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Botella Velero
Botella Velero
Víctor Carvajal
El mismo Servando contó más tarde que Curiche había metido la cabeza
dentro de un enorme cubo de basura y lo hurgó hasta volcarlo sobre el
pavimento. Parecía trabajar más con la cola que con las patas y el hocico.
Perdido entre los papeles, restos de comida y otros desperdicios, no descansó
hasta que hubo sacado lo que buscaba.
El asombro de Servando se produjo cuando vio el velero que la botella
contenía.
- ¡Qué buena la presa que agarraste, Curiche! - exclamó Servando lleno
de alegría y satisfacción -. Ojalá que encuentres un buen hueso para ti. Te
lo mereces.
Curiche lo miraba acezando, con el ritmo que la satisfacción y el cansancio
le producían desde la lengua a la cola. Además, porque Curiche tampoco olvidó
que Juvenal celebraba el cumpleaños al día siguiente.
Servando pensó que gracias a Curiche mataría dos pájaros de un tiro:
el velero para Juvenal, como regado de cumpleaños, y la botella la dejaría
para venderla en el Depósito. Precisamente ésos fueron los pensamientos que
le hizo saber a Berta.
Y se entregó por entero a la tarea de preparar la sorpresa que le daría
a su hijo.
Con sumo cuidado logró Servando quitar el corcho de la botella.
Pero comprobó decepcionado que el velero no salía de ella.
-¡Igual que lo metieron, tiene que salir! – le decía Berta a Servando
tratando de ayudarle.
Y él asentía con la cabeza, sin meditar mayormente en las palabras de
su mujer.
Trató de sacar el velero con unas tijeras, con unas pinzas que encontró
en uno de los cajones de la cómoda, con unas agujas de hacer punto y con
cuanto utensilio apropiado encontró. Pero todo, todo sin el menor éxito.
De tanto afanarse en ello, corría el riesgo de estropear el velero y ¡adiós el
regalo de cumpleaños!