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EXPRESIÓN ANTROPOLÓGICA es una publicación cuatrimestral que tiene como propósito primordial contribuir a la divulgación de importantes investigaciones antropológicas realizadas en el Esta-
do de México y otras regiones. Los artículos publicados en esta revista son revisados por un consejo editorial y de la exclusiva responsabilidad de sus autores. Los interesados en publicar sus trabajos
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Reserva de Derechos de Uso Exclusivo número: 04-1998-05198475500-102. Certificado de Licitud del Título número: 10328 y de Contenido número: 7257. La edición consta de 1000 ejemplares.
Índice
Editorial 5
La riqueza arqueológica del sitio San Miguel Ixtapan, Tejupilco
Foto 3. Montículo 2
lajas alargadas y planas, colocadas una sobre otra, formando una bóveda
corbelada o “falso arco” típico de la zona maya, aunque también ha sido
localizado en sitios ubicados en el vecino estado de Guerrero. De los otros
dos, destaca el llamado “Recinto de las esculturas” que, como su nombre
lo indica, contenía en su interior una gran cantidad de estos elementos;
dos de ellos estaban empotrados en el piso al frente del acceso a la habi-
tación. Ambas esculturas tienen rasgos antropomorfos y la mayor de éstas
presenta los atributos de Tláloc en su parte posterior (Foto 4).
Refiriéndonos específicamente a las piedras labradas localizadas en
San Miguel Ixtapan, también se recuperaron figurillas del tipo cono-
cido como Mezcala y unas esculturas muy particulares que están hechas
en bloques de piedra basáltica y metamórfica. Son representaciones
antropomorfas que muestran los brazos flexionados al frente, a la al-
tura del pecho y todas ellas presentan una espiga en su parte inferior
que nos indica que estaban empotradas en algún tipo de superficie; en
algunos ejemplares, los rasgos de la cara están apenas señalados mien-
tras que en otras, las características de ojos, boca, cejas, nariz y dientes
están plasmadas con gran detalle. Aparentemente estaban cubiertas de
estuco, aunque algunas sólo conservan restos de este material y del
Foto 4. Recinto de las esculturas pigmento rojo que las decoraba.
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La riqueza arqueológica del sitio San Miguel Ixtapan, Tejupilco
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La pieza está manufacturada en piedra verde (roca de origen me-
tamórfico, probablemente “filita”); presentaba fracturas que la dividie-
ron en 7 segmentos y, después de someterla a un proceso de limpieza y
restauración, fue posible apreciar a detalle la representación de un ser
antropomorfo (Foto 7 y 8).
Sus medidas son 36.5 cm de ancho por 57.5 de largo con un espesor
de 6.5 cm; la lápida conserva restos del estuco y pigmentos que la cubrían
y, en su parte inferior, presenta una espiga que servía para empotrarla.
En las esquinas superior e inferior derecha hay faltantes importantes, así
como en la parte media inferior que corresponde a la superficie de la
espiga; en el resto de la pieza los faltantes son mínimos, salvo en las zonas
donde el ejemplar se encontraba fracturado.
En ésta, se encuentra representada una figura masculina vista de fren-
Foto 7. Lápida al inicio de los trabajos de limpieza te, la cual porta un elaborado tocado. El individuo tiene ambos brazos
hacia sus costados y flexionados a la altura del codo; en la mano izquier-
da sostiene una bolsa de forma cuadrangular y en la derecha (que se
aprecia incompleta debido a la fractura que sufrió) tiene un objeto en
forma de bastón. En el pecho de la figura se encuentra representado un
corazón y a la altura de la cintura, tiene sobrepuesta una serpiente que
presenta cabezas en cada uno de sus extremos. Toda la escena se en-
cuentra enmarcada por una franja en la que labraron una serie de grecas
como ornamento (Foto 9).
Este tipo de representación de personajes era común entre las di-
ferentes culturas que conformaban el territorio mesoamericano y eran
producidas en una gran variedad de materiales como piedra, cerámica,
metal, cuero y pintura mural. En éstas se reflejaba no sólo el tipo físico
imperante entre los grupos que la producen, sino la clase de actividades
que realizaban cotidianamente además de sus prácticas rituales como en
el caso de las pinturas de Cacaxtla, Teotihuacan y la zona Maya. De igual
Foto 8. Lápida al inicio del proceso de restauración manera eran utilizadas para recordar eventos memorables.
Otro aspecto fundamental de estas personificaciones que se observa
en cada uno de los elementos que portan estos seres, son los símbolos
de poder que encarnan, ya sea como deidades o miembros de un gru-
po privilegiado de la sociedad. Estos accesorios o emblemas de clase y
poderío, son complementados con mobiliario, posturas y atuendos que
refuerzan la idea de su asociación con los dioses, la guerra o el poder
político del gobernante.
Es importante recordar que en la época prehispánica, los grupos
dirigentes de la sociedad justificaban su estatus por la pertenencia a
un linaje que, en la mayoría de los casos, proclamaba su origen divino;
por ello, era fundamental legitimar este hecho a través del manejo de
un lenguaje común, basado en elementos gráficos que reforzaran su
asociación con las deidades, así como el manejo de poderes exclusivos
Foto 9. Lápida restaurada de su rango.
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La riqueza arqueológica del sitio San Miguel Ixtapan, Tejupilco
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nera que, la calidad de los materiales y el grado de suntuosidad de los
tocados, estaban íntimamente relacionados con la jerarquía y posición
social del individuo que los portaba.
En la parte correspondiente al tronco, colocado en la parte media
superior del tórax, se representó un corazón en forma de triángulo in-
vertido con sus extremos redondeados (Foto 11, Dibujo 2).
Este elemento era tan importante en la época prehispánica que es-
taba considerado como el alimento de los dioses y en los relatos de los
cronistas queda claro que, cuando un guerrero enemigo (famoso por su
habilidad, bravura y valentía en las batallas) era capturado y sacrificado,
su corazón al igual que otras partes de su anatomía, eran consumidos de
manera ritual por miembros distinguidos de los grupos, en un intento
por adquirir de esta manera parte de las cualidades y dones más precia-
dos que el sacrificado poseía en vida.
Alfredo López Austin (1984) llevó a cabo un minucioso estudio acer-
ca de la concepción que los habitantes prehispánicos (grupos nahuas en
particular), tenían de las diferentes partes del cuerpo humano y en éste
subraya que el corazón o yollotl, era uno de los órganos que realizaban las
funciones anímicas fundamentales del ser humano (junto con la cabeza
e hígado), ya que en él se localizan la vida y el pensamiento; además de
ser el lugar donde reside el Teyolía entidad (equiparable al concepto Foto 11, Dibujo 2. Representación del corazón
de alma en la religión católica) que, a la muerte del ser humano, iba a
morar con los dioses transformándose en ave. Asimismo, tenemos las
interpretaciones que el autor da al hecho de que, en la época prehis- El corazón o yollotl, era uno de
pánica, se colocara una piedra en la boca de los cadáveres antes de ser
incinerados: los órganos que realizaban las
… una, que se trataba de un objeto valioso con el que el teyolía solventaba un gasto o pagaba un servicio en funciones anímicas fundamen-
el camino a su lugar de destino; otra, que servía para recibir y contener una porción de una de las entidades
anímicas. […] puede equipararse esta piedra a los corazones de piedra de las imágenes de los dioses, ya que tales del ser humano (junto con
las joyas puestas en sus pechos formaban el centro receptor que daba poder a la materia de la que las imágenes
estaban hechas (1984: 373-374). la cabeza e hígado), ya que en él
De acuerdo con lo anterior, el corazón en este caso representaría la se localizan la vida y el pensa-
vitalidad de la imagen en cuestión, su valentía en las batallas y su capa-
cidad de pensamiento. miento; además de ser el lugar
Formando también parte del tronco se representaron los brazos del
personaje paralelos a éste y flexionados hacia afuera a la altura del codo. donde reside el Teyolía entidad
En el brazo izquierdo es posible apreciar un brazalete en la muñeca y los
dedos de la mano que sostienen por medio de un asa, una especie de bol- que, a la muerte del ser huma-
sa cuadrangular con algún tipo de adorno pendiendo de su parte infe-
rior. La silueta del brazo derecho se perdió a la altura del codo, debido a no, iba a morar con los dioses
la fractura que la pieza presentaba cuando fue recuperada: sin embargo,
es claramente distinguible que la mano sostenía un objeto con curvatura transformándose en ave
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La riqueza arqueológica del sitio San Miguel Ixtapan, Tejupilco
en su sección superior que lo hace semejante a un bastón. Finalmente El copal era transportado en
en la parte inferior del tronco, se distingue una banda horizontal, misma
que representa seguramente parte de la vestimenta de la figura (Foto 12, pequeños sacos y era quemado
Dibujo 3).
en ceremonias rituales pues se
tenía la creencia que a través del
humo y aroma que ascendía al
Foto 12, Dibujo 3. Cetro y bolsa de copal cielo, se podía establecer comu-
La pieza que sostiene en la mano izquierda parece ser una bolsa de nicación directa con lo sagrado
copal. Este material era transportado en pequeños sacos y era quemado
en ceremonias rituales pues se tenía la creencia que a través del humo y
aroma que ascendía al cielo, se podía establecer comunicación directa
con lo sagrado. Fray Bernardino de Sahagún hace una descripción de la
manera que tenían los antiguos pobladores para elegir a sus señores o
“reyes” y de las vestiduras y ornamentos con que los cubrían en la casa
de Huitzilopochtli:
… y poníanle en la mano izquierda una talega con copal o incienso blanco; era también de lienzo verde oscuro
y pintada de huesos de muerto […] y poníanle en la mano derecha un incensario de los que ellos usaban,
pintado de cabezas de muertos […] y le subían por las gradas del cu hasta llegar a la estatua de Huitzilopochtli, Otro símbolo importante que
y en llegándole, luego tomaba el incienso y echábalo sobre las brasas que llevaba en el incensario, y comenzaba
a incensar a la estatua (1981:322). porta el personaje que aparece
De igual manera, en la pintura mural de tumbas zapotecas, las bolsas en la lápida de San Miguel Ix-
de copal se encuentran asociadas a ritos funerarios.
El bastón que aparece en la mano derecha es identificado como un tapan, se ubica a la altura de su
cetro o topilli; símbolo de autoridad que pertenece al mundo sagrado.
En las imágenes de dioses que aparecen en códices; algunos de ellos por- cintura, a manera de cinturón y
tan este tipo de artículos para enfatizar los poderes que poseen y con los
cuales pueden premiar o castigar a los pobladores del mundo terrenal toma la forma de una serpiente
de acuerdo a su conducta.
Otro símbolo importante que porta el personaje que aparece en la con cabezas en ambos extremos.
lápida de San Miguel Ixtapan, se ubica a la altura de su cintura, a mane-
ra de cinturón y toma la forma de una serpiente con cabezas en ambos Cada una de ellas tiene dientes
extremos. Cada una de ellas tiene dientes y lengua bífida además de una
especie de doble cresta en la parte superior de la cabeza; ambas fueron y lengua bífida además de una
labradas mirando en dirección opuesta a la otra y a lo largo del cuerpo
se trazaron líneas cruzadas simulando las escamas de su piel. Debajo de especie de doble cresta en la
la serpiente, sobre el cuerpo, hay un elemento rectangular que forma
parte del atuendo del individuo; y los pies están ligeramente separados parte superior de la cabeza
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y flexionados hacia afuera, a la altura de las rodillas. En los tobillos se
aprecian adornos de forma cilíndrica y el pie derecho muestra cuatro
dedos, mientras que en el izquierdo no es posible identificar este detalle
debido al desprendimiento de pequeños fragmentos de piedra en este
sector (Foto 13, Dibujo 4).
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La riqueza arqueológica del sitio San Miguel Ixtapan, Tejupilco
Fotografías de la autora
Dibujos de Alejandro Jiménez
Bibliografía
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Arqueología de la región de Chapa de
Mota, Estado de México
José Ignacio Sánchez Alaniz
La territorialidad
enunciado establece la liga entre territorio e identi- por presentar bosques mixtos de encino–pino, enci-
dad cultural, que resulta de singular importancia para no (quercus) y conjuntos de coníferas (Herrera et. al,
entender la visión del espacio asumida por los grupos 1997). Asimismo, en dichas elevaciones nacen una
mesoamericanos. serie de escurrimientos que hacia el oriente se inte-
Si bien la definición aportada por Barabas se aplica gran al sistema hidrológico del Tula–Moctezuma y
a grupos indígenas actuales, ésta puede funcionar para hacia el poniente al Lerma–Santiago, conformando
el análisis territorial de las sociedades prehispánicas. así un parteaguas.
Entre una y otra sociedad se encuentran particularida- Como resultado de los recorridos de superficie reali-
des y matices configuradas a través de la historia, pero zados en el territorio objeto de estudio, a nivel geomor-
tampoco debemos soslayar que en los grupos indíge- fológico determinamos tres enclaves principales:
nas contemporáneos pervive una matriz mesoamérica. La Sierra. Conformada por las estribaciones de la
Otra definición acorde con nuestros propósitos de Sierra de Monte Bajo, con macizos que presentan al-
investigación, es la de Hoffmann y Salmerón (op. cit.) turas alrededor de los 3000 msnm, tal es el caso de los
quienes apuntan lo siguiente: cerros Las Ánimas, Chapa el Viejo e Iglesias Viejas en
el municipio de Chapa de Mota.
En general, geógrafos y antropólogos coinciden en concebir al espacio como un
ámbito de negociación cotidiana entre los actores, como un elemento que se re- Barrancas y lomas
define y se conceptualiza de diferentes formas, en estrecha vinculación con las
relaciones sociales, los flujos económicos y las características físicas del territorio, Se ubican entre los 2200 y 2400 msnm y corresponden
pero también con las representaciones culturales de cada pueblo (p: 22)1. a una serie de barrancas y lomas formadas a partir de
los escurrimientos que bajan de la mencionada sierra.
La Provincia de Chiapan Su rumbo general es hacia el oriente y desaguan en la
presa Taxhimay, Estado de México; pasando su embal-
La información proporcionada por las fuentes his- se, ya en terrenos del municipio de Tepeji del Río, Hi-
tóricas sugiere que durante la época prehispánica dalgo, la pendiente natural del terreno se torna más
Chiapan formaba parte de la provincia de Xilotepec, baja y tenue, aunque siguen persistiendo las lomas.
ocupando la parte meridional de un amplio territo- Valles intermontanos. Son terrenos con una to-
rio que comprendía el noroeste del actual Estado de pografía más o menos llana, se sitúan entre macizos
México, el sureste de Hidalgo y el sur de Querétaro. montañosos y suelen presentar algunas elevaciones
Una vasta porción de esa área incluía a la Sierra aisladas como los cerros de Canalejas y San Agustín
de Las Cruces, denominada Cuauhtlalpan2 o tierra en el área de Jilotepec. Su altura oscila entre los 2400
boscosa por los mexica (Durán, 1995), caracterizada y 2600 msnm.
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Arqueología de la región de Chapa de Mota, Estado de México
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fragmentos cerámicos de influencia olmeca (blancos chada principal presenta empotrada la escultura de
con motivos incisos), es decir, el lugar presenta dos una deidad femenina azteca. Los materiales recupera-
ocupaciones: una azteca y otra del preclásico. dos exhiben excelentes condiciones de conservación
La llamada Loma de Xequendó se ubica entre la y corresponden a los tipos diagnósticos Azteca III y
Hacienda Xajay y el poblado de Nopala, Hidalgo. Se Rojo Texcoco. En lítica hay obsidiana gris.
trata de una barranca rodeada por los ríos Tepeji y el Al este del poblado de Quelites, en el valle don-
Oro hacia el poniente y oriente, respectivamente, mis- de se levanta la loma del mismo nombre, registramos
mos que terreno abajo confluyen al Río Tula. El sitio un montículo –de aprox. 3 mts. de altura– y una pla-
arqueológico dista a solamente 800 mts. del extremo taforma. Hacia el sur de ese grupo se emplaza una
noreste de la topoforma. Sobre una elevación natural gran terraza con abundantes materiales cerámicos y
fue acondicionada una estructura de 30 x 8 mts. de base líticos en superficie. Entre los primeros destacan tipos
y 2 de altura. Aunque los materiales culturales están su- diagnósticos aztecas, así como otros del postclásico
mamente erosionados, fue posible identificar algunos temprano y del clásico. Ello sugiere que el sitio debió
tipos cerámicos diagnósticos de la época mexica. haber tenido una importancia nodal a escala regio-
El valle de este sector recorrido presenta dos sitios nal; con indicios de ocupación tanto en la parte llana
que destacan por su magnitud: San Mateo Buenavista como en la loma. Además, es el asentamiento con ma-
y el poblado de Quelites. En el primero, la iglesia y yor profusión ocupacional determinada hasta ahora
el panteón del pueblo se erigieron sobre una plata- en el territorio de Xilotepec–Chiapan, pues los datos
forma prehispánica de aproximadamente 4 mts. de corresponden claramente al preclásico, al parecer al
altura, cuya cara meridional –conservada parcialmen- clásico, y al postclásico temprano y tardío.
te– expone el sistema constructivo, consistente en ro- Otro sector recorrido fue la zona de barrancas en
cas calizas, careadas y amorfas, cementadas con tierra. los municipios de Chapa de Mota y Villa del Carbón.
En la construcción del edificio católico se reutilizaron En este caso la cubierta vegetal la conforman bosques
sillares de construcciones prehispánicas, además la fa- de encinos–pinos, encinos o relictos de ellos. Los
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Arqueología de la región de Chapa de Mota, Estado de México
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nicipio de Chapa de Mota. Ambos se encuentran en
la cúspide de la serranía, presentan empedrados de
acceso y varios conjuntos arquitectónicos formando
plazas. Además, uno de sus rasgos distintivos es la
adecuación a la topografía a través de grandes plata-
formas de nivelación, que en algunos tramos suelen
ser mayores de cuatro metros de altura. El núcleo de
las estructuras estaba formado por rocas ígneas ama-
rradas con lodo y como recubrimiento presentaban
lajas calzadas una sobre otra.
A pesar de la gruesa cubierta vegetal, producida
por la caída y descomposición de las hojas de los árbo- Detalle del sistema constructivo de la estructura principal del sitio Iglesias
les, en todos esos sitios fue posible recuperar algunos
materiales culturales, por lo que podemos establecer se ubica el abrigo que lleva el mismo nombre del to-
una cronología relativa situada en el postclásico tardío. rrente. La cavidad muestra varios paneles con pintu-
La cerámica consiste en vasijas Tláloc, Rojo Texcoco, ras rupestres en color blanco, con escenas que repre-
naranja monocroma y Azteca III, principalmente. Des- sentan cuadrúpedos agrupados o aislados, así como
afortunadamente el vandalismo y la idea generalizada elementos solares y lunares. A la par, sobre una roca
entre la población local de que en esos lugares existen emplazada fuera de la línea de goteo hay otra escena
tesoros ocultos o bien campanas de oro, como en Cha- con motivos antropomorfos esquematizados y yuxta-
pa el Viejo, están afectando ese patrimonio cultural. puestos pintados en colores rojo y blanco (Sánchez
Alaniz, 1997).
Abrigos y frentes rocosos En el poblado de San Buenaventura, Tepeji del
Río, se encuentra el abrigo La Cantera, ocupando
La conformación geológica del territorio de Xilote- la ladera media del cerro que en su cima alberga al
pec–Chiapan ha delineado una serie de barrancas sitio arqueológico del mismo nombre. En su interior
cuya matriz se caracteriza por su composición sedi- se localizó parte de un piso de estuco con varias pun-
mentaria. Los procesos erosivos han cavado en ellas tas de proyectil en superficie. Dada la proximidad
abrigos y frentes rocosos, algunos de los cuales pre- del abrigo con el asentamiento prehispánico y por el
sentan manifestaciones gráfico–rupestres. contexto de los elementos hallados en superficie, es
De tal manera, en el municipio de Chapa de Mota probable que en su interior se llevaran a cabo cere-
destacan las “cuevas” de Matlavac y El Zorrillo. La monias rituales específicas.
primera se sitúa en la ladera baja de la barranca que
aloja en su parte superior al sitio 014 o El Mogotito, Consideraciones preliminares
cuya ocupación principal corresponde al Epiclásico.
Particularmente el frente rocoso exhibe complejos La provincia de Xilotepec–Chiapan es referida
diseños tallados en la roca, consistentes en elemen- en las fuentes históricas como un territorio serrano
tos antropomorfos y zoomorfos de clara filiación y uno de los principales enclaves otomíes del centro
mesoamericana. La cueva del Zorrillo se emplaza en de México. Dicho territorio era de suma importancia
la misma área y en ella se registró un piso de estuco para los mexica dada su estratégica ubicación den-
con diseños geométricos grabados sobre él. tro de la frontera septentrional de la Triple Alianza.
En terrenos del poblado de Zacapexco, munici- Asimismo, los recursos naturales del bosque (made-
pio de Villa del Carbón, sobre la margen sur del Río ras, carbón vegetal, breas, hongos, yerbas, animales
San Jerónimo, en la ladera media de una barranca mayores y menores, etcétera) y la misma población
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Arqueología de la región de Chapa de Mota, Estado de México
San Mateo Buenavista. En un primer plano se puede observar como la iglesia y el panteón se erigieron sobre una plataforma prehispánica. Al fondo se aprecia la loma La Cantera.
humana fueron, sin duda, fuertes elementos de mas, estar en lugares próximos al agua (ríos y arro-
atracción para esa entidad política–económica. yos), presentar sistemas de terraceado, así como
La información arqueológica ha venido a corrobo- aprovechar la topografía para adaptar o erigir cons-
rar la importancia territorial de Xilotepec-Chiapan. trucciones. Otra característica, es que al parecer hay
De tal manera, en los tres niveles fisiográficos descri- un patrón en la distribución de los asentamientos,
tos (Sierra, barrancas-lomas y valles intermontanos) se pues suelen localizarse en líneas equidistantes que
han determinado evidencias de ocupación prehispáni- van de un 1 a 1.5 Km. Este modelo disperso, pero
ca, lo que nos orilla ha plantear una relación dinámica a la vez equidistante, persiste claramente en la ac-
y compleja de los habitantes del área con el medio am- tualidad como se puede corroborar en algunas co-
biente en una secuencia temporal prolongada. munidades distribuidas en la parte superior de las
Los sitios emplazados en la parte superior de las barrancas (por ejemplo El arenal, La Cañada, Los
barrancas y lomas comparten ciertas características Oratorios, etcétera).
como son: el seguir el eje principal de las topofor- Algunos de los sitios arqueológicos de mayor
complejidad estaban asociados a abrigos o frentes
rocosos, como son: El Mogotito–Matlavac–abrigo del
Zorrillo, Loma y La Cantera-Cueva. Una explicación
al respecto la encontramos en la cosmovisión pre-
hispánica, donde el binomio cerro–cueva nos remite
al Altepetl.
En los sitios diseminados en barrancas y lomas fue
donde detectamos un mayor rango cronológico, con
datos del preclásico (La Capilla), clásico (Pueblo de
Quelites), epiclásico (Las Moras, El Mogotito y La
Palma), postclásico temprano (La Cantera y pueblo
de Quelites) y postclásico tardío. Como se puede ob-
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servar en la cartografía que plasma la información Algunos de los abrigos y frentes rocosos registra-
de los sitios localizados, del área de Tepeji del Río dos presentan significativos contextos arqueológicos.
hacia Chapa de Mota hay una suerte de corredor o Así, en Matlavac hay grabados en la roca con claros
ruta, con asentamientos que muestran una fuerte motivos mesoamericanos. El abrigo del Río San Jeró-
presencia mexica, aunque también hay evidencias nimo revela una secuencia zoomorfa, astronómica y
de ocupaciones más tempranas, como hemos refe- antropomorfa de sumo interés. La cueva La Cantera
rido antes. Esta vía permitía conectar la parte SW es la de mayores dimensiones registrada hasta ahora;
del Valle del Mezquital con el sector norte del Valle en ella observamos la presencia de importantes ele-
de Toluca a través del paso natural o “puerta” de la mentos culturales (piso de estuco y varias puntas de
Sierra de Las Cruces, situado alrededor del actual proyectil) y dada su interacción con el sitio La Can-
poblado de Chapa de Mota. tera, es probable que su uso fuera ritual.
Los sitios de la Sierra se caracterizan por estar A pesar de que a nivel social se han producido
emplazados en cerros cuyas alturas oscilan entre los fenómenos añejos de desindianización en la re-
2,770 msnm y los 3,100 msnm. En general se aprove- gión, aún pervive en la memoria colectiva una visión
charon las elevaciones naturales y los afloramientos mesoamericana del territorio. Así, Chapa El Viejo
para la erección de estructuras. En estos asentamien- constituye un buen ejemplo de elemento identitario,
tos destaca además su privilegiada ubicación geográ- designándose como el sitio prístino por excelencia,
fica, pues suelen presentar un excelente dominio vi- ahí “era donde moraban los primeros habitantes,
sual del horizonte. Hasta la fecha entre la población nuestros abuelos”. En la actualidad esa montaña si-
esos lugares constituyen referentes territoriales y se gue siendo un espacio sagrado como lo demuestran
consideran espacios sagrados. las procesiones que año con año se llevan ahí el 8
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Arqueología de la región de Chapa de Mota, Estado de México
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la década de los 60 del siglo pasado y estuvieron influenciados por los modelos desarrollados México, 1997, pp. 99-122.
por la geografía humana (análisis locacionales) y particularmente por la escuela norteame- Willey, Gordon. Prehistoric settlement patterns in the Virú Valley, Perú, Smithsonian Institu-
ricana de arqueología, a través de los llamados estudios de patrón de asentamiento, que tion, Bureau of American Ethnology, bull 155, Washigton, D. C.,1953.
tuvieron en Gordon Willey (1953; 1956) su principal exponente, así como por la arqueología .�������������������
“Introduction”, en Prehistoric settlement patterns in the new world, Viking
espacial desarrollada por D. L. Clarke (1977). Posteriormente, aunque con menor intensidad, Fund Publications in anthropology, núm. 23, New York, 1956, pp. 1-2.
las denominadas escuelas procesuales y postprocesuales han abordado esa temática.
2
De acuerdo con Carrasco (1996) la Cuauhtlalpan era la zona montañosa localizada entre la
Cuenca de México y el Valle de Toluca. Al parecer comprendía desde Xilotepec hasta Ocuillan y
sus habitantes eran llamados cuauhtlapanecas o serranos.
Bibliografía
27
La cultura Huamango del valle
de Acambay y su presencia
en tierras de occidente
Alicia Bonfil Olivera
Los estudios llevados a cabo por Román Piña Chan en el sitio arqueoló-
gico de Huamango1 constituyen la primera mención de un complejo cul-
tural anteriormente desconocido para la arqueología de Mesoamérica.2
La propuesta de Piña Chan respecto a la identidad étnica del grupo que
edificó y habitó el complejo arquitectónico de Huamango es que se trata
del mismo grupo que actualmente habita esta región: los otomíes.
La discusión de este argumento es tema de otro trabajo, lo único
que en este sentido se puede asegurar es que la filiación lingüística de
quienes habitaron la región es otomangue, sin embargo, en el presente
artículo pretendo discutir información derivada de investigaciones más
recientes con el fin de contribuir a afinar la definición que actualmente
se tiene sobre la cultura material vinculada con los pobladores prehispá-
nicos de la región noroeste del Estado de México.
Los dos únicos sitios arqueológicos que han sido catalogados formalmen-
te como pertenecientes a lo que podríamos llamar “cultura Huamango”
son Huamango, registrado y excavado por Román Piña Chan en 1976-77,
y Los Toritos, de registro más reciente, en 1999, dentro del proyecto de
salvamento arqueológico Gasoducto Palmillas-Toluca, coordinado por
quien suscribe el presente trabajo.
Ambos comparten la misma región fisiográfica: la de las sierras y lla-
nos de Querétaro, dada su situación en el extremo noroeste del Estado
de México, en colindancia con Querétaro e Hidalgo. Esta área está aso-
ciada con las corrientes hidrológicas de la región del Alto Pánuco que
bajan hasta allí desde la Sierra de Amealco.
El primero de los sitios fue construido sobre un cerro conocido como Mesa de San Miguel, en el límite norte
del valle de Acambay, mientras que el segundo ocupa una meseta baja conocida por los lugareños como “Cerro
del Comal”3 perteneciente al municipio de Aculco, a unos cuantos kilómetros al sur de la frontera entre el Esta-
do de México y Querétaro y que actualmente es propiedad del rancho ganadero San José.
Toda esta región se caracteriza por sus valles de sustrato favorable para el trabajo agrícola y con manantiales
cercanos, ambos factores trascendentales para el desarrollo histórico de las sociedades prehispánicas y actuales
que la han habitado cuando menos desde el periodo Clásico.
Tanto Los Toritos como Huamango son sitios que cuentan con una estratigrafía cultural resultado de una
sola ocupación y en donde las evidencias arqueológicas no se asocian contextualmente con las de otras cultu-
ras. El estilo arquitectónico en general es uno mismo, al igual que la cerámica y la tecnología lítica, lo cual lleva
a pensar que la gente que habitó ambas localidades pertenecía a un mismo grupo cultural.
Sin embargo, desde el punto de vista arquitectónico, y de acuerdo a las condiciones defensivas de su empla-
zamiento, tal parece que el asentamiento de Huamango corresponde a un centro de mayor jerarquía que Los
Toritos: la elevación sobre la que aquél fue construido es ciertamente mucho más alta que la loma en donde
se halla Los Toritos (2 850 y 2 370 msnm, respectivamente); los edificios de Huamango son, por mucho, más
grandes y de mayor altura que los de Los Toritos, cuenta con plazas, patios y grandes basamentos piramidales
los cuales evidencian el carácter esencialmente religioso y administrativo del sitio, y finalmente, como ya se
mencionó, su ubicación y la manera en que fue acondicionada la parte alta de la Mesa de San Miguel para pro-
porcionar a Huamango una disposición particularmente estratégica y defensiva dan a éste las características de
un centro con atribuciones políticas y administrativas claramente significativas (Figura 1).
Por el contrario, Los Toritos se manifiesta como un asentamiento de naturaleza habitacional que posi-
blemente contaba con algunos templos y palacios además de casas habitación y que, no obstante su gran
extensión, debió de haber gozado de mucho menos prestigio, atribuciones de poder y supremacía que
Huamango, por lo que resulta más fácil pensar que el primero fuera un asentamiento políticamente depen-
diente del segundo (Figura 2).
30
La cultura Huamango del valle de Acambay y su presencia en tierras de occidente
31
que han llevado a cabo prospecciones muestran que su presencia se
despliega no sólo a lo largo y ancho de dicho valle, sino que –aunque …sabemos que también en las
en densidades no muy representativas– los tipos diagnósticos de este
complejo también están presentes, aunque en menor medida, en otras inmediaciones de Tula even-
regiones vecinas, tales como el valle de Ixtlahuaca, en donde Limón
y Nieto advirtieron la presencia de tipos diagnósticos pertenecientes tualmente se ha registrado la
a esta tradición.9 Asimismo, el proyecto de salvamento arqueológico
Gasoducto Palmillas-Toluca arrojó entre sus resultados –si bien en fre- presencia de cerámica Huaman-
cuencias no muy significativas– la presencia de tipos representativos
de este complejo aún más al sur, en el valle de Toluca, así como en la go formando parte de contextos
franja correspondiente a la frontera que forman el valle de Acambay y
la zona de los Llanos, al sur del estado de Querétaro.10 Por otra parte, cronológicamente posteriores al
sabemos que también en las inmediaciones de Tula eventualmente se
ha registrado la presencia de cerámica Huamango formando parte de apogeo de esta ciudad
contextos cronológicamente posteriores al apogeo de esta ciudad.11
No obstante todo lo dicho, espacialmente hablando, la manifestación
más o menos regular de este complejo se circunscribe a un área hasta
cierto grado restringida que no rebasa los límites del extremo norte del
Altiplano Central y su frontera con occidente. Tal parece que el área de
ocupación nuclear12 del grupo productor de esta cerámica (que como ya se
dijo, hasta ahora es reconocido casi exclusivamente a través, precisamente,
de su cerámica) fue bastante limitada, confinada a la periferia del valle de
Acambay, llegando hasta Atlacomulco y Temascalcingo, y hacia el norte
alcanzando la frontera sur de Hidalgo y parte de los Llanos del sur de Que-
rétaro (Figura 6); parecería también que sus contadas manifestaciones cul-
32
La cultura Huamango del valle de Acambay y su presencia en tierras de occidente
33
Figura 7. Cerámica Cumbres, descrita por Hernández (2006)
sitio Huamango en el valle de Acambay, México”.15 Esta cerámica forma Segura y León habían llamado
parte, de acuerdo con la definición de Hernández, del complejo denomi-
nado Cumbres, cronológicamente ubicado en el Posclásico Temprano de la atención sobre la carencia de
la región norte del valle de Ucareo. Este complejo es parcialmente con-
temporáneo a la fase Terminal Perales (que va de 900 a 1200 dC) pero, a yacimientos de obsidiana en la
decir de la autora, es un complejo identificado como exclusivo de dos si-
tios en el norte de dicho valle.16 Cabe mencionar que tanto la descripción región más próxima a Huaman-
como las ilustraciones que publicó de las vasijas –de cuya presencia parte
para definir dicho complejo– corresponden de manera general a las del go, lo cual, dicen, “nos llevaría
complejo Huamango, anteriormente referida (Figura 7).
Por lo que he logrado inferir a partir de la información de que dis- a pensar en la existencia de
pongo, creo que los materiales en cuya presencia se basa Hernández
para definir al complejo Cumbres sin lugar a dudas presentan carac- relaciones de este pueblo con
terísticas que corresponden indiscutiblemente con las de la tradición
Huamango, si no es que definitivamente pertenecen al propio comple- otros, sobre todo en el aspecto
jo Huamango del valle de Acambay. Para corroborar esto habría que
comparar las pastas, acabados, diseños y otros detalles relacionados con comercial, que les permitiría
la hechura de los ejemplares provenientes de ambas regiones.
La autora no refiere la cantidad, frecuencia ni contexto en que di- obtener la obsidiana para que
chos materiales fueron encontrados en los dos sitios que manifestaron
la presencia del complejo Cumbres, sin embargo, a falta de información los especialistas la trabajaran en
derivada de excavaciones y basándonos en sus descripciones y en las ilus-
traciones que presenta, no cabe duda de que el material que ella registró Huamango”
en Ucareo pertenece en realidad al complejo Huamango.
34
La cultura Huamango del valle de Acambay y su presencia en tierras de occidente
La ubicación de los dos sitios referidos por Hernández evidentemente debe tener un significado especial, dado
que ambos tienen proximidad con los yacimientos de obsidiana de Ucareo y no sería raro que la explotación
de éstos tuviera mucho que ver con la presencia foránea manifiesta en dichos sitios.
En este sentido, como parte de los comentarios de un artículo publicado en 2006, Hernández apunta fi-
nalmente a suponer que “al final del Clásico aparecieron dos asentamientos intrusivos al valle de Ucareo”,17
refiriéndose a los ya mencionados sitios con presencia de materiales Huamango.
Desde nuestra perspectiva, la importancia de esta presencia foránea en tierras michoacanas debe ser estu-
diada desde el punto de vista de la función específica que estos asentamientos debieron de haber tenido en ese
lugar. Ya previamente Segura y León habían llamado la atención sobre la carencia de yacimientos de obsidiana
en la región más próxima a Huamango, lo cual, dicen, “nos llevaría a pensar en la existencia de relaciones de
este pueblo con otros, sobre todo en el aspecto comercial, que les permitiría obtener la obsidiana para que los
especialistas la trabajaran en Huamango…”.18
Esta hipótesis resulta muy coherente, sobre todo si tomamos en cuenta la presencia, ahora ya arqueológica-
mente corroborada, de los sitios con cerámica de tradición Huamango presentes en las cercanías de los yacimien-
tos de obsidiana de Ucareo. Habría que conocer entonces la importancia que tenía la obsidiana gris, característi-
ca de los yacimientos de la región de Zinapécuaro-Ucareo, en la industria lítica de la región de Huamango.
Figura 8. Ubicación de los sitios arqueológicos principales y de los yacimientos de obsidiana más próximos a la región de estudio
35
Entre los resultados del análisis de la lítica del proyecto Investigacio-
nes sobre Huamango y Región Vecina se hace mención, entre otros ar-
tefactos trabajados sobre diferentes materiales, de puntas de proyectil
talladas en “obsidiana grisácea” (sic), así como de navajas trabajadas en
obsidiana gris y verdosa. Por lo demás, desafortunadamente los autores
en general pasaron por alto la descripción cromática de los artefactos
de obsidiana analizados.19
Sin embargo, a partir del análisis de la lítica obtenida en el sitio Los
Toritos20 –tanto en los recorridos de superficie como en las diferentes
unidades de excavación llevadas a cabo–, es posible obtener una visión
general pero significativa de la relación proporcional de artefactos manu-
facturados en obsidiana verde frente a los fabricados en obsidiana gris.
A este respecto, los resultados del análisis de la obsidiana recolecta-
da en superficie muestran que 100 por ciento de la muestra es de color
gris, mientras que del total de la obsidiana recuperada en excavación
sólo 3.4 % de la muestra está trabajada en obsidiana verde y la mayor
parte, es decir, 96.6 por ciento, es de obsidiana gris.
Para esto partimos del principio general de que, habiendo en el sitio …la gente de Acambay tenía que
dos obsidianas de diferente color: gris y verde, y considerando que los
tres yacimientos de esta materia prima más cercanos al valle de Acambay depender de ciertas dinámicas
son el de Otumba en el Estado de México, el de la Sierra de las Navajas
en Hidalgo y el de Zinapécuaro-Ucareo en Michoacán, entonces la obsi- de intercambio o del acceso a
diana que los habitantes de Huamango utilizaron debe de haber prove-
nido de alguno de estos tres puntos21 (Figura 8). determinados recursos basándo-
Comentarios y consideraciones se en alguna clase de alianzas
Pensando que los sitios arqueológicos Huamango de la región noroeste con otras sociedades
del Estado de México pueden clasificarse cuando menos en dos clases,
entonces la región habitada por este grupo sería una región política-
mente autónoma, cuyo control social se ejercería a partir de los centros
cívico-políticos-ceremoniales principales, como Huamango, hacia los
asentamientos menores, dependientes de ellos, como Los Toritos.
Sin embargo, en el ámbito económico (antiguamente, así como en
la actualidad) difícilmente se puede mantener la autosuficiencia, así
que, como cualquier sociedad, la gente de Acambay tenía que depen-
der de ciertas dinámicas de intercambio o del acceso a determinados
recursos basándose en alguna clase de alianzas con otras sociedades,
dado que en un área tan restringida espacialmente no es factible con-
tar con la variedad de insumos suficiente para satisfacer las necesidades
de toda la población. Dicho de otro modo, la gente de Huamango tuvo
que depender económicamente de algunos de los recursos propios de
otras regiones, y este es el caso de la obsidiana.
36
La cultura Huamango del valle de Acambay y su presencia en tierras de occidente
Lo que queda claro después del análisis aquí expuesto es que esta
relación parece haberse dado más bien con los grupos vecinos de oc-
cidente que con la región del centro de México o con el propio Esta-
do tolteca, igualmente próximo al valle de Acambay pero en dirección
opuesta: Las características macroscópicas de la mayoría de la obsidiana
utilizada por la gente de dicho valle corresponden a las de la obsidiana
originaria de los yacimientos de Zinapécuaro-Ucareo; esto, aunado a
las evidencias materiales de posibles asentamientos “intrusivos” en el
valle de Ucareo,22 es prueba de ello.
Lo cual quiere decir que la región cultural integrada por el valle de
Acambay, el de Temascalcingo y los llanos del sur de Querétaro se man-
tuvo –habrá que conocer de qué manera y bajo qué estrategias– al mar-
gen de la dinámica del dominio político y económico del Estado tolteca,
y que dicha región sirvió de algún modo como una especie de frontera
política y cultural ante la amenaza de una posible expansión del domi-
nio tolteca hacia tierras de occidente.
Previamente a las referencias citadas en el presente trabajo no exis-
tía, de manera concreta, registro de alguna relación interregional para
el Posclásico entre los pobladores del valle de Acambay y los de Mi-
choacán. A este respecto, llama la atención la total ausencia de cerá-
mica diagnóstica foránea en los contextos de los sitios Huamango a los
que aquí nos hemos referido.
Por otro lado, aunque en los trabajos aquí mencionados se repor-
ta la presencia de materiales diagnósticos del complejo Huamango en
lugares más allá de la región que tentativamente he delimitado como
“nuclear” de dicha cultura (Figura 6), ésta generalmente no constituye
una muestra significativa que implique la existencia de asentamientos
Huamango en tierras distantes, sino más bien se trata de materiales ais-
lados que los arqueólogos han reportado en superficie, sin asociación
Lo más factible es atribuir estas aparente con elementos constructivos.
Tomando en cuenta que físicamente existen corredores naturales
manifestaciones culturales tan que comunican a la región geográfica del valle de Acambay con la del
valle de Zinapécuaro-Ucareo,23 y mientras no se lleve a cabo un análisis
localizadas en la región de más detallado de las características macroscópicas de la cerámica prove-
niente de ambas regiones (decoración, color, diseños, pastas, etc.), así
Ucareo a la presencia perma- como un estudio de los componentes de sus arcillas, no podemos tener
la certeza absoluta de cuál es el fenómeno al que responde la presencia
nente de grupos especializados de esta cerámica en Ucareo, referida por Hernández. De momento, este
hecho podría ser interpretado de dos maneras:
de trabajadores provenientes del Lo más factible es atribuir estas manifestaciones culturales tan locali-
zadas en la región de Ucareo a la presencia permanente de grupos es-
valle de Acambay que explotaban pecializados de trabajadores provenientes del valle de Acambay que ex-
plotaban las minas de obsidiana, los cuales de alguna manera tenían el
las minas de obsidiana consentimiento de quienes controlaban estos yacimientos para asentarse
37
en el lugar, acceder a ellos y obtener así la materia prima necesaria para sus
instrumentos. La autorización para el usufructo de esta reserva, claro está,
no debió de haber sido gratuita; queda ahora por averiguar qué era lo que
los lugareños que controlaban las minas obtenían a cambio de esta venia.
Otra explicación para esta manifestación cultural foránea en Ucareo
es el contacto comercial, suponiendo que a cambio de la obsidiana que …el hecho de que un tipo ce-
los michoacanos hicieran llegar hasta Huamango ellos estuvieran reci-
biendo otros bienes –tales como vasijas de barro– por medio de inter- rámico haya sido registrado en
cambio a distancia. Siendo este el caso, lo que no quedaría muy claro
es el motivo por el cual la cerámica Huamango no ha sido reportada en dos sitios no constituye presen-
otros sitios cercanos a los yacimientos de Ucareo, los cuales inclusive han
sido excavados por proyectos como el de Dan Healan en Zinapécuaro.24 cia suficiente para definir un
En cuanto a la inclusión del tipo Huamango rojo y anaranjado sobre
crema en el complejo Cumbres de Michoacán, pienso que, en princi- complejo local perteneciente al
pio, el hecho de que un tipo cerámico haya sido registrado en dos sitios
no constituye presencia suficiente para definir un complejo local per- universo cerámico del Posclási-
teneciente al universo cerámico del Posclásico del este de Michoacán,
máxime cuando se cuenta previamente con la información y descrip- co del este de Michoacán
ciones del complejo Huamango, cuya presencia ha sido registrada con
anterioridad como una expresión cultural particular y propia de toda
una región, que es precisamente la frontera entre el centro de México,
Querétaro y Michoacán, área sujeta a constantes cambios y presencias
culturales diversas en los diferentes periodos de su desarrollo histórico.
Finalmente, debo admitir que la información y los razonamientos
aquí planteados dejan abiertas más interrogaciones que las propuestas
o aclaraciones que puedan rescatarse de este trabajo. No obstante, el di-
fundir los resultados y pormenores de la investigación arqueológica que
–espero– se seguirá haciendo en esta región es una labor importantísima
para terminar de conocer y así ser capaces de comprender y explicar el
devenir histórico de los grupos otomangues que habitaron una región
tan dinámica y culturalmente singular como la que aquí hemos denomi-
nado Área de Ocupación Nuclear Huamango.
Notas
1
Emplazado en la parte alta de la Mesa de San Miguel, en Acambay, Estado de México.
2
Piña Chan, Román (Coord), 1981.
3
No se le dio este nombre al sitio para evitar confusiones, ya que más al norte existe otra elevación cuyo nombre, en la cartografía,
es precisamente “Cerro del Comal”.
4
Segura y León, 1981.
5
Ver: Guevara y Granados, 2001:4.
6
900–1200 d C.
38
La cultura Huamango del valle de Acambay y su presencia en tierras de occidente
7
Como se plantea al principio de este trabajo, prefiero llamarlos aquí “grupos Huamango” o “cultura Huamango”, aunque Piña Chán infiere que se trata de los mismos otomíes que actualmente
ocupan la región de Acambay y sus alrededores (Ver Piña Chan [coord.], 1981).
8
Segura y León, 1981: 114 y 115.
9
Limón y Nieto:1998:161.
10
Bonfil, 1991.
11
Moguel (1999:206) menciona su presencia en capas superficiales del sitio azteca “La Colorada PCT-B7/Unidad 05”.
12
Me refiero aquí con área de ocupación o región nuclear Huamango al perímetro dentro del cual se han registrado sitios arqueológicos con elementos culturales propios y diagnósticos, que ponen
de manifiesto el hecho de haber sido ocupados por este grupo.
13
Limón, op. cit:89.
14
Hernández, Christine, 1999, 2001, 2006.
15
Hernández, 2006: 330.
16
Hernández, op.cit: 28.
17
Hernández, op.cit: 332.
18
Segura y León, op.cit: 83-84.
19
Ibidem.
20
Trabajado por el proyecto de salvamento arqueológico Gasoducto Palmillas-Toluca en 1999.
21
Cabe mencionar que Pastrana (1991:17-29) menciona la existencia de obsidiana, también gris y negra, en los yacimientos conocidos como el Paraíso y Fuentezuelas en Querétaro (relativamente
cerca de Acambay), sin embargo, observa que en estos yacimientos la materia prima se encuentra a manera de “fragmentos de mesetas erosionadas y aisladas y cantos de obsidiana ampliamente
distribuidos”, y sugiere que la calidad de la materia prima así como la manera en la que se presenta dentro de los yacimientos no la caracterizan como idónea para ser explotada. Por su parte, Cobean
(2002:72), haciendo referencia a Pastrana, piensa que habría que contemplar la posibilidad de la existencia de nódulos útiles para la fabricación incluso de navajas prismáticas en esta área.
22
Hernández, Ibidem.
23
El tránsito entre ambas regiones puede darse por el sur de Temascalcingo, utilizando la misma ruta que sigue la actual carretera Atlacomulco-Maravatío, o por el norte, pasando por el valle de
Amealco e ingresando a Michoacán por Coroneo, aunque esta segunda ruta resultaría más complicada debido a la cantidad de corrientes de agua que habría que sortear.
24
Proyecto Zinapécuaro, Tulane University.
Bibliografía
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39
Reconocimiento superficial y mapeo
en Calixtlahuaca en 2006
Michael E. Smith, Julia Novie, Angela Huster
y Peter C. Kroefges
ANTECEDENTES
El valle de Toluca
42
Reconocimiento superficial y mapeo en Calixtlahuaca en 2006
cial (Codex Mendoza, 1992,f.32v-33r). Grupos de inmi- mide circular, es el templo de mayor tamaño (Figura
grantes de la cuenca de México fueron enviados a re- 3); la muy conocida escultura Ehécatl fue recuperada
poblar áreas del valle de Toluca hacia donde habían de una ofrenda en esta estructura. El segundo tem-
huido los residentes o donde se encontró resistencia plo de mayor tamaño, Estructura 4, es una pirámide
(Barlow, 1950; Béligand, 1993). Varios autores han pro- cuadrada de escalera única que forma parte de un
puesto identificaciones arqueológicas de los pueblos grupo de estructuras alrededor de una plaza formal,
inmigrantes mexica en los enterramientos posclásicos el Grupo B (Figura 4). En la llanura, García Payón
del área (Carbajal Correa y González Miranda, 2003; realizó una excavación completa de la Estructura
McVicker et al., n.d.; Zúñiga Bárcenas, 2001). 17, un gran complejo de habitaciones y plataformas
Una consecuencia de la conquista del valle de de 4 700 m dispuesto alrededor de un patio central
Toluca por parte de Axayácatl fue la pérdida de po- de acceso limitado. Aunque a éste le dio el nombre
der de la ciudad de Matlatzinco (i.e., Calixtlahuaca). de calmecac (escuela), en realidad se ajusta al plan
Calixtlahuaca figura inscripto como pueblo de la estándar del palacio azteca (Smith, 2008) y proba-
provincia tributaria azteca de Tollocan y varios docu- blemente fue el palacio real. García Payón realizó el
mentos sugieren que Axayácatl instaló allí el cobro mapeo pero no excavó la Estructura 16, compuesta de
de tributos (Barlow, 1950; Codex Mendoza, 1992:33r). una gran plataforma baja de 6 800 m2 en el noreste
del palacio, también descubrió una serie sepulturas
El trabajo de José García Payón y ofrendas ricas en su contenido; la mayor parte del
material data del período Postclásico, y el resto, del
En la década de 1930 José García Payón excavó en Clásico (Smith et al., 2003). Las Estructuras 5 y 6 con-
Calixtlahuaca por varias temporadas. Atraído por la tenían numerosas y ricas ofrendas del Postclásico.
monumental arquitectura dispersa en el sitio, iden- García Payón publicó dos importantes artículos
tificó 17 estructuras, de las cuales limpió y restauró sobre su trabajo en Calixtlahuaca (García Payón,
ocho; las estructuras más grandes corresponden a los 1941a, b), además de un volumen a modo de intro-
números 3, 4, y 17. La Estructura 3, una gran pirá- ducción de un planificado informe multivolumen
Figura 3. Templo de Ehécatl, durante su excavación realizada por el arqueólogo José García Payón (Secretaría de Educación Pública 1933:118)
43
Figura 4. Zona de erosión del suelo
del sitio (García Payón, 1936). Luego de su muerte, 2002, sin embargo utilizamos el plano topográfico
los arqueólogos Wanda Tommasi y Leonardo Man- de INAH para los niveles de contorno. Todavía falta
rique compilaron las notas y materiales de García elaborar un área de este mapa para abarcar toda la
Payón y publicaron dos libros de un conjunto de tres extensión del sitio.
volúmenes (García Payón, 1979, 1981). Desafortu- 2. Realizar una recolección sistemática de superfi-
nadamente, el tercer volumen con ilustraciones que cie de todo el sitio.
fuera planificado (García Payón n.d.) fue editado Hicimos un reconocimiento de un área de 415 ha
pero nunca publicado. Estamos comprometidos en en la temporada de 2006, y para el 2007 abarcamos
una búsqueda continuada de este manuscrito y otras otras 88 ha.
notas y materiales de excavación (Smith, 2003b; 3. Estudiar los artefactos y reconstruir modelos es-
Smith et al., 2003). paciales de actividad.
Solo hemos empezado el análisis de los patrones
OBJETIVOS DE LA TEMPORADA DE 2006 espaciales de artefactos y elementos superficiales en
Calixtlahuaca, algunos de los resultados provisionales
Se inició el proyecto en 2006 con un reconocimien- se presentan abajo.
to superficial del Cerro Tenismo y la llanura adya- 4. Realizar estudios geoarqueológicos para la cons-
cente. Los objetivos para esta temporada eran los trucción y estratigrafía de las terrazas del sitio y los
siguientes: procesos geomorfológicos.
1. Dar validez y corregir el mapa existente de Los geoarqueólogos Charles Frederick y Aleksan-
Calixtlahuaca. der Borejsza hicieron un recorrido geoarqueológico
En vez de utilizar y adaptar los mapas existen- de Calixtlahuaca, con énfasis en dos temas: los patro-
tes de la zona, decidimos elaborar un mapa nuevo. nes, erosión y deposición, y las terrazas.
La razón para esta decisión era la disponibilidad 5. Estudiar las esculturas de piedra excavadas por
de las ortofotos digitales de la zona, editadas por el García Payón.
Instituto de Información e Investigación Geográfi- La historiadora de arte Emily Umberger empezó
ca, Estadística y Catastral del Estado de México en un estudio del corpus de esculturas de piedra de Ca-
44
Reconocimiento superficial y mapeo en Calixtlahuaca en 2006
MÉTODOS
45
piedra, las nivelaciones de superficies, los canales y
drenajes. Finalmente, añadimos a nuestro registro los
petrograbados en los peñascos del Cerro Tenismo y
las cuevas, que –aún sin evidencia de modificación
física– eran conocidas como lugares sagrados desde
tiempos antiguos.
En muchos casos la integridad de los elementos ya
estaba en un estado de disolución a causa de la ero-
sión general (Figura 4), del saqueo, de las actividades
agrícolas y de las obras de construcción. En tales situa-
ciones apenas logramos registrar si hubo una densa
concentración de artefactos líticos o de tiestos cerámi-
cos, sin acertar de qué tipo de elemento exactamente
se trataba. Se encontraron algunos vestigios arqueo-
lógicos (cerámica, lítica o elementos superficiales)
más allá del límite del área de recorrido. Definimos
la máxima distancia de 200 metros para decidir si un
área con más de 1-10 tiestos por metro cuadrado per-
tenece todavía al sitio de Calixtlahuaca.
Recolecciones de artefactos
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Reconocimiento superficial y mapeo en Calixtlahuaca en 2006
entre las recolecciones, la cual nos permitió asegu- pequeños–; en total las recolecciones sistemáticas re-
rarnos de la representatividad total del muestreo; sultaron en 28 698 tiestos, además hicimos 68 reco-
es decir, cada sección (una hectárea) del área había lecciones espontáneas en áreas fuera de los cuadros
sido representada al mismo grado. sistemáticos, las cuales resultaron en 2 626 tiestos ce-
Se dividió el área en cuadros de 100 m x 100 m, rámicos. El fin de este tipo de recolección fue prin-
siguiendo la división de la retícula de UTM (Figura 5). cipalmente aumentar nuestro muestrario con una
De cada cual se eligió un cuadro de 5 m x 5 m para amplitud de atributos diagnósticos, sus combinacio-
recolectar todos los artefactos arqueológicos portátiles nes y variantes. Entre tales recolecciones adicionales
(principalmente tiestos de cerámica y lítica; ver figuras se encuentran tiestos grandes de vasijas, fragmentos
6 y 7). Así, realizamos 426 recolecciones sistemáticas, diagnósticos de formas (borde, cuerpo, soporte, asas,
cuya área de 25 m² cada una se suman a unos 10 650 m², aplicaciones), tiestos diagnósticos por su acabado o
o sea 0.25% de la área total recorrida. Por su distri- su decoración (asperado exterior del comal, pinturas,
bución relativamente homogénea por toda el área, nos incisiones, etc.) y objetos raros como figurillas, pipas,
brindan un representativo conjunto de datos para el silbatos, tejos y malacates. Después de lavar los tiestos
terreno entero. Se estableció además que cada cuadro de cerámica, fueron clasificados por su tamaño, dise-
de recolección se ubicase en el cuarto sureste de cada ño o forma ya que sirven como buenos indicadores
hectárea (50 m x 50 m), para asegurar que tengamos tipológicos; posteriormente fueron separados de las
muestras de procedencias más o menos equidistantes bolsas, marcados con la clave de procedencia, para
(entre 50 y 100 m de distancia Este-Oeste y Norte-Sur). ser consultados en el muestrario tipológico del pro-
Dentro de cada cuarto sureste, nuestra selección de yecto. Estos materiales se guardan en la bodega de El
cuadros de 5 m x 5 m era guiada por consideraciones Colegio Mexiquense, en Zinacantepec.
oportunistas, es decir, buscábamos una superficie de
buenas condiciones en cuanto a la accesibilidad, visibi- LOS ARTEFACTOS
lidad y cantidad o calidad de artefactos.
En estas recolecciones sistemáticas se recogieron de La cerámica
la superficie todos los tiestos cerámicos de más de 1cm²
de tamaño, mientras que los pedazos menores se deja- Recuperamos un total de 33 993 tepalcates de barro
ron en su lugar por no servir en el análisis clasificato- en las recolecciones superficiales, de los cuales 28 698
rio. De la lítica se recolectaron todas las piezas visibles, eran de las recolecciones de la muestra sistemática.
principalmente obsidiana, a veces basalto u otras aún Clasificamos éstos con una tipología que desarrollamos
no identificadas piedras trabajadas. Esto nos permite de dos sistemas clasificatorios: la tipología de cerámi-
calcular la relación cuantitativa entre lítica y cerámica ca posclásica en Morelos de Smith (Smith 2007, 2009,
para cada unidad de recolección sistemática, y compa- n.d.); y la tipología establecida para las vasijas posclási-
rar estas relaciones entre diferentes partes del sitio. cas enteras de Calixtlahuaca y otros sitios en el valle de
En 118 cuadros de recolección sistemática no se Toluca (Smith, 2002; Smith et al., 2003).
encontraron tiestos para recolectar –por la ausencia La clasificación que utilizamos en Calixtlahuaca se
de cerámica, o porque los tiestos eran demasiado basa en una combinación de las dimensiones de la
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forma de vasija, el tipo de acabado y la pintura. Em-
pieza con seis categorías grandes basadas en la for-
ma de las vasijas: cajetes (incluso de los molcajetes),
ollas, cuencos, comales, otras vasijas y artefactos mis-
celáneos. Para las categorías más comunes –cajetes y
ollas– seguimos por definir los tipos basados en el aca-
bado superficial –erosionado, sencillo o pintado.
Para las vasijas que llevan pintura, la tercera etapa
de clasificación es de los patrones de pintura. Para las
categorías grandes de otras vasijas y artefactos misce-
láneos, los tipos de cerámica se definen basados en
sus formas (p. ej. sahumadores, malacates, etc.).
Utilizamos un sistema de “grupos” de tipos para
describir los patrones de decoración pintada, basado
en un análisis de vasijas enteras del museo de Tolu-
ca (Smith, 2003b; ver Figura 8). El Grupo A describe
vasijas con un simple borde rojo; el Grupo B, vasijas
con base de rojo pulido (la cerámica “guinda” del va-
lle de México y Morelos); muchos llevan decoración
en negro, o combinado con otros colores, encima del
rojo. El Grupo C describe vasijas con rojo, o negro
sobre rojo en el interior y una banda de decoración
policroma (sobre blanco) en el exterior. El Grupo D
describe vasijas con decoración con base de la pintura
blanca: rojo sobre blanco o policroma sobre blanco, y
el Grupo E, lo más abundante: vasijas pintadas en rojo
sobre bayo. El sistema incluye unos grupos más, pero
son raros. Dentro de cada grupo, usamos números
para patrones más específicos (p. ej. B-1, B-2). Ade- Reconstrucción de un incensario de forma bicónica, la forma más común, dibujo de Will Russell y Caitlyn
más de la cerámica matlatzinca, recuperamos tepalca- Guthrie.
tes de vasijas importadas del valle de México, Morelos,
Malinalco y Valle de Bravo, que estaban clasificados neral, E-0, para clasificar estos tiestos de rojo sobre
por los tipos generalmente reconocidos de estas re- bayo que no caben dentro de un tipo definido.
giones. La mayoría de los tipos importados proceden Con esta clasificación de cerámica podemos decir
del valle de México: Azteca III y Azteca III/IV negro que las formas del complejo cerámico se parecen en
sobre naranja e impresión de textil Texcoco. general a los de la región y época, pero tienen formas
En el estudio de los tepalcates de las recoleccio- locales de decoración. Unos de los aspectos distintos
nes superficiales en Calixtlahuaca, muchos ejempla- del complejo cerámico matlatzinco que aparecieron
res no pertenecen claramente a un solo tipo, por el durante la clasificación pertenecen a comales, incen-
carácter erosionado de las piezas y su tamaño peque- sarios y tejos, estos últimos son los más abundantes y
ño. Por ejemplo, hubo casi diez tipos de cajetes o varían de tamaño y tipos, a diferencia de otras regiones
platos pintados en rojo sobre bayo (Grupo E), pero del centro de México. En el valle de México y Morelos
la mayoría de los fragmentos no pueden ser asigna- los complejos cerámicos posclásicos contienen mu-
dos a un tipo. Por eso utilizamos una categoría ge- chos comales (en Morelos, son 15% de los tepalcates
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Reconocimiento superficial y mapeo en Calixtlahuaca en 2006
totales). Sin embargo en nuestras colecciones sólo hay tas concentraciones de obsidiana. 2. En comparación
unos pocos. Otro aspecto interesante es la abundancia con los sitios de Yautepec y Cuexcomate, en Morelos,
y variedad de incensarios de forma bicónica (Figura 9), en Calixtlahuaca hay un porcentaje más alto de lascas.
son vasijas elaboradas de una pasta arenosa con estuco Hay una extensa área en la parte central de la zona
al exterior y aplicaciones con puntas y pestañas. con altas concentraciones de lascas, posiblemente un
barrio de productores de objetos de obsidiana. 3. El
La litica tallada porcentaje de obsidiana verde en Calixtlahuaca es
mucho más bajo que en los sitios de Morelos, y aun
Recuperamos un total de 2 668 objetos de lítica talla- más que en la mayoría de los sitios en el centro de
da, resultado de recolecciones espontáneas en áreas México del Posclásico Tardío (Braswell, 2003). Hay
con altas concentraciones de obsidiana. Todas las una gran diferencia entre la obsidiana verde y la gris
piezas estaban clasificadas en seis categorías: navajas, en los porcentajes de lascas: en la obsidiana verde,
lascas, objetos lapidarios, herramientas, excéntricos y 29.2% de los objetos son lascas, y en la obsidiana gris,
objetos de sílex; además, las navajas y lascas de ob- 72.0% son lascas. Estos datos indican que hubo mu-
sidiana estaban clasificadas por su color. Un estudio cha mayor producción de objetos de obsidiana gris
tecnológico detallado está parcialmente cumplido, que de obsidiana verde en Calixtlahuaca.
pero todavía falta resultados finales.
Combinado con la GIS, la clasificación básica de La piedra de moler
la lítica tallada nos deja presentar unas conclusiones
iniciales. 1. En comparación con Yautepec y Cuexco- Sólo guardamos artefactos o fragmentos de la piedra
mate, en Morelos (Smith, 2006:cap. C4; Smith y Hea- de moler cuando aparecieron en las recolecciones
th-Smith, 1994), la cantidad total de obsidiana en rela- sistemáticas; recuperamos un total de 19 fragmentos
ción con la cerámica es más alta en Calixtlahuaca. En de manos, 8 fragmentos de metates, 3 raspadores de
la proporción de obsidiana en relación con la cerámi- maguey y un aplanador, además recibimos un objeto
ca no hay evidencia para áreas pequeñas con muy al- de tezontle en forma cónica en una donación de ob-
Figura 10. Plano de la densidad de los tiestos y los límites del asentamiento
posclásico de Calixtlahuaca
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Figura 11. Distribución espacial de obsidiana verde en proporción con obsidiana gris
jetos; probablemente era un elemento de decoración to. La doctora Emily Umberger empezó un estudio
arquitectónica. Los fragmentos de manos y metates de esta colección de esculturas que ahora se guarda
parecen semejantes a los ejemplares de otros sitios en el Museo de Antropología del Centro Cultural
posclásicos del centro de México (p. ej., Biskowski, Mexiquense. De tal colección ella presentó unas ob-
2000; Smith, 2006:cap. C5; Vega Sosa, 1976). servaciones preliminares (Umberger, 2007).
Aunque no recuperamos esculturas en las recolec- En el campo utilizamos dispositivos de Garmin eTrex
ciones, el estudio de las esculturas excavadas por Legend GPS (Sistema de información Geográfica)
García Payón era un objetivo importante del proyec- para reunir los datos espaciales; nuestros mapas de
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Reconocimiento superficial y mapeo en Calixtlahuaca en 2006
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para ubicar con mayor precisión los puntos de re- Los límites de la ocupación
colección del muestreo sistemático, y también para
la orientación de los equipos de trabajo; tercero, Una de las metas más importantes del proyecto fue
en estas impresiones se iban registrando las áreas la de delimitar el área ocupada por el asentamiento
cubiertas en días previos. Los integrantes de cada posclásico de Calixtlahuaca (ver Figura 10). Para de-
equipo verificaban periódicamente que la cuadrícu- finir los límites tuvimos que considerar los siguientes
la, las coordenadas del GPS y el terreno coincidie- puntos: la variación en la visibilidad de superficie y en
ran unos con otros. la densidad de artefactos a causa de diferentes tipos
de usos del suelo; y la posibilidad de que hubiera una
Registro de artefactos y elementos variación en la densidad de población antigua dentro
y alrededor de la ciudad de Calixtlahuaca
Cuando un equipo determinaba la ubicación de un Variación en la densidad de superficie. Hay una gran
punto de recolección de materiales, éste se registra- variación en la visibilidad del suelo en el sitio, esto
ba en el dispositivo GPS, siguiendo una numeración hace difícil la comparación de las diferentes unidades
en la cual cada punto de recolección, hojas de ca- de observación y de los puntos de recolección siste-
tálogo e información tienen que ser coincidentes. máticos. Realizamos varios tipos de análisis para supe-
También con el GPS se registraban y ubicaban los rar este problema; primero, comparamos la densidad
elementos arqueológicos encontrados durante el re- de artefactos dentro de las categorías individuales de
corrido de superficie. Al final de cada día los datos visibilidad, por ejemplo, elaboramos mapas con los
de cada dispositivo GPS se descargaban como archi- datos de aquellas áreas de visibilidad alta, otro para
vos de datos. visibilidad baja, etc.; segundo, realizamos varios tipos
de comparaciones estadísticas entre las observaciones
Analisis espacial de las recolecciones superficiales y las colecciones de artefactos; tercero, utilizamos la
herramienta de “interpolación” de ArcGIS para crear
Actualmente trabajamos en el análisis cuantitativo planos que muestran las zonas donde sea probable
de los datos espaciales de Calixtlahuaca, investiga- que las densidades bajas son el resultado de visibili-
ción que está bajo la dirección de Juliana Novic. dad y uso del suelo, y cuarto, combinamos el plano
Aquí presentamos algunos resultados preliminares original de densidad con estos nuevos planos.
que ilustran la naturaleza de los datos y que propor- Variación de la densidad de población. Es muy probable
cionan información preliminar de la época posclá- que durante el Posclásico haya habido una variación de
sica en Calixtlahuaca. En la Figura 10 se muestra la densidad de población dentro y alrededor de Calixtl-
extensión del área cubierta y la densidad de artefac- ahuaca; los asentamientos rara vez tienen una división
tos en los puntos de recolección sistemáticos de las entre sí, por lo que hay que identificar una zona de
unidades de observación. Estos datos fueron obteni- transición como límite del sitio en vez de una línea,
dos del conteo del número de tiestos recolectados y además no podemos asumir que dentro de la ciudad
analizados durante el trabajo de campo; los mapas de Calixtlahuaca había la misma densidad de pobla-
nos muestran la extensión de la ocupación de Calix- ción ni el mismo tipo de asentamiento. Probablemente
tlahuaca en el Posclásico, la cual va más allá de los la parte más escarpada del cerro nunca fue ocupada, y
límites que ocupa la actual zona arqueológica; tam- las áreas ceremoniales, como la cima del Cerro Tenis-
bién se observan varios puntos hacia el límite sur mo, no tenían una alta densidad de ocupación.
del sitio, que necesitamos cubrir para elaborar la El plano original de densidad sugiere que hubo dos
reconstrucción completa de la extensión del asenta- asentamientos grandes de ocupación, que correspon-
miento prehispánico. den al Tenismo y al cerrito de San Marcos. Sin embar-
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Reconocimiento superficial y mapeo en Calixtlahuaca en 2006
go, los análisis sugieren que la zona “vacía” entre estos Tardío. Hicimos esta observación con base en los re-
asentamientos puede ser el resultado de problemas en sultados del reconocimiento de 2006, y recibe fuerte
la recuperación de artefactos. Es una zona con pen- confirmación en las excavaciones de 2007; se basa
dientes STEEP, y pueden señalar poblaciones bajas. en los tipos cerámicos bien fechados de otras regio-
nes que aparecen en Calixtlahuaca (p. ej. Azteca III
Unas distribuciones espaciales negro sobre naranja; Impresión de textil Texcoco, y
policroma Tlahuica tipos B4 y C1, de Morelos). Ade-
El análisis de las distribuciones espaciales de los ti- más, la cerámica del complejo matlatzinca aparece
pos de artefactos en Calixtlahuaca puede proveer en sitios de Morelos, posiblemente por comercio,
información acerca de la población posclásica y de en contextos bien fechados en el Posclásico Medio
la estructura urbana del sitio; las investigaciones de y Tardío (Smith, 2003a). En este momento no pode-
este tipo continúan y todavía no tenemos resultados mos identificar variación temporal dentro de la ocu-
finales, pero presentamos aquí dos planos de distri- pación posclásica del sitio, pero tratamos a dividir la
bución para mostrar la índole de información que ocupación en fases más cortas.
resulta del mapeo de las distribuciones. Dentro de las colecciones de García Payón, en
El primer mapa muestra la proporción de obsi- Toluca, hay vasijas de períodos más tempranos, de
diana de color verde en comparación con la obsidia- procedencia desconocida, que en nuestra colección
na gris (Figura 11). Esta última podía haber llegado no encontramos, incluso el Coyotlatelco, muy co-
a Calixtlahuaca del centro de México o del territo- mún en los sitios epiclásicos en muchas partes del
rio tarasco; vamos a investigar con análisis químicos valle de Toluca (Sugiura Yamamoto, 1996, 2002,
los yacimientos de obsidiana gris que proveían a 2005; Vargas Pacheco, 1975). Tampoco hay en Calix-
Calixtlahuaca. La obsidiana verde era importada del tlahuaca cerámica del complejo posclásico tempra-
yacimiento Cerro de las Navajas, cerca de Pachuca, no de Huamango (Granados Reyes y Guevara, 1999;
Hidalgo (Cobean, 1991, No. 657). Su distribución Piña Chan, 1981).
espacial (Figura 11) sugiere que hay dos zonas den-
tro del sitio con altas cantidades de obsidiana verde. Excavaciones en 2007
Es posible que fueran lugares donde vivía gente dife-
rente de los demás; tal vez eran inmigrantes del valle En 2007 tuvimos una temporada de siete meses de ex-
de México o gente de linaje. cavacion en unas cuantas casas, terrazas y otros con-
En comparación, los incensarios bicónicos tienen textos; los resultados se publicarán posteriormente
una distribución más uniforme dentro del sitio (Fi- (Smith y al. n.d.).
gura 12); parece que era común que la gente tuviera
dichos objetos en su casa, esto es importante porque Reconocimientos
podemos inferir que eran utilizados en ceremonias
domésticas, no sólo en los templos; a veces es difícil El director del proyecto es el doctor Michael E. Smith,
distinguir los objetos ceremoniales domésticos de los apoyado por sus colegas Angela Huster y Juliana No-
objetos utilizados en los templos y palacios. vic (Arizona State University), así como los siguientes
arqueólogos que participaron en el trabajo de campo:
CONCLUSIONES Daniel Granados Vázquez, Patricia Aguirre Martínez,
Norma Rodríguez García (Instituto Mexiquense de
Cronología Cultura), Timothy Brown (University of Wyoming),
doctor Peter Kroefges (Freie Universität Berlin),
Según nuestros datos, la ocupación de Calixtlahuaca doctora Susan Norris (Fordham University), Mellissa
está fechada en el Posclásico Medio y el Posclásico Ruiz (University of Wisconsin) y Maëlle Serghereaert
53
(Université de Paris). En la adición participaron los logía e Historia, and El Colegio Mexiquense, Mexico City and Toluca, 1999.
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55
Acerca de la evolución del Estado tarasco.
Una lectura de la arqueología y la historia
sobre el Michoacán antiguo
Salvador Pulido Mendez
58
Acerca de la evolución del Estado de tarasco
leña para los cúes, haciendo flechas y cazando venados, y les prohibió
expresamente el acceso. Esto lo interpretamos como el establecimiento
de una relación más estratégica que económica entre grupos que aprove-
chan distintos nichos ecológicos, uno dedicado a la caza, el otro al culti-
vo, ya que, un poco más adelante, la RM menciona que algunas mujeres
de Naranjan iban a recoger mazorcas de maíz a una sementera cercana
a Zacapu.
El arribo de los tarascos a la zona ha sido estimado hacia el siglo
La población en la Ciénega de XIII (Pollard, 1993), fecha que coincide con las migraciones de gru-
pos procedentes del norte de México hacia el centro del país; en cam-
Zacapu es mucho más antigua bio, la población en la Ciénega de Zacapu es mucho más antigua que
esa fecha; comienza entre los años 100 aC a 550 dC en lo que los
que esa fecha; comienza entre investigadores del Centro de Estudios para México y Centro América
(CEMCA) han denominado como Fase Loma Alta (Arnauld y Faugère-
los años 100 aC a 550 dC en Kalfon, 1998).
Lo apuntado anteriormente acerca de la alianza de los cazadores y
lo que los investigadores del los agricultores en las cercanías de Zacapu merece ser cuestionado a raíz
de los resultados que los investigadores del CEMCA han aportado sobre
Centro de Estudios para México el incremento de sitios en el malpaís de Zacapu a partir de 1250 dC,
razón que para Dominique Michelet implica la posible llegada de extran-
y Centro América han denomi- jeros que indujeron a un reacomodo en los asentamientos anteriores y la
emergencia de nuevas formas de organización sociopolítica y cultural en
nado como Fase Loma Alta la zona (Michelet, 2000: 118). Podemos suponer que a partir de ese año
los cazadores recién llegados comenzaron a mezclarse con los grupos ya
asentados adquiriendo sus costumbres y transformándose paulatinamen-
te en una sociedad distinta a la que eran originalmente.
59
Novia con viejo y sacerdote. Relación de las cosas de Michoacán
60
Acerca de la evolución del Estado de tarasco
tre los cuales hay diferentes especies de maíz, no se les asocia sementera El paisaje debió ser de bosques
alguna; más bien andan siempre errantes, pero a la cabeza existe un jefe
o dos (Pauácume y Vápeani), descendientes en línea directa de Ticátame. más o menos espesos de enci-
Por cierto, del primero y de una mujer de la isla de Pacandan nacerá el
mítico líder y héroe Tariácuri. nos y pinos, que son los que
Hay que señalar que entre el asesinato de Sicuirancha y el nacimiento
de Tariácuri ocurren una serie de eventos decisivos en la formación de aún predominaban en algunos
lo que sería la sociedad tarasca; uno de ellos fue el de la fisión de los
tarascos en varios grupos que se establecieron en distintos lugares cer- relictos; por ello cada nuevo
canos al lago de Pátzcuaro; cada uno llevaba a su dios tutelar, que eran
hermanos de Curicaueri, y cada uno con un señor propio, emparentado poblado tenía que hacerse de
de alguna manera con los descendientes de Ticátame. De cualquier ma-
nera, se puede colegir que estos asentamientos se dieron en un espacio su propia tierra, ya sea para las
donde había poblaciones previamente asentadas y que de alguna forma
permitieron la intrusión de nueva gente a este espacio. Hay que consi- casas mismas o para el labrado
derar que el espacio físico de ese entonces era muy distinto al actual;
debió haber pocos espacios claros en las serranías y valles que rodean el de sus sementeras
lago de Pátzcuaro; el paisaje debió ser de bosques más o menos espesos
de encinos y pinos, que son los que aún predominaban en algunos relic-
tos; por ello cada nuevo poblado tenía que hacerse de su propia tierra,
ya sea para las casas mismas o para el labrado de sus sementeras; en tal
caso, salvadas las distancias entre uno y otro asentamiento, no debieron
existir mayores conflictos por las tierras entre las comunidades.
Lo anterior se puede inferir de la propia RM, porque no se habla de un
ambiente bélico antes de una pelea pactada, según se entiende, entre los
chichimecas, de Pauácume y Vápeani, y la gente del pueblo de Curínguaro,
en la que éstos derrotarían a aquéllos, hiriendo con flechas a los dos se-
ñores, para posteriormente matarlos. Las razones del enfrentamiento son
nebulosas, se habla de las injurias hechas de un bando hacia otro y del ca-
61
rácter rencoroso de los chichimecas, pero no hay elementos nítidos sobre
la rivalidad que comienza a surgir en ese entonces, en todo caso.
Lo cierto es que, muertos estos dos líderes, el poder político es trans-
ferido a Tariácuri, que aún era niño y que decide vengar la muerte de su
padre y de su tío. El caso de este héroe mítico es particularmente inte-
resante, ya que a él se le otorgan los atributos de una vida correcta, bajo
la mentoría de algunos sacerdotes, así como una dedicación ejemplar al
servicio de sus dioses, especialmente a Curicaueri que, de acuerdo con sus
propios conceptos, habría de gobernar la tierra y estaría representado Al parecer, los gobernantes son
en ésta por el gobernante Uacúsecha.4 Por tales motivos Tariácuri tendría
todo el derecho moral para asumir este puesto. reconocidos como tales a nivel
Se pueden inferir varias cosas del relato de la RM, entre ellas resulta
de relevancia el hecho, como ya dijimos, de la heredad del poder políti- intergrupal; en otras palabras,
co –el cargo de líder– dentro de un mismo linaje, no necesariamente en
términos de primogenitura, pero siempre basados en la patrilinealidad; es clara la existencia de rangos
por otro lado, en estos pasajes vemos que las diversas secciones del grupo
tarasco tiene un jefe cada una y que en cada una hay también diferentes sociales dentro de los grupos
sacerdotes. De la misma manera, al parecer, los gobernantes son recono-
cidos como tales a nivel intergrupal; en otras palabras, es clara la existen- tarascos
cia de rangos sociales dentro de los grupos tarascos.
En el contexto arqueológico es difícil probar lo antes expuesto, en
principio porque no se tiene ninguna aproximación cronológica en el
relato y, en segundo lugar, porque los estudios siguen siendo escasos.
No obstante, hay algunos datos que pueden apuntar en la dirección se-
ñalada, entre ellos podríamos considerar los resultados del trabajo de
Helen Pollard en Urichu, en la ribera poniente del lago de Pátzcuaro,
donde localizó una secuencia cerámica en cuyos estratos inferiores –los
más antiguos– presentan tipos y formas que interpreta como de carác-
62
Acerca de la evolución del Estado de tarasco
63
Así se produce uno de los episodios más importantes en la evolución
del Estado tarasco, que quedó relatado en el capítulo XXII de la RM, con
el largo nombre de “Cómo Tariácuri avisó a sus sobrinos y les dijo cómo
iban a ser señores y cómo había de ser todo un señorío y un reino por el
poco servicio que hacían a los dioses los otros pueblos y por los agüeros
que habían tenido”. Efectivamente, al principio del capítulo se lee:
Díjoles el viejo: “si decís verdad que no queréis ir a las fiestas de mi hijo, oídme: vosotros, señores, tres señores
habéis de ser. Hiripan será señor en una parte y Tangáxoan en otra y mi hijo menor llamado Hiquíngaje en otra
parte” [...] Y el viejo, asiéndoles de la oreja les empezó a decir a sus sobrinos desta manera: “buscá petacas en
que habremos de echar las cosas con que fueron señores. No habrá ya más señores en los pueblos; mas todos
Tariácuri repartiría el señorío morirán y estarán sus cuerpos echados por los herbazales...” (RM, 2000: 459).
entre los tres personajes: Hiripan El viejo, evidentemente, es Tariácuri, quien después de hacer una
pormenorizada lista de los señores de diferentes pueblos, sus muertes,
sería designado señor de Ihua- sus sucesores, las afrentas de éstos hacia los dioses, la ingobernabilidad
que se había instalado en los pueblos tarascos, la lucha por las tierras
tzio, Tangáxoan de Tzintzuntzan entre los diversos pueblos y entre los hermanos herederos de algún se-
ñor, finaliza diciendo “...Esto es lo que dicen en los dichos pueblos que
e Hiquíngaje de Pátzcuaro. Éstos eran de los nuestros y por eso no habrá más de tres señores que seréis
vosotros...” (Ibidem: 468).
serían los encargados de exten- De la misma manera, en la parte final del capítulo referido se indica
que el cazonci tenía este episodio en mucha estima y reverencia, lo cual
der los dominios hacia todos los no podría ser de otra manera pues, sea históricamente cierto o no, re-
presenta la justificación moral de la conquista que emprendería sobre la
rumbos base de estabilizar nuevamente la región y ofrecerle a su dios tutelar el
requerido tributo.
Posteriormente, Tariácuri repartiría el señorío entre los tres persona-
jes: Hiripan sería designado señor de Ihuatzio, Tangáxoan de Tzintzunt-
zan e Hiquíngaje de Pátzcuaro. Éstos serían los encargados de extender
los dominios hacia todos los rumbos, con el auxilio de la gente de otras
poblaciones tarascas, en principio, que finalmente se aliaron a los anti-
guos chichimecas.
No hay evidencias arqueológicas contundentes de estos sucesos que
condujeron a la unificación de los varios señoríos tarascos; no obstante,
Hellen Pollard ha sugerido que el inicio de este proceso, que propició
la guerra entre las comunidades, fue la necesidad de las élites locales
por el acceso a las riquezas de la zona (Pollard, 1993: 13), o bien, fue el
resultado de las presiones que se desataron por el control de las nuevas
tierras de cultivo emergidas en la ribera lacustre de Pátzcuaro, como
consecuencia de la disminución del nivel de agua (Pollard, 1995).
En la RM se describe, en el capítulo XXXI, cómo los tres herederos
de Tariácuri conquistaron lo que sería el primer territorio de los Uacú-
secha, llevando la guerra a diferentes lugares en los alrededores de la
64
Acerca de la evolución del Estado de tarasco
65
Muerte del cazonci. Relación de las cosas de Michoacán
Esto mismo ocurre con algunas regiones muy adentro del estado de
Michoacán. Tal es el caso del territorio que rodea a la actual ciudad de
Apatzingán, donde se encuentran nombres de procedencia tarasca en
un área, en tanto que en otra se mezclan los que se denominan con
locativos en tarasco y en náhuatl. Esto se lee en la Relación Geográfica de
Tancítaro, que indica que en la tierra fría perteneciente a esta cabecera
se encuentran los pueblos de San Miguel Irapendo, Araparícuaro, San
Juan Urapu, San Antonio Tamatácuaro, San Pedro Uanimba y San Fran-
cisco Uario; en tanto en la tierra caliente, administrada también por esa Hay pocas evidencias arqueoló-
cabecera, están los pueblos de Parácuaro, Apatzingán y San Juan Tende-
chútiro, junto a los poblados de Santiago Acahuato, Santa Ana Amatlán, gicas provenientes del centro de
Xalpa, Tomatlán y Puco.
Arqueológicamente hay algún soporte de esta situación. Incluso Michoacán y, en contraparte,
la presencia del Estado tarasco en estas áreas, así como en muchos
otros casos, es considerablemente pobre si se le confronta con los son bastante más firmes las que
rasgos arqueológicos que probablemente sean de carácter local; esto
es, hay pocas evidencias arqueológicas provenientes del centro de Mi- presentan rasgos no tarascos, ni
choacán y, en contraparte, son bastante más firmes las que presentan
rasgos no tarascos, ni tarasco Uacúsecha, y que han sido vistas como tarasco Uacúsecha
tradiciones generadas en cada una de las regiones que conformaron
el territorio tarasco.
En este sentido podríamos señalar la presencia de un complejo cul-
tural característico de la planicie de la Tierra Caliente de Michoacán,
que hemos denominado con el locativo que suelen darse los lugareños
en la actualidad: los terracalenteños (Grave y Pulido, 2000). Éste fue
un grupo contemporáneo de los tarascos, aunque en la misma región
66
Acerca de la evolución del Estado de tarasco
hay una profunda secuencia cultural que data desde por lo menos los
inicios del periodo Clásico (Kelly, 1947; Pulido y López, s.f.); sin em-
bargo, fue sobre los terracalenteños sobre quienes avanzaron y a los
que los tarascos conquistaron. De tal manera, podemos ver intrusiones
de elementos tarascos entre los rasgos propios de la región, por ejem-
plo, la presencia de un cajete claramente ligado a los Uacúsecha que
acompañaba un enterramiento en uno de los sitios más extensos y con
alguna complejidad arquitectónica de la región (Pulido, 2000).
Como en este caso, se han registrado otros que nos indican la pre-
sencia de un ente político extracomunal, el cual impuso ciertos pa-
trones que iba introduciendo en el escenario de cada pueblo que iba
conquistando. Por ejemplo, en las inmediaciones del Lago de Zirahúen
hay un complejo arquitectónico compuesto, entre otros elementos, por
un grupo de construcciones habitacionales –aunque también puede
haber locales de almacenamiento de bienes– más o menos cerrado y
con accesos restringidos en las cercanías de la zona pública ceremonial,
la cual está formada por una estructura en forma de T y una yácata
como las que se encuentran en la Gran Plataforma de Tzintzuntzan;
éstas se hallan casi enfrentadas, y en la plaza que ambas dejan abierta
se localiza un pequeño altar que está más bien alineado con el primero
de los edificios. Hemos dicho que esta distribución nos hace pensar
que la construcción de la Estructura T y del altar son contemporáneos
entre sí, y que la yácata fue construida en un tiempo posterior, cuando
fue conquistado el lugar por los Uacúsecha (Pulido, 2006: 135). Los
antiguos habitantes de este poblado, al que los lugareños llaman Los
Encantos –localizado en la comunidad de Jujucato–, debieron ser tam-
bién tarascos, a juzgar por el sistema constructivo de la Estructura T y
del altar.
Más cercano a Uruapan se ubica el sitio de Las Lagunillas, donde
localizamos una yácata del tipo de las de Tzintzuntzan como uno de los
edificios principales del lugar en su última época prehispánica –el otro
consistió en un edificio de carácter habitacional de alto nivel social–.
La construcción de estas edificaciones desplazó probablemente el cen-
tro político del lugar, porque se localizó hacia uno de los extremos del
asentamiento; así, en tanto que en varios lugares del asentamiento pre-
tarasco se recuperaron algunas vasijas con características que no tienen
nada que ver con los Uacúsecha, en la yácata y en la plaza entre ésta y
el probable palacio se obtuvieron elementos cerámicos que los relacio-
naba claramente con la tradición de los Uacúsecha (Pulido, Cabrera y
Grave, 1997; Pulido, Lam y Ramírez, 2002; Pulido, 2006). Es probable
que este poblado haya sido erigido y habitado por gente no tarasca, así
como cabe la posibilidad de que sea llamado en la RM como Zirapen, Tipos cerámicos tarascos
puesto que el cerro a cuyo pie se encuentra se llama en la actualidad
del Panadero o Ziraspén (Pulido, Cabrera y Grave, op. cit.).
67
Como se dijo, para ese momento de agitada fiebre de conquista esta-
ban participando algunos pueblos tarascos que se habían aliado o, mejor
dicho, que habían pasado a formar parte subordinada del grupo tarasco
Uacúsecha; de esta manera la RM menciona ampliamente la secuencia de
la conquista, así como el nombre de los señores que encabezaban las
campañas. De igual forma mencionará las conquistas que realizarían los
cazonci que siguieron a Hiripan, Tangáxoan e Hiquingaje.
Para sujetar definitivamente el territorio que continuamente se en-
sanchaba, los Uacúsecha tuvieron que generar mecanismos que les per-
mitieran ese control a través de la colonización de otros grupos que
eventualmente quisieron formar parte del Irechequa Tzintzuntzan, más Yácatas, sistema constructivo de los edificios públicos tarascos
que ser sujetos del poder emanado de México Tenochtitlan. Así, por
ejemplo, hay varias indicaciones en las Relaciones geográficas que el ca-
zonci Zizispandáquare permitió asentarse a otomíes, matlatzincas, pan-
tecas y otros dentro del territorio por él dominado a condición de que
le rindieran obediencia y que de alguna manera le ayudaran en las
guerras (Pulido, 2001-2002).
Hay que notar que para ese entonces en la RM se habla solamente
de un cazonci y no de tres gobernantes, como había sido designado por
Tariácuri. Esto podría significar que una vez que fallecieron Hiripan,
Tangáxoan e Hiquíngaje, de alguna manera el poder se concentró en el
señor de Tzintzuntzan, el hijo de Tangáxoan, que aunque no desplazó a
Ihuatzio y Pátzcuaro como centros de poder, sí los puso en un papel se-
cundario frente a la que luego sería la primera “ciudad de Michoacán” Para sujetar definitivamente el
(Martínez, 2005).
Dicha concentración de poder finalmente significó la centralización territorio que continuamente se
del mando y la generación de un aparato de gobierno que se fue conso-
lidando y afinado en la medida que crecía en sí mismo como consecuen- ensanchaba, los Uacúsecha tu-
cia de la extensión del territorio y el dominio de otros grupos; parece
ser que esta inercia determinó la existencia y la pervivencia del Estado vieron que generar mecanismos
tarasco, a cuya cabeza estaba el cazonci, uno de los integrantes del linaje
Uacúsecha; aquel que entrara en la escena con Hireti Ticátame. que les permitieran ese control
Asimismo, en tanto se consolidaba el Estado, los Uacúsecha buscaron
elementos materiales que les dieran identidad como el linaje gobernante a través de la colonización de
que eran. Esto no significa que carecieran de formas identitarias, al con-
trario, de acuerdo con los datos arqueológicos y con la narración de la otros grupos que eventualmen-
RM, tenían todo el bagaje cultural tarasco –hay que tener muy presente
que ellos eran una fracción de la etnia–; sin embargo, al principio care- te quisieron formar parte del
cían de los elementos que los distinguieran como el segmento conspicuo
de los tarascos; así, entre el complejo de su cultura material podemos Irechequa Tzintzuntzan, más que
distinguir al menos dos elementos que les caracterizaban: una cerámica
muy peculiar y la forma constructiva de la yácata. ser sujetos del poder emanado
Los tipos cerámicos tarasco Uacúsecha son varios, aunque siempre
presentan una excelente calidad técnica en su elaboración –aunque hay de México Tenochtitlan
68
Acerca de la evolución del Estado de tarasco
tipos bruñidos en colores rojo y negro, así como vasijas bícromas (blan-
co o crema sobre rojo, principalmente)–, los artefactos cerámicos más
característicos son los polícromos, que combinan colores blanco, crema,
negro y naranja sobre rojo, y en el cual destaca el uso –con cierta abun-
dancia– de la técnica de pintura al negativo. Todo ello aunado a formas
también muy características y, en ocasiones, de líneas caprichosas.
Por su parte, las yácatas que definen el poder tarasco Uacúsecha son
edificaciones que tienen el sistema constructivo de los edificios públicos
Es asombroso observar cómo en tarascos: un núcleo que no es más que un apilamiento de piedras y una
fachada con varios cuerpos de altos peraltes y estrechas huellas; sin em-
un corto lapso un grupo advene- bargo, se distinguen de ellos en tanto que la yácata presenta una planta
sui generis: un cuerpo rectangular alargado, un cuerpo circular detrás de
dizo pasó de ser una tribu a una aquél y un estrecho y corto pasillo que los une. De estos edificios aún se
conservan unos pocos ejemplos y los más notables son, desde luego, los
sociedad bastante más compleja, que se encuentran en Tzintzuntzan e Ihuatzio.
Así, el surgimiento y la consolidación del Estado tarasco Uacúsecha
con un poder bien definido y se llevan a cabo sobre la base del sojuzgamiento de los segmentos taras-
cos no Uacúsecha y de grupos de distintos orígenes étnicos. La expan-
establecido, con normas claras y sión de territorio mediante las conquistas le proveyó al Estado tarasco
elementos de carácter suntuario, así como de otros bienes necesarios
con una compleja organización pero de escasa existencia dentro del territorio primario de los tarascos,
tales como la sal; esto obligaba al Estado tarasco a mantener el control
burocrática que le permitía la de ese territorio y de las poblaciones que incluía, a través de un aparato
de sujeción que les garantizara la reproducción de la sociedad y de su
extracción de recursos de su status quo; junto con él, había una serie de puestos de poder que en
gran medida eran repartidos por el propio cazonci, que se apropiaba
territorio a favor, en última ins- para sí de todo el poder del Estado –aunque lo delegaba en algunas
ocasiones y oficios– logrando una fuerte centralización, quizá muy per-
tancia, del grupo en el poder sonalizada, del poder político.
Por último, es asombroso observar cómo en un corto lapso un grupo
advenedizo pasó de ser una tribu a una sociedad bastante más compleja,
con un poder bien definido y establecido, con normas claras y con una
compleja organización burocrática que le permitía la extracción de re-
cursos de su territorio a favor, en última instancia, del grupo en el poder.
Sin embargo, no tenemos claro, y sobre ellos hay que bordar aún, cuáles
fueron las condiciones coercitivas reales que obligaron a un segmento
del grupo a imponerse a otros, ni tampoco si todo este ambiente fue
provocado por la existencia de unidades políticas mayores vecinas a los
grupos que habitaron el centro de Michoacán en épocas antiguas, hecho
que no se ve tan nítido en las fuentes históricas, o si fue un proceso que
se generó a sí mismo desde las contradicciones internas de los propios
grupos tarascos. Esperamos que en el futuro haya la ocasión y los ele-
mentos de análisis necesarios para intentar una interpretación más pro-
funda sobre este aspecto.
69
Notas
1
Se usó para el presente trabajo la edición de la Relación de Michoacán que en el año 2000 apareció bajo el sello de El Colegio de
Michoacán. Entre otras cuestiones, la grafía que con que se escriben los nombres de personajes y lugares son extraídos de dicho
texto, a pesar de que en el mismo escrito pueden aparecer de diferentes maneras.
2
Se encontrarán en cursivas en este ensayo los nombres de lugares y personajes que la edición utilizada de la RM consigna, en
tanto que los que se presentan en tipografía normal son los que se usan comúnmente en la actualidad.
3
Es notorio cómo en el documento se insiste en llamar a la fracción tarasca cuyos jefes eran del linaje de Hireti Ticátame con el
apelativo de chichimecas; desde luego que este nombre fue una adopción del transcriptor o de los narradores que intervinieron
en la elaboración de la RM; no obstante, no hay claridad en los motivos de su uso; lo que es seguro es que finalmente esta fracción
del grupo tarasco, estos chichimecas, serían los que en el propio escrito reciben el nombre de Uacúsecha, esto es, el linaje que
controló el aparto de gobierno del Irechequa Tzintzuntzan.
4
Sería conveniente recordar que Curicaveri es el numen que representaba al fuego y, desde luego, al sol, el que a su vez es
personificado por el águila; el término Uacúsecha es el que se usaba para designar al linaje que gobernaba el territorio central del
actual estado de Michoacán y significa, llanamente, los señores águila.
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Pulido, Salvador, J. Jorge Cabrera y L. Alfonso Grave. “Proyecto Carretera Pátzcuaro-Uruapan”. Informe final, Dirección de Salva-
70
Acerca de la evolución del Estado de tarasco
71
Iconografía mexicana VII. Atributos
de las deidades femeninas. Homenaje
a la maestra Noemí Castillo Tejero
(Reseña)
Rocío García Valgañón
Beatriz Barba Ahuatzin y Alicia Blanco Padilla, coordinadoras. Iconografía mexicana VII. Atributos de las deidades femeninas. Homenaje a la
maestra Noemí Castillo Tejero. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 2007, 1ª edición, Colección Científica núm. 511, Serie
Antropología, 208 páginas, 91 dibujos, 87 fotos y 5 mapas en blanco y negro, bibliografía en cada capítulo. Edición rústica. 26 x 18,5 cm. ISBN 10
: 968-03-0239-3. ISBN 13 : 978-968-03-0239-0.
74
Iconografía mexicana VII. Atributos de las deidades femeninas
Chalchihitlicue, diosa del agua. Códice Bologna. Tomado de: Esplendor del México Antiguo, T. I.
75
poder de los señores y de su papel como sustentadores María Teresa Sepúlveda y Herrera, en “Atributos
de su pueblo (como la tierra). Como colofón, identifi- de una diosa de Xochimilco” (pp. 129-136), descri-
ca este motivo en la iconografía de algunas diosas para be la información que proporcionan las crónicas
destacar sus atribuciones como deidades de la tierra, del siglo XVI y la iconografía sobre la naturaleza y
las aguas y la vegetación y su relación con el inframun- funciones de Chiconahui Itzcuintli. Se centra en la
do, aunque omite su carácter guerrero. etimología de sus nombres y en su mito, que expli-
José de Jesús Alberto Cravioto Rubí recoge las carían algunas de sus atribuciones –como los perros,
apariciones de la diosa “Citlallicue, la de la falda de el inframundo y el hogar doméstico– y su aspecto en
estrellas” (pp. 115-128) en las fuentes coloniales y los códices calendáricos y en los temalácatl o piedras
sus representaciones iconográficas prehispánicas y la de Moctezuma y Tízoc. Así concluye que su culto era
identifica como una manifestación de Omecíhuatl, muy antiguo, posiblemente de origen otomangue, y
la parte femenina de Ometéotl. Pero aquí destaca que, pese al aumento de sus roles y a la apropiación
su función más activa como madre de los dioses que de éstos por parte de otras deidades, se extendió por
descendieron a la tierra y crearon a la actual huma- México a lo largo del tiempo.
nidad, y a los astros a partir de su autosacrificio en Noemí Castillo Trejo participa en su homenaje con
Teotihuacan. Este sacrificio les convertiría en las es- “Una escultura en barro de los llamados xantiles, de
trellas que adornan la falda de la diosa, simbolizan- Tehuacán, Puebla” (pp. 137-144), donde describe el
do así la importancia de Citlallicue como patrona de sitio, su adscripción étnica y su historia para conocer
estos astros, además de la luna y el sol, y diosa de los el significado de sus figurillas, llamadas xantiles. Cree
mantenimientos, la fertilidad y la creación a la que que su origen etimológico sería “santo” y que repre-
dieron lugar ella y sus descendientes. sentarían a deidades mayormente masculinas. En este
76
Iconografía mexicana VII. Atributos de las deidades femeninas
Xochiquetzal, diosa de la vegetación. Códice Fejervary-Mayer; tomado de: Esplendor del México Antiguo, T. I.
caso se centra en la única femenina que halló, a la Francisco Rivas Castro, en “Atlacoaya, Tezcacoac y
que identifica con Xochiquétzal, pues su imagen sería Ayopechtli. Tres advocaciones de Mayahuel, diosa del
idéntica a las que aparecen en el Códice Borgia (pues, maguey y el pulque” (pp. 145-154), reproduce el mito
según la autora, éste sería otomí y no mixteca). Y, a del origen del maguey y el pulque y habla sobre el ori-
diferencia de Corona Sánchez, hace énfasis en que, gen de su consumo y sus utilidades. Según el autor, és-
pese a que la diosa tenga rasgos similares en códices tas estarían por encima de las del maíz en el altiplano
mixtecas y nahuas, presenta una imagen diferente en general, por lo que sus deidades también serían más
cada cultura. importantes que las del maíz. Seguidamente describe
77
local– y la relaciona con imágenes y mitos similares.
Seguidamente expone las interpretaciones de varios
autores sobre la figura femenina que protagoniza la
escena y la equipara con Coatlicue y Tláloc como dei-
dades de la tierra y el agua.
Julia Santa Cruz Vargas y Enrique Tovar Esquivel
inician, con “Una trampa al diablo que comenzó con
su engaño” (pp. 173-182), una serie de tres artículos
dedicados a vírgenes cristianas. En esta ocasión se des-
cribe una variación iconográfica novohispana al tema
de la Anunciación, prohibida ya en Europa, que con-
sistía en la representación del Niño Jesús u homúncu-
lo cargando una cruz antes de que María diera a luz,
y lo interpretan como una trampa para el demonio,
que supondría su fin. Y en un relieve de la Capilla del
Pocito (en la Villa de Guadalupe), aparece el mismo
demonio en forma de gato observando la escena sin
poder hacer nada por evitar su propio fin.
Los mismos autores, Enrique Tovar Esquivel y Ju-
lia Santa Cruz Vargas, se dedican seguidamente a “La
Virgen de la Leche: ¿herética por erótica?” (pp. 183-
196): el tema de María alimentando al niño en la ico-
nografía novohispana y, en concreto, en la Virgen de
Belén, de José del Castillo. Pretenden averiguar cuál
era la intención original de su autor y proponen que
era mostrar la naturaleza humana de la Virgen y su
faceta como madre; lo que fue derivando en una figu-
ra caritativa y piadosa, cuya leche alimentaba y daba
Xochiquetzal. Códice Borbónico; tomado de: Esplendor del México Antiguo, T. I. salud y sabiduría a la humanidad. Pero hubo quienes
consideraron que estas imágenes ofendían la pureza
la iconografía de estas y la etimología de sus nombres de la Virgen y se retocaron algunas obras ocultando el
y advocaciones, dando una importancia muy desigual seno, y reinterpretando así el mensaje original según
a unas y a otras, y encuentra sus rasgos iconográficos una mentalidad posterior.
en algunas figuras de piedra e incluso en algunas vír- La compilación concluye con el texto de María J.
genes católicas. Rodríguez-Shadow sobre la “Historia y mitos de la Vir-
Carlos Rincón Mautner describe el mito de crea- gen de Ocotlán. Valoración antropológica” (pp. 197-
ción de los nguiwa o chocho de Coixtlahuaca y su ico- 205). Presenta la adoración de las vírgenes cristianas
nografía en “Donde ataron a nuestra madre: la diosa y sus mitos de aparición como estrategias de las comu-
de la tierra y el Coatepec de la Mixteca” (pp. 155-171), nidades indígenas para asegurarse la protección de
y demuestra cómo lo reprodujeron a fin de legitimar un ser milagroso y sacralizar los lugares anteriormen-
la sucesión sus señores y preservar sus tierras; y, pos- te venerados. Estos mitos y cultos a la Virgen fueron
teriormente, cómo fue adoptado por el cristianismo igualmente alentados por los religiosos para facilitar
para adoctrinarles. Describe la imagen del lugar míti- la conversión, al atribuirle poderes sobrenaturales si-
co de la creación –y su identificación con la orografía milares a los de sus dioses. Y, en el caso de la Virgen
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Iconografía mexicana VII. Atributos de las deidades femeninas
del Ocote de Ocotlán, propone que surgió también En conclusión, existen algunas discrepancias en-
como una respuesta étnica frente a la aparición de tre unos autores y otros en cuanto a las advocaciones
la Guadalupana de los mexicas, que en otro tiempo y aspectos de algunas diosas y otros puntos pero, en
fueron sus opresores. general, el libro sigue una línea bastante homogénea
A lo largo de estos artículos se ha expuesto la ico- y constituye una lectura de fácil comprensión sobre
nografía y funciones de diosas mesoamericanas o la imagen, atributos y advocaciones de las diosas del
mexicanas, la información que las crónicas coloniales centro de México.
dieron sobre ellas y sus reminiscencias actuales, expo- Tras la VII Jornada, que dio lugar a este trabajo, se
niéndose la identidad de las vírgenes de manera aná- han seguido celebrando otras, una por año y tratando
loga a la del resto de las deidades. Por lo general, estas temas como animales fantásticos (VIII Jornada, 2003),
deidades presentaban una serie de advocaciones muy flora (IX, 2004), fauna (X, 2005), toponimia y herál-
similares, tales como la creación, la tierra, el agua, la dica (XI, 2006) y vestido e indumentaria (XII, 2007).
vegetación y sus frutos, del cielo y sus astros; y, aunque Esperamos que en 2008 se celebre la número XIII so-
en ocasiones se señalaba también su relación con el bre dioses y héroes mitológicos con el mismo éxito,
inframundo, pocas veces se las relaciona con aspectos que los seminarios sigan reuniendo a investigadores,
negativos, como guerra y destrucción. nacionales e internacionales, y que los trabajos presen-
La mayoría de los autores opina que estas diosas y tados sean publicados con la misma continuidad.
sus diversos aspectos, atributos y mitos fueron comu-
nes entre los diversos pueblos del México prehispá- Notas
nico, aunque se tratase de etnias, lenguas y periodos
diferentes. Y se centran especialmente en los pueblos 1
Anteriormente Beatriz Barba de Piña Chan, hasta la muerte de su esposo, Román Piña Chan,
nahuas, mixtecas, zapotecas, otomíes y, brevemente, en 2001.
en los mayas, que ocuparon el altiplano central, Pue- 2
La primera Jornada se celebró en 1996, sin una temática concreta, y se publicó en 1999 como
bla, Oaxaca y Chiapas, en perjuicio de otras zonas y Iconografía mexicana I; la segunda, en 1997, tuvo por subtítulo El cielo, la tierra y el infra-
grupos del norte y occidente de México, la costa del mundo: águila, serpiente y jaguar (publicada en 2000); la tercera, de 1998, se centró en la
Golfo y Yucatán, donde quizá estas deidades y sus ras- Representación de los astros (2002); la cuarta, en 1999, versó sobre la Iconografía del Poder
gos eran algo diferentes. Los artículos abarcan todos (2002); la quinta, de 2000, se tituló Vida, muerte y transfiguración (2004); y la sexta, en 2001,
los periodos históricos, desde el Preclásico hasta la trató sobre los símbolos de los elementos y, en lugar de publicarse como Iconografía mexicana
Colonia, y aparecen por este orden en la obra; e in- VI, se distribuyó en soporte electrónico entre los miembros del seminario.
ciden especialmente en el Clásico y sobre todo en el
Posclásico, de donde procede gran parte de la infor-
mación para el centro de México.
Se dan explicaciones a la supuesta continuidad
cultural en el México prehispánico, así como para
los cambios que se produjeron a lo largo del tiempo;
pero, por lo común, coinciden en afirmar que, en un
primer momento, se rendía culto especialmente a las
diosas de la fertilidad; posteriormente el ideal fueron
las parejas de hombre y mujer, y finalmente privile-
giaron los aspectos masculinos y bélicos en perjuicio
de las mujeres. Y en la Colonia estas deidades serían
sustituidas por el culto a las vírgenes, como una estra-
tegia que benefició tanto a los religiosos como a las
comunidades indígenas.
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Piezas arqueológicas
del Instituto Mexiquense Cultura
Texto y fotografías de
Daniel Granados Vázquez
Vasija zoomorfa (pez)
Figurilla olmeca
Patrimonio cultural
“...Los bienes muebles o inmuebles debidos a la obra de la naturaleza, o a la obra del
hombre o a la obra combinada de la naturaleza y del hombre y que presentan interés
desde el punto de vista histórico, arqueológico, estético y etnográfico...”
Salvador Díaz-Berrio
S
iempre que se habla de Patrimonio Cultural surgen una serie de
ideas que se contraponen y al mismo tiempo se complementan en-
tre sí, ya que a este concepto se le han dado diferentes significados
y usos sociales. Y ha sido objeto de acciones por parte de gobiernos, ins-
tituciones de cultura y, en los últimos años, de particulares que vienen a
conformar lo que se conoce como política cultural. Ehécatl
Siendo el Instituto Mexiquense de Cultura una de las entidades en-
cargadas de la preservación, rescate, conservación e investigación del
Patrimonio Cultural del Estado de México, es de primordial interés,
mas no el único, la salvaguarda del acervo arqueológico mueble que
se exhibe o almacena en las distintas dependencias del organismo (mu-
seos, centros regionales, casas de cultura, bibliotecas, archivos, etcétera).
Olla antropomorfa
Quetzalcóatl de Apaxco
Aquí presentamos una selección de piezas, sin demeritar a las demás, Lápida
que consideramos más relevantes, ya sea por su estética o por la infor-
mación que proporcionan para el estudio del pasado prehispánico del
Estado de México.
Tlapanhuéhuetl
Vaso de Tlalpizáhuac
La importancia del catálogo del acervo arqueológico que tiene bajo
su custodia el Instituto Mexiquense de Cultura radica principalmente
en el conocimiento del universo total de estos objetos, la forma como se
obtuvieron, regularizar la posesión (concesión de uso) de acuerdo con
la normatividad vigente (llevar a cabo el registro de las distintas coleccio-
nes bajo custodia del Instituto Mexiquense de Cultura ante la Dirección
de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos del Instituto
Nacional de Antropología e Historia, como lo establece la Ley Federal
sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Históricos y Artísticos de
1972), para con estas acciones llevar a cabo una adecuada preservación
de esta parte del patrimonio cultural.
Tapa de brasero