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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

Seminario de Espiritualidad
Documento de trabajo

EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL

1. ¿Qué es la dirección espiritual?

El ejemplo de dos viejos jesuitas: dirigidas (idea de autoridad, instrucción, te digo lo


que te conviene) y amigas (relación afectiva, reciprocidad). Se puede hablar de
dirección en el sentido de que uno va caminando con una orientación, con un rumbo,
con un propósito en la vida, En esta marcha se establece una relación de confianza
con alguien que se convierte en compañero de camino.

Lo que distingue al acompañamiento espiritual de otras formas de acompañamiento


o terapia es que el foco de atención es la experiencia de Dios. Este es el factor
integrador que unifica a toda la persona, su historia personal y la vida que vive en el
mundo. Así la pregunta clave del acompañamiento espiritual es: ¿Dónde está Dios?
¿En mi vida, en mi historia, en mi experiencia, en mis decisiones, en mis deseos, en
mis esperanzas, en mis corajes, en la enfermedad, en mis temores, en mi trabajo, en
mis relaciones, en todas las instancias de mi ser?

2. Algunas reglas básicas (mínimas) para un acompañante.

2.1 Un buen acompañante escucha mucho y habla poco. Escuchar con atención,
con compasión. El escuchar compasivo es muy activo. Hoy día un director
espiritual que habla mucho debería preguntarse qué necesidad es esa que
tiene de hablar tanto.

2.2 No debes suponer que sabes o entiendes: siempre pregunta. Aún cuando
crea que tengo la intuición clave, en vez de decírselo a la persona, ayudarla a
que ella misma lo descubra. Preguntar siempre ¿te parece?, ¿Te entiendo
bien cuando dices?

2.3 No debes dar consejos, ni regañar, ni juzgar. Ni tampoco predicar. No dar


consejos porque al fin y al cabo la gente hace que lo que quiere y puede.
Regañar rompe las relaciones. ¿Y quién soy yo para juzgar al otro? Tratar de
acoger a la persona ahí donde está: con sus sentimientos, con su dolor, con
toda su rabia. Lo que intentas hacer no es resolver el problema a la persona,
sino acompañarla en su crecimiento, al encuentro con Dios en su proceso
personal.

2.4 Ayuda a tomar conciencia de lo que pasa. Es importante ir llevando a la


persona mediante preguntas apropiadas para que ella misma caiga en la
cuenta de lo que está sucediendo en su vida. Si yo le digo lo que le pasa,
entonces le quito su responsabilidad. Cuando le digo al otro lo que le pasa,
estoy tomando yo las riendas de su vida. La base del proceso de crecimiento
personal es la toma de conciencia de lo que me sucede.

2.5 Conócete a ti mismo, tus cualidades y límites. ¿Qué he Ido aprendiendo de mi


mismo en la relación de acompañamiento? ¿Cuánto invierto de mi
emocionalmente en esta relación? Vale la pena tomar un momento después
de la entrevista para ver qué me pasó en la sesión (puedes hacer un QMH) o
escribir tus sensaciones. Lo que le sucede al acompañante en la sesión
puede iluminar la problemática del acompañado.

2.6 Aprende a manejar las transferencias y contratransferencias. La persona a la


que estoy ayudando me transfiere (proyecta) cosas que no son mías. Por
ejemplo, si un muchacho tiene problemas serios con figuras de autoridad, o
mucha agresividad hacia la figura paterna, o tuvo una relación muy conflictiva
con su padre, es posible que me transfiera ese conflicto a mi como director
espiritual. Es Importante tomar conciencia de lo que está sucediendo, porque
además yo como director espiritual experimento sentimientos hacia el dirigido
(contratransferencias) . Estas situaciones se hacen más difíciles en la
formación porque nos toca vivir con los formandos y en muchas ocasiones
tenemos también la función de autoridad en la comunidad.

2.7 Debes mantener la sintonía con Dios. Para poder escuchar la experiencia de
Dios que otra persona nos relata se requiere estar en sintonía con el Señor.
Un acompañante que no ora con regularidad difícilmente va a poder sintonizar
espiritualmente con las personas que piden su ayuda.

2.8 Confía en tus propias intuiciones. Escúchate a ti mismo, lo que vas


percibiendo de la persona, pues casi siempre acertarás. Esto no quiere decir
que tenga que revelarle a la persona todo lo que veo; mejor que ella misma lo
descubra.

2.9 Ten reverencia por las personas. Cada persona es sagrada, es lugar donde
Dios se hace presente y se revela.

2.10 Cultiva la actitud contemplativa. Es fomentar la atención a otros. Ayudar a la


persona a mirar más allá de si misma. La experiencia espiritual tiene que ver
con la vida real, con la historia y con los problemas del mundo.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA DE CALI
Decanatura del Medio Universitario

Para disponernos a hacer los ejercicios.

Acompañar una experiencia 1


.

1. Marcados por una búsqueda

“El ejercitante que comienza (los ejercicios) está ya marcado por una búsqueda, un deseo,
compromisos, certezas; incluso dentro de la turbación y el desorden, existe entre Dios y él una
relación que ya tiene su historia... el acompañante ha de intentar captarlos, para presentar a la oración
del ejercitante los puntos de partida que hagan justicia a lo que él vivía más o menos confusamente en
el curso de las semanas o de los meses o de los años precedentes... nada en absoluto preparado de
antemano en la meditación del “Principio y Fundamento”, sino una mirada sobre Dios y sobre el
mundo que tenga en cuenta las expectaciones actuales de la conciencia. La “indiferencia” no es una
gracia inesperada que se presenta al ejercitante como una especie de novedad a la cual debería
aferrarse para ser fiel sino que aparece como la expresión de una necesidad actual que el ejercitante
experimenta en su existencia diaria y en su deseo de ser conducido por Dios.

Es, pues, un período en el que entre el acompañante y el que comienza los ejercidos, se establece un
diálogo muy rico: se trata de hacer aparecer, de dar nombre, de clarificar, las tendencias que son ya
de hecho significativas de una experiencia espiritual: ¿qué dios, qué oración, qué deseo, qué relación
con los hombres, qué absoluto, qué pasiones y, en medio de todo esto, qué preferencias, qué
desórdenes, qué don de sí? Se trata de una experiencia que hay que recoger: el ejercitante ha sido
tocado en su ser, ha experimentado en sí fuerzas que le conducían o lo solicitaban, todo es cuestión
de vida y destino...
En primer estado del retiro, lo que importa es que se acepte todo lo que le constituye y le oriente.

2. Someterse a la prueba del ejercicio.

Excesiva o exhuberante la riqueza que aporta el ejercitante es ciertamente riqueza. Para depurarla, el
acompañante puede ser tentado de ignorarla o de rechazar toda una parte. Hará entonces él mismo
una selección peligrosa por prematura y poco fundada. La verdadera depuración pasa por otro
camino, que San Ignacio llama el “ejercicio”.

Lo hemos dicho ya más de una vez: toda la originalidad de San Ignacio consiste en someter al
ejercitante a un “modo de proceder” por ejercicios sucesivos. El acompañante es el testigo activo de la
transformación de una fuerza confusa y tumultuosa en una riqueza de lucidez y de libertad. No puede
nada sobre la acción de Dios, ni sobre el encuentro del Creador y su creatura, pero puede ayudar al
que “se ejercita” a disponerse y prepararse.

Y lo hace sugiriéndole introducir en su jornada “tiempos” más o menos breves, pero determinados de
antemano. Existe un conjunto de medios en servicio: velar sobre el comienzo de este “tiempo” de
ejercicio y sobre la unificación del deseo en torno a una petición de gracias; vigilar sobre el fin que
recoge el fruto; después del ejercicio intentar percibir el significado del mismo como momento de la

1 Cf. Maurice Giuliani, S.J. “La experiencia de los Ejercicios Espirituales en la vida” c.8, Ed.
Mensajero, Sal Terrae, Colección Manresa.
experiencia que continúa desarrollándose. Durante el ejercicio mismo, el ejercitante es “invitado” a
trabajar por una oración que de mil maneras pone en juego todas las facultades del hombre en su
inteligencia, su corazón y su cuerpo...

3. Ayudar a conocer las mociones

Si el ejercicio es una actividad espiritual que ayude a conocerse, su objetivo efectivamente es hacer
aparecer en el alma toda clase de “mociones, gracias a las cuales se disciernen los movimientos
positivos y los negativos, lo que libera y lo que esclaviza, lo que construye y lo que destruye. El
acompañante que quiere ayudar al ejercitante en su experiencia, se encuentra constantemente en
presencia de esta “agitación”. Sin entrar aquí en el análisis del discernimiento de espíritus, es
necesario, sin embargo, subrayar la importancia particular de la “moción”.

La experiencia del ejercitante es ya muy rica. Incluso, antes de entrar en los ejercicios, experimentaba
sin saberlo la acción de estos diversos espíritus, pero, al no saberlo, no obtenía de ello ninguna luz:
muy al contrario, se inquietaba. El primer beneficio de los Ejercicios es demostrarle que estos
movimientos interiores eran fuente de vid ay de progreso. En esto, el acompañante puede aportarle
una luz liberadora. Tan pronto como ha pasado este primer período, se produce un despertar y las
“mociones”, aceptadas como campo privilegiado de experiencias, parecen multiplicarse.

En efecto, costos o reticencias, sentimientos de paz, de alegría, de fuerza o sus contrarios, anidan
ahora en el corazón del ejercitante, con ocasión de su oración... el conjunto de estos sentimientos
humanos (San Ignacio diría: sus “afecciones”) se encuentra en movimiento. La “moción” es
precisamente la que provoca los desplazamientos de sentido y de distancias en relación con el
sentimiento que se experimenta...

Se crean vinculaciones entre los estados interiores sucesivos, y el ejercitante reconoce lo que, con el
tiempo, le aparece como positivo o negativo. Determina poco a poco los criterios según los cuales se
juzgan estos movimientos interiores: criterios de fe, que son siempre los del espíritu de Cristo (don de
sí, pureza interior, sabiduría de las Bienaventuranzas, etc.) y criterios humanos (donde domina el
capricho, la voluntad
“propia” etc.).

es siempre la experiencia inicial... la que se desarrolla o más bien se diversifica a través de una
realidad humana que adquiere sentido espiritual al suscitar la respuesta de la fe. Cada fase e los
ejercicios, más aún, cada ejercicio... lleva al ejercitante a preguntarse sobre todo lo que lo “mueve” y
sobre las “afecciones” que se modifican en él. Ahí es donde el acompañante “acompaña”
verdaderamente una experiencia en pleno progreso: ayuda al que se ejercita a poner nombre a los
movimientos que moran en él y a juzgarlos espiritualmente por los efectos que provocan, reveladores
del Espíritu de Dios...

El ejercitante percibe vivamente, en razón de la situación humana en la que se desarrolla su


búsqueda, que estas “mociones” interiores están ligadas a su cuero, a su salud, a su herencia, a las
influencias que sufre. Sus temores y sus oscuridades, su paz y su alegría, se explican humanamente
por pruebas, por circunstancias afectivas, por datos experimentales. Es entonces cuando la misma
“moción” puede ser llamada “humana” en su origen y en sus manifestaciones, y “espiritual” en el
sentido que le da la fe. Lentamente los criterios evangélicos se le hacen más precisos hasta poder
vivir “según Dios” o “en el espíritu” las mil peripecias del psiquismo humano con sus propias leyes, que
él de ninguna manera puede modificar.

4. Poner plazos en la experiencia

La experiencia discurre así, de ejercicio en ejercicio, al ritmo de las mociones y conversiones que ella
suscita... El ejercicio ha llevado siempre consigo un “contenido” (San Ignacio dice: “materia”): ha
ofrecido “puntos” que, de una meditación a otra determinaban un recorrido interior, ha prestado la
palabra de Dios, siguiendo toda la historia del misterio de la salvación en Cristo. Este contenido no
tendría trascendencia ninguna, si la experiencia del ejercitante no prosiguiera gracias a la aplicación
de la pedagogía del ejercicio y gracias a los ritmos de las mociones experimentadas: no será,
entonces, en efecto, más que un programa abstracto cuyo valor doctrinal carecería de importancia en
la conversión del corazón.

Pero cuando el ejercitante conserva viva la “actividad espiritual” que constituye la riqueza de su
experiencia, los contenidos sucesivos que prestan los ejercicios (organizados en función de la
elección y distribuidos en “semanas”) desempeñan cada uno el papel de “plazos”, de topes, o si se
prefiere, constituyen instantes en los que se expresa el deseo y en los que el impulso de los
movimientos interiores toma cuerpo en torno a una gracia pedida y a una actitud espiritual esperada y
ya inicialmente puesta en acción. Por la palabra “plazo”, se entiende a la vez el punto en que se acaba
una fase, el acto de un nacimiento, el instante privilegiado en que la flor cuaja en fruto.

La gracia propuesta en tal o cual ejercicio sirve, efectivamente, de “plazo” en el que la vitalidad
espiritual del ejercitante alcanza un resultado provisorio, se formula y como que se manifiesta, pero
también en el que se canaliza en forma de fuerza que escapa a todo desorden interior. No sin razón
propone San Ignacio bajo forma de gracias sucesivas a pedir, el dolor por el pecado, el conocimiento
interno de Cristo, el conocimiento de la vida verdadera, etc. y se pueden legítimamente establecer
conexiones muy fuertes entre cada uno de los tiempos propios de cada una de las “semanas”. Pero la
fidelidad a estos diversos “contenidos” es ilusoria si de hecho el ejercitante los recibe como desde
fuera y se conforma a ellos sin ser “movido” por los deseos que esperaban nacer en él desde hacía
mucho tiempo, o que se van formando al hilo de los días del retiro.

Estos “plazos” propuestos por el acompañante marcan, pues, un camino sobre el que se asientan los
contenidos de los sucesivos ejercidos. Pero no son “plazo” más que en la medida en que inscriben en
la experiencia viva. Son las “mociones”, con todo el juego de alternativas, con su variedad de matices,
con sus ritmos propios, las que resultan de nuevo afectadas por el contenido del nuevo ejercicio, o las
que, por el contrario, no lo son, y consecuentemente lo rechazan como extraño. El ejercitante así lo
que se le ofrece, no por cálculo o por una decisión arbitraria, sino en nombre mismo de lo que vive en
su oración y en toda la riqueza de su relación con Dios.

El que “da los Ejercicios” sabe que el ejercitante es así conducido a situaciones espirituales con
frecuencia imprevisibles: es la vida concreta la que impone sentimientos de pobreza, de injusticia y de
humillación, de acción de gracias, de ofrecimiento, etc. Tales sentimientos, interpretados en la fe como
momentos de una evolución colorean y transforman el ejercicio propuesto, es decir, el que el
ejercitante hace suyo integrándolo en su experiencia. El da un determinado sentido, acoge o rechaza,
señala fuertemente un matiz que hubiera podido ser sólo secundario. Bajo el impulso de la experiencia
real que está viviendo, el ejercitante dice sí o no al contenido que le propone, un ejercicio nuevo, pero,
al mismo tiempo, marca de manera decisiva la dirección en la que es interiormente conducido y la
fuerza soberana de su voluntad bajo la gracia de Dios.

En primer lugar, conocer con rigor lo que contiene, al pie de la letra, el texto de San Ignacio, para
captar la experiencia espiritual a la que se refiere. No son las palabras las que hay que transmitir, sino
la carga que cada palabra lleva como una riqueza siempre actual. Las actitudes espirituales a las
cuales conduce tal ejercicio pueden reconocerse por muy diferentes giros, y ser formuladas según
sensibilidades muy distantes entre sí y conducir a orientaciones imprevistas. El acompañante, que
presenta el ejercicio, puede hacerlo abriendo o cerrando, es decir, adaptándose ya a la experiencia del
ejercitante, o quedándose, por así decir al margen de ella.

Además de este esfuerzo de fidelidad inteligente a la letra, el acompañante percibe, conscientemente


o no, la estructura humana a la que se refiere San Ignacio. ¿Cuál es desde la vida de fe y la acción del
Espíritu Santo, la autenticidad de las fases de la conciencia humana que los Ejercicios hacen
recorrer? Allí donde se encuentra la palabra de Dios y donde “se agitan las mociones”, el hombre es
afectado en su ser creado: su personalidad se modifica según su propia ley. En este segundo nivel
también el acompañante puede “abrir” o “cerrar” ayudando o no a encontrar los “plazos” que marcan
las etapas de una experiencia, reservándola de todo artificio.

En fin, la espera del acompañante conlleva respeto a los ritmos del ejercitante... cada “gracia” madura
según sus estaciones, y lo que se presenta fuera del tiempo favorable no produce el fruto gastado
anticipadamente. Preocuparse de las “esperas” del ejercitante, para respetarlas, pero también para
contar con ellas oportunamente, es, sin duda, uno de los deberes que se imponen con más evidencia
al que “acompaña” a fin de que no haya nada que no sea recibido, porque no ha sido deseado ni
esperado.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Cali
Seminario de Espiritualidad Ignaciana
Semestre 02 del año 2001

Fundamentación Bíblico teológica


del Acompañamiento espiritual
Por Roberto Triviño, S.J.

Dos verdades básicas componen la fundamentación Bíblico teológica del


Acompañamiento espiritual.

La primera es que cada persona que podríamos llamarla inmediata o sea, donde
Dios se comunica directamente con la persona y ella a su vez se comunica
directamente con su creador. Tenemos casos muy elocuentes en las vidas de tantos
hombres y mujeres que están llenas de esta verdad innegable. San Ignacio basa la
posibilidad de hacer unos Ejercicios espirituales en esta verdad fundamental.

El P. Karl Rahner, S.J. pone en su boca las siguientes palabras, que él dirigiría a los
jesuitas hoy: "Cuando afirmo haber tenido una experiencia inmediata de Dios, no
siento la necesidad de apoyar esta aseveración en una disertación teológica sobre la
esencia de dicha experiencia, como tampoco pretendo hablar de todos los
fenómenos concomitantes a la misma, que evidentemente poseen también sus
propias peculiaridades históricas e individuales; no hablo, por tanto, de las visiones,
símbolos y audiciones figurativas, ni del don de lágrirnas o cosas parecidas. Lo único
que digo es que experimenté a Dios, al innombrable e insondable, al silencioso y sin
embargo cercano, en la tridimendionalidad de su donación a mí. Experimenté a Dios,
también y sobre todo, más allá de toda imaginación plástica. A El, que cuando por su
propia iniciativa se aproxima por la gracia, no puede ser confundido con ninguna otra
cosa 2

Y más adelante: "Yo había encontrado realmente a Dios, al Dios vivo y verdadero, al
Dios que merece ese nombre superior a cualquier otro nombre. El que a esa
experiencia se la llame mística o se la llame de cualquier otro modo es algo que en
este momento resulta irrelevante; vuestros teólogos pueden especular cuanto
quieran acerca de si existe la posibilidad de explicar con conceptos humanos un
hecho de esta naturaleza. Más adelante intentaré exponer cuál es la causa de que
semejante experiencia de inmediatez no tiene por qué suprimir la relación con
Jesús, ni la consiguiente relación con la Iglesia. Pero, por de pronto, repito que me
he encontrado con Dios, que he experimentado al mismo Dios" 3

2 Karl Rahner, SJ. Palabras de Ignacio de Loyola a un jesuita de hoy. Sal Terrae, Santander, 1979, pp
10-11.
3 Ibid.
Tarea del acompañante sería suscitar en su acompañado el deseo de esa
inmediata experiencia de Dios. Luego hablaríamos de una elaborada propedéutica
con el fin de propiciar en el acompañado el clima necesario para esa experiencia,
como sería el disponer sus afectos, la necesidad de la oración y las diversas formas
de ella, y en general las disposiciones requeridas.

En la sagrada escritura encontramos como Dios fue preparando a su pueblo para


este tipo de experiencia inmediata. Señalemos algunos textos:

1. Duteronomio 30, 11-14 4: “Porque estos mandamientos que yo te prescribo hoy


no son superiores a tus fuerzas, ni están fuera de tu alcance. No están en el cielo,
para que hayas de decir: "¿Quien subirá por nosotros al cielo a buscarlos para que
los oigamos y, los pongamos en práctica? Ni están al otro lado del mar, para que
hayas de decir: "Quién irá por nosotros al otro lado el mar a buscarlos para que los
oigamos y los pongamos en práctica. Sino que la palabra está bien cerca de ti, está
en tu boca y es tu corazón para que la pongas en práctica".

2. Jeremías 31,33-34: "...ésta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel,
después de aquellos días - oráculo de Yahvé -: pondré mi Ley en su interior y sobre
sus corazones la escribiré, y yo seré su D¡os y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán
que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: "Conoced a
Yahvé" pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande -oráculo de
Yahvé- cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme".

3. Ez. 11,19; 36,24-28: "Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu
nuevo quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne ..." ;
"Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a
vuestro suelo. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados: de todas vuestras
impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo,
infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de
piedra. y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros, y haré que
os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. Habitaré
la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mí pueblo y yo seré vuestro
Dios”.

Cf. Juan 14, 15-18; 25-26; 16, 7-15

4. 1Juan 2,27-28: "Y en cuánto a vosotros, la unción que de Él habéis recibido


permanezca en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero con su unción os
enseña a acerca de todas las cosas - y es verdadera y no mentirosa- según os
enseño, permaneced en Él. Y ahora, hijos míos, permaneced en Él para que, cuando
se manifieste, tengan los plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él
en su Venida".

4 Los textos son tomados de la traducción de la biblia de Jerusalén.


La segunda verdad es acerca del papel del acompañante corno instrumento de
validación de esa experiencia espiritual de su acompañado. Existe el peligro en el
que ha tenido esa especial comunicación, de Dios que llegue a interpretarla de una
¡manera anárquica. De allí la importancia de la presencia del Acompañante, porque
esa experiencia a pesar de ser inmediata, debe ser discernida e interpretada. Y
primeramente si está dentro del marco referencial, del Evangelio y luego si está
dentro de la comunidad de los fieles, es decir, la Iglesia. Aquí aparece la necesidad
del Acompañante en este proceso.

5. Otros textos:

5.1. 1Sam. 3,1-18: Samuel y Elí.


5.2. Lc. 24, 13-35: Los peregrinos de Emaús.
5.3. Hech. 8, 26-40: El eunuco y Felipe.
5.4. Hech. 9,1-20: Saulo y Ananías.
5.5. Hech. 10,1-48: Cornelio y Pablo.

Resumiendo: Cada persona tiene su propia experiencia inmediata de Dios, pero esa
experiencia debe ser discernida. El Acompañante propiciará para que logre tener esa
experiencia y luego ayudaría al acompañado a interpretarla.
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
Seminario de Espiritualidad
Primera Semana de los EE
Dir. P. Guillermo Zapata, PhD

APRENDER A ESCUCHAR

1. Acogida empática.

Nos han sido dadas dos orejas, pero en cambio una sóla boca, para que podamos
oír más y hablar menos (Zenón de Elea).

El geométrico incremento reciente de la cantidad de información ha hecho mucho


más reducidos los espacios destinados a la ESCUCHA.

No es lo mismo oír que escuchar. Oír es un fenómeno de orden fisiológico y pasivo;


no podemos dejar de oír (a menos que nos tapemos los oídos). Escuchar es un
proceso psicológico y activo; y podemos dejar de escuchar cuando queremos.
Porque nos aburre lo que se dice, porque ya nos lo sabemos, porque viene de
alguien que no nos merece confianza... la atención, en cambio, se focaliza en lo que
nos interesa escuchar.

Con el escuchar sucede como con otras funciones tan comunes y corrientes como el
respirar. Todos tenemos que respirar; pero muy pocos respiran bien. Es algo que
nunca se nos enseña, siendo así que es una destreza que ocupa el 60% de nuestra
actividad comunicativa y que puede ser impedida por: falta de atención, falta de
motivación, falta de concentración, excesiva ansiedad...

Por tanto, debemos verificar nuestra práctica de escuchar, para corregir los malos
hábitos adquiridos y para mejorarla por el entrenamiento.

Carl Rogers, Eugene Gendlin y Robert Carkhuff han insistido mucho en las
motivaciones y estrategias del escuchar.

Carl Rogers, insistió como ninguno en la importancia de la escucha empática y en las


actitudes básicas de una acogida incondicional y en la calidez de la escucha, así
como en el evitar la interrupción y el dar consejos.

Podemos aprender de las veces en que nos hemos sentido escuchados en nuestros
sentimientos más profundos, por alguien que no nos juzga ni evalúa. Así como de las
ocasiones en que sentimos que otros no nos han escuchado!

Eugene Gendlin: le añadió el “focusing” a la escucha empática de Rogers. El habla


de un escuchar absoluto. Escuchar a otra persona sin poner nada tuyo, simplemente
indicándole si lo sigues o no en lo que te cuenta. Eso sólo, permite al otro iniciar un
proceso muy profundo del cual puede quedar uno pasmado. Vas repitiendo los
puntos de la otra persona, según los entiendes, o simplemente le indicas con
sinceridad cuando te pierdes: ¡quieres repetirme eso, que me perdí!

Gendlin da 4 indicaciones muy prácticas:

1. Para demostrar que has escuchado, forma 1 o 2 oraciones con el significado


de lo que la persona quería transmitirte.
2. Con tus propias palabras, pero conservando las palabras de la persona en los
puntos delicados
3. Cuando la persona se complica y se enreda, retoma 1 o 2 expresiones sobre
lo que crees que es el núcleo de la comunicación, y deja que la persona lo corrija
o añada. Repite lo que ellos han cambiado y añadido hasta que lo entiendas justo
como ella, y sólo entonces forma tu oración para decir lo que significa lo
expresado.
4. Cuando pidas aclaración, hazlo utilizando los aspectos que han quedado
claros. ¡No le digas nunca: no he entendido nada!

Habla solamente para decir que entiendes al repetir lo dicho o para pedir repetición o
clarificación.

Robert Carkhuff: También discípulo de Rogers como Gendlin, pero que se fue
distanciando de su maestro, insiste mucho en las destrezas de atender, observar,
escuchar. Escuchar es una destreza aprendida, como un escuchar activo que
consume gran cantidad de energía. Hay que recordar y retener los contenidos
verbales así como el tono emocional en el que son dichas las cosas, para descubrir
el “marco de referencia”” del interlocutor.

Indica varios pasos o estrategias conductuales para mejorar la escucha.

1. actualizar la motivación por la que uno escucha, justo antes de escuchar. Este
paso es crucial y se parece al ¿A dónde voy y a qué? De San Ignacio.
2. Quedarnos con los datos esenciales del contenido de su mensaje. Para
ayudarse, uno puede responderse las preguntas ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde?
¿Cómo? ¿Por qué?.
3. Suspender el juicio personal (que es algo muy difícil) como parte de la acogida
incondicional.
4. Resistir las distracciones externas e internas.
5. Escuchar el tono emocional, el ritmo, etc.
6. Retener los puntos clave del contenido como fruto de la mejor motivación y
atención, para poder responder con mayor precisión al otro.

Eso permitirá al otro profundizar en el nivel de auto exploración. Es aprender a entrar


en el mundo referencial de quien es escuchado, sin invadirlo ni distorsionarlo.
2. Los bloqueos intra personales en la escucha

Todos estos expertos insisten en que la dimensión terapéutica del escuchar crece en
la medida que disminuyen los ruidos internos y se logra focalizar en el proceso de la
atención psicológica interna, que es como podría definirse la escucha.

Es importante, pues, descubrir cuáles son los obstáculos intraprsonales, las


distracciones habituales y los contagios emocionales que impiden escuchar la voz
interior.

Se pueden señalar 3 áreas en las que conviene detectar los ruidos interiores que
convendría limpiar, para mejorar la calidad de nuestra escucha.

2.1. Área física

Un cuerpo cansado o somnoliento tendrá grandes dificultades para escuchar. Cada


uno debería conocer sus ritmos. Aquí entran además los ruidos, los teléfonos...

2.3. Área emocional

Hay momentos en que debemos poner aparte los sentimientos para poder escuchar
al otro; el cual requiere que primero seamos conscientes de ellos. Saber si antes de
interactuar estamos ansiosos, agresivos, heridos, temerosos..., para poder poner
esto a un lado.

Indudablemente que en la interacción con el interlocutor surgirán también


sentimientos o emociones respecto a él o a los temas que toca. Hay que hacerlos
conscientes que no se conviertan en bloqueos o contagios emocionales. Estas
emociones favorables o desfavorables que se desencadenan en nosotros, impiden
de hecho mantener la distancia empática facilitadora. A lo mejor toca mis miedos o
mi agresividad y vulnerabilidad.

Facilitar un espacio de consciencia a este posible salir de uno mismo y poder acoger
de formas más objetivas los sentimientos del otro. No asustarnos de que surjan;
saber pararlos y analizarlos más adelante permitirá estar completamente presente al
otro.

3. Área cognitiva

Es la que mas bloquea y dificulta. Mientras el otro habla bulle todo un mundo de
ideas irracionales, otros pensamientos, prejuicios, “rollos mentales”, preparación de
soluciones... Los principales son:
Los prejuicios (políticos, culturales, morales, de personalidad) no es posible evitarlos
del todo. Aprender a que interfieran lo menos posible.

Las ocupaciones de la mente: la sabiduría holística invita a “poner la mente donde


está el cuerpo”. Qué difícil seguir al otro donde esté, para no caer atrapados en
nuestras propias pantallas mentales y quedar por tanto cerrados al otro.

Se ha comprobado que la persona es capaz de captar mensajes a una medida de


600 palabras por minuto. Sin embargo, la conversación de ordinario trae entre 100 y
140 palabras por minuto. ¿Dónde está nuestra mente en todo ese tiempo libre? En la
medida en que seamos conscientes de nuestro yo interior, estaremos abiertos
plenamente al encuentro con el otro, de modo que nos resulte nutricio.

5. Trabajo personal sobre la escucha

En los dos últimos meses:

1. ¿Por quiénes te has sentido realmente escuchado? ¿No escuchado? ¿Cómo


lo has sentido en tu cuerpo? ¿A cuántas personas has escuchado realmente?
¿Qué personas han logrado con tu ayuda poner palabras a sentimientos confusos
o amenazantes? ¿o han auto explorado mejor en tu compañía?
2. ¿Qué emoción te bloquea la escucha antes o durante la conversación con el
otro? ¿Cuáles son tus sentimientos/emociones más vulnerables?
3. ¿Cuáles son tus filtros mentales y cognitivos? ¿Vagar de la mente? ¿Buscar
soluciones? ¿Tener de parecer incompetente?
4. Prueba actualizar la motivación cada vez que recibas a alguien.
5. Haz una pequeña lista de personas a las que habitualmente no escuchas, no
prestes atención y desconectas enseguida de ellas. Junto alnombre de la persona
pon un epíteto que te aclare ese bloqueo: aburrida, repetitiva, le tengo manía, no
me interesa. Ahora, durante dos semanas, trata de seleccionar una de estas
personas y pon en práctica lo que aquí se te ha sugerido: actualizar la motivación,
limpiar el bloqueo cognitivo, cambiar la tonalidad emocional, etc.

Tómalo como un desafío: Quiero escuchar a personas de las que instintivamente


desconecto. Al principio te saldrá artificial y forzado pero luego verás cómo puedes ir
ampliando ese escuchar bien a personas y temas distintos de los habituales tuyos y
notarás la satisfacción de poder entrar en campos experienciales nuevos, distintos y
sorpresivos.

“Escucha! Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a aconsejarme, no estás


haciendo lo que te he pedido.
Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a decirme por qué yo no debería
sentirme así, no estás respetando mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y tú piensas que debes hacer algo para resolver mi
problema, estás decepcionando mis esperanzas.
¡Escúchame! Todo lo que te pido es que me escuches, no quiero que hables ni que
te tomes molestias por mí escúchame, sólo eso.
Es fácil aconsejar. Pero yo no soy un incapaz. Tal vez me encuentre desanimado y
con problemas, pero no soy un incapaz.
Cuando tú haces por mí lo que yo mismo puedo y tengo necesidad de hacer, no
estás haciendo otra cosa que atizar mis miedos y mi inseguridad.
Pero cuando me aceptas, simplemente, que lo que siento me pertenece a mí, por
muy irracional que sea, entonces no tengo por qué tratar de hacerte comprender
más y tengo que empezar a descubrir lo que hay dentro de mí”
(Cf. ALEMANY, C, “Aprender a escuchar bien” en Aprendizajes vitales, DDB, Bilbao, 1998, 63-77. Condensó IRsj).

Complemento: Indicaciones para la escucha

1. Dejar de hablar: no podemos escuchar si estamos hablando.


2. Hacer sentir tranquila a la persona que habla: crea un ambiente de confianza y
libertad, ayuda a la persona a sentirse libre para hablar.
3. Demostrar que quieres escuchar: actúa interesado/a. No leas libros ni hagas
otras cosas mientras otra persona te habla.
4. Evitar distracciones: no hagas dibujos o muevas papeles. Si hay distracciones
busca un lugar tranquilo.
5. Entender: trata de ponerte en los zapatos de la persona que te está hablando.
Entender no siempre quiere decir que debes estar de acuerdo con quien te habla.
6. Ser paciente: no interrumpas y debes tener suficiente tiempo para escuchar.
7. Controlarse: una persona enojada no entiende lo que otra quiere decir.
8. No alegar ni criticar: si haces esto la persona no va a sentir confianza y sí va a
defenderse.
9. Preguntar: eso anima a la otra persona y le demuestra que realmente la estás
escuchando.
10. Dejar de hablar: este es el punto de partida y el punto de llegada, es
imposible escuchar sin el silencio para la escucha.

4. El hombre “Oyente de la Palabra”.

El hombre es... “Espíritu en el mundo”... esencialmente está estructurado según la


doble coordenada del espacio y el tiempo; en cuanto ser histórico, el espíritu finito,
es oyente de una elocución que no es palabra humana sobre Dios, sino palabra
divina sobre el hombre. Y ello es posible merced a que existe en ese oyente una
condición de posibilidad, una “potentia oboedentialis” o actitud de respeto a la auto
comunicación de Dios, y existe además una actuación del mismo Dios que, ya en el
hecho de comunicarse, opera como coprincipio de la auto comunicación (el
existencial sobrenatural).
(Cf. K. Rahner, Oyente de la Palabra, Herder, 1980, 103).

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