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V.

rAftl-ANí
LOS
CHASQUIS
DEL REY
Vera Sorell
Vera y Ole Sorell

Vera de Sorell es misionera con World Team, antes RBMU. Sirvió en el Perú, con su
esposo Ole Sorell, desde 1953 hasta 1980 en que se retiraron del campo misionero por
razones de la viday de salud física. Dios llevó aOle a su hogar celestial 1988. Poco tiempo
después Vera fue de visita a Tarapoto, departamento, de San Martín, Perú, su antiguo
campo de labranza. En el vuelo hacia Tarapoto su hogar por muchos años, se sentó junto a
dos jóvenes, que con ella iban también a Tarapoto. Grande fue la sorpresa de Vera al
descubrir que aquellos jóvenes, que crecieron en San Martín y que tenían conocimiento de
las iglesias evangélicas en toda la región, nunca habían oído de las señoritas AnaSopery
Roda Gould, misioneras pioneras déla obra del Señor muy conocidas en toda la región, y
que apenas sabían acerca del Hospital Evangélico de Lamas, ni conocían a otros
misioneros. Eran, sin duda, estos jóvenes de otra generación.

El hecho de hablar con estos jóvenes fue para Vera el lenguaje del Señor que le llamaba,,
más bien desafiaba, a escribir la historia de la obra misionera, desde sus principios, y la
llegada del santo evangelio de salvación a aquella necesitada región, para que sea leída j
conocida en todos los círculos evangélicos y extraevangélicos.

Vera aceptó el llamado -reto- del Señor. Como no tenía experiencia en el difícil campo de
producción literaria tomó dos cursos para escritores a la par que estudiaba los archivos
diarios y cartas de muchos misioneros, ministros, creyentes, entre extranjeros \
peruanos. El resultado fue la aparición de la presente obra Los Chasquis del Rey.

Se espera que la lectura de Los Chasquis del Rey sea de gran bendición, edificación
beneficio y desafío para todos los lectores y que hallan muchos que oyendo el llamamientc
del Señor, sigan las pisadas de los misioneros pioneros y sigan sembrando en todas las
ciudades, aldeas y comarcas la semilla del glorioso evangelio de salvación por gracia en e
corazón de todos los hombres. Dios dará el crecimiento.

ISBN 9972-701-03-4
LOS
CHASQUIS
DEL REY
Que Corra El Que Leyere

Vera Sorell
Los Chasquis del Rey
Que Corra el que leyere

© 1998 Vera Sorell


© 1998 World Team

Prohibida la reproducción parcial o total sin la autorización


correspondiente.

Compuesto por Ediciones Puma, Lima-Perú


Hecho el depósito legal
Registro 98-1752
Primera edición
Lima 1998

Pintor de la carátula: Brian Parlane


Dibujante: Ruth A. Brown

Impreso en Lima-Perú
Printed in Perú

ISBN 9972-701-03-4
A la memoria de mi esposo, don Ole Sorell,
que ahora está entre la multitud de los bienaventurados
en la presencia del Señor, con todo mi cariño.
índice
PRÓLOGO--------------------------------------- -------- i
DEDICATORIA------ -—...................................... vü
ACERCA DE LOS CHASQUIS--------------------- 1
@ Viaje Soper-Gould Jun-Jul 1922---------------------------- 4
1 Un Viaje Inolvidable------------------------ - 5
2 Paso a Paso------------------------------------ 8
3 No Temeré —---------------------------------- 12
4 Somos Libres----------------------------------- 16
5 DemasiadoTrabajo---------------------------- 21
6 La Carrera--------------------------------------- 27
7 Hijos Obedientes------------------------------ 32
8 Viene un Médico------------------------------- 38
9 Nuevos Horizontes -------------------------- 42
10 Lamasman----------------------------------------------- 46
© Departamento de San Martín.............. ........................ 46
@ Viaje Ana y Elena a Lamas Oct 1929---------------------- 52
11 Por Los Montes---------- --------------------- 53
12 Aprendiendo Armonía------------------------ 60
13 ¡Qué Dolor!-............................................ 66
14 Don Vicente------------------------------------- 71
@ Penetrando con el Evangelio a la Región
del Huallaga A. Soper y E. Cifuentes, 1932 ---------- 77
15 ...Y Por los Ríos------------------------------- 78
16 “Aquí No Pueden...”-------------------------- 86
17 ¡Auxilio!------------------------------------------ 90
(f$) Vicente Rumbo Costa Rica Feb-Apr 1935............... 95
18 Destino “Arabia”-............................................... 96
19 Dolores de Crecimiento------------------------------ 101
20 Venciendo.......................................................... 107
21 En La Angustia-----........................................... 112
22 Penetrando El Ponasa------------------------------- 119
23 Eduardo y Los Remolinos................................ 123
24 Tuvieron Visión...............................................- 129
25 ¡Salto de Ranas! ---- --------------- -— — — 1 3 6
26 ¿Otra Religión? -......................... ............ 142
27 Hermano Víctor -------------------- ---------------— 148
28 Aprendieron a Leer............. ............................. 157
29 Alcanzados en Amazonas................................ 163
30 Peruanas, su Influencia-................................... 171
@ Valles Cainarachi-Shanusi y Paranapura.................... 183
31 Cómo Dios Contestó---------------------------------- 184
32 Un Niño Les Guiará--------------------------------- 189
33 Cambios Mayores-------------------------------------- 198
34 El Remezón--------------------------------------------- 205
35 ¡Hola, Don Ole!................................................. 211
36 Siempre Seguiré............................................... 215
37 ¿Matar? o ¿Sanar?---------------------- ------------- 225
38 Impactados en Loreto-------------------------------- 235
39 Que Corra El Que Leyere-------------------------- 242
@ "Llenaron" los Valles con el Mensaje
del Evangelio............................................................. 248
EPÍLOGO----------------------------------------------------------- 249
Prólogo
Los Chasquis del Rey es el relato de una serie de historias
verdaderas de experiencias, aventuras, victorias, traspieses;
también de amor y devoción al Señor y a la obra misionera
evangélica básicamente centralizada en el departamento de
San Martín, Perú, y de allí posteriormente extendida a otras
regiones del país y más allá, vinculada a la Misión del Perú
Interior, hoy World Team. En esta obra no hay lugar para
la ficción ni mucho menos para la verosimilitud; sólo para
la realidad.
En todas las historias, especialmente al principio,
se halla entretejido un hilo de una oposición nada racional,
mezclada con odio y hasta engaño, procedente de la jerarquía
de la “religión oficial”. Las agendas (diarias) de los misioneros
pioneros están llenas de relatos de amor, devoción y sacrificio,
matizados con ataques aleves de una ciega oposición que
se veía amenazada en su propio fortín por la verdad
del evangelio de Dios.
En tanto que entre los evangélicos había un amor genuino
aun hacia la jerarquía (obispos y sacerdotes) de la Iglesia
Católica Romana (I.C.R.) de la región e inclusive se oraba con
fervor por su salvación, a pesar de los dolores que ésta
ocasionaba a los misioneros y el pueblo evangélicos, no se
notaba similar correspondencia cristiana en dicha jerarquía;
antes bien había una oposición, con prácticas malsanas,
amparada en su posición de religión oficial del Estado.
A principios de la obra misionera evangélica la oposición
era decididamente abierta en toda la región de San Martín hasta
el pontificado del Papa Juan XXIII quien declaró que los
evangélicos eran sólo “hermanos separados” y no enemigos
como antes se afirmaba. La oposición desde allí se atenuó, pero
no cesó; se hizo, sí, más sutil. Clara evidencia de ello era la
marginación de los niños evangélicos tanto en las escuelas
públicas como en las confesionales; también había velada
persecución a los individuos y grupos evangélicos.
ii LOS CHASQUIS DEL REY
La puerta de la libertad de confesión, no obstante, se abría ,
paulatinamente desde una pequeña apertura al principio hasta
una casi completa posteriormente. Entre los años 1959 a 1963,
en el departamento de San Martín a los escolares y colegiales
se les permitió usar para sus clases de religión una copia del
Nuevo Testamento en la “versión popular”: Las Buenas
Nuevas para el Hombre Moderno, así la lectura de la Biblia ya
no era del todo prohibida como antes.
El Nuevo Testamento arriba mencionado no se podía
encontrar en la región, en cualquier librería, sólo en la Librería
Evangélica de Tarapoto, ubicada en aquel entonces en la
esquina de los jirones San Martín y Alfoso Ugarte.
Los estudiantes llegaron en tropel a esta librería. Así
muchos católicos, especialmente los del sector estudiantil,
empezaron a leer las Escrituras y algunos, gracias a Dios,
fueron alcanzados para su salvación mediante la sola lectura
de la Palabra de Dios.
Pasaron tres décadas hasta que casi se dejó de hablar de
persecusión; pero bien pronto apareció en el Perú un nuevo
monstruo, tal vez mayor que el de la persecusión a los
evangélicos: era el terrorismo. Cierto grupo se alzó en armas
contra el Estado y la sociedad peruana postulando al principio
ideas políticas radicales. Bien pronto se olvidaron de sus ideas
políticas y se dedicaron al crimen, saqueo, etc., en una palabra
a la delincuencia común en todas las formas imaginables.
Este grupo acometió sin piedad contra el orden establecido,
contra todo lo que se llama religión, sin hacer diferencia alguna
entre las confesiones, también contra la sociedad peruana en su
totalidad . Esto constituyó una larga y costosa pesadilla en el
Perú. Gracias a Dios que ya está pasando, aunque su secuela se
sentirá por muchos años en el futuro. ¿Aparecerá otro
monstruo?
Bueno, Satanás no se agota en su afán de encontrar formas
para obstaculizar la obra de Dios; pero ya dijo Cristo:
“...edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no
permanecerán contra ella” (Mateo 16.18). Dios sigue
Prólogo iii
constrayendo su iglesia, rescatando a hombres y mujeres de
todas las edades de las garras del enemigo.
El lector encontrará dentro de estas páginas las experiencias
de una sierva del Señor, Hortensia de Pina, que se menciona
casi al principio del libro. Dios la preservó durante todo el tiempo
del relato hasta el último capítulo. La siguiente experiencia
de doña Hortensia que aquí se da en parte, demuestra
su valor y coraje:
Al no encontrar gente ni canoa en el puerto río Sisa,
Hortensia llamó gritando varias veces. Del otro lado,
finalmente, se oyó una voz:
—Allá voy, mama Tencha.1
Era Milena, la encargada de encontrar a Hortensia.
Momentos después apareció a la distancia cruzando el río a
nado. Al llegar donde estaba Hortensia y después de saludarse
cariñosamente, Milena dijo:
-—¡Vamos ya, mamá Tencha!
—¿Cómo? ¿Y la canoa? —preguntó Hortensia entre
sorprendida y asustada.
—Cruzaremos el río así no más, nadando. No hay canoa
—repuso Milena.
—¡¿Nadando?! —preguntó otra vez asustada Hortensia,
que ya tenía setentiseis años.
—¡Sí! ¡Nadando! —repuso con firmeza Milena. Supo que
Hortensia sabía nadar.
No había nada que hacer. Instantes después,
encomendándose a la gracia del Señor, ambas valerosas
mujeres se echaron al río que estaba bastante crecido, para
chimbar2 a. nado. Estaba en peligro sus vidas.
Dos cabecitas3 aparecían y desaparecían entre las
torrentosas aguas del río Sisa. La fuerte corriente las
arrastraba río abajo. Gracias a Dios que lograron su objetivo.

1 Apócope de Hortensia, por cariño.


2 Cruzar.
3 Diminutivo de cariño.
iv LOS CHASQUIS DEL REY
Hortensia presentó el mensaje aquel mismo día a un grupo
reunido hambriento de la Palabra.
Aunque me es ajena esta experiencia, me hace recordar lo
que yo misma sentí ante el proyecto de escribir el presente
libro. Yo también me he lanzado temerariamente, no a un río
sino a una tarea que me parecía imposible de realizarla. Como
Hortensia, tuve que depender de la gracia del Señor y de otras
personas. Pero lo que más importa no es el cómo sino el por
qué de esta obra.
Son muchas las razones que me motivaron a escribir este
libro. En primer lugar, dar gloria y honor a mi Señor que me
escogió, juntamente con mi amado esposo, don Ole Sorell, no
solamente para salvarnos sino también para que le sirvamos en
el departamento de San Martín, Perú, como misioneros
enviados por él. En segundo lugar, honrar la memoria de los
chasquis pioneros de la obra misionera en dicho departamento,
por su ejemplo de arrojo sacrificial, devoción y servicio a la
causa que es la más grande de todas, la de proclamar
el evangelio donde antes no había sido anunciado.
En tercer lugar, animar a los actuales chasquis del Rey a
continuar con la sagrada misión del Señor y a seguir el
ejemplo trazado por sus antecesores “a fin de que la palabra
de Dios siga corriendo...” (2 Tesalonisenses 3:1) por
quebradas, ríos, caminos y pueblos de la selva alta del nororiente
peruano y más allá.
En cuarto lugar, edificar por la lectura de la Palabra y de
este libro a todos los creyentes, y desafiarles a realizar una
obra cada vez más consagrada al Señor en el lugar donde
estén, sabiendo que nuestro “trabajo en el Señor no es en
vano” (1 Corintios 15:58).
En quinto lugar, invitar a muchos de los creyentes
(hombres y mujeres) a escuchar y obedecer la voz del Señor
que, de repente, les está llamando a tomar la posta de los
chasquis del pasado y del presente, para que continúen
consagradamente en la siembra de la Palabra, en la región de
San Martín, hasta el día de Jesucristo.
Prólogo v
Una breve anécdota. Cuando en cierta ocasión mencioné
acerca de este proyecto a mi amado esposo, don Ole, ahora
con el Señor, todavía recuerdo vivamente sus palabras de
tierna sabiduría, cuando me contestó:
—Sé precisa. Habla con exactitud. Y no escribas mucho.
¡Cuán difícil es cumplir estos sabios como lapidarios
consejos! Gracias doy al Señor que me fortaleció en todo
momento aun en los de gran confusión. La gratitud es por
enviar desde el principio a personas que me ayudaron. Muchas
peticiones se hicieron en los grupos de oración.
¡Es indescriptible la ayuda que recibí del Señor por tales
oraciones!
Mi gratitud es para Virginia Tait, quien me guió en la
composición. El Señor la retuvo un mes en mi casa cuando su
plan era quedarse apenas unos días. Luego al pastor Gordon
Lean (ya con el Señor) quien sacrificó mucho tiempo y
esfuerzo para editar mi trabajo cuando le enviaba los
manuscritos por correo. Una profesora de inglés, la Sra. Bell
Jaeger, jubilada de Prairie Bible College, me ayudó después
corrigiendo y haciendo atinadas sugerencias.
Mi gratitud es a Merle Wilkins, joya de incalculable valor,
mi vecina y compañera de oración. Su pericia en el uso de la
computadora me sacó de problemas a los que jamás yo
hubiera podido solucionar. Sin su ayuda, y sus oraciones
también, nunca hubiera aparecido este libro.
Gracias a Grace Forgrave que me animó a iniciar y
continuar este proyecto y me ayudó también en la revisión de
los materiales. Gracias también al querido hermano doctor
Héctor Pina, hijo de mamá Hortensia, por su ayuda en la
edición de esta obra en castellano, y a su hija Esther quien al
principio pasó el manuscrito a lá computadora.
Dios puso a su siervo Juan Mills de la Misión World
Team (antes RBMU) en el momento preciso para ayudarme hasta
la publicación de esta obra. Juan merece un reconocimiento
por su habilidad en el trabajo de imprenta. También agradezco
vi LOS CHASQUIS DEL REY
a World Team, misión a la cual pertenezco, por permitirme
realizar este trabajo.
No me he olvidado del ejército de personas amigas,
misioneros y creyentes nativos, a quienes me veo obligada a
agradecerles, porque compartieron conmigo sus diarios,
testimonios, cartas y otros materiales y a mi colega, Keith
Anderson por las horas dedicadas en la organización del
material.
Gracias doy, asimismo, a mis hijos y nietos quienes
soportaron a una mamá y abuela, que se ausentara a menudo.
Agradezco a mi yerno, Dennis, por ayudarme en la compra de
la computadora y a mi hijo Dale por enseñarme a usarla.
Es larga también la lista de personas a quienes me gustaría
dedicar esta obra. Por razones obvias me inhibo de hacerla. No
obstante, debo hacer mención especial al pastor Vicente Coral,
quien como chasqui del Señor corrió fielmente durante 60 años,
desde el principio de la década de los 30 hasta el 26 de mayo de
1990, cuando puso su mochila4 de servicio a los pies de su
Salvador, Señor y Maestro a la edad de 94 años. ¡Qué corona la
que debe haber recibido ya!
Y debo pedir disculpas a un buen número de misioneros,
creyentes, chasquis del Señor, quienes corrieron con igual
sacrificio y dedicación como los arriba mencionados, por no
haber incluido sus nombres e historias en esta obra, por
razones de espacio. Tendrán su recompensa también
en la gloria.
Acerca
de Los
Chasquis

Los Chasquis Del Inca


—Uuu, UUU, UUU, llliu, uuu.
Un joven chasqui1 escuchó el sonido de la bocina2 de
cuerno que resonaba por el valle. Al instante se puso a la
expectativa, pero la neblina limitaba su visión. Instantes
después escuchó los pasos del que venía corriendo por el
camino del Inca. Recibió el quipw' del recién llegado, y sin
decir palabra alguna se puso de inmediato a correr hasta la si­
guiente estación llevando el quipu. Allí entregó su encargo a
otro chasqui. Así era el sistema de correo en el imperio de los
Incas. Así se mantenía fluida la comunicación entre el ejército
del Inca y el centro de operaciones del imperio incaico en el
Cusco. Habían miles de chasquis. Cada uno de ellos corría
tres kilómetros de distancia por la carretera imperial, aún
durante las noches más oscuras.

1 Correo humano en el Incanato (Perú antiguo).


Medio de comunicación que usaban los chasquis.
3 Cuerdas con nudos de que los indios peruanos se servían para suplir

información a falta de escritura, y dar razón de las cosas y también para


las cuentas.
2 LOS CHASQUIS DEL REY
Durante su turno, que duraba quince días, el chasqui vivía
junto a la carretera en una choza en forma de colmena. Desde
allí escuchaba el anuncio de la llegada de su compañero, otro
chasqui. Así los negocios del Imperio y las noticias entre la
capital y las distintas regiones del Imperio iban a una
velocidad de 185 kilómetros por día.
A más de ser veloces, los chasquis tenían que ser
inteligentes para retener y transmitir con exactitud la
información recibida. Debían ser hombres valerosos, porque a
menudo en el camino eran amenazados por enemigos y
animales silvestres. Los caminos iban por los valles hondos y
montañas altas, a través de bancos de nieve y de ciénega,
sobre rocas en la sonda de ríos caudalosos. Habían también
túneles que atravesaban las escarpadas montañas e iban por
los desfiladeros de las mismas.
Se puede comparar los chasquis de los Incas con otros que
en otro época hicieron servicio, no al gran Inca, sino al Rey
divino en un aislado departamento del Perú llamado San
Martín. En este libro les introducimos a los lectores como:

Los Chasquis Del Rey


Un Boletín misionero referente a ellas (primeramente
vinieron mujeres) informó lo siguiente: “Internadas en la
selva virgen de la hoya amazónica peruana, viven tres
mujeres misioneras inglesas. Dos de ellas son enfermeras y
una, profesora. Sus vidas de arrojo y trabajo son un ejemplo
de devoción cristiana.
“La directora de aquel núcleo misionero es la señorita
Annie G. Soper. Por los años 1917 a 1922, la señorita Soper
prestó sus servicios en Lima. Organizó la primer escuela de
enfermeras en el Perú. Después junto con la señorita F. Rhoda
Gould inició el avance misionero hacia el corazón de la Selva
del nor-oriente peruano. A estas se sumaron más tarde otras
mujeres misioneras.
“La influencia de estas mujeres ha servido hasta hoy para
que el evangelio se extienda por toda la selva sanmartinense y
Acerca de los Chasquis 3
loretana del Perú y más allá. Falta aún un biógrafo que nos
ofrezca, en los anales de las misiones cristianas modernas en
el Perú, un relato más acusioso y penetrante.
“Annie G. Soper, F. Rhoda Gould, Elena Soper, Lucía
Kisky y otras mujeres más, eran personas que amaron mucho
y se asemejaron en mucho a la persona de nuestro Señor
Jesucristo. Son, a la vez, el desmentido del alegato que se lee
de la pluma de hombres de letras hispanas en el sentido de
que el protestantismo ha producido sólo sociedades
misioneras bien organizadas, pero que no ha dado al mundo
héroes misioneros.” ¡Tamaño error!
Phyllis Thompson escribió de estas misioneras (y otros
más que les siguieron) en “Dawn Beyond the Andes” (El
Alba Más Allá de los Andes). Por los años 70, Ellen Buckle,
una de las misioneras que estuvo muchos años al lado de las
señoritas Soper y Gould, escribió “Albores de la Montaña”,
una obra semejante a ésta. Su libro concluyó con el relato del
avance del evangelio en la región de San Martín y el Perú.
Desde entonces el avance ha seguido su curso. La obra del
Señor ha crecido fenomenalmente. En 1992 los creyentes de
San Martín solicitaron una historia actualizada de la obra del
Señor en San Martín y su avance hacia otras regiones. En
respuesta a esa solicitud aparece esta obra. Es ofrenda de
amor al Señor y a los hermanos creyentes agrupados en la
AIENOP, ADIBEL y a todo el pueblo de Dios en América
mestiza.

—Vera Sorell

Fuentes de información:
“The Incredible Incas and Their Timeless Land” by Loren
Mclntyre, National Geographics Society, Washington, D.C
Dr. John MacKay en el boletín misionero de William
Soper de Londres.
50 100 150 200

Moyobamba
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Rioja 0 oTarapoto
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Lamas

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vPacasmayo "Cajamarca

Viaje
Soper-
Gould
Jun-Jul
1922
1

Un Viaje Inolvidable
Una espesa neblina matutina cubría al pueblo serrano de
Cajamarca, Perú. Octavio y Javier, tanteando en la oscuridad,
ponían alforjas pesadas sobre los lomos de las acémilas.1
Ambos eran arrieros. Estaban para partir en viaje al interior del
país.
—¡Uy, Javier, mira quiénes vienen! ¡Alediantre! ¡Son
mujeres! —Exclamó al ver acercarse dos mujeres a ese lugar
de trabajo de sólo hombres.
Al hablar Octavio dejó de ajustar la cincha de la montura de
su acémila. Se quitó la gorra tejida, de colores vivos para
mirarles fijamente. Mostró su asombro al ver que ponían
bastantes sacos y maletas en la acera de su habitación. Estaban
para viajar a Moyobamba. Era su equipaje. Sorprendido
exclamó:
—¡Tantas cosas!
Javier, molesto, le llamó la atención.
—¡Qué tanto miras! ¡Ayúdame!
Javier estaba metiendo en la alforja uno de los fardos del
correo que había llegado de la costa. Habían muchas cosa, que
acomodar para después ponerlas sobre las bestias. Las dos
mujeres, por su parte, se dirigieron al dueño de las acémilas.

1 Bestias de carga, mayormente muías. En 1922, no se soñaba aún con


carreteras en el Perú, mucho menos aviones. Las acémilas servían como
únicos medios de transporte para llevar diferentes mercancías a los
pueblos de los andes y la selva amazónica.
6 LOS CHASQUIS DEL REY
—¡Vaya! ¡Son gringas!
Exclamó Octavio cuando les oyó hablar en castellano con
acento inglés. Mayor aún fue su sorpresa al percatarse que las
mujeres se dirigían a Moyobamba. Dudaba que un extranjero
aguantaría el largo y duro viaje, mucho menos si se trataba de
mujeres, y ¡tan frágiles que se veían!
El dueño notando la firmeza de su propósito y el dinero para
el pasaje, convino en llevarlas. Dio orden a los peones de
agregar dos muías más a la caravana. Octavio y Javier metieron
las maletas y los abultados cajones en las alforjas. Después de
balancear el peso de la carga, levantaron entre los dos y
pusieron sobre las acémilas. Y ¡a viajar!
Ana Soper había sufrido mareos en el barco entre Lima y
Chimbóte, y también en el tren a Chilete y de ahí a Cajamarca.
Nada de comodidades había. Roda2 Gould luchaba para subir a
la bestia con la tosca montura de madera sin estribos. Se
sorprendió porque las bestias no tenían bridas, solamente
cabresto. Llegó el momento de la partida de Cajamarca. Así
comenzó una experiencia que las dos misioneras jamás se
imaginaron ni tampoco olvidarían.
Subían lentamente por caminos angostos y curvas
peligrosas. Por delante veían majestuosos paisajes, por los
costados profundos abismos. Finalmente bajaron de las
alturas donde se escuchaba agua que corría. Era un río.
Habían viajado ya varios días. De repente la caravana tuvo
que detener la marcha.
—¿Qué pasa? —Preguntó Ana impaciente por tratarse de
otra demora más.
Octavio, abrigado con un poncho doble de lana de alpaca,
vino para informarles.
—El puente está malogrado y hay que repararlo —dijo—.
Aquí pasaremos la noche. Mañana continuaremos el viaje.
Octavio se había hecho responsable del cuidado de las
“inglesitas”.
Empezó a llover. Al principio caían pequeñas gotas;
o
En inglés su nombre se escribe Rhoda.
Un Viaje Inolvidable 7
pronto se hizo un tremendo chaparrón. Grandes charcos se
formaban en el improvisado campamento. Los arrieros
cubrieron todo el equipaje con una tela enjebada.
Algunos de los peones, luego de asegurar las acémilas, se
fueron por un costado del camino buscando protección de la
lluvia. Por ahí encontraron una cueva al parecer grande.
Todos entraron. Es decir todos menos Octavio quien volvió a
donde estaban Ana y Roda, protegidas con sus impermeables y
paraguas. Les dijo:
—¡Aquí cerca hay una cueva! Vengan. Allí podrán
guarecerse de la lluvia y pasar la noche.
Le siguieron agradecidas porque Octavio les había
conseguido un lugar aparte de los hombres. La cueva era
reducida; sin embargo, las dos viajeras le agradecieron.
Octavio se mostró en todo momento muy atento. Volvió una
y otra vez trayendo, con gentileza, el resto de las cosas
que le pedían. Luego fue a unirse con sus compañeros. El piso
de la cueva de Ana y Roda era todo un lodazal; el techo,
demasiado bajo y no podían pararse. En el suelo había una
madera doble y rústica. Cansadísimas, se sentaron sobre ella.
Ana bastante desanimada se preguntó en voz alta:
—¿Cómo dormiremos aquí?
Elevó a Dios una oración y cobró ánimo. Se puso a cantar la
estrofa de un himno; Roda se unió a ella. Debe haber sido un
dúo angelical. Las palabras del himno fueron:
“Descansando en la fidelidad 4el Señor Jesús
Descansando en su palabra plena y segura
Descansando en su sabiduría, amor y poder
Descansando en sus promesas a cada hora.”
Se sintieron consoladas y animadas. La desilusión se tomó
en fe y gratitud. Se aprestaron a pasar la noche descansando
en las promesas de su Señor. Pronto Roda quedó en silencio y
parecía que, a pesar de la incomodidad, se había dormido.
Ana se quitó el casco que llevaba. Le importaba un comino que
su pelo canoso se desordenara. Ambas ya andaban por los treinta
y nueve años de edad.
2
Paso a Paso
Sentada allí en la cueva, Ana cavilaba: “¿Cómo es que he
llegado a este inhóspito lugar?” Recordaba su niñez en
Inglaterra en el seno de una familia cristiana de once niños.
Revivió la escena cuando su papá acostumbraba orar
diariamente por William, su hermano mayor, para que llegase
a ser un ministro del Señor. Recordó cómo él pedía a Dios
uno por uno por los demás niños, y especialmente por ella
misma, la menor y la más traviesa de todos.
Ana recordó que su querido papá murió en el año 1886.
Luego siete años después, cuando apenas tenía diez años,
perdió a su mamá también. Quedó un hondo vacío en su vida,
vacío que vino a llenar poco a poco su hermano, William, que
se encargó del cuidado de sus hermanos menores.
Ana pensó en sus años turbulentos de adolescente y su
entrenamiento y trabajo como enfermera en St. Giles
Infirmary de Londres.1 Con pena recordó cómo en ese
ambiente se había alejado de los caminos del Señor, cuando
solía acompañar a sus amistades a toda clase de diversiones.
Dos cosas le ayudaron a volver a los caminos del Señor: la
primera, los consejos de su hermana Edith que le reprendía
con porciones de la Biblia, tales como, No améis al mundo,
ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al
mundo, el amor del Padre no está en él (I Juan 2:15). La

1 Ahora es el St. Giles Memorial Hospital.


Paso a Paso 9
segunda, Dios mismo le habló cuando se enfermó con una
úlcera que le ocasionó hemorragia y tuvo que ser operada de
urgencia. Toda la familia oraba por Ana: “Padre, Dios, no la
dejes morir.”
En su enfermedad, Ana volvió a los caminos del Señor y
prometió que le serviría como misionera. Recapacitaba cuán
penoso había sido descubrir cuál era la voluntad de Dios.
Había sufrido desilusiones una y otra vez cuando las misiones
la rechazaron por razones de su salud.2
Recordó cuando le había venido la respuesta de Dios. Solo
tenía que caminar PASO A PASO con él. Fue como si su
espíritu se libró cuando prometió: “Padre, si me vas a guiar
paso a paso, eso me basta. Iré contigo.” Vino como misionera
independiente al Perú, a trabajar en el Hospital Dos de Mayo
de Lima. Era uno de esos pasos con Dios.
Ana se había incorporado inmediatamente al trabajo. ¡Qué
difícil le había sido, mientras trabajaba, aprender el idioma!
Tuvo también problemas con las otras enfermeras. A Ana no le
gustó la forma antihigiénica en que trabajaban. Ella y su
compañera procuraban enseñar mejor higiene y se opusieron a
la descriminación que se hacía con los pacientes protestantes
y a la práctica de abortos ilegales. Las otras enfermeras
llegaron a odiarlas. Un día las dos misioneras se enfermaron.
Era debido a cierto veneno que las otras enfermeras habían
puesto en su comida.3 Ana se recuperó pronto; pero la otra,
tuvo que volver a Inglaterra.
Sola, echaba de menos a su amiga y se sentía agotada por
el exceso de trabajo. Por esos días escribió a Inglaterra
pidiendo ayuda a través de la revista de Keswick, Vida de Fe.
Cuando Francés Rhoda Gould leyó la noticia sintió el llamado
de Dios para su vida. Pronto estuvo junto a Ana en el hospital
principal de Lima.
Ana, sentada ahí en la cueva, no pudo más que sonreir al

2
Ana tuvo que regirse a una dieta estricta, lo cual pudiera ser difícil en
algunos paises.
3 Según confesión propia de una de las enfermeras.
10 LOS CHASQUIS DEL REY
recordar cómo se había ganado el respeto de los médicos
cuando los pacientes de cirugía se sanaban y no morían como
antes. Pronto los médicos le encargaron la responsabilidad de
asuntos de enfermería en otros dos hospitales de mujeres más
y de un asilo.
Una noche Ana había asistido al culto de oración de
misioneros. Se sentó en uno de los asientos de atrás. Un
inglés, creyente negociante, estaba informando acerca de un
viaje que había realizado al interior del país.
El hombre dijo que caminó muchos días cruzando cerros,
valles y ríos y que había llegado a un pueblo aislado en plena
Selva. Por primera vez Ana había escuchado del pueblo
llamado Moyobamba, la capital del departamento de San
Martín.4 Un ciudadano de ese lugar había compartido con él su
comida y techo. Pasados algunos días, el negociante supo que
entre los pobladores había disentería y que una epidemia
de viruela estaba diezmando a la población. Vio, además, que
el hospital estuvo cerrado de manera que los enfermos no
tenían más ayuda que la de hechiceros. Decidió que a su
regreso a Lima buscaría ayuda para esa pobre gente.
—Parece que es el lugar más olvidado del país —dijo el
negociante emocionado y se sentó.
Después del culto el negociante y Ana dialogaron por
breves momentos. Al final aquél le dijo:
—Señorita Soper, ¿no podría usted ir a Moyobamba?
Usted es enfermera. Podría ser de grande ayuda.
Ella le contestó que oraría al Señor sobre tal posibilidad.
Días después, como Isaías en el antiguo testamento, contestó
al Señor: Heme aquí, envíame a mí... (Isaías 6:8)
Un poco temerosa de ir sola a la Selva había pensado en su
amiga Roda Gould, que por aquel entonces estaba en
Inglaterra cuidando a su anciana madre. Cuando comunicó a
Roda acerca de sus planes, la encontró libre de sus
compromisos. No vaciló en aceptar la invitación. Decidió
acompañarla a la Selva del Perú.

4 Una de las veintiséis divisiones políticas del país.


Ana también recordó que William su hermano mayor a
más de cuidar a su familia, inició un trabajo muy valioso, el
de formar un comité de apoyo en favor de Ana y de su
hermana Edith Alice, quien fue a la India también como
misionera. Recordó con gratitud cómo Dios había contestado
las peticiones que había hecho años atrás su querido padre.
Pero ahí en la oscuridad de la barrosa cueva empezó a
bajar el estado de ánimo de Ana. Recordó que en Cajamarca
el sacerdote procuró matarlas por la ira que le provocó su
convicción evangélica. Tal vez se había equivocado en
distinguir este paso como parte del plan de Dios. ¿No hubiera
sido mejor hacer caso a los consejos y advertencias de otros
creyentes? Ahí estancadas en el camino, Ana se sentía
también responsable por la vida de Roda. ¿Qué quería
decirles ahora el Señor? De repente Roda habló
interrumpiendo sus cavilaciones:
—Puesto que no podemos dormir, ¿qué te parece si
tomamos una taza de té?
—¡Excelente idea! —contestó Ana.
Roda moviéndose a tientas en la oscuridad de la noche
abrió una caja. Sacó una ollita y estirando la mano hacia
afuera de la cueva recogió, agua de la lluvia que caía
torrencialmente. Ana, por su parte, manipulaba el primus,5
milagrosamente ardió el fósforo a pesar de estar húmedo, lo
prendió y pronto el agua estaba hirviendo.
Mientras ardía el primus, con la luz del fuego les fue posible
ver hacia el interior de la cueva. De repente Ana fijó su mirada
en algo raro. ¡No podía creerlo!
—¡Es un cadáver humano! —exclamó Roda.
—¡Sí, creo que lo es! —contestó Ana tratando de aparentar
tranquilidad.
Descubrieron que se trataba de un viajero, como ellas, que
se había enfermado y muerto en ese lugar. El dilema fue ¿qué
hacer con su “feo compañero” en la cueva? No lo podían
enterrar; tampoco podían aguantar verlo tan cerca de ellas.

5 Cocina a kerosene, portátil, a presión.


3
No Temeré
Buscaron entre sus cosas y encontraron un hule de mesa
floreado, con el cual taparon como pudieron aquel cadáver. Lue­
go oraron pidiendo la protección del Señor para no
enfermarse y llegar a semejante fin, también.
Cuando hubieron orado, todo cambió en el estado de
ánimo de ambas. Recordaron el Salmo: Aunque ande en
valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno. T\i
vara y tu cayado me infundirán aliento (Salmo 23:4).
Durante el resto de la noche, ya que no podían dormir,
prendieron un farol y leyeron varios de las sermones que
habían traído de la Convención de Keswick. Afuera la lluvia
seguía cayendo a cántaros. Adentro hacía un intenso frío. Por
eso se cubrieron con sus frazadas lo más que podían. Dios las
confortaba y consolaba a través de la lectura. Y así, sin
dormir, pero con gratitud al Señor, recibieron el amanecer de
un nuevo día. La lluvia continuaba.
Afuera, también las acémilas trataban de olvidar el frío y la
humedad comiendo las pocas hierbas que podían encontrar.
Más allá, los peones, en una improvisada cueva no pensaban
en otra cosa más que chacchar (masticar) coca. Así se
abrigaban y estimulaban a la usanza inca; las misioneras, por
su parte, lo hacían con su té inglés.
Como seguía lloviendo copiosamente, no podían
continuar el viaje y les era imposible dormir en la cueva, las
misioneras decidieron cambiar de habitación. Buscaron un
No Temeré 13
lugar plano. Y así con lluvia y todo, y sin ayuda ni siquiera de
Octavio, armaron su carpa. ¡Qué alivio! Por fin gozaban de un
poco más de comodidad.
Pusieron en el piso sus alfombras de lana. Se acostaron y
durmieron profundamente, haciéndose la idea de que estaban
en un hotel de cinco estrellas. Horas después Ana se despertó.
Oyó el “toe,” “toe,” de gotas de agua que caían de un
agujero de la carpa, justo sobre la frazada de Roda. Ana
golpeó el techo de la carpa por donde goteaba el agua. Vio,
para su consternación, que Roda estaba titiritando de frío.
Pensó inmediatamente en el cadáver y temió por la salud de
Roda. Jaló la alfombra que servía de cama a Roda a otro lugar
más seco y puso una olla abajo del agujero de la carpa. Oró al
Señor pidiendo su ayuda. De repente exclamó:
—¡Quaker caliente! Eso le hará bien a Roda.
No pudo prender el primus. Se habían acabado los
fósforos. Recordó que habían otros en una bolsa afuera, pero
tenía miedo de salir por la lluvia y la oscuridad. Sin embargo,
cobrando ánimo cogió el farol y salió. Cuando apenas dio los
primeros pasos resbaló y cayó. Felizmente no pasó de un
susto. Se levantó y a gatas llegó hasta donde estaba el
equipaje. Con mucha dificultad encontró lo que buscaba y
volvió a la carpa.
Roda seguía temblando de frío y tenía un terrible dolor de
cabeza y de estómago. La alfombra de lana, que al principio
estaba seca, estaba ahora empapada. Ana preparó el “quaker”
y ambas lo disfrutaron, dando gracias al Señor. Así pasaron
otro día y otra noche más, sin poder avanzar en su viaje.
¡Por fin pasó la lluvia! El sol les miraba con sus rayos
benéficos. Mientras los peones reparaban el puente, Ana y
Roda tendieron sus ropas húmedas sobre unas piedras y
arbustos con el fin de que se secasen. Poco duró el buen
tiempo. Volvieron las nubes y ocultaron nuevamente al sol.
La ropa no se había secado. Por su parte los peones recién
pudieron terminar de arreglar el puente.
—¡Vamos! ¡Ya podemos! —exclamó Javier, el jefe de los
arrieros.
14 LOS CHASQUIS DEL REY
Sin más tiempo que perder, empacaron todas las cosas.
Cargaron las bestias y se pusieron en marcha. Roda algo
alicaída y sin muchas fuerzas físicas aún daba muestras de
estar recuperándose lentamente de su primera experiencia con
el soroche.1
Así partieron todos contentos, dejando atrás aquel
inhóspito lugar. La caravana siguió su camino. Pronto
después a Roda le sobrevino una crisis de nervios. Vio
adelante otro puente colgante más largo y sobre un abismo
mucho más profundo que el anterior. El puente era tan largo
que apenas se podía ver el otro extremo. Y abajo tampoco se
podía ver bien por lo profundo del cañón. Al caminar sobre el
movedizo puente Roda, se cogía fuertemente de la soga. En
medio puente le vino un vértigo y cayó de rodillas
desesperada. Ana se apresuró a ayudarla. Con dificultad Roda
se incorporó y así cogidas ambas de las manos lograron llegar
al otro lado del puente. ¡Qué alivio! A menudo las mujeres
preguntaban a los cargueros:
—¿Cuándo llegaremos? —la respuesta era siempre la
misma
—Pronto. Estamos a una “vueltita” no más.
Después de miles de “vueltitas” y habiendo viajado unas
seis largas semanas, llegaron finalmente a Moyobamba. Se les
notaba agotadísimas, pero también alegres y optimistas.
La llegada de las misioneras causó gran sensación entre los
moyobambinos. A lo lejos se escuchaban voces que decían:
—¡Gringas! ¡gringas! ¡Wiracuchas!2
Las autoridades, entre curiosas y sorprendidas, se
acercaron para darles la bienvenida. Y qué felices estaban las
extranjeras al ver los paisajes sumamente hermosos con el
verdor de la naturaleza. ¡Qué contraste con los desiertos de la
Costa, y con las jaleas3 y punas de la Sierra! Se admiraban de
la obra exclusiva del infinitamente sabio y poderoso Dios a

1 Malestar que sufre la gente por la falta de oxígeno en las montañas altas.
2 Gente de piel blanca, en quechua.
3 Las partes más altas y frías, sin vegetación.
No Temeré 15
quien venían precisamente a proclamar.
Dios proveyó para las misioneras una tienda desocupada que
se ofrecía en alquiler. Estaba en el perímetro de la Plaza
de Armas. Allí se alojaron y arreglaron su primer hogar en la
Selva del Perú.
4
Somos Libres
Ana y Roda habían terminado su primer desayuno en
Moyobamba. Estaban lavando los utensilios de mesa cuando
escucharon a distancia el sonido de tambores y otros
instrumentos.
—¿Qué será? —se preguntó Ana.
Juntas abrieron la pesada puerta para ver lo que sucedía. A
cierta distancia se veía un grupo de escolares todos
uniformados de rojo y blanco. Marchaban a paso marcial
precedidos por su “banda de guerra”. Delante de todos iba
uno, escoltado por otros, llevando en alto el pabellón
nacional. Pasaron frente a la habitación de las señoritas
extranjeras y luego prosiguieron alrededor de la Plaza de
Armas.
—¡Mira! ¡Ahí están las autoridades! —dijo Roda—.
¿Serán los mismos que nos saludaron ayer? ¡Vamos a ver!
Cerrando la puerta Ana y Roda cruzaron presurosas la
Plaza, mientras los niños uno a uno saludaban al Alcalde para
luego pararse delante de él y de las otras autoridades.
'Seguidamente se oyeron las voces de los niños cuando
cantaban el himno nacional: “Somos libres, seámoslo
siempre.”
Era el 28 de julio de 1922, día de las Fiestas Patrias del
Perú. Estaban celebrando el centenario en que el General don
José de San Martín proclamó la independencia del Perú. La
ceremonia patriótica terminó con canciones, poesías y
Somos Libres 17
discursos. Era una verdadera fiesta. Los niños regresaron de
nuevo a sus locales escolares. El retumbar de la “banda de
guerra” disminuía poco a poco.
Vino a la mente de Ana, que no era por casualidad que un
día después de su llegada al Departamento que lleva el
nombre del mismo libertador, ellas observaran ese evento.
Cuando escuchaba cantar a los niños sintió un anhelo
profundo de que un día verían a los niños de Moyobamba
celebrando la verdadera libertad al tener al Hijo de Dios como
su Libertador.
Terminada la celebración, las dos enfermeras regresaron a
su alojamiento. Comenzaron a acomodar en el estante las
medicinas y el equipo médico que habían traído para poder
atender a los pacientes que se presentasen. Al principio
llegaron muy pocos. Parecía que nadie necesitaba de ayuda
médica. Un día vino a visitarles una mujer desconocida por
ellas:
—¡Ujúu! —llamó desde afuera.
—¡Buenos días! ¡Pase adelante! —dijo Ana entrando a la
clínica— ¿En qué podemos servirla?
—Me llamo Josefina Díaz Flores de Rodríguez —dijo la
mujer—. Tengo mucho gusto de conocerlas.
Josefina era alta y esbelta, morena de cabello lasio y negro,
una hermosa señora de ojos vivaces. Les hizo ver la herida
infectada que tenía en la mano. Después que la curaron se
quedó unos breves momentos más. Empezó a contar a las
misioneras las habladurías que estaban circulando en el
pueblo acerca de ellas.
—La gente está hablando —les informó—. Dicen que
ustedes son hombres vestidos de mujer; que son diablos que
han venido trayendo maldición. El sacerdote ha prohibido que
vengamos acá.
—¿Así que todo eso están diciendo de nosotras? Gracias
por avisarnos —dijo Ana—. Y usted ¿cómo es que se ha
atrevido a venir? —le preguntó.
—Porque las aprecio. Sé que todo lo que dice la gente es
pura mentira. Ellos más bien son todos una sarta de
18 LOS CHASQUIS DEL REY
mentecatos —contestó con firmeza Josefina.
Y tocando amigablemente el hombro de Ana y Roda se
despidió y salió. Por la información de Josefina se dieron
cuenta de la necesidad de llegar a conocer a sus vecinos y así
desmentir aquellos rumores. Salieron a hacer visitas a los
hogares.
Algunos las recibían con cierta reserva; pero la mayoría se
mostró amable. Las barreras iban desapareciendo poco a poco
a medida que las personas empezaron a tratarse en la clínica a
pesar de las amenazas del sacerdote.
Días después un joven llegó a la clínica. Se llamaba
Eduardo Cifuentes. Este luego de ser atendido, se retiró.
Cuando llegó a su casa, abrió con cuidado el paquete de
medicinas y luego se puso a leer el papel de la envoltura.
“Buenas Nuevas” era el título. Empezó a examinarlo con
cierta curiosidad. Ana y Roda habían optado por envolver las
medicinas con literatura evangélica.
—¡Abuelita! ¡abuelita! Mira. Este parece bueno
—exclamó—. Habla acerca de Jesús —dijo Eduardo mientras
mostraba el folleto a la anciana. Ella, por su parte, para nada
quiso verlo.
—¡Anda con tu lectura! —le increpó toscamente, dándole
un fuerte empujón. Es que se percató de lo que había recibido
de las enfermeras inglesas.
Eduardo, sin dar importancia al incidente con su abuela,
siguió leyendo cuanta literatura evangélica encontraba. Un día
fue y compró una Biblia a Ana. Esta le hizo ciertas
sugerencias sobre la lectura. Eduardo empezó a leerla. Le
gustaba mucho desde el principio todo lo que leía. A veces
leía hasta altas horas de la noche, a la luz de una pequeña
alcuza.1
El joven siempre leía en voz alta y la pobre abuelita
furiosa, y bastante asustada, iba a su cama y se cubría la
cabeza con la frazada para no oír nada. Se ocupaba también

1 Lámpara rústica con mecha gruesa de algodón metido en cualquier


recipiente de aceite de higuerilla.
Somos Libres 19
de maldecir en silencio a las extranjeras y sus libros. Pero
hacía mucho calor y una noche cuando destapó su cabeza para
respirar aire fresco, escuchó algo que le interesó. Oyó una
parte muy importante: Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna
(Juan 3:16). Desde entonces continuó oyendo tanto con los
oídos como con el corazón.
Después de aquel incidente, noche tras noche, Eduardo leía
y la abuelita escuchaba. Días después Dios habló al corazón
de la abuelita a través de otro versículo: Así que si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres (Juan 8:36). “Oh, sí,
yo quiero ser libre,” pensaba la abuelita, “libre de culpa, de
odio, de rencor, de los demonios y de la hechicería.”
Pocos días después ambos, la abuelita y Eduardo, hicieron
su decisión por el Señor. Fue el principio de cambios
maravillosos en sus vidas. Comenzaron a menudo a visitar la
clínica, no tanto para recibir tratamiento médico, sino para
aprender más de la Palabra de Dios. Se unieron a otros
cantando alabanzas a Dios. Estas resonaban por las ventanas y
puertas abiertas. Y llamaba la atención. Mucha gente
escuchaba.
Poco a poco aumentó el número de los asistentes. Eduardo
invitó a su amigo Manuel Moráis. Este comenzó a asistir y
más tarde también aceptó al Señor como su Salvador
personal. Como en los días del apóstol Pablo, El Señor
añadía...a la Iglesia a los que habían de ser salvos (Hechos
2:47).2
Rápidamente había pasado el primer año de las
“gringuitas”3 en Moyobamba. Ana y Roda no podían creer
que había pasado tan rápido el tiempo. La pequeña clínica,
antes tienda, convertida los domingos y días de semana, en

o
La abuelita murió en el Señor unos años después. Eduardo y Manuel
siguieron en el servicio del Señor como Pastores durante largos años en
sus vidas.
Palabra de cariño para las extranjeras.
20 LOS CHASQUIS DEL REY
las noches, en sala de cultos, se llenaba completamente
durante los servicios. Los creyentes, por su parte, empezaron a
orar a Dios pidiendo su ayuda para que puedan construir un
templo propio.
La respuesta no se hizo esperar. Llegó cierta donación de
unos creyentes de Inglaterra. Inmediatamente se comenzó la
construcción. A los dos años, exactos, después de aquella
inolvidable noche en que Ana y Roda durmieron en la cueva
acompañadas del esqueleto, inauguraron la primera Iglesia
Evangélica de Moyobamba. El grupo de creyentes ya gozaba
de la libertad verdadera que sólo Dios puede dar. Ya eran
libres, por la gracia de Dios, de la condenación del pecado y
de la muerte.
Con el crecimiento de la Iglesia aumentaba más y más el
trabajo de las dos misioneras.
5___
Demasiado
Trabajo
Ana y Roda recibieron ayuda. Eduardo y Manuel y los
nuevos creyentes testificaban gozosamente a otros de su fe en
el Señor. Las enfermeras gozaban también de la generosidad
de la gente. Los pacientes raras veces venían con las manos
vacías. Como escaseaba el dinero, traían productos de sus
frutales y chacras para regalar a las misioneras como
expresión de gratitud por sus servicios médicos. Un día llegó
una visita con un nuevo desafío.
—¡Ujúu! —Era la voz conocida de la señora Josefina—
Buenos días, Miss —dijo al ver a las misioneras.
En un brazo llevaba algo ligeramente envuelto, mientras
con el otro sostenía una bandeja llena de ropa sobre su
cabeza. Entregó a Ana aquella cosa envuelta. Ana se
estremeció al darse cuenta que había recibido en sus brazos
un pequeño cuerpo inerte envuelto en harapos.
—Señora Josefina, ¿de dónde me trae esto? —preguntó
Ana cogiendo los piecesitos de la criatura.
Josefina poniendo sobre la mesa su bandeja le refirió parte
de la historia:
—Me sentí cansada en el camino y entré a una choza
desocupada para protegerme por un momento del sol. Al salir
escuché un llanto débil. Me detuve y fui a ver. ¡Cuál no fue
22 LOS CHASQUIS DEL REY
mi sorpresa al encontrar apenas envuelta a esta bebita! “Y
ahora ¿qué hago?” me pregunté. Mi mente voló hacia ustedes.
“Las gringuitas!” me dije. “¡A ellas les hace falta un bebé
para criar!” Por eso la traje aquí. ¿Podrían...? Es mujercita,
Miss Anita.
Aliviada ya de su responsabilidad y resuelto el problema,
según ella, Josefina puso nuevamente la bandeja sobre su
cabeza y despidiéndose de las “gringuitas” se dirigió a la casa
del sacerdote para entregarle la ropa que le había lavado. Ana
y Roda más tarde se enteraron que una mujer pobre y
moribunda había abandonado a su criatura, dejándola en la
choza, porque no encontró quién la criase. Ellas quedaron con
el dilema: ¿Cómo cuidar una criatura a más de tantos otros
quehaceres? Definitivamente no les “hacía falta”, como pensó
Josefina, una bebita para criar.
Un día mientras Ana oraba para saber cuál era la voluntad
de Dios con respecto de la criatura, vinieron a su mente las
palabras bíblicas: Lleva a este niño y críamelo... (Exodo
2:9). Le pareció que eran las palabras del mismo Dios. Así
que acogieron a la niña y le pusieron por nombre Franky.1
Vino a ser la primera de muchos otros niños más que poco a
poco fueron recibidos en el hogar y en los corazones de las
misioneras.
En aquel tiempo, el hospital de Moyobamba había estado
mucho tiempo vacío y sin uso. Inexplicablemente y sin que
las misioneras se imaginaran, llegó una orden de la autoridad
competente. La orden era que entregasen el hospital a las
misioneras para su administración y servicio. Las misioneras
por su parte consideraron un honor el de servir así a la gente y
un desafío venido del Señor. Asumieron la responsabilidad.
Las misioneras empaquetaron las medicinas, los
instrumentos y todos sus efectos personales. En seguida unos

1 Ana le puso el nombre Franky por Francés Rhoda Gould, haciéndole su


tocayita pero humildemente Roda no sentía digna de tal honor y no
quiso que nadie lo supiese. En la región llaman tocayos a las personas
que tienen el mismo nombre.
Demasiado Trabajo 23
trabajadores condujeron todo desde la clínica hasta el
hospital, unas tres cuadras de distancia. El nuevo local era
también la solución al problema de dónde ubicar a los niños
que venían a ampararse bajo el techo de las misioneras. El
lugar o ambiente llegó a ser conocido como el Hospital,
Hogar y Misión Evangélica.
Ana y Roda oraban para que todos esos niños pudieran
crecer libres de supersticiones y de la esclavitud de Satanás.
Su lema era: Instruye al niño en su camino y aún cuando
fuere viejo no se apartará de él (Proverbios 22:6). Esos
niños crecerían conociendo la Palabra de Dios, el camino de
la salvación, el amor y la disciplina de un hogar cristiano.
Un día en su nuevo hogar, Ana, mientras que con un oído
escuchaba a Roda que conversaba con un señor a la puerta,
con el otro oía el bullicio de Franky, Ruthy, Otilio y Ana
María cuando tomaban el desayuno.
—¿La chacra? —decía Roda— ¿Su esposa está en la
chacra?
Cuando Roda se sentó nuevamente a la mesa, contó a Ana
que el hombre era don Rafael, esposo de Josefina, y que ésta
estaba en los días de tener un bebé.
—Espero que no sea antes de que yo regrese —dijo Ana.
Terminado el desayuno y luego del culto familiar, Ana
salió de casa con un “hasta luego”. Con agilidad montó el
caballo que le habían preparado para ir a un pueblo distante
dos horas de Moyobamba. Iba allí para atender a los
enfermos, tener un culto por la noche y al siguiente día la
Escuela Dominical. A pesar de su recargado trabajo en el
hospital y con los niños, Ana y Roda no podían pasar por alto
las visitas a los pueblos.
Ana regresó a casa temprano por la mañana el lunes. Al
entrar en la casa de la misión, recién el sol empezaba a rayar.
Densos cúmulos de nube llenaban el valle. Eran las seis y
media en la frescura de la mañana cuando llegó. Hacía un
buen tiempo.
Uno de los muchachos bajó la alforja con el equipaje de
Ana que aún estaba sobre el caballo. Ana, entretanto, se
24 LOS CHASQUIS DEL REY
dirigió a su dormitorio. Se lavó para refrescarse, antes de
empezar las tareas del día que se insinuaba lleno de trabajo:
consultas, visitas de caridad, enseñanza, supervisión de los
peones y otros trabajos de administración.
Con razón el grupo de oración en Inglaterra había recibido
la petición urgente de orar por los frecuentes y fuertes dolores
de cabeza que sufría Ana. Después de un rápido desayuno y
antes de atender a sus pacientes que la esperaban, Ana curó la
mata2 en el lomo de su caballo, mientras éste comía sosegado
las cáscaras de plátano que le habían traído como alimento.
—¡ Anita! ¡una torta! ¿Quién habrá traído? —se escuchó la
voz de Roda desde la cocina.
Ana oyó la exclamación, pero no tuvo tiempo para ir a
verla. Casos de gravedad la habían tenido bastante ocupada
hasta mucho después del mediodía, sin tiempo siquiera para
almorzar. Al fin, bien avanzada la tarde se sentó a almorzar,
aunque, como siempre, apuradamente.
Terminado el día, después de dirigir como de costumbre la
oración con los enfermos en cada una de las salas del hospital y
de prepararles para el sueño de la noche, Ana y Roda
también se retiraron a sus habitaciones. Tan cansadas estaban
que ni siquiera tomaron su acostumbrada taza de té. La torta
también quedó bien guardada en el armario. Al siguiente día,
muy temprano por la mañana, alguien llamó:
—¡Ujúu!
Ana salió para contestar. Era Josefina la lavandera.
—\Miss Anita! —le dijo haciendo un ademán de secreto—
¡La torta...! No la coma, y no diga a nadie que yo le dije, pero
el sacerdote la ha mandado a hacer con veneno.
La mujer, ya avanzada en su embarazo, dio media vuelta y
desapareció rápidamente. Ana y Roda se quedaron atónitas.
Echaron en el basurero el “regalo”, luego se arrodillaron para
dar gracias al Señor por no haber tenido tiempo el día anterior
para tomar su acostumbrado té con aquella torta regalada.

2
Herida en el lomo de las bestias causadas por el mal trato (no de Ana),
monturas rústicas, cargas pesadas, etc.
Demasiado Trabajo 25
También agradecieron por su buena amiga Josefina.
Una semana más tarde, y muy de noche, oyeron unos
golpes en la puerta.
—¿Quién es? —preguntó Roda.
—Rafael Rodríguez, Miss —fue la respuesta— ¡Mi esposa
ya va a dar a luz!
Roda quitó la pesada tranca con la que solían asegurar la
puerta de la casa por las noches. Por la luz de la luna pudo ver
el rostro preocupado de don Rafael. Tenía éste la soga de su
caballo en la mano. El caballo todavía jadeaba y tenía la piel
brillante y húmeda por el sudor.
Roda invitó al hombre a entrar y dejar que su caballo
pueda por lo menos beber agua. Mientras tanto ella entró
rápidamente a su cuarto, cogió su maletín de obstetriz,
prendió el farol, cerró la puerta y subió pesadamente sobre el
caballo. Don Rafael fue adelante, a pie, como guía.
—¿Dónde queda su chacra? —preguntó Roda después de
casi una hora de haber salido.
Le dijo que quedaba como a sólo media hora.
—Ya no está lejos. Está a la “vueltita” no más, señorita—
contestó don Rafael.
La paciencia de Roda se iba agotando. Otra media hora
había pasado hasta que por fin llegaron a la choza donde
estaba Josefina. ¡Y llegaron a tiempo! Josefina y Rafael se
gozaron mucho porque un niño varón les nació sano esa
noche.
—¿Dónde están los pañales del bebé? —preguntó Roda.
—Negrita3—llamó Josefina a su hija—, trae esa blusa
vieja. Sí, esa está bien.
Brillaban de gozo los ojos de la niña por poder ayudar a su
mamá con el recién nacido.
—¿Has preparado ropitas para tu bebé? —preguntó Roda.
—¡Oh no! —contestó Josefina—. No se debe preparar
ropas de antemano porque el bebé podría morir.
“¡Qué idea tan extraña!” pensó Roda. “A las madres de

~ Llaman negrita con cariño a los niños morenos.


26 LOS CHASQUIS DEL REY
esta región les falta aprender acerca de higiene y cuidado del
niño. Deberíamos dar clases a las mujeres,” se dijo a sí
misma.
¡Con cuánta gratitud la familia de Josefina despidió a Roda
muy temprano por la mañana el siguiente día! Roda, por su
parte, llegó a casa muy cansada, después del largo viaje y del
trabajo de toda la noche. No había dormido ni un minuto.
Mirando alrededor de su cuarto y luego hacia el hospital, se
dijo a sí misma: “¡No puedo dormir ahora! ¡Hay mucho que
hacer! ¡Esperaré hasta la noche!” Y así lo hizo.
Después de esto las misioneras comenzaron a tener
reuniones semanalmente con las mujeres. Llegaron señoras,
señoritas y abuelas para aprender a coser y tejer ropitas y
zapatitos para regalar a los recién nacidos.
6
La Carrera
Roda estaba sirviendo el té. Ana, sentada a la mesa, estaba
revisando los libros de cuentas.
—Hay más donaciones este mes. Vienen de Toronto y de
Londres. ¡Cómo el Señor está proveyendo lo suficiente!
—dijo Ana llena de sorpresa.
Pidieron al Señor su dirección para el uso apropiado de las
mismas. Al otro día Roda dijo:
—Ana, ha venido el carpintero para revisar el hospital.
Dice que el edificio está muy viejo y que hay necesidad de
arreglar algunas partes del techo. Algunas vigas están en mal
estado. Según el carpintero, mejor sería construir un nuevo
edificio.
Cubriéndose con su sombrilla, Ana salió rumbo a la
Alcaldía para saber lo que éste sugeriría. Pensaba en una
nueva construcción. Regresó con buenas noticias.
—Gracias a Dios, querida —dijo a Roda—. El Alcalde ha
aprobado el proyecto y el carpintero puede empezar de
inmediato con la construcción del nuevo edificio.
Algunos pobladores de la ciudad donaron su trabajo; otros
ayudaron con dinero. Cuando se terminó la construcción del
hospital, de dos pisos, Ana mencionó a Roda que había estado
pidiendo a Dios otra cosa más.
—Puesto que ahora ya tenemos el .hospital —dijo—, una
de nosotras debe viajar a Lima para comprar y traer el equipo
necesario para el hospital. Faltan sábanas, frazadas, vendas,
28 LOS CHASQUIS DEL REY
medicinas, un esterilizador, instrumentos de cirugía1 y
muchas otras cosas más. Aquí no se puede conseguir nada.
—Pero, ¿con qué plata? —preguntó Roda.
—Yo estoy segura que así como el Señor ha provisto hasta
aquí para la construcción, proveerá también para el equipo—
dijo Ana.
Mientras tanto, Roda acomodaba el último plato en el
armario que ella misma había hecho de unos cajones vacíos
de té. Ambas mujeres temían el viaje. Ninguna de las dos
quería pasar otras seis semanas de sufrimiento viajando
nuevamente por las serranías a la Costa. Pero alguien tenía
que hacerlo.
Finalmente Ana decidió que ella misma iría. Había prisa.
A ella le gustaba galopar en las llanuras y así haría el viaje
más rápido y, quizá, más entretenido que Roda. No se
imaginaban que alguien estaba maquinando para que el viaje
sea un fracaso. Se trataba del Obispo.
Llegó la hora de la partida. Los niños abrazaron a su
Mamanita2 para despedirla.
Cuando llegó a la ciudad de Chachapoyas, se apersonó
ante el Prefecto para saludarle. Este le dio una cordial
bienvenida diciéndole:
—Oí acerca del plan de su viaje.
Ana quedó sorprendida de cómo habría sabido. El siguió
dándole aún más sorpresas y continuó;
—He mandado a avisar a las autoridades de cada pueblo
por donde usted tiene que pasar que la protejan durante el
viaje. También he informado a Lima acerca de la buena obra
que ustedes están haciendo y de la necesidad de ayuda que
tienen. El gobierno peruano pagará su pasaje en tren de
Cajamarca a Chimbóte y de allí en barco a Lima.
Ana, agradeciéndole profundamente, salió sorprendida y

1 Ana a menudo se sentía obligada a hacer operaciones quirúrgicas para


salvar la vida a los pacientes.
y
2 Apócope para mama Anita que usaban con cariño los niños y más tarde
mucha gente.
La Carrera 29
también agradecida al Señor. Sentía como si al caminar
estuviese flotando en el aire. ¡Dios a través del Prefecto la
estaba ayudando! De pronto vino a su mente la Escritura:
Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón
del rey [Presidente] en la mano de Jehová, a todo lo que
quiere lo inclina (Proverbios 21:1).
Queriendo dejar su caballo Pinto en buenas manos, en un
buen potrero, para que descanse en Chachapoyas hasta su
regreso, mandó a José, su peón, a buscar otro animal para
continuar el viaje. El consiguió una muía extremadamente
briosa. Cuando Ana la montó, ésta salió intempestivamente
disparada y fue a parar bruscamente junto a una roca al lado
del camino. Ana casi voló por sobre la cabeza de la bestia.
Gracias a Dios que pudo tomar pronto el control de ella. Jaló
con firmeza las riendas.
En otro momento cuando el angosto camino seguía al
borde de un precipicio, la muía saltó bruscamente hacia un
costado del camino. Algo le asustó. Ana cayó muy cerca del
abismo.
—¿De dónde has conseguido este animal? —preguntó Ana
mientras se levantaba sacudiéndose el polvo.
—Del Obispo, señorita —respondió José.
—¡Devuélveselo! —le dijo bastante enojada, reconociendo
que el Obispo la odiaba y hubiese deseado que ella muriera.
José no entendía lo que estaba maquinando el Obispo, pero
viendo así molesta a Ana, le explicó:
—El Obispo me alquiló la muía diciéndome que usted
puede montarla sin cuidado, porque es muy mansa.
Ana, controlándose algo replicó:
—¡Si, ya lo sé!
El peón volvió con otro animal más manso, con el cual
llegaron bien a Cajamarca. De allí Ana continuó el viaje en
ferrocaril.
“¡Qué bueno poder estirar los adoloridos músculos, hacer
descansar los ampollados pies y cerrar los ojos, dejando que
el maquinista conduzca el tren!” se dijo Ana en sus adentros.
En el puerto de Chimbóte, se embarcó en un viejo barco
30 LOS CHASQUIS DEL REY
carguero para realizar el peor tramo del viaje. Las olas
movían al barco y a los pasajeros de un lado a otro durante
todo el trayecto hasta llegar al puerto de Callao, Lima. Ana se
sentía bastante afectada a causa del movimiento del barco.
—¡Oh, Ani querida! —dijo su amiga al verla— ¡Gracias a
Dios que has llegado. Pero pareces mal. Estás pálida!
—La última parte del viaje fue bastante difícil —repuso
Ana.
Ana quería descansar, pero las preocupaciones de la
comisión por la cual había venido a Lima la intranquilizaron.
Salió pronto para hacer sus compras y gestiones, contando
con la ayuda de varios amigos. Después de algunos días se
sentía mucho mejor.
Teniendo ya listo el nuevo equipo para el hospital y las
cajas de medicinas completas, emprendió el viaje de retorno a
Moyobamba. Dios había provisto a través de donaciones de
creyentes de varias iglesias de Lima los medios para comprar
todo.
Mientras tanto, el Obispo vio que no alcanzó su objetivo
con el caballo brioso durante la ida, pero esperaba otro
resultado mientras Ana venía de regreso. Pensaba expulsar a
Roda del hospital antes de la llegada de Ana. Luego iba a
asignar a dos monjas para que reemplacen a las misioneras.
Lleno de celos y odio hacia las extranjeras protestantes él
mismo se puso de camino rumbo a Moyobamba.
Apenas hubo salido de Chachapoyas cuando las cataratas
de los cielos se abrieron. Una lluvia torrencial interrumpió su
viaje. Postergó pero no canceló su viaje. Después de no pocas
dificultades el Obispo llegó a Moyobamba. Se dirigió
inmediatamente a la prefectura y en forma prepotente dijo al
Prefecto:
—¡Usted ahora debe expulsar a esas gringas!
El Prefecto estaba sorprendido y algo exasperado. No
quiso escucharlo.
Muy lejos aún venía Ana. Grande fue la sorpresa de ella
cuando una de las mujeres del pueblo vino a su encuentro,
caminando todo el día, para darle la bienvenida, llevándole
La Carrera 31
naranjas, biscochos, café molido y chancaca, junto con las
noticias de Roda, los creyentes y muchos del pueblo de
Moyobamba.
Cuando Ana llegó, acompañada de su comitiva, ni se
imaginaba que estaba haciendo carrera con el Obispo. El
Prefecto mismo le dio la bienvenida. Se sorprendió cuando le
aconsejó seguir una ruta por las orillas del pueblo para no
encontrarse con él, porque se hallaba todavía en la ciudad.
Este porfiaba en su maquinación contra las misioneras. “Si el
Prefecto no me ayuda, pensó, iré al Presidente. Es mi
padrino.” Le escribió. Pero ni el Presidente hizo caso de su
petición.
—¡Dios nos ha dado una gran victoria! —dijo Ana cuando
el Prefecto le contó todo lo que el Obispo había procurado
hacer. Ana luego elevó su corazón a Dios en gratitud por
todas sus bondades.
Con mucho gozo y llenas de gratitud al Señor, Ana y Roda
comenzaron a trabajar en el Hospital con el nuevo equipo que
Dios les había provisto. Además tuvieron que entregarse de
lleno a curar a las víctimas de una epidemia de viruela que
estaba diezmando al pueblo.
7
Hijos Obedientes
En la clínica una mañana Ana se estaba preparando en
apuros para recibir a los pacientes. A pesar del traqueteo de
las jeringas hipodérmicas que ya estaban hirviendo en la
ollita, y el bullicio de la pequeña cocina de presión, ella oyó
voces en la entrada. Volteó a mirar. Allí estaban Eduardo y
Manuel. Fue para recibirles.
—¡No! No estamos enfermos —dijo Manuel riéndose,
cuando ésta les preguntó la razón de su visita—; más bien
tenemos curiosidad de saber acerca del bautismo de los
creyentes.
—Pasen adelante.
Ana les ofreció asiento, sorprendida por la pregunta. Tres
creyentes más se unieron al grupo. Ella y Roda no les habían
enseñado acerca del bautismo de adultos. En la Iglesia
Católica sólo se practicaba el bautismo de infantes. Por sí
mismo Eduardo había descubierto la enseñanza acerca del
bautismo del creyente. Cogiendo su Biblia dijo:
—Leimos en el libro de los Hechos acerca de Felipe.
Cuando el eunuco creyó y llegaron donde había agua, él fue
bautizado. Nosotros creemos y queremos bautizarnos,
también. ¿Sería posible?
—Claro que sí —repuso Ana—. El bautismo es asunto de
obediencia al Señor. El que cree debe bautizarse. No hay
alternativas. El problema es que no hay aquí quién les pueda
bautizar. Nosotras, como mujeres, no tenemos la autoridad ni
Hijos Obedientes 33
las fuerzas físicas para sumergirles. Un hombre tiene que
hacerlo.
Hubo un silencio sepulcral por un momento. De repente
Eduardo, teniendo una solución, exclamó:
—Ya sé. El bautismo es una declaración pública de nuestra
fe. Pero ¿qué tal si lo hacemos mientras tanto por medio del
periódico?
Y después de un breve intercambio de ideas, acordaron
hacerlo así. Al testimonio agregaron una invitación para otros
que también quisieran aceptar a Jesucristo como su Salvador.
Ese testimonio escrito despertó interés por el evangelio entre
muchos de los ciudadanos del pueblo y abrió varias
oportunidades para testificar acerca de su fe en Jesucristo.
Entretanto esperaron la dirección del Señor acerca del
bautismo. Y Dios contestó pronto sus oraciones de la
siguiente manera. Casi nunca llegaban visitas de creyentes a
San Martín. Un día, sin embargo, para sorpresa de todos,
estaba en la entrada de la Misión un misionero de
Chachapoyas. Al enterarse del deseo de los jóvenes, se puso a
las órdenes de ellos.
Después de darles unas clases de doctrina bíblica el
misionero visitante se unió a la compañía en la celebración.
Era una mañana soleada. Acompañó a los creyentes, quienes
conversaban alegremente mientras caminaban juntos, en fila,
cuesta abajo hacia el río Mayo. Llegaron a la orilla del río.
Eduardo, Manuel y los creyentes estaban reviviendo la
historia bíblica de Felipe y el eunuco. Estaban congregados
Ana, Roda, los candidatos al bautismo y toda la
congregación. Ligeramente aparte estaba reunido otro grupo.
Eran los vecinos, amigos y unos familiares de los
participantes. ¡Era realmente una novedad para todos!
Atentamente escuchaba el público cuando los bautizandos
testificaron de su fe. Luego el misionero hizo una aclaración
del significado bíblico del bautismo. El acto era símbolo de la
muerte con Cristo al pecado y de su resurrección con Cristo a
una vida nueva espiritual. Lejos de entender la exposición
solemne, algunos prorrompieron en risas y carcajadas cuando
34 LOS CHASQUIS DEL REY
el ministro les iba sumergiendo y levantando del agua.
Los bautizados, por su parte, mientras iban al bosque a
cambiarse en su improvisado vestuario, recordaban que de su
Salvador también se había burlado mucha gente. Esto
despertó en ellos el deseo de orar más y más por sus vecinos
incrédulos y seguir testificándoles de Cristo.
Ana y Roda supieron que con la pregunta de los jóvenes
acerca del bautismo se había iniciado algo grande y clave,
para la obra del Señor en Moyobamba. Cristo había dicho,
...edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella (Mateo 16:18). Al mismo tiempo
supieron que, por cierto, Satanás el enemigo de las almas, se
opondría aún más furiosamente en contra de ellos.
Las misioneras animaban a los nuevos bautizados a
estudiar y a asumir la responsabilidad de la enseñanza y la
predicación de la Palabra, aunque a veces caían en errores por
su falta de instrucción. En cierta ocasión uno de ellos al
exponer 2 Timoteo 3:16 enseñó, que toda cosa escrita era
inspirada divinamente, fuese periódico, revista o libro. Por
supuesto que el texto se refiere solamente a la Biblia. Más
tarde recibieron con gratitud una sabia corrección de parte de
las misioneras.
Ana y Roda así seguían instruyendo a los nuevos
creyentes. Oraban también diariamente por la dirección del
Señor acerca de la preparación de futuros líderes para las
iglesias. Algún tiempo después escribieron al Instituto Bíblico
de Costa Rica, la única escuela bíblica interdenominacional
que se conocía por aquel entonces. Consultaron sobre la
posibilidad de enviar estudiantes a prepararse para el
ministerio cristiano. Cuando llegó la respuesta positiva, todos
se regocijaron.
“Sus estudiantes son bienvenidos,” decía la carta. “Les
daremos una beca que cubrirá los estudios, comida y
habitación. Sólo necesitarán dinero para el viaje y para sus
gastos personales.” Ana y Roda se sintieron animadas.
Desafiaron a los creyentes de Moyobamba a dar un paso de
fe, instando a algunos a prepararse y a los otros a respaldar
Hijos Obedientes 35
económicamente a los que irían.
Eduardo y su amigo Manuel, declararon a la Iglesia su
deseo de ir a estudiar. La mayor preocupación era cómo
conseguir el dinero para el viaje de seis semanas por tierra
hasta Lima y luego unas dos más en barco hasta Costa Rica.
Eduardo fue a trabajar en una chacra para ganar dinero.
Vendió un cerdo que estaba criando. Manuel, que trabajaba en
una escuela, se quedaba horas extras ayudándole al profesor.
También vendió algo del arroz que tenía de su cosecha y dos
cerdos. Lo que reunieron les parecía mucho, pero en realidad
era poco para lo que necesitarían. Pero, ¿no había prometido
Dios mover aún una montaña para aquel que pidiese con fe?
¡Confiarían en él para la provisión de todas sus necesidades!
Ana seguía animando a los creyentes a ayudar a ambos
jóvenes para que vayan a prepararse para el ministerio. Les
citó las palabras atribuidas a Jesús: Más bienaventurada
cosa es dar que recibir (Hechos 20:35).
Los creyentes no tenían mucho dinero. Aparte de eso, era
difícil para ellos aceptar que era “mejor dar que recibir”. No
les fue fácil aprender a dar cuando se trataba de dinero.
Algunos decían: “Bueno, ¿por qué no me dan a mí también?”
Llegó el día cuando al finalizar el culto del domingo por la
noche, las dos misioneras se pararon humildemente, junto con
la pequeña congregación, para elevar una oración. Pidieron la
protección y ayuda del Señor para con los jóvenes viajeros,
tanto en sus estudios como en su vida cristiana. Y propusieron
luego recoger una ofrenda extraordinaria.
La congregación reunida cantó el himno: “Dios os guarde
con su tierno amor.” Así despidieron a los futuros “chasquis
del Rey” con abrazos, lágrimas y deseos de muchas
bendiciones. Los creyentes salieron al patio de la iglesia y
siguieron conversando animadamente en el frescor de la
noche.
El tesorero de la Iglesia, por su parte, luego de contar la
ofrenda la entregó a su vez a Ana.'Fue una ofrenda de
sacrificio del pueblo de Dios. Ella llamó a Eduardo y a
Manuel para entregarles la mitad a cada uno. Les expresó su
36 LOS CHASQUIS DEL REY
gran preocupación porque sumado a lo que ellos mismos
habían ahorrado era poquísimo aún. Roda, que había visto y
escuchado todo, les dijo:
—¡Esperen!
Y fue apresurada hacia su cuarto. Abrió el candado del
armario donde guardaba el dinero y escogiendo todos los
billetes de mayor valor, los sacó. “Sería imperdonable,” se
dijo, “dejar que estos jóvenes se vayan sin tener lo suficiente
para sus necesidades en su largo camino.” Regresó de nuevo
y entregó el dinero a los jóvenes. Estos lo recibieron con
mucha gratitud.
Temprano por la mañana, al siguiente día, salieron
Eduardo y Manuel, descalzos y vestidos con ropas viejas y
parchadas. Los zapatos y las ropas nuevas que les habían
provisto iban guardados en las bolsas impermeables que
cargaban en sus alforjas. Salieron rumbo a Lima por el mismo
camino en que antes habían venido Ana y Roda a San Martín.
Por delante les esperaban tres largos años de separación de los
suyos, pero se consolaban con que diariamente se
encontrarían ante el trono de la gracia orando los unos por los
otros.
Hasta ese momento Ana y Roda no se habían dado plena
cuenta del valor de la ayuda de Eduardo y Manuel en la obra.
Ahora que ya no estaban, ¡cómo les echaban de menos! Pero
cuando Roda contó el poquito dinero que aún quedaba en
caja, luego de entregar parte a los jóvenes viajeros, se
enfrentó con otra realidad.
—¡Ani! —dijo— ¿cuánto dinero tienes tú?
—¿Quién? ¿yo? ¿dinero? Yo no tengo dinero. Todo lo que
tenía se lo entregué a Eduardo y Manuel. ¿Cuánto tienes tú?
—Casi nada —contestó Roda— ¿Cómo o con qué vamos a
pagar a los peones el sábado?
Se pusieron preocupadas y tristes. Pero después doblaron
sus rodillas pidiendo su provisión y al mismo tiempo el
perdón del Señor por su escasa fe. Llegó el sábado. No había
dinero para pagar a los trabajadores. Milagrosamente ese
mismo día llegó el correo. Al abrir las cartas, de cada una
Hijos Obedientes 37
cayó un cheque, unas de Canadá y otras de Inglaterra.
Semanas antes, el Padre celestial había movido el corazón de
sus hijos en ultramar para enviar dinero. Y llegó justo el día
cuando tenían mayor necesidad. Las palabras de Isaías fueron
una realidad para ellas: ...antes que clamen responderé yo,
mientras aún hablan, yo habré oído (Isaías 65:24).
Abnegadamente muchas personas en paises extranjeros
daban de lo poco que tenían. Uno de ellos era Claude, un niño
de nueve años, de Toronto, Canadá. Era hijo de Arturo y Ada
Simmonds, los buenos amigos de Ana. Claude, con un amigo
suyo, tuvieron un proyecto. Cada día, antes de ir a la escuela,
salían en sus bicicletas a repartir periódicos a las casas en su
vecindad. Lo hicieron con el fin de ayudar a aumentar con sus
ganancias la ofrenda de la Escuela Dominical dedicada para
Ana Soper en el Perú. Mensualmente su Iglesia, la Bautista
Emanuel y otras más, recogían ofrendas para las misiones y
las enviaban a sus misioneros.
De esta manera Ana y Roda podían comprar lo que
necesitaban y podían pagar a tiempo sus cuentas. Sabían que en
la obra del Señor no estaban solas.
8___
Viene un
Médico
El correo trajo otra gran noticia. Un médico venía. Iba a
reunirse al equipo de misioneras. Al oír tal cosa todos en el
pueblo se regocijaron, menos el Obispo. Le disgustó mucho
que las extranjeras se hubieran instalado en el hospital de
Moyobamba y no cejó en su intento de destruir la obra
misionera evangélica.
—Sencillo es. Hay que quitarles el hospital —advirtió—.
Así ese doctor no tendrá dónde trabajar.
A tiempo Ana y Roda oyeron del plan del Obispo a través
de su buena amiga Josefina. Se escuchó un día la
acostumbrada llamada:
—¡Ujúu!
—¡Ujúu, ahí voy!
Respondió Ana, mientras arreglaba el velador1 donde
había curado minutos antes a un paciente. Cuando salió a la
puerta, Josefina le habló a media voz haciendo un ademán de
que era un secreto.
—Oh, sí, sí, gracias, Josefina.
Dijo Ana e inmediatamente entró en acción. Cerró la
puerta principal con llave y la aseguró con tranca. Habló
luego quedamente a Roda y subió al balcón del segundo piso.

1 Mesita al lado de la cama del paciente.


Viene un Médico 39
Deseaba tener a Roda a su lado, pero ella tenía que quedar
cuidando a un paciente grave. Supo que estaría orando.
Pronto Ana pudo ver desde el balcón que delante del grupo
(que se anunciaban con el “pom, pom, pom” de unos bombos)
venía el Obispo. Le seguían el Prefecto, otras autoridades y
un regimiento de soldados. Golpearon la puerta como para
derribarla.
—¡Abran en nombre de la ley! —gritó alguien.
Ana no pudo creer lo que oía, cuando una voz reclamó en
seguida:
—¡Venimos a llevar todo el equipo del hospital!
¡Pertenece al pueblo!
—¡Por favor —contestó Ana con su fina voz de mujer
desde el balcón—, dénnos tiempo para separar primero lo que
donó el pueblo!
“¿Cómo vamos a permitir que se lleven todo?” pensaba,
asustada todavía por la violencia del momento. En ese
instante alguien protestaba con una voz de fogón:
—¡No! ¡No debemos proceder así! Derribar violentamente
la puerta es ilegal.
Con cuánto alivio vio Ana que la multitud poco a poco
empezó a dispersarse. Una hora más tarde recibió un
documento oficial del Prefecto que decía: “Entregue mañana
a las 9 a.m. todo lo que donó el Fondo de Beneficencia del
pueblo.”
“Gracias a Dios!” se dijo Ana con un respiro profundo de
alivio. “Unas pocas horas es todo lo que necesitamos.” Era
muy poco lo que el pueblo había donado del Fondo que las
autoridades reclamaban. Temprano al día siguiente las
misioneras devolvieron todo aunque el pueblo no estaría de
acuerdo.
Semanas más tarde se acercó a aquella misma puerta una
multitud con una actitud muy diferente, con gentes de toda
edad. Acompañaban al doctor Kenneth MacKay que estaba
llegando. Algunos de los muchacho's conversaban con él
mientras conducían el equipaje a la casa de las misioneras.
Después que el médico se había instalado con su familia,
40 LOS CHASQUIS DEL REY
Roda y Ana se dieron cuenta que ya era tiempo de planear un
viaje de regreso a su país. A las enfermeras les faltaban
descanso y cuidados médicos. Roda, bastante debilitada por
sucesivos ataques de malaria, viajó primero.
Ana quedó un tiempo más con los niños. Pensaba esperar
hasta que Roda vuelva primero de su país. Sin embargo, en
acatamiento a las indicaciones del doctor MacKay, ella
decidió viajar tan pronto como le fuere posible. Buscó
hogares para los niños, con preferencia entre sus propios
familiares, donde se quedarían durante su ausencia. Pero no
encontró una familia para Franky. Nadie quería
responsabilizarse de una niña de dos años extremadamente
movida y que sufría de los bronquios.
Bajo la dirección del Señor, Ana decidió que debía llevar a
Franky consigo a Inglaterra. Escogió a Martina, una de las
niñas del hogar, para que sea la ama de Franky y así ayudar
con el cuidado de ella durante el viaje. Martina era una bonita
niña de once años.
El día llegó cuando Ana montó su caballo, con Franky en
sus brazos, y Martina en otro, siguiéndole. Así fue, que cinco
años y medio después de su llegada a Moyobamba, se
escucharon las pisadas de las bestias en el pedregal del
camino con dirección a la Sierra, el primer tramo del largo
viaje de regreso entre Moyobamba e Inglaterra.
Llegaron a la jalea. Al finalizar otra jornada diaria
armaron la carpa. Ana y las niñas se acostaron sobre
alfombras que solían llevar consigo en los viajes. No tardaron
en quedarse profundamente dormidas. El cansancio no era
para menos. Al amanecer Ana notó un silencio seprucal a su
lado. Martina estaba allí, pero Franky no.
—¿Cómo me habré quedado tan dormida? —se culpaba
Ana.
Salió rápidamente de la carpa en busca de Franky. Miró
por todas partes; de pronto la vio al borde del precipicio.
Corrió y la tomó desesperadamente entre sus brazos.
En varias oportunidades tuvieron que acampar en cerros
así fríos e inhóspitos. En uno de esas alturas extremas no
Viene un Médico 41
encontraron ni siquiera leña para hacer fuego, y apenas había
espacio suficiente para armar la carpa. Las niñas no estaban
acostumbradas a dormir bajo frazadas dobles, así que Ana
pasó toda la noche despierta cuidándolas para que no tiren las
frazadas y se congelen.
A pesar de su cuidado, en la mañana encontró a Franky
como muerta. Estaban en una de las alturas más elevadas. Le
envolvió y le cargó en sus brazos durante varias horas
mientras iba montada en el lomo de la bestia. No quiso contar
a nadie sus sospechos de que la niña posiblemente estaba
muerta. Pero sí pedía a Dios que no sea así. ¡Con alivio
grande Ana vio al bajar de las alturas que se reaccionaba poco a
poco!
La noticia había llegado a Lima que Ana venía con dos
niñas. Todos creían que llegaría sólo con una de ellas. No
pensaban que Franky aguantaría el viaje por la jalea. Los
amigos de Ana quedaron sorprendidos cuando vieron a las
tres y más aún cuando vieron a la pequeña Franky activa
como cualquier y bastante traviesa.
Días después, emprendieron el largo viaje a Inglaterra. Y
llegaron. Ana se gozó con su familia, amigos, y especialmente
con Roda, que ansiosamente había esperado su llegada. Las
niñas, después de haber pasado un mes en el barco, se habían
recuperado bien; no así Ana, que a más de su estado de salud
antes de salir de San Martín y el martirio de cruzar los Andes,
siempre sufría en los viajes por mar. Muchos se preocuparon
al verla muy delgada y pálida.
Las niñas eran el encanto de la gente por los ojos vivaces y
brillantes, la piel morena y el pelo negro. Ana se gozaba en
presentar a sus niñas peruanas en las iglesias; algunas habían
donado con generosidad para el orfanato de Moyobamba.
Roda, después de recuperarse físicamente, se embarcó para
nuevamente reunirse con la familia de su hogar en el Perú.
Ana se dedicó a renovar los lazos cariñosos con la familia de
su hermano William.
9
Nuevos
Horizontes Elena Soper

Una tarde William Soper, el hermano mayor de Ana, en su


hogar en Londres estaba sentado en su sillón favorito leyendo
el periódico. De pronto miró a Elena, su única hija, que estaba
en otra silla, tejiendo. William, con justificado orgullo,
admiraba la belleza física de su hija y meditaba también en lo
distinguida que era como estudiante, hasta llegar a ser una
excelente profesora. Elena, intuyendo lo que pensaba su
padre, le dijo:
—Papá, siento que Dios me está llamando para servirle
con tía Anita en el Perú. Lo que no sé es si podré soportar
separarme de tí y de mi mamá.
Las palabras le salieron como una corriente imparable,
pero en verdad eran el resultado de un largo proceso de
meditación y oración.
—Dios te bendiga, hija. Si Dios te está llamando, ¿quiénes
somos nosotros para decir que no?
Cuidándose de las emociones entremezcladas que le
sobrevineron por las palabras de Elena, se le acercó. Luego
con mucho amor repuso:
—Hija, tu madre y yo te hemos entregado al Señor desde
antes que nacieses; lo único que queremos es que hagas la
voluntad de él.
No se imaginaba lo que iba a sufrir con la familia como
resultado de esa decisión. Por mucho tiempo, Ana había
Nuevos Horizontes 43
soñado con una posible escuela evangélica en San Martín.
Ahora con la ayuda de Elena podría hacer realidad su sueño.
Animadas como estaban, las dos hicieron sus planes. Elena se
despidió de su familia y junto a Ana y las niñas, subió al
barco que la traería a América del Sur, al Perú.
Al vencer una vez más las penalidades del viaje por la
Sierra, llegaron todas bien a Moyobamba. Felices les esperaba
mucha gente juntamente con Roda para darles la bienvenida.
Hubo una noche de alabanzas con cánticos, testimonios,
juegos, refrescos y golosinas. Franky y Martina se exhibieron
y sintieron orgullosas de haber viajado al extranjero. Todos se
regocijaron por la promesa de Dios cumplida, Jehová
guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para
siempre (Salmo 121:8) y adoraron al divino Protector.
Tan pronto como Roda regresó de Inglaterra compró una
propiedad en el barrio Zaragoza, en Moyobamba. Pocos días
después salió a recoger a su familia, los niños, de los distintos
hogares donde habían quedado. Al volver a reunirse con
Roda, Ana encontró también la nueva vivienda. El doctor
MacKay, junto con su familia, ocupaba la antigua casa y el
hospital.
Una noche las dos misioneras se sentaron a conversar a
solas en la cocina. Los niños estaban durmiendo. Insectos
revoloteaban alrededor de la lámpara de kerosene, mientras
una “lenguita” de humo ensuciaba el tubo de la misma
lámpara.
—¡Ani! —Roda empezó a expresar su inquietud— gracias
a Dios que la obra aquí ha avanzado bien. Pero me preocupo
porque hay mucha necesidad en otras partes, también. Tal vez
el Señor tenga otro lugar de trabajo para nosotras.
—Sí, me doy cuenta de eso—repuso Ana—. El doctor
MacKay ha asumido la responsabilidad del hospital; igual
sucede con la Iglesia. Creo que es tiempo que vayamos un
paso más adelante. Como dice nuestro Señor Jesucristo:
También tengo otras ovejas que no son de este redil,
aquellas también debo traer...(Juan 10:16).
—Leí un versículo esta mañana —volvió a hablar Roda.
44 LOS CHASQUIS DEL REY
Abrió su Biblia y acercándose más a la tremulante luz, leyó—:
Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no
donde Cristo ya hubiese sido nombrado...(Romanos
15:20). Tengo la impresión de que debemos ir a otro lugar
donde no ha sido anunciado todavía el evangelio.
—Oremos para descubrir el plan de Dios —dijo Ana.
Durante las siguientes semanas las misioneras escucharon
mencionar acerca de un pueblo llamado Lamas. Era un lugar
aislado y capital de provincia, muy necesitado en cuanto al
evangelio y a la asistencia médica.
Las dos comenzaron a orar por Lamas. En medio de cierta
incertidumbre, un día estaban ambas devorando las cartas
recién llegadas del extranjero. De repente Ana exclamó:
—Esta carta es de una señorita. Se llama Lucía Kisky.
Roda escuchó atentamente mientras Ana leía. “Tengo que
presentarme” escribió Lucía, “puesto que nunca antes nos
hemos conocido. Soy la menor de cuatro hermanos. Nací en
el sur de Londres y crecí conociendo la Palabra de Dios en la
Escuela Dominical. Recibí el llamamiento del Señor para ser
misionera en febrero de 1926 en una Convención Misionera
de Esfuerzo Cristiano...
“.. .En setiembre de 1926 fui a un instituto bíblico para un
curso de entrenamiento de dos años. Luego hice dos años de
práctica en un hogar para niños de madres solteras. Mientras
ayudaba también al pastor de una Iglesia, oí acerca de ustedes
y de su trabajo en el Perú. Quiero servir al Maestro en los
lugares más necesitados del mundo.”
—¡Qué bien! —dijo Ana pasándole la carta a Roda—.
Hemos estado pidiendo a Dios por una persona que venga a
ayudamos. Ella podría ser la respuesta a nuestras oraciones.
—Pero, es imposible —contestó Roda arrugando la
frente—. Apenas tenemos dinero para nosotras y ahora
también está Elena.
—Tienes razón —recapacitó Ana—. Le avisaré que por
razones financieras es imposible que recibamos otra persona
más por el momento.
Lucía y el Comité de William Soper en Londres no se
Nuevos Horizontes 45
desanimaron. La señorita renunció a su trabajo confiando en
el Señor. La organización en la cual servía se comprometió
continuar con su sostén durante los primeros dos años en el
Perú. Con esa provisión y otras provenientes de amigos, se
logró lo suficiente para cubrir el costo de su viaje y de vivir y
servir al Señor en San Martín, Perú.
El Comité de Londres envió un aviso a Moyobamba que
Lucía estaba ya para partir hacia el Perú. Todo estaba
arreglado. Ana, Roda y Elena se alegraron a la vez que se
sentían algo avergonzadas por su falta de fe.
—No debemos permitir que llegue Lucía a Moyobamba
para que viaje luego a Lamas —dijo Ana a sus colegas—. Si
hemos de iniciar una obra en Lamas debemos trasladarnos
antes de que ella llegue.
Ana sintió la voz del Señor que le decía: ...Este es el
camino, andad por él (Isaías 30:21). Su corazón estaba ya en
Lamas e inmediatamente comenzó a hacer los planes para el
viaje. Tenía que hacer ella un viaje de investigación primero.
Y lo hizo.
10
Lamas
man

—Lamasman1 —dijo Ana espoleando a Pinto.


El joven Lucho, acompañante de Ana, ya estaba en camino
a pie. Después de cuatro agotadores días se encontraban en un
cerro cerca a Tabalosos. Ana recordó las palabras de Josefina:
—Lamas está sobre una colina. Podrás verlo de lejos.
Y, de veras, ahora Ana pudo divisar un pueblo muy
distante en otro cerro. Y señalando hacia la distancia exclamó
con admiración:
—¡Eso es! ¡Ahí está Lamas!
Contemplando brevemente la escena del pueblo en la
cumbre pensó en las palabras de Mateo 5:14: Una ciudad
asentada sobre un monte no se puede esconder. Pero antes
de llegar allí Ana y Lucho tenían que bajar unas horas más
zigzagueando en el camino hasta llegar a una quebrada. Por
fin la senda angosta se abrió a un extenso valle verde de pura

1 Un vocablo quechua significa “Vámonos en dirección de Lamas.”


Lamasman 47
selva. Y se veía correr el ancho río Mayo. Al llegar, Lucho
buscó al dueño de una canoa y cruzaron el río. Pinto, por
supuesto, tenía que nadar ayudado por Lucho.
¡Con qué alivio Ana se encontraba por fin al otro lado
del río sin que haya virado la frágil canoa en las agitadas aguas
del Mayo! Prosiguieron su camino. Esta vez se trataba de una
larga cuesta. Después de varias horas más de caminata al fin
aparecieron unas casas con sus techos de palma y sus tapiales
amarillos. Ana se apeó de Pinto. Vio el majestuoso panorama
de Lamas.
Quedó extasiada de la belleza de valles y montañas con
diferentes matices de color verde. Cerro tras cerro celeste y
azul verdoso enfilaban hacia el horizonte, bañados por una
leve neblina celestial. Ante tanta hermosura Ana adoró al
Dios Creador. Y suplicó: “¡Señor, que sea este pueblo un faro
para tí de tu santo evangelio!”
Llegaron a la Plaza de Armas de Lamas. Lucho bajó la
carga de Pinto y llevó al animal a pastar. Mientras tanto Ana,
toda calurosa y llena de rasguños y picaduras de insectos por
causa del viaje, cruzó presurosa la Plaza con dirección a la
Alcaldía. Daba la impresión que el Alcalde la estaba
esperando:
—Bienvenida a Lamas, Miss Soper. Tome asiento —le
dijo el Alcalde invitándole a sentarse en un sillón de mimbre.
Ana sintió alivio al sentarse y poder descansar mientras
conversaban tomando café. De pronto abordaron el tema que
más interesaba a ambos. El Alcalde ya había hecho sus
planes, aunque para Ana era un viaje de estudio
principalmente.
—¿Qué van a necesitar ustedes, señorita? ¿Terreno?
¿Casa? Hay una que podría servirles de clínica. Luego se la
mostraré —dijo el Alcalde con toda gentileza.
Instantes después la llevó al lugar preparado para su
hospedaje. Mientras cruzaban la Plaza, otra vez le hizo
hincapié de las necesidades del pueblo. No tenían clínica ni
hospital. Le aseguró que no tenía que preocuparse por el
sacerdote, aunque aquel párroco no quería a los protestantes.
48 LOS CHASQUIS DEL REY
Así llegaron a una casa grande.
—-¿Qué le parece ésta? —le preguntó cuando abrió la
puerta—. La arreglaremos si decide usted alquilarla.
Al entrar Ana se asustó al ver que unas cucarachas corrían
apresuradas por todas partes para esconderse y se asustó
más aún cuando saltó un enorme sapo de entre unos terrones.
Un rayo de sol se filtraba a través de un hueco grande del techo
de palma. Las paredes de la casa eran tapiales de tierra
amarilla. La casa constaba de un solo cuarto; no tenía ventanas;
pero polvo y telarañas tenía bastante.
—Puesto que es céntrico, me parece que es bueno —dijo
Ana, al salir otra vez hacia la calle. Procuró pensar
positivamente—, Y me gusta porque es grande. Hacen falta,
sin embargo, algunas mejoras.
El Alcalde le aseguró que repararla no sería ningún
problema. Cuando regresaron a la oficina, el escribano ya
tenía en la mano la minuta redactada del contrato de alquiler.
El alcalde la miró, firmó y selló. Estaba acompañado de
algunas otras personas notables del lugar, que vinieron para
también estampar su firma. Todos consideraron un privilegio
el firmar.
Ana se mostró feliz cuando por fin, algunos días después,
tuvo el documento oficial y una petición de invitación del
pueblo, firmado por un centenar de habitantes. Con ambos
documentos en la mano enfiló de nuevo de resgreso a
Moyobamba.
Varios días después de su regreso a Moyobamba el
Prefecto del Departamento mandó llamar a Ana a su oficina.
Esta iba pensando que el Prefecto debía tener ya el esperado
documento de permiso para que vaya a trabajar en Lamas.
Pero, al llegar, se sorprendió cuando vio otro documento lleno
de firmas. Se trataba de un oficio oponiéndose al traslado de
ellas a Lamas.
—¿Cómo puede ser? —exclamó Ana—. No entiendo.
Hace poco me rogaron que vayamos y ahora se oponen. Y
algunos de esos nombres son los mismos que firmaron la
petición anterior de invitación.
Lamasman 49
Parecía que algo había influido en las mentes de la gente
de Lamas. Ana y Roda intuían que el sacerdote,
indudablemente, era el causante de tal cambio. El Prefecto
sugirió a las misioneras que se quedasen por el momento en
Moyobamba, para evitar problemas. Ana y Roda aceptaron
con no poca dificultad la sugerencia, pero seguían buscando
la voluntad del Señor.
Pronto llegó la respuesta del Señor en una forma
extremadamente sorprendente. Un grupo de visitantes llegó
en sus cabalgaduras hasta la Plaza de Armas de Moyobamba,
causando sensación en el pueblo. Amarraron sus caballos bajo
unos árboles y entraron directamente a la oficina del Prefecto.
Era el Alcalde de Lamas y una numerosa comitiva.
—¿Qué deseo? —fue la pregunta del Acalde ante la
pregunta del Prefecto—. Hemos venido para llevar a Lamas a
las enfermeras inglesas. No aceptaremos una respuesta
negativa.
—El sacerdote las odia —respondió el Prefecto—; es mi
responsabilidad, como autoridad, protegerlas.
Ante la insistencia del Alcalde, respaldado por sus
acompañantes, el Prefecto mirando a su Secretario repuso:
—Escribe una amonestación al sacerdote previniéndole
que cualquier acto en contra de las enfermeras se considerará
como delito. Se sabe que él es quien se opone y no el pueblo.
Ana y Roda habían estado ocho años en Moyobamba.
Había llegado ya el momento de dar un paso más adelante.
Justo en ese entonces Eduardo y Manuel llegaron de regreso
de Costa Rica. Las misioneras no podían salir de Moyobamba
sin primero arreglar una fiesta de bienvenida para estos ya
preparados “chasquis del Rey.”
Llenos de gozo, a la luz de la luna, tuvieron una noche de
cánticos de alabanza a Dios, con juegos y refrigerio. Muy
admirados quedaron los vecinos al ver cómo los evangélicos
podían gozarse tanto, sin el consabido baile y licor. Los recién
graduados testificaron con gozo acerca de la fidelidad de Dios
en su viaje y estudios.
Ana y Roda desbordaban de felicidad. Dios había provisto
50 LOS CHASQUIS DEL REY
al doctor MacKay para el hospital y ahora dos obreros
nacionales para ayudar a la Iglesia de Moyobamba y también
predicar el evangelio en los pueblos aledaños. Ana y Roda ya
podían salir. Dejarían a su numerosa familia en las manos
hábiles de Elena hasta poder llevar en el futuro a todos.
Al llegar a Lamas, después de viajar nuevamente por el
mismo camino pésimo, Ana y Roda fueron directamente a la
casa que tomaron en alquiler en la Plaza de Armas. El techo
ya había sido reparado, las paredes blanqueadas y el piso
limpiado. Inmediatamente el Alcalde buscó a alguien para
que les construya un silo.28 Esto fue una novedad en la región.
Los primeros días fueron difíciles porque el sacerdote
prohibió a la gente que vendan a las misioneras productos
alimenticios. Pero poco a poco la gente empezó a llegar a la
clínica en busca de atención médica. Venían trayendo
productos de sus huertas y chacras. No traían para vender sino
para regalarles. ¡Qué agradecidas estaban las misioneras!
Cuando todavía se estaban acomodando en su nueva
habitación, llegó una carta de Elena con noticias
preocupantes. Algunos de los niños estaban enfermos.
Alguien debería ir inmediatamente para atenderlos. Aunque la
obra médica en Lamas necesitaba de la presencia de ambas,
no había otra alternativa. Ana decidió volver a Moyobamba.
Eran días de inviernoP
A causa de la lluvia había lugares donde Ana
obligadamente tenía que apearse de su caballo por lo
peligroso del camino. A menudo Ana y Lucho, su ayudante,
se hundían hasta las rodillas en el camino fangoso. Tenían
que cuidar de no enredarse en las enmarañadas ramas de
arriba mientras que en el suelo resbalaban y tropezaban al
pasar a veces por sobre inmensos árboles caídos y mojados.
Les asustaron víboras e insectos venenosos que aparecían de
vez en cuando delante de ellos. Casi al final del viaje los
zapatos de Ana se le rompieron y tuvo que deshacerse de
2
Pozo séptico, para los servicios higiénicos.
3 Así llaman en la región los días de lluvia.
Lamasman 51
ellos y continuar el resto del camino descalza.
Ana se alegró al ver a los niños nuevamente ya fuera del
peligro de la epidemia que había azotado. Elena quiso que
Ana descansase algo; pero ella, la misma a quien las
sociedades misioneras habían rechazado por razones de su
salud, era una máquina incansable de acción. Apenas llegó se
refrescó con un baño y de inmediato, sin esperar un minuto
más, empezó a empaquetar las cosas para el traslado de toda
la familia a Lamas. Todos ayudaban. No se podía perder
tiempo. Tenían que estar en Lamas para la llegada de Lucía.
Se alentaron al saber durante esos tiempos difíciles y ese
viaje en particular que su Iglesia y el Comité en Londres les
apoyaban constantemente en oración.4 Poniendo toda su
confianza y fe en Dios para la dirección y protección divina,
Ana y Elena se prepararon, juntamente con los once niños con
que ya contaba el hogar, para el esperado viaje a Lamas.

4 El Boletín de William Soper, su hermano, indicó que habían esperado


varios meses sin recibir ninguna carta de sus queridas misioneras en el
Perú, y por fin llegaron 9 cartas el mismo día, donde leyeron de esa
experiencia del traslado a Lamas.
11
Por los Montes 1

El primer día del viaje a Lamas2 empezó muy de


madrugada. Eran las cuatro de la mañana cuando Elena saltó
de su cama al oír su reloj despertador. Llamó a las niñas
mayores para que se levantasen. Tenían que ayudar a la

1 Isaías 52:7
2 En octubre de 1929.
54 LOS CHASQUIS DEL REY
cocinera a preparar el desayuno.3 Para fiambre Martina y
Manuela hicieron juanes,4 uno para cada persona. Iban a
comer bien por lo menos el primer día del viaje. Llevarían
plátanos, el alimento básico de la región, huevos y pescado
seco para cocinar en el camino.
Todos trabajaban como hormigas. Empaquetaron en bolsas
impermeables cada uno sus cosas y las del hogar. Los varones
aparejaron las bestias, amarraron las bolsas y las metieron en
las alforjas. A media mañana, cuando ya estaban listos para
partir, el cielo se oscureció y en pocos minutos cayó un
tremendo chaparrón. Eso retrasó la partida. Tomaron, entre
tanto una comida ligera. Pronto después de la lluvia apareció
el sol. La lluvia había lavado todo, refrescando los árboles,
techos y el suelo arenoso. Ana salió apresuradamente a la
calle con sombrilla en mano; se dirigió a la oficina de
telégrafos.
—No me esperen, por favor —dijo—. Tengo que enviar a
mama Rodita un telegrama
para avisarle que ya estamos
de camino.
Las niñas menores
subieron a las sillas de
transporte,5 entre alegres y
nerviosas. Franky y Ruthy
formaron una pareja en la
primera silla, Ana María y
Otilio en la siguiente. Los
niños mayores montaban los
caballos por tumos.
Martina, vestida con su
uniforme de Chica Guía (Girl

3
Pelar y sancochar los plátanos, cocinar huevos y hacer el café.
4 Potaje especial de la Selva hecha de arroz con presas de gallina o
pescado envuelto en bijáo (hoja ancha de la región que se usa para
envolver cualquier alimento).
5 Cajones de madera hechos a propósito para cargar gente en viajes.
Por los Montes 55
Guides) que trajo de Inglaterra, empezó a caminar halando a
su perrito, Capitán. Ana había insistido que Elena debía ir
cargada, porque no estaba acostumbrada a tales viajes. Desde
el primer instante Félix, el carguero que le llevaba, iba
quejándose. Posiblemente había pensado que llevaría niños:
—Las inglesas son demasiado pesadas —protestaba
repetidamente.
Elena trató de ignorarlo. Se ocupaba más bien en divertir a
los chicos:
—Niños, ¿oyen? El río Mayo habla. Dice: “Vengan, ¿por
qué demoran tanto? Yo también estoy yendo a Lamas.”
Los niños veían al río correr vertiginosamente muy cerca
del camino, contrastando con el paso lento de los viajeros.
Elena quería llegar antes de anochecer por lo menos a Gera,
un pueblo que dista aproximadamente diez kilómetros de
Moyobamba. Ahí pensaba pasar la noche. Después de tres
horas apenas habían recorrido la mitad del camino. La alegría
de la partida había desaparecido. Poco más adelante vieron
una casa. Los niños porfiaron por quedarse allí para pasar la
noche.
Los dueños de la casa les recibieron bondadosamente. Pero
tenían que acomodarse como podían entre animales y otros
viajeros debajo de la habitación principal de los dueños de la
casa. Minutos después el sol ya se había ocultado.
En medio de la habitación, que no tenía aún paredes, el
fuego proyectaba sus lenguas movedizas en los rostros de la
gente. Una familia nativa, de habla quechua, estaba
calentándose alrededor de aquella fogata. Después de comer,
los niños tendieron sus esteras6 para dormir. Elena oró y
después se acostó junto a ellos. ¡Tanto anhelaba pasar una
noche tranquila! pero cerca a ella había una manada de cerdos
que no dejaban de gruñir toda la noche. Por eso y porque no
le resultó cómoda la estera sobre el piso rústico, apenas pudo
dormir. Así despertó a todos temprano para comer y luego
proseguir viaje.

6 Camas improvisadas tejidas de hoja de palmera.


56 LOS CHASQUIS DEL REY
En el segundo día de viaje, Elena dijo, “No gracias,” a
Félix, quien con tan mala gana le había cargado. Prefirió ir
montada sobre la muía, Bobby. Las niñas mayores
aprovechaban turnándose en la silla vacía. Subieron un gran
cerro y al llegar a la cumbre se detuvo la marcha para un
breve descanso y almuerzo. Luego emprendieron el descenso,
abriéndose paso entre bejucos y enormes helechos, cuya
altura era mayor que la de un hombre. Elena estaba
maravillada de la belleza del bosque, con la variedad y
hermosura de las plantas exóticas que veía.
Ana recién les alcanzó por la tarde en el camino. Venía
caminando porque no podía montar a Pinto a causa de una fea
herida en el lomo. En las subidas y bajadas, cuando el camino
se tomaba escarpado, Ana se apeaba para no lastimarlo más.
Pronto estaba poniéndose el sol. Continuaron el viaje a la luz
de la luna, no sin problemas con los caballos. Bobby, por
ejemplo, rehusaba llevar a su jinete. Sentía el dolor de la
herida en su lomo. Un poco más adelante, encontraron un
tambó1 donde pasaron la noche.
El tercer día llegaron a Calavera al mediodía. Según el
diario de Elena: “Fue el día en que el camino era más fangoso
que todos los días anteriores. El camino desde Calavera a más
de cerrado estaba muy mojado. El follaje era más espeso y se
doblaba, impidiéndonos pasar.”
Uno de los peones se adelantó cargando a Ana María,
dejando a Otilio caminar solo por un costado del camino a
causa del fango. Así la caminata era muy lenta. Pasar por
encima o debajo de los árboles caídos llegó a ser cosa de
rutina y se hizo más penoso por la lluvia. Más tarde
encontraron un mejor camino.
Aún con ropa húmeda sobre sus cuerpos, se sintieron
mejor después de descansar. Era el cuarto día del viaje. El
camino era un solo fango hasta llegar a Roque, una aldea con

n ,
Casa rustica, a veces nada más que techo y orcones, sin paredes donde
quedaban los campasinos cuando hacían trabajos en las chacras que
quedaban lejos de la ciudad o pueblo.
Por los Montes 57
casas en un claro del bosque rodeado de cerros. Les faltaba
todavía subir el famoso cerro, llamado Campana,
impresionante por su altura. Los cargueros so pretexto de
descansar, se detuvieron en Roque. Lo que en realidad
querían era tomar el ventisho casha casha.8 Algo mareados ya,
los peones recién pudieron proseguir el viaje.
Llegaron a la cumbre. Desde allí se podía apreciar el
majestuoso valle del río Mayo y a la distancia hasta el río
Huallaga. Elena pudo ver por primera vez Lamas, asentada
sobre una colina y más allá, en el horizonte, un bello arco iris.
Era una preciosa visión. Lo vio como una promesa de
bendición para el futuro ministerio en Lamas.
Continuaron el camino hasta que la oscuridad les “pescó”.
Pensaban llegar hasta el río Mayo, pero tuvieron que pasar la
noche en alguna parte, teniendo como techo el cielo infinito.
A pesar de tantos contratiempos y aunque Ana tuvo que
admitir que nunca antes se había sentido tan agotada, siempre
seguía adelante animando a los otros viajeros a hacer lo
mismo. El quinto día las dos niñas Franky y Ana María iban
cargadas por Félix. Después de una hora de viajar, Ana María
se movía incómodamente en la silla de cargar.
—Tengo miedo —susurró a Franky—. Está tomando de su
botella.
—No me diga, —contestó la pequeña y delgada Franky.
—No debes tomar ese ventisho —Ana María se atrevió a
decirle a Félix cuando otra vez vio que sacaba la botella que
había traído clandestinamente del trapiche9 en Roque.
—¿Quieres que te cargue? Bájate si no te gusta —le
contestó y siguió renegando hasta que les forzó a bajar a las
dos de la silla.
Cuando las misioneras oyeron que las niñas lloraban de
miedo, volvieron para ver lo que pasaba y ahí venía Félix
ebrio y con su silla vacía.
—No voy a cargarles porque son malcriadas —dijo al

8 Jugo de caña fermentado y espumoso que marea con facilidad.


9 Máquina rústica para moler caña de azúcar para extraer el jugo de ésta.
58 LOS CHASQUIS DEL REY
pasar, pronunciando con dificultad las palabras por efecto del
ventisho.
La única solución fue montarles sobre las bestias. Ana
ayudó a Ana María subir sobre Pinto y Elena a Franky sobre
Bobby. Bien pronto Elena vio el río grande adelante.
—¡Es el Mayo! —dijo, y dirigiéndose a las niñas—
¿Recuerdan lo que les había dicho en Moyobamba que el
Mayo iba hacia el mismo valle a donde vamos nosotros?
De repente Franky se volteó y gritó a los que venían atrás:
—¡Es el Mayo!
Y toda la comitiva se regocijó por la alentadora noticia.
Pronto estaban a la orilla del Mayo. Cuando los hombres
habían bajado sus cargas y las de los animales y las pusieron
dentro de la canoa, las niñas menores entraron primero.
Franky, la más chiquilla, y Ruthy se sentían tranquilas junto a
su tía Elena en la canoa. Vieron interesadas a los hombres que
ponían más cosas en la otra canoa y a Mamanita cuando
entraba con los niños mayores en la canoa.
Como la mayoría de la gente de Moyobamba Franky y
Ruthy no estaban acostumbradas a los viajes por río.
Temieron cuando vieron a los peones jalar a los animales
hasta la proa de la canoa, sosteniéndolos con la soga corta
mientras que los bogas les empujaron hacia el centro del río.
—¡Se van a ahogar! —gritó Franky entre asustada y
llorosa. Pero se tranquilizó al ver que los animales estaban
nadando sin problemas junto a la canoa.
Pronto todos estaban salvos y seguros al otro lado del río.
Félix ya estaba sobrio. Y, arrepentido por haber faltado a su
responsabilidad, estuvo de acuerdo en cargar a Franky y Ana
María nuevamente.
—Y con mucho cuidado —le reconvino Ana.
Después les tocaba subir todavía otra cuesta interminable
para llegar a Lamas. Cuando ya anochecía hicieron su ingreso
a Lamas. Y llegaron a la casa de la Misión.
—¡Ani! ¡Elenita! —exclamó Roda al verlas entrar en la
sala oscura del hogar —¡Ya han llegado! ¡Gracias a Dios!
Los peones llegaron atrás con los otros niños. Primero los
Por los Montes 59
mayores entraron dejando caer sus alforjas sobre el piso.
Todos gozosos por estar en casa, se reían y hablaban del
viaje, felices de que los sufrimientos habían quedado atrás.
Roda, mientras tanto, con la ayuda de la empleada, preparó
una olla de sopa y plátanos, avivando el fuego de la tullupa.10
Después de comer, los niños fueron a sus camas. Se
envolvieron en sus frazadas y pronto quedaron profundamente
dormidos, como angelitos, soñando con el mañana.

10 Üna cocina primitiva de piedras y barro cocido.


12
--------------------------------------------------------- p* . .
I

Aprendiendo
Armonía Lucía Kisky

La casa de las misioneras entró en movimiento temprano


al día siguiente de la llegada de la familia a Lamas. Las
muchas voces que hablaban al mismo tiempo impedían que se
entendiese algo. Al mismo tiempo había un optimismo por
todo lo novedoso de la nueva vida.
Roda con sus chicas de servicio prepararon el desayuno.
Ana se apresuró para abrir la clínica. Al pasar los días, ella
observaba con gran satisfacción cómo algunos indígenos
venciendo el temor1 traían a sus enfermos. Mientras las
misioneras trataban de aprender la lengua quechua, porfiaban
en hacerse entender de alguna manera con gestos y sonrisas.
El amor iba derribando muchas barreras.
Motivo de gozo fue también la llegada de una carta. Era de
Lucía Kisky. La nueva candidata preguntó si todavía
requerían sus servicios. Había obtenido el respaldo que
necesitaba para su sostén económico en el Perú. ¡Y estaba
lista para venir! Ana envió su respuesta a la oficina de
William Soper en enero de 1930, con solo estas dos palabras:
KISKY NECESITADA. Se pusieron en movimiento los

1 Los quechuas tenían temor a las gringas aún más que los mestizos por
razón de las amenazas de los sacerdotes y los brujos.
Aprendiendo Armonía 61
trámites para su viaje.
Mientras tanto las misioneras compraron varias hectáreas
de tierra.2 La propiedad era atractiva en parte porque tenía
dos fuentes de agua. Seguidamente planearon construir una
casa para acomodar allí a la familia. Trabajadores contratados
la hicieron con paredes de quincha, piso de tierra afirmada y
techo de hojas de palma. Llamaron “El Nido” a la nueva casa.
Tocaba a los varones mayores la responsabilidad de cuidar
los animales y cortar, con sus machetes, el follaje alrededor
de la casa. También traían lefia y agua del pozo en barriles3
para las necesidades de la casa. Elena salía diariamente
camino a la tina4 a lavar la ropa con las niñas. Charlaban
alegres mientras iban llevando cada una su propia bandeja
sobre la cabeza. No había quejas. Toda niña peruana debe
aprender a lavar sus propias ropas a temprana edad.
Lucía, la nueva misionera, esta vez no venía a San Martín
por Lima. Era demasiado esperar que una señorita pasara sola
la cordillera por donde habían venido las primeras misioneras,
pasando sustos como con el esqueleto, cruzando puentes
colgantes y muchos peligros de muerte en las alturas.
Lucía más bien cruzó el Atlántico hacia el río Amazonas,
en Brasil. Desde allí navegó a Manaus, luego a Iquitos, Perú,
terminando su navegación en las aguas del río Huallaga, en
Yurimaguas. Ana fue a su encuentro por tierra. El viaje entre
Yurimaguas y Lamas duraba seis días o más; no obstante, era
mucho mejor que seis semanas cruzando montañas altísimas
de la Sierra. ¡Qué encuentro feliz el de las dos en
Yurimaguas! Ana podía conocer de paso, y con mucha
9
Lamas llegó a ser conocido como “la ciudad de tres pisos”. La
propiedad que compraron estaba en él primer “piso”, la parte más baja
del pueblo.
3 En la región los varones cargaban agua en pequeños receptáculos
(barriles) de madera sobre sus espaldas sostenidos en las frentes con una
pretina (cinta de algodón, tejida, ancha y fuerte).
4 El pozo era una de las fuentes a donde iban los muchachos de la casa
para traer agua. Las niñas iban a la otra fuente que llamaron “tina” para
lavar sus ropas.
62 LOS CHASQUIS DEL REY
satisfacción, la ciudad-puerto de Yurimaguas. De inmediato
las dos viajeras enfilaron hacia Lamas.
Lucía, que por primera vez en su vida veía un cerro tan
alto, pensó que nunca alcanzaría la cumbre del cerro
Escalera,5 a pesar de que los cargueros les llevaron por las
partes menos escarpadas en las sillas de carga. Había mucho
barro. El descenso fue otra historia. Así y todo, después de un
total de cincuenticuatro días de viaje, Lucía llegó finalmente
al soñado Lamas.
Agregó a la familia su espíritu alegre y su buen sentido de
humor. Fue bien recibida. Llegó a conocer a los niños:
Martina y su hermano César, Ana María, Consuelo, Franky,
Manuela, Emerson, Roberto, Inés, Ruthy y Otilio. La familia
ya sumaba diecisiete en total; ese número incluía niños y
empleados.
Lucía estaba consciente sobre la necesidad de enseñar
acerca del amor de Dios, el perdón por Jesucristo y cómo
vivir en armonía unos con otros y en humildad. Eso se veía
cuando iban las niñas un tanto vanidosas al templo para la
Escuela Dominical, bien limpias y peinadas, con vistosos
vestidos y lazos que ataban a su cabello. Lucía creía que a los
varones les gustaba, como a las niñas, caminar en grupo por
la calle. No era así. Ellos tenían algo de vergüenza cuando los
vecinos de ambos lados de las calles salían para verlos pasar
todos uniformados ¡con pantalones cortos (recibidos de
Inglaterra) y sin zapatos! Pero los muchachos no dijeron nada
a sus mamás inglesas. No dieron importancia. Pensaban que,
finalmente, quizá era mejor soportar la vida con las
misioneras, pues habían ventajas.
Una de esas ventajas era que con la llegada de Lucía
podían aprender más canciones. Lucía era experta en música
y les enseñaba a cantar a cuatro voces. ¡Cómo les gustaba
cantar! Los creyentes cantaban con gusto no solamente en el
templo, lo hacían también en sus casas, en el campo, por los
caminos, y por todas partes. Razón hubo cuando se ganaron el

5 2,500 mts. s.n.m.


Aprendiendo Armonía 63

Coro de Jóvenes, Iglesia San José de Sisa

distintivo de “la Iglesia que canta”.


Los niños consideraban también como otra ventaja la
oportunidad de aprender inglés y algunos esperaron aprender,
también, algo de la cultura inglesa. Por supuesto que las
misioneras no habían pensado enseñar cultura. Supieron, sin
embargo, que en el hogar y también en una escuela cristiana
los niños podrían aprender la Palabra de Dios y así desarrollar
caracteres bellos y nobles.
Lucía tomó la responsabilidad del hogar y cuando Elena se
perfeccionó algo más en la lengua española abrió la Escuela
Particular Evangélica en Lamas. Al principio solamente los
niños del hogar se beneficiaron porque el Ministerio de
Educación no reconocía oficialmente la escuela. Y aunque
Elena era profesora titulada en Inglaterra, no podía ofrecer a
sus alumnos el esperado reconocimiento en otros colegios del
país. Provocó impaciencia en muchas familias, aún de algunas
gentes de la sociedad, que querían aprovechar, para sus hijos,
de la educación que consideraban como superior a la de la
región y del país.
Hubo otro problema en la escuela, era el de espacio
limitado. El mismo salón donde se reunían los alumnos para
sus clases escolares era transformado los domingos y por las
noches en una sala-auditorio. En el día se abría, al frente en el
mismo salón, la clínica. Era difícil enseñar una clase mientras
gritaban los pacientes, niños especialmente, cuando les tocaba
64 LOS CHASQUIS DEL REY
tomar purgante o recibir inyecciones.
Los purgantes y las inyecciones tuvieron el resultado
deseado y la obra médica crecía. Las misioneras oraron
buscando la voluntad de Dios para resolver el problema de
ubicación. Más tarde se convencieron que Dios las estaba
dirigiendo a construir un hospital en la propiedad de la
Misión.
Muchos ciudadanos del pueblo prometieron ayudar con
mano de obra si las misioneras compraban los materiales.
Ellas tenían ciertos recursos en caja que dedicaron para ese
fin. Había mútuo consenso que un esfuerzo así unido traería
beneficio para toda la comunidad.
El trabajo empezó bien. Contrataron a un perito
constructor de Moyobamba que dirija la obra. Algunos
empleados cortaron y trajeron maderas de sus chacras.6 Otros
se dedicaron a aplanar el terreno; otros a limpiar el bosque.
Una mañana sorpresivamente no aparecieron los obreros y el
material que habían preparado, inclusive las enormes vigas,
habían desaparecido. Más tarde se supo que el Alcalde que
con buen ánimo había apoyado el trabajo, también fue cesado
de su cargo. Una autoridad superior a él se oponía al
proyecto.
No había tiempo para lamentos. Ana no se dio por vencida.
Buscó a otros trabajadores para ampliar más bien El Nido.
Pronto estuvieron las paredes y el techo listos. Y antes de que
empezara la estación de lluvias, la numerosa familia estaba
regocijándose en una casa más espaciosa. Ana trasladó la
clínica, también, a la casa renovada. Quedó así aliviado el
problema de espacio para la escuela.
Elena como profesora iba ganando el respeto de todos. Un
día estaba preparándose para las clases del nuevo año escolar
cuando vino a visitarle el Inspector de las escuelas de San
6 Ocasionaba mucho esfuerzo cortar un árbol de madera dura para las
vigas. Requería hasta 30 hombres para sacar una sola viga del bosque, y
demoraba varias horas cargar en sus hombros cada viga pesada a la sede
de la construcción. Era necesario preparar unas 6 u 8 de ellas para un
edificio como el hospital.
Aprendiendo Armonía 65
Martín y del Huallaga. Vino acompañado de dos oficiales del
Ministerio de Educación.
—Reconocemos sus habilidades —dijo el Inspector—, por
eso la hemos nombrado Directora de la Escuela Central de
Mujeres de Lamas. Esta es una solicitud formal de nuestra
parte, con oficio al Ministro del Ramo para su nombramiento
oficial.
Elena se sorprendió a la vez que se sintió privilegiada. No
le parecía mal gozar de una posición social y quizá de un
buen salario; pero la razón de la venida de las misioneras de
ultramar y de su presencia en Lamas fue otra, la de enseñar la
Biblia. Si ella aceptaba la invitación tendría que someterse a
otras normas. Por tanto, declinó amablemente aquella
invitación, expresando su agradecimiento por la honra que
ellos le hicieron al invitarla.
La escuela evangélica, ya con mayor espacio, crecía
rápidamente. La población escolar llegó a cuarenta y “cubría
las edades de cinco hasta los dieciseis años. Poco después la
escuela fue reconocida oficialmente por el Ministerio de
Educación con el nombre de Escuela Británica.
En 1932 los alumnos de la Escuela Británica participaron
en su primer desfile escolar de Fiestas Patrias. Como buenos
ciudadanos peruanos, marcharon leales secundando su
bandera. Desfilaron con paso marcial frente a las autoridades.
Cuando resonaban los aplausos en la Plaza, Ana y Roda
recordaron aquel primer Día de la Independencia que pasaron
en Moyobamba, en 1922. Con mucha emoción y gratitud al
Señor fueron testigos de una realidad que antes sólo era un
sueño: Cantando “Somos Libres” en la plaza unos niños
peruanos que conocían algo de la libertad de Cristo.
Es una realidad que con la llegada de las misioneras a
Lamas se inició una transformación en muchas vidas, no
solamente de los niños, sino también de mucha gente adulta
de San Martín. Se abrieron así tanto física como material, y
espiritualmente nuevas esperanzas para la gente de Lamas.7

7 Tabel Coral Carbajal, “Lamas Antes y Después de 1930”.


13
¡Qué Dolor!
Después de terminados los exámenes del primer semestre,
las vacaciones de dos semanas permitieron a Elena asistir a
una convención de maestros en Tarapoto. Tarapoto es la
ciudad más cercana a Lamas, a unos veinte kilómetros de
distancia. La recibieron amablemente y le asignaron un cuarto
privado.
Al siguiente día ella hizo una exposición sobre el tema que
le pidieron. Era referente al sistema de educación en
Inglaterra. Lo hizo magistralmente y recibió por ello la más
calurosa felicitación de los oyentes. Terminada su
participación se despidió de sus nuevos colegas para
emprender su retorno a Lamas.
Elena esperaba que llegase Ana. Su tía le había prometido
venir para acompañarla en su regreso. En lugar de Ana llegó
un joven con una nota para Elena. Traía una mala noticia.
Ana se había caído de la muía y había tenido que regresar a
Lamas. Al saberlo, Elena montó su caballo y regresó lo más
rápido que pudo a Lamas.
Ahora era Ana la que tenía necesidad de atención médica.
Elena y Lucía no eran enfermeras y Roda no estaba
acostumbrada a arreglar huesos y mucho menos los de Ana.
La hinchazón del brazo no permitía saber si estaba fracturado
o dislocado el hueso. Optaron por enviar un telegrama urgente
al doctor MacKay. Después de una noche entera de intenso
dolor, Ana notificó a las otras misioneras su determinación:
¡Qué Dolor! 67
—Debo ir a Moyobamba.
—¡¿A Moyobamba?! —exlamó Lucía horrorizada— ¿Tres
días de viaje, en pésimo camino y con un brazo lisiado?*
¡Imposible. No lo permitiremos!
Pero a Ana no le parecía imposible. Muchos pacientes
habían llegado de lejos a la clínica evangélica para ser
atendidos en circunstancias similares, ¿por qué no podría
hacerlo ella? Haciéndose la sorda siguió dando órdenes.
Ensillaron su caballo. Intentó montarlo; no pudo. Ordenó de
inmediato contratar un cargador. Cuando no pudo levantarla,
ordenó buscar a otro más fuerte. A la confusión de todo se
sumó un nuevo elemento: una fuerte lluvia. Mientras
esperaban que pase la lluvia, llegó un telegrama del doctor
MacKay: NO VIAJE. VOY A LAMAS.
Lucía estaba arreglando el cuarto y Elena preparando una
comida especial para el visitante, cuando escucharon a uno de
los varones que anunciaba alegremente:
—¡Ya llegó el doctor MacKay!
Fueron a ver. Y, de veras, estaba apeándose de su caballo
en el pórtico de la Misión. Debió haber partido de
Moyobamba antes de que la Oficina de Telégrafos enviara el
telegrama.
—¿Dónde está la señorita Ana?
Preguntó el doctor MacKay de inmediato. Con habilidad
movió el brazo afectado de Ana y al instante el hueso volvió a
su lugar. Ana empezó a sentirse mejor. Luego corrió una
célebre noticia:
—Un doctor está en la Misión. Es un gringo. Huirá cucha,
mutiñahui2 ¡Va a hablar esta noche...en la Iglesia
Evangélica!
El doctor MacKay expuso aquella noche la Palabra de
Dios a un grupo numeroso de gente. Al día siguiente, por la
tarde, dirigió la Palabra a la juventud en la Sociedad del
Esfuerzo Cristiano. Dios se glorificó en ambas reuniones.

1 Lisiado llaman en la región a una luxación (hueso dislocado).


2 Piel blanca con ojos azules y claros.
68 LOS CHASQUIS DEL REY
Cuando el doctor se dispuso ya a regresar a Moyobamba, los
creyentes enviaron saludos por su intermedio a toda la Iglesia
Evangélica de Moyobamba. Se gozaron con este vínculo de
comunión.
Recién había salido el doctor de regreso a su casa y todavía
parecía que era un sueño agradable aquella visita, cuando
ciertos rumores empezaron a circular. Alguien en el hogar
estaba difundiendo acusaciones falsas en contra de las
misioneras. No demoró mucho en saberse que era Martina, la
misma niña que había acompañado a Ana y Franky a
Inglaterra.
—¿Martina dijo eso? —preguntó Ana bastante perturbada.
Los otros niños confirmaron. Ellos y los trabajadores de la
Misión se vieron entremezclados en un serio conflicto.
Algunos se pusieron del lado de las misioneras; otros, en
contra. Sospecha y desconfianza reemplazaron al gozo y a la
armonía de los días anteriores. Ana procuró hablar con
Martina pero la niña la esquivaba. La pena del rechazo de uno
de sus queridos niños, y especialmente de Martina, era peor
que el dolor de un brazo dislocado.
Muy temprano, aún oscuro al siguiente día, Ana escuchó
golpes en la puerta de su cuarto. Allí estaba una de las niñas
con la alarmante noticia que Martina había desaparecido de la
casa. Ana se vistió, aunque con mucha dificultad debido al
dolor que aún tenía en el brazo, para ir en busca de Martina.
Con el farol le buscó en la sala, comedor, cocina y
depósito. También fue al gallinero y al baño. No la encontró.
Llevando su farol, fue hacia el pueblo para pedir la ayuda de
las autoridades mientras la noticia corría como un reguero de
pólvora por todas partes.
“¿Por qué habrá querido hacernos sufrir esta niña?” se
preguntaba Ana dolida. Pensaba que no habían tenido ningún
problema que la ofendiese. Ese día las misioneras se
arrodillaron escudriñando sus corazones con ayuno y oración.
Por la tarde llegó la noticia de que alguien la había visto
cerca del río Mayo. Ana, Roda y Elena salieron a buscarla,
dejando a Lucía con los demás niños. Casi a la media noche
¡Qué Dolor! 69
llegaron al lugar mencionado.
Despertaron a los dueños de la casa. Le hicieron la
pregunta obligada. Estos dijeron que estuvo allí pero que
había cruzado el río con una familia. Alumbrándose con el
farol, Roda y Elena encontraron una canoa, entraron en ella,
dejando a Ana que esperase en la playa. Intentaron cruzar él
río torrentoso sin saber manejar la canoa. La corriente era
fuerte y la luna ya se había ocultado. Todo era oscuridad.
Muchas rocas hacían que el cruce sea una hazaña aún de día.
Nadie sabe cómo cruzaron. Econtraron a Martina durmiendo
en el suelo en un tambo desocupado.
—¡Martina, levántate! Tenemos que irnos.
Medio aturdida, la niña se puso de pie y las siguió sin decir
una sola palabra. Repitieron el milagro de cruzar el río. Al
otro lado se reunieron con Mamanita. Iniciaron, entristecidas,
el camino de retorno a Lamas. Demasiado cansadas para
hablar se contentaron con haber encontrado a la “ovejita”
perdida.
—Cuánto más grande es un niño, tanto más serios son sus
problemas —comentó Lucía moviendo tristemente su cabeza.
Ana trató nuevamente de hablar con Martina. Esta vez
confesó. También dijo que había aprendido una lección muy
dura. Cuando el hombre con quien cruzó el río supo de quién
se trataba, estaba sorprendido:
—¿Tú eres del hogar de las gringas? —dijo:— ¿Y estás
huyendo? Eres una tonta. ¿Por qué huyes de las “gringuitas”?
Vuélve y procura aprender todo lo que puedas de ellas.
No queriendo ser cómplice de la huida de la niña, la había
dejado en el tambo, intuyendo que alguien vendría a buscarla.
Las palabras de aquel hombre y las horas de soledad en el
suelo frío, hicieron reflexionar a Martina sobre su insensatez.
Dios había guiado y protegido a las misioneras y a Martina
en el peligroso río grande. Dios tocó, también, el corazón de
Martina convirtiéndola nuevamente en una niña obediente.
Sin duda que como respuesta a las muchas oraciones Martina
llegó a ser una “linda señorita cristiana” como la describió
Ana años más tarde, cuando quiso enviarle a estudiar en
70 LOS CHASQUIS DEL REY

Costa Rica.3
El efecto benéfico de esas oraciones fieles de las
misioneras y de sus colaboradores en ultramar se había
sentido con toda claridad. Vicente Coral, el borrachín del
pueblo de Lamas, era otro que iba a sentir en su vida ese
poder. De él se hablará luego.

3 Por una guerra entre el Perú y Ecuador en esos días no pudo.


14 I
Don
Vicente
Vicente Coral era un agricultor, ancho de hombros, bajo de
estatura típico hombre de selva y, por añadidura,
sanmartinense. Una noche de Semana Santa estaba siguiendo,
como buen católico, la procesión por las calles pedregosas de
Lamas. Estaba otra vez ebrio.
Al acercarse al templo evangélico cambió abruptamente su
estado de ánimo, de piadoso a travieso. Se apartó de la
procesión y parándose frente a una de las ventanas del
templo, se puso a remedar al predicador. Con esto provocó
hilaridad entre la gente curiosa que se había parado, como él,
afuera para ver lo que sucedía adentro.
Más tarde, luego que el sacerdote católico y los feligreses
habían terminado de hacer los consabidos rezos de Semana Santa
en la esquina del pueblo y los evangélicos habían
concluido el culto, Vicente salió tambaleando hacia la calle.
Jugaba con unas pocas monedas que llevaba en el bolsillo.
Estas las había guardado para la Virgen. De repente le vino
otra idea: Comprar una biblia de las “gringuitas”. Se acercó a
Ana cuando ya estaba echando llave a Ja puerta del templo.
—Buenas noches, señ...ita. ¿Sabe? ¡Ne...sito comprar una
Biblia! ¿Tiene?
72 LOS CHASQUIS DEL REY
Ana se asustó cuando oyó el balbuceo de palabras que
provenía desde la oscuridad. Giró sobre sí y reconoció de
inmediato al borrachito, que como siempre tenía la barba
crecida, aunque escasa y el pelo negro enmarañado.
—Buenas noches, señor. Sí, hay biblias —contestó Ana
con amabilidad.
Introdujo nuevamente la llave oxidada de fierro y abrió la
puerta del templo. Luego le mostró una Biblia. Para la compra
de una Biblia le faltaba dinero a Vicente. Pero Ana le entregó
gustosamente una copia, diciéndole:
—Ahora le toca a usted leerla. Que le aproveche. No la
guarde en un baúl o en algún rincón escondido. Si la lee,
encontrará en ella el mensaje que usted necesita.
En ese mismo instante, Ana, como era su costumbre, oró
por la salvación de aquel hombre esclavo del vicio. Vicente,
por su parte, después de balbucir algunas palabras de gratitud,
abrazó su tesoro y salió zigzagueando entre las sombras de la
noche, supuestamente en dirección a su casa.
Siempre amante de los libros, a pesar de estar ebrio, se
propuso leer y encontrar el mensaje del cual le había hablado
la misionera. No podía esperar para comenzar aquel libro
prohibido.1 No obstante, llegando a casa aseguró su tesoro en
el baúl2 y guardó la llave en su bolsillo.
Vicente durmió aquella noche hasta que le pasó el efecto
del licor. Despertó cuando el sol estaba bastante bien arriba
en el cielo. Aparejó su muía y salió con dirección a su chacra,
algo distante del pueblo.
Terminado el agotador trabajo del campo, volvió a su casa;
se apresuró a bañarse y luego fue a su habitación a sacar el
extraño libro que había comprado. Sentado y recostándose
1 En aquellos días la Iglesia Católica Romana prohibía a sus feligreses la
lectura de la Biblia.
Era costumbre de los hombres tener un baúl privado bajo llave para
protejer sus papeles, documentos o tesoros de las manos de la esposa,
de los niños, o quienfuese. Abundan las historias de los secretos
a veces descubiertos cuando la esposa, por ejemplo, encontraba
en el baúl de su esposo alguna prueba de infidelidad.
Don Vicente 73
contra la pared empezó a leer el Evangelio según San Juan,
como le había indicado Ana.
El tercer capítulo de Juan le abrió el apetito para conocer
algo más de Cristo. El siguiente capítulo le presentó al
Proveedor del Agua de Vida para su alma sedienta. Así, día
tras día, después de su trabajo, Vicente se encontraba sentado
en su banquito leyendo atentamente el libro de Dios hasta que
oscurecía.
—¿Qué haces, Vicente? ¿Estás leyendo ese libro otra vez?
—le recriminó Manuela, su esposa, con voz poco inteligible
por causa de los dientes que le faltaban—. El cura nos ha
prohibido leer los libros de las extranjeras. Dice que están
llenos de herejías y que las gringas son el mismo demonio.
—¡No, Mañuquita! —respondió Vicente—. Este libro es la
verdadera Palabra de Dios. De eso estoy bien convencido.
Créeme que es el sacerdote el que está equivocado. Mira...
Y comenzó a leerle ciertos pasajes del libro. A solas leía
también incansablemente. Desde aquel día de abril que había
comprado su Biblia, en cada momento libre, leía versículo tras
versículo, página tras página, libro tras libro, tanto del antiguo
como del nuevo testamento.3 Los meses que siguieron
continuó saciando el hambre de su alma. También empezó a
asistir a los cultos para aprender más y más.
Una noche cuando Ana había terminado de dar una lección
bíblica, se acercaron Vicente y su esposa, Manuela, a ella
deseando hablar en forma privada. Triunfó la gracia. Ambos
hicieron en ese instante su decisión de aceptar y seguir a
Cristo. Los dos pusieron su fe en el Señor como su Salvador
personal. Después Vicente contó a sus amigos, con un
entusiasmo que desbordaba, que Dios le había cambiado y
que no sería más esclavo del vicio.
—¡Ja, Vicente! —le contestaron en tono de burla—. Te
has vuelto loco. Ese libro maligno te ha trastornado el
cerebro.
—Pues —contestó—, si es así, cómo dicen una locura,
'i
Información grabada del testimonio de Vicente para la autora.
74 LOS CHASQUIS DEL REY
entonces es una locura que será para bien y no para mal,
porque soy un nuevo hombre.
Manuela también experimentó el cambio. Ahora escuchaba
encantada la lectura de la Palabra de Dios mientras
desgranaba el fréjol o escogía el arroz para la cena. Desde
entonces asistían juntos, Vicente y Manuela, a los estudios
que daban en el templo.
Manuela deseaba enseñar una clase en la Escuela
Dominical, pero no le era posible por causa de sus muchas
responsabilidades en el hogar y su numerosa familia. En
cuanto a Vicente, él quería pregonar desde los techos de las
casas, si fuese posible, lo que el Señor había hecho por él.
Dijo:
—Desde el día de mi conversión vi el mundo de una
manera diferente. Mi experiencia ha sido como la de Job. El
patriarca exclamó: De oídos te había oído; mas ahora mis
ojos te ven. Por tanto, me aborrezco, y me arrepiento en
polvo y ceniza (Job 42:5,6).
Vicente dijo a continuación:
—Así primero entró la revelación de Dios en mi cabeza a
través de mis ojos, por la lectura, luego penetró en mi alma.
Llegué a conocer a Jesucristo como mi todo suficiente
Salvador personal y él me ayudó a abandonar por completo
mi vida anterior. Ahora soy un nuevo hombre.
Pasaron algunos meses. Vicente y Manuela seguían
creciendo en el Señor. Pidieron ser bautizados. Pero no
podían realizar su deseo porque Ana y Roda eran “meramente
mujeres,” en palabras de Vicente. También sumergir y
levantar a una persona del agua requería fuerza que, como
mujeres, obviamente, no la tenían.
Ana y Roda les enseñaron, también, que no podía hacerlo
cualquier hombre. Era necesario que sea convertido y
bautizado él mismo, que sea miembro de una Iglesia
Evangélica con doctrina sana y tenga buen testimonio. Les
enseñaron que estos requisitos eran necesarios para guardar el
prestigio de la fe y preservar el testimonio de la Iglesia.
En esos días llegó a Lamas, sorpresivamente, un visitante.
Don Vicente 75
Era el misionero Enrique Stohlman, amigo de Ana que
trabajaba en Iquitos, departamento de Loreto.
—¡Maravilloso! —dijo Ana entusiasmada— ¡Qué visita
más oportuna! Podemos pedirle que ministre un servicio de
bautismo.
Llegó el gran día. Después de una noche de lluvia
amaneció nuevo y glorioso. Con regocijo la comitiva partió
del pueblo. Iba cantando himnos por el camino serpenteante
que conducía cuesta abajo hasta el río Chupishiña.
El Señor Stohlman buscó en el río un lugar aparente para
bautizar. Deseaba que el agua llegase por lo menos hasta su
cintura. Estaba en presencia de una multitud entre creyentes y
curiosos espectadores. Con voz firme y fuerte para ser oído a
pesar del ruido de la corriente del río, leyó: Porque somos
sepultados juntamente con él para muerte por el
bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en
vida nueva (Romanos 6:4). Luego explicó el sentido del
texto. Dijo que el bautismo simbolizaba, al entrar en el agua,
la muerte del creyente a la vida de pecado y al salir, su
resurrección a una vida nueva y victoriosa en Jesucristo.
Los candidatos también tenían que hablar fuerte al dar sus
testimonios. Sus rostros estaban radiantes. Después uno tras
otro entraron al río y fueron sumergidos dentro del agua.
Simultáneamente el ministro decía:
—Te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
En seguida, cuando cada uno era levantado del agua todo
mojado, el acto solemne se volvió un laberinto. Los
espectadores se burlaban de ellos riéndose a carcajadas.
Nunca antes habían visto un bautismo por inmersión. Ni aún
el cántico de los creyentes pudo acallar el murmullo que
hacían. Pero no pudieron opacar el gozo del Señor en los
corazones de los creyentes. Regresaron alegres al templo para
celebrar la Santa Cena y organizar la primera Iglesia
Evangélica de Lamas.
Vicente llegó a ser una prueba viviente del poder
76 LOS CHASQUIS DEL REY
transformador del Señor. Dejó completamente el vicio que
por largos años le tenía esclavizado. ¡No se le vio más ebrio!
Más bien los fines de semana ayudaba gustosamente en los
viajes misioneros a los pueblos. Ensillaba los caballos y
guiaba a la comitiva por los caminos brindando ayuda a las
misioneras. Hacía todo con la mejor buena voluntad. ¡Era un
perfecto caballero!
Y con el tiempo, ya como miembro bautizado, obedeció el
desafío de enseñar y predicar a Jesucristo. Lo hizo con agrado
y firmeza. Ana y Roda habían pedido al Señor un hombre
para que ayudase en la obra. Y ya podían contar con Vicente.
Así otro chasqui entró al servicio del Rey.
Ana, por su parte, ya había comenzado a pensar en otros
nuevos campos de trabajo más lejos aún. Era el extenso valle
del río Huallaga.
Penetrando con el Evangelio
a la Región del Huallaga
Ana Soper y Eduardo Cifuentes, 1932
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15
...Y Por Los Ríos
En cierta manera Ana era como el apóstol Pablo. Siempre
sentía la urgencia de predicar el Evangelio en ...los lugares
más allá... (2 Corintios 10:16). Había muchos más que
necesitaban, como Vicente, alimentarse de la Palabra del
Señor.
Fue luego con un doble propósito que Ana iría a
Moyobamba con Lucía y Elena. En cierto modo era como una
vacación. Pero era más para pedir la dirección del Señor y
consultar con Eduardo Cifuentes, el joven predicador, sobre la
posibilidad de realizar con él una jira médico-evangelizadora
por el valle del Huallaga. Eduardo se mostró encantado.
Aceptó y de inmediato entró en acción.
Tomando en cuenta la importancia de conservar las
energías de Ana, optaron por viajar tanto como les fuere
posible por los ríos en canoa o en balsa. Eduardo, que tenía
algunos parientes en Picota, iría primero a preparar el lugar
para el arribo de Ana.
Elena decidió acompañar a su tía hasta Cuñumbuque, en el
río Mayo, en la primera etapa del viaje. Salieron con sus
bestias tan cargadas que apenas podían caminar. Llevaban lo
necesario para la cocina, clínica y cultos. Iban preparadas para
cualquier eventualidad.
Pero no se imaginaban que en el primer pueblo se les
.Y Por Los Ríos 79
rompería la única jeringa hipodérmica que llevaban. En esos
tiempos eran de vidrio. Ana había encontrado en el lugar a
muchos que sufrían con una enfermedad contagiosa que sólo
podía sanarse con inyecciones de salvarsán. Envió a Antonio,
su empleado de unos catorce años de edad, rápidamente a
Lamas para que traiga otra jeringa.
Esa noche realizaron un culto. Elena habló. La sala estaba
repleta. Al siguiente día también, ella dio un estudio bíblico a
una buena concurrencia. Por la tarde Elena volvió a Lamas
para atender su trabajo en la escuela, mientras tanto Antonio
regresó de Lamas con otra jeringa. Ana seguía atendiendo a
los pacientes hasta bien entrada la noche.
Como siempre, Ana empezaba el nuevo día en comunión
con su Señor a la par que muchos enfermos venían en busca
de atención. Pronto abrió su clínica/dormitorio para atender a
los pacientes. A la una de la tarde, Antonio le informó que los
peones estaban listos para iniciar el viaje río abajo. Habían
preparado una balsa.4 Antonio les alcanzaría más tarde con
las bestias por un camino de herradura.
Salió la comitiva y Ana con ellos. Tuvieron que pasar la
noche en una choza. Ana durmió en una hamaca sobre un
almacén de maíz seco. Bien temprano, al siguiente día,
emprendió el viaje, cambiando el medio de transporte de
balsa a canoa. Esta se deslizaba más rápido sobre las aguas,
río abajo.
A las siete de la mañana ya estaba cerca a Juanguerra,
pueblo casi a la orilla del río Mayo. Ana tuvo que hablar a los
remeros gritando por causa del ruido de la corriente.
—El río está muy crecido, ¿podrían dejarme al otro lado
cerca del pueblo? —les pidió.
Pero los remeros no atendieron a su pedido porque estaban
apurados. Atracaron, para dejar a Ana sola en la playa con su
equipaje, en la orilla opuesta a Juanguerra. Ellos, por su parte,
prosiguieron su viaje tranquilamente sin pensar ni dar
importancia de lo que ella sufriría.

4 Embarcación rústica de palos gruesos de balsa unidos para navegar.


80 LOS CHASQUIS DEL REY
Ana buscó sombra, pero aún así el calor era casi
insoportable. Los insectos, apeteciendo sangre extranjera, la
atacaron sin misericordia. Largos minutos después, a una
apreciable distancia, divisó a Antonio al otro lado del río que
venía tranquilamente con las bestias. Poniéndose de pie le
hizo señas para que viniese rápido a recogerla. Parece que
Antonio no se percató de Ana y por lo tortuoso del camino
desapareció de su vista.
Ana se puso un tanto nerviosa y muy frustrada, ya que le
apremiaba llegar a un lugar más seguro antes de que llegase la
noche. De paso, mientras esperaba a Antonio, prendió el
primus y preparó un banquete para ella misma. Consistía en
huevo y café. No había tenido tiempo para cenar y había
partido sin tomar desayuno.
Ana miraba ansiosa tratando de ver si por ahí venía
Antonio. Por fin, después de esperar cinco largas horas, le vio
y a este lado del río, montado sobre la carga de la muía Bobby
y halando el caballo en que se montaría Ana. Ana compartió
con Antonio la cena que tenía preparada porque el joven
venía con un hambre feroz.
Previniendo el peligro de quedar en el bosque por la noche
decidieron ambos proseguir el viaje, aunque algo tarde. Ana
quería llegar a Picota por la noche pero estaba bastante lejos.
Se conformó con llegar a Mechungo, el pueblo más cercano.
Temprano por la mañana partieron rumbo a Picota. El camino
en esa parte es una llanura interminable, de modo que Ana
pudo avanzar galopando algo en su caballo. Antonio, con el
otro caballo y la carga, iba más lento.
Ana encontró a Eduardo en Picota. El estaba contento por
haber encontrado para ella un cuarto con cocina. Sabía que
ella prefería alojarse en un cuarto privado en lugar de
incomodar a una familia. Esa noche realizaron un culto al aire
libre. Eduardo predicó durante una hora. Apesar de que la
predicación era larga, la gente no quería irse.
Por la noche las ratas no dejaron dormir a Ana. Por tal
razón, bastante temprano ya estaba en pie y activa. Tenía que
prepararse para atender a los pacientes que vendrían en busca
.Y Por Los Ríos 81
de atención médica. Trabajó toda la mañana sin tener un
minuto libre. Al mediodía tuvo que cerrar la improvisada
clínica para poder preparar algo ligero y comer. Había una
epidemia y los enfermos seguían llegando. El pueblo sufría y
las medicinas empezaron a escasear. Ana llamó a su joven
ayudante y le dijo:
—Antuquito —(a los Antonio se les llama así por
cariño)—, anda lo más rápido posible a Lamas. Aquí está una
carta para mama Rodita indicando las medicinas que
necesitamos. Tráelas cuánto antes.
—Muy bien, señorita.
Respondió Antonio con su habitual cortesía. Ana preparó
el fiambre para el viajero y se lo entregó juntamente con dos
loros y unos huevos envueltos en panca de maíz seco. Era lo
que había recibido de los pacientes como compensación por
sus servicios.
Ana quedó un momento contemplando la pequeña balsa
que se alejaba de la orilla del río llevando a Antonio.2
Pensaba en sus niños en el hogar y en cómo se gozarían con
los loros y por el buen desayuno con huevos.
Despues oró en silencio para que el Señor proteja a
Antonio, muchacho tan fiel, que siempre estaba dispuesto a
cumplir con cualquier encargo. Ana después acompañó a un
señor a su chacra para tratar a su esposa que tenía fiebre post
parto. Regresó al pueblo y siguió atendiendo a los pacientes
hasta la noche.
Cuando por la noche fue al salón de cultos, lo encontró
repleto de gente. Eduardo volvió a predicar un poderoso
sermón. Muchas personas se quedaron después del servicio
para hacer preguntas.
“¡Ah!” escribió Ana a su hermano en Inglaterra, “si
hubiesen visto esa multitud de rostros con una atención única,

2
La primera parte del viaje Antonio tuvo que hacerlo en balsa, río abajo
en el Huallaga, hasta un pueblo llamado Shapaja. El viaje en balsa
duraría alrededor de seis horas. De allí a Lamas el viaje tuvo que
hacerlo por tierra. Tendría que caminar dos días por lo menos.
82 LOS CHASQUIS DEL REY
¡su corazón también hubiera ardido con una oración para que
esa gente olvidada pronto llegase a conocer el amor del Dios
verdadero!”
El plan de Ana y su equipo era quedarse en Picota
solamente una semana, pero la gente estaba desesperada. El
pueblo se reunió para pedir a las autoridades que usen de sus
buenos oficios para hacer que los misioneros se queden unos
días más para ayudarles. El alcalde vino a hablar con Ana:
—Vengo con la expresa petición del pueblo de que se
quede en Picota unos días más. Estamos a sus órdenes, Miss
Anita. ¿En qué manera podemos ayudarle con el fin de que
pueda atender a un mayor número de enfermos? —preguntó.
Ana decidió quedarse unos días más. Pidió que traigan a
los enfermos a la improvisada clínica. En seguida fueron
despachados soldados para traer a todos los que no podían
venir a pie. Y venían sea sobre caballos o cargados en
camillas rústicas o en sillas de cargar. Mientras Ana los
atendía uno por uno, Eduardo respondía a las llamadas de
otros caseríos para predicar el evangelio.
Un día Ana estaba tan concentrada en su trabajo que ni
pensaba en la hora. Al oír voces de mujeres recordó que había
convenido tener un servicio exclusivo para ellas. Estas habían
venido para llevarla. Fue con ellas. A pesar de su sorpresa al
ver que estaban asistiendo tanto hombres como mujeres,
siguió conforme a su plan para educar a las mujeres sobre
temas personales.
Terminada la reunión, las mujeres acompañaron a Ana de
regreso a su habitación. Se quedaron con ella hasta tarde,
ansiosas de oir más de sus enseñanzas sobre la higiene
personal y los cuidados del niño.
—¡No, no! No deben usar tabaco ni orina para curar nada,
como dice el brujo —les dijo respondiendo a sus preguntas—
¡Que horror! —advirtió— Eso hace aumentar aún más los
microbios. Son los microbios que causan las enfermedades,
.Y Por Los Ríos 83
no el arco iris,3 tampoco el baño tomado durante la
menstruación o la brujería de la silla.4
Les explicaba todo abiertamente y con sencillez. Cuando
se fueron las mujeres Ana se dio cuenta que Antonio había
llegado de Lamas. Recibiendo de éste los encargos, regresó a
su clínica/dormitorio. Se decepcionó al ver el desorden en que
había dejado todo. Era por causa del apuro: vendas, botellas
con medicinas; pescado, huevos, pandisho,5 café, repollo,
tomates, cosas que la gente le había regalado en gratitud por
sus servicios.
Ana se sentía cansada y ya era tarde. Quiso acomodar las
cosas, pero sus ojos se cerraban. Optó por dormir un rato.
Después de descansar algo se levantó y, a la luz de una
lámpara de kerosene, arregló la comida para el viaje.
Pronto escuchó que tocaban a la puerta. Antonio y
Eduardo se habían levantado también temprano, y tenían todo
listo para emprender el viaje. Acomodaron en las alforjas todo
el equipaje, lo pusieron sobre los lomos de las bestias y
pronto estuvieron de camino.
Sufrieron otros contratiempos más. Estaban aprovechando
el lonche que Ana había preparado en la madrugada, cuando
el caballo decidió tomar un baño de polvo para refrescarse él
también. Se revolcó en el suelo con el equipaje todavía sobre
sus lomos. Gracias que Dios protegió las botellas de
medicinas y la preciosa jeringa de vidrio. Milagrosamente
nada se rompió.
Prosiguieron el viaje hasta que llegaron al mediodía a San
Cristóbal de Sisa. La noticia de su llegada había corrido por
todas partes. La gente venía de lugares distantes en busca de

3 Creían en muchas supersticiones, una de ellas que no se debe mirar al


arco iris. Corrían las mujeres a meter las ropas lavadas porque el arco
iris iba a quemar después al bebé.
4 Limpiaban con un pañuelo una silla antes de sentarse. Creían que
siempre había peligro de que algún enemigo haya puesto en ella algo
dañino. Cualquier persona que se sentaba en la silla se enfermaba.
5 Una fruta carnosa muy apreciada en la Selva.
84 LOS CHASQUIS DEL REY
atención médica. Sin tiempo para descansar, Ana empezó
a atender a los pacientes. Escribió en su diario que el calor era
sencillamente insoportable y que nunca en su vida había
anhelado tanto una taza de té inglés como en aquel momento.
Una dificultad se presentó: La gente llegó en tropel para
solicitar los servicios médicos, pero nadie les ofrecía un salón
para el culto por la noche. Eduardo salió en busca de un local.
Por fin encontró uno. ¡Era el templo católico! Pero ¿sería
correcto predicar el evangelio en un templo católico? ¿Qué
diría el sacerdote? Los dirigentes del pueblo razonaban así:
Puesto que el sacerdote les visitaba muy pocas veces durante
el año, ¿por qué no usarlo siendo que va ser un servicio
religioso?
La gente, con una curiosidad única, llenó el templo. Otros
más escucharon desde afuera, mientras que Eduardo, rodeado
de unos ídolos feos, en un templo en estado de abandono,
predicó con poder del amor de Cristo. Mientras tanto una de
las “fieles” estaba afuera gritando amenazas. Iba a acusarles
ante el sacerdote porque el pueblo había permitido profanar el
templo católico. No se escuchó más sobre el asunto.
Al siguiente día Ana y Eduardo siguieron el viaje de
regreso a Lamas. Visitaron algunos pueblos más en el
camino. Ana trató varios casos de gravedad.
—Enséñennos cómo realizar los servicios y cómo empezar
una Escuela Dominical —rogaba un hermano nuevo en uno
de los pueblos—. Por favor quédense una semana más para
que aprendamos algo.
Ese era el anhelo de Eduardo y Ana también. Pero no les
fue posible complacer a aquel hermano. Ni siquiera la gira que
habían planeado pudieron completar, porque los dos cayeron
enfermos con la epidemia que habían tratado de evitar en
otros. Con fiebre, escalofríos y malestar general arreglaron las
cosas como mejor pudieron para su inmediato regreso por
balsa.
Balsa en el puerto de Shapaja, Rio Huallaga

Al llegar a Shapaja, encontraron a unos amigos. Estos


dieron a Ana una cama y a Eduardo una perezosa.6 Al
siguiente día, luego de haberse recuperado algo, prosiguieron
el último tramo del viaje de catorce horas más en bestias.
Las misioneras se sorprendieron al verles retornar tan
pronto de su gira y se preocuparon al saber que estaban
enfermos. Les atendieron cariñosamente hasta que se
recuperaron y estuvieron listos para volver a sus
responsabilidades de rutina: Ana en Lamas y Eduardo, junto a
su familia, en Moyobamba.
Era la primera de muchas giras evangelizadoras posteriores
por el valle del Huallaga. Ana, por su parte, hubiera dedicado
todo su tiempo a tales viajes con atención médica y el
mensaje del evangelio; pero en Lamas otras emergencias la
comprometieron de inmediato. Esta vez fue un velorio.

6 Silla especial de tela sobre un marco ajustable de madera. Es agradable


sentarse en ella, pero no dormir toda una noche.
16
'Aquí No Pueden..."
Fulton Pina Peña estaba trabajando como evangelista en el
valle tropical del río Ucayali cuando se enfermó. El médico
de Iquitos, con quien consultaba, había llegado a conocer
personalmente a Ana Soper.
—Te digo, el hospital de Lamas es el lugar adonde debes ir
—le recomendó—. Allí hay enfermeras inglesas excelentes.
Sólo allí tienes esperanza de sanarte de esta enfermedad. Aquí
no.1
Apesar de que sabían que el viaje era largo, peligroso y
difícil, Fulton, con su buena esposa, Hortensia, empaquetaron
todas sus pertenencias terrenales y con su pequeño hijo
Héctor, de seis meses, emprendieron el viaje a Lamas.
Allí Fulton recibió un buen tratamiento como le había
dicho el médico. Por un tiempo parecía que las cosas iban
bien. Ganó apetito y recuperó peso y fuerzas. Eso le animó a
salir con Vicente Coral, en un viaje evangelizados Esto
resultó ser una experiencia positiva para el novicio Vicente.
No obstante el buen tratamiento y la momentánea mejoría,
cuando Ana regresó del viaje con Eduardo, del valle
Huallaga, encontró grave a Fulton. Apesar de todo lo que
procuraron hacer a su favor y de las muchas oraciones de los
creyentes, Fulton murió. Esto afectó a todos. Ana misma se

1 Iquitos es un puerto en el Río Amazonas. Es extremadamente caluroso.


Lamas está a una elevación de 835 metros. El clima es benigna.
“Aquí No Pueden...” 87
preguntaba: “¿Por qué Dios negó nuestras peticiones por la
vida del evangelista? ¡Cómo le necesitamos, tanto nosotros
aquí en Lamas como la gente en el valle Ucayali!”
No hacía falta otro problema más para los doloridos
espíritus del grupo de creyentes. Pero hubo uno. El sacerdote
había respondido en sentido negativo la petición de que
Fulton sea enterrado en el cementerio del pueblo.
—Aquí no pueden enterrar a un protestante —había
declarado toscamente.
Al siguiente día seguían esperando de las autoridades de
Tarapoto un permiso especial para enterrarle, en respuesta a
una previa solicitud. Le habían velado toda la noche,
consolando a la viuda, como es la costumbre del lugar. No
llegó la autorización. Densos nubarrones cargados de lluvia
escondían al sol y amenazaban con un diluvio.
—Es imposible —dijo Ana con mucha tristeza—. Ya no
podemos esperar más.
Con esas palabras de su líder, el cortejo fúnebre empezó a
caminar, desfilando por un camino angosto, hacia el rincón
más escondido de la propiedad de la Misión. Allí habían
cavado una fosa de dos metros de profundidad.
La joven viuda sollozaba mientras seguía el rústico féretro
en el cual yacía el cuerpo de su amado esposo. Una de las
señoritas del hogar cargaba a su hijito, Héctor. Hortensia cayó
de rodillas y lloró al lado de aquella tumba. Vicente empezó a
leer de la Biblia:
No os entristescáis como los otros que no tienen
esperanza... así también traerá Dios con Jesús a los que
durmieron en él. ...Luego nosotros los que vivimos, los
que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente
con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así
estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los
unos a los otros con estas palabras (1 Tesalonicenses 4:13-
18).
Hortensia, mujer joven y bella, se recompuso y umo al
grupo para escuchar la exposición de la Escritura. Después
todos regresaron a la Misión. A Hortensia no le quedó otro
88 LOS CHASQUIS DEL REY
recurso que asumir el reto de ser padre y madre para su
pequeño hijo y sufrir muchas limitaciones por causa de su
viudez.
Continuaba trabajando en el hogar ya que las misioneras le
animaron para que se quede. Podría, con un pequeño sueldo,
ayudar y allí mismo criar a su hijo. Ella, una trabajadora
excelente, era una bendición de Dios para las misioneras.
El sepulcro de Fulton está hasta ahora en un rincón de la
propiedad de la Misión. De allí resucitará. El permiso para ser
enterrado en el cementerio del pueblo llegó dos días después.
Para no volver a repetir semejante decepción, los creyentes
solicitaron a las autoridades de Lamas, por medio de un
memorial, un pedazo de tierra junto al cementerio del pueblo.
Este les fue donado con buena voluntad. Los creyentes, bajo
la dirección de Vicente, lo aplanaron y cercaron con muros de
tierra. Vicente, refiriéndose a la triste experiencia cuando a un
muerto peruano no le permitieron un lugar en el cementerio
para que sea enterrado, dijo:
—¿Qué cadáver puede esperar un permiso para ser
enterrado en este clima? —Luego agregó— pero sabemos que
su alma fue recibido en gloria y cuando Cristo venga, él va a
sacar ese cuerpo desde el sepulcro y lo llevará a los cielos.
Más victorias había frente a las injusticias. Estaba
prohibido por la Iglesia Católica que la gente reciba los
folletos y nuevos testamentos que los evangélicos les
entregaban. Algunos los recibían, sin embargo, con buen
ánimo y escuchaban atentamente los mensajes bíblicos.
Entre los primeros en reunirse alrededor de los
predicadores que visitaban los pueblos estaban siempre
muchos niños y jóvenes. En una de esas visitas, un joven
comenzó a leer la Biblia. Cuando iba a los cultos y cuando
leía la Biblia su anciana madre, muy religiosa, ésta le
castigaba.
Ella se jactaba de que tenía la mejor colección de santos
(ídolos) en todo el pueblo. El joven había aprendido que Dios
prohibía los ídolos basándose en Exodo 20:4-6 y Salmo 115.
Le repetía estos versículos. Por eso también recibió castigo el
“Aquí No Pueden...” 89
muchacho.
Aunque la anciana perseguía a su hijo por su fe, las
palabras de la Escritura iban penetrando poco a poco en el
corazón de ella. Es cierto, pensaba ella, que los ídolos no
tienen ningún poder para ayudar. ¿Podría ser cierto eso de
orar directamente a Dios? Poco tiempo después, ella recibió a
Cristo como su Salvador personal, y un buen día juntó todos
sus ídolos en un shunto2 y les prendió fuego.
El esposo de otra señora católica murió víctima de
tuberculosis, dejándola con una numerosa familia. Su religión
le enseñaba que tenía que pagar una extraordinaria suma de
dinero para sacar el alma de su esposo del purgatorio. Como
tenía una chacra con muchos árboles frutales, la vendió. Con
el dinero mandó a oficiar una misa, sacrificio inútil que la
dejó sin recursos y quitó el pan de sus hijos. Esta viuda
escuchó el mensaje del Señor, lo aceptó y llegó a ser salva.
Más tarde seguía regocijándose con su salvación.
En Inglaterra el pueblo de Dios se gozaba al oír tales
noticias acerca de las almas liberadas de la religión falsa que
les tenía esclavizadas. Entre ese pueblo estaba Eleanor
Wohlfarth, una nueva creyente, miembro de la Iglesia
Bautista Rye Lañe, la Iglesia de Ana en Inglaterra. Eleanor
empezó a orar por Ana y Roda a pesar de no conocerlas
personalmente. También oró por la obra del Señor en el
interior del Perú.

-y
Palabra quechua que significa montón.
r ';
17
¡Auxilio!
*

Eleanor Wohlfarth

Imagínese el lector a un chasqui del Incanato. El camino


extremadamente accidentado y pedregoso y a veces resbaloso,
hacía difícil su marcha. No obstante tenía que correr. A esto
se sumaba el frío por causa de la altura, el hielo y la nieve. A
pesar de ello, tenía que hacer todo a prisa. Y bien sabía que
quedaba aún por adelante un puente colgante muy peligroso.
Sus energías eran puestas a prueba hasta el límite. Con cada
respiración, anhelaba el encuentro con el siguiente chasqui, es
decir el momento en que tenía que entregar a otro el mensaje
y su quipu.
Lejos de la Sierra (donde anteriormente corrían los
chasquis del Inca) corrían para el Señor los creyentes
evangélicos de San Martín. Antes de su regreso a Inglaterra
Ana estaba en una situación de desesperación en su correr con
el evangelio. Ella y Roda no podían atender solas a todas las
demandas de servicio de tanta gente necesitada. Fue el tiempo
cuando casi con desesperación empezaron a solicitar ayuda.
Elena, la sobrina de Ana, llegó como respuesta a esa urgencia.
Igual sucedió con Lucía Kisky.
Cuando Ana Soper estaba en Inglaterra con las niñas
¡Auxilio! 91
Franky y Martina, se presentó ante ella una señorita. Era
Eleanor Wohlfarth. Con el tiempo Eleanor llegó a amar a las
dos niñas y quedó impresionada de Ana, mujer delgada,
erguida, de pelo blanco y ojos azules penetrantes. Vio que a la
par de la compasión que la motivaba, también ejercía una
admirable autodisciplina. Sus historias y mensajes cautivaron
a Eleanor y abrieron para ella una nueva visión: podría ser
misionera en el Perú.
Pero todo dependía en que Dios la llamase. Habló con Ana
y juntas oraron buscando su voluntad. Una noche Eleanor a
solas y de rodillas estaba leyendo su Biblia, como era su
costumbre. Para su sorpresa leyó: Vete de tu tierra y de tu
parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te
mostraré... (Génesis 12:1).
“¿Será palabra de Dios para mí?” meditaba mientras se
acostaba. Luego en su sueño vio un mapa de América del Sur,
con una mano que apuntaba a la República del Perú. Eleanor
entendió que se trataba de una visión del Señor y la tomó
como una respuesta de Dios a sus oraciones.
Eleanor, ya preparada como obstetriz y ama de niños, no
vaciló en su decisión. Presentó su solicitud de ingreso a la
Misión. Fue aceptada. Unos creyentes formaron su equipo de
oración y apoyo económico. Y así Eleanor viajó y llegó al
Perú.
Para el último tramo del viaje, el cruce entre Yurimaguas y
Lamas por los cerros, Roda había venido para acompañarle.
Cuando llegaron a Lamas fueron recibidas con la típica
calurosa bienvenida.
Los niños estaban encantados de su belleza, porque era
bastante más joven que las demás misioneras y también
porque tenía el pelo negro, casi como el de una peruana.
Eleanor tardó muy poco en entenderse con las madres y sus
recién nacidos. Con su especial carisma alivió mucho la
pesada carga de las otras enfermeras. Era humilde en extremo.
Cuando las otras decían que ella era'la mejor obstetriz de
todas, humildemente contestaba:
—¡Bah! solamente soy una simple partera.
92 , LOS CHASQUIS DEL REY
Era para Eleanor el principio de unos cuarenta años de
fructífero servicio al Señor en el Perú.1
Ahora eran cinco las misioneras en el amado San Martín.
Ana empezó a soñar: Tal vez seis, quince, veinte, o quizá más
llegarían para ayudarles. Supo que había trabajo para todos—
mujeres, hombres, familias. ¿Por qué no? Habían tantos
pueblos. Ana, Roda, Elena, Lucía y Eleanor juntas oraron con
más fervor. No habían principiado a alcanzar todavía a los
nativos de habla quechua.
Recién llegada, Eleanor tuvo una experiencia inolvidable
una noche al lado de Ana. Vio a ésta exponer su propia vida
por los nativos quechuas. Acababa de dormirse cuando oyó
que alguien tocaba insistentemente la puerta, llamando:
—¡Eleanor! ¡Eleanor!
Supo que era Ana. Rápidamente se vistió y abrió la puerta.
Ana le dijo con urgencia:
—Necesito que me acompañes. Están peleando en el
Huayco2 los Salas y los Sangama. Hay que detenerlos o va a
haber muchos heridos y tal vez muertos. Juntas salieron,
alumbradas por un farol de kerosene. Fueron al centro de la
ciudad y luego al barrio donde vivían los quechuas.
Eleanor quedó horrorizada con lo que veía. Los varones
tiraban piedras unos contra otros tratando de herir a los
contrarios, en tanto que las mujeres cargaban piedras en sus
polleras3 para proveer de armas a sus maridos. Resonaban las
piedras que, cuando erraban de su meta, daban contra los
troncos de los árboles o caían al suelo. Pero no todas las
piedras erraron.
Eleanor seguía muy pegada a Ana. De repente Ana la dejó
sola parada en las sombras. Eleanor quiso detenerle.

1 Se retiró en el año 1974 approximadamente a la edad de 65 años. Fue a


la presencia del Señor en 1997.
2 Un barrio de indios nativos en Lamas.
a
Así se llaman las faldas largas y amplias, típicas de las mujeres
quechuas hechas a mano de algodón que ellas mismas cosechaban,
hilaban, tejían y teñían color azul marino oscuro.
¡Auxilio! 93
—\Miss Ana, no! —exclamó— ¡las piedras! ¡Te van a
alcanzar!
Pero no pudo lograr su objetivo. Sólo le quedó mirar
mientras que Ana, con el pequeño farol en la mano, entraba
imperturbable al centro mismo de la línea de combate y con
voz firme gritó:
—¡Suelten las piedras! ¡Dejen de pelear y váyanse todos a
sus casas!
Eleanor entre sorprendida y asustada volvió a respirar con
calma cuando al instante se hizo un gran silencio. Cesó la
pelea. Poco a poco las siluetas se perdían en la oscuridad de
los árboles. Cobró ánimo y se acercó a Ana, que estaba
examinando a un hombre caído, que se encontraba
malamente herido en la cabeza. Cuatro de sus amigos vinieron
y, secundados por las misioneras, le cargaron a la clínica de la
Misión. Eleanor le afeitó la cabeza, mientras que Ana se
preparaba para cerrar la herida. Menos mal que estuvo
inconsciente, porque no había anestesia en aquellos tiempos.
Los amigos del hombre se quedaron y al amanecer le
llevaron a su casa. Estaban agradecidos y lo expresaron
dejando algunos plátanos que era lo único que tenían para
pagar. En realidad no se les había exigido pago alguno. Pero
la muestra de gratitud conmovió a Ana y Eleanor. Confiaban
que por medio del evangelio los quechuas un día serían libres
de esas violencias.
Mientras tanto, Dios estaba preparando otro evento de
largo alcance para Vicente Coral y, como tal, para la obra de
Dios en San Martín. Todo comenzó con la presencia de un
visitante ilustre e inesperado que venía de otro lugar.
Una tarde cuando Eleanor estaba hablando a los jóvenes en
el templo (la más joven entre las misioneras ya sabía un poco
el idioma) una voz desde afuera interrumpió el servicio. Con
gran entusiasmo anunciaba:
—¡Viene un gringo!
Al salir todos del templo, vieron a un extranjero que
llegaba cojeando resultado de una larga caminata desde el río
Mayo. Eduardo Cifuentes, presente ese día en el grupo, corrió
94 LOS CHASQUIS DEL REY
hacia él, exclamando:
—¡Profesor Strachan!
Y le dio un fuerte abrazo a su amado profesor, don Enrique
Strachan,4 nada menos que el Director del Instituto Bíblico de
Costa Rica. Luego le presentó a Eleanor y a todos los jóvenes.
Cuando Eduardo le preguntó cómo había llegado, el visitante
respondió:
—¡Por la gracia de Dios, le digo!
Don Enrique estaba tan sorprendido como ellos mismos de
encontrarse allí.
—Aunque yo no lo pensé, es Dios quién lo ordenó así. Yo
estaba en el avión que iba hacia Iquitos. Se malogró el motor
en pleno vuelo y acuatizamos en el río Mayo. No sé cómo; lo
cierto es que, gracias a Dios, hemos escapado de morir.
—¡Hemos orado que usted venga alguna vez a visitarnos!
—dijo Eduardo y con una amplia sonrisa agregó—: Dios le
ha bajado del cielo para estar con nosotros. ¡Qué manera de
contestar nuestras oraciones el Señor!
Eduardo estaba tan alegre que apenas podía controlarse. La
noticia corrió y mucha gente vino de todas partes para
conocer al gringo y para oirle. Predicó varias veces. El templo
estaba todo el tiempo repleto de gente.
La reparación del avión demoró lo suficiente como para
que el profesor Strachan reconociera que Vicente tenía las
cualidades de un buen predicador. Observando su dedicación
y amor a la Palabra, le preguntó si desearía ir a Costa Rica
para prepararse en el Instituto Bíblico. Vicente no había
esperado que pudiera llegar a ser realidad, aunque lo deseaba

4 El corazón de Enrique Strachan latía por las almas perdidas del mundo
igual como él de Ana Soper. Tan preocupado estaba por el mundo
Latino que se ausentaba mucho del Instituto Bíblico que había fundado
en Costa Rica, dejando a su esposa, Susana, encargada del Instituto y de
su familia mientras iba en busca de las almas y estudiantes, tal como en
esta ocasión. Una gratitud infinita al sacrificio que hicieron por el
impacto sentido en San Martín, Perú y muchos otros lugares. “Strachan
of Costa Rica: Missionary Insights and Strategies" por W. Dayton
Roberts.
¡Auxilio! 95
desde que Ana y Roda le plantearon antes la sugerencia.
—Sí, yo iría, si el Señor lo desea —contestó.
El amado Profesor Strachan continuó su viaje, dejando en
los corazones de muchos creyentes oleajes de gozo y
esperanza y especialmente en el de Vicente.
¡Y de las misioneras! ¿Iba a prepararse otro chasqui
peruano para correr con el mensaje del evangelio de Cristo?
18
Destino 'Arabia"
Vicente estaba procurando dormir. Iba en tercera clase en la
cubierta del barco donde no daban cama ni comida ni nada.
Los siete dólares que pagó no habían alcanzado para alquilar
un camarote. Acostado sobre el almacén de carga oía el golpe
de las olas del mar que daban contra el barco.
Reflexionaba. “¿Qué le importa al inmenso mar que yo me

Vicente con su segunda familia y doña Máxima


Destino “Arabia” 97
encuentre aquí en un barco que se mueve cual corcho en sus
olas?” Vicente se consideraba tan insignificante. Pero Dios, el
Dueño de todo, le cuidaba, estaba con él y nunca le
desampararía. Podía ver cientos de estrellas que titilaban y
adoró al Creador de tanta hermosura. Su mente volvió a una
escena, la de su despedida de su querida familia ese día
catorce de febrero,1 cuando partió rumbo a Costa Rica.
—Adiós Mañuquita, adiós Nati, adiós Tritemia, Teobaldo,
Tiberio. —Había abrazado y besado a su esposa Manuela y a
sus hijos con lágrimas. Al bebito, Trófimo, le amarcó2 larga y
amorosamente antes de devolverle a su madre.
Caminar por la Selva no le era problema, porque estaba
bastante acostumbrado. Recordaba cómo se había
rejuvenecido desde que dejó el licor. Pero cruzar las montañas
altas de la Sierra, eso sí que le preocupaba.
Pensó en Mamanita y el texto bíblico que ella había puesto
entre su equipaje. En un momento de mucha soledad lo había
encontrado con su nombre en un sobre: Solamente
esfuérzate y sé muy valiente...porque Jehová tu Dios
estará contigo dondequiera que vayas (Josué 1:10).
“Gracias a Dios,” dijo, elevando otra alabanza. Oró por
Mamanita, mama Rodita; por su Mañuquita que estaría
cuidando la chacra, por sus hijos y por la familia de la Iglesia.
Les encomendó a Dios, con alabanza, sabiendo que al mismo
tiempo que estaba con él estaba también con todos ellos.
Seguía reflexionando: “Este tiempo de separación de mi
familia para estudiar la Biblia será mi ‘Arabia’.” (Durante los
tres años de separación del apóstol Pablo de los creyentes de
Jerusalén, Dios le había revelado preciosas inexplicables
verdades.)3
Vicente recordaba que a su llegada a Moyobamba Eduardo
Cifuentes y el doctor MacKay le habían brindado una amable
hospitalidad. Estaba agradecido. Eduardo supo lo que era

1
2 Del año 1935.
Cargar en los brazos.
3 Gálatass 1:17-19.
98 LOS CHASQUIS DEL REY
viajar a Costa Rica.
Vicente había salido aprovechando la compañía de unos
arrieros. Contrató a uno de ellos para que cargue su baúl.
Anduvieron por las heladas alturas de Pishcu Huañunam y de
Molino Pampa. Días después llegaron a Chachapoyas.
Allí le impresionaron a Vicente las carreteras construidas
con maquinarias modernas. Era la primera vez que había visto
tales cosas. Había visitado la Iglesia de San Burgos, donde los
feligreses estaban preparando una urna de vidrio para el
“Cristo de los Burgos”, como parte de la celebración de
Semana Santa. Se sentía feliz por haber dejado la idolatría y
el fanatisismo de la religión de su país. Pero estaba triste
porque no encontró ni un solo creyente evangélico con quien
alabar al Señor. Oró pidiendo que el Señor envíe obreros a esa
ciudad enorme sumergida en tinieblas.
También pidió a su Padre celestial el coraje suficiente y la
protección para seguir adelante en el camino. Otros viajeros y
hasta su peón le habían abandonado por temor a los asaltantes
en el camino a Celendín. Siguió adelante cargando él mismo
su baúl.
Llegó a Celendín dando gracias a Dios por no haber tenido
ningún contratiempo. El viajero de la Selva ahora iba en tren
de Chilete a la Costa. Fue otra novedad maravillosa.
En Pacasmayo, vio por primera vez el océano Pacífico y
conoció lo que es el desierto. Porque no iba otro barco a Lima
hasta la próxima semana, optó por viajar en automóvil. Las
treintiocho horas en un taxi lleno de pasajeros aburrió a
Vicente en su primera experiencia en auto.
En la obscuridad de la noche el taxista le había dejado en un
hotel barato de Lima. No pudo olvidar su primer encuentro
allí con el negocio de la prostitución. Había sufrido una fuerte
tentación. Pero Dios le protegió. Tuvo mucha pena al pensar
que esas mujeres estaban vendiendo así sus cuerpos.
Se alegró al encontrar el siguiente día al doctor Renwick y
gozar de su hospitalidad hasta que pudo conseguir su
Destino “Arabia” 99
pasaporte, y también por conocer el Colegio Anglo Peruano.4
A dos meses de su salida de Lamas, había embarcado en el
carguero Santa Mónica rumbo a Centro América. Le parecía
inolvidable otra “maravilla del mundo”, un portento de la
ingeniería, el Canal de Panamá.
Se terminaron las remembranzas de Vicente, cuando
finalmente se quedó dormido más o menos a las dos de la
mañana. Se despertó feliz por el sol que ya rayaba, dando
calor para su cuerpo frío y adolorido. Dentro de unas horas
estaría desembarcando en tierra costarricense. Al dejar el
barco viajó otras siete horas más por tren para llegar a San
José, ciudad capital de Costa Rica. El viaje parecía
interminable. Pero al fin llegó. Era el 25 de abril de 1935.
Toda la familia del Instituto se alegró con la llegada de
Vicente. Le cantaron un himno de bienvenida y se regocijaron
al oír de la protección divina en su largo viaje.
Pero al principio Vicente se sentía incómodo porque no
conocía las costumbres del lugar. La estricta disciplina le
incomodaba. Sentía como si fuese niño otra vez y en hogar
ajeno. En su casa, como padre de familia, esperaba que le
obedecieran todos; ahora tenía que aprender a obedecer
órdenes de otros, cosa humillante para un lameño. Además
tenía que hacer trabajos domésticos como barrer y limpiar.
Iba de cuarto en cuarto con escoba en mano barriendo las
oficinas de los profesores. Después de las comidas tenía que
lavar platos, luego asistir a clases y estudios hasta las 10:00
p.m. ¡Era una buena lección de disciplina y humildad!
Si cumplir las reglas del internado le era difícil, más difícil
aún le fue aprender a estudiar. ¡Cómo sufría el pobre Vicente!
Al mismo tiempo luchaba para no fracasar porque se daba
cuenta de toda la dedicación y esfuerzo que sus profesores
ponían en sus enseñanzas. Todo eso le impulsó a mantenerse
bien con su Señor, a dedicarse a los estudios y tener una
conducta intachable. ¡Poco a poco se adaptó al régimen de la
vida del Instituto!

4 Ahora San Andrés.


100 LOS CHASQUIS DEL REY
Pasaron finalmente los tres años aunque le parecieron una
eternidad. Vicente se graduó a fines de 1937. Tuvo pena al
despedirse de sus profesores y de todos en Costa Rica; pero
por el otro lado estuvo tan ansioso de llegar a su hogar e
Iglesia. ¡Qué sentimientos tan entremezclados!
19
Dolores de ■ .
Crecimiento Llevando tierra en capachos

Perú entró en conflicto con Colombia cuando Vicente


estaba todavía en Costa Rica. A diario llegaban heridos de la
frontera al hospital de Iquitos.1 Por esta causa Ana recibió el
llamado de las autoridades de esta ciudad para que viniese a
entrenar enfermeras. Ana tuvo que cerrar el hospital de Lamas
en forma temporal. Lucía quedó encargada de la Escuela
Británica porque ya le tocaba a Elena ir a Inglaterra en su
viaje de licencia. Roda estaba ocupada con el cuidado de los
niños del Hogar y los pacientes que seguían llegando a la
clínica.
Elena era un poco más alta que su tía Ana. Ambas eran
delgadas y no tenían más que algo de carnes, huesos y mucho
vigor. Juntas cruzaron los cerros, a pie, con dirección a
Yurimaguas.
Cuando llegaron, fueron directamente al puerto del río
Huallaga, siguiendo a los muchachos que llevaban su
equipaje. Elena y Ana, aunque ,muy cansadas por efecto del
largo y tosco viaje, dada la urgencia del caso, subieron de
inmediato a la balsa que las llevaría a Iquitos. Los
muchachos, luego de asegurar el equipaje de las viajeras
debajo del techo de palma y de recibir su salario, se retiraron.

1 Hospital Haya de la Torre.


102 LOS CHASQUIS DEL REY
Las dos viajeras pensaban que por fin podrían descansar
por lo menos algo. Cuando estaban ya acomodándose como
podían sobre el cargamento de la balsa, Ana vio subir a la
balsa, entre otros pasajeros, al sacerdote de Lamas. ¡Era el
mismo sacerdote que porfiadamente evitaba encontrarse con
ella y saludarla en las calles de Lamas! Se decía en sus
adentros: “¿Tendremos que pasar diez días juntos con este
hombre?”
Elevó una oración silenciosa al Señor en aquel momento.
Sintió que quizá Dios había ordenado para que llegasen a
conocer al mismo que, odiándolas, había permitido repetidas
veces, si no había iniciado personalmente, rumores falsos
acerca de ellas. Era él mismo que había enviado a su sacristán
a asaltar a los niños evangélicos cuando regresaron de la
Escuela Dominical, para quitarles sus Biblias e himnarios y
luego quemarlos públicamente. Ana recordaba cómo los niños
regresaban a sus hogares con lágrimas, asustados y apenados
por la pérdida de sus preciosos libros.
Ana y Elena oraban en silencio. Se convencieron de que la
única manera de librarse de un enemigo es ganarle como
amigo. Ahora les tocaba demostrar su carácter cristiano. Fue
maravilloso, porque en la balsa tuvieron conversaciones con
él. Estaba viajando a España, su país.
Después que Ana terminó los cuatro meses de trabajo en
Iquitos, regresó a Lamas. El sacerdote también regresó. De
vez en cuando, después del encuentro en la balsa, cuando
volvieron a encontrarse en la calle, se saludaban.
Descubrieron, curiosamente, que eran de la misma edad.
Cuando Ana tenía oportunidad, le testificaba del evangelio.
El sacerdote le escuchaba al parecer más por cortesía. Las
misioneras juntas oraban a menudo para que aquel sacerdote2
se convirtiera a Cristo.
A su llegada de nuevo a Lamas, Ana puso en orden sus
cosas, y antes de nada, llamó a las misioneras a sesión. Estaba
9
Antes del fin de su ministerio de Ana en el Perú, ambos se consideraban
buenos amigos a pesar de sus diferencias doctrinales.
Dolores de Crecimiento 103
preocupada sobre el futuro de la obra.
Todas, sentadas en las sillas de mimbre en la sala de la
Misión, soportaron el calor de la mañana, tratando de ignorar
el constante chillido de un grillo debajo de un estante de
libros. Con una actitud muy positiva y franca Ana se dirigió a
sus colegas:
—Antes de viajar, Elena persuadió a unas familias
quechuas de Santa Ana, río Mayo, a enviar a sus hijos a la
escuela. El Señor proveyó a un creyente bilingüe, Demetrio
Córdova, para que empezara una escuela ese año.3 Elena dejó
preparado el plan de estudios y los materiales para la escuela.
Los corazones de las misioneras ardían de dolor por los
niños quechuas, porque hasta ahora no tenían oportunidad de
estudiar.4 Ana, limpiando el sudor de sus manos con un
pañuelo finamente bordado y volviendo a ponerlo en el
bolsillo de su traje floreado, continuó:
—Necesitamos ayuda de más predicadores para los
pueblos y más maestros para otra escuela quechua y para la
Escuela Británica. Pero la necesidad mayor es de una escuela
bíblica aquí en Lamas, para preparar a los futuros
predicadores y pastores. No podemos seguir siempre
enviando a todos hasta Costa Rica para proseguir sus estudios.
—Nos toca también contestar la invitación para abrir una
obra en Tarapoto. Las autoridades allí nos han ofrecido un
local para hacer obra médica. Se podría abrir una clínica,
realizar servicios y vender literatura. ¿Qué hacemos? Es una
oportunidad que no debemos de perder. Pero, ¿a quién le
encargamos esa responsabilidad? La obra es de Dios. El dará
la solución —concluyó.
Oraron encomendando todo a él y luego todas volvieron a

o
No había ninguna escuela en esos pueblos indígenas, pero Demetrio
Córdova no hizo la escuela en Santa Ana. Satanás habrá luchado
fuertemente para evitarlo y le desvió con astucia a través de un
enamoramiento que le llevó por otros caminos.
4 Documentación sobre la Historia de Lamas, 1990, Tabel Coral Carbajal
y de Edith Vinall Vda. de Tuanama.
104 LOS CHASQUIS DEL REY
sus trabajos de rutina. Consciente de las limitaciones que
enfrentaba la Misión, Ana se detuvo de los quehaceres y
escribió una carta a Inglaterra haciéndoles saber sobre la
urgente necesidad de más obreros para San Martín.
Parecía la respuesta directa "de Dios cuando llegó de
Inglaterra la solicitud de una señorita enfermera, Margarita
Taverner. Estaba ofreciéndose para venir a Lamas. Esto
produjo mucho regocijo en toda la familia. Inmediatamente
salió la respuesta, por cable, hacia el otro lado del mundo:
MARGARITA NECESITADA URGENTEMENTE.
En setiembre de 1935 Margarita subió al barco rumbo al
Perú. Es más, venía en compañía de otras dos enfermeras:
Lydia Norton, de Londres, y Miranda Cooper, de Aberdeen,
Escocia. Las tres alabaron al Señor por el compañerismo entre
paisanas en el largo viaje.
Margarita era alta, y la más seria entre las tres. Miranda,
bastante gorda y Lydia, la delgada, aliviaron cualquier
problema de aburrimiento por su disposición alegre.
Las tres enfermeras fueron recibidas en Lamas con mucho
regocijo. Ya eran siete las misioneras en San Martín. Ana se
ocupaba de ayudarles a adaptarse a su nueva vida organizando
el tiempo para aprendizaje de la lengua y, al mismo tiempo,
medicina tropical. Dios las ayudó.
Aún antes de la llegada de las tres enfermeras, en el año
1934, la Iglesia de Lamas había crecido en número y era
necesario construir un templo. Con los fondos de la Iglesia los
creyentes pagaron cuarenta soles por un terreno de
29 x 27‘/2 m. En agosto habían empezado la construcción.
Unos trabajadores cargaban tierra en capachos5 para hacer
las paredes, vaciándolas dentro de los tablones; otros
afirmaban la tierra, pisoneando en ritmo con pisones pesados
de madera. Y así tablón tras tablón crecían las paredes.6 Las
mujeres, acompañadas de sus niños, atendían a los
trabajadores con alimentos y bebidas.

5 Vasija de cuero en el que se transporta tierra.


6 Paredes con tierra apisonada. La tierra era amarilla, casi anaranjada.
Dolores de Crecimiento 105

Construcción de pared tapial

Mientras que progresaba la construcción y a pesar de los


intentos de Ana para amistarse con el sacerdote,
increíblemente continuaron los ataques clandestinos. No hay
duda que él y sus feligreses estaban celosos y hasta furiosos.
Seguramente en un arranque de furia alguien prendió fuego
por la noche, a las cumbas1 que protegían de la lluvia las
paredes del cementerio evangélico. Los creyentes, por su
parte, con paciencia infinita volvían a colocar otras nuevas.
Vez tras vez los celosos enemigos volvían a quemarlas.
Las misioneras trataron de solucionar el problema. Oraban
juntas. Presentaron una queja ante las autoridades y parece
que surtió efecto. Pudo también terminarse la construcción de
un hermoso y amplio templo evangélico.
Para Ana y su familia de trabajadoras llegó por fin la
oportunidad de contestar el llamado de la gente de Tarapoto.
En 1935 Ana envió a Eleanor Wohlfarth a esa ciudad para
tratar a un paciente con tuberculosis. Aunque el paciente
murió, sus padres le rogaron que se quedase. Le ofrecieron
también vender su casa a la Misión.

7 Palmeras entretejidos que servían para protejer las paredes de la lluvia.


106 LOS CHASQUIS DEL REY
Cuando Lidia Norton estaba estudiando todavía el español,
fue enviada para acompañar a Eleanor y juntas empezaron
una obra en ese lugar, donde también atendían por horas en la
pequeña clínica. Más tarde Margarita y Eleanor quedaron en
Tarapoto algunos años después. Las enfermeras tenían
también que predicar y enseñar la Palabra de Dios. Lograron
establecer la Iglesia Evangélica de Tarapoto.
Es muy importante notar que Roda empezó a usar la casa
de la Misión en Tarapoto como centro para hacer visitas a
Picota y otros pueblos por el río Huallaga. Esto se hizo como
resultado del viaje anterior de Ana y Eduardo Cifuentes.
Roda era la muy apreciada fundadora de algunas iglesias
evangélicas en esa zona.
Al mismo tiempo todas las misioneras juntas elevaban sus
oraciones al Señor nuevamente pidiendo siete enfermeras más
y hombres también.
20
Venciendo
Dios proveyó, como respuesta a esas oraciones, a Edith
Vinall, una nueva enfermera. En una conferencia misionera
en Inglaterra Dios había llamado a Edith para trabajar entre
los nativos quechuas de San Martín. Desde entonces su
corazón era sólo para ellos. Con su amiga Alicia Myhill,1 una
muy amable profesora, respondieron positivamente al
llamamiento de Dios para venir a Lamas. Viajaron juntas.
Al llegar, Edith se gozó mucho al ver por sí misma a las
yanacitas,2 cuando venían a consultar en la clínica, y a coger
la conocida llangua3, hoja de una planta que crecía en los
bosques en la propiedad de la Misión. Dejaban racimos de
plátanos a cambio de la llangua. Hacían así trueque con las
misioneras. A veces la comunicación entre los nativos y las
misioneras sin saber su idioma se hacía difícil. Aparte de los

1 Alicia pronto ganó el respeto y el amor de los peruanos y de sus


colegas. Estaba dotada de sabiduría. Le encargaron responsabilidades.
Si no hubiese enfermado con artritis tal vez hubiera llegado a ser la
directora de la Misión después de Ana. Volvió a su país, y vivió muchos
años inválida por la enfermedad, pero siempre tuvo un ministerio muy
eficaz, hasta su muerte, a través de oración y correspondencia en
servicio a su Señor y a sus queridos peruanos,.
2 Mujeres quechuas.
3 Las yanacitas usaban la hoja para sacar un tinte y teñir de azul oscuro
sus faldas.
108 LOS CHASQUIS DEL REY
ademanes usaban como intérpetes a los niños y empleados
que conocían un poco el quechua.
Edith luchaba todavía por entonces para aprender el
castellano. Por las mañanas estudiaba el castellano. Por las
tardes tenía que trabajar en el hospital. Ese horario le hacía
alargar más el tiempo para empezar su ministerio con la gente
de habla quechua. Pero aprovechó, durante sus primeros dos
años de trabajo en el hospital, cualquier oportunidad para
aprender lo que podía. Para hacerlo, empezó a hacer visitas en
las tardes de sus días libres por el Huayco.
Una de esas tardes una yanacita se le acercó y le invitó a
que le siga. Después de media hora de caminar con ella,
llegaron a la casa de la yanacita en el Huayco. Cuando vio
que el sacerdote también se acercaba, la mujer tuvo miedo
porque estaba con la gringuita. Supo que el sacerdote odiaba
a las extranjeras. Edith animó a la yanacita a seguir adelante y
el sacerdote se sintió obligado a saludarlas. Edith esperó
afuera mientras que él entró para administrar la extrema
unción a un hombre moribundo. Era el esposo de la yanacita.
Cuando el párroco se hubo despedido, vinieron a la casa
del enfermo dos indios viejos. Edith observaba con mucha
curiosidad4 cuando uno de los hombres le dio a su compañero
tres azotes. Luego ambos besaron al enfermo tres veces y
juntos exclamaron: “¡Perdonado!”
En seguida entraron otros dos hombres quechuas.
Repitieron la misma escena anterior y otra vez le declararon
perdonado. Los azotados aguantaron el castigo sin inmutarse.
Así querían demostrar que estaban llevando el castigo por
cualquier pecado que hubiera cometido el moribundo durante
su vida. Edith se sentó en cuclillas afuera, acompañada
solamente de mujeres. Se puso triste porque lo que vio era una
práctica vana y supersticiosa. Sabía que el sacerdote cobraba
por administrar la extrema unción, otra práctica inútil y
antibíblica. Mayor frustración tuvo cuando ella por no

4 Las puertas anchas siempre se quedaban abiertas de par en par durante


el día por el calor.
Venciendo 109
conocer el idioma, no pudo explicarles que sólo Cristo
perdona los pecados.
Cuando el sacerdote se hubo ido, Edith fue llevado al lado
del enfermo. Después de examinarle, se dio cuenta que,
médicamente, por el estado avanzado de su enfermedad, no se
podía hacer ya nada por él.
Un miembro de la familia después la invitó a orar por él.
Tuvo que hacerlo en castellano, pidiendo que Dios diera
comprensión a los oídos quechuas de la familia. El hombre
murió. Pero la experiencia aumentó en Edith la urgencia de
aprender la lengua quechua.
Satanás se opuso tenazmente al mensaje de perdón que
habían venido a impartir las misioneras a la gente de San
Martín. Una señorita peruana, Rosa Portocarrero había
recibido a Jesucristo. Abiertamente dio testimonio con gozo
en su colegio.
Un año antes de terminar sus estudios en la Escuela
Normal de Moyobamba, no le era ya permitido continuar; sus
profesores no le dieron explicación alguna. Sólo se podía
entrever que a algunos no les gustaba que una evangélica
llegara a ser profesora. Las misioneras mostraron su simpatía
a Rosa y se pusieron molestas por la injusta discriminación.
Pero confiaban que lo que Dios permite tiene sus
propósitos para bien. En este caso Rosa era como una enviada
del Señor para ellas. El beneficio era mutuo. Ella estaba
afligida por no tener trabajo ni esperanzas para continuar con
su educación y la Misión tenía necesidad de profesores.
Con la preparación que tuvo, pudo enseñar en la Escuela
Británica y ayudar también en el hogar. Con el tiempo vieron
en ella una dedicación sincera y que tenía mucho potencial
para el ministerio. “Sería importante que se prepare en el
Instituto Bíblico de Costa Rica,” se decían las misioneras. Tal
propósito tuvieron también con Hortensia.
Las dos sentían que Dios les estaba llamando para ir a
estudiar. Las misioneras no sabían cómo podrían realizar el
mucho trabajo sin la ayuda de ambas, pero harían todo el
esfuerzo necesario para llenar el vacío. Era importante la
110 LOS CHASQUIS DEL REY
preparación de las dos.
Siguiendo el ejemplo de Vicente, que también se separó
momentáneamente de su familia, Hortensia enfrentó la parte
más difícil que era el desafío de separarse de su hijo único,
Héctor, de cinco años. Rosa y Hortensia partieron viaje. Ana
les acompañó. Sabiamente, habían decidido no enviar a
mujeres solas en un viaje como ese. Era el sexto viaje de Ana,
en bestia, por los Andes. Sin embargo, acostumbradas las tres
al clima tropical de San Martín, era un viaje extremadamente
duro. En una de las alturas Ana tuvo que hacer reaccionar a
Rosa de un desmayo con sales aromáticas. Temieron por su
vida.
Sufrieron cuando en un lugar una de las bestias cayó al río
con todo el equipaje de Ana. Consiguieron otro caballo y
continuaron después de rescatar el equipaje y procurar secar
sus cosas. Debido a la lluvia pasaron muchos días con la ropa

Un baño con Mamá Rosa Portocarrero


Venciendo 111
mojada.
Después de un mes de viaje descendieron de entre las
inmensas y majestuosas montañas de la Sierra a los anchos
arenales del desierto de la Costa, para alcanzar por fin la
ciudad capital del Perú: Lima.
Después de varios días y no pocas dificultades, Ana, Rosa
y Hortensia se embarcaron en un barco de carga, rumbo a
Panamá, habiendo cumplido con los requisitos de extranjería.
En Panamá cambiaron a otro barco que las llevó a Costa Rica.
Después Ana continuó su viaje rumbo a Inglaterra.
De las tres, Ana volvió a Lamas primero. Fue en el año
1937. Mientras tanto Vicente Coral había terminado sus
estudios y estaba regresando a San Martín.
El 10 de enero de 1938 Vicente era el huésped de honor en
un servicio de bienvenida. Mucha gente se había reunido en el
nuevo templo de Lamas, su iglesia-hogar. Allí Vicente relató
sus experiencias y testificó acerca de las bendiciones
recibidas en Costa Rica.
Relató que en su regreso parecía que Satanás quería que él
y sus libros se perdiesen. Habiendo llegado a Lima, escogió ir
a San Martín por Tingo María, por carretera. De ahí bajando
en la balsa por el río Huallaga, en las Cataratas Cayumba, la
balsa se volteó. Vicente se cayó junto con la carga al río.
Escapó milagrosamente de las turbulentas aguas, cuando uno
de los pasajeros, cogiéndole del pelo, le sacó del agua y le
ayudó subir a la balsa. Luego atracaron en una playa.
Felizmente pudo rescatar también su baúl que flotaba y
pudo secar sus cosas, inclusive sus preciosos libros y notas de
estudios. Después de dos días estaban de nuevo sobre la balsa
ya arreglada, aguas abajo y rumbo al puerto en Shapaja.
Ebenezer... hasta aquí nos ayudó Jehová (I Samuel 7:12).
Se le notaba más maduro en su fe a Vicente y hábil en el
uso de la Palabra, casi elocuente en su hablar. Estaba lleno de
entusiasmo por el futuro ministerio que le esperaba.
Al mismo tiempo eri que todos estaban recibiendo con
entusiasmo a Vicente, había una nube de preocupación en la
Misión. ¡Elena estaba enferma!
En La
Angustia Edith Vinall Vda. De Tuanama

Vicente Coral pensó que estaba pasando un dulce sueño


cuando llegó de Costa Rica; esos mismos días para las
misioneras en el hospital se constituyeron en una triste
pesadilla. Como siempre seguía el ajetreo de mucha gente; los
familiares de los enfermos, las enfermeras y las auxiliares.1
Pero pesaba sobre todo, especialmente en la mente de Ana y
de las misioneras una preocupación grande acerca de Elena.
La temperatura elevada de ella hacía pensar que tal vez
tenía fiebre tifoidea. Todos los intentos de hacerla bajar eran
inútiles. Ana oraba con fervor: “¡Señor amado, preserva su
vida!”
Edith Vinall velaba cuidándola día y noche. Juntas oraron
la enfermera y la paciente. Sin embargo, su temperatura subió
a 40.3°C. Pidieron las oraciones de la Iglesia. Entonces un grito
rompió el ya tenso ambiente cuyo eco resonó entre las colinas
que rodeaban el hospital y en la sala donde Edith cuidaba a la
paciente, su amiga.
—¡Incendio! ¡Incendio!
Al calor tropical de un verano fuerte en Lamas y la fiebre

1 Los pacientes que tenían que internarse en el hospital eran atendidos con
el lavado de ropas y comidas por sus familiares, que siempre los acom
pañaron quedando hasta que el enfermo regresaba a su hogar.
En La Angustia 113
de Elena se agregó el calor de otro fuego más. De una chacra
bastante cerca al hospital venía humo. Llamas amenazaron el
mismo hospital.
Pronto hombres y mujeres de la Misión corrieron llevando
palas y baldes de agua. Solamente Edith se quedó orando al
lado de sus pacientes. Dios contestó con un milagro. La
dirección del viento cambió bajando instantáneamente la
intensidad del fuego. Con la ayuda de balde tras balde de
agua, pronto se conjuró el peligro. Todos con gran alivio
volvieron nuevamente a sus trabajos.
Edith estaba segura que Dios también iba contestar sus
oraciones a favor de Elena como la había hecho con el
incendio. Pero en lugar de bajar su temperatura subió de
40.3°C a 40.8°C. “¡Ojalá que estuviera el doctor MacKay!”
pensaban todos. Entre el cuidado de otros pacientes, tales
como de un hombre que se había quemado severamente en el
incendio, Ana y Edith velaban por turnos a Elena. Para ellas
la semana pasó como una sola noche triste e interminable.
Después de ponerle una inyección Ana y Edith oraron otra
vez con mucha aflicción. En ningún momento dudaban que,
de un momento a otro, la fiebre bajaría. ¿No había sanado
Dios a Ana misma cuando su familia había rogado junto a su
cama hacía muchos años en Inglaterra? ¡Podría hacer eso y
mucho más por Elena! Aunque su sobrina amada seguía
empeorando,2 Ana tenía firme su fe como un pilar de mármol.
Suministraron más sueros e inyecciones a Elena. Cuando
Eleanor llegó con Ana María de Cuñumbuque, se pusieron
sumamente turbadas al ver a Elena tan enferma. El siguiente
día, a las 2 a.m., Elena ya no mostraba ni siquiera una sonrisa.
Empezaron a administrarle oxígeno. En ese momento Ana no
pudo controlarse más. Lloró con angustia. A las 10 a.m. Elena
murió. Allí alrededor de la cama de tan hermosa joven,
cayeron de rodillas cinco débiles mujeres, llorando como
niñas. No podían orar; tampoco podían levantarse dejándola
'y
El diario de Edith menciona con gratitud a unos creyentes Saavedra que
ofrecieron velar a la enferma para permitir que ellas descansen.
114 LOS CHASQUIS DEL REY
sola.
Momentos después Ana cobró ánimo. Se levantó y recitó:
Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo
entenderás después (Juan 13:7). En un instante supo lo que
debía hacer. Enviar cables para participar a sus familiares y
amigos la triste noticia. Dios le dio las fuerzas para actuar.
Fue lo que hizo reaccionar a las demás misioneras también.
Valentín3 y unos creyentes trajeron un rústico ataúd y lo
pintaron con barniz. Al mediodía Lucía llegó de Juanjuí, río
Huallaga.
Edith sintió que ciertas experiencias la envejecían. La de
ese día era preparar ella misma el cuerpo de su amada amiga
para ponerlo en el ataúd, pues no había funeraria en la zona.
Lucía, Eleanor y Edith arreglaron las bancas en el templo y
pusieron en floreros las muchas flores frescas que llegaban.
Las condolencias de peruanos conmovían a las misioneras.
Ana4 y una nueva misionera inglesa, Gladys Tyley, fueron
caminando siguiendo el féretro con los niños del hogar.
Llevaban coronas hechas de flores. Mucha gente esperaba en
el hospital para unirse a la procesión.
Les alentaba la presencia en el templo de un buen número
de amigos, entre los cuales estaba el juez del pueblo, que
había prestado su lámpara de gasolina. El servicio dirigido
por don Valentín les trajo fortaleza.
El siguiente día fue sumamente difícil. Los hombres
llevaban el ataúd en sus hombros por el camino accidentado a
lo largo de los cuarenticinco minutos del trayecto al
cementerio. La tristeza de los creyentes no era porque creían
que su amada Miss Elena estaba en el purgatorio o porque tal
vez iría al infierno. Sabían que no tenía necesidad de la
extrema unción ni de que otros recibieran látigos por ella para
que tenga perdón, como acostumbraban en los barrios

'i
Valentín Velázquez era pastor en la Iglesia de Lamas durante la ausencia
de don Vicente Coral en Costa Rica.
4 Edith no hace mención de Roda en el relato de esta experiencia. Se cree
que tal vez estaba en su país durante este tiempo.
En La Angustia 115
quechuas. Nada de eso, porque como los demás creyentes
había creído en Jesucristo y todos sus pecados fueron
borrados eternamente. Era la separación corporal que dolía—
una separación para siempre de esta vida terrenal.
El mensaje de la Biblia traído otra vez por don Valentín
salió clara y poderosamente. Confirmó a los creyentes que la
verían otra vez en gloria. Leyó victoriosamente y con voz
resonante I Corintios 15:54,55: Y cuando esto corruptible se
haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya
vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra
que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde
está oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu
victoria? Con estas palabras se alentó el pueblo de Dios.
Las misioneras regresaron a casa para participar de la
comida sabrosa que Lydia había preparado con mucho amor.
Sus corazones seguían palpitando de dolor. En medio de
aquella pena, dieron gracias a Dios porque no vinieron
muchos enfermos esos días al hospital. Las misioneras se
consolaron con los telegramas de simpatía que llegaban de
Iquitos, Cajamarca, Moyobamba y del exterior.
El doctor por fin llegó aquella tarde muy cansado. Había
viajado a bestia día y noche para llegar más pronto. Le afectó
mucho saber que Elena había fallecido ya. Le aseguró a Ana
que Elena no murió de fiebre amarilla ni de tifoidea u otra
enfermedad contagiosa, sino de un virus incurable. La
aseguró que las medidas que había tomado ella para combatir
el mal eran las correctas. El hubiera hecho lo mismo si
hubiese podido llegar a tiempo.
El domingo Edith caminó al templo con Ana y el doctor
MacKay. La casa estaba repleto. Todos escucharon
atentamente el sermón que el doctor predicó. Sus palabras
eran de consolación, pero hicieron brotar nuevamente las
lágrimas de Edith y de muchos otros.
En Inglaterra el dolor de la famijia Soper era mayor.
William sacó del archivo la carta que había recibido de su
hija, la última que ella había escrito. La leyeron en familia.
Antes de enfermarse, había escrito del evangelismo de casa en
116 LOS CHASQUIS DEL REY
casa que hizo anteriormente por las calles de Cuñumbuque.
Las siguientes palabras parecían resaltar de la página escrita:
“¡Qué hermoso es hablarles de las cosas tan preciosas a mi
corazón...!”
También Elena había citado la promesa: ...así será mi
palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que
hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello
para que la envié (Isaías 55:11). Del mensaje que dio Elena
el último domingo antes de enfermarse se destacaron como en
alto relieve las palabras: Me has guiado según tu consejo, y
después me recibirás en gloria (Salmo 73:24). Era como un
presentimiento de lo que iba a suceder.
Costó a la familia Soper entender los caminos del Señor.
¡Tanto la amaban! ¡Tanto la necesitaban en Lamas! No
podían, sino poner todo en las manos de Dios, el mayordomo
divino de ellos y de la obra en San Martín. Se consolaron. La
semilla de la Palabra que ella había sembrado llevaría fruto en
el corazón de la Selva del Perú.
En Lamas, Ana estaba parada en su oficina-dormitorio,
rodeada de sus colegas de trabajo. Las había llamado para
hacerlas oír el contenido del cable que había llegado de
Inglaterra. Leyó:
COMITE LONDRES COMUNION SENTIMOS PESAR
Isaías 61:3.
Ana buscó la cita en su Biblia, y leyó: ...a ordenar que a
los afligidos de Sión se les dé gloria en lugar de ceniza,
oleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar
del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de
justicia, plantío de Jehová para gloria suya.
Con dificultad, por las lágrimas que nublaron sus ojos,
buscó en el archivo el nombre escrito a mano, COMITE DE
LONDRES, WILLIAM,5 y guardó el cable en su lugar.
Después de algunos comentarios breves, una tras otra, las
demás misioneras salieron silenciosamente del cuarto. Ana
meditó: Dios había concedido a Elena solamente diez años de

5 Todavía no se había organizado como Misión.


En La Angustia 117
trabajo en el Perú, y treinticinco años de vida, la única hija
entre tres varones de la familia de William y su querida
esposa. Ana se sometió a la voluntad de Dios aún sin
comprenderlo. Dijo en palabras de Job el patriarca: Jehová
dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito
(1:21). Se preguntó: “¿Qué nos está queriendo decir el Señor
con la muerte de Elena?”
Metió el pañuelo en su bolsillo y elevando sus ojos se dijo:
“Del fallecimiento de Elena deben resultar inmediatamente
otros pasos nuevos en la obra del Señor.” Elena había
anhelado ver una escuela bíblica en Lamas; tendría que ser
una realidad.
Inmediatamente Ana compartió con las demás esta nueva
meta. Estuvieron muy de acuerdo con ella. Eligieron a Lucía
para organizar una mini escuela bíblica para mujeres. Lo hizo.
También buscaron al dotado don Manuel Moráis, graduado de
Costa Rica, que vino de Moyobamba para dar clases
nocturnas a los hombres. Todos seguían orando para que se
quedase a ayudarles. Pero no pudo quedar mucho tiempo.
Después Dios dio otra pauta más en la marcha hacia
adelante. Ana había conocido en una de sus visitas a Iquitos a
Ernesto y Effie Olsen, misioneros norteamericanos. Les invitó
para que vengan a Lamas a dirigir una escuela bíblica. A fines
del año 1939 llegaron con su hija Nancy. En 1940 se abrió
oficialmente la Escuela Bíblica de Lamas.6 Podían preparar
ahí mismo a sus estudiantes para el ministerio. Algunas
iglesias evangélicas de Iquitos también enviaron algunos
estudiantes. Elena se hubiera regocijado ver todo eso.
La otra visión de Elena era acerca de los nativos quechuas.
Ana habló con Edith en cuanto a ellos. Hacía mucho que
Edith había querido que Ana le permitiese salir del trabajo del
hospital para dedicarse a los quechuas.
Ana reconoció que la había obstaculizado algo en su deseo

6 Algunos pensaban que debería llamarse la “Escuela Bíblica Elena


Soper”, pero Ana prefirió dar la gloria a Dios solamente, y no a ningún
ser humano, ni aún a su propia sobrina Elena.
118 LOS CHASQUIS DEL REY
de hacer la obra entre los de habla quechua. Pensando en esto
salió en busca de ella. Le pidió perdón y después le presentó
su nuevo plan:
—Debes ir a trabajar en el valle de Sisa con los quechuas.
Orararon juntas acerca de cómo iniciar ese trabajo entre
ellos. La siguiente mañana Edith todavía luchaba de rodillas.
Sintió cierto temor y aún pena. Lamas había llegado a ser su
hogar. No tenía muchas ganas ya de mudarse. Entonces oyó
resonar la campana del comedor. Era tiempo para ir al
desayuno. Se puso de pie, se vistió su uniforme de enfermera,
se arregló el pelo y salió. Alta y esbelta, estaba sonriente
como siempre y amable con todos. Después del desayuno y la
oración, aligeró sus pasos en dirección al hospital. Mientras
trabajaba, su mente estaba con los quechuas del valle de Sisa.
Antes de concluir el día había llegado a una decisión firme y
clara sin necesidad de pensarlo más. Iría a Sisa.
22
Penetrando El Ponasa
Por caminos estrechos, cubiertos de follaje, Edith y
Hortensia caminaron de Lamas todo el día desde muy
temprano por la mañana. Les ayudaron los cargueros que
llevaron las medicinas y todo el equipaje. Subieron y bajaron
con enorme dificultad el Ampi Urco.1 Por fin llegaron a Sisa.
Las dos misioneras ocuparon la mitad del cuarto, la parte
que Ana había alquilado para su uso. Tenía que servirles de
dormitorio, oficina, y clínica. Estaban horrorizadas que
además tenían que compartirlo con otros de la familia.
Edith servía a los pacientes y enseñaba la Palabra. Fue el
inicio del trabajo del resto de su vida. Al mismo tiempo
procuraba aprender el quechua. Poco tiempo después
comenzó a traducir al quechua unas porciones de la Biblia y
escribir folletos también. Tuvo muchos problemas por falta de
tiempo suficiente y del conocimiento de la lengua.
Mientras Edith se dedicaba a los pacientes, Hortensia
ayudaba con otros aspectos de la obra: Enseñaba la Palabra,
dirigía la Escuela Dominical, visitaba los hogares de los
mestizos y aliviaba mucho el trabajo en la casa, clínica, y

1 Es un cerro alto extremadamente difícil de subir y bajar, especialmente


bajar durante el invierno (tiempo de lluvia).
120 LOS CHASQUIS DEL REY
cocina. Cuando Hortensia tuvo que regresar a Lamas, Rosa2
vino para reemplazarla hasta que una señorita del Valle, Ana
Valera, se integró como ayudante de Edith.
Por razones de salud, Edith se trasladó momentáneamente a
Moyobamba para gozar de una merecida vacación. Fue al
mismo tiempo una oportunidad para que ore y busque el
rostro del Señor en preparación para un desafío que tenía por
adelante. Edith había recibido, algo como Ana, del Señor
Jesús mismo, la visión para alcanzar a las almas que
quedaban más allá (Juan 10:16). El apóstol Pablo dio la
misma pauta a la iglesia de Corinto con las palabras:...que
anunciaremos el evangelio en los lugares más allá de
vosotros... (II Cor 10:16).
La gente había contado a Edith acerca de una región
poblada por toda la ruta del río Ponasa. Alejandro del
Castillo3 había estado en Sisa como suplente de Edith durante
los días de su ausencia. Ella, aprovechando la presencia de
Alejandro pidió a éste que se quedase un tiempo más,
mientras que ella pudiese hacer una gira de evangelización y
de reconocimiento de la mencionada región.
Montada en su caballo una tarde de domingo empezó su
viaje hacia el Huallaga rumbo al Ponasa. Don Edmundo
Flores,4 que tenía familiares en el lugar, era el guía del grupo.
Desde cierto lugar, cuando ya no les era útil el caballo,
continuaron el resto del periplo en canoa y a pie.
Por primera vez penetró el evangelio en ese valle tan
hermoso de la Selva. Era un viaje difícil: ríos crecidos y
caminos fangosos por las lluvias tropicales que caían a diario.
o
Más tarde Rosa regresó a Lamas a trabajar como madre de los niños del
Hogar, donde seguía sirviendo hasta que se clausuró en 1960 (Acta de
Conferencia, Noviembre). Rosa se enfermó y falleció en 1971.
finalizando su vida como una que había corrido fielmente para el Señor.
3 Graduado de Costa Rica, predicaba en el Valle de Sisa, por varios
meses, durante la ausencia de Edith.
4 Uno de los creyentes de Lamas, Edmundo Flores, había regresado
recientemente del Instituto Bíblico de Huánuco. En el año 1943, Edith le
invitó a acompañarle en el viaje con el evangelio al Ponasa.
Penetrando El Ponasa 121
Después de una semana de visita, predicando el evangelio
en muchos pueblos, llegaron a cierto lugar. Lastimosamente
las autoridades rehusaron dar permiso de que se predique ni
siquiera que se realice una Escuela Dominical para los niños
del pueblo. El grupo pidió la dirección del Señor. Todos
sintieron mucho aquel rechazo; pero Edith colgó
porfiadamente el cuadro “Los Dos Caminos”5 en la pared.
Esto provocó la curiosidad de la gente. Tanto adultos como
niños se acercaron para mirar, dando a Edith la oportunidad
de explicar el significado del cuadro. Decía:
—Aquellos que creyendo se entregan a Jesús confesando
sus pecados irán por el camino angosto al cielo; los otros, los
que rechazando a Jesús continúan por el camino ancho de
pecado, irán al infierno.
El cuadro hizo un impacto poderoso. Dejó sembrada la
semilla de la verdad de Dios en los corazones de muchos.
Edith seguía leyendo otras porciones más de la Biblia, como
la del Hijo Perdido6 y la del Rico y Lázaro. Tal vez la gente
comprendería así más que en una Escuela Dominical formal.
La historia del sacrificio de Edith y Edmundo en aquel
campo blanco es larga. El lugar era distante. Tenía que
caminarse en plena selva veinte días. A pesar de la edad de
Edith, que cumplió cuarentitres años durante el viaje,
pentraron en el valle hasta llegar a Leoncio Prado. (En otro
libro se espera leer las proezas que logró Edith en su trabajo
de amor entre los quechuas de San Martín).
Cuando Edith regresó a San José de Sisa se regocijó con la
última novedad de la Misión. Hacía mucho tiempo que
estaban pidiendo a Dios que enviara misioneros hombres a
San Martín. Era difícil entender por qué Dios enviaba
únicamente mujeres para una sociedad machista en la cual
trabajaban. Hasta entonces don Ernesto Olsen, Director del

5 Un cuadro grande que mostraba el camino aficho que conduce a la


destrucción, y el angosto, a la vida eterna.
6 Algunos suelen titular a este pasaje de la Escritura como la Parábola del
Hijo Pródigo.
122 LOS CHASQUIS DEL REY
Instituto Bíblico, era el único hombre. Después llegó Denis
Tompson, soltero, de Inglaterra, a quien Dios le recogió
pronto.7 Pero Dios estaba contestando sus oraciones. A la
Misión de Lamas, de sólo mujeres, llegaría más y más la
influencia masculina.

Listo a viajar. Alforjas de algodón tejido.

1 Después de dos años en el Perú, sufrió una enfermedad. No se mejoró.


Volvió a inglaterra donde murió el 16 de febrero de 1940.
Eduardo y Los Remolinos
Un joven misionero nuevo iba remover, cual torbellino, las
emociones, preocupaciones y quién sabe qué cosas más de las
misioneras de San Martín. Era Eduardo Ball.
Ana viajó de Lamas a Lima para encontrarle allí y
acompañarle de regreso por la nueva carretera a Tingo
María.1 Era la misma ruta que había seguido Vicente Coral
cuando regresó de Costa Rica. En el viaje por ómnibus y
luego en una balsa enorme por el río, Ana se alegró al oírle
hablar a Eduardo con su casi impecable castellano. Aunque
era de Inglaterra, se había criado en la Argentina.
Eduardo quedó extasiado cuando la balsa en la cual
estaban viajando bajó flotando velozmente hacia las
peligrosas caídas del Cayumba. Juntamente con los demás
viajeros se alivió al salir después aunque todos mojados de
sus remolinos, y luego al seguir más lento y tranquilo por el
resto del viaje en el río Huallaga.
Durante ese tiempo Ana se encargó de preparar las
comidas de ella y Eduardo y de proveer su agua de tomar
herbida.2 Una semana o algo más de viaje era tiempo
suficiente para que el nuevo misionero contagie disentería y

1 El Departamento de Caminos hace poco había terminado de construir la


carretera de Lima a Tingo María.
2 Los pasajeros podían hacer candela encima de las topas de la balsa atrás
sobre barro puesto allí por ese propósito.
124 LOS CHASQUIS DEL REY
muera antes de llegar a su destino si no tomarían las
precausiones necesarias.
Al llegar por fin en Shapaja, uno de los empleados de la
Misión les esperaba con una muía para Eduardo, un caballo
para Ana y otro animal para llevar el equipaje en la última
etapa del viaje, de catorce horas más hasta Lamas. Ana
comprobó que ese viaje por Tingo María de la Costa no era
tan sufrido como él de cruzar los Andes a bestia.
La noticia de la llegada de un gringo causó revuelo en
Lamas casi así como el violento remolino del Cayumba. ¡Y
sobre todo que sabía hablar castellano! Los misioneros
comentaban: Puede ir directamente al campo de trabajo, sin
tener que pasar tiempo estudiando primero la lengua. ¡Qué
dichoso!
Ernesto Olsen estaba dirigiendo en ese momento la
Escuela Bíblica de Lamas. Lo hacía bien. Como único
hombre, le extendió una feliz y amigable bienvenida a
Eduardo. Aunque joven Eduardo pronto iba a agregar mucho
al peso masculino en la Misión. Era el principio de lo que
Ernesto, Ana y muchos otros habían pedido al Señor.
Había algo, no obstante, que le preocupaba a Ana. Eduardo
era soltero. Era norma de la Misión no permitir que en los
pueblos una empleada lave la ropa ni cocine las comidas de
un misionero soltero. Ana tenía temor de comentarios
adversos que tan fácilmente podrían correr. También se
preocupaba por su salud. No podía borrar de su mente el
hecho de que habían perdido ya a un hombre: Denis
Tompson, que después de un breve tiempo de servicio
enfermó y tuvo que volver a su país donde murió.
Ana puso todo en las manos de Dios, quien ya tenía en
proceso una solución perfecta. El 22 de agosto de 1941, un
avión chico bi-motor volaba la ruta Chiclayo-Lamas-
Tarapoto. Aterrizó en Lamas. Bajaron del avión dos señoritas
misioneras inglesas nuevas: Eileen Davis y Margarita Hutson.
Ellas habían cruzado la cordillera en seis horas. El primer
viaje de misioneras por avión era motivo de admiración de
toda la gente. En la recepción de las dos señoritas en la sala
Eduardo y Los Remolinos 125
de la Misión, estaba Eduardo. Este, bastante guapo, de
mediana estatura, con bigote y de pelo hondulado castaño, ya
era el blanco de las miradas de las otras misioneras; pero él no
había visto ninguna posible idónea entre ellas.
Ana, por su parte, pensó: “Tal vez se enamore de una de
las recién llegadas.” Pero el mucho trabajo no permitió que
ella se preocupase más acerca de ese asunto. Primero
era necesario designar a alguien que enseñe a Eileen y
Margarita el castellano. ¿Quién mejor que aquel que sabía
hablarlo casi perfectamente? Eduardo llegó a ser el instructor.
Diariamente estudiaron juntos el Guía Hugo para Aprendizaje
Rápido del Español.
Seguía la especulación también entre los niños del hogar:
“¿Con cuál de las misioneras va a enamorarse el joven
Eduardo?” Con el pasar del tiempo parecía que iba ser Eileen
la escogida. Un día Eduardo, venciendo el temor, habló a
Ana:
—Miss Soper, ¿puedo hablar con usted?
Es de imaginarse lo que hablaron, porque más tarde
Eduardo y Eileen fijaron la fecha de su matrimonio, el 25 de
setiembre de 1942. El y su más hermosa del mundo, Eileen
Davis, se casaron. Era el primer matrimonio de misioneros en
San Martín. Después de los votos nupciales en el Concejo de
Lamas, en cumplimiento de la ley, Vicente Coral pidió la
bendición en un emocionante servicio de dedicación a Dios
de la nueva pareja. Luego de la recepción, en la sala de la
Misión, se prepararon para el viaje a su nuevo hogar. El
siguiente día los dos montaron sus caballos y partieron rumbo
a Tarapoto.
En cuanto a la Iglesia de Tarapoto, los Ball fueron
recibidos con una alegre bienvenida. Eduardo iba a ser su
pastor. Poco tiempo antes Carlos del Castillo (graduado de
Costa Rica, primo de Alejandro)3 había dejado el pastorado

3 Carlos se casó con una de las señoritas del hogar, Yolanda Alarco. Vio
imposible sostener a una familia con las ofrendas de la Iglesia e ingresó
126 LOS CHASQUIS DEL REY
de esa ciudad.
La pareja buceó entre las olas del trabajo y la vida de las
iglesias.4 El primer remolino que tuvieron que superar era el
problema de la falta de fondos en todas ellas. No era que
estaban preocupados por su sostén económico. Ellos recibían
tal cosa de las iglesias de Inglaterra. Las donaciones sólo eran
posibles porque en su país practicaban el diezmo y tenían
amor por la obra misionera. Si las iglesias en San Martín
aprendieran esa práctica, también podrían sostener a sus
pastores y obreros.
Tarapoto era la única iglesia evangélica que tuvo su pastor.
Las demás recibieron enseñanzas y dirección de un miembro
laico de su congregación o cuando les visitaban los obreros
itinerantes o los misioneros. Pero cuando obreros como
Hildebrando Tello, Carlos del Castillo, Alejandro del Castillo
y otros visitaban las iglesias en los pueblos, enseñando la
Palabra, las ofrendas eran mezquinas y resultaban poco para
su sostén.
En las iglesias ponían excusas. Eduardo veía con
preocupación que éstas faltaban el respeto a los obreros
nacionales. Algunos creyentes decían que los obreros
deberían aprender a vivir por fe. Otros pensaban: “¿Por qué
voy a compartir con los que no trabajan? Pasan sus días
leyendo libros.” No reconocían que estudiar también es
trabajo y tal vez más que sudar como carpintero u agricultor.
Para que el obrero viva por fe era necesario que los
creyentes también ejercitasen su fe cumpliendo su parte, que
era precisamente el diezmo.
Los misioneros enseñaron acerca de los diezmos y
ofrendas. Presentaban estudios de la Biblia sobre el tema.
Jesús mismo había enseñado en Lucas 10:7 que ...el obrero
es digno de su salario. El anhelo de los misioneros era que si
tan sólo las iglesias pudiesen cumplir con el diezmo, entonces

a las Fuerzas Policiales de su país. Sirvió al Señor fielmente dando buen


testimonio hasta que el Señor le llevó a su eterna morada.
4 Palabras del Apóstol Pablo en 2 Corintios 11:28.
Eduardo y Los Remolinos 127
se cumpliría para ellos el plan de Dios expresado en
Malaquías 3:10: Traed todos los diezmos al alfolí, y haya
alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice
Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los
cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que
sobreabunde.
Los creyentes escuchaban a Eduardo cuando en la pizarra
vez tras vez ilustraba sobre el diezmo, como antes habían
hecho otros:
—De diez huevos que ponen sus gallinas, uno pertenece a
Dios. De diez tazas de arroz, una taza pertenece a Dios. De
diez gallinas, debe traer una de ellas al templo para ofrecer a
Dios.
En la Iglesia de Tarapoto las enseñanzas hicieron gran
impacto. Eileen regresaba de los cultos trayendo las ofrendas
de los creyentes. Con la ayuda de algunos otros que
caminaban con ella, llevaban las gallinas colgadas de las
patas. Felizmente era corto el trayecto entre la Iglesia y
la Misión. Eileen estaba siempre feliz de entregar la “cosa con
plumas”, que siempre había asqueado tocar, a la empleada
para cocinar o para soltarlo en la huerta. Eileen compraba las
aves y ponía el dinero en el fondo de la Iglesia juntamente
con el de los huevos, arroz, plátanos, café o frutas que venían
como ofrendas.
Pero la mayoría de las otras iglesias no practicaban el
diezmo. Algunos de los creyentes pensaban que los
misioneros debían pagar a los obreros. Creían que eran ricos.
Y así seguía el círculo vicioso e interminable de comentarios
sobre asuntos económicos. El resultado: Los obreros se
quedaban sin recursos.
Y había muchas cosas más para que aprendan. Eduardo
ayudaba mucho en las visitas a las iglesias. Viajaba los fines
de semana en su único vehículo de cuatro patas, su caballo
Billy. Iba a enseñar hábilmente la Palabra de Dios. Predicaba
en Juanguerra, Shapaja y otros pueblos.
En sus viajes vio la urgente necesidad de ayudar también a
los creyentes en la construcción de sus templos, sea en
128 LOS CHASQUIS DEL REY
Tarapoto, en Morales o en otros pueblos más.
Al paso del tiempo Eduardo llegó a ser el consejero
espiritual en toda la región, especialmente para los obreros
itinerantes. Eileen tenía un lindo don para el trabajo entre las
mujeres y los niños, y como madre de la casa de huéspedes en
la Misión de Tarapoto. Criaba también a sus dos hijos,
Ricardo y Cristina, que Dios les había dado.
Un día llegó a la casa de la familia Ball otra nueva
misionera enfermera, Megan Jones. Era de Gales, Gran
Bretaña. La recibieron gozosamente y después de breves días
la despidieron en su primer viaje a lomo de bestia de Tarapoto
a Lamas. Allí iba a empezar su trabajo misionero.
24
Tuvieron
Visión 1

Jamás podría haber llegado una ayuda más apropiada para


Ana que Megan. Megan tuvo tanta visión como Ana misma
para la obra, y para hacer mejoras en particular en el Hospital.
Llena de energías, al principio andaba aprendiendo, cual
corderito al lado de Margarita. Algunos de los misioneros por
eso la llamaron en son de broma: la “corderita de Margarita”.
Cuando Megan había estudiado apenas dos semanas el
castellano, Margarita tuvo que ausentarse por algunos días.
Encargó a Megan la responsabilidad del Hospital. Ana María
y Belén, las dos aprendices de enfermería le ayudarían con la
traducción en el caso de que hubiera sido necesario, aunque
solamente Ana María entendía algo de inglés. Esto a veces
traía dificultades a Megan, porque algunos pacientes llegaban
a la puerta del Hospital y luego se retiraban diciendo que
esperarían hasta que regresase la señorita Margarita.
Después de algún tiempo cuando ya sabía algo el
castellano fue llamada a asumir la dirección del Hospital en
reemplazo de Margarita. Una noche después de concluir las
devociones espirituales con los pacientes éstos se dispusieron
a dormir; Megan, por su parte, fue a su cuarto. Estaba feliz de
tener un tiempo libre para escribir una carta y ¡ojalá!

1 Números 24:4.
130 LOS CHASQUIS DEL REY
descansar algo temprano.
El chirrido de los grillos y el croar de sapos y ranas eran
como música para sus oídos, porque el coro de la naturaleza
estaba anunciando lluvia y el tanque de agua estaba vacío.
Apenas había dormido Megan cuando oyó: “¡Pum! ¡Pum!
¡Pum!” Alguien tocaba fuertemente la puerta principal del
Hospital. Saltó como un resorte de su cama y corrió por el
corredor, abotonándose el uniforme antes de llegar a la puerta.
Maniobró la chapa y abrió la puerta.
Vio que gentes se movían en medio de la oscuridad.
Conversaban en voz baja. A menudo llegaban pacientes así en
camillas al Hospital de Lamas, pero aquella noche Megan se
descorazonó con lo que veía.
Se percató que la paciente era la esposa del Alcalde de
Tabalosos, y al examinarla, descubrió que necesitaba una
operación de emergencia en el abdomen. Megan procuró
convencer a la familia para que la lleven al Hospital de Salud
Pública de Tarapoto que estaba más equipado para el caso.
Los hombres ya la habían cargado durante siete horas
desde Tabalosos haciendo malabares. Definitivamente no
querían llevarla otras seis horas más, y por la noche, hasta
Tarapoto. Además la paciente no aguantaría más. Estaba
grave, gravísima.
Megan no había hecho cirugía anteriormente; pero los
familiares de la paciente insistían a porfía que ella la operase.
Entró a cierta sala y oró. En un instante le vino la respuesta
del Señor. Le hizo recordar cómo le había ayudado antes en
una situación sumamente difícil en Inglaterra. Y diciendo:
“para Dios nada es imposible,” Megan se puso manos a la
obra. Revisó el texto de ciriguía de cómo proceder en tal caso.
Llamó luego al joven que le servía en casa. Tenía que elevar
el nivel de la mesa de cirugía. Gustosamente ayudaba. Buscó
bloques de maderas y los puso debajo de las patas de la mesa.
Luego prendió dos lámparas de kerosene, aunque traían
insectos. No se podía evitarlos. Otra vez Megan oró con sus
ayudantes y con la paciente. Puso todo en las manos de Dios.
Con las chicas que eran sólo aprendices comenzaron la
Tuvieron Visión 131
operación. Ellas ya sabían administrar la anestesia, pero no
hubo ni suero ni sangre para una eventual transfusión. La
mujer sobrevivió a la operación y pasó la noche. Por varios
días estaba entre la vida y la muerte, pero luego entró en
recuperación. Los familiares y especialmente el Alcalde y su
esposa se quedaron sumamente agradecidos. Megan dio las
gracias al Médico Divino. La parte mejor de todo fue que la
señora también puso su confianza en el Señor. Megan siempre
se regocijaba cuando el Señor sanaba no sólo los cuerpos sino
también las almas, y esto eternamente.
Ana y Roda anteriormente habían practicado cirugía y así
salvaban muchas vidas cuando no habían médicos en la zona.
Esta experiencia fue para Megan el principio de muchas otras
intervenciones quirúrgicas mayores, inclusive accidentes y
muchas cosas más. Por sus éxitos ella vino a ser conocida en
toda la Selva como “la doctora” Miss Megan.
Esos servicios de los misioneros podían realizarse
solamente porque en el extranjero, también, había gente con
visión que oraban. A fines de la década del cuarenta la obra
en Lamas se benefició por unos cambios ocurridos en las
oficinas administrativas de la Misión. William ya era jubilado
y su hijo, hermano de Elena, también.
Un hombre de Dios, el señor Ebenezer G. Vine, de la
associación misionera RBMU,2 fue de Inglaterra a los EEUU
con el deseo de promocionar la obra misionera allí y en
Canadá. El señor Vine participaba del corazón de Dios mismo
para las almas perdidas del mundo.
Por la visión de él y de otros hombres cristianos de
influencia, la Junta Directiva de la Misión del Perú Interior
(MPI) Perú Inland Mission (PIM) de Inglaterra, fue invitado a
unirse con la RBMU. Así la Misión se benefició con un
reconocimiento más amplio en dos continentes y con el Pastor

2 En inglés “Regions Beyond Missionary Unión” (Unión Misionera para


las Regiones de Más Allá, 2 Cor. 10:16). En 1995 RBMU se unió con
“World Team” (Equipo Mundo) para formar una asociación con mayor
fuerza y alcance.
132 LOS CHASQUIS DEL REY
de la Iglesia Bautista Rye Lañe, Theodore Bamber, que fue
llamado a servir como Director de la RBMU.3
Con estos acontecimientos comenzaron a presentarse
nuevos aspirantes para servir en Lamas. Estos ahora
provenían tanto de Inglaterra
como de América del Norte. Entre
los primeros que vinieron de
América del Norte en noviembre
de 1953 los recién casados del
oeste de Canadá Ole y Vera
Sorell. Fueron a vivir en Lamas.
Llegó el día cuando la pareja
canadiense debía conocer Venta­
nilla, la chacra que inicialmente se
pensó que administrarían. El
camino de Lamas a Ventanilla es
extremadamente accidentado. Lle­
garon a la planicie donde estaba la Ole Sorell
casita en medio de un naranjal.
Bien pronto después de dar un vistazo a Ventanilla, Ole
decidió que hacer agricultura en ese terreno tan accidentado no
era viable. El era agricultor, pero no de terrenos como éste.
Los peruanos sabían mucho mejor que él cómo rozar y
preparar el terreno para sembrar maíz, café, arroz, plátanos,
naranjos, mangos, papayas, cocos, caña de azúcar, algodón y
frejoles y en terrenos tan accidentados. Ole sabía de
agricultura mecanizada en terrenos planos. A su regreso
aquella tarde a la Misión habló con Ana:
—Miss Ana —dijo sin rodeos—, creo que se debe vender
Ventanilla. Es un sueño interesante el que tiene usted, pero no
es práctico.
Ana debió haberse sentido un tanto desilusionada, aunque
otros ya le habían advertido que el proyecto Ventanilla era
un sueño irrealizable. Pobrecita, tuvo que aceptar la opinión
de la mayoría. La chacra fue vendida, poco tiempo después a
o t
Le siguió el Reverendo Alan Redpath, Pastor de la misma Iglesia.
Tuvieron Visión 133
un precio ínfimo.
Al amanecer de un nuevo día, el agricultor canadiense
asumió la responsabilidad de los empleados de
mantenimiento de la Misión. Miss Ana (como le llamaban los
misioneros nuevos) tuvo siempre unos dos o tres trabajadores
en la Misión. Ole había trabajado también como empleado en
la hacienda de una familia en Canadá; pero sus trabajos en
Lamas eran diferentes—cubrir las paredes de tierra con hojas
de palmas, cortar el bosque en el campo (a veces infestada de
vívoras) sembrar y cosechar café, plátanos y frutas para su
gente, grama y pasto para los animales.
Al mismo tiempo empezó su ministerio de predicación. Al
principio escribió sermones en inglés para que otro los
tradujese; luego, él mismo los leía en su presentación a los
jóvenes en el Esfuerzo Cristiano o en una de las iglesias de
los pueblos donde iba de visita. Ana era entre las primeras en
reconocer que este hombre debía sembrar semilla espiritual,
más todavía cuando escuchó que era bien recibido
dondequiera que iba.
Seguía sirviendo a sus colegas en Lamas en
mantenimiento. A Ana le gustaba criar gallinas y ganados, así
que habían corrales y cercos para construir y mantener. Se
tenía que cavar silos también. En realidad a Ana nunca le
faltaban proyectos de construcción, tales como agregar
cuartos, levantar paredes, botar paredes, blanquear (pintar con
cal) paredes, arreglar goteras en los techos, y un sinfín de
trabajos.
Ole dirigió el proyecto de habilitar un pozo para proveer
agua a las diversas instalaciones de la Misión. Para ello tuvo
que mezclar, vaciar, echar cemento con ripio (piedra chancada
y arena gruesa) todo a mano, pára hacer un pozo en el mismo
manantial. Se desveló con los trabajadores vaciando el agua
que vertía hasta que se secase la mezcla. Luego instalaron una
bomba y las tuberías necesarias, construyeron duchas para el
hospital y orfanatorio. Megan tuvo su muy merecido baño, lo
cual compartía con los demás misioneros por turnos. ¡Qué
lujo!
134 LOS CHASQUIS DEL REY
La noche cuando Megan tuvo que llamar a Ole para que
coja la linterna mientras ‘ella hacía una operación de
emergencia de apéndice, hizo una decisión con relación a la
provisión de luz eléctrica. Por algún tiempo había orado
acerca de ciertos fondos del hospital y cómo usarlos. ¡Qué
beneficioso era la instalación de agua! Los muchachos ya no
tenían que cargar agua en barriles desde el pozo. Unas
mejoras más no estarían fuera de orden.
Solamente Lucía Kisky, quien era super abnegada, pensaba
que sería mucho lujo. Pero la mayoría manda, y autorizó a
Ole comprar una planta eléctrica en su próximo viaje a la
Costa. Ole trabajó durante largos días instalando el alambrado
en la Misión y el hospital. Cuando arrancó el motor una
noche, al ponerse el sol, y las luces se prendieron en los
cuartos, quedaron también iluminadas las sonrisas de
satisfacción en los rostros de todos los presentes.
Un día Megan tuvo una emergencia en el hospital, que no
tenía solución a pesar de las mejoras que gozaban. Un hombre
se había presentado con un corte que requería la amputación
del brazo por la infección de la. herida que se volvió
gangrenosa. Megan le suministró suero anti-gangrena. Vio
que iba acabarse el suero.
¿Qué hacer? Megan sabía que en el hospital de Tarapoto
tendrían el suero. Habló con Ole del problema. Se ofreció él
mismo para ir a traerlo. Sin demorar, montó el caballo más
fuerte que había en la Misión y aunque tarde en el día salió.
Viajó durante toda la noche a la luz de la luna, y por la
mañana estaba de nuevo en Lamas. Así pudo ayudar a Megan
a salvar la vida de aquel hombre herido de muerte.
Siempre con la mira adelante en 1970, Megan compró un
equipo Rayos X. Este llegó a la Misión. Ole y los empleados
se encargaron de preparar la infraestructura. Cuando estaban
examinando las vigas, descubrieron que éstas estaban
deterioradas por obra del comején. Las vigas tendrían que ser
cambiadas. En el proceso, los hombres agregaron un segundo
piso al hospital y se duplicó el número de salas para los
pacientes.
Tuvieron Visión 135
Megan antes había comunicado la necesidad de que venga
un especialista en Rayos X. Respondió una radióloga, Anne
James-Morse (su esposo David era un profesor en Biblia).
Hacía poco que ambos se habían incorporado a la Misión con
sus dos niños pre-escolares, Eleanor y Simón. No hay duda
que era la provisión de Dios.
Cuando el equipo de Rayos X estaba instalado, Megan se
puso contenta de poder servir mejor a sus pacientes. Ahora
era posible diagnosticar con facilidad si había fractura o
luxación de un hueso, si había un tumor o un bebé o lo que
sea.
Poco a poco la tecnología moderna avanzaba en la región,
no solamente en la Misión. Muchos pueblos de San Martín
compraron sus plantas eléctricas. Estas reemplazaban a las
lámparas a kerosene y felizmente también a las alcuzas
humeantes.
A Ole le gustaba hacer trabajos de construcción para
Megan. Sabía que ella planeaba bien. Ambos tuvieron visión
y juntos avanzaban en el trabajo.
En esos días los Sorell encontraron en Lamas a una
señorita alegre y bondadosa, Ellen Buckle. Esa misionera sí
que avanzaba con una siembra importante en San Martín, la
de la Palabra de Dios entre los niños.

Hospital de Lamas
25
¡Salto de
Ranas!

Ellen Buckle vino de Yorkshire, Inglaterra. Ella y Ana


viajaron juntas al Perú en 1945. Cruzaron el Atlántico bajo
reglamentos estrictos de apagón por razón de la Segunda
Guerra Mundial. Por fin desembarcaron en un puerto de la
Argentina. De allí cruzaron el continente a Lima, Perú y luego
en ómnibus al interior a la Selva Peruana, a la ciudad de
Tingo María. Una línea aérea comercial había abierto una
nueva ruta de allí a Tarapoto la cual aprovecharon las
misioneras. Durante ese viaje largo y cargado de aventuras y
contratiempos se cimentó entre las dos una amistad estrecha.
Algunos pensaban que Ellen llegó a reemplazar en la vida de
Ana a su sobrina Elena.
Ellen iba ser una misionera de primera. Fue una natural
ama de casa y como tal era para los niños en el hogar una
verdadera mamá. Servía brindando hospitalidad tanto a
visitantes peruanos como a sus colegas misioneros. Siempre
se podía confiar que en cualquier aprieto o dificultad Ellen
estaría dispuesta a ayudar, aunque el trabajo preferido de ella
era el de enseñar. En particular le gustaba las Escuelas Bíblicas
de Vacaciones (EBV).
¡Salto de Ranas! 137
Si las enfermeras abrieron puertas para el evangelio
haciendo obra médica, Lucía, Ellen y otros lo hicieron a
través de la enseñanza a los niños en las EBV. Pronto después
de su llegada Ellen empezó en una vieja máquina de escribir,
a preparar lecciones y materiales. Fue un trabajo que era de
beneficio para las demás que querían dirigir EBV también.
Teniendo un precioso don de dibujar, sacó después sus lápices
y empezó a ilustrar cada lección. Luego copió todo, hoja por
hoja, en un duplicador manual “Lions”. Los cuadros que eran
para cada alumno, llevaban el versículo bíblico para
memorizar cada día.
Después de completar los materiales, viajaba a los pueblos
para dirigir las escuelas. A veces iba con otra misionera y a
menudo con algunas peruanas como ayudantes. Así otros
aprendían a enseñar a los niños también. Era una
buena manera para quitar la idea errónea de mucha gente que
afirmaba que un niño no podía entender las cosas espirituales.
Ellen realizó su primera EBV cuando aún no sabía casi
nada el castellano. Era esto para ella tan difícil como un
desafío de nadar o hundirse. Logró nadar.
Blanca Cueva, Inés Santa María y dos niñas más del
hogar1 de Lamas, menores de edad, viajaron con Ellen a
Tarapoto, montadas en caballos unas siete horas de viaje.
Gracias a Dios que cruzaron sin novedad el río Cumbaza, que
era peligroso cruzarlo especialmente cuando crecía por causa
de la lluvia. Roda, encargada de la Misión2 en Tarapoto,
había preparado los dormitorios para sus visitantes. Dio a
Ellen una orientación breve acerca de la vida en Tarapoto.
Ellen solía preguntar todo de todo:
—¿Dónde está el mercado? ¿Cuánto debo pagar al
proveedor de agua por cada barril?3 ¿Cuánto por un tercio de

1 Cada misionera compartía la responsabilidad de cuidar a unos niños del


hogar durante las vacaciones.
2 Así se llamaba la casa de los misioneros en el pueblo.
3 En ese tiempo solían traer el agua en el lomo de un burro.
138 LOS CHASQUIS DEL REY
leña?4 ¿Cuánto a la empleada que cocina, limpia y lava la
ropa? ¿Dónde puedo comprar kerosene para las lámparas?
Después de contestar esas preguntas y muchas más por el
estilo, Roda dejó a Ellen y salió por avión a la Costa. Sintió
mucho al dejarla con tanta responsabilidad. En cuanto a las
dos niñas menores del hogar que le estaban acompañando,
ellas estaban contentísimas de asistir a la Escuela Bíblica con
Miss Elenita y poder ayudar haciendo ciertas tareas
domésticas.
Algo, sin embargo, preocupaba a Ellen. ¡Cómo hacer
publicidad en el pueblo sobre la EBV! Rápidamente hizo un
afiche anunciando la fecha, horas y ciertos detalles acerca de
la Escuela. Carlos del Castillo, que estaba todavía en
Tarapoto, ayudaba. Clavó el aviso en la pared que da a la
calle, en un lugar estratégico. Tuvo el anhelado resultado.
La noticia de que la misionera iba enseñar inglés a los
niños atrajo la atención de muchas familias, inclusive de entre
las de la clase acomodada. Pronto se acercaron muchas
madres para matricular a sus hijos.
De primera intención se matricularon ciento doce niños.
¡Qué número para empezar! Ellen sufría. El calor, el bullicio
y las travesuras de tantos niños no era para menos. Pero,
gracias a Dios que el pastor del Castillo estaba dispuesto a
ayudar. Este se responsabilizó de la clase de varones mayores
y del devocionaLde apertura de cada mañana. Blanca e Inés
también tomaban una clase.
Para los alumnos de la EBV todo era novedoso. Nunca
habían visto antes los cuadros en franelógrafo con los cuales
Ellen ilustraba las historias bíblicas. Fue muy grato para Ellen
sobre todo cuando el último día de la semana, tres niños
recibieron a Cristo como su Salvador. Fue un verdadero
broche de oro de la EBV.
Al año siguiente el gobernador, don Teófilo Riva, invitó a
Ellen y a Eleanor a realizar una EBV en Chumbaquihui,

4 Los agricultores solían ir por las casas ofreciendo vender leña


cargándola ellos mismos.
¡Salto de Ranas! 139
pueblo quechuahablante en el valle de Sisa. Aceptaron, pero
antes Eleanor tenía que ir a Lamas para conseguir más
medicinas para su clínica.
Eleanor partió hacia Lamas y Ellen, con María, su
empleada, siguieron a los cargueros, dirigidos por el
gobernador mismo en la larga y barrosa caminata a
Chumbaquihui. Llegaron y se instalaron.
El primer día, antes de la hora señalada, las 8 y 30 a.m.,
empezaron a llegar los niños. Vinieron unos treinta.
Empezaron las actividades. Ellen sabía que la mayoría de
ellos no sabía leer ni escribir y empezó por enseñar los
primeros pasos para la lectura. Usó un cartelón que llevaba
cuadros.
Parece que les gustaba más a los niños el aprendizaje de
himnos y coros y luego escuchar las historias bíblicas. En esta
ocasión fue acerca de Noé y el diluvio. Como trabajo manual,!
hicieron su propio libro, pegando en revistas viejas unas
tarjetas usadas de felicitaciones y saludos que Ellen había
traído de Inglaterra. Tenían también que memorizar
versículos bíblicos cada día. La memorización de los
versículos era fácil para ellos y les gustó mucho; pero más
que todo les interesaban los ejercicios físicos, especialmente
el de saltar como ranas.
A medida que pasaba la semana, aumentaba la asistencia
de niños. Sola ella tenía que ayudar a los niños. Por alguna
razón se había postergado el vuelo del avión que debía haber
traído a Eleanor. Ella había prometido llegar para el fin de
semana; pero no llegó. El jueves asistieron cuarentiseis niños;
el siguiente día llegaron cincuenticinco.
¡Qué difícil era atender a los menores al mismo tiempo que
a los mayores! Y para colmo, a Ellen le atacó una fuerte
gripe; casi no podía hablar. Sufría la pobre.
A pesar de todo, con un ingenio muy especial, Ellen pudo
ayudar a los niños a construir en miniatura un arca de Noé,
para su trabajo manual. Era una “balslta,” con una casita de
cartón, la puerta y una ventana en el techo. Pintaron también
cuadros de Noé, su familia y los animales. Después los
140 LOS CHASQUIS DEL REY
pegaron en un cartón. Los cuadros parados y puestos en línea
representaron la procesión de animales que ingresaban al arca.
Ellen se sintió aliviada cuando Eleanor, finalmente, llegó.
Aprovechó del buen cuidado y ayuda de la enfermera y con
un par de días de descanso, la gripe desapareció. Las cosas
nuevamente volvieron a la normalidad.
Aunque Eleanor atendía a sus pacientes en la clínica por
las mañanas, pudo ayudar a Ellen por las tardes haciendo
visitas a los hogares. También por las noches realizaron cultos
de evangelización para el pueblo. Era sorprendente el número
de asistentes a los cultos, pues los quechuistas generalmente
iban a dormir tan pronto como oscurecía. La asistencia era
extraordinaria.
Las reuniones eran informales. Porque no habían asientos
las mujeres se sentaban sobre el piso en medio de la sala. Las
madres tendían sus mantas en el suelo para acomodar a sus
bebés cuando se quedaban dormidos. Los hombres
conversaban y escupían en el suelo; entraban y salían como
les venía en gana. En pocas palabras, reinaba el desorden.
Una noche las misioneras estaban proyectando una
película sobre La Vida de Jesucristo usando un antiguo
proyector a kerosene. En determinado momento de la reunión,
todos los hombres de la congregación se levantaron a una y
salieron bulliciosa y rápidamente. Siguió proyectándose la
película, sin embargo. Los que salieron volvieron otra vez a
entrar en la sala para ver el resto de la película. Ellen se había
enterado más tarde que habían salido para distraerse: dos
jóvenes se pusieron a pelear.
La EBV duraba tres semanas. La noche de la clausura la
sala estaba repleta de gente. Se presentó en ese momento un
problema. La lámpara a presión no funcionaba. Felizmente,
pronto después, pudo ser arreglada y alumbraba bien. Ya
pudieron comenzar la reunión.
Habiendo terminado las canciones y la recitación de
versículos de la Biblia por los niños, seguía la lección bíblica.
Según los niños faltaba todavía una cosa más. Gritaron:
—¡El salto de ranas! ¡El salto de ranas!
¡Salto de Ranas! 141
Aunque tal actividad no estaba en el programa, tuvieron
que hacer la demostración. Tanto para los padres como para
los niños la actividad preferida era ésta. No se informó de
decisiones por Cristo en esa EBV.
Temprano por la mañana, al siguiente día, don Teófilo
estaba listo de nuevo con sus cargueros para que la caravana
salga de regreso a San José de Sisa.
Ellen reflexionaba: “Cuánto habrían podido aprender
acerca del Señor y su evangelio en esa EBV? ¿Salto de
ranas?” Solamente supo que habían arado en tierra virgen y
sembrado la semilla de la Palabra de Dios. ¿Habría alguna
cosecha algún día?
Mucho antes Dios había mostrado al Apóstol Pablo la
forma en que él trabaja para edificar su iglesia. Pablo
escribió: Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo da
Dios (1 Corintios 3:6).
Por su fe en el Señor Ellen dejó el resultado de su trabajo
en las manos del mayordomo divino, igual que otros de sus
colegas, que también dirigieron muchas EBV similares.
Como resultado muchas personas se convirtieron al Señor en
esos pueblos, de entre ellas muchas tenían el don para enseñar
a otros. Así empezaron a crecer las iglesias. Su historia
continúa.
26
¿Otra h▲
Religión? Isabel Macedo

Las iglesias evangélicas, a través de la obra médica, las


EBV, las frecuentes visitas y las campañas de evangelización,
seguían creciendo más y más en los pueblos. En Tarapoto la
iglesia estaba en plena celebración de una campaña de
evangelización.
Cierta señorita, Isabel Macedo, vivía en Tarapoto, en un
barrio llamado Banda de Shilcayo. Junto con otros
adolescentes, todos católicos, estaba asistiendo a las clases de
catecismo en su iglesia. Para ir a Tarapoto, donde el sacerdote
dictaba las clases, se tenía que cruzar la quebrada de
Shilcayo.1
Una noche cuando Isabel y el pequeño grupo estaban
cruzando el Shilcayo, de repente empezó a crecer
violentamente éste, por efecto de una fuerte lluvia, como a
menudo cae en la región. La quebrada acometió con violencia
y por poco no fue arrastrado el grupo con el consecuente
peligro o quizá pérdida de vidas.
Escaparon, como se dice, “con las justas”. En la
desesperación para salvar sus vidas, muchos de ellos dejaron
caer sus cuadernos de catecismo. El sacerdote proveyó de

1 Un riachuelo que divide a Tarapoto en 2 partes: Tarapoto mismo y la


Banda de Shilcayo. “Banda” quiere decir “el otro lado.”
¿Otra Religión? 143
nuevos cuadernos a los más jóvenes; pero los mayores fueron
despachados a mendigar en la calle para que comprasen los
suyos. Se sintieron rechazados. Molestos se dijeron:
—Vamos a investigar otra religión.
Isabel estaba entre el grupo que empezó a asistir a los
servicios especiales en el templo evangélico. Al grupo le
gustaba las reuniones. Se gozaban aprendiendo a cantar y
oyendo predicar al pastor Carlos del Castillo.
Isabel era una de los que se arrepintieron de sus pecados,
creyó y confió en Cristo y después se bautizó. Se unió a la
juventud de la Iglesia Evangélica de Tarapoto. Esa juventud,
al igual que todas las demás organizadas, se agrupaba bajo el
nombre de Esfuerzo Cristiano (EC). Parte de las actividades
del EC era seguir estudios por correspondencia.2
Estudiaban la Biblia. A pesar de la pobre luz de las alcuzas
que usaban en sus casas para poder alumbrarse, los jóvenes
recibían luz espiritual y una buena base en su “nueva
religión”. No era una nueva religión realmente, sino una
nueva relación con Dios y paz en sus corazones por
Jesucristo. Muchos testificaron que nadie podría quitarles la
fe que depositaron en Dios, que El mismo la guardaría
eternamente.
Más tarde algunos otros de los hombres de la Banda de
Shilcayo vencieron el temor de cruzar el umbral,3 como
decían, del templo evangélico. Empezaron a asistir, también,
a los servicios en Tarapoto, trayendo a sus familias.
Después de un tiempo se formó la Iglesia Evangélica
Banda de Shilcayo. Se independizó. Se constituyó en una
congregación autónoma, como hizo también la Iglesia
Evangélica de Morales, sin perder el vínculo fraterno con la
iglesia madre (Iglesia Evangélica de Tarapoto). Crecían en

2 Estudios llamados Pescadores. El humo de la primitiva alcuza molesta


ba y dañaba la visión de los jóvenes.
3 Muchos tuvieron miedo por razón de las advertencias de los sacerdotes
católicos, que agregaron a la lista de supersticiones de la gente el peligro
de “cruzar el umbral” dé un templo evangélico.
144 LOS CHASQUIS DEL REY
armonía ayudándose mutuamente. En esa forma Dios obró
agregando más y más iglesias.
Eduardo Ball había anunciado una sesión para los líderes
de las iglesias de los pueblos aledaños a Tarapoto que se
habían formado de esa manera. Llegaron los delegados. La
lámpara Aladino dio calor y atrajo insectos, pero dio la luz
necesaria. Eduardo Ball extendió a todos una cordial
bienvenida.
Después de una oración pidiendo la dirección del Señor,
Eduardo inició la sesión. Dio una ilustración estimulante en
forma de pregunta:
—Cuando su señora termina de cocinar, separa los trozos
de leña, ¿qué sucede entonces con el fuego?
Jenaro, el más joven entre los delegados, contestó:
—Se apaga.
—Exactamente —respondió Eduardo—. Las puntas
encendidas de los leños se apagan y se vuelven carbón. Antes
de poder hacerlos arder otra vez hay que juntarlos para
prender fuego.
Eduardo trató de hacerles entender que había un peligro
para las iglesias, por las largas distancias que les separaban.
Leyó Hebreos 10:24 y 25: Y considerémonos unos a otros
para estimularnos al amor y a las buenas obras; no
dejando de congregarnos, como algunos tienen por
costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis
que aquel día se acerca. Les dijo que era importante la
comunión entre creyentes, no solamente entre individuos,
sino también entre iglesias. La llama de amor y dedicación
podría apagarse. Satanás puede poner tentaciones fuertes y
hacer caer a un hermano. Era de suma importancia, por eso,
tener el calor de la comunión entre creyentes y especialmente
para las iglesias más lejanas.
Más que todo era necesario ese vínculo entre las iglesias
porque no tenían pastores y eran pocos los obreros itinerantes
que les enseñaban la Palabra de Dios. No alcanzaban visitar a
todas.
Les hizo entender el problema, pero ninguno de los
¿Otra Religión? 145
delegados en la sesión se atrevió a expresar su opinión.
Aunque alguien hubiera pensado que bastaban las
convenciones que ya se practicaban anualmente, no dijo nada.
Otro tal vez pensaría que bastaban las campañas de
evangelización; tampoco dijo nada. No estaban
acostumbrados a hablar; querían que el misionero les diga, no
más y estarían de acuerdo.
Eduardo ya había meditado en un plan (era en realidad el
plan de Ana) de organizar juntas regionales. Lo propuso a los
líderes de las iglesias. Y así esa noche se vio nacer un bebé.
Era la formación entre todos de un Concilio para vincular a
las iglesias evangélicas en San Martín. El plan era que se
organice una conferencia regional cada trimestre para cada
Junta Regional. En esas conferencias de fin de semana debían
tener estudios bíblicos y evangelismo en el pueblo. A la vez
debían reunir en sesión para elegir a sus miembros y para
tratar de las necesidades de las iglesias y de las Juntas.
Tendrían que presentar el plan en la Convención Anual de
las Iglesias para su aprobación. Allí podrían elegir
democrática y armoniosamente a los miembros del Concilio
como cuerpo dirigente y una Junta Directiva de éste.
Iba a realizarse la Convención Anual de las Iglesias en
Lamas (agosto de 1954). En la sesión quedó aprobado el plan
de las Juntas Regionales y del Concilio, con el título,
Asociación de Iglesias Evangélicas Sur de San Martín
(AIESS).4
Pero existía un vacío enorme entre los creyentes en cuanto
a los de habla quechua. El concepto popular entre los
mestizos, aun entre los creyentes, era que la gente de habla
quechua era inferior. Los mestizos y también los nativos

4 Poco después de la Convención de 1954 organizaron la Junta Regional


de Tarapoto, y una similar Junta en Lamas. A ésta se sumaron las de los
valles del Huallaga y Sisa. Poco después se formó la del Cainarachi-
Shanusi. Más tarde se desdoblaron las Junta» de Sisa y del Huallaga, en
Alto y Bajo Sisa, y Alto y Bajo Huallaga. Finalmente, años más tarde, se
agregó la del Mayo. En 1967, se cambió el nombre a Asociación de
Iglesias Evangélicas del Nor-Oriente Peruano (AIENOP).
146 LOS CHASQUIS DEL REY

quechuas mismos pensaban que de repente, el mensaje, según


ellos la “nueva religión”, no era para los quechuas, pues no
había enseñanzas en su idioma.
Edith, que también estaba presente en esa Convención,
nunca olvidó aquel movimiento del Espíritu con don Juan
Cueva, predicador invitado, fundador de la Asociación
Misionera Evangélica Nacional. (Esta, AMEN, se habría
organizado en la Sierra en agosto de 1946). Luego del tercsr
estudio bíblico en el libro de los Hechos un grupo de
veinticinco de los asistentes, incluyendo a Vicente Coral,
Federico Webb5 y, Delfín Flores, entonces estudiante en la
EBL, estaban bajo una clara convicción del Espíritu Santo. Se
pusieron de rodillas en uno de los cuartos. También Edith
misma confesó su negligencia en cuanto a la obra entre los

5 Federico Webb y su esposa Ruth llegaron a San Martín de Inglaterra en


1950. Dedicamos otro capítulo a ellos más tarde en este libro.
¿Otra Religión? 147
quechuas. Estaba trabajando entre ellos, pero no había
logrado aprender su idioma. En esa ocasión Delfín Flores6 se
sintió movido a entregar su vida al servicio del Señor como
misionero a los quechuas. Al final de aquella semana se
organizó en San Martín una rama de AMEN, organización
que más tarde envió al Valle de Sisa a un misionero nacional,
Amadeo Reyna.
Después de unos meses, el nuevo misionero peruano envió
a traer a su esposa e hijos. De este modo la familia Reyna
realizó un buen ministerio en San Pablo y pueblos aledaños.
Hay mucho que escribir en cuanto a su labor, hasta que
tuvieron que dejar el lugar por razones de salud. La familia
Reyna eran de habla quechua con el dialecto de la Sierra, muy
diferente que el de los quechuas de la Selva. Por esa razón
también sirvieron mayormente en castellano y, como otros,
mayormente alcanzaron al pueblo mestizo. Pero sembraron la
semilla del evangelio; Dios dará en su tiempo el crecimiento
y la cosecha.

6 Más tarde misionero con AMEN.


27 m
Hermano
Víctor
¿Quién hubiera creído que el joven quechua cojito de
Chazuta causaría un tremendo impacto entre la gente de habla
quechua de San Martín? El reverendo A. W. Tozer,
renombrado predicador, dijo sabiamente: “Es dudable si Dios
puede utilizar grandemente a un hombre sin antes herirle
hondamente.” En el caso de Víctor Cenepo esto es una
realidad.
Desde los dos años sufría dolores por causa de una
enfermedad, para ellos incurable con los tratamientos caseros
conocidos. Sus padres creyeron que era embrujado; tampoco
el brujo con sus hechicerías podía ayudarle. No tenían
conocimento de otros tratamientos más. Su padre, al ver que
su hijo nunca estaría en la capacidad de realizar trabajos
físicos, consideró importante que se matriculase en la escuela.
A los quince años comenzó a asistir a una escuela primaria
juntamente con sus tres hermanos menores. Dos años después
su padre murió.
Como hijo mayor, a pesar de su condición física y sin
prestar atención a los dolores, que nunca dejaban de
molestarle, ayudaba a su mamá en las tareas de la chacra.
Alguien tenía que cultivar, sembrar y cosechar arroz, yuca,
plátano, café. Pero la carga de estudiar también fue más de lo
)
Hermano Víctor 149
que podía soportar. Aunque tuvo el firme propósito de
continuar el cuarto año, en 1947, tuvo que abandonar los
estudios definitivamente.
Víctor sintió cuando después su primo José sufría de
tuberculosis y tuvo que ir al Hospital Evangélico de Lamas.
Cuando regresó al terminar su tratamiento, testificó que se
había convertido al Señor. Víctor le llamó la atención bastante
enojado:
—¿Cómo? Nó te entiendo. Antes, cuando venían las
extranjeras, te burlabas de ellas. Les tiramos terrones por las
ventanas durante sus cultos, ¿recuerdas? Les escupíamos en
sus ojos, cuando salían, y corríamos. Y ¿por qué? porque eran
demonios, herejes. ¿Y ahora dices que son buenas y te
conviertes a su religión? ¡No te entiendo!
—Sí, ya lo sé —le contestó José—. Creíamos en cuentos
sobre ellas. Ahora sé que eran habladurías. Ahora sé que las
misioneras enseñan la Santa Biblia y que ésta es la Palabra de
Dios.
José seguía hablando acerca de su nueva fe. Y Víctor no
pudo negar que José estaba más feliz y contento que nunca
antes. Mientras tanto, el Espíritu de Dios seguía conquistando
a Víctor a través de pruebas. Grandes contratiempos le
vinieron. Enfermó en cierta ocasión con malaria. Cuando
parecía que ya estaba mejor, le sobrevino la recaída varias
veces. Cierta vez escuchó cantar a los evangélicos un himno.
Dios grabó las palabras en su mente: No se adormecerá ni
dormirá El que guarda mi alma (Salmo 21:4). No pudo
sino pensar que si era así el Dios de los evangélicos, entonces
éste era el Dios en el cual él debería confiar. “Necesito a
Dios.” se dijo. “Si él nunca duerme por cuidar mi alma, me
haré también evangélico.”
Oró como le había enseñado José y aceptó a Jesús como su
Salvador personal. Recibió la plena seguridad de que era una
nueva criatura en Cristo (2 Corintios,5:17).
Marinell Park, de los EEUU, era una enfermera de la
150 LOS CHASQUIS DEL REY
RBMU,1 la Misión de Ana Soper. Cuando estaba trabajando
en San Martín ayudó al cojito Víctor a ponerse firme en su fe
y luego a correr fielmente para el Señor con el evangelio.
Cuando Marinell visitó Chazuta, el pueblo de Víctor,
enseñó a los niños en una EBV con Isabel Macedo y las dos
señoritas que le estaban ayudando. Trataba diariamente
también a los enfermos en su clínica provisional. Al mismo
tiempo siempre buscaba oportunidades para aprender el
idioma quechua. Para hacerlo pidió ayuda a Víctor y José. Les
preguntaba palabras quechuas y luego las escribía para
componer su diccionario.
En esas tres semanas de EBV, Marinell dio clases también
de preparación para bautismo. Ana Soper envió a Federico
Webb, recién llegado a Lamas, para realizar el servicio de
bautismo el último día de la escuela. Entre el grupo de los
bautizandos estaban Víctor y su primo José.
Al año siguiente, Lidia Norton fue a Chazuta para dirigir la
EBV con dos señoritas. Víctor y José asistieron con mucho
interés a todos los servicios. Terminadas las tres semanas de
árduo trabajo, antes de despedirse, Lidia habló con Víctor y le
dijo:
—¿Por qué no consideras estudiar en la Escuela Bíblica en
Lamas?
—No, Miss Lidia —respondió—. Lo siento, pero no puedo
dejar a mi madre y además no tengo dinero.
Aunque había dicho que no, en realidad quería ir de todo
corazón. Fue a Lagunas para ganar un poco de dinero
trabajando en una hacienda. Cuando regresó, había ahorrado
lo suficiente como para comprarse una escopeta y unos cortes
de tela para su querida madre. Al llegar, la encontró enferma.
Eso le puso muy triste.
Dios estaba puliendo más a su instrumento. Murió su
mamá en 1957. Víctor se consolaba sabiendo que iba verle
otra vez en gloria porque murió en el Señor. Pero ¡cuánto la

1 La Misión del Perú Interior (MPI) se había vinculado cc/n la Regions


Beyond Missionary Union.
Hermano Víctor 151
echaba de menos! Su cariñosa atención en el hogar, el lavado
de su ropa, la preparación de deliciosas comidas con el
mitayo2 que Víctor traía, todo le hacía falta. Con toda la pena
el pequeño hombre cojo volvió de nuevo a su chacra. Había
aprendido que podía encomendar sus cargas al Señor y lo hizo
mientras trabajaba.
Cuando regresó de nuevo al pueblo recibió una carta. Era
de Miss Lidia. Le ofrecía pagar sus estudios en la Escuela
Bíblica de Lamas (EBL). Incluyó también cinco soles para su
viaje. La pensión por los tres meses costaría solamente cien
soles.
Luego de contestar amablemente la carta con gratitud y
haciéndole saber del fallecimiento de su madre, Víctor se
preparó para incorporarse a la EBL. Tomó algunas de sus
pertenencias personales y encargando la casa y la chacra a su
hermana y cuñado enrumbó a Lamas. Estaba dejando todo
para seguir a Cristo.
En la EBL el hombrecito quechua seguía con las pruebas.
En adición a que tuvo más dolor en sus caderas en el clima
húmedo de Lamas, tuvo problema con la lengua castellano.
Le era muy difícil entender a sus profesores de habla hispana
y peor aún a los extranjeros. También le faltó avanzar más en
su educación primaria. No sabía leer bién.
Pronto después de llegar a Lamas, Víctor recibió la noticia
del fallecimiento de su primo José. Entristecido, tuvo que
viajar a Chazuta para el velorio. Como consecuencia perdió
unas semanas de clases.
“¿Volvería Víctor?” se preguntaban los otros estudiantes y
sus profesores. Sí, regresó. Víctor testificó que se consolaba
con que su primo estaba con el Señor y también porque él
podía continuar sus estudios nuevamente. Toda la familia de
la EBL alabó a Dios por el regreso de Víctor y por su victoria
sobre las pruebas.
Se graduó en 1960. Seguía orando, por su futuro. ¿Debía
aceptar la invitación de su hermano de ir a trabajar con él en
o
Carne de caza, silvestre.
152 LOS CHASQUIS DEL REY
Iquitos? O ¿tenía el Señor un lugar para él en el ministerio?
Cuánto más oraba, sus pensamientos volaban más al valle de
Sisa.
Víctor dio gracias porque Edith Vínall Vda. de Tuanama3
había dedicado años trabajando entre los nativos quechuas y
que seguía proclamando el mensaje de Dios en muchos
pueblos. Pero Víctor pensaba de los muchos más de su gente
en el Valle que todavía tenían necesidad de oír la verdad de
Dios. Un día Marinell le sugirió:
—Víctor, creo que debes ir a trabajar en Sisa.
“Eso es,” pensó. “Es la confirmación que Dios tiene un
plan para mí en el Valle de Sisa. ¡Marinell también ora por
mí! Y la convicción de ella está de acuerdo con la mía acerca
de los quechuahablantes del valle de Sisa.”
Otra misionera que influyó mucho en la vida de Víctor y
de los nativos quechuas era Grace Forgrave, también de los
EEUU. Estaba brevemente en Maceda, a orillas del río Mayo,
donde Marinell ya estaba aprendiendo el quechua y
atendiendo a los enfermos en su clínica.
Grace venía con su especial preparación y don de enseñar;
siempre mostraba el amor de Cristo en el trato con cualquier
persona. Entre las dos alimentaban espiritualmente las almas
con la Palabra de Dios.
A invitación de Marinell, Víctor, el cojito de Chazuta, fue
rumbo a Maceda. Estaba contento porque las misioneras le
necesitaban para que él les enseñase su idioma, el quechua.
También porque podría salir en giras de evangelización. Podía
usar la casa de la Misión como base de su trabajo por todo el
Valle y por los pueblos del río Mayo.
“¡Qué grandemente Dios está obrando en mi vida!”
meditaba Víctor cuando iba caminando predicando y
testificando acerca de su fe en Cristo. Cuando las misioneras
salieron de Maceda, él eligió como su siguiente base de

3 • !
Se había casado con Misael Tuanama, pero después de dos años de
casados Misael murió, triste experiencia para Edith. Servía muchos años
en el Valle y vino a ser como madre para Víctor.
Hermano Víctor 153
trabajo San José de Sisa. En 1962 la Misión Peruana AMEN
le envió en su primer viaje misionero acompañado por Delfín
Flores y su esposa Dionela.
En sus andanzas por el Valle, Víctor llegó al caserío de
Huaja. Distaba, camino a pie, una hora y media de Sisa. Una
familia le recibió muy bien. Era la familia Amasifuén. Con
qué bondad y regocijo atendían al pequeño predicador en su
casa.
Un día algunos miembros de la familia fueron a trabajar en
la chacra. Se sorprendieron cuando aquél que había llegado de
visita se alistó y les acompañó. Trabajó con ellos todo el día
en la cosecha del café. Mientras trabajaban, Víctor les hablaba
las cosas del Señor. Igual hizo durante el regreso. Al final del
día, luego de los obligados baños en la quebrada y la comida
de la tarde, la familia, y Víctor con ellos, se juntaban en un
patio fuera de la casa para gozar del frescor de la noche. Eso
era la costumbre de los quechuas.
Durante la tertulia se oían carcajadas por los chistes y
cuentos. Las tertulias duraban hasta bien entrada la noche.
Víctor era experto como pocos en contar historias y chistes
interesantes en quechua. Aprovechó de su don y de las
oportunidades cada noche para hablar del amor de Dios y su
plan de salvación.
¡Qué sorprendida estaba la gente al darse cuenta, al
siguiente día, que él mismo pegó el botón de su camisa y,
aunque cojo, se ofrecía traer agua del río! Le respetaban
porque guardaba una gratitud especial por sus propios padres
por no haber permitido que él sea ocioso. Eso mismo instaba
a otros padres que enseñaran a sus hijos. Víctor insistía en que
los trabajos de la casa no eran sólo para las mujeres y que los
varones también debían ayudar.
Un día, el hijo menor de la familia Amasifuén, Juandela,
se convenció acerca de la verdad y se convirtió al Señor. El, y
uno tras otro, todos sus hermanos se entregaron al Señor,
menos el brujo. Este hacía todo lo posible para desanimar a los
demás. Cuando se dio cuenta que no podía hacer nada para que
sus hermanos desistiesen de su nueva fe, fue a vivir
154 LOS CHASQUIS DEL REY
en otro lugar, distante como tres días de camino.
Entre tanto al igual que las alcuzas que usaban para
alumbrarse en el camino por las noches, pronto se prendieron
luces espirituales en la vida de la gente quechua en el valle de
Sisa. Primos, tíos, parientes, vecinos y otras familias
depositaron su fe en el Señor Jesucristo. Eran las primicias de
la iglesia quechua en San Martín. Poco más tarde el mismo
brujo fue librado del poder de Satanás cuando también se
entregó al Señor.
Víctor visitaba otros pueblos
alrededor de Sisa. Guió a los
pies de Cristo al señor Luis
Tuanama y a su esposa, Ruperta
Fasabi. Ellos llegaron a ser el
pilar de la Iglesia de
Chumbaquihui, que a su vez iba
a ser la iglesia evangélica más
grande en todo el departamento
de San Martín. ¡Gran regocijo
había el día en que se
presentaron unos treinta
candidatos para el bautismo!
Dieron su testimonio en idioma
quechua y fueron cuatro, entre
pastores y misioneros, quienes
administraron la ordenanza del Señor.
Pero en medio de tanto regocijo Víctor sentía soledad.
Clamaba al Señor: ¿Cómo podré seguir viviendo así, lejos de
mi familia y sin hogar? Dios mismo enseña que no es bueno
que el hombre esté solo. Pidió a Dios con urgencia su
provisión: “Oh, amado Señor, quiero casarme pero todas las
que me rodean son incrédulas. ¿Qué puedo hacer?”
Dios le contestó. Puso en su camino una señorita muy
bonita, Elinor Arellano. Ella aceptó a Cristo en uno de los
cultos en que Víctor predicó en su pueblo, San José de Sisa.
A los treintisiete años Víctor se consideraba joven todavía
cuando pidió la mano de Elinor. En 1961 se casaron en la
Hermano Víctor 155
casa de los padres de ella. Víctor testificó en el matrimonio
gozosamente lo que Dios le había dado en respuesta a sus
oraciones. Elinor era una persona que amaba primeramente a
Dios y después a él.
Dios contestó también la oración de los dos que su primer
bebé sea varón. Llamaron Fóster a su primogénito. Después a
su tiempo les nació una niña, Marinell, y luego otro varón,
Aecio.
Pero le vino a Víctor la prueba más grande de toda su vida
cuando Fóster, su hijo mayor, tenía once años. Este servía de
manos y pies a su papá. Le ataba las correas de sus zapatos y
hacía sus mandados cuando las caderas de Víctor no le
permitían por su propia cuenta. Con buena voluntad Fóster
acompañaba a su papá a todas partes y le ayudaba mucho en
sus viajes.
Tal vez no era porque Víctor amaba tanto a Fóster, un hijo
tan noble, tan bueno y el gozo de su vida; tal vez era porque
Dios quiso pulir más todavía a su instrumento escogido y
especial que el Señor sometió a Víctor a una prueba
extremadamente dura. Regresando de uno de sus viajes
misioneros, Víctor se detuvo para descansar junto a una
quebrada. Fóster se distraía entre tanto con los pecesillos que
veía dentro del agua. Con una destreza propia de él, cogió uno
con su mano, luego le aseguró entre sus dientes para poder
coger otros más. Pensó en la alegría de su mamá si pudiese
llevar una buena cantidad de pescados para hacer un buen
timbuchi4 y así tener una sabrosa cena.
Inesperadamente, el pecesillo aún vivo, se introdujo en la
garganta de Fóster y éste empezó a asfixiarse. Su papá trató
de ayudarle. Impotente, gritó pidiendo auxilio. Vinieron unos
hombres. Nada pudieron hacer. Más tarde cargaron el cuerpo
inerte de Fóster camino a su casa.

4 Caldo de pescado fresco. En la Costa y Sierra del Perú le llaman


Chilcano.
156 LOS CHASQUIS DEL REY
No había forma de consolar a la familia Cenepo y a los
que conocían a Fóster. Todos lloraban. Pero poco a poco la
pena dio lugar a la fe y podían decir: El Señor dio y el Señor
quitó; sea el nombre de Jehová bendito (Job 1:21).
Supieron que Dios no puede equivocarse. Se consolaron
sabiendo que Fóster había aceptado a Cristo en su corazón y
que le volverían a ver otra vez en gloria.
28
Aprendieron
a Leer Jairo Sangama, Pastor en
Chazuta

La muerte de Fóster, como es comprensible, fue otro


tremendo dolor en la vida de Víctor. De hecho, Víctor estaba
acostumbrado a toda clase de sufrimientos. Por tanto se llenó
de gratitud cuando un día la misionera, Marinell Park, le
habló de buscar alguna manera para aliviar en algo sus
sufrimientos físicos. En efecto, Marinell interrumpió su
trabajo de traducción para llevar a Víctor a la base de los
Lingüistas, en Yarina Cocha,1 para unos exámenes de Rayos
X. Después le llevó a la Clínica Anglo Americana, en Lima,
para una operación en sus dos caderas. Tiempos después tuvo
que soportar otras operaciones más. Seguido a unos meses de
intensa terapia, sintió gran alivio de los sufrimientos de toda
su vida.
Cuando Marinell volvió al Perú después de su año de
licencia, en 1965, Víctor estaba pastoreando la Iglesia de San
José de Sisa. Marinell encontró una iglesia llena de vida.
Cientos de personas llegaban de los pueblos y caseríos para
asistir a los cultos los sábados y los domingos. Por la tarde de
domingo volvían de nuevo los creyentes a sus pueblos. Pero
era mucho el trajín para la gente. Llegó el maravilloso

1 Instituto Lingüístico de Verano (ILV)


158 LOS CHASQUIS DEL REY
momento en que poco a poco en esos pueblos iban
formándose sus propias congregaciones y construyendo sus
templos, también.
Aún así Marinell estaba preocupada porque tenían
solamente un pequeño corario en quechua. Estaban también
leyendo la Biblia en castellano en los servicios, a pesar de que
la mayoría de la gente no podía entender bien. Había una
traducción de la Biblia en el quechua de la Sierra, pero era
poco entendible para los quechuahablantes de San Martín.
Era muy importante para los nuevos creyentes que tengan
el nuevo testamento en su propio idioma. Dios ya estaba
usando los dones de Marinell. Con toda su energía, a menudo
también con un cuerpo físico debilitado ella misma, con el
cuidado y la precisión, por lo perfeccionista que era, hizo lo
que tenía que hacer: traducir la Escritura al quechua de San
Martín. Por eso se sentaba con Víctor y otros ayudantes a
traducir y estudiar detenidamente durante largas horas los
libros del nuevo testamento.
Primero tradujeron la carta del apóstol Pablo a Tito. ¿Qué
significa esto? se preguntaban. ¿Cómo se expresaría mejor en
quechua? ¿Qué dice el griego? ¿el hebreo? ¿Qué dicen los
comentaristas? Cada sesión de traducción constituía un
estudio profundo de la Escritura, que sin duda les hubiera
hecho ganar títulos teológicos. Poco a poco la Palabra de Dios
se abría a sus mentes y corazones en quechua.
Cuando, en 1971, salió el libro de Tito en quechua, la
gente mostró su júbilo. Era la primera porción de la Biblia en
quechua. ¡De verdad, podían tener la Escritura en su propio
idioma! Aquí había un libro que lo comprobaba. Y era la
enseñanza del apóstol Pablo de tanta importancia para su
Iglesia que estaba en crecimiento.
Se notó un interés especial por la traducción. Jóvenes
rodeaban a Marinell, rogándole uno y otro: ¿Puedo ayudarle a
traducir? ¿Puedo acompañarle a Yarina Cocha la próxima
vez?
También tocaba a Marinell y a su equipo de lingüistas
(ILV) enseñar a leer a la gente, ahora que muchos querían
Aprendieron a Leer 159
aprender. Pero no había literatura en quechua. Ya habían
principiado a prepararla. Elisabeth Weiss, de Suiza que
trabajaba con los Lingüistas, llegó para ayudar a Marinell.
Realizaron tres talleres para escritores. Enseñaron a sus
alumnos a escribir cuentos, para más luego ser publicados en
libros pequeños y cartillas en quechua.
El taller para escritores en San José de Sisa estaba llegando
a su fin. Alejandro, un nativo quechua de treinticinco años de
edad, había pasado toda la tarde mimeografiando su libro.
Marinell le vio de pie junto a la banca donde estaban
amontonados cincuenta libros. Estaba limpiando sus manos
manchadas con tinta. De pronto, la miró, volvió su mirada
luego hacia los libros y a ella otra vez, sus ojos brillando con
lágrimas de gozo. Dijo:
—Imagínese, hermana, hace unos años yo ni siquiera sabía
leer. Ahora, vea esto. No solamente sé leer, pero ¡he escrito
un libro en mi propia lengua y a máquina y lo he
mimeografiado y lo he armado, también! ¿Cómo puedo
agradecerle lo suficiente, hermana, por haber venido a
enseñarnos? ¡Que el Señor le bendiga ricamente!
Más tarde fueron traducidos al quechua impresos
sucesivamente 1 y 2 Timoteo, 1 Juan, algunos párrafos de los
evangelios, un himnario, 1 y 2 Tesalonicenses, el Evangelio
según San Marcos y 1 Corintios.
Desde aquel taller de 1974, Alejandro llegó a ser un líder
en la congregación de su pueblo. Escribió otras historias más.
De éstos, juntamente con las de otros escritores, Marinell y
Elisabeth tomaron material para hacer las cartillas y libros
que ayudarían a la gente a leer el quechua de San Martín.
¡Qué grande es ver el resultado de esos trabajos tan
demandantes y de vidas enteras dedicadas! Dios obró también
para que, precisamente, en esos días el gobierno del Perú
diera prestigio a la lengua quechua. Decretó que el quechua
era oficialmente una de las dos lenguas del país. Esto trajo
como resultado que el pueblo quechua apreciara su lengua en
lugar de avergonzarse de ella como antes. Así aumentó el
interés en el aprendizaje del quechua escrito y hablado en
160 LOS CHASQUIS DEL REY
todo el país.
Pero lo mejor de todo es que ahora los nativos están
leyendo la Palabra de Dios en su propia lengua. Pastores
como Víctor ya tienen en sus manos una herramienta útil, el
nuevo testamento en quechua.
Alumbró la luz a adultos mestizos analfabetos también, a
través de clases de Alfalit.2 También algunos adultos, aún sin
recibir cursos aprendieron a leer, tales como doña Nati de
Shapaja.

Nati, Moisés y creyentes

Natividad Rojas y su marido Moisés Chujutalli vivían en


su humilde choza en el pueblo de Shapaja, puerto del río
Huallaga. Estando su hijo gravemente enfermo, Natividad,
desesperada, lo llevó al Hospital Evangélico de Lamas.
Cuando se recuperó y volvieron a su casa en Shapaja, doña
Nati estaba rebosando de gratitud a Dios y a “la doctora”
Megan por haber arrebatado a su hijo de las garras de la
muerte. Testificó, además con gran alegría que ella misma se
había convertido al Señor. Todo en su vida desde ese
momento tomó un nuevo significado. Marchaba también
avanzando en su vida Cristiana.
2
Cursos llamados Alfalit preparados para enseñar a leer a adultos.
Aprendieron a Leer 161
Pero tenía un problema. Se preguntaba: “¿Cómo podré leer
la Biblia cuando no sé leer? ¿Quién podría enseñarme?” Por la
tarde cuando los niños estaban regresando de la escuela se le
vino una excelente idea. Llamar a un niño conocido. Lo
llamó. El niño se sorprendió al ver que doña Nati sostenía dos
libros entre sus brazos. Se acercó a ella y ésta habló:
—Mira. Te doy un huevo cada vez que vengas a
enseñarme a leer. Anda a decirle a tu mamá y luego vuelves,
¿ya?
Tarde tras tarde doña Nati se paraba en la puerta a la hora
que pasaban los escolares esperando al niño que le iba
enseñar a leer. Sus libros de texto principalmente eran su
Biblia y su himnario. Tarde tras tarde también el vecinito
llevaba a su mamá un huevo de la gallina de doña Nati para
sus comidas. Era el fruto de su trabajo como maestro.
La lectura bíblica diaria ayudaba a doña Nati crecer
espiritualmente y a soportar el mal genio de Moisés, su
esposo, que vivía todo el tiempo borracho. Ella le testificaba
fielmente y a sus vecinos sabiendo que Cristo podía
cambiarles a ellos también.
Con el paso del tiempo, doña Nati llegó a ser en Shapaja
una fiel sierva de Dios y columna de la iglesia. Invitaba a
Miss Megan y otros a hacer EBV en su pueblo cada año. Les
ofrecía amorosa hospitalidad. Los misioneros y algunos de los
líderes de la Iglesia de Tarapoto iban con fidelidad, durante
varias horas de viaje en bestia, a Shapaja, para predicar. Ella
les recibía cada vez con hambre de conocer más y más de la
Biblia y al Señor de la Biblia. Poco a poco otros de su pueblo
se convirtieron al Señor. La Iglesia de Cristo había nacido en
Shapaja.
¡Gloria a Dios! después de muchos años doña Nati vio a su
esposo Moisés convertido en un creyente fiel al Señor
también. Este fue librado de las ataduras del vicio, aunque
llevaba en su rostro hasta su muerte las marcas de su pasada
vida de pecado.
Tiempos después, un profesor creyente, Juan Ruiz Puerta,
fue trasladado por el Ministerio de Educación a la escuela en
162 LOS CHASQUIS DEL REY
Shapaja. Los creyentes le eligieron, para que dirija la iglesia
como pastor laico. Cuando llegó era soltero; después se casó
con Esteli. La pareja llegó a ser la alegría de Nati y Moisés.
Un domingo temprano por la mañana Juan oyó desde su
cama el impacto de una lluvia que resonaba fuertemente sobre
el techo de su habitación. Fue la razón para que pensara:
“Nadie vendrá al culto. No vale la pena abrir la puerta del
templo.” Y se dio vuelta en la cama para darse un peladito
más de sueño. Pero no sucedió como Juan pensó. Pronto
alguien llamó insistentemente a su puerta. Era la ancianita
Nati:
—¡Juanito! ¡Juanito! ¡Hay que abrir el templo! ¡Ya es hora
para la Escuela Dominical!
—No, hermana Nati. Está lloviendo. Nadie va a venir —
contestó Juan medio dormido aún.
—Tenemos que abrir la puerta del templo. No importa si
llueve —dijo doña Nati—. Si estás tú, puedes predicarme a
mí, pero tenemos que abrir el templo. Puede ser que algunos
otros nos acompañen también.
Y estuvieron esa mañana solamente los dos. Pero Juan
siempre recuerda la lección que le enseñó doña Nati acerca de
la fidelidad y puntualidad. En Shapaja los niños, jóvenes y
adultos de la congregación nunca tuvieron duda cuando llovía
si estarían o no abiertas las puertas, ya que por lo menos la
hermana Nati y el pastor estarían allí. La pequeña iglesia
mantiene abiertas sus puertas a una pequeña congregación,
ahora creciente, gracias a la fidelidad de doña Natividad
Rojas.
En San Martín, muchos creyentes como Natividad,
aprendieron a leer cuando eran ya mayores de edad, después
de recibir al Señor como su Salvador. Tenían ganas de leer
sus Biblias e himnarios. Así, como Natividad muchos
invertían sus vidas en el servicio del Señor y de sus
semejantes. El resultado no se hizo esperar: Crecían las
iglesias y aumentaba la obra del Señor en San Martín.
29
Alcanzados en Amazonas
Ana Soper y los demás misioneros sentían la necesidad
de extenderse más allá de San Martín. Sufrieron limitaciones
quizá por ser mayormente mujeres. Habían orado al Señor
que enviara obreros a su mies,1 en el Perú, especialmente más
familias. Y llegaron.2 Miraron hacia el más allá.
Las iglesias evangélicas en el departamento de Amazonas
estaban casi en abondono. Andrés y Elisabeth Stancliff, de los
EEUU, contestaron el llamado del Señor. Con sus dos hijos,
Juan Marcos y Esteban, se establecieron en Chachapoyas, la
ciudad capital del departamento de Amazonas. Trabajaron
con mucho fervor, en comunión con la iglesia evangélica de
ese lugar, en un ministerio itinerante de evangelismo y
discipulado en Mito, Luya, Lamud y varios otros pueblos
más.
Un día un vecino señaló a Andrés un pueblo muy arriba en
el cerro, apenas visible desde donde estaban parados.
—Mire, don Andrés —dijo señalando hacia arriba—. Ese

1 Mateo 9:38
Vino una invitación para el Departamento de Amazonas, departamento
vecino al nor-oeste de San Martín. En 1960 Colin y Betty Hall de
Inglaterra exploraron las posibilidades. Se establecieron en Rodríguez
de Mendoza. Les siguieron dos señoritas inglesas, May Walker y Elena
Webster. Una pareja de peruanos de San Martín, Delfín Flores y su
esposa Dionela se establecieron en Huambo.
164 LOS CHASQUIS DEL REY
pueblo que se ve se llama Jalea Grande.3 Allí vive gente.
Muchos sobreviven en cuevas, en extrema pobreza y siempre
con el temor de que alguien vaya a conquistarles. Hay
personas que nunca han bajado de allí durante toda su vida.
Algunos, como salvajes, matan a cualquier extraño que se
acerca.
Andrés empezó a pensar en ellos. Las palabras del Señor
rondaban en su mente: También tengo otras ovejas... (Juan
10:16) “Esto incluye a la gente de Jalea Grande,” pensaba.
Aunque sus vecinos le advirtieron de lo peligrosa que era esa
gente, más como lobos, Andrés pidió las oraciones de la
congregación de Chachapoyas para una posible visita a Jalea
Grande. Poco tiempo después estaba convencido de que había
llegado la hora de ir. No sentía temor de los peligros que
podrían derivar de su visita.
Quizás pocos hubieran intentado subir en moto ese cerro
alto y escabroso y por curvas cerradas en un camino tan
estrecho. Pero un día Andrés montó su motocicleta y fue a
Jalea Grande. Cuando llegó, toda la gente estaba admirada.
Nunca antes habían visto a un gringo.
—¡Es un ángel! —exclamó uno, viéndole de piel blanca y
ojos azules.
—Seguramente que ha venido para damos un mensaje de
Dios —dijo otro.
Andrés casi no podía creer cuando las autoridades le
ofrecieron el balcón de la Iglesia Católica4 para proclamar
desde la plaza el mensaje de Dios. Tocaron la campana y la
plaza se llenó de gente.
o
Parte alta y fría, casi sin vegetación en la Sierra Alta; en este caso está
por los 3,300 metros, s.n.m.
4 Es difícil creer que la Iglesia Católica haya llegado hasta tales áreas tan
remotas a construir entre la gente pobre un elegante edificio y luego
dejar en abandono a la gente para que vivan sus vidas en ignorancia. Un
sacerdote venía tal vez una vez al año o tal vez dos. En lugar de traer
libertad a sus almas, les aumentó sus supersticiones anteriores
agregando temores en contra de la gente extraña y civilizada que
llegaría. Prohibía la lectura de la Biblia durante muchos años.
Alcanzados en Amazonas 165
—Sí —dijo Andrés, hablando con voz segura y fuerte—.
Tengo un mensaje de Dios.
Abrió la Biblia y les predicó del amor de Cristo y su plan
de salvación. Al concluir la entrega del mensaje y luego de
recibir la gratitud de los presentes, volvió en paz a su hogar.
Supo que Dios mismo había prosperado su visita.
Los creyentes de la iglesia de Chachapoyas se regocijaron
al escuchar de la experiencia milagrosa de Andrés, el chasqui
del Rey dedicado a la entrega de su mensaje donde nunca
antes lo habían escuchado. Y Dios mismo, contestando sus
oraciones, había preparado al pueblo de Jalea Grande, a
quienes amaba, para que oiga ese mensaje. Andrés no pudo
hacer otra visita más porque tuvo que trasladarse a San Martín
con su familia para trabajar allí. Pero la obra no terminó así
no más.
La familia Webb, después de unos diez años de servicio
abnegado y eficaz por el río Huallaga, en San Martín, siguió a
los Stancliff en el trabajo en Chachapoyas. Federico oyó del
rechazo que sufrieron Víctor González (de la Iglesia de Mito)
y otro creyente cuando, después de Andrés, habían ido a
visitar Jalea Grande. El resultado de la visita de ellos terminó
dramáticamente. Les habían tirado piedras. Apenas pudieron
escapar con vida.
Federico descubrió que vivían unos tres mil habitantes en
ese pueblo y dos mil en los alrededores. Los creyentes de
Chachapoyas seguían orando mientras esperaban otra
oportunidad para una visita. Federico con Miliciades
Montenegro,5 (ahora finado) graduado del Instituto Bíblico de
Lamas (IBL),6 subieron un día en su moto hasta la plaza de

5 Murió en un accidente ahogado unos años después. Andrés Stancliff


murió poco después en un choque de su motocicleta con un camión en la
plaza San Martín en Tarapoto.
6 Se cambió de Escuela Bíblica de Lamas porque el departamento de
educación procuró acatar la nueva ley que toda “escuela” debía tener
cierto porcentaje de profesores preparados con título. Para evitar
problemas se le llamó Instituto en lugar de Escuela. No tuvieron más
oposición.
166 LOS CHASQUIS DEL REY
Jalea Grande.
En sus corazones dieron gracias a Dios cuando un hombre
les encontró en forma amigable y los invitó a su casa. Allí
Federico abrió la Biblia para unos cinco hombres que
escucharon atentamente.
—¡Gracias a Dios! —dijo Federico a Miliciades.
Aliviados volvieron a sus hogares. Continuaron las visitas,
su fe era fortalecida y aumentó a ocho el número de hombres
que querían estudiar la Palabra.
Un día Ruth Webb decidió acompañar a su esposo en la
moto. Así empezaron sus visitas en pareja semanalmente a
Jalea Grande. A veces volvían a las dos o tres de la mañana
porque la gente, hombres y mujeres, se quedaban hasta tarde
oyendo las respuestas a sus muchas preguntas. Los
misioneros regresaban cansados, pero contentos. Llegó el día
victorioso cuando algunos aceptaron a Cristo.
Mientras tanto, la construcción de un camino carrozable
estaba en proceso y seguía penetrando hacia Jalea Grande.
Eso permitió a Federico y Ruth viajar con su Land Rover
hasta cierta parte. De allí iban caminando hasta el pueblo.
Cuando el Departamento de Caminos había avanzado lo
suficiente, por fin un día Federico pudo llegar hasta el pueblo
con su carro. Respondiendo a las invitaciones de los
creyentes, seguía con las visitas. No había resistencia. El
número de creyentes iba en aumento. Uno de ellos sugirió a
Federico:
—¿Qué le parece si tenemos una convención en nuestro
pueblo? Podríamos enviar invitaciones a todos los creyentes
de otras iglesias que quisieran venir—de San Martín y
también de la Costa y la Sierra.
Tuvieron muchas ganas de gozar de la comunión con otros
creyentes evangélicos.
—¡Oh, no! —respondió Federico—. Otros del pueblo
pueden enojarse.
—No —dijo el hermano—. Ellos han cambiado. No harán
nada.
Los demás creyentes estaban de acuerdo e hicieron planes.
Alcanzados en Amazonas 167
Alquilaron una casa desocupada. Pidieron la bendición de
Dios en toda su preparación. Y llegó la hora de la convención.
Comenzaron a llegar las visitas; nunca antes habían
conocido Jalea Grande. Cuando empezaron los servicios,
pusieron al olvido los sufrimientos del viaje tan largo en las
alturas por la comunión que gozaban en los preciosos
estudios. La convención resultó ser una verdadera fiesta
espiritual. Los creyentes sentían así como los tres discípulos
de Jesús cuando estaban con él en el monte de
transfiguración.
Una tarde Ruth, cuando salió a visitar algunos hogares, se
dio cuenta que todavía existía en el pueblo una resistencia
contra el evangelio. Mientras caminaba vio a unos niños que
jugaban en la calle. Oyó que más adelante una ancianita les
gritaba desde su casa:
—Ahí viene la gringa. ¡Cuidado! Les va a embrujar con
sus ojos azules.
Los niños se asustaron. Desaparecieron como por encanto
entrando a sus casas y cerrando violentamente sus puertas.
—¡Ah ah! —exclamó Ruth con pena—. Algo hay.
Ruth hizo sus visitas y regresó a la reunión de los
creyentes. No estaba acostumbrada a que los niños le tengan
miedo. Le dolía pensar que algunos todavía eran tan
supersticiosos.
Sin embargo, pasaban los días de la convención sin
ninguna oposición abierta; más bien, era todo un banquete
espiritual. Cuando estaba realizándose la última reunión una
mujer “ciéguita” se había entregado al Señor con gran
regocijo. Entonces cantaron el himno de despedida: Dios Os
Guarde Con Su Tierno Amor. A pesar de que ya era tarde, por
el gozo que llenaba sus corazones nadie se sentía cansado.
Cayó una quietud sobre la congregación cuando el dirigente
cerró el servicio con una simple oración.
En ese preciso instante un joven entró precipitadamente.
Se dirigió hacia el púlpito. Habló al oído del dirigente, que
solamente tuvo tiempo para ordenar sin ninguna explicación:
—¡Arrodíllense! ¡Todos a pedir la protección del Señor!
168 LOS CHASQUIS DEL REY
Se arrodillaron. Afuera un grupo de gente con olor
penetrante de licor, se precipitó hacia adentro por la puerta
posterior. Los intrusos empezaron a tirar barro mezclado con
excremento de cerdo hacia la congregación que estaba de
rodillas. La mezcla pestífera cayó sobre los creyentes y
alcanzó hasta las lámparas que colgaban de las vigas. Un
hermano logró rescatar una de ellas poniéndola debajo de una
banca. La lámpara seguía funcionando dando su luz
milagrosamente hasta el final a pesar de que la camiseta
estaba rota.
Los intrusos airados intentaban asesinar a alguien y
hablaban entre ellos a quiénes matarían. Decidieron que
serían los misioneros, los pastores y los visitantes de la Costa.
Ruth procuró animar a los creyentes temerosos. Veían la
muerte muy de cerca.
En medio de la confusión, Ruth oyó a un hermano que
oraba: “Padre, perdona a estos pobres ebrios, porque no saben
lo que hacen.” Esa oración tocó el corazón de Ruth. En medio
de las piedras que volaban en una y otra dirección, ella podía
ver que un joven de catorce años se acercaba al pastor. El
estaba preocupado que si moría, no había hecho su paz con
Dios. Ruth vio al pastor, cuya sangre goteaba de las heridas
de su cabeza, que abrazaba al joven guiándole a los pies de
Cristo.
Arreció el ataque. Vino más gente con palos para herir a
los creyentes. Tres policías trataban de apaciguar pero no
podían hacer nada contra una turba enardecida de
aproximadamente doscientas personas. Sin embargo,
comenzaron a dialogar con las cabecillas. Les hicieron notar
que su propio pueblo había organizado la convención.
Después de algunos forcejeos, la turba dejó salir a los
visitantes. Era 1:30 a.m. Los visitantes abordaron
rápidamente sus vehículos. Los policías les advirtieron que
debían salir inmediatamente del lugar; y ¡para nunca más
volver!
Terminada la convención, en forma tan violenta, quedaron
pendientes algunas preguntas: ¿Qué se debiera hacer luego?
Alcanzados en Amazonas 169
¿Es conveniente dejar todo y abandonar a los creyentes
de Jalea Grande? No. Eso no lo harían. Pero cómo y cuándo
tampoco sabían. Pidieron a Dios la respuesta en oración.
Un hermano que vivía cerca del lugar donde antes llegaba
Federico con su vehículo invitó a la congregación a reunirse
en su casa. Con gran alegría los creyentes de Jalea Grande,
muy agradecidos por la transformación de sus vidas,
caminaron juntos una hora y media semanalmente al lugar de
los servicios. El número de asistentes seguía aumentando
hasta que ya no cabían en la casa. Empezaron a reunirse bajo
los árboles. Adoraron durante un año entero en la Catedral de
Dios, bajo un cielo estrellado. No cayó lluvia ni una sola vez
sobre esa congregación.
!Es más! Dios había comenzado una obra y aunque los
policías habían dado orden de que no vuelvan a predicar otra
vez en Jalea Grande, no era difícil para Dios abrir otra
oportunidad. Lo hizo en forma por demás interesante.
Sucedió un año después del penoso ataque al final de la
convención. Un tractorista, funcionario del Departamento de
Caminos de Chachapoyas, fue a buscar a don Federico.
—¿Le sería posible venir a ayudarme a arreglar un tractor
que se me ha malogrado en la carretera donde estamos
trabajando? —le preguntó.
Federico era mecánico de profesión. Cuando tenía tiempo,
le gustaba reparar vehículos por diversión y también para
poder ayudar a otros.
—¿Dónde está?
—En la nueva carretera por el cerro, bien arriba, cerca de
Jalea Grande. ¿Ha oído de ese lugar? —respondió el
tractorista.
Por supuesto que Federico había oído de ese pueblo.
Sonriente fue a avisar a Ruth que se iba con el tractorista a
Jalea Grande. Ambos se imaginaban que Dios estaba abriendo
puertas como respuesta a las muchas oraciones.
Federico cogió algunas de sus herramientas y llevó en su
propio vehículo al tractorista cerro arriba. No tardó mucho en
arreglar el tractor. Victoriosamente manejaron hasta la plaza
170 LOS CHASQUIS DEL REY
del pueblo donde les esperaban los jefes. El hecho de poder
arreglar fue para el tractorista algo especial; para el pueblo, un
gran triunfo. En muestra de gratitud las autoridades brindaron
un almuerzo de celebración al visitante. Federico solamente
había deseado otra oportunidad de servir, pero le honraron
como un huésped de honor.
Comentando después acerca de este incidente, Federico y
Ruth se sorprendieron por la actitud de los naturales: que al
principio habían visto a los gringos como ángeles, luego
como demonios y finalmente como héroes. Ese incidente
puso fin a la oposición que sufrían los creyentes allí. Ya
estaba en marcha el evangelio.
Ese año en un servicio de bautismo en Jalea Grande,
cincuentidós creyentes fueron bautizados y ochentisiete
creyentes se reunieron para el servicio de Santa Cena. El
Señor llamó a un obrero peruano para que sirva como pastor.
Ahora cada domingo se reúne una congregación de unas
doscientas personas en un templo grande que ya
construyeron. Algunos de los que habían lanzado piedras
aquella terrible noche ahora testifican acerca del cambio de
sus vidas por Jesucristo.
30
Peruanas
su Influencia
Mamanita estaba leyendo en la Biblia para los niños del
Hogar de Lamas sobre la segunda venida de Cristo. Seguía
explicando que, en ese glorioso evento, todos los hijos de
Dios escucharán el sonido de la trompeta. Después vendría
Cristo a llevarles al cielo a vivir eternamente con él.
Los diecisiete niños del hogar, entre cuatro y catorce años
de edad, estaban sentados en bancas ordenadas en semi-

El Hogar de Lamas
172 LOS CHASQUIS DEL REY
círculo. Era la hora del culto familiar. Héctor, hijo de cinco
años de la viuda Hortensia, miró con ojos desorbitados a
Mamanita y luego a la misionera Miranda que estaba en el
grupo y preguntó:
—Y cuando venga Cristo a recoger a los suyos, ¿podrá
llevar a Miss Miranda al cielo también?
Miss Miranda, que apenas cabía en la silla donde estaba
sentada, era para los niños por demás gordiflona. El niño
pensaba que sería difícil, por razones de peso, aun para
Cristo, llevarle a ella al cielo. Mamanita, procurando evitar
soltar una carcajada, le aseguró que, sin duda, Dios podrá
llevar a Miss Miranda, también. Miranda, que felizmente
tenía un buen sentido de humor, también se sonrió por la
inocente pregunta de Héctor.
Quizás solamente a la viuda Hortensia le parecía que su
hijo estaba dando muestras desde tan tierna edad, que en el
futuro entendería cosas
espirituales profundas.
Tal vez llegaría ser
un gran teólogo o
predicador. Algunos
de los varones del
hogar querían aprender
carpintería, otros, zapa­
tería. ,De entre los
niños de ese tiempo,
solamente uno quiso
aprender inglés.
Realmente a él le
gustaban los idiomas y
más tarde llegó a ser un
guía de turistas.
En cuanto a Héctor,
cuando habían pasado
algunos años, tenía que
Manos hábiles: viajar a Lima para
Hortencia de Pina e Isabel de Cueva estudiar. Después de un
Peruanas su Influencia 173
año, Hortensia supo que su hijo no andaba bien allí, ya que
vivía con unos familiares no creyentes. Le siguió a Lima para
darle un hogar.
Hortensia siempre había orado por él, pero especialmente
cuando terminó colegio. El había decidido estudiar medicina
e intentaba ingresar a la universidad. No ingresó. Pero Dios es
fiel. Cerró una puerta para abrir otra. Su hijo joven decidió
prepararse para el ministerio cristiano. Viajó a Costa Rica a
incorporarse en el Seminario Bíblico Latinoamericano, el
Alma Mater de su madre. Esta vez le tocó a Héctor dejar a su
madre. En cuanto a Hortensia, mientras tanto, trabajaba con la
Iglesia Evangélica Peruana (IEP) y seguía orando por su hijo.
Llegó el día cuando una carta de Héctor desbordaba de
emoción por una señorita bonita que estudiaba enfermería en
la Clínica Bíblica, adjunta al Seminario. Se había enamorado
de aquella señorita. Amanda, natural de Honduras, era para
Héctor la más bella que podía existir en la tierra. Después de
graduarse ambos, se casaron y vinieron al Perú para empezar
su vida y su ministerio juntos.
Hortensia desde el principio amó a Amanda y apreciaba su
fina atención en el hogar de su hijo. Era hospitalaria. Además,
como fiel sierva del Señor, ayudaba a Héctor en el ministerio.
Hábilmente daba estudios bíblicos para mujeres en
convenciones. Juntos sirvieron al Señor. Como equipo eran
bendecidos y eran bendición dondequiera que iban.
Hortensia salió a
buscar su propia
vida, como viuda,
cuando no la necesi­
taban en Lima. Su
hijo ya tenía su
esposa y su hogar.
Se fue a visitar a sus
familiares en Ata­
laya y después
trabajó un tiempo
174 LOS CHASQUIS DEL REY
con el Instituto Lingüístico de Verano, en Pucallpa. Su
característica, dondequiera que iba, era su amor para con los
niños y siempre ayudaba en EBV, Club Bíblico y Escuela
Dominical.
Cuando volvió a Lima, Hortensia asistía a la iglesia donde
Héctor estaba pastoreando. Trataba de persuadirle que
intentase estudiar en la universidad.
—Hijo, debes procurar otra vez ingresar a la universidad.
—Ay mami, ¿universidad? —respondió Héctor—. Ya no.
Ya pasó el tiempo y las ganas de estudiar.
Más tarde el hijo le dio la razón. Era importante mejorar su
educación. Logró ingresar a la Universidad Católica. Era raro
que asistiera un evangélico a esa universidad y todavía pastor,
pero así fue. Figuraba en su registro como “hombre casado
evangélico”.
Hortensia oraba a favor de la pareja joven mientras que
luchaban durante esos largos años de estudios. Amanda le
ayudaba en todo posible a su esposo mientras éste estudiaba,
pastoreaba la Iglesia de Barranco y enseñaba en varios
colegios, al mismo tiempo, para sostenerse económicamente.
Después que Héctor se graduó, la misma Universidad
Católica le honró invitándole a quedar como profesor.
Fervientemente Hortensia oraba que no aceptara tal
invitación. Dio gracias a Dios cuando Héctor y Amanda
preferían quedar en el pastorado de su Iglesia. Era preferible
ganar menos y no desviarse del ministerio cristiano.
Hortensia se gozaba cuando, por un tiempo, Héctor
trabajaba como director de una escuela evangélica en
Tournavista, en el Pachitea, Huánuco. Esa mamá otra vez dio
gracias a Dios cuando, en 1972 su hijo aceptó la invitación
para ser profesor en el Seminario Evangélico de Lima (SEL)
y cuando ese mismo año ganó el grado de doctor en
educación en la Universidad Católica. Nuevamente se gozó
cuando, en 1973 fue invitado a ser Rector del Seminario, con
apenas un año de experiencia, y cuando en 1975, recibió una
beca completa para hacer estudios avanzados, en Teología, en
el Seminario Teológico de Westminster, en Philadelphia. (un
Peruanas su Influencia 175
buen desafío para adaptarse al inglés).
Hortensia tuvo sentimientos
entremezclados cuando llevaron lejos a
su nietecita Esther, de seis años de
edad.
Llegó el día cuando la familia debía
volver nuevamente a Lima. Mamá
Hortensia danzó de alegría, batiendo
sus manos cuando supo que iba volver a
ver a sus hijos. Héctor reasumió el
rectorado de inmediato y dirigió
hábilmente por más de veinte años ese
renombrado Seminario. Cuando se
retiró del rectorado en 1990, continuó trabajando como
profesor a tiempo completo en la misma institución y sigue
hasta hoy.
En cuanto a su mamá, a principios de los años ochenta,
volvió a su antiguo y amado San Martín, para allí lanzarse de
nuevo a un servicio de visitación y edificación en las iglesias
especialmente entre las mujeres. Algunas de sus visitas eran
bastante aventuradas, como la siguiente.
Tenía que viajar a San Cristóbal, al otro lado del río Sisa,
176 LOS CHASQUIS DEL REY
un afluente del río Huallaga. El Sisa cuando está crecido,
como estaba ese día, tiene aproximadamente cien metros de
ancho. Es torrentoso y profundo especialmente cerca de la
desembocadura donde está San Cristóbal. Es peligroso
cruzarlo a nado en esos tiempos.
Eran como las cinco y el sol iba declinando cuando
Hortensia llegó. Se suponía que, o a este lado o al otro lado
del río, habría un bote en el cual podría cruzar, pero no había.
Hortensia llamó. Tal vez alguien escucharía.
—¡Ujúu! —dijo, a voz en cuello— ¡Ya estoy aquí!
¡ Vengan a llevarme!
Milena, una de las creyentes, le estaba esperando. Del otro
lado resonaba su respuesta:
—Allá voy, mamá Hortensia.
Milena había esperado encontrar un bote, también, pero no
había. No podría dejar a mama Tencha ahí parada en la playa.
Milena, cogiendo una topa (palo de balsa) y una tina de
plástico, se lanzó al río y nadó. Ella sabía que mamá Tencha
se había criado en Iquitos junto al río Amazonas y que sabía
nadar bien. Cuando Milena llegó, colocó en la tina el equipaje
de Hortensia. La topa les serviría para mantenerse a flote. Y
así nadando, cogidas de la topa con una mano y empujando la
tina con la otra, a la par que braceaban, cruzaron las dos el río
bastante torrentoso y sumamente peligroso.
Los creyentes de San Cristóbal habían invitado a Hortensia
para que sea la predicadora en un servicio especial esa noche.
Ella gustosamente había aceptado la invitación. Después de
viajar todo el día en una camioneta por un camino
extremadamente tosco, a sus setentiseis años de edad,1 y de
haber cruzado a nado el río tan ancho, al final de esa aventura,
se sentía cansada. Pero con la emoción de ver a los hermanos,
y porque consideraba un privilegio especial presentarles la
Palabra de Dios, se olvidó totalmente del cansancio. Se sentía

1 Sirvió al Señor en San Martín con mucho amor y entusiasmo hasta sus
83 años. Fue a la presencia del Señor en Julio de 1997 casi a los 88,
luego de una breve y maligna enfermedad.
Peruanas su Influencia 177
llena de vida. ¡Qué bello servicio tuvieron aquella noche allí
en lo profundo de la Selva del Perú!
Héctor y su familia, entretanto en Lima, se preocupaban
por mamá Hortensia que vivía en Tarapoto. Sabían que hacía
a menudo viajes similares con aventuras. Cuando Héctor supo
lo del cruce del río en su edad avanzada no pudo más que
mover su cabeza y decirle:
—¡ Ay, mami, usted ya no está para esos trotes!
—Ahora los viajes no son tan difíciles como antes —
explicaba Hortensia para tranquilizarle—. Ahora hay
carreteras por todas partes. Imagínate, ahora hay carretera a
Chazuta y Aguano Muyuna. Se sale por la mañana y en pocas
horas ya se llega a cualquier lugar.
Y así iba Hortensia. Brindaba además de la predicación
también el fruto de sus manos hábiles. Como Dorcas de la
Biblia o como en la leyenda peruana de Mama Ocllo, en el
Incanato, Hortensia enseñaba a las mujeres a cocinar, coser,
tejer y bordar. Por las noches predicaba donde estaba o
cuando le pedían.
Sirvió por varios años como obrera del Comité Central de
Damas de la Asociación de Iglesias Evangélicas del Nor-
oriente Peruano AIENOP,2 animando a las mujeres de la
región.
—¡Hola, mamá Tencha!
Se oía el llamado familiar con entusiasmo cuando ella
llegaba a cualquier de los pueblos, porque era la conocida y
amada mamá de una multitud variada de gente. Ya que se ha
jubilado mamá Tencha, otra sierva amada y valiente del Señor
asumió su lugar con el Comité de Damas; era Asunción Díaz.
Dios a través de sufrimientos comenzó a moldear a ese
instrumento, en Moyobamba desde mucho tiempo atrás. Sus
tíos de Asunción le prohijaron cuando vino a Lamas de
Moyobamba, después del fallecimiento de sus padres. Cuando
era adolescente aún, sus tíos también murieron y ella quedó
r\

Anteriormente: Asociación de Iglesias Evangélicas del Sur de San


Martín (AIESS).
178 LOS CHASQUIS DEL REY
de nuevo en completa orfandad. Gracias a que su tía le
enseñó, Asunción sabía hacer trabajos de casa y comenzó a
ganarse la vida sirviendo en hogares de familias de sociedad
en Lamas.
En cuanto a su religión, aunque no la entendía muy bien,
ésta le dio cierta estabilidad emocional. Era la misma en la
cual le había criada su tía; pero lejos estaba de satisfacerla en
su honda necesidad espiritual. Su inquietud se manifestó la
última noche de Semana Santa en Lamas. Asunción estaba
toda vestida de negro para seguir la procesión, con su amiga
Natividad. Pero cuando llegó ésta para acompañarla,
Asunción había decidido no seguir.
—¿Por qué ya no quieres si estás toda lista? —le preguntó.
—Francamente no sé. Más bien tengo ganas de ir a la
iglesia de los evangélicos esta noche para ver cómo es —
contestó.
—¡Vaya la ocurrencia tuya! ¡Qué idea más tonta! Ven
mejor conmigo; sigamos la procesión —le rogó Nati,
horrorizada.
Asunción seguía rehusándose.
—Bueno, vamos a andar juntas en la procesión hasta que
lleguemos al templo evangélico. Entonces iremos cada una a
donde nos parece mejor.
Con esa propuesta, se fueron ambas a la Iglesia Católica.
Vieron cuando unos hombres sacaban de la cruz a la imagen
de Cristo y lo pusieron en un ataúd. Asunción no aceptaba
todo así no más. En lo profundo de su corazón reconocía que
lo que estaba viendo era toda una falsedad.
Mientras caminaron acompañando la procesión con el
ataúd y la imagen de María de luto, Asunción recordaba el
segundo mandamiento que una amiga adventista le había
mostrado en cierta oportunidad en su Biblia. “Claramente
prohíbe hacer y mas aún adorar un imagen, como hacemos
nosotros, los católicos,”3 pensaba Asunción. En la procesión,
siguiendo su curso, le tocaba detenerse en la esquina frente al

3 Exodo 20:4-6.
Peruanas su Influencia 179
templo evangélico. Asunción rogó otra vez a su amiga que
entrasen. Natividad le contestó:
—No, Ashuka.4 Ya es tarde y no se verá bien si entramos
tarde. Vamos otro día.
—Entonces voy sola.
Contestó con determinación y dejó a Natividad. Al
principio Asunción se sentía totalmente fuera de ambiente,
vestida así como estaba, de negro, con velo en la cabeza.
Tenía todavía una vela en su mano. Pero pronto le cautivó el
tema que estaba introduciendo el pastor Carlos del Castillo:
“¿Por qué murió Cristo?” Era el título, a modo de pregunta,
del mensaje que iba dar. Asunción en su interior sentía una
mezcla de admiración y arrobamiento. El predicador estaba
basándose únicamente en la Santa Biblia, la Palabra de Dios.
Ella sabía instintivamente que lo que decía el predicador era
la verdad, que Cristo había muerto para salvarle a ella, y
después había resucitado. Estaba vivo y en ese momento
estaba tocando su corazón.
—¿Cuántos desean entregarse a Cristo esta noche? —
preguntó finalmente el predicador—. Si deseas hacerlo, al
llegar a casa, arodíllate para pedir el perdón de Dios. Esta es
tu oportunidad. No es asunto de la iglesia o la religión a la
cual uno pertenece; lo que importa es que hagas tus paces con
Dios —dijo, y luego clausuró el servicio.5
Le parecía a Asunción que el pastor estaba dirigiéndose
directamente a ella. Salió rápido y fue a su casa. En su cuarto
se arrodilló a solas y se entregó al Señor, prometiendo servirle
durante el resto de su vida. Momentos después se quedó
dormida con paz y tranquilidad. Al siguiente día se despertó
tan llena de gozo que no podía guardarlo en secreto. Contó a
sus amigos y vecinos lo que había hecho.
4 Ashuka o Ashukita. Nombre diminutivo en la región para Asunción.
5 En San Martín los evangelistas hacían así sus invitaciones para evitar
que contestara una multitud livianamente. Era fácil conseguir que
levanten la mano y pase al frente toda la congregación. Pero las perso­
nas sinceras podían aceptar a Cristo a solas con el, y después venir a
testificar voluntariamente.
180 LOS CHASQUIS DEL REY
—¡Vaya! ¡No te va a durar! —dijeron algunos de sus
conocidos y hasta se burlaban de ella.
—¡Verán! —contestó Asunción sin hacer más
comentarios.
Hambrienta por aprender más, no faltaba ella al templo
después de esa experiencia. La enseñanza que Dios había
perdonado sus pecados y que le había recibido a ella como su
hija, una pobre huérfana pecadora, resultó tan refrescante para
su alma como un manantial de agua limpia y fresca. Satisfizo
su necesidad espiritual.
—¡Quiero ser evangelista! —sentenció— ¡Quiero aprender
a predicar como el pastor Carlos del Castillo!
Dios había eligido a una de sus “chasquis” para llevar en el
futuro su mensaje. ¡Qué preciosos fueron los días cuando un
año después, en 1950, Asunción entró en el IBL. Cuando
sufría por las limitaciones económicas, Ana le alentaba. Las
palabras de un himno, “Si el cuida de las aves, cuidará
también de mí” inspiraban más su fe. Supo que Dios velaba
sobre ella. Le proveyó en sus necesidades hasta que terminó
sus estudios.
Pero Asunción iba sufrir otras pruebas más. Encontró tan
difícil los estudios que fue tentada a dejar todo. En ese
momento, Margarita Tavemer, la directora del IBL en aquel
entonces, le animó a seguir adelante. Asunción aprendió a
reconocer y resistir la tentación de Satanás cuando la atacaba
con las dudas. Principió a aprender a vivir la vida cristiana
por fe.
Cuando estaba muy preocupada de lo que haría con su
vida, tuvo la oportunidad de ir con Miss Margarita por el
Huallaga. En uno de los caseríos estaba una mujer que se
moría. ¡No lograba dar a luz! Por la gracia de Dios y la
pericia de Margarita, como obstetriz, nació el bebé y se salvó
la madre. Fue el tiempo cuando nació en Asunción el deseo
de ayudar a los enfermos en los pueblos. Decidió, luego de
terminar sus estudios en el IBL, a prepararse aprendiendo
enfermería.
Después de dos años de entrenamiento en el hospital como
Peruanas su Influencia 181
enfermera, Megan la invitó a quedarse a trabajar con ella en
Lamas. Durante la semana ayudaría en el hospital y los fines
de semana iría a evangelizar en los pueblos, ya que había
reconocido su don de evangelista. Así empezó lo que
posteriormente serían catorce años de fiel servicio al Señor de
Asunción con Megan en el hospital.
Durante esos años un joven creyente quería casarse con
Asunción. Ella también quería. Pero sufrió una decepción
grande cuando a última hora se deshizo el plan del
matrimonio. Recibió paz cuando se sometió a la voluntad del
Señor. Quedó claro que Dios estaba desarrollando algo más
grande para ella. Tomó una firme decisión. Se dedicaría a
predicar, curar a los enfermos y ayudar a los necesitados
dondequiera que él le guiara. Era la misma visión que había
traído a Ana y Roda a San Martín en 1922. Ahora Asunción
da gracias a Dios por no haberle permitido casarse. Aconseja
a las señoritas creyentes con las palabras del Señor Jesús en
Mateo 6:33: Mas buscad primeramente el reino de Dios y
su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Asunción se lanzó íntegramente al servicio del Señor. Es
digna de toda admiración. Compasiva en extrema, con el fin
de ayudar a los necesitados, tuvo la capacidad de estar aún en
los lugares más inhóspitos, donde la vida era extremadamente
difícil. Ninguno de sus familiares en Lima y Tingo María
logró persuadirla a que se quede en un lugar donde le sería
más fácil la vida.
Es otra historia larga cuando el hospital de Lamas tenía
que clausurarse y Megan Jones con Asunción, como su
ayudante, se trasladaron al pueblo de Yumbatos, a unos 100
km. (en la carretera entre Tarapoto y Yurimaguas) donde no
había médicos. Vencieron muchas dificultades para establecer
allí una clínica y una iglesia evangélica.
En esos días un huracán causó destrucción en todo el
pueblo. Durante el furor del viento, con lluvias torrrenciales,
que devastaron los cerros, la clínica evangélica quedó en
ruinas. Resultaron cajas de medicinas malogradas, archivos y
libros, sábanas, frazadas y colchones empapados. Demoró
182 LOS CHASQUIS DEL REY
semanas para que se seque todo poco a poco. El viento elevó el
techo del templo y lo tiró volteado al lado del edificio.
Cayó también la casa de una familia de creyentes. Se
escaparon todos menos un niño de nueve años que fue
aplastado por la pared cuando cayó sobre él. Murió. Eran
pruebas sumamente difíciles.
Algunos años después del huracán, Megan se enfermó. Tal
vez era debido a sus muchos compromisos en cuanto a la
renovación de la clínica y la iglesia juntamente con sus
incansables servicios abnegados a la gente. Tenía que regresar
a Inglaterra. Asunción con unas enfermeras auxiliares
quedaron encargadas de la clínica y de continuar la obra.
Asunción seguía con ese trabajo y evangelizando los
pueblos durante varios años con una dedicación única. Aún
cuando empezaron los peligros y atrocidades de los terroristas
y narcotraficantes, nada le amilanó. Trataba a heridos y
enfermos por igual. Dio consejo valientemente a una señora
que estaba en Yumbatos con el temido grupo terrorista
Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). Le
habló del amor de Cristo. En los pueblos que seguía
visitando, consolaba a los padres de familias que se
sobrecogieron de pánico cuando sus hijos jóvenes
desaparecieron siendo engañados por los terroristas y
narcotraficantes.
Todo el tiempo Asunción seguía fiel en la predicación de
la Palabra, dirigiendo EBV, campamentos, y retiros. Animaba
a los creyentes que estudien con el fin de que salgan a enseñar
también a otros. Con ese fin estableció en Yumbatos un mini­
instituto Bíblico (IBY).
Sigue empujando puertas para servir a la gente. Ayuda
también con la música a las iglesias cuando ve la necesidad
de que aprendan a cantar mejor los himnos. Lleva su
melódica a los pueblos y enseña a armonizar en voces. Unas
amigas de Megan, en Inglaterra, le regalaron un órgano
electrónico portátil. Porfiaba mucho para aprender a tocarlo y
hacía todo lo posible para animar a otros a que aprendan
música también. Les serviría de ayuda.
Peruanas su Influencia 183
Los misioneros jubilados apoyan con sus oraciones a los
“chasquis” como Asunción. Ana en esos años de su jubilación
en inglaterra escribió a todos aquellos que seguían corriendo
con el evangelio: “La oración es el ministerio más valioso que
uno puede hacer.” Era fiel en su intercesión para aquellos
siervos que todavía trabajaban en el campo misionero.
31
Cómo Dios
Delfín Flores y Sra. Dionela,
Contestó misioneros

Entre los muchos que Dios utilizó en el ministerio del


evangelio era la familia Flores. Vivían en el pueblo de
Morales cerca a Tarapoto.
Como la mayoría de las familias de San Martín, Miguel y
Micaela Flores anteriormente eran católicos. Era ley en su
hogar que si sus hijos no iban a misa los domingos tenían que
ir a trabajar en la chacra. Estos prefirían ir a misa, aunque los
padres mismos no lo hacían.
Delfín, el hijo mayor de los Flores, probablemente era más
dedicado a la religión de sus padres que ellos mismos. Jamás
se le hubiera ocurrido cambiar, hasta que se hizo amigo de un
joven adventista de su edad. Con él había ido algunas veces a
su iglesia. También después tuvo la oportunidad de escuchar
acerca de otra religión, la de los evangélicos.
Cierto día le tocaba a Delfín trabajar en la chacra. De
repente, mientras “volaba machete” cultivando una parcela, le
vinieron pensamientos acerca de Dios, la eternidad, el
infierno y el cielo. Su mente joven se puso en movimiento.
De pronto, en forma abrupta, se detuvo de trabajar. Dejó
clavado su machete en el suelo y se arrodilló. Orando
espontáneamente a Dios, dijo: “¡Oh Dios, muéstrame tú cuál
es la verdadera religión. Si es la adventista, me haré
Cómo Dios Contestó 185
adventista; si es la evangélica, me haré evangélico; si es la de
mi nacimiento, seguiré siendo lo que soy.” Tuvo dieciocho
años de edad en ese momento.
Seguía con su anhelo de conocer cuál era la verdadera
religión. Por segunda vez oró en forma similar y lo hizo con
tanta seriedad como la anterior. Después continuó en su vida
de rutina. Una noche fue invitado a una fiesta en el club de su
pueblo. Con entusiasmo, él y su hermana mayor, Rosario, se
vistieron con lo mejorcito de su ropero y fueron juntos hacia
el club. En el camino escucharon que por ahí gente estaba
cantando. Por curiosidad se unieron a otros espectadores a la
puerta de una pequeña sala. Vieron adentro a una mujer
extranjera que estaba al frente de un grupo de gente. Estaban
cantando alegremente.
Después que terminaron de cantar, la extranjera gordita,
rubia y de ojos azules, comenzó a hablar. Estaba enseñando
algo de la Biblia. Delfín y Rosario se quedaron en la puerta
para oír lo que ahí se decía. Al terminar la corta plática, a
Delfín le interesó mucho lo que la misionera ofreció. Eran
nuevos testamentos. Costaban solamente ochenta centavos.
Entró y compró uno con la propina que llevaba. Al mismo
tiempo le hizo algunas preguntas. Cuando se reunió de nuevo
con su hermana mientras metía el librito en el bolsillo de su
camisa, le dijo:
—La gringuita se llama Miranda. Es de la religión
evangélica. Viene semanalmente a enseñar algo de la Biblia.
Siguieron hacia el club. Después de la medianoche estaban
de regreso de nuevo a casa. Delfín se acordó de su nuevo
testamento. Lo sacó del bolsillo y, aunque era tarde, leyó los
primeros dos capítulos de Mateo, antes de quedarse dormido.
Los siguientes días seguía leyéndolo en cada oportunidad que
tenía. Antes de terminar la semana, había completado la
lectura de todo el Evangelio según San Mateo. Esperaba
ansiosamente el día de la reunión de la próxima semana.
Después no faltó a ninguna de las reuniones. Es más,
caminaba hasta Tarapoto para asistir a los cultos en el templo
evangélico, donde estaba predicando el pastor Carlos del
186 LOS CHASQUIS DEL REY
Castillo. Estaba aprendiendo preciosas lecciones de la Biblia.
Una noche confesó sus pecados y aceptó a Cristo como su
Salvador. Súbitamente pensó y se preguntó: ¿Quién me puso
en esta religión? Recordó las oraciones que hizo días antes
debajo del árbol. Con asombro se dio cuenta que Dios le
había contestado. Ya sabía cuál era la verdadera religión. Era
el evangelio de Jesucristo. Jesús mismo había dicho: Yo soy
el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino
por mí (Juan 14:6). Pero no era realmente una nueva religión;
era una nueva vida, una relación personal con Jesucristo.
Compartió con su familia lo que había descubierto y empezó
a rogar:
—Mamá, papá, vamos al templo evangélico para oír al
Pastor Carlos del Castillo.
Una de esas noches don Miguel Flores dijo sí al Señor
también. Después, juntamente con su esposa, siguieron el
evangelio con toda fidelidad. Más tarde, poco a poco, todos
los miembros de la familia se entregaron, uno tras otro, al
Señor, y se hicieron miembros de la Iglesia Evangélica de
Morales.
Delfín hizo sus dos años de servicio militar en Iquitos.1
Cuando regresó se casó con Dionela, su amada de antes, una
linda creyente bautizada de su pueblo. Era un día viernes.
Delfín se bautizó el domingo siguiente. Después de trabajar
un tiempo como carpintero, recibió el llamamiento del Señor
y fue al IBL para estudiar
Estudió en forma regular, por tres años, y se graduó. El
Señor puso en su corazón el deseo de ser misionero para
llevar el mensaje de Dios a los pueblos donde nunca antes
había sido escuchado.
Dios le habló a través de su Palabra: ...que no hay
ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o
padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de
mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en

1 Iquitos es una ciudad bastante lejos de Morales. El servicio militar


obligatorio duraba dos años.
Cómo Dios Contestó 187
este tiempo; casa hermanos, hermanas, madres, hijos, y
tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida
eterna (Marcos 10:29,30).
Caminaba de pueblo en pueblo, de caserío en caserío,
montado en su caballo, cuando podía, cruzando quebradas,
sobre fangos y bajo lluvias torrenciales o sol fuerte,
testificando, dejando literatura y predicando. Cuando se había
establecido en el pueblo de Fause, volvió a Morales para
recoger a su esposa e hijos. Los detalles sobre el ministerio de
Delfín y Dionela en el valle de Sisa, y más tarde en Huambo,
pueblo de Amazonas, también son dignos de otro libro.
La historia de cómo Dios llamó la atención de Griserio
Flores, el hermano menor de Delfín, es algo diferente, pero
igualmente impresionante. Cuando andaba por un tiempo, en
cierto modo, a la sombra de Delfín, era otro de los que jamás
se hubiera pensado que serviría como un verdadero “chasqui”
para Dios. Pero el Señor había empezado a entrenarle a través
de los sufrimientos desde temprana edad.
En la escuela, uno y otro le decía, como a los demás hijos
de los evangélicos, por molestarle:
—Biblias, Biblias, ustedes son la gente de las “Biblias”.
Griserio se puso fuerte. Recordaba la consolación que
recibió cuando leía su Biblia. “¡No me importa!” se decía. “Es
verdad que la biblia es la posesión más preciosa que tengo. Es
la pura verdad que somos la gente de la Biblia.” Así soportaba
las burlas por causa de Cristo.
Cuando era ya adulto, mientras que Delfín estudiaba en el
IBL, Griserio trabajaba con Eduardo Ball en la construcción
del templo evangélico de Tarapoto. De esa manera empezó a
aprender el oficio que iba ser su especialidad y el medio para
ganarse la vida. Se hizo constructor. Hacer techos era su
especialidad en Tarapoto. Al mismo tiempo que se ganaba la
vida, sin saberlo, estaba preparándose para servir al Señor
como obrero laico en su Iglesia, en Morales. Juntamente con
su fiel y linda esposa, Justina, criaron a sus hijos según la
Palabra del Señor.
188 LOS CHASQUIS DEL REY
Cuando Vicente Coral, por razones de edad y de salud
renunció al cargo de Presidente de AIENOP en la convención
anual del año 1968, Griserio fue elegido para que asuma el
cargo. Con entusiasmo se dedicó a trabajar en la tarea
importante de dirigir esa Asociación hasta 1983. El quipu
todavía pasaría a otros chasquis. Dios estaba preparando más
y más de ellos para la tarea de proclamar su mensaje en San
Martín; otro de ellos era Germán Ramírez.
32
Un Niño Les
Guiará
Germán Ramírez era un muchacho aún cuando seguía a sus
hermanos mayores al templo evangélico de Tarapoto. En
aquel entonces don Eduardo Ball y la señora Eileen recién
habían comenzado su ministerio en esa ciudad. Eduardo
servía como pastor y Eileen trabajaba con las mujeres y los
niños.
Una tarde Eileen estaba dirigiendo el Club Bíblico.1
Habían cantado Jesucristo Ha Venido En Busca De Joyas, y
otros himnos. De pronto interrumpió la reunión el chirrido de
una chicharra.
Brrrr-i-i-i-i-i.
—¿Quién tiene la chicharra? —reclamaba Eileen.
Las caras de todos mostraban la más completa inocencia.
Parecían todos angelitos. Eileen repuso:
—Saquen las manos de los bolsillos todos los varones.
Así se descubrió quién tenía la chicharra. Se le pidió que la
echara. Tal vez la señora Eileen pensaría que aquellos
bulliciosos niños no estaban aprendiendo nada. Bueno, ese
día la lección era acerca de la ovejita perdida y Germán sintió
que él era esa ovejita perdida. Tenía entonces catorce años.
Fue el año 1947.

1 En esos tiempos fue llamado Esfuerzo Cristiano de Niños.


190 LOS CHASQUIS DEL REY
Germán se sintió tan conmovido por su condición de
perdido y se creía tan culpable que no pudo aguantar y se
puso a llorar. La señora Eileen ese día le guió a los pies del
Señor. Quedó aliviado del peso de su culpa. Reinó en su lugar
la paz de Cristo.
Germán estaba ansioso de ayudar a los misioneros y
comenzó a acompañar a Eduardo Ball en sus visitas de los
miércoles y jueves a los pueblos de San Roque de Cumbaza,
San Antonio, la Banda de Shilcayo y Shapaja. Eran algunos
de los muchos pueblos que visitaban. A Germán le tocaba
llevar y manejar la lámpara cuando acompañaba a Eduardo.
Germán sirvió a todos los misioneros: Eduardo Ball, Roda
Gould, Megan Jones, Ellen Buckle, Eleanor Wohlfarth y otros
en sus viajes entre 1947 y 1953. Hizo también su servicio
militar. Después de regresar de allí se fue con sus padres a
vivir en Pucallpa. Estando allí, volvió a pensar en su Tarapoto
querido. Se dijo: “¿Qué hago aquí? Debo volver a Tarapoto.”
Y no podía quitar de su mente tal idea. Iba darse cuenta en
el futuro que Dios mismo le había impulsado. Cuando había
reunido suficiente dinero para su pasaje, volvió al pueblo de
su nacimiento. Los otros miembros de su familia quedaron en
Pucallpa. ¡Con cuánto ánimo se puso a trabajar en todo!
Barría el templo, cantaba en el coro, enseñaba y servía como
superintendente de la Escuela Dominical.
Pero hay más. Estaba mirando en esos días,
disimuladamente, a una de las chicas del Hogar de Lamas. Al
mirarla le vino una taquicardia repentina. Las chicas en la
casa de la Misión en Tarapoto rodearon a Ludomilia Cárdenas
para saber el contenido de la notita que Germán había tirado
una noche por entre las rejas de la ventana del dormitorio de
ellas. Le pedía una cita a Ludi.
—No es mi nada —declaró Ludi y prosiguió—. Y si fuese,
no hay forma de vernos.
Y tenía razón. En primer lugar no podía porque las mamás
de casa de la Misión siempre echaban llave la puerta del
dormitorio por las noches, para que ninguna de las chicas
saliese. En segundo lugar, el asunto se complicó porque Ludi,
Un Niño Les Guiará 191
después de recibir la nota, por razones de trabajo tuvo que
salir inmediatamente hacia otro lugar. Muy apreciada por su
trabajo, tanto de casa como de enfermería, Ludi fue enviada a
trabajar con la familia Webb en Chincha Alta. Había
aprendido enfermería durante dos años con Megan en el
hospital.
¡Pobre Germán! En esos días para ir de Tarapoto a
Chincha Alta se tenía que caminar o ir a bestia o en parte en
bote, pero nada de eso significaba demasiado para él. Con
audacia y sacrificio llegó a tener entrevistas con su querida
Ludi en un ambiente un poco más cómodo, en la casa de la
familia Webb.
¡Qué linda pareja la de Ludi y Germán cuando se casaron
en 1962! Ludomilia Cárdenas llegó a ser la idónea de Germán
en una linda ceremonia en el templo evangélico de Lamas.
Allí fue dedicado a Dios el nuevo hogar de los Ramírez-
Cárdenas.
No demoraron en llegar las dificultades. Aunque Germán
estaba dedicado al servicio del Señor, su trabajo en la Iglesia
no le producía lo suficiente como para que lleve una vida
decente, económicamente hablando. Poco después Germán
sintió el llamado del Señor para ir a estudiar en el IBL.
Fueron a Lamas los dos. Mientras que Germán estudiaba,
Ludi seguía aprendiendo más de enfermería hasta que
finalmente recibió su certificado de enfermera práctica.
Los años de 1965 a 1977 fueron años extremadamente
difíciles para ambos. Querían olvidar la pesadilla y gracias a
Dios que él les ayudó a olvidar. En 1977 se produjo un
maravilloso retomo de Germán al Señor. Esto llenó de gozo
ambos corazones. Germán nuevamente se integró a la vida de
la iglesia y después de un tiempo, fue llamado a ser anciano
de la congregación. Poco tiempo después, Dios le permitió
que llegase hasta la presidencia de la Junta Regional y ejercer
un ministerio de visitación más extenso dentro de la Junta.
Llegó a otro nivel en 1985 cuando la Iglesia de Tarapoto le
nombró como delegado a la Asamblea anual de AIENOP. En
aquella Asamblea el Señor le llamó a un desafío mayor: la
192 LOS CHASQUIS DEL REY

Germán Ramírez, Sra. Ludomilia e hijos

presidencia de AIENOP. Reemplazó en el cargo a Griserio


Flores cuando éste por razones de salud tuvo que dejarlo. Eso
obligó a Germán a dejar un poco la vida de la Iglesia para
entrar en el campo misionero dentro del departamento de San
Martín. Demandaba energía, economía, tiempo y sacrificio,
cosas nada fáciles de obtener.
Pero en todo se vio la mano y la fidelidad de Dios.
Comprendió que Dios nunca llama a hombres desocupados y
que sólo pide estas cosas de cada uno: entrega, obediencia,
sacrificio, dedicación y reposo en él. Dios es así y fiel.
Germán no perdió la vocación de visitar los pueblos. El
mismo lo vio y aprendió de sus precursores en San Martín.
Como siempre este ministerio era un desafío por la clase de
caminos que había que transitar, pero ahora lo podía hacer
más rápido. Los pueblos y caseríos de San Martín están
unidos ahora por vías carrozables. Dios le protegió
milagrosamente en los viajes a los pueblos con su motocicleta
y proveyó para sus necesidades.
¡Qué agradecido estaba Germán por el privilegio de servir
Un Niño Les Guiará 193
al Señor y a las almas con el evangelio a pesar de las
dificultades! Humildemente continúa sintiéndose indigno;
pero diariamente se alimenta de las promesas del Señor,
sabiendo que él es siempre fiel.
Ahora, desde 1994, carga en sus hombros una tremenda
responsabilidad: el pastorado. Como pastor de la Iglesia de
Tarapoto, ejerce un don especial de discipular y lo utiliza
maravillosamente, con mucha sabiduría, tanto en evangelismo
personal como en atender a los creyentes en su rebaño.
Gracias al Señor que en 1996 otro hermano, Leví
Chujutalli, fue elegido Presidente de la AIENOP, aliviando a
Germán de una tan pesada carga para un solo hombre.
Otros estudiantes se habían dedicado a prepararse en el
IBL. Vicente Grández se graduó en la misma clase que el
cojito Víctor Cenepo. También era humilde, aunque de mayor
edad que los otros. Los misioneros tenían que prestar mucha
atención para poder entenderle cuando él dio su testimonio,
porque hablaba bastante rápido y con voz suave.
Contó cómo había llegado a ser creyente. Era de Juanjuí,
pueblo por el río Huallaga. Este fita, la hija mayor, había
rogado cada domingo:
—Papá, mamá, ¿puedo ir a la Escuela Dominical?
Rogelia, madre de Estefita, conocía a la misionera inglesa,
Joan Mittaz, enfermera, que le había ayudado en el
nacimiento de uno de sus bebés. Ella y Lucía Kisky eran las
encargadas de la Misión en Juanjuí en esos días. Llegó el día
en que Vicente dio su consentimiento a su hija para ir a la
Escuela Dominical y Rogelia cedió únicamente porque era
algo que le gustaba mucho a Estefita.
Pero seguían las rogaciones de la niña. Todavía quiso que
ellos la acompañasen, también. Eso sí que no harían. Tenían
temor de cruzar el umbral del templo de las extranjeras. Un
día sucedió algo inesperado. Vicente estaba regresando de la
chacra a su casa. Se inclinó para recoger un papel que atrajo
su atención.
—¡Que suerte! —dijo—. Un papel para leer.
Limpiando el polvo, lo dobló con cuidado y lo puso en su
194 LOS CHASQUIS DEL REY
bolsillo para leerlo más tarde. Al llegar a su casa, bajó de sus
espaldas al suelo los plátanos y las yucas que había traído de
la chacra y fue a refrescarse con un chapuzón en el río. Al
regresar sacó el papel de su bolsillo y se sentó a leerlo. Lo
volvió a leer una y otra vez. Era un tratado evangélico con
versículos de la Biblia: Porque de tal manera amó Dios al
mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo
aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna
(Juan 3:16). Mas a todos los que le recibieron, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios, a todos los que creen
en su nombre (Juan 1:12). Dios le habló a su corazón. Los
versículos que él leyó eran los mismos que Estefita había
aprendido en la Escuela Dominical.
Como resultado, Vicente respondió a la invitación de Dios
y aceptó a Cristo como su Salvador. Después Estefita ya no
tenía que rogar más a sus padres para que la acompañasen al
templo. Ahora Vicente quería acompañarle para aprender
más. La esposa de Vicente, Rogelia, también aceptó a Cristo
y de allí en adelante asistieron todos sin temor a la iglesia de
su nueva fe.
Vicente terminó su testimonio contando cómo el Señor le
llamó, a pesar de ser un humilde agricultor, a prepararse en el
IBL, y que al terminar regresaría a su pueblo a hacer la obra
del Señor allí. Sus tres años de estudio le ayudaron a confiar
en el Señor para servir a la Iglesia y en la crianza de su
familia. La lectura diaria de la Biblia vino a ocupar un lugar
importante en su hogar. Sus enseñanzas llegaron a ser el
fundamento de la crianza de sus hijos. Sin embargo, no cabía
duda de que sus hijos (eran cinco o seis en esos días) eran
muy normales y que a menudo daban a sus padres bastantes
dolores de cabeza.
—‘¡Oh, esos niños Grández —dijo una vez Lucía Kisky al
regresar del aeropuerto—. Ahí estaban cantando y bailando, y
rodeados de una cantidad de espectadores. Los muchachos
estaban gozándose por la atención del público y
especialmente por la propina que recibían de la gente por lo
entretenido de su espectáculo.
Un Niño Les Guiará 195
Todos los hijos, y mamá Rogelia, tenían talento para la
música; pero Lucía se preocupaba por esos niños, porque
estaban usando sus talentos en forma muy mundana. Sin
embargo, seguramente como respuesta a las muchas oraciones
de sus padres y de Lucía y Joan, Dios obró. Oración,
disciplina y amor sirvieron a este propósito. Después de
terminar el colegio, Estefita fue a Lamas para estudiar
enfermería en el hospital evangélico. Recibió más tarde su
certificado de enfermera práctica; su hermana Rogelia siguió
sus pasos. Ambas hermanas posteriormente viajaron a Lima y
allí siguieron sus carreras como enfermeras.
Nadie hubiera pensado la tropa de chasquis que llegaría a
ser toda esa familia. Vicente y Rogelia llegaron a tener once
niños, todos estaban vivos. Cuando Estefita y Rogelia se
habían casado, volvieron a rogar a sus padres:
—Vengan a Lima. Pueden vivir aquí con nosotras.
Estefita consiguió una vivienda en una nueva urbanización
y la familia selvática se mudó al barrio de San Felipe de
Lima, más tarde Tungasuca.
Unos misioneros de los Estados Unidos, Cooper y Dotty
Battle, estaban sirviendo al Señor en Lima. Con sus tres hijos,
habían trabajado en Juanjuí y aprendido a amar a la familia

Vicente Grández, Sra. Rogelia e hijas Estefita y Rogelia


196 LOS CHASQUIS DEL REY
Grández. Cooper, siempre sensible, decía:
—Ellos necesitan una iglesia.
No había ninguna iglesia evangélica donde pudieran asistir
como familia. Ana Soper tenía la costumbre de reunir a su
familia adoptiva cuando venía a Lima. Todos se gozaban con
su Mamanita. A menudo ella había mencionado sobre la
necesidad de fundar una iglesia, en Lima, para los huérfanos
que habían salido del hogar a vivir en la capital. Aún estando
casados se gozarían de la comunión entre esos hijos de la
Selva.
Cuando Cooper Battle y Ole Sorell fueron más tarde a
visitar a la familia Grández en Lima, descubrieron, para su
sorpresa que ya tenían una iglesia. Ahí mismo en su hogar,
cada domingo, se reunían e invitaban a sus vecinos. Rogelia o
uno de sus hermanos dirigía la parte de los cánticos. Uno de
ellos o Estefita tocaba la guitarra mientras que todos
cantaban. Repetían los versículos bíblicos que memorizaban.
Vicente predicaba. Atrajeron también a otros de la vecindad.
Durante la semana uno podía ver a Vicente cargando en su
alforja tratados evangélicos y su fiambre. Juntamente con un
hermano de la iglesia iban de casa en casa repartiendo
tratados. No regresaban hasta que anochecía. Vicente conocía,
por experiencia, el valor de un tratado evangélico. El mismo
se había convertido así leyendo un tratado.
Su iglesia en Tungasuca empezó a construir un templo con
la ayuda de un constructor voluntario canadiense, Carlos
Snyder. Este les ayudó a hacer su primer edificio y las bancas.
Hoy hay una congregación entusiasta que se reúne todavía ahí
para servicios devocionales, escuela dominical, campañas y
estudios bíblicos y oraciones.
Los mismos jóvenes por quienes Lucía mostró
preocupación por su espectáculo en el aeropuerto de Juanjuí,
llegaron a ser pastores, graduados de varios Seminarios.
Todos los demás que están sirviendo al Señor en una y otra
manera se casaron con creyentes, y están siguiendo el ejemplo
de sus padres, tanto en la iglesia como en sus hogares. Ahora
la tercera generación de los Grández está creciendo en la
Un Niño Les Guiará 197
Escuela Dominical de Tungasuca.
Cuando otras iglesias evangélicas de Lima fueron
organizadas después como resultado de la visión de la Misión
RBMU, se formó la Asociación de Iglesias Bíblicas
Evangélicas de Lima (ADIBEL). La Iglesia de Tungasuca
vino a formar parte de esa Asociación. Ahora asociada a la
Iglesia funciona la Escuela Particular Evangélica Megan
Jones y en 1996 abrió sus puertas el Seminario Evangélico de
Tungasuca.
Así se seguía extendiendo la Palabra desde San Martín a
otras partes del país. Se podría mencionar a muchos otros
creyentes más, algunos de ellos se trasladaron de San Martín
a Pucallpa, a la Sierra y a la Costa, llevando su fe y
testificando de su Señor. Igual como los creyentes primitivos
en el libro de Los Hechos, se constituyeron en pilares de otras
iglesias.
A la par que avanzaba el evangelio en San Martín,
avanzaban también ciertas tecnologías en el país; igual
sucedió con la economía.
33
Cambios
Mayores Despedida de Ana
con Ole Sorell, 1972

En 1958, Roda, valiente pionera igual que Ana, estaba en


sus 74 años. Sometiéndose a la voluntad de la mayoría, y por
razones de su vista, se jubiló y volvió a su país. Sus hijos
espirituales lamentaron su ausencia; pero se consolaron al
saber que ella iba a continuar con otro importante ministerio,
esta vez en Inglaterra; el de la oración.
Ana, de la misma edad, aunque era delgada como un
palillo de fósforo y se veía frágil, seguía en su infatigable
labor. Todavía montaba, aunque de vez en cuando y con

Ana y Roda con misioneros en conferencia, 1956 Foto ole Sorell


Cambios Mayores 199
cierta dificultad, su caballo para visitar algunos de los
pueblos. No se hacía a la idea de jubilarse. Entró en un
ministerio más hacia las personas mediante el consejo.
Muchos la buscaban.
Como siempre, se gozaba cuando veía progreso en el país
y especialmente cuando se trataba del avance del Evangelio.
Un caso especial es el de la proclamación del evangelio por
radio. Un comerciante de Tarapoto, Juan Pablo Morí, agregó
un admirable servicio a la comunidad de Tarapoto al instalar
una emisora honda corta,1 Radio Tropical.
En 1962 Eduardo Ball2 hizo un arreglo con el señor Morí
para propalar en su emisora un programa cristiano de media
hora a la semana. Sería el primer programa radial evangélico
en la región. La gente de Tarapoto reconocía la voz de
Eduardo cuando empezaba su programa con su característica:
“Ecos Evangélicos, desde Tarapoto, ciudad de las palmeras.”
Muchos oyentes dejaban al instante sus quehaceres para
escuchar con atención los himnos y la palabra por medio de
su amigo, el gringo, que hablaba a la perfección la lengua
castellana. Usaba un lenguaje que alcanzaba a todos los
niveles culturales. Ana daba gracias al Señor cuando llegaban
cartas de personas que se entregaban al Señor por medio de
los mensajes a través de las ondas radiales.
Por esos días el Presidente del Perú, Fernando Belaúnde
Terry, dio prioridad a la construcción de carreteras al
anteriormente olvidado Departamento en el interior del país.
Eso cambió la vida de mucha gente.
Entre los evangélicos se comentaba que aquel proyecto del
Presidente era más por la iniciativa de Dios mismo, puesto
que llegó precisamente a tiempo para facilitar los viajes de los
que estaban trabajando en Evangelismo a Fondo (EVAF) en

1 Entre los cerros de Tarapoto era difícil captar honda larga.


2 Eduardo había ganado el respeto de sus colegas de trabajo. En 1956, por
invitación de Ana y de común acuerdo en sesión de la conferencia de
misioneros de ese año fue elegido como Director de la Misión del Perú
Interior (MPI).
200 LOS CHASQUIS DEL REY

Puente Shanao, proyecto del Presidente Belaúnde

1967. El programa nació en el corazón del misionero Kenneth


Strachan,3 Director de la Misión Latinoamericana, en Costa
Rica. Todo el programa iba servir mucho para ayudar a las
iglesias de AIENOP a desprenderse de la tutela de la Misión.
Parte importante, a modo de precampaña, constituían las
células de oración.4 Se oraba simultáneamente en todo el país
en favor de las campañas que se venían. A fin de 1966 ciertos
representantes de cada región viajaron a Lima. Tenían que
recibir entrenamiento pro-campañas en cursos especializados
sobre evangelismo y consejería. Recibieron literatura y
manuales de estudios tocante a la vida de la iglesia, colegio y
hogar y el material y talleres de Alfalit para enseñar a leer a
adultos.
Los que fueron enviados volvieron con entusiasmo
trayendo material de instrucción para entregar en los grandes
centros y de allí se enviaba hasta los lugares más remotos.
Sucedió esto también en San Martín. De acuerdo con la

a
Hijo de Harry Strachan, amigo personal de Ana Soper, y fundador del
Instituto Bíblico de Costa Rica.
4 Las iglesias se dividían en grupos de tres para orar por EVAF. Cuando
aumentaba el número de participantes hasta seis, se dividían en dos
grupos y así sucesivamente.
Cambios Mayores 201
Biblia, iban enfatizando, que cada creyente debía estar activo.
No podía haber creyentes inactivos. Como resultado, muchos
descubrieron que tenían preciosos dones para servir al Señor.
Seguidamente, aparecieron los temas y propaganda de
EVAF en las iglesias. Eran en forma de afiches y banderolas
pintadas con letras grandes y anchas: EL PERU SERA PARA
CRISTO. CRISTO ES LA SOLUCION. EVANGELISMO A
FONDO.
Especial participación en EVAF tuvieron algunas mujeres.
Las valientes hermanas viajaban de un lugar a otro, usando
los medios tradicionales de transporte: a bestia, a pie, en balsa
o bote. Muchas veces arriesgaban sus vidas. Mención especial
se merece los viajes a Chazuta por los malos pasos (cataratas)
del Huallaga. Organizaron a las mujeres en las iglesias para
obtener fondos pro-campañas de EVAF.
—Podemos hacer tinajas para vender —dijo una de ellas.
La alfarería era su especialidad. Otra sugirió que podrían
hacer tamales y chicha para vender en los festivales
deportivos. Otras sugirieron tejer alforjas y cinturones del
algodón. Cada una podía trabajar según su habilidad. Se
pusieron manos a la obra. Pero también se reunían para orar,
para estudiar juntas la Biblia y para realizar trabajos y
negocios de su Liga Femenina.
Estos programas enseñaron a las mujeres algo de
mayordomía cristiana, particularmente a ser generosas con las
familias necesitadas, a trabajar en proyectos de sus iglesias y
sobre todo a participar y trabajar en proyectos de
evangelización. Muchas almas fueron ganadas para el Señor
durante EVAF
Era diciembre de ese año notable. Víctor Cenepo y su
esposa, Elinor, subieron en el avión en un vuelo expreso
contratado para el evento de la gran final, la Cruzada
Nacional de EVAF, en Lima. Muchos otros como los Cenepo,
entraron al avión, cada uno preparado con cierto ungüento
aromático para evitar las nauseas, en su primer vuelo a la
Costa. Se les veía nerviosos. La presencia de Víctor era de
gran ayuda en esos momentos. Víctor tenía un buen sentido
202 LOS CHASQUIS DEL REY
de humor. Alguien le provocó:
—Oye, Cenepo, ¿qué dijo el “lamisto”5 después de cruzar
la calle con tanto carro en Lima?
Victor respondió para risa de todos:
—Con las justas escapé cuando un carro venía a toda
velocidad, y entonces su cría (una motocicleta) casi me
atropelló.
Y hubo una explosión de risa en el grupo.
En la gran ciudad, noche tras noche, durante una semana
entera, los visitantes llenaban el estadio para oír el gran coro
unido, cantantes como Juan Isaís de Centroamérica y
predicadores renombrados como el hermano Pablo de Costa
Mesa, California, y otros.
El evento final de EVAF constituía una marcha pacífica
unida desde distintas partes claves de la ciudad de Lima hacia
la Plaza de Acho. Miles de creyentes participaron llevando
banderolas que identificaban a sus iglesias. Este evento
concluyó con servicio al aire libre.
Las autoridades temían que esta marcha pudiera degenerar
en una demostración inapropiada. Por eso enviaron unidades
del ejército con la orden de que el predicador debería terminar
su mensaje en diez minutos, de lo contrario usarían gases
lagrimógenos para dispersarlos. La conclusión del mensaje y
de la reunión fue poderosa. Luego la gente se dispersó
pacífica pero rápidamente. De todas partes del país la Iglesia
nacional evangélica se había movilizado. EVAF sirvió mucho
a la iglesia evangélica en el Perú. Los creyentes se dieron
cuenta que eran parte de una comunidad viviente y grande
(minoría respetable) y sobre todo una comunidad
evangelizadora. Un día necesitarían mucho la fuerza recibida
en las Campañas de EVAF.
Entre los misioneros que ayudaron el programa de EVAF

5 Término usado para referirse a una persona ocurrente, simple o


simplona. El término viene de Lamas.
Cambios Mayores 203

Comité Central de Damas de Tarapoto

en San Martín estaba Margarita Hale,6 alta, atractiva, y


aunque inglesa, tenía los ojos vivaces y negros de una
peruana. Tenía capacidad para adaptarse a todo. Participaba
con los jovenes en todo tipo de deportes.
Tal vez muy pocos sabían que ella hizo varios viajes a pie
a distintos lugares con grupos de creyentes para el proyecto
de EVAF. Llegó hasta los más recónditos lugares por los ríos
Sapo, Ponasa y Biabo. Durante sus años, en San Martín,
servía hábilmente como tesorera de la Misión y en EVAF
ayudaba en comités como de Alfalit,7 de niños y de damas.
En cuanto a Ana, fue a esta altura de progreso del
Evangelio cuando cumplió cincuenta años de servicio
ininterrumpidos desde 1917 hasta 1967. Tenía entonces
ochenticuatro años. A esta edad recién aceptó la idea de
jubilarse. Después de despedirse de su San Martín querido,
vino silenciosamente a Lima. Algunas autoridades en Lima
oyeron de su presencia y aprovecharon para hacerle un
homenaje especial antes de qüe saliese del Perú. Pero el
homenaje mayor recibió del Congreso peruano. La honró
otorgándole la condecoración de la Orden del Sol por sus

6 Margarita (Marguerite en inglés) llegó al Perú en 1955, y el Señor le


llamó a su presencia en 1987.
7 Programa de alfabetización.
204 LOS CHASQUIS DEL REY
años de servicio abnegado al Perú. Esta condecoración le fue
entregada en Londres por intermedio del entonces Senador de
la República, don José Ferreira García. La Reina Elizabeth la
honró también con la Orden del Imperio Británico (Order of
the British Empire, OBE).
Ese año, se hizo también necesario un reemplazante del
Director de la Misión. Eduardo Ball había vuelto a Inglaterra
por razones de salud. Dios le llevó, joven aún, a su hogar
celestial al siguiente año, el 19 de abril 1968, a la edad de 53
años. ¡Qué grande fue el dolor de toda la familia cristiana en
el Perú y de toda la comunidad internacional ligada a la
Misión!
La obra del evangelio, no obstante, seguía adelante aunque
se veían en el horizonte cambios porque eran tiempos de
transición.

Ana Soper y Roda Gould en Lamas, Misión


34
El Remezón
Cuando Eduardo Ball salió del país, Ole Sorell fue elegido
como Director de la MPI. Ana, que ya estaba jubilada, oraba
mucho por aquel agricultor canadiense, que años atrás había
venido al Perú para trabajar en la chacra de Ventanilla. Ana
después de conocer a Ole, reconoció que no sólo era un
agricultor, sino que también tenía un sinnúmero de
habilidades, entre ellas la de administración.
Era mucha la responsabilidad como Director de la Misión.
Ole decía: “Es como ser el peón de todo el mundo.” Pero le
gustaba, porque siempre había sentido que su don era el de
ayudar1 para que los “verdaderos” misioneros trabajen en
cosas de mayor importancia. No es que rehusaba predicar,
porque había prometido al Señor, no negarse nunca a
cualquier oportunidad de predicar o enseñar cuando fuere
invitado. Cumplió fielmente su promesa.
En 1968, tras los talones de las Campañas de EVAF, Ole
escuchó acerca de un plan de consolidación para no perder lo
ganado el año anterior con EVAF. Las mismas cabezas de
EVAF tenían en movimiento otro programa ideal. Era
Educación Teológica por Extensión (ETE).
Ole y Griserio Flores, Presidente éste de AIENOP,
viajaron con otros líderes a Cochabamba, Bolivia, para un
taller de entrenamiento. A su regreso k San Martín ofrecieron

1 I Corintios 12:28
206 LOS CHASQUIS DEL REY
talleres para introducir ETE en la región.
Ole y Grisero estaban felices cuando cincuenta o más
líderes, en respuesta a su invitación, se reunieron en Lamas
con los promotores de ETE. Pedro Wagner, Pedro Savage y
Ray Morris, de la Misión Andina Evangélica,2 iban a
presentar un método autodidáctico de enseñanza
3
programada. Este método, a más de ayudar a un mejor
conocimiento de la Biblia enseñaba cómo las Iglesias podrían
auto-gobernarse, auto-propagarse y auto-sostenerse. Con
optimismo anticipaban todos esos estudios, sabiendo que
ayudaría mucho a los líderes de las Iglesias.
La primera noche cuando todos los participantes se habían
retirado ya a dormir, Ole empezó a sentir ciertos
movimientos. Se dio cuenta de que se trataba de un temblor.
Pronto, con la luz de la luna, pudo ver por la ventana como
caían las tejas del techo y romperse por el impacto con el
suelo.
Salió rápidamente y encontró a Pedro Wagner4 en el patio
asustado y pálido. Pedro había saltado de su cama y segundos
después vio que se caía sobre su almohada una masa grande
de tierra y cal,5 algo que de haber caído sobre él le podía
haber matado. Dio gracias al Señor por haberle protegido,
pero seguía bastante asustado.
Se unieron a otros que habían corrido desde los
dormitorios a la cancha de fútbol, lejos de las casas. Estaban
todos asustados, inclusive los perros que aullaban por causa
del temblor. Ahí estaban ya todos: visitantes, misioneros,

2
O
Ahora SIM International
“Edificaré Mi Iglesia” por Melvin L. Hodges (misionero autor con las
Asambleas de Dios) hizo más que cualquier otro para transformar los
conceptos de los creyentes, especialmente Griserio Flores, quién se
graduó de ETE, comparable a un Diploma en Biblia.
4 Pedro Wagner, con Pedro Savage, ambos de la Misión Andina Evangéli­
ca, hicieron promoción del plan en Latinoamérica, de llevar el seminario
al estudiante, idea originario de su antes profesor, Dr. Ralph Winter de
Fuller Theological Seminary.
5 Material del cielo raso y del techo de tejas.
El Remezón 207

empleados y estudiantes. La tierra seguía moviéndose debajo


de sus pies.
Pasaron aquella noche y las demás del taller procurando
dormir como podían, envueltos en sábanas sobre colchones al
aire libre o en los vehículos que habían de la Misión, porque
era peligroso quedar en las casas. Felizmente el clima
caluroso permitía esto último.
Gracias a Dios que el taller de entrenamiento se pudo
continuar en salas que no habían sufrido tanto daño, a pesar
de que los participantes seguían sufriendo ataques de nervios
por los temblores secundarios que continuaban. Fue el
terremoto más intenso que recuerda la gente de Lamas y
marcó en su memoria la ocasión de aquel taller.
También aquel terremoto ocasionó un cambio radical en
los predios de la Misión, cuando el hospital y las casas de la
Misión se tornaron peligrosas por causa del sismo. Ole estaba
de acuerdo con Megan y los otros misioneros de que no era
razonable hacer el enorme gasto para reconstruir el hospital,
especialmente en vista de que otros dedos ya habían estado
apuntando también en dirección a cambios.
Megan, a quien anteriormente le habían llamado
“corderita”, ahora Directora del hospital, había hecho su
primera cirugía de cesárea en 1954, bajo la fina supervisión
del doctor Julio Montero. Ella tenía un convenio con él y con
los otros médicos que vinieron a trabajar en Lamas. En la
clínica del pueblo de Lamas faltaba equipo para cirugías
mayores y no tenían enfermeras capacitadas para administrar
anestesia. Megan puso a la disposición del doctor la sala de
cirugía del hospital evangélico y su personal, y él le
respaldaba con su firma como médico en los documentos que
ella necesitaba.
Luego, pasados unos años, vinieron otros médicos nuevos
de la Costa, quienes no teniendo experiencia, se beneficiaron
de la pericia de Megan, especialmente en cuanto a medicina
tropical. Pero otros, celosos de su popularidad rehusaron
cooperar con ella. Eso a Megan la puso en una situación
difícil, como también su presencia en la zona, por no ser
208 LOS CHASQUIS DEL REY
médico.
No era recomendable, bajo tales circunstancias, arreglar el
antiguo edificio. Se optó por lo mismo el cierre definitivo.
Dios había permitido un terremoto para forzar a Megan y
Asunción a dejar el hospital de Lamas y buscar su voluntad
para el futuro.
El Señor guió a esas misioneras a establecer una clínica en
un pueblo distante, Yumbatos, entre Tarapoto y Yurimaguas.
En Yumbatos y una vasta región no había asistencia médica
alguna. Muchos años más tarde se vio el crecimiento de la
obra que Dios iba dando a través de las medicinas para el
cuerpo y para el alma. Pero había que caminar por caminos
desconocidos y sumamente difíciles. Había que confiar
solamente en el Señor y seguir adelante.
Dios había indicado cambios también en cuanto al IBL.
Con la carretera marginal, Lamas dejó de ser el centro
comercial de la zona, en tanto que Tarapoto estaba bien
servido con un buen aereopuerto y carreteras en varias
direcciones. No era razonable gastar gran cantidad de dinero
que se requería para la renovación de las casas antiguas
malogradas por el terremoto. Mejor sería construir un centro
nuevo de material noble en o cerca de Tarapoto. Después de
buscar la voluntad del Señor, Ole Sorell, Federico Webb y
Griserio Flores fueron autorizados por el Concilio de
AIENOP a buscar un terreno apropiado.
Un día Ole llegó a casa muy gozoso. Encontró un terreno
en venta con vista hacia el río Cumbaza, en Morales, a sólo
tres kilómetros de Tarapoto. Ya estaba imaginándose un
edificio con brisa refrescante cerca del río. Poco tardó en
cerrarse la operación de compra-venta y dedicar aquel solar al
Señor. Con Griserio y Federico hicieron los planes
preliminares para el edificio; luego vinieron los especialistas.
Griserio servía de maestro-constructor.
Para edificar el nuevo Instituto Bíblico se necesitaba la
colaboración de las iglesias. El secretario de AIENOP envió
cartas invitando a las iglesias a comprometer su ayuda con
mano de obra y materiales. Con la participación de muchos
El Remezón 209

hermanos de la región, se empezó la obra. Al paso de los días


se veía la silueta del edificio que tomaba forma.
En ambiente inusitado de franca alegría, ollas grandes,
ennegrecidas por causa del humo de la leña, y gran cantidad
de provisiones (plátanos, arroz, frijoles, gallinas) que
llegaban, seguía la obra. Hombres y mujeres venían para
trabajar dando su tiempo tal como habían prometido.
Palas, picos, cemento, fierros, vigas, cilindros para agua,
calamina, carretillas y platos de sabroso inchic hapi,6
escabeche, inguiri,1 chicha de maiz y café todas estas cosas
hacían del trabajo una verdadera fiesta, cada semana, con
hermanos de distintas congregaciones. El edificio fue
dedicado en 1980 con el nombre Centro Teológico de San
Martín (CETESAMA).
En la reunión de dedicación estaba un hombre charlando y
riéndose rodeado de un grupo de jóvenes. Tenía un mechón
de pelo crespo y una atracción envidiable entre los creyentes,
jóvenes en particular. Era Estuardo Macintosh, misionero
escocés. Con su esposa Juana, y sus hijos, habían venido a
San Martín a dar sus primeros años entre los nativos quechuas
de Sisa. Aprendieron bien el castellano y tuvieron un buen
principio del quechua. Se habían adaptado rápidamente a la
vida rústica del Valle. Pronto tuvieron que dejar el Valle de
Sisa para dirigir el IBL.
Estuardo estaba sirviendo como Director de aquella
institución durante la construcción del nuevo edificio. Tan
pronto como quedó listo tuvo la tarea formidable de trasladar
el IBL, con todo el equipo. Lo hizo en camiones alquilados,
en varios viajes, por trochas carrozables difíciles, para hacer
llegar todo de alguna manera a Morales.
Muchos estaban apenados por el traslado por razones
sentimentales. Pensaban que la Misión y el IBL eran
inamovibles de Lamas. Vicente había enseñado en el IBL
durante cuarenta años y ahora él tendría que quedar fuera de

6 Sopa de maní con pollo.


7 Plátano verde (de freir) sancochado.
210 LOS CHASQUIS DEL REY
la vida del plantel. El traslado dolía a Vicente y Ellen Buckle
más que a todos. Sin embargo, Ellen se fue a una pequeña
casa por ahí cerca y pudo continuar dictando sus cursos.
Pronto se adaptó a su nuevo ambiente.

Don Vicente, por su parte, tuvo su casa y su familia en


Lamas y no pudo trasladarse a Tarapoto. Pero seguía
enseñando durante algunos años un día por semana. Para ello
tenía que viajar con toda regularidad de Lamas a Tarapoto.
Era el profesor amado y apreciado por todo el alumnado y los
misioneros también.
Los alumnos llegaban como siempre, aunque la institución
seguía sufriendo por falta de un director permanente. Para la
mayoría de los estudiantes, la ubicación y el edificio nuevo
eran mejor que cuando estaba en Lamas. Les agradó
especialmente porque en Morales se estaba fuera del peligro
de terremotos.
I

35
¡Hola,
Don Ole!

Ole había viajado casi a todas partes en San Martín, a pie o


en muías o caballos cuando no habían carreteras.
Posiblemente por eso, cuando más tarde estaba manejando su
carro, simpatizaba con los peatones y les llevaba sin
cobrarles.
Era conocido por los dos programas radiales que tomó
después de Eduardo Ball (Ecos Evangélicos) y David James-
Morse1 (Abramos la Biblia). Uno de los misioneros comentó
un día que Ole era el primero en hablar español con un dejo
de sueco, pero era apreciado en las iglesias y era buscado para
predicar en convenciones. La gente le escuchaba con atención
cuando su voz resonaba por las plazas. Daba mensajes
prácticos. Sabía hacerse al ambiente en cualquier situación,
entre grandes y pequeños, ricos y pobres. Cuando llegaba a un
pueblo o pasaba por la carretera, la gente reconocía su
camioneta verde con la cubierta blanca.
—¡Hola, don Ole!
Se oía a menudo como saludo de la gente cuando pasaba,
fuese en los pueblos, en el campo o en las calles de Lamas y
otras ciudades. Cierta vez Ole fue a visitar a don Vicente. El

1 David James-Morse y su familia, de Gales, con RBMU.


212 LOS CHASQUIS DEL REY
viejito tenía como ochentitres años. Preocupado como estaba,
comunicó a Ole sus inquietudes:
—¿Qué va hacer la Misión? —dijo—. Si no manda más
misioneros se va a perder toda la cosecha que las pioneras
Miss Ana y Miss Roda con tanto sacrificio sembraron. La
mies es mucha, mas los obreros pocos... Estaba citando
Mateo 9:37.
Preocupaba bastante a Vicente que muchos misioneros
estaban saliendo, algunos porque habían llegado a la edad de
jubilarse; otros, como Estuardo y Juana, habían sentido que
Dios les había llamado a otros campos de trabajo, ya que en
busca de esas “otras ovejas” fueron al serrano departamento
de Apurimac al sur del país.
Al salir Estuardo, Les Shiel asumió el cargo de Director
del CETESAMA. Les, con su esposa Estela, quedaron a cargo
del Instituto. Estando en esa función, les sucedió una terrible
tragedia, que les obligó a concluir su ministerio abruptamente
y reconsiderar lo que Dios quería de ellos. Volvieron a
Canadá.2
Vicente sabía que los mismos Sorell ya habían considerado
retirarse del Perú también. Aunque había venido en esos
tiempos un buen grupo de misioneros nuevos y aunque el
trabajo de CETESAMA seguía firme en manos de peruanos,
Oswaldo Fernández, como Director y Víctor González, como
administrador, se sentía aún preocupado.
Colin y Betty Hall habían salido de Lamas a fundar
iglesias en Amazonas. Marcos Sirag fue a empezar una obra
en Loreto, entre los Chayahuitas y Cooper y Dotty Battle se
retiraron a Lima. Vicente sintió que los misioneros estaban
abandonando el campo.
Y tenía razón. Pero Ole encontró propicio el momento para
decirle que la obra del Señor en San Martín quedaría cada vez
más en manos peruanas y que eso era bueno y deseable. Le
explicó que era así, como en antaño en la iglesia primitiva de

o
Su hija, Bethy de 14 años, murió accidentada por electricidad. Se lee la
historia en un tratado llamado “Yo Te Amo” escrito por sus padres.
¡Hola, Don Ole! 213
Jerusalén,3 que Dios había permitido una dispersión para el
avance del evangelio de Cristo.
En el concepto de Ole era notable que peruanos dejaran su
tierra también y su parentela para servir al Señor. Gracias a
Dios que misioneros nacionales, tales como las familias
García y Flores se habían trasladado a dirigir iglesias en
Amazonas. Los García, de Chincha Alta, eran hijos
espirituales de Federico y Ruth Webb.
Vicente quedó aparentemente tranquilo. Se dedicó a seguir
predicando y enseñando mientras que Dios le concedía
fuerzas y vida. Todavía recibía invitaciones para ir a los
pueblos a predicar en iglesias, convenciones y retiros.
Mientras tanto, futuros líderes seguían preparándose en
CETESAMA y ETE. Había un buen número de estudiantes.
Antes de que regresaran a su país los Sorell, en 1980,
surgió una nueva necesidad, de orden técnico, en el Centro
Teológico al parecer sin visos de solución alguna. Unos y
otros decían: ¡No hay agua! ¿Qué podemos hacer? ¡Es que no
tenemos agua...!
Mantener una institución sin agua era tan inconcebible
como querer hacer andar un carro sin gasolina. El
CETESAMA estaba ubicado al otro extremo de la línea de
agua del pueblo y a diario cortaban esa provisión. Los que
vivían y trabajaban en el Centro tenían que colocar barriles y
dejar abiertos las válvulas para aprovechar de cada
oportunidad en que caerían gotas del surtidor del pueblo.
Cargar desde el río les hacía perder mucho tiempo y energías
a los estudiantes.
Cuando había un problema, la gente creía que Ole era el
que tenía siempre la solución. Le llamaron. Había pensado
desde antes que podrían encontrar agua. Con pico, pala y
baldes, con la ayuda de Griserio, Víctor y Edgar, un
estudiante, se pusieron manos a la obra. Cavaron un pozo. Tal
como había pensado Ole, a unos ocho metros de profundidad,
se encontró agua y en buena cantidad. ¡Qué alegría fue

3 Hechos 8:1.
214 LOS CHASQUIS DEL REY

Cavando el Pozo

cuando al arrancar la bomba que habían conectado, empezó a


salir agua clara, fresca y abundante!
Esta fue la última contribución de Ole al proyecto
CETESAMA y en San Martín, su campo de labor. Después
de darle una despedida sentida, los estudiantes y toda la
familia de creyentes, vieron a Ole regresar con su familia a su
país de origen.
Después que Ole sirvió varios años en su país como
representante de la Misión RBMU, los médicos descubrieron
que tenía cáncer. Luchó durante dos años con la enfermedad,
hasta que el 16 de diciembre de 1988 el Señor le llamó a su
presencia. Seguro que fue recibido en su hogar celestial
también con el saludo alegre de su Señor y de los muchos que
le habían adelantado: “¡Hola, don Ole! ¡Bienvenido!”
Por supuesto que el “Hola” allá significaba un triste
“adiós” de muchos, y particularmente los suyos aquí. Un
amigo citó en su velorio de 2 Samuel 3:38: ¿No sabéis que
un príncipe y grande ha caído hoy...? Ole Sorell, al partir
de este mundo dejó un enorme vacío en las vidas de muchos.
36 \.

Siempre f

Seguiré Pedro Torres


Pastor Itinerante

Tanto en Inglaterra como en América del Norte, muchos


misioneros jubilados y amigos de RBMU oraban día y noche
por los chasquis que corrían en San Martín con el mensaje del
evangelio en tiempos tan difíciles. Con emoción y
preocupación devoraban las cartas y oían las noticias que
llegaban acerca de su amado Perú.
Escucharon de un joven, Pedro Pascual Torres, que
sobresalía en su amor por las almas perdidas. Pedro fue
enviado por la Iglesia de Picota como obrero itinerante al
valle del Biabo y más allá. Dejando las comodidades de la
casa de su tío Marcelo, donde vivía en Chincha Alta, iba a pie
o en bote predicando en pueblos y aldeas.
Estudiante diligente de la Palabra, Pedro tomó los cursos
de ETE.1 Memorizaba, además, capítulo tras capítulo de la bi­
blia. Podía recitar pasajes y libros enteros.
La zona donde iba era conocida entre los creyentes de las
iglesias establecidas de AIENOP como los “campos
blancos”.2 A menudo los líderes de las iglesias oraban por esos
campos, pero pocos iban llevando el evangelio, por los

1 “Vida Abundante”, estudios en el Evangelio según San Mateo, por


SEAN.
2 Juan 4:35.
216 LOS CHASQUIS DEL REY
muchos peligros y el difícil acceso a esas profundidades
selváticas.
El valle del Biabo era el “campo blanco” que Pedro tenía
en su corazón para “llenar con el evangelio”, como él se
expresaba. Pero era el tiempo en que esa región tenía otra
fama: la de ser “zona roja”, porque sus ríos y quebradas
corrían enrojecidos con la sangre de los cuerpos de muchos,
que después de sufrir indecibles brutalidades, habían sido
muertos y echados a sus aguas por los terroristas y
narcotraficantes.
Pedro, con ferviente amor por su Señor y por las almas,
llegó a ser el apóstol, mensajero de Dios, a la zona roja.
Llegaba lejos a muchos de los ríos tributarios del río Biabo.
Habiendo “llenado” el valle del Biabo con el evangelio, fue a
otro llamado Piquiyacu. Cuando había predicado en todo ese
valle, cruzó a otro más alejado, llamado Cuñumbusa.
Y Dios obró en ese pueblo. Pedro dejó una iglesia
evangélica establecida allí, con el curso “Vida Abundante”
para sus estudiantes, los creyentes, y continuó a Aucararca,
donde dejó más creyentes nuevos.
A veces le acompañaban tres jóvenes. Uno quedaba en el
Biabo; otro, en Piquiyacu, y el otro seguía con Pedro a otros
lugares más. Un día estaba cumpliendo con el itinerario que le
habían trazado los hermanos de la Junta del Huallaga, cuando,
a su llegada a un pueblo, recibió una carta.
“No vengas, hermano,” decía la carta. “Están viniendo los
hombres de la subversión3 y están buscando al ‘pastorcillo’4
para secuestrarle ¡y aniquilarle!” La carta era de los hermanos
de Aucararca, el siguiente pueblo que tenía que visitar.
Luego de leer la carta se preguntó: “Ahora, ¿qué hago?”
No pudo dormir aquella noche. Despertó al dueño de la casa
donde se había hospedado y juntos pasaron el resto de la
noche en oración. Pidieron al Señor que les haga saber su
voluntad y valor para obedecerle. Esperó unos días más
3
Término común para los terroristas.
4 Pedro era conocido como “el pastorcillo” en toda la zona.
Siempre Seguiré 217
pidiendo las oraciones de las iglesias.
No recibió otra orden ni más amenazas. Salió un día
sábado a las seis de la mañana, según el plan. A su llegada a
la casa de uno de los creyentes, estos se sorprendieron al
verle. Le dijeron:
—Hermano Pedro, ¿estás aquí nuevamente? Te escribimos
una carta. ¿Has recibido?
—Sí, he recibido —contestó Pedro—, pero no me asusto.
Habiendo orado con mis hermanos, decidí cumplir con el plan
que me ha trazado la Junta, porque considero que es el plan
de Dios.
Alegres y preocupados a la vez, los creyentes oraron
poniendo todo en las manos de Dios. Y Pedro seguía
predicando. Diecinueve días después de haber enviado la
carta, estaban preparándose los hermanos para una
convención regional. Trajeron víveres y bebidas. En esos
instantes oyeron la voz de un niño que gritaba:
—¡Tío! ¡tío! —el niño apareció en la puerta de la casa todo
cansado por haber corrido—. Ya llegaron los de la
subversión. ¡Están en el puerto hartos5 subversivos!
Pedro estaba preparando algunas esteras para ofrecer como
camas a los creyentes visitantes. En lugar de los amados
convencionales, estaban los muy temidos “hombres
armados”. Eran las dos de la tarde. Los creyentes estaban
asustados.
Repentinamente Pedro tomó la decisión de no huir ni
esconderse. Reunió a los creyentes para orientarse acerca de
lo que harían. Luego cantaron alabanzas a Dios, oraron y
escucharon la Palabra. Con la ayuda del Señor, a las cinco de
la tarde, los creyentes acompañaron a Pedro a la plaza a
encontrar a aquellos “hombres armados”, todos sucios y
barbudos. Estaban llamando a reunión a todo el pueblo. Gritó
primeramente el jefe:
—¿Hay aquí alguna persona forastera? Si hay, que salga
aparte, a este lado, sea niño, joven, señorita, adulto, casado o

5 Expresión regionalista que quiere decir “muchos”.


218 LOS CHASQUIS DEL REY
soltero.
Pedro se identificó saliendo de entre el grupo. El jefe le
preguntó:
—¿Tú eres religioso?
—Soy cristiano, Señor —contestó Pedro con calma.
—¿De dónde eres?
—De Chazuta.
—¿Tan lejos? ¿Cómo has llegado a este lugar? ¿Quién
paga tu pasaje, tus viáticos? —seguía preguntando el jefe.
—Vine por la gracia de Dios.
—Estás pidiendo ofrendas. Estás explotando a esta pobre
gente—le increpó.
Le hizo muchas preguntas más y luego le envió a pararse
junto al grupo de hombres armados. Pedro entabló
conversación con uno de ellos, delgado y barbudo como los
demás. Cuando Pedro le dijo que era evangélico, el terrorista
le contestó:
—Yo también era evangélico años atrás y nada de bueno
he visto. Mejor dios es el arma —dijo en tono desafiante.
Terminado el interrogatorio aquel día, los hombres
armados se internaron en el bosque. Pedro quedó esperando
saber lo que ocurriría. En la tarde del siguiente día continuaba
haciendo esteras en la casa. De repente se presentaron dos
hombres armados a la puerta:
—¿Eres tú el hermano Pedro?
—Sí, señor —contestó—. Yo soy.
—Nos vas a acompañar por orden del jefe —repuso uno de
ellos.
—Correcto —dijo Pedro—. Un momento, por favor.
Entró para vestirse porque estaba con ropa aligerada, por
causa del calor. Se estremeció su cuerpo involuntariamente
por el temor. Cogió su Biblia y fue con ellos. En el camino
empezó a repetir en su corazón el Salmo 23, el 91, Isaías 43:1
Siempre Seguiré 219

y también el Padre Nuestro, que los sabía de memoria.6 Estos


pasajes fueron para él como el aire que respiraba mientras
caminaba. Llegaron al pueblo donde les esperaban más
hombres armados. Le llevaron toscamente ante uno de los
jefes.
—Nos vas a acompañar a Cuñumbusa —le ordenó el jefe.
Pedro entró a la columna y empezó a caminar con el
grupo. Llegaron al valle y cruzaron por un lugar donde el
camino iba por la orilla de la quebrada. De ahí le llevaron
hacia otro pueblo, distante unas tres horas de camino. Pasaron
casas, potreros y bosques. Todo iba bien. El camino era por
un gran cañón. Por ahí el jefe que venía detrás de él gritó:
—¡Alto!
Pedro se estremeció. Los minutos que esperaban parecían
una eternidad. “¿Qué intención tiene este hombre?” pensó.
“¿Me está dando oportunidad para saltar al vacío? ¿O está
decidiendo si debía o no empujarme él mismo a la
profundidad?” Pedro suspiró con gran alivio cuando de nuevo
comenzaron a caminar. Solamente había querido descansar.
Más allá el jefe ordenó pararse otra vez. De repente Pedro
vio que aparecía un lugareño campesino con su hija. “¡Ay
no!” pensó Pedro con horror. Supo que no iban a escapar
aquellos pobres inocentes. Y así fue. Cuando capturaron a
ambos, padre e hija, les forzaron a enfilar en la caminata fatal.
Ya era de noche. La luna estaba saliendo. Pasaron el
cementerio y llegaron al pueblo. Allí se formaron los hombres
armados para reunir a todo el pueblo. Entretanto la gente del
pueblo obedeció las órdenes de preparar los alimentos para
los combatientes. Cuando estuvo listo, se dispusieron todos
los terroristas en orden para el rancho.1 Pedro también fue
invitado a entrar en la cola. Recibió su plato, cuchara y
comida. Oró dando gracias, pero no podía comer por causa de

Pedro tuvo un don de memorizar. Había memorizado muchos pasajes


enteros de la Biblia. Podía recitar de memoria todo el libro de Efesios y
n otros libros de la Biblia.
Localismo que quiere decir “comida.”
220 LOS CHASQUIS DEL REY
la tensión. Sintió que la comida no quería pasar por su
garganta.
Le dolía cuando muchos, aún conociéndole, le miraron con
aparente indiferencia, como si fuese un desconocido, aunque
bien sabía el por qué. Como a la medianoche, llamaron a una
reunión del pueblo en la Plaza. Otra vez el jefe habló:
—¿Dónde está el pastorcillo?
—Presente, aquí estoy, señor —contestó Pedro.
El hombre le cogió del cuello y le empujó hacia el grupo.
Eran como cincuenta terroristas. El jefe juzgó que los
evangélicos andaban seduciendo. Habló blasfemias en contra
del Señor. A Pedro le amenazó, tratando de hacerle renegar de
su fe. Entonces le dio la oportunidad de hablar. El principió
diciendo:
—Les saludo a todos en el nombre de Jesucristo...
—¡Cállate!...no pronuncies ese nombre —le interrumpió
ásperamente el jefe.
Después de un breve murmullo del grupo, volvió a darle a
Pedro una segunda oportunidad para hablar:
—Nosotros los evangélicos —dijo Pedro— predicamos la
Palabra de Dios y...
—Pues, hombre, déjate de tonterías acerca de tu religión —
volvió a interrumpir toscamente el jefe.
Y hablaron entre ellos. Momentos después, volteándose
otra vez hacia Pedro le preguntó:
—¿Y por último?
Pedro miró a la multitud. Se dio cuenta del valor de hablar,
de dar una respuesta precisa. Entonces dijo valerosamente:
—Nosotros seguiremos predicando el evangelio del amor
y de la gracia de Dios.
Al oír eso, el jefe se enojó y dirigiéndose al grupo dijo:
—¿Oyen, camaradas? Este hombre es un rebelde. Está
quebrantando nuestras leyes, nuestras doctrinas. No quiere
sujetarse. Nosotros no vamos a permitir eso. Tenemos que
“barrer” a tales personas. —Después dirigiéndose a Pedro le
dijo:
—Mira, tú eres valiente; pero tú mismo te condenas, y
Siempre Seguiré 221
¿quién te va a salvar? No importa dónde vayas, te vamos a
encontrar.
Y con eso le ordenó volver al grupo. Entretanto el jefe
volvió a hablar tratando de aplicar a la situación algo que
conocía de la Biblia:
—En el Mar Rojo, también, Dios destruyó a los rebeldes,
el rey Faraón y sus soldados. Así tienen que ser muertos todos
los rebeldes.
Y siguió dando una larga arenga. Luego trajeron al otro
preso, el campesino. Lo presentaron al pueblo. Estaba con las
manos atadas atrás. Nada averiguaron acerca de él. Solamente
dijo que era un monstruo, que no era hombre y que debía ser
eliminado. Dándole un despiadado golpe por la espalda le
hizo arrodillar y sin más le disparó dos tiros de revólver al
cuello. Cayó de bruces aquel pobre hombre. De inmediato el
asesino se acercó a Pedro, con un puñal, y le dijo:
—Mira, toma este puñal, completa de matar a este hombre.
Pedro no se movió ni contestó palabra alguna. Por segunda
vez el asesino volvió a decirle:
—Toma este puñal, termina de matar a este hombre.
Otra vez Pedro no respondió. Siguió rehusando coger el
puñal. Sorpresivamente aquel desalmado asesino dejó de
molestar a Pedro. Se acercó a una mujer y le entregó el puñal.
Temblaba de miedo la pobre.
—¿Por qué tiemblas?
Le preguntó alevosamente. Ella recibió el puñal y más por
temor que por otra cosa hizo lo que aquel asesino quería que
hiciese. Instantes después llamaron a la familia del muerto
para averiguar lo que querían que se haga con el cuerpo, si
enterrarle o arrojarle al barranco. Luego de un momento de
conversación el delegado del pueblo clamó:
—Necesito a diez hombres voluntarios.
Pedro fue el primero en presentarse.
—Vayan. Entierren a éste. Caven enhueco y llévenle.
Ordenó prepotentemente el jefe. Pedro y otros voluntarios
cargaron al muerto y acomodándole en una pequeña escalera,
fueron en dirección al cementerio. Cavaron una fosa y le
222 LOS CHASQUIS DEL REY
enterraron. Llantos silenciosos acompañaron tan grosera
brutalidad. Entretanto los subversivos se fueron a otro lugar a
conversar con los delegados del pueblo acerca de lo que
harían con Pedro.
A las tres de la mañana habían terminado de enterrar a
aquel infortunado campesino. Se habían acostado los
subversivos; Pedro no pudo dormir.
Al siguiente día le obligaron a trabajar. Pero, con la ayuda
del Señor, en un instante de descuido por parte de los
terroristas, Pedro escapó. Se sintió como aquel otro Pedro del
nuevo testamento, cuando el ángel le libró de la cárcel
(Hechos 12:6-11). No podía creer que estaba libre. Sin tener
otro encuentro con los subversivos volvió nuevamente al
lugar donde se había realizado el crimen.
Caminó luego durante tres días hacia donde los
subversivos habían interrumpido su campaña de
evangelización y después de un breve reposo, recogió su
literatura y otras pertenencias y continuó su viaje, a pie,
durante un día más con dirección a Juanjuí.
Pero Pedro no podía con su genio. Por todo el camino iba
alcanzando folletos a toda la gente que encontraba. Llegó a
Juanjuí. Quedó una semana con los hermanos. Corazones
alegres y agradecidos alababan a Dios porque había
contestado las oraciones de todos al librar a su siervo de la
mano de sus enemigos.
Pedro salió de Juanjuí y fue otra vez hasta el último pueblo
del Biabo, acompañado de un joven guitarrista. Como Pedro
el apóstol, también no podía dejar de decir Lo que había
visto y oído (Hechos 4:20) de Cristo, a quien amaba de todo
corazón. En el Biabo un hermano le advirtió:
—Hermano, no vengas por estos lugares. Porque si sigues
haciéndolo, esos hombres han pregonado amenazas de que te
van a coger y pelar vivo.
Estas palabras provocaron temor en Pedro, lo que le hizo
orar de nuevo. Entonces tomaron acuerdo los hermanos del
Biabo para ir con Pedro a visitar un pueblo cercano. Salieron
a la una de la tarde y a las cinco llegaron al valle que se llama
Siempre Seguiré 223
el Piquiyacu:
—¿A dónde van ustedes? —preguntó alguien del pueblo.
—A puerto Bermúdez —contestó Pedro.
—Están furiosísimos los senderistas.
Advirtió con insistencia el que antes había preguntado.
Pedro nuevamente pidió ayuda al Señor y porfiadamente
siguió su camino sin desmayar. El guitarrista y cuatro
hermanos más iban detrás de él. Estaban ya cerca al pueblo
donde estaban unos hombres armados. Había oportunidad
todavía para volver, pero en ese momento recordó las
palabras del Señor: Ninguno que poniendo su mano sobre
el arado y mira atrás es apto para el reino de Dios (Lucas
9:62).
Y empezó una lucha dentro de sí mismo. ¿Qué testimonio
estoy dando a estos mis hermanos menores en la fe si
demuestro cobardía? Y luego dijo a su Señor: “En tu nombre
y con tu Palabra seguiremos adelante.” Entonces reunió a sus
jóvenes acompañantes para orar. Abrieron la Biblia y se
apoyaron en el Señor. Después Pedro habló:
—Vamos a entrar a este pueblo con la Biblia en la mano.
Estos hombres están bien armados. Nosotros estamos más
armados que ellos; estamos con la Biblia, la Palabra de Dios.
Tenemos folletos también para distribuir.
Y llegaron al pueblo. A la entrada estaban haciendo
guardia dos centinelas de los hombres armados. Al verles,
Pedro se dio cuenta que eran otros y no los mismos que antes
le habían apresado. Tenía la seguridad de que no les iban a
hacer nada.
Adentro encontraron a un grupo jugando naipes con
algunos hombres del pueblo. Los siervos del Dios viviente
entraron al pueblo; el hermano con la guitarra iba adelante.
Viendo las Biblias en las manos de los recién llegados, los
hombres armados les identificaron como evangélicos. Uno de
ellos se presentó afirmando que era evangélico también.
—Pero deben botar esa Biblia —le dijo.
Pedro no le obedeció. “Es mi arma, ¿por qué he de
botarla?” pensaba. Tres veces volvió a insistir ese mismo
224 LOS CHASQUIS DEL REY
hombre armado. Pedro se quedó tranquilo y después le invitó
al culto por la noche. El hombre le respondió con ira y le
ordenó que desparezca de inmediato, que bote la Biblia, de lo
contrario sufriría las consecuencias. Cuando Pedro no le hizo
caso aquel hombre dio media vuelta y murmurando dijo:
—¡Bueno, no me importa!
Y desapareció. Después los evangelistas cantaron
alabanzas al Señor y repartieron Biblias entre aquellos
hombres. Todos escucharon con mucha atención la
presentación del evangelio y vinieron después por la noche,
con la gente del pueblo, a escuchar a los jóvenes cantar y a
Pedro predicar.
Dios había concedido a los evangelistas una gran victoria.
El lema que sigue Pedro en esta batalla espiritual es:
“Siempre seguiré predicando la Palabra.”
Mientras tanto, las actividades de los rebeldes seguían en
aumento. Ganaron valor. Tuvieron como meta atacar y tomar
los puestos policiales.
En Inglaterra y en Norteamérica los misioneros jubilados
oraban más y más fervientemente por los fieles que seguían
adelante con el mensaje del Señor en medio de tales peligros.
Dieron gracias a Dios por tales como Pedro “el pastorcillo”.
37
¿Matar o
Sanar? Ramiro Rodríguez y Sra. Merle,
siervos fieles en Lamas

Vino a San Martín con RBMU un equipo de diecinueve


voluntarios de Canadá (entre las edades 17 a 70). La
organización que les auspicia se llama “Hands in Service”
(HIS), que traducido libremente significa, “Manos a Sus
Ordenes.” Venían para construir en el plantel del
CETESAMA una capilla en memoria de Ole Sorell, finado.
El equipo tenía solamente tres semanas para hacer la
capilla. Trabajaron mucho y rápido, pero aprovecharon de sus
horas libres para conocer la región. Encontraron a un San
Martín muy diferente al que habían encontrado Ana Soper y
Roda Gould en 1922. La gente en ese tiempo dejaba abiertas
las puertas de sus casas durante todo el día y cerradas por las
noches con un simple cerrojo. Había confianza porque no se
oía de robos ni se conocía la palabra delincuencia.
El equipo HIS se dio cuenta de que la carretera marginal,
hecha a partir de los setenta, trajo delincuentes y luego
terroristas. Había desaparecido el ambiente de tranquilidad en
el lugar.1 Se dio cuenta que como iban cayendo los muros
morales de la sociedad era necesario construir muros de

1 El antiguo incanato, antecesor de los quechuas tenían como ley de


la vida una trilogía: ama sua (no seas ladrón); ama llulla (no seas
mentiroso), y ama quilla (no seas perezoso). Fueron principios
respetados por la mayoría.
226 LOS CHASQUIS DEL REY
ladrillos para proteger las vidas y las propiedades de los
ciudadanos. Cuando se iba a cualquier lugar a visitar a algún
amigo, ya no se usaba la antigua llamada amigable “¡Ujúu!”
en una puerta abierta. Se tocaba el timbre o se golpeaba la
puerta cerrada. Esto motivaba que unos perros ladrasen.
Después aparecía alguien mirando con cuidado para saber de
qué o quién se trataba.
Por el otro lado los miembros del equipo vieron contentos
una escuela evangélica, San Marcos, que estaba en plena
labor con cien niños en el templo nuevo y ampliado de
Tarapoto. Siguieron luego a César Villacorta2 al segundo piso
donde se desempeñaba su trabajo como gerente de la Emisora
FM Evangélica “Radio Amistad”. Los domingos visitaron las
iglesias de Tarapoto, Morales y la Banda de Shilcayo.
Estaban sorprendidos por la multiplicación de iglesias hijas y
frecuentes conversiones al Señor.
Habían transcurrido setenta años desde que Ana y Roda
llegaron por primera vez a San Martín y había casi el mismo
número (setentidos) de pastores y dirigentes que asistieron al
taller de liderazgo en el templo. Ahora eran más de cien
iglesias evangélicas. Los misioneros de RBMU también se
habían dispersado a otros departamentos del Perú: Amazonas,
Apurímac, Loreto, Lima; también ya habían cruzado la
frontera del sur con Chile. A esto se suma que había en el
Perú, no una, sino dos asociaciones de iglesias peruanas
evangélicas: AIENOP en la Selva, y ADIBEL3 en Lima.
El equipo HIS se dio cuenta también que la obra del Señor
iba en progreso. Encontró a varios graduados del IBL y
CETESAMA activos, y a obreros laicos igual. Con emoción y
hasta lágrimas en los ojos escuchaban los testimonios de
enfermeras y sanitarios, que estaban sirviendo al Señor como
profesionales en hospitales y clínicas. A estos se sumaban
negociantes, policías, soldados, obreros, agricultores

9
César criado en la Escuela Dominical de Tarapoto, sirve al Señor en el
-5
ministerio de la radio.
Asociación de Iglesias Bíblicas Evangélicas de Lima.
¿Matar? o ¿Sanar? 227

cristianos, tanto hombres como mujeres, que en muchas áreas


de la vida testificaban de su fe. Eran “chasquis” fieles que
llevaban adelante el testimonio de Cristo, tanto en San Martín
como en otras partes del país.
La felicidad de los visitantes desbordaba por lo que había
hecho el Señor; pero quedó en parte opacada por el
ensordecedor ruido de los helicópteros del ejército peruano
que a diario pasaban varías veces por sobre los techos de las
casas, muy cerca donde ellos estaban alojados.
Uno de los miembros del equipo encontró afuera a María,
una señora de Sisa, que estaba de visita en Morales. Asustada
apuntaba al helicóptero que iba a aterrizar en el helipuerto del
Cuartel General del ejército en Tarapoto, que estaba muy
cerca.
—¡Ya, han detenido a algunos terroristas!
Exclamó María con lágrimas. Cada vez que entraba uno de
esas “máquinas” se ponía nerviosa pensando que, de repente,
habrían detenido equivocadamente a algún inocente de sus
paisanos, campesinos del Valle. Ella sabía que estaban
saliendo en persecución de los terroristas y que estos mismos
228 LOS CHASQUIS DEL REY
se coludieron con los productores y traficantes de la
aborrecible droga en una de las más grandes áreas de
producción de la pasta básica de cocaína del mundo.
Los miembros del equipo HIS, también tuvieron pena al
darse cuenta del cambio negativo en muchas de las
actividades de la gente. Por ejemplo, donde antes había
plantaciones de maíz, plátano, algodón, café y un sinnúmero
de productos de panllevar, ahora solo había purma4. ¿Por
qué? Porque los agricultores habían abandonado sus sembríos
cercanos para esconderse en lugares alegados de la vista de la
policía a sembrar coca. Esto derivó en una escasez de víveres
en los mercados.
También se oyó que algunos de los creyentes cedieron a la
tentación de sembrar la coca para ganar más dinero. Así
esperaban mejorar su situación económica en el más corto
tiempo posible.5 Los predicadores, por su parte, que hablaban
en contra de tan malsana actitud, lo hacían arriesgando sus
vidas. Las iglesias evangélicas se encontraban en el crisol de
la prueba.
En Mayo de 1990, las iglesias de AIENOP de la región
pasaron por momentos de dolor. Don Vicente había sido
recogido por el Señor. Pero se consolaron con la certeza de
que fue a un mundo mejor. Ahora bien, ¿se perdió la cosecha
de la labor de Vicente y la de las pioneras Ana Soper y Roda
Gould? Veamos.
No había terminado aún el reino de terror. El futuro era tan
crítico como lo había expresado un general del ejército
peruano en el año 1989. Este dijo: “Estamos en una situación
caótica, la corrupción reina, cada quien hace lo que le viene
en gana. El terrorismo avanza y no hay forma de detenerlo...”
El general había pintado un cuadro realista desde su punto de
vista humano.

4 Palabra quechua para significar un terreno boscoso que antes ya fue


cultivado.
5 Con pena hay que admitir que esto sucedió con algunos evangélicos en
otras partes del Perú también.
¿Matar? o ¿Sanar? 229
Más y más salían los terroristas de los campos retirados y
tomando valor empezaron a atacar en los centros más
grandes. Iban de un lugar a otro, incendiando puestos
militares y policiales. En muchos lugares los policías huían
abandonando sus puestos y los ciudadanos quedaban a la
voluntad de los terroristas.
Los policías y la sociedad estaban en guerra. Esos
encuentros con terroristas involucraban también a policías
creyentes. Uno de ellos, Joel Rojas, era miembro de la Iglesia
de Tarapoto.

Joel y Sra. Liulith

Al principio Joel temía enfrentarse con ellos. Le


preocupaba su testimonio como policía cristiano. ¿Era
legítimo matar a un ser humano cuando había aprendido
desde su niñez en la Escuela Dominical: “No matarás”?
Luchaba en su fuero interior. Tenía que decidir entre dos
males: si iba morir como un cobarde o matar en defensa de la
sociedad y propia.
No tenía que pensar únicamente por sí mismo; tenía su
familia, sus dos hijos, Jerris y David, y su esposa Liulith, sus
230 LOS CHASQUIS DEL REY
posesiones más preciosas en este mundo. Temía por ellos. No
podía a su edad empezar una nueva profesión. Se aferró más
que nunca de las promesas de Dios y en las oraciones de los
creyentes a su favor.
Llegó su primera comisión, Tocache. Era un pueblo cerca
a Tingo María donde los narcotraficantes tenían casi completo
control. Joel fue confiando en su Señor. Dios dio una salida
milagrosa a través de un prisionero escapado de los rebeldes.
Este advirtió a las autoridades de los planes de los terroristas
de atacar repentinamente. A base de la información planearon
su estrategia con el fin de contrarrestar el ataque.
Sorprendieron a sus contrarios en el camino y se huyeron,
evitando así el enfrentamiento.
Después los policías comentaban entre ellos que habían
tenido suerte de que haya escapado aquel prisionero; de lo
contrario ya estarían usando sus armas y quizás algunos de su
grupo hubieran muerto. A lo que Joel contestó:
—No es asunto de suerte. Es la mano de Dios que ha
permitido la identificación y la captura de aquel terrorista
para protegernos del enfrentamiento.
Luego de ver nuevamente a su familia en Tarapoto, Joel
fue enviado a Picota. Los terroristas habían ganado el control
de Juanjuí y Bellavista y en su progreso por el valle del
Huallaga, intentaban ganar el puesto policial en Picota
también.
Una tarde llegó un paisano herido. Débil con sus heridas
sangrantes, subió jadeando a la vereda del puesto. Los
terroristas habían atacado su pueblo por el río Ponasa y a él le
habían tomado cautivo. Mientras los terroristas se preparaban
para matarle en la plaza, el prisionero logró escapar por
caminos escabrosos. Informó a las autoridades sobre los
planes de los terroristas de atacar la comisaría de Picota.
Después de atender al desventurado herido y dejarle tranquilo
en la clínica,6 los policías hicieron guardia toda la noche,

6 Víctor Pinedo, creyente, era el sanitario encargado de la Clínica de


Picota.
¿Matar? o ¿Sanar? 231
esperando el ataque. Felizmente no sucedió nada.
Al siguiente día recibieron órdenes: localizar a los
terroristas y frustrar el ataque. Y lo hicieron. Salvaron el
puesto de Picota.
Joel tomó parte en varias maniobras semejantes en muchas
partes de San Martín, igual que en Tarapoto mismo. En cada
lugar el Señor le protegió y en cada caso habían sucedido los
ataques con heridos justamente
antes de su llegada o después que
había salido hacia otro lugar.
Algunos de sus compañeros
policías, reconociendo la “suerte”
de Joel, procuraban estar en las
comisiones en que él participaba
porque sentían más seguros
cuando estaban con él. Joel
aprovechaba de tales circun­
stancias para hablarles acerca del
amor de Dios y de su necesidad de
confiar en Cristo para su
salvación. Joel siguió declarando:
—Soy Cristiano. Amo a mi
Señor. El me ha librado de muchas
cosas durante los veintisiete años
de servicio como policía. Nunca
hice disparo con arma de fuego
contra persona alguna hasta ahora
y no porque haya rehuido, sino
porque el Señor no lo permitió.
Leví Chujutalli, igual que Joel,
sufría como cristiano. No quería
matar a un ser humano, cosa que Leví Chujutalli, cuarto
nunca había tenido que hacer Presidente de AIENOP y
antes como policía. Pastor Quechua

Era de noche en Tocache, el 14


de julio de 1987. Leví estaba de turno cuando empezaron a oír
disparos, en ráfagas, que venían de todas las direcciones. Leví
232 LOS CHASQUIS DEL REY
sabía que estaban rodeados de terroristas de Sendero
Luminoso. De repente estalló una bomba a pocos metros del
puesto policial.
Leví se puso en guardia con un fúsil listo para disparar. En
ese instante, lleno de temor, oró pidiendo la ayuda del Señor.
Si allí tenía que morir o matar, manchando sus manos con
sangre de sus conciudadanos, oró que Dios le perdonara,
puesto que lo estaría haciendo en defensa de su vida, de su
familia y de la sociedad.
Dios escuchó su oración. En ese instante estaban rodeados
de terroristas esperando el encuentro final con ellos. Nada
sucedió. Momentos después se oyó gritar al jefe de los
terroristas dando órdenes terminantes a sus secuaces de que se
retiraran. Nadie sabe la razón y probablemente nunca se
sabrá; lo cierto es que los terroristas se retiraron rápidamente.
Leví dio un respiro hondo de alivio y dio gracias a Dios por
esta victoria.
El susto y algo más sirvieron para que Leví tomara la
decisión de cumplir cuanto antes su promesa, antes hecha al
Señor en una Iglesia Nazarena, de salir de las fuerzas
policiales para dedicarse al ministerio pastoral.
Pero antes de eso estaba al mando de un grupo de policías
de servicio en el puesto de Morales, a tres kilómetros de
Tarapoto y cerca de su domicilio, en Atumpampa. Estaba
junto a la pared, cerca a la puerta de ingreso al local de la
Comisaría. Al lado izquierdo suyo estaba el policía, Hugo
Flores, y al frente otros dos policías más.
De repente pasó una camioneta. Una ráfaga de disparos
salpicaba todo el frente del puesto policial. Cinco terroristas
de MRTA les disparaban desde una camioneta en marcha.
Dos policías fallecieron instantáneamente y uno quedó
gravemente herido. Leví quedó ileso, dibujada en la pared su
silueta con los impactos de las balas; ni una le alcanzó el
cuerpo. Sufrió por haber perdido a sus compañeros de armas,
pero dio gracias a Dios por su protección. Alabó a Dios y
lloró, aliviado, después con su esposa e hijos.
El 14 de noviembre de 1990, después de veintidós años de
¿Matar? o ¿Sanar? 233
servicio, Leví se retiró de la Policía, por voluntad propia.7
Cumplió así su promesa al Señor. Entró en el ministerio de la
Iglesia de Atumpampa, con el resultado de que ésta ha
crecido de unos veinte miembros hasta más de cincuenta
bautizados, con una asistencia regular de más de cien,
incluyendo niños.
En el mes de setiembre de 1991 el hermano Leví también
aceptó trabajar como administrador del Colegio Particular
Evangélico San Marcos, Tarapoto. Su deseo es seguir
sirviendo en el ministerio cristiano el resto de su vida.
En Tarapoto, en 1995, en la convención anual de las
Iglesias Evangélicas de la región salió elegido Presidente del
AIENOP tomando la posta de Germán Ramírez. ¡Adelante,
hermano Leví!
Mientras que Joel y Leví estaban luchando para proteger a
la sociedad, el mensaje del evangelio seguía impactando para
bien. Un nuevo ministerio entró en acción, el de conquistar
para Cristo a drogadictos, delincuentes, asaltantes, terroristas
y homicidas.
El pastor Germán Ramírez, y los miembros de las iglesias
de Tarapoto extendieron sus brazos de amor a aquellos que
vivían esclavizados, aconsejándoles y guiándoles a los pies de
Cristo.
Típico del espíritu amoroso de la mayoría de los
evangélicos era la bondad y la compasión de un grupo de
Moyobamba, antiguo campo misionero de Ana y Roda. En
lugar de crueldades y matanzas, el doctor Apolos Landa8 se
dedicaba en esos tiempos críticos al trabajo de sanar a los
enfermos de Moyobamba y sus alrededores.
Como jefe médico del hospital, recibía donaciones de
medicinas del extranjero e inclusive un minibus. El doctor
Landa con su personal usaba el bus haciendo jiras a las zonas
atacadas por el terrorismo para salvar las vidas de los heridos.

7 El hermano Chujutalli salió con el grado de sargento segundo, Policía


Nacional del Perú.
8 Hijo del Pastor evangélico David Landa.
234 LOS CHASQUIS DEL REY
Llevaba a los pacientes demasiado enfermos al hospital. Les
curaba y veía sanar a muchos. Tuvo un testimonio admirable
para el Evangelio. Su iglesia9 en Moyobamba, donde se
congregaba con su familia, creció admirablemente.
Lejos de Moyobamba existía otro aspecto más de la obra
evangélica. Era el de la tribu Chayahuita. Aunque los
chayahuitas son un grupo tribal con lengua y costumbres
especiales, entre los muchos que se han afincado en la Selva
peruana, tampoco podían escaparse completamente de las
maniobras de los terroristas.

9 Ana y Roda la habían entregado a la Iglesia Presbiteriana Libre de


Escocia; luego se pasó a la Iglesia Reformada de Holanda.
38
Impactados en Loreto
Everett y Alicia Brown se incorporaron a la Misión del
Perú con el firme propósito de realizar un ministerio entre los
nativos chayahuitas, en otro departamento del Perú, el de
Loreto.
Juntamente con Ana y Roda, ambas ya jubiladas, y sus
colegas oraban para que se estableciesen iglesias evangélicas
en otras partes necesitadas también entre ellos. En 1966 Ole
Sorell y Federico Webb hicieron una gira de reconocimiento
del territorio de la tribu chayahuita. En son de broma pusieron
un apodo interesante al río Paranapura, cede del tribu. Vez
tras vez se rompía el pasador de la hélice del bote en que
viajaban, por causa de los palos y la arena que abundaban en
el río. Dijeron:
—Este río no es Paranapura; es Palos y Arena Pura.
Descubrieron que era un río, difícil para navegar; también
descubrieron que la obra en esa tribu era única porque sus
componentes eran nómadas, vivían dispersos y aislados y
basaban su subsistancia en la pesca y de la caza desde
tiempos inmemoriales.
A pesar de lo difícil de la tarea de establecer iglesias, en
1968 el Señor llevó a los Brown con sus tres hijos para
236 LOS CHASQUIS DEL REY
continuar la obra, en respuesta a la invitación de los
lingüistas1 Jorge y Elena Hart. Instalaron su base en
Yurimaguas, en el bajo Huallaga. Yurimaguas tiene una
población aproximada de cien mil habitantes. Llamada por
algunos “Perla del Huallaga” está rodeada de montañas con
vistosos bosques y cataratas, con abundancia de flores y
frutos exóticos. Los Brown, pues, se afincaron en
Yurimaguas, no precisamente por el encanto natural de la
ciudad; sino por razones funcionales, porque estaba cerca al
río vinculado con los chayahuitas: el Paranapura.
Cierta mañana cuando Everett estaba trabajando en su
taller, vio que llegaba un visitante. Era un amigo chayahuita
suyo. Había cargado desde el río el motor pesado de su bote.
Everett vivía admirado, al ver que los chayahuitas, aunque
pequeños de estatura, eran fornidos y capaces de trasportar en
sus hombros los motores de sus botes por grandes que fuesen.
Con gusto Everett les ayudaba cuando venían con sus
problemas mecánicos. Everett sabía que su visita esta vez no
era solamente por asuntos mecánicos; venía también para
asistir al Taller de Líderes Evangélicos2 que había sido
programado. Pronto llegaron otros más y juntos pasaron unas
semanas preciosas de adoración y de crecimiento espiritual.
Los misioneros hicieron todo lo posible para que los
creyentes chayahuitas aprendiesen a leer con comprensión y
luego para que ellos mismos enseñasen también a otros,
especialmente las Sagradas Escrituras traducidas ya a su
lengua.

1 El ILV había invitado a RBMU a trabajar entre los Chayahuitas después


que ellos habían traducido las Escrituras a su idioma, lo cual es su
especialidad. RBMU envió a varios, tales como Marcos y Ruth Sirag, y
Gilí College, pero Everett y Alicia Brown dedicaron más tiempo que los
demás.
2 Organizaron y dirigieron esos talleres con Jorge y Elena Hart, la pareja
distinguida de lingüistas que anteriormente con tanto amor se habían
dedicado a la traducción de la Palabra de Dios a la lengua chayahuita.
Ahora fue su anhelo que los chayahuitas lo aprendieran a leer e interpre­
tar.
Impactados en Loreto 237

Everetty Alicia Brown, Rio Paranapura

Pero Everett no se quedaba solamente en Yurimaguas en el


cumplimiento de su ministerio. Viajaba frecuentemente con
su esposa, Alicia, en bote por el río Paranapura, venciendo,
como ya es sabido, un sinnúmero de dificultades. Surcaban el
río llevando tocadiscos manuales3 y discos, con música y
mensajes cristianos en chayahuita, para presentar el evangelio
de Cristo en los caseríos establecidos a orillas del río.
Llevaban también medicinas básicas y vacunas para
inmunizar a la gente contra enfermedades contagiosas.
El bote “Alicia” (Everett puso al bote el nombre de su
esposa) a menudo tenía que servir de ambulancia en toda la
zona. A veces encontraban enfermos, accidentados, o
víctimas de mordeduras de víboras o animales. Rápido los
llevaban en el “Alicia” al Hospital de Yurimaguas.
Everett y Alicia sirvieron también a los chayahuitas,
proveyéndoles una casa en su propiedad, para alojamiento
cuando venían ocasionalmente a Yurimaguas y almacenaje
hasta poder vender sus productos.
o
Los naturales los llaman vitrolas.
238 LOS CHASQUIS DEL REY
Yurimaguas era una ciudad tranquila. A pesar de que los
terroristas habían causado problemas en muchos otros lugares
de la región, Yurimaguas parecía estar al margen. Un día la
ciudad amaneció con una tranquilidad anormal, que
presagiaba una tempestad en cualquier momento. Se intuía un
inminente ataque terrorista.
A las 4:00 a.m. del miércoles 25 de julio, 1990, los Brown
se despertaron asustados. Explosiones a cual más violentas y
disparos con ráfagas de ametralladoras fueron la causa de su
susto. En busca de seguridad Everett y Alicia fueron a gatas al
corredor central de su casa. Allí quedaron agazapados. Con el
temor sintieron frío a pesar de que era una noche de mucho
calor.
Después de cuatro largas horas de ruido ensordecedor y
estremecedor, efecto de las ráfagas de las ametralladoras que
retumbaban a su alrededor, finalmente se hizo silencio. El
conflicto había terminado. Con un hondo suspiro de alivio se
atrevieron a acercarse a una ventana que da a la calle.
Poco podían ver, luego supieron que trescientos terroristas
habían atacado simultáneamente el cuartel de la Marina, la
comandancia de la Policia, la cárcel y otras instalaciones más
del gobierno. Después del intenso tiroteo, los terroristas
lograron reunir a contada gente en la Plaza de Armas para
arengarles acerca de la causa, supuestamente digna, del
MRTA. Terminada la perorata, unos subieron a los camiones
que les esperaban especialmente preparados y huyeron
rápidamente en dirección a Tarapoto; otros, en cambio, fueron
en dirección del río Huallaga y huyeron velozmente en botes.
Demasiado tarde, la Fuerza Armada envió helicópteros desde
Iquitos para ayudar a la base de la Marina y ofrecer
protección a la población civil. Nada ya pudieron hacer.
La vida no obstante, seguía su curso. Los evangélicos, sin
prever incidente alguno, meses antes habían planeado realizar
en Yurimaguas un festival de música sagrada quechua, para el
mes de agosto. A ese festival, como es natural, fueron
invitados creyentes de habla quechua, también a otros grupos
de habla castellana. Por diversas razones la expectativa del
Impactados en Loreto 239

evento había electrizado a los evangélicos.


Raquel Yupanqui, misionera nacional, era miembro del
Comité Festival Quechua. En Lima, antes de partir en vuelo
hacia Yurimaguas, había oído de lo ocurrido la noche anterior
con los terroristas. Voló, sin embargo, rumbo a Yurimaguas
confiando en el Señor. Al bajar del avión podía percibir
todavía el aire cargado de polvera.
Abertano Soria, uno de los responsables de la organización
y realización del Festival y líder de una de las iglesias de
Yurimaguas, fue al aeropuerto, con otros creyentes, a
encontrar a Raquel. Luego de recoger su equipaje, la llevaron
primeramente a la Plaza de Armas para mostrarle lo que
quedó del incidente de la noche anterior. Raquel estaba
consternada.
El MRTA había destruido edificios y oficinas del
gobierno, saqueado tiendas no tanto para su beneficio, sino
para destruir e inducir a la gente a robar. Muchos propietarios
de tiendas vieron con pena y decepción que sus propios
vecinos saqueaban y robaban sus pertenencias.
Después de comprobar la triste destrucción, Abertano fue
directamente al grano con sus inquietudes y dijo:
—Hermana Raquel, estamos muy contentos de que haya
venido. Felizmente que usted llegó a tiempo, porque estamos
confundidos. ¿Qué sugerencia nos tiene con respecto del
Festival?
Abertano hizo una pausa breve, y luego prosiguió:
—No tenemos aún permiso de las autoridades. La ciudad
fué declarada en emergencia. Hay un decreto de toque de
queda. No está permitido realizar reuniones públicas.
Consideramos que sería oportuno cancelar el evento; pero no
sabemos cómo avisar a los creyentes, porque vendrán de
muchas de las iglesias de San Martín y de Loreto y de otros
lugares lejanos, y la mayoría ya está de camino. ¿Qué consejo
nos tiene?
—Primero vamos a pedir la dirección del Señor en oración
—contestó Raquel.
Entre tanto llegaron al lugar de su alojamiento. Se pusieron
240 LOS CHASQUIS DEL REY
a orar. Raquel estaba agradecida al Señor por haberle guiado en
la decisión de viajar a pesar de la noticia del ataque. En
seguida pidió dirección para otro paso más. Luego de la
oración, sin mucho más hablar ya supieron lo que harían.
¡Seguirían adelante con el proyecto del Festival!
De inmediato la comitiva se dirigió hacia la autoridad
militar; ésta rehusó otorgar el permiso. Un tanto desilusionada
esta misma comitiva fue donde el Alcalde. Grande fue su
sorpresa, y no menos su alegría, cuando éste en tono
complaciente les dijo:
—Y, ¿por qué no?
El Alcalde se mostró feliz al darse cuenta que la
realización de tal evento cambiaría el estado de ánimo de la
gente del pueblo. Les prometió que el día siguiente les
alcanzaría la autorización escrita. Agregó:
—Trataré personalmente de este asunto con el jefe militar.
Es mi amigo.
¡Cómo dieron gracias y alabaron al Señor los
organizadores del evento ese momento! ¡Aún antes de iniciar
el Festival el Señor estaba ya dando muestras de su
bendición!
Creyentes quechuas empezaron a llegar, muchos de ellos
connotados dirigentes: Francisco Lozano, Artidoro Tuanama y
familia, Victor Cenepo y su esposa, Elinor; Marinell Park y
su colega misionera Élisabeth Wyss, todos del Departamento
de San Martín. Vinieron también muchos de otras regiones.
El Alcalde de acuerdo a lo que había prometido les alcanzó
el permiso escrito. Abertano organizó equipos de trabajo. Un
equipo se puso en acción y pronto quedó armada una
plataforma en la Plaza de Armas, el lugar público más central.
Otro instaló el sistema de altavoces y así sucesivamente.
Hay que decir que la atmósfera de tristeza que reinaba
durante los días previos al Festival, en todo el pueblo, cambió
repentinamente a la de alegría. La juventud evangélica no
quedó atrás. Preparó una enorme pancarta que decía: “8o
FESTIVAL DE MUSICA QUECHUA”. Otra pancarta decía:
Impactados en Loreto 241
TODO LO QUE RESPIRA ALABE A JEHOVA.4
Llegó el momento esperado. Hubo un movimiento
inusitado en la ciudad. El ambiente era de fiesta. Los distintos
conjuntos musicales se reunieron en la Plaza de Armas, con
toda suerte de instrumentos: fláutas, guitarras, quenas,
maracas, shacapas, bombos y otros típicos de la Selva.
El primer día de agosto, a las 8 de la noche, arrancó el
programa. Música cristiana evangélica era todo lo que se oía.
En forma sucesiva cinco conjuntos se esmeraban para ofrecer
lo mejor de su repertorio en alabanzas al Señor. Era una sola
fiesta espiritual y cultural. Después de unos momentos de
cánticos vino la predicación de la Palabra de Dios en quechua.
Impacto poderosamente cuando el predicador aprovechó del
panorama desolador de los edificios contiguos a la Plaza para
ilustrar el juicio venidero. Muchas personas arreglaron
cuentas con el Señor esa noche.
En las reuniones de oración y los estudios bíblicos durante
el día, los creyentes se sintieron hablados por el Señor, en
muchas maneras. La fiesta terminó en forma gloriosa. El
efecto de la bendición se extendió, no sólo entre los de habla
quechua, sino también a todas las iglesias de San Martín,
Loreto, Pucallpa, Lima y otros lugares más de habla
castellana que se hicieron presentes.
La experiencia terrorista, sin embargo, afectó hondamente
a Everett y Alicia. Nunca más tendrían la misma tranquilidad
en su hogar en Yurimaguas. Pero el Señor era quien les había
llamado y no podían más que obedecerle hasta el día cuando
les guiara a otro lugar. Mientras tanto, la iglesia de Cristo
seguía estableciéndose entre los chayahuitas bajo el liderazgo
de creyentes nativos que seguían adelante con el mensaje de
Dios.

4 Salmo 150:6
39
¡pv!; ■

Que Corra
El Que
i
Leyere Torres, joven evangelista

Durante muchos años Dios había protegido a la viuda,


doña Hortensia. Ella había enterrado a su esposo Fulton Pina
en el terreno de la Misión en Lamas en la década de los
treinta. A la edad de 77, en 1987, expresó su determinación de
seguir evangelizando, predicando y sirviendo a sus paisanos
todo el resto de los años que Dios le diere de vida. Siempre
valiente y especialmente durante las tensiones del terrorismo,
Dios la hizo bendición a muchos.
Eri esos mismos días ella tuvo que consolar a una familia en
una prueba extremadamente difícil, tal como ella misma sufrió
muchos años antes con la muerte de su esposo. Hacía poco que
Horacio Huamán se había graduado del CETESAMA y,
con su esposa, Dilmer, había empezado su trabajo
como administrador del mismo centro.
Cuando Horacio visitaba a sus padres en Shanao, único hijo
entre muchas hermanas mujeres, le gustaba trabajar en la cha­
cra de la familia. En uno de esas visitas, estaba cultivando en el
platanal con un primo suyo, Rafael Torres, más joven en la fe
que él. Mientras que “volaban” machete, conversaban.
De pronto, Horacio se puso serio. Enfrentándole a su primo,
Que Corra El Que Leyere 243

le dijo:
—Sigue siempre al Señor, primo. Nunca abandones tu fe.
Quedaron gravadas en la mente de Rafael aquellas
palabras, porque una semana más tarde le llegó la noticia de
la muerte trágica de Horacio. Se escuchó que a media mañana
de un día lunes, unos gritos de desesperación en el patio de
CETESAMA. Horacio dio un salto felino para rescatar a su
esposa, Dilmer, de la línea cargada de electricidad que ella
no podía soltar. Horacio la cogió de la cintura, la jaló
violentamente de donde había estado colgada la ropa mojada.
La corriente penetró al cuerpo de Horacio y éste murió
instantáneamente.

Dilmer, Horacio e hijos, Jacob y Jonatán

Dilmer, por su parte, estaba recuperándose después en el hos­


pital de Tarapoto. Había sufrido serias quemaduras por el fuer­
te impacto y por la violencia de la acción. Pasó un tiempo de
honda aflicción al enterarse de la muerte de su esposo.
Para las mentes humanas finitas, la muerte de oracio
sucedió fuera de tiempo. Es que era un esposo joven, cariñoso
244 LOS CHASQUIS DEL REY
padre de dos niños y obrero cristiano de promesa. Las
oraciones de los creyentes y los consejos de muchos como las
de Hortensia de Pina, Grace Forgrave, Keith y Ruth
Anderson,1 misioneros con RBMU, la ayudaron a
comprender que Dios permite que sus hijos sean probados,
pero que él sabe lo que hace, y el por qué, cuando promociona
a uno de sus hijos a un servicio mayor en la gloria. Dilmer
llegó a dar gloria a Dios por haberle protegido a ella. Sus
hijos podrían haber perdido a ambos padres.
En el extranjero los miembros del equipo HIS y los
misioneros oyeron de la tragedia de Horacio, con quien
habían trabajado y a quien habían llegado a amar. Estaban
consternados.
Rafael, por su parte, no le había vuelto a ver otra vez
después de su conversación con él en el platanal y nunca iba
olvidar la última exhortación de su primo. Rafael no pudo
sino entrar en las filas del Señor como para reemplazar a
Horacio. Ahora sirve fielmente evangelizando especialmente
a la juventud de su pueblo. Como nunca antes, la iglesia del
papá de Horacio, en Shanao, se llena de gente deseosa de oír
la Palabra de Dios, para el gozo de todos y especialmente de
los Huamán.
En Juan 12:24 Cristo dijo a sus discípulos cuando ellos mos­
traban incredulidad al oírle hablar que iba a morir, ..si el grano
de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo;
pero si muere, lleva mucho fruto. Dilmer y sus hijos se
consuelan con ese versículo y con el Salmo 116:15:
Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos.
Años antes Dios había recogido a Bethy, de catorce años,
hija mayor de los directores de CETESAMA, Les y Estela
Shiel. Como rosa nacida en la tierra fue a florecer en el cielo.
Como Horacio, había muerto electrocutada accidentalmente
en el mismo plantel. Sus queridas familias recuerdan siempre
que el alfarero maestro tiene un propósito para bien cuando

1 Trabajaron entre los quechuas y mestizos en el Valle de Sisa muchos


años; también en Tarapoto y CETESAMA.
Que Corra El Que Leyere 245

está moldeando el barro.


El sufrimiento produce madurez en un siervo del Señor; lo
permite para que puedan consolar también a otros que sufren.
Con Dios no hay tragedia desperdiciada. Dice acerca del
Pastor excelente en Salmo 78:72: Y los apacentó conforme a
la integridad de su corazón, Los pastoreó con la pericia de
sus manos.
No fueron los terroristas quienes cegaron la vida de Bethy
ni de Horacio, pero era de los terroristas que Dios
milagrosamente había salvado a otros, como a doña
Hortensia, Germán, Leví y Joel que a menudo se encontraban
en peligro por los rebeldes Senderistas y del MRTA.
Después, pasados ya los años del terrorismo, el 17 de julio
de 1997, a la edad de ochentisiete años, Hortensia murió en
paz y fue recibida en gloria, sumándose a la gran compañia de
los bienaventurados que están con el Señor en la gloria.
Por tanto, nosotros también teniendo en derredor
nuestro una tan grande nube de testigos, despojémonos de
todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con
paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los
ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el
gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando
el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios
(Hebreos 12:1,2).
Pongámosle alas, por breves momentos, a nuestra fantasía.
Imaginémonos a Ana, Roda, Elena, Lucía, Edith, Eduardo,
Ole, Carlos, Vicente, y ahora Hortensia también, y a todos los
demás misioneros, extranjeros y nacionales de la RBMU que
ya están en la gloria, que están mirando fijamente desde un
balcón del cielo, luego de haber acabado su carrera.2
Con gran alegría verían cómo a pesar de tanta lucha, las
iglesias de su parroquia están creciendo y extendiéndose por
los valles. Estarían apuntando a ciertos conocidos. Estarían
viendo a algunos leyendo con gozo,el nuevo testamento en
quechua, a un padre de familia que lee en quechua en el culto

2 2 Timoteo 4:7
246 LOS CHASQUIS DEL REY
familiar, y en un hogar chayahuita alegremente participando
con sus hijos de la Palabra en su lengua.
Antes, desde el mismo balcón habían visto, con aliento en­
trecortado, llenos de preocupación, al cínico enemigo de las
almas de todos los seres humanos, como un enorme tizón de
fuego viviente y humeante, que iba rodando por entre los
pueblos, montañas, caminos y valles. Y de entre el fuego
humeante había salido un horrible y pérfido monstruo: la
cocaina. A éste le siguió otro no menos pérfido: Sendero
Luminoso, una banda criminal terrorista, y un tercero, el
Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), igual
que el anterior, una banda de delincuentes. ¡Vaya qué cuadro!
Los valles se volvieron negros. De la gente que no huyó,
algunos fueron persuadidos para juntarse a los “terrucos” o
narcotraficantes; otros resistieron. La iglesia gemía por la
tensión.
Pasó ya la escena. En enero de 1994 Pedro Pascual Torres
Apóstol” al Biabo, asistió, con veintiún otros dedicados
estudiantes a un mini-Instituto Bíblico, en el CETESAMA.
Pedro estaba preparándose para ir mejor equipado a los
campos blancos, para continuar con lo que es su llamamiento:
Seguir predicando la Palabra de Dios. ¡Había que ver a Pedro
con qué entusiasmo y dedicación estudiaba y hacía la obra del
Señor! Terminó sus estudios y se graduó en enero de 1998.
Gracias a Dios que el terrorismo está ya casi derrotado;
mejor dicho, el monstruo está dando sus últimos aletazos de
moribundo. La gente intuye y está volviendo a sus campos de
labranza, la misma que tuvo que abandonar por seguridad y
temor. Ahora se ven aquellos terrenos abandonados, donde
antes crecía coca (materia prima para la cocaina), y otros
antes abandonados que nuevamente reverdecen con productos
de “panllevar” (alimenticios).
Pero volvamos con nuestra imaginación a ver a aquellos
espíritus de los justos hechos perfectos (Hebreos 12:23) que
siguen aún especiando boquiabiertos y exclamando al unísono
en ritmo:
—¡Adelante, bravos chasquis, adelante!
Que Corra El Que Leyere 247

Elevan alabanzas a Dios al ver a aquellos que corren con el


mensaje de salvación, porque están librando de las garras del
enemigo a muchas almas. Satanás es el enemigo que está
dando sus últimos aletazos porque fue derrotado cuando
Cristo murió en la cruz y resucitó para vivir eternamente.
El Señor ha estado edificando su Iglesia en el interior del
Perú. A los veteranos siervos del Señor están agregándose
nuevos siervos que proseguirán en la dura lucha, tarea que
durará hasta el día de Jesucristo. Dios está usando a gente
humilde, como siempre lo ha hecho, ...a fin de que nadie se
jacte en su presencia (1 Corintios 1:29).
Nos reuniremos todos alrededor del trono del Señor con
aquella ...gran multitud, la cual nadie puede contar, de
todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que están
delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de
ropas blancas, y con palmas en las manos... y
clamando ...a gran voz diciendo: ‘La salvación pertenece
a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero
(Apocalipsis 7:9,10).
¡A Dios sea la gloria!
'Llenaron" los Valles con el Mensaje del Evangelio
Yumbatos'
w • Pongo del Cainarachi
• Pinto Recodo
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San Pedro\ »San Antoniq( de Cumbasa

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Huinguilio


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•/ San José
Epílogo
Autora:
Dios dio la motivación para escribir este libro a través de
Habacuc 2:2: Jehová ...dijo: Escribe la visión, y
declárala...para que corra él que leyere. El propósito
esencial para escribirlo es de animar, y por qué no, desafiar a
muchos para prepararse para ser también Chasquis del Rey
Divino. Importa que todos los creyentes, pequeños y grandes,
sigan corriendo, teniendo calzados los pies con el apresto
del evangelio glorioso de paz... (Efesios 6:15), hasta que
todo el mundo haya escuchado el mensaje del Dios de amor.
Imprescindible es que estén CALZADOS los pies por medio
de la preparación en Institutos Bíblicos y Seminarios para que
corran. Se principia en los hogares. Una recomendación para
los padres. Es importante enseñar a nuestros hijos lo
siguiente:
Dios ha ganado la victoria. Satanás fue derrotado en la
cruz del Calvario. Solamente gana en nuestras vidas cuando
nosotros le damos lugar.
La Palabra de Dios no cambia. Podemos confiar siempre
en ella.
La vida con Cristo está llena de aventuras y emociones
inefables. Probadme ahora...derramaré bendiciones...
(Malaquías 3:10).
La obediencia a Dios es el secreto de una vida realizada.
Cristo es agua, pan, la luz del mundo, el camino, la verdad y
la vida, y mucho más. Lo encontramos en las Escrituras.
Es imposible estudiar demasiado la Biblia, y es imposible
orar demasiado.
Que corra él que leyere... preparado con el apresto del
evangelio glorioso de paz.
—Vera Sorell
Glosar io
ADIBEL Asociación de Iglesias Bíblicas Evangélicas de
Lima.
AIENOP Asociación de Iglesias Evangélicas del Nor-Oriente
Peruano.
AIESS Asociación de Iglesias Evangélicas del Sur de San
Martín.
alcuza Lámpara rústica con mecha gruesa de algodón metido
en cualquier recipiente de aceite de higuerilla.
Alejandro del
Castillo Graduado de Costa Rica, predicaba en el Valle de
Sisa, por varios meses, durante la ausencia de Edith.
Alfalit Cursos llamados Alfalit preparados para enseñar a
leer a adultos.
ama
sua/llulla/quilla El antiguo incanato, antecesor de los quechuas
tenían como ley de la vida una trilogía: ama sua
(no seas ladrón); ama llulla (no seas mentiroso),
y ama quilla (no seas perezoso). Fueron
principios respetados por la mayoría.
amarcar Cargar en los brazos.
AMEN Asociación Misionera Evangélica Nacional
Ampi Urco Es un cerro alto extremadamente difícil de subir y
bajar, especialmente bajar durante el invierno
(tiempo de lluvia).
Ashuka(ita) Ashuka o Ashukita. Nombre diminutivo en la región
para Asunción.
bijáo Hoja ancha de la región que se usa para envolver
cualquier alimento.
capachos Vasija de cuero en el que se transporta tierra.
CETESAMA Centro Teológico de San Martín.
chimbar Cruzar un río.
cumbas Palmeras entretejidos quef servían para protejer las
paredes de la lluvia.
EBL Escuela Bíblica de Lamas.
252 LOS CHASQUIS DEL REY
esteras Camas improvisadas tejidas de hoja de palmera.
ETE Educación Teológica por Extensión.
EVAF Evangelismo a Fondo.
gringuitas Palabra de cariño para las extranjeras.
hartos Expresión regionalista que quiere decir “muchos”.
Huayco Un barrio de indios nativos en Lamas.
IBL Instituto Bíblico de Lamas.
IBY Instituto Bíblico de Yumbatos
IEP Iglesia Evangélica Peruana
ILV Instituto Lingüístico de Verano.
inchic hapi Sopa de maní con pollo.
inguiri Inguiri, plátano verde (de freir) sancochado.
jalea Las partes más altas y frías, sin vegetación.
juanes Potaje especial de la Selva hecha de arroz con presas
de gallina o pescado envuelto en bijáo.
Lamasman Un vocablo quechua significa: “Vámonos en
dirección de Lamas.”
Lamisto Término usado para referirse a una persona
ocurrente, simple o simplona. El término viene de
Lamas.
lisiado Lisiado llaman en la región a una luxación (hueso
dislocado).
mata Herida en el lomo de las bestias causadas por el mal
trato, monturas rústicas, cargas pesadas, etc.
mitayo Carne de caza, silvestre.
mochila Morral.
MPl Misión del Perú Interior.
MRTA Movimiento Revolucionario Tupac Amaru
mutiñahui Piel blanca con ojos azules y claros.
pandisho Una fruta carnosa muy apreciada en la Selva.
perezosa Silla especial de tela sobre un marco ajustable de
madera.
Glosario 253

polleras Faldas largas y amplias, típicas de las mujeres


quechuas hechas a mano de algodón azul marino
oscuro.
purma Palabra quechua para significar un terreno boscoso
que antes ya fue cultivado.
quipu Cuerdas con nudos de que los indios peruanos se
servían para suplir información a falta de escritura, y
dar razón de las cosas y también para las cuentas.
rancho Localismo que quiere decir “comida”.
RBMU Regions Beyond Missionary Union, traducido
significa: Unión Misionera para las Regiones de
Más Allá (2 Cor. 10:16).
Shilcayo Un riachuelo que divide a Tarapoto en 2 partes:
Tarapoto mismo y la Banda de Shilcayo. “Banda”
quiere decir “el otro lado.”
shunto Palabra quechua que significa montón.
silo Pozo séptico, para los servicios higiénicos.
tambo Casa rústica.
Timbuchi/chilcano Sopa típica.
tocayita Llaman tocayos a las personas que tienen el mismo
nombre.
trapiche Máquina rústica para moler caña de azúcar para
extraer el jugo de ésta.
tullupa Una cocina primitiva de piedras y barro cocido.
ventisho casha
casha Jugo de caña fermentado y espumoso que marea con
facilidad.
Wiracuchas Gente de piel blanca, en quechua.
World Team La Misión RBMU se unió a World Team en 1995.
yanacitas Mujeres quechuas.
y A^
Reunión en Lima con Mamanita. Los hijos del hogar de Lamas.

Josías Ringifo, Vicente Coral, Carlos del Castillo. Recuerdo de los tres
graduados en Costa Rica, Lamas 19 de Abril de 1988.

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