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Respecto a estas respuestas, la Biología me responde que soy un Homo Sapiens. Ante mi mirada
de incertidumbre y vaguedad en el gesto me explico que los Homo Sapiens eran el resultado de
miles y miles de años de evolución y mutaciones genéticas; empezado hace cuatro millones y
medio de años por unos chimpancés, que ante la casi o total ausencia de árboles en la sabana
africana donde vivían, tuvieron que adoptar el andar bípedo para divisar a sus depredadores y
escapar a tiempo. Ello y unos pocos cientos cm3 de capacidad craneal más que un chimpancé
común nos han permitido ser como somos con unas determinadas características (espina dorsal,
aprendizaje,…) Pero esta clasificación para mí me parece encorsetada, artificial y poco adaptada
las respuestas.
Mis congéneres me llaman persona, ciudadano, habitante, votante, compañero… Para mis
iguales en sangre soy nieto, hijo, hermano, y algún día (Dios quiera) padre, abuelo….. Una
difusa voz entre muchas grita amigo. El tendero de la tienda de golosinas de la esquina me
llama con sus ojillos de rata aduladores y avariciosos: Estimado cliente, y al momento me dice ¿
Cuántos morenitos ha dicho?. El pasado me enseña que soy nieto de la Revolución Francesa e
hijo de la Revolución Industrial, el presente ¡Viva la fiesta! y Carpe Diem, aunque peor es el
futuro, quien me recrimina ser participe del racismo, la intolerancia, las guerras, y la
contaminación. Hermoso y afortunado soy para los adivinos y charlatanes televisivos (Ya lo sabía
por mi mismo).
Cansado de preguntar, andar y solo encontrar respuestas incompletas me apoyo sobre el quicio
de un puente para contemplar el firmamento. Entonces, allí, tras contemplar las estrellas,
planetas y sus miles de colores cambiantes las piezas y las respuestas obtenidas durante mi
búsqueda empiezan a tener sentido. Soy un Homo Sapiens y comparto sus características con el
resto de especie. Además, todas las cosas que se han dicho de mí durante mi camino me hacen
reflexionar sobre como me consideran las personas y que intenciones guardan cuando se dirigen
a mi persona. Pero mirando al firmamento escalofríos recorren mi cuerpo, pues comprendo que
cuento las palabras del científico Carl Sagan “Cosmos es todo lo que es, lo que ha sido o lo que
será“, veo que mi existencia y todo lo que haga no sera más que un mota de polvo en su infinita
existencia. Pero con mi talante positivo pienso y enfrentándome al dilema de Aquiles pienso que,
aunque no sea recordado por mis congéneres y que mis infínimos conocimientos que pueda
Esta es una pregunta que alguna vez todos nos hemos hecho y que no nos hemos podido
contestar con certeza.
Muchos aceptan la respuesta de la religión que les dice que Dios es el creador; y otros prefieren la
versión de la ciencia que sostiene que la creación se produjo por azar, después de una explosión
inicial.
La pregunta ¿de dónde vengo? tiene que tener una respuesta personal, porque el único que
puede contestarla es uno mismo, para poder darle a la vida su propio significado y su propósito.
Deepak Chopra ofrece esta tercera respuesta al recuperar la naturaleza sagrada del cuerpo con su
extraordinario orden e inteligencia y utilizando los conocimientos de la ciencia
Aunque para la ciencia la conciencia, la creatividad y el alma no son cosas materiales, no significa
que no sean reales para nosotros como seres humanos, ya que es un misterio que deseamos
descubrir que es nuestro.
En la India creen que todo el universo está dentro de uno mismo, por eso, para saber ¿de dónde
vengo?, tengo que conocerme a mí mismo.
Los que quieren encontrar respuestas objetivas en el exterior terminan encontrándose a sí
mismos, porque la realidad es como la contemplamos y cualquiera que haya explorado la creación
más allá de todo ha visto a Dios.
Deepak Chopra sostiene que la única respuesta posible es que nos hemos creado nosotros
mismos.
Esta respuesta puede parecer blasfema, desde el punto de vista religioso, sin embargo no quiere
decir que seamos dioses sino que nos hemos creado a nivel del alma y continuaremos creándonos
indefinidamente mientras lo deseemos.
Para vivir a nivel del alma, en comunión con el espíritu, hay que aprender a soltar, pero todos
vivimos aferrados a las cosas y a las personas y esto es lo que nos aleja cada vez más del alma.
Rechazamos lo nuevo, criticamos a los demás y también a nosotros mismos, nos oponemos a las
ideas nuevas, nos aferramos a nuestro punto de vista, estamos intranquilos, guardamos
resentimiento, permanecemos hundidos en el conflicto y juzgamos y culpamos a los demás; y en la
lucha entre el ego y el alma vence siempre el ego.
No se necesita ser un santo sino que hay que saber que al soltar encontraremos el camino para
todo.
La sombra que todos tenemos dentro con las heridas que conservamos desde la niñez, son las que
no nos permiten vivir desde el alma.
¿A dónde voy?
Todos, en algún u otro momento de nuestra existencia, nos hemos preguntado si la vida tiene un
sentido o fin y cuál es.
Ésta es una de las preguntas más importantes que podemos formularnosy su respuesta es
fundamental para todos y cada uno de nosotros, pues de ella va a depender el modo en que vivamos
nuestra vida. Vivir al día sin plantearnos el problema es, como mínimo, una frivolidad que no podemos
permitirnos.
La diferencia está en "vivir la vida" o, simplemente, "pasar por la vida" dejándonos llevar.
Ciertamente, venimos a la vida sin que nadie nos pregunte si queremos o no nacer. Nadie nos coloca
un "manual de instrucciones" debajo del brazo diciéndonos qué debemos o no hacer, y qué podemos o
no esperar.
Tal y como dirían los existencialistas, nos encontramos "arrojados", "implantados" en la existencia. Sin
embargo, a pesar de ello, sí que podemos descubrir una serie de "pistas" mirando en nosotros mismos
y en los demás.
La vida es algo así como un viaje cuya meta es la felicidad; y hacia ese objetivo vamos.
¿Qué hago aquí?, ¿de dónde llegué?, ¿de qué se trata? Son las preguntas típicas de quienes han
perdido la línea de continuidad que les explica su presencia en algún sitio. Las formulan los
amnésicos, los borrachos, quienes, por la razón que sea, no reconocen o no recuerdan cómo es
que aparecieron en un lugar. Pero, también, son las preguntas más hondas que puede formularse
un ser humano cuando se aparta de esa peculiar inconsciencia en la que generalmente nos
encontramos: la vida cotidiana: un nivel de conciencia en el que nos damos cuenta pero solo de
aquello a lo que estamos encarados: las ocupaciones, las preocupaciones, los proyectos, una
conversación, las incomodidades de un traslado, la molestia o el dolor del hambre, la rabia ante la
venalidad de la justicia, el sabor de un flan… Nuestra conciencia por lo regular está ocupada con
estos contenidos, y la vida como una fuerza centrípeta nos sumerge por completo en sus afanes.
Solo a veces, nos ocurre un alto en el camino y con la pregunta ¿cuál es el caso de la existencia? la
conciencia da un salto y adquiere otro nivel: ¿por qué existo?, ¿por qué existe el mundo?, ¿qué
sentido tiene estar aquí?
O sea, como preguntó Nezahualcóyotl, ¿a qué venimos sólo un rato aquí?, ¿cuál es el caso si yo,
tú, él, todos nosotros un día, un mal día, estaremos tirados ahí a tan solo unos minutos de morir.
Todo el mundo ha tenido alguna vez esta conciencia -conciencia límite, como se la llama- y nadie
quiere mantenerla; todo el mundo sale huyendo de ella y se mete en la primera cantina para
volver a engancharse con alguno de los miles de sentidos etílicos que la vida nos brinda para
perdernos. Conciencia molesta que no queremos escuchar y que preferimos callar con el amor,
con la importancia, con el dinero, con el poder, con un programa de televisión, con un libro o
platicando en el Metro con un desconocido acerca del día sin auto o de la lluvia…
¿Qué hacemos aquí? ¡Qué pregunta más inquietante!, y para la que hay tantísimas religiones que
nos ofrecen su respuesta fácil: un papá racional o caprichoso que nos creó… Como si el que
Alguien nos hubiese creado explicara el sentido de que estemos aquí, sólo un rato aquí. Y para la
que también hay muchas respuestas complicadas: la Teoría de la Evolución o el Big Bang… Como si
la plasticidad de la materia viva y la selección natural hicieran comprensible la existencia de ese
individuo que cada quien es solo un rato aquí.
Esa conciencia de estar sin saber el sentido de la estancia y, simultáneamente, sabiendo que solo
nos durará un rato, es la que nos arroja al paso las preguntas: ¿qué hago aquí?, ¿qué hacemos
aquí? No lo sé, nadie lo sabe; aunque sean las preguntas más hondas de la literal lucidez, de quien
no está embriagado por los asuntos de la vida. Son preguntas incómodas, chocantes, que nos
ponen en contacto con la angustia sólida, y de las que también yo, en seguida, voy a apartarme.
¿A DÓNDE VOY?
Si el hombre no viene del mono, si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, si el hombre es
mucho más que el cuerpo que lo cubre, si el hombre es espíritu, si el espíritu es energía, si la
energía no se destruye, si Dios es la potencia por excelencia, si Dios es la energía por excelencia, si
el hombre salió de Dios.., el destino final del hombre debe ser Dios.
Pero para que el hombre valore lo que es Dios, debe valorar lo que no es Dios. Para valorar el
Amor hay que conocer el Desamor. Para valorar la Alegría hay que conocer la tristeza. Para
conocer la Plenitud hay que saber lo que es la Vacuidad. Para apreciar la luz hay que conocer la
oscuridad.
Por eso Dios le dio al hombre el libre albedrío, para que a través del mismo, el hombre pudiera
experimentar muchas diferentes situaciones a través de su vida, para que valorando lo que no Es,
valore lo que Es.
Dios tiene un premio tan grande, al final del camino, para los que obren en consecuencia, que vale
la pena cualquier esfuerzo en la tierra con tal de poder disfrutar de ese premio, por toda la
eternidad.
"Muchos son los llamados y pocos los elegidos", porque sólo los elegidos serán los que tengan la
capacidad de valorar y agradecer lo que Dios nos quiere entregar.
Dios no excluye a nadie, Dios busca permanentemente la forma de hacer que la gente Crea por
diferentes medios..., "pero el que no crea, ni aunque vea que los muertos resucitan creerá...". Por
eso el conocimiento, junto con la oración, son tan importantes, porque son el camino, por el cual
se e prende la luz que nos ilumina conforme vamos profundizando, -cada vez con más claridad-, en
el entendimiento del verdadero por qué de la vida y la conciencia de cuál es la Verdadera Vida.
El hombre de hoy ve hacia el pasado y casi no puede creer la simplicidad de los conocimientos,
conductas y herramientas de nuestros ancestros. Debemos esperar que los hombres del futuro
también puedan hacer lo mismo, desde una plataforma más cercana a su origen, para que de esta
forma, la evolución de los hombres sea la verdadera evolución, la evolución interior.