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La Etapa de la Rutina en la Relación

Por Ibis Schlesinger

Nos unimos en pareja con la esperanza de que la llama del romance se


mantenga viva para siempre. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo
y llegamos a acostumbrarnos a estar juntos, nos puede parecer que
esa llama empezara a apagarse. Esto es normal. Nadie puede vivir para
siempre con los alti-bajos que nos trae el Romance –eso seria muy agotador.

A medida que las parejas trascienden la emoción de las primeras citas


románticas y llegan a comprometerse el uno al otro, van avanzando a la
Etapa de la Rutina de la relación. Esta etapa se caracteriza por tres
aspectos básicos: establecer una rutina al interactuar el uno con el
otro, eliminamos las barreras y empezamos a considerar a la otra
persona como algo dado por hecho.

Primero, establecemos una rutina en la manera que hacemos ciertas


cosas y nos tratamos mutuamente creando hábitos que facilitan nuestra
vida en común. Para poder lidiar con nuestras necesidades básicas del
día a día, decidimos quién se bañará primero y quién se encargará de
echar el cerrojo a las puertas en la noche. Determinamos quién irá de
compras al supermercado, quién pagará las cuentas y quién se encargará
de mantener un calendario de las actividades sociales. Esto es
importante pues nos ayuda a evitar que se produzca un caos, nos ayuda
a llegar a tiempo al trabajo o a encargarnos del cuidado de los niños
de una manera eficiente.

Una segunda dinámica que se observa en la Etapa de la Rutina es que


eliminamos las barreras y nos mostramos más como realmente somos.
Aquello que no habíamos mostrado en la Etapa del Romance lo expresamos
ahora en la Etapa de la Rutina. Quizá es que asumimos: "Ahora que
alguien realmente me ama puedo ser finalmente soy. Ya no tengo que
mostrar siempre mi buena cara".
Surgen comportamientos inesperados y es como si sintiéramos que
realmente nos hemos sacado la lotería.

Una tercera dinámica que surge es que empezamos a tomar a la otra


persona como algo dado por hecho. Cuando vivimos juntos empezamos a
saber qué podemos esperar de nuestra pareja. Para las parejas que
viven en armonía, tomar a la otra persona como algo dado por hecho es
como cuando uno juega en un equipo o toca en una banda de música.
Llegamos a saber cuándo y cómo nos toca jugar y tocar. Por ejemplo, si
mi madre esta enferma y debo viajar para estar con ella, mi pareja se
encargará de alimentar a los niños y ponerlos a dormir a su hora
debida. O puede ser que surja una cena de último minuto después de una
reunión de negocios y mi pareja cuente conmigo para brindarle apoyo en
dicho evento. O, si a mi pareja se le malogra el carro, yo podré ir a
brindarle ayuda.

Este tipo de confianza mutua sólo se desarrolla cuando hemos pasado un


buen tiempo juntos y hemos llegado a conocer las fortalezas y las
debilidades mutuas, de la misma manera que sucedería con nuestros
compañeros de equipo de basketball, voleibol, baseball, fútbol, etc.

A medida que estos tres aspectos de la interacción ocurren, se va


desarrollando un sentido de seguridad. La seguridad física y emocional
es necesaria para que la pareja crezca, madure y se desarrolle en
medio de estos hábitos diarios.

La seguridad física se logra con las suaves caricias y el cariño


físico resultado de la vida en común y sin vivir con el temor de que
nos van a abandonar o a ser infieles. Tener suficiente dinero para
pagar las cuentas y la madurez necesaria para ser protector sin abusar
también constituyen la base para logran un sentido profundo de
seguridad física.

La seguridad emocional se da cuando sabemos que existe respeto mutuo y


nos tratamos cariñosamente. La seguridad emocional se logra cuando
sabemos que nuestra pareja estará allí en los momentos difíciles y nos
dará su amor y apoyo. Tarde o temprano, todos enfrentamos momentos
difíciles –es una especie de prueba que nos da la vida.

La seguridad emocional también surge de la familiaridad que se logra


en la vida en común. ¿Recuerda la sensación de regresar a casa luego
de un viaje? No hay nada más rico que echarnos a dormir en nuestra
propia cama con nuestra almohada y nuestras sábanas.

Cuanto más tiempo vivimos juntos, más familiares se harán nuestras


posesiones, nuestros hábitos y nuestra rutina.

Una llamada de alerta en esta etapa de la relación surge cuando no


podemos contar el uno con el otro. Cuando nos preocupamos de que
nuestra pareja va a gastar el dinero de manera irresponsable o va a
tener un affaire, o va a llegar a casa ebrio, o se pone distante o se
enfada, o va a ser grosero con nosotros o con los niños de manera, no
se puede lograr un sentido de seguridad emocional ni física.

Para algunas parejas, caer en la rutina puede conducir a conflictos o


aburrimiento. Otras parejas pueden preferir, sin darse cuenta, las
emociones de pelearse y luego besarse y hacer las pases. Cualquier
cosa antes que el aburrimiento de la rutina diaria.
O también, puede que creamos que si nos toman como algo dado por hecho
eso significa que nos están usando y no nos aprecian por lo que somos,
o que nuestra pareja ya no nos ama cuando lo que puede ser que ocurra
realmente es sólo que nuestra pareja ya se está acostumbrando a
nosotros. Por ejemplo, digamos que nosotros queremos salir todas las
noches mientras que nuestra pareja solamente quiere quedarse en casa
relajándose y mirando la televisión. O, nuestra pareja quiere dar
rienda suelta a su deseo sexual y hacer el amor todos los días
mientras que nosotros sólo esperamos hacerlo los fines de semana.
Quizá sintamos mucha presión con la ansiedad que muestra nuestra
pareja mientras que nuestra pareja se sentirá rechazada por lo que
interpreta como una falta de interés por parte nuestra. Como pareja
necesitamos buscar la manera de llegar a un equilibrio y resolver la
situación para que ambos se sientan satisfechos.

Otro aspecto al que tenemos que prestar atención es cuando otras


distracciones u ocupaciones como el cuidado de los niños, algún
pasatiempo, pasar el tiempo con nuestra la familia o los amigos toman
más de nuestro tiempo que la relación matrimonial misma. O, puede ser
que le demos toda nuestra atención a alguna situación que nos preocupa
y nos olvidemos completamente de nuestra pareja.

La realidad es que la mayoría de nosotros no vamos a comportarnos de


la misma manera a los veinte que a los cincuenta. Quizá hasta se nos
olvide que fue lo qué nos atrajo de nuestra pareja, pero con seguridad
no fueron las tareas de la casa ni las cuentas por pagar. Fue el
tiempo que pasamos juntos, el uno con el otro, hablando, riendo,
disfrutando, el tiempo que pasamos creando nuestro sueños y trabajando
para hacerlos realidad lo que recordamos y atesoramos.

Los problemas del día a día pueden llevarnos a preguntarnos si


nuestros sueños de toda la vida de lograr una relación satisfactoria y
llena de amor durarán. Quizás nos empecemos a preguntar si hay algo
mal con nuestra pareja y/o nuestra relación. Podremos empezar a pensar
que las rutinas en las que hemos caído no eran lo que imaginábamos y
que lo que hemos creado más bien son rutinas que parecen tareas
interminables.

Quizás hasta empecemos a gastar nuestra energía obsesionándonos sobre


todo lo que puede estar mal –los niños, la casa, el carro, nuestros
padres ancianos—y dejemos de alimentar nuestra relación. Es fácil
olvidar que lo fundamental es el desafío de luchar por nuestros
sueños. No nos podemos dar el lujo de olvidar que es posible disfrutar
el tiempo juntos no importa qué estemos haciendo.

Si tratamos de hacer que las cosas mejoren bajando la cabeza para


evitar los desacuerdos y las peleas, lo más probable es que eso nos
conduzca al resentimiento y la furia. Si ignoramos nuestros problemas,
estos resurgirán inevitablemente más tarde durante la Etapa del
Conflicto.

Las rutinas pueden durar mucho tiempo y convertirse en formas


satisfactorias de vida, o pueden convertirse en malos hábitos que
irritaran a la pareja. La buena noticia es que puesto que nosotros los
creamos, nosotros podemos cambiarlos si no nos gustan.

A medida que aprendemos a tratarnos mutuamente de una manera


positivamente predecible tenemos la oportunidad de transformar la
pasión y la emoción de los primeros momentos de nuestro amor en la
estabilidad de un amor maduro. Nos damos la oportunidad de relajarnos
–sabemos qué esperar de nuestra pareja y no tenemos que preocuparnos
de que nos van a tomar por sorpresa.

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