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Eran tiempos muy difíciles, aún más cuando tienes que salir de tu hogar en busca de una mejor vida;

Las cosas ya no eran tan sencillas como antes. Lo único que nunca puedes perder es la esperanza de
que algún día vas a regresar para nunca más salir. ¡Todos tenemos que partir algún día¡

Aquella noche Anna no pudo dormir, la angustia se apodero completamente de ella. Sentía un vacío
enorme creía que le faltaba algo por dentro y le dolía tanto que pensó en devolverse, pero ya era
demasiado tarde para arrepentirme.

Cuando arribo el tren a la estación Anna pudo ver a través del cristal a una familia muy agradable y
pensó que con ellos pasaría una gran parte de sus días, por lo que eran muy parecidos a la foto que
su madre entre llanto le había mostrado aquella noche antes de partir.

La casa era muy moderna y elegante, los amos muy amables. Martha una de las criadas le indico
toda la casa y los oficios que tenía que cumplir. Al entrar a su dormitorio lo primero que ella hizo
fue dar gracias a mi Dios y luego se acostó para descansar.

Aquel día durmió profundamente, despertó porque ella escuchó el susurro de las aves en la
ventana, por lo que sabía que ya era hora de levantar. Lentamente se dispuse atravesar la alcoba
para arreglarse, lo hice en absoluto silencio para no perturbar el sueño de los demás criados.

Eran las siete de la mañana cuando escuchó su nombre gritar desde la cocina, era Martha la sirvienta
que llevaba más tiempo trabajando en esta casa al parecer por su aspecto. Bajó corriendo desde su
dormitorio y con una voz modesta Martha le dijo sirve todo esto al comedor principal, y hazlo rápido.

Los días pasaron rápido, ya era domingo, como de costumbre en todos los pueblos era un día
especial para glorificar al Señor. La iglesia quedaba muy cerca a la casa por lo que todos marchaban
a pie saludándose unos a otros, exhibiendo sus mejores atuendos.

Al salir de la iglesia, justo al frente estaba parado un chico que la miró fijamente, su mirada era tan
penetrante que ella no pudo dejar de contemplarlo, se quedó paralizada, y en el tumulto de la gente
el chico se perdió sin dejar rastro alguno.

Al amanecer de la mañana siguiente después de un arduo día de trabajo en la casa de sus señores,
Anna escuchó un grito y ya sabía que era Martha, bajo deprisa al llamado. Martha le dijo, he aquí
una lista, quiero que vayas de inmediato a la plaza de mercado y traigas estas cosas para el
almuerzo.

En efecto Anna estaba muy feliz porque iba a sabía que iba a salir sola, se alisto lo mejor que pudo.
El día acontecía nublado y con posibilidades de llover, salió de la casa con un de sus mejores
vestidos con la intuición de volverse a encontrar a ese chico otra vez, camino lo más rápido que
posible, pero por más que se apresuró la llovizna la atrapo en medio de la plaza del mercado.


Carlos un joven de 25 años, hombre muy honrado y trabajador, criado en la ciudad toda su vida.
En cuanto se levantó se apresuró a bañarse y a vestirse para dirigirse a su labor, la minería. Salió
unos minutos antes de lo normal porque tenía que encontrarse con Juan, su compañero de trabajo
y amigo de la vida.

- No se cómo haces para siempre llegar a tiempo- le dice Carlos.


- Ya mi mujer me acostumbro, si no fuera por ella tampoco me levantaría temprano- le
contestó Juan.

Mientras se dirigían camino al trabajo, el cielo se torna oscuro y empieza a llover; deciden tomar
otra ruta a la mina ya que el camino que siempre recorrían se inundaba cada vez que llueve.

- ¿Sabes lo que andan diciendo en la ciudad? - pregunta Carlos


- No, ¿son buenas o malas noticas?
- Las personas están muy preocupadas porque una nueva máquina va a realizar el trabajo
de nosotros, por lo que se recortara mucho personal.
- No entiendo –exclama Juan
- Si, al parecer ya no nos necesitaran en la mina.
- ¿Ahora cómo le diré a mi mujer que me quedaré sin trabajo?

Al pasar por medio del mercado, Carlos se queda estático mirando a la mujer que hace unos días
le había robado un suspiro, y pensaba que jamás la iba a volver a encontrar, pero en esta ocasión
ella estaba justo frente de él, lo que lo dejo inmóvil e implorando su belleza.

- ¿Por qué no vas a hablarle? –le dice Juan


- No sé, quizás este comprometida
- Yo no le veo ningún anillo, ni tampoco tiene apariencia de estar casada.

En ese momento Carlos se dirigió hacia Anna y le asintió su mano en su mejilla, tomo un suspiro y
le dijo; porque no nos hemos encontrado todavía, sé que no hemos tenido la ocasión de
encontrarnos en algún lugar, tal vez no es mucho tiempo para decirte esto, ni tampoco que
estemos relacionados de algún modo, quizás jamás nos veremos, pero, confío en ti y sé que de
algún modo tú también estas sintiendo lo mismo que yo.

Tiempo después suenan las campanas de la iglesia ¿Por qué sonaran? ¡Ya están casados! Dos
buenos años han pasado, estos dos jóvenes amantes han vivido gratos momentos (salida
espontaneas por la ciudad, cenas en el parque, entre muchas otras cosas) pero ella quería algo
más.


Una noche muy callada se escuchaban risas en la casa, pero una de estas voces no parece
conocida ¿Quién será?; a lo lejos se escucha como los vecinos saludan a su marido y anuncian su
regreso a la casa.

Ana se apresura por dejar todo ordenado, Se escuchan los pasos de él al llegar a la puerta, la chica
se precipita para abrirle, se nota algo nerviosa y su esposo se da cuenta, pero decide no hacer caso
a esta actitud y se limita a saludarla.

El trabajo lo había dejado muy cansado y había decidido descansar en el mueble de la sala,
empezó a pensar en los pocos días que le quedaban de trabajo, ya la mina no necesitaba tantos
hombres y él presentía que iba a ser uno de esos a los que iban a despedir, pero en ese momento
sus pensamientos se vieron interrumpidos por una inusual camiseta tirada en la esquina del cuarto
y decide ir a preguntarle a su esposa. Ella al ver la camiseta no sabe qué hacer, se pone nerviosa y
empieza a llorar, pues un pecado llevaría en sus manos.

Las ideas corren por la mente de Carlos y de ira empieza a gritarle; Juan, el joven chico que se
hallaba escondido en un cuarto de la casa, sale asustado por lo que podría pasar, por lo que Carlos
podría hacerle a ella.

Al momento en que el hombre ve a Juan, su ira incrementa y empieza a maldecir lanzándose sobre
él, se escucha el caos por toda la casa, cosas cayendo, porcelana rompiéndose, gritos y alegatos.

El en la cúspide de su ira, agarra el azadón que utiliza en el trabajo y lo dirige hacia Juan, quien
sorprendido se queda inmóvil.

- Perdóname –exclama Juan en sollozos


- ¿Por qué me hiciste esto?
- Estaba desesperado, el ya no tener trabajo en la mina por la bendita maquina ha hecho
que me pelee a cada instante con mi mujer.
- Eres mi mejor amigo, no tiene sentido –le responde Carlos
- Perdóname –exclama Juan

Se escucha un grito sollozado de una mujer y como un cuerpo cae al suelo; después de esto, todo
es silencio en la mente de Carlos, queda perplejo por lo que acaba de hacer, acaba de matar a su
tal vez único amigo.

Tiempo después en los bares y calles de la ciudad se puede observar como Carlos se gasta lo poco
que gana en la mina en licor, para así poder ahogar el recuerdo de la muerte de su amigo y a Ana,
pobre Ana que en últimas tuvo que recurrir al trabajo sexual para no morir de hambre.

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