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DIVERSIDAD DEL SÍNTOMA

Síntoma y nombre del padre

Por Geneviéve Morel

A partir de R.S.I Lacan cambia la definición del síntoma. De metáfora en "La instancia de la letra en el inconsciente",
deviene función en R.S.I como sinthome, cuarto redondel de un nudo, borromeo o no. Esto concierne a las consecuencias
clínicas de la última parte de la enseñanza de Lacan, particularmente en el campo de las psicosis.

El síntoma como metáfora contenía en sí mismo su posibilidad de curación. La metáfora, en efecto, como se hizo puede
deshacerse.[1] Dora es un ejemplo de ello; que surja la palabra de su síntoma de conversión, la afonía -unvermögend,
impotencia del padre que hace equívoco con su fortuna-, y una mejoría decisiva se produce. Poco importa aquí que sea
respetado el sentido del síntoma. Freud puede engañarse todo lo que quiera ubicando a Dora en el lugar de la mujer en la
relación sexual que efectúa su síntoma entre el padre y la Sra. K., en lugar de reconocer allí como Lacan- su identificación al
padre impotente; el síntoma no se desanuda menos por ello. Lo que cuenta es que el significante de la metáfora, la palabra
clave sea soltada. Lo simbólico aquí prevalece sobre lo imaginario del sentido y lo real sigue.

Un error de partida
En R.S.I. las definiciones del síntoma comportan consecuencias bien diferentes; el síntoma como "...signo de lo que no
marcha en lo real. [2] Ya no podemos limitar el síntoma de Dora a sus conversiones; los signos que da de lo que para ella
no marcha en lo real son múltiples.

Lacan en El Reverso del Psicoanálisis, incluye todo lo que divide al sujeto y hace de ello un "complejo histérico" multiforme,
no resuelto, a través de la sola enunciación de lo unvermögend, como se ve en la observación freudiana.

"Defino el síntoma por la manera en la que cada uno goza del inconsciente en tanto que el inconsciente lo determina."' Una
segunda definición del síntoma en R.S.I. nos muestra su doble lazo con el goce y con el inconsciente. Escribirlo con un f(x)
corresponde a esta definición;[4] "f" es la función de goce, real entonces, del síntoma; "x" es... "lo que del inconsciente,
puede traducirse con una letra", es decir un S1 aislado en el inconsciente que pudo representar al sujeto; pero que, aislado de
todo S2, funciona sólo como "Uno", argumento de la función de goce del síntoma. Este es el efecto de determinación de esta
"x" del inconsciente, simbólico entonces, sobre lo real del goce que se encuentra por ello especificado, singularizado.

El psicoanálisis toca al síntoma en la medida en que éste es homogéneo y que también opera desde lo simbólico hacia lo real,
gracias a la interpretación. Al equívoco del síntoma donde permanece prisionero el goce del sujeto, responde el equívoco de
la interpretación que lo apunta y produce efectos de sentido. Operar no es suprimír -vemos la diferencia con el síntoma
como metáfora-, y si el síntoma en el fin del análisis no es más "conmovido" por la interpretación, no por ello permanece
menos; a partir de entonces armadura inamovible y real del sujeto.

A este desplazamiento hacia lo real del concepto de síntoma que sólo una débil "x" engancha aún al inconsciente,
corresponde -en la enseñanza de Lacan- una modificación paralela del concepto de Nombre del Padre. No estudiaremos aquí
su naturaleza inicial de significante inconsciente en la neurosis y la perversión, ni como forcluido en la psicosis, ni su eficacia
sobre la realidad por el sesgo de la metáfora paterna. No seguiremos tampoco la compleja evolución de este concepto.
Observemos sin embargo, que en su escritura a través de las fórmulas de la sexuación Ex Ox, en las cuales él es el único
punto de existencia, no es sólo simbólico ya que está ligado a un acto, un "decir que no", exactamente a un real.

Volvamos entonces al seminario R.S.I. Lacan insiste allí en un desdoblamiento del concepto de Nombre del Padre, entre el
padre como nombre es decir, el significante del Nombre del Padre que no pone en causa- y otra función, la del padre que
nombra, que n'hombra, escribe llegado el caso. Ahora bien, Lacan se interroga acerca de esta segunda función ligada al
Nombre del Padre, la nominación, que proviene de un acto. ¿Es puramente simbólica como aquella que continúa a la
creación en La Biblia, en donde un nombre común es dado a cada cosa?, ¿o pertenece a lo real?

El Nombre del Padre, ¿debe ser interrogado, además de lo simbólico, a nivel de lo real? "No es sólo lo simbólico quien tiene
el privilegio de los nombres del padre", escribe, "(... ) Lo interrogaré el próximo año, [5] que será el año sobre Joyce. Y la
cuestión con que concluye R.S.I. apunta a: "...lo que conviene dar como sustancia al Nombre del Padre".[6] No sin que
ciertos elementos de respuesta no hayan precedido a la pregunta: "los" nombres del padre como pluralidad, suplen a partir
de entonces al Nombre del Padre en singular. [7]

1
Freud, dice Lacan, anudaba los tres redondeles con una "función de sueño", la realidad psíquica que era su Nombre del
Padre. Lacan considera que es posible pasarse de él anudándolos borromeanamente de a tres, o anudándolos a un cuarto que
no sería forzosamente el padre; la función del síntoma ya está ahí en germen, y a partir del final de R.S.I. la nominación es
escrita por Lacan como un cuarto redondel que anudaría lo real, lo simbólico y lo imaginario, separados. Ya ahí se ven las
relaciones que establecerá al año siguiente entre nombres del padre, síntoma y nominación.

La pista que representa el seminario sobre Joyce va a llevar a nuevas precisiones. Lacan, por un lado va a dar una definición
formal del sinthome , y por otra va a demostrar, va a escribir el sinthome particular de Joyce. Esta definición formal[9]
consiste, luego de tanteos sobre diversos nudos, en considerar los tres redondeles R, S, I, como desanudados entre ellos,
independientes y anudados borromeanamente por un cuarto nudo al sinthome . Es el "Uno" que sostiene la estructura,
(situado en el aplanamiento entre real y simbólico).[10] ¿No se encontraría allí la estructura del síntoma neurótico?[11]

Pero Lacan extiende el sinthome más allá del campo de la neurosis hasta anudar R, S, I, por un cuarto, aun cuando habrá
uno o dos errores y el nudo de cuatro no será nunca borromeo, tal el caso del nudo de Joyce.[12] Este cuarto redondel, el
sinthome, podrá ser el padre: "...el padre no es en suma más que un síntoma o un sinthome.[13]

Recíprocamente, el caso Joyce muestra que un sinthome que no es el padre tiene la función de Nombre del Padre en su
vertiente de nominación y, por este hecho, sostiene la estructura.

Lo que Lacan nos muestra en el caso de Joyce es un error de partida, una falta primera en la estructura de Joyce que, por
este hecho, no es borromea. Para él, los redondeles de lo simbólico y de lo real están irremediablemente anudados.
Clínicamente, las epifanías son la prueba de ello, en tanto se presentan como enigmas excluyendo todo objetivo de sentido
para Joyce; excluyendo entonces lo imaginario. Ellas son la enunciación elevada a la potencia de lo real; en efecto,
reproducen a menudo un diálogo enigmático y fuera de sentido en su banalidad. El hecho de que el anudamiento real-
simbólico excluya lo imaginario es confirmado por la anécdota de la paliza referida por Lacan, en la que el joven Joyce siente
su cuerpo soltarse como una cáscara, en una suerte de "dejar caer". [14] Lacan lo interpreta como el deslizamiento del
redondel de lo imaginario, permaneciendo anudados el de lo real y el de lo simbólico.

Es interesante señalar por un lado, que no hay aún sinthome para Joyce en esta época, si no lo iniaginario del cuerpo no se
habría deslizado fuera de él. Si este fenómeno de soltamiento del cuerpo no se hubiera producido, podríamos haberlo
atribuido ya sea a la naturaleza excepcional de la anécdota, ya sea al hecho de que hay un segundo "preanudamiento" de lo
real y de lo simbólico, o al menos un sostén simbólico del cuerpo constituido por la religión, de la cual Lacan dice que es: "la
armadura de sus pensamientos", que él no rechaza a pesar de su increencia.

El nombre propio
En fin, una pregunta se plantea: Esta estructura particular (R y S anudados, I libre), es la consecuencia de la forclusión del
Nombre del Padre? Lacan no lo afirma pero hace de ello la hipótesis y la argumenta diversamente. Lo que en todo caso
puede certificarse, es que no hay sinthome neurótico en esta época en el sentido de un cuarto anudando los otros tres, ya que
en ese caso lo imaginario no se habría deslizado.
De hecho, ya ahí se podría deducir que Joyce no es un neurótico. Por otra parte, si se configura la hipótesis de la psicosis, la
estructura de partida de Joyce explica que no haya desencadenamiento, ya que lo imaginario bien puede deslizarse que real y
simbólico permanecen de todos modos anudados. Ahora bien, en el momento del desencadenamiento de Schreber se puede
localizar el desanudamiento de estas tres dimensiones. Joyce va a corregir, a reparar su nudo sólo gracias a su sinthome que
"sustancializa" el Nombre del Padre. [15]

¿Responde Lacan a su propia pregunta al final de R.S.I.? Formalmente, desde el punto de vista del nudo, ¿el síntoma
redobla el error primero?, es decir, ¿lo repite, volviendo a anudar una segunda vez lo real y lo simbólico, de manera que lo
imaginario quede aprisionado, arrinconado entre ellos y no pueda ya deslizarse?[16]

Insistamos en dos puntos que pueden ser importantes para la clínica: El sinthome no suprime el error, lo que habría
consistido en desanudar real y simbólico -esto podría ser un objetivo terapéutico, deshacer el error-, al contrario, yendo en
el sentido de este error, empeorándolo y redoblándolo, es que la solución sinthomathique opera.

El segundo punto es que el sinthome no es instantáneo. Hay una historia, aquella de la escritura de Joyce. Hay un antes,
pero no un después; es work in progress , es decir que es una práctica perpetua, incluso si es evolutiva. No es entonces
comparable a una interpretación analítica que tendría un efecto de mutación estructural en sí misma. En este punto el
sinthome de Joyce se aproxima a la metáfora delirante, asintótica, contrariamente a la metáfora poética, instantánea.
Síntoma y metáfora delirante no son siempre fáciles de diferenciar clínicamente.

2
Terminaré con algunas observaciones sobre el arte de Joyce:

1- Si Lacan dice que anuda lo real y lo simbólico, es que al apoyarse en las epifanías -prueba clínica, según Lacan, del error
primero-, Joyec va a ir eliminando cada vez más de su escritura lo imaginario del sentido, como se ve en Finnegans Wake,
volviéndose enigma para los otros y jugando con el armazón translingüístico de la lengua.

2- El arte de Joyce responde a la cuestión del ser para Joyce: "hacerse ser un libro", 16 escribe Lacan quien encuentra que
esta es una idea extraña.

3- El ser nos lleva al ego. ¿Por qué este arte es su ego? Un ego que, justamente, ¿estaría más ligado a lo real y a lo simbólico
que a lo imaginario, contrariamente al del neurótico o al de Schreber? No nos contentamos con una respuesta formal que
consistiría en decir que lo es porque retiene lo imaginario, aquello a lo cual no ha logrado dar un sentido preciso, salvo que
¿le evita quizás ese sentimiento del cuerpo-cáscara? Pero su arte es el soporte de un deseo, el de "ser un artista que ocuparía
a todo el mundo", lo que es un sustituto del i(a) narcisista, un reconocimiento, no de la imagen del cuerpo por el Otro, sino
de la obra que es. Al mismo tiempo es un lazo con el Otro que puede compensar un lazo social difícil., como expuso E.
Laurent en las jornadas de la E.C.F. sobre la psicosis. El término de "escabel" utilizado por Lacan en sus conferencias sobre
Joyce, el arte-escabel de Joyec metaforiza este ego.

4- Este escabel nos lleva a la función de nominación y así a la de Nombre del Padre, del sinthome, "quererse un nombre",
dice Lacan de Joyce, [18] "...doy a Joycc, al formular este título, Joyce el síntoma, nada menos que su nombre propio......
escribe [19]. Esto no tiene nada que ver con el hecho de que él mismo habría cambiado de nombre en la realidad. Esto
significa que el nombre de Joyce, gracias a su arte, ha devenido para todos aquél de un inventor en literatura. Ha
"valorizado el nombre que le es propio a expensas del padre",[20] dice aun Lacan. Su nombre propio es entonces, "Joyce el
síntoma", nombre de su obra, de su ser, y no es más Joyce hijo, hijo de Joyce padre. Y I.acan constata que, justamente, el
nombre que le viene de su padre en los personajes que lo encarnan en sus novelas vira al nombre común, cargado incluso de
sentido metafórico -lo que se ve a menudo en la psicosis-[21], esto ocurre con Stephen Dedalus.

¿No es la primera una nominación simbólica y real, opuesta a una nominación simbólica e imaginaria, metafórico, como lo
sería la última? De este modo, ser, ego, nominación, tales son las funciones de lo que Lacan llama el sinthome de Joyce, con
un punto que se puede calificar de invención absoluta, singular: El es el artista, el único en no solamente haber inventado
una nueva forma de literatura, sino también el primero en haber ilustrado, para Lacan, la fórmula del sinthome: no f(x), sino
f sólo, función de goce, desabonada de la x del inconsciente, aboliendo el símbolo que permanece como brújula del neurótico.

Versión no revisada por el autor | Traducción: Nieves Soria | Original en francés en Revue de I'E C.F., N, 21. 1992.

Notas
1- Lacan J.. "Radiophonie", Scilicet . 2/3, Seuil. 1970.
2- Lacan J. Ornicar?. n.2 Séminaire R.S.I., séance du 10 déceinbre 1974. p. 96.
3- Ibíd. Ornicar?- n. 4, séance du 18 février 1975. p. 106.
4- Ibíd. Ornicar ? n.5. séance du 21 janvier 1975. p.66.
5- Ibíd. Ornicar? n.5, séance du 15 avril 1975, p.56.
6- Ibíd. Ornicar? N .5. séance du 13 mai 1975. p.66.
7- Ibíd. Ornicar? n.4, séance du 1 1 février 1975, p. 91- 100.
8- Ibíd. Ornicar? n.5. séance du 13 mai 1975 (fig. 7.), p. 57-66.
9- Lacan J., Séminaire Le Sinthorne, séance du 18 novembre 1975. Ornicar-?n.6. pag.3-11, et du 17 février 1976.
Ornicar?-.n8, p. 14-20.
10- Ibíd .Joyce avec Lacan . séance du 18 novembre 1975 (fig. 8). Paris. Navarin éditeur.
11- Ibíd. Ornicar-? n.7. séance du 16 décembre 1975. p. 3-9.
12- Ibíd. Ornicar? n. 1 1, séance du 1 1 mai 1976, p. 3-9.
13- Ibíd. Ornicar?.n 6. séance du 18 novembre 1975, p. 9.
14- Ibíd. Ornicar?- n. 1 1. séance du 1 1 mai 1976, p. 7.
15- Ibíd. Ornicar?-. n.6, séance du 9 décembre 1975. p.12-20.
16- Ibíd. Ornicar? n.7, seance du 13 jativier 1976. p. 15.
17- Ibid. Ornicar? n.8. séaiice du 10 fevrier 1976. p. 5-13.
18- Ibíd. Ornicar? n.8. séance du 17 février 1976. p. 5-13.
19- Lacan J.. Joyce avec Lacan, "Joyce le symptome 1'', op. cit., p.22.
20- Lacan J.. Ornicar? n.S8 Séminaire Le Sinthome, séance du 10 février, p. 13.

3
APROXIMACIONES AL SINTHOME LACANIANO. JOYCE Y SU OBRA.

Por Gabriela Céspedes


Publicadas por PARLÊTRE

Aproximaciones al sinthome lacaniano. Joyce y su obra.


Para entrar sin rodeos al tema, Miller aclara el concepto de Sinthome en El Partenaire-síntoma.
Repetimos a menudo, el significante tiene un efecto de mortificación sobre el cuerpo. Veamos un cambio de perspectiva, el
significante no tiene de entrada un efecto de mortificación sobre el cuerpo, lo esencial es que él es causa, por lo tanto
se trata de pensar la unión del significante y el goce, que el significante tiene una incidencia de goce sobre el cuerpo. Hacia
la segunda enseñanza, Lacan va privilegiando el efecto de goce del significante y no su efecto de mortificación.
¿A qué llama Lacan sinthome? Llama así a la incidencia de goce sobre el cuerpo que tiene el significante, y crea el concepto
de sinthome precisamente porque está más allá del fantasma. El fantasma está esencialmente ligado al cuerpo mortificado y a
este resto de goce que es el objeto a, en esta configuración, el sinthome se refiere al cuerpo vivificado por el significado, el
cuerpo en tanto que goza intensamente a consecuencia del significante.
Para aclararnos, Miller se remite al fantasma “Pegan a un niño”, ese gesto augusto del que pega y decirnos: aquí está el
cuerpo en tanto que está mortificado y marcado por el significante vemos allí la representación, abatido quizás, de la
mortificación, pero en esta misma imagen también podemos leer, por el contrario, la producción de goce por parte del
significante. Estropear el cuerpo, golpearlo, chocarlo, incluso destruirlo, son también las vías de su goce. La mortificación
tiene como reverso la intensificación del goce.
Esta es la conversión de perspectiva de Lacan en esta época. Se trata de si vamos a pensar de algún modo al objeto a partir
del sujeto, otorgando el predominio al sujeto dividido, o bien, si vamos a pensar a $ mismo a partir de a. Es decir, privilegiar
el significante como causa de goce por sobre el significante mortificante. Miller dice que por eso mismo Lacan pasa del
síntoma al sinthome.
Si Lacan modifica el término para hablar de sinthome, lo hace por que pone en primer plano el efecto de goce, el síntoma-
goce, que nos fue presentado por Freud en Inhibición, síntoma y angustia. De donde resulta una nueva definición del
significante, el significante se refiere al cuerpo bajo la modalidad del sinthome.
¿Cuál es lugar teórico del síntoma para Lacan? El síntoma viene precisamente al mismo lugar en el que Freud inscribe a la
pulsión. Es el concepto de la relación del inconsciente con el cuerpo, por lo tanto el sinthome va a ese mismo lugar. Por ello
Lacan es conducido a decir que el sinthome es real, pero para comprender esta fórmula, como toma su verdadero sentido,
es cuando la oponemos a la fórmula de Freud: las pulsiones son nuestros mitos.
La fórmula es: “el síntoma es del orden de lo real” y cobra su sentido por la vía freudiana, es decir, para pensar la relación del
inconsciente con el cuerpo Freud recurrió al concepto-mito, con el sinthome Lacan intenta elaborar un concepto operatorio.
El mito es una manera de acercarse a lo real. Cuando desfallecen los medios operatorios de lo simbólico, se recurre al mito
para designar el punto real. Para decirlo de otro modo, detrás de la pulsión de Freud está el sinthome de Lacan.
La pulsión freudiana es la interfaz todavía mítica entre lo psíquico y lo somático, mientras que el síntoma lacaniano es la
conexión real del significante y del cuerpo.
Nos detenemos en El seminario 23. El Sinthome:
Lacan comienza el seminario planteando la cuestión del Sinthome a partir de los nudos borromeos. Hay tres anillos: real,
simbólico e imaginario y plantea un cuarto anillo que es el sinthome, que el padre es un síntoma o un sinthome. Una versión
hacia el padre.
Plantear el lazo enigmático de lo imaginario, lo simbólico y lo real implica o supone la existencia del síntoma
En Introducción a la Clínica Lacaniana. Conferencias en España, Miller tiene un capítulo llamado Lacan con Joyce. Dirá sobre
Joyce: hay dos formas de tomarlo. Se puede tomar lo esencial, tomando como decía Rebeláis “la médula sustancial” en un
nivel conceptual, teórico, tomando unas pocas frases. O por el contrario, decir que todo significa.
La clínica lacaniana siempre estuvo acompañada de la literatura (Hamlet, etc). Lo principal siempre estuvo en relación al
personaje, pero con Joyce el autor es lo central, la relación del autor con la obra, el uso que este hace con la obra.
¿Cómo se explica? Joyce hace un uso del lenguaje particular. ¿La poesía que hace? Pensamos desde la articulación S1-S2,
esta articulación es la condición de los efectos de sentido. La poesía multiplica las resonancias de una palabra, pero a la vez
vacía de sentido claro y unívoco, explota las reservas metonímicas de la palabra. La gente cuando va al análisis habla de las
cosas de su infancia, se vuelve memorioso. Lacan se pregunta ¿por qué en vez de ser memoriosos no se vuelven poetas?
Lacan señala que Freud, en la conferencia XXIII, “se imagina que lo verdadero es el núcleo traumático”, lo señala para
contradecirlo: este supuesto núcleo que es el corazón de la conferencia, no tiene existencia. ¿Cómo se explica? Para Lacan el
núcleo de lo traumático no es la seducción, ni la amenaza de castración, ni la observación del coito, no es la transformación
de todo eso en el estatuto del fantasma, no es el Edipo. EL VERDADERO NÚCLEO DE LO TRAUMÁTICO ES LA
RELACIÓN CON LA LENGUA. Es lo que Joyce pone en evidencia.

4
En el Seminario 23, el lenguaje no es en sí mismo un mensaje, sino que solo se sustenta en la función de lo que Lacan llama
el agujero en lo real. (Pág. 32)
Lacan recuerda que Joyce deseó inmortalizar su nombre, hacerse un nombre, inmortalizarlo haciéndose un lugar en la
memoria universal. Lacan lo refiere a la carencia paterna de la que padecía Joyce: habría llegado con su propio nombre, a
hacer una clase de Nombre-del Padre.
La perspectiva de ocupar para siempre la memoria de los hombres con un Nombre-del-Padre artificial, un artificio, hecho a
partir de su propio nombre se debe a la falta de un punto de almohadillado normal, común. Se puede interpretar todo Joyce,
entonces, a partir del como colmar el punto de almohadillado que faltaba. Joyce sabía que algo le faltaba a su nombre y su
obra lo complementa.
Joyce alcanzó con su arte de manera privilegiada, el cuarto término, el sinthome. Ulises es el testimonio de lo que mantiene
a Joyce arraigado al padre mientras reniega de él. Ese es justamente su síntoma. (Pág. 68). El síntoma principal está
constituido por la carencia propia de la relación sexual.
En Ulises, Stephen les da al final de una clase un enigma a sus alumnos, nadie pudo desentrañarlo. Es una tontería. Junto a
la coherencia de la enunciación del poema, el zorro enterrando a su abuela una cosa verdaderamente miserable dice Lacan.
El análisis es eso, una respuesta a un enigma, y una rta., como en este ejemplo, completa y especialmente tonta.
Por eso no hay que soltar la cuerda. Es decir si no se tiene idea de donde desemboca la cuerda, en el nudo de la no
relación, se corre el riesgo de farfullar.
En el análisis, se trata de suturas y empalmes. Pero es preciso considerar las instancias como realmente separadas.
Imaginario, simbólico y real no se confunden.
Lacan habla de un dispositivo joyceano. Normalmente, toda palabra contiene un equívoco o varios posibles, con un poco de
forzamiento o sin él. A partir de un mismo sonido, una multiplicidad de sonidos son posibles. En Joyce no es el caso, es lo
contrario de tratar una escritura de lo fonético. En Joyce lo que hay es movimiento de retorno, de retroacción, que hace
volver la cadena significante al significante mismo. Es un artificio, por que no hay punto de almohadillado.
El camino es el siguiente: a partir de una palabra, obtener otras que tengan con la primera un parentesco fónico y posibles
efectos de sentido y volver atrás para modificar la primera condensando las palabras. El resultado es un significante de
neologismo puro. En après-coup. Así es como escribe Joyce. En la poesía se apunta a hacer resonancia. Joyce escribe un paso
más adelante. Lo que vuelve sobre todo el S1 inicial es todo el enjambre. El 1er sgte se conserva, y los otros vienen a
superponérsele en una condensación. El enjambre modifica el S1, lo trocea, le hace agujeros, hace entrar otros sgtes y lo que
obtiene es esta mezcla, esta cosa heterogénea. La operación no es metafórica, pero tampoco es metonímica. Comprime varios
significantes.
Es como si la línea misma del significante volviera un momento sobre ella misma, y produjera un significante sintomático
nuevo, en lugar de desarrollarse entre significante y significado. Por eso hay algo metonímico, pero no es como la alusión,
en la cual hay un sentido pero no se puede captar cual: en Joyce se trata de una súper metonimia, y decir que hay un sentido
es imposible. El movimiento del significante es volver sobre si mismo, no se vincula al sonido ni a un objeto de la realidad,
sino que se apunta a sí mismo.
Joyce se opone a todo medio decir, por el contrario, es un súper decir, en absoluto alusivo. Miller trae un lindo ejemplo, la
poesía china se concentra en una frase “él viento mueve al árbol”. No dice nada, vacía, deja casi un vacío. “Joyce en cambio
llena de material: llenar de material cierto vacío de sentido no me parece que sea alusivo. No, aquí no hay poesía de ninguna
manera”.

Bibliografía:
J. Lacan: Seminario 23. El Sinthome. Ed Paidós. 2006
J.A.Miller: El Partenaire-Sintoma. Ed Paidós. 2008
J:A:Miller: Introducción a la Clinica Lacaniana. Conferencias en España. Ed. E.L.P.
J.Joyce: Ulises. Ed. Losada. 2005

5
ESCLARECIENDO "EL SINTHOME"

¿Joyce estaba loco?


por Cecilia Fasano

En rigor de verdad ¿A partir de cuándo alguien está loco? es la pregunta que atraviesa todo el Seminario 23 El sinthome.
Una pregunta cuya respuesta no tiene un consenso generalizado, por el contrario divide aguas. Están quienes toman partido
por una versión patológica y quienes no.
Conviene mencionar que la posición de Lacan va en contra de creer que por la vía de una obra se llegaría a la verdad del
autor, en el sentido de una psicobiografía. De manera que no hay una búsqueda de articulación entre la obra y el autor, más
bien hay una hiancia de la cual Lacan obtiene, siguiendo el método de lectura de la obra, mecanismos, no una psicopatología.

¿Qué es la locura? La definición de Oscar Masotta es elocuente, además de presentar cierta consonancia con el planteo de
Lacan al vincularla con la lógica: “la enfermedad mental es absolutamente lo contrario a lo que una literatura envejecida,
burguesa, nos ha querido hacer entender. Es exactamente lo opuesto a la incoherencia. Es más bien la puesta en práctica de
la máxima exigencia de lógica y razón.”

Considero que cuando Freud escribió Psicopatología de la vida cotidiana, plantea una serie donde lo patológico convive con
la norma cotidiana. De alguna manera disuelve la psicopatología y la generaliza. En esa misma línea y algunos años después
Freud dirá: “la frontera entre los estados anímicos llamados normales y los patológicos es en parte convencional y en lo que
resta es tan fluida que probablemente cada uno de nosotros la atraviese varias veces en el curso de un mismo día”. En este
sentido podemos pensar que algo similar piensa “el último Lacan”. El concepto de “psicosis ordinaria” pone en continuidad
topológica: Neurosis, Psicosis y Perversión. Al comienzo uno podría situar la neurosis (fallas de intercambio simbólicos)
perversión (fijaciones imaginarias) y psicosis (retorno de lo real), ahora a partir de El sinthome queda disuelta en una
continuidad topológica los términos RSI, como modos de anudamiento y no como patologías. Esto no desmiente ni deja de
lado la especificidad que por supuesto tiene la clínica de la psicosis.

Hay una idea bastante instalada en el saber popular de que existe una relación íntima, estrecha, entre un acto creativo y la
locura. Al punto de suponer que es conveniente estar un poco loco para crear. Podemos comprobar fácilmente que muchos
de los grandes creadores en diferentes dominios del arte, han tenido comportamientos cuando menos extravagantes. Dalí en
la pintura, más nuestra Marta Minujin, Artaud en la literatura, y ¿Joyce?

A partir de la enseñanza de Jacques Lacan, el abordaje de la obra de arte experimenta un cambio notable. Dice Lacan
“Explicar el arte por el inconsciente me parece muy sospechoso, es sin embargo lo que hacen los analistas. Explicar el arte
por el síntoma, me parece más serio”. ¿Porqué Lacan tomaría un ejemplo de la literatura si como dijimos no se trata de
aplicar el método psicoanalítico a la literatura ni de analizar un texto literario? Efectivamente apela a un texto escrito
(Ulises, Finnegans Wake) del mismo modo que Freud recurrió a las Memorias de Schreber, como sabemos texto
paradigmático de la psicosis, pero con fines diferentes. Si a Freud le sirvió para corroborar su teoría (era un tiempo de
consolidación de la doctrina) a Lacan le interesó abordar la locura a partir de un modo original de abordar el lenguaje, es
decir “un abordaje de la psicosis que es a la vez lingüístico y lógico”.

Lacan avanza en su doctrina en un esfuerzo por obtener una formalización de los conceptos en el sentido de un vaciamiento
de contenido, considero que es equiparable al método utilizado por Joyce. Porque Joyce a través de su escritura avanza en
un proceso progresivo de destrucción del sentido, tal como se verifica en el Ulises y alcanza en Finnegans Wake su punto
máximo. Un pasaje gradual que va del relato convencional (Dublineses) a la invención de un lenguaje, construyendo un
estilo absolutamente revolucionario. Joyce se mueve con incomparable maestría en todos los niveles del lenguaje, desde los
más elevados, a los más vulgares, dialectales o argóticos, es un constructor que monta edificios verbales, desmonta los
vocablos, los vuelve a montar, inventa neologismos, utiliza términos extranjeros, realiza juegos léxicos, etc.

Es una realidad: la literatura es antes y después de Joyce. De igual modo el psicoanálisis no es el mismo después de la última
enseñanza de Lacan (otra cuestión es quién lo sigue a Lacan en esto) pero desde el Seminario Aun, cuando plantea que el
lenguaje no sirve a la comunicación sino al goce, la incidencia en las nuevas concepciones del síntoma y del inconsciente son
indudables.

Más allá del tono provocador Lacan es contundente: “La psicosis es un ensayo de rigor. En ese sentido yo diría que soy
psicótico. Soy psicótico por la sola razón que siempre he tratado de ser riguroso (…) en ningún caso de los que traté de
psicosis hice la excepción a esta búsqueda de rigor”.

6
¿Cuál es la búsqueda de Lacan? Había dicho como Picasso: “Yo no busco, encuentro". Y encuentra el goce. El interés de
Lacan por la modalidad de escritura de Joyce estuvo en localizar el goce que lo animó a escribir. “Lean las páginas del
Finnegans Wake sin intentar comprender. Se lee. Si se lee (…) es porque está presente el goce de quien lo escribió (…) Si el
lector se fascina, es porque (…) después de todo este goce es lo único que podemos atrapar de su texto. Ahí está el síntoma”.
Cuando en Aún propuso escribir lalengua todo junto fue para designar lo que es asunto de cada quien, lo que anima a cada
uno. En ese goce podemos designar al sinthome como la relación que cada uno tiene con su lalengua.

En definitiva cuando nos preguntamos si Joyce era loco o no era loco, no es para pensar la psicosis del lado de la psicosis
desencadenada, sino que es preguntarse en todo caso porqué no se brotó cuando eso sí ocurrió con su hija. Recuerdan
aquella anécdota, cuando Jung le dice, respecto a su hija Lucía, “allí donde usted nada, ella se ahoga”.
Lacan dedica gran parte del Seminario 23 a pensar cuál es la función del arte en Joyce. Señala la función de la escritura en
Joyce para desarrollar el sinthome y postular la posibilidad de un artificio que suple al padre. Mejor dicho a la carencia del
padre. "Joyce tiene un síntoma que parte de que su padre era carente (…) He centrado la cosa en torno del nombre propio y
he pensado (…) que por querer hacerse un nombre Joyce compensó la carencia paterna".

Que clínica, teoría y política, no están separadas lo demuestra muy bien que la figura de un “padre carente” le puede servir a
Lacan en el Seminario 3 para hablar del concepto de “forclusión del Nombre del Padre”, pero esa misma figura en el
Seminario 8 la utiliza para pasar de la tragedia a la comedia y decir ¡basta de tragedia¡ (sacando definitivamente al edipo del
corazón de la doctrina) y ahora a la altura del Seminario 23, el padre de Joyce que es presentado como "radicalmente
carente", le sirve a Lacan para instalar el concepto de sinthome y del “Padre que Nombra”.

Quiero decir que Lacan encuentra en Joyce algunas de las respuestas a las preguntas que se formulaba en ese momento.
Ocuparse de alguien cuya obra “excepcional” lo ubica a Joyce como inventor, le permite hablar de un arte, que es un “saber
hacer”, que es invención, que constituye lo más singular del sujeto, y que denominará sinthome. Ya no síntoma, en el
sentido de una significación para su desciframiento, sino irreductible a la significación, y al que Joyce se identifica haciendo
de él su nombre.

Para finalizar: “¿Cómo saber por sus escritos, sus notas, que hay muchas, en qué creía Joyce? Decía Lacan. Me parece que no
sé si podemos saber en qué creía Joyce, pero sí podemos saber en qué creía Lacan: que locura y psicosis no son sinónimos,
que la locura está del lado de la invención y que Joyce era, en sentido estricto, un artista.

Referencias:
-Freud, Psicopatología de la vida cotidiana (1901) T. VI Amorrortu, El delirio y los sueños en la “ Gradiva” de Jensen
(1907) T. IX Amorrortu
-Lacan, Seminario 23 El sinthome, Paidós. Conferencia 24/11/1975 Universidad de Yale EEUU. Inédito.
-Oscar Masotta, “Roberto Art, yo mismo”, centro Editor de América Latina. Ed. 1982 (1ª. Ed. 1965)
-Germán García, “El método de Joyce”, Coloquio-Seminario sobre Seminario 23 de J.Lacan, El Sinthome E. Laurent, G.
Brodsky, G. Musachi, otros 2007
-Enrique Acuña, Curso dictado APLP: “Eficacia del psicoanálisis -leer, escuchar, escribir, transmitir-” 2002, Inédito
-Mario Teruggi, “Finnegans Wake por dentro” Tres Haches, 1995
-Ricardo Piglia, “Los sujetos trágicos”. Formas Breves, Temas Grupo Ed. SRL, 1999
-Eric Laurent, entrevista realizada por Jacques Munier, 2007

7
SÍNTOMA, SINTHOME, NOMBRES DEL PADRE.

Por Isidoro Vegh

En el seminario Le sinthome, Lacan cuenta que quería escribir un nudo de cuatro tréboles anudados y que no le salía. En la
reunión siguiente, confiesa una herida narcisística porque dos matemáticos que acudían a su seminario, Thomé y Soury,
habían logrado hacerlo. Se lamenta, para él era un fracaso que no hubiera podido y ellos sí. Pero dice que se puede
sobreponer a su narcisismo y que les está profundamente agradecido. Y sigue, como al pasar, pero lo dice en el seminario Le
sinthome –con Lacan sabemos que tenemos que aprender a subrayar lo que dice como al pasar–: “seguramente yo fracasé
porque quise hacerlo solo. ¿Alude al otro como sinthome?1

Decimos sinthome porque no existe la lengua propia, la lengua pura, toda lengua se forma de otras lenguas. Entonces
incorporar sinthome, es también un homenaje al maestro, a Lacan. Tiene la ventaja que nos ahorraría esos errores de
transcripción que tenemos con el seminario, lo tienen los mismos franceses, de sinthome y symptôme que en francés suenan
cercanos y llevan a múltiples dificultades.

Me voy a ajustar al título “Síntoma, sinthome y nombres del padre”. Voy a comenzar con una cita de Lacan de su primera
clase, del 18 de noviembre de 1975, del seminario Le sinthome:
“El Complejo de Edipo es como tal un síntoma. Es en tanto que el Nombre del Padre del cual todo se sostiene esto que no lo
hace menos necesario al síntoma. El otro del cual se trata, se manifiesta en Joyce por esto que, en suma, Joyce está cargado
de padre. Es en la medida en que ese padre, como se confiesa en el Ulises, él debe sostenerlo para que subsista, que Joyce por
su arte, este arte que desde el fondo de los tiempos nos viene siempre como surgido del artesano, no solamente hace que
subsista su familia sino que la ilustra, si se puede decir. Ilustra, al mismo tiempo, esto que él llama en alguna parte ‘my
country’, o mejor aún, ‘el espíritu increado de mi raza’, esto por lo cual termina ‘El retrato del artista’. Es esto de lo cual
Joyce se da la misión. En este sentido, anuncio lo que será este año mi interrogación sobre el arte, en que el artífice puede
apuntar expresamente a esto que se presenta de entrada como síntoma”.2 A raiz de esta frase, voy a subrayar dos cuestiones,
de entrada se plantea como síntoma, luego como sinthome; la otra cuestión tiene que ver con que si bien se acaba de cumplir
un cuarto de siglo desde la muerte de Lacan, no es muy distinto el desafío a cuando Lacan se propuso el retorno a Freud. La
frase dice que hay una relación entre el padre, lo relaciona con el padre de Joyce, el Edipo y el síntoma. Hemos escuchado, y
aún en lacanianos que respetamos y valoramos, que esta frase indicaría que el Edipo es algo de lo cual ya podríamos
prescindir. Voy a leer otra frase de Lacan, de un tiempo anterior. Es de la “Proposición del 9 de octubre de 1967”. Dice así:
“En lo simbólico tenemos el mito edípico. Yo querría aclarar mi linterna simplemente con esto: retiren el Edipo y el
psicoanálisis en extensión, digo yo, deviene entero asimilable al delirio del presidente Schreber”.3

Alguien podría decirme: “Bueno, pero escúcheme, esto es anterior”. Sí, es anterior. La primera tópica es anterior a la
segunda y Lacan tuvo que volver a subrayar el valor de la Traumdeutung, El chiste y su relación con el inconsciente, La
psicopatología de la vida cotidiana, porque la Ego-Psychology consideraba que la segunda tópica había hecho caducar a la
primera. ¿Para qué seguir insistiendo con el Inconsciente? Lo importante era el Yo libre de conflictos, el Yo autónomo. ¿No
dijo Freud “Wo Es war, soll Ich werden”, que ellos tradujeron como “donde el Ello estaba, que el Yo advenga”? Propongo
un retorno a Lacan; anticipaciones, retroacciones, pliegues del texto, trabajo de lectura.

Retomemos Edipo. ¿Caducó o es que hay una lectura a la cual sólo podríamos acceder si aceptamos la invitación? Les
propongo entonces dos recorridos de algo poco trabajado en el psicoanálisis que suele dejarse al costado...
Edipo no comienza con Edipo, comienza con su padre. Es Layo el que, castigado por los dioses, no puede tener hijos. Es una
versión. ¿Por qué estaba castigado Layo? Cuando le tocaba heredar el trono fue desalojado por una revuelta, cosas que
pasaban también en esos tiempos, va al reino de Pélops y como agradecimiento al acogimiento que recibe, seduce al hijo de
Pélops, a Crisipo, al cual invita al goce. Los dioses lo castigan por haber respondido de tal modo a los cuidados recibidos.
Layo es el que recibe del oráculo el aviso “no tengas un hijo porque te va a matar”. Nosotros decimos que es lo que cualquier
padre sabe, pero no por el oráculo, sino porque alguna vez fue hijo. Es normal que un hijo quiera matar al padre. Entonces
Layo dijo “no hijos”, y por las dudas, en esa época no había métodos anticonceptivos, le dijo a Yocasta “no”. Pero una mujer
no soporta eso así nomás, se sentía muy ofendida. Lo emborrachó, dice el relato. Y consiguió engendrar un hijo. Así nace
Edipo y por orden de su padre es llevado al Citerón, donde Dioniso paseaba con las bacantes. Allí Edipo es atado por los
tobillos, de ahí viene el nombre Edipo, que significa pies hinchados.

Primera cuestión: el Complejo de Edipo no es solamente que el nene malo quiere matar al papá para quedarse con la mamá.
Empieza hablando del padre del goce. Es el padre que propone el sacrificio. Cuando el ángel detiene el cuchillo de Abraham
y se establece el Brith, el pacto entre el Otro y el sujeto, entre Dios y Abraham, el que es matado en el lugar de Isaac es el
padre. Como recuerda muy bien Lacan, y ya lo había señalado incluso muy bien Theodor Reik que en esa época estaba en

8
transferencia con Freud, el chivo expiatorio, el que viene en el lugar de Isaac, no sustituye, no es metáfora del hijo.
Sustituye al padre del goce, es un Elohim. Entonces, el Complejo de Edipo no es el cuentito edípico. Ya tenemos un
elemento, generalmente descuidado. Habla del padre del goce, el padre que pide el sacrificio del hijo.

Vayamos a la Esfinge. Se nos dice que Edipo, horrorizado porque el oráculo le confirma que va a matar a su padre y a
acostarse con su madre, decide huir de quienes él creía que eran sus padres, Pólibos y Peribea, los reyes de Corinto, los que
lo habían recogido cuando un pastor lo llevó, esa es una versión. La otra versión, lamento desilusionar a los que sean
creyentes, es muy parecida a la de Moisés, y es que Yocasta puso al bebé en el mar y Peribea lo recogió. Siempre se puede
arreglar la cosa diciendo que estos griegos copiaron a los judíos, pero más bien podemos pensar que hay una cuestión
estructural, como la leyó muy bien Otto Rank en su tiempo.

Edipo, horrorizado cuando el oráculo le dice “vas a matar a tu padre y a acostarte con tu madre”, creyendo que la huída lo
salvaría, va justamente al lugar donde va a realizar su destino. ¿Qué sucede?: en el camino Edipo se encuentra con un carro
que no lo deja avanzar, y con toda la soberbia el señor del carro le dice al cochero “avanza”. Lo pisa a Edipo, éste mata al
cochero, luego derriba al señor que, arrastrado por los caballos, muere. Este señor era Layo, su padre. El mito nos está
diciendo que Layo no es que tuvo un mal momento y quiso matar a su hijo, es un padre que no le abre camino a su hijo, que
rivaliza con su hijo, que no lo deja pasar. Edipo llega desesperado adonde cree que encontrará la salvación de ese oráculo
nefasto. Llega a la entrada de Tebas. Allí los dioses pusieron a la Esfinge, y una condición para el pase: para pasar a la
ciudad, y el que pudiera pasar tendría premio, sería rey y tendría la oportunidad de casarse con la reina, había que responder
a una adivinanza: ¿cuál es ese viviente que primero camina en cuatro patas, luego en dos, al final en tres? Edipo, orgulloso
de su saber, contesta presto: el ser humano. ¿Por qué se suicida la Esfinge? Como nos pasa a veces con algunos pacientes,
nos queremos matar, decimos “es irremediable”, “éste no tiene solución”. ¿Por qué? Porque Edipo es el ejemplo de que “To
sophón ou sophía”, “el saber no es la sabiduría”. El saber puede hacer de obstáculo a la sabiduría. ¿Cuál es la ignorancia
extrema de Edipo, la pasión de su ignorancia? No se le ocurrió que más allá del enunciado, y a través del enunciado, estaba
la enunciación. ¿Por qué los dioses pusieron, para quien va a pasar de ser un ciudadano común al lugar de rey, desde fuera
de los muros al corazón de la polis, precisamente esa pregunta? ¿Por qué te lo preguntan a vos, Edipo? Es a vos a quien te
están diciendo, para que no hagas alarde de saber, y lo recuerdes, que así como naciste en el desamparo, sobreviviste porque
otros te recogieron, hoy, que estás en la fiereza de tu orgullo, que vas a llegar al extremo del poder, no te olvides que los
tiempos que sigan te van a devolver a un estado de desamparo, vas a necesitar el apoyo de ese bastón que remeda a los
otros. Esto es lo que Edipo, por su saber, no pudo alcanzar.

Vayamos a Lacan y Le sinthome. ¿Por qué Lacan introduce en ese momento de su enseñanza dos conceptos que van juntos?,
van siempre juntos, no hay Joyce sin ese padre inepto. ¿Qué es el padre de Joyce? En Retrato del artista adolescente su
amigo, Cranly, le pregunta: “no quiero inmiscuirme en los asuntos de tu casa. Pero ¿estaba tu padre, lo que se dice, bien de
posibles? Quiero decir cuando tú eras niño”.4 Sí, contesta Stephen, que es el que representa a veces literalmente,
autobiográficamente, a Joyce. Stephen se puso a enumerar, pródigamente, las diferentes ocupaciones de su padre, el padre
del cual Joyce está cargado: estudiante de medicina, remero, tenor, actor aficionado, político de estruendo, pequeño
terrateniente, pequeño rentista, bebedor, buena persona, especialista en chistes y anécdotas, secretario de no sé quién, no sé
qué cosa en una destilería, colector de impuestos, quebrado, y al presente, ensalsador de todo su propio pasado. Es decir,
monigote. Los dos conceptos que, como Tom y Jerry, Lacan introduce, son el de père-version y el de sinthome. Si de
entrada está el síntoma es porque de entrada, en el Edipo, está el padre del goce. Si luego puede –no hay garantía– venir el
sinthome, es porque el sinthome es un intento, a veces desesperado, de construir un límite a ese goce mortífero. El sinthome
es un remedio en la falla del Edipo. Es un intento de remediar el padre del goce. El sinthome es una suplencia paterna.
Madre hay una sola, por suerte padre no. Joyce lo hizo con lo que dijo que iba a ser su misión, lo hizo con su escritura, y dijo
“tres armas voy a utilizar en la vida para hacer mi camino: el silencio, el exilio y la astucia”. El silencio: abrumado por las
voces que lo arrinconaban, el catolicismo de su madre, el gaélico provinciano de su pueblo, las baladronadas de su padre, los
quejidos de su hermano y su hermana moribundos, silencio. El exilio: vivió toda su vida en el exilio, Trieste, Suiza, Francia.
Allí hizo la mayor parte de su obra, casi toda, necesitó sustraerse del lugar del Otro de origen. Astucia: cuando dijo “300
años de universitarios me van a leer”, “ustedes van a trabajar para que yo ex-ista”, “mientras ustedes me descifren, Joyce
seguirá ex-istiendo”. Y en el final de Retrato del artista... lo dice así, lo leo primero en inglés: “Oh, life! I go to encounter for
the millionth time the reality of experience and to forge in the smithy of my soul the uncreated conscience of my race”5. Se
los leo en la traducción de Dámaso Alonso con alguna aclaración que voy a hacer: “Oh, vida, salgo a buscar por millonésima
vez la realidad de la experiencia y a forjar en la fragua de mi espíritu la conciencia increada de mi raza”. Sigue: “Old father,
old artificer, stand me now and ever in good stead”6. Old father no es my father, Lacan se equivoca; como nos enseñan
nuestros pacientes, Joyce acude a la genealogía para encontrar una suplencia de ese padre que era una nulidad.

9
Para concluir, tenemos una frase de Lacan que ha sido múltiples veces citada: “Del padre, del Nombre del Padre, se puede
prescindir a condición de servirse de él”. La voy a parafrasear a mi manera: del padre, del padre del goce se puede prescindir
a condición de servirse de él, del padre de la hiancia entre el deseo y el goce.

______________
1. Vegh, Isidoro: El prójimo. Enlaces y desenlaces del goce, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2001.
2. Lacan, Jacques: Le Séminaire, Livre XXIII, Le sinthome, pág. 22. Clase 18 de noviembre de 1975. Editions du Seuil,
París, 2005.
3. Lacan, Jacques: “Proposition du 9 octobre 1967, sur le psychanalyse de l’École”, pág. 27, Scilicet. Editions du Seuil, París,
1968.
4. Joyce, James: Retrato del artista adolescente, traducción de Dámaso Alonso, Editorial Lumen, 2000, pág. 288.
5. Joyce, James: A portrait of the artist as a young man, Penguin Books, 1996, pág. 288.
6. Joyce, James: Idem, pág. 288.

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SÍNTOMA Y SINTHOME: UNA ARTICULACIÓN

María del Carmen Meroni

(*) Buenos Aires - Abril 2000.

Sutura y empalme entre Imaginario y Simbólico (es decir, sobre el saber Inc.) para extraer de allí la ficción verosímil de un
sentido ignorado, es lo que un analista hace con el síntoma, ya que el síntoma produce al mismo tiempo un sentido y su
ignorancia, por eso a pesar de ser el síntoma mismo un intérprete, no es superflua su interpretación.

Pero también un analista hace empalme entre el verosímil del saber Inc. (un poco de verdad con cuidado hacia su
representabilidad) y lo Real, parásito, dice Lacan, que resulta de que hay en todo goce humano algo imposible de ubicar
enteramente bajo cualquier sentido.

Sutura y empalme entre Imaginario y Simbólico; empalme entre el síntoma y lo Real que en él se pone de relieve.

Sin embargo, la estructura misma del sujeto hablante se ha encargado ya de cumplir de algún modo la función de hacerle
vivible la existencia, de burlar su radical inadecuación. Existencia vivible no quiere decir "aceptable", es decir que lo
inaceptable de la insatisfacción producirá el desborde de esa estructura, obligando de alguna manera a su renovación. El
sufrimiento singular que aqueja al Sujeto de la neurosis, al menos cuando esa inadecuación se le revela a través de su
síntoma, le resulta aprehensible sólo debido a que él se ha construído de algún modo el marco de un nombre vivible, que
desde luego él ignora. Y de ese nombre, aun si no continuara ignorándolo, su paso por un análisis, de resultar exitoso, no
podrá desalojarlo, ni serían deseables las consecuencias de que tal cosa pudiera ocurrir. Leemos de ese modo el tiempo
presente con que está escrito que "del Nombre del Padre se puede también prescindir, a condición de servirse de él" (no de
"haberse servido"). Las dos acciones son simultáneas, "servirse" es algo que continúa ocurriendo, la "condición" quiere decir
que sin eso en presente, no hay "prescindir".

Disponemos de una bisagra dada por Lacan que articula el "caso Joyce" con el de cualquiera de nosotros. ..."es su arte lo que
ha suplido a su sostén fálico (leemos) ... y siempre es así". Más adelante: "Es por hacerse un nombre que Joyce ha hecho una
compensación de la carencia paterna" (allí agregaríamos entonces: y siempre es así). Pero también : "que todo eso más o
menos se sostenga, no hace menos necesario el síntoma".

Síntoma y Sinthome tienen una característica en común: ambos son creaciones, que al mismo tiempo denuncian y operan
sobre el hecho de que hay un "error", nombre que recibe en Lacan el objeto "a". Y siempre es así. Ambos testimonios
(también el fantasma) de ese "error" en la estructura, no operan sin embargo de la misma manera.

Ligado al caso Joyce, Lacan dice que el Sinthome opera allí donde hay lapsus del nudo. Pero en el caso de cualquiera, con un
nudo hecho de tres redondeles inconexos a los que sólo vincula el cuarto, el cuarto no opera sobre ese mismo tipo de error
(el de Joyce). Esos tres de cualquiera, no es que estén mal, no es que estén rotos, no se interpenetran; es que son distintos,
no participan el uno del otro de por sí para nada, nada los vincularía fuera de ese suplemento.

Con esos tres inconexos, se trata de compensar la carencia paterna, que no es lo mismo que un "padre flojo". Carencia
paterna, si hay cuarto nudo para cualquiera, es goce en lo Real (la cara clínica de su presencia en el campo del Otro es la
angustia), defecto en lo Imaginario (se nos aparece como la inhibición), y falta en lo Simbólico (es la discordancia dicha en
las formaciones del Inc.). Algún predominio de esos tres, es por lo general parcial y alternante. Padre flojo suele aludir al
padre Imaginario, personaje frecuentemente tan recargado de trabajo, de quien se esperan tan extraordinarios rendimientos,
que no podría sino caer frente a ellos del lado del defecto, como el impotente sin recursos, o como el tirano sin límites.

Llamamos "carencia paterna" a lo que siempre es así, y "suplencia" a ese agregado que no puede menos que producirse en
dicho marco, sobre tres registros a los que ningún destino natural vincula entre sí. Se trata allí, en un caso cualquiera, de
sostener articulada una estructura que sin eso no la habría (ni carente, ni de otro modo), de manera tal que pueda albergar
(Lacan dice también "que pueda burlar") el error, pero no siempre el mismo error que en el caso de Joyce, y que provea a
dicha inadecuación de una morada habitable. Carencia paterna no quiere decir aquí sino que el error y su remiendo vivible
son siempre en singular, y no que dicha carencia, podría no haberla.

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El error, el objeto inadecuado de cualquiera, se imprime con fuerza incesante en el campo de la pulsión y es tomado como
"plus" de un goce insuficiente, del lado del Sujeto, en el fantasma. El "error" es una feliz metáfora del pedazo de Real que
hay que enlazar a través de algún artificio de remiendo. La versión "matemática" de Lacan sobre el error de Joyce, que dice
que el artificio de remiendo se instala donde hay un llamado "lapsus" del nudo, puede servirnos para poner en alguna
relación (no para igualar), ese artificio de remiendo que es el Sinthome como nombre propio, con el campo de la discordancia
en el objeto, discordancia que aparece articulada en las formaciones del Inc. (lapsus). Esta cuestión, ubicada "en el caso de
cualquiera", sitúa al "lapsus" y al "remiendo", en una relación de recíproca tensión. Lapsus quiere decir en esa lectura del
"error" válida para el caso de cualquiera, que el anudamiento produce en el campo de la discordancia radical en la que un
Sujeto debe advenir, un tropiezo (que el Inc. pronuncia, y es equivalente al lapsus) y el remiendo remedia o contrapesa la
manifestación del tropiezo.

El saber Inc., en tanto ficción verosímil de una representación, cuya figurabilidad transporta cifrado un pedazo de Real ,
pone de manifiesto un accidente siempre singular en el marco de la imposibilidad de lo Simbólico para recubrir lo Real. Un
pedazo de Real se manifiesta como tropiezo singular , en el marco y debido al marco de ese ensamble de remiendo que es el
Sinthome como nombre. El tropiezo puede ser tratado en los mejores casos (no en el de Joyce) como un sentido ficcional que
al ser producido no se ignora, pero ignora de sí mismo el fragmento de Real que transporta.

Es necesario que un cuerpo se haga presente, ya que si el campo pulsional no se presentara (con el sexo y con la muerte)
como el terreno que empuja el cifrado Inc. del imposible singular de cada quien, la combinatoria simbólica podría seguir sin
parar en ninguna parte, indefinidamente. (Lo que nos impresiona intentando seguir las líneas, por ejemplo, del Finnegan´ s
Wake). En "Los Cuatro Conceptos Fundamentales", Lacan sale al cruce de esta posible deriva infinita: extraemos de allí que
en el intervalo entre la represión originaria, y el movimiento del deseo que es ya una interpretación, se halla la sexualidad
bajo la forma de las pulsiones parciales, es decir las tendencias que dan testimonio del modo en el que se hace presente el
único cuerpo posible allí, hasta el momento. Si en ese "intervalo" no se presentara el desarreglo del sentido con el que la
pulsión sostiene en ese cuerpo la falta de un significante, la actividad analítica se limitaría a una mántica, es decir una teoría
de la interpretación por equivalencias preestablecidas de acción automática, donde todo se encuentra ya traducido.

Un pedazo de Real se manifiesta en el tropiezo que puede ser tratado como un saber, a través de un cuerpo. Tropiezo en el
ensamble, y artificio de remiendo no van en la misma dirección.

Podría ser una brizna de ese tropiezo cifrable, albergado en un cuerpo, en el marco de un artificio de remiendo, la razón por
la cual Joyce se las arregló a pesar de todo para producir, en unas libretitas personales (que se han rescatado a su muerte y
publicado sin su voluntad), unos pequeños textos que él llamaba "Epifanías", breves fulgores sin contexto, fragmentos
apenas, pequeños diálogos, escenas sin relato, donde los cuerpos dicen, los gestos, miradas y ropajes se animan y brillan con
el brillo de la articulación conservada cuando forma parte del relato (pero allí no lo hay, como sí lo había en "Dublinenses",
sus primeros cuentos). Anotaba sus Epifanías, al parecer en cualquier momento, cuando le llegaban, retirándose apenas a un
costado en una reunión social, o en una visita, y volviendo minutos después a reunirse con los demás. Por el nombre que les
dio, queda evocado allí el súbito brillo con el que los Reyes Magos captaron de pronto, a través de una estrella, en una
Revelación, que en el pesebre de ese mísero establo habitaba el inicio balbuceante de Dios. Eso se llama , cada 6 de enero, la
Epifanía o Festividad de los Reyes Magos, en la tradición cristiana (jesuita) en la que Joyce fue educado.

La Epifanía indica que un pedazo de Real, extra – ordinario, se ha hecho presente, a través del tratamiento que recibe por lo
Simbólico un circuito pulsional de cuerpo hablante. Los tres Magos, rendidos ante la evidencia, sin comprender bien, se
dejan guiar por lo que se les aparece, sin angustia y sin fastidio, y lo cuentan como pueden a sus semejantes.

A Joyce no le era posible, debido a la índole del remiendo que pudo producir y a pesar de que lo pudo producir, sostener
articulados entre sí el fulgor Real de la oculta y fragmentaria puesta en escena del Inc que intentan las Epifanías de sus
libretitas, y el curso de sus escritos publicados , artificio para lectores eruditos, progresivamente en el límite mismo de lo
legible por un lector. Algunas Epifanías, pocas según hacen constar los eruditos, fueron transformadas e incorporadas en
sus libros, pero en el transcurso de los mismos la escena, cuyo grano de Real podría cobrar cuerpo escenográfico en un
relato sostenido, se diluye, y el sentido se desintegra cada vez más, hasta casi no poder ya sus escritos dados al público
alojar la función de un lector, que no es lo mismo que un lector erudito.

En las antípodas del sujeto Joyce, aunque no de la estructura cuya ley produjo a Joyce, ubicaríamos a un pintor, Wassily
Kandinsky. Su infancia había sido marcada por el misterio de la temprana disolución de una figura única en el campo del
Otro Primordial. La hermosa madre se alejó muy pronto del hogar y del matrimonio con el padre, si bien amaba y visitaba a
diario al niño sin que su divorcio lo impidiera; la tía materna que convivía y cuidaba de él con amor, y que también había
criado a la madre del niño (su hermana menor), nunca fue la esposa del padre divorciado que no volvió a casarse; y el

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bondadoso y respetado padre admirador de pintores y artistas en la Rusia del siglo XIX, dejó al niño frente al enigma sin
eludirlo ni cancelarlo, sin violentarlo ni resolverlo. Desviado del camino de la Economía Agraria por la pasión del dibujo en
la que lo introdujeron las enseñanzas de la tía y los ideales artísticos del padre, las figuras que se negaban a fijarse con
precisión, fueron causa de su tormento neurótico en los años de aprendizaje como pintor, dúctil con el color y malo para el
dibujo. Se casó con una prima de la que se divorció al poco tiempo, y sólo mucho más tarde, convertido en pintor en
Alemania y ya no un aprendiz, conocería a la joven y hermosa Nina, a la que amó con pasión y ternura por el resto de su
vida.

Finalizada con gran lucha interior su primera formación (ineludible) como dibujante en Alemania, y ya instalado allí en
forma independiente, cuenta en su autobiografía que fue sorprendido un día en su estudio por un cuadro de gran belleza y
ardor interior, del cual sólo veía trazos y colores, cuyo tema le resultaba incomprensible y cuyo origen no atinó a reconocer.
Era uno de sus propios cuadros apoyado contra la pared , sólo que dado vuelta del revés. La desconcertante impresión
momentánea le resultó irreproducible. En la fugacidad de ese instante, sólo la fina luz de un crepúsculo lo había captado en
el "cuadro" a él mismo. Pero en el marco de ese hallazgo, su error en la puesta en escena de ese equívoco, fue su estrella de
Belén. Aceptó sin protesta dejarse guiar por ella, y ese momento de extrañamiento (eso que llamaríamos des-ser), lejos del
ocultamiento, el rechazo fastidiado, o la desintegración de todo sentido, empezó a ganar espacio en la elaboración de su
obra, según él mismo lo cuenta, hasta protagonizarla y transformarse en un estilo. Lo guió a producir, a partir de 1910, los
cuadros donde predomina el color, inspirados en los nombres y sonidos de la música, sin figura unitaria, sin "tema" visible
tal como hasta entonces se lo entendía (tal como él mismo hasta entonces lo entendía).

Había nacido la pintura abstracta, de la que Kandinsky es reconocido como inventor. Se ubicó sabiendo – hacer – ahí un
estilo que hizo escuela (un perfil transmisible de una configuración singularísima de las especies del objeto pulsional), con lo
que había sido el padecimiento y la lucha interior del mal dibujante de figuras, cuya madre no fue Una, ni tampoco Dos. El
hecho de que la pintura abstracta que creó, teorizó y enseñó, (que articula matemática, música, escenografía , teorías
arquitectónicas del espacio, etc), sea un "estilo" reconocido por una corriente de maestros, interlocutores y discípulos, nos
informa que no se trata allí solamente del impacto de un hallazgo en el montaje de los circuitos pulsionales para el Sujeto de
esa experiencia, sino de la articulación de ese hallazgo (en sí mismo inefable, como siempre), de ese punto de Real, en un
discurso que lo cifra y lo transmite sólo a medias, como toda transmisión. En eso, Kandinsky y Joyce no dan testimonio del
mismo efecto de la estructura.

Síntoma, epifanía de lo Real indomable en un cuerpo pulsional trabajado por lo Simbólico, y Sinthome, artificio que
remienda la ajenidad de esos tres, alojando de un modo soportable el error estructural del goce humano, es verdad que aun
cuando soporten alguna articulación entre ambos, no son nunca la misma cosa, tampoco para Joyce. Si bien el síntoma y su
articulación posible con el nombre, es subsidiario del estilo de artificio que se haya logrado construir, también para Joyce.

A diferencia de Joyce, la Epifanía sintomática que no quede expulsada a la ignorancia y condescienda a su vez a la
figurabilidad, puede informarle al Sujeto que porta ese artificio que es su nombre, alguna cosa que le cambie el rumbo, que
lo haga no siempre idéntico a sí mismo, sin quedar esa revelación como un fulgor perdido, y sin romper en pedazos al
artificio que nombra al Sujeto. Eso llama, o al menos hace el lugar, para algún pequeño invento.

Las Epifanías en el campo de la pulsión cuando tienen cobertura sintomática, producen siempre algún equívoco en la escena.
Albergadas sin rechazo o desmentida, le informan al Sujeto que las encuentra que el modo artificioso que se ha conseguido
para burlar (o alojar) soportablemente el error de su goce, no es nunca estable, y sí siempre insuficiente e inacabado. Algo
habrá que inventar a raíz del encuentro que acaba de ocurrir, entre otras cosas porque se le ha brindado un alojamiento. El
nombre propio no se reduce sino que se imperfecciona, y el Inc. no es por eso menos necesario. .

No hay sucesión sino simultaneidad entre "prescindir" y "servirse" del Nombre del Padre, a condición del inacabamiento en
acto del nombre propio, el artificio de remiendo llamado "Sinthome" (es decir, saber hacer con eso), inacabamiento que tiene
en el buen alojamiento de la estructura sintomática de lo Inc a su guía y su auxiliar. Por eso, concluído un análisis, el
carácter es menos empecinado y al mismo tiempo más decidido, las fijezas se atenúan, las Epifanías no son ya mal miradas,
el goce se diversifica y no atormenta. Servirse del Nombre del Padre (en presente) y "hacerse" un nombre, son la misma
cosa, pero en un punto virtual que la matemática llamaría "infinito".

Freud dice que el análisis del analista deberá, ni más ni menos, que producirle la convicción indeleble de la existencia del
Inc. Es decir, de la estructura reveladora e interpretante que tienen el síntoma, el lapsus y el sueño, respecto del nombre
singular de cada quien. Las Epifanías de lo Real que el Inc. transporta, interpretan al nombre, ese sostén que cada uno se ha
conseguido, y no sin el fondo de ese sostén. Lo interpelan de un modo que, de ser recibidas sin que sea forzosa su
desestimación, y sin tampoco diluir ese nombre o borrarlo del campo del Sujeto, sí lo hacen menos petrificado. Prescindir es

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servirse, porque no es lo mismo la porosidad del Sujeto ante la Epifanía, que interpela al nombre, que la inconmovible roca
viva del Edipo, que "no quiere saber nada de eso", o el "haberse servido" que sugiere un goce desamarrado, sin un nombre
para seguirlo imperfeccionando.

Alojar de buena gana el grano de Real que transportan las Epifanías de lo Inc., no las hace menos necesarias, ni las hace
desaparecer, pero sí altera la insistencia parasitaria del mensaje que transportan, ya que de ser alojadas, podrían dejar de
golpear exasperadas, siempre con el mismo golpe, a la puerta cerrada del nombre como enigma, bien custodiado por el signo
opaco del fantasma, que es en lo que consiste el clamor y el sufrimiento de una neurosis. En esa dirección nos conduce lo
que extraemos de Lacan: del síntoma, tomar nota; del fantasma, construír su pérdida; con el nombre, propiciar otra acción.

En el sentido propio de la propiedad, no hay nombre "propio", como el mero documento civil le informa a cada uno.
Propiedad es servirse o apropiarse, hacer propio (en el sentido freudiano de "deberás conquistar la herencia que recibiste
para poder usarla"). Que el Otro no existe quiere decir simplemente que no define ningún "ser", y no que no sea el único
campo del que el Sujeto puede y debe servirse, de algún modo, para conquistar lo que ha heredado . El campo del Otro no se
esfuma al final del análisis, más que en la medida en que se esfuma su carácter totalizante, que es la contracara de la ilusión
de que la libertad consistiría en poder no tomar en cuenta su existencia.

Podríamos decir aún hoy, con Freud, que cuando la experiencia indeleble de la función interpretante del Inc (que transporta
un trozo pulsional del sexo y de la muerte que le hace objeción al fantasma) se ha producido suficientemente, cuando esa
experiencia no puede ser olvidada ni son rechazadas sus consecuencias, presentes en los actos, cuando el artificio logrado del
Sinthome no eyecta al terreno de la ignorancia las noticias heterogéneas, aunque producidas bajo su marco, que el Inc pone
en forma, podríamos decir también hoy, con Freud, que un análisis ya ha cumplido su labor.

En el mismo sentido: la opinión de Freud, de que alguien cuyos actos ya no desestiman el fulgor Real de las revelaciones
cifradas en lo Inc, no deba sin embargo por eso dejar de pasar por la experiencia renovada de alojar lo que el Inc aún le
revela, (Freud lo decía a su modo: retomar el análisis cada tantos años), es una opinión que podría ser tomada en su valor,
que si no queda degradado a mero consejo técnico por eso mismo podría no ser considerada una pieza arqueológica de
épocas felizmente superadas. Su sentido podría ser parecido al de una frase que se le atribuye a Lacan, ya bien entrado en
sus años y en su enseñanza: "(aún hoy) me la paso todo el tiempo pasando el pase" ...

El final del análisis no reduce la castración, los finales de análisis resuelven en singular la interminable querella presentada
en el campo del Otro a raíz de la presencia de la castración. La llamada "roca viva" freudiana no es la castración; es el litigio,
queja, protesta, angustia, maldición, planteada al Otro porque existe la castración.

"Saber-hacer-ahí-con-su-Sinthome", definición misma del inacabamiento, (ya que ¿por qué sería necesario saber hacer algo
más con lo ya adquirido definitivamente?), "saber-hacer-ahí" podría ser leído, "frente" a las formaciones de estructura
sintomática , como "alojar de buena gana las Epifanías de lo Inc." (provocadas por el Real que se aloja en los recorridos de la
pulsión), lo que altera radicalmente su insistencia y su fijeza, estigmas de la neurosis. También podría ser leído (no nos
extenderemos aquí) "frente" al fantasma una vez construído, como aquella posición subjetiva ante el goce, que surge de no
ignorar que las tendencias del montaje pulsional que cada uno llama "su cuerpo" provenían tan sólo, pero nada menos, que
de una demanda incondicionada de amor, a la que un único fantasma le hacía las veces de dique y de señuelo , para
conservarla a buen resguardo como el "signo opaco" que configuraba su mundo posible.

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UNA ORIENTACIÓN HACIA EL SINTHOME
Guy Briole

Reseña de puntos de capitón de las intervenciones de Jacques-Alain Miller en el Parlamento de Montpellier y de dos
orientaciones en su curso “El ser y el Uno”

La orientación de Lacan en la época del Seminario XXIII, El sinthome, tiene como centro de gravitación lo imaginario que
vuelve que vuelve a primer plano. ¿Por qué decirlo así? Por que lo imaginario estaba ya en primer plano en el psicoanálisis
desde su origen respecto a la cuestión de la opacidad sexual.

La opacidad sexual tiene que ver con la incompatibilidad entre el deseo y la palabra. Bajo la cadena significante se desliza el
deseo. Este deseo, no es el deseo sexual, es un deseo puro del significado el que se somete al significante.

S1 — S2 — S3

deseo

Este deseo puro se desliza bajo la cadena significante al infinito… lo que introduce dos nociones: “no hay relación sexual” y
“hay una opacidad sexual”. Dos nociones que están en el psicoanálisis de siempre pero se necesitaba el trabajo de Lacan para
darles forma.

Por tanto, la opacidad remite a una cuestión imaginaria. Tomando en cuenta que todo conocimiento empieza con una
confusión en la percepción del mundo, el error se sitúa al nivel de lo imaginario.

JAM subraya otra vez que lo imaginario es lo que Lacan, en su última enseñanza, pone de nuevo en el centro.

Este desarrollo de JAM viene después de una pregunta alrededor de la creencia, una creencia particular que sería la de
Joyce.

JAM empieza diciendo que la creencia es del lado de lo simbólico; la creencia pasa por la palabra.

Con el síntoma nos enfrentamos con algo que falta, algo que no funciona. Y, en la época del inconciente estructurado come
un lenguaje, el síntoma viene como efecto de verdad. También los lapsus, los sueños, los actos fallidos…

Pero, aquí, se plantea la siguiente cuestión: ¿de donde surge la idea de lo que falta (du manque)? JAM la pone en relación
con una imagen que uno tiene de si mismo (soi même). Cada uno de nosotros tiene una imagen de si mismo, una creencia en
un Ideal de esta imagen. Es decir de una imagen ya marcada por lo simbólico, una imagen mas allá del eje a—à.

La falta surge de la diferencia que, en un momento dado, uno vive; una diferencia que puede existir entre lo que uno cree, o
piensa, de si mismo y su Ideal. Hay algo que no coincide, que no corresponde.

Es aquí, subraya JAM, que “se tiene síntomas cuando uno precisa que algo no corresponde”. Lo que se dice: “no me
reconozco”, “antes no era así”, “eso no me corresponde” , “no se lo que me pasa, soy diferente”.

Es la creencia del sujeto y, de eso, sufre. Sufre de la repetición, de intentar hacer coincidir lo que vive con lo que cree.
Ejemplo: después del fracaso de una pareja uno ha encontrado otra persona tomando otras garantías que le permitían pensar
“esta vez será la buena”. Se produce de nuevo un fracaso. Después repeticiones de encuentros como si cada vez el siguiente
podría corregir los anteriores, como si esa vez sí, podría coincidir. Es la repetición.

JAM introduce un nuevo concepto: ITERACIÓN. Algo iterativo es algo más relacionado con el hecho de actuar de una
manera repetida, un hacer; la repetición es mas del lado del pensar, del decir.

La repetición sería mas el discurso que uno encuentra para envolver la iteración. Repetición: decir siempre lo
mismo/Iteración: hacer siempre lo mismo.

La iteración es lo mismo que vuelve. Un poco artificialmente JAM separa tres tiempos:

Puede surgir un acto fallido, tiene un efecto de verdad.

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Surge una segunda vez, ¡vale!
Una tercera, una cuarta, etc. ¡Basta! Ya lo hemos entendido y, relativamente al sujeto, Lacan concluye: “¡lo que hace , es lo
que es!”
El sujeto no es lo que dice, es lo que hace.

En realidad no hay una falta objetiva. La falta se introduce creyendo en una imagen que uno piensa de si mismo, cuando uno
piensa que algo no corresponde.

Con el sinthome hay una separación respecto a la creencia: el sinthome no se parece a ti porque nunca uno se reconoce en lo
que es.

Con el sinthome no necesitas creer para que sea así. El sinthome subraya JAM “es su ser de funcionamiento”

El sinthome es un “Tu es cela”; ¡eres eso!


Es lo que puede quedar al final de un análisis.

Con Joyce, añade JAM, la creencia no se plantea de la misma manera y se pone en cuestión el concepto mismo de Nombre
del Padre en el sentido que algo pasa mas al nivel de lo imaginario.

Hay un error al nivel de lo imaginario; en el fundamento de la psicosis hay una fuga en lo imaginario.

Joyce no tiene el mas mínimo estadio del espejo, en el sentido de un cualquier anudamiento con el Otro. No tiene una
imagen de él mismo que se sostenga. Por eso no estamos en empatía con Joyce, no nos podemos identificar con él.

Joyce se construyó un ego facticio (un moi factice), aquí donde el imaginario no esta agarrado (accroché). Incluso dice JAM:
“el ego es el broche de lo imaginario”. (“C’est l’ego qui est l’agraphe de l’imaginaire”) Y JAM sugiere que no se trata de la
forclusión del NDP, sino de una forclusión del Imago. Más precisamente, de “una no constitución del ego”; sino de un ego
facticio.

Entonces, Joyce no se plantea la cuestión de la creencia para él, más bien la desplaza sobre los otros. Joyce no se construye
un Otro ni malvado, ni perseguidor, ni uno del cual le volvería su propio mensaje bajo una forma invertida. Se construye un
Otro constituido de múltiples otros que supone al trabajo en una transferencia sobre su obra. Hay un desplazamiento de él a
su obra.

Joyce pensaba que, más bien, serían los demás que podrían creer en su obra. La obra de Joyce esta más allá de un espacio de
la creencia.

Dos triparticiones en el curso de JAM: El ser y el Uno

a. La causalidad

Jacques-Alain Miller, en su curso del 18 de mayo 2011, separa tres tipos de causas que no se sustituyen las una a las otras
sino que son tiempos diferentes de la experiencia analítica; las causas imaginaria, simbólica y real.

La causalidad imaginaria, es la de la “Acerca de la causalidad psíquica”. El estadio del espejo es la puesta en escena de la
causalidad imaginaria. La causalidad está anudada con el Imago. Aquí, el análisis aparece como una catarsis narcisista.

La causalidad simbólica es en la cual la palabra está en el centro del sujeto del inconciente. Eso refuerza la “contingencia del
inconciente” dice JAM con los “accidentes del significante” que causan efectos de sentido. En esta causalidad simbólica hay
una doble contingencia: el evento y el sentido. Esta causalidad tiene un efecto principal, el fantasma.

La causalidad real, “limpiada de la imagen y del sentido” nos reenvía a la cuestión del sinthome.

Así, el recorrido va del Imago al fantasma y desemboca sobre el sinthome, marcando, entonces, el pasaje definitivo del
sujeto al parlêtre.

b. Clínica analítica

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1. Las formaciones del inconciente — los seis primeros Seminarios. Es el tiempo de la lectura de Freud por Lacan. Los
términos que dominan son: interpretación, deseo y verdad.

2. El fantasma y su atravesamiento. El fantasma no es una formación del inconsciente es un mixto del inconciente y del Ello
(Ça). El título del seminario La lógica del fantasma quiere marcar que hay una lógica propia a su formación a partir del Ello.
El fantasma = lógica+ el Ello. Los términos que dominan son: pulsión y goce.

La diferencia entre la 1 y la 2 es que deseo ≠ pulsión

– el deseo es el deseo del Otro. Histeria, estructura. Necesita un Otro de la palabra

– la pulsión es la pulsión del Uno. La instancia del Otro no tiene la misma necesidad que para el deseo. Es decir
que uno no se da cuenta si el Otro está de acuerdo o no: pulsión acéfala .

Deseo-verdad tienen que ver con el significante. Un efecto del significante, subraya JAM, es el significado, un efecto de
goce.

El goce es indiferente a la verdad, esta “anclado en el cuerpo”

Lo que permite las dos escrituras del fantasma:

deseo <> goce

$ <> a

El atravesamiento del fantasma produce un désêtre (una cierta desertificación del goce) y la deflación del deseo (el deseo
siendo la metonimia del manque-à-être). La enseñanza de Lacan anuda le manque-à-être a la existencia que incluye el objeto
a como goce positivo (recuperación de goce) aquí donde había inventado F, imposible de negativar. Pero, a, en el fantasma,
es lo que del lado del goce tapa la castración

———

—j

El atravesamiento es lo que separa, hace saltar el tapón; es, como se decía, un atravesamiento hacia su núcleo de real.

3. El sinthome. Con el sinthome basculamos (“on bascule” dit JAM) del lado del goce. Antes Lacan decía que la verdad tenía
una estructura de ficción en relación con lo real. El sufrimiento, lo que estaba mal, estaba en esta ficción.

Ahora dice que, frente a lo real, la ficción es una verdad mentirosa porque hay un goce que no se deja negativizar.

Entonces, el camino de Lacan es el Inconciente es verdad —> Inconciente es saber —> bascula en El inconciente es real; un
concepto del inconciente que incluye el Ello.

Lacan sustituye al sujeto el parlêtre. El parlêtre incluye el cuerpo.

El parlêtre = un injerto de un ser sobre un cuerpo

El parlêtre es lo que reemplaza el Inconciente en el sentido que no hay sens sin jouis-sens y la reescritura del Otro es el
Uno. El Otro es el cuerpo.

Así, pasamos del Otro de la palabra, ordenado por el deseo, a considerar que el Otro es el cuerpo y que él, no está ordenado
por el deseo sino por el goce.

17
Es lo que podemos llamar la consistencia clínica del sinthome.

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NO HAY DISCURSO QUE SEA DEL SINTHOME[*]
Flory Kruger

Agradezco la invitación que ha hecho la ECF al Consejo de la AMP lo que me permite hoy compartir con ustedes algunas
cuestiones referentes al tema del VII Congreso de la AMP propuesto por J.- A. Miller.

El título del Congreso tiene un rasgo que caracteriza el modo de transmisión de J.- A. Miller, se trata de una pareja, de un
binario, que evoca el de "inconsciente-síntoma", pero esta vez la elección del título traduce un desplazamiento hacia la
última enseñanza de Lacan por lo tanto la referencia es al sinthome y su pareja en esta oportunidad es el semblante.

¿Se trata solamente de diferenciarlos? ¿qué relación posible se puede establecer entre estos dos conceptos? ¿Qué
consecuencias tiene sobre el semblante la presencia del sinthome?

Respecto del síntoma ubicamos un primer momento dominado por la relación entre S1 y S2. El síntoma aparece definido
como una formación del inconsciente. Mas adelante, cuando Lacan introduce el objeto a como condensador de goce, el
síntoma va tomando cierta independencia hasta llegar a plantear que se basta a si mismo porque en su naturaleza es goce y
que solo se anuda al inconsciente por medio de la transferencia, es lo que nos permite ubicarlo del lado del inconsciente
transferencial.

En cambio, en el último tramo de su enseñanza hace su aparición el sinthome, un mixto entre síntoma y fantasma. Esta
época está caracterizada por el "Hay Uno", por el S1 solo sin el Otro, el significante no está reducido a su articulación con
otro significante, esto nos permite ubicarlo del lado del inconsciente real.

En esta divisoria de aguas el semblante nos queda del lado del inconsciente transferencial, mientras que el sinthome, del
lado del inconsciente real.

Vemos que nuestro par se ordena en registros diferentes, el sinthome en el registro real en cambio el semblante en tanto
que se sostiene en el discurso, tal como lo afirma Lacan: "no hay discurso que no sea del semblante"[1] lo ubicamos en los
registros imaginario y simbólico. En este sentido el semblante como categoría es opuesto a lo real.

Otra diferencia que debemos señalar es que cuando hablamos del semblante, hablamos del lenguaje, en cambio cuando
hablamos del sinthome hablamos de lalengua, donde el S1 está desvinculado del Otro.

Pero mi interés se centra no tanto en señalar las diferencias entre ambos sino mas bien en interrogar ¿cuáles serían las
consecuencias para los semblantes de un sujeto a partir de la localización del sinthome en un análisis?, si el "savoir y faire"
con el sinthome es el saber hacer ahí con eso, y teniendo en cuenta la advertencia de Miller al finalizar la presentación del
tema en Buenos Aires que nos dice: "no borrar el semblante sino recuperarlo"[2] ¿cuáles serían los efectos sobre los
semblantes luego del recorrido de un análisis?

Para poder avanzar con esta pregunta voy a incluir lo que llamaría un doble estatuto del semblante, por un lado lo que en el
lenguaje clásico se entiende por semblante esto es, lo que aparece de lo que es, y por otro lado, el uso que aún persiste de la
expresión "falso semblante" (faux semblant)[3], la falsa apariencia, algo que funciona como encubriendo lo que es.

Desde esta perspectiva ubico una diferencia entre los falsos semblantes que tienden al desconocimiento de un real que los
determina, de los verdaderos semblantes que están orientados por lo real y a su vez regulan lo real del goce.

La pregunta que planteo entonces es por el lugar del semblante en un análisis y por el destino de los falsos semblantes al
final de un análisis.

Para intentar responder alguno de estos interrogantes, recordemos que para Lacan el semblante está en la naturaleza[4] lo
cual justifica que hable de la naturaleza de los semblantes incluyendo en esta categoría a todo lo que queda por fuera de lo
real, el falo, el padre, el SsS, etc.

Entonces esto nos autoriza a afirmar que respecto de los semblantes, hay algunos que tienen la función de encubrir, de
desconocer, mientras que otros tienen el poder que les otorga su función reguladora.

En este sentido hay que entender lo que se ha llamado la semblantización en la enseñanza de Lacan, esto quiere decir, la
eficacia del semblante.

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Desde este punto de vista, hay semblantes como el NP que tienen consecuencias en la dirección de la cura. Recordemos las
palabras de Miller en la presentación del tema: "el análisis utiliza al padre, a un significante Uno que permita la lectura de
esa opacidad, trata de hacer una parte transparente pero utilizando el semblante de un significante Uno".[5]

Vemos aquí el uso del semblante, el NP como instrumento del analista en la cura.

Y justamente, es a partir del uso del semblante en la cura que se puede avanzar sobre los falsos semblantes en la medida en
que éstos dependen de la demanda y del deseo del Otro.

Cuando digo falsos semblantes estoy pensando en los síntomas que se hacen semblantes en la medida en que responden al
deseo del Otro, el ejemplo paradigmático lo encontramos en la estructura histérica.[6]

Los verdaderos semblantes son los que se sostienen del sinthome, son semblantes que adquieren una eficacia vinculada al
sinthome como "savoir y faire". En cambio los falsos semblantes los ubicaría del lado del "savoir faire".

El "savoir y faire" con el sinthome le permite al analista ir mas allá del semblante a condición de servirse de él.

El analista hace semblante de saber en la experiencia analítica[7], pero ese hacer semblante de saber no tiene que ver con el
sentimiento vago de hacer como si uno supiese, en realidad se está a la espera de aprender algo del paciente.

El Sujeto supuesto Saber es un semblante, pero no se trata de un truco, de una simple apariencia, lo cual nos haría pensar en
un falso semblante, sino que se trata de un fenómeno natural de la experiencia analítica que pertenece a la estructura del
acto.

En este punto distinguimos al falso semblante, el que es dúctil al deseo del Otro, del verdadero semblante que permite al
deseo del analista efectuar su transmisión en el punto donde el analista mismo queda interpelado por su propia intervención.

Notes
* Intervención realizada en París, en la 1er. Noche preparatoria del VII Congreso de la AMP 2010.
1- Lacan,J. Le Sèminaire XVIII.
2- Miller, J.A. Presentación del tema del VII Congreso de la AMP.
3- Miller, J. A. La naturaleza de los semblantes, Paidos. Buenos Aires, 2005. Pag. 13.
4- Miller, J. A. idem, pág. 13.
5- Miller, J.A. Presentación del tema del VII Congreso de la AMP.
6- Miller, J. A. idem referencia 5.
7- Miller, J. A. De mujeres y semblantes. Buenos Aires. Cuadernos del pasador. 1993. Pag. 12.

RECORRIDO DEL SÍNTOMA AL “SINTHOME”

Seminario impartido por Arturo Roldán en 1996

Introducción.

Comenzamos hoy este seminario que va del síntoma al “sinthome”, es decir, intentaremos realizar un recorrido por las
variaciones del síntoma en la enseñanza de Lacan.

Para realizar este recorrido es necesario situarse en las últimas concepciones del síntoma formalizadas por Freud,
conceptualización que no es simple puesto que entran varias sobredeterminaciones en su formación.

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El punto de partida, sin embargo, está claro: es la subversión que Freud introduce sobre el síntoma médico. Desde el
comienzo de su obra el síntoma analítico no es signo de una patología, sino que es retorno de lo reprimido, conflicto,
formación de compromiso. Desde estas teorizaciones parte Lacan para llegar, al final de su enseñanza, al “sinthome”, y desde
este punto de partida realizaremos un recorrido por los distintos seminarios.

Libro I. Los escritos técnicos de Freud (1953-54).

“Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” fue el informe que Lacan presentó en el Congreso de Roma
los días 26 y 27 de septiembre de 1953, mientras que la primera lección del Seminario 1 está fechada el 18 de noviembre de
1953.

La sola lectura de estas fechas nos permite deducir una relación entre ambos textos, relación en donde los avatares de la
enseñanza nos muestran el Seminario 1 en la línea lanzada por el escrito. De esta manera, cualquier indagación sobre dicho
seminario debe tener como telón de fondo el escrito citado, donde está colocada una piedra fundante del edificio lacaniano:
“el inconsciente está estructurado como un lenguaje”. A lo que hay que agregar que introduce una concepción del síntoma
muy precisa: “el síntoma es el significante reprimido de la conciencia del sujeto”, es una cifra y, por lo tanto, un sentido
reprimido.

Como continuación de esta apertura podemos citar una frase del Seminario 1: “El hallazgo del análisis... es haber percibido
la relación problemática del sujeto consigo mismo y haber puesto esa relación en conjunción con el sentido de los síntomas...
Es el rechazo de ese sentido por el sujeto lo que le plantea un problema. Ese sentido no debe serle revelado, debe ser
asumido por él”.

De esta cita podemos sacar dos conclusiones importantes. La primera es que, para el Lacan del Seminario 1, el síntoma está
íntegramente en el registro del sentido. Esta ubicación precisa abre el problema del sentido, o dicho de otra manera: ¿qué
sentido tiene el síntoma?.

Recordemos que estamos en la enseñanza de un Lacan freudiano y que, por eso mismo, lo que cobra importancia es la
historia del sujeto, el sentido de su novela familiar, el sentido que puede dar a su historia. El sentido del síntoma es lo que ha
quedado fuera del sentido, y a esto que ha quedado fuera se le puede dar otro sentido por la interpretación.

En este breve recorrido nos encontramos con dos términos a despejar: sentido y significación. No es posible su nivelación
puesto que sus avatares recíprocos tienen una y mil contradicciones en la enseñanza de Lacan que a veces nos llevan a
verdaderos callejones sin salida.

Tomemos otra cita del Seminario 1: “El síntoma se presenta en primer lugar como un trazo borrado, es aproximándose a él
como se verá el sentido”. Es decir, que ubicando el síntoma como el sentido de un trazo borrado puede encontrarse su
ubicación entre lo simbólico y lo real. Aquí encontramos el sin sentido profundo de todo síntoma. Por el contrario, podemos
ubicar la significación, como sentido comprensible, entre lo imaginario y lo simbólico.

Lo anterior tiene como trasfondo el espíritu inaugural de 1953, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en
psicoanálisis”, donde podemos leer esa poética definición del inconsciente: “es el capítulo de mi historia que está marcado
por un blanco u ocupado por un embuste, es el capítulo censurado. La conexión entre el capítulo censurado y los capítulos
que lo enmarcan será restablecida por la recuperación del sentido histórico”.

Sentido histórico que se resuelve por el síntoma al ser situado a nivel de la palabra, palabra que es leída en el campo del
lenguaje, donde es posible su resolución. El síntoma es una palabra que debe ser liberada.

El síntoma aparece en la palabra, o mejor aun, es la palabra que viene del Otro y va hacia el Otro, donde obtendrá su
sentido. Recordemos que el sentido del síntoma ha sido reprimido. En el seminario de Barcelona sobre “Die Wege der
Symptombildung”, J. A. Miller lo dice de esta manera: “En el texto inaugural de Lacan el síntoma aparece como un sentido
reprimido. Por supuesto que hay que tomar en cuenta el significante de ese sentido reprimido, de tal manera que diré que el
síntoma aparece como un enigma. Se manifiesta soportado por un significante de un significado que está reprimido, es decir,
que no ha sido comunicado o aceptado por el Otro”.

Se habla y se habla, y en ese hablar lo que está presente es un significante reprimido. Este significante reprimido constituye
lo sintomático. Pero la significación reprimida puede ser tomada de una parte del cuerpo o del pensamiento y manifestarse
en la histeria o en la obsesión.

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Definido el síntoma por un significante reprimido el problema que se plantea es el de la represión, problema que Lacan
resuelve en la clase que se llama “el núcleo de la represión”.

Parte del trauma freudiano cumple su función represora a posteriori, repartiendo las letras del sujeto. Y es en este
movimiento, a partir del que algo se desprende del sujeto -éstos son los términos de Lacan-, que no se reintegrará pero que
permanece hablando, lo cual el sujeto no domina.

Este desprendimiento simbólico será el núcleo de lo que después se llamarán los síntomas, es decir, un punto central de
realización sintomática en donde la represión y el retorno de lo reprimido constituyen el eje.

Ha sido muy extensa la primera conclusión que dedujimos de la primera cita de Lacan del Seminario 1, pero nuestra
afirmación fue que sacaríamos dos conclusiones. Para la segunda conviene recordar el final de la cita: “ese sentido no debe
ser revelado, debe ser asumido por él”. Segunda conclusión: en la dirección de la cura el analista no debe suministrar
sentido, sólo debe esperar que el sentido sea asumido por el analizante. Ésta es una indicación precisa, puesto que más allá
del problema del sentido la indicación permanece: el “debe ser asumido por él” nos indica la posición del analista.

Libro II. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica (1954-55).

Podemos localizar en el Seminario 2 una concepción del síntoma que es continuación directa de su concepción sobre el
síntoma del Seminario 1: “Una palabra es matriz de la parte desconocida del sujeto, y ése es el nivel propio del síntoma
analítico”. Es decir, que continúa situando el síntoma como una palabra censurada.

Sin embargo, existe entre el libro I y el libro II un ligero desplazamiento que coloca al síntoma en el cruce de dos series: “la
coalescencia de dos series -al menos- de motivaciones, es necesaria para la producción de toda formación sintomática. Una
es sexual, la otra es, según el nombre que nosotros le damos, lo simbólico”.

Al desvanecerse las vicisitudes del acto creador, “función y campo”, emerge -en el retorno a Freud- una dimensión
imaginaria del síntoma que, en definitiva, muestra su cara de goce, lo sexual, y su envoltura formal, lo simbólico.

Ubicación precisa y necesaria en la enseñanza de Lacan, puesto que al final de este seminario afirma que el síntoma analítico
se distingue de cualquier índice natural ya que está estructurado en términos de significante y significado, es decir, en el
orden simbólico.

Lo anterior incita a retomar el problema del sentido, máxime cuando hemos releído al final del Seminario 2 esta definición
del sentido: “El sentido consiste en que el ser humano no es el amo de ese lenguaje primordial y primitivo. Fue arrojado a él,
metido en él, está apresado en su engranaje”. Esta cita, extraída de la clase “Psicoanálisis y cibernética”, nos indica el camino
de su concepción del sentido en ese momento de su enseñanza.

Toma de la cibernética la noción de mensaje, que es reducido a una serie de signos y que, por este motivo, está diferenciado
de lo que habitualmente llamamos mensaje que siempre porta un sentido. Para argumentar esta posición, afirma que la
cibernética es una ciencia de la sintaxis, paso fundamental, ya que en esos momentos de su obra afirma que las ciencias
exactas no hacen otra cosa que enlazar lo real a una sintaxis. Otro paso más y coloca la sintaxis como una serie de signos
orientados, donde la orientación marca un sentido pero no en todos los sentidos de la palabra sentido. Podemos deducir,
siguiendo el texto, que el sentido de la sintaxis es su orientación y que el sentido de la semántica es la suma de los sentidos a
lo largo de la historia.

Lo anterior es sumamente útil para entender la concepción del síntoma como mensaje que debe ser tomado a nivel de la
sintaxis.

Esta concepción del síntoma hace posible una redefinición de la psicoterapia que conviene remarcar. Por un lado tenemos el
concepto de síntoma analítico, definido como una palabra que es matriz de la parte conocida del sujeto, a lo que se le opone
la idea de un individuo forjado a partir de nuestra concepción del desarrollo normal. Con respecto al primero, el
psicoanálisis interviene por medio de la interpretación sobre lo descentrado del sujeto. Por el contrario, la idea de un
individuo normalizado, un normópata, producirá un diálogo “interyoes” que dejará un puro efecto de sugestión.

Libro III. Las psicosis (1955-56).

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El estudio de la psicosis plantea un problema en la conceptualización del síntoma realizada por Lacan hasta ese momento.
No puede seguir sosteniendo el síntoma como un retorno de lo reprimido, es decir, como un efecto de sentido producido por
un significante censurado y que opera a nivel de la palabra. Y esto por una razón muy simple: el síntoma psicótico, que va
desde las alucinaciones hasta los problemas en la imagen corporal, tiene un estatuto distinto y diferencial que no permite
ninguna semejanza.

Como contrapartida al síntoma neurótico coloca al síntoma psicótico, que adquiere su matiz propio al ser designado como
fenómeno elemental. El esfuerzo de Lacan en este seminario consiste en ubicar el síntoma psicótico dentro de unas
coordenadas simbólicas.

Esta verificación nos lleva a situar la palabra en el habla, de donde deduce que el hablar es un mensaje que el sujeto recibe
del Otro en forma invertida. El síntoma psicótico no tiene estas características, puesto que -lo sabemos- la función de la
palabra se inscribe dentro del campo del lenguaje.

Si el síntoma neurótico es el retorno de lo reprimido, el síntoma psicótico es el retorno de un significante en lo real que
producirá una significación enigmática para el sujeto.

Pero el rodar de su enseñanza nos muestra en el Seminario 3 una ligera oscilación en relación al Seminario 2. Citemos:
“Para que haya síntoma es necesario, al menos, que haya dos conflictos en causa, uno actual y otro antiguo”.

Libro IV. La relación de objeto (1956-57).

Dora, la joven homosexual, el fetichismo, el travestismo, la fobia, son interrogados desde el complejo de castración situado
como nudo central de la teoría. Para ello, sustituye la vaga noción de la relación de objeto por las tres categorías de la falta
de objeto: castración simbólica, frustración imaginaria y privación real.

Desde la reapertura que hace posible esta redefinición de la falta, ubica al significante reprimido, al significante sintomático,
como una verdadera condensación de múltiples sentidos, al que no puede dársele un sentido único. Es así como el caballo de
Juanito no solo representa el miedo al padre, sino que también puede representar el miedo a la madre y así de seguir... Pero
lo importante es la aparición del significante reprimido que produce una transformación en lo simbólico, un reordenamiento
de la vida que entra a girar alrededor del significante sintomático.

Esto puede aclararse si entendemos la neurosis como una pregunta que incluye al propio sujeto y sin que éste lo sepa. El
síntoma es la parte viva de la pregunta, el significante reprimido que reorganiza lo simbólico. Lacan, para ilustrarnos esto,
toma como ejemplo la anorexia nerviosa, ejemplo que le permite afirmar que no hay ningún objeto real y, por lo tanto, que
se trata de una satisfacción sustitutiva de la saturación simbólica. Ahora bien, esta satisfacción sustitutiva que ha reordenado
lo simbólico no puede ser tomada a la ligera, ya que decir que la satisfacción del síntoma es igual a la satisfacción originaria
es tener poca idea del síntoma analítico.

Libro V. Las formaciones del inconsciente (1957-58).

Construir la gramática inconsciente nos deja, en el apartado III del escrito citado, entre la letra, el ser y el Otro.

Hay un momento en este escrito en el que la letra se detiene, quizás porque en esa temprana aparición su uso tenía una
cierta confusión con el del significante.

Pero dejemos rodar la letra hasta el final de la enseñanza de Lacan, donde la volveremos a encontrar, y retornemos por un
momento a su instancia que se formaliza en la metáfora y la metonimia. En otras palabras, el síntoma aparece como una
metáfora y el deseo como una metonimia.

Pero los opuestos se desvanecen cuando entra a jugar la estructura: “Lo que Freud descubre esencialmente en los síntomas,
ya sean los síntomas patológicos o lo que él ha interpretado como lo que se presenta más comúnmente en la vida normal -el
lapsus, el chiste, el acto fallido- es siempre un deseo”, a lo que hay que agregar que siempre es un deseo reprimido.

Cuando se afirma, como lo hizo Freud y en este seminario lo retoma Lacan, la relación entre síntoma y deseo reprimido, se
tropieza con el problema de la satisfacción. Por supuesto, esto no se le escapa a Lacan. Así, en medio de este seminario
afirma: “...en el síntoma mismo hay algo que se asemeja a una satisfacción. Pero acerca de esta satisfacción me parece
suficiente marcar su carácter problemático, en tanto se trata de una satisfacción al revés”.

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Como contraparte de la satisfacción que el síntoma porta, está el sentido del síntoma ya que, ampliando su concepción de
éste en el Seminario 1, Lacan afirma en 1957, en “L'Express”, que el psicoanálisis es una ciencia que realiza una lectura del
sentido. (Esta entrevista fue publicada en castellano en la revista “Psicoanálisis” del “Grupo de Estudios Psicoanalíticos -
Israel”).

Pero hay más, puesto que a una pregunta del periodista sobre los estadios previos al lenguaje contesta de la siguiente
manera: “Los síntomas, cuando Ud. cree reconocerlos, no le parecen irracionales más que porque Ud. los toma en forma
aislada y quiere interpretarlos directamente”. A lo que puede agregarse: “El psicoanalista no es un explorador de los
continentes desconocidos o de los grandes fondos, es un lingüista: él aprende a descifrar la escritura que está ahí, ofrecida a
la mirada de todos, pero que permanece indescifrable mientras que de ella no se conocen las leyes, las claves”.

En la conferencia de prensa citada, Lacan toma como ejemplo los jeroglíficos egipcios en un punto preciso: el pequeño signo
buitre no quiere decir nada aislado del conjunto al cual pertenece. En otras palabras, el significante no está solo.

Jeroglífico, cifra, letra,... En el escrito contemporáneo que estamos comentando, “El psicoanálisis y su enseñanza”, podemos
leer: “El síntoma psicoanalizable, ya sea normal o patológico, se distingue de otros síntomas porque su estructura es idéntica
a la del lenguaje”. Aquí vale la pena recordar la diferencia dentro del lenguaje entre significante y significado, cuya
correspondencia no es biunívoca.

Esto hace posible que el síntoma pueda leerse, porque el síntoma se forja en un proceso de escritura, es decir, porque está
determinado por la estructura significante.

El síntoma es entonces una formación del inconsciente con su propia modalidad de goce (síntoma patológico) y, al mismo
tiempo, podemos afirmar que el lenguaje está dado por un proceso de escritura.

Jeroglífico, cifra, escritura, desciframiento,... ¿pero qué es la cifra?. Para acercarnos a su concepción podemos recurrir al
libro “Las cifras”, de Georges Ifrah, donde podemos leer que su origen se encuentra en el momento en que los números se
comienzan a representar mediante signos gráficos, en plena civilización sumeria. Más adelante, los egipcios inventan su
propias cifras, donde las palabras pasan a lo cifrable.

La cifra tiene un límite en su desciframiento, un límite que está entre lo simbólico y lo real.

En este seminario podemos leer dos clases referidas al síntoma. En la primera, “Las máscaras del síntoma”, en función de lo
paradójico del deseo humano, el término máscara se refiere a lo que del sujeto aparece como consecuencia de la satisfacción
del deseo reprimido. Cifra y máscara del síntoma.

Libro VI. El deseo y su interpretación (1958-1959).

Hay otra línea que se viene dibujando en la enseñanza de Lacan, línea que va del falo como objeto imaginario al falo en su
estatuto simbólico. Conclusión que queda plasmada en “La dirección de la cura” (1958) al colocar al falo en el registro
significante, lo cual permite hablar de identificación al falo con su consecuencia obligada: el falo no es un objeto parcial.

En este seminario, el síntoma queda unido al deseo del Otro.

Libro VII. La ética del psicoanálisis (1959-1960).

Podemos comenzar diciendo que el Seminario 7 es el primer tratado sobre el goce y, por lo tanto, un primer tratamiento a
fondo de la pulsión de muerte. En este desarrollo encontramos al goce como transgresor, sobre la lógica de “El malestar en
la cultura” que, en definitiva, nos dice que sin represión de la pulsión sería imposible la vida en comunidad, y que la
represión de la pulsión produce neurosis ya que engorda al superyó.

La dimensión arriba esbozada hace posible entender al síntoma como retorno, por vía de la sustitución significante, de esto
que está en el fin del “trieb”. La satisfacción paradójica del síntoma se entiende ahora por ser una satisfacción reprimida de la
pulsión, su núcleo de goce, siendo su estructura formal la sustitución significante.

Libro VIII. La transferencia (1960-1961).

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Como su nombre lo indica, es un seminario dedicado a la transferencia donde hay un extenso desarrollo sobre el fantasma y
un silencio alrededor del síntoma. Pero ese silencio es roto para decirnos algo que merece ser rescatado en función del
recorrido que vamos realizando: me refiero a la relación entre el síntoma y el destino.

Cuando Lacan se pregunta: “¿Es que es esto, el psicoanálisis, a fin de cuentas, una introducción del sujeto a su destino?”, se
responde de forma taxativa: “Evidentemente no”. Y continúa: si nos enseñaron a ver en la figura de los síntomas algo que
tiene que ver con esta figura del destino, de lo cual se deduciría que el síntoma en su significación es el destino, lo que
podemos obtener como conclusión es que la única praxis que puede cambiar el síntoma como destino de un sujeto es el
psicoanálisis, en la medida que no implica reducir el síntoma por sugestión.

Sin embargo, no puede dejar de señalarse que este Seminario de “La transferencia” coincide en el tiempo con su escrito
“Subversión del sujeto”, donde está el grafo desarrollado en su plenitud y donde el síntoma se aloja en s(A) como un efecto
del significado del Otro. Esta significación del Otro está teñida del fantasma, que es en el grafo el punto de parada anterior,
alojado del lado de las respuestas.

Libro IX. La identificación (1961-1962).

En este seminario son muy escasas las indicaciones sobre el síntoma y no varían en nada fundamental la concepción del
mismo. Pero ahí donde el silencio reina sobre el síntoma, se sientan las bases para sus desarrollos futuros, y esto porque, en
su entorno, Freud ha tropezado con los tres tipos de identificaciones, extrayendo de una de ellas el rasgo unario, soporte,
pilón central de dichos desarrollos futuros.

Este rasgo unario tiene un estatuto preciso: darle una identidad al sujeto cuyo punto de partida es la falta en ser del sujeto.
Pero al mismo tiempo que le da una identidad, hiende al sujeto, por eso el sujeto aparece como dividido por el rasgo unario
que viene del Otro.

Libro X. La angustia (1962-1963).

El tratamiento de la angustia que Lacan realiza en este seminario bordea, casi siempre, la problemática del síntoma. Este
borde es necesario ya que aparecen el a como objeto del deseo y la angustia en relación al deseo del Otro.

Sin embargo, cuando todo hacía sospechar que de la tríada inhibición, síntoma y angustia, el segundo quedaría fuera, Lacan
nos conduce al meollo del síntoma, presentando como su paradigma al síntoma obsesivo. Y lo presenta de esta manera
porque el síntoma obsesivo permite detectar que el a es la causa del síntoma.

La compulsión, fruto del lenguaje interior, si no se realiza despierta la angustia. De esta manera, el a toma su lugar entre la
angustia y el deseo.

El síntoma obsesivo sólo se constituye cuando el sujeto se percata de él, o de otra manera: para que el síntoma salga del
estado de enigma que aún no estaría formulado, es necesario que entienda que hay una causa del síntoma.

El paso que da Lacan es definir el a como el resto de la constitución del sujeto en el Otro, sujeto barrado. Y el síntoma pasa
a ser un resultado de la constitución del sujeto en el lugar del Otro, es decir, que el síntoma lleva implícito el a como su
causa.

En el Seminario de “La angustia” resulta un tanto difícil separar deseo de goce, por eso la causa es causa de deseo y, esta
causa, está envuelta en su armazón significante: núcleo de deseo reprimido y envoltura formal del síntoma.

Libro XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964).

¿Por qué cuatro conceptos fundamentales?. ¿Por qué el síntoma no es un concepto fundamental del psicoanálisis?. Estas
preguntas nos llevarían muy lejos. A falta de tiempo, sí podemos constatar que en “Los cuatro conceptos” poco se habla del
síntoma.

Encontramos una primera aproximación en la clase 1: “El síntoma es, en primer lugar, el mutismo en el sujeto que se
supone hablante. Si habla está curado de su mutismo, evidentemente. Más esto no nos dice del todo por qué ha empezado a
hablar”. Esta afirmación está dicha en referencia al síntoma histérico y a la importancia de éste en el origen del psicoanálisis.
Afirmando que el rasgo diferencial de la histérica es que en el movimiento mismo de su habla constituye su deseo. Esta

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relación entre el deseo y el lenguaje constituye lo que Freud designó como inconsciente, relación que también sostiene la
dimensión sintomática.

Es necesario tener en cuenta que, si bien es cierto que en el Seminario 11 hay pocas referencias al síntoma, estas referencias
dejan una estela de sorpresa. Es así como podemos ver referido también al origen del psicoanálisis, y en relación a la
pseudociesis de Bertha Pappenheim: “¿Qué muestra allí?. Podemos especular, pero es preciso que no nos precipitemos, sobre
el lenguaje del cuerpo. Digamos, simplemente, que el dominio de la sexualidad muestra un funcionamiento natural de los
signos. A este nivel no son significantes, pues el falso valor es un signo, algo para alguien, mientras que el significante es
otra cosa, pues representa un sujeto para otro significante”.

Aunque un poco complicado en su sintaxis, podemos entender que todavía Lacan necesita defender su concepción del
síntoma como un síntoma natural del lenguaje corporal. Lo hace a través de sostener la vieja diferencia dentro de su
enseñanza entre signo y significante, ubicando el síntoma en este último registro.

© ARTURO ROLDÁN

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