Leonarda

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“Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica”

“AÑO DEL BUEN SERVICIO AL CUDADANO”

“UNIVERSIDAD NACIONAL SAN LUIS GONZAGA DE


ICA”

EDUCACION INICIAL

TEMA
DOCENTE :

INTEGRANTES :

CICLO : VII

ASIGNATURA :

TURNO : MAÑANA

ICA- PERÚ
2018

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“Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica”

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“Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica”

Introducción de los primeros educadores

En este trabajo se trata de obtener un concepto mejor, mas completo de lo que

es la educación, mencionando parte de sus inicios que empieza desde su

historia, teorías, métodos, sistema de administración y situación de las

escuelas desde la antigüedad hasta el presente. Lo que se refiere a la filosofía

de la educación que también es muy importante como parte de la historia.

La educación, es sin duda alguna, la piedra angular que sostiene el desarrollo

de los pueblos; es la bujía del motor que impulsa el progreso de la raza

humana. Educarnos es apropiarnos de los conocimientos, conductas,

costumbres, etc., que ha ido acumulando la cultura de nuestros ancestros, para

convertirnos en transformadores de nuestra realidad y aportar al futuro.

La educación académica de todos los países tiene como principal objetivo

proporcionar de manera sistematizada las herramientas que permitan a los

hombres y las mujeres elevar su calidad de vida.

El trabajo educativo se desarrolla por un profesor individual, la familia, la iglesia

o cualquier otro grupo social. La educación formal es la que se imparte por lo

general en una escuela o institución que utiliza hombres y mujeres que están

profesionalmente preparados para

En México, la educación pública impartida por el Estado es resultado de luchas

ideológicas, sociales, políticas e incluso armadas. Esta educación pública tuvo

en sus inicios, como principales objetivos: hacer llegar a las mayorías el

conocimiento de las letras para aprender a leer y escribir, socializar el

conocimiento e iniciar el largo camino para desterrar la ignorancia.

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CAPITULO I

LOS PRIMEROS EDUCADORES

En 1901 en Barcelona, Francisco Ferrer i Guardia funda la Escuela

Moderna desde un carácter laico, científico y racionalista. A comienzos del siglo

XX, dos de cada tres españoles siguen siendo analfabetos y tres cuartas partes

de la enseñanza secundaria continúan en manos de órdenes religiosas. Como

es costumbre, la patria, objeto de negocio de una minoría, no alberga el más

mínimo interés por educar a sus hijos.

Con el advenimiento de la Gloriosa (1868) la libertad de enseñanza se sumaba

a la conquista de libertades reconocidas en la Constitución de 1869. Sexenio

democrático, reinado de Amadeo y una fugaz Primera República darían paso a

la restauración de la monarquía. Con ella regresaban los fanáticos: la

enseñanza moderna, la ciencia o la filosofía atentan contra la fe. El

denominado decreto Orovio (1875) suponía el regreso de España a la

catequesis prohibiendo cualquier otra educación más allá de la apostólica.

Todo el profesorado destacado del Sexenio sería suspendido y expulsado de

sus funciones. Gumersindo de Azcárate, Giner de los Ríos, Salmerón,

Calderón, Montalvo, García de Linares... Algunos incluso encarcelados. En

solidaridad, otros muchos (Castelar entre ellos) abandonaron sus cátedras.

Pero estos buenos maestros decidieron no resignarse y seguir enseñando por

su cuenta. Desde el ámbito privado, Giner de los Ríos, Gumersindo de

Azcarate y Nicolás Salmerón lideran un grupo de catedráticos que termina

fundando la ILE (Institución Libre de Enseñanza) con arreglo a parámetros

educativos modernos y europeos. Una encomiable iniciativa que el

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tradicionalismo ya no podrá combatir. Por vez primera en España, una minoría

de afortunados, hijos de una laica burguesía, crece educada desde

fundamentos modernos y tolerantes. Son los primeros en escapar del

oscurantismo.

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CAPITULO II

PRIMEROS EDUCADORES Y PEDAGOGOS CRISTIANOS

En los primeros siglos de la Iglesia, los pensadores que constituyen la llamada

patrística, o sea los Padres de la Iglesia, casi todosson educadores; ¡a mayor

parte de ellos se formaron en la cultura y filosofía griega y romana,

especialmente en el neoplatonismo y estoicismo, y trataron de conciliar

aquéllas con la nueva fe. No constituyen una escuela filosófica, ni son filósofos

propiamente dichos, sino más bien predicadores y educadores, aunque

algunos, como San Agustín, llegaron como filósofos a una altura intelectual

incomparable. Entre ellos se destacan los siguientes:

 CLEMENTE DE ALEJANDRÍA

(150-215). Educado en la filosofía griega, y convertido al cristianismo, fue uno

de los rectores de la importante Escuela de Alejandría, como se ha dicho. Al

mismo tiempo escribió el primer tratado cristiano de educación, el Pedagogo.

En él trata de conciliar los estudios humanísticos y científicos con la fe

cristiana, subordinando naturalmente aquéllos a ésta. San Clemente diferencia

claramente diversos tipos de educación. "Así es dice una cosa la educación

del filósofo, otra la del retórico y otra la del hombre de mundo; así hay también

propiamente una organización de la vida, que, surgiendo de la pedagogía de

Cristo, es adecuada a un estado de espíritu satisfactorio y bello, y por la

naturaleza son como consagrados el caminar y el descansar, el alimento y el

sueño, la comunidad de amor la obra de la vida, así como todos los restantes

bienes educativos; pues tal educación no es exagerada por. El logos, sino más

bien equilibrada"(San Clemente, (185-254). Discípulo de San Clemente, le

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sucedió en la dirección de la Escuela de Alejandría, y poseyó una gran cultura.

Recomienda el estudio de las ciencias, especialmente de las matemáticas y

considera a la filosofía como la coronación del saber y el preámbulo para la

doctrina religiosa, pues la virtud puede ser enseñada y aprendida. Pero lo

decisivo son los evangelios y la tradición apostólica, accesibles a todos.

Orígenes escribió obras filosóficas importantes, entre ellas una Suma teológica-

metafísica que influyó grandemente en la cultura posterior. Pero cayó en la

heterodoxia, como era tan frecuente entre los pensadores de esa época en que

aún no estaba constituido, rigurosamente, el dogma cristiano.

San Jerónimo recomienda una educación ascética, hasta rechazar los baños, y

una instrucción basada esencialmente en las oraciones, la lectura de libros

religiosos y las labores manuales y domésticas.

 SAN AGUSTÍN

El más grande de los Padres de la Iglesia y uno de los pensadores más

importantes de todos los tiempos, Aurelio Agustín, nació en Numidia, cerca de

Cartago, ¡en e! África romanizada, el año 354, de padre pagano y madre

cristiana. Educado en la tradición helénica, en la escuela de retórica de Cartago

se despierta en él la vocación filosófica leyendo a Cicerón. En su inquietud

espiritual adopta las ideas de la secta maniquea, escuela cristiana con mezcla

de elementos orientales, y se dedica a la enseñanza de la retórica y la

elocuencia en su país natal. Después se dirige a Roma y Milán, donde se pone

en contacto con el gran obispo San Ambrosio, quien le convierte al cristianismo

ortodoxo. En Roma ocupa la cátedra más elevada de retórica, hasta que

regresa a África, donde se dedica a la meditación y es ordenado sacerdote

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primero y después consagrado obispo de Hipona. Allí funda una comunidad

religiosa, que al poco se convirtió en un gran centro de cultura eclesiástica y de

donde salieron distinguidos sacerdotes y obispos. Falleció en 430.San Agustín

escribió numerosas obras.

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CAPITULO III

LA EDUCACIÓN Y LA PEDAGOGÍA EN LA EDAD MEDIA

El cristianismo con su poder divino se había encargado de transformar el

mundo antiguo en mundo nuevo, y pronto hizo sentir su influjo por todas partes

y en todas las cosas. La educación y la instrucción recibieron grande impulso, y

presentaron nueva faz conforme con el destino presente y futuro del hombre.

No faltó quien pretendiese que donde está la fe la ciencia es inútil; pero no

hallaron eco semejantes doctrinas, porque contaba la Iglesia con muchos

hombres distinguidos que al abandonar el paganismo conservaban la afición a

los estudios científicos, y porque los padres de la Iglesia de mas renombre,

como san Clemente de Alejandría, san Crisóstemo, san Gregorio Nacianceno,

san Agustín, san Gerónimo y otros, defendían con todo su poder los fueros de

la ciencia. La escuela de Alejandría y las de los catequistas, de que ya hemos

hablado en los artículos respectivos, vienen en apoyo de esta aserción. Más en

el primer periodo del cristianismo la educación pagana marchaba al nivel de de

los cristianos próximamente.

Las cosas sin embargo no podían permanecer largo tiempo en semejante

estado, pues el espíritu del Evangelio penetraba en la sociedad, y a medida

que se extendían sus saludables doctrinas, las escuelas y establecimientos

paganos debían someterse, por fin, a la cultura cristiana. A pesar de todo,

semejantes establecimientos se hubieran sostenido por mas largo tiempo, y la

transformación se hubiera verificado de distinto modo, sin la emigración de los

pueblos. Desde el siglo IV hasta el VI fueron inundadas por los bárbaros casi

todas las provincias romanas. Reinaba la desolación por doquiera; a los males

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que procedían de fuera se agregaban los que eran efecto de las particiones del

imperio, de las guerras contra los usurpadores, de impuestos insoportables y

de la manera de recaudarlos. Las necesidades, del presente, la incertidumbre

del porvenir, que a todos angustiaba, entorpecían los progresos de las ciencias

aun en los intervalos de la paz. La escasez del tesoro público no permitía a los

emperadores sostener los establecimientos de educación; los pueblos carecían

de los medios necesarios de atender a tales servicios y las escuelas

desaparecieron insensiblemente. Sin embargo, los hijos de los cristianos

debían instruirse en la religión, y los que aspiraban al estado eclesiástico

debían prepararse también para su carrera. Esta necesidad, a que se agregan

las pacificas relaciones de los bárbaros con los cristianos después de las

primeras contiendas, contribuyó a que los intereses de la civilización estuvieran

en manos del clero desde el siglo IX hasta el VI. Este orden de cosas, que fue

un bien inmenso, perjudicó sin embargo al progreso de las ciencias, porque

todas las escuelas se impregnaron del carácter teológico, los conocimientos

humanos se modularon en un todo a la fe de la Iglesia, y se estableció

completamente el despotismo intelectual. Todas las ciencias se redujeron

al trivium y al quadrivum, de que hablaremos con más extensión en los

artículos respectivos; es decir, se redujeron a la gramática, la dialéctica, la

retórica, la música, la aritmética, la geometría y la astronomía, que

constituyeron la instrucción del occidente por largo tiempo.

El influjo del cristianismo disponía a pensar en las cosas del cielo, a penetrarse

del espíritu de amor y a avanzar en el terreno de la verdad. La Iglesia con su

disciplina destruía insensiblemente las costumbres brutales, haciendo que el

espíritu predominase a las fuerzas y agilidad del cuerpo. Todas estas

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circunstancias y el espirito caballeresco que se desarrolló más tarde,

contribuyeron en gran manera a los progresos de la civilización en aquella

época.

Durante este tiempo se ensanchaba la instrucción en las escuelas sobre todo,

en las del orden de san Benito, y particularmente en Irlanda, Escocia e

Inglaterra. La reputación de las escuelas de Irlanda se extendió por todas

partes, de suerte que acudían muchos alumnos del continente a instruirse en

ellas en la Biblia. Los conventos de Escocia e Inglaterra participaron pronto de

la misma gloria, de suerte que mientras crecía la barbarie en otros países, se

refugiaban las ciencias a los conventos de las islas Británicas.

Por el mismo tiempo el obispo de Mea, Crodegando» sujetó al clero a una regla

parecida a la de san Benito, la cual facilitó extraordinariamente la creación de

escuelas. Por este medio Carlomagno y aun sucesores pudieron establecerlas,

no solo en los conventos, sino donde quiera que se hallase un clero numeroso

especialmente en la residencia de los obispos.

Persuadido Carlomagno de que el poder de los estados se funda en la

moralidad y la inteligencia de loa súbditos, se ocupó en civilizar a estos. Logró

despertar en muchos puntos, la necesidad de una instrucción superior, y tiene

derecho, por este y otros resultados no menos brillantes de sus esfuerzos, a

que se le considere como el restaurador de las ciencias en la Europa

occidental. Llamó a la corte a los hombres más distinguidos de su época,

procuró instruirse él mismo, y en medio de los grandes cuidados del imperio se

ocupaba también en los trabajos científicos; hizo un ensayo de gramática de su

Idioma, y formó unas tablas astronómicas que fueron la admiración de Alcuino.

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En sus viajes inspeccionaba las escuelas e interrogaba a los niños,

demostrando en su conducta que no aspiraba con esto a una vana gloria.

Carlomagno fundó en sus estados tres especies de establecimientos de

instrucción: escuelas para el pueblo, escuelas superiores y seminarios de

música. En las escuelas populares aprendían los niños a leer, escribir y contar.

Teodulfo, obispo de Orleans, hizo establecer escuelas de esta clase en todos

los pueblos de sus diócesis, disponiendo que la enseñanza fuese gratuita, a fin

de que hasta los más pobres pudieran adquirir la instrucción necesaria a los

ciudadanos. De los establecimientos superiores, el mas antiguo es la escuela

de la corte (Schola Palatina). Este establecimiento, anterior a Carlomagno, no

principió a florecer hasta el tiempo de Alcuino, llamado a Francia por el

renombre que había adquirido y que había llegado a noticia del emperador.

Alcuino eligió hombres capaces de elevar la institución, pero no introdujo

nuevos métodos ni ensanchó la enseñanza. Los seminarios destinados a

formar cantores para las iglesias, se crearon en Mez y Soisson, poniendo al

frente de estos establecimientos a Teodor y Benito, hombres aventajados en la

música, y que fueron indicados al emperador por Adriano.

Luís el Piadoso siguió el ejemplo de su ilustre progenitor, pero carecía de la

firmeza necesaria para hacer prevalecer su voluntad sobre la del clero; así que

se entibió el celo de éste y desaparecieron insensiblemente o quedaron

reducidas a elementales todas las escuelas que profesaban las siete artes

liberales, hasta el siglo VIII, en el cual recibieron las ciencias nuevo impulso

con la elevación de Hugo Capeto al trono.

En Alemania, donde Bonifacio había preparado los espíritus, obtuvieron

excelentes resultados los esfuerzos de Carlomagno. Prosperaron primero las

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escuelas de los conventos y luego quedaron mucho más atrás que las de las

catedrales. En los siglos IX y X ningún país de la Europa occidental contaba

tantos abades y obispos sabios como Alemania; en ninguna parte se exigían

tantos conocimientos a los eclesiásticos, y en país otro alguno se interesaba

más la nobleza por los progresos de las ciencias. En tiempo de Othon, las

relaciones con Italia sostuvieron el impulso que se había dado al saber, y

desde su tiempo empezó a estudiarse el griego. Solo Inglaterra podía

compararse ventajosamente con Alemania en aquella época, porque cuando

parecía abandonada en Alemania la idea de Carlomagno de ilustrar a la masa

del pueblo, la realizó Alfredo el Grande en Inglaterra, de que son una prueba

evidente los progresos de la lengua nacional bajo su gobierno. No duraron sin

embargo largos años aquellos dichosos tiempos, ni para uno, ni para otro país.

Sustrajéronse los conventos de la vigilancia de los obispos, y desde entonces,

a medida que se enriquecían, se introdujo entre los monjes una vida poco a

propósito para los estudios, perdieron insensiblemente la afición a las ciencias,

y sus escuelas decayeron completamente. Las de las catedrales no tuvieron

mejor suerte, sobre todo desde que los canónigos de Treveris rompieron el lazo

canonical con aprobación del obispo. Seguido generalmente este ejemplo, se

dispersaron los canónigos y desaparecieron sus escuelas. Esta decadencia fue

acaso también debida en parte a la fundación de las universidades, a la

actividad que empezaba a experimentarse en las ciudades, para la cual eran ya

insuficientes las escuelas de aquella época.

A medida que se desarrollaban las relaciones sociales y políticas de los

pueblos, y que se conocía la civilización de otros países, no podía satisfacer la

instrucción de las escuelas eclesiásticas. Entonces, con la participación de los

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príncipes y magnates, se reunieron hombres ilustrados y jóvenes entusiastas

que no pertenecían al clero, con objeto de suplir a lo que faltaba en las

escuelas de éste. Algunas de las escuelas fundadas por estas sociedades

existían ya en los siglos XI y XII, pero solo obtuvieron privilegios en el siglo XIII,

como la escuela de medicina de Salerno, la de derecho de Bolonia y la de

teología de París. En estas escuelas fue ampliándose gradualmente la

enseñanza, hasta la fundación de las universidades, que hicieron grandes

servicios en todos los países y acabaron con las antiguas escuelas.

Los franciscanos y dominicos establecieron también escuelas en la edad media

para los aspirantes a la orden, y otras distintas para cuantos querían

frecuentarlas. Escribieron también algunas obras superiores a las empleadas

hasta entonces, y como, sus escuelas estaban en las ciudades, quedaron

desiertas las de los benedictinos, aunque las de estos eran superiores.

Desde el siglo XII se establecieron escuelas en los pueblos bajo la vigilancia de

las autoridades locales. Estas escuelas sin embargo no diferían gran cosa de

las de los conventos, pues que estaban reducidas al estudio de memoria, a

causa del grande precio de los libros y el papel. El maestro, auxiliado a veces

por los discípulos de mayor edad, recitaba la lección hasta que la mayoría la

aprendía de memoria y la explicaba después bien o mal. Cuando disminuyó el

precio del papel, se adoptó el método del dictado. En suma, no diferían estas

escuelas de las del clero sino en la forma exterior, y servían asimismo, por lo

común, para formar eclesiásticos. Decidida la creación de una escuela, se

construía un edificio, se fijaba la dotación del maestro y la retribución de los

niños, y se nombraba un rector de entre el clero, y la autoridad civil no se

cuidaba más de la escuela. Entonces el rector nombraba auxiliares

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pertenecientes también al clero, y estos eran los encargados de la enseñanza.

En el siglo XIV los discípulos de más edad viajaban para frecuentar diversos

establecimientos, y esta costumbre, que al principio tuvo por objeto adquirir una

educación más esmerada, degeneró por último en una vida vagabunda; así que

estas escuelas destruyeron las de los conventos sin contribuir en nada a los

progresos de las ciencias. La educación de la masa del pueblo en aquellos

tiempos era casi nula. Los estudios clásicos introdujeron después cierta libertad

de espíritu, y con ella cambios notables en la educación y enseñanza, los

cuáles bajo el influjo del cristianismo prepararon los progresos del porvenir.

Tal es el ligero bosquejo del estado de la educación durante la edad media en

Europa. No concluiremos sin embargo sin hacer mención honorífica de Lotario

y de los papas Eugenio II y León IV, que hicieron tan grandes esfuerzos,

aunque infructuosos, en Italia por la creación de escuelas, y sin recordar el

influjo de la cultura de los árabes y del imperio de oriente y de nuestra patria en

la civilización de Europa occidental durante la edad media por más que

consagremos artículos especiales a este asunto en el Diccionario.

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CAPITULO IV

UNIVERSIDAD EN LA EDAD MEDIA

¿QUÉ ERA UNA UNIVERSIDAD EN LA EDAD MEDIA?

Las universidades fueron, sin duda, una aportación medieval original del

Occidente Cristiano que con el tiempo se extendería como forma de educación

superior por toda Europa y, más tarde, por todo el mundo. El nombre de

"universidad" no se empezó a utilizar de forma usual hasta finales de la Edad

Media, mientras que en los primeros tiempos se utilizaba la denominación

usual de "studium generale".

Un "studium generale" era una institución de educación superior fundada sobre,

o confirmada por, una autoridad de carácter universal, como podía ser el papa

o, con menos frecuencia, el emperador (también los monarcas o autoridades

municipales en ciertos lugares, y, sobre todo, en los siglos XIV y XV; aunque,

en muchos casos, luego se pusieran bajo la protección del papa), y cuyos

miembros gozaban de un cierto número de derechos, de igual manera

universales en su aplicación, esto es, que estaban más allá de las divisiones

locales como ciudades, diócesis, estados. Estos derechos conciernen en

primer lugar al estatus personal de los profesores y alumnos de la institución,

en forma individual o colectiva, los cuales estaban colocados bajo la inmediata

salvaguardia de la autoridad suprema que había fundado, o ratificado,

el studium generale o universidad (el papa, el emperador). En concreto, los

universitarios tenían el derecho de gozar de los ingresos de los beneficios

eclesiásticos sin tener que residir de hecho en ellos, así como estaban exentos

de pagar impuestos o de tener que participar en el ejército.

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Asimismo, los títulos concedidos en las universidades estaban garantizados por

la autoridad fundadora y, por tanto, considerados como universalmente válidos,

esto es, las licencias para enseñar (licentiae docenci) eran licencias ubique

docendi, lo que autorizaba a su poseedor a enseñar en toda la Cristiandad

(aunque luego, de hecho, no todas las licencias eran universales) y no, por

ejemplo, en una diócesis particular, como las concedidas

en estudios particulares por parte de un obispo o sus representantes. La

posesión de los títulos de doctor o maestro era considerada un signo de la

mayor competencia intelectual, independientemente de la universidad que los

hubiera otorgado, y que abría las puertas, en cualquier lugar, a oficios u

honores reservados a los poseedores de este alto rango.

En muchas ocasiones los studia generalia no recibieron su confirmación por

parte del papa, en cuanto estatus oficial, sino mucho tiempo después de haber

estado funcionando de hecho (y algunas, como Oxford, no lo recibirían nunca).

En principio la noción de un studium generale en cuanto institución, y

precisamente por ser una institución nueva, no estaba claramente definida en

el marco del derecho medieval en oposición a otros tipos de escuelas -escuelas

catedralicias o municipales, studia o escuelas de las órdenes mendicantes,

escuelas privadas de leyes, etc.- En estas otras escuelas los profesores podían

provenir de universidades, sus niveles de estudios o sus curricula ser muy

similares a los universitarios, etc., pero lo que sí parece específico es que los

miembros de estas otras escuelas respondían exclusivamente ante las

autoridades locales, ya fueron civiles o religiosas, y sus estudiantes no se

beneficiaban de los privilegios concedidos a las universidades, como títulos

oficiales generales o válidos en cualquier parte.

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Hubo en el siglo XIII algún caso híbrido de las llamadas cuasi-universidades. El

más conocido, sin duda, fue la escuela de medicina de Salerno, en la que sus

miembros tenían algunos de los privilegios de los que gozaban los

universitarios; pero estas semi-universidades fueron casos contados y ya no se

registran casos en el siglo siguiente.

El término universitas se utilizó a partir del siglo XII en el sentido jurídico de

corporación o comunidad -un gremio, una hermandad- en un momento en que

empezaron a proliferar todo tipo de corporaciones. De ahí que se hablara

de universitas scholarium o universitas magistrorum et scholarium, es decir,

de universidad de estudiantes o universidad de maestros y estudiantes, esto

es, comunidades de maestros y estudiantes que se ocupaban de la educación

superior en tal o cual ciudad. Estas corporaciones fueron poco a poco teniendo

entidad jurídica y creando sus estatutos, y forzando a sus miembros a

obedecerlos, lo que no quita para que no hubiera controles por parte de las

autoridades exteriores, religiosas o laicas.

Pero no todos los miembros de la comunidad universitaria gozaban por igual de

los privilegios que conllevaba la independencia de la institución. En las

universidades como París u Oxford, y las que siguieron este modelo, sólo los

maestros eran realmente miembros de pleno derecho, que podían ejercer

cargos, pertenecer a los consejos, etc., mientras que los simples estudiantes

(de artes, como ahora diremos) o todos aquellos que gravitaban en torno a la

universidad, como sirvientes de maestros o de alumnos pudientes, bedeles,

escribas, libreros, etc., tan sólo se beneficiaban de la protección de la

universidad, pero sin participar de forma activa en ella. No obstante, la

jerarquía era menos acusada debido a que los estudiantes de las llamadas

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facultades superiores -las de derecho, medicina y teología- eran a su vez

maestros de la facultad de artes, siendo también los alumnos de artes los más

numerosos y más jóvenes, ejerciendo gran control sobre la universidad.

Había otras universidades donde la corporación universitaria estaba formada

por los estudiantes, mientras que los profesores eran simplemente contratados

mediante contratos anuales concertados con la universidad o con la

propia comuna; estos, propiamente, no pertenecían a la universidad, por

ejemplo en Bolonia y Padua, pero crearon enseguida su propia organización,

"el colegio de doctores", que estaba encargado de los exámenes y de la

concesión de los títulos. En Bolonia o Padua no había, para hablar con

precisión, una universidad sino varias: artes, medicina o derecho eran

universidades independientes, y, aún dentro de derecho, había, según el origen

de los estudiantes, una universidad "cismontana" y otra "ultramontana" (de

estudiantes italianos o de fuera de Italia), que eran autónomas. Lo mismo

ocurría con los "colegios doctorales" de los maestros, los cuales eran

independientes agrupándose por especialidades. Si bien es cierto que a pesar

de la separación de las universidades estas cooperaban estrechamente unas

con otras.

En el sur de Francia, la Península Ibérica y el sur de Europa Central las

universidades eran de un tipo mixto, en las que los estudiantes controlaban, de

alguna forma, los cargos universitarios, como el de rector o los de los miembros

del consejo, pero donde los colegios de doctores estaban integrados en la

propia universidad. Aún así, como es natural, había excepciones que rompían

la unidad de la universidad: en Montpellier las universidades de medicina y

derecho permanecieron separadas, o en Praga (entre 1372 y 1415) la facultad

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de derecho se separó de las demás para formar una "universidad de derecho",

regida por un rector estudiante.

Pero si hablamos en términos generales, sin entrar en particularismos, habría

que decir que las universidades europeas se subdividían en una serie de

elementos que se remontan al origen de la propia institución y que, incluso, ya

existían antes. Nos referimos en primer lugar a las naciones, es decir, a las

divisiones de los estudiantes según su lugar de origen geográfico, las cuales

existían en aquellas universidades que reclutaban a alumnos de muchos

lugares distintos. Había, por ejemplo, unas veinte naciones en Bolonia, diez en

Orleans, cuatro en París y también cuatro en otros muchos lugares, como en

las principales universidades del Sacro Imperio Romano y de Europa del Este

(Praga, Viena, Lovaina, etc.), y, asimismo, en Salamanca. El papel que jugaban

estas naciones, su grado de estructuración, su autonomía y su influencia real

dependen mucho de las universidades que se tomen en consideración.

Casi todas las universidades estaban también subdivididas en

facultades distintas para los maestros y alumnos de una disciplina particular.

Las facultades tradicionales eran la de artes (artes liberales), teología, derecho

(que muchas veces estaba separada en facultad de derecho canónico y

facultad de derecho civil) y facultad de medicina. En sitios como Bolonia, Padua

o Montpellier, como decíamos, donde había universidades enteras para cada

disciplina no tenía sentido la división en facultades. Pero en el resto de

universidades las facultades eran fundamentales, y solían tener una amplia

autonomía, con sus propios estatutos, su propio consejo, y, muchas veces, su

decano.

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“Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica”

A pesar de la vocación universalista de las universidades, de la que antes

hablábamos, hay que reconocer que en muy pocas universidades se

reclutaban estudiantes del conjunto de la Cristiandad (y cada vez menos, a

medida que se incrementaron la universidades nacionales). Fuera de lugares

como París, Bolonia o Padua, la mayoría de los estudiantes provenían de las

regiones próximas (o como mucho eran de origen nacional, en el sentido en

que se puede decir esto en esta época medieval), incluso en universidades

reconocidas como Oxford, Salamanca o Praga, y, sobre todo, a partir del siglo

XIV, en el que los estados nacientes y las propias universidades intentaron

frenar la movilidad estudiantil, aunque no deja de ser cierto que, aún en

términos más ideales que reales, la universidad siempre intentó mantener una

vocación universalista y su área de influencia podía extenderse más allá de

cualquier límite político o eclesiástico (país, diócesis, provincia). Los

estudiantes medievales eran por definición forasteros; el viaje y la estancia en

un lugar fuera de su pueblo o ciudad natal formaban parte de la formación del

universitario, de ahí los privilegios de que gozaban los estudiantes

universitarios relativos a la regulación de los precios de los alojamientos o de la

comida, o los relativos al control de los abusos por parte de las autoridades

locales.

En cuanto a los método de enseñanza, a pesar de los cambios de detalle que

diferenciaban a unas universidades, o facultades, de otras, y de los cambios

acaecidos a lo largo del tiempo, sí se podría hablar de una metodología similar

en todos los casos, que podría llamarse escolástica. Estos métodos provenían

de las escuelas del siglo XII: las escuelas de lógica y teología de París por

ejemplo, las escuelas de derecho de Bolonia o las de medicina de Salerno.

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“Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica”

Dejando aparte el uso del latín como uso general y exclusivo de la enseñanza,

había dos tipos de ejercicios básicos en todas las facultades, la "lección" y la

disputa". La primera consistía en una lectura, en la cual se iban comentando los

textos oficiales que servían de base a cada disciplina, y que hacía que el

estudiante dominara a las "autoridades" correspondientes. La segunda era un

debate oral de acuerdo con las reglas de la silogística aristotélica, con

constantes referencias a las "autoridades" en el curso del cual se establecían,

defendían o rebatían tesis concretas (o "casos" jurídicos), para resolver o

desarrollar, dentro de un cuerpo de doctrina coherente, problemas de todo tipo

(filosóficos, teológicos, jurídicos, etc.) que surgían en el estudio y comparación

de textos.

Este tipo de método conllevaba una serie de consecuencias:

1. Se daba un papel crucial y propedéutico a la gramática y a la dialéctica, si

uno quería comprender cabalmente los textos y desarrollar razonamientos

lógicos coherentes para acceder a la verdad.

2. Se dio una importancia básica a la escritura, en cuanto los libros eran la

fuente de autoridad, tanto de los autores de referencia como de sus

comentaristas o glosadores; pero, al mismo tiempo que esto era importante,

luego lo aprendido se manifestaba en el lenguaje oral en las lecciones leídas

en voz alta y, más aún, en las disputas.

3. La relación maestro-discípulo era muy estrecha y necesaria.

4. Se recurría como recurso indispensable a la memorización y repetición de

textos, lo que exigía estudios de muy larga duración, que podía ir de los cuatro

o cinco años para una facultad de artes, pasando por los doce o trece de

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ciertas facultades de derecho, hasta los quince o dieciséis años de la facultad

de teología de París.

5. Esta forma de pedagogía ahogó cualquier intento por introducir otros

métodos de estudio y enseñanza (experimentación, análisis filológico e

histórico, etc.).

Aunque las universidades no tenían el monopolio de este pedagogía

"escolástica", ya que ésta también se encuentra, aunque en forma simplificada,

en las escuelas urbanas o en los studia de las órdenes mendicantes. No

obstante, las universidades sí que innovaron en algo muy concreto y específico

de su enseñanza: el ligar la enseñanza a los exámenes. El examen era

considerado como la culminación normal de un programa de estudios, que

daba derecho a obtener un título oficial.

Los exámenes eran básicamente orales y estaba sujetos a minuciosas

especificaciones, y en ellos el estudiante debía demostrar sus conocimientos y

que dominaba las técnicas y ejercicios que se le habían enseñado.

El baccalariatus, o título de bachiller, allá donde se concedía, implicaba llevar a

cabo un "lectura" simplificada; la obtención de la licentia dependía de ganar

una disputa; y un doctorado no era sino la solemne inauguración de un puesto

de profesor ordinario o profesor regente

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“Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica”

CAPITULO V

LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA

En general, las universidades eran autónomas en su gobierno, “eran

verdaderas repúblicas, casi independientes, apenas subordinadas al Estado y a

la Iglesia”; elegían sus rectores y autoridades, nombraban a los profesores y

concedían los grados.

El primero de estos fue el de bachiller (baccalarius), que era como un aprendiz

de profesor; el segundo fue el de la licenciatura (licencia) que capacitaba para

enseñar, y el tercero, el de maestro o doctor.

La enseñanza universitaria consistía en general en la lectio o exposición y

análisis de un texto, en las cuestiones o presentación de argumentos y en

las diputaciones o discusión de temas sugeridos por el maestro.

En general predominaba el método silogístico y la filosofía escolástica.

Educación infantil en la edad media.

De gran importancia es tener en cuenta que durante la edad media se valoraba

muy poco a los niños, en la antigua Roma el padre poseía un poder rotundo

sobre los pequeños.

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CONCLUSIONES

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“Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica”

ANEXOS

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BIBLIOGRAFÍA

1. CAPILLA RONCERO

2. LACRUZ BERDEJO

3. LASARTE ÁLVAREZ

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“Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica”

WEBGRAFÍA

 http://www.buenastareas.com/ensayos/El-Multiling%C3%BCismo-En-El-

Per%C3%BA/2199828.html

 https://www.google.com.pe/search?q=el+multiling%C3%BCismo+en+el+

peru&espv=2&biw=1366&bih=667&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=

0CAYQ_AUoAWoVChMIraiS-

qDzyAIVwS8mCh1vhA8L#tbm=isch&q=personas+region+costa+peru&i

mgrc=zdUE-PG8NjIPoM%3A

 http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/publicaciones/escri_pensam/1998_

n1/notas_ines.htm

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INDICE
1

1. CARATULA 2
2. DEDICATORIA

3. INTRODUCCION

3.1. LOS PRIMEROS EDUCADORES 3

4. CAPITULO I

4.1. PRIMEROS EDUCADORES


4
5. CAPITULO II
6
5.1. PRIMEROS EDUCADORES Y PEDAGOGICOS

5.1.1. ALEJANDRIA 6

5.1.2. SAN AGUSTIN


7
.

6. CAPITULO III

6.1. LA EDUCACION Y LA PEDAGOGIA EN LA EDAD MEDIA 9

7. CAPITULO IV

7.1. UNIVERSIDAD EN LA EDAD MEDIA


16
8. CAPITULO V
24
8.1. LA EDUCACION UNIVERSITARIA

9. CONCLUSIONES 25

10. ANEXO
26
11. BIBLIOGRAFIA
27
12. WEBGRAFIA

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