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La Cristiandad
Una realidad histórica
Presentación
DEL AUTOR
del hombre. La Idea Imperial fue, pues, ocurre que si somos cristianos del año
un elemento más de la «preparación evan- 2000, ello se debe a que durante veinte
gélica» que puso a disposición de la na- siglos ha habido una cadena ininterrum-
ciente sociedad cristiana los mejores lo- pida de hombres y mujeres que se han
gros de la civilización latina, en la cual tomado la molestia de creer para que tam-
había aparecido la Iglesia. bién nosotros llegásemos a aceptar lo que
Todos aquellos bienes estuvieron, sin fue creído por todos, siempre, en todas
embargo, a punto de perderse para siem- partes.
pre: la filosofía había desembocado en la Los paganos encontraron sorprendente
desesperación de alcanzar la verdad; la la negativa de la Iglesia a aceptar cual-
cultura consistía en «corromper y ser quier forma de sincretismo: nadie podía
corrompido»; y el poder romano, erigido llamarse con verdad discípulo de Cristo y
sobre la base firme de viejas virtudes cam- dar culto a los dioses de Roma. Ese atre-
pesinas y guerreras se desmoronó por vimiento sólo podía nacer de un ánimo
obra del desenfreno. El espectáculo pro- insolente, malvado. Tácito pensó que los
vocó la indignada denuncia de Horacio: cristianos eran la hez de la tierra. Estalló
«Fecundo en culpas, nuestro siglo mancha la persecución vaticinada por el Evange-
El hogar, las estirpes y las bodas; lio, y al cabo de tres siglos se hizo evi-
Y de esta fuente de maldad se ensancha, dente que una fuerza misteriosa había
Fluyendo al pueblo ya la Patria toda». sostenido a quienes habían mostrado una
Para probar el carácter único del Se- voluntad absoluta de permanecer firmes
ñor, San Pablo lanza a los cuatro vientos en la fe, aun a costa de la vida.
una afirmación que tiene la fuerza de un La sangre de los inocentes expió los
mazazo: «¡Resucitó!». También la Cris- crímenes ancestrales, y una vez que la
tiandad salió de un sepulcro: ella dio nue- tierra fue purificada de sus culpas, se hizo
va vida a los huesos secos del fracaso apta para recibir la simiente de la Palabra
pagano. De tal modo, la historia confirma de Dios. Ella fue sembrada por los gran-
la enseñanza de la fe: al margen de Cristo, des Obispos, quienes se levantaron como
la vida humana corre hacia la perdición, atalayas del pueblo que Dios les había
porque es imposible para la sola creatura confiado. Escrutaron la Verdad Revelada,
detener el avance inexorable de la culpa y combatieron incansablemente las herejías,
la muerte que reinan desde la Caída Ori- consideraron los grandes problemas de su
ginal. Sólo en el Señor las personas y las tiempo y se esforzaron por hallar solu-
sociedades pueden alcanzar la salvación. ciones. Se entiende que esto equivalía a
Debemos considerar el talante espiritual predicar la llamada «verdad peligrosa»,
de aquel pequeño grupo de fieles envia- porque la luz del Evangelio provoca la irri-
dos por el Señor como ovejas entre lobos tación del mundo. San Ambrosio exco-
y cuyo credo se convirtió en el funda- mulgó al Emperador. responsable de la
mento místico de un nuevo orden tempo- masacre de Tesalónica. San Juan Crisós-
ral. Su enseñanza tiene plena vigencia. tomo denunció a la Emperatriz como una
Bien sabemos que teólogos de renombre nueva Herodías. Soportó intentos de ase-
afirman que no podemos mantener la ac- sinato, recibió malos tratos y murió
titud ingenua de los primeros cristianos, semimártir rumbo al destierro. Pero la
pero no hemos avanzado tanto como para Palabra de Dios no quedó encadenada y
dejar atrás al sentido común, y se nos descubrió a quienes habían aceptado re-
Prólogo - P. Carlos Biestro 7
cooperador de Dios ni intenta descubrir Historia. Porque cuando han sido supera-
la verdad que el Señor ha puesto en su dos todos los conflictos internos del sis-
obra, sino que excluye al Creador e inter- tema, se agudiza al máximo la oposición
preta la creación desde sí y para sí. La entre el sistema y la naturaleza humana.
realidad debe estar en consonancia con El hombre de nuestro tiempo vive
los esquemas elaborados para explicarla. idiotizado por la mentira y es víctima del
Los versos que cierran la obra más fa- robo sistemático cometido por los trafi-
mosa de Umberto Eco: «la rosa primigenia cantes de naciones, pero la nota que con
está en el nombre, tenemos los nombres más claridad muestra al «estado univer-
desnudos» expresan la coartada de quien sal homogéneo» como un arrabal del In-
ha cifrado la beatitud en el Poder: si nues- fierno es el ataque prolijo contra la vida,
tros conceptos son arbitrarios, entonces denunciado entre otros por el Cardenal
el hombre es el árbitro del mundo. Ello Ratzinger: «la guerra de los poderosos
explica una característica asombrosa de contra los débiles», que responde por
los nuevos tiempos: la primacía de la ac- completo a la lógica del pecado.
ción sobre la contemplación; el destierro
del que ve y la potestad de ordenar con- Y también resulta lógico que el Nuevo
fiada al que hace, es decir, el predominio Orden Mundial proponga una religión de
del mediocre o del necio, quienes sólo muerte, ofrecida como una mística hu-
pueden dar palazos de ciego e inexorable- manitaria cuya finalidad es expandir las
mente van a parar –y conducen a los de- fronteras de la conciencia para obtener la
más– al hoyo. autorrealización. El hombre de Acuario
puede «construir su propia trascenden-
Desde el siglo XIV hasta el presente la cia» porque el Dios con el que busca es-
ideología nominalista ha tenido un influjo tablecer contacto es la energía primordial
cada vez mayor sobre la religión, la polí- del cosmos, el fondo del que proceden
tica y las ciencias. Y ahora la Historia ha todas las cosas y que llega hasta nosotros
terminado, nos dice Francis Fukuyama, por evolución ascendente. Para conquis-
al comunicarnos graciosamente la inter- tar la cumbre del Carmelo, sólo se requiere
pretación de «La Ciudad de Dios» hecha conocer los secretos de la mente, sin ne-
por el Departamento de Estado. La evo- cesidad de la Encarnación, la gracia y el
lución ideológica de la Humanidad reposa latín, como en otras épocas más atrasa-
en el punto omega: la democracia liberal das. Ahora bien, aunque sea enojoso ha-
ya no halla serios adversarios en nuestro cer el papel de aguafiestas, no podemos
planeta e ingresamos así en el «estado dejar de señalar los aspectos menos hu-
universal homogéneo». manitarios de esta mística: el Dios de la
Puede ser que desde el punto de vista era de Acuario no es personal, se halla tan
de la dialéctica hegeliana hayamos llega- presente en nuestra alma como en un gato
do a la pacificación total, pero si en lugar o una piedra, y el glorioso tránsito desde
de sumergirnos en Hegel miramos alre- esta vida hacia la felicidad de ultratumba
dedor nuestro, resultará innegable que es la abolición del yo, su disolución en el
aquella atmósfera particular de Dinamar- campo universal de energía ciega. La
ca que tan desagradable impresión pro- «Nueva Era» –New Age– es la vieja gnosis
dujo en el joven Hamlet es agua de rosas que tentó a nuestros primeros padres en
en comparación con el aroma que traen el Edén, y también en esta oportunidad la
las tibias brisas de esta primavera de la búsqueda de una falsa divinización con-
Prólogo - P. Carlos Biestro 9
que inmediatamente los precedió. La mis- ne, fueron totalmente ignoradas por los
ma denominación de «gótico», que em- hombres de ese tiempo. Nadie creía en
plearon para caracterizar auno de los ti- aquel entonces que pudieran darse cortes
pos de construcción medieval, no hace dialécticos o paréntesis en el curso de la
sino confirmar dicho menosprecio. Las historia. El hombre medieval «tenía un
catedrales del período de oro medieval sentido de la filiación, de la fidelidad, infi-
fueron llamadas «góticas», cosa de sal- nitamente mayor que el hombre moder-
vajes, de godos, de bárbaros. Bien señala no, vuelto íntegramente hacia el porvenir,
Daniel-Rops que como muchos de esos y que admite espontáneamente que una
humanistas eran «protestantes» o «pro- cosa o una institución que aparezca en el
testantizantes», los prejuicios religiosos futuro valdrá más que su homóloga de la
escoltaban a los criterios estéticos. Me- hora presente; en la “Edad Media” suce-
nospreciando una época que se había ins- día al revés: todo legado del pasado se
pirado totalmente en la enseñanza de la consideraba respetable y ejemplar. Hasta
Iglesia, lo que en el fondo pretendían era el siglo XIV, la mayoría de los europeos
descalificar a la Iglesia Católica (La Igle- creyeron así que prolongaban la civiliza-
sia de la Catedral y de la Cruzada, Luis ción antigua en lo que ésta tenía de me-
de Caralt, Barcelona, 1956, 11). jor» (La Iglesia de la Catedral y de la
Cruzada... 10).
Calderón Bouchet, en un magnífico li-
bro dedicado a la Edad Media, al que re- Algo semejante afirma C. S. Lewis en
curriremos frecuentemente, señala que un notable libro sobre la cosmovisión de
fue la burguesía la que logró imponer esta la Edad Media. A diferencia del hombre
denominación despectiva. «Dueña del di- moderno, que cree incuestionablemente
nero omnipotente, de las plumas venales en el «progreso indefinido», el hombre de
y las inteligencias laicas, inundó el mer- aquella época juzgaba que las cosas ha-
cado con una versión de la historia me- bían sido mejores en el pasado que en el
dieval que todavía persiste en el cerebro presente, sobre la base de que las cosas
de todos los analfabetos ilustrados» (Apo- perfectas son anteriores a las imperfec-
geo de la ciudad cristiana, Dictio, Bue- tas. «El amor no es ahora como en la época
nos Aires, 1978, 220). de Arturo», afirmaba Chrestien de Troyes,
autor del siglo XII, en una de sus novelas
Tal es la idea que quedó en el vulgo acer- de caballería. Y sin embargo la literatura
ca de la Edad Media, idea hoy todavía in- que de ese período nos queda no deja la
culcada en los manuales de historia y fá- sensación de tristeza, de envidia, ni de
cilmente aceptada por la generalidad. Nos pura nostalgia o melancolía. La humildad
han hecho creer, escribe R. Pernoud, para se veía recompensada con los deleites de
poner un ejemplo, que todas las mujeres la admiración (cf. La imagen del mundo;
eran entonces como la reina Fredegunda, Introducción a la literatura medieval y
cuya distracción favorita consistía en atar renacentista, A. Bosch Ed., Barcelona,
a sus rivales a la cola de un caballo al ga- 1980, 64-140).
lope. «Todo lo cual nos permite tildar unos
tres siglos de «tiempos bárbaros», sin Algunos autores han llamado la atención
más» (¿Qué es la Edad Media?... 87). sobre un detalle interesante relativo a aquel
respeto que el hombre medieval experi-
Señala Daniel-Rops que tanto la fórmu- mentaba por la antigüedad. Era tal su apre-
la «Edad Media» como la idea que contie- cio por ella que releían su propia historia
12 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
tianos, de modo que había Cristiandad allí proponen vivir formalmente de acuerdo
donde se reconocía públicamente el Evan- con las leyes del Evangelio de que es de-
gelio. Urbano II, al convocar la Cruzada, positaria la Iglesia. O, en otras palabras,
entendió que unificaba a la Cristiandad en cuando las naciones, en su vida interna y
una gran empresa común, orientándola en sus mutuas relaciones, se conforman
hacia un fin heroico. Pero fue sobre todo con la doctrina del Evangelio, enseñada
Inocencio III quien llevó la idea de Cris- por el Magisterio, en la economía, la polí-
tiandad a su culminación, al tratar de con- tica, la moral, el arte, la legislación, ten-
vertirla en el sinónimo de una suerte de dremos un concierto de pueblos cristia-
Naciones Unidas, sobre la base del reco- nos, o sea una Cristiandad. Para aclarar
nocimiento de una misma doctrina y una la idea: en la China actual, dominada por
misma moral (cf. Daniel-Rops, La Igle- el ideario comunista, hay Cristianismo
sia de la Catedral y de la Cruzada, 39). (porque hay cristianos individuales que
Como se ve, la palabra y su contenido viven en el heroísmo de la fidelidad a pe-
conocieron una historia enriquecedora. Se- sar de la persecución) pero no hay Cris-
gún Daniel-Rops, la Cristiandad encon- tiandad (porque el orden temporal está allí
traba su fundamento en el bautismo co- estructurado con prescindencia, o mejor,
mún de quienes la integraban. Donde hu- rechazo de los principios del Evangelio).
biera bautizados había Cristiandad, o, al ¿Quién había de regir a la Cristiandad?
menos, el esbozo de una Cristiandad. Los Desde el punto de vista espiritual, com-
desgarros provocados por los cismas o petía a la Iglesia semejante misión. Sin
herejías no prevalecieron sobre esta idea embargo, debemos dejar bien en claro que
básica, hasta el punto de destruirla. Cuan- así como no es lo mismo el Cristianismo
do Bizancio se separó de la Santa Sede, que la Cristiandad, tampoco lo son la Igle-
por ejemplo, ello no impidió que los Pa- sia y la Cristiandad. La Iglesia es la depo-
pas ayudasen a los griegos al verse éstos sitaria de la doctrina de Cristo y la
amenazados por los turcos. Más aún: los santificadora del hombre a través de los
grupos tan lejanos de cristianos herejes sacramentos, que comunican la gracia. La
perdidos en las entrañas del Asia fueron Cristiandad es la organización temporal
considerados como hermanos por los sobre la base de los principios cristianos.
católicos de Occidente; y así, en su mo- Sin la Iglesia, por cierto, no podría existir
mento, S. Luis entró en tratos, no sólo Cristiandad. En cambio, aunque no haya
políticos sino también religiosos, con los Cristiandad, no por ello la Iglesia deja de
mogoles, cristianos nestorianos (ibid. 40). existir. Es fácilmente perceptible el peli-
La Cristiandad quiso heredar, si bien en gro y la tentación de confundir a la Igle-
un nivel más elevado, la unidad del des- sia, sociedad sobrenatural, con la Cris-
aparecido Imperio Romano, sobre la base tiandad, sociedad temporal iluminada por
del cristianismo compartido. Lo cual deja la doctrina de Cristo. Dicha confusión
entender –y esto es fundamental– que no estuvo en el origen de las grandes luchas
hay que confundir Cristiandad con Cris- doctrinales e incluso políticas que sacu-
tianismo. Cristianismo dice relación con dieron a la Edad Media. A ello nos referi-
la vida personal del cristiano, con la doc- remos en su momento. En vez de dejar
trina que éste profesa. Cristiandad tiene que cada una obrase en su ámbito propio,
una acepción más amplia, con explícita surgió la tentación de identificarlas, sea
referencia al orden temporal. La Cristian- porque los jefes políticos pretendieron
dad es el conjunto de los pueblos que se manejar a la Iglesia, subordinándola a sus
14 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
intereses terrenos, sea porque los dirigen- de la Edad Media, aun cuando accidental-
tes de la Iglesia se inclinaron a salir del mente diferente, atendiendo, a la diversi-
plano espiritual para actuar indebidamen- dad de condiciones que caracteriza a la
te en el orden temporal (cf. Daniel-Rops, época actual en comparación con aqué-
op. cit., 41-42). lla, tanto en el campo económico como
Cerremos este apartado con una última social. Todo lo rescatable deberá ser sal-
distinción. Si bien la Edad Media fue una vado. Pero el ideal sigue en pie.
época de Cristiandad, y lo fue por exce- II. Raíces y prolegómenos
lencia, es preciso dejar bien en claro que históricos de la Cristiandad
la Cristiandad no se identifica con la Edad
Media. La Cristiandad es una vocación Antes de adentrarnos en el análisis mis-
permanente de la Iglesia y de los políticos mo de lo que fue la Cristiandad nos con-
cristianos. No siempre se podrá realizar vendrá considerar sus orígenes y sus
hic et nunc, por ejemplo en los países momentos preparatorios. Porque la Cris-
comunistas, o incluso en los países libe- tiandad no apareció como resultado de
rales, mientras sigan siendo tales. Pero no dos o tres decretos sino que fue la con-
por ello la Iglesia y los cristianos que ac- creción de una aspiración históricamente
túan en el orden temporal renunciarán mantenida y acrecentada a lo largo de
definitivamente a dicho ideal. Durante las varios siglos. Como primera aproximación
persecuciones de los primeros siglos, o y en líneas muy generales podemos decir
también en el transcurso de las invasio- que surgió sobre los cimientos de un im-
nes de los bárbaros, que duraron déca- perio pagano de la antigüedad, el greco-
das, los cristianos y sus jefes espirituales romano. Se desarrolló luego gracias a la
sabían perfectamente, como es obvio, que influencia que sobre aquél ejerció la Igle-
estaban lejos de vivir en un régimen de sia, y ello a lo largo de unos 500 años
Cristiandad y que ese régimen era por durante los cuales el catolicismo fue sien-
aquel entonces irrealizable en lo inmedia- do aceptado como la moral y la religión
to. Sin embargo, en medio de las angus- de la naciente Europa. Y no sólo de Euro-
tias y la sangre derramada, los mejores pa, ya que la Cristiandad rebasaría los lí-
hombres de aquellos tiempos comenza- mites del viejo Imperio Romano que la vio
ron a proyectarla. Fue precisamente en nacer, extendiéndose hasta zonas donde
medio del torbellino de los bárbaros inva- nunca había llegado la administración im-
sores que S. Agustín se abocaría a escri- perial.
bir su gran obra De Civitate Dei, donde 1. Las raíces greco-latinas
quedaron esbozados los principios estruc- Las últimas raíces de la Cristiandad de-
turales de lo que, siete siglos después, sería ben ser buscadas en el suelo de la cultura
la Cristiandad medieval. griega y de la civilización latina. La civili-
También hoy la Iglesia, si bien vive en zación cristiana se erigió sobre la base de
un régimen a-cristiano o, como quería la ley romana, y la cultura católica flore-
Péguy, post-cristiano, no puede renunciar ció embebida en la sabiduría helénica. La
para siempre al ideal de Cristiandad, que civilización brota principalmente de la vida
no es otra cosa que la impregnación so- activa y la cultura de la contemplativa.
cial de los principios del Evangelio. Y si, Refirámonos ante todo al aporte grie-
por ventura, apareciese una nueva Cris- go. Al comienzo, los Padres de la Iglesia
tiandad, sería sustancialmente igual a la mostraron serias vacilaciones en aceptar
Cristiandad y Edad Media 15
el contenido del pensamiento heleno, juz- do por Hesíodo, tras decir que, transcu-
gando que con la buena nueva que era el rrida la edad de oro, en que los hombres
Evangelio ya bastaba y sobraba. Los filó- vivieron al modo de los dioses, así como
sofos griegos eran considerados poco la de plata, que fue la del aprendizaje del
menos que como heraldos del demonio. cultivo de la tierra, y la de bronce, domi-
Pero luego dicho prejuicio comenzó a nada por la raza de los guerreros, se ha-
ceder, y algunos Padres, sobre todo de la bía llegado a la edad de hierro, en que los
Escuela de Alejandría, se abocaron a la hombres sólo se complacían en el mal,
tarea de rescatar a Platón, Aristóteles, los preanunciaba en su IVª Egloga la anhela-
trágicos y poetas griegos, poniéndolos al da salvación: «He aquí que renace, en su
servicio de la doctrina católica. Clemente integridad, el gran orden de los siglos; he
de Alejandría llegó a afirmar, no sin cierto aquí que vuelve la Virgen, que vuelve el
atrevimiento, que no eran dos los testa- reinado de Saturno, y que una nueva ge-
mentos sino tres, el Antiguo Testamento, neración desciende de las alturas del cie-
el Nuevo Testamento y el Testamento de lo. Un niño va a poner fin a la raza de
la filosofía griega (cf. Stromata VI, 17 ss: hierro ya traer la raza de oro.
PG 9, 380 ss). «¿Quién es Platón sino Nacerá bajo el consulado de Polion. Este
Moisés que habla en griego?» (Stromata niño recibirá una vida divina y verá a los
I, 22, 148: PG 8, 896). De este modo, los héroes mezclados con los dioses y se le
Padres de la Iglesia constituyeron una es- verá con ellos; y gobernará el globo paci-
pecie de eslabón entre la Grecia clásica y ficado por las virtudes de su padre»*. En
la naciente Europa. correspondencia con la profecía de la fa-
Pero también el aporte griego llegaría al mosa Sibila de Cumas, Virgilio había
Occidente medieval por intermedio del vaticinado una nueva era, un retorno a la
influjo de Bizancio. Los pueblos jóvenes edad primordial. Éste es el Virgilio que los
y semibárbaros de Europa nunca dejaron romanos transmitieron a los cristianos, el
de contemplar con respeto y admiración profeta de Cristo. Dante no se equivoca-
el Imperio de Oriente, al que considera- ría al escogerlo como guía hasta el um-
ban heredero y depositario no sólo del bral del Paraíso, es decir, hasta el umbral
Imperio Romano sino también de la cul- donde reina la Gracia.
tura antigua. El prestigio que Constan- *Puede verse el texto completo de la Eglo-
tinopla ejerció sobre la Europa medieval ga, en su original latino y en su versión caste-
fue realmente extraordinario. Muchos de llana de Carlos A. Sáenz, en «Gladius» 4 (1985)
los elementos arquitectónicos de Bizancio 34-37.
se incorporarían a las iglesias románicas, He ahí uno de los aportes de Roma. Pero
y tanto los mosaicos y tapices, como los no fue el único. También le ofrendó la lla-
esmaltes y marfiles de dicha proceden- mada «pax romana», tan alabada por S.
cia, serían considerados por los occiden- Pablo. Gracias a la vigencia de la misma,
tales como la expresión misma de la be- el Evangelio estuvo en condiciones de via-
lleza. jar por las magníficas vías del Imperio, y
Por otra parte, el aporte romano. Los en todas partes, desde Siria hasta Espa-
cristianos no pudieron dejar de leer sin ña, los apóstoles de Cristo pudieron re-
emoción aquel texto profético de Virgilio, currir a una sola ley y hacerse entender
donde el poeta de la romanidad, inspirán- en una sola lengua. Era como si Dios, en
dose en el mito de las cuatro épocas, crea- sus inescrutables designios, hubiera am-
16 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
pliado las fronteras del Imperio a fin de griego y su explicitación teológica había
disponer una vasta cuna para el cristia- sido principalmente obra de los Padres y
nismo naciente. S. León Magno lo expre- Concilios orientales.
só de manera explícita: «Para extender por ¿Cuál sería el resultado de semejante
el mundo entero todos los efectos de gra- invasión? ¿Acabarían los bárbaros con los
cia tan inefable, preparó la Divina Provi- restos del Imperio o se asimilarían a él?
dencia el imperio romano, que de tal modo El que mejor vio en medio de esta baraúnda
extendió sus fronteras, que asoció a sí fue San Agustín, uno de los más grandes
las gentes de todo el orbe. De este modo genios del cristianismo, quien dejaría una
halló la predicación general fácil acceso a huella indeleble en el pensamiento medie-
todos los pueblos unidos por el régimen val. Cuando casi todos perdían la cabeza
de una misma ciudad» (Hom. en la fiesta ante la desgracia generalizada, cuando el
de los Stos. Apóstoles Pedro y Pablo, en viril S. Jerónimo no podía contener su llan-
San León Magno, Homilías sobre el año to al enterarse del saqueo de Roma, cuan-
litúrgico, BAC, Madrid, 1969, 355). do los bárbaros se lanzaban incontenibles
Un día este Imperio abrazaría el cristia- a la invasión del Africa cristiana, e inclu-
nismo. Belloc llega a decir que la conver- so cuando su propia sede de Hipona se
sión del Imperio a la Fe no fue un episo- veía cercada por los vándalos, S. Agustín
dio entre otros grandes episodios de la se puso a escribir una obra magistral, De
historia, ni un capítulo más de la misma. Civitate Dei, donde señaló que no había
Fue la Cosa Determinante, una nueva crea- que desesperarse, ya que lo que concluía
ción, en grado y en calidad, e incluso «el era un mundo en buena parte decrépito, y
acontecimiento más importante en la his- que se hacía necesario levantar la mirada
toria del mundo» (cf. H. Belloc, La crisis por sobre los estrechos horizontes de lo
de nuestra civilización, Sudamericana, cotidiano, para considerar los hechos con-
Buenos Aires, 1966, 33 y 77). temporáneos a la luz de esa gran visión
que va del Génesis al Apocalipsis. La op-
2. Las invasiones bárbaras ción que ahora se presentaba no era: o el
Aprovechando la senilidad y el resque- Imperio o la nada, sino o con Cristo o
brajamiento del Imperio Romano, en el contra Cristo, o la Ciudad de Dios o la
siglo V diversos grupos comenzaron a Ciudad del Mundo.
infiltrarse, en algunos casos, en el mis- Así, pues, para el Aguila de Hipona,
mo, o a invadir, en otros, las diversas re- como lo llamó la posteridad, los hechos
giones desguarnecidas que lo integraban. ruinosos del momento no eran decisivos,
La mayor parte de ellos eran cristianos, si sino anecdóticos. Más allá del caos san-
bien herejes, ya que adherían por lo gene- griento y de las invasiones sin sentido, lo
ral al arrianismo. Culturalmente primiti- verdaderamente trascendente era poner
vos, veían en el cristianismo no sólo la los fundamentos de la Ciudad de Dios.
religión del Imperio Romano, sino tam- Según él, dos son los gritos que explican
bién «el orden latino» con toda su heren- la historia: el grito de S. Miguel, Quis ut
cia de derecho y de civilización. No deja Deus?, y el grito de Satanás, Non serviam!,
ello de ser curioso, ya que para los mis- dos gritos que dividieron a los ángeles, y
mos romanos el cristianismo era relativa- ulteriormente a los hombres, en dos gran-
mente un recién llegado. Procedía del des agrupaciones históricas, en dos «ciu-
oriente helénico, su lengua madre era el dades», división que no pasa tanto por las
Cristiandad y Edad Media 17
fronteras geográficas cuanto por la acti- Pero antes de seguir adelante se impone
tud de los individuos y de las sociedades. una acotación retrospectiva. Cuando los
Se trataba, pues, de ponerse a trabajar en bárbaros invasores se fueron instalando
pro de la Ciudad de Dios. El espíritu de S. en las tierras ocupadas o conquistadas,
Agustín continuó viviendo y dando fru- dado que, como dijimos, la mayor parte
tos mucho después que el Africa cristia- de ellos eran arrianos, la Iglesia volcó su
na hubiese dejado de existir, contribuyen- propósito pastoral a la conversión de una
do a modelar el pensamiento del Cristia- tribu concreta, la de los francos, por ser
nismo occidental como pocos lo han he- casi el único pueblo no contaminado por
cho. la herejía. No que fueran católicos; eran
Algunos se han preguntado si Agustín paganos, y por tanto más proclives a acep-
fue el heredero de la vieja cultura clásica tar la verdad católica que los arrianos. La
y uno de los últimos representantes de la experiencia enseñaba que era más fácil
antigüedad, o más bien el iniciador de un convertir a un pagano que a un hereje.
mundo nuevo y algo así como el primer Logróse así la conversión del jefe franco
hombre medieval. Hay parte de verdad en Clodoveo, y su ulterior bautismo, en 498
ambas apreciaciones. S. Agustín es un o 499, juntamente con su pueblo. Una
puente por el que pasa toda la tradición especie de nuevo Constantino, esta vez
antigua al mundo que se va gestando, si un Constantino bárbaro.
bien aún en lontananza. El poder franco no dejó de irse acre-
centando a lo largo de los siglos. Hasta
3. El Imperio Carolingio que un descendiente de Clodoveo, si bien
Ante el espectáculo de la devastación alejado de él por varias centurias, Carlo-
que llevaban adelante los bárbaros, desde magno, recibió en Roma, el día de Navi-
la lejana Bizancio, legítima heredera del dad del 800, la corona de Emperador de
viejo Imperio en ruinas, uno de sus gran- los Romanos de manos del Papa León III.
des emperadores, Justiniano, lanzó sus La trascendencia del hecho fue inmensa
ejércitos a la reconquista de Occidente, ya que, según dijimos más arriba, desde
comenzando por Africa e Italia, las dos que desapareció el Imperio de Occidente,
regiones que más habían sufrido de parte los emperadores de Constantinopla, he-
de los invasores. Al comienzo fueron re- rederos de Augusto, se consideraban
cibidos como liberadores, pero pronto los como legítimos soberanos del antiguo
presuntamente liberados comenzaron a mundo romano –oriental y occidental–,
cambiar de opinión, no sólo por la opre- no habiendo dejado jamás de reivindicar
sión fiscal con que fueron gravados, sino dicho derecho. Pero ahora se daba una
también porque en los bizantinos ya no situación insólita: además del Papa en
veían más a romanos, sino a griegos, que Roma y del Emperador en Bizancio se
pretendían helenizar el Occidente, sobre erigía en Occidente un monarca, casi bár-
todo a Italia, tan orgullosa de su herencia baro, con pretensiones imperiales. La
latina. cosa fue que el ascenso de Carlos signifi-
Semejante desilusión hizo que los Pa- có algo así como la fundación de un nue-
pas comenzaran a volver sus ojos hacia vo Imperio, lo que implicaba mucho más
los pueblos bárbaros, para ver si por aca- que una mera repartición territorial. Car-
so alguno de ellos era capaz de tomar el los se iba perfilando como un nuevo Au-
relevo del antiguo Imperio hecho añicos. gusto, cuyo dominio en Occidente encon-
18 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
Otón se dirigiría a Italia en 961 para reci- zadas. Tal fue también la zona donde se
bir de manos del Pontífice la corona im- desarrolló el régimen feudal, el movimiento
perial. comunal del Norte europeo y la institu-
A Otón I lo sucedió su hijo, Otón II, a ción de la caballería. Fue allí donde al fin
quien aquél había hecho casar con una de se logró una admirable síntesis entre el
las hijas del emperador bizantino Romano Norte germánico, la doctrina sobrenatu-
II, la princesa griega Teófana, que llevó a ral de la Iglesia y las tradiciones de la cul-
Occidente las tradiciones de la Corte Im- tura latina. (cf. C. Dawson, Así se hizo
perial del Oriente. El hijo nacido de esa Europa, La Espiga de Oro, Buenos Aires,
unión, Otón III, pudo así reunir en su 1947, 368).
persona la herencia de las dos grandes No deja de ser paradigmático que el su-
vertientes del orbe cristiano, la bizantina cesor de Otón el Grande fuese un santo,
y la occidental. Asesorado por su precep- Enrique II, canonizado junto con su mu-
tor Gerberto, quien luego sería Papa bajo jer Cunegunda.
el nombre de Silvestre II, tuvo el mérito El tiempo no nos permite detallar los
de ir creando una conciencia europea acontecimientos que se fueron sucedien-
integradora de los grandes valores sem- do. Baste decir que inicialmente el Empe-
brados aquí y allá. En este sentido Otón rador fue Rey de Romanos. Pronto su
III fue un digno continuador del espíritu Imperio recibirla el calificativo de «sacro»,
de Carlomagno, ya que durante su reina- y más adelante de «germánico». Sería el
do las grandes tradiciones de las épocas Sacro Imperio Romano Germánico, co-
anteriores se unieron e integraron en la lumna vertebral de la Edad Media propia-
nueva cultura de la Europa premedieval. mente dicha.
No era todavía, por cierto, el logro del
ideal, pero el esbozo estaba dado: un Im- Data asimismo de este período la apari-
perio como comunidad política de los ción de los diversos Reinos. S. Esteban
pueblos cristianos, gobernado por las au- de Hungría, como ya lo dijimos, recibió
toridades concordantes e independientes del Papa su corona. En España, los seño-
del Emperador y del Papa. Deseando mani- ríos que no estaban en manos de los mu-
festar mediante un signo concreto su de- sulmanes se fueron unificando, con la
cisión de empalmar con la vieja tradición emergencia de grandes figuras como la
del Imperio Romano, Otón se dirigió a del rey S. Fernando. En Sicilia, los anti-
Roma, y tras hacerse levantar un palacio guos normandos establecieron un reino
sobre el monte Aventino, reasumió ínte- cristiano con los Guiscard. Y en Francia
gramente el ceremonial de la corte apareció una familia, la de los Capetos,
bizantina, tomando el nombre de Empe- que durante 300 años la gobernarían, en-
rador de los Romanos. contrando su arquetipo en la figura de S.
Luis.
C. Dawson llega a decir que fue en este
territorio intermedio donde reinaron los ***
Otónidas, que se extendía desde el Loira Según el P. Julio Meinvielle, así como
hasta el Rin, donde nació en realidad la con Pedro, Santiago y Juan, los tres após-
cultura medieval. Tal fue la cuna de la ar- toles del Tabor y del Huerto, símbolos de
quitectura gótica, de las grandes escue- las tres virtudes teologales, se formó al-
las, del movimiento monástico, de la re- rededor de Cristo el núcleo esencial del
forma eclesiástica y del ideal de las cru- apostolado cristiano, del mismo modo,
Cristiandad y Edad Media 21
tituir un bloque histórico. Casi por instin- entre esos tres momentos son reales, y a
to, nos sentimos inclinados a establecer veces los estudiosos los han opuesto en-
en ese largo período evidentes distincio- tre sí, o se han preguntado cuál de ellos
nes. Cuando pensamos en las obras maes- fue el más fecundo, si el siglo XII o el
tras del arte medieval, por ejemplo, sole- siglo XIII, si el siglo de S. Bernardo o el
mos referirnos a la parte central de dicho de S. Francisco, si el siglo del románico
período, que va desde mediados del siglo o del gótico. A juicio del historiador fran-
XI a mediados del siglo XIV. Cuando, por cés, dichas diferencias no prevalecen so-
el contrario, evocamos «la noche de la bre la unidad de fondo. Por lo que juzga
Edad Media II pensamos en la época de preferible atender más a lo que aúna esos
descomposición que siguió a Carlomagno. momentos diferentes, a lo que mancomu-
Si consideramos, pues, con ecuanimi- nó a los hombres durante aquellos tres
dad aquel presunto milenio de la «Edad siglos en una misma y grandiosa cosmo-
Media», advertiremos en él tres períodos visión, en la adopción de los mismos prin-
bien diferenciados entre sí: la época de cipios, las mismas certezas, y las mismas
preparación, los siglos de plenitud, y el esperanzas (cf. Daniel-Rops, La Iglesia
deslizamiento hacia la decadencia. El pri- de la Catedral y de la Cruzada... 12-13).
mero es el de los tiempos bárbaros, el ter- Con todo, la generalidad de los autores
cero coincide con la segunda mitad del coinciden en ver en el siglo XIII el siglo
siglo XIV y comienzos del XV. Daniel- de oro medieval. O. Dawson, por ejem-
Rops prefiere, y a nosotros nos parece plo, sostiene que nunca ha existido una
muy justo, circunscribir lo que propia- época en la cual el cristianismo haya al-
mente fue la Edad Media a la parte central canzado una expresión cultural tan per-
de aquel milenario proceso, restringién- fecta como en aquel siglo. Europa no ha
dola a los tres primeros siglos del segun- contemplado un santo más notable que
do milenio, en que la historia alcanzó una S. Francisco, un teólogo superior a Sto.
de sus cumbres. Y al titular su libro sobre Tomás, un poeta más inspirado que Dante,
la Edad Media La Iglesia de la Catedral y un rey más excelso que S. Luis. Es evi-
de la Cruzada, el autor quiso caracterizar dente que hubo en aquel siglo grandes
a dicha época por sus dos realizaciones miserias. Pero no lo es menos que en aquel
más notables. entonces, en mayor grado que en ningún
Pero el mismo Daniel-Rops señala una otro periodo histórico de la civilización
ulterior especificación. En el interior de occidental, la cultura europea y la religión
ese período más esplendoroso también son católica realizaron una simbiosis admira-
advertibles diversos momentos. Al co- ble; las expresiones más altas de la cultu-
mienzo, en la segunda mitad del siglo XI, ra medieval, sea en el campo del arte,
la Cristiandad fue tomando conciencia del como de la literatura o de la filosofía, fue-
sentido preparatorio que habían tenido los ron religiosas, y los representantes más
esfuerzos realizados anteriormente; eximios de la religión en aquel tiempo fue-
prodújose luego el despliegue del siglo XII, ron también los dirigentes de la cultura
sólido, sobrio y vigoroso; y finalmente se medieval (cf. C. Dawson, Ensayos acer-
alcanzó el culmen, en el siglo XIII, la épo- ca. de la Edad Media... 218-219).
ca de la erección de las grandes Catedra- Algo semejante sostiene H. Belloc. En
les, de la Suma Teológica de Sto. Tomás su opinión, el siglo XIII fundó una con-
y del apogeo del Papado. Las diferencias cepción del Estado que parecía inconmo-
Cristiandad y Edad Media 23
vible. Toda la sociedad se ordenaba de que creía la viejita analfabeta, a pesar del
manera armónica, cada hombre se sentía diverso nivel de penetración en el conte-
en su lugar, la riqueza asumía una fun- nido doctrinal. El lenguaje común de la
ción menos odiosa e incluso noble, la pro- fe, aprendido en el catecismo, colocaba
piedad estaba bien dividida, y los trabaja- al noble, al aldeano y al artesano en idéntica
dores se veían protegidos por las garan- relación con Dios; y era dicho lenguaje el
tías que les acordaban las corporaciones que estaba en el origen de la ciencia, del
y las costumbres. «El siglo XIII –con- arte, de la música y de la poesía. Desde el
cluye– fue el tipo de nuestra sociedad hacia sacramento del matrimonio hasta la consa-
el cual los hombres después de sus últi- gración del Emperador, la vida social esta-
mos fracasos han vuelto la mirada y al ba impregnada de espíritu religioso.
que después de todos nuestros errores y La fe era el centro de todo. Daniel-Rops
desastres modernos tenemos que recu- ha explicitado esta afirmación tan escue-
rrir otra vez» (H. Belloc, La crisis de nues- ta. Si se trataba de la organización políti-
tra civilización... 89-90). ca, dice, ésta era, en su sustancia, abso-
Refiriéndose más concretamente a lutamente inescindible de la fe cristiana.
Francia escribe G. Cohen: «No terminará ¿Sobre qué reposaba, en efecto, el víncu-
jamás nuestra exaltación frente a la cate- lo feudal que unía al siervo con su señor
dral ni terminaremos jamás de dar gra- sino sobre una fórmula religiosa, sobre
cias por ellas al siglo de San Luis, al gran un juramento pronunciado sobre el Evan-
siglo, al siglo XIII» (La gran claridad de gelio? ¿Quién confería al Emperador ya
la Edad Media, Huemul, Buenos Aires, los Reyes su carácter de vicarios de Dios
1965, 120). sobre la tierra en lo que atañe al orden
temporal, sino la consagración litúrgica?
IV. Notas características Y si se trataba de la vida social, era en
de la Cristiandad medieval última instancia el Cristianismo quien asig-
Podemos señalar cuatro notas que es- naba a cada uno de los estratos de la so-
pecifican la Cristiandad de la Edad Me- ciedad su papel en la prosecución del bien
dia, y la contradistinguen de otros perío- común, así como el que proclamaba las
dos de la historia. exigencias de la justicia en la relación en-
tre artesanos y aprendices, entre señores
1. Centralidad de la fe y aldeanos.
La sociedad medieval, a pesar de la cla- La misma actividad económica no era
ra distribución de sus estamentos, de que independiente de la enseñanza de la Igle-
hablaremos en otra conferencia, consti- sia, en su condena de la especulación y la
tuyó un logrado esfuerzo por integrar to- usura, y en el ejercicio de lo que se dio en
das las clases de la sociedad en la unidad llamar «el justo precio».
de una sola fe. Lo que creía el aldeano, el
mendigo y hasta el criminal, era lo que Asimismo en el orden doméstico fue la
creía el Emperador y el Papa. Precisamente Iglesia la que estableció firmemente el
en esto se funda el comunista italiano valor sacramental de la familia, fundamen-
Antonio Gramsci para explicar por qué la to de la fecundidad, el mutuo amor y la
Iglesia logró formar en la Edad Media lo indisolubilidad del matrimonio.
que él llama «un bloque histórico»: aque- Y precisamente por ser católica, es de-
llo que creía Sto. Tomás era lo mismo cir, universal, la Iglesia despertó también
24 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
en la sociedad esa ansia de expansión que fundada en el primado de Dios sobre todo
tanto caracterizó a la Edad Media, tal cual lo que es terrenal. Aquellos hombres, es-
se manifestó no sólo en el impulso apos- cribe Dawson, «no tenían fe en sí mis-
tólico y misionero de las Ordenes Mendi- mos ni en las posibilidades del esfuerzo
cantes sino también, y sobre todo, en humano, sino que ponían su confianza en
aquella epopeya, única en su género, y algo más que la civilización, en algo fuera
sostenida durante casi dos siglos, que fue de la historia» (Así se hizo Europa ... 12).
la Cruzada. El fin último de la existencia era supra-
La fe constituyó asimismo el basamen- histórico, la contemplación de Dios des-
to de la actividad intelectual, de la filoso- pués de la muerte, la visión beatífica.
fía y del arte. Como dijo S. Bernardo, P. L. Landsberg lo expresa de otra ma-
«desde que el Verbo se hizo carne y habi- nera: La vida del hombre medieval, afir-
tó entre nosotros, habita también en nues- ma, estaba totalmente determinada en su
tra memoria y en nuestro pensamiento» estilo por una idea clara acerca del senti-
(cf. Daniel-Rops. La Iglesia de la Cate- do de la vida, ese sentido cuya desapari-
dral y de la Cruzada, 98-99). ción hace la desgracia del mundo moder-
no; o, en expresión de Guardini, por el
Por supuesto que en la Edad Media se primado del «logos» sobre el «ethos», el
cometieron graves pecados, pero quienes primado del ser sobre el devenir (cf. P. L.
así obraban tenían, indudablemente, el Landsberg, La Edad Media y nosotros,
sentido del pecado, sabían que ofendían Revista de Occidente, Madrid, 1925,
a Dios. Entre los relatos de la época se 43.48).
incluye el caso de aquel Caballero del
Barrilito que, cuando ya no pudo más de Es esta centralidad de la fe lo que expli-
blasfemias y de crímenes, se fue a bus- ca el rechazo generalizado y casi instinti-
car a un ermitaño y recibió por penitencia vo de la herejía. Aquellos cristianos me-
la orden de llenar de agua un pequeño dievales no podían soportar las blasfemias
barril; durante semanas y semanas trató de los herejes. Y no sólo por lo que ellas
de llevar a cabo aquella orden, tan fácil, tienen de ofensa a Dios, sino también,
en apariencia, pero era en vano. Cuantas aunque secundariamente, por sus conse-
veces sumergía el recipiente en algún arro- cuencias en el orden temporal. Dado que
yo, inmediatamente se vaciaba. Sólo el día el entero régimen sociopolítico descan-
en que el verdadero arrepentimiento hizo saba sobre la fe, la herejía, más allá de ser
que cayera una lágrima de sus ojos, el un pecado religioso, aparecía igualmente
barrilito se llenó hasta desbordar. Ese sen- como un atentado contra la sociedad.
tido del pecado que encaminaba al confe- Cuando los Albigenses, por ejemplo, con-
sionario a los penitentes, era el mismo que denaban la licitud del juramento, estaban
lanzaba por los caminos de la peregrina- vulnerando los soportes mismos de la ar-
ción a incontables arrepentidos, y que quitectura social del Medioevo, que repo-
suministraba a los trabajos de las cate- saba precisamente sobre la firmeza de
drales numerosos obreros voluntarios que aquél.
buscaban así la purgación de sus faltas. Por cierto que no era el Estado quien
La sociedad medieval fue, pues, una so- tenía la misión de pronunciarse sobre las
ciedad anclada en la fe, teocéntrica, que verdades de la fe y los errores de las he-
hizo suya la enseñanza de S. Agustín acer- rejías sino las autoridades de la Iglesia, en
ca de lo que debe ser una ciudad católica, lo que estaban de acuerdo el poder espiri-
Cristiandad y Edad Media 25
tual y el poder temporal. Así fue como se reció quizás con Aristóteles, cuya ense-
creó el tribunal de la Inquisición. Hoy el ñanza determinó en Grecia el triunfo de la
común de la gente se escandaliza de que razón sobre el mito. Asimismo el Imperio
haya existido una institución semejante. Romano fue una sociedad racional –que
Sobre ella habría mucho que decir, pero no hay que confundir con «racionalista»–
contentémonos aquí con recordar lo que ya que allí la razón se encarnó en la orga-
asevera Daniel-Rops, es a saber, que para nización social. De ahí que el triunfo de la
comprenderla se requiere ponerse en la Roma imperial y universalista significase
perspectiva de la época, cuando la socie- la victoria política de la razón, que al triun-
dad aceptaba como obvio lo que Sto. To- far socialmente sobre el mito fue preparan-
más enseñaba desde la cátedra: «Mucho do a los pueblos para recibir el misterio.
más grave es corromper la fe, que es la Lo racional que vence a lo mítico en-
vida del alma, que falsificar la moneda, traña un auténtico progreso. Porque el mito
que sirve para la vida temporal» (Summa es estático, no evoluciona; en cambio la
Theologica, II-II, 11,3,c.). Y por aquel razón, por tener que estar atenta a las
entonces los gobiernos castigaban seve- mutaciones de lo real, implica posibilidad
ramente a los falsificadores de moneda de desarrollo, de profundización. El racio-
(cf. Daniel-Rops, La Iglesia de la Cate- nalismo, en cambio, en cuanto rebelión
dral y de la Cruzada... 678-679). de la razón contra el misterio, significa
2. Predominio del símbolo un retroceso.
En un excelente curso que el Dr. Félix Finalmente hay sociedades fundadas en
Lamas dictara sobre la Cristiandad, se dice el misterio. Siendo éste la explicitación
que la historia ha conocido tres sistemas más rica de lo real, de la verdad revelada,
explicativos de la arquitectura social. las sociedades que en él se basan serán
Existieron, ante todo, sociedades fun- más perfectas. Históricamente la primera
dadas en el mito, es decir, que hacían de- sociedad que encarnó el misterio en su
pender de talo cual mito sus valoraciones tejido social fue la judía. Dios se manifes-
fundamentales, su concepción de la vida tó al pueblo que había escogido, estable-
del hombre y de su historia. Ello acaeció ciendo con él una alianza sobre la base de
–y de algún modo sigue acaeciendo– so- esa revelación mistérica. Es asimismo una
bre todo en Oriente, particularmente en la sociedad de este género la islámica, si bien
India. Seria injusto despreciar lisa y llana- en ella lo mistérico se mezcla con lo míti-
mente tales sociedades. Con frecuencia co. Nos queda –y acá arribamos al tema
esos mitos fundacionales, a pesar de los de nuestro especial interés– la sociedad
errores que incluyen, no carecen de gran- fundada sobre el misterio plenario, la Cris-
deza y armonía, constituyendo verdade- tiandad. Pero, como bien concluye La-
ros sistemas poético-religiosos. Señala mas su agudo análisis, dicha sociedad no
Lamas que posiblemente dicha dignidad dejó de lado la razón, sino que entabló un
sea explicable por la proximidad geográ- diálogo fecundo entre el misterio y la ra-
fica de aquellas regiones con el territorio zón, buscando su armonía. Y, podríamos
en que tuvo lugar la revelación primitiva, agregar nosotros, en cierta manera asu-
y de donde partió luego la dispersión de mió también lo valedero que palpitaba en
los pueblos. los antiguos mitos, acogiendo a veces su
vocabulario, despegado, como es obvio,
Están, asimismo, las sociedades funda- de los errores que podía encubrir.
das en la razón. La primera de ellas apa-
26 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
tra mentalidad, para la cual la tierra es religioso; las grandes Sumas Teológicas
«todo», en la concepción medieval la tie- y Filosóficas, símbolos de la síntesis lo-
rra era «pequeña». Toda ella se subordi- grada en el nivel del pensamiento; la Ca-
naba al mundo angélico, dispuesto jerár- tedral, con sus agujas apuntando hacia
quicamente en nueve coros, según la en- Dios, como toda la sociedad medieval,
señanza de Dionisio, y el mundo angélico símbolo de la unidad artística, subordi-
se subordinaba a Dios. En sentido inver- nando a sí la escultura, la pintura, los
so, la luz venía de lo alto, de Dios, pasaba vitrales y la música; la organización cor-
por los coros angélicos y llegaba a la tie- porativa de los oficios, donde aún no se
rra. Una suerte de escala de Jacob, que había iniciado el antagonismo entre capi-
va de la tierra al cielo y del cielo a la tie- tal y trabajo, símbolo de la unidad en el
rra. En el pensamiento moderno, que es campo económico y social.
evolucionista, el hombre ocupa la cima El P. Meinvielle ha creído encontrar un
de una escalera cuyo pie se pierde en la compendio luminoso del espíritu arquitec-
oscuridad; en el mundo medieval ocupa- tónico y finalista que caracterizó a la Edad
ba el pie de una escalera cuya cima era Media en aquella frase del Apóstol: «Todo
invisible a causa de la abundancia de la es vuestro; vosotros sois de Cristo; Cris-
luz (cf. C. S. Lewis, La imagen del mun- to es de Dios» (1 Cor 3,22-23). Un orden
do... 74 s. 54 s). inferior, el de la multiplicidad, en que la
El orden medieval era, pues, arquitec- multitud del macrocosmos se unifica en
tónico, una gran catedral. Cada cual sa- el microcosmos que es el hombre («todo
bía que allí donde Dios le había colocado es vuestro»); un orden mediador, que se
en la tierra, tenía una tarea definida que concentra en Jesucristo («vosotros sois
cumplir, con vistas a un fin perfectamen- de Cristo»); un orden final, el de la per-
te claro, en la certeza de estar colaboran- fecta consumación («Cristo es de Dios»).
do en una obra que lo superaba. Como se La llave de esta admirable catedral es Je-
expresa tan garbosamente Huizinga: «El sucristo, el cual, siendo Dios, se hizo hom-
hombre medieval piensa dentro de la vida bre, y desde abajo arrastró hacia Dios a
diaria en las mismas formas que dentro todas las cosas que habían salido de su
de su teología. La base es en una y otra mano creadora. El es la recapitulación del
esfera el idealismo arquitectónico que la universo (cf. J. Meinvielle, Hacia la Cris-
Escolástica llama realismo: la necesidad tiandad... 9-11).
de aislar cada conocimiento y de prestar- 4. Época juvenil
le como entidad especial una forma pro-
pia, de conectarle con otros en asocia- La Edad Media fue una época de exu-
ciones jerárquicas y de levantar con éstas berancia. Lo fue, ante todo, desde el pun-
templos y catedrales, como un niño que to de vista demográfico, ya que experi-
juega al arquitecto con pequeñas piezas mentó un permanente y nunca detenido
de madera» (El otoño de la Edad Me- incremento de población. Pero lo fue tam-
dia... 356). bién por el empuje de su gente, contraria-
mente a lo que muchos creen. A este res-
La Cristiandad fue, así, un tejido de sím- pecto señala Calderón Bouchet que fre-
bolos y de armonías sintetizadoras: el cuentemente se piensa en la Cristiandad
Imperio, símbolo de la universalidad en el como si hubiese estado dominada por una
campo político; la Iglesia, símbolo de la especie de quedantismo o platonismo
vocación de unidad salvífica en el ámbito ejemplarista, decididamente opuesto a la
Cristiandad y Edad Media 29
menor veleidad de cambio. Nada más aje- que han llegado hasta nosotros revelan una
no a la realidad de ese período histórico. simpática malicia e ironía. Evidentemen-
«La imagen de un orden fijo e inamovible te, esos hombres sabían mezclar la sonri-
viene sugerida por el carácter paradigmá- sa con las preocupaciones más austeras
tico y eterno del objeto del saber teológi- (cf. R. Pernoud, op. cit., 253-254).
co y la visión teocéntrica del mundo ins- A veces las manifestaciones de alegría
pirada por su cultura. La vida medieval no eran tam sanctas. La Edad Media co-
conoció un fin y una tendencia inspiradora noció poetas bastante laxos, por ejemplo
única: el Reino de Dios, pero ¡cuánta di- los llamados «goliardos», chacoteros y
versidad y qué riqueza en los movimien- mal afamados, pero eruditos a su modo,
tos accidentales para lograrlo!» (Apogeo que reflejaban su manera de entender la
de la ciudad cristiana... 253). alegría de vivir en propósitos como éste:
La Edad Media estuvo acuciada por un «Meum est propositum in taberna mori.
fecundo pathos. Fue una época juvenil, Ut sint vina proxima morientis ori.
aventurera, que quiso gozar de la vida; sus Tunc cantabunt lætius angelorum chori:
hombres sabían divertirse, jugar y soñar. “Sit Deus propitius huic potatori”».
No deja de ser sintomático que en los (Me propongo morir en la taberna / con el vino
muy cerca de mi boca. / Entonces cantarán más
tratados de moral de aquel tiempo, encon- alegremente los coros de los ángeles: / «¡Dios sea
tremos enumerados ocho pecados capi- clemente con este borracho!’).
tales, en lugar de los siete conocidos. ¿Y
cuál es el octavo? Nada menos que la tris- A la Edad Media le fue inherente el gozo
teza, tristitia. El hombre medieval era ca- de la existencia. «En su filosofía, en su
paz de gozar porque estaba anclado en la arquitectura, en su manera de vivir –es-
esperanza. Sabía que si el pecado lo po- cribe R. Pernoud–, por doquier estalla una
día perder, la Redención lo salvaba. Bien alegría de ser, un poder de afirmación que
escribe Drieu la Rochelle: «No es a pesar vuelve a traer a la memoria aquella expre-
del cristianismo, sino a través del cristia- sión zumbona de Luis VII, al que repro-
nismo que se manifiesta abierta y plena- chaban su falta de fasto: ‘Nosotros, en la
mente esta alegría de vivir, esta alegría de corte de Francia, no tenemos sino pan,
tener un cuerpo, de tener un alma en ese vino y alegría’. Palabra magnífica, que
cuerpo..., esta alegría de ser» (Cit. en R. resume toda la Edad Media, época en que
Pernoud, Lumière du Moyen Âge, 116). se supo apreciar más que en ninguna otra
las cosas simples, sanas y gozosas: el pan,
La Edad Media llevó muy adelante el el vino y la alegría» (ibid., 258).
sentido del humor. Aquellos hombres te-
nían el sentido del ridículo y en todo era No parece, pues, exagerado afirmar que
posible que hallasen motivo de gracejo. el sentido del humor constituyó una de
Expresiones de dicho humor se las en- las claves de la Edad Media. Por algo le
cuentra en los lugares más inesperados, cupo a Sto. Tomás resucitar el recuerdo
por ejemplo en las sillas de coro de las de la virtud de la eutrapelia, casi total-
iglesias, donde a veces el artesano repro- mente olvidada en la época patrística, res-
dujo imágenes de canónigos representa- catándola del rico arsenal ético de Aris-
dos con rasgos grotescos o posturas ri- tóteles, la virtud del buen humor, de la
dículas. Nada escapó a esta tendencia, ni afabilidad, de la amistad festiva*.
siquiera lo que aquella época juzgaba como *Hemos analizado esta virtud en el artículo
más respetable. Los dibujos y miniaturas La eutrapelia, «Gladius» 22 (1991) 57-86. Allí
30 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
señalamos hasta qué punto la doctrina tomista Toynbee, piensan que las sociedades hu-
sobre dicha virtud penetró el tejido social de la manas obedecen, como los seres indivi-
Edad Media, tan erróneamente considerada duales, a una ley cíclica y reversible que
como una época triste y aburrida.
les hace atravesar unos estados análogos
Para Daniel-Rops la Edad Media fue la a los que, para el ser fisiológico, son la
«primavera de la Cristiandad». Lo que más infancia, la juventud, la edad adulta y la
impresiona en los años que corren de 1050 vejez. Y en la medida en que tales compa-
a 1350 es su riqueza en hombres y en raciones son válidas no cabe dudar de que,
acontecimientos. Durante aquel lapso de durante esos tres siglos, la humanidad
tiempo, grandes multitudes se lanzaron a cristiana de Occidente conoció la Prima-
la conquista del Santo Sepulcro, así como vera de la vida, la juventud, con todo lo
a la reconquista de España, ocupada por que ella implica de vigor creador, de vio-
los moros, se discutieron espinosos pro- lencia generosa ya menudo vana, de com-
blemas en las Universidades, se escribie- batividad, de fe y de grandeza» (Daniel-
ron epopeyas y poemas imperecederos, Rops, La Iglesia de la Catedral y de la
millones de personas recorrieron las ru- Cruzada... 7-9).
tas de peregrinación, otros se internaron
por espíritu de aventura o por celo apos-
tólico en el corazón del Africa o de la leja-
na Asia... Fue la época de las iglesias
románicas y de las atrevidas naves góti-
cas, de Chartres, Orvieto, Colonia, Bur-
gos, junto a las cuales se erigieron esas
otras catedrales del espíritu que fueron la
mística de S. Bernardo y S. Buenaventu-
ra, la Suma Teológica de Sto. Tomás, las
Canciones de Gesta, la Divina Comedia
de Dante y los frescos de Giotto.
Asimismo resulta admirable el florecer
de la santidad, con Santos tan diferentes
entre sí como S. Bernardo, S. Domingo,
S. Francisco, entre miles; santos en el
campo de la política, como los reyes S.
Esteban, S. Luis y S. Fernando; santos
en el ámbito de la cultura, como S. An-
selmo, S. Buenaventura y Sto. Tomás. Se
destacaron también notables jefes milita-
res que acaudillaron huestes aguerridas
como Godofredo de Bouillon o el Cid
Campeador. Y en cuanto a los Sumos
Pontífices, hay que reconocer que hubo
Papas admirables como Gregorio VII o
Inocencio III.
Daniel-Rops cierra su elogio: «Muchos
filósofos de la historia, desde Spengler a
31
oleadas, se iría difundiendo por todo el maba Alcuino, quien desde muy joven se
Imperio un hálito de cultura, con epicen- había destacado en el estudio de las artes
tro en diversas sedes episcopales y liberales y en las letras latinas, de acuerdo
monásticas tales como Fulda, Tours, con la gran tradición que provenía de
Corbie, San Gall, Reichenau, Orleans, Boecio, Casiodoro, Isidoro y Beda. No
Pavía, etc. sería un genio, pero tenía todas las con-
¿Cómo hizo el Emperador para llevar a diciones que caracterizan al organizador
cabo su gran proyecto? Ante todo me- y al maestro. Carlomagno, feliz con el
diante una suerte de convocatoria cultu- hallazgo, le propuso establecerse en su
ral, gracias a la cual logró que concurrie- capital e instaurar allí el método de estu-
sen a Aquisgrán hombres cultos de todas dios que regía en la escuela de York, en
las regiones que estaban bajo su dominio. Inglaterra. Así fue como Alcuino se puso
Del sur de Galia acudieron el poeta Teo- al frente de la Escuela Palatina de Aquis-
dulfo de Orleans y Agobardo; de Italia, el grán, haciendo de ella un modelo de insti-
historiador y poeta Pablo Diácono, autor tución formativa para la mayor parte de
de la «Historia de los Lombardos», así Europa occidental. Desde Aquisgrán se
como Pedro de Pisa y Paulino de Aquileya; extendió por doquier el ciclo de las artes
de Irlanda, Clemente y Dungal; del mo- liberales –de dicho ciclo hablaremos en-
nasterio de Fulda, el joven Eginardo, quien seguida–, que había explicado S. Isidoro
luego escribiría la vida de Carlomagno; y y habían seguido los anglosajones, com-
así de otros lugares. Anglosajones, irlan- pletado con el estudio de la Sagrada Es-
deses, españoles, italianos, germanos..., critura y de la Teología. Tanto Galia, como
de todas las regiones antiguamente civili- Germania e Italia, por la voluntad de
zadas por los romanos afluían ahora sus Carlomagno y el celo de Alcuino, cono-
mejores exponentes a la corte de Carlo- cieron de este modo un período de es-
magno para contribuir con su aporte al plendor cultural.
Renacimiento carolingio. Un dato curioso. Carlomagno concibió
Pero semejante concentración de cere- su empresa como una especie de resu-
bros habría resultado anárquica si el gran rrección de la cultura greco-romana. Qui-
Emperador no hubiera pensado en alguno zás en el telón de fondo de su intento se
que los organizara. Teóricamente hablan- escondiese una idea más vasta, la de reins-
do, sólo un discípulo de Beda y Bonifacio, taurar el Imperio antiguo, ahora con sede
en cuyo ámbito medio siglo antes se ha- en Aquisgrán. Los intelectuales que trajo
bía producido lo que se dio en llamar «el de tantos lados tomaron apodos que re-
prerrenacimiento anglosajón», podía es- cordaban los tiempos clásicos; así, el poeta
tar en condiciones de dirigir con acierto franco Angilberto, se hizo llamar Horne-
la gran empresa cultural que se proponía ro, el visigodo Teodulfo, Píndaro, y el in-
llevar adelante el soberano, y providen- glés Alcuino, Flaccus. Las artes de la épo-
cialmente este discípulo apareció en uno ca se inspiraron en las formas antiguas e
de los viajes que el rey hiciera por Italia. incluso los retratos que nos quedan en
De paso por la ciudad de Pavía, tuvo la ciertos manuscritos carolingios nos ofre-
oportunidad de conocer allí a un monje cen efigies tan individualizadas como los
de la escuela de York, discípulo del arzo- bustos romanos de la época de Augusto.
bispo Egberto, el cual, a su vez, había ¿No resulta curioso este Renacimiento
estudiado con S. Beda. Este monje se lla- antes de tiempo? Refiriéndose a lo que
La cultura en la Cristiandad 33
acaecería luego, en la Edad Media pro- cultural por primera vez durante el reina-
piamente dicha, y al Renacimiento ulte- do de Carlomagno, clausurándose así el
rior, escribe R. Guardini: «La relación de período del dualismo en materia de cultu-
la Edad Media con la antigüedad es bas- ra que había caracterizado la época de las
tante viva, pero diversa de como será en invasiones bárbaras, y lográndose la com-
el Renacimiento. Esta última es refleja y pleta aceptación por parte de los bárba-
revolucionaria; considera la adhesión a la ros del ideal de unidad que sustentaban
antigüedad como un medio para apartar- conjuntamente el Imperio y la Iglesia ca-
se de la tradición y liberarse de la autori- tólica. Según Dawson, todos los elemen-
dad eclesiástica. La relación de la Edad tos que constituirían la civilización euro-
Media, por el contrario, es ingenua y cons- pea estaban ya representados en la nueva
tructiva. Ve en las literaturas antiguas la cultura: la tradición política del Imperio
expresión inmediata de la verdad natural, romano, la tradición religiosa de la Igle-
desarrolla su contenido y lo elabora ulte- sia católica, la tradición intelectual de la
riormente... Cuando Dante llama a Cristo cultura clásica y las tradiciones naciona-
“el sumo Júpiter”, hace lo que la liturgia les de los pueblos bárbaros. Tal sería la
cuando ve en Él al Sol salutis, algo pues primera gran síntesis, en los albores de la
totalmente diverso de lo que hará el escri- Cristiandad, un verdadero puente entre la
tor del Renacimiento, al designar con nom- cultura antigua y la cultura medieval, la
bres de la mitología antigua las figuras aurora de «la gran claridad de la Edad
cristianas. En este caso nos encontramos Media». De no haberse producido el re-
frente al escepticismo o a una falta de dis- nacimiento carolingio, la continuidad cul-
cernimiento; en cambio en el primer caso tural se hubiese visto quebrada y la civili-
se expresa la conciencia de que el mundo zación habría perecido en los dos siglos
pertenece a los que creen en el Creador de caos que siguieron a la desaparición
del mundo» (La fine dell’epoca moder- de Carlomagno, sin que los hombres que
na... 22-23). vinieron después hubiesen podido reco-
Carlomagno murió en 814, pero el Re- ger una sola piedra del edificio que había
nacimiento cultural que había impulsado, levantado la antigüedad.
y que se manifestó también en la arqui- II. La cultura popular
tectura, la iluminación y la miniatura, lo
sobrevivió casi durante un siglo. De Gran Entremos ahora en el análisis del perío-
Bretaña e Irlanda siguieron llegando al país do específicamente medieval, en sus si-
de los francos hombres ilustres como glos propiamente tales. La Edad Media
Juan el Erígena, llamado también el Irlan- conoció, como es natural, la escolaridad
dés o el Escoto, que huían con sus libros en sus diversos grados. Pero antes de
de las embestidas de los escandinavos. De explayarnos sobre ello, digamos algo acer-
la abadía de Fulda, que continuó resplan- ca de la cultura general del pueblo.
deciendo como un vigoroso centro de Señala Daniel-Rops que si hay una idea
cultura religiosa y profana, salió Rábano generalmente admitida en los manuales y
Mauro, teólogo y literato que introdujo en en el común sentir de la gente es el de la
Alemania la ciencia de las Etimologías de ignorancia de las multitudes en la Edad
S. Isidoro. Media, como si se hubiese tratado de un
El hecho es que la Europa occidental pueblo poco menos que analfabeto y, por
postromana consiguió alcanzar su unidad lo mismo, sometido ciegamente a cual-
34 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
quiera que tuviese un mínimum de auto- grada, revelada por Dios, y conocida por
ridad o de conocimientos. Preconcepto la gente a través de mil conductos. Los
evidentemente disparatado cuando quedan sermones, las conversaciones, el arte ex-
de aquella época tantos testimonios po- presado en las catedrales, toda la produc-
pulares de fecundidad intelectual y artís- ción literaria en verso o en prosa, y hasta
tica. los sainetes y romances, presuponen en
En primer lugar, se pregunta Rops, ¿era el pueblo un conocimiento pasmoso de la
el número de analfabetos en la Edad Me- Biblia, una frecuentación familiar del An-
dia tan grande como se piensa habitual- tiguo y del Nuevo Testamento. Y si se ha
mente? Dada la multitud de clérigos, que dicho que los vitrales constituían «la Bi-
en aquel tiempo eran los mejor formados blia de las analfabetos» es porque incluso
intelectualmente, y de profesores famo- los más ignorantes eran capaces de des-
sos que salieron de los rangos del pueblo cifrar allí historias que les resultaban fa-
más sencillo, parece difícil concluir que miliares, llevando a cabo ese trabajo de
la instrucción común de los niños haya interpretación que en nuestros días saca
sido tan deficiente. Destacados intelectua- canas verdes a los especialistas de arte. Y
les de la Edad Media fueron de extrac- todo eso es cultura.
ción social humildísima. De ahí que sea tan equitativo lo que a
Asimismo, y esto es capital, por aquel este respecto afirma Régine Pernoud, es
entonces no se pensaba que fuese lo mis- a saber, que cuando se quiere juzgar del
mo saber leer que ser instruido. «Pues si nivel de instrucción del pueblo durante la
en nuestros días la pedagogía y la cultura Edad Media no corresponde minusvalo-
descansan sobre datos que son sobre todo rar lo que llama «la cultura latente», es
visuales, adquiridos por la lectura y la es- decir, ese cúmulo de nociones que la gente
critura, en cambio en la Edad Media, en recibía participando en la liturgia, o escu-
la que el libro era raro y costoso, el oído chando relatos en los castillos, o incluso
desempeñaba un papel mucho mayor» oyendo las canciones de los trovadores y
(Daniel-Rops, La Iglesia de la Catedral y juglares. Desde que apareció la imprenta,
de la Cruzada, pág. 376. nos cuesta concebir una cultura que no
pase por las letras (La femme au temps
Como prueba de este primado del oído des cathédrales, Stock, París, 1980, 74).
sobre la vista, se ha traído a colación el Señala la autora que quizás hoy nos sea
siguiente dato tomado de un capítulo de posible entender mejor el influjo nada des-
los Estatutos Municipales de la ciudad de deñable que tienen en la educación algu-
Marsella, que datan del siglo XIII, donde nas formas de expresión cultural por el
tras la enumeración de las cualidades re- gesto, la danza, el teatro, las artes plásti-
queridas para ser un buen abogado, se cas, los audiovisuales...
concluye con estas palabras: «litteratus vel
non litteratus», es decir, sepa leer o no. No siempre, en efecto, se identificó cul-
En aquel tiempo, conocer el derecho –así tura y letras. Se cuenta que de visita por
como la costumbre– era para un abogado España, Chesterton conoció en cierta oca-
más importante que saber leer y escribir sión a un grupo de labriegos, e impresio-
(cf. ibid.) nado por la sabiduría que revelaba su
modo de hablar y de comportarse, dijo
Atinadamente se ha observado que si la admirado: «¡Qué cultos estos analfabe-
cultura medieval no se basó en la escritu- tos!».
ra humana, sí lo hizo en la Escritura sa-
La cultura en la Cristiandad 35
obras árabes, o vertidas al árabe, a la len- Este contacto entre las dos culturas
gua latina. Tal fue el origen de la llamada encontró también un lugar privilegiado en
«Escuela de Traductores de Toledo». Y las costas del golfo de Lyon, con epicen-
así esa ciudad se convirtió en el gran cen- tro en el condado de Barcelona. Ya en el
tro de comunicación intelectual entre el siglo X, algunas escuelas monásticas y
Occidente cristiano y la cultura musul- episcopales de Cataluña, como Ripoll y
mana, acudiendo a ella hombres de estu- Vich, tenían en cuenta los datos de la cien-
dio de diversos países de Europa. Fueron cia musulmana, sobre todo en matemáti-
traducidos libros de Matemáticas, Astro- cas, música y astronomía. Por un lado,
nomía, Alquimia, Física, Historia Natural, Barcelona ejercía soberanía sobre algu-
Filosofía; el Organon de Aristóteles, con nas ciudades musulmanas de la España
glosas y compendios de filósofos árabes oriental, como Tarragona y Zaragoza, y,
como Avicena, Algacel y Averroes; obras por otro, sus príncipes se habían aliado
de Euclides, Ptolomeo, Galeno e Hipó- matrimonialmente con las grandes casas
crates, con comentarios de matemáticos del Languedoc y de Provenza, aspirando
y médicos musulmanes. Gracias a estos a la conformación de un poderoso Esta-
traductores, la ciencia de los griegos que do que se extendiera desde Valencia hasta
había conocido Europa en la antigüedad, la frontera italiana. Pues bien, los puertos
entraba de nuevo en el Occidente después de esta región –sobre todo Barcelona,
de haber dado la vuelta por el Oriente Montpellier, Narbona y Marsella– estaban
musulmán y por España. en relación con las comunidades musul-
En cuanto a Sicilia, liberada ya en el manas de las islas Baleares y de España,
siglo XI del dominio musulmán por los así como con Africa y Asia Menor. Di-
conquistadores normandos, continuó chas relaciones, predominantemente co-
siendo durante mucho tiempo un punto merciales, no fueron exclusivamente ta-
de encuentro de corrientes árabes y cris- les, ya que también en esta región –no
tianas, irradiándose sobre el sur de Italia. menos que en Sicilia y en Toledo– el Cris-
El artífice más activo de dicha amalgama tianismo occidental entabló fructíferos
intelectual fue el emperador de Alemania contactos con el pensamiento musulmán.
Federico II Hohenstaufen, nacido en Ita- Algunas de las primeras traducciones la-
lia de madre napolitana, cuya innata cu- tinas de las obras científicas árabes fue-
riosidad lo inclinaba irresistiblemente ha- ron hechas en Marsella, Toulouse, Narbo-
cia la ciencia musulmana. En 1224 creó na, Barcelona o Tarragona.
la Universidad de Nápoles, y durante todo Dawson destaca asimismo el influjo de
su reinado no dejó de patrocinar la escue- la España musulmana tanto en la práctica
la de Medicina de Salerno, verdadera fa- de la equitación, que era para ellos una de
cultad donde enseñaron los mejores maes- las bellas artes, como en la profesión de
tros árabes y judíos en la materia. De igual juglar, despreciada por la Europa feudal
modo contribuyó al conocimiento de las pero considerada en el Islam como un arte
obras de los filósofos musulmanes; una noble. Y así, es en la España mora, más
vez traducidas, las hacía difundir en las bien que en la Europa nórdica, donde de-
escuelas y Universidades. El mismo Em- bemos buscar el prototipo del trovador
perador sostenía continua corresponden- caballeresco. Fue característica de Espa-
cia con sabios musulmanes, a los que ña, no sólo en la época de la dominación
admiraba sin reservas. musulmana, sino también después de la
La cultura en la Cristiandad 39
XII, era París una ciudad de profesores y Ravena, y que en su materia apenas ten-
estudiantes. En el claustro de la catedral dría rival en la Cristiandad. Si respecto a
de Notre-Dame funcionaba una escuela la Universidad de París, el Papa puso bajo
catedralicia, heredera del prestigio de la su amparo a la agrupación de maestros y
escuela de Chartres, y en la orilla izquier- estudiantes defendiéndola del poder del
da del río Sena, dos escuelas abaciales, la obispo local, en Bolonia sostuvo a las agru-
de S. Genoveva y la de S. Víctor. El pe- paciones de estudiantes contra el poder
queño puente que unía entonces la ciu- de la municipalidad. A esta Universidad
dad con la orilla izquierda del Sena, esta- acudieron los jóvenes de todos los países
ba repleto de casitas que se llenaron de de la Cristiandad que deseaban conocer
estudiantes y de profesores. Un día los el mundo de las leyes. Una característica
profesores y alumnos comprendieron que muy especial suya fue el influjo que en
formaban una corporación, o sea, un con- ella ejerció la rica burguesía comerciante,
junto de personas dedicadas a la misma que veía el estudio del Derecho como un
profesión. Y entonces hicieron lo que ha- instrumento para asegurar sus negocios.
bían hecho ya los zapateros, los sastres, Máxime que fue en Bolonia donde se
los carpinteros y otros oficios de la ciu- reflotó una ciencia olvidada, el Derecho
dad: agruparse para constituir un gremio. Romano, que suministraría a los Empe-
El gremio de profesores y estudiantes se radores argumentos en su lucha con el
llamó Universidad. Enterado del hecho, el Papado. Dicho Derecho venia en cierto
Papa la colocó bajo su amparo, y los Pa- modo a reemplazar el derecho consuetu-
pas posteriores resolvieron que sus estu- dinario, más anclado en las tradiciones
dios fueran válidos para todo el orbe cris- nacionales e impregnado de espíritu evan-
tiano. gélico. En cierto modo, las luchas entre
A mediados del siglo XIII, vivía en Pa- el Imperio y el Papado fueron luchas del
rís un maestro llamado Robert de Sorbon, Derecho romano contra el Derecho ca-
canónigo de la catedral y consejero del nónico.
rey S. Luis. Preocupado por la situación Asuntos muy diferentes interesaban a
de los estudiantes pobres, le pidió al rey los numerosos alumnos que estudiaban en
que le cediera algunas granjas y casas de la Universidad de Salerno. En esa ciudad
la ciudad, y agregando dinero de su pro- del sur de Italia se conocían los libros de
pio peculio, fundó un Colegio para alojar los médicos que habían llegado de la ve-
a 16 estudiantes de Teología necesitados. cina Sicilia durante el período en que la
El Colegio se llamó de la Sorbona, en ho- ocuparon los griegos y los árabes. En
menaje a su creador. La Universidad de 1231, el emperador Federico II, gran ad-
París fue considerada como la más im- mirador de la ciencia árabe, como dijimos
portante de la Cristiandad, principalmen- anteriormente, prohibió que se enseñara
te por la preeminencia que en ella se otor- en cualquier otra ciudad de sus dominios
gaba a la Teología, la reina de las cien- y desde entonces Salerno se convirtió en
cias. el gran centro de la enseñanza de medici-
Juntamente con la Universidad de Pa- na.
rís, hemos de destacar, en el siglo XII, la En el sur de Francia, en tierras del
de Bolonia, especializada en derecho ci- Languedoc, se destacó la Universidad de
vil y canónico, que eclipsaría a las viejas Montpellier, frecuentada por estudiantes
escuelas jurídicas de Roma, Pavía y que provenían de Italia y de las tierras
La cultura en la Cristiandad 43
musulmanas de España. Sus escuelas de maron en ella diversos grupos según las
medicina fueron célebres ya en el siglo proveniencias –los picardos, los ingleses,
XII. Juan de Salisbury, obispo de Chartres, los alemanes y los franceses–, que tenían
asegura que en su tiempo Montpellier era su autonomía, sus representantes y sus
tan concurrida como Salerno por jóvenes actividades propias. También los profe-
que querían aprender el arte de curar. sores provenían de todos los lugares de
El movimiento de creación de nuevas la Cristiandad: Juan de Salisbury vino de
Universidades se hizo más intenso a par- Inglaterra; Alberto Magno, de Renania;
tir de mediados del siglo XIII. En el cur- Sto. Tomás y S. Buenaventura, de Ita-
so de este siglo abrió sus puertas la Uni- lia... Y los problemas que estaban sobre el
versidad de Oxford, la primera de Ingla- tapete eran los mismos en París, Edim-
terra, muy semejante, en su organización, burgo, Oxford, Colonia o Pavia. Sto. To-
a la de París, si bien diferente de ella por más, oriundo de Italia, expondrá en París
su notoria inclinación a lo pragmático, tan una doctrina que había esbozado escu-
típica del espíritu inglés, que con el tiem- chando en Colonia las lecciones de Alber-
po daría origen al empirismo y al nomi- to Magno.
nalismo que se vislumbra en Duns Scoto Este conglomerado tan heterogéneo de
y se manifiesta en Ockham. Pronto sur- profesores y estudiantes se entendía gra-
gió la Universidad de Cambridge, como cias a una lengua común, el latín, que era
resultado de la emigración de un grupo el idioma que se hablaba corrientemente
de profesores y de alumnos de Oxford. en la Universidad. El uso del latín facilita-
Junto a estas Universidades, que apare- ba el trato entre los estudiantes, permitía
cieron de manera espontánea, siendo lue- que los profesores se comunicasen entre
go oficialmente reconocidas, comenzaron sí y con sus alumnos, disipaba la impre-
a surgir Universidades creadas directa- cisión en los conceptos, y salvaguardaba
mente por algún gran personaje, religioso la unidad del pensamiento. En París, el
o político. Son, así, de iniciativa real las barrio que albergaba a los estudiantes fue
primeras Universidades de la Península llamado por los vecinos «Barrio Latino»,
Ibérica, todas ellas del siglo XIII: Coim- justamente por ese común empleo de la
bra, fundada por el rey Dionis; Palencia, lengua de Cicerón.
creada por Alfonso VIII, rey de Castilla. Justa, pues, la expresión de Daniel-Rops
Pero la gran universidad fue Salamanca, cuando, refiriéndose a las universidades
erigida por Alfonso IX hacia 1220, cuyos medievales, escribió: «Bella unidad geo-
privilegios confirmó el rey S. Fernando, gráfica de la inteligencia, en la que cada
y a la que el Papa Alejandro IV declaró gran centro tenía asignado su papel, y en
uno de los cuatro Estudios Generales del la que los intercambios recíprocos se re-
mundo. gulaban como con un propósito sinfóni-
Frente a este abanico de Universidades, co» (La Iglesia de la Catedral y de la
los estudiantes elegían según la rama que Cruzada, 696).
más les atraía, ya la que querían dedicar El espíritu sinfónico se reflejaba tam-
su vida, aunque la casa de estudios estu- bién en el carácter enciclopédico de la in-
viese lejos de su lugar de residencia. Las teligencia. Los estudios iniciales se orde-
Universidades eran cosmopolitas. La de naban a la adquisición de una cultura ge-
París, por ejemplo, albergaba estudiantes neral, propedéutica necesaria para cual-
de todas las naciones, al punto que se for- quier ulterior especialización. Hoy nos
44 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
asombra la amplitud de miras de los sa- mente –era la lectio–; luego se lo comen-
bios y letrados de la época. Si bien sobre- taba –era la quæstio–, haciéndose todas
salían en una u otra rama de los conoci- las observaciones a las que podía dar lu-
mientos, jamás pensaron que debían limi- gar, desde el punto de vista gramatical,
tarse a ella. Hombres como S. Alberto lingüístico, jurídico, etc.; finalmente se
Magno, S. Buenaventura, Sto. Tomás, y discutían las posibles objeciones –era la
tantos otros, abarcaron realmente todos disputatio–. De allí nacieron las llamadas
los conocimientos de su tiempo. Nada más quæstiones disputatæ, cuestiones en tor-
expresiva que la palabra Summa, a la que no a las cuales se entablaba un debate, y
con tanto gusto parecieron recurrir para que debían sostener los candidatos al tí-
titular sus obras principales, en orden a tulo ante un auditorio formado por profe-
explicitar la totalidad del conocimiento. Por sores y alumnos, durante el cual todo
otra parte resulta sobrecogedora la fecun- asistente podía tomar la palabra y expo-
didad de aquellas personalidades: S. Al- ner sus dificultades; en ocasiones, dieron
berto Magno dejó 21 volúmenes de gran- lugar a tratados completos de filosofía o
des infolios; Sto. Tomás, 32; Duns Escoto, de teología.
26... Una costumbre que contaba con gene-
ral beneplácito era la de los quodlibetalia,
b) Los procedimientos académicos
o discusiones libres sobre un tema cual-
Los estudios se distribuían en cuatro quiera. Señala G. d’Haucourt que la cos-
Facultades: Teología, Derecho, Medicina tumbre de decidir después de haber pesa-
y Artes (artes liberales). En las cuatro do los pros y los contras, creó en el hom-
Facultades, la manera de enseñar era prác- bre medieval hábitos de libertad y de pre-
ticamente la misma. Antes de exponer di- cisión. Los varios siglos en que dicho
cho método, hagamos una acotación pre- hombre se acostumbró a razonar con ri-
via. Los profesores de aquel tiempo, si gor lógico contribuyeron evidentemente
bien enseñaban a razonar a sus alumnos a aguzar el instrumento de la inteligencia
y exigían de ellos un gran esfuerzo inte- que se había embotado durante la época
lectual, concedían gran valor al argumento trágica de las invasiones. Afinados, adies-
de autoridad. «Somos como enanos sen- trados con este método, los hombres de
tados sobre las espaldas de gigantes –de- la Edad Media vieron surgir entre ellos
cía Bernardo de Chartres–. Así, pues, algunos genios y los rodearon de alum-
vemos más cosas que los antiguos, y más nos que supieron escucharlos, compren-
lejanas, pero ello no se debe ni a la agude- derlos, admirarlos, y así los estimularon
za de nuestra vista ni a la altura de nues- a expresarse ya dar su medida (cf. G.
tra talla, sino tan sólo a que ellos nos lle- d’Haucourt, La vida en la Edad Media,
van y nos proyectan a lo alto desde su Panel, Bogotá, 1978, 77).
altura gigantesca». Era una cultura fun-
Terminado el primer ciclo, el estudiante
damentalmente humilde.
recibía el grado de bachiller, que le per-
El método que se utilizaba incluía tres mitía comenzar a enseñar, si bien de ma-
momentos: primero se tomaba un texto, nera restringida, mientras seguía estudian-
las «Etimologías» de S. Isidoro, por ejem- do. Luego, tras un examen general, venía
plo, o las «Sentencias» de Pedro Lom- la licenciatura, que lo calificaba para in-
bardo, o un tratado de Aristóteles, según gresar en la corporación de los profeso-
la materia enseñada, y se lo leía pausada- res y para dictar cátedra. Entre el bachi-
La cultura en la Cristiandad 45
llerato y la licencia el alumno debía escu- bre de gloria, por cuanto ha significado
char la lectura de varios libros de Aris- un momento de síntesis, de armonía en-
tóteles, entre los cuales la Metafísica, la tre lo natural y lo sobrenatural, de acuer-
Retórica y las dos Éticas, asimismo los do entre la fe y la razón. Para otros, en
Tópicos de Boecio, los libros poéticos de cambio, como los protestantes o los Enci-
Virgilio y algunas otras obras considera- clopedistas del siglo XVIII, es un nom-
das fundamentales. bre de ludibrio, cual si se tratase de una
El doctorado, culminación del curri- fútil logomaquia en torno a bagatelas in-
culum académico, era un título comple- útiles, aceptadas por mera sumisión al
mentario y más bien honorífico. Este su- autoritarismo de los maestros.
bir por gradas de los estudiantes se pare- ¿Qué es, en verdad, la Escolástica? No
ce al camino que emprendía el hombre de otra cosa que la aplicación de la inteligen-
armas para llegar a caballero; el aspirante cia humana al estudio de la verdad revela-
empezaba su entrenamiento sirviendo da, en orden a penetrar, en cuanto lo con-
como paje o escudero a un señor, pasaba siente la limitación del hombre, el signifi-
después a la categoría de «bachiller», y cado de los misterios sobrenaturales; y
finalmente recibía la espada al ser arma- consecuentemente el intento de elaborar
do caballero. También es comparable al un sistema orgánico en el que se integren
proceso que seguía el artesano para ac- tanto las verdades naturales como las re-
ceder al maestrazgo en su oficio; empe- veladas. El método predileccionado fue el
zaba siendo aprendiz, luego ascendía a de la disputatio. Cada tesis que reclama-
oficial, y finalmente era aceptado en el ba su admisión en la organicidad del sis-
rango de maestro. En el curso de una ce- tema debía haber sido previamente cam-
remonia religiosa y solemne, el nuevo po de batalla intelectual entre los docto-
doctor recibía, con el birrete cuadrado, res, e incluso, también, entre estudiantes
un anillo, símbolo de su desposorio con y maestros.
la sabiduría; era una investidura análoga A diferencia de la mayor parte de las
en su orden a la estilada en la institución discusiones actuales, que suelen partir de
de la caballería o en la vida religiosa cuan- cero, las controversias escolásticas en la
do el monje pronunciaba sus votos. Edad Media aceptaban tres puntos indis-
La Universidad fue la gran creación de cutibles de referencia, tres pre-supuestos
la Edad Medía. De la de París, deslum- básicos. El primero era la autoridad de la
brante de gloria teológica, se hablaba como Revelación, el derecho de la divina Sabi-
de «la nueva Atenas» o del «Concilio per- duría a ser acatada sin discusión por la
petuo de las Galias». Su Rector era todo inteligencia humana. El segundo era el
un personaje; en las ceremonias oficiales respeto a la luz natural de la razón, espe-
precedía a los Nuncios, Embajadores e cialmente en el ámbito de los principios
incluso Cardenales; cuando el Rey de metafísicos y de sus deducciones más
Francia entraba en su capital, era él quien inmediatas. El tercero era el valor doctri-
lo recibía y cumplimentaba. La Universi- nal de la Tradición, en particular de la tra-
dad fue el gran orgullo de la Cristiandad. dición patrística, sobre la base de aquello
del enano que se sube sobre los hombros
V. La escolástica de un gigante.
La palabra «escolástica « suscita muy Fundamentalmente la Escolástica tuvo
diversas reacciones. Para algunos es nom- en cuenta para sus análisis el binomio fe-
46 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
razón. Según el lugar más o menos pre- comprender para creer –decía–, sino que
ponderante que se le daba a la primera o a creo para comprender», iniciando de este
la segunda, podemos distinguir en la Es- modo la investigación medieval de la teo-
colástica diversos períodos. Los expon- logía, sobre la base de una unión fecunda
dremos siguiendo a Daniel-Rops, porque de la razón y de la fe.
nos parece que ha desarrollado el tema S. Anselmo fue así el primer pensador
con claridad y de manera sintética. de la Edad Medía que se interesó por el
1. El primer período de la Escolástica recurso a la razón, siempre: dentro de una
actitud transida de sabiduría y de mesu-
El problema cardinal era el lugar res- ra. Pero no todos los estudiosos de su
pectivo que en la investigación habían de tiempo se condujeron de la misma mane-
tener la razón y la fe. ¿Debía la razón ayu- ra. El recurso a la razón no carecía de
dar a la fe, o la fe a la razón? ¿Para com- peligros si faltaba aquel espíritu de mesu-
prender era preciso creer primero, o, al ra. Ello se pudo comprobar en un pensa-
revés, para creer era preciso previamente dor que concitaría un eco inmenso en su
comprender? Tal fue la gran alternativa época. Nos referimos a Berengario (1000-
que los pensadores de la Edad Media tu- 1088), quien exaltó tanto la razón que pre-
vieron que afrontar. En el ardor de las tendió someter a ella el misterio mismo
polémicas, los escolásticos se fueron de- de la Eucaristía, cayendo prácticamente
clarando a favor o en contra de una u otra en la herejía.
de esas posiciones.
Desposar la razón y la fe era una em-
Es cierto que a los comienzos algunos presa ardua. Los hombres del siglo XII lo
autores fueron aún más radicales, disol- experimentaron. Y quizás nunca de ma-
viendo el dilema en favor de la fe, así como nera tan ardiente como en el conflicto
en los siglos últimos los racionalistas lo doctrinal que estalló entre Abelardo, ena-
disolverían en favor de la razón. ¿Para qué morado de la razón, y S. Bernardo, el
la razón, decían aquéllos si ya la fe nos lo místico de aquel siglo. Fueron estos dos
da todo? «Dios no necesita de filosofía hombres los que mejor encarnaron las
alguna para atraer a las almas. Aquellos a tendencias de su época. A Abelardo (1079-
quienes Cristo envió a evangelizar a los 1142), joven francés de origen noble, lo
hombres y naciones ignoraban la filoso- había caracterizado desde la adolescen-
fía». Pero esta posición era evidentemen- cia su pasión por conocer, juntamente con
te: exagerada, cercana al fideísmo. Y así cierta búsqueda de prestigio y de origina-
los maestros del primer período escolás- lidad a cualquier precio. La dirección de
tico juzgaron inconveniente: prescindir de la Escuela de Santa Genoveva, lo condu-
la ayuda de la filosofía. Si la razón podía jo a la fama. Ulteriormente se ordenó de
contribuir a una mejor penetración en los sacerdote, sin dejar por ello de enseñar.
misterios de la fe, ¿Por qué dejarla de lado? Con motivo de algunas afirmaciones atre-
De este modo nació la fórmula: Fides vidas, un Concilio provincial lo condenó
quærens intellectum, la fe se pone en bus- por primera vez, ordenando quemar un
ca de su inteligencia. libro suyo sobre la Trinidad y obligándolo
La figura que encarnó este primer mo- a enclaustrarse en una celda. Terminado
mento de la especulación medieval fue S. su período de reclusión, construyó una
Anselmo (1033-1109), llamado a veces «el ermita, a la que afluyeron miles de estu-
Padre de la Escolástica». «Yo no trato de diantes. Luego retornó a París donde vol-
La cultura en la Cristiandad 47
Evangelio, más aún, podía resultar muy Barbarroja era tío suyo, y Federico II su
apto para esclarecer algunos aspectos de primo. Tras estudiar con S. Alberto Mag-
la filosofía e, indirectamente, de la misma no en el Estudio dominicano de Colonia,
teología, sin que ello implicase ruptura fue nombrado profesor en la Universidad
alguna con la tradición. de París, donde a la sazón enseñaba Bue-
Antes de decir algunas palabras sobre naventura. Como éste, asesoró también a
los «grandes» del glorioso siglo XIII, alu- diversos Papas, asistió a Concilios, ense-
damos, aunque sea de paso, a algunos de ñó en las Universidades, al tiempo que
sus precursores, como Alejandro de Hales, escribía y escribía, sin cansarse jamás.
perteneciente a la Orden de los Hermanos Este esgrimidor de ideas, afirma con
Menores, y S. Alberto Magno, de la Or- admiración Daniel-Rops, era el mismo que
den de Predicadores. Tales «precursores» cuando tenía que resolver una cuestión
fueron eximios, por cierto, pero en algu- ardua, apoyaba su frente contra la puerta
na forma quedarían eclipsados por los dos del sagrario; el mismo que, con la senci-
gigantes de la siguiente generación, el fran- llez de un estudiante, ponía su trabajo bajo
ciscano S. Buenaventura y el dominico la protección de la Santísima Virgen; el
Sto. Tomás. mismo que confesaba haber «conocido,
La figura de S. Buenaventura (1221- en visiones místicas, cosas junto a las
1274) es realmente luminosa. Nos hubie- cuales todos sus escritos no eran más que
ra gustado extendernos en la exposición paja», como lo explicitó al final de su vida;
de la vida y el pensamiento de este gran el mismo que escribió ese gran homenaje
Doctor de la Iglesia pero el tiempo es ti- al Santísimo Sacramento que es el Oficio
ránico… Tras entrar en la Orden de San de Corpus Christi y los versos del Lauda
Francisco y ser discípulo de Alejandro de Sion o el Pange lingua; el mismo, en fin,
Hales en París, pasó luego a ocupar una que en su lecho de muerte, en la abadía
cátedra en dicha Universidad, donde en- de Fossanova, se hizo leer por un monje
señó con gran aceptación de los estudian- el más místico de los libros de la Escritu-
tes. Ulteriormente fue nombrado Minis- ra, el Cantar de los Cantares...
tro General de su Orden. Su actividad re- El número de las obras que escribió
sultó incansable, predicando por doquier, durante su relativamente breve existencia
asesorando sínodos y concilios, frecuen- es abrumador y el contenido de las mis-
tando a varios Papas y aconsejando a nu- mas variadísimo. Casi ningún tema de tras-
merosos nobles, lo que no obstó a su re- cendencia quedó sin ser tratado por su
cogimiento, ya que fue un hombre de in- pluma, y siempre de manera genial. Na-
tensa vida interior. Su personalidad se re- die ha concebido más atrevidamente que
vela verdaderamente polifacética: sin de- él el sueño de una catedral de la inteligen-
jar de meditar y escribir incesantemente, cia donde los conocimientos particulares
fue exégeta, organizador de su Orden, se ordenaran tan jerárquicamente a lo uni-
gran orador, pero sobre todo eximio teó- versal. Comentó diversos libros de la Sa-
logo y místico profundo. grada Escritura con una penetración
La otra gran figura, la figura cumbre, exegética que pasma, pronunció esplén-
es Sto. Tomás (1225-1274). Oriundo de didos sermones, redactó obras apologé-
Roccasecca, en las cercanías de Monte ticas de gran nivel, libros sobre Lógica,
Cassino, fue vástago de una de las más Física, Ciencias Naturales, Política y
nobles familias de Italia; el emperador Metafísica, precisando verdades de orden
La cultura en la Cristiandad 49
monía del alma con el cuerpo en el hom- sus maestros árabes, para retornar a su
bre individual; armonía de los seres origen. En verdad, hay en Sto. Tomás una
inorgánicos y orgánicos en el mundo fí- real afinidad intelectual con el genio grie-
sico; armonía de los trascendentales me- go. Más que ningún otro pensador occi-
tafísicos del ser en el interior del ente; dental, medieval o moderno, poseyó la
armonía de la creación con el Creador; única tranquilidad y el don de la inteligen-
armonía de la Iglesia y del Estado en la cia abstracta que caracteriza a la mente
polis; armonía de las naciones en el orden helénica» (Ensayos acerca de la Edad
internacional. Media, 180-181).
Dicha unión armónica brota, sin duda, El vigor incomparable de su sistema
de una consideración sintética del univer- reside en esa solidez con que todo se or-
so, entendido como obra sublime de un dena, se articula y se equilibra en él, des-
Dios perfectísimo, así como de un con- de lo más humilde a lo más sublime. Tal
cepto elevado del hombre, considerado es, en síntesis, el pensamiento tomista,
como criatura privilegiada salida de las una de las cúspides a que ha llegado la
manos de Dios para retornar a Dios. Bien inteligencia del hombre, y la expresión más
dice Daniel-Rops que «el Tomismo es a pura de la idea medieval.
la vez una Filosofía y una Teología sepa- 3. La tercera generación escolástica
radas en su orden y unidas en sus propó-
Después de la muerte de Sto. Tomás,
sitos. Es como una pirámide del espíritu;
las cosas comenzaron a complicarse. El
las bases descansan fuertemente sobre el
suelo de lo real, de lo concreto, de lo sen- mismo año en que murió el Doctor Angé-
lico, nacía, en Escocia, un hombre su-
sible, pero la cumbre se hunde en lo infi-
mamente capaz, que había de ser el que
nito y lo invisible» (La Iglesia de la Cate-
dral y de la Cruzada, 410-411). Algo así con más vigor se opusiera al Tomismo:
Juan Duns Scoto (1274-1308). Fue pri-
como las catedrales góticas, podríamos
mero alumno y luego maestro en Oxford,
agregar por nuestra parte, bien hundidas en
la tierra pero flechadas hacia las alturas. ejerciendo ulteriormente la docencia en
París y en Colonia. Apodado por sus con-
De Sto. Tomás ha escrito C. Dawson: temporáneos «el Doctor Sutil», original
«La naturaleza le había preparado bien para hasta la paradoja, sus alumnos quedaban
tal tarea. Hijo, no del Norte gótico, como deslumbrados al terminar sus clases. La
Alberto o Abelardo, sino de la extraña doctrina de este franciscano se encuen-
frontera de la civilización occidental –en tra principalmente en dos grandes obras,
donde se mezclaban la Europa feudal y fruto de su enseñanza: el «Opus Oxo-
los mundos griego y sarraceno–, descen- niense», que incluye sus clases en Oxford;
día de una familia de cortesanos y trova- y el «Opus Parisiense», con sus clases de
dores, cuya suerte estaba íntimamente li- París. Allí se afirma que la voluntad supe-
gada a la de aquella brillante corte medio ra en el hombre a la inteligencia, de donde
oriental, medio humanista, del gran em- el término de «voluntarismo» con que se
perador Hohenstaufen, ya la de sus malo- suele calificar su teoría. Con esta afirma-
grados sucesores, cuna de la literatura ita- ción tomaba distancia del tomismo en lo
liana y, al propio tiempo, una de los prin- que toca a la función de las dos facultades
cipales canales a través de los que la cien- espirituales del hombre, así como también
cia árabe llegó al mundo cristiano... La por su insistencia en el papel que atribuye a
mente occidental se emancipa con él de la voluntad en relación con la gracia.
51
fiestan de manera patente la función pro- es una nación sin columna vertebral, sin
tectora del señor: las casas de los siervos tradiciones, presta a todas las vacilacio-
y de los campesinos están ubicadas en nes ya todos los errores» (Lumière du
las laderas de aquellos castillos; allí la po- Moyen Âge... 41-42).
blación se refugiaba en caso de peligro, La «in-fidelidad» en este campo, sea por
allí encontraba socorro y abastecimiento parte del súbdito como de su señor, la
en caso de asedio. Defender a sus vasallos ruptura del lazo feudal, con la consiguiente
y hacer justicia. Tratábase de un deber traición a los compromisos contraídos,
arduo, que implicaba responsabilidades constituía un verdadero crimen, el gran
muy exigitivas, de las que debía dar cuenta delito de la felonía. Calderón Bouchet ha
a su soberano. Según puede verse, los especificado el delito y sus consecuen-
poderes del señor feudal, lejos de ser ili- cias: Si el vasallo faltaba a su juramento y
mitados, como se lo ha creído general- el señor lograba probar su deslealtad ante
mente, eran mucho menores de los que la corte, aquél era considerado felón y
en nuestros días posee el jefe de una em- desposeído de su feudo. Cuando sucedía
presa o incluso un propietario cualquiera. lo contrario, el vasallo tenía derecho a
Aquél no era un señor soberano, con ab- hacer comparecer a su señor ante la cor-
soluta propiedad sobre su dominio, sino te de sus pares para que diese razón de la
que dependía siempre de un superior. Aun ofensa cometida. Constituían dicha corte
los señores más poderosos se subordina- los grandes vasallos del señor, por lo que
ban al rey. De la nobleza se exigía más el súbdito presuntamente ofendido tenía
equidad y rectitud moral que de los otros la garantía de un juicio proferido por per-
miembros de la sociedad. De hecho, por sonas tan interesadas como él en hacer
una misma falta, la multa infligida a un respetar sus derechos comunes. En co-
noble era muy superior a la que se impo- incidencia con aquello que decía R. Per-
nía a un labrador. En caso de mala admi- noud acerca del carácter directo de las
nistración, el señor incurría en penas que relaciones entre los hombres de la Edad
podían llegar a la confiscación de sus bie- Media, concluye Calderón Bouchet: «La
nes. justicia medieval es llana y directa, care-
Señala R. Pernoud que, hacia el fin de ce de los artilugios de un sistema jurídico
la Edad Media, las cargas de la nobleza racionalizador, pero es contundente, in-
fueron disminuyendo paulatinamente sin mediata y concreta. No se funda en prin-
que sus privilegios se aminorasen; en el cipios abstractos, sino en vínculos per-
siglo XVIII se hizo flagrante la despro- sonales claramente determinados por los
porción entre los derechos de que goza- interesados y defendidos por ellos mis-
ban y los deberes insignificantes que les mos ante personas afectadas por una si-
correspondían. El gran mal fue arrancar tuación semejante» (El apogeo de la ciu-
a los nobles de sus tierras; ya no eran más dad cristiana... 190; cf. 186 ss).
«defensores», y sus privilegios se encon-
traron sin sustrato. Ello provocó la deca- 4. El vínculo rural y la universalidad
dencia de la aristocracia, corroída luego Una reflexión final sobre el feudalismo.
por la doctrina de los Enciclopedistas y la Hemos señalado en una conferencia an-
irreligión volteriana. En lo que compete a terior cómo el hombre del Medioevo vi-
su Patria, observa la autora que semejan- vía en un universo piramidal, sintiéndose
te desviación significó la ruina de Fran- parte integrante de un mundo jerárquico
cia, ya que «una nación sin aristocracia que iba desde los seres inorgánicos hasta
El orden político de la Cristiandad 57
Dios, pasando por los ángeles. La institu- cho, una civilización que brotó de los cas-
ción feudal sólo es inteligible a esa luz. tillos, es decir , de los dominios feudales,
Nace de lo concreto, de lo natural, de la que se conformó en ámbitos rurales, y
tierra, pero se integra en la universalidad. nada tuvo que ver con la vida urbana, to-
A este respecto señala el mismo Calderón davía incipiente. Esa civilización dio ori-
Bouchet cómo muchos autores no han gen a la vida «cortesana», adjetivo que
dejado de manifestar su extrañeza ante una proviene de court (cour = patio) , el lugar
suerte de paradoja que parece signar a la del castillo donde comúnmente se reunía
Edad Media: la tendencia al fraccionamien- la gente. El castillo feudal, a la vez que
to político, tan característica del feuda- instrumento de defensa y cobijo natural
lismo, y el sueño de una Cristiandad uni- de toda la población rural en caso de ata-
versal unida bajo el cetro de un solo Em- que o asedio, fue un foco cultural rico en
perador. Pero tal paradoja no es sino el tradiciones originales. Su función educa-
reflejo de otra paradoja más profunda, tiva es comparable a la que ejercieron los
perceptible en la misma Iglesia: su ten- monasterios, generalmente alejados de las
dencia universalista y el valor que asigna ciudades, como por ejemplo Mont-Saint-
a las comunidades más inmediatas y Michel, espléndida abadía construida en
concretas. Así pudieron coexistir el parti- un islote cercano al continente, golpeado
cularismo feudal y el universalismo im- por las olas del océano, que fue un centro
perial, sin que la presunta incompatibili- de irradiación intelectual en el medio rural
dad suscitara en los hombres de ese tiempo circundante, estrechamente vinculado con
la sensación de estar tironeados por ten- las poblaciones vecinas.
dencias irreconciliables. El feudalismo Poco a poco, esa cultura comenzaría a
brota de este movimiento natural a cons- declinar. En Francia, a partir del siglo XIV,
tituir comunidades intermedias, sobre la las ciudades fueron concentrando en sí
base contractual de servicios o fidelida- los diversos órganos de gobierno, las es-
des, sin exigir ninguna renuncia innece- cuelas, los talleres, las artes, es decir, to-
saria, ni imponer el abandono de las ideas dos los centros del poder y del saber. Este
universales (cf. ibid. 201-203). largo periplo, en que progresivamente la
La sociedad feudal se integró de este ciudad fue tomando la primacía sobre el
modo en la cosmovisión típica del hom- campo, culminaría con la reorganización
bre medieval, cosmovisión universal, im- política de 1789 por la cual la ciudad prin-
perial. Lo cual no significa que hubiese cipal de cada departamento pasó a ser el
olvidado su verdadero origen, su prove- centro de su actividad administrativa, y
niencia rural. A este respecto R. Pernoud París el punto neurálgico desde donde se
acota una observación que, a mi juicio, dispondría todo (cf. R. Pernoud, ¿Qué es
es digna de interés. La forma predomi- la Edad Media?... 110-113). La misma
nantemente urbana de la sociedad actual autora dice en otro lugar: «El estudio de
parece tan obvia, señala la insigne medie- este tipo de sociedad [feudal] resulta su-
valista, que para la mayor parte de la gen- mamente interesante en una época como
te es casi un axioma la creencia de que la la nuestra en la que muchos reclaman para
civilización procede de la urbe, de la ciu- las ‘regiones’ si no la autonomía, si al
dad. Incluso la palabra «urbanidad» tiene menos posibilidades de desarrollo autó-
vestigios de dicha idea. Pero tanto esa nomo... No será, pues, inútil que recor-
creencia como esta expresión fueron ig- demos que ha existido una forma de Es-
noradas en la Edad Media. Hubo, de he- tado diferente a la actual, que las relacio-
58 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
nes humanas pudieron establecerse sobre tria en el terruño, pero podía reconocerse
unas bases distintas a las de la adminis- como súbdito o vasallo de un rey» (Apo-
tración centralizada y que la autoridad geo de la ciudad cristiana, 208).
pudo residir –y de hecho residió– fuera Y de los Reinos se llegó al Imperio.
de las ciudades» (ibid. 104). Cuando Carlomagno arribó al poder, la
Podemos aplicar estas reflexiones a la evolución estaba casi terminada. En toda
situación de nuestra Patria en la época de la extensión de su territorio había nume-
los caudillos federales... situación tras- rosos señores, con mayor o menor po-
trocada y finalmente destruida por el der, cada uno de los cuales agrupaba en
unitarismo centralista y destructor de los torno a sí a sus hombres, sus vasallos.
valores provinciales y regionales. La gran sabiduría de los Carolingios con-
sistió en no pretender tomar en sus ma-
II. Los Reyes y el Imperio nos todo el aparato administrativo que
En los umbrales de la Edad Media los dependía de los señores inferiores, sino
lazos personales entre el vasallo y su se- mantener la estructuración concreta que
ñor inmediato eran más poderosos que la habían encontrado y que los había prece-
lealtad al monarca, pero el momento cul- dido. La autoridad inmediata de los Em-
minante del Medioevo llegó cuando el Rey peradores no se extendía más que a su
se ubicó en la cúspide del poder político feudo ya un pequeño número de señores,
nacional logrando el equilibrio de las fuer- los cuales, a su vez, tenían autoridad so-
zas intermedias, y el Emperador en el pi- bre otros, y así en más, hasta llegar a los
náculo universal, enseñoreando las mo- estratos sociales más humildes. Dicha dis-
narquías locales. tribución del poder no obstaba para que
una decisión del poder central pudiese lle-
1. Del feudo al Reino y al Imperio gar al conjunto del Imperio. Lo que los
Dentro del grupo de señores feudales, Emperadores no tocaban de manera di-
había uno que era más importante, señor recta podía sin embargo ser alcanzado
de señores. Como los demás, administra- indirectamente.
ba su feudo personal en el que hacía jus-
En alabanza, pues, de Carlomagno hay
ticia, defendía a quienes lo poblaban y que decir que reveló sus dotes de gran
recibía de ellos auxilio en caso de necesi- estadista cuando en vez de dedicarse a
dad y rentas en especies o en dinero. Pero,
combatir a sus señores vasallos, como
a diferencia de los demás, a él competía podía haber sido su inclinación natural,
de manera particular la defensa del reino, se contentó con integrarlos en la pirámi-
por lo que los otros señores estaban obli-
de del Imperio; al reconocer la legitimi-
gados a prestarle ayuda militar. No deja dad del doble juramento que todo hombre
de ser interesante observar este origen libre debía a su señor local ya su señor
feudal de la monarquía. También ella bro-
imperial, confirmó y consagró la estruc-
tó de lo natural, de la tierra, de raigam- tura feudal de la sociedad.
bres concretas. «La Edad Media no tuvo
idea de un Estado sin personificación res- De este modo se fue consolidando la
ponsable –escribe Calderón Bouchet–. La jerarquía civil de la Cristiandad. En la cima
nación se llamó reino y su encarnación de la pirámide, el Emperador . Por debajo
era el monarca. El Estado en el sentido de él, los diversos reyes, poco numero-
moderno del término es invención ja- sos, y luego los duques y los condes, muy
cobina. El hombre medieval tenía su pa- abundantes. Siempre dentro del tejido de
El orden político de la Cristiandad 59
la sociedad feudal, fundada sobre la pro- domingo. La víspera por la tarde, el pre-
tección del que está arriba y el vasallaje tendiente al trono, recibido solemnemen-
de quien se encuentra abajo. te por el Cabildo eclesiástico, había in-
Entre los diversos reinos podemos men- gresado a la iglesia, permaneciendo allí en
cionar el de Francia, donde nació el pri- prolongada oración. Al amanecer, tras el
mer Imperio premedieval, el reino inglés canto de las horas del Oficio Divino que
o escocés, y los reinos hispánicos, que correspondían a esos momentos (maiti-
estaban fuera del poder del Imperio. Los nes y prima), los nobles se presentaban
reyes que estaban dentro del Imperio aca- junto a las puertas de la catedral. En tor-
taban al Emperador. Los otros no; eran no al altar se habían ya ubicado los Arzo-
pequeños emperadores. Terminada la Edad bispos y Obispos. A las nueve de la ma-
Media, el Occidente conocería un solo ñana el Príncipe hacía su ingreso solem-
Emperador, Carlos V, cuyo dominio no ne, seguido por los nobles, al son de las
se extendería a Francia ni a Inglaterra. campanas y de la música litúrgica. Una
vez instalado en su sitial comenzaba la
2. La consagración del rey: Santa Misa donde se desplegaba toda la
un acto sacramental majestad de la liturgia.
La tradición de esta liturgia se remonta Había llegado la hora del juramento. El
al tiempo de los reyes de Israel, cuando el Príncipe ponía su mano derecha sobre el
profeta Samuel ungió como tal a Saúl (cf. libro de los Evangelios, y juraba respetar
1 Samuel 10,1 s) y luego a David (cf. ibid. los derechos de la Iglesia, cumpliendo sus
5,1 s). El hecho es que desde el siglo XI mandatos, así como juzgar con equidad
se estilaba la ceremonia de la consagra- y combatir a los herejes. Entonces el Ar-
ción de los reyes en la mayoría de los zobispo se volvía hacia los nobles allí pre-
países cristianos. Para destacar el carác- sentes y al resto de la asamblea, que en el
ter sacro de los mismos, la Iglesia elabo- espíritu del ceremonial representaba al
ró el ritual de su consagración con todo pueblo entero, solicitándoles su fidelidad
el esplendor y solemnidad posibles. Tres y homenaje, de un modo semejante a
momentos componían ese rito: el jura- como el vasallo individual se comprome-
mento, por el que el pretendiente al trono tía a ser fiel a su señor, conforme a lo que
se comprometía a hacer justicia y prote- dijimos anteriormente. Según se ve, el
ger a la Iglesia; la elección, anunciada por compromiso de fidelidad entre la nación
la autoridad eclesiástica local, ratificada y su soberano era mutuo.
luego por los obispos allí presentes y pro- En el entretanto, se había colocado so-
puesta finalmente a la aclamación del pue- bre el altar el cetro, el bastón de mando,
blo; y la unción, momento culminante, que la larga y estrecha varita que simbolizaba
convertía al pretendiente en rey, ungido la administración de la justicia, la espada
del Señor . envainada y la corona; en una credencia,
Ha llegado hasta nosotros un ordo re- al costado, los zapatos de seda, la túnica
dactado en Reims, bajo el reinado de S. y la capa. Entonces, casi como si fuera
Luis, que ofrece una idea bastante acaba- un sacerdote que se prepara para la cele-
da del desarrollo de la ceremonia. En la bración de la Misa, el Príncipe era reves-
catedral de dicha ciudad, con sus muros tido pieza por pieza: los nobles le ponían
cubiertos de tapices, se había erigido una los zapatos atándole los cordones, le fija-
alta tribuna en medio del crucero. Era ban las espuelas, y finalmente el Arzobis-
60 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
a una suerte de control general, de modo rey, será su ministro. Por tanto cuando
que todo lo que estuviera prescripto por hace la justicia es vicario del rey eterno,
la costumbre fuese normalmente ejecuta- cuando se inclina a la injusticia es minis-
do, manteniéndose así la «tranquilidad del tro del diablo».
orden». Sobre esta base se fundaba su Asimismo hemos hallado este texto en
capacidad de ser el árbitro nato para las Partidas del rey don Alfonso el Sabio:
aquietar las querellas que podían surgir «Los santos dixeron que el rey es señor
entre sus vasallos. Señala R. Pernoud que puesto en la tierra en lugar de Dios para
en Francia este poder podría parecer me- cumplir la justicia et dar a cada uno su
ramente platónico, ya que durante la ma- derecho, et por ende lo llamaron corazón
yor parte de la Edad Media su rey dispu- et alma del pueblo; ca así como el alma
so, juntamente con un dominio exiguo, yace en el corazón de home, et por ella
de recursos inferiores al de sus grandes vive el cuerpo et se mantiene, así en el
vasallos. Pero el prestigio que le confería rey yace la justicia que es vida et mante-
la consagración, convirtiéndolo en ungi- nimiento del pueblo en su señorío... Et
do de Dios, primaba sobre la escasez de otrosí dicieron los sabios que el empera-
sus medios coercitivos. La autoridad real, dor es vicario de Dios en el imperio para
hasta el siglo XVI, se fundó más sobre la hacer justicia en lo temporal, bien así
fuerza moral que sobre los efectivos mili- Como lo es el papa en lo espiritual» (2ª
tares (cf. Lumière du Moyen Âge, 76-77). Part., Tit. I, Ley I).
En segundo lugar le competía hacer jus-
ticia. Justicia frente a los derechos de 4. Las limitaciones del poder real
Dios conculcados, y justicia frente a los Observa R. Pernoud que en la Edad
derechos del hombre vulnerados. El hom- Media no había lugar para un régimen
bre de la Edad Media, así como era muy autoritario ni para una monarquía absolu-
sensible al honor, lo era también a la justi- ta. El rey medieval veía atemperada su
cia. Se decía que dado que era misión del autoridad por el complejo entramado del
rey hacer justicia, convenía que también tejido social. Lejos de ser el poder central
como persona individual llevase una vida y el individuo las dos únicas entidades
justa delante de Dios. Así estaría en me- existentes, se escalonaban entre ambos
jores condiciones de discernir el bien del una multitud de eslabones intermedios a
mal. Y una vez discernido lo que era jus- través de los cuales aquéllos se comuni-
to, debía tener el coraje de proclamarlo y caban entre sí. El hombre de la Edad Media
defenderlo. no fue jamás un ser solitario. Necesaria-
En un antiguo libro llamado De legibus mente integraba un grupo, sea por el lu-
et consuetudinibus Angliæ, se encuentra gar donde vivía, sea por la asociación o
un párrafo típico del espíritu medieval en «universidad» a que pertenecía, lo que lo
esta materia, donde la teología y el dere- inmunizaba de posibles prepotencias. El
cho mezclan sus aguas en un mismo cau- artesano, por ejemplo, a la vez que con-
ce: «El rey debe ejercer el poder del dere- trolado se veía amparado por los maes-
cho, como vicario y ministro de Dios en tros de su oficio, que él mismo había ele-
la tierra, porque aquella potestad es de gido. El campesino estaba sometido a su
sólo Dios, mientras que la potestad de in- señor, el cual era vasallo de otro, éste de
justicia es del diablo y no de Dios, y se- otro, y así hasta el rey. Estos contactos
gún las obras de cuál de ellos obrare el personales jugaban el papel de «tapones»
62 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
cer cumplir sus órdenes. Como bien se- fueron desarrollando espontáneamente,
ñala Calderón Bouchet, los esbirros y según los avatares del acontecer históri-
mercenarios podían ser útiles para un co, lo que ofrecía la ventaja de ser am-
golpe de mano o para una empresa de pliamente maleables, adaptables a los he-
pequeña envergadura. Las grandes ope- chos nuevos. A la larga esas costumbres
raciones exigían la colaboración de los resultaban aprobadas, aunque fuere im-
caballeros y éstos tenían un código de plícitamente, por los gobiernos respecti-
honor cuya ruptura implicaba el delito de vos. Relatan los cronistas que cuando
felonía. Es cierto que entre sus deberes Godofredo de Bouillon se hizo cargo del
estaba el de servir al soberano, pero ello Reino de Jerusalén, pidió ser informado
debía ser en el contexto de determinadas por escrito acerca de los usos y costum-
reglas éticas y religiosas que les impedían bres que se estilaban en las regiones re-
el acatamiento a una orden abusiva. Hoy cién conquistadas. Carlyle duda de la ve-
en día un presidente puede ordenar un racidad de la noticia, pero ve en ella el
ataque aéreo con «bombas inteligentes» testimonio de lo que en la práctica suce-
o la destrucción de una aldea entera, mu- día: «Toda la historia –escribe– ilustra vi-
jeres y niños incluidos, pero un caballero vamente el hecho de que la concepción
medieval no podía admitir una orden con- medieval de la ley está dominada por la
traria a su honor (ibid. 228-229). costumbre. Aunque los juristas piensen
que los cruzados deben legislar para una
A los controles anteriores podemos
nueva sociedad política, conciben esa le-
agregar el de los Parlamentos. Estas asam-
gislación como a una colección de cos-
bleas, que vieron la luz en el siglo XII,
tumbres vigentes» (cit. en R. Calderón
representando a todos los estamentos de
Bouchet, Apogeo de la ciudad cristiana...
la comunidad, se reunían en torno al rey,
182-183). Un nuevo gobernante venía a
con el propósito de disponer la ayuda vo-
conducir una vieja sociedad, y ello no era
luntaria que pudiera prestársele en alguna
factible si prescindía de sus leyes tradi-
emergencia, por ejemplo una guerra, ya
cionales, fijadas por las costumbres.
que en aquella época no había impuestos
obligatorios. El primero de esos cuerpos El rey medieval era, pues, la antípoda
colegiados surgió en Huesca, un pequeño del rey absoluto. Su poder implicaba un
Estado de España al pie de los Pirineos. servicio, según aquel principio fundamen-
Desde allí la institución se propagó hacia tal, enseñado por S. Tomás: «El pueblo
el norte hasta llegar a Inglaterra, la cual, no está hecho para el príncipe, sino el
al decir de Belloc, era casi siempre la últi- príncipe para el pueblo». De ahí la grave
ma provincia del Oeste que recibía cual- responsabilidad que recaía sobre sus hom-
quier institución nueva. No hubo Parla- bros. Por eso, si promulgaba una ley con-
mento completo en Inglaterra hasta fines traria a la moral, era lícito desacatarla. En
del siglo XIII (La crisis de nuestra civili- casos extremos, cabía la resistencia ar-
zación, 84-85). mada, hasta llegar a su deposición.
Pero lo que por sobre todo limitó a la III. La autoridad espiritual
monarquía medieval fue la costumbre, es y el poder temporal
decir, ese conjunto de usanzas, tradicio- Tal fue el título que René Guénon eligió
nes y hábitos no impuestos por la fuerza para uno de sus memorables libros. Titu-
o por decisión de alguna autoridad, sino lo sugestivo, por cierto, ya que plantea
brotados de la vida de un pueblo, y que se desde el inicio la diferencia de los dos
64 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
ámbitos: el espiritual, al que anexa la pala- como los Reyes se creyeron con derecho
bra «autoridad», que parece ser menos para designar a los Obispos, e incluso, en
material, y el temporal, al que une la pala- algunos casos, al mismo Papa. Más aún,
bra «poder», de índole más terrena*. Acá desde la época de los Otones, el Sumo
nos explayaremos en el tratamiento que Pontífice no podía asumir sin haber pre-
dio la Edad Media al espinoso tema de la viamente jurado fidelidad al Emperador.
relación entre la Iglesia y el Estado. El Una teoría que flotaba en el ambiente, si
orden político, en una época de tanta fe, bien jamás fue formulada de manera ex-
no pudo en modo alguno desentenderse plícita, sostenía que el señor temporal no
de este asunto. Y menos pudo hacerlo el confería al candidato escogido la autori-
magisterio de la Iglesia, como es obvio. dad espiritual sino tan sólo la posesión de
*En otro lugar hemos comentado amplia- las tierras anexas a su título, pero de he-
mente la notable obra del pensador francés. Cf. cho la gente no era capaz de distinguir
«Moenia» XVII (1983) 27-49. esta entrega temporal de la elección espi-
ritual. En la ceremonia de donación, que
1. Jalones históricos del problema se llamaba Investidura, el Príncipe entre-
Según dijimos, el Imperio de Carlomag- gaba al nuevo Obispo el báculo y el anillo,
no nació indisolublemente unido a la Igle- mientras le decía: Accipe Ecclesiam (re-
sia. Esta era esencial al Imperio, que se cibe la Iglesia). Un cronista de la época
consideraba como el custodio temporal de Otón el Grande relata una de estas ce-
de la misma, y la organización política remonias en forma tal que el Emperador
suprema de la Cristiandad. La suerte del aparece como confiando al Obispo la cura
Imperio estaba, pues, unida a la de la Igle- pastoralis, es decir, la responsabilidad
sia; pero sería falso afirmar lo contrario, pastoral, cosa que sólo puede conferir la
es decir, que la Iglesia estuviera indisolu- autoridad espiritual. La confusión era evi-
blemente unida al Imperio, y que necesi- dente.
tara de éste, con necesidad absoluta, se
entiende. De hecho, tras la destrucción Lo que sucedía en el nivel de la jerar-
del Imperio cristiano que rigió los desti- quía –Papa y Obispos– se daba también
nos de la Edad Media, la Iglesia siguió en un nivel inferior, en el ámbito de las
existiendo, y existirá hasta el fin de los parroquias. La iglesia pertenecía al señor
tiempos, aun en medio de una sociedad del lugar como el horno, el molino y el
apóstata o pagana, ya que es imperecede- lagar. Y dicho señor se creía con derecho
ra, según la enseñanza y la promesa del a designar para que la atendiera a un sa-
mismo Cristo. En cambio la Cristiandad cerdote de su elección, el cual debía pres-
puede desaparecer, y de hecho desapare- tarle juramento de fidelidad, requisito ne-
ció, la Cristiandad entendida como la he- cesario para que fuese por aquél investi-
mos descrito, es decir, como una socie- do de su cargo.
dad impregnada por el espíritu del Evan- Pregúntase Daniel-Rops qué podían
gelio. valer aquellos Papas nombrados por los
Tras estos prolegómenos, analicemos Emperadores, aquellos Obispos escogidos
los hechos históricos que tuvieron que ver por los Reyes, y aquellos párrocos elegi-
con las relaciones que median entre la dos por los señores a su capricho. Sin
autoridad espiritual y el poder temporal. embargo, contra lo que se podía prever,
Cuando en el curso del siglo X se instauró encontramos un gran número de ellos, e
el régimen feudal, tanto los Emperadores incluso la mayoría, que fueron fieles a su
El orden político de la Cristiandad 65
vocación y ejercieron con celo su cargo cerrándose así la trágica Querella de las
pastoral. Lo que no disipó el gran peligro Investiduras.
de que apareciesen pastores indignos en
los puestos directivos de la Iglesia (cf. La 2. Lo sacro y lo profano
Iglesia de la Catedral y de la Cruzada, Tras la consideración histórica, anali-
215-216). cemos en sí mismo el tema de las relacio-
Esta confusa situación fue la que dio nes entre lo espiritual y lo temporal. Tres
pábulo a que estallase la llamada Querella son las situaciones posibles. La primera
de las Investiduras. Tratóse, por cierto, se da cuando el poder político se opone a
de una polémica de gran nivel. El poder la Iglesia, por considerarla adversaria o al
del Emperador viene de Dios, es vicario menos molesta para sus designios; estalla
de Dios. La autoridad del Papa viene de entonces la persecución. La segunda se
Dios, es vicario de Dios. ¿Cómo compa- establece cuando el poder político igno-
ginar aquel poder con esta autoridad? ra, de hecho, a la Iglesia, como sociedad
¿Cuál de las dos instancias había de tener sobrenatural; a lo más la considera como
la primacía dentro de la sociedad cristia- una agrupación analogable a las socieda-
na? des intermedias que hay en la nación; es
un régimen de neutralidad. Históricamen-
La polémica duró siglos. Como es ob-
te, la primera situación se dio durante los
vio, no disponemos del tiempo necesario
tres primeros siglos, mientras que la se-
para exponer sus diversos y variados ava-
gunda resultaba simplemente inconcebi-
tares. Destaquemos tan sólo la tesis del
ble para la mentalidad de la Edad Media.
obispo Ivo de Chartres (1040-1117), quien
Quedaba, pues, la tercera posibilidad, que
moriría antes de haber visto el triunfo de
se da cuando impera una estrecha cola-
la misma. La solución por él propuesta,
boración entre la autoridad espiritual y el
relativamente sencilla, consistía en distin-
poder temporal. A esta situación se tendió
guir, en un título eclesiástico, el elemento
durante el Medioevo, y de alguna manera
espiritual y los beneficios temporales que,
logró establecerse, por cierto que luego
en una época fundada en la organización
de estruendosos conflictos, como el de
feudal, dicho título llevaba anejo. Un Obis-
las Investiduras, al que acabamos de re-
po, un Abad, un párroco, eran hombres
ferirnos, si bien tales desinteligencias no
de Dios, ministros de Cristo para la co-
constituyeron la regla general. La gran
municación de la vida divina, y al mismo
mayoría de la gente pensaba con S. Ber-
tiempo titulares de determinados dominios
nardo: «Yo no soy de los que dicen que la
concedidos por los laicos. En la investi-
paz y la libertad de la Iglesia perjudican al
dura habían de separarse, pues, la consa-
Imperio o que la prosperidad de éste per-
gración, simbolizada por la entrega del
judica a la Iglesia. Pues Dios, que es el
báculo y el anillo, y la dación de los bie-
autor de la una y del otro, no los ha ligado
nes temporales; la investidura espiritual era
en común destino terrestre para hacerlos
estricta competencia de la autoridad ecle-
destruirse mutuamente, sino para que se
siástica; la investidura temporal pertene-
fortifiquen entre sí».
cía de derecho al soberano. Aquella solu-
ción, tan clara y tan lógica, fue conquis- Pero no se trataba sólo de colaboración
tando poco a poco las inteligencias. El sino de jerarquización, es decir, de deter-
Concordato de Worms (1122) establece- minar a quién correspondía la preponde-
ría el acuerdo sobre esos presupuestos, rancia, si al poder temporal o a la autori-
66 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
dad espiritual. En líneas generales, la pri- propio era el bien común temporal, y di-
macía de lo sacro sobre lo profano fue cho bien estaba esencialmente ordenado
un principio inconcuso, más aún, fue el al bien último sobrenatural.
principio esencial que vertebró a la Cris-
En otras palabras, según la cosmovisión
tiandad en su conjunto. Sobre dicho prin-
medieval, a la autoridad espiritual le com-
cipio se basó la Cristiandad y en el grado
petía, como función suprema, la contem-
en que tal principio es desconocido, la
plación, y luego, la enseñanza de la doc-
Cristiandad se autodestruye. El problema
trina y la comunicación de la gracia a tra-
se hacía, sin embargo, más agudo, cuan-
vés de los sacramentos; al poder tempo-
do se trataba de sacar sus consecuencias
ral le correspondía el gobierno político,
prácticas. Con todo hay que decir que de
que incluye tanto el quehacer administra-
hecho dicho primado nunca fue negado
tivo y judicial como el militar, salvaguar-
abiertamente, hasta los tiempos de la Re-
dando así el tejido social. El escalón que
forma. Un símbolo del mismo, referido
descendía de la autoridad espiritual al po-
concretamente a las relaciones entre la
der temporal es el que iba de la contem-
Iglesia y el Estado, lo encontramos en una
plación a la acción. El poder temporal era
costumbre aceptada durante la Edad Me-
de por sí insuficiente para dar al hombre
dia: en las ocasiones en que el Papa y el
todo lo que necesitaba para el cumpli-
Emperador se encontraban, el Emperador
miento plenario de su vocación, que no
debía sostener el estribo mientras el Papa
sólo era natural sino también sobrenatu-
montaba, y llevar las riendas del caballo
ral, de donde necesitaba que un principio
pontificio. Cuando hubo enfrentamientos
superior, cual era la autoridad espiritual, lo
concretos, a nadie se le ocurrió objetar el
consolidase, infundiéndole estabilidad. Tal
principio como tal. A lo más se buscaba
era el sentido de la «consagración» del rey,
algún argumento para atacar al Papado,
a que nos referimos anteriormente.
diciéndose, por ejemplo, que el Papa era
una mala persona, o un usurpador . La Edad Media nos ha dejado dos ex-
Autoridad espiritual y poder temporal. presiones poético-simbólicas de las rela-
El Papa llevaba la tiara y tenía en sus ma- ciones entre la autoridad espiritual y el
nos las llaves de Pedro, símbolos de su poder temporal. La primera de ellas es la
autoridad universal («todo lo que atares de las dos espadas. El término toma su
en la tierra quedará atado en el cielo»). El origen del Evangelio cuando, al término
Emperador, en el momento de su corona- de la Ultima Cena y de las predicciones
ción, era revestido con un manto azul, de Jesús sobre su Pasión ya próxima, los
constelado de estrellas, y tenía en sus discípulos le dijeron: «Señor, aquí hay dos
manos el globo imperial, símbolos de su espadas» (cf. Lc 22,38). En nuestro caso
poder universal. La Iglesia se afirmaba las «dos espadas» representan la autori-
como sociedad perfecta y, como tal, no dad espiritual y el poder temporal. Según
necesitaba del Estado, si bien el apoyo de la primera elaboración medieval, ambas
este último le era sumamente útil para su pertenecían por derecho a S. Pedro ya
defensa y expansión. El Estado, por su sus sucesores, aun cuando el uso de la
parte, se consideraba igualmente socie- material se delegase en el Estado. La Igle-
dad perfecta, y en su orden era autosu- sia empuñaba la primera, porque lo espi-
ficiente; sin embargo necesitaba también ritual era su cometido específico, y en-
de la Iglesia, y de una manera mucho más tregaba la segunda –el poder temporal– a
profunda que ésta de aquél, ya que su fin los reyes, para que éstos la usasen en su
El orden político de la Cristiandad 67
nombre y bajo su control. Fue S. Bernar- de la autoridad civil al poder político, con-
do quien concretó el tema: «Una y otra fiando al rey la dignidad de su cargo tem-
espada... son de la Iglesia. La temporal poral, «cuya razón es porque, siendo el
debe esgrimirse para la Iglesia y la espiri- mismo sumo sacerdote, según el orden
tual por la Iglesia. La espiritual por mano de Melquisedec, rey de Salem y sacerdo-
del sacerdote, la temporal por la del sol- te del Dios altísimo, y habiendo sido in-
dado, pero a insinuación del sacerdote y vestido Cristo de ambas potestades, reci-
mandato del rey» (De Consideratione I. bió de El entrambas el vicario de Cristo
IV, c. 3-7). A Pedro se le dijo: «Vuelve tu en la tierra, a quien competen, por lo mis-
espada a la vaina». «Luego le pertenecía mo, las dos espadas» (De perfect. evang.
–comenta S. Bernardo–, pero no debía uti- q.4, a.3, sol. obj. 8).
lizarla por su propia mano». Junto con la imagen de las dos espa-
El argumento escriturístico no es muy das, se popularizó otra, la del sol y la luna.
convincente, que digamos, pero la con- La Iglesia era comparada con el sol, y la
secuencia a que arribaba era la aceptada Realeza con la luna. « Así como la luna –
por la generalidad de sus contemporáneos enseñaba Inocencio III– deriva su luz del
y que los Sumos Pontífices mantendrían sol, al que es inferior tanto en calidad
durante los siglos XII y XIII. Podríamos como en cantidad, en posición y en efec-
sintetizarla así: en el campo espiritual, el to, el poder real deriva el esplendor de su
Papa, como cabeza de la Iglesia, por ser dignidad del poder del Papa» (PL 214,
tal, tiene en primer lugar un poder directo 377). La imagen del sol y de la luna ayu-
que le permite juzgar a todos los cristia- dó a comprender la misma doctrina sim-
nos, incluidos los Príncipes, cuando co- bolizada en la fórmula de las dos espadas.
meten pecados; pero junto a ese poder La conjunción de la autoridad espiritual
directo dispone de otro poder, que llama- con el poder temporal fue también com-
ban indirecto, por el cual puede hacerse parada con la unión del alma y el cuerpo.
obedecer de los que ejercen el gobierno Así como el alma da forma y anima al
temporal con el fin de que las leyes por cuerpo, así el orden sobrenatural hace las
ellos promulgadas se amolden a los prin- veces del alma, animando y vivificando el
cipios divinos. Sobre el telón de fondo de entero orden temporal.
este esquema doctrinal se desarrollaron
Fácilmente se pensará hoy que esta doc-
los graves acontecimientos de la querella
trina suministraba una excusa para que el
entre el Sacerdocio y el Imperio a que nos
Papa se entrometiera en el orden estricta-
referimos anteriormente (cf. Daniel-Rops,
mente temporal. Pero no fue así, al me-
La Iglesia de la Catedral y de la Cruza-
nos por lo general. Lo que movía a los
da, 232-233).
Papas cuando se pronunciaban sobre algo
S. Buenaventura terció en el debate con temporal no era el orgullo, sino una con-
la competencia que le era propia. La Igle- vicción profunda de su misión sobrena-
sia –decía– tiene a Cristo por cabeza de tural y del carácter sublime de dicha mi-
un doble orden: sacerdotal y civil, porque sión por sobre todo el orden de las cosas
El es, al mismo tiempo, sumo sacerdote terrenas. Por cierto que hubo Papas y
y rey. Su representante en la tierra, el obis- Obispos malos, que abusaron de aquella
po de Roma, ha recibido de Cristo el ca- potestad con fines subalternos. El canó-
rácter sacerdotal, pero tiene, a la vez, nigo Tomás de Chantimpré, en un curio-
potestad del Señor para delegar la espada so libro simbólico publicado en 1248 bajo
68 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
el título de «Las Abejas», cuenta que un el de todos los individuos que la compo-
predicador que se aprestaba a comenzar nen. Pero puesto que el hombre virtuoso
un sermón delante de los asistentes a un está determinado también para un fin pos-
Concilio, vio que se le aparecía el demo- terior, el propósito de la sociedad no es
nio y le gritaba: « ¿No sabes qué decirles? meramente que el hombre viva virtuosa-
, pues diles esto: ¡Los Príncipes del In- mente, sino que por la virtud llegue al dis-
fierno saludan a los Príncipes de la Igle- frute de Dios». Si el hombre pudiese al-
sia!» Pero la Edad Media conoció gran- canzar este fin con sus solas capacidades
des Papas, varios de los cuales llegaron a naturales, competería al rey dirigirlo ha-
la santidad. Algunos de ellos fueron ame- cia esa meta, y no necesitaría de ninguna
nazados, insultados, desterrados y hasta instancia ulterior; pero la fruición de Dios
encarcelados por ser fieles al Evangelio, o visión beatífica, no es el resultado de la
mas a pesar de todo no depusieron jamás voluntad del hombre ni un término al que
la profunda convicción de su dignidad pueda arribarse gracias a la dirección hu-
pontificia. Y precisamente por ello no se mana; pertenece al gobierno divino, al
mostraban resentidos cuando algunos de gobierno de Cristo. Ahora bien, «la admi-
entre sus fieles cuestionaban talo cual de nistración de este Reino ha sido enco-
sus procederes que no les parecía correc- mendada no a los reyes, sino a los sacer-
to. En aquellos tiempos los cristianos te- dotes, a fin de que lo espiritual fuese dis-
nían mucha más libertad de espíritu que tinto de lo temporal»; y especialmente al
ahora para enrostrar las desviaciones de Sumo Pontífice, representante del Señor,
sus jerarcas. «a quien todos los reyes de los pueblos
Destaquemos sobre todo la figura de cristianos están sujetos como a nuestro
Gregorio VII (1013-1085); entre sus nu- mismo Señor Jesucristo» (cf. De Regimi-
merosos méritos hay que incluir el coraje ne Principum, L. I, cap. 13). El argumen-
con que salió al encuentro de los males to consiste básicamente en que aquellos
de la Iglesia medieval, principalmente la que tienen a su cargo el logro de los fines
simonía y la fornicación, dando comien- próximos han de subordinarse a los que
zo a una auténtica reforma, pero desde tienen por misión la consecución de los
adentro de la Iglesia. Otro gran Papa fue fines últimos.
Inocencio III (1160-1218), el mayor de La doctrina política de Sto. Tomás puso
los Papas medievales, cuyo pontificado las cosas en su lugar, ofreciendo un sóli-
fue uno de los más brillantes de la histo- do fundamento a la legítima autonomía
ria, apasionado también por el ideal de la del Estado en el ámbito del orden tempo-
reforma que hizo triunfar en el Concilio ral, pero sin olvidar su ineludible subordi-
de Letrán (1215). nación a los fines últimos que encarna la
Iglesia. Ya en el siglo XII, el canonista de
*** Inocencio III había enseñado que «am-
También en este tema de la relación en- bos poderes, el del Papa y el del Empera-
tre los dos poderes, como en tantos otros dor, proceden de Dios, y ninguno de ellos
puntos, fue Sto. Tomás quien expresó la depende del otro». Pero fue Sto. Tomás
doctrina de manera clara e inequívoca. En quien precisó con más nitidez la idea de
su libro De Regimine Principum sostiene un orden natural y de una ley natural con
que «el fin natural del pueblo formado en entidad propia, sobre la base de que el
una sociedad es vivir virtuosamente, pues «derecho divino, que es de gracia, no des-
el fin de toda la sociedad es el mismo que truye el derecho humano, que es de ra-
El orden político de la Cristiandad 69
zón natural» (Summa Theologica II-II, que se manifestó de mil maneras, e hizo
10, 10, c.) En su Comentario de las Sen- que durante tres siglos Europa viviese un
tencias, parece extraer el corolario políti- período de concordia, como nunca lo
co de dicho principio cuando enseña que había experimentado desde que con las
en materia de bien civil es mejor obede- invasiones bárbaras se dio por terminada
cer al poder secular que al espiritual (cf. la Pax Romana, y como ya no habría de
II Sent., dist. XLIV, 2,2). experimentarlo en adelante. Más allá de
Algunos decenios después de la muerte las innegables crueldades e incluso bruta-
de Sto. Tomás, Bonifacio VIII, en su Bula lidades que mancillan las luchas de la Edad
Unam Sanctam (1302), expondría de Media, los europeos se sabían miembros
manera sintética el gran tema de las rela- de una misma familia suprarregional y
ciones entre lo espiritual y lo temporal, supranacional.
asumiendo la doctrina tradicional, desde ¿Cuáles fueron las expresiones de esta
S. Bernardo hasta Sto. Tomás. León XIII, comunidad internacional? Sería largo de
en su Encíclica Immortale Dei (1885) enumerar. Señalemos, con todo, algunas
declararía formalmente que el poder tem- de ellas. Por ejemplo, la casi inexistencia
poral y el poder espiritual son soberanos, de burocracia en las fronteras. Un espa-
cada uno en su esfera, si bien conexos ñol que pasaba por el reino franco no te-
entre sí. Distinguir para unir. nía que presentar ningún tipo de docu-
mento o pasaporte. Especialmente los
IV. Hacia un orden internacional peregrinos que se dirigían a los principa-
De la confesada unidad de doctrina, así les centros de devoción de la época, po-
como del principio de la fraternidad uni- dían recorrer todos los países que queda-
versal, principio antitético al egoísmo de ban de paso sin encontrar la menor res-
los pueblos, no menos que de las perso- tricción administrativa. Y ello aun en me-
nas individuales, era normal que surgiese dio de una guerra.
el anhelo de una especie de federación Más positivamente, podemos observar
universal. Siglos atrás había escrito S. con cuánta frecuencia los diversos pue-
Agustín, refiriéndose a la Iglesia: «Tú unes blos europeos se aliaron sin vacilaciones
ciudadanos con ciudadanos, naciones con para realizar conjuntamente una acción
naciones... no sólo en sociedad, sino en solidaria. Las Cruzadas fueron de ello el
cierta fraternidad». La idea universalista ejemplo más pasmoso, no sólo las que se
inspiró a Dante su obra De Monarchia. encaminaron a la liberación de Tierra San-
No en vano Dante se confesaba discípulo ta sino también las que se lanzaron a la
espiritual de Sto. Tomás. Reconquista de la España ocupada por los
Por supuesto que el ideal dantesco era moros, donde numerosos franceses e in-
una expresión de deseos más que una rea- gleses se alistaron para auxiliar a sus her-
lidad lograda. Entre las diversas naciones, manos españoles y portugueses. En caso
cada una de las cuales conoció una evo- de conflictos o malentendidos entre na-
lución muy diferente, hubo por cierto ciones, frecuentemente se vio cómo los
choques reiterados y violentos. Sin em- Príncipes recurrían al arbitraje de alguna
bargo, como bien señala Daniel-Rops, lo persona de elevados quilates morales, un
que domina el entero cuadro político de santo como S. Bernardo, por ejemplo,
aquella época es que, por encima de los antes de lanzarse a la lucha entre herma-
conflictos, existió una unidad de fondo, nos cristianos.
70 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
dor. Y del caballero no tuvo sólo las con- cho». Los artesanos no tuvieron protec-
diciones militares, sino también aquellas tor más benévolo, más preocupado por
virtudes de dadivosidad y de delicadeza, sus necesidades y más generoso para con
de protección a los débiles y de amor a sus profesiones que aquel rey que hizo de
Nuestra Señora, que integraban lo que Esteban Boileau el organizador de las «cor-
podríamos llamar la espiritualidad caba- poraciones». Sin embargo no siempre S.
lleresca. Luis vio claro lo que debía hacer, sea den-
tro de la nación como en lo que hace a las
Admirable fue también la fidelidad que
relaciones internacionales. Y en esos ca-
mostró en su vida conyugal, una fideli-
sos no trepidaba en consultar a algún en-
dad no demasiado fácil, por cierto, pues
tendido en la materia, en ocasiones al mis-
su mujer, Margarita de Provenza, era una
mo Sto. Tomás, con quien a veces com-
joven más bien ligera, superficial, y de un
partió lo que hoy llamamos «almuerzos
nivel psicológico y espiritual muy inferior
de trabajo» ...
al de su marido, si bien ha de decirse en
su favor que cuando llegaron épocas di- Una de las características más notorias
fíciles, supo mostrar sus quilates de rei- del santo rey fue su amor a la justicia, lo
na, como por ejemplo durante la epopeya que lo llevó a poner especial cuidado en la
de la Cruzada emprendida por su esposo, selección de los jueces del Reino. Es cé-
donde quedó sola en Francia, debiendo lebre aquella escena, relatada por Joinville,
asumir responsabilidades vicarias. El ani- consejero del rey e historiador, según la
llo de S. Luis tenía grabada esta fórmula: cual S. Luis, luego de oír la Santa Misa,
«Dios, Francia, Margarita», es decir, en solía dirigirse al bosque de Vincennes, se
orden jerárquico, los tres amores que ocu- sentaba junto a una encina y escuchaba
paron su corazón. «sin impedimento de ujieres» a quienquiera
le «trajese un pleito». El cuadro tiene un
Pero, como bien señala Daniel-Rops, valor simbólico, pero aun cuando no haya
por eminentes que sean las virtudes per- sido cierto que personalmente hiciese jus-
sonales de un hombre, cuando se trata de ticia, es indudable que la búsqueda de la
un político es preciso que trasciendan el misma fue su preocupación más absor-
ámbito privado y en alguna forma se ma- bente. La equidad del rey era integérrima,
nifiesten cotidianamente en sus deberes por lo que sus decisiones no siempre con-
de Estado. Y así lo fue ciertamente en el cluían en actos de clemencia. Algunos lo
caso de S. Luis, como lo demuestran una experimentaron severamente, por ejem-
multitud de episodios. En el testamento a plo aquel cocinero que, habiendo sido re-
su hijo, tras recordarle que la principal conocido culpable de delitos graves, es-
obligación del reyes amar a Dios por so- peraba escapar a la pena capital por el
bre todas las cosas y ejercer su real acti- hecho de pertenecer a la Mesnada Real,
vidad como si estuviera siempre en su ya quien el rey en persona ordenó que lo
santa presencia, le advierte que semejan- ahorcasen; o como aquella dama de la
te actitud lo obliga no sólo a la ecuanimi- nobleza, cuyo amante, a solicitud suya,
dad sino incluso a inclinarse del lado más había asesinado a su marido, por la cual
débil. «Si sucede que un rico y un pobre intercedieron los frailes, las altas damas
se querellan por alguna razón, sostiene de la Corte y la reina en persona, ya quien
antes al pobre que al rico, pero busca que el rey hizo quemar en el mismo lugar de
se haga la verdad, y cuando la hayas des- su crimen, «porque la justicia al aire libre
cubierto, obra de acuerdo con el dere- es saludable»…
El orden político de la Cristiandad 73
Fue bajo su reinado que, gracias al bo- ganares por ti más, eres maior que yo; et
tín de tantas conquistas, España se cu- si desto menguas, no eres tan bueno como
brió con el manto espléndido de sus cate- yo».
drales góticas: Burgos, Toledo, León, Advirtiendo que se aproximaba el ins-
Osma, Palencia... El mismo rey impulsa- tante de su muerte, tomó en sus manos
ba las obras, y al tiempo que volcaba en una vela, ofreció su vida a Dios. Y mien-
ellas sus tesoros, alentaba a los artistas tras los clérigos allí presentes entonaban
en su emprendimiento. La vida de S. Fer- el Te Deum, entregó su alma al Señor.
nando transcurrió sin especiales contra- Todos lo lloraron, incluidos los árabes, que
riedades, ignorando la derrota y el fraca- admiraban su lealtad. A sus exequias asis-
so. Mientras su primo S. Luis se dirigía al tió el rey moro de Granada con cien no-
cielo a través de la adversidad, Fernando bles que llevaban en sus manos antorchas
lo hacia por el sendero de la dicha. Dios encendidas; la nobleza lo lloraba, el pue-
condujo a ambos a la santidad pero por blo había perdido su protector. Un rey
caminos opuestos: a uno bajo el signo del como aquél sólo aparece cada tanto.
triunfo terreno y al otro bajo el de la des-
ventura y el revés. Pero ambos se herma- En su sepulcro grabaron en latín, cas-
naron encarnando el dechado caballeres- tellano, árabe y hebreo este epitafio: «Aquí
co de su época. Un nieto de S. Fernando, yace el Rey muy honrado Don Fernando,
hijo de Alfonso, se casaría con Doña Blan- señor de Castiella é de Toledo, de León,
ca, hija de S. Luis. de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Mur-
cia é de Jaén, el que conquistó toda Espa-
No teniendo ya casi nada que conquis- ña, el más leal, é el más verdadero, é el
tar en la Península, Fernando, todavía jo- más franco, é el más esforzado, é el más
ven –52 años– pensó llevar sus tropas al apuesto, é el más granado, é el más
territorio africano. Cien mil hombres se sofrido, é el más omildoso, é el que más
habían concentrado en las orillas del Gua- temía a Dios, é el que más le facía servi-
dalquivir, una flota numerosa comenzó a cio, é el que quebrantó é destruyó’ a to-
moverse por el Estrecho de Gibraltar, las dos sus enemigos, é el que alzó y ondró a
armerías toledanas trabajaban al máximo todos sus amigos, é conquistó la Cibdad
de su capacidad, y ya los príncipes ma- de Sevilla, que es cabeza de toda España,
rroquíes, previendo un desastre, enviaban é passos hi en el postrimero día de Mayo,
embajadas suplicantes. Pero la muerte en la era de mil et CC et noventa años».
invalidó el proyecto, aquella muerte ad-
mirable que Alfonso su hijo y sucesor, nos S. Fernando descansa en la abadía de
ha relatado con palabras conmovedoras. Las Huelgas, allí mismo donde fue arma-
«Fijo –le dijo el moribundo– rico en fin- do caballero, que es como el Panteón Real.
cas de tierra e de muchos buenos vasallos, Su fiesta litúrgica se celebra el 30 de
más que rey alguno de la cristiandad; tra- mayo.
baja por ser bueno y fazer el bien, ca bien
has con qué». Y luego, aquella postrera
recomendación, en que –el amor a la pa-
tria se cubre de gracejo: «Sennor, te dexo
toda la tierra de la mar acá, que los moros
ganar ovieron al rey Rodrigo. Si en este
estado en que yo te la dexo la, sopieres
guardar, eres tan buen rey como yo; et si
77
diversifica aquel período del nuestro. Y este vivir en ese orden como el pez en el
es que aquellos hombres, cuando se com- agua, es una de las características más
portaban mal, sabían lo que estaban ha- típicas del hombre medieval, que le
ciendo, sabían que lo que hacían era una permitíó desarrollarse sobre la base de
falta. Nadie por aquel entonces hubiera certezas, y no de meras opiniones, y em-
podido imaginar el error más grave del prender grandes acciones, seguro de que
mundo moderno, que es no ya el de com- podía superarse siempre más. Asimismo
batir a Dios, negando su soberanía y su hizo que su vida se desarrollase en una
dominio, sino el de marginarlo, el de pen- atmósfera de poesía y de asombro, caldo
sar y comportarse como si El no existie- de cultivo de la inspiración artística que
ra. Entonces Dios no era algo muerto, era en tan alto grado resplandeciera en la Edad
una realidad, algo tan vivo y real como Media. Pero dicha manera de encarar la
los que lo ofendían. existencia no estuvo exenta de peligros,
Interesante a este respecto el juicio de porque no siempre se supo distinguir ade-
Charles Péguy sobre el mundo de nues- cuadamente entre lo que era de veras so-
tro tiempo. Escribiéndole a un amigo le brenatural y lo que aparecía como mara-
decía que tanto la existencia del pecador villoso a la imaginación. De la inclinación
como la del santo son propias de una épo- a creer en el contenido de la fe se pasaba
ca cristiana; son dos creaciones, dos in- fácilmente a la credulidad en tradiciones
ventos del cristianismo. Decir que el mun- cuyo origen era con frecuencia sospecho-
do de hoy se ha descristianizado, no quiere so, ya las que la Iglesia jerárquica no re-
decir que la santidad haya quedado sepul- conocía fundamento alguno, por ejemplo,
tada bajo el número ingente de los peca- en leyendas relativas a la infancia de Je-
dos. Eso sería insignificante. Eso no se- sús, al estilo de los evangelios apócrifos,
ría más que un mal cristianismo, un mal o en milagros no pocas veces estrafala-
siglo cristiano, como tantos otros. Por lo rios que se atribuían con excesiva inge-
demás, siempre el contingente de los san- nuidad al poder de los santos.
tos fue exiguo en comparación con los De esta forma, el sentido auténtico de
pecadores. Pero lo que ya no es para nada lo sobrenatural se mezcló en ocasiones
normal, lo que constituye precisamente con la credulidad popular y la tendencia a
el drama de nuestro tiempo, es que nues- lo maravilloso. Hoy ello se nos hace ex-
tras miserias ya no son cristianas. Mien- traño, en una época tan racionalista como
tras la gente sabía que los pecados eran la nuestra, pero aquellos hombres eran
pecados, había una salida, había, por así más sencillos y tendían a creer en lo que
, decirlo, materia para la gracia. En cam- se les decía. Un ejemplo de esta mixtión
bio hoy no es así. El mundo se ha vuelto es claramente advertible en el culto de las
perfectamente descristianizado, totalmente reliquias, cosa tan loable y tan recomen-
acristiano: ya no se alaba públicamente la dada por la Iglesia desde los primeros si-
santidad, y ya no se sabe lo que es el pe- glos. Todo el mundo estaba en pos de re-
cado. (El texto completo de esta carta pue- liquias. Pero, ¿quién garantizaba la auten-
de verse en «Esquiú» 23 de diciembre ticidad de las mismas? A decir verdad, esta
1990, 6-11). preocupación no les hacía perder el sue-
La Edad Media valoraba la santidad y ño, lo que aprovechaban algunos vivillos,
no justificaba el pecado. O mejor, vivía que siempre los hay, para poner a dispo-
con cierta naturalidad el orden sobrena- sición de los fieles, a buen precio, por
tural. Esta aceptación de lo sobrenatural, supuesto, cestos de la multiplicación de
El orden social de la Cristiandad 79
hubieran visto en todo ello más que jero- Eterno –escribe Daniel-Rops–, y experi-
glíficos?, Se ha dicho que la catedral ‘ha- mentaba así la necesidad de colocar entre
blaba al analfabeto’; pero hay que admitir el Todopoderoso y él, unos intermedia-
que éste era capaz de entender su lengua- rios, unos hombres como él que hubieran
je» (La Iglesia de la Catedral y de la Cru- conquistado el cielo levantando hasta la
zada… 60). perfección su propia naturaleza. Ese de-
Por cierto que la Sagrada Escritura era seo del alma que Nietzsche formuló en
conocida y estudiada con más profundi- aquellos términos célebres: “el hombre es
dad en las Universidades y Facultades de algo que quiere ser superado”, lo acalló el
Teología. No deja de resultarnos admira- cristianismo de la Edad Media admirando
ble el grado en que los hombres más a los Santos, lo que sin duda vale más
intelígentes la asimilaban hasta citarla con que idolatrar a los campeones de boxeo
una facilidad que nos resulta pasmosa, ya los artistas de cine» (ibid., 61.) En cier-
como por ejemplo S. Bernardo, quien en to modo, cada uno es lo que admira.
sus escritos y sermones no sólo pasaba Los hombres de esa época unían con
con toda naturalídad de los tipos y figu- toda naturalidad las vidas de los santos a
ras del Antiguo Testamento a las realida- la Escritura tan amada. Para ellos, según
des del Nuevo, sino que hasta su mismo observa el mismo Daniel-Rops, la histo-
estilo estaba profusamente impregnado de ria de los grandes hombres y mujeres que
giros bíblicos. Asimismo la Escritura era habían servido a Dios hasta el heroísmo
ampliamente conocida en los conventos de la santidad, fue la tercera parte de un
donde, ya desde los tiempos de S. Benito, tríptico, cuyas dos primeras eran el Anti-
la lectio divina, en que la Escritura consti- guo y el Nuevo Testamento (cf. ibid.) Tal
tuía lo principal, había de ocupar una bue- aserto encuentra una confirmación en las
na parte de la jornada del monje. Pero lo esculturas de los pórticos de las catedra-
que acá queremos recalcar es hasta qué les, así como en los vitrales, donde se los
punto ese conocimiento no quedó ence- ve mezclados familiarmente con los gran-
rrado en los claustros universitarios y en des personajes de la Sagrada Escritura.
los monasterios, sino que se proyectó a Algunas crónicas que relataban las vidas
la generalidad de los fieles, informando ejemplares de los santos eran leídas en el
su espiritualidad. marco de la liturgia, pero muchas otras
b) El culto a los santos pertenecían al repertorio de los juglares y
trovadores al mismo título que los Can-
La segunda nota de la religiosidad me- tares de Gesta.
dieval es el culto de los santos, que fue
cobrando gran importancia en el trans- Cada nación, cada provincia, cada ciu-
curso de aquella época. Dicho culto no dad, tenía sus propios santos. Cada épo-
fue, por cierto, un invento del Medioevo, ca del año, su santo especialmente vene-
ya que provenía de los primeros siglos rado. Cada oficio contaba con la protec-
del cristianismo, pero entonces alcanzó ción de un santo «patrono». Cada necesi-
una magnitud impresionante. Como lo dad, con su especial intercesor.
hemos señalado, a veces se dejó conta-
minar por la credulidad y la superstición. c) La devoción a la humanidad de Cristo
Pero ello no obsta a que valoremos lo que Podríase decir, en términos muy gene-
tenía de positivo. «El, hombre de la Edad rales, que si el primer milenio del cristia-
Media se sentía humilde e inerme ante el nismo insistió más en la divinidad de Nues-
El orden social de la Cristiandad 81
do albergue en las abadías y hostales cons- lugar donde había sido enterrado, hasta
truidos especialmente para ellos. Casi to- que un ermitaño, iluminado por una es-
dos iban a pie, pocos a caballo o en bu- trella, logró encontrarlo. Era el Campus
rro. A veces se les agregaban algunos ju- Stellæ, el campo de la estrella, Compostela.
glares, cuyas voces alternaban con los El apóstol Santiago tuvo mucho que ver
cantos religiosos de la multitud. Cada tanto con la historia de España. Según las vie-
los peregrinos se detenían. Habían llega- jas crónicas se habría aparecido durante
do a tal o cual santuario, ya que los gran- la batalla de Clavijo, para cargar contra
des caminos estaban jalonados por luga- los árabes a la cabeza de los ejércitos cris-
res que cobijaban reliquias de santos, o tianos, por lo que fue llamado «Matamo-
que conservaban recuerdos de alguno de ros». El hecho es que los peregrinos a
ellos, curiosamente mezclados con los de Compostela –que recibían el nombre de
los héroes, a veces legendarios, de los «Jacobitas», ya que Santiago se dice
Cantares de Gesta. Iacobus en latín– fueron siempre nume-
Tres fueron los centros principales. El rosísimos durante la Edad Media, y dicha
primero, como es obvio, Jerusalén. La peregrinación tuvo, como el santo que la
costumbre de peregrinar hasta esa ciu- provocaba, no poco que ver con la Re-
dad santa la inauguró S. Elena, la madre conquista de España. «Santiago y cierra
de Constantino, en el siglo IV, y desde España», tal era el grito de batalla. Pare-
entonces el flujo nunca se detuvo. Los ció natural que en las iglesias que jalonaban
que allí acudían fueron llamados «Pal- el camino se representase al santo con el
meros», porque se cosían al cuello la ima- atuendo de un soldado. Ni era raro que el
gen de una palma. El segundo fue Roma, peregrino se convirtiese en cruzado.
más cercana que aquélla, pero igualmen- Junto a estos tres grandes centros, hubo
te meritoria, cuya importancia fue siem- otros de menor importancia: en Tours, la
pre creciendo en la Edad Media. Los que tumba de S. Martín; en Normandía, el
a ella se dirigían eran llamados «Rome- Mont-Saint-Michel, cuyos peregrinos eran
ros», y su peregrinación «romería», pa- llamados «Migueletes»; y en tantos luga-
labra que luego serviría para designar cual- res, diversos santuarios de la Virgen.
quier tipo de peregrinaje. Y finalmente
Compostela, lugar que rivalizaba en atrac- En fin, la Cristiandad vivió en movimien-
tivo con los otros dos. Dante llegó a decir to. Aquel caminar por Dios y por la fe es
que «en sentido estricto, se entiende por una muestra del carácter de la piedad
peregrino el que va a la Casa de Santia- medieval, con su nostalgia de lo infinito,
go». Explayémonos un tanto sobre este su impaciencia de los límites. En una obra
lugar de peregrinación, ya que es funda- reciente se ha podido demostrar cómo el
mental en la historia de nuestra Madre Dante, que tanto propició las grandes pe-
Patria. Según la tradición, en el año 45 regrinaciones de la Edad Media, compu-
atracó en las costas de Galicia una barca, so la Divina Comedia al modo de una
donde siete discípulos de Santiago, que magna peregrinación a través de los dis-
habían evangelizado España juntamente tintos estados del alma humana. También
con él, llevaban los restos del apóstol, las cruzadas, se agrega en dicha obra,
decapitado en Jerusalén, para que pudie- fueron una forma de peregrinación, de
sen reposar allí, santificando para siem- sublimación de la idea del homo viator,
pre la tierra de su apostolado. Con el tiempo donde las imágenes de la Jerusalén terres-
fue desapareciendo la memoria precisa del tre y la Jerusalén celestial conocieron una
84 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
curiosa simbiosis (cf. E. Mitre Fernández, de un pequeño estado que podía servir de
La muerte vencida. Imágenes e historia paradigma a la nueva sociedad cristiana
en el Occidente medieval (1200-1348), que surgió luego del desastre ocasionado
Encuentro, Madrid, 1988, 77-80.139). por las invasiones bárbaras.
*** En el curso de la Edad Media dos fue-
ron las grandes Ordenes Monásticas que
Tales fueron las características más brillaron en Occidente. La primera de ellas
salientes de la religiosidad medieval. Se- fue la Orden benedictina, que multiplicó
ríamos injustos si no señaláramos tam- sus monasterios por toda Europa, siem-
bién sus principales falencias. La Edad pre en fidelidad a la regla que el gran pa-
Media sufrió, y de manera prolongada, el triarca del monacato, S. Benito, escribie-
embate de dos recalcitrantes tentaciones: ra en Monte Cassino; y la segunda, la
la de la carne y la del dinero. En el umbral Orden del Cister, aparecida en el siglo XII,
del siglo XIV, es decir, al término de aque- que recibió un decidido impulso merced
lla edad, se seguía fustigando exactamente al espíritu ardiente de S. Bernardo. El cre-
los mismos pecados que S. Bernardo de- cimiento de las Ordenes Monásticas fue
nunciara en el siglo XII, y los Santos Fran- impresionante. Cluny, monasterio bene-
cisco y Domingo en el siglo XIII. Basta dictino fundado a comienzos del siglo X,
con abrir la Divina Comedia para tener cuya influencia se extendería a toda la
una recapitulación de esas críticas; el Iglesia, contaba en 1100 con 10.000 mon-
Dante pobló el Infierno y el Purgatorio de jes y 1450 casas. El Cister, en menos de
Cardenales «a quienes hay que llevar, de 50 años, agrupó 348 monasterios, y el
tanto como pesan», de «lobos rapaces con biógrafo de S. Bernardo no exageraba al
hábitos de pastores» y de clérigos impú- decir que el gran Abad se había converti-
dicos. Pero aun cuando estas defeccio- do «en el terror de las madres y de las
nes resultan innegables, también hay que esposas, pues, allí donde hablaba, todos,
reconocer una permanente y retornada maridos e hijos, se encaminaban al con-
voluntad de reforma, sobre todo de parte vento».
de los santos, quienes no dudaron en le-
vantarse con intrépida indignación contra Como dijimos más arriba, el monaste-
los vicios que mancillaban a la Esposa de rio era una pequeña ciudad, con su sala
Cristo. capitular, el claustro, el scriptorium, las
celdas o dormitorios, el comedor, la hos-
3. El florecer de las Órdenes Religiosas pedería, la enfermería y las dependencias
donde se conservaban los productos agrí-
Resulta realmente prodigioso el resur- colas cosechados. En torno a él vivía una
gimiento de viejas Ordenes y la aparición especie de «familia», una verdadera ciu-
de nuevas familias religiosas de toda ín- dad monástica, integrada por los que ad-
dole. ministraban las tierras de la abadía o tra-
bajaban en ella, cuyas casas circundaban
a) Órdenes Monásticas los edificios conventuales, dando origen
Ya hemos destacado el valor, no sólo a verdaderas aldeas. Todos vivían muy
espiritual sino también cultural, de las gran- cerca del convento, si bien una «clausu-
des Ordenes antiguas, sobre todo de la ra» los separaba de la Comunidad, a fin
fundada por S. Benito. Desde el comien- de que la intimidad y el recogimiento de
zo, la abadía benedictina tomó la forma los monjes no se viesen turbados.
El orden social de la Cristiandad 85
monásticas fueron convertidas en men- dió una de las personalidades más apasio-
dicantes. Así los Carmelitas, al advertir nantes de toda la historia de las misiones
que su presencia en Tierra Santa se hacía en la Edad Media: Raimundo Lulio (1235-
prácticamente imposible a causa de los 1316). Detengámonos un tanto en esta
turcos, se expandieron por Europa como figura excepcional, quien juntó de mane-
«Tercera Orden Mendicante». Y también ra admirable una notable inteligencia, gra-
los Agustinos, bajo cuyo nombre el Papa cias a la cual pudo penetrar en el alma del
unió a diversos grupos que seguían la re- Islam, con una generosidad ilimitada, que
gla de S. Agustín. lo condujo casi hasta el martirio.
Los Mendicantes no limitaron su acti- La vida de Raimundo fue una verdade-
vidad a sólo Europa, sino que se lanzaron ra epopeya. Aquel catalán era un hombre
también a las misiones extranjeras. Entre de hierro. Siendo joven había llevado una
estos misioneros se destaca la figura de vida muy poco edificante, hasta que un
S. Jacinto, notable dominico que se diri- día, sintiendo que Dios lo había «herido»,
gió hacia el este, instalándose en Kiev, en se convirtió, entregándose a su servicio,
1222, de donde tuvo que partir hacia el como terciarío franciscano. Desde hacía
sur de Rusia y Ucrania, preparando allí mucho que conocía bastante bien a los
las bases de lo que con el tiempo seria la musulmanes; había alternado con muchos
Iglesia Uniata Ucraniana. La Iglesia me- de ellos, aprendiendo su lengua con tanta
dieval entró asimismo en contacto con los perfección que estaba en condiciones de
mogoles. Lo hizo a través de un doble escribir en árabe. Ahora que se había con-
conducto: el de la diplomacia, sobre todo vertido concibió un plan grandioso, con
por medio del rey S. Luis, cuya idea era varias etapas: ante todo se dedicaría a for-
entablar un acuerdo con los mogoles, al- mar misioneros en institutos donde se les
gunos de los cuales eran cristianos, si bien enseñara las lenguas del lugar, luego re-
herejes, frente al enemigo común, el Is- dactaría compendios de la fe cristiana en
lam; y el apostólico, llevado a cabo por los idiomas de los pueblos que habían de
un grupo de hermanos franciscanos que, ser evangelizados, y por fin se expondría
partiendo de Constantinopla, se interna- él mismo al martirio, ofreciendo así a los
ron en el corazón de Asia hasta llegar a la infieles el testimonio supremo de la cari-
corte del Khan, en Karakorum. De esta dad.
época son también los aventurados viajes Año tras año, insistió ante los Reyes y
de Marco Polo quien, como se sabe, lle- los Papas en favor de su plan. Algunos
gó hasta la China. atendieron su propuesta, como el rey Jai-
Asimismo fueron numerosos los religio- me de Cataluña, quien creó un Colegio
sos mendicantes que se dirigieron al Afri- especial para formar un grupo de Herma-
ca del Norte, especialmente los francis- nos Menores de acuerdo al proyecto de
canos, siguiendo el ejemplo de su padre y Lulio. Asimismo París, Oxford, Bolonia y
fundador, quien ya había ido allí con va- Salamanca resolvieron crear en sus Uni-
rios de sus primeros compañeros. Más versidades cátedras de árabe, gríego, he-
tarde acudieron también los dominicos, breo y caldeo. Habiendo logrado todo esto,
algunos de los cuales morirían mártires. Raimundo pensó que sólo le restaba dar
Comprender al Islam no era tarea fácil. el testimonio anhelado.
Ni bastaba el entusiasmo apostólico. Era Y así se embarcó para Túnez. Había allí
preciso ciencia y sabiduría. Así lo enten- algunos cristianos, especialmente comer-
El orden social de la Cristiandad 87
ciantes. Pero él quería ir a los árabes. Ves- 1316, el populacho, amotinado por un
tido como un sabio del Islam, comenzó a controversista enemigo, se abalanzó so-
mezclarse con las muchedumbres, que en bre él. lo molió a palos, y lo dejó por muer-
las esquinas de las calles y en las plazas, to. Los genoveses lo cargaron en un na-
se agolpaban en torno a los juglares o pre- vío. Lleno de pesar por no poder dar su
dicadores, según la milenaria tradición vida en la tierra de sus sueños, murió
oriental. Durante varias semanas se com- cuando Mallorca aparecía en el horizon-
portó de este modo, no perdiendo oca- te. Nos hemos detenido en la figura de
sión alguna para predicar el Evangelio. Raimundo, a quienes llamaron «Raimundo
Hasta llegó a entablar controversias con el Loco», el «Doctor Iluminado», «el
los sabios musulmanes en sus propias Loco de Dios», porque nos parece en-
escuelas. Pero un día fue denunciado cantadora. Y porque es de nuestra misma
como cristiano a las autoridades; llevado sangre.
ante el tribunal, y acusado de blasfemo,
fue condenado a muerte. ¿No era eso lo d) Órdenes Redentoras
que había buscado? Sin embargo Dios no Aparecieron asimismo Ordenes de ta-
lo quiso así. Un poderoso personaje de lante heroico, cuyos miembros se ofre-
Túnez que lo había conocido, abogó en cían voluntariamente para ser enviados a
su favor, salvándole la vida. Lo cual no le los países musulmanes, ocupando el pues-
evitó ser terriblemente azotado, tras lo cual to de tal o cual cautivo cristiano, lo cual,
fue expulsado, arrojándosele a un barco como es evidente, entrañaba gravísimos
genovés que estaba a punto de zarpar. peligros. Así, en 1240, S. Ramón Nonato
Pero Lulio era indomable, y apenas llega- fue martirizado por el rey de Argel. La
da la noche, se tiró al agua, y nadó hasta primera Orden de este estilo fue la de los
la costa, decidido a reanudar su tarea de Trinitarios, creada en 1198 por S. Juan
evangelización. de Mata y S. Félix de Valois, cuya voca-
No tenemos tiempo para detallar lo que ción específica era liberar a los cristianos
luego sucedió. Sólo digamos que muchos cautivos del Islam.
le aconsejaron desistir de su empresa, y Poco después, en 1223, aparecieron los
dedicarse a predicar en las Baleares y en Mercedarios: por iniciativa de S. Pedro
España, donde había tanto por hacer. Pero Nolasco y S. Raimundo de Peñafort, quie-
él se negó una y otra vez, convencido de nes introdujeron en su regla el voto de
que Dios lo quería en el Africa. Estaba ya sustituirse a los cautivos. Desde su fun-
muy avejentado, y sin embargo mostraba dación hasta la Revolución francesa es-
cada vez menos «prudencia», hasta el tas dos Ordenes liberaron más de 600.000
punto de atacar públicamente la doctrina cautivos, entre los cuales figuraría el in-
de Mahoma en las plazas y en las calles. mortal Cervantes.
Se diría que tenía urgencia por ser marti-
rizado. Fue nuevamente detenido, mas e) Órdenes Militares
esta vez lo salvaron de la muerte algunos Bástenos aquí con mencionarlas, ya que
comerciantes genoveses y catalanes. Tras de ellas algo diremos al tratar de la Caballería.
seis meses de arresto, las autoridades or-
***
denaron su expulsión. Pero pronto retor-
nó, dedicándose ahora a escribir tratados Todas estas Ordenes apuntaban a fines
sobre la religión islámica y la manera de diversos. Así como sobre un mismo pai-
rebatir la doctrina musulmana. Por fin, en saje grandes pintores pueden componer
88 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
si no, su magnífico «Comentario del Can- para las cruces, que todos querían coser
tar», en 96 admirables sermones, sus tra- sobre sus hombros. Hasta el manto de Ber-
tados dogmáticos, su famosa De consi- nardo sirvió para ello. Pero tal éxito no sa-
dera-tione en que señala sus deberes a tisfizo del todo al santo, quien desde Vézelay
los Papas... se lanzó a los caminos de Europa para se-
b) Monje y caballero guir enrolando nuevos combatientes.
S. Bernardo fue antes que nada y por El Abad de Claraval parece de la misma
sobre todo un monje. Si bien las circuns- pasta que Godofredo de Bouillon o el Cid
tancias lo llevaron a veces a salir del mo- Campeador. El cristianismo que predicó
nasterio, hay que decir que aun en medio fue enérgico, conquistador y casi castren-
de sus viajes, de sus mediaciones políti- se. Su mismo modo de dirigirse a la San-
co-religiosas, de sus debates doctrinales, tísima Virgen, llamándola «Nuestra Seño-
fue y siguió siendo monje. Con frecuen- ra», brota del lenguaje caballeresco; se
cia le ofrecieron títulos y honores, inclui- consideró como el caballero de la Virgen
da la misma tiara pontificia, pero él siem- y la sirvió como a la dama de sus sueños.
pre prefirió su humilde condición de monje S. Bernardo trató de dar forma institucio-
del Cister. nal a su concepción del cristianismo, ima-
ginando una Orden religiosa que la encar-
Sin embargo, S. Bernardo no fue un
nara. Tal fue la Orden del Temple, orden
monje común. Detrás de su cogulla mo-
militar y caballeresca, cuya misión sería
nacal se escondía el yelmo del caballero.
la defensa de Tierra Santa ante los ata-
La iconografía ha conservado aquella ima-
ques de los infieles. Para ellos hizo redac-
gen del monje blanco que, predicando
tar estatutos adecuados y escribió aquel
desde el elevado atrio de la iglesia de
«Elogio de la nueva milicia», donde exalta
Vézelay, el día de Pascua de 1146, a una
el ideal del caballero cristiano enamorado
inmensa multitud, volvió a encender en
de Jesucristo y de la tierra en que vivió
ella el entusiasmo que había decaído, y
Nuestro Señor. Los templarios eligieron
lanzó a la Cristiandad a la segunda Cruza-
un hábito blanco, como los monjes del
da para la recuperación del Santo Sepul-
Cister (la gran cruz roja fue un añadido
cro. Habían pasado casi cuarenta años
posterior). En la concepción de Bernar-
desde que Godofredo de Bouillon con-
do, la Caballería habría así hallado su ex-
quistara Jerusalén. Pero el enemigo, que
presión más acabada en aquellos hombres
era abrumador, había logrado retomar la
que unían el espíritu de fe y de caridad,
iniciativa, y la nobleza europea ya no vi-
propio de la vida religiosa, con el ejerci-
braba por la causa de las Cruzadas, como
cio de la milicia en grado heroico. Algo
la del siglo pasado. Bernardo sufría ante
parecido a lo que era él: un monje-caba-
esta situación, y entonces se había dirigi-
llero.
do al Papa, que era por aquel entonces
Eugenio III, antiguo monje suyo en Pero ya se sabe lo que aconteció con la
Claraval, solicitándole su intervención. Orden del Temple, o mejor, lo que de ella
Con la Bula del Papa en sus manos, Ber- se dice, es a saber, que con el tiempo se
nardo entró en acción, consiguiendo en fue mercantilizando, entrando en transac-
Vézelay resultados espectaculares, ya que ciones financieras, no siempre por enci-
las multitudes, profundamente conmovi- ma de toda sospecha. Así se degradan las
das, reclamaban el honor de cruzarse allí cosas más nobles. Sin embargo, hay de-
mismo. Relatan las crónicas que faltó tela masiados misterios en este asunto para
90 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
que pueda hacerse de ello un juicio im- jugar, como lo hizo en tantas circunstan-
parcial. No deja de ser sintomático que cias, el rol de intermediario, de concilia-
fuera Felipe el Hermoso, uno de los gran- dor y de árbitro entre el poder religioso y
des rebeldes de la Edad Media contra la el poder político, porque había en su per-
supremacía de la autoridad espiritual, quien sona como una participación en la natu-
proclamara el acta de defunción de aque- raleza del uno y del otro» (R. Guenon,
lla «milicia de Cristo», como la había lla- op. cit. 20).
mado S. Bernardo. Guénon lo ha adverti-
do en su libro sobre el santo: «El que dio e) La conciencia de la sociedad
los primeros golpes al edificio grandioso No se puede sino destacar con admira-
de la Cristiandad medieval fue Felipe el ción el feliz encuentro entre el genio de S.
Hermoso –escribe–, el mismo que, por Bernardo y el reconocimiento del pueblo.
una coincidencia que no tiene sin duda Porque con frecuencia la historia ha sido
nada de fortuito, destruyó la Orden del testigo de la existencia de hombres supe-
Temple, atacando con ello directamente riores que en su momento no fueron re-
la obra misma de S. Bernardo» (op. cit., conocidos como tales. Acá, felizmente,
17-18). se produjo el encuentro enriquecedor. Este
Señala Daniel-Rops que tanto la Orden hombre, dotado de tan eminentes cuali-
del Temple como el ciclo literario de la dades, fue venerado por la sociedad de
busca del Santo Grial ocuparon un lugar su tiempo, lo que permitió entre ambos
considerable en la leyenda áurea que se un activo intercambio espiritual. El hecho
formó en torno a la figura de S. Bernar- de que sus contemporáneos lo aprecia-
do, apenas éste hubo muerto. Los caba- sen en tal forma que escuchasen sus con-
lleros del Grial, puros, desprendidos, ya sejos y se enmendasen al oír sus repren-
la vez heroicos, no parecen sino la expre- siones, constituye una muestra acabada
sión literaria de «la nueva milicia» esbo- de cómo esa época supo valorar, más aún
zada por Bernardo. El poema del alemán que a los «especialistas» de la política, la
Wolfram von Eschenbach, en la parte que diplomacia o la economía, a los hombres
empalma con la obra del poeta francés religiosos, a los santos y a los místicos.
Guyot, hace de Parsifal el rey de los tem- Por eso S. Bernardo se permitió inter-
plarios. Y no son pocos los comentaristas venir en tantas cuestiones aparentemente
que se han preguntado si el arquetipo de ajenas a la vida monástica. «Los asuntos
Galaad, el caballero ideal, el paladín sin de Dios son los míos –exclamó un día–,
tacha, no habrá sido el propio Bernardo nada de lo que a El se refiere me es extra-
de Claraval (cf. La Iglesia de la Catedral ño». Ofender a Dios era ofenderlo a él, y
y de la Cruzada… 143). El guía que Dante por eso se erguía decididamente cuando
elige en el canto 31 del Paraíso para su- estaban en juego «los asuntos de Dios».
plir a Beatriz es «un anciano vestido como Dice Daniel-Rops que S. Bernardo con-
la gloriosa familia», evidentemente el Abad cebía los «asuntos» de Dios de dos ma-
de Claraval. neras. Por una parte se atentaba contra el
Monje y caballero. «Hecho monje –es- Señor cuando se violaba su ley, cuando
cribe Guénon–, seguirá siendo siempre sus preceptos eran burlados; con lo que
caballero como lo eran todos los de su el Santo se situó en el corazón mismo de
raza; y, por lo mismo, se puede decir que aquella gran corriente de reforma que
estaba en cierta manera predestinado a constituiría una fuerza de incesante reno-
El orden social de la Cristiandad 91
desnuda celda de un monje pudiera llegar cuyo estudio sea más propio que la de S.
a ser el centro mismo de Occidente. Y Bernardo para disipar ciertos prejuicios
viceversa, no deja de ser menos impre- caros al espíritu moderno. ¿Qué hay, en
sionante que en lo más intenso de sus ta- efecto, más desconcertante para éste que
reas nunca olvidase que su energía era de ver un contemplativo puro, que siempre
origen sobrenatural. «Mi fuego –decía– ha querido ser y permanecer tal, llamado
se ha encendido siempre en la medita- a ejercer un papel preponderante en la
ción». conducción de los asuntos de la Iglesia y
A semejanza del Motor inmóvil, desde del Estado, y triunfando a menudo allí
el «centro» fue Bernardo capaz de aten- donde había fracasado toda la prudencia
der la periferia. «Tener hasta ese grado el de los políticos y los diplomáticos de pro-
sentido de los hombres y de los aconteci- fesión?... Toda la vida de S. Bernardo
mientos –escribe Daniel-Rops–; ser ca- podría parecer destinada a mostrar, me-
paz de llevar adelante tantas tareas diver- diante un ejemplo impresionante, que exis-
sas; saber dirigir la inmensa red de los ten para resolver los problemas del orden
Hermanos de su Orden para ser informa- intelectual e incluso del orden práctico,
do y para que sus instrucciones sean eje- medios completamente distintos que los
cutadas; mantener una correspondencia que se está habituado desde hace mucho
gigantesca con cuanto era importante en tiempo a considerar como los únicos efi-
la Cristiandad de Occidente; y seguir sien- caces, sin duda porque son los únicos al
do entre tanto el mismo hombre de pen- alcance de una sabiduría puramente hu-
samiento, de oración y de contemplación mana, que no es ni siquiera la sombra de
que conocemos, es todo ello el irrecusable la verdadera sabiduría» (R. Guénon,
testimonio de su valía única». Viene aquí op.cit., 5).
al caso aquel espléndido pensamiento de e) Encarnación
Pascal: «No muestra uno su grandeza por de la religiosidad medieval
ser una extremidad, sino más bien por
tocar las dos a la vez y por llenar todo lo S. Bernardo es la imagen más lograda
que hay entre ambas» (ibid., 137-138). del hombre tal y como pudo concebirlo la
Edad Media, si bien en su cumbre, «pero
Con frecuencia lo reprendieron por es que una montaña forma también cuer-
«abandonar» la celda y fastidiar a los de- po con la extensión de las llanuras que la
más, en vez de dedicarse a la oración – rodean y arraiga en ellas» (Daniel-Rops,
»esos monjes que salen de los claustros La Iglesia de la Catedral y de la Cruza-
para molestar a la Santa Sede ya los Car- da… 116).
denales»–, pero tales acusaciones que a El Santo de Claraval llevó a su más alto
menudo llegaban a Roma, apenas si le grado las diversas notas que caracterizan
impresionaban. Y en cuanto al simpático el espíritu religioso de la Edad Media. Si
Cardenal que le escribió amonestándolo, aquella época se distinguió por su impron-
le respondió secamente que las voces ta escriturística, advertimos que tanto el
discordantes que alteraban la paz de la pensamiento como la elocuencia de S.
Iglesia le parecían ser las de las ranas Bernardo manan directamente de esa fuen-
alborotadoras que atestaban los palacios te. No es de extrañar, ya que desde su
cardenalicios o pontificios. juventud escrutó los libros de la Sagrada
Bien ha escrito Guénon: «Entre las gran- Escritura con ternura y minuciosidad. Al-
des figuras de la Edad Media, pocas hay gunos de sus sermones son simple y lla-
El orden social de la Cristiandad 93
namente un tejido de textos bíblicos, or- «¿Pues para qué el trabajo y el comer-
denados conforme a un ritmo tomado de cio, sino para que el cuerpo, provisto de
los salmos y de los profetas. las cosas necesarias o convenientes para
También encarnó en gran nivel la pro- la vida, esté en el estado requerido para la
funda devoción que el hombre medieval contemplación? ¿Por qué las virtudes
experimentara por la humanidad de Cris- morales y la prudencia, sino para procu-
to, que fue para él no sólo el modelo ad- rar el dominio de las pasiones y la paz
mirable, sino el hermano y el amigo. Asi- interior, que la contemplación necesita
mismo fue medieval por su delicado amor como presupuesto? ¿Para qué el gobier-
a la Madre de Dios. Cuenta una encanta- no de la vida civil sino para asegurar el
dora tradición que, en cierta oportunidad, bien común y la paz exterior necesaria para
oyendo entonar a sus hermanos la Salve la contemplación? De suerte que, si se las
Regina, no pudo resistir el fuego del amor considera como es’ menester –concluye
que lo consumía y exclamó: O clemens, o gallardamente–, todas las funciones de la
pia, o dulcis, palabras que en adelante vida humana parece que están al servicio
quedarían incluidas en dicha plegaria. La de los que contemplan la verdad» (Con-
piedad mariana de la Edad Media es tra Gentes, lib. III, cap. 37).
inescindible de quien quiso ser caballero II. Los que trabajan
de «Nuestra Señora».
En la presente conferencia trataremos
Deudor de la espiritualidad medieval, del segundo estamento que integraba el
por otra parte contribuyó como nadie a tejido social de la Edad Media, el de los
consolidarla y darle fuste. Dice Daniel- que trabajaban.
Rops que ninguna de las grandes formas
de la piedad medieval dejó de recibir su Antes de abocarnos directamente a la
impronta. Y no sólo los elementos interio- consideración del tema, insistamos sobre
res de aquella piedad, sino también sus algunas características propias de la épo-
manifestaciones exteriores, como la Ca- ca, a las que ya hemos aludido en anterio-
tedral y la cruzada (ibid., 120. Para el tra- res conferencias, pero cuyo recuerdo nos
tamiento de la semblanza de S. Bernardo servirá de introducción a lo que ahora nos
nos hemos valido del excelente capitulo a va a ocupar.
él dedicado en el libro citado de Daniel- Y ante todo la relación que el hombre
Rops, págs. 101-147, cuya lectura reco- de la Edad Media mantuvo con el espacio
mendamos). circundante, muy diversa de la que impe-
ra en la actualidad. En aquel entonces la
*** proximidad se determinaba por la distan-
Nada mejor para cerrar esta conferen- cia que se podía recorrer, de ida y vuelta,
cia sobre «los que oran» que un texto entre la salida y la puesta del sol. No
notabilísimo del Doctor Angélico, que bien existiendo la luz eléctrica, la vida del hom-
podría haber sido la carta magna de la bre estaba regida por el curso del día na-
sociedad medieval, donde se señala con tural, de sol a sol. Uno se consideraba «de
absoluta claridad no sólo el primado de la viaje» cuando se veía obligado a pernoc-
contemplación y del contemplador sobre tar fuera de su casa. Ustedes se pregun-
todas las ocupaciones de los hombres, tarán qué tiene que ver esto con nuestro
sino también la ordenación de éstas a tema. Lo tiene, y mucho, ya que en bue-
aquélla ya aquél como a su fin: na parte se debió a ello el que las relacio-
94 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
nes laborales, económicas y políticas, se habría sido una época absolutamente «co-
desarrollasen en pequeños ámbitos cuya lectivista». Acertadamente señala Lands-
dimensión dependía de la longitud del paso berg que la Edad Media fue al mismo tiem-
del hombre o del ritmo de su cabalgadu- po menos y más comunitaria que la épo-
ra. Esas reducidas circunscripciones an- ca moderna. Menos comunitaria, o me-
tiguas son las aldeas y cantones de la Eu- jor, no colectivista, por cuanto el hombre
ropa actual. El hecho de vivir en períme- individual era considerado cual sujeto irre-
tros tan limitados para nuestro modo de petible de su salvación personal. Por es-
ver las cosas, desarrolló particularidades trechos que fuesen los vínculos sociales,
altamente originales y enriquecedoras: dis- existía, con todo, una zona profunda e
tintas maneras de hablar (pronunciacio- intocable en cada persona, la esfera reli-
nes y vocablos propios) , de vestirse, de giosa, el ámbito del cara a cara con Dios.
comer, de distraerse, de trabajar , sus san- Si alguna vez tuvo vigencia social la fór-
tos lugareños, sus héroes, y también su mula agustiniana «Dios y el alma», fue
legislación. El primer patriotismo se en- evidentemente durante la Edad Media.
cendió en el rescoldo de las aldeas y re- Cuanto más religioso es un pueblo, prosi-
giones. Las guerras fueron casi siempre gue Landsberg, tanto menos expuesto está
luchas de un señorío contra otro, es de- a convertírse en rebaño. Los norteameri-
cir, de una aldea contra otra aldea, o de canos actuales, con todo su «individua-
un cantón contra otro cantón (cf. G. lismo» y su exaltación de la «persona hu-
D’Haucourt, La vida en la Edad Media…, mana», son mucho más uniformes y gre-
18-19). garios que el pueblo de la Edad Media.
Otro aspecto que queremos recordar en Las expresiones vitales que de aquella
esta breve introducción es la tendencia época han llegado hasta nosotros, como
comunitaria que caracterizó al hombre son las canciones populares, las leyendas,
medieval. Se hubiera podido creer que por los cuentos y los mitos, para nada indi-
el hecho de vivir habitualmente en peque- can que el pueblo de donde brotaron fue-
ños espacios, aquel hombre hubiese sido se una masa impersonal; al contrario,
un individualista nato. Es muy posible que destácanse allí toda suerte de individua-
haya de atribuirse en amplia medida al in- lidades... Por otra parte, el hombre de la
flujo del cristianismo, especialmente a la Edad Media fue mucho más comunitarista
idea de comunión que brota del Evange- y solidario que el moderno, no sólo en el
lio, aquello que el P. Mandonnet designó nivel popular, de los gremios y asociacio-
como «el fenómeno más característico de nes, sino también en la esfera de sus pen-
la vida de Europa en los siglos XII y XIII, sadores. Por aquel entonces no existía el
el poder de afinidad», que tanto impulsó a típo del sabio solitario, al estilo de
trabajar codo a codo. En varios reglamen- Burkhardt, que procede del Renacimien-
tos de los oficios que de aquella época to, y particularmente del Humanismo. Los
han llegado hasta nosotros, cuando se grandes hombres de la Edad Media estu-
habla de la solidaridad en el trabajo, se vieron mucho más íntimamente integra-
apela con frecuencia a la ley del amor pro- dos en la sociedad. En síntesis, se puede
mulgada por Cristo (cf. Daniel-Rops, La afirmar que lo individual y lo comunitario
Iglesia de la Catedral y de la Cruzada… encontraron un equilibrio feliz (cf. P. L.
332). Landsberg, La Edad Media y nosotros…
Sin embargo no parece justa la opinión 150-152).
de Burkhardt según la cual la Edad Media
El orden social de la Cristiandad 95
Tras estos prolegómenos entremos en por el campo. Como todavía puede ob-
la materia del presente tema. Distinguire- servarse en algunos villorrios españoles,
mos tres tipos de «trabajos»: el rural, el el campo penetra el tejido urbano, y las
artesanal y el comercial. casas de esos pueblos cobijan de noche,
en su planta baja, a algunos animales de la
1. El trabajo rural hacienda. Todo el mundo, incluidos los
Ya hemos observado anteriormente el más ricos, aun los obispos y los reyes,
cimiento agrícola de la sociedad medie- estaban marcados por el espíritu rural, y
val. Podríase decir que fue el campo la para su subsistencia en buena parte de-
base sobre la cual descansó el entero teji- pendían del campo. La mayoría de los que
do existencial de la Edad Media, la vida habitaban en las aldeas poseían en ellas la
de sus monasterios, la sabiduría de sus casa en que moraban, rodeada de un te-
teólogos, la ciencia de sus filósofos y rreno cuyo nombre latino era mansus, del
legistas, el poder de sus reyes y estadis- que extraían los productos con que se
tas, el esplendor de su arte. alimentaban.
Cuando los autores medievales afirma- Cada aldea tenía su señor y su cura pá-
ban la división tripartita de la sociedad – rroco. El sacerdote vivía del diezmo que
los que oran, los que combaten y los que recaudaba de sus fieles y, en general, par-
trabajan–, por este último estado enten- ticipaba del mismo tipo de vida que ellos.
dían principalmente a los que labraban la El tributo que le debían entregar no era
tierra, excluyendo de él a los mercaderes excesivamente oneroso y por lo común
y, más en general, a los habitantes de las consistía en productos de la tierra, ani-
ciudades. Si bien nosotros incluiremos en males de corral o trabajo personal. El
la categoría de «los que trabajan» a los mansus familiar proveía así al sustento de
artesanos e incluso a los comerciantes, los labradores y al diezmo parroquial. Las
propiamente y en sentido estricto tanto tierras pertenecientes a las abadías ya los
éstos como aquéllos encajaban con difi- obispados suministraban los bienes nece-
cultad en el esquema medieval. sarios para el presupuesto de los mismos.
Cuando los temporales o grandes sequías
a) El trabajo y la tierra arruinaban las cosechas, los ojos de los
en la Edad Media labriegos se dirigían a los monasterios, ya
que ellos albergaban depósitos de cerea-
Señala Calderón Bouchet que dos fue- les, precisamente en orden a subsanar los
ron las razones principales por las que la inconvenientes que podían surgir en even-
Edad Media privilegió el quehacer rural, tualidades semejantes. El dinero era esca-
es a saber, el influjo de la Iglesia, que no so y de poco uso, reservándose tan sólo
veía el comercio con buenos ojos, y el para las grandes transacciones comercia-
poco atractivo que por la vida urbana ex- les. En cuanto a los señores, que eran por
perimentaban las poblaciones bárbaras lo general hombres de armas, y guardia-
incorporadas al ámbito del Imperio. nes natos del orden social, recibían tam-
Grandes provincias imperiales, como bién de sus subordinados una contribu-
por ejemplo Germania o Inglaterra, care- ción que frecuentemente consistía en tra-
cían de ciudades importantes, y muchas bajo personal. Ellos tenían su fortuna en
antiguas ciudades romanas habían visto la tierra y vivían de sus productos. Inútil
mermar considerablemente su población. intentar un rendimiento que excediese sus
Las aldeas supérstites estaban invadidas necesidades, ya que no hubieran sabido
96 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
jante al de los vasallos nobles, y una can- Sin embargo, cuando se recorren los tex-
tidad no menos grande de individuos cuya tos de historia, se observa con extrañeza
condición era un tanto imprecisa entre la la curiosa reserva con que suelen tratar
libertad y la servidumbre. un hecho inconcuso cual es la desapari-
Eran libres todos los habitantes de las ción de la esclavitud al comienzo de la
ciudades, las cuales, como es sabido, se Edad Media y, más aún, su súbita reinsta-
multiplicaron desde comienzos del siglo lación a principios del siglo XVI. Fustigan
XII. Cualquiera que fuese a establecerse con dureza la servidumbre medieval, pero
en algunas de las ciudades recién creadas silencian por completo –lo que no deja de
–nótese los nombres de algunas de ellas: resultar paradójico– la reaparición de la
Villafranca, en España, Villeneuve, en esclavitud en la Edad Moderna.
Francia– era declarado libre, como ya lo La situación del siervo en nada se ase-
eran los burgueses y artesanos en las ciu- mejaba a la del esclavo. A diferencia de
dades más antiguas. Fuera de ello, un gran éste, no estaba sometido a un hombre –el
número de campesinos eran también li- amo–, sino adherido a un terreno deter-
bres; especialmente aquellos que en Fran- minado, conforme a aquella concepción
cia fueron llamados roturiers (plebeyos, tan típicamente medieval, del vinculo en-
los que no son nobles) o vilains (villa- tre el hombre y la tierra que trabaja. Es
nos), no teniendo esos términos, claro cierto que a diferencia del villano, aldea-
está, el sentido peyorativo que luego to- no libre, que podía abandonar voluntaria-
marían; «roturier» era una de las denomi- mente su tierra, el siervo estaba adscripto
naciones que recibía el campesino, el la- obligatoriamente a la suya, pero en com-
brador, porque «roturaba» la tierra, es pensación de ello la tierra de este último
decir, la rompía con la reja del arado; el era inembargable, y en caso de guerra,
«vilain» o «villano» era el que habitaba una no estaba obligado a la prestación de nin-
«villa», término latino que designaba una gún servicio militar. El propietario libre,
casa de campo o granja. en cambio, se veía sometido a toda suer-
Además de los hombres libres, había por te de responsabilidades sociales; si se en-
cierto un gran número de siervos. Tam- deudaba de manera irreparable, la autori-
bién esta expresión ha sido a menudo mal dad tenía derecho a apoderarse de su tie-
comprendida, quizás a raíz de que en la rra; en caso de guerra, podía ser obligado
antigüedad romana la palabra servus era a combatir, y en caso de derrota y de sa-
sinónimo de «esclavo». Y así se confun- queo de su campo no se le debía com-
dió la servidumbre, propia de la Edad pensación alguna. Como puede advertirse,
Media, con la esclavitud que caracterizó el siervo se encontraba protegido contra
a las sociedades antiguas y de la que no las vicisitudes que amenazaban a su veci-
se encuentra vestigio alguno en la socie- no «libre», y ello era visto como algo tan
dad medieval (cf. R. Pernoud, Lumière du ventajoso que algunos textos de la época
Moyen Âge, 43-46). hablan del «privilegio que tienen los sier-
vos de no poder ser arrancados de su tie-
Abundemos sobre esta confusión por- rra», conociéndose innumerables casos de
que ha sido causa de numerosos equívo- aldeanos libres que se hacían siervos para
cos. La esclavitud fue, probablemente, el estar tranquilos y protegidos (cf. Daniel-
hecho que más profundamente distinguió Rops, La Iglesia de la Catedral y de la
a la civilización de las sociedades antiguas. Cruzada… 328).
98 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
del siglo XVI se va haciendo patente un plo anotan en favor de su hipótesis el he-
creciente divorcio entre los nobles, los cho de que las corporaciones medievales
artistas y el pueblo. Cada vez se compren- del Languedoc y Provenza afirmaban ex-
derán y se integrarán menos, llevando presamente que sus estatutos procedían
existencias paralelas. La vida intelectual y de la antigüedad romana*.
artística será patrimonio casi exclusivo de *De acuerdo a los Statuta Marsiliæ, redacta-
la burguesía; el campesino se verá exclui- dos en el siglo XII, la ciudad de Marsella con-
do de ella, así como de la actividad políti- taba con cien corporaciones de oficios, cuyos
ca. Es indudable que desde el siglo XVI dirigentes eran elegidos según reglamentacio-
hasta nuestros días, el campesino ha sido nes bien determinadas, jugando un papel signi-
ficativo en el régimen político de la ciudad.
si no despreciado, al menos preterido y
considerado como de segundo orden, Aliase a esta tesis Calderón Bouchet
pero no resulta menos innegable que en la quien señala que en el sur de Francia, así
Edad Media ocupó un lugar relevante en como en las ciudades italianas, no habría
la vida de la sociedad (cf. R. Pernoud, habido solución de continuidad entre el
Lumière du Moyen Âge... 50-54). Agrega régimen municipal romano y el régimen
la autora: «Notemos que es también en el medieval. Pero agrega un dato importan-
siglo XVI cuando vuelve a aparecer el te, y es el innegable influjo que ejerció el
desdén, familiar a la Antigüedad, para con cristianismo, si no en la organización al
los oficios manuales. La Edad Media asi- menos en el espíritu de las nuevas aso-
milaba tradicionalmente las “ciencias, ar- ciaciones (cf. R. Calderón Bouchet, Apo-
tes y oficios”». geo de la ciudad cristiana... 260-261).
2. El trabajo artesanal Sin embargo el mismo autor recuerda
que no todas las corporaciones tuvieron
Dijimos que en la Edad Media se consi-
un fin edificante. Las hubo de muy mala
deraba «trabajador» por antonomasia al
índole, llegando algunas de ellas a asociar
que labraba el campo, trabajo noble por
grupos de comerciantes próximos al ban-
excelencia. Sin embargo la vida urbana
didaje. «Tienen estatutos pintorescos don-
desarrolló otros dos tipos de trabajo: el de
de se comprometen a asistir a los ban-
los oficios y el del comercio.
quetes periódicos sin armas, para poder
a) El origen de las corporaciones emborracharse a gusto y pelear sólo a pu-
La palabra «corporación» es un voca- ñetazos y con sillas» (ibid. 262).
blo moderno, cuyo uso se propagó re- Quizás sea atribuible a dicha influencia
cién en el siglo XVIII. Hasta entonces no cristiana algo relevante de destacar y es
se hablaba sino de oficios, maestrazgos y el hecho de que fue en los hogares de
jurandas. Después de haber sido consi- aquellos artesanos donde se comenzó a
derada, según algunos historiadores, honrar por vez primera las profesiones lla-
como sinónimo de «tiranía», la corpora- madas serviles. La Antigüedad sólo había
ción ha sido objeto de juicios menos se- considerado la agricultura como ocupa-
veros, ya veces de elogios entusiastas. ción digna del hombre libre, reputando
¿Cómo nacieron las corporaciones? Al- las artes manuales como trabajo propio
gunos autores sostienen que su origen más de esclavos. También la Edad Media, se-
remoto debe ser buscado nada menos que gún ya lo hemos destacado, privilegió el
en la antigua Roma; sobreviviendo a la trabajo rural, pero ello no fue obstáculo
decadencia del Imperio, habrían llegado para que enseñara a valorar asimismo la
hasta la Edad Media. Y a modo de ejem- labor artesanal.
102 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
Cada gremio reclamaba para sí una an- organización familiar aplicada a la profe-
tigua prosapia y eminentes antepasados: sión. En su seno, al modo de un organis-
los cerveceros, por ejemplo, se remitían mo integrador, se cobijaban todos los que
al rey borgoñón Gambrino, personaje le- integraban un oficio determinado: maes-
gendario del tiempo de Carlomagno, de tros, oficiales y aprendices, no bajo la
quien decían que había enseñado a los ale- égida de una autoridad cualquiera, sino en
manes a fabricar cerveza; los hortelanos, virtud de esa solidaridad que surge natu-
por su parte, pretendían que su ocupa- ralmente del ejercicio de un mismo que-
ción era la más vetusta de la humanidad, hacer. También la corporación era, como
ya que en el paraíso Adán se había dedi- la familia, una asociación natural, que bro-
cado a la horticultura (!). taba, no del Estado, o del monarca, sino
desde las bases.
b) Comunión del capital y del trabajo
Cuando el rey S. Luis encargó a Etienne
La organización corporativa medieval Boileau que redactase el llamado «Libro
está en las antípodas de lo que podría ser de los oficios» (Livre des métiers), no lo
una concepción clasista de la sociedad, y hizo con la idea de ejercer un acto de au-
consiguientemente ignoró todo tipo de toridad, imponiendo una minuciosa regla-
lucha de clases. mentación obligatoria para los distintos
En la planta baja de las casas se halla- gremios. Sólo quiso que su preboste pu-
ban instalados los talleres de los diversos siese por escrito las costumbres y tradi-
oficios, que hacían las veces, al propio ciones ya existentes. El único papel del
tiempo, de tiendas al por menor. Podríase rey en relación con las corporaciones,
decir que en buena parte las ciudades como por otra parte con todas las demás
medievales eran la resultante de una mul- instituciones de derecho privado, no era
titud de pequeños talleres. Semejante con- sino controlar la aplicación leal de los usos
figuración las diferencia sustancialmente y prácticas en vigor. A semejanza de la
de nuestras modernas urbes, en las que familia, e incluso de la Universidad, la
entre el fabricante y el consumidor se in- corporación medieval constituía un cuer-
terponen los negocios y tiendas de los in- po libre, no sujeto a otras leyes que las
termediarios, en enormes almacenes al por que ella se había forjado para sí misma.
mayor. Tal fue una de sus características esen-
ciales, que conservaría hasta fines del si-
El sistema artesanal tenía una base es- glo XV.
trictamente familiar. Era la casa hogareña
el pequeño mundo en que el carpintero, el Un estudioso de los oficios en Francia,
tejedor, el orfebre, transcurrían su vida, Emile Coomaert, escribe en su libro Les
repartida entre el trabajo y los placeres corporations en France (Les Editions
domésticos. Sus auxiliares en la profesión Ouvrieres, Paris, 1968): «En París se creó
eran sus propios hijos, algún oficial, y uno un notable edificio corporativo que com-
o a lo sumo dos aprendices, quienes prác- prendía., a fines del siglo XIII, cerca de
ticamente se incorporaban al grupo fami- 150 oficios representados por cinco mil
liar y colaboraban no sólo en el trabajo maestros artesanos». El ejemplo de París
del maestro, sino también en los menes- se extendió con el prestigio de la monar-
teres domésticos del ama de casa. No se quía, y otras ciudades de Francia siguie-
podría entender más cabalmente el ron el modelo de su organización social.
artesanado medieval que viendo en él la El régimen corporativo no era horizon-
El orden social de la Cristiandad 103
tal, sobre la base de dos franjas, la patro- unía al señor con su vasallo. Pero dado
nal arriba, y la sindical abajo, sino vertical que acá una de las partes contratantes era
o jerárquico, abarcando al maestro ya sus un chico de 12 a 14 años, toda la preocu-
artesanos. El capital y el trabajo conspi- pación recaía en asegurar la protección
raban hacia un mismo fin. No podía exis- de que éste debía gozar, y mientras las
tir antagonismo entre ambos por una ra- reglamentaciones mostraban la mayor in-
zón muy sencilla: el que trabajaba era el dulgencia cuando se trataba de los defec-
dueño del capital, o mejor, el capital era tos e infracciones del aprendiz, precisa-
un capital artesanal. ban con estricta severidad los deberes del
maestro: no podía éste tomar sino un
e) Maestros y aprendices aprendiz por vez, o a lo más dos, para
Como acabamos de decir, la organiza- que la enseñanza fuese personal y fruc-
ción corporativa era esencialmente pira- tuosa, y no le era lícito abusar de sus dis-
midal. Se comenzaba siendo aprendiz y cípulos descargando sobre ellos una par-
se terminaba accediendo al maestrazgo. te de sus encargos; asimismo señalaban
lo que el maestro debía gastar cada día
El ingreso al rango de los aprendices
para la alimentación y el sostenimiento de
acaecía durante la niñez o la adolescen-
sus alumnos. En una palabra, el maestro
cia, en el marco de una ceremonia. El tenía respecto del aprendiz los deberes y
hecho implicaba una especie de contrato,
las cargas de un padre, y había de velar
no escrito, por lo general, pero certifica-
por su conducta y su comportamiento
do por cuatro testigos, miembros de la moral.
corporación, dos de los cuales eran maes-
tros y dos oficiales. El maestro aceptaba Con el fin de que todo esto no quedara
recibirlo, comprometiéndose a proporcio- en pura exhortación, los maestros se veían
narle un lugar donde vivir y la debida ali- sometidos a la visita y control de los jura-
mentación, así como a enseñarle el oficio dos de la corporación, que periódicamente
y tratarlo en forma digna y paternal; el inspeccionaban sus talleres donde, entre
candidato, por su parte, prestaba juramen- otras cosas, examinaban la manera como
to de fidelidad a lo que iba a aprender, el aprendiz era alimentado, educado e ini-
obligándose sus padres a entregar una ciado en el oficio.
retribución pecuniaria a su protector, se- Para acceder al nivel superior era pre-
gún lo fijaban los estatutos, y el mismo ciso haber concluido el tiempo de apren-
joven a un determinado número de años dizaje. Dicho tiempo variaba, por supues-
de trabajo, destinados tanto a su propio to, según la mayor o menor complejidad
adiestramiento como a indemnizar al del oficio, si bien por lo general no supe-
maestro en especie, por la pensión sumi- raba los cinco años. Terminada la prepa-
nistrada y por el tiempo otorgado. ración, el candidato debía hacer la prueba
Como puede verse, el aprendiz queda- de su habilidad en presencia del jurado de
ba ligado con su maestro por una especie la corporación, lo que está en el origen de
de pacto bilateral. Siempre ese lazo per- la llamada obra maestra, cuyas exigen-
sonal, tan apreciado en la Edad Media, que cias se hicieron cada vez mayores.
implicaba obligaciones para entrambas Si todo salía bien, el joven se convertía
partes, y donde se vuelve a encontrar, tras- en oficial. Podía entonces solicitar, si así
puesta esta vez al campo artesanal, la do- lo deseaba, el permiso de la corporación
ble noción de «protección-fidelidad» que para hacer un viaje de perfeccionamien-
104 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
to. En caso positivo, el gremio lo proveía ban las pensiones en favor de los maes-
de los debidos certificados y todos los tros ancianos o impedidos, la ayuda a los
maestros del mismo oficio que residían miembros enfermos durante su tiempo de
en las diversas ciudades de la Cristiandad indisposición y convalescencia, y el sus-
habían de recibirlo en su casa como ofi- tento de los huérfanos. Asimismo la cor-
cial visitante. La afición al simbolismo, tan poración asistía a sus integrantes cuando
típica del hombre medieval, determinaba estaban de viaje o en caso de falta de tra-
que el viaje debía comenzar un día de pri- bajo. En la ordenanza de uno de los gre-
mavera, Con la alforja al hombro y el bas- mios, el de los zapateros, se lee: «He aquí
tón en la mano, el nuevo artesano pere- nuestro reglamento: Si un compañero lle-
grinaba de ciudad en ciudad, entraba al ga a una ciudad, sin dinero y sin pan, no
servicio de quien le parecía mejor, conti- tíene sino que darse a conocer, y no ne-
nuaba su camino cuando lo juzgaba opor- cesita ocuparse de otra cosa. Los com-
tuno, pasaba por los apremios propios de pañeros de la ciudad no solamente lo re-
quien está de viaje, y adquiría acrisolada ciben bien, sino que le proveen gratis el
experíencia artesanal. Así transcurrían alojamiento y la comida...».
varios años de su juventud en una suerte De los centenares de oficios que se en-
de poético noviazgo con el oficio del que cuentran mencionados en el «Livre des
se había enamorado. Hasta que por fin lo métiers» a que aludimos más arriba, si bien
vencía la añoranza de su pueblo natal, y la mayoría eran propios de hombres, cin-
se decidía a retornar a su casa. co por lo menos estaban reservados al
Allí el oficial constituía una familia y se sexo femenino. Dos tareas, sobre todo,
convertía en maestro, instalando su pro- parecían concernir particularmente a las
pio taller, probablemente no lejos de la casa mujeres, por cuanto podían llevarse a
donde había vivido en sus tiempos de cabo con facilidad en el propio hogar,
aprendiz, ya que era frecuente que en la como actividades anejas a las ocupacio-
misma calle se alineasen todos los artesa- nes caseras. La primera era la elabora-
nos del mismo oficio. Entre unos y otros ción de la cerveza, que en aquellos tiem-
no había rivalidad ni competencia desleal. pos consumían los que no podían permi-
Cada cual trabajaba para su propia clien- tirse el lujo del vino. La segunda, la
tela, que solía ser reducida. Tocaba a los hilandería; en todos los grandes centros
dirigentes del gremio regular las relacio- de tejeduría (Florencia, Países Bajos, In-
nes entre los diversos maestros de la cor- glaterra...) eran mujeres las que tenían a
poración, así como las de éstos con sus su cargo los procesos preliminares de di-
oficiales y aprendices, determinar los ho- cha artesanía.
rarios cotidianos de trabajo, los precios Un dicho de la época decía que Dios
que se habían de pagar por las materias había dado tres armas a las mujeres: ¡el
primas y lo que se debía cobrar por el engaño, el llanto y la rueca!
trabajo ejecutado.
La corporación no sólo era una comu- d) La obra bien hecha
nidad de índole laboral, sino también un El hombre medieval no consideraba el
centro de ayuda mutua. Entre las obliga- trabajo exclusivamente como un medio
ciones que la caja de la asociación, ali- indispensable para ganarse la vida. Según
mentada con las contribuciones de sus su modo de ver las cosas, implicaba un
miembros activos, debía atender, figura- valor en sí, una actividad realmente meri-
El orden social de la Cristiandad 105
toria. También en este plano es advertible ción, o el cuerpo de los maestros, según
el influjo de la enseñanza cristiana. Ya S. las costumbres, elegían un consejo for-
Benito lo había exigido de sus monjes no mado por los maestros más destacados.
sólo para subvenir a las necesidades ma- Los consejeros electos prestaban jura-
teriales sino también como un medio de mento –de ahí su nombre de «jurados»–
santificación. Cuando el labrador trabaja- de velar por la observancia de los regla-
ba su campo, cuando la hilandera enhe- mentos, visitar y proteger a los aprendi-
braba sus agujas, cuando el orfebre la- ces/ zanjar los diferendos que podían sur-
braba los metales, tenían la conciencia de gir entre los diversos talleres del mismo
que estaban realizando una obra noble, que gremio, inspeccionar los negocios para
los preparaba para el cielo. Ese desprecio controlar las cuentas. Los fraudulentos
por el trabajo manual que caracterizaría a eran públicamente desenmascarados y su
los hombres del Humanismo y que ha lle- mala mercadería expuesta como tal de-
gado hasta nuestros días, fue totalmente lante del pueblo. Sus mismos compañe-
desconocido en la época de la Cristian- ros habían sido los primeros en denun-
dad medieval, donde no se distinguía el ciarlos, ya que sentían que se atentaba
«artesano» del «artista» (Sobre esta ma- contra el honor del oficio, experimentan-
teria cf. mi libro El icono, esplendor de lo do una suerte de vergüenza colectiva. Los
sagrado, Gladius, Buenos Aires, 1991, infractores eran puestos al margen de la
316-320). sociedad; se los miraba como si fuesen
Pero no se trataba, a la verdad, de tra- caballeros perjuros que hubieran mereci-
bajar por trabajar, sin interesarse por el do la degradación. Todo intento por mo-
resultado del trabajo. Los reglamentos que nopolizar un mercado, todo conato de
de aquellos tiempos han llegado hasta no- entendimiento entre algunos maestros en
sotros descienden a detalles nimios tales detrimento de los otros, todo proyecto de
como determinar el número de hilos que acaparar una cantidad demasiado grande
había de tener la trama de una tela, o el de materias primas, era severamente re-
espesor que debían poseer las piedras que primido. Se castigaba también implaca-
se utilizaban para la edificación de una blemente el propósito de conquistar la
casa. Todo en orden a que la obra resul- clientela de un vecino, lo que hoy llama-
tante fuese lo más perfecta posible. ríamos el abuso de la publicidad. Había,
sí, una sana competencia, pero en base a
El influjo de principios superiores, de las cualidades personales del artesano: la
orden religioso sobre la organización ma- única manera de atraer legítimamente al
terial del trabajo, tuvo consecuencias ven- cliente era hacer el producto más perfec-
turosas para los usuarios, pues garantizó to, más noble que el del vecino, pero a
la lealtad del producto. Y también las tuvo igual precio.
para el mismo artesano, pues defendió a En ese mundo de pequeños talleres se
la vez la calidad de su alma, su integridad desarrolló una industria firme y activa, sin
moral (cf. Daniel-Rops, La Iglesia de la duda que con un ritmo bien diferente del
Catedral y de la Cruzada… 332-335). que caracteriza a la industria moderna. Se
Asimismo ese influjo religioso determi- trabajaba casi tan sólo a la luz del día, sin
nó un sistema de justicia laboral y social, el recurso de la iluminación artificial, se
celosamente custodiado por los maestros- descansaba regularmente desde el toque
jurados o «guardias del oficio». Porque del Angelus, al ponerse el sol, hasta que
todos los años, el conjunto de la corpora- sonaba la campana del alba. El trabajo se
106 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
llevaba a cabo con un profundo sentido ney sobre los tejedores y los zapateros de
del deber, sin los apresuramientos de la Londres. Cuando estos últimos se refe-
producción moderna, de modo que la obra rían a su arte lo llamaban «el noble ofi-
elaborada salía sólida y perfecta, tan bien cio», y aceptaban complacidos el prover-
rematada por dentro como por fuera. No bio: «Todo hijo de zapatero es príncipe
deja de emocionarnos aquella frase que nato». Es un rasgo típicamente medieval
un investigador de nuestro tiempo descu- esta altivez del propio estado, en estrecha
brió en una piedra preciosamente tallada relación con aquel «orgullo de la obra bien
que halló en el techo de la catedral de hecha», que refiriéndose a la antigua Fran-
Colonia, en un sitio inaccesible a la vista cia Péguy tanto alabara.
del hombre: «Si nadie más lo ve, al me- Actualmente a la gente le importa poco
nos lo verá Dios que está en los cielos». que la canilla que hace girar o la silla en
Se trabajaba, es cierto, con gran respeto que se sienta sean más o menos hermo-
por las reglas y formas tradicionales, pero sas. Pero el hombre antiguo vivía con un
ello nada tiene que ver con la uniformidad ritmo más pausado, se movía entre hori-
de la moderna fabricación en serie según zontes más limitados. Y en consecuencia
moldes estereotipados, ya que en los nu- prestaba más atención a las cosas que lo
merosos y pequeños talleres independien- rodeaban. La sociedad de nuestro tiempo
tes de entonces desplegaba el hombre una ha inventado los objetos «descartables»;
curiosidad y una inventiva jamás conoci- para el hombre medieval los utensilios de
das hasta entonces. su casa eran cosas poco menos que sa-
A diferencia de lo que acaece hoy, cuan- gradas, llenas de historia y rodeadas de
do al parecer la única preocupación del cariño, que se transmitían de padres a hi-
productor y, por consiguiente, del comer- jos. Cada objeto tenía su nombre: el he-
ciante es vender objetos lo más vulgares, rrero diferenciaba uno por uno sus marti-
prácticos y baratos que sea posible, fa- llos, las campanas de la torre tenían ape-
bricados exclusivamente con ese propó- lativos propios; por el tono del sonido toda
sito para su difusión masiva.. antaño se la ciudad sabía cuándo tañía la «María»,
trabajaba cada pieza en particular, artesa- cuándo la «Isabel»...
nalmente, considerándosela como un ob- Entre las numerosas ocupaciones arte-
jeto independiente, y poniéndose en su sanales se encontraban diversas especia-
elaboración todo el esmero posible, en lidades según las diferentes regiones. Los
orden a satisfacer el gusto de los nume- alemanes del sur se distinguieron de ma-
rosos usuarios que querían pagar en su nera especial en el tallado de la madera,
justo valor la obra de que se tratase. Un como lo muestra palmariamente el primor
abanico, las tapas de un libro, un peine, con que tallaban las puertas de los arma-
un tenedor, todas esas cosas pequeñas, rios, labradas en forma de palacios, con
como lo prueban las que de entre ellas cornisas, columnas y ventanas. En el arte
han llegado hasta nosotros, revelan deli- textil se destacaron los flamencos, auto-
cadeza, ingenio, un verdadero buen gus- res de esos tan enormes como espléndi-
to por parte de su anónimo artífice. dos tapices, con escenas tomadas de la
Podríase decir, hablando en general, que Sagrada Escritura o de los libros de caba-
el artesano medieval hacía un culto de su llerías, sobre un fondo de paisajes o cas-
trabajo, según lo confirman distintos tes- tillos. El arte del cristal prosperó en los
timonios que encontramos en novelas de talleres venecianos, donde aquellos arte-
gremios, al estilo de las de Thomas Delo- sanos supieron infundir al cristal, con su
El orden social de la Cristiandad 107
soplo, las formas más exóticas, decorán- algo tan tedioso y tan prosaico. Bien de-
dolo con elegancia incomparable. La con- cía Chesterton que se le hacía difícil ima-
fección de lozas y porcelanas encontró su ginar un coro de sindicalistas, tanto como
epicentro en los talleres de Limoges. un ensamble de banqueros o de presta-
Un trabajo que así se desposaba con la mistas. Los oficios de hoy han perdido
belleza no podía brotar sino del corazón poesía.
de un auténtico artista. El artesano era un e) El espíritu religioso
artista, no sólo mientras confeccionaba de las corporaciones
su obra sino en todo momento. Cuando
el carpintero, por ejemplo, llegada la no- Ya hemos señalado cómo las corpora-
che, dejaba ya en reposo su martillo, o ciones, al igual que las demás institucio-
cuando el zapatero abandonaba la lezna, nes medievales, estaban impregnadas de
no pocas veces dedicaban sus ratos de espíritu religioso. Los miembros de las
ocio a componer versos. Se sabe que en diversas artesanías se asociaban bajo la
Florencia, a la par de una literatura de gran protección de un Santo que muchas ve-
nivel, como la de Dante y Petrarca, exis- ces había tenido, durante su vida terrena,
tía toda una literatura de carácter lírico, especial relación con su oficio. Así los
privativa de los artesanos. carpinteros veneraban a S. José, que ha-
bía trabajado en el taller de Nazaret; los
En esta misma línea hemos de mencio- peleteros, a S. Juan Bautista, que en el
nar las famosas escuelas de «maestros desierto se había vestido con pieles de
cantores», principalmente en el sur de Ale- camello; los que se dedicaban a la pesca,
mania. En Maguncia, Nuremberg y otras a S. Pedro, el pescador de peces y de
ciudades, los gremios organizaron com- hombres; los que hacían peines, a S. María
petencias culturales con pruebas, grados Magdalena, la cual, según la leyenda, an-
y exámenes públicos. ¿Cómo se concre- tes de su conversión, se pasaba todo el
taban? Un domingo, por ejemplo, apare- día acicalándose su hermosa cabellera; los
cían en la ciudad numerosos carteles– changadores a S. Cristóbal, quien de
anunciando un certamen de canto en talo acuerdo a la tradición había llevado a Cris-
cual iglesia, luego de terminados los ofi- to sobre sus hombros. Aquellos trabaja-
cios lítúrgicos. Reuníanse entonces en el dores pensaban que cada uno de los ofi-
templo los miembros del gremio y nume- cios, a semejanza del estado eclesiástico,
rosos espectadores. En presencia de un había sido instituido por Dios para bien
jurado competente, un tejedor, un pana- de la sociedad.
dero, un peluquero, interpretaban sendas
canciones cuya letra y música habían Los artesanos se complacían evocando
compuesto ellos mismos, algunas veces sus trabajos en los policromados venta-
sobre temas teológicos, otras sobre asun- nales que donaban a las capillas laterales
tos morales o didácticos, siempre en ver- de la catedral. Todavía hoy podemos en-
so, con alegorías y acertijos. Luego los contrar allí escenas típicas de sus oficios,
jueces acordaban los premios correspon- así como las diversas tareas que realiza-
dientes. Recordemos a este respecto la ban en sus talleres, perennizadas ante los
magnífica ópera de Wagner «Los maes- ojos de Cristo o de la Virgen, cuyas figu-
tros cantores de Nuremberg»... ras coronan el vitral. A veces representa-
ban también fuera del templo sus activi-
Estamos a años luz de aquella época, dades artesanales, como se puede ver en
ahora que el trabajo se ha convertido en el campanario de la Catedral de Florencia.
108 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
Cada corporación tenía sus propias tra- consiguiente fobia –por las asociaciones
diciones, sus fiestas, sus ritos piadosos, intermedias, juntamente con la aparición
sus diversiones, sus cantos, sus insignias. de los primeros síntomas del capitalismo,
En las fiestas locales y en las procesiones hicieron que se viese en la organización
solemnes, sus miembros se encolumnaban corporativa de los oficios una forma de
tras la imagen de su santo patrono, des- limitación de la libertad. De ahí que dicho
plegando los estandartes del gremio, y régimen fuese abolido por la Convención
confiriendo a la ciudad ese aspecto polí- en virtud de la famosa ley Le Chapelier,
cromo, abigarrado y ruidoso, que tanto dejando al individuo, cada vez más desar-
caracterizó a aquella época. mado, frente al Estado, cada vez más
S. Raimundo de Peñafort y un grupo omnipotente.
de teólogos con él relacionados fueron 3. La actividad comercial
quienes lograron que la celebración del Dijimos que la Edad Media consideró
domingo se iniciase el sábado por la tar- «trabajadores» por antonomasia a los que
de, no sólo en Orden a afirmar el carácter labraban el campo. Los artesanos ya fue-
sacro del «día del Señor», que litúrgica- ron vistos como menos dignos de elogio,
mente comienza en las segundas víspe- pero mucho menos los que se dedicaban
ras del sábado, sino también para suavi- al negocio de la compraventa.
zar el régimen del trabajo. El mal llamado
«sábado inglés» no es una conquista re- a) La economía
ciente, como muchos creen, sino una vie- y el surgimiento de las ciudades
ja costumbre cristiana abandonada cuan- Tanto el comercio como los oficios es-
do el auge del capitalismo y retomada bajo tuvieron especialmente ligados con la ciu-
el influjo de los modernos movimientos dad, pero fue sobre todo el comercio el
obreros. que mayormente comulgó con el nuevo
A veces las corporaciones tuvieron que espíritu que ella trasuntaba. Será, pues,
ver con el orden político. En algunas ciu- conveniente introducirnos en el presente
dades, los delegados de los oficios ejer- tema refiriéndonos, aunque sea de mane-
cieron verdadera influencia en la direc- ra sucinta, al lugar que la ciudad ocupó
ción de los asuntos comunales, a tal pun- en la Edad Media.
to que ninguna decisión tocante a los in- Las ciudades no son, por cierto, un in-
tereses de la ciudad podía ser tomada sin vento medieval. Ya existían durante el
ellos. Un historiador de la comuna de Imperio Romano, si bien habían entrado
Marsella, M. Bourrilly, afirma que en el en franca decadencia con motivo de las
siglo XIII los dirigentes de los gremios grandes invasiones bárbaras, cediendo su
fueron «el elemento motor» de la vida primacía a los castillos y aldeas rurales
municipal, a tal punto que se podría decir contiguas, defendidas por sus respecti-
que en aquel tiempo Marsella tuvo un go- vos señores feudales. Cuando la situación
bierno de base corporativa (Para estos dejó de ser tan azarosa, otra vez las ciu-
temas se leerá con provecho R. Pernoud, dades comenzaron a reaparecer. Dicha
Lumière du Moyen Âge... 64-72). mudanza se originó principalmente en Ita-
En lo que toca a Francia, la buena rela- lia. Ya desde el siglo X, Venecia había sa-
ción de sus reyes con las corporaciones bido aprovechar las crisis intestinas del
duró hasta la Revolución Francesa. La Islam y las dificultades de Bizancio, para
exaltación desmesurada del individuo y la constituir una flota e irse fortaleciendo
El orden social de la Cristiandad 109
cada vez más. Génova y Pisa, por su par- con una multitud de rostros extraños, y
te, se consolidaron desde el siglo XI como sólo muy de tanto en tanto alguien se topa
ciudades poderosas. A fines de dicho si- con algún conocido. Los amigos viven a
glo, el movimiento provocado por las Cru- lo mejor en el otro extremo de la ciudad,
zadas impulsó más aún el renacimiento y con frecuencia sólo se los puede visitar
municipal, dando origen a diversas indus- unas cuantas veces por año, o contentar-
trias, y con ellas, a numerosos centros se con hablarles por teléfono. El hombre
urbanos como Gante, Arrás, Mesina, Co- de la ciudad actual carece asimismo de
lonia, Maguncia, etc. contacto personal con los diferentes pro-
De este modo, el mapa de Europa cam- fesionales que lo atienden o con los co-
bió decididamente de fisonomía. Si hacia merciantes que lo abastecen. Se siente
el año 1000 el campo estaba poblado de rodeado de indiferencia, y en medio del
monasterios y solitarios castillos feuda- tráfago urbano, vive casi como un ermi-
les, en torno a los cuales se acurrucaban taño. Las ciudades medievales, en cam-
chozas de barro y diminutas aldehuelas, bio, se asemejaban a los actuales pueblos
hacia el año 1300 encontramos por todas de provincia. Todo el mundo se conocía
partes populosas ciudades, a orillas de los y el movimiento de inmigración y emi-
ríos, en las cercanías de los puertos na- gración era tan escaso que las relaciones
turales, o en torno a los palacios de los entre sus habitantes resultaban mucho
príncipes y las residencias episcopales. más estrechas y duraderas, aun en las ciu-
Este fenómeno provocó una notable trans- dades de mayor importancia.
formación social; el dinero fue pasando En concomitancia con el fenómeno de
de manos del noble y del campesino a las resurgimiento de las ciudades es advertible
del ciudadano, los artesanos y mercade- otra importante transformación: la eco-
res comenzaron a ostentar blasones, y la nomía fue pasando de la esfera privada a
vida intelectual se concentró principal- la social y política. Durante la época feu-
mente en las ciudades. Poco a poco las dal, a semejanza de lo que acontecía en el
nuevas urbes se fueron arrogando un alto mundo clásico, las actividades económi-
grado de independencia social y de poder cas giraban en torno a la vida hogareña.
político, al tiempo que comenzaron a de- El padre de familia era el jefe de los que la
sarrollar una cultura propia, justamente en integraban, al tiempo que organizaba el
los momentos en que el espíritu caballe- trabajo de sus miembros en orden a la
resco y monástico comenzaba a declinar. sustentación económica del grupo. Los
Es verdad que no pocos nobles, prínci- hijos y el personal de servicio, aprendices
pes y prelados trataron de enfrentar el y domésticos en general, completaban lo
poder cada vez mayor de las ciudades, que hoy llamaríamos «la unidad econó-
tanto en el norte de Francia como en Ita- mica».
lia, en Flandes y en el sur de Alemania. A este respecto escribe Marcel de Cor-
Pero la corriente era irrefrenable. Olas de te: «Para los griegos, la economía –de
campesinos abandonaban sus tierras ya oikos, casa– es la actividad de la familia,
sus señores, buscando morada en el amu- célula fundamental donde se cumplen las
rallado recinto de la ciudad. actividades que permiten a los hombres
Por cierto que esas ciudades no eran vivir y transmitir la vida. De igual modo
como las de ahora. En las calles de las que la transmisión de la vida por el matri-
urbes actuales la gente se cruza cada día monio, la adquisición económica tiene por
110 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
tión del préstamo a interés, o, como de- tra estos últimos, que por no estar suje-
cían los teólogos, de la «usura». Esta pa- tos a la jurisdicción de la Iglesia, podían
labra no designaba únicamente, como ejercer la «usura» sin que las leyes los
ahora, el interés abusivo o superior a la alcanzasen. Tal fue la razón de algunos
tasa legal, sino, más generalmente, todo progroms populares...
interés percibido con ocasión de un prés- Con el tiempo la Iglesia iría atenuando
tamo de dinero. la condenación del préstamo a interés.
Desde los primeros siglos, la Iglesia se Porque lo que en el fondo quería repro-
había declarado en contra de este tipo de bar era la especulación pura, el dinero lo-
transacciones. En la época del Imperio grado sin trabajo ni riesgos. Pero si el
Romano, el préstamo a interés era de uso prestamista corría algún peligro real de
corriente. Pero una vez que el cristianis- pérdida económica, o si el deudor demo-
mo comenzó a influir en las costumbres, raba voluntariamente la devolución de lo
pareció execrable que un hermano pres- que le habían prestado, ¿no parecía justo
tara dinero a otro hermano que lo preci- que aquél recibiese una indemnización a
sara y sacase de ello provecho. ¿Acaso cambio de ello?
no había dicho el Señor: «Dad los unos a Sin embargo la Iglesia mantuvo la nor-
los otros sin esperar nada en cambio» (Lc ma: toda ganancia obtenida sin trabajo ni
6,34)?, argumentaron los Padres de la riesgo, simplemente en base a un présta-
Iglesia. Las penas canónicas con que se mo de dinero, era inmoral. Por cierto que
amenazó a los usureros fueron drásticas: en varias ocasiones las autoridades de la
a los clérigos la destitución, ya todos, clé- Iglesia toleraron abusos en este terreno;
rigos y laicos, la excomunión. A veces se más aún, algunos Papas tuvieron que re-
equiparó en un mismo vituperio la usura currir a los banqueros y hasta permitie-
y la fornicación. Los nombres de los usu- ron administrar las rentas pontificias a
reros eran exhibidos en las puertas de las gente de pocos escrúpulos. Pero esas fue-
iglesias. Inocencio III aconsejó al poder ron las excepciones que confirman la re-
temporal que castigase sobre todo y más gla. En principio, la Iglesia se opuso con
severamente a los «grandes usureros», a decisión a quienes propiciaban la prima-
modo de advertencia ejemplificadora. cía del dinero; más aún, quiso que también
La prohibición del préstamo a interés y el dinero se sometiese a la doctrina del
de la especulación económica suscitó la Evangelio (cf. Daniel-Rops, La Iglesia de
aparición de grupos clandestinos o semi- la Catedral y de la Cruzada… 336-340).
clandestinos, que operaban libremente en
dicho campo. Destacáronse en ello prin- d) La figura del mercader
cipalmente los italianos del norte –los La actividad comercial no tiene, en sí,
«lombardos»– y los judíos. La importan- nada de reprensible. Todas las socieda-
cia de esos grupos se hizo particularmen- des han contado siempre con personas
te considerable cuando comenzó a desa- dedicadas a la compraventa de productos
rrollarse el comercio en gran escala y, jun- y mercancías. Sin embargo no deja de
tamente con él, la Banca. El resentimien- resultar curiosa la evolución que a lo lar-
to que naturalmente brota de los deudo- go de la Edad Media fue sufriendo la fi-
res cuando piensan en sus acreedores se gura del comerciante. Cuando lo vemos
volcó de manera especial contra los aparecer en escena, advertimos que go-
lombardos y los judíos, sobre todo con- zaba de general benevolencia, siendo con-
El orden social de la Cristiandad 113
Por cierto que hubo también comercian- la caballería y la ciencia, que ahora ha pa-
tes virtuosos. Como aquel rico mercader sado a Francia. Quiera Dios que se man-
de Bourges, Jacques Coeur, quien en el tenga en ella y que tan grato le sea el lugar
ocaso de la Edad Media, soñaría con po- que no se aleje jamás de Francia la gloria
ner su dinero al servicio de la gran em- que se ha fijado en ella» (Cit. en G. Cohen,
presa mística de la Caballería: «Yo sé que La gran claridad de la Edad Media...
el Santo Grial no se puede ganar sin mi 117, nota 5).
ayuda», decía (!). Según puede verse, fue al parecer Gre-
III: Los que combaten cia el lugar en que se originó la Caballe-
ría, más propiamente Atenas, donde ha-
En esta conferencia consideraremos el bía un grupo de hombres llamados «eupá-
tercer estamento de la sociedad medie- trides», a quienes Solón denomina preci-
val. Junto a los que oran ya los que traba- samente «caballeros», Otros han preferi-
jan, y para defensa de ambos, estaban los do ubicar su raíz remota en el ámbito de
bellatores, los que combaten*. Roma, concretamente en los allí designa-
*Hemos tratado extensamente este tema en dos como equites romani, Con todo, y
nuestro libro La Caballería, Excalibur, Bue-
nos Aires, 1982. Tras haber dictado la presen-
sin negar que tanto Grecia como Roma
te conferencia, apareció la 3ª edición de dicho hayan cobijado en su seno instituciones o
libro, en Ed. Gladius, Buenos Aires, 1991. En grupos que puedan ser considerados cual
nuestra conferencia abordamos algunos aspec- «antecedentes» del estamento caballeres-
tos no incluidos en aquella obra. co, creemos que se va quizás demasiado
1. Historia de la caballería lejos en la inquisición de sus orígenes. Al
menos en lo que se refiere a la concreta
No es la Caballería una de esas tantas aparición de la Caballería en Occidente,
instituciones que han ido apareciendo a lo nos parece más adecuado remitirnos a los
largo de la historia por iniciativa de la au- siglos que enmarcaron las invasiones de
toridad espiritual o del poder temporal. Si los bárbaros, principalmente los de estir-
bien, con el tiempo, el estamento de la pe germánica. Los integrantes de esas tri-
Caballería pasó a integrar formalmente el bus, que se abalanzaron tan resueltamen-
tejido constitutivo de la sociedad, su apa- te sobre los despojos del Imperio Roma-
rición en la escena pública no fue sino el no, eran toscos y brutales, robando pro-
resultado de una respuesta a circunstan- piedades y haciendas, y asesinando con
cias concretas. toda naturalidad y hasta alegría. La Igle-
sia, al tiempo que atendía a su conver-
a) El origen de la Caballería medieval
sión, trató de ir atemperando el ardor de
Chrestien de Troyes, poeta francés del la sangre guerrera y, más allá de ello, ofre-
siglo XII, autor de varias novelas de ca- ciendo una causa noble al ímpetu hasta
ballería –entre otras Lancelot, Le cheva- entonces tan mal empleado. Les presentó
lier en lion, Perceval, etc.–, dice al co- a aquellos guerreros ideales dígnos y su-
mienzo de una de ellas, que lleva como blimes como meta de sus empresas béli-
título Cligès: «Por los libros que tenemos, cas, les dijo que la fuerza debía ponerse
nos son conocidos los hechos de los an- al servicio de la justicia, de la inocencia,
tiguos y del mundo de antaño. Los libros de la religión, de los desvalidos. El resul-
nos han enseñado que Grecia tuvo el pri- tado de dicha actitud pastoral fue asom-
mer premio de la caballería y de la cien- broso: aquellos hombres feroces acaba-
cia; después pasó a Roma el conjunto de rían convirtiéndose en caballeros. León
El orden social de la Cristiandad 115
Gautier llegó a escribir que «la Caballería (Cf. Libro de la Orden de Caballería, en
es una costumbre germánica idealizada Obras literarias de Ramón Lull, BAC,
por la Iglesia» (Le Chevalerie, H. Welter, Madrid, 1948, 109-110).
Paris, 1895, 2).
b) La educación de la violencia
La Caballería aparece así como la fu-
sión de las prácticas de los bárbaros, pro- Según acaba de verse, aquel cambio se
pias de épocas de hierro y de violencia logró principalmente por el influjo de la
absurda e incontrolada, con el espíritu Iglesia, ¿Cuál fue su pedagogía? Ante todo
sereno y justiciero del catolicismo. Para ha de quedar bien en claro que la Iglesia
que dicha síntesis se realizara de manera nunca condenó la guerra y por tanto ja-
plena fue preciso, por cierto, que trans- más se opuso a la vida guerrera como tal.
curriesen largos siglos, durante los cua- Por cierto que la guerra no puede resultar
les se fue produciendo el encuentro y la grata a nadie. Más aún, parece terrible para
subsiguiente simbiosis de las dos grandes toda persona que no haya perdido el sen-
tradiciones, la del Norte, germana y bár- tido de la realidad. Sin embargo, es un
bara, y la del Sur, romana y católica. De hecho que existen situaciones que la vuel-
esta síntesis surgió la Caballería. El ata- ven inevitable. En el estado actual de na-
que generalizado de los árabes contra el turaleza caída, donde la humanidad está
naciente mundo cristiano fue el detonan- sujeta a las consecuencias del pecado ori-
te que exigió de Occidente la formación ginal, necesariamente habrá injusticias ta-
de un conjunto estable de guerreros, les que, a falta de otros medios, el brazo
constituido casi exclusivamente por hom- del guerrero se haga imprescindible para
bres de a caballo. Luego esta institución restablecer el orden conculcado. Como
se hizo permanente, y no mera respuesta decía S. Agustín en carta a un general
a una emergencia coyuntural. Partiendo, bizantíno: «La guerra se hace para lograr
pues, del combatiente cruel y terrible de la paz» (cf. Ad Bonifacium, Ep. 189,6:
las hordas bárbaras, capaz de asesinar en Obras Completas de S. Agustín, t. XI,
inocentes y de desafiar al mismo Dios, BAC, Madrid, 1953, 756). Y por eso la
llegamos al caballero heroico y Cristiano Iglesia no trepidó en hablar de lo que lla-
de fines del siglo XI, tal cual lo vemos mó «la guerra justa». En cuanto a las gue-
descrito, por ejemplo, en la «Chanson de rras injustas, ya el mismo S. Agustín las
Roland». Cuando el Papa Urbano II pre- había calificado de manera tajante: «¿Qué
dicara la Cruzada, lanzando el Occidente otro nombre cumple darles que el de gran
católico sobre el Oriente de la tumba de latrocinio?» (De Civitate Dei, 1. IV, cap.
Cristo, caída en manos de los turcos, ya VI: en Obras Completas de S Agustín, t.
la Caballería era una realidad cumplida. XVI, BAC, Madrid, 1977, 232).
Godofredo de Bouillon, el más grande de Así, pues, es falso afirmar que la Igle-
los Cruzados, es asimismo el modelo de sia se opuso a la guerra por principio. No
toda Caballería. sólo no lo hizo sino que además señaló
Tal fue el proceso histórico de la insti- que la profesión militar, si se ejerce de
tución caballeresca. Raimundo Lulio lo acuerdo a la justicia, es legítima y aun
resume en estos términos: Faltó la cari- santificante. Para confirmar dicho aserto
dad y la lealtad, y entonces se eligieron recurrió al ejemplo del mismo Cristo, quien
los mejores para imponer el orden; luego, trató con tanto cariño y hasta admiración
para los hombres más nobles, el animal al centurión romano que le pedía la cura-
más generoso, el caballo. Así de simple ción de su siervo con aquellas palabras
116 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
tica del alma, que encuentra su reflejo más go de la fe, florecerá quizás en su propia
logrado en la pureza de la arquitectura cis- muerte física, ofrecida por anticipado.
terciense propiciada por Bernardo, cuya El largo entrenamiento para la muerte,
belleza radica precisamente en su misma que es su vida religiosa, lo ha ido librando
desnudez. Tal arquitectura, sólida y des- del espanto de la muerte. «No teme la
pojada, responde admirablemente al mo- muerte –escribe S. Bernardo–, puesto que
delo caballeresco por él soñado. desea morir. Y, en efecto, ¿qué puede ha-
En el texto de S. Bernardo se recalca cer temer, sea viviendo o sea muriendo, a
asimismo el carácter ministerial del ca- aquel cuyo vivir es Cristo, y el morir ga-
ballero-monje. El templario ha de conver- nancia?» (ibid. I, 1, 854). Libre de sí mis-
tirse en un instrumento vivo de Cristo. mo, se ha liberado del enemigo interior
Su vida espiritual lo ha ido preparando para más perturbador para un soldado cual es
ello. Si de veras ha resuelto vivir para «el miedo a la muerte». Y con la desapari-
Cristo y morir por El, ya no se perderá en ción de este miedo esencial, desaparecen
el laberinto del egoísmo y de las pasiones todos los otros tipos de «miedo», sea que
narcisistas, ni se pondrá a sí mismo como provengan de preocupaciones, o de an-
centro de su acción. De algún modo ha gustia por la existencia, o de temor a per-
renunciado a su subjetividad, ha renun- der bienes o amistades, o de exagerada
ciado a su yo para que en él viva Cristo, solicitud por seguir viviendo, consecuen-
de manera análoga al sacerdote que no cias, en última instancia, del primado ocul-
obra ya en nombre propio sino in perso- to del propio yo. Para el monje-caballero
na Christi. El yo del monje-caballero es fiel a su vocación, lo transeúnte ya no es
sustituido por el yo de Cristo, convirtién- merecedor de atención, y por ende se
dose de este modo en un instrumento desvanece el miedo, que es justamente
dócil de la voluntad divina, tanto más efi- preocupación por lo transeúnte y lo mu-
caz cuanto más olvidado de su propia dable. Puesto que «su vivir es Cristo» no
persona. Así como el «enemigo» contra se siente acosado por el temor de la muer-
el que lucha encarna en cierta manera al te natural. Puede morir en cualquier mo-
enemigo invisible, de modo semejante él mento histórico puesto que «ya» ha muer-
personifica a Dios, encarna la justicia di- to, «ya» ha renunciado a lo temporal para
vina, es la espada de Dios. vivir en lo eterno.
En su análisis de la espiritualidad que ha Por eso se encamina al combate sin te-
de caracterizar al monje-caballero S. Ber- mores o turbaciones paralizantes, indife-
nardo destaca su disponibilidad para la rente a su posible o probable muerte, su-
muerte, su decisión de abrazarse con el mergido en la voluntad de Dios, con el
riesgo de la muerte. Ya se preparó para ojo interior apuntando más allá de lo visi-
ella mediante el desapego a las cosas de ble. La muerte se le muestra como un acto
esta vida ya la vida misma, a la que ha pletórico de belleza, divinizante y transfi-
renunciado de antemano. La mortificación gurador, como plenitud de su anhelo de
que ha practicado cotidianamente en el trascendencia, de su nostalgia de lo eter-
monasterio –no olvidemos que la palabra no, de su vocación al martirio, que di-
«mortificación» significa «dar muerte», suelve la empiricidad de su vida en la pu-
en nuestro caso, a los brotes perdurantes reza absoluta del ideal.
del viejo Adán– florecerá un día en el seno El caballero se dirige así al encuentro
de un encuentro agonal contra el enemi- de la muerte, se desposa con la muerte.
El orden social de la Cristiandad 123
baten solamente por los intereses de su redención, combaten y vencen a los acó-
Señor, sin temor de incurrir en algún pe- litos de Satanás, continuando a su modo
cado por la muerte de sus enemigos ni en la acción redentora. La Tierra Santa pasa
peligro ninguno por la suya propia, por- a ser toda ella un templo sagrado, donde
que la muerte que se da o recibe por amor se produce el empalme de los nuevos ca-
de Jesucristo, muy lejos de ser criminal, balleros con la acción salvadora de Cristo.
es digna de mucha gloria» (De la exce- Un último aspecto digno de ser señala-
lencia de la nueva milicia III, 4... 857). do es el carácter de itinerario sagrado que
Trayendo a colación aquel texto del Após- da su sentido a la militancia caballeresca.
tol: «Si vivimos, para el Señor vivimos; y En el fondo no es sino una retoma, si bien
si morimos, para el Señor morimos; de en un nivel superior, de la condición
modo que, ya vivamos ya muramos, del itinerante y peregrina propia de todos los
Señor somos» (Rom 14,8), así exhorta cristianos, que a partir del renacimiento
S. Bernardo al guerrero cristiano: «Rego- bautismal deben encaminarse hacia la
cíjate, atleta valeroso, de vivir y de ven- transfiguración final, a través de las prue-
cer en el Señor; pero regocíjate todavía bas propias del viaje de la vida. El decur-
más de morir y de ser unido al Señor. Sin so vital del monje-caballero, impulsado por
duda, tu vida es fructuosa, y tu victoria la nostalgia divina, expresa de manera
gloriosa; mas tu muerte sagrada debe ser acabada esa peregrinación del pueblo de
preferida con muy justa razón a la una ya Dios, con su mirada puesta en la patria
la otra. Porque, si los que mueren en el celestial y sus brazos empeñados en la
Señor son bienaventurados, ¿cuánto más lucha para neutralizar a los elementos hos-
lo serán los que mueren por el Señor?» tiles que se interponen en el camino. Sien-
(ibid. I, 1... 855). do la existencia un viaje y la historia un
En la carta que estamos comentando, itinerario, su defensa de los peregrinos a
el abad de Claraval hace algunas referen- Tierra Santa y la protección de los cami-
cias al lugar sagrado donde tuvo su sede nos que a ella conducen, constituyen un
la Orden de los Templarios. No resulta magnífico símbolo de su vocación de de-
irrelevante que el nuevo género de caba- fender a los cristianos de los enemigos
llería haya nacido «en el país mismo que exteriores ya la Iglesia de los ataques del
el Hijo de Dios, hecho visible en la carne, demonio.
honró con su presencia, para exterminar
El hecho de que la sede de esta nueva
en el mismo lugar de donde arrojó El por
caballería sea el Templo de Jerusalén, es-
entonces a los Príncipes de las tinieblas,
conde una invitación implícita a hacer de
con la fuerza de su brazo, a sus infelices
la vida un viaje sagrado. «No dudamos de
ministros, que son los hijos de la infideli-
manera alguna de que esta Jerusalén de
dad» (ibid. I, 1 854). El «lugar» y la «fun-
aquí abajo es la figura verdadera de aque-
ción» integran la especificidad de la nue-
lla que en los cielos es nuestra madre»
va milicia. Ambos son «sacros»: el lugar,
(ibid. III, 6... 859).
porque santificado y transfigurado por la
presencia física de Cristo; la función, por 3. La epopeya de las Cruzadas
cuanto continúa el designio salvífíco del
Señor. Así como el Verbo encarnado triun- Donde sin duda se expresó mejor el es-
fó con su luz sobre el poder del Príncipe píritu idealista de la Caballería, tanto en lo
de las tinieblas, así sus caballeros templa- que se refiere a los caballeros en general
rios, colaboradores suyos en la obra de la como a los integrantes de las Ordenes
El orden social de la Cristiandad 125
Y así sucedió, en efecto. El nuevo em- guerra de los cruzados sería un himno li-
perador Miguel VII se dirigió humildemen- túrgico referido a la cruz, el Vexilla Regis
te al Papa Gregorio VII pidiéndole ayuda prodeunt, que se entona en las Vísperas
militar. El Papa asintió con presteza, ex- de la Pasión y en las fiestas de la Cruz,
hortando en ese sentido a los Príncipes compuesto cuatro siglos atrás por Fortu-
cristianos. Pero en vano. El momento nato, el obispo poeta.
político era muy difícil y apenas si con- El grito de guerra que atronara Clermont
sentía un esfuerzo conjunto. Mientras tan- se propagó por toda la Cristiandad, hasta
to los turcos, viendo expedito el camino, Sicilia, Alemania, España, la lejana Escan-
seguían avanzando en todas las direccio- dinavia, con una capacidad de convoca-
nes posibles. En 1076, penetraban en Je- toria que superaría incluso las previsio-
rusalén, noticia que conmocionó a todo nes del Papa, y se mantendría en el aire
el mundo cristiano. Luego fueron ocupan- por lo menos durante dos siglos, para irse
do el Asia Menor, entremezclando sus luego apagando lentamente. «Viose a mu-
posesiones con las de los bizantinos. En chos hombres –dice Michelet– asquearse
1081, el turco Solimán se proclamó Sul- súbitamente de todo lo que habían ama-
tán, poniendo su capital en Nicea, donde do, y así los barones abandonaron sus
antaño había sesionado el famoso Conci- castillos, los aldeanos sus campos, para
lio. Dicho Sultanato perduraría hasta 1302 consagrar sus esfuerzos y su vida a pre-
(cf. ibid., 495-497). servar de sacrílegas profanaciones aque-
La situación era gravísima. Occidente llos diez pies cuadrados de tierra que ha-
no podía permanecer impasible. Fue en- bían recogido, durante unas horas, el des-
tonces cuando el Papa Urbano II reunió pojo terrestre de su Dios».
un Concilio en Clermont (1095), donde Y así la Cristiandad se puso en marcha,
se hicieron presentes los principales pre- abriéndose una página admirable de su
lados y nobles de la Cristiandad, y solici- historia. Según R. Pernoud, las Cruzadas
tó la formación de un cuerpo expedicio- representan uno de los puntos culminan-
nario contra el Islam. Ante la voz del Papa, tes en los anales del Medioevo, una aven-
la asamblea entera se puso de pie, y pro- tura única en su género, llevada a cabo
rrumpió en un grito clamoroso: Deus la por voluntarios, y por voluntarios proce-
volt!, ¡Dios lo quiere!, que resonó por toda dentes de todos los pueblos de Europa, al
la meseta de Clermont, clamor que reco- margen de cualquier organización centra-
gió el Papa para convertirlo en la divisa lizada (cf. R. Pernoud, Los hombres de
de la empresa. La gente comenzó a cor- las Cruzadas, Swan, Madrid, 1987, 13).
tar retazos de los mantos y cortinas para
hacer con ellos cruces de tela roja, que Se trataba de ir a la reconquista de Tie-
los voluntarios cosieron sobre el hombro rra Santa. El hombre medieval conocía
derecho. Esa noche se acabó la tela roja esa tierra hasta en sus más ínfimos deta-
en Clermont. lles, ya que había sido espiritualmente ali-
mentado desde su más tierna infancia con
De aquí vino la denominación de «cru- las Sagradas Escrituras. Todo le resulta-
zados», o «señalados con la cruz». Por- ba familiar, la cueva de Belén, el pozo de
que no fue sino el signo de la cruz el que Jacob, el Calvario, los lugares por los que
guiaría a aquellas falanges. Después de la viajó S. Pablo... Los salmos, varios de los
conquista de Jerusalén, la Vera Cruz los cuales sabía de memoria y entonaba en la
precedería en los combates. Y el canto de liturgia, los sermones que escuchaba, las
El orden social de la Cristiandad 127
estatuas y vitrales que veía en sus cate- dente de rodillas ante el Santo Sepulcro
drales, todo le hablaba de los Santos Lu- (cf. La Iglesia de la Catedral y de la Cru-
gares. Por otra parte, en la época feudal, zada... 538).
montada toda ella sobre el fundamento de La primera oleada de la marea fue tan
posesiones concretas, parecía obvio que incontenible que la jerarquía de la Iglesia
la Tierra del Señor fuese considerada no pudo mayormente influir sobre ella.
como el feudo de la Cristiandad; pensar Fue la Cruzada popular, convocada por
lo contrario hubiese implicado en cierta un religioso de Amiens, Pierre l’Ermite
manera una injusticia (cf. ibid., 24). (Pedro el Ermitaño), hombre carismático
Algunos historiadores modernos han y austero, a quien siguió toda clase de
asignado a las Cruzadas razones única- gente: algunos caballeros, por cierto, pero
mente de índole económica. Pero, como también numerosos mendigos, ancianos,
bien señala R. Pernoud, semejante inter- mujeres y niños. Esa caravana de gente
pretación no es sino el fruto de una extra- humilde que se pone en camino para re-
ña transposición al pasado de la mentali- conquistar un pedazo de tierra entraña-
dad de nuestra época, que todo lo ve a la ble, es un fenómeno único en la historia.
luz de ese prisma (cf. ibid., 41). Mucho Recordemos que en la Edad Media la gue-
más cerca de la realidad estaba Guibert rra era prerrogativa de la nobleza y de los
de Nogent, abad benedictino del siglo XX, caballeros, y por eso resultaba tan exóti-
cuando en su «Historia de las Cruzadas» co que aquellos aldeanos apodados
aseguraba que los caballeros se habían paradojalmente «manants», es decir, los
impuesto la tarea de reconquistar la Jeru- que «se quedan», se transformasen súbi-
salén terrena con el fin de poder gozar de tamente en guerreros. La historia empe-
la Jerusalén celestial, de la que aquélla era zaba a convertirse en epopeya. Militarmen-
imagen. Es de él la célebre frase: Gesta te hablando, el proyecto de Pierre l’Ermite
Dei per francos, en razón del gran núme- acabó en un resonante fracaso, como era
ro de franceses que intervinieron en la de esperar. Sin embargo no lo considera-
epopeya. ron así sus contemporáneos. Porque, se-
Las Cruzadas iban a durar casi hasta gún señala con acierto R. Pernoud, en
fines del siglo XIII, y durante su entero aquellos tiempos no se esperaba necesa-
transcurso estarían en el telón de fondo riamente que el héroe fuese eficaz. «Para
de todos los acontecimientos de la época, la antigüedad, el héroe era el vencedor,
fueran éstos políticos o religiosos, eco- pero, como se ha podido comprobar, las
nómicos o artísticos. Se suele hablar de canciones de gesta ensalzan no a los ven-
ocho cruzadas, pero de hecho no hubo cedores sino a los vencidos heroicos.
un año en que no partiesen de Europa Recordemos que Roldán, prácticamente
contingentes más o menos numerosos de contemporáneo de Pierre l’Ermite, tam-
«Cruzados», a veces sin armas, conduci- bién es un vencido. No debemos olvidar
dos sea por señores de la nobleza, sea por que nos hallamos ante la civilización cris-
monjes. Por eso parece acertada la opi- tiana, para la cual el fracaso aparente, el
nión de Daniel-Rops de que no es ade- fracaso temporal y material, acompaña a
cuado hablar de «las Cruzadas», sino más menudo a la santidad, a la par que man-
bien de «la Cruzada», único y persistente tiene su fecundidad interna, fecundidad a
ímpetu de fervor, ininterrumpido durante veces invisible de inmediato y cuyos fru-
dos siglos, que arrojó a lo mejor de Occi- tos se manifestarán posteriormente. Tal
128 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
a convertirse al cristianismo. Al Sultán le bién entre los infieles, fue Ricardo Cora-
cayeron en gracia pero, como era previ- zón de León, así llamado por su coraje a
sible, no aceptó la invitación. Y los hizo toda prueba y sus proezas sin cuento.
acompañar de nuevo al campamento cris- Cuando las madres árabes querían hacer
tiano. Relatamos esta anécdota sólo para callar a sus hijos pequeños, les amenaza-
mostrar cómo también los Santos vibra- ban con llamar al «rey Ricardo», una es-
ron con el tema de las Cruzadas. pecie de «hombre de la bolsa». Un cro-
*Jacques de Vitry, autor del siglo XIII, era nista que lo acompañaba en sus expedi-
cardenal e historiador, famoso por haber pre- ciones relata esta simpática anécdota que
dicado la cruzada contra los albigenses. Escri- lo pinta de cuerpo entero. En cierta oca-
bió una obra bajo el título de «Historia occi- sión, Ricardo se había parapetado tras un
dental». olivar para atacar por sorpresa al enemi-
Una de las formas más asombrosas que go. «Hasta allí llegó un clérigo / Para ha-
tomó esta epopeya a comienzos del siglo blar con el rey, / Llamado Hugo de la Mare,
XIII fue la que se llamó Cruzada de los / Quien le dio un consejo al rey / y le dijo:
Niños. El hecho tuvo su origen en la con- Huid, señor, / Son demasiado numerosos.
vocatoria de un pastorcito, Esteban de / –Señor clérigo, ocupaos de vuestros
Cloyes, quien aseguró que el Señor se le asuntos, / Le dijo el rey, no os entrometais:
había aparecido y le había dado la orden / Dejadnos a nosotros la caballería. / ¡Por
de liberar el Santo Sepulcro. Lo que los Dios y por Santa María!». Y tras haber
caballeros se habían mostrado incapaces puesto al buen clérigo en su sitio, arre-
de realizar lo harían ellos, los niños, con metió y venció... (Cit. en R. Pernoud, Los
sus manos inocentes. Como en los días hombres de las Cruzadas… 211ss).
de Pierre l’Ermite, miles de adolescentes R. Pernoud se detiene en otras dos fi-
se enrolaron en las filas de Esteban y to- guras, casi opuestas entre sí. La primera
maron la Cruz. A pesar de la prohibición es Federico II Hohenstaufen. Este curio-
del rey de Francia, los jóvenes cruzados sísimo personaje, que se embarcó en una
atravesaron dicho país y llegaron a Mar- Cruzada luego de haber sido excomulga-
sella, donde se embarcaron en siete gale- do por el Papa, y que a diferencia de tan-
ras; dos de ellas naufragaron y otras dos tos predecesores suyos logró éxito tras
llegaron a Argelia, donde los adolescentes éxito, hasta poder entrar en Jerusalén y
fueron vendidos como esclavos. También coronarse a sí mismo en el Santo Sepul-
en Alemania se organizó poco después una cro, poseía un verdadero harén en el que
Cruzada semejante, pero los que la inte- había sobre todo mujeres moras. Sus es-
graban acabaron dispersándose, agotados trechos lazos de amistad con los musul-
y hambrientos, por los caminos de Italia. manes lo hicieron sospechoso de haberse
«Estos niños nos avergüenzan –exclamó convertido en secreto al islamismo, acu-
Inocencio III, cuando se enteró de tales sación no suficientemente fundada, ya que
sucesos–; nosotros dormimos, pero ellos lo que al parecer más apreciaba del Islam
parten...». no era tanto su doctrina cuanto la volup-
Entre la inmensa multitud de los caba- tuosidad de las costumbres musulmanas.
lleros que se incorporaron a las Cruzadas Singular figura la de este Emperador que
destaquemos algunas figuras relevantes, en pleno siglo XIII preanuncia, como al-
por cierto que bien diferentes entre sí. Un gunos lo han señalado, el estilo de los prín-
cruzado cuyo recuerdo se hizo legenda- cipes del Renacimiento, tal y como lo de-
rio, no sólo entre los cristianos sino tam- linearía Maquiavelo. En nuestro siglo cier-
130 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
tos historiadores lo han cubierto de elo- menzó a sangrar, pero sin sentir dolor al-
gios, creyendo ver en él al precursor del guno. Era lepra, De nada sirvieron los re-
«déspota ilustrado», escéptico, tolerante, medios. El reinado de este muchacho
culto, en resumen, un soberano de ideas (1174-1185) no fue sino una penosa ago-
«modernas» perdido en el mundo feudal nía, en que la enfermedad avanzaba día a
(cf. ibid., 248-250). día, minando todo su cuerpo, su cara, sus
En contraposición al emperador Fede- ojos. Sin embargo, con un heroísmo sólo
rico, R. Pernoud destaca la figura del rey atribuible a la fe, aquel joven guerrero
S. Luis, a quien presenta corno el «per- enfrentó al enemigo con valor realmente
fecto cruzado» frente al «cruzado sin sobrehumano. En la batalla de Montgu-
fe»*. Su visión de las personas y de los sard, uno de los hechos bélicos más sor-
acontecimientos fue eminentemente so- prendentes de las Cruzadas, el rey lepro-
brenatural, en perfecta fidelidad a la mís- so de 17 años, al frente de 500 caballe-
tica propia de la Caballería, tal cual la en- ros, hizo huir a miles de kurdos y sudane-
señara S. Bernardo. A diferencia de Fede- ses encabezados nada menos que por
rico II, siempre victorioso, S. Luis sólo Saladino. Mientras pudo mantenerse a
conoció la derrota en el campo militar. Al- caballo siguió dirigiendo a los suyos. Lue-
gunos lo han atribuido a su escasa prepa- go, cuando sus fuerzas lo abandonaron,
ración castrense ya su falta de previsión. se hacía llevar al combate en una litera a
R. Pernoud sostiene lo contrario: S. Luis, fin de que sus hombres pudiesen verlo.
afirma, preparó su campaña con toda se- Murió a los 24 años y fue enterrado en
riedad, siendo la suya una cruzada de in- las cercanías del Santo Sepulcro.
genieros al mismo tiempo que de héroes El último bastión de la resistencia en los
y de santos. Los azares de la vida hicie- momentos finales de las Cruzadas fue San
ron que fracasase una empresa que todo Juan de Acre, donde los guerreros cris-
parecía destinar al éxito (cf. ibid., 279). tianos escribieron su suprema página de
Este rey, que combatió a los infieles en gloria. Rodeados por todas partes, ataca-
dos campañas, muriendo en la demanda, dos sin respiro por una contundente arti-
fue honrado en la memoria de los llería de balistas, exangües por falta de
sarracenos, del mismo modo que Saladino alimentos, privados de todo auxilio posi-
lo fue en la de los cristianos. ble, resistieron durante un mes y medio,
*Se leerá con provecho el magnífico capítulo sin otra perspectiva que la de salvar el
que R. Pernoud dedica a S. Luis como cruzado honor. El fin de aquel último islote cristia-
arquetípico (cf. ibid., 261-281). El gran rey no recuerda el comienzo heroico de las
murió en Túnez y sus restos fueron traslada- Cruzadas y el arrojo de Godofredo de
dos a Francia y depositados en la iglesia aba- Bouillon. Contratacando de manera inin-
cial de Saint-Denis, donde estuvieron hasta que terrumpida, se superaron unos a otros en
fueron profanados durante la Revolución Fran-
cesa.
muestras de épico coraje, hasta que por
fin cayeron como héroes ante el empuje
Señalemos otra gran figura, la del rey incontenible del enemigo abrumador. De
de Jerusalén, Balduino IV, un joven sim- los Templarios quedaron diez, de los Hos-
pático y atractivo, de espíritu indomable, pitalarios, siete, de los Teutónicos, nin-
corajudo como el más atrevido caballero. guno. Los vencedores entraron a saco,
Un día en que estaba jugando a la pelota, masacrando a todos los que se ponían a
cayó ésta en medio de un arbusto espino- su alcance, principalmente a los sacerdo-
so, y cuando intentaba sacarla de allí co- tes. Había de repercutir en toda la Cris-
El orden social de la Cristiandad 131
Durante el desarrollo de las Cruzadas, todo porque tiene para nosotros un parti-
la conversión de los infieles se considera- cular interés ya que está en los orígenes
ba como una consecuencia de la presun- de nuestra historia patria. Entre la inva-
ta victoria por las armas; se veía, ella tam- sión de los musulmanes a la Península, el
bién, bajo la forma de cruzada. Ante el año 711, y el último acto de la Recon-
fracaso militar, fue sobretodo S. Raimun- quista, la toma de Granada, el año mismo
do de Peñafort quien entendió que para en que las carabelas de Colón avistaban
conquistar el alma de los infieles había que América, transcurrieron más de siete si-
recurrir a otros procedimientos: predicar- glos, a lo largo de los cuales se fue perfi-
les la verdad, para que la conociesen; pre- lando la conciencia nacional española, y
dicarles en su propia lengua, para que la en ella alboreando la nuestra.
entendiesen; y para que la amasen, indi- Podríase decir que la secular guerra por
carles el camino «mediante el sacrificio la Reconquista de España comenzó con
de la propia vida», expresión suprema del las campañas de Carlomagno. No parece
amor. Sus proyectos encontraron amplia haber solución de continuidad entre la
resonancia. Baste para probarlo que fue guerra llevada a cabo por el gran Empe-
inspirándose en él que Sto. Tomás escri- rador, quien logró que tanto Barcelona
biría su espléndida Summa contra genti- como la Marca Hispánica fuesen recobra-
les. ¡Extraña derivación de las Cruzadas! das para la Cristiandad, y los ulteriores
Sea lo que fuere, es innegable que las Cru- combates capitaneados por los españoles
zadas marcaron a fuego el espíritu de la (cf. C. Dawson, Ensayos acerca de la
Cristiandad medieval. Durante mucho Edad Media… 237-239).
tiempo, aun siglos después, el Occidente
conservaría la nostalgia de la Cruzada. A La historia de la lucha que los cristia-
comienzos del siglo XIV, algunos prínci- nos de España, ayudados por muchos de
pes soñaron con retornarla. Y cuando Jua- sus hermanos en la fe de toda la Cristian-
na de Arco, ya en el siglo XV, escribiera a dad, entablaron con tan notable perseve-
Talbot, jefe del ejército inglés, su célebre rancia para arrancar su tierra de las ma-
carta, invocaría también el espíritu de las nos del Islam, es realmente conmovedo-
Cruzadas, para instar a los ingleses a dar ra. Pensemos que se extendió cubriendo
por terminada la lucha fratricida y reanu- el entero ciclo de la Edad Media, y aun
dar, juntamente con los franceses, la gran después de que éste hubiese terminado.
empresa interrumpida. Como escribe Da- Si es cierto que los dos adversarios no
niel-Rops: «Que la misma palabra de Cru- ahorraron crueldades, no lo es menos que
zada tenga todavía hoy el sentido de em- los cristianos escribieron páginas de in-
presa heroica realizada con una intención creíble sublimidad, donde el heroísmo se
pura y noble al servicio de una gran idea, desposó con el espíritu de sacrificio, y
es cosa que no carece de significación» ello en un grado quizás más alto que en
(La Iglesia de la Catedral y de la Cruza- las mismas Cruzadas a Tierra Santa.
da… 591). Según nos lo relata el Poema del Mío
Cid, los moros se lanzaban al combate
b) La Reconquista de España gritando «¡Mahoma!», y los cristianos,
Si bien la Reconquista de España es por su parte, «¡Santiago!», lo que mani-
incluible en el marco general de las Cru- fiesta el carácter eminentemente religioso
zadas, merece un tratamiento aparte por del enfrentamiento. Tratóse de una gue-
cuanto sigue carriles diversos, y sobre rra santa contra otra guerra santa, de la
El orden social de la Cristiandad 133
lucha de la Cruz contra la Media Luna. mentos esenciales, ayudándonos del com-
Así lo entendió la Iglesia que, desde sus pendio que nos ofrece Daniel-Rops. En el
comienzos, alentó, bendijo y ayudó la epo- siglo XI los musulmanes se encontraban
peya de la Reconquista. En 1063, el Papa profundamente divididos. Porque no ha-
Alejandro II concedía indulgencia general bía un Estado musulmán sino una federa-
a los caballeros franceses que se ofrecie- ción de 23 minúsculos Estados o «Tai-
ran a ayudar a sus hermanos españoles. fas». Aprovechando la situación, Fernan-
Fue lo que se llamó «la Bula de la Cru- do I el Grande (1033-1065) comenzó a
zada» o Bula Eos qui in Hispaniam. Pen- asediar, uno tras otro, a los pequeños
semos que todavía no había empezado la Taifas de Toledo, Zaragoza y Badajoz; el
Cruzada a Tierra Santa, de modo que lo rey de Sevilla, atemorizado, se le some-
de España fue, de hecho, su prólogo. Por tió. A la muerte de Fernando, uno de sus
eso cuando la campaña hacia el Oriente hijos, Alfonso VI (1065-1109) retomó la
comenzó a desplegarse, la lucha por la ofensiva, volviendo locos a los musulma-
Reconquista de España se mostró como nes. Tras 25 meses de sitio entró en To-
un capítulo de aquélla, como uno de sus ledo, esa ciudad tan querida para los cris-
flancos; combatir en España pareció tan tianos, que había sido sede de varios Con-
glorioso y meritorio como hacerlo en Pa- cilios en la época de la España visigótica,
lestina. Juntamente con el apoyo del Papa, asumiendo el pomposo título de Toleti
propiciaron esta empresa sagrada las Imperii rex et magnificus triumphator.
grandes Ordenes Religiosas como el Más tarde, llegando a las playas de Tari-
Cluny y el Cister. Al fin y al cabo el com- fa, metió su caballo en el mar, en el mis-
bate en España no podía dejar de intere- mo lugar donde en el siglo VIII habían
sar a toda la Cristiandad, entre otras co- desembarcado las primeras avanzadas del
sas por el hecho de que en él se jugaba el Islam, como si quisiera lanzarse al ataque
destino de una de las peregrinaciones más del Africa, mientras exclamaba en alta voz:
preciadas, la de Santiago, quien no en vano «¡He llegado hasta el último confín de
cargaba a la cabeza de los ejércitos de la España!».
Reconquista. La lucha en favor de Com- El golpe que con estas victorias recibió
postela era sustancialmente idéntica a la el Islam fue sumamente grave. El domi-
que se entablaba contra el Islam. Los ene- nio musulmán de España parecía a punto
migos eran los mismos. de desplomarse. Pero entonces, un dra-
A la llamada de la Iglesia, a la convoca- mático acontecimiento cambió el curso
toria de las Ordenes Religiosas, fueron de la historia. A miles de kilómetros de
innumerables los voluntarios que se in- Europa, muy al sur del Sahara, se había
corporaron, y ello a lo largo de varios si- gestado, hacia el año 1035, una revolu-
glos. La Reconquista resultó, así, una ción religiosa entre los Tuareg, nómadas
empresa de la Cristiandad al mismo tiem- del desierto, semejantes por sus costum-
po que un soporte del patriotismo espa- bres y su ferocidad a los mogoles. Los
ñol; gracias a ella la hispanidad adquirió emires de España, acosados por Alfonso
conciencia de sí misma y de sus altos VI, dirigieron sus ojos aterrados hacia
destinos. aquellos guerreros, a quienes los cristia-
nos llamarían Almorávides, y solicitaron
No podemos exponer, tampoco acá, los su auxilio, si bien con cierto temor, pues
diversos avatares de esta secular contien- sospechaban el peligro que semejante
da. Pero destaquemos al menos sus mo- alianza podía implicar para la independen-
134 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
al, notamos hasta qué punto la temática Caballeros de la Tabla Redonda, con el
del Grial excedió en carácter aventurero determinado propósito de encontrar el
y maravilloso a todas las novelas del anti- Grial. El fundador de esta orden se llama-
guo ciclo de Artús. ba Merlín, personaje de las leyendas
Quizás sea conveniente recordar la tra- bretonas, que habiendo sido al principio
ma de este tema medieval, que conoció un ser maligno, poco menos que diabóli-
numerosas y variadas versiones. El Grial co, nacido de una virgen, cual réplica per-
era el cáliz que usó Nuestro Señor en la versa de Cristo, y dotado, como éste, de
Ultima Cena, al cual se le asignaba un poderes sobrehumanos, al final se había
poder maravilloso*. Según la leyenda, di- transformado, imponiéndose en él la bon-
cho cáliz llegó a poder de José de Arimatea dad a su naturaleza demoníaca. Los ca-
quien conservó en el mismo algunas go- balleros de la Tabla Redonda constituían
tas de la sangre del Señor crucificado. una Caballería de carácter temporal que
Encerrado en una cárcel durante la per- tendía a su perfeccionamiento ideal, con-
secución contra los cristianos, fue allí cretado en la busca y el hallazgo del Grial.
milagrosamente alimentado gracias a aquel Para llegar a ser rey del Grial se requería
cáliz. Durante el tiempo de su prisión se una pureza y virginidad perfectas. Justa-
le apareció el mismo Cristo, instruyéndo- mente uno de aquellos caballeros,
le en el significado de la Misa, y revelán- Lancelot, se había vuelto indigno de di-
dole la mística importancia del objeto que cha hermandad por haber caído en la im-
poseía. Una vez que salió de su encierro, pureza, manteniendo relaciones amorosas
José formó una numerosa hermandad en con la reina. Sería finalmente Perceval o,
torno al Grial, y una «Tabla Redonda» según otras versiones, Galaad, el hijo de
dedicada a conmemorar la Ultima Cena. Lancelot, un caballero totalmente puro,
La copa, que pasó de manos de José a las quien tras innúmeras aventuras, lograse
de otra persona, fue llevada a las Islas llegar al castillo, y luego de haber hecho
Británicas, y finalmente llegó a un palacio las preguntas rituales, quedase converti-
desconocido, muy lejos de Inglaterra, do en rey del Grial (cf. R. Pernoud, La
donde se la guardaba celosamente por te- femme au temps des cathédrales... 125-
mor de que cayera en manos de los im- 128).
píos. ***
*Como todas las reliquias atingentes a Cris- Finalicemos ya esta conferencia sobre
to, el Sagrado Cáliz atrajo la fantasía de los
cruzados, señalándose su presunta existencia la Caballería. Podríamos hacerlo exaltan-
en diversos lugares, por ejemplo en Constan- do algunos arquetipos de la misma, como
tinopla, en Génova, en el Cebrero (pueblito de Rolando, el Cid, Godofredo de Bouillon,
Galicia), o en la catedral de Valencia... S. Luis, S. Fernando, y tantos otros, pero
En aquel castillo habitaba un rey –el rey ya algo hemos dicho de ellos en su mo-
del Grial– que custodiaba la copa. Un día mento (Al respecto podrán encontrarse
el rey enfermó, pero no se podía sanar ni otros datos en nuestro libro sobre La
morir hasta que llegara un caballero au- Caballería... 201-205).
téntico y le preguntase acerca del Grial y La Caballería, como institución inserta
de la lanza ensangrentada. Fue entonces en la sociedad, ya no existe. Pero su re-
cuando, a imitación de aquella herman- cuerdo ha perdurado hasta nosotros, no
dad del Grial, se creó en torno al rey Artús dejando de suscitar cierta nostalgia. «La
una nueva agrupación, la Orden de los caballería no habría sido el ideal de vida
138 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
*En esa obra estudia los orígenes de la ico- No se trata de lirismo romántico ni de
nografía en la Edad Media y sus fuentes de retórica aparatosa. La ciudad encontraba
inspiración; su relación con la liturgia y el dra- su realización acabada en ese himno de
ma litúrgico, con las vidas de los santos, las
peregrinaciones, la naturaleza, tratando de des- piedra a la gloria de Dios. La catedral era
cifrar sobre todo el significado de las fachadas el centro topográfico y espiritual de la ciu-
de las principales catedrales e iglesias dad. Hacia ella convergían todos los ca-
románicas. Y también: L’art religieux du XIIIe minos. Todas las aspiraciones del hom-
siècle en France, 7ª ed., Libr. Armand Colin, bre medieval confluían en ella y en ella se
París, 1931. En este volumen demuestra que la vertica1izaban.
iconografía gótica de la Edad Media es una es-
critura, una aritmética y una simbólica, seña- Nada escapaba al influjo de esas cate-
lando la inserción en ella de temas como el tra- drales. Casa de Dios, ante todo, era al
bajo y las ciencias, los vicios y las virtudes, la mismo tiempo escuela, teatro, y lugar de
vida activa y la contemplativa, la historia, la reunión para los asuntos comunales de
antigüedad clásica y el Apocalipsis.
cierta importancia, sea del ámbito políti-
co como del económico. En su interior
2. La catedral en la ciudad se celebraba el Santo Sacrificio de la Misa,
Fruto de la tierra pero también corazón se administraba el bautismo, se concerta-
de la ciudad o de la aldea. Cuando se ob- ba el matrimonio y se realizaban los fune-
serva con atención las catedrales de Pa- rales. Es decir que desde la infancia hasta
rís, de Burgos, de Siena o de Colonia, la muerte constituía el lugar de paso obli-
impresiona advertir la familiaridad que gado.
entonces existía entre el pueblo y su igle- Y lo que la catedral era en la ciudad, lo
sia, cómo sus gigantescas formas, lejos era también, y aún de manera más inten-
de estar aisladas, al modo de los templos sa, la iglesia en los pueblos de campo, en
de la antigüedad clásica, en medio de es- las aldeas. Las iglesias rurales enseñorea-
pacios vacíos, emergen de una sabana de ban el espacio agrario no sólo por su pres-
humildes casas, que parecen apretujarse a tancia arquitectónica sino también median-
su alrededor y hasta alojarse a veces debajo te el sonido de sus campanas: el toque del
de su mismo campanario, armonizándose Angelus, a la mañana, el mediodía y el
con ellas, o mejor, coronándolas. atardecer, señalaba las horas de trabajo y
Por otra parte, las catedrales, sobre todo de descanso, jugando el papel de las mo-
las góticas, a diferencia también en esto dernas sirenas de fábricas. La campana
de los templos griegos y romanos, habían anunciaba los días de fiesta, llamaba a
sido concebidas para ser vistas en pers- socorro en caso de peligro, convocaba al
pectiva vertical. La mole imponente de la pueblo para las asambleas generales, to-
iglesia madre dominaba la plaza de armas caba a rebato cuando estallaba algún incen-
y se erguía por encima del recinto ceñido dio, tañía lúgubremente en ocasión de al-
por las murallas, con sus torres puntia- gún duelo. El entero acontecer cotidiano
gudas que apuntaban al cielo. Los viejos del pueblo se podía seguir a su voz.
planos de Segovia, Reims, Florencia, tra-
suntan la misma preocupación en su con- 3. La catedral y la vida cotidiana
cepción edilicia. Si se observa un dibujo Señala Daniel-Rops que la catedral era
medieval de París, se nota cómo las to- la casa del pueblo, no por cierto en el sen-
rres truncas de Notre-Dame dominan todo tido político que ha tomado esa expresión,
el espacio urbano. sino en cuanto que en ella el pueblo se
El arte de la Cristiandad 141
Daniel-Rops–; algo de ella penetra en él, ámbito oriental, como puede observarse,
y le hará luego oponerse a las vulgarida- por ejemplo, en los mosaicos de Dafni,
des y a las caídas» (ibid., 471). en Grecia, durante los siglos XI y XII in-
fluyó decisivamente en la Cristiandad oc-
II. Los constructores de la catedral cidental. Ello se hace evidente cuando se
Las catedrales de la Edad Media no apa- contemplan diversas basílicas de Italia del
recieron por generación espontánea. Son norte, como San Marcos de Venecia, o
el producto de un largo período de gesta- también del sur, como las de Palermo,
ción y la expresión más cabal del espíritu Monreale o Cefalú, las tres en Sicilia. Re-
comunitario de la época. firiéndose a estas últimas dice Daniel-Rops
que al contemplarlas uno creería estar en
1. Las fuentes inspiradoras algún barrio de Constantinopla. Cuando
del artista medieval los normandos que se posesionaron de
Más allá del influjo que sobre el artista Sicilia quisieron levantar monumentos dig-
ejercieron la Sagrada Escritura y la natu- nos de la gloria a que ambicionaban, re-
raleza, «los dos vestidos de la Divinidad», currieron no sólo a la técnica de los bizan-
como se decía por aquel entonces, es tinos sino también a sus arquitectos y ar-
posible señalar diversas vertientes que tistas, sin que ello obstara a que aceptasen
confluyeron en la concepción estética del asimismo algunos elementos artísticos que
Medioevo. La primera influencia que se el Islam había legado a la isla en sus 150
puede detectar es la de la cultura clásica, años de dominación. Fue así como Roger
que a través del cristianismo primitivo lle- II hizo construir la llamada Capilla
gó hasta la Edad Media. Porque los pri- Palatina, una de las obras maestras del arte
meros cristianos, apenas se vieron libres de la Sicilia medieval, pletórica de mosai-
de las persecuciones y pudieron salir a la cos rutilantes, de columnas antiguas y de
luz pública, buscaron la forma de edificio techo musulmán, desde donde un icono
que les parecía más adecuada para la ce- de Cristo bendice con abrumadora ma-
lebración del culto, y así adoptaron para jestad. Cuarenta años más tarde, Guiller-
sus iglesias las estructuras edilicias de la mo II edificaba la catedral de Palermo. Y
basílica romana, que era un lugar de re- doce años después, la magnífica basílica
unión para la administración de la justicia de Monreale, como Panteón de la familia
y para los actos públicos. De manera aná- real, bajo la custodia de un Pantocrátor
loga, eligieron para los baptisterios la for- que en nada cede a la grandeza del mejor
ma redonda o poligonal empleada en los Cristo de Bizancio.
ninfeos o en las termas romanas; y para La irradiación de Constantinopla llegó a
los sepulcros copiaron la forma de los sar- regiones muy distantes de la Europa cen-
cófagos paganos. En lo que toca a los pi- tral, como por ejemplo la primitiva Rusia.
sos se recurrió enseguida al mosaico, que Luego de que el Gran Duque de Kiev,
era una costumbre casi exclusivamente Vladimir, logró que sus súbditos se con-
romana, representándose en ellos dibujos virtiesen al cristianismo, su hijo, Jaroslav
simétricos y con mayor frecuencia figu- el Grande, llamado el Carlomagno ruso,
ras de índole simbólica. hizo construir en Kiev una espléndida ca-
Otra vertiente fue la que provenía del tedral, Santa Sofía, cuyos mosaicos del
arte bizantino, Dicho arte, que desde los Pantocrátor y la Panaghia son típicamen-
siglos IX al XI inspiró ampliamente el te bizantinos.
144 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
detener la invasión árabe. Dicho libro, do en ello; ignoraban que los Griegos allí
admirado tanto por el texto como por las habían puesto su noble ritmo y los Sirios
miniaturas que lo ilustran, fue adoptado su pasión, pero respetaban en este arte
por la Iglesia en España y recopiado una antiguo un misterio casi tan venerable
y otra vez, desde el siglo x hasta comien- como el del dogma. Por mucho tiempo
zos del XIII. El hecho de que en el siglo conservaron estas formas grandiosas, y
XI los abades de Cluny ejercieran tanta se puede decir que la Edad Media jamás
influencia en el norte de España, creando renunció del todo a ellas» (ibid., 106). Si
monasterios a lo largó del camino de San- bien, como agrega enseguida, más allá de
tiago, y de que tantos caballeros france- cualquier copia servil, supieron dar un
ses se enrolasen en los ejércitos cristia- toque propio y original a ese legado. Al
nos para compartir la lucha contra los genio de Grecia y de Oriente se agregó el
moros, hizo que los libros y las obras de genio de Occidente (cf. ibid., 109).
arte atravesasen los Pirineos en una y otra
dirección. Entre ellos pasó también de 2. La obra de todo un pueblo
España a Francia nuestro comentario al Cabe preguntarse con Daniel-Rops quié-
libro póstumo de S. Juan, y sus imáge- nes eran aquellos hombres que proyecta-
nes, de colores luminosos, contornos ex- ron esas obras maestras que todavía hoy
traños y atmósfera de ensueño, orienta- encontramos no sólo en las grandes ciu-
ron la imaginación de los artistas romá- dades sino también en perdidas aldeas de
nicos hacia la esplendidez y el misterio. campo. Todavía no se los llamaba arqui-
Dicho influjo es claramente advertible en tectos, como lo hacemos ahora, sino sim-
la fachada de la iglesia de Moissac y en el plemente «maestros de obras» o «maes-
tímpano de Vézelay, lugar este último don- tros de albañiles», o también, y más sim-
de los largos rayos de luz que brotan de plemente, «maestros albañiles». Cuando
las manos del Cristo, tan poco confor- las corporaciones se organizaron, fueron
mes al genio de la escultura, bastarían para inscriptos en el gremio de los «talladores
traicionar su origen miniaturesco (cf. ibid., de piedra», de tan inexistente como era
4-6.16.36-37)*. en aquel tiempo la diferencia que ahora
*El mismo Mâle cree poder afirmar que el establecemos entre artesano y artista, y
pórtico de la abadía de Ripoll, en Cataluña, de tan apareado como iba el respeto al
cubierto de bajorrelieves, que semeja una espe- trabajo manual ya la más elevada inspira-
cie de arco de triunfo, reproduce los dibujos de ción artística.
una Biblia catalana, la Biblia llamada de Farfa
por el lugar donde se conservó durante mucho Los constructores de catedrales eran,
tiempo. Ningún ejemplo mostraría mejor que por cierto, hombres conocedores de su
éste la influencia de las miniaturas sobre la es- oficio, pero también, y al mismo tiempo,
cultura, ya que en Ripoll el artista no sólo se hombres de fe. Cuando proyectaban los
inspiró en ellas, sino que las copió tal cual: planos de las catedrales y trabajaban en
ibid., 37-38.
su construcción a la par de los albañiles,
Tales son las fuentes que inspiraron al sabían que estaban trabajando para la glo-
artista medieval. «Nuestros pintores y ria de Dios. ¿Acaso no era Dios mismo el
nuestros escultores –escribe Mâle–, como gran arquitecto? En la tapa de «La Biblia
verdaderos artistas, sintieron por instinto moralizada», obra que vio la luz en Viena,
la belleza de este legado que les venía de se lo representaba con un compás en la
un pasado tan hondo. No sabían que tan- mano, proyectando el universo entero. Su
tas razas, tantos siglos, habían colabora- arte y su fe eran dos cosas inseparables
146 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
por lo que, como ha advertido Daniel- decoraban los ábsides y paredes de las
Rops, en aquel tiempo se estaba a años iglesias románicas, mientras los laicos tra-
luz de esos artistas modernos que «hacen bajaban a sus órdenes, sin mayor iniciati-
arte sagrado» declarando que no tienen va propia, limitándose a ejecutar estricta-
fe (cf. La Iglesia de la Catedral y de la mente las tareas que aquéllos les enco-
Cruzada… 438-441). «El arte era, para mendaban, con el tiempo fueron los alba-
ellos –escribe Rodin–, una de las alas del ñiles, los pintores, los picapedreros, los
amor; la religión era la otra. El arte y la tallistas quienes condujeron y llevaron a
religión daban a la humanidad todas las término la polifacética obra de las gran-
certidumbres de que tiene necesidad para des catedrales. A este respecto se ha no-
vivir y que ignoran las épocas imbuidas tado hasta qué punto el oficio ejerció un
de indiferencia, esa niebla moral» (Las Ca- papel decisivo en la creación del gótico
tedrales de Francia... 65). ojival.
La fecundidad fue prodigiosa. Las ca- Lo más extraordinario de todo, señala
tedrales brotaban como hongos, aquí y Calderón Bouchet, era la participación
allá, en gozosa emulación. Las iglesias voluntaria, fervorosa y absolutamente
románicas de Ferrara o de Santa María desinteresada de la gente común en la
del Trastevere, en Roma, así como las de edificación de las catedrales, cosa que hoy
Worms, Salamanca o Coimbra son con- nos parece un imposible y utópico sueño.
temporáneas de Poitiers o de Saint-Denis, Cuando la antigua basílica románica de
lo mismo que lo serán más tarde Laon, Chartres quedó destruida a raíz de un
Chartres, Reims o Amiens en Francia, de voraz incendio, se produjo en toda la zona
Orvieto, Siena o la basílica de Asís en Ita- un movimiento unánime y entusiasta.
lia, y las de Rochester o Westminster en Hombres maduros, mujeres, ancianos,
Inglaterra, de las de Frankfurt o Colonia niños, interrumpieron sus labores habitua-
en Alemania. les, abandonaron sus hogares y, con lo
que tenían a su disposición, corrieron a
La construcción de las catedrales puso reparar el santuario asolado (cf. Apogeo
a toda la Cristiandad en ebullición. Una de la ciudad cristiana… 343). Refirién-
suerte de fiebre creadora. Cierto autor ha dose a esta restauración testimonia un con-
observado que un maestro albañil que temporáneo, el abad Aimont: «Se veía a
hubiera comenzado su tarea a los veinte hombres poderosos, orgullosos de su na-
años como aprendiz en las obras de Laon cimiento y de su riqueza y acostumbra-
o de París, y que hubiera llegado a Chartres dos a una vida muelle, uncirse con co-
hacia los treinta, hubiese podido trabajar rreas a un carromato y arrastrar en él pie-
en los comienzos de Reims y vivir sufi- dras, cal, madera y todos los materiales
cientemente como para poder contemplar necesarios... A veces, más de mil perso-
las flechas de Amiens, cuatro obras maes- nas, hombres y mujeres, arrastraban esos
tras (cf. Daniel-Rops, La Iglesia de la Ca- carromatos, de tan pesada como era su
tedral y de la Cruzada… 429-431). carga. Guardaban un silencio tal que no
De los artesanos salieron generaciones se oía la voz ni el cuchicheo de ninguno
de artistas. Si bien es muy posible que al de ellos. Cuando se detenían durante el
principio sólo los monjes estuviesen en camino no se oía más que la confesión de
condiciones de proyectar y hacer cons- sus faltas y una oración a Dios, pura y
truir iglesias, claustros y capillas, de es- suplicante, para obtener el perdón de los
culpir imágenes, y pintar los frescos que pecados. Los sacerdotes exhortaban a la
El arte de la Cristiandad 147
tancia, y que parecen hechas para estar ellos, cómo, por una exacta adaptación a
juntas, aunque totalmente diferentes como su fin, por una gracia en cierta manera
arte y como arquitectura» (ibid., 193). natural, un simple utensilio de hogar, un
Las evoluciones del arte medieval se vaso, un jarrón, una copa de cerveza ad-
explican casi siempre por un progreso quieren verdadera belleza. Es de creer que
logrado gracias a la técnica, o por necesi- no se encontraban en el dilema de sacrifi-
dades reales de la construcción. No se car una a otra, o agregar una para hacer
habrían construido gárgolas –partes es- aceptar otra, según una concepción co-
culpidas del canalón en los edificios góti- rriente en el siglo último» (Lumière du
cos, a menudo con formas grotescas, hu- Moyen Âge... 250).
manas o animales–, si no hubiesen servi- Señala Cohen que muy probablemente
do como canaletas para evacuar el agua los constructores de catedrales no tuvie-
de la lluvia, así como los rosetones góti- ron conciencia de que estaban llevando a
cos no hubiesen tomado la forma carac- cabo obras sublimes. Hacían algo prácti-
terística del estilo flamígero, si no fuese co y necesario para el culto divino. El ilus-
para facilitar también el desagüe, ya que tre medievalista basa su aserto en una
cuando llovía, el agua caída se congelaba constatación histórica, es a saber, el es-
en los ángulos de los rosetones, y con caso eco que aquellas construcciones, que
frecuencia resquebrajaba la piedra (cf. R. suscitan en nosotros tanta admiración y
Pernoud, Lumière du Moyen Âge... 193). resonancias tan profundas, encontraron
Cabría aquí tratar de la relación entre la en las obras literarias de la época. Se hu-
utilidad y la belleza (cf. al respecto la inte- biera esperado un coro de alabanzas a la
resante tesis de Coomaraswamy, que ex- gloria de los arquitectos ya la pericia de
pusimos en nuestro libro El icono, esplen- los albañiles que lograron dar a Dios un
dor de lo sagrado ... 317-320). Los artis- templo tan digno de su poder. Nada de
tas de las catedrales no pretendían hacer eso podemos encontrar. Serán los poe-
algo bello, sino algo útil, que por ser real- tas, los novelistas y los historiadores de
mente tal, era, de hecho, bello. Querían los siglos XIX y XX –los Hugo, los
expresar la verdad –natural y sobrenatu- Huysmans, los Verlaine, los Claudel– quie-
ral– y por eso lo que salía de sus manos nes tejan el elogio de la catedral. Los con-
era necesariamente bello. Por algo la be- temporáneos de aquellas obras tan esplen-
lleza ha sido definida como el esplendor dorosas habrán visto acumularse los ma-
de la verdad. El arte por amor del arte no teriales sin manifestar su admiración, y
existía. Pero la resultante era verdaderos sobre todo, habrán orado en el coro o en
poemas de piedra. «No habrían tenido la las naves, sin imaginar que estaban en un
idea de esculpir gárgolas –escribe R. lugar tan espléndido. Cosas propias de
Pernoud– que no cumpliesen la función épocas de gloria (cf. La gran claridad de
de canales de agua, como no habrían pen- la Edad Media... 76-77).
sado en delinear jardines para el solo pla- Rodin, él sí, no ha ocultado su emoción
cer de los ojos. Su sentido estético les frente a aquellos «admirables obreros que,
permite hacer surgir por doquier la belle- a fuerza de concentrar su pensamiento en
za, pero en ellos la belleza no se encuen- el cielo, llegaron a fijar su imagen sobre la
tra sin la utilidad. Es por otra parte sor- tierra... Los góticos han amontonado pie-
prendente ver con qué facilidad los dos dras sobre piedras, cada vez más arriba,
conceptos de bello y útil se armonizan en no como los gigantes, para atacar a Dios,
El arte de la Cristiandad 149
sino para acercarse a El... Y es el poeta poco aquellos elementos se fueron fusio-
quien ha guiado al maestro de obra y el nando hasta llegar a constituir el primer
que realmente ha levantado la Catedral» arte románico, el de la abadía de Saint-
(cf. Las Catedrales de Francia... 30-31). Foy de Conques y la basílica de San Hilario
Y también: «¡Ah! ¡Proporción! ¡Sínte- de Poitiers, ambas del siglo XI. De la mis-
sis de las artes! ¡Perfección incompren- ma época es el coro de Saint-Sernin de
sible!... Pero ¿dónde estás ahora? El ar- Toulouse, anterior a la primera Cruzada,
tista parece haber perdido hasta la noción más antiguo que la Chanson de Roland.
de tu existencia, desde que ha renunciado Un abanico de iglesias semejantes co-
a edificar el templo de Dios, desde que se menzó a cubrir Europa, desde Cataluña
propone levantar el templo de la vanidad hasta Suiza. Eran edificios de estructura
humana. Y para este nuevo templo quiere sólida y robusta, construidos casi exclu-
materias más preciosas, prodigadas en sivamente con piedra, cuyo exterior se
tantos ornamentos como no se han visto caracterizaba por un sistema de arquerías
jamás. Pero la vanidad proclama la po- ciegas que ornaban la parte inferior de las
breza espiritual del vanidoso. Demasiadas cornisas. A mediados del siglo XI, dichas
molduras en nuestros palacios. La mesu- iglesias se fueron ampliando; sus naves
ra le conviene a la morada del hombre se alargaron y se hicieron inmensas. Por
como al hombre mismo... Nuestra igno- algún tiempo se tanteó en la dirección de
rancia no nos permite ver que nuestras la iglesia redonda, al estilo del Panteón
catedrales son admirables, y por qué, y romano o de la Capilla Palatina de Aquis-
cómo. Y los sacerdotes encomiendan sus grán, pero pronto ese plan fue abandona-
nuevas iglesias a los arquitectos de nues- do casi en todas partes, si bien no defini-
tros cafés cantantes y encargan sus esta- tivamente ya que, cuando a raíz de la toma
tuas de santos a los mercaderes» (ibid., de Jerusalén, los cruzados conocieron en
78-79). Oriente las mezquitas redondas y los tem-
plarios tomaron como sede la célebre mez-
III. La arquitectura de la catedral quita de Omar, que es también circular,
Analicemos ahora, no tanto desde el entonces dicha forma volvió a aparecer
punto de vista técnico cuanto más bien en Europa, como puede verse, por ejem-
mistérico, los dos grandes estilos que gestó plo, en las iglesias del Temple que hoy se
la Cristiandad. Lo haremos ayudándonos conservan en Laon y Segovia. Con todo,
de lo que sobre ello ha escrito Daniel- la iglesia redonda siguió siendo una for-
Rops. ma más bien singular.
El modelo que prevaleció estuvo inspi-
1. El románico rado por la vieja basílica romana, más apta
En el curso del siglo XI, inspirándose para cobijar grandes multitudes, como
en el modo de construir de la época caro- eran las que se dirigían a los diversos cen-
lingia, apareció un nuevo estilo arquitec- tros de peregrinación; una nave central
tónico, que se fue propagando por casi flanqueada por dos o más laterales*. So-
todas las regiones que habían estado en la brias y sólidas, estas primeras iglesias de
jurisdicción del gran Emperador. Tratá- la tradición románica producen ya esa
base de un arte lleno de reminiscencias, impresión de sacralidad y de placidez que
como ya lo dijimos, de Roma, de Bizancio, conservaría siempre dicho estilo. El arte
del Oriente asiático y del Islam. Poco a del siglo XII fue sobre todo un arte con-
150 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
templativo y monástico. No, por cierto, Los templos románicos que han llega-
que todos los artistas de entonces fuesen do hasta nuestros días se nos muestran
monjes, pero los que inspiraban su estilo despojados, robustos como la fe de aquella
y sus temas lo eran casi todos. Con el gente, severos y grises. Así los hemos
tiempo, las naves tenderían a ensanchar- conocido y así los hemos amado. Sin
se y elevarse, mientras que las torres y embargo, originalmente sus muros esta-
campanarios, que en las iglesias paleo- ban pintados, cubiertos de coloridos fres-
cristianas y del primer bizantino solían cos, como todavía lo podemos observar
estar aisladas del edificio, se incorpora- en la basílica romana de San Juan ante
ron ahora al bloque central, integrando en Portam Latinam. Sus altares eran de pla-
adelante su fachada. ta y esmalte, y un crucifijo imponente,
*Cuando la Revolución Francesa destruyó que colgaba en la entrada del coro, domi-
la basílica de San Martín de Tours, la más anti- naba el conjunto con severa majestad.
gua y la más espléndida de todas las iglesias de Entre 1000 y 1200, la Cristiandad se
peregrinación en Francia, hizo desaparecer uno
de esos monumentos-tipos que explican toda cubrió de edificios románicos, desde las
una arquitectura. En efecto, sobre ese santua- más humildes iglesias rurales o capillas
rio se modelaron la mayor parte de las iglesias de templarios construidas en planta rec-
que jalonan el camino de Compostela. La red tangular con ábside semicircular, hasta
de iglesias románicas que va de San Martín de esas enormes basílicas, aptas para aco-
Tours a Santiago de Compostela, muestra has- ger a miles de peregrinos. Brotaron igle-
ta qué punto el camino de Compostela fue la
gran ruta del arte (cf. E. Mâle, L’art religieux sias en Francia, Alemania, España, Italia,
du XIIe siècle en France... 299-301). Inglaterra. Todas eran del mismo estilo, y
sin embargo muy diversas entre sí. Tan
En cuanto a la techumbre, fue al co- románica es Santiago de Compostela como
mienzo de madera, a dos aguas, con vi- San Sernin de Toulouse, San Ambrosio
gas que se apoyaban sobre ambos mu- de Milán, San Zenón de Verona, las cate-
ros. Pero luego, y sobre todo en orden a drales de Durham y Módena, San Miniato
ensanchar la nave, los arquitectos romá- de Florencia, y tantas otras... Algunos
nicos recurrieron frecuentemente a dos estudiosos han intentado clasificarlas por
tipos de bóvedas heredadas de Roma: la escuelas, otros han querido catalogarlas
llamada «bóveda de cuna», que es sim- por regiones. Labor infructuosa quizás.
plemente un techo en forma de semicír- Tratóse más bien de un magnífico poema
culo, y la «bóveda de aristas», que se de- en que cada región pronunció su estrofa
fine como la línea de intersección de dos original.
planos en forma de cuna, de lo que resul-
tan cuatro compartimentos, cada uno de Así fue el románico, primera expresión
los cuales se apoya por su base sobre arquitectónica del arte medieval. Con fre-
sólidos soportes. Porque el defecto de la cuencia se ha considerado al gótico como
bóveda romana era el inmenso peso de su el estilo propiamente medieval, en detri-
mole, para contener el cual no quedaba mento del románico. Mas ello no es así.
otro recurso que reforzar los muros, ha- Ambos estilos son típicamente medieva-
ciéndolos anchos y fornidos, de un me- les. Si la iglesia gótica simboliza el vuelo
tro y medio o dos, lo cual no permitía vertical del alma mística hacia Dios, la
casi la apertura de ventanas para el ingre- iglesia románica, en cierto modo horizon-
so de la luz. tal, expresa el carácter peregrino y viril
de la Iglesia militante. Esta arquitectura
El arte de la Cristiandad 151
bodegas. «Pero, y ahí está el misterio del que en el interior se encontraban de algu-
arte, la invención técnica se produjo en el na manera aprisionadas en el espacio ce-
mismo momento y en las condiciones en rrado, parecen liberarse en la parte exte-
que, por todo un juego de concordancias, rior de modo que, ya sin limitación algu-
y por la coincidencia de aspiraciones, na, se lanzan al infinito. Es el preludio del
podía lograr sus más notables triunfos y gran movimiento de las torres, de alturas
asumir su pleno sentido espiritual» (ibid., hasta entonces jamás alcanzadas (82 me-
450-451). Y así se hablaría de la ojiva, o tros en Reims, 123 en Chartres, 160 en
mejor, del cruce de ojivas, como de un Ulm), y de sus agujas, transfiguración del
símbolo de la plegaria verticalizada: «la trascendentalismo gótico.
ojiva que se cierra como se juntan las No es una de las menores paradojas de
manos». la arquitectura gótica, como bien lo seña-
Quedaba un solo problema: cómo ha- la Daniel-Rops, la de dar la impresión de
cer para que aquellos cuatro pilares sobre un ímpetu hacia el cielo cuando en reali-
los cuales caía todo el peso de los arcos dad su entera estructura edilicia responde
de la ojiva, se mantuviesen sólidamente a un movimiento que va de arriba hacia
en su lugar. La solución fue simple: se los abajo. Toda esa filigrana de vitrales y de
apuntaló desde afuera del edificio, hacien- ojivas reposa sobre cimientos de enorme
do que el peso de la mole fuese recogido volumen, hundidos en el suelo hasta más
y conducido por los arbotantes hasta unos de quince metros. Como cuando se trata
macizos pilares de piedra, los contrafuer- del románico, algunos escritores han que-
tes, bien cimentados en la tierra. Y para rido determinar diversas escuelas dentro
estar todavía más tranquilos, se los cargó del gótico. Se ha hablado así de un gótico
con un peso suplementario, el pináculo, francés, el de Laon, Notre-Dame de Pa-
también de piedra. Fue una solución su- rís, Chartres, Reims, Amiens; de un góti-
gerida por el sentido común: cuando una co alemán, algunos de cuyos exponentes
pared corre peligro de desplomarse, se la serían Naumburg, Bamberg, Strasburg;
contiene con una traba oblicua, y para de un gótico inglés, con Wells, Salisbury;
evitar que ésta se resbale, se recarga lo de un gótico español, el de Zamora,
más posible su punto de apoyo en la tie- Salamanca, Barcelona, León, Burgos,
rra. Analizando la configuración exterior Toledo; de un gótico portugués, en Lis-
e interior de estas catedrales, un especia- boa, Oporto, Evora; de un gótico italiano,
lista del gótico ha señalado que si el espa- el de Siena, Orvieto, Milán... Nos parece
cio interior es todo mística, el exterior del un intento excesivamente libresco y pre-
edíficio es todo escolástica. Pero ello en ferimos resaltar la unidad de un estilo que
íntimo desposorio, ya que la mística del hizo las delicias de la Cristiandad.
espacio interior redunda hacia el exterior, Digamos, para terminar, que aquel arte
hacia esa «escolástica de piedra». Todos casi sobrehumano no lo fue a la manera
los recursos técnicos parecen contribuir de Nietzsche, sino al modo evangélico, y
para expresar dicha idea; los pináculos, por eso siguió siendo profundamente hu-
por ejemplo, no dan la impresión de pesar mano. Nada encontramos en él de colo-
sobre los contrafuertes, sino de integrar- sal, de desmesurado, al modo de los tem-
se en el movimiento ascensional, como si plos romanos de la decadencia. La arqui-
los elementos externos del edificio no hi- tectura, grandiosa por cierto, conserva la
ciesen sino retomar el impulso vertical del dimensión humana, como lo prueba, por
espacio interior. Las fuerzas hacia lo alto, ejemplo, el tamaño que aquellos arquitec-
El arte de la Cristiandad 153
tos asignaron a las puertas de sus cate- iglesias, barrió prácticamente .con cual-
drales y hasta a las gradas de sus escale- quier tipo de escultura, máxime que algu-
ras, siempre a la medida del hombre. Por nos cristianos consideraban a ésta como
eso se experimenta mucha mayor impre- inseparable del paganismo idolátrico. El
sión de majestuosidad en Amiens o en Oriente prefirió decorar sus iglesias y :pa-
Santiago de Compostela que en San Pe- lacios con mosaicos, pinturas y tapices,
dro de Roma, ya que, aunque ello suene a y la primera Europa cristiana, la de la épo-
paradoja, en la inmensidad del monumen- ca de Carlomagno, se puso en dicha es-
to renacentista –espacios y puertas– falta cuela.
esa escala humana. El profundo huma- Fue sólo al fin de la era carolingia cuan-
nismo de la doctrina tomista encuentra en do reapareció tímidamente la escultura,
el gótico su más lograda explicitación. no bajo la forma de estatua sino de bajo-
Tal fue el arte que en la época del Rena- rrelieve, que en su origen no fue sino una
cimiento se quiso estigmatizar calificán- transposición de la miniatura. Recién en
doselo de «gótico», cosa de godos, de el siglo XI la escultura comenzó a germi-
bárbaros, y en el cual Fénelon no veía más nar ya crecer.
que un confuso amasijo de extraños ador- El primer espacio que logró conquistar
nos (cf. Daniel-Rops, op. cit., 443-453). fue el capitel. Hasta entonces éste se ha-
IV. La escultura de la catedral bía contentado con imitar los modelos
corintios, pero ahora comenzaba a reves-
La escultura es hija de la arquitectura. tirse de una decoración geométrica, ve-
No resulta, pues, insólito, que la madre la getal o animal, e incluso humana, si bien
incluyese amorosamente en su ímpetu todavía tosca y como escondida en la pie-
místico y trascendentalista. Abordaremos dra. Luego, cuando el pórtico fue toman-
este tema con cierta extensión, ya que ilu- do mayores dimensiones, comenzó a apa-
mina esplendorosamente el sentido y el recer lo que se dio en llamar la estatua-
simbolismo del arte medieval. columna, es decir, la pilastra que adopta
1. Resurrección y desenvolvimiento la forma humana, como pudo verse qui-
de la escultura zás por primera vez en el pórtico real de
Chartres*. Ulteriormente la escultura ganó
Ya hemos dicho anteriormente que el otras partes del edificio, principalmente
genio griego, genio plástico por excelen- el tímpano, espacio triangular entre las dos
cia, que había logrado conferir a la esta- cornisas inclinadas del frontón y la hori-
tua una belleza incomparable, a partir del zontal inferior o dintel, que ofrecía una
siglo V fue relevado por otro tipo de ge- amplia superficie para la representación
nio, nacido en Siria y en la Mesopotamia, de grandes escenas**.
que predileccionaría un arte nuevo, el cual
*No se olvide la importancia que teman los
acabaría por conquistar el mundo cristia- pórticos por ser el lugar de ingreso al interior
no. Tratábase de un arte puramente de- del templo o recinto sagrado. En uno de ellos
corativo, merced al cual la escultura pa- se lee: Ingrediens templum refer ad sublimia
saría a un segundo plano. No ha de olvi- vultum («entrando en el templo, eleva tu ros-
darse, por otra parte, que el naufragio tro a lo sublime»).
cultural ocasionado por las invasiones **Viene aquí a cuento recordar la famosa
bárbaras, si bien había respetado, en cierto polémica que a raíz de la introducción de estos
grado, la arquitectura, porque el hombre ornatos mantuvo S. Bernardo, especialmente
no puede vivir sin casas ni el cristiano sin con los monjes de Cluny. En los mismos mo-
154 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
mentos en que el abad de Claraval despojaba a tatuas seguían siendo esculpidas en los
las iglesias cistercienses de todos sus adornos, mismos bloques del edificio, pero ahora
Pedro el Venerable, abad de Cluny, hacía cince- parecía como si se evadiesen de ellos,
lar los capiteles y esculpir los tímpanos de sus
monasterios. La elocuencia del ardiente após- desbordando, aunque sólo fuese por los
tol de la austeridad y del despojo no logró per- pliegues de los vestidos, la alineación es-
suadirlo de que la belleza fuese peligrosa; por tricta de las líneas arquitectónicas. Si bien
el contrario, veía en ella, como cien años atrás este cambio trajo consigo que el conjunto
había dicho S. Odón, también abad de Cluny, del monumento perdiera tal vez algo de
un presentimiento del cielo. «El amor del arte – su unidad, con todo la escultura ganó en
escribe E. Mâle– es una de las grandezas de
Cluny, que las tuvo tantas» (L’art religieux du
agilidad, perfección y gracia.
XIIe siècle en France... págs. II-III). El paso de la estatua-columna a la esta-
tua más independiente fue, en cierta ma-
Con todo, aquel arte, todavía elemen- nera, el tránsito de la escultura románica
tal, pero ya tan prometedor, estaba ínti- –la de Vézelay, Autun, Moissac, Santiago
mamente subordinado a la arquitectura. de Compostela y el espléndido pórtico real
El escultor trabajaba para la arquitectura, de Chartres–, la escultura gótica –la de
ningún detalle de ornamentación podía Reims, Amiens, Burgos, Naumburg–, una
desentenderse del conjunto arquitectóni- evolución semejante a la que implicó el
co. Las figuras de los pórticos estaban paso de la arquitectura románica a la gó-
talladas en el mismo bloque que la colum- tica. Había llegado la hora en que la es-
na o la pilastra, a tal punto que cuando los cultura alcanzaría una plenitud insospe-
energúmenos de la Revolución Francesa chada. La estatuaria, bajo la técnica del
quisieron destruir las estatuas de las cate- altorrelieve, se expresaría en variadísimas
drales románicas, no pudiendo separarlas figuras de diversas tallas, que iban desde
de la piedra, tuvieron que destrozarlas a los 20 centímetros hasta los 5 metros,
martillazos. Una de las críticas que se ha ocupando arquivoltas, tímpanos, roseto-
hecho a estas primerizas figuras de los nes, las columnitas de las puertas, las ga-
pórticos, como las de Chartres, por ejem- lerías de las fachadas, los pórticos latera-
plo, es su aparente rigidez, pero los que les, los contrafuertes, los pináculos, los
tal cosa objetan no se dan cuenta que las campanarios... La severidad de la estili-
hacían así adrede, ya que las líneas de las zación bizantina había desaparecido casi
estatuas tenían que sujetarse a las otras por completo para dejar lugar a un nuevo
líneas exigidas por la hilera de columnas realismo, sacro por cierto, pero más cer-
a las que reemplazaban. En esta primera cano a nosotros, a una euritmia de for-
etapa la escultura fue hija sumisa de la mas y de actitudes, donde el ideal y la
arquitectura, y es evidente que a ello se belleza se armonizan de manera admira-
debe la impresionante sensación de uni- ble. La variedad y la gracia se notan, por
dad que suscita la contemplación de aque- ejemplo, en la insinuación de algún gesto,
llas antiguas catedrales. el esbozo de una sonrisa, la inclinación de
Sin embargo, con el correr del tiempo una cabeza o el adivinarse de una rodilla
se fue produciendo un cambio altamente bajo el paño de piedra. La cumbre de este
significativo. Sin traicionar lo más míni- esfuerzo se alcanzó en el Reims del Angel
mo el plan unitario que había presidido la de la Sonrisa, en el pórtico de Amiens con
primitiva manera de construir, los escul- su famoso Beau Dieu, o en el Pórtico de
tores comenzaron a concebir sus obras la Gloria de Compostela con la imagen de
con mayor libertad y autonomía. Sus es- Santiago.
El arte de la Cristiandad 155
cosmos, los minerales, los vegetales, los mo buscar en los unos el secreto de las
animales, y finalmente el hombre. otras» (cf. L’art religieux du XIIIe siècle
En la segunda parte, denominada «Es- en France).
pejo de la Ciencia», tras señalarse hasta No resulta ello extraño ya que la Edad
qué punto la caída original afectó la natu- Media concibió el arte como la expresión
raleza humana y la consiguiente necesi- de la doctrina al tiempo que como cáte-
dad que tiene el hombre de un Redentor dra de la misma. Todo lo que el hombre
para alcanzar su salvación, se explica necesita conocer: la historia del mundo
cómo :aquél puede colaborar en la misma desde su creación, los misterios del cris-
mediante el conocimiento y la acción co- tianismo, la vida y los ejemplos de los san-
tidiana, pasándose luego revista a las di- tos, la diversidad de las virtudes, la varie-
versas ciencias y artes ya los trabajos del dad de las ciencias, artes y oficios, se
hombre. transparentaba en los vitrales de las igle-
En la tercera parte, titulada «Espejo sias, a través de la luz transfigurada, y se
moral», se muestra que no basta con sa- materializaba en las estatuas de los pórti-
ber y con obrar, sino que es preciso com- cos, cuyo ordenamiento jerarquizado no
portarse .de una manera ética, ofrecién- era sino el reflejo del orden admirable que
dose a continuación un detallado estudio reinaba en el mundo de las ideas, según lo
de los diversos vicios y virtudes, en es- había expuesto Sto. Tomás. Por la inter-
trecho parentesco con el análisis tomista mediación del arte, las lucubraciones más
de la Summa Theologica. La obra se cie- elevadas de la teología y de la ciencia lle-
rra con lo que su autor llama el «Espejo gaban confusamente hasta las inteligen-
histórico», donde el sabio dominico ex- cias más humildes.
pone las grandes líneas de la historia de la Recordemos asimismo un dato impres-
salvación que es, en última instancia, la cindible para penetrar en el mundo de la
historia de la Ciudad de Dios. El Speculum iconografía medieval, y es su carácter ale-
maius fue la Enciclopedia del siglo XIII. górico. Tal es una de sus características
Emile Mále afirma que esta obra puede más propias. Su lenguaje es eminentemen-
resultar la guía de consulta más segura te simbólico. Para el hombre de aquel tiem-
para llegar a comprender las ideas direc- po, no sólo los doctos sino también el
trices de la iconografía medieval, espe- pueblo sencillo, la historia y la naturaleza
cialmente en el ámbito de Francia, al que eran un inmenso símbolo. Y consiguien-
dedica su estudio, aun cuando resulta fá- temente lo era también el arte, que las re-
cilmente aplicable al de otras regiones de presentaba: mostraba una cosa, invitaba
la Cristiandad, señalando analogías impre- a ver otra. El artista, habrían podido decir
sionantes entre aquel escrito y los pórti- los doctores, debe imitar a Dios, que ha
cos de las catedrales. Si bien no consta escondido un sentido profundo bajo la le-
que los artistas se hayan inspirado direc- tra de la Escritura. La predilección por el
tamente en esa gran obra literaria, con simbolismo se advertía particularmente en
todo, el hecho de que el «Speculum el ámbito de la liturgia. Véase, si no, aun-
maius» no pertenezca con exclusividad a que tan sólo fuera a modo de ejemplo, los
Vincent de Beauvais sino a la Edad Media comentarios con que Guillaume Durand,
en su totalidad, permite afirmar los deno- prelado francés del siglo XIII, acompa-
minadores comunes. «El mismo genio ha ñaba la explicación de la Santa Misa, don-
dispuesto los capítulos del Espejo y las de hasta las rúbricas se transfiguran. El
estatuas de las catedrales: es pues legíti- simbolismo del culto familiarizaba a los
El arte de la Cristiandad 157
fieles con el simbolismo del arte. un grupo de pájaros pequeños. Por el Bes-
Señala E. Mâle que desde la segunda tia-rio sabemos que la lechuza (nictico-
mitad del siglo XVI, el arte de la Edad rax), que no ve sino de noche, era una
Media se convirtió en un enigma inextri- figura del pueblo judío que prefiere las ti-
cable, precisamente porque habla muerto nieblas a la luz, objeto de burla para los
el simbolismo, entendiéndose la imagen demás. En un capitel de Vézelay se ve un
en una forma muy diversa al modo como personaje que parece avanzar hacia un
la hablan comprendido los medievales. animal compuesto, gallo por delante, ser-
Aparecieron entonces los «técnicos del piente por detrás, lo que llamaban un ba-
arte», quienes intentaron descifrar los pre- silisco. El Bestiario explicaba que ese ex-
suntos «enigmas» de los bajorrelieves y traño animal, que participa de la naturale-
de las estatuas como si se tratase de mo- za del pájaro y de la serpiente, no era te-
numentos de la India. En el pórtico de mible al hombre sino por su mirada, que
Notre-Dame de París creyeron encontrar resultaba letal; sin embargo el fluido mor-
el secreto de la piedra fiosofal, o en su tal que arrojaba no era capaz de atravesar
Zodíaco un argumento en favor del ori- un vidrio, y por consiguiente bastaba con
gen solar de todos los cultos! (cf. L’art cubrirse el rostro con una escafandra para
religieux du XIIIe siècle en France…, poder mirarlo impunemente. ¿Qué es el
pág.II). basilisco, agregaba el Bestiario, sino una
figura del demonio, sobre el que Cristo
Trataremos ahora de aplicar las cuatro triunfó encerrándose en el seno de una
partes del libro de Vincent de Beauvais a Virgen más pura que el cristal?
la iconografía medieval, siguiendo las eru-
Un capitel del claustro de Tarragona nos
ditas explicaciones de E. Mâle.
muestra un zorro tirado en tierra y que
a) La naturaleza parece tan muerto que ]os pájaros revo-
lotean despreocupadamente en torno a su
Si observamos cualquiera de las gran- cadáver. El texto del Bestiario nos infor-
des catedrales, inmediatamente nos llama- ma que el zorro no está muerto, sino que
rá la atención el ver allí representados, no finge estarlo para atraer a los pájaros in-
sólo en los capiteles de las naves sino tam- cautos; cuando éstos están a su alcance,
bién en su parte exterior, plantas diversas se levanta de un salto y los atrapa; ima-
y animales extraños para el europeo como gen de los engaños del demonio que nos
el león, el elefante, el camello, e incluso atrae y nos devora. En otro capitel se ve
fieras exóticas y monstruosas. A fin de un barco dado vuelta, un hombre que se
entender esta fauna tan variada y original cae al mar y un enorme pez al que un
que nos observa desde las catedrales, es nadador trata de atravesar con su puñal.
conveniente recurrir a aquellos famosos Según el Bestiario, la ballena era un ani-
libros del siglo XII denominados «Bestia- mal que engañaba a veces a los navegan-
rios», antologías de fábulas o de relatos tes; imaginándose ver una isla, amarra-
de animales reales o legendarios, con apli- ban allí sus naves y hacían fuego sobre la
caciones a la vida humana e incluso a los espalda del monstruo; de pronto la balle-
misterios del cristianismo, que sin duda na se sumergía, arrastrando la nave y su
influyeron en la decoración de las igle- tripulación al fondo del mar; imagen tam-
sias. En la nave de la catedral de Le Mans, bién de las tretas engañosas del demonio
por ejemplo, un precioso capitel del siglo (cf. ibid., 332-334).
XII nos muestra una lechuza acosada por
158 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
Frecuentemente vemos en las fachadas dicho misterio, pero también por un león
de las catedrales los famosos cuatro ani- acompañado de sus cachorros brincan-
males que, como se sabe, representan a do. «Se cuenta –dice Honorio tras los
los cuatro evangelistas: el león a S. Mar- Bestiarios– que la leona pare cachorros
cos, quien desde las primeras líneas de que nacen muertos, pero tres días des-
su evangelio nos habla de la voz que cla- pués, un rugido del león los devuelve a la
ma en el desierto; el toro a S. Lucas, quien vida. Así Cristo estuvo en la tumba como
comienza el suyo por el sacrificio que muerto, pero al tercer día se levantó, des-
ofrece Zacarías; el águila a S. Juan, por- pertado por la voz de su Padre» (cf. E.
que desde el prólogo se eleva a las alturas Mâle, L’art religieux du XIIIe siècle en
de la divinidad, mirando al sol en la cara; France... 40-41).
y el hombre a S. Mateo, quien abre su Por cierto que no siempre hay que bus-
evangelio con la genealogía de Cristo se- car un sentido simbólico a los animales
gún la carne. Pero también esos cuatro que comparecen en los pórticos o capite-
seres simbolizaban los principales miste- les: leones enfrentados, por ejemplo, o
rios de la vida de Cristo: el hombre re- pájaros con sus cuellos entrelazados, o
cuerda su encarnación, el toro su sacrifi- águilas de dos cabezas. Lo más frecuente
cio, el león simboliza su resurrección, y es que su oficio sea puramente decorati-
el águila su gloriosa ascensión. Según el vo. En esto S. Bernardo tenía razón; di-
Bestiario, el león pasaba por dormir con chos monstruos no son didácticos, ex-
los ojos abiertos. Asimismo podían repre- clamaba con indignación, no están desti-
sentar las virtudes necesarias para la sal- nados a instruir sino a agradar. «Esos
vación: el cristiano debe ser hombre, por- monstruos –comenta Mâle– son el lega-
que ha de ser racional; toro, porque debe do de los viejos paganismos del Asia, y a
inmolarse a sí mismo; león, porque no nosotros nos parecen maravillosamente
puede ceder a la cobardía; águila, porque poéticos, cargados, como están, de los
ha sido llamado a elevarse a las alturas. ensueños de cuatro o cinco pueblos que
Eso es lo que enseñaba la Iglesia sobre el se los transmitieron unos a otros durante
simbolismo de los cuatro animales (cf. E. miles de años. Ellos introducen en la igle-
Mâle, L’art religieux du XIIIe siècle en sia románica la Caldea y la Asiria, la Persia,
France... 36-37). Una sola de esas expli- el Oriente griego y el Oriente árabe. Toda
caciones, la relativa a los evangelistas, so- Asia aporta sus presentes al cristianismo,
brevivió a la Edad Media. Las otras des- como antaño los Magos al Niño» (L’art
aparecieron en la época de la Reforma. religieux du XIIe siècle en France... 363).
La enseñanza de los Bestiarios penetra- De modo que, abstracción hecha de
ron en el acervo del clero de la Edad Me- ejemplos muy precisos, en que la influen-
dia por un libro de Honorio de Autun, au- cia simbolizante de Honorio de Autun y
tor del siglo XII, que llevaba por titulo de los Bestiarios resulta incontestable, las
Speculum Ecclesiæ, antología de sermo- figuras de animales que aparecen en las
nes para las principales fiestas del año (PL iglesias revisten un carácter meramente
172. 813-1108). Diversas figuras de las decorativo. O en alguna circunstancia
catedrales pueden explicarse a la luz de particular pueden aludir a un hecho histó-
esa obra. Por ejemplo en Lyon se encuen- rico determinado, como por ejemplo las
tra un medallón de la resurrección del 16 estatuas de bueyes que se encuentran
Señor, que está flanqueado por la escena en Laon, presumiblemente puestas allí
de Jonás y la ballena, conocida imagen de para perennizar el recuerdo de los bueyes
El arte de la Cristiandad 159
infatigables que durante varios años estu- de los conocimientos que éste podía ad-
vieron transportando desde la llanura a la quirir, aparte de la revelación. Y por enci-
cumbre de la acrópolis las piedras de la ma de ellas, la filosofía, su corona. Los
catedral. Pero este es un caso muy espe- medievales no dejaron de esculpir estas
cial. Por lo general, los artistas recurrie- siete u ocho Musas en la fachada de sus
ron a los animales para adorno de la casa catedrales, generalmente bajo la forma de
de Dios. La iglesia era el resumen del jóvenes llenas de circunspección, majes-
mundo (cf. E. Mâle, L’art religieux du tuosas como reinas, cada una llevando en
XIIIe siècle en France... 54-56). sus manos los atributos propios de su
Asimismo en las catedrales se encuen- especialidad, de simbolismo claro, sin
tran a veces, como en los misales o en duda, para sus contemporáneos, aunque
los Libros de Horas, figuras de dragones no siempre para nosotros. Nos impresio-
con cabeza de obispos, un mono disfra- na verlas en la catedral de Chartres; en
zado de monje... La risa no fue proscripta ninguna parte las siete musas fueron más
de la Edad Media. No en vano Dante re- honradas que en ese centro intelectual.
servaba un círculo del infierno «para los También en la catedral de París, Que vio
que lloraron, cuando pudieron ser felices» crecer a su sombra la joven Universidad
(ibid., 59-61). (cf. ibid., 75.81-82).
A las figuras de las siete Artes y de la
b) El trabajo, las artes y las ciencias Filosofía, ulteriormente se agregaron al-
Ya hemos señalado poco antes el lugar gunas otras, como la que representa a la
que tenían en las catedrales los calenda- Medicina, por ejemplo en Laon, o la Ar-
rios de piedra, admirablemente esculpidos quitectura, en Chartres, esta última bajo
en sus portales, como los encontramos la forma de un hombre que tiene en sus
en Chartres, Amiens, Reims, Ferrara, ca- manos la regla y el compás. Semejante
racterizando los distintos tiempos del año, esfuerzo por ampliar el marco un tanto
en base a la diversidad de las actividades estrecho del trivium y el quadrivium, des-
agrícolas. En esos pequeños recuadros, cubre el anhelo de cobijar en la catedral
obras de verdadera poesía, el escultor todo conocimiento, toda ciencia, toda arte
cristalizaba los gestos permanentes y rei- (cf. ibid., 92-93).
terados del hombre común. Recordemos
que los artistas de las catedrales no vi- c) El combate interior o la moral
vían lejos de la naturaleza. Al pie de las Esta parte del Speculum maius se refle-
murallas de las pequeñas ciudades de la ja también en las catedrales del Medioe-
Edad Media comenzaba el campo, las lla- vo. Es cierto que el tema de la lucha espi-
nuras, las tierras aradas y sembradas, el ritual, medular en el Evangelio, ya había
noble ritmo de los trabajos virgilianos (cf. tomado forma literaria en el famoso poe-
ibid., 65-66). ma que redactara Prudencio, español del
Mas no sólo el trabajo dignificaba al siglo IV, el primer poeta cristiano, bajo el
hombre, y merecía por ello figurar en las título de Psycomachia, donde el autor
catedrales, sino también, y aún en un gra- describe en versos virgilianos la batalla de
do superior, el saber y la ciencia. Las sie- las Virtudes y los Vicios. Allí vemos al
te artes liberales –el trivium y el quadri- Pudor, joven virgen de armadura resplan-
vium– abrían siete caminos a la inteligen- deciente, recibiendo el choque de la Libido,
cia del hombre, resumiendo el conjunto una cortesana; la Paciencia, reservada y
160 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
que consagra a cada uno de ellos –Adán, veces se incorporaban a esas procesio-
Noé, Melquisedec, Abraham, Isaac, José, nes algunos personajes paganos: Virgilio,
Moisés, David, Salomón son tan conci- por ejemplo, quien recitaba un verso de
sas y claras que hubiesen podido ser pues- su misteriosa égloga: Jam nova progenies
tas en las filacterias de las estatuas co- coelo demittitur alto, o la Sibila, que en-
rrespondientes. En la entrada de las cate- tonaba su acróstico sobre el fin de los
drales, los artistas representaron a los pa- tiempos. Sin duda que cuando los fieles
triarcas ya los reyes que S. Isidoro, en veían pasar a esos actores, reconocerían
continuidad con los Padres anteriores, de- enseguida a los que diariamente contem-
signara como figuras del Salvador. Esas plaban en los pórticos de las catedrales.
estatuas constituyen una especie de ave- Ya la inversa, se puede incluso pensar que
nida simbólica hacia Cristo. Tras los pa- las estatuas de Reims y de Amiens repro-
triarcas y los reyes, que figuraron a Cris- ducen el traje y el aspecto de aquellos
to por los hechos de su vida, la Edad actores sagrados. Más adelante nos refe-
Media representó también a los profetas, riremos al drama en la Edad Media pero
que lo anunciaron con su palabra, sobre recalquemos desde ahora el carácter
todo Isaías, Jeremías y Daniel. Según unificante de la cultura: medieval: el cul-
Mâle, fue el corto tratado De ortu et obitu to, el drama y el arte ofrecen las mismas
Patrum, atribuido al mismo Isidoro de lecciones trasuntan las mismas ideas (cf.
Sevilla, la principal fuente a que recurrie- ibid., 173-174).
ron los artistas para seleccionar a estos Reyes, patriarcas, profetas, finalmente
últimos. Por desgracia, las palabras de los Cristo, el figurado y el anunciado. Quizás
profetas, elegidas para las banderolas de la concreción más notable de este dina-
piedra que hay en cada una de sus esta- mismo de la historia de la salvación la
tuas, han desaparecido por la incuria del podamos encontrar en el pórtico septen-
tiempo, lo que nos impide conocer el trional de Chartres. Hay allí diez estatuas
motivo preciso merced al cual cada uno de patriarcas y profetas, que resumen las
de ellos fue incorporado a la procesión de grandes etapas de la historia del mundo,
los que anunciaron a Cristo (cf. L’art por orden cronológico, al tiempo que sim-
religieux du XIIIe siècle en France... 153- bolizan o anuncian a Cristo. Melquisedec,
163). Abraham e Isaac representan la primera
El pueblo de la Edad Media estaba fa- época de la humanidad, en la cual, para
miliarizado con los profetas. Todos los hablar como los doctores, los hombres
años, durante el tiempo de Navidad o de vivían bajo la ley de la circuncisión. Moi-
Epifanía, los veía llegar en los dramas sa- sés, Samuel y David, representan las ge-
cros bajo la figura de ancianos de barba neraciones que vivieron bajo la ley escri-
blanca, envueltos en largas vestiduras, ta. Isaías y Jeremías, Simeón y Juan Bau-
avanzando en procesión por la catedral. tista representan los tiempos proféticos,
Alguien pronunciaba su nombre en alta que se prolongan hasta el advenimiento
voz, y el aludido daba testimonio de la de Cristo. Finalmente S. Pedro, el último,
verdad, recitando algún versículo de su coronado con la tiara, llevando la cruz y
autoría. Isaías hablaba del tronco que sal- el cáliz, anuncia que Cristo es la plenitud
dría de la raíz de Jesé, David profetizaba de la ley y las profecías y que, al crear la
el reino universal del Mesías, el anciano Iglesia, ha establecido el reino definitivo
Simeón mostraba su satisfacción por ha- del Evangelio. Al mismo tiempo, cada uno
ber visto al Salvador antes de morir. A de aquellos grandes personajes es figura-
164 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
bólica. El nacimiento de Cristo, por ejem- zos del segundo. El arte antiguo repre-
plo, fue representado en Chartres a la sentaba a Cristo clavado en una cruz sun-
manera de un acto sacrificial: obsérvase tuosa, con los ojos abiertos, la cabeza alta,
allí un altar coronado de arcos, sobre el la corona sobre la frente, cual un triunfa-
Niño recién nacido brilla una lámpara ri- dor; el modo de representarlo en el siglo
tual, la cuna es asimilada a un altar y el XIII, sobre todo en sus postrimerías, es
Niño representado como víctima. He ahí menos mistérico y más conmovedor, ya
una lectura teológica de la Navidad. Pero que lo figura con los ojos cerrados, la
fue sobre todo el misterio de la Pasión y cabeza inclinada, los brazos flácidos, aten-
Muerte del Señor el que ofreció al arte las diendo quizás más a la sensibilidad que a
más ricas posibilidades de simbolismo. la inteligencia (cf. ibid., pág. III).
Cristo fue representado en la cruz como Ya desde la antigüedad se tejieron en
el nuevo Adán, de cuyo seno sale la nue- torno al Antiguo y el Nuevo Testamento
va Eva, la Iglesia, figurada al modo de diversas leyendas, o comentarios apócri-
una Reina que recoge en un cáliz la san- fos, muy amados por el pueblo sencillo.
gre y el agua. Otra idea no menos impor- Los artistas no vacilaron en incluirlos en
tante: al morir el Señor, no sólo dio naci- sus representaciones, dando de este modo
miento a la Iglesia, sino que también de- forma estética a las tradiciones popula-
claró caducos los poderes de la Sinago- res. Y así todo se integró en una bella ar-
ga. Por eso los artistas, al representar la monía, escribe Mâle, la palabra del Libro,
crucifixión, pusieron a la Iglesia a la de- el comentario de la Iglesia, y los ensue-
recha de Cristo ya la Sinagoga a su iz- ños del pueblo simple, como si el texto
quierda; de un lado la Iglesia coronada, sagrado no se hubiese podido despegar ni
con un estandarte triunfal en la mano, re- del símbolo ni de la leyenda (cf. ibid.,
cogiendo en el cáliz el agua y la sangre 203).
que brotan del costado del Salvador; del
otro la Sinagoga, con los ojos cubiertos Asimismo, como es obvio, desde el si-
por una venda, teniendo en una mano el glo XII encontramos una pléyade de San-
asta quebrada de su estandarte, y dejando tos en las catedrales, donde se los ve re-
escapar de la otra las tablas de la Ley, presentados con sus propias historias y
mientras la corona cae de su cabeza. Tam- leyendas. En relación con ellos se creó
bién los dos ladrones crucificados a am- una suerte de epopeya comparable a las
bos lados de Cristo fueron considerados Canciones de gesta, que justamente apa-
como símbolos de la Iglesia y de la Sina- recieron entonces. El santo y el héroe,
goga. Se decía que la cruz de Cristo ha- esos dos arquetipos superiores de la hu-
bía sido orientada de tal forma que tenía manidad, fueron celebrados con el mis-
detrás suyo a Jerusalén y delante a Roma; mo fervor (cf. E. Mâle, L’art religieux du
en la hora de su muerte, el Señor daba la XIIe siècle en France... 188).
espalda a la ciudad que mataba a los pro- La catedral de Amiens nos ofrece una
fetas, para mirar a la Ciudad Santa de los muestra global del grande y mistérico es-
tiempos nuevos (cf. E. Mâle, L’art reli- quema iconográfico. Cristo ocupa el pun-
gieux du XIIIe siècle en France... 187- to central de la inmensa fachada. En tor-
196). no a El, gira el Antiguo Testamento, re-
Parece conveniente señalar que las cru- presentado por los profetas, el Nuevo
cifixiones del Medioevo divergen notable- Testamento encarnado en los Apóstoles,
mente de las del primer milenio y comien- la historia del cristianismo aureolada por
166 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
los mártires, confesores y doctores. Pero Mesías a los judíos, la Sibila predecía un
siempre Cristo, en actitud señorial, sigue Salvador a los gentiles, teste David cum
siendo el centro de todo. «Se ve que los Sybilla (cf. ibid., 336-340).
cristianos de la Edad Media tenían el alma Las obras de arte de carácter puramen-
toda llena de Cristo: es a El a quien bus- te histórico –figuras importantes de la his-
caban por doquier, a El a quien veían por toria profana– son raras en las catedra-
doquier. Leían su nombre en todas las les. 8ólo se admitieron si tenían que ver
páginas de la Escritura. Este género de con alguna gran victoria de la Iglesia. Y
simbolismo da la clave de muchas de las así encontramos, si bien en pocas oca-
obras de la Edad Media que, sin él, per- siones, las imágenes de Clodoveo, Carlo-
manecerían ininteligibles» (E. Mâle, L’art magno, Rolando o Godofredo de Bouillon
religieux du XIIIe siècle en France... 159). (ibid., 356-357).
También encontramos en los pórticos El ciclo iconográfico de la historia de
algunas figuras de personas que no per- salvación se cierra con la representación
tenecieron al cristianismo. Es cierto que, del Juicio final, ubicada generalmente en
como lo ha señalado E. Mâle, en líneas la fachada de la catedral*. Según Mâle, el
generales el arte bizantino fue infinitamen- libro en que mejor pudo inspirarse, entre
te más hospitalario que el nuestro con los los que publicaron los teólogos de los si-
grandes hombres del mundo antiguo. En glos XII y XIII, es el que escribió Honorio
Oriente constituyó una firme tradición de Autun, a comienzos del siglo XII, es-
representar en la iglesia a aquellos que pecie de catecismo dialogado que hizo
entre los paganos habían hablado mejor público bajo el título de Elucidarium (PL
de Dios, a aquellos cuyas obras podían 172, 1109-1176). La tercera parte de di-
ser consideradas como una «preparación cho libro está consagrada casi por entero
evangélica». El «Manual del Monte al fin del mundo y al juicio de Dios. (cf.
Athos», cuyas fórmulas provienen cier- E. Mâle, L’art religieux du XIIIe siècle en
tamente de la Edad Media, pide que el pin- France... 371)**. En tales Juicios, bajo
tor represente, juntamente con los profe- la imponente figura de Cristo, juez de la
tas, a Solón, Platón, Aristóteles, Tucídides, historia, se representan las escenas de la
Plutarco, Sófocles. En dichas represen- resurrección de los muertos, la victoria
taciones, cada uno de ellos despliega una de los buenos y la condena de los malos.
filacteria sobre la que se lee una sentencia Suelen presenciar el acontecimiento los
suya relacionada con el Dios desconoci- 24 ancianos del Apocalipsis***.
do. El Occidente fue mucho más parco
*No deja de resultar interesante advertir la
en esta materia. Sin embargo algunos de simbología que se oculta tras la manera que los
aquellos personajes comparecen en las medievales tenían de orientar sus catedrales,
fachadas de las catedrales medievales. En en relación con la historia de la salvación. Por
Chartres, por ejemplo, Cicerón está es- lo general, las iglesias estaban construidas con
culpido a los pies de la Retórica, Aristó- el presbiterio mirando al este y la fachada al
teles, bajo la Lógica, Pitágoras, bajo la oeste. Esta prescripción parece ser de gran an-
Aritmética, y Ptolomeo, bajo la Astrono- tigüedad, ya que se la encuentra en las Consti-
tuciones Apostólicas II, 57 (PG 1, 724). En el
mía. Asimismo no es infrecuente encon- siglo XIII, Guillaume Durand la enuncia como
trar a la Sibila, por cuya boca habla toda una regla que no sufre excepción: «Las funda-
la antigüedad, mostrando cómo hasta los ciones, dice, deben estar dispuestas de manera
mismos gentiles vislumbraron a Cristo. que la cabeza de la iglesia pueda indicar exacta-
Mientras los profetas anunciaban el mente el este, es decir, la parte del cielo donde
El arte de la Cristiandad 167
Un prelado armenio que visitó París a fi- luz y de color. Algo semejante experimenté
nes del siglo XIII dijo que la fachada de asistiendo a la deslumbrante y tradicional
Notre-Dame parecía ser una espléndida fiesta del Palio, que anualmente se cele-
página de un manuscrito iluminado, des- bra en Siena.
lumbrante de púrpura, azul y oro. Volvamos a la catedral y entremos en
Es que el hombre medieval amaba los ella. Sobre el mismo suelo, el piso pone
colores, no sólo en la catedral sino tam- una nota colorida, con sus baldosas rojas
bién en su vida diaria. Los estudiosos de o amarillentas, en las que se dibujan rose-
las costumbres medievales han quedado tones, figuras de animales, representacio-
impresionados por el colorido de las ves- nes históricas o bustos humanos, cuando
timentas. Caminar por las calles o por el no se trata solamente de un decorado or-
campo debía ser entonces un espectácu- namental y geométrico. Según algunos
lo para los ojos. Sobre el telón de fondo estudiosos, habría sido el tapiz oriental,
de las fachadas profusamente pintadas, que se solía extender en el suelo, el mo-
pasearían todas esas personas, hombres delo elegido para la confección de los
y mujeres, vestidas de colores vivos, los mosaicos que cubrieron el piso del san-
clérigos con su ropa negra, los hermanos tuario. Nada más natural, ya que el mo-
mendicantes con sus hábitos grises. Dice saico era también una especie de tapiz,
R. Pernoud que en la actualidad se nos sólo que más resistente que el de tela. Tal
hace difícil imaginar semejante profusión sería el origen de los pisos de las catedra-
de colores, sólo encontrable en raras oca- les en la época románica (cf. E. Mâle, L’art
siones, como en Inglaterra hasta no hace religieux du XIIe siècle en France... 346).
tanto tiempo, con motivo del matrimonio Entre ellos se destacan por su gracia y
de un príncipe o de la coronación de un colorido los famosos pavimentos de mo-
rey, o en algunas ceremonias eclesiásti- saicos con incrustaciones que pueden to-
cas que se desarrollan en el Vaticano. Y davía verse en tantas iglesias románicas
conste que lo que referimos de la Edad de Roma, llamados «cosmatescos», por-
Media no se restringe sólo a los vestidos que sus autores pertenecían a la familia
de gala, ya que incluso los campesinos romana de los Cosmati.
más simples vestían con ropas claras, Otro espacio que recibió color, al me-
rojas, azules. La Edad Media parece ha- nos durante toda la época románica, fue
ber tenido horror de los tintes sombríos. el ocupado por las paredes y el presbite-
Todo lo que de ella ha llegado hasta noso- rio de la catedral, amplias superficies que
tros: frescos, miniaturas, tapices, vitrales, se prestaban para el decorado. El descu-
da testimonio de esa riqueza de colorido brimiento de los tesoros del fresco romá-
tan característico de la época (cf. Lumière nico es de reciente data, pero ha suscita-
du Moyen Âge... 235-236). do un coro de alabanzas por su belleza y
Algo de ello me parece haber podido vis- lozanía. Se han encontrado muchas obras
lumbrar hace pocos años, estando en maestras de dicha pintura casi en todas
Orvieto. Se celebraba allí el día aniversa- aquellas regiones a donde se extendió la
rio del milagro de Bolsena, y con ese arquitectura románica, tanto en San Cle-
motivo desfilaron frente a la catedral, mente de Roma como en la catedral de
pletórica de color, las diversas corpora- Aquileia, el baptisterio de Poitiers, o las
ciones de la ciudad, con atuendos de la pequeñas capillas de Cataluña*. Los te-
época medieval. Una verdadera fiesta de mas predileccionados por los pintores
El arte de la Cristiandad 169
románicos eran, poco más o menos, los les. En la Edad Media se acostumbraba
mismos que eligieron los escultores. A la cubrir las ventanas con una tela o tejido.
Biblia de piedra se agregó así una Biblia Si con la imaginación tendemos un tejido
de color . de Oriente sobre la ventana de una iglesia
*Los frescos del románico catalán que esta- románica, tendremos la ilusión de un vi-
ban en los muros de esas capillas, han sido tral. De hecho, uno de los vitrales más
desprendidos de los mismos y se encuentran antiguos que han llegado hasta nosotros,
ahora en los museos románicos de Barcelona y representa una serie de grifos (animales
de Vich. La belleza de los mismos es estreme- fabulosos del Oriente) incluidos en cír-
cedora.
culos, adorno típicamente oriental. Y así
En la época gótica, a causa de las trans- no sería extraño que los bellos tejidos
formaciones arquitectónicas que dicho bizantinos que encerraban escenas del
estilo trajo consigo, como la casi total Evangelio en un círculo, inspiraran a los
desaparición de los muros y la nueva dis- artistas góticos para que ellos, a su vez,
tribución de las bóvedas, la pintura per- representasen en sus vitrales algunos he-
dió su lugar predominante a favor de los chos de la historia sagrada (cf. E. Mâle,
vitrales que hicieron entonces su apari- L’art religieux du XIIe siècle en France...
ción. 345).
Señala Daniel-Rops que la persistencia La implantación de los vitrales consti-
del románico en Italia, así como las for- tuyó el broche de oro de las catedrales
mas tan peculiares que asumió el gótico góticas, lo que le dio su impronta convin-
en dicho país, tuvieron como resultado cente y recogida. Bien dice Daniel-Rops
mantener en la iglesia vastas superficies que si a una de esas iglesias se le quitasen
de muros. El fresco, que el gótico fran- los vitrales, quedaría una impresión de
cés descartaba a favor del vitral, no te- desnudez y de sequedad, o mejor, de
nía, pues, razón para desaparecer en aque- viudez.
lla región. La pintura mural italiana se ins-
piró no poco en modelos bizantinos, como Los vitrales nos parecen hoy algo sim-
lo hicieron, y cuán gloriosamente, Cima- ple y elemental. Pero su confección su-
bue y Cavallini en el siglo XIII. Pero fue ponía un trabajo sumamente arduo y deli-
sin duda Giotto quien llevó ese arte a su cado, que exigía dibujantes, fundido res
plenitud. Hijo espiritual de S. Francisco, de plomo, talladores de vidrio, y otros
logró transfundir el ímpetu místico del Po- artistas anónimos. No es el vitral, como
verello en su admirable pintura, tal cual algunos podrían creer, una pintura sobre
puede admirarse en la basílica de Asís o vidrio, sino una pintura hecha con vidrios,
en la capilla de la Arena de Padua. Giotto que han sido previamente coloreados e
expresó así, a su manera, en el plano de incluidos en una red de plomo. Había que
la pintura, lo mismo que se habían pro- fundir el vidrio, teñirlo, luego cortarlo con
puesto los arquitectos y los escultores de hierro candente para finalmente montarlo
las catedrales (cf. La Iglesia de la Cate- en grandes «cartones» preparados de an-
dral y de la Cruzada... 475-483). temano.
El gran medio que encontró el hombre El arte del vitral se agregó de este modo
gótico para emplear el color fue, por en- a los ya existentes, tomando parte con ellos
cima de todo, el vitral. Mâle sostiene que en la gran sinfonía contemplativa y misté-
también el origen de éste debe ser busca- rica de la catedral. Así como la arquitec-
do en la imitación de los tejidos orienta- tura y la escultura expresaron lo que los
170 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
Padres de la Iglesia, los teólogos y los nas: Moisés y Aarón ante el Faraón, Moi-
escrituristas habían dicho acerca de las sés recibiendo la ley de Dios, la serpiente
verdades de nuestra fe, de manera seme- de bronce, y finalmente el becerro de oro,
jante lo hacía ahora este nuevo arte. El en una palabra, la insuficiencia de la Ley
conjunto de los vitrales que iluminan la Antigua. Finalmente, en torno al tercer me-
Sainte-Chapelle –once vidrieras inmensas, dallón, que representa al buen samaritano
que sustituyen casi totalmente al muro, conduciendo al herido a la hostería, se ve
algunas de las cuales cuentan con cien la condenación de Nuestro Señor, su pa-
paneles–, construida por orden de S. Luis, sión, muerte y resurrección. ¿Es posible
constituye una ilustración completa de los expresar más claramente la significación
diferentes libros que componen la Biblia, global de la parábola a la luz de todo un
desde el Génesis hasta los Profetas; a la conjunto de correspondencias e ideas
manera de las miniaturas, es quizás la más concertadas?
admirable de las Biblias historiadas. En Encontramos asimismo en los vitrales
otras iglesias góticas encontramos, más numerosas escenas de la vida de los san-
allá de la mera acumulación de historias tos. El pueblo no se cansaba de ver en
bíblicas al estilo de la Sainte-Chapelle, un una u otra forma a sus protectores espiri-
intento por establecer las concordancias tuales, ni tampoco de oír hablar de ellos,
de los dos testamentos. Con frecuencia sea a través de tantos poemas hagiográ-
nos ofrecen el hecho evangélico en un ficos en lengua vulgar, sea de los dramas
medallón central, mientras que los meda- populares, sermones, y sobre todo «le-
llones adyacentes muestran sus figuras yendas áureas», que se leían públicamen-
veterotestamentarias. En este intento se te en las catedrales (cf. E. Mâle, L’art
destaca, una vez más, la catedral de Char- religieux du XIIIe siècle en France... 274-
tres con sus espléndidos vitrales. Chartres 275). No siempre estos vitrales eran
es la concreción misma de la Edad Media inteligibles con facilidad, máxime que a
hecha color. veces se encuentran a gran altura, lejos
Pongamos un ejemplo concreto del de la vista; sin embargo, más allá del bos-
modo como los vitrales ilustran las perí- que de anécdotas, lo que quedaba en pie
copas evangélicas: el del vitral de la cate- era la ejemplaridad del santo que resplan-
dral de Sens que representa la parábola decía en el tornasol de aquellos maravi-
del buen samaritano. Tres medallones en llosos encuadramientos.
forma de rombo, que se destacan muy ¿Quién era el que encargaba los vitrales?
nítidamente en medio de la composición, A veces, un donante generoso. Se sabe,
contienen el relato del Evangelio. Alrede- por ejemplo, que S. Luis ofreció a la ca-
dor de los mismos, se agrupan medallo- tedral de Chartres un vitral que represen-
nes circulares, que ofrecen el sentido tipo- taba a S. Denis, el protector de la monar-
lógico, la glosa agregada al texto. Así, en quía francesa, cuando era entregado a los
torno al primer medallón, que representa leones; S. Fernando de Castilla donó a esa
al viajero cuando es despojado por los la- misma catedral un vitral consagrado a
drones, se ve la creación de nuestros pri- Santiago, el Matamoros. Más frecuente-
meros padres, el pecado original y la ex- mente era una corporación la que ofrecía
pulsión del paraíso. Alrededor del segun- el vitral. En Chartres, 19 gremios dedica-
do medallón, que nos muestra al viajero ron, por sí solos, 47 vitrales. Cuenta Da-
tirado en el suelo entre el sacerdote y el niel-Rops que en París, incluso la «cor-
levita indiferentes, se ven diversas esce- poración» de las prostitutas suplicó al
El arte de la Cristiandad 171
Según se habrá podido advertir, para el siete edades de la vida está bajo la influencia
hombre medieval la música era inescin- de uno de ellos. Pues bien, esta noble sin-
dible de la armonía, y ésta del ritmo, y fonía del hombre y el mundo, este noble
por ende, del número. Hoy nos cuesta concierto que dan a Dios durará siete pe-
entender la importancia que la Edad Me- ríodos de los cuales seis ya han transcu-
dia atribuyó a los números ya su rrido. Al crear el mundo en siete días, Dios
simbología. Junto a las cifras tres y cua- quiso darnos la clave de todos estos mis-
tro, privilegió otros dos números, el doce terios. La Iglesia, por su parte, celebra la
y el siete. Doce es la cifra de la Iglesia sublimidad de los designios del Creador
universal, decían, y Jesús quiso, por ra- cantando siete veces por día sus alaban-
zones trascendentes, que sus discípulos zas en las horas del Oficio divino (cf. E.
fuesen doce. Doce, en efecto, es el pro- Mâle, L’art religieux du XIIIe siècle en
ducto de tres por cuatro. Ahora bien, el France... 9-11).
número tres, que es el de la Trinidad, y,
Nos hemos referido a la música grego-
por tanto, del alma, hecha a imagen de la
riana, también llamada «canto llano», la
Trinidad, designa a todas las cosas espi-
música más congruente con la catedral
rituales. Cuatro, que es la cifra de los ele-
medieval. No podemos alargarnos en exal-
mentos, es –el símbolo de las cosas ma-
tar acá la belleza, profundidad y sacralidad
teriales, del cuerpo, del mundo, que re-
de dicho tipo de música*. Por algo dijo
sultan de la combinación de los cuatro
Mozart, una de las figuras supremas de la
elementos. Multiplicar tres por cuatro es,
música universal: «Yo daría toda mi obra
en sentido místico, penetrar la materia de
por haber escrito la melodía gregoriana
espíritu, anunciar al mundo las verdades
del prefacio de la misa». Rodin ha admi-
de la fe, establecer la Iglesia universal de
rado la integración de esta música en el
que los apóstoles son el símbolo.
espacio catedralicio: «Los acentos saltan
En cuanto al número siete, que los Pa- para unirse musicalmente a la bóveda ar-
dres habían declarado misterioso entre quitectónica. La música y la arquitectura
todos, hacía los encantos del pensador se encuentran, se entrecruzan, se juntan
medieval. Notaban, ante todo, que siete, en elegantes melodías... Las voces se
compuesto de cuatro, cifra del cuerpo, y mueren de piedad. Sílabas latinas, lengua
de tres, cifra del alma, es el número hu- amada» (Las Catedrales de Francia...
mano por excelencia, significando la unión 230-231).
del cuerpo y del alma. Todo lo que se re-
laciona con el hombre está ordenado por *Lo hemos hecho, si bien sucintamente, en
nuestro ensayo La música sagrada en el pro-
series de siete. La vida humana se divide ceso de desacralización, en «Mikael» 9 (1975)
en siete edades, cada una de las cuales 29-64. Si se quiere algo más extenso se leerá
tiene especial relación con la práctica de con provecho la excelente obra de A. Charlier,
una de las siete virtudes, teologales y car- El canto gregoriano, Areté, Buenos Aires,
dinales. Obtenemos la gracia necesaria para 1970.
–el ejercicio de las siete virtudes dirigien- Y en otro lugar: «La música religiosa,
do a Dios las siete peticiones del Padre- hermana gemela de esta arquitectura, ter-
nuestro. Los siete sacramentos nos sos- mina de desvanecer mi alma y mi inteli-
tienen en la práctica de las siete virtudes gencia. Después se calla; pero por largo
y nos impiden sucumbir a los siete peca- tiempo sigue vibrando aún en mi, ayudán-
dos capitales. Los siete planetas gobier- dome a penetrar en la vida profunda de
nan el destino humano; cada una de las toda esa belleza que no cesa de renovar-
174 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
se, que se transforma según los puntos drama estuvieron íntimamente ligados a
desde los cuales se la contempla; despla- la liturgia (cf. E. Mâle, L’art religieux du
zaos un metro o dos, y todo cambia; sin XIIe siècle en France... 132). El pueblo
embargo, el orden general persiste, como que se animó a transformar el Evangelio
la varía unidad de un hermoso día. Las en escultura creó simultáneamente el dra-
antífonas y responsorios gregorianos tie- ma: el mismo genio dio nacimiento al arte
nen también este carácter de grandeza plástico y al teatro (cf. ibid., 137).
única y diversa; modulan el silencio como En sus libros sobre el arte religioso,
el arte gótico modela la sombra» (ibid., Emile Mâle ha expuesto el origen y el de-
190). sarrollo del teatro en la Edad Media. Una
Por cierto que la música medieval no es vez más, apelaremos a su análisis. El dra-
reductible a la sola música litúrgica. Pero ma litúrgico, nos dice, el primero en ver
lo que hemos querido señalar es el influjo la luz, no fue en sus comienzos sino una
de ésta en aquélla. Ya que nuestra tesis es de las formas de la liturgia. No en vano la
que de la catedral se deriva todo el orden Misa, que es el acto culminante del culto,
cultural de la Edad Media. No sería de- reproduce, bajo formas sobrias y veladas,
masiado difícil establecer la continuidad el drama del Calvario. Según el rito anti-
entre la música de la catedral y la música guo de la iglesia de Lyon, el sacerdote,
de los trovadores y juglares. Pero ello después de la elevación, permanecía con
excedería el tiempo de que disponemos. los brazos extendidos, mostrándose como
la imagen misma de Cristo clavado en
VII. El teatro a partir de la catedral cruz. El domingo de Ramos, la Pasión era
Sostiene Cohen que fue la fe la que pre- leída o cantada por algunos recitantes, ya
paró el nacimiento del primer teatro me- la voz grave de Cristo respondía la voz
dieval, el teatro religioso, una de las ma- aguda de los judíos. Durante la Semana
nifestaciones más importantes de la acti- Santa, en el oficio de Tinieblas, uno de
vidad artística de la Edad Media. Desde los ministros asistentes iba apagando, uno
hacía siglos, la noción de teatro había tras otro, los cirios del tenebrario; el aban-
desaparecido por completo. La gente ya dono de Cristo se volvía así sensible a los
no tenía ni idea de la tragedia griega, de ojos y al corazón; cuando no quedaba más
los escenarios, de los coros, de la orques- que un cirio encendido, se lo escondía bajo
ta... Sin embargo, un pueblo no puede vivir el altar, imitándose la deposición de Cris-
sin expresar su interioridad en el teatro, to en la tumba, y un gran alboroto, pre-
como la expresa en ritos, en gestos y en visto por el ritual, resonaba en la iglesia
cantos. El hecho es que el drama reapa- sumersa en la noche; el mundo, abando-
recería en la historia a partir del siglo XI. nado de Dios, parecía volver al caos; de
Un poco antes, en la segunda mitad del repente, el cirio supérstite reaparecía,
siglo X, se había llevado a cabo un ensa- Cristo volvía a hacer su ingreso en el
yo inaugural organizado por los clérigos mundo después de haber vencido a la
en base a los dos principales aconteci- muerte.
mientos conmemorados en el culto, la Re- Resulta natural que el poderoso genio
surrección y la Navidad (cf. La gran cla- que resplandece en los rituales de la Igle-
ridad de la Edad Media... 66-67). Los sia haya pronto dado nacimiento al dra-
preparativos cuajaron en el siglo XII, el ma. Como señalamos recién, fue a fines
gran siglo teológico, cuando el arte y el del siglo X que apareció el más antiguo
El arte de la Cristiandad 175
drama. Pero no pasó mucho tiempo sin réis un testimonio sobre Cristo; ¿acaso no
que la fiesta de Navidad, que tantas reso- está escrito en vuestra Ley que cuando
nancias suscita en la imaginación, tuviese dos hombres dan el mismo testimonio di-
también sus propias representaciones. La cen la verdad? Pues bien, que avancen
materia era abundante: el anuncio a los los hombres de vuestra Ley, y habrá más
pastores, la adoración de los magos, la de dos para convenceros. Dinos, Isaías,
muerte de los inocentes, la huida a Egip- tu testimonio sobre Cristo».
to. Si los dramas de Pascua se destaca- –Isaías. He aquí que una virgen conce-
ban por su carácter triunfal, éstos se dis- birá y dará a luz un hijo y su nombre será
tinguirían por el encanto que suele rodear Emmanuel.
a la infancia. Uno de ellos se representaba «Que se adelante otro testigo. Jeremías,
el día de Reyes, y otro la mañana misma da tu testimonio sobre Cristo».
de Navidad. –Jeremías. Éste es Dios y no hay otro
El primero tenía lugar durante la misa fuera de él. Después de esto fue visto en
de Epifanía. Tres personajes coronados, la tierra y convivió con los hombres.
con vestidos de seda, avanzaban por la «Ya tenemos dos testigos, pero llame-
nave central de la iglesia. Eran los Ma- mos a otros para romper la frente dura de
gos. Caminaban con paso grave, llevan- nuestros enemigos». Y el autor evocaba
do cofres de oro, precedidos por una es- sucesivamente a Daniel, David, Habacuc,
trella suspendida de un hilo. Uno de ellos Simeón, Isabel, Juan Bautista...
señalaba la estrella a sus compañeros: «¡Oh Judíos –retomaba el orador–, ¿no
«Este signo anuncia un rey», decía. Lue- os bastan estos grandes testigos de vues-
go, acercándose al altar, donde según pa- tra Ley, de vuestra raza?
rece se solía poner una imagen de la Vir-
gen con el Niño en sus rodillas, ofrecían ¿Diréis que serían necesarios testimo-
sus presentes, oro, incienso y mirra. La nios sobre Cristo de otras naciones? ¡Y
acción pasó también al arte. En el pórtico qué! Cuando Virgilio, el más elocuente de
de San Trófimo de Arlés, un bajorrelieve los poetas, decía: Ya del alto cielo des-
representa una escena casi idéntica: el ciende la nueva progenie, ¿acaso no ha-
primero de los Magos se arrodilla ante la blaba de Cristo?». Y el predicador tomaba
Virgen, el segundo, volviéndose hacia el de los Gentiles dos testimonios más, el de
que lo sigue, le muestra con el dedo la Nabucodonosor, que habiendo hecho arro-
estrella, y el tercero, levantando la mano, jar en el horno a tres jóvenes advirtió que
expresa su admiración. eran cuatro: ¿No hemos echado nosotros
al fuego a tres hombres ? Pues yo estoy
La otra escenificación se llevaba a cabo, viendo cuatro hombres, y el cuarto tiene
como dijimos, en la mañana de Navidad. el aspecto de un hijo de Dios; y el de la
Dicho día se acostumbraba leer en algu- Sibila, que pronunciaba sus famosos ver-
nas iglesias un sermón atribuido a S. sos acrósticos sobre el Juicio final: Signo
Agustín, donde en forma viva y dramáti- del juicio: la tierra se humedece por el
ca el obispo de Hipona se esforzaba por sudor, del cielo vendrá el rey que perdu-
convencer a los judíos recalcitrantes, re- rará por siglos.
curriendo al testimonio mismo de la Bi- «Oh Judíos –concluía el orador–, creo
blia. «A vosotros, Judíos, os convoco acá que estáis abrumados por tantos testigos,
–exclamaba–, a vosotros que hasta este y que, en adelante, no tendréis nada que
día habéis negado al Hijo de Dios... Que- invocar, nada que responder».
El arte de la Cristiandad 177
A partir de este patético sermón, la Edad Parece innecesario decir que fueron los
Media elaboró un verdadero drama. Pri- clérigos, familiarizados con la lengua vul-
mero se lo recitó en varios lugares, como gar y también con el latín, quienes están
se leía la Pasión el día de Ramos, luego se en el origen de las primeras expresiones
lo escenificó, como se representaba la del teatro medieval, el drama y los miste-
visita de las santas mujeres a la tumba, o rios litúrgicos. Del interior de la iglesia,
la adoración de los magos. Uno tras otro, las representaciones fueron saliendo al
los profetas eran llamados a comparecer atrio del templo, desplegándose allí con
ante los gentiles y los judíos: ellos avan- mayor amplitud diversas escenas de la
zaban y entonaban su respuesta... Luego Escritura. Todo aquello entusiasmaba al
que los profetas, Nabucodonosor y la Si- pueblo sencillo, que durante horas seguía
bila habían pasado, se veía aparecer a con creciente interés aquellos episodios
Balaam montado sobre su asna, anuncian- que ya conocían. Cada personaje tenía
do que una estrella saldría de Jacob. Y así ropaje peculiar y atuendos convenciona-
el asno hizo su entrada en la iglesia. En la les. Se sabía que Cristo debía llevar barba
fachada de Notre-Dame la Grande, de y vestido rojo; que Moisés había de tener
Poitiers, se observan cuatro personajes cuernos en su frente; los Reyes Magos
con filacterias, que recuerdan el sermón se mostraban con vestimentas pintores-
de S. Agustín. cas, al estilo de los persas; para represen-
Aparte de los temas pascuales y navi- tar a la burra de Balaam se recurría a un
deños, el teatro religioso buscó otros asun- ardid: dos hombres se escondían bajo una
tos, por ejemplo, la parábola de las vírge- piel de animal, lo cual permitía que en su
nes prudentes y necias, cuya escenifica- momento la burra pronunciase su profe-
ción debió ser impresionante. Se la em- cía; Zaqueo, el de baja estatura, debía
pezó a representar en las iglesias romá- subirse a un árbol para ver pasar a Jesús,
nicas. El templo estaba en penumbras. lo que provocaba hilaridad general; en
Sólo brillaban las cinco lámparas de las cambio, cuando Cristo expiraba sobre la
vírgenes prudentes. En vano las vírgenes cruz, la gente contenía su aliento (cf.
necias pedían un poco de aceite a sus Daniel-Rops, La Iglesia de la Catedral y
compañeras, en vano iban al que lo ven- de la Cruzada… 83). El hecho es que,
día. Era tarde. Caminaban lentamente, como afirma Cohen, «se creó un teatro
repitiendo un triste lamento: «Dolentas! religioso tan augusto y tan vigoroso como
Chaitivas! Trop i avem dormit!». Pero, la tragedia griega» (La gran claridad de
sin embargo, todavía no habían perdido la Edad Media... 74).
la esperanza, suplicando al esposo que les En el siglo XIII comenzó a desarrollar-
abriera la puerta. Al fin éste aparecía: «No se el teatro profano, si bien el teatro reli-
os conozco», les decía. «Ya que no te- gioso siguió conservando el primer lugar.
néis luces alejaos del umbral... » Venían Y mantuvo vigencia por bastante tiempo
los demonios y las llevaban a las tinieblas. ya que, aun durante el siglo XV, en mu-
También este drama pasó a los bajorrelie- chas partes había compañías que escenifi-
ves, donde se ve a las vírgenes necias con caban, de año en año, el mismo misterio
las lámparas boca abajo, derramando el sagrado. La pasión de Oberammergau, que
aceite (Puede encontrarse un análisis de- se sigue representando hasta nuestros
tallado de los diversos dramas en E. Mâle, días, es una forma muy auténtica de esta
L’art religieux du XIIe siècle en France... tradición medieval. Preparada con minu-
125-148). ciosidad, se convirtió en una obra colec-
178 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
tiva en la cual participaba toda la ciudad y cogidas en las «Canciones de Gesta» (cf.
que, como hoy, atraía espectadores des- ¿Qué es la Edad Media?... 102, nota 19).
de sitios lejanos.
VIII. La literatura
Los actores, exclusivamente varones, en relación con la catedral
provenían de todos los estamentos de la
sociedad, incluido el eclesiástico. Los días También la literatura nació en buena
en que tenían lugar aquellas representa- parte del ambiente de los misterios hasta
ciones, se cerraban todos los negocios, y que llegó a adquirir consistencia propia.
la gente se agolpaba para ver pasar a los 1. De la literatura en latín
actores en procesión hacia la plaza ma- a la literatura en lenguas romances
yor donde se había construido un gran
Desde el gran poeta hispano, Prudencio,
escenario, a veces de cien metros de an-
de la época patrística, cantor apasionado
cho, con varios escenarios menores, se-
de las gestas de los mártires, hasta los
gún el método teatral de la escenificación
poetas medievales, hay una serie no inte-
simultánea. «Nunca, después de la Edad
rrumpida de escritores en lengua latina
Media –escribe d‘Haucourt–, el teatro
cuyas composiciones alcanzaron un gra-
volvió a tomar ese carácter que tenía en
do excelso de belleza. Destaquemos los
los tiempos de los griegos, de arte para
himnos Vexilla Regis prodeunt, Veni
todos, de arte donde un pueblo entero,
Creator Spiritus, y sobre todo las secuen-
desde el pequeño hasta el más grande,
cias Victimæ paschali laudes, o Veni
desde el simple hasta el sabio, podía co-
Sancte Spiritus. Si ya no podemos atri-
mulgar en una misma celebración gran-
buir a S. Bernardo, como antes se creía,
diosa. El Renacimiento habría de separar
a la “élite” del pueblo, mientras que la Edad el encantador Iesu, dulcis memoria, no por
eso vale menos. Recordemos también el
Media había llevado a escena los grandes
conmovedor Stabat Mater, de Jacopone,
problemas del destino humano, encarna-
dos en una historia conocida, cruda y el Dies iræ, de Tomás de Celano, verda-
deras perlas de la poesía medieval. Y qué
comprendida por cada uno, y que consti-
decir de las composiciones de Sto. To-
tuía la base misma de la civilización; de
ahí la perfecta integración de los actores más para el oficio de Corpus Christi: la
secuencia Lauda Sion Salvatorem y los
y el público, y su profunda resonancia en
himnos Pange lingua, Sacris solemnis,
el corazón de todos» (La vida en la Edad
Media... 57-59). Verbum supernum, así como ello Adoro
te devote, donde la teología se desposa
De manera semejante a la música, el con la poesía.
teatro, que nació en y de la catedral, fue
adquiriendo autonomía, aunque sin per- El catálogo es inacabable. Pero mien-
tras florecía la poesía religiosa, otros au-
der del todo su raigambre sacral, siendo
tores, a veces incluso clérigos, se dedi-
practicado a menudo en las escuelas y en
las universidades, con fines educativos. caban a expresar, en versos latinos, el
fondo mundano y sensual que emanaba
Señala R. Pernoud que la palabra «ges- del viejo paganismo, exaltando los place-
te» fue una de las palabras claves de la res de la vida, el amor sin control y la
Edad Media. «Geste», en francés, signi- bebida, sin obviar la burla, aun de lo más
fica a la vez gesto y hazaña. El juego de santo. Era la literatura llamada «goliarda»,
palabras hace referencia tanto al gesto a que aludimos en una conferencia ante-
teatral como a las hazañas medievales re- rior. El nombre de «Golías» viene proba-
El arte de la Cristiandad 179
grinos que se dirigían a Roma, ante la fa- no jugase su papel, ni sociedad, universi-
chada de esa catedral (cf. E. Mâle, L’art dad, asociación o confraternidad donde
religieux du XIIe siècle en France... 269). no tuviese acceso; se aliaba a las funcio-
El siglo XII fue el gran siglo épico, el si- nes más serias: algunos poetas goberna-
glo de la «Tabla Redonda» y del «Santo ron condados, como Guillermo de
Grial». Aquitania o Thibaut de Champagne; otros
Señala el mismo autor que los caballe- gobernaron reinos, como el rey René de
ros franceses que cruzaban los Pirineos Anjou o Ricardo Corazón de León; otros,
para ir a rezar en la tumba de Santiago, como Beaumanoir, fueron juristas y di-
no pocas veces se quedaban en España y plomáticos; incluso se pudo ver a un Fe-
se enrolaban en las filas del Cid. El cami- lipe de Novara, asediado en la Torre del
no de Santiago, en buena parte organiza- Hospital con unos treinta compañeros,
do por Cluny, es inseparable de la Cruza- escribir a toda prisa, para pedir auxilio,
da española de la Reconquista, que incluía no un llamado de socorro, sino un poe-
a antiguos héroes francos como Carlo- ma... Decir versos, o escucharlos, apa-
magno, Rolando y sus pares. Para man- recía como una necesidad inherente al
tener en alto el espíritu combativo, Cluny hombre. Hoy ni siquiera podríamos ima-
no dudó en adoptar las canciones de ges- ginarnos a un poeta instalándose sobre un
ta que entonaban los juglares. De la pere- tablado, ante una barraca de feria, para
grinación de Santiago y de la guerra de declamar allí sus obras; espectáculo que
España nació la Chanson de Roland (ibid., entonces era común. El campesino deja-
292). ba su trabajo, el artesano su taller, el se-
ñor sus halcones, para ir a escuchar a un
Con justicia, por tanto, se puede afir- trovador o a un juglar. Jamás quizás, sal-
mar que la literatura en lengua profana vo en los más hermosos días de la Grecia
nació, sustancialmente, en el regazo de la antigua, se manifestó tal apetito de ritmo,
Iglesia, ya la sombra de la catedral. Sin de cadencia y de bello lenguaje» (Lumière
embargo, con el correr del tiempo, fue du Moyen âge... 138-139).
tendiendo a emanciparse, e incluso de
manera abusiva, como lo prueban ciertas Los juglares que aparecen en los capi-
«novelas» que comenzaron a difundirse, teles o fachadas de las catedrales son re-
muy poco coherentes, por cierto, con el presentados recitando poemas o cantan-
espíritu del Evangelio. Ningún ejemplo do epopeyas; en uno de esos capiteles se
mejor de ello que la llamada «Roman de la ven tres personajes, uno tocando la viola,
Rose», que Daniel-Rops califica de «obra otro el arpa, mientras el tercero, con la
maestra de erotismo anticristiano» (cf. La mano levantada, parece recitar. Es que en
Iglesia de la Catedral y de la Cruzada… los grupos de juglares que se entremez-
424). claban con la gente a lo largo de las rutas,
había músicos, cantores, rapsodas, qui-
2. Carácter popular de la literatura zás incluso poetas, así como danzarines
y acróbatas. En un capitel románico se
Escribe R. Pernoud: «La poesía ha sido puede observar, en medio de un grupo de
la gran ocupación de la Edad Media y una juglares que tocan toda clase de instru-
de sus pasiones más vivas. La poesía rei- mentos, una mujer que se mantiene en
naba por doquier: en la iglesia, en el casti- equilibrio sobre la cabeza. Como se ve,
llo, en las fiestas y en las plazas públicas; estos músicos, recitadores, equilibristas
no había festín sin ella, ni festejo donde incluso, tenían un lugar tan destacado en
El arte de la Cristiandad 181
antonomasia. Así edificó cum pondere et peya, lo que los místicos habían musitado
mesura su catedral invisible. Fue, con Sto. en sus plegarias, los arquitectos al levan-
Tomás, el gran arquitecto del siglo XIII tar sus naves al cielo, los teólogos al ela-
(cf. L’art religieux du XIIIe siècle en Fran- borar los monumentos de sus especula-
ce... 12-13). ciones, y los Cruzados al ofrecer su san-
Como se sabe, el Dante eligió a Virgilio, gre (cf. La Iglesia de la Catedral y de la
representante de la tradición clásica, como Cruzada... 752-753)*. Y también: «Era
guía de su peregrinación espiritual y de preciso que a las summas teológicas, a las
su peregrinación literaria. summas filosóficas que había realizado la
Tu se’lo mio maestro e il mio autore Edad Media ya aquellas otras summas plás-
tu se’ solo colui, da cui io tolsi ticas que son las catedrales se añadiese
lo bello stile che m’ha fatto honore.
una summa poética, para que la figura se
completase; y aquel hombre la constru-
Ni deja de ser significativo que cuando yó» (La Iglesia de la Catedral y de la
tiene que pensar en alguien para que lo Cruzada... 743).
conduzca hacia la Virgen, ponga su con-
fianza en S. Bernardo, la expresión más *E. Mâle ha destacado el carácter armonioso
del genio de Dante. Su Paraíso y los Pórticos
pura de las virtudes que exaltó la Cris- de Chartres son sinfonías. Ningún arte merece
tiandad medieval. ser definido más justamente que el del siglo
«De esta forma –escribe C. Dawson–, XIII, «una música fijada» (cf. L’art religieux
el gran poema de Dante es una síntesis du XIIIe siècle en France… 21).
final de las tradiciones literaria y religio- ***
sa, que incluye los elementos vitales to-
dos de la cultura medieval. Teología cris- Hemos tratado de mostrar cómo en la
tiana y ciencia y filosofía árabes; cultura Edad Media las diversas artes brotaron del
cortés de los trovadores y tradición clási- ámbito sagrado, tenían raigambre sacral.
ca de Virgilio; misticismo de Dionisio y Es lo propio de todas las sociedades tra-
piedad de S. Bernardo; espíritu francis- dicionales, como lo ha probado A. K.
cano de reforma y orden romano; senti- Coomaraswamy (cf. La filosofía cristia-
miento nacional italiano y universalista na y oriental del arte, Taurus, Madrid,
católico; todos encuentran lugar en la es- 1980, passim).
tructura orgánica del pensamiento del Dice Daniel-Rops que algunas veces,
poeta y en la unidad artística de su obra... aunque no con demasiada frecuencia, ha
Es el último fugaz resplandor de la visión sucedido en la historia que una sociedad
de la unidad espiritual, inspiración, duran- determinada lograra expresarse de una
te novecientos años, de la mente medie- manera cabal en algún monumento o con-
val, y que había dirigido la evolución de la junto de monumentos que condensasen y
cultura medieval desde sus comienzos en resumiesen, para las generaciones futu-
la época de San Agustín y de Prudencio, ras, todo lo que aquella sociedad amaba y
pasando por la de Alcuino y Carlomagno, afirmaba. Por ejemplo en el Partenón se
de Nicolás I y de Otón II, a su más com- concreta el espíritu helénico, en el Kremlin
pleta, aunque imperfecta realización de la de Moscú se condensa lo mejor del alma
Cristiandad del siglo XIII» (Ensayos acer- rusa; en Versalles se nos esclarece la Fran-
ca de la Edad Media... 216-218). cia de Luis XIV; en el Escorial palpita la
Bien dice Daniel-Rops que el poeta supo personalidad de Felipe II. La Edad Media
traducir, en su esplendoroso poema-epo- poseyó también su obra representativa.
184 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
Fueron las catedrales, testimonios privi- «Las catedrales son Francia. Mientras
legiados de su tiempo. Ya decía León XIII las contemplo, siento a nuestros antepa-
en el texto que pusimos de epígrafe a este sados ascender y descender dentro de mí,
libro que si bien es cierto que en el mun- como en otra escala de Jacob» (Las Ca-
do moderno ha desaparecido la Cristian- tedrales de Francia... 77).
dad, al menos las piedras de las catedra- «Siento la savia gótica pasar por mis
les nos siguen hablando de ella con muda venas como los jugos de la tierra pasan
elocuencia. por las plantas» (ibid. 123).
Imaginemos que de todo lo que nos legó «¿Suponéis que cuando os asombra la
la Cristiandad medieval sólo hubiesen sub- majestad druídica de las grandes catedra-
sistido las catedrales, pues seria suficien- les, surgidas a la distancia, es por causas
te para que comprendiéramos aquel mun- naturales y fortuitas, por ejemplo por su
do, al menos en sus líneas esenciales: su aislamiento en la campiña? Os engañáis.
espiritualidad, su ética, su vida laboral, su El alma del arte gótico está en esa decli-
literatura, su política, su mística. Supon- nación voluptuosa de las sombras y las
gamos, en cambio, que todo hubiera lle- luces, que da ritmo al edificio todo y lo
gado a nosotros menos las catedrales, que obliga a vivir. Hay allí una ciencia hoy
no quedasen en pie ni Reims, ni Chartres, perdida, un ardor reflexivo, medido, pa-
ni Colonia, ni Siena, ni Burgos, sería ta- ciente y fuerte, que nuestro siglo, ávido y
rea ardua comprender lo que fue el alma agitado, es incapaz de comprender. Es
de la Cristiandad (cf. La Iglesia de la menester volver a vivir en el pasado, re-
Catedral y de la Cruzada... 425-428). montar a los principios, para recobrar la
«Mientras los doctores construían la fuerza. El gusto ha reinado, en otro tiem-
catedral intelectual que debía abrigar a toda po, en nuestro país: ¡hay que volver a ser
la cristiandad –escribe E. Mâle–, se ele- franceses! La iniciación en la belleza gó-
vaban nuestras catedrales de piedra, que tica es la iniciación en la verdad de nues-
fueron como la imagen visible de la otra. tra raza, de nuestro cielo, de nuestros
La Edad Media puso en ella todas sus cer- paisajes» (ibid., 34).
tezas. Fueron, a su manera, Sumas, Es- «Soy uno de los últimos testigos de un
pejos, Imágenes del Mundo. Fueron la arte que muere. El amor que lo inspiró
expresión más perfecta que hubo jamás está agotado. Las maravillas del pasado
de las ideas de una época. Todas las doc- se deslizan hacia la nada; nada las reem-
trinas encontraron allí su forma plástica» plaza y pronto estaremos en la noche»
(L’art religieux du XIIIe siècle en France... (ibid., 136).
23). La Catedral es Cruzada, Summa, Uni-
versidad, Caballería, Corporación... «Antes de desaparecer yo mismo, quie-
ro por lo menos haber dicho mi admira-
Escolio. La admiración de Rodin ción por ellas; quiero pagarles mi deuda
de gratitud, yo que les debo tanta felici-
El gran viajero que con tanto cariño re-
dad. Quiero celebrar esas piedras tan tier-
corrió las catedrales de Francia, August
namente convertidas en obras maestras
Rodin, a quien reiteradamente hemos ci-
por humildes y sabios artesanos; esas
tado en esta conferencia, nos ha dejado
molduras admirablemente modeladas
sobre las mismas algunas delicadas re-
como labios de mujer; esas moradas de
flexiones con las que queremos cerrarla:
bellas sombras, donde la dulzura dormita
El arte de la Cristiandad 185
La post-Cristiandad
Pregúntase Landsberg hasta qué punto mundos; uno de sus extremos es, sí, te-
el Renacimiento contiene ya la época rreno y humano, pero el otro trasciende
moderna, como quiere Burkhardt, o to- inconmensurablemente la capacidad del
davía la Edad Media. «El orden medieval artista, por genial que sea, a tal punto que
del mundo –responde– ha sido destruido la forma perfecta se vuelve imposible. En
más por la Reforma que por el Renaci- lugar de pretender la perfección de las
miento. Desde Nietzsche no puede pare- formas, el artista cristiano busca expre-
cer ya paradójico presentar en agudo con- sarla mediante una figuración simbólica,
traste la Reforma y el Renacimiento. No transida de nostalgia.
obstante sus aspectos sombríos, especial- Tal fue la tesitura característica de la
mente en los campos político y económi- entera cosmovisión medieval, como se
co, el Renacimiento es algo elevado, es hace patente cuando se compara la arqui-
florecimiento de la Edad Media, aun cuan- tectura gótica con la arquitectura clásica
do lleve en su seno ya, desgraciadamen- de la antigüedad. Mientras ésta alcanza un
te, tendencias de decadencia. De Santo grado supremo de perfección, según la
Tomás a Pico hay un tránsito; de Pico a medida humana e inmanente, como pue-
Kant un abismo. Se puede comparar per- de comprobarse, por ejemplo, en la cú-
fectamente a Santo Tomás con Pico y se pula del Panteón de Roma, aquélla es esen-
pueden caracterizar sus divergencias den- cial y conscientemente imperfecta, ago-
tro de un campo común; en cambio Pico tándose en aspiraciones verticales inalcan-
y Kant pertenecen a distintos mundos» zables, en la inteligencia de que solamen-
(La Edad Media y nosotros... 155- te en el cielo es posible la perfección,
156.160). mientras que acá lo más que se puede
Con gran penetración ha observado hacer es desearla ardientemente, aspirar
Berdiaieff un dato interesante, y es que el a ella nostálgicamente. Y no sólo la arqui-
Renacimiento puso en evidencia la impo- tectura sino también toda la cultura cris-
sibilidad que tenía de realizar las formas tiana es necesariamente imperfecta, puesto
de la perfección clásica en el período cris- que apunta a lo que es inefable y trascen-
tiano de la historia. En efecto, para el es- dente a las posibilidades humanas, no sien-
píritu cristiano es imposible esperar acá do sino una imagen simbólica de lo que
abajo la perfección soñada, tal como el existe más allá de los límites donde se halla
mundo helénico en su apogeo la había lle- encerrada. Berdiaiev piensa que esta he-
vado a cabo, porque su ideal de perfec- sitación del alma renacentista, entre el
ción excede el mundo cerrado e inmanente cristianismo de la nostalgia y el paganis-
y se proyecta al mundo infinito y tras- mo de la perfección, cada uno de los cua-
cendente, jamás alcanzable para las fuer- les lo atrae por su lado, ha encontrado su
zas humanas intrahistóricas. El cristianis- expresión más lograda en las obras de
mo da nacimiento a una actividad crea- Boticelli, el gran artista del Quattrocento
dora cuyos resultados no pueden ser sino italiano. En él se advierte la impotencia de
simbólicos; pues bien, todas las realiza- realizar la perfección en la obra que brota
ciones de este género son necesariamen- del alma de un artista cristiano, la imposi-
te imperfectas, ya que, por excelentes que bilidad, por ejemplo, de hacer una imagen
sean, lo más que alcanzan es a sugerir la «perfecta» de la Virgen. El arte de Boticelli,
existencia de una perfección que se en- al mismo tiempo que encanta, muestra que
cuentra más allá de sus propios limites. el Renacimiento estaba condenado al fra-
El símbolo es un puente tendido entre dos caso en este mundo cristiano que no era
190 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
para él un terreno favorable. Pero quizás Edad Media, a partir del siglo XI. Resultó
se puede decir, y valga la paradoja, que el inevitable que dicho movimiento produje-
Renacimiento debe lo que tiene de gran- ra exaltados, que acabarían en el cisma o
deza a dicho fracaso, puesto que es éste la herejía, como sucedió en el caso de
el que ha dado nacimiento a sus más es- Arnoldo de Brescia o Peter Waldo, de los
pléndidas creaciones (cf. Le sens de l’his- franciscanos llamados «espirituales» –
toire... 116-119). exponentes de tantos ideales religiosos de
A esto se podría objetar que el Cinque- la época, pero que extremándolo todo pro-
cento alcanzó en Miguel Angel y Rafael dujeron las formas más extravagantes de
una perfección de formas más grande. heterodoxia medieval–, de Ockham y
¿No se alcanzó entonces la belleza abso- Wicleff. Sin embargo, considerado en su
luta? Pero según Berdiaieff el arte del si- conjunto, el movimiento fue esencialmente
glo XVI coincide con la decadencia del católico y trajo aire fresco al edificio es-
Renacimiento. piritual de la Edad Media. A veces el len-
guaje era fuerte, inusual en nuestros días,
2. La Reforma como cuando una santa canonizada como
Después del florecimiento extraordina- S. Brígida, no vacilaba en denunciar a un
rio de la actividad creadora en el Renaci- Papa relajado, en términos desmedidos,
miento, la fase siguiente de la evolución, como «asesino de almas, más injusto que
fruto en cierta manera de una dialéctica Pilatos y más cruel que Judas» (Libro I,
interna, fue la Reforma protestante. No Rev. V, c. 41), o como cuando el Dante,
nace ésta, como el Renacimiento, en los apuntando a las graves falencias de la
pueblos europeos del sur, de ascendencia Iglesia, hablaba como si ésta hubiese
romana, sino en los países del norte, prin- apostatado y se hubiera visto privada
cipalmente los de origen germánico, con de la dirección divina (cf. C. Dawson,
un espíritu muy diverso del que signó al Ensayos acerca de la Edad Media…
movimiento precedente. No nos extende- 311-312).
remos en este tema, más conocido de También la Reforma protestante clamó
Uds., contentándonos con remitirlos a contra diversas fallas de la Iglesia, si bien
diversos libros que lo analizan (cf. por desde la vereda de enfrente. Eran fallas
ejemplo J. Maritain, Tres reformadores, verdaderas, como lo reconoce Chesterton:
Ed. Santa Catalina, Buenos Aires, 1945; «Es perfectamente cierto que podemos
R. García Villoslada, Martín Lutero, 2 to- encontrar males reales, que provocaban
mos, BAC, Madrid, 1973, etc). la rebeldía, en la Iglesia Romana anterior
Así como al tratar del Renacimiento, a la Reforma». Pero agrega enseguida:
afirmamos que ya la Edad Media había «Lo que no podemos encontrar es que
conocido un renacimiento desde sus pro- uno solo de esos males reales fuera re-
pias entrañas, también ahora hemos de formado por la Reforma».
decir que el Medioevo, siempre en prose- Sin embargo la Reforma fue más allá
cución del ideal, y nunca del todo satisfe- de la mera denuncia de desórdenes y
cho con los logros alcanzados, se pre- falencias morales en la Iglesia, atentando
ocupó por hacer su propia reforma, su contra su misma doctrina. La Revolución
autorreforma. C. Dawson no vacila en afir- religiosa comenzó con el «libre examen»
mar que la verdadera época de la Refor- de Lutero, erigiéndose el criterio personal
ma no fue el siglo XVI, sino toda la Baja en norma suprema de la verdad cristiana.
La post-Cristiandad 191
En vez de aceptar el hombre las verdades nifican las tres virtudes teologales y las
de la fe tales como fueron reveladas por cuatro cardinales... En rigor nos encon-
Dios e interpretadas y enseñadas por el tramos aquí con un simbolismo a la in-
Magisterio de la Iglesia, su auténtica de- versa, en que no alude lo inferior a lo su-
positaria, convirtió su propia inteligencia perior, sino lo superior a lo inferior. Pues
en «cátedra», aun contra la autoridad de en la intención del autor son superiores
la Iglesia docente. las cosas terrenales; a dignificarlas está
Tal posición significó para la sociedad destinada la ornamentación celeste» (El
europea una grave ruptura de aquella uni- otoño de la Edad Media... 325).
dad de fe que había caracterizado de ma- 3. La Revolución Francesa
nera tan determinante, según dijimos, a la
sociedad medieval. El libre examen intro- Nos explayaremos algo más en este ja-
dujo la primacía de la pluralidad inconsis- lón, por considerarlo de enorme trascen-
tente y efímera, por sobre la unidad de lo dencia en el proceso de la postcristiandad.
permanente y eterno, así como la subor- Lutero había limitado su rebelión al cam-
dinación de la verdad universal a las opi- po religioso. Si bien se resistía a recono-
niones particulares. Fue la rebelión de lo cer que la Iglesia Católica era la prolon-
múltiple contra lo uno, en el campo de la gación de Cristo, en forma alguna negaba
religión, en primer lugar, pero que no de- a Cristo y mucho menos a Dios. La Re-
jaría de tener consecuencias también en volución Francesa franqueará el próximo
el de la filosofía, la política y el entero paso en este movimiento, agregando a la
orden cultural. negación luterana del carácter sobrenatu-
ral de la Iglesia, el rechazo de la divinidad
J. Huizinga, quien, no lo olvidemos, es de Cristo, quedándose con un Dios eté-
protestante, destaca un aspecto interesan- reo y vaporoso, el Ser Supremo, el Gran
te, propio de este momento de la postcris- Arquitecto. Por otra parte, lo que el Re-
tiandad, que nos ayuda a empalmar lo nacimiento había realizado en el campo
acaecido en el Renacimiento con lo que del arte, y la Reforma en el de la vida re-
sucedió en la Reforma, es a saber, la pér- ligiosa, la Revolución Francesa lo exten-
dida del simbolismo que, como también dería a la vida social y colectiva.
señalamos anteriormente, caracterizaba de
manera tan decisiva a la sociedad medie- a) Protagonismo de las ideas
val. «El pensamiento simbólico –dice– fue en la Revolución
consumiéndose paulatina y totalmente.
No son pocos los que identifican la Re-
Encontramos que los símbolos y alego-
volución Francesa con el derramamiento
rías se habían convertido en un juego
vano, en un superficial fantasear sobre la de sangre y la guillotina. Pero eso fue lo
postrero. La Revolución comenzó mucho
simple base de un enlace extrínseco entre
antes, subvirtiendo primero el orden de
las ideas. Pero el símbolo sólo conserva
su valor efectivo mientras dura el carác- las ideas.
ter sagrado de las cosas que hace sensi- Se ha señalado que la Revolución en las
bles. Tan pronto como desciende de la ideas no habría sido capaz de inspirar la
pura esfera religiosa a la esfera exclusi- Revolución en los hechos, si no se hubie-
vamente moral, degenera, sin esperanza ra presentado como la religión nueva, la
de remedio. Los siete príncipes electores, que venía a suplir al cristianismo, con una
tres eclesiásticos y cuatro seculares, sig- cuota de sacrificio y hasta de misticismo,
192 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
mo, etc.–, pasa por su obra. Todos los bueno» de los románticos y revoluciona-
revolucionarios prácticos, desde Marat y rios está en el origen del torrente que hoy
Saint-Just, pasando por Babeuf, Marx, amenaza con destruir los últimos vesti-
Lenin, Bakunin, Trotsky, hasta llegar al gios de civilización (cf. E. Vegas Letapié,
Che Guevara y Mao-Tse-Tung, son tríbu- Romanticismo y Democracia, Cultura
tarios suyos y discípulos confesos o Española, Santander, 1938, 24).
vergonzantes» (Prometeo desencadena-
Rousseau ha expuesto su teoría políti-
do... 28).
ca en «El Contrato Social». Luego de afir-
La doctrina política de Rousseau se basa mar la absoluta libertad inicial del indivi-
sobre un axioma que está más allá de toda duo, describe los encadenamientos que le
discusión, el de la bondad natural del hom- ha impuesto una sociedad despótica, pre-
bre. «No hay perversidad original en el cisamente la sociedad medieval, o lo que
corazón humano», afirma en el Emilio, «el resta de ella, con su Iglesia, sus munici-
hombre es un ser naturalmente bueno..., pios, sus corporaciones artesanales, la
los primeros movimientos de la naturale- universidad, la familia, el ejército, etc.
za son siempre rectos..., todos los vicios Esas cadenas deben ser rotas, esas reli-
que se le imputan al corazón humano no gaciones deben ser truncadas, si el hom-
le son naturales. El mal proviene de nues- bre quiere recuperar su libertad. Tal es,
tro orden social... Ahogad los prejuicios, como dice Díaz Araujo, el segundo movi-
olvidad las instituciones humanas y con- miento de la sinfonía abstracta de
sultad con la naturaleza». He ahí el mito Rousseau. Pero como él no es un anar-
de la inocencia original del hombre, el quista puro, de inmediato quiere recons-
meollo de la nueva religión, el retorno al truir el edificio social que acaba de demo-
Paraíso, pero ahora sin la caída, sin el ler. Y allí empieza el tercer movimiento, el
pecado original, dogma este último que más complejo, que se desarrolla a través
para Rousseau constituía una auténtica de una serie de pasos.
«blasfemia». Según Bargalló Cirio, «esta
visión idílica del hombre y del pueblo, si- «Encontrar una forma de asociación –
tuados en sí mismos más allá del bien y escribe Rousseau– que defienda y proteja
del mal, y sólo corrompidos por la cultu- con toda la fuerza común la persona y los
ra, el prejuicio religioso o el despotismo bienes de cada asociado, y por la cual cada
político, ha construido el mito más vigo- uno, uniéndose a todos, no obedezca sin
roso donde se nutrió el pensamiento re- embargo más que a sí mismo y perma-
volucionario» (J. M. Bargalló Cirio, Rous- nezca tan libre como antes. Tal es el pro-
seau. El estado de naturaleza y el roman- blema fundamental al que el Contrato So-
ticismo político, V. Abeledo, Buenos Ai- cial da solución». ¿Cuál es la solución?
res, 1952, 53-54). Lo que comenta Díaz «Cada uno de nosotros pone en común
Araujo diciendo que la bondad natural, su persona y todo su poder bajo la supre-
ínsita en el «Hombre», se transfiguró para ma dirección de la voluntad general...» Y
los burgueses de la Revolución Francesa, así «dándose cada uno todo entero, la
en la bondad natural del «Pueblo», y para condición es igual para todos, y dándose
los marxistas, en la bondad natural del cada uno a todos no se da a nadie en par-
«Proletariado» (cf. Prometeo desencade- ticular». Esta «voluntad general» es algo
nado ... 41). El reemplazo del hombre mítico, o, como dice Maritain, «especie
«pecador» del cristianismo, observa Ve- de Dios social inmanente, yo común que
gas Letapié, por el hombre «naturalmente es más yo que yo mismo, en el cual me
194 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
pierdo para encontrarme, y al que sirvo hombre que aprende a hacer siempre suya
para ser libre» (J. Maritain, Tres reforma- la voluntad general.
dores, 159). Maritain ha compendiado de manera
La soberanía del pueblo así entendida diáfana el proyecto de Rousseau, presen-
no es la antítesis del despotismo de la ti- tándolo en continuidad con el de Lutero:
ranía, sino de la concepción política re- «Laicizar el Evangelio y conservar las as-
presentada por, la institución monárquica piraciones humanas del cristianismo su-
que privó en la Edad Media, inseparable primiendo a Cristo: tal es lo esencial de la
de su religación .trascendente, que hacía Revolución. Rousseau ha consumado la
del rey el representante de Dios en el or- operación inaudita, comenzada por Lutero,
den político. La soberanía del pueblo se de inventar un cristianismo separado de
planteó, pues, como la antinomia de la la Iglesia de Cristo; es él quien ha acaba-
soberanía de Dios sobre la sociedad. Se do de naturizar el Evangelio; es a él a quien
trata, así, de un elemento esencial en la debemos ese cadáver de ideas cristianas
Revolución. Jeremías Bentham, padre del cuya inmensa putrefacción envenena hoy
utilitarismo radical inglés, declarado por al universo» (Tres reformadores... 171-
la Convención ciudadano francés, en su 172. Para el conjunto del tema cf. E. Díaz
«Tratado de la legislación civil y penal» Araujo, Prometeo desencadenado... 39-53).
afirma: «En ningún caso se puede resistir
a la mayoría, aun cuando llegue ésta a le- b) Contenido ideológico
gislar contra la religión y el derecho natu- de la Revolución
ral, aun cuando mande a los hijos que sa- Tratemos ahora de sistematizar los fun-
crifiquen a su padre». El literato y astró- damentos principales del espíritu revolu-
nomo Bailly decía, por su parte: «Cuando cionario. El primero de ellos es el natura-
la ley ha hablado, la conciencia debe ca- lismo. El Cardenal Pie, que ha penetrado
llarse». Semejante doctrina es el soporte con tanta agudeza el espíritu de la Revo-
del absolutismo más total, sin limite algu- lución Anticristiana (cf. nuestro libro El
no, infinitamente superior al que se pre- Cardenal Pie, Gladius, Buenos Aires,
tendía reemplazar. 1987, sobre todo 269-322), ve en el natu-
Hemos dicho más arriba que esta ideo- ralismo la tesitura primordial de la Revo-
logía acabaría por convertirse en una suer- lución, la ley que rige a sus hombres, im-
te de religión ciudadana, una profesión de pregnando sutilmente todos los ambien-
fe puramente civil, cuyos artículos co- tes de la sociedad. Los que profesan el
rrespondería fijar a la voluntad general. naturalismo encuentran superfluo el or-
Un solo pecado resta en esta nueva so- den sobrenatural, considerando que la
ciedad: apartarse de la voluntad general, naturaleza posee en sí las luces, fuerzas y
ser «faccioso», en cuyo caso el reo po- recursos necesarios para ordenar las co-
drá ser desterrado del Estado o incluso sas de la tierra, el entero orden temporal,
condenado a muerte. y para conducir a los hombres a su meta
Este monismo religioso se hace ines- verdadera, a su destino final de felicidad.
cindible de un tipo determinado de edu- La naturaleza se basta y se convierte poco
cación, aquel que el mismo Rousseau ex- a poco en el horizonte último del hombre
puso en su Emilio, tendiente a formar un inmanentizado. Y lo que falta al individuo,
Hombre Nuevo, es decir, un hombre libre necesariamente impotente como tal para
de las antiguas inclinaciones y valores, un alcanzar la felicidad, según lo demuestra
La post-Cristiandad 195
les. Será Le Chapelier quien en 1790 ob- tiandad. Si la Reforma negó a la Iglesia
tendría dicha resolución de la Asamblea Católica, manteniendo su fe en Cristo y
Nacional Constituyente. De ahí que en la en Dios; y la Revolución Francesa negó
«Declaración de los Derechos del Hom- no sólo a la Iglesia sino también a Cristo
bre y del Ciudadano» no aparezca el «de- como Dios encarnado, aun cuando se si-
recho de asociación» y de reunión. El guiese creyendo en un Dios remoto, gran
hombre quedaba solo, cada vez más solo, arquitecto; el marxismo agrega la nega-
frente a un Estado omnipotente, cada vez ción de Dios, o mejor, engloba la totali-
más omnipotente. dad de la negación: de la Iglesia, de Cristo
y también de Dios.
4. La Revolución Soviética
Ya decía Pío XII: «En estos últimos si-
Es la otra gran Revolución de los últi- glos [el enemigo] trató de realizar la dis-
mos tiempos, en perfecta continuidad con gregación intelectual, moral y social de la
las etapas anteriores. En el siglo XIX era unidad del organismo misterioso de Cris-
opinión generalmente aceptada que las to. Quiso la naturaleza sin la gracia; la ra-
transformaciones económicas de la so- zón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a
ciedad estaban en el origen de los cam- veces, la autoridad sin la libertad. Es un
bios políticos. Marx consagraría esta idea ‘enemigo’ que se volvió cada vez más
en su «Manifiesto Comunista», sostenien- concreto, con una ausencia de escrúpu-
do que la producción y los intercambios los que todavía sorprende: ¡Cristo sí, Igle-
económicos constituían la base –la infra- sia no! Después: ¡Dios sí, Cristo no! Fi-
estructura– de la historia política e inte- nalmente el grito impío: ¡Dios ha muerto!
lectual, y por tanto la historia debía ser y hasta ¡Dios jamás existió!» (Alocución
entendida como una historia de lucha de a la Unión de Hombres de la Acción Cató-
clases entre los explotados y los explota- lica Italiana, 12 de octubre 1952).
dores; si la clase explotada lograba eman-
ciparse, arrastraría en su proceso liberta- El marxismo no es, pues, un aerolito
rio a la entera sociedad. Lo cual es evi- que cae del espacio y se introduce en la
dentemente falso, ya que en el proceso historia, sino que está en perfecta conti-
que caracteriza a toda gran revolución – nuidad con las subversiones anteriores.
como lo hemos visto en el caso de la fran- El mismo Marx ha trazado la genealogía
cesa– primero se produce una transfor- de la Revolución, en completo acuerdo –
mación espiritual; después, provocado por o coincidencia– con los textos de los Pa-
ésta, un cambio en la filosofía social, y pas: «...El pasado revolucionario de Ale-
consecuentemente en la organización del mania es teórico; es la Reforma. En esa
orden político; por último, una mutación época, la revolución comenzó en la cabe-
económica, como resultado de la nueva za de un monje; hoy, ella comienza en la
estructura política. cabeza de un filósofo [Hegel o Feuer-
bach]. Si el protestantismo no fue la ver-
No nos detendremos en el análisis de la dadera solución, fue por lo menos la ver-
revolución soviética. Lo hemos hecho ya, dadera posición del problema... Cuando
y ampliamente, en otro lugar (cf. nuestro rechazo la situación alemana de 1843,
libro De la Rus’ de Vladímir al «hombre estoy, según la cronología francesa, ape-
nuevo» soviético... 183-446). Lo que que- nas en el año 1789».
remos ahora destacar es cómo dicha Re-
volución constituye un jalón fundamental También Gramsci ha señalado las «pa-
en el proceso destructivo de la post-cris- ternidades» del marxismo: el Renacimien-
198 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
dividualista; en Marx, bajo la forma co- dad, las corporaciones, el orden político.
lectivista. Ambas formas han sido engen- Al comienzo, en sus primeras fases, di-
dradas por una sola y misma causa: la cha dispersión fue considerada como si
sustracción del hombre a las raíces tras- se tratase de una liberación de las poten-
cendentes y divinas de la vida. Tanto en cias creadoras del hombre, expeditas aho-
Marx como en Nietzsche se consuma el ra para llevar adelante un juego autóno-
fin del Renacimiento, aunque en formas mo. Mas no fue así, ya que dichas poten-
diversas. Pero en ninguno de los dos ca- cias se vieron constreñidas a subordinar-
sos se ha consumado con el triunfo del se a nuevos engranajes sociales, cuyo
hombre. Después de ellos, ya no es posi- símbolo fue la máquina, a la que debieron
ble ver en el humanismo moderno un ideal someterse. No es ello de extrañar ya que
esplendoroso, ya no es posible la fe inge- «cuando las potencias humanas salen del
nua en lo puramente humano (cf. N. estado orgánico, quedan inevitablemente
Berdiaieff, op. cit., 40-42). sujetas al estado mecánico» (ibid., 43).
Berdiaieff ha caracterizado de dos ma- En relación con este tema señala Thibon
neras el largo proceso de los últimos si- que, a diferencia del hombre de la Cris-
glos. En primer lugar, dice, se ha produ- tiandad, impregnado de las corrientes que
cido un gigantesco desplazamiento del proceden de los otros dos mundos, es
centro a la periferia. Cuando el hombre decir , asentado sobre lo elemental y co-
rompió con el centro espiritual de la vida, ronado con lo espiritual, el hombre mo-
se fue deslizando lentamente desde el fon- derno no sólo ha perdido sus conexiones
do hacia la superficie, se fue haciendo cada con el orden sobrenatural, sino también,
vez más superficial, viviendo cada vez más en buena parte, con la naturaleza misma:
en la periferia de su ser. Pero como el «La sociedad feudal tenía echadas sus
hombre no puede vivir sin un centro, pron- raíces en la naturaleza y en la vida por el
to comenzaron a surgir en la superficie primado de la fuerza y del coraje físico,
misma de su vida, nuevos y engañosos por la pertenencia a la tierra, por la heren-
centros. Emancipados sus órganos y sus cia y el respeto de la ley de la sangre, y
potencias de toda subordinación jerárqui- recibía el influjo espiritual y religioso por
ca, se proclamaron a sí mismos centros el juramento, la fidelidad, el espíritu ca-
vitales, avanzando el hombre, siempre balleresco y todas las formas de sacrali-
más, hacia la epidermis de su existencia. zación del pacto social... La parte más
En nuestro siglo, el hombre occidental se ostensible de la sociedad actual, con sus
encuentra en un estado de vacuidad terri- jerarquías, basadas en el dinero anónimo
ble. Ya no sabe dónde está el centro de la y en el Estado abstracto; sus celebrida-
vida. Ni siente profundidad bajo sus pies. des, agigantadas por la propaganda; sus
Entre el principio y el fin de la era huma- autoridades, brotadas del azar y de la in-
nista, la distancia es formidable y la con- triga, corresponde exactamente al segun-
tradicción aterradora (cf. ibid., 16). do tipo. Vacías de la savia de la tierra y de
Asimismo Berdiaieff considera este la savia del cielo... ¿Cómo extrañarse, en
transcurrir de la modernidad como un trá- estas condiciones, de la proliferación de
gico y secular desplazamiento de lo orgá- flores artificiales? Son las únicas que no
nico a lo mecánico. El fin histórico del necesitan raíces ni savia».
Renacimento trajo consigo la disgregación Proyectemos una mirada teológica a
de todo cuanto era orgánico, la Cristian- este largo y doloroso proceso de abando-
202 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
tema en diversas obras suyas como «La cumbre, los EE.UU, un poco más abajo,
paz perpetua» y sobre todo «La idea de Japón y Alemania, y luego los demás. El
una historia universal desde el punto de mundo se irá convirtiendo en una perife-
vista cosmopolita». El ideal del cosmo- ria planetaria de Nueva York, dividida en
politismo, en el sentido moderno de la pa- una minoría que goza del «amerícan way
labra, apareció por primera vez en el siglo of life» y una mayoría que hace cola es-
XVIII, impregnando el espíritu de las dos perando un paquetito de bienestar. Y en-
revoluciones de dicho siglo, la norteame- tonces, con pocos años de retardo sobre
ricana y la francesa. La idea prosiguió su su «1984», he aquí cumplida la predic-
curso en el siglo XIX y fue retornada por ción de Orwell. Tendremos finalmente el
Teodoro Roosevelt, especialmente en el Superestado, con su gobierno mundial; el
«Destino Manifiesto», donde se dice con ministerio de Economía en alguna parte,
toda claridad: «La americanización del entre Berlín y Tokio; el de Cultura en otro
mundo es nuestro destino». La tendencia lugar, entre París y Los Ángeles; el del
a la mundialización se manifestó también interior, quizás en Washington. Ya no ha-
en el filón socialista, esta vez sobre la base brá más ejércitos, ni soberanías naciona-
del proletariado: «Proletarios del mundo, les; ya no habrá más guerras sino opera-
uníos». Lenin esperaba que el capitalis- ciones de policía, al estilo de la interven-
mo se suicidaría en brazos del socialis- ción norteamericana en Panamá.
mo. No sucedió así sino al revés. Lo que «En ese Estado homogéneo universal –
Dostoievski había predicho: de padres li- escribe Fukuyama en su ensayo– todas
berales, hijos socialistas, hoy se revierte: las contradicciones son resueltas y todas
los hijos vuelven a sus padres. las necesidades humanas son satisfechas.
Las perspectivas no han por ello mejo- No hay lucha o conflicto sobre “grandes”
rado. En uno de sus últimos libros (Wen- asuntos y, consecuentemente, no hay ne-
deszeit jür Europa?) el Cardenal Ratzinger cesidad de generales o estadistas: lo que
escribe: «El derrumbe del marxismo no queda es, principalmente, la actividad eco-
produce de por sí un estado libre y una nómica».
sociedad sana. La palabra de Jesús según Podríamos preguntarnos cuál será la
la cual al puesto de un espíritu inmundo sustancia filosófica del Nuevo Orden
echado vienen otros siete mucho peores Mundial. Pensamos que el ideal del paraí-
(cf. Mt 12,43-45)..., se verifica siempre so en la tierra. No deja de resultar notable
de nuevo en la historia». Y en un reciente que cuando Gramsci intentó definir la
discurso pronunciado en Praga (21 de abril esencia del marxismo, no la hizo residir
1991) el Santo Padre se encarga de aven- en su concepción económica, política o
tar falsas ilusiones, como si el Espíritu social, sino en una suerte de cosmovisión
Santo hubiese vencido juntamente con el en torno a un fundamento que sirve de
capitalismo liberal. Lo único que ha pasa- pedestal para todo lo demás: el principio
do es que «un enemigo» ha caído como de la inmanencia. Pues bien, pensamos
«una de las tantas torres de Babel de la que en este principio podrán comulgar
historia». tanto los ex-marxistas como la burguesía
El actual intento apunta a una sociedad occidental. Al fin y al cabo Marx predicó
mundializada, a una nueva ecumene, una «el paraíso en la tierra « y Occidente lo
réplica de lo que fue la Cristiandad en la trató de traducir en los hechos con Su
Edad Media, pero desacralizada. En la teoría del consumismo hedonístico (cf. a
La post-Cristiandad 205
encuentro armonioso de la autoridad es- Saint-Paul, Paris, 1988, 722). Con ello
piritual y del poder temporal, jerárquica- quiere afirmar que la obra realizada por la
mente asociados, sino de un futuro Esta- Revolución francesa y la Revolución so-
do laico o profano, al que la Iglesia hace viética, al menos en algunos de sus prin-
llegar algunas influencias. Aquella unión, cipales logros, si bien ha sido llevada a
la del Medioevo, es para Maritain algo cabo por racionalistas y comunistas, es
meramente teórico, irrealizable en la his- en el fondo una obra «de inspiración cris-
toria, una doctrina que vale como princi- tiana».
pio especulativo pero no práctico, no fac- Maritain piensa que la ciudad futura, la
tible en la realidad. Ha expuesto tales ideas «Nueva cristiandad», será una síntesis de
principalmente en sus obras «Réligion et la ciudad libertaria americana y de la ciu-
Culture», «Du Régime Temporel», «Hu- dad comunista soviética. EE.UU. aporta-
manisme Intégral», «Primauté du Spi- rá su amor a la libertad, que ya existía en
rituel». el espíritu de los Pilgrim Fathers, si bien
La tesis propugnada por Maritain se basa corrigiendo su peligro de libertinaje y bús-
en un presupuesto fundamental, a saber, queda del lucro, y Rusia aportará su co-
la valoración positiva de la Revolución munitarismo y su mística del trabajo, si
moderna. Para el filósofo francés, el gran bien deberá corregir su totalitarismo co-
proceso histórico que va del Renacimien- lectivista. ¿No se parece esto al Nuevo
to al Marxismo implica un auténtico pro- Orden Mundial de que hablamos poco ha?
greso en una dirección determinada, y si Un cristianismo como fermento y no
bien dicho progreso no es automático y como credo: tal parecería ser la fórmula
necesario, en cuanto que puede ser con- de Maritain en lo que hace al influjo de la
trariado momentáneamente, lo es en cuan- Iglesia en la sociedad. Y ello entendido no
to que hay que creer, si no se quiere virar como «tolerancia» de algo a lo mejor in-
hacia la barbarie, en la marcha hacia ade- evitable, sino como «bendición» de un
lante de la Humanidad. mundo llegado por fin a su mayoría de
Se trata, pues, de asumir el proceso de edad. Su «Nueva Cristiandad» es esen-
los últimos siglos. ¿Cómo hacerlo? A jui- cialmente distinta de la Cristiandad me-
cio de Maritain, junto al cristianismo en- dieval.
tendido como credo religioso, hay un cris- Para Maritain, la Edad Media era inge-
tianismo que es fermento de vida social y nua, con ciertos ribetes infantiles o ado-
política, portador de esperanza temporal, lescentes. Los pueblos de hoy, en cam-
que actúa en las profundidades de la con- bio, han alcanzado su madurez, no nece-
ciencia profana, e incluso anticristiana. Y sitando ya de «tutores», aunque entre és-
así escribe: «No fue dado a los creyentes tos se cuente la Iglesia. Esta mayoría de
íntegramente fieles al dogma católico, sino edad está vinculada con la tesis de la «au-
a los racionalistas proclamar en Francia tonomía que ha alcanzado el orden profa-
los derechos del hombre y del ciudadano; no o temporal, en virtud de un proceso
a los puritanos en América dar el último de diferenciación y que no permite consi-
golpe a la esclavitud; a los comunistas derarlo Como ministro de lo espiritual»
ateos abolir en Rusia el absolutismo del (Humanisme Intégral, en Oeuvres Com-
provecho propio» (Christianisme et pletes, vol. VI, Ed. Univ., Fribourg, Suis-
Démocratie en Oeuvres Completes, vol. se, y Ed. Saint-Paul, Paris, 1984, págs.
VII, Ed. Univ., Fribourg, Suisse, y Ed. 490-491). Quien entre nosotros ha estu-
208 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
eternidad, y que también se encontraba fue capaz de elevar las catedrales, a la in-
en el pasado, porque el pasado miraba a teligencia enciclopédica que supo elabo-
la eternidad y suscitaba lo eterno» (Una rar summas de toda índole, volver a aquella
nueva Edad Media… 11). fuerza matriz que engendró a monjes y
Pero enseguida el pensador ruso agre- caballeros, que puso la fuerza armada al
ga que no se trata de volver tal cual a la servicio no de la injusticia sino de la ver-
Edad Media sino a una nueva Edad Me- dad desarmada, volver al culto a Nuestra
dia, como lo ha dejado en claro al elegir el Señora, ya la valoración del humor y de
título para su gran libro. Nosotros prefe- la eutrapelia.
riríamos decir: no una vuelta a la Edad Tender a una nueva Cristiandad signifi-
Media, cosa imposible en sí, sino una ca hacer lo posible para que la política, la
vuelta a la Cristiandad. Sería ridículo, y moral, las artes, el Estado, la economía,
por cierto que no es eso lo que propicia sin dejar de ser tales, se dejen penetrar
Berdiaieff, pretender un retorno liso y lla- por el espíritu del Evangelio. ¿No signifi-
no a la Edad Media: no podemos volver a cará acaso convertirse en reaccionario
vestirnos como los caballeros, ni restau- incubar un anhelo semejante?, se pregun-
rar el mester de clerecía y los cantos de ta Berdiaieff. Y contesta admirablemente
los juglares. Menos aún nos es lícito ex- que lo que sí podría considerarse como
perimentar nostalgia por los defectos del propiamente «reaccionario» es la volun-
Medioevo. Nuestro anhelo de rehacer la tad de retroceder a un pasado próximo, al
Cristiandad incluye la corrección de los estado de espíritu ya la manera de vivir
errores que mancharon aquella Edad glo- que reinaban hasta el momento de un re-
riosa, y el aprovechamiento de los pro- ciente trastorno. «Así, después de la Re-
gresos técnicos de los últimos siglos, que volución francesa, era extremadamente
de por sí son neutros y pueden ser bien reaccionario querer volver a la organiza-
utilizados. Berdiaieff es categórico: «¿Bajo ción material y espiritual del siglo XVIII,
qué aspecto se nos presenta la nueva Edad organización que había precisamente en-
Media? Es más fácil tomar de ello los ras- gendrado la revolución; pero no era reac-
gos negativos que los rasgos positivos. cionario querer volver a los principios
Es, ante todo, el fin del humanismo, del medievales, a lo que en ellos hay de eter-
individualismo, del liberalismo formalista no, a lo que hay de eterno en el pasado.
de la civilización moderna, y el comienzo No se vuelve a lo que en el pasado es de-
de una época de nueva colectividad reli- masiado temporal, demasiado corruptible,
giosa... He aquí el paso del formalismo pero puede volverse a lo que en él hay de
de la historia moderna, que al fin y al cabo eterno. Lo que en nuestros días debería
nada ha escogido, ni Dios ni diablo, al considerarse reaccionario, sería una re-
descubrimiento de lo que constituye el gresión a esos principios de los tiempos
objeto de la vida» (ibid., 114-115). modernos que triunfaron definitivamente
Aquello a lo que aspiramos es a volver con la sociedad del siglo XIX y que ve-
al meollo de la Cristiandad, a ese espíritu mos hoy descomponerse... El viejo mun-
transido de nostalgia del cielo, a esa cul- do que se descompone y al que no puede
tura que empalma con la trascendencia, a volverse, es positivamente el de la histo-
esa política ordenada al bien común, a ese ria moderna, con sus luces racionalistas,
trabajo entendido como quehacer santifi- con su individualismo y su humanismo,
cante, volver a la verticalidad espiritual que su liberalismo y sus teorías democráticas,
210 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
con su monstruoso sistema económico tendrá lugar más que con el fin de los tiem-
de industrialización y de capitalización, pos. No nos incumbe el saberlo. Pero lo
con la concupiscencia desenfrenada, su que sí sabemos firmemente, en cambio,
ateísmo y su soberano desdén del alma, es que la luz eterna y la belleza eterna no
su enfrentamiento de clases. ¡Ah! cierta- pueden ser destruidas ni por las tinieblas
mente volveríamos a entonar las palabras ni por el caos. La victoria de la cantidad
del canto revolucionario: “Reneguemos el sobre la calidad, de ese mundo limitado
viejo mundo” [se refiere, según creemos, sobre el otro mundo, es siempre ilusoria.
a un himno del repertorio soviético], pero Por lo tanto, sin temor y sin desaliento,
comprendiendo, con el nombre de viejo debemos pasar del día de la historia mo-
mundo, ese mundo de los tiempos mo- derna a esa noche medieval. Que se retire
dernos abocado a la destrucción» (Una la falsa y mentirosa claridad» (ibid., 70).
nueva Edad Media... 85-86).
III. Los posibles aportes
Parecería una utopía soñar hoy con un
de Hispanoamérica
renacimiento de la Cristiandad. También
debió parecerlo pensar en ella, proyectar- Como quiera que el fin de este curso
la, aunque más no fuera que con la imagi- coincide con el año Centenario del Des-
nación, en la época de las catacumbas, o cubrimiento de América, nos parece ade-
en el transcurso de las invasiones bárba- cuado cerrarlo aludiendo a dicho aconte-
ras. Y sin embargo, según lo dijimos al cimiento en relación con el tema de la
comienzo de este curso, tanto en uno Cristiandad.
como en otro caso; los mejores cristia- La España que nos conquista es la Es-
nos de aquellos tiempos jamás renuncia- paña de los Reyes Católicos, la de Isabel
ron a dicho proyecto, aun cuando no fuese y Fernando; la España que nos educa es
posible de ser concretado inmediatamen- la España de Carlos V, ante todo, quien
te. La llama de ese ideal nunca se perdió, retomó la antigua noción romana de Im-
al menos en la mente de los grandes, como perio, según la cual todos los hombres
por ejemplo S. Agustin, quien en medio eran considerados al modo de una gran
de las tinieblas y los desastres de su épo- familia, pero transfigurada por la idea de
ca, escribió su luminosa obra «De Civitate Imperio Católico como marco temporal
Dei», que sería el libro de cabecera de la de la expansión misionera del mensaje
Cristiandad medieval. evangélico, entendiendo continuar el Im-
A ello hay que apuntar, aun hoy, en perio Carolingio y el Imperio Romano-
medio de la situación dramática en que Germánico; y también de Felipe II, bajo
nos toca vivir. Hacemos nuestras las vi- cuyo reinado «la cristiandad ibero-ameri-
brantes palabras de Berdiaieff: «Y noso- cana alcanzó su plenitud», según dice
tros debemos sentirnos no solamente los Caturelli en el magnífico libro que dio a
últimos romanos fieles a la antigüedad, luz en homenaje al Quinto Centenario (El
eterna verdad y belleza, sino también los Nuevo Mundo. El Descubrimiento, la
centinelas vueltos hacia el día invisible Conquista y la Evangelización de Améri-
creador del futuro, cuando se levante el ca y la Cultura Occidental, Universidad
sol del nuevo Renacimiento cristiano. Popular Autónoma del Estado de Puebla
Quizás este Renacimiento se manifestará y Ed. Edamex, México, 1991, 357). Es la
dentro de las catacumbas, no producién- España del llamado Renacimiento espa-
dose más que para algunos. Quizás no ñol, que poco tiene que ver con el espíri-
La post-Cristiandad 211
tu renacentista italiano o europeo, y cuyo conquista no fue sólo el crisol del alma
mejor símbolo parece ser el Escorial, aquel española, sino también su mejor prepara-
edificio tan sobrio como imponente, edi- ción para la gesta de América: «Porque
ficado según los cánones arquitectónicos en el transcurso de la historia medieval,
de los tiempos nuevos. España resurgió ningún pueblo de Occidente había tenido
de su secular Reconquista con espíritu de un entrenamiento parejo al de las gentes
Cristiandad. Podríase decir que cuando hispanas en aventuras conquistadoras y
el Medioevo declinaba o directamente era colonizadoras».
erradicado en otros países de Europa, El español vivió su Edad Media ponién-
encontró un hogar acogedor en nuestra dose frente a Dios en la actitud del caba-
Madre Patria. Los mejores valores de la llero ante su señor, actitud que conserva-
cultura grecolatina, asumidos por el Ca- ría de cara a la hazaña de la conquista de
tolicismo, parecieron concentrarse en América. Sánchez Albornoz pone en boca
España y desde allí se irradiaron hasta del hombre hispano la plegaría del vasallo
nosotros. feudal: «Soy tu espada, Señor, estoy com-
Hace una década Claudio Sánchez Al- batiendo a tus enemigos y llevando tu
bornoz, quien vivió muchos años en Bue- nombre a nuevas tierras. Llevo tu cruz en
nos Aires, y recorrió diversas naciones mis banderas, a Ti consagro mis conquis-
de Hispanoamérica, escribió un libro no- tas. Tu madre es la mía, y ella es también
table sobre el tema que nos ocupa (La mi Dama, Nuestra Señora. Soy tu siervo,
Edad Media española y la conquista de Señor, te rindo pleitesía; ayúdame a ex-
América, Cultura Hispánica, Madrid, tender tu santo nombre ya honrar a Nues-
1982). «Sólo un pueblo sacudido por un tra Señora, a los ángeles ya los santos
desorbitado dinamismo aventurero –dice varones que te sirvieron ayer...»
allí el fogoso historiador español–, tras El 2 de enero de 1492, en las almenas
siglos de batallas y de empresas arriesga- de Granada se alzó la enseña de Cristo,
das, y con una hipersensibilidad religiosa mientras que el estandarte de la Media
extrema, podía acometer la aventura». De Luna era arriado. En el mismo año, las
donde deduce que «América fue descu- carabelas avistaban América, precisamente
bierta, colonizada, cristianizada y organi- el 12 de octubre, aniversario de la apari-
zada como proyección de la singular Edad ción de Nuestra Señora a Santiago, en el
Media que padeció o gozó España». Más Pilar de Zaragoza.
aún, no trepida en afirmar que «si los Es cierto que aquellas palabras de León
musulmanes no hubieran puesto pie en XIII: «Hubo un tiempo en que...», que
España, nosotros no habríamos realizado nosotros elegimos como umbral para el
el milagro de América... La Reconquista presente curso, se refieren directamente
es clave de la historia de España y raíz a la Cristiandad medieval. Sin embargo,
profunda, vivaz, magnífica, de la empre- como observa Caturelli, con derecho po-
sa de América». demos aplicarlas a la Cristiandad que rea-
Y se explaya en su aserto. Durante siete lizó España. «Después de la ruptura de la
siglos, «desde las peñas de la zona Reforma –escribe el filósofo cordobés–,
cántabro-astur, hasta Granada, con tris- la hispanidad de los Reyes Católicos, del
tes intervalos y no pocos retrocesos tem- Cardenal Cisneros y de los grandes Aus-
porales, la cristiandad hispana fue recon- trias, incluida Iberoamérica, constituía una
quistando el solar nacional». Pero la Re- cristiandad. Toda la sociedad hispanoa-
212 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
treinta pueblos guaraníticos constituyeron co. Tenéis valores, mientras que nosotros
una auténtica Cristiandad. sólo tenemos entusiasmos» (Cit. en A.
España se transplantó a nuestras tierras Buela, El sentido de América. Seis ensa-
y en ellas se arraigó. García Lorca ha se- yos en busca de nuestra identidad, Ed.
ñalado expresivamente la diferencia que Nuestro Tiempo, Buenos Aires, 1990).
en este sentido separa la colonización es- La Hispanidad es quizás la alternativa
pañola de la inglesa: «Nueva York es la valedera que estamos en condiciones de
gran mentira del mundo... Los ingleses presentar frente al Nuevo Orden Mundial.
han llevado allí una civilización sin raí- Ya Pío XII pensaba que el mundo hispá-
ces. Han levantado casas y casas, pero nico podía constituir una disyuntiva a los
no han ahondado en la tierra... Así como grandes bloques de nuestro tiempo. «Es-
en la América de abajo nosotros dejamos paña tiene una misión altísima que cum-
a Cervantes, los ingleses en la América de plir –dijo en una de sus alocuciones–, pero
arriba no han dejado a su Shakespeare». solamente será digna de ella si logra total-
Así fuimos engendrados. Tal es nues- mente de nuevo encontrarse a sí misma
tra matriz. Por eso, tanto el liberalismo en su espíritu tradicional y en aquella uni-
como el marxismo apenas si han logrado dad que sólo sobre tal espíritu puede fun-
echar raíces en el alma de nuestro pue- darse. Nos alimentamos, por lo que se
blo. De ahí la insistencia de ambos para refiere a España, un solo deseo: verla una
que olvidáramos nuestros orígenes y mi- y gloriosa, alzando en sus manos podero-
rásemos hacia otros modelos, que antes sas una Cruz rodeada por todo este mun-
pudo ser la Unión Soviética, y ahora los do que, gracias principalmente a ella, pien-
Estados Unidos. El primer paso para la sa y reza en castellano, y proponerla des-
instauración de cualquier ideología ajena pués como ejemplo del poder restaura-
al ser nacional es provocar el desarraigo, dor, vivificador y educador de una fe»...
que se traduce, positivamente, en el pro- (Alocución del 17 de diciembre 1942).
yecto de «colonización cultural». Hoy se Y hace poco, Juan Pablo II, en uno de
nos exhorta a integrar el Primer Mundo, sus viajes a España, lanzó una convoca-
y a través de él, el Nuevo Orden Mundial. toria en el mismo sentido, si bien dirigida
Por eso, ahora más que nunca, se hace a toda Europa, pero desde Compostela,
necesario destacar aquello que nos dife- corazón espiritual de la hispanidad: «Yo,
rencia del país hegemónico, lo cual ha obispo de Roma y pastor de la Iglesia
expresado con notable sinceridad el nor- universal, desde Santiago, te lanzo, vieja
teamericano Waldo Frank, en su «Men- Europa, un grito lleno de amor: vuelve a
saje a la América Hispánica», hecho pú- encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus
blico en Madrid en 1930: «Vosotros [por orígenes. Aviva tus raíces. Revive aque-
los hispanoamericanos] habéis sido me- llos valores auténticos que hicieron glo-
nos zapados por la fea Edad Moderna, riosa tu historia y benéfica tu presencia
menos corrompidos por el falso huma- en los demás continentes». Lo que así
nismo y racionalismo. Estáis más cerca comenta Caturelli: «Es evidente que aque-
del sentido de la vida humana, como dra- lla ‘presencia benéfica’, la más profun-
ma trágico y divino, pues estáis más cer- damente benéfica ha sido la evangeliza-
ca de la Edad Media Cristiana, en que to- ción de todo un continente por obra de
dos los valores de Judea, Grecia y Roma, los misioneros de la España Católica. Pero
formaron parte de un organismo cósmi- la Europa de hoy, atrapada en la dialéctica
214 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
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Índice 217
Capítulo 2
La cultura en la Cristiandad
I. El Renacimiento Carolingio, 31.
II. La cultura popular, 33.
III. Las fuentes de la cultura medieval
-1. La vertiente patrística, 35.
-2. El aporte islámico y judío, 36.
IV. Los tres niveles de la enseñanza
Índice -1. La enseñanza primaria, 39.
-2. La enseñanza secundaria, 40.
-3. La enseñanza universitaria, 41.
-a) Las diversas Universidades: un pro-
Presentación, 3.
pósito sinfónico, 41.-b) Los procedimien-
Prólogo, 5. tos académicos, 44.
Capítulo 1 V. La Escolástica, 45.
1. El primer período de la Escolástica,
Cristiandad y Edad Media 46.
I. Las expresiones «Edad Media» y -2. Apogeo de la Escolástica, 47.
«Cristiandad» -3. La tercera generación escolástica, 50.
-1. La «Edad Media», 10.
-2. La «Cristiandad», 12. Capítulo 3
II. Raíces y prolegómenos históricos de El orden político de la Cristiandad
la Cristiandad
I. El Feudalismo y los lazos de fideli-
-1. Las raíces greco-latinas, 14.
dad
-2. Las invasiones bárbaras, 16.
-1. La génesis de la institución feudal,
-3. El Imperio Carolingio, 17. 51.
-4. La segunda oleada de invasiones -2. La fidelidad recíproca, 53.
bárbaras, 18.
-3. Protección y vasallaje, 55.
-5. Del Imperio Otónico al Sacro Im-
-4. El vínculo rural y la universalidad,
perio Romano Germánico, 19.
56.
III. Los siglos propiamente medieva- II. Los Reyes y el Imperio
les, 21. -1. Del feudo al Reino y al Imperio, 58.
IV. Notas características de la Cristian- -2. La consagración del rey: un acto
dad medieval sacramental, 59.
-1. Centralidad de la fe, 23. -3. La misión del rey, 60.
-2. Predominio del símbolo, 25. -4. Las limitaciones del poder real, 61.
-3. Sociedad arquitectónica, 27. III. La autoridad espiritual y el poder
-4. Época juvenil, 28. temporal, 63.
218 Alfredo Sáenz, S. J. – La Cristiandad
-1. Jalones históricos del problema, 64. 102. -c) Maestros y aprendices, 103. -d)
-2. Lo sacro y lo profano, 65. La obra bien hecha, 104. -e) El espíritu
IV. Hacia un orden internacional, 69. religioso de las corporaciones, 107.
V. Dos figuras arquetípicas de reyes, 70. 3. La actividad comercial
-1. San Luis, rey de Francia, 71. a) La economía y el surgimiento de las
ciudades, 108. -b) La aparición del bur-
-2. San Fernando, rey de Castilla y de
gués, 110. -c) Economía y «lucro», 111.
León, 73.
-d) La figura del mercader, 112.
Capítulo 4 III. Los que combaten
1. Historia de la Caballería
El orden social de la Cristiandad a) El origen de la Caballería medieval,
I. Los que oran, 77. 114. -b) La educación de la violencia, 115.
1. La Edad Media: una época religio- 2. Las Órdenes Militares
sa, 77. a) Órdenes Militares Palestinenses, 118.
-b) Órdenes Militares Españolas, 119. -c)
2. Cinco características de la religiosi- La espiritualidad del monje–caballero, 120.
dad medieval
a) La impronta escriturística, 79. -b) El 3. La epopeya de las Cruzadas, 124.
culto a los Santos, 80. -c) La devoción a a) La conquista de Jerusalén, 125. -b)
la humanidad de Cristo, 80. -d) El culto a La Reconquista de España, 132.
Nuestra Señora, 81. -e) El ansia de pere-
4. La literatura caballeresca
grinaje, 82.
a) Los Cantares de Gesta, 135. -b) En
3. El florecer de Órdenes Religiosas busca del Santo Grial, 136.
a) Órdenes Monásticas, 84. -b) Órde-
nes Canonicales, 85. -c) Órdenes Mendi- Capítulo 5
cantes, 85. -d) Órdenes Redentoras, 87.
-e) Órdenes Militares, 87. El arte de la Cristiandad
4. San Bernardo, motor inmóvil del Me- I. La catedral, un microcosmos
dioevo -1. La catedral y la naturaleza, 139.
a) La persona, 88. -b) Monje y caballe- -2. La catedral en la ciudad, 139.
ro, 89. -c) La conciencia de la sociedad, -3. La catedral y la vida cotidiana, 140.
90. -d) El eje de la rueda, 91. -e) Encar- -4. La catedral, suma de artes, 142.
nación de la religiosidad medieval, 92.
II. Los constructores de la catedral
II. Los que trabajan, 93. -1. Las fuentes inspiradoras del artista
1. El trabajo rural medieval, 143.
a) El trabajo y la tierra en la Edad Me- -2. La obra de todo un pueblo, 145.
dia, 95. -b) Vida rural y servidumbre, 96. -3. Variedad de estilos dentro de la uni-
-c) La figura del aldeano, 99. dad, 147.
2. El trabajo artesanal III. La arquitectura de la catedral
a) El origen de las corporaciones, 101. -1. El románico, 149.
-b) Comunión del capital y del trabajo, -2. El gótico, 151.
Índice 219
Capítulo 6
La post-Cristiandad
I. Los grandes jalones de la moderni-
dad
-1. El Renacimiento, 186.
-2. La Reforma, 190.
-3. La Revolución Francesa.
a) Protagonismo de las ideas en la Re-
volución, 191. -b) Contenido ideológico
de la Revolución, 194.
-4. La Revolución Soviética, 197.
-5. Hacia una visión sintética: del Re-
nacimiento a la Revolución Soviética, 199.
-6. Un último proyecto: El Nuevo Or-
den Mundial, 203.
II. Rehacer la Cristiandad, 206.