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Hace dos años pude experimentar un milagro en mi vida que, como todo
milagro, es difícil de explicar con la razón, porque son propios de nuestra fe.
Hay alguien que siempre espera por ti. En esta oportunidad, no era mi familia,
amigos, alumnos; era alguien especial que lo había preparado absolutamente
todo para que suceda.
Embarcada en un nuevo reto y experiencia profesional, tuve la oportunidad de
viajar a México, específicamente a Mérida, Yucatán, para una Feria
Internacional de Lectura donde iba a asistir como ponente. Cosas de la vida,
llego a postular por una amiga argentina, a quien conocí en Cuba y de quien
podría hablar tanto como si la conociera desde siempre. Cuando mi propuesta
fue aceptada, justamente un 12 de diciembre del año 2014, una de las primeras
personas a quien le di la noticia fue a ella, porque sabía que planificaríamos
nuestro ansiado viaje y, sobre todo, nuestro anhelado reencuentro. Pero por
razones especiales y que Dios conoce, no pudo viajar conmigo. Ella tan generosa
me encargó sus investigaciones y publicaciones. Sinceramente, no merecía
tanto y más de una persona que admiro, como profesional, ser humano y por
su testimonio de vida. Emilia, solamente ¡GRACIAS!, una y mil veces más.
Al comunicarles esta buena nueva a mi familia y allegados, no dudaron en
expresarme su alegría y mejores deseos por este nuevo logro; algunos me decían:
“nuestra viajera sullanera ya no parará hasta conocer todo el mundo”. Sé que
no es tanto así, pero sí sé que son oportunidades que hay que tomarlas para
seguir aprendiendo y creciendo, compartiendo lo que soy, sé y hago de mejor
manera, aunque el camino no sea fácil.
Mis alumnos de propedéutico de Beca 18 de aquel año, también se alegraron
mucho y solo querían saber cómo le hacía para viajar, porque ellos también lo
harían cuando terminen su carrera, que les traiga un recuerdo mexicano
(jajaja)… Al final, solo me dijeron: “miss, pida por nosotros”.
Estaba consciente de que había algo diferente en este viaje… era ¡MÉXICO!, y
la primera imagen o expresión para todo era: ¡La virgen de Guadalupe!
Cuando tuve que sacar los pasajes, pasé varias noches buscando alguna oferta
que me llevara primero a hacer una parada en Ciudad de México, pero mis
intentos no fueron exitosos. Sin embargo, por esas bendiciones de la vida, una
noche en Sullana, con mis padres, vi la oferta perfecta y sin pensarlo tanto la
tomé. Iba a hacer la tan ansiada parada en el D.F., sin saber que esto me
cambiaría la visión de mi vida.
Se fue acercando el día de mi viaje y, a pesar de tantos retos personales y
profesionales, sentía que todo fluía. Pero tuve que confiar y dejar todo en las
manos de Dios para que me protegiera y me dé mucha fortaleza en todo
momento, ya que sola jamás puedes.
En esos días, una de las bendiciones a la familia llegaría: ¡la llegada de mi último
sobrino! Fue una felicidad familiar, pero también unos días de mucha oración,
unión y fortaleza para que salga finalmente sanito. Él, también es parte de este
milagro.
Todas las personas me hablaban de cosas milagrosas sobre la virgen, incluso
personas que no conocía hasta ese momento (nunca me olvidaré cómo te conocí,
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Paty Chau). Muchos se acercaron para que pueda llevarles sus cartas,
ofrecimientos, oraciones, etc.
Poco a poco, fui sintiendo una responsabilidad muy grande por ellas, pero al
mismo tiempo tremendamente bendecida y afortunada.
Una persona que trabajaba conmigo me habló tanto de ella que se hizo parte de
mi viaje y de este milagro; ahora es una persona muy especial, tocada también
por la virgen. Además, una gran amiga me hizo un pedido especial por su hijo
y ella ahora también es parte de un milagro más.
Entre tanto movimiento, faltando horas para mi viaje, una amiga muy cercana
y especial, me dijo que no me olvide de pedir primero por mí, porque muchas
veces lo dejamos de hacer. Ella también me dijo que vaya leyendo en el avión
cosas sobre la virgen para saber más de ella y de sus milagros; me contó
nuevamente más testimonios y que no me olvide de recoger los pétalos que me
encontrase cerca de la basílica. Todo esto, hizo que cada vez sintiera algo
inexplicable dentro de mi corazón.
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cuestión de segundos, en realidad, sientes que el tiempo se paraliza y tu vida se
detiene.
Sucedieron tantas cosas que solo lo explicas por tu fe.
No puedo decir más, porque hay cosas que solo quedan contigo para siempre y
que guardo en lo más profundo de mi corazón.
Para cerrar la historia con el señor taxista, imagínense que tuve tiempo hasta
para hacer unas compras y él solo me indicaba que saque cierta cantidad de
dinero, porque él se encargaría de ver los mejores precios, etc. Yo solamente me
dejaba guiar por él con una sonrisa de una niña protegida, deslumbrada y feliz.
Apenas subí al carro para mi vuelta al aeropuerto pude salir un poco de mi
estado; mi llanto, emociones y pensamientos eran solo controlados por un
suspiro que me salía de lo más profundo de mi ser. Recuerdo que el señor taxista
me dio su pañuelo y no decidió hablarme porque quería respetar mi momento
hasta llegar al aeropuerto. Al bajar, ya más calmada, le pregunté su nombre,
me lo dijo, pero hasta ahora no lo recuerdo y tampoco su rostro. Solo lo abracé,
nos bendecimos, agradecimos y sonreímos. Definitivamente, fue mi ángel.
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12 de diciembre de 2017