diferen-
cia de la del IMP a la que nos referimos recién), pero donde "somos
como un matrimonio de edad que ya no tiene nada que decirse". La
intervención después de una primera fase de "transferencia paradóji-
ca" que había permitido elaborar una parte de la posición ideológica
del equipo pedagógico, moviliza una serie de representaciones meta-
fóricas de la oralidad, en el seno de la cual se evoca la existencia de
una "heladera". Esa "heladera" figura el lugar psíquico donde "se
enfrían" durante las ausencias los "restos" y las "reservas", para
"conservarlos" o "volver a servirlos" ulteriormente, cuando la situa-
ción se preste a ello.
En los dos casos mencionados, la intervención, apoyándose en las
metáforas de la conservación de residuos, logró relanzar el proceso
elaborador "congelado".

* Al mismo tiempo que estabiliza y funda el rol de continente de la


reimión misma.
' Intervención coanimada con P. Fustier en el seno del CRI (Centro de
Investigación sobre la Inadaptación), Universidad de Lyon II.
196 LA INSTrruCION Y LAS INSTITUCIONES

Si, tal como acabamos de describir, el espacio de tratamiento


de los residuos suele ser una reunión, puede suceder que se
encarne más precisamente en una determinada persona de la
institución. En sus formas primordiales, ese mecanismo está
presente en el fenómeno del "chivo emisario"'» o "víctima
sacrificial" que describe R. Girard (1972) y que para ese autor
constituye el movimiento fundador de la institucionalización. E.
Jaques (1955) describe un ejemplo institucionalizado de ese
fenómeno, el "segundo" de la marina inglesa que se encama en
el siguiente principio cultural: "El segundo debe recibir toda la
mierda y tiene que estar preparado para ser mierda".
H. Scaglia (1976), en un artículo dedicado al rol del observa-
dor en los grupos analíticos, muestra que éste es el lugar de
depósito, el "pecho-letrina" en la terminología de D. Meltzer, de
lo que no puede ser simbolizado en el seno del aparato psíquico
grupal en un momento dado. Estos mecanismos desbordan
ampliamente los mecanismos regionales que describen estos tres
autores. Son muchas las instituciones que poseen una persona
liberación o un rol liberación: los "jefes" de los talleres indus-
triales, el "cabo" en el ejército, el "enfermero jefe" de los servi-
cios asistenciales, el "supervisor general" de los bachilleratos,
etc. En la mayoría de los casos se trata de una persona o un rol
"tapón", cercano a las instancias jerárquicas superiores, pero
suficientemente diferenciado de ellas, mediante criterios cultura-
les o institucionales, como para que no resulte "contaminada" la
relación con esas instancias jerárquicas.
En las instituciones asistenciales o de reeducación, ese lugar
es otorgado a veces a los psicólogos", a poco que su práctica se
preste a ello. Un factor que favorece la elección "institucional"

10 Para que se institucionalice un fenómeno de chivo emisario y se


constituya como tal, los mecanismos de proyección del grupo tienen que
engranar con los procesos introyectivos del chivo emisario mismo.
" Hay que buscar un buen "analizador" de esta situación del lado del
lugar (ofícina, sala de terapia) y de la situación arquitectónica que se reserva a
los psicólogos. Esta función suele ser poco agradable para el psicólogo, salvo
que la erotice masoquísticamente, y sin embargo, si las proyecciones no son
excesivamente desbordantes o aniquiladoras para su fimcionamiento psíquico,
puede proporcionarle la base de una práctica de escucha e intervención en el
seno de la institución.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 197

tiene que ver con la posición "fuera de jerarquía" que muchos


psicólogos ocupan de hecho, al mismo tiempo que culturalmente
están cerca del personal jerárquico; pero también con su presen-
cia en el seno de ciertos lugares institucionales que ellos eligen y
que al mismo tiempo en muchos casos les son impuestos: propo-
nemos llamar a esos lugares los "espacios intersticiales".

II. LOS ESPACIOS INTERSTICIALES

Encarado en términos de espacio, el intersticio designa los


lugares institucionales que son comunes a todos, lugares de paso
(corredores, cafetería, secretaría, patio, salas de enfermos, de
profesores, umbrales de las puertas de las oficinas). Son lugares
de paso, aun cuando uno se detenga en ellos, lugares de encuen-
tro, tiempos que se insinúan entre dos actividades institucionales
definidas, estructuradas y vividas como tales. Puede suceder que
esos lugares estén fuera de las paredes de la institución —"el
café de la esquina", el restaurante donde se encuentran todos o
algunos de los miembros de la institución, "anexo", como se lo
llama a menudo—.
Definido en términos de tiempo, el intersticio es el tiempo
que separa la duración del trabajo considerada en términos jurí-
dico-económicos ("cuarenta horas de trabajo", por ejemplo) del
tiempo que efectivamente transcurre efectuando un trabajo vivi-
do subjetivamente como tal, ocupado en actividades estructura-
das en el seno de la institución. Este tiempo puede ir de unos
minutos a varias horas, según las instituciones y su grado de
rigidez organizativa.
El intersticio se beneficia de una suerte de estatuto particular,
interno (aunque a veces situado en el exterior como el "anexo"),
pero vivido como una extraterritorialidad; pertenece a todos,
aunque no necesariamente todos se sientan allí como en su casa.
De acuerdo con un método que se asimila al estudio de los
"tipos ideales" de M. Weber, vamos a empezar por deducir algunas
funciones del intersticio, a partir de una situación establecida y
relativamente estandarizada, como es la situación de cura analítica.
Como señala D.Anzieu (1979), en la situación de cura psico-
analítica siempre hay un espacio particular, un tiempo particular,
198 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

que aunque anexo '2 a la cura propiamente dicha y aunque surja


de las condiciones materiales concretas de su desarrollo, puede
ser sede en uno u otro momento del proceso de fenómenos
psíquicos esenciales a la comprensión misma de lo que allí se
juega.
Este espacio —sala de espera, trecho del pasillo hasta la
habitación donde tienen lugar las sesiones, parte de esa habita-
ción hasta el diván o el sillón, rellano ante la puerta o la escale-
ra, etc.— es en efecto sede de funcionamientos psíquicos pecu-
liares, más o menos presentes, más o menos esenciales según los
tipos o los tiempos del proceso psicoanalítico".
Desde el punto de vista económico, el intersticio, como el
compartimiento estanco de los submarinos, es el espacio-tiempo
donde se efectúan de manera espontánea las remisiones a nivel
psíquico y las regulaciones de la tensión energética que ellas
suponen.
Desde un punto de vista tópico, el intersticio, como la inter-
dermis celular, mira con una de sus caras al exterior, y con la
otra al mundo interior. Como el espacio de paso, el intersticio es
el espacio-tiempo que obtura y regula los tránsitos del "medio
extemo" al "medio interno", tiene su riqueza, pero puede repro-
ducir también sus avatares.
Las funciones dinámicas del intersticio son sin duda múlti-
ples, y están lejos de haber sido descriptas; vamos a detenemos
en tres de ellas.
El intersticio es un lugar de precipitación (en el sentido
químico del término) fantasmática; sea que se produzca durante
el tiempo de espera en que el analista ya está allí (en el lugar, en
los ruidos, en los objetos), aunque personalmente, físicamente
ausente (tal vez con otro/a...), o durante el tiempo de paso en
que puede haber un contacto (estrecharse las manos, mirarse, la
expresión del rostro), en que la distancia física se modifica; o,

12 La apertura del umbral de audibilidad del analista a ciertos procesos


previamente periféricos es una constante de los "progresos" del análisis.
13 La necesidad, en el caso de los procesos transicionales, de encamarse
en lugares concretos o en objetos precisos (como el objeto transicional) de
manera al menos transitoria, resulta de la paradoja misma de la transicionali-
dad. Sobre este punto, véase especialmente G.Bateson (1977), Vers une
écologie de l'esprit, 1, págs. 24 y 59.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 199

por Último, inmediatamente después de la o las fórmulas rituales


que puntúan la sesión: la precipitación fantasmática se vuelve
entonces "espíritu de la escalera". Esa capacidad de fomento
fantasmático propia del lugar es el efecto de los reacomodamien-
tos recíprocos de las representaciones de la ausencia (y del modo
de ausencia) y de las representaciones de la presencia (y del
modo de presencia), pero surge también de la ambigüedad, de la
paradoja propia del intersticio: ¿Empezó la sesión? ¿Cuándo
empieza? ¿Cuando el paciente se tiende en el diván? ¿O desde
que él y el terapueta se presentan?
Esta ambigüedad es ampliamente utilizada en la compren-
sión de la sesión misma, sobre todo en los momentos inmediatos
al "espíritu de la escalera", o los comportamientos "de final de
sesión": pacientes que entregan algo esencial sólo en el momen-
to de irse, en el umbral, jugando su último cartucho para retener
un objeto que se escabulle, para depositar un secreto, ponerlo en
reserva, o "dejarle el paquete" a un analista que "no puede pero",
tomado de sorpresa, castrado de toda posibilidad de interven-
ción, condenado a contener lo que se temía que rechazara. Los
comportamientos y los funcionamientos psíquicos así actualiza-
dos son múltiples: remiten a tres dimensiones diferentes, pero
que coexisten.

1. La reanudación

Lo que se dice o hace en el intersticio tiene un sentido explí-


cito latente, se dice o hace para ser retomado ulteriormente e
integrado en las cadenas asociativas. La acción o el fantasma
permiten que se experimente y viva una potencialidad psíquica
que va a servir como experiencia que apuntala el proceso analíti-
co, en el momento de la reanudación asociativa en el seno de la
sesión. Es una forma de actualización transferencia!.

2. El depósito

Lo que se dice o hace en el intersticio queda reservado,


depositado, para ser conservado, helado, inmovilizado. Según la
proporción de angustia, el intersticio es entonces el lugar del
secreto o del enquistamiento.
200 U INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

3. La cripta

Esto supone un estricto clivaje entre el tiempo de la sesión


propiamente dicha y el tiempo que no corresponde a ella. Lo que
se dice o hace en el intersticio es colocado en la cripta, sin posi-
bilidad de reanudación; se le asigna residencia en el intersticio y
se le prohibe habitar las cadenas asociativas.
Estas funciones diferentes pueden conmutarse unas por otras.
Un determinado elemento en depósito se enquistará si aumenta
la angustia, o será retomado y volcado a cuenta de la cura, si por
el contrario los clivajes disminuyen. Estas funciones son las del
espacio transicional, cuyo intersticio reproduce las formas de
elaboración y los avatares'-».
Lo que no llega a inscribirse en el marco de la sesión propia-
mente dicha, lo que permanece potencial en el aparato psíquico,
encuentra en el intersticio un lugar periférico donde localizarse,
protegiendo así al analizante (y a veces al analista) de pasar al
acto exterior al espacio analítico, radicalmente sustraído al
proceso; o bien encuentra en este anexo del marco una puerta de
entrada al análisis.
La intervención o la interpretación de lo que se dice o hace
en el intersticio plantea problemas particulares que todo analista
es llevado a encarar tarde o temprano. Aunque a veces es indis-
pensable, el analizante experimenta con frecuencia la interpreta-
ción como persecutoria, como destructora de la transición, sobre
todo cuando por su forma o fondo no logra respetar la ambigüe-
dad organizadora de los funcionamientos psíquicos intersticiales,
cuando desenmascara con excesiva crudeza un proceso o una
negación que todavía había que mantener "en secreto", había que
respetar.

14 Para ser más rigurosos, debiéramos hablar de procesos "potencial-


mente transicionales", pero la verdadera transicionalidad es sólo uno de sus
destinos posibles.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 201

III. EL INTERSTICIO EN LAS INSTITUCIONES ASISTENCIALES

Las funciones del intersticio que acabamos de deducir


cobran, debido a las características propias de las instituciones
asistenciales, formas particulares que no deben hacemos olvidar
su fondo común. También es fundamental la ambigüedad del
estatuto de los procesos que en ellas se desarrollan.
¿El intersticio es un lugar de trabajo o un espacio privado? is
El valor regulador del intersticio institucional pende de la
irresotubilidad de esa pregunta. En efecto, el modo de trata-
miento grupal e interindividual de esta paradoja fundamental
regula la capacidad de utilización de los intersticios y el valor
que pueden cobrar en la regulación psíquica de las relaciones
interindividuales e intergrupales. El análisis de los procesos
grupales intersticiales no es separable de los procesos grupales
de la institución estructurada, sea que el intersticio y la institu-
ción estructurada se encuentren en una relación de mutuo sopor-
te o, a la inversa, en una relación de clivaje.
Cuando predomina el funcionamiento de soporte mutuo,
aparece en el intersticio la función del vocero, es decir, aquel o
aquella a quien se le dice lo que no se puede decir en otra parte,
en los espacios oficiales, para que los transmita sin demasiado
riesgo, gracias a una distancia que se debe a la existencia de
intermediarios o a la ambigüedad del estatuto del espacio inters-
ticial. En efecto, la ambigüedad del intersticio permite acomoda-
mientos de la distancia subjetiva con el otro, que hacen posible
pedirle a uno u otro que "tanteen el terreno" referido a un
problema dado. Evita así los perjuicios narcisistas, reales o
fantaseados, de una palabra que asumiría el riesgo de hacerse
escuchar y de recibir un rechazo o una negativa. Así, la palabra
puede ser ensayada con el fin de asegurar los soportes necesarios
para una eventual reanudación en el seno de los espacios oficia-
les. Esos comportamientos garantizan una función de vínculo,
que establece puentes, conforta narcisistamente, permite acornó-
la Esta ambigüedad fundamental permite comprender el hecho de obser-
vación corriente de que, en el seno del intersticio, los miembros de la institu-
ción pueden pasar sin vivencia de ruptura, ni sentimiento de incongruencia,
de la narración de sus ocios de fm de semana, por ejemplo, a la discusión de
los problemas del servicio.
202 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

damientos contrafóbicos, evita un sentimiento de soledad dema-


siado doloroso.
Claro que hay que incluir en el funcionamiento de soporte
mutuo, de "reanudación", las discusiones directamente referidas
a la "última reunión" o a la "última consulta", que pueden
permitir volcar el exceso que no pudo encontrar lugar y/o elabo-
rar lo vivido.
Estos funcionamientos implican la presencia de "receptores",
"escuchas", "obturadores" o "voceros", implican que en un
proceso de apoyo recíproco todos, o uno, o determinadas perso-
nas acepten ser utilizadas así. Si las angustias paranoides o
esquizoides aumentan demasiado, bajo la presión de pacientes
que amenazan las defensas grupales o la de una coyuntura social
y/o institucional difícil, el intersticio se endurece, aparece un
clivaje que implica comportamientos igualmente característicos.
El intersticio se hace cripta, se privatiza, las posibilidades de
reanudación son amenazadas o desaparecen; el eventual vocero
se convierte en "soplón"; las cosas se dicen para no ser dichas en
otro lugar. La cripta echa sus cerrojos, se convierte en espacio
secreto, se desliza por entero al ámbito de lo privado'*. Puede
convertirse en inoportuno "hablar del trabajo", de buen tono
criticar a fulano o mengano, o excluir a algunos de las conversa-
ciones —esto varía según las costumbres culturales específicas
de los grupos sociales en cuestión—i''.
El sentido de lo que pasa en una reunión o en otro lugar de
la institución estructurada puede aparecer con claridad siempre
que esté garantizado que no va a ser "utilizado" afuera. Su
hermetismo se convierte en una garantía contra la locura. La
cripta es también el espacio donde se constituyen las estrate-
gias grupales, donde se anudan y disuelven las alianzas, donde
se ejercen las muchas veces ocultas relaciones de poder. Enton-
ces la vida institucional es doble, en parte "oficial" y en parte
"oculta".
El intersticio es por último el lugar donde los rumores
—generalmente organizados por las angustias paranoides y

16 Pueden aparecer "pasajes al acto" sexuales o agresivos.


1'' A la inversa, el intersticio puede no existir más como tal debido a la
desaparición del espacio privado.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 203

esquizoides— nacen, cobran forma y amplitud, pueden desarro-


llarse chocando con la menor cantidad de topes posible.
Diferenciar como lo estamos haciendo las funciones del
intersticio, sus diferentes regímenes de funcionamiento, no
significa que pensemos que en la práctica esos funcionamientos
se excluyen mutuamente. Las diferentes funciones del intersticio
están siempre potencialmente presentes. El predominio de una u
otra de estas funciones depende en parte de los demás sistemas
de regulación institucional de los que son solidarias, de la
proporción de angustia no elaborada, y de las peculiaridades
correspondientes a las condiciones mismas del funcionamiento
del intersticio.
Al interrogarse sobre el fundamento fantasmático de las
instituciones, S. Freud en 1921 logra deducir, más allá del marco
formal y apuntalándolo, la naturaleza identificatoria de la cohe-
sión grupal. A la inversa, asigna una función desorganizadora a
la envidia. Cuando el intersticio pierde su función transicional,
podemos adelantar la hipótesis de una ruptura de la red de iden-
tificación interindividual —donde el otro es siempre también el
mismo—. A veces, los miembros de un subgrupo, soldados en
una comunidad de rechazo (según la expresión de M.Fain) ponen
en común un proceso de exclusión; a veces la envidia ya está
suficientemente contrabalanceada por un proceso de interidenti-
ficación aceptado. A partir de allí, el postulado narcisista subya-
cente a las interrelaciones tiende a cobrar la forma siguiente o
alguna de sus derivadas. "Yo ya no soy como los demás". La
ruptura de este elemento de especularidad, necesaria para la
aceptación de la conflictiva interna, transforma a ésta en conflic-
to interindividual, incluso en "crisis" intergrupal; después genera
clivaje y efectos paranoides.

IV. EL JUEGO EN EL INTERSTICIO O EL PROBLEMA DE LA


INTERVENCIÓN "INTERNA"

1. Cuestiones metodológicas previas

Los funcionamientos institucionales descansan sobre podero-


sos factores sociales, ideológicos, grupales, culturales. La
204 LA INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

coyuntura social, sus fluctuaciones económicas e ideológicas,


afectan profundamente la vida institucional, cuyo telón de fondo
constituyen. Aprehendida en términos de la vida concreta de la
institución, la coyuntura social aparece siempre mediatizada
por/en los procesos de la vida grupal e intergrupal. También en
términos de procesos grupales se manifiestan las fluctuaciones
de la coyuntura institucional singular, es decir, el efecto grupal,
en un momento dado, de las particularidades personales de este o
aquel instituyente o este o aquel instituido. En la institución, ni
la coyuntura social ni la coyuntura individual aparecen indepen-
dientemente de sus efectos sobre la vida grupal, sobre el aparato
psíquico grupal e institucional. Estos determinantes macroscópi-
cos y microscópicos condicionan en parte las variaciones de las
redes de representación que circulan en el aparato psíquico
grupal, las fluctuaciones de la cantidad de excitaciones y angus-
tias a elaborar, pero no son aprehensibles en tanto tales; se dan
siempre a partir de su reanudación —o de la carencia de proce-
sos de reanudación— en el seno del "aparato psíquico grupal e
institucional". En todo caso, es el postulado de fundamento de
una aproximación psicodinámica de la vida institucional. Es
también esa hipótesis la que funda las posibilidades de interven-
ción psicológica en el seno de la institución. La causalidad exter-
na no puede ser aprehendida sino a partir del juego de las contra-
dicciones internas.
¿Cómo pensar a partir de allí el problema de esta interven-
ción, de su dispositivo? Salvo que se considere como un demiur-
go capaz de contener y elaborar solo e independientemente de
todo marco —a menudo contra todo marco— el conjunto de la
vida institucional, el interviniente está condenado a utilizar los
sistemas de regulación ya existentes, al menos potencialmente,
para llevar la intervención al seno de los lugares cuyo funciona-
miento va en el sentido de los sistemas de regulación espontánea
del aparato psíquico grupal e institucional. Anteriormente trata-
mos de describir dos de estos sistemas de regulación: la remisión
y el intersticio.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 205

2. La práctica intersticial

El primero de estos sistemas, evocado en la metáfora de la


remisión o en la de la liberación, se actualiza en el seno del
dispositivo de organización global, en el reacomodamiento de
un espacio de "tratamiento de los residuos", "de un espacio de
reciclaje". Advertimos en el camino el conjunto de problemas
que implica el reacomodamiento de ese espacio-tiempo. El
problema de la práctica y la conducta de esas reuniones es de
naturaleza muy compleja; su campo superaría nítidamente los
límites que fijamos al presente trabajo. El modelo de la inter-
vención analítica en grupos grandes debiera ser aquí el más
fecundo, aun cuando su introducción en el seno de las institu-
ciones asistenciales ya constituidas, que poseen una historia,
ideologías estructuradas, un marco singular, exige acomoda-
mientos particulares i«.
El prototipo del "trabajo de reciclaje" habría que buscarlo sin
duda del lado de lo que W. Bion, y en su huella R. Kaes (1976a),
denominaron la función alfa (o la función de ensueño maternal),
tal como las dejan entrever el análisis transicional y sus reglas
(D. Anzieu, 1979) aplicadas a los grupos.
El segundo dispositivo de intervención reguladora que se
desprende de nuestro análisis precedente es el intersticio, y en él
nos vamos a detener con cuidado. El problema de una "práctica
intersticial" es delicado.
Muchos psicólogos clínicos consideran que su trabajo de
psicólogos se limita a las actividades que se definen estrictamen-
te como tales, es decir, las que llamé la institución estructurada.
A partir de allí adoptan en el intersticio una actitud no profesio-
nal. Para ellos el intersticio no sería el sitio de una práctica, sino
un tiempo de pausa.
Otros, a quienes experiencias anteriores (en que se vieron
entrampados o trabados en su actividad por las relaciones que
habían entablado durante los tiempos intersticiales) los volvieron
prudentes, adoptan la actitud sistemática de remitir toda discu-
sión que cuestione las relaciones de trabajo a las reuniones insti-
la Sobre algunos de estos puntos véase "L'intervcntion analytique en
institution", R. Roussillon (1978).
206 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

tucionales formalmente instituidas. O se abstienen de toda


presencia en el intersticio.
Por último, hay quienes hacen del intersticio uno de los luga-
res esenciales de su práctica. Allí se encuentran con pacientes y
colegas, y se ofrecen como escucha disponible a quien quiera
aprovecharlos.
Las prácticas intersticiales suelen resolverse en el seno de la
paradoja que las constituye, para lo cual hay poderosos motivos.
El intersticio se da como un tiempo de extraterritorialidad donde
todos ceden a la tentación de "bajar la guardia", abandonan la
vigilancia profesional: a ello invita el carácter amistoso, de
convivencia, de las actividades que allí se desarrollan. La idea de
una pausa, de un momento de relajación, da fuerza a la ilusión
de poder hacer a un lado la personalidad y la distancia profesio-
nal para mostrarse "al natural", despojado de todo estatuto
profesional. En el intersticio puede reinar una impresión de
intercambio mutuo, fraternal, liberado de las tensiones inter-
transferenciales vinculadas con el trabajo en común. Esta reci-
procidad suele utilizarse para compensar las tensiones narcisistas
vinculadas con las diferencias jerárquicas y de estatuto, al modo
de un compartimiento estanco energético. Cuando el intersticio
funciona como espacio o tiempo de transición, estos procesos
son incluso necesarios para moderar los efectos de idealización
(o de fecalización) inducidos por las posiciones de estatus, y
remitir así los efectos de intertransferencia a su fuente institucio-
nal, gracias a una especie de prueba de realidad extraprofesional.
Así se diferencian función y persona.
Pero en esta coyuntura transicional las diferencias estatutarias
no desaparecen nunca por completo; más bien resultan puestas a
un lado, situadas en la periferia de la relación, que apuntalan en
silencio. El fondo del intersticio, lo que lo define como intersti-
cio, está mudo, latente. El intersticio está entonces en una rela-
ción de mutuo soporte con la institución estructurada: se aceptan
las diferencias institucionales, pero sus aristas resultan más tole-
rables en la medida de las limitaciones que les son impuestas.
Dicho de otro modo, el intersticio permite que se restablezcan
identificaciones "personalizadas", que por el contrario permiten
captar de otro modo las identidades profesionales. Esta función es
particularmente importante en las instituciones de asistencia
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 207

psíquica, en la medida en que en ellas los deslizamientos ideali-


zantes de la función son especialmente activos. Ese funciona-
miento del intersticio no encuentra reparo en ser respetado, y con
él todo su cortejo de paradojas y necesarias ilusiones.
Pero puede suceder que el mutuo soporte entre el intersticio
y la institución estructurada fracase; que su función de transición
reguladora se desdibuje, se endurezca; que los procesos de
enquistamiento se vuelvan dominantes. Las instituciones asisten-
ciales y de reeducación, debido a las peculiaridades de sus insti-
tuyentes, están especialmente sometidas a tensiones difíciles de
gestionar y organizar. Sucede que se convierten en el campo de
una verdadera "cultura de pulsión de muerte", bajo la reiterada
presión de las intertransferencias psicóticas o antisociales, que
pueden tener el impacto de verdaderos traumatismos grupales.
La violencia, "interpretativa" o actuada, suele ser el destino coti-
diano de muchas instituciones asistenciales. La envidia de algu-
nos asistentes, exacerbados por los procesos arcaicos que su
función lleva a tratar de contener, los hace sabotear la empresa
terapéutica de otros que a su vez se vengan. Pueden prevalecer
las fuerzas de inercia, alimentadas por la compulsión a la repeti-
ción de los pacientes; dado que todo cambio real reactiva angus-
tias profundas, difíciles de elaborar y que tienden a tomar la
forma de la angustia catastróficaí'. El intersticio ya no puede
desempeñar una función reguladora; por el contrario, se convier-
te en el lugar o el tiempo donde la envidia se exacerba, donde se
estructuran las comunidades de rechazo.
Entonces se le plantea al psicólogo clínico —a cualquier
practicante que quiera colaborar en la regulación de la crisis— el
problema de la actitud a adoptar cuando asiste o es interpelado
por lo que sucede en los tiempos intersticiales. Puede optar por
conservar una absoluta neutralidad respecto de los "campos" que
se dibujan, de las negaciones y clivajes que se organizan, o bien
optar por intervenir para remitir lo que se intercambia a los
"continentes" oficiales. En muchos casos descubrirá que la
neutralidad o sus intentos de restituir lo intercambiado son vivi-
dos como una retirada defensiva, como un modo de "proteger-

•' A menudo el interviniente en una institución en crisis se ve enfrentado


a un panorama así (véase R. Roussillon, 1978).
208 U INSTITUCIÓN Y U S INSTITUCIONES

se", de ponerse "fuera del alcance", o bien como una "objetiva


complicidad". Se habrá perdido entonces una buena oportunidad
para ayudar "en caliente" a la retransicionalización y a la regula-
ción de los procesos institucionales. Aun cuando no adopte esta
actitud de reserva, aun cuando llegue a comprender lo que está
en juego en tiempos de crisis, se sigue planteando el problema
de las condiciones de su intervención 20.
La experiencia muestra la escasa utilidad y rigor de la inter-
pretación pura y simple; rara vez se la acepta bien; suele ser
imposible de entender para los interesados, a veces es persecuto-
ria. La interpretación formulada como tal debe estar reservada a
un marco terapéutico estructurado: el proceso es inseparable
del marco, y también la intervención en ese proceso es insepa-
rable de sus condiciones estructurales. La intervención en el
seno del intersticio debe tomar la forma de cierta implicación
personal, su paradoja reside en que no será "profesional" sino
bajo la condición de no formularse como tal. La práctica en el
seno del intersticio no podría definirse como una práctica profe-
sional, aunque sea una práctica de profesional. Siendo así, otro
elemento de la doble coacción, sin embargo, tiene que ser una
práctica, es decir, se dirige, como toda intervención terapéutica,
a restablecer cierto desapego, cierta distancia respecto de lo dado
como "real", a permitir que lo que se juega pueda captarse como
representación. De modo que hay que tratar de asir la especifici-
dad de este tipo de intervención más en sus formas que en su
fondo, en lo que trata de transmitir o de producir. El principio
general parece ser que su forma respeta la paradoja, la ambigüe-
dad, constitutiva del lugar y su valor.

20 Es probable que se requieran algunas características extrínsecas para


que esa intervención tenga posibilidades de ser eficaz: la experiencia parece
indicar que el practicante tiene que tener un tiempo suficiente de presencia en
la institución, que tiene que haber conseguido un territorio reconocido en la
institución, que sus cualidades personales y actitudes concretas dejen la
impresión de que es un "continente" suficientemente bueno y fiable, y por
último que no se haya ubicado excesivamente en una posición jerárquica, ni
en las luchas por el poder.
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 209

3. El marco y el tacto

Al leer el texto de S. Freud consagrado al psicoanálisis


silvestre, J.L Donnet (1973) hace aparecer el vínculo entre el
marco y el tacto. El marco sería lo que permite prescindir de
tacto 21. A partir de allí cabe preguntarse si a la inversa, cuan-
do no hay marco formal instaurado o sostenible, el tacto no
sería lo que en rigor permite prescindir del marco. Es algo más
que un juego de palabras. La observación de las "crisis" insti-
tucionales pone en evidencia la casi desaparición del tacto en
los intercambios interpersonales. Cierto que se puede ver en
ello un efecto del fracaso de los "continentes", pero también
hay que detectar un efecto de la ruptura de la red identificato-
ria. Ya S. Ferenczi había señalado en su correspondencia con
S. Freud el vínculo entre tacto e identificación, cuando le
proponía considerar que la matriz del tacto residía en la capa-
cidad de "sentir con" el otro. En el intercambio interpersonal,
el tacto aparece desde allí como lo que atestigua, o hace sensi-
ble, la realidad vivida de esa forma de identificación. En las
situaciones desmarcadas o "críticas", el ayudar a mantener
vivas todas o parte de las identificaciones permite conservar
cierto "continente" sustituto o, al menos, no agravar los proce-
sos de desapego. Cuanta más implicación personal se le exige
al terapeuta, más hay que subrayar el imperativo de respeto a
la envoltura narcisista del otro. En cierto sentido se trata de
una condición previa formal.
La noción de una implicación o de un compromiso personal
por parte del practicante en los momentos de crisis intersticiales
—noción que propongo como una de las maneras de respetar la
paradoja del intersticio— debe asociarse con lo que D. Anzieu
(1979) llama la interpretación "en primera persona", de la que
hace uno de los principales instrumentos del análisis transicional
en psicoanálisis individual y grupal. Cuando los afectos son
descalificados, cuando los double-binds invaden los intercam-
bios, la experiencia muestra que la verbalización y la designa-
ción de los afectos experimentados puede proporcionar un puntal

21 Fórmula que seguramente habría que matizar cada vez que en el centro
del proceso psicoanalítico aparezcan importantes heridas narcisistas.
210 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

y un continente a los procesos psíquicos, un soporte que contri-


buya al fracaso de los procesos de disolución.
Las situaciones de crisis intersticiales suelen confrontar al
practicante con situaciones que movilizan grandes cantidades de
excitación, difíciles de contener en una palabra que sólo fuera
intento de verbalización o desprendimiento. A menudo es más
esencial que la intervención contribuya a hacer experimentar un
límite, una representación-cosa del puntal refractivo. A menudo
es necesario recurrir a un modo de intervención psicodramática^^
que a través de la actuación trate de llevar el acto a su punto de
simbolización. Para que estas interacciones de forma psicodra-
mática, que suponen que haya varios practicantes decididos a
ensayar esa actuación, sean eficaces, denen que efectuarse en
una interaccción donde la índole lúdica del intercambio sea
sensible (o se vuelva sensible poco a poco), pero implícita, no
resoluble. El practicante es llevado muchas veces a intervenir
mediante un acto que cobra valor de símbolo al operar en el
momento mismo en que se concreta lo que inhibe o bloquea el
juego. A título indicativo, veamos un ejemplo de intervención
que tiene lugar habiendo cobrado valor simbólico al volver a
problematizar un rasgo cultural de un grupo de educadoras. En
este ejemplo, la presencia de los instituyentes en el intersticio
"hace arder" la ambigüedad de los procesos de identificación.

Se trata de una institución que recibe niños psicóticos. Las enfer-


meras y educadoras habían lomado la costumbre de consumir su café
de 12,30 a 14, reteniendo a los niños "enu-e las patas". Se instauraba
un double-bind en que los niños no podían alejarse y al mismo tiempo
eran rechazados continuamente, y excluidos de la relación entre las
asistentes. El grupo de asistencia vivía con los niños una relación de
simbiosis, pero esa relación era simultáneamente negada. Se había
instaurado un círculo vicioso: los niños agredían a las asistentes, que a
su vez los rechazaban cada vez con más fuerza.
Esc juego se materializa físicamente. Las enfermeras y educadoras
se sentaban en círculo cerrado, impidiendo de hecho a los niños que se
introdujeran en el círculo. Cansada de la agresión constante, y sensi-
ble al riesgo que se manifestaba en algunos casos, la psicóloga presen-

22 P. Dubor (1979) elaboró por su parte el término de "gestión grupal" en


el tratamiento de los psicóticos, para definir ese tipo de interacción "contene-
dora".
ESPACIOS Y PRACTICAS INSTITUCIONALES 211

te aceptó un día romper el círculo cerrado, recibió junto a ella a un


niño y se ocupó de él, rompiendo así material y psíquicamente la
isomorfia grupal. Al mismo tiempo que seguía ocupándose del niño,
ella tuvo que asumir y explicar su actitud a las demás asistentes que la
interpelaban, sin comprender que "no se pueda beber tranquilamente
el café", y que ella acogiera a un niño tan agresivo. Obligada a una
doble identificación contradictoria, tuvo que tratar de mostrar cómo el
comportamiento agresivo del niño cobraba para ella el valor de un
llamado. Esta escena tuvo lugar en varias oportunidades a lo largo de
varias semanas. Entonces se entabló una discusión informal, que
también se repitió prolongándose de una semana a otra, sobre el modo
de comprender lo que sustentaba el comportamiento manifiesto de los
niños, cosa que nunca se había hecho eficazmente en oportunidad de
las reuniones de síntesis oficial del equipo. En ellas, la palabra de los
psicólogos, aparentemente escuchada, era descalificada de hecho,
considerada como un tic profesional intelectual sin implicaciones en
la práctica concreta.

Un análisis pormenorizado de esta secuencia de interacción


desbordaría los límites de mi propósito actual; me limito a desta-
car un solo punto.
La metacomunicación (es decir, la comunicación que toma
como objeto lo que sustenta la comunicación, las premisas,
imagos y teorías del hombre y el mundo que sustentan la acción)
sólo se hizo posible y eficaz después de un acto efectivo, cuya
índole atestiguaba que una experiencia subjetivamente excluida
de la cultura grupal podía integrarse en ella sin caos ni destruc-
ción. El acto "simbólico" instaura de hecho una ruptura en el
aparato psíquico grupal isomórfico y la comunidad de rechazo
en torno de la cual se había construido. Sólo subsecuentemente y
a partir de lo problematizado por/en esa brecha, se puede encarar
una reanudación explícita, metacomunicativa, que no sea tomada
de entrada en la repetición del rechazo y que no quede en "letra
muerta". Si cabe pensar que la reanudación de lo que acaba de
actualizarse se puede llevar a cabo en las reuniones formales
previstas para ese fin, me parece que también hay que estar
dispuesto, como esa psicóloga, a realizarlo "en caliente", en el
momento mismo en que se hacen sentir con más fuerza sus
apuestas intrasubjetivas.
Para concluir estas reflexiones sobre las prácticas intersticia-
les, quisiera señalar otra de sus paradojas. El valor de ruptura de
212 U INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

la intervención sólo puede manifestarse a posteriori. En otras


palabras, son efectos los que atestiguan a posteriori lo bien
fundado de su forma. Así que es inevitable el riesgo en el
momento de discutir la intervención; aceptarla es aceptar la
precariedad de la transición, de ese equilibrio inestable y relati-
vamente imprevisible que sella la puesta en acción de las pulsio-
nes de vida.
CAPITULO 7

EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALÍTICO'


DE LA INSTITUCIÓN. LA INSTITUCIÓN O
LA NOVELA FAMILIAR DE LOS ANALISTAS

Jean-Pierre Vidal

I. LA FAMILIA COMO MODELO U ORIGEN EN EL PSICOANÁLISIS


DE LA INSTITUCIÓN

Es de destacar que el proyecto de análisis de la institución se


topa inexorablemente con la "familia", que surge como referen-
cia constante, ejemplo privilegiado y aun como justificación y
legitimación del recurso analítico.
El psicoanálisis de la institución se funda en el de la familia,
que se presta inmejorablemente a la investigación analítica.
Ahora bien, si la familia en tanto institución puede considerarse
como la institución original, de donde salen todas las demás, o si
puede aparecer como representativa (modelo reducido o duplica-
do) de las instituciones en general, parece evidente que el psico-
análisis puede aplicarse de una a las otras.
En efecto, el psicoanálisis permite, como en Fomari (1971),
dar cuenta del origen de la institución familiar, que se constituye
como defensa contra el surgimiento o resurgimiento de las
angustias primarias, sobre el supuesto de que quien conoce el
origen conoce todo lo demás. Asimismo, la familia se ofrece
como modelo, y el conocimiento particular de ella, que permite
el psicoanálisis, autoriza desplegarlo o exportarlo de un lugar
institucional a otro. En este caso el supuesto consiste en que los
individuos trasladan al seno de cada institución las relaciones y
las defensas que establecieron originalmente en la familia.
Estos diferentes enfoques y las justificaciones que se les dan
tienen en común el tomar la institución como sujeto real. Esta
comunidad de enfoques, que permite "analizar la institución", y
2U LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

las asimilaciones con la familia que operan —siendo por otra


parte cosas desiguales— nos parecen ejemplares y merecedoras
de análisis. Si en un proyecto así lo que está en suspenso es el
problema de la aplicación del psicoanálisis, el problema no deja
de desplazarse del psicoanálisis a la naturaleza del objeto al que
supuestamente se aplica. En efecto, el problema subyacente e
implícito en todo proyecto de este tipo parece residir en una
inquietud no confesada de justificación epistemológica. De
hecho, parece manifiesto que responde a una pregunta que no
nos hemos tomado el trabajo de plantear, y que podría formular-
se así: "¿En qué condiciones es posible y legítimo recurrir al
psicoanálisis como práctica teórica para la inteligibilidad de los
fenómenos sociales que son las instituciones?" La respuesta es
siempre e inevitablemente la misma: "Bajo la condición de
poder reducir toda institución a la institución familiar, pudiendo
reducirse ésta ocasionalmente a un personaje familiar".

/. "Contribución al psicoanálisis de la escuela como


institución"

En el texto de Peter Furstenaü (1964) que se titula así, se


dice explícitamente que existe un... parentesco (!) entre la
escuela y la familia, y que por esa razón está perfectamente
fundamentado recuirir al psicoanálisis para analizar, aclarar,
comprender una relación que no se puede separar de la que se
entable en familia. En este sentido, el psicoanálisis ha resultado
ser un instrumento privilegiado para poner en evidencia el senti-
do de las relaciones específicas que se establecen entre adultos y
niños. Precisamente... "como los padres, los maestros son adul-
tos en relación educativa con los niños" (pág. 57).
Por otra parte, el terreno privilegiado del psicoanálisis es el
de la regresión, y la escuela crea y mantiene situaciones genera-
doras de regresión (pág. 58).
El comportamiento de los sujetos en presencia y en relación
encuentra su desciframiento en una vivencia familiar anterior. Lo
que sucede en la escuela está sobredeterminado por la historia
familiar. El encuentro que instaura la escuela reactiva sentimien-
tos, actitudes, posiciones, fantasmas... movilizados en ocasión del
conflicto que en su infancia enfrentó al maestro con sus padres.
EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALÍTICO" DE U INSTITUCIÓN 215

No vamos a seguir a P. Furstenaü en los pormenores de su


exposición, que lo lleva a desarrollar cómo este sistema social
dirigido a conseguir el sometimiento y el control de las pulsio-
nes, la formación del carácter, la regulación de las conductas,
sustituye a los padres en su tarea educativa, y al hacerlo define
funciones, suscita roles, induce un estilo de relaciones que
hacen de este sistema una institución cercana a la institución
familiar. En este sentido, la institución escolar se presenta como
una institución específica. Incluso cabe considerarla en el
conjunto de las instituciones como eminentemente marginal. En
efecto, si "se aproxima a la familia... se aparta de las organiza-
ciones cuya racionalidad se define en relación con el objetivo
asignado" (pág. 57). Si al nivel de la familia nos mantenemos
en un plano que es coto de lo irracional, es también el caso de la
institución escolar, dado que ella no puede presuponer un
compartimiento que es sólo un resultado: el efecto acabado de
su proyecto. No tiene que vérselas con alumnos, sino con hijos.
Así que no puede esperar de ellos un comportamiento absoluta-
mente acorde a las normas de la organización adaptada a la
finalidad que la funda, dado que su finalidad consiste precisa-
mente en inducir a los niños a ese comportamiento a través de la
educación. No puede presuponer al principio lo que sólo puede
advenir al final.
Precisamente porque desde ese punto de vista esta institución
no es como las otras, está justificado utilizar el psicoanálisis para
comprender lo que pasa en la escuela entre los diversos actores
institucionales: los que administran la enseñanza, los que la reci-
ben, los que la controlan.
Pero la naturaleza irracional de lo que legitima aquí el recur-
so al psicoanálisis excluye la validez de su utilización para otras
instituciones, que el derecho define como "organizaciones de
pura racionalidad" y, en tanto tales, fuera del alcance del psicoa-
nálisis. El comportamiento de los agentes conforme a las normas
de organización —que se supone es el caso de las instituciones
de trabajo— no deja lugar a la investigación psicoanalítica, que
no encuentra en ellas su objeto. Lo irracional sólo parece convo-
car al psicoanálisis para conjurar sus efectos.
Así, en la perspectiva de Furstenaü, lo que nos autoriza a
hablar de la institución escuela en términos psicoanalíticos es
216 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

tanto lo que la distingue de las otras instituciones como lo que la


emparenta a la institución familiar, y casi cabría decir que lo que
la distingue no es otra cosa que lo que la emparenta. El proceso
que lleva a introducir el psicoanálisis en ese campo institucional
se genera en el reconocimiento de una similitud y en el surgi-
miento, por así decir, de la estructura familiar en ese campo. Es
por lo menos singular que la lógica del recurso analítico esté
subordinada al descubrimiento de la "familia" en otro campo
institucional, descubrimiento que parece constituir una "condi-
ción de posibilidad", el criterio o la medida por la que se estable-
ce una legitimidad.
A título de hipótesis, propongamos que los que tienen senti-
do no son tanto los acercamientos efectivos, como esa represen-
tación misma que afecta la aproximación a los procesos institu-
cionales hasta el punto de que no se los puede reconocer y hablar
de ellos sino a través del prisma de la familia. En este sentido,
nos parece fecundo considerar el texto relativo a estos problemas
no como la exposición de un dato objetivo (el de la institución
como marco social), sino más bien como la expresión de una
representación sintomática. El grupo familiar como objeto se da
como imagen adecuada para representar o apta para figurar la
institución en el fantasma... incluido el de los analistas.

2. "Para un psicoanálisis de las instituciones"

El enfoque totalizador de F. Fomari en el artículo que lleva


ese título (1971) i nos parece especialmente ejemplar. Su proyec-
to es explicar la organización social en su conjunto, y pretende
dar cuenta de los fundamentos mismos de la sociedad, hasta el
punto de que nada en ese terreno parece poder escapar al alcance
de su interpretación. El carácter globalizador de esta empresa y
los fundamentos familiaristas que se dan constituyen a nuestro
juicio un indicio particularmente flagrante de la fuerza del
fantasma y del predominio de esta representación familiar-grupal
en el intento de elaboración teórica supuestamente psicoanalítica
de la institución.
Fomari cree que las instituciones pueden considerarse inde-

1 Reproducido en este volumen. [E.]


EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALITICCT DE LA INSTITUCION 217

pendientemente de los individuos que las animan, de los roles


que en ellas cumplen según las circunstancias y, sobre todo, de
la imagen que se hace tanto de ellas como de éstos. Al menos es
lo que atestigua la formulación según la cual "las instituciones
sociales pueden considerarse y describirse como mecanismos de
defensa contra la angustia primaria persecutoria y depresiva",
formulación que parece retomar la de E. Jaques. Pero precisa-
mente sobre este punto, este último pretende muy otra cosa. En
efecto, según E. Jaques, no se puede confundir la función social
de las instituciones con la que es susceptible de cumplir, en un
momento dado, para los individuos reales que garantizan su
funcionamiento efectivo. Así, distingue la utilización psíquica
que los individuos miembros pueden hacer de la institución de
su utilidad social y objetiva.
Pero el desplazamiento de perspectiva que lleva a cabo
Fomari no deja de ser sintomático. Su demostración se funda en
el enunciado según el cual las instituciones sociales se han cons-
tituido y organizado como protecciones naturales contra las
angustias primarias. Así la función esencial de las instituciones
reside en la acción defensiva que cumplen para sus agentes y
usuarios. Fomari se propone hacer hincapié en la familia como
institución social especialmente notable.
Sin duda, la familia es representativa de su tesis, pero sobre
todo se presta "de modo privilegiado al estudio psicoanalítico"
(pág. 104), estudio específico que permitirá precisamente captar
los procesos por los cuales se constituyeron las diferentes orga-
nizaciones sociales de base sobre las cuales descansa la sociedad
en su conjunto. Pretende establecer así cómo el psicoanálisis
aplicado a la familia vuelve inteligible "los fundamentos de las
clases sociales", esto es, los orígenes mismos de la sociedad.
Si Bion concibe a la aristocracia (a propósito de la hipótesis
de acoplamiento) como representativa y ejemplar de lo que
podría ser la institucionalización del modo defensivo que realiza
el acoplamiento en el seno del grupo, Fomari por su parte se
propone prolongar ese punto de vista.
Mientras que el proyecto de Bion (1961) se presenta como
más descriptivo que explicativo, F. Fomari pretende dar razón de
los diferentes "presupuestos básicos" que este último pone en
evidencia, y otorgar al del acoplamiento un lugar fundamental.
218 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

Hay motivos para pensar que los "presupuestos básicos" se defini-


rían como otras tantas reacciones defensivas y específicas contra
las angustias de índole psicótica, reactivadas o movilizadas en
cada individuo por la situación grupa!, el dilema que esta situación
plantea, la regresión que en el grupo suscita este dilema.
Ahora bien, en todo grupo donde cada cual es confrontado
con la ansiedad y el miedo, surge la idea de que existe algo o
alguien susceptible de apaciguar la ansiedad, de resolver el
miedo. Esa es la función original del líder. Pero en este sentido
lo que caracteriza al grupo de acoplamiento es que en la circuns-
tancia el líder es "inexistente"; dicho de otro modo, ¡todavía no
nació!
A propósito de esto, es de destacar que la atmósfera que
reina en el grupo de acoplamiento es una atmósfera de espera
confiada. Un acontecimiento por venir o un resultado inmediato
esperado tendrán un efecto salvador positivo. Esta espera se
presenta así como la espera de un "mesías" reparador. Y ese
mesías por venir (hombre, idea o utopía) es vivenciado como
consecuencia de ese "acoplamiento", generado por esa relación
de acoplamiento y producto idealizado de ella. Pero esta espe-
ranza necesaria y confiada, esta creencia en la llegada futura de
un ser salvador, sobreviene sin duda como defensa reactiva a la
angustia y al miedo, para remediar sentimientos intolerables de
odio, de destrucción, de desesperación.
Sin embargo, se plantea una pregunta: ¿cuál es la índole o el
componente de esta angustia, a propósito de la cual hablamos de
sentimientos de destrucción y desesperanza? ¿Cuál es la angustia
que habría en el fundamento del "presupuesto del grupo de
acoplamiento"?
Si Bion dejó esta pregunta sin resolver, Fomari pretende por
su parte proporcionar una respuesta. Esta angustia según él sería
expresión de la angustia genética. Esta angustia va a ocupar un
lugar central en la génesis de las organizaciones sociales origi-
nalmente vinculadas con esta estructura social fundamental que
es la familia, que no parece surgida sino de las necesidades y
modalidades de su gestión.
El análisis de los sueños de una embarazada que lleva a cabo
Fomari da como resultado que, en los fantasmas inconscientes
de la futura madre, el hijo por nacer es vivido:
EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALÍTICO- DE LA INSTITUCIÓN 219

— Como objeto bueno idealizado, sobreinvestido narcisista-


mente. El nacimiento de este salvador es esperado como un
resarcimiento, como una reparación.
— Pero el hijo por nacer aparece también en los fantasmas
asociados con el parto como objeto persecutorio, fuente de dolor,
de desgarramiento físico y moral; su nacimiento puede acarrear
la muerte de la madre.
En este último caso lo que aparece es la angustia persecuto-
ria característica de una vertiente de la angustia genética. Sin
embargo, el carácter más manifiesto de esta angustia reside en la
aprehensión o el miedo ansioso del deterioro del producto de la
concepción. Se trata de una angustia depresiva, que constituye la
otra vertiente de esta angustia genética. Ella se traduce o traiciona
en el sueño o el fantasma de poner en el mundo un ser malogra-
do, herido, discapacitado, deforme o monstruoso. Si esta angustia
tiene fundamentos fantasmáticos, vinculados con sentimientos
edípicos de culpabilidad, a veces resulta acreditada por lo real.
En efecto, hay "una posibilidad real" de que el hijo nazca "malo-
grado", por lo que constituiría el origen social real de la angustia
genética, que viene a duplicar su aspecto meramente fantasmático
(pág. 114). Esta simple observación permite presentir la función
que Fomari atribuye a las organizaciones sociales en la lucha que
son pasibles de librar contra las angustias originarias; a tal punto
es cierto que a sus ojos la realidad objetiva puede contener una
realidad fantasmática pavorosa, y remediarla.
Según Fomari, el presupuesto básico de acoplamiento sería
sólo el mecanismo de defensa elaborado contra la angustia gené-
tica, que se caracteriza tanto por sus aspectos persecutorios
como por sus aspectos depresivos. La espera de un hijo-mesías
sería la expresión del siguiente fantasma defensivo: "No es
verdad que mi hijo vaya a ser un objeto persecutorio que me va a
destruir o un objeto que yo malogré. El hijo que va a nacer será
el mesías, en el sentido de que me asegura contra el miedo del
hijo persecutorio y asimismo contra el miedo de que yo, que lo
engendro, lo haya estropeado con mis ataques" (pág. 106).
Lo que es válido para el grupo artificial lo es también para el
comportamiento colectivo en estado naciente: éste es uno de los
postulados epistemológicos de Fomari. Dicho de otro modo, "el
gmpo" sobre el que trabaja Bion reproduciría, según Fornari,
220 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

una situación originalmente vivenciada en lo social en estado


fluido, es decir, antes de su estructuración. Pero para que este
reaseguro contra las angustias persecutorias y depresivas que el
hijo moviliza, y que se logra mediante la idealización del
producto de la concepción, funcione de modo permanente, el
niño no debe nacer nunca. Se comprueba la necesidad de no
exponerse a una desmentida, es decir, a que la prueba de la reali-
dad no obligue a abandonar la creencia en la excelencia de ese
niño, al comparar al hijo real con el hijo soñado.
Esta elaboración defensiva reactiva a una angustia genética
se vería institucionalizada al nivel de ciertas organizaciones
sociales. Esta inquietud y esta precaución de no arriesgar una
verificación negativa se concretan en el sistema de castas y en el
de la aristocracia, que son estructuras sociales cuya naturaleza y
funcionamiento excluyen precisamente toda confrontación con la
realidad, decretando a priori como positivo y excelente el
producto de la concepción. Sin duda, presuponen que el niño es
excelente en tanto reproduce lo semejante. Lo mismo sólo puede
engendrar lo mismo. Es preciso apartar todo intento de transgre-
sión del orden de las cosas y preservar la norma natural de la
endogamia, la única en condiciones de contener el surgimiento
de la monstruosidad. En este caso, el monstruo no puede resultar
sino del efecto nefasto de una transgresión a la norma de segre-
gación sexual específica.
Comprendemos entonces que la angustia genética es suscita-
da en la medida que nos vemos en el contexto de un orden que
contradiga la norma natural de la endogamia, y que a la recípro-
ca, "cuanto más fuerte es la angustia genética, más aumentan las
tendencias al acoplamiento endogámico" (pág. 114). Caemos
entonces en un "círculo vicioso", a propósito del cual cabe
preguntarse si su causa no reside en un desconocimiento de la
anterioridad lógica insuperable de la angustia de castración, de la
cual la angustia genética sería sólo uno de los avatares.
Si nos encontramos ahora resueltamente en el territorio de lo
histórico fantaseado, ¿no es la consecuencia de un encegueci-
miento sobre el imaginario edípico? La exposición teórica sobre
el control de la angustia genética funciona como negación de la
diferencia de los sexos y efecto de la castración como ley.
Hablar de un acoplamiento endogámico fantaseado como
EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALITICOr' DE UINSTITUCKDN 221

incestuoso, cuyo producto llevaría los estigmas de la transgre-


sión, atestigua que la ley está allí. Y hay fundamentos para
pensar que a partir de allí la exogamia como prescripción social
y cultural rompe en el imaginario la norma de las similitudes en
el orden natural, y hace fantasear el producto híbrido, contra
natura, como fatalmente monstruoso, al testimoniar la diferencia
y la castración. En ese orden, en efecto, el hijo es susceptible de
ser afectado por una carencia o una deformidad.
Según Fomari, hay estructuras sociales que logran lo que
Bion describe como prerrogativa del mesías, que consiste en
apartar toda desmentida, excluyendo la posibilidad de que el
niño no sea lo que se espera, previniendo ese riesgo. Así la aris-
tocracia como organización eugenésica se constituye por y en la
institucionalización de la idealización del producto de la concep-
ción, declarado "aristas", es decir, "bien nacido", "el mejor".
En cuanto a "la familia social auténtica", como primera
estructura social elemental, si "se injertara en las hipótesis bási-
cas que contienen la primera formulación idealizada de lo social
como defensa contra las angustias básicas" (pág. 110) conserva-
ría el recuerdo petrificado en sus estructuras, en su organización,
pero también en sus mitos y en su inconsciente, de las angustias
que aterrorizaban originalmente a sus miembros.En este sentido,
"la familia fantasmática" debiera considerarse como el incons-
ciente de la familia, en otros términos, como el inconsciente tal
como es movilizado por la situación relacional que suscita el
encuentro familiar. Así, "la familia fantasmática" concierne al
contenido de los fantasmas inconscientes que obsesionan a los
miembros de ese grupo elemental de parentesco. "La familia
fantasmática" está hecha de crímenes silenciosos, soñados,
cuyos mitos y leyendas, desde los Atridas a los Labdácidas,
significan un notable testimonio. Los mitos o fantasmas incons-
cientes que los animan reflejan o representan cómo en la familia
fantasmática cada uno de los miembros se siente amenazado por
todos ios demás, y recíprocamente, "en una especie de universo
destructivo sin escapatoria" (pág. 109).
Según Fomari, los presupuestos básicos detectados por Bion
serían otras tantas respuestas, reparadoras y tranquilizantes,
colectivas, a los desastres que fantasea la familia inconsciente.
Estos presupuestos se presentarían como otros tantos mecanis-
222 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

mos de defensa, adecuados para establecer y mantener la ideali-


zación del objeto contra las angustias relaciónales básicas. La
institucionalización que efectúa el trabajo llevado a cabo sobre
los diferentes presupuestos (como primeras elaboraciones defen-
sivas) se presenta como la instauración de un conjunto de roles y
"mecanismos culturales" (convenciones, normas, tabúes,
costumbres... ) específicos y referidos respectivamente al padre,
la madre y el hijo, es decir, a cada uno de los elementos constitu-
tivos de la estructura familiar. En cuanto a lo que nos interesa
directamente aquí, "la familia social ofrece a la familia fantas-
mática, que se vive como si estuviera continuamente al borde del
abismo, la seguridad de que no habrá un desastre, porque el hijo
no va a matar a su padre y a su madre sino que va a ser su salva-
dor..." (págs. 109-110).
Lo que no deja de extrañar en el curso de esta exposición es
la doble anterioridad (lógica y cronológica) de la angustia genéti-
ca, cuyo presupuesto básico de acoplamiento ofrecería el primer
elemento de tranquilidad, al proclamar la excelencia del producto
de la concepción y sus efectos reparadores y, por otra parte, la
ulterioridad de esta angustia respecto del fenómeno de acopla-
miento, cuyo producto sólo sería declarado ideal en la negación.
En este titubeo no queremos ver otra cosa que la dificultad
de Fomari, que pretende dar cuenta del origen de la sociedad
proyectando una novela familiar sobre las instituciones sociales.
Hacer de esta hipótesis el fundamento de la familia social (véase
pág. 137) y el origen de la historia, significa querer fundar ese
origen en la economía de un comienzo imaginario que nada
debería a la escena primitiva.
Probablemente sea por otras razones que las evocadas por
Fomari, que la pareja, como asimismo el grupo, procederían a
idealizar al hijo por nacer. Ese niño maravilloso que va a nacer
no es tal sino en la medida en que se pueda fantasear el producto
de lo mismo como no castrado, es decir, en la medida en que
desmiente el angustioso fantasma de una escena primitiva sádica
que confronta lo mismo con lo otro y revela la diferencia de los
sexos (J.-P. Vidal, 1978). De manera que para nosotros el presu-
puesto básico del acoplamiento parece sobrevenir como defensa
contra el fantasma de una escena de penetración sádica del cuer-
po de la madre.
EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALITICCr DE LA INSTITUCIÓN 223

El hijo monstruoso es el resultado de la intervención de lo


diferente. Y, en el fantasma, lo que sería originariamente contra
natura es la norma cultural de la exogamia.

II. LA INSTITUCIÓN COMO "ASUNTO DE FAMILIA"

Hasta aquí hemos atendido especialmente a las construccio-


nes eruditas por las cuales la institución era referida a la institu-
ción familiar como origen, fundamento, modelo, duplicado... En
ese sentido estigmatizamos un acercamiento que, aun cuando
parecía obvio, nos pareció sintomático, de modo tanto más
ostensible cuanto que los motivos que se suponía justificaban el
recurso al psicoanálisis como sistema de explicación eran dife-
rentes, e incluso contradictorios. Las razones de Furstenaü inva-
lidan a priori las de Fornari, y recíprocamente las de este último
hacen aparecer las del primero como anodinas y superficiales, en
la medida en que están fundadas en analogías.
Todo esto nos lleva a encarar de otro modo el discurso de los
analistas sobre la institución. Ahora vamos a hacer abstracción
de la exposición manifiesta, para considerarla y tratarla como
material clínico, al mismo título que el discurso que los agentes
producen sobre su propia institución.... Es decir que no se trata
tanto de determinar la validez de esta o aquella hipótesis relativa
a la índole y función de la institución o a las modalidades de su
funcionamiento, como de detenerse en la realidad fantasmática
que produce implícitamente el discurso que ella suscita.
Ahora centraremos nuestro interés en el análisis de la institu-
ción como respresentación o figuración; dicho en otras palabras,
en la institución tal como aparece a través de diferentes maneras
de hablar de ella.
Si los individuos utilizan las instituciones concretas, de las
que son miembros de tal o cual manera y de acuerdo con las
exigencias de su economía psíquica, es de suponer que lo que los
analistas pueden decir o escribir de ellas en una lengua especiali-
zada es susceptible de inscribirse también en el registro de esa
utilización.
En ese sentido nos han parecido dignas de destacar ciertas
maneras de representarse la institución. En el discurso que la
224 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

describe, la institución se convierte en un verdadero personaje


familiar. Las metáforas antropomórficas a las que se recurre a
menudo para dar cuenta de ella, a nuestro juicio, merecen ser
examinadas; sin duda estamos ante el efecto sintomático de un
fantasma que infiltra y dinamiza esta representación, hasta el
punto de que vale la pena interrogarlo.

l.Dela institución "madre mala" a la institución "abierta"

De esta representación que viene a sustituir una realidad


material, postulamos que es susceptible de contribuir a libramos
la realidad psíquica inconsciente transindividual, de acuerdo con
la cual se organiza la institución. El discurso sobre la institución
se revela como verbalización del fantasma organizador, como
corresponsal psíquico compartido de la institución social.
En este sentido algunas formulaciones de R.Lefort (1973)
son ejemplares y aptas para ilustrar esta aproximación a la insti-
tución. Plantea de entrada que en lugar de estar simplemente
animada por el deseo de defenderla (o destruirla) "la preocupa-
ción por situar desde dónde habla eso 'en la institución' permiti-
ría poner en evidencia lo que la institución trata de excluir como
palabra" (pág. 183). Esta es una manera de hablar, de donde
surge que la institución, al convertirse en alguien, usurpa el
lugar de eso Otro que no existe, pero desde donde eso habla. La
institución se convierte en persona, y entonces eso ya no puede
hablar más.
En efecto, "la institución... como una especie de persona...
se nutriría de las gentes que le son confiadas". Así es como
ocupa "prácticamente un lugar de omnipotencia; se comporta
como una madre de psicótico, y en ningún momento puede el
sujeto desprenderse de ella sin correr el riesgo de estallar" (ib.,
1976). La institución personificada aparece aquí bajo los rasgos
de una madre de psicótico, que procedió a la anulación del padre
cuyo lugar ocupa. Espera de los sujetos, sus hijos, que "la
pongan en el lugar de una madre poderosa y buena, y que estén
masoquistamente satisfechos por eso..." (pág. 189).
Se presenta a sus hijos como "buena y amante", quiere su
bien, los coloca en la posición de "ser responsables de su exis-
tencia", incluso en el discurso que emitan sobre ella; pueden
EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALmCCr DE LA INSTITUCIÓN 225

decirlo todo, "salvo hablar contra ella y rechazarla". Mostrarse


agresivos para con ella es ponerla en peligro, es un poco
comportarse como alguien que "va a matar a su madre, que lo
ama y quiere su bien" (id.).
La institución personificada se encarna en un agente institu-
cional que se identifica narcisistamente con ella, hasta el punto
de fundirse. Ya no se los puede disociar. R. Lefort llega a escri-
bir: "... en la persona de la directora, la institución sufría una
depresión" (pág. 195). A través de la voz de su representante la
institución emite su discurso, hecho de demandas, exige compor-
tamientos o actitudes, distribuye o redistribuye los lugares de
cada cual, lanza anatemas, designa como objeto de odio y de
exclusión o exoneración todo lo que es susceptible de empañar
su integridad narcisista.
En el otro extremo, "la institución abierta", que abre y
mantiene la posibilidad de una experiencia transicional, corrien-
do el riesgo de la muerte o el rechazo, asegura lo que Bion deno-
mina "la función alfá'\ es decir, la función maternal del Otro. En
este caso la institución representa y asume el papel de la buena
madre.
No discutimos que estas metáforas puedan tener sentido,
pero no podemos dejar de sorprendemos ante el hecho de que
hasta en la práctica de las palabras (se trate del lenguaje corrien-
te o de una lengua especializada) sea tan natural no poder evocar
la institución sin referirse a la familia. Se establece una suerte de
necesaria correspondencia entre "el sistema de parentesco" y el
sistema de actitudes institucionales.

2. De la prohibición del incesto al complejo de Edipo


como "organizador" de los grupos de "familiares"

Lo que nos parece asombroso en el hecho de que la estructu-


ra del parentesco pueda convertirse en un modelo de explicación
de lo que sucede en los diferentes niveles de funcionamiento
institucional, es la fuerza misma de la representación familiansta
que se impone cada vez como una evidencia o como un recuerdo
obligado, aun cuando no se le reconoce más que un débil valor
científico.
"Hablar de la prohibición del incesto en los grupos, escribe
226 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

D. Anzieu (1975), traiciona una aproximación analógica, no un


uso científico del concepto"(pág. 279). Y según él, atribuir la
asexualidad observable en los grupos a la prohibición del inces-
to, porque "los miembros masculinos y femeninos de un equipo,
de un servicio, de un taller se consideran explícitamente como
hermanos y hermanas" (pág. 278) constituye una conclusión
apresurada, que tiene su origen en un desplazamiento defensivo
contra la regresión pregenital. Aquí el complejo de Edipo asegu-
raría una función de seudoorganizador destinada a enmascarar el
vínculo inconsciente pregenital que organiza los grupos. En
cuanto al clan al que se refiere S. Freud, constituye un ejemplo
particular desde el momento en que "el clan es a la vez un grupo
y una familia" (ib.). A partir de lo cual no cabe extender "lo que
es una característica fundamental específica de la familia y de la
familia sola" al grupo, sin exponerse a graves errores. No se
puede confundir el grupo con la familia: "El complejo de Edipo
es el organizador inconsciente de la familia, no es un organiza-
dor del grupo".
Pero si el clan, real o imaginario, tiene un estatuto interme-
dio, en la medida en que se encuentre en equilibrio entre el
grupo y la familia, parecería, mutatis mutandis, que éste puede
ser también el caso del grupo terapéutico. "Lo mismo que la
familia, escribe D. Anzieu, el grupo psicoterapéutico moviliza en
los participantes el complejo de Edipo" (pág. 280). Lo atestiguan
algunas observaciones, aunque son excepcionales. Sin embargo,
hechas estas reservas, D.Anzieu termina el análisis de las reac-
ciones edípicas en el marco de un grupo terapéutico concluyendo
que "más que con la familia, el grupo psicoterapéutico está
emparentado con el grupo a secas..." (pág. 281).
Ahora bien, en un texto algo posterior (CEdipe suppose
conquerir le groupe), D. Anzieu (1976) a propósito del equipo
de CEFRAP, escribe: "Hay que reconocer que la prohibición
del incesto está y ha estado siempre silenciosamente presente y
actúa en nosotros, constituyéndonos en hermanos y hermanas...
la prohibición del incesto en estado puro o bajo la forma de un
equivalente simbólico derivado funda al mismo tiempo la vida
de la pareja y la vida del grupo: de una pareja susceptible de
formar una familia, de un grupo susceptible de realizar una obra"
(pág. 41).
EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALÍTICO' DE LA INSTITUCIÓN 227

No nos v£imos a interrogar aquí sobre los motivos que indu-


jeran a D.Anzieu a rectificarse sobre ese punto, dado que nuestra
atención no se centra tanto en las razones como en las represen-
taciones, a propósito de las cuales no nos preocupamos por saber
si teóricamente están fundadas o no. Nos basta constatar que
surgen efectivamente, que se imponen y determinan muchas
conductas, infiltran actitudes, informan discursos, definen, rigen
y justifican organizaciones, las cuales se dan como consecutivas
a esas representaciones e inteligibles (analíticamente) gracias a
ellas.
No hay duda de que cabe suponer, como D. Anzieu o R.
Kaes (19766, pág. 83) que esas organizaciones familiares que
emergen en las representaciones (banales o sabias) del grupo
institucional son sólo "efectos de superficie" que disimulan
"organizaciones complejas más primitivas", pero pretendemos
reconocer en la sensibilidad a esos "efectos de superficie" un
síntoma que justamente nos da que pensar.
¿Por qué las "representaciones familiares" prevalecen de
modo tan ostensible y espontáneo en la organización de las
representaciones del grupo institucional? Nosotros pensamos que
el grupo institucional (un consejo de administración, un equipo
deportivo, una clase escolar, un colectivo asistencial ...) es un
grupo de "familiares" y que en ese sentido moviliza de modo
privilegiado una fantasmática familiar. "Ser de la casa", "formar
parte de la casa", son expresiones reveladoras de las relaciones
de "familiaridad" que se tejen entre los individuos que se codean
permanente y cotidianamente en su trabajo o en sus actividades.
Sin duda es inevitable que las representaciones del grupo institu-
cional se construyan sobre el modelo de los fantasmas propia-
mente familiares y se expresen naturalmente en los términos y a
través del guión de estos prototipos... domésticos.
Podrían añadirse a esto las hipótesis de W. Granoff (1975) y
R. Kaes (1985a), según las cuales a propósito de las afiliaciones
institucionales se vuelve a jugar y se retoma algo de las propias
relaciones de filiación. Resulta de ello la movilización inevitable
y renovada de la propia novela familiar.
No es pues extraño que volvamos a encontrar, al nivel de las
leyes imperativas (implícitas o explícitas) que estructuran las
relaciones internas en ciertas instituciones asistenciales, las
228 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

prohibiciones que rigen en la familia. Atestiguan que los miem-


bros de una institución se viven o son vividos por quienes orga-
nizan sus relaciones o simplemente los describen, como miem-
bros de una misma familia, es decir, como otros tantos hermanos
y hermanas simbólicos. Así, la prohibición del incesto constituye
la ley fundamental de Laborde y Bonneuil.

2.1. Laborde
G. Michaud (1958), en el libro que le dedica a Laborde,
desarrolla sobre este punto consideraciones que no carecen de
interés. "El grupo E (el grupo de enfermos) es obligatoriamente
exógamo —precisa—... Podemos afirmar que en la práctica una
relación de tipo erótico con un miembro del G.E. se considera
nefasta y contraria a la demanda terapéutica del grupo entero; se
la puede comprender como una especie de incesto, cuya prohibi-
ción es una exigencia 'social' del grupo, antes de ser una pres-
cripción 'médica', nociones que en este caso se superponen"
(pág. 88). Y añade en una nota: "A veces es difícil armonizar
esta prohibición —simbólica— del incesto con una conducta no
represiva de la sexualidad".
Podemos comprender este equívoco, que parece producto de
la confusión entre las normas que provocan la situación analítica
y las de la institución. En efecto, introducir la prohibición del
incesto como norma en el seno de una institución —así sea
"asistencial"— es presuponer e inducir al mismo tiempo, es
presuponer para inducir. Las instituciones no son esencialmente
diferentes porque estén destinadas a asistir, a producir, a admi-
nistrar, a educar o a distraer. Cuando se presupone y enuncia que
los individuos son "hermanos" y "hermanas", o los "hijos"
simbólicos de "padres" y "madres" simbólicos, se está inducien-
do a unos y otros a considerarse como tales. Pero cuando en ese
contexto se produce una infracción de la norma, ¿basta con inter-
pretar solamente o se cuenta también con los medios materiales
paia sancionar'^
Si podemos reconocerle a la prohibición que representa la
norma de abstinencia el poder de contribuir a definir la situación
analítica como efecto de la palabra, ¿puede esa prohibición ser
otra cosa que una represión ideológica ("médica" o de otro tipo)
en una situación que no es explícita ni implícitamente analítica.
EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALITICCT DE LA INSTITUCIÓN 229

a falta de serlo lógicamente? La prohibición se da como "razón"


(la del intercambio, por ejemplo) para seguir disimulándose
como deseo insensato, es decir como ley (deseo reprimido). La
razón funciona una vez más para sustentar el desconocimiento
de la función que cumplen la sinrazón o el desorden.
La "prohibición del incesto" entre los miembros de una
comunidad funciona, antes de toda elaboración conceptual, como
organizador inconsciente de las representaciones del grupo de
familiares. Y el saber teórico que pretende fundar esta prohibi-
ción en la razón (terapéutica o no) tiene el efecto de impedir toda
posibilidad de reconocer el origen y el registro donde para cada
cual actúa la prohibición.
El psicoanálisis no puede vérselas sino con representaciones.
Puede ser ejercido sólo sobre esas representaciones, y conside-
rando las construcciones teóricas en este terreno como construc-
ciones ideológicas que metabolizan fantasmas, puede seguir
conservando un sentido como "ciencia" del inconsciente.
Estas maneras de hablar o estas construcciones racionales, que
se quieren saber "analítico" fuera de toda situación propiamente
analítica, emergen como resistencias epistemológicas que desvían
la atención de poder entender a la "familia" como representación.
No se trata tanto de interrogar la realidad objetiva a la luz de un
"saber previo" como de interrogar a la representación misma. El
psicoanálisis no tiene la vocación de determinar si los individuos
tienen fundamento para creer esto o aquello, para actuar de esta u
otra manera, según las exigencias normativas surgidas de su saber,
sino más bien la de analizar con los individuos sus representacio-
nes y el sentido que cobran para ellos en una situación dada. Así
es como "abandona a los otros la preocupación por suplantar el
discurso analítico" (M. Mannoni, 1973, pág. 56).

2.2 Bonneuil
M. Mannoni (1973) enuncia, sobre el problema de la relación
entre los sexos en Bonneuil, una posición más coherente, en el
sentido de que la prohibición no trata de legitimarse. "Convini-
mos de modo arbitrario, dice, que los chicos de Bonneuil no
podían hacer 'levantes' en la escuela...; les decíamos a los
muchachos: levanten todas las chicas que quieran, menos a las
de aquí..." (pág. 82).
230 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

Es notable cómo se perfila, como consecuencia de ese enun-


ciado de restricción sexual, la sombra de Edipo. Lo que entonces
se manifiesta parece ser la expresión de una prohibición revela-
dora de la presencia de otro lugar, que redobla en silencio el
lugar donde surge la normativa que define un adentro y un afue-
ra. No falta quien diga a propósito de eso: "Esa maniobra es arti-
ficial, es como si todos nos llamáramos Bonneuil, y como si por
eso tuviéramos que hacer levantes afuera" (pág. 83).
Sea como fuere, un muchacho no deja de formular la pregun-
ta que precisa el registro imaginario sobre el cual nos situamos a
partir de ese momento: "¿Hay entre estas chicas alguna que con
toda seguridad no sea mi madre?" "¿Quién podría garantizar que
la chica con quien uno se acuesta no es la propia madre?" (pág.
83). La normativa, que distingue a las mujeres accesibles de las
que no lo son, resulta inquietante para él en la medida en que es
insuficiente. El hecho de que pueda levantarse a todas las chicas,
menos a las de la escuela, reaviva un terror al que reacciona a
través de un comportamiento agresivo que preocupa, y de un
discurso vehemente en el que expresa la preocupación de exter-
minar a todas las mujeres. No son las mujeres de Bonneuil las
únicas que debieran ser pohibidas o excluidas, sino todas. A falta
de lo cual busca para sí una mutilación real que vendría a preser-
varlo de toda tentación y lo pondría al abrigo de toda transgre-
sión, de todo desarreglo...
Si el discurso que emite a propósito de esto tiene un origen
en su problemática personal, no se lo puede sin embargo diso-
ciar del lugar y las circunstancias en que lo enuncia. En este
sentido, y en relación con el grupo, este muchacho es también
el vocero que revela la dimensión edípica como recurso y al
mismo tiempo la defensa contra ese recurso. La segregación
entre hombres y mujeres que pretende atestigua una regresión
deseada hacia un orden de relaciones pregenitales, monosexua-
les, en una ansiedad perentoria por protegerse contra la castra-
ción simbólica.
Pero se pone en evidencia que el organizador inconsciente de
la familia constituye el organizador original, en relación con el
cual pueden emplearse los demás organizadores como defensa o
como recurso. Vamos a hablar en este caso de una anterioridad
lógica del complejo de Edipo como realidad psíquica incons-
EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALÍTICO" DE LA INSTITUCKDN 231

ciente, transindividual, predominante en la organización de los


grupos de familiares, de modo que los demás organizadores, en
tomo de los cuales pueden reunirse o construirse estos grupos,
corren el riesgo de aparecer como lo contrario de lo que aparen-
tan.
De hecho pretendemos que "las organizaciones complejas
más primitivas", que evocamos antes, suelen estar destinadas a
enmascarar u ocultar aquello contra lo cual se han movilizado.
Postulamos la hipótesis de que, en el caso de los grupos institu-
cionales, convendría evocar habitualmente "el efecto de superfi-
cie" cuyas representaciones edípicas se tienden a calificar.
En cuanto al complejo de Edipo como "seudoorganizador",
vamos a presuponer que sólo se descubre para disimularse mejor
en una resistencia de segundo grado. Lo que se sabe así viene
bien para poder seguirlo ignorando mejor.
Pero más allá de esto, el discurso de este muchacho mani-
fiesta algo más: el reglamento no tiene sentido en sí mismo; cabe
decir que lo recibe de otra parte. Lo cual significa que las razo-
nes que pretenden fundarlo se borran tras el sentido que les
confieren aquellos a los que se aplica. Ese sentido es unívoco:
puede variar o modificarse de acuerdo con los momentos o las
circunstancias. De manera que el reglamento cobra un sentido,
que puede asumir, para aquellos cuya coexistencia rige, una
función que corresponde a la "imagen" que se hacen de su grupo
y de sus respectivos lugares.

3. G. Mendel o "la novela institucional" de lo "psicofamiliar"

Si el sociopsicoanálisis cuyo teórico es G. Mendel no es en


modo alguno —y se defiende de eso con energía— una aplica-
ción del psicoanálisis a la sociedad, cabe decir que el psicoanáli-
sis no se permite todavía teorizar el funcionamiento y el disfun-
cionamiento institucional.
Según G. Mendel, en una institución, cuanto menos posibili-
dad tienen los productores de ejercer poder sobre lo que hacen,
más se hunden en modos de comportamiento inactuales y propia-
mente regresivos. El no-poder aparece como el motor de una
trayectoria invertida. Un individuo desposeído de poder sobre
sus actos efectúa un recorrido en sentido contrario, un regreso a
232 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

lo ya vivido, ya fantaseado, ya deseado, ya temido... Regresa de


lo político a lo psicoafectivo, a lo psicofamiliar en ciertas opor-
tunidades, es decir, a un yo más arcaico, infantil. A partir de allí
las relaciones de poder en el seno de la institución de trabajo,
por ejemplo, son vividas según el modelo familiar: se convierten
en relaciones del tipo hijos-padres. La lógica que rige entonces
es la lógica del inconsciente, lógica que tiende a sustituir a la
surgida de las relaciones de producción y, conjuntamente, de las
fuerzas de producción económicas. De ello resulta para el indivi-
duo una regresión a actitudes, a comportamientos sustentados
por el predominio de sentimientos y fantasmas inactuales o dere-
ísticos en relación con la situación actual. En este caso, en efec-
to, los individuos, amputados de la parte de sí mismos que los
hace adultos, no tienen otra opinión que volver a convertirse en
niños frente a seudopadres a quienes regalan "el fragmento de
destino al que su existencia y su actividad les daban derecho"
(1980, pág. 264). Mutilada de cierto poder sobre sus actos, la
persona no puede salir de la infancia, salvo que pueda acceder a
otro modo de existencia más conforme a la situación real que
debiera ser la suya. De manera que si en un grupo social prevale-
cen las "representaciones familiares" y conjuntamente los modos
de relación y organización correspondientes a esas representa-
ciones, sería debido al peso de las fuerzas inactuales e infantili-
zantes que se ejercen sobre los agentes institucionales, bajo el
efecto regresivo que resulta de una cuasi ausencia de poder sobre
sus actos.
De allí se desprende —sin que sea explícitamente enuncia-
do— que para G. Mendel el funcionamiento institucional
provendría del remanente en el seno de la institución de una
lógica fundada en elementos arcaicos. En efecto, el funciona-
miento institucional no está perturbado, al menos en las relacio-
nes, los intercambios, las comunicaciones..., sino en la medida
en que prevalece un sistema relacional anacrónico y, en conse-
cuencia, una organización inadecuada a las exigencias racionales
de la producción, por ejemplo. Esta aberración en virtud de la
cual el niño predomina sobre la personalidad social adulta cons-
tituye a la vez una fuente de desorden y —sin que se lo diga
claramente— el motivo de la demanda de una intervención
sociopsicoanalítica. La intervención se presentaría entonces
EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALlTICCr DE LA INSTITUCIÓN 233

como un medio de poner término a la regresión, y en consecuen-


cia, de poner las cosas en su justo lugar. Se trata de deshacerse
de reliquias o secuelas de un modo relacional anacrónico, con su
cortejo de angustias, fantasmas y deseos inactuales, para inscri-
bir al individuo en un sistema de relaciones más conforme con
las condiciones objetivas de la vida social actual. Mejor situado
en un conjunto social donde va a encontrar su razón de ser, su
lugar y su poder, el individuo podrá descubrirse como miembro
de una comunidad en cuya vida puede participar plenamente.
En cuanto al lugar privilegiado donde el individuo pueda
acceder a su personalidad social, conquistar el "yo del político"
convirtiéndose en verdaderamente adulto, no puede ser otro que
la institución misma como lugar de producción microsocial.
Esta antropología que trata de articular el hecho social con el
hecho psíquico individual se apoya en el psicoanálisis, al menos
para teorizar las vicisitudes de una génesis, para explicar una
pauperización y sus efectos mediante la regresión a un plan de
desarrollo inactual. El psicoanálisis como teoría explicativa
permite dar cuenta de la manera como los individuos se hunden
en formas psicoafectivas superadas, así como de la naturaleza y
las modalidades que toman esas formas. Se supone así que,
mediante la interpretación de un dato objetivo comprendemos
cómo y por qué las "representaciones familiares" se imponen de
modo tan ostensible y espontáneo en la representación del modo
de organización y funcionamiento del grupo institucional. Lo
imaginario institucional tendría una base objetiva, y en última
instancia, una organización racional adecuada permitiría a los
agentes de la institución hacer la economía de ese imaginario,
resultado de su impotencia. A falta de lo cual el sociopsicoanáli-
sis sería susceptible de remediar esos errores proporcionando los
medios de corregir eventualmente las desviaciones del funciona-
miento institucional.
Según G. Mendel, si las instituciones sociales están enfer-
mas por el remanente o la resurgencia de un modo relacional
anacrónico cuyo esquema es el esquema familiar y el modo de
expresión el de lo psicofamiliar, ello se debe a un funcionamien-
to general aberrante de la sociedad, que consiste en ocultar la
dimensión de lo político con tanto celo como la dimensión de la
sexualidad.
234 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

Postulamos la hipótesis de que el empleo que pueden hacer


los • psicoanalistas de estas construcciones "teóricas" sobre la
institución no difiere en nada del empleo más ingenuo que los
agentes institucionales hacen de la institución donde viven y
actúan. Saliendo así del terreno de lo analítico, cabe preguntarse
si la novela institucional que elaboran los analistas no sería la
expresión actual de una novela familiar (véase R. Kaes, 1985fl).

III. DE LOS ATOLLADEROS DEL FAMILIARISMO AL OBJETO


DE LA INTERVENCIÓN

A través de los diferentes enfoques pudimos observar que el


psicoanálisis no se justificaba ni se legitimaba hablando de la
institución o interviniendo en el campo institucional junto a sus
agentes o a parte de ellos sino para detectar la vigencia, en algu-
na parte, de una estructura de tipo familiar; para dar cuenta del
origen, la constitución o la función de la institución, o bien para
explicar su organización, su funcionamiento o disfuncionamien-
to, o bien para esclarecer las relaciones de hecho o de derecho de
los individuos entre sí o con la institución "en persona" (!), el
sistema de sus actitudes y relaciones...
Se desprende de aquí que ninguno de esos "teóricos" descu-
bre la familia donde otro la percibe, ni reconoce a la naturaleza y
a la fuerza de esta estructura efectos idénticos. Ahora bien, al
mismo tiempo y por una extraña paradoja la mayoría de esas
tesis se proponen menos revelar un mito y su duradero poder de
fascinación que un dato objetivo o una realidad que subsiste
fuera de la cabeza de los sujetos que la piensan. El mito de la
familia tiende a desí ;iarecer como tal, para investigarse progresi-
vamente en la realidad de las cosas.
De hecho estas construcciones teóricas se presentan como un
sistema de explicación, un saber objetivo impersonal, y a veces
incluso normativo, olvidando que "la familia" para un grupo
institucional no tiene sino una realidad imaginaria, o sólo existe
en una puesta en escena fantasmática.
Si bien las formas de agrupamiento y de relaciones, y el
mismo proceso grupal, no pueden reducirse exclusivamente a
esas representaciones del objeto-institución, sólo en ese registro
EL FAMILIARISMO EN EL ENFOQUE "ANALmCCT DE U INSTITUCIÓN 235

de lo imaginario tiene el psicoanálisis algo que decir. El psicoa-


nálisis en tanto tal nada tiene que decir sobre la realidad extema
(social u otra), salvo al precio de sobrepasar su terreno y su
campo de aplicación, y convertirse a partir de allí en mera ideo-
logía.
En cuanto al analista, sólo es tal en estrictas condiciones
operativas.Queremos decir con esto que si toma sus construccio-
nes teóricas por algo que no sea la elaboración de su fantasma,
es decir, por algo que no sea un mito, atestigua un recurso y un
uso defensivo, a propósito del cual no podemos dejar de recono-
cer el efecto remanente de su propia novela familiar.
Nos parece necesario plantear, como principio epistemológi-
co previo, que el psicoanálisis sólo puede pensar lo que entra en
el campo de su legibilidad, que está subordinado a la problemáti-
ca específica que sustenta su práctica. Por eso mismo se define
la originalidad de su "objeto", que a partir de allí no puede
confundirse con el objeto de ninguna otra "ciencia", aunque sea
cercana o contigua. Se desprende de ello que la "institución" del
psicoanálisis —es decir, aquéllas sobre la que el psicoanálisis
tiene derecho a decir algo pertinente, porque es susceptible de
entrar en su campo de "legibilidad"— sólo puede ser la institu-
ción como objeto. En relación con ese punto fijo de referencia,
todo desplazamiento de perspectiva no puede dejar de denunciar-
se como una construcción ideológica.
Ahora bien, a propósito de estas construcciones, nos parece
necesario distinguir el contenido propiamente dicho del mecanis-
mo que lo produce, le otorga un sentido y una función.
Así que vamos a distinguir a la "familia" por una parte, que
con o sin razón no deja de reaparecer como elemento aparente-
mente indispensable para pensar la institución, necesario para
legitimar una intervención, y por otra parte la función y el uso de
ese modelo social. A falta de inscribirse en el único campo de
legibilidad que abre la problemática psicoanalítica, el recurso
sistemático a ese modelo atestigua un recurso ideológico. El
sentido de este recurso merece ser examinado, tanto por los
analistas como por los agentes institucionales: suponemos, en
efecto, que independientemente de los contenidos, los mecanis-
mos operativos y funcionales de los que resultan, constituyen un
poder de seducción tal que estarían en el origen de lo que provo-
236 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

ca la demanda de intervención institucional (J.-P. Vidal, 1984).


No se trataría tanto de apropiarse de la ideología del intervinien-
te o los intervinientes eventuales como de apropiarse de los
medios adecuados para producirla, con el objetivo de dominar y
reparar lo que se desarregla en ese lugar donde, a propósito de
las afiliaciones institucionales, vuelven a jugarse los conflictos
de filiaciones (véase R. Kaes. 1984 y 1985a). 2

2 Reproducido en este volumen. [E.]


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ÍNDICE ANALÍTICO

Abstinencia (norma de), 228 Ataque, 49-50, 50-1


Acoplamiento endogámico, 150 Aulagnier, P., 47, 92-3, 93-4, 105-6
Acorazado Potemkin, El, 129-30, 149
Actuar Saranes, J.J., 34-5
- institucional, 49-50 Bataille,G., 93-4, 113
Afiliación Bateson, G., 197-8
- institucional, 45-51, 226-7, 235 Bion, W.R., 64, 87-8, 111,113,126-7,
Alberoni, F., 129-30, 157 134, 137-9,150, 155-6,157,161,
Alfa (función), 181-2, 193-4, 205-6, 172-3, 174, 181-2, 192-4, 205-6,
224-5 217-22, 224-5
Alienación, 16 Bize, P., 166-7
Alteridad, 84, 91-2, 115-6, 117-8 Blanco de sustitución, 183-7
Ambivalencia, 123, 135-6, 194-5 Bleandonu, G., 17-8
Análisis transicional, 209-10 Bleger, J., 24, 57-8, 62, 68,-9, 73, 75-6,
Ancestro (fundador), 15,17-8, 47, 48 76-7, 79-80,172-3,173
véase Fundación Burocracia, 78-82, 135-6, 136-7,157
Angustia
- básica, primaria, original, 81-2, 120, "Cadáver en el placard", 108-9, 141-2,
125-6, 127-31, 155-6, 157, 213-4, 196
217, 219-20 Caos, 17-8,48,101-2,117-8
- catastrófica, 58-9, 63, 207-8 Casta, 139-40, 145-6, 154-5,157,157-8
- de castración, 220-1 Causa única, 32-3
- depresiva, 219-20 véase también Ideología
- genética, 139-41, 145-6, 157-8, 218- Cambio, 134,135-6, 155-6
22 - catastrófico, 16, 63, 64
Anomia, 125-6 Castoriadis, C , 22-3, 24, 47
Anzieu, D., 37-8, 39,160,161, 170-3, Clan, 225-6
197-8, 205-6, 208-9, 225-6, 226-7 Clivaje, 79-80, 81-2,148-9, 153-4, 154-
Aparato psíquico del agrupamiento, 28- 5
9,31-2,190,192-3, 203-5, 211-2 Comunidad, 37-40,43,45
Arbitrario, 92-3, 98 - de negación, 52, 85, 203, 211-12
Ardoino, J., 17-8 "Container Tiáioacmo", 176-82, 186
Aristocracia, 137-8,140-1, 145-6, 146- Continente, 34-5
7, 219-20. 220-1 Contrato narcisista, 43, 45,47-52, 61
Asesinato del Padre original, 39, 42-3, Creencia, 124-5,146-7,157
47,48 Cripta, 199-200, 201-2
252 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

Crisis, 155-6 Estructuración (leyes y prohibiciones


- de la modernidad, 18-9 estructurantes), 92-3, 94-5, 97, 98
Culpabilidad (sentimiento de), 94-5, Exceso, 92-3, 93-4, 94-5
107-8
Cultura, 65, 88-9, 89-90 Fain, M., 52, 85, 203
Familia, 136-7
Chaurand, A., 166 - fantasmática, 120-1, 138-9, 140-1,
Chivo emisario, 135-6 151-2,154-5
- social, 138-9, 140-5
Dante, 138-9,139-40 Ferenczi, S., 208-9
Davis, K.. 157-8 Fomari, F., 21-2, 131, 134, 213-4, 215-
Depósito, 27-8, 191-2, 199-200 23
•véase Resto Foucault, M., 177
Desconocido, 74-5 Fragmentación, 90-1, 98, 112-3, 113
Desorden institucional, 19-20 Frazer, J., 85-6
Despinoy, M., 17-8 Freud, S., 21-2, 25-8, 32-3, 37-8, 39,
Deutsch, H., 73, 77-8 41-8,85,85-6,97,112-17,120-7,
Dispositivo institucional 128-31,188-9, 190
- de primer grado, 179-80, 181-4, 187 Fundación, 47-50, 59-60, 61, 124-5,
- de segundo grado, 174-5, 179-84, 128-9, 145-6
186 Furstenaü, P., 214-6, 222-3
Donnet, J.L., 208-9 Fustier, P., 52,162-6,168-71, 177,178-
Dosda, P., 167 9,196
Dubor, P., 209-10
Dubost, J., 21-2 Gautier, R., 166-7
Dumézil, G., 22-3 Genet, J., 166-7
Dumont, L., 139-40 Gibello, B., 62
Girard, R., 21-2, 196
Edipo, complejo de, 138-9, 141-2, 143, Gleye, P., 166-7
152-3, 153-4 Gódel, K., 188-9
Elementos heta, 174-7, 179-87 Granoff, W., 226-7
Enriquez, E., 24, 85-6, 87-8, 90-1,93-4, Green, A., 85-6, 100-1
99 Grinberg, L., 182-3
Enriquez,M., 94-5, 98, 113 Grupo, 42-3, 68, 70, 71, 77-8, 80-1,
Entropía, 85-6, 113-16 137-8
Epistemológico - como institución, 77-8
- justificación, 214 - terapéutico, 70, 73, 75-80, 81-2
- postulado, 219-20 véase Dispositivo psíquico de agru-
- principíb previo, 234-5 pamiento
- resistencia, 229 Guerra (fenómeno), 131, 153-4, 154-5
Eros (y pulsión de vida), 85, 85-6, 114- Guiducci, R., 157-8
5, 115-6 Guillaumin, J., 35-6, 188-9
Escena primitiva
- originaria, 37-8, 168-71, 174, 177, Hartmann, H., 132-3
186, 222-3 Hegel, G.W.F., 98, 116-7, 118-9
Espacio psíquico común, 28-9, 31-2, Heterotopia, 30-1, 31-2
35-6, 50-1, 55-9, 63, 65, 66-7 Hipótesis básica: véase Presupuesto
Estructura básico
- inconsciente de la institución, 53, 65 Histérica, 113,116-7
- social, 132-3,135-6 - identificación, 29-30
ÍNDICE ANALÍTICO 253

Hochmann, J., 164 186


Isomorfia. 30-1. 211-2
Ideal
- función de lo, 50-1 Jaques, E., 25-6, 64, 65, 81-2, 87-8.
- ideal del, idealización, yo ideal, 28- 126-7. 132-3, 190,164,217
9, 87-8, 89-90, 91-2,100-1, 107-8, Jeammet, Ph., I l l
109-10,113,114-5,140-1, 148-9 Joubrel, H., 162,166-7,167-8
véase Ideología Juan XXIII, 135-6
Identidad, 89-90, 97, 98, 116-7
- grupal, 75-6, 76-7 Kaes, R., 15,27-8, 32-3. 35-6. 39,49-
Identificación, 29-30, 39, 40, 42-3, 72, 50, 76-7. 100. 103-4. 116-7, 160.
90-1,98, 107-8, 113 161. 172-3. 181-2, 190,193-4, 205-
- proyectiva, 148-9, 149, 180-5 6, 226-7. 233-4, 235
Ideología, 53, 61, 64, 85, 95-6,107-8, Klein, Melanie, 127-8, 131, 180-1, 181-
161-71,194-5, 196 2,189
Ifigenia, 141-2 Kojeve,A., 116-7
Ilusión. 19-20, 59-60, 85, 102-3 Krafft-Ebing, R. ven, 166-7
Imaginario, 22-3, 24, 29-30, 84, 85-6, KrüU. M.. 48
88-9, 90-1, 91-2, 160, 161, 165-6,
167-8, 186 Lapassade, G., 24
- social, 37-8, 46 Laplanche, J.. 85-6, 98, 100-1
Imago materna, 162, 164, 168-9, 170-1, LeBon,G., 122, 131
186 Lefort, R., 223-4, 224-5
Incesto (prohibición del), 225-9 Lelievre, P., 163
Incorporado, 27-8 LeMoal, P., 166-7
Inextricable (categoría de lo), 50-1, 57- Ley, 43, 45, 47, 92-3, 94-5, 97, 98
8, 58-9, 61, 66-7 Liberación (reunión de), 191-2, 193-4,
Inmortalidad (fantasma o búsqueda de), 203-5
46,48, 114-5, 115-6 Líder, 218-9
Institución, 46, 48, 65, 77-8,128-9, 131 Lingagne, C , 120
- bebé, 52 Lourau, R., 179-80
- divorcio, 89-90, 90-1 Lucha por el reconocimiento, 116-7,
- guerra, 128-9 117-8
- indoeuropea, 22-3
- objeto, 235 Mac Dougall, J., 95-6
- social, 155-6 Mannoni, M., 229
- y mecanismos de defensa, 13 Marco, 16, 34-5, 37-8,172-3,187. 208-
véase Intervención en la institución 9
Instituyeme/Instituido, 22-3, 24, 46 Mazo. G.. 165-6, 174
- (función instituyente), 59-62 Mecanismo cultural, 65, 88-9. 89-90,
Interacción, 72, 73 132-3. 134. 136-7. 114-49
Intermediario, 160, 161, 163-6, 167-8. Mecanismos de defensa. 55. 120-1, 122,
186 125-6, 126-7, 128-9. 131.132-3.
- formación, 28-9. 31-6, 61 136-7. 155-6
Intersticio, 190, 196-203, 206-10 Meltzer, D., 191-2
- práctica intersticial, 203-5 Mendel, G., 231-4
Intervención en la institución, 66-7, Mentira, 64
205-6,211-2,235 Menzies, I., 25-6, 35-6, 65
Irrepresentable, 17-8. 53 Mesías, 138-41, 148-9, 153-4
"Irrupción del burdel". 174-7. 181-2, Metáis, E., 128-9
254 LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

Michaud, G., 228 del), 168-71,174,177,181-2


Miraglia, R, 138-9 Progenitor castrador, 91-2, 102-3
Missenard, A., 76-7 Prohibición, 39.92-3, 94-5, 97, 98,
Mito, 48, 53, 61, 85, 88-9.90-1,101-2, 225-9
107-8, 114-5 Prohibición del acoplamiento endogá-
Moore, W.E., 157-8 mico, 146
Morgenthaler, F., 124-5 véase Incesto
Moury, R., 34-5 Psicoafectivo (categoría de lo), 231-2,
M'Uzan,M.de, 117-8 233-4
Psicofamiliar (categoría de lo), 231-2,
Narcisismo, 16, 27-8,46,47,49-50,90- 233-4
1,99,114-5
- herida narcisista, 19-20, 20-1 Reciclaje, 174-5, 176, 181-2, 186
Negativo, 47-53, 55, 61 Reducción de tensión, 109-10, 114-5
Nietzsche, F., 101-2,117-8 Renunciamiento
Noel, F., 163-4 - pulsional, 41-6
Novela Representación, 17-8, 53, 61, 66-7
- familiar, 222-3,226-7, 233-4, 234-5 Represión, 48, 50-3, 55, 61, 93-4, 97
- institucional, 37, 231-2, 233-4 Resto, residuo, 53, 188-9, 189, 190,
192-6
Orestes, 141-2, 143 RochebiUard, S., 166-7
Organización, 24, 77-83 Roheim, G., 32-3
Organizador Rouan, G., 62
- de la familia, 225-6, 230-1 Rouchy, J.C, 21-2, 24, 53, 184-5
- inconsciente; psíquico, 52, 160-2, Roussillon, R., 52, 66-7,176,189,194-
170-3, 186 5, 205-6, 207-8
Origen, 37, 53, 107-8, 108-9
- divino de la institución, 46 Sagrado, 139-40, 140-1
véase Fundación Sartre, J.P., 71, 73
Scaglia, H., 196
Pablo VI, 136-7 Searles, H., 102-3
Pacto de negación, 47, 48, 50-3, 55, 61 Secreto, 103-4, 109-10
Parábola de los pucrcoespines, 122-5 Schopenhauer, A., 122
Paranoia; paranoico, 87-8, 113, 116-7 Seducción (fantasma de), 165-6, 166-7,
Parin-Mathey, G., 124-5 168-9, 170-1,174, 177,186
Parin, P., 124-5 Seminario de análisis institucional, 176-
Parsons, T., 138-9 86
Personalidad Senet, G., 163-4
- ambigua, 77-8 Serres, M., 48
- oscilante, 99 Significante común, 29-30
Personificación, 68-9, 76-7 véase Espacios psíquicos comunes
Perverso, 113, 116-7 Simbólico (vínculo), 84, 85. 88-9. 89-
Pichon-Riviére, E., 32-3 90. 101-2. 111
Pinzas (funcionamiento en), 170-1 Simulación. 100-1, 109-10
Poder,87-8,113,116-7 Sincretismo, 57-8, 68,70-2
Presupuesto básico, 127-8, 128-9,132, Síntoma compartido. 29-30
134,137-8, 143-6, 155-6, 157, 213- véase Espacios psíquicos comunes
23 Small. M.. 165-6
Principio de realidad, 41 Sociabilidad
"Privilegio diferenciador" (institución - de interacción. 76-7. 82-3
ÍNDICE ANALÍTICO 255

- incontinente, 75-6 Thom, R., 64


- sincrética, 57-8 Tiempo, temporalidad, 35-38
Soporte, 17-8. 27-8, 63, 209-10 Tocqueville, A.. 103-4
- mutuo, 200-1,201-2, 206-7 Transgresión, 85-6, 87-8,114-5,116-7
Soria, G., 166-7
Springmaim, R., 58-9 Utopía, 50-1, 61
Sueño, 37-8
- de mujer embarazada, 138-9, 150 VanGogh,V., 116-7
Sufrimiento Vemet, M., 165-6, 166-7
- institucional, 55, 56, 58-9, 59-60 Vidal, J.P., 21-2, 56. 85-6. 87-8, 93-4,
- psíquico, 31-2, 41, 49-50, 54, 55, 112-3, 113, 116-7,206-7
66-7, 123 Violencia, 15.56. 85-6. 87-8. 93-4.
- social, 41 112-3.116-7.206-7
Superestructura de la organización, 160, Vocero. 32-3, 200-1
161,163-4, 165-6, 186
Superyó, 129-30, 131 Wallon, H., 75-6
Sztulman, H., 182-3, 183-4 Weber, M., 197-8
Whyte, W.H. (h.), 80-1
Tacto, 208-9 Winnicott, D.W., 32-3, 140-1, 164,165-
Tarea primaria de la institución, 49-50, 6, 191-2
52.61,62,65
Tausk,V., 112-3 Yo, 120-1, 122, 124-5, 126-7, 131,155-
Teoría, 161, 163-4. 186 6
Tánatos (muerte, pulsión de muerte), - yo grupal, 68-9,155-6
53, 85-6, 88-9, 91-2, 95-6. 99, 100. - yo sincrético, 74-5
103-4.105-6.110-1,111.114-5.
115-6.118-9.206-7 Zaltzman.N-, 118-9
Este libro se tenninó de imprimir
en el mes de agosto de 1989
en ios Talleres Gráficos Litodar
Vicl 1444, Capital Federal
En la historia de su práctica, los psico-
analistas se vieron enfrentados muy
pronto a los efectos del inconsciente en
las instituciones -se trate de instituciones
asistenciales, formadoras o penitencia-
rias-. Hoy más que nunca muchos de
ellos trabajan dentro de marcos institu-
cionales, en donde ejercen funciones
jerárquicas, políticas, económicas o tera-
péuticas. Estas diferentes experiencias
suscitan una serie de preguntas sobre el
inconsciente que allí se manifiesta, el
discurso que se produce y las demandas
que se expresan.
El objeto de este libro es poner en evi-
dencia el orden propio de la realidad
psíquica movilizada por el hecho institu-
cional; esto es, trabajada o paralizada,
pero sostenida en la institución.
Cada una de estas contribuciones propo-
ne herramientas conceptuales destinadas
a asegurar o a cuestionar las prácticas
existentes, pero también a paliar la actual
ausencia de una teoría psicoanalítica de
la institución.
En la medida en que el estudio de los
procesos y estructuras psíquicas de la
institución suele no ser accesible sino a
partir del sufrimiento que en ella se ex-
perimenta, este libro -basado en reflexio-
nes y desarrollos fundamentales del
tema- aporta los elementos de una autén-
tica patología de la vida institucional.

PAIDOS Cód,14026

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