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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas

Nº 3. 2007. ISSN 1856-7878. p.p: 51-92

EL DAÑO Y LA RESPONSABILIDAD CIVIL DERIVADA DEL


ACCIDENTE DE TRÁNSITO. CASO VENEZUELA*

Edgar Darío Núñez Alcántara**


Resumen

El hombre moderno ha diseñado su entorno con fundamento al concepto


maquinismo. La capacidad inventiva del ser humano le ha llevado a la
búsqueda de un mejor sistema de vida a través de la creación de cosas u
objetos que le confieren confort. Esta labor creativa comenzó en los albores
de la humanidad, desde que el hombre tiene conciencia de si mismo como
sujeto individual e integrante de alguna colectividad, y máxime con la
modernidad que es el empleo de la razón misma; el hombre vive rodeado
de instrumentos físicos que él ha diseñado para su bienestar, pero que en
algunos casos constituyen un riesgo para si mismo y para el conglomerado
en el cual aquél convive y/o disfruta del uso de esas cosas. Dentro de esta
categoría de objetos culturales tienen un papel preponderante los medios
de transporte, bien sean para el traslado de personas o cosas, y ejecutado
por vías terrestres, aéreas, acuáticas o férreas, y suponen un riesgo para el
hombre y/o para sus propiedades. En este trabajo de investigación
analizaremos en profundidad el tema del daño que el vehículo de
transporte terrestre puede causar, sus responsables, la responsabilidad
que genera y la extensión de ella.
Palabras clave: conductor; daño; garante; propietario; responsabilidad
civil.

THE DAMAGE AND THE CIVIL RESPONSIBILITY DERIVED


FROM THE TRAFFIC ACCIDENT. VENEZUELA CASE.
Abstract

The modern man has designed his around the concept maquinismo. The
inventive capacity of the human being has taken to the search of a better
system of life through the creation of things or objects to him that confer
comfort to him. This creative work began in the dawn of the humanity,

* Recibido: 15-9-07 Aceptado. 5-10-07


**
Abogado. Profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Universidad de Carabobo. Doctorante
en Derecho UCV. nunezalcantara@yahoo.es. Septiembre de 2007.

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since the man becomes aware of if same like individual and integral subject
of some colectivity, and especially with the modernity that is the use of the
same reason, the man lives surrounded by physical instruments that he
has designed for his well-being, but that in some cases constitutes a risk
for itself and for the conglomerate in which that one coexists and/or
enjoys the use of those things. Within this category of cultural objects the
transport means have a preponderant paper, or are for the transfer of
people or things, and executed by terrestrial, aerial, aquatic or iron routes,
they suppose a risk for the man and/or his properties. In this work of
investigation we will analyze in depth the subject of the damage that the
vehicle of terrestrial transport can cause, its people in charge, the
responsibility that it generates and the extension of her.
Key words: conductor; damage; guarantor; proprietor; civil responsibility.

SUMARIO
1.- RESUMEN
2.- CONTENIDO
2.1. Concepto de responsabilidad civil.
2.2. El accidente de tránsito como elemento determinante en la existencia
del daño.
Análisis del concepto de accidente de tránsito.
La voluntariedad en el accidente de tránsito.
Definición de accidente de tránsito.
Hecho ilícito.
Vehículo.
Aparato o artefacto
Destinación.
Capacidad.
Vías.
La circulación.
Actuaciones administrativas de tránsito. Su importancia en la
determinación del daño.
Distintas responsabilidades derivadas de la ocurrencia de un accidente
de tránsito. De la responsabilidad civil subjetiva a la responsabilidad
objetiva en materia del derecho del tránsito.

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Teoría subjetiva.
Teoría objetiva.
Imposibilidad real de la aplicación absoluta de la teoría objetiva en el
accidente de tránsito. Sujetos responsables del daño.
Definición jurídica de Conductor, Propietario y Garante.
Definición jurisprudencial del Propietario.
Especificidad de la responsabilidad civil del propietario, conductor y
garante.
Naturaleza de la responsabilidad del garante.
El garante como sujeto pasivo de la acción directa.
Acción de repetición del asegurador contra el asegurado.
La indexación y la responsabilidad contractual del asegurado.
Daños causados a personas o cosas transportadas.

3. CONCLUSIONES
4. BIBLIOGRAFIA

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2.- CONTENIDO
Establecido el objeto a investigar procederemos al análisis
particularizado de los diversos aspectos que hemos asumido como materia
de estudio. Veamos.
2.1. Concepto de responsabilidad civil. El profesor de la Pontificia
Universidad Javeriana de Bogotá, Jorge Cubides Camacho, en su trabajo
Hecho Imputable Dañoso, analiza la idea de responsabilidad y afirma (1):
“…hay responsabilidad cuando una persona se halla obligada a reparar
un daño que ha causado por su dolo, por su culpa o por el riesgo que ha
asumido, es decir cuando tal daño le es imputable…”
El profesor Rafael Bernad Mainar en su obra Derecho Civil
Patrimonial. Obligaciones (2) conceptualiza a la figura jurídica en estudio
en los siguientes términos:
“…Consecuencias. La responsabilidad civil. En general el incumplimiento
de las obligaciones por parte del deudor de manera culpable que genera
un daño al acreedor origina la obligación de reparar o resarcir el daño
ocasionado, es decir, el incumplimiento culposo de una obligación
precedente que causa daños y perjuicios hace surgir una nueva
obligación para el deudor consistente en la reparación o resarcimiento de
los daños causados. Es entonces cuando se habla de que el deudor ha
incurrido en responsabilidad civil, y se hace responsable frente al acreedor
del daño causado por su incumplimiento mediante la indemnización de
los daños y perjuicios propinados generalmente a través del pago de una
suma de dinero que, aunque no supla totalmente el daño propiciado,
cuando menos compensa al acreedor del perjuicio sufrido.
Dado su carácter patrimonial, la responsabilidad civil no sólo nace
en el caso del daño derivado de acto o hecho propio, sino también cuando
sea inflingido por intermedio de una persona sujeta al control o vigilancia
de otra, o bien proceda de alguna cosa propiedad o a cargo de alguien.
Para el deudor se traduce en una especial situación de poder ser afectado
en su patrimonio como consecuencia del incumplimiento culposo de la
obligación…omissis…De ahí que podamos definir la responsabilidad civil
como la situación jurídica de afección del patrimonio de la persona que
ha ocasionado un daño injusto a otra, ya directamente o por medio de

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las personas o cosas de las que responde, ante la obligación que surge en
el agente del daño de resarcir de éste a la victima. (Subrayados nuestros)
El autor Emilio Pittier Sucre en su obra curso de Obligaciones. Derecho
Civil III (3 ), hace una clasificación de la responsabilidad civil y señala:
“La doctrina distingue dos grandes categorías de responsabilidad civil:
la contractual, que comprende el régimen de la indemnización de los
daños y perjuicios causados por el incumplimiento de una obligación
derivada de un contrato; y la extracontractual, que comprende el régimen
de la indemnización de los daños y perjuicios causados por el
incumplimiento de una obligación sin que exista ningún vínculo previo,
ningún contrato, entre la víctima y el agente del daño. La responsabilidad
civil extracontractual también es denominada por la doctrina
responsabilidad civil delictual, que comprende lo que durante mucho
tiempo se denominó responsabilidad cuasidelictual, término que
prácticamente ha desaparecido al comprender el hecho ilícito tanto el
daño causado intencionalmente como el derivado de la simple culpa,
eliminándose la distinción entre delitos y cuasidelitos…”
Para los efectos de esta investigación nos acercaremos
fundamentalmente a la responsabilidad extracontractual como elemento
continente del daño, y en lo relativo a éste su expresión cuando él se
deriva de un accidente de tránsito.
El autor antes citado identifica a la responsabilidad civil
extracontractual mediante las siguientes características, las cuales se
contrastan con la contractual (4):
1. No existe un vínculo previo entre el victimario y la víctima. Su relación
surge con motivo del hecho dañoso. En la responsabilidad contractual es
de Perogrullo la relación previa al incumplimiento nocivo. En este último
aspecto hemos de tener presente, aunque su contenido sustantivo excede al alcance
de esta investigación, que la relación contractual ha sido afectada en algunos
tipos de derechos sociales por el concepto de la “relación” como una figura distinta
y con parecidos resultados al contrato. Tal es el caso de la “relación de trabajo” y
la relación arrendaticia” que tanto la ley procesal laboral como la especial
Inquilinaria desarrollan, y que no exige la concreción de los elementos
impretermitibles del contrato para su existencia.
2. Al no haber relación previa no es posible regular los modos y
expresiones de la responsabilidad extracontractual o aquiliana. En la
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responsabilidad contractual las partes regulan, dentro de los cánones


legales, las formas y efectos del contrato, incluso en materia de daños.
3. En el ámbito extracontractual, como un modo de balancear la posición
de la víctima que no tiene relación previa con su victimario, se procura
ampliar las oportunidades de obtener para aquélla la indemnización
debida. Esta condición adquiere especial relevancia en el derecho del tránsito,
por cuanto se ha ideado todo un sistema sustantivo y procesal destinado a la
existencia de un sistema jurídico que le permita a la persona que sufrió los daños
en ella misma o en su patrimonio obtener prontamente el pago de su acreencia por
parte de su deudor (victimario).
De modo pues, que la responsabilidad civil, extracontractual,
implica la sanción al agente dañoso que ha de indemnizar a la persona
que sufre el daño, o a ésta como titular de algún derecho sobre la cosa o el
derecho dañado.
El autor Enrique Urdaneta Fontiveros, en su ensayo Orientaciones
Modernas en el Derecho de Daños (5) realiza un conjunto de consideraciones
sobre lo que da en llamar Tendencias Actuales en la Teoría de la
Responsabilidad Civil, y al respecto hace las siguientes consideraciones:
“Ante esta realidad, como también hemos tenido la oportunidad de
observar en el presente trabajo, se han ido conformando nuevas tendencias
en el campo de la responsabilidad civil con el objeto de brindar adecuada
protección a la víctima de los daños de la era tecnológica. En resumidas
cuentas estas tendencias son las siguientes: 1. Hay una ampliación de los
daños resarcibles. Por una parte, se observa que se tiende a flexibilizar los
requisitos del daño indemnizable. Así, para que la víctima tenga derecho
a una indemnización no se requiere la afectación de un derecho subjetivo o de
un interés jurídicamente protegido, sino que basta la lesión al simple interés,
siempre que no se oponga al ordenamiento jurídico. Esta noción del simple
interés –que no es ilegítimo- se aparta del criterio tradicional según el
cual se requería para que el daño fuera indemnizable, un menoscabo a
un interés jurídicamente protegido. La indemnización de la lesión
extracontractual del crédito es aceptada por la doctrina
nacional…omissis…2. Se ha producido un aumento de los factores de
atribución de responsabilidad civil. Se admite que la culpa como
fundamento exclusivo de la responsabilidad civil es inadecuada para
nuestro tiempo. Ya lo decía André Tunc hace más de veinte años `la
idea de que se debe responder de las consecuencias de sus culpas y

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de que no se es responsable si no se ha cometido culpa está acompañada


de tales demonios que debe ser exorcizada antes de resultar posible una
apreciación de las funciones y de los medios de la responsabilidad civil
en una sociedad moderna´…omissis…3. Como corolario de lo anterior, se
tiende a la objetivación de la responsabilidad civil, con el aumento gradual
de los supuestos de imputación objetiva. En la actualidad se observa una
tendencia a incrementar los supuestos de responsabilidad objetiva. Esto
ha ocurrido en nuestro derecho con la responsabilidad del guardián de
una cosa por el daño cometido con el daño que tiene bajo su
guarda…omissis…la responsabilidad del conductor, del propietario del
vehículo y su empresa aseguradora por el daño causado con motivo de la
circulación del vehículo…omissis…4. Se observa un proceso gradual de
socialización de los daños. Esta tendencia se pone de manifiesto con el
desarrollo de mecanismos alternativos de la responsabilidad civil como
el seguro, los fondos de garantía, la seguridad social, la asunción de los
daños por el Estado, los cuales no excluyen la responsabilidad del
obligado y generalmente concurren con ella garantizando a la víctima el
cobro de la indemnización…omissis…5. Se extiende la posibilidad de
reclamar, ampliándose el campo de los legitimados activos…omissis…y
en nuestra legislación en el caso de los daños causados al consumidor
donde se reconoce la posibilidad de accionar para la tutela de intereses
individuales o colectivos, legitimándose a las asociaciones de
consumidores y usuarios…omissis…6. A la inversa, se amplía la
posibilidad de reclamar la indemnización contra más de un responsable.
Es decir, se extiende la gama de los legitimados pasivos para cubrir así a la
víctima en la eventualidad de que el agente material del daño sea un
insolvente. Es frecuente la responsabilidad solidaria de todos los
legitimados pasivos….omissis…7. Se procura aliviar a la víctima de la
carga de la prueba. Esto se logra mediante las presunciones e culpa e
incluso mediante presunciones de causalidad…omissis…Las
presunciones de causalidad se destruyen probando la interrupción del
nexo causal (caso fortuito, fuerza mayor, hecho de un tercero, culpa de la
propia víctima)…omissis…8. Surgen otros mecanismos con el objeto de
procurar a la víctima una mayor certeza del cobro de la indemnización.
Se reconoce que el ejercicio del derecho al resarcimiento está íntimamente
ligado al acceso a la justicia. Por lo cual se procura establecer sistemas
ágiles de solución de conflictos y facilitar los trámites de la reclamación
mediante procedimientos judiciales rápidos y sencillos…omissis…9. Se
acentúa la política de prevención de los daños. En el Derecho de la

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responsabilidad civil se observa una tendencia no sólo a reparar los daños


ya ocurridos, sino a prevenir y evitar los futuros. Una de las
preocupaciones actuales del Derecho de daños e prevenir el daño todavía
no provocado (evitación) o neutralizar sus efectos perjudiciales que hayan
comenzado a producirse (cesación). Se busca dar una solución ex ante, en
lugar de limitar el remedio a una solución ex post”
Coincidente con esta postura el profesor Rafael Bernad Mainar en
su obra, antes citada, expresa (6):
“…Desplazamiento progresivo del principio de culpabilidad.
Tradicionalmente regía el criterio de que no podía mediar responsabilidad
sin el elemento subjetivo de la culpa, de forma que cuando este requisito
faltaba en un daño ocasionado, se producía la exoneración de la
responsabilidad con base en un pretendido caso fortuito. Sin embargo,
esta situación generaba injusticia y la solución apuntada se tornaba
insuficiente, sobre todo en el ejercicio de determinadas actividades y
profesiones que conllevan riesgos inherentes, lo cual ha generado la
consolidación de un nuevo concepto de responsabilidad civil, la
denominada responsabilidad objetiva que tiende a reparar a la víctima el
daño causado al margen de la existencia o no de culpa por parte del
agente del daño. Así sucede en sectores tales como el de los daños
producidos por las cosas, cuya reparación a la víctima trata de
garantizarse a través de la concertación de un seguro obligatorio para
ejercer ciertas actividades que conllevan un riesgo añadido (accidentes
laborales, aéreos y de tránsito)”
2.2. El accidente de tránsito como elemento determinante en la existencia
del daño. Para precisar el concepto de la responsabilidad civil causada
por un accidente de tránsito, y comprender su extensión y alcance, así
como ubicar al daño dentro del esta idea general, será menester estudiar
qué se entiende, desde el punto de vista jurídico, por accidente de tránsito.
Análisis del concepto de accidente de tránsito. La interpretación de los
significados que integran un concepto nos ubica en diversos niveles de
percepción en relación al concepto en sí. En ese sentido, cuando
internalizamos el concepto de accidente, inmediatamente iniciamos un
ejercicio reflexivo que nos conecta directamente con la eventualidad y la
imprevisibilidad y en ocasiones con lo fortuito, y para el caso del accidente
de tránsito se suman a las nociones anteriores otras categorías

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conceptuales como el daño y la responsabilidad derivada del daño


causado.
Previamente al estudio del concepto jurídico de accidente de tránsito
revisaremos la idea común de accidente. En el Diccionario de la Lengua
Española de la Real Academia Española, año 2000, página 20, se le define
como…“2. Suceso eventual que altera el curso regular de las cosas. 3.
Suceso eventual o acción de que involuntariamente resulta daños para
las personas o las cosas”… (7). Ya en el medio forense, Manuel Ossorio en
su Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociológicas, (8) nos ofrece
el siguiente concepto de accidente de tránsito:
“Es el que sufre una persona por el hecho de un tercero, cuando aquella
transita por vías o parajes públicos, generalmente a causa de la intensidad,
la complejidad y la velocidad del tráfico de vehículos. Su manifestación
habitual y frecuentísima es el choque de automotores y el atropello por
ellos de los peatones...”
La voluntariedad en el accidente de tránsito. De los conceptos expresados
hasta ahora observamos que existe un elemento connatural al accidente
que la doctrina y la jurisprudencia nacional no ha analizado en
profundidad. Nos referimos al carácter involuntario del mismo. La palabra
“accidente” repulsa la de voluntariedad. En tal sentido el autor Jaime
Ferreto Mellafe en su obra “El Procedimiento Civil de Tránsito” nos explica:
“ACCIDENTE DE TRÁNSITO: Es todo suceso eventual, o acción de la
cual se derivan involuntariamente daños en las cosas o en las personas,
cuando el factor contribuyente de este hecho es la circulación de por lo
menos un vehículo” (9) (Negrillas nuestras)
Como se observa el profesor Ferreto coloca como un elemento del
concepto la involuntariedad. En la realidad forense, y a despecho del
concepto lego, en el mundo jurídico la responsabilidad de tránsito
incluiría también el daño causado de manera voluntaria. La razón estriba
en que el procedimiento de tránsito consigue su fundamento en la
necesidad de proteger a la sociedad de un riesgo cotidiano, ante el cual
debemos proveer a la víctima (acreedor) de un sistema jurídico que le
permita hacer efectivo su acreencia (indemnización) ante su deudor
(victimario) de un modo rápido y efectivo. Sobre esta concepción
volveremos infra.
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Si entendiéramos que la voluntariedad excluye al accidente de


tránsito y de este modo se le elimina a la víctima la protección de un
sistema sustantivo y procesal tuitivo, estaríamos beneficiando al causante
del daño y entorpeciendo los derechos del justiciable que acude al Estado
en busca de una tutela judicial efectiva. Ya hemos manifestado el deseo
del Estado de procurar un sistema protector que permita la rápida
consecución de la indemnización por parte de la víctima frente al
victimario. Por ello el concepto de accidente de tránsito debe incluir al
daño causado de modo voluntario o involuntario. Lógicamente nos
referimos a la responsabilidad civil, la diferencia en este factor si toma
una importancia radical en materia de responsabilidad penal.
Definición de accidente de transito. El Dr. Ricardo Henríquez La Roche,
diseñó un concepto de accidente de tránsito según el cual “El accidente
de tránsito es un hecho ilícito causado por un vehículo en el sentido
legal de la palabra, con motivo de su circulación” (10). La selección de
este concepto nos conduce a conocer detalladamente los elementos que le
sirven para su estructuración. Nos indica que existen tres elementos que
caracterizan al accidente de tránsito, a saber, el hecho ilícito, el vehículo y
la circulación. Hagamos su estudio particularizado.
Hecho ilícito. Es una conducta antijurídica que produce un daño. Una
actitud contraria a la ley, no consentida ni amparada por el sistema jurídico,
la cual causa un daño, es decir, que ocasiona una consecuencia dañosa
en el patrimonio de una persona. El hecho ilícito puede derivar bien de
una acción o de una omisión, y el daño causado puede ser material o
moral.
Al respecto el autor Adriano De Cupis en su obra El Daño, Teoría
General de la Responsabilidad Civil (11), afirma:
“El Daño Antijurídico.- En cuanto a hecho jurídico, el daño constituye,
como se ha expresado una especie del daño extendido simplemente como
fenómeno de orden físico. El que no todos los fenómenos de orden físico
obtengan relevancia jurídica, es un principio general válido también en
lo concerniente al daño. El derecho elige los hechos que quiere investir
de una calificación propia; cómo tenga lugar esta elección en la esfera
de los daños, es lo que en este momento nos proponemos examinar.
La elección recae, ante todo, en el daño ocasionado por un acto
humano antijurídico, y con éste, precisamente su aspecto visible.

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La consideración de la antijuridicidad (oposición al derecho)


presupone un exacto conocimiento del concepto de derecho. La expresión
<<derecho>> tiene diferentes significados, indicando tanto un conjunto
de normas o reglas jurídicas (derecho objetivo), como (subjetivo) o,
finalmente, como objeto del derecho correspondiente a un sujeto, dando
de lado los significados secundarios de ciencia o arte del derecho. Cuando
se hable de antijuridicidad, con ello se pretende referir al derecho entendido
en los dos primeros significados, o sea, al derecho objetivo y al derecho
subjetivo” (Negrillas nuestras)
Vehículo. Por otra parte, el daño debe ser causado por un vehículo, éste
ha de ser el objeto dañoso; es impretermitible su presencia (participación)
en el hecho para que haya accidente de tránsito. En razón de ello debemos
trasladarnos al aún vigente Reglamento de la Ley de Tránsito Terrestre de
1996, particularmente en su artículo 5 el cual en su contenido define qué
es, desde la óptica jurídica, un vehículo y a tal fin expresa:
“Se considera vehículo todo artefacto o aparato destinado al transporte
de personas o cosas, capaz de circular por las vías públicas o privadas
destinadas al uso público permanente o casual.” (Negrillas nuestras)
Este concepto de vehículo dado por el reglamentista, nos obliga a hacer
una particular revisión para visualizar su contenido y así conocer los
elementos que a su vez conforman dicho concepto, los cuales son, a saber:
a) aparato o artefacto, al conceptuar al vehículo de esa manera estamos
excluyendo la posibilidad que lo sean los animales y las personas. Supone
ello que ningún animal, ni ninguna persona pueden ser considerados en
ningún momento un vehículo, si bien es cierto que algunos animales se
utilizan como medios de transporte (caballos para las carretas) no menos
cierto es que el animal sin la unión (yunta) a la cosa no puede ser visto
como un vehículo;
b) destinación, significa que el artefacto haya sido creado para transportar
personas o cosas y se le mantenga con el mismo objeto. Si un bien ha sido
concebido con un fin distinto a éste, pero es utilizado como tal (el arado o
una bañera) no se subsume en el concepto jurídico que analizamos,
tampoco lo es un carro colocado para la exhibición (museo);
c) capacidad, es interpretada como la posibilidad cierta de realizar el
transporte de personas o cosas; esto quiere decir que el vehículo para
que pueda ser considerado como tal debe poseer todas sus características
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que le permitan su normal y lógico funcionamiento; entonces si el carro


carece de motor o embrague, aun y cuando se (le) desplace y pueda
producir un daño no es un vehículo en el sentido legal de la palabra;
d) Vías, en relación a las vías (ámbito espacial) en las cuales se aplica el
Decreto con Fuerza de Ley de Tránsito y Transporte Terrestre, éste contiene
un criterio indiferente al sostenido por el reglamentista, a pesar que el mismo
legislador dejó vigente al Reglamento de la derogada Ley de Tránsito Terrestre,
en todo aquello cuanto no le contradiga. En efecto, el artículo del reglamento
antes comentado se refiere en términos precisos a vías públicas o privadas,
de uso público permanente o casual a los fines de la circulación. En
cambio, el legislador en el Título III, Capítulo V (De la Circulación),
específicamente en sus artículos 51 al 53 se refiere a vías públicas y
privadas, sin referir al uso. No definió el tipo de vías que determinen el
ámbito de aplicación especial de la ley. Obsérvese que la legislación
anterior incluía tanto a las vías públicas o privadas, no importaba si el
uso era permanente o casual, lo que si era un requisito impretermitible es
que las vías fuesen de uso público. El actual legislador guardó silencio
sobre el tópico.
Entendemos que ante la omisión del legislador debemos mantener
el criterio de vías públicas o privadas, de uso público, permanente o
casual, por cuanto no existe una expresión legislativa que nos permita
entender que hubo la voluntad de cambiar el área de aplicación de la ley,
pareciendo más bien una omisión involuntaria. El legislador del tránsito,
a través de las muy variadas leyes sobre la materia, había cuidado el
manejo de este concepto, pero el actual lo ignoró sin señalar por qué
planteaba su modificación. Ahora bien, la idea que se ha dejado de lado
refleja una concepción lógica para el derecho del tránsito; por cuanto en
las vías de uso privado el interés subjetivo en juego corresponde al de los
particulares, como sería el estacionamiento de la casa de alguna persona.
Por ello interpretamos que el viejo concepto de competencia espacial sigue
vigente.
A favor de esta tesis interpretativa, veamos la coherencia del
legislador anterior y el reglamentista rememorando alguna articulado
conexo con el tema, así el artículo 1º de las leyes especiales de 1986 y
1996 manejaban este concepto espacial; aún el reglamento de la última
ley citada lo hace cuando en sus artículos 6º define los vehículos de
tracción de sangre y de motor, en el 9º la clasificación de los vehículos
de tracción de sangre, al 10º la clasificación de los vehículos de motor)

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en los artículos 11º al 18º la definición y subclasificación de vehículos de


motor, y, al 19º la definición de aparato apto para circular. Todos estos
artículos del Reglamento de la Ley de tránsito de 1996 se vinculan con el
concepto de vehículo dado en el artículo 5 eiusdem. Ante el silencio del
legislador actual la construcción teórica de vieja data y raigambre en el foro debe
prevalecer.
La circulación. Habiendo precisado las ideas sobre hecho ilícito y vehículo,
como integrantes el concepto general de accidente de tránsito,
continuamos en el análisis del mismo y conoceremos su tercer elemento,
según el cual la ocurrencia del mismo se haya producido con motivo de la
circulación del vehículo. Es menester que el accidente de tránsito se
produzca con motivo de la circulación y no por motivo de la circulación.
Cuando decimos con motivo de la circulación, quiere decir en la práctica,
que es ocasionado porque el vehículo había sido puesto en circulación
por las vías de uso público, aunque en el momento del accidente el
vehículo estuviere detenido; significa ello que no se requiere que haya
movimiento efectivo en el momento del accidente para que sea con motivo
de la circulación.
Lo que se requiere es que por haber estado circulando, de manera
previa o actual para cuando ocurra el accidente. Para ejemplificar lo
afirmado, imaginemos a un conductor que haya dejado su vehículo
estacionado en el hombrillo y alguien lo impacte con otro automóvil. En
ese caso, no habría circulación para el momento del siniestro, pero se
causó el accidente con motivo de la circulación del vehículo, por cuanto
su guardián lo habría colocado en las vía de uso público y allí se encontraba
para ese momento.
Actuaciones administrativas de tránsito. Su importancia en la
determinación del daño. Al suscitarse un accidente en el cual emerjan
daños materiales, se hace necesaria y obligatoria la presencia de la
autoridad administrativa de tránsito que realizará las actuaciones
previstas en el Artículo 138 del Decreto con Fuerza de Ley de Tránsito y
transporte Terrestre, y como consecuencia de la misma se produce un
medio probatorio de primera importancia, cual es la actuación de las
autoridades administrativas del tránsito; específicamente a lo que se
conoce como “levantamiento del accidente”. El documento que emana
de tales autoridades, conformado por el pre-croquis, el croquis,
declaraciones de conductores y funcionarios, así como el avalúo que se
realiza posteriormente, tiene una enorme importancia desde el punto de

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vista probatorio, y de ese modo influir en la determinación el daño alegado


por la víctima.
Se le ha calificado por la doctrina nacional y la jurisprudencia
como un “documento público administrativo” (12). Éste surge cuando el
funcionario público dentro de sus funciones competenciales, y obrando
como tal, deja constancia de un hecho que ha efectuado, presenciado o
practicado como perito. Se afirma que por su procedencia y efectos se ha
constituido en un instrumento que se encuentra a medio camino entre los
documentos públicos y los privados. Semeja al público en razón de la fe
que merece el dicho del funcionario público, pero se distancia de aquél
por cuando puede ser contradicho con cualquier medio de prueba; el
instrumento público sólo puede ser impugnado por la vía de la tacha de
falsedad, en cambio este tipo de documento admite cualquier probanza
que le contraríe. Su semejanza con el privado deriva precisamente de su
no preeminencia frente a los otros medios probatorios y la posibilidad de
su afectación con cualquier otro tipo de probanza.
Con fundamento a este documento público administrativo el juez
tiene un medio probatorio capaz de llevar a su convicción todos los
elementos para sentenciar la causa, e incluso para decretar medidas
cautelares. Su misma importancia y fuerza en el ámbito probatorio obliga
al litigante a observarle con sumo cuidado. El actor deberá prohijarle o
impugnarle en su libelo de demanda; de no hacerlo no podría contradecirle
en la etapa probatoria en cuanto a los elementos de convicción que surjan
del instrumento; ello en razón del principio de la suficiencia el libelo.
A su vez el accionado deberá en su escrito de contestación utilizarle
como bastión de su defensa o, por el contrario, atacarle para demostrar
luego la inexactitud o falsedad de lo señalado por el funcionario público.
De no hacerlo en esa oportunidad puede quedar afectado negativamente
por el documento en análisis.
Distintas responsabilidades derivadas de la ocurrencia de un accidente
de tránsito. La ocurrencia de un accidente de tránsito –cuando ha tenido
consecuencias dañosas – hace que surjan en forma inmediata dos clases
de responsabilidades, a saber, la responsabilidad administrativa
conforme a lo pautado en el artículo 136 del Decreto con Fuerza de Ley de
Tránsito y Transporte Terrestre, y, la responsabilidad civil con fundamento
a lo establecido en el artículo 150 eiusdem.
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La responsabilidad administrativa es aquella que se origina por la


trasgresión de las normas sustantivas sobre el desplazamiento de peatones
y vehículos, o en la condición de propietario, conductor o garante de
estos. Tal conducta antijurídica –que ha de ser planteada en sede
administrativa y en segundo grado puede ser controlada tal actividad
por la rama jurisdiccional- se diferencia de la civil por cuanto no requiere
para su concreción que se haya causado un daño. Quien maneja en sentido
contrario al flechado o pasa la intersección estando la luz del semáforo en
rojo queda sujeto a una responsabilidad administrativa, por cuanto violó
la reglamentación sobre esta materia.
Su conducta pudiera originar un accidente y daños que harían
nacer la responsabilidad civil. He allí la diferencia entre estos dos tipos
de responsabilidades. La administrativa conlleva a una sanción de multa,
suspensión, revocación o anulación de licencia; lo cual eventualmente
sería objeto de control jurisdiccional a través de la jurisdicción contenciosa
administrativa. La civil implica el pago de los daños causados y su
verificación se producirá –salvo las fórmulas extrajudiciales- en sede
jurisdiccional.
En lo que respecta a la responsabilidad civil, incursionaríamos en
el ámbito de la jurisdicción civil y haríamos uso del procedimiento oral
previsto en los artículos 859 al 880, ambos inclusive, del Código del
Procedimiento Civil vigente.
A diferencia de los accidentes simples, en los accidentes con
personas lesionadas o muertas, se origina además de la administrativa y
civil una responsabilidad penal. Esta responsabilidad penal guarda
expresa relación con el contenido del Artículo 151 del Decreto con Fuerza
de Ley de Tránsito y Transporte Terrestre y pudiere estar encuadrada
dependiendo del caso en los artículos 411 ó 422 del Código Penal
Venezolano vigente.
De la Responsabilidad Civil Subjetiva a la Responsabilidad Civil
Objetiva en materia del derecho de tránsito. Escogida la materia de
tránsito como objeto de investigación, veamos como se han expresado
diversas teorías en el devenir de la historia de esta especial rama del
derecho, para justificar la obligación de indemnizar el daño causado.
Su tratamiento ha sufrido variaciones en cuanto a la postura que ha
adoptado el legislador venezolano en diversos momentos históricos. De
una visión que hacia prevalecer la tesis subjetiva de la responsabilidad,

65
Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

partiendo de la culpa como elemento determinante de ésta, hasta llegar a


la responsabilidad objetiva, que desdeña el elemento culpa, para colocar
el peso de la responsabilidad sobre la ocurrencia del daño y la
impretermitible obligación de su indemnización.
El profesor José Mélich-Orsini en su obra La responsabilidad Civil
por Hechos Ilícitos (13), analiza el cambio producido en la materia de Derecho
del Tránsito y afirma:
“La ley de 1960 entiende también sustraer la materia de la responsabilidad
civil de accidentes de tránsito al dominio de las normas generales del
Código Civil. Al proceder así el legislador de 1960 ha querido asegurar
con la mayor energía el buen éxito de la acción de la víctima, hasta el
punto de que aún el caso fortuito o la fuerza mayor han quedado excluidos
de las causales de exoneración que la víctima puede invocar. ¿Se ha querido
quizás consagrar un sistema de responsabilidad objetiva? (Cuarta Parte:
IV-2-A). Tal parece haber sido la intención de los redactores de la ley pero
es evidente que ella muestra todavía muchos rasgos que hacen
cuestionable tal afirmación…”
En este camino se ha visto la necesidad de la flexibilización de las
dos teorías esbozadas, para comprender que en algunos aspectos ambas
se necesitan, para permitir explicar algunos fenómenos de la vida real
que no tendrían solución sin recurrir a la combinación de ambas tesis; así
ocurre cuando se utiliza la presunción de responsabilidad por
determinadas conductas, que son sin duda culposas, o cuando se establece
la compensación de las culpas de los conductores. En estos casos no hay
otra explicación, la complejidad de la vida social y del modo como ocurren
los accidentes de tránsito obligan a morigerar el acogimiento de cualquiera
las dos teorías.
El profesor Gert Kummerow en su obra La Obligación de Indemnizar
Normada en la Ley de Tránsito Terrestre Venezolana (14), analiza esta
confrontación con las siguientes palabras:
“Describir el itinerario del fundamento de la obligación de indemnizar
en la esfera extracontractual, es tarea que cuenta con ciertos incentivos
alucinantes. Podría imaginarse, en efecto, que la dilatada ruta de la
denominada `responsabilidad subjetiva´ a la `responsabilidad
objetiva´ es la concatenación de un cierto número de etapas
herméticamente delineadas en función del tiempo y de las
determinantes históricas y que, paralelamente, en un sistema jurídico

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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

ortodoxo, la elección de una de esas alternativas conlleva el rechazo –


de plano- de cualquier vestigio de la otra. Quizás esta errónea perspectiva
condujo a muchos partidarios (no confesos) de la doctrina tradicional a
indagar a priori la presencia de cualquier norma, dentro de la ley especial,
que les autorizara para que sostener que, en el fondo de toda la
construcción, subyacían los elementos típicos de la responsabilidad
subjetiva” (Negrillas nuestras)
En correspondencia con esta afirmación reproducimos la opinión
de la Profesora Magaly Carnevali de Camacho, contenida en su obra
“Responsabilidad Civil por Accidentes de Tránsito” (15), en los siguientes
términos:
“Es indudable que la solución al problema de responsabilidad civil no se
agota en lo expuesto anteriormente, pues aún en torno al concepto que
nos ocupa, surgen profundas diferencias que llevan a un debate de fondo,
ya que lo que está en juego es el fundamento mismo de la responsabilidad
civil o sea, la razón por la cual se responde. Podemos afirmar en lo que
respecta a este punto, se han dividido los pareceres: hay quienes
sostienen que su fundamento está en la culpa, lo que exige, en principio,
que haya mediado una conducta reprochable por parte del autor
material del daño para condenarlo a la reparación. Es esta teoría de la
responsabilidad subjetiva. Otros por el contrario, sin tomar en cuenta la
existencia de la culpa, afirman que es suficiente el daño exista, o sea,
consideran que la responsabilidad es objetiva. Surge así en la doctrina,
la teoría del riesgo, de la que hablaremos más adelante. “(Negrillas
nuestras)
Veamos en particular estas posturas explicativas de la
responsabilidad derivada del accidente de tránsito.
Teoría subjetiva. A partir del 1º de Junio del año 1915, con la entrada en
vigencia del Reglamento de Tráfico en las Carreteras en la República (Gaceta
Oficial Nro.12.549, año 43, mes 8), hasta el año 1960 en nuestro país se
acogía como criterio para indemnizar a las víctimas de un accidente de
tránsito la teoría de la responsabilidad subjetiva o fundamentada en la
culpa. Esta tesis plantea que únicamente deben ser resarcidos los daños
ocasionados por el agente cuando éste actúe de manera culposa, es decir,
obre con negligencia, imprudencia, impericia o inobservancia de la ley. Al
inscribirse en la teoría de la responsabilidad subjetiva la víctima
(demandante) deberá probar la existencia de una conducta culposa, a
67
El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

ésta la califica el artículo 1.185 del Código Civil como una conducta
intencional, imprudente, negligente o de inobservancia de reglamentos,
la cual produce un daño. En consecuencia, la víctima estaba obligada a
probar esos extremos. El artículo 1.185 del Código Civil indica:
“El que con intención, o por negligencia, o por imprudencia ha causado
un daño a otro, está obligado a repararlo...“
Sobre la estructura de esta tesis se construyó –fundamentalmente-
la responsabilidad civil extracontractual. La influencia del código
napoleónico por el mundo occidental significó que esta postura, recogida
y prohijada en ese cuerpo primigenio de la codificación, tuviese una
aceptación ecuménica.
Teoría objetiva. En nuestro país, desde el año 1960, la responsabilidad
civil derivada de accidente de tránsito está fundamentada sobre la teoría
de la responsabilidad objetiva, según la cual el responsable civil debe
indemnizar prescindiendo de su conducta. Poco importa a la ley si aquél
se comportó como un bonus pater familiae, y obró con prudencia, diligencia
y apego a las leyes y reglamentos; lo concreto es que al haber causado un
daño debe indemnizarlo. Se expresa en la idea “…a daño causado, daño
indemnizado…”.
Esta teoría sobre la responsabilidad civil en el derecho de tránsito
tiene su antecedente en el derecho civil común, en lo relativo a la
responsabilidad del guardián de la cosa inanimada. Así prevé el artículo
1.193 del código sustantivo común:
“Toda persona es responsable del daño causado por las cosas que tiene
bajo su guarda, a menos que pruebe que el daño ha sido ocasionado por
falta de la víctima, por el hecho de un tercero, o por el caso fortuito o
fuerza mayor”...
Expresa la norma sustantiva que quien tiene una cosa inanimada
bajo su guarda responde por el daño ocasionado por la misma. En la
materia que nos ocupa el legislador ha mutado las palabras “cosas” por
“vehículo” y “guardián” por “conductor, propietario o garante”.
En la tesis objetiva como consecuencia del accidente de tránsito,
por el simple hecho de la concreción del daño material a la víctima, emerge
–ipso iure- la responsabilidad de resarcir. Debemos sumar a este hecho
como condición de procedibilidad de pretensión de la víctima que exista

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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

una relación entre el accidente y el daño ocasionado para que la persona


causante del mismo esté obligada a repararlo.
El profesor Enrique Urdaneta Fontiveros analizando el sistema
resarcitorio de los daños, y el mayor acogimiento de la teoría objetiva, nos
hace estas conclusiones (16):
“A finales del siglo XIX la aparición y proliferación de nuevas formas de
daño como consecuencia de la revolución industrial, pusieron de relieve
las insuficiencias de un sistema de responsabilidad civil basado
exclusivamente en la culpa, lo que condujo a la consagración de supuestos
de responsabilidad objetiva o sin culpa. Esto permitió, sin desplazar a la
culpa como eje del sistema, ampliar el campo de la responsabilidad civil
y adaptar el Derecho a la transformación de las necesidades económicas
y sociales. En nuestros días la situación se repite en una dimensión mayor.
Ante el surgimiento y la multiplicación de nuevos daños que, paradójica
e inevitablemente trae consigo el progreso tecnológico, se hace necesario
una reformulación y adaptación del sistema de la responsabilidad civil
cuyo objetivo principal debe ser la protección de la víctima para colocar al
Derecho de daños a la altura de las nuevas exigencias y para que se
satisfaga un principio básico y elemental de las ciencias sociales: nuevos
hechos, nuevo derecho”
Al acogerse la tesis objetiva en nuestro país se está recogiendo la
idea según la cual el responsable el daño ha de indemnizar con absoluta
prescindencia de su conducta. Poca importa que haya sido prudente,
diligente, respetuoso del sistema legal, será suficiente el haber causado
un daño en un accidente de tránsito para que deba indemnizar. No podría
alegra como defensa su conducta conforme a derecho; no le importa al
sistema jurídico su proceder, sino el resultado del mismo.
Podemos concluir que la víctima deberá probar: a) la ocurrencia
del accidente, b) que éste produjo daños; más no tendrá como carga probar
la conducta culposa del victimario (demandado).
Desde la óptica procesal, cuando se acoge el criterio objetivo, se
libera a la víctima de la carga probatoria que tendría en caso de que se
adoptara la teoría de la responsabilidad subjetiva, en cuyo caso debería
probarse la existencia de intención, negligencia, impericia o violación al
sistema legal.
Imposibilidad real de la aplicación absoluta de la teoría objetiva en el
accidente de tránsito. Ahora, si bien es cierto que en Venezuela desde el

69
El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

año 1960 se ha acogido -mayormente- la teoría de la responsabilidad


objetiva, no lo es menos que cuando revisamos el contenido del cuerpo
legal en análisis percibimos que el legislador debe, en algunos casos,
utilizar la teoría de la responsabilidad subjetiva –fundamentada en la
culpa -, y ese cambio es justificable porque muchas veces la complejidad
de los hechos de la vida real no se pueden subsumir en la aplicación a
rajatabla de la teoría de la responsabilidad objetiva.
Entonces, la aplicación del principio de la responsabilidad objetiva
debe entenderse como base fundamental pero no exclusiva. En algunos
casos el legislador obligado por circunstancias fácticas recurre a la
responsabilidad subjetiva o culposa en razón de la primacía de la realidad
sobre las formas jurídicas. Así ocurre cuando la ley establece presunciones
de responsabilidad en caso de colisión de vehículos (artículo 127, in fine,
de la ley especial de tránsito) o como sanción para el conductor que
conduzca bajo efectos de bebidas alcohólicas, sustancias estupefacientes
o psicotrópicas o lo haga a exceso de velocidad, se presume en él la
responsabilidad del accidente (artículo 129 eiusdem)
El profesor Gert Kummerow (17) analiza el concepto de la
responsabilidad objetiva, afirmando:
“La expresión `responsabilidad objetiva´ depurada de toda interferencia
de la `presunción de responsabilidad´ es empleada en dos sentidos. Una
primera dirección (responsabilidad objetiva en sentido restringido), hace
coincidir el calificativo con la obligación de reparar basada en la simple
relación entre el hecho-causa y el hecho-consecuencia. Sobre esta faceta
de la `responsabilidad objetiva´ incide una porción dominante de los
comentarios que presagian la amenaza de una regresión en la conciencia
jurídica de los pueblos, o la consagración de una inicua aplicación
mecánica de la responsabilidad capaz de comprometer a un sujeto aun
cuando haya sido víctima del caso fortuito, o –cuando menos- una forzada
pretensión de personificar los patrimonios mediante el aserto de que el
responsable no es el inculpado sino su patrimonio, ficción que resulta
repugnante a la ciencia del Derecho. En la orilla opuesta
(responsabilidad objetiva en sentido amplio), la frase designa la
contrapartida de la obligación de resarcir basada en la idea de la culpa:
el daño implica un hecho lesivo, más no resultante de la violación de
un deber primario (comportarse en forma prudente y diligente en todos
los actos de la vida civil). Por esta pendiente ha querido llegarse,

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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

mediante la intervención de la `responsabilidad objetiva´, a una


traducción técnica de la teoría del riesgo”.
Sujetos responsables del daño. Este acogimiento de doctrina lo
observamos en el Decreto con Fuerza de Ley de Tránsito y Transporte
Terrestre cuando en su artículo 127 señala como responsables al
propietario, conductor o garante y en circunstancias especiales a las
empresas arrendadoras de vehículos. Así la norma en comentario expresa:
“Artículo 127. El conductor, el propietario del vehículo y su empresa
aseguradora, están solidariamente obligados a reparar todo daño que
se cause, con motivo de la circulación del vehículo, a menos que se pruebe
que el daño proviene del hecho de la víctima, o de un tercero que haga
inevitable el daño; o que el accidente hubiese sido imprevisible para el
conductor. Cuando el hecho de la víctima o del tercero haya contribuido
a causar el daño, se aplicará lo establecido en el Código Civil. En caso de
colisión entre vehículos, se presume, salvo prueba en contrario, que los
conductores tienen igual responsabilidad por lo daños causados”
(Negrillas nuestras)
Definición jurídica de Conductor, Propietario y Garante. Desde el punto
de vista legal conseguimos definiciones sobre este trípode responsable el
accidente de tránsito. Así el artículo 151 del Reglamento de la Ley de
Tránsito Terrestre nos indica que entiende el sistema jurídico por
conductor, utilizando en tal sentido como elemento primario el control
físico sobre la cosa. A su vez el artículo 48 de la vigente Ley de tránsito y
Transporte terrestre define que se ha de entender por propietario,
recurriendo al sistema tabular, es decir lo escrito en el Registro Nacional
de vehículos y Conductores (tabula). Finalmente la Ley de Empresas de
Seguros y Reaseguros en sus artículos 1, 2, 47, 48 y 49, así como el artículo
7 de la ley del Contrato de Seguro nos permiten precisar qué entiende el
sistema jurídico por garante, partiendo del conocimiento de quiénes están
autorizados por el Estado para realizar la actividad aseguradora y cómo
aquél les sujeta a determinadas y claras reglas de control sobre su
actividad. En tal sentido las normas citadas establecen:
“Artículo 151: A los efectos de este Reglamento se entiende por
conductor, toda persona que conduce, maneja o tiene control físico de
un vehículo de motor en la vía pública; que controla o maneja un
vehículo remolcado por otro o que dirige, maniobra o está a cargo del

71
El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

manejo directo de cualquier otro vehículo. Los conductores tienen la


responsabilidad, en todo momento, de controlar sus vehículos o animales.
Al aproximarse a otros usuarios de la vía deberán adoptar las
precauciones necesarias para la seguridad de los mismos, especialmente
cuando se trate de niños, ancianos, invidentes u otras personas
manifiestamente impedidas” (Negrillas nuestras)
“Artículo 48. Se considera propietario quien figure en el Registro Nacional
de Vehículos y Conductores como adquirente, aun cuando lo haya
adquirido con reserva de dominio” (Negrillas nuestras)
“Artículo 1. El presente Decreto Ley regula la actividad aseguradora,
reaseguradora, de producción de seguros, de reaseguros y demás
actividades conexas. A los fines de este Decreto Ley, se entiende por
actividad aseguradora, aquella mediante la cual existe la obligación de
prestar un servicio o el pago de una cantidad de dinero, en caso de que
ocurra un acontecimiento futuro e incierto y que no dependa
exclusivamente de la voluntad del beneficiario, a cambio de una
contraprestación en dinero…omissis…” (Negrillas nuestras)
“Artículo 2. Sólo las personas regidas por este Decreto Ley podrán utilizar
en su denominación las palabras seguros y reaseguros. En todo caso los
entes controlados deberán tener una denominación social que especifique
claramente su naturaleza jurídica. Los productores de seguros y de
reaseguros, peritos avaluadores, ajustadores de pérdidas e inspectores
de riesgo, en toda su documentación y publicidad deberán indicar su
carácter sin usar abreviaturas”
“Artículo 47. Las operaciones de seguros y de reaseguros únicamente
pueden ser realizadas por las empresas de seguros y las de reaseguros
autorizados por la ley. Las autorizaciones para constituirse y funcionar
como empresa de seguros serán, por su propia naturaleza, intransmisibles.
Sólo se otorgarán autorizaciones para operar exclusivamente en el ramo
de seguros de vida o en uno o más ramos de seguros generales, a partir de
la entrada en vigencia de este Decreto Ley. En consecuencia no se otorgarán
nuevas autorizaciones para operar conjuntamente en seguros de vida y
seguros generales. A los efectos de este Decreto Ley los seguros de
hospitalización, cirugía y maternidad y de accidentes personales se
consideran seguros generales”
“Artículo 48. Las empresas de seguros podrán realizar operaciones de
reaseguros en aquellos ramos en los cuales estén autorizadas para realizar
72
Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

operaciones de seguros. Las empresas de reaseguros no podrán realizar


operaciones de seguros”
Artículo 49. Son condiciones indispensables para obtener y mantener la
autorización para operar como empresa de seguros:
1. Adoptar la forma de sociedad anónima.
2. Tener un capital mínimo de:
a. El equivalente a cien mil unidades tributarias (100.001 U.T.) si operan
en seguros generales o seguros de vida.
b. El equivalente a doscientas mil unidades tributaria (200.000 U.T.) si
han sido autorizadas para operar en seguros generales y seguros de vida
simultáneamente antes de la entrada en vigencia de este Decreto Ley, los
fines de mantener dicha autorización.
Dicho capital mínimo deberá ser ajustado cada dos (2) años, antes
del 31 de marzo del año que corresponda, con base en la unidad tributaria
existente al cierre del año inmediatamente anterior a aquél en que debe
realizarse e ajuste.
3. Tener como objeto exclusivo la realización de operaciones permitidas
por este Decreto Ley para dichas empresas. A tales fines la
Superintendencia de Seguros dictará las normas para determinar los
parámetros por los cuales se verificará el cumplimiento de este requisito.
4. Tener una junta directiva, que tendrá a su cargo la administración de la
empresa, compuesta por lo menos de cinco (5) miembros,…omissis ”
“Artículo 7°. Son partes del contrato de seguro:
1. La empresa de seguros o asegurador, es decir, la persona que asume
los riesgos. Sólo las empresas de seguros autorizadas de acuerdo con la
ley que rige la materia pueden actuar como asegurador.
2. El tomador, o sea, la persona que obrando por cuenta propia o ajena,
traslada los riesgos” (Negrillas nuestras)
Definición jurisprudencial de propietario. A diferencia de los conceptos
de conductor y garante, cuya comprensión es generalmente compartida
por los usuarios del derecho, ello no ocurre con la idea de propietario.
En efecto, la actual imposibilidad material de producir
administrativamente los cambios en el registro de propietarios con

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El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

eficiencia y prontitud ha generado un caos dominial en torno a los


llamados traspasos de vehículos. Podría afirmarse, sin duda, –pero como
una exageración pedagógica- que la mayoría de los propietarios reales de
los vehículos que circulan por el país no están registrados en la oficina
administrativa competente como tales titulares del dominio real.
Así los compradores adquieren mediante documento autenticado
por ante una Notaría Pública, pero el traspaso por ante el Ministerio
competente (hoy día el de Infraestructura) no se realiza por estar
paralizadas las actividades relativas a esta materia, desde hace muchos
años. Ello ha obligado a los órganos jurisdiccionales a morigerar la
redacción del artículo 48 de la ley especial de tránsito. En tal sentido se ha
distinguido que esta norma es aplicable en el aspecto administrativo,
más no en el de la responsabilidad civil.
En ese sentido una primera sentencia emanada de la Sala de
Casación Civil, Mercantil y del Trabajo de la antigua Corte Suprema de
Justicia se produjo el 25 de enero de 1977, caso Quintero contra Galligari;
con igual criterio se pronunció el 22 de febrero de 1979 la Sala de Casación
Civil del máximo tribunal, caso Chávez contra Autocamiones Anaco.
Finalmente esta Sala en fecha 22 de octubre de 1980 reiteró el criterio
expresado. A título de ejemplo veamos la sentencia primigenia, la del año
1977 cuando expresa:
“…omissis… Afirma el recurrente que conforme al artículo 4º de la Ley del
Tránsito Terrestre, ‘se considerará como propietario e un vehículo a quien
figure en el registro de Vehículos como adquiriente’. Ello es cierto, pero
también lo es que ese carácter de propietario que se deriva del hecho de
aparecer inscrito en el citado Registro es ‘a los fines de la Ley de Tránsito
Terrestre’, como el mismo artículo 4º lo establece, sin que tal cosa signifique
que en materia de vehículos fueron derogadas las disposiciones legales
del Código Civil acerca de la manera de adquirir y transmitir la propiedad
de los bienes a otros efectos distintos a los previstos en la citada Ley
Especial. Esto se pone de manifiesto si se observa que el referido artículo
4º no dice que “es propietario”, sino que “se considera como propietario”,
agregando que esta presunción es aún cuando se haya adquirido el
vehículo con reserva de dominio”. Así por ejemplo, por lo que respecta a
infracciones de normas de tránsito, efectos fiscales, multas, etc., el
propietario del vehículo será el que aparezca en el Registro de Vehículos
de la autoridad de tránsito correspondiente, pero para otros efectos y el
74
Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

ejercicio de determinación de derechos, como sería el poder intentar


una acción de daños y perjuicios que es eminentemente civil, causados
a un vehículo, es indudable que propietario del mismo será el que
acredite esa propiedad por los medios previstos en el Código Civil, amén
las pruebas que puedan derivarse del citado Registro. El propio artículo
100 del Reglamento de la Ley de Tránsito así lo evidencia, al disponer que
“Las Inspectorías de Tránsito no tramitaran el registro de un vehículo sin
la consignación previa del documento que acredite la adquisición original
del mismo”; agregando que ‘ese documento podrá ser: 1) el documento de
importación y planilla de los derechos correspondientes, si fuere el caso;
2) certificado de fábrica, si es fabricado o ensamblado en el país; 3) factura
proveniente de una agencia distribuidora de vehículos donde conste la
adquisición del mismo y 4) cualquier otro documento que en forma
fehaciente e indubitable demuestre la adquisición original del vehículo’,
exigiéndose que este documento sea debidamente autenticado.
Correctamente la recurrida establece que si bien tal inscripción en el
Registro de Vehículos tienen Valor acreditativo de la propiedad, por
tratarse de bienes muebles el dominio también puede acreditarse por otros
medios, pues la Ley de Tránsito Terrestre no deroga las Reglas del Código
civil, en materia de propiedad inmobiliaria” (Negrillas nuestras).
El profesor José Mélich-Orsini, en la obra antes citada, hace
referencia aun fallo de la Sala constitucional de fecha 19 de noviembre de
2002, caso Israel Eduardo López, cuando bajo ponencia del magistrado
Antonio García García, afirmó:
“Acerca de cómo demostrar la titularidad del derecho de propiedad sobre
vehículos automotores, ha tenido esta Sala oportunidad de pronunciarse
en sentencia Nº 1197 del 6 de julio de 2001 (caso Carlos E. Leiva Arias) y
posteriormente en sentencia Nº 1544 del 13 de agosto del mismo año, en
las cuales dispuso:
“...todo régimen de publicidad registral en principio, es inaplicable a los
bienes muebles corporales, en virtud de que la posesión de buena fe vale
título, pero sin embargo, el legislador ha previsto en algunos casos que
determinados bienes muebles deban cumplir con ese régimen de
publicidad, dada la ´...necesidad de dotar de certeza ciertos negocios
jurídicos y de hacer posible a los terceros el conocimiento del contenido
de esos negocios, en particular aquellos que condicionan la transferencia
del dominio y la constitución de garantías y derechos reales limitados,
ha alimentado la tendencia, en los ordenamientos jurídicos actuales, de

75
El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

hacer extensible a ciertos bienes muebles los sistemas de publicidad


registral, reservados en las legislaciones tradicionales a los bienes
inmuebles...´. (Gert Kummerow, ‘Compendio de Bienes y Derechos Reales’,
1992, Paredes Editores, pág. 67).
Entre esos bienes muebles corporales sujetos al régimen de
publicidad registral, encontramos a los vehículos automotores. Por ello,
la Ley de Tránsito Terrestre, establece lo siguiente:
Artículo 11. A los fines de esta Ley, se considerará como propietario a
quien figure en el Registro Nacional de Vehículos como adquirente, aún
cuando haya adquirido con reserva de dominio.´ (subrayado de la Sala).
Artículo 9. El Registro Nacional de Vehículos será público, con las
limitaciones que establece esta Ley y su Reglamento. Los actos inscritos
en él, tendrán efectos a terceros...omissis...´ (subrayado de la Sala).
Igualmente, el artículo 78 del Reglamento de la Ley de Tránsito
Terrestre establece:
Articulo 78. El Registro Nacional de Vehículos será público y en él se
incluirán el conjunto de datos relativos a la propiedad, características y
situación jurídica de los vehículos, así como todo acto o contrato, decisión
o providencia judicial, administrativa o arbitral que implique constitución,
declaración, aclaración, adjudicación, modificación, limitación, gravamen,
medida cautelar, traslación o extinción de la propiedad, dominio u otro
hecho real principal o accesorio sobre los vehículos, para que surtan efectos
ante las autoridades y ante terceros´ (subrayado de la Sala).
De los artículos precedentemente citados, se observa que el
legislador considera a un ciudadano propietario de un vehículo, frente a
las autoridades y ante terceros, cuando aparezca como titular de ese
derecho real en el Registro Nacional de Vehículos (Subrayado de ese
fallo)”.
Por lo que, en armonía con el criterio supra trascrito, esta Sala estima
que resulta conforme a derecho el análisis efectuados por el a - quo, al
establecer que “... [e]s acertada la decisión impugnada a través del recurso de
amparo constitucional, el cual sucumbe al haber demostrado el ciudadano
Eduardo Lucio Ledesma Vía, el derecho de propiedad del vehículo identificado
ut supra y así se resuelve.”, y la posterior declaratoria sin lugar de la
acción propuesta”

76
Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

Ahora bien, esta sentencia toma como referencia o antecedente el


fallo dictado por la Sala Constitucional, el día 6 de julio de 2001, bajo
ponencia del mismo magistrado, caso Carlos Enrique Leiva Arias, cuando
afirmó (18):
“Ahora bien, esta Sala observa que el suprimido Tribunal Trigésimo
Primero de Primera Instancia en lo Penal, mediante auto del 12 de
noviembre de 1998, hizo entrega del vehículo en cuestión al ciudadano
JOSÉ ANTONIO DIRITA BENCOMO, bien mueble que le había sido
vendido por el ciudadano JOSÉ FLORENCIO RODRÍGUEZ, según
consta de documento autenticado, quien a su vez lo había comprado al
ciudadano JUAN ANTONIO TOUZA PAVÓN, igualmente a través de
documento autenticado. También se advierte, que el accionante,
ciudadano CARLOS ENRIQUE LEIVA ARIAS adquirió el vehículo del
mismo ciudadano JUAN ANTONIO TOUZA PAVÓN, mediante
documento de compra-venta autenticado.
De lo expuesto se desprende que dada la incertidumbre en cuanto
a la titularidad del derecho de propiedad del vehículo, derivada del elenco
de sucesivas ventas que se verificaron, no podía el referido Tribunal, hacer
entrega del vehículo, sin que se aclarase quién era realmente su propietario,
ya que tanto el quejoso como la persona a quien se le entregó el vehículo,
a pesar de poseer sendos documentos autenticados que los acreditaban
como compradores, no demostraron la propiedad por medio del título
idóneo, otorgado por el organismo público encargado del Registro
Nacional de Vehículos, denominado Servicio Autónomo de Transporte y
Tránsito Terrestre (S.E.T.R.A.), el cual está adscrito al Ministerio de
Infraestructura.
Al respecto, es conveniente señalar que todo régimen de publicidad
registral en principio, es inaplicable a los bienes muebles corporales, en
virtud de que la posesión de buena fe vale título, pero sin embargo, el
legislador ha previsto en algunos casos que determinados bienes muebles
deban cumplir con ese régimen de publicidad, dada la “...necesidad de
dotar de certeza ciertos negocios jurídicos y de hacer posible a los terceros el
conocimiento del contenido de esos negocios, en particular aquellos que
condicionan la transferencia del dominio y la constitución de garantías y derechos
reales limitados, ha alimentado la tendencia, en los ordenamientos jurídicos
actuales, de hacer extensible a ciertos bienes muebles los sistemas de publicidad
registral, reservados en las legislaciones tradicionales a los bienes inmuebles...”.

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El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

(Gert Kummerow, “Compendio de Bienes y Derechos Reales”, 1992,


Paredes Editores, pág. 67).
Entre esos bienes muebles corporales sujetos al régimen de
publicidad registral, encontramos a los vehículos automotores. Por ello,
la Ley de Tránsito Terrestre, establece lo siguiente:
“Artículo 11. A los fines de esta Ley, se considerará como propietario a
quien figure en el Registro Nacional de Vehículos como adquirente, aún
cuando haya adquirido con reserva de dominio.” (subrayado de la Sala).
“Artículo 9. El Registro Nacional de Vehículos será público, con las
limitaciones que establece esta Ley y su Reglamento. Los actos inscritos
en él, tendrán efectos a terceros...omissis...” (subrayado de la Sala).
Igualmente, el artículo 78 del Reglamento de la Ley de Tránsito Terrestre
establece:
“Artículo 78. El Registro Nacional de Vehículos será público y en él se incluirán
el conjunto de datos relativos a la propiedad, características y situación jurídica
de los vehículos, así como todo acto o contrato, decisión o providencia judicial,
administrativa o arbitral que implique constitución, declaración, aclaración,
adjudicación, modificación, limitación, gravamen, medida cautelar, traslación o
extinción de la propiedad, dominio u otro hecho real principal o accesorio sobre
los vehículos, para que surtan efectos ante las autoridades y ante terceros”
(subrayado de la Sala).
De los artículos precedentemente citados, se observa que el
legislador considera a un ciudadano propietario de un vehículo, frente a
las autoridades y ante terceros, cuando aparezca como titular de ese
derecho real en el Registro Nacional de Vehículos.
Por consiguiente, al imperar en el presente caso, la duda sobre la
titularidad de la propiedad del vehículo que fue entregado, y al existir
dos documentos de compra venta autenticados sobre el mismo bien,
esta Sala considera que la entrega del vehículo realizada por el tribunal
de primera instancia, al ciudadano JOSÉ ANTONIO DIRITA
BENCOMO, no resultaba ajustada a derecho, como lo consideró el
Tribunal a quo, por lo que el amparo debía prosperar en razón de que se
debía esclarecer indefectiblemente quién era la persona que ostentaba
efectivamente su propiedad, es decir, verificándose quién la poseía
según el Registro Nacional de Vehículos. (Negrillas nuestras)

78
Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

Como se observa el juzgador en ambos casos ha optado por declarar


que el bien será propiedad de aquél que resulte ser titular del dominio
sobre la cosa mueble (vehículo) por aparecer como tal ante el registro
público que lleva el Estado.
Ahora bien, esta solución no es la aplicable al caso de la
responsabilidad civil, que sí lo es en el ámbito penal, para efectos de
determinación de la propiedad cuando se discute sobre la entrega del
bien a diversas personas; más ello no es de igual naturaleza cuando se
discute la materia de daños, por cuanto como afirma la jurisprudencia
trascrita antes de las comentadas por el profesor Mélich:
“Así por ejemplo, por lo que respecta a infracciones de normas de tránsito,
efectos fiscales, multas, etc., el propietario del vehículo será el que aparezca
en el Registro de Vehículos de la autoridad de tránsito correspondiente,
pero para otros efectos y el ejercicio de determinación de derechos,
como sería el poder intentar una acción de daños y perjuicios que es
eminentemente civil, causados a un vehículo, es indudable que
propietario del mismo será el que acredite esa propiedad por los medios
previstos en el Código Civil, amén las pruebas que puedan derivarse
del citado Registro.
Especificidad de la responsabilidad civil del propietario, conductor y
garante. Como hemos analizado previamente nuestra legislación
tradicionalmente ha establecido como responsables por los daños
ocasionados en el accidente de tránsito a tres personajes, a saber, el
conductor del vehículo, el propietario de éste y al garante que ha
contratado una póliza de responsabilidad civil frente a terceros con el
propietario. Ellos constituyen un litis consorcio pasivo facultativo.
Se ha establecido, en doctrina y en la jurisprudencia, que la
responsabilidad del conductor obedece a un hecho propio, y siempre la
legislación le ha hecho responsable por todos los daños materiales y
morales ocasionados.
La responsabilidad del garante deviene de una relación contractual
con el propietario y lo corresponde en los mismos términos que éste, salvo
que su obligación está limitada en lo económico por el monto de la suma
asegurada; éste es su límite y hasta allí acompaña al propietario en el
cumplimiento de la obligación.
El propietario era responsable por un hecho ajeno y respondía
sólo por los daños materiales no así por los morales.
79
El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

En cuanto a la responsabilidad por hecho ajeno nuestra


jurisprudencia patria ha delineado algunos conceptos básicos, tales como
lo refleja la sentencia del 4 de octubre de 2006, emanada de la Sala Político
Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia, bajo ponencia del
magistrado Levis Ignacio Zerpa, caso Pedro Pablo Morantes contra C. A.
Electricidad de los Andes (CADELA) (19) cuando expresó:
“Ahora bien, visto que lo que se pretende imputar a CADELA en el presente
caso, es su responsabilidad como guardián de las instalaciones eléctricas
en las cuales se verificó el trágico evento, es preciso hacer unas breves
consideraciones al respecto.
Establece el artículo 1.193 del Código Civil que:
“Toda persona es responsable del daño causado por las cosas que tiene bajo su
guarda, a menos que pruebe que el daño ha sido ocasionado por falta de la víctima,
por el hecho de un tercero, o por caso fortuito o fuerza mayor. … (Omissis)”. El
dispositivo parcialmente trascrito contempla una de las formas bajo las
cuales se verifica la denominada responsabilidad especial (la cual puede
producirse por hecho ajeno o por cosas), en contraposición con la
responsabilidad por hecho propio; siendo ambas, clasificaciones
desarrolladas ampliamente por la doctrina, derivadas de la
responsabilidad civil delictual o por hecho ilícito.
Estas dos clasificaciones generales, a saber, la responsabilidad
especial (en sus dos versiones), y la ordinaria, presentan diferencias
marcadas que a la vez se erigen en sus características más notables.
Destacando como la principal de ellas el hecho de que mientras en la
responsabilidad ordinaria el civilmente responsable es quien causó el
daño; en la especial, lo es un tercero por el ilícito causado por una persona
o una cosa con las cuales tiene un especial vínculo, en virtud de
encontrarse bajo su dirección, guarda, control o vigilancia.
En segundo lugar, es preciso señalar que la culpa del agente
causante del daño ha de ser demostrada en el supuesto de la
responsabilidad ordinaria, en tanto que la culpa del civilmente
responsable se presume en la segunda de estas categorías, siendo esta
presunción de carácter absoluto en algunas situaciones (tratándose del
dueño o principal, o el guardián de la cosa), y juris tantum (cuando lo que
se analiza es la culpa de los padres, tutores, preceptores o artesanos por
los daños cometidos por los menores que habiten con ellos, así como por
los alumnos y aprendices, según sea el caso).
80
Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

Es así que atendiendo al asunto objeto de controversia, el accionante


atribuye la responsabilidad de los daños sufridos el día 23 de agosto de
1997, a CADELA, por considerar que es dicha sociedad mercantil es el
guardián de las instalaciones y de los conductores de electricidad”
En cuanto al daño moral, de manera excepcional, la jurisprudencia
patria, con la Sala de Casación civil de la extinta Corte Suprema de Justicia
a la cabeza, y durante la vigencia de las leyes que van desde 1960 a 1996,
había creado dos circunstancias en las cuales el propietario se hacia
responsable del daño moral; tales eran, a) cuando se le demandaba en un
carácter distinto al de propietario y con ocasión de una relación de
primacía frente al conductor que le llevaba a asumir incluso el daño moral.
Tal era la postura del propietario cuando el conductor era su hijo menor
de edad o el pupilo que habitaba bajo su mismo techo o cuando permanecía
bajo su vigilancia, según el caso (artículo 1.190 Código Civil); o en su
condición de principal por el daño causado –como conductor del vehículo
dañoso- por el sirviente o dependiente (artículo 1.191 eiusdem); b)
Igualmente se sostenía que respondía el propietario por daño moral
cuando el daño se había ocasionado por falta de mantenimiento del
vehículo, ya que ésta es obligación del propietario del vehículo, y cuando
la causa eficiente del accidente era la falta de cumplimiento de esta
obligación se le hacia extensiva al propietario la responsabilidad por
daño moral (artículo 5, literal c y 12, literal c de la Ley de Tránsito Terrestre
de los años 1986 y 1996 respectivamente), por cuanto se estaba en
presencia de un hecho propio del propietario.
Así pues sólo respondía el propietario por daño moral de manera
excepcional, según había ido perfilando la doctrina y la jurisprudencia
nacional (20)
La modificación se produce cuando, en la ley vigente, se omite una
palabra en el artículo que establece la responsabilidad civil. Veamos que
el artículo 54 de la ley de 1996 -reiterativa de las existentes desde 1960
hasta esta última- preveía:
“Artículo 54.- El conductor, el propietario del vehículo y su empresa
aseguradora están solidariamente obligados a reparar todo daño material
que se cause con motivo de la circulación del vehículo,…” (Negrillas
nuestras)
La ley de 2001 cuando establece la responsabilidad civil, derivada
del hecho ilícito vehicular, en su artículo 127 establece:

81
El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

“Artículo 127. El conductor, el propietario del vehículo y su empresa


aseguradora, están solidariamente obligados a reparar todo daño que se
cause con motivo de la circulación del vehículo,…” (Negrillas nuestras)
Como se observa el cambio está en simplemente haber afirmado
que se respondía por todo daño causado, mientras la antigua legislación
decía todo daño material. Desde el punto de vista del lenguaje escrito el
cambio es minúsculo, desde la óptica jurídica es inmenso. Desde que la
Ley de Tránsito y Transporte Terrestre entró en vigencia el propietario
pasó a ser responsable del daño moral causado en el accidente de tránsito
sin ningún otro requisito que el de la ocurrencia del hecho ilícito, la
concreción del daño moral y que éste se haya originado con motivo de la
circulación del vehículo dañoso. Es este un cambio de concepción de
primera importancia para el análisis del aspecto sustantivo de la materia
que nos ocupa.
Sobre la materia del daño moral la Sala Político Administrativa del
Tribunal Supremo de justicia, bajo ponencia de la magistrada Evelyn
Marrero de Ortíz, caso Nieves Anaid Hernández Almérida contra
Electricidad de Occidente C. A. (Eleoccidente), en fecha 7 de diciembre de
2006, ha expresado (21):
“Daño Moral: Con relación a la pretensión de resarcimiento por el daño
moral sufrido por los accionantes derivados de la muerte de la ciudadana
Dennys Magdalena García Hernández, la Sala observa:
La parte in fine del artículo 1.196 del Código Civil establece que “El
Juez puede igualmente conceder una indemnización a los parientes, afines
o cónyuge, como reparación del dolor sufrido en caso de muerte de la víctima”
Ahora bien, consta en autos la muerte de la referida ciudadana en
las condiciones suficientemente descritas en este fallo, y por cuanto esta
Sala ha establecido que los daños morales por su naturaleza
esencialmente subjetiva no están sujetos a una comprobación material
directa, por no ser posible, se considera inoficioso entrar a analizar las
pruebas tendientes a comprobar el daño moral sufrido, cuya
indemnización ha sido demandada.
Sin embargo, existe para esta Sala la plena convicción de que el
dolor sufrido por el hijo y la madre de la víctima debe ser reparado, aun
reconociendo, como lo ha hecho en otros pronunciamientos, que el daño
moral no es susceptible de ser satisfecho mediante una suma de dinero,

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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

sin embargo, al no existir otro medio jurídico distinto sino la


indemnización patrimonial para hacerlo, acuerda otorgarla en la cantidad
de Cien Millones de Bolívares (Bs. 100.000.000,oo), correspondiéndole al
niño Jean Franco Ramírez García la cantidad de Setenta y Cinco Millones
de Bolívares (Bs. 75.000.000,00) y a la ciudadana Nieves Anaid Hernández
Almérida la cantidad de Veinticinco Millones de Bolívares (Bs.
25.000.000,00) Así se decide” (Negrillas nuestras)
Naturaleza de la responsabilidad del garante. Éste como
consecuencia del contrato de responsabilidad civil adquiere una
obligación de indemnizar daños previstos de manera previa y con ocasión
de un siniestro futuro e incierto. En el ensayo denominado “Anotaciones
Sobre la Acción Directa de la Víctima Contra los Sujetos Responsables
por la Ley de Tránsito Venezolana y en Especial Contra el Asegurador de
la Responsabilidad Civil Obligatoria” el profesor Alberto Baumeister
Toledo (22) afirma:
“Por igual, estimamos pertinente hacer algunas consideraciones en torno
a la naturaleza y caracteres del seguro obligatorio que impone la Ley
ampara esa responsabilidad especial que deriva de la Ley de Tránsito,
por lo cual destacamos que la doctrina no tienen dudas de que se trata de
un contrato de seguro de daños, a pesar de que eventualmente del hecho
pueda derivar la muerte de la persona. En razón de lo expuesto,
obviamente dicho seguro se rige y regula como un seguro
“Indemnizatorio” pues su finalidad es reparar los daños reales, y la
garantía sólo es para cubrir, aun en caso de muerte, los daños
patrimoniales sufridos por la víctima. Garrigues define el contrato de
seguro de responsabilidad civil de vehículos, como aquel seguro contra el
riesgo de quedar gravado el patrimonio por una obligación de indemnizar,
derivada de la responsabilidad civil del tomador de seguro”
El garante como sujeto pasivo de la acción directa. Específicamente
la responsabilidad del garante en la materia de tránsito adquiere ribetes
especiales por cuanto se le confiere a la víctima una acción directa contra
el asegurador. En tal sentido el artículo 132 de la Ley de Tránsito y
Transporte Terrestre (equivalente a los artículos 60 y 24 de las leyes
especiales de 1996 y 1986 respectivamente) dispone:
“Artículo 132: Las victimas de accidentes de tránsito terrestre o sus
herederos, tienen acción directa contra el asegurador dentro de los límites
de la suma asegurada por el contrato. Si hay perjudicados y el total de la

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El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

indemnizaciones debidas por los propietarios excede de la suma


asegurada, los derechos de aquellos contra el asegurador se dividirán
proporcionalmente hasta la concurrencia de esta suma. No obstante, el
asegurador que pruebe haber pagado de buena fe a alguno de los
perjudicados una cantidad mayor a la que le correspondía, queda liberado
de responsabilidad respecto a los demás perjudicados hasta la
concurrencia de la cantidad pagada” (Negrillas nuestras)
Este modelo de responsabilidad rompe con el esquema tradicional
contractual sobre la relatividad de los contratos, según el cual estos sólo
aprovechan o dañan a quienes los celebran. En tal sentido el autor antes
citado, en el ensayo jurídico de marras, citado anteriormente nos enseña:
“Para dar alguna noción sobre el concepto de la “acción directa “hacemos
nuestra la cita en Halperín, de Ambrosie Colin, quien entiende por tal, ‘La
acción que posee una persona contra otra, con lo cual no tienen
personalmente ningún vinculo de derecho, en razón de la intervención
de una tercera, y que ejerce sin haber recurrido a esta última’
Según difundida doctrina coincidente, deben atribuirse a dicha
noción como elemento característico los siguientes: Es una acción
acordada a una acreedor contra el deudor de su deudor, aunque este
último jamás se haya obligado hace (rectius: hacia) él con referencia al
derecho que invoca, de manera que permita a este acreedor eludir, en
cierta medida, los inconvenientes que le resultarían del único recurso de
la obligación oblicua” (Negrillas y paréntesis nuestros) (23)
Digamos finalmente el asegurador no podrá oponer a la víctima
las defensas o excepciones que tenga contra su asegurado para afectar o
limitar los derechos de aquél. Así lo dispone el artículo 133 de la ley
especial de tránsito, como veremos de seguidas.
Acción de repetición del asegurador contra el asegurado. De manera
excepcional la ley prevé que el garante pueda reclamar, por vía judicial,
de su asegurado el monto o parte de éste que haya pagado a la víctima con
motivo del siniestro. En tal sentido el artículo 133 de la ley especial prevé:
“Artículo 133: En ningún caso le podrán ser opuestas a las victimas o a
sus causahabientes, las excepciones que pudiera tener el asegurador
contra el asegurado. El asegurador podrá repetir contra el asegurado
cuando:

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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

1. No hubiese pagado la prima en los términos convenidos.


2. Obstaculice con su proceder el ejercicio de los derechos del garante.
3. Al producirse el accidente, el vehículo esté destinado a usos diferentes
de los normalmente previsibles en el momento de la celebración del
contrato.
4. Los daños reclamados hayan sido causados intencionalmente por el
asegurado o con su complicidad.
5. Haya entregado el vehículo a un conductor incapacitado o inhabilitado
para conducir, a sabiendas de tal circunstancia.
6. No mantenga el vehículo con su diseño original, externo o interno, en
cuanto a las condiciones de seguridad y de buen funcionamiento exigidas
por este Decreto Ley y su Reglamento”
Como se observa la pretensión de la aseguradora está limitada a
obtener el reintegro de la suma pagada a la víctima del accidente de
tránsito, cuando en éste ha tenido trascendencia negativa la conducta del
asegurado que ha incumplido con la obligación contractual de ejecutar el
contrato según lo pautado, o no lo ha hecho de buena fe, como ordena el
artículo 1.160 cuando prevé:
“Artículo 1.160. Los contratos deben ejecutarse de buena fe y obligan no
solamente a cumplir lo expresado en ellos, sino a todas las consecuencias
que se derivan de los mismos contratos, según la equidad, el uso o la Ley”
(Negrillas nuestras)
La indexación y la responsabilidad contractual del asegurado. En el
estudio de la materia de la responsabilidad de la aseguradora un asunto
espinoso y en ayuno de discusión a fondo es la condenatoria que se impone
a los aseguradores indexándose los montos reclamados por la víctima.
Analicemos algunos aspectos de la actividad aseguradora y el modo como
una eventual condena indemnizatoria puede afectar a aquélla. Veamos.
Los límites indemnizatorios de la póliza son cifras ciertas y
determinadas, que se utilizan en la planificación financiera y
presupuestaria de las empresas aseguradoras, atendiendo a factores como
el riesgo y la siniestralidad, para determinar el quantum de las primas.
Esta planificación impone unos límites basados en cálculos y aplicación
de las leyes sobre probabilidades.

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El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

Algunas ideas pueden contribuir a la determinación de la


improcedencia total o parcial de la reclamación exigida por la víctima
que pretende la indexación. No siempre esta reclamación ha de ser
declarada con lugar. En verdad, la corrección monetaria, o indexación, de
demanda dineraria es posible cuando el deudor, cuyo pago se demanda,
haya incurrido en mora en el pago de dichas cantidades.
Enseña la doctrina que la mora requiere algunos elementos, tales
como, validez de la obligación; de cumplimento posible; crédito cierto,
líquido y exigible; el retardo debe ser culposo (“…una causa que sea
imputable al deudor… ” (24); y, finalmente, debe existir una interpelación
o requerimiento al pago. El profesor Miliani balza expresa (25):
“…como condición esencial se requiere en las obligaciones sin plazo, LA
INTERPELACIÓN, llamada también INTIMACIÓN O REQUERIMIENTO,
mediante la cual el acreedor exige la deudor, el cumplimiento de la
obligación, sin que haya pasado a ser mora, hace falta la intimación o
acto mediante el cual el acreedor manifiesta su voluntad al deudor de ser
pagado inmediatamente”
En el desarrollo real de la actividad aseguradora esto no siempre
ocurre así. En una alta proporción de las causas judiciales la aseguradora
se entera de la pretensión actual cuando es citada al proceso judicial, bien
por vía principal del accionante, o llamada como garante por el
propietario-asegurado. Por ello al ser aplicada sin que haya habido el
conocimiento que la ponga en mora, lo cual supone que no hay reticencia
en el pago, ergo, no existe mora. La empresa no ha tenido la oportunidad
de cumplir o negarse a ello.
Agreguemos a ello que en muchos casos reales no se ha configurado
la mora en el cumplimiento de obligaciones, ni por ende su exigibilidad.
Se acciona contra el asegurador sin reclamación previa, por parte del
tercero, y aquél es llevado al proceso sin tener la oportunidad de analizar
la pretensión indemnizatoria del accionante.
Además, el carácter imprevisible el monto resarcitorio significa un
desequilibrio económico y financiero, por demás imprevisible e
incalculable para la empresa contratante como garante Es evidente, que
no se puede hablar de retardo en el cumplimiento de obligaciones, cuando
no se ha constatado la ocurrencia del supuesto de hecho que podría dar
origen al pago de indemnización; inclusive con harta frecuencia los hechos
son los controvertidos en la causa. (26)
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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

Daños causados a personas o cosas transportadas. Una de las normas


del anterior sistema legislativo sobre tránsito que originó mayor disidencia
entre los autores y profesores de esta materia, lo constituyó la que señalaba
que en relación con...”la responsabilidad del conductor o del propietario
de un vehículo, en razón del daño causado en un accidente de tránsito a
las personas o cosas que aquél transporte, queda sometida al derecho
común”... (Negrillas nuestras)
La doctrina nacional, con el profesor Ricardo Henríquez La Roche
como punta de lanza (27) llegó a la conclusión que en el orden sustantivo
esa responsabilidad no se regía por el artículo 54 de la ley, equivalente al
21 del año 1986 y 127 de la vigente, sino como un asunto de derecho
ordinario que –para simplificar la explicación inicial- digamos
involucraba aspectos ordinarios mercantiles y civiles. Asimismo se afirmó
que el proceso se regularía por el sistema especial de tránsito. Ahora bien,
el nuevo régimen procesal de la materia nada dispuso sobre el asunto.
Guarda silencio al respecto.
La pregunta que surge, ahora, es ¿cómo se rige el sistema
indemnizatorio cuando el daño se ha causado con motivo del transporte
de personas y cosas?, y, ¿Cómo traducir el silencio de la nueva ley?
Podríamos hacerlo entendiendo que al no disponer nada remitió
tanto lo sustantivo como lo procesal al derecho común. En favor de esta
tesis abona el hecho que al ciudadano lo rigen fundamentalmente los
códigos comunes, en lo sustantivo (Código Civil y Código de Comercio) y
en lo procesal (Código de Procedimiento Civil y Código de Comercio); así
es desde la realización del pacto social. Por ello cuando el Estado quiere
crear un régimen especial lo extrae del ámbito general y lo lleva al especial.
Por ello crea sistemas especializados como lo laboral, agrario, menores,
tránsito, etc.; estos se caracterizan por ser de interpretación restrictiva,
sólo deberán comprender lo que voluntariamente se le ha excluido de su
mundo jurídico común al ciudadano.
Al caso que nos ocupa si nada previó la ley especial sobre
responsabilidad para el transportador de personas y cosas, bien como
conductor, propietario del vehículo dañoso o su aseguradora,
entenderíamos que se regirá el hecho ilícito extracontractual y el
contractual por el derecho común mercantil, el civil sustantivo y el
procesal.

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El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

Ahora bien, podríamos construir un modo distinto de interpretar


el silencio de la ley. Diríamos que el legislador no guardó un silencio
absoluto sobre la temática, sólo que se expresó suprimiendo lo que refería
la anterior legislación y haciendo extensiva la cobertura a personas y
cosas por todo daño material o moral que se ocasione con motivo de la
circulación del vehículo dañoso (artículo 127 de la ley especial, trascrito
supra). Expresó de esta manera su voluntad de que todo daño extracontractual
vehicular tendrá su sistema indemnizatorio en la especialidad legislativa que
creó en el 2001.
Volvemos a la expresión utilizada por el legislador cuando señala
al artículo 127...”Están solidariamente obligados a reparar todo daño que
se cause”... y si se la une al silencio legal sobre el tópico de marras, creemos
nos está diciendo que en la nueva ley la obligación de indemnizar por el
daño causado a las personas y cosas transportadas se rige por la ley
especial de tránsito. Implica ello una responsabilidad objetiva y solidaria
entre los miembros del litis consorcio pasivo facultativo.
Lógicamente tal solución sólo cedería su lugar cuando un contrato
de transporte de cosas o personas una a las partes y la pretensión
indemnizatoria se establezca entre éstas; en cuyo caso se regiría por el
sistema contractual sustantivo y procesal común (Código de Comercio,
Código Civil, Código de Procedimiento Civil) En los demás casos, incluso
en el transporte benévolo, la responsabilidad se rige por la ley especial de
tránsito y transporte. Hablamos de un sistema omnicomprensivo.
Es de lamentar, una vez más, la escasa explicación que sobre temas
de tanta trascendencia jurídica y económica se expresan en las
Exposiciones de Motivos de nuestras leyes en los tiempos recientes, como
la que analizamos en esta investigación. Tal vez el proyectista nos hubiese
permitido un acercamiento a su pensamiento y sería más fácil para el
interprete y el usuario de las disposiciones legislativas.

3. CONCLUSIONES
Como corolario de la investigación realizada hacemos los siguientes
asertos:
3.1. La responsabilidad civil está estructurada en dos grandes parcelas,
la contractual, con vínculo previo entre los sujetos que pueden y a quienes

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Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

se le puede pedir responsabilidad; la extracontractual, en la cual entre el


victimario (deudor) y la víctima (acreedor) no existe relación previa. Tanto
en una como en otra la figura de los daños tiene especial relevancia.
3.2. La responsabilidad extracontractual, surgida con motivo de haberse
producido daños, es hoy en día objeto de especial análisis que está
llevando a la doctrina a una ampliación de la institución, con la tendencia
natural a proteger a la víctima, sobretodo en la era tecnológica, y partiendo
de la afectación de interés simple, que aunque legítimo no requiere la
comprobación de la afectación del derecho subjetivo o del interés
jurídicamente protegido. Se considera, a título de ejemplo que la exigencia
de la culpa como requisito para la existencia de la responsabilidad puede
constituir, en el mundo moderno una situación de injusticia.
3.3. La existencia del vehículo, aunque haya surgido a principios del
siglo pasado, se ha convertido en un factor tecnológico que hace cotidiana
y permanente la reclamación de daños derivados del accidente de tránsito.
El concepto de accidente de tránsito es necesario analizarlo como factor
impretermitible del daño en esta especial materia del derecho. Los estudios
sobre hecho ilícito, vehículo y circulación permiten comprender al
accidente de tránsito e imbuirnos en el estudio de los daños derivados del
mismo.
3.4. El accidente de tránsito genera la existencia de diversos tipos de
responsabilidades, a saber, la administrativa, la penal y la civil. Todas
con sus especiales características y requisitos. Para nuestra investigación
trabajamos sobre la responsabilidad civil, la cual requiere siempre de la
presencia del daño, bien sea material o moral.
3.5. La legislación venezolana desde la segunda década del siglo pasado
se ha desplazado de una responsabilidad subjetiva, fundada en la culpa,
a una responsabilidad objetiva basada en la existencia del daño.
3.6. La responsabilidad civil derivada del accidente de tránsito es
imputable al propietario, conductor y garante.
3.7. Las responsabilidades de los sujetos que integran el trípode, indicado
al numeral anterior, tiene especificidades y características que le
identifican y diferencian entre ellos.

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El Daño y la Responsabilidad Civil derivada del accidente de tránsito. Caso Venezuela.
Edgar Darío Núñez Alcántara

CITAS
1. Jorge Cubides Camacho. Hecho Imputable Dañoso. Del Daño. Compilación
y Extractos. José Whaldimir Paredes C. Primera Edición. Paredes Editores.
Caracas. 2001. Página 254.
2. Rafael Bernad Mainar. Derecho Civil Patrimonial. Obligaciones. Tomo I.
Universidad Central de Venezuela. Caracas. 2006. Páginas 175 y 176
Emilio Pittier Sucre.
3 Curso de Obligaciones. Derecho Civil III. Tomo III. Universidad Católica
Andrés Bello. Caracas. 2007. Páginas 1.017 a la 1.018.
4. En estas ideas, con la excepción de la parte final del numeral tercero,
seguimos de cerca al profesor Emilio Pittier Sucre. Ibídem. Páginas 1.018
y 1.019.
5. Enrique Urdaneta Fontiveros. Orientaciones Modernas en el Derecho de
Daños. Academia de las Ciencias políticas y Sociales. Asociación
Venezolana de derecho Privado. Serie Eventos 23. Caracas. 2007. Páginas
690 a la 705.
6. Rafael Bernad Mainar. Ibídem. Página 21.
7. Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. Vigésima
Primera Edición. Tomo I. Editorial Espasa Calpe, S.A. Madrid. 2000.
8. Ossorio, Manuel. Diccionario de Ciencias jurídicas, Políticas y
Sociológicas. Editorial Heliasta. Buenos Aires. 1989.
9. Ferreto Mellafe, Jaime Enrique Procedimiento Civil de Tránsito.
Ediciones Libra C.A. Caracas. 1988. Página 12.
10. Henríquez La Roche, Ricardo. Derecho de Tránsito. Fundación
Projusticia. Caracas. 1997. Página 235.
11. Adriano De Cupis. El daño. Teoría General De La Responsabilidad
Civil. Bosch Casa Editorial. Barcelona. 1975. Página 84.
12. La casación civil venezolana ha desarrollado la temática desde la
primigenia sentencia de fecha 30 de julio de 1968; habiéndola reiterado
en múltiples oportunidades. Sobre el tema véase la obra del autor Jaime
Ferreto, antes citada. Páginas 117 a la 119.
13. José Mélich-Orsini. La Responsabilidad Civil por Hechos Ilícitos. 3º edición.
Academia de las Ciencias políticas y Sociales. Centro de Investigaciones
Jurídicas. Serie Estudios 45-46. Caracas. 2006. Páginas 473 a la 474.

90
Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Nº 3. 2007

14. Gert Kummerow. La Obligación de Indemnizar Normada en la Ley de


Tránsito Terrestre Venezolana. Libro homenaje al a memoria de Roberto
Goldschmidt. Universidad Central de Venezuela. Caracas. 1967. Página
264.
15. Carnevali de Camacho, Magaly. Responsabilidad Civil por Accidentes
de Tránsito. Ediciones de la Universidad de los Andes. Mérida. 1988.
Página 30.
16. Enrique Urdaneta Fontiveros. Obra citada. Página 707.
17. Gert Kummerow. Ibídem. Página 270 a la 271.
18. Tomada de la página Web www.tsj.org.ve
19. Tomada de la página Web www.tsj.gov.ve
20. Al respecto son de obligatoria lectura los textos de los profesores Gert
Kummerok, en su trabajo antes citado, y el de Ricardo Henríquez La Roche,
antes reseñado, a las páginas 183 a la 193.
21. Tomada de la página Web www.tsj.gov.ve
22. Alberto Baumeister Toledo. Anotaciones Sobre la Acción Directa de la
Víctima Contra los Sujetos Responsables por la Ley de Tránsito
Venezolana y en Especial Contra el Asegurador de la Responsabilidad
Civil Obligatoria. Estudios Sobre Derecho de Seguros. Publicaciones
UCAB. Caracas. 2003. Página 132.
23. Alberto Baumeister Toledo. Obra citada. Página 135
24. Alberto, Miliani Balza. Obligaciones Civiles. Editorial Bicentenario.
Caracas. 1984. Página 232.
25.- Alberto, Miliani Balza. Ibídem. Páginas 232 y 233.
26. En igual sentido el profesor Alberto Baumeister Toledo. Obra citada.
Página 143.
27. Véase al respecto el texto suyo, antes citado, páginas 221 a 224.

BIBLIOGRAFIA

Baumeister Toledo, Alberto. Anotaciones sobre la acción directa de víctima


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