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En el Día del Maestro: Decálogo del “buen” profesor

Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Habitualmente, escuchamos calificativos generosos, elocuentes y


emotivos sobre la importancia del quehacer docente. Son muchos los
discursos y anuncios, en su “reconocimiento” por el “Día del Maestro”
(6 de julio). Me permito recomendarle, mi estimado colega, seguir los
siguientes pasos de manera minuciosa sino desea frustrar su
estabilidad laboral.

Primero, cuando asista a reuniones de profesores no cometa la


“imprudencia” de decir lo que piensa haciendo empleo de su inútil
honestidad intelectual. Si interviene elogie a los directivos y exprese
conformidad y complacencia con la marcha de la corporación. No efectúe
cuestionamientos, observaciones o críticas; será considerado un disidente.
Tampoco espere que sus colegas lo secunden en sus puntos de vista, aun
cuando estén de acuerdo. No olvide que en nuestra patria se mantiene
vigente “el pacto infame de hablar a media voz”, como decía el maestro
Manuel González Prada.

Segundo, si se retrasan en el pago de sus remuneraciones (algo común en


las empresas educativas), no se sorprenda. Siempre hay “inconvenientes”
para cancelar sus honorarios. Sin embargo, los dueños salen de vacaciones
al extranjero, renuevan sus automóviles todos los años, entre otros lujos
que evidencia que la crisis solo afecta al profesor que llega a trabajar en
combi. No olvide que usted es un proveedor.

Tercero, no sea demasiado severo en la disciplina. Por su culpa se quejará


el alumnado y lo llamarán para decirle que los “comprenda”. Deles permiso
para salir del aula, comer, masticar chicle, hablar por el celular y hacer
cuanta actividad quieran mientras desarrolla su clase. De lo contrario, se
vengarán al resolver la encuesta para evaluarlo y sus resultados serán
empleados según la conveniencia del centro de estudios.

Cuarto, no pretenda hacer pensar a sus discípulos, dirán que es muy


exigente. Si entrega sus capacidades, habilidades, energías y buena
voluntad con el afán de mejorar su adiestramiento, contribuirá a la
deserción educativa y, consecuentemente, a disminuir los ingresos
económicos. Cuidado con desaprobar muchos alumnos, será considerado
un desestabilizador de las finanzas. En una entidad de “formación
bancaria” donde trabajé (por decencia renuncié el año anterior) uno de sus
funcionarios me digo: “Usted no se da cuenta que gracias a los alumnos
llevamos nuestros frejoles a casa”. Sin duda, una “verdad” enciclopédica.

Quinto, no hable de ningún tema que permita al educando tener un


conocimiento agudo de la realidad nacional. Puede ser calificado de
“comunista”, “anti sistema”, “sindicalistas”, etc. Dicte su clase, resuelva
consultas solo académicas, entregue sus notas y cobre a fin de mes. Si
puede hágase el sordo, ciego y mudo y verá que bien le va. Esto último es
un requisito para no ganarse conflictos y no salir del tercermundismo moral
en el Perú.

Sexto, tenga mucho cuidado con lo que piensa, dice y sugiere. Sepa que:
“Cualquier cosa que diga puede ser usado en su contra”. Aprenda a
adaptarse o no volverán a contar con sus servicios. No se sorprenda de ser
el caso que usen su separata, syllabus, exámenes y todos sus materiales
elaborados gracias a su ejercicio neuronal, de manera gratuita. La piratería
intelectual es una práctica cotidiana y no hay derecho a reclamo. No sea
ingenuo, negocios son negocios.

Séptimo, no espere “coherencia” en este oficio. Siempre dirán que el


alumno es lo más importante, que se preocupan por su “formación integral”
y que usted hace bien su trabajo. No se sorprenda que, al concluir el ciclo
de estudios, no sea programado y su curso se lo den a un recomendado. “Es
política de la institución reservarse el derecho de prescindir del docente
cuando se requiera”, explicarán. Así de “objetiva” es la evaluación de su
desempeño.

De mi parte, algunas idealistas y antojadizas reflexiones. El


desenvolvimiento de la pedagogía demanda, esencialmente, estándares
morales que sean observados por el alumno como un referente que inspire
fe, ilusión y credibilidad para su porvenir. Nuestra tarea no consiste en
transmitir conocimientos, cifras y datos: nuestra misión es constituirnos en
un ejemplo personal y demostrarles, con la consecuencia de nuestra
conducta, que la vida es mucho más que un título académico y un número
acumulado de horas de prácticas. Esa es la razón que debe inspirar a
dedicarnos a esta noble misión. ¿Algún día será entendido así?

La formación de los alumnos debe incluir, igualmente, el ejercicio del


pensamiento, la actitud crítica y el cuestionamiento reflexivo. Todo ello,
facilitará formar una sociedad de profesionales libres y capaces de defender
sus derechos y de levantar su voz valiente de protesta ante la injusticia y el
abuso. Ese es un objetivo central de la enseñanza en una sociedad sumisa,
invertebrada e insolidaria como la nuestra. No solamente hay que darles
información sino elementos indispensables para abrir sus ojos ante el
engaño, la arbitrariedad y las vicisitudes del mañana.

Los profesores tenemos vocación para educar, formar, transmitir


conocimiento y dar una lección de vida. Es una tarea incomprendida, pero
la vida es un horizonte de dificultades y un manantial de nuevas
posibilidades, una oportunidad para brindar una lección de decencia, una
lección insólita y necesaria que se otorga en el aula y no desde una oficina
burocrática. Mi homenaje sincero y cálido al maestro que hace de su
actuación, a pesar del “sistema”, un apostolado diáfano, honesto y
esperanzador.

(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales,


miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de
Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda.
http://wperezruiz.blogspot.com/

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