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Culpa y Erotofilia PDF
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Frente a este tipo de "educación sexual", las alternativas -en gran medida,
reactivas- que se han ido proponiendo se han basado fundamentalmente en la
información. La necesidad de hacer educación sexual viene dada, en primer lugar,
por tratar de paliar el secular ocultamiento de la cuestión. En segundo lugar, por los
efectos indeseables que el propio comportamiento sexual desinformado a menudo
produce, como son el número preocupante de embarazos no deseados, así como las
innumerables dificultades sexuales cada vez más patentes.
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Langston (1973, 1975) halló las correlaciones entre conducta sexual -medida
a través del Blenter's Heterosexual Behavior Assessment- y culpa sexual en una
muestra de estudiantes. Sus correlaciones de -.43 y -.56, para varones y mujeres
respectivamente, y su comparación ítem por ítem con los resultados de Mosher y
Cross (1971) apoyan nuevamente la utilidad de la culpa sexual como predictor de la
experiencia sexual. Igualmente, DiVasto (1977) encontró una relación significativa,
de signo negativo, entre culpa sexual y puntuaciones en la escala de conducta sexual
de Blenter en una muestra de médicos.
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Estudios posteriores han demostrado que los sujetos con culpa sexual alta
responden con emociones más negativas a los estímulos eróticos (Kelley, 1985) y -
sobre todo las mujeres- presentan fantasías sexuales más cortas y de contenido más
restringido que aquéllos con culpa baja (Follingstad y Krimbell, 1986).
Schwartz (1975) demostró que el hecho de que los varones con culpa sexual
alta mostraran menor conciencia de las connotaciones sexuales de las palabras de
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doble entrada se explicaba mejor por una inhibición de la respuesta que por un
diferente grado de conocimiento del significado sexual de las palabras. Esta autora
administró varias veces la tarea de asociación de palabras, pidiendo a los sujetos que
proporcionaran una asociación nueva en cada prueba. De este modo descubrió que los
sujetos con alta culpa sexual sí presentaban asociaciones de carácter sexual, pero lo
hacían con más retardo que los sujetos con culpa sexual baja; es decir, los sujetos con
culpa sexual alta sí que eran capaces de hacer asociaciones sexuales, pero se
mostraban inhibidos en tal sentido.
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Por otra parte, podemos considerar la culpa sexual como uno de los
componentes emocionales determinantes de la actitud erotofóbica. A continuación
desarrollaremos una revisión de las investigaciones llevadas a cabo en torno al
constructo Erotofobia - Erotofilia.
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respuesta evaluativa. Así, determinados estímulos elicitan afectos que producen una
respuesta evaluativa positiva o negativa (Byrne, 1986).
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adherirse al rol tradicional, mientras que las erotofílicas tienden a ser más andróginas
según la tipología de Sandra Bem (Walfish y Mycson, 1980). Clayton (1981) replicó
este estudio y ratificó los datos.
En primer lugar, nuestros datos indican que las mujeres sexualmente activas
son más erotofílicas que las no activas y, por tanto, replican los resultados de otras
investigaciones en este mismo sentido.
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actitud les permite mostrar mayor interés y retener mayor información que las
erotofóbicas, que incluso podrían ser refractarias a dicha información. Esta puede ser
una de las razones, no la única, por la que las erotofóbicas, aunque no sólo ellas,
abordan el comportamiento sexual con mayor riesgo.
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En este sentido, de cara a orientar esa labor educativa, puede sernos de ayuda
analizar qué factores se hallan en la base de la tendencia a experimentar dichos
sentimientos en relación con la actividad sexual. ¿En qué personas tienden a darse en
mayor medida?. ¿Qué factores podrían servir para aliviarlos?. Veamos lo que dice la
literatura empírica respecto al influjo de diversos factores sobre los sentimientos de
culpa.
Muchos son los factores cuyo influjo sobre los sentimientos de culpa se ha
analizado empíricamente. Aquí sólo revisaremos la literatura empírica relativa a los
factores que nos parecen más relevantes para clarificar la cuestión que en este trabajo
nos interesa. Concretamente, revisaremos las conclusiones a las que se ha llegado
respecto al influjo de los siguientes factores: 1) los valores morales de los
progenitores, 2) el tipo de disciplina más frecuentemente utilizada por los
progenitores con los sujetos ante diversas transgresiones de las normas familiares, 3)
la religiosidad del medio familiar, 4) los valores de los amigos y 5) el propio sexo de
los sujetos. Conviene aclarar que la mayor parte de los trabajos empíricos al respecto
toma como variable criterio la tendencia a experimentar culpa en general, y no
específicamente la culpa sexual. No obstante, la revisión de estos estudios puede
aportar pistas de cara a responder a la cuestión arriba planteada.
1. En primer lugar, un factor al que parece necesario prestar atención son las
valoraciones morales de los progenitores, en la medida en que dichas valoraciones
constituyen el contenido normativo en el que fundamentalmente ha sido socializado
el sujeto. Desgraciadamente, apenas hay trabajos empíricos que hayan analizado la
relación entre esta variable y los sentimientos de culpa, pero diversos planteamientos
-como los de Wright (1974), Hoffman (1980), o el mismo Freud y el psicoanálisis en
general- sugieren cierta correlación negativa entre ambas variables: al margen de los
valores sustentados por el sujeto, cuanto más negativas (más desfavorables) sean las
valoraciones de los padres sobre determinadas conductas, mayores serán los
sentimientos de culpa de los sujetos en relación a dichas conductas.
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que con los hijos y usaban con ellas más técnicas inductivas y menos técnicas de
afirmación de poder que con los hijos. En otro estudio, Zussman (1978) halló
igualmente que las mujeres, en general, se veían sometidas a menos prácticas de
afirmación de poder y más prácticas inductivas que los varones. Por otra parte, hay
datos adicionales que sugieren que las prácticas inductivas podrían ser, además, más
efectivas en las mujeres que en los varones: se ha constatado que aquéllas, en la
temprana edad, son más empáticas (Hoffman y Levine, 1976), y la efectividad de este
tipo de técnicas se basa precisamente, en gran medida, en su capacidad de activación
de respuestas empáticas (Hoffman, 1963; Hoffman y Saltztein, 1967). Dada la mayor
proclividad hacia la empatía en las mujeres, las inducciones despertarán en ellas
mayores respuestas empáticas y serán por tanto más efectivas.
Por ello, para dar una respuesta más afinada a la cuestión que aquí nos
interesa, creemos que puede ser de interés presentar en este punto los resultados de un
estudio realizado por uno de los autores para ver qué factores podían dar cuenta de
los sentimientos de culpa en relación con diversas conductas sexuales concretas tanto
1) en jóvenes en general, como 2) en jóvenes que se hallaban vivendo un proceso de
cambio de valores en este ámbito, jóvenes que habían pasado de considerar
determinadas conductas sexuales como negativas, moralmente incorrectas, a opinar
favorablemente sobre las mismas.
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2 Como puede observarse, se añadió una categoría nueva a las habituales en los estudios sobre
disciplina parental: el razonamiento. La razón de ello fue que la sospecha de que las tres categorías
anteriores no agotaban el conjunto de los diversos tipos de disciplinas parentales posibles se vió
confirmada en un estudio piloto previo, cuando muchos sujetos señalaron que los comportamientos
de sus progenitores en diversas situaciones disciplinarias no se asemejaban a ninguna de las
conductas incluidas en la lista que se les presentaba -que en dicho estudio piloto incluía sólo las otras
tres categorías-, sino que se trataban de prácticas claramente basadas en el diálogo y la explicación
de por qué la conducta estaba mal. Los resultados del estudio apoyaron claramente la pertinencia de
la distinción de esta categoría.
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tampoco se observó un mayor peso general de las disciplinas maternas frente a las
paternas (ni en los grupos de cambio ni en la muestra general).
Esta conclusión presenta una clara consistencia con los resultados obtenidos
en relación: 1) a los efectos de las distintas prácticas disciplinarias utilizadas por los
progenitores y 2) al diferente uso que de dichas prácticas hacen éstos cuando se
dirigen a los varones y cuando lo hacen a las mujeres. Como ya hemos visto, los
sentimientos de culpa elevados se hallan relacionados con el uso frecuente de
prácticas "inductivas" y el uso infrecuente de prácticas de "razonamiento" por parte
de los progenitores. Pues bien, en el estudio se reveló que, en general, es decir, por
término medio en situaciones disciplinarias de contenido diverso, las mujeres en la
adolescencia se ven sometidas por parte de ambos progenitores a más prácticas de
carácter inductivo que los varones, mientras que éstos reciben -al menos por parte del
padre- más prácticas de razonamiento que las mujeres. Además, curiosamente, estas
diferencias en el uso de las distintas prácticas disciplinarias con los hijos y con las
hijas fueron particularmente claras en un tipo de encuentros disciplinarios: los
relativos a las "Relaciones sexuales" en la adolescencia (en ellos, la situación
disciplinaria se desencadenaba porque los padres sospechaban que el hijo/a mantenía
relaciones sexuales con un amigo/a con el que tenía una amistad bastante íntima). En
este tipo de encuentros, ambos progenitores utilizan más inducciones y menos
razonamiento con las mujeres que con los varones.
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amigos en torno a dichas cuestiones, menores son los sentimientos de culpa del
sujeto.
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COMENTARIO
Sin embargo, existe claro apoyo empírico para afirmar un importante efecto
perturbador de la actitud erotofóbica y la culpa sexual sobre diversos índices de salud
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sexual. Nuestro primer estudio empírico suministra nuevos datos en apoyo de esta
conclusión.
En primer lugar, y como ya intuíamos, parece claro que el tema que nos
preocupa se le plantea especialmente a la mujer: en ella, la experiencia de culpa ante
diversas conductas sexuales, incluso ante conductas que se valoran positivamente,
adquiere especial intensidad. Pues bien, creemos que la educación sexual, que, como
toda labor educativa, debe atender a compensar el desarrollo de cada sexo en lo que
éste se ve mermado por una socialización defectuosa, no debería descuidar este dato:
en el caso de las mujeres, debería estar especialmente atenta ante dichos sentimientos,
tanto para prevenirlos como para ayudar a superarlos.
Por otra parte, hemos visto que los pares pueden ejercer un efecto de alivio
sobre la experiencia de culpa del sujeto. Cuanto más positivas (más favorables) eran
las valoraciones de los amigos sobre las diversas problemáticas, menores eran los
sentimientos de culpa de los sujetos que se hallaban viviendo el proceso de cambio.
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sus alumnos. Existe la creencia de que hablar con los jóvenes de su sexualidad
significa lanzarles a una inexorable anticipación de su iniciación, cuestión que se vive
con una inusitada ansiedad, porque los adultos deducen riesgos irreparables. Los
datos que poseemos de las investigaciones más recientes no sólo contradicen dicha
creencia, sino que confirman el hecho de que las personas que tienen mejor
comunicación con los padres y con los profesores, no adelantan el inicio de su
actividad sexual, y cuando llegan a ella, son más responsables respecto a los riesgos.
Los investigadores de la actitud hacia la sexualidad han demostrado que los adultos
erotofóbicos tienen grandes dificultades para hablar con naturalidad y realismo de la
actividad sexual. Se explicaría así que, por esta razón, exista en general una gran
laguna respecto al tratamiento de los elementos más emocionales de la sexualidad
tanto en las escuelas, como en las familias.
Por otro lado, en lo referente a los factores que determinan la aparición de los
sentimientos de culpa sexual, la intervención en los estilos de disciplina utilizados
por los padres nos parece sumamente díficil. Tal vez en las experiencias existentes en
las llamadas "Escuelas de padres", podrían introducirse este tipo de contenidos. Sin
embargo, reconociendo las dificultades del cambio de actitud, habría que comprender
esta situación y darle tiempo al tiempo.
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REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.
3 Dado que el concepto de Salud Sexual es susceptible de distintas interpretaciones, según distintas
creencias, nos remitimos a la definición de la OMS del año 1975, y a la de Mace y colaboradores
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