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JordiCosta

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Biblioteca del Dr. Vértigo
Colección dirigida por Jordi Costa

Primera edición: mayo de 1997

@ 1997 de Jordi Costa


@ 1997de Ediciones Glénat, S.L.

Director editorial: Joan Navarro


Diseño de la colección: Estudi Propaganda
Portada y maquetación: Dani Barbero
Fotomecánica: Servei-Color y Aleu
Impreso por Aleu, S.A.
Depósito legal: B-20386-1997
ISBN: 84-88574-93-2

Portada: Detalle de un fotograma de Mars


Attacks! de Tim Burton @ 1996 by Warner Bros.
Contraportada: Imagen retocada de Metropolis de
Fritz Lang.

Las fotografías y carteles reproducidos en el


interior con carácter divulgativo son copyright de
sus respectivos productores, autores y/o
propietarios.

Prohibida la reproducción total o parcial de los


textos sin la autorización escrita de la editorial.
Introducción

Abriendopuertas

Dentro del extravagante zoológico cine, esta ciencia-ficción no existe como


del cine fantástico, rico en criaturas ra- género plenamente articulado hasta los
ras, singulares y hasta monstruosas, las años 50. En suma, pocos e insuficientes
películas de ciencia-ficción revelan una son los asideros para quien se disponga a
naturaleza esquiva equiparable a la de rastrear los orígenes del que hoyes uno
esos peces de arena que se escabullen de los géneros más rentables y populares
por entre las dunas del desierto saharaui. del cine comercial. Y, sin embargo, los
De hecho, su propia esencia parece repe- vuelos de la imaginación en compañía
ler todo propósito taxonómico, desalen- de sabios locos, selenitas e imposibles
tar a cualquiera que se acerque a ellas ingenios voladores de inmediato vieron
con el ánimo de clasificadas, ordenadas en el recién nacido arte del cine un ins-
y compartimentar su caótica exuberan- trumento idóneo para cobrar ilusoria
cia. A la hora de abordar una historia ci- vida. Georges Mélies avanzó en la van-
nematográfica del género -o subgénero guardia de un pelotón de cineastas que
dentro de la gran familia delfantastique, utilizaron el cine para aplicar una mirada
según algunos teóricos-, lo único que pa- lúdica a esa edad del progreso que, día a
rece estar más o menos claro es que has- día, maravillaba a los ciudadanos del
ta el momento nadie ha dado con una cambio de siglo con nuevos prodigios.
definición satisfactoria del concepto Como género cinematográfico, el
ciencia-ficción, y que, para el mundo del cine de ciencia-ficción no cobró carta de

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Lapajaenojoajenoo camembertmaduradoal Sol,la LunadeGeorgeMéliesesel
símbolouniversaldeungéneroabiertoal hiperespacio.

naturaleza hasta los 50, pero antes de propósitos estilísticos y temáticos más
llegar a esa década decisiva su (pre) his- ambiciosos. Entre el ingenuo -pero a ve-
toria fue generosa en caprichos visuales ces desbordante mente imaginativo- cine
y delirios de celuloide, excentricidades de los pioneros y las actuales superpro¡.
de dispar calibre que irían sedimentán- ducciones con efectos especiales de la
dose en la memoria cinéfila de forma un Industrial Light and Magic, la ciencia-
tanto casual. Esas obras pioneras sin ficción cinematográfica ha atravesado
norte ni conciencia de género acabaron un sinuoso camino, con paradas en los
conformando una tradición heterogénea inclasificables seriales de los 30-40, en
y azarosa que dotó a ese joven cine de el cine psicodélico de los 60 y en las
ciencia-ficción de los 50 de un pasado fantasías con peso moral de los 70. Po-
de nada desdeñable importancia. Ali- cos viajes por el interior de un género ci-
mentándose en buena medida del candor nematográfico pueden proporcionar un
y la ingenuidad de los precursores, los repertorio tan variado, hipnótico y sub-
cineastas de los 50 abrieron el género a yugante de paisajes, tipos y formas.

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¿Esimposibledefinirlo imposible? bulliciosa y diversa colección de criatu-
ras del pensamiento que el término pre-
Hay quien lo ha resuelto de manera tende homogeneizar para darse cuenta
muy expeditiva, como el escritor e histo- de su insuficiencia. Hablar de ficciones
riador del género John Brosnan que, tras apoyadas en una hipótesis científica no
afirmar que la definición de ciencia-fic- nos llevaría más que a una definición
ción es extremadamente flexible, escribe coja, incapaz de captar la complejidad
en su libro 'The Primal Screen. A His- del género y su esencial capacidad de
tory of Science Fiction Film': «En esta romper moldes, de propiciar imposibles
situación en particular. una película de hibridaciones temáticas, de experimentar
ciencia-ficción es cualquier película que con nuevas modalidades de extrañeza.
yo diga que es de ciencia-ficción». En el Cualquier intento de definir el cine
ámbito literario, el también novelista del de ciencia-ficción recurriendo a teorías
género Norman Spinrad había definido más o menos útiles en el terreno de la li-
como ciencia-ficción todo aquel libro teratura de ciencia-ficción también está
susceptible de ser editado en una colec- destinado a topar con el fracaso: es un
ción de ciencia-ficción. Honestas o no, juego capaz de despertar las iras de todo
estas diferentes formas de escurrir el aficionado a la literatura del género con
bulto resultan cuanto menos ilustrativas arrebatos fundamentalistas. La relación
de ese carácter fastidiosamente inapren- entre el cine de ciencia-ficción y sus re-
sible de nuestro objeto de estudio. Su ferentes literarios no es precisamente un
nombre compuesto, ciencia-ficción, pa- ejemplo de espléndida comunicación y
rece concebido para facilitar las cosas, buen entendimiento: tradicionalmente,
pero no hace falta mirarse con lupa esa los escritores de ciencia-ficción han vis-

Casi un siglo después de Mélies las pelotas de ping pong pintadas siguen siendo
el mejor recurso para los ojos que nos miran desde el firmamento.

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to las películas del género como bastar- tadas excepciones-, pero también es
días descafeinadas situadas a años luz de cierto que, ciñéndonos exclusivamente a
su complejo universo temático. Desde su sus valores cinematográficos y a su efi-
parcial punto de vista, el cine de género cacia narrativa, a menudo han resultado
se ha limitado a adoptar temas, tipos y mucho más gratificantes esas brutales
situaciones propios de la literatura de simplificaciones -piensen, por ejemplo,
ciencia-ficción para someterIos a esque- en «El enigma de otro mundo» de Chris-
máticos argumentos dirigidos a públicos tian Niby o su espléndido remake, «La
adolescentes y paladares neófitos. Raras Cosa» de John Carpenter- que otros de-
veces el atrevimiento conceptual de la safortunados intentos de trasladar al ce-
gran narrativa del género ha encontrado luloide la complejidad estructural del
su justo equivalente en la pantalla modelo literario -«Matadero 5» de Geor-
-«2001. Una odisea del espacio» de ge Roy HiII o «The Final Programme»
Stanley Kubrick o «Solaris» de Andrei de Robert Fuest, según sendas obras de
Tarkosvki serían dos de las (no tan) con- Kurt Vonnegut y Michael Moorcock-.

Solaris,undivertidoentretenimiento
paratodosaquellosquehanhecho
dela HistoriadeltiempodeStephenHawkingsulibrodecabecera.

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Combustible
muyespecialparaproseguirelviajealucinadoalfondo
dela menteen TheNakedLunch.

El género insondable uno de los cuales parece regirse por le-


yes propias. Tampoco arreglaríamos
Como señala Phil Hardy en las pala- nada si quisiéramos definir el cine de
bras introductorias a su impecable volu- ciencia-ficción como aquel cuya acción
men de 'The Aurum Film Encyclopedia' transcurre en el futuro: ya advierte
dedicado al cine de ciencia-ficción, este Hardy a través de una precisa serie de
género rehuye tanto una definición for- ejemplos que hasta en eso el género es
mal como temática. Yeso es lo que le un monumento a la heterodoxia, pues
coloca en una especie de zona crepuscu- agrupa películas ambientadas en futuros
lar de la que han podido escapar otros lejanos o cercanos, en el presente o in-
géneros de composición menos nebulo- cluso en el pasado. Y si el tiempo no es
sa, como el western, el musical, el cine buen punto de referencia, ¿qué tal si pro-
negro o la comedia. En efecto, si intenta- bamos con el espacio? Peor aún, porque
mos delimitar temáticamente el cine de tampoco es la infinitud del espacio exte-
ciencia-ficción toparemos con una inasi- rior el escenario estrella: el concepto de
ble constelación de objetos -viajes espa- viaje interior explotado a menudo por el
ciales, viajes temporales, quiméricas ca- género en films como «Viaje alucinante
tástrofes, utopías y antiutopías-, cada al fondo de la mente» de Ken Russell o

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«The Naked Lunch» de David Cronen- galaxias»-. Pero se trata, sin embargo, de
berg demuestra que, para el ojo de la cá- clichés válidos en parcelas muy localiza-
mara, el espacio mental puede ser más das dentro del género y, por tanto, difí-
sugestivo que un agujero negro. Yeso cilmente homologables como señas de
no es todo: en un momento dado, hasta identidad genéricas.
nuestro controladísimo y cartografiado Es debido a esa dificultad de acotar
sistema circulatorio puede inspirar un el terreno el hecho de que la selección
viaje psicodélico y vocacionalmente ga- de películas comentadas en toda historia
láctico, en un film tan emblemático den- del género pueda variar visiblemente de
tro del género como es «Viaje alucinan- un texto a otro. Hardy pone el ejemplo
te» de Richard Fleischer. de las películas basadas en la novela
y es precisamente esa riqueza de in- 'Frankenstein o el moderno Prometeo'
tereses temáticos la que explica la difi- de Mary W. Shelley, demasiado a menu-
cultad de una definición formalista: tal do ausentes de las historias del cine de
disparidad de argumentos, escenarios y ciencia-ficción, pese a su indiscutible
situaciones únicamente puede dar lugar carácter de hipótesis científica lanzada al
a una proliferación de formulaciones vi- terreno de la más desbordante imagina-
suales capaces de escapar no sólo a la ción. Al contrario que en, por ejemplo,
reglamentación gramatical, sino también el 'Drácula' de Bram Stoker, donde el
a los peligros del cliché. Claro que ima- terror deriva de un organizado corpus de
ginar la historia del cine de ciencia-fic- creencias, en 'Frankenstein' el horror
ción como una sucesión deslumbrante de deriva de un organizado corpus de cono-
trabajos con lógica propia e intransferi- cimientos científicos. Sin embargo, si se
ble sería algo excesivo: cuando alguna tienen en cuenta los aspectos de produc-
película de ciencia-ficción, especialmen- ción y las características de la puesta en
te en los últimos años, ha logrado un so- escena de una versión de 'Frankenstein'
bresaliente éxito de taquilla, sus solucio- como la realizada por James Whale, ha-
nes visuales no han tardado en ser cani- blar de cine de terror no sería descabe-
balizadas por las inevitables imitadoras. llado, pues como talla consideró el estu-
Es posible, incluso, agrupar las películas dio que amparó su producción.
de ciencia-ficción por familias en las
que resulta inevitable hablar de clichés y Ciencia y pseudociencia
reglas gramaticales instituidas por el uso
-por ejemplo, las películas de montruos Aunque prevenidos de los peligros
mutantes de los 50 con sus inevitables que supone trasplantar una definición li-
escenas de movilización militar, o los teraria al suelo cinematográfico, quizá
subproductos de la onda galáctica de fi- sería útil y conveniente echar mano del
nales de los 70, con sus interminables concepto de ciencia-ficción formulado
naves surcando la pantalla al modo del por el escritor Kingsley Amis en su en-
crucero imperial de «La guerra de las sayo 'El universo de la ciencia-ficción'

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Ni el experimento
deldoctorFrankenstein
ni el laboratoriodondeefectúasusprácticas;
enrealidadloqueentraenelterrenodeciencia-ficciónsonlospiesdela criatura.

para ir resolviendo un poco el galima- efervescencia tecnológica fecunda el


tías: «La ciencia-ficción es la prosa na- imaginario colectivo, comienzan a sur-
rrativa que trata una situación que no gir las cábalas inspiradas antes por la
puede ocurrir en el mundo que conoce- fantasía desbocada que por el racional
mos, pero que se establece como una hi- desarrollo de unos determinados postu-
pótesis basada en alguna innovación de lados científicos. Cuando, ante un objeto
la ciencia o la tecnología, o de la pseu- de fresca patente o ante una teoría de
dociencia o la pseudotecnología, ya sea nuevo cuño, el observador despierto
de origen terrestre o extraterrestre». deja volar la imaginación para ver «qué
El nacimiento de la ciencia-ficción, pasaría si...», el germen de la ciencia-
años antes de recibir tal nombre y ser re- ficción no tardará en desarrollar su in-
conocida como género literario, está es- sospechado potencial. He ahí, pues, las
trechamente ligado con la populariza- primeras condiciones objetivas para que
ción de la idea de progreso: cuando la florezca la ciencia-ficción en ese primer

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estadio de fantasía apoyada -firme o le- ner lugar una evolución pareja: el refe-
vemente- en una hipótesis científica: rente científico del punto de partida iría
tanto los relatos de los precursores H. G. cediendo terreno a la imaginación des-
Wells o Jules Verne, como los primeros bocada, libérrima. Posiblemente sea el
titubeos de la ciencia-ficción cinemato- cine de David Cronenberg el que mejor
gráfica discurrían por ese camino, ima- ilustre los últimos caminos en este parti-
ginando nuevos ingenios, nuevas mara- cular desarrollo del género: en su caso
villas y a menudo nuevos espejismos no hay excesiva distancia intelectual en-
propiciados por el optimismo tecnológi- tre su discurso fílmico y los discursos li-
co de aquella época. terarios más o menos afines a su malsa-
La progresiva disolución de esa de- na imaginería. En otras palabras, los es-
pendencia de la fantasía con respecto a critores de ciencia-ficción que han tilda-
la ciencia iba a protagonizar la segunda do de vulgarizador, esquemático y
fase del proceso: para la literatura de enclenque al grueso del cine de ciencia-
ciencia-ficción (a excepción hecha de las ficción han encontrado en Cronenberg a
obras adscritas a la escuela hard y, por un interlocutor a su altura, un diseñador
tanto, apoyadas en el hiperrealismo de la de helados laberintos que ha aportado al
conjetura) llegaría el momento en que la fantástico algunas de sus imágenes más
plausibilidad de las hipótesis sería lo de agresivas, algunos de sus argumentos
menos. El acercamiento del literato a la más subversivos. En sus films, la ciencia
ciencia iba a dejar de estar guiado por es utilizada como leitmotiv, pero de una
una variante ligeramente excéntrica del manera harto particular: es el vago refe-
espíritu positivista: la ciencia podía con- rente de desarmantes metáforas, el cen-
vertirse en pseudociencia -en anti-cien- tro sobre el que giran atroces fantasmas.
cia incluso, para los terroristas del pen- En «Inseparables», el realizador ca-
samiento que, por fortuna, acabarían nadiense mostraba una imagen que defi-
asaltando el género-, en mero pretexto nía a la perfección su acercamiento a la
para concebir mundos imposibles, para ciencia y su intransferible poética cine-
elaborar audaces comentarios sobre la matográfica: esos instrumentos gineco-
realidad, para desarrollar radicales expe- lógicos para mujeres mutantes que, en
rimentos literarios... En opinión de algu- una escena, utilizaba uno de los gemelos
nos teóricos, cuando el género logró Mantle durante una operación, herra-
romper ese viejo yugo alcanzó la mayo- mientas quirúrgicas de venidas perversos
ría de edad: colocando en segundo o ter- objetos de arte. Y en esa metáfora del
cer lugar esa hipótesis antes dominante, cine de Cronenberg -el mundo de la
el novelista podía dedicarse a bordar li- ciencia como vago referente inspirador
terariamente el conjunto, cuidar las at- de pesadillas cada vez más interioriza-
mósferas y dotar de verdadera vida a sus das- podría encontrarse también un co-
personajes. mentario sobre el estado de la cuestión
En el cine de ciencia-ficción iba a te- de la ciencia-ficción cinematográfica: el

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impulso de imaginar utopías y anti-uto- se por otros mecanismos que los de la
pías, de elaborar conjeturas divertidas o poética personal. La fascinación por el
terribles sobre el progreso, ha perdido progreso -o la burla del mismo- de los
fuerza para centrarse en odiseas del pen- pioneros, o el pánico atómico así como
samiento cuya relación con ese punto de la paranoia xenófoba de las fantasías de
referencia científico no tiene porque ser los 50 dejan paso ahora a ejercicios su-
transparente. mamente particulares. En la obra de
Si tanto en las películas mudas con Cronenberg los elementos del género
elementos de ciencia-ficción como en sólo funcionan como herramientas útiles
los títulos que definieron el género en dentro de la construcción de un discurso
los 50 la relación entre imaginación e hi- autoral: en suma, su cine ya no funciona
pótesis científicas respondía a actitudes como cine de género, sino como cine de
colectivas expresadas con diáfana clari- autor.
dad, en el cine de Cronenberg -o en el de La definición de Kingsley Amis
Tarkovski, o en el «Desatío total» de -quizá por su propia amplitud y por su
Verhoeven analizar esa relación es ta- astuta habilidad para abrir el margen te-
rea más intrincada, pues no parece regir- mático del género- se revela bastante útil

EnInseparables,
HeidiVonPalleskedemuestralo queestenerverdaderaaficióna la ciencia.

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en este terreno: en efecto, desde sus orí- ta más la fuerza dramática que cualquier
genes hasta hoy el cine de ciencia-fic- exigencia de infalibilidad visionaria. In-
ción habla de cosas que no pueden suce- cluso la gran mayoría de películas que se
der en nuestra realidad conocida. El pun- han presentado bajo un disfraz hard no
to de partida es siempre una hipótesis, resistirían el más mínimo análisis en este
cuya base no siempre es estrictamente sentido: poco importa, pues esto no las
científica: puede ser también pseudo- hace ni mejores ni peores. Por fortuna,
científica, pseudotecnológica, o, am- en el cine sólo mandan las reglas del
pliando el espectro propuesto por Amis, cine: la única ley de la física que debería
onírico-científica y onírico-tecnológica, importar a los cineastas es la que permi-
pues quizás serían estos términos los te mantener un buen número de traseros
más adecuados para definir películas pegados a sus respectivas butacas duran-
como las de Cronenberg. Tanto en lo li- te un par de horas seguidas. Y punto.
terario como en lo cinematográfico, el Habrá quien quiera localizar alguna
componente científico de la ciencia-fic- gotera en la definición de Amis cuando
ción no tiene necesariamente que ser éste insiste en que el género habla de
plausible, pues en todo momento impor- algo «que no puede ocurrir en el mundo

¿Neorrealismofin de milenio o Nadarrealismoaño 2019en Blade Runner?

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que conocemos». El mundo que conoce- ciencia. De hecho, la relación que el gé-
mos hoy, pensarán algunos, es ese mun- nero establece con posibles miedos ge-
do en el que comienzan a plantearse de- neralizados y preocupaciones éticas de
bates éticos sobre la manipulación gené- ahora mismo no está tan lejos del lazo
tica, ese mundo en el que filósofos de la de democrática angustia que unía a las
urgencia -como el llorado Timothy Le- monster movies de los 50 con el muy
ary- han elaborado robustas teorías sobre comprensible -y palpable- temor atómi-
las virtudes de la realidad virtual como co.
efectivo -e inocuo- pasaporte a esos pa- El cine de ciencia-ficción nace cuan-
raísos artificiales en que soñó la psico- do se aplica una mirada distorsionadora
delia, ese mundo, en definitiva, en que a esa ciencia convertida en punto de re-
«La guerra de las galaxias» de George ferencia: la distorsión puede ser cómica,
Lucas sirvió de inspiración para un com- dramática, onírica, apocalíptica, grotes-
plejo programa de defensa bajo el go- ca... En suma, para crear una obra del
bierno de Reagan... Nuestra cotidianei- género basta con apoyar levemente el
dad se acerca cada vez más a lo que an- pie en el trampolín de la ciencia para
tes era territorio exclusivo de la ciencia- propulsarse al vaCÍo. Y cualquier excusa
ficción: películas como «El cortador de es válida para dar el salto.
césped» o «Blade Runner» pueden invi-
tar al debate sobre determinadas parcelas La ciencia-ficcióncomoespejodel presente
de la realidad que nos circunda, como
las posibilidades y peligros del universo Si bien el cine de ciencia-ficción no
virtual y la ingeniería genética. El diálo- es cine de lo cotidiano ni siquiera en es-
go que el cine del género ha acabado es- tos tiempos de solipsismo informático,
tableciendo con lo cotidiano ha llegado a sí es cierto que, como todo el cine de gé-
un estadio nunca antes alcanzado, pero neros, resulta bastante revelador del es-
quizá sería un tanto desmesurado empe- píritu de su tiempo. Pese a hablar de
zar a considerar las películas de ciencia- mundos futuros, viajes interiores o so-
ficción como un nuevo modelo de neo- ciedades inexistentes, las películas de
rrealismo para el fin del milenio. Como ciencia-ficción se han hecho en una épo-
es obvio, ni «El cortador de césped», ni ca muy concreta, bajo un sistema de
«Blade Runner», ni «Los niños del Bra- producción conocido y para un público
sil» hablan de nuestro entorno cotidiano. con unas necesidades y unos gustos
Las películas de ciencia-ficción siguen nada difíciles de determinar. Su capaci-
funcionando como lo que son, ficción: dad para hablarnos de su entorno indus-
en la entidad bicéfala llamada ciencia- trial, político y sociológico debe ser te-
ficción siempre ha pesado más la segun- nida muy en cuenta. A este respecto,
da cabeza. El cine del género siempre ha Phil Hardy recuerda las palabras de Vi-
tenido mucho más de ficción que de vian Sobchack, según las cuales la cien-

.
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Laradioactividad
despiertaa unGodzillaquetomaTokioporbandejadesashimi.

cia-ficción está «empotrada en su pre- coetáneo ese estado de pánico generali-


sente tecnológico, político, social y lin- zado que vivió la Norteamérica posterior
güístico». Hardy considera incluso que, a la Segunda Guerra Mundial, una Nor-
de entre todos los géneros cinematográ- teamérica en parte sacudida por un na-
ficos, el cine de ciencia-ficción es el que cional sentimiento de culpa y en parte
resulta más revelador de la época que lo obscenamente consciente del letal peli-
ha alumbrado: «Sus predicciones son re- gro del terror atómico. Al otro lado del
gularmente sobrepasadas por los aconte- espejo, entretanto, el cine japonés iría
cimientos, pero la importancia de esas creando su particular versión del género
predicciones no está en su exactitud, -las llamadas kaiju-eiga-, con esa mito-
sino en el proceso extrapolativo que las logía mutante encabezada por Godzilla
ha producido». nacida del dolor provocado por la -allí
Y, en efecto, las películas de mons- atrozmente real- catástrofe atómica. Por
truos radioactivos de los 50 ilustran de banales que hoy puedan resultar esas pe-
una manera mucho más precisa que lículas japonesas al espectador occiden-
cualquier otro génerocinematográfico tal no demasido afín al género, su valor

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como destilación de una tragedia colecti- hoeven describe una realidad sin centro,
va es inapreciable. Que Godzilla, pa- tal como la imaginó Philip K. Dick, a
triarca de ese Olimpo radioactivo y través de una construcción narrativa pro-
atroz, pasase de ser el azote de Tokio al vista de tantos y tan imprevisibles giros
aliado de sus habitantes frente a la inva- que el espectador se queda sin asidero
sión de toda suerte de monstruos puede alguno mediada la proyección. Podría
ser interpretado como una suerte de ca- citarse también la segunda entrega de la
tártico exorcismo: Godzilla, monstruosa serie «Regreso al Futuro» de Robert Ze-
encarnación del horror nuclear, acabó meckis, quizás la mejor traducción cine-
identificándose con el pueblo japonés, matográfica de la técnica musical del
también monstruosamente herido por el megamix. ¿Hay algún otro género cine-
hongo atómico. Godzilla devino, en cier- matográfico que haya sabido captar con
to sentido, Japón mismo: monstruoso y mayor elocuencia la experiencia multi-
herido, pero con un poder que no había forme, discontinua y fragmentaria de
sido, ni mucho menos, neutralizado. nuestro tiempo?
Considerar las películas de Inoshiro
Honda como cine político está, por su-
puesto, fuera de lugar, pero, evidente-
mente, hablaban en su día de un arraiga-
do y agresivo sentimiento nacional que
la posterior evolución de la serie acabó
difuminando.
Podemos volver a Cronenberg para
encontrar un ejemplo más reciente de
esa funcionalidad especular del género.
La discontinuidad narrativa de su «Vi-
deodrome» podría proponerse como el
formato ideal de evasión en un mundo
donde el desorden es el único principio
rector: cercano al caos controlado de la
narrativa de Thomas Pynchon o a las
apocalípticas visiones de un Jim Ballard,
que no por casualidad, sería el inspirador
de su perturbadora, magistral «Crash».
«Desafío total» de Paul Verhoeven po-
dría ser otro buen ejemplo: emblemática
película de evasión para un mundo que
ya no puede ser atrapado por la superfi- EnDesafíoTotal,losrecuerdosajenossonun
cie de un espejo, sino, en todo caso, por juegodecajaschinasencuyointeriorse
los fragmentos de un espejo roto. Ver- encierrael presidenteKuato.

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¿Son los extraterrestreslos vampirosdel Tobe Hooper o «Queen of Blood» de
futuro? Curtis Harrington hablan, sin rodeos, de
vampirismo. De hecho, las películas de
Otra de las apreciaciones generales monstruos configuran un territorio co-
sobre el género que recoge Hardy tam- mún al cine de terror y al de ciencia-fic-
bién merece ser tenida en consideración: ción: la adscripción de la película a uno
¿y si pudiéramos definir el cine de cien- u otro género dependerá del origen -mí-
cia-ficción como una simple puesta al tico o radioactivo- de la criatura en cues-
día, una mera modernización del cine de tión, aunque gramaticalmente las pelícu-
terror? Ese supuesto se apoyaría en la las a clasificar compartan parejas solu-
consideración de los temores y los mie- ciones.
dos provocados por la evolución tecno- Sin embargo, resulta un tanto peli-
lógica como prolongación natural de los groso emplear el término evolución. Si
miedos provocados por los poderes ocul- considerásemos al cine de ciencia-fic-
tos, o los temores de origen religioso. ción como evolución del cine de terror,
Por un lado, es evidente que, en tanto tal idea implicaría que este último géne-
que pertenecientes al cine fantástico, las ro habría quedado obsoleto. Es evidente
películas de ciencia-ficción hablan del que no ha habido una sustitución del
temor a lo desconocido, del contacto con cine de terror por parte del de ciencia-
lo que nos resulta ajeno, extraño. El mie- ficción: a partir de los años 50 ambos
do es parte consustancial del cine de han convivido, cabe decir que no siem-
ciencia-ficción: cabe recordar que el aire pre a un nivel de igualdad. Las oscila-
festivo y lúdico de los pioneros todavía ciones del gusto han privilegiado unas
tiene poco que ver con lo que, a partir de veces a uno y otras veces a otro, pero es
los años 50, identificaremos como pelí- evidente que la confluencia de intereses
culas del género. Además, buena parte temáticos no hace imposible la convi-
de la fauna heterogénea y a menudo im- vencia. Ciencia-ficción y terror son, en
posible que atravesará esos fotogramas definitiva, sendas formulaciones cine-
visionarios no será más que una actuali- matográficas distintas de unas preocupa-
zación del viejo repertorio de terrores ciones temáticas comunes al vasto terri-
góticos: «Lifeforce. Fuerza Vital» de torio del cine fantástico.

.
Capítulo
1

VisionesPioneras
Laciencia-ficción
delcambiode siglo

Comenzar una historia del cine de veló que el invento podía ser otra cosa.
ciencia-ficción en los mismos orígenes El ingenio recién nacido demostró su ca-
del arte cinematográfico no deja de ser pacidad para convertirse en herramienta
tan lógico como peligroso. En esa tem- de reflexión sobre esa misma edad del
prana fase, ninguno de los implicados en progreso que amparó su nacimiento:
el incipiente negocio del cine tenía en bien fuera con voluntad documental, pa-
absoluto claro el futuro de su labor: el ródica o fabuladora, el ojo de la cámara
flamante invento se presentaba cargado podía servir para atrapar, comentar, dis-
de potencialidades tan atractivas para el torsionar o embellecer esa radical trans-
mundo de la ciencia como para el de los formación del entorno que tenía lugar en
mercaderes de la evasión. Antes de cris- esos momentos. En cierto sentido, el
talizar definitivamente como vehículo cine fue un arte autorreflexivo desde sus
para la ficción, el cine era mirado con propios comienzos.
ojos tiernos por la ciencia y la industria, La relación creativa mantenida por
que veían en él un eficaz instrumento di- este cine aún en pañales con el hervidero
vulgativo. El cinematógrafo, en princi- de innovaciones tecnológicas de la épo-
pio, no fue más que uno de los muchos ca fue muy estrecha: 1895 fue el año en
prodigios técnicos del cambio de siglo, que Louis Lumiere patentó el cinemató-
aunque pronto su rápida asimilación por grafo, pero también fue el año de la de-
parte de la industria del espectáculo re- mostración por parte de W. A. Roetgen

.
de las virtudes de los rayos X descubier- y forzosamente parcial, esa breve evolu-
tos por Sir William Crookes. Dos años ción del arte cinematográfico que culmi-
más tarde, en abril de 1897, ambos ha- naría en la eclosión de un primer estadio
llazgos se encontraron en un territorio de lo que hoy entendemos por ciencia-
común, al presentar el doctor John ficción. Es peligroso utilizar el término y
McIntyre una película en tomo a la apli- es peligroso haber empezado por aquí,
cación de los rayos X sobre unas ancas como se ha advertido, porque el término
de rana ante la Glasgow Philosophical como tal todavía no existía y quienes
Society. En el mes de octubre del mismo hoy consideramos sus pioneros eran tan
año, los rayos X ya eran utilizados como ignorantes de estar haciendo ciencia-fic-
tema en un cortometraje humorístico de- ción como de estar levantando los ci-
bido a un director de Brighton, George mientos de la gran historia del cine. Na-
Albert Smith, quien, a la sazón, tenía un cido, pues, al mismo tiempo que los ra-
vecino químico a la par que cineasta, Ja- yos X, el cine pasó de un primer flirteo
mes A. Williamson, que acababa de con la ciencia -representado aquí por esa
comprarse un aparato de rayos X. En esa subordinación del cinematógrafo a la ex-
sucesión de fechas significativas podría posición de un discurso científico por
estar contenida, en versión miniaturizada parte de John McIntire- al comentario
bufo de la misma, ilustrado con la apari-
ción de ese film representativo de una de
las principales direcciones que tomaría
la más temprana ciencia-ficción cinema-
tográfica.

Inventores. aventureros. invasores


y alquimistas

A lo largo de su rica y efervescente


historia, la ciencia-ficción cinematográ-
fica se convertiría en una verdadera es-
ponja para los miedos e inquietudes del
momento. No resulta en exceso quiméri-
co distinguir un tema-rey que permita
agrupar la mayoría de títulos del género
realizados durante una misma década: el
caso de los 50 y ese temor apocalíptico
que daría carta de naturaleza al género
es especialmente transparente, pero en el
Un día de campo lunar segúnVerne. cine de principios de siglo con elemen-
tos de ciencia-ficción también pueden

.
ConViajeala LunaGeorgesMéliésinventólaspace-opereta.

identificarse una serie de líneas maestras posibilidades de la fantasía blanca y -he


que señalarían una rápida evolución des- ahí el salto de gigante- descubrir la fan-
de esas primeras miradas al progreso tasía negra. No es poco, ciertamente.
marcadas por el candor hasta la inquie- Después de realizar varias viñetas
tante percepción de los futuros peligros concisas e irónicas que, como las de sus
de ese mismo progreso. En suma, en contemporáneos Ferdinand Zecca o
poco más de diez años, el cine tuvo George A. Smith, parecían mirar al pro-
tiempo de nacer, desarrollar una serie de greso con una óptica no muy lejana a la
trabajos que hoy identificamos como pe- de los entrañables Inventos del TBO del
lículas de ciencia-ficción, exprimir las profesor Franz de Copenhague, Georges

.
Mélies elevó la ciencia-ficción cinema- público súbitamente interesado en lo que
tográfica a las altas cotas alcanzadas por se diría un primario esbozo de la políti-
sus pioneros literarios con «Viaje a la ca-ficción: las películas de Walter Bo-
Luna» (1902). Pese a que John Brosnan oth, que en su día fue llamado el Geor-
se lamente de las licencias que se tomó ges Mélies británico, aunque su actitud
Mélies en pro del espectáculo, el film frente al género no podía ser más distin-
supone un ambicioso intento de entron- ta. Bajo un clima político que anunciaba
car con las fantasías de un Jules Verne o tormenta, Booth no hizo sino aprovechar
un H. G. Wells. «Uno se pregunta qué los temores más inmediatos de sus con-
habría pensado Verne de "Viaje a la ciudadanos para plasmar en la pantalla
Luna ", que estaba vagamente inspirada esa suerte de gran pesadilla nacional: la
en su novela "De la Tierra a la Luna" invasión de Gran Bretaña por parte de
-escribe Brosnan-. Si no recuerdo mal, un ejército enemigo equipado con sofis-
en la novela el proyectil no era introdu- ticadas armas de combate. Establecer un
cido en el cañón gigante por una forma- grosero paralelismo que asociara a Mé-
ción de sonrientes chicas de coro». lies y Booth con, respectivamente, el
Dejando de lado tan puntillosas con- George Lucas de «La guerra de las gala-
sideraciones, lo cierto es que «Viaje a la xias» (1977) y el John Milius de «Ama-
Luna» abrió el camino para películas de necer rojo» (1984) puede resultar un tan-
metraje cada vez más extenso, en las que to cogido por los pelos, pero lo cierto es
los omnipresente s efectos especiales, ya que, en esos años de perpetua reformula-
entonces un atractivo primordial para la ción, el todavía nonato género ya res-
audiencia, podían ponerse al servicio de pondía a una serie de necesidades que no
una construcción narrativa inspirada en nos resultan del todo extrañas. Si Mélies
la mejor literatura de evasión. Mélies si- fue el padre de la aventura fantástica, ci-
guió por ese camino, pero, desafortuna- nematográficamente hablando, Booth lo
damente, el espíritu de la época no y el sería de otro subgénero llamado a obte-
que más tarde sería definido por Chaplin ner inmediata fortuna, el de la guerra fu-
como alquimista de la luz tuvo que vol- tura. Por primera vez, el cine incidía en
ver al lugar de donde procedió, el teatro temores no ya verosímiles, sino altamen-
de variedades. te probables.
La semilla de Mélies se quedaría, no Similares temores serían canalizados
obstante, allí, enterrada bajo suelo de ce- de manera muy distinta por la cinemato-
luloide para estallar en un futuro que grafía alemana, que daría al género sus
hoyes nuestro pasado inmediato. Su rei- trabajos más complejos y sombríos de la
vindicación del cine como magia, de la etapa muda, películas que quizás al es-
imaginación como energía liberadora y pectador purista de hoy le resultarán di-
de la aventura como fuente de poéticas fícilmente encasillables dentro de los pa-
epifanías visuales nO nos resulta hoy tan rámetros de la ciencia-ficción, por su
fuera del tiempo como les resultó a ese mayor inclinación hacia lo sobrenatural

..
y lo mágico en su vertiente más oscura. dantes películas americanas de esta pri-
En esos títulos que abrirían el camino mera época pródiga en abrir caminos.
del expresionismo cabría encontrar una Por ejemplo, la versión de «20.000 le-
primera plasmación cinematográfica del guas de viaje submarino» realizada en
horror puro, de un pánico que, como el 1916 por Stuart Paton subordinaba las
curso de la Historia no hizo sino corro- intuiciones de Mélies a un relato pobla-
borar, era espoleado por amenazas nada do por personajes con mayor entidad
abstractas. psicológica que las funcionales criaturas
Por su definitiva aportación allen- del realizador francés, al tiempo que de-
guaje cinematográfico y por su carácter sarrollaba las posibilidades de un len-
de precursoras del que sería uno de los guaje cinematográfico sintético y mo-
formato s más habituales para el cine de derno, alejado de las aparatosas y recar-
ciencia-ficción en los años inmediata- gadas composiciones, a un paso de los
mente venideros -el serial cinematográ- tableaux vivants, de, por ejemplo, «A la
fico- deben destacarse también las abun- conquista del Polo» (1912). Paralela-

Mélies.enA la conquistadelPolo,predijola aparicióndeactorescomoChristopher


Lambert.

.
mente, el cine de seriales comenzaría a Castle y, en fecha más reciente, por el
canibalizar elementos propios de la cien- Francis Ford Coppola de «Captain Eo»
cia-ficción en sus disparatados cócteles (1986), el Bob Gale de «Me. Payback»
de géneros que, por los caprichos de la (1995) y el Jean-Jacques Annaud de
evolución, hoy consideramos incuestio- «Las alas del coraje» (1996)- Y lo que
nablemente vigentes y atractivos. En el hoy recibe el nombre de ciencia-ficción
cine americano, el género -o esa forma no fue sino inmediata vitrina para mos-
embrionaria del género que vivió, respi- trar esos trucajes que los primeros
ró y sorprendió a los espectadores de cineastas desarrollaban con el entusias-
principios de siglo- encontró, pues, una mo de un niño con un juguete nuevo en-
formulación que acabaría siendo la do- tre manos. Entre «Viaje a la Luna»
minante en su posterior evolución: la de (1902) Y «Desafío total» (1990) se ha re-
la ficción de consumo frenética, superfi- corrido un largo y curvilíneo camino,
cial, sorprendente y en todo momento pero las formas esenciales de la ciencia-
presta a hibridarse con otras modalida- ficción cinematográfica y la manera de
des afines del cine de géneros. disfrutarlas ya estaban ahí, en esa prehis-
Si en su cuna francesa este rudimen- toria en la que, en cierto sentido, se in-
tario cine de ciencia-ficción estuvo mar- ventó todo.
cado por la preeminencia del truco vi-
sual -hoy diríamos efecto especial-, en Lacienciaesunchiste
Estados Unidos la magia se subordinó al
relato. Podría decirse que, irónicamente, La anécdota tantas veces recordada
el más reciente cine de ciencia-ficción del mayúsculo susto que, ante la brusca
norteamericano ha recorrido el camino a irrupción en pantalla de un tren acercán-
la inversa, volviendo a subordinar todo dose a la estación, hizo levantar de sus
lo demás al efecto especial, propiciando butacas a la audiencia de la época podría
construcciones narrativas que el crítico hacer pensar a más de uno que aún ten-
británico Kim Newman ha comparado al dría que llover mucho para el nacimien-
andamiaje de los viejos musicales: una to del cine fantástico. Sería lógico creer
sucesión de números brillantes engarza- que contemplar 10 cotidiano sobre una
dos por desangeladas escenas de transi- pantalla ya resultaba suficientemente
ción. No obstante, a quienes hoy consi- prodigioso como para que el cineasta tu-
deran que los efectos especiales han ex- viese que comenzar a ingeniarse nuevos
tendido el certificado de defunción del formatos para la sorpresa. No fue así: el
buen cine fantástico quizá les conven- filón de lo cotidiano no se agotó, pero la
dría recordar cuáles fueron las circuns- inquietud creativa llevó a esos mismos
tancias del género en esta primera fase responsables del histórico susto del tren
aquí analizada: el cine nació como es- -los hermanos Lumiere- a ofrecer un
pectáculo de feria -concepto recuperado producto definitivamente excéntrico que
en los 50 por cineastas como William hoyes considerado el primer film de

.
ciencia-ficción de la historia del cine. Se ción de Edison y dirección de Edwin S.
trata de «Charcuterie Mécanique» Porter, «Dog Factory» (1904) pondría
(1896), título inaugural de esa variante gracioso colofón a este primer subgéne-
de la ciencia-ficción empeñada en mos- ro de la ciencia-ficción: en esta pieza de
trar, burla burlando, algunas grotescas cuatro minutos, la máquina -que ostenta-
consecuencias del progreso tecnológico ba el gracioso rótulo de Dog Transfor-
y científico. mer- era capaz de efectuar el proceso a
De un minuto de duración, «Charcu- la inversa, o sea, obtener un perro a par-
terie Mécanique» mostraba el funciona- tir de unas cuantas salchichas, diferen-
miento de un curioso aparato capaz de ciadas según la raza del can del que pro-
convertir, con la mediación de un simple cedían.
interruptor, a un cerdo vivo en una sucu- La floración de sub géneros en estos
lenta sucesión de jamones, salchichas, primeros tiempos del cine no responde-
costillas y trozos de bacon. Dentro de la ría a otro motivo que a la práctica tan
filmografía de los Lumiere, el film es generalizada como falta de prejuicios del
una auténtica rareza, pero una rareza que plagio más o menos directo: bastaba que
no iba a caer en saco roto, porque muy un realizador diese con un tema de pro-
pronto iba a inspirar otras fantasías char- bada popularidad para que las imitacio-
cuteras igualmente preocupadas en deta- nes se reprodujesen como hongos. Aun-
llar humorísticamente la automatización que no siempre las imitaciones se limita-
de la habitualmente nada aséptica ma- ban a calcar el punto de partida temáti-
tanza del cerdo. En 1897, la producción co: también era un buen gancho el
norteamericana de la American Mutos- envoltorio técnico, el nuevo truco foto-
cope y la Biograph «The Sausage Ma- gráfico que, acuñado por Mélies o cual-
chine» aportaba una impensada variante quier otro mago de la imagen, permitía
al sustituir al cerdo por unos perros ca- abrir una nueva ventana de posibilidades
llejeros, idea que, al parecer, haría gran para el medio. De hecho, la mayoría de
fortuna: ese mismo año, el británico Ge- films concebidos como visiones cómicas
orge A. Smith ampliaba el espectro ani- del progreso no fueron más que meras
mal susceptible de convertirse en ristra excusas para poner en práctica un truco
de salchichas al convocar en el vientre visual de reciente factura. En 1906, por
de su prodigiosa máquina a perros, gatos ejemplo, un film como «How to Make
y un solitario pato en «Making Sausa- Time Fly», una producción británica de
ges»; cuatro años más tarde, Thomas A. Robert W. Paul dirigida por un tal J. H.
Edison presentaba «Fun in a Butcher Martin, proponía una esquemática excu-
Shop», en el que la materia prima trans- sa -el juego de una niña traviesa manipu-
formada volvía a ser un aislado chucho lando las agujas del reloj de su abuelo-
llevado a la carnicería por su propio due- con la sola intención de deslUlñbrar a la
ño, un niño de tierna mirada pero avie- audiencia con los movimientos acelera-
sas intenciones. También con produc- dos de los actores que se obtenían al re-

.
estos primeros años: el de los chistes y
burlas alrededor de la electricidad, cuyo
poder -un tanto ignoto para la mentali-
dad popular de la época- era terreno abo-
nado para el desvarío y la fantasía des-
bocada.
Pertenece también a este grupo de lo
que podrían denominarse fantasías eléc-
tricas un fundamental título de Segundo
de Chomón, hombre merecedor de co-
mentario aparte no sólo por su condición
de Mélies español, sino por su mayúscu-
la relevancia en el desarrollo del cine de
animación nacional: en «El hotel eléctri-
co» (1905), Segundo de Chomón propo-
nía una divertida mirada a las inmensas
posibilidades cómicas de la automatiza-
ción de los servicios en un hotel del fu-
turo, mediante el sistemático uso del
paso de manivela, laborioso trucaje con-
sistente en rodar fotograma a fotograma
SegundodeChomón,abuelodelstop-motion objetos inanimados para crear ilusión de
e inventordelatáctil-visión. movimiento. En suma, el germen de esa
animación stop motion que iba a dar al
mundo del cine talentos tan rotundos
ducir los movimientos de manivela de la como los de Starewicz, Tmka Harryhau-
cámara. El primitivo, pero eficaz proce- sen, Svankmajer o Henry Selick. El film,
dimiento sería inmediatamente recogido en algunos catálogos norteamericanos,
por films como «Le Ceinture Electri- sería atribuido erróneamente a Stuart
que» (1907), dirigido por Romeo Rosetti Blackton, que, a su vez, había recogido
según un guión de Louis Feuillade, o el testigo dejado por Segundo de Cho-
«Liquid Electricity» (1907) del muy no- món en «El hotel eléctrico» y la poste-
table J. Stuart Blackton, dibujante de rior «La Maison Hantée» (1907) para
historietas, co-fundador de la compañía elaborar su versión americana del tema,
Vitagraph y, sin lugar a dudas, uno de «The Haunted Hotel» (1907), en la que
los más inquietos pioneros de la ciencia- la animación de los objetos no se funda-
ficción cinematográfica en tierra ameri- mentaba en ninguna explicación pseudo-
cana. Los films de Rosetti y Blackton científica, sino en la existencia de fuer-
serían, por otra parte, representantes de zas sobrenaturales. En 1911, una pro-
otro de los subgéneros más prolíficos en ducción de la Pathé titulada «The Elec-

.
tric Villa», recogida en la 'Aurum Film das por el notable Walter R. Booth -uno
Encyclopedia' sin ficha técnica ni otro de los padres del género de la guerra fu-
tipo de créditos, reincidía en la misma tura, del que nos ocuparemos más ade-
línea temática abierta por «El Hotel lante-, las dos películas de la serie «Pro-
Eléctrico»: aquí, los objetos de una casa fessor Puddenhead' s Patents'» discurrían
completamente electrificada se desem- según un esquema fijo, que comenzaba
barazan de su primer huésped en el cur- con la rápida presentación de un invento
so de una noche llena de gags visuales prodigioso, el encadenado de gags deri-
que probablemente hubiesen deleitado a vados del mal uso del ingenio y un final
nuestro historietista Coll: un pollo asado de puro estallido slapstick con persecu-
vuelve a la vida, una alfombra converti- ción incluida: una varita mágica eléctri-
da ocasionalmente en serpiente le da el ca capaz de aumentar el tamaño de cual-
golpe de gracia al pobre intruso... quier objeto, persona o animal era el in-
La electricidad era vista, pues, como sólito invento presentado en «The Elec-
poder para dar vida a lo estático, como tric Enlarger» (1909), segunda patente
instrumento vigorizante y como fuerza del Profesor Puddenhead que se convir-
curativa, aunque, claro está, siempre al tió en la fantasía eléctrica más extrava-
servicio de la comedia, entendida en esta gante. Un trabajo que hoy permite de-
fase como simple viñeta humorística, mostrar cierta continuidad temática entre
mero chiste en movimiento. El más es- el ayer y el hoy de la ciencia-ficción:
trambótico uso de
la electricidad se-
ría el propuesto
por la segunda de
las películas pro-
tagonizadas por el
Profesor Pudden-
head, característi-
co profesor chifla-
do de estos prime-
ros años del cine-
matógrafo cuyos
inventos siempre
iban a parar a ma-
nos propensas al
estropicio: las de
sus hijos o las de
sus criados. Pro- Charcuterie Mécanique de los HermanosLumiére,
ducidas por Char- génesis de Oelicatessende Jeunet y Caro.
les Urban y dirigi-

.
CharlesOgle,laprimeracriaturadeFrankenstein,
enunaversiónexpurgada
porel mismísimo
Edison.

¿dirían ustedes que entre esta primitiva films como «The Electric Policeman»,
fantasía y «Cariño, he encogido a los ni- «The Electric Servant», «Electric Trans-
ños» (1989) y su secuela han transcurri- formations», «Electricity for Nervous-
do más de ochenta años de presumible ness» -todos ellos de 1909-, «The Elec-
evolución conceptual? tric Insoles», «The Electric Vitaliser» -
Secuela de «Liquid Electricity» ambos de 1910-, «Electric Boots»
(1907), «Galvanic Fluid» (1908) de (1911), «The Electric Leg» (1912) o
Stuart Blackton recuperaba al científico «The Electric Hump» (1913), que con-
de ese primer film, el profesor Watt, vertirían a las fantasías eléctricas en sub-
para proponer otro insólito uso de la género pródigo, aunque no especialmen-
electricidad: aplicada a cualquier objeto, te rico en sorpresas: los argumentos se
era capaz de hacerlo volar. Los proble- trasladaban de una película a otra con ín-
mas empezaban cuando Watt aplicaba su fimas variantes, mientras que los movi-
invención a las personas, con resultados mientos acelerados de los personajes se
muy satisfactorios para él, pero no para convirtieron en el truco visual utilizado
las víctimas elegidas al azar. Seguirían con mayor insistencia para visualizar los

.
increíbles logros de la electricidad. Cabe gistrado indeseable. Finalmente, dos
mencionar, no obstante, que en «The films explotarían la idea de un ingenio
Electric Vitaliser» de Walter R. Booth, magnético capaz de atraer tanto objetos
aunque en tono de fantasía cómica, ya se metálicos como desprevenidas personas:
introducía un uso de la electricidad de «The W onderful Electro-Magnet»
probada fortuna tanto en el futuro del (1909) y «The Magnetic Umbrella»
cine de ciencia-ficción como en el de te- (1911).
rror: en el film, el arquetípico profesor Al igual que las películas cómicas
utilizaba descargas eléctricas para resu- sobre el uso de los rayos X -cuya géne-
citar animales muertos. Curiosamente, sis ya ha sido explicada en páginas pre-
su fecha de producción, 1910, coincide cedentes-, hay otro de los subtemas de
con la de la primera adaptación cinema- este género de fantasías científicas hila-
tográfica del clásico de Mary W. She- rantes cuyo nacimiento está estrecha-
lley, el «Frankenstein» de J. Searle mente vinculado al uso del cinematógra-
Dawley. fo como instrumento de divulgación
De menor importancia cuantitiva, científica: las burlas sobre el uso cine-
pero similares códigos de funcionamien- matográfico del microscopio, como
to fueron las películas que imaginaban «The Unclean World» (1903) y «Love
no menos delirantes usos de la energía Microbe» (1907). Como respuesta des-
magnética, como «Work Made Easy» vergonzada a la experiencia del Urban-
(1907) de Stuart Blackton
o «La Cuisine Magneti-
que» (1907) de Segundo
de Chomón, en las que
tanto el norteamericano
como el turolense aplica-
ban idéntico uso de ese
paso de manivela que ya
habían desarrollado, res-
pectivamente, en «The
Haunted Hotel» y «El ho-
tel eléctrico». En «The
Magnetic Squirt» (1909)
de Georges Hatot, un
fluido magnético era ca-
paz de hacer andar a un
paralítico, de animar una
cesta y de provocar un Gracias a los cortos científicos,los espectadores de principio
comportamiento ridículo de siglo pudieron ver como era la pulga que se buscaba
en la persona de un ma- la Chelito.

.
Duncan Micro-Bioscope -desarrollada para inocularlo a aquellos individuos fal-
por el fotógrafo científico F. Martin tos del mismo. G. W. Bitzer, director de
Duncan y el productor Charles Urban y fotografía de este curioso corto que, del
consistente en mostrar en una pantalla mismo modo que «The Unc1ean World»,
cinematográfica imágenes recogidas por presentaba falsos micro-organismos
un microscopio-, el productor británico construidos en estudio, sería un año más
Cecil M. Hepworth, ex empleado de Ur- tarde uno de los colaboradores más es-
ban, estrenó «The Unc1ean World» -el trechos de D. W. Griffith, pasando, así,
film de Duncan llevaba por título «The de retratar 10 minúsculo a iluminar 10
Unseen World»-, en el que él mismo in- épico.
terpretaba a un científico que, tras apre- Dos temas también de gran fortuna
ciar un sospechoso sabor en su sandwich en estos tiempos servirían, además, para
de queso, descubría con el uso del mi- acuñar cinematográficamente dos ele-
croscopio un hervidero de diminutas mentos que ya jamás dejarían de estar
criaturas de aspecto infernal. asociados al cine de ciencia-ficción: el
«Love Microbe» de Wallace McCut- ingenio volador y el robot -o autómata,
cheon fue la respuesta norteamericana a como convendría a la terminología de
la estupenda broma de Hepworth y pre- esta temprana etapa-o «A la Conquete de
sentaba a un imposible Profesor Cupido l' Aif» (1901) de Ferdinand Zecca no
en el intento de aislar el virus del amor sólo sería la primera película de ingenios
voladores de la histo-
ria del cine, sino tam-
bién la primera que
utilizaría la después
imprescindible técnica
de la sobreimpresión:
confluencia en un solo
plano de dos filmacio-
nes distintas. Zecca
rodó en estudio las
evoluciones de un ac-
tor montado sobre un
artilugio a pedales de
forma acigarrada y,
posteriormente, llenó
la parte inferior del
plano con unas tomas
ElsubmarinodeMonturiol,a la conquistadelaire,65añosantesque aéreas de los tejados
el ChittyChittyBangBangde lanFleming. de París, creando así
una ilusión de vuelo

.
que, al parecer, resultó muy convincente De «Coppélia» se realizarían más tarde
para el público de la época. una versión británica, «The Doll Ma-
Al año siguiente, el norteamericano ker's Daughter» (1906) de Lewin Fitz-
Edwin S. Porter rodó «The Twentieth hamon, y dos americanas, «The Mecha-
Century Tramp», una versión del corto nical Statue and the Ingenious Servant»
de Zecca a la que se añadía un singular (1907) de Stuart Blackton y «An Anima-
giro conceptual: el piloto del curioso ar- ted Doll» (1908) de George Spoor.
tilugio -aquí una simple bicicleta vola- Otros temas presentes en estas ino-
dora- era en esta ocasión un anónimo ac- cuas, sencillas y a menudo sorprenden-
tor que encarnaba al personaje de histo- tes burlas del progreso eran, por ejem-
rieta Happy Hooligan, creado por Fred plo, los efectos de las lociones capilares,
Opper. Realizadores como Georges Mé- el trasplante de órganos, las teorías de
lies con «Le Dirigeable Fantastique» Darwin -objeto de mofas un tanto reac-
(1906) o Stuart Blackton con «The Air- cionarias-, las incubadoras, los bólidos,
ship» (1908) harían interesantes aporta- las medicinas vigorizantes y los elixires
ciones a este tema también explotado a de la vida. Como puede comprobarse, la
conciencia por otros creadores de la épo- mirada de estos pioneros a veces coloca-
ca menos talentosos y que había de abrir ba en un mismo saco la superchería de
paso al subgénero de la guerra futura, feria con los avances científicos que no
en el que el ingenio volador entraría en tardarían en consolidarse al quedar sufi-
el terreno de lo verosímil-temible. De cientemente demostrado su benéfico po-
hecho, el nombre de Mélies, si bien no tencial. No está de más añadir que inclu-
siempre en el origen, aparece en cual- so un realizador de la talla de Abel Gan-
quiera de las direcciones emprendidas ce aportó su granito de arena al subgéne-
por el fantástico durante estos primeros ro con «La Folie du Docteur Tube»
años: suya es, por ejemplo, la primera (1915), film en el que el científico del tí-
película de autómatas, «Gurgusse et tulo inventaba un aparato de tubos de
l' Automate» (1897), probable traslación cristal capaz de romper los rayos solares.
cinematográfica de un número escénico Tal punto de partida servía de pretexto
interpretado por el Gurgusse del título, para una arrebatada sucesión de efectos
un payaso del Cirque d'Hiver de París. visuales realizados con lentes deforman-
En su segunda tentativa en el tema, «La tes, espejos y bruscos cambios de foco.
muñeca animada» (1900), Mélies utilizó En suma, pura proto-vanguardia.
una fuente de inspiración a la que recu-
rrían otros films de la época realizados Lospionerosde la aventurahumana
en torno al tema del autómata: el ballet
«Coppélia» de Léo Delibes, a su vez ins- El término ciencia-ficción no fue uti-
pirado en la versión operística que reali- lizado en el mundo literario hasta 1923.
zara Edmond Audrian del relato 'El y no nació precisamente en cuna noble,
hombre de arena' de E.T.A. Hoffmann. sino en el humilde jergón de la literatura

.
---
popular, de esa literatura pulp que no se- avances de la ciencia: en ese minúsculo
ría reivindicada -y ponderada en su justo rincón impreso se hallaría el germen de
valor, que no era poco- hasta muchos 'Amazing Stories' y de las futuras publi-
años más tarde. Rugo Gernsback, editor caciones que jalonarían la carrera del in-
de revistas consagradas a estas bastardas quieto editor. Literariamente, la ciencia-
formas de creación literaria, fue el res- ficción nació, pues, como una forma
ponsable del bautizo, así como el funda- más del pulp, esa modalidad de evasión
dor de la primera revista literaria dedica- marcada por una visible falta de prejui-
da íntegramente a la ciencia-ficción, la cios a la hora de mezclar temas, perso-
legendaria 'Amazing Stories', cuyo pri- najes y situaciones de procedencias va-
mer número aparecería en abril de 1926. riadas en un evidente correlato de los
Gernsback se forjó en la profesión edi- cócteles multigenéricos practicados por
tando revistas técnicas que siempre in- los contemporáneos seriales radiofóni-
cluían un pequeño apartado dedicado a cos y cinematográficos. Aunque, ya en
fantasear muy libremente sobre los esa primaria faceta, la ciencia-ficción

Abel Gancetraspasó sus delirios de grandezaal actor Albert Dieudonnéen


La falíe du dacteur Tubey también en Napa/eón.

.
poseía sus propios códigos de funciona- flejos que su objeto de estudio. Yeso no
miento y sus características diferenciales es todo: el diálogo entre literatura y cine
con respecto a la corriente general del de ciencia-ficción existió -y dio sus pri-
pulp -tributaria del folletín y más cerca- meras obras relevantes al incipiente gé-
na al género de aventuras-, habría que nero cinematográfico- casi desde los
esperar hasta después de la Segunda mismos comienzos del cinematógrafo.
Guerra Mundial para que el género ad- Aparte del 'Frankenstein' de Mary
quiriese cierto reconocimiento entre los W. Shelley, esa rara perla del Romanti-
círculos literarios. cismo que puede ser a la vez valorada
Lógicamente, y como ya se ha apun- como mayúscula novela gótica o como
tado antes, ninguno de estos cineastas primer relato de ciencia-ficción en la
pioneros era consciente de estar dando historia de la literatura, los cineastas pio-
forma a algo que, años más tarde, se neros sólo podían mirar a dos polos de
identificaría con el nombre de ciencia- parejo brillo: el francés Jules Verne y el
ficción: si el termino no iba a aparecer británico Herbert George Wells, los dos
hasta los 20 y si no puede hablarse de pioneros oficiales de la ciencia-ficción.
ciencia-ficción como género cinemato- En una comparación tan sugestiva como
gráfico hasta los años 50, ¿qué ocurre arriesgada, Frederik Pohl y Frederik
con estos cineastas de principios de si- Pohl IV, en su interesante ensayo
glo, condenados a un limbo sin asideros 'Science Fiction Studies in Film', rela-
literarios ni teóricos de ningún tipo? La cionan las figuras de Verne y Wells con
pregunta engaña: lo que ocurrió no fue las de los otros dos grandes pioneros del
tan extraño como puede parecer si se arte cinematográfico, Louis Lumiere y
formula así. Todo es bastante más senci- Georges Mélies. «Lumiere fue el prime-
llo: como en tantas otras ocasiones en la ro en capturar la realidad en una pelí-
no siempre lúcida historia de la humani- cula. Mélies fue el primero en inventar-
dad, la cosa vino antes que el nombre. Ia.», escriben, «Existe cierto paralelismo
¡Liberémonos ya de este absurdo yugo entre la relación de rivalidad que une a
que nos oprime desde las primeras pági- ambos cineastas y la existente entre
nas de este libro!: ¡Antes de los 50 hay H.G. Wells y Jules Verne en el terreno
cine de ciencia-ficción -o, para los punti- de la novela de ciencia-ficción. Verne se
110sos, cine con elementos de ciencia- enorgullecía de su exacta observancia
ficción-, del mismo modo que hay litera- de la ciencia conocida. Wells se enorgu-
tura de ciencia-ficción antes de Gerns- llecía de su imaginación extrapolativa.
back! El afán taxonómico que hoy lleva (...) Lo que hizo Lumiere fue abrir su ob-
al hombre a perder demasiadas energías jetivo al mundo que lo rodeaba, el mun-
clasificando corrientes literarias de tem- do inmediato y visible de las calles y las
porada, modas de un mes y efímeras ca- fábricas parisinas. Atrapar en una pan-
tegorías estéticas fue, en el caso de la talla lo que su público podía haber con-
ciencia-ficción, bastante más lento de re- templado simplemente a través de una

.
nematográficas de las obras de Ju-
les Verne y H. G. Wells: según 10
expuesto, ambos autores debían
haber inspirado sendas traduccio-
nes cinematográficas completa-
mente diferenciadas, una ciencia-
ficción / Lumiere y una ciencia-
ficción / Mélies, para utilizar una
simplificación útil. No fue así: am-
bos autores fueron a desembocar
en un mismo callejón estético, el
de las primeras fantasías cinemato-
gráficas de largo aliento y ambi-
cioso punto de partida. Los surcos
abiertos por Verne y Wells sí que
llevarían, en la historia de la litera-
tura de ciencia-ficción, a propiciar
dos caminos distintos de afrontar
el género, yesos dos caminos, a la
larga, tendrían su correspondencia
en ese cine de ciencia-ficción
siempre presto a grandes saltos
evolutivos, pero de ahí a establecer
Unselenita,hijodeunpolloy unalangosta,imaginado la equivalencia Verne-Wells = Lu-
porGeorgeMéliesparaViajeala Luna. miere-Mélies hay un buen trecho.
La obra que abrió el fuego en
este temprano cine de ciencia-fic-
ventana fue maravilla suficiente para él. ción de base literaria fue «Viaje a la
También lo fue para el público, dado Luna» de Georges Mélies, una pieza ca-
que nadie lo había hecho antes. Lo que paz de rebatir por sí sola la anterior teo-
hizo Mélies fue engañar a su público ría, en tanto que armónico y libérrimo
mostrando cosas que jamás habían exis- maridaje de los universos literarios de
tido: una práctica que le resultaba fami- esos dos pioneros que, bajo la mirada
liar, pues tenía tras sus espaldas una del mago-cineasta, se revelaban no tan
larga carrera como prestidigitador y co- dispares: 'De la Tierra a la Luna', nove-
nocía perfectamente la diversión de lo la publicada por Verne en 1895, y 'Los
imposible». primeros hombres en la Luna', novela
La tesis de Frederik Pohl y Frederik publicada por Wells en 1901. Antes que
Pohl IV se viene un tanto abajo cuando la fidelidad a sus modelos literarios, pri-
se analizan las primeras traducciones ci- maba en el arte de Mélies el sentido del

.
espectáculo, plasmado en esa deslum- títulos se reconocía la influencia de
brante sucesión de trucos fotográficos «Viaje a la Luna».
frecuentemente puntuada por numeritos El británico Walter R. Booth, con
de estirpe inconfundiblemente teatral, producción de Robert Paul, presentó al
con bailarinas y actores de music-hall año siguiente del estreno del tour de for-
reclutados en los escenarios parisinos. ce de Mélies «The Voyage of the Arc-
Sucesión de 30 escenas rodadas con una tic» (1903), una odisea imaginaria servi-
cámara que hoy resulta exasperantemen- da en once cuadros, en la que un grupo
te estática, «Viaje a la Luna» utilizaba el de exploradores llegaba al Ártico para
sistema de viaje interplanetario con asistir a -y, eventualmente, intervenir en-
enorme cañón lanzacohetes propuesto la lucha que enfrentaba a la reina de las
por Verne y la figura de "esos selenitas Regiones Polares con un genio maligno.
imaginados por Wells en el curso de una La idea no estaría lejos de «A la Con-
trama ligera, concebida con el único pro- quista del Polo», film con el que Mélies
pósito de engarzar candorosos gags, in- se despediría prácticamente del cine, no
sólitos trucajes y extraordinarios decora- sin antes haber construido otras filigra-
dos. Mélies construyó el film más ambi- nas de similar lustre e intención. En
cioso hasta la fecha, con una duración «Viaje a través de lo imposible» (1904)
que superaba los veinte minutos, metraje aparecía una sociedad cuyo patafísico
absolutamente insólito en esa época en nombre de Instituto de la Geografía In-
la que una película standard duraba poco coherente definía, en cierto sentido, la
más de 60 segundos. óptica lúdica y marciana con que Mélies
Con «Viaje a la Luna», pues, el cine- se acercaba a esas fuentes literarias: en
asta francés se convirtió en el primer este film en particular, el cineasta volvía
creador del género que se atrevió a dia- a usar la eficaz fórmula narrativa de
logar de igual a igual con unos modelos «Viaje a la Luna» para articular una
literarios que, a partir de ese momento, aventura de invención propia, que tenía
iban a ser una referencia constante en el su momento de mayor impacto en la
inmediato devenir del género. El film imagen de ese tren surcando el firma-
inauguró un nuevo subgénero dentro del mento que acababa estrellándose en la
cine de ciencia-ficción: a la vez.padre de boca del Sol.
las películas de aventuras y del cine fan- Si en su inmortal odisea lunar Mélies
tástico, «Viaje a la Luna» inspiró con su había dado vida al líder de la expedición
ejemplo toda una serie de películas de Profesor Barbenfouillis, aquí interpreta-
similar estructura narrativa -siempre ba el rol similar del Ingeniero Mabou-
atrapada en cuadros más o menos estáti- loff. Esa imaginación libérrima presta a
cos- e idéntico gusto por el relato de manipular juguetonamente el patrón de
grandes aventuras humanas con un pie la novela de aventuras de base científica
en la fantasía. No siempre habría un re- reaparecía de forma ostensible en su
ferente literario claro, pero en todos esos adaptación de '20.000 leguas de viaje

.
--
submarino' de Verne, novela que ya ha- Aprovechando también algunos elemen-
bía conocido una versión cinematográfi- tos de 'La isla misteriosa', el film de Pa-
ca en 1905, hoy perdida, de la mano de ton -con una línea argumental cercana
la norteamericana Biograph: Mélies ya ya a los patrones que el cine norteameri-
mostraba sus cartas desde el mismo títu- cano de género instituiría como canon-
lo, «200.000 leguas bajo el mar» (1907), sirvió de lujosa vitrina para las posibili-
multiplicando por 10 las 20.000 leguas dades de una cámara especial para tomas
de Verne. submarinas diseñada por J. Ernest y
El film utilizaba otro esquema caro George M. Williamson, dos hermanos
al Mélies de las primeras películas de que no sería muy descabellado conside-
trucajes, con el protagonista -un pesca- rar los abuelos de los actuales magos de
dor- cayendo dormido y soñando esa se- la actual industria americana de los f/x.
rie de imágenes imposibles que eran la Antes de que los norteamericanos re-
marca de la casa: el argumento de la no- vitalizaran esta fundamental línea del
vela de Verne no era aquí más que un fantástico, no obstante, hubo otras piezas
pálido referente, puesto que el film na- europeas a tener en cuenta, algunas de
rraba el imaginario viaje al fondo del ellas tan tributarias de Mélies como «Dp
mar del pescador guiado por el hada de the Pole» (1909) de W alter R. Booth
los océanos, un viaje poblado por ninfas, -que, en cierto modo, parodió su ya co-
sirenas, cangrejos, peces, caballitos de mentada «The Voyage of the Arctic»,
mar y un enorme pulpo, todos ellos -eso utilizando esta vez como insólito prota-
sí- recién salidos de los grabados reali- gonista al mismísimo Barón de Mun-
zados por Alphonse de Neuville para el chausen- o los diferentes viajes concebi-
popular libro. dos por el turolense Segundo de Cho-
'20.000 leguas de viaje submarino' món por encargo de la Pathé para com-
tendría otra versión en estos primeros petir con las excelencias del mago
años del cine, la realizada por Stuart Pa- francés: «Viaje a Júpiter» (1908), «Viaje
ton en 1916: en esa fecha, el cine de Mé- al centro de la Tierra» (1909), «Viaje a
lies, portento de imaginación visionaria la Luna» (1909) y «Viaje a Marte»
pero irremisiblemente estático en su (1909).
puesta en escena, había dejado de intere- Entre las otras obras literarias que
sar en Europa para dejar paso a los te- obtuvieron también un notable eco cine-
mores palpables de las posibles guerras matográfico se encuentran 'El hombre
futuras, pero el cine norteamericano invisible' de H. G. Wells -adaptada en
tomó el relevo del genio francés sustitu- «The Invisible Fluid» (1908) de Wallace
yendo la sucesión de cuadros teatrales McCutcheon, «L'Homme Invisible»
por un sentido del montaje ya plenamen- (1909) de Ferdinand Zecca y «The Invi-
te moderno y desarrollando ese gusto sible Thief» (1910)- y 'El extraño caso
por los efectos especiales con técnicas del doctor Jekyll y Mr. Hyde' de Robert
cada vez más pulcras y espectaculares. Louis Stevenson -«Dr. Jekyll and Mr.

.
Hyde» (1908) Y «A Modern Dr. Jekyll»
(1909), ambas de William N. Se1ig, la
británica «The Duality of Man» (1910),
la danesa «Den Skaebnesv Angre Opfin-
delse» (1910), «Dr. Jekyll and Mr.
Hyde» (1912) de Lucius Henderson,
«Dr. Jekyll and Mr. Hyde» (1913) de
Herbert Brenon y la parodia «Dr. Jekyll
and Mr. Hyde Done to a Frazzle»
(1914)-. El 'Frankenstein' de Mary W.
Shelley sería adaptado al cine en dos
ocasiones, probablemente respondiendo
al éxito obtenido por las diversos monta-
jes teatrales inspirados en la obra:
«Frankenstein» (1910) de J. Searle Daw-
ley, producida por Thomas A. Edison,
de 11 minutos de duración y centrada
antes en las implicaciones metafísicas
del original literario que en las posibili-
dades truculentas de la historia; y «Life Los trucos teatrales de Méliés que después
Without Soul» (1915) de Joseph W. filmaría en su estudio de cine.
Smiley, ya en formato largometraje de
setenta minutos y planteado casi como ra deslumbrante, el casual articulador de
gran producción espectacular con rodaje una filosofía de la imagen hacia la que
de exteriores en Florida, Georgia, Arizo- todo director de cine fantástico de nues-
na, Nueva York y el océano Atlántico. tros días sigue guardando un reverencial
Pese a que la sobria interpretación de respeto. Con su labor quedó demostrado
Percy Darrell Standing en la piel del que el cine no sólo podía reflejar la rea-
monstruo recibió el unánime aplauso de lidad, sino también inventaria, proponer
la crítica, el film cosechó un sonoro fra- realidades paralelas, imposibles, deliran-
caso que obligó a los productores a re- tes, falsas. El ojo de la cámara podía en-
montarlo y re-estrenarlo al año siguiente gañar alojo humano de muy diversas
con algunos documentales científicos maneras: Mélies se empeñó en probarlas
como complemento. todas, mientras el público, boquiabierto,
sucumbía a la seducción de la mentira
GeorgeMélies: el primermentiroso hiperbólica.
Nacido en París en 1861, Mélies es,
Él es el gran antepasado: el patriarca pues, el máximo representante del se-
del género, el fundador de una ética y gundo estadio en la evolución del arte
una estética fundamentadas en la menti- cinematográfico: antes ya hemos dicho

.
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que, en efecto, a los primeros espectado- espectadores de humilde condición, ese


res del cinematógrafo ya les resultaban arte castigado iba a conocer su pasaporte
suficientemente maravillosas las posibi- a la inmortalidad; en esos innobles re-
lidades de esa cámara-espejo concebida ductos se iba a operar una transforma-
por los hermanos Lumiere, una cámara ción decisiva para el rumbo de lo que
entendida como ventana al mundo, ca- hoy conocemos como Historia del Cine.
paz de recoger imágenes de la más es- Hijo de un industrial zapatero, Mé-
tricta cotidianeidad para proyectadas so- lies abandonó el negocio paterno en
bre una pantalla: la salida de los obreros 1885 para viajar a Londres, aprender allí
de la fábrica Lyon Mont-Plaisir, la llega- técnicas de prestidigitación y estudiar el
da del tren a la estación de la Ciotat... complicado proceso para la construcción
Los Lumiere alternaban esas tranches de de autómatas, por entonces elemento ha-
vie con pequeñas incursiones en la co- bitual en sesiones de magia y espectácu-
media más candorosa, como «El regador los de feria. Ya en París, en 1888, el di-
regado», pieza situada en la prehistoria nero familiar le permitió comprar el tea-
de ese slapstick que sublimaría Mack tro Robert-Houdin, que a partir de ese
Sennett algo más adelante. momento se iba convertir en su centro
En ese momento, el cine era un me- de operaciones, una plataforma a medida
dio concebido como pasatiempo básica- para su infatigable sed de experimenta-
mente burgués, pero la situación iba a ción, siempre con la mirada puesta en
dar un violento giro: por un lado, el abu- los gestos de asombro del público: dila-
rrimiento del público hacia lo que se iba tar ese asombro, mantener las bocas
intuyendo como vía muerta -incluso para abiertas por un tiempo superior al pru-
esos primeros espectadores, la paciencia dente, conseguir que ese arqueo de cejas
tenía un límite y la cámara/espejo no tar- provocado por la sorpresa quedase mar-
daría en antojarse herramienta rutinaria cado con fuego en las frentes iban a ser
y previsible- y, por otro, el espectacular sus principales objetivos. En esa tesitura,
incendio del Bazar de la Caridad de Pa- el invento de los hermanos Lumiere,
rís en 1897 -provocado por un descuido presentado en sociedad el 28 de diciem-
del proyeccionista que se encargaba de bre de 1895 en el Gran Café de París, no
exhibir piezas cinematográficas en la fue ninguna inocentada, sino la solución
elegante y concurrida convocatoria a todos los desvelos de Mélies: el ilusio-
anual- contribuyeron a que se generali- nista, que a menudo se había servido de
zase un estado de opinión nada benévolo proyecciones de fotografías pintadas
con respecto al joven cinematógrafo. para maravillar a los espectadores de su
Del salón distinguido, el nuevo arte pasó teatro, se propuso adquirir el invento;
a las barracas de feria, en lo que quizá pero topó, al principio, con la negativa
en su día pudo ser interpretado como de los Lumiere, que querían monopoli-
una caída en el abismo: no fue así, en los zar su propia patente. Pero, lejos de
modestos barracones frecuentados por abandonar sus propósitos, Mélies consi-

.
- -
guió que el británico Robert William ta algunos segundos después. Al revelar
Paulle vendiese un proyector, a partir de la película, Mélies contempló, regocija-
cuyo complejo andamiaje mecánico él se do, el feliz resultado del azaroso fallo
iba a construir su propia cámara cinema- mecánico: ante su mirada, un omnibús
tográfica, a la que llamó Kinetógrafo. quedaba transformado en coche fúnebre
Curiosamente, pese a que su profe- y los hombres que paseaban por la calle
sión principal fuese el ilusionismo, Mé- se convertían en mujeres. El cine como
lies no iba a utilizar su recién construido instrumento transformador de la realidad
ingenio para engañar alojo de buenas a acababa de nacer.
primeras. Según propia confesión, el pri- Simplemente con detener la cámara
mer efecto especial en la carrera cinema- para volver a ponerla en funcionamiento
tográfica de Mélies iba a surgir de mane- poco después y sin variar de toma, Mé-
ra espontánea, impremeditada: el inex- lies había comprobado que podía jugar a
perto realizador había comenzado imi- las transformaciones y a las desaparicio-
tando el arte de los Lumiere, dirigiendo nes: su film «Escamoteo de una dama»
el objetivo al entorno, sin manipulacio- (1896) supuso, pues, una de las más pri-
nes ni interferencias de ningún tipo, marias manifestaciones de ese cine apo-
pero, un buen día, mientras se hallaba yado en el truco visual, a la par que el
rodando unas tomas en la plaza de la nacimiento del cine espectáculo. Si bien
Opera de París, la película quedó blo- los Lumiere, con «La demolición de un
queada en el interior de su cámara y no muro», podían colgarse la medalla de ser
se puso en correcto funcionamiento has- los inventores del primer efecto especial

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Elesquema que inspiró a Industriallight & Magic para realizar los efectos especiales de Abbys.

.
Elbarrocochurrigurescosequedóanclado200.000
leguasbajoel mar.

de la historia del cine -la proyección de esas aportaciones al entorno teatral ha


la película al revés provocaba una ilu- hechoque la altura de Méliescomoau-
sión de reconstrucción imposible del tor revolucionario de la imagen cinema-
muro-, el arte de la mentira visual no al- tográfica haya sido discutida por algunos
canzaría un desarrollo coherente hasta la críticos e historiadores: lo suyo no era
labor de Mélies, que logró conjugar los tanto cine, como teatro filmado, dicen,
más rudimentarios prodigios de la car- pero lo que resulta innegable es que, a
pintería teatral -trampillas, fuegos artifi- partir de su espectacular aparición en el
ciales, uso de maniquíes y maquetas- panorama cinematográfico, sobre las
con las nuevas e inmensas posibilidades pantallas podían brillar los más implau-
del cinematógrafo -sobreimpresiones, sibles delirios de la imaginación. Y no
fundidos, simulaciones de imágenes sub- sólo eso: en las películas de Mélies, hay
marinas utilizando un acuario como tos- poesía visual de muy noble estirpe, una
co filtro, exposiciones múltiples, di sol- poesía quizás agramatical y expresada
vencias, fondos negros, etcétera-o de manera un tanto rudimentaria, pero
Con todo, la subordinación de todas que lo acredita como uno de los grandes

.
visionarios de este arte que él ayudó a especial salido de la infatigable factoría.
crear. Es cierto, no obstante, que el es- En la producción del realizador se alter-
pectador de hoy no puede dejar de que- naban esos curiosos sustitutivos cinema-
darse un tanto perplejo ante la a veces tográficos del número de magia teatral
exasperante inmovilidad de esa cámara con noticiarios reconstruidos -en los que
que trataba al espectador cinematográfi- los actores representaban algunos de los
co como espectador teatral, al plano ci- grandes acontecimientos del presente,
nematográfico como escenario, y a los cuando no rememoraban hechos del pa-
actores como piezas sujetas a ese juego sado o impostaban curiosidades del
de entradas y salidas propio del lenguaje mundo-, hasta que la literatura de Veme
escénico. Mélies le dio al cinematógrafo y H. G. Wells se le presentó como fuen-
una función narrativa, descubrió que el te de inspiración para desvaríos más am-
nuevo medio podía contar mentiras, biciosos, como los recogidos en el apar-
plasmar cosas que nunca han sucedido tado precedente. Mélies vivió unos años
ni nunca sucederán, pero no consiguió de enfebrecida creatividad, en los que a
crear una gramática estrictamente cine- las labores de realización y creación de
matográfica para traducir esos propósi- efectos especiales se sumaban los de
tos al celuloide y se sirvió, en su lugar, producción, escritura de guión, cons-
de una sistemática apropiación de solu- trucción de decorados, montaje, distri-
ciones teatrales. El genio francés, suma- bución, exhibición y exportación. Por si
mente intuitivo a la hora de crear su rico ello fuera poco, el creador de «Viaje a la
catálogo de efectos especiales, no llegó a Luna» se encargaba de maquillar a sus
sospechar las inmensas posibilidades del actores y, a menudo, aparecía él mismo
montaje y de los movimientos de cámara como intérprete principal en sus produc-
a la hora de concebir fantasías filmadas: ciones.
con esos recursos, lo que hoy se aparece Marcada por la desmesura, su tra-
como sucesión de tableaux vivants po- yectoria iba a tener un desafortunado fi-
dría haberse convertido en desfile de di- nal, en el que tanto el cambiante gusto
námicas visiones cargadas de vida y del público como la definitiva transfor-
fuerza visual. mación del sistema de distribución ases-
Mélies construyó en 1897 un estudio tarían el golpe de gracia. Mélies estaba
propio, situado en Montreuil-sous-Bois, acostumbrado a vender las copias de sus
que él mismo consideraba como el en- películas, según esa práctica generaliza-
cuentro de un gigantesco estudio foto- da en los primeros tiempos del cinema-
gráfico con un escenario teatral: desde tógrafo que a la larga iba a resultar un
allí iba a enriquecer el programa de su tanto peligrosa para la industria: en
teatro Robert-Houdin con un buen nú- efecto, sobre cada una de esas copias
mero de cortometrajes fantásticos, en su vendidas, el realizador perdía el control
mayoría brevísimas películas de truco y el exhibidor podía hacer con ella lo
concebidas alrededor del nuevo efecto que se le antojara, como, por ejemplo,

.
UntúnelqueunaInglaterraconFranciaquedajustificadoporla libreimportacióndewhisky.

utilizarla para sacar copias ilegales y Moon» y fue incrementando anualmente


multiplicar los beneficios. Para detener su metraje con material sacado de otras
la circulación de copias piratas de «Via- películas y tomas rodadas por él mismo:
je a la Luna» en Estados Unidos, Mélies Lubin consiguió rentabilizar su delito es-
encomendó a su hermano Gaston esta- trenando diversas versiones del film has-
blecer una sede de su productora Star- ta 1903.
Film, fundada en 1896, en Nueva York: El problema al que se enfrentaba
al parecer, de las cinco copias que ini- Mélies afectaba, de hecho, a todos los
cialmente se habían mandado a Estados pioneros del cinematógrafo: el arte re-
Unidos, los exhibidores habían logrado cién nacido reclamaba a gritos su indus-
sacar nada menos que 100 copias. Ya al- trialización. En 1907, la productora
gunos años antes, su cortometraje «Viaje Pathé Freres, que ya se había constituido
a la Luna» había sido víctima de una en sociedad anónima, decidió dar un
considerable manipulación por parte del violento giro a la historia económica del
distribuidor y productor americano Sig- cine al sustituir la venta de sus produc-
mund Lubin que cambió el título origi- ciones por el alquiler. En este momento
nal francés por el de «A Trip to the se iba a instituir una forma de difusión

.
-- -
del cine que no estaba lejos de la que homenajes: reivindicado como poeta y
hoy conocemos: el exhibidor itinerante padre del cine de entretenimiento, Mé-
que compraba películas para siempre, lies vivió así su último momento de glo-
hasta que las copias aguantasen el consi- ria. El 21 de enero de 1938 murió en el
derable trote al que eran sometidas, sería hospital Léopold-Bellan. Hoy sigue vivo
sustituido por las salas de exhibición es- en el cine de Terry Gilliam, Jeunet y
tables, por las que irían circulando una Caro, Steven Spielberg y Álex de la
serie de películas alquiladas en rotación Iglesia, entre otros.
continua.
En un principio, Mélies intentaría Segundo de Chomón:¿el segundode a bordo?
adaptarse a esta nueva forma de enten-
der los circuitos de distribución, pero su La sombra de Mélies es alargada:
artes anal método de trabajo no consegui- tanto que, a veces, el nombre del turo-
ría armonizar con una tesitura que exigía lense Segundo de Chomón sólo ha exis-
una fuerte infraestructura industrial. Fi- tido en las Historias del Cine como nota
nalmente, y tras el fracaso de su herma- a pie de página, en todo momento subor-
no Gaston al frente de su oficina neoyor- dinada al nombre del gigante francés. El
quina, Mélies acabó empleado en la autor de «El hotel eléctrico» ha sido víc-
Pathé, en cuyo seno pudo realizar obras tima de la fosilización de un tópico que,
tan notables como «Las alucinaciones como la mayoría de tópicos, no responde
del Barón de Münchausen» (1911) y «A con demasiada exactitud a la realidad:
la conquista del Polo», que supondrían, Segundo de Chomón ha pasado a ser,
no obstante, su canto del cisne como vi- así, para la posteridad el Georges Mélies
sionario del celuloide ante esos especta- español. En algunos textos incluso se ha
dores que empezaban a preferir la fanta- llegado a silenciar su notoria valía como
sía posible y dinámica que la fantasía creador de soluciones cinematográficas
imposible y estática. al considerársele antes un operador y ~n
El realizador volvería a la escena, di- técnico brillante que un realizador en
rigiendo el Teatro de Variedades de toda regla.
Montreuil, en el que casi toda su familia . Así es como lo define, literalmente,
desempeñaba diversas funciones. Los el diccionario Tulliard de directores, en
tiempos, no obstante, eran duros y en opinión ostensiblemente divergente a la
1923 el otrora alquimista de la luz quedó expuesta por Agustín Sánchez Vidal en
arruinado y se vio despojado, a la vez, su esclarecedor libro 'El cine de Cho-
del teatro Robert-Houdin y de su archivo món', estudio esencial para comprender
de películas. En el más completo anoni- al cineasta turolense en toda su multifor-
mato, Mélies regentaría en su decaden- me complejidad: «Aplicar a toda la tra-
cia una juguetería situada en la estación yectoria de Chomón el sambenito de
de Montparnasse, donde en 1928 sería 'Mélies español' es una flagrante ine-
descubierto por una prensa sedienta de xactitud. Sería excesivo pretender -como

.
Lacasadelos duendes(1906).
fantasmagoría
deChomónrodadaenFranciaal estiloMélies.

ha apuntado un crítico inglés- que sus hacer trucos fí/micos. el autor de 'Viaje
innovaciones fueron de tal envergadura a la Luna' tendía a trucos filmados o
que Mélies bien podría ser llamado el trucos en elfilm».
"Segundo de Chomónfrancés". Lo que Nacido en Temel en 1871, Segundo
sí es cierto es que ese tópico enmascara de Chomón entraría por primera vez en
las enormes diferencias de mentalidad contacto con el mundo del cinematógra-
con que ambos se enfrentaron a proble- fo a través de la relación con su esposa,
mas y géneros similares. A diferencia de la actriz de variedades Julienne Mathieu
Mélies. el turolense lo hizo con un talan- Mouloup, a la que conocería poco des-
te eminentemente cinematográfico. Po- pués de llegar a París en búsqueda de
dría admitirse en el mejor de los casos fortuna en 1895. Tras un paréntesis mar-
que -en una determinada etapa de su cado por su participación como soldado
trayectoria- Chomón fue algo así como voluntario en la guerra de Cuba, Cho-
"el Mélies de la Pathé". Pero conviene món regresaría a la capital francesa para
no limitar a esta faceta su trabajo, que comenzar a trabajar mano a mano con su
incluso en esa época debe considerarse esposa en el nuevo empleo de ésta: el
como muy personal. Si el turolense solía coloreado de películas a mano fotogra-

.
ma a fotograma. Julienne Mathieu, que abierto: Chomón decidió trasladar esa
había alcanzado un puesto de enorme búsqueda del momento prodigioso al te-
responsabilidad en el taller de coloreado rreno de la realización, en el que hasta el
dirigido por Mélies, consiguió colocar a momento sólo había demostrado ser un
Chomón en la empresa, una vez que la aplicado manufacturero de imágenes en
firma se hubo independizado para facili- prosa, comúnmente conocidas como do-
tar sus servicios a otras productoras, sin cumentales. En 1902, su cinta «Choque
exclusividades de ningún tipo. Allí, de trenes», falso documental en el que se
Chomón ingenió un método que suponía reconstruía un accidente ferroviario me-
un primer paso hacia la mecanización diante el uso de maquetas, supondría el
del coloreado, el pochoir, sistema de es- primer paso hacia la materialización de
tampación mecánico que fascinaría a un una mirada cinematográfica eminente-
Charles Pathé plenamente consciente de mente fantástica que tendría sus prime-
que el cinematógrafo debía abandonar el ras manifestaciones en sus adaptaciones
artesanato en favor de la industrializa- de «Pulgarcito» (1903) y «Gulliver en el
ción si quería asegurar su expansión y país de los gigantes» (1904). En esos
supervivencia. Interesado por las ideas dos films, Chomón utilizaba como eje de
del turolense, Pathé decidió ficharle para la trama los trucajes por sobreimpresión,
que se encargara de dirigir la sucursal que le permitían la coexistencia en un
española de la Pathé Freres, abierta en mismo plano de personajes de contrasta-
Barcelona en 1902. dos tamaños.
Chomón, que en los últimos años ya Con su corto «Eclipse de sol»
se había familiarizado con el paisaje bar- (1905), Chomón lograóa uno de sus má-
celonés merced a sus eventuales excur- ximos triunfos profesionales al acuñar
siones para rodar documentales de tema para España el uso del paso de
catalán para la Pathé, se instaló definiti- manivela, técnica ya citada en el aparta-
vamente en la Ciudad Condal en esa fe- do dedicado a las fantasías eléctricas y
cha, abandonando sus tareas como re- que consistía en rodar una acción foto-
presentante para España e Hispanoamé- grama a fotograma, con la posibilidad de
rica de la Star Films de Mélies y así cen- cambiar los objetos de lugar en los inter-
trarse en su nueva labor. Alternando la valos.
representación de la Pathé en España -a En su pieza maestra «El hotel eléctri-
través de la firma Hispanofilm- con los co» -según algunos historiadores fuente
encargos de su taller familiar de colorea- de inspiración del «The Haunted Hotel»
do, Chomón iría interesándose progresi- (1906) de Stuart Blackton; según otros,
vamente por ese mundo de imágenes entre los que se encuentra el propio
fantásticas y prodigiosas al que él y su Agustín Sánchez Vidal, deslumbrante
esposa debían otorgar la decisiva aura remake de la película del americano- Se-
mágica del color con la juiciosa aplica- gundo de Chomón exprimiría a concien-
ción de las anilinas. El camino estaba cia las posibilidades de ese paso de ma-

.
de su carrera: se su-
cederían los trucajes
más insólitos en los
fotogramas con su
firma, llegando a ve-
ces a superar en ba-
rroquismo las pro-
puestas de Mélies.
Entre las técnicas
empleadas por Cho-
món para engañar a
los ojos del público
se encontraban las
sobreimpresiones,
cámaras cenitales
destinadas a impos-
tar la verticalidad de
determinadas accio-
Pajaritas animadasy domadoresliliputienses en nes -falsas escala-
Les cocottes (1909!. das, etcétera , mo-
vimientos invertidos
nivela en el curso de una comedia futu- e incluso deslumbrantes experimentos
rista repleta de gags visuales. En «Eclip- en el terreno del cine de animación, con
se de sol» la técnica permitió al turolen- la inteligente utilización de sombras chi-
se recoger en poco más de un minuto el nescas -a veces combinadas con el traba-
desarrollo de un fenómeno natural de jo de actores de carne y hueso, como en
dos horas y media de duración. «La casa hechizada» (1906)- o muñecos
Con esos primeros trabajos acredi- articulados. Las fantasmagorías y las
tándole como virtual alternativa al popu- transformaciones serían los temas pri-
larísimo alquimista de la luz Mélies, Se- mordiales de sus primeras fantasías al
gundo de Chomón regresó a París en servicio de la Pathé Freres, aunque el ta-
1905 para trabajar directamente para la lento del cineasta brillaría especialmente
Pathé Freres en calidad de realizador de en las adaptaciones de fábulas y cuentos
cortos fantásticos y experto en deslum- -a este respecto destaca la labor del turo-
brantes trucajes, siempre con el apoyo lense como responsable de efectos vi-
del director artístico de la firma, Ferdi- suales en la versión de «La gallina de los
nand Zecca. Chomón pasaba así a susti- huevos de oro» dirigida por Albert Ca-
tuir en el seno de la Pathé a Gastan Ve- pellani en 1905- o en los intentos de imi-
He en calidad de experto en trucajes. Se- tar los celebrados viajes de Mélies.
ría ésta la etapa más intensa y productiva En «Viaje a Jupiter», Chomón ya

.
marcaba las distancias con respecto a su del público y la exigencia de las produc-
modelo, al enriquecer el brillante esque- toras de cambiar de tercio. Si para Mé-
ma de Mélies con esos movimientos de lies ese altibajo de popularidad desem-
cámara -todavía reducidos a mera tenta- bocó en el fin de su carrera cinematográ-
tiva de dinamismo, no obstante- que el fica, no sería así en el caso de Chomón,
genio francés parecía desconocer. El ar- que pronto fue destinado de nuevo a la
gumento del film era simple y seguía al filial de Barcelona y reciclado por parte
pie de la letra el patrón marcado por Mé- de las cabezas pensantes de la Pathé Fre-
lies, aunque Chomón ya destilaba las su- res en realizador de películas de tema es-
ficientes gotas de poesía personal como pañol: zarzuelas, sainetes, documentales,
para revelarse bastante más que un sim- comedias, folletines y cintas de tema
ple imitador empeñado en perfeccionar histórico. La competencia del director a
trucajes: un rey terráqueo se quedaba la hora de realizar este tipo de productos
dormido mientras observaba el firma- -correspondida por una notable acepta-
mento a través de un telescopio y soñaba ción por parte del público y de los res-
que su cuerpo volaba rumbo al espacio. ponsables de Pathé Freres- tenía su justa
En Satumo era amenazado por unas tije- contrapartida en el visible desencanto
ras gigantes, pero conseguía escapar ha- del realizador ante unos géneros que le
cia Júpiter, donde sus habitantes lo apre- daban un escaso margen para la experi-
saban y lo llevaban ante su monarca que, mentación.
atacándole con unos rayos, le enviaba de Finalmente, en 1912, la compañía
vuelta a la Tierra. La caída al suelo des- italiana Itala Film decidió contratar al
pertaba de su sueño al fantasioso monar- realizador para brindarle una inmejora-
ca. Un año más tarde, Chomón se con- ble oportunidad para subordinar sus
virtió en el primer cineasta que llevaría a aportaciones a proyectos de cada vez
las pantallas uno de los temas vemianos mayor envergadura. Chomón se convir-
de mayor fortuna en el futuro devenir tió así en director de fotografía de la
del cine fantástico: el del viaje a las pro- desmesurada «Cabiria» (1913) de Gio-
fundidades de la Tierra. Nada se conser- vanni Pastrone, la película colosalista
va de ese «Viaje al centro de la Tierra», por excelencia en una época en la que el
al que seguiría ese mismo año un «Nue- cine italiano estaba empezando a propi-
vo viaje a la Luna» que aportaba una im- ciar formas narrativas fundamentadas en
pensada variante con respecto al modelo el exceso y un sentido del espectáculo de
de Mélies: los protagonistas del viaje acentos épicos. Amén de un trabajo de
eran actores chinos y Chomón subtituló iluminación que apostaba en todo mo-
su propuesta como una fantasía china. mento por la estilización y la irrealidad,
Esa línea de trabajo, no obstante, to- Chomón aportaría a «Cabiria» el primer
paría con el mismo obstáculo con que uso documentado del travelling: esos
tropezó la propia carrera de Georges movimientos de cámara que había ensa-
Mélies: la variación de gustos por parte yado en sus trabajos anteriores llegaban

.
SegundodeChomónseinventóeltravellingparadaralgodesolturafílmica
alfarragosoguióndeGabrielleD'Annunzio.

aquí a adquirir una función estructural y Chomón fallecía en el Hospital Tenon


narrativa que el lenguaje cinematográfi- de París víctima de una penosa enferme-
co ya no iba a olvidar. Tras su influyen- dad no especificada. Antes había inter-
te, decisiva labor en el film de Pastrone, venido en el rodaje de otra apoteosis del
Chomón sería el responsable de otras exceso, el «Napoleón» (1925-27) de
brillantes aportaciones a la cinematogra- Abel Gance -llevando al paroxismo esa
fía italiana: baste aquí destacar el sueño movilidad de la cámara que se había
de los soldados de juguete -todo un tour convertido en la gran aportación dramá-
de force de animación fotograma por fo- tica de «Cabiria»-, se había responsabili-
tograma- en «La guerra y el sueño de zado de una surreal escena onírica de
Momi» (1916) de Pastrone o su trabajo «El negro que tenía el alma blanca»
como responsable de los efectos especia- (1926) de Benito Perojo y había indaga-
les en la serie del superheroico Maciste, do en las posibilidades de la aplicación a
con ese alucinógeno «Maciste en el in- la fotografía y al cine de los rayos ultra-
fierno» (1925) de Guido Brignone como violetas. Con Segundo de Chomón, en
joya de tan excéntrica corona. cierto sentido, moría también una tradi-
El 2 de mayo de 1929, Segundo de ción visonaria del cine español que care-

.
cería de continuidad. Desde entonces, rra», rezaba una de las líneas del texto
todo intento de visualizar prodigios en el promocional. Lo cierto es que, pese a
cine de nuestro país ha sido más bien esa declarada intención de entroncar con
raro y, a menudo, estéril. algunos de los mismos modelos litera-
rios que inspiraban el cine de Mélies,
¡Esla guerra! «The Airship Destroyer» era el resultado
directo de un temor nacional tangible, un
Cuando el público se giró de espal- miedo generalizado que la prensa de la
das a las fantasías de Mélies y Chomón época se havía dedicado a alimentar con
no fue para abocarse exclusivamente a inconsciente empeño: el enrarecido cli-
un cine realista y ajeno al delirio: la fan- ma político que se vivía en Europa hizo
tasía seguía siendo necesaria, pero bajo que la paranoia cobrase forma en el in-
un nuevo aspecto. La imaginación des- consciente colectivo de los ciudadanos
bordada dio paso a unas fantasías verosí- británicos. La posibilidad de que su te-
miles, lo imposible tuvo que ceder su lu- rritorio estratégico fuese invadido por
gar a lo posible, los viajes a lo largo y tropas francesas, rusas o germanas pare-
ancho del universo fueron sustituidos cía una idea cada vez menos descabella-
por las guerras imaginarias, pero plausi- da. Las actitudes alarmistas proliferaban
bles. Fue Walter R. Booth, en su día no sólo en los periódicos más amarillis-
considerado como el Mélies británico, tas, sino también en las historietas infan-
quien dio el primer paso con «The Air- tiles o en piezas teatrales dirigidas al pú-
ship Destroyer» (1909), primera de una blico acomodado: era, pues, lógico, que
serie de películas en las que la imagen esa tensión vivida tan democráticamente
de las costas inglesas invadidas por un acabase afectando al más joven de los
ejército enemigo de avanzado armamen- medios de expresión, el cinematógrafo,
to se iba a convertir en cliché sometido a que respondió a semejante tesitura polí-
multitud de variantes. tico-social configurando un nuevo sub-
Tanto Booth como la distribuidora género, de fundamento y desarrollo es-
de su película, la Charles Urban Trading trictamente británicos.
Company, quisieron vincular ese film a El cine de ciencia-ficción, a partir de
los grandes modelos literarios del géne- ese momento, encontraría una buena
ro: en los anuncios difundidos por la Ur- fuente de lucro en los miedos colectivos,
ban se hablaba de una predicción cine- en ese pánico apocalíptico que el género,
matográfica a la altura de las prediccio- en cierto sentido, ayudaría a exorcizar.
nes literarias elaboradas por Veme, H.G. Yeso es lo que hicieron, a su modo, las
Wells y Rudyard Kipling. «La película películas de guerras futuras que surgie-
muestra lo que podría suceder en el fu- ron a partir de ese momento y que se
turo cercano cuando los aviones hayan prolongaron hasta el mismo comienzo
sido perfeccionados hasta el punto de de la Primera Guerra Mundial: exorcizar
poder convertirse en máquinas de gue- el miedo a la invasión y fomentar el pa-

.
triotismo, sirviéndose de una candorosa que acercaban certeramente el horror a
reducción doméstica del temido conflic- un paisaje cotidiano.
to bélico. La mayoría de estas películas El mismo año en que Booth estrenó
partían del axioma de considerar el ho- «The Airship Destroyer», llegaba a los
gar del eventual protagonista como el escenarios londinenses un curioso espec-
equivalente de la patria o el territorio táculo multi-media -no hace falta añadir
amenazado: la responsabilidad de repe- que tan ortopédico término era tan des-
ler la doméstica invasión recaía indefec- conocido en esa época como el de cien-
tiblemente en este personaje, un hombre cia-ficción-, en el que se combinaba tea-
común habitualmente alejado del estere- tro, cine, canciones y poemas, bajo la di-
otipo de héroe, cuando no una chica o un rección del profesional todoterreno del
niño... La defensa era cosa de todos, sin espectáculo Leo Stormont: «England In-
distinción de sexo, ni edad. Más podero- vaded» se presentó al público en el Co-
sos en número y fuerza, los enemigos lisseum Theatre de Londres el 22 de fe-
serían derrotados según la lógica del gé- brero de 1909 para iniciar después una
nero gracias al ingenio de un solo britá- celebrada gira por todo el país. «The In-
nico, un auténtico patriota. vaders» de Percy Stow e «Invasion: Its
Especialmente en las tres aproxima- Possibilities» de la Urban fueron las
ciones de Booth al tema -«The Airship otras dos aportaciones al género en ese
Destroyer» (1909), la fantasía bélica mismo 1909: el primer film planteaba el
para niños «The Aerial Submarine» tema de la invasión sutil -con un ejército
(1910) Y «The Aerial Anarchists» secreto formado por soldados vestidos
(1911)-, el cine de guerras futuras tenía de civil, idea no del todo lejana a la que
su plato fuerte en las escenas de inva- en un futuro inspiraría «La invasión de
sión, que ponían al servicio de estos ho- los ladrones de cuerpos» (1956)-, colo-
rrores posibles esas mismas técnicas de cando en el centro de la acción a una pa-
efectos especiales que poco antes habían reja de jóvenes novios que sería la res-
servido para plasmar fantasías puramen- ponsable de abortar la ofensiva de los in-
te quiméricas. En «The Aerial Anar- vasores; «Invasion: Its Possibilities», por
chists», Booth acuñó un modelo de imá- su parte, abordaba el formato del falso
genes que iban a recorrer toda la futura documental, con un ataque enemigo re-
historia del cine de ciencia-ficción -al- pelido con éxito como catártico clímax
canzando en películas como «Earth vs. de clara funcionalidad panfletaria.
Flying Saucers» (1956), «El planeta de El subgénero alcanzaría su momento
los simios (1968)>>,«Independence Day» de máxima fertilidad en 1914, coinci-
(1996) y «Mars Attacks!» (1996) una al- diendo con el estallido de esa primera
tura difícilmente olvidable-: por primera conflagración mundial que, consecuen-
vez se mostraba en pantalla la destruc- temente, también les daría el golpe de
ción de monumentos y edificios conoci- gracia a estas fantasías coyunturales.
dos por el público, en unas imágenes Rodadasbajo la urgenciade aprovechar

.
esos temores que inmediatamente iban a los primeros años del cine: también la
ser realidad, algunas de estas películas posibilidad de que el cometa Halley
-como «England' s Menace» de Harold errara su trayectoria y se estrellara con-
Shaw, estrenada dos meses antes de de- tra la Tierra inspiró trabajos como «The
clararse la guerra- vieron la luz en el Comet» (1910) y la producción danesa
momento preciso, otras llegaron dema- «Verdens Undergang» (1916) de August
siado tarde, como «An Englishman' s Blom. Dentro del pequeño apartado de
Home» de Ernest G. Batley, «If England las anti-utopías, el movimiento sufragis-
Were Invaded» de Fred W. Durrant o ta también hizo imaginar a algunos cine-
«Wake Up!» de Laurence Cowen, todas astas una sociedad futura dominada por
ellas estrenadas después de agosto del las mujeres, como la mostrada en «One
14. El caso de «Victory and Peace» Hundred Years After» (1911) o la pro-
(1918) de Herbert Brenon, cuya produc- ducción de Carl Laemmle «In the Year
ción terminó ya finalizada la guerra, fue 2014» (1914). Pese a sus dispares inten-
quizá el más desafortunado: siendo la ciones y resultados, tanto las visiones de
más ambiciosa de las películas centradas guerras futuras, como las plasmaciones
en el tema -con un metraje de 130 minu- de catástrofes posibles o de hipóteticas
tos- no logró estrenarse nunca. sociedades de pesadilla demuestran que,
En el umbral de la Segunda Guerra ya desde sus mismos comienzos, la cien-
Mundial, el cine de guerras futuras vol- cia-ficción no fue un género hermética-
vería a gozar de buena salud, aunque en mente cerrado a las influencias de su en-
el intervalo las situaciones y soluciones torno. La imaginación fantástica no ha
visuales del subgénero no iban a desapa- sido, casi nunca, una burbuja de cristal
recer de un plumazo: el cine norteameri- impermeable a su contexto socio-políti-
cano de seriales asimiló algunas de sus co.
propuestas para subordinarlas a ese sen-
tido del espectáculo y a ese gusto por la Del superdetective al homúnculo
aventura que le eran característicos. En
1916, un film como «The Flying Torpe- Pero, junto a esa corriente más o me-
do» de Christy Cabanne, por ejemplo, nos coyuntural de películas bélico-fan-
utilizaba algunas de las aportaciones te- tásticas, aparecerían después de Mélies
máticas de Booth para construir una dos interesantes direcciones dentro del
aventura de acentos folletinescos que, género, que iban a marcar en buena me-
como propina, pronosticaba en sus imá- dida el futuro inmediato de este tempra-
genes los bombardeos de la aviación ale- no cine de ciencia-ficción. Estados Uni-
mana contra Gran Bretaña durante la Se- dos y Alemania serían los países respon-
gunda Guerra Mundial y el ataque a sables de esa reactivación de la cinema-
Pearl Harbour. tografía fantástica, merced a su
Pero la guerra no sería el único de respectivo desarrollo del cine folletines-
los temores verosímiles plasmados en co con componentes propios de la cien-

.
cia-ficción y de esas fantasías negras en Antes ya hemos hablado de esas pe-
las que cabe ver el germen del expresio- lículas de Stuart Paton que, partiendo de
nismo. En los años 20, ésas van a ser las la misma inspiración literaria que las
dos grandes direcciones que seguirá el obras mayores de Mélies, conseguían
cine de ciencia-ficción: la de la aventura superar la desfasada gramática visual del
lúdica, excéntrica y superficial -ya a par- francés cuidando especialmente la cons-
tir de este momento asociada a la indus- trucción dramática y narrativa del con-
tria norteamericana- y la de la fantasía junto y dotando de un mayor espesor a
grave, cargada de implicaciones metafí- los personajes. Las aventuras cinemato-
sicas, cuando no sociopolíticas, caracte- gráficas de los primeros detectives cien-
rísticamente europea tanto por su tradi- tíficos -término un tanto forzado que sir-
ción literaria como por sus condiciones ve, no obstante, para identificar a los an-
de producción. Este paisaje cinemato- tepasados de Bond y demás superagen-
gráfico, no obstante, comenzó a forjarse tes de años venideros- también
ya en el mismísimo umbral de la Prime- adoptarían la ligereza narrativa de Paton
ra Gran Guerra. y su voluntad de apoyar la acción sobre
un esqueleto dramático, aunque, salvo
excepciones, no lograrían alcanzar el
grado de carismafou de los folletines del
francés Feuillade, sin duda más imagina-
tivos, pero exentos de pátina fanta-cien-
tífica.
Con «Los misterios de Nueva York»
(1914), serial cinematográfico de 14 ca-
pítulos surgido a raíz del éxito de «Las
peripecias de Paulina» (1914), se inau-
guraba esta tradición de detectives arma-
dos con los más peregrinos artilugios y
siempre dispuestos a rescatar a la pánfila
heroína de las garras del malo, pero, eso
sí, en el último instante, casi cuando el
público comenzaba a creer que, esta vez,
la situación límite no iba a tener salida.
«Los misterios de Nueva York» volvía a
PROTAGONISTAS~
"'"
CK MUlHAll. WIU.IAMFARN unir a director y estrella de «Las peripe-
11" MIX . MARION SHILUNG cias de Paulina», Louis Gasnier y Pearl
S YAKIMA
CANUTT White, en la construcción de una trama
LosmisteriosdeNuevaYorktuvoversión que sólo servía para unir un golpe de
sonoraen 1936, añoenquela Manoapretóa efecto con otro y para presentar en so-
España. ciedad a Craig Kennedy, el héroe de la

.
historia, consagrado a sacarle las casta- mayor profundidad conceptual.
ñas del fuego a la atlética Pearl White De mayor interés que la popular se-
cada vez que el villano -¡ni más ni me- rie de Elaine serían otros seriales cerca-
nos que La Mano que Aprieta!- ponía en nos al género como «El cofrecito negro»
serio peligro su integridad física. . de Otis Turner o «Lady Baffles and De-
Al año siguiente, «Los misterios de tective Duck» de Allen Curtis, ambos de
Nueva York» conocería dos secuelas de 1915 y de la Universal. En el primero, el
no menor éxito: «The New Exploits of detective Sanford Quest -conveniente-
Elaine» y «The Romance of Elaine», de mente equipado con un artilugio capaz
10 y 12 capítulos respectivamente. El de leer las mentes- se veía envuelto en
respaldo publicitario de William Ran- una desquiciada aventura adornada con
dolph Hearst solía contrarrestar la abso- la concurrencia de una criatura simiesca
luta medianía de los seriales de Elaine, y un práctico traje capaz de invisibilizar
consistentes en una frenética sucesión de a su eventual dueño. En «Lady Blaffes
situaciones paroxísticas, sin excesivo and Detective Duck», el protagonista era
cuidado en cuestiones de dirección, ilu- a la vez detective e inventor, en una
minación y montaje. Como sostiene la práctica opción de los guionistas por la
'Aurum Film Encyclopedia', «estas pelí- versatilidad del personaje que les permi-
culas no eran más que el frenético movi- tió completar su estructura de once capí-
miento de los cuerpos de los actores y tulos con esa filosofía del todo vale -que
los objetos. Eran 'motion pictures' en el más tarde heredaría el Spielberg de «In-
más literal sentido del término: fotogra- diana Jones y el templo maldito»
fías - 'pictures' - de gente y objetos en (1984)- como único principio rector.
movimiento - 'motion' -». El héroe Craig Pero quizás el mayor logro en este cam-
Kennedy utilizaba en el curso de estas po lo obtendría en esta prematura etapa
aventuras toda clase de sofisticadísimos el francés Maurice Tourneur, que en su
ingenios -una computadora, un detector período americano realizaría un trabajo
de mentiras- que aportaban la nota de tan deslumbrante como «The Hands of
ciencia-ficción a unas intrigas que, con Peril» (1916). Aventura folletinesca pro-
el acumulativo uso de pasadizos secre- tagonizada por el agente secreto James
tos, trampillas, túneles y siniestras cons- Kestner, «The Hands of Peril» iba a in-
piraciones para dominar el mundo, se re- cluir un hallazgo visual de altura -años
gían por los más tradicionales cánones más tarde utilizado por el Jerry Lewis de
del relato de aventuras. Los hallazgos vi- «El terror de las chicas» (1961), el Ju-
suales de las viejas películas de truco, o lien Temple de «Principiantes» (1986) y
de esas primeras fantasías que gustaban el Ibáñez de «13 Rue del Percebe»-, ins-
en hacer una reinterpretación naIf del pirado por uno de los gadgets del bien
progreso científico, se subordinaban equipado personaje: cuando Ketsner di-
aquí a relatos de más heterógenea com- rigía su sofisticado aparato de rayos X
posición, aunque no necesariamente de hacia la fachada de una casa, Tourneur

.
te. Todos estos títulos irán preparando el
terreno para ese gran momento, marcan-
do pautas formales y narrativas que se-
rán tenidas muy en cuenta por los futu-
ros directores de seriales, cada vez más
preocupados por la economía expositiva.
Por el camino, ese temprano cine por
episodios de los primeros años del siglo
todavía iba a proporcionar anecdóticos
hitos, tales como los seriales protagoni-
zados por el gran Houdini, maestro en
fugas -«The Master Mistery» (1918),
«The Grim Game» (1919) y «Terror Is-
land» (1920), todos ellos adornados por
escenas de escapismo sin truco que,
como atracción cinematográfica, resulta-
ban un verdadero despropósito-, o la re-
surrección del detective Craig Kennedy
-aquí encarnado por el protagonista de
«El cofrecito negro», Herbert Rawlin-
son- en «The Carter Case» (1919), serial
en 15 entregas con una fórmula de la in-
visibilidad como candoroso macguffin.
En la industria alemana sería la pri-
ElGolem:Unaaventuraenclaymation. mera versión de la leyenda del Golem
-realizada por Henrik Galeen en 1914- la
que encendería la llama de la imagina-
-utilizando un elaboradísimo decorado- ción fantástica, definiendo las directrices
logró plasmar las capacidades del arte- que iban a marcar la producción germa-
facto en una imagen magistral, que mos- na del género en los años siguientes:
traba las nueve habitaciones de esa casa enorme ambición temática, clara volun-
cortada en sección como nueve frag- tad de aprovechar concienzudamente el
mentos de un mismo plano. poso filosófico y moral de la literatura
La edad de oro de los seriales cine- fantástica y un sentido de la estilización
matográficos no llegaría, con todo, hasta visual que acabaría cuajando en el ex-
la década de los 30, durante el transcur- presionismo cinematográfico de los años
so de la cual el cine estableció un pro- 20. «El Golem» fue un proyecto promo-
ductivo diálogo con todas las otras for- vido por el actor Paul Wegener antes de
mas de cultura popular -el pulp, el co- que apareciera la novela homónima de
mic, la radio consumidas masivamen- Gustav Meyrink sobre el tema: Wege-

.
.....-
ner, co-guionista del film junto a Ga- En esta primera aproximación al
leen, partió directamente de la leyenda mito del Golem, Wegener trasladó el
praguense que inspiraría la obra de Mey- marco temporal de la leyenda -la Praga
rink publicada un año después, en 1915. de 1580- a principios de siglo e introdu-
La leyenda, enormemente popular en jo diversas variantes en la línea argu-
esos barrios judíos de Praga en los que mental: unos obreros descubren la figura
Wegener se hallaba rodando en 1913 su del Golem enterrada en las ruinas de una
primera versión de «El estudiante de sinagoga y deciden venderla a un anti-
Praga», se centraba en la creación de un cuario, que le devolverá la vida con la
ser artificial por parte del rabino ludah ayuda de unos textos cabalísticos y lo
Loew Ben Bezalel. Lejos de la funda- convertirá en su criado. Tras ser víctima
mentación más o menos científica del de una pasión amorosa abocada al fraca-
'Frankenstein' de Mary W. Shelley, la so, el Golem desencadenará una espiral
leyenda del Golem se apoyaba en el sa- de violencia que culminará en su propia
ber cabalístico: el Golem, imponente es- destrucción.
tatua de arcilla, cobraba vida cuando el Tras participar en una parodia de su
rabino escribía sobre su frente el nombre personaje -«Der Golem und die Taenze-
secreto de Dios, Emet(h). rin» (1917), en la que un hombre disfra-
Tal tentación por lo sobrenatural y lo zado de Golem intentaba asustar a una
inefable sería predominante en el cine joven bailarina-, Wegener se enfrascó en
fantástico alemán de principios de siglo la realización de una nueva versión de la
a causa de la progresiva influencia de la historia, esta vez siendo singularmente
pujante sensibilidad expresionista, que, fiel a la leyenda original y olvidando
entre otras cosas, se caracterizaba por un todo intento de actualizar la acción.
violento rechazo al positivismo. No deja Con «El Golem» (1920), Wegener
de ser lógico que un movimiento como no sólo logró olvidar esos imperativos
el expresionismo -nacido como reacción de producción que le restaron fidelidad y
contra el impresionismo y, por tanto, atractivo a la versión de 1914, sino que
más interesado en los movimientos del también aportó a la historia del cine fan-
alma que en los movimientos de la luz tástico uno de sus clásicos incombusti-
sobre los objetos, más preocupado por bles: los talentos de Wegener (co-direc-
los espíritus que por las superficies- aca- tor, guionista y actor), Karl Freund (di-
base viendo en el género fantástico un rector de fotografía), Carl Boese (co-di-
buen instrumento para tomarle la tempe- rector y responsable de los efectos
ratura al entorno moral y social de la especiales) y el arquitecto Hanns Poelzig
Alemania de entreguerras, ofreciendo vi- (diseñador de decorados) se combinaron
siones de la realidad a través de una óp- a la perfección en un trabajo sumamente
tica deformante y, en consecuencia estilizado, con momentos de irresistible
-siempre según la lógica expresionista-, altura onírica, en el que el entorno de la
tanto más verdadera. acción es reinventado hasta lo irrecono-

. ----
film no tendría sólo derivaciones tan no-
bles como éstas: en una versión bastante
tosca y rudimentaria de la filosofía de
las exploitation movies que haría furor
en el cine norteamericano de los 50, el
austríaco Julius Szomogyi dirigiría un
año después del estreno de este clásico
«El Golem», una versión chusca titulada
«Der Dorfsgolem», donde el mítico
hombre de barro era utilizado como
mano de obra barata en una granja.
En la estela del primer «El Golem»
de Wegener surgirían otros films alema-
nes centrados en el tema de la vida arti-
ficial: esos seres sin pasado, sin duda ta-
tarabuelos de los replicantes de «Blade
Runner» (1982), configurarían un verda-
dero arquetipo de dimensiones trágico-
románticas capaz de inspirar variantes
de implicaciones progresivamente som-
brías. El cine fantástico germano, pues,
PaulWegenerlocoporel Golem. iba a profundizar en un camino que la
industria americana sólo había tanteado
en las ya mencionadas adaptaciones pri-
cible, en aras de provocar una sensación merizas de 'Frankenstein' o en un film
de extrañamiento en el público, conve- como «Without a Soul» (1916) de James
nientemente unida al desasosiego que y oung, en el que una joven atropellada
barniza la trama. por un coche era devuelta a la vida me-
El film de Wegener y Boese acuñó, diante el sofisticado rayo eléctrico idea-
por otro lado, unas cuantas situaciones- do por su padre. Tanto en «Without a
tipo, entre ellas el encuentro entre el Go- Soul» como en las producciones germa-
lem y la niña -escena en la que afloraba nas, el personaje protagonista -creado o
la grandeza trágica del monstruo-, que devuelto a la vida por métodos mágico-
serían tenidas muy en cuenta en todo el científicos- era una criatura irregular,
cine fantástico posterior, especialmente aberrante y blasfema que sólo podía
en esas películas de horror de la Univer- sembrar la destrucción y el caos a su al-
sal -encabezadas por «El doctor Fran- rededor.
kenstein» (1931) de James Whale- que Otro trabajo de suma relevancia en
siempre tuvieron un ojo puesto en los este terreno sería el serial «Homuncu-
hallazgos del expresionismo. Pero el lus» (1916) de atto Ripert, basado en

.
una novela de Robert Reinert y original- las más violentas revoluciones contra el
mente estructurado en seis entregas, orden establecido. Finalmente, un rayo
aunque fue condensado en tres capítulos acababa con la vida de este líder tan abe-
en 1920 para una nueva distribución. En rrante como seductor de características
esta ocasión, el tema del hombre artifi- inquietantemente premonitorias.
cial -aquí creado en un laboratorio y, por Otro mito esencial en torno a la figu-
tanto, hijo de la ciencia y no de la ma- ra de los seres artificiales fue el de AI-
gia- entroncaba con las más arraigadas raune o la Mandrágora, sustentado en la
preocupaciones políticas del momento: visión medieval de la curiosa herbácea
al descubrir su carencia de alma y, en como fruto de la tierra fecundada por el
consecuencia, su incapacidad de amar, el semen de los ahorcados. Partiendo de
hombre artificial, el Homúnculo, se con- esa idea, el escritor Hanns Heinz Ewers,
vertía en un Mesías siniestro y tiránico en años posteriores vinculado al partido
con sed de vengarse de la Humanidad y, nazi y autor de la canción 'Horst Wes-
en consecuencia, dispuesto a encabezar sel' para los ejércitos hitlerianos, escri-

Los geométricos401minutosde Homunculusinspiraron al FritzLangde Metrópolis.

.
bió la novela 'La Mandrágora', en la que Afín al espíritu de los seriales norte-
un científico recogía el semen de un americanos, pero con mayor olfato para
ahorcado y fecundaba a una prostituta el toque siniestro, «Die Spinnen»
con él: del embarazo resultante nacía (1919), serial en dos entregas, sería la
una bella joven, que en el curso de la ac- carta de presentación en el género de
ción viviría una experiencia pareja a la uno de sus mayores revolucionarios,
del Homúnculo -descubrimiento de su Fritz Lang. «Die Spinnen», precedida
origen y voluntad de venganza- que iba por dos melodramas de los que no se
a desembocar en su propia destrucción. conserva copia alguna, fue la tercera pe-
La novela conocería cinco adaptaciones lícula de Lang y, en principio, fue plan-
cinematográficas, la primera de las cua- teada como serial en cuatro entregas,
les sería la dirigida por Eugen Illes en aunque el proyecto se quedó a medio ca-
1918. Ese mismo año, Michael Curtiz mino a pesar del éxito obtenido: mane-
-que entonces todavía era un director jando con certera seguridad un amplio
húngaro llamado Mihaly Kertesz- reali- catálogo de referencias tanto literarias
zaría junto a Fritz Odon la segunda, y -Karl May, Jules Verne- como cinema-
más libre, aproximación al tema, obvian- tográficas -Feuillade, Victorin Josset-, el
do la figura del científico y planteando serial detallaba las aventuras de Kay
la pre-cronenbergiana posibilidad de que Hoog en su combate contra la sociedad
fuese la propia mandrágora quien fecun- secreta de Las Arañas, a la que pertene-
dase a la prostituta. ce la temible Lio Sha, fatalmente ena-
El tema no tendría una versión cine- morada del héroe.
matográfica de altura hasta 1928, año en Acelerada sucesión de insólitas si-
que Henrik Galeen, contando en el re- tuaciones de peligro ambientadas en los
parto con Paul Wegener y Brigitte Helm más dispares escenarios -la civilización
-la María de «Metrópolis» (1926)-, dotó inca, un barrio subterráneo de San Fran-
a la historia de una sensualidad mórbida cisco, las islas Malvinas-, «Die Spin-
y enfermiza que hurgaba en las más mal- nen» es un noble antepasado de «En
sanas implicaciones del relato, atracción busca del arca perdida» (1981) en el que
incestuosa por el científico/padre inclui- queda brillantemente expuesto ese pla-
da. La novela de Ewers iba a tener dos cer por la aventura en estado puro que
adaptaciones posteriores, aunque bastan- Lang no recuperaría hasta el díptico for-
te irrelevantes: la de Richard Oswald en mado por «El tigre de Esnapur» y «La
1930 -con la incomparable Brigitte tumba india» (1959).
Helm repitiendo el papel que había in- En su producción de los años 20 esa
terpretado a las órdenes de Galeen- y la mano maestra para las escenas de acción
de Arthur Maria Rabenalt en 1952 -con y para la coreografía de masas dejaría de
un Erich Von Stroheim en el papel del estar al servicio de la mera evasión para
científico que no acertó a dar con el re- subordinarse a discursos de más ambi-
gistro interpretativo adecuado. cioso propósito.

. L-__ -
Capítulo
2

Lunasde Miel y de Hiel


Los felices -y ominosos- años 20

A lo largo de los años 20, esa dife- nity's Price» (1924) o «One Way Street»
rencia ostensible entre la producción (1925). Con todo, la década estaría mar-
norteamericana y la europea no haría cada en Estados Unidos por el notable
sino agudizarse: a la voluntad de dar éxito de Amazing Stories, la publicación
nuevas vueltas de tuerca a la compleji- especializada de Hugo Gernsback, el
dad temática del género, los cineastas hombre que bautizó literariamente al gé-
europeos unirían un firme propósito ex- nero, circunstancia que llevó a un oca-
perimental a la hora de ajustar el lengua- sional diálogo entre la literatura y el cine
je cinematográfico a los contenidos faci- de ciencia-ficción: el cine americano es-
litados por la ciencia-ficción. En Estados tuvo por primera -y, posiblemente, úni-
Unidos, por el contrario, la tendencia ca- vez en su historia en estrecho contac-
predominante sería la de subrayar el to con la contemporánea producción lite-
componente popular de las fantasías fu- raria del género. El abanico temático, sin
turistas, situándolas en el mismo plano embargo, no sería todo lo amplio que
que los géneros más celebrados del mo- esta grata circunstancia podría hacer
mento, como ese melodrama que no tar- pensar: junto a esos seriales que seguían
daría en hibridarse con la ciencia-fic- gozando de buena salud merced a su jui-
ción, dando lugar a un combinado tan cioso sentido del más difícil todavía,
curioso como el del melodrama científi- sólo puede detectarse en el cine america-
co, ejemplificado en títulos como «Va- no de la época un tema-rey que centre

.
las preocupaciones colectivas: el de la de dos películas tan interesantes como
eterna juventud. El resto de la produc- «Go and Get It» (1920) de Marshall Nei-
ción americana seguía algunos de los lan y «The Wizard» (1927) de Richard
caminos abiertos en la década anterior: Rosson.
el cine de seriales -con su eficaz combi- Las obras maestras de la década hay
nado de héroes tecnificados, chicas en que buscarlas en Europa, donde el ex-
peligro, sofisticados inventos y terribles presionismo alemán y el futurismo ruso
villanos- proseguía su camino hacia la darán a la historia del género algunas de
plenitud de los años 30, mientras la tra- sus piezas mayores. La deslumbrante
dición de la gran literatura fantástica producción del alemán Fritz Lang duran-
-principalmente, Stevenson, Verne y te estos años tiene en «Metrópolis» su tí-
Poe- ofrecía esporádica inspiración a al- tulo de oro, aunque el excesivo brillo de
gunos cineastas. 'El extraño caso del este film -sin duda, el más importante de
doctor Jekyll y Mr. Hyde', por ejemplo, la década en su género, el «Viaje a la
iba a conocer dos versiones en un mis- Luna» de los 20- no debería minimizar
mo año, 1920, y 'Los crímenes de la ca- el interés de otras piezas de la enverga-
lle Morgue' sería la inconfesa referencia dura de «El doctor Mabuse» (1922),
«Spione» (1927) Y «La mujer en la
Luna» (1928). En este cuarteto de ex-
cepción, Lang demostraba estar mucho
más cerca del puro concepto de ciencia-
ficción que sus contemporáneos Wege-
ner y Galeen, que con sus respectivas -y
ya comentadas- aproximaciones al tema
del Golem y la Mandrágora seguían evi-
denciando un mayor apego a la magia
que a la ciencia, a la superstición que al
pseudo-positivismo. Tanto Lang como
ellos, no obstante, plasmaban en sus tra-
bajos una muy rigurosa preocupación
por el lenguaje cinematográfico, que no
tendría parangón posible en las produc-
ciones americanas de la época.
También las soviéticas «Aelita»
(1924) de Jakov Protazanov y «El rayo
de la muerte» (1925) de Lev Kuleshov
unían a un sentido visual lindante con el
AmazingStories,hijade HugoGernsback
y delirio una voluntad de mensaje que
madredela ciencia-ficciónpulp. convertía la ciencia-ficción en mero re-
curso funcional para la parábola política:

.
el caso de «El rayo mortal» es especial- el ambiente; pero, por otro, casi nunca
mente curioso, porque su director partía ha soslayado la tentación de desplegar
directamente del patrón formal y narrati- ante los ojos del atónito espectador las
vo de los seriales norteamericanos, aun- maravillas del state of the art en el apar-
que el resultado poco tenía que ver con tado de prodigios visuales. A veces sólo
la pureza de planteamientos de sus mo- entra en juego una de estas motivacio-
delos, erigiéndose en verdadera relectura nes, como en esa moda de películas de
político-vanguardista de un cúmulo de licántropos que marcó decisivamente el
clichés narrativos recogidos en un verda- cine de terror de los 80, trabajos apoya-
dero huracán formalista. dos básicamente en los últimos hallaz-
Igualmente interesantes en su formu- gos en el terreno de los maquillajes de
lación visual fueron sendos trabajos de látex: por vez primera, una transforma-
los franceses René Clair y lean Renoir ción podía tener lugar en la pantalla en
-«París dormido» (1923) y «Charleston» tiempo real, merced a unas máscaras
(1927)-, sugestivas incursiones en la animadas por control remoto capaces de
ciencia-ficción impregnadas de la burbu- reproducir con viscoso dinamismo el do-
jeante sensibilidad del París de la época, loroso proceso de convertirse en criatura
limbo incubador de festivas vanguardias de la noche.
minado de cálidas cavas de jazz. En este El auge de las películas de vampiros
sugestivo contexto europeo el cine britá- en los 90, por el contrario, ha tenido mu-
nico fue el que se llevó el peor papel, cho de respuesta quizá frívola y hasta
con sólo un título reseñable en la década grosera al miedo generalizado al sida y
realizado a la sombra del «Metrópolis» muy poco de excusa para mostrar los úl-
de Lang: «High Treason» (1929) de timos hallazgos en el campo de los efec-
Maurice Elvey, donde las imágenes de tos especiales. Ninguna de estas nuevas
una Inglaterra candorosamente futurista películas presenta ninguna manera inédi-
servían de telón de fondo a un ingenuo ta de mostrar el vampirismo: es más, el
relato de política-ficción apoyado en una mejor título de esa roja cosecha, el
infantil premonición de lo que iba a ser «Drácula» (1992) de Francis Ford Cop-
la política de bloques. pola, propuso una vuelta a los orígenes
del prodigio cinematográfico, un retorno
Siemprejóvenes a la magia polvorienta -pero inmortal-
de Georges Mélies.
En los últimos años, la afloración de En los años 20, la notable fecundidad
modas temáticas dentro del género ha cinematográfica del tema de la eterna ju-
estado habitualmente asociada a una ventud también estaría más apoyada en
combinación de motivaciones sociales y motivaciones ético-sociológicas que en
puramente estéticas: por un lado, el cine la voluntad de exprimir algún truco vi-
de género no ha dejado de responder a sual de reciente factura. El vitalismo de
preocupaciones concretas que flotan en los felices 20, con esa juventud de espí-

.
-- ---
ritu que distinguía especialmente a la so- de Praga» (1926) y su tejido de implica-
ciedad norteamericana, iba a alimentar a ciones faustianas en esa experiencia del
ésta cuantitativamente importante serie doble que opera como sombra compleja
de películas que tendría su primer título de tan epidérmicas hermanas en la dis-
de relevancia en «The Screaming Sha- tancia.
dow» (1920) de Duke Worne. Con ma- «The Screaming Shadow» (1920)
yor perspicacia que los tratados socioló- fue uno de los populares seriales prota-
gicos de urgencia, el cine de género ya gonizados por la pareja de actores Ben
supo intuir en aquella época el reverso Wilson y Neva Gerber, que habían dado
siniestro -o la semilla de destrucción- la primera muestra de su excelente quí-
que ese optimismo democratizado iba a mica profesional en «The Mystery Ship»
traer consigo: es por eso que, pese a su (1918), serial de 18 capítulos dirigido
condición de hijas de su época, estas pe- por Francis Ford, hermano del futuro di-
lículas sobre el tema del rejuvenecimien- rector de «La diligencia» (1939). La pa-
to ya se erigían en verdaderos comenta- reja reaparecería en títulos como «The
rios morales sobre los peligros de esa Trail of the Octopus» (1919), «The
borrachera de felicidad que disfrutaba la Branded Four» (1920), «The Mystery
sociedad del momento. Esta moda reco- Box» (1925), «The Power God» (1925)
gía también algunas derivaciones de esas y, finalmente, «Officer 444» (1926), la
películas de resurrecciones que habían mayoría de ellos con elementos fanta-
florecido ya en la década anterior y que científicos como inevitable excusa para
algunos estudiosos han querido asociar la habitual dosis de persecuciones y apa-
al sentimiento de resurrección moral rentemente irresolubles situaciones de
surgido tras el fin de la Primera Guerra peligro extremo: ingenios atómicos, ra-
Mundial y al debate generalizado sobre yos destructores y armas bacteriológicas
la pena de muerte. eran el detonante de los movimientos de
Un film como «The Devil to Pay» la pareja, siempre regidos por las leyes
(1920) de Ernest C. Warde incidía en del dinamismo visual y casi nunca por
esta última preocupación, al mostrar la las de la lógica, con frecuencia desterra-
resurrección de un hombre ajusticiado da del territorio del cine de episodios.
por un crimen que no cometió. En el En «The Screaming Shadow», serial en
curso de la acción, el verdadero culpa- 15 entregas, Ben Wilson interpretaba al
ble, un banquero libre de toda sospecha, científico John Rand, obsesionado por la
recibía, cómo no, su merecido. Aunque obtención de una fórmula que garantiza-
es probable que el poso levemente mora- ra la longevidad tras haber asistido a un
lista y negro de estas fantasías resultase oscuro ritual africano en el que unas
bastante ingenuo alIado de sus posibles glándulas de mono tenían una visible
equivalentes europeos, como subraya importancia. La trama enfrentaba a
Phil Hardy al comparar estos films ame- Rand, científico honesto, con el Barón
ricanos con, por ejemplo, «El estudiante Velska de Burgonia -interpretado por Jo-

.
seph Girard-, científico I
sin escrúpulos, que per- j
seguía sus mismos pro-
pósitos, pero con méto-
dos bastante más expe-
ditivos y amorales: sus
cobayas eran seres hu-
manos. La joven perio-
dista Mary Landers
-Neva Gerber, ¡quién si
no!- ayudaba a Rand a
destapar los sórdidos
manejos del Barón y, de
paso, a pararles los pies
a otros siniestros perso-
najes, como un avieso
millonario o la suma sa-
cerdotisa de la eterna
juventud.
Con idéntico punto
de partida pseudo-cien-
tífico -el uso de glándu-
las animales para recu-
perar (o conservar) la
juventud-, Wallace El doctorlamb escondesusobsesiones
bajopieldecorderoen
W orsley dirigiría en Laobsesióndeunsabio.
1922 «La obsesión de
un sabio», film honrado
con uno de los más brillantes tours de Conocedor en sus propias carnes de la
force interpretativos de Lon Chaney, que maldad intrínseca del doctor, el Chaney-
aquí doblaba papel como científico loco monstruoso salvaba al joven en una ope-
y como monstruosa criatura resultante ración desesperada consistente en liberar
de uno de sus propios experimentos. De de sus jaulas a todos los monstruos -ex-
una sordidez extrema, el argumento se perimentos fallidos- que Lamb guardaba
centraba en la siniestra oferta que acep- en su lúgubre sótano. En un clímax cu-
taba un ex soldado -interpretado por Ro- yos ecos iban a resonar en tantos títulos
bert McKee-: convertirse en conejillo de posteriores del cine de horror, los huma-
indias de un experimento del doctor noides se convertían en verdugos del
Lamb a fin de que este accediese a ope- hombre que los había creado. Al igual
rar gratuitamente a su madre agonizante. que «The Screaming Shadow», «La ob-

.
sesión de un sabio» trasladaba a la pan- final feliz, en la que el orden se restable-
talla unos desvelos bastante comunes cía y los años perdidos eran rápidamente
surgidos a raíz de la reiterada publica- recuperados por la interesada.
ción en la prensa norteamericana de ar- Aunque la mayoría de estas películas
tículos en los que se intentaba funda- flirteaban con los estilemas del melodra-
mentar científicamente la idea de que las ma para ofrecer cristalinos mensajes mo-
glándulas de mono podían ser la fuente rales sobre la tentación de sucumbir a la
de la eterna juventud. Todo el cúmulo de apariencia, el tema también tuvo alguna
ficciones que hoy en día giran en tomo a que otra variante festiva que no abando-
las posibilidades de la ingeniería genéti- naba, no obstante, el espíritu alecciona-
ca funcionan con similar aliento paranoi- dor como «The Young Diana» (1922) de
co: en las virtualidades ominosas de Albert Capellani y Robert G. Yignola,
cualquier hallazgo científico -o de cual- protagonizada por Marion Davies, la
quier teoría-, el género tiene un verdade- atracción fatal de William Randolph
ro yacimiento de ideas. Hearst. Versión femenina y suave de 'El
En 1924 nada menos que tres pelícu- retrato de Dorian Gray' adaptada de una
las norteamericanas abordarían directa- novela de Marie Corelli, «The Young
mente el tema del rejuvenecimiento: «El Diana» presentaba a una joven (la Da-
pecado de volver a ser joven» de Frank vies) tentada a tomar un elixir de la eter-
Lloyd, «Sinners in Silk» de Hobart Hen- na juventud por el siniestro doctor Dimi-
ley y «Yanity's Price» de Roy William trius (Pedro de Córdoba): tras una vida
Neill. En el primero de estos títulos, ba- de lujo y placeres, animada por momen-
sado en una novela de Gertrude Ather- tos de esplendor visual que algunos his-
ton, una condesa casi setentona se con- toriadores han equiparado al arte de
vertía gracias a la máquina de rayos X Busby Berkeley, la protagonista -a la
del Dr. Steinbach en una joven en el um- que todo se le ha conservado joven ex-
bral de la treintena, dispuesta a restaurar cepto el corazón- morirá de un ataque al
el viejo poder del imperio austríaco con ídem. La moralina, pese a la disparidad
la ayuda de un apuesto príncipe. En de tono del relato, seguía estando muy
«Sinners in Silk» el tema adquiría tintes presente.
algo más malsanos, al presentar a un re- «Qne Way Street» (1925) de John
juvenecido Adolphe Menjou en dura Francis Dillon y «Midstream» (1929) de
competencia con su propio hijo por ob- James Flood serían las dos últimas pelí-
tener los favores de la bella amante de culas de rejuvenecimiento de la década:
este último. Una actriz que se quitaba 20 las dos contarían con una construcción
años de encima al tiempo que se sumía narrativa propia del melodrama, en la
en un estado amnésico era la protagonis- que la excusa fantástica -el elixir rejuve-
ta de «Yanity's Price»: las disputas entre necedor- sería simplemente un funcional
SUex marido y un amante centraban el recurso a utilizar como golpe de efecto
melodramático curso de esta historia con en el momento adecuado. En «Qne Way

.
Street», un diplomático inglés era corte- apunte curioso que vinculaba las preocu-
jado por una enigmática dama de la aris- paciones de estas películas americanas
tocracia -interpretada por Anna Q. Nils- con esos modelos más negros y amargos
son, precisamente la actriz protagonista de tradición europea: lo que provocaba
de «Vanity's Price» (1925)-, pero prefe- el envejecimiento del financiero era el
ría sumergirse en otras relaciones senti- encendido estado de ánimo que alcanza-
mentales más peligrosas: ante la progre- ba tras asistir a una representación de la
sivamente escandalizada mirada de la ópera «Fausto», correlato demoníaco de
dama, el diplomático abandonaba su su propia experiencia.
profesión para convertirse en un as del
juego. En el curso de una discusión con Laaventuracontinúa:adaptaciones
y seriales
una de las amantes del ex diplomático,
la extraña dama, que poco antes había Al margen del protagonismo de esta
acusado a su esquivo objeto de deseo de coyuntural obsesión por el tema del reju-
ser tramposo en el juego, comenzaba a venecimiento, el cine fantástico norte-
envejecer espectacularmente, revelando americano de los años 20 no presentó
el terrible secreto de su belleza, fruto de ostensibles diferencias temáticas o for-
una operación de cirugía. males con respecto al trabajo de sus pio-
El rejuvenecido de «Midstream» era neros. Sus creadores siguieron bebiendo
el propio protagonista: un financiero de de las mismas fuentes literarias y conti-
Wall Street (Ricardo Cortez) al que mo- nuaron explotando el filón comercial del
vía una locura de amor, la obsesión de serial en una clara línea evolutiva que
obtener los favores de la joven Helen culminaría en la década siguiente, pro-
Craig (Claire Windsor). Tras someterse porcionando por el camino no pocos tí-
a un tratamiento rejuvenedecor en Euro- tulos notables.
pa, el financiero volvía a Nueva York y 'El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr.
se hacía pasar por su propio sobrino para Hyde' de Robert Louis Stevenson, ya
seducir a la joven: tras un intenso ro- llevada al cine en cuatro ocasiones en la
mance, ella descubría la impostura y le década anterior, tuvo en 1920 dos adap-
abandonaba. Devuelto a la edad que le taciones serias y una versión cómica in-
correspondía, el sufrido protagonista re- terpretada por Hank Mann. El más cele-
paraba en una presencia secundaria que brado y vigente de estos acercamientos
desde el primer momento le había ama- fue el elaborado por el director John S.
do con puro y sincero amor: su secreta- Roberston con la inestimable ayuda de
ria. El happy end hermanaba a la mayo- John Barrymore en el papel principal: el
ría de estos títulos y casi siempre rebaja- actor marcó un hito en la evolución in-
ba su poso amargo: el pecado de Dorian terpretativa de los monstruos cinemato-
Gray nunca tenía consecuencias irrever- gráficos al transformarse de De. JekyIl
sibles en el feliz limbo de los años 20. en Mr. Hyde sin mediación de maquilla-
«Midstream» incluía, no obstante, un je alguno. Una técnica del todo contra-

.
ElfamosoperfildeJohnBarrymoredestrozadoporMr. Hyde.

puestaa la del Lon Chaney de «La obse- responsable de las hipnóticas imágene:;
sión de un sabio»: mientras éste inter- del «Amanecer» (1927) de F.W.Mur-
pretaba a un monstruo con sobria natura- nau-, la película era argumentalmente
lidad y algo de maquillaje, Barrymore se fiel al libro, aunque seguía la estructura
transformaba en Hyde a base de subra- de la adaptación teatral realizada por Rifo
yados y profusión de muecas grotescas. chard Mansfield en 1897 y se tomaba al-
Aunque en su día los críticos considera- gunas libertades, como la introducción
ron a John Barrymore como el mayor del personaje de Sir George Carew, mol-
actor de la pantalla, el tiempo acabó deado a partir del Lord Henry de 'El re-
dándole la razón a Chaney: cinematográ- trato de Dorian Gray'.
ficamente hablando su opción estética se Más concisa pero de menor lustre, la
reveló la más eficaz, mientras que la téc- versión producida por el futuro magnate
nica de Barrymore se hallaba lastrada de la Metro-Goldwyn-Mayer Louis B.
por manierismos de raigambre teatral. Mayer ambientaba la acción en el Nueva
Producida por Adolph Zukor y fotogra- y ork contemporáneo, en una decisión
fiada por el gran Karl Struss -más tarde que tenía más que ver con una estrategia

.
para eludir el pago de derechos que con de que el mono era el antepasado del
el ansia de experimentación. Sheldon hombre. La idea de que las glándulas de
Lewis, que había sido La Mano que mono podían ser la fuente de la eterna
Aprieta en los seriales de Elaine, encar- vitalidad tenía, pues, bastante que ver
naba a un doctor Jekyll que, en un sueño con una creencia atávica que vinculaba
que ocupaba casi los 40 minutos de pro- al simio con el pasado, con el origen en-
yección, tenía una visión profética de las tendido como cuna y fuente de vitalidad.
catastróficas consecuencias de sus expe- En este simbólico contexto, las adapta-
rimentos y, al despertarse, decidía aban- ciones de la obra de Poe se vinculaban,
donar su empeño de separar el bien y el así, a la idea de que ese común origen
mal intrínsecos al alma humana. Disgus- podía hacer que mono y hombre repitie-
tado con el resultado final y con las dra- sen comportamientos parejos: que el
conianas condiciones del rodaje, el reali- mono pudiese acabar imitando los movi-
zador de esta versión exigió que su nom- mientos de su hermano evolucionado,
bre fuese retirado de los créditos. porque, en definitiva, todavía le quedaba
'Los crímenes de la calle Morgue' de un largo camino que recorrer.
Edgar Allan Poe inspiró «Go and Get It» En «Go and Get It», la obra de Poe
de Marshall Neilan y «The Wizard» de se mezclaba con el tema de los trasplan-
Richard Rosson, dos películas en las que tes cerebrales en un relato convencional,
se traslucían, además, algunas de las pero definitivamente enérgico: un mad
preocupaciones populares en tomo al vi- doctor trasplantaba el cerebro de un ase-
gente debate de las teo-
rías evolucionistas for-
muladas por Darwin:
mientras oficialmente se
rebatía el darwinismo
-en 1923, por ejemplo,
un profesor fue juzgado
en Estados Unidos por
impartir la teoría en sus
clases-, películas como
éstas -y como las fanta-
sías de rejuvenecimiento
con glándulas de mono
como macguffin- ten-
dían a establecer entre el
hombre y el mono un
vínculo que, en cierto Habíauna vez un circo...
sentido, partía de una
axiomática aceptación

.
sino al cuerpo de un primate y éste, al sima cifra de un millón de dólares. Re-
despertar tras la operación, se disponía a bautizar al capitán Nemo como Conde
consumar los deseos de venganza que Dakkar no fue la mayor de las licencias
espoleaban sus neuronas. Un heroico pe- del film, que situaba la acción en la ficti-
riodista y su jefe conseguían poner fin a cia ciudad rusa de Hetvia. El dilatado ro-
los desmanes de la bestia y a los experi- daje -provocado, entre otros motivos,
mentos del doctor. En «The Wizard», por el desmantelamiento del laboratorio
otro mad doctor quería vengar la muerte fotográfico de Williamson tras los des-
de su hijo, condenado a la silla eléctrica, perfectos causados por una cruda tor-
utilizando a un simio entrenado como menta- hizo que, una vez concluido el
brazo ejecutor: uno de los elementos montaje del film, el producto se antojase
más desasosegantes del film -y que inci- a sus creadores algo anacrónico ante la
día precisamente en ese vínculo hom- irrupción del sonoro: en consecuencia,
bre/mono- era el reiterado recurso del los ejecutivos de la Metro decidieron
doctor a ceñirle una humanizada másca- postergar el estreno del film hasta que se
ra al rostro del mono. «The Wizard» le añadieron efectos de sonido.
tuvo un remake de escaso brillo dirigido Lionel Barrymore encarnaba al con-
en 1942 por Harry Lachman. de Dakkar, ese remedo de capitán Nemo
Maurice Tourneur, Benjamin Chris- que aparecía como el líder político-cien-
tesen y Lucien Hubbard fueron los di- tífico de Hetvia, un hombre obsesionado
rectores que se sucedieron en el acciden- en demostrar la existencia de una raza de
tado proyecto de «La isla misteriosa» humanoides de habitat submarino. Con
(1929), producido por 1. Ernest William- la invención de una nave sumergible,
son, el hombre que junto a su hermano Dakkar partía en busca de estas criatu-
George acuñó un innovador sistema de ras, mientras, en su ausencia, Hetvia se
filmación bajo el agua en la adaptación convertía en escenario de luchas intesti-
de «20.000 leguas de viaje submarino» nas por el poder. Extraordinario en su
dirigida por Stuart Paton en 1913. Ya aspecto visual y en su capítulo de efec-
entonces Williamson había intentado lle- tos especiales -el film incluía, entre otros
var a la pantalla la secuela de la obra de portentos, escenas submarinas en color,
Verne, pero hasta que la Metro- una espectacular batalla con un pulpo gi-
Goldwyn-Mayer no se interesó por el gante y pasmosos diseños a la hora de
guión en 1925 sus empeños fueron va- plasmar aparatosas escafandras y abisa-
nos. La Metro, no obstante, sugirió una les criaturas- «La isla misteriosa» se
serie de radicales cambios que cristaliza- convirtió en un ejemplo bastante repre-
ron en un film espectacular, pero escasa- sentativo de la perversión hollywooden-
mente fiel a la línea argumental trazada se de su material literario de partida: la
por Veme: el laborioso rodaje se prolon- novela de aventuras científicas de Veme
gó a lo largo de cuatro años y el presu- se convertía aquí en un híbrido de melo-
puesto total alcanzó la entonces elevadí- drama y cine espectáculo, en el que la

.
Howardel patoefectuóunaapariciónnoacreditadaen Laislamisteriosa.

intriga avanzaba de forma tan conven- extraordinario ejemplo de la francesa


cional como previsible. La crítica aplau- «L'Empire du Diamant» (1920) de
dió los resultados, pero no así el público, Léonce Perret, fue explotado a concien-
cuya indiferencia condenó al temporal cia en títulos como «La reina de diaman-
olvido a este género de odiseas fantásti- tes» (1921) de Edward Kull y «The Dia-
cas que acuñara Mélies en la década an- mond Master» (1929) de Jack Nelson.
terior. Sólo en el ya citado serial de la pareja
Los seriales iban a tener más suerte: Wilson/Gerber «Officer 444» y en el
su supervivencia era asunto que nadie film «El rescate» (1928) de George B.
ponía en cuestión en esos años, aunque Seitz, los realizadores de cine de consu-
escasas sorpresas puede encontrar el es- mo se atrevieron a desviarse de la con-
pectador de hoy en los trabajos de ese vención, afrontando un tema tan delica-
formato que proliferaron a lo largo de do como el de la guerra bacteriológica.
los años 20. Con los patrones calcados Antes de sumergimos en el cine eu-
de la década anterior, poco hicieron los ropeo de la década y en su enriquecedor
guionistas del subgénero para indagar en cuestionamiento de formas cinematográ-
territorios temáticos alejados de las car- ficas, cabe citar, no obstante, dos films
tas habituales que aseguraban una juga- americanos como «Radio Mania» (1923)
da segura: las historias volvían a estar de Roy William Neill, futuro realizador
pobladas de viejos científicos, heroínas oficial de la serie de films de Sherlock
en peligro, siniestros villanos y periodis- Holmes protagonizados por Basil Rath-
tas valerosos. El tema de la fabricación bone, y «The Last Man on Earth» (1924)
de diamantes artificiales, con algunos de John G. Blystone. El primero fue un
precedentes en la década anterior y el temprano intento americano de cine en

.
tres dimensiones que se saldó con un so- «The Last Man on Earth» de John G.
noro fracaso: «Radio Mania» presentaba Blystone, por otra parte, confirmaba la
a un joven inventor que soñaba, literal- pervivencia de la óptica misógina expri-
mente, en establecer comunicación ra- mida por las anti-utopías de aliento anti-
diofónica con Marte y utilizaba la tridi- sufragista de la década anterior: en el
mensionalidad de las imágenes -sólo di s- film de este director que acababa de co-
frutable mediante el uso de incómodas y laborar con el Buster Keaton de «La ley
toscas gafas, por supuesto- como ele- de la hospitalidad» (1923), una epidemia
mento puramente decorativo de una tra- había dejado a la Tierra sin hombres,
ma no demasiado pródiga en inventiva. con la única excepción del atribulado El-
El productor Herman Holland fabricó el mer, único macho inmune a la enferme-
producto con los ojos puestos en la ex- dad y, evidentemente, gran esperanza
periencia realizada un año antes en París blanca de una sociedad de mujeres ridí-
por Bourgeois con su «Faust» tridimen- culas con voluntad de perpetuar la espe-
sional. cie. Desde su nacimiento, el cine miraba
al futuro, pero el feminismo cinemato-
gráfico todavía tendría que esperar mu-
cho para ver la luz.

Ciudadanosde ((Metrópolis))

Masas de obreros avanzando en so-


námbula formación, monstruosas máqui-
nas pautando el ritmo de siniestras core-
ografías, la entrada de la fábrica conver-
tida en la boca de la Bestia, ese ciclópeo
reloj que remite a una crucifixión futu-
rista con ese hombre inmortalizado en la
imposible contorsión a que le someten
las implacables manecillas, la creación
de María, la primerafemme fatale robó-
tica de la historia del cine... Esos y otros
muchos momentos de «Metrópolis» han
quedado grabados con fuego en la me-
moria cinéfila: obra maestra del cine
fantástico de los años 20 y título cuya
importancia en la evolución del género
A pesardelospesares,TheavonHarbou, sólo sería parangonable al relevante peso
autoray eo-guionista
de Metrópolis,sí específico de las todavía lejanas «200l.
abrazóel nazismo. Una odisea del espacio» (1968), «La

.
'-
)
)

i'I
L t
J
Ningunodelosobrerosqueentranenla bocadelafábricavuelveaver laluzdeldía.

guerra de las galaxias» y «Blade Run- emergente nazismo. Junto a su esposa


ner», el film de Lang no ha perdido bri- Thea Von Harbou, Lang construyó un
llo alguno en su aspecto formal, su primer esbozo de guión para la fantasía
abundancia de ejercicios de bravura vi- anti-utópica, de ingenuo trasfondo socio-
sual siguen siendo fuente de inspiración político, que iba a suponer el mayor reto
para cineastas, videocreadores y manu- de producción afrontado por la UFA
factureros de spots y videoclips. Los hasta el momento: «Metrópolis». Un
grandes momentos de esta verdadera ce- viaje a Nueva York para inaugurar la de-
lebración de la arquitectura visual del legación americana de la compañía, per-
espacio fílmico se han convertido ya en mitió a los responsables de la UF A sellar
cliché s visuales, listos para ser utilizados los tratos económicos necesarios para
cuando es~asean las ideas de primera reunir el capital preciso para rodar «Me-
mano. trópolis»: según el pacto, la UFA iba a
Fritz Lang pudo llevar a cabo el pro- distribuir en territorio alemán 40 pelícu-
yecto después de rodar para la UF A las de las productoras Paramount y Me-
«Los Nibelungos» (1923-24), ambicioso tro, mientras éstas se encargaban de la
monumento cinematográfico a mayor distribución americana de todo el catálo-
honra y gloria de la mitología germana go UF A. El crédito concedido a la pro-
que convirtió al realizador, muy a su pe- ductora alemana por estas dos compa-
sar, en talento a captar por parte del ñías hizo posible que se pusiera en mar-

..
--- -
cha el visionario proyecto de Lang. Pero
el viaje a Estados Unidos fue doblemen-
te provechoso: junto a la gente de la
compañía viajaba el propio Lang que, al
contemplar el skyline neoyorquino desde
el barco que les acercaba a la ciudad, en-
contró la clave dellook visual que iba a
tener su película. Aún tenían que pasar
muchos años para que las ciudades euro-
peas empezaran a parecerse en algo a la
ciudad de los rascacielos, que a estos
viajeros se antojó, pues, toda una urbe
de ciencia-ficción.
EllO de enero de 1927, la película
más cara de la UF A se estrenaba a bom-
bo y platillo en Berlín: habían pasado 16
meses de rodaje, la compañía había in-
vertido en el proyecto 7 millones de
marcos, se había logrado reclutar un cas-
ting de 37.383 actores, de los cuales
1.100 se habían sometido a un radical
rapado capilar y 750 eran niños... Este
monstruo del artificio, en el que la labor
de Eugene Schuefftan como responsable
de los efectos especiales colocó el listón
a una altura difícilmente superable en la
época, contaba con un metraje inicial de
tres horas. La película llegó a las panta-
llas algunos meses después de que la pu-
blicación de la novela homónima de
Ellookde Metrópolissiguesiendoinsultante- Thea Von Harbou hubiese propiciado un
mentemoderno. notable clima de expectación, pero, con-
tra todo pronóstico, el fracaso en taquilla
casi desembocó en el hundimiento de la
UF A. El trato con la Paramount hizo que
el film llegase casi inmediatamente a las
pantallas norteamericanas, pero en una
versión sensiblemente distinta: la com-
pañía encargó a Channing Pollock el tra-
bajo de aligerar el metraje, convirtiendo

.
UnadelasdosMaríashadehelarteelcorazón.

el film de Lang en un plato menos denso Esa versión americana abreviada se-
para el público americano. Pollock, que ría también proyectada en Alemania a
percibió 20.000 dólares por el trabajo partir del mes de agosto, instituyéndose
sucio, eliminó 50 minutos, sacrificando casi en versión definitiva del film. Años
escenas de transición que quizás ayuda- más tarde, cuando la UFA entró definiti-
ban a dotar de espesor dramático a algu- vamente en bancarrota y la Paramount
nos de los personajes y concentrando la se hizo cargo de su fondo, alguna lum-
acción del film alrededor de esos platos brera del estudio tomó la decisión de
fuertes -las escenas de masas, las coreo- destruir el negativo original de tres ho-
grafías industriales, la creación de la ras. Ya en los años 80, el film de Lang
María robótica- que encandilaban a toda conoció dos dispares intentos de recons-
suerte de espectadores. Quizá sin esos trucción: el riguroso trabajo de Enno Pa-
cortes, algunos críticos como Welford talas, guiado por la voluntad de lograr la
Beaton no hubiesen dicho que una pelí- versión más cercana a Lang del clásico
cula como «Metrópolis» hubiese necesi- film, y el discutido intento del composi-
tado dos directores: Fritz Lang para las tor Giorgio Moroder de servir al público
escenas de delirio visual y Ernst Lu- joven una versión fastidiosamente mo-
bitsch para dar verdadera vida a los per- derna de «Metrópolis», con vergonzante
sonajes. banda sonora de algunos de los Cuarenta

.
Principales del momento -Freddie Mer- una ciudad prodigiosa comandada por el
cury, Bonnie Tyler, Pat Benatar-, un industrial John Fredersen. Su hijo, Fre-
ejercicio de coloreado no demasiado chi- der, era un típico ejemplar de burgués
rriante y unos escasos 83 minutos de ocioso, al que de repente se le resque-
metraje que no otorgaron demasiado va- brajaba esa campana de cristal en la que
lor cinéfilo a la propuesta. había transcurrido su vida banal y apaci-
«Metrópolis» fue la primera película ble: la súbita irrupción de la bella María
de ciencia-ficción de gran presupuesto, en uno de los lujosos jardines que con-
un aislado precedente de esos films-ma- formaban el paisaje cotidiano de Freder
mut que surgirían muy de tanto en tanto le hacía descubrir el reverso de su mun-
en la historia del género hasta instituirse do ordenado y perfecto, ese sub suelo
en norma a partir de los años 80. El film sórdido sobre el que se asentaban los só-
situaba al espectador en el año 2000, en lidos cimientos de su sOGiedad. Siguien-

EugenSchefftanideóunosvanguardistas
efectosespecialesenMetrópolisque
GiorgioMorodersecreyóconderechoa ridiculizar.

.
do a María, Freder descubría ese univer- de la oposición de contrarios, en una
so subterráneo habitado por hombres- mecánica tendente al esquematismo que
máquina, criaturas esclavizadas a las que no casaba nada bien con la elaborada
la chica intentaba inculcar una esperanza complejidad de las imágenes, con esas
de salvación, anunciándoles el futuro ad- coreografías geométricas o con esa ar-
venimiento de un Mediador capaz de quitectura del plano que permitió a Lang
unir los dos mundos: el de la luz y el de aprovechar ese saber adquirido a regaña-
las sombras, arriba y abajo, el capital y dientes en la Escuela Superior Técnica
el proletariado. Freder se enamoraba de Viena en la que su padre le había
perdidamente de María, pero Fredersen, obligado, años atrás, a matricularse. La
el padre-tirano, escandalizado por los figura de María, como subrayó algún
discursos de esta evangelizadora escasa- historiador, resultaba, por otra parte, el
mente revolucionaria, tomaba serias me- más cristalino ejemplo de ese tópico tra-
didas para poner fin a la pasión de su tamiento cinematográfico de las figuras
hijo y a las esperanzas de los obreros: femeninas en el cine según el cual sólo
raptaba a la chica y se la entregaba al existen' dos tipos posibles de mujeres: o
científico Rothwang que, con unos pro- santas, o putas. Luis Buñuel diría de
cedimientos más cercanos a la magia «Metrópolis» que era «como dos pelícu-
que a la ciencia, construía una réplica las pegadas por el vientre», refiriéndose
robótica de María. Pero la operación no a esa disparidad de resultados en lo con-
obtenía el resultado esperado por Freder- ceptual y en lo visual. H. G. Wells, por
sen: verdadero concentrado de vicio y su lado, no tuvo en su día ningún reparo
malignidad, esta nueva María provocaba en tildar a «Metrópolis» de película ton-
una revolución proletaria que desenca- ta. Pero, si bien el tiempo ha puesto aún
denaba una caótica oleada de destruc- más en evidencia la debilidad del guión,
ción. Freder y la verdadera María inten- la fuerza de las imágenes de Lang no
taban salvar a los niños de ese mundo han hecho sino robustecerse.
subterráneo en medio de la apocalíptica Antes hemos hablado de la reiterada
sucesión de catástrofes. Finalmente, imitación de los manierismos de Lang
todo concluía con una bella estampa con por parte de realizadores contemporá-
mensaje: destruida la María robótica, neos que utilizan las iluminaciones del
obreros y patrón se daban la mano ante director alemán como cita-cliché. Curio-
la mirada de la pareja enamorada. samente, esta práctica tuvo un nacimien-
Esa imagen final, reveladora de una to temprano: en 1929, el realizador britá-
escasa capacidad de percepción de los nico Maurice Elvey estrenó la desafortu-
procesos históricos y sociales que Euro- nada «High Treason», inspirada en una
pa estaba a punto de sufrir, era, sin duda, obra de Noel Pembertron-Billing y cons-
lo peor del guión de Thea Von Harbou, truida a imagen y semejanza de «Metró-
aunque no resultaba ser el único elemen- polis», aunque sin un ápice de su aliento
to discutible. La acción avanzaba a partir creativo y subyugante. El futuro de

.
Lasflaquezashumanas-vinodelRhinincluido-soncaldodecultivo
paralamaldaddeldoctorMabuse.

«High Treason» se situaba en 1940: método de asesinar al líder de la Europa


Londres era una ciudad poblada por los Unida para evitar el conflicto. Superfi-
rascacielos, donde los ciudadanos se cialmente mimético, el film sirvió du-
desplazaban a bordo de aeroplanos; un rante bastantes años a algunos estudio-
túnel submarino unía a Gran Bretaña sos para ilustrar la escasa pericia de la
con el resto de Europa, la televisión ha- cinematografía británica en el terreno
bía sustituido definitivamente a los pe- del cine de gran aparato.
riódicos y el panorama político interna-
cional estaba dividido en dos bloques, la Langy el Maligno
Europa Unida y la América Unida. La
Liga de la Paz tenía que evitar a cual- Antes de «Los Nibelungos» y «Me-
quier precio una conflagración bélica en- trópolis», Lang firmó su primer trabajo
tre las dos potencias y, al final, adoptaba en tomo a una de las figuras centrales de
el expeditivo y dudosamente pacífico su filmografía, el doctor Mabuse, contra-

.
figura de ese dictador mesiánico cuya de «Die Spinnen» (1919-20).
presencia iba a ensombrecer la historia En «El doctor Mabuse» aparece-
inmediata de su país. A partir de una no- ría ya un tema bastante caro al cineasta:
vela por entregas de Norbert Jacques pu- la plasmación del poder en cuanto a po-
blicada en el Berliner Illustrieten, Lang der de la mirada, en un juego que asocia-
elaboró en «El doctor Mabuse» (1922) ba a Mabuse tanto a una siniestra varian-
una fantasía negra que se nutría de esa te del ojo de Dios como a un no menos
inexorable inmersión en el caos que vi- perverso reflejo del ojo de la cámara, del
vía su entorno. El director rodó un pró- ojo del cineasta. Capaz de manipular
logo que asociaba el surgimiento de la hipnóticamente a sus semejantes y de
siniestra figura de Mabuse a la caída del conjurar ominosas visiones, Mabuse pre-
socialismo en la sociedad alemana: in- figuraba a ese Adolf Hitler que, pocos
terpretado por Rudolf Klein-Rogge, el años después, intentaría tentar a Fritz
Rothwang de «Metrópolis», el Haghi de Lang con un puesto oficial. Lang volve-
«Spione» (1928), el personaje supuso un ría otras dos veces al personaje: en «El
curioso paso adelante en el tratamiento testamento del doctor Mabuse» (1932-
de la figura tradicional del villano. El 33), la ecuación Mabuse = Hitler queda-
doctor Mabuse no utilizaba su maligno ba definitivamente subrayada; con «Los
poder para el provecho personal, sino crímenes del doctor Mabuse» (1960),
que su móvil era el puro placer de con- Lang volvía a Alemania para cerrar bri-
vertirse en motor del caos y la destruc- llantemente su obra reflexionando sobre
ción: mago, hipnotizador, falso psicoa- sus principales temas cinematográficos.
nalista, jugador y líder de una banda cri-
minal, Mabuse detectaba síntomas de di- La mujerariava a la Luna
solución en el ambiente y decidía
aprovecharlos para convertirse en catali- Un año después de estrenar «Metró-
zador de ese proceso de desintegración polis», Lang creó su propia compañía, la
colectiva. Dividido en dos partes -la pri- Fritz Lang Gesellschaft, que iniciaría sus
mera, «Der Mabuse der Spieler-Ein Bil actividades con «Spione», film que, en
der Zeib>, más dinámica y narrativa; la cierto sentido, iba a sentar las bases de
segunda, «Inferno des Verbrechens- ese cine de superagentes que en el futuro
Menschen der Zeib>, más centrada en los iba a tener en James Bond a su más em-
componentes trágicos del personaje y en blemática figura. El film volvía a contar
el malsano tejido de relaciones que esta- con el inmenso Rudolf Klein-Rogge en
blecía-, el film alcanzaba originalmente su reparto, esta vez en el papel de Haghi,
casi cuatro horas y media de duración y director del Haghi Bank y líder de una
combinaba escenas de desasosegante re- red de espías internacionales, un tipo im-
gistro documental con otras situaciones placable y sin debilidades humanas, que
más cercanas al cine folletinesco ya Lang plasmó casi como un trasunto de
practicado por Lang en las dos entregas Trotsky. La intromisión del agente Tre-

.
--
GerdaMaurusviveunaauténticaLunade Mielconcuatropretendientes
buscadoresdeoro.

maine -casi un Bond primitivo- en la nal de Haghi, disfrazado de payaso y ac-


vida sentimental de Sonja, una de las tuando en un teatro de variedades, no se-
más eficaces espías de Haghi, desenca- ría descabellado encontrar el germen de
denaba el conflicto en esta historia pla- ese famoso momento de «Inocencia y
gada de esos lugares comunes populari- juventud» (1937) de Hitchcok en el que
zados por el cine de seriales -persecucio- un revelador tic en el ojo delataba al cul-
nes, accidentes, asesinatos, centros de pable, camuflado de falso músico negro
operaciones subterráneos, telegramas en en una orquesta de baile.
clave-, que aquí, gracias al prodigioso Con mayor ambición, pero más dis-
dinamismo visual que Lang otorgaba al cutibles resultados «Una mujer en la
conjunto, cobraron un vigor considera- Luna» (1929) siguió en la filmografía de
ble. De hecho, en opinión de algunos es- Lang a «Spione»: de nuevo, un guión de
tudiosos de la obra de Lang, ciertas si- Thea Von Harbou malograba con su de-
tuaciones límite planteadas en el metraje bilidad y su voluntad ejemplar la brillan-
de «Spione» prefiguran en cierto sentido tísima puesta en escena del director. Con
posteriores hallazgos formales del cine todo, el punto de partida de la guionista
de Alfred Hitchcock: en la aparición fi- no estaba exento de intuiciones de enor-

.
me interés, como ese intento de vincular Como anécdota capaz de subrayar
la carrera espacial con la fiebre del oro: especialmente este carácter verista del
el viaje interplanetario descrito con film cabe recordar que la Gestapo orde-
exasperante meticulosidad en el film te- nó destruir el modelo de cohete utilizado
nía como primordial objetivo la explota- en el film, temiendo que otros países pu-
ción de una mina de oro situada en la diesen inferir de su particular diseño al-
Luna. El móvil del pionero siempre es gunas características de esos cohetes V-
venal, venía a decir Thea Von Harbou 1 Y V -2 que el ejército alemán estaba
en un destello de lucidez que contrastaba construyendo en secreto. En el apartado
con el envenenado idealismo de la Ale- de efectos especiales, el film contó con
mania del momento. la colaboración del animador de van-
En el film, un ingeniero decidía fi- guardia Oskar Fischinger. Después de
nanciar una expedición a la Luna inte- este trabajo, Lang iba a cerrar su etapa
grada por una mujer, dos de sus preten- alemana con dos obras, «M. El vampiro
dientes, un profesor y un buscador de de Düsseldorf» (1931) Y «El testamento
fortuna de nacionalidad americana. En del doctor Mabuse», cuya brillantez con-
calidad de polizón, un niño se sumaba al tribuiría a minimizar la importancia de
grupo. Ya en la Luna, la ambición desa- «Una mujer en la Luna» en el contexto
tada de los viajeros hacía que los aconte- de la trayectoria de Lang. De todas for-
cimientos se precipitasen. mas, aunque «Una mujer en la Luna»
«Una mujer en la Luna» era, en hubiese sido un film de una mediocridad
suma, una película bastante prolija, ca- abismática -que no lo era en absoluto-
rente tanto del nervio narrati vo de, por ya hubiese tenido su lugar de honor re-
ejemplo, «Spione» como de la revolu- servado en la historia del género por un
cionaria formulación visual de «Metró- pequeño detalle: haber inventado la
polis», pero supuso, no obstante, el pri- cuenta atrás, convertida a partir de en-
mer paso en una de las menos carismáti- tonces en elemento dramático esencial
cas variantes del género: la de la aventu- en toda ficción con viaje espacial inclui-
ra sostenida en un rigor científico, casi do.
siempre desangelado maridaje de espec-
táculo y didactismo que en el futuro ten- El futurohablaen ruso
dría en algunas producciones de George
Pal sus mejores ejemplos. Lang buscó la Alrededor de la magna figura de
precisión documental y para ello contó Lang, otros creadores, total o parcial-
con la asesoría científica de los profeso- mente afines al expresionismo cinemato-
res Willy Ley, Gustav Wolf, Josep Dani- gráfico, aportaron al género significati-
lowats y Herman Oberth, quien, precisa- vas obras que permiten considerar a la
mente, iba a desempeñar en el futuro cinematografía alemana como la más
idéntica labor al servicio del americano fértil artísticamente en el período: las ya
Pal. glosadas «El Golem» de Paul Wegener y

.
---
,--

Cincolobitos...

«La Mandrágora» (1928) de Henrik Ga- d'Orlac' de Maurice Renard, indagaba


leen -ambas, perfeccionadas re-lecturas en un par de temas con gran futuro en la
de mitologías ya exploradas en la década evolución del género: los trasplantes de
anterior-, «Las manos de Orlac» (1925) órganos y las intrincadas relaciones en-
de Robert Wiene -realizador de la pelí- tre carne y psique.
cula más significativa del movimiento, Conrad Veidt, el rostro más tortura-
«El gabinete del doctor Caligari» do del cine expresionista, daba vida a
(1919)- Y «Al gol» (1920) de Hans Orlac, un pianista que perdía sus manos
Weickmeister, esta última desangelada en un accidente ferroviario. Sometido a
producción con decorados de Walter una complicada operación, Orlac recibía
Reinmann, responsable del mundo aluci- unas manos nuevas... que habían perte-
natorio habitado por Caligari y Cesare, necido a un asesino ajusticiado. A partir
en la que el espíritu de la estrella Algol de ese momento, las manos comenzaban
entregaba una enigmática máquina a un a dominar la personalidad de Orlac, que
minero, sin advertirle de que el artilugio se sentía poseído por los impulsos de ese
le aseguraría la riqueza, pero no la felici- criminal muerto que le había prestado
dad. Por su parte, «Las manos de Or- sus principales herramientas de trab~jo.
lac», adaptación de la novela 'Les Mains Pero el film también proponía una lec tu-

.
'--
ra bastante más interesante: lo que ocu-
rría en realidad era, quizá, que esas ma-
nos no hacían sino llevar a la práctica
los más recónditos impulsos criminales
que Orlac había guardado desde siempre
en su subconsciente. Pese a la intermi-
tente brillantez de esta versión, la novela
de Maurice Renard tendría una versión
posterior de superior altura: la realizada
en 1935 por Karl Freund con el gran Pe-
ter Lorre aportando insólitas dosis de
arrebato fou en su encarnación del si-
niestro mad doctor responsable del tras-
plante.
y mientras la industria alemana iba
construyendo esas oscuras imágenes que
se erigirían en profética visión del horror
inmediato en que se iba a sumergir el
país, en la Unión Soviética otros creado-
res trasladaron a la pantalla no menos re- Walter Reinmandiseñó para Algolunos aluci-
volucionarias visiones de futuro, aunque nados decorados en la línea de El cabinete
sólo ocasionalmente concentraron sus del doctor Calígari.
esfuerzos en el terreno de la ciencia-fic-
ción. Con películas como «Aelita» de
Jakov Protazanov y «El rayo de la muer-
te» (1925) de Lev Kulsehov, la cinema-
tografía soviética logró situarse en un lu-
gar de honor dentro de la evolución del
cine fantástico de los años 20: ambos
films se distinguieron por su inventiva
visual, su vanguardista formulación ci-
nematográfica y su transparente volun-
tad de hermanar espectáculo y mensaje
político.
Con espectaculares decorados de
Isaak Rabinovich y onírico vestuario di-
señado por Aleksandra Ekster, «Aelita»
mezclaba la estética cubista con una ma-
nifiesta sensibilidad futurista al narrar la
particular peripecia de un inventor que,

.
---
res, podría considerarse el más
económico -y bastardo- hijo de
esta familia fundada por el film
de Protazanov. En Marte, el
protagonista se enamoraba de
la reina del Planeta, la bella
Aelita -interpretada por la futu-
ra esposa de Dovzhjenko, y
también futura responsable de
una sugestiva obra cinemato-
gráfica propia, Yulia Solntse-
va-, circunstancia aprovechada
por el film para efectuar un có-
mico juego de contrastes entre
las costumbres alienígenas
-sospechosamente parecidas a
las de la sociedad capitalista
americana- y las terráqueas,
fundamentadas, por supuesto,
en el recio modo de vida sovié-
tico. Mientras esta historia sen-
timental seguía su curso, el sol-
dado terráqueo, conveniente-
ElfuturismomarcianodeAelita. mente compinchado con una
esclava marciana, intentaba re-
producir en el Planeta Rojo
tras asesinar a su esposa, viajaba a Marte -«¡Qué nombre más bien puesto!», dirí-
en compañía de un soldado y del detecti- an Faemino y Cansado- una revolución
ve encargado de investigar el asesinato. forjada a imagen y semejanza de la bol-
Tras lo imposible de la premisa, el film chevique. Tanto ese curioso proceso re-
de venía una auténtica fiesta visual, un volucionario como la peculiar historia de
desfile de alucinógenos decorados e im- amor entre la reina marciana y el galán
probables trajes que iban a influir decisi- ruso no llegarían a buen término: todo
vamente en el Diseño Alienígena, esa resultaba ser un sueño desarrollado en la
extraña disciplina practicada por tantos agitada mente del inventor.
production designers del género, de al- El film fue concebido por la Mezrap-
gunas futuras producciones norteameri- bom como una verdadera superproduc-
canas del género: «Beyond the Time Ba- ción capaz de competir con las contem-
rrien) (1960) de Edgar Ulmer, con su re- poráneas producciones norteamericanas:
dundante juego de estructuras triangula- «Aelita» gozó de gran popularidad entre

.
el público soviético, pero los espectado- cine postmodernista avant la lettre: su
res norteamericanos sólo pudieron con- extraordinaria habilidad para apropiarse
templar una versión gravemente mutila- de los lugares comunes del cine de seria-
da del film, en la que salía especialmen- les y aplicarles un completo baño de hu-
te perjudicado el equilibrado tono de co- mor, irreverencia y ánimo transgresor lo
media que Protazanov había logrado. convirtió en realizador de una moderni-
Finalmente, «Aelita» ha pasado a la his- dad perenne. Hoy sus trabajos siguen po-
toria antes por su atrevido diseño de de- seyendo el mismo encanto anárquico de
corados y vestuario, por su look futuris- antaño, merced a esa química especial
ta, en definitiva, que por sus valores es- establecida entre su delirante sentido de
trictamente cinematográficos, terreno en la puesta en escena -con el dinamismo a
el que un film como «El rayo de la ultranza como único dogma- y su óptica
muerte» tenía bastantes más puntos a su militantemente socarrona: incomprendi-
favor. Realizado por Lev Kuleshov, há- do en su día a causa de su falta de serie-
bil pervertidor de formas narrativas pro- dad -pecado en el que no caía el cine
pias del cine americano, este film se re- puño de Eisenstein, por ejemplo-, Kules-
vela hoy casi como un experimento de hov se revela hoy como insólito expo-

Vsevolod Pudovkinlleva su cruz sobre la calva en Elrayo de la muerte.

.
nente de un arte insumiso, creado de es- La alegrevanguardiafrancesa
paldas a toda estética oficial.
Un año antes de rodar «Dura Lex» El cine francés de la década dio dos
(1926), film en el que convertía la litera- películas del género de innegable inte-
tura de Jack London en un delirio claus- rés: las citadas «París dormido» (1923)
trofóbico protagonizado por actores con de René Clair y «Charles ton» de Jean
los nervios a flor de piel -una película Renoir, dos cineastas de fundamental
muda que obliga a taparse los oídos, importancia en el posterior desarrollo de
como la definió un crítico hipnotizado la cinematografía gala que, en este pri-
ante esa histeria en sordina atrapada en mer estadio de sus respectivas carreras,
sus fotogramas-, Kuleshov se divirtió de flirtearon con los movimientos de van-
lo lindo con «El rayo de la muerte». Con guardia que comenzaban a cuestionar la
una estructura narrativa libérrima que ha funcionalidad narrativa del medio. Estos
llevado a pensar a algunos historiadores dos trabajos fueron, pues, consecuencia
que el guión -firmado por Vsevolod Pu- más o menos directa del público debate
dovkin- se escribía sobre la marcha du- que enfrentaba a los defensores del cine
rante el rodaje, «El rayo de la muerte» como medio de evasión y consumo con
documenta el enfrentamiento entre un los téoricos vanguardistas que propugna-
héroe soviético y una banda de rufianes ban la posibilidad de un cine no narrati-
reaccionarios, encabezada por el jesuita vo que privilegiara la plástica por enci-
Revo -interpretado por el propio Pudo v- ma del relato, o sea un cine en estrecha
kin, que también se responsa-
bilizaba del diseño de deco-
rados-: ambas partes quieren
conseguir el rayo de la muer-
te del título -el héroe con fi-
nes puramente industriales;
la banda, por supuesto"con
fines delictivos-, y su lucha
les llevará a atravesar una se-
rie de lugares comunes del
cine de aventuras norteameri-
cano -peleas, persecuciones,
tiroteos-, que Kuleshov atra-
pa con su cámara loca, en
movimiento continuo, como
si estuviera intentado captu-
ran el inaprensible espíritu de
ese futuro que se le antojaba En Unperro andaluzlos agujeros negros se abren a golpe
fundamentalmente histérico. de navaja de afeitar.

.
relación con ese quebrantamiento de
dogmas que los 'ismos' del momento te-
nían como principal consigna.
Aunque ya en ese momento el desa-
rrollo de la industria cinematográfica
permitía prever, sin demasiado margen
de error, el futuro inmediato del medio-
cine narrativo en formato standard de
hora y media-, el debate no perdió vigor
a lo largo de la década y propició algu-
nas obras de importancia capital en la
historia del cine. La década se cerró, por
ejemplo, con dos de las más radicales
manifestaciones de este feroz cine de
vanguardia: «Un perro andaluz» (1929)
y «La edad de oro» (1930) de Luis Bu-
ñuel y Salvador Dalí, dos espirales oníri-
cas que avanzaban a través de perversas
cuando no caprichosas asociaciones de
imágenes e ideas, condensando en arre-
batadores e inmortales fotogramas algu-
nos de los principios básicos del surrea-
lismo -apología de la pasión, exaltación
del amour fou, vehemente reivindicación París bien vale un despertador.
de la libertad, firme voluntad de trans-
formar la transgresión en norma- y lan-
zando contundentes puñetazos visuales a Dudley Murphy, apostaba por la abstrac-
todo el censo de enemigos del movi- ción extrema, surprimiendo personajes,
miento -la autoridad política y religiosa, situaciones y argumento para proponer
la pomposidad, los buenos sentimientos, una rítmica, hipnótica y precisa sucesión
la alta sociedad, la cursilerías Con de formas y objetos, unidos por una ló-
todo, en los films de Buñuel y Dalí la gica musical ajena a toda voluntad de
negación del cine narrativo no era tan mensaje.
rotunda como en algunos trabajos ante- Un año antes de que Léger elaborara
riores del calibre del «Ballet Mécani- su extraño film -parangonable a los futu-
que» de Fernand Léger (1924): si Bu- ros ejercicios en el terreno de la abstrac-
ñuel y Dalí jugaban con personajes y si- ción visual realizados por el genial ani-
tuaciones que podían tener un vago refe- mador Norman McLaren-, el ex-perio-
rente en el cine convencional, la película dista y actor René Chomette, para el arte
de Léger, fotografiada por Man Ray y René Clair, decidió debutar como reali-

.
zador con «París dormido», film que pa- tos para provocar unas cuantas risas can-
recía heredar el viejo ánimo experimen- dorosas en el público. El film presentaba
tal del Abel Gance de «La Folie du Dr. a un científico excéntrico que lanzaba un
Tube» (1915) en su lúdico intento de ex- rayo invisible sobre París provocando el
plotar los más elementales trucos que sueño de todos sus ciudadanos... de to-
permitía el medio: como un niño con un dos a excepción de unos cuantos, por su-
nuevo juguete -al igual que esos pione- puesto: aquellos parisinos que en ese
ros del cinematógrafo que inventaron el momento estaban en la Torre Eiffel o so-
arte de los efectos especiales mediante brevolaban la ciudad montados en un
una juguetona manipulación de la cáma- avión habían escapado a los aletargantes
ra guiada por la pura curiosidad-, Clair efectos del rayo invisible y, en conse-
experimentó en «París dormido» con el cuencia, a ellos iba a corresponder la mi-
ritmo y el tiempo cinematográficos, des- sión de devolver a la ciudadanía de París
componiendo y congelando movimien- a la vida activa. La ciudad pasaría de la

Si dormir es morir un poco, en estas circunstancias es morir del todo.

.
inmovilidad al movimiento,
pero gradualmente, permitién-
dole al director experimentar
con la cámara lenta y con los
movimientos discontinuos.
Clair, cuyo hermano Henri
ChomeUe iba a abrazar la cau-
sa del cine vanguardista de una
manera más radical, dirigió in-
mediatamente después «En-
tr' acte» (1923), con guión de
Francis Picabia y música de Madre,cómprameunnegroenel bazar;quebaile
Erik Satie y un reparto imposi- Charlestóny quetoqueeljazz-band.
ble en el que figuraban Man
Ray, Marcel Duchamp, Jean Borlin, ca tras el rotundo fracaso de su primer
Charensol y Touchages. Realizado por largometraje importante, «Nana» (1926),
encargo del ballet sueco de Rolf Maré, realizado a la sombra de los grandes tra-
«Entr'acte» ya no contaba con ninguna bajos coétaneos de Erich Von Stroheim:
excusa argumentallevemente emparen- de repente, la posibilidad de rodar un
table con la ciencia-ficción, pero supo- corto vanguardista con unos cuantos me-
nía un paso adelante en esa dirección tros de película virgen que le habían so-
vanguardista explorada por el primer brado tras el rodaje de «Nana» se le pre-
René Clair: verdadero esfuerzo conjunto sentó como una curiosa manera de des-
de talentos radicales, el film se centraba pedirse del medio. Con la ayuda de su
en una inconexa sucesión de imágenes esposa Catherine Hessling y un joven
-presumiblemente, el sueño de un borra- bailarín negro, Johnny Higgins, que le
cho- que culminaba en la caricaturesca había presentado Jacques Becker duran-
transgresión de un acto tan solemne te una salida nocturna, Renoir elaboró
como un entierro, devenido persecución esta fantasía jazzística en la que un cien-
enloquecida trazada según las eficaces tífico extraterrestre se comunicaba a tra-
directrices del slapstick norteamericano. vés de la danza con una superviviente de
«Charleston» de Jean Renoir respon- la catástrofe que había asolado la Tierra.
día a los mismos estímulos ambientales En su libro de memorias 'Mi vida, mis
que estos dos films de René Clair: tam- films' , Renoir recordaba la experiencia
bién éste era un film de un optimismo en estos términos: «La historia se situa-
contagioso, de una alegría que parecía ba en el futuro y era un pretexto para un
afectar a la propia estructura narrativa, baile entre Catherine y Higgins. La idea
convirtiéndola en estructura a-narrativa, era de una rigurosa simplicidad. Un sa-
libérrima. Renoir se estaba planteando el bio negro de otro planeta viene a visitar
abandono de la profesión cinematográfi- la Tierra. A consecuencia de una guerra

.
astral nuestro planeta ha sido destruido. chando un disco de jazz: «(Esa música)
Llega junto a una columna Morris, úni- Hacía pensar en animales de la selva
co monumento en pie en aquel desierto y virgen. Sus gritos evocaban plantas
es descubierto por una salvaje que, monstruosas, flores de violentos colori-
como no conoce la lengua del sabio, se dos. Luego el exotismo dejaba paso a la
expresa bailando. Después de este baile, vida moderna. El disco se convertía
el sabio regresará hacia su planeta lle- para mí en una representación de Chi-
vándose a la salvaje. Aquel film no llegó cago, la gran ciudad de donde procedía.
a terminarse del todo. Lo lamento. Los Por supuesto, no se trataba del Chicago
pocos metros que quedan me parecen verdadero, sino del Chicago de las no-
interesantes y Catherine Hessling está velas policíacas, de las mujeres de la
asombrosa. Curiosamente, esa película, vida con falda corta, de luces violentas
o mejor dicho ese trozo de película, na- bañando las fachadas de madera de los
cido de mi entusiasmo por el jazz fue clubs clandestinos, en dos palabras del
bien acogido por la prensa. Sin embar- Chicago que podría imaginar un joven
go, los testimonios favorables no le francés de después de la Primera Gue-
abrieron las puertas de las salas de es- rra Mundial».
pectáculos».
El film contó con música del pianista Otrastentativasgalas
Clement Doucet, que también fue pre-
sentado a Renoir por el muy despierto Las experiencias de Renoir y René
Becker, y, por fortuna, no marcó la des- Clair, filosófica y formalmente vincula-
pedida del director del mundo del cine, das a ese espíritu del cine experimental
aunque sí fue el último producto salido de impronta vanguardista, bebían de los
de su compañía propia, Films lean Re- temas y situaciones-tipo de ese conven-
noir, tocada de muerte a causa del fraca- cional cine de ciencia-ficción de proce-
so de «Nana». En su filmografía poste- dencia comúnmente norteamericana,
rior, Renoir se revelaría capaz de contro- pero que también contaba con algunos
lar los más minúsculos detalles de su tra- ejemplos de factura gala. La Pathé, por
bajo, aunque en «Charleston» se ejemplo, había estrenado en 1920
permitió desarrollar un experimento re- «L'Empire du Diamant» de Léonce Pe-
gido precisamente por el descontrol, por rret, una coproducción americano-fran-
una saludable sensación de abandono cesa en la que se documentaba el enfren-
ante el poder de esa música nueva y fas- tamiento entre el detective Matthew
cinante. En el libro citado, el director Versigny y dos científicos que habían
glosa de manera bastante elocuente ese inventado un sistema para fabricar dia-
poder del jazz como verdadero acicate mantes artificiales. En 1922, Luitz Mo-
de la imaginación más desaforada, al rat dirigió «La Cité Foudroyée», centra-
describir el momento en que sorprendió do en la más bien rutinaria historia de un
en su casa a Becker y a su esposa escu- científico loco dispuesto a dominar el

. "'
mundo con un rayo maléfico, cuyo po-
tencial destructor se cobraba piezas de
tan incuestionable poder simbólico-pa-
triótico como la Torre Eiffel. No hace
falta añadir que, pese a las similitudes de
contenido, los resultados estaban muy
lejos de la candorosa, pero carismática
locura formal del «París dormido» de
René Clair.
El cine francés de la década también
acogió a una presencia tan emblemática
del tradicional cine de episodios como la
de Pearl White. La inmortal Pauline, que
había pasado por incontables situacio-
nes-límite en el agitado territorio de los
seriales cinematográficos norteamerica-
nos, se desplazó a Europa para intervenir
entre 1923 y 1925 en diversas películas
europeas y en concurridos espectáculos
públicos en escenarios de Londres y Pa-
rís: era una manera de saldar una cuenta
pendiente con el continente del que ha-
bía salido, por un lado, el director que la
llevara a la fama (Louis Gasnier), y, por Cualquiercomplemento
de PearlWhiteesuna
otro, el escritor que utilizaban como nor- armamortalenpotencia.
te los guionistas que la habían sumergi-
do en tantos y tan variados peligros (el
maestro del folletín Eugene Sue). En White era la hija de un científico que in-
1924, la White protagonizó «Terreur» ventaba un rayo mortífero. El invento
-film estrenado más tarde en el mercado era robado por un desalmados que, evi-
anglosajón con el ajustadísimo título de dentemente, querían hacer muy mal uso
«The Perils of Paris»-, a las órdenes del de él. Toda vez que los pillos habían li-
director Edward José, viejo conocido de quidado al padre en el momento de apo-
la previa etapa americana en la carrera derarse del rayo de la muerte, en el cora-
de la actriz. Con guión de Gerard Bour- zón de la heroína se mezclaban las racio-
geois, pionero del cine tridimensional nales ansias de salvar a la humanidad
con la ya citada «Faust» (1922), «Te- con las irracional es pulsiones de vengan-
rreur» adaptaba para el público francés za. Tras atravesar unos cuantos momen-
algunos de los más socorridos lugares tos de irresistible, y en apariencia irreso-
comunes del género: en el film, Pearl luble, peligro, la White recuperaba el

.
rayo, daba su merecido a los villanos y
se reservaba unas horas de paz hasta que
su compañía no le tuviese preparada otra
ración de peligros a medida para seguir
explotando el filón.

Madrid. Año2000

La cinematografía española, en nin-


gún momento demasiado prolífica por lo
que respecta al cine de ciencia ficción,
sólo aportó un título al género en la dé-
cada de los 20. Sin duda, ya es mucho:
«Madrid en el año 2000» (1925) dirigida
y guionizada por Manuel Noriega y pro-
ducida por Luis Maurente podría ser
considerada una fantasía arquitectónico-
futurista a lo «Metrópolis» (1926), si no
fuera porque por su ingenuidad concep-
tual y su ciertamente desangelada factu-
ra ni siquiera puede ser considerada
como pueril precedente del film de Fritz
Lang. La idea más revolucionaria de este
ejercicio de urbanismo delirante fue la
transformación de Madrid en ciudad
portuaria, merced a la conversión del río
Manzanares en vía marítima concebida a
imagen y semejanza del canal de Suez.
Según recoge Phil Hardy, el trabajo de
efectos especiales firmado por Enrique
Blanco -con imposibles imágenes de
barcos surcando el paisaje urbano hasta
llegar al Palacio Real- obtuvo resultados
en absoluto desdeñables, aunque si el
film pasó a la historia del cine español
ManuelNorieganocontóconlassequíasal fue por marcar el debut cinematográfico
imaginarMadridenel año2000. del actor Roberto Rey, futura estrella de
las producciones de habla hispana roda-
das por la Paramount en sus estudios de
Joinville (Francia) y Hollywood.

.
Capítulo
3

LosDispersos
Años30
Profetasy Superhéroes

La década de los 30 trajo a la cien- damente de manifiesto que, pese a la


cia-ficción cinematográfica títulos de previa tradición de visionarios que hizo
tanta relevancia como «El doctor Fran- posible plasmar lo imposible en una
kenstein» de James Whale, «El hombre pantalla, las películas con elementos
y el monstruo» (1932) de Rouben Ma- más o menos fantásticos, más o menos
moulian y «Las manos de Orlac» (1935) especulativos surgidas por aquel enton-
de Karl Freund. Fue la década de «La ces todavía estaban lejos de funcionar
vida futura» (1936) de William Cameron como piezas englobadas en un género
Menzies y de algunas películas que, al cinematográfico completamente articu-
modo de esas muestras del subgénero de lado. Y no sólo eso: los años 30 también
guerras futuras surgidas en el umbral de abrieron el camino para el periodo más
la conflagración del 14, canalizaban el estéril que viviría la fantasía cinemato-
miedo por la inminente Segunda Guerra gráfica -los años 40-. Curiosamente, tras
Mundial a través de ficciones apocalípti- tocar fondo, la ciencia-ficción consegui-
caso Fue la década en la que el serial ría legitimar su condición de género ci-
gozó de mayor fertilidad creativa... Y, nematográfico en toda regla: a partir de
sin embargo, no puede decirse que fuera los años 50, el género no haría sino ro-
una buena época para la ciencia-ficción bustecerse, consolidarse industrialmente
cinematográfica, pues todo balance de la y abrir nuevas posibilidades de desarro-
producción de esos años pone descara- llo. Las obras interesantes crecerían, por

..
supuesto, en idéntica proporción a la que óptica profética de «Metrópolis»: la uti-
proliferarían los grises productos de con- lización de impresionantes decorados fu-
sumo, pero esa fase todavía estaba lejos. turistas subrayaba el vínculo estrecho
En los años 30, la ciencia-ficción es- -más en el barniz estético que en el poso
crita gozaba de plena existencia como conceptual- con el film de Lang.
género literario, aunque su vida editorial En Europa, «La vida futura» de Wi-
se desarrollaba todavía en los circuitos lliam Cameron Menzies también intenta-
más marginales del mercado: las revistas ba emular esa reconstrucción del futuro
de literatura pulp, con 'Astounding Sto- a partir de minuciosas maquetas y abra-
ries of Super-Science' -primera revista cadabrantes decorados que tenía su mo-
de la cadena especializada en publica- delo canónico en el clásico alemán, aun-
ciones de aventuras de William Clayton- que esta vez se tomaba a H. G. Wells
a la cabeza, eran la habitual plataforma como inspiración literaria: la operación
de las a menudo primarias ficciones sus- cristalizó en unos resultados artísticos
tentadas en una hipótesis científica ca- que, por fin, permitieron a la cinemato-
paz de dejar boquiabierto al lector de la grafía británica quitarse la espinita cla-
época. Junto a la ciencia-ficción más ru- vada tras el fiasco de «High Treason».
dimentaria -esa cuyo punto de partida es En Alemania, el equipo formado por el
una pregunta del tipo «Y, ¿qué sucedería realizador Karl Hartl, los directores de
si... ?»-, ya comenzaban a apuntar los fotografía Günther Rittau y Otto Baec-
primeros ejemplos de space-opera, hi- ker y el actor Hans Albers llevó a la pan-
bridación de novela de aventuras y rela- talla dos films que heredaban algo del
to de anticipación que se iba a revelar colosalismo futurista de Metrópolis:
una de las variantes más longevas -y de «I.F.l no contesta» (1932) -especula-
mayor fortuna cinematográfica- del gé- ción, con grandes dosis de cine de aven-
nero. turas, sobre el futuro de la aviación, con
el plato fuerte de una plataforma gigante
¡El porvenires unamaqueta! situada en medio del Atlántico en la que
repostaban los vuelos de una línea regu-
La sombra de la decisiva «Metrópo- lar entre Europa y América- y «¡Oro!»
lis» de Fritz Lang planeó sobre buen nú- (1934) -fantasía alquimista, en la que
mero de films de la década, pero su in- unos científicos lograban obtener oro ar-
fluencia no afectó más que a algunos tificialmente con la ayuda de un especta-
elementos de superficie y, por supuesto, cular reactor nuclear, recreado en un os-
no generó ningún título situado a la altu- tentoso decorado-o De carácter más apo-
ra del modelo. En el contexto america- calíptico que todos los ejemplos citados,
no, un film como «Una fantasía del por- «El fin del mundo» (1930) -del mismo
venir» (1930) de David Butler se puede Abel Gance que ahondara en «La Folie
considerar como una relectura banaliza- du Dr. Tube» en la intersección entre
da en clave de comedia musical de la ciencia-ficción y vanguardia- fue el

.
HastaElMagoningúnmusicalvolvióa lucirunosdecoradosfuturistas
comolosde Unafantasíadelporvenir.

equivalente francés de estos intentos de mini sta -¡otra vez!- «It's Great to Be
tomar el relevo de «Metrópolis» en el te- Alive» (1934) de Alfred Werker, el cine
rreno de las especulaciones cinemato- norteamericano de los años 30 no iba a
gráficas: en el film de Gance, dos her- conocer películas de ciencia-ficción con-
manos intentaban salvar a la humanidad cebidas como tales: el éxito del ciclo de
desde diversos frentes -uno desde la fe, películas de terror de la Universal haría
otro desde la ciencia- ante la inminente que muchos proyectos apoyados en pun-
-y catastrófica- colisión de un cometa tos de partida literarios sin duda adscri-
sobre la Tierra. bibles al género -el 'Frankenstein' de
Mary Shelley, 'El Hombre Invisible' de
En mil pedazos H. G. Wells, 'El extraño caso del Dr.
JekyIl y Mr. Hyde' de Robert Louis Ste-
Aparte de la mentada «Una fantasía venson- se sirviesen al público astuta-
del porvenir» y de la anti-utopía anti-fe- mente disfrazados de películas de terror.

.
Se trataba de films que por su contenido tancia económica que separa a esa pro-
eran films de ciencia-ficción, pero su ducciones americanas del comienzo de
formulación visual se empeñaba en an- la década -«Una fantasía del porvenir»,
clarlos en las ya muy codificadas y esta- «It's Great to Be Alive», dos películas
blecidas coordenadas genéricas del cine lujosas y amparadas por la Fox Film
de terror. Company- de los títulos más o menos
Por otro lado, aunque la producción próximos al género surgidos en la indus-
de décadas anteriores habría permitido tria americana a partir de 1935: la cien-
prever la consolidación de lo que podría cia-ficción pasaría a ser carne de serial
denominarse serial fantacientífico -enri- barato. Definitivamente, el futuro había
quecedor híbrido de cine de aventuras y perdido enteros en el mercado de valores
situaciones extraídas de la literatura de de la Meca de los Sueños. La situación
ciencia-ficción-, los seriales cinemato- industrial no propiaciaba el surgimiento
gráficos siguieron una evolución un tan- de títulos de interés, pero, aún así, en la
to desfavorable para esos elementos de década cristalizaron curiosos clásicos
ciencia-ficción presentes desde los mis- del serial cinematográfico, verdaderos
mos orígenes del cine por entregas. Los equivalentes fílmicos de la literatura
científicos locos, los gadgets utilizados pulp, como «The Phantom Empire»
por los héroes, los villanos con megaló- (1935), «Brick Bradford» (1939) o
mano afán de conquista y los complejos «Flash Gordon» (1936), este último vi-
artilugios que podían hacer posibles sus gorosa adaptación de las historietas de
siniestros planes se convirtieron en un Alex Raymond a la par que dinámica
simple aliño dentro de películas que, en space opera de perenne encanto naif.
lugar de decantarse por el muy sugestivo
cruce de géneros, privilegiaban unas de- y la historiase repite
terminadas señas de identidad narrativas
-westem, melodrama, thriller- que domi- La inminencia de una guerra genera
naban el conjunto. De este modo, si a lo miedo en el ambiente, y ese miedo a ve-
largo de los años 20 parecían haberse ces puede ser muy productivo... en el
dado las condiciones propicias para que, ámbito de la ficción: si el enrarecido cli-
en los 30, ya se pudiese hablar de un ma político que desembocó en la Prime-
cine de ciencia-ficción norteamericano ra Guerra Mundial inspiró a algunos ci-
en toda regla, en esta década el panora- neastas pioneros el género de películas
ma se reveló inusitadamente desarticula- de guerras futuras, a finales de los años
do, fragmentado... Lo que los pioneros 30 iban a aflorar en la industria cinema-
habían levantado como inconscientes tográfica británica algunos títulos que se
agentes constructores en la trabajosa harían eco de otro miedo, el mismo mie-
fundación de un género, ahora la indus- do. 1937 iba a ser el año clave: año de tí-
tria lo rompía en mil pedazos. tulos como «Midnight Menace» de Sin-
Resulta reveladora, además, la dis- clair Hill y «Q Planes» de Tim Whelan y

.
Arthur Woods. Curiosamente, el
núcleo de ese miedo -la imagen
central que aglutinaba todos los te-
mores del ciudadano de a pie- no
había cambiado con el paso de los
años: tanto daba si lo que se veía
venir era la Primera o la Segunda
Guerra Mundial, porque los recur-
sos para tocar la fibra sensible del
espectador y erizarle el vello de
puro sobrecogimiento eran los
mismos, mostrarle el más recono-
cible escenario -su propia ciudad:
Londres- destruida por bombas
enemIgas.
Paralelamente, en Checoslova-
quia, el realizador Hugo Haas es-
trenaba «Bila Nemoc», un film ba-
sado en una obra teatral del escri-
tor Karel Capek -precisamente, el
hombre que había acuñado en Así les lució la hojalata a los robots de Karel Capek en
1931 el término robot, tan útil a el serial The Vanishing Shadow(1934).
partir de entonces tanto para la fic-
ción como para la ciencia, dentro de la cine de ciencia-ficción: con «Una fanta-
obra «R. U .R»-. En «Bila Nemoc», el sía del porvenif», la Fox decidió consa-
auge del fascismo se equiparaba a una grar uno de sus musicales -género pujan-
infección leprosa, contra la que luchaba te en esos primero~ años del sonoro- a la
un médico idealista, el doctor Galen. En temática futurista, con una historia que
los 30, pues, el diálogo entre realidad y partía de un esquema similar al del 'Rip
cine de ciencia-ficción no desapareció Wan Winkle' de Washington Irving y un
del todo, pese a que, por importancia diseño de producción que intentaba
cuantitativa, los estereotipos y las fanta- emular el colosalismo estético del «Me-
sías forjadas en la convención domina- trópolis» de Fritz Lang. Pero el estrepi-
ron el panorama. toso fracaso del film -producción cara y
aparatosa, uno de los títulos en los que la
Póngalemúsicaal futuro productora había invertido en esa tempo-
rada más dinero y confianza-, rematado
El cine americano, como se ha dicho, por el posterior fiasco de «It's Great to
inauguró la década con muy buena acti- Be Alive» (1933) -también de la Fox-,
tud hacia la viabilidad comercial del hizo que los grandes estudios terminaran

.
---
tico, no deja de ser una
auténtica rareza. El film
era un remake del musi-
cal «Sunnyside Up»
(1929) cocinado por el
' equipo de productores-
guionistas integrado por
Ray Henderson, B. G.
DeSylva y Lew Brown.
Más anclada en la reali-
dad cotidiana que «Una
fantasía del porvenir»,
«Sunnyside Up» docu-
mentaba los desvelos de
una joven por conquistar
al apuesto primogénito
de una adinerada familia

- - de Southampton, con el
oportuno aliño de las
canciones del trío DeSyl-
va-Brown-Henderson,
Las fantasías del porvenir suelen ser ladrillos del presente. algunos afortunados nú-
meros musicales de deli-
por olvidarse de la ciencia-ficción: la rante puesta en escena y el gimmick de
profecía futurista, decididamente, no era una secuencia rodada en Multicolor. El
rentable. Brendel, uno de los actores de «Sunnysi-
Aunque el cine musical ha sido reite- de Up» reaparecía en «Una fantasía del
radamente reivindicado por algunos crí- porvenir» convertido en verdadero pre-
ticos e historiadores como cine fantásti- cursor de «El dormilón» (1973) de Wo-
co -¿qué relación puede tener con el rea- ody Allen: al pobre cómico lo ha alcan-
lismo un género en el que los personajes zado un rayo que lo ha sumido en un
se lanzan a cantar en pleno diálogo coti- profundo letargo cercano a la muerte.
diano, en el que la realidad sufre conti- Estamos en 1930, pero la acción no
nuas intromisiones de la fantasía, en el tarda en desplazarse hasta 1980, donde
que esplendorosos decorados comparten un grupo de científicos intenta resucitar
metraje con escenarios reconocibles?-, la a Brendel. Al despertar, el personaje se
existencia de «Una fantasía del porve- encontrará en el centro de una realidad
nir», película en la que los términos mu- violentamente distinta a la que conoció:
sical y fantástico se encuentran en la el Nueva York de 1980, plasmado en
simbiótica identidad del musical fantás- unos impresionantes decorados construi-

.
dos por Stephen Goosson y Ralph Ham- el impreso solicitando el matrimonio con
meras bajo la influencia del Art Decó y la joven LN-18 al mismo tiempo que lo
con la ayuda de un holgado presupuesto hacía su rival MT-13. El gobierno deci-
de 250.000 dólares, es una ciudad de fá- de que sólo MT-13 cumple los requisitos
bula cuyos habitantes se desplazan en necesarios para casarse con la chica, ob-
avionetas, una urbe insultantemente mo- viando un pequeño problema: que ella
derna donde los rascacielos pueden al- no le ama en absoluto, pues está colgadi-
canzar los 200 pisos de altura, los teléfo- ta del bueno de 1-21. La pareja recurre y
nos van acompañados de pantalla televi- las autoridades deciden dar una pequeña
siva, todas las puertas son automáticas, oportunidad a los tortolitos: si 1-21 da
las píldoras han sustituido a la comida y muestras de merecer a la chica en los
una compleja red de autopistas se eleva próximos meses quizás el veredicto
sobre las calles para que los silenciosos cambie. En consecuencia, 1-21 decide
vehículos no molesten a los transeúntes. probar su valor embarcándose -en com-
Las autoridades de esta extraña so- pañía de Single-O y RT-42- en la prime-
ciedad re-bautizan al visitante del pasa- ra expedición tripulada a Marte.
do como Single-O, nombre bastante a En el Planeta Rojo, el trío de cómi-
tono con los de los restantes miembros cos se topará con una tribu de simpáticas
de la ciudad, designados por escuetas marcianitas -encarnadas por coristas de
combinaciones de letras y números. El Barbary Coast de origen oriental tocadas
perplejo Single-O hará sus primeras con peluca afro, para reforzar el efecto
amistades en este nuevo mundo: en extrañamiento: los tiempos en que Mé-
compañía de 1-21 y RT-42 descubrirá lies seleccionaba a sus «selenitas» en el
que el progreso no sólo ha afectado a la Folies Bergere no andaban tan lejos-,
urbanística y a las comunicaciones, sino con las que establecerá un diálogo sin
también a las relaciones humanas. Las vía de entendimiento posible: ellas bai-
parejas sin hijos, por ejemplo, pueden lan, ellos esbozan sketchs del más acen-
adquirir un bebé recién hecho en efica- drado humor tonto. Como dato curioso,
ces máquinas expendedoras diseñadas a cabe añadir que la sociedad marciana
tal efecto. El camino hacia el matrimo- está poblada por parejas de gemelos
nio es igualmente avanzado, hecho a idénticos: uno de ellos encarnación del
medida de unos tiempos fundamentados Bien, el otro pura maldad. Los torpes ex-
en el orden y un pragmatismo que a Sin- pedicionarios regresarán a la Tierra justo
gle-O-y, por extensión, a los espectado- en el momento en que LN-18 está a pun-
res de los años 30- les resultaba un tanto to de dar el forzado sí ante el altar, con
abstruso: los novios deben rellenar una MT-3 dispuesto a ceñir en su muñeca las
solicitud de matrimonio, a la espera de esposas conyugales. El final, por supues-
que el gobierno dé su aprobación. Y en to, será tan feliz y risueño como todo el
ese punto surge el principal conflicto tono de esta anti-utopía ligera, blanquísi-
dramático del film: 1-21 había rellenado ma, construida en las antípodas de las

.
negras visiones de un George Orwell o impacto visual. Y la vida de todos estos
un Aldous Huxley. decorados no terminó en «Una fantasía
Junto a El Brendel -actor de vaudevi- del porvenir»: las más vistosas tomas del
lle que se hizo popular entre el público film de Butler fueron a parar al stock del
norteamericano encarnando en escena a estudio, que las cedió a la Universal para
un sueco con serias dificultades con el que aliñara algunos de sus seriales,
inglés-, aparecían en «Una fantasía del como «Flash Gordon» o «Buck Rogers»
porvenir» una jovencísima Maureen (1939): la nave que utilizaron los prota-
O' Sullivan en el papel de LN-18 y un gonistas de «Una fantasía del porvenir»
todavía inexperto Mischa Auer -más tar- para ir a Marte fue la misma que utiliza-
de involvidable actor de comedia a las ron Flash Gordon, Dale Arden y el doc-
órdenes de Ernst Lubitsch- como el tor Zarkov para viajar hasta Mongo; el
aprendiz de científico que ofrece a los ídolo al que adoraban las danzantes mar-
protagonistas la oportunidad de viajar a cianitas del musical de Butler reaparecía
Marte. Con una línea argumental tan in- también en las aventuras cinematográfi-
genua y cargada de elementalidad y unas cas del héroe creado por Alex Raymond;
canciones que no lograron hacer tanta y el Nueva York de 1980 se convirtió,
mella en el público como las de la ante- en «Buck Rogers», en la ciudad gober-
rior comedia musical del trío DeSylva- nada por el malvado Killer Kane.
Brown-Henderson, es evidente que los En su estudio sobre el cine de cien-
grandes triunfadores de «Una fantasía cia-ficción 'The Primal Screen', John
del porvenir» fueron los diseñadores de Brosnan señala que la fuente inspiradora
producción y técnicos de efectos espe- de «Una fantasía del porvenir», musical
ciales: sin el grado de estilización expre- poblado de referencias pulp, estaba pro-
sionista de la ciudad de «Metrópolis», el bablemente en las historietas de Buck
Nueva York de «Una fantasía del porve- Rogers publicadas en la prensa: basadas
nir» sin duda resulta mucho más rico en en 'Armageddon 2419' y 'The Airlords
detalles que el trabajo de Eugene of Han' , dos relatos de Phillip Francis
Schuefftan para el film de Lang. Uno de Nowlan, las historietas de Buck Rogers
los decorados más impresionantes del contaban con guión del escritor y prima-
film era el laboratorio en el que los cien- rios dibujos de Dick Calkins, y se cen-
tíficos de 1980 resucitaban al letárgico traban en las peripecias futuristas de un
El Brendel de 1930: Stephen Gooson se teniente de las Fuerzas Aéreas del ejérci-
encargó de diseñar el ciclópeo laborato- to americano que despertaba, tras 500
rio, al que el meticuloso trabajo del ilu- años de estar en animación suspendida,
minador y experto en efectos fotográfi- en una Norteamérica dominada por el
cos Kenneth Strickfaden, técnico presen- peligro amarillo. De la obra de Nowlan
te también en los equipos de «El doctor y Calkins, «Una fantasía del porvenir»
Prankenstein» y «La novia de Prankens- podría haber tomado, pues, la idea de la
tein» (1935), acabó de aportar fuerza e hibernación, del shock que sufre un

.
,~
'*-

RaulRouliensobrevivea lamasculitis,peronoestátan claroquesobrevivaalardorguerrerode


unplanetadondeel restodehabitantessonmujeres.

americano de los 30 al chocar de frente nematográficas que el film de Butler. En


con el futuro, así como buena parte de la «It's Great to Be Alive», un tipo que
inspiraciónpara construir gadgets y ve- acaba de discutir con su novia decide
hículos varios: con todo, el musical de cruzar el Pacífico a bordo de un avión.
Butler todavía estaba lejos de ser una El despechado viajero no llegará a buen
space-opera en toda regla como lo eran puerto: el avión se estrellará en una isla
las historietas de 'Buck Rogers'. desierta, aunque no hay mal que por
Pese al fracaso de «Una fantasía del bien no venga, pues el resto de la huma-
porvenir», la Fox volvió a probar suerte nidad se verá afectada por la epidemia
con la mixtura de musical y ciencia fic- de la masculitis, quedejaráal planetasin
ción en «It's Great to Be Alive» (1933), hombres. Cinco años después, de las ce-
remake de «The Last Man on Earth» nizas de la civilización occidental andro-
(1924) que también se saldó en fracaso, céntrica se habrá levantado una nueva
pese a contar con mayores bondades ci- sociedad gobernada exclusivamente por

.
mujeres y cuya población se dividirá en pueda reunirse con ella tendrá que pasar
mujeres femeninas y mujeres masculi- por mil y una dificultades: en la más de-
nas: la construcción de un hombre artifi- lirante idea del guión, una mafiosa lo
cial parece ser el único método de garan- rapta con la intención de subastarle entre
tizar algún futuro a esta sociedad estéril, las viudas ricas de Nueva York.
pero todos los intentos han resultado Misógina como esas fantasías anti-
hasta el momento inútiles. De repente, el sufragistas de los comienzos del cinema-
descubrimiento del último hombre vivo tógrafo, «It's Great to Be Alive» se es-
parece facilitar las cosas... aunque el trelló en taquilla en el momento de su
atribulado superviviente sólo quiere re- estreno. No obstante su fuerza visual -
cuperar su relación estrictamente monó- debida al buen oficio del realizador Al-
gama con su antigua novia. Antes de que fred Werker, futuro responsable de algu-

Seiniciala cuentaatrásparalanzaral espacioa MarthaRayeen TheBigBroadcastof 1938.

.
nos westerns de impresión en los 50-, procedentes de todas partes, en la línea
con esa peculiar gradación de la locura del aparato de radio de «Radio Mania»
estilística ligada al progresivo descubri- de Roy William Neill, la primera pelícu-
miento de esa extraña sociedad femenina la americana en tres dimensiones. En
por parte del protagonista, la convierte «The Big Broadcast of 1938», debut ci-
en una película de curiosa modernidad nematográfico de Bob Hope, el conflicto
formal. El protagonista, Raul Roulien, que articulaba la acción -y la gratuita su-
protagonizó asimismo la versión para cesión de canciones y números de varie-
mercados hispanos del film: «El último dades- era una carrera entre trasatlánti-
varón sobre la Tierra», bajo la dirección cos, uno de los cuales recibía señales de
de James Tinling y con Rosita Moreno, un transmisor de radio capaz de producir
Mimi Aguglia y Carmen Rodríguez sus- una velocidad de 65 nudos.
tituyendo al elenco original de féminas
anglosajonas. Sombrasgóticas
Como señala John Brosnan, si el fra-
caso de la adaptación de «La isla miste- Antes de quedar confinada al ámbito
riosa» de 1929 le puso las cosas muy di- del cine más paupérrimo, la ciencia-fic-
fíciles al cine de ciencia-ficción de ele- ción pudo establecer dentro de la indus-
vado prespuesto, los sucesivos fracasos tria americana una curiosa y productiva
de la aparatosa «Una fantasía del porve- relación simbiótica con el cine de terror.
nir» y la más ligera «It' s Great to Be La década de los 30 determina lo que
Alive» acabarían de darle el tiro de gra- para muchos historiadores es la Edad de
cia. La combinación de comedia musical Oro del cine de terror, aseveración difí-
y elementos de ciencia-ficción era el cilmente rebatible, aun a pesar del hecho
cóctel más peligroso, pero, misteriosa- de que muchas de esas películas de te-
mente, a mitad de década la Paramount rror eran, en realidad, películas de cien-
decidió volver a arriesgarse con tan du- cia-ficción travestidas. Aquí ya no cabe
dosa alquimia: «Cazadores de estrellas» hablar de aprovechamiento de los ele-
(1935) de Norman Taurog y «The Big mentos más superficiales de la ciencia-
Broadcast of 1938» (1938) de Mitchell ficción. No estamos ante westerns aliña-
Leisen, con el combinado de números dos con sofisticados gadgets y malvados
cómicos y secuencias musicales que dis- megalomaníacos, no estamos en el terre-
tinguía a las películas de la serie «Big no del thriller tecnificado ni de la pelí-
Broadcast», introducían como elemento cula de aventuras con interferencias fan-
aglutinante sendas ideas directamente tacientíficas: el cine de terror de los años
extraídas del espíritu pulpo En el film de 30 no se aprovechó del atrezzo de la
Taurog, la pareja de humoristas formada ciencia-ficción, sino de su esencia mis-
por Jack Oakie y Henry Wadsworth in- ma, de su capacidad para plantear com-
tentaba adquirir un revolucionario siste- plejos dilemas morales, de enfrentar al
ma de televisión capaz de captar ondas hombre de su tiempo con hipótesis cien-

.
tíficas plausibles o implausibles que, en contrado el monstruo de Frankenstein
el fondo, escondían un problema ético ideal: Boris Karloff. Con la ayuda del
de largo alcance. Una película como «El maquillador Jack Pierce -el creador de
doctor Frankenstein» de James Whale monstruos oficial del estudio, a partir de
no es una cinta de horror que aproveche entonces-, Karloff se convirtió en esa si-
determinados elementos circunstanciales niestra criatura de cabeza cuadrada, casi
de la ciencia-ficción, sino una cinta de dos metros de altura, cuello atornillado y
ciencia-ficción que, por imperativos de mirada heladora que pasó a formar parte
producción, por exigencias de la coyun- de la historia del gran cine. El tono de la
tura industrial, se sirvió al público con la versión de Whale fue más negro y per-
vestimenta de un film de terror. La verso que el acercamiento previsto por
culpa, sin duda, la tuvo el éxito obtenido Florey, pero el sentido del humor carac-
ese mismo año por el «Drácula» (1931) terístico del autor -no siempre afortuna-
de Tod Browning, film que instauraría el do: véanse, si no, las intervenciones de
canon estético del cine de terror de la Una ü'Connor en «El hombre invisible»
Universal, caracterizado por su espíritu (1933) o «La novia de Frankenstein»-
declaradamente gótico y su puesta en es- hizo que el film resultante estuviese le-
cena de estirpe expresionista, con vio- jos del producto transgresor que Carl
lentos contrastes de luces y sombras. Laemmle senior había temido en un
La Universal decidó llevar a la pan- principio.
talla la novela de Mary W. Shelley par- El argumento es de sobras conocido:
tiendo de la adaptación teatral realizada el barón Frankenstein vive obsesionado
por Peggy Webling: el estudio quería re- con la idea de crear vida y, por ello, se
petir el éxito de «Drácula» y por eso embarca en experimentos cada vez más
contó en un principio con Bela Lugosi siniestros en compañía de su contrahe-
para interpretar el papel del monstruo. El cho ayudante, Fritz. Con fragmentos de
guión previo firmado por John Balders- cadáveres hurtados en el cementerio,
ton seguía fiel a los postulados de la no- Frankenstein consigue construir un ex-
vela original en la concepción puramen- traño ser, al que logrará dar vida aprove-
te romántica de la criatura, una concep- chando la electricidad liberada en una
ción que no tenía por qué chocar con la espectacular tormenta. Pero, por un error
sacralizada imagen de Lugosi como con- de Fritz, a la criatura se le ha colocado el
de centro-europeo de ominoso atractivo. cerebro de un asesino... hecho qué de-
Sin embargo, las primeras pruebas de sencadenará una espiral de destrucción
pantalla no obtuvieron el resultado espe- de consecuencias funestas. Para encon-
rado por los ejecutivos de la Universal, trar el justo tono narrativo y estético del
que decidieron prescindir de Lugosi y film, Whale estudió detenidamente «El
sustituir al director previsto, Robert Flo- Golem» dirigido por Paul Wegener en
rey, por James Whale, británico de for- 1920, film del que extrajo directamente
mación teatral que, al parecer, había en- situaciones de alto espesor dramático

.
iBuenasnoches,señormonstruo!

.
-como el encuentro entre el monstruo y más próximos a la irrealidad del maca-
la niña, que el director inglés supo vestir bro relato. Según recoge Phil Hardy, un
de una poesía tan malsana como fasci- crítico norteamericano definió el estilo
nante- y una textura estética próxima al visual del film como «una barroca forma
expresionismo. Con todo, el tratamiento de expresionismo».
expresionista de la luz encontró en el Privilegiando quizás en demasía la
trabajo de Whale enriquecedoras varian- acción externa -el espectáculo- en detri-
tes, derivadas directamente de su previa mento del denso entramado de ideas ma-
experiencia como director teatral: «El nejado por Mary W. Shelley, el film
doctor Frankenstein» es un film ostensi- aparece hoy como la quintaesencia del
blemente dominado por el sentido de la cine de terror de la Universal: fue el se-
teatralidad de Whale, una teatralidad gundo gran éxito del estudio en el géne-
puesta en todo momento al servicio del ro, recaudando 25 millones de dólares
espectáculo y que subraya los aspectos sobre una inversión de 250.000. La juga-

Frankensteiny Pretoriusesperanasistira unaescenadesexofreakkie


envivoy endirectoentrelascriaturasapedazadas.

.
da, pues, garantizaba el éxito de la fór- tacto con un muy reticente barón Fran-
mula, que sería exprimida concienzuda- kenstein, que acababa cediendo y dando
mente a la largo de la década. Whale se vida a una novia de ultratumba cuya pri-
encargó de realizar una secuela del film mera reacción consistía en el visceral re-
en 1935, «La novia de Frankenstein», chazo de su previsto novio. Por supues-
una curiosa película que, lejos de desme- to, el novio, abandonado ante el profano
recer del original, llegaba incluso a su- altar que era la imponente mesa de rea-
perado en no pocos aspectos. nimación, volvía a proporcionar otro
Pese a vincular ellibérrimo argu- grand finalle en forma de inmolación co-
mento del film con la histórica velada lectiva a este producto cien por cien
romántica de Villa Deodato a través de Universal, la mejor de las películas so-
un curioso prólogo, «La novia de Fran- bre el mito de Frankenstein -por lo me-
kenstein» tenía mucho más que ver con nos, la mejor hasta que Terence Fisher
el sentido del espectáculo característica- se pusiese a rizar el rizo de la transgre-
mente hollywoodense que con la mitolo- sión- y la incuestionable cumbre en la
gía acuñada por Mary W. Shelley: si el filmografía de Whale.
primer film colocaba en discreto segun- Antes de que acabara la década y de
do plano el importante componente filo- que Frankenstein, junto a las otras cria-
sófico y ético de la novela, esta secuela turas de la noche marca Universal, entra-
lo olvidaba ya totalmente, pero acababa se en la triste decadencia de los 40 -con
convirtiéndose, no obstante, en un traba- las imposibles combinaciones de mons-
jo tremendamente interesante, una aven- truos y la insultante intromisión en su te-
tura negra en perpetuo movimiento que rritorio de los humoristas Abbott y Cos-
combinaba armónicamente componentes tello-, el estudio aún aportó otro film a la
del más puro terror con precisas notas de saga, «The Son ofFrankenstein» (1939),
humor macabro. «La novia de Frankens- que en España recibió el título de «La
tein» se centraba en buena parte de su sombra de Frankenstein». Dirigida y
metraje en el errático vagar del mons- producida por Rowland Lee, la película
truo, superviviente del linchamiento se- contaba con un reparto de excepción:
guido de incendio que había servido de junto a Karloff -que aquí interpretaba
clímax a «El doctor Frankenstein». La por última vez al monstruo- figuraban
criatura acababa topando con una con- Bela Lugosi -en la piel de un saqueador
trafigura siniestra de su creador, el doc- de tumbas dispuesto a vengarse de quie-
tor Pretorius, poseedor de una colección nes le condenaron-, Basil Rathbone
de homúnculos guardados en frascos de -como el hijo del barón Frankenstein- y
cristal que se situaban a medio camino Lionel Atwill. Pese a los sensatos inten-
de lo cómico y lo inquietante: Pretorius tos de Lee por dar verosimilitud realista
le prometía una compañera al doliente al argumento -que presentaba al mons-
monstruo encarnado por Karloff y, para truo revivido por Lugosi para ser utiliza-
ello, el perverso doctor se ponía en con- do como instrumento de venganza-, «La

.
sombra de Frankenstein» no pasaba de piración literaria al género de la ciencia-
ser un film modesto, un insuficiente in- ficción también estuvo realizada por
tento de aprovechar el éxito de las dos Whale. Se trata de «El hombre invisi-
aportaciones de Whale, un trabajo ho- ble», aproximación a la novela homóni-
nesto -de hecho, donde Whale puso hu- ma de H. G. Wells en la que el director
mor y arquetipos, Lee intentaba poner permitió que su humor característico se
naturalismo y personajes de carne y hue- desbocara un tanto, desvirtuando un
so-, pero que fallaba justo donde el di- conjunto que quizá se hubiese beneficia-
rector de «La novia de Frankenstein» se do de mayor comedimiento tona!. Con
reveló maestro sin tacha: en la construc- todo, el film merece pasar a la historia
ción dramática del relato. no sólo por su condición de irónico de-
La otra horror movie de la Universal but invisible de un actorazo de la talla de
adscribible por temática y fuente de ins- Claude Rains, sino por presentar solu-

¿Sueñanlos hombres invisibles con ovejastransparentes?

.
ciones de antología en el apartado de más que películas de terror.
efectos especiales, con una escena cum- La cinta de Mamoulian ha quedado
bre de referencia obligada: el despoja- como la mejor aproximación cinemato-
miento de vendas y gafas oscuras por gráfica a 'El extraño caso del doctor
parte de un Claude Rains que revela su Jekyll y míster Hyde' de Robert Louis
invisibilidad ante una audiencia pasma- Stevenson, en buena medida gracias a la
da. El truco, firmado por el técnico John oscarizada composición del prodigioso
P. Fulton, se logró enfundando a un es- Frederic March, pero también debido al
pecialista en un traje de terciopelo ne- vigoroso tratamiento formal del director,
gro, sobre el que se aplicaron las vendas: que abrió el film con una antológica es-
bastó con que el sufrido sustituto de cena en cámara subjetiva y que logró la
Rains se despojara de los vendajes sobre mejor solución para la transformación
un fondo también de terciopelo negro del doctor en Hyde, utilizando también
para lograr un nuevo hito en ese extraño un punto de vista subjetivo y un espejo
arte de dejar al público boquiabierto que de inconmensurable espesor dramático.
Mélies inaugurara en su día. Además, el film, claro producto del cli-
Aunque Universal fue el único estu- ma previo al restrictivo código Hays, se
dio que logró crear un sello de distinción atrevía a bucear donde no habían osado
y una línea propia en el terreno del cine hacerlo las aproximaciones anteriores al
de terror, otros grandes estudios también tema: en el carácter electrizantemente
aprovecharon la popularidad del género sexual de la aventura interior del victo-
para empaquetar con esa etiqueta conte- riano Jekyll que, con su transformación,
nidos argumentales más afines a lo que, lograba abrazar la transgresión que su
a partir de los 50, se conocerá como cine reprimido entorno le hacía desear en se-
de ciencia-ficción. La Paramount estrenó creto.
«El hombre y el monstruo» (1932) de En «La isla de las almas perdidas»,
Rouben Mamoulian y «La isla de las al- Erle C. Kenton adaptaba la novela de H.
mas perdidas» (1932) de Erle C. Kenton G. Wells con la ayuda en el guión del
y la Metro lograría uno de los grandes eficaz escritor de género Philip Wylie,
clásicos de la época -clásico de ambos autor de la obra que daría lugar a un só-
géneros: terror y ciencia-ficción- con lido clásico de los 50, «Cuando los mun-
«Las manos de Orlac» de Karl Freund. dos chocaD» (1951) de Rudolph Maté.
Formalmente, todos estos films se aleja- Con un apabullante Charles Laughton en
ban de muy distintas maneras del patrón la piel del Doctor Moreau -un Moreau
Universal y, argumentalmente, indaga- mucho más terrible que el de la novela,
ban en muy variadas zonas de la especu- punto que desagradó profundamente a
lación científica, pero, comercialmente, Wells-, la premisa fantástica del film se
a ojos de la política de producción del centraba en las experiencias del amoral
estudio que las amparó y a ojos del pú- científico para acelerar el proceso evolu-
blico consumidor de la época, no fueron tivo a través de la transformación de los

.
Lascriaturasdela isladelasalmasperdidasdeberíanhabersevengadoenquienes
perpetraronnuevasversionescinematográficas
desusdesventuras.

animales de su isla en hombres. La idea luz expresionista, Karl Freund, la pelícu-


no ha perdido vigencia: similar esquele- la que se atrevería a ir más lejos en esa
to conceptual sustenta el «Parque Jurási- vinculación entre el horror y el deseo se-
co» (1993) rodado por Steven Spielberg xual que, en cierto sentido, unía los
bajo la inspiración de Michael Crichton. films de Mamoulian y Kenton con este
Erle C. Kenton se benefició del magis- trabajo gratificantemente infiel a la no-
tral trabajo de fotografía de Karl Struss y vela original de Maurice Renard.
de un insólito rodaje en exteriores, ele- Freund, que ya había dado al ciclo de te-
mentos que contribuyeron decisivamente rror de la Universal una de las más arre-
a reforzar la plasmación visual del juego batadoras películas sobre el amor fou de
de relaciones malsanas propuesto en el la historia del cine, «La momia» (1932),
escueto metraje de esta pequeña obra volvía aquí al tema, pero no ya para de-
mayor del fantástico. mostrar que la pasión puede vencer al
Pero sería «Las manos de Orlae», tiempo, sino para retratar eon perverso
realizada por uno de los maestros de la sentido del delirio la rápida inmersión en

.
el mal de un hombre afectado por una cir que contrarrestrado por una producti-
obsesión amorosa: lejos de centrarse en vidad y una respuesta del público más
el paciente de ese siniestro trasplante de que considerables- acabó por afectar a la
manos, el film convertía en protagonista cotización artística de esos elementos de
al mad doctor Gogal -un mad doctor ciencia-ficción que habían sido impor-
ciertamente sui generis, señala Phil tantes, pero que ahora -salvo contadísi-
Hardy, en tanto que su operación no es mas excepciones- no eran más que me-
vista como macabro experimento, sino ros adornos en tramas donde predomina-
como un verdadero éxito de la tecnolo- ban elementos de thriller, western o es-
gía médica-, personaje fatalmente ena- pionaje. Entre la verdadera avalancha de
morado de la esposa de Orlac, un pianis- títulos desangelados destacaron obras
ta que ha perdido sus manos en un acci- como «The Phantom Empire», serial en
dente. Ante la imposibilidad de conse- 12 entregas de Otto Brower y B. Reeves
guir a su amada, Gogal optará por la más Eason, insólita combinación de western
cruel venganza: transplantar al pianista y ciencia ficción protagonizada por
las manos de un asesino ajusticiado para, Gene Autry, el cowboy cantante, y basa-
acto seguido, atormentarle haciéndose da en las teorías del dudoso divulgador
pasar por éste y reclamándole esas he-
rramientas de trabajo que le han sido
sustraídas. Por supuesto, el tema de la
adoptada criminalidad de Orlac -con el
asesinato de su padre pulsando la tecla
freudiana- tampoco era olvidado por el
director, aunque lo que más parecía inte-
resarle era el plasmar esa locura de amor
a la que Peter Lorre -adorando a una fi-
gura de cera que reproducía el cuerpo de
su amada o, en el violento clímax, inten-
tando estrangular a la chica con su pro-
pia melena- dio cuerpo y mirada aluci-
nada en el que era su primer papel en el
cine norteamericano.

Héroesde tinta china

Los seriales de los años 30 no apor-


taron excesivos cambios con respecto a
la mecánica que había experimentado
este formato a lo largo de las décadas Peter Lorre loco de amor en
anteriores. Y ese inmovilismo -cabe de- Las manosde Orlae

.
Nadapareceindicarquetrasestelujootomanoqueenvuelvea DaleArden,el profesorZharkov
y FlashGordon,seencuentramaterialdederriboUniversal.

.
científico James Churchward sobre el Frederick Stephani -que, en una situa-
continente perdido de Lemuria; o como ción realmente insólita en el terreno de
las imposibles aventuras del mago Chan- los seriales cinematográficos, pudo con-
dú -encarnado por Edmund Lowe en trolar el producto también desde su posi-
«Chandú» (1932) y por Bela Lugosi en ción de co-guionista-, «Flash Gordon»
«The Return of Chandu» (1934)-, en las constó de trece capítulos y siguió con
que este yogui tocado por la gracia com- bastante fidelidad el curso argumental de
batía, en su primera aventura, con un vi- las primeras planchas dibujadas por
llano convenientemente tecnificado -in- Alex Raymond: Larry Buster Crabbe se
terpretado, curiosamente, por el mismo encargó de interpretar a Flash y pasó a
Lugosi que en la secuela iba a ser el hé- convertirse en luminoso nombre dentro
roe- y, en la segunda, con los oficiantes del star system de héroes fantásticos.
de una secta algo similar a la que Spiel- Junto a Jean Rogers y Frank Shan-
berg iba a mostrar muchísimas décadas non -respectivamente, la novia de Flash,
más tarde en «Indiana Jones y el templo Dale Arden, y el Doctor Zharkov-, Crab-
maldito». be se dirigía en el serial hacia el planeta
Pero si por algo fue notable la pro- Mongo -gobernado por el malvado em-
ducción de seriales durante los años 30 perador Ming (Charles Middleton)- para
fue por el hecho de instituir y normalizar detener su curso de colisión hacia el pla-
una relación que, en el curso de los años, neta Tierra. El destronado príncipe Barin
se iba a revelar de lo más fértil y produc- (Richard Alexander) y sus ejércitos de la
tiva: la utilización directa y consecuente zona arborescente de Mongo prestarían
de las creaciones surgidas en uno de los una decisiva ayuda al héroe terráqueo,
medios más propicios al florecimiento que, para añadir una nota de tensión sen-
de la imaginación fantástica y del prodi- timental a la trama, tendría que eludir
gio desbocado, la historieta. Flash Gor- serias ofensivas de seducción por parte
don iba a ser pionero en los años 30 de de Aura (Priscilla Lason), la hija de
un movimiento que terminaría siendo Ming. El film, por supuesto, redujo a un
habitual, que incluso iría incrementando funcional esquematismo todo el esplen-
su importancia y su funcionalidad con el dor manierista de las páginas de Ray-
paso de los años: el salto de la página mond, aunque el concienzudo aprove-
impresa al celuloide. chamiento de ese presupuesto cifrado en
El personaje de Alex Raymond, que medio millón se tradujo en una factura
fue concebido por la King Features visual muy por encima de la media, con
como lujosa competencia del fundacio- decorados que satisfacían a la perfección
nal Buck Rogers realizado por Philip F. las exigencias de ese sense of wonder
Nowlan y Dick Calkins para la National que determinaba el conjunto.
Newspaper, subió a la gran pantalla cua- En 1938, y a raíz del letal impacto
tro años antes de que lo hiciera su prede- popular de la histórica adaptación radio-
cesor y modelo en el papel. Dirigido por fónica de 'La guerra de los mundos' por

.
parte de Orson Welles, Flash se trasladó, objeto de un softcore de resultados cuan-
sólo en el plano cinematográfico, de to menos simpáticos, «Flesh Gordon»
Mongo a Marte, donde viviría su segun- (1974).
da aventura en formato serial: «Marte Aunque en el terreno de la historieta,
ataca la Tierra», de 15 capítulos. Crabbe, Flash Gordon y Buck Rogers compitie-
lean Rogers, Frank Shannon y Charles ran entre sí por ganarse el favor del pú-
Middleton retornaron aquí sus papeles, blico, en la pantalla no sólo se convirtie-
aunque ahora bajo la dirección de Ford ron en productos afines dentro de una
Beebe y Robert F. Hill Ycon toda la pro- misma compañía -la Universal-, sino
ducción sometida a un presupuesto más que, además, ambos tuvieron el mismo
ajustado. La fórmula volvió a funcionar rostro: el de Larry Buster Crabbe. «Buck
-aunque siempre dentro de los modestos Rogers» (1939), el serial, contó con 12
parámetros del cine por entregas- y en entregas, bajo dirección de Ford Beebe y
1940 Buster Crabbe encarnó por última Saul A. Goodkind, y pese a seguir más o
vez al héroe de Alex Raymond en menos fielmente las directrices argu-
«Flash Gordon Conquers the Universe», mentales de la historieta original no lle-
serial de 12 capítulos dirigido por Ford gó ni siquiera a rozar el incombustible
Beebe y Ray Taylor infinitamente me- carisma de las aventuras cinematográfi-
nos carismático que sus modelos. Carol cas de Flash.
Hughes sustituyó a lean Rogers en el pa- Pero los personajes de Raymond y
pel de Dale Arden y, para que quedase Nowland no fueron las únicas criaturas
clara la voluntad de la Universal de fini- dibujadas que accedieron a la gran pan-
quitar la serie, el emperador Ming sufría talla por la puerta del fantástico: Dick
una muerte nada equívoca al final de la Tracy, el duro detective creado con con-
aventura obstaculizando seriamente tundente trazo casi caricaturesco por el
cualquier posibilidad de secuela. Con genial Chester Gould, comparecería en
todo, la figura de Flash Gordon quedó tres ocasiones en las salas de cine a lo
inmortalizada en el imaginario popular largo de esta década. La Republic iba a
como quintaesencia del héroe de space- consagrar cuatro seriales al increíble
opera y, en consecuencia, sus aventuras personaje, encarnado en todos ellos por
volvieron a inspirar a la industria cine- Ralph Byrd. Dick Tracy aparecía siem-
matográfica cuando, a remolque del éxi- pre enfrentado en las paroxísticas histo-
to de «La guerra de las galaxias», el gé- rietas de Gould a villanos cuya cara era,
nero de aventuras espaciales vivió su realmente, el espejo de su monstruosa,
edad de oro: la versión realizada por viscosa, negra y a menudo medusina
Mike Hodges en 1980 era kitsch, vulgar alma: los seriales, si bien difícilmente
y declaradamente hortera, pero también podían traducir de manera satisfactoria
caligráficamente fiel a las primeras la deformante óptica del dibujante a la
aventuras dibujadas por Alex Raymond. hora de plasmar el Mal y sus supuracio-
Años antes, Flash había sido también nes, sí se acercaron con no poca frecuen-

.
'--
cia a los códigos del
fantástico. En «Dick
Tracy» (1937), el serial
de 15 capítulos dirigi-
dos por Ray Taylor y
Alan James que abrió
la serie, el ultra-duro
sabueso de cuadrada
mandíbula se enfrenta-
ba a un supervillano
apodado El Cojo que,
con su Armada Araña y
un sofisticado arsenal
de tecno-gadgets, in-
tentaba poner en jaque
a la ley. Tras un segun-
do serial -«Dick Tracy
Returns» (1938)- en el
que el héroe se enfren-
taba a unos antagonis-
tas más cotidianos,
concretamente del modelo MatlOso de -y que serían, SInduda, el germen de los
Ley Seca, el tercero, «Dick Tracy's superhéroes que iban a irrumpir con im-
G-Men» (1939), volvía a adentrarse en parable fuerza en el imaginario popular
la ciencia-ficción merced a un villano tras la entrada de Estados Unidos en la
capaz de volver de entre los muertos con Segunda Guerra Mundial- servirían al
los efectos de una droga de su creación. público de la Depresión como instru-
En «Los crímenes del fantasma» (1941), mento de evasión a la par que como
film que cerraría la etapa Republic del imagen de esperanza. La otra parte del
personaje, el detective se enfrentaba al símil viene sola: esos villanos que ad-
Fantasma, tunante capaz de acceder a la quirían dimensiones grotescas -a los
invisibilidad gracias a las malas artes de que, indefectiblemente, el héroe siempre
uno de sus secuaces, un científico llama- acababa derrotando- contribuían a pro-
do Lucifer. vocar un efecto catártico en las audien-
Algunos historiadores gustan en rela- cias, que quizá veían simbolizados en
cionar la aparición de este tipo de perso- sus fantásticas siluetas los muy materia-
najes -Flash Gordon, Buck Rogers, Dick les males que les afectaban. En algunos
Tracy- al opresivo clima espiritual de la de estos films, incluso, el héroe quedaba
Depresión. Estos justicieros dotados a relegado a un segundo plano y el villano
menudo de características sobrehumanas se convertía en el foco de atención na-

.
--
rrativo: es el caso, por ejemplo, del mo- tirpe aventurera, una visión de Alemania
délico «La máscara de Fu-Manchú» como fuente de progreso. A partir de
(1932) de Charles Brabin y Charles Vi- una novela de Curt Siodmak, <<I.F.l no
dor, en el que Boris Karloff encarnaba contesta» tomaba como punto de refe-
magistralmente al genio del mal creado rencia para su espectacular diseño de
por Sax Rohmer: Fu-Manchú, por su- producción los planos auténticos del in-
puesto, simbolizaba una pesadilla de im- geniero A. B. Henninger: así, para dar
plicaciones bastante transparentes, era la cuerpo a esa plataforma transatlántica
aberrante materialización de los temores para los vuelos regulares de Europa al
xenófobos alimentados por la política continente americano, Erich Kettlehut
imperialista de Estados Unidos. diseñó una plataforma que fue levantada
en la isla de Oie logrando una impresio-
Alemania. cunadel progreso nante ilusión de verosimilitud, similar a
la del reactor atómico de poderes alquí-
Como ya hemos apuntado, algunas micos diseñado por atto Hunt para
de las producciones más interesantes del «¡Oro!».
cine europeo eran hijas directas de la óp- El mentado reactor trajo de cabeza
tica profética del «Metrópolis» de Fritz en su día a los aliados, que encargaron a
Lang. El film marcó un hito en lo que, sus mejores físicos nucleares un deteni-
años más tarde, podría llamarse propia- do examen del artilugio por si se daba el
mente Historia del Cine de Ciencia-Fic- caso de que el diseño de producción del
ción. Pero no sólo eso, también puso el film de Hartl traicionara algún secreto
listón muy alto en el contexto de la cine- sobre el grado de conocimiento germano
matografía alemana, al demostrar que la en el terreno de la ingeniería atómica.
industria nacional era capaz de colosales De <<I.F.l no contesta», Hartl dirigió,
esfuerzos para competir en régimen de con sustanciosos cambios de reparto,
igualdad con las grandes producciones versiones alternativas en inglés y en
americanas: a esa situación se debe, francés; «¡Oro!» tuvo también versión
pues, que, tanto en lo cuantitativo como francesa. El cine alemán, por tanto, con-
en lo cualitativo el cine alemán fuese el cebía sus productos con el mercado in-
que incursionara con mayor perseveran- ternacional en la cabeza: eran mercancía
cia en los más aparatosos terrenos del exportable, en la que venía incorporada
cine de ciencia-ficción a lo largo de los una visión muy determinada de su país
30. Las ya citadas anteriormente «I.F.l de origen.
no contesta» y «¡Oro!», ambas fruto de «El túnel» (1933) de Curtis -enton-
la colaboración entre el director Karl ces todavía Kurt- Bernhard es el título
Hart, los directores de fotografía Guent- en el que con mayor claridad asoma ese
her Rittau y atto Baecker y el actor patriotismo a ultranza que caracterizó a
Hans Albers coincidían en ofrecer, en el todas estas películas: en opinión de Phil
seno de una intriga de convencional es- Hardy, «El túnel» constituye, junto a

.
Laversiónrodadaeninglésde 1.F.lnocontestatuvocomoprotagonistaa ConradVeidt,un
exiliadoalemántraslasubidala poderdelpartidonazi.

<<I.F.l no contesta» y «¡Oro!» el trío de Al final, por supuesto, el proyecto llega-


películas mayores en el cine alemán de rá a buen término en un final feliz pun-
ciencia-ficción de la etapa sonora, las tuado por el suicidio del malvado Woolf.
mejores aportaciones germanas al géne- El subtexto de la historia estaba bastante
ro hasta que Lang decidiese cerrar su claro: la glorificación del sacrificio indi-
discurso cinematográfico con «Los crí- vidual en aras del bien colectivo, la su-
menes del doctor Mabuse». En «El tú- bordinación de lo privado a lo nacional.
nel», rodada en versión alemana y fran- En la imagen de esos obreros que renun-
cesa a partir de una novela de Bernhard ciaban a su vida privada, a sus familias y
Kellerman, el ingeniero MacAllen cons- a su felicidad por considerar que la cons-
truye un túnel que pondrá en contacto a trucción del túnel era un misión superior
Europa con Estados Unidos, pero un no es difícil detectar las mismas coorde-
acto de sabotaje del especulador Woolf nadas morales que posibilitaron la as-
pone en peligro la continuidad del cicló- censión del nazismo.
peo proyecto, al tiempo que se cobra Curiosamente, «El túnel» fue una pe-
centenares de víctimas entre los obreros. lícula prohibida en los países aliados,

.
EinUnsichtbarerGehtDurchdieStadt ilustralo pesadoqueresultahacerseinvisible.

pero, a los dos años de su realización, escorada hacia lo intimista.


contó con un remake británico que mati- El realizador alemán Harry Piel, que
zaba su mensaje adaptándolo al gusto ya en 1915 había dirigido la comedia de
democrático. Con dirección de Maurice ciencia ficción «Die Grosse Wette»
Elvey, responsable de la desafortunada -protagonizada por un millonario que
«High Treason» -pobre intento de emu- compartía tres días de su vida con un ro-
lar, a la británica, el brillo de «Metrópo- bot a fin de ganar una apuesta-, aportó al
lis»- «El túnel» convertía la exaltación género tres títulos más durante los años
patriótica del original en drama románti- 30: «Ein Unsichtbarer Geht Durch Die
co que colocaba en primer plano los des- Stadt» (1933) -con un casco de la invisi-
velos, en todo momento vividos en fami- bilidad como trufa fantástica en el centro
lia, del ingeniero Dix. Ahora, el túnel ya de una comedia bastante compacta-,
no debía unir a Europa con Estados Uni- «Die Welt Ohne Maske» (1934) -en la
dos, sino a éstos con Gran Bretaña direc- que el anterior casco era sustituido por
tamente: el patriotismo, pues, no estaba una televisión capaz de mostrar lo que se
ausente de la propuesta, aunque el cuer- ocultaba tras un muro- y «Der Herr der
po del film prefería optar por una óptica Welt» (1934) -más cercana a ese univer-

.
~
.'" '
so del serial tan caro a Piel, que
aquí utilizaba como amenaza para
los héroes de la función a un ejér- : :. fTti
" .. ,.
cito robótico comandado por un "" " ..
..
II!
desquiciado científico-o La labor
de Piel, también actor y especia-
lista de escenas peligrosas, fue
.. :
" ", I

especialmente prolífica dentro del


género durante estos años, aun- t ~I
que los resultados fueron siem-
pre, por decirlo de algún modo,
más simpáticos que brillantes.
A pesar de todos esos film s de
exaltación tecnológica y de esas
comedias con macguffin futurista,
el cine de ciencia-ficción alemán
de los años 30 no pudo sustraerse DosAntineasfascinantesseparadaspor
a esa rica tradición, sublimada en 11añosy variosmetrosdetela:laopulentaStacia
los films expresionistas, de una Napierkowska
(1921)y la hieráticaBrigitteHelm(19321.
sensibilidad fantástica más próxi-
ma a la magia que a la ciencia, a
lo inefable que a lo posible. En
este sentido, cabe citar sendas
aportaciones del realizador Ri-
chard Oswald: su aproximación
al mito de la Mandrágora en «La
Mandrágora» (1930) -con la om-
nipresente Brigitte Helm que
también figuraría en los repartos
de «La Atlántida» (1932) y
«jOro!» - y el omnibus de histo-
rias fantásticas «El gato negro»
(1932), que no era tanto un rema-
ke de la película homónima diri-
gida por Oswald en 1919, sino
otra vuelta de tuerca a las premi-
sas de ese anterior trabajo. Paul
Wegener afrontó en este renova-
do «Unheirnliche Geschichten»
su primer papel sonoro, encaman-

.
do a un científico loco que, tras asesinar por lo que el film -que presentaba a un
a su esposa, era recluido en un sanatorio, Mabuse reencarnado en el director del
donde no tardaba en tomar el poder fun- manicomio en el que estaba recluido-
dando un Club de Suicidas a imagen y fue prohibido por Goebbels y no pudo
semejanza del concebido por Robert ser universalmente apreciado hasta que
Louis Stevenson. Unas gotas de 'El gato se estrenó una versión francesa en Nue-
negro' de Edgar Allan Poe aportaban la va York en 1943.
restante consistencia al conjunto.
Con «La Antártida» y «El testamento H.G. Wells: Visiónde futuro
del doctor Mabuse», dos gigantes del ex-
presionismo -Georg Wilhelm Pabst y Si bien la cinematografía británica
Fritz Lang- hicieron su particular aporta- no iba ser en la década tan fértil para el
ción fantastique a la década: ambos títu- género como lo fue la alemana, lo cierto
los marcaron, además, sendos puntos de es que la película de ciencia-ficción por
inflexión en las respectivas filmografías excelencia de los años 30 vino de Gran
de los dos cineastas. Para Pabst, «La An- Bretaña: «La vida futura» de William
tártida» supuso algo tan duro como el fin Cameron Menzies, adaptación del extra-
de su otrora aparentemente inagotable ño libro -a medio camino de una Histo-
inspiración. Para Lang, «El testamento ria del Futuro y de la novela dinamitado-
del doctor Mabuse» supuso el punto y fi- ra de convenciones- 'The Shape of
nal en la etapa alemana de su filmogra- Things to Come' de uno de los patriar-
fía, el comienzo de un exilio que no se cas de la ciencia-ficción -según algunas
vería interrumpido hasta finales de los fuentes, el padre de la ciencia-ficción-,
50, cuando el director, tras una triunfal Herbert George Wells. Antes de este
carrera americana, regresó a su país de emblemático título, el cine británico de
origen para cerrar el círculo de su irre- los 30 sólo se había acercado muy tan-
prochable trayectoria. Rodada en versio- gencialmente a la ciencia-ficción con
nes alemana, francesa e inglesa, «La An- «Elstree Calling» (1930), film colectivo
tártida» incidía en el tema del continente que intentaba explotar el formato dis-
perdido que iba ser motivo recurrente en continuo de las revistas musicales cine-
la historia del género: a partir de la no- matográficas de Hollywood y en el que,
vela de Pierre Benoit, el film situaba a la en un sketch puntual -el responsable de
civilización perdida de la Atlántida en el rodar esos sketches que servían de hila-
Sáhara y se centraba en las crueldades zón entre números musicales fue un
sin cuento de la reina Antinea, encarna- comprensiblemente desganado Alfred
da con gélido sentido de la perversidad Hitchcock- se hacía referencia a la inmi-
por la imprescindible Brigitte Helm. «El nente llegada de la era televisiva, apor-
testamento del doctor Mabuse», por su tando un moderado aire de anticipación
parte, acabó de subrayar el evidente vín- al conjunto. Un año antes de que Ale-
culo entre el genio del Mal y el nazismo, xander Korda estrenase «La vida futu-

.
Enlosañossesentala productoraHanna-Barbera rescatóla ambientación
de LavidafuturaparalaserietelevisivaLossupersónicos.

ra», el público británico también tuvo inestable mercado de valores del mo-
ocasión de ver la ya mencionada «El tú- mento. Pero Wells nunca se dejó came-
nel transatlántico» (1935), remake del lar por el oro de la fama, y jamás se abs-
film alemán «El túnel» (1933), una pelí- tuvo de condenar y desautorizar esas
cula correcta pero de ambiciones bastan- versiones al gusto de Hollywood que, en
te menores que la de Cameron Menzies. cierto sentido, desvirtuaban el concepto
H. G. Wells, una verdadera institu- original. Sabedor de esto, el húngaro
ción en la época, era por esas fechas el Alexander Korda -que estaba encontran-
autor vivo del género más veces llevado do su lugar en el sol en la historia del
a la pantalla: en esos años, films como cine británico en calidad de productor
«La isla de las almas perdidas» de Erle certero, creativo e infatigable- decidió
C. Kenton y «El hombre invisible» de contar con la estrecha colaboración del
James Whale -ambas producciones de escritor a la hora de llevar al cine 'The
fuste en el contexto de la industria ame- Shape of Things to Come': Wells ea-es-
ricana- certificaban el privilegiado pues- cribió el guión junto al guionista favori-
to que poseía el escritor británico en el to de Korda, Lajas Biro; habló con los

CID
actores; estuvo presente en el rodaje; dio inexorable inmersión de la humanidad
indicaciones precisas a los diseñadores en la barbarie. Wells abogaba por un po-
del vestuario y los decorados e incluso der tecnológico colocado en las manos
escogió al compositor de la música inci- adecuadas, por el gobierno de una élite
dental, Arthur Bliss. cultivada y capaz que podría llevar a la
Korda escogió como realizador, para sociedad del futuro hacia un nuevo rena-
sorpresa de todos, al director artístico cimiento. Lleno de frases del tipo «Si
William Cameron Menzies y el resulta- nosotros no acabamos con la guerra, la
do final se resintió de la elección: «La guerra acabará con nosotros», el film se
vida futura» fue, así, un film de impre- ve lastrado por ese tono aleccionador
sionante factura, con abracadabrantes que cae, en más de un momento, en
decorados y un trabajo de efectos espe- constataciones perogrullescas.
ciales realmente notable, pero en el que La acción de «La vida futura» co-
se echaban en falta personajes de carne y mienza en 1940, con los ciudadanos de
hueso y, en suma, actores dirigidos con Everytown -enclave utópico sospechosa-
mano diestra. Vincent Korda, hermano mente similar a Londres- sufriendo el es-
del productor, colaboró estrechamente tallido de la Segunda Guerra Mundial en
con Cameron Menzies en el diseño de plena Nochebuena. Una brusca elipsis
producción, que ofreció una visión de lleva al espectador a 1970, fecha escogi-
futuro marcada por arquitecturas cicló- da por Wells para mostrarnos su visión
peas y líneas omnipresentes. El resultado de un futuro anti-utópico: Everytown es
poseía un indiscutible impacto visual, ahora una sociedad de tipo feudal gober-
pero carecía de alma. Y la raíz del pro- nada por el Jefe, líder despótico y cruel
blema no estaba sólo en las deficiencias encarnado por Ralph Richardson. A ese
de Cameron Menzies como director de escenario llegará, ataviado con impresio-
actores, sino en las propias limitaciones nante traje espacial rematado con esca-
del original literario. fandra apta para acromegálicos, John
Capaz de elaborar fantasías robustas Cabal (Raymond Massey), representante
de férrea construcción en el pasado, H. del grupo de resistencia Alas sobre el
G. Wells afrontó la última etapa de su Mundo: con la ayuda de abundantes can-
carrera con una actitud bien distinta, tidades de Gas de la Paz, Cabal logrará
marcada por la voluntad de mensaje y el poner fin al gobierno del Jefe, convir-
ansia de dar grandes respuestas a no me- tiendo a Everytown en un lugar mejor.
nos grandes preguntas. 'The Shape of Un nuevo salto en el tiempo lleva la ac-
Things to Come' se convirtió, así, en ción hasta el año 2036, marco temporal
una profecía moralista de muy discutible de un Everytown utópico, pero no del
fondo: la utopía ideal imaginada por el todo perfecto: la felicidad de los habitan-
escritor es una socieda.d gobernada por tes y la perfección del sistema social han
bondadosos tecnócratas capaces de evi- desembocado en cierto inmovilismo, en
tar, con su uso racional de la ciencia, la una auto-complacencia estéril que el es-

.
DespuésdeLavidafuturaWilliamCameronMenziesdibujó
porcompletolavidapasadadeLoqueel vientosellevó.

cultor reaccionario Theotocopulos (Ce- sabotear el lanzamiento, pero éste final-


dric Hardwicke) propone combatir con mente se llevará a cabo, dejando flotar
un regreso a las viejas maneras. Ahora, en la pantalla la esperanza de que quizás
Everytown está gobernado por un des- en este viaje se halle el germen de una
cendiente de Cabal, Oswald (también futura sociedad definitivamente perfecta.
Raymond Massey), embarcado en eIlan- Quizá por su profusión de diálogos
zamiento -por la tosca vía imaginada en pomposos y su condición de rara avis en
su momento por Verne: un cañón dirigi- el panorama cinematográfico de la déca-
do al espacio- de una nave a la Luna, en da, el film -de presupuesto cifrado en
la que viajará su propia hija. Un grupo casi un millón y medio de dólares- no
comandado por Theotocopulos intentará obtuvo el éxito esperado, pero el devenir

.
servando cierto en-
canto artesanal que
los redime de sus
evidentes insuficien-
cias de partida.
El cine británico
volvería a la ciencia-
ficción con títulos
tan débiles como
«El hombre que tro-
có su mente» (1936)
Y «El transatlántico
de la muerte»
(1937), ambas de
Laevocaciónbíblicanoescasual.Lassandaliasy lastúnicasnos Robert Stevenson -la
transportanalpret-a-porterdela Romaimperial. primera, convencio-
nal vehículo al ser-
de los años lo acabó convirtiendo en un vicio de un Boris Karloff que quería
pequeño hito dentro de la historia del desencasi1\arse y no lo conseguía; la se-
cine fantástico. Considerado por un au- gunda, ingenua serie negra con excusa
tor tan reputado como Harlan Ellison vagamente futurista: los viajes aéreos
«un film inteligente», «La vida futura» transatlánticos-. Hacia el final de la dé-
no deja de ser un ejercicio profético ex- cada, el renacer del cine de guerras futu-
cesivamente anclado en su tiempo que ras con films como «Midnight Menace»
no ha pasado a la historia precisamente (1937) y «Ondas misteriosas» (1937) iba
por sus bondades cinematográficas, sino a aportar un nuevo filón, si bien efímero,
por su extraordinario diseño de produc- a la industria cinematográfica del país.
ción.
En ese mismo año, Korda volvió a Golemsy robots
recurrir a una obra de Wells -el relato
'The Man Who Had to Sing' - para pro- El resto de la cinematografía europea
ducir una película de muy diverso signo: no iba a introducir en estos años ninguna
«The Man Who Could Work Miracles» aportación significativa al género. La in-
de Lothar Mendes, en la que un trío de dustria francesa comenzó los 30 con un
dioses otorgaba arbitrariamente poderes considerable ejercicio de aparatosidad
sobrehumanos a un infeliz (Roland inoperante, «El fin del mundo» (1930)
y oung) que acababa poniendo en muy de Abel Gance, film catastrofista en el
grave peligro al planeta. La propuesta que dos hermanos -uno líder religioso
era, pues, mucho menos ambiciosa y los (interpretado por el propio Gance), el
resultados, aunque discretos, siguen con- otro líder científico- intentaban salvar a
la humanidad de una catástrofe inminen-
te: la colisión de la Tierra con un come-
ta. Con dinámico montaje de Walter
Ruttman, el film caía repetidamente en
lo risible, cuando no en lo ideológica-
mente peligroso: el Nuevo Orden predi-
cado por los hermanos Novalic para re-
dimir a la humanidad tenía mucho que
ver con el fascismo.
Cinco años después, en co-produc-
ción franco-checa, Julien Duvivier pre-
sentó su particular versión del tema del
Golem: «Le Golem» (1935) era la pri-
mera aproximación al tema que partía
directamente de la novela de Gustav
Meyrink y no de las viejas leyendas pra-
guenses. Con todo, pese al concienzudo
trabajo de Duvivier, esta nueva adapta-
ción no lograba igualar los resultados de
la de Paul Wegener de 1920. «El mundo
temblará» (1939) de Richard Pottier fue
la última aportación francesa de la déca-
da: un film centrado en un invento cien-
tífico capaz de predecir el momento
exacto de la muerte de cada persona que
contó como co-guionista con el futuro
rey del thriller psicológico galo H. G.
Clouzot.
Lejos ya los días esplendorosos de Robotcon obligada denominación de
«Aelita», el cine soviético sólo se acercó origen: R.U.R.(RossumUniversalRobot).
en dos ocasiones a lo largo de los años
30 a la ciencia-ficción: «Kosmitchesky acuñó el término robot. Aquí, los robots
Reis» (1935) de Vasili Zhuravlev narra- aparecían, en su condición de seres sin
ba el viaje a la Luna de un científico y alma, como actualización del tradicional
su asistente femenina en un registro de concepto de homúnculo: se establecía,
melodrama cortado según los patrones pues, una línea de continuidad que her-
del realismo socialista, «Gibel Sensaty» manaba a estas criaturas con el Golem,
(1935) de Aleksander Andreievsky era la Mandrágora y todos esos seres artifi-
una adaptación del fundamental ciales un poco pre-tecnológicos que ha-
'R.U.R.' de Karel Capek, la obra que bían poblado el cine expresionista.

.
ElCapitánMaravillas con su traje de luces.

.
....--
Capítulo
4

La décadamástriste
Ciencia-ficción
entiemposdeguerra

y este género que durante los 30 turas permite ilustrar con meridiana cla-
se iba haciendo a trompicones tocó fon- ridad esta idea. Pero la presencia del ho-
do, se abismó casi hasta el último pozo rror genera un instintivo anhelo de eva-
de la inexistencia... para acabar estallan- sión, la necesidad de una vía de escape.
do, eso sí, con la fuerza de un géiser, Con todo, puede haber explicaciones
convertido ya en sujeto plenamente co- más prosaicas: cuando la guerra absorbe
dificado, en género robusto e imbatible. un tanto por ciento elevadísimo de la
Pero eso no sería hasta la década si- economía mundial, es lógico que la in-
guiente: durante los años 40, el cine de dustria del cine acabe resintiéndose de
ciencia-ficción tendría que vivir el duro tal coyuntura y, por tanto, reduzca sus
calvario de la casi extinción. ¿Motivo? movimientos a lo esencial. En otras pa-
Los historiadores tienen uno siempre a labras: el cine de ciencia-ficción no era
mano: la Segunda Guerra Mundial, con necesario durante esa agitada década.
su horror real y tangible convirtió en Fue algo que pudo ser obviado sin ma-
irrelevantes e innecesarios los horrores yores quebradero s de cabeza: de hecho,
ficticios e impalpables de la pantalla. La algunos destellos, algunos elementos de
inminencia del horror puede derivar en lo que hoy identificamos como cine de
una voluntad de exorcizar los miedos ciencia-ficción aparecieron subordina-
mediante una confrontación directa con dos al cine de propaganda. Algunos per-
los mismos: el sub-género de guerras fu- sonajes arquetípicos del género -los mad

.
doctors, los superhéroes, los héroes de gen misma de la fragmentación, con ele-
serial- se pusieron al servicio de una cu- mentos dispersos utilizados aquí y allá
riosa clase de películas, hijas de su mo- en calidad de elementos decorativos
mento, que combinaban la evasión con dentro de las coordenadas de uno u otro
el afán propagandístico, con la voluntad género. Si la ciencia-ficción pasó de esa
de concienciar al espectador sobre el ruinosa imagen al insólito esplendor de
duro combate que libraba la democracia los 50 fue, finalmente, porque hubo un
en el amplio mapa del mundo civilizado. tema rector que permitió reunir todos
Entretanto, la literatura de ciencia- esos elementos dispersos para formar un
ficción seguía gozando de buena salud. solo cuerpo, y ese tema fue la paranoia.
y no sólo eso: a lo largo de los 40 se co- La Segunda Guerra Mundial había
menzó a formular lo que podríamos en- dejado secuelas: algo que flotaba en el
tender como ciencia-ficción moderna so- ambiente, un miedo generalizado que
bre las bases de esa literatura popular di- hacía detectar enemigos allí donde no
fundida en revistas que se había ido for- siempre los había. Por otro lado, las pri-
taleciendo a lo largo de la década meras noticias sobre avistamientos de
anterior. Evidentemente, la experiencia objetos voladores no identificados per-
de la guerra resultó mucho más traumá- mitieron vincular ese miedo -de raíz in-
tica para el arte cinematográfico -que confundiblemente xenófoba, por supues-
precisaba de una infraestructura mucho to- a un tema esencial en la literatura de
más aparatosa- que para la literatura po- género: el contacto con lo extraño, con
pular. Pero esa excelente salud de la el extraño, con el que viene de otro mun-
ciencia-ficción escrita puede ser valora- do. Miedo, paranoia, enemigos reales,
da retrospectivamente como una buena visitantes extraterrestres: esos fueron los
inversión: las ideas generadas sobre el aglutinantes necesarios para reconstruir
papel durante esos años acabarían reper- el juguete roto.
cutiendo muy favorablemente en la pan-
talla... aunque con efectos retardados. La Un decliveUniversal
relación entre cine y literatura todavía
no había llegado a esos extremos de pro- La productora que consagró mayores
miscuo aprovechamiento inmediato que esfuerzos durante los años 40 al cine
hoy conocemos: lo sembrado en letra to- fantástico fue, sin duda, la Universal:
davía debía esperar unos cuantos años cuantitativamente, la suya es la aporta-
para florecer en imagen. ción de más relevancia, aunque todos los
Mientras el cine fantástico vivía al- títulos facturados a lo largo de la desa-
gunos momentos de gloria -las joyas de fortunada década no eran más que pálida
Jacques Tourneur producidas por Val sombra de sus logros canónicos de los
Lewton son de esos años, por ejemplo-, 30. La fórmula era la misma: bajo una
la ciencia-ficción cinematográfica ofre- gramática visual y un envoltorio de pro-
cía un panorama desolador: era la ima- ducción de puro cine de terror se escon-

.
LaeleganciadeJohnCarradinecomoDráculafue inversamenteproporcionala los
megamixes monstruosos
dela Universal.

dían temas y obsesiones propios de la mes Whale, la Universal lanzó cuatro se-
ciencia-ficción, sólo que ahora el estudio cuelas en los 40 que fueron errando por
lanzaba sus productos de segunda gene- diferentes moldes genéricos en vistas a
ración, secuelas de sus títulos clásicos y rentabilizar las extraordinarias solucio-
combinaciones imposibles entre los per- nes visuales del film original para plas-
sonajes característicos de la mitología mar la invisibilidad en pantalla: «El
Universal, en un camino que sólo podía hombre invisible vuelve» (1940) de Joe
desembocar en la auto-parodia más o May -irrevelante subordinación de la in-
menos vergonzante. visibilidad al tema del falso culpable,
Donde antes había genio visual y vo- que sirvió de primer vehículo estelar
luntad de crear un estilo propio -fruto de para Vincent Price-, «La mujer invisi-
la combinación de luz expresionista y ble» (1940) de A. Edward Sutherland -
espesor gótico-, ahora se colocaba el frío narrada en registro de comedia alocada,
oficio del artesano, capaz de facturar con Virginia Bruce de protagonista-,
cócteles desangelados, aunque, eso sí, de «The Invisible Agent» (1942) de Edwin
confección cuanto menos correcta. Par- L. Marin -en la que Jon Hall, como hijo
tiendo de «El hombre invisible» de Ja- del inventor de la fórmula de la invisibi-

.
- --
lidad, se convertía en espía para ayudar Lobo; en «La mansión de Drácula»
a los aliados- y «La venganza del hom- (1945) se recurría a un siniestro sanato-
bre invisible» (1944) de Ford Beebe rio, escenario al que llegaban Drácula y
-competente, aunque no especialmente el Hombre-Lobo en busca de curas para,
memorable asimilación de los modos del respectivamente, el vampirismo y la li-
serial-o Las secuelas de «El doctor Fran- cantropía. Allí encontraban a un mad
kenstein» de James Whale evoluciona- doctor con síndrome de Mr. Hyde, artífi-
ron en dirección a un formato bastante ce de un insensato plan para resucitar al
característico en la etapa de decadencia monstruo de Frankenstein. Con este
de la Universal: la combinación de dos o film, la decadencia de la Universal en-
más monstruos de su universo mítico de traba ya en el terreno de la parodia, to-
los 30 en el seno de delirantes tramas mándose a chirigota unos monstruos
construidas sin pudor alguno. Así, tras la cuya popularidad iba de capa caída. Para
desangelada «The Ghost of Frankens- acabar de exprimir unos centavos más a
tein» (1942) de Erle C. Kenton -en la sus castigados cuerpos, al estudio no se
que el monstruo de Frankenstein, aquí le ocurrió nada mejor que unirles a una
interpretado por Lon Chaney, dejaba de pareja de cómicos que también atravesa-
ser un personaje torturado para devenir ba un mal momento después de que ca-
pura bestia aniquiladora-, vendrían títu- ducara su especialidad, la comedia béli-
los como «Frankenstein y el Hombre- ca: se trataba de Bud Abbott y Lou Cos-
Lobo» (1943) de Roy William Neill, tello, dos cómicos desafortunados que
«La zíngara y los monstruos» (1944) Y iniciaron con «Abbott y Costello contra
«La mansión de Drácula» (1945), ambas los fantasmas» (1948) una serie de pelí-
de Erle C. Kenton. En estos films, una culas de humor tonto y elemental con
excusa argumental bastante absurda se frecuentes incursiones en el fantástico.
ponía al servicio de diferentes escenas Abbott y Costello levantaron el acta de
climáticas protagonizadas por algún defunción al clásico cine de terror de la
monstruo Universal: se trataba, pues, de Universal.
engarzar una escena con otra, de saltar
de monstruo en monstruo sin preocupar- Superhéroesdel mundolibre
se de que se notara demasiado el pega-
mento Universal, pues la única exigen- En el terreno de los seriales y el cine
cia impuesta por el estudio era dar más de consumo más popular, las líneas te-
por el mismo precio, más monstruo por máticas apuntadas en décadas anteriores
metro de celuloide. En «La zíngara y los siguieron avanzando por similares cau-
monstruos» (1944) una parada de los ces, aunque con una visible propensión a
monstruos comandada por George Zuc- dejarse tentar por el clima bélico. El se-
co era lo que servía de elemento estruc- rial cinematográfico dejó de ser evasión
tural para unir los sucesivos numeritos pura y dura para convertirse en propa-
de Drácula, Frankenstein y el Hombre- ganda vestida de evasión. Títulos como
«El rey de la Policía
Montada» (1942) de
William Witney o «The
Great Alaskan Mystery»
(1944) de Ray Taylor y
Lewis D. Collins subra-
yaban de manera deca-
rada su insistente men-
saje patriótico. En otros
casos, como en «The
Crimson Ghost» (1946)
de William Witney y
Fred Brannon, se optaba
por no homologar la tra-
ma a la coyuntura políti-
ca, construyéndola a
partir de los más clási-
cos, y ya apolillados, pa-
trones del género.
El mundo de la his-
torieta, descubierto en la
década anterior como Batmany Robinantesdepasarporel centrode
inagotable yacimiento estéticaleather-gaydeJoelSchumacher.
de ideas, cedió a la pan-
talla una verdadera avalancha de super- glish y Elmer Clifton-. Si bien todos es-
héroes, símbolos del mundo libre, justi- tos títulos seguían el mismo manido es-
cieros al servicio de la democracia: al quema del héroe tocado por la gracia -y
viejo Flash Gordon, se unieron el Capi- los superpoderes- en lucha sin cuartel
tán Marvel -«A venturas del Capitán Ma- contra villanos grotescos y megalomaní-
ravillas» (1941) de William Witney y acos, en algunos casos se decidió situar
lohn English, primer serial basado en un la acción en unas coordenadas muy re-
comic-book y no en tiras de prensa-, conocibles, las de la contienda mundial
Batman y Robin -«Batman» (1943) de en la que Estados Unidos iba a tomar
Lambert Hillyer y «Batman and Robin» parte: «Captain America», con su héroe
(1949) de Spencer Gordon Bennet-, Su- (Dick Purcell) ataviado con patriótico
perman -«Superman» (1948) de Spencer mono y el frente bélico como escenario
Gordon Bennet y Thomas Carr-, Brick de su combate contra el malvado Scarab
Bradford -«Brick Bradford» de Spencer (Lionel Atwill) es quizás el ejemplo más
Gordon Bennet- y el Capitán América obvio de esta tendencia irremediable-
-«Captain America» (1944) de lohn En- mente anclada a su momento.

.
DerrochedeefectosespecialescaserosparalucimientodeunSupermán
entradoencarnes.

Decaminoa los50 bio» (1948), remake del film de Daniel-


Norman. También afIoraron, como por
En el apartado de rarezas absoluta- ensalmo, títulos que aprovechaban el
mente indefendibles, el cine de los 40 violento contexto bélico para elaborar
contó con títulos como «Ne le Criez Pas alegorías políticas situadas a años luz, en
Sur les Toits» (1942) de JacquesDaniel- ambición y complejidad, del estereotipa-
Norman, comedia realizada en París do cine propagandístico al uso: es el
bajo la ocupación nazi en la que el cómi- caso de «Strange Holiday» (1945) del
co Fernandel interpretaba al ayudantede heterodoxo Arch Oboler -agria visión de
un científico que había hallado un méto- un futuro anti-utópico en la que Claude
do para transformar el agua de mar en Rains, después de un largo viaje, llegaba
gasolina. Antes de que terminara la dé- a una Norteamérica tomada por el fas-
cada, el mexicano CantinfIas retornó el cismo- o «Krakatit» (1948) del checo
personaje de Fernandel en «El Supersa- Otakar Vavra, adaptación de una obra de

.
---
Lacastigadavistadel Or.Cyclopsnole dejóversudebutencineenTechnicolor.

.
Karel Capek sobre un científico que des- «Tainstvenni Ostrov», por otro lado,
cubre un nuevo explosivo, devenida, en era una adaptación de «La isla misterio-
la pantalla, agrio comentario al todavía sa» de Jules Verne rigurosamente fiel al
reciente ataque atómico sobre Hiroshima espíritu de la novela y pasmosamente
y Nagasaki. impactante en los apartados de diseño de
Los 40 también tuvieron sus super- producción y efectos especiales, respon-
producciones fantásticas, aunque, en sabilidad de Mikhail Karyukov, co-di-
consecuencia con el triste panorama, pu- rector en el futuro de ese «Niebo Zo-
dieron contarse con los dedos de una wiet» (1959) que un jovencísimo Cop-
mano; concretamente, con dos dedos de pola acabaría convirtiendo en «Battle
una mano: «El extraño caso del Doctor Beyond the Sun» (1963) bajo las feni-
Jekyll» (1941) de Victor Fleming y la cias directrices de Roger Corman.
soviética «Tainstvenni Ostrov» (1941) Para cerrar el más triste capítulo en
de E. A. Penzlin. La adaptación de Fle- la historia del cine de ciencia-ficción
ming utilizaba el clásico de Stevenson merecen mencionarse dos títulos que, en
para un ejercicio de cine academicista, cierto sentido, se convirtieron en pione-
facturado con ese sentido de la qualité ros de dos de las grandes líneas temáti-
malentendida que distingue al peor cine cas explotadas por el género en los es-
literario norteamericano. Se contó con plendorosos años 50: «Dr. Cyc1ops»
primeras figuras -Spencer Tracy, Ingrid (1940) de Ernest B. Schoedsack -notabi-
Bergman y Lana Turner-, pero ninguna lísima pesadilla en Technicolor que ade-
de las lujosas imágenes del film lograba lantaba tantas fantasías venideras sobre
hacer olvidar el vigor de la inmortal ver- miniaturización y gigantismo- y «The
sión de Mamoulian: tan sólo algunas au- Purple Monster Strikes» (1945) de Spen-
daces escenas oníricas de nada velada cer Gordon Bennet y Fred Brannon, se-
carga sadomasoquista -puro resultado rial de la Republic de 15 capítulos que
del contemporáneo interés de Hollywo- introducía uno dos de los temas rectores
od por el psicoanálisis y la iconografía en la inminente ola de ciencia-ficción
freudiana- permiten considerar el film paranoica: la invasión extraterrestre y la
como un pequeño hito en la subterránea posesión de cuerpos humanos por parte
y guadinesca historia del cine delirante. de entes alienígenas.

. ----
Capítulo
5

Lafértilparanoiadelos50
Terrorrojo yhombrecillos
verdes

Tan sorprendente como el concepto con la agrietada superficie del devastado


de que en el cieno primordial se hallaba paisaje, provocaron un fenómeno que,
el germen de lo que un buen día, varios como puede inferir cualquier lector ave-
millones de años en el futuro, sería el ser zado, suele prodigarse muy pocas veces
humano resulta el hecho de que sobre en la historia del medio: ¡el alumbra-
esa tierra baldía que fue en los años 40 miento de un nuevo género cinematográ-
el cine de ciencia-ficción brotara en los fico!
50 una frondosa jungla rica en especies En los años 50, como se ha ido anun-
de nuevo cuño. Los vientos de guerra ciando en capítulos precedentes, el cine
que castigaron la anterior década convir- de ciencia-ficción adquiere entidad pro-
tieron el territorio del cine de ciencia- pia, nace como género cinematográfico
ficción en una tierra árida, sin aparentes plenamente codificado, con una indus-
esperanzas de fertilidad: jamás la fanta- tria a su servicio que ya no le abandona-
sía había alcanzado una cotización tan rá jamás. Esas esporas que se quedaron
baja en el mercado de valores de la in- flotando en el ambiente tras el paso de la
dustria cinematográfica. Pero, paradóji- Segunda Guerra Mundial fueron, la pa-
camente, esos mismos vientos de guerra ranoia xenófoba y el terror atómico. La
que generaron una parálisis de diez años atmósfera de la Guerra Fría y la división
dejaron flotando en el ambiente unas cu- del mapa político en dos grandes blo-
riosas esporas que, al entrar en contacto ques iban a ampliar el espectro de ene-

.
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WlllmM CAMERONMENlIES' HlCHAROIlAKE. mWARD L AlPERSON.J8: RAOtlKHAUSIIAAR

Losinvasorescomunistas
tambiénprocedíandeunPlanetaRojo.

. ----
migas a los que contemplar como virtua- súbita conciencia de hallarse sumergidos
les agentes de una invasión no necesa- en plena era atómica inspiró numerosas
riamente sutil: a esas legiones de la os- fantasías -en su mayoría poco plausibles
curidad encarnadas por el nazismo -qui- científicamente hablando- concebidas al-
zá capaces de renacer de sus cenizas- se rededor del tema de la mutación. No ha-
unirían ahora los temidos representantes cía falta viajar al espacio exterior ni per-
del terror rojo. Por otra parte, los años derse en tierras ignotas para toparse de
50 fueron también los tiempos de la ar- frente con un monstruo: las mutaciones
bitraria, demencial y asfixiante caza de radioactivas los podían traer ahora muy
brujas comandada por el senador Joseph cerca de casa. Por otro lado, la eficacia
McCarthy quien, al frente del Comité de destructora de los V -2, los cohetes ale-
Actividades Anti-americanas, efectuó manes que mellaron brutalmente el pai-
una concienzuda limpieza de puertas saje londinense, también fecundó nota-
adentro que se cobró muchas víctimas blemente el imaginario popular: la forma
en la escena cultural, especialmente en de los V-2, que los acercaba a letales in-
Hollywood: la peligrosa idea de que el genios astronáuticos, era fácilmente ho-
enemigo podía estar ya entre nosotros mologable a cualquier pesadilla fanta-
propició en la sociedad norteamericana científica.
un clima enrarecido marcado por la de- Pero, como muy sensatamente subra-
lación y el miedo que no tenía demasia- yan Phil Hardy y John Brosnan en sus
do que envidiar a las siniestras atmósfe- respectivas aproximaciones a la historia
ras de la más clautrofóbica novela de te- del género, no todos los extraterrestres
rror. del cine fantástico de los años 50 deben
Asimilar todos esos temores a los ya verse como metáforas del llamado terror
explotados mecanismos de la ciencia- rojo, ni tampoco todos los monstruos
ficción xenófoba y/o paranoica fue un fueron alimentados por el general miedo
procedimiento más o menos automático: a la bomba. A veces, un ovni era sólo
convertir en alimento para la imagina- eso, un ovni y sus tripulantes eran sólo
ción más desbordada el tema de la ener- extraterrestres: a veces el género opera-
gía atómica y su letal poder fue todavía ba a un nivel literal y no metafórico, y
más fácil. Con las bombas lanzadas por para ello también hay una explicación
la aviación aliada sobre Hiroshima y Na- sociológica a medida. En la época co-
gasaki, el mundo enmudeció ante un po- menzaron a proliferar las noticias sobre
der tan inabarcable y letal que se diría avistamientos de objetos voladores no
desatado por la cólera de una deidad os- identificados y la firme creencia en los
cura, lovecraftiana: junto al horror extre- ovnis se extendía de forma imparable.
mo por la destrucción total e irremedia- Por otro lado, el desarrollo de la carrera
ble -horror simbolizado por uno de los espacial y la concienzuda cobertura in-
iconos más contundentes de la segunda formativa -entreverada de afán propa-
mitad del siglo: el hongo atómico-, la gandístico- emprendida por todos los

.
- - - --
medios de comunicación familiarizaron autocines se multiplicaron en el paisaje
al gran público con una terminología y americano, alcanzando su edad de oro en
con una larga serie de conceptos que los 50, la década en la que un buen nú-
hasta el momento s610 manejaban los mero de productores independientes des-
duchos en astronáutica o, en su defecto, tinaron el grueso de su producción a ali-
los más ávidos lectores de ciencia-fic- mentar estos singulares centros de reu-
ción. Y, lo que es más importante, la ca- nión de los adolescentes, voraces consu-
rrera espacial convirtió en posible lo que midores no sólo de hamburguesas,
en tiempos de Mélies -el viaje a la Luna, perritos calientes y demás productos ex-
el contacto con civilizaciones alieníge- pendidos en la barra del autocine, sino
nas- sólo podía ser atribuido a la imagi- también de una pujante modalidad de
naciónfou de unos cuantos iluminados. fast-food visual: el cine de serie B pro-
mocionado con espectaculares carteles
la culturadel auto-cine llenos de promesas -como bestias de un
millón de ojos y horrendas criaturas del
El enorme desarrollo del género a lo espacio exterior- a menudo fatuas.
largo de la década no se tradujo, sin em- La respuesta del público adolescente
bargo, en una atención constante por ante esos productos de batalla fue, pues,
parte de la gran industria hacia esos uni- un factor decisivo para la consolidación
versos imaginarios poblados de robots industrial del cine de ciencia-ficción
parlantes, mutaciones horrendas y mun- norteamericano, aunque la década tam-
dos inexplorados: las grandes produccio- bién vio florecer el género en otras cine-
nes del género siguieron siendo escasas, matografías que, pese a su a veces indi-
pero, en compensación, floreció una só- simulado mimetismo de patrones made
lida industria de la serie B que iba a te- in USA, desarrollaron estilos de idiosin-
ner a su público en la abundante pobla- crático encanto, cuando no de rotunda
ción adolescente, dispuesta a ser instrui- solidez estética. A partir del esquema de
da en las calamidades y las maravillas las monster movies y de la profunda he-
del progreso desde esos heterodoxos rida que dejaron las tragedias de Hiros-
púlpitos que fueron los autocines. Paten- hima y Nagasaki en el imaginario colec-
tado en 1932 por el industrial Richard tivo, el cine japonés desarrolló un géne-
Hollingshead, el autocine se propuso ro propio de películas de monstruos, las
como revolucionario formato de exhibi- kaiju eiga, que iban a tener en Godzilla a
ción capaz de transformar los hábitos del su mito fundacional y de las que habla-
espectador medio, al permitir visionar el remos más adelante. Gran Bretaña, Italia
film desde la semi-privacidad del coche y México tambien hicieron valer sus
con la posibilidad de rematar la velada personales miradas durante esos años,
con una juiciosa ración de fast-food. Una inaugurando subgéneros, formas y esti-
vez que el tribunal supremo declaró nula los que iban a conocer una larga vida y
la patente de Hollingshead en 1945 los un entusiasta favor del público, a pesar

.
de que en todos estos países esa
creciente popularidad del cine de
ciencia-ficción no estuviese liga-
da, como en el caso de Estados
Unidos, al fortalecimiento del fe-
nómeno teenager como manifes-
tación cultural de implicaciones
no sólo cinematográficas.
En los últimos años de la dé-
cada, no obstante, la industria
británica pareció arrebatarIe elli-
derazgo a Hollywood en un mo-
mento en que el favor del públi-
co parecía volver a decantarse
por el cine de horror: las produc-
ciones Hammer, con su peculiar
revisitación adulta y perversa de
los mitos clásicos acuñados por
la Universal, pusieron de nuevo
en boga la~ telarañas, la ominosa
ambientación gótica y los mons-
truos de noble estirpe, aunque el
cine de ciencia-ficción logró so- Ladensidady la gravedaddeVenusproducen
brevivir a esta leve oscilación del criaturaspepinoidessegúnel científicoRogerCorman
gusto popular. El cine norteame- de It ConqueredTheWorld.
ricano no le quiso ir a la zaga al
británico y prontó comenzó a facturar lísticamente, la ciencia-ficción literaria
cintas de terror con regusto más o menos -que no había conocido crisis ni brutales
revisionista: incluso un tipo tan identifi- paréntesis durante la década de los 40-
cado con el espíritu de la ciencia-ficción estaba muchos pasos más allá del terre-
de los 50 como Roger Corman desem- no tímidamente tanteado por el cine.
polvó los relatos de Edgar Allan Poe en Como recuerda lohn Brosnan en su libro
busca de nuevas ideas. 'The Primal Screen', mientras el cine de
ciencia-ficción -todavía nonato como
Entretanto. en la galaxiaGutenberg... género cinematográfico- entraba en fran-
co declive durante los 40, la ciencia-fic-
El nacimiento de un cine de ciencia- ción literaria florecía merced al surgi-
ficción propiamente dicho no implicó un miento de una nueva generación de es-
diálogo de igual a igual entre cineastas y critores -entre ellos, Isaac Asimov, Fre-
escritores del género: conceptual yesti- derick Pohl, C. M. Kornbluth o Damon

---
Knight-, a la aparición de antologías pu- televisión comenzaba a explotar a con-
blicadas por editoriales de prestigio y al ciencia sus posibilidades con series
lanzamiento de nuevas revistas especia- como «Captain Video» y, especialmen-
lizadas. En 1949 y 1950 aparecían, res- te, «Tales of Tomorrow», para la que el
pectivamente, 'The Magazine of Fantasy productor Mort Abrahams decidió con-
and Science Fiction' y 'Galaxy Science tar con la colaboración de algunos de los
Fiction', dos de las revistas dedicadas al mejores escritores especializados en ta-
género más empeñadas en poner el acen- reas de guión y producción.
to en la calidad literaria de los trabajos Citando a lohn Baxter, Brosnan se-
publicados. De las revistas históricas ha- ñala que el cine de ciencia-ficción se di-
bían sobrevivido 'Astounding' y 'Ama- rige a los sentidos antes que al intelecto
zing Stories', y la afición contemplaba -que, a su vez, es la diana de la literatura
boquiabierta cómo cabeceras de la solera de ciencia-ficción-, de viniendo un ritual
y reputación del 'Saturday Evening de convenciones visuales y lenguaje
Post' y 'Collier's' le prestaban cada vez simbólico. Si la literatura de ciencia-fic-
más atención al género. Y no sólo eso: la ción, continúa, es radical en su manejo

~:
,...o;;¡::¡ u

Decoradoslunares convicentes en los 50y entrañablementena'ifsen los 90,

.
de conceptos políticos, 'en cine el género Soffici en «El hombre y la bestia»
sólo se convierte en mero reflejo de la (1951)-, los relatos de E.T.A. Hoffman
mentalidad de la época. Las cosas no -inspiración de la magnífica «Los cuen-
han cambiado mucho desde entonces: la tos de Hoffman» (1951) de Michael Po-
industria del cine sigue viendo en la lite- well-, 'La máquina del tiempo' de H. G.
ratura en general un funcional yacimien- Wells -inspiración de «World Without
to de ideas al que recurrir sistemática- End» (1956) de Edward Bernds- y «La
mente en busca de nuevos conceptos a Mandrágora» de Hanns Heinz Ewers
los que pervertir e, indefectiblemente, -punto de partida del film homónimo de
descafeinar de toda carga transgresora. Arthur Maria Rabenalt en 1952, tercera
En los 50 pocas veces recurrió el mundo aproximación al tema por parte de la ci-
del cine a escritores del género para dar nematografía germana-, amén de acredi-
un toque de legitimidad genérica a sus tar su rentable vigencia demostraban
películas: las excepciones que confirman que, para el cine de ciencia-ficción de fi-
la regla fueron el Robert Heinlen de liación literaria, el pasado seguía siendo
«Con destino a la Luna» (1950) Y Ray un terreno mucho más seguro que el que
Bradbury, cuya vinculación a los pro- pisaban los arriesgados e interesantísi-
yectos de «El monstruo de tiempos re- mos escritores contemporáneos, esos es-
motos» (1953) e «It Carne from Outer critores que estaban demasiado por de-
Space» (1953) siempre estuvo mediati- lante de su tiempo incluso para un cine
zada por la intervención de guionistas obsesionado con representar visiones de
profesionales. futuro.
Resulta significativo el hecho de
que, en el grueso de películas de ciencia- De la Lunaal PlanetaProhibido
ficción apoyadas en una obra literaria, el
viejo Jules Verne siguiese siendo el au- Según la comúnmente aceptada opi-
tor más frecuentemente adaptado: en nión de bastantes historiadores del géne-
1951 Spencer Gordon Bennett estrenaba ro, el cine de ciencia-ficción norteameri-
su adaptación de «La Isla Misteriosa», cano de los 50 puede agruparse en dos
en el 54, Fleischer servía en la lujosa grandes tendencias: la de los intentos
bandeja Disney su poderosa aproxima- más o menos serios de proponer un rela-
ción a «20.000 leguas de viaje submari- to de anticipación científica apoyado en
no», y, ya en el 59, Henry Levin aplica- una suposición plausible y, por otro
ba eficaces trampas ópticas para que lado, la del cine de consumo destinado a
unos cuantos reptiles contemporáneos se los adolescentes y apoyado en esquemas
convirtiesen en los gigantescos saurios narrativos previsibles y simplones.
de su «Viaje el centro de la Tierra». George Pal y su fundacional «Con desti-
Obras como 'El extraño caso del doctor no a la Luna» (1950) podrían ser, pues,
Jekyl1 y Mr. Hyde' de Robert Louis Ste- la encarnación absoluta de la primera
venson -adaptada por el argentino Mario tendencia, en tanto que Roger Corman y

.
LosproblemasdelCoheteK-l nosonmuchomayoresquelos
decualquierColumbialanzadodesdeCaboKennedy.

su nutrido catálogo de invasores y mu- Pichel, «Con destino a la Luna» fue la


tantes lo serían de la segunda. Con todo, primera gran película de ciencia-ficción
dividir la ciencia-ficción americana de de la década. Con 586.000 dólares de
los 50 en una línea Pal y una línea Cor- presupuesto -un millón de dólares según
man no deja de ser extremadamente sim- algunas fuentes-, lujosa fotografía en
plista: quizá sería mucho menos engaño- Technicolor y rigurosa asesoría técnica
so reducir la cuestión a términos econó- -el experto alemán en astronáutica Her-
micos y hablar de grandes producciones man Oberth, el especialista en naves es-
y películas modestas, de películas de paciales Willy Ley y el astrónomo de
gran estudio y producciones indepen- Monte Palomar Robert S. Richardson
dientes. aportaron su ojo crítico al proyecto-
Producida por el meticuloso anima- «Con destino a la Luna» se quiso colo-
dor de origen centro-europeo George Pal car en las antípodas del tono lúdico de
para la Universal y dirigida por Irving los viejos seriales y del aire fantasioso

.
de la space-opera de sólida tradición li- andaban tan alejadas de la realidad.
teraria para abrazar un realismo a ultran- El film contó con un concurrido y lu-
za traducido en un tratamiento semi-do- joso estreno en el Hayden Planetarium
cumental. de Nueva York, al que fueron invitados
A partir de la novela juvenil de Ro- los escritores y editores del género más
bert A. Heinlein 'Rocketship Galileo', el significativos del momento, pero tanto
propio Heinlein y los guionistas Rip Van esa concurrencia de noche de gala como
Ronkel y James O'Hanlon -superada una el resto de espectadores que disfrutaron
primera tentación de convertirlo todo en de la película en días posteriores coinci-
un musical alocado con cowboys incluí- dieron en un veredicto no muy gratifi-
dos- construyeron una suerte de gélido cante para la Universal: «Con destino a
reportaje de anticipación sobre un viaje la Luna» era un film tan perfecto en su
a la Luna promovido por la empresa pri- formulación visual como carente de toda
vada y casi saboteado por fuerzas forá- brizna de humanidad, un tour de force
neas. El desafortunado comic reliefpro- de efectos especiales y diseño de pro-
porcionado por Dick Wesson servía para ducción en el que los personajes de car-
recordar a los espectadores que, en el ne y hueso habían sido sustituidos por
fondo, lo que estaban viendo era una pe- simples arquetipos unidimensionales.
lícula. Los decorados del pintor especia- Probablemente, ese fue el motivo de que
lizado en temas astronómicos Chesley el film, galardonado con un Oscar a los
Bonestell -portadista de la revista' As- efectos especiales, no obtuviese el éxito
tounding' e ilustrador del popular texto esperado por la productora.
de Willy Ley 'Conquest of Space', his- Como sería frecuente en la década,
toria imaginaria de los viajes espaciales- la serie B sería más rápida, astuta y cer-
y la notable labor del diseñador Ernest tera que la gran industria: los responsa-
Fegte a la hora de confeccionar un con- bles de «Cohete K-I» (1950), una ex-
vincente paisaje lunar revistieron el con- ploitation movie concebida para aprove-
junto de cierto grado de estilización, charse del éxito de «Con destino a la
aunque hoy en día resulta tremendamen- Luna», lograron adelantarse a la fecha
te difícil acercarse al film con la mirada de estreno del film de Pichel con un
inocente del espectador de 1950: quizás apresurado rodaje de sólo tres semanas y
el mayor mérito del film sea el haber lo- no sólo eso: su menguado presupuesto
grado tal ilusión de realismo que, hoy, de 94.000 dólares convirtió su modesto
cuando el viaje a la Luna ya es historia proyecto en una película mucho más
pasada, la película de Pichel no se nos rentable que la aparatosa súper-produc-
antoja más interesante que, por ejemplo, ción de la Universal. Rodada en blanco
las ya muy divulgadas filmaciones de la y negro y dirigida por el futuro firmante
NASA, circunstancia que demuestra de «La mosca» (1958), Kurt Neumann,
que, por lo menos a ojos del espectador «Cohete K-l» nació de una manera har-
neófito, las hipótesis de la película no to curiosa: el técnico en efectos espacia-

.
... - .. ..,.

seco, durísimo epílogo,


los protagonistas, Lloyd
Bridges y Osa Massen,
hallaban la muerte al es-
trellarse su nave de re-
greso a la Tierra. De-
mostrando que la brutal
transgresión del happy
end no tiene por qué tra-
ducirse en descalabro de
taquilla, «Cohete K-I»
COLOR BY tuvo una carrera comer-
TECHNICOLOR cial excelente, conec-
ranAI n mm m 111I111
n IUODlrB um

.--..--.--.. --"~"~A :-:~~y"~c~.:"1III tando mucho más con el


espíritu de la época me-
Laspromesasdelcartelde Cuandolosmundoschocanseque. diante sus licencias na-
daronenla imprenta. rrativas derivadas del
pulp de lo que lo hiciera
les Jack Rabin, que, dos años antes, ha- la producción de Pal con su frío afán do-
bía visto rechazado su proyecto de una cumental. A remolque del éxito de «Co-
película titulada precisamente «Destina- hete K-I », la incansable y, a menudo,
tion Moofi», decidió -al enterarse de la como en este caso, auto-fagocitadora se-
puesta en marcha del «Con destino a la rie B sirvió el año siguiente a las plateas
Luna» de Pal- vender su idea original al dos miméticas películas de discreto al-
modesto productor Robert Lippert con la cance artístico: «Flight to Mars» de Les-
intención de batir al Goliath hollywoo- ley Selander -también con descarados
dense con las armas de un David de se- ecos de «Con destino a la Luna»- y
rie B. «Unknown World» de Terrell O. Morse.
«Cohete K-l» centraba su argumento Pero George Pal no se dejó desalen-
en las peripecias surgidas durante un tar ante la competencia más o menos
viaje a la Luna que, a causa de un error desleal de las películas de consumo y si-
técnico, tendría un imprevisto destino en guió produciendo a lo largo de la década
Marte: en el Planeta Rojo -en realidad, aparatosas fantasías con el acento puesto
eficaces localizaciones exteriores en en el perfeccionamiento de los efectos
Palm Springs- los viajeros entraban en especiales. En el 51, Y recurriendo a un
hostil contacto con los supervivientes de molde catastrofista de resonancias bíbli-
una civilización extraterrestre destruida cas bastante insólito en la época del te-
por una catástrofe nuclear. Neumann no rror atómico, estrenó «Cuando los mun-
tuvo piedad para los supervivientes del dos chocan», basada en una novela de
enfrentamiento con los marcianos: en un 1934 firmada por Edwin Balmer y Philip

.
Wylie y que Cecil B. DeMille quiso lle- de esos tripulantes de una neo-Arca de
var al cine en su día. Con su vehemencia Noé se reveló fórmula del todo des vi n-
visual idónea para dar luz y movimiento culada del signo de los tiempos. Pal, no
al Antiguo Testamento, DeMille podría obstante, parecía aquí consciente de que
haber convertido esta pesadilla morali- dar prioridad a las emociones humanas
zante en un curioso producto: Rudolph por encima de la plausibilidad científica
Maté no logró elevado de una medianía era un buen camino para ganarse el cora-
marcada por el trasnochado aire de la zón del espectador, regla que volvería a
propuesta. Describir una catástrofe cós- olvidar algunos años más tarde en la se-
mica -con esa colisión de planetas que el cuela de «Con destino a la Luna», «La
excelente trabajo del artista Chesley Bo- conquista del espacio» (1955), dirigida
nestell y el oscarizado trabajo del técni- por Byron Haskin.
co de efectos especiales Gordon Jen- Pero antes de ese desafortunado títu-
nings no llegaron a plasmar en pantalla-, lo, y ya con Haskin al frente de la direc-
aliñar el conjunto con una superflua his- ción, Pal estuvo más cerca que nunca de
toria romántica y pretender que el públi- la sensibilidad de la época con su clási-
co, todavía sobrecogido por la tragedia ca, si bien desigual adaptación de 'La
de Hiroshima, compartiese la angustia guerra de los mundos' de H. G. Welles.

Los platillos volantes más coloristas que han invadido la Tierra, diseñados para daltónicos.

.
.. .

Desplazando la acción de la Inglaterra vantes para este clásico sin fecha de ca-
de 1890 a la California de 1953 y trans- ducidad determinada.
formando visiblemente el diseño de las Basado en un libro de no ficción de
máquinas de guerra marcianas -de los Wernher von Braun, 'The Man's Pro-
trípode s originales se pasó a artefactos ject', y en el citado libro ilustrado de
voladores con forma de manta raya-, Willy Ley y Chesley Bonestell, 'The
«La guerra de los mundos» (1954) reto- Conquest of Space', «La conquista del
rnaba las implicaciones religiosas de espacio» (1955) volvía al tono semi-do-
«Cuando los mundos chocan», aunque cumental de su modelo, aunque esta vez
relacionándolas ahora con uno de los te- el film incurría en flagrantes incoheren-
mas centrales en el cine de género de la cias técnicas y volvía a tropezar en el
época: la invasión extraterrestre. El film punto flaco de las producciones Pal: la
contó con un buen guión de Barré Lyn- caracterización de los personajes huma-
don de apreciable fidelidad a la novela y nos. El proyecto original de Pal -que
con un trabajo de efectos especiales de contemplaba en su argumento sucesivos
Gordon Jennings que pasaba con facili- viajes a Venus, Marte y Júpiter- fue se-
dad de lo espectacular a lo desafortuna- veramente recortado por la Paramount
do: cada nave de guerra era sujetada por que, además, acabó dando salida a una
quince finísimos cables que, a menudo, versión del guión debida a James
resultaban excesivamente visibles, inclu- O'Hanlon -después de que los trabajos
so para el espectador más vulnerable a de Barré Lyndon, Philip Yordan y Geor-
esa suspensión de la incredulidad que ge Worthington Yates fueran rechaza-
exigía Ed Wood, jr.. «La guerra de los dos- en la que se subrayaban las implica-
mundos» es la producción de Pal de los ciones religiosas y se privilegiaba como
50 que mejor ha resistido el paso del núcleo dramático el enfrentamiento pa-
tiempo: a pesar de lucir un discutible terno-filial entre los personajes interpre-
postizo narrativo en forma de historia tados por Walter Brooke y Erik Aeming.
romántica entre el héroe y la chica prota- La relación profesional de George Pal
gonista, la fuerza de sus imágenes apo- con la Paramount se dio por terminada
calípticas -como recuerda la 'Aurum tras el fracaso comercial del film, fraca-
Film Encyclopedia', esta adaptación del so que marcó además el fin de la efímera
libro de Wells y «Earth vs. the Flying corriente realista en el cine de ciencia-
Saucers» (1956) de Fred F. Sears son las ficción de los 50. Pal entró en los 60 con
únicas películas americanas que aborda- otra adaptación de Wells de lujosa factu-
ron en la década el concepto de la inva- ra, pero de ello hablaremos en el próxi-
sión extraterrestre masiva-, la abundan- mo volumen. A mediados de la década,
cia de eficaces secuencias que cabe con- otra productora quiso atreverse en el di-
siderar el patrón de toneladas de clichés fícil territorio de la película de ciencia-
visuales y algunos momentos de puro ficción de clase A, aunque olvidándose
horror han actuado de eficaces conser- de los caminos tanteados por Pal: en

.
1955, la Universal estrenó «This Island lar esclavo mutante que, en definitiva,
Earth», un curioso producto con aires de dio su imagen más emblemática al film
space-opera que a duras penas podía ca- era un actor embutido en un traje que,
muflar su condición de carne de serie B según la Universal, costó 24.000 dóla-
hormonada y vitaminada con compues- res, pero que, según el sen.tidocomún de
tos energéticos de súper-producción. La cualquier espectador con dos dedos de
publicidad anunciaba de manera rim- frente, debió costar bastante menos. Ba-
bombante que el film llevó a sus respon- sado en un serial de Raymond F. Jones
sables dos años y medio de preparación, publicado en las páginas de 'Thrilling
cuando, en realidad, la pre-producción Wonder Stories' entre 1949 y 1950,
sólo les ocupó seis meses y el rodaje se «This Island Earth», dirigida por Joseph
liquidó en cuatro semanas. El espectacu- Newman, narraba una arquetípica, pero

Antes de E.T.existieron los habitantes de Metaluna en This Island Earth.

.
alambicada historia: unos extraterrestres bilidad para descolocar al espectador
del planeta Metaluna secuestraban a ante el cliché, su probablemente impre-
unos cuantos científicos terrestres para meditada virtud para bombear altas car-
que les ayudaran a reparar su sistema de gas de surrealidad desde lo más profun-
defensa energético en su guerra contra do del lugar común. No es raro que el
los Zahgons. Cuando estos destruían de- mítico programa televisivo «Mystery
finitivamente el escudo de defensa del Science Theatre 3000» -en el que una
planeta en guerra, una pareja de científi- serie de personajes que se dirían salidos
cos supervivientes -interpretados por de un libro de Douglas Adams comentan
Rex Reason y Faith Domergue- huía en jocosamente un clásico de la serie B (o
compañía de uno de los extraterrestre s Z)- haya escogido «This Island Earth»
de Metaluna (Jeff Morrow). como excusa para su puesta de largo ci-
Homenajeada por el J oe Dante de nematográfica.
«Exploradores» (1985), la película es, Un año después, la Metro también
sin duda, una serie B rodada con el quiso tener su propia película de ciencia-
Technicolor y los adornos de producción ficción de prestigio y así nació uno de
de un film de clase A de los modestos, los clásicos más heterodoxos de los 50:
pero no es ni mucho menos una obra «Planeta prohibido» (1956) de Fred M.
desdeñable, aunque sí controvertida: Wilcox, adaptación de 'La tempestad'
mientras para escritores del género tan de William Shakespeare en forma de
respetados como John Brosnan se trata space-opera concebida por el técnico de
de un film frustrado por su mal guión - efectos especiales Irving Block, autor,
de Franklin Coen y Edward O'Callag- junto a Allen Adler de la historia origi-
han- y su mala dirección, para la menta- nal que Cyril Hume convirtió en impe-
da Aurum es uno de los pocos films de cable guión cinematográfico. Block
la década situados a la altura de la narra- aportó al ya de por sí frondoso bosque
tiva de ciencia-ficción del momento, eri- de ideas levantado por Shakespeare
giéndose en verdadero ejemplo de pen- abundantes adornos en forma de motivos
samiento especulativo y deviniendo joya mitológicos y elementos freudianos:
cinematográfica abisal cuyo encanto pa- Próspero se convertía aquí en el profesor
rece operar sobre el espectador a un ni- Morbius (Walter Pigdeon), un científico
vel inconsciente, hipnótico. Dejemos instalado en el planeta Altair IV con la
nuestra particular opinión más cerca de compañía de su hija Altaira (Anne Fran-
este último extremo: es, sin duda, una de cis) yel simpático robot Robby, respec-
las más radicales muestras de cine in- tivos émulos de la Miranda y el Ariel
creíblemente extraño que haya produci- shakespearianos. Una monstruosa enti-
do jamás un gran estudio de Hollywood, dad invisible tomaría el puesto del fiero
pero su mayor interés reside no tanto en Calibán, en uno de los mayores hallaz-
su fuerza narrativa o en la calidad espe- gos conceptuales del film.
culativa de su propuesta, sino en su ha- El conflicto dramático de «Planeta

48
Elld -undiablodeTasmaniaalgosobredimensionado-
vistoporlos
publicistasdeMetro-Goldwyn-Mayer.

prohibido» teñía de implicaciones inces- ción, del mismo modo que serán el de-
tuosas las relaciones entre Morbius y su sencadenante de su personal tragedia.
hija. En Altair IV, Morbius, que, como Las máquinas son capaces de amplificar
se revelará oportunamente avanzado el los deseos subconscientes de cualquier
film, había eliminado a todos los miem- individuo: cuando el capitán (Leslie
bros de su expedición para quedarse en Nielsen) de una nave forzosamente an-
el planeta, vive en el presente del relato clada en Altair IV tras atravesar una llu-
entre las ruinas de una avanzada civili- via de meteoritos corteje a la hija de
zación alienígena, la de los Krels, que Morbius, éste, presa de los celos, desen-
desapareció misteriosamente: fascinado cadenará una fuerza tal que dará lugar a
por las imponentes máquinas de los una suerte de Monstruo del Inconscien-
Krels, Morbius tardará en caer en la te, el Monstruo del Id -a la vez Calibán y
cuenta de que fueron tales prodigios tec- Tempestad final-, que acabará por des-
nológicos los que les llevaron a la extin- truir el planeta.

.
Elquetienequeservir.

.
Joshua Meador, jefe de efectos de «Planeta prohibido» en un film visual-
animación de la Disney, se encargó de mente irrepetible. Poco importaba que
plasmar a esta bestia invisible en la úni- tras la cámara no estuviese más que un
ca escena en la que, merced a la interce- competente artesano como Wilcox, cuyo
sión de una barrera electrificada, se ha- título de oro antes de afrontar este ma-
cía intermitentemente visible alojo hu- yúsculo proyecto había sido «La cadena
mano: Meador pensó en una versión ani- invisible» (1943), funcional pero previ-
malizada del actor Walter Pigdeon y el sible aventura de la perra Lassie. El film
resultado, pese a que la hibridación entre fue pronto apreciado por escritores del
animación e imagen real no alcanzó, ni género como Frederick Pohl -que lamen-
mucho menos, las cotas de perfección a tó haber rechazado una propuesta de tra-
que estamos habituados hoy en día, de- bajar en el guión-: las siempre disidentes
vino un caligráfico y notable ejemplo de voces de la literatura de género vieron
animación aplicada. La aparición del en este proyecto un carismático e inteli-
monstruo sólo era el plato fuerte de una gente ejercicio de ciencia-ficción cine-
película que mostraba sus abundantísi- matográfica de densidad conceptual pa-
mos y logrados efectos especiales desde reja a la de la ciencia-ficción escrita del
su primera imagen. Las escenas previas momento.
a la llegada Altair IV, los fascinantes ex- John Brosnan precisa que, en térmi-
teriores del planeta, los asombrosos de- nos de producción, «Planeta prohibido»
corados de esa imponen-
te maquinaria Krel dise-
ñados con una mirada
que tenía mucho de os-
cura fascinación por el
poder nuclear, las atmos-
féricas intromisiones de
la Bestia invisible, la
arriesgada banda sonora
electrónica de Louis y
Bebe Barron y..., espe-
cialmente, la magistral
caracterización de
Robby -tan popular que
el productor Nicholas
Nayfack lo quiso reapro-
vechar en un título me-
nor, «The Invisible Robby estuvo a punto de ver su nombre situado por
Boy» (1957) de Herman delante del título de la película... y en letras más grandes.
Hoffman- convirtieron

.
un millón de dólares -menos aún que la
muchísimo más modesta «Earth vs.
Flying Saucers» de Fred F. Sears- se
tendrá una sencilla explicación de por
qué los grandes estudios siempre fueron
tan remisos a arriesgar su capital en un
género que, en cuestiones de rentabili-
dad inmediata, se les daba bastante me-
jor a los productores independientes.

Estánaquí

Hay quien dice que a través de los


creadores mediocres o, por llamarlos de
otra manera, menores, se puede obtener
una mejor radiografía de la época que a
través de los grandes genios, siempre
predispuestos a filtrar su entorno socio-
político mediante el avasallador poder
de su subjetividad. En el caso del cine de
ciencia-ficción de los 50 esa aseveración
LainvasiónsegúnSanHarryhausen
en Earth -convenientemente re-adaptada: en lugar
vs.theFlyingSaucers. de genios y autores menores podríamos
hablar de grandes producciones y cine
es un producto tan híbrido y heterodoxo de bajo presupuesto- resulta de lo más
como lo fue «This Island Earth»: era una verdadera: es en la serie B, en las pelícu-
producción de clase A por llevar el sello las baratas, en las abundantes películas
de un gran estudio y por su factura apa- malas del momento donde late el pulso
rentemente lujosa, pero tanto el reparto, de la época con clarificadora intensidad.
el director como el presupuesto previsto Es en el ámbito de la serie B donde flo-
en un principio podría pertenecer a una recieron y se desarrollaron los temas
serie B de tomo y lomo. El estudio pen- rectores de la ciencia-ficción cinemato-
saba destinar al proyecto menos de un gráfica del período: las invasiones extra-
millón de dólares, pero, sobre la marcha, terrestres, la mirada xenófoba hacia lo
el asunto se disparó: el millón se gastó desconocido, el miedo atómico metafori-
sólo en la construcción de decorados, y zado en monstruosas criaturas capaces
el presupuesto final acabó alcanzando la de aniquilar una ciudad de un zarpazo,
cifra de 1.900.000 dólares. Si se tiene en las visiones apocalípticas... Cuando se
cuenta que, en la primera fase de su ca- piensa en la ciencia-ficción de los 50 lo
rrera comercial, la película sólo recaudó primero que acude a la mente es una

.
imagen de pura serie B: un ovni de cha- atmósfera moral de su tiempo.
tarra sostenido por hilos demasiado visi- El tema de la invasión extraterrestre
bles, un actor embutido en un disfraz de -pese a que, como ya hemos dicho, a ve-
saurio destrozando una acartonada ma- ces un extraterrestre era sólo eso, un ex-
queta de Tokio, un hombrecillo verde al traterrestre, y no la metáfora de nada ni
que se le saltan las costuras mientras de nadie- nació como consecuencia de
asusta a una bien alimentada teenager... un clima político peligrosamente pro-
Es en ese mundo de los presupuestos penso al sentimiento xenófobo. Un sen-
escuetos y de los no menos ajustados timiento de hostilidad dominaba cual-
disfraces de criatura alienígena donde quier acercamiento al tema: incluso
acaban por encontrarse los grandes nom- cuando el visitante llegaba en son de
bres del cine de género de los 50: Jack paz, la humanidad lo recibía con violen-
Arnold, Roger Corman, Inoshiro Honda, cia. Por otro lado, otro denominador co-
Eugene Lourié, Ray Harryhausen... jun- mún en las películas de invasiones era la
to a interesantes artesanos como Edward idea de asociar la condición extraterres-
Bernds, Edward L. Cahn o Fred F. Sears tre con la carencia de sentimientos. A
y también aquellos talentos abisales -o menudo, la invasión se establecía en es-
sea, esos creadores tan carentes de au- tos términos: el extraño ofrecía a los hu-
téntico talento que el tiempo ha acabado manos un nuevo orden, totalmente lim-
por convertir en iluminados irrepetibles- pio de disturbios emocionales, de vacila-
como Ed Wood jr., Bert 1. Gordon, el ciones regidas por el corazón, un mun-
productor Herman Cohen o el tándem do, en suma, sin debilidad, hecho de
formado por los hermanos Dan y Jack pura fuerza y/o puro intelecto. Esa es, en
Milner. La quintaesencia de la ciencia cierto sentido, la distorsionada visión
ficciónfifties está en esas películas de que un ciudadano medio americano po-
carteles ditirámbicos, impresionantes, día tener de, por ejemplo, un régimen
puras joyas del sensacionalismo hecho comunista. La película que más perver-
trazo: unos carteles que a menudo con- samente jugó con esta línea de interpre-
trastaban en exceso con las desangeladas tación fue, sin lugar a dudas, «La inva-
imágenes que, en principio, debían pro- sión de los ladrones de cuerpos» (1956)
mocionar. En otras palabras, la edad de de Don Siegel, cuyo mensaje calculada-
oro de la ciencia-ficción cinematográfica mente ambiguo tanto podía ocultar una
contó quizá con mejores publicistas que metáfora anti-comunista como una lec-
cineastas: pero de ese cúmulo de despro- tura en clave de horror de la inquisición
pósitos -de ese amasijo de monstruos ri- orquestada por el senador McCarthy.
sibles, efectos especiales paupérrimos, «Ultimátum a la Tierra» (1951) de
actores pasmados y errático sentido de la Robert Wise fue tratada por la Fox como
puesta en escena- emergieron preocupa- película de clase A: 20.000 dólares -se-
ciones que no eran nada impostadas, gún algunas fuentes se trató de 100.000
sino que respondían perfectamente a la dólares- fueron invertidos en la cons-

.
--
Gort!KlaatuBaradaNikto.

trucción del platillo volante a escala real trofe: si «Planeta prohibido» y «This Is-
por cuya rampa descendía el extraterres- land Earth» disfrazaban su espíritu de
tre Klaatu (Michael Rennie) en compa- pura serie B bajo los ropajes de una fac-
ñía de su criado robot, Gort. Dirigido tura de gran empaque -pantalla en scope,
por Robert Wise, el film es, pues, una colores imposibles estallando en la pan-
flor atípica dentro del poblado jardín de talla-, «Ultimátum a la Tierra» poseía
películas dedicadas a contactos extrate- una textura -recio blanco y negro, pocos
rrestres a lo largo de la década. Pese a escenarios, marcos intimistas para tratar
esas cifras aireadas, lo cierto es que esta- problemas de alcance cósmico- que la
mos ante un caso próximo -aunque anti- acercaba a la serie By, de hecho, tam-
tético- al de «Planeta prohibido» o «This bién poseía un reparto de serie B, aun-
Island Earth», en una extraña zona limí- que Wise envolvió el conjunto de un

.
tono circunspecto que, realmente, acer- en «E. T. El extraterrestre» (1982)- a
caba mucho más el resultado al espíritu imagen y semejanza de la pasión cristia-
del Hollywood ortodoxo de lo que lo ha- na. En lugar de romanos imperialistas,
cían esos 20.000 ó 100.000 dólares que North utilizó ciudadanos americanos tan
presuntamente había costado el ovni. El susceptibles como marcaban esos tiem-
film no sólo no desdeñó las implicacio- pos de guerra fóa.
nes políticas del tema del contacto extra- ¿Enriquecieron esas implicaciones
terrestre, sino que añadió a la balanza to- religiosas y políticas el punto de partida
dos los símiles religiosos que pudo, al original? No, en absoluto. De hecho, la
tiempo que aportaba un mensaje moral idea más interesante del relato que inspi-
sobre los excesos de la civilización ató- ró el film, 'Farewell to the Master' de
mica. Klaatu se convertía, así, en émulo Harry Bates, publicado en las páginas de
de Jesucristo, capaz de morir y resucitar 'Astounding' en 1940, desaparecía sin
en un camino de perfección concebido dejar rastro en «Ultimátum a la Tierra»:
por el guionista Edmund H. North -y al final del original literario, el lector to-
que Melissa Mathison volveóa a adoptar paba con la mayúscula sorpresa de que

Publicidad engañosa: ¿Un ser de otra galaxia o el retorno de San Valentín?

.
el robot Gort no era el criado de Klaatu, esté en la conocida controversia sobre la
sino su amo. He ahí, pues, el Nuevo Or- auto ría del film-: inspirado en el relato
den ideal que Klaatu había propuesto a de John W. Campbell 'Who Goes The-
los humanos, un mundo de esclavos hu- re?', publicado también en 'Astounding'
manos a las órdenes de una imponente en 1938, el film abandonaba la idea más
élite robótica. El film, así, se quedaba en original del mismo, según la cual el ex-
circunspecto ejercicio de ciencia-ficción traterrestre que tenía en jaque a los
humanista donde un extraterrestre civili- miembros de una base americana en el
zado advertía mesiánicamente a la ciega Ártico podía adoptar la forma de sus vÍc-
humanidad sobre los peligros del progre- timas, en un juego de impostura molecu-
so. lar que, sin duda, hubiese aportado den-
La literatura de ciencia-ficción era, sidad -y unas buenas dosis de suspense
pues, un inagotable yacimiento de ide- de primera clase- al conjunto. Para de-
as... al que acudir para despojar a esas mostrar que el arte del remake tiene al-
ideas de sus implicaciones más intere- gún sentido, John Carpenter hizo autén-
santes. Similar perversión del mensaje tica justicia al relato de Campbell en su
original puede apreciarse en otra de las estupenda «La Cosa» (1982).
películas de extraterrestre s más impor- Quintaesencia de la serie B de los 50
tantes de la época, «El enigma... ¡de otro y ejemplar lección de cómo levantar una
mundo!» (1951) de Christian Nyby -o de película concisa, atmosférica, inquietan-
Howard Hawks, según de qué lado se te y esencialmente perfecta fue «It Carne
from Outer Space»
(1953), trabajo con el
que el sinigual Jack Ar-
nold entró en ese cine de
ciencia-ficción que iba a
inspirar los mejores títu-
los de su filmografía.
Basada en un tratamiento
original de Ray Brad-
bury -más tarde transfor-
mado en guión cinema-
tográfico por Harry Es-
sex-, «It Carne from
Outer Space», original-
mente rodada en tres di-
mensiones, reflejaba la
conciencia paranoica de
El beso de la araña mujer de cien pies. la época, pero no se ha-
cía partícipe de ella: en

.
Pulgarcitoluchaporsusupervivencia.

todo momento, el protagonista -un astró- los seres venidos del espacio exterior
nomo interpretado por Richard Carlson- tampoco merecía la desmedida hostili-
creía en las intenciones pacíficas de esos dad de unos ciudadanos que tenían de-
extraterrestres que se habían visto obli- masiado arraigado el miedo a toda inva-
gados a detener su nave en la Tierra. Y sión.
el desarrollo argumentalle daba la ra- Con medios mínimos y un desierto
zón, aunque ello no impedía el estallido como eficaz fuente de fantásticas locali-
de una violentísima reacción por parte zaciones, Arnold demostró en ese título
de los habitantes del pueblo. Los visitan- que la serie B podía ser algo bastante se-
tes sólo querían reparar su nave y, para rio: a un tiempo dignísimo formato para
ello, necesitaban tomar eventual pose- la evasión y modesto espejo de un deter-
sión de algunos cuerpos terrestres que minado momento social y político. No
les servían como mano de obra gratuita e sería exagerado decir que Arnold es,
involuntaria. Quizá los talleres de repa- probablemente, el gran director de cine
ración terráqueos no considerarían este de ciencia-ficción de los 50: sus otras
procedimiento como demasiado ortodo- aportaciones a lo largo de esta década
xo, pero, por supuesto, el propósito de prodigiosa para el desarrollo del género

.
JuliaAdamsenmaillotblancoescapazdesacarala criaturadelfondodela LagunaNegra.

.
fueron «Tarantula!» (1955), «La mujer y Among Us»(1956) de John Serwood,
el monstruo» (1954), su secuela «Reven- ninguna de ellas superior al original,
ge of the Creature» (1955), «El increíble aunque ambas competentes ejercicios de
hombre menguante» (1957), «The Space evasión sin excesivo trasfondo. En el
Children» (1958) y «Monster on the tercer título, al dejar Amold las riendas
Campus» (1958). Tanto «El increíble del proyecto en manos del menos diestro
hombre menguante» como «Tarantula!» Sherwood, el monstruo también perdió
incidían en esa preocupación por el po- grandeza trágica, convirtiéndose en mera
der atómico sobre la que profundizare- bestia sedienta de sangre despojada de
mos más adelante, aunque lo hacían des- todo hálito romántico.
de formatos narrativos disparejos: «El Con «Monster on the Campus» Ar-
increíble hombre menguante», obra ma- nold construyó una fantasía heterodoxa
estra absoluta inspirada en la segunda -y declaradamente fallida- sobre un pro-
novela del brillante Richard Matheson, fesor universitario que se transformaba
no se guiaba por ningún patrón subgené- en hombre primitivo tras realizar erráti-
rico reconocible, centrándose en la estre- cos experimentos con un celacanto. En
mecedora experiencia individual del «The Space Children», el director volve-
protagonista, un imparable proceso de ría al tema del contacto extraterrestre re-
miniaturización que convertirá ante sus tornando esa óptica humano-pacifista
ojos lo cotidiano en amenazante. «Ta- abierta en «It Carne from Outer Space»:
rantula!», por el contrario, era una mons- aquí, unos niños era utilizados por un
ter movie convencional, aunque singu- cerebro de procedencia alienígena para
larmente eficaz, en la que los paisajes sabotear el lanzamiento de una bomba
desérticos volvían a ser utilizados ma- de hidrógeno al espacio exterior. De
gistralmente por Amold como adecuado nuevo aparecía el tema del control men-
ámbito de la angustia y el terror. tal, del ser humano subordinado a una
«La mujer y el monstruo» -aunque inteligencia extraña y superior, pero,
sin el subtema del miedo nuclear como como en el film que abrió el ciclo fan-
telón de fondo- fue otro mayúsculo tástico en la filmografía de Amold, el
ejemplo de monster movie atmosférica, proceso no estaba contemplado como un
en la que el director sacó partido de al- ejercicio de poder, sino como un medio
gunos temores comúnmente arraigados útil para lograr un bien común. En este
en la mente humana: en este caso, ese te- caso, además, la fantasía servía de ade-
rror a lo que puedan ocultar las profun- cuada plataforma a un -inusual para la
didades acuáticas que, en 1975, haría época- mensaje pacifista que condenaba
rico al Spielberg de «Tiburón», última la fiebre armamentista del momento.
gran monster movie de la Universal. «La Junto a todos estos decisivos títulos, Ar-
mujer y el monstruo» tendría dos secue- nold también aportó durante esta prolífi-
las: «Revenge of the Creature» (1955) ca etapa algo de su inquebrantable inteli-
del propio Amold y «The Creature Walk gencia cinematográfica a la ya mencio-

.
demuestra ]0 que era ca-
paz de hacer con un ar-
gumento lleno de cli-
chés, unos cuantos acto-
res de limitados recur-
sos y una máquina para
fabricar niebla artificial
a ]a que e] cineasta, a ]a
vista del grueso de su
filmografía, debió dar
un tu te considerable.
«The Man from Planet
X» no es una película
Despuésdela cazadebrujas,el cuentodeJack y las inolvidable, pero algu-
judías mágicas nuncavolvió a ser el mismo. nas de sus imágenes -y
el diseño del alienígena-
sí lo son y su poder per-
nada «This Island Earth» -suyas eran, al tubador no es fruto de la casualidad.
parecer, algunas complejas escenas de Con un andamiaje conceptual visi-
acción- y a ]a competente «TheMono- blemente más complejo, «La invasión de
lith Monsters» (1957) de John Sherwo- los ladrones de cuerpos» (] 956) de Don
od, de la que firmó la historia origina] Siege] fue, sin duda, la película de inva-
junto a Robert M. Fresco. sores extraterrestres de los 50 que mayor
De planteamiento similar al de <<lt partido le sacó al concepto de paranoia,
Carne From Outer Space», aunque de sirviéndose del hábil método de propo-
tono declaradamente más pesimista fue ner, como hemos dicho más arriba, una
«The Man from Planet X» (] 95 ]), pe- lectura multi-direccional que aún sigue
queña joya del maestro del cine extraño inspirando los más diversos análisis teó-
Edgar G. Ulmer rodada en un tiempo ré- ricos. En su ambigüedad está su astucia:
cord -seis días- en los mismos decorados basada en la novela 'The Body Snat-
que utilizara Victor Fleming para su chers' de Jack Finney, «La invasión de
<<Juana de Arco» (1948): «The Man los ladrones de cuerpos» se erige, así, en
from Planet X» narraba e] brutal choque la fantasía paranoica más sofisticada de
con una humanidad hostil y violenta vi- la década. La dureza de] planteamiento
vido por un extraterrestre de frágil cons- original de Siege] acabó siendo matizada
titución en busca de ayuda para su he]a- por e] estudio con la aplicación de un
do planeta. Incomprendida por escritores prólogo y un epílogo que hacían las ve-
como Frederick Poh], la película es, con ces de bálsamo tranquilizador: como
todo, bastante más que una ejemplar lec- metáfora política, el film funcionaba a la
ción de austeridad fílmica donde Ulmer perfección, pero como literal relato de

.
horror resultaba aún mejor. Proponiendo al descarado y transparente panfleto
la más sutil invasión que se pueda ima- anti-comunista: tal es el caso de «1 Ma-
ginar -la sustitución de dobles perfectos rried a Monster from Outer Space»
despojados de todo sentimiento, porque (1958) de Gene Fowler jr. -cuyo título
el sentimiento es desorden-, el film in- estaba modelado a imagen y semejanza
cluye también algunos momentos de del «1 Married a Comunist» (1949) de
choque que han pasado por derecho pro- Robert Stevenson, por si quedaba toda-
pio a la historia de los grandes hallazgos vía alguna duda-o Fowler, que había tra-
del fantastique: la presencia de las bajado como montador para Fritz Lang,
monstruosas vainas, la primera duplica- facturó, no obstante, un producto digno
ción que aparece en pantalla en un estre- y totalmente funcional como obra de
mecedor festival de mucosidades, la es- evasión, en el que algunos estudiosos
cena en la que Kevin McCarthy descu- han detectado incluso ecos feministas
bre que su esposa ha abrazado ya el nue- confusamente mezclados con ese inge-
vo orden ultracorpóreo... nuo anti-comunismo que dominaba la
La óptica adulta de «La invasión de propuesta.
los ladrones de cuerpos» no encontró ex- Tampoco «Earth vs. Flying Saucers»
cesivos seguidores entre los cine astas de Fred F. Sears, segunda colaboración
del momento: en el resto de produccio- entre el productor Charles H. Schneer y
nes, el interlocutor solía ser el teenager, el mago de los efectos especiales Ray
cuando no, directamente, el niño, como Harryhausen tras «It Carne from Bene-
en la visualmente
sugestiva si bien ar-
gumentalmente frá-
gil «Invaders from
Mars» (1953) de
William Cameron
Menzies, pesadilla
naYfcuyos defenso-
res argumentan que
su ingenuidad está
al servicio de una
estilización onírica
deseada por el di-
rector de «La vida
futura» (1936).
En otros casos,
la calculada vague-
dad política del film Pulpoafeira:It CarnefrornBeneaththe Sea.
de Siegel dejó paso

.
LospequeñoshombrecillosverdesdeInvasionoftheSaucerman
sonlosúnicosque
puedenllamarsemuñecosrepollo.

ath the Sea» (1955), afrontó el tema con Space» (1958) e «Invisible Invaders»
excesiva complejidad, pese a erigirse en (1959)-, «Kronos» (1957) de Kurt Neu-
una serie B ennoblecida por un firme mann, la olvidable «The Brain Eaters»
pulso narrativo, un perpetuo dinamismo (1958) de Bruno V. Sota, la con justicia
y una inteligente utilización de los tru- considerada peor película de la historia
cos visuales, en los que algunos símbo- del cine «Plan Nine from Outer Space»
los patrióticos eran convincentemente (1956) de Ed Wood jr., la picarona
destruidos por parte de los extraterres- «Queen of Outer Space» (1958) de Ed-
tres. ward Bernds, «Devil Girl from Mars»
Mejores o peores, todos estos títulos (1954) de David McDonald -revisión del
son la flor y nata de las películas de in- esquema de «Ultimátum a la Tierra»-,
vasión extraterrestre de los 50, pero ha- «Phantom from Space» (1953) y «Ki-
bría muchas otras: entre ellas la bufa llers from Space» (1954) -ambas debidas
«Invasion of the Saucer Men» (1957) de a W. Lee Wilder, el hermano menos lis-
Edward L. Cahn -responsable, asimis- to de Billy Wilder a la par que responsa-
mo, de «It! The Terror from Beyond ble de otros despropósitos de género du-

.
rante los 50 como «The Snow Creature» que el enemigo -en otras palabras, la
(1954) y «Man Without a Body» (1957)-. URSS- poseía ya el suficiente armamen-
Algunas de estas modestas piezas de to atómico como para entrar en conflicto
cine de consumo, obtuvieron, no obstan- bélico con Estados Unidos a un nivel de
te, cierta relevancia en los circuitos de la igualdad. El comprensible miedo gene-
serie B inspirando otros títulos en un rado por esta inquietante combinación
proceso endogámico que -en paralelo al de certidumbres fue muy pronto utiliza-
infatigable calco de modelos clase A- do por cineastas de toda condición: des-
solía ser moneda común en el ámbito de de heterodoxo s con vocación de geniali-
la pequeña industria: sirva como ejem- dad como Arch Oboler hasta sólidos ci-
plo el caso de «Cat W omen of the neastas como Stanley Kramer, pasando
Moon» (1953) de Arthur Hilton, film por astutos manufactureros de series B
que, pese a su más que limitado interés, con sentido de la oportunidad como Ro-
inspiró ese mismo año «The Mesa of ger Corman.
Lost Women» de Herbert Tevos y tuvo Una embarazada, un asesino, un ide-
un remake en 1958, «Missile to the alista, un hombre de color y un tipo ago-
Moon» de Richard Cunha. Arañas gi- nizante son los cinco miembros del cu-
gantes, mujeres de bandera con muy ma- rioso microcosmos post-nuclear que pre-
los instintos y desolados paisajes herma- senta el megalómano Arch Oboler -po-
naban los tres títulos, pero el primero de pular hombre de radio auto-convencido
ellos ya era de por sí mediocre y en las de ser el segundo Orson Welles- en
sucesivas imitaciones la escala cualitati- «Five» (1951), título que abrirá cierta
va fue descendente. corriente moral en el terreno del inci-
piente cine apocalíptico: esa sospechosa
El hongoletal reducción de la raza humana a cinco
conceptos estratégicos para sustentar el
La utilización metafórica del terror mayor número posible de mensajes su-
nuclear creó un subgénero en sí mismo, puestamente trascendentes. El film es
el de las monster movies que resultó tan casi un intento de vestir de ficción un in-
prolífico para la industria cinematográfi- genuo debate sobre las lacras de la hu-
ca americana como para la japonesa. A manidad que, para más inri, el director
él nos referiremos en el siguiente aparta- subraya con un tono solemne que, inclu-
do: antes cabe prestar atención a todos so en la época, devino risible.
aquellos títulos que afrontaron la amena- Entre los títulos en que puede rastre-
za atómica de frente, sin mediación de arse la influencia de «Five» destacan
metáfora alguna. Fueron títulos que se «The Day the World Ended» (1955) del
hacían eco del profundo sobrecogimien- maestro de la serie B Roger Corman y
to mundial ante las consecuencias de la «The World, The Flesh and the Devil»
descarga atómica lanzada sobre Japón, (1958) de Ronald MacDougall. En el
pero que también hurgaban en la idea de primer film, Corman procedió a su acos-

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--
tumbrada reducción a las necesidades de conciliación de sorprendente moder-
elementales del cine de explotación pri- nidad, con los tres vértices del triángulo
vilegiando el entretenimiento desprejui- uniéndose en transgresor abrazo de con-
ciado por encima de la voluntad de men- cordia que, según precisaron algunos
saje. A partir de la clásica novela 'La críticos de la época, demolía en un plano
nube púrpura' de M. P. Shiel, MacDou- los discutibles dogmas de la monogamia
gall construyó otro conflicto post-nucle- y la pureza racial. Ya en los 60, el infati-
ar de tesis, aquí centrado en las tensio- gable Corman aprovechó para facturar
nes interraciales: un hombre blanco (Mel un exploit de «The Worid, The Flesh
Ferrer), otro negro (Harry Belafonte) y and the Devil» con guión de Robert
una mujer (lnger Stevens) son los únicos Towne: «The Last Woman on Earth»
supervivientes del holocausto. Ella esco- (1960), película de cámara -las carencias
ge al individuo de color y estalla el con- presupuestarias obligaron al guionista
flicto: los dos hombres se enfrentarán en Towne a encarnar en pantalla al tercero
ciega lucha por su presa sentimental en en discordia- apreciada por algunos estu-
las desoladas calles de Nueva York, aun- diosos, pese a ser tan ingenuamente es-
que al final todo se resolverá con un acto quemática como «Five», madre cinema-

Al igualqueenCanarias,la horafinalllegamástardeenlasantípodas.

.
ElagentedeC.I.P.O.L.,
disfrazadodecavernícolaadolescente,
caraa caraconsupasado.

tográfica del Apocalipsis de Tesis. entre las que destacaba la vivida por un
La mirada pretendidamente más se- joven matrimonio -Anthony Perkins y
ria sobre las huellas que una catástrofe Donna Anderson- enfrentado a la necesi-
nuclear podía dejar en el espíritu huma- dad de darle una píldora letal a su hijo
no la aportó el Stanley Kramer de «La para evitarle los horrores de una muerte
hora final» (1959): con un reparto de por radiación. Todos esos personajes
lujo encabezado por Gregory Peck, Ava manejados por Kramer eran habitantes
Gardner, Anthony Perkins y Fred Astai- de Melbourne a la espera de una muerte
re, Kramer trasladó a la pantalla un segura: en el film, sólo Australia se ha
guión de John Paxton -adaptado de un librado de la catástrofe atómica, pero el
best-seller de Nevil Shute- que quizá re- ineluctable avance de una nube radioac-
sultaba demasiado tributario de la fór- tiva pone en marcha la cuenta atrás para
mula del melodrama acuñado por el clá- todos los supervivientes. El film aborda
sico «Gran Hotel» (1932) de Edmund el tema de la extinción de la raza huma-
Goulding. La catástrofe nuclear, de he- na sin afán exploit y sin ingenuidades de
cho, era sólo el telón de fondo de un mo- peso, aunque Kramer encuentra serias
saico de pequeñas tragedias privadas, dificultades a la hora de transmitir al es-

.
pectador la idea de catástrofe colectiva y Pese a no ser, propiamente, una película
prefiere moverse en distancias cortas, re- de ciencia-ficción, «El beso mortal», tí-
duciéndolo todo al engarzado de dramas tulo clave del cine negro de la época y
íntimos que jamás forman un todo so- formidable película de culto, sirvió el
brecogedor. tema sin aliño de cliché s ni lugares co-
El tema también tuvo sus lecturas munes.
heterodoxas, como «Teenage Ca"Veman» El terror atómico también tuvo en
(1958), la más insólita aportación a esa esos tempranos años sus aproximaciones
serie de pesadillas teenage que acuñara chuscas, lejano precedente de las recien-
el productor Herman Cohen: Corman, tes películas de la Troma -la saga «Class
siempre dispuesto a apropiarse y trans- of Nuk'e'm High» y similares- que ven
formar -conveniente y a menudo simpá- en el holocausto nuclear motivo de chiri-
ticamente- formatos ajenos, propone gota: el director Leslie H. Martinson -
aquí una insensata aventura con sorpresa más tarde vinculado al Batman televisi-
final, protagonizada por un cavernícola vo de los 60- estrenó en 1954 «The Ato-
adolescente (Robert Vaughn) que termi- mic Kid», comedia protagonizada por
nará descubriendo que su civilización es Mickey Rooney en el papel de un joven
más bien post-histórica que pre-históri- que, tras sobrevivir a unas pruebas nu-
ca; en suma, que su tosco habitat es re- cleares, era internado en un hospital para
sultado directo de una guerra atómica. seguir un proceso de recuperación. Todo
En «El beso mortal» (1955), Robert ello era mostrado con una ligereza tal
Aldrich convertía el letal poder de la ra- que no hacía sino subrayar la incons-
dioactividad en centro de un thriller ex- ciencia acerca de los verdaderos alcan-
traño, tenso y enfermizo que adaptaba ces del poder atómico que sufrían aún
una de las novelas de Mike Hammer, ciertas capas de la sociedad americana
personaje creado por Mickey Spillane durante aquellos maravillosos años.
que hoy sería considerado la apoteosis
de lo políticamente incorrecto: en el tex- Monstruosa granel
to original, lo codiciado por todos los
personajes era una partida de drogas, El gran momento del cine apocalípti-
pero en el film pasó a ser una misteriosa co serio -por llamado de algún modo-
caja negra que contenía material radio- vendría en los años 60, cuando el cine de
activo. Las imágenes finales del film, ciencia-ficción demostró su definitiva
con la letal caja de Pandora liberando su validez para exponer contenidos adultos,
incontrolable poder, quizá sean las que cuando no complejos juegos de ideas
más estremecedoramente han introduci- que, por fin, podían equiparse a la con-
do la pesadilla de destrucción de la era temporánea literatura del género. Duran-
nuclear en un universo cotidiano, po- te los 50, esos films apocalíptico s que
niendo un violentísimo punto y final a obviaron todo recurso metafórico fueron
toda la intriga desarrollada en el metraje. minoría y, además, no lograron disimu-
lar su simpleza de planteamientos: cuan-
titativamente fueron mucho más impor-
tantes aquellos trabajos que recurrían a
un monstruo descomunal para simboli-
zar el incontrolable poder de la energía
atómica. Por otra parte, en estas pelícu-
las de monstruos no había una diferencia
tan abismal entre pretensiones y resulta-
dos como en los títulos estudiados ante-
riormente: se trataba en su mayoría de
productos de drive-in, a veces con im-
pactantes trabajos de efectos especiales
o con notables conocimientos hacerca de
los más elementales resortes del horror.
La figura de la criatura gigantesca deve-
nida amenaza de la humanidad se con-
virtió en cliché, pero no era del todo
nueva: ya MélH:s en su corto «Un bon
lit» (1899) había mostrado a una serie de
insectos agigantados por la acción de los Un monstruo de tiempos remotos resucitado
rayos lunares amargándole el sueño a un por Ray Harryhausen.
atribulado durmiente. Un año más tarde,
un corto de la American Mutoscope «A Eugene Lourié fue un título fundacional,
Jersey Skeeter» se convertía en la prime- que sirvió de modelo a muchos imitado-
ra película norteamericana de insectos res particularmente motivados por esos 5
gigantes al documentar el enfrentamien- millones de dólares recaudados con un
to entre un desmandado mosquito y un escaso presupuesto de tan sólo 200.000
granjero borracho. En 1912, la mirada dólares. A partir de un relato de Ray
siempre hiperbólica de Winsor McCay Bradbury -de hecho, sólo utilizado como
conseguía alterar la percepción del pú- punto de partida para una escena del
blico de la época en el corto de anima- film- «El monstruo de tiempos remotos»
ción «How a Mosquito Operates», don- presentaba a un dinosaurio despertado
de una cotidiana picadura de mosquito por una explosión nuclear que, guiándo-
se convertía en espectáculo fantastique se por su ancestral instinto, emprendía el
en un preludio de los planteamientos del camino de regreso hacia su viejo hogar:
futuro documental «Microcosmos» el problema -y el principal atractivo del
(1996) de Claude Nuridsany y Marie Pe- clímax final- estaba en que ese viejo ho-
rennou. gar se había convertido nada menos que
Pero volvamos a los 50. «El mons- en la ciudad de Nueva York. Amén de
truo de tiempos remotos» (1953) de su importancia como película-molde

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Infancia,vocacióny primerasexperienciasdeYmir,unvenusinonacidoa 20millonesdemillas.

para el grueso de monster movies de los a iniciar su productiva etapa de colabo-


50 -e inspiración de las kaiju-eiga nipo- ración con el productor Charles H.
nas-, el film merece un lugar de honor Schneer. Su primera labor conjunta fue,
en la historia del cine fantástico por tra- precisamente, una suerte de inconfeso
tarse del primer trabajo en solitario del remake de «El monstruo de tiempos re-
animador y genio de los efectos especia- motos»: la película llevó por título «lt
les Ray Harryhausen, discípulo del sen- Carne from Beneath the Sea» y sustituía
sacional Willis Q'Brien de «King Kong» a la criatura antediluviana por un pulpo
(1933): Harryhausen experimentó con la gigante y a Nueva York por San Francis-
técnica de mezclar fondos reales con sus co. Los resultados volvían a ser sensa-
modelos a escala, adaptándose a un limi- cionales en el aspecto visual, aunque, se-
tado presupuesto que no le permitía usar gún la leyenda, las limitaciones econó-
esa mágica combinación de pinturas so- micas del proyecto obligaron a Harry-
bre cristal y transparencias en miniatura hausen a construir un pulpo de sólo seis
que su maestro Q'Brien había desarro- tentáculos. La colaboración entre
llado en «King Kong». Schneer y el más brillante monster-ma-
Dos años más tarde, Harryhausen iba ker de la historia del cine se extendería a

.
lo largo de una deslumbrante docena de su afortunado giro final -el monstruo
películas: antes de que terminara la dé- que devastaba Londres sólo era una cría
cada, «Earth vs. FIying Saucers» de Fred que no tardaría en ser rescatada por su
F. Sears y «20.000 Million Miles to imponente madre-, supuso un radical
Earth» (1957) de Nathan Juran fueron paso atrás en lo que al apartado de efec-
los otros frutos de la colaboración Sch- tos especiales se refería: el film de un
neer/Harryhausen. Este último título se mayor presupuesto que el resto de obras
hacía eco de ciertas influencias de la de Lourié, fue rodado en color, pero en
onda japonesa de películas de Godzilla, lugar de contar con técnicos de la talla
al servir en pantalla un severo enfrenta- de O'Brien o Harryhausen, Lourié prefi-
miento entre el monstruo de turno -una rió optar por el barato sistema del man-
criatura procedente de Venus bautizada in-a-suit, o sea, del actor en traje de
como Ymir- y un elefante: el clímax fi- goma, técnica sistemáticamente utilizada
nal con el acoso al monstruo sobre el te- en las cintas japonesas del género.
lón de fondo de algún símbolo identifi- Tan influyente como «El monstruo
cable -en este caso el Coliseo romano- de tiempos remotos» fue la sensacional
remitía directamente a la que, en el fon- «La humanidad en peligro» (1954) de
do, seguía siendo la madre de todas estas Gordon Douglas, basada en un trata-
películas, «King Kong». miento de guión de George Worthing
Eugene Lourie, después de su decisi- Yates, hombre en cuyo currículum irían
va colaboración con Harryhausen, tam- a figurar títulos como «It Came from
bién convirtió el tema de los colosales Beneath the Sea» y «Earth vs. Flying
monstruos despertado s a destiempo en Saucers». Antes de materializarse como
recurrente elemento de su filmografía: la incombustible joya de la serie B inte-
después de «The Colossus of New ligente que fue, su director pensó en
York» (1958) -cinta representativa de un convertida en vehículo para ellucimien-
subgénero de los 50 de breve vida: las to del tándem de humoristas formado
aventuras con niño y robot- Lourié repe- por Dean Martin y Jerry Lewis. El mag-
tiría su propio esquema en «Behemoth, nate del estudio, Jack Warner, opinaba,
the Sea Monster» (1959). Un dinosaurio por otra parte, que se trataba de un mate-
aterroriza Londres en un calco narrativo rial más apropiado para un estudio mo-
de «El monstruo de tiempos remotos» desto como la Republic antes que para la
que sólo presenta un aspecto de interés Warner: su olfato le engañaba, porque el
para los entusiastas del género: esta vez film acabó convirtiéndose en el film más
la fabricación de la bestia fue, para ce- taquillero del año dentro del rico catálo-
rrar el ciclo, responsabilidad dellegen- go del estudio. No obstante, cuando el
dario Willis O'Brien. Con todo, Lourié proyecto decidió ponerse en marcha en
no tocaría fondo en el terreno de las la forma que el público pudo conocer, el
monster movies hasta la década siguien- estudio decidió ensayar una estrategia
te, con ese «Gorgo» (1961) que, pese a publicitaria a la que aún hoy recurren al-

.
Lopeordelascomidascampestres:
lashormigas.

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gunas grandes súper-producciones del nold con la modélica «El increíble hom-
género: mantener en estrictísimo secreto bre menguante», a veces la criatura de
-casi en régimen de secreto militar- el estas monster movies podía dejar de ser
rodaje y la preparación del film, y lan- el antagonista, para convertirse en el
zarlo publicitariamente con una campa- protagonista, en el sujeto de la acción:
ña en la que resulte más importante lo «La mosca» (1958) de Kurt Neumann
que se oculta que lo que se muestra. -director de otras señaladas obras del
«La humanidad en peligro» acuñó el género en la década como «Rocketship
formato narrativo que luego aprovecha- XM» (1950) Y «Kronos» (1957)- es,
rían títulos como «Tarantula!» de Jack junto al film de Amold, la obra que pe-
Amold, «The Deadly Mantis» (1957) de netró con mayor lucidez en estas posibi-
Nathan Juran o «The Black Scorpion» lidades del subgénero. A partir de un re-
(1959) de Edward Ludwig: con un seco lato de George Langelaan, James Cla-
realismo que dotaba a sus imágenes de vell -futuro autor del imbatible best-se-
un aire casi documental, Gordon Dou- ller «Shogun»- escribió el guión
glas centró en un funcional desierto esta poniendo el acento en el drama humano
dinámica y estremecedora aventura en la del sujeto de una violentísima muta-
que unas pruebas atómicas realizadas ción. La inesperada intromisión de una
por el gobierno habían propiciado el na- mosca común en el experimento con un
cimiento de una raza de hormigas gigan- transmisor de materia desarrollado por
tes. Ralph Ayers, responsable del aparta- un científico desembocará en la confu-
do de efectos especiales, solucionó el di- sión molecular entre hombre e insecto:
fícil reto planteado por el guión sin ne- el protagonista saldrá de la dolorosa ex-
cesidad de recurrir a los modelos a periencia con cabeza y ala de mosca; el
escala de un Harryhausen: se construye- insecto habrá adquirido en el desafortu-
ron una hormiga entera a tamaño natural nado proceso la cabeza y el brazo del
y una cabeza confeccionada con todo humano... La posibilidad de repetir el
detalle. Esta cabeza era montada sobre experimento en proceso inverso apare-
una grúa para los primeros planos, al cerá como única vía de salvación, aun-
tiempo que un sistema de palancas ser- que el film contará con uno de los fina-
vía para mover las patas y las antenas de les más desoladores del cine norteame-
la primera hormiga. Aunque esta solu- ricano de la época: el científico (Al He-
ción visual se revele hoy ingenua, su uti- dison) convencerá a su mujer de que lo
lización en el film no chirría en momen- mate aplastando su cabeza en una pren-
to alguno y abrió el camino a esa pro- sa; la mosca quedará atrapada en una
ductiva interrelación de modelos a esca- tela de araña para ser, segundos des-
la y monstruos a tamaño real practicada pués, exterminada de una pedrada por
hoy con singular precisión por los más un agente de policía.
acreditados profesionales de los f/x. Si Neumann contrató a Clavell fue
Como ya había demostrado Jack Ar- con el firme propósito de dotar de rea-

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Oh,papá,pobrepapá,la arañasete va a merendary a mímedatantapena...

lismo y verosimilitud dramática a los film que David Cronenberg consideraba,


diálogos. Los actores, por otra parte, re- en unas declaraciones a propósito de su
cibieron tajantes instrucciones por parte modélico remake, como un film inusual-
de Neumann de encarnar a sus persona- mente educado y aséptico en u~a época
jes con la misma convicción que impri- en la que predominaba el alarmismo de
mirían si estuviesen trabajando en un brocha gorda. En su versión de 1986,
drama realista. De ahí, pues, ese inusual Cronenberg llevaría la propuesta origi-
tono circunspecto que tiene «La mosca», nal mucho más lejos elevándola al rango

.
de espléndida metáfora sobre los proce- tribuirla y se convirtió en inesperado y
sos de decadencia física que afectan a sorprende éxito de taquilla. Aquí el
todo ser humano y, a la vez, convirtién- monstruo era una masa gelatinosa, lle-
dola en heterodoxo canto a la perviven- gada a la Tierra a lomos de un meteori-
cia del amor frente al horror. Con todo, to, que crecía espectacularmente a medi-
el film original consigue que esas vibra- da que se zampaba a los habitantes de
ciones del alma humana que quiso cap- un pequeño pueblo americano: quizás el
tar Neumann para perturbar a las plateas secreto del producto fue el aire decidi-
de la época sigan percibiéndose con inu- damente teenager que se imprimió al
sitada fuerza. conjunto, colocando a los adolescentes
«La mosca» es un notable clásico en el centro de la trama, primero como
menor del género, obra situada en las testigos privilegiados de la irrupción de
antípodas de esas populares «El gigante lo monstruoso en su apacible habitat y,
ataca» (1957) y su secuela «War of the finalmente, como héroes capaces de re-
Colossal Beast» (1958) del fecundo Bert peler la amenaza. Burt Bacharach y Hal
1. Gordon, en las que el protagonista David escribieron un curioso calipso
-una vez afectado por la radiación ató-
mica- se convertía en monstruo gigan-
tesco sin brizna de humanidad. La popu-
laridad de «La mosca» -rodada en scope
y a color, lo que le daba aspecto de pro-
ducción cara pese a ser una honesta serie
B- hizo que el film tuviese dos secuelas:
«Return of the FIy» (1959) de Edward
L. Bernds y «Curse of the FIy» (1965)
de Don Sharp, cada una de menor inte-
rés que la anterior, como ya iba siendo
habitual en la relación modelo-secuela.
Entre los otros títulos si no clásicos,
cuanto menos reseñables en el apartado
de monster movies americanas destaca,
por ejemplo, la inenarrable «The Blob»
(1958) de Irvin S. Yeaworthjr. -home-
najeda por el John Landis de «El mons-
truo de las bananas» (1971)- producida
por una pequeñísima compañía indepen-
diente de Chester Springs (Pennsylva-
nia), rodada en sólo tres semanas y ela-
borada con un mísero presupuesto de Momentos estelares de la Historia: llega a la
240.000 dólares: Paramount decidió dis- Tierra el primer cargamento de blandiblup.

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ecos precursores de «Alien, el octavo
pasajero» (1979)-, «The Giant Gila
Monster» (1959) Y «The Killer Shrews»
(1959), ambas de Ray Kellogg, «Lost
Continent» (1951) de Samuel Newfield,
«Attack of the 50 Foot Woman» (1958)
de Nathan Juran, las funcionales y a me-
nudo irresistiblemente insolentes pro-
ducciones de Corman «The Beast with a
Million Eyes» (1956), «Monster From
the Ocean Floor» (1954), «Attack of the
Crab Monsters» (1956) o «It Conquered
the World» (1956), y las abundantes pe-
lículas que escogieron como monstruo al
Abominable Hombre de las Nieves, el
y eti, -«Man Beast» (1956) de Jerry
Warner, «The Snow Creature» (1954) de
W. Lee Wilder y la británica «The Abo-
minable Snowman» (1957) de V al
Guest- certifican la buena salud comer-
cial de esta dirección temática del géne-
Elhiperdesarrolloprovocadoporlasvitaminas ro, dirección que iba a encontrar una
atómicassegúnBert1.Gordon. inaudita -y sorprendente- respuesta en la
industria cinematográfica del Japón.
para los títulos de crédito que, interpre-
tado por la formación de circunstancias Fantasíaskamikazes
The Five Blobs, escaló puestos en las
listas de éxitos americanas e imprimió, Con <<Japónbajo el terror del mons-
involuntariamente, al film un aire pre- truo» (1954), el cine japonés fundó el
camp que influyó sin duda sobre paro- sub género de las kaiju eiga, equivalente
dias pos~eriores como «Attack of the Ki- nipón de las monster movies que prolife-
ller Tomatoes» (1978) de John de Bello. raban en Estados Unidos: dirigida por
Títulos como «The Monster That Inoshiro Honda -nombre clave del cine
Challenged the World» (1958) del espe- fantástico japonés más popular-, «Japón
cialista en westerns Arnold Lawen, «It! bajo el terror del monstruo» intentaba
The Terror from Beyond Space» (1958) repetir el molde narrativo de «El mons-
de Edward L. Cahn -guionizada por el truo de tiempos remotos», al tiempo que
escritor del género Jerome Bixby a partir servía de carta de presentación para la
del relato «The Black Destroyer» de E. criatura más popular en la mitología mu-
A. V ogt Y en la que pueden detectarse tante del género, Godzilla, bestia antedi-

.
luviana despertada por la radioactividad aliado: el monstruo abandonaba su con-
que el técnico de efectos especiales Eiji dición de metáfora de la pesadilla nucle-
Tsuburaya concibió partiendo de ese ti- ar para erigirse en símbolo del imbatido
ranosaurio contra el que combatía King poder económico de esta nación resurgi-
Kong en el clásico de Ernest B. Schoed- da de sus cenizas.
sack y Merian C. Coopero La convencio- Basado en una historia original de
nes narrativas del género convertirían a Shigeru Kayama, el guión de «Japón
Godzilla en un colosal ser de 400 pies de bajo el terror del monstruo» contenía to-
altura, aunque en realidad se trataba de das las constantes que el reiterado uso en
Tomoguki Tanaka, el mismísimo pro- secuelas oficiales o espúreas convertiría
ductor del film, embutido en un poco en lugares comunes: al contrario que en
convincente traje de caucho: frente a la sus homólogas americanas, estas pelícu-
laboriosidad de los efectos especiales de las colocaban en primerísimo plano al
las mejores monster movies americanas - monstruo, convirtiéndolo en protagonis-
especialmente, las que llevaban la firma ta total y absoluto de la función, enfren-
de Ray Harryhausen en su apartado téc- tado a una ciudadanía que en casi ningún
nico- las kaiju eiga optaban por el tosco momento era vista como suma de indivi-
y artes anal procedimiento de utilizar a dualidades, sino como víctima masiva y
actores disfrazados de monstruo destro- despersonalizada. En muy raras ocasio-
zando frágiles maquetas de Tokio. nes una historia romántica entre los hé-
La película iba a instituir las cons- roes humanos servía para aliviar ese
tantes de un género que repetiría sus cli- tono predominante de violencia fría e
chés hasta la saciedad, aunque en su impersonal. Esa gelidez y esa carencia
evolución pueda apreciarse un radical de humanidad y dramas individuales que
cambio en el punto de vista y una osten- contrarrestasen el aire apocalíptico de
sible decantación hacia lo humorístico las andanzas del monstruo tenía también
en sus últimos años de existencia: God- su lado de poco comprometedora asep-
zilla -y cualquiera de los otros mons- sia: al contrario que en las películas
truos fundacionales de las kaiju eiga- americanas, en ningún momento apare-
nació como encarnación de la profunda cían detalladas escenas de crueldad y los
herida nacional provocada por la catás- hábitos alimenticios de la criatura eran
trofe atómica de Hiroshima y Nagasaki. elegantemente obviados. Lo que impor-
Godzilla era, en suma, el coágulo del te- taba era mostrar ese apocalipsis coral
rror nacional provocado por esa destruc- -nacional- eludiendo cualquier alusión a
ción total y pavorosa que los japoneses muertes individuales y víctimas con
habían conocido de manera tan directa. nombres y apellido. Honda marcó la
Con todo, al ritmo de la veloz recupera- pauta de los monstruos venideros inclu-
ción económica de Japón, Godzilla fue so en sus aspectos más superficiales: to-
variando de carácter, dejando de ser el dos iban a ser machos, anfibios y de
azote de Tokio para convertirse en su aliento letal -fuego en el caso de Godzi-

.
lla, hielo en el de Baragon y láser y lí- por una explosión atómica y que, como
quido apagafuegos en los de Ghidorah y el patrón de «El monstruo de tiempos re-
Gaos, respectivamente-o Mosura -nacida motos» hacía inevitable, decidía encami-
en el film «Mosura» (1961)- sería la ex- nar sus pasos hacia Tokio con intencio-
cepción que confirmaría la regla, al tra- nes más que aviesas. Esta vez, el ejército
tarse de un monstruo hembra capaz de nipón lograba sacárselo de encima des-
volar representado en pantalla no con la pojando de oxígeno su habitat marino:
primaria técnica del man-in-a-suit, sino con todo, el monstruo estaba todavía
como complejo ingenio accionada por muy lejos de desaparecer del mapa cine-
alambres, un sofisticadísimo títere mu- matográfico, pues protagonizaría nada
tante de psicodélico cromatismo. menos que 15 películas oficiales, antes
Takashi Shimura, histórico actor ja- de ser resucitado de nuevo mediados los
ponés que había trabajado a las órdenes 80 para aparecer en desangeladas aven-
de Akira Kurosawa, era el débil contra- turas que, con la ayuda de remozados
punto humano a esta historia dominada efectos especiales, intentaban en vano
con antediluviano poderío por Godzilla, recuperar la magia del original. La in-
bestia despertada de su ancestral letargo dustria de Hollywood planea un nuevo
remake de sus tribulaciones mutantes
para los 90 -dirigido por el Roland Em-
merich de "Independence Day" -, confir-
mando la calidad mítica de este mons-
truo bastardo que, pese a derivar de ins-
piraciones de segunda mano, logró ha-
cerse con su único e indiscutible lugar
en el sol del cine fantástico.
El productor norteamericano Joseph
E. Levine compró «Japón bajo el terror
del monstruo» e insertó en su metraje es-
cenas rodadas en Estados Unidos prota-
gonizadas por el actor Raymond Burr y
dirigidas por Terry Morse: superando en
17 minutos el metraje original de Honda,
esta versión al gusto americano de «Ja-
pón bajo el terror del monstruo» estrena-
da en 1956 encontró entre los teenagers
que frecuentaban los autocines una res-
puesta entusiasta, inaugurando así un
sistema de distribución y americaniza-
UnGodzillasin identidadnacional,porobray ción del producto nipón que sería habi-
graciadelospublicistasnorteamericanos. tual en los años venideros hasta que en

.
1959, con «Uchu Daisenso», la industria competidora de la Toho en el mercado
del Sol Naciente ya fue capaz de facturar del cine popular japonés, estrenó la am-
por sí misma dobles versiones. biciosa «Asalto a la Tierra» de Koji Shi-
Dirigida por Motoyoshi Oda, «El rey ma, basada en una novela de Gentaro
de los monstruos» (1955) sería la segun- Nakajima. Considerada como uno de los
da aventura cinematográfica de Godzi- primeros esfuerzos por obtener una pelí-
lla: el monstruo sufrí aquí un leve cam- cula de ciencia-ficción verdaderamente
bio de nombre -Gigantis- y forma, aun- seria en Japón, «Asalto a la Tierra» do-
que en la década siguiente se volvería a cumentaba la llegada a nuestro planeta
los cánones originales de la mano otra de unos surreales monstruos -con forma
vez del imprescindible Honda. A partir de gigantescas estrellas de mar con un
de una historia de Shigeru Kayama, el ojo en su centro- procedentes del planeta
film presentaba a Godzilla luchando con Paira. El propósito de las criaturas dista-
otro monstruo -Angorus- al principio del ba, no obstante, de ser belicoso: mez-
metraje para, una vez dirimida la lucha clando ideas de «Ultimátum a la Tierra»
en favor del indiscutible protagonista, y «Cuando los mundos chocall», el film
volver a mostrar las catárticas escenas presentaba al líder extraterrestre, Ginko,
de la destrucción de Tokio. Una avalan- pidiendo a la humanidad que cesara en
cha de nieve era lo que dejaba fuera de su uso de armas nucleares y uniese es-
combate a la bestia en este film que con- fuerzos con la expedición pairiana para
tó en 1959 con versión americana produ- desviar de su ruta a un planeta que pron-
cida por Paul Schreibman con escenas to iba a entrar en colisión con la Tierra.
adicionales de Hugo Grimaldi. El fraca- Al año siguiente, un Inoshiro Honda
so en taquilla del film hizo que Toho -la sin duda impresionado por los logros de
productora líder en el terreno de las kai- Koji Shima decidió apartarse de las kai-
ju eiga- volviera a reclamar a Honda ju eiga para rodar «Chikyu Boeigun»
para una nueva película de monstruos (1957), conocida en el mercado anglosa-
que permitiese remontar el bache: surgió jón con el título de «The Mysterians».
así «Rodan» (1956), primera kaiju eiga Con su equipo habitual de la Toho -Haji-
rodada en Eastmancolor y, por tanto, me Kozime como director de fotografía
norte estético de los posteriores -y cada y Eiji Tsuburaya como insustituible téc-
vez más lisérgicamente coloristas- títu- nico de efectos especiales-, Honda opta-
los del subgénero. Aquí el monstruo era ba por un tono más paranoico -y, en con-
un pterodáctilo capaz de volar a veloci- secuencia, más acorde con el signo de
dades supersónicas, provocando ondas los tiempos- que el utilizado por Shima:
de choque parejas a las de una explosión sus extraterrestres, los mysterians, pro-
atómica. El único cambio de la versión cedían de un planeta devastado por una
americana al vigoroso original fue la voz catástrofe nuclear y llegaban a la Tierra
en off del actor David Duncan. en compañía del mortífero robot-pájaro
También en 1956, la Daiei, firme Mogella con el fin de raptar mujeres. El

1)
ElShinkansen
(trenbala)japonésfue creadoparaescaparalasfaucesdeGodzilla.

film, vigoroso y hoy dotado de incues- sentaba a un nuevo miembro en esa fa-
tionable encanto kitsch, pasó a la histo- milia de dragones mutantes del cine ja-
ria del fantástico japonés como título ponés destinada a ser numerosa: Varan,
pionero de una modalidad de space-ope- un ser reptiliano despertado por los ex-
ra típicamente nipona que conocería su perimentos -orientados a cambiar el
edad de oro en los años 70 merced al agua salada por agua potable- a que es
éxito de espectaculares series de televi- sometido el lago en el que reposa desde
sión: en estas space-operas de los 70 el tiempos inmemoriales. Tras el despertar,
subtema del peligro nuclear era sustitui- vendría el inevitable camino a Tokio con
do por el de la polución y sus peores ansias destructoras al que esta vez pon-
consecuencias, al tiempo que el viejo es- drían punto y final las armas químicas
quema de las kaiju eiga entraba en afor- utilizadas por el ejército. Manipulando
tunada hibridación narrativa con sus de manera más ostensible que de cos-
nada rígidos postulados. Según recogen tumbre el metraje original, el productor
fiables testimonios, George Lucas en- Jerry A. Baertwitz estrenó la versión
contró la inspiración para su decisiva americana en 1961. «Daikaiju Baran» no
«La guerra de las galaxias» en estas hi- pasaba de ser un producto rutinario, pero
jas setenteras de «Chikyu Boeigun». Honda -que no retornaría el formato de
Honda volvería a las kaiju eiga en las kaiju eiga hasta la década siguiente-
«Daikaiju Baran» (1958), film que pre- aún tenía bastantes cosas que demostrar

.
en sus otras dos películas de los 50: el control creativo del producto, al tiem-
«Bijo to Ekitai Ningen» (1958), conoci- po que penetraba de una manera más di-
da en los Estados Unidos como «The recta en el mercado internacional con to-
H-Man», y «Uchu Daisenso» (1959). La das las considerables ventajas económi-
primera, basada en una idea de Hideo cas que ello suponía.
Kaijo, algo semejante a la de la coetánea El cine de ciencia-ficción japonés de
«The Blob», elaboraba un imposible re- los 50 tampoco olvidó sacar partido de
lato de regusto folletinesco en el que un una figura tan inequívocamente america-
líquido radioactivo capaz de transformar na como la del superhéroe: en los Esta-
a sus víctimas en masas gelatinosas cau- dos Unidos la década de la paranoia no
saba estragos en el submundo del narco- fue la más propicia para los justicieros
tráfico nipón. Si bien el film abundaba de la democracia -aunque el, en aparien-
en implausibilidades narrativas, Honda cia, incombustible Supermán tuvo dos
hacía gala de una mirada alucinatoria de títulos en cartel: «Atom Man vs. Super-
rotundo poderío jantastique. «Uchu Dai- maD» (1950) y «Superman and the Mole
senso», por su parte, era la segunda spa- Men» (1951)-, pero en Japón algunos ci-
ce-opera que el director volvía a rodar neastas canibalizaron la figura del super-
con su equipo habitual: una historia de héroe en productos de consumo de rela-
tintes apocalípticos, situada en un futuro tivo interés pero enorme popularidad. En
cercano -1965-, en la que una serie de 1956 comenzaba con «Kotetsu No Kyo-
catástrofes provocadas por una inteli- jin» la serie, integrada por once entre-
gencia extraterrestre asolaban la Tierra. gas, de las aventuras de Supergiant, ver-
El incendio de Nueva
York, una Venecia en
dique seco y la des-
trucción del Golden
Gate por parte de un
torpedo espacial eran
algunos de los high-
lights de la función
que culminaba en un
reñido combate ga-
láctico entre dos na-
ves terrestres y el
enemigo. La versión
americana de «Uchu
Daisenso» fue factu-
rada ya por la propia
industria japonesa, Gigantis/Godzilla
seenfrentaa unproblemamuyespinoso:Angurus.
que así se aseguraba

.
bastante explotada en los 60 por el joven
cine de ciencia-ficción italiano. Persona-
jes como Máscara de Calavera, Máscara
de Luz de Luna, Planet Prince o Phan-
tom Mission pasaban de una situación
extrema a otra con un desparpajo que
sólo tenía parangón en el de los realiza-
dores, ajenos a todo sentimiento de ver-
güenza ante los delirios embutidos en
hora y media de metraje.

Martillazosde genio

En Gran Bretaña, junto a la aparición


de algunos títulos que intentaban mime-
tizar los logros de la serie B norteameri-
cana -«Satellite in the Sky» (1956) de
Paul Dickson, «Timeslip» (1956) de
Unaardillavoladorapocosociable: Ken Hughes, «Fire Maidens from Outer
DaikaijuBaran(1958) Space»(l956) de Cy Roth, «The Gamma
People» (1956) de John Gilling, «Fiend
sión de ojos rasgados de Supermán: de Without a Face» (1957) de Arthur Crab-
tono desbocadamente fantasioso, el se- tree, «The Trollenberg Terror» (1958)
rial mostrabael pétreo e invulnerable hé- de Quentin Lawrence- con más buena
roe -interpretado con mayestática inex- voluntad que carisma, tuvo lugar durante
presividad por Ken Utsui- combatiendo la década de los 50 la providencial de-
con extraterrestresde planetasposibles e cantación hacia el fantástico de una pe-
imposibles, con los platillos volantes, queña productora que iba a marcar un
cohetes nucleares, rayos mortíferos, sa- punto de inflexión en la historia del gé-
télites y armas extravagantescomo recu- nero, la Hammer Films. Fundada a fina-
rrentes piezas de atrezzo. Los niños eran les de los 40 por Will Hinds -para la his-
otra presencia habitual, siempre en el pa- toria, Will Hammer- y Enrique Carreras,
pel de aliados del superhombre. la productora alternó en un principio
«Gekko Kamen» (1958) de Tsuneo musicales, comedias y thrillers, hasta
Kobayashi y «Yusei Oji» (1959) de Eiji- que el sonado éxito de «El experimento
ro Wakabayashi fueron otros de los títu- del doctor Quatermass» (1955) de Val
los que se aproximaron a la figura del Guest, adaptación de una popular serie
superhéroe con un desprejuiciado aire televisiva creada por el guionista Nigel
que hermanaba espíritu folletinesco y es- Kneale, animó a sus responsables a re-
tética de comic, en una línea que sería plantear los intereses temáticos de la

.
empresa. A partir, pues, de la mitad de el que Quatermass acababa con la ame-
los 50, la Hammer se convertiría en pro- naza alienígena en el marco de la cate-
ductora especializada en cine fantástico: dral de Westminster, figura con todos
a «El experimento del doctor Quater- los honores en la galería de grandes mo-
mass» seguiría una secuela confesa mentos del cine fantástico. Con todo, en
«Quatermass 11»(1957) Yuna imitación «Quatermass 11», también de Val Guest,
inconfesa, «x the Unknown» (1956), al la industria británica obtuvo su primera
tiempo que se empezaba a negociar con obra maestra de la ciencia-ficción, mer-
la adquisición de los derechos cinemato- ced a una absorbente intriga conspirato-
gráficos de Frankenstein, monstruo ex ria con ecos de «La invasión de los la-
Universal que inauguraría el imprescin- drones de cuerpos» que implicaba al go-
dible ciclo de películas de horror de la bierno y a los altos mandos de Scotland
Hammer. Por supuesto, el drama de épo- Yard en una invasión sutil extraterrestre
ca que, en el plan de previsiones de la sugerida -más que plasmada- con estili-
productora, debía ponerse en marcha zada economía de medios. Bajando unos
tras «El experimento del doctor Quater- cuantos peldaños en inspiración, Roy
mass» -«King Charles and the Roundhe- Ward Baker dirigiría una tercera entrega
ads»- quedó aparcado hasta
una mejor ocasión que nunca
llegó.
Magistralmente interpre-
tado por Brian Donlevy, el
doctor Quatermass se convir-
tió en uno de los héroes más
heterodoxos de los 50, un
personaje duro, frío, severo y
con una inquebrantable con-
fianza en la ciencia que en
sus incursiones fílmicas re-
sultaba más distante y antipá-
tico que en su existencia tele-
visiva, para desespero de su
creador Nigel Kneale. En «El
experimento del doctor Qua-
termass», un astronauta re-
gresaba de una misión con-
vertido en portador de un le-
tal hongo extraterrestre que
acabaría convirtiéndole en un FiendWithoutA Face:Delo quese comesecría.
monstruo: el clímax final, en

.
dad del guión de Jimmy Sangster y la
meticulosa puesta en escena del esteta
Fisher se conjugaban en un trabajo sen-
cillamente perfecto que iba a tener pro-
vechosa continuidad. El director se atre-
vió con otra rigurosa disección de un
viejo mito del cine de horror, «Drácula»
(1957), y, meses después, se embarcó en
la primera secuela de «La maldición de
Frankenstein», donde el personaje del
barón -soberbiamente encarnado por Pe-
ter Cushing- adquiría perfiles más huma-
nos: «The Revenge Of Frankenstein»
(1958).

Mezcal-sciencey spaghetti-fiction

No puede ponerse punto y final a


Audrey 11recién llegada del espaciotras el este recorrido a través de una de las dé-
experimentodel doctor Quatermass. cadas más prolíficas y fascinantes para
el cine de ciencia-ficción sin levantar
de las aventuras del doctor Quatermass, acta de los singulares nacimientos en
«¿Qué sucedió entonces?» (1967), obte- México e Italia de idiosincráticas moda-
niendo, no obstante, algunas de las imá- lidades de ese mismo género. Al director
genes apocalípticas más arrebatadoras Chano Urueta le corresponde el no esca-
en la historia del género. so mérito de ser el padre de ese género
Pero el logro más decisivo para el fu- fantástico mexicano -desordenada mez-
turo estético de la Hammer fue el obteni- cla de terror, ciencia-ficción, erotismo,
do por «La maldición de Frankenstein» viejas leyendas y mitología basura- que
(1957) de Terence Fisher: discutidísima iba a dominar la cinematografía azteca a
en su momento por lo que se consideró lo largo de los 60 y los 70: en «El hom-
malsana complacencia en las escenas bre resucitado» (1953), el viejo tema de
sangrientas -en realidad, influencias muy Frankenstein era sometido a una curiosa
bien asumidas del viejo Gran Guignol inversión de roles -con la figura del doc-
francés-, la película proponía una intere- tor convertida en más monstruosa que el
sante relectura del original de Mary W. monstruo propiamente dicho- y aliñado
Shelley, centrándose en la oscura figura con abundantes gotas de perversa sen-
del barón Frankenstein, científico amo- sualidad. A ese título seguirían muchos
ral e implacable con la transgresión otros, mero preludio de la avalancha que
como único principio rector. La densi- tendría lugar en los 60: «Los platillos

.
Delpuzzlecinematográficodelos50surgiríaenla décadasiguiente,unacriaturatan
llenadevidaficticiacomoel puzzlehumanodeldoctorFrankenstein.

voladores» (1955) Y «El castillo de los de fotografía, Heusch narraba con no ex-
monstruos» (1958) de Julián Soler, «El cesivo ímpetu visual una fantasía apoca-
monstruo de la montaña Hueca» (1956) líptica, en la que el lanzamiento de un
de Edward Nassour, «El robot humano» cohete desde la Tierra provocaba una
(1957) de Rafael Portillo, «El hombre lluvia de asteroides de catastróficas con-
que logró ser invisible» (1958) de Alfre- secuencias. Al año siguiente, Riccardo
do B. Crevenna, «La nave de los mons- Freda estrenaba la co-producción italo-
truos» (1959) de Rogelio A. González... americana «Caltiki, Il Mostro Immorta-
Con «La Morte Viene Dalla Spazio» le» (1959) -con Mario Bava como direc-
(1958), Paulo Heusch fundó en Italia tor de fotografía y co-director no acredi-
una línea de cine fantástico que pronto tado-, una monster movie algo rutinaria
adquiriría sus formulaciones propias y que preludiaba, no obstante, algunas de
alejadas del mero mimetismo: con el fu- las excelencias que traerían consigo las
turo maestro Mario Bava como director spaghetti-fantasías de los 60.

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