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Yves Chevallard es el autor del texto La transposición didáctica: del saber sabio al
saber enseñado, el cual fue publicado por primera vez en Francia en el año 1997.
Referencia bibliográfica:
Yves Chevallard es un escritor y matemático nacido en Francia en 1946 que dicta clases
en la Universidad de Marsella, en la cual ha sido presidente del Consejo Científico y
Pedagógico además de director de investigación y desarrollo, centrando sus esfuerzos en
la transposición didáctica en el campo de la didáctica.
Yves Chevallard parte afirmando que toda ciencia debe asumir como primera condición
que el objeto material, que convertirá en su objeto de estudio, cuenta con un
determinismo propio que es el que se busca desentrañar. Algo que no ocurre cuando se
centra como objeto al sistema didáctico, pues comúnmente no se lo piensa como una
especificidad sino como algo que ocurre y que depende exclusivamente de quien lo
ejerce. De esta manera, si en este acto se falla, inmediatamente se juzga que ha sido por
“la mala voluntad de algunos malos sujetos”(). En consecuencia solo nos encontramos
frente a una situación precientífica.
En esta situación debe centarse la didáctica. Su perspectiva debe reconocer que existe
un objeto preexistente e independiente respecto de nuestras intenciones y dotado de una
necesidad, de un determinismo propio, pero que no es enteramente del orden de la
naturaleza sino un objeto tecnocultural cuya formación se inscribe en la historia.
Entonces la didáctica se interesa en el juego que se realiza entre un docente, los alumnos
y un saber. Relación ternaria, que es la base del esquema por el cual la didáctica puede
emprender la tarea de pensar su objeto. Es en este reconocimiento de un tercer elemento
que surge la polémica de su verdadero interés. ¿Qué es entonces aquello que en el
sistema didáctico se coloca bajo el estandarte del saber?
El concepto de transposición didáctica remite al paso del saber sabio al saber enseñado
y por lo tanto a la distancia eventual que los separa. Es importante reconocer que el
sistema didáctico no es el efecto de nuestra voluntad, pues su funcionamiento supone
que la materia (enseñante, alumnos, saber) satisfaga ciertos requisitos didácticos. En
primer término, para que la enseñanza de un determinado elemento de saber sea
meramente posible, ese elemento deberá haber sufrido ciertas deformaciones, que lo
harán apto para ser enseñado y es ante esta adecuación se genera una brecha. El saber
que produce la transposición didáctica será por lo tanto un “saber exiliado de sus
orígenes y separado de su producción histórica en la esfera del saber sabio,
legitimándose, en tanto saber enseñado, como algo que no es de ningún tiempo ni de
ningún lugar, y no legitimándose mediante el recurso a la autoridad de un productor
cualquiera que fuere”. Así el saber enseñado supone un proceso de naturalización.
Sin embargo, esta distancia que el saber enseñado debe guardar respecto del saber sabio
y el saber banalizado poco a poco comienza a verse erosionada, y el saber enseñado
comienza a verse viejo con respecto a la sociedad. Allí se encuentra el origen del
proceso de transposición didáctica: el nuevo aporte de los especialistas debe acortar la
distancia con el saber sabio y poner a distancia a los padres.