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Don Benito 1

DON BENITO
EL CRIMEN DE INÉS MARÍA
Drama histórico basado en un hecho real

de Patricio Chamizo

PERSONAJES
PAREDES – GUARDIA 1 - GUARDIA 2 – FALCÓN – LÓPEZ –
CARRASCO - LABRADOR 1º - LABRADOR 2º - CASTEJÓN – JUEZ –
COMANDANTE – TENIENTE – DOCTOR – SARGENTO – RANDO -
ARRASCO –TOMÁS – CIDONCHA - DEFENSOR 1º - DEFENSOR 2º -
DEFENSOR 3º - PROCURADOR – UJIER – PRESIDENTE -
ACUSADOR PRIVADO – FISCAL - MAGISTRADO PONENTE -
JURADO 1º - JURADO 2º - JURADO 3º - JURADO 4º - JURADO 5º -
JURADO 6º - JURADO 7º - JURADO 8º - JURADO 9º - JURADO 10º -
JURADO 11º - JURADO 12º - JURADO 13º - TESTIGO - AMA –
ENGRACIA - MUJER 1ª - MUJER 2ª - MUJER 3ª - MUJER 4ª - MUJER -
MUJERES DEL PUEBLO - HOMBRES DEL PUEBLO

PRÓLOGO
CUADRO PRIMERO
Al levantarse el telón los focos se proyectan sobre una zona de la izquierda del escenario,
permaneciendo el resto en la oscuridad. La escena representa la antesala de un prostíbulo.
Un tosco mostrador con botellas y vasos boca abajo, alguna silla de enea; varios farolillos
y guirnaldas pretenden, sin conseguirlo, quitar rusticidad al ambiente. Hacia el lateral
izquierdo, una puerta tapada solo por una cortina da paso al interior. En escena tres
mujeres jóvenes, que por su atuendo y maquillaje salta a la vista que son prostitutas; una
cuarta, mayor que las anteriores, menos aparatosamente vestida, pero más maquillada,
soporta con evidente congoja y temor la reprimenda del quinto personaje que completa el
cuadro. Se trata de Carlos García de Paredes, de cerca de treinta años, alto esbelto, pelo
corto peinado hacia delante, gran mostacho, muy bien vestido, aunque desaliñado por su
estado de embriaguez. Las tres primeras mujeres permanecen muy juntas acurrucadas tras
el mostrador, buscando instintivamente protección entre sí. La mayor, dueña del burdel, es
zarandeada por PAREDES.
PAREDES: (Colérico) ¿Es que no te tengo dicho que las nuevas son exclusivamente
para mí y que solo cuando yo te lo diga las puedes poner al servicio de
las demás?
AMA: (Suplicante) Sí, don Carlos, lo sé. Pero usted compréndame a mí. La
vida está muy mal y solo cuando traigo a una niña nueva se me llena la
casa de mozos y podemos ganar unas perras. Si usted pagara bien...
PAREDES: ¿Pagar bien? ¿No te hago bastante favor con no cerrarte tu sucio burdel?
Sabes de sobra que puedo hacerlo.
AMA: Sí, señorito, lo sé.
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PAREDES: Entra ahora mismo en esa habitación y echa fuera al tío que está con ella.
¡Vamos! Si no vas pronto, seré yo quien le saque a patadas.
AMA: ¡Don Carlos, por favor, yo no puedo hacer eso con el señorito Enrique!
PAREDES: ¿Conque es ese sietemesinos el que me la está pisando?
AMA: Sí, señorito. Don Enrique es muy buen cliente y una persona muy
distinguida, aunque no tanto como usted. ¿O cree usted que a una niña
virgen se la voy a dar yo a cualquier botarate para que la desgarre? Si
usted hubiese venido media hora antes se la habría dado a usted. El
señorito Enrique paga muy bien y solo se acuesta con vírgenes. A usted
le da igual con tal que sea guapa y hermosa.
PAREDES: Ese señorito de mierda no es más que un cretino. Ahora se va a enterar
de quién soy yo. (Inicia el mutis, muy decidido. El ama se pone delante
de la puerta y trata de impedir que entre PAREDES)
AMA: ¡No, don Carlos, no entre usted! Me armarán un escándalo y me pondrán
una multa. (PAREDES la empuja bruscamente y pasa al interior. El
ama le sigue angustiada y, ya dentro, suplica) ¡Por lo que más quiera,
señorito, deje que termine y se vaya! (Pausa. Se oye el grito de una
joven y varios golpes de cosas que caen y se rompen. A trompicones
entra un joven desnudo y con las ropas en las manos, se tapa tan
pudorosamente como las circunstancias le permiten. Tras él entra
PAREDES seguido del AMA, desconcertada y llorosa. Las tres jóvenes
se ocultan tras el mostrador)
PAREDES: (Al joven desnudo) ¡Fuera de aquí, te he dicho! ¡A esa no la monta nadie
antes que yo! ¡Fuera! (Le da una patada en el trasero y el joven
desaparece por la derecha. En la puerta, tapándose superficialmente
con unas enaguas, aparece una jovencita muy asustada. Paredes la ve)
Tú, lávate bien esa sangre que ahora voy contigo. (La niña está tan
asustada que no reacciona) ¡Vamos, deprisa! (La niña se va. Paredes
saca unas monedas del bolsillo y las pone ruidosamente sobre el
mostrador) ¡Toma, para que no digas que no pago! ¡Como vuelvas a
hacerme otra faena como esta, te cerraré la casa! (Se va por el interior.
El AMA, después de observar su salida, va al mostrador, se sirve una
copa de aguardiente e invita a las otras tres)
AMA: ¡Dios mío, Dios mío, éste hombre me va a buscar la ruina! (Se sirve otra
copa. Las cuatro están muy angustiadas y nerviosas. Pausa. Por la
derecha entran una pareja de guardias municipales)
GUARDIA 1: ¿Qué pasa aquí?
AMA: (Sonriendo y aparentando tranquilidad) Nada, señor guardia. Ya lo ve
usted. Todo está tranquilo.
GUARDIA 1: ¿Cómo que no pasa nada? Si casi se han oído las voces en la plaza. He
visto salir de aquí a un hombre corriendo desnudo.
AMA: Pues, aquí todo está tranquilo.
GUARDIA 1: (Señalando la puerta) ¿Quién está ahí dentro?
AMA: Cinco niñas. Pero todas están trabajando.
GUARDIA 1: ¿Quién ha sido el que ha dado esas voces?
AMA: ¡Uy! ¡Si no han dado voces!
GUARDIA 1: Son las dos de la madrugada y esas voces alteran el orden. No tengo más
remedio que denunciaros. Dime quién ha sido el que ha dado esas voces.
¡Vamos, que salga aquí inmediatamente!
AMA: (Con miedo) Ha sido don Carlos García de Paredes.
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GUARDIA 1: ¡Ah! Está aquí. Ya me extrañaba no verle por la plaza borracho,
insultando a todos. Está bien; por esta vez, que pase. Pero procura no
armar escándalos. Quiénes son los otros que están ahí.
AMA: Son mozos del pueblo, buenas personas que vienen, eligen a la que le
gusta, se desahogan y se van sin rechistar.
GUARDIA 1: Dame la documentación de esa chica nueva. (El ama le da una libreta)
Aquí faltan datos. ¿No será menor de edad?
AMA: No lo sé. En cualquier caso, ahí está el permiso de su padre.
GUARDIA 1: No voy a denunciarte; solo por curiosidad. ¿Qué edad tiene?
AMA: (Duda, le cuesta responder) Tiene catorce años y era virgen cuando
vino. Pero eso es muy frecuente.
GUARDIA 1: Sí, por desgracia. La miseria envilece a la gente y la hunde en la
ignominia y en la indignidad. (Le devuelve los papeles. Entra
PAREDES, ve a los guardias y les increpa)
PAREDES: ¿Qué hacéis vosotros aquí?
GUARDIA 1: Vamos de ronda, don Carlos.
PAREDES: ¿De ronda, o de putas? ¿Es que no tenéis otros sitios donde vigilar?
GUARDIA 1: Oímos voces aquí y hemos venido a ver qué pasaba.
PAREDES: Más os valdría oír otras voces, y vigilar en otros sitios.
GUARDIA 1: ¿Qué quiere usted decir?
PAREDES: Que las voces que tenéis que oír son las de esos piojosos anarquistas y
socialistas que hacen mítines en sus locales. Esos son los peligrosos, no
estas pobres mujeres.
GUARDIA 1: Las reuniones de esa gente son legales y no podemos entrar en el Ateneo
ni el la Casa del Pueblo sin permiso de la autoridad.
PAREDES: (Despectivo) ¡Bueno, largaros de aquí!
GUARDIA 1: (Con dignidad) No debe usted hablarme en ese tono. Estoy de servicio y
soy la autoridad.
PAREDES: ¿Autoridad un simple guardia municipal? Eso se lo dices a los demás, no
a mí. ¿O es que pretendes llamarme la atención?
GUARDIA 1: No, señor. Pero delante de la gente no debe usted hablar así. Es un mal
ejemplo.
PAREDES: ¡Vaya, hombre! Ahora resulta que un destripa terrones pretende dar
lecciones de urbanidad al sobrino nieto de Donoso Cortés, marqués de
Valdegamas, director de estudios de la reina Isabel II, abuela del Rey
Alfonso XIII. ¿Te has olvidado de quién te dio ese uniforme?
GUARDIA 1: El que yo sea guardia gracias a su padre de usted no le da derecho a
hablarme de esa forma. Estoy de servicio, soy la autoridad y usted debe
respeto a este uniforme. ¡Exijo respeto!
PAREDES: ¡Cerdo! ¡Soy yo quien debe ser respetado, yo, la persona más importante
de Don Benito! El que puede hacer que mañana mismo dejes de ser “la
autoridad”.
GUARDIA 1: (Con gran dignidad) Es usted un degenerado y un sinvergüenza.
(PAREDES trata de agredirle, pero el GUARDIA esgrime su porra
para repeler la agresión. El AMA y el otro guardia se ponen en medio
de los dos)
AMA: ¡No, caballeros, aquí, no! No le haga usted caso, señor guardia, está
borracho y no sabe lo que dice.
PAREDES: ¡Patán, mal educado, descortés, desagradecido, te vas a enterar de quién
soy yo!
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GUARDIA 1: Algún día pagará usted cara su perversidad y su vileza. (Los dos
guardias se van. PAREDES intenta seguirlos, pero el AMA se lo
impide sujetándole)
AMA: Serénese, señorito, por lo que más quiera. Ande, vaya con esa niña que le
está esperando. (Le coge del brazo e intenta llevarlo adentro, pero
PAREDES se revuelve contra ella, pegándole)
PAREDES: Todo ha sido por tu culpa, so puta. Te voy a matar. Te tengo dicho que a
las vírgenes solo las desfloro yo. Mira el escándalo en que me has
metido. ¡Te voy a matar! (Las otras chicas salen en defensa de su AMA
para protegerla de las bofetadas y puntapiés de PAREDES. Logran
llevárselo dentro entre dos y la otra atiende al AMA, que gimotea en el
suelo, mientras se oye dentro a PAREDES repetir la última frase. La
chica atiende al AMA, la levanta y le da una copa de aguardiente)
OSCURO

CUADRO SEGUNDO
La escena empieza a iluminarse muy lentamente. Es el amanecer. A la derecha hay un
mostrador de un bar donde el tabernero sirve café y copas a dos clientes. Por todos sitios,
lentamente empiezan a surgir hombres hacia el bar. Es la plaza del pueblo donde los
jornaleros van en busca de trabajo. Entran FALCÓN, LÓPEZ Y CARRASCO. Son tres
jóvenes jornaleros entre veinticinco y treinta años. FALCÓN lee un periódico y los demás
le observan.
FALCÓN: ¡Toma! Cuarenta mil mineros de huelga en Vizcaya.
LÓPEZ: ¡Qué valientes son los vascos!
FALCÓN: El trabajo de las minas lo hacen pocos vascos. La inmensa mayoría son
andaluces y extremeños.
CARRASCO: ¿Y qué es lo que piden?
FALCÓN: El descanso dominical y la desaparición de las cantinas.
LÓPEZ: ¿Los mineros contra las cantinas? ¡Qué raro!
FALCÓN: Las cantinas no son bares, como tú te imaginas. Son tiendas de los
patronos donde tienen que ir a comprar por obligación, pues les pagan
con vales que solo son canjeables en sus comercios.
CARRASCO: ¿Qué mas trae el periódico?
FALCÓN: (Leyendo) “Malestar en Riotinto. Los mineros amenazan con ir a la
huelga. El Gobierno Civil está mediando en las negociaciones. En Jerez
de la frontera los jornaleros se niegan a segar si no se les paga los treinta
y seis reales que piden de jornal. Las cosechas corren el riesgo de
perderse. El Gobernador ha ordenado a la Guardia Civil que concentre
todas sus fuerzas cerca de los campesinos.”
LÓPEZ: ¡Será guarro el tío! ¿Y por qué las concentra cerca de los patronos, que
son los agresores?
FALCÓN: ¿Qué podemos esperar de una sociedad burguesa y caciquil? Solo cuando
el Movimiento Obrero hagamos la revolución habrá justicia en España.
CARRASCO: ¡Y que lo digas! Pero no lo digas muy fuerte. Ya sabes que los ricos nos
tienen entre ceja y ceja a los militantes obreros.
FALCÓN: Esta tarde vendrán de la Federación a traer los periódicos. Esta noche
tienen que ser repartidos. Y que todo el mundo pague la cuota.
LÓPEZ: Aquí, lo que haría falta será cortar el pescuezo a un par de caciques.
Sobre todo a ese chulo de García de Paredes.
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CARRASCO: ¡No me nombres a ese baboso! Por su culpa cobramos jornales de
hambre. Su familia es quien más jornaleros emplea y es la que marca el
precio de los jornales.
FALCÓN: No seas ingenuo. Eso es lo que dicen los labradores como excusa para no
pagar más. Si fuera al revés, ya verías lo que le harían caso. Paredes es el
más rico y todos se escudan en él. Todos son por el estilo: unos
explotadores.
CARRASCO: Vamos a tomar una copa de aguardiente. (Se acercan al mostrador.
Entran dos labradores)
LABRADOR 1º: ¿Has leído el discurso de Joaquín Costa?
LABRADOR 2º: Sí. Yo no me explico cómo le consienten a ese hombre las cosas que
dice. Se mete contra el Rey, contra el Gobierno y no deja títere con
cabeza.
LABRADOR 1º: Porque eso lo dice en Madrid. Allí es muy fácil hablar contra el
caciquismo, pero en mi pellejo le quisiera yo ver aquí. Me he leído todos
los discursos de Salmerón, de Lerroux, de Raimundo Fernández
Villaverde. Todos iguales. Muy buenas palabras cuando vienen de
campaña electoral, pero después se olvidan de todo. Aquí, en Don
Benito, y en toda su comarca, han mandado siempre los Donoso Cortés
con monarquía y con república y seguirán mandando siempre, aunque el
mismo Joaquín Costa fuera Presidente del Consejo.
LABRADOR 2º: En eso tienes razón. Mi abuelo fue labrador con Isabel II y con la
República; mi padre lo siguió siendo con Alfonso XII y con la Regencia
y yo sigo siendo pequeño labrador con Alfonso XIII. Tres generaciones
trabajando como burros, solo para cubrir tus necesidades. Sin embargo,
ahí tienes a los descendientes del gran Donoso Cortés cada vez más ricos
y con más poder político.
LABRADOR 1º: Es verdad. Yo sé lo que piensan los pequeños propietarios, como
nosotros, los comerciantes y los trabajadores. Y sé lo que cada uno vota.
Pues no hay manera. En las elecciones salen siempre elegidos ellos.
LABRADOR 2º: Eso es que manipulan las actas. Y yo sé quién se encarga de eso en el
Ayuntamiento: Castejón, el lameculos del señorito don Carlos.
LABRADOR 1º: ¡Ese sí que vive bien sin dar golpe!
LABRADOR 2º: Para algo le colocaron en el Ayuntamiento.
LABRADOR 1º: Ese, sin dinero, es el más cacique de Don Benito. (Se acercan al
mostrador. Siguen hablando aparte los grupos En la parte izquierda de
la escena, opuesta al bar, en una tribuna JOAQUÍN COSTA
pronuncia un discurso en el Ateneo de Madrid)
JOAQUÍN COSTA: “La forma de Gobierno en España es una monarquía absoluta cuyo rey
es su majestad el cacique. ¿Y sabéis por qué, labradores? ¡Porque sois
unos cobardes! Valientes para luchar contra el poder del cielo en esas
épicas milicias de la agricultura, cobardes para alzar el pié y coger
debajo unas cuantas alimañas con nombres de caciques que os tienen
sujetos a sus conveniencias y os chupan la sangre, y os roban el honor, y
os hacen amarga la vida, y os convierten en un rebaño sin dignidad de
hombres, noventa años después de haberse promulgado el santo principio
de igualdad de todos los hombres ante el derecho”.
“Hace algunos años, cuando más enardecida estaba la guerra de Cuba,
dije que España era una nación unisexual compuesta por dieciocho
millones de mujeres. Cuando ahora vuelvo la vista atrás y abarco con una
mirada las cosas horrendas, inverosímiles, sucedidas en esos cuatro años,
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y contemplo en el fondo del despeñadero el inmenso rebaño, mirando
indiferente, con los ojos mortecinos y estúpidos, a los conductores jugar
con sus destinos, sobre su libertad y sobre su piel, comprendo el agravio
que hice a las mujeres de entonces con aquella calificación. No. España
no es una nación de mujeres: ¡Es una nación de eunucos!” (Oscuro sobre
JOAQUÍN COSTA. Por la izquierda último término entra PAREDES.
En su camino aparta hoscamente a quienes interfieren su recorrido,
sin que nadie proteste por sus modales. Se dirige en línea recta al
mostrador, en el que están los LABRADORES 1º y 2º, FALCÓN,
LÓPEZ Y CARRASCO, más los que estaban al principio. Es decir,
completamente ocupado. Se mete entre los dos primeros y FALCÓN,
empujando violentamente a ambos para hacerse sitio. Los dos
LABRADORES se apartan temerosos. FALCÓN reacciona dándole un
golpe en el pecho y PAREDES cae al suelo. Se hace un silencio total y
todo el mundo observa la escena sin intervenir)
FALCÓN: ¡Señorito de mierda! ¡A mí no me empuja ni mi padre! (De entre los
hombres surge CASTEJÓN y ayuda a PAREDES a levantarse.
CASTEJÓN es de complexión fuerte, de unos cincuenta y cinco años y
con el pelo totalmente blanco)
CASTEJÓN: (Aparte, a FALCÓN) No sabes bien en el lío que te has metido. Esto que
has hecho es gravísimo. (A PAREDES, muy servil) Don Carlos, está
usted indispuesto. Le acompañaré a su casa. (PAREDES se zafa de
CASTEJÓN y mirando a FALCÓN le increpa con dedo acusador:)
PAREDES: ¡Tú, piojoso anarquista, o socialista, o lo que seas, ya puedes coger el
hato y marcharte de Don Benito, porque te voy a machacar vivo por
todos lados!
FALCÓN: Ya sé lo que te propones, porque lo has hecho con otros. Pero si me
tengo que ir, no será antes de cortarte el pescuezo.
PAREDES: (A todos los presentes) ¡Oírme todos! Al que coja a este tipejo para
trabajar ya me encargaré yo de hacerle la vida imposible. ¡Ni trabajo ni
limosnas! ¡Fuera de aquí esta chusma! Ya sabéis todos que no amenazo
en vano. (Se va, furioso, por el lateral izquierdo, rechazando a
CASTEJON, que intenta acompañarle. Este, al ser desdeñado por
PAREDES vuelve al mostrador. El LABRADOR 1º se acerca a él y
todos le miran)
LABRADOR 1º: Don Ramón, usted que es influyente, hable con el padre de esa fiera. Ese
señor es un caballero e impedirá que su hijo nos haga algo malo.
CASTEJÓN: ¿Influyente yo, un simple oficial del Ayuntamiento? (Entra un grupo de
mujeres con cestas colgadas del brazo y quedan detrás, observando lo
que ocurre)
LABRADOR 2º: Usted es el brazo derecho de esa familia en el pueblo.
FALCÓN: No le diga nada. No necesito su ayuda, ni la quiero. Éste es otro cacique
más.
CASTEJÓN: ¿Yo un cacique?
LÓPEZ: ¡Sí, hombre sí! Ya sabemos todos que te encargas de comprar votos para
ellos por un pan y el que hace las actas después de las votaciones, para
que siempre salgan elegidos los que ellos quieren.
CASTEJÓN: ¡Eso es mentira! Yo estoy al servicio de todo el mundo para informar,
para rellenar impresos, para hacer de hombre bueno en repartos de
herencias y litigios de todo tipo.
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LABRADOR 2º: Pero tiene mucha influencia con los ricos. Intervenga ante ellos para que
don Carlos no nos amargue la vida.
CASTEJÓN: Este asunto es muy feo. Éste le ha tirado al suelo y eso no lo ha hecho
nadie en Don Benito. Nadie detendrá su venganza.
FALCÓN: A mí no me asusta ese ni toda su casta entera.
LÓPEZ: ¡Ya es hora de que alguien le pare los pies a ese señorito!
CARRASCO: Y si intenta algo contra ti, nosotros te defenderemos. (De entre las
mujeres surge ENGRACIA. Es una mujer de unos cincuenta años,
aunque más envejecida)
ENGRACIA: A Falcón no hace falta defenderle porque tiene suficientes redaños para
defenderse solo. Quienes necesitan defensa son vuestras mujeres y a
vuestros hijos. ¿Veis estas cestas que llevamos? Con los jornales que
ganáis solo de mierda la podemos llenar. Vuestros hijos, esas criaturas
desmayadas son las que necesitan que las protejáis, y no a FALCÓN.
Pero no sois capaces de luchar por vuestros hijos porque sois unos
cobardes que os aguantáis con todo lo que os quieren hacer, y nosotras, y
los niños, pagamos las consecuencias de vuestra cobardía. ¿Es que no
sabéis que muchos de vosotros sois cornudos porque los señoritos se han
acostado con vuestras mujeres, que se entregan impotentes para que no
os falte trabajo? Lo sabéis, pero a mal de muchos... Solo os falta que os
bajéis los pantalones para os den a vosotros también. ¡Maricones! ¡Ahí
tenéis un hombre valiente que se enfrenta con las injusticias! ¡Aprender
de él para no dejaros avasallar!
CASTEJÓN: ¡Cállese usted y no excite a la gente!
ENGRACIA: ¿Qué me calle? ¡Pues solo me faltaba que después de lo que me han
hecho me tenga que callar encima! ¡Tres hijas como tres soles tengo y a
las tres me las han emputecido esos canallas! Pero, no soy yo sola. Todos
los burdeles están llenos con las hijas de los pobres, incluso de niñas que
aún no son mujeres. (A CASTEJÓN) Tú eres quien tiene que callarse y
no ponerte en mi camino. Tú eres un rufián que te dedicas a poner niñas
hambrientas y desesperadas en manos de los ricos.
CASTEJÓN: ¡Eso es mentira!
ENGRACIA: ¿Tienes la cara dura de negarlo cuando eso lo sabe todo el mundo? Aquí
nos conocemos todos. Tú eres más cacique que ninguno, pues eres el que
haces y deshaces lo que ellos mandan. El día que ellos paguen sus culpas
tú irás delante, el primero. El día que Don Benito tenga muchos hombres
como Falcón dejará de haber niños hambrientos y mujeres envilecidas.
(A FALCÓN) Hijo mío, sigue así, sin miedo a nada ni a nadie. Yo soy
una pobre vieja, pero si me entero que ese señorito te hace algo malo,
con mis propias uñas le sacaré los ojos. Toda mi vida tuve miedo y todo
lo perdí. Ahora ya no tengo miedo. No me queda nada que perder.
Adelante, muchacho. No tengas miedo. ¡Adelante! (Hacen mutis por la
izquierda todas las mujeres. Los hombres se miran entre sí)
TELÓN

PRIMERA PARTE
CUADRO PRIMERO
El mismo decorado del PRÓLOGO. Los hombres permanecen en pequeños grupos y otros
en el mostrador, igual que antes. Pausa. Dentro, algo lejos, se oye un grito de mujer. Los
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hombres se miran entre sí, extrañados. Pausa. Se oyen gritos de mujeres, ya más cercanos.
Rumores en los hombres, mirando al sitio de donde proceden. Los gritos continúan, cada
vez más cercanos.
FALCÓN: ¿Qué les ocurre a esas mujeres?
LÓPEZ: Gritan como locas.
CARRASCO: Algo grave debe ser. (Entran las mujeres de antes en tropel, con
ENGRACIA a la cabeza, hablando todas al mismo tiempo)
ENGRACIA: ¡Socorro! ¡Socorro!
MUJER 1ª: ¡Han matado a la madre de Inés María!
MUJER 2ª: ¡Hay que miedo!
MUJER 3ª: ¡Qué crimen más horroroso!
FALCÓN: ¿Qué pasa? ¿Por qué gritáis así?
LÓPEZ: Callaos todas y hablar una sola.
FALCÓN: ¿Qué ha pasado?
ENGRACIA: ¡Han matado a Catalina, la madre de Inés María! Hace un rato, la lechera
llamó a la puerta, como todos los días. La puerta estaba entornada y
como nadie contestaba, empujó, abrió, y allí estaba la pobre en el
zaguán, en un charco de sangre, y corriendo, avisó a los municipales.
FALCÓN: ¿Y qué ha sido de Inés María?
ENGRACIA: No lo sabemos. Allí están la Guardia Civil y el juez y no se puede entrar.
LÓPEZ: Si han matado a la madre, es posible que también la hija esté muerta.
MUJER 4ª: (Entrando corriendo) ¡Han matado también a Inés María!
LÓPEZ: ¡Lo que me temía!
ENGRACIA: ¡Cuenta, cuenta lo que has visto!
MUJER 4ª: No dejaban entrar a nadie, pero yo entré por el corral, que comunica con
mi casa. Vi a Inés María con la cabeza destrozada que los guardias
sacaban de debajo de la cama.
ENGRACIA: ¡Una niña con dieciocho años, huérfana de padre y su único hermano
haciendo la mili en Africa! ¡Pobrecitas!
FALCÓN: ¿Quién podía querer mal a esas mujeres?
ENGRACIA: Eso me pregunto yo. No sería para robar, porque son pobres.
CARRASCO: Me da en la nariz que eso es por intento de violación.
MUJER 4ª: Sí. Inés María estaba casi desnuda, con el camisón desgarrado y los
muslos lleno de sangre.
ENGRACIA: ¡La han violado!
MUJER 4ª: ¿Quién puede haber hecho eso?
ENGRACIA: Esa salvajada, solo hay uno que pueda haberla hecho: El señorito don
Carlos García de Paredes.
FALCÓN: No puede acusar a nadie sin pruebas.
ENGRACIA: El perseguía desde hace tiempo a esa niña. ¡El es el criminal! ¡Justicia!
¡Justicia!
MUJER 1ª: ¡En Don Benito no hay justicia para ese monstruo!
ENGRACIA: Si no hay justicia, el pueblo le tiene ya juzgado. ¡A la horca con él!
CASTEJÓN: ¡Ésta mujer está loca! ¡Don Carlos puede ser un libertino y un borracho,
pero no un criminal!
ENGRACIA: ¡Tú eres un pelota, un rastrero, y un lacayo del cacique! ¡Por eso le
defiendes! ¡Paredes es el criminal! ¡A la horca con el, todos a una, como
en Fuenteovejuna!
CASTEJÓN: ¡Si hacemos caso a ésta mujer, la Guardia Civil y el Ejército arrasarán el
pueblo! Dejemos a la Justicia buscar a los criminales.
ENGRACIA: ¿Los criminales? ¿Y cómo sabes tú que hay más de uno?
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CASTEJÓN: ¡Yo no sé nada! Es una forma de hablar. Digo que dejemos a la Justicia
que investigue.
ENGRACIA: Para Paredes no hay justicia que valga. Sabemos que se mea en los
guardias y hasta en los jueces. Solo el pueblo sería capaz de dominarle.
El pueblo. Para eso hace falta que en Don Benito haya hombres: pero,
por lo que se ve, no hay más que gallinas, miedosos y cobardes.
¡Tendremos que ser las mujeres quienes hagamos justicia. ¡Seguidme
todas! ¡Vamos por él!
FALCÓN: ¡Quietas! (Se hace un silencio. ENGRACIA le mira con respeto) Señora
Engracia: Puede que en Don Benito haya muchos miedosos y cobardes;
pero lo que usted propone es una cobardía y una vileza.
ENGRACIA: ¡Es una acción justiciera!
FALCÓN: No. Todo linchamiento es un crimen, por muchos que se junten para
hacerlo. El castigo de los criminales es cosa de la Justicia.
ENGRACIA: Entonces nadie le detendrá, ni le juzgará, ni le condenará. Y seguirá
atemorizando a todos.
FALCÓN: Usted sabe que a mi no me acobarda nadie. El que me busca, me
encuentra. Estoy en contra de lo que usted propone.
ENGRACIA: Ese es un peligro público y solo públicamente nos desharemos de él. Esa
familia es íntima del rey desde que Donoso Cortés fue director de
estudios de su abuela, Isabel II. No habrá en España un juez que sea
capaz de condenarle.
FALCÓN: Yo estoy de acuerdo en que si en Don Benito no hay autoridad, que el
pueblo imponga la suya. Pero no de forma cobarde, sino dando la cara,
ayudando a la Justicia y exigiendo que juzgue y condene a los verdaderos
culpables.
CASTEJÓN: Yo estoy de acuerdo con Falcón. Hay que dejar esto en manos de la
Justicia.
FALCÓN: Yo no he dicho que dejemos este asunto en manos de la Justicia, si no
que ayudemos y obliguemos a las autoridades a ejercer su oficio, que
para eso están. Nuestra labor será organizarnos pacíficamente, con orden,
con inteligencia, pues ante el más leve intento de motín la Guardia Civil
nos aplastará. Tenemos que buscar pruebas y ponerlas en mano del juez.
Y una vez que se demuestre su culpabilidad no consentiremos que lo
saquen del pueblo.
ENGRACIA: Eso que tú propones es muy arriesgado y no conseguiremos nada. Es
muy difícil organizar a la gente como tú dices.
FALCÓN: No es difícil. Nosotros, los obreros, estamos bien organizados. Mire
usted la Casa del Pueblo o el Ateneo Libertario.
ENGRACIA: Ahí solo hay obreros, pero en Don Benito hay muchos que no son
obreros, como los comerciantes, los pequeños labradores y los artesanos.
FALCÓN: También los comerciantes y los artesanos están organizados en sus
gremios. Cada grupo se asocia según sus intereses. Pero este caso es de
interés general y no será difícil una acción común bien organizada.
CASTEJÓN: Tú, lo que pretendes es levantar a todo el pueblo y enfrentarnos a la
Guardia Civil para que haya una matanza y un genocidio. Tú eres un
revolucionario. Te conocemos bien.
FALCÓN: Me conocéis bien los caciques.
CASTEJÓN: ¡Yo no soy cacique!
FALCÓN: Eres el peor, el que le haces el juego, la mano traidora que manipula
actas y compras votos para ellos.
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ENGRACIA: ¡A éste baboso, ni le escuches siquiera! ¡Fuera de aquí! ¡Echarle a
patadas! (El pueblo abuchea a Castejón que, temeroso, se va)
FALCÓN: Usted, señora Engracia, es el reflejo de un pueblo explotado y oprimido,
odia el caciquismo y en su resentimiento cree que acabando con Paredes
se acaba con el despotismo y la tiranía. No. El caciquismo es un orden
social organizado y estructurado por la oligarquía. Solo el pueblo con su
lucha organizada podrá cambiar la sociedad. Ellos acabaron con la
República, pero no con los republicanos.
LABRADOR 1º: Lo que tú propones es una acción política.
FALCÓN: Sí, es política. ¿Y qué? Os han hecho aborrecer la política para que os
mantengáis alejados de ella, mientras ellos invierten millones en
campañas electorales, y en sobornos, y en compra de votos para acaparar
todos los cargos públicos. Sí, es política. Pero solo la política puede
redimir al pueblo: La política popular, claro. La política de ellos es
conservar su hegemonía, y así, las diferencias sociales y económicas son
cada vez más abismales. ¿O no es eso lo que ocurre en Don Benito, en
Extremadura y en toda España? En fin. Si queréis un motín, no contéis
conmigo; pero si lo que queréis es justicia para los asesinos, aceptaré,
con todas las consecuencias.
LÓPEZ: Yo estoy contigo, Falcón. Te seguiré a donde haga falta.
CARRASCO: Yo también te seguiré. Pero tienes que ser tú el líder que conduzca la
acción.
ENGRACIA: Yo te seguiré hasta la muerte, si es preciso.
FALCÓN: ¿Qué decís todos los demás? (Todos se miran en silencio, temerosos y
dubitativos)
ENGRACIA: ¡Mujeres! ¡Seguidnos todas, ya que en Don Benito no hay hombres! (Las
mujeres gritan alborozadas)
MUJERES: ¡Sí! ¡Adelante! ¡Acabemos con los tiranos! (Los hombres reaccionan y
gritan lo mismo)
HOMBRES: ¡Adelante! ¡Te seguiremos todos! ¡Viva el pueblo de Don Benito!
FALCÓN: Quiero tranquilizar a los que temen lo político. Esta acción nuestra será
de todo el pueblo y nada más que del pueblo. Entre nosotros hay muchos
republicanos, socialistas y anarquistas, pero no consentiré que nadie haga
política partidista.
LÓPEZ: Pues dinos qué tenemos que hacer para organizarnos bien desde ahora
mismo.
FALCÓN: Tenemos que hacer comisiones de trabajo. Necesitamos una comisión de
información. En el Ateneo y en la Casa del Pueblo hay multicopistas.
Las utilizaremos para hacer un boletín donde daremos noticias fidedignas
de los acontecimientos para que nadie se fíe de bulos mal intencionados
de los caciques.
LÓPEZ: Yo me apunto a esa comisión.
VARIAS VOCES: ¡Y yo! ¡Y yo! ¡Yo también!...
FALCÓN: Hay que buscar indicios, pruebas, testigos o el testimonio de alguien.
Esas mujeres han sido asesinadas esta misma noche. Es el mes de junio,
hace calor y las ventanas debían estar abiertas. Esas mujeres tuvieron que
gritar y algún vecino lo oiría. Necesitamos otra comisión de pesquisa e
investigación.
ENGRACIA: A esa me apunto yo y las mujeres. A nosotras nos va el sonsacar a la
gente.
Don Benito 11
FALCÓN: No se trata de sonsacar ni de cotilleos de mujeres. Es algo muy serio. En
cualquier caso, a usted le tengo reservada otra misión.
CARRASCO: Yo formaré parte en esa comisión.
FALCÓN: Cuando vean que estamos unidos y organizados vendrán muchos
guardias civiles a controlar el orden público, y vendrán, como siempre,
dispuestos a reprimir con dureza. No podemos darle motivos para
intervenir. Para eso hace falta una comisión de orden público. Nuestra,
para que aquellos que intenten alterar el orden para que los civiles
actúen, nosotros les paremos los pies. Tenemos que controlar, pasando
inadvertidos, el orden en las calles, en los bares, en todos los sitios. En
esa comisión harán falta mucha gente prudente y con los nervios bien
templados.
ENGRACIA: ¡En esa me meto yo! ¡Ya verás como yo bajo los humos a los flamencos!
FALCÓN: No, señora Engracia. Esa comisión es la menos indicada para usted.
Tiene demasiado temperamento y puede producir un efecto contrario.
ENGRACIA: ¿Entonces, dónde demonios voy a estar yo?
FALCÓN: Necesitamos una caja de resistencia. Ahora es época de siega y hay
mucho trabajo. Se perderán jornales y ninguno de nosotros lo podemos
resistir. Haremos una lotería semanal, pediremos donativos a los gremios
y a los sindicatos, incluso a los provinciales. Hay que recaudar y
administrar el dinero. Para eso nadie mejor que las mujeres que son
capaces de mantenernos vivos a pesar de los jornales de hambre que les
entregamos. Ahí tiene que estar usted, señora Engracia.
ENGRACIA: ¿Y tú, dónde vas a estar?
FALCÓN: Yo estaré en todas. Pero tengo una misión oficial que hacer. Necesitamos
un abogado para la acusación popular. Tengo que buscarlo.
ENGRACIA: Pues como resulte lo que todos creemos, que Paredes es el culpable, no
vas a encontrar un abogado que le acuse en toda Extremadura. ¿O crees
que ningún picapleitos se va a enfrentar a los Donoso Cortés?
FALCÓN: En eso lleva usted razón. Por eso la tarea será difícil. También
necesitamos un procurador. En Don Benito hay varios, pero me temo que
ninguno se va a atrever.
LÓPEZ: ¿Qué haremos entonces?
FALCÓN: Esperar. La ley dice que cuando los procuradores existentes no quieran
hacerse cargo de una causa, pueden nombrarse otros entre los vecinos del
pueblo.
ENGRACIA: Pues, entonces no se hable más ni pierdas el tiempo. Tú eres nuestro
procurador. ¿Y el procurador, para qué sirve?
FALCÓN: En teoría, para representar a las víctimas. Pero es una profesión parásita,
suculenta para ellos y cómoda para los abogados y los jueces. A mí me
valdrá mucho, pues gracias a eso podré estar en permanente contacto con
el juez y la investigación de los hechos. Eso será una fuente valiosa para
nuestro periódico.
CARRASCO: ¿Qué más hace falta?
ENGRACIA: ¡Venga, que yo ya estoy deseosa de actuar!
FALCÓN: De momento, eso es todo. Sobre la marcha se crearán las comisiones que
se necesiten. Es necesario que nadie esté ocioso, que todos estén metidos
en alguna comisión. Así, cada uno a su puesto. A organizarse todos.
ENGRACIA: ¡Viva el pueblo de Don Benito!
TODOS: ¡Viva! (Luz sobre JOAQUÍN COSTA en su tribuna del Frontón
Central pronunciando un discurso)
Don Benito 12
JOAQUÍN COSTA: “La España actual, en su concepto histórico, única cosa que queda de
ella, no es una nación autónoma, dueña y señora de sí; es una nación
adcripticia, una nación pegada a una familia y a los contertulios de esa
familia. Es por eso que los Gobiernos dinásticos no fracasan, porque no
les queda ya nada por fracasar; quien fracasa en ellos es la República.
Pero la República tiene en España una misión histórica que no tendrá,
verbigracia, en Inglaterra, y su éxito, la eventualidad de su éxito, mejor
dicho, depende en primer término de que no tarde más en instaurarse”
[...] “Creo que deben desear y proclamar el advenimiento de la República
aún los mismos que no tengan convicciones republicanas, pero que sean
hombres previsores; por instinto de conservación, las clases neutras
deben mirar con simpatía ese movimiento de concentración que puede
ser salvador, y secundarlo.”
OSCURO

CUADRO SEGUNDO
Sala del Juzgado en el Ayuntamiento. Sobre una plataforma elevada que ocupa la mitad
del escenario desde el centro hasta el foro. La otra mitad en primer término es la calle. El
acceso a la sala desde la calle se hace mediante una escalera de cinco peldaños y tiene, al
menos, un metro de ancha y está situada en el centro del lateral derecho. La escalera
termina en un rellano. A la izquierda de ese rellano está la puerta de entrada a la sala.
Esta puerta abre hacia dentro a derechas. El rellano es un pasillo amplio que se pierde por
el lateral derecho. En la Sala, en el lateral derecho, la mesa del juez; en el foro centro, la
mesa del escribano. En la pared, bien visible, una foto de Alfonso XIII, de 16 años, primer
año de su reinado. En el foro derecha hay otra escalera descendente con barandillas. Al
levantarse el telón vemos en la sala al JUEZ especial sentado, revisando unos papeles; a su
lado, observando la acción del JUEZ, el COMANDANTE de la Guardia Civil; sentado en
su mesa, el Escribano. El JUEZ es un hombre corpulento, un poco barrigón, y con un
enorme mostacho. El COMANDANTE es alto, delgado, con un gran bigote y perilla. El
escribano es hombre menudo y calvo. El COMANDANTE y el JUEZ están atentos a los
papeles que están ordenando. Por la izquierda entran FALCÓN, LÓPEZ y CARRASCO y
se dirigen a la escalera. FALCÓN les indica a los dos que esperen y él sube al Juzgado.
FALCÓN: ¿Da Usía su permiso?
JUEZ: Pase
FALCÓN: Buenos días. Me llamo Eusebio Falcón y soy el procurador de la causa
del crimen. Represento al pueblo. Aquí están los papeles legalizados por
el notario. (Le entrega unos papeles)
JUEZ: Representa a la acusación popular. Bien. ¿Quién es su abogado?
FALCÓN: Aún no le he encontrado. He visitado a muchos, pero ninguno quiere
hacerse cargo de la acusación popular. Pero lo encontraré.
JUEZ: Bien; puede permanecer en la sala, si lo desea.
FALCÓN: Gracias, Señoría. Ha sido usted nombrado juez especial. Espero que
después de mes y medio se avance en la investigación.
JUEZ: Esto es un maldito embrollo. Estoy leyendo el informe de mi colega
anterior. Parece ser que el pueblo acusa a una personalidad
distinguidísima de Don Benito. Pero se ha desestimado por falta de
indicios racionales.
FALCÓN: Las pruebas aparecerán. Y tal vez algún testigo. (Al Comandante) Ya he
visto el despliegue de fuerzas que han traído. Hay guardias por todo el
pueblo.
Don Benito 13
COMANDANTE: Una Comandancia completa. Noventa guardias. Más la dotación de Don
Benito. El pueblo está soliviantado y los motines son peligrosos.
FALCÓN: Yo puedo asegurarle que en Don Benito no habrá motín. A menos que...
JUEZ: ¿A menos qué? Diga lo que iba a decir.
FALCÓN: Llevamos mes y medio y aún el criminal no ha sido detenido. La gente se
impacienta por la lentitud de la investigación.
JUEZ: Pues no le quepa a usted la menor duda de que el criminal caerá en
nuestras manos.
FALCÓN: ¿Tienen ya alguna pista?
JUEZ: Varias. Las sospechas recaen sobre el médico de Villanueva que ocupaba
una habitación en casa de las víctimas para sus consultas. Ya he
ordenado su busca y captura.
FALCÓN: Ese hombre es inocente. El pueblo acusa a Carlos García de Paredes.
JUEZ: Sí, ya lo he visto en el sumario de mi antecesor. Estimo racional el sentir
popular y le interrogaré. Ya está citado. He ordenado, además, un
registro en su domicilio. (Por la izquierda entra PAREDES escoltado
por dos guardias. Delante de ellos, el TENIENTE, un joven de unos
veinticinco años. Suben por las escaleras y llegan a la sala)
TENIENTE: ¿Da Usía su permiso?
JUEZ: Pase. (El teniente se cuadra y le entrega un papel al juez)
JUEZ: Bien. Dejen aquí a éste señor y vuelvan a sus puestos en la calle.
TENIENTE: A sus órdenes. ¿Manda usted algo, mi comandante?
COMANDANTE: No, gracias. ¿Está todo tranquilo?
TENIENTE: Sí, señor. No hay el menor desorden.
COMANDANTE: Bien, vuelva a su puesto en la calle.
JUEZ: (A Falcón) Salga usted también, señor procurador. (El teniente baja y
hace mutis con los guardias. Falcón baja y se reúne con López y
Carrasco. Quedan hablando aparte)
PAREDES: Señores, ustedes se equivocan conmigo.
COMANDANTE: Hable usted solo cuando se le pregunte.
JUEZ: ¿Dónde estuvo usted entre las doce y las dos de la madrugada del día
diecinueve de junio?
PAREDES: A esas horas ya estaba acostado en mi casa. (Siguen hablando aparte)
FALCÓN: ...Y sospechan del doctor Suárez. Ahora está declarando Paredes, pero
como no haya pruebas estamos perdidos.
LÓPEZ: Me voy. Tengo que cerrar el periódico. ¿Pongo el editorial que me diste?
FALCÓN: Sí. Es necesario seguir insistiendo en la lentitud de la investigación. Es
indignante que después de mes y medio no haya aparecido ningún testigo
ni que hayan encontrado pruebas. (López se va)
CARRASCO: Con los vecinos de la calle del Padre Cortés no hay manera de averiguar
nada. Todos dormían con las ventanas abiertas por el calor. En el silencio
de la noche se hubiese oído hasta un susurro. Sin embargo, nadie oyó
nada.
FALCÓN: Esa gente está aterrada. Oyeron gritos y tal vez vieron al criminal salir de
la casa. Estoy seguro que por eso, precisamente, nadie quiere hablar,
porque saben quien es y tienen miedo. Seguid indagando. (Carrasco se
va. Falcón sube y queda escuchando lo que pasa en el interior)
JUEZ: Según el informe del teniente, nada sospechoso se ha encontrado en la
casa. Puede usted marcharse, pero no salga del pueblo sin mi permiso.
Puedo necesitarle. (Falcón intuye que va a salir y baja rápido. Baja
Don Benito 14
Paredes y los dos se quedan mirando mutuamente. Paredes le mira con
arrogancia y se va. Falcón sube rápidamente a la sala)
FALCÓN: Con su permiso Señoría. Apenas le han interrogado.
JUEZ: No hay pruebas contra él.
FALCÓN: Pido a su Señoría ordene un nuevo registro, pero por un experto, no por
ese joven teniente.
JUEZ: ¡Conozco perfectamente mis obligaciones y no necesito su colaboración!
Puede marcharse. (Paredes baja a la calle y se va) Señor escribano,
redacte una orden de busca y captura de Saturio Guzmán. Ese individuo
era pretendiente de Inés María, al que, por lo visto, ella rechazaba. ¿En
qué piensa, comandante?
COMANDANTE: En lo que ha dicho el procurador. Es cierto. El teniente no tiene
experiencia en registros domiciliarios. Y ese señorito me da mala espina.
Sugiero a su Señoría ordene un nuevo registro. Ahora mandaré al
sargento Madridejos. Ese es un viejo sabueso.
JUEZ: Si eso le tranquiliza, firmaré la orden. (Por la calle entra el DOCTOR
Suárez escoltado por dos guardias y suben a la sala. Para no repetirlo
más, todos los que entren en lo sucesivo en la sala lo harán llamando
con los nudillos y pidiendo permiso. No es necesario que se hable.
Llevan al Doctor a presencia del juez)
GUARDIA 1: Este es el doctor Suárez, Señoría.
COMANDANTE: Déjenlo aquí y vuelvan a sus puestos. (Los guardias bajan y se van)
JUEZ: Bien, doctor Suárez: supongo que sabe perfectamente por qué le he
mandado detener.
DOCTOR: Lo ignoro, Señoría.
JUEZ: Es inútil que trate de negarlo. Todo le acusa. Usted asesinó a esas dos
pobres mujeres.
DOCTOR: ¡Le juro por mi honor que soy inocente!
COMANDANTE: ¿Dónde se encontraba usted la noche del dieciséis de junio entre las doce
y las dos de la madrugada?
DOCTOR: En mi casa de Villanueva de la Serena.
JUEZ: Sin embargo, tenemos testimonios de que fue usted visto en la plaza de
Don Benito esa noche.
DOCTOR: ¡No es cierto! ¡Yo no salí de mi casa esa noche!
JUEZ: ¿No es cierto que cinco días antes del crimen tuvo usted una discusión
con la interfecta, doña Catalina Barragán?
DOCTOR: Sí, eso sí lo recuerdo. El motivo fue porque quería subirme el precio del
alquiler de la habitación; pero mi consulta no daba para más.
JUEZ: ¿Es cierto que está usted separado de su mujer por los malos tratos la
infligía?
DOCTOR: Es cierto que estoy separado; pero por incompatibilidad de caracteres.
Yo no la maltrataba.
JUEZ: ¿No es cierto que estaba usted enamorado de la señorita Inés María y que
la solicitó amores en más de una ocasión?
DOCTOR: No es cierto. Yo la estimaba mucho, pero jamás la dirigí la palabra en
cuestión de amores.
JUEZ: Su maletín fue encontrado en el zaguán de la casa, lleno de sangre de las
víctimas. ¿Por qué estaba allí y no en su habitación?
DOCTOR: No lo sé.
JUEZ: ¿La habitación donde tiene usted su consulta permanece cerrada en su
ausencia?
Don Benito 15
DOCTOR: Sí, señor.
JUEZ: ¿Cómo explica usted que estuviera abierta.
DOCTOR: No lo sé. Doña Catalina tenía una llave.
JUEZ: La puerta de la calle estaba abierta y las cerraduras no habían sido
forzadas, de lo que se deducen dos cosas: o fue abierta por dentro, para
lo cual la persona en cuestión tenía que ser de confianza para doña
Catalina; o fue abierta desde fuera mediante una llave. ¿Tiene usted llave
de esa puerta?
DOCTOR: Sí, señor. ¡Pero yo le juro por Dios que soy inocente!
JUEZ: ¡Diga la verdad! ¡Todo le acusa!
DOCTOR: ¡Soy inocente! ¡Esa es la verdad!
JUEZ: Voy a decirle exactamente lo que hizo usted esa noche. Entró de
madrugada en la casa con intención de violar a Inés María. Su madre le
recriminó y usted la mató. Trató después de consumar su propósito, pero
al resistirse ella, usted la mató.
DOCTOR: (Llorando) ¡Soy inocente! ¡Soy inocente!
JUEZ: Basta por hoy. Queda usted detenido y procesado. Comandante,
enciérrelo incomunicado y con grillos en los pies. (El comandante se lo
lleva por el foro derecha. El juez se levanta y va a la mesa del
escribano. Este le da una carpeta y vuelve a la mesa. Abre la carpeta y
queda leyendo su contenido. En la calle entran Falcón, Carrasco,
López y Engracia)
CARRASCO: ... y al sentirse acorralado por el pueblo, lo mismo intenta huir y
refugiarse en Portugal. Por eso todas las salidas del pueblo están
controladas y él está constantemente vigilado por nosotros.
LÓPEZ: La comisión de investigación piensa que si el teniente no encontró nada
en su casa es porque las pruebas están en otro sitio. Hemos tratado de
reconstruir los posibles pasos de Paredes. El llega a casa de madrugada
con las ropas manchadas de sangre. Llama al criado, que tiene una
habitación en el corral, y le manda que lave la ropa y la esconda. El
criado, por la cuenta que le tiene, obedece y las esconde en el único sitio
que puede: en el pajar. Solo hace falta registrar allí.
FALCÓN: ¿No habréis pensado ir vosotros a registrar?
LÓPEZ: ¡No, no! Quien tiene que registrar es la Guardia Civil. Pero no ese
teniente novato.
ENGRACIA: Aunque las encuentren. Si están lavadas, no valen.
FALCÓN: La sangre no es fácil de quitarla con un lavado apresurado. Y si
encuentran esas ropas, tendrán que explicar por qué se lavaron y
escondieron allí. Solo necesito convencer al juez. Más cosas.
ENGRACIA: Yo me he cambiado de comisión y me he metido en la de vigilancia. A
mí, tantas mujeres juntas me aburren y me ponen nerviosa. Bueno, al
grano. Dos forasteros han insultado a uno de los nuestros intentado armar
camorra. Les rodeamos entre todos y les dijimos que si levantaban otra
vez la voz en el pueblo le íbamos a hinchar los morros. Después le
hemos acompañado a la salida.
FALCÓN: Bien hecho. Pero no peguéis a nadie.
ENGRACIA: No ha hecho falta. Eso se creían ellos y estaban cagados.
FALCÓN: Ahora volvamos cada uno a sus puestos. Yo voy a ver al juez. (Se van
López, Carrasco y Engracia. Falcón sube a la Sala. El Juez está
embebido en la lectura. Entra el Comandante)
JUEZ: ¡Qué salvajada, Dios mío!
Don Benito 16
COMANDANTE: ¿Ocurre algo?
JUEZ: ¿Ha leído usted el informe de la autopsia?
COMANDANTE: No, señor.
JUEZ: ¡Es horrible! La madre recibió ocho puñaladas, cuatro de ellas mortales
de necesidad. A la hija le dieron veintiocho.
COMANDANTE: Eso parece obra de un loco.
JUEZ: De dos. Los criminales fueron dos. Las heridas de la madre fueron
hechas con un instrumento inciso punzante; las de la hija con otro corto
punzante. Es decir, cuchillo y hacha, respectivamente.
FALCÓN: Perdón, Señoría. El pueblo insiste en que se haga un nuevo registro. Pero
en el pajar y en la habitación del criado de Paredes.
COMANDANTE: Opino lo mismo.
JUEZ: La orden ya está firmada. Proceda a ello, comandante.
COMANDANTE: Mandaré llamar al sargento Madridejos.
FALCÓN: Yo sé dónde se encuentra ahora mismo. Si usted quiere, yo puedo
llevarle la orden.
JUEZ: Métala en un sobre oficial y ciérrelo. (Así lo hace el escribano. El
comandante le da el sobre a Falcón, y éste baja rápidamente y se va
por el lateral izquierdo) Después de conocer este informe, ¿cree usted en
la culpabilidad del doctor Suárez.
COMANDANTE: Pues, sinceramente, no.
JUEZ: Eso pienso yo. Pero, ¿por qué demonios estaba su maletín en el zaguán?
COMANDANTE: Cuando se hizo la inspección ocular había esparcido por el suelo los
trozos de una copa de barro rota. Todo estaba lleno de sangre, incluso el
maletín. Sin embargo, los trozos de la copa que pisaba el maletín no
tenían rastro de sangre.
JUEZ: Es evidente que el maletín estaba ya allí antes de cometerse el crimen.
COMANDANTE: En toda la casa había huellas de sangre, desde el zaguán, hasta la
habitación donde fue encontrada Inés María. Sin embargo, en la
habitación del doctor Suárez no había ninguna.
JUEZ: Sí, he leído el informe. Pero el enigma está en el maletín. ¿Por qué
estaba allí y no en su sitio? ¿Por qué la consulta del doctor estaba abierta
y, sin embargo, no tenía rastro de sangre? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
COMANDANTE: Cuando despejemos esa interrogante tendremos la solución de este
rompecabezas. Tal vez pudieron buscar en el maletín el arma homicida;
tal vez, algún bisturí.
JUEZ: ¡No, no, no! Recuerde que los criminales iban provistos de navaja y
hacha. ¿Para qué iban a necesitar un bisturí?
COMANDANTE: Claro. Por otro lado, parece que el propósito era la violación. Los
criminales, por tanto, deben ser jóvenes,
JUEZ: No exactamente. Pero tampoco puede descartarse esa posibilidad. Aquí
encaja Saturio Guzmán, el joven que pretendía a Inés. Pero la joven fue
asesinada con un hacha. El criminal iba preparado para cometer el
crimen. Hay premeditación, alevosía, nocturnidad, allanamiento de
morada, desprecio de sexo. No es homicidio, sino asesinato en primer
grado. Esas criaturas debieron gritar, ¿por qué nadie oyó nada?
COMANDANTE: Ese es otro enigma. En otros crímenes, los vecinos, espontáneamente,
aportaban datos a los investigadores; aquí hay un mutismo total. Es
evidente que todos tienen miedo. ¿Por qué? Porque vieron al asesino y le
temen. Me gustaría interrogar de nuevo a ese señorito.
Don Benito 17
JUEZ: Le volveré a citar. Pero quiero que lo haga en mi presencia. (En la calle
aparece Engracia, muy alegre)
ENGRACIA: ¡Las pruebas! ¡Ya tenemos las pruebas! (Entran Falcón, López y
Carrasco)
FALCÓN: Estaba seguro de que el sargento encontraría algo.
LÓPEZ: Estaban en el pajar.
ENGRACIA: Las debió esconder el criado.
FALCÓN: El Sargento ha detenido a Paredes y viene hacia aquí. Pero el criado está
en el campo.
CARRASCO: No tardará en llegar. He mandado a varios de los nuestros a buscarle.
FALCÓN: ¡No le hagáis daño! ¡Pueden acusarnos de detención ilegal!
ENGRACIA: ¡Qué va! Vendrá el solito. Le hemos mandado recado de que su madre
está muy grave.
CARRASCO: Le traeremos aquí sin ningún tipo de violencia. (Entra el sargento con
un paquete en la mano, y tras él, Paredes, escoltado por dos guardias.
Suben a la sala. Falcón sube y se queda en el rellano, procurando oír
lo que pasa dentro)
SARGENTO: He encontrado esto escondido en el pajar. Una camisa, un pantalón y
unos zapatos. He detenido a éste tipo, pues se resistió a la orden de
registro e insultó a un agente.
COMANDANTE: Bien. Que la pareja vuelva a su puesto. Usted quédese; me ayudará a
interrogar a éste sujeto. (Los guardias se van. Falcón sigue en su sitio y
los otros, en la calle, pendiente de él. Paredes enciende un pitillo. Está
muy tranquilo. El sargento, de un manotazo se lo hace tirar)
SARGENTO: ¡Estás ante su Señoría! (Paredes le mira con actitud de enfado) ¡Ponte
firme!
PAREDES: ¡Buah!
SARGENTO: ¿Qué has dicho?
PAREDES: ¡Nada, hombre, nada! ¡No hace falta que chille! No he dicho nada. Usted
no sabe con quién está hablando. (El sargento le da una bofetada.
Paredes aprieta los puños y las mandíbulas y hace un gesto de atacar,
pero se contiene. Sus labios se retuercen como si fuera a escupir; sus
ojos echan fuego) Con que no sé quien eres tú, ¿eh? ¿Es que ni delante
de su Señoría vas a tener respeto a la autoridad? Dame las manos.
Veremos si esposado se te bajan esos humos de chulería. (Le pone las
esposas)
PAREDES: ¡Me hacen daño! ¡Me aprietan demasiado!
JUEZ: ¿Son de usted estas prendas?
PAREDES: No lo sé. Tengo tanta ropa que no puedo precisarlo.
JUEZ: Aunque está lavada, se advierte manchas de sangre. La mandaremos al
laboratorio. Esta ropa es de calidad. No pueden ser de su criado.
PAREDES: A mi criado le doy la ropa que ya está muy usada.
JUEZ: Que detengan al criado y lo traigan ante mí. Haremos un careo. (El
Sargento sale. Falcón le aborda)
FALCÓN: ¿Busca usted al criado? Ahí le tiene usted. (Entra Rando empujado por
dos hombres. Engracia y Carrasco lo ponen en mano del Sargento y
suben los dos a la sala)
SARGENTO: Aquí está el criado, Señoría.
JUEZ: ¡Caracoles, qué rapidez! ¿Se ha entregado él voluntariamente?
SARGENTO: No, señor. Lo ha entregado el pueblo.
RANDO: ¡Yo no he hecho nada! ¡Soy inocente!
Don Benito 18
JUEZ: ¿Son de usted estas ropas?
RANDO: No. Son de mi señorito.
JUEZ: Estaban escondidas en el pajar. ¿Las escondió usted?
RANDO: Sí, señor.
JUEZ: ¿Las lavó antes de esconderlas?
RANDO: Sí, señor.
JUEZ: ¿Estaban manchadas de sangre?
RANDO: Sí, señor?
JUEZ: Diga la fecha y la hora exacta en que lo hizo.
RANDO: La madrugada del día 19 de junio.
JUEZ: ¿Por qué lo hizo a esas horas?
RANDO: Me despertó mi señorito. Estaba muy agitado y me dijo que las lavara y
las escondiera.
JUEZ: (A Paredes) ¿Es cierto eso?
PAREDES: No recuerdo. No era la primera vez que se lo ordenaba. Con frecuencia
llegaba con la ropa llena de sangre por alguna pelea callejera. Esa ropa se
la daba para él. ¿No es cierto?
RANDO: Sí, señorito.
JUEZ: ¿Y toda la ropa que le daba el señorito la escondía usted en el pajar?
RANDO: No, señor. La tengo en un armario.
JUEZ: ¿Y por qué esta la escondió en el pajar?
RANDO: Tuve miedo.
JUEZ: ¿Por qué?
RANDO: Cuando al día siguiente se oyó lo del crimen pensé que tal vez mi
señorito... Por eso las escondí.
JUEZ: ¿Quiere decir que sospechaba que su señorito hubiese cometido el
crimen?
RANDO: ¡Yo... yo... yo no he dicho eso!
JUEZ: ¿Por qué no expuso a la autoridad sus sospechas y esa ropa?
RANDO: ¡No podía hacer eso! ¡Me despediría!
JUEZ: ¿Sospecha usted que su señorito cometió el crimen?
RANDO: No sé. ¡Yo no sé nada! ¡Yo no sé nada, señorito! ¡Yo no he dicho nada!
JUEZ: (Al Sargento) Bájenle al calabozo, incomunicado y con grillos. Suban al
procesado doctor Suárez (El Sargento coge a Rando y se lo lleva por las
escaleras del foro derecha)
FALCÓN: (A los de la calle) ¡Esto está que arde! El cerco se va estrechando.
COMANDANTE: Bien. ¿Qué tiene que declarar?
PAREDES: Que soy inocente.
COMANDANTE: ¡Usted es el asesino! Si no quiere declararlo por las buenas, cuando
regrese el sargento él le interrogará abajo en los calabozos. (Paredes se
derrumba y se echa a llorar)
PAREDES: Sí. Yo la maté.
JUEZ: ¿A cual de las dos mató usted?
PAREDES: A ella. A Inés María.
JUEZ: ¿Quién mató a su madre?
PAREDES: No lo sé. No recuerdo ¡Por favor, déjenme ya! (Siguen hablando
aparte)
FALCÓN: ¡Ha confesado! (Alegría y entusiasmo en todos) ¡Ya tenemos a uno!
¡Ahora hay que buscar al otro! Van a traer al doctor Suárez.
ENGRACIA: ¡Ese señor es inocente! Yo le conozco. He ido varias veces a su consulta
y es un señor educadísimo y cariñoso.
Don Benito 19
LÓPEZ: ¡Voy corriendo a informar! ¡Hay que tirar un número especial!
CARRASCO: Yo voy a dar una vuelta por la calle del Padre Cortés y daré la noticia a
los vecinos. Ellos saben quienes fueron. Sabiendo que Paredes ha
declarado es posible que digan el nombre del otro. ¡Hasta luego! (Se van
López y Carrasco)
ENGRACIA: Bueno. Hasta ahora, vigilar a Paredes para que no saliera del pueblo ha
sido fácil. Lo malo vendrá ahora.
FALCÓN: ¿Por qué?
ENGRACIA: Porque ahora puede salir escoltado por la Guardia Civil. Y si sale de Don
Benito, ¡adiós! Le dejarán libre.
FALCÓN: No saldrá de Don Benito. Esa será nuestra gran batalla.
ENGRACIA: Hasta ahora hemos tenido mucho cuidado de no alterar el orden público.
Cuando llegue ese día tendremos que enfrentarnos con los civiles.
FALCÓN: Sí; eso será inevitable. A no ser que yo pueda convencer al juez y al
comandante, cosa que veo difícil. Pero el pueblo está preparado para
luchar.
ENGRACIA: (Sacando un manojo de llaves de la faltriquera) Yo, por si acaso, tengo
aquí las llaves de todas las iglesias del pueblo.
FALCÓN: ¿Le han dado los curas esas llaves?
ENGRACIA: No, hijo. ¿Desde cuándo acá los curas han dado algo al pueblo? Entre
nuestra gente hay algunos que tienen hijos monaguillos. Hemos sacado
copia de todas.
FALCÓN: ¿Y para qué quiere usted esas llaves? ¿Ha pensado hacer rogativas para
que no se lleven a Paredes?
ENGRACIA: No. Eso se queda para las beatas. Don Benito es muy grande y la
mayoría está trabajando en las eras, trillando o limpiando el grano.
Avisar a todos en caso de urgencia es imposible. La solución que se me
ocurrió fue sacar copia de las llaves. Así, si intentan sacarlos, echaremos
las campanas al vuelo. Ya lo saben casi todos. Me faltaba avisarte a ti.
FALCÓN: ¡Es una idea genial, señora Engracia! (Dentro se oye gran algarabía de
gentes que entran en tropel)
VOCES: - ¡Hemos triunfado!
- ¡Por fin ha caído!
- ¡Ha sido gracias al pueblo!
- ¡Pero falta el otro!
- ¡El doctor Suárez es inocente!
- ¡Que le suelten!
FALCÓN: ¡Silencio! Ahí arriba se oye todo. Silencio. Tengo que escuchar lo que
pasa. Silencio. (Por la escalera del foro suben el Sargento con el
Doctor esposado)
JUEZ: (A Paredes) ¿Fue éste su compinche?
PAREDES: (Mira al Doctor. Duda) Sí.
DOCTOR: ¿Qué dice? ¡Yo nunca he hablado con éste hombre! ¡Soy inocente! ¡Soy
inocente!
JUEZ: He terminado, por ahora. Llévenlos al calabozo, incomunicados y con
grillos. Mañana seguiremos el interrogatorio. (El Sargento se lleva a
Paredes y al Doctor por la escalera del foro. El Doctor, desesperado, se
resiste)
DOCTOR: (En el mutis) ¡Soy inocente! ¡Este hombre miente!
JUEZ: Bien, señor escribano: hemos terminado por hoy. Puede marcharse.
Comandante: le felicito. Para celebrarlo, le invito a un vino. Mañana
Don Benito 20
cerraré el sumario, después del interrogatorio y el careo. Pasado mañana
los llevará usted a la prisión provincial de Badajoz. (Por la calle se oyen
voces. Entran Carrasco, López y Tomás Alonso. Este es un joven de
unos dieciséis años. Detrás de él, una mujer llorosa y suplicante)
ARRASCO: ¡Un testigo! ¡Tenemos un testigo!
ENGRACIA: ¿Es posible? ¡Pero, si es Tomás!
LÓPEZ: ¡Él vio a los criminales!
MUJER: ¡No, hijo, no digas nada!
ENGRACIA: ¡Tomasa! ¿Tu hijo lo vio y se ha callado durante tanto tiempo?
MUJER: ¡Este hijo mío nos quiere perder! ¡No digas nada, hijo mío! ¡Cállate!
FALCÓN: ¿Qué le pasa, buena mujer? ¿Por qué ha de callar?
MUJER: ¡Nos matarán! ¡Ellos son muy poderosos! ¡Calla, hijo! ¡Calla!
TOMÁS: ¡No, madre! ¡No puedo callar por más tiempo! ¡Van a condenar a un
inocente! ¡El doctor es inocente! ¡Yo vi a los tres asesinos! (Murmullos
de sorpresa y exclamación general): ¡Eran tres! ¡Tres!
FALCÓN: No tenga miedo, señora. Somos muchos los que estamos en esta lucha y
no podrán nada contra el pueblo. Vamos, muchacho, antes de que se
vaya el juez.
LÓPEZ: Todos estamos convencidos de que el doctor es inocente, pero no lo
podemos probar. Si tú no hablas, le condenarán.
ENGRACIA: (Muy dulce, a la Señora) ¿Tú quieres que condenen a un inocente y que
los culpables escapen a la justicia y sigan pisando el pueblo? Yo también
tengo tres hijas. Tú las conoces: hermosas como soles. Pero las tres me
las han emputecido estos canallas. Yo también tenía miedo. ¡En la puta
miseria y encima con miedo! Pero ya he cambiado. ¡Ahora no le tengo
miedo a nadie ni a nada, y aquí estoy, luchando! Ya que no pude salvar a
mis niñas, quiero a ayudar a que las hijas de otras madres puedan vivir
con decencia, con dignidad. (Falcón y Tomás suben por la escalera. La
Señora solloza en silencio, resignada)
FALCÓN: ¡Eres un valiente, muchacho! ¿Qué edad tienes?
TOMÁS: Dieciséis años.
FALCÓN: Vamos a ver al juez. Tranquilo. (Llama con los nudillos) ¿Da Usía su
permiso?
JUEZ: ¡Hombre, señor procurador! ¡Tengo buenas noticias para usted!
FALCÓN: Yo las tengo mejores. Señoría: le traigo un testigo del crimen. ¡Le
presento a Tomás Alonso!
JUEZ: ¡Por todos los santos! ¿Es cierto eso, muchacho?
TOMÁS: Sí, señor. Yo vi a los criminales.
JUEZ: ¡Bendito sea Dios! ¡No se vaya, señor escribano! ¡Un testigo,
comandante! ¡Que Dios te bendiga, muchacho! ¡Y a usted, señor
procurador, gracias también por sus desvelos y su interés!
FALCÓN: A mí, no, Señoría. Al pueblo que está colaborando y ayudando a la
justicia.
JUEZ: Pues de usted gracias al pueblo en mi nombre.
FALCÓN: Yo también tengo un mensaje del pueblo para usted.
JUEZ: ¡Bien, bien! ¡Ya me lo dará en otro momento! Ahora tomemos
declaración a este venturoso joven. Siéntate aquí y cuéntame todo lo que
viste. Señor escribano: ¡no se pierda usted ni el más leve susurro! (Entra
el Sargento y el Comandante le habla algo al oído) Silencio, silencio.
Habla, muchacho.
Don Benito 21
TOMÁS: Pues verá usted. Yo venía de dar un paseo a eso de la una de la
madrugada y al pasar por la puerta de la casa vi a dos hombres hablando
con el sereno. (Falcón, sigilosamente, sale al rellano y desde allí llama
con el gesto a López. Le dice algo al oído y López se va rápidamente
llevándose con el a varios hombres. Falcón vuelve a entrar en la Sala.
Mientras tanto, Tomás ha seguido la declaración)
TOMÁS: Di las buenas noches, pero ninguno me contestó. Me pareció que
discutían en voz baja señalando la puerta. A mí me intrigó aquello
porque creí que se trataba de una casa de... bueno, una nueva casa de
esas, ya sabe usted.
JUEZ: Una casa de lenocinio.
TOMÁS: ¿Una casa de qué?
JUEZ: Una casa de putas.
TOMÁS: Sí, eso. Al llegar a la esquina, que está enfrente, dos casas más abajo, me
oculté detrás de un carro que había allí, para observar. Había luna y vi
perfectamente todos sus movimientos. El sereno se fue hacia la puerta y
los otros dos corrieron a esconderse en la puerta de abajo, casi donde yo
me encontraba escondido tras el carro. El sereno llamó a la puerta, pero
nadie contestaba. Entonces golpeó más fuerte con el chuzo. Y oí una voz
de mujer que decía: “He dicho que no abro, y no abro”. “Abra usted,
doña Catalina. Soy el sereno y esto es muy importante. El médico
necesita su maletín para un caso urgente.” Al poco rato abrieron la
ventana por dentro tratando de pasar entre las rejas algo que no cabía.
Entonces abrieron la puerta. Y le dieron al sereno el maletín del médico.
Antes de que volviera a cerrar, el sereno dijo: “Deme usted un vaso de
agua que tengo mucha sed”.
Entonces hizo una señal a los que estaban escondido y entraron en la
casa. El sereno salió corriendo hacia la plaza, pero sin llevarse el maletín.
De pronto oí un golpe; supuse que era del vaso de agua que cayó y se
rompió. Y de repente oí un grito horroroso de una mujer y un golpe,
como el de un cuerpo que cae. Y a continuación, gritos de otra mujer y
golpes terribles. Hasta que todo quedó en silencio. Yo, muerto de miedo,
por si salían y me veían, salí corriendo calle abajo, hasta mi casa. (Se ha
emocionado y hace esfuerzos por no llorar. Hay una pausa en la que
saca el pañuelo y se suena. Todos respetan su silencio, conmovidos. El
Comandante le da un botijo y bebe)
Yo, señor juez, no he sufrido tanto en toda mi vida. Al día siguiente,
cuando me enteré del crimen se lo conté a mi tío, como se lo estoy
contando a usted, le dije que yo vi a los criminales, pero me dijo que no
hablara. Yo le hice caso, porque me daba miedo, esa es la verdad. Pero
me pasaba los días y las noches llorando. Apenas comía. Pero ayer vi a
una amiga mía cuando volví de trabajar en el campo. Me dijo que habían
detenido al médico acusado del crimen. Se sorprendió de verme así,
como enfermo. Y entonces me eché a llorar y se lo conté. Yo no podía
consentir que culparan a un señor que es inocente. Le dije a mi madre
que ya no aguantaba más y que iba a ir a declarar. Pero ella tampoco
quería que viniera. (Por fin, rompe a llorar)
JUEZ: Tu testimonio es muy valioso porque despeja muchas incógnitas.
¿Reconocerías a esos sujetos si yo te los presentara?
TOMÁS: Sí, señor. A los criminales, de espaldas, tal como los vi discutir con el
sereno. Y al sereno no necesito verle. Con solo oír su voz le reconocería,
Don Benito 22
porque esa voz me está martirizando los oídos desde entonces. (Por la
calle entran un grupo de hombres protestando porque son empujados
por otros)
LÓPEZ: ¡Que no os va a pasar nada! ¡Solo es una diligencia del juez!
JUEZ: ¡Sargento: busque a todos los serenos de la zona de la calle del Padre
Cortés y tráigalos a mi presencia! (El Sargento va a salir, pero Falcón
le dice)
FALCÓN: Los tiene usted ahí, en la puerta. (El Sargento le mira incrédulo y sale
al rellano. No necesita bajar, porque López, Carrasco y Engracia los
empujan y se los pone en las manos. El Sargento los pasa a la sala)
JUEZ: ¿Quiénes son estas gentes?
SARGENTO: Los serenos que ha ordenado usted.
JUEZ: ¡Caracoles! ¡Esto sí que es rapidez y eficiencia!
FALCÓN: El pueblo es quien los ha traído hasta aquí, Señoría. No olvide que tengo
un mensaje del pueblo para usted.
JUEZ: ¡Esto es inaudito! ¡Jamás he visto cosa igual! Señor escribano: escriba
usted las palabras del sereno y déselo al Sargento. Sargento: conduzca a
esos hombres a la escalera, sin que se les vea desde aquí y que cada uno
lea en alta voz lo escrito.
SARGENTO: (Empujando a los serenos escaleras abajo en el foro) Le advierto,
Señoría, que la mayoría de estos hombres no saben leer ni escribir.
JUEZ: Pues, en ese caso apúnteles usted. (A Tomás) Atento, hijo. Vas a
escuchar las voces de todos esos serenos. A ver si identificas a alguno.
¿Preparado, sargento?
SARGENTO: (Dentro) ¡Preparado!
JUEZ: ¡Comience!
UNA VOZ: (Dentro) ¡Abra usted, doña Catalina!...
TOMÁS: No; ese no es.
JUEZ: ¡El siguiente!
UNA VOZ: (Dentro) ¡Abra usted, doña Catalina!...
TOMÁS: No; ese no es, tampoco.
JUEZ: ¡El siguiente!
UNA VOZ: (Dentro) ¡Abra usted, doña Catalina! Soy el sereno y!...
TOMÁS: No, no; tampoco es ese.
VOZ: (Dentro) ¡Abra usted, doña Catalina! (Tomás se pone tenso) Soy el
sereno y es muy urgente. (Tomás se transfigura) ¡El doctor necesita su
maletín!...
TOMÁS: ¡Ese es!
JUEZ: ¡Sargento, traiga a ese hombre! ¡Los demás, que se vayan! (Entran
todos. El Sargento indica la salida a todos. A Cidoncha le coge por el
brazo y le pone delante del juez. Todos los demás salen a la calle)
JUEZ: (Al Sargento) ¡Suba inmediatamente a Paredes y al Doctor!.(A
Cidoncha) Diga su nombre. (El Sargento baja rápidamente por la
escalera del foro)
CHIDONCHA: Pedro Cidoncha, para servir a Dios y a usted.
JUEZ: ¿Es usted el sereno que estaba de servicio en la calle del Padre Cortés la
noche del diecinueve de junio?
CHIDONCHA: Sí, señor. ¿Me acusa usted de algo?
JUEZ: ¡De complicidad en el asesinato!
CHIDONCHA: ¡Yo soy inocente, señor juez!
Don Benito 23
JUEZ: ¡Cállese hasta que yo le autorice a hablar! (A Tomás) Ven hijo, ponte
aquí de espaldas y te vuelves cuando yo te avise. (Entran el Sargento,
Paredes y el Doctor. El Juez va hacia ellos y llama con el gesto a
Cidoncha) Colóquense aquí los tres, como si hablaran entre sí. Tomás,
mira a este grupo y dime si conoces a alguien. (Tomás se vuelve y mira.
Señala a Paredes)
TOMÁS: Ese es uno.
JUEZ: ¿No conoces al otro?
TOMÁS: No, señor. El otro era más bajo, pero más robusto. Además, tenía el pelo
totalmente blanco (Falcón sale al rellano y llama con el gesto a López.
Este sube y Falcón le dice algo al oído. López baja y se va corriendo)
DOCTOR: (Susurrando) Gracias, Dios mío. Gracias, Dios mío.
JUEZ: Doctor Suárez.
DOCTOR: ¡Sí, señor juez!
JUEZ: Acérquese usted, por favor. Queda usted libre, sin cargos. Sargento,
quítele las esposas. Le ruego a usted acepte mis disculpas.
DOCTOR: ¡Gracias, señor juez! (Se acerca a Tomás) ¡Gracias, hermano! ¡Que Dios
te lo pague! (Sale al rellano y mira al cielo. Baja la escalera. Todos le
miran con respeto en silencio. Lentamente va hacia el lateral
musitando como idiotizado:) Libre... Libre... libre... (Mutis)
JUEZ: Sargento, interrogue a éste individuo.
SARGENTO: Sí, señor. (Se escupe una mano y se restriega ambas. Saca un vergajo y
se lo muestra a Cidoncha, con un gesto siniestro) ¿Vas a cantar aquí tu
solito, o prefieres que te acompañe con mi guitarra allí abajo?
CHIDONCHA: (Aterrado) ¡No! ¡Hablaré! ¡Lo diré todo!
JUEZ: ¡Hable usted!
CHIDONCHA: Sería la una de la madrugada cuando el señorito don Carlos me llamó.
Fui con él hasta la casa de Inés María. Cerca de allí estaba don Ramón
Martín de Castejón esperando. Me dijeron que querían entrar en la casa
por un asunto amoroso, pero que la vieja no abriría. Que llamara yo con
el pretexto de pedir el maletín del médico. A mi me dio mala espina
aquel asunto y me negué. Pero don Carlos me amenazó con dejarme
cesante en el cargo. ¡Tengo siete hijos, señor juez¡ ¿Qué otra cosa podía
hacer? Cuando, por fin conseguí que abrieran la puerta, yo salí corriendo
hacia la plaza.
JUEZ: (A Paredes) ¿Confirma usted esa declaración?
PAREDES: Sí, señor juez.
JUEZ: Sargento, bájelos al calabozo, incomunicados y con grillos en pies y
manos. (El Sargento se los lleva a los tres. Por la calle entra Castejón
empujado por López y algunos más y le obligan a subir al rellano)
Señor escribano: redacte una orden de busca y captura de Ramón Martín
de Castejón.
FALCÓN: No es necesario, señor juez. Está aquí en la puerta.
JUEZ: ¡Caracoles! ¿Ha venido él voluntariamente?
FALCÓN: No, señoría. Le ha entregado el pueblo.
JUEZ: ¿Pero qué demonios pasa en este pueblo? ¡Esto es asombroso!
FALCÓN: Recuerde su Señoría que tengo un mensaje del pueblo para usted.
JUEZ: ¡Bien, bien, ya me lo ha dicho antes, pero ahora no tengo tiempo que
perder! Que pase ese individuo. (Falcón abre la puerta y Castejón es
empujado adentro)
CASTEJÓN: ¡Esto es una afrenta!
Don Benito 24
JUEZ: ¿Cómo se llama usted?
CASTEJÓN: Ramón Martín de Castejón. Quiero denunciar ante su Señoría el atropello
del que he sido objeto.
JUEZ: ¿Tiene que declarar algo sobre el crimen de Inés María?
CASTEJÓN: ¡Sí señor, que es una salvajada!
JUEZ: ¡Queda usted detenido, imputado por el asesinato de doña Catalina
Barragán e Inés María! (Entra el Sargento) Conduzca a éste sujeto al
calabozo, incomunicado y con grillos. Mañana será interrogado. (El
Sargento le coge por el brazo y tira de él, pero Castejón se resiste)
CASTEJÓN: ¡Yo soy inocente! ¡Esto es una injusticia! ¡Déjeme usted! (El Sargento
le da un puñetazo en los riñones y le empuja escaleras abajo. Ya
dentro, aún sigue diciendo)
JUEZ: (A Tomás) Bueno, muchacho, puedes marcharte. A partir de ahora serás
custodiado por la Guardia Civil, pero puedes hacer tu vida normal. Si
necesitas hacer un viaje fuera del pueblo me lo has de comunicar
primero. (Tomás baja y todos los de la calle le rodean jubilosos) Bien,
comandante. Ha llegado el momento de tomarnos ese vino a que le
invité. Venga usted también, señor procurador. Asunto concluido. Por
cierto, ¿qué mensaje es ese que con tanta insistencia quería
comunicarme?
FALCÓN: El pueblo dice que no consentirá que los criminales salgan de Don
Benito.
JUEZ: ¡Qué dice usted!
FALCÓN: Lo que ha oído, Señoría.
JUEZ: ¿Oye usted esto, comandante? ¡Esto es el colmo! ¿Cómo se atreve a
obstruir a la Justicia?
FALCÓN: No, Señoría. Es todo lo contrario. El pueblo ha colaborado con la Justicia
y sin su ayuda hubiera sido difícil, o imposible, encontrar a los
criminales.
JUEZ: Sí, eso es cierto. Pero los reos serán conducidos a la Prisión Provincial de
Badajoz.
FALCÓN: Aquí estarán más seguros. Y no saldrán. Esa es la voluntad del pueblo.
JUEZ: ¡Pero en qué país vivimos! ¡Por encima de todo está el principio de
autoridad! ¡Salga de aquí antes de que le imponga un correctivo por
desacato y obstrucción!
FALCÓN: Sí, señoría. (Falcón baja a la calle. Todos le abordan esperando
noticias. El Juez, el Comandante y el Escribano salen por el foro
derecha. La luz sobre la sala se apaga)
LÓPEZ: ¡Vaya éxito, Falcón!
FALCÓN: Sí. Pero no cantemos victoria. El juez dice que se llevará a los presos a la
Prisión de Badajoz.
ENGRACIA: ¡De eso, nada!
CARRASCO: Si los sacan de aquí, a los dos días estarán en la calle.
LÓPEZ: ¡Eso habrá que verlo!
FALCÓN: Hasta aquí todo ha sido fácil. Ahora tendremos que enfrentarnos a la
gran batalla. ¿Qué pasa por el pueblo?
CARRASCO: Todo está tranquilo y hay gran entusiasmo en todos.
ENGRACIA: Yo tengo apostados en cada iglesia a gente que se turna noche y día.
FALCÓN: ¿Cómo está la caja de resistencia?
LÓPEZ: Bien. Casi todos los comerciantes, los labradores y los profesionales
pagan una cuota voluntaria. Pero a nadie se le da recibo, pues nadie
Don Benito 25
quiere que figure su nombre. Hay fondos suficientes. Además, esta
misma mañana han aportado dos mil quinientas pesetas cada uno los dos
más ricos de Don Benito, después de la familia de Paredes. ¡Mil duros!
ENGRACIA: ¿Y cuántos reales son mil duros?
CARRASCO: Vente mil.
ENGRACIA: (Dando un prolongado silbido) ¡Veinte mil reales! ¡Con eso hay para
más de cuatro mil jornales! ¿Y esos ricos, tan explotadores, han dado ese
dinero así, por las buenas?
LÓPEZ: Sí. Me lo han dado a mí, ellos, personalmente. Tampoco han querido
recibos. Pero si quisieran figurar en el anonimato hubiesen mandado a
alguien. Han querido que lo sepa yo, pero que no haga publicidad de
ello.
ENGRACIA: ¿Pues sabéis lo que os digo? ¡Que no me gusta! Ese dinero es fruto de
rapiña y explotación, está sucio de sudor y de lágrimas de los pobres.
¡Yo voto porque se les devuelva!
CARRASCO: Yo no digo tanto, pero me da que sospechar que ese dinero lo hayan
dado ahora y no cuando empezó la lucha.
FALCÓN: Porque entonces no estaba comprobado que Paredes fuera el criminal.
Esos dos, a pesar de sus riquezas, han sido siempre los segundones de la
familia de Paredes. Ahora, con ese crimen, la familia quedará
desprestigiada y ellos pueden ocupar el primer lugar de poder en Don
Benito y su comarca. Y para eso es para lo que quieren que el pueblo
siga en su lucha.
LÓPEZ: No había caído yo en eso.
CARRASCO: ¡Qué fino hilas, Falcón!
ENGRACIA: Esos han dado ese dinero porque temen al pueblo. Nunca nos han visto
tan unidos y temen que cuando acabemos con Paredes vayamos contra
ellos.
LÓPEZ: Lo importante es que Paredes ya está preso.
FALCÓN: No quiero que el éxito momentáneo nos haga bajar la guardia. Paredes
está ya procesado, es verdad. Pero pensad que la única prueba importante
contra él es el testigo.
CARRASCO: ¿Y te parece poco eso?
LÓPEZ: Antes de que apareciera el testigo ya se declaró culpable.
FALCÓN: Eso tiene poco valor ante un Tribunal. Puede decir que se declaró
culpable porque le torturaron. Esos métodos son normales hoy en toda
España.
ENGRACIA: ¡Pero tenemos al testigo!
FALCÓN: El juicio tardará más de un año en celebrarse. Para entonces Tomás
puede ser comprado por la familia. Puede declarar que no está seguro si
eran ellos los que vio aquella noche. Solo una ligera duda y su testimonio
quedará invalidado.
ENGRACIA: O sea, que después de tanto luchar estamos como antes.
FALCÓN: Desgraciadamente, es así.
ENGRACIA: ¡Y encima, el juez se los quiere llevar a Badajoz! ¿Es que no va servir de
nada nuestra lucha? ¿Es que vamos a consentir que se los lleven y los
dejen en libertad?
FALCÓN: No. Paredes no saldrá de Don Benito. Estamos ya en septiembre. El
trabajo de la siega y el de la era ha terminado. Hay más gente libre. Hay
que reforzar la vigilancia y aumentar las páginas de nuestro boletín, para
mantener el espíritu alto.
Don Benito 26
ENGRACIA: ¿Estáis dispuesto a combatir sin intentan llevárselos?
TODOS: ¡Sí!
ENGRACIA: ¡Pues viva el pueblo de Don Benito
OSCURO

Luz sobre JOAQUÍN COSTA en uno de sus enardecidos discursos en el Frontón Central
de Madrid.
JOAQUÍN COSTA: “Esta que creíamos nación de bronce ha resultado ser una caña hueca.
(...) Para que la patria se redima y resurja a la vida de la civilización y de
la historia necesita una revolución, o lo que es igual, tiene que cambiar
de piel, romper los moldes viejos que Europa rompió hace ya más de
medio siglo, sufrir una transformación honda y radical de todo su modo
de ser, político, social y administrativo, acomodar el tipo de su
organización a su estado de atraso económico e intelectual y tomarla
nada más como punto de partida, con la mira puesta en el ideal: el tipo
europeo. Es fuerza, señores, decidirse: hay que hacer política, y política
masculina; es preciso que dejemos de parecer una nación de eunucos, que
solo sabe llorar y quejarse. ¡Arriba, industriales y labradores! ¡Arriba los
médicos, los pedagogos, los ingenieros, los publicistas! ¡Arriba los
menestrales, los operarios de las fábricas, los braceros del campo!
Caldear los ánimos y enardecer la sangre contemplando lo que han hecho
de nosotros y de lo nuestro esos caballeros. Recibieron todos los
ingredientes necesarios para hacer de España una gran nación, y han
preferido ser los sepultureros de su patria.
OSCURO

CUADRO TERCERO
En la Sala están el JUEZ, COMANDANTE, ESCRIBANO, DEFENSORES 1º, 2º y 3º y
FISCAL. Hablan entre ellos, aparte. En el rellano, atento, está FALCÓN En la calle,
sentado en la escalera, LÓPEZ y ENGRACIA. En la calle hay guardias civiles patrullando.
Entra CARRASCO con un periódico en la mano.
CARRASCO: ¿Habéis leído el discurso de Joaquín Costa?.
ENGRACIA: ¡Para leer discursos estoy yo ahora!
CARRASCO: Ha salido elegido Diputado a Cortes. El año que viene habrá elecciones
municipales en toda España y el partido republicano está seguro del
triunfo. La II República está a la vuelta de la esquina. Acabaremos con la
oligarquía y el caciquismo, como dice Joaquín Costa.
ENGRACIA: A mí me preocupa más lo que pasa ahí dentro. Los abogados, que todo lo
lían, estarán camelando al juez.
FALCÓN: No lo van a conseguir.
LÓPEZ: Yo tengo mis dudas. ¡Menudos pájaros se han buscado los tíos! El
abogado de Paredes dicen que es el mejor criminalista de España; el de
Castejón es de Plasencia y le llaman el Castelar de Extremadura, por lo
bien que habla. Y nuestro abogado, sin aparecer.
FALCÓN: A pesar de todo, esos criminales no saldrán de Don Benito.
ENGRACIA: Muy seguro estás tú de la gente. Ya veremos cuando la Guardia Civil se
líe a culatazos, o a tiros.
CARRASCO: ¿Ha perdido ya la fe?
ENGRACIA: Estoy muy nerviosa, hijo. Toda esa gente está ahí para llevarse a los
presos.
Don Benito 27
FALCÓN: No se los llevarán. (En la Sala entran por el foro derecha PAREDES,
CASTEJÓN, CIDONCHA, SARGENTO y GUARDIAS. Los tres
primeros van esposados) (A los de la calle) ¡Silencio! He oído ruido ahí
dentro. Parece que se disponen a salir ya.
SARGENTO: Preparados, señor Juez.
JUEZ: Salga y mire si en la calle está todo tranquilo. (El SARGENTO se asoma
y solo ve a los cuatro; baja, sin embargo, y mira por uno y otro lateral.
Habla aparte con algunos guardias. Falcón aprovecha la salida del
SARGENTO para mirar por la puerta entornada) Estoy nervioso. Este
pueblo, tan pendiente de todo, y sin que haya una sola manifestación, me
hace sospechar algo raro.
COMANDANTE: No debe preocuparse, Señoría. Mis hombres están alerta.
FALCÓN: ¿Busca usted algo, Sargento?
SARGENTO: No, nada. Miraba, simplemente
FALCÓN: ¿Van a sacar a los presos?
SARGENTO: ¡A usted eso no le importa!
FALCÓN: Soy el procurador.
SARGENTO: Entonces, suba y se lo pregunte a su Señoría. Sí; vamos a salir con ellos.
¿Pasa algo?
FALCÓN: No, no. (El SARGENTO sube a la Sala)
SARGENTO: Todo en orden, Señoría. Solo he visto a cuatro personas, ya conocidas.
(Tan pronto como sube el SARGENTO, a una indicación de
FALCÓN, ENGRACIA, por el lateral izquierdo, LÓPEZ, por el lateral
derecho y CARRASCO, desde el centro, dan un silbido cada uno.
Instantes después repican todas las campanas)
JUEZ: ¿Qué significa ese repique de campanas?
SARGENTO: No lo sé. Debe ser alguna fiesta en el pueblo.
JUEZ: Quiera Dios que sea, en verdad, una fiesta. Bueno, no perdamos más
tiempo. Vamos. Sargento, vaya usted delante con los presos. (Así lo
hace el SARGENTO y pone en primera fila a los tres; él y los
GUARDIAS, delante; detrás, el JUEZ y el COMANDANTE; tras ellos,
los tres abogados. Bajan a la calle, pero tan pronto la pisan, aparecen
por todos sitios hombres armados con palos. No hay hoces, ni horcas,
ni ningún otro objeto que pudiera constituir arma ofensiva. Los palos
son casi todos iguales: metro y medio de largo, cinco centímetros de
diámetro, limpios, sin cortezas. Los guardias dan culatazos y los
hombres utilizan los palos para protegerse de ellos, pero sin agredir.
Solo el empuje de la masa los hace retroceder) ¡El motín! ¡Eso es lo que
yo me temía!
COMANDANTE: ¡Sargento, vuelva a subir a los presos antes de que los linchen! ¡Rápido,
suban todos! (Vuelven a subir todos, sin más dificultades que la propia
agitación nerviosa. Cuando todos han vuelto a la sala, a una
indicación de FALCON, todos retroceden a los laterales, pero sin salir
de la escena. Los guardias se repliegan y quedan atrás guardando la
puerta, en estado de alerta)
JUEZ: ¡Esto es intolerable!
COMANDANTE: Sin duda, el pueblo cree que los vamos a sacar de Don Benito.
JUEZ: ¡Pero, si solo íbamos a la diligencia de reconstrucción del crimen! ¿No
informó usted de eso al procurador?
COMANDANTE: No, Señoría. Desde que usted lo echó de la Sala, no le he vuelto a ver.
Don Benito 28
JUEZ: ¡Esto no lo puedo tolerar de ninguna de las maneras! ¡Voy a telegrafiar
inmediatamente al Ministro de Gracia y Justicia!
COMANDANTE: Dudo que el Gobierno intervenga mandando al Ejército.
Desgraciadamente tenemos un Gobierno debilitado por tantos problemas
como tiene España. Las fuerzas republicanas dominan al pueblo cada vez
más y aprovecharán cualquier incidente para saetear al Gobierno de Su
Majestad con laceradas críticas.
JUEZ: ¡Pero, Comandante, España puede ser gobernada por monárquicos,
republicanos o liberales, pero jamás por la anarquía, el desorden y la
subversión!
COMANDANTE: Yo, señor Juez, me limito a cumplir órdenes de mis superiores. Y las
cumpliré a rajatabla, caiga quien caiga. Pero, personalmente, no tomaré
una iniciativa que pueda producir una matanza. Ahora, si usted ordena
que cargue contra el pueblo, daré la orden.
JUEZ: ¡No, no! Eso sería una tragedia.
COMANDANTE: Sugiero a su Señoría que hable con el procurador. Él es el líder del
pueblo.
JUEZ: Es una medida prudente. ¡Pero indigna de mi Señoría! Que bajen los
presos al calabozo, incomunicados. (Se van los presos, los GUARDIAS
y el SARGENTO. El JUEZ y el COMANDANTE, salen a la puerta de
la Sala, pero sin bajar. El pueblo está tranquilo)
FALCÓN: Señoría, ya le dejé el mensaje del pueblo. ¿Recuerda?
JUEZ: ¡Si hubiese permanecido en su puesto, aquí, como procurador, este
incidente no hubiera sucedido!
FALCÓN: Su Señoría me echó de la Sala.
JUEZ: Solo íbamos a la diligencia de reconstrucción in situ del crimen.
FALCÓN: En ese caso, nada deben temer del pueblo. Pueden salir con toda
tranquilidad. El pueblo es respetuoso con la Justicia. Vea: No tenemos
armas de ningún tipo. Esos garrotes no se han improvisado, están hechos
desde hace un mes, no para agredir, sino para protegernos de los
culatazos de los guardias.
JUEZ: ¡Pero no se hagan ilusiones, y abandonen su arrogancia! Los presos serán
conducidos, en su momento, a la Prisión Provincial. Si es necesario,
reclamaré la ayuda del Ejército.
FALCÓN: Quiero recordar a su Señoría que este pueblo no ha tenido el menor roce
con las fuerzas del orden; ha colaborado con la Justicia, y en ningún
momento se ha puesto en peligro la integridad física de los criminales.
Los podíamos haber linchado, pero queremos que sea la Justicia quien
haga justicia. Pero, eso sí, aquí, en Don Benito.
JUEZ: Eso es imposible. Los han de juzgar la Audiencia Provincial.
FALCÓN: Bueno, pues que venga aquí la Audiencia Provincial.
JUEZ: ¡Eso es imposible! ¡No hay precedentes en la judicatura española de que
la Audiencia Provincial renuncie a sus fueros!
FALCÓN: Pues el pueblo de Don Benito no abdicará de los suyos. Se hará justicia
aquí.
JUEZ: ¡Esto es demasiado!
ENGRACIA: ¡Que vengan todos los refuerzos que quieran! ¡Que disparen contra
nosotros! ¡Que arrasen este pueblo! ¡Pero le aseguro, señor Juez, que
mientras quede un solo hombre en pie, esos criminales no saldrán vivos
de aquí! ¡Eso se lo juro yo! ¡Yo! ¡Una mujer de Don Benito!
TELON
Don Benito 29

SEGUNDA PARTE
CUADRO PRIMERO
Telón corto. En el centro derecha, primer término, están reunidos los DEFENSORES 1º,
2º, 3º y un PROCURADOR..
DEFENSOR 1º: Esto es todo, señor procurador. Esta es la estrategia que he establecido
para la defensa de don Carlos. El informe de los cuatro forenses que he
solicitado será fundamental.
PROCURADOR: ¿Por qué ha citado usted a cuatro psiquiatras?
DEFENSOR 1º: Con el objeto de demostrar que don Carlos está loco trastornado por el
alcoholismo.
PROCURADOR: ¿Y qué pretende con ello?
DEFENSOR 1º: ¡Pues demostrar que no era responsable de sus hechos!
PROCURADOR: Pero eso es admitir que Paredes cometió ese asesinato.
DEFENSOR 1º: Claro. Las pruebas y el testigo son contundente.
PROCURADOR: ¡Don Carlos no cometió crimen alguno!
DEFENSOR 2º: Está demostrado que sí. Él lo ha admitido.
PROCURADOR: Por presiones torturadoras.
DEFENSOR 3º: ¿Y qué me dice de las pruebas y del testigo?
PROCURADOR: Son falsas. En el juicio no habrá pruebas ni testigo.
DEFENSOR 1º: Pero están ahí, en el sumario.
PROCURADOR: Estaban.
DEFENSOR 1º: ¿Han desaparecido las pruebas?
PROCURADOR: Desaparecerán.
DEFENSOR 1º: ¿Y el testigo?
PROCURADOR: Ese cretino va a recibir tal cantidad de dinero como en su vida ha podido
soñar.
DEFENSOR 2º: ¿Eso está garantizado? ¿Por quién?
PROCURADOR: Por mí. Represento a la familia. Tengo los poderes.
DEFENSOR 2º: A mí, su procuraduría no me concierne. Yo soy defensor de Ramón
Martín de Castejón.
PROCURADOR: El destino de Castejón esta ligado al de Paredes. Si don Carlos es
inocente, su defendido lo será igualmente.
DEFENSOR 2º: Y si resulta culpable, también.
PROCURADOR: Evidentemente.
DEFENSOR 2º: Pero yo tengo argumentos propios en su defensa.
PROCURADOR: Esos argumentos no le librarán de la pena de muerte si Don Carlos es
hallado culpable.
DEFENSOR 3º: Mi defendido no intervino nada más que para que abrieran la puerta. Ni
siquiera pisó la casa.
DEFENSOR 1º: Se olvida usted de algo fundamental. La Audiencia Provincial va a
juzgarlos aquí por imposición del pueblo. Eso no tiene precedentes en la
Historia de España. El pueblo sabe que son culpables. No consentirá que
salgan libres.
PROCURADOR: Lo que usted plantea es, simplemente, un problema de orden público.
DEFENSOR 2º: Al menor indicio de impunidad pueden ser linchados.
PROCURADOR: ¡Pues que los linchen! ¡Ojalá lo hubiesen hecho ya!
DEFENSOR 1º: ¿Usted quiere, realmente, que los defendamos?
PROCURADOR: Para eso ha sido usted contratado.
Don Benito 30
DEFENSOR 2º: Si falla la falta de pruebas y el soborno del testigo, la pena será de
muerte. Mi obligación es salvar la vida Castejón.
PROCURADOR: Y la mía es salvar a la familia del deshonor.
DEFENSOR 1º: Luego no le importa la vida de ese desdichado.
PROCURADOR: ¡Ese miserable debió morir al nacer!
DEFENSOR 1º: Con esas premisas, yo renuncio a la defensa.
DEFENSOR 2º: Señor procurador: Yo estoy con mi ilustre colega. Para mí, lo importante
es la vida de mi defendido. Y eso está por encima del honor de los
Donoso Cortés. Por mi parte, ya está todo dicho.
PROCURADOR: Calma, señores. La inculpabilidad de su defendido está garantizada. No
habrá pruebas ni testigo. ¿Qué más quiere usted?
DEFENSOR 1º: Si es así, la cosa resultará bastante fácil.
DEFENSOR 2º: ¿Pero no ha pensado usted que si hay impunidad habrá motín, y una
horrible carnicería en Don Benito?
DEFENSOR 1º: Pone usted las cosas excesivamente graves.
DEFENSOR 2º: ¿Es que no puede ocurrir eso?
DEFENSOR 1º: No soy profeta, querido colega. Se trata de que nuestros defendidos sean
absueltos. El resto, no es mi problema.
DEFENSOR 2º: Se ha presentado un acusador privado.
PROCURADOR: Es un abogado del Estado que jamás ha defendido una causa criminal. Es
muy joven y sin experiencia.
DEFENSOR 2º: Pero es un acusador. Removerá cielos y tierra. Un acusador privado es
más temible que el fiscal
PROCURADOR: Insisto en que ese acusador es abogado del Estado. Y el pueblo de Don
Benito ha vulnerado al Estado de Derecho, ha quebrantado el Poder
Judicial. Su obligación no es estar con este pueblo insurrecto, sino con el
Estado. A usted le llaman “El Castelar de Extremadura” ¿Va a tener
miedo de ese inepto?
DEFENSOR 2º: Profesionalmente no tengo miedo a nadie. Pero este caso es distinto a
todos los conocidos hasta ahora. Si este juicio se hubiera celebrado en
Badajoz no tendría mayor trascendencia. Pero toda la prensa nacional ha
destacado enviados especiales.
PROCURADOR: Este caso no tendrá repercusión alguna en la prensa. Ningún director
sensato reflejará la humillación que este caso ha supuesto para la
judicatura española. Por otra parte tenemos la garantía del Gobierno de
que los hechos de Don Benito no deben trascender, pues es inconveniente
para la paz y la seguridad nacional.
DEFENSOR 2º: Los directores y los empresarios mandan en los periódicos, es cierto y
ellos tamizan las noticias. Pero un periodista no es un escribiente que
escribe al dictado. Escribirán entre líneas lo fundamental. Negar los
hechos ante ese pueblo enardecido, es un suicidio. Es una temeridad que
puede conducir a una masacre.
DEFENSOR 3º: Yo, señores, soy defensor del sereno. Para él no habrá pena de muerte.
Yo enfocaré mi defensa como mi ética profesional me dicta. Esta reunión
con éste señor es una indignidad para mí.
DEFENSOR 1º: Señor mío: mi ética profesional me exige que esos hombres no suban al
patíbulo, y me importa un pito los argumentos que para ello tenga que
esgrimir. ¡Hasta el infierno bajaría por salvar a mi cliente! ¡Me importa
un bledo su provinciano concepto de la ética y de la moral! ¡Debo salvar
a mi cliente y liberarlo de las garras de esa chusma! ¡Yo soy abogado, no
agente del orden público!
Don Benito 31
DEFENSOR 3º: En cualquier caso, les ruego que no vuelvan a citarme. Mi defensa la
hago yo, no este señor procurador, ni la poderosa familia de su cliente.
Buenas noches caballeros. (Se va. Los otros dos abogados se miran un
tanto confusos. El PROCURADOR trata de quitar hierro a la situación
y les ofrece, sonriente, una copa.. Vuelven a mirar por donde se fue el
DEFENSOR 3º y a mirarse mutuamente con gesto de preocupación)
OSCURO

CUADRO SEGUNDO
La misma Sala de la primera parte, pero ahora es la Sala de la Audiencia Pública. En el
lateral izquierdo, primer término, una mesa en la que estarán sentados, por este orden, el
ACUSADOR PRIVADO y el FISCAL. A continuación, haciendo chaflán, El Tribunal de
Derecho, formado por el PRESIDENTE, el RELATOR y otro Magistrado. A continuación,
ya en el foro izquierda, la mesa de los defensores. En el foro centro, el banquillo de los
acusados. A continuación, el estrado de los testigos. Seguido y en chaflán, el Tribunal de
Hecho: el Jurado. Este sitio lo formará una grada de tres asientos. El lateral derecho lo
constituye una fila de bancos para el público, que se pierde por el lateral; solo vemos los
dos primeros bancos. Delante del Tribunal de Derecho, la mesa de los escribanos. La Sala,
evidentemente, no se parece a una Sala normal. Es un lugar improvisado para constituir la
Audiencia. Están, pues, apiñados. Al levantarse el telón vemos en escena, de izquierda a
derecha, al ACUSADOR PRIVADO, el FISCAL, el MAGISTRADO PONENTE, el
PRESIDENTE, otro MAGISTRADO, el DEFENSOR 1º, DEFENSOR 2º y DEFENSOR
3º. Un guardia, PAREDES, CASTEJÓN, CIDONCHA y otro guardia. En el lugar del
Jurado hay trece hombres. Los bancos del público están vacíos. En la mesa de los
escribanos, el RELATOR y dos escribanos. En la puerta, mirando al Tribunal, el UJIER.
En la calle, el pueblo, agolpado, nervioso y expectante. En la escalera esta FALCÓN
pendiente de lo que ocurre en la Sala.
VOCES DEL PUEBLO: ¿Qué pasa que no abren?
- ¡No pretenderán celebrar el juicio a puerta cerrada!
- ¡Con el frío que hace aquí!
- Yo llevo toda la noche haciendo cola.
- ¡Toma, y yo!
- ¡Esa de ahí se ha colado!
- ¡Aquí no hay cola que valga!
- ¡Silencio!
- ¡Callaos!
- ¡Silencio!
FALCÓN: ¡Silencio! ¡Silencio! ¡Ahí arriba se oye todo! Si no os calláis, nos
echarán de aquí. (Se hace silencio)
CARRASCO: ¿Va todo bien?
FALCÓN: No. Habrá problemas. De los cuarenta y dos hombres seleccionados para
elegir el Jurado, solo se han presentado trece forasteros. De Don Benito
no ha acudido ninguno.
LÓPEZ: ¿Tienes ahí la lista?
FALCÓN: Sí. Me la ha dado el Ujier. Tómala. Coge a los que te hagan falta y,
como las balas, búscalos y tráelos, a rastras, si es preciso. Si no hay
Jurado no se puede celebrar el juicio. (Carrasco y varios más salen. El
PRESIDENTE hace un gesto al UJIER. Este, muy tranquilo y
ceremonioso, abre la puerta y dice:)
Don Benito 32
UJIER: ¡Audiencia pública! (Como si se tratara de un maratón, todos intentan
entrar los primeros. FALCÓN salta a la calle para no ser atropellado.
El UJIER es empujado violentamente y va a caer sobre la mesa de los
escribanos. El PRESIDENTE agita la campanilla. Los bancos han
sido conquistados a puñetazo limpio, pero hay más mujeres que
hombres. El UJIER manda salir a los que no están sentados)
PRESIDENTE: (Agitando la campanilla) ¡Orden! ¡Orden! ¡Orden! (PAREDES, llora.
CASTEJÓN ríe divertido viendo al público luchar por los asientos. Si
no estuviera sentado en el banquillo, nadie diría que es un procesado
por asesinato. CIDONCHA parece una efigie. CASTEJÓN le observa,
le da con el codo y le hace un gesto como diciendo que esté tranquilo,
que allí no va a pasar nada. El DEFENSOR 1º levanta la mano
mirando al PRESIDENTE. Este le hace un gesto dándole la palabra.
DEFENSOR 1º: Con la venia. Señor Presidente: ¡Protesto enérgicamente de que este
juicio se celebre en Don Benito y no en la capitalidad de la provincia
donde, no cabe duda, el Jurado hubiera podido disfrutar de más libertad y
seguridad para pronunciar su fallo! ¡Protesto, además, por la presencia
del Acusador privado (Le señala con el dedo. Rumores en el público),
pues ni en el sumario, ni en el rollo de Sala, existe poder otorgado ante
notario! La acusación privada en este juicio se ejerce en nombre del
menor de edad, don Fernando Calderón Barragán, hijo y hermano de las
víctimas, el cual ha renunciado expresamente a la acusación privada.
¿Dónde está el poder otorgado por el consejo de familia a favor del tutor
don José Gallegos para comparecer y litigar en este juicio? ¡Protesto,
pues, de la presencia de este acusador privado en el juicio y solicito que
no se tenga por parte en la causa! (El ACUSADOR PRIVADO levanta
la mano enseñando una carpeta) ¡Protesto y exijo la suspensión de este
juicio porque el Jurado no ha sido elegido entre las cuarenta y dos
personas seleccionadas! ¡Según la Ley del Jurado, este, para ser elegido,
ha de sortearse entre un mínimo de veintiocho! (Se sienta. Toma la
palabra, en mimo, el ACUSADOR PRIVADO mostrando unos folios al
Tribunal. El UJIER los recoge y se los lleva al PRESIDENTE; éste se
dirige al RELATOR y hablan aparte)
ENGRACIA: (A FALCÓN) ¿Qué tal es nuestro abogado? Parece demasiado joven.
FALCÓN: Ya le conoce usted y él mismo se lo ha dicho. Este es el primer juicio de
su vida. Cuando se doctoró en la carrera hizo oposiciones a la abogacía
del Estado y las ganó.
ENGRACIA: Pues vamos a hacer un pan como una hostia. (Por la calle aparece
CARRASCO y los que se fueron con él, empujando a un grupo de
hombres que no quieren entrar)
CARRASCO: (A los hombres) Ya sé que tenéis miedo de condenar a Paredes por lo
que os pueda pasar. Pero si no entráis ahí, el pueblo os colgará a todos.
(FALCÓN chista al UJIER. Éste se acerca, le dice algo y el UJIER va
corriendo a decírselo al PRESIDENTE)
PRESIDENTE: ¡Que pasen ahí! No ha lugar a las peticiones del señor defensor. Que
pasen ahí los que llegan y procédase al sorteo. A los Jurados que han
faltado se les impondrá una multa de quinientas pesetas.
UN JURADO: A mí, señor juez, me unen lazos familiares con el procesado Castejón,
pues su abuelo y el mío eran primos hermanos.
OTRO JURADO: Yo he sido citado como testigo y no puedo ser Jurado.
Don Benito 33
OTRO: Yo tengo un dolor fuerte en este costado y tengo que ir al médico. (Los
tres Jurados han hablado a la vez, o muy rápido, uno tras otro. Otros
levantan la mano en plan de protesta. El PRESIDENTE agita la
campanilla. Se hace silencio)
PRESIDENTE: Señores: todos ustedes han sido seleccionados meticulosamente para
formar parte del Tribunal de Hecho, por lo que todas sus circunstancias
son conocidas por este Tribunal de Derecho. No admitiré excusas ni
pretextos. Al que aduce razón de enfermedad los tres médicos de la Sala
procederán a reconocerlo. Procédase al sorteo. Hay quórum. (Se hace el
sorteo. Los no elegidos bajarán a la calle; los electos, de dos en dos,
prestarán juramento en la mesa ante el RELATOR. Colocando las
manos sobre el evangelio. Terminada la ceremonia, se sentarán en su
sitio. El RELATOR se acerca a ellos y les lee los artículos de la Ley.
Mientras todo eso se lleva a cabo en silencio, en la calle:)
FALCÓN: Hay que estar atentos porque los abogados están haciendo cuanto pueden
porque el juicio se suspenda. Ahora, más que nunca, hay que evitar
jaleos porque los amigos y familiares de PAREDES lo intentarán todo. A
ver, López, ¿qué noticias nuevas hay?
LÓPEZ: No muchas. El abogado de Paredes dicen que cobrará por la defensa la
friolera de siete mil quinientos duros.
ENGRACIA: ¿Y eso, cuántos reales son?
LÓPEZ: Ciento cincuenta mil.
ENGRACIA: (Dando un prolongado silbido) ¡Ciento cincuenta mil reales! ¡Con eso
puede comprarse un cortijo en Extremadura!
CARRASCO: En la fonda en que se hospedan los abogados tuvieron anoche una
reunión con un señor venido de fuera. Discutían. Petra, la criada, nos ha
dicho que escuchó la conversación. Parece que no se ponen de acuerdo
entre ellos.
FALCÓN: ¿Algo más?
LÓPEZ: Sí. A Tomás Alonso le visitó anoche un forastero muy bien vestido. Por
las señas, parece que es el mismo que habló con los abogados en la
fonda. No hemos podido saber de qué hablaron.
ENGRACIA: ¡No, si ya veréis cómo al final, le compran para que no declare!
LÓPEZ: A Tomás le han visitado muchos periodistas. Desde hace más de un año
es el hombre más famoso de Don Benito.
ENGRACIA: A mi me da en la nariz que a ese muchacho le comprarán, o puede ser
asesinado.
LÓPEZ: ¿Cómo ha quedado compuesto el Jurado?
FALCÓN: Han salido dos de Guareña, uno de Valdetorres y dos de Santa Amalia.
El resto son todos de Don Benito.
ENGRACIA: Tenían que haber salido todos de Don Benito, por cobardes.
FALCÓN: Todos los Jurados son labradores, ganaderos, comerciantes y artesanos.
Obrero no hay ni uno.
ENGRACIA: ¡Hombre, claro! Para ser Jurado hay que ser persona decente, y en este
puto país la decencia la da el dinero. (El RELATOR se sienta y el
PRESIDENTE agita la campanilla. PAREDES ocupa el estrado de los
testigos. El FISCAL se acerca a él. LÓPEZ hace mutis. FALCÓN
ocupa su puesto en la escalera. El pueblo está pendiente de él,
esperando información)
FISCAL: ¿Conocía usted a la señorita Inés María Calderón?
PAREDES: Solo de vista.
Don Benito 34
FISCAL: ¿Es cierto que a usted le gustaba esa señorita?
PAREDES: No, señor.
FISCAL: ¿No es cierto que hace cuatro años, es decir, en 1.899, dijo usted en una
reunión de amigos que estaba usted loco por ella?
PAREDES: No, señor.
FISCAL: ¿Recuerda usted que un día, yendo la señorita Inés María con unas
amigas, se le cayó el pañuelo y usted lo recogió y se lo dio, diciéndole
frases obscenas?
PAREDES: No, señor.
FISCAL: ¿No es verdad que otro día discutió con ella porque no quería que usted
la acompañara y usted la amenazó enseñándole la empuñadura de una
navaja?
PAREDES: No, señor. ¡Eso es falso!
FISCAL: ¿No hizo usted en varias ocasiones proposiciones de boda a doña
Catalina Barragán relacionadas con su hija?
PAREDES: No, señor. Yo nunca hablé con esa señora.
FISCAL: ¿No es cierto que conoció usted al sereno Pedro Cidoncha por efecto de
los escándalos que usted promovía en las casas de mancebía?
PAREDES: No, señor.
FISCAL: ¿No es cierto que en una de esas casas usted insultó y maltrató a un
guardia municipal?
PAREDES: No, señor.
FISCAL: ¿Qué hizo usted la noche de autos?
PAREDES: Desde las nueve a las doce, jugando en el casino. A las doce me retiré a
mi casa a descansar. Y ya no volví a salir.
FISCAL: ¿No es más cierto que fue usted con el procesado Castejón a buscar al
sereno de la calle del Padre Cortés?
DEFENSOR 1º: ¡Protesto! Señor Presidente: Ruego a su Señoría no permita al señor
Fiscal hacer preguntas a mi defendido sobre hechos que éste siempre ha
negado.
FISCAL: Señoría: El Ministerio Público está en su derecho de preguntar al
procesado en la forma que cree más conveniente, y sin tener en cuenta
las negativas que haya podido hacer el procesado.
PRESIDENTE: No ha lugar la protesta. Conteste el procesado a la pregunta del señor
Fiscal.
PAREDES: No, señor. Ni vi a Castejón ni pasé por esa calle.
FISCAL: No más preguntas, de momento.
PRESIDENTE: Tiene la palabra la acusación privada. (El fiscal se sienta. Se levanta el
ACUSADOR PRIVADO. Es un hombre muy joven y menudo, casi un
imberbe)
ACUSADOR PRIVADO: Con su venia, señor Presidente. (A PAREDES) ¿Es cierto que a
usted le gustaba atemorizar en las casas de mancebía a los hombres que
acudían allí y a esas pobres mujeres, a las que maltrataba y amenazaba
con una enorme navaja?
PAREDES: No, señor.
ACUSADOR PRIVADO: ¿No es cierto que su propia familia le temía y huía de usted?
PAREDES: No, señor.
ACUSADOR PRIVADO: ¿No es cierto que en una ocasión injurió a su propia madre,
incluso quiso matarla porque se dignó reprenderle por su vida licenciosa?
PAREDES: ¡Mentira! ¡Eso es falso!
Don Benito 35
ACUSADOR PRIVADO: ¿No es cierto que en aquella ocasión hirió usted en un brazo a su
hermano, que se interpuso en defensa de su madre?
PAREDES: ¡No! ¡Es mentira!
ACUSADOR PRIVADO: ¿También es mentira que por ese incidente fue usted procesado?
PAREDES: Sí, es cierto. ¡Pero salí absuelto de aquella acusación!
ACUSADOR PRIVADO: ¿No es cierto que violó usted a una prima suya epiléptica?
PAREDES: (Llorando) ¡No!
DEFENSOR 1º: ¡Protesto!
ACUSADOR PRIVADO: (Furioso, tratando de mirar a los ojos a Paredes, que tiene la
cabeza baja) ¡No es cierto que aquella infeliz perdió la razón y murió en
el manicomio!
DEFENSOR 1º: ¡Protesto!
ACUSADOR PRIVADO: He terminado, Señoría.
PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor defensor.
DEFENSOR 1º: Con la venia. (A PAREDES, que llora amargamente) ¿Es cierto que fue
usted detenido por las presiones del pueblo y el juez instructor le puso en
libertad sin cargos?
PAREDES: Sí, señor.
DEFENSOR 1º: ¿Es cierto que el señor juez, acosado por el pueblo, le volvió a detener?
PAREDES: Sí, señor.
ACUSADOR PRIVADO: ¡Protesto!
DEFENSOR 1º: (Rápidamente, antes de que el PRESIDENTE invalide su pregunta)
¿Es cierto que fue abofeteado y torturado?
PAREDES: Sí, señor.
ACUSADOR PRIVADO: ¡Protesto!
DEFENSOR 1º: No más preguntas.
PAREDES: (Llorando y con rabia) ¡Sí, me abofetearon, me vejaron, me torturaron!
(El público de la sala silba y abuchea a PAREDES. El PRESIDENTE
agita la campanilla)
PRESIDENTE: ¡Orden, orden! (A PAREDES) Vuelva usted al banquillo. (PAREDES,
obedece) Suba al estrado Ramón Martín de Castejón. (CASTEJÓN se
levanta sonriente y va al estrado, como si nada fuera contra él)
CASTEJÓN: ¡Vamos allá! Este juego está resultando divertido. (Se sienta. Turno del
FISCAL, ya en mimo)
FALCÓN: ¡Esto está que arde. Paredes lo niega todo.
ENGRACIA: Entonces, solo nos queda el testigo. (Entra LÓPEZ)
LÓPEZ: Noticias frescas. Parece ser que el abogado de Paredes había citado a
cuatro psiquiatras de Madrid, pero esta misma mañana ha telegrafiado
diciendo a cada uno que no vengan.
FALCÓN: Eso supone un giro en su estrategia. Los psiquiatras vendrían para que le
declararan loco; pero eso que dices es porque tratan de negarlo todo y
rechazar la acusación. Eso nos beneficia, porque las pruebas y el testigo
son contundente.
ENGRACIA: ¿Y si las pruebas se pierden y el testigo no declara, qué?
FALCÓN: No sea usted tan pesimista. ¿Qué otras noticias hay?
LÓPEZ: Esta es muy importante. En las elecciones municipales en toda España ha
ganado por mayoría absoluta el Partido Republicano. Se dice que
Salmerón está en tratos con el General Luque para dar un Golpe de
Estado y destronar al Rey. Se dice, además, que un rico industrial de
Zaragoza llamado Basilio Paraiso, ha ofrecido al general Luque
doscientas cincuenta mil pesetas por si falla el golpe y se tiene que
Don Benito 36
exiliar. (En la Sala, se sienta el FISCAL. El ACUSADOR PRIVADO
interroga en mimo a Castejón)
FALCÓN: ¡La II República está en puertas! Pronto tendremos en España justicia y
libertad.
ENGRACIA: ¿Qué pasa con los que dieron el dinero?
LÓPEZ: Esos están en el bote. Se han sumado seis más de los más ricos dando
donativos para la caja de resistencia.
ENGRACIA: Pues yo sigo sin fiarme de ellos.
LÓPEZ: Ellos tienen miedo después de lo que han visto en las elecciones. Este
año no estaba Castejón en el Ayuntamiento para manipular las actas. Ha
ganado el partido republicano y como ellos son liberales, están cagados.
ENGRACIA: Yo, de política no entiendo; por eso no comprendo cómo gentes tan
dictatoriales se llaman liberales.
LÓPEZ: Me lo ha quitado de la boca, porque eso mismo me pregunto yo.
ENGRACIA: Falcón, hijo, explícanos eso.
FALCÓN: El liberalismo, más que un partido, es una corriente de ideas de las
derechas. Se llaman así porque propugnan la libertad absoluta del
individuo frente al Estado.
ENGRACIA: Pues, hijo, yo sigo en ayunas. No entiendo nada.
FALCÓN: Os pondré un ejemplo. El Estado es como un padre de familia y como tal
tiene que velar por el bienestar económico, social, sanitario, cultural de
toda la familia, para lo cual exige a los que más tienen que paguen
impuestos para socorrer a los más débiles. Pero los hijos fuertes dicen
que el padre, de lo único que ha de preocuparse es de tener Ejército y
policías para velar por el orden establecido y hacer infraestructuras,
como carreteras y obras públicas, pero que no se meta a organizar la
sociedad, pues eso es cosa que les corresponde solo a los individuos y si
las asume el padre, coarta las libertades. Propugnan, por tanto, que les
dejen libres. De ahí les viene el nombre de liberales.
ENGRACIA: ¡Joder! ¡Y a mí que me caía bien eso de liberales! ¡Pues ese dinero hay
que devolvérselo y que se lo metan por donde yo sé! (CASTEJÓN,
vuelve al banquillo. CIDONCHA sube al estrado. Interroga el
FISCAL., también en mimo)
FALCÓN: No, señora Engracia. Vamos a hacer algo más importante. Ellos se odian
entre sí, pero están unido por intereses. Ahora es el momento de publicar
sus nombres y las cantidades que han dado. Así se enfrentarán entre ellos
y nosotros saldremos reforzado social y económicamente.
LÓPEZ: A mí me parece mejor eso.
ENGRACIA: Eso es darle publicidad a ellos.
LÓPEZ: De eso se trata, precisamente. Ya se han hecho ellos publicidad y todo el
mundo sabe que han dado dinero, pero cuándo y dónde a ellos les
interese dirán que eso forma parte de la rumorología. Pero esa publicidad
escrita ellos no la quieren. Me voy a la redacción.
FALCÓN: Prepáralo, pero no la publiques aún.
LÓPEZ: Está bien, lo que tú digas (Se va. FALCÓN vuelve a su sitio en la
escalera. El FISCAL se sienta y el ACUSADOR PRIVADO interroga a
CIDONCHA)
ACUSADOR PRIVADO: Ha dicho usted al señor Fiscal que no habló con los procesados
en la noche de autos en la calle del Padre Cortés.
CHIDONCHA: No, señor.
ACUSADOR PRIVADO: Sin embargo, usted declaró que sí ante el juez. instructor.
Don Benito 37
CHIDONCHA: Porque me torturaron y me clavaron astillas entre las uñas. También me
dijeron que si declaraba contra Paredes, yo me salvaría.
ACUSADOR PRIVADO: ¿No es cierto que usted firmó su declaración antes de bajar al
calabozo?
CHIDONCHA: Sí, señor.
ACUSADOR PRIVADO: ¿Me quiere decir cuándo, dónde y por quién fue usted
torturado?
CHIDONCHA: Por los guardias, cuando bajé al calabozo.
ACUSADOR PRIVADO: Pero cuando usted bajó al calabozo ya había firmado su
declaración ante el juez. ¿Por qué dice usted, entonces, que declaró
porque le torturaron?
CHIDONCHA: (Sintiéndose atrapado) Bueno, es que yo... yo...
ACUSADOR PRIVADO: (Con furia) ¡Usted es un cínico embustero!
DEFENSOR 1º: ¡Protesto!
PRESIDENTE: No ha lugar.
ACUSADOR PRIVADO: Agradezco a su Señoría, señor Presidente, la firmeza y energía
que está demostrando desde el comienzo de la causa.
DEFENSOR 1º: ¡Señor Presidente! ¿Es preciso que la Presidencia necesite del acusador
para velar por sus fueros?
ACUSADOR PRIVADO: Debería usted tener más en cuenta la ética profesional.
DEFENSOR 1º: ¿Quiere decir usted que?...
ACUSADOR PRIVADO: Quiero decir que si alguien debiera protestar es el defensor de
éste acusado y no usted.
DEFENSOR 3º: Pues tiene razón.
DEFENSOR 1º: ¿Es que va a ayudar usted a quien trata de hundirle?
DEFENSOR 3º: Pues en lo sucesivo no intervenga usted cuando se trate de mi defendido,
a menos que necesite interrogarlo. Yo sé bien cómo he de enfocar mi
defensa.
PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor letrado.
DEFENSOR 3º: Con la venia. (A CIDONCHA) ¿Cuánto tiempo llevaba de sereno en la
calle del Padre Cortés?
CHIDONCHA: Quince días.
DEFENSOR 3º: ¿Conocía usted a las víctimas?
CHIDONCHA: Solo de vista. Muy poco.
DEFENSOR 3º: ¿No conocía usted si vivían solas o acompañadas, si su reputación era
buena o mala?
CHIDONCHA: No señor.
DEFENSOR 3º: Muchas gracias. No más preguntas. (El DEFENSOR 1º mueve la cabeza
en son de disgusto. Cuando el DEFENSOR 3º vuelve a su sitio
discuten aparte)
PRESIDENTE: Se levanta la sesión hasta las cuatro de la tarde. (Oscuro en la Sala. En
la calle entra LÓPEZ)
LÓPEZ: Ya me he enterado de lo que hizo ese forastero anoche en casa de Tomás
Alonso. Le ofreció veinticinco mil duros para que se retractara en su
declaración.
CARRASCO: ¡Hijos de perra!
ENGRACIA: ¿Y cuántos reales son veinticinco mil duros?
FALCÓN: Medio millón.
ENGRACIA: ¡Hijos de puta!
LÓPEZ: Pero él se negó. Dijo que él no hacía eso.
Don Benito 38
ENGRACIA: ¿Qué ha dicho que no a medio millón de reales? ¡Ay, qué mal me huele
esto! ¿Pues sabéis lo que os digo? Ese ha dicho que no para que nos
confiemos y le dejemos declarar tranquilamente. Entonces dice que no
está seguro si son esos los que él vio aquella noche, coge la guita y se va
al extranjero a vivir tan ricamente.
FALCÓN: Él sabe que el pueblo no se lo perdonaría. Además, es un chaval serio y
honrado.
ENGRACIA: Con medio millón de reales en el bolsillo se hace un granuja el más santo
varón. ¿Y sabiendo eso, no le habéis retorcido el pescuezo a ese
forastero?
LÓPEZ: Ha desaparecido. No se le ha vuelto a ver en Don Benito.
ENGRACIA: Ese se ha metido en casa de Paredes, y allí va mi menda ahora mismo a
verle. (Inicia el mutis muy decidida, pero LÓPEZ Y CARRASCO la
sujetan) ¡A ese miserable le saco los ojos! ¡Soltadme! ¡Soltadme!
¡Soltadme! (Grita, babea, pugna por soltarse en un ataque de
histerismo)
OSCURO

CUADRO CUARTO
En el estrado de los testigos está Tomás Alonso siendo interrogado por el ACUSADOR
PRIVADO. En la calle hay tal expectación, que el silencio es absoluto.
ACUSADOR PRIVADO: He terminado. No más preguntas. (Se sienta en su sitio. A una
indicación del PRESIDENTE, el DEFENSOR 1º se levanta, hace una
inclinación de cabeza al Tribunal y va al estrado lentamente, mirando
a TOMÁS. Le mira como un depredador observa a su presa para saltar
sobre ella. TOMÁS se siente incómodo y rehuye la mirada)
DEFENSOR 1º: ¡Míreme! ¿Le da miedo mirarme? ¡Está bajo juramento! ¡De su
testimonio depende la vida de esos tres hombres! ¿Ha pensado bien eso?
Si ha cometido perjurio por miedo al pueblo, no se preocupe: yo le
defenderé de sumo grado y pagaré la fianza y las multas que le fueran
impuestas, para librarle de la cárcel. Usted es joven y tiene toda la vida
por delante. Piense usted que un falso testimonio sería para su conciencia
peor que la muerte. Por eso le ruego a usted que medite antes de
responder. No tenemos prisa. Conteste usted la verdad. ¡Sin miedo! ¡No
tema al pueblo! ¡Hay más de cien guardias civiles que le protegerán!
Tranquilo, hijo. Tranquilo. Serénese. ¿Quiere beber un vaso de agua?
¿Se siente usted cómodo?
TOMÁS: No tengo sed. Estoy muy tranquilo, señor.
DEFENSOR 1º: ¿Adónde iba usted aquella noche, o de dónde venía?
TOMÁS: Volvía a mi casa después de dar un paseo.
DEFENSOR 1º: ¿A la una de la madrugada? ¿A qué hora se levantaba usted para ir a
trabajar?
TOMÁS: A las cinco de la mañana.
DEFENSOR 1º: ¿Qué trabajo había realizado aquel día?
TOMÁS: Segar trigo.
DEFENSOR 1º: ¿Y qué trabajo iba a realizar el día siguiente, es decir, cuatro horas más
tarde?
TOMÁS: El mismo: segar.
DEFENSOR 1º: Tengo entendido que el trabajo de la siega es uno de los más duros.
¿Después de un intenso día de trabajo agotador, tenía usted ganas de
Don Benito 39
pasear, y más sabiendo que cuatro horas más tarde tenía que volver al
trabajo?
TOMÁS: Sí, señor.
DEFENSOR 1º: ¿No es más cierto que venía usted de una casa de prostitución?
ACUSADOR PRIVADO: ¡Protesto!
DEFENSOR 1º: Señor Presidente: tengo testimonios de que el testigo estuvo esa noche en
un burdel.
PRESIDENTE: No ha lugar. Conteste el testigo a la pregunta que se le ha formulado.
TOMÁS: Sí estuve en una casa de esas. ¡Pero yo los vi!
DEFENSOR 1º: Esto último es lo que le dijo al juez instructor, pero calló lo primero.
TOMÁS: Nadie me hizo esa pregunta. Lo hubiese dicho con toda tranquilidad.
DEFENSOR 1º: ¿En su recorrido desde la (masticando la palabra) alcahuetería hasta su
casa, vio a alguien más por la calle?
TOMÁS: Sí. Pero a nadie muy conocido.
DEFENSOR 1º: ¿Cómo cuántas personas, más o menos?
TOMÁS: No sé. Serenos, municipales, mozos de ronda. Veinte o treinta.
DEFENSOR 1º: ¿Consideró usted raro ver a toda esa gente por la calle a esas horas?
TOMÁS: No. Es normal en verano.
DEFENSOR 1º: No se extrañó. No le pareció nada raro ver a personas en la calle, ya
fueran serenos o cualquier otra persona. ¿Y las personas iban solas, o en
grupos?
TOMÁS: Unas solas, otras en grupos de tres o cuatro.
DEFENSOR 1º: Y ninguna de ellas atrajo su atención. Es curioso. Y si era absolutamente
normal ver a gente, solas o en grupos, ¿por qué le extrañó ver a dos
hombres hablando con un sereno, según ha declarado usted?
TOMÁS: Discutían por lo bajo mirando a la puerta. Estaban muy agitados. Pensé
que tal vez aquella casa fuera de mujeres... Quise enterarme, por si acaso,
pues ese sitio está más cerca de mi casa.
DEFENSOR 1º: O sea, que después de estar rendido por el trabajo agotador de la siega;
después de estar agotado por su orgía en el burdel; sabiendo que cuatro
horas más tarde se tenía que levantar para ir a segar, quiere hacernos
creer que se detuvo a espiar por el hecho de que allí podía haber una casa
de lenocinio?
TOMÁS: Sí, señor. Desde que tenía cinco años estoy acostumbrado a trabajar,
cuando hay tajo, dieciséis horas diarias. Para mí no es agotador. Ni para
mis compañeros tampoco.
DEFENSOR 1º: Conteste sí o no y absténgase de dar explicaciones que no le haya pedido.
TOMÁS: Sí señor.
DEFENSOR 1º: Ha dicho usted que creía que aquella casa era de mujeres, de lenocinio.
En ese caso debía estar usted más pendiente de la puerta, para acordarse
después, que de los que estaban reunidos en su proximidad. Sin embargo,
a pesar de ello; a pesar de su natural cansancio; a pesar del sueño que a
esa hora debía tener; a pesar de la distancia que le separaba; a pesar de la
opaca luz de la luna; a pesar de todo eso, pudo usted reconocer a tres
personas a las que no les vio la cara, retenerlas en su memoria cuarenta y
cinco días que tardó en denunciarlo al juez y, aún después de quinientos
días que hace que se cometió el crimen no ha olvidado usted el más
mínimo detalle. ¡Por los clavos de Cristo! ¡A quién pretende engañar con
tan burda patraña tan magistralmente aprendida! (Da un terrible
puñetazo en el estrado. Tomás se asusta por el golpe, que le ha cogido
desprevenido. Sin embargo, se yergue, sin levantarse del asiento,
Don Benito 40
enrojecido, con los ojos muy abiertos y las mandíbulas apretadas,
como si tuviera un ataque de locura)
TOMÁS: ¡No solo quinientos días! ¡Toda mi vida tendré grabados aquí aquellos
gritos de horror y de muerte! ¡Toda mi vida lo recordaré! ¡Toda mi vida¡
(Llorando con desesperación) ¡Toda mi vida!
DEFENSOR 1º: ¿Sabía usted que el pueblo había establecido un premio de quinientas
pesetas para quien diera una pista?
TOMÁS: ¡Sí, lo sabía, pero ese premio se lo había llevado ya el sargento
Madridejos!
DEFENSOR 1º: ¿Es cierto que le han hecho a usted obsequios y regalos para que
mantenga su declaración?
ACUSADOR PRIVADO: ¡Protesto! ¡Esa forma de preguntar es insidiosa!
PRESIDENTE: No ha lugar. Conteste el testigo.
TOMÁS: La gente me quiere mucho y me agasaja. Pero regalos, en el sentido que
usted dice, no he recibido ninguno, ni los quiero. Anoche mismo me
visitó un señor ofreciéndome...
DEFENSOR 1º: ¡No más preguntas! (Vuelve a su asiento, muy preocupado. Mira al
ACUSADOR PRIVADO y éste le responde con una sonrisa de triunfo)
PRESIDENTE: ¿Alguien más quiere interrogar al testigo? (El PRESIDENTE mira a la
acusación y defensas. Pausa. TOMÁS se limpia las lágrimas con un
pañuelo) Puede retirarse el testigo. (TOMÁS se levanta y sale. Al
aparecer en la escalera el pueblo le vitorea. PAREDES, llora. Los otros
dos permanecen impasibles. En la calle hay mucha emoción. Se
abrazan unos a otros. A TOMÁS le cogen a hombros y así se lo llevan)
UNA VOZ: ¡Viva Tomás Alonso!
TODOS: ¡Vivaaaaa!
OTRA VOZ: ¡Viva la madre que le parió!
TODOS: ¡Vivaaaaa!
OSCURO

CUADRO QUINTO
Tanto en la calle como en la Sala, hay un ambiente de hastío, de cansancio y
aburrimiento. En el estrado hay una mujer con pinta de prostituta que está siendo
interrogada por el DEFENSOR 1º.
DEFENSOR 1º: Tengo entendido que cada vez que el procesado García de Paredes iba a
la casa de ustedes suponía para todas sus compañeras una situación de
angustia y desasosiego. ¿Es así?
TESTIGO: Sí, señor.
DEFENSOR 1º: ¿Quiere usted explicar al Jurado por qué?
TESTIGO: (Mira al Jurado, se ríe y saluda con la mano) ¡Ay! ¡Si no os había
visto! ¡Hola, Ambrosio, hola Félix!... (Cuatro Jurados se tapan la cara
y miran para otro sitio)
DEFENSOR 1º: Por favor, conteste a lo que le he preguntado.
TESTIGO: Sí, señor, sí. El señorito don Carlos era más pesado que una vaca en
brazos.
DEFENSOR 1º: ¿Quiere explicarse con más precisión?
TESTIGO: Bueno, es que yo no sé hablar fino, ya me entiende,¿sabe usted?. Soy
analfabeta. Si digo alguna burrada, usted me corta, ¿sabe usted? A ver si
se lo sé explicar. Mire usted. A los hombres de aquí, con cinco minutos
les sobra para... bueno, para eso, ya me entiende usted. ¿O no? Para
Don Benito 41
correrse, vamos, con perdón. Pero el señorito don Carlos, entre que si
ponte bien y estate quieta, se pasaba el tío una hora larga con una. Y
claro, entre nosotras, ya tuvimos que hacer un acuerdo: a la que eligiera
don Carlos, las otras la tenían que indemnizar, porque mientras don
Carlos estaba con una, dale que te pego, intentando que se le pusiera
tiesa, con perdón, las otras se había cepillado a seis o siete tíos. Y una
trabaja para ganarse la vida honradamente, sin robar ni matar a nadie, y
claro...
DEFENSOR 1º: ¿Puede usted explicar el por qué de esa lentitud?
TESTIGO: ¡Ya se lo he dicho! ¿O no? No, no se lo he dicho. Es que el tío, a lo
mejor, estaba harto de follar con otras, o estaba como una cuba, y no se
le empinaba...
ACUSADOR PRIVADO: ¡Protesto! ¡Señor Presidente: El señor letrado lleva ya
interrogados a más de cuarenta testigos, que nada han aportado a la
causa, sino que es un intento deliberado de hacerla interminable! ¡Y por
si fuera poco esta tomadura de pelo y esta falta de respeto al Tribunal,
ahora añade la obscenidad con esa testigo!
PRESIDENTE: (Al DEFENSOR 1º) Voy pensando que, efectivamente, está usted
divagando con las preguntas que hace a la testigo.
DEFENSOR 1º: Señor Presidente: Yo las considero fundamentales.
PRESIDENTE: ¡Pues yo las considero y las califico de impertinentes!
DEFENSOR 1º: (Muy excitado) ¡Pues yo protesto por la impertinencia del Tribunal!
TESTIGO: ¡No, si ya le dije a usted que lo mismo decía una burrada! Pero yo creo
que no he dicho nada que sea mentira. ¿O no? (Varias voces de ¡fuera,
fuera! Silbidos para el DEFENSOR 1º. El PRESIDENTE se levanta
airado agitando la campanilla)
PRESIDENTE: ¡Despejen! ¡Despejen la Sala! ¡La testigo, también! ¡Fuera!
TESTIGO: ¡Jolines, la que he liado! ¡Cómo se han puesto! Y eso que solo le he
dicho lo de don Carlos, que la tenía siempre floja. ¡Anda que si les digo
el cacho de vergajo que tienen casi todos los hombres de Don Benito,
que le quedan a una rengá!... (La TESTIGO y el público salen
apremiados por el UJIER. El PRESIDENTE increpa, en mimo, al
DEFENSOR 1º, mientras el ACUSADOR PRIVADO discute con el
FISCAL y los otros abogados, también en mimo. CASTEJÓN, ríe.
CIDONCHA sigue estatuario. PÀREDES, llora. La gente en la calle
comentan con los que bajan, los incidentes. El JURADO sigue en su
sitio)
VOCES: ¡No hay derecho! ¡Cuarenta testigos lleva el tío!
- ¡Ese nos quiere matar de aburrimiento!
- ¡Y la zorra esa!
-¡Vaya vocabulario que tiene!
-¡La tía guarra!
- ¡Pues anda, que el Ambrosio y el Félix!
- ¡Ya verás cuando se enteren sus mujeres de que esa los conoce!
LÓPEZ: Lo que pretende es ganar tiempo para esperar la respuesta del Ministro.
FALCÓN: ¿De qué Ministro hablas?
LÓPEZ: Del de Gracia y Justicia. El telegrafista de la estación me ha dicho que ha
puesto un telegrama urgente al Ministro.
FALCÓN: ¿Y sabes el texto?
LÓPEZ: Claro. Pide que suspendan el juicio y lo lleven a Badajoz.
FALCÓN: ¡Chist! ¡Callaos, a ver si oigo lo que dicen ahí dentro!
Don Benito 42
PRESIDENTE: Sí, ya sé que tiene usted los nervios en punta. Por eso no quiero tomarlo
en cuenta. Pero si no sabe dominarse, le impondré un correctivo por
desacato.
DEFENSOR 1º: Le ruego acepte mis excusas, señor Presidente.
PRESIDENTE: Explique usted sus propósitos.
DEFENSOR 1º: A mi defendido se le acusa de asesinato, cuyo móvil era el intento de
violación. Con las preguntas a esa testigo pretendía demostrar que Carlos
García de Paredes, por su alto grado de alcoholismo, es un impotente
sexual, por cuya causa queda descartado el intento de violación; es decir,
el móvil.
ACUSADOR PRIVADO: Esa teoría es insostenible. Un impotente sexual no frecuenta con
tanta asiduidad los burdeles.
PRESIDENTE: (Al JURADO) ¿El Jurado ha captado la idea del letrado?
UN JURADO: (Levantándose) Sí, señor.
PRESIDENTE: El Jurado tendrá en cuenta esa teoría en sus deliberaciones para contestar
el formulario. Continúa la vista. Ujier, de la voz de Audiencia pública.
(El UJIER va a la puerta y la abre con exageradas precauciones. Da la
voz de ¡Audiencia pública! Y se aparta de un salto para evitar ser
arrollado. Pero no ocurre nada. La gente entra despacio, sin muchas
ganas)
DEFENSOR 1º: Con su venia, señor Presidente. Acogiéndome al artículo 729 de la Ley
de Enjuiciamiento Criminal, solicito que declaren tres presos que no han
sido propuestos, ni citados en este acto.
ACUSADOR PRIVADO: Me opongo.
PRESIDENTE: No ha lugar a la petición del señor letrado. El caso no está bien definido
en el citado artículo 729.
DEFENSOR 1º: Pido que mi protesta conste en acta.
DEFENSOR 2º: Me adhiero.
PRESIDENTE: Que conste en acta.
DEFENSOR 1º: Señor Presidente: Debido a las trabas y coacciones de que soy objeto,
pido la suspensión del juicio y su continuación en Badajoz.
PRESIDENTE: No ha lugar. ¡Y basta ya de mojigangas! Este pueblo es noble y pacífico
que ha confiado desde el principio en la acción de la Justicia. ¡Continúa
el juicio!
FISCAL: Pido al Tribunal que pasemos ya a las pruebas documentales.
PRESIDENTE: Proceda a ello, señor Relator. (El RELATOR se levanta y empieza a leer
en mimo)
LÓPEZ: ¿Sabéis lo que andan diciendo los caciques? Que han dado mucho dinero
y se lo están repartiendo entre unos cuantos.
ENGRACIA: ¡Hijos de putas! ¿No os lo decía yo? ¡Ese dinero está maldito y solo nos
traerá perdición!
FALCÓN: Tranquila, señora Engracia. En parte tienen razón. Una caja de
resistencia es para pagar jornales perdidos, entre otras cosas. Es para
ayudar a resistir. Ellos dirán siempre barbaridades contra nosotros.
Usted, tranquila. El juicio está terminando y necesitan romper la unidad
del pueblo, porque ahora está absorbido por el juicio, pero cuando
termine se puede volver contra ellos, simplemente, con reivindicaciones
sociales.
LÓPEZ: Esperemos que den pronto el golpe de Estado.
ENGRACIA: ¿Y por qué no dan la cara esos cabrones y dicen las cosas a las claras?
Don Benito 43
FALCÓN: ¿Para qué van a dar la cara, sin tienen tantas caras traidoras que les
sirven por un plato de lentejas? Ha llegado el momento, López. Publica
esa lista mañana mismo. Pero primero tienes que hacer una editorial
comentando cómo y dónde se destina el dinero de la caja de resistencia.
No es necesario que especifiques. Pero que no parezca que estamos
contestando a esos rumores. Tú eres especialista y sabrás mejor que yo
cómo hacerlo.
LÓPEZ: Voy para la redacción. Te enseñaré las pruebas. (Se va)
CARRASCO: Mientras dure el juicio la unidad del pueblo está asegurada. La condena,
después de la declaración de Tomás, es segura.
FALCÓN: Sí. Luego vendrán los recursos, la petición de indultos, la presión de los
caciques de toda Extremadura para lograrlo. La tarea que nos espera
acaba de empezar y es la más difícil. ¿Por qué tardarán tanto en dar el
golpe? Hemos ganado las elecciones. La monarquía tenía que caer por sí
sola. El rey tenía que abdicar y marcharse.
ENGRACIA: ¡Pues no dices tú nada! ¡Si subió al trono el año pasado y solo tiene
diecisiete años! ¡Si estará ahora más contento que un chaval con zapatos
nuevos! ¿Cómo se va a ir, con lo bien que se vivirá siendo rey? ¡Tienes
cada cosa, Eusebio!
FALCÓN: Ya sé que no se irá nunca por su propia voluntad. Eso no me preocupa.
Pero está ahí el Partido Republicano con todo el poder de las urnas en sus
manos; está ahí el general Luque con el respaldo económico de Basilio
Paraíso; estamos aquí el pueblo español que hemos dado nuestro apoyo
en las urnas. ¿Qué más se puede pedir?
CARRASCO: A mí hay una cosa que me sorprende muchísimo y la he comentado antes
con López.
FALCÓN: ¿Qué es eso?
CARRASCO: Vengo leyendo la prensa nacional todos los días desde que se cometió el
crimen. “El Liberal”, “El imparcial”, “El Heraldo de Madrid”, etc., y
ninguno se ha ocupado casi nada de este caso. Ahora en el juicio hay
destacados muchos periodistas aquí, pero la información es anodina. Ni
una sola palabra para el pueblo, que es el que ha forzado la presencia de
la Audiencia Provincial. Jamás ha ocurrido eso en toda la Historia de
España. Sin embargo, de eso no dicen una palabra. Y el caso es que los
periodistas están asombrados por lo que ven. Pues, nada, Ni una línea
para la acción del pueblo.
FALCÓN: ¿Y eso te sorprende? A mí, no. El periodista, lo hemos visto aquí, es un
profesional valiente, audaz, heroico, arriesgado por cazar la noticia y
transmitirla. Pero el periódico es una empresa capitalista que no busca la
verdad, sino el dinero, el provecho, los intereses políticos que los
respalda. Publicar nuestra verdad, tal cual, sería una empresa arriesgada
que le produciría muchos problemas a la burguesía _ que son los
accionistas_, y el poder político. Si el ejemplo de este pueblo fuera
propagado y difundido, para la monarquía, para la burguesía y para el
capitalismo sería desastroso, incluso, si me apuras, para el propio Partido
Republicano.
ENGRACIA: ¿Y para qué coño valen los partidos políticos, digo yo?
FALCÓN: Esa pregunta es muy fuerte. No se la puedo responder, porque desde el
primer día dije que nadie, ningún partido, sindicato o gremio, hiciera de
este caso bandería política. Comprenderá que no voy a hacerlo yo ahora.
Don Benito 44
ENGRACIA: Pues yo me sigo haciendo la misma pregunta. ¿Para qué coño sirven los
partidos?
CARRASCO: Pues hágasela usted al abogado, que debe saber más que nosotros de eso.
¿Le parece poco triunfo que Don Benito haya impuesto su voluntad, por
encima de todos?
ENGRACIA: ¡A mí me parece cojonudo! ¿Y han hecho falta los partidos? ¡No!
FALCÓN: (A CARRASCO) Déjala. No intentes convencerla.
CARRASCO: ¿Pero qué hubiese sido de este caso si no lo hubiesen organizado
militantes obreros forjados en los partidos y en la lucha de los sindicatos?
FALCÓN: Pero a ella no la podrás convencer de eso, no desgaste tus energías. Hala,
volvamos a nuestros puestos. (FALCÓN sube a la escalera.
ENGRACIA se sienta en el suelo, recostada en la pared de la Sala.
CARRASCO se va)
PRESIDENTE: ¿Las acusaciones y defensa desean modificar sus conclusiones
provisionales, o las elevan a definitivas?
DEFENSOR 1º: Yo, las sostengo y las elevo a definitivas.
DEFENSOR 2º: Yo las modifico en el sentido de que admito que mi defendido entró en la
casa engañado, obligado, y quedó paralizado por el terror al ver la
verdadera intención de Paredes. (PAREDES llora abatido. El
DEFENSOR 1º da un salto y se pone en pie, pero ante una indicación
enérgica del PRESIDENTE, se sienta de nuevo, desalentado, con la
cabeza entre las manos. CASTEJÓN se ha puesto de pié)
CASTEJÓN: ¡Mentira, mentira, mentira! Yo no entré en esa casa ni estuve con éste
señor!
DEFENSOR 2º: Señor Presidente: Solicito una pausa para dialogar con mi defendido.
CASTEJÓN: ¡Querrá usted decir con su acusado! ¡Valiente abogado! (El guardia que
está a su lado le obliga a sentarse y a permanecer callado. Se levanta el
DEFENSOR 3º)
DEFENSOR 3º: Las elevo a definitivas.
PRESIDENTE: Se suspende la sesión con el fin de que el procesado Castejón dialogue
con su defensor.
CASTEJÓN: ¡No quiero dialogar más con ese señor! ¡Renuncio a su defensa!
DEFENSOR 2º: Cuando un enfermo se pone en manos del médico debe confiar en su
diagnóstico. ¡Quiero salvar su vida!
CASTEJÓN: ¡Usted quiere que me ejecuten! ¡No quiero verle más!
PRESIDENTE: En este caso, se suspende la sesión hasta que el reo encuentre un nuevo
letrado.
DEFENSOR 1º: (Rápidamente) No es necesario suspender la sesión. Yo me encargo de la
defensa de Castejón. (Rumores y gestos de extrañeza en todos)
PRESIDENTE: De todas formas, se suspende la sesión hasta mañana (El DEFENSOR 1º
y el ACUSADOR PRIVADO, como todos los demás, se levantan,
dispuestos a salir. El ACUSADOR PRIVADO intercepta al
DEFENSOR 1º al intentar éste salir)
ACUSADOR PRIVADO: Ha cometido usted un error imperdonable.
DEFENSOR 1º: Tiene usted muy poco talla para valorar mi actuación profesional.
ACUSADOR PRIVADO: Profesionalmente, usted es mucho mejor, y más avezado que yo
en estas lides. Pero no me refería a su actuación profesional, sino a su
talla humana, ética y moral. Empezó mal este juicio y lo acabará peor,
porque quien parte de errados principios, llega a funestas conclusiones.
Por culpa de usted, por un falso y cretino concepto del honor, esos
hombres van a morir.
Don Benito 45
DEFENSOR 1º: Me sorprende su forma de expresarse. Se equivocó de estrado, señor mío.
Debía haberse subido al de las defensas. No me extraña su despiste.
Usted no tiene ni idea de criminología, ni de lo que es un proceso penal.
ACUSADOR PRIVADO: En eso tiene usted razón. Veremos quien la tiene al final.
OSCURO

CUADRO SEXTO
En la Sala están todos, excepto el DEFENSOR 2º. Se levanta el ACUSADOR PRIVADO y
haciendo una leve reverencia al Tribunal se acerca al Jurado. En la calle hay enorme
expectación, pero un silencio sepulcral. Todo el mundo está pendiente de Falcón, que
sigue en su puesto en la escalera, y a la escucha de lo que puedan oír lo que ocurre en la
Sala.
ACUSADOR PRIVADO: Con la venia, Señoría. Señores del Jurado: El señor fiscal, en su
brillante y elocuente disertación, ha expuesto con tanta claridad los
hechos, los ha calificado tan magistralmente, que poco me queda por
decir a mí. No quiero, pues, ser reiterativo, por lo que no hablaré más de
los hechos. Pero sí quiero decir algo de las circunstancias que han hecho
posible que se haya producido un hecho tan terrible en Don Benito, que
por su extensión le coloca como el pueblo más grande de Extremadura y,
tal vez, de España. Dada su situación geográfica, puede decirse que es el
ombligo de Extremadura y el epicentro del caciquismo reinante en ella.
Aquí, en el banquillo, tenemos sentado a un representante de esa casta
despótica dominante. Carlos García de Paredes no es un sujeto
excepcional, a no ser por el delito que lo sentó ahí, sino que representa al
típico señorito de pueblo que, por el hecho de ser rico e influyente, está
acostumbrado a hacer lo que su ególatra y caprichosa voluntad le dicta,
sin el menor respeto a las personas, protegido y amparado por ese
ambiente de impunidad que, igual que la araña, ha ido tejiendo en torno a
sí. No puede argüirse que el procesado sea un hombre inculto, sin ningún
tipo de formación y disciplina académica. Estudió el bachillerato, y en la
Universidad de Madrid cursó la carrera de Derecho, que no llegó a
terminar. No es pues un ignorante, un inculto, o un analfabeto
Hemos oído testimonios sobrecogedores del terror que este innoble ser
había implantado en todas las capas sociales de Don Benito, y muy
especialmente en la clase obrera. No hay guardia municipal o sereno que
no haya sido víctima de sus vejaciones, todas impunes, para vergüenza y
oprobio de la autoridad legalmente constituida. No hay mujer hermosa
que no haya sido objeto de sus constantes y deshonestas proposiciones, y
su lengua mortífera ha hecho trizas los más castos pudores y honras,
llevando la angustia y el desasosiego a un sin fin de hogares,
especialmente, el de los pobres. Hasta que un día tropezó con la bellísima
Inés María, una mujer pobre, que ya a los trece años empezó a perfumar
el ambiente de Don Benito con la exquisita fragancia de su hermosura.
Tenemos datos, expuestos aquí, en presencia del Jurado, que ya cinco
años antes de ser asesinada, él la asedió, incluso agredió a un joven que
salió en su defensa, sin que por aquella abominable acción, ninguna
autoridad le recriminara. ¿Fue la lujuria lo que le llevó a cometer tan
horroroso asesinato? Las huellas de sangre en sus muslos no dejan lugar
a dudas, aunque no se consumara la violación. No me importa la
declaración de una testigo por la que se trataba de demostrar la
Don Benito 46
impotencia sexual del acusado. No, no fue el sexo el motivo. Porque si
fuera esa la razón, con haberla violado, hubiese satisfecho su apetito, si
más. ¿Qué temía la denuncia de la interfecta por su vileza? ¿Y qué podía
importarle a él la denuncia de una joven y pobre criatura si estaba
acostumbrado a cometer los más bárbaros atropellos, incluso contra la
propia autoridad municipal, sin que por ello nadie le recriminara, al
menos. No, señores del Jurado. Lo que le indujo a entrar en aquella casa
fue su desenfrenada y altanera soberbia; su instinto de hiena sedienta de
sangre; su espantosa egolatría. Porque acostumbrado desde su más tierna
infancia a hacer lo que le viniera en gana, no pudo soportar el tormento y
la humillación de ver, por primera vez en su vida, que algo que le
apetecía, se le resistiera.
Y he aquí como, ante esa infranqueable muralla de honestidad, no
concibe otra idea que derribarla para siempre. El crimen, por tanto, fue
larga y meticulosamente planificado, y todas agravantes posibles
convergen en el. Y para llevarlo a cabo eligió cuidadosamente a sus
colaboradores, de los cuales me voy a ocupar a continuación.
CASTEJÓN: Vamos a ver qué tal baila Miguel.
ACUSADOR PRIVADO: Estos son los clásicos tipos serviles y rastreros que para obtener
prebendas de “los de arriba” no dudan en aceptar cualquier misión, por
deshonesta que sea. ¿Qué les importaba a ellos que dos pobres mujeres
murieran asesinadas? Lo único que les importaba era servir a su señorito,
con el absoluto convencimiento de que a servicio más arriesgado, mayor
sería la recompensa. Ellos estaban seguros de que las espaldas del
señorito cubrirían las suyas propias. Y aún hoy, como podréis
comprobar, incluso sentados en el banquillo, confían en que la poderosa
influencia del señorito impedirá que sea condenado y, por lógica, ellos
tampoco.
Y muy posiblemente, una vez más, hubiesen escapado de la acción de la
Justicia, a no ser por ese gallardo y noble pueblo, que viendo que en Don
Benito no había autoridad para Paredes, decidió imponer la suya. ¡Qué
ejemplo más sublime, señores del Jurado! Un ejemplo digno de la
trayectoria de los hombres de Extremadura, cuna de los Valdivias, los
Cortés, y los Pizarros. Una página memorable que debería quedar en los
anales de la historia como ejemplo de pueblos heroicos que nunca deben
morir. Porque cualquier otro pueblo se hubiese limitado a linchar al
tirano: he ahí Fuenteovejuna; pero Don Benito no quiso tomarse la
justicia por su mano, sino que fuera la Justicia quien hiciese justicia, para
lo cual, recuperando del fango la autoridad, le devolvieron su dignidad,
mil veces vilipendiada, por tantos caciques que, por decoro, debieran ser
barridos de nuestra Patria, para su esplendor y grandeza, como el
eminente y preclaro Joaquín Costa no cesa de repetir. Señores del Jurado:
El pueblo de Don Benito, noble, sereno y sencillo, como son siempre los
bravos, ha depositado en vuestras manos la misión de hacer justicia. En
vuestras manos, pues, está el honor de firmar una página histórica para
honra de nuestra querida Extremadura y de España entera. (Pausa. Los
mira a todos, uno a uno) He dicho. (El público, de pie y emocionado, le
tribuna una gran ovación. En la calle hacen lo mismo. El
PRESIDENTE agita la campanilla, pero sin mucho rigor)
PRESIDENTE: ¡Orden! Tiene la palabra el señor letrado defensor de Pedro Cidoncha.
Don Benito 47
CARRASCO: ¡Y decían que era un simple abogado del Estado sin experiencia! ¡Qué
tío, cómo habla!
DEFENSOR 3º: Con la venia. Señores del Jurado: Las pruebas y la declaración del testigo
de cargo demuestran con absoluta claridad que mi defendido es inocente
de los cargos que hay contra él. No necesito, pues, recurrir a la retórica
ni a los bellos discursos. Coincido, por paradójico que parezca, con la
semblanza que el Acusador privado ha hecho de Carlos García de
Paredes, pero discrepo de la que ha hecho de mi defendido.
En una zona de profundo subdesarrollo social, como es Extremadura,
donde el hambre, la miseria y la desesperación se ceban inexorablemente
en los pobres, el cargo de sereno es tan codiciado para un hombre con
siete hijos pequeños, que la menor posibilidad de perderlo se convierte
en una horrible pesadilla de angustia y desasosiego.
Está demostrado que Pedro Cidoncha llevaba solo quince días de sereno
en la calle del Padre Cortés y que ese cargo se lo proporcionó Carlos
García de Paredes. Está demostrado que conocía muy poco, y solo de
vista, a las víctimas. En una ciudad de veinte mil habitantes, como Don
Benito, es imposible conocer a toda su vecindad. Lo que mi defendido
conocía perfectamente era al señorito don Carlos. Sabía de sus
numerosas orgías, pues eso era vox populi, no solo en los burdeles, sino
en casa de pobres mujeres honradas que, hambrientas, cedían su cuerpo
para poder dar de comer a sus hijos. ¿Qué de raro podía ser para el
sereno, que era sabedor de estas tropelías, que el señorito le pidiera
ayuda para entrar en aquella humilde casa? Era, sencillamente, una
aventura más del señorito.
Sin embargo, por la declaración del testigo Tomás Alonso, sabemos que
discutieron, que él se resistió a colaborar. Sabemos, también, que una vez
abierta la puerta, Cidoncha corrió hacía la plaza. Es lástima que Tomás
Alonso no oyera la discusión. Pero es fácil de adivinar. Seguro que
Paredes le amenazó con dejarle cesante en el cargo.
¿Podía imaginarse el acusado que en aquella casa se iban a cometer dos
asesinatos? ¡Ni por lo más remoto! Un asesinato no es cosa que se da a
troche y moche El testigo creyó que se trataba de una casa de
“tapadillos”, según propia confesión. ¿Por qué, si Cidoncha llevaba en
esa calle solo dos semanas, no pudo creer lo mismo?
Señores del Jurado: Ningún Tribunal del mundo podría condenar a Pedro
Cidoncha con esas pruebas tan palpables y evidentes de su inocencia.
Pero, eso sí, gracias a su negligencia, ¡muy justificada!, se cometió un
delito del que ninguna responsabilidad le cabe. Eso, más que un delito, es
una falta, grave si se quiere, pero solo por una falta grave se le puede
condenar. No más.
Estoy seguro de que el alto sentido de justicia del noble pueblo de Don
Benito así lo reconocerá, y de que así lo reconocerán ustedes, que forman
parte de ese pueblo, de esa hidalguía y de esa hombría de bien. He dicho.
(Se sienta. El DEFENSOR 1º está muy abatido. A una indicación del
Presidente, se levanta, se inclina ante el Tribunal y se dirige al Jurado.
Parece como si de pronto hubiese envejecido veinte años)
DEFENSOR 1º: Con la venia, señor Presidente. (Se acerca al Jurado) Vengo a hablar en
el lenguaje de la verdad, sin retórica ni adornos, sin galanuras de
lenguaje, ni de ninguna otra especie. Ya sé que esta causa está
prejuzgada; pero me ha de ser permitido protestar de que, si aquí se está
Don Benito 48
persiguiendo el castigo del delito cometido contra víctimas inocentes,
también Paredes y Castejón van a ser víctimas, porque solo con
prejuicios, y sin pruebas concluyentes, es como se les va a condenar.
(PAREDES, llora)
No tiene esta causa la resonancia y el relieve que se le ha dado. Lo que se
va a juzgar es un hecho vulgarísimo. Lo único que le da relieve es la
figura de Carlos García de Paredes, por sus especiales condiciones
personales y por su historia. Por estar emparentado, en una palabra, con
personajes a quien se atribuye gran influencia política. Yo no he de
negarlo. Reconozco la pésima conducta y los antecedentes de mi
defendido. Estos son los únicos que pudieron ser la causa de que a los
cuatro o cinco días del suceso, la opinión pública empezase a señalarle
como el autor de tan abominables crímenes.
Pero si Paredes hubiese cometido ese delito, al verse descubierto y
acorralado hubiese aprovechado al quedar libre de su primera detención e
interrogatorio, para huir y refugiarse en Portugal, que está solo a
dieciocho leguas de aquí. No lo hizo así, porque su conciencia estaba
tranquila y estaba convencido de que después de la primera prueba de su
inocencia nadie le volvería a inculpar.
Y lo mismo cabe decir de Castejón, que, estando ya detenido Paredes,
fue comisionado por el Ayuntamiento de Don Benito para llevar una
importante suma de dinero a Madrid. Si hubiese sido culpable, al ver que
su cómplice estaba preso, no lo hubiese dudado mucho para refugiarse en
Portugal o en Francia. Y, sin embargo, tampoco huyó. Solamente
atormentado por crueles torturas se confesó culpable Paredes. Estas
torturas han resultado probadas por la declaración de cierto testigo, para
vergüenza de nuestros procedimientos, que nos devuelven de nuevo al
sistema inquisitorial.
Considero de pésimo gusto las frases despiadadas, los epítetos y los
adjetivos con que el Acusador privado han regalado los oídos de los
desdichados que ocupan el banquillo. ¡No hay que afligir al afligido! ¡No
hay que buscar el aplauso fácil de la galería! ¡Pobre Paredes! ¡Que caro
está pagando los pecados de una vida licenciosa y el pertenecer a una
familia envidiada y odiada por los politiqueros ambiciosos, ya sean
socialistas o republicanos!
Todos sabéis que los Donoso Cortés son en Don Benito la más egregia
figura de honestidad y rectitud. Pero no por el poder del dinero, sino por
la autoridad moral de su trayectoria en servicios a la Patria. ¿Quién en
España no ha oído hablar de aquel prohombre que fue don Juan
Francisco Donoso Cortés, marqués de Valdegamas, literato de gran
altura, diplomático, diputado por Cádiz en las Cortes de 1837 y director
de estudios de la reina Isabel II?
Esos eran sus poderes para tener en Don Benito, él y sus sucesores, el
respeto, el cariño y la admiración de sus paisanos. Pero todos los que nos
encontramos aquí sabemos de los incalificables recursos que los
aspirantes al poder político, local y nacional, emplean para descalificar a
los que con abnegación y patriotismo ostentan ahora el Poder.
Eso mismo ha ocurrido en Don Benito para arrojar de su pedestal a una
familia entera, que solo hidalguía, honra y prestigio dio a Don Benito. Y
he aquí que lo que no lograron los más rastreros y execrables recursos,
pretenden conseguirlo por ese horrendo crimen, haciendo circular ante el
Don Benito 49
honrado pueblo de Don Benito que nadie, más que García de Paredes,
puede haberlo cometido, echando así una mancha y revolcando por el
lodo un nombre, que solo gloria ha dado a España y a los españoles, y
muy especialmente al pueblo del Valle de la Serena, cuna de tan ilustre
prócer.
Por si faltaba algo para convencer al enardecido pueblo y al juez
instructor, apareció a los cuarenta y cinco días un presunto testigo.
Tomás Alonso vino a declarar triunfalmente glorificado, adulado por el
aura popular, aleccionado, amaestrado, repitiendo siempre lo mismo,
como una lección bien aprendida.
¡Hay que tener una memoria excepcional, y no menos imaginación, para
decir todo lo que él dijo! Pero ya en el interrogatorio puse en evidencia
su falsedad, su baja catadura moral, formada en los prostíbulos, de los
que era asiduo cliente, ¡con solo dieciséis años! ¿Cómo podemos tener en
cuenta las mentiras de tan abyecto personaje? ¿Cómo podremos tener en
cuenta el testimonio de un único testigo? Ya los romanos, de los que
procede el Derecho vigente, decían: Testis unîcus, testis nullus. Es
decir, Testigo único, testigo nulo. Porque un solo testigo puede acusar
por envidia, por odio, por presión de terceros. (Dirigiéndose al público
de la Sala) ¡Es una enormidad jurídica celebrar este juicio en Don
Benito, porque la libertad y la imparcialidad del Jurado no tienen más
remedio que padecer! ¡Están presionados por el pueblo!
PRESIDENTE: Llamo la atención al señor letrado para que se dirija al Tribunal y no al
público.
DEFENSOR 1º: Procuraré hacerlo, señor Presidente. (Al Jurado) La independencia de la
toga es un derecho sagrado.
PRESIDENTE: Nadie ha atacado su independencia.
DEFENSOR 1º: Es cierto, señor Presidente; pero yo no puedo por menos que protestar
por las amenazas que he recibido, y la hostilidad del acusador privado,
que en tal estado han colocado mi ánimo. Por lo demás no puedo más
que tener frases de elogios y de gratitud para la cordura del público, la
bondad y rectitud del señor Presidente y la benevolencia de los señores
magistrados. Y también de mis colegas oyentes, presentes en este juicio,
que me animan y me confortan. (Pausa, Se ha emocionado, y seca sus
ojos con un pañuelo)
No hay pruebas palpables para condenar a Paredes y a Castejón. Solo la
declaración del testigo. También en el crimen de la calle de la
Sombrerería de Madrid hubo un muchacho que reconoció en rueda de
presos varias veces a un sujeto que él decía que había sido el autor del
crimen. Luego, él mismo lo desmintió.
Lo propio ocurrió en otro crimen cometido en Albacete. También es
parecido este crimen de Don Benito, por los odios y preocupaciones que
se atraviesan, con el célebre de la calle de Fuencarral, del que se quiso
hacer responsable a Vázquez Varela. Y el más reciente caso de injusticia
a causa de falsos testimonios lo tenemos en la vecina nación de Francia
con el proceso de Dreyfus. Ese gran militar fue degradado y confinado
en la terrible Isla del Diablo, solo por la declaración de un testigo falso;
pero ahora se está revisando el proceso a la vista de pruebas y
testimonios que demuestran su inocencia.
Recomiendo, por tanto, al Jurado que se despoje de todas las
preocupaciones que embargan esta causa, para que llegue a juzgarla con
Don Benito 50
imparcialidad, porque es alta, honrada y noble, como pocas, la misión de
los jueces populares, sin que tenga que dejarse influir por el enardecido
pueblo de Don Benito.
Y concluyo, señores del Jurado. Yo acabo de defender a ese ser odiado
por todo el mundo y lo he defendido con profunda convicción y sin
arrogancias de ningún tipo. Juzgarlo ahora vosotros así, sin odios ni
miedo. Cumplid con vuestro deber. Ved si hay pruebas evidentes para
condenar, y si las hay, fijaros si Paredes y Castejón no estuviesen
bastante condenados con cuarenta años de prisión.
PRESIDENTE: Señor letrado: Le prohibo a usted que hable del grado de la pena al
Jurado, como manda la Ley, pues no es de su incumbencia, sino solo
dictaminar la culpabilidad o inocencia de los procesados.
DEFENSOR 1º: He tenido que hablar claro, señor Presidente, porque en la calle ya se da
por condenados a los reos. (Al Jurado) Ya solo me queda por decir que
más degenerado que Paredes fue San Agustín y, sin embargo, más tarde
es el más preclaro doctor que ha tenido la Iglesia. El gran filósofo don
Miguel de Unamuno dice que el hombre no es metafísico, no es un ser
inalterable, sino que es un ser dialéctico, en perpetuo movimiento y
transformación. El hombre, según él, no es un SER, sino un ESTAR
SIENDO. Ahora quiero enseñarle unas fotos. (Se saca unas fotos del
bolsillo y se las muestra) Esta es de un bebé.
PRESIDENTE: Por favor, señor letrado, termine de una vez y deje eso para el descanso.
DEFENSOR 1º: ¡Ya termino, señor Presidente! Esta otra es de la primera comunión; esta
es del servicio militar; esta, la de la boda. ¿Pueden ustedes determinar si
corresponden a una sola persona, o si son de personas distintas? Es difícil
precisarlo. Pues son todas la misma persona: Un servidor. He cambiado
con el tiempo, ¿verdad? Como todo ser humano. El Paredes que hoy está
sentado ahí no es el mismo ser que el de hace año y medio. Es otra
persona distinta, diametralmente opuesta, a quien el sufrimiento le ha ido
forjando una nueva personalidad. Quisiera, pues, para mi defendido, no
digo ya la absolución, pero sí, al menos, la misma oportunidad que ha
tenido Dreyfus para demostrar su inocencia, cosa que no hubiese sido
posible si le hubieran aplicado la pena de... Otra pena más severa.
Gracias. He terminado.
PRESIDENTE: El Jurado se retirará a deliberar, rellenando el cuestionario de 86
preguntas, al cual este Tribunal se atendrá para dictar sentencia. Les
advierto, señores, que esta sesión no quedará levantada hasta tanto no
reciba su veredicto. Pueden retirarse. El público, también, si lo desea.
Todos los demás, permanecerán en sus puestos, excepto si alguna
necesidad fisiológica le obliga a retirarse momentáneamente. De la
comida y bebida, no han de preocuparse. Llegada la hora nos será servida
aquí. (El Jurado se levanta)
OSCURO

CUADRO SEPTIMO
En la Sala todos dormitan sobre sus asientos, excepto la pareja de la Guardia Civil que
custodia a los reos. También duerme el público de la Sala, lo mismo que el público de la
calle. Solo varios guardias civiles vigilan alertas. FALCÓN está despierto fumando con
cara de preocupación. A su lado, un peldaño más abajo, está LÓPEZ y, en el primero,
Don Benito 51
ENGRACIA. Hay un silencio absoluto, solo roto por algún ronquido de vez en cuando y
algunos pedos.
PAREDES: (Con un leve susurro, lentamente) Ten misericordia de mí, Señor... Solo
Tú puedes salvarme de la muerte... Seré bueno, Señor... Venderé todo lo
que tengo y se lo daré a los pobres, si me salvas de la muerte... Apiádate
de mí, Dios mío, sálvame... Virgen de las Cruces, ruega a Dios por mí...
Pídeselo a Tu Hijo como lo hiciste en Canaan... ¿Por qué no viene a
verme mi madre?... ¿Dónde están mis hermanos? ¿Qué hace mi tío que
no viene a salvarme?... (Castejón se despierta sobresaltado y se lleva las
manos al cuello. Su sacudida despierta a Cidoncha, que le mira muy
asustado)
CASTEJÓN: (Aparte, a Cidoncha) ¡Chist! A Paredes, aunque ahora le condenen, le
indultarán. Y a nosotros también, claro. Tranquilo.
FALCÓN: López, despierta. Hay que establecer turno para ir a tomar el café y la
copa.
LÓPEZ: ¿Cuántas horas llevamos aquí ya?
FALCÓN: Treinta y dos.
LÓPEZ: ¡Qué pesados! Tanto tiempo para resolver algo tan sencillo. (Entra
CARRASCO con varios periódicos en la mano)
FALCÓN: ¿Hay noticias importantes?
CARRASCO: Sí. Escuchad. (Leyendo) “Madrid, viernes 13 de noviembre de 1903.
Por decreto ley aparecido en Boletín Oficial del Estado se anula en los
contratos de trabajo la obligatoriedad de comprar en tiendas
determinadas” ¿Qué os parece?
FALCÓN: ¡Con el poco trabajo que les cortó a los burgueses promulgar esa ley, y la
sangre que se ha vertido por derogarla!
CARRASCO: No os hace mucha ilusión. ¡Qué le vamos a hacer! Yo os la daba primero
para que la otra no os produjera menos efecto.
LÓPEZ: ¿Qué otra?
CARRASCO: Daría cualquier cosa por no daros esta noticia.
ENGRACIA: (Sobresaltada) ¿Qué pasa? ¿No los han condenado?
CARRASCO: Ha fallado el intento de Golpe de Estado.
ENGRACIA: ¡Ah! ¡Bueno! (Se vuelve a sentar y a dormir)
LÓPEZ: Pues lo mismo declaran el estado de excepción, o el de guerra
CARRASCO: No. Ha sido una jugada maestra de los monárquicos. El Presidente del
Consejo ha nombrado al General Luque Ministro de la Guerra y él ha
aceptado el cargo.
LÓPEZ: Puede que sea una treta de los republicanos. Con Luque en el Ministerio
hay más garantía de éxito con el Ejército en sus manos.
CARRASCO: Eso creí yo también. Pero en otra página dice que Joaquín Costa ha
renunciado a su escaño de Diputado. Seguramente pronunciará uno de
sus célebres discursos. ¡Adiós República! ¡Tantas ilusiones y tanta lucha,
para esto!
FALCÓN: (Transfigurado por el dolor) ¡Todos son unos hijos de putas! (La gente
de la calle se despierta sobresaltada) ¡Les damos el triunfo en las manos,
se lo damos todo hecho, se lo ponemos a huevo y no son capaces de
arriesgar nada! ¡Políticos de mierda! ¡Cobardes! ¡Parásitos! ¡Traidores al
pueblo!
CARRASCO: Todos los políticos son ricos, o están bien situados, o se meten en la
política para medrar. (El PRESIDENTE cambia de postura y tira la
campanilla sin querer. Todos se despiertan, pero el Magistrado hace
Don Benito 52
un gesto de silencio y calma. Vuelve a dormir y lo mismo hacen todos,
excepto el DEFENSOR 1º y el ACUSADOR PRIVADO)
ENGRACIA: ¡Sigue el juicio!
FALCÓN: ¡Que siga! ¡O que los dejen en libertad!
ENGRACIA: ¡De eso, nada!
FALCÓN: ¡Que los suelten y los nombren ministros del Gobierno, pues no menos
criminales son los que consienten que más de media España se muera de
hambre! ¡Criminales son los que hacen más guardias civiles que maestros
de escuela! ¡Criminales son los que aplastan al pueblo por pedir pan y
cultura!
LÓPEZ: Ellos están para llenarse el buche sin arriesgar nada.
FALCÓN: ¡Vámonos de aquí! ¡El juicio ha perdido interés para mí! (El
DEFENSOR 1º, que ha oído las voces de FALCÓN, sale a la puerta de
la escalera y se asoma con cuidado desde el rellano, sin bajar. El
ACUSADOR PRIVADO se coloca tras él, escuchando)
LÓPEZ: Tranquilízate. Nada vas a conseguir con ponerte así.
CARRASCO: No puedes abandonarnos ahora. El pueblo confía en ti.
ENGRACIA: ¡No puedes abandonarnos ahora por culpa de esos políticos! Yo no
entiendo de política, pero para mí, ejecutar a esos criminales es un hecho
político.
LÓPEZ: Así lo entiende el pueblo, Falcón.
CARRASCO: Esto es una lucha del pueblo contra el caciquismo. ¡Y vamos ganando!
DEFENSOR 1º: (Gritando y acusando a la multitud) ¡Juzgar a estos hombres aquí, es un
crimen!
FALCÓN: (Sube la escalera y se pone frente a él en el rellano) ¿Un crimen, señor
abogado? ¿Sabe usted que la familia de ese miserable es dueña y señora
de todo este valle de La Serena? ¿Sabe usted que esa familia es la
responsable de los jornales de hambre que se pagan en esta comarca?
¿Sabe usted que el ochenta por ciento de la población, que somos obreros
y pobres, es analfabeta y que no hay ni una puta escuela para nuestros
hijos? ¿Sabe usted que la mortandad infantil, todos hijos de pobres, es
espantosa por falta de medios sanitarios? ¿Sabe usted que los niños de los
pobres, desde los cinco años son explotados en trabajos brutales para su
edad, mientras que los hombres trabajamos solo tres o cuatro meses al
año? ¿Sabe usted que los jornaleros y nuestras familias pasamos hambre
perpetua y que muchas de las mujeres de los pobres son envilecidas por
un cacho de pan para sus hijos? ¿Sabe usted todo eso? Pues todo eso es
crimen, señor letrado. Y aún estamos esperando los extremeños que
hombres ilustres, como usted, levante su voz en nuestra defensa. Pero
claro, nosotros somos pobres y no podemos pagar los siete mil quinientos
duros que usted va a cobrar por de defender a ese ¡miserable asesino!
ENGRACIA: ¡Chúpate esa! (El pueblo aplaude a FALCÓN y abuchea al
DEFENSOR 1º. Éste, temeroso de la ira popular, se vuelve para entrar
en la Sala. Tropieza con el ACUSADOR PRIVADO, al que el pueblo
vitorea)
UNA VOZ: ¡Viva Falcón y sus cojones!
TODOS: ¡Viva!
OTRA VOZ: ¡Viva nuestro abogado, Antonio Texeira!
TODOS: ¡Viva! (El ACUSADOR PRIVADO saluda sonriente a la gente. Vuelve
a la Sala. Allí se topa con el DEFENSOR 1º)
DEFENSOR 1º: ¡Estará usted satisfecho!
Don Benito 53
ACUSADOR PRIVADO: ¿Por qué lo dice usted?
DEFENSOR 1º: Por ese baño de multitudes.
ACUSADOR PRIVADO: Es gratificante, por supuesto.
DEFENSOR 1º: Ningún abogado de Extremadura quiso actuar de acusador de Paredes.
¿Por qué lo hizo usted?
ACUSADOR PRIVADO: Precisamente por eso: Porque ninguno quiso actuar.
DEFENSOR 1º: La familia de Inés María renunció a la acusación privada. ¿Por qué vino
usted, entonces?
ACUSADOR PRIVADO: El procurador, señor Falcón, me lo pidió.
DEFENSOR 1º: Entonces, no actúa usted en representación de la familia, sino en la del
pueblo.
ACUSADOR PRIVADO: Sí, en efecto. Soy acusador público.
DEFENSOR 1º: ¿Y qué le motivó para aceptar este caso?
ACUSADOR PRIVADO: Exactamente, las mismas palabras, o parecidas, a las que ha
escuchado usted ahí ahora mismo.
DEFENSOR 1º: Se deja usted seducir fácilmente por la demagogia ¿Es por la ingenuidad
e inexperiencia de su juventud, o tal vez lo utiliza como plataforma para
escalar en la política, más rentable que la abogacía del Estado?
ACUSADOR PRIVADO: ¡Esa pregunta es una impertinencia! Le puedo hacer otra del
mismo estilo.
DEFENSOR 1º: Estoy acostumbrado a soportar preguntas estúpidas. Puede usted
formularla.
ACUSADOR PRIVADO: Usted, como jurista de grandes vuelos, sabrá que intentar
destruir pruebas y coaccionar a testigos es un delito.
DEFENSOR 1º: Sí; eso es obstrucción a la Justicia.
ACUSADOR PRIVADO: Y quien lo haga, es delincuente.
DEFENSOR 1º: Por supuesto.
ACUSADOR PRIVADO: Pues con ese propósito tuvo usted una reunión hace quince días
con un sujeto que le propuso todo eso. Y usted, no solo aceptó, sino que
trató de convencer a sus colegas.
DEFENSOR 1º: ¡Eso es una calumnia! ¡Le puedo demandar por ello!
ACUSADOR PRIVADO: Hágalo. El pueblo tiene ojos y oídos en todas partes. Puedo
decirle el día, la hora, el lugar y el interlocutor que tuvo en esa reunión.
Puedo decirle, además, que cuando usted se hizo cargo de esta causa,
estaba dispuesto a aceptar los hechos, para lo cual citó a cuatro
psiquiatras eminentes.
DEFENSOR 1º: Eso a usted no le incumbe. Es normal cambiar de estrategia cuando las
circunstancias parecen más favorables.
ACUSADOR PRIVADO: Pero cuando va en ello la vida de un hombre, es más
deontológico elegir el mejor camino para salvarle la vida.
DEFENSOR 1º: He tratado por todos los medios salvarle la vida
ACUSADOR PRIVADO: Sin embargo, usted sabe que el camino más recto era aceptar los
hechos y establecer la defensa a partir de ahí.
DEFENSOR 1º: Tal vez he cometido un error. Y puedo perder el juicio.
ACUSADOR PRIVADO: Cometer errores es disculpable, porque somos humanos. Perder
un juicio es adehala de la profesión. Pero usted ha perdido algo más
importante que el juicio: ¡Ha perdido la dignidad!
DEFENSOR 1º: ¡No le consiento a usted!...
ACUSADOR PRIVADO: ¡Esos hombres van a ir al patíbulo por su culpa! Eso lo sabe
usted perfectamente, y se ha visto clara la intención de rectificar, cuando
Don Benito 54
ya no había remedio. Incluso ha impedido que Castejón tuviera la
oportunidad de encontrar otro abogado.
DEFENSOR 1º: Ya tiene otro que comparte mi tesis.
ACUSADOR PRIVADO: Pero no la de la familia de Castejón.
DEFENSOR 1º: Castejón ha rechazado la opinión de su familia.¡Por favor, déjeme en
paz! Ha estado usted muy brillante en su perorata acusatoria. La vida de
esos hombres me tienen anonadado. Claro, que a usted, eso le satisface
en extremo.
ACUSADOR PRIVADO: Se equivoca. No me satisface.
DEFENSOR 1º: ¿Quiere decir que está usted arrepentido?
ACUSADOR PRIVADO: No. La familia es sobradamente influyente para obtener el
indulto y lo conseguirá. El delito quedará impune, como tantos otros.
¿Dónde colocamos la moral en este caso?
DEFENSOR 1º: ¿La moral? ¡No me haga reír, señor Texeira! Deje que la población siga
considerando la moral como normativa espiritual y código de recta
convivencia. Pero la moral, y usted lo sabe, viene del latín morâlis, de
mos, mori, es decir, costumbre.
ACUSADOR PRIVADO: Es una acepción del diccionario, en efecto.
DEFENSOR 1º: Cedamos, pues, a las exigencias del pueblo y convertiremos en
costumbre que las masas populares se subleven y se impongan al Estado
de Derecho. Pero usted, abogado del Estado, en vez de defender la
autoridad, se entrega en los brazos de esa chusma. ¿Desde cuando un
pueblo se impone al imperio de la ley?
ACUSADOR PRIVADO: Desde la noche de los tiempos. Las leyes siempre las
promulgaron los senados, los parlamentos, los regidores de las naciones.
Pero usted sabe que la historia del Derecho no la hicieron esas
instituciones, sino el pueblo, con su observancia o su repudio. Y cuando
el pueblo rechazaba una ley, esta quedaba abolida, porque ningún poder
es superior al poder del pueblo, por muchos dictadores que han tratado
de subyugarlo a lo largo de la Historia
DEFENSOR 1º: Esto es una vergüenza nacional. Toda la prensa ha destacado periodistas
aquí. Se reirán de nosotros en el extranjero.
. ACUSADOR PRIVADO: No se preocupe; los hechos de Don Benito han sido silenciados
en toda la prensa. Examine las crónicas y vea si algún periódico destaca
las circunstancias de que la Audiencia Provincial haya renunciado a sus
fueros por exigencias del pueblo.
DEFENSOR 1º: ¡Pues solo faltaba eso!
ACUSADOR PRIVADO: El Sistema se ha encargado de que los acontecimientos de Don
Benito pasen desapercibidos y solo sea un juicio normal y corriente. La
morâlis: mos, mori, pues, no trascenderá. Puede estar usted tranquilo.
Todo seguirá igual en España.
DEFENSOR 1º: Entre usted y yo hay conceptos diferentes de la justicia. ¡Usted odia a los
reos!
ACUSADOR PRIVADO: No. El asesinato de esas criaturas es horripilante; pero más que
el crimen me horroriza el ambiente que lo propició. El Estado debería
sentir vergüenza viendo la situación de los pobres jornaleros y de sus
familias. La Patria debería ser verdadera madre para todos los españoles,
sin excepción. Quiero que España destierre de una vez por todas el
caciquismo, las diferencias económicas, la marginación y la incultura.
DEFENSOR 1º: Ha equivocado usted su vocación. Lo suyo es la política y no la
abogacía.
Don Benito 55
ACUSADOR PRIVADO: No tengo ambiciones políticas, en el sentido que usted da a esa
la palabra. Ya me lo ha repetido, y me molesta. Quiero hacerle una
confesión que a nadie he hecho hasta ahora. Terminé la carrera de
derecho a los diecinueve años; a los veinte me doctoré; a los veintiuno
oposité a la abogacía del Estado. Gané las oposiciones y me destinaron a
Badajoz.
DEFENSOR 1º: Un brillantísimo curriculum vitae
ACUSADOR PRIVADO: Me consideré el hombre más feliz del mundo, pues había
conseguido tener un destino para toda la vida. Me dediqué en los fines de
semana a conocer la orografía de Extremadura: una región que es todo
un continente, pues desde la Siberia, que es un desierto, hasta la Vera,
que es un vergel, puede contemplarse en doscientos kilómetros desde el
Sahara hasta Suiza.
DEFENSOR 1º: Pocas regiones españolas pueden ofrecer tanta y tan variada belleza como
Extremadura.
ACUSADOR PRIVADO: Después me interesé por su historia. ¡Cuantas maravillas
encierra Extremadura: Mérida, Cáceres, Alcántara, pasando por la ruta de
los templarios! Luego descubrí su economía: los enormes cortijos, las
hermosas dehesas, el exquisito jamón ibérico y los ricos vinos de
Cañamero, Montánchez, La Serena y Tierra de Barros acompañando las
deliciosas calderetas de cordero. ¡Qué bien se vivía en Extremadura!
¡Qué feliz me sentía!
DEFENSOR 1º: Extremadura es una delicia para vivir.
ACUSADOR PRIVADO: Pero un día me propuse conocer la Extremadura popular, la que
no figura en los itinerarios turísticos, la que no muestran los
terratenientes, ni los políticos, ni los alcaldes. Cuando vi, tanta miseria,
tanta abyección, tanta humillación del ser humano, sentí vergüenza de ser
abogado del Estado, sentí vergüenza de ser español, sentí vergüenza de
ser hombre.
DEFENSOR 1º: Sigo creyendo que se deja influir muy fácilmente. No me extraña siendo
usted tan joven.
ACUSADOR PRIVADO: Le ruego deje de esgrimir mi juventud como defecto. Es mejor
que lo dejemos. No le interesa mi confesión.
DEFENSOR 1º: Le ruego me perdone. No está en mi ánimo restar importancia a sus
impresiones. Le escucho con interés. Siga, por favor.
ACUSADOR PRIVADO: Entonces descubrí que había demasiados políticos de ambición,
pero muy pocos políticos de vocación interesados en que España cambie
radicalmente. Entonces comprendí cual era mi deber como hombre y
como bogado del Estado.
DEFENSOR 1º: Toda experiencia es enriquecedora. Podía ser usted un gran abogado
criminalista.
ACUSADOR PRIVADO: Nunca me he sentido inclinado por esa especialidad. Me gusta
mi profesión, y me entrego a ella con todo el alma. Tengo que defender
al Estado, no solo de quien pueda menoscabarle, como a un menor de
edad, sino también de sí mismo, de sus errores, de sus arbitrariedades, de
sus deficiencias, y denunciar las contradicciones de la Constitución, que
teóricamente reconoce los derechos ciudadanos, pero en la práctica los
ignora. Quiero una sociedad en la que no haya el sórdido ambiente que a
unos hace delinquir por demasiado pobres y a otros por demasiado ricos.
Claro que, entonces tendría usted menos clientes. Eso es lo que nos
diferencia a usted y a mí. A usted no le duele España.
Don Benito 56
DEFENSOR 1º: Yo soy jurista; no soy moralista, ni legislador. La ley no la he hecho yo,
ni me siento responsable de la moral social existente.
ACUSADOR PRIVADO: Está usted en un error, señor mío. Todos los ciudadanos son
responsables de los destinos de su nación. Y en ese sentido de la
responsabilidad, Don Benito nos ha dado una lección. Tiene usted razón
en lo que ha dicho sobre la moral. En España existe la costumbre de que
el que tiene dinero es el que hace y deshace a su antojo; y esa morâlis ha
degenerado en una conciencia sin escrúpulos, inhumana, despótica, como
es el sistema caciquil imperante. Paredes no es víctima del pueblo, como
usted quiere demostrar a toda costa tan dramáticamente. García de
Paredes ha sido occiso en vida por su propia moral social. Yo he acusado
con firmeza el delito, pero compadezco a los delincuentes, como dice
doña Concepción Arenal. ¿Comprende usted ahora mis razones de haber
aceptado esta causa sin que el pueblo me pague un céntimo por ello?
DEFENSOR 1º: Sí. Usted ha sido mi enemigo en el juicio, ha desbaratado toda mi
estrategia y me ha acusado con machacona insistencia de enfocar mal mi
defensa. He llegado a odiarle. Sin embargo, la confesión de usted me ha
llevado a recordar otra etapa de mi vida, cuando fui joven, como usted.
Sus palabras sinceras me hace cambiar el concepto que tenía de usted y
me impulsa a que también yo me sincere con usted, cosa que jamás he
hecho con otro abogado de la parte contraria.
ACUSADOR PRIVADO: Se lo agradezco.
DEFENSOR 1º: Usted, por su edad, podría ser mi hijo. Yo también fui joven como usted
y sentí entonces parecidas sensaciones. Pero la vida, los años y la
profesión han cauterizado mi sensibilidad social. (Pausa. Mira
desconcertado al Acusador Privado) Me arrepiento de haber aceptado
este caso en contra de mis pautas profesionales. (Bajando la cabeza y
con rabia) ¡Nunca jamás volveré a aceptar un caso en que se me
impongan condiciones contrarias a mis criterios y a mi deontología
profesional! ¡Me siento envilecido por ello!
ACUSADOR PRIVADO: Esa confesión le redime de mi acusación. Nada es más noble en
el hombre que la sincera contrición. Aquí tiene usted mi mano. (Le
tiende la mano. El DEFENSOR 1º, que permanece con la cabeza baja,
le mira confuso; duda, pero, al fin, se la estrecha)
DEFENSOR 1º: . Estaba confundido con usted. He subestimado su inteligencia. Es usted
todo un señor.
OSCURO

CUADRO OCTAVO
JOAQUÍN COSTA: “España podía marchar a la cabeza de las naciones más adelantadas,
más fuertes y más ricas de Europa, si hubiese dedicado a cultivar el
cerebro nacional y a mejorar la geografía de la Península, el oro y las
vidas que ha sacrificado a la dinastía y a las espantosas guerras civiles
entre las dos “legitimidades”. [...] Con la presencia de los republicanos
en el Parlamento, se reconoce prácticamente la legalidad y la legitimidad
de la existencia de la monarquía, se le da una fuerza que sin eso carece, y
se hace al Partido Republicano cómplice de hecho de esa gran mentira
que llamamos Estado Español. [...] Del municipio se ha de hacer palanca
para llevar a cabo la revolución justiciera y liberadora, prometida a
España con repetición desde hace cien años, que tres generaciones de
Don Benito 57
incapaces, inútiles y traidores le han escamoteado; desde el municipio se
ha de conseguir la extirpación de la oligarquía y la instauración de la
República, el castigo a los miserables sayones que han crucificado a la
Patria, convictos y confesos, pero no arrepentidos, y la expulsión o
eliminación de aquellos que la vendieron crucificada al extranjero”...
OSCURO

ESCENA FINAL
En la Sala, el JURADO ocupa su sitio. En la calle, gran expectación.
PRESIDENTE: Pónganse en pie los acusados. (Lo hacen) ¿Tienen algo que alegar en su
defensa?
CASTEJÓN: ¡Soy inocente! ¡Conste que mi conciencia está más tranquila que la de
los jurados!
PRESIDENTE: Procédase a la lectura de la sentencia.
MAGISTRADO PONENTE: Fallamos que debemos condenar y condenamos a Pedro
Cidoncha a la pena de veinte años de reclusión, por cada uno de los
delitos de homicidio; y por el delito de tentativa de violación, a la pena
de seis años de prisión correccional, sin que pueda exceder las penas
impuestas a Pedro Cidoncha, de cuarenta años. Fallamos que debemos
condenar, y condenamos a los procesados, Carlos García de Paredes y
Ramón Martín de Castejón a la pena de... de... muerte por cada uno de
los delitos de asesinato... (El MAGISTRADO PONENTE sigue leyendo,
pero ya no se le oye porque el público de la Sala se precipita a la calle
con tanto ardor como pusieron al principio para entrar. La luz de la
Sala ha ido decreciendo poco a poco hasta quedar OSCURO TOTAL.
En la calle gran explosión de júbilo)
VOCES: ¡Hemos triunfado!
¡Se ha hecho justicia!
¡Viva el pueblo de Don Benito!
¡Vivaaaa!
CARRASCO: ¡Hemos ganado una batalla contra el caciquismo que quedará en los
anales de la Historia!
LÓPEZ: ¡Nuestra gesta asombrará a España entera!
FALCÓN: No os hagáis muchas ilusiones. La historia la ha hecho el pueblo, es
verdad; pero la escribirán los caciques y los burgueses. Ellos tienen el
dinero, las imprentas, los periódicos; ellos pagan a periodistas y
escritores y deciden lo que ha de publicarse y lo que no interesa publicar.
Nuestra historia es demasiado peligrosa para la oligarquía dominante y
no la contarán como fue, sino como ellos quieren que sea. Publicarán
narraciones bobas, folletines estúpidos para seguir manteniendo al pueblo
alienado y en la ignorancia. Precisamente, por todo eso, nuestra lucha
debe seguir hasta el final. Vámonos. (Se van los tres por la izquierda,
menos ENGRACIA. Inmediatamente, por la derecha, aparece un
CIEGO con un paquete de cuartillas en la mano, canturreando)
CIEGO: “El crimen más horroroso
que jamás he visto descrito,
aun lo digo con espanto,
fue el crimen de Don Benito”. (No ha terminado bien de cantar,
cuando varios hombres y mujeres se disputan los romances del
CIEGO)
Don Benito 58
ENGRACIA: ¡Dame uno a mí!
VOCES: ¡Uno para mí!
- ¡Y a mí!
- ¡Yo quiero otro para mí!
- ¡Eh, que yo estaba primero!...
- ¡No empujéis!
-¡Poneos a la cola!
UN HOMBRE: (Leyendo) “El pueblo de Don Benito
asombrado se quedó
al ver que García de Paredes
al cementerio la acompañó”
ENGRACIA: (Dando un romance al hombre que ha leído) Toma; léeme un poco, que
yo no sé.
HOMBRE: (Leyendo) “La caja de Inés María,
con coronas de rosas blancas,
por fuera, muy elegante;
por dentro, asesinada”
ENGRACIA: ¡Espera, espera! Espera, que me lo aprendo enseguida. (Repite
torpemente):
“La caja de Inés María,
con coronas, y cintas blancas,
por fuera, muy elegante;
por dentro, ¡martirizada!”
UN HOMBRE: ¡Así queda más bonito!
ENGRACIA: ¡Que verdad tan grande! ¡Qué bien escrito está esto! Anda, léeme otro
poquito (La luz ha ido decreciendo lentamente hasta el
FIN

CIRCUNSTANCIAS EN QUE SE IDEÓ, SE INVESTIGÓ, SE ESCRIBIÓ Y SE EDITO


EL TEMA
Mi pueblo, Santa Amalia, pertenece al partido judicial de Don Benito, y en esta ciudad
tengo familia, por cuya causa, desde niño, la he visitado con frecuencia, y desde que tengo
uso de razón he oído hablar del crimen de Inés María, como casi todo el mundo en la
comarca. Aquel crimen cometido a principios del siglo XX, sigue siendo recordado por varias
circunstancias: Primero, porque el principal inculpado era hijo del cacique, y segundo, porque
el pueblo intervino de forma decisiva en la búsqueda de los culpables, para que no quedara
impune, impidiendo, a su vez, que los sacaran de Don Benito.
Pero la historia de aquel crimen pasó al romance de ciegos, que por entonces
proliferaba por toda España, y cuyos temas eran siempre los relatos de crímenes: “El
sacamantecas”, “El crimen de la mujer del saco”, “El niño del Escorial”, “El crimen de los
arroperos”, “El crimen de la calle de Fuencarral”, etc. Mientras más horroroso fuera el
crimen, más interés despertaba los romances. No es de extrañar, pues, que la imaginación del
autor de aquellas coplillas y aleluya de versos pareados tuviera una importancia primordial al
acentuar los matices que más impresionaban a la concurrencia.
Desaparecido el romance, aquella historia pasó a la leyenda y quien desee informes, los
más viejos de Don Benito y pueblos de alrededor podrán darle pelos y señales del crimen,
pero oirá tantas versiones como personas consultadas. Versiones recogidas de forma oral, de
los romances de ciego y de obras teatrales que se representaban por los cómicos ambulantes
en aquellos pueblos. Resultado de todo ello fue una nebulosa que solo confusión e
incoherencia envolvió aquel luctuoso hecho histórico.
Don Benito 59
Tal vez fue por esto por lo que el crimen de Don Benito jamás me interesó como tema
teatral. Sin embargo, un día me encontré con un hombre mayor, un anciano, que había leído
algunos libros míos y me dijo que la historia del crimen de Inés María constituyó un hecho
social de tan colosales proporciones que no había en la historia de Extremadura ni en la de
España otro de tal envergadura. Me dijo que de aquel crimen se habían hecho romances,
folletos y obras teatrales falseando, ocultando o desvirtuando la realidad de los hechos, ya que
el protagonista – el pueblo –, jamás aparecía en el tema. Y que yo debía investigarlo, pues
nadie mejor que yo, un escritor social de estilo directo y sencillo, interesado por la causa
popular, podía escribir aquella gesta histórica.
Aquello halagó mi vanidad, me picó la curiosidad y, sin intención aún de escribir nada,
algo me impulsó a darme una vuelta por el cementerio de Don Benito buscando la tumba de
Inés María; pero solo por curiosidad. Allí estaban los sepulcros de ella y su madre, también
asesinada, y la fecha en que fallecieron: 19 de junio de 1902 grabado en lápidas, ya
descoloridas y deterioradas por los años transcurridos. Busqué también la de los asesinos,
pero de estos no había rastro. Más tarde me dijeron que, por temor a que las tumbas fueran
profanadas, no se hizo registro de donde fueron enterrados; lo más probable es que fueran a la
hoyanca, la fosa común que existe en los cementerios para los que no tienen tumba propia.
Fui al Ayuntamiento con el fin de mirar en los archivos, pero me dijeron que fueron
quemados durante la Guerra Civil. Y nadie quería darme informes de lo que yo quería. Me
dio la sensación de que en el Ayuntamiento había una conspiración de silencio, como si aquel
asunto fuera una deshonra.
Aquello supuso para mí un reto. Mi tía abuela, que residía en Don Benito, me dijo que
lo que yo buscaba solo podía dármelo el señor Montaña, un funcionario del Ayuntamiento
amigo suyo. Pero me advirtió que le dijera que era sobrino de ella, pues de lo contrario no me
haría caso.
Fui a buscar al señor Montaña y le dije que era sobrino de la señora Manuela, la de la
fonda. Y, efectivamente, aquel señor supuso para mí una enciclopedia. El señor Montaña
había sido discípulo de don Saturio Guzmán, el cual fue implicado en el crimen por habérsele
visto cortejar a Inés María; fue detenido e interrogado. El señor Montaña me dio pelos y
señales de todo lo acontecido.
Varias cosas avivaron mi interés y tomé nota de ellas. Primero, la confirmación de que
el pueblo se puso al servicio de la Justicia para buscar a los criminales. Todos señalaban a
Paredes, el hijo del cacique, como el autor del crimen; pero no bastaba con eso, era necesario
aportar pruebas. Mes y medio después aparecieron estas y un testigo del crimen, que no lo
había declarado antes por miedo.
El pueblo no intentó en ningún momento linchar a los asesinos, pero hacía guardia en el
Ayuntamiento para que no fueran sacados de allí. Dos veces lo intentó la autoridad: La
primera, cuando, cerrado el sumario, el juez dispuso que fueran conducidos a la prisión
provincial; la segunda, cuando se fijó la vista para agosto de 1903, y debían ser conducidos a
la Audiencia Provincial.
Todo intento de sacarlos de Don Benito fue inútil. Y ocurrió un hecho insólito que no
ha tenido precedente en la judicatura española, ni antes, ni después: La Audiencia Provincial
tuvo que trasladarse a Don Benito y juzgarlos allí, como el pueblo exigió, en noviembre de
1903.
Con todos aquellos datos bastaba para escribir una novela, o una obra teatral. La obra se
tenía que desarrollar entre 1902 y 1905. Había que describir a un pueblo, su situación social,
su mentalidad, su cultura, y crear unos personajes. ¿Cómo eran aquellos hombres del pueblo a
principios de siglo? ¿Cómo era la sociedad de su tiempo? Esas interrogantes debían ser
despejadas. Y me dispuse a trabajar.
Los primeros pasos eran la búsqueda de informes y datos; no me bastaban los del señor
Montaña, pues por muy enterado que estuviera, su conocimiento, transmitido por un testigo,
Don Benito 60
era oral. Y yo no estaba dispuesto a hacer nada que no estuviera basado en documentos y en
datos fidedignos.
¿Pero, dónde estaban esos documentos, dónde encontrar aquellos datos? Y yo, que soy
holgazán por naturaleza y descansando resisto muchísimo, no hice caso al asunto.
Pero la imagen de aquel anciano que me lo sugirió me roía el pensamiento. Y también
los pocos informes que había recabado de mi tía abuela _ que por los años que ocurrieron los
hechos era una niña _, y del señor Montaña, me tenían intrigado, no dejaba de darle vueltas a
la cabeza.
Pero lo arduo de la tarea me paralizaba. ¡Menudo trabajo era ponerse a estudiar la
historia (una historia que no se enseña en las escuelas) del pueblo español, en general, y del
extremeño, en particular, del siglo XIX y primeros años del XX y, más concretamente, del
campesinado, prácticamente, la única clase obrera existente en Don Benito por aquellos
entonces!
Hasta que un día, por fin, me desperecé y puse manos a la obra.

LA DOCUMENTACIÓN
Me fui a la Hemeroteca Municipal de Madrid para revisar los periódicos de aquellos
años. Sobre el crimen, en sí, apenas daban mayor referencia que la de un capítulo de sucesos,
sin más. Lo único que destacaba era que, en un principio, el pueblo acusaba del crimen a
“una distinguidísima personalidad de Don Benito”. Y nada más. Ya no se volvió a hablar
más del crimen de Don Benito, hasta el juicio. Pero esto lo dejo para más adelante. Ahora, lo
importante era analizar la sociedad española, y más concretamente, la sociedad extremeña de
aquellos años con el fin de ambientar la obra en el tiempo y lugar que sucedió.
Dejé, pues, la Hemeroteca y fui a la Biblioteca Nacional, buscando bibliografía
adecuada para el fin que me proponía. Me puse a estudiar la Historia de España del siglo XIX
y principios del XX. Descubrí que el siglo XIX fue el más desgraciado de toda la Historia de
España. Empezó con la guerra con Prusia, en 1801; siguió la guerra contra el Reino Unido, en
1804; continuó con la guerra de la Independencia contra los franceses en 1908; empezaron las
guerras de independencia de los países de Iberoamérica: Colombia, Paraguay, Uruguay,
Venezuela, Argentina, Chile, Méjico, Perú... Hasta terminar con las de Cuba y Filipinas en
1898. Y por si fuera poco hubo tres guerras civiles entre carlistas e isabelinos que se
disputaban la legitimidad monárquica; hubo un levantamiento popular y se instauró la I
República, que solo duró dos años y tuvo cuatro presidentes con cuatro ideas distintas del
Estado; a la caída de la República le sucedió la Restauración borbónica con Alfonso XII, lo
que supuso una feroz represión, lo mismo que la persecución implacable de Fernando VII
contra los liberales. ¡Todo un siglo de guerras!
Necesitaba información sobre la vida campesina de Extremadura, y la lucha obrera.
Buscando en los ficheros de la Biblioteca Nacional vi dos libros que llamaron
inmediatamente mi atención: “LAS AGITACIONES CAMPESINAS ANDALUZAS”, de
Juan Díaz del Moral1 en la que describe fundamentalmente la provincia de Córdoba, que por
su proximidad geográfica a la de Badajoz podía servirme de referencia, y “EL
PROLETARIADO MILITANTE”, de Anselmo Lorenzo. 2
La pobreza del pueblo era horrible. No había derecho al descanso dominical en las
fábricas, ni en las minas, ni en ningún otro ramo, y mucho menos en el campo, donde la
jornada laboral, más que de sol a sol, era de luna a luna, pues se salía de madrugada y se
volvía ya de noche. Hasta que en noviembre de 1903, inmediatamente después de las
elecciones municipales, que dieron el triunfo a los republicanos, se hicieron algunas reformas
laborales, de las que hablaremos más adelante. Existían partidos políticos, como el
Monárquico, el Liberal, el Socialista y el Republicano. Este último era quien más adeptos
1
HISTORIA DE LAS AGITACIONES CAMPESINAS ANDALUZAS. Alianza Editorial, 1973
2
EL PROLETARIADO MILITANTE” Anselmo Lorenzo. Alianza Editorial 1974.
Don Benito 61
tenía en la sociedad. No incluyo al Anarquista, pues éste nunca se consideró un partido
político al estilo de los demás, ya que no aceptaba el Estado, ni el Parlamento, ni alcaldes, ni
patronos. Sin embargo, su influencia era enorme, sobre todo en el campesinado. La clase
obrera estaba organizada por la C.N.T. y la U.G.T., las cuales estaban afiliadas a sus
respectivas Internacionales. La cultura popular estaba muy desarrollada, en cuanto a
conciencia social, aunque el índice de analfabetismo, es decir, no saber leer ni escribir, fuera
muy elevado. Pero según lo que la UNESCO define como cultura base de un pueblo, tal vez
existan hoy más analfabetos que entonces, aunque el índice de “leídos y escribídos” sea
mayor. Existían en todos los pueblos los Ateneos Populares, dirigidos por la C.N.T., y las
Casas del Pueblo, por los socialistas, donde se daban charlas, conferencias, mesas redondas,
tertulias, y se estaba al tanto de la problemática política y social. Los congresos obreros eran
frecuentes en el ámbito comarcal. Esto lo describe muy bien Juan Gómez del Moral en su
libro.3 En un viaje que Anselmo Lorenzo hizo a Marsella le dijeron sus camaradas franceses
que empleaba un lenguaje muy elevado con palabras altisonantes, a lo que el ilustre
anarquista les respondió: “Eso es debido a que en España habla igual el obrero que el
literato: no hay diferencias de clase en el lenguaje. Si vieseis el Club de Antón Martín, en
Madrid, por ejemplo, os admiraría ver cómo hombres y mujeres de diversas clases sociales
discuten temas políticos e iniciativas revolucionarias como podrían hacerlo una reunión de
académicos.” ¿Este aserto de Anselmo Lorenzo era acaso un farol? Porque sabemos que el
índice de analfabetismo era de un 80 por ciento. Esa afirmación me creaba un problema,
porque los personajes que tenía que crear debían ser fieles a la realidad de su tiempo. A la
gente de pueblo, cuando yo me puse a escribir esta obra, se les llamaba paletos, tarugos, etc.
Los teatros estaban abarrotados con espectáculos de Lina Morgan, Juanito Navarro,
Camoiras, Pajares, etc., en los que los personajes de pueblo eran botarates, mostrencos,
palurdos, que no sabían articular correctamente las palabras de su idioma. En la calle, el
lenguaje popular se ha ido empobreciendo y degradando a marchas forzadas, incluso entre la
juventud universitaria. Y en el teatro, en el cine y en la televisión, es raro no oír una sarta de
vocablos malsonantes, contribuyendo con ello a esa degradación del lenguaje. Y no digamos
nada de los políticos, donde es cada vez más habitual oírles la sarta de improperios y lindezas
que lanzan a sus rivales. El lenguaje del Parlamento, en general, es pobre, si se compara con
el de finales del siglo XIX. Siendo esto así, ¿cómo imaginar que el pueblo llano y sencillo de
entonces tuviera una cultura superior a la nuestra? ¿Cómo imaginar que los políticos entonces
hablaran como poetas y que en el Parlamento se limpiara, fijara y diera esplendor a nuestro
rico idioma con más pureza que algunos de los académicos de ahora? El lenguaje es muy
importante en la vida de las personas, de tal forma que su modo de ser y estar depende mucho
de él. Ya George Bernard Shaw, nos mostró en su obra Pigmalión cómo era posible
transformar a una florista de barrios bajos en una gran dama, solo con enseñarla a pronunciar
correctamente el idioma. Pues esa forma correcta de hablar el idioma español la tenía en el
siglo XIX el pueblo llano y sencillo en España. ¿Había exquisitez en el lenguaje? ¿Era
distinta la forma de ser de los hombres de entonces a la de ahora mismo? Para contestar eso
nada mejor que un testigo excepcional: Larra. En un viaje que hizo a Extremadura, camino de
Portugal, en 1836, escribió en su artículo “Impresiones de un viaje” :“Otros países producen
poetas. En España el pueblo es poeta”.4 La respuesta a todas aquellas interrogantes la
encontré en “HISTORIA DE LAS AGITACIONES CAMPESINAS ANDALUZAS”. Era
cierto el alto índice de analfabetismo. Era cierto que la inmensa mayoría de los campesinos
no sabían leer ni escribir. Sin embargo, Díaz del Moral lo describe muy bien: “Pero el
3
Juan Díaz del Moral, notario de Bujalance (Córdoba) y diputado en las Cortes Constituyentes en 1931. Su
“HISTORIA DE LAS AGITACIONES CAMPESINAS ANDALUZAS” fue terminada en 1923, aunque no
se publicó hasta 1928. El libro fue reeditado en 1973 por Alianza Editorial. A este libro remito al lector,
pues la mayoría de los datos entrecomillados que no tienen referencia específica son cogidos de ahí.
4
Larra. Artículos completos. Aguilar, S.A. de Ediciones. Madrid 1951. 2ª edición. Pag. 1257
Don Benito 62
obstáculo no era insuperable. El entusiasta analfabeto compraba su periódico y lo daba a
leer a un compañero, a quien hacía marcar el artículo más de su gusto; después rogaba a
otro camarada que le leyese el artículo marcado, y al cabo de algunas lecturas terminaba
por aprenderlo de memoria y recitarlo a los que no lo conocían. ¡Aquello era un frenesí!
Aunque los favoritos eran “Tierra y libertad”, “El corsario”, “El rebelde”, “La anarquía y el
productor”, se buscaban y recibían números de toda la prensa ácrata española y algunos de
la americana. Se leían libros y folletos de los maestros del anarquismo: Bakunin,
Kropotkine, Reclus, Malato, Malatesta, Faure, Grave, Mirbeau. Y los españoles Anselmo
Lorenzo, Federico Urales, Soledad Gustavo, Ricardo Maya, Leopoldo Bonafulla, José Prat, y
J. López Montenegro eran nombres familiares para muchos campesinos. El libro de más
éxito en toda España era “La conquista del pan” de Kropotkine. Le seguía “El dolor
universal”, de Faure, y “El botón de fuego, de J. López Montenegro” 1 Todo esto referido a
la provincia de Córdoba, lindante con la de Badajoz. No es de extrañar que en Don Benito
fuera parecido. Teniendo en cuenta que el grado de analfabetismo era muy alto, el método de
lectura era oral, es decir, oyéndolo de uno que sabía leer, aprendiéndose de memoria los
artículos y recitándolos tal cual estaban escritos. El lenguaje utilizado así, era el mismo de los
periodistas y escritores, por lo que el vocabulario de los intelectuales era utilizado por los
campesinos y obreros. Tal vez se debiera a eso el aserto de Anselmo Lorenzo ante los
franceses al decir que en España no había diferencia de clases en el lenguaje, y que hablaba
igual el obrero que el literato. Porque nos hemos referido a Andalucía, pero en Madrid era
mucho más. Entre la prensa de matiz socialista se pueden destacar “La atracción”, “La
organización del trabajo”, “La reforma económica”, “El eco de la juventud”, “La
asociación”, “El amigo del pueblo”, “El trabajador”, “El taller”, “La fraternidad”, “El
eco de la revolución”, “La soberanía nacional”, “El eco de la clase obrera”, “La
discusión” (cuando la dirigía Pi y Margall, cuya discusión con Castelar en “La
Democracia”, difundió mucho las ideas socialistas)
La conciencia social, política y cultural de los trabajadores era muy elevada, pues aparte
de lo referido a la lectura, existía infinidad de clubes, como el citado de Antón Martín. Y
aparte de eso, los Ateneos Libertarios. Las Casas del Pueblo, también, pero estas fueron
posteriores a los Ateneos, pues el P.S.O.E. se fundó en 1878 y la U.G.T. en 1888. Estos
centros obreros eran considerados por la clase política dominante y por la burguesía como
“antros tenebrosos de conjuras donde se tramaban complejos y misteriosos procedimientos
para degollar a los ricos y derrumbar el orden social”.
Antonio J. Cervera, socialista, fundó una escuela para adultos en Madrid y pidió
autorización y ayuda a Bravo Murillo, a la sazón, ministro de Hacienda, y éste le contestó:
“¿Que yo autorice una escuela a la que asisten 60 hombres del pueblo? ¡No en mis días!
Aquí no necesitamos hombres que piensen, sino bueyes que trabajen” 1 Eso puede dar una
idea de la carencia de escuelas para los pobres.
La pujanza de la clase obrera era tan enorme, que tenía altamente preocupado a los
gobernantes. En junio de 1870 se celebró en Barcelona el primer Congreso Obrero,
constitutivo de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de
Trabajadores. (AIT) La respuesta a ese Congreso la dio Cánovas del Castillo en 1871:
“Luchad si os empeñáis, aunque no tengáis razón, luchad; nosotros nos defenderemos, los
propietarios de todo el mundo se defenderán, y harán bien”. Para hacer desistir a los
obreros de sus “perversas inclinaciones” de justicia social, aconsejaba que “La afición a la
música, hoy tan generalizada, es un recurso muy poderoso para el entretenimiento y solaz
de la clase obrera y también para dulcificar sus instintos” [...] ”Si se exige una
confirmación de estos resultados, véanse los obtenidos aún en los manicomios, donde se
utiliza hoy en día la música para modificar los arrebatos de los dementes.” 5
5
“Clase obrera y reforma social en la Restauración. Mª Carmen Iglesias y Antonio Elorza, “Revista
Triunfo” nº 580.
Don Benito 63
Tal vez fue esta la razón para que se promocionara la Zarzuela costumbrista y popular,
pero, eso sí, vacía de contenido social, acrítica, desentendida de la problemática del pueblo y
falseando la realidad. La zarzuela, aunque sus orígenes se remontan a Calderón, el verdadero
impulso creador, tal como hoy se conoce, fue Barbieri. En 1850 compuso la música de
“Gloria y peluca”. Más tarde, la de “Pan y toros”: Esta es un duro alegato contra la burguesía
y clase política de su tiempo. El título parodia el “Pan y circo” que los romanos utilizaban
para mantener alienado al pueblo.
Cánovas jamás hubiese subvencionado obras de ese tipo, pero dio mucho dinero para
financiar zarzuelas anodinas y mediocres. Muchas fueron las que se estrenaron, pero pocas de
ellas pasaron a la posteridad, más por la belleza de su música, que por sus libretos. Baste
recordar los argumentos de piezas tan memorables como ”La Verbena de la Paloma”, “La
revoltosa”, “Agua azucarillos y aguardiente”, etc., para comprobar que ese pueblo no es el
que vivía la realidad de la calle; solo era una caricatura, un pueblo festivo, verbenero, alegre,
regocijado.
Las de temas sociales, políticos, o críticas, como “Pan y toros”, durmieron el sueño
eterno, pues esos temas no eran tolerados por el poder establecido. Tal vez no existiera
censura, como la hubo durante las dictaduras, pero la mayor censura era no apoyar ni
subvencionar su costoso estreno.
Pero gracias a la estratagema política de utilizar la zarzuela para mantener al pueblo
alienado y alejado de su realidad, el patrimonio musical español se enriqueció con piezas
brillantes de un género musical tan nuestro como universal. ¡No hay mal que por bien no
venga!
Sin embargo, en ellas podemos observar el lenguaje del pueblo, como lo podemos ver
también en las obras de Arniches. ¡Qué lenguaje más rico en todas las obras del maestro
alicantino! ¡Que giros y expresiones tan bonitas en boca de sus personajes populares! Se ha
dicho que Arniches fue quien inventó el lenguaje castizo madrileño. Eso es un error y un
desconocimiento de la historia, pues el ilustre autor de los sainetes lo tomó de labios del
pueblo, aunque con su gracia lo enriqueciera.
La lucha sindical y política contra el despotismo y el caciquismo era cada vez más
cruenta. Y la represión, brutal, especialmente tras la Restauración borbónica, después de la
caída de la I República en 1875, por el pronunciamiento, la rebelión militar de Martínez
Campos. Hasta que en 1903 hubo elecciones municipales y el Partido Republicano consiguió
mayoría absoluta en toda España. Ocurrió exactamente como en 1931.
Pero para restablecer la República era necesaria la abdicación del Rey (que entonces
contaba solo diecisiete años), o su derrocamiento mediante un golpe de Estado. Se intentó
esto último. El general Luque, que coqueteaba con los republicanos, fue invitado por éstos a
dar el golpe. Un rico y prestigioso industrial zaragozano, Basilio Paraíso, al que el
Ayuntamiento de Zaragoza le tiene dedicada una gran plaza en la ciudad maña, le ofreció una
fuerte suma de dinero (250.000 pesetas) depositadas en un banco extranjero, por si fracasaba
el golpe y se tuviera que exiliar. Pero al veleidoso general le sedujo el Gobierno, fue
nombrado ministro de la Guerra, y se olvidó para siempre de la esperanza republicana.
Toda esta realidad social, era necesario reflejarla en la obra, aunque solo fuera de fondo
ambiental. Quedaba profundizar algo más en el pueblo, en su lucha e inquietudes, en la
personalidad e idiosincrasia de aquellos hombres de Don Benito. Y era necesario, para valorar
su proeza, ver cómo se las gastaba las Fuerzas de Orden Público ante el menor intento de
subvertir el orden. Basten algunos antecedentes como muestra:
En 1882 hubo una terrible sequía y, como consecuencia de ella, un año de hambre y
desesperación para los jornaleros. En Jerez de la Frontera el pueblo se amotinó y saqueó las
tiendas en busca de alimentos. De aquel movimiento de masas resultó un tendero muerto. Las
fuerzas militares de caballería entraron sable en ristre, por lo que hubo muchos heridos y
detenidos. Se hizo un proceso sumarísimo contra los presuntos responsables, y siete hombres
Don Benito 64
fueron condenados a la pena de muerte, y ejecutados, 18 condenados a cadena perpetua, y
setenta y cinco a diversas penas de cárcel.
En 1888 hubo una matanza de obreros en Río Tinto, por motivo de una huelga.
Poco después se llevó a cabo el tristemente célebre proceso de Monjuit, bajo el
gobierno de Cánovas, el cual levantó indignación y protestas en toda Europa. Con motivo de
tal proceso Pablo Iglesias escribió entonces:
“Opino que, ya que el proceso de Monjuit no es caso aislado sino, aunque más
horrible que otros, uno de los muchos que constituyen el bárbaro sistema empleado en
nuestro país para arrancar declaraciones o castigar a culpables o supuestos culpables, que
la campaña emprendida debe tener por objeto, a la vez que la revisión del susodicho
proceso, la desaparición del mencionado sistema, en vigor hoy en toda España” 6
En la huelga de mineros de Bilbao, en 1902, cuatro personas, entre ellas una niña de
ocho años, fueron muertas a tiros.
Con todo esto, solo se quiere indicar que las fuerzas del orden público no se andaban
con miramiento ni recato a la hora de reprimir cualquier intento de desorden o motín. Por
supuesto, esta circunstancia no era ignorada por el pueblo de Don Benito.
En 1878 había subido al solio pontificio el Papa León XIII. Fue el primer Papa que se
ocupó de la Doctrina Social de la Iglesia. En su Encíclica Rerum Novarum, sentó los
principios fundamentales y humanos de la justicia social. Veamos una frase como muestra:
“Unos cuantos hombres opulentos y riquísimos han puesto sobre los hombros de la
multitud innumerable de proletarios un yugo que difiere muy poco de los esclavos”
Esta encíclica la promulgó en 1898, es decir, a los veinte años de su pontificado. Era el
discurso de un anciano, no el de un joven irreflexivo. Su importancia fue tan grande, que Pío
XI escribió la “Cuadragésimo anno” en 1938, ratificando la encíclica, y Juan Pablo II
promulgó la “Octogésimo anno” y la “Nonagésimo anno”, para conmemorar el 80 y 90
aniversario, respectivamente, de la “Rerum Novarum”. Pero su influencia propició la
“Pacen in Terris” y la “Mater et Magistra” de Juan XXIII y la “Populorum Progresio”, de
Pablo VI, entre otras. León XIII fue un pontífice que se distinguió por la energía y la
habilidad de su administración y su alta sabiduría. Si del Cid se decía “¡Oh, qué buen
vasallo, si oviera un buen señor”, de León XIII podría decirse “¡Oh, qué buen señor, si
hubiera buenos vasallos!”.
Ya en los primeros años de su pontificado había movilizado a los obispos para atraer a
la Iglesia a los trabajadores, creando los Círculos Católicos Obreros. Allí se les ofrecía
asistencia médica, socorros pecuniarios en las enfermedades, colocación a los parados,
incluso costearles entierros y funerales. A cambio de ello se les predicaba contra el ateísmo de
la doctrina socialista.
En un principio, sobre todo en los años de paro y de hambre, tuvieron relativo éxito;
pero pronto decayeron.
Aquellos curas aburguesados –que no burgueses, porque gran número de ellos procedía
del proletariado– no supieron mostrar la luminosidad del mensaje evangélico que, desde el
Magníficat a las Bienaventuranzas, es un mensaje para los pobres, los marginados, los
humildes; pero los curas, en vez de practicar la justicia, y denunciar los abusos del
capitalismo, como el Papa lo hizo, los humillaron con la limosna. Y los pobres, que tenían
más hambre de justicia que de pan, huyeron de la Iglesia.
Ya se ha visto lo que Cánovas y la burguesía opinaban de las organizaciones obreras.
¿Pero cual era el ideal que la AIT promulgaba? Veamos como ejemplo algún postulado ácrata
de los campesinos.
“En el planeta existen acumuladas riquezas infinitas que, sin su monopolio,
asegurarían la felicidad de todos los humanos. Todos tenemos derecho al bienestar, y

6
“Pablo Iglesias, educador de muchedumbres”. Juan José Morato. Ariel 1968
Don Benito 65
cuando rija la anarquía cada cual tomará del acervo común cuanto necesite; los hombres,
sin distinción, serán dichosos; el amor será la única ley de las relaciones sociales. ¿Cómo
conseguir todo esto? Acabando con la autoridad y la propiedad, bases de la desigualdad y
únicas fuentes del mal y de la injusticia; organizando la producción mediante el libre
acuerdo de los individuos y de los grupos, que se juntarán en afinidades naturales”
Anselmo Lorenzo era anarquista, ya lo sabemos. En 1871, asistió a la Conferencia de la
Primera Internacional que se celebró en Londres y allí conoció a Carlos Marx, al que el
tímido y humilde líder libertario admiraba por sus escritos. Pero volvió decepcionado porque
“en la Conferencia no ve a obreros redimiendo a la Humanidad, sino a burgueses
conspirando por el liderazgo del movimiento obrero”.7
El año de 1900 empezó la gran agitación obrera, que el Partido Socialista aprovechó
para crecer;8 pero los campesinos simpatizaban más con el ideal libertario, tal vez por el
hambre de tierra que el campesino ha tenido siempre. Y el anarquismo ofrecía solución a sus
ambiciones, como se puso de manifiesto 30 años después, durante la II República, con las
Colectividades Agrarias en Extremadura y en casi toda España, especialmente en Aragón.
Por la época a que nos referimos, el anarquismo logró su máxima altura en 1903,
precisamente el año en que se celebró el juicio de Don Benito.
1903 fue un año de cosecha abundante y había pan y trabajo para todos. Y, sin
embargo, fue un año de grandes conquistas sociales. Esto es una aparente paradoja.
Mucha gente cree que en los años de hambre es cuando más peligro existe de revueltas
populares. Pero no es cierto. La miseria aplasta y destruye toda energía, mientras que el
bienestar impulsa a una lucha por conquistar nuevas metas.
La miseria hunde al hombre, destruye su dignidad, se resigna, fatalmente hundido en su
abyección. Pero con cierto bienestar aumenta su auto estima, cambia su auto imagen, la que
tiene de sí mismo, se yergue, y se rebela contra todo aquello que tienda a humillarlo.
Precisamente es en aquellas zonas donde los trabajadores están mejor pagados, donde
son más numerosas las huelgas.
En las décadas del los 50 y 60 de este siglo en Extremadura se pasaba hambre y la
abandonaron más de setecientos mil extremeños en busca de trabajo. Por aquellos años no
había huelgas ni revueltas en Extremadura. Sin embargo, tanto en el País Vasco, como en
Cataluña, Valencia y Madrid, muchos extremeños fueron líderes obreros en sus empresas y
sindicatos.
Como botón de muestra, valga un solo caso: A mediados de los años sesenta hubo un
movimiento revolucionario en toda Europa, que culminó con el conocido “mayo del 68” En
España también hubo revueltas obreras y estudiantiles. La dictadura de Franco estaba muy
nerviosa y perseguía, no solo a las revueltas callejeras y las huelgas, sino a las publicaciones
de libros y periódicos. El diario “El Alcázar” fue expropiado a sus dueños, y el “Diario
Madrid” fue clausurado y demolidas sus instalaciones, solo por el artículo de Calvo Serer,
“General De Gaulle: retirarse a tiempo”, pues al Régimen pareciole ver en el artículo una
alusión solapada contra Franco. Tres figuras claves en la intelectualidad española –García
Calvo, Tierno Galván y Aranguren– fueron expulsados de sus cátedras universitarias,
prohibiendo su docencia en todo el territorio español.
Pues bien; en aquel clima tan tenso en el que las huelgas estaban consideradas como un
delito de sedición, y para reprimirlas se creó el Tribunal de Orden Público, surgió la “Huelga
de Bandas” en Vizcaya. Una huelga que duró nada menos que seis meses. Pues el secretario
del Jurado de empresa era Eustaquio Paredes, un emigrante extremeño que llegó a Bilbao sin
7
José Álvarez Junco en el prólogo de “El proletariado militante”, de Anselmo Lorenzo. Alianza Editorial,
1974.
8
Hasta entonces el partido socialista no era bien visto por la izquierda republicana ni por los anarquistas y
se vertían las más groseras calumnias contra Pablo Iglesias. Las ideas del marxismo, que él introdujo y
adaptó en España, no encajaban en la clase obrera ni en la intelectualidad de la Generación del 98.
Don Benito 66
saber leer ni escribir, pero, su autoestima, al cambiar sus circunstancias personales y sociales,
le hizo superarse y ser un líder obrero.
Para hacer buenas estas aserciones, los años de 1904 y 1905 hubo otra sequía tan grande
como la del 82 y el movimiento obrero campesino se fue abajo durante varios años. La
efervescencia de los años anteriores quedó convertida en desaliento, amargura y humillación.
Nada mejor que la copla como manifestación de los sentimientos de un pueblo:
En el viaje de la vida
van los ricos a caballo,
los caballeros a pata,
los pobres arrastrando.
Yo logré una suerte güena
y me duró poco tiempo;
aquel que nace pa pobre
de na le sirve el talento.
Hombre pobre güele a muerto,
a la joyanca con él;
qu’el que no tié dinero
requiencan in pace, amén 1
Cuando la desesperanza invade al hombre, es inútil todo esfuerzo, pues la falta de fe
inclina a la renuncia, a la asfixia de la voluntad, al fatalismo. Y es entonces, precisamente,
cuando se distingue al genuino líder. Así hablaba en aquellos años Pablo Iglesias a los
desfallecidos trabajadores:
“Observemos bien, y lejos de echarnos en brazos de un pesimismo que nos quite los
bríos y voluntad para trabajar, nos sentiremos animados por las esperanzas que la realidad
nos ofrece y lucharemos con ardor porque se traduzcan en hechos cuanto antes” 9
En 1900, los jornales, cuando los había, oscilaban entre 1’25 y 1’50 pesetas, y entre 2 y
3’50 en tiempo de siega. Para hacernos una idea del poder adquisitivo de aquellos jornales
veamos una lista de precios de artículos de primera necesidad:
Pan 0.50 Kg.
Patatas 0.50 “
Sardinas 0.85 “
Tocino 1.75 “
Arroz 0.70 “
Garbanzos 1.05 “
Judías 0.70 “
Carne de vaca 2.00 “
Leche 0.50 litro
Aceite 1.20 “
Huevos 1.11 docena
Esta lista es del año 1900. El lector puede sacar sus deducciones para ver la miseria del
jornalero. 10
LOS PERSONAJES
Una vez analizado todo lo que antecede ya tuve claro que esos palurdos, catetos y
mostrencos que las revistas nos mostraban no coincidían en nada con la mentalidad de la clase
obrera del siglo pasado. Había que entrar a crear los personajes del drama. Porque los
principales, es decir, los que dieron resonancia a los acontecimientos, el pueblo, no aparecen
9
Juan José Morato. Cita recogida por Andrés Saborit “Joaquín Costa y el socialismo”
10
“El Movimiento obrero en la Historia de España” Manuel Tuñón de Lara. Editorial Tauros 1972. Esta
relación del ilustre historiador, no es muy fiable, pues en abril de 1905, según “El Imparcial”, el pan valía
36 céntimos Kg., la patata subió de 40 a 45 céntimos los dos Kg. y las habichuelas, a 36 céntimos Kg. Esta
fuente de “El Imparcial” me parece más fiable.
Don Benito 67
en ninguna crónica de los periódicos, al menos, resaltando el hecho insólito de que la
Audiencia Provincial se tuviera que constituir en Don Benito y no en la capital de la
provincia. Un hecho, como ya se ha citado anteriormente, sin precedentes en la judicatura
española. Esos personajes que permanecían en la sombra eran los que había que crear, darles
vida, otorgarle el protagonismo, la notoriedad que los medios de comunicación de la época no
le dieron. Pero para el lector de hoy esos personajes podían ser falsos, creados por mí y
considerarlo demagógico, irreales. Para evitar eso, he dado suficiente documentación. Para
crear tales personajes era necesario tener en cuenta el entorno político y social donde vivían,
sin olvidar el aspecto cultural popular que daba una especial idiosincrasia a los hombres de
entonces. Ya he aportado anteriormente los testimonios de Juan Díaz del Moral y de Anselmo
Lorenzo acerca de la mentalidad obrera de entonces y el anhelo del pueblo por instaurar la
República. Y también el de Pablo Iglesias, con motivo del proceso de Monjuit, para ver cómo
se las gastaban los gobernantes y las fuerzas de orden público, cuando de reprimir cualquier
movimiento popular reivindicativo se trataba. El Gobierno destacó en Don Benito una
comandancia completa de la Guardia Civil al mando de un teniente coronel, más la dotación
normal que ya había en el pueblo. Esto, evidentemente, no era para hacer un desfile, ni una
exhibición, ni ejercicios marciales. Era un despliegue de fuerzas para aplastar cualquier
intento de amotinamiento o alteración del orden público. Pero las fuerzas de la Benemérita no
tuvieron ocasión de intervenir, a pesar de la oposición y resistencia del pueblo a las órdenes
del Poder Judicial, de trasladar a los presos a la prisión provincial de Badajoz. ¿No suponía
aquello un flagrante desacato? ¿No fue acaso una abdicación de sus fueros de la Audiencia
Provincial por exigencias del pueblo? ¿No era todo ello una alteración del orden? ¿Por qué
entonces la Guardia Civil no intervino de forma contundente e inexorable, como era habitual?
La única respuesta lógica es que el poder popular estaba perfectamente organizado,
disciplinado, cauto, pero serio, contundente. Es evidente que el Gobierno tuvo miedo; un
miedo prudente, pues era una actitud gallarda de todo un pueblo de veinte mil habitantes y la
solidaridad de los pueblos comarcanos con la que ningún Gobierno se había tropezado ni
visto antes. Los personajes dirigentes del pueblo, pues, debían ser líderes obreros, sin entrar a
distinguir los partidos o sindicatos a que pertenecieran. Su cultura popular debía ser de
esmerada exquisitez, como le dijeron los obreros franceses a Anselmo Lorenzo; también su
formación social y política, y su capacidad táctica y estratégica de organizar a las masas, más
tendentes al amotinamiento que a la lucha organizada. La lucha del pueblo debió ser
minuciosamente planificada y silenciosa, con diversas comisiones encargadas de que nada se
saliera de la normalidad ni que nadie alterara el orden, para no dar pié a la Guardia Civil a
utilizar la fuerza represiva, que es para lo que había sido destacada allí. Que hubiera intentos
de gente interesada en crear un clima contrario para que las fuerzas del orden público
aplastaran a los que clamaban contra los criminales, es natural. Pero una leve alteración, y
toda esa organización hubiese saltado por los aires. El pueblo velaba más por la paz y el
orden que la propia Guardia Civil. Pero, a pesar de eso, impuso su autoridad por encima de
todo. El crimen se cometió un 19 de junio, una época de siega, de mucho trabajo, por lo que
raro sería el hombre que estuviera parado. Y la situación económica de los trabajadores no era
tan boyante como para abandonar el trabajo y dedicarse a vigilar. Esta labor, en su conjunto,
debía estar en manos de las mujeres y de unos cuantos hombres encargados de la dirección.
Para subvencionar los jornales perdidos y diversos gastos, era necesaria una caja de
resistencia de socorros mutuos. De estas sociedades había en Don Benito, al menos, cinco:
“La Auxiliadora”, del gremio de panadería; “La Benéfica” del de zapateros; “La Esperanza
Previsora”, del de sombrereros; “La Esperanza Agraria” del de labriegos; “La Fraternal”,
del ramo de construcción: carpinteros, herreros, albañiles, hojalateros, etc.; y tal vez alguna
más de matiz sindical como la CNT y la UGT. La cuota era de veinticinco céntimos a la
semana. La finalidad era pagar una pensión en caso de enfermedad o accidente, vejez,
entierro decoroso, etc. Estas sociedades admiraron a Nicolás Leyva, periodista de “El
Don Benito 68
Imparcial” que siguió el proceso, como lo expresó en una crónica el domingo 13 de diciembre
de 1903: “Decididamente la regeneración de España hay que esperarla de los obreros
manuales, que nos enseñan a los demás”. Y es que Don Benito tiene fama por la seriedad,
honradez y firmeza de sus habitantes. Lo demostró entonces; lo demostró una vez más en la
Guerra Civil, por la resistencia al poder de los insurrectos fascistas; lo demuestran los
hombres de negocios de la comarca, de los que he oído en más de una ocasión que la palabra
de un hombre de Don Benito tiene la firmeza de un documento notarial. En un pueblo de
veinte mil habitantes es normal que corrieran bulos, comentarios dirigidos a crear confusión y
enfrentamientos entre la población para destruir la unidad. Eso debió intentarlo la familia de
García de Paredes, pues tenían medios suficientes para comprar voluntades. Mas esa
posibilidad fue impedida por un periódico local editado en el Ateneo, o Casa del Pueblo, que
ya era habitual antes de los acontecimientos que nos ocupan, y solo de su información se
fiaban todos. Una bronca, o una riña en cualquier bar, o en la calle, podía ser normal; pero en
aquellas circunstancias era muy peligroso, pues la Guardia Civil estaba alerta para intervenir
ante el menor conato de desorden. Había, pues, que evitar tales incidentes, por leves que
fueran. Para eso era necesario una comisión de servicio de orden. Todo, en fin, era normal en
Don Benito durante los casi tres años que transcurrieron desde el día del crimen hasta el final.
¡Increíblemente normal! Sin motines, como en Fuenteovejuna, ni algaradas callejeras. Mas la
voluntad del pueblo se impuso por encima de todo y de todos. Eso lo reflejaban los
periódicos, pero solo entre líneas, como ya lo advertí. Sospecho que la censura sobre la
Prensa acerca del tema debió ser muy severa. El clima de malestar popular; la desastrosa
economía; la efervescencia antimonárquica de la mayor parte de la sociedad; el movimiento
ciudadano en pro de restaurar la República, hacía de España un polvorín que en cualquier
momento podía explotar. Todo ese malestar se manifestó posteriormente en la Semana
Trágica de Barcelona, la Huelga General de 1917, en el enroque de la monarquía en la
Dictadura de Primo de Rivera, en 1923, la proclamación de la República en 1931 e,
inevitablemente, la Guerra Civil. Desde 1905 hasta 1975 en que empecé a escribir El crimen
de Inés María, se habían escrito decenas de obras teatrales y folletines cuyos protagonistas
eran Inés María y su asesino. Incluso posteriormente, ya en nuestros días, salieron otras obras
en Televisión, sobre crímenes famosos, entre las que se incluyó el de Don Benito, hasta obras
de teatro, como la de Jesús Alviz, “Inés María, virgen y mártir. ¿Santa?, en 1986, en la
misma línea. Y todas ellas con el denominador común de olvidarse del pueblo. No tenía
sentido, pues, que yo incidiera en lo ya sobado y trillado, abundando en el lugar común de
que Inés María era la mejor moza del pueblo, la más guapa, la más santa, virgen y mártir de
Don Benito, y García de Paredes, muy malo, perverso, infame, cruel, etc. Por otra parte yo
soy escritor social y solo lo social tiene interés para mí. Por eso, después de una exhaustiva
investigación, decidí escribir esta obra. También mi especialidad y vocación es el teatro. Esa
es la razón por lo que este libro no esté escrito en novela, guión cinematográfico, o serie
televisiva, que tal vez serían los más adecuados, dada la extensión del tema. La obra se
publicó directamente como texto teatral, cosa rara, pues por exigencias editoriales mis textos
teatrales anteriores se publicaron primero como novelas y después, debido al éxito con varias
ediciones, como originalmente los escribí: en teatro, pues ya siendo novelas se hacían
representaciones teatrales por grupos de aficionados por muchos pueblos de España. Creo que
esta doble versión de mis textos es algo peculiar en mí y no conozco precedentes en autores
contemporáneos y, mucho menos, para un público popular, que lee poco, y mucho menos,
teatro. Pues, bien; puse como personaje principal a Falcón, un líder obrero curtido en la lucha
del campesinado y formado en los medios existentes: Ateneos, Casas del Pueblo, Congresos,
y la abundante literatura social, ya descrita anteriormente. A su lado, López y Carrasco, dos
militantes obreros, y Engracia, una mujer que conserva en su espíritu la huella del hambre, de
la miseria, de la abyección; unas cicatrices profundas que marcan el odio enconado a los
ricos, causantes de su dolor. Ella no es militante, ni posee la cultura de los otros tres; es
Don Benito 69
analfabeta y no entiende de política; pero es un volcán, un cráter por donde emerge de su
interior, como un torrente de lava, toda la inquina y el resentimiento acumulado por tanta
adversidad. Sin embargo, no bastaba con ellos; necesitaba alguien con autoridad moral que
reflejase con su testimonio la España de su tiempo. Podía ser cualquiera de los escritores de la
Generación del 98: Pío Baroja, Valle Inclán, Unamuno... Ya Juan Antonio Castro estrenó en
el teatro de la Comedia de Madrid una hermosa obra titulada “Tiempo del 98” en que se
analizaba la sociedad de aquel tiempo a través de los escritores de la Generación del 98
haciendo un paralelo con la del nuestro. Pero, a mí no me valían; eran creadores: novelistas,
poetas, autores dramáticos, fabuladores, en fin. En aquella Generación, llamada así por
Azorín, no había una idea generalizada de la sociedad. ¿La veían igual Valle Inclán y Ramiro
de Maeztu, por ejemplo? Tampoco me valían Salmerón, ni Lerroux, ni ningún otro político,
pues todos ven la sociedad a través del prisma de su ideología. Necesitaba alguien que
objetivase e hiciese un análisis de la sociedad de su tiempo. Alguien que aunque estuviera
metido eventualmente en política, su actitud fuera, más que política, sociológica y ética.
Buscando entre una larga bibliografía di con Joaquín Costa, 11 un hombre admirado y
respetado por todos, incluso por aquellos contra quienes combatía. Era un gran pensador, un
intelectual, un escritor de temas sociales relacionados con la agricultura y su entorno social.
Sus títulos definen muy bien sus inquietudes: “Colectivismo agrario en España”,
“Oligarquía y caciquismo”, etc. Pero más que sus libros, lo que le dio más fama fue su
oratoria. Son famosos sus discursos en el Ateneo de Madrid, en el Teatro Lírico y en el
Frontón Central, el local de mayor capacidad entonces en Madrid. De estos discursos me he
valido para dar ese telón de fondo a la obra. Para completar el drama necesitaba meter
directamente en el conflicto a la familia de García de Paredes, pero me abstuve de ello, pues
en el año 75 aún vivía un familiar, tal vez sobrino nieto, y por respeto no podía poner en boca
de ningún familiar palabras o actitudes pensadas o creadas por mí. Sin embargo, había un
detalle que no podía pasar por alto: la defensa que el abogado, Sr. Muñoz Rivero, hizo en el
juicio fue inaudita en un letrado de su categoría y experiencia en criminología. Por eso, en
esta revisión de ahora he introducido un PROCURADOR con el fin de justificar la actitud del
letrado. Las pruebas y el testigo de cargo eran contundente. Negar la evidencia era el camino
más directo para llevar al reo al patíbulo. Y así debió entenderlo el ilustre jurista, pues citó a
cuatro médicos alienistas, psiquiatras de fama internacional, como peritos. Eso es lo que
deduje que intentó hacer el Sr. Muñoz Rivero: admitir los cargos y basar su defensa en la
enajenación mental de Paredes. Mas la familia confiaba en que iba a borrar las pruebas y
sobornar al testigo, por lo que no podría ser condenado. Claro, que eso hubiese supuesto una
rebelión del pueblo contra el fallo del Tribunal y tal vez el linchamiento; pero en la historia
quedaría García de Paredes, no como un asesino convicto y confeso, sino occiso por el odio y
las iras del pueblo. La familia, así, no quedaba estigmatizada con la mancha de un crimen. En
cuanto al juicio, los discursos de los letrados, en mi obra, no responden literalmente a los
pronunciados por ellos, aunque he procurado ser fiel a su línea, sino a una recreación mía,
más acorde con la acción dramática. Me sorprendió enormemente el interrogatorio del
abogado al testigo de cargo publicado en “El Imparcial”. Unas preguntas insulsas, sin la
menor intención de buscar una contradicción en el testigo. El DEFENSOR 1º en mi obra le
acosa, trata de acorralarle, de invalidar su testimonio, porque de su declaración depende la
vida de su defendido. Más tarde, ya completada mi investigación lo comprendí. Muñoz
Rivero hizo una defensa, pero no su defensa, la que él, como experto jurista, hubiese deseado.
Lo extraño es que por ética profesional, por deontología, no rechazara la imposición de
defender la causa de una forma temeraria basada solo en la creencia de que el poder supremo
de la familia eliminaría pruebas y testigo. El abogado de Castejón, que un principio siguió la
11
Sobre Joaquín Costa son muchos los autores que han escrito libros: Gumersindo Azcárate, Blas Infante,
Ramiro de Maeztu, Tierno Galván, entre otros; pero el que yo he utilizado para mis consultas es “Joaquín
Costa y el Socialismo” de Andrés Saborit, Editorial Zero, 1970.
Don Benito 70
misma táctica, al declarar el testigo cambió su estrategia y aceptó los hechos para conducir su
defensa por otros derroteros. Castejón no lo aceptó y el Presidente anunció una suspensión de
la vista para que el acusado eligiera otro abogado. Pero, inopinadamente, el señor Muñoz
Rivero intervino rápidamente diciendo al Tribunal que él se hacía cargo de la defensa de
Castejón, cosa que a éste le satisfizo, y la vista continuó. ¿Por qué no permitió que la vista se
aplazase, si todo su empeño era que el juicio se suspendiera y se celebrara en Badajoz,
arguyendo carencias de garantías procesales? Sencillamente, porque cualquier otro colega
hubiese actuado como lo hizo el abogado de Castejón _ al que llamaban, por su dominio de la
oratoria, “El Castelar de Extremadura _, o renunciado a defenderle. Sin embargo, la familia
de Castejón renunció a la defensa de Muñoz Rivero por considerar que le perjudicaba. Y éste
renunció el 30 de noviembre de 1903. Se hizo cargo de la defensa el letrado Abarrategui, que
había defendido a Rando, el criado de Paredes, al cual le fueron retirados los cargos a
principio del juicio. Pero como Castejón no hizo caso y siguió negando, el abogado siguió los
pasos de Muñoz Rivero. La declaración del testigo desconcertó al Sr. Muñoz Rivero, le
abatió, porque él no lo esperaba. A partir de entonces actuó con abulia y apatía, sin fe, sin
esperanza, empeñado en que el juicio se suspendiera y se celebrase en Badajoz. Pero de nada
le valió su obstinación. En los informes de las acusaciones y defensas estuvo presente una
comisión del Colegio de Abogados de Badajoz. La sentencia fue: Condena a la pena de
muerte a Paredes y Castejón, y 40 años de prisión al sereno, Pedro Cidoncha. El drama, tenía
que empezar con el crimen. Pero era necesario, antes, situar al espectador en el tiempo, en el
lugar y en el ambiente. Para eso comencé con un prólogo, para hacer una presentación de los
personajes y del pueblo. Con la celebración del juicio concluye la obra. Considero que con
ello queda completo el drama. Sin embargo, ya que he metido al lector en el crimen de Don
Benito, en el EPÍLOGO contaré lo que pasó hasta el final. Pero antes debo dejar claro una
cosa. Esta obra me costó dos años de trabajo, de investigación y de elaboración, lo cual no le
da garantía de calidad. Larra, mi maestro como escritor social, decía que el tiempo empleado
en una obra no cuenta. Ni tampoco la cantidad de obras escritas. Lo que cuenta es el resultado
final. Una abeja trabaja y hace miel; un escarabajo trabaja y hace una pelota de estiércol.
Sentada esta premisa, quiero decir que, aunque la obra es original, no hay en ella invención,
sino oficio, reconstrucción de los hechos, con el mismo entusiasmo y la misma delicadeza con
que los arqueólogos analizan la historia de la Humanidad a partir de unas piedras o una
mandíbula. ¿Fueron así los hechos? Yo creo que sí, con la misma firmeza que los
investigadores de Atapuerca afirman haber encontrado el homo antecesor. Es cuestión de
creer o no creer. Pero en cualquier caso, lo que deseo es que esta obra interese al lector, le
guste y le distraiga. Lo demás, no me preocupa.
este no puede permanecer sordo a los ayes del dolor si no quieren verlos en
imprecaciones y trastornos públicos; que siempre fueron ajenos a la calma y a la
prudencia los estímulos del hambre y los apremios de la necesidad. Hay que acudir pronto
y eficazmente a mitigar la triste, la desesperada situación de las clases jornaleras de la
región extremeña, que pide pan para sus hijos. Sin pastos para sus ganados los granjeros
extremeños ha meses que vienen alimentando con pienso a sus ganados. Los precios de los
cereales han alcanzado alturas inconcebibles y no es posible ya con ellos atender aquellas
necesidades, en tanto que el precio del pan le aparta de las bocas hambrientas de los
jornaleros sin trabajo. Los Ayuntamientos ya ven agotados sus recursos para atender a
esas necesidades y sin medios para resolver los conflictos que se avecinan, acuden al
Gobierno en demandas de medidas que amengüen los estragos de la crisis que se atraviesa
en esa región. El diputado Sr. Groizard ha recibido apremiantes excitaciones de muchos
pueblos para que los haga llegar a manos del Gobierno; y aquel representante de las
Cortes de Extremadura ha cumplido el encargo pidiendo al presidente del Consejo que fije
su atención en el estado de aquella comarca y procure hacer que se activen las subastas de
obras públicas que hay pendiente para que puedan las clases obreras encontrar jornales
Don Benito 71
con que atender a sus necesidades más apremiantes. He aquí los telegramas más
importantes de aquellos pueblos: GUAREÑA._ El hambre nos amenaza con graves
trastornos. Urge gestionen empiecen los trabajos de la carretera de Guareña a Oliva de
Mérida, para dar pan a los obreros. El Alcalde: Retamar. ZALAMEA DE LA SERENA._
Le rogamos encarecidamente que en vista de la penuria que padecemos y para evitar
alteración del orden público motivo del hambre, gestionen sin descanso del Gobierno de
S.M. la inmediata construcción de la carretera de la Venta del Culebrín a Castuera, a la
estación de Villanueva de la Serena, por Zalamea, Quintana, La Guardia y La Haba sin
formalidades de subasta. El Alcalde: Romero. QUINTANA._ Insisto en llamar la atención
de usted sobre gravedad de circunstancia crisis obrera. Urgen saquen a subasta obras
carretera para dar jornales a los trabajadores. Enrique Tocados. MEDELLIN._ Vea si
pueden activarse subasta obras del puente para colocación de braceros. Situación se hace
difícil, pues sequía tiene paralizados todos lo trabajos del campo. Mendoza.” Todos estos
pueblos pertenecen a la comarca de Don Benito, por lo que ésta ciudad era el centro
neurálgico de la zona, como lo sigue siendo en la actualidad. Sin embargo, no consta que el
Ayuntamiento se movilizara a favor de los trabajadores, siendo éstos más numerosos que los
de los citados pueblos. La razón de esta omisión es obvia. Es más; el alcalde de Don Benito
fue cesado y se puso en su lugar a otro más fiel a la familia. Eso lo dice El Imparcial el día 1
de diciembre recogiendo esa información de boca del Acusador privado en su informe. Ignoro
en que fecha se produjo el cese. La sentencia se pronunció en noviembre de 1903. La
permanencia de los reos en la cárcel de Don Benito siguió hasta el 5 de abril de 1905, fecha
en la que fueron ajusticiados. La familia utilizó todos los recursos de su influencia para
conseguir el indulto en instancias palaciegas (a las que tenían fácil acceso, pues Donoso
Cortés, tío abuelo de Paredes, fue director de estudios de Isabel II, abuela del Rey Alfonso
XIII) También hicieron varias apelaciones al Gobierno. En Don Benito se recogían firmas en
pro del indulto. “El Liberal” fue el periódico que más de cerca siguió los acontecimientos, de
cuyas crónicas recojo algunos datos: “Abril, 1. 5’30 tarde. Badajoz. Ante la inminente
ejecución de la sentencia de muerte impuesta a los reos de Don Benito se redoblan las
gestiones para conseguir su indulto. Esto lo solicitan el Obispo, las autoridades y
corporaciones, confiando en que la prensa de Madrid coadyuve a esta petición
humanitaria. Los periódicos locales publican artículos en el mismo sentido. El que actuó
de acusador privado, Sr. Texeira, publica una hermosa alocución al vecindario de Don
Benito pidiendo que olvide su antiguo resentimiento contra los reos y se una a la petición
de indulto Y”
El Acusador privado envió una nota a “El Liberal” para aclarar: “Pedí perdón de los
reos como hombre; pero no me asocié a la petición de los abogados de Badajoz, fundada
en oscuridades que no existieron en la causa de Don Benito” La reacción del pueblo ante
aquella campaña no se hizo esperar. El mismo periódico publica otra noticia desde Don
Benito: “Se ha organizado una imponente manifestación para que se cumpla la sentencia
de muerte a que fueron condenados los autores del repugnante crimen, que dio tan triste
actualidad al honrado pueblo extremeño. Esta manifestación tiene como origen los
rumores que han circulado respecto al indulto de los reos. Algunos elementos recogen, por
el contrario, firmas para elevar una exposición al Gobierno pidiendo clemencia. Témese
que en virtud de esta disparidad de criterios ocurran graves conflictos. Se reconcentran
fuerzas de la Guardia Civil. Ordóñez.” Como puede verse, la influencia de la familia surtió
sus efectos. ¿Cuándo, ante un crimen cometido por un pobre, se iban a movilizar todas las
autoridades políticas, sociales, eclesiásticas, incluidos Colegios profesionales, como el de
Abogados de Badajoz? Es de suponer que cada autoridad provincial instara a las autoridades
locales a movilizar a la población en pro del indulto: el Gobernador, a los alcaldes; el Obispo,
a los sacerdotes; el Colegio de Abogados, a todos sus asociados, y los caciques a sus
numerosos amigos o gentes agradecidas por favores prestados, o posibles represalias, por lo
Don Benito 72
que en Palacio y en Presidencia del Gobierno se debieron recibir miles de telegramas y firmas
pidiendo el indulto. Pero frente a todos ellos estaban los trabajadores de toda Extremadura,
que desde todos los pueblos, en carros, en burros, o a pie, fueron a solidarizarse con el pueblo
de Don Benito, como más adelante dice también “El Liberal”. La petición de indulto fue
tratada en dos Consejos de Ministros de dos Gobiernos diferentes: el de Maura, que cayó el
14 de diciembre de 1904, y el de Raimundo Fernández Villaverde, que tomó posesión el 27
de enero de 1905. Pero ninguno de los dos lo concedió. “Don Benito, 4, 2’30 tarde. A las dos
de la tarde se ha notificado a los reos la sentencia. Castejón la recibió con tranquilidad y
entereza pasmosas. Al firmar dijo: “Soy inocente; se comete conmigo un asesinato”.
Paredes se mostró abatidísimo. Se negó a firmar, protestando de su inocencia.
Seguidamente los reos ingresaron en sus respectivas capillas. Público inmenso se agolpa
en los alrededores de la cárcel. Hay gran expectación. Si no se recibe el indulto, los reos
serán ejecutados a las 8 de la mañana”. Corresponsal. Al día siguiente, 5 de abril, se
publicó lo siguiente: “A las 8 de la mañana fueron ejecutados los reos Paredes y Castejón.
Paredes, abatidísimo y lloroso, dijo que moría inocente. Castejón, sin decaer un momento
en su serenidad, hizo también protestas de inocencia y dijo que perdonaba a sus
semejantes. Desde primeras horas de la madrugada un inmenso gentío invade los
alrededores de la cárcel, imposibilitando el tránsito. Una bandera negra ondea en el
edificio de la cárcel en señal de haberse cumplido la terrible sentencia”. Y por fin, el último
telegrama fechado el día 5 a las 4 de la tarde: “Inmensa muchedumbre compuesta de los
vecinos y de los pueblos comarcanos recorren las calles en manifestación pidiendo que
sean expuestos los cadáveres de los ajusticiados. Ante la imponente actitud de los
manifestantes, las autoridades han accedido, permitiendo desfilar ante los cadáveres a la
multitud, que lo ha hecho en el mayor orden” Todo lo que he contado hasta aquí son hechos
verídicos recopilados de fuentes fidedignas, aunque pasados por el tamiz de la creación
dramática. Vamos a añadir otros recogidos de la tradición oral, que no ofrecen mucha
credibilidad, incluso son contradictorios. Pero entre la paja siempre hay algún grano y no
desdeñé investigar esa tradición oral para deducir de ella lo que de verdad había entre tanta
confusión. Esto corresponde al lugar y sistema de la ejecución. Unos dicen que fueron
colgados en la plaza de Don Benito y que el pueblo les pinchaban con navajas, leznas, o
cualquier otro objeto punzante. Lo primero es incierto; lo segundo, solo a medias; necesita ser
matizado. Veamos por qué: Hasta el año 1900 era tradicional en España que las ejecuciones
fueran públicas. Y esto, tal vez, era lo que esperaba el pueblo. Ellos ignoraban que en el año
1900 una Real Orden estableció por ley que las penas capitales se ejecutaran en la prisión. Y
el cadalso no era la horca, sino el Garrote Vil. Así, pues, los reos fueron ejecutados en el
patio de la cárcel por el procedimiento del Garrote. De ahí la exigencia de que los cadáveres
fueran expuestos a la vista de todos, pues dada la gran movilización en pro del indulto, tal vez
pensaran que se trataba de un simulacro. Aún a la vista de los cadáveres, algunos tal vez
dudaron que estuvieran muertos y comunicaron sus sospechas a los que esperaban en la cola,
por lo que, tal vez, alguno pinchara los cuerpos para cerciorarse. Solo de esta forma es lógico
aceptar la versión de los pinchazos y no con otra finalidad, pues eso hubiese supuesto una
crueldad, una saña que en ningún momento ejerció el pueblo contra ellos en vida, excepto la
exigencia de que se hiciera justicia. Para terminar solo me queda relatar el desenlace de la
ejecución. Tal vez con ello pueda herir la sensibilidad del lector, como me ocurrió a mí al leer
la crónica de “El Imparcial”. Sin embargo, creo que es positivo, pues ello supone una
enérgica repulsa a la pena de muerte, por fortuna ya erradicada de nuestro Código Penal.
Porque si es abominable todo crimen, no menos repudiable es la ejecución de un ser humano.
En boca del DEFENSOR 1º pongo unas reflexiones de Unamuno. El ser humano no es
metafísico, sino dialéctico, en constante evolución, susceptible a cambio y transformación.
El ser, pues, no es SER, sino ESTAR SIENDO. Esa afirmación que consta en el Refranero
Español de “Genio y figura, hasta la sepultura” o “El que nace lechón, muere cochino” etc.,
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deberían ser eliminadas, pues supone la negación absoluta del ser humano. Estoy seguro de
que el Paredes que ejecutaron era un hombre distinto del que tres años atrás cometió el
asesinato. Eso lo indico en una pausa del juicio en un monólogo de PAREDES. Sin embargo,
CASTEJÓN no evolucionó. Él estaba convencido de que PAREDES no iba a ser ejecutado
por su influencia; ni él tampoco, claro. Aquella asombrosa tranquilidad hasta la hora de la
muerte se debía a la creencia de que en el último momento llegaría el indulto. Solo cuando el
verdugo le puso el collarín y empezó a dar vueltas al torniquete es cuando se dio cuenta de la
realidad y pidió, aterrado, clemencia; pero ya era tarde. CASTEJÓN tenía fama de glotón y
comía en exceso. Durante los casi tres años que pasó en la cárcel, con su voraz apetito y sin
hacer ejercicios, aumentó de peso y su cuello se hizo muy voluminoso. El collarín que el
verdugo utilizaba en las ejecuciones no le valía y, en una herrería, lo tuvo que alargar; pero ni
aún aquella modificación fue suficiente. PAREDES murió al primer intento; CASTEJÓN
necesitó de varios golpes de torniquete, pues la enorme masa de grasa que guarnecía su cuello
actuó de amortiguador. A cada vuelta fallida del instrumento Castejón gritaba con la voz
desgarrada por la angustia, pidiendo misericordia. Esta horrible anécdota fue recogida por “El
Liberal” el día 6 de abril de 1905. Para tener una idea de lo que supone la horrorosa muerte a
Garrote Vil transcribo un pasaje del libro “La pena de muerte” en el que Daniel Suerio hace
un tremendo alegato contra todas las formas conocidas de ejecuciones de seres humanos a
través de la Historia: “No una, sino cuatro, cinco o diez vueltas de torniquete han de darle a
veces las manos del verdugo sobre la nuca del condenado, para que éste deje de dar botes
en el sillín, deje de sollozar, de gritar, de aullar, para que deje de estremecerse
espasmódicamente, deje de moverse, se quede quieto, quieto, muerto. No uno, ni dos, ni
tres minutos dura el espeluznante espectáculo, sino veinte, veinticinco, treinta minutos
inmensos, laboriosos y agónicos” 13 Así terminó aquella historia que duró mil veintidós
días. Una historia en la que participó toda Extremadura: Al lado de García de Paredes, las
autoridades, los ricos, los caciques; en contra de él, la clase obrera y campesina. Se dieron
todos los condicionantes de la lucha de clases, cuyas causas son las diferencias económicas, la
marginación social, la explotación laboral, la opresión política y la alienación cultural. Y de
esta forma y con estas premisas fue como yo me planteé su desarrollo. La lucha del pueblo de
Don Benito ante EL CRIMEN DE INÉS MARÍA es una página de la Historia de España. Una
página no escrita. La historia la hacen los pueblos, pero la escriben los que dominan. Los
españoles tenemos mucho que aprender de aquella casta de hidalgos extremeños de DON
BENITO, que silenciosos, sin algaradas ni motines, supieron poner muy elevado el listón de
su autoestima para no dejarse avasallar por ningún tipo de despotismo, de servidumbre
vejatoria, conque todo caciquismo, todo absolutismo trata de ultrajar la dignidad humana.
El Autor
EPÍLOGO
EL DESENLACE
Como ya hemos dicho en el PREÁMBULO, en 1904 y 1905 hubo una terrible sequía,
casi tan grande como la del 82, por cuya causa el trabajo escaseaba. El hambre era horrible.
Como muestra de la situación en la comarca de Don Benito reproduzco un artículo publicado
en “El Liberal” el 8 de abril de 1905 titulado “El hambre en Extremadura”: “El mal se
extiende por toda España; la crisis cada vez más grande y apremiante, exige pronto y eficaz
remedio, atenciones preferentes y medidas rápidas, si el Gobierno quiere evitar trastornos y
movimientos de las masas famélicas obligadas al reposo por las tristes consecuencias que a
la industria agrícola impone la pertinaz sequía que tiene agostados en la rica y productiva
región del Mediodía. Ya no es solo Huesca y Andalucía las que levantan un grito de dolor
y angustia. También en Extremadura se sienten las consecuencias de aquel estado de cosas
y también allí los lamentos cunden y se levantan hasta el Gobierno.
Y este no puede permanecer sordo a los ayes del dolor si no quieren verlos en
imprecaciones y trastornos públicos; que siempre fueron ajenos a la calma y a la
Don Benito 74
prudencia los estímulos del hambre y los apremios de la necesidad. Hay que acudir pronto
y eficazmente a mitigar la triste, la desesperada situación de las clases jornaleras de la
región extremeña, que pide pan para sus hijos. Sin pastos para sus ganados los granjeros
extremeños ha meses que vienen alimentando con pienso a sus ganados. Los precios de los
cereales han alcanzado alturas inconcebibles y no es posible ya con ellos atender aquellas
necesidades, en tanto que el precio del pan le aparta de las bocas hambrientas de los
jornaleros sin trabajo. Los Ayuntamientos ya ven agotados sus recursos para atender a
esas necesidades y sin medios para resolver los conflictos que se avecinan, acuden al
Gobierno en demandas de medidas que amengüen los estragos de la crisis que se atraviesa
en esa región. El diputado Sr. Groizard ha recibido apremiantes excitaciones de muchos
pueblos para que los haga llegar a manos del Gobierno; y aquel representante de las
Cortes de Extremadura ha cumplido el encargo pidiendo al presidente del Consejo que fije
su atención en el estado de aquella comarca y procure hacer que se activen las subastas de
obras públicas que hay pendiente para que puedan las clases obreras encontrar jornales
con que atender a sus necesidades más apremiantes. He aquí los telegramas más
importantes de aquellos pueblos: GUAREÑA._ El hambre nos amenaza con graves
trastornos. Urge gestionen empiecen los trabajos de la carretera de Guareña a Oliva de
Mérida, para dar pan a los obreros. El Alcalde: Retamar. ZALAMEA DE LA SERENA._
Le rogamos encarecidamente que en vista de la penuria que padecemos y para evitar
alteración del orden público motivo del hambre, gestionen sin descanso del Gobierno de
S.M. la inmediata construcción de la carretera de la Venta del Culebrín a Castuera, a la
estación de Villanueva de la Serena, por Zalamea, Quintana, La Guardia y La Haba sin
formalidades de subasta. El Alcalde: Romero. QUINTANA._ Insisto en llamar la atención
de usted sobre gravedad de circunstancia crisis obrera. Urgen saquen a subasta obras
carretera para dar jornales a los trabajadores. Enrique Tocados. MEDELLIN._ Vea si
pueden activarse subasta obras del puente para colocación de braceros. Situación se hace
difícil, pues sequía tiene paralizados todos lo trabajos del campo. Mendoza.” Todos estos
pueblos pertenecen a la comarca de Don Benito, por lo que ésta ciudad era el centro
neurálgico de la zona, como lo sigue siendo en la actualidad. Sin embargo, no consta que el
Ayuntamiento se movilizara a favor de los trabajadores, siendo éstos más numerosos que los
de los citados pueblos. La razón de esta omisión es obvia. Es más; el alcalde de Don Benito
fue cesado y se puso en su lugar a otro más fiel a la familia. Eso lo dice El Imparcial el día 1
de diciembre recogiendo esa información de boca del Acusador privado en su informe. Ignoro
en que fecha se produjo el cese. La sentencia se pronunció en noviembre de 1903. La
permanencia de los reos en la cárcel de Don Benito siguió hasta el 5 de abril de 1905, fecha
en la que fueron ajusticiados. La familia utilizó todos los recursos de su influencia para
conseguir el indulto en instancias palaciegas (a las que tenían fácil acceso, pues Donoso
Cortés, tío abuelo de Paredes, fue director de estudios de Isabel II, abuela del Rey Alfonso
XIII) También hicieron varias apelaciones al Gobierno. En Don Benito se recogían firmas en
pro del indulto. “El Liberal” fue el periódico que más de cerca siguió los acontecimientos, de
cuyas crónicas recojo algunos datos: “Abril, 1. 5’30 tarde. Badajoz. Ante la inminente
ejecución de la sentencia de muerte impuesta a los reos de Don Benito se redoblan las
gestiones para conseguir su indulto. Esto lo solicitan el Obispo, las autoridades y
corporaciones, confiando en que la prensa de Madrid coadyuve a esta petición
humanitaria. Los periódicos locales publican artículos en el mismo sentido. El que actuó
de acusador privado, Sr. Texeira, publica una hermosa alocución al vecindario de Don
Benito pidiendo que olvide su antiguo resentimiento contra los reos y se una a la petición
de indulto”
El Acusador privado envió una nota a “El Liberal” para aclarar: “Pedí perdón de los
reos como hombre; pero no me asocié a la petición de los abogados de Badajoz, fundada
en oscuridades que no existieron en la causa de Don Benito” La reacción del pueblo ante
Don Benito 75
aquella campaña no se hizo esperar. El mismo periódico publica otra noticia desde Don
Benito: “Se ha organizado una imponente manifestación para que se cumpla la sentencia
de muerte a que fueron condenados los autores del repugnante crimen, que dio tan triste
actualidad al honrado pueblo extremeño. Esta manifestación tiene como origen los
rumores que han circulado respecto al indulto de los reos. Algunos elementos recogen, por
el contrario, firmas para elevar una exposición al Gobierno pidiendo clemencia. Témese
que en virtud de esta disparidad de criterios ocurran graves conflictos. Se reconcentran
fuerzas de la Guardia Civil. Ordóñez.” Como puede verse, la influencia de la familia surtió
sus efectos. ¿Cuándo, ante un crimen cometido por un pobre, se iban a movilizar todas las
autoridades políticas, sociales, eclesiásticas, incluidos Colegios profesionales, como el de
Abogados de Badajoz? Es de suponer que cada autoridad provincial instara a las autoridades
locales a movilizar a la población en pro del indulto: e