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Verónica Delgado

Williams, Raymond. “The Bloomsbury Fraction” [1978] Problems of Materialism and


Culture, London, Verso, 1980, 148–69.

Existen serios problemas de método en el análisis de los grupos culturales.


Cuando se estudian grupos sociales grandes disponemos de algunos métodos obvios y
útiles. El número elevado de sus miembros permite un análisis estadístico significativo.
Generalmente están organizados en instituciones y sus creencias están relativamente
codificadas. Aunque quedan aún muchos problemas en el análisis, podemos comenzar
al menos con estos hechos razonablemente firmes.
En el caso de un grupo cultural, el número de personas involucradas es por lo
común demasiado pequeño para el análisis estadístico. No obstante pueden o no estar
organizados en instituciones, a través de las cuales el grupo se desarrolla y funciona,
pero incluso las instituciones más organizadas son diferentes en tipo y escala de las de
los grupos más grandes. Los principios que unen al grupo pueden o no estar
codificados; donde sí lo están, el análisis es relevante. Pero existen muchos grupos
culturales que tienen en común un cuerpo de práctica o un ethos distinguible antes que
los principios o aspiraciones establecidas de un manifiesto. Aquello que el grupo mismo
no ha formulado puede de hecho reducirse a un conjunto de formulaciones, aunque
algunos efectos como el de reducción- simplificación e incluso empobrecimiento- son
entonces altamente probables.
La significación social y cultural de todos estos grupos, desde el menos hasta el
más organizado, no puede ponerse en duda. Ninguna historia moderna de la cultura
podría ser escrita sin prestarles atención. Hasta ahora tanto la historia como la
sociología de estos grupos son inseguras. Encontramos historias de grupos particulares
pero escasamente historia comparativa o analítica. En la sociología de la cultura se
encuentra el efecto de la sociología general en la tendencia a concentrarse en grupos de
una clase más familiar, que cuentan con instituciones relativamente organizadas:
iglesias, para la sociología de la religión, un sistema educativo para la sociología de la
educación. En otras áreas de la cultura –escritura, pintura, música, teatro y para aquello
que interesa al pensamiento filosófico y social contemporáneo- existe generalmente o
especialización o negligencia. El grupo, el movimiento, el círculo, la tendencia parecen
demasiado marginales, demasiado pequeños o demasiado efímeros como para demandar
un análisis histórico o social. No obstante, su importancia como hecho social y cultural
general, especialmente en los dos últimos siglos, es grande: en lo que llevan a cabo /
logran y en las formas en que lo hacen pueden hablarnos de sociedades más amplias con
las cuales establecen relaciones inciertas.
Estas son consideraciones generales aunque son particularmente importantes en
el caso del grupo de Bloomsbury, al menos porque, de modo influyente, se distanciaron
de ellas para, directa o indirectamente, apartarse de ellas o negarlas. Por ejemplo como
Leonard Woolf:

Lo que el mundo exterior llegó a denominar Bloosmbury nunca


existió en la forma en que le dio el mundo exterior. Dado que
‘Bloomsbury’ fue y es usado por lo común –en general
abusivamente- como un término que se aplica a un grupo de
personas ampliamente imaginario con características y propósitos
ampliamente imaginarios… Siempre fuimos y continuamos siendo
principal y fundamentalmente un grupo de amigos [Beggining again,
London, 1964, pp.21-23]

Por supuesto, cuando Leonard Woolf se quejaba de tergiversación, tenía cosas


importantes que decir. Pero, el interés teórico de su observación está primero en discutir
que al hablar de “grupo ampliamente imaginario” da por sentados la existencia y el
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concepto de “el mundo exterior”; en segundo lugar, contrapone “un grupo de amigos” a
un grupo en algún sentido más general. Sin embargo, es un hecho central acerca de
muchos -aunque no de todos- de estos grupos que comienzan y se desarrollan como ‘un
grupo de amigos’. Lo que debemos preguntar es, entonces, si algunas ideas o
actividades compartidas fueron elementos de su amistad, si contribuyeron directa o
indirectamente a su formación y distinción en tanto grupo, y si existió algo en relación
con las formas en que llegaron a ser amigos que señale factores culturales y sociales
más amplios. Es significativo, por ejemplo, continuar con la cita:

Siempre fuimos y continuamos siendo principal y fundamentalmente


un grupo de amigos. Nuestras raíces y las raíces de nuestra amistad
estuvieron en la Universidad de Cambridge. [Beggining again, p. 23]

No obstante, es especialmente significativo de Bloomsbury que la “Universidad


de Cambridge” pueda ser tomada de este modo, como si fuera un simple lugar, más que
la institución social y cultural altamente específica que fue y es. Más aún, las raíces
sociales y culturales de esa forma particular de percepción –el “grupo” y el “mundo
exterior”- en su momento deben haber sido derivadas de una formación y de una
posición sociales precisas.
Este es el verdadero punto de cualquier clase de análisis social y cultural:
atender no solamente a las ideas y actividades manifiestas sino también a las posiciones
e ideas implícitas e incluso a las que se dan por sentado. Esto es particularmente
necesario en la Inglaterra de los últimos cien años en la cual la significación de grupos
como Bloomsbury, o por poner otro ejemplo, como F. R. Leavis y Scrutiny, ha sido
ampliamente reconocida aunque dentro de una perspectiva especialmente general débil.
Puesto que los conceptos a los que se refieren tales grupos pertenecen, esencialmente, a
las definiciones y perspectivas de los grupos mismos, cualquier análisis posterior tiende
a ser interno y circular.
Esto sucede, por ejemplo, en relación con el concepto de “aristocracia
intelectual” [intellectual aristocracy”], que Lord Annan popularizó y documentó, y con
el concepto de “cultura de la minoría” [minority culture], en los que se basaron -cada
cual de manera particular- Clive Bell de Bloomsbury y F. R. Leavis de Scrutiny. El
punto no es cuestionar la penetración de las autodefiniciones de los grupos sino
relacionarlas, en sus modos específicos, con aquellas condiciones más amplias que
ambos conceptos de “aristocracia” o “minoría” implican y oscurecen. Esto significa
preguntar acerca de la formación / constitución social de estos grupos dentro del
contexto de discusión [deliberated] de una historia mucho más amplia que incluya
relaciones muy generales de clase y de educación. Significa preguntar, además, por los
efectos de la posición relativa de una formación particular sobre sus actividades
fundamentales y que los definen: efectos que pueden ser presentados simplemente como
marca de distinción pero que, vistos desde una perspectiva distinta, pueden considerarse
como definidores en formas menos evidentes.
Es así que la presentación de Annan de una aristocracia intelectual, definida por
un número de familias intelectualmente distinguidas debe ser matizada por dos
consideraciones diferentes: primero, el efecto, incluido el efecto intergeneracional, de
la posición social de dichas familias sobre las oportunidades de distinguirse
intelectualmente; segundo, la realidad de aquellas familias como un conjunto numeroso
de personas que no necesitan –excepto sobre una suposición fundada- ser descriptas,
como lo fueron, a partir de lo exterior más importante (un método que permite
virtualmente inclusiones indefinidas a partir de relaciones, en las cuales la inclusión por
distinción podría presentar más problemas), pero a quienes puede incluirse y valorarse
en función del criterio aparentemente independiente del logro intelectual, si las familias
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distinguidas fueron el punto de partida. Creo que es cierto, que a partir de criterios
intelectuales en el caso de muchos de los temas de Annan, son evidentes un conjunto
notable de distinciones. Sin embargo estos pueden abrirse luego a diferentes clases de
análisis y de conclusión a partir de lo ideológico, y de la noción ideológicamente
derivada de una aristocracia intelectual.
Las mismas consideraciones se aplican al grupo Bloomsbury, especialmente tal
como lo vemos ahora a cierta distancia histórica. Puede presentárselo, razonablemente,
como una extraordinaria reunión de talentos. Aún en Bloomsbury, y bastante
claramente, se da el renombre por asociación. Es interesante revisar la lista que hace
Leonard Woolf de los Old Bloomsbury y sus posteriores incorporaciones [Ibid. p.22].
Es difícil estar seguro en estas cuestiones, pero vale la pena preguntarse cuántos de la
lista hubieran sido recordados ahora independiente y separadamente, en cualquier
sentido cultural significativo general, más allá de pertenencia al grupo. Quiero decir que
en un tipo de presentación podemos encabezar la lista con Virginia Woolf, E. M. Forster
y J. M. Keynes, y luego continuar a través del círculo ampliado, hacia los otros. Pero
supongamos que tomamos la lista del siguiente modo: Vanessa Bell, Virginia Woolf,
Leonard Woolf, Adrian Stephen, Karin Stephen, Lytton Strachey, Clive Bell, Maynard
Keynes, Duncan Grant, Morgan Forster, Saxon Sydney, Roger Fry, Desmond
MacCarthy, Molley MacCarthy, Julian Bell, Quentin Bell, Angelica Bell, David
(Bunny) Garnett. Es una lista que incluye nombres muy conocidos y algunos otros
nombres. De hecho, es exactamente lo que podríamos esperar de la descripción precisa
de Leonard Woolf de un grupo de amigos y de relaciones quien incluyó a algunas
personas cuya obra sería ampliamente respetada si el grupo mismo no fuera recordado,
a otras para cuales éste no sería ciertamente el caso, y a otras, nuevamente, en relación
con las cuales es difícil distinguir entre reputación independiente y el efecto de la
asociación de grupo y de las memorias del grupo.
No se trata en absoluto de desmerecer a nadie. Eso equivaldría, de hecho, a
renunciar a algunos de los modos propios del juicio, que popularizaron Bloomsbury y
otros grupos similares. El verdadero punto es ver la significación de un grupo cultural
por encima de la simple presentación empírica y la autodefinición como ‘grupo de
amigos’. Debe preguntarse qué fue el grupo, social y culturalmente, como una pregunta
distinta referida a (aunque muy próxima) los logros de los individuos y a sus propias
relaciones percibidas inmediatamente. De hecho, justamente porque muchos grupos
culturales modernos importantes están formados y se desarrollan de este modo,
debemos realizar, incluso en contra de los actos de Bloomsbury que causaron sorpresa o
leve desaprobación, algunas (cuantas) preguntas metodológicas.
Está claro que ningún análisis que niegue los elementos de amistad y parentesco
a través de los cuales se reconocieron y llegaron a definirse comenzaría siendo
apropiado. Al mismo tiempo, restringirse a estos términos significaría evadir la
significación general del grupo. Por consiguiente, debemos pensar en modos de análisis
que eviten hundir/ subsumir una clase de definición en otra, ni el grupo generalizado ni
el agrupamiento empírico. Es justamente a causa de su formación interna específica y de
su evidente significación general –las dos cualidades tomadas a la vez- que Bloomsbury
es tan interesante. Se trata también, teóricamente, de un caso importante, dado que es
imposible desarrollar una sociología cultural moderna a menos que podamos encontrar
formas de debatir acerca de tales formaciones las cuales a la vez, reconozcan los
términos en que los que estos grupos se vieron a sí mismos y desearían ser presentados,
y al mismo tiempo, nos habiliten para analizar estos términos en su significación
cultural general. Y porque esto es así, y aunque me referiré principalmente a
Bloomsbury, también diré algo acerca de Godwin y su círculo y de la Hermandad
Prerafaelista. Esto es en parte para comparar, incluida la comparación histórica, pero
también un forma de empezar a encontrar los términos para el debate más general.
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La formación de Bloomsbury

Observemos, entonces, que algunos de los principios fundantes declarados de


Bloomsbury fueron de un tipo que corresponde directamente con su modo particular de
formación y con las actividades por las cuales la mayoría de ellos fueron recordados.
Uno tras otros, los relatos enfatizan la centralidad de los valores compartidos del afecto/
cariño y el disfrute/placer estético. Cualquier formulación conciente de estos valores, se
nos refiere constantemente a la gran influencia de G. E. Moore sobre los primeros
amigos de Cambridge. Estos valores compartidos fueron modulados de maneras
específicas. Hubo un sostenido énfasis en el candor: la gente debía decirse exactamente
lo que pensaba y sentía. Hubo también un gran énfasis en la claridad: la confesión
ingenua, o cualquier otra clase de afirmación, debía ser encontrada a través de la
pregunta: ‘¿qué querés decir con eso exactamente?’. Estos valores compartidos y estos
hábitos son entonces inmediatamente relevantes para la formación interna del grupo y
para algunos de sus efectos externos. Estos valores y hábitos que tanto los aproximaron
les otorgaron rápidamente un sentido (auto-imagen/ self- regarding) de ser diferentes de
los otros, y esos otros, a su turno, pudieron identificarlos como una camarilla / (clique:
se usa como opuesto a crowd). Pero al fin y al cabo, en este como en otros aspectos
importantes, fueron también una de las formaciones avanzadas de su clase:

Cuando fui a Ceilán [sc. 1904] _ de hecho, hasta que regresé [sc.
1911] – aún llamaba a Lytton Strachey, Strachey y a Maynard
Keynes, Keynes, y para ellos yo era todavía Woolf. Cuando en 1904
estuve una semana con los Strachey en el campo, o cené en Gordon
Square con los Stephen, hubiera sido inconcebible que hubiera
llamada a las hermanas de Lytton o de Toby por sus nombres
cristianos. La significación social de usar los nombres en lugar de los
apellidos o de besarse en lugar de dar la mano es curiosa. Creo que
su efecto es mayor que el que imaginan aquellos que no han vivido
en una sociedad más formal. Produce un sentido – a menudo
inconciente- de intimidad y libertad y de ese modo rompe barreras de
pensamiento y sentimiento. Fue este sentimiento de mayor intimidad
y libertad, de dar por tierra con las formalidades y las barreras, el que
me pareció tan nuevo y estimulante en 1911. Haber discutido
algunos temas o haber llamado a una daga (sexual) a una daga frente
a la Sra. Strachey o a la Sra. Stephen, hubiera sido inimaginable siete
años antes; aquí, por primera vez encontré un círculo mucho más
íntimo y (amplio) en le cual la libertad completa de pensamiento y
de palabra se extendía entonces a Vanessa y a Virginia, a Pippa y a
Marjorie. [pp. 34-35]

Este sentido de liberación fue un escenario en el desarrollo de los amigos


primeros de Cambridge. Fue una realización local de sus orientaciones tempranas.

Estábamos convencidos de que alguien mayor de veinticinco, quizá


con una o dos excepciones notables, estaba ‘desesperanzado’, porque
había perdido el elan de la juventud, la capacidad de sentir y la
habilidad para distinguir la verdad de la falsedad…. Nos
encontrábamos viviendo en la primavera de una conciencia que se
rebelaba contra las instituciones sociales, políticas, religiosas,
morales, intelectuales y artísticas, contra las creencias y estándares
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de nuestros padres y abuelos. Debíamos construir algo nuevo;


estábamos a la vanguardia de los constructores de una sociedad
nueva que debía ser libre, racional, civilizada, que persiguiera la
verdad y la belleza. [Idem, Sowing, London, 1960, pp. 160-161]

Por supuesto debe quedar claro que éste era un movimiento mucho más amplio
que Bloomsbury. En este mismo relato, con una mezcla característica de honestidad e
inconciencia, Leonard Woolf observaba que ‘nos sentíamos que éramos la segunda
generación en este movimiento apasionante’, aunque la actitud para casi todos los
mayores de veinticinco parece haber sobrevivido a este movimiento. De hecho, muchas
de las actitudes y opiniones se derivaban, como en este caso, de Ibsen:

llamar Bosh!’ al vasto sistema de afectación e hipocresía que hizo


de las mentiras un interés personal, el interés personal del
‘establishment’, de la monarquía, de la aristocracia, de las clases
superiores, de la burguesía suburbana, de la Iglesia, del Ejército, de
la bolsa de valores. [Ibid. p.164]

En el desarrollo de este movimiento más amplio lo que Bloomsbury representó


realmente fue un nuevo estilo.
Fue un estilo efectivo para la nueva franqueza crítica. Sin embargo, hubo
elementos que dentro de su formación trajeron otros tonos, y no solo el exclusivismo del
grupo avanzado que se reconoce como tal. La franqueza podía modularse en tonos de
una rudeza extraordinaria sobre y para los ‘desesperanzados’. También hay algo curioso
en relación con el apego a los afectos personales. Esto es difícil de calcular a la
distancia y desde afuera, pero el ‘afecto’, mientras leemos, llega a parecer exacta, más
que ninguna otra palabra más fuerte. Una franqueza tranquila como tono intelectual
dimanante parece haber tenido sus efectos sobre ciertos niveles de la vida emocional.
Por supuesto, esto fue evidente en Shaw, y en la relacionada y más amplia formación de
los Fabianos. Hay un momento inolvidable en una conversación entre Virginia Woolf y
Beatrice Webb en 1918.

Beatrice le preguntó a Virginia qué tenía intención de hacer ahora


que estaba casada. Virginia dijo que quería continuar escribiendo
novelas. Beatrice pareció estar de acuerdo y advirtió a Virginia sobre
el que su trabajo fuera interferido por relaciones emocionales. ‘El
matrimonio, como siempre se dice’, dijo, ‘es el cesto de papeles
desechados de las emociones’. A lo cual, Virginia, justo cuando
llegaban al paso a nivel/tubo de desagüe, respondió: ¿Pero no
serviría también para eso un viejo criado? (But wouldn’t an old
servant do as well?) [Ibid. p. 164]

El hecho de que en su propio registro de esta conversación tome ‘tubo de


desagüe’ por ‘cesto de papeles desechados’ solo aumenta la fascinación irónica del ese
relato. Hay un sentido en el cual la racionalidad y el candor otorgan a ‘afecto’ una
definición limitada aunque aún importante. Por otro lado, lo que es bastante evidente en
el grupo es una tolerancia significativa en asuntos sexuales y emocionales. Esta
valorable tolerancia y el peso exacto de ‘afecto’ parecen, en realidad, estar vinculadas.
Un último factor que debe agregarse a esta definición de la estructura de sentir
del grupo puede estar representado, precisamente, por la frase ‘conciencia social’ [social
conscience’; tiene un matiz moral a diferencia de social consciousnes, asociado a la
conciencia de sí, y que Williams diferencia en términos de clase: la autoconciencia de sí
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una clase]. No fueron ellos sus creadores, en ningún caso es un factor muy evidente
después 1918 y antes de 1914. Se relaciona, ciertamente, en la primera fase, con la
irreverencia completa frente a las ideas establecidas y las instituciones. Pero se
transforma en algo más. Nada se contradice más fácilmente con la imagen recibida de
Bloomsbury como los aislados y lánguidos estetas que el registro notable del
compromiso político y organizacional, de entreguerras, de Leonard Woolf, de Keynes,
pero también de otros, incluida Virginia Woolf, quien tuvo en su casa, con regularidad,
la reunión de una rama del Gremio de Cooperativo de Mujeres. El historial público de
Keynes es suficientemente conocido. Aquel de Leonard Woolf, en trabajo prolongado
en la Liga de las Naciones, a favor del Movimiento Cooperativo, y a favor del Partido
Laborista, especialmente en cuestiones antiimperialistas, es particularmente honroso.
Podría sorprender, entonces, tanto con respecto a Bloomsbury como a aquellos
formados en su imagen, poner un acento en la ‘conciencia social’. La frase misma, para
este período, ha sido naturalizada, y por lo tanto es muy difícil interrogarla. Una forma
de hacerlo es notar su extensa asociación con otra frase significativa: ‘preocupación por
el desamparado [‘concern for the underdog’]. De este modo lo que debe ser definido
con el mayor cuidado es la asociación específica de los en verdad bastante invariables
sentimientos de clase –un persistente sentido del límite claro entre las clases altas y
bajas- que incluye muy fuertes y reales sentimientos de simpatía hacia la clase baja
considerada como víctima. Así la acción política está direccionada hacia la reforma
sistemática a nivel de la clase gobernante; el rechazo de la estupidez de los sectores
dominantes de la clase gobernante permanece bastante inalterado, desde la más
temprana fase del grupo. Por supuesto, la contradicción propia en esto – la búsqueda de
la reforma sistemática a nivel de la clase gobernante, la cual es conocida por ser, en su
mayoría, corta de vista y estúpida- no es desconocida. Es una cuestión de conciencia
social continuar explicando y proponiendo, en niveles oficiales, y al mismo tiempo en
ayudar en organizar y educar a las víctimas. El punto no es que esta conciencia social no
sea real; de hecho es muy real. Pero es la formulación precisa de una posición social
particular, en la cual una fracción de la de una clase alta, apartándose de su mayoría
dominante, se relaciona con una clase baja como una cuestión de conciencia: ni en
solidaridad, ni en afiliación, sino como una extensión de los que aún son percibidos
como obligaciones personales o particulares del grupo, a la vez que contrarias a la
crueldad y a la estupidez del sistema y hacia sus víctimas, de otro modo, relativamente
indefensas.
El complejo de actitudes políticas, y eventualmente de reformas políticas y
sociales de cierta clase, que provienen de esta ‘conciencia social’ ha sido especialmente
importante en Inglaterra. De hecho ha llegado a ser consensuado, a partir del ala derecha
del Partido Laborista a través del Partido Liberal y en unos pocos liberales
conservadores. En este como en otros asuntos, Bloomsbury, incluso Keynes, estuvo
bien a la vanguardia de su tiempo. En sus órganos, desde el New Statemant hasta el
Political Quarterly, en este período y en cuanto a este consenso, solo fue segundo en
importancia con respecto a la íntimamente próxima Sociedad Fabiana. En su hostilidad
al imperialismo, en la cual la identificación conciente con las víctimas fue menos
negociable que en la misma Inglaterra, su contribución muy importante. En su temprano
y sostenida hostilidad contra el militarismo representó un elemento de consenso que fue
paulatinamente interrumpido [phased out] más tarde, en especial durante la Guerra
Fría. Sin embargo, lo más relevante ahora para definir el grupo, es la naturaleza de la
conexión entre estas importantes aspiraciones políticas y este pequeño, racional y
cándido grupo. El verdadero término de unión es ‘conciencia’ [conscience]. Es un
sentido de la obligación individual, ratificada entre amigos civilizados, la cual a la vez
organiza las relaciones inmediatas y puede ser extendida, sin alterar su propia base
local, al más ancho ‘entorno social’ [‘social concerns’]. Entonces, puede distinguirse, tal
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como el grupo mismo siempre insistió, del insensible, complaciente y estúpido estado
de ánimo del sector dominante de la clase. Debe diferenciarse también de –y esto no lo
vieron el grupo y sus sucesores- de la ‘conciencia social’ de una clase subordinada
autoorganizada. [social consciousness]. Estas muy diferentes orientaciones políticas no
fueron demasiado desestimadas como tampoco tomadas en serio. El contacto cercano
con ellas que requería la ‘conciencia social’ [social conscience], produjo una cierta no
conciencia de sí y a su manera propia casi un puro pratonazgo. Como esto no fuera
dado, no podría esperarse que estas nuevas fuerzas fueran ya más racionales que sus
[present masters] grandes figuras del presente.
En estas definiciones iniciales de los significados y valores que hicieron de este
grupo más que un grupo de amigos –significados y valores, que por supuesto, por lo
que eran sostuvieron su propia percepción solo como grupo de amigos, como unos
pocos individuos civilizados- hemos llegado al límite de la definición central de la
significación del grupo Bloomsbury. Fueron una verdadera fracción de la clase alta
inglesa existente en ese momento. Se oponían a la vez a sus valores e ideas dominantes,
y voluntariamente, de todas las formas inmediatas, eran parte de ella. Es una posición
muy compleja y delicada, aunque la significación de tales fracciones generalmente ha
sido desestimada. No es solo una cuestión de esta relación problemática dentro de
cualquier período de tiempo. Se trata también de la función de tales relaciones y tales
grupos en el desarrollo y adaptación de, a través del tiempo, de la clase entendida como
un todo.

Godwin y su círculo
Aquí podemos tomar como ejemplos, brevemente y por comparación, dos
importantes y tempranos grupos ingleses. Godwin y su círculo en los años de 1780 y
1890, partieron de un disenso fundamental bastante diferente. En el momento de su
formación, su disenso religioso, conllevó inmediatamente implicaciones sociales
específicas: las de un sector religioso relativamente desaventajado, pero también los
efectos de una posición política y social extremadamente diversa de la clase alta
gobernante de su tiempo. Es decir, Godwin y sus amigos eran profesionales trabajadores
[working professionals] relativamente pobres, una emergente intelligentsia pequeño-
burguesa, sin ninguna influencia social o política. En su intento fundamental por
establecer la racionalidad, la tolerancia y la libertad se oponían -y eran concientes de
eso- a toda la clase y a todo el sistema por fuera de ellos. Dentro de su propio grupo
podían argumentar a favor de y tratar de practicar los valores racionales de la igualdad
civilizada; debería recordarse, incluso que en relación con Mary Wollstonecraft fueron
particularmente de avanzada en la igualdad sexual. En su fase temprana estuvieron
completamente convencidos de los poderes de la explicación racional y de la
persuasión. El vicio era un simple error y los errores podían ser subsanados por medio
de una indagación paciente. La virtud podía asegurarse por instituciones sensatas
/razonables. Las imbecilidades y los dogmas que entonces bloqueaban el camino debían
ser enfrentadas con una firme y cuidadosa ilustración.
Entonces, lo que sucedía era, sin embargo, llamativo. Encontraban una clase
gobernante, bastante alejada de ellos, que no solo era arrogante y cruel sino que, al
mismo tiempo, estaba bajo un nuevo tipo de amenaza a partir de los efectos de la
Revolución Francesa. Los propósitos racionales y civilizados se encontraban con la
represión más cruda: persecución, encarcelamiento y deportación. La novela de
Godwin, Things as they are, es una evocación notable de esta crisis en la que la verdad
se transformó en un literal riesgo de vida y la explicación razonable fue perseguida
implacablemente. Es un momento importante en la cultura inglesa, todavía
insuficientemente honrada por la valentía de su intento inicial, y esto se debe
principalmente a que la represión la afectó muy profundamente y la volvió clandestina
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durante una generación. Los grupos fracasados no son respetados fácilmente; sin
embargo éste debería serlo, por la nobleza de sus aspiraciones y el carácter inherente de
sus ilusiones. Lo que livianamente podemos llamar fracaso es en realidad, derrota, y fue
una derrota a manos de una represión atroz.
Más en general y decididamente, este grupo no fue una fracción, una separación
de una clase alta. Fue un sector emergente de una clase común [ordinate] todavía
relativamente subordinada, la más pequeña burguesía comercial independiente. Porque
cuestionaron todo, aunque dentro de la asunción de un continuo discurso racional,
fueron atacados por gente que escasamente se preocupó por responder sus argumentos
pero que cuando la amenaza o el peligro aumentaron, simplemente los intimidaron o los
encerraron. Entonces, teóricamente aprendemos que no se puede describir ninguno de
estos grupos culturales solo en términos internos: qué valores promovieron, qué
significados intentaron vivir. Tomando solo este nivel, Godwin y su círculo tienen
algunas semejanzas llamativas con Bloomsbury, aunque siempre fueron más duros. Sin
embargo, el nivel que importa, no es al fin, el de las ideas abstractas, sino el de las
relaciones reales del grupo con el sistema social total.

La Hermandad Prerrafaelista
El sistema social como totalidad, pero, por supuesto, el cambio de los sistemas
sociales: en su carácter general y en sus relaciones internas. En la época de la
Hermandad Prerrafaelista, a mediados del siglo XIX, se iba volviendo dominante una
burguesía industrial y comercial, y algunas partes de aquel más temprano discurso
habían encontrado una base social concreta. Por esta y otras razones, el carácter de este
nuevo grupo fue bastante diferente. Se opusieron fundamentalmente fue al filisteísmo
convencional de su tiempo. En su fase temprana fueron irreverentes, impacientes,
desdeñosos de las simulaciones; trataban de encontrar formas nuevas y menos
acartonadas de vivir entre sí mismos. Durante un tiempo que no duró formaron parte de
la turbulencia democrática de 1848. Sin embargo, el modo central de su breve unidad
como grupo fue la declaración da favor de la verdad en el arte y el rechazo
correspondiente de las convenciones heredadas/recibidas. Su anhelo positivo fue el de
fidelidad a la naturaleza ‘sin rechazar nada, sin seleccionar nada ni despreciar nada’.
Definieron un retorno a lo antiguo (prerrafaelista) como medio hacia lo nuevo. Como
grupo inmediato, practicaron una informalidad fácil e irreverente, una tolerancia
excepcional y ahora ‘bohemia’, y algunos elementos de un lenguaje grupal privado (en
slang tal como ‘stunner’ [lo que aturde] y ‘crib’ [hurtar, plagiar// pesebre// cofre) que
deliberadamente los señalaron. En el área del arte que eligieron, podrían ser descriptos
como opuestos a la burguesía comercial, aunque mayoritariamente provenían de esa
misma clase. El padre de Colman Hunt era administrador/gerente de almacén, el de
William Morris agente de bolsa/agiotista. Por otra parte, en una medida sorprendente,
mientras se desarrollaban, encontraron sus patrones /compradores en esta misma clase.
Por supuesto, al final cada uno tomó rumbos diferentes: hacia la nueva y lisonjera
integración representada por Millais o hacia el comienzo de socialismo revolucionario
de Morris -aunque con los mismos vínculos comerciales inmediatos. Pero en su
momento eficaz, a pesar de todas las dificultades, no fueron solo una ruptura
/desprendimiento de su clase –los jóvenes irreverentes y rebeldes- sino un medio
hacia la etapa siguiente y necesaria del desarrollo de la clase misma. De hecho,
este sucede una y otra vez con las fracciones burguesas: que un grupo se separa /se
desprende, como en este caso de verdad /fidelidad a la naturaleza, en términos que
realmente pertenecen a una fase de esa misma clase, aunque a una fase ahora oscurecida
por la obstrucción de un desarrollo posterior. Se trata, entonces, de una rebelión contra
la clase pero for la clase, y no sorprende que su énfasis en el estilo, ubicado en un
tiempo mediato, se convierta en el arte de la burguesía del siguiente período histórico.
Verónica Delgado

La fracción de Bloomsbury
La distancia histórica es siempre una ventaja, y en sentido, Godwin y su círculo
o la Hermandad Prerrafaelista son más fácilmente ubicados que el grupo Bloomsbury, el
cual en algunos de sus tonos y estilos aún tiene una influencia e incluso una presencia
contemporánea significativa. Además el propósito de la breve referencia a estos dos
anteriores es enfatizar, más allá de los puntos en común evidentes no solo las
diferencias ideológicas [ideal] sino las diferencias sociales decisivas. Estas a su turno
solo pueden ser comprendidas atendiendo al desarrollo de la sociedad general. Puesto
que for lo que sucedió en la segunda mitad del siglo XIX fue un desarrollo amplio y una
reforma de la vida profesional y cultural de la Inglaterra burguesa. Las viejas
universidades se reformaron y fueron más serias. Los servicios administrativos fueron a
la vez desarrollados y reformados por las nuevas necesidades de la administración
estatal e imperial y por las evaluaciones competitivas que se entrelazaron con las
universidades reformadas. El carácter cambiante de la sociedad y la economía
produjeron, de hecho, un sector nuevo y muy importante de la clase alta inglesa,
universitaria; en sus orientaciones y valores se distinguían tanto de la vieja aristocracia
como de la burguesía directamente comercial. Y luego –en verdad no nos sorprende- fue
a partir de este sector, especialmente a partir de su segunda y tercera generaciones, que
emergieron las definiciones modernas y los grupos nuevos, específicamente y en su
sentido completo el grupo Bloomsbury.
Las conexiones directas entre este sector y el grupo Bloomsbury son conocidas.
Existe una frecuencia de conexión significativa con los estratos altos de la
administración colonial (generalmente de la India), como en la familia Stephen, en el
caso del padre de Lytton Strachey, en la temprana carrera de Leonard Woolf. En este
aspecto existen continuidades antes y después: los Mills en el siglo XIX, Orwell en el
XX. No obstante el período de emergencia de Bloomsbury fue el punto más alto de este
sector a la vez que fue el punto más alto del orden social al que servía. El sector es
distinguible aunque está todavía muy conectado con una zona más amplia de la clase.
Tal como señala Leonard Wolf del mundo social de los Stephen:

Aquella sociedad consistía en los estratos altos de clase media


profesional y familias de campo interpenetradas en cierto medida por
la aristocracia [o más en general] Los Sptephen y los Strachey, los
Ritchie, Thackeray y Duckworth poseían una intrincada mezcla de
raíces antiguas y zarcillos1 extendiéndose a lo largo y a lo ancho a
través de la clases medias altas, las familias de campo y la
aristocracia [Ibid. p.74]

Parte del interés del relato de Wolf está en que él mismo estaba ingresando en este
sector crucial desde un pasado de clase bastante diferente:

Yo no formaba parte de esta clase porque a pesar de que yo mi padre


antes que yo perteneciéramos al sector profesional de clase media,
nos habíamos esforzado por entrar en ella desde el estrato de los
tenderos judíos.

Así, Leonard era capaz de observar los hábitos específicos de la clase de la cual
Bloomsbury debía emerger.

1
Órgano largo, delgado y voluble que tienen ciertas plantas para asirse a tallos u otros objetos. Podría
traducirse como puntos de contacto.
Verónica Delgado

En términos sociales asumieron de manera inconsciente cosas que yo


nunca pude asumir consciente o inconscientemente. Vivieron en una
atmósfera peculiar de influencia, modales, respetabilidad y para ellos
era tan natural que no se preocupaban por ella como los mamíferos
no se preocupan por el aire y los peces por el agua en la que viven.

Aunque eso era la clase como un todo. Lo que fue decisivo en la emergencia de su
sector profesional fue la atmósfera social e intelectual de las antiguas universidades
reformadas. Fue aquí, luego de la liberalización, después de una significativa
recuperación de la seriedad y luego de la reorganización interna para garantizar el
mérito entrado y competitivo, aquel del carácter específico del sector profesional que
emergía dentro de las asunciones generales de la clase. Esto permitió algunas nuevas
incorporaciones como la de Wolf mismo. Promovió dentro de las antiguas
universidades muchas continuidades significativas y en cierto sentido autónomas. Esta
es la razón por la cual el grupo todavía puede ser considerado, desde un ángulo
deliberadamente selectivo, como “aristocracia intelectual”.

Los hombres miembros de la aristocracia británica del


intelecto asistieron automáticamente a las mejores escuelas públicas,
a Oxford y a Cambridge, y luego se dedicaron a las profesiones más
poderosas y respetables. En gran medida se casaron entre sí y la
influencia familiar y el alto nivel de su inteligencia individual
condujo a un número sorprendente de ellos a lo más alto de sus
profesiones. Se los encuentra como empleados civiles sentados en
los asientos de subsecretarios permanentes de los departamentos de
estado; se convirtieron en generales, almirantes, editores, jueces, o se
jubilaron con un KCSI o KCMG luego de distinguidas carreras en la
India o en el Servicio Colonial. Otros fueron otra vez compañeros en
Oxford o en Cambridge y terminaron como directores de algún
colegio de Oxford o Cambridge o directores de algunas de las
grandes escuelas públicas. [Swoing, 186]

La confusión de este relato es notable tanto como la precisión de su información. Esta el


reconocimiento muy característico e inclusive confuso de dos de los factores del éxito:
‘la influencia familiar’, el ‘alto nivel… de la inteligencia individual’. Este es una
imagen borrosa de la ‘aristocracia del intelecto’ basada en una variedad de ejemplos
(Profesores y Directores; Subsecretarios permanentes y Editores) y otras figuras
diferentes de la clase dominante/gobernante (generales, almirantes). De hecho, dentro
de cada línea, el efecto proporcional de la proveniencia de clase, incluida la influencia
familiar y examinada o demostrada la inteligencia individual deberían ser estimadas de
manera precisa. Puesto que lo que se está describiendo es en realidad una composición
sectorial y las diversidades dentro de esta composición necesitan ser descriptas de un
modo más preciso que el de la autopresentación o la fórmula de autorecomendación –
con su intencional e incluso reveladora metáfora- de una ‘aristocracia intelectual’.
Otros punto relevante en este composición sectorial está planteado en la aguda
referencia de Woolf a los ‘miembros hombres’. Uno de los factores que debía afectar el
carácter específico del grupo Bloomsbury como una formación distinguible de este
sector total fue la demora en la educción superior de las mujeres de esta clase. Aún en
sus primeras fases, unas pocas mujeres provenientes de estas familias estuvieron
involucradas directamente; Pernel, una de las hermanas Strachey, llegó a ser Directora
de Newnham. Una cierta y persistente asimetría sexual fue aún un elemento importante
en la composición del grupo Bloomsbury. Tal como lo señala nuevamente Woolf:
Verónica Delgado

Nuestros orígenes y os orígenes de nuestra amistad estuvieron en la


Universidad de Cambridge. Entre las trece personas mencionadas
arriba [como miembros del Antiguo Bloomsbury] hay mujeres y
hombres; de los diez hombres, nueve habían estado en Cambridge.

Los efectos de este asimetría fueron consignados por Virginia Woolf por
momentos irónicamente, a veces de manera indignada en Un cuarto propio y Tres
guineas.
Así, lo que debemos enfatizar en la formación sociológica de Bloomsbury es, en
primer lugar, la procedencia del grupo del sector universitario de la clase alta inglesa,
que mantenía amplias y firmes conexiones con esta clase como totalidad; en segundo
lugar, el elemento contradictorio entre algunas de estas personas universitarias y las
ideas e instituciones de su clase como totalidad (la ‘aristocracia intelectual’, en sentido
restringido, o al menos algunos o pocos de ellos estaban otorgando/ llevando a su
inteligencia y educación a relacionarse con el ‘vasto sistema de la jerga y la hipocresía’
sostenido por muchas de las instituciones -‘monarquía, aristocracia, las clases altas, la
burguesía suburbana, la Iglesia, el Ejército, la bolsa de valores’- que en cualquier parte
estaban incluidas dentro de los campos de éxito de esta misma ‘aristocracia del
intelecto’); en tercer lugar, la contradicción específica entre la presencia, dentro de estas
familias, de mujeres intelectuales de gran inteligencia y su relativa exclusión de las
instituciones formativas masculinas dominantes; cuarto y más general, las necesidades y
tensiones internas de esta clase como totalidad y especialmente de sus sector profesional
universitario en un período en el cual, que más allá de toda su aparente estabilidad,
constituyó un momento de crisis social, política, cultural e intelectual.
Puede decirse, entonces que Bloomsbury se separó de su clase de origen como
una fracción distinta sobre la base del segundo y del tercer factor antes mencionados: la
crítica social e intelectual y la ambigüedad de la posición de las mujeres. Tomados
conjuntamente éstos son los modos a la vez de su formación y de sus conquistas \
logros. Sin embargo el primer factor, el de su procedencia general, debe ser considerado
como el que define las cualidades particulares de esta fracción: su combinación
significativa y sostenida entre influencia disidente y conexión influyente el cuarto factor
indica algo de su significación histórica general: la que tuvo en ciertos campos,
principalmente aquellos de la igualación sexual y la tolerancia, de las actitudes hacia las
artes y especialmente hacia las artes visuales, y de algunas informalidades públicas y
semipúblicas en función de las cuales el grupo Bloomsbury fue un precursor en el
marco de una mutación más general dentro del sector profesional y universitario, y en
alguna medida en la clase dominante inglesa más en general. Una fracción, como se
dijo, siempre realiza este servicio en favor de su clase. Existió, de este modo, una cierta
liberalización en el nivel de las relaciones personales, el goce estético y la apertura
intelectual. Hubo cierta modernización en el nivel de las costumbres semipúblicas, de la
movilidad y del contacto con otras culturas más extendido y más adecuado a los
sistemas intelectuales. Tales liberalización y modernización fueron, por supuesto,
tendencias bastante generales, en circunstancias de cambio social y especialmente
después de los estremecimientos de la guerra de 1914-1918 y más tarde, de la pérdida
del imperio. No se trata de que Bloomsbury causó cualquier cambio; se trata solamente
(aunque es algo) del hecho de que algunos de sus primeros agentes se destacaron y en
cierto modo fueron coherentes. Al mismo tiempo, la liberalización y la modernización
fueron más estrictamente adaptaciones que cambios básicos en la clase, la cual en su
función de dirigir las instituciones de la clase dominante, para todos los cambios de
costumbres y después para un reclutamiento claro de los otros en esas costumbres, no
Verónica Delgado

solo persistió, sino que perduró exitosamente porque estas adaptaciones habían sido
construidas y continúan siéndolo.

La contribución y de Bloomsbury

Lo que debe discutirse finalmente es el carácter cultural, intelectual y artístico de


las contribuciones de Bloomsbury dentro de ese contexto de su específica formación
sociológica y de su significación histórica. No obstante, una discusión como ésta
enfrenta dificultades teóricas y metodológicas. No puede reducirse un número de
contribuciones altamente específicas a un simple contenido general. Los grupos
culturales de esta clase –fracciones por asociación antes que fracciones o grupos
oposicionales con manifiesto y programa- no pueden ser tratados en ningún caso de esta
forma. Pero las contribuciones tampoco pueden ser consideradas en una mera
asociación azarosa. Es con esta prudente disposición que debemos leer el interesante
resumen de Leonard Woolf:

Siempre ha habido grupos de personas, escritores y artistas, quienes


no fueron solamente amigos, aunque estuvieron conscientemente
unidos por una doctrina y objeto comunes o un propósito artístico o
social. Los utilitaristas, los poetas del lago, los impresionistas
franceses, los prerrafaelistas ingleses fueron de esta clase de grupos.
El nuestro fue bastante diferente. Su base fue la amistad, que en
algunos casos se profundizó en el amor y el matrimonio. El color de
nuestras mentes y pensamiento nos había sido dado por el clima de
Cambridge y la filosofía de Moore, tanto como el clima de Inglaterra
otorga un color determinado a la cara de un hombre ingles mientras
el clima de India otorga otro, bastante diferente, a la cara de un
tamil. Sin embargo no tuvimos una teoría común, un sistema o
principios hacia los que quisiéramos convertir al mundo. No éramos,
proselitistas, misioneros, cruzados ni propagandistas. Es cierto que
Maynard produjo el sistema o teoría de de los economía keynesiana,
la cual tuvo un gran efecto sobre la teoría y la práctica de la
economía, las finanzas y la política; es también cierto que Roger,
Vanessa, Duncan y Clive participaron activamente como pintores o
críticos en lo que más tarde se conocería como el Movimiento
Postimpresionista. No obstante, la cruzada de Maynard [Keynes] a
favor de la economía keynesiana y contra la ortodoxia de los bancos
y de los economistas académicos, y la cruzada de Roger a favor del
postimpresionismo y de la ‘forma significativa’, contraria a la
ortodoxia de los pintores académicos y estetas ‘representacionales’
fue tan individual como [Virginia’s writing of The Waves ] la
escritura de Las olas de Virginia- no tuvieron nada que ver con
ningún grupo. Por lo tanto, no existió más que una conexión
comunal entre los Critical and speculative Essays on Art de Roger
[Fry], La teoría general del empleo, el interés y el dinero de
Maynard y Orlando de Virginia, como la que existió entre la Theory
of Legislation de Bentham, Principal Picture Galleries in England
de Hazlitt y Don Juan de Byron. [Ibid., p.26]

En el nivel empírico más simple, esto puede ser tomado como cierto, a pesar de
la que comparación final es meramente retórica: Bentham, Hazlitt y Byron nunca
estuvieron asociados significativamente, y sus nombres lo dan por sentado. El rechazo
Verónica Delgado

característico de una ‘una teoría común, un sistema o principios’ tampoco es tan


convincente como parece; las actitudes de Bloomsbury hacia el ‘sistema’, estuvieron, al
menos, entre sus más características comunes evidentes y de principios.
De hecho, hay algo en el modo en que Bloomsbury denegó su existencia como
grupo formal, al tiempo que continuaba insistiendo sus cualidades de grupo, que es la
clave para definición esencial. El punto era no tener ninguna teoría o sistema común –
es decir, general- no solo porque esto no era necesario –y probablemente hubiera sido
un dogma impuesto- sino principalmente, como una cuestión de principios, porque
tales teorías y sistemas empañaron el verdadero valor que organizaba el grupo, a saber,
la libre expresión despejada del individuo civilizado. La fuerza que conlleva o debería
conllevar el adjetivo ‘civilizado’ puede ser difícilmente sobreestimada.

En la década anterior a la guerra de 1914 hubo un


movimiento político y social en el mundo y particularmente en
Europa y Gran Bretaña que pareció al mismo tiempo
maravillosamente promisorio y apasionante. Parecía que los seres
humanos estarían realmente a punto de volverse civilizados. [Ibid. p.
36]

En este sentido, en su línea más amplia, Bloomsbury sostenía los valores


clásicos del iluminismo burgués. Fue contrario contra de la afectación la superstición,
la hipocresía, la pretensión y el espectáculo público. También se opuso a la ignorancia,
la miseria, la discriminación social y racial, el militarismo y el imperialismo. Pero se
opuso a todas estas cosas en un momento específico del desarrollo del pensamiento
liberal. En su oposición a estos males no apela a ninguna idea alternativa de toda la
sociedad. Apeló, en cambio al valor supremo del individuo civilizado, cuya
pluralización, como cada vez más individuos civilizados, era ella misma la una
dirección social aceptable.
El carácter profundamente representativo de esta perspectiva y de este
compromiso puede ser visto ahora con mayor claridad. Constituye todavía hoy la
definición central de la ideología burguesa (la práctica burguesa, por supuesto, es otra
vez, algo más). Organiza los ideales públicos de una amplia variedad de la opinión
política ortodoxa, desde los conservadores modernos a los liberales y los
socialdemócratas más representativos. Es una filosofía de la soberanía del individuo
civilizado, no solo contraria a las fuerzas oscuras del pasado sino también a todas
aquellas otras fuerzas sociales actuales, que en conflicto de intereses, en reclamos
alternativos, en otras definiciones de la sociedad y de las relaciones, pueden ser
consideradas rápidamente como enemigas y puede ser inmediatamente ubicadas en el
lugar lejano de ese borde que está marcado, desde su propia definición, como civilizado.
La inicial confianza de la posición, en el período previo a 1914, ha desaparecido
del título de Leonard Woolf – todo el tiempo cuesta abajo- en su largo encuentro con
todas esas otras fuerzas sociales. Más allá de su general y continua ortodoxia, aquella
confianza aparece ahora mucho más frecuentemente como una posición sitiada antes
que en expansión. La repetición de estos principios se vuelve entonces cada vez
ideológica.
El momento de Bloomsbury en esta historia es significativo. En su práctica –
como la sensibilidad de las novelas de Virginia Wolf y de E, M. Forster- puede ofrecer
evidencia mucho más convincente de la sustancia del individuo civilizado que la
ortodoxia de la frase rallying. En su teoría y práctica, desde la economía keynesiana
hasta su trabajo para la Liga de las Naciones, produjo intervenciones poderosas
tendientes a la creación de condiciones económicas, políticas y sociales dentro de las
cuales, liberado de la guerra, del prejuicio y la depresión, los individuos pudieron ser
Verónica Delgado

libres para ser y volverse civilizados. De esta manera en sus casos personales y en sus
intervenciones públicas Bloomsbury fue tan serio, tan dedicado y tan inventivo como
nunca había sido esta posición en el siglo veinte. En realidad, la paradoja de muchos
juicios retrospectivos sobre Bloomsbury es que el grupo vivió y trabajó esta posición
con una embarazosa sinceridad: es decir, embarazosa para muchos de aquellos para
quienes ‘individualismo civilizado’ es una frase sumaria para definir un proceso de
consumo conspicuo y privilegiado. No se trata de que podamos separar las posiciones
de Bloomsbury de sus desarrollos posteriores: existen algunas continuidades, como el
culto del consumo conspicuo y atento; y ciertas trampas fueron salvadas, como en la
economía keynesiana y en las alianzas monetarias y militares. Sin embargo, todavía
debemos observar la diferencia entre el fruto y su putrefacción, o entre la semilla
plantada con esperanza y el árbol elegantemente distorsionado.
No obstante, cuando vemos las conexiones y las diferencias, debemos continuar
analizando las oscuridades y errores de la posición original alrededor de la cual
Bloomsbury se autodefinió. Esto puede hacerse de manera seria o ligeramente. Elijamos
por un momento la segunda, en uno de los modos propios de Bloomsbury. Puede
decirse, y a veces se ha dicho, que Bloomsbury no tuvo una posición general. ¿Pero por
qué la necesitaba /necesitó? Si se observa con cuidado, estuvieron Virginia y Morgan
para la literatura, Roger, Clive, Vanessa y Duncan para el arte, Leonard para la política,
Maynard para la economía. ¿No abarcan todos estos intereses los de las personas
civilizadas? Quizá con una sola excepción, pero significativamente en los años veinte,
esto fue remediado. Un número de asociados / miembros y relaciones del grupo –Adrian
y Karin Stephen, James Strachey- se desplazaron hacia la nueva práctica del
psicoanálisis, y la Hogart Press, notable creación de Leonard y Virginia Woolf,
introdujeron efectivamente el pensamiento freudiano en el pensamiento inglés. De esta
manera, a la impresionante lista de Virginia y Morgan para la literatura, Roger, Clive y
Vanesa y Duncan para el arte, puede agregarse a Sigmund para el sexo.
Es tentador devolver cualquier modalidad sobre sí misma aunque el punto
subrayado es serio. La obra y el pensamiento de Bloomsbury, y aquella otra obra y
pensamiento que Bloomsbury asoció efectivamente consigo y presentó –incluida la
temprana poesía ‘comunista’ de los años treinta- son destacables, a primera vista, por su
eclecticismo, por sus evidentes desconexiones. En este sentido es comprensible que
alguien se pregunte, retóricamente, qué conexiones pudo haber entre lo que escribieron
Clive Bell sobre arte y Keynes sobre el empleo, la ficción de Virginia o el trabajo en la
Liga de las Naciones de Leonard o el de Lytton Strachey en historia o el de los
freudianos en psicoanálisis. Es cierto que no se puede reunir toda esta producción en
una teoría general. Aunque, por supuesto, de eso se trata. Las posiciones diferentes que
aunó Bloomsbury y que de hecho diseminó como los contenidos del pensamiento de de
un individuo moderno, educado y civilizado son, en efecto, alternativas de una teoría
general. No es necesario preguntarse, mientras se mantiene esta impresión, si las
generalizaciones de Freud sobre la agresión son compatibles con la ‘forma significativa’
o el ‘éxtasis estético’ de Bell, o si las ideas de Keynes sobre la intervención pública en
el mercado son compatibles con la asunción profunda de de la sociedad como un grupo
de amigos y relaciones. No es necesario preguntar estas cosas porque la integración
eficaz ya ha sucedido a nivel del ‘individuo civilizado’, la definición singular de toda
lamedor gente, la que se siente segura en su autonomía aunque, cuando lo requiere la
ocasión, dirige su libre atención a este y a otro lado. Y el propósito que domina todas
intervenciones públicas es el de asegurar esta clase de autonomía, encontrado formas de
disminuir las presiones y conflictos y de evitar desastres. La consciencia social [social
consciente], finalmente, debe proteger la consciencia privada [entendida como
consciencia de sí: private consciousness].
Verónica Delgado

Cuando esto puede estar asegurado sin aquel tipo de protección –en las formas
privilegiadas de ciertas clases de arte, que se niegan al ‘sacrificio … de la
representación’ como ‘algo robado al arte’ [Clive Bell, Art, London, 1914, p. 44], o
cierto tipo de ficción, como la de Virginia Wolf que rechaza burlonamente la
descripción social-

Comenzar diciendo que su padre tenía una tienda en Harrotage.


Establecer la renta. Establecer las ganancias de un dependiente en
1878. Descubrir de qué murió su madre. Describir el cáncer.
Describir el tejido de algodón estampado. Describir… [Mr Bennet
and Mrs Brown, London, 1924, p.18]

O en las formas significativas disponibles de las relaciones personales y los


placeres estéticos- todavía no hay conflicto (a pesar de los detalles molestos) con la
consciencia social. Más que esta sensibilidad superior es el tipo de vida el que se anhela
y modela después de la eliminación racional de los conflictos (innecesarios) y de las
contradicciones y modalidades de austeridad.

Por el bien de la vida personal y del arte, como expuso Clive Bell:

La sociedad puede hacer algo…porque es necesario aumentar la


libertad… Incluso los políticos pueden hacer algo. Pueden abolir las
leyes de censura y anular las restricciones de la libertad y del
pensamiento, el discurso y la conducta. Pueden proteger a las
minorías. Pueden defender la originalidad del aborrecimiento de la
multitud mediocre. [Art. pp. 274-275]

No se trata siempre de esta mezcla específica de lo dulce con lo amargo. De


hecho, no está libre de connotaciones de clase, como nuevamente se hacen explícitas en
Bell:
La liberación no será completa hasta que aquellos que hayan
aprendido a despreciar la opinión de las clases medias bajas
aprendan también a desentenderse de los estándares y la
desaprobación de gente que por sus propias limitaciones
emocionales está forzada a mirar el arte como una amenidad
elegante… la comodidad es el enemigo, el lujo es simplemente la
preocupación / pesadilla de la burguesía. [Art. pp. 273-274]

En su mejor caso fue valiente, en sus propios términos:

Lo menos que el estado puede hacer es proteger a le gente que por


decir algo que pueda causar algún disturbio. Lo que no cause
disturbio probablemente no tenga ningún valor. [Art. p. 275]

Sin embargo, después de mucho decir, no hubo disturbios/alborotos. Porque para


todas sus excentricidades, incluyendo las valiosas, Bloomsbury fue articulando una
posición que solo en casos cuidadosamente diluidos/adulterados, debía volverse una
norma ‘civilizada’. En el mismo poder de demostración de una sensibilidad privada que
debe ser protegida y extendida a través de formas del interés [concern] público, los
miembros del grupo modernizaron las formas efectivas de la disociación ideológica
contemporánea entre vida ‘pública’ y vida ‘privada’. La consciencia de su propia
Verónica Delgado

formación como individuos dentro de la sociedad, de la formación específica que los


convirtió explícitamente en un grupo e implícitamente en una fracción de clase, no
estuvo solamente más allá de su alcance; estuvo directamente desestimada, ya que el
individuo libre y civilizado era su dato fundante. Pudo integrarse con esto al
psicoanálisis, mientras permaneciera como un estudio ahistórico de las formaciones
individuales específicas. Los políticas públicas pudieron incorporarse, mientras
estuvieron dirigidos a la reforma y la enmienda de un orden social que de inmediato
había producido estos individuos libres y civilizados, pero a través de cuya estupidez o
anacronismo amenazara ahora su [de ellos] existencia y su reproducción indefinida y
generalizada. La naturaleza definitiva de Bloomsbury como grupo es que de hecho fue –
y lo fue diferencialmente- un grupo de y a causa de la noción de individuos civilizados.
Cualquier posición general, distinta de esta particular suposición general, lo hubiera
desorganizado; incluso fue necesaria toda una serie de posiciones especializadas para
que los individuos libres fueran individuos civilizados. Y la ironía es que a la vez la
asunción particular y la variedad de posiciones particulares se naturalizaron –aunque
ahora de un modo más visiblemente incoherente – en todas las últimas fases de la
cultura inglesa. En este sentido preciso es que este grupo de individuos libres debe ser
visto, definitivamente, como una (civilizada) fracción de su clase.

Traducción: Verónica Delgado para uso interno d el cátedra de Metodología de la


Investigación Literaria curso 2008.

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