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La Égloga IV de Virgilio a través de la Interpretatio

allegorica de Luis Vives

RoDRÍGUEZ PEREGRINA, José Manuel

Abstract

Vives' points of view about classic poetry: truth and rhetoric as poetical basic elements.
Vives' thoughts on Vergil's works. Tradition and innovation in his allegoric commentary on
Vergil's fourth Eclogue.
"11 semble que l'on commette quelque impertinence, a moins plutót que l'on ne montre sa
nai"veté, a reprendre une fois de plus l'étude de la rv· églogue avec l'espoir d'y découvrir du
noveau".1

Desde que, allá por los años treinta, J. Carcopino pronunciase estas palabras al
comienzo de su estudio sobre la Égloga cuarta de Virgilio, no parece posible enfren­
tarse al análisis de un texto tan profusamente abordado, sin recurrir, de forma casi
obligatoria, al empleo de semejante lugar común en los prolegómenos de cualquier
acercamiento a dicha obra virgiliana; la fuerza de la costumbre, en efecto, ha acabado
imponiendo el cumplimiento de una ley no escrita, a cuya observancia han quedado
sujetos cuantos interesados en el tema han querido bucear en sus misterios a lo largo
de la presente centuria. Con todo, y aun tratándose de un tópico, no deja de ser menos
cierto -como insinúa el Profesor J. Luque Moreno2 en fechas más recientes a no­
sotros- que intentar una interpretación novedosa de la Bucólica cuarta, o pretender
acumular erudición sobre un texto cuya proyección bibliográfica se dilata a través de
veinte siglos, son tareas poco o nada recomendables a priori, por lo que de insensato
y demesurado se esconde tras un plateamiento de este tipo. En cualquier caso, y antes
de hacer concebir falsas esperanzas al hipotético lector sobre la finalidad de nuestro
trabajo, hemos de advertir, ya en el preámbulo del mismo, que Virgilio y la Égloga
cuarta tan sólo supondrán para nosotros un telón de fondo, un punto de referencia
imprescindible, a partir del cual contemplar y comprender la auténtica razón de nuestro
empeño: el comentario alegórico del humanista valenciano Luis Vives a propósito de
tan conocido fragmento.
Así es. En la última etapa de su existencia, marcada a un tiempo por la plena
madurez creativa y la más feroz indigencia a nivel económico, Vives acomete, pro-

l. J. CARCOPINO, Virgile et le mystere de la !V' Églogue, Paris, 1943, p. 17.


2. J. LUQUE MORENO, Una lectura de la Bucólica cuarta, Granada, 1982, p. 7.

Fl. !lib. 2-1991; 455-466.


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bablemente -aventura C. G. Noreña3- a instancias de Doña Mencía de Mendoza,


cuya educación humanística corrió a su cargo desde 1537, lo que habría de constituir
uno de sus últimos trabajos filológicos: una serie de comentarios alegóricos a las
Bucólicas de Virgilio, destinados a iniciar a la noble dama en el estudio del latín y
la literatura clásica. Dicha obra, compuesta en 1537 en Breda, ciudad de residencia
de Doña Mencía, y publicada por vez primera dos años más tarde, en 1539, en la
ciudad de Basilea,4 hubo de alcanzar pronto -no cabe duda- una fama considerable;
así parecen atestiguarlo, al menos, las numerosas ediciones de la misma que se suce­
dieron durante el siglo XVI.5
Llama poderosamente la atención, sin embargo, constatar que, a pesar de la gran
difusión alcanzada por la obra en su siglo -una obra, además, que, como afirma el
propio C. G. Noreña,6 corresponde a un período en la vida de su autor en el que vieron
la luz los libros más creadores y originales del humanista-, y siendo, por otra parte,
tan numerosos los trabajos que investigan la presencia de Virgilio en el Renacimiento,
sea, en cambio, prácticamente inexistente una literatura encaminada al análisis de este
peculiar encuentro filológico entre dos de las más representativas figuras de la cultura
europea. Sucede, pues, de este modo, que, ni el el ámbito de los estudios del Huma­
nismo renacentista, en general, y de la figura de Vives, en particular, ni en el de los
conocedores de la temática virgiliana, encontramos documentos de interés al respecto.
Unos y otros ignoran la cuestión por igual, siendo particularmente sorprendente el
silencio por parte de quienes vienen ocupándose de la obra de Vives, hasta tal punto
empeñados en privilegiar una y otra vez sus componentes pedagógicos y filosófico­
teológicos, que pasan por alto cualquier consideración de otro signo. Si exceptuamos,
en efecto, los trabajos de J. ljsewijn,? K. Kohut8 y C. Balavoine,9 tan sólo hallaremos

3. C. G. NOREÑA, Juan Luis Vives,trad. A. Pintor Ramos, Madrid, 1978, p. 142.


4. lo. Lodouici Viuis in Bucolica Vergilii /nterpretatio,potissimum Allegorica, nunc primum in lucem edita.
Basileae. In officina Roberti Winter, 1539, en 8º. Esta edición, que se conserva en la Biblioteca Nacional (Sign.
R/33939), presenta corno particularidad la no inclusión en sus páginas del texto completo de Virgilio. Ediciones
posteriores, sin embargo, encabezan cada uno de los diez comentarios de Vives con la correspondiente égloga del
autor de Mantua. Este es el caso del texto que nosotros hemos manejado y que, bajo el titulo de loan. Ludouici Viuis
Bucolicorum Vergilii lnterpretatio potissimum Allegorica, aparece contenido en la siguiente edición: lo. Ludouici
Viuis Valentini Opera,in duos distincta tomos ... Basileae. Apud Nicolaum Episcopiurn Iuniorern, 1555, vol. l., pp.
640-679. En lo sucesivo, nos referiremos a ella indicando tan sólo la página.
5. J. ESTELRICH, en su obra Vives. 1492-1540, Paris, 1941, pp. 70-71, certifica la existencia de cuatro
ediciones de la /nterpretatio Allegorica: Antverpiae.- 1544, Parisiis.- 1548, Parisiis.-1560, y Basileae.- 1575; por
otra parte, hemos encontrado recogidas tres ediciones más en el Catalogue général des livres imprimés de la
Bibliotheque Nationale,vol. CCXII- Virgile/Vives, Paris, 1972, p. 1043, a saber, Basileae.-1561, Basileae.- 1586,
y Basileae.- 1613.
6. O. c.,p. 143.
7. J. DSEWIJN, "Vives et Virgile" en Présence de Virgile, ed. R. Cheva!Eer = Caesarodunum 13 bis, 1978,
pp. 313-321.
8. K. KOHUT, "Literaturtheorie und Literaturkritik bei Juan Luis Vives" en Juan Luis Vives. Arbeitsgespriich
in der Herzog August Bibliothek Wolfenbüttel vom 6. bis 8. November 1980, ed. A. Buck, Hamburg, 1981, pp. 35-
47.
9. C. BALAVOINE, "Vie et mort de l'allégorie dans les commentaires des Bucoliques virgiliennes a la
Renaissance" en Hommages ti Henry Bardan, edd. M. Renard - P. Laurens, Bruxelles, 1985, pp 10-40.
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--como mucho- alusiones esporádicas a la Interpretatio allegorica de Vives y la in­


clusión de la misma en alguna que otra enumeración, más o menos exhaustiva, de los
numerosísimos comentarios renacentistas de las Églogas de Virgilio, como, sin ir más
lejos, la llevada a cabo por J. Closa. 10
Por lo que a nosotros respecta, ver en qué medida la aportación de Vives repre­
senta -hasta cierto punto- una novedad en el amplísimo contexto de los menciona­
dos comentarios, y analizar simultáneamente la evolución de la teoría poética vivesia­
na en función de los contenidos de este opúsculo, constituirán los ejes principales
alrededor de los cuales girará nuestra exposición. Retomando las palabras de la propia
C. Balavoine y llevándolas a nuestro terreno, podríamos decir, en suma, que con
nuestro esfuerzo "on cherchera moins a saisir Virgile a travers le regard que la
Renaissance porte sur luí, qu'un aspect de la Renaissance a travers les questions
qu'elle pose au texte de Virgile".11
Quizás debamos buscar en la atestiguadísima presencia de Virgilio en el Renaci­
miento europeo la causa, si no principal, al menos primaria, del interés despertado en
Vives por la obra del poeta; interés que, por otra parte, no deja de sorprender un tanto
a los medianamente conocedores de los postulados poéticos proclamados por Vives,
esparcidos indiscriminadamente a lo largo de su cuantiosa producción, por lo que
éstos encierran de recelo y, en ocasiones, repulsa ante la poesía en general, como más
adelante veremos. No descubrimos nada nuevo -es evidente-, si aludimos aquí a la
enorme y variadísima influencia ejercida por el corpus virgiliano en el siglo XVI,
desatada, básicamente, a raíz de la publicación en Roma por Giovani Andrea de la
editio princeps -generalmente fechada en 1469-, y de la aparición dos años más
tarde, en 1471, de la primera edición de los comentarios de Servio; comentarios que,
a partir de 1475, emprenderán una larga carrera editorial estrechamente unida a la
propia obra del de Mantua.12 A partir de estas fechas, en efecto, la influencia de
Virgilio se dispara: se suceden las ediciones de sus obras, proliferan los comentarios
de las mismas -en particular los de Bucólicas y Eneida- en un tono más filológico
que el de los llevados a cabo durante la Edad Media, y comienzan a ponerse en
circulación diferentes traducciones de los textos latinos a las lenguas vernáculas; por
no hablar de las numerosísimas semblanzas de su persona y alusiones a su obra,
diseminadas por los escritos de tantísimos humanistas, así como del influjo directo
sobre la creación poética renacentista. Figuras destacadas del humanismo europeo de
la talla de Lorenzo Valla, Antonio de Nebrija, Lucio Marineo Sículo, Baltasar de
Castiglione, Desiderio Erasmo o Francisco Sánchez de las Brozas -por citar sólo
algunos nombres entre muchos- canalizan cumplidamente esa presencia a través de

1O. J. CLOSA, "Vergilius, poeta latinus: Virgili en els humanistes hispanics" en Studia Virgiliano: Acles del
V/e Simposi d' estudis cliissics 11·13 de Febrer de 1981, Bellaterra, 1985, pp. 153-161.
11. O. c., p. l l .
12. Como señala C. Balavoine -cf O. e., p. 12-, esta carrera conjunta tiene su punto de partida en Venecia
en 1475, ciudad y fecha en que, por vez primera, aparecen los dos textos en una misma edición bajo el título de
Omnia... quae Vergilius composuit una cum Servii Honorati commentariis.
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las diferentes parcelas filológicas más arriba indicadas; 13 por algo Virgilio -dato
recogido por A. Buck14 y atestiguado en multitud de textos- es considerado en el
Renacimiento el summus poeta de la literatura clásica. De este mismo estado de cosas
daba perfecta cuenta, por su parte, M. A. Di Cesare, cuando, al presentar un ambicio­
so proyecto de investigación destinado a compilar el ingente material bibliográfico
renacentista sobre Virgilio y su obra, se expresaba en estos términos: "The point is
that, for many purposes of cultural history, the Renaissance Vergil -not necessarily
the Roman Vergil, though that is not so far away- as text must include works,
reception, commentary, controversy, multiple interpretations, multiple ascriptions. And
more: that larger history must include the attention or care devoted to that text, by
editor, printer, patron; the filiations of a particular working of that text, if such can
be discovered or determined; the philological conversations of the Humanists (in all
forms -letters and commentaries, debates and literaty compositions) and the heroic
efforts of the literary, pictorial, and musical artists"_IS Así es que, como vemos, en un
contexto tan favorable a la recepción y difusión de las obras de Virgilio, no habría de
resultar extraño, en absoluto, que alguien que, como Vives, parecía encarnar el pro­
totipo de humanista sintiese atracción por las Bucólicas y decidiese sumarse, con su
particular aportación, a la tendencia general de acercamiento al poeta clásico.
Sin embargo, limitar la intencionalidad de Vives a un movimiento general de
revisión de Virgilio sería simplificar las cosas en exceso, máxime si tomamos en
consideración una serie de datos inherentes a la concepción vivesiana de la poesía.
Por lo pronto, no podemos perder de vista -como agudamente señala J. Ijsewijn16-
un hecho significativo: determinadas personalidades relevantes para la Europa huma­
nista de la primera mitad del siglo XVI, tales como Erasmo, Budé, Moro, Melancht­
hon y el propio Vives, no son poetas en absoluto, muy al contrario de lo que era
norma generalizada entre los grandes humanistas italianos, con Petrarca a la cabeza.
Es más, en el caso concreto de Vives, se llega, incluso a percibir con frecuencia en
sus escritos un cierto desprecio "poco humanista" hacia la poesía, o, al menos, hacia
la poesía que no esté al servicio de la verdad y la piedad cristiana.17
En líneas generales, y aún a riesgo de simplificar en exceso, los puntos básicos

13. El trabajo de J. C1osa-cf. O. c.-presenta un esclarecedor compendio de las huellas de esa presencia en
los más destacados humanistas hispánicos e italianos.
14. A. BUCK, Die Rezeption der Antike in den romanischen Literaturen der Renaissance, Berlin, 1976, p.
166.
15. M. A. DI CESARE, "Seeking the Renaissance Vergil" en Bibliography and the Study of 15th-Century
Civilisation, edd. L. Hellinga-J. Goldfinch, London, 1978, p. 186.
16. O. c., p. 313.
17. Aunque Vives no llegó a escribir nunca un trabajo amplio sobre el arte poético, podemos, no obstante,
reconstruir de manera fidedigna sus puntos de vista y elaborar, incluso, una suerte de teoría literaria vivesiana al
respecto, gracias a las numerosas observaciones que encontramos repartidas, básicamente, en las obras siguientes
(citamos sólo título y fecha de escritura): Praelectio in Georgica Vergilii (1518), Commentaria in XXI/libros De
Civitate Dei Divi Aurelii Augustini (1521), Veritas fucata si ve de /icen tia poetica: quantum poetis liceat a veritate
abscedere (1523), De ratione studii puerilis ( 1523), De institutione feminae christiane (1523), De disciplinis libri
XX (1531), De ratione dicendi ( 1 532), y, finalmente, Bucolicorum Vergilii interpretatio (1537).
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de su teoría poética se podrían resumir del siguiente modo: el principio fundamental


que debe estar en la base de todo arte y toda crítica literaria es la verdad; la imagi­
nación y la ficción literaria equivalen a falsedad, por lo tanto, han de ser condenadas
sin reserva. La poesía habrá de ser contemplada, ante todo, como un problema filo­
sófico y moral en términos de verdad y engaño, aunque también como parte integrante
de la retórica, en la medida en que la función de ésta es regular la belleza del discurso.
K. Kohut, recogiendo el parecer de Vives, lo expresa de forma concisa con estas
palabras: "l. der Dichter darf alles tun, sofem er nur dem moralischen Nutzen dient;
2. seine Erfindungen müssen den rhetorischen Kriterien der Wahrscheinlichkeit, der
inneren Kohiirenz und der Angemessenheit gehorchen". 18 Esta doble valoración, moral
y retórica, de la poesía -significativamente plasmada en sus tratados pedagógicos, de
un lado, y en sus obras de crítica literaria, de otro- lleva aparejado un juicio igual­
mente doble y aparentemente contradictorio sobre la creación poética; en este senti­
do, mientras el Vives teórico de la literatura sabe apreciar la maestría en el manejo
de la lengua y es sensible al hechizo del verso, el Vives moralista y pedagogo, en
cambio, se pone en guardia frente a los peligros que encierra el artificio poético. Nos
encontramos, pues, ante una dualidad que K. Kohut19 interpreta, en primera instancia,
como expresión del mismo rigor y supuestas contradicciones de la personalidad de
Vives transferidos al terreno de su teoría literaria, y que, finalmente, no es más que
fruto de la influencia ejercida sobre él por los padres de la Iglesia a través del sistema
escolástico -y ello, a pesar de los continuados ataques que Vives arremetió contra
la escolástica medieval-. En esta misma línea se ubica la opinión de J. Ijsewijn20 al
respecto, y en cierto modo, también la nuestra: ese dilema entre un aparentemente hi­
potético, pero real, amor a la literatura, de una parte, y las limitaciones impuestas por
la tradición cristiana, de otra, no son -a nuestro entender- más que una manifes­
tación concreta del conflicto ideológico típico de una sociedad en transición como la
renacentista. El Renacimiento no supone, en efecto, un corte radical con la Edad
Media, y mucho menos a nivel de ideología. Así pues, la coexistencia de postulados
contrapuestos en la teoría poética de Vives es achacable, fundamentalmente, a la
alternancia de unos elementos organicistas, propios de un modo de producción --el
feudal- en vías de extinción en el siglo XVI, con otros más específicos de la nueva
ideología impuesta por la burguesía creciente.21
Estos principios que, de forma tan sucinta, acabamos·de esbozar aquí son los que
marcan la pauta para ent&nder el auténtico porqué del interés de Vives por Virgilio;
mucho más -no cabe duda- que la generalizada actitud renacentista de veneración
y difusión de la obra del poeta y del mundo clásico en general, anteriormente aludida.

18. a. c., p. 39.


19. O. c., p. 44.
20. O. c., p. 314.
21. Un exhaustivo análisis de todo lo concerniente a la problemática ideológica de las formaciones sociales
de transición y, en concreto, de la transición que llevó aparejada el nacimiento de la burguesía, se puede encontrar
en J. C. Rodríguez, Teoría e historia de la producción ideológica, Madrid, 1974.
460 JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ PEREGRINA

Sobre todo, si tenemos bien presente --como pone de manifiesto C. G. Noreña22- el


hecho de que Vives nunca se dejó deslumbrar por el resplandor de la Antigüedad en
su conjunto, y que, con frecuencia, llegó, incluso, a censurar en otros humanistas la
adoración desmedida y acrítica que sentían por el mundo grecolatino. Así es que,
cuando Vives rescata y pondera la figura y obra de Virgilio, lo hace, fundamentalmen­
te, porque no piensa en él como poeta, sino como moralista -por las enseñanzas que
de sus escritos se desprenden- y como retórico -por la fuerza contenida en sus
versos, capaz de mover al bien-. Sirvan como prueba de esto que decimos las propias
palabras de Vives, pues traeremos a colación en nuestra ayuda una de sus obras de
juventud, fiel exponente de su temprana vocación virgiliana; nos estamos refiriendo
a la Praelectio in Georgica Publii Vergilii Maronis,23 en cuyas páginas iniciales, y
tras dejar clara constancia de la calidad moral del poeta a base de enumerar todas
aquellas personalidades en las que se dejó sentir el peso de su influjo, efectúa las
siguientes consideraciones:
"Sed quid est, quod tot uiri, tot ingenia, tot aetatib. omnes tam admirati, tam
uenerati sunt, tam coluerunt nostrum poetam? Ego sane quid aliud esse crediderim,
quam uersibus eius at{mirabilem inesse uim docendi, delectandi, ac mouendi. Nam
hae sunt uirtutes summi ac absoluti oratoris: quibus ipse audientes omnes, quocunque
collibitum fuerit, non modo Libenter hilariterque sequentes ducit, sed inuitos atque
repugnantes, aut trahit aut impellit. Vergilius quum narrat, perinde ducit nos in rem
presentem, ac si eam oculis contueremur. Verbis enim aptissimis id facit, quae si uel
paululum commutes, non idem habeant uirium, non illam energiam".24
Una vez establecidas, pues, las premisas sobre las que se basa la apreciación
vivesiana de Virgilio, veamos ahora en qué medida valora el humanista cada una de
las composiciones del poeta, y en función de qué criterios esa valoración cambia de
signo con el paso del tiempo.
En lo que al primer asunto se refiere, y ateniéndonos todavía a lo expuesto en la
Praelectio, observamos un doble razonamiento en el discurso de Vives: por un lado,
acude a los originales griegos, inspiradores de Virgilio, para determinar el grado de
maestría de su imitación; por otro, y con el mismo fin, alude a los tres niveles de
estilo -"tria dicendi genera"25- con que se corresponden las tres piezas. En base a
estos dos argumentos, establece una clasificación a propósito de Bucólicas, Geórgi­
cas y Eneida, según la cual queda patente la absoluta supremacía de las Geórgicas
sobre las otras dos; pues, si las Bucólicas -argumenta- no igualan el encanto de su

22. O. c., p. 188.


23. No se trata de una obra, en el sentido convencional del término, sino del texto de su lección introductoria
a la lectura de las Geórgicas, que él explicó al joven Antonio de Berges, hijo de un cortesano de Bruselas, a modo
de clase particular, en Lovaina en 1518. El texto que hemos utilizado está incluido en el primer volumen de la citada
edición (Basileae.- 1555) de los Opera Omnia de Vives, entre las páginas 680 y 685. En lo sucesivo, para referimos
a él, lo haremos indicando tan sólo la página.
24. Opera, p. 682.
25. Opera, p. 683.
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modelo, Teócrito, ni la Eneida --quizá por adolecer de una última revisión- llega
a superar el epos homérico en todos sus pasajes, las Geórgicas, en cambio, mejoran
con mucho el original de Hesíodo. Y ello debido, fundamentalmente, al tono mediano
(medium) empleado por Virgilio en la escritura de éstas, frente al tono sencillo (hu­
milde) de las Bucólicas y el elevado (sublime) de la Eneida. A estas consideraciones
habría que sumar, en última instancia, la propia naturaleza didáctica del tema que se
desarrolla en la obra, como elemento en igual medida determinante de esa supremacía.
Años más tarde, sin embargo, la postura de Vives ante las Bucólicas cambiará sustan­
cialmente. Sin duda alguna, su mayor preparación y su propia evolución personal -
así como la de su época- le llevan a valorar de un modo diferente lo que, al comienzo
de su carrera, sólo era en su estima un opúsculo a la sombra de las Geórgicas. Así
pues, en esta última etapa --como deja bien claro en el prefacio de la Interpretatio
al/egorica-, Vives parece más dispuesto a dejarse llevar por el puro placer de la
poesía ("... non dubitabo seueritati meorum studiorum remissiones has animi periu­
cundas admiscere, et aliquid in festiuiores Musas commentari"26), y a reivindicar para
las Bucólicas -a pesar de la deuda contraída por éstas con la obra de Teócrito-- un
fin más noble que el del original griego en virtud de un factor decisivo: la doble
lectura a que es posible someter este texto virgiliano, que evidencia una mayor rique­
za alegórica que la de las otras dos composiciones de su autor; en palabras de Vives:
"Neque enim si nihil subesset magis reconditum, quam quod uerba prae se ferunt,
opus illi fuisset triennali expolitione, mutuanti praesertim pleraque omnia a Theocrito
Siculo"·21
Llegados a este punto, encontramos de nuevo una clara oposición entre la tenden­
cia general renacentista y las auténticas motivaciones de Vives al emprender su
comentario de las Bucólicas. Durante todo el siglo XVI, en efecto, t< incluso hasta más
allá, el género pastoril alcanza un extraordinario desarrollo, cimentado, básicamente,
en el redescubrimiento de Virgilio y en la aceptación de su obra bucólica como
modelo único, pues la imitación de Teócrito, que, a mediados del siglo XV era
simultaneada con la imitación de Virgilio como alternativa a una poesía pastoril más
realista y -por así decir- más fácil, fue haciéndose cada vez más rara --como
atestigua A. Tissoni Benvenuti28- a fmales del siglo XV y durante todo el siglo XVI.
De cualquier forma, la poesía bucólica que se cultiva en el Renacimiento no podría
ser enclavada, en palabras de G. Highet,29 dentro de lo que se denomina "gran lite­
ratura"; se trata, por el contrario, de un género que sirve a un propósito muy real:
provocar en el lector un alto grado de evasión. En este sentido es en el que, eviden-

26. Opera, p. 640 .

27. Opera, p. 640 .

28. A. TISSONI BENVENUTI, "La restauration humaniste de l'églogue: l'école guarinienne aFerrare" en
Le genre pastoral en Europe du XV' au XVII' siecle. Actes du col/oque international tenu a Saint-Etienne du 28
septembre au ler octobre 1978, publications de I'Université de Saint-Etienne, 1980, pp. 25-33.
29. G. HIGHET, La tradición clásica. Influencias griegas y romanas en la literatura occidental, vol. 1, trad.
A. Alatorre, México, 1954, p. 262.
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temente, tal suerte de literatura llegó a desempeñar una función útil, a base de idea­
lizar los aspectos sórdidos de la vida y de crear una cierta fantasía poética. Pero éstas,
que constituyen las pautas generales dentro de las que se mueve el género en el siglo
XVI, no se corresponden en absoluto con la imagen que tiene Vives de las Bucólicas
de Virgilio ni con lo que él considera fundamental en esta composición.
Es más, Vives ni siente consideración alguna hacia la poesía pastoril como género,
ni hacia Teócrito como inventor de tal modalidad poética; los temas y figuras contem­
plados por el poeta griego en sus composiciones no son para nuestro humanista más
que cosas rústicas, carentes de toda trascendencia, y propias de una civilización todavía
joven e inmadura. Con las Bucólicas de Virgilio, en cambio, asistimos al avance de
un peldaño más en la evolución de la cultura occidental; evolución que queda clara­
mente manifiesta a través de un hecho revelador: tras la arquitectura formalmente
bucólica de las Églogas se esconde un contenido mucho más sublime, que nada tiene
ya que ver con la tradicional intrascendencia del género. Si esto no fuese así, no
tendría explicación alguna el enorme interés despertado por la obra en su época entre
los mayores talentos romanos: "Adde quod maximis Romanorum ingenijs illa elabo­
rabat: Cor. Gallo, Asinio Pollioni, Varo, Tucae, ipsi quoque principi Augusto, qui
leuiculis rebus et pastoricijs sine altiore aliqua sententia, haud facile fuissent capti,
assueti Graecis Latinisque grauissimarum materiarum scriptoribus".30 Por eso, la
función básica del comentarista es leer entre líneas y desempolvar el auténtico sentido
de los versos, sabiamente camuflado por la imaginería bucólica: "Poetae etiam red­
demus mentis suae scopum, et ostendemus non in rebus leuiculis consumptos illi esse
tot uersus"Y
Todo lo argumentado, en consecuencia, parece conducir a un único tipo de
comentario posible: el alegórico. Esta forma de encarar los textos clásicos -y, en
concreto, la poesía de Virgilio-- había contribuido a establecer, a través de los
numerosísimos comentarios medievales, una minuciosa doble lectura para cada uno de
sus versos, de tal modo que la alegoría había llegado a ser enjuiciada como caracte­
rística connotativa de la poesía pastoril. Al decantarse, pues, Vives, por esta moda­
lidad interpretativa, se inserta en una tradición comentarista que arranca de Servio y
alcanza su mayor desarrollo durante la Edad Media. Nada, en efecto, parece cuadrar
tan bien al organicismo medieval como los comentarios alegóricos, exponentes
máximos de una concepción de la sociedad como cuerpo orgánico, en el que nada es
lo que parece y en el que la sustancia auténtica de las cosas permanece oculta bajo
su correspondiente signatura. Así pues, el espíritu que alimenta el comentario de
Vives es en esencia medieval, aunque, amalgamados con él, se manifiestan otros
elementos propios de un estado de ideología más avanzado (exaltación de la noción
de sujeto, interés filológico por el texto, etc.). En este sentido, la Interpretatio alle­
gorica in Bucolica Vergilii se nos presenta como un típico discurso de formación de

30. Opera, p. 640.


31. Opera, p. 640.
LA ÉGi.;OGA IV DE VIRGILIO A TRAVÉS DE LA INTERPRETAT/0 ALLEGORICA DE LUIS VIVES 463

transición, en la medida en que refleja la convivencia de dos matrices ideológicas,


correspondientes a dos modos de producción distintos, en un momento en que una de
ellas -la feudal- lucha por seguir manteniendo su hegemonía, y otra -la burgue­
sa- trata de imponerse.
A pesar de esta importante conexión a nivel ideológico con el período medieval,
a nivel filológico, sin embargo, el comentario de Vives se nos antoja doblemente
innovador. Si -como ya apuntábamos más arriba- desde la publicación de los
comentarios de Servio a las obras de Virgilio -y, fundamentalmente, a las Bucóli­
cas- se inaugura una tradición comentarista del poeta, rigurosamente observada
durante el Renacimiento, y de cuya línea principal -como bien pone de manifiesto
C. Balavoine32- no se apartan en lo sustancial ni los comentarios de los humanistas
italianos Cristoforo Landino y Antonio Mancinelli, ni el del holandés Josse Bade
-por citar tan sólo algunos significativos ejemplos-, y si estos hechos marcan la
pauta para comprender la fuerza de una tradición escolar, tendente a eliminar toda
iniciativa heterodoxa y a venerar el comentario de Servio al mismo nivel, práctica­
mente, que la obra de Virgilio, la aportación de Vives, en cambio, supone, en primer
lugar, una voluntad expresa de ir más allá de los límites impuestos por Servio a la
hora de afrontar la interpretación. Esto se traduce, en el texto vivesiano, en dos
niveles de lectura alegórica: por un lado, se establece -a la manera de Servio- la
correspondencia entre las imágenes de Virgilio y la realidad histórico-política que
aquéllas esconden; por otro -y aquí está la originalidad de Vives-, se pretende,
junto a la tradicional visión cristiana de las Bucólicas, una lectura más libre de los
versos, que, alejándose un tanto de la propia intención del poeta, entresaque de ellos
una verdad filosófica no menos útil y agradable al lector: "Non dubito quin allegoriam
aliquibus uersibus aptauerim, de qua poeta ne cogitarit quidem: ut alias permultas,
ad quas procul dubio respexerit, quum scriberet. sed id nec ingratum erit Lectori, nec
inutile".33 Es éste, curiosamente, un planteamiento cercano al que, ya en nuestra época,
ostenta el Profesor J. González Vázquez, cuando, al introducir su estudio sobre el
simbolismo de la naturaleza en la poesía de Virgilio, afirma: "Lo que sí creemos
fundamental es dejar bien sentado que lo que vamos a decir o comentar no lo damos
como voz del poeta, sino como nuestra propia voz. Sin que ello quiera decir, no
obstante, que lo presentemos como algo ajeno a nuestro poeta".34
En cuanto a la segunda novedad introducida por nuestro humanista, hay que poner
de relieve que, en virtud de la segmentación del texto virgiliano que Vives lleva a
cabo a base de seleccionar una serie de versos --o, en ocasiones, tan sólo de palabras
aisladas-, a partir de los cuales desarrolla su interpretación, el comentario se apro­
xima terriblemente a la técnica emblemática, puesta de moda por el humanista italiano

32. O. c., pp. 17-18 y 21-23.


33. Opera, p. 640.
34. J. GONZÁLEZ VÁZQUEZ, "El simbolismo de la naturaleza en la poesía de Virgilio" en Estudios de
Filología Latina Ill, 1983, p. 41.
464 JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ PEREGRINA

Andrea Alciato y difundida a partir de la publicación en 153 1 de la primera edición


de sus Emblemata. El exagerado gusto de Vives por los detalles, que está en la base
de esta fragmentación deliberada del texto de Virgilio, diferencia notablemente su
comentario de los restantes, más ortodoxos y globales.
Así es que, parafraseando una vez más a C. Balavoine,35 diremos, a modo de
resumen, que el ensanchamiento de la perspectiva alegórica propuesto por Vives se
opera según tres direcciones encaminadas a un mismo fm: la interpretación a la manera
de Servio, la exégesis cristiana -propia de los comentarios medievales- y la
emblematización del hecho literario.
Una vez efectuadas las anteriores consideraciones, y a modo de clarificador
ejemplo, bastará tan sólo con algunas ideas básicas, para entender la valoración
vivesiana de la Égloga cuarta de Virgilio y ver así cumplido el objetivo que nos
propusimos al comienzo de nuestra tarea. Huelga decir que, tras los primeros comen­
tarios de autores romanos contemporáneos e inmediatamente posteriores a Virgilio,
este texto ha sido punto de mira especialmente querido por los autores cristianos,
desde los padres de la Iglesia hasta los comentaristas del Renacimiento, pasando por
una interminable sucesión de intérpretes medievales. Como apunta S. Benko,36 la
posibilidad de conectar los términos "virgen" y "niño" con María y Jesús, así como
la presencia en el poema de determinadas ideas (el concepto de tiempo, la religiosidad
en la visión del mundo, el perdón como actividad redentora de la divinidad, etc.)
susceptibles de ser contempladas a la luz de la doctrina cristiana, fueron los factores
determinantes de la atracción ejercida por la égloga a través de los siglos. Vives,
lógicamente, en tanto que humanista cristiano -además de por otras causas ya
mencionadas aquí-, no podía quedar al margen de esa atracción. Su particular punto
de vista a este respecto se descompone --como ya hemos adelantado-- en tres niveles
de lectura, sustentados estructuralmente por la fragmentación del texto virgiliano en
treinta y cinco emblemas que delatan los puntos específicos de su interés.
En el primer nivel, Vives establece, de un lado, el sentido literal del texto, y
proporciona, de otro, la primera lectura alegórica del mismo, en una línea interpreta­
tiva similar a la impuesta por Servio. Se aclaran, por tanto, los pasajes oscuros a nivel
primario (citas mitológicas, referencias geográficas, etc.) y se establece la pertinente
correlación de las situaciones y personajes referidos con las situaciones y personajes
históricos que los primeros enmascaran. Para resolver con éxito las dificultades de
esta fase, Vives cuenta a su favor con una amplísima fomación y vastos conocimien­
tos sobre el mundo antiguo en diferentes campos (mitología, geografía, historia civil,
etc.). No en vano, consideraba esencial para una buena interpretación de los textos
clásicos disponer de un conjunto de saberes, tales como historia, filosofía, derecho,
instituciones, astronomía e, incluso, medicina -lo que hoy entenderíamos como
disciplinas filológicas-, capaces de ayudarnos a entrever el sentido de ciertas oscu-

35. O.c., p. 28.


36. S. BENKO, "Vergil's fourth Eclogue in christian interpretation" en ANRW II 31, 1, 1980, pp. 646-705.
LA ÉGLOGA IV DE VIRGILIO A TRAVÉS DE LA /NTERPRETAT/0 ALLEGORICA DE LUIS VIVES 465

ridades, que el simple dominio de la lengua latina no podría aclarar en absolutoY En


base a los datos suministrados por tales disciplinas, pues, se identifica, efectivamente,
el niño aludido en la égloga como el hijo prematuramente fallecido de Asinio Polión;
se traza una semblanza de la personalidad histórica de este cónsul y del momento en
que desempeñó su consuldado, y se suministran prolijas explicaciones sobre las
divinidades y figuras mitológicas que salpican el texto.
En lo que al segundo nivel se refiere --el de la consideración cristiana del tex­
to--, Vives se coloca en una posición básicamente cercana a la interpretación de San
Agustín, autor que conocía a la perfección y a propósito de cuya obra De Civitate Dei
había escrito unos extensos comentarios en su etapa de juventud. Así es que, como
hizo el santo, Vives entiende que la Égloga cuarta sólo encuentra su auténtica signi­
ficación si es referida a la figura de Cristo: /taque omnia sunt de Christo, de quo et
nos interpretabimur, et uendicabimus suo domino possessionem. Taceant impij. nam
uel simplici uerborum sensu, absque ullis omnino allegorijs, de nullo prorsus afio
potest intelligi quod hic dicitur, quam de Christo".38 Se aparta, pues, de una tentación
bastante frecuente en las exégesis medievales, consistente en identificar al niño del
poema con Jesús, y a la virgen que se menciona con la Virgen María de la religión
cristiana; con respecto a esto último, el humanista se resiste a un paralelismo tan
simple: "Dixerat aliquid forsan Sibylla de diua Virgine, id poeta ad uirginem iusti­
tiam transfert. aut forsan de ingenti iustitia Christi, et aureo seculo".39 Y en la misma
tónica agustiniana se insertan ideas como la del perdón del pecado original a través
del bautismo -supuestamente encubierta en los versos 13 y 14 del poema-, la trans­
posición del locus amoenus presentado por Virgilio al cuerpo social de la Iglesia, o,
por último, la aceptación del valor profético de los oráculos de las Sibilas. Pero es,
sin lugar a dudas, en el tercer nivel en donde encontramos las aportaciones más in­
teresantes de Vives, las más personales e innovadoras; el criterio de exactitud de la
alegoría es sustituido por el de adecuación, y, en consecuencia, la interpretación que
se presenta existe fuera de toda referencia a Virgilio, con lo cual el texto virgiliano
puede servir de soporte a una verdad que ya no es exactamente la de Virgilio. El
ejemplo más claro de esto que decimos es la identificación, genuinamente vivesiana,
de las Parcas con las tres personas de la Santísima Trinidad, identificación mediante
la que Vives llega tan lejos en su libertad de lector frente al texto, que no puede por
menos que retractarse, en cierta medida, de tan original punto de vista por miedo a
ser malinterpretado. Transcribimos el emblema en su totalidad -cita virgiliana y
comentario de Vives- por lo original de la propuesta: "Concordes stabili./ Fortasse
nimium curiosum uideri posset, si per hasce Parcas concordes numine et uoluntate
fatorum, intelligi Sibyllam uoluisse diceremus, tres personas in diuinitate, sed haec ne

37. Ya en su primer acercamiento a la obra de Yirgilio a través de la Praelectio in Georgica--cf Opera, p.


683-arremetía contra los filólogos de su época que pensaban que el simple conocimiento del latín bastaba para
interpretar a los poetas.
38. Opera, p. 657.
39. Opera, p. 657.
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attingamus, ne obtundamur uel impiorum uel morosum uociferatione ac quiritatio­


ne".4o
Con todo lo hasta aquí expuesto no hemos pretendido, en absoluto, agotar el
recuento de las múltiples lecturas de la Égloga cuarta que, en cada uno de los niveles
de alegoría, ofrece un comentario tan rico y singular como el de Vives. Hemos querido
--eso sí- llamar la atención sobre un discurso, innovador en su momento -tanto a
nivel formal como ideológico-, y que supuso, ciertamente, un caso aislado, no sólo
en algunas de las interpretaciones aventuradas, sino también en la evolución que
apuntaba a través de esa contaminación de las reglas ortodoxas de un género con
elementos específicos de otro, el de los emblemas. Quizá en este último factor resida
el hecho del éxito manifiesto del comentario en su siglo, y, paradójicamente, también
el de su escaso eco y continuación en comentarios posteriores. En cualquier caso, y
para terminar, diremos que resulta interesante comprobar, cómo, gracias a la obra de
Virgilio, un humanista de la altura y el rigor de Luis Vives llegó a otorgar a la poesía
un lugar de privilegio en su estima, reconciliando los conceptos de "utilidad" y
"belleza".

40. Opera, pp. 658-659.

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