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Cambia El Guion 1ed - Carlos Alonso PDF
Cambia El Guion 1ed - Carlos Alonso PDF
Cambia el guión
www.carlosalonso.info
ca@carlosalonso.info
A mi padre, de quien me acuerdo todos los días.
Agradecimientos
A todas aquellas personas que cada día siguen mis opiniones en el blog
www.carlosalonso.info y en las diversas redes sociales.
A María Pérez, por sus valiosas y oportunas correcciones en este libro.
A todos quienes que me han ayudado a crecer como persona y no he
tenido la oportunidad de agradecérselo.
Prólogo
Muchos son los puntos de conexión que hay entre mi propia historia y
la que Carlos nos cuenta en este libro. A grandes rasgos, mi vida ha sido
una serie consecutiva de superaciones que me han permitido llegar a ser
Campeón Mundial de Natación en Aguas Abiertas en 2000 y 2005, así
como Campeón Absoluto del Circuito de Copa del Mundo en 1998,
entre otros títulos. En todo ello, mi actitud ha sido determinante porque
nunca me he dado por vencido.
Empecé a practicar la natación a consecuencia de varios problemas
físicos que indujeron a mis padres a decidir que me iniciara en este de-
porte. Desde entonces, yo mismo me he ido marcando objetivos de todo
tipo, que han hecho que en todo momento haya tenido la motivación
para lograrlos. No obstante, mi gran salto profesional y personal no llegó
hasta que con diecinueve años me fui a Estados Unidos, lo que supuso
un antes y un después en mi vida. Allí fue donde me fijé la meta de con-
vertirme en el mejor nadador del mundo en largas distancias, disciplina
casi desconocida en nuestro país, y donde también me propuse conti-
nuar mis estudios de interpretación.
Muchos expertos hablan de mis excelentes condiciones para la práctica
de la natación, pero os puedo asegurar que, además de la actitud a la que
os he hecho referencia, han sido los grandes sacrificios lo que me han per-
mitido conseguir los objetivos que me he marcado. De hecho, el valor del
esfuerzo es el mensaje central de mis conferencias y programas.
En las largas horas que paso metido en el agua por los entrenamien-
tos, tengo mucho tiempo para pensar cómo quiero hacer las cosas. Se
XIV CAMBIA EL GUIÓN
David Meca
Índice
Epílogo .............................................................................................................73
Introducción
Ya no existen los trabajos para toda la vida. Las empresas necesitan re-
sultados a corto plazo, y esta nueva forma de entender los negocios hace
que las personas se quemen con mayor facilidad, pierdan sus empleos,
e incluso, algunos abandonen la profesión. En no pocas ocasiones, este
estado de cosas no es culpa de la empresa, sino, por una parte, de las
expectativas de cada persona sobre lo que el mundo laboral nos puede
ofrecer y, por otra, de la cultura del trabajo que hayamos adquirido.
Desde el momento en que se produce una decepción laboral, comien-
za un proceso en el que puede haber dos tipos de reacciones por parte
de quienes la sufren: seguir en el puesto de trabajo como si nada hubiera
ocurrido, o buscar soluciones alternativas para recuperar la motivación.
Los que optan por la segunda postura es porque, o pierden más de lo
que ganan, o necesitan encontrar un sentido integral a su trabajo. En este
proceso influye mucho cómo entendemos la vida, cuáles son nuestras
prioridades, obligaciones, etc. En cualquier caso, el obtener respuestas
de la manera más objetiva a las posibles preguntas que nos hagamos nos
ayudará a interpretar mejor la situación, pues de lo contrario menguará
nuestra autoestima, principal activo de las personas para sobreponernos
a la adversidad.
XX CAMBIA EL GUIÓN
Este libro se presenta como una fábula, pues entiendo que es la me-
jor manera de transmitir el mensaje que pretendo, que en esencia es:
«siempre estamos a tiempo de corregir nuestra trayectoria profesional en
una dirección en la que pueda emerger nuestro potencial y, por lo tanto,
sentirnos más realizados».
Pero no solo nos quemamos por interpretar erróneamente las circuns-
tancias que nos rodean; hay un sinnúmero de causas que pueden con-
ducirnos a esta situación de burnout: no sabemos encajar la presión o no
sabemos administrar bien la energía; nos aburre nuestro trabajo o, en
realidad, nunca nos ha gustado, o por mil causas más.
Particularmente, me resulta especialmente doloroso constatar cómo
algunos jóvenes se sienten ya quemados cuando su carrera no ha hecho
más que empezar. Tampoco considero normal que haya personas que
sin haber cumplido cuarenta años estén pensando en jubilarse. De este
modo, pienso que nuestra sociedad tiene que dar un giro para que las
personas entendamos mejor el trabajo y adoptemos hábitos eficaces con
los que no perdamos oportunidades en el camino.
Las personas inconformistas buscan soluciones a los problemas que
les plantea la vida, y ahora más que nunca es cuando se necesitan muchos
profesionales con este espíritu de superación.
El protagonista de este libro se siente quemado en un contexto al que
él mismo se ha dejado llevar. Tiene que sucederle una desgracia para que
reaccione y se dé cuenta de que el equivocado es él y no la empresa.
Espero que con la moraleja que se desprende de esta historia haya
muchas personas que encuentren la forma de vivir el trabajo con ilusión.
La vida es demasiado bella como para quemarse en el intento de vivirla
sin respeto hacia nosotros mismos.
1
El bufete
Como siempre repetía su madre, Tim había sido un niño muy bueno.
Nunca recibieron una mala noticia sobre su comportamiento en el cole-
gio. Hasta que no llegó al bachillerato, sus notas eran mediocres, incluso
a la mitad del cuarto curso, el tutor reunió a sus padres para decirles que,
de seguir así, el niño quizá tendría que repetir curso porque se le notaba
falta de base, lo cual le impedía tener un aprendizaje normal. Sin embar-
go, al final Tim siempre se las ingeniaba para aprobar e ir recuperando los
suspensos del curso anterior.
Era un niño muy distraído. Gran parte de su potencial se perdía por
aquella falta de concentración. Su mirada perdida en el infinito parecía
decir que tenía cosas más importantes en las que pensar, a la vez que
desprendía cierta tristeza.
Adolecía de cierto sentimiento de inferioridad que necesitaba justifi-
car ante los demás: era consciente de que no destacaba ni en los estudios
ni jugando al baloncesto, que era el deporte de moda en aquella época
para la mayoría de los niños del barrio.
Sin embargo, sacaba muy buenas notas en las asignaturas que le gusta-
ban, como ciencias naturales y dibujo. También era disciplinado; nunca
se dejaba el material en el colegio ni descuidaba apuntar los deberes en
la agenda escolar.
Año tras año, las observaciones de los tutores en los diversos cursos
venían a decir lo mismo. Bueno, las de todos menos la de una maestra,
que concertó una reunión con los padres para explicarles su particular
visión sobre Tim:
6 CAMBIA EL GUIÓN
»Les ruego que reflexionen sobre ello e intenten tener en cuenta que
el mayor perjudicado no son ustedes, sino su propio hijo.
—Agradecemos sus palabras, que coinciden con las de la psicóloga
que nos está asesorando. Éramos conscientes de que nuestra situación
afectaba a nuestro hijo, pero no sabíamos hasta qué punto. Tomamos
buena nota de todo ello y, al mismo tiempo, le hacemos saber que, aun-
que poco a poco, estamos progresando en nuestra relación.
—Esa noticia me satisface. Por otra parte, les recomiendo que valoren
la posibilidad de llevar a su hijo al psicólogo para tratar su problema
de falta de autoestima, que es perfectamente subsanable. Cuando él los
vuelva a ver felices, será más fácil que corrija esos handicaps que lo con-
dicionan.
Aquella reunión supuso un antes y un después para toda la familia.
Los padres aprendieron a corregir sus diferencias sin estar el niño delante.
El ser más conscientes de lo que se jugaban hizo que se tendiesen más
puentes de diálogo entre ellos para limar asperezas. Por su parte, Tim co-
menzó a mostrarse más tranquilo y equilibrado, viendo cómo sus padres
no le fallaban porque seguían juntos.
Pasaron los años y el niño fue encontrando su propia identidad en los
estudios y en el deporte. Nunca fue el primero de la clase, pero su bestia
negra, las matemáticas, había pasado a ser una asignatura que incluso le
llegó a gustar. Y en el equipo de baloncesto del colegio logró la confianza
de los diversos entrenadores a base de mucho esfuerzo.
No obstante, su timidez le hacía pasarlo mal cuando tenía que hablar
en público, algo que contrastaba con su gran oratoria y dotes persuasivas.
También escribía muy bien. Su carácter tenía altibajos; había días en los
que se mostraba más seguro, y otros en los que se refugiaba en sí mismo.
Se le notaba su miedo al fracaso.
Un nuevo Tim empezó a dejarse ver en el primer curso de Derecho.
Hacía mucho tiempo que tenía claro que quería ser abogado. Y tal fue la
convicción con la que lo planteó que sus padres no dudaron en apostar
8 CAMBIA EL GUIÓN
fuerte y llevarlo a una de las mejores universidades del país en esa espe-
cialidad: Harvard.
Ya en la universidad, el muchacho experimentó un cambio radical. Se
tomó muy en serio los estudios desde el primer momento, y la constancia
fue la base sobre la que logró unas espectaculares calificaciones desde el
principio.
No obstante, no dejaba de ser un chico al que las limitadas posibilida-
des económicas paternas le hacían tener un cierto sentimiento de inferio-
ridad en un entorno en el que la mayoría de sus compañeros procedía de
familias adineradas de todas las partes del mundo. De este modo, tenía
los pies en el suelo y sabía que no podía permitirse fallar en ninguno de
los cursos, por la gran repercusión que tendría para su familia.
Cada nota, cada logro, iba dando alas a un Tim que fue madurando
y adquiriendo seguridad, una seguridad que proyectaba en todo su en-
torno. De todas formas, el chico seguía teniendo sus particularidades: le
gustaba tratar con la gente, pero no asistía a las sonadas fiestas a las que
iban sus amigos, le gustaba preparar los exámenes en solitario y evitaba
reunirse con los compañeros en sus casas con la asiduidad que estos lo
hacían.
Era católico, pero no practicante. Se mostraba prudente y ponderaba
bien sus decisiones, por lo que sus puntuales intervenciones en el aula
eran muy respetadas.
Pese a todo, él reconocía con cierta sorna que Jane, la que años des-
pués sería su mujer, le acabaría de pulir la personalidad hasta convertirlo
en un tipo perfectamente normal.
Jane había estudiado Enfermería en Boston. Era dos años más joven
que él y se conocieron en el último curso universitario de Tim. Fue una
relación con altibajos que tardaron varios años en formalizar.
Formaban parte del mismo grupo de amigos, y aunque se tenían
vistos, no intercambiaron ningún saludo hasta que fueron presentados
Infancia 9
persona durante un periodo superior a dos años; por una parte, con el fin
de que los abogados, conociendo problemáticas de diferentes negocios,
adquiriesen más experiencia; pero, además, para evitar que se estrechasen
los vínculos entre clientes y profesionales que pudiesen poner en peligro
el fondo de comercio. Todo estaba muy medido. Incluso contaban con
una base de datos muy detallada de todos los empleados, en la que cons-
taban hasta los clubs deportivos de los que estos habían sido socios en la
infancia. Todo ello con el fin de utilizar el networking para crear relacio-
nes a la hora de hacer negocios.
Además, los abogados tenían que asistir a clases de psicología, buenas
maneras… con el fin de no cometer errores en la puesta en escena en su
relación con el perfil de clientes que tenían que tratar. Periódicamente
asistían a clases de motivación, estaban obligados a ojear los boletines de
noticias nacionales e internacionales que les pasaban, a seguir cursos para
aprender a jugar a golf… Se trataba de una formación integral para que
pudiesen comprender y encajar en el mundo de las personas a las que
habrían de servir.
La compañía también contaba con un potente departamento de rela-
ciones públicas al que no se le pasaba ningún cumpleaños ni fecha seña-
lada en la que felicitar a los clientes, invitarlos a actividades deportivas y
sociales de primer nivel, o darles el pésame por la muerte de algún fami-
liar. De este modo, el servicio rebosaba excelencia por todos los lados, y
se generaban vínculos más sólidos con los clientes.
La progresión salarial también era espectacular en cada promoción, lo
que ayudaba a que la adicción a la marca fuese muy grande. El lema de
la empresa era algo así como: «Te cuidaremos para que aportes lo mejor
del excelente profesional que eres».
Esta filosofía integral era muy absorbente y, de hecho, a Tim se le pasa-
ba el tiempo sin darse cuenta. No obstante, trataba de ir al menos una vez
al mes a visitar a sus padres y a Jane, con quien después de tres años de co-
nocerse, decidió formalizar la relación, una relación en la que Tim no tenía
prisa. Jane, por su parte, aún no había acabado la carrera de Enfermería.
14 CAMBIA EL GUIÓN
Así las cosas, Tim iba espaciando las visitas a sus padres. Ya no iba a Bos-
ton todos los fines de semana, sino cuando podía, que era una vez cada
dos meses aproximadamente. Sus padres iban de vez en cuando a Nueva
York a verlo, aunque a su padre cada día le gustaba menos la ciudad, pues
la encontraba muy ruidosa.
En aquel distanciamiento era como si Tim hubiese hecho un repaso
a su infancia y se diera cuenta del daño emocional que sus padres le
habían causado con sus desavenencias conyugales. A su mente le venían
pequeñas y grandes discusiones por motivos de todo tipo. Pese a ello,
no se podía decir que tuviese un mal recuerdo, sino que había llegado
a la conclusión de que si sus padres se hubiesen separado, quizá habría
sido mejor. Lo cierto es que se encontraba a gusto distanciado de la casa
familiar, y durante el poco tiempo que le quedaba para el ocio le gustaba
estar solo leyendo, una de sus pasiones.
No obstante, se llevaba bien con ellos. Con el tiempo, su padre atem-
peró el duro carácter que tenía y su madre adoptó una posición más
sumisa, pese a que seguía con sus prontos. Aquel ajuste, añadido al paso
de los años, habían corregido las tensiones entre ambos, aunque que de
vez en cuando se seguían buscando las cosquillas el uno al otro.
Jane acabó la carrera y pronto encontró trabajo en Boston. Su relación
era tan intensa que procuraban pasar el mayor tiempo posible juntos. Y
en una de sus visitas a Nueva York, paseando por Central Park, Tim le
pidió que se fuese a vivir con él. Para Jane fue una sorpresa porque de
pronto parecía como si el que quisiese correr fuese él. Además, estaba
18 CAMBIA EL GUIÓN
Para Tim, los días empezaban a hacerse más largos. Entendía perfecta-
mente la situación del despacho y, por lo tanto, sabía que su caso no se
podía resolver hasta que las cosas mejorasen, pero como la crisis econó-
mica era importante, nadie podía ponerle fecha a su final. La empresa
incluso reunió a todo el personal para informarles de que se incremen-
taría la presión comercial, con la intención de amortiguar la situación y
convertir la recesión en una oportunidad.
Tim había caído en el desánimo. Cada vez se encerraba más horas
en su despacho y se le notaba que había perdido la ilusión de sus años
iniciales.
Un día había concertado una reunión con un potencial cliente a las
nueve de la mañana. Como quería repasar algunos documentos, optó
por ir a la oficina una hora antes. Nada más llegar, dejó la maleta en su
despacho y vio que en el de Peter había luz. No dudó en acercarse para
hacerle una primera broma matinal, puesto que las circunstancias por
las que estaba pasando la empresa los había vuelto a unir un poco más
durante los últimos meses; de todas formas, en todo momento habían
mantenido una relación de respeto y cordialidad a la que, por otro lado,
estaban obligados. Al llegar, cuál fue su sorpresa al encontrar a Peter con
la cabeza apoyada en su escritorio. Como pensó que se había quedado
dormido, lo quiso reincorporar, pero el peso de su cuerpo hizo que Peter
se desplomase en el suelo. Asustado, Tim le intentó tomar el pulso, pero
de nada sirvió. Con la voz entrecortada llamó a un teléfono de urgencias
médicas. Cuando llegó la ambulancia, al cabo de unos pocos minutos, ya
24 CAMBIA EL GUIÓN!!
nada se podía hacer. Según certificaron los médicos, Peter llevaba muerto
unas seis horas a consecuencia de un infarto.
Un tumulto de personas: forense, juez…, más los compañeros que
se iban incorporando, convirtieron Liber Associates en un lugar irreco-
nocible. La consternación y los lloros invadieron la planta 36 de aquel
edificio del centro de Manhattan. Tim entró en shock por el impacto que
sufrió y se lo tuvieron que llevar al hospital.
Al entierro acudió todo el despacho y, por primera vez en toda su
historia, se cerraron las puertas de la oficina de Nueva York durante la
mañana de aquel triste 26 de abril.
Tim acudió al sepelio, aunque los médicos le habían recomendado
que se fuese a casa unos días. Sacando fuerzas de flaqueza, quiso dedicar
unas palabras en homenaje a su amigo: «Nos has dejado cuando más te
necesitábamos. Cuando más necesitábamos tu entusiasmo y motivación,
tu profesionalidad, tu entrega… Siempre hiciste lo que creías que tenías
que hacer, superando con creces lo que se esperaba de ti. Tu recuerdo per-
manecerá en nosotros y, si me lo permitís, especialmente en mi corazón,
amigo. Descansa en paz».
Un silencio sepulcral invadió el despacho durante unos días. Tim tar-
dó dos semanas en incorporarse y lo primero que hizo fue dejar un ramo
de flores en el despacho de su desaparecido amigo. Con las mismas, se
dirigió a su despacho a redactar una carta de dimisión que entregó en
mano a la secretaria del presidente. Acto seguido, se marchó a casa sin
despedirse de nadie.
En la carta explicaba que la muerte de su amigo Peter lo había hecho
reflexionar. Habían sido muchos años de entrega a aquel despacho, al
que debía mucho pero al que también había dado mucho. Con la mitad
de su vida recorrida quería detenerse un poco y reflexionar sobre sus
valores, su forma de vida, su familia, su futuro… De este modo, preten-
día no defraudar a nadie y dejar un buen recuerdo de su paso por Liber
Associates.
Cuando los planes no salen 25
Pasada una semana, Tim recibió una carta que decía textualmente:
Hola, Tim:
Queremos abstraerte de tus pensamientos y nos gustaría que aceptases una
invitación muy especial para un viaje que tendrás que hacer solo. Partirás
el próximo lunes, a las diez de la mañana, y no tendrás que llevar ningún
equipaje, salvo un neceser de mano. A tu llegada, habrá una persona en el
aeropuerto que te dará un sobre. Tampoco hace falta que lleves dinero, tan
solo tu pasaporte. Los billetes los encontrarás en este mismo sobre, uno de ida
y otro de vuelta.
Por cierto, te vas a Nueva Delhi.
Buena suerte.
Andrew Martins
Liber Associates
Hola, Tim:
Esperamos que hayas tenido un buen viaje. A continuación tendrás que
acompañar al aparcamiento a la persona que te ha entregado el sobre. Via-
jarás en coche a un lugar próximo, pero deberás permitirle que te ponga un
pañuelo en los ojos que te será retirado cuando lleguéis al destino. Si se des-
cubriese que intentas hacerlo tú mismo durante el trayecto, automáticamente
tendrías que regresar al aeropuerto y volver a Nueva York, en cuyo caso, el
proceso habría terminado.
Gracias.
Andrew Martins
Liber Associates
—Tú lo has dicho, Tim, has sido feliz, pero ¿lo eres ahora?
—Tengo la sensación de haber estado ciego, de no haber valorado
todo cuanto tenía en la vida, de lo afortunado que era…
—De todos los sentidos, el de la vista es el fundamental. Pero tus ojos
no estaban ciegos: el que estaba ciego era tu corazón. En tu cabeza te
habías configurado un esquema en el que tu percepción de la vida estaba
condicionada por unos objetivos superficiales que, a su vez, te crearon
unas obligaciones. Te habías apartado del camino de lo importante y
estabas sin ser consciente de ello en una carretera secundaria, creyendo
que ibas por una autopista. Ya no valorabas nada de lo que tenías porque
tus objetivos esclavizaban tu vida.
—El viernes partirás hacia Nueva York, pero antes me gustaría que
me apuntases en un papel tus conclusiones sobre lo que has aprendido
en este viaje.
Y fundiéndose en un abrazo se despidieron, no sin antes recordarle:
«El trabajo es solo una parte de tu vida. Escribe el guión de nuevo».
Conclusiones
t Nuestra manera de ver la vida condiciona nuestros objetivos.
Si no valoramos lo que tenemos, no seremos felices buscando
más. Hay que utilizar todos los sentidos para tomarle el pulso
cada día a nuestra vida.
t Analizar con perspectiva nuestros problemas nos dará una ma-
yor objetividad para solucionarlos. Hay que salirse del proble-
ma para resolverlo con imparcialidad y valentía.
t Las necesidades que nos creamos nos llenan de obligaciones
que tenemos que saber si nos compensan, pues limitan nues-
tra capacidad de elegir.
7
La maratón
Hola, Tim:
Esperamos que hayas descansado de tu estancia en la India. Como segun-
do paso, me gustaría que quedásemos en la puerta del Madison Square Gar-
den para seguir con el plan. Si te parece, quedamos a las nueve de la mañana.
Por cierto, avisa a Jane de que no vendrás a comer.
Gracias.
Andrew Martins
Liber Associates
Día tras día, Tim, que había abandonado el deporte en su última fase
profesional, le empezó a coger gusto a aquella rutina, al tiempo que se
sorprendía de cómo un hombre que rozaba los setenta años podía estar
en tan buena forma. Por eso un día, finalizada la sesión, no pudo conte-
nerse más y se lo preguntó:
—Oye, Ryan, no te lo tomes a mal, pero, ¿cómo es que estás tan en
forma con la edad que tienes? Vamos incrementando la velocidad y veo
que sigues siendo tú el que marca el ritmo. Es impresionante.
—Siempre me ha gustado el deporte, y he sido muy constante y dis-
ciplinado en su práctica. No hay más secreto, porque no me supone
ningún sacrificio.
—Yo había sido muy deportista hace unos años, pero de un tiempo a
esta parte, el despacho no me dejaba huecos para practicarlo.
—No te engañes, Tim. Siempre hay huecos si uno quiere. Tú no es
que hubieses dejado el deporte, es que te habías dejado a ti mismo.
Y llegando a una esquina de Central Park, Ryan se despidió un tanto
bruscamente porque habían acabado la sesión y quería que Tim reflexio-
nase sobre lo que le acababa de decir.
Estando ya en el tercer mes de aquella espartana preparación, Ryan
le trajo a Tim un folleto de la famosa maratón de Nueva York, que se
celebraba al cabo de tan solo un mes. Este quedó fascinado porque no se
esperaba que el reto iba a ser la prestigiosa carrera de la ciudad.
—Pero, ¿nos va a dar tiempo, Ryan? Solo nos quedan cuatro semanas.
—Desde que empezamos a trabajar, yo ya tenía previsto que este fuese
el objetivo, pero en aquel momento tu fortaleza mental era muy justa.
Durante todo este tiempo hemos trabajado para que tu condición física
mejorase, pero sobre todo la mental. Si en aquel momento te hubiese
dicho que la meta de la preparación era la maratón de Nueva York, quizá
habrías abandonado. De este modo, lo que he hecho es fraccionar ese
objetivo por días y, casi sin darte cuenta, has sido capaz de correr 35
La maratón 43
Conclusiones
t Nunca funciones sin objetivos.
t Define metas acordes con tus posibilidades.
t Si dosificas tu energía y escalonas tus objetivos con inteligen-
cia, podrás conseguir lo que te propongas.
8
El circo
Cada experiencia que Tim vivía le hacía tener una mayor paz interior,
lo que hacía mucho tiempo que no experimentaba. Algo le decía que
aquella serie de acontecimientos provocados por el astuto socio del bu-
fete, Andrew Martins, lo estaban ayudando a canalizar mejor sus pen-
samientos y emociones, y en definitiva, a dominar su mente. Lo cierto
es que durante todas aquellas semanas no había vuelto a pensar en su
trabajo; más bien tenía la sensación de que estaba haciendo un repaso
a su conducta, a sus sentimientos… Era como una revisión de su vida,
remontándose incluso hasta la infancia en algunos casos, para encontrar
respuestas sobre sí mismo.
En ese ejercicio, una conclusión lo llevaba a otra, y empezaba a pen-
sar que quizá se había dedicado toda la vida a hacer lo que debía y no
lo que quería. Parecía como si los objetivos para ser feliz en su vida se lo
hubiese marcado siempre el entorno y no él mismo, curiosa sensación
para alguien que hasta la fecha se consideraba muy racional en la toma
de decisiones.
Cuando se levantaba por las mañanas, Tim ya no notaba aquella sen-
sación de miedo por tener que enfrentarse a sus obligaciones. Es cierto
que todavía no se había reincorporado al despacho, pero aquel nerviosis-
mo al que no encontraba sentido desapareció. Incluso recordaba cómo
en una de las últimas conversaciones con su mujer, antes de su crisis per-
sonal, le había dicho que, de podérselo plantear, no le habría importado
jubilarse, cuando él siempre había alardeado de que no se retiraría nunca
y de que uno de sus sueños era seguir siempre vinculado al despacho y
46 CAMBIA EL GUIÓN
Hola, Tim:
Esperamos que estés recuperado de la maratón. Ahora nos gustaría propo-
nerte una actividad más relajada. Para ello, te rogamos que acudas mañana
a las once de la mañana al barrio de Jackson Heights, en Queens, y preguntes
por el Gran Phoenix.
Gracias.
Andrew Martins
Liber Associates
Como era costumbre en él, Tim llegó puntual a su cita. Una vez en las
inmediaciones preguntó en una gasolinera por el referido señor Phoenix.
El encargado que lo atendió se quedó paralizado durante unos instantes,
con cara de sorprendido, y le contestó:
El circo 47
ne que crear uno mismo. Nadie te animará para que hagas tal o cual cosa.
Tendrás que ser tú mismo el que se cree la ilusión de hacer algo nuevo o de
mejorar cada día. Si tú quieres darle mayor sentido a tu trabajo, siempre
se lo podrás encontrar, basta con que quieras proponértelo. Hay muchas
personas que adoptan el papel de víctimas en la vida, precisamente porque
esperan que sean otros los que les lleven el aire fresco a su existencia. Esas
personas llegarán al final de sus días con muchas cosas por hacer porque
siempre había algo que les impedía tomar la iniciativa. Y lo peor de todo
es que esa sensación suele acabar en frustración.
—¿Tú nunca has tenido bajones?
—Como todos los demás. Llevo toda la vida dedicado al circo, y he
pagado un peaje muy caro por ello. Mi mujer y mi hija, con apenas diez
años, me dejaron porque no les gustaba vivir en una roulotte e ir de un
lado para otro. Querían un estilo de vida mucho más estable y seguro, y
en el circo todo es muy incierto. Muchas veces me arrepentí de no haber
tomado otra decisión. Con los años me he dado cuenta de que tenía cua-
lidades para hacer otras cosas si me lo proponía, pero en aquel momento,
el circo lo era todo para mí. Buscaba el éxito y estaba dispuesto a pagar
el precio que hiciese falta. Estaba cegado en ese empeño y creía que con
ello enriquecería mi vida, cuando lo que estaba haciendo era destruirla.
»Fue una época en la que estaba confundido, enfadado conmigo
mismo. De hecho, la única vez que me he caído del trapecio fue en ese
periodo. Había perdido la concentración.
»Ahora, muchos años después, puedo decir que he conseguido la
fama, pero hubiese sido mucho mejor haber conservado a mi familia. Me
han pasando los años y nadie me espera. Estoy solo y, lo que es peor, me
siento solo. No obstante, he aprendido la lección y he sabido levantarme.
—Pero si te diste cuenta de que era un error, ¿por qué no trataste de
volver con ellas?
—Lo intenté, pero ya era demasiado tarde. Debería haber reacciona-
do antes. Era un tiempo en el que solo pensaba en mí. Tenía una fijación
El circo 51
»Tu vida no puede depender de nadie. Tienes que timonearla tú. Tus
ilusiones no pueden supeditarse a circunstancias que no controlas. Tú
debes poner los medios para que te vaya bien, y para ello, tienes que
priorizar.
—Pero tengo miedo al fracaso, River. Toda mi vida me ha costado
mucho creer en mí mismo y lo conseguí de alguna manera en Liber As-
sociates. De pequeño, la inestabilidad emocional de mis padres impedía
que aflorase mi potencial personal. Y fue en el bufete donde me supieron
valorar, me promocionaron, me respetaron. Allí me encontraba seguro y
allí obtuve la recompensa al importante esfuerzo que hacía en beneficio
de la compañía.
»Pero tuve una decepción muy grande por no ser promocionado a
gerente dentro del área laboral, y a partir de allí empezaron mis dudas. Es
como si todo mi mundo se hubiese desmoronado en un momento. Me
sentía frágil, infravalorado, desnortado. Todo era justo lo contrario de lo
que aquella organización me había aportado hasta entonces. A partir de
ahí dejé de escuchar, de mirar… me encerré en mí mismo intentando
forzar una solución que no dependía de mí. Me alejé de todo y de todos.
Todas las mañanas pensaba de dónde sacaría fuerzas para seguir. ¡Cuánto
daño me hice!
—Lamentándonos no ganamos nada. Tienes que enterrar todas las
creencias que te han hecho sentirte inferior y apoyarte en tus puntos fuer-
tes, que seguro que son muchos. Después de una calamidad, la recons-
trucción de uno mismo se logra aferrándose a lo que mejor sabe hacer.
»Estoy seguro de que esta circunstancia te ha hecho conocerte mejor y
madurar, por lo que podrás rentabilizarla el resto de tu vida. No importa
la altura desde donde haya caído uno, sino las ganas de levantarse con
rapidez y de aprender de los errores. Yo he cometido muchos fallos en
mi existencia y, pensando de forma positiva, los he conseguido superar.
»En tu vida las cosas te iban bien. Cualquiera se moriría de envidia por
haber estudiado en Harvard y trabajar donde lo has hecho tú. El proble-
El circo 53
ma es que habías dejado que los demás te gobernasen. Yo, cuando estoy
en el alambre, dependo de mí mismo, y a pesar de que hay una red abajo,
solo pienso en que puedo conseguir lo que me propongo. A ti te toca bus-
car tu equilibrio para pisar seguro sobre el alambre de la vida.
—Muchas gracias, River. Pensaré en todo lo que me has dicho, que
no es poco.
—Por cierto, te ruego que me apuntes en un papel tus conclusiones.
Conclusiones
t El principal motor profesional es la actitud. Con una buena
actitud se consiguen grandes metas.
t Las motivaciones las creamos las personas.
t El equilibrio en todos los aspectos de la vida nos tiene que per-
mitir distribuir nuestra energía de manera compensada. Para
ello hay que saber priorizar lo importante de lo que realmente
no lo es.
t Cuando nos caemos, lo fundamental es saberse levantar y
aprender de los errores.
9
La caja
Tim se marchó del circo ilusionado como un niño. No sabía cuál de los
encuentros, con Hemen, con Ryan o con River, le había aportado más
enseñanzas, pero daba igual porque consideraba a los tres muy sabios.
Curiosamente, se trataba de tres personas entradas en años, pero activas y
con muchas ganas de vivir, que le habían marcado un antes y un después
en su vida.
Por las mañanas ya se levantaba con más ganas y se iba a correr diaria-
mente durante más de una hora. Había adquirido el hábito de encontrar
un equilibrio entre su cansancio mental y físico. Además, el hecho de
hacer deporte con regularidad le permitía estar más receptivo y fresco.
De este modo, no le sobraba ni un minuto, ya que durante aquellas se-
manas estuvo haciendo todo lo que siempre había querido hacer y nunca
había podido: visitó varios museos, se perdía por Little Italy y se paraba
a hablar con la gente; incluso cogió un helicóptero para sobrevolar Man-
hattan, algo que siempre le había hecho ilusión. Es decir, tenía el tiempo
para hacer muchas cosas que durante años habían permanecido en su
carpeta mental de asuntos pendientes.
Un día se entretuvo paseando y llegó a comer a eso de las tres y media.
Cuando entró por la puerta se encontró en el recibidor una caja que acaba-
ban de traer. Jane había ordenado a la empresa de mensajería que la dejasen
allí porque iba muy apurada de tiempo, con lo cual tampoco se paró a pen-
sar sobre su contenido. En la parte superior de un sobre plastificado podía
leerse «para Savir», así como su nombre real entre paréntesis. Debido a que
su volumen era considerable, Tim no pudo resistir la tentación de abrir la
caja antes que el sobre.
56 CAMBIA EL GUIÓN
Hola, Tim:
Espero que te hayamos vuelto a sorprender. En esta ocasión hemos querido
regalarte un camaleón cuyo nombre es Savir, que como bien sabes, significa
«líder» en hindú, nombre con el que cariñosamente te bautizó Hemen.
Se trata de una especie originaria de Madagascar, de las ciento sesenta
tipologías existentes, y es de los que cambia de color. Así, espero que pienses
en la importancia de saber adaptarte a los diferentes entornos, como lo hace
el camaleón para pasar desapercibido entre sus enemigos y sobrevivir mejor.
Mirándolo cada día espero que te acuerdes de esta cualidad y de lo bene-
ficioso que es aplicarla en el entorno profesional.
Un abrazo.
Andrew Martins
Liber Associates
En este caso y sin pedírselo nadie, Tim optó por anotar algunas con-
clusiones.
Conclusiones
t Observar los cambios permanentemente nos ayudará a com-
prender la realidad.
t Hay que ser flexibles respecto de las necesidades laborales que
las empresas pueden sufrir y adaptarse a ellas.
t Lo importante es ser eficaces y entender lo que se espera de
nosotros en todo momento. Saber escuchar, interpretar y ade-
lantarse es fundamental para no pasar de moda.
10
Tormenta de ideas
Valores
Los valores son principios que nos permiten orientar nuestro compor-
tamiento para realizarnos como personas. Son creencias fundamentales
que nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras,
o a mantener un comportamiento y no otro. También son fuente de sa-
60 CAMBIA EL GUIÓN
Objetivos
Los objetivos son el fin al que se dirige una acción determinada. Para que
los objetivos estén bien definidos, los medios para lograrlos deben ser los
adecuados y proporcionales a ellos. De nada sirve plantearse metas que
no podremos alcanzar porque no estamos lo suficientemente cualificados
para poder desarrollarlas.
Si en el bufete la prioridad era lograr nuevos clientes, no tenía mucho
sentido que premiasen a quienes no estaban aportando nada en ese obje-
tivo tan vital para la compañía.
Pero para alcanzar los objetivos tengo que saber dosificar mi energía
y posibilidades. Es decir, tan malo es sobreestimar las capacidades que
Tormenta de ideas 61
Actitud
Adaptación
Justo tres meses después de haber dimitido y haber seguido las pautas
que le iba marcando Andrew Martins, este lo llamó para ir a comer y le
propuso quedar en el restaurante Barna, situado en el 365 de Park Ave-
nue South, en lo que se conoce como el Bajo Manhattan.
Vestidos ambos de manera informal, se saludaron con la efusividad de
siempre y se dispusieron a tener una comida distendida.
—¿Qué tal, Tim, cómo estás?
—Estupendamente, Andrew.
—Cuando hemos hablado por teléfono, tu tono era bueno, pero es
que además tienes muy buen aspecto.
—Muchas gracias. La verdad es que me encuentro muy bien; he adel-
gazado ocho kilos en todo este tiempo.
Los minutos siguientes, Andrew los dedicó a preguntarle por su fa-
milia, lo que creó un clima muy distendido y agradable. Lo cierto es que
para Tim, Andrew Martins era de las personas que más le había impresio-
nado conocer en su vida, y a quien, por su paternalismo, nunca tuvo re-
paros en explicar ciertas intimidades después de tantos años de relación.
Acabada esa parte de la conversación, tocaba hablar de las reflexiones,
y Andrew fue muy directo llegados a ese punto.
—¿Y ya has puesto en orden tus ideas, Tim?
64 CAMBIA EL GUIÓN
—Lo cierto es que sí, aunque antes tengo que reconocer que ha sido
gracias a la brillante secuencia de personas que me has presentado en
todo este tiempo y que han sido claves en el proceso.
»De manera muy resumida, de la India me llevé la importancia de
disfrutar de la vida y evitar crearnos más obligaciones que las justas. De
este modo, impedimos convertirnos en rehenes de las necesidades que
nos vamos creando. Los objetivos profesionales deben tener profundidad
y buscar el desarrollo personal. La progresión debe ser interna y no tiene
que estar basada en el reconocimiento que nos dispensen los demás.
»De mi experiencia preparando la maratón he llegado a la conclusión
de que tengo capacidad para lograr cuanto me proponga en la vida si
me impongo unos objetivos razonables. La dosificación en los empeños
es clave. Por ello, conviene vivir con serenidad y no obsesionarnos por
alcanzar las metas con urgencia.
»De mi conversación con River en el circo comprendí que no se pue-
de vivir la vida sin equilibrio. No podemos pensar que un día somos
estupendos y al día siguiente que somos unos fracasados. Necesitamos
fabricarnos motivaciones que nos hagan sentirnos útiles en el trabajo
y en la vida. Y todo ello ha de constituir un todo que nos aleje de los
extremos.
»Y, por último, mirando cada día el camaleón, recuerdo que hay que
adaptarse en todos los órdenes de la vida para no quedarse atrás. No
podemos vivir anclados en fórmulas del pasado porque estas dejarán de
ser eficaces en algún momento. Hay que entender el entorno desde la
observación.
—Veo que lo has entendido a la perfección, como era de esperar.
—Ha sido genial. Todas esas personas me han hecho descubrir la au-
téntica persona que soy, con mis defectos y mis virtudes. Lo cierto es que
tengo que reconocer que no me conocía a mí mismo. Mis valores en la
vida eran llegar a la cima de la empresa y ganar mucho dinero, y me he
dado cuenta de que con estos objetivos no se puede alcanzar la felicidad,
La reunión 65
con el tiempo. En tu caso, las circunstancias que te han rodeado han ido
configurando una personalidad cuyo talento quedaba ensombrecido y
no dejaba mostrar ese potencial. Pero para nosotros eres un líder por cua-
tro razones: tu sensatez, tu credibilidad, tu capacidad y tu compromiso
con la empresa.
»Te toca ahora, desde la madurez de tus reflexiones, simplemente dar
paso a otro ciclo profesional en el que notes que estás a gusto contigo
mismo y con lo que haces.
»Yo también sentí que me estaba quemando en una etapa de mi vida.
Muchas personas lo están, pero es en esos momentos cuando hay que
llegar al fondo de la cuestión para no equivocarse en las conclusiones.
Ahora puedo decirte con orgullo que llevo gran parte de mi carrera en
esta compañía y que no me arrepiento de nada.
»Con otro, probablemente no lo hubiésemos hecho, pero tú te me-
recías esta oportunidad. Respecto a las personas que te he presentado,
todas ellas son grandes amigos, de lo mejor que me ha pasado en la vida.
Has sabido recoger el mensaje que quería enviarte con su intervención;
en adelante, tienes que saberlo aplicar.
—No sabes lo que te agradezco tus palabras, Andrew. No supe inter-
pretar vuestras decisiones porque estaba cegado en mí mismo. Agradezco
también la inteligente manera como me has querido recuperar.
»Hay personas que necesitan hacer un downshifting, poner freno a su
vida profesional durante un periodo para ordenar las ideas. Yo entiendo
esta circunstancia como mi particular downshifting, en el que he tomado
varias decisiones:
»Por un lado, quiero recuperar mi trabajo de abogado laboralista. En
esto no me equivoqué porque me gusta mucho esa especialidad, y quiero
centrar mi energía en ello. A tal fin, necesitaré hacer varios cursos para
reciclarme.
70 CAMBIA EL GUIÓN
FIN
Epílogo
Una particular visión sobre el trabajo
por Carlos Alonso
Carlos Alonso