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La desconcertante “muerte

sin fin” de José Gorostiza


Por Luis Cortina
7 junio 1940

“Muerte sin fin” fue presentado por el poeta tabasqueño José Gorostiza el pasado
septiembre del año 1939.

La obra se publica catorce años después de su primer libro Canciones para cantar en las

barcas, de 1925. Catorce años de distancia entre un libro y otro, en los cuales apenas tenemos

vestigios de algunos sonetos y una que otra composición literaria. Años en los que la vida

del autor se vio sumamente golpeada, principalmente afectado por la muerte de Ramón López

Velarde, un golpe que marcó un rumbo en la vida y, sobre todo, en la poesía de Gorostiza;

para él “Nadie quería confesarlo, pero la muerte de Ramón fue una tragedia pavorosa. Ahora

puedo decirlo: la muerte no fue para él un accidente natural de la vida, sino el golpe repentino

e inexplicable que, de vez en vez, tienta la resignación de los hombres”1.

Ahora bien, a los 37 años, Gorostiza publica por fin el trabajo que le llevo “una vida” terminar

de construir, de poder plasmarlo en los signos y estrofas que había imaginado; un poema que

habla de una vida y una muerte, un sueño y una vida de preparación. Muerte sin fin, más allá

de lo que nos puede indicar el título, no es un largo poema que nos habla de una reflexión

con respecto a la muerte; o no solamente de eso, sino que, es, también, una reflexión sobre

la inteligencia que lo lleva a preguntarse por Dios y a partir de eso toma un elemento esencial:

el agua contenida en un vaso que le permite desarrollar su poema. Es un viaje metafísico que,

1
«Ramón López Velarde y su obra», en La voz nueva, 1927.
hoy, casi un año después de su publicación, podemos colocar a la par de la gran obra de la

poesía larga y metafísica de la literatura mexicana como es el Primero sueño de Sor Juana.

La obra de Gorostiza entre sus lectores y contemporáneos, a pocos meses de su publicación,

ha causado un furor por su carácter estremecedor. Es una obra que estremece por su belleza

y por lo que afirma. Por su carácter coherente y clarísimo, que, sin duda, exige un rigor y

atención sumamente especializada por parte del lector para poder comprender su carácter y

valor estético total.

Simplemente –si es posible utilizar dicho adverbio para resumir la densa obra de Gorostiza–

este poema es una amplia meditación escrita con un talento, un oído y un rigor extraordinarios

en donde cada verso es de una factura impecable y el conjunto, una suma majestuosa tanto

de inteligencia como de gracia. Las dualidades en Muerte sin fin son evidentes, el agua y el

vaso, la forma y la materia, la inteligencia y la inconsciencia, la palabra y el silencio, Dios y

el Diablo. A partir de estas dualidades la meditación de Gorostiza se desarrolla; dentro de lo

que claramente se trata de una verdadera meditación, es decir, un descubrimiento llevado a

cabo en el interior de él mismo por su propia conciencia. A lo largo del poema las dualidades

se invierten en su valor: “lo que parece negativo es en realidad lo positivo”. No es la forma

sino la materia, no es la palabra sino el silencio, no es el ser sino la nada lo que, por decirlo

así, triunfa al cabo. El giro de tuerca nos estremece conforme avanza el poema y llegamos al

sorprendente final exhaustos, pero no de fatiga sino de conciencia.

El inicio, desde las primeras líneas, nos anuncia que estamos por adentrarnos en algo que sin

duda nos va a cambiar desde muy adentro la forma de ver el mundo; el autor inicia con

versículos de la Biblia tomados del libro de los proverbios (primera dualidad que

posteriormente se van a enfrentar Dios contra el Diablo). Este poema se sintetiza –de nuevo,
si es posible resumir la vasta obra en unas simples líneas– presentando como tipo analogías

de las cosas con símbolos específicos, como el que plasma e identifica con el agua, que al

principio es como la vida, pero pasando los poemas entendía que era un poco más como el

tiempo. También habla acerca de que el agua está viva solo cuando se mueve es decir agua

que está ahí como tipo estancada está muerta entonces el tiempo es movimiento. Después el

agua como que tipo busca algo y finalmente descubre el vaso. El vaso es transparente

entonces él al asomarse en el vaso se ve así mismo en este caso viene a plasmar y simbolizara

la forma y la imagen de Dios y todas las creencias del mundo que únicamente todo esto tiene

existencia gracias a nosotros.

No obstante —oh paradoja— constreñida


por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
En él se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
y un reposo gentil de muerte niña,
sonriente, que desflora
un más allá de pájaros
en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula,
allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota con gota,
marchito el tropo de espuma en la garganta
¡qué desnudez de agua tan intensa,
qué agua tan agua,
está en su orbe tornasol soñando,
cantando ya una sed de hielo justo!

Al principio representa una duda imposible de responder como lo es la existencia de algo,

pero lentamente y poco a poco José Gorostiza se va dando cuenta que este vaso es inadecuado

para realizar como tipo la investigación que quiere hacer sobre la existencia de las cosas ya

que el intenta darle forma a la materia y al intentar darle forma pierde su existencia en sí y

todo su ser ya que existe algo que le impone acerca de cómo tiene que ser su forma.
Finalmente, la última parte del poema describe acerca de la destrucción, con esto quiero decir

que él revela que no existe nada ni nadie con el poder de imponernos algo, ya sea nuestra

forma o algo así. El libro termina describiendo de una manera burlona y la verdad un poco

escalofriante al Diablo así lo menciona en el último poema: “¡Tan, tan! ¿Quién es? Es el

Diablo” y describe así mismo a la muerte como una que se termina un camino en el cual

nunca hubo algún destino ya especificado. Y, así, la obra de Gorostiza, más allá del sentido

primordial del poema y del quehacer artístico, la vida, el viaje, terminan por significar una

verdadera muerte sin fin. Una obra que, sin duda, con el paso de los años y las nuevas

generaciones podrá instalarse en la historia de la literatura mexicana como una de las obras

cumbre y clásicas para comprender el valor poético no sólo de México, sino que, de toda la

literatura en lengua española.

Nota publicada en la edición del lunes, 7 de junio de 1940.

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