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La Revolución Cantonal
La Revolución Cantonal
Fue la Revolución del Petróleo de Alcoy, iniciada el día 9 de julio de 1873, la que puso
en marcha todo el mecanismo de la revolución cantonal, a la que se dedicaban los
políticos más extremos de forma abierta, en el Congreso, en la prensa y en la calle.
Personas concretas que ocupaban cargos públicos. Por su parte, el carlismo llevaba
adelante su particular lucha. En estos momentos, las partidas carlistas ganaban terreno
en el norte y ocupaban Villarreal, Chelva, Sagunto, Morella y obtenían un gran triunfo
en la batalla de Játiva.
Tras esta visión general de los acontecimientos, resulta interesante repasar qué sucedió
en cada uno de los cantones, a lo que desgraciadamente no hemos tenido acceso, por no
haber localizado ninguna referencia en alguno de los casos; el motivo: el esperpento fue,
además, de una gran ridiculez.
Aún así, en este caso podemos decir que fue obra personal de su alcalde, Luis Villaseñor
y de Oliva, que era un republicano federal, de ideas liberales-progresistas y fuertemente
anticlerical. Aparte fue uno de los firmantes del Pacto Federal Castellano y convirtió a
Camuñas, por decreto, al protestantismo.
El menos ridículo y más esperpéntico fue, sin lugar a dudas, el caso de Cartagena.
Es el caso que el día 11 de Julio todo era un mar de dudas; se rumoreaba que el
gobernador civil de Murcia, de acuerdo con el Presidente del Consejo, secundaba el
cantón; que los mineros de la Unión, se unían con armas y bagajes, y que todos los
fuertes estaban dispuestos a prestar su apoyo incondicional, y finalmente, que España
entera hervía de entusiasmo por la causa cantonal, que estaba siendo reconocida por las
potencias extranjeras.
El mismo día, relata Giménez que la situación provocó el alza de las bolsas extranjeras,
mientras los sublevados impedían que los buques de la armada zarpasen de puerto, al
tiempo que Contreras, con su flamante título de capitán general del cantón, iba tomando
posesión de las fortificaciones. Las fuerzas militares hicieron causa común con los
revoltosos, mientras la fuerza de carabineros se disolvió, y con ellos, la caja, curiosa
referencia que lucirá con luz propia en todas las actuaciones cantonales, revertiendo sus
miembros a la causa cantonalista.
Para justificar la proclamación del cantón de Cartagena, objetaron que las tropas que
guarnecían la plaza querían hacerles traición y proteger a los carlistas que se habían
levantazo en Cieza, tras lo cual cerraron las puertas de la ciudad y comenzaron a
producirse desmanes, poniéndose al frente del movimiento el general Contreras, que a la
sazón se encontraba residiendo en Madrid.
El gobierno podía haber cortado el movimiento tomando presos a los inductores, que lo
hacían públicamente, pero su actuación no llegó sino una vez declarado el cantón,
cuando mandó Pi detener a Contreras, que ya había partido hacia Cartagena y cuya
incorporación las fuerzas del gobierno fueron incapaces, voluntaria o involuntariamente,
de evitar. Por otra parte, los enfrentamientos en el parlamento y en el mismo gobierno
parecían tal que una jaula de grillos, acusándose mutuamente de la situación. Al
respecto, aunque de forma muy parcial a favor de Pi, se expresa meridianamente
Vicente Blasco Ibáñez. Según afirma, Castelar y Salmerón atacaron miserablemente a
Pi, que se defendió de la huída de Contreras y de toda la actividad llevada hasta el
momento. El asunto, nuevamente, se resolvió en una trifulca parlamentaria,
naturalmente sin consecuencias favorables.
Pero, tal vez para cortar las habladurías, fue enviado a Cartagena Federico Anrich,
ministro de marina.
Pero eso sucedería a finales de año, cuando El Cantón Murciano publicaba la carta
dirigida al embajador de la república Anglo americana. (Ver texto en anexo 4)
El día 14 de julio se apoderaron los cantonalistas del Arsenal, tras un vano intento del
ministro de marina, Federico Anrich, por controlar la situación, que fue cortado por la
acción de un marinero que encañonó al enviado, quién acabó huyendo en un remolcador
al haberse sublevado toda la tropa.
Llegó a Cartagena en la noche del día 13, de forma oculta como destacó el
Órgano Oficial de la Federación, pero poco pudo hacer porque los ánimos
estaban muy caldeados y los marinos habían tomado su propia decisión. Visitó
las fragatas Almansa y Victoria, subiendo a bordo, y retirándose rápidamente
porque la marinería, moralmente pronunciada, no obedecía ya a sus oficiales.
Convencido de su impotencia, huyó en un remolcador del Arsenal, junto con
el contralmirante José Dueñas y Sanguiento y sus ayudantes, que se habían
negado a sumarse a la revolución; llegó a Alicante, desde donde se trasladó a
Madrid. Fue acusado de llevarse 25.000 duros que habían en la Maestranza,
justificando los cantonales de esta forma el no haber podido pagar al personal
la mensualidad de junio. La caída del gobierno de Pí y Margall, supuso el cese
de Anrich como ministro de Marina y su sustitución por el contralmirante
Jacobo Oreiro y Villavicencio. (Pérez 1990: 110)
Consecuencia inmediata de estas actuaciones fue que de Cartagena huyó una multitud
de familias que preferían vivir en poblaciones cercanas, aún a costa de sufrir la
desnudez y la enfermedad. Pero no fue ésta la única reacción. Parte de la población
huída fue suplida por la chusma de los alrededores.
¡Que hemos sido desgraciados en Cartagena! ¿Y puede eso motivar tan graves
insinuaciones? Apenas supimos que había salido el general Contreras con
dirección a Cartagena, expedimos la correspondiente orden para que se le
detuviese en el camino; desgraciadamente no le pudimos alcanzar; pero, esta
desgracia, ¿es imputable al gobierno? El gobierno, cumpliendo lealmente sus
deberes, ha hecho contra el movimiento de Cartagena todo lo que podía, como
lo ha hecho con todos los movimientos, y si el gobierno no ha hecho más ha
sido porque no ha tenido para tanto medios materiales.
¿Qué podíamos hacer en Andalucía, donde no teníamos un solo soldado?
Hemos tenido fuerzas para batir Alcoy; y qué, ¿no las hemos mandado contra
aquella ciudad?
Se dice que las tropas del gobierno han entrado indebidamente en Alcoy, y
esto tampoco es exacto. Las tropas han entrado en Alcoy sin condiciones ni
pactos de ninguna clase; han entrado en Alcoy sin resistencia de los
insurrectos, porque no la han opuesto; pero si los insurrectos hubieran opuesto
resistencia, el general Velarde con sus tropas habría sabido cumplir con su
deber y con las órdenes dadas por el gobierno…/… ¿Acaso ignoráis que las
fuerzas que tenemos en el Norte no son ni siquiera suficientes para atajar el
aumento que van tomando las facciones carlistas? ¿Podemos retirar tampoco
los batallones de Cataluña donde tenemos un enemigo temible y donde
además las tropas están tan indisciplinadas, que no obedecen ni las órdenes del
gobierno ni las de las autoridades militares? (Blasco 1892: 753)
Con esta situación, que para la conciencia política debía ser de total normalidad, la vida
parlamentaria continuaba entre insultos y amenazas. Por parte del sector más moderado,
el 17 de julio de 1873 se redactó la nueva constitución federalista (ver anexo 1), que
quedaría en proyecto, y que señalaba que las regiones eran estados soberanos y dividía a
España en 19 estados con constitución propia, señalando al ayuntamiento como el pilar
básico del estado con el alcalde y los concejales a la cabeza del mismo, encargados del
poder legal.
Mientras, los carlistas redoblaban sus actuaciones en el norte y se hacían dueños de toda
Cataluña.
Con estas premisas, no fue de extrañar que se produjese una política nacionalista en
Andalucía conocida como Revolución Cantonalista, máxime si tenemos en cuenta que
Desde 1869 el federalismo tiene una importante fuerza en Andalucía.
Andaluces, extremeños y murcianos firman, el 12 de junio de 1869, el Pacto
federal de las provincias de Andalucía, Extremadura y Murcia en el que se
considera la República federal como el único sistema de gobierno adecuado a
la doctrina democrática. De esta manera, en una coyuntura, la de 1869, de
replanteamiento del régimen político para España, los federales diseñan su
alternativa, y no sólo frente a la monarquía, sino también frente al mismo
republicanismo unitario. De aquí la efervescencia federal andaluza en la
llamada revolución de 1869; de aquí, igualmente, el papel luego de los
federales en el movimiento cantonal andaluz. (Orte 2015: 21)
Contreras quería ser ministro de la Guerra, y las negativas con que se habían
acogido sus pretensiones le tenían muy disgustado; y en cuanto a Barcia
mostrábase resentido primeramente no se le quiso dar una cartera y después
porque no fue nombrado embajador en París, concediéndosele únicamente el
cargo de representante de España en Suiza que él rehusó indignado. (Blasco
1892: 770)
Por su parte, el general Martínez Campos, que había sido enviado por el gobierno de
Salmerón, para asediar la ciudad de Valencia y bombardearla, estableció el cuartel
general en Mislata, mientras las fuerzas del brigadier Villacampa, que en el Maestrazgo
combatían a los carlistas, se le unieron, mientras la Junta revolucionaria, según Vicente
Blasco Ibáñez, mostraba una incapacidad que rayaba el ridículo.
El día 8 de agosto entraba Martínez Campos en Valencia después de someter la ciudad a
un bombardeo que duró desde el 26 de julio hasta el 8 de agosto, y después que los
cantonales hubiesen desertado en masa.
Pero había otros problemas que se recrudecían con la actuación irreflexiva. Hasta el 24
de septiembre, La Unión estaba en poder del cantón de Cartagena, y la explotación
minera sufrió las consecuencias:
Los mineros no sólo optaron por la más absoluta indiferencia, sino que incluso
reaccionaron negativa y violentamente contra el levantamiento federal. La
primera de las premisas viene probada por la escasa permanencia de la villa de
La Unión en la causa cantonal -sólo dos meses-, no ofreciendo además la más
mínima resistencia a la liquidación del movimiento. (Vilar 1983: 162)
Esta situación fue consecuencia de la marcha natural de las cosas. Declarado el cantón,
los trabajadores de las minas reclamaban el pago de sus salarios, motivo por el que
ocasionaron un conflicto social en Cartagena, que sería duramente reprimido mientras,
naturalmente, las autoridades cantonales echaban la culpa de lo sucedido a los otros.
De esta situación se puede inferir que Poncio echaba la culpa a Pilatos, mientras Pilatos
la echaba a Poncio.
Así, tras el levantamiento del día 12, se unieron al movimiento cantonalista las
siguientes poblaciones:
Pero la plaza fuerte de Cartagena no era accesible a los carlistas y tampoco al gobierno,
que a pesar da haberse declarado beligerante y haber acabado con los otros focos
cantonalistas en breves días, hubo de dedicarse con especial interés en vencer a los
insurrectos, que por su parte llevaban a cabo una ofensiva militar marítima y terrestre.
Mientras tanto, en la noche del 18 de Julio (el mismo día de la dimisión de Pi) los
radicales republicanos acordaron proclamar la independencia de Sevilla que se haría
público a través del manifiesto del cantón andaluz, que señalaba:
Este cantón durará hasta el día 31 del mismo mes. Los protagonistas del cantonalismo
sevillano, con marcado contenido anarquista bakuninista, son los correligionarios del
Partido Republicano de Pi y Margall, que desde el Ayuntamiento proclamaron su
particular República Social; algo que venía presumiéndose días atrás, cuando el 30 de
Junio los radicales sevillanos se apoderaron de armas del ejército, ante lo que el
gobernador comunicaba a Madrid que creía inevitable la proclamación del estado de
Andalucía.
Ya los federalistas controlaban desde febrero buena parte de las instituciones locales, en
medio de un clima de alta tensión entre las distintas tendencias políticas. Los concejales
llegaron a acordar, para protegerse de las presumibles represalias, que “en caso de tener
alguna consecuencia el acuerdo que se tomase, la responsabilidad recaería
exclusivamente sobre las personas por quienes resultase tomado”.
Tan sólo dos días después de la proclamación del cantón sevillano, un grupo de
Voluntarios de Sevilla, comandados por un tal Carreró, se organizó para socorrer a los
cantonalistas de Jerez que se encontraban amenazados por el ejército al mando del
general Pavía. A su paso por Utrera, se encontraron con la oposición de la ciudad, que
temiendo ser invadida por Sevilla le enfrentó un ejército de ochocientos voluntarios.
El 27 de julio llegaba Pavía a Sevilla, que defendida por Fernando Pierrad, vio cómo
éste abandonaba la plaza. Durante tres días los cantonales lograron entretener a Pavía,
que finalmente entraba en acción el día 30, para dar por concluido el cantón sevillano al
día siguiente. De ahí partiría hacia Cádiz, donde huyeron los cantonales de Sevilla.
Entre toda esta maraña, es de destacar el Cantón de Cádiz, cuya vida se extendió desde
el 19 de julio 1873 al 4 de agosto del mismo año. Dieciséis días que le conceden una
importancia, si no como al cantón de Cartagena, si el derecho a figurar entre los
cantones más longevos.
Por otra parte la Comisión que suscribe cree que antes de crear obstáculos a la
iniciativa de la Representación Nacional en este importante y delicado asunto,
conviene en beneficio de los intereses de esta localidad pedir solamente que la
Isla Gaditana, atendida su especialísima posición topográfica y el encontrarse
completamente aislada del resto de la Península, forme por sí sola uno de los
Cantones de que se ha de componer en adelante la Federación Española.
(González 1976: 45)
Finalmente, el cantón fue aprobado por la corporación con dieciocho votos a favor y dos
en contra, que lo querían respectivamente como cantón provincial y como parte del
“reino de Sevilla”.
El triunfo fue efímero, pues tres días después, el día 22, las tropas de marina ocuparon
Puerto Real y desarmaron a los voluntarios, mientras varios buques de la Armada
tomaban la Bahía y bombardeaban la línea de ferrocarril para evitar la llegada de
refuerzos.
El día 3 de agosto, tras el cambio de bando por parte de la artillería que apoyaba a los
cantonalistas, acabaron disolviendo el comité, tras lo cual, los cónsules extranjeros
Benedetti (Francia), Reade (Inglaterra), Kropf (Prusia), Christopherson (Suecia), Alcon
(Italia) y Damaso de Moraes (Portugal) se hicieron cargo del mando de la ciudad a la
espera de la llegada de las tropas gubernamentales.
El mismo día 19 de julio fue proclamado el Cantón de Tarifa (Cádiz), cuya vida se
alargaría hasta el cuatro de agosto.
El nuevo gabinete municipal cesó a todos los funcionarios públicos, acordándose que
volvieran a sus cargos los empleados que fueron cesados el 12 de octubre de 1869,
cuando fue disuelto el Ayuntamiento revolucionario, cesando a todos los empleados
existentes hasta entonces, y cambiando los nombres de las calles.
El experimento tendría su fin el día 6 de agosto, cuando fue efectivo el desarme del
batallón de voluntarios de la República en Tarifa.
Una mujer, Concha Boracino, que diera ya no poco que hablar por su
participación en los sucesos de febrero, asumió ahora la presidencia del
Cantón, caso ciertamente singular en la época. En lo demás la Junta se mostró
poco innovadora, dado que la mayoría de los ediles pertenecientes a la
destituida corporación fueron agregados al ejecutivo revolucionario, cuya
vicepresidencia correspondió al segundo teniente de alcalde, en tanto el
primero pasaba a convertirse en juez municipal. La solemne destitución del
alcalde y restantes funcionarios pimargallianos del municipio fue amenizada
con músicas, pólvora y repique de campanas. También con la excarcelación
“por razones de humanidad” de los presos existentes en el retén municipal. A
saber, media decena de contrabandistas y de delincuentes comunes. (Vilar
1998)
Entre tanto, la flota cantonal realizaba expediciones de manifiesto cariz pirático. En este
orden, la expedición de la Victoria a Alicante, el día 20 de julio pasó por Torrevieja,
donde se constituyó el ayuntamiento como Junta Revolucionaria adscrita al Cantón
Murciano, al saberse que un ejército confiado a Martínez Campos, marchaba ya sobre
Valencia.
Dos días más tarde, el día 22, el vapor Vigilante transportó al ciudadano Gálvez a
Torrevieja, quién en acto público proclamó:
Pero el día 23 fueron declarados piratas por el gobierno español los buques
cartageneros, y teniendo esta noticia el almirante Werner, de la armada prusiana, fue
interceptado el Vigilante por el prusiano “Federico Carlos”, que lo condujo a Gibraltar,
tomando prisionera a la tripulación. Como consecuencia, el general Contreras manifestó
al cónsul de Grecia, hermano del cónsul de Prusia, que si Prusia se permitía detener a
una autoridad del cantón, éste se encontraba en el perfecto derecho de declarar la guerra
a Prusia.
Mientras el cónsul de Grecia iba a comunicarse con su hermano para ponerle al tanto de
la situación, las fuerzas vivas de Cartagena se dirigieron a Portman, pueblecito cercano
a Cartagena, donde estaban las esposas de éstos cónsules, para apresarlas, acción que no
pudieron llevar a efecto porque las mujeres, avisadas, huyeron, por lo que las turbas se
conformaron con dar fuego a su residencia.
Finalmente los prusianos pusieron en libertad a los marinos apresados, pero este hecho
significó que el cantón de Torrevieja se autodisolviese, no volviendo a saberse nada de
Concha Boracino.
Pero no quedaban ahí las cosas. También el día 19 de julio fue proclamado el cantón en
Almansa (Albacete), propiciado por el Batallón de Cazadores de Mendigorría. Estos
militares iban por las poblaciones provocando sublevaciones contra la República. De
esta forma, en Almansa, se produjeron altercados, agresiones armadas, detenciones de
oficiales y de tropas leales a la República, roturas de la vía férrea, roturas e
interceptación de las líneas telegráficas, entre otros.
La nación jumillana desea vivir en paz con todas las naciones vecinas y, sobre todo, con
la nación murciana, su vecina; pero si la nación murciana, su vecina, se atreve a
desconocer su autonomía y a traspasar sus fronteras, Jumilla se defenderá, como los
héroes del Dos de Mayo, y triunfará en la demanda, resuelta completamente a llegar, en
sus justísimos desquites, hasta Murcia, y a no dejar en Murcia piedra sobre piedra.
Al frente del cantón estaba el diputado Francisco González Chermá, zapatero, líder
republicano y exalcalde de la localidad, presidente del Comité Democrático de
Castellón, que contaba con unos tres mil voluntarios, el quince por ciento de la
población, que contaba con 20.000 habitantes, siendo alcalde Vicente Ruiz Vila.
En sus funciones de presidente del cantón, cursó Chermá el siguiente telegrama:
Acto seguido cortó las comunicaciones con el cantón de Valencia, por considerarlo rival
suyo, a pesar de lo cual, cinco días después y cuando hacía acto de presencia el
brigadier Villacampa, González Chermá huyó a Valencia.
Por su parte, en Alicante fue el 20 de Julio un día de gran agitación ante la noticia de la
próxima arribada de la flota cantonalista cartagenera. El ayuntamiento de Alicante,
conocedor de la expedición, resolvió:
Y así se llevó a efecto. Las pocas fuerzas del ejército que quedaban abandonaron la
ciudad el mismo día, mientras los reunidos decidieron constituirse en junta
revolucionaria, no sin complicaciones, ya que mientras algunos miembros del
consistorio no reconocieron la Junta de Salud Pública, ésta se disponía a repartir armas.
Cuando fondeó la fragata Victoria, Antonete Gálvez fue recibido por las “autoridades”
de Alicante, ante las que expuso el motivo de su visita, que no era otro que recaudar
quince o veinte mil duros, lo que soliviantó a la población, que en gran número
abandonó la población, mientras otros sectores se decidieron a hacer frente a la
demanda.
Pero la opereta hizo que los cantonalistas se viesen obligados a arriar la bandera roja y a
izar la bandera española cuando, habíéndose cruzado con la corbeta prusiana “Federico
Carlos”, observaron que ésta hacía zafarrancho de combate.
Por su parte, el cantón castellano se unía a la juerga, hecho que recogía “El Cantón
Murciano” publicando la noticia el 20 de julio de 1873. (ver anexo 6)
1
La actividad que desarrollaron con mayor efectividad fue la del contrabando, campo en el que Antonete
Gálvez ocupaba lugar destacado.
Pero si el día 20 de julio destaca Ávila, el 21 le tocaba a Despeñaperros, donde la
pequeña burguesía urbana andaluza dio a luz el Manifiesto a los federales de Andalucía,
en el que se conminaba a la creación de los estados confederados.
El manifiesto proclama:
En Despeñaperros, histórico e inexpugnable (sic) baluarte de la libertad,
se enarboló ayer, por las fuerzas federales que mandan los que
suscriben, la bandera de la independencia del Estado Andaluz.
Terminemos, pues, nuestra obra. Completemos la regeneración social y
política de esta tierra clásica de la libertad y de la independencia.
(Lacomba 2001: 3)
Las acciones del gobierno empezaban a hacerse sentir de forma tímida; así, por decreto
del 20 de Julio de 1873, declaraba piratas a todos los navíos del Departamento Marítimo
de Cartagena, mientras por su parte, la Junta de Salvación Pública de Cartagena dio su
categórica respuesta el 22 del mismo mes, declarando traidores a la Republica Federal y
a la Nación Española al Poder Central.
Tan tímidas eran las acciones gubernamentales que el mismo día del decreto declarando
piratas a los cantonalistas cartageneros se constituyó el cantón de Granada, que sería
longevo (duraría 23 días).
Fue proclamado el 20 de julio, y al frente del mismo se puso Francisco Lumbreras Sáez.
1) Imponer una contribución de cien mil duros contra los ricos; 2) Derribar
todas las iglesias; 3) Establecer una fábrica de moneda; 4) Incautarse de la
administración de Hacienda y de todos los bienes del Estado; y 5) Dejar
cesantes a todos los magistrados de la Audiencia. El comité del cantón se
declaró soberano y única autoridad de la provincia, pero municipios como
Baza y Loja no lo aceptaron. (Olmos 2014:)
Acto seguido, el Comité de Salud o gobierno del Cantón declaró la guerra a la república
de Jaén por un desacuerdo en asunto de fronteras entre sus respectivas naciones.
Uno de los implicados, Francisco Bernal García, sería citado por un juzgado de Granada
el 16 de febrero de 1874 para juzgarle por ir el 30 de Julio de 1873 al pueblo de Alfacar
a constituirle en “cantón federal independiente”. Curiosamente iba con uniforme de
Guardia civil y képis de Voluntario.
No hemos localizado referencias ni documentos que nos den más luz sobre el desarrollo
de este cantón.
También el día 22 de julio se proclamó el Cantón de Jaén, del que se desconoce la fecha
de su extinción.
Fue proclamado por el brigadier Peco y por el diputado Antonio de las Casas
Genestroni, que venía a sublimar un movimiento que, como en el resto de España, venía
gestándose durante décadas y tuvo su punto de inflexión con la Gloriosa de 1868.
En los últimos años del reinado de Isabel II, operan en la provincia partidas
demócratarepublicanas, como la de León Merino, ayudadas por actos como el
sabotaje de la línea telegráfica con Granada. Con el pronunciamiento de
septiembre de 1868, parece que empieza a actuar en Jaén una comisión
revolucionaria compuesta por progresistas, unionistas y demócratas, en la que
Manuel Ruiz y Raichs representará a estos últimos. Así, el 29 de septiembre,
la ciudad se sumará al pronunciamiento y una Junta tripartita (con los
demócratarepublicanos Juan Antonio González Viegas, Pedro de Miguel
García y José Calatayud), asumirá el poder. (Contreras)
Todo anunciaba el fin del cantón cuando, tras acabar con los cantones de Cádiz,
Córdoba y Granada, Manuel Pavía hizo acto de presencia en Málaga el 13 de agosto.
Pero se encontró con una comunicación del gobierno, transmitida por el gobernador
civil, ordenándole que no se dirigiera a la ciudad, a lo que Pavía respondió: "V.S. será
diputado de las Constituyentes [pero] para mí no es más que el gobernador civil de una
provincia que está bajo mis órdenes"-.
En el transcurso de esta discusión con el presidente Salmerón, Pavía acabó con una
sublevación en Écija, aplicando severos castigos a los sublevados.
Esta situación, unida a la negativa para firmar unas sentencias de muerte, provocó la
dimisión del presidente del gobierno, Nicolás Salmerón, el 6 de septiembre, al tiempo
que situó al cantón de Málaga como el segundo de mayor duración (dos meses menos
dos días), después del de Cartagena.
En dos meses (del 22 de julio, al 22 de septiembre), el general Pavía terminó
con el movimiento cantonal andaluz. Se trata de una contienda desigual, cuyo
resultado final era previsible. El cantonalismo en Andalucía, como antes se ha
dicho, impulsado por los republicanos federales, contó con escasa
participación internacionalista y buscó construir un Estado Confederal
Andaluz. (Lacomba 2001: 3)
Ya cinco meses antes, el 22 de Febrero de 1873, y con motivo del reemplazo del
ayuntamiento, habían ocurrido graves altercados en Motril que produjeron cuatro
muertos y varios heridos.
Situación que duraría tres días, pues el 25 de Julio, Ruperto Vidaurreta volvió a
instaurar el ayuntamiento y procedió a encarcelar a los líderes cantonalistas.
El día 23 de julio, y contagiado por los sucesos acaecidos en la vecina población de
Motril, Gualchos (Granada) declaraba su Comité de Salud Pública, cuya fecha de
disolución desconocemos.
También en Salamanca, los más radicales de los republicanos, inician una marcha hacia
el Gobierno Civil capitaneados por el diputado Pedro Martín Benito el 24 de julio. Allí
en audaz golpe de mano, tras tomar los puntos estratégicos de la ciudad, las puertas de
la muralla y los altos de la catedral, depusieron al gobernador y dieron el poder a la
Junta Provisional del Cantón.
Los sublevados organizaron la vida de la ciudad, abrieron el mercado, las escuelas, los
hospitales y requisaron carros y carretas para utilizarlas como defensa ante el ataque
inminente del Gobierno, al tiempo que construían barricadas.
Entre los cantones más tardíos se encuentra el de Orihuela (Alicante), que fue
proclamado el día 30 de julio y no hemos podido localizar el día de su disolución.
Como hemos visto, desde Cartagena se apoyaba la constitución de otros cantones, como
el de Lorca, donde acudió el flamante Capitán General Antonio Gálvez a apoyarlo. Pero
el día 1 de agosto,
Por otra parte, y paralelamente a las acciones de Pavía, llevaba Castelar, el nuevo
presidente del gobierno, otras actividades; así,
El 26 de julio quedó restaurado el poder del Gobierno en Cádiz y, casi al mismo tiempo,
fueron sometidas Murcia y Valencia. En Andalucía, quedaba vigente todavía el cantón
de Málaga y el de Granada
El 29 de Julio zarpan desde Orán hasta Motril algunos oficiales del regimiento
de Iberia que habían permanecido fieles al gobierno, aunque esto no evitará
que en la madrugada del 31 de julio la flota cantonal mandada por el general
Juan Contreras, compuesta por las fragatas Almansa y Vitoria llegara frente a
las costas de Motril. (Anónimo)
Y ¿qué hacían las potencias extranjeras? Como hemos visto, no iba mal para ellas el
conflicto español, haciendo que las bolsas europeas ganasen puntos (tengamos en cuenta
que cuando se redacta este relato, las bolsas europeas pierden puntos por la indefinición
de Inglaterra por permanecer en la zona euro) ; además, y aunque las potencias europeas
permanecían militarmente expectantes ante los sucesos, el comandante de la fragata
prusiana Federico Carlos, atendiendo al decreto del gobierno central de la república,
ajustado al derecho internacional, que declaraba piratas a los buques al servicio del
cantón, procedió a apresar el día 27 a la fragata “el Vigilante”, tras la expedición que
había llevado a cabo sobre Torrevieja. Pero esta acción no fue realizada con el
consentimiento del gobierno prusiano, por lo que finalmente fue devuelta al cantón,
llevando a bordo al “capitán general” Tonete Gálvez, que fue recibido en olor de
multitudes.
Posteriormente se supo, que el comandante de la Federico Carlos, hizo esta presa por su
cuenta y sin conocimiento del embajador. Cuando se publicó el decreto de piratería,
telegrafió a Berlín y las instrucciones que recibió de su gobierno, dejaba claro que los
barcos prusianos no tomarían la iniciativa en el ataque, sino que se limitarían a
defenderse si eran atacados por los insurrectos. Sin embargo el apresamiento del
Vigilante, lo hizo el comandante antes de conocer estas órdenes (o tal vez fue una
excusa diplomática), aunque el vapor, no fue devuelto a los insurrectos, sino al gobierno
central, después de largas negociaciones.
Naturalmente, esa situación daba alas a los cantonalistas, que llevaban a efecto su
actividad de piratería con plena impunidad. Y ateniéndose a la misma, el 29 de julio de
1873, las fragatas Victoria y Almansa fondearon en las aguas de Almería, conminando a
la población a entregar 100.000 duros, el tabaco existente y exigiendo la evacuación de
las tropas. La población huyó de la ciudad mientras la guardia civil, carabineros y
voluntarios se aprestaron a la defensa, siendo bombardeada el día 30 por orden de
Contreras por espacio de una hora, todo a la vista de embarcaciones de guerra británicas
y prusianas.
El 30 de julio, y mientras era atacada Almería por las fragatas cartageneras, Gálvez y
Pernas hacían una incursión terrestre en Orihuela. Con una fuerza de mil hombres
hicieron batirse en retirada a los defensores, hasta que, llegando a la población se
retiraron los atacantes tras recaudar 16.000 duros.
Los ojos del mundo entero estaban puestos, lógicamente, en los acontecimientos de
España. Al respecto, en telegrama reservado que la embajada de Paris enviaba el 31 de
julio al ministro de Estado, Soler y Pié puede leerse:
Pero la realidad era más dura para los protagonistas. Así, ante la acometida cartagenera,
a las 12:30 del 31 de julio se envía un telegrama desde Motril a Málaga con el siguiente
texto:
El 1 de agosto,
Las fragatas hicieron rumbo a Poniente, y con posterioridad se sabe que se
encontraban al frente de Vélez Málaga, donde se teme cometan también
exacciones. (Medina 2008: 563)
Tras estas acciones, el tres de agosto, las fragatas Almansa y Victoria entraron en
Cartagena, sin bandera y custodiadas por tres buques, un inglés, un prusiano y un
francés. Fueron apresadas después de haber bombardeado Málaga y Almería, llevando
como rehén al ciudadano Contreras. En Cartagena daban por sentado la pérdida de los
buques, por lo que
Como los prusianos habían tomado prisioneros, y el día 4 de agosto hubiese resuelto el
gobierno del cantón que las fragatas Numancia y Méndez Nuñez levasen anclas, las dotó
de una tripulación democráticamente elegida que hizo varar las naves a poca distancia.
El destino que llevaban ambas embarcaciones era enfrentarse al navío prusiano Federico
Carlos. El cantón había declarado la guerra a Prusia el día tres.
Finalmente, para recuperar la Victoria y la Almansa, que eran abandonadas por los
prusianos, desde Alicante enviaron tripulaciones que las pondrían bajo las órdenes del
gobierno, pero la operación se demoró hasta el día 9. También el gobierno cantonal
envió una comisión para tratar del asunto. El almirante alemán anunció que entregaría
los barcos a los ingleses, que las dirigirían a Gibraltar.
No deja de llamar la atención la postura adoptada por los gobiernos europeos, que
encontrándose con buques de guerra sin bandera reconocida, emitían comunicados
como el emanado el 9 de agosto desde el “Federico Carlos”:
Como tampoco deja de llamar la atención que justamente esos buques extranjeros
señalasen la zona de Escombreras, donde ocurrió el suceso, como “libre de toda acción
hostil”. Las fragatas serían devueltas al gobierno español… dos meses después.
Estos estrambóticos sucesos tenían también reflejo en el seno del propio cantón de
Cartagena. Ya en estos momentos de primeros de agosto comenzaban las rencillas
dentro del gobierno cantonal, al tiempo que la escasez de artículos y la carestía de la
vida llevaban sentido contrario. Además, se anunciaba algo que era ilógico no se
hubiese producido un mes antes: un ataque de las fuerzas gubernamentales.
Esta falta de respuesta daba alas al cantón, ya el único existente tras la asonada de julio,
y ello justificaba las continuas incursiones por mar y tierra con el objetivo de
incorporar localidades al cantón, y con el de recaudar fondos o contribuciones de guerra
para mantener su independencia, reafirmada con la emisión de moneda propia, el Duro
Cantonal, y la edición de un periódico titulado “El Cantón Murciano“.
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Propiedad del duque de Wellington como compensación por la “ayuda” prestada durante la guerra
franco-británica de 1808, conocida misteriosamente como Guerra de la Independencia.
En Barcelona el exconvento de San Felipe Neri fue usado como ateneo de la
clase obrera y las iglesias de San Jaime y Belén para cuarteles de la milicia
ciudadana. En Valencia la sede del Obispado y la catedral fueron ocupados por
los cantonalistas. En Murcia hubo un primer intento de desalojar al Obispado
de su sede, que se ejecutó más tarde con el cantón. En Málaga se derribaron en
marzo los conventos de Capuchinos y la Merced y el obispo tuvo que
abandonar su sede ante el temor de que fuera ocupada por las turbas. En
Granada el cantón prohibió todo culto externo y proclamó la separación de la
Iglesia y el Estado. En Cádiz el Ayuntamiento ordenó el desalojo y derribo del
convento de monjas de Nuestra Señora de la Candelaria junto con su iglesia,
se retiraron todas las imágenes sagradas dispersas por la ciudad, se secularizó
el cementerio, se prohibió la enseñanza de cualquier religión y, una vez
proclamado el Cantón, se extendieron las medidas anteriores a toda la
provincia, se cerraron todas las iglesias excepto las parroquiales y se proclamó
la separación de la Iglesia y el Estado. (Orozco 2013: 80)
Henchidos de confianza no tanto por lo que sucedía en el resto de España como por sus
particulares éxitos, el nueve de agosto, Contreras condujo una columna de 2000
hombres a enfrentarse a las fuerzas gubernamentales, comandadas por el general
Martínez Campos, ante las que sucumbió en batalla ocurrida el día 10 en Chinchilla
(Albacete), lo que ocasionó el inicio del asedio de Cartagena, que comenzaba a sufrir
una epidemia de enfermedades venéreas y las gentes comenzaban a vivir de la caridad.
La sanidad esta atendida por un solo médico, D. Juan Minguez, que veía
cómo, a primeros de septiembre ingresaban ciento cincuenta enfermos de
sífilis y abandonaba la plaza el 9 de septiembre. (Giménez 1875: 95-97)
Pero los políticos, en su mundo aparte, atendían otras cuestiones, ya que la situación,
según venían diciendo, era de normalidad.
La expedición, que como era costumbre, estaba custodiada por naves británicas, tuvo
que comprometerse con éstas que los bienes de los extranjeros serían respetados. De
Águilas se llevaron 3.500 duros y saquearon la población, llevándose cantidad ingente
de provisiones y también rehenes, pues las previsiones alcanzaban los 20.000 duros de
recaudación.
Hemos visto una muestra de lo que ocurría a quién no quería secundar el Cantón.
Señalemos también lo que sucedía dentro del propio cantón:
Surta en el puerto se encontraba una armada británica, a la que los cartageneros pidieron
permiso para llevar a cabo el bombardeo, indicando el brigadier Carreras que tenían
previsto abrir fuego contra la ciudad, a lo que el británico impuso un plazo de noventa y
seis horas para dar comienzo al mismo mientras los comerciantes ingleses protestaban
porque se ponía en peligro sus bienes. El plazo fue aprovechado por los cartageneros
para conminar la rendición de la plaza.
Transcurrido el plazo marcado por los ingleses, el día 27 se produjo el bombardeo, que
duró seis horas. Se lanzaron 186 proyectiles de 300 libras, siendo respondidos con 179
cañonazos. Los alicantinos decían con orgullo que el último cañonazo lo lanzaron ellos,
diciendo que los cartageneros
La acción dejó siete muertos y doce heridos y numerosos edificios dañados, tras lo cual,
la escuadra cantonal marchó a su base, bajo la atenta mirada de buques ingleses,
franceses, prusianos e italianos, que desatendieron la ley internacional sobre piratería.
Con la tranquilidad que tenían con la custodia llevada a efecto por las armadas
europeas, el 18 de Octubre, la flota cantonal inició una expedición contra Valencia; en
su singladura era escoltada por tres buques ingleses, uno francés y uno italiano. En el
camino, la impericia maninera de sus dotaciones provocó la colisión de la nave
capitana, la Numancia, que transportaba a todas jerarquías cantonales, con el Fernando
el Católico (rebautizado “Despertador del Cantón”), que acabó yéndose a pique y
produciendo gran mortandad.
Pero no por eso paró la expedición contra Valencia. Así, el 19 de octubre, al llegar a
Valencia, el comodoro inglés exigió un plazo de 96 horas para iniciar el bombardeo,
tiempo que aprovecharon los cantonales para apoderarse de nueve embarcaciones que
navegaban por la zona, en las que se apropiaron de diez millones de reales. Sin más, con
ese botín volvieron a Cartagena con total tranquilidad.
Finalmente el gobierno, tal vez autorizado por las potencias extranjeras, que ya llevaban
un siglo controlando la situación, inició el 23 de octubre el asedio de Cartagena por mar,
que fue comedido hasta que el 26 de noviembre se rompieron las hostilidades, al tiempo
que en Cartagena se desarrollaba la anarquía mientras las autoridades cantonales se
dedicaban a perseguir “traidores” entre los que se encontraban el presidente de la Cruz
Roja y el jefe administrativo del Hospital de la Caridad. Las incautaciones, a la orden
del día… Y con ese ambiente llegó el día 14 de diciembre, cuando los contendientes se
concedieron veinticuatro horas de tregua… y la Nochebuena, curiosamente celebrada
por quienes ejercían persecución religiosa.
Los cantonales esperaban con verdadera ansiedad la reunión de las Cortes que
había de verificarse el dos de enero de 1874, en cuya reunión, si el gobierno
de Castelar era derrotado, la organización de los cantones sería inmediata.
(Blasco 1892: 799)
Pero llegado el día, Castelar fue derrotado por los votos y acto seguido se produjo el
golpe de estado del general Pavía.
La entrada de las tropas del general Pavía en el Congreso de los Diputados el 3 de enero
de 1874, si no solucionó nada, al menos acabó con el alboroto del gallinero. Al efectuar
su entrada en el hemiciclo y ver cómo los diputados saltaban por las ventanas,
sorprendido, preguntó: «Pero señores, ¿por qué saltar por las ventanas cuando pueden
salir por la puerta?».
Se deduce que, los mismos que hoy llaman “fascista” a cualquiera que no dobla la
cerviz ante sus caprichos, en aquellos momentos, al no existir el fascismo, apellidaban
“carlistas” a quienes se les oponían. En cualquiera de los casos, “el proceso” había
abortado por sí mismo. Pocos días después se produciría la rendición del cantón de
Cartagena, al serles prometido, el 13 de enero de 1874, el indulto general y el reingreso
en el Ejército de los militares sublevados.
Es de reseñar que seis días antes de la rendición del cantón de Cartagena, se pronunció
el Cantón Manchego, tres días después de la entrada de Pavía en las Cortes.
El mismo día, una partida cantonalista comandada por un oficial del ejército asaltaba la
estación de Venta de Cárdenas, de donde sustrajeron el manipulador del telégrafo.
Otros casos se cantonalismo se produjeron sin que llegasen a tener resonancia. Entre
ellos cabe señalar el de Andujar (Jaén), declarado el veintidós de julio sin que se
conozca cuando se disolvió, el de Córdoba, declarado el día 23 y desconociendo
también cuando fue disuelto, y el Huelva, el de Plasencia (Cáceres) y el de Loja
(Granada), de los que nos ha llegado otra referencia que el de su fugaz e inubicable
existencia
Otra región en pretender la independencia fue Galicia, quien solicitó su unión con
Inglaterra.