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El Microcuento 2010
El Microcuento 2010
Lenguaje y Comunicación
Prof. Alexie Paredes M.
El Microcuento
El minicuento o microcuento es una narración breve que, ingeniosamente, concentra una acción que tiene
gran fuerza dramática, impacto que sorprende al lector y provoca un sentimiento de incredulidad y asombro. La mejor
definición, una palabra: Anticuento.
El patito
Un patito amarillo corre delante de mí en todo sentido; es gracioso con su pancita blanca que se arrastra entre
la hierba húmeda y sus patitas vacilantes. Chilla sin cesar: “¿dónde está mi mamá, dónde están todos?”
Es una gallina la que le ha servido de mamá. Le pusieron un huevo de pata además de los suyos, y los incubó
todos juntos con su calor.
En previsión del mal tiempo que se aproxima pusieron bajo techo su casita —un viejo canasto roto— y la
cubrieron con una bolsa.
Están todos allí menos este que se ha perdido.
—Ven aquí, pequeñuelo, ven a mis manos.
¿Cómo se afirma la vida en este pequeño ser? No pesa nada; sus ojos son dos perlitas negras; sus patas
parecen las de un gorrión. Bastaría apretar un poco la mano... y habría dejado de existir.
Sin embargo, es tibio. Su pequeño pico rosado se abre vigorosamente. Y he aquí que ya en su comportamiento
se ha diferenciado de sus hermanos.
Nosotros iremos muy pronto a Venus. Nosotros, si nos ponemos de acuerdo, en veinte minutos podríamos
trastornar toda la Tierra.
Pero jamás, jamás, con todo nuestro potencial atómico, lograremos reconstituir en una probeta —aunque nos
den las plumas y los huesos— este pequeño patito amarillo, minúsculo, indefenso, imponderable.
Alexander Solzhenitzin
De L’Osservatore
A principios de nuestra Era, las llaves de San Pedro se perdieron en los suburbios del Imperio Romano. Se
suplica a la persona que las encuentre, tenga la bondad de devolverlas inmediatamente al Papa reinante, ya que
desde hace más de quince siglos las puertas del Reino de los Cielos no han podido ser forzadas con ganzúas.
Juan José Arreola
Las moscas imaginaron a su dios. Era otra mosca. El dios de las moscas era una mosca, ya verde, ya negra y
dorada, ya rosa, ya blanca, ya purpúrea, una mosca inverosímil, una mosca bellísima, una mosca monstruosa, una
mosca terrible, una mosca benévola, una mosca vengativa, una mosca justiciera, una mosca joven, pero siempre una
mosca. Algunos aumentaban su tamaño hasta volverla enorme como un buey, otros la ideaban tan micros cópica que
no se la veía. En algunas religiones carecía de alas (“Vuela, sostenían, pero no necesita alas”), en otras te nía infinitas
alas. Aquí disponía de antenas como cuernos, allá los ojos le comían toda la cabeza. Para unos zumbaba
constantemente, para otros era muda pero se hacía entender lo mismo. Y para todos, cuando las moscas morían, los
conducía en un vuelo arrebatado hasta el paraíso. Y el paraíso era un trozo de carroña, hediondo y putrefacto, que las
almas de las moscas muertas devoraban por toda la eternidad y que no se consumía nunca, pues aquella celes tial
bazofia continuamente renacía y se renovaba bajo el enjambre de las moscas. De las buenas. Porque también había
moscas malas y para estas había un infierno. El infierno de las moscas condenadas era un sitio sin excrementos, sin
desperdicios, sin basura, sin hedor, sin nada de nada, un sitio limpio y reluciente y para colmo iluminado por una luz
deslumbrante, es decir, un lugar abominable.
Marco Denevi
Adrián Bennet sube al tren y cuando va a sentarse observa que se han olvidado sobre el asiento una no vela de
tapas amarillas. No tiene tiempo de examinarla porque en ese momento entra en el vagón un hombre de anteojos
negros y boca avinagrada que acomoda la valija, se arrellana frente a Bennet y se queda inmóvil. Bennet, intimidado,
no se atreve a dirigirle la palabra. El viaje es largo. Mira por la ventanilla, se aburre, intenta dormir pero no lo consigue
y de pronto recuerda la novela que encontró en el asiento. Ya tiene con qué entretenerse. La examina. El título no le
dice nada, el autor le es desconocido. La hojea a saltos. Parece ser una novela policial en la que cierto detective,
sospechando que el viajante de comercio Walter Lynch es en realidad un sicario al servicio de la Organización, va en
pos de él a Villa María, le sigue los pasos hasta el hotel, lo acecha por el ojo de la cerradura y ve cómo despanzurra
al incorruptible periodista.
El tren acaba de parar. El hombre de los anteojos negros y la boca avinagrada se pone de pie y agarra la valija,
en cuyo marbete Bennet alcanza a leer: “Walter Lynch”. Rápido como la luz, Bennet arroja una mirada por la ventanilla
y en el letrero de la estación lee: “Villa María”. ¡Pronto! ¿qué hacer? Piensa que su obligación es bajarse, seguir a
Walter Lynch, acecharlo, denunciarlo, pero opta por no entrometerse.
El tren empieza a alejarse. Aliviado y avergonzado, Bennet entiende que acaba de escaparse de un peligro fu -
turo pero no sabe exactamente de cuál. Para averiguarlo abre la novela y busca la revelación de lo que le pasó al de -
tective cuando, después de ser testigo del asesinato en Villa María, tuvo que dar la cara al asesino. Antes la había
hojeado a saltos; ahora la lee página por página. En la novela, que ya no es policial, sino psicológica, se describe un
asesinato en Villa María pero, por más que se busque, allí no figura ningún detective.
Enrique Anderson Imbert
Vigilancia, un relato oriental
En cierta ocasión se quejaba un discípulo a su maestro: “Siempre nos cuentas historias, pero nunca nos revelas su
significado”. El maestro le replicó: “¿Te gustaría que alguien te ofreciera fruta y la masticara antes de dártela?” Nadie
puede descubrir tu propio significado en tu lugar.
Anthony de Mello
Dolores Zeugmáticos
Salió por la puerta de mi vida, llevándose con ella mi amor y su larga cabellera negra.
Guillermo Cabrera Infante
Amor 77
Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así
progresivamente van volviendo a ser lo que son.
Julio Cortázar
El eclipse
“Cuando Fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido acepto que ya nada podía salvarlo. La selva poderosa de
Guatemala lo había apresado, implacable, definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a
esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante,
particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia
para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a
sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como un lecho en que descansaría, al fin, de sus
temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un dominio mediano de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo
palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo
conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más
íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida
—Si me matáis —les dijo— puedo hacer que el sol oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un
pequeño consejo, y espero confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de Fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de
los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna
inflexión de voz, sin prisa, una por una las infinitas fechas en que se producían los eclipses solares y lunares, que los
astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles”.
Augusto Monterroso
1. CONFERIDO 2. DISPUSO
A) otorgado A) pensó
B) ofrecido B) propuso
C) comunicado C) creyó
D) transferido D) concluyó
E) legado E) decidió
3. Según el texto, algunos de los acontecimientos de la vida del protagonista se pueden ordenar así:
I. Se pierde en la selva.
II. Recuerda el convento de Los Abrojos.
III. Carlos V lo envía a América.
IV. Estudia a Aristóteles
V. Pasa tres años en Guatemala.
A) IV-V-III-I-II C) III-IV-II-V-I E) V-IV-III-II-I
B) IV-III-V-I-II D) II-III-V-IV-I
4. La primera reacción del protagonista después de ser capturando por los indígenas fue de
A) confianza en su talento. D) temor frente a su inminente sacrificio.
B) sorpresa por su repentina presencia. E) alivio por su futuro.
C) serenidad ante la idea de la muerte.
5. Se infiere del texto que fray Bartolomé fue sacrificado
A) al atardecer. D) a pleno día.
B) dos horas después de la puesta de sol. E) dos horas antes del anochecer.
C) al amanecer.
6. De la lectura del texto se infiere que el propósito comunicativo de su emisor es, fundamentalmente,
A) dar a conocer algunos aspectos de las costumbres indígenas.
B) resaltar el escaso conocimiento de los conquistadores.
C) criticar veladamente la actitud de los europeos.
D) proponer una valoración de la cultura precolombina.
E) denunciar los sacrificios humanos.
La mujer le dejó saber con la mirada que quería decirle algo. Leoncio accedió, y cuando ella se apeó del bus, él
hizo lo mismo. La siguió a corta pero discreta distancia, y luego de algunas cuadras la mujer se volvió. Sostenía con
mano firme una pistola. Leoncio reconoció entonces a la mujer ultrajada en un sueño y descubrió en sus ojos la
venganza.
-Todo fue un sueño- le dijo. En un sueño nada tiene importancia.
-Depende de quien sueñe- dijo la mujer. Este también es un sueño.
Luis Fayad
Helena y Menelao
Helena jamás volverá junto a Menelao. Un marido que para vengar su honor complica a tanta gente y a tantos
dioses demuestra que tiene más amor propio que amor.
Marco Denevi
A primera vista
Verse y amarse locamente fue una sola cosa. Ella tenía los colmillos largos y afilados. Él tenía la piel blanda y
suave: estaban hechos el uno para el otro.
Poli Délano
Post-Operatorio
Fueran cuales fueran los resultados -declaró el enfermo, tres días después de la operación- la actual terapéutica
me parece muy inferior a la de los brujos, que sanaban con encantamientos y bailes.
Adolfo Bioy Casares
Mi amor era tan puro y diáfano que tú no lo veías. ¿Qué hacer? -me dije-. Y lo enturbié.
Pedro Prado
Cuento de horror
Ella
Con sus dieciocho años era ya una veterana. Conocía a los hombres. Un día, el Nano la mató.
Ida Castro del Canto
Acecho
El dinosaurio
Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir
penosamente por el áspero camino del cerro. Se ayudaba con un bastón, con un torpe bastón que en sus viejas
manos no podía ser un arma sino un báculo. Me costó percibir lo que esperaba: el débil golpe contra la puerta. Miré,
no sin nostalgia, mis manuscritos, el borrador a medio concluir y el tratado de Artemidoro sobre los sueños, libro un
tanto anómalo ahí, ya que no sé griego. Otro día perdido, pensé. Tuve que forcejear con la llave. Temí que el hombre
se desplomara, pero dio unos pasos inciertos, soltó el bastón, que no volví a ver, y cayó en mi cama, rendido. Mi
ansiedad lo había imaginado muchas veces, pero solo entonces noté que se parecía, de un modo casi fraternal, al
último retrato de Lincoln. Serían las cuatro de la tarde.
Me incliné sobre él para que me oyera.
—Uno cree que los años pasan para uno —le dije—, pero pasan también para los demás. Aquí nos encontramos al
fin y lo que antes ocurrió no tiene sentido.
Mientras yo hablaba, se había desabrochado el sobretodo. La mano derecha estaba en el bolsillo del saco. Algo
me señalaba y yo sentí que era un revólver. Me dijo entonces con voz firme:
—Para entrar en su casa, he recurrido a la compasión. Lo tengo ahora a mi merced y no soy misericordioso.
Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y solo las palabras podían salvarme. Atiné a decir:
—En verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted ya no es aquel niño ni yo aquel insensato. Además, la
venganza no es menos vanidosa y ridícula que el perdón.
—Precisamente porque ya no soy aquel niño —me replicó— tengo que matarlo. No se trata de una venganza, sino
de un acto de justicia. Sus argumentos, Borges, son meras estratagemas de su terror para que no lo mate. Usted ya
no puede hacer nada.
—Puedo hacer una cosa —le contesté.
—¿Cuál? —me preguntó.
—Despertarme.
Y así lo hice.
Jorge Luis Borges
Sangre y arena
Bajó la cabeza apuntando los cuernos hacia el cuerpo de su enemigo. Bufaba al tiempo que con su pata derecha
rascaba violentamente la tierra. Estaba rabioso y del hocico salían espumarajos. De una sola y brutal cornada quería
acabar con el hombre que asustado lo miraba. Con toda la fuerza que le fue posible atacó. Uno de los pitones alcanzó
el vientre atravesando órganos vitales; el tipo cayó al suelo, agonizaba. La esposa del astado gritó al contemplar la
escena. Su marido triunfante miraba a la víctima desangrarse. Después intervinieron los vecinos y al final la policía.
Recogieron el cadáver y el esposo ofendido fue a la cárcel. Además de cornudo, asesino dijo el juez al darle veinte
años de trabajos forzados.
René Avilés Fabita
Cortísimo metraje
Automovilista en vacaciones recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de la vida
nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del auto-stop, tímidamente pregunta si dirección Beaune o Tournus. En la
carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que
ahora, mirando los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la carretera y se
pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo como cruza las manos sobre la minifalda mientras el terror poco a poco.
Bajo los árboles una profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los
hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la soledad del bosque. Cuando la
mano por la cintura para arrastrarla entre los árboles pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien llena,
de paso roba el auto que abandonará algunos kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en ese
oficio no hay que descuidarse.
Julio Cortázar
Elecciones insólitas
No está convencido.
No está para nada convencido.
Le han dado a entender que puede elegir entre una banana, un tratado de Gabriel Marcel, tres pares de calcetines
de nylon, una cafetera garantizada, una rubia de costumbres elásticas, o la jubilación antes de la edad reglamentaria,
pero sin embargo, no está convencido.
Su reticencia provoca el insomnio de algunos funcionarios, de un cura y de la policía local.
Como no está convencido, han empezado a pensar si no habría que tomar medidas para expulsarlo del país.
Se lo han dado a entender, sin violencia, amablemente.
Entonces ha dicho: “En ese caso, elijo la banana”.
Desconfían de él, es natural.
Hubiera sido mucho más tranquilizador que eligiese la cafetera, o por lo menos la rubia.
No deja de ser extraño que haya preferido la banana.
Se tiene la intención de estudiar nuevamente el caso.
Julio Cortázar
CORTÍSIMO METRAJE
Explica, seleccionando citas textuales, la evolución: a) de la mujer y b) del conductor.
¿Por qué razón, en el relato, la mujer es más sutil y sagaz que el hombre?
¿En qué forma la narración constituye un juego entre apariencia y realidad?
¿Consideras tú que el conductor podría haberse dado cuenta de la verdadera intención de ella?, ¿por cuál
motivo? Tú, como lector, ¿cuándo captaste la intención de ella?, ¿por qué?
Explica el nombre del título.
Sintetiza el microcuento en un proverbio o frase cliché.
¿Cuáles puntos de contacto puedes establecer entre este relato y Elecciones insólitas?
Análisis de El dinosaurio
Actividades:
1. Escribe oraciones en las que estén empleados, con el mismo sentido que en “Episodio del enemigo”, cada uno de
los siguientes términos:
Báculo
Nostalgia
Manuscrito
Incierto
Ansiedad
Fraternal
Atiné
Insensato
Vanidosa
Estratagemas
Misericordioso
Anómalo
2. Prepara un breve texto en que muestres una situación de la vida diaria que te parezca ilógica, aun cuando posea
rasgos de realidad.
3. Con ingenio, tratando de dar un enfoque novedoso, inventa una breve historia (en lo posible un microcuento) sobre
uno de los siguientes temas:
Curaciones insólitas
Visitantes extraños
El otro
La mano
Las elecciones
La despedida
Las escaleras
El esposo o la esposa
Recuerda que debes crear un mundo narrativo (acontecimiento, personaje, tiempo y espacio) acorde con el tema
propuesto.