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Algunas consideraciones acerca de la histeria: “Dos separaciones y un marido”.

Vanina Daraio (2007)

Puede pensarse que las quejas sobre su marido, como ella aún lo llama, remiten de alguna manera a
como se posesiona S frente al sexo opuesto. Si el “matrimonio perfecto y feliz” lo pierde con la muerte de
su madre… con quién lo tenía? ¿Con quién hizo pareja? Interrogante que nos introduce en la problemática
Edípica.

Acerca del Complejo de Edipo y la asunción al sexo.

“Mi problema es que estoy separada de mi marido hace diez años. Desde ahí comencé con los dolores en
las piernas y la fobia a cruzar la calle”, refiere S en la primera sesión.

“Marido” del cual está divorciada. Separada de un matrimonio “perfecto, feliz”, según refiere. Matrimonio
que empieza a decaer justo desde la muerte de su madre, hace 20 años atrás.

Relata S: “Cuando mi mama murió, yo me sentía triste, no tenía ganas de nada, ni de arreglarme y él me
empezó a tratar muy mal, me decía mira lo que pareces, porque no te arreglas un poco”

“Me cansé de reclamarle cariño y comprensión. Yo estaba mal, por eso se fue con una pendeja de 30
años. Por eso y porque no me habrá querido mucho, sino me hubiera comprendido y ayudado, no dejado
abandonada. ¿Por qué me hizo esto? Tantos años de matrimonio, toda una vida, le di todo y de repente se
va con otra.”

En principio puede pensarse en la ausencia de implicación subjetiva cuando S refiere “porque me hizo esto
- de repente”. “Bella indiferencia” en la que pareciera no tener S nada que ver con su queja.

Queja que, por otra parte, parece no ser novedad en la historia de S:

“Yo no tuve padres. Mi mama no estaba nunca conmigo. Ella estaba trabajando en la zapatería o salía con
tipos. Era rapidita, de carrera con los hombres. Yo siempre le reproché que no me diera contención,
apoyo. Me dejaba sola, yo me crié con mi abuela. Mi papá era un vago, se fue y no supimos nunca más de
él”.

Puede pensarse que las quejas sobre su marido, como ella aún lo llama, remiten de alguna manera a
como se posesiona S frente al sexo opuesto. Si el “matrimonio perfecto y feliz” lo pierde con la muerte de
su madre… con quién lo tenía? ¿Con quién hizo pareja? Interrogante que nos introduce en la problemática
Edípica.

“Las vías de lo que hay que ser como hombre o como mujer pertenecen enteramente al drama, a la trama,
que se sitúa en el campo del Otro – el Edipo es propiamente eso.”

El Edipo freudiano, podría decirse, con relación a la formalización propuesta por Lacan, implica al
significante del Nombre del Padre en tanto significante que opera en la transmisión de la Ley y ordena el
mundo simbólico del sujeto, poniéndose esto en juego, en las coordenadas subjetivas que serán
consideradas en la clínica psicoanalítica.

Formalización del Edipo propuesta por Lacan en su desarrollo de la Metáfora Paterna, donde la función del
padre opera en tanto significante que limita el deseo de la madre. Producto de ello será entonces la
normalización de la sexuación, goce acotado que se faliciza, que es limitado por este significante,
produciéndose un efecto de anclaje a una significación central común: la significación fálica.

“La virilidad y la feminización son los dos términos que traducen lo que es esencialmente la función del
Edipo”
Por otra parte, en el Seminario 3, refiere Lacan que “la estructura de la neurosis es esencialmente una
pregunta (…)” Pregunta que en la histeria, tiene su forma singular.

Dice S:

“No puedo encontrar un hombre para mí, mi destino es quedarme sola sin que nadie me apoye. No
entiendo por qué, si tengo pretendientes, soy una mujer atractiva, pero ningún tipo me sirve, o por ahí no
sirvo yo. ¿Cómo hacen mis amigas para encontrar hombres y estar en pareja? ¿Por qué yo no puedo?”

¿Qué dice la histérica mujer? Su pregunta es la siguiente ¿Qué es ser una mujer?

Pregunta que remite a la dialéctica de lo imaginario y lo simbólico del pasaje por el Edipo.

Quizás, poniéndose en evidencia aquí, como S parece quedar fantasmáticamente posesionada siempre en
el mismo lugar: sola y sin apoyo (sola de madre, de “marido”, o de cualquier otro hombre.)

Acerca de la anatomía imaginaria y sus consecuencias

Del síntoma que trae S, su dolor en las piernas y la fobia a cruzar la calle, se desprenden a lo largo de las
sesiones, interesantes asociaciones:

“Estoy atada económicamente a mi marido, dependo de él, no puedo trabajar con estos dolores en la
pierna y encima me agarró la fobia a cruzar la calle”.

“El me corta los caminos, no quiere que crezca, que me realice como mujer, que forme una nueva pareja,
que trabaje”.

Un hombre que corta los caminos justo a alguien que no puede cruzar la calle. Justo a alguien que tiene
una madre que es de carrera, rapidita. Madre dedicada a los zapatos y a los hombres. Quizás cruzar,
hacerse un camino, implique posesionarse como mujer, poder mantenerse económicamente y poder estar
con un hombre, “trabajar y amar, diría Freud” .

Podría pensarse en las consecuencias de esta anatomía que escapa al saber médico. No casualmente,
cada vez que S consigue algún trabajo o tiene alguna cita con un hombre, sus dolores en la pierna lo
impiden todo.

Lejos está S de obtener cierta satisfacción. Todo aquello que pueda dar cuenta de su deseo queda
imposibilitado, una y otra vez, testimoniando el deseo insatisfecho característico en la histeria.

Al respecto, dice Lacan: “Ella es el obstáculo (…) Y su goce es de impedir justamente el deseo en las
situaciones que ella misma trama” .

Claro que hay citas a las que S jamás deja de asistir. Concurre continuamente a distintos médicos, todos
ellos hombres, a quienes les cuenta de su padecer: “siento en la pierna como un ardor, un calor tan fuerte
que a veces se me duerme”.

“Sabemos desde hace mucho tiempo que la fragmentación anatómica, en tanto fantasmática, es un
fenómeno histérico”.

Relata S “Será mi destino, estoy condenada a ir de médico en médico y no mejorar. Sigo siempre igual. Lo
único que logro es sentirme manoseada, estudios de acá, estudios de allá y nada.”

Pareciera que en tanto estructura histérica, sufrir en su cuerpo es una de las formas que S pone en juego
para vivir su sexualidad. Por último, puede pensarse que efectivamente algo del orden de “la condena y el
destino” parece jugarse allí, en cada repetición: “El inconsciente justifica el destino pero, al mismo tiempo,
lo disuelve en la medida en que lo que es ineluctable en el inconsciente, deriva de la pulsión, y por qué no
decir de la voluntad, no del sujeto sino de la pulsión, sépalo o no el sujeto".

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