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José.
La relación con Cristo es siempre más fácil para una mujer. Para el varón
Jesús es el compañero, el amigo, el hermano, etc., pero para la mujer es
el amigo, el novio, el esposo amado y así las connotaciones afectivas
pueden ser más hondas y vivénciales, para confirmar lo anterior basta que
ver que las mujeres en la Iglesia son las maestras del amor místico.
JESUS.
Siéntate aquí a mi lado Alma, vén, conversemos;
Nos hemos desposado y en mi abrasado pecho
También te traigo de mi boquita el beso.
Dime ahora,
¿Me quieres así como yo te quiero?
¡Ay no me dejes nunca! ni por el mundo entero!
EL ALMA.
¡Ah! Mi Jesús amado, ya no tendré
otro dueño, y en agradarte a ti
pondré todo mi empeño.
En San José, como el que hace en la tierra las veces del Padre del Cielo,
descubre Madre Clara la figura masculina en su dimensión paterna, y se
acoge a él como al padre que le hizo falta en la tierra y deposita en él
toda la confianza filial que podría haber depositado en su padre Daniel
Quirós y me atrevo a sospechar que recibió de él toda la ternura, la
seguridad, la capacidad de gobernar la propia vida, que es la función del
padre en la familia humana.
[1] Quizás deberíamos consultar el no menos curioso libro en tres grandes volúmenes del
Padre Arturo Rodríguez sobre la Poesía de Madre Clarita. Admirable obra de este sacerdote
carmelita que dedicó mucho tiempo a buscar las fuentes, el significado gramatical y sintáctico,
así como la simbología de las 16 poesías escritas por Madre Clara María.
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