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DE FERRANTI, D. & Alli. - Desigualdad en Amèrica Latina y El Caribe PDF
DE FERRANTI, D. & Alli. - Desigualdad en Amèrica Latina y El Caribe PDF
Edición de conferencia
Octubre de 2003
Se aceptan comentarios
Desigualdad en
América Latina
y el Caribe:
¿Ruptura con la historia?
DAVID DE FERRANTI
GUILLERMO E. PERRY
FRANCISCO H.G. FERREIRA
MICHAEL WALTON
DAVID COADY
WENDY CUNNINGHAM
LEONARDO GASPARINI
JOYCE JACOBSEN
YASUHIKO MATSUDA
JAMES ROBINSON
KENNETH SOKOLOFF
QUENTIN WODON
2
3
Capítulo 1
Introducción y resumen
Desde que se dispone de datos sobre los niveles de vida, América Latina y el Caribe (en lo
sucesivo, “América Latina”) ha sido una de las regiones del mundo que presenta la mayor
desigualdad. Con la excepción de África al sur del Sahara, esto es válido con respecto a casi
todos los indicadores concebibles, desde los ingresos o gastos en consumo hasta las
mediciones de la influencia y la participación política y la mayor parte de los resultados de
salud y educación.
Aunque la décima parte más rica de la población de la región percibe el 48% del ingreso
total, la décima parte más pobre sólo recibe el 1,6%. En cambio, en los países
desarrollados, la décima parte superior recibe el 29,1% del ingreso total, en comparación
con el 2,5% de la décima parte inferior1. Los coeficientes de Gini indican algo similar:
aunque en América Latina promediaron 0,522 en los años noventa, durante el mismo
período el promedio de la OCDE, Europa oriental y Asia fue mucho más bajo: 0,342, 0,328
y 0,412, respectivamente2.
Esta tendencia supone que los segmentos más ricos de la población acumulan proporciones
muy altas del ingreso en relación con los más pobres. En Guatemala por ejemplo, la
relación entre el decilo superior y el decilo; inferior de la población fue de 58,6 en 2000.
En Panamá, ésta disminuyó de 71,6 en 1991 a 53,5 en 2000. Incluso la relación más baja de
10/1 de la región en 2000 –15,8 en Uruguay– también supera a la mayoría de las cifras de
Europa. (La comparación más cercana es una relación de 12,2 en Italia).
Estas enormes diferencias en los ingresos de los ciudadanos del mismo país suponen con
toda certidumbre, por ejemplo, un distinto correspondiente nivel de acceso a los bienes y
servicios que consumen las personas para satisfacer sus necesidades y deseos. Sin embargo,
las desigualdades se extienden mucho más allá del consumo privado. De acuerdo con la
terminología de Amartya Sen, existen diferencias profundas en la libertad o la capacidad de
los distintos individuos y grupos de elegir la vida que desean llevar, es decir, de hacer las
cosas que valoran. Los recursos privados y los sistemas de suministro público afectan tales
capacidades, mientras que los arreglos sociales y políticos afectan a la capacidad de
participar plenamente y con consecuencias significativas en la sociedad, influir en la toma
de decisiones o vivir sin sentir vergüenza.
Con respecto a la educación, aun cuando la mayoría de los países de la región cuenta con
un sistema público, las disparidades en cuanto a los logros son igualmente sorprendentes.
En México, una persona promedio del quintil más pobre de la población logra 3,5 años de
escolaridad, en comparación con los 11,6 años de una persona promedio del quintil más
4
Los resultados del sector salud también varían en forma significativa junto con la
distribución del ingreso, lo que tiene efectos importantes en las oportunidades y la calidad
de vida. En Brasil, los niños nacidos en hogares del quintilo más pobre de la población
tienen tres veces más probabilidades de morir antes de llegar a los cinco años que los niños
nacidos en hogares correspondientes al quintilo más rico. En Bolivia, esta cifra es más de
cuatro veces mayor, puesto que los niños del quintilo inferior presentan tasas de mortalidad
antes de los cinco años de 146,5 por cada mil, o tan altas como el promedio del sur de Asia.
De hecho, no es una exageración afirmar que todos los aspectos de la vida se ven afectados
por una desigualdad generalizada. Una familia guatemalteca cuyos ingresos la sitúan en el
quintilo inferior de la distribución tiene tres hijos como promedio, mientras que su
contraparte del quintilo superior tiene 1,9 hijos. En el primer hogar, viven 4,5 personas en
cada habitación, en comparación con 1,6 personas en el segundo caso. El primer hogar
tiene 57% de probabilidades de estar conectado a la red de agua y 49% de tener acceso a
electricidad. Las probabilidades correspondientes para el segundo hogar son del 92% y del
93%, respectivamente.
En todo aquello que podamos imaginar, la vida de estas dos familias tiene muy poco en
común, hasta el mismo significado de ser ciudadano de un país. Un hogar guatemalteco
pobre, en el peor de los casos, ha experimentado violencia y represión, y en el mejor de los
casos, en las recientes décadas ha ejercido su ciudadanía con muy poca influencia y
prácticamente al margen del estado de derecho4. Las familias pobres de Guatemala son
predominantemente indígenas y han sufrido siglos de explotación y exclusión, con poca
influencia sobre la toma de decisiones a nivel local y nacional. El 20% más rico de la
población es más probable que sea blanco y que, al menos, haya disfrutado en cierta
medida del ejercicio normal de su ciudadanía. Aunque Guatemala se encuentra en el
extremo superior de la categoría de países con alta desigualdad de América Latina –con
instituciones sociales y políticas poco equitativas y débiles– la situación es bastante similar
en la mayor parte de la región. En efecto, es preocupante que incluso países claramente más
igualitarios de acuerdo con los estándares latinoamericanos (como Argentina, Uruguay y
Venezuela), demuestren en el último tiempo una creciente tendencia hacia el aumento de la
desigualdad, al menos respecto de los ingresos.
Este informe del Banco Mundial persigue tres objetivos. Primero, se establecerán los
hechos, en la medida que lo permitan los datos. Los autores se basan en una serie de
conjuntos de datos correspondientes a encuestas domiciliarias unitarias, para elaborar una
situación actualizada de la distribución del ingreso y de otros indicadores del nivel de vida
5
Segundo, los autores investigan las causas de la extrema desigualdad que presenta América
Latina considerando sus raíces históricas y los procesos actuales que originan su repetición.
Esto nos lleva a las interrogantes sobre las fuentes sociales, culturales y políticas de la
desigualdad que han interactuado sistemáticamente con los mecanismos económicos.
Por último, el tercer objetivo es considerar algunas de las alternativas de las que disponen
las autoridades responsables de la región para romper con la prolongada historia de
desigualdades que ha caracterizado a los países estudiados. Junto con ello, los autores
recomiendan ciertas políticas públicas y orientaciones normativas que pueden ayudar en la
reforma de la economía y la sociedad con el fin de hacerlas más equitativas, sin perjudicar
la eficacia del desempeño.
Para prepararse para este recorrido, el resto de este capítulo se ha dividido en tres partes. La
primera plantea la interrogante “¿Desigualdad de qué?” y define el ámbito de interés y el
marco conceptual. La segunda sección considera la interrogante “¿por qué debemos
preocuparnos?” y, por último, la sección 3 proporciona un esquema y una síntesis del
informe completo.
También es posible analizar no sólo la distribución de los resultados (como los ingresos, los
indicadores de salud o la seguridad con respecto a la delincuencia), sino también la
distribución de los activos y las oportunidades, estas últimas determinantes fundamentales
de los resultados. En efecto, una posición desde hace tiempo mantenida entre los estudiosos
de las teorías sobre la justicia social es que la “equidad” y la “justicia” se definen más
6
propiamente como tales, en términos de las oportunidades que de los resultados, puesto que
estos últimos también dependen de una amplia gama de características humanas variables,
tales como edad, género, talento, capacidad física, antecedentes sociales y preferencias.
Sen (1992) sostiene que es de gran importancia distinguir entre “logro” y “libertad de
lograr” al momento de evaluar la medida y el significado normativo de las desigualdades7.
Entre los logros , este autor pone de relieve el hacer y el ser (o las “funcionalidades”) que
son constitutivos del bienestar, más que los medios del bienestar, como los ingresos y los
recursos. Tales logros pueden variar desde funcionalidades bastante básicas, como “estar
bien alimentado, eludir la morbilidad evitable y la mortalidad prematura, etc., hasta logros
más complejos, como tener dignidad, ser capaz de participar en la vida comunitaria, entre
otros”. El “conjunto de capacidades” representa la gama de posibles funcionalidades que un
individuo puede lograr o la “libertad general de la cual disfruta una persona para buscar su
bienestar”.
Un tema central de este informe guarda relación con que las profundas diferencias de
capacidades entre los individuos y los grupos de América Latina radican en las
interacciones entre los activos económicos, las oportunidades económicas, las fuerzas
políticas y los procesos socioculturales. Un aspecto de esta línea de pensamiento se
relaciona con la evaluación moral de aquellas diferencias que se consideran justas. A veces
se sostiene que las diferencias en los resultados que podrían ser moralmente ofensivos o
“injustos en términos sociales”, si son causadas por disparidades en las oportunidades u
opciones de vida que estén más allá del control del individuo, podrían ser mucho menos
objetables si en su lugar se debieran a las opciones tomadas sobre el nivel de esfuerzo – por
ejemplo, estudiar o trabajar duro en vez de disfrutar de más tiempo libre– o a necesidades
diferentes8.
Podría ser útil establecer una distinción sobre la manera en que las sociedades juzgan los
resultados entre los pobres y el resto de la distribución. Quizá sea posible llegar a un
consenso general acerca de valorar fuertemente cualquier resultado que reduzca la cantidad
de personas que vive por debajo de un nivel de ingresos mínimo (por debajo de una línea de
pobreza de ingresos aceptada en términos sociales) y que garantice el acceso de todos, por
ejemplo, a servicios básicos de educación, salud y protección social (de una calidad
mínima). Los gobiernos del mundo ya han adoptado una sólida posición sobre estos temas
al comprometerse con los Objetivos de Desarrollo del Milenio a modo de pauta para sus
propias acciones y las acciones de las organizaciones internacionales. En muchos países de
la región se han llevado a cabo amplios procesos de consulta entre partidos políticos,
organizaciones no gubernamentales, el sector privado y otros actores sociales, que se han
comprometido a dar su total apoyo a estos objetivos.
Es probable que sea más difícil crear un consenso similar acerca de la evaluación de la
igualdad de los resultados en toda la distribución de los ingresos. Sin embargo, es posible
que sea más fácil, en su lugar, formar coaliciones amplias en favor del concepto de
igualdad de oportunidades, aun cuando tal concepto no tiene el mismo significado para
todos y es más difícil de aplicar (ver a continuación). En varios capítulos de este informe
(específicamente, en los Capítulos 4 y 7), destacamos la necesidad de crear coaliciones
eficaces que reúnan a los pobres, las clases medias y las elites ilustradas en torno a políticas
y programas que apunten a reducir la desigualdad, y, en especial, la pobreza. Puede que sea
7
más fácil formar estas coaliciones si los objetivos se definen en términos de reducción de la
pobreza de ingresos (resultados), acceso mínimo a los servicios (resultados) y mayor
igualdad de oportunidades.
En este informe asumimos la posición de que las distribuciones de los resultados y las
oportunidades son importantes y proporcionamos información acerca de ambos, dejando
que el lector emita su propio juicio social. Además de la existencia de distintas posiciones
sobre la valoración, hay también una razón práctica para adoptar este enfoque. Aunque un
planteamiento basado en la libertad de lograr o en las capacidades tiene importantes
atractivos conceptuales y éticos, también presenta dificultades de medición considerables.
Se sostiene que el uso de un enfoque basado en la capacidad para evaluar la libertad de
lograr debe depender fuertemente de las medidas de los logros reales.
Roemer’s (1998) define las oportunidades como el conjunto de circunstancias que se encuentra más
allá del control del individuo. La cuestión clave es definir que está más allá del control de un
individuo y qué no. Para sustentar esta determinación, Bourguignon, Ferreira y Menéndez (2003)
estiman una ecuación de ingresos de Mincer ampliada a través de una regresión de los ingresos
laborales de un individuo sobre diversas variables: una constante, raza, escolaridad de los
progenitores (media y diferencia entre padre y madre), la ocupación del padre, la región de
nacimiento, los años de escolaridad (lineal y cuadrada) y una variable ficticia si el individuo ha
emigrado en algún momento de su vida. Estas regresiones se estimaron por separado para hombres
y mujeres, y se aplicó el procedimiento de corrección de sesgo de selección de Heckman en la
última regresión. En ambos casos, la muestra incluyó sólo a trabajadores entre 26 y 60 años que
viven en áreas urbanas de Brasil.
Luego, los autores clasifican las últimas dos variables (educación y migración) como esfuerzos, con
el supuesto de que, al menos en parte, estaban bajo el propio control del individuo. Las variables
8
restantes se trataron como circunstancias. Sin embargo, la educación y la migración también pueden
verse influidas por las circunstancias (por ejemplo, los padres afectan la educación de sus hijos).
Para representar esto en forma parcial, los autores realizan también una regresión de la educación y
la migración sobre el vector de las circunstancias y aplican un procedimiento de simulación de
Monte Carlo para el correspondiente sesgo de endogeneidad. En efecto, esto trata la educación y la
migración como elementos causados parcialmente por las circunstancias y por el esfuerzo. Por
último, obtienen un sistema como el que se indica a continuación:
ln wi = C iα + Ei β + u i
E i = C i δ + vi
Θ = I ( y ) − I (y C = c ).
Los autores ensayan diversas especificaciones y supuestos acerca de la naturaleza del término
residual v. Además, presentan resultados para rentas e ingresos familiares per cápita según
diferentes supuestos. La Figura 1.1 a continuación presenta los resultados de la especificación de
preferencia para los siete grupos más activos del mercado laboral de Brasil en 1996. La altura de la
barra es la desigualdad general de ingresos observada en los ingresos familiares per cápita, medidos
según el índice Theil-T. La parte inferior (azul) es la desigualdad residual después de igualar las
circunstancias observadas. La parte superior (roja), por lo tanto, corresponde a una estimación de
desigualdad de oportunidades observadas en Brasil en 1996.
9
0.9
0.803
0.805
0.8 0.779 0.767
0.750 0.753
0.7 0.684
0.294
0.28 0.278
0.363 0.261
0.6 0.294
0.229
Theil-T
0.5
0.4
0.3
0.511 0.489 0.499 0.489
0.44 0.459 0.455
0.2
0.1
0
b1936_40 b1941_45 b1946_50 b1951_55 b1956_60 b1961_65 b1966_70
Cohorts
De acuerdo con una perspectiva más general, los autores del informe advierten que las
oportunidades están bastante correlacionadas con el conjunto de activos a los que las
personas pueden recurrir, al igual que con el conjunto de mercados a los que pueden
acceder y las instituciones que les rodean. Por este motivo, el informe presenta información
sobre las distribuciones de activos individuales y el acceso a servicios y, mercados, y
además, analiza la operación de toda una serie de instituciones formales e informales que
probablemente tengan un cierto impacto sobre las oportunidades a las que acceden las
personas. Además, enumeramos las medidas de desigualdad correspondientes a una amplia
variedad de resultados y activos, como las distribuciones de los ingresos familiares per
cápita; los gastos en consumo familiar per cápita; los ingresos individuales; los salarios por
hora; las horas trabajadas; el acceso a diferentes servicios públicos; los años de escolaridad;
la posesión y el cultivo de la tierra, entre otras.
10
Los autores no pretenden clasificar, por ejemplo, el nivel de instrucción como un activo ni
como un resultado, porque claramente es ambas cosas. La educación, al igual que la salud,
afecta a la productividad y las remuneraciones de los trabajadores y, por lo tanto, constituye
un activo de capital humano. Pero, como Sen (2000) y otros han sostenido de forma
convincente, la salud y la educación también tienen valor en sí mismas, como
funcionalidades, como determinantes de las capacidades a la vez. Esto tiene la misma
validez para el poder y la influencia: los derechos políticos son valiosos como tales, y de
este modo, se pueden considerar como resultados con valor intrínseco. Sin embargo, tienen
tanta importancia como las capacidades que influyen en el conjunto de oportunidades
disponibles para los actores.
La relación entre las oportunidades, los activos y los resultados también es causal.
Claramente, este informe no puede pretender un análisis exhaustivo de los determinantes de
la desigualdad. Después de todo, como se acaba de afirmar, incluso la desigualdad del
ingreso simple alude a la dispersión en la distribución de todos los ingresos. Esta
distribución se produce dentro del equilibrio general de las economías modernas complejas
en que las imperfecciones del mercado, la información incompleta, las interacciones
estratégicas y los procesos políticos ocurren en forma simultánea. Si miramos más allá de la
economía estática, las instituciones que intervienen en varios de estos procesos económicos
tienen raíces históricas de larga data y reflejan patrones culturales que con frecuencia están
profundamente entrelazados.
Luego, las personas deciden cómo usar sus activos en los mercados específicos en que
reciben remuneración. Los ahorros financieros generan intereses o dividendos en los
mercados de bonos o acciones; la tierra genera rentabilidad a través de rentas o utilidades y
el capital humano es remunerado en el mercado laboral. La combinación de ingresos
provenientes de la remuneración de activos en estos mercados diferentes constituye los
ingresos individuales. Los ingresos familiares primarios dependen de la forma en que las
personas se unen para formar hogares y en las decisiones relacionadas con el tamaño y la
composición de la familia. Por último, los ingresos secundarios también se ven afectados
por los impuestos y las transferencias, agrupados aquí bajo redistribución pública.
Naturalmente, esta es una forma bastante simplificada de ver la determinacion de los
ingresos familiares per cápita, pero resultará útil para nuestras pretensiones de comprender
en qué lugar –junto con la cadena de activos, mercados, hogares y gobiernos– los países
latinoamericanos generan una desigualdad mucho más alta que otras naciones9, proceso que
se examinará con mayor detalle en el Capítulo 6.
11
________________________________________________________________________
Figura 1.2 Marco conceptual simple
Activos
y oportunidades
Mercados
Constitución de los
hogares
Estos procesos económicos no se llevan a cabo en forma aislada. En cada paso del
procedimiento, están mediados por instituciones sociales y políticas que según el
conocimiento generalizado, incluyen reglas y normas de comportamiento en sociedad, al
igual que de instituciones más específicas que regulan los mercados o afectan a los
gobiernos de modo formal o informal10. Dentro de esto, incluimos las disposiciones “macro
institucionales” de las sociedades y los procesos socioculturales que son producto de las
interacciones entre diferentes grupos de una sociedad, en especial, entre grupos dominantes
y subordinados. Como lo han destacado sociólogos como Charles Tilly y Pierre Bourdieu,
estos últimos son esencialmente relacionales, y se encuentran arraigados en forma profunda
con la organización de la producción económica y la estructura de poder. Las disposiciones
sociales y los procesos socioculturales son fuentes de importantes “desigualdades en el
protagonismo” de los distintos grupos o las diferencias en su capacidad de determinar e
influir en las condiciones en que viven11.
Incluso desde el punto de vista más minimalista de los gobiernos (es decir, según la
tradición de Hobbes, Locke y Nozick), siempre ha habido espacio para la emergencia de un
estado de “vigilancia”. A medida que aumenta cada vez más la complejidad de los
productos básicos y de los mercados en los cuales se realizan las operaciones –por ejemplo,
al pasar de las manzanas en un mercado agrícola a un crédito empresarial o a derivados
financieros– también aumenta la necesidad de hacer cumplir los derechos de propiedad y de
corregir las fallas de información y otros tipos de defectos del mercado. Los reguladores
financieros, los fiscalizadores de las condiciones laborales y los investigadores
antimonopolio constituyen algunos ejemplos de las instituciones de gobernabilidad a través
de las cuales el sistema político instaura un marco para ordenar las actividades del mercado,
dando forma a los procesos económicos y sus resultados. En el Capítulo 8, se consideran
algunos de los mecanismos normativos disponibles para aumentar la equidad a través de los
mercados y otras instituciones.
Por otra parte, las políticas públicas también pueden afectar a la distribución de activos, ya
sea mediante la redistribución directa (reforma agraria o procesos de privatización),
mediante la tributación y los subsidios (la prestación directa de servicios de educación y de
salud) o mediante disposiciones que faciliten el acceso a la información, al crédito y a los
seguros. Los incentivos globales de la economía a los que se enfrentan los actores son
determinados también por las fuerzas políticas a través de mecanismos que varían desde el
diseño de impuestos y subsidios, hasta la aplicación de derechos de propiedad y de un
entorno general para las inversiones. A su vez, los incentivos económicos determinan
diferentes tasas de acumulación, que luego influyen en la forma en que evolucionan las
distribuciones de los activos. En el Capítulo 9, se tratan algunas alternativas en materia de
políticas públicas relacionadas con las distribuciones de los activos.
Tal “causalidad circular” entre riqueza, ingresos y poder mediada a través de las
instituciones evoluciona a lo largo del tiempo y la historia. La posición de un país en un
punto determinado está fuertemente definida por la distribución inicial de los activos, al
igual que por la historia o la trayectoria de las instituciones que existen en la actualidad. En
el Capítulo 5 se analizan brevemente las raíces históricas de la desigualdad en América
Latina.
Un tema que está en la esencia de este informe es que la causalidad circular que sostiene la
resistencia de la desigualdad se puede alterar tanto mediante fuerzas económicas como a
través del protagonismo de diferentes grupos sociales (ver, en particular, el Capítulo 7). Los
autores consideran que las autoridades responsables nacionales tienen la posibilidad de
romper con la larga trayectoria de la enorme desigualdad de América Latina a través del
impulso de políticas que mejoren la equidad en los ámbitos económico, social y político.
Además, creen que las probabilidades de éxito son más altas si los gestores de estas
políticas conocen en profundidad la trayectoria de las normas y las instituciones sociales y
políticas que configuran a las sociedades.
• A los pueblos y los gobiernos de los países clientes del Banco Mundial les disgusta
la desigualdad per se, tanto en los resultados como en las oportunidades.
• Para un nivel determinado de ingreso medio, en general la mayor desigualdad
significa mayor pobreza. Incluso peor, para una tasa de crecimiento determinada en
los ingresos medios, mayor desigualdad por lo general significa una tasa de
reducción de la pobreza más lenta.
• Los datos indican que, además de reducir la pobreza en forma más lenta por cada
punto porcentual de la tasa de crecimiento de la economía, el alto nivel de
desigualdad en cuanto a oportunidades y resultados reduce la propia tasa de
crecimiento. En el límite, la combinación de estos dos efectos podría suponer que
los países con altos niveles de desigualdad encuentran dificultades o incluso les es
imposible escapar de la pobreza absoluta13. También existen pruebas de que la
desigualdad está asociada a un gran predominio de conflictos y violencia y podría
impedir la capacidad de una economía de responder con eficacia a las
perturbaciones macroeconómicas.
Los datos recientes indican que este punto de vista no se limita al exclusivo debate
intelectual. Las encuestas de opinión apoyan la posición de que la mayoría de los
latinoamericanos se encuentran insatisfechos con la desigualdad que existe en la región, lo
que coincide con lo que los economistas llaman funciones de bienestar social “cóncavas”.
Los resultados de una encuesta de opinión a nivel regional realizada en 2001 por
Latinobarómetro, un proyecto de opinión pública con sede en Chile, indican que en
promedio, el 89% de los latinoamericanos considera que la distribución de los ingresos de
su país es injusta o muy injusta. A excepción de Venezuela, en ningún país menos del 80%
de los entrevistados respondió afirmativamente en esas categorías. La Figura 1.3 indica los
resultados disponibles correspondientes a los 17 países.
15
Niveles tan altos de desaprobación sobre la distribución del ingreso son causa de
preocupación, pues significan que la gran mayoría de la población cree que la forma en que
se distribuye el ingreso nacional no es justa. No sería sorprendente si esta convicción
también significara una falta más generalizada de sentido de pertenencia o de confianza en
todo el conjunto de instituciones responsables de la distribución del ingreso. Por cierto, los
datos de otras encuestas de opinión indican que el nivel de confianza hacia las instituciones
latinoamericanas es inusualmente bajo. El primer motivo por el cual el Banco Mundial debe
preocuparse por la desigualdad, por lo tanto, es bastante simple: los clientes del Banco sí se
preocupan. La desigualdad hace que la gente se sienta insatisfecha y reduce la fe en las
instituciones nacionales.
El segundo motivo por el cual los gobiernos y las instituciones nacionales podrían mostrar
preocupación por la desigualdad es que la mayor desigualdad está asociada con altos
niveles de pobreza. Esto es válido en dos sentidos diferentes, aunque relacionados entre sí.
Promedio
Argentina
Bolivia
Brasil
Chile
Colombia
Costa Rica
Ecuador
El Salvador
Guatemala
Honduras
México
Nicaragua
Panamá
Paraguay
Perú
Uruguay
Venezuela
* Fuente: Latinbarómetro (2001). Respuestas a la pregunta: "¿Piensa que la distribución de ingresos es…..?"
Se podría sostener que el ejemplo anterior es en cierta forma artificial en el sentido de que
la dinámica distributiva nunca se lleva a cabo en forma tan organizada (con una
desigualdad que varía pero con ingresos que se mantienen constantes). En su lugar, el
argumento señala que se debe analizar la información histórica real sobre los cambios
distributivos para poder identificar el efecto de la desigualdad en los cambios de la pobreza.
Por cierto, esto es lo que hace Bourguignon (2002) con una muestra de 114 episodios para
50 países. En este amplio conjunto de cambios en la distribución del ingreso o del gasto en
el mundo en desarrollo, el estudio confirma las conclusiones anteriores respecto de que las
tasas de crecimiento económico más altas inequívocamente están asociadas con tasas de
reducción de la pobreza también más altas15. Sin embargo, el estudio también concluye que
este efecto del crecimiento sobre la pobreza (es decir, la elasticidad-crecimiento negativa de
la reducción de la pobreza) disminuye en términos absolutos a medida que la desigualdad
inicial aumenta.
Distribución A
Distribución B
D
C
Z µ
17
Dicho de otra forma, los países con mayor desigualdad convierten un punto porcentual de
crecimiento de los ingresos familiares medios en una reducción más pequeña en la
incidencia de la pobreza que los países con mayor igualdad. En cambio, para obtener una
reducción de 1% en la cantidad de personas que vive en condiciones de pobreza, los países
con mayor desigualdad deben crecer con mayor rapidez que los países con mayor igualdad.
Bourguignon (2002) establece analíticamente este efecto negativo de la desigualdad en la
tasa de reducción de la pobreza para el caso de las distribuciones lognormales, que son las
aproximaciones de forma funcional más comunes para las distribuciones de ingreso
Figura 1.5: Las elasticidades-crecimiento se hacen menos negativas con la desigualdad
8
Εi = -2,2 + 0,05Ginii +εi
6
valor p Gini: 0,09
2
Elasticidad ajustada
-2
-4
-6
-8
25 30 35 40 45 50 55 60 65
Coeficiente Gini
Nota: La elasticidad ajustada Ei es el valor residual de una regresión simple entre la elasticidad empírica y el ingreso medio inicial de la encuesta domiciliaria
Fuente: Bourguignon (2002), con muestra truncada en los valores de elasticidad empírica de -10, +10.
empíricas. Al mismo tiempo, también encuentra un fuerte apoyo empírico (según diferentes
especificaciones de modelos alternativos) para la relación negativa dentro de esta muestra.
Basándose en el mismo conjunto de datos, la Figura 1.5 a continuación ilustra el resultado
básico: después de controlar los niveles de ingreso iniciales, la elasticidad-crecimiento de la
reducción de la pobreza aumenta (es decir, se vuelve negativa, de modo que se necesita más
crecimiento para reducir la pobreza), a través del coeficiente Gini. El resultado es
estadísticamente significativo al nivel del 10%.
El tercer y último motivo por el cual los profesionales del desarrollo deberían preocuparse
de la desigualdad es que existen pruebas de que ésta podría tener consecuencias negativas
para el proceso general de desarrollo, incluida una reducción de la tasa de crecimiento
económico. De hecho, probablemente influya en varias otras metas y procesos de
desarrollo, como la capacidad de resolver conflictos sin recurrir a la violencia y la
capacidad de manejar con eficacia perturbaciones totales. Por lo tanto, los efectos en el
crecimiento se deben considerar junto con otros aspectos contenidos en la categoría más
general de repercusiones de la desigualdad en el proceso de desarrollo.
Esto podría suceder por dos motivos principales. En primer lugar, si los mercados de
crédito o seguros son imperfectos, es posible que la gente dependa de su patrimonio inicial
para tomar decisiones de inversión importantes. Si esto es efectivo, podría surgir una
situación en la cual los miembros más pobres de la sociedad son incapaces de invertir en
proyectos socialmente eficientes (es decir, rentables), mientras que los individuos más ricos
reciben rentabilidades más bajas sobre el dólar marginal de su patrimonio. Las
imperfecciones del mercado de crédito aluden precisamente a los motivos por los cuales la
intermediación podría fracasar, lo que impediría que los ricos prestaran a los pobres y que
ambos grupos se vieran favorecidos con rentabilidades más altas. Los economistas
denominan tal situación –en la cual ambas partes pueden mejorar su situación sin que
ninguna de ellas salga perdiendo – asignación ineficiente de Pareto.
¿Por qué fallarían los mercados de crédito en esta forma? En gran parte, porque los
proveedores de fondos no tienen toda la información que desearían acerca de los
prestatarios y porque no es posible exigir plenamente el cumplimiento de los contratos.
Dado que hacer cumplir los contratos de crédito podría resultar costoso, las tasas de interés
podrían ser más altas para los prestatarios que para los prestamistas. Esta diferencia podría
significar que los agentes más pobres se endeuden muy poco. Si algunos proyectos (como
la educación de un hijo) requieren inversiones de “pagos globales” mínimas, el resultado
podría una subinversión agregada y un equilibrio total ineficiente (Galor y Zeira 1993)
Las imperfecciones del mercado de crédito también podrían manifestarse con exigencias de
garantías. Si los montos de los préstamos aumentan con la garantía disponible para un
agente, nuevamente, los pobres quedarán en desventaja. Es posible que algunas personas no
puedan iniciar proyectos con rentabilidades sociales esperadas positivas, incluidas
inversiones en capital humano, tierra, vivienda y capital físico, lo que daría como resultado
la ineficiencia. Por cierto, si existen “demasiadas” personas en ese caso, podrían provocar
un descenso en los salarios, con otras repercusiones para la estabilidad a largo plazo de la
economía (Banerjee y Newman, 1993). Una tercera variante de la situación es que los
agentes que necesitan endeudarse más (es decir, los más pobres) enfrenten una “deuda
pendiente” tan significativa que tendrán muy pocos incentivos para trabajar en sus
proyectos. Los prestamistas racionan en exceso las grandes cargas de crédito porque es
posible que tengan un efecto de “riesgo subjetivo” en la oferta de esfuerzo (Aghion y
Bolton 1997). Argumentos similares explican la aparición del racionamiento en los seguros
y otros mercados financieros que expulsan a los pobres.
mismo tiempo, con esto, los ricos reciben rentabilidades marginales más bajas sobre su
patrimonio. Además, la desigualdad del ingreso y de la riqueza, junto con la imperfección
de los mercados financieros, también limitarán la capacidad de los pobres de adquirir
activos, como capital humano, tierra y vivienda, lo que restringirá sus futuras oportunidades
y la posibilidad de normalizar el consumo ante perturbaciones importantes. Tales efectos
indirectos también reducirán el crecimiento y el bienestar global.
El segundo motivo conceptual por el cual la desigualdad podría originar menor crecimiento
incluye interrogantes de economía política. En sociedades con altos grados de
concentración del poder y la riqueza, las elites podrían disponer de mayor libertad para
elegir estrategias beneficiosas para ellas más que para los grupos de ingresos medios e
inferiores. Por lo general, la bibliografía económica ha ahondado en este tema afirmando
que los vínculos entre las fallas del mercado crediticio antes tratadas podrían solucionarse
mediante una acción pública eficaz. Por ejemplo, se pueden reducir en forma considerable
los costos privados de la educación (aunque sin eliminarse nunca) con una serie de medidas
gubernamentales, como la provisión de instrucción pública gratuita o la entrega de buenos
caminos o transporte público para llegar a las escuelas. Sin embargo, las sociedades
desiguales en las cuales el poder político se encuentra entrelazado con la riqueza tenderán,
más que a elegir políticas que reduzcan tales ineficiencias, a asignar los escasos recursos a
usos otros. Esto puede incluir el consumo privado de los ricos (a través de impuestos más
bajos) o el gasto público en programas alternativos que no llegan a los pobres (Bénabou
2000).
El autor demuestra que existen múltiples equilibrios en juego en este sistema, donde
sociedades con menor desigualdad inicial en términos de la riqueza terminan siendo más
igualitarias que las que presentan niveles iniciales más altos de desigualdad. Además, un
cambio en el régimen político que reduzca la influencia del ingreso en las decisiones
políticas (es decir, un proceso de democratización, como el analizado en el Capítulo 7)
podría originar un cambio en el equilibrio de este modelo. El resultado sería un cambio
desde un equilibrio con alto nivel de desigualdad y bienestar bajo a uno donde predomine
tanto la desigualdad como el bienestar.
Los mecanismos a través de los cuales actúan las elites y que no atienden los intereses de
toda la población podrían estar aún más extendidos de los que se captan en estos modelos
económicos. Una línea de pensamiento en la ciencia política y la literatura sociológica –
21
pertinente para parte de este informe– es que las elites ayudan a formar y perpetuar
estructuras institucionales que se caracterizan por gobernabilidad, menor responsabilidad
pública y niveles más altos de corrupción. Estos marcos institucionales “débiles”, más que
ser sintomáticos de una evolución institucional inmadura, podrían ser funcionales para los
ricos (Heller y Mahoney, 2003). Y cuando las instituciones son débiles, los que más sufren
son los pobres, puesto que los ricos pueden utilizar el poder político y la influencia
financiera para favorecer sus propios intereses (Glaeser, Scheinkman y Schleifer 2002).
Estos procesos tendrían fuertes efectos adversos en el crecimiento general y en otros
aspectos del proceso de desarrollo.
¿Respaldan estos datos la hipótesis de que el alto nivel de desigualdad es malo para el
crecimiento y la eficiencia? En efecto, la mayoría de los estudios encuentra un coeficiente
negativo en la desigualdad inicial cuando se incluye este aspecto como una variable
explicativa en los modelos de crecimiento empíricos. Al hacer una regresión de la tasa de
crecimiento promedio entre 1960 y 1985 sobre los coeficientes de Gini para ingreso y tierra
alrededor de 1960, Alesina y Rodrik (1994) encuentran coeficientes estadísticamente
significativos para ambos. Persson y Tabellini (1994) aplican una medida de alternativa:
usar la proporción de ingresos correspondiente al quinto medio de la distribución del
ingreso como variable representativa para la equidad. El coeficiente para esa variable fue
estadísticamente significativo y positivo, lo que coincide con los resultados de Alesina y
Rodrik. Aunque Perotti (1996) utiliza un conjunto más amplio de países y prueba
especificaciones adicionales, los resultados siguen siendo significativos.
Más recientemente, este consenso en ciernes ha sido cuestionado por Forbes (2000), sobre
la base de un análisis de un nuevo conjunto de datos conocido como el conjunto de datos de
“alta calidad” de Deininger y Squire.17 Forbes observó una relación positiva entre la
desigualdad desfasada y el crecimiento. Sin embargo, existen varias razones por las cuales
estas conclusiones, aunque importantes, pertenecen a una posición minoritaria dentro del
campo de la economía. Primero, como la misma autora señala, este estudio difiere de los
demás al considerar el efecto de la desigualdad desfasada con la variación del tiempo, en
lugar de cierto nivel inicial fijo de desigualdad. Así, la interpretación tiene un efecto más a
corto plazo. Segundo, se han planteado interrogantes acerca del conjunto de datos y de la
técnica econométrica empleada (ver Aghion y otros 1999).
Además, al parecer los efectos nocivos de los altos niveles de desigualdad en el desarrollo
económico no se limitan a la eficiencia económica y al crecimiento, por muy importantes
que sean estos aspectos. Una visión más amplia de desarrollo incluye más que la
producción per cápita, por ejemplo, considerando la capacidad institucional de un país de
manejar las perturbaciones económicas y totales, como un cambio en las relaciones de
intercambio o en una tasa de interés extranjera clave. Rodrik (1999) sugiere que los países
que sufren de divisiones sociales más graves –ya sean de naturaleza étnica y racial o según
ingresos y clases– parecen no adaptarse a las grandes crisis tan bien como otras sociedades
más igualitarias y cohesionadas. El mecanismo implícito es que las instituciones encargadas
de distribuir la carga del ajuste funcionan en forma ineficiente en economías con
distribuciones más desiguales.
Para comprender el proceso de ajuste a la primera crisis del precio del petróleo de 1973,
Rodrik (1999) realiza una regresión de la diferencia entre la tasa de crecimiento per cápita
durante 1975–1989 y la misma tasa durante 1960–1975. El autor encuentra un coeficiente
negativo significativo en la variable ficticia para América Latina, lo que sugiere que la
región sufrió más con la crisis (en términos de crecimiento ex post) que los países
desarrollados (o incluso más que Asia oriental). Es interesante que este efecto desaparezca
(es decir, el coeficiente pasa a ser insignificante) sólo cuando se controlan tres aspectos
específicos: la desigualdad del ingreso en los años setenta; la desigualdad en las tierras y la
tasa de homicidios, que sirve como una variable sustitutiva para la prevalencia de la
violencia o la debil solución de los conflictos en una sociedad18.
Este resultado indica que el mal desempeño de la región para adaptarse a las serias crisis en
las relaciones de intercambio de los años setenta se debe en parte a la prevalencia del alto
nivel de desigualdad (por ejemplo, al compararlo con Asia oriental). Las instituciones no
fueron capaces de poner fin a la incidencia de los costos de los ajustes. Entretanto,
crecieron los déficit de cuenta fiscal y corriente, lo que abrió paso a las consiguientes crisis
de deuda de los años ochenta.
El vínculo entre alto nivel de desigualdad e instituciones débiles, que podría parecer tenue
en esta etapa y que se trata en gran medida en forma sucinta en Rodrik (1999), se examina
con mayor detalle en los Capítulos 5 y 7. En esos capítulos, surge el tema de que América
Latina, en diversas áreas, está tipificada por instituciones que son débiles y que se
caracterizan por estructuras de poder desigual. Estos dos aspectos tienden a originar niveles
subóptimos de desarrollo y a perpetuar ventajas desiguales en el desarrollo que sí se
produce.
indican que la desigualdad del ingreso siempre es positiva y muy significativa, y además,
que mantiene su uniformidad cuando se agregan como variables de control la desigualdad
educacional y la polarización del ingreso. El conflicto social y la violencia personal están
asociados a niveles más altos de desigualdad, en especial cuando las instituciones a cargo
de manejar los conflictos y el estado de derecho son débiles.
Por lo tanto, el balance de la información es que los altos niveles de desigualdad del ingreso
y de la riqueza observados en América Latina:
Estos son los principales motivos por los cuales es importante comprender mejor la
desigualdad. La mayoría de las personas y los gobiernos de la región considera los niveles
latinoamericanos de desigualdad demasiado altos y desearían reducirlos, tanto en términos
de resultados como de oportunidades. Además, es probable que tal reducción permita a las
autoridades responsables ser más eficaces para luchar contra la pobreza y promover el
desarrollo económico de manera más generalizada.
El resto del informe se divide en tres partes, una para cada objetivo antes resumido. La
Parte I establece los hechos básicos acerca de la desigualdad en América Latina, en la
medida en que lo permitan los datos disponibles. Como se indicó antes, esta sección se basa
en 52 conjuntos de datos a nivel de hogar correspondientes a 20 países, recopilados entre
1989 y 2001. Para elaborar estos conjuntos de datos, las oficinas estadísticas y de censo
nacionales entrevistaron a más de 3,6 millones de individuos. Las preguntas se
concentraron en características demográficas, nivel educacional y de salud, ocupaciones e
ingresos, sistemas familiares y de vida, acceso a servicios públicos y, en muchos casos,
propiedades. Además de esta fuente primaria de datos, el equipo de investigación del
informe ha recurrido a un extenso estudio de la bibliografía económica, sociológica y de
ciencias políticas sobre la desigualdad en América Latina.
Aunque el informe utiliza los mejores datos disponibles sobre desigualdad en la región, y lo
hace con bastante cuidado, es importante destacar los problemas permanentes que surgen
en relación con los datos. A pesar de que las oficinas estadísticas nacionales cuentan con
sólidas tradiciones de profesionalismo, las encuestas domiciliarias de la región muestran
ciertas debilidades específicas. Por ejemplo, la mayoría de las encuestas plantea preguntas
acerca de los actuales ingresos en lugar de abordar el tema del gasto. La información sobre
los ingresos es un indicador menos fiable del bienestar significativo que el gasto, debido a
24
A partir de los datos, surgen dos importantes resultados. Primero, la desigualdad del
ingreso (es decir, en el consumo de bienes privados) es alta en América Latina según los
estándares internacionales, y en promedio ha aumentado aun más durante las tres últimas
décadas. Sin embargo, durante los años noventa, el ritmo de este aumento disminuyó
levemente y fue menor que los aumentos en las economías de transición (aunque aún es
más alto que las tasas encontradas en las economías asiáticas y de la OCDE). Durante este
período, surgió en América Latina una tendencia hacia la convergencia de la desigualdad,
en que las tasas de desigualdad disminuyeron en la economía con mayor desigualdad
(Brasil) y aumentaron en algunas de las economías que originalmente presentaban bajos
niveles de desigualdad, como Uruguay, Venezuela, y con mayor notoriedad, Argentina.
Los autores concluyen que las diferencias en raza y origen étnico aún son importantes para
determinar las diferencias en el bienestar y las capacidades, a pesar de siglos de mezcla
parcial de los grupos. En la mayoría de las sociedades para las cuales contamos con
información (en que Guyana es una excepción interesante), los pueblos de origen africano e
indígena se encuentran en considerable desventaja con respecto a los blancos. Esta
tendencia se interpreta como el resultado de prácticas de explotación y exclusión históricas
que siguen en pie en el presente, no obstante la eliminación de las fuentes legales de
exclusión. Los datos sobre las tendencias son dispersos, pero es incierto que se hayan
producido avances relativos significativos en el pasado reciente.
Con respecto al género, la situación es bastante distinta: las diferencias de género en cuanto
a educación e ingresos, son, para la mayoría de los países menores que las encontradas
entre los grupos raciales y étnicos y, además, se han observado importantes avances en la
última década. Por ejemplo, en algunos casos, con respecto a la escolaridad y al riesgo de
violencia, ahora existe más inquietud en torno a las desventajas asociadas con el hecho de
ser hombre.
Aunque las diferencias entre los grupos siguen siendo importantes (a excepción de
Guyana), también observamos que la mayor parte de la desigualdad observable entre los
individuos en cuanto a ingresos y educación se produce dentro de los grupos definidos por
raza/etnia y género. Esto señala la importancia de otros factores (incluida la clase, la
ubicación y las características individuales) para explicar las diferencias dentro de tales
grupos desfavorecidos y las desigualdad entre los blancos. Por otra parte, las desigualdades
entre grupos de blancos y no blancos en particular son considerables en relación con otros
países con problemas raciales importantes (como Estados Unidos). El origen étnico y la
raza desempeñaron un papel clave en los orígenes de la desigualdad latinoamericana y
siguen siendo importantes en la actualidad.
Algunos países, en especial, Uruguay y, en menor proporción, Chile y Costa Rica, tienen
impuestos moderadamente y un suministro público significativo y en cierta medida
redistributivo. Brasil se destaca como un caso en el cual existe tanto una actividad de cobro
de impuestos relativamente alta y un suministro público muy desigual. Con respecto a la
interrogante sobre quién paga los impuestos, el análisis de incidencia está plagado de
problemas metodológicos y es poco lo que se puede afirmar con certeza. Un supuesto
práctico razonable es que la mayor parte de los regímenes tributarios son proporcionales o
levemente progresivos o regresivos, lo que significa que los pobres, la clase media y los
ricos pagan en impuestos casi la misma proporción de sus ingresos.
Esto hace que el lado del gasto de la ecuación sea mucho más importante. Los datos
confirman, como se desprendería de los análisis históricos y políticos, que el acceso a la
mayoría de los servicios llega a los ricos antes que a los pobres. La incidencia promedio de
varios servicios, como el saneamiento y los teléfonos, se mantiene regresiva en la mayor
parte de los países de la región. Sin embargo, el aspecto positivo es que, durante los años
noventa, la expansión del acceso a la mayor parte de los servicios prestados a nivel público,
en general, pero no siempre, era progresivo. En gran medida, esto se debe simplemente a
que, dado que los ricos ya tenían acceso, no quedaba otro lugar para proporcionar servicios
sino a los pobres. Sin embargo, en muchos casos, este cambio también fue el resultado de la
acción pública deliberada, bien intencionada y eficaz. Es necesario no olvidar que siempre
es posible no expandir los servicios públicos, de modo que incluso una expansión
progresiva limitada es un acontecimiento bien recibido.
27
Aunque el ritmo general del desplazamiento de la cobertura de los servicios va desde los
grupos más ricos a los más pobres, América Latina tiene una experiencia importante en el
uso de mecanismos de provisión de servicios focalizados. Algunos programas han tenido
bastante éxito en la focalización de los pobres, pero en general se mantienen reducidos. Al
parecer existe una disyuntiva entre la focalización eficaz y el grado de cobertura de los
programas, incluso entre los pobres. En parte, dicha disyuntiva se podría deber a
dificultades administrativas, pero también es probable que sea el resultado de las
interacciones con las instituciones políticas y económicas. Como se indica en el Capítulo 7,
existe la necesidad de contar con condiciones de apoyo generalizado para las políticas
progresivas. Por ello, es probable que los programas focalizados deban vincularse o
“empacarse” en conjunto con programas de acceso universal que también beneficien a la
clase media. Por ejemplo, el valor de vincular el progreso de la cobertura básica de la
educación y la salud a transferencias en efectivo para los pobres, con la condición de que
éstos mantengan a sus hijos en la escuela y que asistan a los servicios, de salud es
indiscutible, tanto desde el punto de vista de la eficacia (puesto que de otro modo los
pobres no solicitarían estos servicios debido a los altos costos de oportunidad) como del de
la sostenibilidad política.
Por último, el patrón histórico del gasto social no ha sido el óptimo en relación con el ciclo
económico. De hecho, el gasto social por cada persona pobre es bastante procíclico en casi
todos los países de América Latina, lo que significa que los recursos son escasos justo
cuando más se necesitan. Este no es un patrón exclusivo de esta región, y es fácil
comprender los procesos políticos que pueden llevar a este resultado; sin embargo, lo
concreto es que es inferior al óptimo en términos intertemporales y que debe cambiarse.
Primero, los “factores macroinstitucionales” aluden a las formas en que los grupos
subordinados se han incorporado a las políticas locales y nacionales, con un predominio
relativo de formas verticales de relación política a través de estructuras personales,
clientelistas y corporativistas. Esta tendencia contrasta en forma acentuada con las alianzas
más horizontales encontradas entre los grupos subordinados formados en Europa durante
períodos comparables y, en general, ha perpetuado la influencia predominante de los grupos
de elite a nivel nacional y local. Segundo, los procesos socioculturales (establecidos por
una larga trayectoria de interacciones entre los grupos) tienden a dar como resultado
prácticas, disposiciones y actitudes por parte de los grupos dominantes y subordinados que
generan lo que el antropólogo Arjun Appadurai (próxima publicación) ha caracterizado
como “términos de reconocimiento” dispares que complementan las desigualdades en las
estructuras económicas y políticas. Este patrón está ilustrado por los altos niveles de
emparejamientos ordenados (es decir, no aleatorios) que se mencionan en el capítulo 6 y la
persistencia de importantes déficit entre los grupos africanos e indígenas, incluso después
que se han eliminado las exclusiones legales, como se expone en el Capítulo 3.
La Parte III del informe y sobre la base del análisis de los Capítulos 4 a 7, aborda algunas
de las alternativas en materia de políticas públicas disponibles para los gobiernos (y, en
30
algunos casos, para los agentes de la sociedad civil) de la región que se pueden aplicar con
el fin de reducir la desigualdad y sus consecuencias negativas. Este enfoque se incluye en el
esquema de la Figura 1.1 que antecede. Aunque ahora el enfoque se encuentra en los
dominios específicos de las condiciones económicas y las políticas públicas, este análisis se
complementa con el correspondiente a los procesos políticos y socioculturales del Capítulo
7. Aunque ahí parece no haber una compensación significativa entre crecimiento agregado
y desigualdad –menor desigualdad en realidad podría originar mayor crecimiento– puede
haber importantes compensaciones con respecto a políticas específicas, aspecto que este
informe pretende dilucidar.
Es posible emitir más observaciones cuando se analiza en particular cada forma. Parece
claro que cada vez que las reformas fiscales han originado una estabilización de precios, el
resultado ha sido una reducción en la desigualdad. Desde el punto de vista de la
distribución, la privatización en general tiene efectos de acceso positivos por cuanto
extiende la cobertura del servicio a la gente más pobre; sin embargo, esto a veces se ha
visto contrarrestado por los efectos negativos de los precios21. La liberalización del
comercio, además de la distribución desigual de la educación, se asoció con un aumento en
la disparidad de los salarios, puesto que originó una adopción más rápida de nuevas
técnicas y procesos de producción con gran intensidad de mano de obra calificada. Sin
embargo, mientras el sistema educacional responde al aumento de la demanda de
educación, la desigualdad de los salarios parece estar estabilizándose, como lo ilustran los
casos de Chile y México, dos de las economías internacionales más integradas de la región.
Esto podría parecer sorprendente para quienes por bastante tiempo han comparado la
gobernabilidad en favor de los pobres con los déficit presupuestarios. En efecto, se debe
observar que los datos son consecuentes con la necesidad de proporciones considerables de
acción pública – y gasto público – para reducir la pobreza, la desigualdad y diversas fuentes
de ineficiencia en América Latina. Sin embargo, el financiamiento de estos gastos no se
debe generar con mayores déficit fiscales, que aumentan la probabilidad de inflación y
crisis de la balanza de pagos y de la banca, las cuales son resoluciones enormemente
regresivas. En su lugar, el financiamiento debe provenir de otras fuentes posibles,
específicamente:
• Una redirección del gasto existente, parte del cual es casi seguro un derroche y gran
parte del mismo es regresivo.
• Aumento de los impuestos, en los casos de los países con bajos niveles de esfuerzos
tributarios.
Las políticas fiscales próciclicas son especialmente perjudiciales para los pobres, puesto
que reducen el gasto social por persona pobre cuando más lo necesitan. Establecer normas e
instituciones que permitan la operación de políticas fiscales anticíclicas, mitigando los
problemas de economía política y de asimetría de la información que yacen tras las
políticas fiscales procíclicas, será de suma importancia para los fines de reducción de la
desigualdad y la pobreza. También serán importantes para la reducción de la probabilidad
de crisis, puesto que los sesgos procíclicos originan con frecuencia sesgos de déficit y
posiciones fiscales insostenibles.
Por último, dado que nunca se evitarán por completo las crisis, es clave establecer
mecanismos de resolución de crisis ex ante eficientes y equitativos, en especial, con
respecto a la posible crisis financiera, a fin de evitar las transferencias derrochadoras y muy
regresivas que han caracterizado la administración de la mayor parte de las crisis bancarias
en el pasado.
La educación es el activo productivo más importante que alguna vez conocerá la mayoría
de la gente. Aparte de su efecto económico, la educación también está íntimamente ligada a
desigualdades socioculturales. Una educación más igualitaria posiblemente tenga múltiples
33
influencias en resultados y prácticas más igualitarios. Además, tiene dos grandes ventajas.
Primero, se puede mejorar su distribución sin la necesidad de redistribuirla quitándosela a
otra persona. Segundo, las mejoras en su distribución (que están ligadas estrechamente a los
aumentos en los niveles de educación media general) son buenas para la eficiencia y el
crecimiento. Por lo tanto, parece evidente que un impulso para una mayor escolaridad de
mejor calidad debería ser una recomendación de política clave para reducir la pobreza y la
desigualdad.
Aunque ahora este enfoque es aceptado ampliamente por los gobiernos, su aplicación no
siempre ha sido fácil. En particular, la “masificación” de la educación parece estar asociada
con nuevas formas de desigualdad, en especial, las relacionadas con una alta variedad en la
calidad (al igual que una calidad promedio baja) y la práctica permanente de las elites de
salir de los sistemas públicos. A pesar de la experimentación generalizada, aún debe
encontrarse la fórmula mágica para aumentar la calidad de la instrucción. Por otra parte,
existe información que apunta a la falta de consenso respecto de la educación superior en
algunas zonas de la región. Por ejemplo, en el noreste de Brasil, las elites empresariales
están a favor de limitar la educación a la escolaridad básica con el fin de apoyar una vía de
salarios más bajos hacia la integración a la economía global (Tendler 2002). No está claro
en qué medida se ha generalizado este fenómeno, pero podría ser importante en las zonas
relativamente subdesarrolladas de la región.
Al mismo tiempo, aun cuando los autores aceptan incondicionalmente tales propuestas de
educación, la expansión y el mejoramiento de la instrucción no se debe considerar como
una panacea distributiva. Existen tres motivos para esto:
• Aprovechar los efectos de la educación tarda tiempo, puesto que los niños que se
benefician con más años de escolaridad o con mejores maestros y bibliotecas
ingresarán al mercado laboral dentro de varios años a partir de este momento.
Además, una vez que los estudiantes entran en el mercado laboral, se verán
sumergidos en un mar de gente mayor que fue formada antes de las reformas. En
otras palabras, para efectuar un cambio sustancial en la composición de la fuerza
laboral, las reformas educacionales deben afectar a varios grupos y debe transcurrir
cierto tiempo para que estos grupos reemplacen en forma gradual a los grupos
mayores en el mercado laboral.
• Parte del efecto esperado de una educación mayor y mejor sobre la distribución de
los ingresos surge de la reducción esperada en la rentabilidad producida por los
niveles más altos de escolaridad (a medida que aumenta la oferta) y de un aumento
en la rentabilidad de la mano de obra menos calificada (a medida que disminuye la
oferta de esos trabajadores). Sin embargo, en la actualidad existen pruebas
considerables de que en todo el mundo, el cambio técnico durante las últimas
décadas se ha inclinado hacia las capacidades, de modo que hay otras fuerzas que
también afectan a la estructura de la rentabilidad de la escolaridad, como resultado,
cualquier “desconvexificación” podría ser más lenta de lo esperado.
El Capítulo 9 también considera otros dos activos clave: la tierra agrícola en las áreas
rurales y la vivienda en las áreas urbanas. Este reflexiona sobre la experiencia de las
reformas agrarias incompletas de América Latina durante el siglo XX y hace algunas
sugerencias con respecto a las políticas alternativas o complementarias que se podrían
adoptar en el futuro. Una conclusión interesante que surge en forma simultánea de los
análisis de las viviendas urbanas y las tierras rurales es que se puede mejorar el bienestar
con la aparición de mercados más eficaces de alquiler y crédito, y que a su vez dependan
de una mejor protección judicial en cuanto a los derechos de propiedad de los
terratenientes y los acreedores. En ambos casos, cabe señalar otra vez que hay un enorme
campo de aplicación para la tributación progresiva de la propiedad –que en efecto se trata
de tributación del alquiler de tierras y, por consiguiente, tiene cualidades de eficiencia e
igualdad muy convenientes.
Un análisis sobre impuestos constituye un enlace con el Capítulo 10, en el cual se tratan las
políticas que directamente en los flujos de ingresos, en lugar de los activos e instituciones.
Existen tres motivos básicos por los cuales los gobiernos aún necesitan preocuparse de los
flujos de ingresos si han logrado mejorar sus mercados e instituciones y hacer más
equitativa la distribución de la educación y otros activos. Primero, los gobiernos
36
Este problema proporciona un fundamento para algunos sistemas de seguro público, por
ejemplo, el seguro de desempleo, las pensiones básicas financiadas por el sector público
dentro del sistema general de pensiones o algunas redes de protección condicionadas al
nivel de vida. Estas consideraciones se destacan especialmente en los países
latinoamericanos que tienen lo que se podría describir como “estados de bienestar
truncado”. Algunos tipos de seguro público son productos de las formas parciales y
verticales de incorporación del segmento formal de las clases trabajadoras del siglo XX y
por lo general, combinan los peores aspectos de los estados de bienestar de Europa y
Estados Unidos; es decir: cobertura incompleta, exclusión de la mayoría de los pobres e
incentivos adversos (por ejemplo, en relación con el crecimiento y la flexibilidad del
empleo). Con una protección social débil fuera del sistema formal, existen fuertes
incentivos para que los involucrados luchen por mantener su posición (relativamente)
protegida dentro de esos estados de bienestar “truncado”.
Tercero, la aversión a la desigualdad (o pobreza) como una preferencia social puede ser en
sí un motivo para entregar transferencias en efectivo a los miembros más pobres de la
sociedad. Aun cuando se hubieran logrado aplicar todas reformas institucionales
recomendadas y las distribuciones de activos hubieran llegado a ser más igualitarias, ante
la presencia del riesgo y la incertidumbre todavía existirían personas que incluso
temporalmente sufrirían períodos de dificultades que la sociedad considera inaceptables.
Desde luego, la probabilidad de que esto suceda es mucho mayor en una situación, como la
actual en América Latina, donde las desigualdades de activos son muy altas y las
instituciones no son integrales. Por lo tanto, el desafío que enfrentan las autoridades
responsables es diseñar transferencias que asistan a aquellos que se encuentran en el
extremo inferior de la distribución del ingreso, sin retenerlos ahí con disuasivos para
trabajar o invertir.
Los autores consideran que un sistema tributario saludable es un ingrediente vital para un
estado eficaz y no pretenden cuestionar un amplio volumen de textos acerca del
37
También desempeñan un importante papel los impuestos sobre la renta personal, cuyas
recaudaciones son muy bajas en la mayor parte de los países latinoamericanos, en
comparación con otras regiones. Las estructuras de los impuestos sobre la renta no
necesitan tener muchas tasas para ser progresivas. La reciente historia de las reformas
tributarias de América Latina es bastante coherente con el consenso general sobre
simplificación. Los esfuerzos por cobrar un poco más de impuestos a los ricos se deben
concentrar en gran medida en mejorar la aplicación y en eliminar los resquicios para
reducir la evasión tributaria. Esto es especialmente válido con respecto a los impuestos a la
propiedad, que existen en varios países, pero en general casi no recaudan ingresos. Los
esfuerzos de las reformas no se deben concentrar en elevar las tasas de estos impuestos,
sino en eliminar las exenciones y en idear mecanismos de divulgación para mejorar el
cobro y la aplicación. Uno de los ejemplos es la propuesta para combinar la información
recopilada sobre los impuestos a la tierra y a las ventas en Brasil.
Sin embargo, este informe se concentra en las llamadas “transferencias inteligentes”, que
están dirigidas a ciertos grupos sobre la base de la necesidad y que sólo se entregan cuando
los beneficiarios han seguido un conjunto de acciones condicionadas, con el fin de
aumentar más que reducir los incentivos para invertir en capital humano. El Capítulo 10
considera los datos sobre el desempeño de estas transferencias, como el programa
Oportunidades de México (conocido anteriormente como Progresa), Bolsa Escola de Brasil
y la Red de Protección Social de Nicaragua. Por último, el informe considera la
formulación de otros posibles enfoques para mejorar la gestión de riesgos de las
transferencias en efectivo condicionadas, las que entonces posiblemente podrían pasar a
formar una parte eficaz de un sistema de protección social integral y equitativo. Como se
mencionó antes, unir las transferencias en efectivo condicionadas a los pobres con la
expansión general de los servicios de educación básica y salud tiene un sentido indiscutible
desde el punto de vista de la eficacia (puesto que de otro modo los pobres no solicitarían
estos servicios debido a los altos costos de oportunidad) como el de la sostenibilidad
política de los programas focalizados.
38
****************************
Para concluir este capítulo introductorio, resumimos los principales mensajes del informe.
Primero, los altos niveles de desigualdad tienen importancia para el desarrollo. Tienen
importancia por tres motivos: porque, por razones éticas, a las personas les disgustan;
porque disminuyen el ritmo de la reducción de la pobreza, con efectos muy importantes a
largo plazo y porque la desigualdad puede tener efectos perniciosos sobre el proceso de
desarrollo general, en especial, cuando interactúa con instituciones débiles. Por cierto, la
historia de América Latina consiste en interacciones mutuas entre el alto nivel de
desigualdad y la debilidad institucional.
Segundo, América Latina tiene y por mucho tiempo ha tenido enormes desigualdades
en muchos aspectos. Estas desigualdades se relacionan con los ingresos, el acceso a los
servicios, la influencia y la participación, los activos y las oportunidades. En conjunto, se
han logrado avances en cuanto a la desigualdad en el acceso a los servicios, pero
generalmente no tanto con respecto a la desigualdad del ingreso. Aunque la desigualdad
afecta a todos los grupos, factores como el género y, en particular, la raza y el origen étnico
han tenido una enorme importancia durante mucho tiempo y la siguen teniendo en lo que
respecta a las oportunidades y al bienestar en América Latina. La vida de las familias ricas
y pobres en cualquier país latinoamericano tiene muy poco en común en cualquier aspecto
imaginable. El mismo concepto de ciudadanía de un país, casi con seguridad es
considerablemente diferente para las familias pobres y las ricas.
mayor sobre la administración macroeconómica, puesto que las crisis tienden a ser
regresivas. Esto requiere crear instituciones y normas para lograr prudencia fiscal y
financiera en los buenos tiempos –permitiendo así aplicar políticas anticíclicas en
los malos tiempos– además de mecanismos de solución más transparentes y
equitativos cuando se produzcan las crisis. En el ámbito de las instituciones
microeconómicas, los mercados más profundos pueden ser adecuados para la
desigualdad. En particular, esto se podría concentrar en reducir de la relación costo-
beneficio de la formalización y en equilibrar el apoyo a los derechos de los
trabajadores con evitar el alto nivel de rigidez de los mercados laborales. Además,
mejorar las bases institucionales y legales (como los derechos de propiedad de los
pequeños accionistas y acreedores, un buen manejo de las empresas y una
regulación y supervisión prudencial eficiente) que permitirían la creación de
mercados financieros profundos y sólidos, y aumentar así el acceso de los pobres a
las inversiones financieras productivas y la adquisición de capital humano, tierras,
vivienda y otros activos.
• Reforma del estado de bienestar truncado y elitista, de modo que tanto la gestión
de riesgos como las transferencias redistributivas (protección social y asistencia
social) se extiendan en forma generalizada a toda la sociedad. Esto supondrá
enfrentar los intereses creados y extender programas que lleguen a los pobres. Un
área particularmente prometedora para eliminar las brechas del actual sistema son
las transferencias a los miembros más pobres de la sociedad, incluida la condición
de su participación en los programas de inversión en capital humano y social. Si
tales transferencias en efectivo se encuentran bien diseñadas e integradas con la
expansión de servicios básicos, podrían proporcionar la base para una verdadera
protección social progresiva y un sistema de gestión de riesgos en América Latina.
1
Promedios no ponderados para la distribución del ingreso per cápita familiar en 1992. Las estimaciones se
basaron en Bourguignon y Morrison 2002. Véase al cuadro A.17 del Apéndice Estadístico.
2
El coeficiente de Gini es una medida estándar de la desigualdad en una distribución. Fluctúa entre 0 y 1, y
aumenta con la desigualdad. Un valor de cero corresponde a una igualdad perfecta y un valor de uno
corresponde a una distribución en la cual una sola unidad recibe todos los ingresos y las demás unidades no
reciben nada.
3
Estas cifras corresponden a la encuesta nacional de 1999. Véase el cuadro A.25 en el Apéndice Estadístico.
40
4
Ver O’Donnell 1999 para obtener un análisis sobre ciudadanía de poca influencia y Méndez y otros 1999
para conocer la desigualdad en el radio de acción del estado de derecho en gran parte de América Latina. El
cambio simbólico más reciente e importante en Guatemala fue la suscripción de los acuerdos de paz de 1996.
Sin embargo, aún se mantienen importantes debilidades institucionales y patrones de exclusión social; ver
Banco Mundial 2002.
5
La mayor parte de las medidas que se utilizan con frecuencia en la bibliografía sobre economía evalúan la
dispersión de manera consecuente con ciertos atributos convenientes, conocidos como axiomas de medición
de la desigualdad. Para obtener un análisis sobre los temas de medición, ver Cowell 1995 ó 2000.
6
Este informe no se centra en un análisis de bienestar multivariado completo. Para obtener más información
sobre este tema, ver Bourguignon y Chakravarty 2003.
7
La citas de esta párrafo corresponden a las págs. 4-5 y la pág. 150.
8
La bibliografía sobre las teorías de justicia social es amplia. Ver Sen 2000 para obtener un estudio reciente.
9
Al intentar presentar interacciones complejas en un diagrama tan simple, evidentemente, omitimos varias
importantes direcciones de causalidad y ciclos de retroinformación. Los resultados de mercado y los
mecanismos de redistribución pública, por ejemplo, afectan a las distribuciones de activos y los conjuntos de
oportunidades que enfrentan los agentes, así como sus ingresos y resultados.
10
Ver North (1990) para obtener un tratamiento clásico de las instituciones como normas y “reglas del
juego”.
11
Ver Heller y Mahoney 2003 para obtener un estudio, Tilly 1999 y Bourdieu 1990 para obtener ejemplos
clave, y Rao y Walton (próxima publicación) para obtener un análisis de “desigualdad en el protagonismo”
desde un punto de vista cultural. Una línea relacionada de la bibliografía económica sobre medición de la
desigualdad se refiere al desarrollo de la teoría y la medición de la polarización. Esto comienza con el
entendimiento conceptual de que la evaluación que hacen los individuos de la preponderancia de las
desigualdades está ligado a las diferencias entre los grupos con los cuales se identifican y los grupos de los
cuales se sienten alejados. Ver Esteban y Ray 1994.
12
Ver Rothschild 2001 para obtener una relación completa sobre cómo Adam Smith y otros pensadores de la
Ilustración se preocuparon bastante por el abuso de la desigualdad de influencia y el papel del protagonismo
deliberado de diferentes grupos en la conformación de los resultados económicos y sociales.
13
Expresado en lenguaje técnico, se refiere a la “concavidad” de las funciones de asistencia social.
Ver Ravallion (1997).
14
En la jerga técnica, acerca de la “concavidad” de las funciones de bienestar social.
15
Ravallion y Chen (1997) establecieron ese resultado para los mismos datos.
16
Lucas (1988), pág. 5.
17
Forbes también utiliza una técnica econométrica diferente, aplicando el Método Generalizado de Momentos
(GMM) de Arellano y Bond (1991)
18
Desde luego, existen otros factores que intervienen en los efectos de las perturbaciones en los países, como
el grado general de apertura, que tiende a asociarse a los efectos a largo plazo menores de las perturbaciones
externas adversas.
19
Uno de los ejemplos mejor documentados comprende el importante efecto que ha tenido la privatización de
las compañías de agua en la reducción de la mortalidad infantil en Argentina, con efectos muy superiores en
los municipios más pobres (Galiani, Gertler y Schargrodsky 2002). Es importante reconocer estos logros, aun
cuando las tasas de desigualdad agregada para los ingresos siguen en aumento en algunos países.
20
El significado de raza y origen étnico se superpone de manera considerable: ambos son una creación social,
y, en los casos aquí examinados, guardan relación con el nivel subordinado de América Latina. Aplicamos la
práctica común de recurrir a “raza” para referirnos a los que se identifican a sí mismos o a quienes la sociedad
identifica como afrolatinos y “etnia” o “origen étnico” para referirnos a los grupos indígenas. El significado
de género también es una construcción social, pero aquí la categoría alude a grupos con diferencias biológicas
de sexo.
21
Esto se trata con mayor detalle en el Capítulo 9.