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(5) Machlup, F: "Theories of the Firm: Marginalist, Managerialist and Behavioural" Ame-
rican Economic Review (1967).
(6) La evolución de la teoriade la empresa a partir de este punto lo demuestra palpable-
mente al proponerse distintas hipótesis de conducta empresarial en las que, en mayor o menor
grado, se abandona la idea de la maximización de beneficios en busca de un mayor realismo.
Véase, por ejemplo, Baumol, W: Bussines Behavior, Valué and Growth, Macmillan, New York,
1959; Cyert, R. y March, J: A Behavioral Theory of the Firm, Prentice Hall, Englewood Cliff
1963; Edith Penrose: The Theory of the Growth of the Firm, John Wiley and Sons, New York,
1959; Williamson, O: The Economics of Discretionary Behavior: Managerial Objetives in a
Theory of the Firm, Prentice Hall, Englewood Cliffs, 1964, por citar los mas conocidos.
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(9) Lejonhufvud, A: On Keynesian Economics and the Economics of Keynes, Oxford Uni-
versity Press, Londres 1968. Por otra paite, este enunciado a primera vista tan sencillo posee
una serie de connotaciones verdaderamente difíciles a la hora de arbitrar el medio de llevarlas
a la práctica. Quizá la más conocida sea la de subastador walrasiano que impide transacciones a
precios falsos, una información sin costes y una velocidad de respuesta infinita de los precios.
Sin embargo, este proceso elimina una serie de problemas pero a costa de su credibilidad. Ade-
más, el intento de Hicks en Valué and Capital de hacer a la teoría más compatible con la reali-
dad y eliminar la figura del subastador, hace que la determinación del equilibrio no sea univoca.
Por lo tanto, la única solución satisfactoria para eliminar los efectos de redistribución que
surgen por los intercambios a precios falsos es eliminarlos por definición, bien por el sistema de
Hicks ("los efectos de renta pueden ignorarse siempre que sean lo suficientemente irrelevantes
como para que puedan desdeñarse") o bien volviendo a la irrealidad del subastador. Aunque en
tal caso, si este último no existe lo cual es perfectamente creíble, se presenta el dilema señalado
por Arrow; si cada vendedor toma el precio como dado ¿Quién fija el precio? (Arrow, K. "To-
wards a Theory of Price Adjustement" en Abramovitz, M. editor, The Allocation of Economic
Resources, Standford University Press, 1959.
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA 223
Al mismo tiempo, las condiciones necesarias y suficientes para que esa diferencia
sea máxima son la igualdad entre el coste e ingreso marginal y que el primero sea
creciente. De procederse de este modo se garantiza que los beneficios resultantes
son máximos.
Sin embargo, esta formulación, a pesar de su aparente precisión, es ambigua. Lo
que es relevante para la empresa —si se acepta que su único objetivo es el conseguir
la mayor cuantía de beneficios— es maximizar el valor capital, debido a que el valor
de una empresa no viene determinado por los beneficios obtenidos en un período
determinado, sino por la secuencia temporal de estos durante toda la vida o como
mínimo el horizonte temporal de la empresa1 J .
Claramente, hay una relación estrecha entre ambas formulaciones debido a que
el valor actual (V) de los beneficios que se esperan obtener b Q , b j , . . . b n en los pe-
ríodos o, 1,... n, será
b:
V= 2 —l—
J=o (l + i) n
(13) Esto es así porque ambos tienen que tener en cuéntala elasticidad de la demanda. En
el caso de marginalismo, para hallar el ingreso marginal. Para aquellos adscritos al principio del
coste total es fundamental; por un lado, la elasticidad cruzada delimita la cuantía bruta de bene-
ficio a añadir al coste, por otro lado, para la fijación del precio a largo plazo.
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA 225
(14) Además, para que esto ocurra, la oferta de esfuerzo empresarial tiene que ser inde-
pendiente de la renta. Es decir, la elección entre renta y ocio debe de ser independiente de la
cuantía de la primera, del nivel de vida. Pocas personas encontrarían esta hipótesis plausible.
(15) Por ejemplo, Williamson, O: The Economics of... Op. cit.
(16) Cyert, R. y March, J: A Behavioral Theory... Op. cit.
(17) Baumol, W: Bussines Behavior... Op. cit.
(18) Marris, R: The Economic Theory of "Managerial" Capitalism, Free Press ofGlencoe,
1964.
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Queda por considerar una última cuestión. La separación entre la figura del
empresario y la del propietario (s) en el seno de la empresa posibilita, como se ha
indicado, que se puedan perseguir otros fines alternativos a los de la maximiza-
ción de beneficios. Por otra parte, caso de llevarse a la práctica se producirán des-
viaciones con respecto a lo previsto por el modelo tradicional20. Esto obliga a
plantearse hasta que punto tienen discrecionalidad los empresarios, en un mundo
basado en la competencia, para conseguirlos. La primera posibilidad es que no
tengan ningún grado de libertad. Si la competencia es fuerte pueden verse obliga-
dos a maximizar beneficios debido a que, de modo semejante a lo que ocurre con la
selección natural, aquellos que no lo consigan, ya sea voluntariamente o por error,
desaparecerán21. Sin embargo, este resultado no es tan seguro caso de que todas las
empresas de una industria se desvien de la citada regla. Además, en presencia de
cambio técnico continuo e incertidumbre, las empresas pueden sobrevivir siguiendo
políticas de diversificación de productos. En cualquier caso, lo que si es seguro es
que conforme la presión es menor, esta necesidad de seguir las pautas convenciona-
les desaparece. Al menos, la evidencia empírica soporta esta opinión22. Sin
embargo, esto no implica que no haya que alcanzar un mínimo de beneficios, lo
cual limita la obtención de los otros objetivos, come se argumentará más adelante.
A.4) Certidumbre
Este supuesto equivale a afirmar que la empresa tiene un conocimiento
perfecto de las funciones de demanda y de coste. Incidentalmente, la consideración
de que toda la información relevante se encuentra subsumida en el sistema de pre-
cios, ha llevado a ignorar los medios que permiten el conseguir la información perti-
nente e, incluso, el ignorar el tratamiento desde un prisma económico de esta cues-
tión hasta fechas recientes.
Sin embargo, la existencia de incertidumbre, independientemente de que el
mercado se caracterice por la existencia de competencia perfecta o monopolio, alte-
ra por entero el panorama. Ahora el empresario desconoce la demanda dirigida a sus
productos. Podrá hacer conjeturas más o menos correctas acerca de su cuantía pero
no sabrá con certeza ni la forma ni la pendiente de la misma. Incluso desde una
perspectiva estática, la elección de la cantidad que maximice sus beneficios es ahora
imposible de determinar con exactitud ya que será, asimismo, desconocida. En otras
palabras, la regla de la igualación de los ingresos y costes marginales es inaplicable
en su formulación más sencilla.
(20) Por lo que respecta a los beneficios, Monsen, R.J., Chiu J.S. y Cooley D.E. en "The
Effect of Separation of Ownership and Control on the Perfomance of the Large Firms "Quate-
xly Journal of Economics, August 1968, encontraron, sobre una muestra de 72 empresas, que
los beneficios por acción eran un 75 % más altos en aquellas empresas controladas por los propie-
tarios que en las que lo eran por los empresarios. Por su parte, Kamerschen, D.R. "The Influen-
ce of Ownership and Control on Profit RatesV American Economic Review, June 1968, encon-
tró una relación similar pero estadísticamente no significativa. En cualquier caso, se puede con-
cluir que los empresarios no buscan el máximo beneficio con la misma diligencia que los pro-
pietarios.
(21) Veáse el artículo pionero de Alchian, A.A. "Uncertainty, Evolution and Economic
Theory" Journal of Political Economy, June 1950.
(22) Véase WUliamson, O "Managerial Discretion and Business Behavior" American Eco-
nomic Review December 1963.
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Una posible línea de defensa seria aceptar el punto de vista de que estas funcio-
nes no es necesario que se determinen objetivamente, sino que únicamente se re-
quiere que los empresarios la igualen de acuerdo con sus valores subjetivamente de-
terminados. Sin embargo, tal como se señaló, aceptar ésto, es admitir que el com-
portamiento racional puede adoptar una pluralidad de formas distintas, dependien-
do de la evaluación que haga cada empresario del futuro. Según la visión que se
adopte, la decisión adecuada variará y no tienen que ser coincidentes entre sí como
ocurriría en el caso de que se intentaran alcanzar máximos beneficios. Por otra
parte, cualquier conducta observada puede considerarse que es conducente a la ob-
tención de beneficios ya que es compatible con la igualdad de los costes e ingresos
marginales, siempre que estén cuantificados subjetivamente.
Asimismo, se podría creer que por medio de un proceso continuo de prueba y
error, en condiciones de incertidumbre, el empresario podría acercarse en el límite
a maximizar los beneficios. Esta visión, niega que la presencia de conocimiento
incompleto produzca resultados sensiblemente que los previstos por la teoría23.
Sin embargo, para que ello fuese así se requieren una cierta serie de requisitos
adicionales. Entre otros, que la convergencia hacia la maximización por esta vía
tendría que efectuarse sin altibajos; dentro de un tren creciente hacia el óptimo.
Un empresario o gerente que se aperciba que sus beneficios descienden con respec-
to al periodo anterior, no sabrá si van a descender todavía más o por el contrario
subir. Por el contrario, si notan que paulatinamente se van incrementando en el
tiempo, esto es un indicio de que el camino emprendido es el correcto. No obstante,
todo lo anterior descansa en la suposición de que,ante cada situaciones capaz de
evaluar el relativo éxito o fracaso de su gestión, para lo cual necesita efectuar com-
paraciones entre la posición actual y otras acciones que potencialmente podrían
haber proseguido. Y esto último es extraordinariamente difícil al estar inscritas en
un marco siempre cambiante.
Incluso si suponemos que el empresario acierta, es decir, coincide casi plena-
mente sus expectativas con la realidad, aparecen nuevos problemas. Ante dos alter-
nativas posibles, una con mayores beneficios pero al mismo tiempo con mayor
riesgo que la otra, es imposible determinar cual es la elección racional si no se posee
más información adicional sobre la actitud de los empresarios acerca delriesgo.Es
decir, la adopción de una regla de decisión aprioristica de escoger la alternativa que
tenga un beneficio esperado más alto, no describirá el comportamiento en el mundo
real, que asimismo depende de si los empresarios tienen aversión alriesgoo no. Es
necesario conocer previamente cual es, o bien establecer una hipótesis adicional24.
A mayor abundamiento, nuevos problemas se plantean por las interrelaciones
entre la incertidumbre, aversión al riesgo y el horizonte temporal del empresario.
(23) Pero, la incertidumbre justifica como racionales una serie de actitudes que de otra for-
ma serian irracionales. Tal es el caso de los stocks mantenidos para hacer frente a las variaciones
de la demanda, la búsqueda de flexibilidad de la planta, etc.
(24) Por ejemplo Sandmo, A: "On the Theory of the Competitive Firm under Price Un-
certainty" American Economic Review (1971), supone que existe aversión al riesgo. En tal
caso, siempre que la actitud del empresario sea consistente con los axiomas de Neumann -Mor-
genstern, maximizará el valor esperado de una función de beneficio que será convexa por el
supuesto de partida.
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA 229
largo plazo y, en estas condiciones, puede existir competencia perfecta, por lo que
la presión de la misma conserva su carácter de sancionadora de conductas que se
desvien de la maximización de beneficios. Sin embargo, un defensor de este enfo-
que, señalo, asimismo, que "... los beneficios son el resultado de la incertidumbre
y... no pueden ser maximizados deliberadamente por anticipado"25. Y en tales cir-
cunstancias, cualquier motivación por parte de los empresarios es factible (a partir
de ciertos requisitos mínimos, como ser consistentes en sus preferencias, etc, am-
pliándose, por lo tanto, el concepto de racionalidad.
La segunda razón hace referencia al olvido de la empresa y el predominio de la
industria en la teoría convencional. Esto ha llevado, por el hecho de suponer compe-
tencia, a inducir el que las empresas deben maximizar beneficios. Es decir, lo prime-
ro permite obtener una serie de predicciones, fundamentadas en la asignación de re-
cursos, que presuponen que el objetivo básico es únicamente el ánimo de lucro por
parte de los empresarios. Sin embargo, como se ha razonado, esto no es válido en
todas las circunstancias. No obstante, dado este enfoque, el pasar de ahí, a proponer
como objetivo a priori la maximización, sin hacer averiguaciones de como se toman
decisiones y como se resuelven los conflictos entre objetivos en el interior de las
empresas, solamente supuso un paso más. Y el enfatizar las circunstancias que con-
ducían a ello, el no buscar los eslabones intermedios la conducta del empresario,
llevó a dejar a la teoría de la empresa vacia de contenido significativo y a convertir
la microeconomía en praxeología.
Por consiguiente, la interrelación del supuesto de la maximización de beneficios
y el olvido de la empresa ha llevado a que esta se convierta en una pura entelequia.
El superar este estado de cosas obliga a volver a considerar como objetivo principal
de la teoría de la oferta, la empresa. Esto, adicionalmente. posibilita el entroncar
cómodamente la teoría convencional con los desarrollos recientes de los derechos
de propiedad y el como las distintas formas que los mismos pueden adoptar alteran
la asignación de recursos.
Como es sabido, con esta nueva interpretación se vuelve a hacer hincapié en el
papel que efectúa el empresario dentro de las distintas organizaciones, ya que en el
momento que se tienen más de un modo de concretar los derechos de propiedad, no
se puede asegurar que se maximicen los beneficios. Es decir, este supuesto tradicio-
nal, para que sea realista excluye cualquier forma de propiedad que no sea la de un
único propietario de la empresa que a su vez es el que incurre en el riesgo. Por lo
tanto, no tienen cabida en la misma, otras formas de organización alternativas que
son precisamente las que tienen más desarrollo en las actuales circunstancias del
capitalismo —gestión pública, organizaciones sin ánimo de lucro, etc,—, que si bien
pueden intentar maximizar beneficios buscando eficacia ya no es seguro que lo
efectúen.
Con este cambio de óptica, y de modo consecuente, ya no se puede establecer
como punto de partida que el interés de los propietarios, llevara a que la única va-
(25) Friedman, M: "The Methodology of Positive Economics" en Essays in Positive Eco-
nomics, University of Chicago Press, Chicago 1953, pág. 21.
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA _>:¡l
riable relevante sea el beneficio, sino que ahora habrá que enfatizar los deseos de los
empresarios -plasmados en una función de utilidad- y el como se produce el ajuste
de la empresa al entorno, por medio de analizar las acciones individuales dentro de
las organizaciones. Sin embargo, con todo ello no se produce un rechazo del margi-
nalismo sino que meramente lo amplia al no rechazar la maximización de una varia-
ble, (sólo que en este caso será la función de utilidad), tomando en consideración
los efectos de los cambios en los derechos de propiedad sobre la conducta del mis-
mo. De este modo, se apela a la evidencia empírica tanto a la hora de formular hi-
pótesis como al hacer a la teoría capaz de ser falsable con la realidad, superando el
estrecho marco, casi tautológico, al que había quedado reducida gracias a las defen-
sas de la maximización de beneficios de Machlup, Friedman y Alchian.
Además, el reconocimiento de que los empresarios pueden perseguir otras fina-
lidades aparte de la mera consecución de beneficios, el hecho de que intenten obte-
ner bienes no pecunarios, plantea la cuestión del grado en que pueden obtenerlos
sin ser sancionados por el mercado. Planteado de esta forma, todo estará en función
de los costes de reforzar los derechos de propiedad. Es decir, dado en que no es
gratuita la información, el controlar por parte de los propietarios la gestión de los
empresarios, lleva unos costes y si estos son altos es más probable que se puedan
proseguir con éxito otras finalidades26.
Sin extendernos más en esto, que sale fuera del contexto de este artículo27,
aquí solamente interesa señalar, que los derechos de propiedad solamente reconocen
y amplían un principio profundamente enraizado en la teoría convencional. Si justi-
ficamos la búsqueda de la maximización de beneficios en base a la competencia del
mercado, se justifica asimismo, que siempre que esta sea fuerte quedarán excluidas
otras consideraciones y a los distintos empresarios no les queda más remedio que
adoptar ese criterio de racionalidad. Si por el contrario, esta es débil, ya queda
abierta la posibilidad de intentar obtener otros objetivos. Sin embargo no queda
explicitado ni se provee ningún modelo explicativo, si solamente se señala esta posi-
bilidad sin articularla de algún modo dentro de una teoría más amplia. Y esto es lo
que hace la presente teoría al enfatizar el coste de reforzar los derechos de propie-
dad al tiempo que posibilita el tratar todos las formas distintas de empresas dentro
del mismo principio explicativo.
B) El concepto de beneficio
La teoría del beneficio es una de las partes más confusas en el campo de la eco-
nomía. El concepto del mismo, su determinación, la parte que ocupa en la distribu-
ción de la renta y su justificación ha sido objeto de polémica que aún perdura.
(26) Cuanta más dispersa sea la propiedad de una empresa, mayores serán estos costes, y
más probable que no se consigan máximos beneficios (véase Kaysen, C: "Another View of Cor-
porate Capitalism" Quaterly Journal of Economics (1965). Del mismo modo, esto se reflejará
en el precio de las acciones. Cuanto más disperso sea el stock, es de esperar un precio menor
para las mismas y esto supone un límite a la discrecionalidad . Para una perspectiva teórica,
véase el libro de Williamson.
(27) A este respecto véase, Forubton, E y Pejovich, S: "Property Rights and Economic
Theory: A Survey of Recent Literature" Journal of Economic Literature (1972).
232 J. FDZ. DE CASTRO
competencia perfecta, por lo que en lo que sigue nos limitaremos a la discusión del
mismo bajo esta forma de mercado.
Para lo cual, consideraremos sucesivamente situaciones caracterizadas por esta-
dos de equilibrio y de desequilibrio.
B-l) Equilibrio
En condiciones de equilibrio a largo plazo, lo que es costumbre aplicar en las
aulas universitarias es que los beneficios extraordinarios deben de anularse, recibien-
do el empresario una restribución: el beneficio "normal", que está incluido en los
costes. Obviamente, este beneficio es el coste de oportunidad del empresario.
Nada hay que oponer a este enfoque considerado en sí mismo. No obstante,
cuando lo ponemos en relación con otros apartados de la teoría como, por ejem-
plo, el teorema del agotamiento del producto, se pone de manifiesto sus inconsis-
tencias.
Como es sabido, este teorema afirma que si la función de producción es lineal y
homogénea y a cada factor se le retribuye de acuerdo con su productividad marginal
el producto se agota: no queda ningún excedente. La relevancia de este teorema es-
triba en que se puede aplicar a una posición de equilibrio competitivo a largo plazo
ya que en él prevalecerán rendimientos físicos constantes. Esto es lo mismo que afir-
mar que los beneficios extraordinarios se anulan.
En tal posición, todavía se podría incluir la "actividad empresarial" como un
factor más recibiendo un beneficio normal como retribución de su productividad
marginal 28 , no vulnerando por lo tanto el teorema del agotamiento del producto
(teorema de Euler en términos puramente matemáticos). Sin embargo, esta solución
lleva a la imposibilidad de que en el mínimo de la curva de costes medios, existan
rendimientos físicos constantes, pues en este costo ya van incluidos los beneficios
normales y si estos son positivos, la producción para la cual el costo medio está en
un mínimo es mayor al correspondiente al punto en el cual se han agotado las
economías de escala. Esto es lo mismo que afirmar que para que existan beneficios
positivos, las empresas deben de encontrarse en el tramo creciente de los costes
unitarios.
Por otra parte, la inclusión de los beneficios normales dentro de los costes uni-
tarios,' hace que las predicciones que el modelo de competencia perfecta pueda for-
(28) Dejando aparte la cuestión de que no tiene sentido hablar de productividad marginal
de un input que es fijo. Una empresa tiene un solo empresario y si puede variar este ya no tiene
sentido hablar de rendimientos decrecientes para explicar el tramo creciente de la curva de
costes medios. Por otra parte, no es sencillo dar un tratamiento formal al concepto de actividad
empresarial. La Sra. Robinson en "El teorema de Euler y el problema de la distribución" repro-
ducido en Breit, W y Hochman, H, Microeconomía, Interamericana, México 1973, considera
tres métodos: 1) Postular que no existe una función específica de toma de decisiones por el em-
presario, 2) Cada empresa posee una unidad indivisible de actividad empresarial cuyo precio de
oferta es independiente de la cantidad de producto que controla y 3) Hay una función empresa-
rial de toma de decisiones, según la recompensa que obtenga. Obviamente en los dos primeros
casos no hay nada que pueda denominarse producto marginal de la actividad empresarial para
la empresa. La solución restante, incumple las condiciones de Scitivsky para que un empresario
maximice los beneficios.
234 J. FDZ. DE CASTRO
mular sobre el equilibrio a largo plazo sean en gran medida tautológicos. Los costes
en este caso tenderán a igualarse con el precio, y no al contrario como predice la
teoría, por lo que la condición de equilibrio de que el precio deba ser igual tanto al
coste marginal como al medio no será explicativa del comportamiento de la em-
presa sino una consecuencia de una definición correcta de los costes de producción.
La explicación subyace en que los beneficios extraordinarios, la diferencia
entre ingresos y costes, se derivan de la presencia de un factor especializado más
eficaz para la empresa que lo posee que para sus competidoras, lo que resulta en
unos costes medios menores. Por consiguiente, tales beneficios serán extraordinarios
en un sentido comparativo con respecto a las empresas que no poseen dicho factor,
caso de pagarse la misma retribución que a los menos eficaces. Sin embargo, este
input más productivo tendrá un valor superior al de los otros similares de naturaleza
pero de menor productividad, por lo que su retribución real será mayor. Si se le
paga esta, el coste medio tenderá a igualarse al precio.
Si el empresario es el input especializado dentro de cada empresa, de forma que
dada la técnica y los otros inputs que se supone que se conocen y están disponibles
para todas las empresas que componen un mercado de competencia perfecta, su
retribución es el fenómeno que motiva este carácter errático de los costes. Por lo
tanto, en situaciones de equilibrio a largo plazo, con certidumbre e información
completa, la única explicación para su existencia es la presencia de estos factores
dierenciales en poder de las unidades de producción.
B-2) Desequilibrio
Si la información fuese completa, siempre se conocerían los precios que clarifi-
carian los mercados y los planes económicos de los distintos agentes se cumplirían
en su totalidad. Sin embargo, esta certidumbre acerca del curso futuro de los
eventos se rompe cuando la información es incompleta. Esta es una característica
de todos los sistemas dinámicos por lo que el marco real en el cual se inscriben
todas las acciones es un contexto caracterizado por la incertidumbre y, como conse-
cuencia, el desequilibrio.
Esto es lo que hace aparecer el riesgo, es decir, la posibilidad de que surga un
resultado desfavorable de una acción emprendida y, consiguientemente, la posibili-
dad de obtener por parte de la empresa beneficios o pérdidas extraordinarios a
partir del momento en que los planes no se cumplen ya que no se puede planear con
anticipación exactamente la cuantía de las magnitudes económicas relevantes.
Si lo anterior es correcto, el beneficio real será la diferencia entre los rendi-
mientos esperados de una determinada actividad productiva (rendimientos ex ante)
y los conseguidos realmente expost. En este caso, si todas las retribuciones a los fac-
tores productivos fuesen variables, si a estos se les recompensara de acuerdo con el
resultado de la actividad productiva, el beneficio, de acuerdo con el sentido tradi-
cional del término como diferencia entre ingresos y costes, sería nulo, no existiría.
No obstante, en el sentido aquí definido, seguiría existiendo, pero no sería identifi-
care como un componente específico de la distribución de la renta, sino que iría
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA 235
C) Conclusiones
Tal como se expuso en la introducción al presente artículo el objetivo del mis-
mo era exponer las dudas que se manifestaban en cuanto a la aplicabilidad del su-
puesto de maximización de beneficios. En este contexto, se han explicitado los su-
puestos adicionales que se requerían para que tuviera validez así como su poca cre-
dibilidad. En concreto, se ha mostrado como han ido parejos e influyéndose mutua-
mente, dicho supuesto y el olvido al que sumió la teoría neoclásica a la empresa,
no investigándose el proceso de toma de decisiones en el interior de la misma, por
lo que era lógico enfatizar el supuesto de maximización por la presión de la
industria.
Al mismo tiempo, la ampliación del análisis marginalista gracias a la literatura
reciente de los derechos de propiedad, ha evidenciado que el comportamiento ra-
cional del empresario puede adoptar una pluralidad de formas en adición a la bús-
queda de beneficios. Será papel ahora de la teoría el sistematizar como las distintas
formas de asignar los derechos de propiedad influyen y alternan las predicciones
convencionales, poniendo el centro de interés en la empresa y no la industria. Para
esta finalidad el camino más fructífero parece ser el ampliar la función objetiva del
empresario, ya que la inclusión de nuevas variables, en adición a los beneficios, in-
crementa el poder predictivo de los modelos haciéndolos más cercanos a la realidad.
Llegando a este punto, es interesante plantearse el por qué de la pervivencia
del concepto de maximización de beneficios y la asimilación del principio de racio-
nalidad a dicho concepto. Algunas de las razones ya se han avanzado anteriormente
y, en adición, es conveniente resaltar que gran parte de su longevidad reside en que
no hay un sustituto apropiado que sea aceptado mayoritariamente.
Por otra parte, a pesar de la ambigüedad del concepto "beneficio" —siempre
tiene un componente residual que no puede maximizarse por adelantado- lo que es
pertinente a efectos teóricos en su poder explicativo. En este sentido, no cabe duda,
que con gran economía de medios, es decir, con simplicidad, el supuesto de maxi-
mización de beneficios cumple adecuadamente dicha finalidad. En otras palabras,
y en un plano más general, el principio de racionalidad implica que el empresario,
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA 237
ante diversas alternativas, es capaz de construir con las mismas un orden de prefe-
rencias consistente y elegir ante las disponibles aquella preferida. Por lo tanto, lleva
aparejado dicho principio la idea de maximización de alguna alternativa. Lo que ca-
bría discutir es si necesariamente maximiza los beneficios asociados con cada
posible curso de acción o, por el contrario, lo relevante es un índice de preferencias.
A priori, no hay ninguna razón para presuponer que lo primero sea siempre lo
relevante y la pluralidad de hipótesis alternativas lo confirma. Sin embargo, lo que
hay que plantearse es si las diferencias en el poder predictivo de los diversos mode-
los son lo suficientemente significativos como para "compensar" la substitución del
principio de maximización de beneficios por otro alternativo que plantee problemas
adicionales de información sobre como se toman las decisiones en el seno de las
empresas.
A este respecto, la respuesta es negativa. En el mundo real el grado de discrecio-
nalidad por parte de los managers para proseguir otros objetivos distintos es más pe-
queña que lo que a primera vista podría parecer. En primer lugar, el mercado de ca-
pitales sancionará cualquier desviación de la pura maximización de beneficios. En
los mercados de oferta fija, como la bolsa de valores, cualquier transacción afec-
tará el precio de cada acción de una forma más que proporcional al total de las
acciones intercambiadas. De esta forma cuantas más acciones se vendan, reflejo
del desacuerdo de los propietarios acerca de los beneficios obtenidos, más bajará
el precio por acción de esa empresa con respecto a las otras. Esto pone un límite
al poder de los managers, máxime si sus ingresos presentes y futuros están rela-
cionados con su actuación pasada y presente. En segundo lugar, si esta obtenien-
do menos beneficios que los que se consideran "normales" siempre está el riesgo,
por el fenónemo del "holding", que sea apartado de la dirección de la empresa. Por
tales motivos, las divergencias entre los resultados previstos por los diversos mo-
delos alternativos de la empresa, son más importantes en un plano teórico de lo
que sucede en la realidad.
Por todo ello, la asimilación del principio de racionalidad con la mera maxi-
mización de beneficios parece justificable y ha posibilitado su permanencia a
pesar de todas las críticas que se pueden efectuar al mismo, reflejadas, en parte
en el presente artículo.