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CORAZÓN DE MI VIDA

Letanías del corazón.

Una forma religiosa muy antigua de pedir ayuda al Cielo es hacer una larga repetición
de invocaciones, sean de nombres o de atributos divinos. En general se hacía con un
mediador en el centro y un grupo de gente que repite cada invocación, como un eco
coral.

Aparentemente es muy aburrido, tanto que se ha aplicado el nombre de letanía a lo que


una persona repite incansablemente, molestando a los demás. Pero, pensándolo bien,
cada invocación es un mundo que se abre. Por ejemplo, cuando se invoca a la Madre de
Dios, se le dice: “Casa de David”, “Puerta del Cielo” o “Torre de Marfil”. Si alguien se
aburre con semejantes invocaciones, es porque no tiene ni pizca de imaginación. En
muchas religiones, las letanías no solamente se usaban para rogar, sino también para
alcanzar estados hipnóticos, lejos del aburrimiento cotidiano.

Para el tema que nos ocupa, la idea es hacer un listado de expresiones en torno al
corazón, que fueron elegidas al azar de textos dispersos. Que el lector encuentre, en su
propia imaginación, el sentido de cada una de las ideas listadas. Haciéndolo despacio
veremos manifestarse en nuestro interior, aunque sea confusamente, el inmenso
horizonte de los significados de este símbolo.

Noble corazón

Gran corazón

Corazón cerrado

Corazón, instrumento de muchas cuerdas

Corazón niño

Corazón caliente

Querer de corazón

Palabra del corazón

Corazón purificado

Corazón de razones

Corazón de deseos

Corazón vidente

Corazón gozoso

Corazón cansado
Corazón fecundo

Corazón bueno

Corazón humano

Corazón en paz

Corazones duros

Corazón feliz

Corazón que siente

Corazón libre

Corazón, comienzo y fin de la vida

Corazón burgués

Corazón delator

Corazón hispano

Corazón académico

Corazón encendido

Corazón buscador

Corazón abierto

Corazón sin mancha

Corazón salvaje

Corazón taurino

Corazón verde

Corazón negro

Corazón coraza

Corazón de oro

Corazón roto
En la música popular.

El símbolo del corazón recorre casi todos los ámbitos de la vida humana. Desde los
aspectos biológicos, que tienen mucha importancia médica en nuestra civilización, hasta
las intuiciones del arte o la mística de las religiones, encontramos esta señal con sus
múltiples significados.

En el impreciso rubro de música popular, las referencias desbordarían cualquier


enumeración que pretendiésemos hacer. En cualquier cultura que elijamos, nos
encontraríamos con los mismos resultados. Y si quisiéramos escaparnos al pasado, en
las civilizaciones más primitivas ya aparece el corazón, espléndido en su centro.

Vamos a recorrer otra breve letanía, esta vez de títulos de tangos. No se han puesto los
autores, para que el recorrido sea ligero.

Araca, corazón

Al compás del corazón

Adios Corazón

Corazón, no le hagas caso

Junto a tu corazón

Dónde estás, corazón

Nada más que un corazón

Corazón de papel

Corazón encadenado

Si no me engaña el corazón

Tu corazón

Corazón cobarde

Todo corazón

Corazón de arrabal

Corazón de indio

La melodía del corazón

Tiro libre al corazón


En el año 1998 se crea la banda de rock Fito & Fitipaldis, a partir de una reunión en un
bar de Bilbao entre Adolfo Cabrales (“Fito”, español, n. en 1966) y algunos músicos que
casualmente se encontraban esa noche en el lugar. Como muchas bandas de todo el
mundo, que logran reunir multitudes de jóvenes en sus recitales, responden a la
imaginería juvenil, sus historias, descubrimientos, afirmaciones y modos de plantear la
experiencia de la existencia.

Veamos en la letra de “Corazón oxidado”, cómo se expresa una letanía del corazón.

Y mi pobre corazón de hierro


Se me fue oxidando con las penas
Este tengo sueño y no me duermo
Este fuego que ya no calienta
Todo lo que canto es tan estéril
Todas las canciones son la misma
Muy pocas personas, demasiada gente
Diferente sangre de una misma herida

Mi pobre corazón oxidado


Mi pobre corazón encogido
Mi pobre corazón todo el daño
Mi pobre corazón todo lo bueno vivido
Mi pobre corazón lo más malo
Mi pobre corazón lo divino, lo valiente, lo cobarde, lo esperado, mi virtud y mi defecto,
mi barranco y mi camino
Mi pobre corazón no importa que sea pequeño
Mi pobre corazón siempre te echa de menos
Mi pobre corazón que no le caben ya las penas
Siempre que me duele me lo llevo de verbena
Mi pobre corazón que me mantiene con vida
Mi pobre corazón siempre la luz encendida
Mi pobre corazón que a veces quiere salir
Mi pobre corazón que está enganchado
Mi pobre corazón en directo
Mi pobre corazón en domingo
Mi pobre corazón en pelotas
Mi pobre corazón en Fa sostenido
Y mi pobre corazón se me fue oxidando
Y mi pobre corazón no ves que siempre está llorando.

A los saltos en el centro.

Dos son las experiencias que han permitido la formación de la palabra “corazón”. La
primera es su ubicación en el ser humano, ocupando el centro del pecho. De allí que,
cuando se quiere significar el centro vital de cualquier cosa, se hable del “corazón de la
cosa”.

Nuestros antepasados percibieron, al igual que nosotros, que nuestro centro no está
quieto, sino que va a los saltos y, a veces, a sobresaltos. Cualquier emoción produce
una aceleración del ritmo cardíaco. Sea en estado de latido normal, como en el
alterado, la experiencia fue descripta como el salto de una gacela.

De una raíz indoeuropea apareció en griego el término trascripto como kardía, y de allí
en latín el sustantivo “cor”. Así llegamos al castellano corazón, al francés coeur, al
portugués coração y al italiano cuore.

Por otro lado, en inglés se dice heart, en alemán Herz, que vienen de un término
sánscrito hrid, que fue el que dio origen a la raíz indoeuropea mencionada. En ambos
grupos de lenguas se mezclan las experiencias de salto y centro.

Que hablen los poetas.

Los poetas nos ayudan a entrar en el inmenso mundo de la propia vida, para que
podamos vislumbrar los ejes de nuestro actuar y el centro de nuestras decisiones.
Cuando leamos sus escritos, junto a las sensaciones que podamos sentir, sepamos
admirar nuestro interior, capaz de percibir la belleza en tantas voces distintas.

El horizonte simbólico del corazón es inconmensurable. Esta vez tomemos algunos


testimonios que nos sirvan de orientación en el paisaje.

Luis de Camoens (1524-1579) ilustre poeta portugués, uno de los más grandes de esa
lengua. Vivió 16 años en Oriente (India y China) en donde elaboró sus mejores obras.
Hay mucho del amor cortesano en su poesía.

Vos tenéis mi corazón

Mi corazón me han robado;


y Amor viendo mis enojos,
me dijo: "Fuete llevado
por los más hermosos ojos
que desque vivo he mirado.
Gracias sobrenaturales
te lo tienen en prisión".
Y si Amor tiene razón,
señora, por las señales,
vos tenéis mi corazón.

Omar Khayyam (Iraní, 1050-1122) fue un matemático, poeta y astrónomo persa. En su


poema más famoso, Rubaiyat, nos invita a sacarnos de encima dogmas y doctrinas para
aprovechar los valores tangibles de la naturaleza y la vida presente.

Corazón

Más que cien Kaabas hechas de agua y tierra


vale en la vida un noble corazón;
en los países del mañana aferra
cuantos puedas al propio corazón,
y en las tierras del hoy, de un puro amigo
adhiérete por siempre al corazón.

Deja ya de la Kaaba el falso abrigo,


y corre al mundo en pos de un corazón.

Uno de los más encantadores y persuasivos escritores latinoamericanos es José Martí


(cubano, 1853-1895). La misma pasión que volcó en su obra literaria, la puso al servicio
de la liberación de su Patria.

Cultivo una rosa blanca...

Cultivo una rosa blanca,


En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca


El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo:
Cultivo la rosa blanca.

Gabriela Mistral fue el seudónimo, y también nombre cotidiano, que usó Lucila Godoy
(chilena, 1889-1957). En su poesía se destaca la ausencia de retórica y el gusto por el
lenguaje coloquial.

Creo en mi corazón, ramo de aromas...

Creo en mi corazón, ramo de aromas


que mi Señor como una fronda agita,
perfumando de amor toda la vida
y haciéndola bendita.

Creo en mi corazón, el que no pide


nada porque es capaz del sumo ensueño
y abraza en el ensueño lo creado:
¡inmenso dueño!

Creo en mi corazón, que cuando canta


hunde en el Dios profundo el franco herido,
para subir de la piscina viva
recién nacido.

Creo en mi corazón, el que tremola


porque lo hizo el que turbó los mares,
y en el que da la Vida orquestaciones
como de pleamares.
Creo en mi corazón, el que yo exprimo
para teñir el lienzo de la vida
de rojez o palor y que le ha hecho
veste encendida.

Creo en mi corazón, el que en la siembra


por el surco sin fin fue acrecentando.
Creo en mi corazón, siempre vertido,
pero nunca vaciado.

Creo en mi corazón, en que el gusano


no ha de morder, pues mellará a la muerte;
creo en mi corazón, el reclinado
en el pecho de Dios terrible y fuerte.

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