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JUAN FERNANDEZ DE CASTRO1

La teoría de la Empresa Neoclásica: La maximización de beneficios

Si hubiera que caracterizar de algún modo la situación actual de la teoría de la


empresa, habría que resaltar la multitud de comentarios que ponen en duda la ade-
cuación de dicha teoría a los problemas del mundo real. Más concretamente, la
hipótesis de que la motivación básica del empresario es la maximización de benefi-
cios, se ve sometida a serias críticas por parte de diversos autores preocupados por
dicha cuestión. No obstante, como cualquier ojeada a cualquier manual de micro-
economía pone de manifiesto, la teoría convencional ha salido triunfante de sus
críticas. Esto es debido en parte, a que si bien existe acuerdo por parte de los críti-
cos en cuanto la insastifación que producen los logros de la economía en esta área,
no hay una opinión general sobre lo que se debería hacer para substituir la estruc-
tura convencional por otra que conllevara igual poder predictivo.
Las críticas dirigidas a este supuesto cubren toda la gama posible,, desde aquellas
que afirman que el empresario lo que intenta maximizar es alguna otra variable, ven-
tas, utilidad, etc, bien en conjunción con los beneficios bien separadamente, hasta
aquellos que niegan incluso la alternativa de maximización, tal como los modelos
preconizados por los conductivistas. Sin embargo, ninguno de ellos ha conseguido la
suficiente credibilidad acerca de su validez general como para poner en serios aprie-
tos al monopolio neoclásico de la teoría de la empresa.
El propósito de este artículo es incidir en esta problemática, no intentando
formular una hipótesis alternativa más a añadir a las ya existentes, sino meramente
remarcar algunos aspectos frecuentemente olvidados en la teoría y que debilitan aún
más la fe en la maximización de beneficios. Para ello, lo que sigue se estructura en
tres grandes apartados; A) revisar la controversia referente a la teoría neoclásica de
la empresa con especial atención al principio de maximización de beneficios, B)
analizar el propio concepto de beneficios y C) Conclusiones.

A) Empresa, industria y las reglas de maximización


El olvido de la teoría de la empresa dentro del campo de la microeconomia ha
sido una constante a lo largo de la historia. Marshall, por ejemplo, a pesar de sus es-
(1) Quiero hacer constar mi agradecimiento a los profesores Pastor y García Duran por sus
comentarios y sugerencias a este articulo. Indudablemente me he beneficiado de las mismas.
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fuerzos por considerar la oferta y los costes de la empresa; en contra de la corriente


marginalista mayoritaria con su énfasis en el lado de la demanda, fue parcialmente
responsable, paradójicamente, del olvido de la teoría de la empresa per se. Debido a
su preocupación por el equilibrio en el mercado de bienes y su presunción de com-
petencia perfecta, la empresa fue eclipsada por la industria.
Esta teoría del valor neoclásica fue generalmente aceptada hasta la decada de
los veinte, sin apenas reticencias dentro del pensamiento económico ortodoxo. La
"empresa representativa" y las no menos famosas "economías externas" permitie-
ron salvar la contradicción entre rendimientos crecientes y competencia perfecta,
alcanzándose una nueva síntesis en la que el equilibrio estaba garantizado junto con
la mejor asignación de los recursos. La polémica consiguiente, a partir del artículo
de Sraffa2, que se desarrollo en las páginas del Economic Journal, puso de mani-
fiesto que la competencia perfecta y los costes decrecientes eran incompatibles. Sin
embargo, estos desarrollos de la teoría neoclásica se llevaron a cabo tomando como
marco a la industria quedando relegada, por consiguiente, la empresa.
Quizá debido a ello, los avances más brillantes de la teoría, los de la competen-
cia imperfecta y monopolistica, únicamente pretendían hallar una solución al dile-
ma anteriormente expuesto, por medio de abandonar el supuesto de competencia
perfecta, dejando, por otra parte, sin profundizar el análisis de los objetivos de los
empresarios. Y no solo esto. Curiosamente, a pesar del reconocimiento teórico de
que los mercados podían ser monopolisticos; la realidad lo había demostrado con
anterioridad, y a pesar de que Hicks3 , en el 1935, ya había informado de que "el
mayor beneficio de un monopolista es una vida tranquila", el supuesto de que el
objetivo de un empresario es maximizar los beneficios no se cuestionó seriamente
por parte de Robinson y Chamberlain y se siguió adoptando como una hipótesis
explicativa del auténtico comportamiento de las empresas.
Sin embargo, la aparición de los mercados imperfectos posibilitó el poner en
entredicho dicha hipótesis. Así como se puede argüir de que constituye una con-
dición necesaria cuando la competencia es entre muchos, puesto de que no ser así
la propia competencia llevaría a eliminar a aquellas empresas que no siguieran las
reglas marginalistas conducentes a la maximización, esta urgencia desaparece
cuando nos trasladamos a los mercados de clientelas y el empresario se puede per-
mitir el perseguir otros objetivos que estén dentro de su función de utilidad subje-
tiva, tales como mayores emolumentos, mejores oficinas, etc.
Este reconocimiento llevo rápidamente a desarrollos teóricos dirigidos a elimi-
nar la indeterminación de los modelos de competencia imperfecta, por medio de
introducir funciones de preferencia empresariales, en las cuales cabían otros ob-
jetivos alternativos. Al mismo tiempo, se impulsaron los trabajos empíricos4, con-

(2) Sraffa, P: "Las leyes de los rendimientos en régimen de competencia" Reproducido en


Stigler, G y Boulding, K, (Ed): Ensayos sobre la teoría de los precios, Aguilar, Madrid, 1963.
(3) Hicks, J. R.: "Examen anual de la teoría económica: La teoría del monopolio", en
Stigler y Boulding, Ensayos... Op. cit.
(4) El más famoso de ellos es sin duda el de Hall, R y Hiten,. C: "Pnce Theory and Busi-
ness Behaviour" Oxford Economic Papers (1939) que esta en contra del marginalismo. A favor
del mismo, Earley, J.S.: "Recent Developments in Cost Accounting and the Marginal Analysis"
Journal of Political Economi (1955) y "Marginal Policies of ExceUently Managed Companies"
American Economic Review (1956).
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ducentes a verificar si en la realidad los empresarios maximizaban beneficios o bien


intentaban alcanzar otros fines alternativos.
Las conclusiones de dichos trabajos son ambiguas. Los primeros resultados de
Hall y Hiten, daban como resultado, no solo que los empresarios no intentan maxi-
mizar los beneficios a corto plazo, sino que tampoco empleaban las reglas margina-
listas de igualación del costo marginal con el ingreso marginal. Las razones de tal
conducta estribaban tanto en el desconocimiento de sus costes marginales al produ-
cir las empresas mas de un producto como al hecho de que, al estar inscritas en un
marco caracterizado por la incertidumbre, no podían determinar con exactitud las
curvas de demanda dirigidas a sus productos. No obstante, asimismo hay evidencia
empirica que permite sustentar opiniones contrarias a la expuesta. Por ejemplo,
Earley, con datos correspondientes a la industria norteamericana, llego a la conclu-
sión de que las empresas analizadas en su muestra, aplican las reglas marginalistas
a la hora de tomar sus decisiones, conociendo tanto los costes como los ingresos
marginales gracias a las modernas técnicas contables.
Por otra parte, si la evidencia empírica no era concluyente, ello no fue óbice
para que las aguas volvieran a su cauce, gracias al brillante estudio teórico de
Machlup5. Sus argumentos son conocidos; desde desechar los estudios empíricos
basados en encuestas contrarios al marginalismo por no ser concluyentes y no ser la
"jerga" profesional comprensible para el hombre de negocios que de este modo no
sabría interpretar las preguntas, hasta justificar por razones sicológicas la contesta-
ción de los mismos de que no intentan maximizar beneficios. A un nivel más pro-
fundo, Machlup defendió la plausibilidad del marginalismo, pues si bien no era posi-
ble conocer objetivamente los ingresos y costes marginales, lo que importaba era la
creencia de cuales eran esos valores por parte de los empresarios para una aplicación
de las reglas neoclásicas. Del mismo modo, solo aceptaba el objetivo tradicional
como móvil de actuación del empresario, pudiéndose alcanzar por medio de las
curvas de demanda y de costes a largo plazo, que, asimismo, se determinaban de
acuerdo con las expectativas de cada sujeto.
Este restablecimiento de la ortodoxia fue a costa de pérdida de confianza6 en
la misma, ya que para aplicar las reglas marginalistas, los costos y la demanda deben
de establecerse objetivamente, Si, tal como hace Machlup, se acepta el punto de vis-
ta de que es posible determinarlas subjetivamente, el marginalismo queda converti-
do en una mera tautología, ya que cualquier conducta puede considerarse que inten-
ta la maximización de beneficios ya que es compatible con la igualdad entre los

(5) Machlup, F: "Theories of the Firm: Marginalist, Managerialist and Behavioural" Ame-
rican Economic Review (1967).
(6) La evolución de la teoriade la empresa a partir de este punto lo demuestra palpable-
mente al proponerse distintas hipótesis de conducta empresarial en las que, en mayor o menor
grado, se abandona la idea de la maximización de beneficios en busca de un mayor realismo.
Véase, por ejemplo, Baumol, W: Bussines Behavior, Valué and Growth, Macmillan, New York,
1959; Cyert, R. y March, J: A Behavioral Theory of the Firm, Prentice Hall, Englewood Cliff
1963; Edith Penrose: The Theory of the Growth of the Firm, John Wiley and Sons, New York,
1959; Williamson, O: The Economics of Discretionary Behavior: Managerial Objetives in a
Theory of the Firm, Prentice Hall, Englewood Cliffs, 1964, por citar los mas conocidos.
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costes e ingresos marginales subjetivamente determinados. Del mismo modo, si di-


cha igualación se produce habiéndose derivado los mismos de funciones de demanda
y costes esperados, siempre se puede explicar en términos de maximización de bene-
ficios.
Dejando la historia aparte, y centrando la atención en la teoría de la empresa,
hay que resaltar que la teoría convencional descansa en una serie de supuestos, la
mayoría de las veces implícitos, que la hacen sumamente restrictiva. De tal modo
que, realmente, el colocar un área de conocimiento bajo la etiqueta de teoría de la
empresa es extraordinariamente difícil de explicar en sus orígenes. La teoría formal
del equilibrio general es verdaderamente compleja de considerar, sin efectuar al mis-
mo tiempo una serie de simplificaciones importantes en cuanto los supuestos de
partida. Incluso dentro de este marco, las empresas quedan reducidas a un simple
papel de respuesta, particularmente en ausencia de cambio tecnológico e incerti-
dumbre.
De este modo, la empresa neoclásica queda convertida en un concepto abstrac-
to y puro que es difícil de entender fuera de su contexto de partida. Pero en él es
simplemente un criterio de decisión acerca de que cantidades producir en respuesta a
la información que obtiene del mercado. Es decir, la estructura teórica llamada em-
presa se caracteriza por el hecho de que existe una únca persona que toma las deci-
siones; el empresario. Si la inscribimos en un sistema competitivo, las señales recibi-
das del mismo vía precios, provocan el ajuste de la cantidad que se desea ofrecer,
determinando la conducta del empresario. A este respecto es significativa la opinión
de Machlup, el cual en el artículo citado afirmaba que la empresa neoclásica sola-
mente proporciona una explicación de los posibles efectos de ciertos cambios en las
fuerzas de mercado. Este reactor machlupiano, queda convertido en un mero meca-
nismo de transicción desde la causa —el entorno— a los efectos. Los engranajes de
dicho mecanismo, su funcionamiento interno, no se explican por lo que no pueden
encontrar cabida en el mismo ninguno de los problemas de las empresas reales ni un
análisis del proceso interno de la toma de decisión. Esta caja vacia es una mera cons-
trucción mental que no pretende explicar ni predecir el comportamiento de las em-
presas en su contexto propio. Por dicho motivo, todo el modelo neoclásico es una
descripción del marco por el cual la empresa debe operar, el mercado, más que la
empresa en sí.
A este respecto, la consideración de que el único objetivo de la empresa es la
maximización de beneficios, se deduce de la acción y funcionamiento del mercado
y no de un estudio específico de cuales son las motivaciones reales del empresario.
La defensa metodológica de tal supuesto, basada en que interesa más el poder pre-
dictivo que el realismo de las hipótesis, y que,por lo tanto, podemos suponer que el
empresario actúa como si intentara maximizar beneficios pues sino la competencia
de los demás tendería a desplazarlo del mercado, es un ejemplo de lo anterior al
tiempo que demuestra que la teoría convencional está más interesada en explicar
que es lo que sucede en el mercado que lo que ocurre en la empresa.
De esta forma, el olvido de la teoría de la empresa y el principio de maximiza-
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ción se encuentran interrelacionados. En último término, su utilización se despren-


de de la preferencia teórica por las argumentaciones aprioristicas más que empíricas,
pero el coste de reducir la complejidad de las empresas a la mera consecución de
beneñcios ha sido el convertir todos los problemas empresariales en una cuestión
lógica. Ya Hayek en el 1945, reflexionando acerca del uso del conocimiento en la
sociedad escribía acerca de como construir un orden económico racional: "Sobre
ciertos supuestos racionales la respuesta es bastante simple. Si poseemos toda la in-
formación relevante, si podemos partir de un sistema dado de preferencias y si te-
nemos conocimiento perfecto de los medios disponibles, el problema es de pura
lógica"7.
Incidentalmente, esta información perfecta junto con los cambios instantáneos
de la demanda y el contexto de la competencia perfecta evitaba cualquier tipo de
desequilibrio. Los precios reaccionarían a los cambios en la demanda o la oferta a
tal velocidad que siempre equilibrarían los mercados. Toda la teroía del precio con-
vencional, bajo el supuesto de que los sujetos actúan conforme a un comportamien-
to racional y, lo que es más importante, con conocimiento e información perfecta
de todas las alternativas, se ha limitado a un mero ejercicio de lógica, a niveles cre-
cientes de sofisticación matemática para llegar a determinar las leyes que gobiernan
la asignación eficiente de los recursos8.
No obstante, este panorama se ve obscurecido por las debilidades inherentes a
los supuestos; ni la información es completa ni el conocimiento es perfecto. No se
tiene una visión adecuada de cuales son los recunos productivos, ni la información
pertinente de cual es el mejor uso de los mismos e incluso para que emplearlos. Este
conocimiento lo tienen los distintos individuos de la sociedad y no están disponibles
de modo inmediato en su totalidad a un sujeto aislado ya sea este empresario o con-
sumidor. En último término, la información como todo bien tiene un coste y esto
introduce elementos radicalmente distintos en la teoría.
A pesar de ello, todo esto no se incorporó en su día a los modelos económicos.
La razón de este olvido subyace en la propia naturaleza del equilibrio general en el
cual se inscribe el microcosmos de la teoría de la empresa. Tradicionalmente se ha
considerado que el mercado era la solución ideal que obviaba dichos problemas,
pues reconciliaba la libertad de los sujetos con la necesidad de que a un nivel agrega-
do existiese un equilibrio; es decir, que la oferta igualase a la demanda.
En otras palabras, se creía que toda la información relevante estaba contenida
en el sistema de precios, por lo que el conocimiento significativo para el empresario
o el consumidor se reducía a conocer los parámetros relevantes para su actuación
racional. En este esquema, los mecanismos de transmisión de la información estaban
constituidos por la curva de oferta y demanda y, bajo los supuestos de maximizar
los beneficios y la utilidad por parte de los empresarios y los consumidores respecti-
vamente, esto llevaría a un único precio de equilibrio en cada mercado. Tal como lo
(7) Hayek, F: "The Use and Knowledge in Society" American Economic Review (1945).
(8) Y a menudo inútil. Véase Mishan, E: "Theories of Consumer's Behaviour: A cynical
View" Económica (1961).
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manifestó Leijonhufvud" ... el mecanismo de precios requiere para resultar eficaz


la satisfacción de dos funciones simultáneamente, a) debería difundir la informa-
ción necesaria para coordinar las actividades y los planes económicos de los sujetos
independientes y b) deberían suministrar incentivos para que se adecúen las activi-
dades de manera que, en su totalidad, resulten coherentes".
Esto implica, obviamente, que los precios relativos de equilibrio en un mercado
sea conocido por todos los participantes, en dicho mercado y, suponiendo una vez
más que exista competencia perfecta, el que cada uno se adecúe a los mismos. Esto
último equivale a que únicamente se comercie a dichos precios no existiendo inter-
cambio ante cualquier otro vector de precios distinto al del correspondiente al
equilibrio 9 .
Por todo ello, el sistema neoclásico para resultar operativo suponía información
perfecta, la existencia de mercados de competencia perfecta y una respuesta instan-
tánea por parte de los precios a los cambios en la demanda que siempre clarificarían
los mercados y, por lo tanto, se alcanzaría el equilibrio 1 0 .
Se podría suponer que dentro del enfoque del equilibrio parcial este estado de
cosas mejoraría al no estar tan limitados por consideraciones de índole matemática.
Sin embargo, la situación es similar; la consideración walrasiana de que el horizonte
temporal consiste en un solo período, la aplicación de las reglas marginalistas de
igualación del coste marginal con el ingreso marginal, maximización de beneficios y
certidumbre son los supuestos habituales que se analizarán por separado más deta-
lladamente.

A.l) Horizonte temporal de un solo período


El comportamiento supuesto del empresario es que intenta maximizar el bene-
ficio en un periodo de tiempo, independientemente de lo que sucede en los momen-
tos más alejados en el futuro a partir del momento en que toma sus decisiones. Esta
limitación de los modelos en lo que hace referencia a las unidades de produccción,
al no ser capaces de preveer las consecuencias que sus acciones de hoy tendrán en el
mañana, es lo que se expresa en las tantas veces repetida fórmula de los manuales de
que los beneficios son iguales a la diferencia entre los ingresos y los costes totales.

(9) Lejonhufvud, A: On Keynesian Economics and the Economics of Keynes, Oxford Uni-
versity Press, Londres 1968. Por otra paite, este enunciado a primera vista tan sencillo posee
una serie de connotaciones verdaderamente difíciles a la hora de arbitrar el medio de llevarlas
a la práctica. Quizá la más conocida sea la de subastador walrasiano que impide transacciones a
precios falsos, una información sin costes y una velocidad de respuesta infinita de los precios.
Sin embargo, este proceso elimina una serie de problemas pero a costa de su credibilidad. Ade-
más, el intento de Hicks en Valué and Capital de hacer a la teoría más compatible con la reali-
dad y eliminar la figura del subastador, hace que la determinación del equilibrio no sea univoca.
Por lo tanto, la única solución satisfactoria para eliminar los efectos de redistribución que
surgen por los intercambios a precios falsos es eliminarlos por definición, bien por el sistema de
Hicks ("los efectos de renta pueden ignorarse siempre que sean lo suficientemente irrelevantes
como para que puedan desdeñarse") o bien volviendo a la irrealidad del subastador. Aunque en
tal caso, si este último no existe lo cual es perfectamente creíble, se presenta el dilema señalado
por Arrow; si cada vendedor toma el precio como dado ¿Quién fija el precio? (Arrow, K. "To-
wards a Theory of Price Adjustement" en Abramovitz, M. editor, The Allocation of Economic
Resources, Standford University Press, 1959.
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Al mismo tiempo, las condiciones necesarias y suficientes para que esa diferencia
sea máxima son la igualdad entre el coste e ingreso marginal y que el primero sea
creciente. De procederse de este modo se garantiza que los beneficios resultantes
son máximos.
Sin embargo, esta formulación, a pesar de su aparente precisión, es ambigua. Lo
que es relevante para la empresa —si se acepta que su único objetivo es el conseguir
la mayor cuantía de beneficios— es maximizar el valor capital, debido a que el valor
de una empresa no viene determinado por los beneficios obtenidos en un período
determinado, sino por la secuencia temporal de estos durante toda la vida o como
mínimo el horizonte temporal de la empresa1 J .
Claramente, hay una relación estrecha entre ambas formulaciones debido a que
el valor actual (V) de los beneficios que se esperan obtener b Q , b j , . . . b n en los pe-
ríodos o, 1,... n, será
b:
V= 2 —l—
J=o (l + i) n

siendo i el tipo de interés.


A pesar de esto, si el objetivo es maximizar los beneficios a largo plazo, este no
se alcanzará necesariamente por medio de la igualación de los ingresos y costes mar-
ginales a corto. Únicamente coincidirán la maximización a corto y a largo plazo si
los beneficios obtenidos en cada periodo sean totalmente independientes de los al-
canzados en los periodos anteriores de tiempo; la max. de beneficios a largo plazo
solo se conseguirá cuando cada uno de los b Q , b j . . . b n sean máximos.
Pero, cualquier decisión que se adopte hoy afecta e influye a lo largo de un pe-
ríodo de tiempo más o menos dilatado. Los beneficios a obtener en un futuro de-
penden de las decisiones anteriores, por lo que maximizar a largo plazo el excedente
de la empresa no implica ahora al maximizar uno a uno los beneficios a obtener en
cada momento. La conducta racional supone ahora elegir una secuencia temporal
que proporcione el mayor valor actual posible12.
(10) Esto, incidentalmente, constituye un fundamento microeconómico endeble para la
teoría macroeconómica debido a la presencia en esta área de fenómenos tales como el dinero,
incertidumbre, etc, a los que la microeconomía y, más precisamente, la teoría del equilibrio par-
cial, no ha sido capaz, por el momento, de incorporar de modo satisfactorio, negando, por con-
siguiente propiedades dinámicas a su modelo. Es decir, los estados de desequilibrio Keynesianos,
fundamentados en información incompleta, no tienen un apoyo firme en la microeconomía
convencional.
(11) Aún bajo estas circunstancias, la formulación es equivoca a menos que la tasa de bene-
ficios sea constante a lo largo del tiempo. Si esta varía, la corriente de beneficios esperados - y
al mismo tiempo reales ya que existe certidumbre y se tiene la seguridad de que las expectativas
se cumplen siempre, ante dos alternativas distintas no se puede saber a priori cual de estas co-
rrientes es mayor. Por otra parte, cuando la tasa de beneficio fluctúa, la meta del empresario
para maximizar el valor presente de la empresa —el valor descontado de su renta futura—, para
lo cual se necesita saber el tipo de interés. De ahí la formulación del texto.
(12) Aparte de reconocer la interdependencia, este planteamiento tiene la ventaja de expli-
car situaciones que de otro modo serían inexplicables como el caso de una empresa que acepta
pérdidas a corto por tener expectativas de mayores beneficios en el futuro.
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A.2) Aplicación de los principios marginalistas


Históricamente, este fue uno de los primeros puntos atacados de la teoría neo-
clásica en aras de un mayor realismo. Los estudios de Hall y Hiten, ya comentados,
acerca del comportamiento de las empresas en el mundo real, proporcionaron una
serie de resultados sorprendentes para aquellos que seguían pensando en términos
convencionales. Brevemente, los hallazgos de dichos autores podrían resumirse en
los siguientes puntos.
1) El oligopolio es la forma más común de mercado. Los empresarios son cons-
cientes de la interdependencia de acción con sus competidores por lo que su princi-
pal preocupación es referente al precio y no la cantidad.
2) Las empresas no intentan conseguir la maximización de beneficios a corto
plazo, aplicando las reglas marginalistas, sino que por el contrario buscan el benefi-
cio a largo plazo para lo cual siguen el llamado método del coste total debido a que
no conocen ni sus ingresos ni sus costes marginales debido a la falta de información.'
Por otra parte, aún aceptando que los conociesen no los aplican. Ello implica-
ría cambiar los precios y cantidades de equilibrio ante variaciones de la demanda y
esto está en contradicción con la rigidez de precios que ellos observaron en la reali-
dad.
Sin embargo, el principio del coste total explicaría esta rigidez de los precios
cuando las alteraciones de la demanda no van acompañadas por variaciones en los
costes de producción. La razón estriba en que los precios, según este método, se
determinan sumando a los costes variables medios -que se suponen con forma de
L— lo cual está de acuerdo con gran parte de los estudios empíricos sobre las fun-
ciones de coste— una cierta tasa de beneficio que se considera normal.
No obstante, a pesar de su carácter de novedad, lo anterior no constituye una
nueva teoría de la empresa. Si, de acuerdo con el apartado anterior, se considera
que el empresario intenta maximizar sus beneficios a largo plazo, se llegaría a la
misma solución de equilibrio tanto si se aplica el análisis marginal a largo plazo
como el principio del coste total 13 .
Asimismo, y de modo más general, este principio no constituye una teoría
distinta a otras alternativas. Este mecanismo de fijación de precios a corto plazo es
compatible con la inmensa mayoría de las hipótesis que se han formulado para
explicar el comportamiento del empresario. En principio, son compatibles ya que
este mecanismo de determinación de la variable precio se puede adoptar por parte
de las empresas por diversas razones, independientemente de sus objetivos. Estos,
obviamente, influirán en la cuantía del beneficio añadido, que será distinto según
cual sea el objetivo del empresario y, por lo tanto, el precio resultante será si mismo
diferente según se suponga una u otra finalidad. Consecuentemente, a menos que
conozcamos cuáles son los objetivos de la empresa, no podremos decir, consideran-

(13) Esto es así porque ambos tienen que tener en cuéntala elasticidad de la demanda. En
el caso de marginalismo, para hallar el ingreso marginal. Para aquellos adscritos al principio del
coste total es fundamental; por un lado, la elasticidad cruzada delimita la cuantía bruta de bene-
ficio a añadir al coste, por otro lado, para la fijación del precio a largo plazo.
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do únicamente esta regla si el empresario se comporta como un maximizador de


beneficios o de cualquier otra variable.

A.3) Maximización de beneficios.


La teoría tradicional consideraba que el propietario de la empresa era al mis-
mo tiempo el empresario. De este modo, las funciones de dirección y propiedad
estaban unificadas en la misma persona física que cumplía los roles de asunción del
riesgo, receptor de los beneficios y toma de decisiones.
El desarrollo del capitalismo ha llevado ,a que el mundo actual sea más com-
plejo con la aparición de las grandes corporaciones, por lo que se han separado radi-
calmente dichas funciones. Ya no coinciden en el mismo sujeto aquellos que han de
asumir el riesgo de pérdidas o ganancias, con los que deciden la cuantía del mismo
en la que se incurre. Esto implica entre otras cosas, que el objetivo de maximizar
beneficios no sea la única meta de los empresarios14, sino que ahora pueden perse-
guir otras finalidades, de modo complementario o alternativo debido a la mayor
discrecionalidad que poseen para seguir sus propios fines.
Este reconocimiento ha llevado a distintos autores a preconizar modelos alter-
nativos de comportamiento basados en diferentes hipótesis, que a grandes rasgos
pueden encuadrarse en dos enfoques; los que suponen la maximización de una
función de utilidad empresarial15 y, por otra parte, los conductivistas16. Los pri-
meros, introducen en la función como argumentos, aparte del beneficio, elemen-
tos tales como los salarios de la gerencia, prestigio, ocio etc. De este modo, la em-
presa no persigue solamente una única finalidad sino que intenta la persecución de
una multitud de objetivos, seleccionados de tal forma que se maximice la función
de utilidad empresarial. Sin embargo, no hay un acuerdo generalizado acerca de
como se puede obtener esto. Baumol17, por ejemplo, cree que se alcanza por medio
de conseguir las mayores ventas posibles. Mariis18 por otra parte, sugiere que los
empresarios intentan un crecimiento equilibrado máximo, entendiendo por tal un
incremento equilibrado de las ventas y del valor capital de la empresa. Sea cual sea
el modelo propuesto, todos ellos están negados por los conductivistas que al hacer
énfasis en la incertidumbre resaltan la falta de información adecuada que conduce
a que no se pueda maximizar ninguna variable. Por ello, todo queda reducido a
seguir un comportamiento satisfactorio, dadas las limitaciones internas y externas
a la empresa.

(14) Además, para que esto ocurra, la oferta de esfuerzo empresarial tiene que ser inde-
pendiente de la renta. Es decir, la elección entre renta y ocio debe de ser independiente de la
cuantía de la primera, del nivel de vida. Pocas personas encontrarían esta hipótesis plausible.
(15) Por ejemplo, Williamson, O: The Economics of... Op. cit.
(16) Cyert, R. y March, J: A Behavioral Theory... Op. cit.
(17) Baumol, W: Bussines Behavior... Op. cit.
(18) Marris, R: The Economic Theory of "Managerial" Capitalism, Free Press ofGlencoe,
1964.
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Independientemente de lo anterior, lo que es evidente es que según la variable


que queramos maximizar la cantidad de equilibrio resultante será distinta y sola-
mente por casualidad coincidirá con la que prevé la teoría tradicional. Esta afirma-
ción se evidencia de forma simple en términos gráficos. Si en el eje horizontal se
miden los inputs ofrecidos por el empresario (la oferta empresarial) y en el de or-
denadas los beneficios de la empresa.

Las tres curvas OA, OB y OC, muestran respectivamente el beneficio bruto, el


coste de oportunidad del empresario cuando ofrece sus servicios como empleado a
otras empresas (beneficios normales) y, por último, el beneficio neto o diferencia
entre las dos curvas anteriores. Por otra parte, la curva de indiferencia I, representa
la función de utilidad del empresario, representando la aversión de ofrecer más ser-
vicios a partir de un cierto punto, prefiriendo, entonces, la vida tranquila hicksiana.
Además, la curva OA tiene un máximo en M, y un punto de tangencia con I en N,
que es el que el empresario establecerá como objetivo de acuerdo con los modelos
de maximización de la función de utilidad empresarial.
.Como se evidencia, esto lleva a una situación de equilibrio de ingresos y servi-
cios empresariales menor que si la empresa intenta maximizar sus ingresos netos y
mayor que lo que prevee la teoría convencional.
Por otra parte, para que, dada la función de preferencia empresarial, éste
maximizara beneficios, la oferta del input empresario debería ser independiente de
la cuantia de los ingresos, tal como puso de manifiesto Scitovsky de cuyo gráfico
está deducida la presente figura19.
Al mismo tiempo, si la consecución de los objetivos propios del empresario
está sujeto a la obtención de unos beneficios mínimos, como supone Baumol,
esto llevaría en términos gráficos que el punto de tangencia entre la curva de indi-
ferencia I y la curva OA estuviese a la derecha de este mínimo fijado a priori.

(19) Scitovsky, T: "Nota sobre el beneficio máximo y sus implicaciones" en Stigler, G


y Boulding, K: Ensayos sobre... Op. cit.
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Queda por considerar una última cuestión. La separación entre la figura del
empresario y la del propietario (s) en el seno de la empresa posibilita, como se ha
indicado, que se puedan perseguir otros fines alternativos a los de la maximiza-
ción de beneficios. Por otra parte, caso de llevarse a la práctica se producirán des-
viaciones con respecto a lo previsto por el modelo tradicional20. Esto obliga a
plantearse hasta que punto tienen discrecionalidad los empresarios, en un mundo
basado en la competencia, para conseguirlos. La primera posibilidad es que no
tengan ningún grado de libertad. Si la competencia es fuerte pueden verse obliga-
dos a maximizar beneficios debido a que, de modo semejante a lo que ocurre con la
selección natural, aquellos que no lo consigan, ya sea voluntariamente o por error,
desaparecerán21. Sin embargo, este resultado no es tan seguro caso de que todas las
empresas de una industria se desvien de la citada regla. Además, en presencia de
cambio técnico continuo e incertidumbre, las empresas pueden sobrevivir siguiendo
políticas de diversificación de productos. En cualquier caso, lo que si es seguro es
que conforme la presión es menor, esta necesidad de seguir las pautas convenciona-
les desaparece. Al menos, la evidencia empírica soporta esta opinión22. Sin
embargo, esto no implica que no haya que alcanzar un mínimo de beneficios, lo
cual limita la obtención de los otros objetivos, come se argumentará más adelante.

A.4) Certidumbre
Este supuesto equivale a afirmar que la empresa tiene un conocimiento
perfecto de las funciones de demanda y de coste. Incidentalmente, la consideración
de que toda la información relevante se encuentra subsumida en el sistema de pre-
cios, ha llevado a ignorar los medios que permiten el conseguir la información perti-
nente e, incluso, el ignorar el tratamiento desde un prisma económico de esta cues-
tión hasta fechas recientes.
Sin embargo, la existencia de incertidumbre, independientemente de que el
mercado se caracterice por la existencia de competencia perfecta o monopolio, alte-
ra por entero el panorama. Ahora el empresario desconoce la demanda dirigida a sus
productos. Podrá hacer conjeturas más o menos correctas acerca de su cuantía pero
no sabrá con certeza ni la forma ni la pendiente de la misma. Incluso desde una
perspectiva estática, la elección de la cantidad que maximice sus beneficios es ahora
imposible de determinar con exactitud ya que será, asimismo, desconocida. En otras
palabras, la regla de la igualación de los ingresos y costes marginales es inaplicable
en su formulación más sencilla.

(20) Por lo que respecta a los beneficios, Monsen, R.J., Chiu J.S. y Cooley D.E. en "The
Effect of Separation of Ownership and Control on the Perfomance of the Large Firms "Quate-
xly Journal of Economics, August 1968, encontraron, sobre una muestra de 72 empresas, que
los beneficios por acción eran un 75 % más altos en aquellas empresas controladas por los propie-
tarios que en las que lo eran por los empresarios. Por su parte, Kamerschen, D.R. "The Influen-
ce of Ownership and Control on Profit RatesV American Economic Review, June 1968, encon-
tró una relación similar pero estadísticamente no significativa. En cualquier caso, se puede con-
cluir que los empresarios no buscan el máximo beneficio con la misma diligencia que los pro-
pietarios.
(21) Veáse el artículo pionero de Alchian, A.A. "Uncertainty, Evolution and Economic
Theory" Journal of Political Economy, June 1950.
(22) Véase WUliamson, O "Managerial Discretion and Business Behavior" American Eco-
nomic Review December 1963.
228 J. FDZ. DE CASTRO

Una posible línea de defensa seria aceptar el punto de vista de que estas funcio-
nes no es necesario que se determinen objetivamente, sino que únicamente se re-
quiere que los empresarios la igualen de acuerdo con sus valores subjetivamente de-
terminados. Sin embargo, tal como se señaló, aceptar ésto, es admitir que el com-
portamiento racional puede adoptar una pluralidad de formas distintas, dependien-
do de la evaluación que haga cada empresario del futuro. Según la visión que se
adopte, la decisión adecuada variará y no tienen que ser coincidentes entre sí como
ocurriría en el caso de que se intentaran alcanzar máximos beneficios. Por otra
parte, cualquier conducta observada puede considerarse que es conducente a la ob-
tención de beneficios ya que es compatible con la igualdad de los costes e ingresos
marginales, siempre que estén cuantificados subjetivamente.
Asimismo, se podría creer que por medio de un proceso continuo de prueba y
error, en condiciones de incertidumbre, el empresario podría acercarse en el límite
a maximizar los beneficios. Esta visión, niega que la presencia de conocimiento
incompleto produzca resultados sensiblemente que los previstos por la teoría23.
Sin embargo, para que ello fuese así se requieren una cierta serie de requisitos
adicionales. Entre otros, que la convergencia hacia la maximización por esta vía
tendría que efectuarse sin altibajos; dentro de un tren creciente hacia el óptimo.
Un empresario o gerente que se aperciba que sus beneficios descienden con respec-
to al periodo anterior, no sabrá si van a descender todavía más o por el contrario
subir. Por el contrario, si notan que paulatinamente se van incrementando en el
tiempo, esto es un indicio de que el camino emprendido es el correcto. No obstante,
todo lo anterior descansa en la suposición de que,ante cada situaciones capaz de
evaluar el relativo éxito o fracaso de su gestión, para lo cual necesita efectuar com-
paraciones entre la posición actual y otras acciones que potencialmente podrían
haber proseguido. Y esto último es extraordinariamente difícil al estar inscritas en
un marco siempre cambiante.
Incluso si suponemos que el empresario acierta, es decir, coincide casi plena-
mente sus expectativas con la realidad, aparecen nuevos problemas. Ante dos alter-
nativas posibles, una con mayores beneficios pero al mismo tiempo con mayor
riesgo que la otra, es imposible determinar cual es la elección racional si no se posee
más información adicional sobre la actitud de los empresarios acerca delriesgo.Es
decir, la adopción de una regla de decisión aprioristica de escoger la alternativa que
tenga un beneficio esperado más alto, no describirá el comportamiento en el mundo
real, que asimismo depende de si los empresarios tienen aversión alriesgoo no. Es
necesario conocer previamente cual es, o bien establecer una hipótesis adicional24.
A mayor abundamiento, nuevos problemas se plantean por las interrelaciones
entre la incertidumbre, aversión al riesgo y el horizonte temporal del empresario.
(23) Pero, la incertidumbre justifica como racionales una serie de actitudes que de otra for-
ma serian irracionales. Tal es el caso de los stocks mantenidos para hacer frente a las variaciones
de la demanda, la búsqueda de flexibilidad de la planta, etc.
(24) Por ejemplo Sandmo, A: "On the Theory of the Competitive Firm under Price Un-
certainty" American Economic Review (1971), supone que existe aversión al riesgo. En tal
caso, siempre que la actitud del empresario sea consistente con los axiomas de Neumann -Mor-
genstern, maximizará el valor esperado de una función de beneficio que será convexa por el
supuesto de partida.
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA 229

Algunos preferirán periodos relativamente cortos, teniendo los beneficios futuros


mayores tasas de descuento si se tiene aversión al riesgo, por la mayor incertidum-
bre de los periodos más lejanos del tiempo. Otros, por el contrario, pueden diferir.
En la práctica, no está nada concretizado que es lo que se entiende por horizonte
temporal, a pesar de su importancia para determinar la estrategia de precios óptima
teniendo en cuenta la posibilidad de que entren nuevos competidores en la indus-
tria, la cuestión de las barreras de entrada, etc.
Sin embargo, las consecuencias de la incertidumbre son más radicales. En su ya
clásico artículo, ya citado, Arrow demuestra como en presencia de esta y sus se-
cuelas de una información incompleta es el propio concepto de competencia per-
fecta el que debe desecharse. La argumentación es breve: Ante una situación de
equilibrio, con un vector de precios relativos adecuado, se produce una perturba-
ción, de forma que para que haya coordinación de planes de compradores y vende-
dores se necesita un nuevo conjunto de precios. En este caso, nada excepcional, ya
no puede haber competencia perfecta. Esta implica que cada empresario pueda ven-
der todo lo que quiera a los precios vigentes y esto no puede ocurrir con. una estruc-
tura inadecuada de precios relativos. Es decir, en la medida en que exista desequili-
brio, todo empresario es un monopolista temporal, y actúa como el puesto que se
enfrenta a una curva de demanda con pendiente negativa. La conjunción de esta con
su curva de oferta —de pendiente positiva—, por supuesto, nos dará la combinación
correcta de precios y/o cantidades.
Este hecho es especialmente relevante, pues permite que en el mercado no
exista un único precio de equilibrio, sino que pueden coexistir tantos precios como
empresas concurran en el mercado.
Bajo estas circunstancias, el argumento de la selección natural, ya comentado,
el principio de que debemos suponer que las empresas actúan como si actuaran ma-
ximizando beneficios pues de no ser así la propia competencia las eliminaría, deja
de tener validez. De hecho, cada empresa se puede comportar como un monopolio
y en estas situaciones ya hemos visto de que el empresario se puede permitir el
lujo de perseguir otros fines alternativos a lograr el máximo beneficio al desaparecer
la presión de los competidores y tener la seguridad de que no se recibirá ninguna
sanción por parte del mercado.
Esta revisión de los supuestos sobre los que descansa la teoría de la empresa, ha
puesto de manifiesto algunas de las restricciones que limitan la aplicabilidad del su-
puesto de maximjzación de beneficios. Al mismo tiempo, se ha demostrado que este
principio basado en argumentaciones más válidas para la industria que para la em-
presa. Por otra parte, cuando analicemos el propio concepto de beneficio en el si-
guiente apartado, se verá que incluso es el propio concepto equívoco. Entonces
¿cómo es que se ha mantenido tanto tiempo?
Un conjunto de posibles razones se señalaron al principio y en adición a los
mismos intereses señalar dos causas adicionales. La primera estribaría en que si tos
estados de desequilibrio son temporales - y es en este marco en el cual la crítica de
Arrow tiene validez— se puede considerar que en la economía rige el equilibrio a
230 J. FDZ. DE CASTRO

largo plazo y, en estas condiciones, puede existir competencia perfecta, por lo que
la presión de la misma conserva su carácter de sancionadora de conductas que se
desvien de la maximización de beneficios. Sin embargo, un defensor de este enfo-
que, señalo, asimismo, que "... los beneficios son el resultado de la incertidumbre
y... no pueden ser maximizados deliberadamente por anticipado"25. Y en tales cir-
cunstancias, cualquier motivación por parte de los empresarios es factible (a partir
de ciertos requisitos mínimos, como ser consistentes en sus preferencias, etc, am-
pliándose, por lo tanto, el concepto de racionalidad.
La segunda razón hace referencia al olvido de la empresa y el predominio de la
industria en la teoría convencional. Esto ha llevado, por el hecho de suponer compe-
tencia, a inducir el que las empresas deben maximizar beneficios. Es decir, lo prime-
ro permite obtener una serie de predicciones, fundamentadas en la asignación de re-
cursos, que presuponen que el objetivo básico es únicamente el ánimo de lucro por
parte de los empresarios. Sin embargo, como se ha razonado, esto no es válido en
todas las circunstancias. No obstante, dado este enfoque, el pasar de ahí, a proponer
como objetivo a priori la maximización, sin hacer averiguaciones de como se toman
decisiones y como se resuelven los conflictos entre objetivos en el interior de las
empresas, solamente supuso un paso más. Y el enfatizar las circunstancias que con-
ducían a ello, el no buscar los eslabones intermedios la conducta del empresario,
llevó a dejar a la teoría de la empresa vacia de contenido significativo y a convertir
la microeconomía en praxeología.
Por consiguiente, la interrelación del supuesto de la maximización de beneficios
y el olvido de la empresa ha llevado a que esta se convierta en una pura entelequia.
El superar este estado de cosas obliga a volver a considerar como objetivo principal
de la teoría de la oferta, la empresa. Esto, adicionalmente. posibilita el entroncar
cómodamente la teoría convencional con los desarrollos recientes de los derechos
de propiedad y el como las distintas formas que los mismos pueden adoptar alteran
la asignación de recursos.
Como es sabido, con esta nueva interpretación se vuelve a hacer hincapié en el
papel que efectúa el empresario dentro de las distintas organizaciones, ya que en el
momento que se tienen más de un modo de concretar los derechos de propiedad, no
se puede asegurar que se maximicen los beneficios. Es decir, este supuesto tradicio-
nal, para que sea realista excluye cualquier forma de propiedad que no sea la de un
único propietario de la empresa que a su vez es el que incurre en el riesgo. Por lo
tanto, no tienen cabida en la misma, otras formas de organización alternativas que
son precisamente las que tienen más desarrollo en las actuales circunstancias del
capitalismo —gestión pública, organizaciones sin ánimo de lucro, etc,—, que si bien
pueden intentar maximizar beneficios buscando eficacia ya no es seguro que lo
efectúen.
Con este cambio de óptica, y de modo consecuente, ya no se puede establecer
como punto de partida que el interés de los propietarios, llevara a que la única va-
(25) Friedman, M: "The Methodology of Positive Economics" en Essays in Positive Eco-
nomics, University of Chicago Press, Chicago 1953, pág. 21.
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA _>:¡l

riable relevante sea el beneficio, sino que ahora habrá que enfatizar los deseos de los
empresarios -plasmados en una función de utilidad- y el como se produce el ajuste
de la empresa al entorno, por medio de analizar las acciones individuales dentro de
las organizaciones. Sin embargo, con todo ello no se produce un rechazo del margi-
nalismo sino que meramente lo amplia al no rechazar la maximización de una varia-
ble, (sólo que en este caso será la función de utilidad), tomando en consideración
los efectos de los cambios en los derechos de propiedad sobre la conducta del mis-
mo. De este modo, se apela a la evidencia empírica tanto a la hora de formular hi-
pótesis como al hacer a la teoría capaz de ser falsable con la realidad, superando el
estrecho marco, casi tautológico, al que había quedado reducida gracias a las defen-
sas de la maximización de beneficios de Machlup, Friedman y Alchian.
Además, el reconocimiento de que los empresarios pueden perseguir otras fina-
lidades aparte de la mera consecución de beneficios, el hecho de que intenten obte-
ner bienes no pecunarios, plantea la cuestión del grado en que pueden obtenerlos
sin ser sancionados por el mercado. Planteado de esta forma, todo estará en función
de los costes de reforzar los derechos de propiedad. Es decir, dado en que no es
gratuita la información, el controlar por parte de los propietarios la gestión de los
empresarios, lleva unos costes y si estos son altos es más probable que se puedan
proseguir con éxito otras finalidades26.
Sin extendernos más en esto, que sale fuera del contexto de este artículo27,
aquí solamente interesa señalar, que los derechos de propiedad solamente reconocen
y amplían un principio profundamente enraizado en la teoría convencional. Si justi-
ficamos la búsqueda de la maximización de beneficios en base a la competencia del
mercado, se justifica asimismo, que siempre que esta sea fuerte quedarán excluidas
otras consideraciones y a los distintos empresarios no les queda más remedio que
adoptar ese criterio de racionalidad. Si por el contrario, esta es débil, ya queda
abierta la posibilidad de intentar obtener otros objetivos. Sin embargo no queda
explicitado ni se provee ningún modelo explicativo, si solamente se señala esta posi-
bilidad sin articularla de algún modo dentro de una teoría más amplia. Y esto es lo
que hace la presente teoría al enfatizar el coste de reforzar los derechos de propie-
dad al tiempo que posibilita el tratar todos las formas distintas de empresas dentro
del mismo principio explicativo.

B) El concepto de beneficio
La teoría del beneficio es una de las partes más confusas en el campo de la eco-
nomía. El concepto del mismo, su determinación, la parte que ocupa en la distribu-
ción de la renta y su justificación ha sido objeto de polémica que aún perdura.
(26) Cuanta más dispersa sea la propiedad de una empresa, mayores serán estos costes, y
más probable que no se consigan máximos beneficios (véase Kaysen, C: "Another View of Cor-
porate Capitalism" Quaterly Journal of Economics (1965). Del mismo modo, esto se reflejará
en el precio de las acciones. Cuanto más disperso sea el stock, es de esperar un precio menor
para las mismas y esto supone un límite a la discrecionalidad . Para una perspectiva teórica,
véase el libro de Williamson.
(27) A este respecto véase, Forubton, E y Pejovich, S: "Property Rights and Economic
Theory: A Survey of Recent Literature" Journal of Economic Literature (1972).
232 J. FDZ. DE CASTRO

En principio, el concepto debería ser claro; la retribución del empresario consi-


derado como un factor de producción. Sin embargo, según cual consideremos que
es la función esencial del empresario, encontraremos definiciones más o menos am-
plias de esta retribución.
Generalmente, lo que se denomina actividad o función empresarial puede indi-
car según los autores o bien el soportar un riesgo o bien la dirección empresarial
que, normalmente se descompone en tareas de coordinación, supervisión y decisión.
De este modo, recibirá un salario por esta última función, un premio por el riesgo
que soporta y, en el caso del empresario schumpeteriano, una retribución de índole
temporal por el proceso de innovación.
En mayor o menor grado, todas las teorías del beneficio son funcionales. Es
decir, todas empiezan por atribuir a los empresarios una función esencial en el pro-
ceso productivo, explicando la aparición de la retribución como resultado directo
de la prosecución con éxito de estas funciones. Por ello, no merece el prestar mayor
atención a las mismas, salvo indicar que debido a la aportación de Marshall y Clark,
se produce la asimilación de los beneficios extraordinarios y temporales a las cuasi-
rentas, mientras que Knight, desarrollo la función de asunción del riesgo, distin-
guiendo entre los riesgos que son asegurables y los que no lo son debido a la incer-
tidumbre, estando asociados los beneficios con estos últimos. La última justifica-
ción de la aparición de este excedente se debe al cambio económico —con lo que se
enlaza con Schumpeter— y a las diferencias en la capacidad empresarial que tienen
mucha mayor importancia en este contexto que en el convencional. Volveremos
más adelante a esta explicación.
Sin embargo, lo que hace del beneficio un concepto difícil de aprender es, en
último término, que las explicaciones funcionales no son completas ya que también
forman parte del mismo elementos residuales asociados con el éxito o fracaso de la
gestión empresarial así como la inclusión de los rendimientos obtenidos por los fac-
tores poseidos por el propio empresario. Además, la aparición de beneficios —cual-
quiera que sea su naturaleza— tendrán siempre alguna relación con elementos mono-
polísticos en el mercado, pues para poder realizarlos se precisa que los competidores
no puedan conseguir lo mismo. De no ser así no habría un exceso sobre los costes.
Esto último está de acuerdo con la teoría de la distribución funcional. Uno de
los logros del análisis neoclásico fue el elucidar que toda la retribución de un fac-
tor se compone del ingreso de transferencia y de renta económica, excedente por
encima del coste de oportunidad. Así, los beneficios puros serían una renta en el
sentido más literal del término ya que no determinan el precio sino que su cuantía
viene determinada por el mismo.
Por lo tanto, la realización de beneficios está de algún modo relacionado con
estructuras monopolísticas en el mercado, bien temporales o permanentes. Su apari-
ción en formas de mercados imperfectos no presenta ninguna dificultad conceptual.
Sin embargo, aquí estamos interesados en discutir la significación del principio de
maximización como criterio de decisión para el empresario. A este respecto, las di-
ficultades surgen cuando se intenta conciliar este principio con los mercados de
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA 233

competencia perfecta, por lo que en lo que sigue nos limitaremos a la discusión del
mismo bajo esta forma de mercado.
Para lo cual, consideraremos sucesivamente situaciones caracterizadas por esta-
dos de equilibrio y de desequilibrio.

B-l) Equilibrio
En condiciones de equilibrio a largo plazo, lo que es costumbre aplicar en las
aulas universitarias es que los beneficios extraordinarios deben de anularse, recibien-
do el empresario una restribución: el beneficio "normal", que está incluido en los
costes. Obviamente, este beneficio es el coste de oportunidad del empresario.
Nada hay que oponer a este enfoque considerado en sí mismo. No obstante,
cuando lo ponemos en relación con otros apartados de la teoría como, por ejem-
plo, el teorema del agotamiento del producto, se pone de manifiesto sus inconsis-
tencias.
Como es sabido, este teorema afirma que si la función de producción es lineal y
homogénea y a cada factor se le retribuye de acuerdo con su productividad marginal
el producto se agota: no queda ningún excedente. La relevancia de este teorema es-
triba en que se puede aplicar a una posición de equilibrio competitivo a largo plazo
ya que en él prevalecerán rendimientos físicos constantes. Esto es lo mismo que afir-
mar que los beneficios extraordinarios se anulan.
En tal posición, todavía se podría incluir la "actividad empresarial" como un
factor más recibiendo un beneficio normal como retribución de su productividad
marginal 28 , no vulnerando por lo tanto el teorema del agotamiento del producto
(teorema de Euler en términos puramente matemáticos). Sin embargo, esta solución
lleva a la imposibilidad de que en el mínimo de la curva de costes medios, existan
rendimientos físicos constantes, pues en este costo ya van incluidos los beneficios
normales y si estos son positivos, la producción para la cual el costo medio está en
un mínimo es mayor al correspondiente al punto en el cual se han agotado las
economías de escala. Esto es lo mismo que afirmar que para que existan beneficios
positivos, las empresas deben de encontrarse en el tramo creciente de los costes
unitarios.
Por otra parte, la inclusión de los beneficios normales dentro de los costes uni-
tarios,' hace que las predicciones que el modelo de competencia perfecta pueda for-

(28) Dejando aparte la cuestión de que no tiene sentido hablar de productividad marginal
de un input que es fijo. Una empresa tiene un solo empresario y si puede variar este ya no tiene
sentido hablar de rendimientos decrecientes para explicar el tramo creciente de la curva de
costes medios. Por otra parte, no es sencillo dar un tratamiento formal al concepto de actividad
empresarial. La Sra. Robinson en "El teorema de Euler y el problema de la distribución" repro-
ducido en Breit, W y Hochman, H, Microeconomía, Interamericana, México 1973, considera
tres métodos: 1) Postular que no existe una función específica de toma de decisiones por el em-
presario, 2) Cada empresa posee una unidad indivisible de actividad empresarial cuyo precio de
oferta es independiente de la cantidad de producto que controla y 3) Hay una función empresa-
rial de toma de decisiones, según la recompensa que obtenga. Obviamente en los dos primeros
casos no hay nada que pueda denominarse producto marginal de la actividad empresarial para
la empresa. La solución restante, incumple las condiciones de Scitivsky para que un empresario
maximice los beneficios.
234 J. FDZ. DE CASTRO

mular sobre el equilibrio a largo plazo sean en gran medida tautológicos. Los costes
en este caso tenderán a igualarse con el precio, y no al contrario como predice la
teoría, por lo que la condición de equilibrio de que el precio deba ser igual tanto al
coste marginal como al medio no será explicativa del comportamiento de la em-
presa sino una consecuencia de una definición correcta de los costes de producción.
La explicación subyace en que los beneficios extraordinarios, la diferencia
entre ingresos y costes, se derivan de la presencia de un factor especializado más
eficaz para la empresa que lo posee que para sus competidoras, lo que resulta en
unos costes medios menores. Por consiguiente, tales beneficios serán extraordinarios
en un sentido comparativo con respecto a las empresas que no poseen dicho factor,
caso de pagarse la misma retribución que a los menos eficaces. Sin embargo, este
input más productivo tendrá un valor superior al de los otros similares de naturaleza
pero de menor productividad, por lo que su retribución real será mayor. Si se le
paga esta, el coste medio tenderá a igualarse al precio.
Si el empresario es el input especializado dentro de cada empresa, de forma que
dada la técnica y los otros inputs que se supone que se conocen y están disponibles
para todas las empresas que componen un mercado de competencia perfecta, su
retribución es el fenómeno que motiva este carácter errático de los costes. Por lo
tanto, en situaciones de equilibrio a largo plazo, con certidumbre e información
completa, la única explicación para su existencia es la presencia de estos factores
dierenciales en poder de las unidades de producción.

B-2) Desequilibrio
Si la información fuese completa, siempre se conocerían los precios que clarifi-
carian los mercados y los planes económicos de los distintos agentes se cumplirían
en su totalidad. Sin embargo, esta certidumbre acerca del curso futuro de los
eventos se rompe cuando la información es incompleta. Esta es una característica
de todos los sistemas dinámicos por lo que el marco real en el cual se inscriben
todas las acciones es un contexto caracterizado por la incertidumbre y, como conse-
cuencia, el desequilibrio.
Esto es lo que hace aparecer el riesgo, es decir, la posibilidad de que surga un
resultado desfavorable de una acción emprendida y, consiguientemente, la posibili-
dad de obtener por parte de la empresa beneficios o pérdidas extraordinarios a
partir del momento en que los planes no se cumplen ya que no se puede planear con
anticipación exactamente la cuantía de las magnitudes económicas relevantes.
Si lo anterior es correcto, el beneficio real será la diferencia entre los rendi-
mientos esperados de una determinada actividad productiva (rendimientos ex ante)
y los conseguidos realmente expost. En este caso, si todas las retribuciones a los fac-
tores productivos fuesen variables, si a estos se les recompensara de acuerdo con el
resultado de la actividad productiva, el beneficio, de acuerdo con el sentido tradi-
cional del término como diferencia entre ingresos y costes, sería nulo, no existiría.
No obstante, en el sentido aquí definido, seguiría existiendo, pero no sería identifi-
care como un componente específico de la distribución de la renta, sino que iría
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA 235

subsumido en los desembolsos correspondientes a pagos del trabajo, tierra y capital.


Indudablemente esto es una postura algo alejada de la realidad. Hay inputs
cuya renumeración es fija, independientemente del resultado de la empresa, siendo
su cuantía determinada por contrato y otros (s) cuya retribución es residual; no está
determinada a priori sino que está en función de lo que se obtenga de la actividad
productiva. Podría parecer que a esta parte le corresponde el beneficio. Sin
embargo, esta situación no es radicalmente distinta de la anterior, y el "beneficio"
sigue formando parte de todas las categorías de renta.
La razón estriba, ya que todos los inputs no pueden tener sus pagos fijos por
contrato debido a la presencia de la incertidumbre, en que aquellos cuya retribu-
ción es residual reciben el resultante de la actividad una vez que se han pagado a
todos los factores fijos, pero esto no representa una clase distinta de retribución.
El rendimiento de los inputs que tienen fijada su retribución, incluyen beneficios
positivos o negativos según éste hubiera sido menor o mayor que el que hubieran
obtenido si todos los pagos se hubiesen efectuado a posteriori. En último término,
aquel que toma las decisiones, empresario, si sobrevalora el futuro debido a que sus
expectativas son demasiado optimistas, contratará factores a un mayor precio que el
que habría resultado de haber tenido conocimiento perfecto, por lo que parte de sus
beneficios se han traspasado a los poseedores de los otros inputs.
Las consecuencias de aceptar las ideas de Knight sobre el beneficio hace que el
propio significado se desvanezca al entrar a formar parte de cualquier retribución a
los factores como una parte residual a su remuneración.
Este cambio de óptica sin embargo, tiene una serie de ventajas sobre la visión
tradicional, ya que permite tomar en consideración fenómenos que de otra forma
quedaban fuera del modelo convencional al no permitir una integración fácil en el
esquema básico.
Sin ánimo de agotar todos los casos posibles, se pueden citar, en primer lugar,
el no constreñir innecesariamente toda la gama posible de motivaciones empresa-
riales a la mera maximización de beneficios. Debido a que es la incertidumbre la que
da lugar a los mismos, según sea la aversión al riesgo de los distintos empresarios,
estos eligirán desde una vida tranquila a la búsqueda de una mayor diverificación
productiva como medio de eliminarlo en el mayor grado posible. Obviamente, que-
dan abiertas las puertas a que estos puedan perseguir el fin que crean más conve-
niente según sean sus expectativas del futuro, hecha la salvedad, indicada anterior-
mente, que si la competencia entre ellos es muy fuerte ser verán limitados en sus
aspiraciones por la presión de los demás. Sin embargo, esto no es lo mismo que
aceptar, con base a la competencia, la maximización de beneficios como único fin.
Por otra parte, no parece que las economías modernas se caractericen por la existen-
cia de una gran competencia como demuestra la extensión defijaciónde precios por
el principio del coste total dada la extensión de los mercados oligopolísticos.
En segundo lugar, la incertidumbre permite tener en cuenta el uso de acuerdos
entre las empresas para eliminar las contigencias desfavorables así como la construc-
ción de equipos con un alto grado deflexibilidadpara poder hacer frente a los cam-
236 J. FDZ. DE CASTRO

bios en la demanda sin excesivos costos, la constitución de stocks y el hecho de la


influencia del volumen planeado de la producción sobre el costo, etc. Por último,
como se indica posibilita la inscripción de los desarrollos de la teoría de los derechos
de propiedad en el corpus teórico, pues ahora se pueden considerar a las institucio-
nes sin ánimo de lucro junto a las sociedades anónimas, lo que antes estaba vedado
por la propia hipótesis de maximización de beneficios.

C) Conclusiones
Tal como se expuso en la introducción al presente artículo el objetivo del mis-
mo era exponer las dudas que se manifestaban en cuanto a la aplicabilidad del su-
puesto de maximización de beneficios. En este contexto, se han explicitado los su-
puestos adicionales que se requerían para que tuviera validez así como su poca cre-
dibilidad. En concreto, se ha mostrado como han ido parejos e influyéndose mutua-
mente, dicho supuesto y el olvido al que sumió la teoría neoclásica a la empresa,
no investigándose el proceso de toma de decisiones en el interior de la misma, por
lo que era lógico enfatizar el supuesto de maximización por la presión de la
industria.
Al mismo tiempo, la ampliación del análisis marginalista gracias a la literatura
reciente de los derechos de propiedad, ha evidenciado que el comportamiento ra-
cional del empresario puede adoptar una pluralidad de formas en adición a la bús-
queda de beneficios. Será papel ahora de la teoría el sistematizar como las distintas
formas de asignar los derechos de propiedad influyen y alternan las predicciones
convencionales, poniendo el centro de interés en la empresa y no la industria. Para
esta finalidad el camino más fructífero parece ser el ampliar la función objetiva del
empresario, ya que la inclusión de nuevas variables, en adición a los beneficios, in-
crementa el poder predictivo de los modelos haciéndolos más cercanos a la realidad.
Llegando a este punto, es interesante plantearse el por qué de la pervivencia
del concepto de maximización de beneficios y la asimilación del principio de racio-
nalidad a dicho concepto. Algunas de las razones ya se han avanzado anteriormente
y, en adición, es conveniente resaltar que gran parte de su longevidad reside en que
no hay un sustituto apropiado que sea aceptado mayoritariamente.
Por otra parte, a pesar de la ambigüedad del concepto "beneficio" —siempre
tiene un componente residual que no puede maximizarse por adelantado- lo que es
pertinente a efectos teóricos en su poder explicativo. En este sentido, no cabe duda,
que con gran economía de medios, es decir, con simplicidad, el supuesto de maxi-
mización de beneficios cumple adecuadamente dicha finalidad. En otras palabras,
y en un plano más general, el principio de racionalidad implica que el empresario,
LA TEORÍA DE LA EMPRESA NEOCLÁSICA 237

ante diversas alternativas, es capaz de construir con las mismas un orden de prefe-
rencias consistente y elegir ante las disponibles aquella preferida. Por lo tanto, lleva
aparejado dicho principio la idea de maximización de alguna alternativa. Lo que ca-
bría discutir es si necesariamente maximiza los beneficios asociados con cada
posible curso de acción o, por el contrario, lo relevante es un índice de preferencias.
A priori, no hay ninguna razón para presuponer que lo primero sea siempre lo
relevante y la pluralidad de hipótesis alternativas lo confirma. Sin embargo, lo que
hay que plantearse es si las diferencias en el poder predictivo de los diversos mode-
los son lo suficientemente significativos como para "compensar" la substitución del
principio de maximización de beneficios por otro alternativo que plantee problemas
adicionales de información sobre como se toman las decisiones en el seno de las
empresas.
A este respecto, la respuesta es negativa. En el mundo real el grado de discrecio-
nalidad por parte de los managers para proseguir otros objetivos distintos es más pe-
queña que lo que a primera vista podría parecer. En primer lugar, el mercado de ca-
pitales sancionará cualquier desviación de la pura maximización de beneficios. En
los mercados de oferta fija, como la bolsa de valores, cualquier transacción afec-
tará el precio de cada acción de una forma más que proporcional al total de las
acciones intercambiadas. De esta forma cuantas más acciones se vendan, reflejo
del desacuerdo de los propietarios acerca de los beneficios obtenidos, más bajará
el precio por acción de esa empresa con respecto a las otras. Esto pone un límite
al poder de los managers, máxime si sus ingresos presentes y futuros están rela-
cionados con su actuación pasada y presente. En segundo lugar, si esta obtenien-
do menos beneficios que los que se consideran "normales" siempre está el riesgo,
por el fenónemo del "holding", que sea apartado de la dirección de la empresa. Por
tales motivos, las divergencias entre los resultados previstos por los diversos mo-
delos alternativos de la empresa, son más importantes en un plano teórico de lo
que sucede en la realidad.
Por todo ello, la asimilación del principio de racionalidad con la mera maxi-
mización de beneficios parece justificable y ha posibilitado su permanencia a
pesar de todas las críticas que se pueden efectuar al mismo, reflejadas, en parte
en el presente artículo.

Facultad de Ciencias Económicas


Universidad de Barcelona.

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