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El Niño

Fumador
Por

Manuel Tejonero.
PRÓLOGO

El niño fumador data la historia de un niño de 14 años


algo zoquete, que vive en Vejer de la Frontera, un
pueblo a unos 50 kilómetros de Cádiz.
Dicho chaval siempre hace lo incorrecto, o sea, lo que
no debe hacer, nada extraño por otra parte cuando se
trata de un adolescente, pero este chico no solo es un
adolescente, es mentalmente más pequeño de lo que su
edad cronológica indica y eso le convierte en ciertas
situaciones en víctima, hazmerreír y un largo etcétera.

En este libro nuestro gran autor Manuel Tejonero nos


describe parte de su día a día en un laberinto cada vez
más cerrado donde cuesta cada vez más ver la luz y que
una mano amable le salve.
Para proteger la identidad de nuestro principal personaje
le llamaremos Prometeus, luego está Andrés un tipo
bastante mayor que Prometeus pero que a los ojos de
ese pequeño universo parece ejercer como amigo,
aunque en realidad es un sinvergüenza que lo que hace
es llevarlo por malos derroteros y aprovecharse de él.
Luego tenemos a Alberto un tipo más joven que Andrés
pero mayor que Prometeus y finalmente tenemos a
Alejandro tres años mayor que Prometeus, o sea, 17
años.

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Capítulo 1

La decepción

Ese chaval que la gente observa no para de dar la nota,


no se sabe si lo hace aposta o que vive en su particular
paralelismo. Como todos los chavales raros tiene
tendencia a la soledad, al aislamiento, lo que le lleva a
tener un grupo pequeño y a veces inexistente de
amigos; aunque ellos personalmente no se ven
particularmente afectados.

Se presenta un viejo zarrapastroso, desdentado a su


lado: es Andrés Mandíbula.

PROMETEUS: Andrés ¿dónde estabas? He estado


esperando toda la tarde a ver si venías, ¿tienes un
cigarro?

ANDRÉS: No me queda un céntimo y de tabaco


tampoco, a no ser que…

PROMETEUS: A no ser que tenga yo algunos céntimos


¿no? Lo suficiente para que vayas al kiosco de Miguel y
compartamos unos pitillos, ya sabes Andrés que a mí no
me vende porque soy menor.

ANDRÉS: Trae ¿cuánto tienes, a ver? 30, 40, 50, 60,


céntimos, cabe a dos pitillos, uno para cada uno.
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PROMETEUS: Vale Andrés, pero conste que te invito
yo.

Andrés hace oídos sordos de lo que ha dicho Prometeus


ya que como buitre y alimaña está habituada a
gorronear. En ese momento aparece un chaval alto y
delgado que presenta en su rostro un incipiente caso de
acné, es Alberto Gorila.

PROMETEUS: ¿Qué pasa Alberto? ¿Dónde has


estado?

ALBERTO: Por ahí con Alex.

PROMETEUS: ¿Con Alex?

ALBERTO: Sí eso he dicho.

ANDRÉS: Mira, hablando de Rey de Roma.

En ese momento aparece Alex Galápago, un chaval de


17 años, bastante alto y el más fornido de los cuatro.

ALBERTO: Alex aquí estaban preguntando por ti ¿sabes


quién?

ALEX: Me lo imagino ¡Prometeus!

ALBERTO: Sí ¿cómo lo has sabido?

ALEX: Porque es el más curioso de los tres.


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ANDRÉS: Me sorprende tu capacidad intuitiva, de veras
Alex.

ALEX: Viniendo de ti, Andrés, es un cumplido.

ANDRÉS: Lo digo en serio Alex, eres el mejor, no me


extrañaría nada que dentro de unos años seas
presidente.

Alex se sonroja porque piensa que lo dice en serio pero


solo es un truco vil propio de un ser ruin y despreciable
para conseguir su propósito.

ANDRÉS: Dejémonos de cumplidos y halagos que no


conducen a nada. Vamos meteos las manos en los
bolsillos y echar mano de vuestras carteras así haremos
la correspondiente recolecta para ponernos pedos.

PROMETEUS: Andrés ya te dije antes que los 60


céntimos que te di para los pitillos era lo único que tenía,
ahora no me queda nada, además que yo sepa tú
tampoco tienes dinero.

ANDRÉS: ¿Estás seguro?

PROMETEUS: Eso, al menos, me dijiste.

Con aire de prepotencia y mezquindad Andrés se saca


de la cartera 50 euros. Esa visualización deja patidifuso
a Prometeus.

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PROMETEUS: Eres despreciable, lo que acabas de
hacer te deja a la altura del betún, es lo más execrable y
lo más paupérrimo a lo que se puede llegar como
condición humana. Teniendo tal cantidad de dinero cómo
has sido capaz de hacer que te invite yo y así quedarme
sin un céntimo.

ANDRÉS: No me cuentes tus problemas que por tu falta


de respeto te vas a quedar sin pillar nada, mientras que
a estos dos los invito yo.

Tras esas palabras de puro odio, que podían derretir el


plomo, Prometeus corre hacia su casa y llora
desconsoladamente, produciéndose a sí mismo un
ataque de ansiedad, que solo se le ocurre paliar
buscando en la mesita de noche de los padres un
paquete de tabaco sin estrenar fumándose en dos hora
la mitad.

Son las doce de la noche, el padre de Prometeus


regresa a su casa, ya había cenado en la Venta-
Restaurante Galindo, en la calle Correduría. Se le
apetece echarse un cigarrito antes de irse a la cama,
cuando va a echar mano del paquete de tabaco nota
que le falta la mitad, con cara de energúmeno y sin
mediar palabra, se dispone a entrar en el dormitorio de
su hijo y le mete tal paliza que Prometeus tiene
problemas en andar bien durante cuatro o cinco días.

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Esto no te lo perdono Andrés, se dice a sí mismo
Prometeus, que culpa a Andrés de su berrinche que tuvo
como consecuencia tal paliza.

Al día siguiente están los tres “amigos”, o sea: Andrés,


Alex y Alberto; al poco tiempo viene Prometeus, sus
colegas le preguntan ¿dónde has estado toda esta
semana desde que te enfadaste? Prometeus elude la
pregunta con un gesto reticente hacia Andrés del cual
Alex y Alberto se dan cuenta. ¿Qué pasa hombre,
todavía estáis cabreados?, pregunta Alberto.

PROMETEUS: No es asunto tuyo Alberto, tú no tienes


idea de lo que he pasado desde entonces.

ALEX: ¡Venga hombre! Seguro que no ha sido para


tanto.

En ese momento de impotencia e incomprensión


Prometeus se golpea una y otra vez la cabeza en una
farola ubicada en la Plaza de los Picaos. Donde muchos
curiosos salen a ver que pasa, entre ellos, Pepe de
Ponte de Ví, un tipo extraño y misterioso que parece
salido de una película de Federico Fellini.

ALBERTO: ¡Prometeus, Prometeus…! ¡Qué haces!

PROMETEUS: Emular al Maitón, no te jode.

ALEX: El señor Ponte de Ví no te quita ojo de encima,


¿qué, quieres salir en las noticias de las 10?
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ANDRÉS: Por mí como si revienta, un tonto menos.

En ese momento aparece un caballero alto y


excesivamente guapo es Tomi Bomba que siendo testigo
de tales palabras increpa con dureza a Andrés.

TOMI: Debería de darte vergüenza, encima que robas al


chaval y le pegan por tu culpa le llamas tonto, tu sí que
eres tonto, que en vez de llamarte Andrés Mandíbula
deberían llamarte Andrés Gatita, por el tacto que tienes
al embaucar a esos infelices.

Andrés acobardado se va hacia el kiosco de Miguel,


espera un rato y dice…

ANDRÉS: Miguel dame un cigarro.

Suelta 20 céntimos.

MIGUEL: Ya sabes que te faltan 10 céntimos, son 30 me


oyes 30.

ANDRÉS: Miguel mañana cobro la ayuda y te pago.

MIGUEL: A otro perro con ese hueso Andrés, no nací


ayer.

Andrés se va al bar de Peneque derrotado, en dicho bar


se encuentra a Juan Valdés, se le acerca y le dice que le
invite a una cerveza.

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JUAN: A buen sitio has venido tú a poner la era, no
sabes que aquí prácticamente estamos todos en paro.

Andrés enojado y frustrado está recogiendo todo lo que


ha sembrado y no le queda otra que pedirle a Cisqui una
copa fiada.

CISQUI: ¿Te quieres ir al carajo, Andrés? Como te voy a


fiar una copa con la crisis que hay y siendo tú
precisamente quien no paga las deudas, además como
tú ya sabes, esto es un negocio y aunque quisiera
invitarte no podría, puesto que esto no es mío. Es de la
Sra. Herminia.

Se va del bar con un cabreo imponente camino de la


calle de Arrieros donde nació en años matusalenos.
Mientras tanto Prometeus está más calmado gracias a la
intervención altruista del guapísimo Tomi Bomba.
En un breve espacio de tiempo aparece un hombre
calvo, feo y saborío en gran estado de embriaguez; es
Juan Manuel Maitón y está canturreando una vieja
canción.

MAITÓN: El día que nací yo


Que planeta reinaría,
Por donde quiera que voy
Que mala estrella me guía.

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A ese tiempo se oye una profunda y larga carcajada que
acaparó todos los sentidos de los transeúntes que
pasaban por allí, es Petra Cotorra que estaba
escuchando a tal sujeto.
Mientras que Maitón se percata que es con él y se
molesta replicándole.

MAITÓN: Gorda de mierda lávate y deja de reírte de mí,


que lo que tienes que hacer es meterte en tus asuntos y
dejar de criticar a los demás. En dicho manifiesto se
produce un silencio sepulcral que dura unos dos minutos
hasta que viene el tren a la Plaza de los Picaos. El
Maitón intenta subirse con tan mala suerte que cae
encima de una mujer de avanzada edad, es Amalia
Moreno, la mujer de Antonio Pizarro; El Maitón se
disculpa en cuanto se percata que es ella.

MAITON: Perdona Amalia no pretendía caer encima de


ti, no se como arreglarlo.

AMALIA: Para empezar quitando tu nariz de mis senos.

En ese momento las risas y carcajadas no se hicieron


esperar, incluso los protagonistas de tal escena lo
entendieron y se rieron también, acto seguido el tren
reanudó su marcha quedándose absolutamente solo
Prometeus que intenta ver si puede coger algo de más o
menos valor de los clientes del Bar Trafalgar ubicado en
la Plaza de los Picaos y casi tapando el kiosco de
Miguel. Está mirando un Samsung Galaxi como lo haría

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Un leopardo acechando a un antílope, mientras lo mira
Pedro Dantés y le dice:

PEDRO: Además de estúpido eres un chorizo, que


sepas que como vulgar ladrón no tendrías futuro, de
hecho para ser un ladrón no se requieren unas grandes
cualidades pero tú eres tonto hasta para eso.

PROMETEUS: No tenía intención de robarlo.

PEDRO: Vete de aquí escoria o llamo a la policía.

PROMETEUS: No puedes echarme esto es un lugar


público, que estamos en la calle y por lo tanto tu negocio
es el que no debería estar en la calle. Además que ibas
a decirles si no he robado nada, ni siquiera he tenido tal
intención, solo es una especulación tuya.

PEDRO: Quizá te haya subestimado. Está claro que no


eres tan tonto como pareces.

Finalmente Prometeus se aleja de allí yendo a un


negocio justamente enfrente: El Califa. Pregunta a la
recepcionista.

PROMETEUS: Hola, me puedes decir la clave del


Califa.

RECEPCIONISTA: ¿Para qué la quieres saber?

PROMETEUS: Para hacer un trabajo del instituto.


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RECEPCIONISTA: Está bien, apunta:
currocuatropelos.com.

PROMETEUS: Gracias.

…………………….

Son las 12:30 de la noche y Prometeus aun no ha


llegado a casa así que el padre sale en su búsqueda,
hasta que da con él preguntandole a la gente. Está con
su amigo Alberto que tiene muchos interrogantes en su
vida. “¡¡Prometeus!!”, exclama su padre. “Sí, Ya voy”,
responde Prometeus.

PADRE: Te he dicho que no quiero verte con ese


anormal.

PROMETEUS: Es uno de los pocos amigos que tengo,


cómo quieres que me distraiga.

PADRE: No cuestiones mis órdenes, además es mucho


mayor que tú, nada recomendable para alguien con tan
pocas luces como tú.

Prometeus agacha la cabeza sin rechistar hasta que


ambos llegan a casa.

PADRE: Y ahora por subnormal te quedas sin cenar.

PROMETEUS: No hace falta, la madre de mi amigo


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Alberto nos ha preparado la cena, ¡Vaya tortilla a la
francesa! ¡Umm…!

Eso enfurece aun más al padre, propinándole una brutal


paliza incluso más gorda que la que dio hace unos días.
Prometeus llora de dolor y rabia, mientrás su padre le
dice:

PADRE: Claro, no me extraña que comas en su casa y


que seáis tan amigos, porque seguro que es él quien te
suministra el tabaco, ¿o creías que no me habia dado
cuenta? Te ha visto de lejos y te huelen las manos y el
aliento, ¿o crees que soy tonto?

Prometeus dentro todavía de su rabia le responde:

PROMETEUS: Tienes toda la pinta, borracho de mierda.

En ese momento el padre se dispone a volver a pegarle


y es interrumpido por el timbre de la puerta, rin, rin, rin.
“voy, quién será a estas horas”, abre y es Salvador
Pedal.

PADRE: ¿Qué hace en mi casa a estas horas? Como


comprenderá es bastante tarde.

SALVADOR: Claro que lo comprendo y por eso


precisamente he venido, no solo esta usted pegandole a
un menor sino que son las 2:30 de la mañana y lo que
pretendo es dormir, así que haga el favor de mantenerse

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en silencio o le denuncio por escándalo y por agredir a
su hijo.

PADRE: Está bien, comprendo que es bastante tarde,


pero la manera de educar a mi hijo es cosa mía.

SALVADOR: Se equivoca caballero, el castigo físico ya


no forma parte del sistema educativo, es un delito
tipificado por la ley y en ciertos casos penalizado con la
perdida de la guardia y custodia y en ciertas ocasiones
incluso con la cárcel.

Estas palabras del señor Pedal hacen al padre


estremecerse de miedo y se va a la cama, como
vulgarmente puede decirse, con el rabo entre las
piernas.

A la mañana siguiente Prometeus sale de casa con una


ligera cojera y con gafas de sol para ocultar los
moratones de tan brutal paliza.
Se encuentra a Alberto.

ALBERTO: ¿Estás mejor de lo de ayer?

PROMETEUS: ¿Cómo sabes eso?

ALBERTO: Por tu lamentable aspecto y porque mis


oídos fueron testigos de los golpes y de tus gritos,
fueron de tal magnitud que hasta mi vecino Antonio de
Bernal se levantó despavorido de la cama e intentó
llamar a la policía, lo cual yo intervine quitándole tal idea,
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porque se me ocurrió otra quizás no tan efectiva pero
que surtió efecto.

PROMETEUS: ¿De qué me hablas? Perdona, que no te


entiendo.

ALBERTO: Estúpido zoquete; que yo fui quien llamó por


el celular a Salvador Pedal para que llegara a tu casa.

Prometeus y Alberto se fundieron en un efusivo abrazo


del que fue testigo Andrés Mandíbula que invadido por
los celos cogió su vieja cámara de fotos y se dispuso a
disparar flases, mandando tales instantáneas a la casa
del padre de diciendo en un anónimo: “Prometeus y
Alberto son amantes”.
Esto hace encender la mecha del padre que con la furia
de un titán busca a su hijo desaforadamente hasta que
lo encuentra. En el momento en el que va a levantar la
mano, su hijo y Alberto le paran diciéndole: “recuerda lo
que dijo el señor Pedal”, recapacita y rompe a llorar
como una maricona. Acto seguido Andrés, espiando, no
da crédito de lo que pasa; sabe que su plan se ha ido al
garete y enfadado va y llena de huevos podridos el lugar
de residencia del señor Pedal.
Cuando este te encuentra el panorama intenta calmarse
lo más posible y habla con Joseba Tagarnino, que fue
policía municipal en tiempos del régimen de Franco,
para que le asesore de cómo querellarse con el padre
de Prometeus. Joseba le dice que tiene que estar 100%
seguro de que ha sido él.

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SALVADOR: Lo sé. Estoy seguro.

JOSEBA: Si no tienes pruebas no hay nada que hacer,


eso son solo especulaciones, además no puedo
atenderte que tengo un problema con el coche en el
pedal del freno.

A la mañana siguiente el señor Pedal espera con


impaciencia pero constancia al padre de Prometeus, lo
ve salir de su portal y acto seguido le increpa: “cobarde,
pusilánime, no eres lo bastante hombre para hacerme
una fechoría a la cara”, el padre de Prometeus al
escuchar tales palabras se queda absorto, le cuesta
reaccionar hasta que dice:

PADRE: ¿Pero de qué coño estás hablando? ¿Qué


demonios te pasa? ¿Crees qué estas son formas de
dirigirte a mí después de aquella noche?

SALVADOR: No disimules, que sabes muy bien de que


te estoy hablando ¡sinvergüenza, cabrón, mentecato!

PADRE: Ya vale, te estás pasando, no tengo porque


aguantar esto.

SALVADOR: Arreglémoslo como hombres. Partámonos


la cara.

PADRE: Por supuesto.

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Sin mediar palabra se enzarzan en una cruenta y cruel
batalla en la que de momento no se ve un claro
vencedor, hasta que el padre de Prometeus da una
fuerte patada en la pierna derecha de Salvador, que
guarda ahí una vieja lesión y cae desplomándose al
suelo chillando como una perra; aquel acontecimiento
tan desagradable hace revivir a Salvador el origen de la
lesión, allá por el verano de 1988 en la Plaza de los
Picaos, jugando al fútbol.
El ex-policía Joseba Tagarnino escucha el griterío
quejumbroso de Salvador y acude en su ayuda,
“¡Salvador, hombre, ¿qué haces?! Te dije que no
hicieras nada hasta no estar seguro”, grita Joseba.
En ese momento el padre pregunta: “¿me puedes decir
tú qué es lo qué pasa?”.

JOSEBA: Este joven piensa que tú le has echado


huevos podridos en los escalones de su casa y créeme
tiene motivos para pensarlo, aunque carezca de
pruebas.

PADRE: Eso es una patraña. Está claro que no me


gustó lo que hizo, en ir a mi casa y amenazar con
denunciarme, pero yo las cosas las hago a la cara. Pero
ahora que estoy viendo tales comportamientos… ¿no
será este montón de mierda quién mandó ciertas
instantáneas a mi casa?

JOSEBA: ¿De qué se trata?

PADRE: Que te lo diga él, vamos díselo.


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SALVADOR: No tengo ni idea de qué me hablas. ¡AH!
¡AH! ¡AH!

PADRE: ¡Chilla como una zorra!, ahora eres tú quién no


sabes nada, que casualidad.

Escuchando tal jaleo viene Prometeus: “¿Qué pasa?


¿Qué pasa?”.

PADRE: Hijo, sabes tú algo de lo qué pasa.

PROMETEUS: No sé, solo sé lo que he oído y lo que


veo, no sé nada.

PADRE: Será mejor que alguien me diga algo. ¿No


pretenderéis entre todos volverme loco?

SALVADOR: Los huevos. ¡AH! ¡AH! ¡AH!

PADRE: Pero qué dice este imbécil de huevos. ¿Está


delirando quizás?

JOSEBA: Ya es hora que cuente yo lo que sé. Resulta


que este chaval, a colación de la trifulca que tuvieron el
otro día, pensó que tu manera de vengarte era
echándole en sus escalones huevos podridos.

PADRE: Pero eso es ridículo, ni siquiera se me había


pasado por la cabeza. Lo prometo por lo más sagrado.

JOSEBA: No te conozco mucho, pero te creo, sé cuando


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un hombre miente; no olvides que he sido policía.

Se ausenta el padre un momento de la reunión y vuelve


con un sobre y las instantáneas candentes mostrándolas
a su hijo, Joseba y Salvador.

PADRE: ¿Qué significa esto?

SALVADOR: Prometo, por lo más sagrado, que nada


tengo que ver con lo que me estás enseñando.

PROMETEUS: Esa foto es cierta, no tiene trampa ni


cartón, pero lo que es incierto es lo que pone en el
reverso.

PADRE: ¿Quién te la hizo?

PROMETEUS: No sé padre pero, te aseguro que


Salvador Pedal no ha sido.

Unos segundos más tarde se escucha a Andrés


Mandíbula reírse y contando chistes, estaba borracho y
para más INRI en la Peña de los Picaos regentada por
Pepe Baraja.
Se acercan los cuatro presentes y escuchan:

ANDRÉS: ¡… Y el tonto del padre del niño cree que ha


sido Salvador Pedal quién ha mandado esas fotos! Y
para colmo ¡Salvador Pedal piensa que ha sido el padre
el de los huevos podridos! ¡Qué mancha de inútiles!

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Eso hace enardecer la llama de la agresividad de los
cuatro presentes. Cuando se oye: -¡Andrés, sal para
fuera si eres hombre!- dice el padre.

PADRE: Ahora todo encaja. Anormal de mierda, seguro


que eras tú quien daba tabaco a mi hijo a cambio de
quien sabe qué. ¿No es cierto, hijo?

PROMETEUS: Si papa, él era, no sé como he podido


estar tan ciego padre, perdóname.

PADRE: Está bien hijo.


Sal, sé que tienes miedo Andrés, pero nadie te va a
salvar.

En ese momento pasaba por allí canturreando el


guapísimo, inimitable y portentoso Tomi Bomba:

- Salta para arriba,


Salta para atrás
Y un movimiento sexy,
Que nadie nos va a pararrrrr…

Mientras cantaba escuchó unas voces, a las cuales,


acudió de inmediato.

TOMI: ¿Qué pasa aquí?

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SALVADOR: Es el estúpido de Andrés, que nos ha
metido en un lío de narices.

TOMI: Bien. ¿Quién se atreve ha contarme lo qué ha


pasado?

PADRE: Yo mismo, respetable caballero. Resulta que


este hombre nos ha echado a pelear… estoy tan
nervioso que no sé por donde empezar.

TOMI: No se preocupe buen hombre, veré si tiene algo


qué decir Andrés.

ANDRÉS: No, no… yo no quiero hablar. Solo hablaré en


un tribunal y en presencia de mí abogado.

TOMI: Está bien, tendrás un juicio justo. Joseba te


otorgo el poder para detenerlo, sé que ya no eres policía
pero este sujeto tendrá un juicio como merece, sin
alarma social, sin medios de comunicación y por
supuesto sin dispositivos policiales.

JOSEBA: Creo que era así: tienes derecho a


permanecer en silencio, todo lo que digas podrá ser
utilizado en tú contra ante un tribunal, tienes derecho a
un abogado; si no puedes pagarlo el estado te
proporcionará uno de oficio.

Se oye: ¡¡¡El sujeto Andrés Mandíbula pasará mañana a


las 10 a disposición judicial!!!

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TOMI: ¡Joder coño!, queríamos hacer un juicio silencioso
pero siempre hay alguien que se entera. Ya se está
diciendo que mañana lo llevan a disposición judicial, lo
cual no es totalmente en serio, ya que lo vamos a juzgar
gente que no pertenecemos al sistema jurídico, sino solo
los que más lo conocemos; lo cual es más eficaz.
Mañana a las 12:30 de la mañana empezará el juicio en
la calle Manzanares.

SALVADOR: ¿Por qué tan tarde?

TOMI: Porque es justamente cuando termina la serie


Walker Texas Ranger, protagonizada por Chuck Norris.

Grita la muchedumbre: ¡¡¡¡¡ SI… BIEN !!!!!.

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CAPÍTULO 2

EL JUICIO

Llega el día del juicio, vemos a Andrés Mandíbula


inquieto. Mientras que el vecindario grita
desaforadamente: -¡Payaso! ¡Mamarracho! ¡No te da
vergüenza! ¡Lo vas a pagar!

TOMI: Bueno, queda poco para que yo me retire, solo


quiero que sometamos al fiscal, al abogado, al juez y a
la acusación particular a votación. Seguro que lo hacéis
bien.

El pueblo opina: de 5 a 10 votos Maitón es el juez, con 7


a 8 votos Amalia Moreno es la fiscal, con 11 a 13 votos
Jorge Palito es el abogado de Mandíbula y con 9 a 11
votos Monroy es abogado de la parte contraria, o sea,
de los buenos.
¿Y a quién ponemos de alguacil? ¡¡Al tonto de Alberto!! ,
bien ya está el equipo compuesto, solo necesitamos a
los testigos.

JUEZ: (Toca la campana) Alguacil haga pasar al testigo


Miguel.

Miguel se dispone a entrar en la sala mientras que el


juez, para qué nos vamos a engañar, resacoso le
pregunta: ¿Jura decir la verdad, nada más que la verdad
y solamente la verdad?, entonces le interrumpe el
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Alguacil: la mano, se te ha olvidado decirle que levante
la mano.

JUEZ: ¿Cuál de ellas?

ALGUACIL: Creo que la derecha, lo vi en una película


de Perry Maison.

JUEZ: Levanta la mano Miguel, la derecha, ¡ah! y jura lo


que te dije antes.

MIGUEL: Lo juro.

¡¡Vaya mierda de juez!! ¡¡Fuera!! Exclama Rodrigo


Relinque.

JUEZ: Callaté desgraciado o te acuso de desacato.

Interrumpe el alguacil: a él no le tienes que acusar de


nada.

JUEZ: ¿Entonces qué hago? Que soy el juez coño,


nadie puede más que yo ahora.

ALGUACIL: Puedes echarlo.

JUEZ: Fuera de la sala gordo, bueno ya no tanto desde


que haces bicicleta.

RODRIGO: No me voy.

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JUEZ: Entonces te confiscaré la bicicleta.

RODRIGO: Vale me voy.

El juez pregunta al alguacil: ¿por dónde íbamos?

ALGUACIL: Tenemos al testigo Miguel ya bajo


juramento.

JUEZ: Bueno. Nombre y apellidos, fecha de nacimiento


y profesión.

MIGUEL: Miguel de Cervantes Saavedra, nací el 22 de


Abril de 1958 y mi profesión es quiosquero.

La señora fiscal se dispone a interrogar al testigo.

FISCAL: ¿Qué relación tiene usted con el acusado, el


señor Mandíbula?

MIGUEL: Aparte de que ha sido cliente esporádico mio


ninguna.

FISCAL: ¿Cree usted qué el señor Mandíbula es capaz


de realizar los hechos por los que se le acusa?

MIGUEL: Es una persona extraña y maliciosa pero no


puedo opinar referene a este tema, roza el desequilibrio
mental.

La fiscal procede: “Señoría no hay más preguntas”.


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JUEZ: Señor Miguel puede retirarse. Alguacil llame a la
parte demandante.

ALGUACIL: El señor Juan de Guaraná pase a la sala


por favor.

JUEZ: ¿Cúal es el origen de su demanda?

JUAN: Este desgraciado hizo unas fotos de mi hijo con


su alguacil abrazados, en las que ponian que eran
amantes.

JUEZ: Modere su lenguaje.

Interrumpe el alguacil: “a este sí puedes acusarlo de


desacato”.

JUEZ: ¿En serio?

ALGUACIL: Pero no lo haga, queremos que sea un


juicio rápido, que yo a las 3 quiero estar almorzado.

JUEZ: Creo que se me ha olvidado algo.

ALGUACIL: ¡El juramento, hombre, el juramento!

JUEZ: Verdad, bueno como el orden de los factores no


altera el producto, vamos allá: edad, profesión y fecha
de nacimiento.

JUAN: Creo que 48, no estoy seguro, y llevo dos años


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en el paro, pero he trabajado como peón de la
construcción.

ALGUACIL: Sr. Juez ese no es el juramento.

JUEZ: ¿Cuál era? ¡Ah! Ya me acuerdo. Jura decir la


verdad, nada más que la verdad y solamente la
verdad…

ALGUACIL: La mano, se le ha olvidado la mano, es la


derecha.

JUEZ: Gracías. Levante la mano derecha y a ver si


acabamos.

JUAN. Lo juro.

En ese momento un indignado en la sala grita:


“¡¡Quemen al juez!! No sabe dirigir un juicio“. Se trata de
un ruso afincado en España, es Jesuski Palominenco.

JUEZ: ¿Otro gilipollas más? Joder, aquí se han puesto


todos de Acuerdo para que asistan todos los tontos del
pueblo. ¡Desaloje la sala! Y no complique más esto.

JESUSKI: Me voy porque es de vergüenza.

JUEZ: Bien. Un tonto menos. Prosigamos, ¿por dónde


íbamos? Ah sí que usted manifestó que el acusado, el
señor Mandíbula hizo dichas instantáneas con su hijo y

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el alguacil. Yo le formulo la pregunta del millón: ¿Tiene
usted pruebas?

JUAN: Claro que las tengo. Y además testigos, entre


ellos: mi hijo, el señor Pedal y Joseba.

JUEZ: Alguacil haga pasar al siguiente testigo.

ALGUACIL: Sr. Joseba Mafeo, pase a la sala…

Es interrumpido por un asistente, Fernando el Maki:


“Escucha, que me dijo que no podía venir porque iba a
Algeciras para pasar la ITV del coche“.

ALGUACIL: Sr. Juez no está el testigo.

JUEZ: Bien, llame al siguiente.

ALGUACIL: Sr. Salvador Pedal entre en la sala…

Vuelve a ser interrumpido otra vez polr Fernando el


Maki: “Se tuvo que ir porque los dolores de la pierna le
estaban matando”.

JUEZ: Bien, y ¿quién nos queda?

ALGUACIL: El único, el hijo del demandante.

JUEZ: Hagalé pasar.

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ALGUACIL: Joven Prometeus pase a la sala.

Prometeus entra en la sala.

JUEZ: ¡A la mierda el protocolo! ¡Al grano! Yo soy el


juez. ¿Qué tienes que decir retonto?

PROMETEUS: No se qué decir.

Y se queda llorando como una Magdalena.

JUEZ: ¡Pero a este qué le pasa ahora! Con la mañana


que estoy teniendo, lo que faltaba es que este se ponga
a llorar ahora.

MONROY: Disculpe señoría, hay una error de base, no


podemos interrogar a este único testigo dado que es
menor.

JUEZ: Entonces qué hacemos. Se suspende la sesión


durante 30 minutos, si no pasa algo nuevo.

Pasados los treinta minutos acude al juicio el señor


Pedal algo dolorido pero visiblemente mejorado, gracias
a los fármacos que paliaron gran parte de ese terrible
dolor.

JUEZ: Se reanuda la sesión. ¡Alguacil, tenemos alguna


novedad referente a algún testigo ausente en la sesión
anterior!

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ALGUACIL: Sí señoría ha venido el señor Pedal.

JUEZ: Hágale pasar.

ALGUACIL: El señor Salvador Pedal, entre en la sala.

El señor Pedal se dispone a entrar en la sala algo triste


pero amable mientras que el juez le dice:

JUEZ: Sr. Pedal, levante la mano derecha. ¿Jura decir la


verdad, nada más que la verdad y solamente la verdad?

SALVADOR: Lo juro.

La señora fiscal procede a hacer su particular


interrogatorio: - Bien señor Pedal, ¿qué relación tiene o
ha tenido usted con el acusado el señor Mandíbula?

SALVADOR: No he tenido nunca ninguna, salvo hasta la


presente, en que este indeseable lleno de huevos
podridos la puerta de mí casa.

Es interrumpido por el abogado Jorge Cara de Palo.

PALITO: ¡Protesto señoría! Está insultando a mí cliente.

JUEZ: Denegada. Y usted señor Pedal modere su


lenguaje o le acuso de desacato.

SALVADOR: Disculpe señor juez.

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Dado por la falta de datos concluyentes la señora fiscal
hace el siguiente comentario: - Señoría, no hay más
preguntas.
El abogado Jorge Cara de Palo procede a hacer su
interrogatorio.

PALITO: Con la venia señoría. ¡Señor Pedal, es cierto


qué usted no conoce de nada a mi cliente! Me parece
raro viviendo a escasos 40 metros.

SALVADOR: No he dicho que no lo conzca, he dicho


que nunca he tenido ninguna relación con él.

PALITO: Bueno. ¿Quién le ha propinado tal paliza?

SALVADOR: Ha sido un error.

PALITO: ¿Un error? Explíquese.

SALVADOR: Este individuo, al que usted representa,


llenó de huevos podridos la puerta de mí casa
haciéndome creer que fue Juan de Guaraná y
enfurecido le esperé en el portal de su casa y nos
pegamos; y esa es la historia.

PALITO: ¿Cómo llegó usted a tal conclusión?

SALVADOR: Una noche oí que el padre de Prometeus,


el señor Guaraná, pegaba a su hijo y fui a amenazarle
con denunciarle.

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PALITO: Pero eso no prueba nada. ¿Cómo se atreve a
hacer tal acusación?

SALVADOR: El día de dicha pelea tanto el padre de


Prometeus, como Joseba y yo escuchamos que el señor
Mandíbula estaba regocijándose de lo que había hecho
en mi casa y luego dijo que también fue él quién envió
las instantáneas de su hijo abrazándose con el alguacil.

PALITO: ¿Tiene pruebas de lo qué dice? Enséñenos su


casa.

SALVADOR: No puede ser. Mi suegra la limpió con


Mister Proper.

PALITO: ¿Cómo se atreve usted a acusar a alguien sin


pruebas? La verdad pienso que esto es una
conspiración contra mi cliente. Es acoso y derribo.

MONROY: Protesto señoría, el letrado Cara de Palo


intenta intimidar a mi cliente.

JUEZ: Denegada.

PALITO: Señoría, no hay más preguntas.

JUEZ: Sr. Pedal puede retirarse. Alguacil haga pasar al


único y definitivo testigo.

ALGUACIL: Juan de Guaraná, pase a la sala.

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JUEZ: Pase y siéntese y no jure porque lo hizo ya en la
anterior sesión. Es el turno de la parte contraria.

MONROY: Con la benia señoría. Dado los derroteros


que está tomando este juicio solo necesitamos la
famosa prueba que usted tiene.

De repente Juan de Guaraná se queda absorto, sin


palabras y en silencio sepulcral. Parece contagiar a los
allí presentes.

JUEZ: Sr. Guaraná conteste a su letrado.

JUAN: No hay pruebas, porque por los nervios las


rompí.

JUEZ. Entonces ya está todo muy claro. No hay


pruebas por parte del señor Pedal ni por parte del señor
Guaraná.

El señor juez se dispone ha dar un veredicto.

JUEZ: Por falta de pruebas de los testigos y


demandantes absuelvo al señor Mandíbula de todos los
cargos de que se le acusa.

Un alegre Mandíbula rompe a gritar: ¡¡¡Viva la justicia!!!,


abrazándose a su abogado Cara de Palo.

Esto deja al demandante principal anonadado y el señor

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Pedal lamenta el día que su suegra se puso a limpiar su
domicilio.

PROMETEUS: Padre no te enojes, no merece la pena


ponerse a la altura de tan patético personaje.

JUAN: Gracias hijo, pero eso no me consuela.

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Capítulo 3

La incertidumbre

El señor Juan de Guaraná tras el terrible palo que se


lleva de la justicia, está durante unos días terriblemente
deprimido y un día de esos va al Restaurante Venta
Galindo, ubicado en la calle Correiduría, para tomarse
unos chatos que le alivien su profunda depresión y
frustración. A la hora y media ya estaba muy borracho y
le da por salir a tomar el aire fresco. Mientras sale se da
cuenta que el señor Mandíbula cruzaba la calle.

JUAN: Mandíbula, esto no va a quedar así. Te voy a


matar.

El señor Mandíbula corre despavorido, más rápido que


un guepardo, muerto de miedo. Mientras el señor
Guaraná corre como un poseso para darle caza. A la
altura de la Calle de la Fuente te dan encuentro. El
señor Guaraná se dispone a pegarle, cuando es
interrumpido por un ciudadano de bien, es Alfonso de
Ramos.

ALFONSO: ¿Pero qué hace usted? ¡Hombre váyase a


su casa que es bastante tarde y está dando un
espectáculo penoso!

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JUAN: ¿Penoso? ¡Quítate de en medio! Y te enseñaré lo
qué es penoso… voy a partirle la cara a Mandíbula.

ALFONSO: Si le tocas a él, te toco yo a ti.

El señor Guaraná siente tal impotencia que golpea, una


y otra vez, una puerta con la mano fracturándose dos
falanges de la mano derecha. Acto seguido Mandíbula
escapa y Guaraná se dispone a ir al médico que le
enyesa los dedos de la mano y parte del antebrazo.
Tal y como están las cosas Prometeus sabe ya que no le
conviene hablar con Mandíbula y entra en un estado
nuevo para él de aburrimiento constante hasta que un
día ve a sus antiguos amigos: Alberto y Alejandro.

PROMETEUS: ¡Alex, Alberto! Me alegro de veros.


Ultimamente lo estoy pasando muy mal.

ALBERTO: Ultimamente lo hemos pasado todos muy


mal, pero ya es hora de cambiar dicha tendencia.

ALEJANDRO: Dios te oiga, Alberto. Vamos a comprar


tabaco. ¿Tienes algo Prometeus? ¿Y tú Alberto?

PROMETEUS: Sí, tengo 60 euros que le quité a mi


madre. Sé dónde guarda el dinero, pero con los
problemas que hay ahora en mí casa, ya sabes, mi
padre en el paro y borracho todos el días, mi madre
creará que ha sido él.

ALEJANDRO: ¡Eres un genio Prometeus!


35
ALBERTO: ¡Y que lo digas!

PROMETEUS: Invito yo. Compra un paquete de tabaco,


perdón, con este dinero compra por lo menos seis
Alberto; ya sabes que por edad eres el único de
nosotros al que se le permite comprar.

ALBERTO: ¡Eso está hecho!

Mientras que esos jóvenes perdidos no paran de fumar


escuchan en el silencio de la noche: “¡Mira que tres, es
difícil decir cuál de ellos es más tonto!”, se trata de
Salvador Pedal hablando solo.

PROMETEUS: ¿Con quién hablas?

SALVADOR: A ti qué te importa, dejamé en paz.

ALEJANDRO: ¡Cómo que te dejemos en paz!, si tú has


sido quien está criticándonos.

ALBERTO: ¡Eso es verdad, cojones!

SALVADOR: Solo he pensado en voz alta, no quiero


discutir.

PROMETEUS: Sé lo qué te pasa, lo mismo que a mí


padre, estáis frustrados por la resolución del juicio;
entiendo que estéis malhumorados.

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Salvador al escuchar dichas palabras de un niño, que
consideraba tonto, se extraña y no le queda otra que
darle la razón.

SALVADOR: Tienes razón chaval, perdóname.

PROMETEUS: Vale, no pasa nada, no somos


rencorosos.

ALBERTO: Ya que hemos aclarado ciertas polémicas


por qué no te unes a nosotros y seguimos con la fiesta.

SALVADOR: Te lo agradezco, pero no tengo un duro, el


paro lo terminé y llevo dos meses sin cobrar la ayuda.

PROMETEUS: ¡No te preocupes, invito yo! Sabes que


estoy en deuda contigo por tu impecable defensa ante
mi padre.

SALVADOR: Gracias, pero con qué dinero.

PROMETEUS: Con el mío, bueno con el que era de mi


madre, de vez en cuando le quito dinero y ella cree que
es el capullo de mi padre.

SALVADOR: Muy agudo… pero no lo suficiente, sabes


que no debes contarselo a nadie y me lo has contado a
mí.

PROMETEUS: Pero tú, no me delatarás.

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SALVADOR: No, no he dicho eso, pero tú al contarmelo
a mí sin apenas conocerme, seguro que también se lo
habrás contado a alguien más, además me parece
chavacano, inmoral y no sé qué más.

PROMETEUS: Vale tío. No me sermonees, solo me he


ofrecido a invitarte.

SALVADOR: Acepto la invitación. Una cosa es que me


parezca mal lo que haces y otra desperdiciar esta gran
oportunidad.

PROMETEUS: Por más que veo personas diferentes,


veo que en el fondo nos parecemos todos mucho, creo
que somos iguales o casi iguales.

SALVADOR: Estás madurando chaval, no pense


pudieras tener esos toques filosóficos.

ALEJANDRO: Bueno, yo me voy.

ALBERTO: Yo tambien.

PROMETEUS: Pero ¿qué pasa? ¿A qué viene esta bulla


tan repentina?

ALEJANDRO: Tengo que madrugar para asistir al


instituto. Claro, como tú eres un profesional de los
novillos, te sorprendes.

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PROMETEUS: ¡Vale! ¡Joder! ¡Últimamente parece que
todo el mundo me reprocha o me dice lo que tengo que
hacer! ¡Ya estoy harto, y sobre todo de que me critiquen!

ALEJANDRO: Tranquilo tío, solo fue un comentario


inocente y sin malicia, ¡francamente te veo mal!, creo
que necesitas ayuda profesional.

PROMETEUS: No necesito a ningún loquero, y si dijiste


que te ibas, vete; porque me está entrando una mala
leche.

SALVADOR: Oye chaval, tú no puedes ir así por la vida.


El chaval no lo ha dicho con mala intención.

PROMETEUS: ¡Pues que se disculpe!

ALEJANDRO: ¡Disculparme yo! ¡Pero tú de qué vas!


Que esa mala leche ya me está contagiando.

PROMETEUS: Venga, pégame. ¡No te tengo miedo!

ALEJANDRO: Pero, Prometeus, por qué no pones en


orden tu cerebro.

PROMETEUS: No es el mío, es el tuyo, el mío rige muy


bien.

ALEJANDRO: ¡Mira, paso de ti! Me voy y te aseguro que


has perdido un amigo.

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PROMETEUS: Vete, no me haces falta, no te necesito;
yo solo me basto y me sobro. ¡Y tú, qué mira!

Dice eso dirigiendose a Alberto.

ALBERTO: Mira, si tú tienes problemas con Alex o con


quién sea no lo pages conmigo.

PROMETEUS: Tú también te vas a pasar a su bando.

ALBERTO: Pero qué dices. Aquí no hay ningún bando,


¿quizás estamos en guerra?

SALVADOR: Parece que sí, ja, ja, ja.

PROMETEUS: ¡Y tú, no te rías de mi que te meto!

SALVADOR: Venga ya no seas tan violento, ¡que ya


verás lo que te pasa! Porque aquí nadie se ha metido
contigo, ni Alex, ni Alberto y mucho menos yo que
siempre te he ayudado sin conocerte lo suficiente o ya
no te acuerdas los palos que te he quitado de encima.
Sabes, eres un desagradecido con mi persona; y con
respecto a Alex, le dices que se disculpe, cuando el
chaval no tiene que disculparse de nada, solo te ha
aconsejado bien.

PROMETEUS: Quizás me haya excedido un poco.


Venga, Alberto y Salvador, disculparme.

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ALBERTO: Pedir perdón es muy fácil, lo difícil es
perdonar. Quizás algún día me lo plantee pero necesito
mi tiempo.

SALVADOR: Por mi parte no hay problema pero que no


se vuelva a repetir.

PROMETEUS: Te comprendo Alberto y tú Salvador,


gracias de corazón.

En ese momento Salvador y Prometeus se dan un


efusivo abrazo, interrumpido por Alberto: “Cuidado a ver
si está Mandíbula por ahí y os hace otras fotos como las
tuyas conmigo, Prometeus.”
En ese momento los tres allí presentes soltaron una
profunda y larga carcajada que llevó consigo la
reconciliación absoluta de los tres, abrazandose en
grupo, mientras son observados por un transeúnte que
pasaba por allí, era Fernando el Maki.

FERNANDO: No puedo creer lo que veo. Siempre supe


que esos tres eran gente rara, pero creo que son
maricones.

Esas palabras de Fernando son escuchadas por los tres


presentes y como de algo preparado se tratara cantan
los tres:
A quién le importa lo qué yo haga
A quién le importa lo qué yo diga
Somos así y así seguiremos
Nunca cambiaremos.
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FERNANDO: Lo que yo decía, la canción es todo un
icono gay de los años 80 de Alaska y Dinarama, pero no
tienen motivos para estar tan contentos ya que
Prometeus, su padre y el señor Pedal perdieron el juicio,
quizá se trate, de lo que llaman los psicoanalistas, el
Síndrome de Estocolmo.

SALVADOR: Bueno Prometeus y Alberto, ya sí es tarde,


me voy. Espero que no os enfadéis.

PROMETEUS: No hombre.

ALBERTO: No, si yo también me voy.

PROMETEUS: Yo me quedo, voy a echar el rato con


Fernando el Maki. Fernando ¿qué pasa tío?

FERNANDO: A mí no me pasa nada. ¿Y a ti?

PROMETEUS: ¿Tienes un cigarro?

FERNANDO: Venga toma, pero a ver cuándo sale de ti


invitarme.

PROMETEUS: Aun no te he invitado porque no hemos


coincidido pero descuida que lo haré.

FERNANDO: Te tomo la palabra. Bueno, me voy a la


Peña Flamenca, ¿vienes?

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PROMETEUS: No, el otro día quise entrar y me pidieron
el carné, con lo cual no me dejaron.

FERNANDO: ¿Qué edad tienes?

PROMETEUS: 14 años.

FERNANDO: No te preocupes que 4 años se pasan


volando. Me acuerdo yo cuando tenía tu edad, parece
que fue ayer y ya tengo 51 años; bueno chico, lo dicho,
hasta luego.

PROMETEUS: Adios Fernando.

Prometeus al verse solo va al quiosco de Miguel.

PROMETEUS: Miguel dame un cigarro.

MIGUEL: Prometeus tú ya sabes que no te vendo, no te


pongas pesado.

PROMETEUS: No es para mí, es para mi padre.

MIGUEL: Pues que venga tu padre y yo se lo vendo.

PROMETEUS: Te estoy diciendo la verdad.

MIGUEL: No te creo.

En ese momento ve a Maitón, el que fue juez en el


juicio.
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PROMETEUS: Maitón si yo te doy 30 céntimos, ¿tú me
compras un cigarro?

MAITÓN: Sí, trae para aca. Miguel dame un cigarro.

MIGUEL: Bien, yo te doy el cigarro pero tú ya sabes lo


qué pasó con Mandíbula; que yo se que es para
Prometeus.

MAITÓN: Sí Miguel, no te preocupes, pase lo que pase


no pienso involucrarte y yo asumiré las consecuencias.

PROMETEUS: Gracias Maitón, eres un tio legal.

MAITÓN: Hombre claro, ya sabes que fui juez.

Seguidamente Prometeus se dirige al quiosco mientras


Miguel le dice: “retírate de aquí, a ver si la gente piensa
que soy yo el que te vende tabaco”.

PROMETEUS: Miguel, hoy he discutido con mi amigo


Alejandro y me gustaría hacer las paces, ¿qué debo
hacer?

MIGUEL: Ante todo, dejarme en paz y luego me da igual;


y quita de en medio que voy a cerrar que son las 11:30.

En ese momento Prometeus se sienta en un banco de la


plaza y observa que viene un grupo de mujeres metidas
en años, una de ellas es Amalia, la fiscal del juicio.
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AMALIA: Tú… ¿Qué hace aquí tan tarde un niño como
tú?

PROMETEUS: Mi padre, que no me dio la llave y tengo


que esperarlo.

AMALIA: Tú tienes más cuentos que Calleja.

En ese momento se escucha: “¡Prometeus, ven aquí!”,


era Juan de Guaraná, su padre. Prometeus corre al oir
la voz sin mediar palabra.

AMALIA: Lo que yo me imaginaba, que el niño es un


mentiroso y hay que gastar cuidado con él porque más
pronto te mete en un lio.

PETRA COTORRA: Verdad Amalia, ese niño es un


sinvergüenza. Pero la culpa no es de él, es la crianza,
porque lo que no puede ser es dejar al niño con las
riendas sueltas y ahora que tiene 14 años, ¿quién puede
con él?

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CAPÍTULO 4

LA RECONCILIACIÓN

A la mañana siguiente Prometeus se levanta buscando a


Alejandro a la desesperada, ve a Antonio de Bernal y le
pregunta:

PROMETEUS: ¿Has visto a Alex?

BERNAL: No, no lo he visto, ¿por qué?

PROMETEUS: Ayer nos enojamos y quiero hacer las


paces con él. Esta enemistad no me deja vivir.

BERNAL: Haces bien en reconciliarte, los resentimientos


no son buenos.

PROMETEUS: Ya, pero se que Alex es muy orgulloso y


se que no me va ha perdonar a la primera; y lo que más
me cabrea es que tiene motivos para hacerlo, ayer fui
muy grosero con él.

BERNAL: Si quieres puedo interceder por ti.

PROMETEUS: Te lo agradezco.

Al atardecer Bernal ve a Alex y le dice:

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BERNAL: Alex, he hablado con Prometeus y está
deseando hacer las paces contigo, Ya me contó lo que
os pasó ayer.

ALEJANDRO: ¿Es cierto? Me sorprende que cambie de


opinión tan pronto.

BERNAL: Debes disculparlo, fue un calentón típico de su


edad adolescente y empujado por un cúmulo de
circunstancias adversas.

ALEJANDRO: Yo también quiero volver a ser su amigo.

En ese momento aparece Prometeus.

BERNAL: Venga, aquí teneis la oportunidad de


reconciliaros. Porque la amistad es lo más importante de
la vida, es algo más alto que el cielo y más profundo que
el mar, que mueve las montañas y todo lo puede lograr.
Dos amigos van siempre juntos de un lugar a otro lugar,
porque en su vínculo no hay fronteras que cruzar, van
repartiendo su amor y su amistad, él y tú y tú y él,
amigos para siempre debéis de ser.

ALEJANDRO: De acuerdo, vuelvo a ofrecerte mi


amistad Prometeus.

PROMETEUS: Yo la acepto y también te declaro la mía.

BERNAL: Por el poder que me ha sido otorgado, yo os


declaro: amigo y amigo. Daos la mano y un abrazo.
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ALEJANDRO: Un abrazo no, que ya ha habido
bastantes abrazos, la mano y ya está.

PROMETEUS: Vale, la mano y punto.

THE END
Vejer, verano de 2012

POSDATA: Los personajes de este libro son ficticios,


cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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