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LA CABAÑA

DELTIOTOM

EDITORIAL BRUGUERA, S. A.
BARCELONA • BOGOTA • BUENOS AIRES • CARACAS • MEXICO
Título original: UNCLE TOM'S CABIN

La disposición especial y presentación


de este volumen son propiedad de
EDITORIAL BRUGUERA,- S. A.

© Alejandro Ferrer Rodríguez • 1973


Adaptación
© Antonio Bemal • 1973
Cubierta
© · Cerón Núñez • 1973
Ilustraciones interiores

CAPITULO PRIMERO

En una época tan relativamente reciente como la primera mitad del si-
glo XIX, antes de que el presidente Lincoln decretara en 1864 la abolición de la
esclavitud, la situación de los hombres, mujeres y niños de raza negra era en los
Estados Unidos d~ ·América un verdadero estigma y bochorno_· para aquella
nación nacida bajo el signo de la libertad y la democracia. Centenares de rnDes
de seres ·humanos padecían la más injusta e incivilizada . de las vejaciones al
quedar sometidos a la arbitraria condición de esclavos, lamentable vestigio de
las eras. ffiás sombrías y remotas en la historia del género humano.
Se podía exigir un trabajo agobiador de sol a soÍ sin otra. retribución que el
alimento indispensable y uri mísero alojamiento, siempre bajo la amenaza de
látigos, perros y fusiles como única razón para imponer tan inhumano trato; si
su piel era negra, cualquier ser humano ·podía ser apaleado, vendido, comprado
o canjeado, incluso muerto, si se atrevía a rebelarse contra tanto salvajismo.
l.• edi¡;ión en Historias Famosas: setiembre, 1973
No todos los hombres son iguales, ni aún los d'e raza blanca; esto concedía
Impreso en Espaí!a • Printed in Spain
una pre~ria posibilidad de alivio para la suérte de los contados negros que
iSBN 84-02-03270-2 caían en. manos más o menos honradas; aunque ·también empeoraba el destíno
Depósito légal:. B. 33.118 • 1973
de los muchos que· se consumían bajo la indiferencia o penaban en el infierno de
iinpúnes crueldades. No todos los hombres son iguales, aunque sí venían a serlo
todos aquellos que obtenían fabulosos lucros en el inconcebible tráfico de. carne
humana y de humanos destinos; los mercaderes de esclavos eran el peor y más
siniestro símbolo de aquel vergonzoso episodio en la pretendida civilµ;ación
Impreso en ~os Talleres Gráficos de
EDITORIAL BRUGUERA, S. A. occidental.
Mora la Nueva, 2 • Bar<:elona • 1973 Daniel Haley se había cacreditado• como experto en semejante negocio, y

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LA CABAÑA DEL TIO TOM

nuestro relato le encuentra enfrentándose con una de sus tantas operaciones, en


la que tenía como fácil oponente a un hombre que luchaba en vano por no ceder
AÑOS ANTES DE QUE EL PRESI-
a exigencias para él dolorosas; y es que Arturo Shelby pertenecía a la rara cate- DENTE Ll~'COLN DECRETARA LA
ABOLICION DE LA ESCLAVITUD,
goría de los blancos «diferentes», es decir, convencidos de que una piel más o MILLARES DE NEGROS ANDABAN
POR LOS CAMINOS DE AMERICA
menos oscura no disminuía_ en ningún individuo su condición humana. Ello no BAJO EL LATIGO DE SUS AMOS,
QUE LOS COMPRABAN, VENOIAN
impedía, sin embargo, que su situación económica fuera tan apurada como opu- O MATABAN POR EL SIMPLE
HECHO DE HABER NACIDO NE·
lenta era la del hombre que le estaba presionando, ni que, sobre la discusión que. GROS.

ambos mantenían, se cerniera constantemente el espectro de las deudas que


agobiaban a Shelby y que era justamente el otro quien podía resolver o aliviar.
Haley contempló irónicamente el salón dispuesto con tan discreto como
refinado lujo y volvió una vez más a la carga.
-¡Vamos, señor Shelby, decídase de una vez! --d~jo rudamente-. ¡Vénda-
me usted a ese dichoso esclavo y le prometo destargarle de su deuda!
-¡No sabe usted lo que me pide, Haley! -protestó Shelby-. Tom no es para
mí un esclavo, sino un hombre en quien puedo confiar plenamente, un servidor
honrado, leal y... ¡No lo mencionaríamos siquiera si no fuera por lo muy apu-
rado que me encuentro en este momento!
-¡Bah! Esta actitud sentimental no le llevará nunca a nada práctico, señor
Shelby, créame. Piense que mi oferta ...
Haley fue interrumpido por la irrupción en la estancia de un niño negro que,
. creyendo encontrar solo a su amo, corría a darle cuenta de algún descubri-
miento efectuado en sus juegos y correrías. Se azoró un poco al ver a Haley,
pero saludó con cariño a uno y respetuosamente al otro antes de empezar con
su torrente de vehementes explicaciones. />o
-Es Enrique, el hijo de Elisa, nuestra doncella -aclaró Shelby, vagamente
inquieto por el brillo que observaba en los ojos del traficante.
Este brillo se convirtió en fulgor cuando una mujer joven y esbelta pidió
permiso para entrar y se llevó al niño tomáridole de la mano, mientras le repren-
día cariñosamente por su inocente intromisión ·cuando el amo tenía una visita.
-¡Magnífica mujer, Shelby! -barbotó impetuosamente Haley-. ¡Añádala
usted al lote, véndamela con Tom y mañana resuelvo sus preocupaciones!
-¿Está usted loco, Haley? -replicó secamente Shelby-. ¿Por,~:«: no me
exige también a n;ll esposa? ¿Se figura acaso que ... ? r ~..
-¡Pues incluya por lo menos al muchacho! -insistió el otro-. No es:Io'iñis-
mo, pero me conformaré con él y sabré sacarle un buen precio. ¡Vamos, señor
Shelby! ¡También mi paciencia tiene un límite, demonio!
a
-Pero ... ¿cómo voy a poder separar una madre de su h~jo, d.e un niño que
no ha· cumplido todavía los seis años? Elisa es la doncella de confianza de mi
esposa, hemos visto nacer bajo· este techo a esta criatura, la hemos visto crecer...
-¿Necesita usted dinero o no, señor Shelby? -le recordó malévolamente el
implacable comerciante.

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LACABAÑADELTIOTOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

-Es que ... Sólo de pensar en el disgusto que tendría Elisa ... ridad el criterio dé. que la raza negra tenía tanto derecho como ·la blanca a ser
. _:_¡Deje esto a mi cargo, señor Shelby! Tampoco me gustan a mí estas esce- tratada dignamente. Lo que en cambio ella ignoraba por completo eran las gra-
n:;ls, y sé el modo de evitarlas, o de hacerlas menos desagradables.· Tuve un caso ves dificultades económicas que estaban llevando a su marido al borde de la
como éste.en Filadelfia y, ¿sabe cómo lo resolví? Pues ... desesperación y al uso de recursos que hasta entonces había siempre conde-
-¡Déjeme, no me. interesan los detalles! -cortó asqueado Shelby- He de nado y seguía detestando.
meditar este asunto, hablarlo -con mi esposa. Venga usted más tarde, al anoche- Los negros vivían bien en la granja de los Shelby, en completo contraste con
cer, y le comunicaré mi decisión. todas las que la rodeaban, donde se les sometía al máximo rigor no impedido
-Traeré conmigo Jos _contratos, y también sus documentos hipotecarios, por ninguna ley ni justicia humana. Esta diferencia era particularmente pade-
señor Shelby. Recuerde usted que ascienden a... cida por el propio marido de Elisa, Jorge Harris, perteneciente al amo de una
~¡Conozco perfectamente la cantidad, no necesito que me la recuerde!" plantación próxima y que sólo era autorizado a visitar a su esposa e h~jo en muy
¡Bu~nas tardes, señor Haley! _:_volvit?. a 'interrumpirle Shelby, poniéndose en. contadas ocasiones. Harris llevaba años siendo apaleado sistemáticamente y
pie para finalizar aquella entrevista. destinado a las tareas más duras e ingratas, sin que de nada le valiera~ los es-
· · No podía ·_soportar ni un instante· más la presencia de aquel hombre, -falsa- fuerzos que había hecho para estudiar y poseer una instrucción nada'. común
mente ataviado con escandalosas joyas y con ropas cuya pretendida elegancia entre sus compañeros. El destino había querido que, precisamente aquel mismo
no hacían más que resaltar lo. burdo y soez de su condición y sus pésimos moda- día, se le agotara la mucha paciencia y resignación demostradas hasta entonces
les. y huyera del infierno que estaba acabando con su vida. Acudió a la granja de
Haley saludó con una torpe reverencia y cruzó la puerta del salón, tras la los Shelby para. despedirse de su esposa e hUo y los minutos eran una amenaza
que éasi tropezó con la doncella negra, que tenía a su hijo fuertemente abraza- para él mientras no se alejará mucho má~. ·
do y le miró pasar con ojos desorbitad.os. . Elisa tembló al verle en aquel estado y no se atrevió a comunicarle la angus-
· u¡Maldita bruja! ¿Nos habrá estado escuchando?» pensó para sí el mer- tia que seguía ensombreciendo su ánimo desde la visita de Haley a su amo.
cader mientras se alejaba: _:Pero ... ¿qué vamos a hacer, Jorge? ¿Adónde piensas ir? ¡No conseguirás
Elisa lo había oído todo,· efectivamente, y el miedo la dejó paralizada: en el escapar de los hombres y los perros de tu amo!
exacto lugar donde la sorpréndieran las inconcebibles palabras ciuzadás entre -¡Lo intentaré, Elisa, aunque ello me cueste la vida! ¡No puedo soportar ni
ambos hombres. · ·· · un día más las infamias que allí nos obligan a padecer! Huiré siempre hacia el
La angi~stia la. _hizo levantar al niñó en brazos. y correr a las habitaciones norte, procurando alc~ar el Canadá. Allí buscaré trabajo y reuniré dinero para
de su ama, que se sobresaltó ál verla en aquel estado. La señora Shelby escuchó rescatarte a ti y al niño; estoy segirro de que tu amo no se negará a darte la li-
el relato de su doncella y la franquilizó en el acto con tanta firmeza como segu- bertad si le compenso en algo económicamente. Afortunadamente, el ._señor
ridad, o lo pretendió cuando menos. . Shelby no es como los demás. ¡Ten confianza, ésposa mía!
-¿Qué clase de disparates me estás diciendp, Elisa? ¿No comprendes que te Ella se mordió los labios y trató de contener sus lágrimas.
has confundido, que habrás entendido las cosa~ al revés? ¡Vamos, sosiégate, -Pero, ¿qué será mientras tanto de mí y de nuestro hijo? ¿Quién nos va a
no hay el menor motivo para suponer semejante desatino! . proteger contra tantos peligros como amenazan a cualquier negro en esto.s
-¡Hablaban de vendernos, seiiora! ¡De vender también a Tom, y a mí, y estados del Sur? .
a mi hijo! · -Tranquilízate, Elisa. Nada puede ocúrriros mientras sigáis bajo la tutela
-¡Imposible, mujer, totalmente imposible! Sé que mi esposo aborrece tanto· de esta familia que os cayó en suerte. Ojalá pudiera daros yo en el· Canadá todo
como yo a esos infames mercaderes, y le conozco lo suficiente para poder jurarte el bienestar ·y la paz que aqui disfrutáis. Pero he de conseguirlo, no descansaré
que jamás tratará con ellos y que nunca sería capaz de traficar con ningún ser hasta lograrlo, y Dios me ayudará en mi empeño.
·humano. ¡Olvídalo, Elisa, y piensa que habrás entendido mal! ¡Aqui estoy yo -Es que ... Escúchame, Jorge: yo, este mediodía; estando en la casa... Parece
para garantizarte que este temor tuyo es ·completamente infundado! que a mi amo los negocios le van muy de.capa caída, cada día peor. Y sería. ho-
La señora Shelby hablaba muy convencida, segirra de sí misma y también rrible que ... que algún día... ·
' de su marido. Éste la había dejado siempre en pleÍia libertad para que adminis- -No te preocupes, inujer. Jamás os faltará aqui el alimento y la seguridad
a
trara su gusto la casa y la servidmnbre, compartiendo ambos con toda since- indispensables, Calculo que en un año conseguiré reunir el dinero necesario, y

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LA CABAÑA DEL TIO TOM

entonces habrán terminado para nosotros todos nuestros sufrimientos. ¿Qué VAMOS, SEÑOR SHELBY .•• YO SE EVlTAR ESCE·
NAS DESAGRADABLES.¿ COMPRENDE? UNA VEZ,
nos esperaría en cambio permaneciendo en la situación actual? EN FILADELFIA •• ;-======:::___

-¿Por qué no esperas un poco más, Jorge? Deja pasar solamente uno o dos
meses, quizá yo consiga que mis amos hagan una oferta por ti si sus asuntos
mejoran un poco, nada más que lo suficiente para comprarte.
-Imposible, Elisa. Todos los negros de esta región desearían ser adquiridos
por el señor Shelby, cuya fortuna se resiente justamente debido a que su buen
corazón le sitúa en desventaja frente a la competencia de otros granjeros sin
entrañas. Por otra parte, tampoco puedo volverme ya atrás, presentarme de
nuevo ante mi amo: mandaría que me azotaran hasta arrancarme la piel, ya
sabes cómo las gasta. ¡Vamos, sé valiente, Elisa! ¡No podemos permitir que
nuestro hijo quede condenado a esta clase de vida! Tenemos el deber de pro-
porcionarle otras oportunidades, una libertad que jamás conocería aquí; no
dejemos que nuestra cobardía y falta de decisión le priven de ello ...
-Un año es mucho tiempo, querido Jorge, y durante sus meses y días pue-
den ocurrir muchas cosas.
-Tienes razón, y no hay duda de que sucederán. Sólo que podrían ser muy
malas para nosotros si dejamos las cosas así, mientras que con mi plan nos que-·
da por lo menos la esperanza de que puedan convertirse en buenas, muy bue-
nas, sobre todo para Enrique. No lo olvides, Elisa.
-Sólo en él pienso, nada ni nadie más me angustia ni me hace sentir temor;
si no fuera por él huiría contigo, Jorge. Aunque ... ¿no podríamos intentar lle-
várnoslo? ¿Por qué no nos marchamos los tres? ¡Puedo prepararlo todo en
menos de diez minutos!
-¿Estás loca, Elisa? ¡Jamás os expondría a todas las penalidades y peli-
gros de una persecución como la que mi amo va a dedicarme! Yendo solo, tc;ngo
algunas probabilidades de aumentar distancias y llegar a la frontera antes que
ellos, mientras que poco tardaríamos en ser alcanzados y destrozados por los
perros si marcháramos éh grupo. Por otra parte, Elisa, ¿qué necesidad o urgen-
cia te hace lanzarte imprudentemente a tan terribles peligros? Tu ama te quiere
mucho, jamás permitirá .que te .ocurra nada malo, ni tampoco a nuestro h~jo.
¿O acaso no es así? ¿Ha ocurrido algo que te haga pensar lo contrario? ·
Elisa se debatió entre el miedo, la duda y la gravedad del momento que
estaban viviendo. ¿Tendría razón su ama y todo habrían sido figuraciones
suyas? Al fin y al cabo, el señor Shelby no había dado ningún consentimiento
ni esperanza a las pretensiones. del. mercader; sólo había dicho que lo consulta-
ría con su esposa, y este detálle era suficiente para que cualquier temor quedara
inmediatamente disipado. · ·
-¿Qué te ocurre, Elisa? -se inquietó Harris-. ¿Será posible que tampoco
en esta casa os v.eáis libres del ~iedo? ¡Dime la vc;rdad!
-No sucede nada, Jorge, t?do sigue igual. Perdóname, he sido una tonta, y

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LA CABAÑA DEL TIO TOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

también una egoísta: en lugar de darte ánimos, no hice más que ponértelo todo del propio interesado y no dejaba de ser un estímulo celebrar el acontecimiento
más dificil. Vete ya, esposo mío, y que Dios te prot~ja y te acompañe; no pierdas en su propia mesa, en el sencillo y limpio hogar qúe era todo su orgullo.
ni un minuto más, que tu salvación y la nuestra dependen de cada minuto. ¡Abrá- 1: La cabaña del tío Tom era como un símbolo del sosiego y la paz en que hasta
zanos muy fuerte y huye, huye todo lo rápido que puedas hacerlo! el momento se había desenvuelto la vida y las mutuas relaciones entre amos
-¡Confía, confía en mí, Elisa! -la apremió él besándola con desesperado blancos y sirvientes negros en la plantación de los Shelby, donde la palabra
ahínco. Y corrió hacia la linde del bosque, donde desapareció después de ha- «esclavos)) era prácticamente desconocida.
berse vuelto sólo un insta~te para gritarles: -¡Pronto recibiréis noticias mías! Y el propio Tom parecía culminar con su apacible cará~ter y sus infatiga-
¡Nos reuniremos en el Canadá libres, libres para siempre! bles dotes de experto trabajador el acierto de sus amos. en implantar unos siste-
Aquellas voces hubieran podido ser oídas desde otra cabaña próxima. Pero mas y métodos humanos casi únicos en toda la comarca. Pero ello había des-
sus moradores, en alegre jolgorio, ignoraban el drama que turbaba dos vidas a pertado la envidia y el rencor entre la mayoría de los granjeros vecinos, que
escasa distancia. La cabaña y la familia del ((tío» Tom acogían aquella tarde en terminaron confabulándose para provocar la bancarrota de quien, tratando
su mesa al hUo de los Shelby, Jorge, que llevaba unos meses empeñado en ense- humanitariamente ·a los suyos, provocabá indirectamente mayor descont¡¡nto y
ñarle el manejo de las letras y el alfabeto al más honrado, capaz y bueno de los ocultas rebeldías entre multitud de negros que podían comparar muy d¿ cerca
negros que trabajaban para su padre. · su desgraciada .situación con la privilegiada de sus compañeros en el territorio
Completamente ajeno a las maquinaciones de Haley y la debilidad de su de los Shelby.
amo, el fiel Tom y su esposa Clolil1lc::, cm:im:ra de la casa, habían tli::ipucsto aquel No es muy raro ni dificil que las malas artes y la unión de varios contra
día obsequiar al .improvisado profesor de gramática: se trataba de un enorme uno surtan fatales efectos para la víctima señalada. La economía de Arturo
pastel preparado con tanto amor como destreza, y que el sorprendido y emocio- Shelby había sido hábilmente conducida a un callejón sin salida p(}r propietarios
nado muchacho se acababa de negar a llevarse a la casa y proponía en cambio ·sin escrúpulos y ambiciosos banqueros, por todos los intereses circundantes que,
repartir y devorar entre todos allí mismo y en aquel mismo instante. De ahí la basados en la injusticia, ·veían turbada la paz y la sumisión de sus propios escla-
algazara y ei ruidoso júbilo, exteriorizado particularmente por los hijos de Tom, vos con la peligrosa proximidad· del ejemplo dado por tan excéntrico propietario.
que adoraban al joven Jorge Shelby. Cuando un humLre se ve abocado a perderlo todo -tierras, fincas, cose-
-¡Hurra por nuestro amigo Jorge! -clamaban al unísono los dos mucha- chas- y, por ende, a la total dispersión y siniestro destino de las personas aco-
chos-. ¡Vivan los pasteles de nuestra madre y la generosidad de nuestro pro- gidas a su tutela, se comprende que pueda sucumbir, por mucho que le repugne
fesor! ¡Nos va a tocar un trpzo bien grande para cada uno! hacerlo, a la necesidad de obtener la salvación de los más sacrificando a los
---,-¡A callar, glotones! -se escandalizó la madre, ligeramente decepciona- menos; aunque estos «menos» comprendieran a su fiel Tom y al pequeño Enri-
da-. Yo lo· había dispuesto todo para que este pastel llegara entero a la mesa de q~e, aunque fuera al precio de infligir un disgusto mortal a Elisa y todo ello re-
nuestros amos, con todos sus adornos y forma intencionada. ¿Os atreveréis a presentara' una injusticia contra la que siempre había .luchado, Arturo Shelby
que sea destroza.do aquí, a permitir que sólo lleguen los restos. y migajas? ¿Qué no tenía otra alternativa que sucumbir al funesto éxito de la conjura urdida
. van a pensar de mí los señores de la casa? .. r.ontra él y su sistema. ·
-No van a pensar nada si nos lo despachamos ahora -opinóJorge-. Y se En el crepúSculo de la misma tarde en que Jorge Harris huía a través del
sentirán igualmente satisfechos y agrade.cidos cuando yo se lo explique y se bosque y mientras la alegría iluminaba el confiado hogar de la familia de Tom,
enteren del festín que ahora vamos a darnos. ¿No lo cree usted así, tío Tom? se consumaba en el despacho de la granja una transacción destináda !i marcar
-Estoy seguro de ello, muchacho -confirmó benévolamente el pacífico Tom-. gravemente el destino de varias personas.
¡Vamos, mujer! -añadió dirigiéndose a s:u esposa -No dudes más y deja que Para el mercader Haley la cosa carecía de la menor importancia y se trá-
los chícos se diviertan y lo pasen en grande. Además... también yo tengo ganas taba en el fondo de una de tantas operaciones, ni mejor ni peor que cualquiera
de contribuir ·con la mía a la opinión general, de emitir ~ juicio y mi crítica de las muchas que cerraba todas las semanas. Pero las firmas · le salieron tem-
sobre tu obra de arte; este pastel tiene muy· buen aspl!cto, pero nunca se sa~e ... blorosas a Arturo Shelby, que nunca en su vida se habría imaginado estam-
hasta que se prueba. . pándolas al pie ,de· tan infamantes documentos. Tuvo que dominar sus impulsos
-¡Otro que tal! .::_rezongó la buena mujet, halagadá en· el fondo por tanta de rasgarlos en mil pedazos antes de que· Haley los tomara complacido y los
impaciencia. Y terminó cediendo, sobre tqdo porque la iniciativa había partido guardara en un bolsillo de su chaleco.

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LA CABAÑA DEL TIO TOM

-Le felicito, señor Shelby --decía zumbonamente el traficante-. Ha logrado MIENTRAS ,EN LA ct~BAf~A DEL TIO Tor..1,QuE ERA EL
MAS APRECIADO CRIADO DE LA FAMILIA SHELBY JOR-
usted realizar con éxito una operación que le resulta altamente ventajosa: des- GE ,EL HIJO DE LA CASA ,HACIA LOS HONORES A LA TIA
1 CLOTILDE ,ESPOSA OE TOM ,EXCELENTE COCINERA.
prendiéndose sólo de dos insignificantes negros, obtiene en cambio la cancela-
UltRO QUE PRUEBE ALGO
ción de unas hipotecas que, se lo juro, valen muchísimo más dinero; me temo Y RICO QUE HE PREPA·
00, SEÑORITO JORGE.
que su· sentimentalismo ha llegado a influenciarme hasta el punto de que, por
mi parte, corro el riesgo de haber hecho un mal negocio.
-Ahórrese y evíteme falsas alabanzas y lamentaciones, señor Haley, se lo
ruego -replicó con pésimo talante el contrariado Shelby-. Y recuerde sobre
todo lo que me prometió, lo que me ha jurado: mire muy bien a qué clase de
personas vende usted a Tom y a Enrique, cuide mucho de que caigan en buenas
manos. Jamás me perdonaría que, por culpa mía, llegaran a ser desgraciados.
¡Usted me responde de ellos, señor Haley, usted personalmente!
-Descuide, señor Shelby, no se preocÚpe por este de.talle! ¡Tengo buen ojo
para calibrar a la gente! ¿Cerramos el trato con un par de tragos?
-Lo lamento, pero debo atender ahora a otros asuntos urgentes.
-Y ... ¿y la «mercancía))?-:-preguntó con sarcasmo Haley.
- Tom y Enrique estarán a su disposición mañana por la mañana; puede
pasar a recogerlos a primera hora. Buenas noches, señor Ha ley:
Arturo Shelby temía. el momento en que tuviera que enfrentarse con su
esposa para darle tan lamentables noticias, y la escena. resultó en efecto tan
penosa como desagradable para ambos. Ella. se resistía a dar crédito a lo que
estaba escuchando, y la sobresaltó mucho más la consumada venta de Tom y
Enrique que la certeza de un colapso económico que vislumbraba.
-Pero ... ¿_cómo pudiste· hacer esto, Arturo, cómo pudiste caer tan bajo
como para tratar con gente de semejante calaña? ¡Dios mío, que «nosotros))
hayamos podid_o llegar a ·vender esclavos, a comportarnos como esos salvajes a
los que siempre hemos condenado! ¿Qué va a ser del pobre Tom, y su madre?
-El maldito mercader me tenía cogido en sus redes, querida, y no me que-
daba otra alternativa sino ceder. He tenido que claudicar para que las dos hi-
potecas que él presentaba a mi cargo no nos llevaran a peores calamidades ...
-¡Hemos hecho .algo horrible, algo de lo que tendremos que arrepentirnos!
¿Cómo vamos a convencer a Elisa para que se separe de su hijo?
-Tendrá que someterse a lo que .sufren los demás esclavos, todos los qll:e
nos rodean. Bastante hicimos evitando hasta ahora semejantes iniquidades.
Pero hemos llegado al límite de nuestra resistencia ...
-¡Pero toda nuestra gente confiaba en nosotros, Arturo! ¿_Cómo podremos
vivir.ahora bajo la acu.sación de su decepcionado reproche?
-La cosa no tiene remedio, créeme, y quiera Dios que termine aquí. Haley
no es más que vil instrumento de otros poderes ocultos, cuya presión continuará
agobiándonos. Mañana, a primera hora, tenemos que entregar a Tom y a Enri-
que. Te juro que no sé cómo evitar futuros casos como éste ...

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LA CABAÑA DEL TIO TOM

No habría transcurrido media hora cuando alguien llamaba apremiante a


la puerta de la cabaña del tío Tom.
-¡Entren, está abierto! --contestó la voz de éste, que no solía echar el cerro-
jo ni cuando se acostaba para dormir.
Elisa cruzó el umbral con el rostro demacrado, llevando de la mano a su
hijo que empezaba a tambalearse de sueño.
-¡Dios mío! ¿Qué te sucede, mujer?. -se sobresaltó el paternal Tom, fiján-
dose asombrado en el hatillo que .ella llevaba colgando del otro brazo.
La desdichada madre se echó a llorar y tardó unos minutos en poder expli-
carse con cierta coherencia.
-¡Me marcho, tengo que huir, todos tendremos que escapar! ¡Usted tam-
bién, usted también, tío Tom, ahora mismo! -sollozaba entrecortadamente-.
¡Pronto, uu pierda ni un minuto, tío Tom!
-'Pero ... ¿qué disparates estás diciendo Elisa? ¡Tranquilízate, por Dios!
¿Qué historias.son ésas de marcharte, de que también yo necesito ,hacerlo? ¿Qué
puede haber sucedido en la granja y con nuestros amos? · ·
CAPITULOII -¡Es el señor Haley, el traficante de esclavos! ¡Y nuestro amo nos ha ve~­
dido, las deudas le han obligado a someterse! ¡Nos ha vendido, a usted, tío .
Nada más contrario a las costumbres de Elisa que escuchar desde detrás de Tom, y a mi pobre, a mi inocente hijo! ¿Comprende ahorá por qué es urgente
una puerta cerrada, y mucho menos tratándose de la de. sus amos. Pero la an- escapar sin perder ni un minuto? ¡La entrega se ha convenido para mañana a
gustia, el recelo y el temor se impusieron en aquella. ocasión a su .habita! com- primera hQra!
portamiento. Al oír esto, Clotilde, la esposa de Tom, rompió en desesperados sollozos.
Quedó sobrecogida y horrorizada al ver confirmadas sus sospechas, y una ¿liabría llegado quizá a sus oídos algún rumo.r sobre la inconcebible noticia que
sola idea fulguró en su mente como un fuego devorador: huir, escapar como lo ahora caía como una bomba entre ellos?
había hecho su marido, salvar a su hUo del atroz destino que k esperaba per- .., El rostro de Toip.. perdió su habitual serenidad y placidez, pero mantu~o un
maneciendo sólo unas horas más pendiente de las decisiones de ningún hombre gesto entre incrédulo y resigqado que logró ·aliviar hasta ciérto .punto el nervio-
~~- ' '
sismo de Ia:s mujeres. · , .
No dejaba de comprender que los Shelby obedecía~ a fatales imperativos -Esto no.puede ser verdad, Elisa -pronunció c-0~ voz firme y convencida-.
contra los que no podían oponerse, y quizá los habría aceptado tratándose sola- No es posible que el señor y la señora: Shelby .hayan accedido a las pretensiones
mente de sí misma; pero era imposibie tolerarlo cuando afectaba directamente de un tipo como ese Haley; me consta que le detestan, como a todos los trafi-
a su hijo, y su decisión fue tan rotunda como inmediata. cantes de esclavos. ·
Corri.ó a su habitación., hizo un hatillo con las cosas más i~dispensables y -Tampoco yo pude darlo por cierto, ni mi seño~a cuando nos .... cuando me
garabateó unas líneas sobre un p·edazo de papel: enteré de ello a primera hora de la: tarde. Pero ·el hecho se acaba de confirmar
ahóra mismo, y la sefi~~ Shelby ha tenido un disgusto y una disputa con su
. «Mi querida señora Shelby: esposo por esta causa. ¡Es verdad, tío Tom, es verdad y no hay tiempo que per-
«Ya ve usted que, desgraciadaniente, mis temores no eran infundados: No der! ¡Vámonos en seguida, por lo que más quiera! ¡No nos haga correr mayo-
puedo soportar la idea de tener que separarme de mi hijo, compréndalo. Espero res peligros a mi hijo y a mí! ¿No comprende que cada minuto perdido acorta
que sepa perdonarme si . <lécido huir de esta casa antes de que se consuma un la distancia entre nosotros y los hombres que no tardarán en perseguirnos?
hecho que podría resultarle fatal. Rece por nosotros, señ~ra y que Dios ·la ben- .. ·-¡Dios mío! -gimió la afligida Clotilde_...:.. ¡Cámbiate inmediatamente ropa
diga. y calzado, Tom, mientras yo te preparo provisiones y dinero para ... !
-¡No voy a marcharme! -decidió repentinamente Tom, deteniéndola con

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LA CABAÑA DEL TIO TOM

un gesto-. No puedo abandonaros a ti y a nuestros hijos en una situación que tUS-A, MADHE DH PEQUEÑO ENRIQUE, ESCU-
CHO ESTREMECIDA LA CONFIRMACION OE SUS
quizá empeore todavía más. Sigo confiando en que el señor Shelby se haya ase- .SOSPECHAS v DfClDJfl HlilR CON SU HIJO •..

gurado de nuestro futuro destino, y mi deber es permanecer aquí para aceptar


lo que Dios nos haya reservado. Y tú también deberías quedarte, Elisa. ¿Adón-
de puedes ir con esta pobre criatura y a través de un mundo hostil? ¿Lo has pen-
sado bien? ¿Qué dice tu marido?
-¡Jorge ha huido esta misma tarde, hacia el Canadá, donde los negros son
tan libres como los blancos! ¡Voy a reunirme con él, tío Tom, nada podrá dete-
nerme! ¡Ojalá no tenga usted que lamentar toda su vida su determinación de
quedarse! ¡Adiós, amigos míos, y que Dios les proteja!
-¡Que Él te acompañe, Elisa, y te ayude a lograr tu propósito! -le deseó
Tom saliendo a despedirla con su esposa desde la puerta de la cabaña. La vie-
ron perderse con su hijo en las espesas tinieblas y regresaron luego a su hogar
súbitamente sombrío, lejos ya del gozo y la paz que había conocido pocas horas
antes con el desaparecido pastel de manzanas.
Pocas noticias son tan veloces en transmitirse como las malas o aciagas, y
la de la huida de Elisa llegó a la casa de los Shelby cuando ambos esposos aca-
baban de dejar la mesa sin haber probado apenas bocado durante la triste cena.
Uno de los criados entró jadeante y sin llamar, anunciando el hecho extra-
ñadísimo y muy lejos de sospechar los motivos que lo habían provocado:
-¡Señor, señora! ¡Elisa ha desaparecido llevándose a su hijo, y ha dejado
un papel escrito sobre la cómoda de su habitación!
La señora Shelby corrió a inspeccionar el cuarto de su doncella y a ente-
rarse del contenido de la carta. Su inmediata y máxima preocupación consistió
en hacer un rápido cálculo de horas y tiempo, del plazo que todavía quedaba
disponible antes de que el mercader acudiera en busca de Sll botín y de las posi-
bilidades que esta demora pudiera representar en. distancias para Elisa, es de-
cir, en el éxito de su huida.
Pero Haley se presentó allí mucho antes de lo previsto, hecho una furia por
la noticia que había llegado también a su conocimiento. El aspecto de la cása y
del semblante de los amos le confirmó la veracidad de los hechos, y una malig-
na sospecha acabó de concretarse en su mente retorcida.
-¿Qué se propone usted, señor Shelby? -preguntó lleno de despecho-.¿ Va
a decirme que todo es pura coincidencia?
-No comprendo el significado de su pregunta, señor Haley --contestó el otro
con sombría frialdad-; explíquese más claramente y ... procure calmarse un
poco. .
-¿Más daro todavía? ¿Quiere que le diga lo que pienso realmente? ¿Dón-
de están los esclavos que le compré ayer?
-Tom está aquí, esperando.
-¿Y la negra? ¿Dónde están ella y su hijo?

18
LA CABAÑA DEL TIO TOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

-No recuerdo haberle vendido a Elisa, señor Haley. Pero al darse cuenta de su extenuación y del somnoliento aspecto del· niño que
-¡El niño! ¿Qué demonios han tramado contra mí? apenas se sostenía en pie, terminó apiadándose de ellos y se mostró súbitamente
-¡No le permito que levante así la voz, señor Haley! ¡Le recuerdo que está amable.
en mi casa! Elisa ha huido esta noche .con el pequeño Enrique, pero no podrá -Una barca cruzará por aquí mismo desde la otra orilla, antes del crepúscu-
llegar muy lejos; los ríos bajan muy impetuosos, y... lo; es el momento más pr9picio, pues a esa hora todo parece más tranquilo. ¿Por
-¡Lo sospeché! ¡Debí desconfiar de su absurda resistencia en acceder a la qué no descansá mientras tanto y acuesta al niño en mi cama? Creo que a am-
venta, y de su promesa de entregármelos·mañana! bos les está haciendo mucha falta reponer fuerzas y tomar algún alimento ca-
-¡Señor Haley! -cortó enérgicamente Shelby-. ¡Mida usted muy bien sus liente. Después veremos si el barquero accede a llevarla al otro lado.
1
!
1
palabras, o. le juro que le haré arrepentirse de ellas! Ayer hubo un trato entre .
usted y yo, y esta noche se ha registrado una huida, ¡eso es todo! ¿Necesita
-:-¡Gracias, señora! -aceptó Elisa, que se sentía desfallecer por momen-
tos-. No puede usted figurarse cuánto le agradezco su ayuda. Permítame por
I
1 organizar una persecución? ¡Bien, hágalo! No voy a tomar parte en ella, por-
que si jamás perseguí a un esclavo mío menos lo haré con los que ya no me per-
lo menos que le pague lo que ...
-¡Olvídese del dinero, mujer, y entre de una vez! ¿No ve que el pequeño
1
1
tenecen; pero le prestaré hombres y caballos si le hacen falta. se está éayendo de sueño? .
El mercader palideció y tragó saliva ante la pronta reacción del propietario. Elisa acostó al niño en la cama ofrecida y le vio sumirse inmediatamente
Su sentido práctico le hizo suponer que obtendría más empleando la suavidad en un profundo sueño. Ella, pese á encontrarse extenuada, prefirió'~entarse jun-
y los buenos modales que no las .amenazas, capaces éstas de proporcionarle al- to a ·1a ventana de aquel piso alto y, protegida por las cortinas; vigilar atenta-
gún disgusto con un hombre que no se dejaba avasallar por más arruinado que . mente la _salida del bosque y la desierta margen del río. Tampoco hubiera sido
estuviera. capaz de dormir, pues no se sentiría tranquila hasta ·poner todo el ímpetu de la
-¡Pobre de mí! -gimió quejui:nbrosamente-. ¡La fatalidad me persigue corriente entre ella y los hombres que, a no dudarlo, habrían' emprendido ya su
constantemente! Haré un negocio fatal si no consigo recuperar es.a mita~ de mi persecución.
compra, por la que pagué mucho más de lo que valía. ¡Apenas conozco el país, Y sus suposiciones no carecían de lógica, aunque ,sí de fundamento real al
y mi caballo casi no sirve para la carreta que arrastra, pero mucho nienos para IIlenos por el momento. .
un galope tendido! Arturo Shelby no era hombre capaz de faltar a una palabra dada, pero, en
-Ya le dije que le prestarí:a ayuda, señor Haley. Daré las órdenes oportunas aquella ocasión, dejó que el tiempo y los servicios ofrecidos se movieran con
para que le proporcionen ·un caballo de silla y un par de hombres que le guíen; lentitud, · accediendo al ruego manifestado por s.i.t esposa en una expresiva y
ellos conocen bien el terreno. y los bosques,· donde le es fácil ·e:Xtravi~rse a un rápida mirada. ·
forastero. .Daniel Haley fue provisto con mucha. demora de ún caballo, ejemplar ver-
-Gra ... gracias, señor Shelby. ¡Ojalá logremos alcanzarla! daderamente magnífico 'y veloz que le hizo olvidar la- mortificación de la larga
· El sol· acababa de levantarse en aquel momento, iluminando vivamente la espera; pero, nada más sentir en sus ijares las espuelas del mercader, saltó como
fachada de la casa de los Shelby. Tanibién desparramaba sus. rayos ai otro fado un resorte e hizo que su jinete dibujara extrañas piruetas en el aire antes de'
del bosque y encendía vivos destellos en las tumultuosas aguas de Un río que caer pesadamente sobre el duro suélo, bastantes metros más allá, El tardío avi-
bajaba considerablemente crecido por el deshielo de las montañas. . so de que aquel corcel tenía a veces tan inesperadas reacciones y de que era
Elisa · contempló sobrecogida aquel turbulento caudal, auténtica barrera . preferible estimularle con alegres voces, no logró convencer· al traficante a
infranqueable que pai:ecía hacer baldíos sus desesperados esfuerzos de toda la· efectuar otra prueba. Pidió otro caballo que no le fue negado, pero ·que estaba
noche, llevando al niño en brazos a través del bosque en tinieblas. . justamente en manos del herrador en aquellos momentos y no quedaría dispo-
-¡Qué Dios me ayude! --'eXclamó desaientada7"-. ¿Cómo voy a poder atra- nible hasta d~ntro.de una hora larga porlo menos.
vesar esta mole de aguas enfurecidas? Haley contuvo su impaciencia, indignación y soeces modales cuando, a
Había una casita muy cerca de· la· orilla, y .decidió acudir allí para infor- punto ya de estallar, ~a distinguida señora Shelby le distinguió. con la mejor de
marsé spbre la .existencia- ele algún embarcadero próximQ donde- hubiera una . . sus sonrisas y le invitó a que comiera en la casa aquel mediodía. ¿Para qué dar-
barcaza capaz de llevarla a lá ribera co"ntraria. se ·tanta prisa? La fugitiva avanzaría con mucha lentitud, y unos hombres a
La recibió . una mujer que la contempló al principio con evidente recelo. caballo. la alcanzarían de sobra antes. del anochecer. Por otra parte, ¿cómo iQa_

21
LA CABAÑA DEL TIO TOM

a poder montar en seguida, después del tremendo batacazo que acababa de su-
frir?
-Gracias, señora; acepto su invitación, porque la verdad es que vine tan
urgentemente que hasta olvidé desayunar.
Clotilde recibió la extraña orden de preparar una copiosa y pesadísima co-
mida para el nuevo invitado, y también de hacerlo con toda la parsimonia de que
fuera capaz. Hubo asimismo unos intervalos desesperantes entre plato y plato y
en todo. el servicio de la mesa, que el señor Shelby toleraba con silenciosa resig-
nación y el traficante no se atrevía a impugnar, convencido en el fondo de que
su educación no estaba al nivel de aquella ceremoniosa marcha.
El anfitrión aprovechó un momento en que Tom entró en el comedor para
decirle con voz sombría y casi sin atreverse a mirarle de frente:
-Será mejor que dejes el servicio y vayas preparando tus cosas, Tom. El
señor Haley puede necesitarte en cualquier momento, tal vez antes de esta mis-
ma noche. Es tu nuevo amo y deberás irte con él.
Tom se limitó a expresar su conformidad asintiendo con la cabeza, y no for-
zó la actitud de su amo obligándole a sostener su mirada y leer en ella la amar-
gura que no conseguía disimular. Salió tan discretamente como había entrado
y arrastró los pies hasta la cocina, junto a Clotilde, su esposa, y al modesto equi-
paje que tenía ya preparado desde primeras horas de la mañana.
Pero Haley necesitaba recuperar antes lo que él llamaba «la otra mitad de
su compra», y ardía de impaciencia por emprender la cacería. Eran más de las
tres de la tarde cuando por fin pudo levantarse de la mesa, medio aturdido y
~con el estómago repleto hasta la garganta. Dos negros de la granja y un caballo
ensillado le esperaban a la puerta, donde tuvieron que ayudarle a montar des-
pués de varios intentos fallidos en los que el mercader no consiguió dominar la
tremenda torpeza de su cuerpo.
Aquel maldito bosque parecía no tener fin.. Los cp.minos y senderos se re-
torc;:ían de un modo absurdo, lo mismo que si descr!ibieran estúpidos círculos
destinados a devolverles cada vez al punto de partida.
-Pero, ¿No hemos pasado ya antes por aquí? -rezol\gaba lleno de recelo.
1 .
-¡Oh, no, mi amo, de ningún modo! -replicaba él p:iás viejo de los dos
1 '
negros-. «Aquello» quedó muy atrás, en otra zona del hosque; lo que pasa es
que todo son abedules, aquí y allá, y lo mismo será más ad'e}ante. Es un bosque
muy igual y parecido de un extremo a otro, pero .nosotros saBemos distinguirlo.
-¿Cuánto tardaremos en llegar al río?
-No mucho, amo, no mucho. ..,¡, .
-'-¡Dime cuánto, condenado negro! ¿ Medl?-¡ffora? ¿Una hora?
-Pues ... resulta difícil asegurarlo, amo', porque nos dirigimos directamente
hacia el punto vadeable, que suele variar según la temporada y la intensidad
·del deshielo.Yo diría que ... · .

22

1
LA CABAÑA DEL TIOTOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

.....,-¡Dilo.de una vez o te decapito de un latigazo! de la vegetación que rodeaba la casa y corría velozmente hacia la orilla. Adivinó
-Pongamos ... una hora y media, tal vez dos, mi amo. . . que se trataba de su presa y espoleó a su caballo para alcanzarla, seguro de que
-¡Imposible, completamente imposible! ¡No. me fío más de_ vos?tros, mISe- la barrera líquida detendría la imposible escapatoria.
rables cómplices! ¡Sigamos esta senda, la que sale recta a la izquierda! ¡Va- -¡Párate, estúpida, párate de una vez! -gritaba triunfalmente . ¿Preten-
mos, ya me cansé de dar tantas vueltas! ¡Por allí! des acaso darte un remojón?
~¿Hacia la izquierda? ¿De veras, mi amo? ¿Está usted ~egur~? Ella se volvió sólo un momento para mirar con aterrorizados. ojos, pero rea-
-¡Me fío de cualquier cosa menos de vosotros, malditos pillastres.1 ¡Cerrad nudó su carrera con mayor ímpetu y siempre moviéndose en dirección a las
el pico y seguidme! ¡Ahora ser~ yo quien guíe!_'~ . . .. onduladas cañas.
No era la primera vez que· Haley se metía en tales operac10nes, y un mst~n­ -¡Es inútil que te empeñes, obstinada mujer! ¡Nadie podría atreverse a
to . natural le orientaba con una endiablada práctica, tan eficaz como la mejor cruzar unas aguas tan crecidas! ¡Déjalo, entrégame a tu hijo antes de que os
brújula. . suelte un latigazo!
Fue así ciñéndose hacia la dirección que. intuía y que, .desgraciadamente El estruendo de la corriente partiéndose entre las· rocas comenzab1 a supe-
para Elisa, no le engañó en lo más mínimo; sólo veinte minutos le bastaron para rar aquellas voces; pero, más adivinada que realmente oída, la frase de «¡en-
alcanzar la corriente, y otros diez le situaron a la vista de la casa donde madre trégame a tu hijo!» puso alas en los pies de la desesperada madre.
e hijo se habían refugiado. · Aprovechando "1fl resbalón del caballo de Haley que por poco derriba a su
Elisa le vio llegar desde su puesto de observación en la ventana, y el sobre- jinete, logró ganar unos metros y salir al otro lado de Ja verde muralla .vegetal.
salto la hizo levantarse de un brinco. El espectáculo y el estruendo del río. visto desde tan cerca avivó su angustia con _
-¡Dios mío! ¡Es el mercader de esclavos, el mismó que hablaba ayer tarde la presencia de un peligro no menor qlJ.e el que dejaba a sus espaldas.
con el señor Shelby! ¿Qué va a ser de nosotros? . La turbulencia de aquellas encrespadas aguas era realmente impresionante:
-¡Mamá! -gritó Enrique despertándose como influido por la angustia evi- bajaban violentas y espumeantes, con tan arrollador empuje y resuello que cor-
denciada por su madre-. ¿Sucede algo, mamá? taban el aliento e imponían la renunCia al descabellado ·intento de desafiarlas.
La dueña de la casa acudió en aquel mismo instante y avisó que unos hom- Elisa cerró los ojos horrorizada, "invocando la ayuda divina ..Pero sabía que
b.res se acercaban siguiendo la orilla. No necesitaba preguntar inucho para ad~­ no le. quedaba ni el recurso de· d~jar á su hijo sobre la empapada hierba del
vinar que aquella mujer negra huía de la esclavitud; por otra parte, era la pn- ribazo y lanzarse ·ella sola ál gua, pues la c~icia de Haley apuntaba justamente
merá vez que prestaba semejante ayuda a las víctimas. de la injusticia. contra .tan inocente víctima. Prefería sucumbir con él en brazos antes que aban-
-¡Venga, hay una puerta trasera que da a la parte del río! ¡Pue~e usted donarle a tan siniestro destino. Y avanzó, decidida. .
intentar cruzarlo· saltando de piedra en piedra y vadeando los trechos mterme- Al volver a mirar frente a ella, vio a través de los torbellinos de espuma la
dios donde no las haya! No es muy profWido, sólo hay que dominar la fuerza de figur~ de un hombre que hacía frenéticas señas desde el mismo bórde de la
la corriente, que ya ha menguado mucho. Déjeme al niño si.lo prefiere, y el bai:- orilla opuesta. Movía los brazos de arriba abajo indicándole que pasara, y, aún
quero ya lo pasará después. ¡Pronto, piense que la orilla de. enfrente ya es tern- velada su cara por los rayos del sol poniente, podía verle abrir y cerrar la boca
torio de otro estado y allí estará segura! · como si estuviera gritando algo dirigido a ella.
-·No puedo dejar a mi hijo, pues es a él a quien precisamente persiguen! Segundos después, aquel hombre comenzó a saltar como si caminara por
-:Miserables canallas! ¡Venga, sígame, Dios no permitirá que les ocurra encima del rugiente caudal, hundiéndose solamente a trechos .y nunca hasta
nada malo! ¡Por.aquí, de prisa! · · .. más arriba de la rodilla .. Su voz se fue haciendo audible y, súbitamente, al tiem-
Elisa tomó al niño en brazos y corrió a través del huerto, lanzándose luego po que le oía, reconoció en él a Jonathan 'Symmes, fiel. amigo de los Shelby y
por un terreno despejado que la conducía derechame~te a los. ~averales indi- asiduo visitante de la granja.
cadores de la presencia del agua. El fragor de_ la comente ~a ~aba tanto c~mo -¡Pasa, Elisa, pasa sin miedo! _;_le.gritaba con voz estentórea una y otra
esta señal inequívoca, pero no era tan intenso como para doIDinar unos gntos vez-. ¡Sigue todo recto, sin desviarte desde· donde· estás!· ¡Pero no te. desVíes, no
q~e restatlaron a sus espáldas; · ·· dejes que la corrientete domine! · · ·
-¡Alto! ¡Álto! ¡Detente1 maldita ~egra! . . Elisa adelantó unos pasos, brincó con relativa faCilidad sobre uria cadena
Haley había visto a aquella figura que, llevando álgo en brazos, se áleJaba de rocas apenas sumergidas y tembló cuando, ál avanzar más a~á, se hlindió

24 25
LA CABAÑA DEL TIOTOM

casi hasta la cintura y el ímpetu de las aguas la hizo tambalearse peligrosa-


mente.
-¡Ánimo, no desfallezcas ahora, Elisa! -la apremió Symmes-. ¡No temas,
sigue adelante y no encontrarás mayor profundidad! ¡Contra corriente, un
poco más arriba! ¡Vamos, vamos, ya te falta poco!
Dos o tres veces estuvo Elisa a punto de resbalar, d<; perder sobre todo el
equilibrio bajo el peso de poderosas fuerzas que la empujaban río abajo. Su re-
sistencia resultaba centuplicada por el supremo afán de salvar a su hijo, y lu-
chaba bravamente para seguir adelante. Pero respiró áliviada cuando sintió que
la mano del hombre se cerraba sobre su brazo, y sólo entonces comprendió que
jamás habría llegado al otro lado con su.solo esfuerzo.
Porque la corriente arrastraba además toda clase de restos vegetales y ma-
teriales que barría a su paso por las gargantas más angostas de las montañas;
traía enormes ramas desgajadas, algún tronco viejo que no había podido resistir
los continuados embates, pedazos de cercas y vallados y hasta hinchados cadá-
veres <le animales domésticos sorprendidos por la riada en su corral.·
Symmes vigilaba constantemente la llegada de todas aquellas ruinas que
brincaban sobre la revuelta superficie; él fue el primero. en fijarse en el negro
muñón de un tronco que acababa de chocar contra una roca poco profunda, dio
después una vuelta completa sobre sí mismo y, siempre al impulso que su pro-
pio peso y la fuerza que las aguas le imprimían, pareció arremeter directamente
contra el pequeño grupo detenido a algunos metros de la orilla.
-¡Atrás, Elisa! -gritó-. ¡Retrocedamos unos pasos, hasta aquella roca
cubierta de espuma!
ii Elisa obedeció dócilmente y con rapidez al comprender .-1 motivo de aquel
if;¡
lí aviso, y su miedo fue mucho menor a pesar de su apurada situación cuando vio
1¡ que, sobre el margen que acababa de abandonar, el caballo de Haley se encabri-
taba violentamente y se nega en redondo a penetrar en el río.
11 -¡Vuelve, maldita negra! --chillaba el traficante_.:_. ¡Regresa aquí antes de
¡¡
¡¡ qµe te arrastre la corriente~ ¡Ven, por todos los demonios! ¿Prefieres acaso
¡,
ahogarte y causar la muerte de tu hijo?
11
-:-¡Déjele que se rompa la garganta! -resolló Symmes agarrándose con fuer-
l za a .un saliente de la roca, mientras el tronco pasaba bamboleánd<;>se a pocos
1: centímetros de sus cuerpos y les arañaba con las ramas del otro extremo.
-¿No nos va a seguir?-temió ella al verdestabalgar asu perseguidor.
11
-¡No hay cuidado! -la tranquilizó Symmes-. Sólo los desesperados como tú
11
o los locos como yo podemos ser tan imprudentes. ¡Vamos, terminemos ahora
11 de pasar!
11
ll\¡ No resultó nada fácil, pero lo consiguieron al fin. La figura de Haley quedó
pataleando y gesticulando ridículamente en la otra orilla, semejante a una
I!I! extraña y grotesca marioneta a la que el bramido del río hacía muda.
li
¡;
¡¡
26

ji

l!
LA CABAÑA DEL TIOTOM

Tan abstraído .estaba Haley rumiando su desventura que, sólo cuando aque-
llos hombres llegaron frente a la casa, pudo reconocer a unó de ellos, al más alto
y corpulento de los .dos, cuyo tipo contrastaba chocantemente _con el de su com-
pañero, endeble y frágil como una brizna de p~ja.
-¡Por todos los diablos! -exclamó el mercader-. Pero ... ¡si es nada me-
nos que Loker, el mismísimo Tomás Loker! ¡PtJ,es· sí que llegas oportunamente,
viejo bandido! ¡No sabes lo que me alegro de verte! ·
El interpelado descabalgó y le saludó torpemente, expresándose en una jer-:
ga casi incomprensible· y moviendo su corpachón como si se sintiera amput&do
al separarse de su montura; era evidente que hoinbre y caballo formaban una
misma pieza, :;;in que pudiera apenas distinguirse cuál era más bruto de los dos.
-¡Hola, señor Haley! -pronunció con voz hueca-. Este es mi amigo y so-
cio; se llama Marks, y es un tipo rnuy listo. ¿Podemos servirle en algo? ¿Hay
algún dinero que ganar en ello?
Haley les puso entonces al corriente de la compra que habí~- ·hecho en la
granja de los Shelby, de la huida de Elisa con el niño y del fráca¿o de su perse-
CAPITULO III cución cuando ya casi la tenía de nuevo en sus manos. Explicó que_ él no podía .
permitirse ciertas irregularidades en el territorio del estado .vecirio, donde ape-
-¡Le debo a usted la vida, señor Symmes, y también la de mi hijo! Sólo nas se toleraba su presencia, pero sí se atrevía a mover desde tina discreta som-
gracias a usted nos hemos salvado de una muerte segura o-de la peor esclavitud bra a dos hombres decididos que completaran allí su trabajo. y. a los que· estaba
dispuesto a pagar espléndidamente. · · · . ·
en manos de aquel malvado.
Loker prorrumpió en una salvaje risotada ante los. sup~estos escrúpulos del
-¡Bah, no pienses más en ello, muchacha! -replicó el providencial salva-
mercader y blandió en el aire sus enormes puños, argumentos con los que se
dor de Elisa-. Esta orilla es territorio diferente, con unas leyes distintas, y pue-
sentía capaz de resolver cualquier prob_lema. · · . . .
des considerarte a salvo por el momento.
-·¡Delo por hecho, señor Haley! -aseguró-. ¡No habrá'. comisari~ que se
Efectivamente: tan~o o más que el miedo a las aguas enfurecidas, este deta-
atreva a impedirme actuar como yo sé!'
lle fue el que detuvo al me~cader echando pestes ·al otro fado de la corriente.
-No se trata precisamente de emplear la violencia en este caso, Loker -re-
Había tenido . ya dos o tres incidentes con las autoridádes de aquella comarca
fronteriza; y no le convenía añadir otros nuevos que. aumentaran su ya recono- P!icó Haley-. Sólo en última instanciª, 'cla~ro si te fuera .posible hacer fun"'.'
cida mala fama. . . c1onar un poco tu obtusa mollera, comprenderias que ...
-:i Déjelo de mi cuenta, señor Haley! -intervino entonces el llamado .Marks '
Terminó, así, volviendo sobre sus paso.s para descargar su mal humor con- . .
guiñándole un ojo al merca~er_:_. Ésta es mi ·especialidad, se lo ·garantizo: sé
tra la dueña de la casa donde Elisa había sido acogida, a la que acusó de compli-
cidad y de haberle perjudicado en un importante· megocio» completamente cómo manejar a las autoridades, y acostumbra hacerlo sin levantar la voz ni
. autorizado por las leyes del país. Ella no le hizo el menor caso y' aunque no:· se faltar a los más exquisitos modales; es más; puedo convencerlas y confundirlas
reeitándoles más artículos y apartados de los que tiene realme~te ningiina ley.
negó a servírselos, sí le exigió por adelantado el pago de .unos vasos· de ag\iai--
Y si las cosas se ponen demasiado difíciles y no queda otro remedio ...
diente que Haley le pidió.
Mientras el traficante sorbía melancólicame_nte unos tragos sentado . ante Cerró la.frase mirando las manazas d~e Lokér, todavía levantadas.·
-¡Magnífico! -se animó Haley-. ¡Cuento entonces con vosotros! .¡Vamos
una desvencijada mesa desde la que- podía observar el camino que conduéíá al
a cerrar el trato con unas copas! Prometo _regalaros a la negra, que vale muchos
bosque, _vio -simultáneamente penetrar en éste a los d~s negros que le habían
más dólares que el niño, si me entregáis al pequeño en estado aprovechable.
acompañado ·y a los que. acababa de despedir, .y salir también de entre los árbo-
a
'1es dos jinetes blancos que avanzaban sin prisa, seguidos por un caballo car.:.
¡Adelante, muchachos! Tenemos que cruzar este maldito río· antes de·que ano-
chezca.
gado con equipo de vi~je.
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28
LA CABAÑA DEL TIO TOM

-¡Demonio! ¿Está usted loco, Haley? ¿Pretende que nos matemos al pri- H1>.LEY.EL TRAFICANTE !JE ESCLiWOS,REGRESO A LA AL·
QUERIA 1JON'JE SE HA61A REFUGIAJO EL!SA 1 Y ...
mer paso?
-Aún no; llegará una barca dentro de media hora y nos pasará a nosotros
al otro lado. Los caballos pueden vadearlo.
Mientras los tres hombres se preparaban a emprender su intriga allí donde
Elisa se creía ya en relativa seguridad, los dos negros que habían «paseado» a
Haley a través del bosque llegaban de regreso a la granja y explicaban a su ama
el feliz resultado de su treta.
:-¡Qué Dios os bendiga, amigos míos -les felicitó la señora Shelby-, y que
siga protegiendo y ayudando a la pobre Elisa y al pequeño Enrique!

* * *
Algunas millas más allá del río fronterizo, otra mujer de buen corazón y otra
granja donde se desconocía el uso del látigo y de los tratos inhumanos iban a
hacerse eco de los buenos deseos de la señora Shelby.
El senador Bird era el dueño de aquella propiedad, a la que acababa de
regresar después de una larga estancia en la capital del estado y tras haber
tomado parte en enconadas y turbulentas sesiones legislativas.
Hacía solamente media hora que estaba en casa, descansando del viaje des-
pués de haber abrazado a su esposa y a sus hijos, y nada deseaba tanto como
disfrutar tranquilo de la paz y el sosiego del hogar. Pero su semblante no conse-
guía disipar una expresión decepcionada que no pas6 desapercibida a la mujer
sentada frente a él.
-Adivino lo que te ocurre, querido -dijo ella tomándole una mano-. ¿Será
posible que ni tú ni tus amigos hayáis podido impedir que se votara esa ignomi-
ni<?sa ley contra los fugitivos de Kentucky?
-Así fue, querida; exactamente lo que supones; no logramos evitarlo, y la
ley ha sido promulgada con todo su rigor: a partir de ahora, nadie podrá en
nuestro estado facilitar ninguna ayuda ni acoger en su casa. a los negros que
huyan de la esclavitud. El incumplimiento de estas órdenes implica penas muy
severas e incluye, por supuesto, lo mismo a sus partidarios que a quienes hemos
votado contra ella. De modo que, por mucho que nos repugne, no tendremos
más remedio que obedecerla, María.
-¿Cómo vamos a sóportarlo, querido? Estamos a dos pasos de la frontera, y
ya sabes · que nuestras convicciones cristianas nos han dictado siempre dar una
parte de lo que afortunadamente nos sobra a quienes llegan aquí desvalidos,
acosados, maltrechos por la injusticia,.
-Lo sé, querida; pero recuerda también que mi. condición de senador me.
obliga qtrizá más que a ·otro ciu~adano cualquiera, y que esta responsabilidad te
alcanza también a ti por ser mi esposa.

30
LA CABAÑA DEL TIO TOM
LA CABAÑA DEL TIO TOM

-·Va a ser muy difícil cumplir tan inhumanas disposiciones! Creo que, por
mi pa:te, no tardaré en verme convertida en una delincuente; pien~a qu: lo
_ -¡Excelente Symmes! -comentó el senador Bird, que se había acercado
también a la cocina para ver qué ocurría. Y añadió para sí mismo: -¿Quién po-
contrario me obligaría a desobedecer leyes mucho más altas, a q_ue, m1 con~1en~
drá ahora convencerle de qui! su noble empeño queda calificado como un delito?
cia me reprochara auténticos delitos cuya importancia no me deJana dormir. m
-¿Y qué vas a hacer ahora," muchacha? -preguntó la señora Bird-. ¿Tienes
estar en paz co_n Dios. , . , ._ algún pariente que pueda acogerte? ¿Dónde piensas trabajar?·
-Sin embargo, María, te agradeceré que no me pongas las cosas mas d1fIC1-
-Mí intención es llegar hasta el Canadá,· señora; allí me reuniré con mima-
les. Los que hemos votado en contra vamos a ser estrechamente vigilados, y...
rido y, según parece, podremos vivir en paz y dedicarnos a nuestro hijo sin la
Un criado negro pidió en aquel momento permiso para entrar, y se dirigió a
amenaza de que algún día puedan arrancárnoslo de nuestro lado y venderlo
su am~ con actitud ligeramente turbada. · :como si fuera una cabeza de ganado. ·
-Ruego a la señora que me perdone --dijo-; pero, ¿le importaría venir unos·
-¡Pobre hija mía! El Canadá está muy lejos, y tu estado no es el más indi-
instantes a la cocina?
cado para emprender tari tremendo viaje. Primero necesitas descansar, recu-
Ella se levantó para acompañarle, y el sirviente empezó a explicarse tan
perar fuerzas, dar un buen respiro a tu pobre hijito... _í
pronto abandonaron el salón.
Una tos tan insistente como poco auténtica llamó la atención de la señora
_ -Se trata de una mujer que viene huyendo con su hijo, señ,ora. Parece que
Bird; su esposo le hizo una discreta seña y ambos salieron de la coc,!na mientras
la persiguieron hasta la frontera 1 pero ella se atrevió a cruzar el río a. pesar de
los criados atendían convenientemente a la fugitiva y al pequeño. -
la crecida. Ha llegado extenuada, medio muerta de fatiga y frío, y el niño tam-
-¡Lo olvidé todO"en un momento, Juan! -se excusó ella sin dejarle hablar-.
poco se tiene en pie. · .
· Cómci quieres que tenga en cuenta esa absurda ley a la: vista de un caso
t - .
como
La señora Bird Se apresuró hacia la cocina, donde el espectáculo que se
éste? ¡Supongo que no me propondrás que abandone a esta pobre mujer y a su
ofreció a sus ojos la llenó de piedad y sobresalto.
hijo en manos de sus criminales perseguidores! ¡Ni tú ni yo seríamos capaces
Los estragos dél tremendo esfuerzo realizado se evidenéiaban en el sem-
de semejante vileza! _
blante y en todo el aspecto de la valerosa Elisa, sus ropas aparecían destroza-
-No necesitamos entregarla, María, pero tampoco podemos permitirnos el
das, sangrantes los pies y desvaída la luz de sus ojos por el agotamiento tan
riesgo de que permanezca con nosotros. Recuerda lo que te dije: -vamos a que-
absoluto que la embargaba. Pero todavía la mantenía en_ vilo una angust~a que
dar sometidos a una vigilancia implacable, y na4a nos perjudicaría tanto como ...
la fráigil frontera atravesada no lograba disipar, como si intuyera que sus impla-
-Lo sé, querido, lo sé;_ pero ... ¿se te ocurre alguna solucióu que uu uus obli-
cables perseguidores no iban a detenerse por tan ficticio obstáculo.
gué a desviarnos de nuestros deberes-ianos ni nos haga incurrir ~n remor-
-¡PorJpiedad, señora! -'-suplicó así que· vio llegar a la dueña de la casa-. dimientos?
¡Protéjame: ayúdeme a 5alvar a mi hijo! . . .
-¡Tranquilízate, hija mía! -contestó la señora Bird-:-·- ~o t1en~s que tem~r
nada malo mientras estés. bajo nuestro techo, y tus persegwdores tienen prohi-
bidas ·sus criminales actividades en ·este territorio, regid~ por otras leyes que el
-En primer lugar, aquí no puede quedarse. Sería demasiado peligroso, una
verdadera provocación contra la ley.
-No iremos a echarla a la calle, ¿verdad? ¡No te creo capaz de hacerlo!
ii
-¡TranquilíZate}mujer, y tampoco necesitas repetírmelo tanto! Pero ten- ~
de Kentucky. Aunque... - · _ dremos que buscar otra solución, algo que quede en una especie de término ~.
-¿Y si vienen?.¿Y si llegan hasta aquí? ¿No podrán quitarme a mi hijo? ¿Está medio. Déjame pensar...
usted segura de ello, señora? ·
_-¿Tal vez esconderla en alguna parte, Juan?
-¿Quitártelo? ¡No se atreverán ni a tocarlo, ni siquie.ra cruzarán ~a puerta
-Me estaba acordando del viejo Van Tope... Ya sabes cómo opina sobre la
de esta casa, te lo aseguro! ~erá mejor que me los descnbas en segwda, para
- esclavitud, y las veces que nós ha ayudado en otros casos parecidos. Creo· que
que sepamos·a qué atenernos sobre ellos.. -
. riada le con;iplacerá tanto como quebrantar esta ley, y él sí que puede permitír-
_ Elisa ·explicó todas las CÍrcunstancias que habían motivado su aventurada
selo ... aumi~e será· mejor aconsejarle que no se jacte de ello; a la larga, sólo per-
decisión; las difiéultades económicas de los Shelby; las :angilstias dé su buena judicaría la posible continuidad de ésta y futuras infracciones... /. ·
ama, la resignación del tío Tom, su agotadora noche a través del bosque y los
-¡Eres .un cielo, esposo mío! ¡Y también un estratega de primer ovaen!
dramáticos momentos vividos en ·el río, sin omitir -la providencial ayuda del ¡Me siento orgullosa de ti, te lo juro! ·
brazo salvador que la rescató de una muerte segura.
~Pues disimúlalo, querida, y ahórrate los elogios, porque podrían acabar

32 33
LA CABAÑA DEL TIO TOM

conmigo. Tenemos. que actuar y callar, ¿comprendes?, ser muy discretos. Habla
con los criados, uno por uno, para que se abstengan a toda costa de comentar el
caso en ninguna parte. Yo prepararé mientras tanto el coche y acompañaré a
esta mujer y a su hijo hasta la finca de Van Tope.
-¡Cómo! ¿Ahora, esta misma noche?
-¿Vamos o no a ayudarla, María?
Ella le besó en la mejilla y corrió otra vez a la cocina, mientras el senador
suspifaba profundamente al dirigirse hacia las cuadras.
Apuntaba casi la madrugada cuando la señora Bird terminó de conferenciar
con la servidumbre y, tras atender abundantemente con ropas, dinero y provi-
siones a las necesidades de Elisa,. consideró que podía pasarla sin remordimien-
tos a la protección de otras manos no menos solícitas que las suyas.
-No sé cómo agradecerle sus desvelos, señora, así como la bondad y la abne-
gación de usted y de su marido. Por nada del. mundo quisiera perjudicarles ha-
biendo llamado a su casa y a sus buenos sentimientos. ¿Por qué no dejan que
vaya yo sola hasta la casa del señor Van Tope? Podrían entregarme una carta y ...
-Será más seguro si te acompaño yo, muchacha, y ten en cuenta que son
siete millas de camino. ¡Vamos, sube y acuesta a tu hijo entre esas mantas que
he preparado! --ofreció el senador acomodándose a su vez en el pescante.
-¡Adiós, Elisa, y que Dios te ayude en tu propósito! ¡No dejes de escríbir-
nos y de avisarnos si tropiezas con alguna dificultad!
-Lo haré, señora, y ... ¡gracias, mil veces gracias!
El senador condujo hábilmente su vehículo por 1tmerarios poco frecuenta-
dos y logró llegar a la granja de su amigo sin tener ninguna clase de encuentro
en el camino.
Se trataba de una modesta y agradable construcción levantada en una zona
mtzy arbolada, rodeada a su vez de plantaciones en magnífico estado de desa-
rrol1o y conservación.
Juan Van Tope había anticipado espontáneamente la abolición de la escla-
vitud, renunciando por propia voluntad y convicción a un sistema que juzgó
inhumano y opuesto a los más elementales principios cristianos. Concedió plena
libertad a los negros que trabajaban para él y que, casi en. su totalidad, perma-
necieron a su lado como asalariados y cooperadores, y consiguió asombrar a
todos sus vecinos obteniendo aún mejores provechos y rendimientos de sus
tierras trabajadas así con redoblado afán de superación.
El senador Bird tomó. modélo de aquel ejemplo, aconsejándose a través de
1
su iniciador en sus múltiples. aspectos; ello había establecido una sólida amistad
entre aquellos dos·pioneros de la libertad y !ajusticia.
No es pues de extrañar que la llegada del madrugador visitante fuera aco-
t
gida con sincera alegría por el propietario del lugar, que salió presuroso a la
puerta cuando reconoció al senador.

34
LA CABAÑA DEL TIO TOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

-¡Magnífica sorpresa, amigo Bird! ¿Qué te trae tan temprano por aquí? problemáticas suposiciones, exteriorizaba, para animar a su esposa, una segu-
¡Hola! ¡Parece que no vienes solo! ridad que en el fondo estaba bastante l~jos de sentir realmente.
-¡Necesito tu ayuda, Van Tope! --conte~tó el senador sin andarse con ro- -¡Cuídate mucho, Clotilde -decía con voz relativamente firme-, y sigue
deos-. Pretendo nada menos que acojas en tu casa a una mujer negra y a su educando a nuestros hUos como hasta ·ahora. No te preocupes por mí, que ya
hijo, que llegaron a la mía fugitivos de Kentucky. Ya te habrás enteradG de la sabré desenvolverme mientras duren las presentes circunstancias. Piensa que,
nueva ley promulgada sobre el caso, ¿verdad? Tienes tanto derecho como yo a al fin y al cabo, no haré otra cosa sino experim~ntar durante algún tiempo la
no buscarte complicaciones con las autoridades, pero ella corría mucho mayor misma suerte que desde hace tantos años vienen soportando miles y miles de
peligro permaneciendo bajo mi techo y me colocaba al mismo tiempo en una hermanQs nuestros; no seré el primero ni el último, ni mucho menos el único.
situación muy comprometida. No te culparé si te niegas, y buscaré en tal .caso ¿Qué razón hay para temer que no pueda resistirlo como los demás? No pier-
otro lugar seguro. donde ocultarla mientras se recupera. Tú tienes la palabra, das la fe ni la confianza, mujer, y recuerda que nuestros amos seguirán velando
amigo mío, y tu decisión en nada afectará a nuestra amistad. ¿Qué me .contes- por ti y procurarán rescátarme a la primera oportunidad que se les ofrezca ...
tas? · -Pero ... ¡Tom, mi querido Tom! ¿No es terrible tener que separarnos aho-
-¡Al diablo esta condenada ley, amigo Bird! A mí me tiene sin cuidado, te ra, después de tantos años de vivir juntos bajo este mismo techo donde han
lo aseguro, y seguiré haciendo lo que me plazca durante todo el tiempo que pue- nacido nuestros hijos? ¿Por qué tuvieron nuestros amos que vend.erte precisa-
da. Afortunad¿¡me.nte; mi casa queda mucho más escondida que la tuya y na<lie mente a ti? ¿Por qué no a otro en tu lugar? ·
va a sospechar por ahora de m!, ni va a vigilarme. Comprcn<lo tu actitud, .mu- -No fue cosa suya, Clotildc, sino dehcñor Haley, que se obstino en llevarme
il chacho, y a. todos nos conviene que puedas seguir luchando en favor de nuestra a mí ... y al hijo de Elisa. ¿Qué habrá sici& ~a infeliz y vaierosa muchacha? ·
'I causa sin dar pie. a que nuestros enemigos puedan acusarte de ser el primero en La señora Shelby entró en aquel instante en la cabaña y oyó las últimas
11
1 incumplir una ley que, aunque no nos guste, ha sido aprobada hasta nueva or- palabras de Tom.
11 den. ¡Vamos, entrad, démonos prisa en acostar a este niño en una cama bien -¡Ha logrado pasar el río, estáa salvo al menos por el momento! ¡Qjalá
1
1 caliente y en cerr~r una puerta bien segura detrás de su madre! ¡Pasa, mucha- consiga encontrarse con su esposo y puedan ambos rehacer sus vidas junto con
1
cha, acógete a la proteccióndejuan Vari. Tope! el pequeño Enrique! ¡Oh, Dios mío! ¿Por qué no huiste también tú Tom?
-¡Gracias, amigo mío! ¡Estaba seguro de que no in.e fallarías! Quizá.:.
Elisa respiró tranquila cuando crlXlÓ d umln-al de aquella puerta. Empc· Iba sin duda a proponer desesperados planes de última hora, pero el áspero
zaba a confiar qu~ lograría reunirse con su marido y emprender por fin aquella traqueteo de una carreta que se acercaba a la cabaña heló las palabras en sus
ansiada vida bajo el signo. de una dignidad y consideración humana que su raza -labios.
parecía condenada a desconocer. y_ lamentaba ahora no haber insistido más -¡Ya .está aquí! -gimió afligida Clotilde-. ¡Es ese-hombre, Toro, ese mal-
pa~a que el tío. Tom la acompañara, librándose así de la triste suerte que sm
duda le esperaba bajo las garras <le Wl mercader sin escrúpulos como Halcy.
vado que viene a buscarte! ¡Por favor, no olvides vigilar tu reumatismo, Tom,
y acuérdate de ponerte siempre· las fajas de lana que puse entre tus cosas! ¿Me
i1
* * *
lo prometes?
-¡Ten mucho cuidado, Tom! _:_aconsejó rápidamente la señora Shelby-.
r
!''
·Ese hombre viene furil)so, con un humor de perros por haber perdido a .Elisa
Éfectivainente: bajo· el techo de ·su cabaña hasta entonces apacible, entre y a su hijo, y es prob(!.ble que sus malos instintos encuentren un alivio descar-
las paredes. de lo que durante tantos años había, sido ·un hogar feliz como rara gándose contra ti. ¡Pro~a no excitarle ni darle motivos· de queja! Nosotros,
excepción entre las gentes de piel negra, Toni y su esposa Clotilde vivían ano- por nuestra parte, seguiremos tu_ pista y volveremos a comprarte tan pronto
nadados sus ,últimos momentos juntos antes de que un fatal destino les separara reunamos el dinero necesario. ¡Te lo juro, Tom, lo haremos a la primera opor-
con tantá crueldad como .injusticia. · · tunidad! ¡Oh, Dios mío, jamás creí verme ~n semejante situación! ¡Perdóna-
_Tom procuraba mantenerse sereno y conservar su entereza en·Jm. aconteci- me, Tom, pe~ona también a mi esposo! ·
miento que jain᪠hubiera· podido imaginar; se esforzaba por no perder· ta, con- -No se preocupe, señora -la disculpó sinceramente el fiel criado-. Com-
fianza en· las posteriores gestiones y esfuerzos de sus· amos. para rescatarle tan prendo los motivos de su detérminación, me hago cargo de que nada podían
pronto pudieran e, intentando convencerse a sí mismo del posible éxito de tan oponer a las exigencias de este ... del señor _Haley. Sólo les ruego que cuiden

36 37
LA CABAÑA DEL TIO TOM

mucho de Clotilde y de los niños mientras ... mientras dure mi ausencia. Lamen·-
to no poder despedirme de Jorge, no pude verle esta mañana en la casa.
-¡Pobre muchacho! Está furioso, decepcionado, y creo que en el fondo nos
acusa por nuestra debilidad. ¡Es difícil hacerle comprender esto a un niño!
Una _voz agria y despechada cortó estos comentarios cuando la carreta se
detuvo chirriando frente a la cabaña.
-¡Tom! ¡Busco a un esclavo que se llama Tom! ¿Es ésta su casa? ¡Vamos,
no me hagan esperar!
La señora Shelby fue la primera en asomarse a la puerta y en enfrentarse
con el mercader, decidida a que su presencia mitigara la agresividad eviden-
ciada en la voz que tan brutalmente reclamaba sus derechos de compra.
-Está aquí, señor Haley, lleva ya horas esperándole. Tom es muy obediente
y no le opondrá ninguna resistencia. Acuérdese de que le respondimos de ello y
que usted, por su parte, nos garantiza dedicarle un buen trato. ¡No lo olvide!
-Así lo haré, señora, puede contar con mi palabra. Pero tengo mucha prisa,
llevo demasiado tiempo perdido con esa negra y su hijo. ¡Parto en seguida!
Tom abrazó a su esposa, se despidió de la señora Shelby y se instaló rápida-
mente en la carreta, decidido a no exasperar más el hombre que pasaba a ser
supremo juez de su vida y futuro destino.
Mantuvo fija la mirada en su querida cabaña y en las dos figuras de pie en
la puerta hasta que todo fue haciéndose pequeño y desapareció finalmente tras
un recodo del camino. Haley fustigaba al caballo y le obligaba a sostener un
difícil trote. El desvenc~jado carricoche se arrastraba y crujía lastimeramente
a cada bache y desigualdad del terreno.
Ello no impidió escuchar el acelerado galope de un caballo que les alcanzó
en pocos segundos. Su jinete se atravesó en el camino después de adelantarles,
forzando a Haley a detener su marcha hasta parar completamente.
-¡Voto al demonio! -se enfureció el traficante~. ¿Qué es lo que sucede
ahora? ¿Pretendes que te atropelle, mozalbete del diablo? ¿No podías buscar
otro camino para dedicarte a tus correrías?
-¡Es Jorge! -exclamó Tom desde dentro de la .carreta-. ¡Es el hijo del
señor Shelby! Perdónele, señor Haley. Querrá despedirse de mí.
-¿Todavía más despedidas? ¡Estoy harto de tantas delicadezas, demonio!
Jorge Shelby adelantó su caballo y se encaró con el tratante de esclavos.
-¡Fíjese bien en lo que le digo, señor Haley! -pronunció con voz muy deci-
dida-. Mi padre sabrá en todo momento lo que vaya usted haciendo con Tom y
no dejará de enterarse de la clase de trato que le dedique. ¡Recuerde que no
toleraremos un incumplimiento de la palabra que nos dio respecto a su futura
.seguridad! ¡Recuérdelo bien, señor Haley !
-No lo olvidaré, muchacho, queda tranquilo por este punto -contestó el ·
mercader con chocante sumisión. Y reanudó lentamente la marcha.

38
LA CABAÑA DEL TIO TOM

-¡Desde luego que sí, caballeros! -aseguró éste-. ¿Tienen ustedes la bon-
dad de seguirme?
Y les condujo a un saloncito previsto para semejantes casos donde les dejó
instalados, después de enterarse de qué menú deseaban.
Tardó solamente unos minutos en servírselo todo en un solo viaje y cerró
la puerta al marcharse, prometiendo no importunarles durante todo el tiempo
que les conviniera.
. _-Y aho_ra, caballero ~n;ijij:t=ó ~ d_ecir Wilson, animado por la llegada de la
connda y picado por crecieme curiosidad-, espero que me informará usted
sobre ...
-i.:n ~omento, por favor -le interrumpió el otro-. Permítame un segundo
nada mas, JUStO el tiempo de lavarme las manos; VUé!VO en seguida CQll usted.
Wilsuu uyó correr el água en ef pequeño lavabo contiguo y, tal vez acuci~do
por una doble impaciencia, le pareció que su compañero empleaba .mucho rato
para algo. tan simple; .procuró mientras tanto hacer memoria para recordar
dónde habría visto él antes aquel rostro, cuyos rasgos diría que no le eran del
todo desconocidos.
CAPITULO IV
Y adivinó de pronto al abrirse Ja puerta del reducido co~partimiento: ves-
tido con la misma ropa con la. que. había entrado en él, el hombre que se le
Era la hora de la comida en una confortable hostería al norte del estado de
había presentado con el nombre de Butler apareció con la tez cenicienta, y un
KentuCky, muy concurrida por estar situada en una ciudad de destacada impor-
semblante muy diferente, del entrevisto hasta entonces.
tancia. Separado del general bullicio del comedor, un caballero se había senta-
:--.Jo~ge! ~x~lamó so?>rendido Wilson-. ¡Jorge Harris! ¿Tú por aquí?
do en una butaca del salón y· parecía esperar a alguien a juzgar por las insisten-
. ¿Que s1gmfica este disfraz? · ' · ·
tes miradas que echaba de vez en cuando hacia la puerta giratoria. ·
S_e trat~ba en efe_cto del marido de Elisa; años atrás, había trabajado para
Desplegó un papel que extrajo de su bolsillo y volvió a leer la lacónica cita
el senor ~Ilson gracias al cual había adquirido una ·instrucción y cultura muy
que un tal Butler, nombre para él desconocido, le li.abía diijgido rogándole le
poco comeJites entre los hombres de su· razá. Cuando posteriores circunstan-
esperara aquel día y a aquella hora en el local a que nos hemos referido. Falta-
cias obligaron a Wilson a vender sus tierras y establecerse en la ciudad una
ba.n quizá un par de minutos para la hora fijada, y llegaban del comedor tinti-
sólida amistad había permanecido entre los dos hombres. · El odio de Wilsoii ·
·. neos de cubiertos, voces de conversaciones y ciertos olores que hacían aún más
hacia la esclavifrtd nació justamente cuando el color moreno de la piel de Harris
enojosa la impaciendiade la espera. .
hizo derivar el destino de éste a progresiv¡:¡.s degradaciones, hasta terminar
-¿No va usted a pasar al ~omedor·, señor . Wilson? -preguntó un camarero
viéndose vendido al mejor postor en un mercado de esclavos. ·
acercándose con atenta solicitud-.¿ Prefiere acaso que le sirvamos aquí?
-Me escapé, señor Wilson -explicó apresuradamente el falso Butler-.. No
-Ni aquí ni en d comedor, si ello es posible -intervino una voz a sus espal-
pude soportar por más tiempo tantas brutalidades y decidí huir al Canadá, don-
das-. ¡Buenos días, señor Wilson! -saludó el recién llegado.-. Soy Butler, y su-
de µ-abajaré y ~ecogeré dinero para rescatar a Eljsa y a mi hijo tan pronto pue-
pongo que me estaba usted esperando.
da, Pero necesitaba verle y hablar antes. c9n usted, para rogarle me sirva de
:_En efecto, señor .. : Butler -c.ontestó el interpelado-. Pero... ¿no vamos a
intermediario en esta inconcebible «o¡}eradóm. Yo le mandaré aquí el dinero y
quedarnos a comer en este establecimiento? Le advierto que .es el mejor de la
t~?drá que . ser usted, como hombre blanco, quien cpmp;re a mi mujer y a mi
ciudad, y no excesivamente caro. · ·
hijo, pag~ndo pQr· ellos lo que le pidan. Sólo en usted puedo confiar, señor Wil-
-'-¡Por- supuesto, señor Wilson! ·Sólo que ... tenemos qué ·ti-atar negocios muy
son. ¿Accede a hacerme este favor?¿ Puedo.contar con elÍó?
. importantes y me gustaría poder estar a. solas con usted, en un ambiente más
tranquilo. ¿Tienen ustedes algún reservado o· alguna habitación libre. donde .' -¡Desde luego ~ue sí, Jorge! Pero .. : ¿has pensa!fo bien en los peligros a que
te expones, en lo leJOS qu{! quedan las tierras del Canadá, en que tu amo no se
puedanservi.~os? -preguntó dirigiéndose al camarero.

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40
LA CABAÑA DEL TIO TOM
1
resignará a perderte y mandará que te persigan con terrible saña? ¡Es muy
peligroso tu plan, muchacho, muy difícil que consigas realizarlo con éxito!
-Lo sé, señor Wilson, he pensado en todo ello. Por este motivo deseaba tam- 1
!
bién verle ahora, para pedirle otro favor: caso de que me sucediera algo desa-
gradable durante el camino, algo que sólo podría ser la muerte porque na<la ni 1
nadie podrá detenerme de otra manera, ¿puedo confiar en que usted vele y
cuide, en todo lo que buenamente pueda, de mi pobre Elisa y del pequeño Enri-
que? Ya sé que quizá abuso de su buen corazón, pero ... 1
-¡Ten la absoluta seguridad de que no quedarían nunca desamparados,
Jorge! ¡Te doy mi palabra! Vete tranquilo en este aspecto, pero extrema tus
precauciones, y tu voluntad hará el resto, muchacho. ¡Empiezo a creer que lo
lograrás!
-¡Gracias, señor Wilson! ¡Estaba seguro de que no me fallaría en un trance
tan grave para nosotros! ¡También yo me siento ahora mucho más convencido
de conseguir mi propósito!
A pesar de las prisas de Jorge Harris y de la urgencia que todo fugitivo pu-
diera sentir en poner la máxima distancia entre su punto de partidá y aquél
donde esperara encontrar la seguridad, sus etapas no solían resultar tan rápi-
das como las de quienes viajaban 'todavía sometidos a su condición de esclavos,
de mercancía con la que podía especular el hombre blanco.
Era así como Tom, conducido por Haley junto con otros desventurados
negros recogidos por el camino, llegaba a una cárcel de Washington. Allí, como
primera etapa importante de toda una serie de denigrantes ferias de ganado
humano en las que la raza negra conocía sus peores amarguras, iba a dar co-
mierp;o su penoso calvario bajo la ley de la esclavitud.
Hombres, mujeres y niños de piel negra quedaban hacinados en una vasta,
atestada y maloliente mazmorra cuyo único mobiliario. consistía en sucios mon-
tones de paja ya impregnada de anteriores humíllaciones. Cadenas y argollas
corrían desde su empotramiento en las húmedas paredes hasta los tobillos y
muñecas de muchos pies y manos cruelmente desollados por su constante mor-
dedura, haciend~ que cada individuo sintiera su alma igualmente humillada por
tan inhumano trato.
-¡Arriba todo el mundo! ¡Al mercado, holgazanes! ¡Vamos, levantad vues-
tro porte, malditos! ¿Pretendéi.s acaso ser vendidos como simple carroña? Sa-
bed que cuanto más se paga por un esclavo mejor suele tratársele después;
conque ... ¡bien alta la cabeza, demonio!
Émpezaba entonces el triste desfile de aquellos despojos humanos; encade-
nados entre sí· como trágico rosario de inciertos destinos, se movían entre una
doble fila de no menos deshumanizados guardianes armados con largas trallas
y pistola al cinto, los cuales recitaban con voz áspera la invariable y monó-
tona cantinela:

42
LA CABAÑA DEL TIO TOM LACABANADELTIOTOM

-¡Firme el paso, malditos monigotes! ¡Arriba el ánimo! ¡Os lo levantare- -¡Guárdate unos consejos que no te pedí ni necesito! ¡Limítate a obedecer o
mos a latigazos si no lo aparentáis por vosotros mismos en suficiente medida! vas a pasarlo muy mal, negro!
¡Vamos, todos al mercado! . -Como usted mande, señor ~se conformó impasiblemente Tom.
En un recinto próximo; se procedía a la bestial subasta de cada día. El azar
de las pujas y las .. adjudicaciones separaba caprichosamente a los hijos de los
* * *
padres, a la esposa del marido, al hermano de la hermana y hasta al recién
nacido de la desesperada madre. Elisa y su hijo habían podido abandonar mientras tanto la solícita tutela del
~
-·Vean
1 '
señores' vean qué magnífico lote de recios e infatigables brazos señor Van Tope, y tras rehacer sus fuerzas con unos días de reposo y tranquili-
ofrecemos hoy a las necesidades de sus plantaciones! -vociferaban incansables dad, cumplían otra etapa de su furtivo viaje acogidos a la protección de una
los vendedores-. ¡Hombres y mujeres nacidos bajo el sol de los estados del Sur, excelente familia previamente avisada por el experto y· metódico amigo del
acostumbrados a jornadas largas y a raciones cortas! ¡No les importará traba- senador Bird.
jar .horas y horas, siempre encorvádos sobre la tierra, si les aseguran un puñado Lo mismo que la de Van Tope, la altruista conducta del señor Wils~:m, ayu-
de comida un par de veces al día! · · dando y tranquilizando a Jorge Harris, obedecían tanto a íntimos sentimientos
· El griterío ·era incesante, el infernal trasiego se sucedía a empujones; las humanitarios como a su· común pertenencia a la _benemérita secta normeaineri-
argollas se abrían sólo por un momento, mientras separaban a un «ejemplar» cana conocida con el nombre de ucuáq~eros», eficazmente organizada en de-
de un racimo humano, para volver a cerrarse tan pronto como lo. agregaban a fensa de los derechos humanos y operante enemiga de todo lo que fuera vio-
otro que se formaba más allá. . . lencia o explotación del hombre por el hombre. Los aunados esfuerzos de unos
Ningún caso se hacía de los lamentos y protestas que pudieran proceder y otros habían de lograr una feliz coincidencia en .una etapa más o menos pre-
de los más directamente interesados. Sólo contaba allí la transacción, la ley de vista, el afortunad-0 encuentro de dos itinerarios de fuga. De este modo, pro-
la oferta y la demanda, la puja y el martillazo de la adjudicación. El caso indivi- porcionarían un gran alivio a aquellos seres y las ventajas de una acrecentada
dual, la íntima y personal circunstancia era cruelmente despreciada y p~ra moral para la consecución del compartido objetivo.
nada contaba si afectaba a unos seres de piel negra que, en tan bárbara socie- La anciana Raquel Halliday era quien tenía en aquel momentÓ bajo su car-
dad y legislación, carecían de la más mínima considera.ción humana. go a· Elisa y a su hijo. Procuraba retenerla en su casa más días de los que la
Haley compró más que vendió en aquella ocasión. Prefería hacerlo así se- fugitiva deseara entretener su marcha, y lo hacía con la esperanza de poder
gún en qué lugares, reservándose la distribución de su mercancía en los pun~os darle de un momento a otro una noticia de· capital importancia, cuya confirma-
donde· las necesidades del trabajo eran más acuciantes y, en consecuencia, ción h<ll>ía de proporcionarle un enlace enviado por el señor Wilson.
mejores y más altos los precios obtenidos bajo semejante imperativo. :-4 frontera del Canadá está todavía muy lejos, hija mía -¡;--recordaba una
Con estas intenciones, embarcó pocos días después en un vapor fluvial que y otra vez la buena mujer-. Te conviene hacer unos descansos más completos;
le llevaba hacia los estados del Sur con su oontingente .de esclavos enriquecido . así Podrás conseguir la reserva de fuerzas necesaria para asegura.rte un razo-
por acertadas adquisiciones y descargado también de el~mentos poco rentables. nable éxito en un periplo tan largo.
Tom, ·que figurabá en la reserva escogida para oportunidades especiales, pisó -Mis perseguidores no pueden andar muy lejos, señora Halliday -le oponía
la cubierta de aquel barco encabezando la larga cadena de otros veinte negros por su parte Elisa-. Ya sé que aquí no pueden trabajar abiertamente, pero sí en
que iban a compartir con él por unos días los avatares de un lúgubre destino. la sombra y con una impunidad máyor que la mía. Cada día que pierdo pasiva-
·. Haley había vigilado estrechamente el comportamiento de Tom durante mente: aumenta este peligro, compréndalo.
todos aqµellos días y había llegado a la conclusión de que aquel hombre se so- La anciana estaba a punto de agotar sus argumentos y dotes de persuasión
metía para evitarse complicaciones. · . . · . para mitigar la ansie~ad de Elisa, cuando alguien le trajo la secreta noticia de ·
· -Te soltaré de la cadena si sigues .portándote como hasta ahora, negro -le que los invisibles hilos de la organización cuáquera harían llegar aquel nii!!mo
prometió al subir a bordo:-. Cuidai-ás 1le distribuir las raciones de comida a_ tus día a Jorge Harris a la misma ciudad donde permanecí_an su mujer y su hijo,
compañéros y me respondeÍ'ás de que no me creen problemas, ¿entendidos? es decir, a la propfa casa de la señora Halliday. · ·
-No pretendo ninguna clase de privilegios, señor Haley -contestó Tom-. El anuncio de tan· sensacional acontecimiento hizo casi desmayar a Elisa,
Es posible qu~ algún otro los merezca más que yo.:. · · · ·cuyos nervios descargaron de golpe la tremenda tensión que, durante aque-
44 45
LA CABAÑA DEL TIO TOM

llos días terribles, había sido lo único capaz de mantenerla firme y perseverante
en la difícil huida.
-Pero ... ¿está usted segura, completamente segura, señora Halliday? ¿Será
posible? -se asombraba sin dar crédito a sus oídos-. ¿Jorge,' Jorge aquí con-
migo y con su hijo, con nuestro, hijo, para seguir el viaje los tres juntos?
-No tardarás en comprobarlo, muchacha. No pude decírtelo antes porque
no me habría perdonado un fallo en este caso. Pero ahora ya lo sé, las segurida-
des son tan inmediatas como infalibles.
Efectivamente. Jorge Harris llegó a última hora de la tarde, y el encuentro
de los tres acongojados seres emocionó vivamente a cuantos lo presenciaron.
-¡Jamás volveremos a separarnos, querida mía! -aseguró Jorge haciendo
interminable el doble· abrazo con el que encerraba a Elisa y Enrique.
-A partir de ahora me sentiré totalmente tranquila, libre de todo peligro,
sin temer continuamente por la suerte de nuestro pobre hijito -suspiraba ella
sin soltarse tampoco del reconfortante refugio de los brazos de su marido.
Jorge Harris no pudo ocultar la sombra de preocupación que se cernía so-
bre su frente y consideró oportuno prevenir a Elisa.
-Sin embargo, querida, no podemos confiarnos demasiado ~ijo-. Es más:
piensa que, yendo los tres juntos, nos haremos más visibles y la presa resultará
más codiciable. Nuestro viaje sigue así rodeado de redoblados peligros. He
sabido que unos hombres andaban siguiéndome de cerca. Debemos partir en
seguida, sin pérdida de tiempo, Elisa.

* * *
Cogido en el cepo del que Harris y su familia intentaban seguir escapando,
Tom acababa de estrenar la relativa libertad de argollas y cadenas para conti-
nuar, rio obstante, sojuzgado por otras invisibles y quizá no menos rigurosas.
Haley no le perdía un momento de vista, y cualquier imprudente tentativa
suya habría redundado en terribles castigos capaces de hacerle perder toda
sombra de esperanza para el futuro y, por ende, perjudicado también conside-
rablemente a sus compañeros sometidos aún al martirio de los férreos eslabo-
nes.
El grupo de esclavos encadenados constituía en el barco un espectáculo
inevitablemente molesto, que todo el mundo procuraba esquivar y alejar de su
ángulo visual. Tom evitaba por su parte y en todo lo posible que sus compañe-
ros de desventura se yieran todavía más humillados .con la curiosidad pública,
y se fatigaba haciendo freclientes idas y venidas para atenderles solícitamente.
Haley terminó casi desinteresándose de su reducido rebaño humano; en
cuanto a Tom, parecía no haber cuidado y cabía confiar en que seguiría cum-
pliendo su cometido sin darle mayores problemas. ·

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LA CABAÑA DEL TIOTOM
LA CABAÑA DEL TIO TOM

Sólo uno de los pasajeros, una niña de unos seis años de edad, mostraba -Pues ... ¡claro, por mí sí! Pero, ¿qué pensará tu padre?
singular insistencia en contemplar desde lejos · aquel insólito apelotonamiento -¡Deje esto de mi cuenta, tío Tom! .
El barco llegaba en aquel momento a un embarcadero fluvial donde debía
.de hombres negros, extrañamente privados de movimiento por la sólida y bre-
ve cadena que los mantenía constantemente reunidos. · verificar varias operaciones de carga· y descarga. Hubo maniobras de marcha ·
Era ~ndudable que su inmatura comprensión no lograba explicarse lo cho- adelante y atrás, sacudidas y remolinos, todo ello complicado por la corriente,
cante de semejante hecho; y 'la curiosidad terminó empujándola . a vencei: te- impetuosa incluso en las orillas. ·
mores o· prudencias para ir ac~rcándose cada vez. más a los cabizbajos seres . Fue al adentrarse otra vez hacia el centro del río cuando se escucharon gri-
que formaban un verdadero mul).do aparte entre los pasajeros embarcados en tos y varios brazos señalaron por la borda de estribor.
aquel _vapor .. -¡Es una niña! ¡Paren, paren el barco! ¡Una niña .se ha caído desde la
Tom la encontró un día interitándo entablar con sus camaradas una con- cubierta alta!
versación. qU:e. ellos rehuían; asombrados, temie~do sin duda ser objeto de repre- Se trataba de la propia Eva, cuyas traviesas correrías de proa a popa acaba-
salias si se atrevían a corresponderle. . ban de desembocar en tan peligroso accidente. Varios pasajeros ges~icularon
.. -¿Qué estás b~scando ah( pequeña? -le pre~tó cariñosamente~. ¿No te desde fa borda y pronto se les unieron al_punos marineros, precedidd.s po.r !!l
echarán de menos tus padres? ¿Quieres que te acompañe a la cubierta superior? mismo señor Santaclara, el padre de la niña, · ·
· · ~¿Por qué? Todo aquello lo tengo ya muy ·visto: ¿Púedés decirme qué clase -::-¡Allí, allí, a la izquierda junto a la cresta de espuma! ¡Todavía se sostiene,
de gusto encuentran estos hombres en sujetarse unos eón otros con esas cade- pero... !
na,s? ¿No les duelen las manos ni los pies? · . -¡Dios mío, se va ahogar!
'-No ... no van así por su gust~, muchacha. Viendo que ninguno de los marineros parecía dispuesto a saltar· desde aque-
· -'-¿Acaso son tan malos que es necesario atarles? . lla cubierta, el. padre de Eva se despojó rápidamente de su €haqueta y cabalgó
-Ninguno de ellos es malo, te lo aseguro. Pero ... decidido sobre la baranda. Pero cuando tomaba impulso para lanzarse sin medi-
·-Entonces .. : ¿no se sienten desgraciados, nó les molesta el hierro? tar lo peligroso que era hacerlo desde tanta altura, un cuerpo salió disparado ·
-Mu~ho, hija mía, y de muchas maneras.
por la zona de las cubiertas inferiores y no tardó ni un_ segundo en nadar vigoro-
-¿No puede usted ayudarles a quitárselas?· samente hacia el punto donde se debatía la pequeña Eva.
-Yo no soy más que .otro de ellos,. pequeña; mis cadenas ~o se ven, pero -¡Es un negro, uno de los esclavos negros que traemos embarcados! ¡Le vi
son igualmente pesadas. · · hablando esta mañana con la niña! -exclamó uno de los marinos-. ¡Bravo, no
Tom no tuvo más remedio que responder .a una sucesiva serie de preguntas tardará en alcanzarla!
que la insaciable niña. no se cansaba · de formularle. Vino así a explicarle la Era, en. efecto, To~, que líabía sido atraído por los gritos y se dio inmediata
suerte de todos aquellos hombres y buena parte de su propia ·historia, . sobre cuenta de la situación. No fo pensó dos veces; se zambulló en el acto, agrade-
todo la reciente, que conmovió profundamente a la pequeña; . - ciendo más que nunca haber sido liberado de las cádenas que, de otro modo,
-¡No es nada justo q~e unos hombres que no son malos vayan enéade~ados le habrían hecho presenciar impotente la inquietante escena. .
La voz de Eva. llegó débilmente desde la distancia que las contrarias direc-
de este modo! Ni lo que han hecho con usted, señor... ¿cómo se llama? No me
ha dicho aún su nombre... ·· · ciones de la corriente y de las máquinas del barco habían establecido entre las
-Me llamo Tom; pero todo el mundo· me ronocía por ctío Tom», y a mí dos fraccfones de tiempo en juego. ·
me gustaba oírselo decir así. ¿Y tú? ¿Cuál es tu nombre? Tampoco me lo. has -;¡Socorro! ¡Socorro!
dicho... · Tom luchaba porfiadamente contra los remolinos que producían ·1as palas
-Evangelina. Evangelina Santaclara. Pero así resulta muy largo y, lo mismo ali detenerse e iniciar la maréha atrás, y hubo varios momentos en_ que pareció
ser dominado por la ·rapidez de la corrie_nte, que le desviaba obstin~damente
que usted, prefiero_. que me llamen simplemente Eva. Mire usted, señor Tom
· digo tío Tom: viajo en este barc_o con mi padre, -que es muy rico y. tiene mucho~ de la dirección necesaria.
. -¡Dios mío! -se·~gustiaba el señor Santaclara-"; ¡Ojalá consiga llegar a
hombres negr<?s a su8 órden~:. Le pediré que le lleve a usted con nosotros. ·No
serla estu~endo? Así· ·podrla usted explicarme muchas cosas, todos fos días, tiempo! j La ruerza del rlo parece ser terrible! .
siempre diferentes. ¿Acepta? -Llegará señor -aseguró flemáticamente uno ~e los marinos....:.-. Este negro

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nada como un pez, tiene un ímpetu muy fuera de lo corriente. Y esta zona del río
EVÁ •••EVA SANTACLARA, Y VIAJO EN LOS COMPARTI-
es verdaderamente difícil, de las peores que conozco para nadar atravesándolo. MIENTOS DE PASAJEROS CON MI PAPA.i.SABE USTED
UNA COSA,BUEN HOMBRE?
Hay que ·admitir que el tipo ese tiene tanto valor como resistencia. ¡Aunque
sea un ~egro, voto al diablo!
Casi toda la tripulación y pasaje estaban ya asomados por la banda de estri-
bor, asistiendo emocionados a la denodada pugna de Tom cont.ra las invisibles
fuerzas que parecían oponerse al logro de su abnegado propósito.
El capitán mandó derivar lentamente al navío hacia el lugar donde las dos
cabezas, todavía bastante separadas, emergían de las turbulentas aguas, mjen-
tras sus hombres aprestaban un bote y lo suspendían ya en el vacío.
-¡Dense prisa, por Dios! -gritó el padre de Eva-. ¡Corran a salvar a mi
hija, y a ese hombre! ·
La impaciencia le hizo emprender nuevamente el gesto de lanzarse por la
borda, pero una recia mano se lo impidió sujetándole firmemente del brazo.
-¡No intente saltar desde aquí, señor! -le previno el oficial que le detenía-.
¡Podría ser inmediatamente destrozado por las palas de las ruedas!
-¡Desde popa!- ¡Iré a popa! -exclamó Santaclara procurando desasirse de
la mano todavía cerrada sobre su antebrazo .
.-¡Espere! ¡No hace falta, el negro está a punto de alcanzar a su hija! ¡Vea,
!abarca también está en el agua!
. Unánimes y jubilosos gritos brotaron de todas las gargantas cuando las
espumas y remolinos que dibujaban ambos nadadores se unieron en una sola
mancha blanca. Pronto se vio cómo Toro arrastraba a Eva en dirección a los
hombres que remaban con vigor hacia ellos, al tiempo que el barco maniobraba
con prudencia para no embestirlos con su peligrosa masa, mantenía las ruedas
en suficiente marcha y evitaba ser desviado porla corriente.
Tom había llegado a tiempo.

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sobre el caso porque previamente, poco minutos antes, Tom les había pedido
q~e bajo ningún motivo revelaran su personal y exclusiva intervención en el
salvamento; no pretendía la gloria ni las ventajas para él solo, sino que, caso de
haberlo, deseaba que un posible agradecimiento o recompensa fuera compar-
tido en general por todos los hombres de su grupo, todos esclavos en definitiva.
Aquella extraña resistencia a señalar, no a un culpable, sino a un hombre
qui;, según todas las trazas, rehuía la gloria para permanecer en un incompren-
sible anonimato, coartó singularmente los impulsos de exigencias, cólera o im-
posición por parte de quienes inquirían y preguntaban, incluido el padre de Eva.
Agustín Santaclara sintió- -el vacío de la decepción y un vago remordimiento
del que sólo pudo sacarle su propia hija. En efecto; repuesta la niña al día si-
guiente y abandonando la cama, lo primero que hizo fue recorrer el ¡barco de
arriba abajo hasta dar con Tom. Fue así como el escarmentado padre, que no la
dejaba sola ni un instante, pudo identificar al hombre a .quien deb_ía la vida de
lo que más quería en el mundo. ·
Fácil es comprender que Eva aprovechó la ocasión para conseguir lo que
CAPITULO V se había propuesto y prometido a Tom, y que todavía más se aprovechó de todo
ello el ambicioso Haley, el cual supo. hacer pagar a peso de oro el deseo de aquel
Docenas de manos se tendieron para recoger el cabo que lanzaron los mari- caballero para la posesión de un ser humano que al fin y al cabo tenía un precio.
neros del bote, y también para ayudar a Tom y a la niña a subir otra vez a bordo. La t<,1.sación que impuso para la venta de Tom le cubrió con crecés la pérdida del
Pero el valeroso negro no tuvo necesidad de tardíos auxilios. Y se negó a hijo de Elisa, y el traficante se frotó las manos satisfecho y llegó casi a olvidar
que le descargaran del pesó del cuerpo de Eva, con el que caminó firmemente que tenía a dos hombres lanzados tras la pista de los fugitivos en un estado de
por cubierta hasta que. la figura del atribuJado padre acudió corriendo a su la Unión.
encuentro.
Dos días después, al caer la tarde, llegaba el hacendado a sú residencia
_:_Aquí tiene a su hija, señor -dijo simplemente-. No tema -añadió-: su acompañado por una persona más de lo previsto. Además de Eva, había viajado
corazón late normalmente y ha logrado ·sostenerse sin tragar demasiaaa agua. cor{ ellos la prima de Santaclara-, llamada Ofelia, que acudía para aliviar du-
Es comprensible que la primera y más urgente, casi única preocupación, rante una temporada a la madre de. la niña de sus deberes domésticos, mientras
recayera en prestar los inmediatos cuidados a la pequeña Eva. Y que su padre convalecía de una larga enfermedad. La señora arrugó la frente al contar cuatro
no pensara en otra cosa que llevársela corriendo al más o menos auténtico .mé- personas en lugar de las tres que esperaba, e hizo un gesto desdeñoso cuando su
dico disponible a bordo para que se hiciera cargo de los P.osibles auxilios. Tam- marido le anunció:
bién el hecho de que se tratara d\! una criatlira atrajo a mucha más gente y des- -Compré a este hombre durante el viaje, María. Tienes que saber que Eva
pertó más revuelo, sobre todo entre el elemento femenino del pasaje, que for- se cayó al río y que fue H quien la salvó con peligro de su propia vida. Me han
mó una compacta muralla obstruyendo la puerta de'la precari¡i enfermería. asegurado que es muy fiel y capaz, y he pensado nombrarle cochero ·nuestro.
La pequeña necesitó bastantes minutos para volver en sí, lo cual fue motivo ¿Te parece bien?
de mayor angustia y también de acrecentado alivio cuando al fin abrió los ojos -¡Bah! -,-replicó ella examinando a Tom de pies.a cabeza-. ¡Será uno más
y reconoció a su padre. · · ··
a crearme problemas y a emborracharse! ¿Qué necesidad teníamos de · otro
Hubo después de todo ello el lógico recuerdo dei salvador,· del hombre que cochero?
había arriesgado su vida para hacer posible aquel feliz desenla:nce. ¿Dónde -,-También he pensado, María -continuó el marido-, que Ofelia podría ocu-·
estaba? ¿Qui~n era?¿ Un negro, uno de los esclavos? · parse durante un tiempo de llevar el orden de la casa y del control de la servi-
El estupor fue grande cuando se comprobó que todos los negros estaban dumbre. Tú necesitas descansar, y...
encadenados. Ninguno de ellos proporcionó aclaraciones lo bastante concretas -Lo haré complacida, contad con ello --ofreció la aludida.
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Eva se sintió extrañamente herida por aquellas palabras de su madre y


buscó su explicación interrogándola a la primera oportunidad que tuvo.
-¿Por qué te gustan tan poco los negros, mamá? -preguntó-. ;Ni siquiera
admiras lo que Tom hizo por mí?
-¡Claro que sí, hija mía! -protestó la madre-. Pero ten en cuenta que todos
los esclavos suelen ser iguales y que, lo mismo que los demás, tampoco éste

'·~1·
dejará de holgazanear todo lo que pueda, de robarnos tan pronto volvamos la
f;
u espalda. ¡Todos son iguales, todos andan siempre quejándose de que no se les
!•
trate mejor, pidiendo.más de lo que nosotros les podemos dar!
Eva comprendió que su madre juzgaba erróneamente debido a su enferme~
dad, y se prometió ayudar a su tía Ofelia para que ningún conflicto diera motivo
a nuevas quejas por causa de los negros que trabajaban en la finca.

* * *

Mientras tanto, en el acogedor hogar cuáquero de la señora Raquel Halliday,


Jorge Harris y Elisa ultimaban con urgencia los preparativos de una nueva etapa
en su aún largo viaje hasta la, para ellos, Tierra Prometida del Canadá.
Vigilantes ~jos y oídos de la benéfica organización que les ayudaba habían
dado la voz de alarma: dos hombres habían estado bebiendo más de la cuenta
en una posada de la ciudad, y la torpeza de sus lenguas había revelado el moti-
vo de su presencia en la localidad. Los ocupantes de las mesas próximas com-
prendieron que no habían venido, como pretendían hacer creer, a la compra de
caballos, sino que andaban persiguiendo a· una esclava fugitiva de Kentucky,
una negra que huía con su hijo, cuya captura iba a proporcionarles sustanciosos
beneficios.
-No podemos perder ni un momento, Elisa --decía Harris mientras la ayu-
daba a preparar el modesto equipaje-. Conviene que partamos esta misma noche
y que la pasemos entera en viaje, procurando establecer por lo menos esta dis-
tancia entre nosotros y nuestros perseguidores. Y no sólo es indispensable con-
servarla, sino aumentarla todo lo que podamos. ¿Podrás resistir un ritmo seme-
jante, Elisa? ¿Te sientes lo bastante restablecida para intentarlo?
-¡Seguro, Jorge, no te preocupes por mí! Nos relevaremos para llevar al
niño en brazos. No temas, esposo mío: los cuidados de la señora Halliday y su
ayuda moral me han convertido en una mujer nueva, mucho más ,valiente de lo
que jamás fui.
-¡Bah, no tiene importancia, muchacha! Lástima que no puedas descansar
otra semana, pero menos mal que Samuel va a llegar de un momento a otro con
el coche y la cosa os resultará más fácil.
-¡Cómo! -se asombró Harris-. ¿Ha dicho usted un coche, señora Halli-
da y? ¿Van a prestarnos un coche?

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-Samuel se informó sobre esos dos hombres que os buscan; parecen tipos -¡Esta idea es todavía m~jor, muchach9! ¡Adelante, vámonos!
peligrosos y sin escrúpulos, y creo recordar que responden a los nombres de Pocos minutos después, los dos mercenarios galopaban por. el. mismo cami-
Loker y Marks. Llevan buenos caballos y van armados hasta los dientes. Por no emprendido por Harris y Elisa en su vehículo. La n_oche seguía igual de negra,
este motivo, os hemos preparado un coche ligero, un animal vigoroso capaz de pero el silencio de la campiña hizo que Jorge oyera desde muy lejós el acelerado
competir con cualquier jinete, y... también un par de pistolas y municiones. Ya , repiqueteo de los cascos de los caballos perseguidores. . . .
sabéis que no somos amigos de armas ni. de violencias, pero en este caso y tra- Frunció el ceño y empezó a disminuir el ritmo de la marcha, mirando nists-
tándose de esos malvados ... tentemente ·a ambos lados del caminó, hacia las frondas del bosque que estaban
Jorge y Elisa abrazaron· a sus providenciales amigos, acomodaron a su h~jo atravesando. , .
en la trasera del carruaje y partieron en lo más negro de la noche, perdiéndose Elisa cabeceabá ·medio adormilada detrás de él, pero despertó con súbito
pronto hacia el norte. sobresalto al notar que el coche acababa de detenerse completamente.
La hora y el momento habían parecido propicios para la furtiva salida; no -¿Qué ocurre,Jorge? ¿Por qué nos detenemos?
había luna, y las calles estaban tan desiertas como oscuras. Pero los dos hom- -No te asustes -<:ontestó él .en '<OZ b~ja-; creo que viene alguieq siguién-
bres contratados por Haley" podían ser tan torpes estando borrachos como dies- donos, o recorriendo por lo menos este mismo camino. '
tros en estado lúcido, y uno de ellos espió desde sú prudente escondite aquel -¿Serán ellos? -se angustió Elisa. No hacía falta aclarar quiénes podían ser
carruaje que partía en plena noche. «ellos».
sn
Le falló tiempo para correr a la posada y advr.rtir a r.ompinr.hc: Es posible, aunque me extrañaría. Pero no nos conviene quedar dema-
-¡Pronto, Loker! ¡Nuestras palomitas pretenden levantar el vuelo! ¡Hay siado a la vista; prefiero que seamos nosotros los primeros en verles y en com-
que apresurarse! probar de quién se trata. ¡Bájate, Elisa! ¡Pronto, toma al niño en brazos y
-¿Qué dices? ¿Han salido ahora, sin esperar a Hatris? escóndete en la espesura! Yo oailtaré el carruaje entre aquellos árboles de la
· -Creo que la noticia nos llegó con cierto retraso; Loker. lle visto tomar las derecha, y quizá tengamos la suerte. de que, sea quien sea, pase sin advertir
riendas a un hombre, mientras ella y el pequeño se instalaban en la caja del nuestra presencia. ¡Vamos, deprisa! . .
vehículo. Es un coche descubierto, y el hombre que lo guía no es blanco. El grandullón de Loket fue el primero en llegar, con su caballo lanzado al
-Entonces ... ¡este maldito Harris llevará ya días aquí, escondido a lo mejor gal9pe y r_ebasando el lugar, ·al parecer, sin darse cuenta de nada. Harris per-
en la misma casa! ¡Hemos sido unos estúpidos, Marks! ·¡Con lo fácil que habría maneció callado y qúieto, procurando que el caballo no· relinchara ni hiciera el
sido sorprenderlo~ y m;itar dos ... digo, tres p~jaros con un solo.tiro! menor j:uido. Esperaba al segundo jinete, al que OÍ!! ya acercarse, y empezó a
·_y buscarnos así complicacion'es con las autoridades locales, ¿verdad? ¡No, confiar pasara tan disparado· cómo. ef _primero. Tomarían en este caso algún
amigó, hay que saber discurrir! ¿Qué puede adelantar un carricoche de .mala sendero a través del bosque y seguirían viajando por caminos · sec:undarios, ·
muerti:;? Los alcanzaremos sin ningún esfuerzo y entonces, en la soledad de auI).que ello les obligara a hacer un gran rodeo en su jtinerario. . .
cualquier camino desierto o en la· protección de algún bosque tupido; haremos La enclenque figura de· Marks brincaba como un pigmeo sobre la silla de
nuestro trabajo sin testigos inoportunos. · un caballo que, por contraste, parecía monstruoso. _No podía ni· sabía correr
-Debo reconocer que un talento como el tuyo se combina maravillosamente tanto como su compañero, y ésta fll;e la· razón de que vislumbrara la sombra de
con mi arrojo y mis puños, amigo Marks. ¿Nos vamos ya? un coche detenido detrás de los primeros troncos del bosque.
-Sí, será preferible. Tomemos un par d~ tragos· y démosles· tiempo de que Haréis le vio pararse cincuenta metros ·más allá y escudriñar desconfiada-
rebasen las zonas _habitadas. Luego, caemos sobre ellos y despachamos ál tipo mente el bosque en su dirección. . .
ese; sería dem~siado peligroso y complicado llev~rlo de vuelta: Con lo que nos -¿Hay alguien ahí? -pre~tó con voz aflautada· y reveladora de una pru-.
den por la mu]er y el ;niño tendremos suficiente. · dencia que era más bien auténtico miedo.· . . . .
-Pero... ¿no tenemos que entregar la cria~a a Haley~ Él nos dijo que ... Harris no contestó. Levantó el percutor de su revólver y ap_oyó el brazo so-
-¡No seas pelmazo, Loker! Una vez hayamos vendidó y cobrado a nuestras bre la carreta para asegurar el blanco.
piezas, ¿quién nos impide decir que nuestros tres fugitivos nos. opusieron feroz -¡Vamos, contesten! :.._insistió el hombre sin moverse de la silla ni adelan-
resistencia y terminaron muriendo todos en la refriega? ¿Es algo tan des.cabe- tar un paso en ninguna dirección.- ¡A ver, los de la carreta! .¡Déjense ver de
llado? una vez, o... !

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Levantó torpemente su arma, cuyo cañón brilló entre los débiles reflejos de LUEGO .•. NUESTROS AMIGOS SE
ALEJARON ,PERSEGUIDOS DE
la noche estrellada. Harris habría jurado que, caso de atreverse a disparar, el CERCA POR LOS TRAF\CANTES
DE ESCLAVOS ...
mismo retroceso del tiro derribaría de su silla a aquella parodia de hombre. Per-
maneció así inmóvil y mudo, sin dejar de apuntarle y esperando que el miedo
acabara de vencerle y le alejara de allí.
Pero Loker no tardó en reaparecer, desandando el camino que llevaba de
ventaja a su compañero.
-¿Qué demonios haces ahí parado? -le increpó-. ¿Has visto acaso fantas-
mas entre los árboles?
-Creo que hay un coche detenido en el mismo borde del bosque, Loker-
contestó cautamente Marks-. Sería mejor que fueras a echar un vistazo. Yo te
cubriré desde aquí.
-¡.Ja, ja! -se mofó divertido el otro-. ¡Valiente protección la tuya, pisto-
lero de agua dulce! ¡Vamos a ver! ¿Por dónde dices que viste algo?
Antes de que Loker pudiera dar un paso, brilló un fogonazo seguido de un
estampido desde la dirección indicada y el caballo del gigantón cayó como ful-
minado.
-¡Es el marido! -aulló Loker cayendo de pie en el suelo y esgrimiendo ya su
arma-. ¡A él, muchacho, ya es nuestro! ¡Vamos, muévete de una vez, maldito
cobarde! -apremió dirigiéndose a Marks-. ¡De nada te valdrá tu trampa,
Harris! -añadió-. ¡Te haré pagar muy caro este cochino disparo, vas a verlo en
seguida!
Sólo pudo avanzar dos o tres metros, porque la segunda bala procedente del
bosque le atravesó limpia.mente la muñeca y le hizo volar el revólver de la mano.
-¡Maldito negro! -resolló Loker retorciéndose de dolor-. ¿Qué diablos
estás esperando, condenado Marks? ¡Pronto, ad.cale antes de que le perdamos
de vista! ¡Dame tu pistola, mequetrefe!
Pero el tercer disparo de Harris heló la sangre en las venas de Marks, por-
que la bala casi le quemó una oreja en su zumbante paso bajo el ala de su som-
brero.
Antes de que hubiera recobrado la respiración y de que Loker cayera atur-
dido buscando inútilmente. su perdida arma, una sombra enorme se movió en
la confusa oscuridad; hubo un fugaz trasiégo de formas humanas,\el seco resta-·
llar de un látigo, y la embestida de una carreta cuyo caballo arrancaba chispas
con sus cascos en las piedras del camino. Marks fue derribado por su montura
que se encabritó violentamente, y una invisible nube de polvo les hizo compren-
der que el coéhe de los fugitivos había casi pasado. por encima de ellos, perdién-
dose pronto en las· tinieblas, tras dejarlos con un caballo menos e foutilizar la
única mano capaz de detenerles.
-¡Por todos los diablos! -vociferaba el desesperado Loker-. ¡Estúpido;
coba~de, mil veces maldito Marks! ¡Hemos dejado. que nos vencieran, que se

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burlaran de nosotros y nos trataran como a un par de infelices bisoños! ¿Dónde cuidaba de ayudarle a escribir interminables cartas que Tom enviaba muy a
está . tu maldita y pretendida estrategia, pingajo insignificante? ¡Merecerías menudo a su familia. El hecho de colaborar asiduamente en esta labor hizo
que te aplastara la cabeza de un puñetazo! comprender a la niffa todo el dolor y la i~justicia de la cruel separación que Tom
-¡Lo, hemos conseguido -se exaltaba mientras tanto Jorge Harris, sin dejar sufría en silencio. Y su mente despierta empezó a buscar el indispensable arreglo
que el caballo aminorara la furiosa earrera emprendida después del encuentro de sem~jante situación.
con. sus perseguidóres-. Ahora tendrán que regresar· a la ciudad montados los -¡Le prometo que no cejaré hasta lograrlo, tío Tom! -le aseguraba una y
dos en el jamelgo de aquel tipo tan raquítico, y, entre buscar otro caballo y curar otra vez-. Nada ansío ni deseo tanto como tenerle aquí a mi lado, y lo mismo
la herida del bravucón que quiso atacar~os, se les irá una cantidad de tiempo oigo decir a mi padre; pero .esto no nos da derecho a que su pobre esposa y sus
· que nos permitirá ganarles una ventaja casi definitiva. hijos se vean privados de su compañía, ni a que usted tenga que sufrir como si
-¿Crees que nuestro caballo aguantará mucho rato esta marcha tan enér- los hubiera perdido para siempre. ¡He de conseguir que vuelva con los suyos!
gica? -se preocupó Elisa. . -¡Qué buena eres, mi pequeña Eva! -se emocionaba Tom-. No te negaré
-Nos lo cambiarán a media mañana, en cierta posada donde habrá llegado que resulta muy duro el sufrimiento de los míos y lo que me hace pad,ecer esta
un previo aviso de nueslro Lm:n amigo Wil:><m; y también por la tardt:, mur.ho 1
separación sin esperanzas; pero doy gracias al cielo por haber tenido la suerte
más l~jos, en otra etapa ya preparada. ¡No temas, Elisa: todo saldrá bien, no de ir a parar a un hogar como el tuyo, por tener la dicha de tu_ ~ompañía y
todos son enemigos en nuestro camino! · amistad ... ¡No sabes el bien que me hace tu simpatía y cariño, hija mía!
-¿No· habrás _matado a aquel hombre, Jorge? ¡Daba unos gritos terribles! -Sin embargo, tío Tom, sería demasiado egoís~o por nuestra parte el hecho
-¡Descuida, Elisa! Gritaba de rabia; sólo le disparé para desarmarle. · de retenerle aquí. Me figuro que todo este asunto tiene que arreglarse con di_ne-
Efectivamente: el valor y la dedsión de JÓrge Harris habían convertido en ro, y le prometo hablar seriamente de ello con i:ni padre. ·
opuestas las direcciones seguidas por él y su familia y la efe sus fracasados per- · -Mis antiguos amos, los señores Shelby, para· quienes siguen trabajando mi
seguidores. Ambos foraji,dos cabalgaban penosamento de regreso a la ciudad, esposa y mis hijos y bajo cuya protección continúan aún acogidos, me prome-
donde la mano dé Loker necesitó semanas para curarse y el miedo _de Marks no tieron rescatarme. tan· pronto pudieran contar con los fondos que les faltaron
se disipó durante meses. en el momento de verse obligados a venderme. Tengo que confiar en esta pro-
mesa, hija mía, y saber esperar todo el tiempo que Dios disponga. ·
* * * -Mi padre tiene dinero de sobra, tío Tom, y no necesita esperar a que le
paguen para hacer una buena obra .. ¡Yo le convenceré, verá usted cómo lo con-
La 'hacienda de los Santaclara era una especie de reverso de la medalla com- • 1 . .
m~. .
parada con la de los Shelby. Todo era ailí despilfarro e inagotable opulencia, El señor Santaclara escuchó divertido la propuesta de la pequeña Eva. No
mantenidos por unas tierras extraordinariamente ricas· y por un regimiento de dejó de comprender que la niña tenía razón Y. hasta decidió «resolver». aquel
. esclavos que las atencl,ían sin exagerado esfuerzo; La abundancia era el signo asunto máSi, o ·menos como ella se lo sugería, es decir, devolviendo a Tom a sus
dominante en aquella· finca, .y aunque ciertos probleJllas de orden familiar amos y familia. Pero la indolencia era uno de sus signos característicos, y la
sumía"n al propi~tario en evidente insatisfacción íntima, tampoco e,ran. tári su5titución de los excelentes servicios. que obtenía de aquel hombi:e no se le
graves como para hacer de él un hombre amargado y de carácter despótico .. presentaba nada fácil poniendo a otro cualquiera en su lugar. Regresó en cam-
El apacible carácter de Tom, su infatigable laboriosidad y el empeño que bio un dfa de la ciudad acompañado de una niña negra de unos seis o siete años,
inconscientemente ponía en administrar juiciosamente cualquier cosa que se . muy avispada y de travie~a apariencia. . . · ·
confiara a su cuidado, no tárdaron ·en despertar la admiración y el afecto de -Ved lo que os traigo del mercado .de esclavos -,-anunció dirigiéndose a su
Agustín Santaclara. · ·prima y a su esposa-: se llama Topsy y.me hap asegurado que es una maravilla
_:_Este negro vale más oro del que pesa -solía comentar con su prima Ofe- para las labores domésticas.
Iia-:-; es verdad que me obligaron a pagar mucho por él, pero ahora comienzo a -Pero ... ¡si es sólo una. niña, Agtl!;tín! -replicó asombrada Ofelia-. ¿Qué
. -.considerarl9 barato: · · · · clase de trabajos pueden confiársele a una criatura tan pequeña?
La pequeña. Eva estrechaba por su :parte cada vez mayores lazos de amis- -¡No st: preo.cupe por mi edad, señora! -la tranquilizó en el acto la deci-
t.ad con el hombre que la había salvado de perecer- en el río, y era ella quien. . dida Topsy~. Somos muchos hermanos. en mi familia y estoy acostumbrada a

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guisar, lavar la ropa, cuidar a los más pequeños que yo y a los mayores, atender iOTRA VEZ ... ! i OTRA VEZ SE
NOS ESCAPAN,R1WOS ... ~ _/
a la limpieza de la casa y también trabajar en el campo ... '-------------'-l
-¡Caramba con el pequeño prodigio! -se admiró Ofelia-. Y, dime -pre-
guntó seguidamente-: ¿cómo van a arreglárselas ellos ahora sin tu ayuda?
-Pues ... ¡no lo sé, señora, nada sé de ellos desde hace muchos días! Nues-
tro amo vendió a la mitad de sus esclavos, y a mí me tocó salir con el lote so-
brante. Mi madre me dijo que tenía que conformarme y obedecer, pues éste
parece ser el destino de los negros. ¿Es realmente así, señorita Ofelia?
Eva había presenciado aquella escena y el hecho la impresionó profunda-
mente, quizá por tratarse de una niña más o menos de su edad.
-¿Cómo es posible -le preguntó al día siguiente a su padre- que una ley
permita disgregar de este modo a una familia? ¡Topsy necesita aún los cuidados
de su madre y de su padre, y sus hermanitos la necesitan también a ella! ·
-Así son las cosas,.hija mía -suspiró distraídamente Santaclara.
~¿Y no hay nadie que las pueda cambiar?¿ Lo harías tú, papá?
-¿Yo? ¡Pues no sería poco difícil, muchacha! La ruina para muchos, com-
préndelo.
-¿Para nosotros también?
-¡Seguramente!
1
-Entonces ... ¿no vas a cumplir lo que me prometiste respecto al tío Tom?
¿No le devolverás a su familia?
-¿Tom? ¿Prescindir de Tom? ¡Ah, sí, recuerdo que estuvimqs hablando de
1 ello. Pues ... verás ...
-¡Me diste tu palabra, papá!
-¡Y la cumpliré, hija mía, descuida! Sólo que necesito algún tiempo para
dar con el lJ:ombre capaz de encargarse de lo que él hace y cumplirlo con la mis-
ma perfección. La verdad es que todavía no conseguí encontrarlo. Pero seguiré
buscando, no te preocupes; quizá pueda elegir mejor después de. las cosechas.
cuando empiezan a sobrar brazos en algunas fincas ...
"
1 'I Las promesas del señor Santaclara no tenían nada. de insinceras, pero tam-
poco de constantes o efectivas, sobre .todo si ellas habían de suponerle· algún
problema de complicada' solución. Poco intervenía el valor del dinero en sus
preocupaciones; eran su indolencia y escasa dedicación lo que eternizaban cual-
quier determinación, y el caso de la sustitución de Tom se le convertía en algo
. prácticamente irrealizable.
Se deslizaban las semanas y los meses sin que nada efectivo diera satisfac-
ción a las insistenciás de la pequeña Eva. Tom no se había forjado excesivas ilu-
siones. sobre la materialización de semejante ID,;i~gro, y seguía requiriendo el
auxilio de su joven amiga para escribir régularhiente sus car;as llenas de nos-
talgia y resignación.

62
LA CABAÑA DEL TIOTOM

da, una pastelería de Louisville me ·ha ofrecido trabajo remunerado para la p;e-
paración de golosinas; mi hija Sally. podría colocarse también allí Y· disfrutaría
igualmente de una paga ayudándome, pues no le falta destreza. Creo y espero
que no necesitaríamos mucho tiempo para ahorrar todo el dinero. que liabría
que pagar por Tom, y regresaríamos aquí tan pronto lo tuviéramos. ¿Cree usted
que su marido dará su consentimiento, señora?
Arturo Shelby no se negó a la realización de aquel proyecto, ya que deseaba
en el. fondo y con toda sinceridad el regreso de Tom y la felicidad de Clotilde,
que le había visto nacer en aquella gra~ja. · .
La pequeña Eva Santaclara leyó entusiasmada aquellas noticias a Tom,
sentados ambos en un banco del parque que rodeaba a la casa.'
Las dilaciones del propietario y legal amó .de Tom habían dejado transcurrir
dos largos y penosos años. sin cumplir lo .que había·prometido a su hija! Dos años
en los que la pesadumbre había env~jecido al paciente y fiel sirviente; pero vein-
ticuatro meses que habían obrado también otra sutil, furtiva y peligrosa trans-
formación en la salud de Eva. · ·
Efectivamente: el rostro de la muchacha había perdido los bellos colores que
CAPIWLOVI
lucía tiempo atrás;. una tos no muy violenta pero agobiadoramente persistente
. El implacable paso del tiempo angustiaba a muchas personas en la hacienda la fatigaba día y noche, y la fiebre empezaba a asediarla cada día a partir de
de los Shelby. Los hijos de Tom iban creciendo, y su esposa les veía hacerse media tarde sin cejar hasta la madrugada.
mayores sin la presencia ni apenas el recuerdo vivo y tangible del que había -Me preocupa mucho el aspecto de nuestra hija, Agustín -repetía incesan-
sido para ellos un padre ejemplar. temente la señora Santaclara-. Ha adelgazado más. de lo que tú imaginas, se
La señora Shelby vivía muy de cerca el dramatismo de aquella situación y fatiga .excesiVamente al menor esfuerzo y apenas la veo jugar y disfrutar ha-
no ~olía dejár pasar mucho tiempo sin recordarle a su marido la promesa que se ciendo las travesuras de antes. ¿Por. qué no la llevamos a la ciudad para que la·
hab1an hecho de rescatar a Tom y devolverle al seno de su familia. vea un buen médico? ·
1 ¡
-Nada podemo_s hacer todavía -replicaba invariablemente Arturo Shelby~; · .,.,-Pero ¿~~mo puede .enfermar alguieri en un lugar tan sano como esta región
i nuestra economía sigue tan comprometida como siempre, no hay manera de
recoger el dinero necesario para volver a cómprar a Tom.
nuestra, mujer? ¿No comprendes que todo son simples figuraciones tuyas? Ya
sabes que cualqüier chica de su edad experimenta unos. trastornos físicos com-

l
¡
-¿Por qué no \'.endemos algunas tierras o una parte del ganado?
----;Todo está hi~o~ecado, querida, puede decirse que. ya no n.os pertenece.
pletamente ~¿i.!_1:1íales y que carecen por otra· parte de ia menor gravedad. Ya
verás qué señ~rJta.tañ.guapa tendremos en ella dentro de poco tiempo. . ·
-:-Pues yo si&o opinando que tendría~os que hacerle un reconocimiento muy
Ademas, por las not1c1as que tenemos, Haley cumplió su palabra: Tom está en
buenas manos, no sufre malos tratos. a fondo, y Ofelia.í:ambién lo cree así. No podémos permitirnos jugar con la salud
de nuestra hija, Agustín. ¿Me prometes llevarla a un buen médico de la ciudad?
-¡Pero SlJ. mujer y sus hijos lo necesitan! ¡Deja por lo menos que yo me
-¡Bah! Nos dirán que son cosas de la edad, que la dejemos tranquila y que
busque algunos alumnos para dar clases de música, y ya verás cómo consigo
nosotros somos unos asustadizos. · ·
reunir el dinero! ¡Tenemos que hacer algo de una vez, Arhiro! .
-¡Tanto mejor si .es así! Pero, dime: ¿la llevaremos a este médico?
Cuando se .enteró del proyecto de la señora Shelby, Clotilde insistió en que
-Si tanto te empeñas... ·
no lo llevara a cabo y aprovechó la. ocasión para proponerle otro muchb más
efectivo que llevaba ya tiempo madurando en su mente. -¿Cuándo? ¿Esta semana? ¿La próxima?
-:-No sé; déjalo de mi cúenta, ya me ocuparé de ello.
. -No me atrevía a pedírseló, señora Shelby, pero creo que tengo una idea
-Recuerda que no podemos demorarlo; si· hay que hacerlo, cuanto antes
meJor y que, desde luego, hará innecesario que usted tenga que dar lecciones de ·
piano. Si el señor Shelby me autoriza a d~jar mi servicio durante una tempora- mejor.

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64
!''
l
1
1
LA CABAÑA DEL TIO TOM

PEROON,SENORA,PERO YO CREO QUE ES UNA LA U


-Sí, desde luego. DEBE HACER ESO ••• CON SU PERMISO,IRE A LOUISVl-
LLE Y ME PONORE A TRABAJAR.
Transcurrieron días, semanas y hasta meses sin que Santaclara se decidiera
a viajar con su hija hasta la ciudad. Tom advertía también la creciente dolencia
de Eva y se inquietaba por su estado, redoblando sus atenciones y no dejándola
sola ni un momento siempre que se lo permitían sus obligaciones.
La muchacha solía pasar por su parte iargas horas ensimismada; parecía
pres<".ntir una indudable brevedad para el tiempo que le quedaba por v1v1r y
consideraba al mismo ritmo y urgencia la solución de cierto problema que se
había convertido para ella en obsesión.
Había terminado por desengañarse con las eternas dilaciones de su padre
respecto a la liberación de Tom. Quiso tomar sobre sí la solución de aquel asun-
to, pero el mismo afán que puso en ello y las dificultades que se le oponían tuvie-
ron la curiosa virtud de acrecentar todavía sus proyectos y la magnitud de los
mismos; terminó incluyendo a todos los negros de la finca en su gigantesco plan
de redención, que se empeñó seriamente en llevar a cabo aunque fuera la última
cosa que hiciera en su vida.
Sabía que no disponía de mucho tiempo, pero confiaba vagamente en que la
misma brevedad de este plazo influyera con su dramatismo y aunque fuera a
costa de su existencia en el logro de su propósito.
Presionó así infatigablemente a sus padres para que mejoraran cada vez
más las condiciones <le vida de los esclavos ocupados en la finca. Su madre,
siempre escéptica y desdeñosa respecto a los negros, terminó por ceder sólo
para darle gusto a su hija y pen~ando solamente en que quizá aquel «capricho»
le devolviera la alegría y la perdida vivacidad.
-No acabo de comprenderte, querida --comentaba su.esposo-; jamás te vi
tan interesada por la suerte de nuestros esclavos, _a los que trato como no lo
hace ningún otro propietario de esta comarca. ¿Qué te ha hecho cambiar de
semejante manera?
-Nuestra hija, Agustín, todo lo hago por nuestra hija. Ya sabes que ésta es
su obsesión y. no voy a negarle ningún deseo que me formule. ¡Tengo tanto mie-
do, temo tañto perderla si dejo que la tristeza se apodere de. su ánimo!
-¡Vamos, mujer! ¿Todavía te preocupan esas tontas manías? Eva está
creciendo, haciéndose una mujercita, ¡eso es todo! ¿Sabes lo que voy a hacer?
Invitaré a mi hermano y a su hijo a que pasen una temporada con nos.otros; voy
a escribirles ahora mismo. Ya verás cómo, teniendo una compañía joven, un
muchacho más o menos de su edad, las ilusiones y la naciente femineidad de Eva
la cambiarán totalmente y harán que penetre de una vez en otra etapa de su
vida. ¿Apuestas a que este fantasma que tanto te atormenta desaparece en me-
nos de una semana? Estoy seguro de que mi idea es realmente magnífica, y no
voy a dejar que mi maldita pereza la malogre con un olvido de los míos. ¡Mira,
aquí tengo papel y pluma! Esta carta será un hecho dentro de cinco minutos.

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LA CABAÑA DEL TIO TOM

¿Quieres avisar por favor a Tom? .Dile que tiene que ir inmediatamente a la ofi-
cina de correos. ¿Estás conte~ta, mujer? _
T
1
LACABAÑADELTIOTOM

opuestas opiniones de los respectivos hUos, que se habían detenido en el primer


peldaño para enzarzarse· en ella mientras el prudente Tom se alejaba dis€l"eta-
Santaclara fue rápido por una vez. Una mañana de la siguiente semana re;.. mente pai::a no ser motivo de mayores enconos.
gistró la llegada a la finca de un elegante coche, del que descendieron ceremo- Alfredo y Agustín Santaclara vivían en dos mundos muy diferentes y eran'
niosamente el tío de Eva y su primo Enrique, un mozalbete de unos once años completamente distintos en su carácter y forma de actuar, pero ello no impedía
de edad. Vivían ambos en la ciudad y vestían en cuidada consonancia con su que se apreciaran entrañablemente y que, cada uno a su manera y desde su par-
rango, del que se sentían en extremo celosos al saberse unos de los propietarios ticular punto de vista, temieran las posibles exageraciones de sus hijos en la co-
-más opulentos del estado. rrespondiente tendencia.
Eva les recibió teniendo como otras tantas veces a Tom como compañía ~Lamento que mi hUo sea tan crudo manifestando sus -opiniones ~omentó
predilecta, y este hecho no pasó desapercibido á los recién llegados. el visitante departiendo más tarde -con su anfitrión-. Aunque no me negarás que
-¡Hola, querida prima! ¿Qué tal estás? -saludó con· estudiada cortesía el tu hija va quizá demasiado lejos en el sentido contrario, ¿no crees? M.e parece
soqrino de Santaclara-. ¿Cómo siguen mis tíos? ¿Están ausentes d~ la casa en absurdo pretender que esos negros ignorantes y degenerados puedan llegar a
1
este momerito? igualarse con nosotros, los blancos.
Su desaprobadora mirada no se separaba de Tom, al que observaba desca- -¡Caramba, hermano! ¡Pues tampoco tú te quedas nada corto imaginando
radamente de pies a cabeza. supuestas diferencias, admítelo! Sospecho que, entre todos, lograréis que mu-
·-Papá y mamá os esperan en el salón ~ontestó Eva sin demostrar excesiyo chos nos sintamos avergonzados de pertenecer a la orgullosa e injustamente
interés por los visitantes-. Venid con nosotros, entrad. Ya recogeremos "luego privilegiada raza blanca... ·
el~ui~~ . -¿Injustamente? ¿Qué disparates estás diciendo, Agustín? Que yo sepa,
-¿«Nosotros»? -replicó altivamente el muchacho-. ¿Cómo. permites estar estamos perfectamente dentro de la ley y amparados por la justicia empleando
acompañada por este negro, querida prima? ¿No comprendes· que el lugar de a los esclavos negros en nuestras plantaciones. '
los esclavos no puede estar jamás al lado de sus señores? -Me estaba refiriendo a ia:·:justicia divina, a unas l'eyés mucho más altas y
-¡Tom es diferente! -protestó acaloradamente Eva-. Y, además, primo eternas que las que _pueda decidir cualquier grupo de hombres más o menos
Enrique, ¿puedes decirme qué ley cristiana hace alguna clase de distinción entre egoístqs en cualquier estado americano que se adjudica a sí mismo unos dere-
personas de piel blanca o negra? _ chos más o menos razonables. ¿Quiénes somos nosotros para decidir nada me-
-¡Te juro que no lo entiendo, Eva, y debo decirte que no apruebo tu conduc- nos que categorías humanas? .Atentam()S con ello a unas normas que fueron dic-
ta! ¿Adónde iríamos· a parar si los blancos no supiéramos conservar nuestra tadas por la misma .doctrina cristiana que leemos, repetimos y leemos cada do-
superioridad? Yo... · mingo en nuestras iglesias con la Biblia en la mano,_ pero que violamos durante
-Tú vives en la ciudad, Enrique -le interrumpió ella-, y desconoces el trato todas· )as seinanas del año sometiendo a unos seres humanos a una condición
directo y de cada día entre las personas que convivimos un común afán· en el inferior a la. nuestra. '-
cuidado de las tierras. No puedo culparte este despego humano ni tu egoísmo, -'-Pero ... ¿qué crees que conseguiríamos actuando de otra forma? Sería peli-
pero aprovecharé Jos días que estemos jüiltos para hacerte comprendei:: ·mejor grosísimo dar de golpe_ a esa: gente plena: conciencia de unos derechos y catego-
las cosas y ayudarte a encontrar la verdad. rí.as que no sabrían usar sensatamente, comprendelo. La libertad les haría toda- '
-¡Caramba eón la primita Eva! -replicó sardónicamente Enrique-. ¡Hablas vía más borrachos, más hoigazanes, más irresponsables... y añadiría no pocas
-como si esos borrachos y holgazanes negros fueran hermanos tuyos! ¿De dónde complicaciones a la tarea de todos los que basamos nuestra economía en el em-
has sacado esas ideas tan raras? pleo de braceros..negios.
-¡No son ni mejores ni peores _que nosotros, y nadie puede negarles idénti- -Estos argumentos · tuyos resultan. tan... cómodos para los blancos como
cos derechos a.ser tratados como seres humanos! culpables para cualquier Cristiano; hermano; y. no digamos crueles o inhumanos
._ Aquella disputa fue: doblemente intemimpida por un acceso de tos que el - contra la raza ·negra .. Tampoco carecen de un germen de peligro que. debe-
_ahínco. puesto en su8 argumentos _provocó en la frágil Eva, y también por el. ríamos recordar y tener presente; no olvidemos que estas .difere_ncias e injusti- _
encuentro_ de los dos hermanos Santaclara en la escalinata que daba acceso a das sociales, que la opresión del hombre por el hombre trajo como consecuencia -
- la casa. Ambos hombres habían podido escuchar la ~olémica mantenida por las .la Revolución france§a, con su orgía de sangre e insensatas revanchas por parte

68 69
ii
lih
[!
LA CABAÑA DEL TIO TOM

de unas multitudes llevadas a una exasperación y barbarie sólo producidas por


la injusticia y el olvido de los más elementales derechos humanos. No me extra-
ñaría que nuestra ceguera y egoísmo estuviera forjando aquí, en los Estados
Unidos, una situación peligrosamente parecida a la que acabo de recordarte.
-¡Bah! ¿Cómo puedes temer alguna reacción concreta por. parte de estos
individuos embrutecidos por la ignorancia? ¡No te pongas trágico, hermano!
¡Vamos a dejar este tema con el que no nos entendemos y juguemos mejor una
de nuestra reñidas partidas de ajedrez! Recuerda que hicimos tablas en la últi-
ma; ¿te apetece despejar. esa incógnita?
Los dos hermanos pudieron solazarse con su juego predilecto, pero no ocu-
rrió así con los dos primos en sus habituales correrías ecuestres por las dilata-
das tierras de la propiedad. La primera excursión a caballo fatigó extraordina-
riamente .a Eva, que tuvo que guardar cama durante el resto de la semana.
-¿Qué le ocurre a tu hija, Agustín? -se extrañó Alfredo-. No es nada natural
que una chica de su edad quede tan extenuada por un simple paseo a caballo.
Además, te lo digo ahora, la encuentro muy _desmejorada en comparación a la
última vez que la vimos _en casa. Tendrías que decidirte a que la visitara un
médico competente, y creo que deberías hacerlo pronto.
-¿Tú crees? Ofelia y María llevan ya una temporada atosigándome con la
misma canción, a la que no he considerado necesario hacer mucho caso. Opino
que son cosas propias de la edad, y que todo se resolverá por sí mismo.
Ofelia les interrumpió en aquel instante; venía del cuarto donde la niña
guardaba cama, y su semblante no conseguía ocultar cierta alarma.
-¡Eva está empeorando desde esta mañana! -avisó-. La fiebre la acomete
ahora durante todo el día, y la tos parece adquirir un nuevo cariz: se ha hecho
más seca, profunda, con ataques breves pero casi ininterrumpidos. ¡Hay que
hacer algo, Agustín!
-¡Está bien, mujer, no te preocupes! La llevaré a la ciudad mañana mismo,
o pasado mañana; en fin, cuando esté en condiciones de hacer el viaje.
-¡No, primo mío, esta vez ya no podemos esperar más, ni admitir ninguna
demora! Tendrías que avisar al médico para que viniera aquí, sin tardar más
de dos o tres días. . ··
-¿Qué os parece si os lo envío yo? -propuso Alfredo-. Esta tarde regresa-
mos a la ciudad, de .modo que nada me cuesta hablarle del asunto y rogarle que
se traslade hasta aquí quizá mañana mismo. ¡También yo lo creo necesario,
Agustín!
El doctor Posey no hizo uso de la alegre y jovial charla con la que solía le-
vantar el ánimo de todos sus enfermos tan pronto se ponía en contacto con ellos.
Su gesto se hizo preciso, meticulosamente científico, cuando empezó a auscul-
tar, tomar temperaturas, hacer cautas preguntas y a evitar sistemáticamente
que su propia mirada se cruzara con la de la enferma tendida en la cama.

70
LA CABAÑA DEL TIO TOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

Guardó sus cosas en el maletín sin despegar los labios y se despidió de Eva -Jamás volveré a aquello, tío Tom, lo presiento -repliCaba serenamente la
con un cariñoso movimiento del brazo, arrastrando ligeramente los pies cuando muchacha-. Sé que mis días están contados, y sólo lo lamento por no haber po-
abandonó el dormitorio seguido por la angustiada cohorte, qu:! casi no se atre- dido cumplir lo. que le prometí a usted y que me juré conseguir con respecto a
vía a preguntar. todos los que, como en su caso, viven esta triste esclavitud, esta cruel separa-·
-Lo lamento, señores -declaró finalmente el galeno-. Me temo que nos en- ción de sus familias, este trato que les deja al margen de la misma humanidad.
contramos ante un caso grave, decididamente grave. ¿Cómo pudo llegar esta No puedo perdonarme mi fracaso, pero quizá ahora sea. el mo°!"ento de logr~r10;
niña a semejante estado? ¿Qué médico la ha estado atendiendo? de conseguir que el sacrificio de mi vida aporte a camb10 esa libertad que siem-
~No ... ninguno hasta ahora, doctor -balbuceó.el padre, horrorizado. Pareció
pre soñé para los de su raza... . .
haber acopio de valor y terminó preguntando: -¿Qué ... qué es lo que tiene nues~ · -¡No pienses ahora en esas cosas, niña mía! Dios atenderá a la solución de·
tra hija? tan graves problemas, .pero no tú, que eres solamente una niña toda bondad y
La palabra que pronunció a aquel hombre les dt:ió a todos helados. La ma- corazón. ¡Tienes que ponerte buena en seguida, y podré enseñarte cómo han
dre y Ofelia rompieron en incontenibles sollozos, . en tanto que el corazón del crecido los potrillos de la yegua moteada! No temas, sigo cuidando <\e ellos tal
padre se estrechaba. bajo las punzadas del remordiffiiento. como me encargaste.
-¿Tuberculosis? -repetía sin salir de su asombro-. ¿Ha dicho usted tuber- Pero Eva le interrumpió para pedirle que llamara al. señor Santaclara; se
culosis? ¿Aquí, en este clima y en esta región? ¿Está usted bien seguro? sentía empeorar por momentos y la apremiaba la necesidad de' v.er su may~r .
--:-Desgraciadamente, sin la menor duda. . . deseo convertido en realidad, en firme promesa, ·cuando menos, de pronta reali-
:._¿Cuánto tiempo cree 'usted que tardará en sanar? Pensábamos ingresarla zación.
en octubre en una escuela de la ciudad, donde... -Tengo que pedirte .una cosa, papá -empezó a decir la niña cuando le tuvo
-¿Tiempo? ¿Sanar? ¿Escuela? Me parece, señor Santaclara, que no se hace con ella~; se trata de algo que quizá será el último gusto que puedas conceder-
usted perfecto cargo de la situación. Su hija.:. .... me en esta vida. ¿Crees que puedes negármelo? · .
El médico· se interrumpió, observando a las do5 desconsoladas mujeres. -¡No hables así, hija mía! ¡Y no voy a negarte nada, absolutamente nada!
-Necesito hablar con usted a solas, caballero -añadió seguidamente.
¡Pídeme lo que más desees! . . . . .
El· padre de Eva le acompañó a sti despacho, ,donde permaneci!!ron ambos _:¿De veras, papá? ¿Me prometes cumplirlo esta ve¡1: sm dilaciones de nm-
encerrados por más de !fiedi4 hora. Cuando el doctor se retiró tras prometer guna d~se? ¿Podrás hacerlo todayía a tiempo para que yo lo ~ea.antes de morir?
volver a visitar a la enferma al día siguiente, el rostro de Agustí.n: Santaclara . -¡Tú no moriras hija mía! ¡Verás.realizarse lo que me p~das y muchas, mu-
parecía haber envejecido de golpe veinte años por lo menos.. . chísimas. cosas más! ¡Vamos, dime ya de qué se trata! .
Como si la súbita revelación ..de. la terrible realidad hubiera dese.ncadenado ~uiero que devuelvas junto a su familia a muchos seres que fueron injus-
sus fatales efectos, la pequeña. énfernia se sumió desde aquel díá en· su mani· tamente .separados 'de etlas; vendidos como si fuera!l cabezas de ganado. No
fiesto estado de postración én .e1: que, sin embargo, tenía destellos .de sorpren- puedo soportar la idea de que las cosas queden así, por lo menos en nuestro
dente clarividencia y lucidez.· Toro permanecía sentado muchas horas junto a hogar, en esta finca donde tú y yo hemos vivido. r . •

su cama, animándola todo lo. que buenamente sabía o podía y procurando infun- . -¡Ah! ('.Te refieres a Tom? ¿Todavía sigues empeñada en .ello? Recuerdo
dirle invencibles deseos de vivir; intuía que aquello era el mejor remedio para desde luego habértelo prometido hace algún tiempo...
la enfermedad de la niña~ aunque no se hacía muchas ilusiones sobre su posible -No algún tiempo, papá, sino «mucho» tiempo; años enteros·. ·
eficacia. · ·
-Esta vez no se me pasará, no lo demoraré más. Antes de que termine el año
-¡Qué oueno es usted, tío Tom! -repetía débilmente Eva, agradeciéndole tengo que resolverlo. Veré si... . .
sus esfuerzos y adivinando al mismo tiempo su. desesperanza-. No me merezco -Tiene que ser en seguida, papá; no nos queda mucho tiempo.
de ningún modo su.cariño ni lo que está háciendo por mí, ésa es la·verdad; pero ... -Pero... ¡niña! ¿Cóm~voy a ... ? .
¡ine hace.tanto bien su compañia ... ! -Y no me refería únicamente a Tom, sino a todos en general, del primero al
-¿Qué dices; niña mía? -protestaba el fiel criado-. Pero ... ¡si nada deseo último. Sólo necesitas concederles una libertad a la que tienen absoluto derecho,
tanto como estar a tu lado, náda como no sea .verte restablecida y devuelta a y ya verás como este sencillo ~cl:o les devuelve. a ellos la alegría y a nosotros la
. tus juegos normales de cada día! paz, la verdadera reconciliación con nuestra conciencia cristiana.

72 73

,,
1
LA CABAÑA DEL TIO TOM

Agustín Santaclara se estremeció hasta Io más profundo de su ser. ¿Podía


negarse la tremenda verdad contenida en aquellas palabras? ¿_Qué extraña, co-
brecogedora y terrible clarividencia estaba alumbrando en la vacilante llama de
vida que _ardía quizá con los últimos destellos en el alma de su desdichada hija?
-¿Qué me contestas, papá? -insistió ella.
-Yo ... ¡No sabes lo que me pides, niña mía! ¿Comprendes que esto represen-
taría nuestra ruina? Y la aceptaría, te lo juro, estaría dispuesto a arrastrarla si
tuviera con ello la completa seguridad de no encender con esta decisión una tre-
menda hoguera en la que qillzá los negros, serían los primeros en quemarse.
-¿Cómo es posible, papá? ¿Dónde ves esta clase de peligro?
-Los negros no están preparados para todo lo que implica una libertad tan
repentina hija mía. Ya sé que Ja culpa es nuestra, por haberles negado hasta
ahora el paso a una suficiente instrucción y formación humana, algo que les haga
capaces de gobernarse a sí mismos. Preferiría luchar antes por esta causa, tras
la. cual sí cabría considerar una eficaz posibilidad de que se realizara tu sueño.
El turbado padre levantó una mirada encendida por súbita e inspirada deci-
sión y estrechó entre las suyas las manos.de su hija.
-¿Por qué no hacemos una cosa, hija mía? -propuso con inesperado ahínco-.
¿Por qué no emprendemos juntos tú y yo esta misión difícil e inmensa, esta eta-
pa previa a una liberación que haríamos así realmente productiva? Si sigues
decidida a estudiar y a ejercer la profesión de enseñanza, cuando obtengas tu
diploma, ¿qué te apuestas a que en pocos años convertimos a nuestros negros en
seres bien capacitados para .enfrentarse dignamente con su libertad?
Eva sonrió débilmente y acarició el dorso de una de las manos de su padre,
una mano que temblaba y desprendía el mismo sudor frío que las suyas.
-Tendrás que hacerlo tú solo, papá -suspiró-. Tú y yo no nos hemos sepa-
rado nunca, pero desear que me acompañaras ahora al cielo ...
-¡Eva! ¡No será posible que ... !
- ... Pero seguiré a tu lado aunque muera si de veras consagras lo que te que-
de de vida a algo tan sublime como lo que acabas de proponerme. Mi recuerdo
te ayudará en los momentos dificiles que. no te faltarán, aumentará tu valor
para afrontar oposiciones, pero compartirá también contigo el gozo de los éxitos
y la paz interior que nos proporcionará una dedicación a ideales verdaderamen-
te cristianos.
Un silencio denso, vibrante, pareció sellar durante unos instantes aquella
especie de pacto hecho en· tan dramáticas circunstancias. Cuando Santaclara iba
a protestar su inconformidad con la idea de renunciar a su hija, unas voces vi-
nieron a turbar la emocionante tensión del momento.
-¡Siento molestarte ahora, Agustín --decía alterada Ofelia, que acudía con
Topsy-; pero esta niña es insoportable! ¡Necesito que impongas tu autoridad!
-¡Empieza ahora mismo, papá! ¡Ahora mismo! -sugirió en un susurro la
voz de Eva. Y su mano oprimió la paterna con complicidad.
74
LA CABAÑA DEL 1'10 TOM

-No creo que lo hicieras solamente por esto -insistió-. ¿Te emp~jaba acaso
algún deseo de venganza, algún resentimiento? Sin embargo, lá señorita Ofelia
se empeña, desde que llegaste a esta ca~a, en reformarte, en hacer de ti una niña
buena y civilizada. -¿Cómo pudiste corresponderle de un modo tan i~justo, tan
incomprensible.
';f
-Será porque soy mala, señor, mala sin remedio. Son muchos los que me lo
dicen y repiten.
-¿Y tú qué opinas? ¿Crees que tienen razón?
Ella se encogió de hombros, como si le importara bien poco semt:jante deta-
lle.
-¿No. sabes que tu absurdo comportamiento te hace merecedora de un cas-
tigo? ¿Por qué me obligas a ser severo contigo?
-Esto me preocupa muy poco, señor; estoy acostumbrada a que me peguen.
Los azotes les dan miedo a muchos, pho no a mi.
-¿De veras? ¿Te parece bien contestar así a la paciencia que demuéstro con
tu fechoría?
CAPITULO VII La voz de Eva llegó en aquel momento desde su cama:
-¡Topsy! ¡Ven aquí, Topsy! ¡Dejad que se acerque a mi lado, por favor!
Era evidente que, entre todos los esclavos ocupados en la finca, aquella Santaclara puso una mano suave sobre eLhombro de la pequeña negra y la
incorregible criatura constituía quizá el peor caso de ina<laplación y rebeldía. condujo sin empujarla .hacia el lecho donde yada la enferma. Retroredió des-
. Topsy no _había desmentido en un ápice su. universal aptitud para cualquier pués sobre sus pasos y dejó solas a las dos muchachas.
cometido, pero solía aplicar esa virtud con perniciosa constancia más bien a -Ven, Topsy, te.lo ruego; siéntate un momento a mi lado. ¿Quieres hacerme
demostrar las mil y una formas de pésimo comportamiento y a obstruir sistemá- compañía? ¿Té importa que hablemos un rato!'
ticamente l~ buena marcha del quehacer doméstico. Ella volvió a encogerse de hombros, aunque arrastró un poco la silla y obe-
-¡Acabo de sorprenderla con unas _tijeras en la mano y destrozando con ellas deció con aparente indiferencia.
mi mejor sombrero! ¿Te explicas con qué .razón o motivo? ¡Maldad, simple -Dime, 'J::opsy; dime la verdad: ¿crees que nadie te quiere en esta casa? ¿Te
maldad! ¡Y ya no sé qué hacer con ella, te lo juro! parece que nadie se interesa por ti?
Santaclara soltó con suavidad la mano de su hija, recogió _asitiendo con la -¿Quién va a quererme, señorita? ¿A mí? ¿Quererme amí?
cabeza la súplica expresada en sus ojos encendidos por la fiebre y pasó a la habi- _-Yo, por ejemplo. Y también mi padre, y la señorita Ofelia. ¿Cómo no te das
tación contigua con su prima y la pequeña negra. cuenta dé ello?
-Vamos a ver, Topsy -preguntó sin levantar la voz-, si me explicas qué te -Me resulta muy dificil saber si alguien me quiere, señorita. Jamás ni en -
indujo a cometer semejante tontería. ¿Qué pretendías ganar u obtener con ello? ninguna part~ hicieron otra cosa que castigarme, que repetirme una y mil veces
:_Nada --contestó hoscamente la niña-; nada, señor. ·que soy una niña. muy mala. ¿Acaso no tenían razón?
-Nunca se hacen las cosas sin alguna finalidad, aunque a veces nos cuest~ -Seguro que no, Topsy; ninguna razón. Puedes creer en mis palabras, por-
adivinarla a nosotros mismos. Dime, procura recordar: ¿qué te proponías real- que ellas no proceden solamente de mí, sino de una luz que las inspira desde
mente? muy lejos, desde un mundo. que no es este nuestro y donde la verdad resplan-
-Lo ... lo odiaba, señor.. Era un sombrero horrible,,muy feo: ·dece cdn: plena justicia, muy por encima de las desdichas. y erro~es que pade-
Ofeli~ enrojeció de ira y, a pesar de su probada paciencia y d.~ }a tOierancia cen aquí los hombres y mujeres de todas las razas. Yo ·te quiero mucho, muchí-
que solía emplear respecto a. los. negros, tuvo que .hacer vjsibles esfuerzos para simo, Topsy, porque sé que -eres desgraciada y nadie te comprende en este
domi1farse y no golpear a la pequeña rebelde. mundo. Pero no tardaré mucho· en irme allá, a aquel mundo perfecto de que te
Santaclara suspiro, la contuvo con un gesto y volvió a su interrogatorio. hablaba, y vel~ré desde ailí y seguiré rezando por tí, mi buena Topsy. ·

76 77
LA CABAÑA DEL TIO TOM

-;Yo buena, amita? Se ... ;se refiere usted al cielo cuando dice qué velará
por mí desde «allí»? ;Cree que dará resultado?
-No lo dudes ni un instante, Topsy. Pero tienes que prometerme esforzarte
por tu parte, confiar un poco en mi padre y en la señorita Ofelia en otras perso-
nas que te quieren; prométeme ser buena, dominar tus arrebatos, cumplir y hacer
caso de todos los consejos que el tío Tom no deja de darte. ; Lo harás, te esfor-
zarás, querida Topsy?
-¡Sí, amita, pmmeto intentarlo! Pero ... preferiría seguir siendo .mala, se-
guir mereciendo castigos, y que usted no tuviera que dejarnos ni separarse de
nosotros para ir a aquel lugar donde no podremos verla... ¡No lo haga, seño-
rita, nonos abandone, por favor!
Eva sonrió débilmente y la acarició en la mejilla.
-Ya has empezado a ser buena, Topsy --<lijo-. Vete ahora a buscar a Tom, y
explícale todo lo que hemos hablado y esta respuesta tuya; él te ayudará a com-
prender mejor, te demostrará que no eres una niña mala, que jamás lo fuiste.
Las cosas parecieron .precipitarse después de tan trascendentales conversa-
ciones. El estado de la pequeñ·a empeoró visiblemente; respirar era para ella un
martirio, la tos la acometía, sin tregua y las interminables noches se desarrolla-
ban en tristes presagios. El doctor Posey sacudía sombríamente la cabeza y no
se atrevía a dar ninguna esperanza.
Roída el alma por el remordimiento, culpándose amargamente de descuidos
y negligencias, Santaclara no se separaba un momento de la cabecera de aque-
lla cama donde cabía ya solamente esperar el previsible desenlace, el fatal he-
cho que pusiera, cuando menos, piadoso término al sufrimiento estoicamente
soportado por su hija.
La madre de Eva, Ofelia. y el acongojado Tom rondaban como sombras por
el dormitorio y la alcob¡¡. contigua, siempre pendientes de cada susurro, movi-
miento o acceso de tos que les llegaba desde la cama de dolor.
Dos días después de los hechos anteriormente relatados, Eva sorprendió a
todos con unos instantes de insospechado alivio y extraordinaria lucidez: Pero
ella fue la primera en no interpretarlos como repentina mejoría, sino que intuyó
extrañamente su real significado.
-Presiento un inminente final, papá --<lijo contemplando entristecida el deso-
lado semblante del señor Santaclara que no se apartaba un momento del lecho-.
No ... no quisiera marcharme sin antes ayudarte ... en lo que vas a hacer... en lo
que nos hemos prometido hacer juntos... a nuestra manera ...
-¡Cállate, hijita, por Dios! ¡No digas estas cosas, no te fatigues hablando!
-Llama a nuestros esclavos, papá, te lo ruego ... Diles que quiero verles a to-
dos antes de ... No me niegues este favor, te lo suplico.
Santaclara volvió la cabeza y su mirada se cruzó con la de Tom, que asintió
a la muda orden y corrió a reunir a todos sus compañeros.

78
i11!
LA CABAÑA DEL TIOTOM LA CABAÑA DEL TIO TOM i ].
¡~·
Media hora después emp.!!zaban a desfilar uno tras otro por el cuarto en pequeña Eva descansaba en una sobrecogedora paz, parecía haber retrocedido
penumbra. Lo hacían sobrecogidos, moviéndose con torpeza, cuidando en vano extrañamente a sus rasgos infantiles, nimbados por una luz c¡ue tenía mucho de 1
de no hacer ruido y temiendo muchos de ellos -que habían visto nacer a :E.va- sobrenatural. :·:l
.,'·f··•.
no poder contenerse y estalÍar en sollozos allí mismo. Qtra clase de resplandor, sombrío éste, casi siniestro, brillaba apenas en
La enferrpa logró 'tener para todos. y cada· uno alguna sonrisa cariñosa, ·un lo más profundo y recóndito de los ~jos de Agustín Santaclara. Lo encendía una '
gesto de reconoci.miento, una mirada que recordaba tal o cual acontecimiento pugna interior que abrasaba su pecho en dos tendencias opuestas, ambas igual-
compartido con el interesado. mente urgentes, trepidantes, pero que se excluían mutuamente.
Y fue repitiendo una y otra vez, para que todos lo oyeran y se enteraran, el El lacerante dolor que le producía la muerte de su hija parecía clamar en
anuncio de.nuevo.s, futuros y sensacionales.hechos. busca de un culpable, de unas responsabilidades incumplidas y de una impre-
-Os pido .que ayudéis a mi padre, que le secundéis con toda vuestra fe y visión que apuntaba implacablemente, él lo sabía, contra su propia persona.
confianza en algo muy grande que va a emprender. Yo no estaré aquí para verlo, ¿Qué derecho tenía a seguir viviendo un hombre que había sido capaz de permi-
no podré compartir vuestra lucha ni vuestros triunfos. Pero espero que mi re- tir, con so. funesta dejadez, que las cos_as llegaran a tal extremo? El suicidio le
cuerdo os ayude a perseverar, a no dejaros vencer ·por las dificultades, a mante- parecía poco castigo para infligirse a sí mismo, aunque sentía un miedo y• uu
neros siempre muy unidos ... despego horrible a afrontar sus futuros días, a enfrentarse con las miradas de
Los hombres parecían no acabar de comprender, rechazaban vagamente el los demás,. incluso a soportar la visión de su propia imagen en algún casual
siniestro presagio contenido en aquellas palabras, obstruían desmañados la espejo. ¿No era urgente cortar, acabar con su absurda e inútil existencia?
puerta del dormitorio, miraban interrogativamente hacia la vencida figura del Tampoco podía olvidar por otra parte la última conversación que había sos-
abatido padre. · tenido ~n su hija. Medía la tremenda magnitud de la empresa a que se había
Y las mujeres, incluida la pequeña Topsy, entendían todavía menos todo lo comprometido y no sabía aún si ésla le intimidaba o le estimulaba, si sus difi-
que no se refiriera al hecho de que su joven amita se despedía de ellos, trágica- cultades le arredraban o si sus méritos podrían infundirle suficientes ánimos
mente llevada por una muerte tan cruel como inesperada. para segúir, viviendo.
Nada pudo el ferviente deseo de todos, las oraciones que cada cual formu- Pero la p~r8on~lidad de Agustín Santaclara_ parecía condenada a ni siquiera
laba a su manera· y con unánime sinceridad; nada la colectiva angustia ni las rozar jamás las grandes deéisiones. El abatimiento y el rencor contra sí .mismo
ansiosas miradas que, desde fuera, vigilaban la tenue luz en la ventana del dor- Je suinió en ·una ausente postración y. en una vacía indiferencia de la que no
mitoriQ de. la. enferma ni las que, junto al lecho, estaban pendientes del desarro- pudo emerger . ni cuando un s'erio ataque cardíaco alarmó extraordinariamente
llo de· cada minuto y cada segundo en aquella noche s0mbría. al doctor Posey. La familia se habla trasladado a la ciüdad de Nueva ürleans,
Eva expiró silenciosamente antes del alba, cuando una tímida esperanza llevándose sólo a contados sirvientes y viviendo en una especie de compás de
apuntaba en los corazones de quienes la acompañaban; parecía haber vencido espera sin objetivo realmente definido.
las ·horas peores, y su pecho conocía una insólita tregua: la respiración se había El colapso del enfermo adquirió progresiva y veloz gravedad en el trans-
hecho casi tranquila, pausada. Hasta que, ~e prontó, los alarmados oídos de Ofe- curso de brevísimos días. Su apatía total no oponía la menor resistencia a los
lia registraron un helado silencio en aquel ritmo qué en realidad se había extin- embates de la enfermedad, y el diagnóstico médico dejó de ofrecer dudas.
guido dándoles la impresión de sosiego. Ella la velaba en tales momentos, y -Lo lamento_ por ti y los tuyos, Toro -"--decía Santaclara contemplando apenado
corrió a la butaca donde el extenuado padre dormitaba entre negras pesadillas. cómo Su fiel criado le atendía con redoblada solicitud-. Siempre he sido un.inútil,
-¡Pronto, Agustín! -llamó con desorbitados ojos-:-. ¡Pronto, hay que avisar un -~~ despreciable e incapaz de resolver ningún problema. Mi pobre hija me
al médico en seguida! ¡Que Tom vaya a buscarle en una carrera! . encargó que me ocupara de muchas cosas que tenían esencial trascendencia
Tom no esperó la orden y voló al coche que siempre tenía dispuesto durante para vosotros. Y; ya puedes verlo, todavía rio he emprendido nada efectivo, todo
aquellas jornadas.. Fustigó despiadadamente a los caballos en "el cainino aún en et1tá por empezar, todo sigue igual en un aspectQ que le prometí a 1ella resolver
penumbra y tardó lo inverosímil en ir y. regresar acompañado del dó~or Posey. inmediatamente. ¿Qué va a ser de vosotros si no consigo reponerme?
Pero ya era tarde. El desconsuelo. y la desesperación reinaban en toda la -No piense ahora en eso, señor --contestaba pacientemente Tom-. Necesita
cása, tenían sú punto culminante en aquellas dos o tres habitaciones donde tan usted tranquilizarse, cumplir las órdenes del doctor Posey, y ya habrá luego
vanamente · habían pugnado la angustia y la esperanza. Y el semblante de la tiempo par-a ·10 demás.

80 81
LA CABAÑA DEL TIO TOM
••• FUERON DESFILANDO ANTE LA
ENFERMITA AQUELLOS DESGRA-
-No demoraré más tu caso, Tom, por lo menos el tuyo! -se obstinó súbita- CIADOS, MUCHOS DE LOS CUALES
LA VIERON NACER •••
mente el enfermo-. Tienes desde este momento absoluta libertad para marchar-
te, para reunirte de una vez con tu familia. ¡Vete, Tom, vete antes de que sea
demasiado tarde!
Tom le miró fijamente y vaciló unos instantes, luchando con encontrados
sentimientos. El afán de volver a abrazar a su esposa y a sus hijos era una dolo-
rosa llaga .siempre abierta en su. corazón, cada día más sangrante según se pro-
longaba aquel martirio. Pero aquel hombre agonizaba sin el consuelo de .una
esposa capaz de hacerle más soportable el triste desenlace de sus fracasos, y el
recuerdo de l¡¡. pequeña y tierna Eva adquiría en tales momentos una presencia
casi física.
-Después, señor --contestó finalmente-. Me iré luego, cuando el señor se en-
cuentre totalmente restablecido. Confiemos mientras tanto en Dios, recordemos
que alguien vela por nosotros desde el cielo. Permítame que le arregle esos al-
mohadones, señor.
Pero la vida de Agustín Santaclara se extinguió unos días después, apa-
gándose como una llama precaria que ardió sin ningún entusiasmo e irradió
apenas calor.
Su prima Ofelia quedó sola para simbolizar los restos de aquel ideal suge-
rido por el buen corazón de Eva y sólo considerado con eternos titubeos por el
difunto. Ella estaba bien enterada del ingente proyecto, que decidió mantener
vivo,· revalorizar y llevar a buen término en memoria de los dos seres a quienes
la muerte impidiera realizarlo en su momento.
No .contaba sin embargo con la enconada oposición de la viuda de Santa-
clara, aquella. mujer siempre lejana y egoísta que jamás supo comprender a su
marido ni llegó a ser una verdadera y cariñosa madre para la pequeña y des-
dichada Eva.
La situación económica dejada tras de sí por Agustín _Santa.clara no era ni
mucho menos comprometida, pero tampoco todo lo desahogada que cabía supo-
ner. Es cierto que una prudente administración podía lograr de. ella aceptables
rendimientos, y Ofelia calculó y demostró de manera fehaciente que tal cosa era
realizable sin impedir. en modo alguno el cumplimiento de la última voluntad
tan vehementemente expresada por Eva.
Tom esperaba con discreta impaciencia la llegada de tan ansiado momento.
Nada le unía ni retenía ya en aquella casa, de la que se llevaría el tierno recuer-
do de una niña convertida en ángel y del hombre bueno y débil que no había
podido sobrevivir a su muerte.
No presionó a nadie para acelerar su partida, pero abordó un día a Ofelia y
le recordó sin apremios la promesa que últimamente había recibido de su señor.
-Estoy enterada de la oferta que te hizo mi primo, Tom --contestó ella-, y no
dudes de que haré lo posible para que. se convierta en realidad en el plazo más

82
LA CABAÑA DEL TIO TOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

breve; así me lo recomendó él mismo pocas horas antes de morir. Te aconsejo, Y los fatales acontecimientos se sucedieron con una rapidez escalofriante.
sin embargo, un poco más de paciencia, porque me temo tropezar con ciertas En el espacio de escasas semanas, tras ser fragmentada la finca y repartida entre
dificultades que será necesario vencer a fuerza de persuasión y constancia. Dé- los propietarios colindantes, todos los esclavos antiguamente ocupados en cui-
jalo de mi cuenta, Tom, confía en mí. Insistiré nuevamente. darla fueron conducidos al mercado, puestos en manos de los traficantes y des-
Ofelia se trazó un cuidadoso plan para realizar a su manera la aún no em- tinados a convertirse en dinero que pasara a engrosar el patrimonio heredado
prendida tarea de liberar a todos los esclavos que habían pertenecido a su primo. por la viuda Santaclara.
Preparó cauta y también firmemente el terreno para plantear. la cuestión, cuya Tom y sus compañeros conocieron nuevamente la humillante amargura de
misma magnitud le hizo contar con indudables oposiciones, y se decidió final- verse transformados en vulgar mercancía, de afrontar un negro porvenir cuy¡;¡.s
mente a intentarla por prudentes etapas. Tom era el más indicado para ser el perspectivas solían ser más que dudosas.
primero en recibir el premio a su probada fidelidad y competencia. Los mercaderes les agobiaban mientras permanecían «disponibles» para la
Pero la viuda Santaclara, que había acogido los primeros tanteos con una · oferta, a fin de qué su aspecto excitara el deseo adquisitivo de posibles compra-
indiferencia sugerente cuando menos de sucesivos intentos, endureció súbita- dores.
mente su actitud y terminó negándose en redondo cuando oyó proponer el nom~ -¡A ver, tú! ¡Lávate .inmediatamente esa sucia camisa, pero corta las man-
bredeTom. gas, córtalas desde su arranque!
-¿Te has vuelto loca, Ofelia? -protestó-. ¿Crees que voy a ser tan insensata -Las.:. ¿las mangas; señor? ¿Que las corte?
como para prescindir de un valor igual al que puede representarme un hombre -¡Claro, estúpido! ¿Acaso quieres ocultar esos magníficos m.úsculos? ¡Va-
como Tom? ¡De ningún modo, jamás lo haría! mos, pronto, o te sacudo con el látigo!
-No olvides, María, que Agustín le prometió. la libertad pocos días antes de -¡Arriba los ánimos, por mil demonios! ¡Levantad la cabeza, poned una
morir. No soy yo quien te propongo esto, sino que me Iinilto· a recordarte un cara más radiante; os juro que voy a moler a palos al que se atreva a desobede-
deseo ... una voluntad de mi primo. cerme y me malogre el negocio!
-Pero ... ¡esto es absurdo, completamente disparatado! No creo que Agustín En la cuadra destinada a las mujeres se. registraban parecidas o peores esce-
supiera realmente la verdadera situación en que iba a dejarme. ¡Era tan impre- nas, ya que las preferencias tendentes.a mejorar el aspecto se centraban malig-
.visor, tan inconsciente! · · namente sobre. }as más jóvenes; a ninguna se le escapaba el siniestro propósito
-;¡María, por favor! . perseguido por los traficantes, y las madres clamaban en vano por una inexis-.
-¡No me negarás que es bien cierto! Respeto su recuerdo, pero me hizo una tente piedad.
especie de jugada que ... -¡Por Dios, señor! ¡No permita que vendan a mi hija por un lado y a mí por
-¡Cállat.e; por Dios! ¡No puedo oírte hablar así! otro! ¡Está enfernía, necesita de mis cuidados!
- ¡Pues menos puedo yo soportar los horribles quebraderos de cabeza y . -¡Cierra el pico, vieja bruja! ¡Vete a tu rincón, anda a.reunirte con los ve-
preocupaciones que ·caen tan cruelmente sobre mí! Y tú, en vez de ayudarme, jestorios! ¿Acaso pretendes que obtengamos por ti· lo mismo que por una de esas
sólo sabes venirme con viejas historias ·sfü sentido y pretendes nada menos que mozuelas? ·
tire por la ventana el escaso dinero de que dispongo. ¡No lo consegwrás! ¡Nun- -¡Soy su madre, señor! ¡No púeden separarnos, sería horrible para ... !
ca,jamás consentiré en tegalar ni a uno solo de los esclavos! -¿Queno,dices? ¡Vasaverahora! ·
-¡Esto es tan cruel como egoísta, María! También resulta una traición por Y el látigo hacía el resto, rechazando a una y empujando a la otra hacia el
parte tuya a los ideales propugnados por tu marido y que fueron inspirados, lote·de las elegidas para más refinadas crueldades.
recµérdalo, por la desdichada Eva:. No puedo so~darizarme con semejant~ acti- · Cuando se organizaron los grupos par.a la subasta, a la ma'ñana siguiente,
tud, contraria a los más elementales principios humanos, y voy a regresar a mi Tom figuraba en el ~ontiilgenté donde. se agrupaban a los mejores «ejemplares»
casa y a dejarte sola con tu codicia si sigues negándote a libertar a Tom y a algu~ · · de la oferta; tenía a su lado a Eµielina, la muchacha que había sido tan brutal-
nos otros. ¡Hazlo por lo menos.con los que están separados de sus familia~! . mente arrancada de los cuidados de su madre, y ·volvían a encontrarse desde
-He dicho mi última palabra sobre este asunto, Ofel~a, y nada .ni nadie me. que les obligaron a desalojar las instalaciones de la hacienda Santaclara. La jo-
a
hará cambiar. de parecer. Márchate si quieres. Voy vender las tierras y a todos ven había sido doncella de la. casa y corrido la misma suerte que todos sús com-
los esclavos, y me quedaré a vivir aquí ton el dinero que obtenga por todo ello: pañeros de infortunio. ·

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LA CABAÑA DEL TIO TOM

-Confia en Dios, muchacha -pretendió animarla Tom-. Puede que la suerte


no nos abandone del todo; al fin y al cabo, nuestro destino no era muy halagüeñó
en manos de la señora Santaclara.
-¡He aquí un lote magnífico, señores! -les interrumpió la voz del vende-
dor-. ¡Podemos garantizar su utilidad, sumisión y eficacia! ¿Quién ofrece más
por ellos? ¡Pujen, señores, pujen! ¡A la una, a las ... !
-¡Me quedo con ellos! -gritó una ronca voz entre la multitud.
La oferta había partido de un individuo corpulento, vestido con rebuscada
y absurda elegancia, y con acento marcadamente francés. Tom observó inme-
diatamente a aquel hombre y se sintió invadido por lúgrubes presagios.
Sus temores no eran infundados. En cuanto el comprador se hizo cargo de
sus nuevas víctimas, les espetó un significativo discurso de bienvenida.
-íOídme bien, vosotros! -chilló agriamente-. Me he enterado del trato que
recibíais con vuestro antiguo amo, y os advierto que las cosas serán muy dife-
rentes a partir de este momento; sabed que yo no tolero holgazanes en mi finca,
y que a la menor señal de indisciplina, desobediencia o trabajo lento os· haré
arrancar la piel a latigazos. ¡Que quede bien entendido!
Recorrió agresivamente las filas, echó una pérfida mirada sobre Emelina y
terminó deteniéndose frente a Tom y otros hombres integrados en su lote.
-¿Cómo te llamas? -preguntó con rudeza y dirigiéndose a Tom.
-Me llamo Tom, señor -contestó éste.
-¡Enséñame las manos!
Tom obedeció en silencio.
-¡Demasiado conservadas! Tendrás que volver a empezar, a desollártelas
nuevamente removiendo piedras. ¡No esperes contemplaciones entérate!
. -Haré lo que usted me ordene, señor -contestó Tom.
-¡Más te valdrá! -le previno amenazadoramente el nuevo amo. Y añadió
dirigiéndose otra vez a todos-: ¡Sabéis en qué manos habéis caído?
Nadie contestó ni.se hizo ninguna ilusión.
-¡Me ·llamo Legree, y. me enorgullezco de poseer la plantación más rica de
mi comarca, y también la que cuenta con mayor número de esclavos! ¡Pero. mi
fama se debe sobre todo a que obtengo de ellos mejor rendimiento que ningún
otro propietario! ¿Imagináis cómo lo consigo? ¡Pues con mano dura,_ usando
los puños tantas veces como haga falta, no ahorrando los latigazos! ¡Que todo
el inundo quede bien enterado!
Un silencio absoluto acogió aquellas palabras. Legree escupió a los pies de
su atemorizado rebaño y ordenó a sus capataces que prepararan la carreta.
Poco después emprendían la marcha. Hombres y mujeres, los esclavos se
amontonaban sobre las duras tablas del carromato; ·rodeado por hoscos jinetes
armados hasta los -dientes. Legree cabalgaba en cabeza, y Toro empezó a con-
vencerse de que la suerte le abandonaba definitivamente.

86
LA CABAÑA DEL TIO TOM

de ellos! No tardaréis mucho en comprobar que tienen peor genio que los perros.
¡.Ja, ja! ¡A ver, tú -añadió séñalando a Tom-: salta de la carreta inmediata-
mente!
Tom vaciló sólo un segundo antes de obedecer.
-¡Acostúmbrate a ser más rápido, maldito holgazán! -le chilló Legree-.
Esta es la primera y también la última vez que te aviso, ¡negro del demonio!
Quimbo avanzó unos pasos, ya con el látigo levantado. Pero el amo le detu-
. vo con un gesto.
-¡FUate bien 'en mis capataces, Tom! -ordenó Legree-. Te veo un poco más
capacitado que el resto de tus malolientes compañeros, y puede que me mues-
tre magnánimo contigo si sabes corresponderme, me obedeces siempre ciega-
mente y .logras que esa ralea inmunda cumpla con su trabajo. ¡Hasta llegaría a
nombrarte ayudante de capataz si no eres lo bastante estúpido como para desa-
provechar esta ocasión! ·
Tom no despegó los labios. Se abstuvo de asentir, de desafiar o de demos-
trar excesiva sumisión, permaneciendo impasible y con sus rasgos desprovistos
CAPITULO VIII de cualquier expresión.
Legree le miró aviesamente de pies a ,cabeza y masculló para sí mismo unas
La llegada a la hacienda «modelo» proclamada por Legree confirmó triste- palabras que parecían más bien decepcionadas.
mente los temores qué embargaban a los desdichados esclavos destinádos a -¡Sois un rebaño de inútiles! -terminó rezongando-. ¡Vamos, todo el mun-
engrosar el contingente de aquel infierno. do fuera de las carretas! ¡Dejad vuestras sucias pertenencias en las cuadras y
· Una jauría de enormes perros salió a recibir a la carreta y la rodeó inmedia- empezad a trabajar en seguida! ¡Todavía os queda media jornada para de-
tamente, gruñendo y aullando con tremenda ferocidad. Eran unas bestias im- mostrarme qué dosis de látigo y puñetazos tendré que emplear en domesticaros!
presionantes, agresivas, adiestradas indudablemente en la caza del hombre Luego, cuando desfilaban ante él camino de los surcos, muchos tambaleán-
negro, y su actitud evidenciaba que no solían faltarles ocasiones de practicar dose y tropezando b~jo los efectos d.el miedo y la fatiga del prolongado vi~je,
sus aptitudes. estalló aún en acrecentada cólera y disgusto.
El salvaje Legree estalló eii bárbaras risotadas cuando vio el terror que re- -¡Rebaño de desperdicios!-les gritó airado-.¡No me hagáis arrepentifme de
flejaban los semblantes apiñados en la carreta. . haberos comprado, canallas! ¡Ya veo que me dt:jé endosar un lote de holgaza-
-¡Ya veis lo que os espera si os vi~ne la mala idea de intentar la fuga! -pre- nes, pero os demostraré cómo se convierte a tipos como vosotros en algo capaz
vino-. Os hago saber que a esos perrazos les cuesta m\lcho soltar.. su presa una de proporcionar rendimiento! ¡Os· juro por Cristo que sudaréis sangre si no
vez la han alcanzado ... ¡y siempre la alcanzan,'desde luego! aprendéis a trabajar como los demás en un par de días! ¡Duro con ellos, voso-
No todo terminaba con los perros. Detrás de· ellos aparecían un par de capa- tros! -recomendó dirigiéndose.a los capataces.
taces mestizos, ·ambos dotados de temible corpulencia y con una expresión en Los látigos dé Sambo y Quimbo cortaron el aire y levantaron remolinos de
su rostro que les hacía bastante ~ás ·temibles que los animales de cuatro patas. polvo a los pies de los rezagados, que no tardaron en recibir los primeros golpes
Iban. armados con puñales y un tremendo látigo q~e hacían restallar con seco en plena espalda.
chasquido,. describiendo silbantes trayectos · .por encima de las atemorizadas Los dos mulatos parecieron empeñarse en hacer méritos y querer ganarse
cabezas de los recién.llegados. · el favor de su amo a costa de los infelices recién llegados. De sol a sol y sin la
-Éstos son mis fieles Sambo y Quimbo, \iuestros «ángeles de la guarda» de menor tregua en las horas más tóri:idas, obligaron a sus nuevas víctimas· a
aquí en adelante -siguió burlándose el cruel Legree-. Conocen a la perlección laborar en los campos más ·áridos e ingratos; haciéndoles acarrear pesadas· pie-
su oficio, y no tengo necesidad ·de azuzarles p<mt · que muevan el látigo, os lo dras y desbrozar hirsutas malezas.
as·eguro. ¡Ay 'del que intente ignorarles o cometa la imprudencia de olvidarse Los hombres lograban soportar con mt:ior o peor fortuna aquel trato que ni

88 89
LA CABAÑA DEL TIOTOM

a las bestias solía dedicarse, pero no sucedía lo mismo con las mujeres. La ma-
yoría de ellas empezaron a dar muestras de extenuación al cumplirse el tercer
día de tan salvaje régimen. Tom se multipli-caba para aligerarlas en lo posible de
las tareas más duras, acudiendo de una a otra.
-¡Animo! -les susurraba al inclinarse junto a ellas-. Esto no va a durar, es
solamente una prueba bestial para doblegarnos y sometemos a un ritmo que tam-
poco es norma en los demás. ¡Procura sostenerte, que no se den cuenta de que des-
falleces!¡ Te castigarían, te azotarían brutalmente!¡ Deja esta piedra, yo la llevaré,
y coge tú aquella otra más pequeña! ¡No discutas, será peor si nos sorprenden!
nos sorprenden!
Pero aquellos generosos manejos de Tom terminaron por advertirlos los
aviesos capataces. Sambo se le acercó sigilosamente por detrás mientras auxi-
liaba a una de las esclav<;is y le sacudió un furioso latigazo en plena espalda.
-¡Fuera de aquí, maldito entrometido! -chilló-. ¡Vuelve inmediatamente a
tu trabajo y no te metas en lo que no te importa!
Tom tuvo que contenerse para no aplastarle la cabeza con la pi.edra que
tenía aún al alcance de la mano; hizo un esfuerzo y tragó saliva, porque sabía
que cualquier rebeldía sería duramente castigada, incluso extendida a todos
sus camaradas y particularmente a la mujer que trató de ayudar.
-¿No sabes que está prohibido intervenir en el trabajo de los otros, perro?
¡Cuida mejor d<J'hacer el tuyo y deja tranquilos a los demás!
-Esta mujer está a punto de desmayarse -replicó sin embargo Tom-. Déjala
descansar sólo unos minutos y yo haré su trabajo y el mío, todo en el mismo
plazo de tiempo.
-¡A callar, viejo estúpido! -se enfureció el otro-. ¿Pretendes acaso darme
lecciones, maldito idiota? ¡Fíjate bien en lo que .te digo -anadió blandiendo el
látigo a dos centímetros de su cara-: si vuelvo a sorprenderte tomando deci-
siones por tu cuenta, vas a acordarte de mí toda tu perra vida! ¿Me oyes?
¡Procura no olvidarlo, cerdo negro!
Y cerró su amenaza enroscando el mordiente látigo entre las piernas de
Toni cuando éste se inclinaba para reanudar su trabajo.
Las piadosas penumbras del crepúsculo pusieron término a la agotadora
jornada, y las vacilantes figuras que habían dejado el aliento sobre los surcos
regresaron arrastrándose hasta los fétidos barracones que se les había desti-
nado como alojamiento.
Luego que se les hubo distribuido una repugnante bazofia como cena, al-
guien se presentó a la puerta del barracón y recorrió con la mirada el triste
espectáculo de los cuerpos sin apenas ánimos de echarse a dormir para aliviar
el infinito cansancio que les dominaba.
-¿Quién de vosotros se llama Tom? -preguntó la mujer tras haber avanzado
unos pasos.
Se trataba de una negra aún joven, algo mejor vestida y conservada que las

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L.\ C.\BAÑA DEL TIO TOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

demás ocupadas en la plantación, de,stinada quizá al servmo doméstico o par- final ~e. tus d~as si accedes a cumplir al pie de la letra todo lo que voy a ordenarte
ticular del amo. y a exigir de t1. ¿Me escuchas? ¿Me entiendes bien, Tom?
-Soy yo -contestó Tom incorporándose a medias. -Sí, señor.
Ella caminó haciéndole señas de que no se levantara y le habló en voz baja -Nece.sito que al~ien de toda mi confianza conviva con los esclavos y man-
y apremiante. tenga los OJOS y los 01dos muy alerta, ¿entiendes? Es mi manera de enterarme
-Me llamo Cassy y soy una esclava como vosotros; gozo, sin embargo, de de muchas cosas que de otra forma no llegaría a conocer, y también el primer ,
algunos aparentes privilegios de .cuyo origen más valdrá que no hablemos. Sea. paso para que un esclavo pueda aspirar a mejores tratos y se convierta algún
como sea, trabajo en el interior de la casa y me entero de algunas cosas. ¿Qué día en capataz. '
ha pasado hoy contigo en los campos? Legree marcó una pausa y arrugó la frente ante el obstinado silencio man-
~No g_ran cosa -contestó Tom, reaccionando con cierta cautela-; pretendí tenido por Tom.
ayudar a una mujer que ya no podía con su alma, y uno de los capataces me lo -Sin embargo -continuó con foz fría y tajante-, ~xijo ciertas condiciones
impidió. en el hombre elegido:. tiene que demostrarme por anticipado una absoluta fide-
-¿Quién era? ¿Cuál de los dos? lidad y también que es capaz ·de tratar a ·los negros como se merecen, es decir
-No lo sé; creo que Sambo, me parece que así se llama. como despreciables esclavos, simple carne de trabajo y de látigo. Por ló tanto:
-Poco importa; ambos son igual de salvajes y desalmados. Guárdate de ellos, Tom, en desagra~io a la falta que cometiste el otro día y como prueba de que
Tom, te lo recomiendo. Están "celosos porque el amo tiene no sé qué proyectos pueda fiarme de t1 en el futuro, vas a azotar ahora mismo a esa negra holgazana.
respecto a ti, y ello les hace"temer un menoscabo en sus prebendas.
-Yo no pretendo nada, nada más que ser como _los otros y recibir el mismo
Sambo t: prestará su látigo, que también tienes que aprender a manejar para
llegar mas tarde a capataz. ¡Adelante, veamos cómo te portas!
trato que se dedique a mis compañeros. · Tom no movió ni un músculo, conservó en su rostro la expres10n más ca-
-Lo sé, lo comprendí cuando el amo te interrogó el.día de tu llegada. Pero, rente de reacciones que pudo adoptar y esperó lo inevitable. Por su parte, la
por lo que más quieras, no vuelvas a penniLil' yue te sorprendan prestando ayu~ esclava 11egra intentaba ati;aer su mirada para darle a ·entender de algún modo
da a nadie; piensa que eso es aquí lo peor visto y castigado, y que tanto los capa- u_ otr~, que acept~ra; aún dentro de su terror al escuchar la sentencia de cuya
taces como el amo serían capaces de matarte si insistes en esta actitud. e¡ecuc10n no hab1a dudado un momento, prefería mil veces recibirla de manos
···Lo tendré en cuenta, mujer. Y gracias por el aviso. . de Tom que de los salvajes capataces.
-.El amo parece haberse enterado de tu doble hazaña; me refiero al inciden- -¡Estoy esperando, Tom! -empezó a impacientarse Legree.
te con Sambo y a tu furia pretendiendo hacer el trabajo de dos o tres personas . Sambo se m~vió a .un ge~to de su amo y, tomando el látigo sostenido por
y lográ!ldolo contra todo lo creíble. No me extrañaría que, a pesar de lo de Sam- Qmmbo,. lo coloco por la fuena entre los dedos de Toro; retrocedió h.iego unos
. bo, VÚelva a presionarte para conseguir que te conviertas en· un esbirro a sus pasos e hizo restallar el suyo de un modo harto significativo .
órdenes. Pero el humillante y cruel instrumento resbaló de la mano de Tom y cayó
Cassy tenía razón; Tom fue ll~mado .a presencia de Legree y éste le recibió mansamente en el suelo, donde quedó como una serpiente inmóvil.
acompañado de sus dos clipataces,. uno de los cuales sujetaba por el brazo a la La ira encendió hasta el sofoco lasl;.accioncs de Legree.
esclava a quien Tom pretendía ayudar cuando fue agredido por Sambo. La pobre -¿Qué d~monios signifi~a esto, maldito bribón? -gritó-. ¿Eres idiota? ¿No
mujer mantenía la cabeza baja y temblaba a cada gesto o palabra que procediera me has entendido o· pretendes jugarte tu perr.11 vida?
del temido amo. Toro ~e~vió s~. oj,os ,h~sta captar la anhelante mirada de la mujer condena~
-Te he hecho venir, Toro -explicó Legree-, para darte una última oportuni- · da al su~hct~; ad1vm~ ~acdm~nte lo qu~ ella le ~ía silenciosamente y hasta
. dad de que elijas antes de que acabes de embrutecerte y convertirte en un des- contemplo cenudo el lat1go crudo a sus pies.· Pero terminó ahogando un profun-
pojo humano; tu edad no te permitirá soportar por mucho tiempo el endiablado . ·. do suspiro en su pecho y se enfrentó decidido con la furia de su· amo.
ritmo al que pienso someter al maldito grupo de que formas parte. Supongo que -No lo haré, S!!ñor -replicó con voz fir~e.
te habrás dado cuenta de ello, ¿verdad? -¿Qué has dicho? ¿Serás capaz de: ... ?
Toro miró hacia la mujer sacudida por el terror y prefirió guardar silencio. -No puedo ni sabría nunca pegar a 4na persona incapaz de defenderse, y
-:Pues bien -prosiguió Legree-: puedes ahorrarte un lamentable y prema~o mucho menos sin ningún motivo personal.

92 93

l
i
.
LA CABAÑA DEL TIO TOM

---.-¡Por los clavos de Cristo! -estalló Legree, medio asfixiado por un coraje YO ME LLAMO CASSY Y VOY A DAR·
TE UN BUENCONSEJO·PROCURACUI·
que le encendía la sangre-. ¡Te voy a matar, canalla! ¡I-Iaré que te arranquen DAR DE TI MISMO.SI TE SORPREN-
DEN DE NUEVO PRESTANDO AYUDA
la piel a vergajazos! A OTRO,NO VIVIRAS PARA CON·
TARLO
Recogió furioso el látigo del suelo y puso el mango bajo los ojos de Tom.
- ¿Ves esto?¿ Lo ves bien? ¿Acaso ignoras el poder de este cuero?
-:Jamás di motivos para ello, señor; por otra parte, tanto el señor Santaclara
como el señor Shelby, mi amo anterior, no necesitaban emplear el látigo para
ser obedecidos.
-¡A callar! ¡No me interesa lo que hicieran tus blandengues amos! Ambos
terminaron arruinados, ¿no? ¡No será éste mi caso!
1
-¡Por última vez! -insistió todavía Legree-. ¿Te decides a obecerme? ¿Sí
o no?
T om se secó la cara con el revés de la mano y negó una vez más con la cabe-
1
za. L
-Es inútil, señor -repitió-; no lo haré.
La exasperación de Legree se hizo delirante, fuera de toda medida humana.
-¡No vas a quedarte con esto! -gritó con voz entrecortada por la ira-.
I'
¡Necesitas más, mucho más!
Se volvió hacia sus capataces y, olvidándose de la negra que temblaba como
una hoja y apenas se sostenía en pie, les ordenó:
__:.¡Enseñadle lo que significa desobedecer una orden de Simón Legree!
Los dos mestizos no esperaban otra cosa mejor. Se lanzaron sobre Tom y,
tras levantarle del suelo le empujaron hasta un rincón donde una recia cuerda
colgaba del techo. Le amarraron las manos al nudo corredizo que la remataba.
-Conque pretendes ser de los duros ¿eh ?-se enfurecía Legree-. ¡Peor para ti!
T om perdió el conocimiento antes de que hubieran podido arrancarle una
rendición. Despertó en su camastro sintiendo arderle horriblemente la espalda,
pero cuando intentó moverse comprendió que también los huesos de sus bra-
zos y hombros habían sido bárbaramente castigados.
Sus compañeros no se atrevían a auxiliar!~. Intuían que alguien en el barra-
cón cumpliría la sórdida .Y obligada misión de espía, y temían se.r objeto de fero-
ces represalias si se les identificaba en tan caritativo acto.
Sin embargo, una figura de mujer volvió a penetrar eri el barracón y se diri-
gió resueltamente hacia Toro. Era Cassy, provista de un tarro de ungüento y de
una humeante taza con caldo que traía de la cocina.
-Siéntate, Tom, inténtalo poco a poco -dijo-. Y bebe esto lentamente, mien-
tras yo te curo las heridas de la espalda.
Tom obedeció con dificultad, sorbiendo el caldo a pequeños sorbos y expe-
rimentando un inmenso alivio cuando los cautos dedos de la negra iban exten-
diendo el bálsamo sobre la martirizada piel del dorso.
-Gracias, Cassy, te lo agradezco de veras -suspiró empezando a respirar con

94
LA CABAÑA DEL TIO TOM LACABANADEL TIOTOM

mayor facilidad-:-. Pero ... ¿no será peligroso para ti ayudarme de este modo? -Sigue, explícame qué sucedió después -le pidió suavemente Tom, reme-
¿Por qué lo haces, Cassy? ¡Vete antes de que te descubran! morando a su vez con puniante dolor la querida cabaña junto al bosque y el
-No hay cuidado, Tom; nadie se meterá conmigo, al menos por ahora. Y _te cálido hogar que había forjado allí.
ayudo porque, a pesar de mis pequeños y más bien aparentes privilegios, no dejo -Nuestro amo murió repentinamente -prosiguió ella-, víctima de un acci-
de ser aquí una esclava más, sometida por otra parte a humillaciones y tormen- dente. La finca pasó a depender de un primo lejano suyo, un hombre que vivía
tos no menores que los vuestros. en la ciudad y vertía el dinero a manos llenas en las mesas de juego. ¿Qué po-
Terminó de curarle la espalda y le sostuvo la taza mientras apuraba el resto dían importarle a él las tierras y los esclavos dedicados a su cultivo? Lo perdió
del reconfortante brebaje. tÓdo en una apuesta, en un tugurio donde quienes le ganaron eran tan viciosos
-¿Te sientes mejor ahora? -inquirió. . como é_l, víctimas asimismo de tan terrible vicio. El caso fue que, en menos de
-Sí, mucho mejor --contestó Toro recostándose contra la pared-. El señor una semana, vimos derrumbarse todo lo que era nuestra vida y nuestra supues-
Legree quería obligarme a ... ta seguridad. La finca fue invadida por bandas de traficantes y acreedores que
·-Lo sé, Tom; estoy enterada, todos estamos enterados. Pero no debiste lo convertían todo en dinero, sin excluir de sus planes especulativos a los des-
cometer semejante imprudencia; habtían .podido matarte, son lo bastante sal- dichados que acabábamos de convertirnos en inconcebible mercancía. ¡Eran
vajes para esto y mucho más. Nuestro amo goza una merecida fama de cruel- unos cariallas !
rlarl, no impr.rarla por nin¡efm otro r.f1 torla 1~sta rq~ión. ¿f:ómo tr. atrevi5tf' a -COnuzco a esa clase de individuos, Cassy -recordó amargamente Tom-,
desobedecerle? , y sé que no tienen entrañas ni ningún sentimiento humano.
-Nadie habría podido azotar a aquella pobre mujer, compréndelo. -Son también capaces de los más crueles refinamientos -continuó Cassy-,
-No estés tan seguro, Tom. Cualquiera se embrutece aquí con los malos y los emplearon a placer con nosotros, con lo qúe había sido mi familia: cada
tratos y el terror, y se acaba siendo insensible a todo lo que no sea la propia con- uno de mis hijos, mi marido y yo fuimos destinados a un comprador diferente,
servación. Así me ocurrió a mí y suele suceder con todos. _ separados mutuamente del modo más premeditado, ya que los lazos familiares
-En cambio, ahora te arriesgas· ayudándome. ¿No es una contradicdón? son considerados un estorbo para futuras transacciones. ¡Fue horrible, horri-
-Toda paciencia tiene un límite, y la mía tampoco es ·inagotable. Además, ble! ¡Creo volverme loca cada vez que mi memoria revive aquel episodio!
me enteré de vuestro caso, del tuyo y de todos tus compañeros procedentes de -¿Qué fue·de ellos, Cassy? ¿Dónde están tus hijos y tu marido? ·
la granja Santaclara, y me trajo demasiado a la memoria el mío propio. Por esto -Jamás lo he sabido, Tom! ¡Nunca, ni una sola noticia pude conseguir
os ayudo en lo posible, aunque quizá no debería hacerlo... sobre su suerte! JgnorQ si viven o murieron, si conoderon el alivio de un amo
--'-Toda buena acción tiene su premío, Cassy. Dios está muy por encima de poco nguroso, si padecen un infierno semejante al mío o. si, piadosamente, la
nuestras miserias y tend~á en cuenta lo mismo nuestros momentos de debilidad ., fatalidad puso un prematuró fin a sus vidas condenadas a arrastrarse de mer-
que los de insensato valor, como este tuyo de ahora. _ . .. · · cado en mercado. ¡Ya llevo más de .diez años en esa atroz ·incertidumbre! He
-Hacía años que nadie me hablaba de Dios, Tom, muchos añ()s. Tantos qúe llegado a perder toda esperanza, Tom, a aborrecer por anticipado cada día que
casi llegué a olvidarle. ¿Cómo recordar cosas tan divinas como ,el amor y la me toca vivir al levantarme por la mañana y afrontar las horas que me esperan ...
piedad en este infierno que nos toca vivir? Y,· sin eilbargo, mi Vida no fue siem- -Confía un •poco en Dios, Cassy, busca por lo menos una idea qµe te sosten-
pre ésta, Tom. Lo mismo que tú y algunos pocos áfortunados, crecí y.me hice ga mientras sigas condenada a la i~justicia y al dolor. Piensa que no todos los
mujer en una plantación .donde se nos trataba ~orno seres _humanos; nue8tra blancos son iguafos, que son más de los que suponemos los que luchan para que
vida transcurría plácida y laboriosa, bajo el signo de una seguridad que parecía termine algún día esta cruel discriminación que nos sitúa al margen de la hu-
inconmovible, eterna. Me casé y conocí la dicha de un m,!lfido bueno y de dos . manidad por nuestra piel negra. Hombres como Legree y muchos más tienen sus
hijos. a quienes - poder dedica'r todo nq,estro ainor:· Bendeciamos la mesa a_ cada días contados, acabarán siendo proscritos y declarados fuera de la ley por sus
comida, leíamos pasajes de la Biblia por las noches y nos levantábamos al ama:- infames actividades. Quizá no alcancemos a verlo tú y yo, pero tenemos que
necer con todo el ánimo de trabajar para c<;>nservar aquella felicidád que no nos · resistir dignament~ para que lo logren nuestros hijos, tal vez nuestros nietos.
dejaba desear otra cosa q~e seguir siempre igual. -¡Dios te oiga, Tom! Tienes todo el valor y entereza.que a mí me falta, pero
Cassy se interrumpió un momento, .embargada por la emoción que le pro- tus palabras me han infundido unos ánimos que creí para siempre perdidos.
ducía evocar de tan increíbles recuerdos. · · ., b .. 1
¡Qmensa es1 ....

'96 97
...
LA CABAÑA DEL TIO TOM

-¿Qué, Cassy? MEDIA HORA DES-


PUES •..
LEGREE ES El HOMBRE MAS CRUEL OUE HE
VISTO EN MI VIDA ••• YO,COMO SIRVIENTA,.
- ¡Y si tuvieras razón? ¿Y si resultara verdad esta esperanza tuya que DISFRUTO DE CIERTOS BENEFICIOS.POR ESO
HE PODIDO VENIR A VERTE, TOM.
ahora, en nuestra situación, nos parece sólo un sueño ... ?
Cassy fue efectivamente capaz de ver una luz diferente en el amanecer de
la m,¡i.ñana siguiente, y notó que sentía más desprecio que miedo hacia su amo
cuando le oyó levantarse y rezongar a solas en el descuidado salón que le hacía
también las veces de despacho.
-¡Malditos negros! -refunfuñaba entre trago y trago-. Ese condenado
Tom estará ahora molido y no podré contar con él para esta jornada en los ras- t
trojos. ¡Siempre acabo perjudicándome a mí mismo, demonio!
Cassy entró sin llamar y dejó otra botella de whisky encima de la mesa.
'
1

Quizá el licor pródigamente servido acabaría antes con aquel salvaje, librando 1
al mundo de tan inmunda alimaña.
-¿Eh? ¿Qué quieres tú, condenada esdava? -gruñó el malhumorado Le-
¡
gree-. ¿Cómo te atreves a entrar aquí sin pedir. permiso? ¡Acabaré mandán-
dote azotar como ayer hice con Tom, idiota!
-Creí que me llamaba o pedía algo, señor --contestó ella sin inmutarse.
1•:
Legree iba a abrumarla con otra sarta de insultos cuando - le interrumpió
la llegada de Sambo.
-¡Fíjese en lo que le arrancamos ayer a aquel esclavo con los latigazos,
señor! ¡Es un fetiche'. -dijo; y le tendía un objeto que brillaba débilmente al
final de una cadena.
Legree lo tomó en sus manos y, al acercarlo a sus ojos ya un poco turbios
por el alcohol, pareció quedar súbitamente sobrecogido.
-¡Es una medalla, idiota, una medalla de la Virgen! -Su mano temblaba al
sostenerla y estalló en extraña cólera al no poder ocultar su turbación-. ¡Fuera!
_¡Fuera de aquí, maldita canalla! -gritó-. ¡Dejadme solo, quitaos de mi vista,
negros inmundos!

98
LA CABAÑA DEL TIO TOM

e incrementaban penosas escenas y disputas en las .que la pobre mujer termi-


naba llorando amargamente ante el cinismo, el desprecio y la indiferencia de
que el hijo daba pródigas muestras. A consecuencia de un crimen seguido. de
.robo que amenazaba incluir entre sus responsables o cómplices al disoluto
joven, Legree abandonó furti~ament<? su hogar y la ciudad, embarcándose una
noche en uno de los vapores fluviales que se dirigían hacia los territorios del
oeste.
Las malas artes aprendidas con falaz provecho en la ciudad se le. demostra-
ron muy útiles en aquel mundo casi sin ley, campo.libre y abonado para cual-
quier fechoría, verdadero paraíso. para todo aquel que careciera de escrúpulos
y no le importara enriquecerse aunque fuera a costa de expoliar.a los demás.
. Acababa de ganar con sucias tretas la finca donde seguía establecido du-
rante este relato, cuando recibió la noticia del fallecimiento de su madre; la po-
bre anciana había padecido atroz miseria en los últimos años de su vida, amar-
gada todavfa más por la decepción y los ·disgustos padecidos por causa de. su
hijo_ Enviaba como único recuerdo todo lo que le quedaba: una medalla que
CAPITULO IX siempre se obstinó en que Legree llevara consigo y que éste rechazó sistemáti-
camente.
Aquel insólito arrebato de Legree obedecía a razones muy recónditas, a tur- Desde entonces, .un vago e inconsciente remordimiento asaltaba de vez en
bios y remotos recuerdos relacionados con una época todavía más remota y cuando al hombre ya endurecido por la maldad, sobre todo cuando las reac,.
turbia. ciones al alc9hol le conducían a sumirse en melancólicas cavilaciones.
Porque, en algún lugar casi olvidado y que. le costaría sin. duda .precisar, -¡Maldito- Tom, puercos capataces! -maldecía en aquel momento-. ¿Es
aquel hombre embrutecido por la. maldad y el deliberado salvajismo guardaba que se habran confabulado todos para traerme · a la memoria los peores recuer-
una medalla .casi igual a la que Sambo acababa de traerle, y que Tom había dos, aquellos que más desearía olvidar y que me h;;1.cen más daño?
recibido .a su vez de manos de la· dulce Eva Santaclara poco antes de que la niña Cassy acudía mientras tanto a la cocina, dispuesta por primera .vez en mu-
falleciera. chos años a intentar ·algo que pudiera cambiar el sombrío transcurso de su vida.
Se trataba de un recuerdo de una lejana; olvidada infancia y adolescencia Encontró allí a Emelina,. la esclava llegada con Tom de la plantación Santa-
que todo hombre arrastra tras de sí, por mucho que posteriores desviaciones, clara y que había sido separada de su madre en el último mercado de esclavos
vicios y reincidencias revolcándose en las inmundicias de su perven;ión le hayan donde fuera vendida.
alejado de ella. El actual Legree no había podido evitar ser niñ~ a su debido -¡Esto no puede seguir así, Emelina! -exclamó Cassy-. ¡Tenemos que
tiempo, poseer una .madre que nada tuvo que ver con el. siniestro camino que encontrar algún modo de terminar con esta situación!
emprendió más tarde la vida del adulto. Viuda desde muy joven, la pobr~ mujer -Pero, ¿cómo conseguirlo, Cassy? Este territorio queda. muy lejos de cual-
se estuvo desviviendo durante años por ·su único hijo, volcando sobre él todo 'el quier ciudad, niuy apartado de ninguna autoridad a la que podamos acu,dir en
cariño que rebosaba su corazón y no pudo.hacer compartir a otros seres. ·. demanda de un poco de piedad o justicia.
Pero el muchacho llevaba en sí el germen oculto de una ambición sin escrú- -Habrá entonces que escapar~ ¡librarnos.de esta ignominia! .
pulos, el afán de azarosas aventuras. que le .hacían aborrecer las paredes de su -:-Sería demasiado peligroso. Ya sabes qué el amo nos vigila estrechamente,
hogai y le convertían .en una carga los cuidados y desvelos de su madre. que Quimbo y Sambo esperan cualquier ocasión para ensañarse con nosotros y
Empezó a frecuentar los peores tugurios, a tener tratos con las gentes .más ganarse así nuevos méritos que acr!!diten su brutalidad y bárbara eficacia. .
pervertidas de la ciudad y a destacar entre ellas como un elemento muy cprQ- -¿Qué podemos arriesgar, Emelina? ·
metedor» en todo lo que se refiriera. a felonías más o menos propias de su edad. . -Serían capaces de matarnos si nos sorprendieran en el intento. Tú misma
La madre se angustiaba lo indecible ante tan alarmantes tendencias; se sucedían me has explicado algún caso ocurrido antes de nuestra llegada.

100 101
LA CABAÑA DEL TIO TO:v!

-¿Y qué importa la vida cuando se reduce a este infierno de vergüenza y PORQUE AQUEL HO~iBRE 8RUTt1l Y SANGU/NARIO,HAB!A TENIDO UNA MA-
DRE DULCE Y CAR!NOSA A OUJEN ABANDONO SIENDO .MUY JOVEN •.• PARA
sufrimientos? ¿Merece la pena de ser soportada ni un día más? ENROLARSE EN UN Bl•RCO r/ERCldl/TE EN BUSCA DE INCIERTAS AVENTURAS

-Pero ... ¿dónde íbamos a poder llegar dos mujeres solas y desvalidas? No
tardarían en alcanzarnos, Cassy, y la venganza que caería sobre nosotras sería
despiadada.
-¡Huiremos con Tom, Emelina! Le convenceremos de que nos acompañe
antes de que el amo acabe con él, cosa que considero inevitahle; Tom no es
ningún rebelde, pero posee una dignidad que le hará chocar siempre con Legree
aunque ·procure no provocarle. Ya han empezado los conflictos, y el amo no .es
hombre capaz de perdonar una desobediencia. Me temo que volverá a la carga
sin darle apenas tiempo a reponerse de la paliza de ayer.
Cassy no andaba equivocada. Antes de que finalizara aquella jornada, Le-
gree se hizo acompañar por los dos mestizos y compareció en el barracón donde
Tom luchaba aún con el dolor de sus heridas. y el magullamiento de sus huesos.
-¿Qué estás haciendo aquí, maldito holgazán? -le apostrofó con sorna el
malvado plantador-. ¿Por qué no has acudido hoy a tu trabajo?
-No puedo moverme, señor --contestó Tom-. Los brazos, la espalda ...
Las. salvajes risotadas de Sambo y Quimbo daban fe de su satisfacción por
un trabajo bien cumplido.
-Ya ves lo que te pasa por ser tan obstinado, Tom -prosiguió burlonamente
Legree-. Esto te enseñará que nadie juega conmigo impunemente. ¿Te habrá
servido de algo la lección? Sólo de ti depende que necesites otra o varias más.
Tom prefirió callar, deseando evitarse mayores complicaciones.
-¡Levántate, esclavo! ¡Ponte en pie cuando te hable tu amo!
El esfuerzo de Tom resultó tan vano como grotesco para los sanguinarios
esbirros, que redoblaron en regocijadas risas.
-¡Silencio vosotros! -les cortó Legree. Se volvió nuevamente hacia su víc-
tima y preguntó-: ¿Estás de veras arrepentido por haberme ofendido? ¿_Deseas
el perdón de tu amo?
-Sí..., señor.
-Pues tendrás que pedírmelo de rodillas, tal como es costumbre aquí. Ya
que no eres capaz de levantarte, sí lo serás por lo menos de arrodillarte.
El semblante de Tom se ensombreció, pero su voz no tembló al contestar.
-Lo lamento, señor; le pido perdón por haberle enojado, pero soy cristiano
y sólo ante Dios puedo arrodillarme.
Elpasmo de Legree igualó solamente a su indignación y furor.
-¡Cómo! --exclamó-. ¿Te atreves otra vez a contradecirme? Jamás v1
un caso igual!
Arrebató el látigo de manos de Quimbo y su mano temblaba de ira al levan-
tarlo.
-¡De rodillas! -gritó-.. ¡Ahora mismo, canalla!

102
LA CABAÑA DEL TIO TOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

La inmovilidad de Tom provocó la caída del látigo, que se enroscó cruel- El acoso de los perseguidores había sido casi eliminado, pero faltaba ahora
mente alrededor de su cuello. vencer la pruebá suprema, ya en la misma línea fronteriza con el ansiado Cana-
-~Voy a acabar con tu insolencia o con tu perra vida! ¡Escoge, maldito dá: tenían que salvar el riguroso control en la última etapa, un embarcadero flu-
negro, que no te queda mucho tiempo! vial cuya siguiente escala se cumplía ya en las libres .tierras canadienses. La
Y Legree volvió a. levantar el brazo, sintiéndose arrebatado y medio enlo- v~gi_la_n:ia era ~llí aú~ más rigurosa y estricta contra los negros, como postrera
quecido por una furia que le ofuscaba la mente. Fue una mano femenina la que pos1b1hdad de impedir que un inmenso éxodo de brazos útiles dejara las plan-
detuvo su gesto, cerrando firme y decidida sobre ·el látigo ya manchado de taciones sin el cómodo, productivo e injusta recurso de la esclavitud.
sangre. ·Extremando las precauciones en un punto donde las desconfianzas y recelos
-¡No lo haga, señor! .-gritó la voz de Cassy. La negra le miraba fijamente, no excluían el hogar de ningún residente, _los fugitivos fueron alojados en la
con un poder persuasivo que, encendido por irresistible autoridad, hizo que el casa de una viuda que habitaba las afueras del poblado. Ciertos informes con-
pasmo superara a la indignación en el ánimo de Legree. ~~enciales indicaban que las señas personales de Harris, Elisa y el pequeño En-
-¿No se quejaba usted antes de que Tom hacía falta en los campos? ¿Qué nque figuraban entre las denuncias de esclavos reclamados como prófugos por
va a ganar con matarle? Perdería a un.o de sus mejores braceros ... ¡y tampoco sus antiguos amos, y que estas listas eran severamente cotejadas con todo via-
se habrfa..salido con lasuya! jero de color que pretendiera embarcar.
-¿Quién te ha pedido tu opinión, bruja del demonio? -refunfuñó Legree, Hubo, así, que recurrir a una radical transformación en la apariencia exter-
bajando, sin embargo, el brazo dispuesto a golpear. na de los tres fugitivos; una pareja negra con su hijo hubiera llamado impruden-
-Déjeme usted que vuelva a curarle las heridas· a. Tom y le prometo que temente la atención .de las autoridades encargadas: de dar el vis.to bueno a los
mañana estará en condiciones de reemprender el trabajo. ¿No será así mucho permisos de salida, pudiend~ convertir en baldíos los esfuerzos y peligros sor-
más práctico para sus intereses? teados durante las azarosas etapas .anteriores.
-¡Está bien!· --;;edió súbitamente. el plantador-. ¡Exijo .que se presente A este efecto, Elisa fue desprovista de sus trenzas y vestida con ropa de
mañana sin falta a su puesto! Pero... ¡ay de él si se atreve a provocarme otra hombre. Los tres se pintaron el rostro de blanco y, provistos de los apropiados
vez! ¡Juro que sería entonces la última~ que le escarmentaré de un modo terri- dotumentos más o menos falsos que les identificaban como residentes en Chi-
ble, definitivo! ¡Vámonos! -aijadió dirigiéndose a sus esbirros-. ¡Dejemos esta cago de paso hacia los estados '.ocCidentales del Canadá, se enfrentaron un día
pocilga maloliente y .veamos qué hacen fuera el resto de esta ralea de holgaza- con la dificil revisión en el embarcadero.
nes! ¡Por mi vida que les voy a hacer sudar sangre! ¡Malditos, condenados .. Fueron unos minutos de peligrosa ·ten~ión, pero la suerte se les mostró pro-
negros! pia~. Cuando ~l vapor se despegó de. la orilla y empezó' a nav~ar en plena
La grave amenaza contra la vida de .Tom parecía haberse disipado, o dife- co.n:ie~te, los Vientos de la libertad· empezaron a hinchar sus pulmones con un
rido cuando menos por el momento. Porque el peligro era constante. para quie- alIVIo mmenso y con la casi inconcebible convicción de que, a pesar de todas las
nes quedaban condenados a la incertidumbre de aquel infierno, expuestos día calamidades y ~ngustias sufridas, estaban al~nzando el premio a los ·sacrifi-
tras día a las brutales veleidades de un amo tan despótico y cruel como impune cios pasados. ·
en sus salvajes injusticias. Fue una sensación increíble, una especie_ de sueño utópiéo, pisar una tierra
tan igual y al mismo ·tiempo tan infinitamente distinta a la acabada de abando-
* * * nar. No podían- dár crédito a lo innecesario_ de s~r acuitándose .o disimulando·
!es pareció música celestial de afable voz de un misionero que. acudió a recibir~
Esta pesadilla era .lo que Jorge Harris quería evitarse y borrar para siem- les y, acompañándoles a su humilde vivi~nda, les saludó con estas palabras.
pre en la vida de su mujer e hijo, cuando seguían arrastrando los• riesgos de su · -Sed ~envenidos al Canadá, hermanos. · ·
aventurada huida siempre hacia el norte. La. providencial ayuda de los cuáque-
ros les había permitido ir. pasando de uno a otro enlace sin mayores tropiezos,
sobre todo después de que el certero disparo de Harris pusiera a Lok~r fuera de * * *
combate y acrecentara, hasta inutilizarle,. el crónico miedo dominante en un
individuo tan despreciable como era Marks. En el mismísimo reverso .de la medalla, los_ desdichados esclavos sometidos

104 105
LA CABAÑA DEL TIO TOM

a la tiranía de Legree experimentaban un redoblado rigor en los inhumanos


métodos aplicados por la siniestra mala sangre del plantador.
Torn seguía siendo objeto de «especial» atención por el malévolo rencor no
apagado en el pecho de su amo. Tanto o más que la abierta desobediencia a sus
órdenes directas por parte de Torn, excitaba Jo indecible a Legree el misterioso
poder de la fe cristiana que hacía capaz a aquel esclavo .de afrontar una y otra
vez sus iras y arrebatos, sin temer a_ los terribles castigos que aniquilaban a otros
y conservando una entereza a todas luces inexplicable, algo que le hacía pensar
en artes.de brujería y que le llenaba de una supersticiosa inquietud.
Empezó, así, a ensañarse con aquel negro enigmático, obsesionado con el
propósito de vencer aquella resistencia que no podía tolerar y que le sacaba de
quicio al escapar a su obtusa comprensión.
Aprovechaba cualquier pretexto para azuzar contra él a sus feroces capata-
ces, asistiendo luego complacido a la caída física de aquel cuerpo que, corno
todos los demás, acababa sucumbiendo a una despiadada y copiosa lluvia de
latigazos.
- ¿_Sigues viviendo aún,. maldito rebelde? -le decía burlonarnente al visitarle
después de cada paliza-. ¡De poco te sirve tu fe cristiana cuando tienes que
enfrentarte con el látigo, amigo! ¿_Vas a decirme ahora que te niegas todavía a
arrodillarte ante tu amo para implorar su perdón?
-Ya le dije que no podía hacerlo, señor. Puedo ceder al dolor físico, pero
jamás .cometeré una acción deliberada que resulte contraria a los principios de
mi religión.
-¿_Tampoco accedes a obedecer mis órdenes y a convertirte en confidente
mío para llegar a ser capataz? Recuerda que se acabarían los latigazos, gana-
rías el derecho a tu ración de aguardiente y podrías mejorar considerablemente 1
iu situación.
-Cumpliré lo mejor que pueda sus otras órdenes, señor, pero tampoco trai- r
cionaré a rn_is compañeros para obtener unos supuestos beneficios que para nada
necesito ni.deseo, · 1

-¡.Tendré que obligar a esos condenados mulatos a que pongan más furia
1
en sus golpes o decidirme . a azotarte yo mismo, negro del demonio! -se sulfu-
LEGREE DUERME PROFUN·
raba Legree .ante la incordiptible tozudez de Torn-. ¡Me cansaré de matarte DAMENTE Y TENGO LA LLA·
V~ DE SU HABITACION,QUE
poco a poco y algún día será el definitivo, canalla! ¡Te juro que acabaré ven- HE CERRADO POR FUERA.
í HUIREMOS CON EMEUNA!
ciéndote!
El prolongado martirio de Torn estaba agotando su resistencia física. A
pesar de los desvelos .de Cassy y Emelina, los castigos se sucedían con tanta
frecuencia que su cuerpo. era una perpetua llaga y las fuerzas le abandonaban
progresivamente. Ya no conseguía rendir lo suficiente en los terrenos de labran-
za, y el desprecio hacia su vida y conservación por parte de Legree convertía la
situación en un peligro cada vez más apremiante e inminente.

106
LA CABAÑA DEL T!O TOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

La evidente proximidad de un final ante la desigual lucha iluminó en el Habían recorrido ya la mitad de la angustiosa marcha inicial, y las sombras
espíritu de Tom un apasionado fervor para el sacrificio que sa~ía le agu~r~aba. de los barracones .empezaban a hacerse difusas, esperanzadoramerite lejanas
Tuvo como la revelación de ser víctima propiciatoria por las virtudes cnstianas en la silenciosa negrura a sus espaldas.
que defendía, y .aquella creencia inundó su alma de una paz y resig~ación so~re­ ! Pero Tom se detuvo de pronto, volviendo a medias la cabeza y tendiendo el
humanas, algo que le preparaba al supremo tránsito en aras de su mconmov1ble li,. oído a algo que le encogió el corazón con la fatalidad de un presagio irremedia-
fe. . ble.
!?ero Cassy acudió una noche como un torbellino junto a su camastro y em- -¡Los perros! -avisó en un susurro-. ¡Oigo gruñir a los perros! ¡El olfato
pezó a sacudirle con apremios irresistibles. les habrá hecho darse cuenta de nuestro paso!
-¡Despierta, Tom, despierta! ¡Pronto, no hay un instante que perder! ¡Ha Confirmando tristemente sus palabras, un espantable y frenético coro de .
llegado nuestro momento! furiosos ladridos empezó a atronar el aire <letras de las tres sombras fugitivas.
-¿Qué sucede, Cassy? ¿_Por qué estás tan alterada? · Los dos capataces mestizos dormían muy cerca de los fieros sabuesos, y
-¡He logrado encerrar a Legree en su habitación, donde duerme una borra- aquel concierto brotado de sus gargantas siempre hambrientas despertó sobre-
chera de la que no despertará en muchas horas! ¡Mira, nos llevamos la llave saltado a Quimbo.
con nosotros! Saltó sobre el camastro y tuvo que esforzarse para lograr que su acólito
-¿Que nos la llevamos? ¿Adónde, Cassy? emergiera de los vapores en que le había sumido el alcohol; ambos habían esta-
-¡Vamos a huir, a escapar tú y yo con Emelina !
-¿Huir a través de los pantanos y en plena noche? ¡Sería un fracaso mortal,
Cassy, un suicidio! .
l do bebiendo también más de la cuenta durante la cena anterior, agradablemen-
te sorprendidos por una ración suplementaria que Cassy les trajo ade parte del
amo».
-¡No temas, Tom, yo conozco el camino, sé por dónde podremos alejarnos -¡Arriba! ¡Despierta, Sambo, despierta!
lo suficiente antes de que nos echen en falta! Cuando despierte Legree y logren -¿Eh? ¿Qué pasa? ¡Déjame dormir, maldito ... !
sacudirle la modorra que acaba de tumbarle, ¡nosotros estaremos ya lejos, -¡Los perros! ¿No oyes a los perros?
muy lejos de aquí! -¡No les hagas caso! ¡Estarán disputándose alguna rata!
-¡Que Dios nos ayude, Cassy! ¡Me temo que, eh mi estado actu~l, os vo_r -¡No, Sambo ! ¡Ladran con otra furia, como si ... !
a resultar más un estorbo y un lastre inútil que una eficaz ayuda! Sigo consi- -¡Es cierto! ¡Algo sucede fuera!
derándolo ·una empresa imprudente y descabellada, pero ... ¿por qué no la inten- -¡Vamos, rápido!
táis solas? Tengó miedo de ser causa de su fracaso, y la alternativa puede ser !I Los cañaverales de la zona pantanosa quedaban aún bastante lejos, y sus

l
fatal para vosotras. húmedos senderos, capaces de ocultarles en una noche tan oscura, no resulta-
-¡Jamás te dejaríamos aquí, para ese infame de Legree acabara matá~dote, ban, por otra parte, suficiente" protección para despistar a los feroces y hábiles
Tom! ¡Tiene que ser ahora mismo, esta noche o nunca! ¡Pronto, no hay tiempo sabuesos. Tom se estremeció al recordar los tremendos colmillos de las bestias
para dudas ni vacilaciones! . . . y sus espeluznantes collares erizados de agudas púas metálicas. Había que to-
Emelina llegó con el semblante trastornado por el temor, pero provista de mar· una decisión, y tenía que hacerse de_ prisa, en sólo fracciones de segundo.
un pequeño hatillo con algunas provisiones y las ropas más indispe?sables. -¡Estamos perdidos! -gimió Emelina-. ¡No tardaremos en tener encima.
Pocos minutos les bastaron a ambas mujeres para ayudar a Tom a vestirse Y a a los perros y a' los capataces con su cuadrilla!
lograr, ):i.aciendo un sobrehumano esfuerzo, sostenerse aceptablemente en pie -¡Tratad de llegar otra vez a las cuadras y escondeos en alguna parte!
pa~a emprender la dificil aventura. . . . -gritó de pronto Tom-. ¡Yo lo haré por otro lado y procuraré dividir nuestra1'
Salieron sigilosamente del . barracón y se adentraron en _las densas. tinie- huellas! ¡Es.la única forma de desconcertar a los perros!
blas de una noche sin luna. Pisaban con· mucha cautela; procurando eVJtar el El IJ?-Omento era de enorme tensión, y cada segundo que transcurría sin
menor ruido qÚe pudiera delatár su paso; los primeros doscientos .metros iban aprovecharse al máximo podía resultar fatal. Sin embargo; Cassy se negó a
a ser los más peligrosos, difíciles y esenciales para el éxito de posteriores y 11ada abandonai: a Tom:
fáciles etapas, que se harían de todQs modos imposibles si no lograban vencer -¡Imposible! -replicó con firmeza-. ¡Estás demasiado débil, Tom, y no
· aquel peliagudo arranque. podrías llegar muy lejos!

108 109
LA CABAÑA DEL TIO TOM

Podían distinguir ahora los gritos de los dos mestizos reuniendo a los perros,
sujetándolos con sus cadenas y azuzando a los más listos para que señalaran
una pista.
La única ventaja consistía para ellos en la densa oscuridad; pero había cun-
dido la alarma demasiado pronto y no tenían tiempo de alcanzar el borde .de la
marisma.
-¡Pronto, no perdamos más tiempo' ¿Queréis que nos pillen aquí a los
tres? ¿Qué ganaríamos con ello?
-¡Pero Tom! ¡Volvamos por lo menos juntos a las cuadras! Tal vez s1 las
rodeamos por detrás ...
-¡No, Cassy! ¡Deja ya de discutir! Nos verían al acercarnos, o nos olerían
los perros. ¡Vamos, corred!
Tom empujó a las dos mujeres hacia la dirección que les aconsejaba, y
empezó, por su p?rte, a moverse en la opuesta con toda la rapidez que le permi-
tían sus abatidas fuerzas.
Todavía le llegó la voz de Cassy, intentando disuadirle en el último momen-
to:
-¡Adivino lo que pretendes, Tom! ¡Vas a sacrificarte deliberadamente, a
servir de cebo para que nosotras nos salvemos! ¡No lo puedo con ... !
El alboroto de los ladridos llenó de pronto la noche, adquiriendo un ritmo
frenético que encogió de angustia a muchos corazones en los camastros de las
cuadras destinadas a los esclavos.
-¡Mis perros han dado con el rastro! -gritó Sambo dirigiéndose a su com-
pañero-. ¡Creo que apuntan hacia los pantanos!
-¡Los míos también! -confirmó triunfalmente Quimbo-. ¡Vamos, corramos
hacia allá!
Y las tinieblas fueron turbadas por la premura de urgentes pisadas, por el
resollante jadeo de las bestias tirando impacientes de sus cadenas y collares,' por
el débil fulgor de curvados colmillos ávidos de hacer presa.
Tom procuraba conservar la ventaja que llevaba a la jauría, confiando en
que serían sus propias ,huellas las que olerían y seguirían al advertir que mar-
chaban alejándose de la granja; otras que, incomprensiblemente, les devolvie-
ran a las cuadras, serían fácilmente tomadas por rastros dejados durante el ir
y venir del trabajo de la tarde anterior.
Corría encorvado sobre el terreno, pero sin poner mucho cuidado en pisar
sobre la hierba ni aprovechar los charcos de agua para cortar el pasó delator.
Sabía que terminarían por alcanzarle, y sólo deseaba dar tiempo a sus compa-
ñeras para que lograran ganar las cuadras sin ser advertidas; cabía esperar 1
que, en la confusión dél momento, podrían conseguirlo.
-¡Allí! -chilló de pronto la voz de Samba-. ¡Delante de nosotros, Quimbo! 1
¡He visto a una sombra que corre agachada! I·
110
'
LA CABAÑA DEL TIO TOM

-¡Soltemos a los sabuesos! ¡Ya es nuestro!


Emelina desfalleció al escuchar aquellas voces, seguidas por el victorioso
y feroz ladrar de los mastines al ser liberados de sus cadenas.
-¡Van a destrozarle! -gimió-. ¡Tom lo ha hecho a propósito!
-¡Sí, Emelina ! ¡Y fui yo quien le arrastré a esa descabellada aventura ... !
¡Dios mío, jamás podré perdonármelo!
-¿Qué hacemos ahora, Cassy?
-¡Corramos -hacia la casa de Legree! ¡Nos esconderemos en el desván,
entrando por detrás! ¡Nadie pensará en buscarnos allí!
-Tom sintió el frío aliento de la muerte pisándole los talones. Calculó que las
·dos mujeres podrían estar ya penetrando en los edificios tan recientemente
abandonados, y se_ dispuso a afróntar valientemente el asalto de las salvajes
bestias:
Sabía sin embargo que, aunque éstas no acabaran con él, tendría que en-
frentarse después con alguien mucho- peor.
CAPITULO X

Recibió al primero de los mastines soltándole un vigoroso puntapié en ple-


no hocico. El animal aulló tan lastimeramente que sus compañeros se detuvie-
ron súbitamente atemorizados; pareciendo vacilar antes de lanzarse sobre aquel
ser capaz de peligrosas reacciones. Pero eran muchos, y rodearon a Tom la-
drando con delir¡mte furia, estrechando cada vez niás el cerco al que le some-
tían. Los collares con las afiladas defensas impedían que se les agarrara por el
cuello, y las abiertas fauces proclamaban la amenaza de colmillos y mandíbulas
donde una mano podía quedar destrozada en menos de un segundo. '
Otros dos perros tuvieron que separarse del círculo con el rabo entre las
piernas, has~a que los más osados atacaron por detrás ·y consiguieron derribar
a Tom, justo ~n el momento en que Quimbo y Sambo llegaban al lugar de la
lucha y, en su afán de hacersé ellos mismos con la presa y ofrecerla a su amo
todavía viva, salvaron al fugitivo de una muerte inmediata.
-¡F.s Tom! -gritó Sambo al levantarle d<rl suelo-. ¡Es Tom y parece estar
solo! ¿Faltaba alguien más en los barracones?
-¡No en el de los hombres, pero sí en el de las mujeres! ¡Cassy y Emelina!
¿Dónde se habrán metido esas malditas brujas?
- -¡El ¡¡mo se pondrá hecho una furia 'con nosotros si no las cazamos! ¡Pare-
ce que se lllJ) haya tragado la tierra!
__:_¡Hagamos hablar a Tom! ¡Obliguémosle a que nos diga -qué ventaja le lle-
vaban cuando él fue alcanzado por los perros!
-¿Ese? Está medio muerto, casi hecho papilla entre pinchazos y mordiscos.
¡Sigue con los perros hacia el pantano, yo me llevo a Toma los barracones!

j13
112
LA CABAÑA DEL TIO TOiv1

-¿Vas a cargarle a cuestas?


-¡Yo? ¡Le haré arrastrarse a punta de látigo, aunque acabe de morir du-
rante el trayecto! ¡Vamos, no permitas que las otras escapen! ¡No pueden
haber ido muy lejos!
Pero Emelina y Cassy estaban ya a salvo, bien escondidas en el tenebroso
desván situado bajo el tejado de la casa de Legree, donde ni el mismb amo se
atrevía nunca a entrar. Circulaban extrañas leyendas sobre misteriosas voces
y sigilosos pasos que se escuchaban por las noches en aquel antro atestado· de
trastos inútiles y muebles rotos, leyendas que la propia Cassy cuidaba de fo-
mentar y que, aunque le exasperara admitirlo, tenían medio aterrorizado a
Legree y llenaban a todo el mundo de supersticioso pánico. ·
Las dos mujeres espiaban el exterior· desde aquel ·providencial refügio. Su-
frían en silencio adivinando la triste suerte corrida por su heroico compañero
de fuga, que no había dudado en atraer sobre sí todo el peso del peligro y el
terriblC castigo subsiguiente.
El alboroto producido al derribar la puerta de la habitación de Legree arran-
có a éste de su profundo letargo; su despertar resultó increíblemente tormen-
toso.
Los abusos alcohólicos llevaban ya tiempo minando su salud y entenebre-
ciendo su mente, pero la borrachera de la noche anterior había súperado las
mismas esperanzas de Cassy. No podía levantar la cabeza de la almohada, y
sólo el turbulento furor que se apoderó de él al enterarse finalmente de la triple
huida registrada durante la noche pudo hacerle abandonar la cama.
-¡Imbéciles, malditos inútiles! -arremetió violentamente contra los com-
pungidos capataces-. ¿Cómo habéis podido permitir que se burlaran así de
vosotros, bajo vuestras mismas narices? ¡Os voy a moler a palos, canalla del
demonio!
-¡Hemos capturado a Tom, señor! -repitió una vez más uno de los mesti-
zos-. Le tenemos a buen recaudo, abrumado de cadenas ... Aunque no las nece-
sita, la verdad ...
-¿Porqué?
-Los perros acabaron casi con él; señor. .E,S{á en las últimas. El muy idiota
se atrevió a luchar contra los sabuesos, seg:utamente para que las mújeres tu-
vieran más tiempo para huir mientras él nos cléspistaba y entretenía.
-¡Condenado negro! ¡Tenías que haber dejado que los perros acabaran
de despedazarle!
-Creímos que preferiría usted asistir a este momento, señor. Por esto pro-
curamos traerle.
-¡No quiero ni verle! ¡M~ pone enfermo su estúpida tozudez! ¡Oíd lo que
os mando, y poned mucho cuidado en cumplirlo hasta el final!
-¡Haremos lo que usted desee, señor!

114
LA CABAÑA DEL TIO TOM LA CABAÑA DEL TIO TOM

Lo cierto era que Legree, físicamente torpe para cualquier esfuerzo o movi- -No, no ... es inútil, demasiado tarde ... Esto ... esto .es el final, Jorge ... Pero
miento, se sentía atrozmente enfermo aquella mañana; ello le enfurecía toda- muero feliz teniéndote a mi lado... Dile... dile a Clotilde que cuide mucho de
vía más, sobre todo porque se obstinaba en negarse a sí mismo que el. recóndito nuestros hijos ... , que ... que jamás pierda la fe en Dios y le enseñe a ellos el ali-
motivo de semt:jante incapacidad se. debía al invencible y casi supersticioso vio de esta confianza ... ¿Velarás tú también por ellos, Jorge?
temor que habían llegado a inspirarle las insólitas virtudes demostradas por -¡Sí, Tom, te lo juro! Pero ...
Tom. -Ayúdales a formarse en la dignidad y la honradez, y... diles que nunca les
Terminaba de vestirse y procuraba .levantar su ánimo con unos brutales olvidé, que su recuerdo me ayuda ... me consuela ahora que ...
tragos que aún le embrutecían más, cuando Sambo apareció en el umbral de La voz de Tom se fue extinguiendo hasta convertirse en un murmullo inin-
su puerta. teligible. Jorge le tomó las manás y las mantuvo entre las suyas hasta que sintió
-¿Eh? ¿_Qué quieres ahora? -preguntó agriamente Legree-. Habéis ... entre sus dedos la terrible negación de la muerte.
¿habéis terminado ya?. · Había llegado tarde. Tom, el bondadoso, afable recuerdo de su infancia, el
-No falta mucho, amo. Pero tiene usted una visita, señor; ha llegado un símbolo de la fidelidad y también dé las culpas y errores del hombre blanco,
joven a caballo que pregunta por usted. acababa de expirar en sus brazos. Y sucedía aquello en el mismo instante en
Legree hizo un gesto malhumorado y salió para recibir al inoportuno in- que, tras largos años de dilaciones e impedimentos, lograba por fin reunirse con
truso, dispuesto a quitárselo de encima sin ninguna ceremonia. ·él para devolverlo a su familia. Y la causa de aquella muerte ...
-¿Qué desea usted, joven? -preguntó-. Estoy muy ucupa<lu, <le mudo que ... Jorge Shelby se levantó con \tna llama de ira inflamando su frente. Vio a
-Mi nombre es Shelby, Jorge Shelby -contestó el otro sin inmutarse Y. como Legree detenido aún en el mismo punto donde le había dejado, manteniendo un ·
si esperara aquellos modales-. Vengo para comprarle a un esclavo llamado Tom, ·difícil equilibrio sobre unas piernas que apenas le sostenían y parpadeando
y le advierto por anticipado que no estoy dispuesto a marcharme sin él. .Fije bajo la luz del sol, como si fuera incapaz de la menor reacción no sólo física,
usted su precio y le haré perder muy poco tiempo. - sino incluso mental.
-¡Cómo! ¿Nada menos que Tom? ¡Valiente negocio va a hacer usted con Las manos de Jorge se cerraron convulsas sobre las solapas de la chaqueta
ese tipo, joven! ¡Tan malo por lo menos como el mío! Jamás tuve a otro tan de aquel despojo humano y le sacudieron violentamente.
rebelde y estúpidamente indisciplinado como él, lo juro. -¿Qué has hech_o, miserable? -le gritó-. ¿Has sido tú quien mandó azotar
-No importa. ;_Puedo verle? a Tom, ·abyecto canalla? ¡Eres culpable de crimen, de una salvajada que vas a
···¿Por qué no? -rió sarcásticamente Legree; y gritó luego sin acompañar pagar muy cara! ¡Te juro que ... !
al visitante: -¡Eh; Sambo, Quimbo! ¡Salid, dejad «eso» por un momento! -'¿Eh? ¿Qué significa esto, joven loco? ¡Suélteme, déjeme en paz! ¡Sambo!
¡Mire usted, joven: es en aquel barracón; allí le encontrará. ¡Quimbo!
Era efectivamente Jorge Shelby, el hijo de los primeros amos de Tom, quien Los ·dos mestizos hacía rato que estaban observando inquietos a su· amo,
corría vagamentt: inquieto hacia el punto indicado. El niño se había convertido más temerosos por el extraño estado de estúpida ausencia que advertían en él
en un joven alto y fuerte, que acababa de perder a su padre y, al hacerse cargo que por las mismas iras a las que ya estaban habituados. La presencia ~(! ~li~l~.
de la hacienda, no había parado en sus pesquisas 'hasta poder localizar a Tom. by les impresionaba y prefirieron· hacerse el sordo a la llamada de Legree. ¿Qué
Pero el corazón.le dio un vuelco en el momento de encontrarle. iba a ser de ellos si su amo enloquecía o quedaba medio idiotizado por sus cró-
-¡Dios mío! -exclamó pugnando entre la indignación y la piedad-. ¿Qué nicas borracheras?
han hecho contigo, Tom? ¡Tom, Tom! ¿~s que no me reconoces? ¡Soy Jorge, -¡Bruto, despreciable monstruo! -seguía gritando Jorge-. ¡Tu crimen no va
Jorge Shelby! Yo ... ihe venido a buscarte, a llevarte conmigo! a quedar impune! ¡Haré que te ... !
Tom sonrió débilmente e hizo un vago gesto con la man.o. Legree logró desasirse y se · tambaleó desmañadamente al retroceder unos
-Gracias, Jorge... Estoy contento ... te agradez<;o que te hayas acordado de pasos.
mí.. ..Pero... · -¡Vete al diablo, muchacho! -jadeó-. ¡Fuera de mis tierras y i:io te metas en
-¡Nos iremos ahora mismo, Tom! ¡Mataré el primero que se atreva a im- mis asuntos! ¿De qué pretendes culparme? ¿Acaso dispones de algún testigo
pedírhoslo! Te llevaré primero a la ciudad y haré que te curen, para poder · válido? jLárgate antes de que te suelte los perros! ¡Fuera!
embarcar luego en ... · Jorge Shelby comprendió que, efectivamente, la falta de un testigo blanco

116 117
LA CABAÑA DEL TIO TOM

iba a amparar al criminal en el injusto sistema de las leyes que regían aquellos iMIRA ,MONSTRUO, Y CONTEMPLA TU OBRA!
VOY A COMPRARTE SU CADAVER PARA PODER
estados. ENTERRAR•.O CRISTIANAMENTE LEJOS DE T
INFIERNO.
Pero la indignación que encendía su pecho le hizo saltar sobre Legree,
al que no dio ni tiempo de gritar insistiendo en pedir ayuda. Los puños del joven
martillearon furiosamente el rostro y todo el cuerpo de su adversario, que aca-
bó derrumbándose bajo aquella lluvia de golpes.
-¡Merecerías que te matara, canalla! -le dijo Jorge mientras le agarraba
del cabello para volverle la cabeza-. ¡Dime qué precio quieres ahora por Toro!
¡Dímelo, maldito! Necesito en_terrarle cristianamente, y lo haré lejos de este
infierno que tú has creado aquí...
-¡ Llévatelo ! No ... no vendo esclavos muertos ¡No quiero verle, no quiero
saber, nunca más, nada de Tom!
Shelby soltó asqueado a aquel degenerado y ordenó secamente a los dos
capataces que le ayudaran a enterrar a Tom. Los mestizos obedecieron sumisos,
facilitándole una carreta y cavando ellos mismos la fosa cuando llegaron al pe-
queño cementerio de un pueblo situado al norte de las tierras de Legree.
Jorge dispuso todo lo necesario para efectuar el sepelio y dejar una digna
sepultura, rematada por una sólida cruz de madera. Cuando quedó solo en la
paz del sagrado recinto, el joven se arrodilló junto a la tumba y, rozando con los
dedos de su mano izquierda la fría aspereza de la piedra, levantó la diestra y se
hizo el siguiente juramento:
-Ante Dios que me escucha y sobre la tumba del mejor amigo de mi infan-
cia, juro dedicar toda mi vida y todos mis esfuerzos para conseguir la libertad
de todos los esclavos, injustamente sometidos en este país que es mi patria y
del que, de otro modo, tendría que avergonzarme. ¡Lo juro!
Antes de que Jorge abandonara la localidad, fue sorprendido por la inespe-
rada visita de dos mujeres negras que procedían de la plantación donde tan
trágicos hechos acababan de suceder. Cassy y Emelina informaron a Shelby de
que el malvado Legree había sucumbido por fin, falleciendo la misma noche en
que mandara matar a Tom y víctima seguramente del doble embate de sus ex-
cesos alcohólicos y, en no menor grado, de ocultos remordimientos producto de
sus innumerables fechorías y ·despotismos. Los dos capataces habían huido al
observar que su amo estaba agonizando, temiendo sin duda una venganza de
tantas brutalidades como éste les había impelido a cometer contra los exaspe-
rados esclavos de la plantación. · Ellas habían abandonado su refugio aprove-
chando esta circunstancia, y pudieron explicarle a Jorge todo lo ocurrido· en los
últimos tiempos, particularmente durante . la funesta noche en que fueron sor-
prendidos en pleno intento de huida. · · .1
El joven Shelby se emocionó profundamente al conocer una versión tan fiel
y directa de lo qúe había sido la vida de Tom desde que Haley lograra arran-
carle de su hogar. Y, al enterarse de que aquel hombre abnegado no había duda-

118
LA CABAÑA DEL TIO TOM
LA CABAÑA DEL TIO TOM

do en sacrificar su vida para salvar a Cassy y Emelina, se opuso enérgicamente que estaba en la granja de Legree, pero jamás habría supuesto lo que allí le
a que regresaran a la plantación para correr una incierta suerte con los demás esperaba y, sobre todo, que, por desgracia, llegaba tarde. ¿Cómo decirle a su
esclavos allí pendientes de una decisión administrativa. madre, la señora Shelby, que tantos años de espera habían fallado quizá por
Las dos mujeres aceptaron agradecidas .. Cassy quedó pensativa y su rostro sólo unas horas? ¿Cómo hacerle comprender a la pobre Clotilde, la esposa de
expresaba profundo dolor cuando dijo en voz baja: . · Tom, que tenía que abandonar para siempre toda esperanza de volver a abra-
-He aquí que Tom tenía razón cuando me decía que confiara en D10s, que no zar a su marido? ¿Cómo expresar todo esto, después de haberse precipitado
perdiera nunca la esperanza ... Y, sin embargo, "él no ha ~odido vivir este- mo- ilusamente en anunciarles un éxito y un triunfo que acababa de ·convertírsele
m~. . en una tragedia irremediable?
-Llegué demasiado tarde -comentó amargamente Jorge-. Me siento cul- Prefirió demorar unos días ·su llegada y dar tiempo a que recibieran antes
pable, furioso conmigo mismo por no haber sabido ganar aunque sólo fueran otra carta, que escribió desde el embarcadero donde se separaron de Cassy.
unas semanas ... Notificaba su próximo· regreso, expresando con términos sombríos la impre-
-¡No hable usted así, señor Shelby! Piense más bien que, si nosotras le sión que le había pi::oducido visitar tantas plantaciones y ver a tantos esclavos
debemos la vida a Tom, a usted le deberemos ahora nuestra 'libertad. en pésimas 1.:u11<lic.:iu1ies, pero se abstuvo cuidadosamente de dar ninguna noti-
Jorge, Emelina y Cassy embarcaban ocho días después en un vapor fluvial cia aclaratoria sobre Tom y el final de sllii gestiones para rescatarle.: ¿Bastaría
que procedía del norte. Viajaba entre los pasajeros una mujer ligeramente mula- esta deliberada omlSlón para que su madre comprendiera que algo había salido
ta a la que Shelby reconoció como pariente de Elisa y Harris, y fue ella quien.le· mal? ¿Deduciría la terrible verdad y prepararía convenientemente a Clotilde?
hizo saber qu~ éstos y su hijo llevaban ya tiempo en el Canadá, libres y traba- Tampoco osaba anticiparle a su madre la brutal realidad, pues sabía que ello
jando activamente por la libertad de sus hermanos de raza todavía sometidos. caería sobre la buena mujer como un rayo y temía que la impresión la afectara
Cassy les escuchaba como si oyera hablar de un paraíso soñado, recordando demasiado.
una vez más las reconfortantes esperanzas expresadas por Tom sobre un futuro. Hizo así una entrada más bien furtiva en el recinto de su propia casa, acom-
mejor para la raza negra. Ella y la viaj~ra no tardaron en sentirse atraídas por
mutua amistad, hasta el punto de que ésta acabó proponiéndole que la acompa-
a
pañado de Emelina y sin atreverse apenas a llamar la puerta. La. señora Shelby
le había visto llegar a través de su ventana y salió corriendo a abrazarle; pero
ñara al Canadá, donde residí~, y se acogiera a su protección. ' . le bastó contemplar: segundos después la cara de su hijo para adivinar la terri-
Por su parte, Emelina prefirió aceptar la oferta que le hizo Shelby: queda- ble verdad que él se sentía incapaz de anunciar.
ría a su ~ervicio, ayudaría a Clotilde a soportar el golpe que· para ella iba a re- -¿Qué ha pa,sado,Jorge?-pregunt~ en voz baja-. ¿No viene Tom... todavía?
pres~ntar la definitiva ausencia rlr Tom. -No... no vendrá, madre. Llegué demasiado tarde.
. Los comunes sUfriinientos y los ·trágicos acontecimientos que juntas aca-. -¿Demasiado:.. tarde?.
baban de vivir hicieron muy emocionante la despedida de las dos compañeras -Murió en mis brazos, madre. Sólo nos cabe este consuelo: haber sido un
de fuga de Tom. . · · · . . alivio en sus últimos. momentos, recoger sus últimas palabras, haberle dado una
-¡Nunca te olvidaré, Emelina! --decía Cas~y mientras la, abrazaba en el sepultura digna y cristiana.
muelle del desembarcadero-. Tú eres más valiente que yo, puesto que escoges -¡Dios mío! ¡Clotilde... ! . . .
permanecer entre nuestros hermanos y compartir su aún incierto destin~. La oían llegar, acompañada por un grupo de antiguos compañeros de Tom
-Sé que no permanecerás inactiva, Cassy -le contestaba Emelma-, y que que, al correrse la voz de la llegada de Jorge, acudían presurosos con la espe-
te unirás con todo tu fervor a los que, en aquella tierra dichosa, se preocupan ranza de abrazar a su viejo y paternal amigo .
. y· luchan para mejorar nues~ra suerte. ¡Que Dios te. bendiga y te ayude .en tu -¡Tom! ¿Dónde está Tom? -preguntó Clotilde con angustiado asombro.·
misión! · Miró a Jorge y a la señora Shelby, vio el dolor reflejado en el rostro de Emeli-
Según· se iba acercando el momento de su regreso al hogar, más .dificil _se na, y empezó a comprender.
le hacía a Jorge Shelby imaginar cómo se enfrentaría ·con el amargo fracaso de Hubo que explicar la triste verdad, que todos escucharon consternados y
su verdadera misión y motivo del viaje que había emprendido semanas antes. con la estoica resignación de la que sólo los negros sabían mostrarse capaces.
No se atr.evía a presentarse allí con las manos· vacías, es decir, sin Tom; Los hijos de Tom, ya crecidos y valerosos, se llevaron solícitos a su madre. Mo-
sé ha~ía apresurado a notificarles _que le había localizado cuando se enteró de mentos después, desde las construcciones destinadas a los negros, llegaban a

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LA CABAÑA DEL TIO TOM

la casa de los Shelby los profundos y nostálgicos cán~icos fúnebres, entonados Í'ERO ANTES DE RENDIR VIAJE EN SU PROPIO HOGAR,
JORGE SHELBY ESCRIBIO UNA LARGA CARTA ASUMA-
por los hombres y mujeres que trabajaban en la plantación. DRE SIN MENCIONAR LA TRAGICA ODISEA DE TOM .••

Jorge Shelby los congregó a todos a la mañana siguiente en el gran vestí-


bulo d<:_ su casa; presidía la reunión teniendo sentada a su madre a un lado, y a
Clotilde;y los hijos de Tom al otro.
Empezó refiriendo todas las circunstancias de su paciente búsqueda, inda-
gando en mercados y viéndose obligado a tratar con ruines mercaderes que
apenas sabían nada de los desdichados esclavos con los que se enriquecían des-
considerablemente. Refirió su encuentro con Legree y cómo había llegado junto
a Tom con unas fatales horas de· retraso, y transmitió a todos las últimas pala-
bras de éste que, dedicadas a su esposa e hijos, lo mismo podían servir como
símbolo y estímulo para todo hombre que, fuera blanco o negro, amara verda-
deramente los ideales de paz, justicia y libertad que todos anhelaban.
-Y ahora, amigos míos -terminó diciendo Jorge-, oídme bien y atended a
lo que os anuncio: a partir ·de este mismo instante, todos vosotros dejáis de ser ,(
esclavos en esta plantación~ Quiero decir que acabáis de convertiros en traba-
jadores completamente libres y voluntarios, y que percibiréis un salario exac-
tamente igual al que cobraría un- hombre blanco por vuestra labor. Nadie sigue
obligado a permanecer aquí, y facilitaré los documentos necesarios a quien
desee marcharse para que nadie pueda molestarle después. Aconsejo sin em-
bargo a quienes estén separados de algún familiar que no se precipiten; estoy
seguro de que conseguiremos mucho más atrayendo hacia aquí a los ausentes, A PARTIR DE ENTONCE€,
LA RAZA NEGRA.QUE HA-
comprándolos si es preciso, que no lanzándonos a una aventurada búsqueda: lo BIA SUFRIDO DURANTE SI-
GLOS EL PESO IGNOMINIO-
sé por triste y amarga experiencia, amigos míos. SO DE LA ESCLAVITUD,
FUE DANDO PRUEBAS DE
La clara alusión al caso de Tom emocionó a todos los presentes, que expre- UN HEROISMO EXTRAOR-
. OINARIO Y UN CONSTAN-
saron su unánime intención de permanecer en su sitio y trabajar con todo su TE ESFUERZO DE SUPE-
RACION EN LAS UNIVERSI-
afán para el éxito de la alta misión que iban ahora a desempeñar. DADES •••

-Sólo os pido una cosa, amigos -añadió Jorge abarcando a todos con la mi-
rada y deteniéndola después sobre Clotilde y sus hijos-: os pido que no olvidéis
nunca al hombre que hizo posible este momento que estamos viviendo ahora
mismo; recordad siempre que debéis vuestra libertad a un hombre que fue guía
y ejemplo, que sacrificó su vida llena de bondad por esta noble causa. Entre
nosotros quedan su viuda y sus huérfanos, sobre quienes podremos verter todo .
el afecto y agradecimiento que debemos al que fue nuestro inolvidable tío Tom.
Hagamos entre todos que su hogar no llegué a sentir el frío de la muerte y la
soledad, porque este hQgar. ha sido y será siempre un símbolo para nosotros: la·
acogedora, cálida y querida cabaña del tío Tom.
Jorge Shelby terminó sus palabras descansando sus manos sobre los hom-
bros de los dos hijos de Tom, mientras su madre abrazaba emocionada a Clo-
tilde. Los hombres y las mujeres que acababan de convertirse en seres libres
salieron del vestfüulo como deslumbrados, pareciéndoles que respiraban desde

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LA CABAÑA DEL TIO TOM

entonces otro aire y viendo hasta diferente la luz del día. Empezaba para ellos
una nueva vida.

* * *
Los hechos y acontec1m1entos narrados en esta historia, los sufrimientos y
anhelos de sus mejores personajes y hasta la perversión de los peores, forma-
ron durante largos años la penosa trama de una situación que llegó a trastornar
el destino de muchas generaciones, de millones de hombres y mujeres y. el mis-
mo rumbo de una gran nación que, olvidando los nobles ideales que habían
inspirado su propio origen, dejó que la intolerancia, el despotismo y el afán de
lucro estigmatizaran con una sombría mancha su historia recién iniciada.
Confirmando la sentencia de que la violencia y la injusticia sólo conducen a
otras injusticias y violencias, aquellos errores llegaron a provocar una san-
grienta guerra fraticida que, a su vez, dejó una lamentable estela de rencores e
incomprensiones aún no totalmente disipados en nuestra época actual.
La humanidad suele pagar muy caras sus desviaciones de una ley divina
. que proclama la igualdad entre todos los hombres, sea cual sea su raza o el color
de su piel. Los falsos prejuicios se han demostrado siempre infundados cuando
las partes sometidas -no siempre minoría- han podido evidenciar libremente el
mérito de unas virtudes que no se les reconocían.
Los hombres de buena voluntad que lucharon y siguen luchando para que
·los altos ideales de justicia, libertad e igualdad lleguen a imperar algún día en
un mundo que todavía no es el nuestro, no conocen ficticias fronteras ni discri-
minaciones válidas capaces de establecer diferencias ni ~'.!puestas categorías
entre los seres humanos.
Como prueba de lo irrazonable de la marginación en que se les tenía, los
hombres y mujeres de raza negra que, como los de nuestra narración, fueron
pasando paulatina y penosamente de la esclavitud á una casi lograda emanci-
pación; han sabido dar fehacientes muestras de su capacidad y méritos en nada
inferiores a los del hombre blanco. Ellos y, sobre todo, sus descendientes, crean
ahora otra situación que, no menos inju8tamente que entonces, vuelve. a ser
tildada por algunos de «problema».
Porque su poderosa expansión vital, invade ·y se desenvuelve arrolladora-
mente en los· ámbitos del estudio, el trabajo, la investigación y el humanismo.
Igual por otra parte, exactamente igual que lo hizo en su propia y corres-
pondiente. oportunidad el supuestamente privilegiado hombre blanco; lo mismo
que lo harán también en su momento los de cualquier otra raza, y que, hace
· cientos de miles; millones de años, lograron en su medida los primeros seres en
el alborear de la humanidad primitiva.

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