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El Psicoanálisis
Profesor: Alumno:
Mientras tanto, en la antigua Viena, un médico neurólogo llamado Sigmund Freud, que no
creía en que las personas con estos malestares estuvieran fingiendo, comenzó a tener un
fuerte interés por tratar la histeria.
Todo comenzó en París, donde Freud se encontraba estudiando gracias a una beca.
Freud compartió mucho tiempo junto al famoso neurólogo Jean-Martin Charcot, estudioso
del fenómeno hipnótico. Charcot inspiró en Freud un interés en la sugestión y estudio de
la histeria. Al finalizar la beca, Freud volvió a Viena y comenzó a compartir las teorías
aprendidas junto a Charcot con otros médicos. Fue así como Freud comenzó a fundar el
psicoanálisis, un novedoso enfoque sobre la psique humana, que es, tanto una teoría de
la personalidad, como un método para tratar los trastornos.
Freud comenzó a ejercer como terapeuta, abriendo su primera clínica privada para
estudiar los trastornos nerviosos, aplicando el método científico, es decir, a partir de la
hipótesis, la observación, las conclusiones y luego la publicación de sus resultados. Freud
alegaba que la palabra y los sueños eran la llave para acceder al inconsciente, por lo cual,
recostaba a sus pacientes en una posición relajada y dejaba que éstos se expresaran y
comenzaran a hablar sobre sus recuerdos, traumas, pensamientos y sueños recurrentes,
etc. Fue así como en 1900 publicó su primera obra, “La interpretación de los sueños”.
El “Ello”: Vendría siendo la parte primaria e instintiva del ser humano. Es la que aparece
en la psique en primer lugar, presente desde que nacemos y nos gobierna en su totalidad
durante nuestros primeros dos años de vida. Se mueve a partir del placer inmediato, lucha
por hacer que nuestras pulsiones primarias rijan nuestra conducta a lo largo de nuestra
vida.
El “Yo”: Surgiría a partir de los dos años de edad y se regiría por el principio de la
“realidad”, significando que el “Yo” está más enfocado en lo exterior y nos lleva a analizar
las consecuencias de nuestro comportamiento desinhibido. Se enfrenta constantemente al
“ello” para aplacar las pulsiones primarias, utilizando mecanismos de defensa.
El “Super yo”: Aparecería a partir del tercer año, es la instancia psíquica que vela por las
reglas morales, comienzan a interiorizarse las normas consensuadas. El “super yo”
vendría a ser esa voz que nos presiona a hacer sacrificios de nuestra verdadera
naturaleza o personalidad para acercarnos a la perfección y a lo que nos han
condicionado como “el bien”.
Freud creía que todas estas partes de la psique son indispensables para mantener un
equilibrio en los procesos mentales, sin embargo, un conflicto entre las tres podrían
generar descompensaciones como el sufrimiento, depresión y aparición de
psicopatologías. Por ejemplo una fuerte imposición del “Super yo” podría causar represión
a los pensamientos y emociones de nuestra verdadera naturaleza, llegando al exceso de
eventualmente causarnos una crisis nerviosa o histeria, cuando estamos muy adheridos a
una moral rígida y restrictiva.
Según ésta teoría, los impulsos del placer regidas por el “Ello” del niño, se centraban
en distintas zonas erógenas del cuerpo: La Oral, Anal, Fálica, de Latencia y Genital.
De, 1 a los 3 años, la zona erógena serían los esfínteres, el control de los movimientos
del hígado y la vejiga, cuando el niño aprende a controlar sus necesidades conduce a una
sensación de logro e independencia. Una mala gestión de esta etapa, como el avergonzar
o ridiculizar a un niño si tiene accidentes, puede conllevar a futuro, en su edad adulta, un
problema de desorden, derroche, rígido, ordenado y obsesivo.
De los 6 a 12 años, su curiosidad sexual está menos activa puesto que el enfoque está
dirigido a las actividades intelectuales, diversión e interacciones sociales
Desde los 12 años hasta la muerte, el individuo desarrolla un fuerte interés hacia el
sexo y la autosatisfacción, es acá donde se puede ver el resultado de la gestión de las
etapas anteriores en la conducta y pensamiento del individuo en sus interacciones y su
concepto del sexo.
Para Freud, todos los traumas emocionales, los conflictos mentales y los recuerdos
escondidos en la mente, formaron su primera base durante los primeros años de la
infancia, por lo cual, las conductas autodestructivas en la edad adulta deben solucionarse
yendo a la raíz. Freud desarrolló un modelo topográfico de la mente mediante el cual
describió las estructuras y funciones de la misma. Para ello, utilizaba la analogía del
Iceberg:
Más abajo, nos encontraríamos con el subconsciente. Éste alberga todo tipo de
información a la que nuestra memoria podría acceder con facilidad, esos recuerdos a los
que sólo hay que acceder para que se abra el abanico de conceptos que tenemos al
respecto.
Y por último, la tercera y más importante región es el inconsciente, es esa parte profunda
del iceberg que no se ve desde la superficie, es la que en realidad, ocupa mayor espacio
en nuestra mente.
Según Freud, el inconsciente no es una entidad abstracta sino un estrato real pero
caótico de la mente, al cual no se puede tener acceso mediante el habla o la conciencia,
pero sí se abre una ventana, cuando soñamos, en nuestros lapsus o comportamientos
fallidos. También a través del análisis de nuestros conflictos y traumas experimentados en
la infancia. Para Freud, el inconsciente es interno y externo; Interno porque se va
extendiendo en mayor parte de nuestra consciencia, y externo porque rige nuestras
conductas. Nuestras conductas en pilóto automático son un reflejo de nuestras creencias
inconscientes. A partir de esta teoría nace también el concepto de la disociación, que no
vendría siendo más que un mecanismo de defensa que busca mantener separadas las
percepciones, los sentimientos, pensamientos y recuerdos, cuando deberían estar unidas,
pues todas nacen de una misma vertiente. Ésta estrategia de la mente sólo busca apartar,
esconder y sofocar determinadas cargas emocionales y experiencias inconscientes por el
mero hecho de que la parte consciente no puede tolerarlas ni aceptarlas.
Otro modo en el que Freud evocaba parte de los recuerdos traumáticos guardados bajo
llave en las profundidades del iceberg de la mente, era mediante del análisis de los
sueños. Freud buscaba profundizar en nuestro mundo onírico, ya que la comprensión del
mismo suponía un camino al inconsciente. Sólo ahí es donde podemos vencer nuestros
mecanismos de defensa y alcanzar todo el material reprimido bajo formas distorsionadas,
inconexas y extrañas.
Anna Freud, hija de Sigmund, fue la más joven de sus seis hijos, quien desarrolló una
fuerte cercanía a su famoso padre. La misma, una vez de haber culminado su carrera de
educadura, adquirió también conocimientos acerca del psicoanálisis. Ingresó a la
Sociedad Psicoanalítica de Viena como psicoanalista de niños. Anna hizo grandes
aportes a la psicología, la principal, fue descubrir que los niños a menudo requieren
diferentes tratamientos psicológicos que los adultos, y destacó que de los primeros
trastornos que podrían afectarle a un niño, es una mala gestión en el apego a sus padres.
Dedicó su trabajo a estudiar niños que habían sufrido abandono o negligencia extrema.
Anna profundizó en las teorías de su padre haciendo hincapié en que los niños se
desarrollan a través de distintas fases. También descubrió y amplió la teoría sobre los
mecanismos de defensa, algunos de los cuales son: La represión, es decir la supresión de
pensamientos que alteran en ansiedad. La proyección, que busca ver los rasgos
negativos propios en otras personas. El desplazamiento, que transfiere de sentimientos
negativos en una persona distinta, es decir, que proyecte su propio odio o falta de estima
culpabilizando a una persona externa, como a su madre o pareja. Y la regresión, la de
desear volver a una edad más joven psicológicamente.
Otro gran discípulo de Freud y gran precursor del psicoanálisis fue el médico
psiquiatra, psicólogo y ensayista Suizo, Carl Gustav Jung, figura clave en esta etapa
inicial del psicoanálisis. Pero a pesar de ser el pupilo de Freud, algunas de sus diferentes
concepciones del mundo no le permitían estar totalmente de acuerdo con algunos
aspectos de su teoría, lo cual lo convirtió luego en un psicoanalista disidente. Mientras
Freud tenía su énfasis en las causas de la vida anímica y la neurosis, y profundizaba
sobre la importancia de los traumas e instintos sexuales infantiles, el pensamiento de
Jung insistía en trascender ambas teorías y superarlas, con una propuesta más elevada.
Para Jung, la vida anímica es resultado de una causa y un propósito.
El inconsciente para Jung es mucho más amplio que para Freud, no tiene sólo
elementos reprimidos de la infancia sino que incluye la historia de la humanidad. Para
Jung, indagar sobre las circunstancias presentes es un elemento de importancia, como
saber qué cosas no desea hacer el paciente, y cuáles dificultades quiere eludir.
Carl Gustav Jung dejó un legado a la psicología espiritual. Su obra insta a la alquimia
entre la psicología analítica, la antropología y la filosofía que nos deja conceptos tan
interesantes como el inconsciente colectivo y la sincronicidad. Para él, el ser humano
nace tres veces. La primera, responde al nacimiento real, el físico. El segundo, se
desarrolla junto al ego y el tercero da forma a su conciencia espiritual. Según Jung, ésta
tercera no se produce si la persona se centra en exclusiva en el ego, en los
condicionamientos, en los patrones mentales rígidos, en el apego a la normativa colectiva
poco receptiva. En su obra “Psicología y Alquimia”, busca demostrar cómo en nuestros
sueños más comunes se esconden símbolos utilizados por los alquimistas. Jung
reforzaba el carácter universal de su teoría haciendo una defensa en valor de la
espiritualidad como herramienta para mejorar la salud psíquica del hombre moderno.