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En memoria de:
Nuestras madres en la fe...
Catalina y Teresa
Tantas mujeres que han dejado y dejarán huellas en nuestras vidas...

Antonieta Potente, OP
Giselle Gómez, STJ

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SIGLAS
DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SANTA TERESA DE JESÚS

Texto revisado y anotado por Fray Tomás de la Cruz Álvarez OCD, 6a. edición, Editorial Monte
Carmelo, Burgos 1990

V Libro de la Vida
C Camino de Perfección
M Moradas o Castillo Interior
F Fundaciones
Rel. Relaciones
Ex. Exclamaciones
Constituciones
Poemas

Cartas
Texto revisado y anotado por Fray Tomás de la Cruz Álvarez OCD, 4a. Edición, Editorial Monte
Carmelo, Burgos 1997

Las citas bíblicas están tomadas de la Biblia de Jerusalén Latinoamericana, Descleé de Brouwer,
Bilbao 2001

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PRESENTACIÓN

Escribiendo nuestra osadía y nuestros sueños

Este pequeño ensayo sobre los votos nace entrelazando voces, historias, vidas hechas
de culturas, paisajes, tierras, mares, lagos, volcanes, cordilleras, árboles... comida, canciones,
poesías y carismas diferentes. Todo eso está en nosotras, dos mujeres que ya desde tiempo
caminan acompañadas por una profunda pasión, que nos hizo inquietas y en búsqueda. En esta
búsqueda nos encontramos con una vocación de vivir......en una perfecta sintonía para amar. Este
libro nace de nosotras, cada una puso su sueño cultivado desde su historia, dejando espacio a la
historia de la otra.

Cada reflexión manifiesta nuestras inquietudes: es un esbozo, un dibujo, donde trazamos


tímidas líneas para que otras y otros tracen las suyas. Hemos recogido ideas, anhelos y deseos,
ilusiones y desilusiones, momentos de entusiasmo y de cansancio también. Son horas
compartidas con otras mujeres en la vida y en talleres. Escritos intercambiados desde lejos,
apuntes tomados caminando o sentadas a la computadora. Son horas diurnas y nocturnas. Son
sobre todo sueños de vida en abundancia, de humanidad reconciliada, de comunión y encuentro.

Cuando vislumbramos escribir juntas entrelazando ideas y sentimientos, estábamos en


una tierra que para una de nosotras es más familiar, es el espacio donde se gestan los sueños y
donde toma vida lo cotidiano. Para la otra es sólo contemplada en un misterioso asombro:
Nicaragua. Esta tierra de poetas, amantes y soñadoras(es) nos devolvió una profunda osadía y
nos dio la posibilidad de dar voz a lo que teníamos adentro. Nos ayudaron los volcanes, los
mares, los lagos, las ceibas, el viento... y otras mujeres que por algunos días compartieron la
reflexión con nosotras. A una de las dos, ayudó también la nostalgia de Bolivia, vida cotidiana,
otra tierra, otras personas e historia que como eco nos permitían dar cuerpo a pensamientos e
ideas.

Por eso el texto está atravesado por poesías y canciones, por la Sabiduría que Dios ha
dejado gratuitamente en nuestras tierras con su Palabra que toca, hace florecer y transforma las
cosas. Como una invitación para que nuestros ojos vean lo que los oídos escuchan y nuestros
oídos escuchen lo que los ojos han contemplado, y así continuar caminando.

Desde esta tierra, recogimos también otra voz, la de una mujer que a las dos nos fascina.
Buscamos y escuchamos la voz de Teresa de Ávila, porque las mujeres que por unos días
compartieron con nosotras han sido talladas en su roca y excavadas en la cavidad de su pozo, en
su mismo carisma (Cfr. Is 51, 1b), al igual que una de nosotras dos.

Recogimos pacientemente todo esto y nos animamos a compartirlo con otras y otros que
sienten las mismas inquietudes. Queremos humildemente ofrecerlo a todas(os), porque estamos
convencidas de que todo el mundo busca vivir otra historia, incluso cuando dan otros nombres a
sus inquietudes y dibujan otros sueños.

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El texto no tiene una verdadera conclusión porque queremos seguir buscando, y nos
gustaría que otras y otros hicieran lo mismo. Nosotras podemos sólo decir que es lindo escribir
entrelazando vidas e ideas. Como un ensayo de lo que pensamos debería ser la vida, de cómo la
soñamos nosotras, de cómo soñamos el mundo, las iglesias, las congregaciones religiosas y las
personas: capaces de unir las voces, los sueños, las historias, los espacios, los tiempos... y así
tener la osadía de vivir otra vida.

La trama que tejemos

“El día de sábado salimos fuera de la puerta, a la orilla de un río, donde suponíamos que habría
un lugar de oración. Nos sentamos y empezamos a hablar a las mujeres que habían concurrido.
Una de ellas llamada Lidia, vendedora de púrpura, natural de la ciudad de Tiatira, y que adoraba
a Dios, nos escuchaba. El Señor le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de
Pablo.” (He 16, 13 – 14)

Esta trama de ideas la tejemos dos mujeres, las dos compartiendo la vida, desde hace
años, con otras mujeres y también con muchos hombres que recorren los mismos hilos del tejido
de la búsqueda. Así nos encontramos alrededor de este texto del libro de los Hechos de los
Apóstoles. Un texto muy femenino, no por su autor sino por sus protagonistas, llenas de
iniciativas de amor. Estas mujeres, no sólo acogen lo que Pablo anuncia sino que se hacen
partícipes “a la orilla de un río”. Pablo imaginaba que allí iba a encontrar al pueblo, y sin embargo
encuentra a un grupo de mujeres.

También nosotras “nos sentamos” y juntas recuperamos sueños y osadías y


“empezamos a hablar”. Es el protagonismo de las mujeres, no sólo son acogedoras de algo que
otras(os) dicen, sino que comparten y comienzan a tomar iniciativa. Hablar no es el único modo,
pero es un modo que expresa algo, recuperando la posibilidad de volvernos protagonistas.

El tema que nos convoca y nos une, los votos, es un tema que durante muchos siglos,
debido a criterios interpretativos de una cierta espiritualidad, nos ha separado. Separó hombres y
mujeres, separó jerárquicamente, dentro de la iglesia, a los creyentes con sus diferentes
opciones, distanciando estilos de vida y culturas.

Nosotras nos adentramos en este tema, para redescubrir y redescubrirnos, retejer y dar
forma. Queremos decir a todas(os), que los votos nacen como expresión de antiguas intuiciones
latentes y cultivadas en la historia. Son iniciativas de muchas personas, mujeres y hombres,
tomadas con respecto a la realidad y al misterio, y además actitudes ligadas a los ritmos más
profundos de la vida.

La sintonía que queremos recuperar entre personas, culturas, estilos de vida y contextos
históricos diferentes nace por querer responder a un deseo que nosotras llevamos muy dentro.
Un deseo que nos hace soñar con estilos de vida históricos alternativos. Estilos que unan a las
personas en vez de separarlas y que nos permitan compartir los mismos sueños y las mismas
sedes.

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A lo largo de la reflexión y de la palabra retomada en estas páginas, nos acompañan
diferentes sabidurías que han dejado más o menos huellas en nuestras vidas y que en nosotras
han creado tradición. El contexto desde donde emergen estas sabidurías es la realidad en que
vivimos, desde donde mana la Palabra y las palabras, el Espíritu y las intuiciones, el Gesto divino
y los gestos humanos, el Gemido y los gemidos, la Sed y las sedes. En una obediencia
recíproca, nos apoyamos sobre todo en la tradición mística de una mujer del siglo XVI, que nos
condujo con su sueño, su pasión profunda por acariciar el misterio y la vida que en él se acopla.
Dejamos espacio al espíritu femenino de Teresa de Ávila, no para excluir a otros espíritus
igualmente elocuentes, sino porque sentimos una profunda sintonía con esta mujer. También
porque nos parece que sus intuiciones son un manantial que hoy podemos animarnos a
retraducir en el juego precioso entre dos dimensiones –mística y política- que consideramos
fundamentales en la vida.

Los temas que tratamos son simplemente como la narración en voz alta de algo que
apenas vislumbramos. Somos concientes de no decirlo todo y también de no decir lo más
importante. Cada tema queda abierto como pauta de reflexión para que otras y otros lo sigan
trabajando, profundizando, añadiéndole toda la pasión y la experiencia que es propia de cada
una(o). Otras y otros tendrán que continuar encontrándose a la orilla del río para recoger otros
fragmentos de luces y expresar otras sabidurías.

El espíritu femenino de Teresa

Mientras intentamos describir nuestro sueño, desde nuestra historia y experiencia, en


medio de nuestras palabras, irrumpen las palabras de Teresa de Ávila. Para las(os) que no la
conocen mucho o apenas tienen una idea, muy brevemente delineamos sus rasgos históricos,
culturales y teológicos. También esto es simplemente un esbozo de una personalidad y una vida
sumamente intensa, vivida desde una profunda pasión.

Teresa de Ávila (Ávila 1515 – Alba 1582) vive el contexto histórico-cultural de España,
propio del siglo XVI en una parte de Europa. Mientras en Alemania, Francia, Inglaterra y los
países del Norte europeo, el mundo monástico es afectado por los poderes políticos y por las
guerras de religión, en las tierras de Italia y España el catolicismo reflorece dentro del terreno de
la vida consagrada. En pocos decenios, incluso podríamos decir que en pocos años, entre las
dos penínsulas nace la orden de los capuchinos., Casi simultáneamente Ignacio de Loyola,
Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Felipe Neri y Ángela Merici, responden a inspiraciones
inéditas, organizan nuevas formas de militancia y de convivencia religiosas, enfocan originales
finalidades, definen estatutos o escriben obras místicas de particular elocuencia. Ninguno de
estos nombres está ligado a una orden propiamente monástica, pero todos son fundadores de
órdenes religiosas, más o menos de clausura (...) Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, recorriendo
itinerarios particularmente sufridos, crean una renovada cultura de la contemplación, dándole
1
forma en la orden de los carmelitas descalzos.

1Mariella Carpinello, Il monachesimo femminile, Milano 2002, pp. 178-179. Texto traducido por nosotras.

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Para Teresa la contemplación es reconocer la Divina Presencia en todo lo humano.
“Tensión de amor humano hacia la esfera de la divinidad, e impacto del amor divino en el propio
ser… tensión suma entre la vida y la muerte, deseos de ver a Dios… Presencia amorosa de lo
divino, que va impregnando todo el espacio existencial… las personas, la belleza de lo creado, el
encanto del agua, la farsa de la vida, “honra, placeres y dineros” vistos desde la atalaya en que
se ven verdades. El pecado, la iglesia y los grandes males de la humanidad, el alma propia o la
ajena, la gracia, el Espíritu Santo, la inhabitación de la Trinidad en el alma, la Eucaristía, “los
cielos abiertos”, la Humanidad de Cristo resucitado… Diríase que el arco de la contemplación
abarca desde las cosas más banales (“una hormiguita”: IV M. 2, 2), hasta “la Verdad de Dios de
la que deriva toda verdad, lo mismo que todo amor deriva de su amor” (V. 40, 1-4). Pero lo más
preciado, entre todos los contenidos de la contemplación, es (para ella) el misterio de Cristo
Jesús. En todas sus manifestaciones: sus palabras, su conducta histórica, su amor, sus
sentimientos, su relación con el Padre, su cruz, su gloria… él es camino y puerto final…” 2

Es esta renovada cultura de la contemplación que queremos recoger, aprendiendo,


como Teresa, a reunificar la vida. El sentido más bello que rescatamos en nuestras reflexiones,
es precisamente esta sabiduría que une la pasión divina con la pasión humana, y que permite a
mujeres y hombres que caminan en medio de la precariedad histórica, acercarse al misterio,
contemplarlo, tocarlo, sentirlo, y desde ahí reformar la vida.

La mirada de Teresa es la de una mujer que tiene un carisma, una intuición, una
sensibilidad, una identidad y desde esa identidad entrevé algo. Ella aprende a leer la vida desde
adentro, y de allí la simbología del Castillo. Su mirada sale desde el Castillo Interior, desde
dentro, así como la de Catalina de Siena desde la Celda Interior. Las dos hablan de algo desde
dentro y miran desde allí.

En la vida de Teresa el Castillo se vuelve también símbolo de osadía, de determinada


determinación. Teresa vive la seguridad de la fe, mira una historia real y tiene la osadía de la
reforma, de refundar. Para ella, su tiempo “no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca
importancia” que alejan nuestra mirada de la realidad. Hay cuerpos que luchan para vivir.
Nosotras tenemos la mirada sobre estos cuerpos: los nuestros y los de los demás. Cuerpos
todavía vivos, que quisiéramos abrazar con ternura y donde el abrazo no es de posesión, sino de
solidaridad. Es la capacidad que tenemos de acompañarnos y apoyarnos mutuamente para
continuar viviendo y amando la vida. Desde la mirada de Teresa podemos reubicarnos dentro de
nuestra historia para poder entrar en este abrazo y sentir que recuperamos fuerza.

2 Tomás Álvarez, Contemplación, en Diccionario de Santa Teresa de Jesús, Editorial Monte Carmelo, Burgos, España 2000, pp.

417-418

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CAPÍTULO I
LO QUE IMAGINAMOS E INTUIMOS

La brisa que Teresa recogió y que nos dejó como viento, nos ayuda a pensar que
nosotras(os) también podemos acercarnos al misterio, acariciarlo y, con ello, tener la osadía de
algo nuevo. Queremos retejer nuestra personalidad desde la unidad de la vida y aprender a
reconstruir la unión entre personas, cosas, espacios y tiempos. Consideramos que esta es la
liturgia de la vida, es decir, nuestra ética, reconstruir lentamente la armonía. Pensamos además
que Dios sigue habitando la historia y que su Divina Presencia está sólo cuando las personas
vuelven a retejer encuentro. En este sentido todo contexto es precioso. Cada una(o) tiene que
retraducir, dar semblantes a lo que nosotras pensamos humildemente y a la vez con timidez.
Sentimos que se trata de un tema al cual cada una(o) tiene que devolverle su rostro y su
nombre.

Los votos no los hacemos racionalmente, sino con el cuerpo y desde una historia
específica. Por eso, para repensarlos, nos ayudan todas las pequeñas cosas, los detalles y
símbolos que hacen parte de nuestras vidas. A nosotras nos acompaña también la mirada de
Teresa de Ávila y de muchas otras mujeres que miramos con cariño, admiración y asombro.
Mujeres que caminaron y caminan vislumbrando, en actitud de búsqueda dentro de su realidad,
aunque esa pueda ser totalmente diferente de la nuestra.

Tres paradigmas bíblicos

Entre nube y fuego...

“La nube cubrió entonces la Tienda del Encuentro y la Gloria de Yahvé llenó la morada. Moisés
no podía entrar en la Tienda del Encuentro, pues la Nube moraba sobre ella y la Gloria de Yahvé
llenaba la morada. En todas las etapas, cuando la Nube se elevaba de encima de la morada, los
Israelitas levantaban el campamento. Pero si la Nube no se elevaba, ellos no levantaban el
campamento, hasta el día en que se elevara. Porque la Nube de Yahvé estaba sobre la morada
durante el día y de noche había en ella fuego a la vista de toda la Casa de Israel, en todas sus
etapas.” (Ex 40, 34 – 38)

Esta es la experiencia del pueblo en su historia de liberación. El texto tiene una doble
simbología, la nube de día y el fuego de noche. La nube como Gloria (Shequiná), como mano
pesada que grava sobre el peregrinar del pueblo, algo que acompaña y que en la oscuridad de la
noche, se vuelve fuego. Así como a lo largo de los tiempos se volverá Palabra, epifanía de luz
(Cfr. Sl 119, 105), acontecimiento (Cfr. Hb 1,1-2) y cuerpo de hombres y mujeres en la caminata
del tiempo (Cfr. Mt 25, 31-46). Es el Dios que garantiza su presencia aun cuando el pueblo no
logra ver. El pueblo está pendiente de los movimientos de la nube y del fuego, así como estará
pendiente en la escucha de la Palabra y de los movimientos de los cuerpos de hermanos y
hermanas en la historia, de los huérfanos y viudas, de los extranjeros y forasteros y también de
los secretos movimientos de la tierra.

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También para nosotras(os) los movimientos de la nube o del fuego son los
acontecimientos que la historia emana y que dictan el ritmo de nuestra caminata, son la Palabra
pronunciada y dejada en el tiempo antes de ser escrita. Son rostros, personas concretas, con
sus nombres, son misteriosas presencias, gritos y gemidos de la tierra y del cielo, aguas y
mares, plantas y animales.

Los votos son actitudes que se redespiertan en nosotras(os) a partir de nuestras


pertenencias históricas. Situaciones de búsqueda muy parecidas a las de un pueblo que está
mirando la historia y decide caminar. Repensar los votos implica quedarnos pendientes de los
movimientos de la historia y de la Divina Presencia que está en ella. El pueblo camina cuando
intuye algo. La nube y el fuego decretan un ritmo. Es importante entrar en él, dejar que nuestras
intuiciones y deseos coincidan con las intuiciones y deseos de Dios. Aquí vuelve la mirada de
Teresa desde adentro, inquieta porque percibe que en la historia hay negocios de mucha
importancia, anhelos, deseos, nostalgias, sueños, esperas.

Como para el pueblo de Israel, la historia no es una magia, más bien la vamos haciendo.
En ella profesamos nuestros votos, asumimos y nos reconciliamos con toda su precariedad
dejando que en nosotras(os) se genere un dinamismo y una búsqueda, así como se generó la
del pueblo bíblico.

El asombro

“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un
hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el
campo aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando
perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.”
(Mt 13, 44 – 46)

El segundo paradigma lo rescatamos del texto de Mateo. Él no nos explica simplemente


lo que puede ser el Reino, más bien, si se lee desde adentro nos muestra los dinamismos
sutiles de la búsqueda humana e histórica. El mercader que busca perlas finas tiene un profundo
deseo dentro de esa realidad: actitud importante para acercarse a la vida y amarla.

La tradición cristiana ha marcado mucho la actitud de la persona que, al encontrar el


tesoro, vende todo lo que tiene. Vender todo, sobre todo dentro de la Vida Religiosa, se
interpretó como un gesto heroico, en cambio deberíamos destacar la alegría de esta persona. No
se trata de un gesto heroico, sino de un gesto de asombro profundo frente al tesoro. Es el Sólo
Dios basta de Teresa, no porque hubiera excluido a los demás, sino porque se encontró
intensamente con la vida – y esa vida es Dios, como dice S. Juan (Cfr. 1 Jn 1, 2). El Sólo Dios
basta no es para excluir sino para incluir, también los demás son Tú. Es el asombro de la
intimidad, la dimensión mística que subyace en nuestras vidas. Los votos los releemos desde
esta perspectiva en que coincide el deseo humano y el deseo divino. Es lo que celebramos en el
misterio de la Encarnación, encuentro entre lo divino y lo humano. En los cuerpos se unen los
deseos. Cuando llegó la plenitud de los tiempos (Cfr. Gal 4, 4) había llegado la plenitud de los

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deseos; ya no aguantaban más, ni Dios ni la humanidad. En este sentido, lo que tenemos que
hacer es alimentar deseos. Eso hizo Teresa y así, otra vez llegó la plenitud de los tiempos.

Esto es lo que canta también la tradición del Sufismo Islámico que, sin que Teresa lo
supiera, dejó huellas importantes en su vida y en su modo de acercarse al misterio. Nosotras las
recogemos porque nos parece ser un eco precioso que otros deseos nos han dejado:

La esencia de rosas del amor


(Abü al-Fad)

¡Señor!,
un día visito la iglesia,
otro día la mezquita,
pero, de templo en templo,
sólo a Ti te voy buscando.

Para Tus discípulos


no hay herejía,
no hay ortodoxia,
todos pueden ver
tu verdad sin velos.

Que el herético siga con su herejía


y el ortodoxo con su ortodoxia,
tu fiel es el comprador de perfumes:
necesita la esencia de las rosas
del divino amor.3

Pensamos que esta es la VR4, ser simplemente buscadoras(es) de perfumes. Los


perfumes en la simbología bíblica y en la cristiana, son el signo del derroche, de la abundancia.
No son cosas que de por sí tienen una utilidad inmediata. Decir que esta imagen o simbología
nos trae a la mente el sentido más bello de la VR, significa recuperar una economía de gratuidad
profunda y de constante búsqueda, de quienes sólo anhelan reconocer a la Divina Presencia
dentro de una historia tejida por personas y deseos humanos, para poderla ver, oír y palpar
como experiencia de vida. En esta historia sólo caminamos buscando y la búsqueda es nuestra
única fidelidad a Dios y a los demás.

Preparación

“Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa.
Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra,

3
Un Salterio Sufí, Revista Orar no. 148, Editorial Monte Carmelo, 2002
4
Cada vez que se nombre la Vida religiosa, utilizaremos estas siglas: VR

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mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: -Señor, ¿no te
importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.- Le respondió el
Señor: -Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o
mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.” (Lc 10, 38 – 42)

Muchas veces nuestra vida está marcada por el dualismo: cuerpo/alma,


sagrado/profano, bien/mal, finito/infinito... La tradición interpretó este texto de Lucas en esta
misma perspectiva, separando la vida y haciendo de nuestra experiencia del misterio una
incesante lucha entre contemplación y acción. El texto sufrió una interpretación sumamente
sacerdotal y varonil. En efecto, los varones, en su mundo, viven ese dualismo de un modo
mucho más fuerte de lo que podemos vivirlo nosotras las mujeres, porque dentro de la sociedad
se han pensado como quienes se dedican a las cosas consideradas más “importantes”, lo
sagrado, lo político... sintiéndose separados de la realidad por considerarse mediadores entre
Dios y el mundo o entre lo público y lo privado. Y las mujeres al contrario, dedicadas a las cosas
privadas, la casa, la familia, lo cotidiano...

El reproche que le hace Jesús a Marta no refleja este tipo de dualismo. Marta prepara el
encuentro con el Misterio, así como María. Es una mujer con mucha iniciativa. Preparar el
encuentro es muy importante. Todos los días mujeres y hombres preparamos la historia, vivimos
la precariedad preparando algo. María hace lo mismo, prepara cultivando este deseo desde
adentro. Se sienta y escucha, pero ella también prepara. La confusión de Marta, entonces, es no
entender que todo es precioso y volverse pretenciosa. No logra gozar de lo que ella es, de la
gratuidad del misterio y de la vida.

Esta tentación es también la nuestra: reivindicar que los demás nos reconozcan,
reivindicar primacía entre espacios y tiempos. Mientras el Evangelio deja un eco, para preparar
se necesitan tiempo y sutiles detalles. En esta perspectiva el texto se torna circular, incluyente, y
no piramidal, jerárquico. El espacio es la casa y en la casa se preparan muchas cosas.

Ninguna de las dos mujeres tiene una actitud pasiva, las dos mantienen vivo un
dinamismo. Una se sienta a los pies, la otra prepara. Sentarse es una actitud de acogida. Lo
primero que se cuidaba cuando alguien llegaba a la casa eran los pies. Lucas, que es el único
evangelista que no tiene el relato de la unción en Betania, recoge en varios momentos este gesto
de unción y de amor (Cfr. Lc 7, 36-50). Es una actitud gratuita como lo es también la
contemplación. Es una actitud lúdica, como un juego. En este sentido comienza a vislumbrarse la
economía de derroche. Sentarse a los pies es el reconocimiento de la Presencia, porque los pies
son huellas de anuncio (Cfr. Is 52, 7).

A este gesto se añaden otros, los de Marta. Escuchar y preparar son gestos que
engendran un movimiento circular, eucarístico. No existe en efecto, una fiesta o liturgia de la vida
y del encuentro, sin comida y sobre todo sin la preparación de la comida. La preparación es un
gesto que sintoniza con el gesto de Dios, también él prepara: (Cfr. Sl 104, 13-15; Sl 23, 5). Los
quehaceres de Marta, entonces, son gestos pascuales (Cfr. Ex 12, 1-11.14) como la preparación

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de la liberación. Los quehaceres de Marta son los gestos de la justicia -llenos de detalles- que
expresan un amor profundo por los cuerpos y por sus vidas.

En esta casa -en la que se preparan gestos que engendran la vida- habitamos, y en ella
resuenan las palabras de Teresa: “Esto quiero yo, mis hermanas, que procuremos alcanzar, y no
para gozar, sino para tener estas fuerzas para servir: deseemos y nos ocupemos en la oración,
no queramos ir por camino no andado, que nos perderemos al mejor tiempo; y sería bien nuevo
pensar tener estas mercedes de Dios por otro que el que Él fue y han ido todos sus santos; no
nos pase por pensamiento; creedme que Marta y María han de andar juntas para hospedar al
Señor y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje no le dando de comer. ¿Cómo se
lo diera María, sentada siempre a sus pies, si su hermana no le ayudara?”5 “Decirme heis dos
cosas: la una, que dijo que María había escogido la mejor parte. Y es que ya había hecho el
oficio de Marta, regalando al Señor en lavarle los pies y limpiarle con sus cabellos.”6

Entre mística y política

A partir de todo esto, dejamos que los votos resalten en todos sus detalles, con sus
semblantes místicos y políticos, dos perspectivas que hacen parte de la misma cara.

La mística es una dimensión de la vida que la humanidad, la creación, la historia,


guardan adentro como la dimensión del secreto. El término tiene la misma raíz de la palabra
misterio. Mística y misterio son términos que se acompañan en la comprensión de la realidad.
Así como el misterio, la mística queda oculta detrás de un velo, está adentro. Percibir la mística
de una persona, significa reconocer que enfrenta la vida desde adentro, desde el secreto. En
algunos momentos camina sin ver, o como los profetas, ve adentro. Al hablar de los votos esta
dimensión resuena preciosa, aprender a mirar la historia desde adentro, leerla y distinguirla.

La mística, dentro de la interpretación cristiana helenista, fue víctima del dualismo.


Desde entonces se vuelve derecho de pocas(os) porque refleja los misterios de Dios y
pensamos que son muy pocas las personas que pueden acercarse al misterio.

Volver a hablar de la mística como misterio, como una dimensión de la vida y de la


historia significa que tenemos el derecho de recuperarla. Los místicos viven la experiencia del
misterio en su carne. Así lo vivió Francisco, Clara, Catalina, Juan de la Cruz... Es lo que hizo
Teresa, dar nombre a estos secretos, a esta sensibilidad.

También nosotras queremos recuperar la dimensión del secreto -el secreto es lo


cotidiano, dimensión familiar para todas(os)- y el derecho a sentir, que es la mística. Como
cantan antiguos estribillos de la tradición cristiana oriental: en la medida en que Dios más está
presente, más está oculto; adentro, diríamos nosotras. Este es el misterio de la Encarnación.

5
VII M. 4, 12
6
VII M. 4, 13

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Jesús se vuelve uno de tantos, uno de su pueblo, y con Él, Dios le devuelve al pueblo la
dimensión del secreto.

Otro rasgo de la vida es lo político. La ciudad –en griego “polis”- es el espacio donde los
deseos se expresan, toman forma y vienen a luz. En la ciudad se organiza la vida del pueblo.
Los latinos la explicaban con la palabra “res-pública” (las cosas públicas) que se puede
retraducir como la vida de todas(os).

Lo místico gime y sufre, grita desde adentro para que el secreto, el sueño interior, el
misterio se haga carne. Cuando el grito sale se hace carne, toma forma y se vuelve público y
plasma la ciudad. Las cosas públicas son las cosas de Dios. Es la nostalgia del Jesús joven en el
templo de Jerusalén: ¿no sabían que debía estar en la casa de mi Padre? (Lc 2, 49). La casa de
Dios es la casa de todas(os), la realidad que pertenece a todas(os).

El desafío de los votos es precisamente esto. Vivir intensamente la plenitud de este


misterio entre mística y política, entre experiencia íntima y profunda. Pasión por las cosas
públicas, cosas de todos los días y de todas(os). Vivir el misterio sin separarnos del grito y
gemido que los demás viven en la historia.

Dos preguntas acompañan la experiencia místico-política: ¿cuándo te vimos? (Cfr. Mt.


25, 31- 46) y ¿dónde vives? (Jn 1, 38b.) Son preguntas que van acompañadas del verbo “ver”.
En la tradición bíblica y en la teología más antigua es el verbo que despierta y acompaña el
deseo, que alimenta el afecto. “Muéstrame tu rostro” es el grito humano y divino que subyace en
la historia e indica la más íntima unión entre el ser humano y Dios. Pero este lazo, esta unión no
quita la paradoja del judaísmo y del cristianismo que dice que a Dios nadie lo vio jamás (Cfr. Jn.
1, 18). De Dios no sabemos quién es, más bien que Él es, cantan los místicos del oriente
cristiano, Él está dentro, presente.

En esta experiencia también los espacios se funden entre ellos, se rompe la dicotomía
entre lo sagrado y lo profano: como te veía en el santuario, así acostado en mi lecho, te veo y
pienso en ti (Cfr. Sl 63, 3). El espacio místico no es necesariamente el santuario. El salmista o la
salmista hace una comparación, así como te veía en el Santuario te veo en mi lecho. Sigue su
experiencia mística a partir de una realidad sumamente cotidiana expresada por el “lecho”. No
hay espacios que nos impidan continuar viviendo esta tensión muy fuerte, la sed que tenemos de
realizar el encuentro en la historia.

Los votos tendrían que vivirse desde esta perspectiva. Esta historia es nuestra y no nos
puede ser extraña. En ella hay “negocios de mucha importancia”. ¿Cómo podríamos ayudarnos
a respirar hondo dentro de esta realidad y recuperar contacto con ella?

En el eco de la tradición teresiana son dos polos de un mismo amor, de una misma
pasión: Dios y el Reino que se juega en la historia. Lo que resplandece en esta tradición es el

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amor: “El aprovechamiento del alma no está en pensar mucho sino en amar mucho”.7 Teresa
vive la pasión de acercarse al misterio y la prueba de la autenticidad del encuentro es el amor.
“Porque si ella (la persona) está mucho con Él, como es razón, poco se debe de acordar de sí;
toda la memoria se le va en cómo más contentarle, y en qué o por dónde mostrará el amor que
le tiene. Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual: de que
nazcan siempre obras, obras.”8

Las obras no son quehaceres sino los gestos del amor que responden a la inquietud que
acompaña la vida y la búsqueda: “¿Cómo se adquirirá este amor? -se pregunta Teresa -
Determinándose a obrar y padecer, y hacerlo cuando se ofreciere. Bien es verdad que de pensar
lo que debemos al Señor y quien es y lo que somos, se viene a hacer un alma determinada y
que es gran mérito, y para los principios muy conveniente; más entiéndase cuando no hay de por
medio cosas que toquen en obediencia y aprovechamiento de los prójimos. Cualquiera de estas
dos cosas que se ofrezcan, piden tiempo para dejar el que nosotros tanto deseamos dar a Dios,
que a nuestro parecer es estarnos a solas pensando en él y regalándonos con los regalos que
nos da. Dejar esto por cualquiera de estas dos cosas, es regalarle y hacer por él, dicho por su
boca: Lo que hicisteis por uno de estos pequeñitos, hacéis por mí. En lo que le toca a la
obediencia, no querrá que vaya por otro camino que él, quien bien le quisiere: obediens usque at
mortem”9

Esta caminata entre pequeñez y amor, es su larga obediencia a la vida. La confianza en


la “divina compañía” que experimenta en Él es su fuerza. “... la compañía que tiene le da fuerzas
muy mayores que nunca. Porque si acá, dice David, que con los santos seremos santos, no hay
que dudar, sino que, estando hecha una cosa con el Fuerte, por la unión tan soberana de
espíritu con espíritu, se le ha de pegar fortaleza, y así veremos la que han tenido los santos para
padecer y morir.” 10

Obedecer y servir son gestos de amor que anticipan el encuentro. El auténtico servicio
se vive desde la humildad. La humildad –andar en verdad- no es una actitud falsa de quien se
retira o se achica frente a los demás; es la fuerza para acercarse al misterio a través de los
demás. Así lo pide a sus hermanas: “Así que, hermanas, para que lleve buenos cimientos,
procurad ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer
placer y servir; pues lo que hiciereis en este caso, hacéis más por vos que por ellas, poniendo
piedras tan firmes, que no se os caiga el castillo... Torno a decir, que para esto es menester no
poner vuestro fundamento sólo en rezar y contemplar; porque, si no procuráis virtudes y hay
ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas; y aun plega a Dios que sea sólo no crecer,
porque ya sabéis que quien no crece, descrece; porque el amor tengo por imposible contentarse
de estar en un ser, adonde le hay.”11

7
F. 5, 2
8
VII M. 4, 6
9
F. 5, 3
10
VII M. 4, 10
11
VII M. 4, 8-9

- 16 -
En medio de intuiciones, sueños y preocupaciones, Teresa descansa simplemente en
estar mucho con Él porque se sabe profundamente amada y se siente embriagada de amor.
“Orar es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos
ama.”12 El encuentro a la vez que la pacifica desde el amor, despierta en ella el dinamismo de la
búsqueda y éste es su voto: no cansarse de amar hasta morir de amor. Por eso su grito: “Vivo
sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero”.13

Lo cotidiano se vuelve mágico

En todo esto resplandece lo cotidiano “que se vuelve mágico”. Así canta nuestra tradición
latinoamericana:

Como pájaros en el aire


(Peteco Carabajal)

Las manos de mi madre parecen pájaros en el aire,


historias de cocina entre sus alas heridas de hambre.
Las manos de mi madre saben qué ocurre por las mañanas,
cuando amasa la vida horno de barro, pan de esperanza.

Las manos de mi madre llegan al patio desde temprano,


todo se vuelve fiesta cuando ellas juegan junto a otros pájaros,
junto a los pájaros que aman la vida
y la construyen con los trabajos,
arde la leña, harina y barro, lo cotidiano se vuelve mágico.

Me representan un cielo abierto, un recuerdo añorado,


trapos calientes en los inviernos.
Ellas se brindan cálidas, nobles , sinceras, limpias de todo,
¿cómo serán las manos del que las mueve gracias al odio?

Las manos de mi madre llegan al patio desde temprano,


todo se vuelve fiesta cuando ellas juegan junto a otros pájaros,
junto a los pájaros que aman la vida
y la construyen con los trabajos,
arde la leña, harina y barro, lo cotidiano se vuelve mágico.

Antes de tener un carisma específico, hay que hacer memoria de lo que somos, de lo
que se nos dio en una gratuidad, que a veces no hemos entendido, porque estaba teñido de
dificultades y conflictos, porque estaba pintado con los colores de lo cotidiano. Antes de hacer
memoria de nuestros carismas específicos, tenemos que reconocer que existe este carisma

12
V. 8, 5
13
Poema 1, Aspiraciones de vida eterna

- 17 -
humano que nos dio la historia; es lo que narra el Salmo 139. Es el carisma que se ha ido
tejiendo desde las identidades, desde el vientre de nuestras madres. No sabemos bien de dónde
viene pero se tejió. Se teje con diferentes hilos, familiares, genéticos, culturales... Hay tejidos
culturales que tenemos que dejar porque nos hicieron daño. Hay otros que son dones. No nos
damos cuenta, pero debemos mucho a nuestros pueblos. Ellos no son personas que esperan
nuestra salvación, mas bien son personas con quienes debemos retomar contacto para poder
alimentar el deseo de una historia diferente. Sus luchas y sus búsquedas cotidianas que a veces
nos parecen demasiado temporales e históricas, en realidad revelan la sed, el sueño para
cambiar, para continuar viviendo.

En un momento determinado de la vida se insertan otros carismas: teresiano,


dominicano, franciscano... que pertenecen también a la historia, a sus búsquedas y esperas. Son
“tesoros en vasijas de barro” que tendrán que ser retraducidos en cada contexto histórico.
Acoger un carisma es aceptar de nuevo el misterio de la Encarnación. Algo tan grande que se
hace tan pequeño, se esconde en la historia, se revela, se pone otra cortina en el espacio de la
precariedad, en lo cotidiano. Esto lo hace Dios cada vez que deja que un carisma se vuelva a
donar y entre en la vida de un grupo y alimente las inquietudes humanas.

Todo eso en un espacio cotidiano, entre mística y política. En ello se encuentra la


armonía tejida por sacramentos de comunión pero también impregnada de sacramentos de
lucha. Nos encontramos alrededor de la comida pero cuesta prepararla, porque cuesta comprar
lo necesario, porque cansa hacerla, porque la mayoría no sólo hace comida sino muchas cosas
más. En esta lucha estamos con todo nuestro ser, nuestros cuerpos y nuestras mentes,
inteligencias que participan en las mismas búsquedas. En lo cotidiano hay también símbolos
intelectuales que indican el deseo de dignidad de un pueblo, el sueño de poderse expresar
desde su identidad: pensar, crear, revelar los secretos de la vida, realizar sus sueños. Pero
cuesta ser intelectuales amantes, que toman en cuenta que están recibiendo inquietudes de
otras(os). Por eso Teresa es sumamente crítica con los intelectuales que se sienten poseedores
de la verdad y no se abren a la dimensión secreta del misterio. “Gran daño hicieron a mi alma
confesores medioletrados”14 “Tengo experiencia de unos medioletrados espantadizos, porque
me cuestan muy caro. Al menos creo que quien no creyere que puede Dios mucho más y que ha
tenido por bien y tiene algunas veces comunicarlo a sus criaturas, que tiene bien cerrada la
puerta para recibirlas” (las gracias de Dios).15

Quizás la más fuerte intuición de Teresa fue precisamente ésta: poder encontrarse con
el misterio escondido en lo secreto de la vida cotidiana y devolver este derecho a los demás,
para que todo se vuelva significativo. Es el ritmo del parto. (Cfr. Rm 8, 19 – 23) El pueblo, la
humanidad, la creación y el Espíritu gimen y sufren en la misma lucha y en el mismo deseo. Lo
cotidiano se vuelve mágico.

14
V. 5, 3
15
V M. 1, 8

- 18 -
Que no se ve
(Teresa Parodi)

Cuánta poesía tiene la vida que no se ve,


cuánto milagro tan cotidiano que no se ve.
Vaya a saber cómo se mira que no se ve,
cuánto se olvida que no se ve,
cuánto se pierde que no se ve.

Vamos buscando tan apurados quien sabe qué,


hasta que un día nos damos cuenta cuánto se fue,
vaya a saber con qué indulgencia que no se ve,
nos perdonamos más de una vez,
lo que dejamos que no se ve.

Sé que no es tarde, que nunca es tarde para aprender.


Que si te quiero debo decirlo más de una vez.
Vuelvo a nacer cada mañana, vuelvo a nacer.
Voy tras de aquello que no se ve.
Qué maravilla cuando a la vida vuelvo a nacer.

En lo cotidiano hay cosas que no se ven. Esta realidad nos invita a preguntarnos cómo
estamos cuando no vemos. Cómo acompañamos lo que no se ve. ¿Nos interesa o simplemente
lo dejamos porque no se ve? Deberíamos preguntarnos qué es lo que no se ve y por qué no se
ve. Jesús vio lo que no se ve. “Yo te bendigo; Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has
ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a pequeños.” (Lc. 10, 21)

Nosotras nos olvidamos que lo cotidiano es sumamente secreto y silencioso. En este


sentido, el lazo entre lo cotidiano y lo gratuito es muy importante. Implica crecer en la capacidad
de no pretender grandes reconocimientos y continuar buscando el derecho a sentir, el derecho a
la mística. También se siente cuando se encuentran realidades tan diferentes, como canta
Teresa: “Oh ñudo que así juntáis dos cosas tan desiguales...”16

16
Poema 6, Ante la hermosura de Dios

- 19 -
- 20 -
CAPÍTULO II
RENACIENDO: GÉNERO
Y FEMINISMO
El sueño de las mujeres

“Yo la amé y la pretendí desde mi juventud...


su intimidad con Dios ennoblece su linaje,
pues el dueño de todo la ama.
Está iniciada en el conocimiento de Dios
y es la que rige sus obras..
Así, pues, decidí tomarla por compañera,
consciente de que sería mi consejera en la dicha
y mi alivio en las preocupaciones y penas...
Al volver a casa descansaré a su lado,
pues su compañía no produce amargura,
ni su intimidad entristece sino que contenta y alegra.” (Sb 8, 2. 9. 16)

Rescatar el carisma es volver a las entrañas donde se va tejiendo nuestra vida, hecha de
muchas personas y acontecimientos. Dentro de estos acontecimientos surge como un brote el
feminismo. Hoy en día todo el mundo tiene que admitir que el feminismo es un aporte teórico
intelectual muy significativo que no se puede ocultar. Esto es realmente importante no sólo para
las que somos mujeres.

A veces en nuestras andanzas históricas no sabemos bien si lo que vivimos


individualmente es algo nuestro o si se trata de algo asumido porque somos parte de un contexto
sociocultural, colectivo, porque pertenecemos a una iglesia, porque tenemos una historia
familiar... Nuestras historias personales se entrelazan siempre con las historias de nuestras
culturas que dejan huellas claroscuras.

A partir de esta historia queremos rescatar el texto de la Sabiduría que es nuestra madre
en la fe. La sabiduría es como una persona y es mujer. En griego se llama Sofía. Es una
presencia femenina misteriosamente presente dentro de la historia. Si el pueblo, si Salomón, se
identifican con esta búsqueda, si ellos han intuido esta presencia femenina en la historia, ¿por
qué nosotras(os) no sentimos la necesidad de recuperar lo femenino de la realidad? ¿Cómo
ayudarnos a entender a Dios desde lo femenino, un Dios que se ofrece como alguien y algo
diferente? ¿Cómo dejar que lo femenino sea inspirador? La Sabiduría se ha relacionado con el
Espíritu, que es una dimensión femenina del misterio que deberíamos aprender a acoger, a
reconocer dentro de la historia.

Acompañadas por esta inquietud feminista, buscamos también a nuestras madres en la


fe que han hecho nuestra historia. Quizás no tenemos grandes recuerdos... recuperar la historia
de las mujeres es volver a la casa, volver a nuestra identidad. Es redescubrir el gusto de ser
mujeres y dar gracias. Es también agradecer la historia de tantas mujeres que han alimentado

- 21 -
nuestra fe. Tomar conciencia de que nuestra fe se cultiva también a través de estos movimientos
históricos y limitados porque son humanos.

Uno de los aportes más bellos del feminismo ha sido intentar superar el dualismo, un
dualismo sociocultural y religioso que se había ido cultivando en la historia. Un dualismo también
antropológico porque el varón se consideró un ser más completo con relación a la mujer. La
primera toma de conciencia de las mujeres fue mirar alrededor y encontrarse históricamente
silenciadas, es decir, sin derecho a la mística. Esta toma de conciencia redespierta a muchas
mujeres dentro de contextos muy diversos. Lo importante es que hemos nacido todas de ahí, de
su sueño. No es solamente una reivindicación, es el revivir de nuestras identidades y a partir de
ellas, reconstruir la vida.

El feminismo abre un camino de inquietudes profundas dentro de la historia. Las mujeres


plantean problemáticas reales. El movimiento feminista nunca se queda alrededor de una
reflexión sobre los ideales, los ideales para las mujeres tienen nombres. Cuando toma
posiciones a nivel social, se une a otras luchas. No es un movimiento aislado, precisamente
porque las mujeres quieren dar rostro y nombre a la realidad.

También Teresa en su tiempo vivió estos anhelos. “Es expresiva la serie de reproches
en que prorrumpe el Nuncio Papal Felipe Sega, cuando en 1577 se le alude a la Madre Teresa y
él la califica de “fémina inquieta y andariega”..., que inventa malas doctrinas..., enseñando como
maestra contra lo que San Pablo enseñó mandando que las mujeres no enseñasen.”17 De
Teresa lo dijeron en tono machista, crítico y grosero. Para nosotras, sin embargo, es la misma
actitud de las mujeres bíblicas, que buscaban inquietas y andariegas a la persona que amaban.
Cuando muere Jesús, a ellas no les falta un líder, como a muchos de los apóstoles. Les falta una
persona con la cual compartían una sensibilidad, el Amado al que buscan como la novia en el
Cántico más bello de los cánticos, el Cantar de los Cantares. “En mi lecho, por la noche, busqué
al amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad, calles y plazas;
busqué al amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré...” (Ct 3, 1-2) A veces a los discípulos Él
tiene que explicarles muchas cosas con palabras y parábolas, mientras que basta un gesto para
que las mujeres puedan entender. Por eso Él sintoniza con la mujer que quiebra el frasco de
perfume muy caro (Cfr. Mc. 14, 3 - 9).

Esta es la inquieta sensibilidad de Teresa, Catalina, y de tantas mujeres creyentes o no,


dentro de la historia. Es importante admitir esta actitud y soñar con ella. En esta herencia
femenina, a nosotras también se nos devuelve el deseo de soñar, de desear tocar aunque sea
un pedacito del manto, como la hemorroisa. (Cfr. Mc. 5, 25 – 34).

Hay una afirmación muy bella en un texto de Tagore, es una heroína que habla en un
momento de conflicto afectivo y cultural con su esposo, donde ella dice: me hallé bella y con una

17
Margarita Ma. Banbridge, STJ Mujer/Mujeres en Diccionario de Santa Teresa de Jesús, Monte Carmelo,
Burgos, 2000, p. 1011

- 22 -
mente libre.18 Son también las palabras del Cantar de los Cantares. Allí se recupera toda la
belleza-dignidad de la mujer. Recuperar la dignidad es un bello desafío que no se hace como
magia, no se hace desde lejos, sino tomando contacto, como Él lo hizo. Las personas que nos
hacen bien son las personas que, entrando en contacto con nosotras, nos ayudan a saber
quiénes somos. El feminismo nos devolvió historias, nos tocó. Tocó a muchas mujeres y este
contacto devolvió identidad. Al recuperar la identidad, como mujeres, hoy podemos decidir cómo
estar en la historia.

En el Cantar de los Cantares hay un juego entre la ética y la estética. La mujer es bella
no solamente porque tiene un cuerpo lindo sino porque todo lo que tiene es parecido a la ciudad
y a la creación. De nuevo la perspectiva místico-política. Nosotras, las mujeres, no podemos ser
bellas sin las cosas públicas. Esta es una de las más significativas reivindicaciones del
feminismo. Bellas con las cosas de todas(os), con una vida que vamos haciendo entre todos y
todas. Se reivindica para crear lazos y para buscar la calidad de la vida. Lo que las mujeres
piden dentro de esta realidad, es mirar la vida en todos sus rasgos, en todos sus detalles. No
basta un programa de la ONU para resolver los problemas de nuestros países porque, además
del hambre, existen también realidades injustas en el ámbito de las relaciones y de la propia
dignidad.

El ejemplo de Teresa es una reivindicación feminista, aunque ella no lo supo. Reivindica


el derecho de las mujeres a la “oración mental” que era propia de los varones y está convencida
de que las mujeres saben vivir la mística mejor que los hombres: “... y hay muchas más –
mujeres- , que hombres, a quien el Señor hace estas mercedes, y esto oí al santo Fray Pedro de
Alcántara ( y también lo he visto yo), que decía aprovechaban mucho más en este camino que
hombres, y daba de ello excelentes razones, que no hay para qué las decir aquí, todas a favor
de las mujeres.” 19

Teresa está convencida de que los evangelios muestran un Jesús en profunda sintonía
con las mujeres. En la primera redacción del Camino de Perfección el censor tachó el siguiente
párrafo: “Ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, las mujeres, antes
las favorecisteis siempre con mucha piedad, y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los
hombres, pues estaba vuestra Sacratísima Madre en cuyos méritos merecemos... No basta,
Señor, que nos tiene el mundo acorraladas... que no hagamos cosa que valga nada por Vos en
público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habíais de
oír petición tan justa. No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo juez y no
como los jueces del mundo, que –como son hijos de Adán y, en fin, todos varones- no hay virtud
de mujer que no tengan por sospechosa. Si, que algún día ha de haber, Rey mío, que se
conozcan todos. No hablo por mí, que ya tiene conocido el mundo mi ruindad y yo holgado que
sea pública; sino porque veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos
y fuertes, aunque sean de mujeres.”20

18
Cita tomada del texto de la Filósofa MARTHA NUESSBAUM, Giusticia Sociale e Dignitá Humana. Da
individui a persone. Bologna 2002, pp. 51-67
19
V. 40, 8
20
C. 3, 7

- 23 -
Teresa vive la osadía de la reforma cuando toma iniciativa dentro de su realidad,
asumiendo las contrariedades y los conflictos que le supuso enfrentarse con la iglesia y la
sociedad de su tiempo. Cuando los letrados la hacen dudar porque aluden al texto de San Pablo
en que se prohíbe a las mujeres hablar en las asambleas (Cfr. 1Co 14, 34; Tito 2, 5) es el mismo
Señor quien la confirma en su osadía, la apoya y la consuela. “Estando, pocos días después de
esto que digo, pensando si tenían razón los que les parecía mal que yo saliese a fundar, y que
estaría yo mejor empleándome siempre en oración, entendí: “mientras se vive, no está la
ganancia en procurar gozarme más, sino en hacer mi voluntad”. Parecíame a mí que, pues San
Pablo dice del encerramiento de las mujeres –que me han dicho poco ha y aun antes lo había
oído-, que ésta sería la voluntad de Dios. Díjome: “Diles que no se sigan por solo una parte de la
Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme las manos”21. En esta pasión y
obediencia ella inspira y acompaña también a aquellos varones que desean lo mismo.

Teresa anhela retomar la palabra sobre Dios y la vida, pero es consciente de su


condición de mujer, por eso piensa que su palabra y la de sus hermanas sólo se puede traducir
en gestos: “Pues todas hemos de procurar de ser predicadoras de obras, pues el Apóstol y
nuestra inhabilidad nos quita que lo seamos en las palabras”22 Sin embargo predica con la
palabra escrita y todas sus obras se convierten en un grito de la Presencia que habita en ella, en
las personas, en la realidad y en la vida que amanece con las primeras luces de la reforma. Este
grito narrado, cantado, escrito es eco del Salmo: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el
firmamento anuncia la obra de sus manos; el día al día comunica el mensaje y la noche a la
noche le pasa la noticia. Sin hablar y sin palabras, y sin voz que pueda oírse, por toda la tierra
resuena su proclama, por los confines del orbe sus palabras.” (Sl 19, 2-5)

Ésta es su solidaridad con otras mujeres y con todos los anhelos de la historia. Esta es
su vocación y también la nuestra: Vocación de vivir... perfecta sintonía para amar, como canta
nuestra tradición latinoamericana:

Vocación de vivir
Luis Enrique Mejía Godoy

Yo mujer de tantas lunas que a veces sólo suspiro,


que fui hecha de las almas de mis seres más queridos.

Yo mujer de tanto fuego, tanto volcán encendido,


me deshago con un beso o la mirada de un niño.

Vocación de vivir,
empeño de volar,
vocación de cantar

21
Rel. 19
22
C. 15, 6

- 24 -
hasta morir en libertad.
Vocación de vivir,
empeño de volar,
garganta y corazón,
perfecta sintonía para amar.

Hoy que me veo al espejo, mujer de tanta sonrisa


dejando en cada escenario un pedazo de mi vida.

Yo mujer de tantos sueños que a veces lloro de hastío


pariendo amor contra el viento me enamoré de este oficio.

Cuando las luces se apagan quedo cansada y vacía


y para nutrirme de nuevo me abrazo con mis amigos.

La magia siempre es así se marcha sin condiciones


mañana será otro día para cantar mis canciones.

Nos preguntamos entonces, cómo ayudarnos humildemente a identificarnos con el útero


de nuestras madres que son muchas en esta historia, nosotras que fuimos hechas de las almas
de nuestros seres más queridos. Solas no podemos renacer. Nadie renace sola(o). Ni siquiera
Nicodemo porque nace del agua y del Espíritu que es femenino como la Sabiduría. A él se le
hace la propuesta de volver al útero y el útero es siempre de otra persona. (Cfr. Jn 3, 5 – 9)
¡Cómo no dejarnos bendecir por esta presencia de la Sabiduría femenina que también cubrió con
su sombra a María de Nazaret! (Cfr. Lc 1, 35)

En nuestra historia lo femenino es todavía nuevo. La reforma de Teresa es femenina y lo


que hoy en día llamamos “refundación” en la Vida Religiosa latinoamericana, también es
femenina porque es inédita: la cultivamos y apenas la vislumbramos, así como vislumbramos
nuevas relaciones con la vida.

Los pactos de las mujeres

A la vez que recogemos lo femenino que está en la historia, escuchamos la Sabiduría


bíblica. En la Biblia existen algunos textos que narran la solidaridad de las mujeres y que
queremos mirar y atender con afecto. Cómo acercarnos realmente a estas maestras, que
viviendo en otras épocas y contextos, iluminan nuestras historias y nos invitan a ser creativas
dentro de la realidad. La solidaridad, los pactos entre las mujeres, serán la clave de lectura para
entender estos textos. Los pactos son alianzas llenas de una sabiduría que no es sólo afectiva
sino engendrada por la solidaridad de género que se ensancha progresivamente.

Ciertamente existen también historias de mujeres que atestiguan lo contrario porque en


vez de ayudarse se han hecho daño. Cuando las historias de las mujeres no son historias de

- 25 -
solidaridad, son historias patriarcales, como la de Sara y Agar en Gen 16. Algo similar ocurre
entre Ana y Peniná en 1 Sm 1, 2. En estos dos textos el valor de la mujer es simplemente ser
esposa y madre. Ni siquiera sólo esposa.

En efecto, en la Biblia se encuentra sólo un libro que valora la relación gratuita con la
mujer: el Cantar de los Cantares. Sólo en esta relación que el Cantar describe, la mujer no tiene
un hijo sino que el fruto del amor de estas dos personas es una hermana pequeña (Cfr. Ct 8, 8).
La mujer (Sulamita) es el símbolo de la humanidad que se pacifica, que se reconcilia, que
vuelve a ser bella a pesar de todo lo que le pasa. El fruto de este amor es otra mujer pequeña y
esto significa continuar buscando la liberación, como la buscaron muchas mujeres. De sus
historias recogemos algunos fragmentos.

Las parteras de Egipto

“Los Egipcios esclavizaron brutalmente a los israelitas, y les amargaron la vida con dura
servidumbre, con los trabajos del barro, de los ladrillos, del campo y con toda clase de
servidumbre. Los esclavizaron brutalmente, además, el Rey de Egipto dijo a las parteras de las
hebreas, una de las cuales se llamaba Sifrá y la otra Púa: “Cuando asistan a las hebreas, fíjense
bien: si es niño, mátenlo; si es niña, que viva”pero las comadronas temían a Dios, y no hicieron
lo que les había mandado el Rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños. El Rey de
Egipto llamó a las comadronas y les dijo: “¿Por qué han hecho esto y dejan con vida a los
niños?” Respondieron las comadronas al Faraón: “Es que las mujeres hebreas no son como las
egipcias, son más robustas y antes que llegue la comadrona ya han dado a luz.” (Ex 1, 13-19)

En su condición de profunda minoría por cuestiones socioculturales, antropológicas...


esas mujeres hacen el pacto de ayudarse mutuamente. El texto evoca una solidaridad oculta,
sapiencial y pícara. Se inventan cosas, le dicen al Faraón que ellas llegan tarde y que las
hebreas son muy rápidas. Hacen un pacto oculto, inteligente y sutil con mujeres extranjeras. La
solidaridad será tan grande que allí comienza la historia de liberación del pueblo de Israel.

La teología de la liberación ha marcado el inicio de esa historia en Ex 3, pero nosotras


podríamos decir que empieza con estas parteras que, en su mayoría, no tienen nombre. Estas
son nuestras madres en la fe y lo tendríamos que reconocer y celebrar solemnemente.

La amiga amada
Rut 1, 7 – 22; 4, 13 – 17

El libro de Ruth no es un relato de amistad adolescente Es un texto que evoca lazos


profundos entre dos mujeres que conocen cuán dura es la vida porque han sufrido mucho. Su
sufrimiento refleja el de la naturaleza que padece por la sequía. Es el mismo que vive el pueblo
por la guerra y por el hambre, se han muerto casi todos los varones. Es una realidad violenta, el
pueblo no tiene el derecho de vivir en su tierra. Ellas reflejan esta historia, la conocen y llevan
toda su carga. Noemí está muy triste y lo dice. Cuando llega al pueblo cambiará su nombre. “¡No
me llamen ya Noemí! Llámenme Mará, porque Sadday me ha llenado de amargura” (Rut 1, 20).

- 26 -
A las dos nueras les había dicho que su vientre era estéril, no tenía para poder asegurar un
futuro a estas dos mujeres más jóvenes.

Es importante tomar en cuenta la fuerza de este pacto. Nace desde la destrucción de


una historia. Son estos pactos ocultos que se dan entre mujeres que humanamente están rotas
desde adentro. Se solidarizan desde estos pedazos y los recogen. También nace desde la
diversidad, no son del mismo pueblo. Noemí es “la amada” y Rut es la “amiga extranjera”. Rut,
como las parteras de Egipto, no pertenece a la historia oficial del pueblo de Israel, aunque éste le
debe su vida y su liberación. El pueblo de Israel renace de Rut, una extranjera. Por eso se llama
amiga, porque recoge los pedazos rotos de una historia, a la vez que Noemí recoge los suyos y
allí empieza a nacer el hijo que tiene como nombre Obed, es decir, libertador. (Cfr. Rut 4, 17b)

Se podría decir que la historia de estas dos mujeres se ensancha. Estos pactos son
pactos universales, para todas(os). Tienen un sentido de lucha, de sobrevivencia muy grande,
pero también de amor. Esto se hace elocuente en lo que podríamos llamar “el credo de las
mujeres”: “No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque adonde tú vayas, iré yo,
donde tú vivas, viviré yo. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras
moriré y allí seré enterrada. Que Yahvé me dé este mal y añada este otro todavía, si no es tan
sólo la muerte lo que nos ha de separar” (1, 16-17). El sentido de este pacto es mantener el
lazo: tu Dios, mi Dios, tu pueblo, mi pueblo, tu tierra, mi tierra... no importa la garantía de la
continuidad, pero importa el amor. Es un amor maduro herido, pero bello. Por eso Noemí vuelve
a ser “amada” y por Rut puede continuar viviendo.

Para hacer pactos tenemos que amar profundamente. Tendríamos que preguntarnos
qué pactos firmamos o celebramos entre nosotras, cuál es el sueño que nos une. El texto
termina en un cuadro de luces antipatriarcales, un coro de voces de mujeres. “Las mujeres
dijeron a Noemí: bendito sea Yahvé que no ha permitido que te falte hoy uno que te rescate para
perpetuar su nombre en Israel. Será el consuelo de tu alma y el apoyo de tu ancianidad, porque
lo ha dado a luz tu nuera que tanto te quiere y que es mejor que siete hijos. Tomó Noemí al niño
y lo puso en su seno y se encargó de criarlo. Las vecinas le pusieron un nombre diciendo: “le ha
nacido un hijo a Noemí” y le llamaron Obed” (4, 14 – 17). El fruto es de todas. Y nosotras
también cantamos:

Ay, mujer
Salvador Cardenal Barquero

Ay mujer, ya no estés triste,


mira el cielo que está limpio,
como el blanco de la manta de tu ropa.
Tu pancita ya revienta
como flor amanezquera,
como en la montaña el ojo de agua.
Todavía recuerdo aquella noche
besando tu boca,

- 27 -
temblando de amor.
Luego los dos quedamos como uno
y creció tu vientre
junto a mi esperanza.
Nació el niño
y tu cara morena
es colorada de alegría
cuando ves que llora vivo.
Duerme, niño, duerme, amor,
duérmanse antes que me duerma yo.
Ay mujer,
yo pienso que en cada niño
vive toda la humanidad.
Pero estoy feliz
porque este niño
nació en un pueblo en libertad.

Se apoyó suavemente
Esther 5, 1

La historia de Ester tiene un gusto a soledad entre gemidos de liberación y pasión por la
vida. Cuando terminan los largos días de soledad y de duelo (Cfr. Est 4), Ester vuelve a vestir su
cuerpo de fiesta y belleza para cumplir con un gesto, la reivindicación política y el sueño de su
pueblo. Ella encuentra solidaridad en otras mujeres, que experimentan la misma precariedad de
la vida. En el capítulo 5 se revela la solemnidad de su movimiento: “tomando a dos siervas se
apoyó suavemente en una de ellas”. ¿Qué sentido tiene apoyarnos entre nosotras?

Esta solidaridad pasa a través del gesto místico-político de siempre: signo de


abundancia, entre ética y estética, justicia y belleza. Solemnidad y derroche acompañan ese
momento que se vuelve como una larga liturgia. Con Ester las mujeres se solidarizan en estas
dos dimensiones y tejen la historia entre justicia y belleza. Su pacto no responde sólo a la
inquietud por la justicia sino envuelve las dimensiones más cotidianas y vivenciales de la vida: es
un pacto holístico.

El Salmo 85, 11 acompaña como eco el gesto de la reina: justicia y paz se besan...
Justicia y paz se abrazan, se apoyan, como Ester con otras mujeres. Para la cosmovisión hebrea
se trata del ritmo de la historia que se va haciendo entre el lento y precario tejer de la justicia del
pueblo que intenta darse instituciones justas, leyes, ... y la paz, shalom bíblico que resplandece
como la completa armonía del cosmos. Esa paz que pertenece a la dimensión mesiánica de la
vida del pueblo judío que revela el sueño y la nostalgia de Dios.

- 28 -
El intercambio del anuncio
Lc. 1, 39 – 45

Este encuentro entre María e Isabel es un pacto solidario de liberación. Las dos mujeres
han recibido un anuncio y las dos conocen la señal concreta de este anuncio: un hijo. Isabel ya
está en el sexto mes de espera, para ella esto es una gran liberación en medio de la mentalidad
patriarcal que consideraba su esterilidad una maldición (Cfr. 1, 58b). María también había tenido
un gran anuncio. Su asombro es precisamente porque se le anticipa lo que ella como mujer
siempre soñó: tener un hijo, sobre todo porque amaba a José. Para asegurar a María en medio
de este profundo asombro, el ángel le habla de su prima Isabel. Es decir, Isabel es testigo de la
promesa divina.

Las dos se apoyan en este sueño de liberación que ellas mismas cultivan. Esta
solidaridad de liberación es también para el pueblo – el cántico de María - (Cfr. 1, 46-55). Por
eso Isabel reconoce desde el vientre, con su niño, que quien está llegando lleva en sus entrañas
al Salvador. Así el Magnificat resuena como un canto místico político. Las vidas de estas dos
mujeres hablan desde adentro porque desde allí aprendieron a leer la historia.

La resistencia amante de las mujeres


Mt 27, 55 – 56; Mc 15, 40 – 41; Lc 23, 27 – 28; Mt 27, 61; Mt 28, 1 y 9; Mc 16, 1-3 y Lc 23, 55-
56; Lc 24, 1

Si recorremos velozmente los evangelios en el relato de los últimos momentos de la vida


y de la muerte de Jesús, aparecen con movimientos ligeros y decididos, como testigos fieles del
misterio, las sombras de algunas mujeres. Lo dicen Mateo, Lucas, Marcos y Juan, cuando ponen
el cuerpo de Jesús en el sepulcro, estaban ahí las mujeres. Sutiles solidaridades místicas y
afectivas que se apoyan entre ellas, para tranquilizar su mismo dolor y su misma nostalgia, para
dejar que la fe se alimente secretamente del amor.

El grito de lo femenino
Apocalipsis 22, 17

El Espíritu y la novia dicen ven... es el grito de lo femenino – la novia y el Espíritu – grito


que queda como eco en la historia de la humanidad y de la creación y que secretamente las
despierta. Es la sed de las mujeres que no solamente piden, sino invitan: ven. Es otro pacto, un
grito muy antiguo dejado en la historia y en la vida. Grito de los profetas y justos en medio del
pueblo sediento. Grito de Jesús en el momento de su muerte y que el discípulo predilecto recoge
(Cfr. Jn 19, 28). Grito de las primeras comunidades cristianas en su nostalgia de que Él vuelva.
Este grito recoge la sed, y la sed es la que nos permite sellar pactos entre la humanidad, Dios y
el cosmos.

En el mismo eco que el grito apocalíptico deja en el tiempo, entra el grito y la sed de
Teresa. Sus quehaceres y sueños la inquietan y esta inquietud la comparte con Él: “Algunas
veces afligida decía: “Señor mío, ¿cómo me mandáis cosas que parecen imposibles? Que

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aunque fuera mujer, ¡si tuviera libertad...!; mas atada por tantas partes, sin dineros, ni de donde
los tener, ni para Breve, ni para nada, qué puedo yo hacer, Señor?”. 23

Son quehaceres humanos que la osadía de la reforma provoca y que Él comparte:


“Hacíaseme la casa muy chica, porque lo era tanto, que no parece llevaba camino ser
monasterio, y quería comprar otra (ni había con qué, ni había manera para comprarse, ni sabía
qué me hacer) que estaba junto a ella, también harto pequeña para hacer la iglesia; y acabando
un día de comulgar, díjome el Señor: “Ya te he dicho que entres como pudieres.” Y a manera de
exclamación también me dijo: “¡Oh codicia del género humano, que aun tierra piensas que te ha
de faltar!” ¡Cuántas veces dormí yo al sereno por no tener adonde me meter!” Yo quedé muy
espantada y vi que tenía razón; y voy a la casita y tracéla y hallé, aunque bien pequeña,
monasterio cabal, y no curé de comprar más sitio, sino procuré se labrase en ella de manera que
se pueda vivir, todo tosco y sin labrar, no más de cómo no fuese dañoso a la salud, y así se ha
de hacer siempre.”24

Quehaceres humanos que ella resuelve por medio de la solidaridad de otra mujer; una
solidaridad entre carismas diferentes, que en la misma sed, se vuelven familiares: “El día de
Santa Clara, yendo a comulgar, se me apareció con mucha hermosura; díjome que me esforzase
y fuese adelante en lo comenzado, que ella me ayudaría. Yo la tomé gran devoción, y ha salido
tan verdad, que un monasterio de monjas de su Orden que está cerca de éste, nos ayuda a
sustentar; y lo que ha sido más, que poco a poco trajo este deseo mío a tanta perfección que en
la pobreza que la bienaventurada santa tenía en su casa, se tiene en esta, y vivimos de limosna;
que no me ha costado poco trabajo que sea con toda firmeza y autoridad del Padre Santo, que
no se pueda hacer otra cosa, ni jamás haya renta. Y más hace el Señor, y debe por ventura ser
por ruegos de esta bendita santa, que sin demanda ninguna, nos provee su majestad muy
cumplidamente lo necesario. Sea bendito por todo, Amén.”25

Son quehaceres y sed que ella quisiera compartir con toda la humanidad: “... que o estén
todos los que yo tratare locos de vuestro amor o permitáis que no trate yo con nadie, u ordenad,
Señor, cómo no tenga ya cuenta en cosa del mundo o me sacad de él... Parece que sueño lo
que veo y no querría ver sino enfermos de este mal que estoy yo ahora. Suplico a vuestra
merced seamos todos locos por amor de quien por nosotros se lo llamaron. Pues dice vuestra
merced que me quiere, en disponerse para que Dios le haga esta merced quiero que me lo
muestre, porque veo muy pocos que no los vea con seso demasiado para lo que les cumple. Ya
puede ser que tenga yo más que todos; no me lo consienta vuestra merced, padre mío, pues
también lo es como hijo, pues es mi confesor y a quien he fiado mi alma. Desengáñeme con
verdad, que se usan muy poco estas verdades.” 26

Son quehaceres y sed que superan las diferencias de género y de vocaciones y que ella
cultiva y sueña con otros amigos y amigas de Dios: “Este concierto querría hiciésemos los cinco

23
V. 33, 11
24
V. 33, 12
25
V. 33, 13
26
V. 16, 4 - 6

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que al presente nos amamos en Cristo, que como otros en estos tiempos se juntaban en secreto
para contra su Majestad y ordenar maldades y herejías, procurásemos juntarnos alguna vez para
desengañar unos a otros y decir en lo que podríamos enmendarnos y contentar más a Dios; que
no hay quien tan bien se conozca a sí como conocen los que nos miran, si es con amor y
cuidado de aprovecharnos. Digo “en secreto”, porque no se usa ya este lenguaje. Hasta los
predicadores van ordenando sus sermones para no descontentar. Buena intención tendrán y la
obra lo será; mas ¡así se enmiendan pocos! Mas ¿cómo no son muchos los que por los
sermones dejan los vicios públicos? ¿Sabe qué me parece? – Porque tienen mucho seso los que
los predican. No están sin él, con el gran fuego de amor de Dios, como lo estaban los Apóstoles,
y así calienta poco esta llama. No digo yo sea tanta como ellos tenían, más querría que fuese
más de lo que veo. ¿Sabe vuestra merced en qué debe ir mucho? En tener ya aborrecida la vida
y en poca estima la honra, que no se les daba más – a trueco de decir una verdad y sustentarla
para gloria de Dios – perderlo todo, que ganarlo todo; que a quien de veras lo tiene todo
arriscado por Dios, igualmente lleva lo uno que lo otro. No digo yo que soy esta, mas querríalo
ser” 27

Esta soledad entre mujeres y hombres justos, alimenta las vidas, y nuestras vidas están
entrelazadas entre ellas. Hay una sed que subyace en la historia y que deberíamos aprender a
recogerla día tras día, para que las ideas no se queden como sueños ilusorios y los sueños no
sean estériles nostalgias que nos alejan de la realidad, dejándonos en el remolino de nuestros
juegos individualistas y de nuestras solitarias preocupaciones. Así lo expresa una vez más, la
sabiduría narrativa de otra mujer:

“Más que nunca estoy convencida que en la capacidad de imaginar lo imposible estriba
la grandeza, la capacidad de salvación de nuestra especie. Ya ves, ¡aun en medio de la basura
persisten los anhelos! Mi única advertencia es la siguiente: como dijo alguien que leí en Waslala:
no permitás que la idea, el sueño, se vuelva más importante que el bienestar del más humilde de
los seres humanos. Ese es el dilema, el acertijo, el desafío que te dejo, que muero soñando
algún día podamos resolver.”28

Nuestros ideales, nuestros, sueños y también nuestros carismas, se juegan en la


historia, historias reales y concretas de tantos hombres y mujeres que nos acompañan a lo largo
de la caminata y de la búsqueda del lugar, es decir: la verdadera utopía. No traicionar esta
búsqueda y a las personas que la sostienen secretamente desde abajo, es nuestro desafío y es
también nuestra opción. El futuro que no conocemos y al que queremos ser fieles, es nuestra
casa. Buscar, entonces, es volver a la casa. Todas las veces que buscamos volvemos a la casa,
no porque todo se cumple y se realiza, sino porque volvemos al principio y este principio es de
verdad empezar otra vez: ese es el dilema, el acertijo, el desafío que te dejo, que muero
soñando algún día podamos resolver.

Con este anhelo nos acompañamos cantando:

27
V. 16, 7
28
Gioconda Belli, Waslala. Memoria del futuro, Anamá Ediciones, Managua 1996, p.324

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Reencuentro
Cecilia Rivero Borrel

Mi amiga querida, así lo dijimos,


las dos lo sentimos y así nos vivimos.
En tanta distancia siento tu presencia
que aviva mi fuego y me invita a danzar.

La vida que dejas en mi corazón


es pan compartido, hoy es comunión,
tengo la certeza que Él nos miró,
sembró nuestro encuentro
y habló al corazón.

Mi amiga querida, hoy soy expresión,


soy música abierta, soy danza y canción,
me impulsas a ser vida y comunión,
me haces tanto bien,
contigo soy yo.

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CAPÍTULO III
EL CUERPO Y SU CANTO

Ay nicaragua nicaragüita
Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy

Ay Nicaragua, Nicaragüita,
la flor más linda de mi querer,
abonada con la bendita, Nicaragüita,
sangre de Diriangén.
Ay Nicaragua sos más dulcita
que la mielita de Tamagás,
pero ahora que ya sos libre, Nicaragüita,
yo te quiero mucho más.

Quisiera poblarte a besos de norte a sur,


a veces yo no me explico cómo no verte azul,
nutrirme de tu raíz y tu poesía,
subir por tu pecho ardiente,
bajar por tu sangre mía,
y meterme pueblo adentro
defendiendo tu alegría y tu verdad,
agua clarita, flor natural, razón antigua.
Ay Nicaragua, Nicaragüita, recién nacida.
Ay Nicaragua ,Nicaragüita, sobrevivida.

Ay Nicaragua, Nicaragüita,
recibe como prenda de amor
este ramo de siempre vivas y gilinjoches
que hoy florecen para vos.
Cuando yo beso tu frente pura,
beso las perlas de tu sudor,
más dulcita que la frutita del tigüilote
y el jocote tronador.

Este canto no es simplemente la memoria de una tierra, un país, sino de una tierra y un
país que se torna cuerpo y ese cuerpo es humano, cuerpo de mujer o de hombre. Cuerpo y
cuerpos, es el pueblo con su historia, son nuestros cuerpos, con nuestras historias. Y nuestros
votos, entre amor y búsqueda, los profesamos con un cuerpo, hecho de tierra, cultura y fe.

Cuando hablamos del cuerpo, nuestra tendencia actual es, legítimamente, reaccionar al
antiguo dualismo antropológico, filosófico y teológico-espiritual mencionado anteriormente y por
el cual la VR ha sido afectada por largo tiempo. Nuestras reformas, en efecto, han sido casi
siempre reformas espirituales, donde el cuerpo parecía no tener nada que ver. Hoy intentamos

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recuperarlo, pero el camino no parece tan fácil. Muchas veces, cuando se reivindica algo, se
suele pasar de un extremo a otro extremo y este es el riesgo que vivimos actualmente. El cuerpo
se vuelve lenguaje exigente.

Si recuperamos la sabiduría del canto que describe la belleza de una tierra


centroamericana y si rescatamos también la perspectiva bíblica, y de otras culturas que nos
acompañan, notamos que el cuerpo no es un elemento aparte. Hay un lazo profundo entre el
cuerpo de la creación y el cuerpo humano. La tierra tiene un cuerpo, así como las personas y las
cosas.

Cuando hablamos de espacio-tierra, hablamos en general de toda la creación: de los


mares, los ríos que la atraviesan y los lagos que la habitan. Hablamos de las plantas, los
animales,... No es simplemente un territorio, es un cuerpo. Esto crea una sintonía profunda entre
nosotras(os) y lo que nos rodea: quisiera poblarte a besos de norte a sur, a veces yo no me
explico cómo no verte azul, nutrirme de tu raíz y tu poesía, subir por tu pecho ardiente, bajar por
tu sangre mía...

El mundo se forma en un movimiento circular, un sutil equilibrio entre los diferentes


elementos que deberían intercambiar vida entre ellos. Una célula muere, deja espacio a la otra,
otra célula se multiplica... Todo esto es bello y nos hace ver que el problema no es simplemente
el propio cuerpo, sino los cuerpos y cómo entramos en esta relación con los cuerpos.

Hay una pregunta fundamental que nos acompaña: ¿qué es lo que nos hace? ¿de qué
estamos hechas(os)? A medida que pasan los años, deberíamos saber responder con certeza a
esta pregunta. Los años que transcurren hacen nuestras historias y en este largo quehacer entra
todo. En las tradiciones andinas esta totalidad es muy significativa y se expresa con el término
Pacha, que los españoles no supieron traducir y relacionaron simplemente con la tierra. En
realidad la Pacha no es simplemente tierra, sino “casa”, ambiente en el cual nos movemos. Es
aire, espacio, tiempo, son personas, animales...

Todo eso evidencia elementos muy bellos e importantes, pero también profundamente
vulnerables. Si hablamos de tierra, hablamos de vulnerabilidad, la tierra es fertilidad, pero
también sequía. Es abundancia pero a la vez escasez. Son lagos, volcanes, con todo lo que eso
significa. La cuestión ecológica no es una poesía. Hablamos de lagos y pensamos en su
contaminación. Hablamos de volcanes y pensamos en el misterio que los envuelve y toda la
fuerza que a veces muestran y el miedo que nos provocan.

Lo mismo podríamos decir del cuerpo humano, entre belleza y precariedad, enfermedad,
falta de armonía, violencia. Es un cuerpo que habita un espacio que comparte con otros objetos,
cosas... También estos son cuerpos. En las cosas está la historia del ser humano, en el arte de
los pueblos, tejidos, colores, utensilios... todos llevan dentro una historia y expresan la vida de
una sociedad, también cuando nos referimos a nuestras sociedades tecnológicas. Cosas que
expresan la creatividad de la inteligencia humana, pero también objetos que conllevan toda la
injusticia. Las cosas tienen una historia económica casi siempre de profunda injusticia. Detrás de

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algunos productos hay una tremenda historia de explotación, el contacto con ellos es también
contacto con mis hermanas(os), con sus cuerpos.

También las cosas gimen y sufren; si miramos la historia más reciente de nuestros
países latinoamericanos descubrimos el engaño del proyecto que está detrás del ALCA (Área de
Libre Comercio de las Américas), por ejemplo, y otros miles de acuerdos que se han firmado
pasando por encima del pueblo y de la tierra.

Si las cosas las acogemos en toda su totalidad se vuelven sacramento. En este sentido,
las cosas son mediadoras, y a través de ellas podemos encontrar personas y revivir situaciones.
Está claro, pues, cómo todos estos cuerpos están ligados entre ellos y la pregunta que surge
alrededor de esta problemática es: ¿cómo recuperar nuestro cuerpo como espacio de
encuentro? También en eso, aunque desde un contexto diferente, nos viene en ayuda la
sabiduría de otras(os).

“Somos familia de todo lo que brota, crece, madura, se cansa, muere y renace. Cada niño tiene
muchos padres, tíos, hermanos, abuelos, abuelos son los muertos y los cerros hijos de la tierra y
del sol, regados por las lluvias hembras y las lluvias machos, somos todos parientes de las
semillas, de los maíces, de los ríos y de los zorros que aúllan anunciando como viene el año. Las
piedras son parientes de las culebras y de las lagartijas. El maíz y el fríjol hermanos entre sí,
crecen juntos sin pegarse. Las papas son hijas y madres de quien las planta, porque quien crea
es creado. Todo es sagrado y nosotros también. A veces nosotros somos dioses y los dioses
son, a veces, personitas no más. Así dicen, así saben, los indígenas de los Andes”. 29

Así nos descubrimos como personas entrelazadas con otras historias, y lo que resuena
con más dolor es sentir que los cuerpos tienen que vivir separados de otros cuerpos. Nos han
prohibido sentir que nuestros cuerpos están entrelazados con los demás cuerpos, los que
pertenecen a otras culturas, a otras historias, a otra biodiversidad.

La intuición de los votos se cultiva alrededor de este deseo: volver a tejer relaciones
verdaderas y justas entre los cuerpos, aunque siempre habíamos pensado que los votos servían
para separarnos.

La reivindicación de los cuerpos, entonces, no es una pretensión egocéntrica y egoísta


de mujeres y hombres solitarias(os). La inquietud gira en torno a una pregunta: ¿cómo ser
cuerpos acogedores que aprenden a vivir con los demás? Recuperar esta sensibilidad es
devolver al cuerpo sus verdaderas dimensiones, entre lo visto y oído en el secreto del castillo o
la celda interior, y lo palpado y acariciado en el espacio y en el tiempo de la vida.

29
Eduardo Galeano, Patas Arriba. La historia del mundo al revés, Montevideo 1999, 335

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Los cuerpos a la luz de la palabra

Estas dimensiones las recuperamos dentro del mensaje bíblico. En la Biblia, cuando se
cuidan los cuerpos en su integridad, se cultiva una historia de liberación. Los milagros pasan a
través de la sanación del cuerpo que experimenta no sólo una situación de enfermedad física,
sino también una situación de dolor, de drama que vive el pueblo.

En los capítulos 8 y 9 del libro de Tobías, una mujer, Zarra, no sufre una enfermedad
sino una condición: todos los que se casaban con ella morían. Esta mujer vive el drama en su
soledad y en la de sus padres. Es una situación de exclusión y ella espera que alguien rescate
su cuerpo. En este rescate deben entrar otros cuerpos y desde allí, la historia de esta mujer
cambia. Alguien muy bueno ayudado por el sueño de liberación, puede liberar a esta persona.
Con osadía los dos, enfrentan este límite y ella se libera. El texto presenta este encuentro como
un ritual, (Cfr. 8, 4-8). Esta sanación es algo muy lento y refleja el sentido profundo del amor.
Muchas veces, al cuerpo hay que esperarlo amándolo.

También en el libro de los Reyes (1 Re 17, 17 – 24) se vive la sanación de un cuerpo. Es


la historia de Elías en medio de su pueblo, en una situación de hambre y sequía. Ciertamente el
niño de la viuda estaba desnutrido y por eso se enfermó. Elías lo sana. Es el contacto de dos
cuerpos. Sólo se percibe como una fórmula de oración. Elías se pone sobre el niño, sopla, lo
besa. Dos o tres veces acerca su cuerpo al del niño, es una sanación lenta de liberación. Este
niño pertenece a la categoría de los pobres más pobres, los huérfanos, los predilectos de Yahvé.
También nosotras(os), para amar la belleza de la historia tendremos que amar primero la
vulnerabilidad.

Para Jesús, el contacto con los cuerpos es un contacto físico. Se sanan los que lo han
tocado o se han sentido tocados por Él. De ahí nace una extraña solidaridad, la misma que
vivieron muchas santas y santos, la solidaridad con los cuerpos. La exigencia de estas personas
con sus propios cuerpos no expresaba simplemente un sentido penitencial de la vida. Se trataba
de una verdadera sabiduría, una solidaridad con Dios que se cumple sólo a través de un
contacto real con los cuerpos.

Con los cuerpos se habla y ellos tienen un lenguaje muy bello. El misterio de la
encarnación viene a confirmar todo eso. Para las(os) místicas(os), Él viene para consolar el
cuerpo, su sed, su nostalgia, su deseo. Son las palabras llenas de nostalgia que recoge Mateo
(10, 40 - 42): Quien a ustedes recibe, me recibe a mí...y a todo aquel que dé de beber tan solo
un vaso de agua... le aseguro que no perderá su recompensa. Estas palabras son eco también
en el evangelio de Juan: quien acoja al que yo envíe, me acoge a mi y quien me acoja a mí,
acoge a aquel que me ha enviado (Jn 13, 20). Es un pacto que Dios hace con los cuerpos
humanos. Él, que hizo los cuerpos no para separarnos sino para unirnos y para calmar nuestra
nostalgia, se hace uno con ellos.

Dentro de la perspectiva de la encarnación, si leemos con afecto las apariciones que


tienen algunas(os) santas(os), descubrimos que tenían una gran nostalgia de sentir el misterio.

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Un ejemplo muy bello es Francisco de Asís. El es amante de los cuerpos, su desnudez y
pequeñez así lo revelan. Está en contacto con la tierra, habita en las rocas alrededor de su
ciudad. Cuando sus frailes le piden libros, toma ceniza y barro y se ensucia cabeza y cara. En la
nostalgia de la unidad y de la armonía de los cuerpos reconciliados y amantes, se tira desnudo
en la nieve. Con ella forja una familia, la madre y el niño.

¿Qué podríamos hacer para no perder toda esa sabiduría que muchas(os) amantes de
Dios dejaron como gemido en los vientos de la historia? Dios nos respondió en su misterio de
encarnación: si tú amas a otras personas me encontrarás y me amarás a mí. Él viene a
tranquilizar la sed de Teresa, así como apaciguó la de Francisco, la de Catalina y la de
tantas(os) otras(os) que en algunos momentos querían morir para saciar la sed.

¿Cómo hacer todo esto? Aquí amanece la pequeña luz de la afectividad como
movimiento de relación hacia alguien. Algo de lo que también la justicia se reviste. Es muy bello,
descubrir que en la tradición antigua, Tomás de Aquino, habla de la contemplación como una
mirada simple y afectuosa de la realidad. (Cfr. S.Th., II-II, 180). La relación con Dios puede ser
sólo afectiva, un progresivo enamoramiento desde una realidad contemplada con afecto.

La afectividad es como la mistagogía. Palabra griega que tiene la misma raíz del término
misterio e indica la acción que conduce hacia Él, o como algunos dicen, la acción con la que el
misterio nos conduce. En este sentido la afectividad es un movimiento, es algo dinámico, es ir
hacia y es necesaria para tocar el misterio, para hacer que los cuerpos se encuentren en esa
armonía. La afectividad crece con nosotras(os), así como crecen nuestros cuerpos con el pasar
de los años. Con ella podemos reaprender a vivir juntas(os).

El cuerpo es el lenguaje de la afectividad. Lo empuja hacia el misterio porque quiere


tocarlo. Es fuerza que nos acerca, así como la mística es el gozo de sentir que nos vamos
acercando. Sentir significa lo que proclama Juan en su primera carta (Cfr. 1Jn 1,1-4). Sentir es
dar testimonio. No se da testimonio sólo verbalmente, sino con nuestros sentidos. Los sentidos
son testigos de comunión, para que también ustedes estén en comunión con nosotros (1 Jn 1,
3b.), así como son testigos del bien y del mal, del amor y del desamor.

En la vida cotidiana el problema no es cómo alejarnos de los cuerpos y cómo abandonar


los afectos, sino cómo discernir el encuentro. En el texto de Mt 7, 6: no profanar las cosas
santas... la problemática no es si el cuerpo es bueno o malo sino aprender a discernir qué tipo de
lazos creamos con la diversidad. Hay lazos donde no se intercambian identidades, sino
necesidades, eso hace los encuentros vacíos. Es algo que nos pasa, a veces, a las mujeres,
cuando buscamos en el género opuesto, lo que llamamos complementariedad, sin darnos
cuenta que ésta crea otras dependencias .En este texto de Mateo, no profanar las cosas santas
se refiere, con ironía evangélica, a lo que compartimos con superficialidad, sin discernir cómo y
con quién. En el caso del cuerpo, es como si Jesús nos dijera: no den la riqueza del cuerpo a un
precio barato.

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En el fondo queda un eco que el libro de los Proverbios recoge y sintetiza como un
cántico, Prov 30, 18 – 19: Hay tres cosas que me desbordan y cuatro que no comprendo: el
camino del águila por el cielo, el camino de la serpiente sobre la roca, el camino del barco en alta
mar y el camino del hombre hacia la doncella. Podemos creer que lo decimos todo, intentar
buscar soluciones, pero hablando del amor y de los cuerpos, siempre sentiremos todo el peso
del misterio. Cosas que me desbordan y que no comprendo... tendremos que aceptar el silencio,
la soledad. El autor del libro de los Proverbios contempla este misterio a través de cuerpos
reales. Es algo que nos sobrepasa.
Hay que vivir en actitud de humildad y espera como frente al misterio, creciendo lentamente día
tras día en el amor.

Árbol de vida plantado en las aguas de la vida

No podemos pretender que la experiencia de Teresa con relación al cuerpo no esté


marcada por el dualismo, el menosprecio del cuerpo y las sospechas sobre el placer. Sin
embargo, cuando nos ponemos en contacto con su palabra, especialmente con sus cartas y
relatos autobiográficos, podemos reconocer en ella un testimonio alternativo ante la condición
alienada, expropiada y sometida del cuerpo femenino en la sociedad de su tiempo.

En su ambiente, la mujer - el cuerpo femenino - está sometido al varón y reducido a


instrumento de procreación, su función era ser madre y esposa. Ella, desde sus anhelos de
libertad, ya experimentados en su temprana infancia, vislumbra una forma nueva de situarse en
el mundo y, rompiendo con la presión social, asume el riesgo de encarnar una nueva imagen de
mujer.

Con su cuerpo sueña y construye su aventura, liberándolo por la toma de la palabra, por
su solidaridad con otras mujeres, con quienes comparte su experiencia de encuentro con Dios y
a quienes acompaña en su camino por el Castillo Interior. Experiencia ofrecida también a quien
quiera escuchar el “silbo del Pastor” y se sienta invitad(a)o a “mirar que le mira”. La palabra y el
gesto, entrelazados en sus escritos, son expresión de un cuerpo unificado, seducido por el Amor.
Sin pretenderlo, conquistó el acceso a espacios dominados por varones. Sus pies cansados y
heridos, bañados del polvo de los caminos son sello de su reforma, del deseo más profundo de
su corazón apasionado de mujer.

En sus cartas podemos descubrir a la mujer que cuida de las necesidades corporales de
sus hermanas, que se preocupa por los detalles más insignificantes, poniendo la vida de la
persona por encima de cualquier práctica penitencial propia de la época. Así lo dice a María de
San José en una carta del 1 de febrero de 1580: “Yo no sé qué es la causa que con cuantos
disgustos me da vuestra reverencia no puedo sino quererla mucho; luego se me pasa todo. Y
ahora, como esa casa ha sido la mejorada en padecer en estas refriegas, la quiero más... El
vestirse túnica al verano es cosa de disparate. Si me quiere hacer placer, en llegando ésta se la
quite, aunque más se mortifique; pues todas entienden su necesidad, no se desedificarán. Con
nuestro Señor cumplido tiene, pues lo hace por mí. Y no haya otra cosa, que ya yo he probado el
calor de ahí, y vale más estar para andar en la comunidad que tenerlas todas enfermas. Aun por

- 38 -
las que viere que tienen necesidad también lo digo.” Ya antes, en la carta del 28 de junio de
1577 le había dicho: “Dios me la guarde mucho, que más pena me da su mal que todo, y por
caridad que se regale; y a la mi Gabriela –enfermera de Teresa en Sevilla- traigan lienzo y
déjese de rigor en tiempo de tanta necesidad. Acá hay bien poca salud... Dios me la guarde, que
no sé cómo la quiero tanto... Busquen dineros prestados para comer, que después los pagarán.
No anden hambrientas, que me da mucha pena, que así también lo buscamos acá y Dios lo
provee después.”

Teresa vive la mística a través del cuerpo. También sus escritos -especialmente los
relatos autobiográficos y las Relaciones- son testigos de que sus experiencias místicas son
registradas en el ámbito corporal. “Una cosa me espanta, que estando de esta suerte, una sola
palabra de las que suelo entender, o una visión, o un poco de recogimiento, que dure un
Avemaría, o en llegándome a comulgar, queda el alma y el cuerpo tan quieto, tan sano y tan
claro el entendimiento, con toda la fortaleza y deseos que suelo. Y tengo experiencia de esto,
que son muchas veces, a lo menos cuando comulgo, ha más de medio año que notablemente
siento clara salud corporal, y con los arrobamientos algunas veces, y dúrame más de tres horas
algunas veces, y otras todo el día estoy con gran mejoría, y a mi parecer no es antojo, porque lo
he echado de ver y he tenido cuenta de ello. Así que, cuando tengo este recogimiento, no tengo
miedo a ninguna enfermedad.”30

Para Teresa el cuerpo manifiesta límites y posibilidades. Vive su grandeza y su


precariedad. Su expresión más bella es la alegoría del Castillo y dentro de él, el gusano que se
transforma en mariposa. Para ella el “alma” entraña la persona en su totalidad. Es palacio todo
de un diamante o muy claro cristal adonde pasan las cosas de mucho secreto... es castillo
resplandeciente y hermoso, perla oriental, árbol de vida que está plantado en las mismas aguas
vivas de la vida que es Dios, es paraíso donde dice Él tiene sus deleites...”31

La oración es la puerta para entrar al Castillo. La persona tendrá que aprender


lentamente los ritmos del encuentro, aprenderá a mirar desde dentro, a reconocer que es
mirada y amada. Cerrar los ojos es el gesto que expresa este anhelo del encuentro, no para
desvincularse de la realidad, sino para encontrar vida allí donde se reconocen las cosas de
mucho secreto. Los ritmos del encuentro se entrecruzan con la fragilidad del cuerpo. Por eso ella
presta una discreta atención a los ritmos corporales: “Hemos de pensar que no mira el Señor en
esas cosas, que, aunque a nosotros nos parecen faltas, no lo son. Ya sabe Su Majestad nuestra
miseria... y sabe que ya estas almas desean siempre pensar en Él y amarle...( yo tengo
grandísima experiencia y sé que es verdad) que viene de indisposición corporal... que participa
esta encarceladita de esta pobre alma de las miserias del cuerpo: y las mudanzas de los tiempos
y las vueltas de los humores muchas veces hacen que sin culpa suya no pueda hacer lo que
quiere, sino que padezca de todas maneras; y mientras más la quieren forzar en estos tiempos,
es peor y dura más el mal, sino que haya discreción para ver cuándo es de esto, y no la ahoguen
a la pobre... múdese la hora de la oración y hartas veces será algunos días... sirva entonces al

30
Rel. 1, 23
31
Cfr. I Moradas

- 39 -
cuerpo por amor de Dios, porque otras veces muchas sirva él al alma, y tome algunos
pasatiempos santos de conversaciones que lo sean, o irse al campo... en todo se sirve Dios.
Suave es su yugo y es gran negocio no traer el alma arrastrada, como dicen, sino llevarla con
suavidad para su mayor aprovechamiento.”32

Relativiza las penitencias propias de su época; está convencida, porque lo ha escuchado


del mismo Señor, que para Él es más importante el encuentro, la escucha intensa: “Hija, buen
camino llevas y seguro. ¿Ves toda la penitencia que hace? –Doña Catalina de Cardona- En más
tengo tu obediencia.”33

El Castillo comporta un desafío... vivir desde el centro, pacificadas, en profunda armonía


porque se vive desde la experiencia de saberse habitadas. El cuerpo anhela la plenitud y se
acercará a ella sobrecogido, con la fuerza de la confianza y la osadía de la “determinada
determinación”, llevada por Él “que nunca falta de ayudar a quien por Él se determina a dejarlo
todo.” 34 Por eso, cuando Teresa narra el encuentro en las VII Moradas, nadie podrá quitarle la
certeza de haber entendido “aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que
vendría Él y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus
mandamientos... ve que están en lo interior de su alma, en lo muy interior, en una cosa muy
honda, que no sabe decir cómo es, porque no tiene letras, siente en sí esta divina compañía.”35
Vivir desde el centro es también acariciar la realidad, por eso dice: “Pareceros ha que, según
esto, no andará en sí, sino tan embebida que no puede entender en nada. Mucho más que
antes, en todo lo que es servicio de Dios... no deja de andar con más cuidado que nunca, para
no le desagradar en nada.” 36 Para ella nunca es tiempo de tratar con Dios negocios de poca
importancia.

Siempre es tiempo de caminar humildemente con Dios, de aceptar que el cuerpo, en


algunos momentos esté muy silencioso en la soledad, en el juego de las presencias y las
ausencias. Así continuamos caminando y cantando:

Sueños
Pablo Milanes

Quiero regresar hacia el lugar donde nací,


quiero recordar, quedarme allí.
Quiero imaginar que todo se quedaba así,
que no hubo un tiempo que pasó para vivir.
Quiero retornar a la inocencia de asistir
cada día a descubrir una mañana azul,
un pájaro en trasluz,

32
V. 11, 15 - 16
33
Rel. 23
34
C. 1, 2
35
VII M. 1, 6 - 7
36
VII M. 1, 8

- 40 -
el viento puro que me asalta el corazón de amor.
Quiero regresar hacia ese lugar
donde el río canta una canción,
bañarme en el sol,
tenderme al olor de la hierba al salir:
y en mi mundo infantil
fundirme con el cielo
y dejar volar mi pensamiento libre.

Quiero regresar hacia el lugar donde nací...


Jamás.

- 41 -
- 42 -
CAPÍTULO IV

NO ES TIEMPO DE TRATAR
CON DIOS NEGOCIOS DE
POCA IMPORTANCIA
La historia vive secretas urgencias y anhelos que, a veces, parece que sólo Dios
conozca junto con algunas de sus amigas o amigos que como Juan, se han recostado sobre su
pecho (Cfr. Jn 13, 25). Este conocimiento muestra lo que Teresa en diferentes momentos y con
diferentes expresiones, nos dice: no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia.
La poca importancia no se refiere a lo insignificante que puede ser la historia, sino a como
nosotras(os) somos tan poco cálidas(os) con ella, porque todavía estamos preocupadas(os) de
mirarnos a nosotras(os) mismas(as). El grito de la fe subyace en ella, un grito no necesariamente
religioso; un grito que está como anhelo y espera. La gente espera algo y eso Dios no lo
desprecia. Él, como en los tiempos antiguos, escucha el clamor, así como ve la aflicción y baja y
se queda (Cfr. Ex 3, 7-8). Así comienza la lenta peregrinación. Juntos en la inquieta búsqueda de
quienes perciben que todavía la historia sufre. Los votos irrumpen como tímidas intuiciones,
gestos, ideas e imploraciones frente a un misterio que a la vez que nos atrae, nos envuelve. En
esta caminata la espera es grande, se vuelve secretamente grito y se torna canto:

FE
Fher Olvera

No puedo entender este mundo como es,


que uno puede odiar, herir y traicionar ¿por qué?
Como puede ser
que haya gente que pueda matar,
por diferencia de opinión,
por tierra o por religión.
No sé.
Oh no, míranos, dónde está nuestro corazón.
oye mi canción
ya no mas sangre, grítalo.

Dame fe, dame alas.


Dame fuerza para sobrevivir en este mundo

Cómo puede ser que haya tanta destrucción


en vez de resolver les enferma todo el poder.
Que eso quede claro,
hay que amarnos como hermanos
tenemos el valor para darnos más amor, lo sé, yo lo sé.

- 43 -
El mundo puede cambiar, sólo hay que intentarlo.
No hay que odiar, hay que amar
hay que intentar, no hay que perder la fe.

Durante los tres primeros siglos de la tradición cristiana no se conocían los votos así
como hoy los expresamos. Sin embargo, la consagración de esas personas al Evangelio tenía
un significado de total entrega a Dios, casi en solidaridad con la vida de los mártires de la misma
épocas, sobre todo en el ámbito femenino.

Cuando las madres y los padres del Desierto vislumbran este camino, cuando ellas(os)
intuyen el derecho a vivir el evangelio en sencillez y comienzan a entenderlo, no se profesaba ni
pública ni secretamente, ningún voto. En los primeros pasos de este estilo de vida se habla más
de pacto o promesa. Muchas veces se hace referencia más a los mandamientos que a los
consejos evangélicos como hoy en día los entendemos. Esta intuición, había nacido
simplemente contemplando la realidad, la iglesia, mientras el cristianismo comenzaba a crecer
en su poder. El cristianismo, en efecto, ya no era más el de la diáspora, de los cristianos
comprometidos en pequeños grupos, en las diferentes partes del imperio. Se trataba ya de un
cristianismo que celebraba sus bodas con el poder temporal. Ser cristianos era una garantía y un
privilegio social.

Cuando se dan estos primeros pasos de vida religiosa dentro de la Iglesia el cristianismo
había sufrido profundos cambios. En medio de ellos, la experiencia de las(os) primeras(os)
anacoretas se entrevé como un brote y un sueño alternativo. Nuestros padres y nuestras madres
en la fe intuyeron algo y sólo abrieron camino, un camino que como canta el poeta se hace al
andar (Machado). Estas personas inauguran un ritmo que a lo largo de los siglos se volverá
inspiración para muchas y muchos. Esto es la utopía en el sentido más bello y profundo, utopía
como constante que acompaña a todos los pueblos. La búsqueda de la Tierra sin Mal, dirían los
Guaraníes. Nosotras(os) podríamos llamarla Reino. Es la utopía que nos alimenta y acompaña
como dice Eduardo Galeano: como un horizonte; está lejos. Y yo camino dos pasos y ella se
aleja dos pasos: el horizonte se aleja. Y yo camino diez pasos y ella se aleja diez pasos. ¿Para
qué sirve? Sirve para eso: para caminar.

Esta búsqueda de hombres y mujeres nace en un contexto concreto; en ella no existe


todavía la idea de los votos, pero se articula alrededor de simples deseos de autenticidad y de
amor al evangelio, leído en la vida de Jesús. En ella descubrimos algunos aspectos que son
como pilares fundamentales de esta experiencia y alrededor de los cuales se construye, se
plasma, se hace y rehace este sueño.

El desierto

La primera intuición es la de ir hacia el desierto. Esta intuición se podría llamar la


ubicación geográfica. Esto es sumamente importante en la VR. En los primeros siglos se
concretiza a partir de la experiencia del desierto, mientras el cristianismo oficial ya comenzaba a

- 44 -
desarrollarse en el centro del poder político y social del tiempo, donde tenía que estar también la
iglesia con sus representantes oficiales.

Para estas primeras mujeres y hombres buscadores de Dios, estas bodas celebradas
entre el cristianismo y el poder político no posibilitaban vivir el evangelio, ataban la libertad
evangélica y el amor a Jesús. A partir de ahí, reivindican humildemente un espacio diferente: el
desierto. Nosotras lo podríamos traducir como todos los mundos periféricos que conocemos en
nuestra historia. Ellas y ellos intuyen que para retomar contacto con la sencillez evangélica hay
que cortar con estas bodas y por eso buscan un lugar geográfico de separación.

En los primeros momentos el desierto es el lugar significativo que permite comenzar otra
vez. A partir de ahí se vuelve lugar simbólico. Es la descentralización del poder. Desde esta
perspectiva podríamos reinterpretar el antiguo adagio que proponía la VR como fuga mundi. En
realidad estas personas huyeron del mundo, del centro del poder. La VR salió de las cosas
vanas, que no tienen nada que ver con un proyecto humano de plenitud. El desierto da sentido a
esta búsqueda que los lleva a ocupar lugares periféricos de esperas y sueños.

Pero el desierto, tiene también otro sentido. Es el lugar de la desnudez que permite el
encuentro, el espacio donde crece la sensibilidad. Para ellas y ellos, el desierto era algo real que
hacía parte de su geografía, de su medioambiente. No tuvieron que inventarlo, más bien
“seguirlo”, dejarse atraer y seducir. Como cualquier persona que vive en lugares silenciosos,
ellas y ellos aprendieron a escuchar y reconocer las delicadas huellas de la Presencia y
Ausencia Divina. El desierto es el lugar de los sentidos. Es lugar de pobreza, y también el lugar
del desamparo, en el que las personas no tienen muchos apoyos. Este desamparo permite
confiar en Alguien, y desde esta confianza, continuar viviendo en una constante vigilia, hasta
reconocer. La opción del desierto es poder estar allá, donde se puede ver y gozar lo más posible
de su divina compañía.

También en Teresa, el sueño de la reforma surge del deseo de la desnudez, de la


profunda autenticidad de su búsqueda, de su deseo de encontrarse con Él. Marcada por la visión
del infierno –de la cárcel tenebrosa- en la que se experimenta el sin sentido y la muerte,
sintiendo una intensa compasión por “las muchas almas que se condenan” y el deseo de morir
mil muertes por librar de estas cadenas aunque sea a una sola persona. 37 Teresa se pregunta
cómo vivir, qué hacer por Dios. Su sueño no es un deseo individualista, lo alimenta y lo cultiva
con otras(as) personas, monjas carmelitas unas y amigas seglares, otras, con quienes
compartía en su celda del monasterio de la Encarnación. Ella, con la claridad que la caracteriza,
dice: “yo, como andaba en estos deseos, comencélo a tratar con aquella señora mi compañera –
D. Guiomar de Ulloa- viuda que ya he dicho tenía el mismo deseo... Habiendo un día comulgado,
mandóme mucho su Majestad lo procurase con todas mis fuerzas, haciéndome grandes
promesas de que no se dejaría de hacer el monasterio, y que se serviría mucho en él, y que se
llamase San José, y que a la una puerta nos guardaría él, y nuestra Señora la otra, y que Cristo
andaría con nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran resplandor... que dijese a mi

- 45 -
confesor esto que me mandaba, y que le rogaba Él que no fuese contra ello ni me lo estorbase...
Yo no podía dudar que era él –el Señor-. Yo sentí grandísima pena, porque en parte se me
representaron los grandes desasosiegos y trabajos que me había de costar... más fueron
muchas veces las que el Señor me tornó a hablar en ello, poniéndome delante tantas causas y
razones que yo veía ser claras y que era su voluntad.... 38 “No se hubo comenzado a saber por el
lugar, cuando no se podrá escribir en breve la gran persecución que vino sobre nosotras, los
dichos, las risas, el decir que era disparate; a mí que bien me estaba en mi monasterio; a la mi
compañera tanta persecución, que la traían fatigada. Yo no sabía qué me hacer; en parte me
parecía que tenían razón. Estando así muy fatigada encomendándome a Dios, comenzó su
Majestad a consolarme y a animarme. Díjome que aquí vería lo que habían pasado los santos
que habían fundado las religiones, que mucha más persecución tenía por pasar, de las que yo
podía pensar; que no se nos diese nada. Decíame algunas cosas que dijese a mi compañera, y
lo que más me espantaba yo es que luego quedábamos consoladas de lo pasado y con ánimo
para resistir a todos.” 39

Teresa, como los primeros padres y madres del desierto, reivindica un espacio
alternativo en el cual reencontrarse con la frescura de la “regla primitiva”. Para ella se traduce en
un monasterio pequeño y de pocas monjas ocupadas en estar solas con Él solo40 y en “seguir
los consejos evangélicos con toda la perfección... confiadas en la gran bondad de Dios que
nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo... porque estáse ardiendo el
mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo... y no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca
importancia”. 41

La soledad

Todas y todos hemos nacido de la experiencia de la soledad. Aunque muchas vivamos


juntas, aunque tengamos como carisma algo que vamos compartiendo comunitariamente, la
soledad es uno de los pilares más significativos. En esta economía de vida, ella significa sobre
todo recuperación de la unidad. Las(os) primeras(os) ermitañas(os) son maestras(os) de vida en
armonía, en unidad. No es la experiencia del aislamiento sino del ser uno con todos y todo. Son
las palabras de Jesús que Juan recoge porque tiene la misma nostalgia (Cfr. Jn 17, 11).

La opción de la soledad les daba la posibilidad de vivir el encuentro. Ellas(os) intentan


esta unidad hasta con los leones del desierto. Es el sueño de Isaías 11. La paz mesiánica, donde
identidades e historias diferentes aprenden a convivir: ...serán vecinos el lobo y el cordero, y el
leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los
conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león como los bueyes,
comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién
nacido destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo

38 V. 32, 10 - 12
39 V. 32, 14
40 Cfr. V. 36, 29
41 C. 1, 2; 5

- 46 -
monte....(vv. 6-9) ¿Cómo podemos recuperar nosotras(as) el sentido de soledad como opción?
¿Cómo recuperar el sentido de soledad como camino de retorno a la unidad y armonía?

A nivel político también tiene un significado muy bello: el de no tener ídolos. En un


cristianismo que ya empezaba a necesitar de muchos apoyos para poder vivir la fe, ellos y ellas
dicen que no se necesita nada, sólo se necesita esta resistencia en la búsqueda para poder
encontrarlo a Él. La soledad es “no tengo otros señores”. Y cuando lo dicen Teresa y otras(os)
místicas(os) tiene toda esta fuerza: en la vida entras tú, con tu sueño, con tu pasión y entran
todos los demás pero no como dueños sino como compañeras(os).

“De que Dios, hermanas, os traiga a beber de esta agua y las que ahora lo bebéis,
gustaréis de esto y entenderéis cómo el verdadero amor de Dios –si está en su fuerza, ya libre
de cosas de tierra del todo y que vuela sobre ellas- como es señor de todos los elementos y del
mundo; y como el agua procede de la tierra, no hayáis miedo que mate este fuego de amor de
Dios; no es de su jurisdicción. Aunque son contrarios, es ya señor absoluto; no le está sujeto. Y
así no os espantaréis, hermanas, de lo mucho que – deseo- procuréis esta libertad. ¿No es linda
cosa que una pobre monja de San José pueda llegar a señorear toda la tierra y elementos? Y
¿qué mucho que los santos hiciesen de ellos lo que querían con el favor de Dios? A San Martín
el fuego y las aguas le obedecían; a San Francisco hasta las aves y los peces, y así a otros
muchos santos. Se veía claro ser tan señores de todas las cosas del mundo, por haber bien
trabajado de tenerlo en poco y sujetádose de veras con todas sus fuerzas al Señor de él... otros
fuegos hay de pequeño amor de Dios, que cualquiera suceso los matará; mas a éste no, no:
aunque toda la mar de tentaciones venga, no le harán que deje de arder de manera que se
enseñoree de ellas... Así que a buen seguro que no deja calor en ninguna cosa del mundo para
que se detenga en ellas, si no es para si puede pegar este fuego, que es natural suyo no se
contentar con poco, sino que, si pudiese, abrasaría todo el mundo.”42

Esta es la autenticidad ética, no querer ídolos ni privilegios. No brota de la arrogancia de


quien piensa que lo hará todo sola(o) sino de la experiencia del “Sólo Dios Basta” que es una
declaración de amor en un intenso sentir la vida.

La memoria de las Escrituras

El contacto que ellas(os) tenían con la Palabra, sobre todo las mujeres, era a través de
la escucha. No tenían libros y la mayoría de las mujeres no sabían leer. Algunos anacoretas a
veces bajaban, iban a las iglesias escuchaban la Palabra de Dios y después volvían al desierto.
El contacto que tienen con las Escrituras se da por la escucha y la memoria. Para alimentarse,
más que leer, tienen que hacer memoria. Esta es la vida de los pobres. En el mundo precario de
la gente, las cosas escritas son muy pocas. Lo que habla es la memoria, volver a evocar algo.
Por eso la expresión más bella de oración de las madres y de los padres del desierto es la que la
tradición llamó la oración del corazón. Aprendían versículos de las Escrituras para poder
repetirlos, hasta cuando desde dentro sentían toda la calidez del misterio y el asombro. Como

42
C. 19, 4 - 5

- 47 -
dice Thomas Merton, nosotros nos volvemos contemplativos cuando Dios se descubre a Si
mismo en nosotros.

Es una experiencia vivencial. Repetir, en la pedagogía mística o espiritual, es


sumamente importante. Repetir gestos, tomar contacto, intercambiar hasta cuando el ambiente
se haga cálido. Son las palabras del Salmo 85, 9 y 10: escucharé lo que habla Dios. Sí, Yahvé
habla de futuro para su pueblo y sus amigos. Estos versículos muestran el ritmo de la caminata
del pueblo de Israel y de estas personas que caminan escuchando y recordando. Es la memoria
de las Escrituras, que se torna memoria de la vida y resuena como grito de Dios.

A pesar de ser una asidua lectora, Teresa nunca tuvo en sus manos una Biblia. Cuando
se publican en español, la inquisición prohíbe su circulación y ella no conocía el latín. Pero la
conoce y ama profundamente a través de otras lecturas y de la experiencia de la palabra
revelada en el “hondón” de su corazón. Desde muy joven conoce el Evangelio y se deja tocar por
la Oración del Huerto y la Pasión, porque allí sabe que Él está solo y necesitado. Más tarde, sus
escritos todos se tiñen de la fuerza de la Palabra que ella misma ha experimentado: “...En esta
majestad se me dio a entender una verdad, que es cumplimiento de todas las verdades; no sé yo
decir cómo, porque no vi nada. “Dijéronme, sin ver quien, mas bien entendí ser la misma Verdad:
No es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en que mucho me debes; porque todo
el daño que viene al mundo es de no conocer las verdades de la Escritura con clara verdad; no
faltará una tilde de ella.” A mí me pareció que siempre yo había creído esto, y que todos los
fieles lo creían. Díjome: “!Ay, hija, qué pocos me aman de verdad! Que si me amasen, no les
encubriría Yo mis secretos. ¿Sabes qué es amarme con verdad? Entender que todo es mentira
lo que no es agradable a mí. Con claridad verás esto que ahora no entiendes, en lo que
aprovecha a tu alma”... Yo no sé cómo esto fue, porque no vi nada; mas quedé de una suerte
que tampoco sé decir, con grandísima fortaleza, y muy de veras para cumplir con todas mis
fuerzas la más pequeña parte de la Escritura divina. Paréceme que ninguna cosa se me pondría
delante que no pasase por esto.”43

También ella camina escuchando y recordando, saboreando y haciendo memoria:


“Quedóme una verdad de esta divina Verdad que se me representó, sin saber cómo ni qué,
esculpida, que me hace tener un nuevo acatamieno a Dios, porque da noticia de su majestad y
poder, de una manera que no se puede decir... entendí el gran bien que hay en no hacer caso de
cosas que no sea para llegarnos más a Dios, y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad
delante de la misma Verdad. Esto que entendí es darme el Señor a entender que es la misma
Verdad... Entendí grandísimas verdades sobre esta Verdad, más que si muchos letrados me lo
hubieran enseñado... Esta verdad... es en sí misma verdad, y es sin principio ni fin, y todas las
demás verdades dependen de esta verdad, como todos los demás amores de este amor, y todas
las demás grandezas de esta grandeza.” 44

43 V. 40, 1 - 2
44 V. 40, 3 - 4

- 48 -
La fuerza de la Palabra se ha quedado en ella tan esculpida que por eso puede dar
testimonio de lo que, como Juan, ha visto y oído y sus manos han palpado... la Palabra de vida
(Cfr. 1 Jn 1,1 ).

Trabajo

En la historia de la vida religiosa, el trabajo fue desde siempre uno de los elementos más
importantes, hasta llegar a institucionalizarse en el monaquismo occidental con S. Benito. Desde
el comienzo fue para ellas(os) la posibilidad de no separar su ritmo de vida cotidiana del cosmos.
El trabajo es del cosmos, así como es parte de la obra de Dios y no la simple problemática de
seres humanos que caminan en la historia. De esta perspectiva ellas(os) trabajaban en
solidaridad con el cosmos y con Dios, pero también con un profundo sentido de no dependencia
de otros. Quieren sólo participar y saben que su vida necesita sólo lo justo, el pan de cada día. El
trabajo en este sentido es el sueño de la dignidad, es no pedir más de lo que necesitamos y eso
permite que otras(os) sigan trabajando y viviendo. Es una solidaridad mística porque es parte de
la obra de la creación. Y política, porque todas(os) para sobrevivir tenemos que relacionarnos
con la vida de otros elementos y trabajarlos. Tenemos que decidir cómo relacionarnos con ellos,
cómo cultivarlos y cuidarlos.

Este aspecto sapiencial es lo que nos podría ayudar a repensar la relación con las
cosas y con la vida. Así narra la antigua sabiduría de los Padres griegos: Un hermano fue a
visitar al abad Silvano en el monte Sinaí, y viendo los hermanos trabajar, dijo al anciano: - obren
no por el alimento que perece – (Jn 6, 27); en efecto María escogió la mejor parte (Lc 10, 42) El
anciano respondió a su discípulo: -Zacarías, dale un libro a tu hermano y acompáñale a una
celda donde no hay nada - . Cuando llegó la hora nona, él miró hacia la puerta para ver si
alguien viniera a buscarlo para el almuerzo, pero nadie lo llamó, entonces, se levantó, fue donde
el anciano y le preguntó: - Abad, ¿los hermanos comieron? – el anciano contestó: - sí , comieron
-. Y él añadió: - ¿Por qué no me llamaron? - . El anciano contestó: - Porque tú eres hombre
espiritual y no necesitas este alimento; pero nosotros, que somos seres de carne, queremos
comer, y trabajamos por eso; tú escogiste la parte mejor, tú que lees durante todo el día y no
quieres comer alimento material –. Oyendo estas palabras, el hermano mostró su
arrepentimiento diciendo: - Perdóname, abad. El anciano le dijo: María tiene absoluta necesidad
de Marta; más bien, es por Marta que a María se la enaltece. 45

También Teresa reconoce la sabiduría del trabajo. A sus hermanas les dice en las
Constituciones: “Hase de vivir de limosna siempre, sin ninguna renta, y mientras se pudiere
sufrir, no haya demanda. Mucha sea la necesidad que les haga traer demanda, sino ayúdense
con la labor de sus manos, como hacía San Pablo, que el Señor las proveerá de lo necesario.
Como no quieran más y se contenten sin regalo, no les faltará para poderse sustentar la vida. Si
con todas sus fuerzas procuraren contentar al Señor, Su Majestad tendrá cuidado que no les
falte. Su ganancia no sea en labor curiosa, sino hilar o coser, o en cosas que no sean tan primas
que ocupen el pensamiento para no le tener en nuestro Señor. No cosas de oro ni plata. Ni se

45 Cfr. Patrología Griega 65, 409. La traducción es nuestra.

- 49 -
porfíe en lo que han de dar por ello, sino que buenamente tomen lo que les dieren, y si ven que
no les conviene, no hagan aquella labor.”46

La penitencia como paciencia

En el monaquismo hay muchos escritos que retraducen la experiencia de la vida como


penitencia. Detrás de esta vivencia de espera y pasión que la tradición cristaliza en sus escritos
dándole el nombre de paciencia, se ilumina una VR donde mujeres y hombres crecen en el ritmo
lento del encuentro con la vida.

El término paciencia viene del griego: pathos. No tiene nada que ver con una condición
pasiva frente a la realidad, más bien es pasión, actitud que permite esperar. Esperar el
encuentro, esperar que las cosas se revelen, expresen sus significados. Podríamos decir que la
penitencia más bella –aunque dolorosa-, en el sentido del misterio, es la espera. Estas personas,
frente a la vida, aguardan. El ejemplo que ellas(os) recogen viene de las Escrituras: la paciencia
de Dios en el AT y la de Jesús en el NT. Es la actitud de quedarse ante las personas y ante las
cosas de la vida sin poseerlas. Es la lentitud de la vida, pero una lentitud activa que apresura
algo. Es también una ascesis que, más tarde, en algunas órdenes religiosas, se unirá al estudio.

La penitencia en Teresa se expresa fundamentalmente en su obediencia a Dios, en la


obediencia a los confesores de quienes recibe el mandato de escribir su experiencia mística y en
la vivencia de las virtudes. Así lo narra en sus relatos autobiográficos: “Díjome... –el Señor- que
pusiese mucho que por cosa de mantenimiento corporal no se perdiese la paz interior, que Él
nos ayudaría para que nunca faltase; en especial tuviesen cuenta con las enfermas, que la
prelada que no proveyese y regalase a las enfermas era como los amigos de Job, que Él daba el
azote para bien de sus almas, y ellas ponían en aventura la paciencia...” 47

“Estando... pensando si tenían razón los que les parecía mal que yo saliese a fundar, y
que estaría yo mejor empleándome siempre en oración, entendí: “Mientras se vive, no está la
ganancia en procurar gozarme más, sino en hacer mi voluntad.” 48

“Estando pensando una vez en la gran penitencia que hacía doña Catalina de Cardona y
cómo yo pudiera haber hecho más, según los deseos me da alguna vez el Señor de hacerlo, si
no fuera por obedecer a los confesores, que si sería mejor no les obedecer de aquí adelante en
eso, me dijo: ¿Ves toda la penitencia que hace? En más tengo tu obediencia”.49

“Estando una vez pensando en la pena que me daba el comer carne y no hacer
penitencia, entendí que algunas veces era más amor propio que deseo de ella.” 50

46
Const. 9
47 Rel. 9
48 Rel. 19
49 Rel. 24
50 Rel. 65

- 50 -
“Pocas cosas que me ha mandado la obediencia, se me han hecho tan dificultosas como
escribir ahora cosas de oración... mas, entendiendo que la fuerza de la obediencia suele allanar
cosas que parecen imposibles, la voluntad se determina a hacerlo de muy buena gana, aunque
el natural parece se aflige mucho...”51

La religiosidad de la vida

En torno a este sueño de construcción armónica de la vida, descubrimos que lo que


llamamos VR en realidad es simplemente abrir los ojos sobre la religiosidad de la vida.
Reconocer que el lugar está sumamente habitado y que la vida es profundamente religiosa. De
allí nace un estilo de vida que es la VR. Dentro de la cristiandad de los primeros siglos es un
estilo de vida alternativo. Lo dice el desierto, el sueño de unidad y comunión, la solidaridad, la
antiidolatría...

También los votos, en este sentido, son un medio para no perder nada de lo que se nos
dio, para no perder el significado de esta religiosidad que subyace en la vida, de este algo que
evoca misteriosamente a Dios. Al igual que los pilares que describimos con anterioridad, los
votos son sólo un medio para aprender a vivir. Este estilo de vida nace regado por la nostalgia
del retorno: para que cada una(no) regrese, de la misma manera que el pueblo. Es el grito del
Salmo 126, el regreso de los cautivos, entre sueño y realidad. Todavía no han regresado todos,
por eso, pedimos que Él ayude a seguir soñando.

La VR se plasma alrededor de este sueño. Y los votos son un intento para vivirlo, para
que este sueño se apure en realizarse. Es como un eco que se vuelve invitación: tengan los
mismos sentimientos de Cristo Jesús (Cfr. Fil 2,5). Los mismos sentimientos, es decir el mismo
sentir, la misma sensibilidad. Más sensibles en el reconocimiento, la escucha y la memoria, con
la certeza de que Dios comparte y no esconde nada a profetas, justos, amigas y amigos (Cfr. Am
3,7). Es dejar que nuestro corazón lata, es el deseo de entender, ver, tocar, sentir... Muchas(os)
místicas(os) comienzan y terminan la lectura de las Escrituras besando el libro que sólo las
representa. Señor, abre mis labios... es el gemido que nos acompaña al empezar el día, es el
deseo del contacto.

51
Prólogo al Castillo Interior, 1

- 51 -
- 52 -
CAPÍTULO V

SOÑANDO LOS VOTOS


A partir de la religiosidad de la vida hacemos los votos

En la historia bíblica el término voto no existe. En hebreo se traduce más como pacto,
alianza, promesa. En el NT en los Evangelios no se encuentra. Jesús no pide votos a sus
discípulas y discípulos, menos todavía, a la gente. Sobre todo, no pide sacrificios. El término voto
sólo aparece una vez en el NT, cuando se refiere a Pablo, que se había cortado el pelo porque
había hecho un “voto” (Cfr. He 18, 18).

Esto significa que lo que tenemos que evocar para justificar nuestros votos está muy
dentro, no como algo específico de pocas personas, sino como algo que pertenece a la inquieta
búsqueda del pueblo y a su sintonía con el sueño divino. Los textos más bellos que evocan
nuestra opción son algunos Salmos: 22; 16; 116; 35; 18; 40; 7-10. En ellos se percibe que los
votos los hace el pueblo. Los pronuncia cuando vive situaciones de apuro. El contexto más
propio en que el pueblo emitía sus votos, era la peregrinación hacia el Santuario. Se trata de un
contexto dinámico, de búsqueda, donde el deseo es llegar al Santuario y cumplir los votos.
También nuestro pueblo latinoamericano se reconoce en esta experiencia.

Es el mismo contexto histórico el que inspira los votos. El voto nace por una inquietud
ética y mística, se cultiva en la pregunta ¿dónde estás tú? ¿dónde vives? ¿dónde te puedo
encontrar? Y ¿cuándo? Los votos no son un fin, sino simplemente un medio. Son parte de esta
precariedad de la historia que asumimos para acompañarnos hacia la inteligencia del misterio.

Tenemos muchos motivos para decir que hay una situación de apuro. En esta historia
posmoderna el pueblo tiene el mismo sueño: quiere vivir relaciones de amor interpersonales y
comunitarias no violentas, es decir, castas. Quiere vivir situaciones de justicia, porque ya no
sabe cómo sobrevivir, y desea que todo el mundo haga voto de justicia dentro de esta realidad.
Sueña poder ser partícipe de la construcción de la historia, para poder obedecer de verdad y ser
protagonista en el forjar la vida. Los votos son para soñar con Dios y con el pueblo, para no
abandonar a Dios ni al pueblo. Por eso necesitamos conocer el contexto histórico. Se trata del
conocimiento del que habla la Biblia, el conocimiento íntimo que pueden tener sexualmente dos
personas. Quiere decir tener contacto con la historia de Dios que es el único “desierto” donde
podemos buscarlo.

El tríptico: Mi 6, 6 - 8

Dentro de la tradición, los tres votos son el fruto de una larga búsqueda en torno al
seguimiento de Jesús. En los siglos XI y XII se entreven los primeros esbozos de este tríptico.
Nosotras buscamos esta intuición en una historia más antigua.

- 53 -
El pueblo tiene una inquietud y vive una situación de sufrimiento. Hay una lamentación
que es la de Dios, es la misma que escuchamos en la liturgia del Viernes Santo: ¡pueblo mío!
¿qué te he hecho, en qué te he molestado? (6, 3) Ese dialogo es la nostalgia profunda que Dios
manifiesta a sus profetas y que ellos manifiestan en la historia. A esta lamentación de Dios, qué
te he hecho... el pueblo intenta responder y manifiesta su misma nostalgia, pero no sabe qué
hacer. El pueblo responde desde su mentalidad humana y piensa en Dios como antagonista y
decide que lo único que puedo hacer es ofrecerle sacrificios. Es una mentalidad de cálculo.
Frente a una situación de apuro decide vivir más intensamente el sacrificio.

Por largos siglos hemos interpretado así los votos. El mundo está mal, todo está mal...
tenemos que sufrir más, para solidarizarnos con Dios. Pero el Dios bíblico no sabe contar y no le
gustan los sacrificios. Hay sólo un sacrificio que Él toma en cuenta, el del pueblo explotado, el de
la gente que sufre todos los días y no quiere añadir sacrificio a sacrificio, sufrimiento a
sufrimiento. Todos los demás son inventados, le provocan náuseas, como grita por boca de los
profetas. (Cfr. Is 1, 11 – 14)

Allí irrumpe su economía sumamente bella, que hace nacer esta tríada: Ya se te ha
dicho lo que quiere el Señor, tan solo... (Mi 6,8): practicar la justicia, amar con ternura y caminar
humildemente con tu Dios.

La opción por la pobreza, la castidad y la obediencia

Los votos no le pertenecen sólo a la VR, son el sueño de Dios y la espera del pueblo. El
deseo que los pueblos tienen de volver a ser protagonistas de su vida, de sus leyes sociales, de
sus amores. Allí nosotras(os) sólo deberíamos estar y unir nuestros sueños. En la tradición
Andina, Quechua y Aymara existe un antiguo saludo que se convirtió en un lema ético: lo que se
pide es no ser flojo, es decir la obediencia. No mentir, es decir, la castidad, el sueño de la
desnudez del génesis, no esconderse. Y no robar, es decir, la pobreza.

En esta luz todo vuelve a resplandecer. Lo cotidiano, lo normal se vuelve precioso y


elocuente. La historia habla y atrae al amor, además de evocar que lo necesita. En este sentido
habrá que abrir los ojos sobre los detalles de la vida. No es algo extraordinario, es algo que está
en esa normalidad. A veces para nosotras(os) lo normal es lo aburrido, lo insignificante que
necesita de un momento de solemnidad. El desafío es amar la vida. Reubicarnos en esta
normalidad cotidiana, desde esta tríada que genera lazos. La vida es el único espacio que
tenemos para poder acoger, para poder amar.

También Teresa es sumamente concreta, lo expresa especialmente a través de las


cartas. Su problemática no es inventada, es real. Es la vida normal entretejida de sencillez y
misterio, de encuentros y caminos... entre asombro y adoración. En esta normalidad de una vida
simplificada, ella ama, encuentra a las personas y recrea el clima de encuentro místico con
Jesús. Allí sueña el eco principal de Su voz: la Palabra. Es el mismo sueño, la misma voz, que
empujó a las personas hacia el desierto, y a ella, hacia el castillo interior.

- 54 -
La ventaja que tenemos en este momento histórico como VR, sobre todo femenina, es
precisamente haber redescubierto que lo cotidiano, lo normal está envuelto por el misterio. Nos
ponemos en el camino de la humildad que es la verdad, como diría Teresa, la búsqueda sincera
de encuentro y encuentros.

Los espacios normales son infinitos: políticos, familiares, eclesiales ... Para
solidarizarnos con los demás hay que enfrentar lo normal. Así lo experimentó Teresa: “Estando
una vez en oración, se me representó muy en breve... cómo se ven en Dios todas las cosas y
cómo las tiene todas en Sí.. Digamos ser la Divinidad como un muy claro diamante, muy mayor
que todo el mundo, o espejo... y que todo lo que hacemos se ve en ese diamante, siendo de
manera que él encierra todo en sí, porque no hay nada que salga fuera de esta grandeza... se
me quedó muy impreso en mi alma, y es una de las grandes mercedes que el Señor me ha
hecho...”52 La confianza en Dios, para quienes han descubierto esta verdad, se entrelaza con el
amor y la confianza en la historia humana que es historia de Dios. Él sabrá, es su historia, no es
sólo nuestra. Cuando se nos invita a entrar en este camino de confianza, de paciencia, de fe, se
nos confía este compromiso: amar la historia. Sin amarla no podemos profesar nuestros votos.

Teresa vive su opción dentro de un contexto, su búsqueda obedece a una profunda


pasión por la vida, a un grito experimentado en sus entrañas que entran en contacto con la
realidad de su entorno y del mundo de su tiempo. Tampoco a ella le pertenecen sus votos, los
profesa para que “todas –ella y estas poquitas que están aquí- ayudásemos en lo que
pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen –aquellos- a los que ha hecho tanto
bien, que parece le querrían tornar ahora a la cruz estos traidores y que no tuviese donde
reclinar la cabeza”.53 Su pasión por el Amado la hace exclamar: “Estáse ardiendo el mundo,
quieren tornar a sentenciar a Cristo... ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que por ventura, si
Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas, mías, no es tiempo de
tratar con Dios negocios de poca importancia.” 54 También la situación de la colonización la toca
íntimamente, sobre todo con referencia a los sufrimientos de los pueblos indígenas: “…esto es lo
que mucho me lastima, ver tantas –almas- perdidas, y esos indios no me cuestan poco…”55

Adentrarnos en el “camino de perfección” es, entonces, superar todo lo que no sirve


para amar. Es vivir intensamente, estar donde estamos llamadas(os) a estar y allí intensamente,
aprender a amar. De ahí brota el deseo de cultivar en sus hermanas el mismo sueño: “Ya, hijas,
habéis visto la gran empresa que pretendemos ganar; ¿qué tales habremos de ser para que en
los ojos de Dios y el mundo no nos tengan por muy atrevidas?... Pues con que procuremos
guardar cumplidamente nuestra Regla y Constituciones con gran cuidado, espero en el Señor
admitirá nuestros ruegos: que no os pido cosas nuevas, hijas mías, sino que guardemos nuestra
profesión, pues es nuestro llamamiento y a lo que estamos obligadas, aunque de guardar a
guardar va mucho.” 56

52
V. 40, 9 - 10
53 C. 1, 2
54 C. 1, 5
55 Carta 24 a su hermano D. Lorenzo de Cepeda, en Quito, 17 de enero de 1570, CARTAS, Tomás Álvarez, Editorial Monte

Carmelo, Burgos, España, Cuarta Edición 1997, p 104


56 C. 4, 1

- 55 -
El tríptico de Miqueas también encuentra eco en la sed de Teresa. “Ya se te ha dicho, lo
que agrada a Yahvé, practicar la justicia, amar con ternura y caminar humildemente con tu
Dios...” pareciera estar grabado en su corazón cuando dice: “No penséis, amigas y hermanas
mías, que serán muchas las cosas que os encargaré... solas tres me extenderé en declarar...
porque importa mucho entendamos lo muy mucho que nos va en guardarlas para tener la paz
que tanto nos encomendó el Señor, interior y exteriormente: la una es amor de unas con otras;
otra, desasimiento de todo lo criado; la otra, verdadera humildad, que aunque la digo a la postre,
es la principal y las abraza a todas.” 57 Es vivir en sintonía con Él para amar en libertad desde la
verdad. Se trata de ser fieles al Amor hasta la muerte.

Los votos, así entendidos, se viven desde una profunda nostalgia que evoca el deseo de
volver a ver los rostros y vivir los encuentros.

Nostalgias

Tengo nostalgia de Ti,


de tu vida y tu palabra,
de sentido y libertad,
de la fe y la esperanza,
de volver al amor del principio.
Tengo nostalgia de tu promesa,
creía que ibas a cambiar la suerte de mi pueblo.
Tengo nostalgia de aprender a mirar,
quiero escucharte en lo cotidiano,
en la lucha por la vida,
en el caminar de mi gente.

Creo en Ti, Señor de la vida,


Señor de la historia, creo en Ti.
Jesús, compañero de camino, creo en Ti.
Viento incontenible, que soplas donde quieres, creo en Ti.

Tengo nostalgia de tu Espíritu,


de tu Divina y Misteriosa Presencia
que habita la historia humana,
que hace nuevas todas las cosas
y recrea la vida.
Tengo nostalgia de encuentro,
de comunión profunda,
de que todas y todos busquemos juntos sin rendirnos.
Tengo nostalgia de una iglesia viva

57
C. 4, 4

- 56 -
que apuesta por la vida
y sana las heridas.

Obediencia: El amor

Honrar la vida
Eladia Blázquez

No, permanecer y transcurrir


no es perdurar, no es existir ni honrar la vida,
hay tantas maneras de no ser,
tanta conciencia sin saber, adormecida.
Merecer la vida no es callar
ni consentir tantas injusticias repetidas.

Es una virtud, es dignidad,


y es la actitud de identidad más definida,
eso de durar y transcurrir
no nos da derecho a presumir,
porque no es lo mismo que vivir, honrar la vida.

No, permanecer y transcurrir


no siempre quiere sugerir, honrar la vida,
hay tanta pequeña vanidad
en nuestra tonta humanidad enceguecida.
Merecer la vida es erguirse vertical
más allá del mal de las caídas.
Es igual que darle a la verdad
y a nuestra propia libertad la bienvenida.

Eso de durar y transcurrir


no nos da derecho a presumir,
porque no es lo mismo que vivir, honrar la vida.

El canto es eco de las palabras de Miqueas: honrar la vida. Aquí está el desafío del
caminar humildemente con Dios, que dentro de la tradición cristiana hemos retraducido como el
voto de obediencia. El término, que en nuestra sociedad posmoderna no es de los más
entendibles, en la tradición cristiana es muy bello: Ob-audire. Escuchar intensamente, podría ser
su más cálida traducción. Allí está el desafío. Hacemos voto hasta la muerte de que
humildemente escucharemos a todas(os) y también a todo.

La obediencia no tiene nada que ver con una actitud pasiva como a veces hemos
pensado o aprendido a vivir. Se trata realmente de reubicar nuestra vida todos los días frente a

- 57 -
los demás, frente a la historia. El texto de Is 50, 4-5 refleja esta intuición: cada mañana el Señor
despierta mis oídos y yo escucho como discípulo(a). El ritmo del caminar humildemente lo dicta
el tiempo, cada mañana, cada momento de nuestra vida. Eso nos desafía a repensar cómo
resituarnos dentro de esta relación con la vida y a preguntarnos si sólo permanecemos,
transcurrimos o, si de verdad honramos la vida....

Desde esa perspectiva la obediencia es un estilo de estar en la historia, nos despierta en


lo cotidiano mañana tras mañana. No es sólo la voz que llega, sino que me despierta; me vuelvo
discípula(o), escucho intensamente y aprendo a responder. Uno de los aspectos más bellos que
tenemos que reaprender en esta opción en la que decidimos caminar hasta la muerte, es la
capacidad que él nos dio de volver a responder, de retomar la palabra. Es un sueño que
todas(os) tenemos. A todas(os) nos gusta participar, tomar iniciativa dentro de la historia. En este
sentido la escucha devuelve la palabra. El voto de obediencia es como un eco que acompaña los
otros dos. En éste redescubrimos nuestra capacidad de respuesta.

Es muy bello descubrir que tanto en el AT como en el NT, no sólo los seres humanos
son llamados a obedecer, sino toda la creación. El texto de Baruc 3, 12 – 16 es muy elocuente,
también la creación está llamada a vivir esta libertad e identidad, respondiendo, participando.
Hasta las estrellas tienen que contestar cuando Dios llama. El aquí estoy, muchas veces lo
hemos interpretado de manera voluntarista y heroica, pero Dios no necesita militares, sino
personas amantes, que hacen las cosas por amor. Este voto es muy importante en un contexto
de refundación. Para Teresa la Reforma fue su obediencia más profunda, la osadía de dejarse
conducir por el Espíritu de Dios por los caminos del amor más radical y apasionado.

En la praxis de Jesús descubrimos una constante provocación a la obediencia. El pide


iniciativas. Marcos dice que Jesús no hace milagros allá donde nadie los alimenta con su osadía.
Cuando él no encuentra este tipo de inquietud él no adelanta el Reino (Mc 6, 5). Él mismo
despierta la obediencia cuando pregunta a sus discípulos: y ustedes ¿quién dicen que soy yo?
(Mc. 8, 27- 29).

Jesús nos enseña una profunda osadía hasta llegar a desobedecer todo aquello que no
genera vida en abundancia. Su osadía se da también con respecto a los demás, él tiene una
capacidad grande de reconocimiento de las obediencias y osadías de los demás. El es el único
que reconoce la osadía de la hemorroisa, la del ciego que en un rincón de la calle grita, la de
Zaqueo, la de las mujeres bajo la cruz o cerca del sepulcro…

Él responde a esta osadía de la misma manera que alimenta en nosotras(os) el deseo


de estar dentro de esta historia y la posibilidad de retomar la palabra. La obediencia cultiva esta
actitud de iniciativa. Profesar este voto es profesar nuestra responsabilidad dentro de esta
historia y dentro de un grupo con el cual compartimos el carisma. Este es el movimiento
armónico de la obediencia. Escuchar intensamente para detectar por dónde tenemos que
caminar. Cuando los profetas detectan por donde se tiene que caminar, sólo lo indican. La
obediencia se da en este juego entre escucha y visión, tener una mirada larga, continuar
mirando más allá para poder ver cuál será el próximo paso. Todo lo contrario de lo que muchas

- 58 -
veces hemos pensado. Después del Vaticano II se habló de vivir la obediencia como diálogo,
pero el diálogo se redujo y se quedó entre dos. Si repensamos esta economía divina, sin
embargo, la obediencia tiene la tendencia a buscar comunidad, a buscar reconocimiento en lo
que es un ámbito más amplio. Es una tensión hacia la comunión más grande que descubre que
en todos se cultiva el mismo sueño.

La obediencia está acompañada por la inquietud profunda de la búsqueda. Las mujeres


después de la muerte de Jesús, en las primeras horas del día, son la más bella expresión de
esta obediencia inquieta. Ellas corren y anticipan todo, también el día, la madrugada.
Apresuradamente van... inquietas y andariegas. En esta inquietud se siente, sutilmente dentro,
una cierta responsabilidad hacia la historia.

Si tenemos que discutir sobre la obediencia, hay que hacerlo con una mirada
sumamente ancha. Obedecer es la actitud de Abrahán que tiene que aprender a contar las
estrellas (Cfr. Gn 15) y pasará toda su vida aprendiendo. La obediencia es ver y no ser
ciegas(os) como a veces hemos pensado, es la inteligencia de la fe de la cual hablaban los
medievales. La capacidad de intus-legere, leer adentro y desde adentro, que significa aprender a
leer con los demás;. ayudarnos a entender y a ver.

1 Cor 9, 19–22 es un texto muy significativo que expresa el lento hacerse de una
identidad comunitaria. Esclavo con los esclavos, libre con los libres... es un cuerpo sumamente
acogedor. Pablo crece en esta actitud, él en un primer momento no fue una persona ecuménica,
pero aprendió. La obediencia nace desde abajo, estando con otroas(os) (Cfr. Lc 10, 21), es
sabiduría que se cultiva entre búsquedas, anhelos, correcciones, fracasos, luchas. Por eso se
relaciona con el caminar humildemente. Tenemos que aprender a gozar de las obediencias de
los demás: los pequeñitos a quienes Dios se revela secretamente. Nadie puede prohibir que el
sueño se calle: de verdad es prohibido prohibir.

Prohibido prohibir
Eladia Blázquez

No se puede prohibir ni se puede negar,


el derecho a vivir, la razón de soñar,
no se puede prohibir ni el creer ni el crear,
ni la tierra excluir, ni la luna ocultar.
No se puede prohibir ni una pizca de amor,
ni se puede eludir que retoñe la flor,
ni del alma el vibrar, ni del pulso el latir
ni la vida en su andar, no se puede prohibir.

No se puede prohibir la elección de pensar,


ni se puede impedir la tormenta en el mar,
no se puede prohibir que de un vuelo interior
un gorrión al partir busque un cielo mejor,

- 59 -
no se puede prohibir el impulso vital,
ni la gota de miel ni el granito de sal,
ni las ganas sin par ni el deseo sin fin de reír,
de llorar, no se pueden prohibir.

No se puede prohibir el color tornasol


de la tarde al morir en la puesta del sol,
no se puede prohibir el afán de cantar
ni el deber de decir lo que no hay que callar,
sólo el hombre incapaz de entender, de sentir,
ha logrado al final su grandeza prohibir,
y se niega el sabor
y la simple verdad de vivir el amor en total libertad.
Si tuviese el poder de poder decidir dictaría una ley:
Es prohibido prohibir.

En la profundidad de los escritos de Teresa, en su palabra hecha gestos, encontramos


anhelos profundos que sintonizan y se entrelazan con nuestros deseos. Más allá de sus
condicionamientos culturales y eclesiales, la obediencia para Teresa es hacerse una con el
Amor.

“Llegada un alma aquí, no es sólo deseos los que tiene por Dios; Su Majestad le da
fuerzas para ponerlos por obra. No se le pone cosa delante, en que piense le sirve, a que no se
abalance; y no hace nada, porque –como digo- ve claro que no es todo nada, sino contentar a
Dios... Ordenad Vos Señor, como fuereis servido, cómo esta vuestra sierva os sirva en algo.
Mujeres eran otras y han hecho cosas heroicas por amor de Vos... Fortaleced Vos mi alma y
disponedla primero, Bien de todos los bienes y Jesús mío, y ordenad luego modos cómo haga
algo por Vos, que no hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada. Cueste lo que costare,
Señor, no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos... Aquí está mi vida, aquí está
mi honra y mi voluntad; todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra.
Bien veo yo, mi Señor, lo poco que puedo; mas llegada a Vos, subida en esta atalaya adonde se
ven verdades, no os apartando de mí, todo lo podré...” 58

“De un alma que está determinada a amaros y dejada en vuestras manos, no queréis
otra cosa sino que obedezca y se informe bien de lo que es más servicio vuestro, y eso desee.
No ha menester ella buscar los caminos ni escogerlos, que ya su voluntad es vuestra.”59

Su único deseo: vivir y morir de amor. Y el amor no tiene otro camino que las personas y
la historia. Su gran obediencia: no cansarse de buscar, de caminar, de amar. Así termina su vida:
“¡Oh Señor mío y Esposo mío, ya es llegada la hora deseada, tiempo es ya que nos veamos.

58
V. 21, 5
59
F. 5, 6

- 60 -
Señor mío, ya es tiempo de caminar, sea muy en hora buena y cúmplase vuestra voluntad.”60
Inquieta y andariega, ni siquiera en el lecho de muerte dejó de caminar.

Castidad: La sed

La ternura que nos vino a salvar


Pablo Milanés

Vuelvo a nacer lejos de aquí,


y aseguro que te voy a encontrar.
Ya no podemos dejar
la dependencia que unió dos corazones
que aunque distintos
van caminando a su pesar.
Nuevamente se tendrán que buscar.
Tú eres la paz, tú eres la flor,
la ternura que me vino a salvar.
Yo soy la espina mortal
que clava un viejo dolor.
Las diferencias en la distancia
el tiempo las borrará
y los contrastes se atraen.
Las coincidencias suelen matar.
El afán de indagar quién eres tú.
Cedamos más, busquemos luz,
el orgullo no ennoblece el amor,
la tolerancia es valor
para salvarnos los dos.

En todas las personas subyace una sed profunda que acompaña la vida, el cuerpo, los
afectos, inspira caminos y también las hace inquietas. Esta sed conduce la vida de mujeres y
hombres justos también a lo largo de la historia bíblica. En muchos de sus textos la problemática
y el mandamiento principal, es decir, la nostalgia más grande que Dios tiene, es el amor.

Lo que nosotras(os) en la historia de la espiritualidad cristiana hemos llamado el voto de


castidad, se inserta precisamente en esta inquieta sed de la humanidad: el sueño de
recuperación de todos aquellos fragmentos de historias que anhelan relaciones nuevas.
El término, de por sí, revela una cierta ambigüedad. En el lenguaje propio de la VR, se empezó a
usarlo relativamente tarde. En la Edad Media, por ejemplo, no se hablaba de castidad cuando se
quería indicar la opción de vida propia de los religiosos, porque se consideraba - y es correcto -
que todo amor tiene que ser casto para ser verdadero amor. En este sentido la VR no se

60
En “Anécdotas Teresianas” Editorial Monte Carmelo, Burgos 1982, 207 –208

- 61 -
definían por un tipo de amor casto, más bien por un tipo de amor continente, diferente con
respecto al modo de expresar la sexualidad.

Si hoy queremos recuperar los hilos más sutiles de esta sed que habita los seres
humanos, tendremos que partir precisamente de eso: el sueño de vivir amores castos pertenece
a la humanidad. Relaciones donde la dignidad florece, donde las identidades permanecen al
intercambiar el amor. Relaciones donde se cultiva vida.

Cuando se empezó a utilizar ese término, su significado se cargó de aquel dualismo que
ya afectaba la espiritualidad cristiana. Se consideró casta a una persona si podía vivir sin ejercer
todas sus energías biofísicas y afectivas a través de su sexualidad. En este sentido la castidad,
cortaba con todo lo que lo humano tiene, como capacidad de expresión de amor no sólo afectiva,
sino corporal. Lo que hoy en día se percibe, sin embargo, es este sueño de relaciones nuevas,
deseo que queda latente en la vida y que acompaña los más diferentes ámbitos vivenciales de
las personas. Ámbitos en que se entrelazan historias personales y colectivas: interpersonales,
socioeconómicas y políticas, así como interculturales, ecuménicas, ecológicas… Ante estas
intuiciones o tímidas percepciones, sentimos que la forma en que por mucho tiempo hemos
expresado este voto, deja un vacío profundo, y no recoge lo que de verdad queremos decir
cuando expresamos la inquietud del sueño de relaciones diferentes.

La pregunta que nos acompaña y la inquietud que nos alimenta en esta búsqueda y en
esta sed es ¿cómo volver a encontrarnos? Cómo volver a intercambiar vida, amor, sabiduría.
Cómo salir de la superficialidad. Cómo tocar hondo, ahí donde la ternura nos vino a salvar.
Donde sentimos que aunque distintas, las personas van caminando a su pesar, como dice la
canción. Esta es la nostalgia que comienza desde el Génesis hasta el Apocalipsis y que se
queda en el tiempo como el grito bíblico: Ven Señor Jesús (Ap 22, 17). Este grito expresa con
otros, el anhelo de volver a sentir auténticamente la vida. ¡Cuántas mujeres, cuántos niños,
jóvenes… sueñan con relaciones nuevas dentro de la historia! En este sentido, dentro del marco
de la vida, la castidad es una de las opciones más bellas que alumbra otras opciones. Cuando la
profesamos, dentro de lo que llamamos VR, simplemente profesamos que por toda la vida
queremos aprender a amar.

En la Biblia este anhelo emerge desde diferentes contextos, relaciones y realidades. La


ruptura de la armonía que los sabios describen en el Génesis, es una ruptura de relaciones, la
misma que hombres y mujeres percibimos muchas veces a lo largo de nuestra caminata
histórica. En este cuadro, la ruptura es principalmente desconfianza, por eso sin superar la
desconfianza no podemos vivir la castidad. Y ésta no se supera porque somos iguales, o porque
pensamos lo mismo, sino porque vemos que la diversidad es importante. Porque Él supo hacer
lazos entre opuestos, entre realidades que son diferentes, como canta Teresa: Oh ñudo que así
juntáis dos cosas tan desiguales...

Pero esta problemática en la Biblia, no se reduce sólo a los ámbitos interpersonales,


más bien se concretiza en la búsqueda sociopolítica del pueblo de Israel cuando intenta darse
leyes justas. Lev 25; Ex. 22. Son las leyes del año sabático que deberían servir para reconstruir

- 62 -
una sociedad en armonía. El pueblo vuelve a la antigua vocación: volver a aprender a cuidar y
cultivar (Cfr. Gen 2, 15). En efecto, lo que Dios pidió al hombre y a la mujer cuando los puso en
el jardín que es el mundo, fue precisamente eso, cuidar y cultivar. Estos son los verbos de la
castidad. Cultivar con todo nuestro ser, con todo lo que cada una(o) es para poder tomar
iniciativa de amor dentro de la historia. Y cuidar, que es amar con ternura, porque la realidad es
como un tesoro en vasos de barro. Amar la piedad, según el texto de Miqueas, expresa en
hebreo este amor con ternura, el amor de los detalles, el amor que recoge y cuida las cosas, la
realidad, desde abajo. Amar con ternura es como recoger. Es la pasión por la vida que es
también pasión por los espacios comunes.

La precariedad de la historia de cada una(o) y de todas(os), es como un telón de fondo


que acompaña la vida. Las historias de personas y pueblos, son historias delicadas. Para vivir la
castidad se nos invita a aprender a amar la precariedad. Desde siempre Dios enseña a su
pueblo a amar con ternura: sutiles relaciones con la tierra, con los frutos que ella da, con mujeres
viudas, huérfanos, esclavos, indigentes, extranjeros. El eco que deja el Deuteronomio es muy
elocuente: Cuando siegues la mies en tu campo, si dejas olvidada una gavilla en el campo, no
volverás a buscarla. Será para el forastero, el huérfano y la viuda... (Dt 24, 19). Esta es una ley
casta, una ley llena de ternura. En este sentido, este voto se hace tomando conciencia de la
precariedad de la historia y de la nuestra.

La castidad no se juega sólo en las relaciones varón/mujer, tiene dimensiones más


holísticas. La problemática no gira en torno a relaciones de género diferente, sino en torno a
todas las relaciones de la vida. Es un lento camino de madurez donde una persona adulta no
expresa todas sus energías sólo alrededor de alguien. Este voto nos invita a la plenitud, al gusto
por el amor, a cultivar la sed.

Hoy en esta historia, pensar de esa manera es la locura de la que habla Pablo. Es un
modo alternativo dentro de una realidad donde se viven difíciles equilibrios. Es seguir pensando
que otro mundo es posible. Todos los movimientos sociales, el de Porto Alegre, Antiglobal,
Ecológicos... son movimientos que sueñan con la castidad. Es decir, con relaciones
profundamente diversas en ámbitos históricos concretos. El reto para nosotras(as) es entrar en
estas relaciones de plenitud, de lo contrario continuaremos viviendo amores muy pequeños, muy
cerrados, muy egocéntricos, es decir, contrarios a la castidad. Nuestro desafío es mantener esta
inquietud: cómo volver a soñar... cómo buscar con las personas concretas, cómo volver a estar,
a encontrarnos. Volver a la justicia, a relaciones llenas de dignidad, no simplemente amar sólo
por placer, por provecho, por satisfacción. Y cuando hablamos de placer, no nos referimos
simplemente a lo físico, que es lo más normal y lo más humilde. A veces perduramos en
placeres que estancan nuestras búsquedas y que son muchos más ambiguos que los placeres
físicos. Hay estructuras mentales, sedes de pertenencias institucionales, estériles
reivindicaciones que nos estancan aunque no conozcamos placeres físicos.

Dios nos enseña. El Dios casto es el Dios del himno cristológico de Filipenses 2, aun
siendo Dios no consideró celoso su igualdad con Dios. Kénosis no es despojo heroico: Él se
despoja para encontrar. Si quisiéramos descubrir otra definición podríamos decir que la castidad

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es también volvernos más sensibles para encontrar. Y no sólo más sensibles con otras
personas, sino con las demás criaturas: la tierra, los pueblos, otras culturas, con la diversidad
que nos presenta nuestra cultura posmoderna. En efecto, quejarnos mucho del mundo es una
actitud que muestra que todavía no amamos. En la VR y en la Iglesia existen mentalidades muy
poco castas con relación al mundo. Muchos juicios, como si no perteneciéramos a la misma
historia, muchos documentos oficiales, esbozos de doctrinas que no consideran con ternura la
debilidad humana. No se considera lo que Dios siempre ha considerado: la vulnerabilidad y
pequeñez, su sangre y su suciedad como canta el profeta: Cfr. Ez 16, 1 - 14. Esta historia, en la
que la humanidad sufre y se mueve en la sangre para poder continuar viviendo, es bella para
Dios, y desde allí se puede renacer. Esta es la mentalidad casta de Dios.

El amor casto es superar cada asco. El asco de la desconfianza, de la diversidad, de la


situación diferente del otro y de la otra, es no tener miedo de tocar. Es respetar profundamente.
Por eso una mentalidad casta se cultiva como se cultivan los gestos. Es el voto comunitario de la
alteridad, la sed que nos empuja y nos inunda al mismo tiempo. Nadie vive la castidad sola(o), si
así fuese sólo la imaginaríamos. Sin embargo, ¡cuántos errores por nuestras imaginaciones!
Cómo ayudarnos a tocar esta realidad, asumirla, sanarla; esta es nuestra fe en la pequeñez.

El texto de Ezequiel podríamos leerlo dejando que otras palabras humanas hagan eco:
pensamos en la carta que Van Gogh escribe a su hermano, describiendo a la mujer que amaba:
En el invierno, encontré una mujer embarazada y abandonada por el hombre del cual llevaba en
su vientre el hijo (...) tomé esta mujer como modelo y trabajé por ella a lo largo de todo el
invierno. Gracias a Dios, pude salvarla a ella y a su hijo del hambre y del frío, compartiendo con
ella el mismo pan. (...) La vida hirió a Sien (es el nombre de la mujer), el sufrimiento y las
adversidades la marcaron (...) Cuando la tierra no sufre una prueba, de ella no se puede obtener
nada. Ella, sufrió una prueba, por consiguiente hallo en ella, lo que no encuentro en muchas
mujeres que en su vida no sufrieron pruebas. Él dirá también: esa mujer es fea y desgastada,
pero ve en ella verdaderamente lo que se necesita. Es una descripción de amor, más allá de
cánones de belleza, entrelazada en tramas secretas de amores tiernos, amantes de la dignidad y
de la libertad.

La sed nos hace así...

En esta perspectiva recogemos también las palabras del Evangelio de Mateo (Cfr. 19, 2),
que dejan entrever una tenue sed. Como siempre, la desconfianza de los discípulos es mucha,
por ser varones más todavía. En torno a la cuestión del matrimonio y del divorcio ellos le dicen a
Jesús: si tal es la condición del hombre respecto de su mujer no conviene casarse. La solución
es eliminar una parte o huir de ella. Jesús tiene otra sensibilidad, la cuestión que plantean los
discípulos es muy poco casta mientras que la nostalgia de Jesús es grande. No todos entienden
este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido... hay eunucos que se hicieron tales a
sí mismos por el Reino... quien pueda entender que entienda. Esta no es una afirmación
excluyente desde una historia jerárquica, dividida en medio de difíciles armonías entre la
diversidad. Lo que dice Jesús, en su nostalgia de relaciones nuevas, es precisamente lo

- 64 -
contrario del pensamiento de quien sueña con una historia jerárquicamente perfecta y dividida en
castas.

El Evangelio deja sobresalir la diversidad que habita la historia: hay eunucos desde el
seno materno. Es decir, la naturaleza también se expresa en otro modo. Nosotras(os), tan
lógicas(os), pensamos que todo tiene que justificar nuestra perfección, y lo perfecto es lo que
entendemos y conocemos para reflejar nuestros esquemas. Sin embargo, Dios deja espacio en
la naturaleza misma para “cosas imperfectas”, según nosotras(os). El Evangelio nos dice que
existe esta diversidad, existen otras presencias que habitan la vida aunque a nosotras(os) nos
parezcan sin sentido. Hay eunucos que nacen así... Dios nos dice también que él deja espacio
para esta diversidad sin dar muchas explicaciones, sin enredarse en las reglas de los cálculos de
la lógica gravitacional de aquellas personas que se consideran perfectas.

Hay sin embargo eunucos que fueron hechos tales por los hombres. Existe una historia
que, con su mentalidad, quiere marcar la vida de los demás sin ningún derecho. Engendra clases
sociales, categorías socioculturales,... son los eunucos que se han vuelto así porque otros los
han hecho así. Tendremos que considerar que la historia ha sido y es injusta con algunas
personas. Son todas aquellas situaciones en las que muchas(os) se encuentran
involuntariamente, situaciones cultivadas en una mentalidad de exclusión profunda. Situaciones
en las que a las personas se les quitan los derechos más elementales.

Hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino. No podemos pensar
nuestra castidad sin la historia. Si lo hacemos nos cortamos las alas. Se hicieron tales, en una
extraña solidaridad con la sed de otros. En la sociedad en los tiempos de Jesús tomar esta
decisión significaba entrar a ser parte de esta categoría de excluidos, ya sea por naturaleza o
porque la sociedad había marcado y puesto este sello encima de ellos; es una paradoja. Decir
nos hicimos tales nos introduce y nos acompaña a unirnos en el destino de mucha gente que no
tiene sentido para la historia oficial. La castidad es necesaria para vivir la opción por el Reino, es
decir, por las cosas pequeñas, por la normalidad de la vida, por la religiosidad de la vida, y no
por penitencia sino por gusto: el gusto del amor, la búsqueda de sintonía con la sed de
tantas(os). Hay personas que se hacen tales... Personas que no tienen privilegio, que no tienen
que defender pertenencias particulares, que no tienen ningún derecho oficialmente reconocido,
que no reivindican reconocimientos especiales. Sólo en este sentido la castidad nos hace libres.

Pero, ¿qué quiere decir esto con respecto a la pasión profunda que tenemos por Dios?
Nosotras(os) también nos volvemos uno de tantos. Decidimos pertenecer a esa categoría, y en
ella aprendemos un profundo respeto. El respeto es el reconocimiento del espacio ocupado por
otra persona o por otra criatura. El respeto es el gusto delicado que sobresale frente al misterio
de la vida, aprender a proteger y a sentirnos protegidos. Nadie hará daño, nadie hará mal... (Is
11, 9). El respeto cuida y cultiva sin hacer daño y sin permitir que la historia se vuelva violenta.
Es el punto de encuentro entre el misterio y nosotras(os) para que nadie pueda hacer
desaparecer la diversidad queriéndola poseer:

- 65 -
“...Waslala había desaparecido, fueron los ceibos, me dijo. Los ceibos se la llevaron. En
su mitología que proviene de raíces mayas y aztecas, la ceiba es un árbol sagrado, el árbol que
sostiene el mundo, si desaparece la ceiba, el mundo que sostiene desaparece con ella.”61

Cada una(no) sostiene un mundo, cada célula sostiene un mundo... si desaparece la


célula, el mundo que sostiene desaparece con ella. Que desaparezca algo de esta historia es el
pecado más grande. Las guerras y la violencia en sus diversas manifestaciones hacen
desaparecer mundos, sólo para dejar emerger un tipo de mundo que está en la mente de pocas
personas. Pero esto no sólo se da en los grandes acontecimientos de las guerras, sino en todas
las relaciones. ¿Cómo cuidar lo que sostiene a los otros? ¿Cómo intercambiarnos nuestras
identidades para continuar sosteniendo esos mundos?

La castidad es la invitación a no caminar distraídas en esta historia. Ayudarnos a


reconocer cuántos mundos se sostienen por árboles sagrados, por personas, por culturas o
religiones o por microorganismos y biodiversidades. Esta es nuestra pasión por la vida. En este
sentido, la sed de Teresa se entrelaza con estas pasiones y sueños tan antiguos pero también
tan posmodernos:

“...sed me parece a mí quiere decir deseo de una cosa que nos hace gran falta, que si del todo
nos falta nos mata. Extraña cosa es que si nos falta nos mata, y si nos sobra nos acaba la vida...
¡Oh Señor mío, y quién se viese tan engolfada en esta agua viva que se le acabase la vida! Mas
¿no puede ser esto? – Sí, que tanto puede crecer el amor y deseo de Dios, que no lo pueda
sufrir el sujeto natural, y así ha habido personas que han muerto... Yo sé de una que, si no la
socorriera Dios presto con esta agua viva en grandísima abundancia... tenía tan grande esta sed,
iba en tanto crecimiento su deseo, que entendía claro era muy posible morir de sed. ¡Bendito sea
el que nos convida que vayamos a beber, en su Evangelio!...!Dichosa tal muerte!; mas, por
ventura, con la vida ayudara a otros para morir por deseo de esta suerte. ”62

Su sed y su deseo se funden y se extasían en la presencia del Amado. Por eso canta:

Ante la hermosura de Dios63

¡Oh Hermosura que excedéis


a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
Y sin dolor deshacéis,
El amor de las criaturas.

Oh, ñudo que así juntáis


Dos cosas tan desiguales,
No sé por qué os desatáis,

61
Gioconda Belli, Waslala. Memoria del futuro, Managua 1996, p.69
62
C. 19, 8 - 9
63
Poema VI

- 66 -
Pues atado fuerza dáis
A tener por bien los males.

Juntáis quien no tiene ser


Con el Ser que no se acaba:
Sin acabar acabáis,
Sin tener que amar amáis,
Engrandecéis nuestra nada.

Teresa está convencida de que esta sed no es posesión suya, se sabe parte de una
humanidad sedienta: “Mirad que convida el Señor a todos. Pues es la misma verdad, no hay que
dudar. Si no fuera general este convite, no nos llamara el Señor a todos, y aunque los llamara,
no dijera: Yo os daré de beber. Pudiera decir: “venid todos, que en fin, no perderéis nada: y los
que a mí me pareciere, yo los daré de beber”. Mas como dijo, sin esta condición, “a todos”, tengo
por cierto que todos los que no se quedaren en el camino, no les faltará esta agua viva.”64

Teresa es sumamente realista, sabe que este amor se prueba en las obras. Son bellas
las páginas del Camino de Perfección en las que sus intuiciones toman forma:

“...Pero algunas monjas no parece que venimos a otra cosa al monasterio, sino a
procurar no morirnos... Determinaos, hermanas, que venís a morir por Cristo y no a regalaros por
Cristo...”65

“Acordaos qué de pobres enfermos habrá que no tengan a quién se quejar; pues pobres
y regaladas, no lleva camino. Acordaos también de muchas casadas; yo sé que las hay y
personas de suerte con graves males, por no dar enfado a sus maridos, no se osan quejar, y con
graves trabajos. Pues, ¡pecadora de mi!, sí, que no venimos aquí a ser más regaladas que ellas.
¡Oh, que estáis libres de grandes trabajos del mundo, sabed sufrir un poquito por amor de Dios,
sin que lo sepan todos!” 66

“Torno a decir que está el todo o gran parte en perder cuidado de nosotros mismos y
nuestro regalo, que quien de verdad comienza a servir al Señor, lo menos que le puede ofrecer
es la vida; pues le ha dado su voluntad, ¿qué teme? Claro está que si es verdadero religioso o
verdadero orador, y pretende gozar regalos de Dios, que no ha de volver las espaldas a desear
morir por él y pasar martirio.” 67

“Dios nos libre de personas que le quieren servir acordarse de honra. Mirad que es mala
ganancia, y –como he dicho- la misma honra se pierde con desearla, en especial en las
mayorías que, no hay tóxico en el mundo que así mate como estas cosas la perfección. Diréis
“que son cosillas naturales, que no hay que hacer caso.” – No os burléis con eso, que crece

64 C. 20, 15
65 C. 10, 5
66 C. 11, 3
67 C. 12, 2

- 67 -
como espuma y no hay cosa pequeña en tan notable peligro como son estos puntos de honra y
mirar si nos hicieron agravio.” 68

“O somos esposas de tan gran rey, o no. Si lo somos, ¿qué mujer honrada hay que no
participe de las deshonras que a su esposo hacen, aunque no lo quiera por su voluntad. En fin,
de honra a deshonra participan entrambos. Pues tener parte en su reino y gozarle, y de las
deshonras y trabajos querer quedar sin ninguna parte, es disparate.”69

Una profunda pasión está a la base de esta manera de entender la vida. El fin para
Teresa no es la cruz, no es el sufrimiento, no es el martirio sino el amor. Por eso sus gestos
sostienen la sed y la sed anticipa encuentros.

Pobreza: La nostalgia

La sed de Teresa es también nostalgia por el Reino que no llega, deseo de que el Reino
acontezca… nostalgia por la ausencia, deseo de la presencia. Teresa, como la esposa en el
Cantar de los Cantares, busca al Amado de su alma y se sabe buscada por Él. El encuentro la
deja herida para nunca saciarse y seguir buscando. “Veíale en las manos un dardo de oro largo,
y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego; éste me parecía meter por el corazón
algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, las llevaba consigo, y me dejaba toda
abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y
tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni
se contenta el alma con menos que Dios... es un requiebro tan suave que suplico yo a su bondad
lo dé a gustar a quien pensare que miento”. 70

Y es que el amor, la sed y la nostalgia pasan a través de las realidades de nuestra vida,
del mundo y de la historia. “El dardo encendido”que penetra hasta las entrañas y las lleva
consigo, nos hace descubrir la realidad desde la mirada de Dios. Como dice Benjamín González
Buelta en uno de sus poemas:

Tú y yo nos vamos haciendo

En ti estoy,
de ti vengo,
a ti voy.

Estás fuera de mí,


puedo encerrarme,
estás dentro de mí,
puedo encerrarte,
no puedo dejar

68
C. 12, 8
69
C. 13, 2
70
V. 29, 13

- 68 -
de estar en ti.

Mi carne extiende raíces


que llegan hasta ti,
puedo olvidarlo,
mi espíritu es una chispa
que brota de tu incendio,
puedo ignorarlo,
no puedo dejar
de venir de ti.

Mis ojos buscan su horizonte.


Mi corazón, su hogar universal.
Puedo extraviarme en una encrucijada.
Puedo paralizarme en algún hogar.
No puedo dejar de ir hacia ti.

No vi tu rostro
cuando salí de ti
No fue una despedida.
Allí empezó
un encuentro sin orillas

Cada tarde
añado en mi lienzo
un nuevo rasgo tuyo.
Cada tarde
añades en tu lienzo
un nuevo rasgo mío.

En medio del camino,


al adivinar una frente,
al estrechar una mano,
al mirar unos ojos,
al nacer el futuro,
al morir el presente,
yo te descubro,
yo me descubro.

Dentro de mí,
los dos a la par,
uno hacia el otro
nos vamos haciendo.

- 69 -
Miro a mi lado:
un pueblo en cadenas,
los gritos del hambre,
el día robado,
la noche asaltada.

Te veo en los huesos,


escucho tu queja,
empuñas justicia,
convocas hermanos.

Eres pueblo,
y no abandonas tu cuerpo.

Ahora te veo,
Señor marginado,
maestro sirviendo,
madre exprimida,
padre sin nada,
infinito pidiendo,
libre clavado.

Ahora te veo,
pueblo en camino.
Y en este misterio
se pierden mis días,
mis razones
y mis sueños.

Tú y yo nos vamos haciendo


tu pueblo.

El dardo encendido trastoca la lógica humana, “pues la predicación de la cruz es una


locura para los que se pierden; mas para los que se salvan –para nosotras(os)- es fuerza de
Dios” (1 Cor 1, 18).

Teresa lo expresa desde su experiencia más profunda: “Oh hermanas mías, qué
olvidado debe tener su descanso, y qué poco se le debe de dar de honra, y qué fuera debe estar
de querer ser tenida en nada el alma adonde está el Señor tan particularmente. Porque si ella
está mucho con El, como es razón, poco se debe de acordar de sí, toda la memoria se le va en
cómo más contentarle y en qué o por donde mostrará el amor que le tiene. Para esto es la
oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras,

- 70 -
obras...”71 “Mirad que importa esto mucho más que yo os sabré encarecer. Poned los ojos en el
Crucificado y haráseos todo poco. Si su Majestad os mostró el amor con tan espantables obras y
tormentos, ¿cómo queréis contentarle con sólo palabras? ¿Sabéis que es ser espirituales de
veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la cruz, porque
ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como Él lo fue,
que no les hace ningún agravio ni pequeña merced…”72

Para ella el amor a Dios y el amor a la historia son la misma cosa, dos polos de una
misma pasión… por eso afirma que ser espirituales de veras es hacerse esclavos de Dios para
que los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como Él lo fue…Ser espirituales, -pasar de
la muerte a la vida- pasa a través del amor, sólo así se hace creíble. Es la Buena Noticia
anunciada a los pobres, la liberación de los cautivos, la vista de los ciegos, la libertad de los
oprimidos, el año de gracia revelado a los pequeños… (Cfr. 1 Jn 3, 14; Lc 4, 18)

Nuestro pueblo expresa este mismo anhelo con la alegoría de la bala que hiere el pecho
para amar y el cerebro para buscar... Y de esa manera las flores cantan, los topacios tienen olor,
las piedras huelen, la música tiene piel y nosotras(os) podríamos tocar las canciones… Se
revierte el orden de lo establecido… se acerca el Reino anunciado… el amor es posible, el Reino
amanece entre las ruinas de un viejo imperio.

La bala
Salomón de la Selva

La bala que me hiera


será bala con alma,
el alma de esa bala,
será como sería
la canción de una rosa
si las flores cantaran.

O el olor de un topacio,
si las piedras olieran;
o la piel de una música,
si nos fuese posible
tocar a las canciones
desnudas con las manos.

Si me hiere el cerebro
me dirá:
yo buscaba
sondear tu pensamiento.

71
VII M. 4, 6
72
VII M. 4, 8

- 71 -
Y si me hiere el pecho
me dirá:
yo quería decirte
que te quiero.

Según una antigua teología, la nostalgia la puso Él en el corazón humano para que no
nos cansemos de caminar. “No ponemos nosotros la leña, sino que parece que, hecho ya el
fuego, de presto nos echan dentro para que nos quememos. No procura el alma que duela esta
llaga de la ausencia del Señor, sino hincan una saeta en lo más vivo de las entrañas y corazón, a
las veces, que no sabe el alma que ha ni que quiere. Bien entiende que quiere a Dios y que la
saeta parece traía hierba para aborrecerse a sí por amor de este Señor, y perdería de buena
gana la vida por él.”73 Teresa sabe por experiencia que Él puso en ella y en el corazón de cada
ser humano la nostalgia. Por eso el mundo sueña con una humanidad reconciliada en la que la
justicia y la paz se besen.

En este sentido, hablar de la pobreza no es principalmente hablar de cosas. Y si


hablamos de cosas deberíamos entender que también estamos hablando de Dios y de su
economía. La pobreza, como los otros dos votos, sólo se entiende desde la alteridad. Es la
nostalgia alimentada por algo que nos llega desde fuera y que nos lleva afuera. El dardo, según
la expresión de Teresa, o la bala, en una retraducción más moderna, nos golpea, nos penetra
para poder volver a salir. Esto podría ser un lenguaje de transfiguración, epifánico y teofánico. Y
parece que, también en la historia del pueblo bíblico, no existe ninguna teofanía que no sea para
llevar al pueblo más allá.

La teofanía es una experiencia de salida y de liberación. Salida de nosotras(os) mismas


y encuentro. No existe una separación entre Dios y la historia. El pueblo experimenta que Dios
siempre lo acompaña en una búsqueda llena de nostalgia y de sentido de liberación. El lazo
entre Dios y la historia es profundamente intenso, más de lo que nosotras(os) podemos percibir.
La relación entre el misterio y la vida es muy íntima. Catalina de Siena cuando hablaba de Cristo
no podía dejar de relacionarlo con “los Cristos”. Para ella como para muchas otras mujeres y
muchos justos, los demás son los Cristos. Ella lo tenía bien claro, no tenía miedo de confundirse
en su pasión de amor por las personas. Ella tiene claro que allí donde hay búsqueda, donde hay
precariedad están los Cristos.

Escuchando la tradición que nos deja Teresa, podemos redescubrir lo mismo. Recuperar
el lazo entre Dios y la humanidad. La cuestión sobre la pobreza la ubicamos en esta perspectiva:
una vez más es el juego de relación con la vida. Las cosas, los bienes, hacen parte de estas
infinitas relaciones que la vida nos ofrece.

Qué sentido tiene hoy en día profesar este voto teniendo en cuenta que el término es
bastante impropio en este momento histórico. De por sí refleja la situación de una espiritualidad

73
V. 29, 10

- 72 -
cultivada en el mundo rico, más segura y menos precaria. Se pensó en un momento en que el
cristianismo se percibía en una situación de privilegio. Se intuyó en medio de un cristianismo
muy acomodado y con muchas inmunidades, desde ahí nació esta opción. Romper con estos
privilegios era el desafío para no confundir el Evangelio con el poder, a Cristo con los patrones
de la historia. Para hacer eso dieron un salto y pasaron a la otra orilla. Y en la otra orilla se
encontraban todas las personas que no tenían privilegios.

Desde entonces han pasado muchos siglos. Hoy, el voto pobreza desde América Latina
asume un sentido y colores diferentes. La situación de un Continente empobrecido, que se
mueve en un extraño enlace entre dignidad, diversidad e injusta explotación, hace que el término
asuma otra fuerza.

El primer paso será desmitificar este voto. Es decir, quitarle una falsa mística. Hablar de
voto de pobreza en situaciones como viven la mayoría de nuestros países latinoamericanos es
ambiguo. La vida religiosa no logra expresar la intensidad de esta opción. La mayoría de las
veces, del voto de pobreza se hizo una cuestión que gira en torno a las cosas, a los bienes, a lo
que tenemos o no. Por muchos siglos caminamos cargando con estos cuestionamientos y todas
nuestras opciones de inserción están afectadas por todo ello.

En realidad, nadie quiere ser pobre. Por eso nos preguntamos qué significa profesar, hoy
en día, esta opción. Lo que apenas intuimos es que la opción no está en relación con la pobreza,
sino con una economía de vida diferente dentro de la historia. Es un aprendizaje muy duro que
se cultiva dejando que la sensibilidad y la nostalgia crezcan. Es un aprendizaje que no podemos
vivir solas(os): esta opción necesita de un ámbito comunitario ensanchado, no es la problemática
de una vida religiosa encerrada en su búsqueda de coherencia y perfección, sino la inquietud del
mundo, el grito enterrado en la historia desde siempre. Son sus búsquedas históricas, sus
intentos, sus tímidas revoluciones y sueños. Búsquedas ideológicas o religiosas, pero siempre
búsquedas dinámicas, intentos de hallar soluciones dentro de una historia que se mueve inquieta
en la nostalgia de algo que percibe pero no conoce todavía.

El segundo paso será salir de nuestro egocentrismo para podernos ayudar a reconocer
quienes son nuestros compañeros y compañeras de camino. La cuestión del voto de pobreza es
una cuestión de relación con..., teniendo en cuenta que la vida está hecha de muchas relaciones
y cosas. Aprender a relacionarnos con todas las infinitas presencias de la historia que son parte
de la vida. En este sentido, no es abandonar por desprecio sino una búsqueda de caminos
alternativos para no perder nada de cuanto se nos dio (Cfr. Jn 6, 39ª). Existen infinitas
presencias, de cosas cósmicas, de personas, de acontecimientos que las personas engendran a
lo largo de la historia.

Este voto es parte de la obediencia a la vida. En este sentido el voto de pobreza más
radical no es inventarnos penitencias y privaciones, sino obedecer a la vida, caminar
humildemente con Dios según el eco de las palabras de Miqueas, sin abandonar el sueño de una
historia diferente. El objetivo de esta opción no es ser pobre, más bien que el mundo vuelva a
vivir el sueño de Dios, sueño de dignidad, de identidad. Sabemos que en es demasiado

- 73 -
precarias no se puede cultivar la verdadera identidad. Entonces, cómo recuperar el sueño de
Dios que es un sueño de identidades que van creciendo y tomando espacio. Cómo agradecer a
este Dios de la vida y no vivir soportando la vida o maldiciéndola porque se vende a un precio
barato.

Para salir del ambiguo cuestionamiento sobre cómo ser ascéticamente pobres
tendríamos que cambiar las peguntas: ¿Cómo ser profundamente amantes de este proyecto de
Dios que no soñaba con la pobreza? ¿Dónde y con quienes vamos a aprender a vivir este voto?
¿Quiénes son nuestros compañeras(os) de búsqueda?

Por eso Jesús canta con mucha nostalgia las bienaventuranzas, como un cántico de
amor al pueblo. Él busca amigos y amigas del sueño divino, de otra economía.

Este voto hace parte de una búsqueda más intensa. La pobreza, como la castidad, nos
hace correr hasta la búsqueda del encuentro, de la reconstrucción de las relaciones. Es un voto
que nos pone inquietas y andariegas. Ojalá que alguien nos dijera como decían a Teresa,
inquietas y andariegas, buscando amigos y amigas, compañeros de camino.

Lo que Dios nos pide en esta perspectiva es no olvidar. En el AT cuando Dios da algún
mandamiento o explica algunas leyes, siempre dice: acuérdate... o sea, no te olvides. Acuérdate
que tú eres forastero, acuérdate que tú padeciste hambre... Todos tenemos que hacer memoria,
no olvidar. Y eso a partir de la antigua pregunta del Génesis 4, 9: ¿Dónde está tu hermano? La
respuesta de defensa de Caín es muy fuerte. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? En
este sentido se recuperan lo verbos que acompañan la opción de la castidad: cultivar y cuidar.
Cultivar nos da la fuerza para tomar iniciativas de amores profundos dentro de la realidad y el
cuidar se vuelve amor con ternura, defensa de los equilibrios sutiles de la vida.

Este amor se puede aprender. El contacto con la Palabra de Dios, si es sincero, nos
revela esta realidad. Él es maestro, la Palabra es maestra. Lo que ustedes hacen a uno de estos
más pequeños, a mí me lo hacen. La relación con la Palabra no nos revela normativas litúrgicas
sino necesidad de comunión, cultiva nostalgia de justicia profunda, de encuentros diferentes. El
continúa narrando este sueño dentro de la realidad, con su profunda identificación con ella.

Un texto muy elocuente en este sentido es Ex. 22. Se refiere a las leyes morales del
pueblo de Israel. El v. 25 dice si tomas el manto de tu prójimo se lo devolverás al ponerse el sol
porque con él se abriga, es el vestido de su cuerpo, sobre qué va a dormir si no, clamará a mí y
yo lo escucharé porque soy compasivo.

Devolver... acuérdate porque tú también... acuérdate que no tiene otra cosa... en la


noche hace frío, con qué se cubrirá. Hay que tener en cuenta que los equilibrios de este mundo
hecho de tierra, aire, plantas, animales, cosas, son equilibrios muy precarios, delicados.
Nosotras(os) debemos conocer que vivimos en esta precariedad y hacer memoria de ella. Por
eso, en memoria de ellas y ellos hacemos esta opción.

- 74 -
Dos claves de lectura

Las claves de lectura para enfrentar esta problemática, pueden ser muchas. Nosotras
recogemos sólo dos. La primera es volver a la Palabra para reconocer una economía diferente
que subyace en la historia. Economía divina, un modo de interpretación que Dios tiene de la
realidad. Es también su modo de estar en la historia, donde y como él se ubica. Para
nosotras(os) es un modo de pensar la historia hasta tener los mismos sentimientos de Cristo
Jesús, hasta percibir que, aunque parece que no se ve, la presencia es muy íntima. Por eso la
necesidad de buscarla en la vida, en la historia, como hacía Teresa. Todo esto podría ser más
parecido a lo que en la espiritualidad cristiana hemos llamado pobreza de espíritu: un sentir que
cultiva en nosotras(os) una nostalgia profunda y nos provoca a una búsqueda que une sed y
amor.

Otra perspectiva es la de redescubrir la pobreza como pecado por la injusticia humana.


Desde esta clave nos acompaña esta pregunta: ¿Cómo sanar las injusticias y la sutil corrupción
de los ambientes de poder de las que también nosotras(os) somos cómplices? En este sentido la
pobreza emerge de la realidad como grito o gemido, está allí, como denuncia, como testigo de
algo que se da en la realidad aunque somos muchas(os) quienes no la queremos. Está allí,
engendrando un nomadismo de búsqueda constante, la nostalgia de la vida y de la vida en
abundancia. Inaugura una larga peregrinación de hombres y mujeres en la historia.

La economía divina

Para Dios la pobreza es negativa y el pueblo de Israel lo sabía. En la cultura de Israel


ser pobre es una maldición por ser totalmente contrario al plan de Dios. Lo que llamamos
pobreza de espíritu, en Dios es derroche. Dios no sabe contar. No calcula. La economía de Dios
es más parecida al derroche que al ahorro. Es una economía que cambia la lógica, que no se
puede contener en una mentalidad tacaña, de ahorro; ni en la mentalidad moralista de quienes
calculan todo, incluso la salvación.

Uno de los textos más bellos que expresa esto es el libro de Job en su teología
apofática. La historia de Job comienza con la descripción de una situación de abundancia,
después hay una situación sumamente precaria y termina de nuevo con la abundancia. Nos
ayudan a comprender esa economía los capítulos 38 y 39. Dios habla en el primer capítulo del
libro, después se corta la comunicación porque entra otro tipo de palabra, la contraria a la de
Dios. Dios entra en el silencio y esta es la misteriosa solidaridad divina con el sufrimiento de Job.
Entra en este silencio, mientras deja espacio a una palabra estúpida de los teólogos amigos de
Job. Son teólogos moralistas, quieren solucionar su sufrimiento cargándolo más, diciéndole que
es su culpa, su pecado, que se ha equivocado en algo.

En el capítulo 38, después de un largo silencio, aparecen las primeras palabras de Dios.
Y Él también comienza con un largo estribillo de preguntas.... ¿Dónde estabas tú?, pregunta
Dios a Job. Dios aparece como un Dios que pierde tiempo con las criaturas y con aquellos
acontecimientos que no son tan significativos para la lógica humana. La lamentación de Job,

- 75 -
parecida a muchas de las nuestras, es porque experimenta una profunda ausencia. Dios no se
defiende, no se justifica. Dice simplemente que él estaba. Él es un Dios que está en situaciones
sumamente secretas.

Nosotras(os) nos quejamos del sufrimiento, del sufrimiento de nuestro pueblo y


pensamos que él no está porque el pueblo sufre. Estos capítulos nos muestran que él está
donde nosotras(os), los seres humanos no sabemos estar. Nosotras(os) tenemos muy poca
gracia para estar en el sufrimiento. Cómo ayudarnos a aceptar que Dios está en los lugares
donde las personas no logramos ni podemos estar. Él está en la selva, en las montañas,
contando los días de parto de los animales... buscando comida para los cachorros... (Cfr. Jb 39,
1-2). Esto, en una economía de cálculo, es perder tiempo. En medio de la situación dramática
que viven los pueblos, él se permite contar los días de parto de un animal que está siempre
escondido y solitario. Desde esta perspectiva, nuestra opción es simplemente aprender a no
abandonar la historia, a no retirarnos de ella.

Esta economía se ensancha más y más. No sólo toca los bordes del drama humano y de
la creación sino también los misteriosos y secretos momentos de juego y gozo que se realizan
en la vida, donde se intercambian amores, células de vida de muchos amores que se dan ocultos
en la creación y en la historia. Es la economía narrada en el Salmo 104. La de un Dios que
inventa monstruos para jugar: vv.25 y 26. Un Dios que da el vino a la criatura humana. No tanto
para quitar la sed sino para que se alegre su corazón, para que haga fiesta, para que se
emborrache -no mucho- un poquito y llegue a reírse. Es la economía de un Dios que nos brinda
el aceite para que brille nuestro rostro. Un Dios que se viste de luz, que duerme bajo el cielo que
despliega como una carpa, que como carro tiene las nubes y camina sobre las alas del viento
que son también sus mensajeros.

Otro texto que muestra esta economía de derroche es el Cantar de los Cantares. Todo
se da en abundancia… muchos perfumes, muchas joyas, mucha belleza, mucha comida,
muchos jardines... De esta economía aprendemos a amar la justicia. Si no nos enamoramos de
ella, nuestras opciones serán muy débiles y moralistas. Si todavía nos escandalizamos de la
abundancia, del derroche, de esta lógica ilógica, será difícil cultivar la nostalgia por un mundo
diferente.

Tenemos que ayudarnos a amar esta economía para no tener asco de lo incomprensible
que es la situación de pobreza humana, y del sin sentido que muchas veces tiene la vida en la
situación postmoderna de los pueblos y en nuestras luchas. Antes de practicar la justicia, la
tendremos que amar. Si nos escandalizamos de los pobres, nos escandalizamos de Dios. Las
situaciones de precariedad humanas, en efecto, revelan esta doble economía muy parecida a la
economía divina, donde la debilidad convive con la abundancia, la fiesta con el dolor, la
confianza con la precariedad. En esas historias se entrelazan largas fiestas e intensos ayunos.

El Dios que crea monstruos marinos para jugar, es también el Dios que vela día y noche
para no abandonar a su pueblo, que sale y entra con él, que lo ampara, lo cuida, como canta el
Salmo 121, 3-8. El Dios que no sabe contar es también el que conoce los cabellos que cada uno

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tiene y que mantiene los precarios equilibrios de la naturaleza hasta del más pequeño pájaro
(Cfr. Lc 12, 6-7). Es el Dios que cuida secretamente la muerte de la semilla en el útero de la
tierra (Cfr. Jn 12, 24). Es el Dios que se indigna cuando ve cómo los ricos tratan a los pobres. Es
el Dios que se identifica con las situaciones de precariedad de la vida de los pueblos.

Él decide estar en el tiempo y su estar es su eternidad. La eternidad de Dios no es,


entonces, una cuestión trascendental, sino algo histórico, Él es sumamente fiel. En un cierto
momento de la VR los monjes intentaron pensar en la fidelidad como signo del derroche divino,
expresándolo con un voto de estabilidad. Es un voto que recoge los otros: estar siempre, como
signo de misteriosa y humilde fidelidad a Dios y a lo cotidiano de la vida. Nuestra opción pasa
por esta manera de estar, así como Él misteriosamente está, según el relato del libro de Job.

El pueblo, cuando se da cuenta que en el sueño de Dios no hay espacio para la pobreza
e intuye que en el sueño de Dios los pobres no existían, cultiva una nostalgia profunda de leyes
diferentes. Leyes que vuelvan a plasmar un cierto equilibrio. Lv 25; Dt 24, 14-15.19-22. son leyes
de recuperación de la armonía, es como retejer algo que en la historia habíamos tejido mal. Esto
se hace a partir de esta economía divina de derroche. En la economía del NT esta perspectiva
continúa. Una cierta teología lo interpretó más como un mensaje espiritual. Sin embargo,
también en el NT, a través de Jesús, se puede rescatar la misma economía divina de derroche y
de pasión profunda por la historia en toda su precariedad. En esta economía vienen envueltas
personas, cosas, situaciones.

Jesús irrumpe en la historia concreta de su pueblo, en una cultura de cálculos y normas.


Las leyes se habían multiplicado. Los fariseos añadían leyes porque intuían que podían hacer
más perfecta la Torah. Se sabía quiénes eran los ricos y quienes los pobres. La sociedad estaba
muy dividida en clases sociales. También en el ámbito moral estaban bien seguros. Sabían quién
se iba a salvar y quién no, quienes eran los impuros y quienes los puros. Y los impuros eran
precisamente los pobres porque sus trabajos eran sencillos y no intelectuales. Valían los que
hacían trabajos intelectuales que tenían contacto con lo religioso. Las personas que no sabían
leer eran impuras. El razonamiento era lógico: si tú no sabes leer, no has tenido contacto con la
Torah.

Es bello descubrir que los primeros teólogos en el Evangelio de Lucas son impuros: los
pastores, porque no sabían leer y por su trabajo, cuidaban animales. Antes de acercarse al
misterio tenían que purificarse, sin embargo ellos pasan del trabajo a la adoración del misterio.
Son los primeros teólogos porque dan el anuncio (Cfr. Lc 2, 18). En Lucas parece una constante
que vuelve en otros momentos. Primero los pastores que dan el anuncio a los demás y después
las mujeres, categoría de la que había que sospechar y que, según el mundo patriarcal, no tenía
acceso directo al misterio.

Esta economía de Dios irrumpe, con Jesús, en un mundo sumamente estructurado y


jerarquizado. Esto nos hace recuperar la fe. Nada es imposible para Dios. Si él logró irrumpir en
esta sociedad de cálculos, ¡cómo no creer que es posible reconstruir otra historia! Otras
personas, sobre todo las mujeres, se enamoran de su economía. El texto de Mc 14, 3 - 9 es muy

- 77 -
bello y elocuente en este sentido. Si releemos nuestra opción a la luz de este texto, el desafío no
es tener o no tener. Jesús tiene una economía al revés. Algunos ejemplos, no sólo en su modo
de tratar las cosas, hablan siempre de esta inversión de la lógica. Con respecto a la mentalidad
oficial habla lo contrario: Mc 10, 31; Mt 20, 16: los primeros son los últimos; los últimos son los
primeros; los más grandes son los más pequeños y los más pequeños los más grandes. Si le
piden aumentar la fe, él contesta hablando de una semillita, la más pequeña que existe en la
tierra. Cuando, como maestro y rabí, todos esperaban que cumpliera sus ayunos, él come y
además multiplica la comida y hace que sobre. Esta economía no la vive sólo con respecto a las
cosas, sino con relación a todas las personas. No vive una economía legalista porque es más
parecida a la tacañería que a la misericordia divina. La mentalidad legalista en efecto es la de la
limosna, pero la limosna no es justicia. Por eso Él toma como ejemplo a la viuda que pone unas
moneditas. Esa es la economía divina: dio todo lo que tenía mientras que los otros dieron lo que
sobraba.

En los últimos días de su vida sintoniza con una mujer en Betania (Cfr. Mc 14, 3-9). Los
dos tienen la misma nostalgia de derroche. Él, según su mentalidad, no estaba cumpliendo un
acto heroico. Él estaba dando la vida, el amor, el soplo, su aliento, su fuerza, su deseo. Por eso,
optar por estar en situaciones precarias se hace desde el gusto de la vida, no por un acto
heroico. En este texto hay quienes se escandalizan. Para los que observaban, el derroche es un
gesto negativo, sin sentido. No habían entendido nada. Esta economía no se aprende calculando
sino enamorándonos.

Este voto nos pide crear lazos reales con los demás. Sólo hay un modo para volvernos
pobres: compartir la vida en la desnudez, donde no se tiene nada para defender, como los
eunucos, porque su palabra no valía nada. En este sentido, eran los más desamparados; no
siempre por lo económico sino porque no podían defender ningún tipo de pertenencia o
identidad. Y cuando él dice hay algunos que se hicieron así... está hablando de compartir en su
sentido más profundo, como lo hizo también la mujer en Betania que se solidariza con Él sin
preocuparse de lo que piensan los demás.

El paradigma de las Bienaventuranzas


Mt. 5, 1-12.

Este paradigma no es una ilusión ni la espiritualización de la pobreza. Jesús quiere unir


las muchas sedes que subyacen en la historia. Las bienaventuranzas no son un juicio ético sobre
las(os )pobres. Mateo en su Evangelio, que es como un Midrash, añade – con respecto a Lucas -
lo de la pobreza de espíritu. Es la sed de quienes no lograr respirar y anhelan aliento, espíritu.
Jesús sintoniza con esta sed. Mateo la pone como la primera bienaventuranza que inaugura a
todas las demás que sólo especifican esta sed.

Bienaventuradas(os) las(os) pobres de espíritu son los que anhelan el espíritu y no


abandonan la sed de los demás. A partir de allí brotan las demás bienaventuranzas. Los
mansas(os) son las(os) antipropietarias(os). Por eso tienen como recompensa la tierra, no hacen
de las cosas de la vida una propiedad. Sólo un(a) antipropietaria(o) puede cuidar de la tierra, por

- 78 -
eso se la da en herencia. Quienes lloran son personas en una situación de espera profunda, no
quieren sufrir más porque no aguantan más. Tienen sed de salir del sufrimiento y anhelan
probar, física y espiritualmente, lo que quiere decir consolación. Las(os) que tienen hambre y sed
de justicia, son las personas inquietas, los que sueñan, en contra de ese mundo hecho por
acuerdos falsos como el ALCA. Bienaventuradas(os) quienes sueñan con algo alternativo como
Porto Alegre, a pesar de todos los límites; las(os) que tienen sed, que no aguantan mucho más,
que están inquietas(os) en esta situación. Las(os) que tienen un amor místico político que en
ningún momento olvidan, también cuando el cuerpo está contento, cuando el cuerpo abraza y
vive la presencia, cuando ama y goza, cuando comen y festejan. Recuerdan que el cuerpo es
como los demás cuerpos, que se cansan, que tienen hambre, que sufren frío, calor, dolor, se
enferman, mueren de sed. Todas(os) serán saciadas(os), descansarán, volverán a jugar, a gozar
del derroche de la vida, de la salud, del amor, de la dignidad y de la justicia. Las(os)
misericordiosas(os) son quienes cuidan los detalles, sanan, no se cansan de sanar y por eso
ellas(os) se sanan también por el contacto. Las(os) limpias(os) de corazón son las(os) que
aprenden a leer dentro y desde allí viven. El corazón, en efecto, indica sacramentalmente una
dimensión que está dentro, es como añadir un sentido a los cinco sentidos. Quienes están dentro
están ahí y esperan… y entonces ven a Dios. Esta es su recompensa, como la recompensa que
Dios dio muchas veces a la nostalgia, a la sed y al deseo de Teresa. Las(os) que trabajan por la
paz y la buscan obtendrán el título de hijos e hijas de Dios, sólo ellas(os). No se dice son
hijas(os) de Dios las(os) bautizadas(os), las(os) que pertenecen a esta u otra religión, sino
las(os) que buscan la paz. Las(os) que se ponen de pie para ella y la buscan, como se busca al
amor amado. Las(os) que gastan sus energías buscándola, tejiéndola, escudriñando la vida para
poder encontrarla. Es una bienaventuranza sumamente laica. Las(os) perseguidas(os) por causa
de la justicia. También esta bienaventuranza resplandece como búsqueda. Pertenecer a esta
economía de derroche crea persecución, exclusión. Esta opción no puede ser neutral, no nos
pone en el medio, no nos hace mediadoras(es). Por esta economía nos persiguen porque
estamos en un mundo periférico. Y el mundo periférico es, como el desierto, para los primeros
ermitaños y ermitañas, un mundo alternativo, el mundo de osadas utopías y secretos amores. Y
de allí la consolación que hace Jesús a las(os) bienaventuradas(os): por mi causa, es por la
causa de los Cristos, es por la sed.

Esta opción nos acompaña una vez más a encontrar y a amar. En esta danza de
encuentros entre personas y cosas, recogemos la nostalgia de un poeta. En su canto no
sobresalen sólo amores por las personas sino también amores por las cosas, pequeños detalles
que nos hacen más amantes y hacen las cosas más bellas y justas, armónicas, así como las
soñamos con nuestros cuerpos.

ODA A LAS COSAS


Pablo Neruda (Navegaciones y Regresos)

Amo las cosas locas


locamente.
Me gustan las tenazas,
las tijeras,

- 79 -
adoro
las tazas,
las argollas,
las soperas,
sin hablar, por supuesto,
del sombrero.

Amo
todas las cosas,
no solo
las supremas,
sino
las
infinita-
mente
chicas,
el dedal,
las espuelas,
los platos,
los floreros.

Ay, alma mía,


hermoso
es el planeta,
lleno
de pipas
por la mano
conducidas
en el humo
de llaves,
de saleros,
en fin,
todo
lo que se hizo
por la mano del hombre, toda cosa:
las curvas del zapato,
el tejido,
el nuevo nacimiento
del oro
sin la sangre,
los anteojos,
los clavos,
las escobas,
los relojes, las brújulas,

- 80 -
las monedas, la suave
suavidad de las sillas.

Ay cuántas
cosas
puras
ha construido
el hombre,
de lana,
de madera,
de cristal,
de cordeles,
mesas
maravillosas,
navíos, escaleras.

Amo
todas
las cosas,
no porque sean
ardientes
o fragantes,
sino porque
no sé,
porque
este océano es el tuyo,
es el mío:
los botones,
las ruedas,
los pequeños
tesoros
olvidados,
los abanicos en
cuyos plumajes
desvaneció el amor
sus azahares,
las copas, los cuchillos,
las tijeras,
todo tiene
en el mango, en el contorno,
la huella
de unos dedos,
de una remota mano
perdida

- 81 -
en lo más olvidado del olvido.

Yo voy por casas,


calles,
ascensores,
tocando cosas,
divisando objetos
que en secreto ambiciono:
uno porque repica,
otro porque
es tan suave
como la suavidad de una cadera,
otro por su color de agua profunda,
otro por su espesor de terciopelo.

Oh río
irrevocable
de las cosas,
no se dirá
que sólo
amé
los peces,
o las plantas de selva y de pradera,
que no sólo
amé
lo que salta, sube, sobrevive, suspira.
No es verdad:
muchas cosas
me lo dijeron todo.
No sólo me tocaron
o las tocó mi mano,
sino que acompañaron
de tal modo
mi existencia
que conmigo existieron
y fueron para mí tan existentes
que vivieron conmigo media vida
y morirán conmigo media muerte.

La pregunta que nos acompaña

En medio de esta nostalgia, contemplando una historia que deja brotar algo y que al
mismo tiempo tiembla porque sus brotes tardan en parir flores y frutos, nos acompaña una
profunda inquietud que suscita una pregunta. Es la única pregunta ascética que nos tenemos

- 82 -
que hacer: ¿cómo salir de la pobreza? ¿Cómo calmar las sedes? Esta es nuestra ascesis. La
pobreza no es un ideal, ni es parte del sueño divino del Dios que había pensado otro estilo de
dignidad y de vida. La historia más bien sufre violencia. Los seres humanos están cansados de
vivir en una constante tensión: qué voy a hacer mañana, por qué tanta explotación, violencia y
maltrato, por qué es tan grande el sufrimiento para poder tener el sólo derecho de vivir ....

La problemática de la pobreza hoy en día es la exclusión. Es un mundo cada vez más


excluyente, con equilibrios muy inestables. Llega la tecnología pero todavía no llega el agua.
Llega la tecnología y en el hospital las mujeres no pueden parir sus hijos dignamente porque no
hay espacio, porque los médicos están en huelga porque no les pagan... Percibimos que
repensar esta opción significa crecer en una lenta y misteriosa familiaridad con la historia y las
historias. El problema de la pobreza de la historia no puede enfrentarse simplemente pensando
que los demás son sólo necesitados. ¿Quiénes son nuestros amigos(as) en esta sed que nos
llena de nostalgia? En esta perspectiva nosotras(os) no somos salvadoras(es) y menos
bienhechoras(es), sino mujeres y hombres sumamente sedientas(os), débiles, en búsqueda,
inquietas(os) y andariegas(os), familiarizándonos día y noche con la vida y la muerte, tocando los
flecos del misterio que nos cubre como un manto. Buscamos la vida como lo buscamos a Él,
para saciar profundas ausencias que el misterio dejó porque sólo rozó la realidad y delineó
rastros en el tiempo.

CAPÍTULO VI
CONCLUSIÓN

Los votos, entonces, son sueño y experiencia de comunión, experiencia de la Trinidad


que misteriosamente nos evoca el gozo de la comunión, de la unión, del estar dentro. Esta
experiencia nos ensancha la mirada. Como el horizonte de Teresa: Dios está dentro y está
fuera... él nos habita, habita la historia, y nosotras(os) y la historia lo habitamos a Él.

“Estando una vez en las Horas con todas, de presto se recogió mi alma y parecióme ser
como un espejo claro toda sin haber espaldas ni lados ni alto ni bajo que no estuviese toda clara,
y en el centro de ella se me representó Cristo nuestro Señor, como le suelo ver. Parecíame en
todas las partes de mi alma le veía claro como en un espejo, y también este espejo –yo no sé
decir cómo- se esculpía todo en el mismo Señor por una comunicación que yo no sabré decir,
74
muy amorosa.”

“Estando una vez en oración, se me representó muy en breve… cómo se ven en Dios
todas las cosas y como las tiene todas en Sí… digamos ser la Divinidad como un muy claro
diamante, muy mayor que todo el mundo, o espejo a manera de lo que dije del alma en estotra
visión… y que todo lo que hacemos se ve en ese diamante siendo de manera que él encierra
todo en sí, porque no hay nada que salga fuera de esta grandeza.”75

74
V. 40, 5
75
V. 40, 9 - 10

- 83 -
Desde esta experiencia puede exclamar: Alma buscarte has en Mí y a Mí buscarme has
en ti. De igual manera podría haber dicho: Pueblo mío buscarte has en Mí y a Mí buscarme has
en ti. Ella se ha experimentado a sí misma y al mundo encerrados en las entrañas mismas de
Dios, como haciendo eco al texto de Isaías: “En las palmas de mis manos te tengo tatuada, tus
muros están ante mí perpetuamente” (49, 16) Así podemos aprender a estar, a mirar, a caminar
desde dentro, a obedecer esta locura de amor.

El misterio de la Trinidad no significa otra cosa que estar con otros. Lo intuimos en la
Biblia cuando Él explica, sobre todo en el evangelio de Juan, que están juntos y quieren estar
juntos (Cfr. Jn 17). La experiencia trinitaria es histórica, implica darnos cuenta que vivimos con...,
que la historia está habitada por otras personas, que como diría Catalina de Siena es necesario
que haya por lo menos dos para que él pueda estar en el medio.

La experiencia más bella que tiene Teresa es sentirse habitada y a la vez habitando a
Dios. “...Entendí: “No trabajes tú de tenerme a Mi encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí.”
Parecíame que de dentro de mi alma –que estaban y vía yo estas tres Personas- se
comunicaban a todo lo criado, no haciendo falta ni faltando de estar conmigo.” 76

Desde esta realidad impresa en su vida, se descubre como mujer que habita la historia,
que es habitada por otros(as) a quienes ella también habita. Quien ama como Dios inhabita
porque el amor es vivir dentro. Como la adorada flor que buscaba el colibrí:

Colibrí
Salvador Cardenal Barquero

En el jardín de Dios creció una flor


que un colibrí sintió,
voló sobre la tierra,
tiempos de paz y guerra,
pero no encontró su flor.
El colibrí voló sin ver atrás
hacia el jardín de Dios,
la flor del arcoiris
no era la que buscaba,
ni la de la más noble olor,
ni la de increíble olor.
El colibrí lloró detrás del sol
por su adorada flor,
pero habitaba dentro de su corazoncito,
y no la podía ver.
No, y no la podía ver.
La del néctar del amor.

76
Rel. 18

- 84 -
Caminar desde dentro no es intimismo sino intensidad. Es la experiencia de los “puros
de corazón” que son bienaventurados porque ven a Dios, porque pueden reescribir la historia
desde dentro. La alegoría del Castillo Interior de Teresa, es una imagen muy propia de alguien
que reconoce que hay otras dimensiones en la vida. Dimensiones interiores que hacen más
elocuentes las dimensiones históricas porque se ven a través de las primeras.

“Pues tornemos ahora a nuestro castillo de muchas moradas. No habéis de entender


estas moradas una en pos de otra, como cosa en hilada sino poned los ojos en el centro, que es
la pieza o palacio adonde esta el Rey y considerar como un palmito, que para llegar a lo que es
de comer tiene muchas coberturas que todo lo sabroso cercan. Así acá en rededor de esta pieza
están muchas, y encima lo mismo. Porque las cosas del alma siempre se han de considerar con
plenitud y anchura y grandeza, pues no le levantan nada, que capaz es de mucho más que
podremos considerar, y a todas partes de ella se comunica este sol que está en este palacio.” 77

El castillo no es una imaginación jerárquica de la vida, de nuestra relación con las cosas,
de la relación que Dios tiene con nosotras(os). El castillo sugiere niveles de relación cada vez
más profundos con Dios y con los demás, con la vida y con el mundo. Dentro de la imagen del
castillo, Teresa evoca otra imagen, la del palmito y su circularidad. Para llegar al corazón, que es
la parte sabrosa, la que se come, hay que acercarse de forma circular. Es un castillo circular, al
centro está la plenitud de los tiempos, este encuentro entre el sueño de Dios y el de la historia, el
deseo que la historia tiene y que Dios contempla para poder responder. Es de nuevo el misterio
de la Encarnación.

“Soñar” los votos es una invitación para continuar caminando, para volver a reubicarnos
en nuestras historias. No estamos solas(os) porque entre nosotras(os) hay hilos comunes que
atraviesan la historia de los pueblos y sus culturas. Sólo nos falta tomar una tímida iniciativa
porque todas las iniciativas son tímidas. Las osadías, como las de Teresa, no son arrogantes ni
seguras. Son expresión de la obediencia a lo que hemos visto y oído, son el deseo de
mantenernos vislumbrando apenas algo, teniendo la certeza de que las dimensiones de la vida
son como el palmito. El corazón del palmito está muy dentro, por eso sabernos habitadas y estar
en la historia habitando es clave para repensar nuestras opciones.

La inhabitación no es un sueño, ni una experiencia escatológica: la única morada que Él


habitó es la historia. Por eso la experiencia de la inhabitación es fundamental para crear lazos,
para estar dentro. Estar en la historia no tiene otro sentido si no el de inhabitarnos mutuamente,
estar para poder pensar juntas(os), para unir sedes, deseos, nostalgias, sueños, cosas, comida,
agua, gestos. Buscar con otras y con otros para recoger este sueño e intercambiar identidades,
las cosas diferentes que cada una(o) tenemos, que tienen la tierra, los lugares y los espacios… y
así recrear historia, reaprender a vivir y vivir en plenitud.

77
I M. 2, 8

- 85 -
Te llamaré, Señor78
(Yunus Emre)

Con las montañas y las piedras


te llamare, Señor aTi.
Con los pájaros al alba
te llamaré, Señor, a Ti.

Con la luna entre las aguas,


con la gacela en el desierto,
en el amor con los creyentes,
te llamaré, Señor, a Ti.

En el cielo con Jesucristo,


con Moisés en el Sianí,
con la vara entre las manos,
te llamaré, Señor, a Ti.
Con Job, lleno de penas,
con Jacob, lleno de lágrimas,
con los que aman a Mahoma,
te llamaré, Señor, a ti.

Ya conocí bien el mundo,


abandoné ilusiones y sueños,
con la cabeza descubierta
y los pies descalzos,
te llamaré, Señor, a ti.

Yunus habla todas las lenguas.


Con las aves, los ruiseñores,
Con los que aman la justicia,
Te llamaré, Señor, a Ti.79

Nosotras(os) podríamos añadir con quiénes más queremos llamar a este Señor para que
siga habitando nuestra historia. Lo más grande que podemos ofrecernos entre todas(os) es la
fuerza para seguir caminando juntas. Eso expresamos con este canto:

78
Salterio Sufí, Revista Orar, Editorial Monte Carmelo, Burgos.
79
Un Salterio Sufí, Revista Orar no. 148, Editorial Monte Carmelo, 2002

- 86 -
CREO
Teresa Parodi

Necesito hermano que me digas puedo


con las mismas ganas que lo digo yo.
Necesito hermano que nos encontremos
en una mirada en una canción.

Y creo en vos y en mí, en mí y en vos,


En la complicidad de la ilusión.
No dejo de creer en vos y en mí, en mí y en vos.

Llevo en la guitarra un amor urgente


que me da coraje con obstinación,
esperanza invicta me sostiene siempre
tan intensamente que no tengo opción.

Y creo en vos y en mí, en mí y en vos,


en la complicidad de la ilusión.
No dejo de creer en vos y en mí, en mí y en vos.

Porque creo en todo lo que nos debemos,


porque creo en esta nuestra rebelión,
de amorosa vida, y amorosa fuerza,
y amorosa rabia y amoroso amor.

Y creo en vos y en mí, en mí y en vos,


en la complicidad de la ilusión.
No dejo de creer en vos y en mí, en mí y en vos.

- 87 -
ÍNDICE

Siglas p. 5
Presentación p. 7
Escribiendo nuestra osadía y nuestros sueños p. 7
La trama que tejemos p. 8
El espíritu femenino de Teresa p. 9
Capítulo I
Lo que imaginamos e intuimos p. 11
Tres paradigmas bíblicos p. 11
Entre nube y fuego p. 11
El asombro p. 12
Preparación p. 14
Entre mística y política p. 15
Lo cotidiano se vuelve mágico p. 17
Capítulo II
Renaciendo: Género y Feminismo p. 21
El sueño de las mujeres p. 21
Los pactos de las mujeres p. 25
Las parteras de Egipto p. 26
La amiga amada p. 26
Se apoyó suavemente p. 28
El intercambio del anuncio p. 29
Resistencia amante de las mujeres p. 29
El grito de lo femenino p. 29
Capítulo III
El cuerpo y su canto p. 33
¿De qué estamos hechas(os)? p. 33
Los cuerpos a la luz de la Palabra p. 36
Árbol de vida plantado... p. 38
Capítulo IV
No es tiempo de tratar con Dios... p. 43
El desierto p. 44
La soledad p. 46
La memoria de las escrituras p. 47
El trabajo p. 49
La penitencia como paciencia p. 50
La religiosidad de la vida p. 51
Capítulo V
Soñando los votos p. 53
A partir de la religiosidad de la vida... p. 53
El tríptico p. 53
La opción por la pobreza, castidad y obediencia p. 54
Obediencia: el amor p. 54

- 88 -
Castidad: la sed p. 61
La sed nos hace así p. 64
Pobreza: la nostalgia p. 68
Dos claves de lectura p. 75
La economía divina p. 75
El paradigma de las bienaventuranzas p. 78
La pregunta que nos acompaña p. 82
Capítulo VI
Conclusión p. 83

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