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AA VV Diccionario de Pastoral y Evangelizacion PDF
AA VV Diccionario de Pastoral y Evangelizacion PDF
Evangelización
Diccionarios "MC"
El Diccionario ofrece 280 voces, que desgranan todo lo relacionado con la pastoral y
la evangelización, los momentos de la evangelización y el desarrollo de la acción
pastoral. En esta obra han colaborado medio centenar de afamados expertos,
varios de ellos burgaleses; ha contado con tres directores, que han coordinado la
ardua tarea de elaboración de un volumen de estas dimensiones. El Diccionario
cuenta con amplia y actualizada bibliografía para ampliar los temas y referencias y
reseñas de los más recientes documentos magisteriales. La obra aparece con un
pequeño suplemento de voces que habían quedado "en el tintero", para ser lo más
completo posible.
Dejando la larga historia de este gran y fecundo movimiento eclesial, digamos que la
Acción Católica, en estos momentos, se encuentra en fase de renovación, desde la
eclesiología de la Iglesia particular (es decir, la Iglesia Diocesana). La Acción Católica,
según los más recientes documentos, tiene que ser una experiencia personal y
comunitaria, al mismo tiempo, para hacer posible un laicado adulto, formado y
comprometido; un organismo que articule a los laicos de forma estable y asociada en
el marco de la Iglesia particular, y, muy especialmente, debe dinamizar la vida de la
parroquia. Reconociendo, al mismo tiempo, que el apostolado seglar asociado abarca
mucho más que la Acción Católica.
La Acción Católica no sólo debe valorar y respetar los diferentes carismas particulares,
plasmados en otros movimientos o asociaciones laicales, sino que debe ponerse al
servicio de la Diócesis para dinamizar sectores de evangelización que no están
suficientemente atendidos, en comunión con el obispo y el presbiterio de la iglesia
particular. La Acción Católica debe ser cauce y oferta natural de la Diócesis para
vertebrar el laicado no organizado de las parroquias y de la propia Iglesia particular. La
AC aporta, como cauce básico y permanente, corresponsabilidad laical y presencia
misionera y evangelizadora.
Las cuatro notas que vertebran la Acción Católica son: su aspecto evangelizador, el
protagonismo de los laicos, su formación en comunidad y su misión asociada al
ministerio pastoral diocesano.
La Acción Católica ofrece dos grandes ramas: Acción Católica General y Acción Católica
Especializada, expresada en diversos movimientos. En cualquier caso, son asociaciones
públicas de la Iglesia que desarrollan su actividad evangelizadora, como acción de la
Iglesia, desde la condición de seglar, promovidas y orientadas por el ministerio
pastoral.
2.1. HOAC:
LA HOAC (Hermandad obrera católica), como la JOC (juventud obrera católica), son
movimientos específicos y evangelizadores en el campo de la pastoral obrera. Para
hacer militantes cristianos, que vivan sin divorcio, su identidad trabajadora y su fe.
Para llegar a ser miembro adulto de la HOAC o de la JOC se precisa, primero, un curso
de iniciación para posteriormente pasar a la formación propiamente dicha donde la
revisión de vida, el método pastoral ver-juzgar-actuar y las acciones de campaña son
mediaciones necesarias. Algunas de las claves de HOAC son: apertura y conocimiento
de la realidad; fidelidad a Jesucristo y a su Evangelio desde el compromiso con el
mundo obrero; y una pastoral de evangelización y transformación de la realidad.
Para ampliar lo que significa la HOAC remitimos a la voz "Pastoral obrera" de este
mismo Diccionario.
2.2. JOC:
a. Una tarea: participar con otros jóvenes de la clase obrera en la lucha por
construir un hombre y una sociedad nuevos.
b. Unos objetivos: la liberación del joven trabajador de cualquier forma de
explotación; la lucha por una sociedad sin clases; la vivencia, personal y
comunitaria de nuevos valores desde el compromiso por el Reino de Dios.
c. Una metodología: la revisión de vida obrera, mediante la cual se analiza y
profundiza en la vida personal y en lo que rodea socialmente al joven, y se
descubren las contradicciones de un sistema socio-económico injusto que exige
transfromación desde los valores del Evangelio. Mediante la revisión de vida, el
joven militante ve-juzga-actúa. La revisión de vida desemboca en la llamada
Campaña de transformación de la realidad.
Acción misionera
En este nivel hay que señalar la importancia de la pre-catequesis. Es una oferta dirigida
a ofrecer un primer anuncio reposado de la fe. También podemos incluir en aquella los
procesos intensivos de anuncio en un tiempo determinado, "la misión". Es un
itinerario sistemático, no demasiado prolongado, en el que la persona se pone frente
al kerigma de Jesucristo. La pre-catequesis es la puerta a la iniciación cristiana,
pretende a través de una presentación sintética de la fe, que la persona interesada en
Cristo se adhiera de forma inicial a él. Es una tarea promovida por la comunidad
cristiana. Requiere el envío eclesial de verdaderos testigos, pedagogos y
acompañantes de la fe. Normalmente se deberá adaptar al punto de partida de los
destinatarios.
La misión realizada. Es un modelo que atraviesa toda la historia del cristianismo hasta
el siglo XX. La misión ha sido ya realizada. Se comienza a dar en los tiempos
apostólicos. La misión que aparece en el Nuevo Testamento desde Jerusalén a Roma,
pasando por Antioquía y Siria, se vislumbra ya realizada y ya universal en la medida en
que el evangelio va alcanzando los diferentes pueblos y regiones. Es vivida con una
fuerte conciencia escatológica. Los tiempos últimos se han cumplido y el plazo para la
segunda venida de Cristo se anticipa breve. Posteriormente este modelo se asienta.
Una vez que las Iglesias han sido plantadas, para cuyo cuidado se eligen obispos,
presbíteros y diáconos, deja de haber apóstoles. Continúa en la medida en que se va
generalizando en Europa la conversión de los reyes y de sus pueblos al cristianismo.
Este modelo ha pervivido hasta este siglo en los países llamados católicos. En este
modelo la acción misionera se coloca al margen y no en el centro de la autoconciencia
eclesial. La acción vertebradora es la acción pastoral que se dirige a los que se
presupone que ya han acogido la fe. Esta se pone al servicio de la maduración de la fe
de los creyentes, a su santificación por medio de los sacramentos, a la defensa de su
fidelidad y a la promoción de la coherencia moral con la fe que profesan. La Iglesia es
todo el pueblo, ya misionado. ¿En qué consiste la misión? ¿En qué consiste el anuncio?
Pues en las «misiones extranjeras», en el anuncio a los pueblos no cristianos. No hay
lugar para la misión en el interior de la propia sociedad. Con ello lo que se presenta
como problema es el destino eterno de los que mueren sin bautizar (Sto. Tomás), el de
los herejes, que han de ser físicamente eliminados, porque amenazan la fe del pueblo
y el del Islam, como anomalía infiel que ha de ser combatida. Tampoco hay espacio
para el compromiso socio-político. Si el pueblo está ya cristianizado, no hay necesidad
de transformación social.
La misión ad gentes. La misión a los gentiles o paganos es un modelo que tiene sus
precedentes en la predicación y conversión de los pueblos sajones en el siglo VI, vía
conversión del rey y la corte, y en algunas prácticas menores pero significativas como
las de los franciscanos. Su realización eminente se sitúa en dos épocas: la del
descubrimiento del Nuevo Mundo y la de la expansión colonial del siglo XIX.
La misión histórico-salvífica. Este modelo parte de las insuficiencias del anterior. Tiene
un excepcional momento insight en 1943, con la famosa France, pays de mission?, de
H. Godin e Y. Daniel. Se preguntaba si el lugar de la misión era allí o si también en la
misma Francia, en algunos ambientes, sobre todo en los obreros, no era tal la
descristianización que requería una verdadera acción misional. Este planteamiento
introdujo en la problemática de la misión la cuestión de la conflictividad social y de la
posición política de la Iglesia y por otro lado hizo de la misión no una tarea accidental
para el caso de un país no cristiano cuanto un dinamismo que acompaña siempre a la
Iglesia, en cualquier ambiente, poniéndola en crisis y provocándola desde dentro. El
término que polariza este modelo de misión, la histórico-salvífica, es el Reino. La
misión es el acontecimiento del Reino, la tarea entre el ya sí y el todavía no. La historia
humana y política forma parte de la única historia de la salvación. La Iglesia se coloca
al servicio del Reino, de la animación evangélica de la realidad.
Son muy excepcionales los momentos en los que el creyente expresa su fe en la vida
cotidiana, en el trato corriente. En realidad esta expresión se reduce al ámbito
familiar, a la parroquia y a los sacramentos, a las fiestas populares tradicionales y a los
pequeños grupos cristianos. La vida cotidiana, el tiempo libre, el ámbito del trabajo,
otras esferas de vida pública, la política e incluso el campo moral no son considerados
por la gente como espacios donde se expresa o donde se espera que deba mostrarse
el cristianismo. En la sociedad de hoy no se considera que haya unos rasgos
determinados por los que se reconozca fácilmente a los creyentes en la vida cotidiana.
Es más, parece que los propios creyentes no se interesan por poseer dichos rasgos.
Desde el ámbito cristiano, nos encontramos ante una fe sin pretensión de identidad
pública.
Por otro lado, nos encontramos con una sociedad de tolerancia limitada respecto a la
expresión de la fe. Hay fuertes reticencias ante una visibilidad del cristianismo más allá
del folklore, la tradición y el culto. Lo que traspase esos límites es percibido como
rareza o como injerencia. Lo que se salga de ahí se considera comportamiento propio
de secta o pretende invadir terrenos que no le corresponden. Es más, si la fe
desciende a la vida cotidiana parece que esto no ocurre de modo espontáneo, sino
intencionado, como para dar lecciones. Todo ello no quita para que a la sociedad le
importe saber si uno es creyente. Es algo que define la intimidad de la persona. Y eso
no es irrelevante. Ahora bien, parece que hay un código implícito de conducta por el
que manifestarse cristiano no es lo primero que uno debe decir, ni lo primero que uno
debe preguntar. De hecho se considera de mal gusto mostrar demasiado a las claras la
identidad cristiana.
Además hay que recoger con fuerza algo que es un acicate para la AM. Las encuestas
sociológicas sobre el cambio socio-cultural en Europa detectan como dato significativo
la emergencia de personas religiosas con necesidad de sentido y búsqueda de
espiritualidad, en un sentido amplio. Ahora bien, muchas de estas personas no
perciben en la Iglesia la posible respuesta para la satisfacción de tales necesidades.
4. Un cristianismo más apostólico. La AM del cristiano laico sólo puede brotar con
autenticidad y con credibilidad de la propia vida. Para ello se han de dar cuatro
condiciones previas: un estilo de vida con identidad cristiana, cuidar la vida interior de
fe, repensar hoy la experiencia cristiana de Dios y expresar la fe con naturalidad en la
vida cotidiana.
Repensar hoy la experiencia cristiana de Dios. Hay un lenguaje sobre Dios propio de
otros tiempos que ya no sirve en nuestra cultura. Un ejemplo del propio Papa Juan
Pablo II. Decía que no se puede pensar en el cielo, en el infierno..., como lugares
físicos. Y sin embargo esto ha formado parte de la creencia cristiana durante siglos y
siglos. Otro dato: hasta ahora siempre nos hemos imaginado a Dios como varón. Sin
embargo, el papa dijo: "Dios... es también madre". Cuando el mismo supuesto de Dios
está confrontado en la cultura europea, la experiencia cristiana de Dios es insegura y
quebradiza. En tal situación el anuncio es necesariamente apagado. ¿Quién es ese Dios
al que queremos evocar, convocar y provocar en nuestros contemporáneos? Hoy es
preciso recrear un lenguaje religioso capaz de ser comunicado y comprendido en la
nueva cultura. Se impone la necesidad de tomar conciencia de nuevo sobre el ser y el
significado de Dios, sobre el ser y el significado de la fe, desde el inicio del tercer
milenio. No sólo como temas de especialistas sino como búsqueda del común de los
cristianos. Dando tiempo a la comunicación de estas búsquedas, a hablar de aquello
que da sentido al vivir y al morir. Sin miedo a que se caigan esquemas, sin miedo a
quedarnos con pocas cosas. Con afán de verdad y de autenticidad. En una relación de
búsqueda y no de posesión. Sosteniendo las preguntas cuando no tienen respuestas
fáciles. Sin ahorrarnos la incertidumbre de un Dios que a fin de cuentas no deja de ser
un misterio para la contingencia de la existencia humana. Ha de hablarse en los grupos
y comunidades cristianas de Dios, de la propia experiencia de Dios, de la naturaleza de
la creencia cristiana, de sus implicaciones en la vida. También en los ambientes
plurales de vida. Y estudiar teología, a diversos niveles. Precisamente teología es
pensar sobre Dios, ("Theoslogos"). La situación de misión del cristianismo pide un
centramiento nuevo en la cuestión de Dios.
Las Cartas apostólicas son un testimonio de cómo vivir y anunciar la Buena noticia.
Destaca en los primeros apóstoles la autenticidad, creen lo que anuncian. "No vamos
como muchos, traficando con la palabra de Dios, sino que hablamos con sinceridad,
como de parte de Dios, delante de Dios, y como miembros de Cristo" (2 Cor 2,17).
Aman a quiénes dirigen el anuncio: "Tal afecto os teníamos, que estábamos dispuestos
a daros, no sólo la buena noticia de Dios, sino nuestra vida: tanto os queríamos" (1 Tes
2,8). Lo viven con fervor religioso: "Ninguno vive para sí, ninguno muere para sí. Si
vivimos, vivimos para el Señor; si morimos para el Señor; en la vida y en la muerte
somos del Señor" (Rom 14,7-8). Mostraban valentía ante el ambiente: "No te
avergüences de dar testimonio de Dios... antes con la fuerza de Dios comparte los
sufrimientos por la buena noticia" (2 Tim 1,8), "Después de sufrir malos tratos en
Filipos, como sabéis, nuestro Dios nos dio valentía para exponeros la buena noticia de
Dios entre fuerte oposición" (1 Tes 2,2). Eran humildes en el ofrecimiento del anuncio
y en sus frutos: "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy" dijo Pedro (Hch 3,6).
"Yo planté, Apolo regó pero era Dios quien hacía crecer. Así que ni el que planta
cuenta ni el que riega, sino Dios que hace crecer... Somos colaboradores de Dios" (1
Cor 6-7.9). Eran conscientes de su debilidad y de que la fuerza les venía de lo alto: "ese
tesoro que llevamos en vasijas de barro, para que se vea que su fuerza superior
procede de Dios y no de nosotros" (2 Cor 4,7). "A través de predicación defectuosa
Dios extiende su salvación" (1 Cor 1,21). Lo vivían con gratitud por la tarea recibida:
"Doy gracias a Cristo Jesús Señor nuestro, el cual, siendo yo antes blasfemo y
perseguidor e insolente, me fortaleció, se fió de mí y me tomó a su servicio" (1 Tim
1,12).
En las últimas décadas hemos ido tomando conciencia en la Iglesia de que la iniciación
cristiana es un proceso lento, complejo, que implica una serie de itinerarios a través de
los cuáles se va produciendo la personalización de la fe. Respecto del anuncio
misionero hay que afirmar algo parecido. Requiere un proceso y un itinerario tanto en
la preparación de condiciones, en su confesión, como en el proceso de acogida del
mismo. Y, además, dicho proceso e itinerario son muy diversos. La parroquia debe
organizar actos de encuentro misionero, procesos amplios, campañas..., que hagan
posible el contacto con la comunidad cristiana, la escucha del kerigma a personas que
están en los círculos del apostolado, que poseen cierta actitud de apertura.
La Iglesia es la memoria de Jesús. "Haced esto en memoria mía" es la razón que reúne
domingo tras domingo a los cristianos en torno a la Eucaristía. El anuncio de los
apóstoles se realizaba desde comunidades significativas (Hch 4,32-35). El anuncio de
Jesús no puede realizarse sin la comunidad. Dice un pasaje de Juan: "¿qué buscáis?,
¿dónde vives?, venid y lo veréis" (Gn 1,35-39). Cuando se abre la sed de la persona,
cuando hay deseo y búsqueda, sólo puede haber un primer sí a la iniciación y a la
conversión cristiana si hay un encuentro con esa realidad nueva que barrunta y
experimenta la respuesta a esa búsqueda en la Iglesia. En efecto, la comunidad
cristiana forma parte del anuncio. Un nuevo anuncio de Jesucristo exige "que se
rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales" como dice la
Exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre los laicos: Christifideles laici (n. 34). Esta
perspectiva no puede olvidar de la memoria los peecados que en el sagrado nombre
de Dios ha realizado incluso la misma Iglesia. Son una dificultad evidente para la AM
que es preciso reconocer y por la que es cristiano perdir perdón como ha hecho Juan
Pablo II, en la celebración del Jubileo 2000 (Memoria y Reconciliación).
PERSPECTIVA HISTÓRICA
El camino trazado no es de ahora, son muchos años de interés, pero aún así, el camino
no es todavía fácil. Los cinco siglos acostumbrados a recibir, a ser dependiente, las
graves situaciones misioneras que persisten al interior de ella, presentan todavía
dificultades notables para "salir hacia fuera" que la Iglesia en A.L. debe vencer, mejor
dicho, está venciendo. Los esfuerzos son notables. A todo esto está contribuyendo
mucho una bien programada pastoral de conjunto para toda América Latina y el
Caribe.
Hay que destacar los esfuerzos del CELAM. Ya, en su primera Asamblea de Río de
Janeiro (1955), advertía con fuerza la necesidad de atención a las situaciones
misioneras de dentro, sobre todo a las diferenciadas por las culturas: indígenas y afro-
americanas. Es un primer y gran paso de responsabilidad misionera.
La perspectiva si irá aclarando y surge con fuerza la necesidad de establecer dentro del
CELAM un Departamento dedicado exclusivamente a las Misiones. Sin embargo,
tuvieron que pasar 11 años para que el CELAM fundara su Departamento de Misiones
(DEMIS), del que su primer presidente fue el Obispo colombiano de Buenaventura
Gerardo Valencia Cano, gran impulsor del espíritu misionero en A.L.
La afirmación de Puebla: "ha llegado la hora para Al... de proyectarse más allá de sus
propias fronteras" se está cumpliendo, de varias formas, sobre todo desde el Congreso
de Bogotá resuena el mismo tema. En Argentina, finalmente, la voz resuena ya como
un mandato: "América, con Cristo, sal de tu tierra".
Se asume en él con claridad la perspectiva "ad gentes": "sal de tu tierra". La Iglesia L.A.
está recorriendo con fuerza e ilusión su proyecto de ser una Iglesia misionera, que no
solo cuide mejor las situaciones misioneras al interior de ella misma, sino que
comprende que ha llegado el momento de "salir de sus fronteras", de "dar desde su
pobreza".
El COMLA 5 se realizó con más de 3.000 delegados de todo A.L. y del Caribe y también
con varios observadores de otros continentes. Realizado en un ambiente de reflexión
no exento de lo festivo, tenía como objetivo claro: profundizar la responsabilidad
misionera de la Iglesia universal de las Iglesias de L.A. y del Caribe, bajo el ángulo de
las diferentes culturas y la opción preferencial por los pobres.
Pero la misión inculturada toma toda su dimensión "más allá de las fronteras" y, mejor
aún, debe establecerse "sin fronteras" es decir, sin límites. Es responsabilidad del
compromiso misionero para el momento actual superar las fronteras: geográficas,
étnicas, económicas, políticas, culturales, raciales, ideológicas y aún religiosas.
Respecto a la "opción por los pobres" se aplaudió fuertemente las palabras de Juan
Pablo II en su mensaje al Congreso: "las comunidades eclesiales de A.L. deben
continuar con decisión la opción preferencial por los pobres y marginados" que
ayudaron, sin duda, a profundizar en la opción.
Se hizo una referencia especial y sentida a Africa, continente empobrecido, con el que
América Latina se siente deudor y aún culpable de una forma especial, por los millones
de sus hijos traídos como esclavos. Ahora A.L. quiere y debe devolver en fe y liberación
lo que robara en esclavitud.
Por eso reclama para la Iglesia particular que ofrezca a los evangelizadores condiciones
de formación actualizada, y una mística y espiritualidad misionera, para hacerles capaz
de "dar cuenta de su propia esperanza".
En todo ello los laicos deben tener especial protagonismo. La Iglesia L.A. debe
establecer prioridades: invirtiendo en su formación, haciendo estructuras más
participativas, rescatando la presencia femenina y atendiendo al protagonismo de los
jóvenes (formándoles en el sentido crítico y de ideales religiosos y misioneros).
El COMLA 5 fue sin duda una gigantesca llamada a las Iglesias L.A. para que salgan de
sus cápsulas y se abran a nuevas fronteras.
A cinco años de la finalización del COMLA 5, y un año después del COMLA 6 (que
todavía es difícil de evaluar), la Iglesia Latina Americana está profundizando en su
opción misionera. El lema de Paraná: "América, con Cristo, sal de tu tierra", no es
producto de un día, es la conceptualización en forma de mandato evangélico, que se
ha ido gestando.
A.L. siente ahora una nueva llamada: "llegó la hora". "llegó tu hora". Esta hora no llega
por un acto de buena voluntad, ni de generosidad, o porque haya optado por ella de
forma preferencial; llega, por-que es ya la hora de la llamada, la hora del Espíritu. Para
A.L. y el Caribe es hora de ponerse en marcha, la evangelización ad gentes es hoy, para
ella, según los signos de los tiempos, su tarea más importante. Una tarea que no
puede rehuir. Una tarea en la que la misma Iglesia universal tiene puestos sus ojos y su
esperanza.
Debe realizarla siendo fiel a su realidad, debe ponerse en marcha con lo que es, con lo
que tiene, dando de lo suyo. La Iglesia en A.L. presenta riquezas y pobre-zas, debe dar
de esto, algo que le es "original": el sentido de la salvación liberación, la valorización
de la religiosidad popular, la dinámica de las comunidades eclesiales de base, los
nuevos ministerios, la alegría festiva...
Pero sin duda, una de sus riquezas mayores, de sus aportaciones fundamentales, es la
"opción por los pobres"; opción que no sólo deja de tener sentido, sino que cada día
toma peculiaridades nuevas: pobres ya no solo pobres, sino empobrecidos, oprimidos
y "excluidos".
Todo el mundo mira a A.L., una Iglesia que ya ha aportado mucho, una Iglesia que hizo
la opción por los pobres; y espera de A.L. que siga en la misma línea en esa fina
sensibilidad, a fin de que la acción evangelizadora de la Iglesia en el mundo vuelva con
fuerza a privilegiar a los pequeños.
Esa debe ser una de las líneas más claras de Iglesia de América Latina en su acción
misionera. En este sentido afirma Pedro Casaldáliga: "si no hacemos eso en relación a
la mayoría de los pueblos que pretendemos evangelizar, que son pueblos pobres, la
evangelización será un sarcasmo".
La reflexión sobre la misión en la Iglesia L.A. presenta hoy esta rica perspectiva, pero
no se queda ahí. Va más profundamente a reconocer el principal acento, la verdadera
finalidad de la acción misionera, su protagonista central.
Reconoce que a los pueblos la Liberación y la Salvación no les va a venir por la acción
misionera concreta de pro-moción. La Liberación les vendrá por el anuncio de
Jesucristo que es el objetivo de nuestra misión: hacer presente, ser testigos de Jesús
que llega para salvar y liberar.
Lo importante para nuestra Iglesia L.A. es que nuestro camino ha sido precisa-mente el
madurar en esta misma conciencia. Las opciones pastorales concretas han sido hechas
en torno a la realidad vida de Jesús, proclamando nuestra fe en Cristo, Ayer, Hoy y
Siempre, como recordaba Santo Domingo. La presentación de Cristo y su mensaje,
presente en nuestra historia y en nuestra memoria, es nuestra mejor aportación.
Pero ir con humildad, que es el amor a la verdad, no somos dueños de la verdad, sino
sus servidores. Somos testigos de Jesús y el testigo se presenta fiel y firme, pero pobre
e indefenso. Propone no dispone. No utiliza el poder sino el servicio. No es maestro ni
jefe, sino testigo de Cristo.
Si realizamos a fondo esta misión evangelizadora, nadie nos tiene que agradecer, al
contrario debemos dar las gracias. Gracias por el misterio de la encarnación y
redención del género humano, que nos trajo bienes que no son privativos de un grupo
privilegiado, sino de toda la humanidad.
Acción de gracias que debe impulsar-nos a proclamar la Buena Noticia que el mundo
debe saber: que está salvado por la misericordia de Dios.
En el mensaje de apertura del Congreso, el Card. Josef Tomko hacía unas reflexiones
seguidas de unas exigencias para la Iglesia L.A. en relación a la misión. Con toda
claridad le encomendada: "aceptar y hacer aceptar este deber compromiso misionero"
que lo desarrollaría en la misión "ad gentes", tanto al interior de A.L como fuera de sus
fronteras.
Hacia el interior, recordaba los numerosos territorios que todavía están bajo la
jurisdicción de la Congregación de la Evangelización de los Pueblos y hacia fuera
porque América no puede guardar para sí las inmensas riquezas de su patrimonio
cristiano.
Para realizar bien estas dos tareas pedía con insistencia: informar a todos los cristianos
sobre el estado de la misión; formar a todos los miembros del pueblo de Dios y
acrecentar en todos ellos el deseo de "donación"; formación misionera desde las
familias; formación sólida y permanente para los que se preparan al sacerdocio y a la
vida religiosa.
Después de los amplios debates del Congreso, rico en aportaciones de toda índole,
finalizó con la presentación de las conclusiones apenas apuntadas y pendientes de un
desarrollo profundo, a la vez que cuatro propuestas para un mayor compromiso
unitario de todos:
4) Reflexiones finales
Es necesario usar de los nuevos métodos y una fuerte animación comunitaria, con
implicación de todos. En muchas diócesis todavía, las expresiones misioneras más
fuertes, se basan en la animación alrededor de la colecta anual, el trabajo con la
infancia misionera y las propuestas concretas que presentan ocasionalmente los
centros nacionales o diocesanos. Sus ideas ejes son que la misión es de toda la Iglesia y
la ayuda económica. Incluso se llega a tener la animación misionera como algo
paralelo o marginal a la pastoral de la Iglesia local. No hay conciencia clara de la
urgencia del compromiso.
Falta, sin duda, sentirnos implicados en otras ideas ejes: el llamado a la misión,
esencial a la Iglesia, buscar una espiritualidad misionera más profunda, salir del
encerramiento de nuestros propios problemas, y atender las peticiones concretas de
ayuda de otros continentes. Asia y Africa son todavía mayormente continentes que
nuestra Iglesia L.A., necesita conocer mejor para implicarse más, puesto que lo que no
se conoce no despierta el deseo del sacrificio y de la entrega.
Ahora bien, en relación a los sacerdotes diocesanos en realidad se partía de muy poco,
por lo tanto el crecimiento, aunque notable, sin embargo es todavía insuficiente. Y en
relación a los laicos el problema reside en que muchas veces su vocación queda
frustrada por falta de apoyo para una vocación más allá de sus fronteras.
Daniel Camarero
Acción Pastoral
Introducción
En el artículo Evangelización de esta misma obra (pg. 417), se abordan las tres
"etapas" o "momentos esenciales" en que se desarrolla el proceso evangelizador, tal
como aparece en el Decreto AG (nn 11-18). Primeramente, la Acción misionera para
los no creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa. Después, la Acción
catequético-iniciatoria o catecumenal para los que optan por el Evangelio y para los
que necesitan completar o reajustar su iniciación a la vida cristiana. Por fin la Acción
pastoral para los cristianos ya insertos en la comunidad cristiana, pero que necesitan
seguir madurando su fe y vida cristiana (Cf DGC 49). Las dos primeras "etapas" están
descritas en sus respectivos artículos: Acción misionera y catecumenal. (Acción). En el
presente artículo se describe con alguna detención la Acción pastoral en su sentido
general, también llamada, la Acción pastoral-comunitaria.
• Son ya bastantes los agentes eclesiales que atienden con cierto cuidado cuanto se
refiere a la preparación catequética y a la celebración de la Primera Penitencia y de la
Primera Eucaristía, así como también de la Confirmación: catequistas aptos, temas
catequéticos específicos y adaptados, ritos litúrgicos, atención religiosa a los padres...
y todo ello en un clima de espiritualidad y escucha a la vida, propio del talante
catecumenal.
• Sin embargo, esa atención concentrada en llevar una buena pedagogía religiosa a lo
largo del proceso educativo-catecumenal durante dos o tres años, no permite -
¿impide?- a estos responsables cuidar, con el mismo esmero, el "después" de esos
procesos básicos, es decir, prever y, si fuera necesario, elaborar detalladamente los
cauces o plataformas pastorales, en que los cristianos "regenerados" o "renovados"
puedan seguir fielmente vinculados a la comunidad y activos en medio de la sociedad.
Esta no es una cuestión menor, sino de gran trascendencia. Una comunidad cristiana
será viva no tanto por tener muchos grupos en formación cristiana (fruto de la Acción
catecumenal), cuanto porque su núcleo eclesial se va constituyendo por grupos de fe,
pequeñas comunidades estables, grupos de referencia cristiana, grupos de acción
apostólica y transformadora... que van surgiendo ya en la etapa de Acción pastoral. ¡Y
estas "salidas" hay que tenerlas ya preparadas, para ofrecerlas oportunamente a los
que terminan su iniciación o reiniciación cristiana!
• En primer lugar, hay que recordar que la comunidad cristiana es no sólo el origen y el
lugar de toda catequesis iniciatoria, sino también la meta de esta catequesis o
educación básica de todo cristiano (Cf DGC 254). La comunidad cristiana, después de
acoger y acompañar a los interesados en adentrarse en la vida nueva, por fin, los
incorpora en su seno, como miembros del Cuerpo de Cristo resucitado, que ella misma
es (DGC 254). La 2ª "etapa" o Acción catecumenal proporciona a los fieles una primera
madurez cristiana. Pero los recién iniciados necesitan una comunidad viva y madura -
adulta- que los vaya consolidando en su fe a través de una formación integral o
educación cristiana permanente (cf DGC 69-72). ¡Ella es la promotora de la 3a "etapa"
o Acción pastoral-comunitaria!
• De aquí que no toda acción pastoral concreta de las pastorales específicas sea
necesariamente válida para desvelar y enraizar este Misterio Gratuito y Salvador en
nuestra tierra. Sólo serán válidas las acciones que sean: fieles a la Palabra de Dios,
respetuosas con la naturaleza del Culto cristiano, favorecedoras del Servicio evangélico
a la comunidad cristiana y al mundo, e impulsoras de la Comunión eclesial.
• A propósito del contenido del artículo Pastoral misionera y catequética (pgs. 852-
866), fue conveniente exponer de forma sintética el dinamismo de la Evangelización,
es decir, los tres "Momentos o etapas del proceso evangelizador" (pp. 854-856). En el
cuadro sinóptico (p. 855) se esquematiza lo concerniente a la 3a "etapa" de la
Evangelización: La Acción pastoral-comunitaria.
Allí se dice que esta 3a "etapa" abarca, por una parte, las acciones que se realizan en la
comunidad para la comunidad, es decir, hacia dentro (ad intra) de la misma; y, por
otra parte, abarca las acciones que se realizan en la comunidad y desde la comunidad
hacia fuera (ad extra) de la comunidad. Estas últimas acciones, ciertamente, proceden
de la 3a "etapa", de la Acción pastoral-comunitaria, pero revierten en la la "etapa", en
la Acción misionera, con lo cual la Iglesia y sus agentes están en un permanente
proceso evangelizador: de la misión a la iniciación catecumenal a la comunión de
nuevo a la misión... etc.
Por lo dicho hasta ahora, se puede colegir cuáles son algunos de los componentes de
esta última "etapa" de la Evangelización.
a) Objetivo. "la Acción pastoral se compone de todas aquellas iniciativas que una
comunidad cristiana realiza con los fieles, es decir, con los ya iniciados (e incorporados
a la comunidad adulta) Estas iniciativas se encaminan tanto a seguir aducándoles en la
fe, como a hacer de ellos miembros activos de la vida y misión de la Iglesia... Lo
peculiar de la Acción pastoral es la educación y la alimentación cotidianas de la fe, con
vistas a la comunión y a la misión" (C Ad 51).
"El Espíritu nos lleva a descubrir más claramente que hoy la santidad no es posible sin
un compromiso con la justicia, sin una solidaridad con los pobres y oprimidos. El
modelo de santidad de los fieles laicos tiene que incorporar la dimensión social en la
transformación del mundo según el plan de Dios" (ChL 4).
c.) Destinatarios. La Acción comunitaria-pastoral tiene como destinatarios a todos los
fieles de la comunidad cristiana, cuya fe está suficientemente fundamentada (Cf CAd
51). Estos ya no necesitan una formación sistemática prolongada -como la catequesis-
sino los apoyos necesarios - fraternos, oracionales, doctrinales, apostólicos...- para
poder vivir y crecer como cristianos dentro de la comunidad y abiertos al mundo
(comunión y misión). En este sentido, los creyentes que ingresaron en la Acción
iniciatorio-catecumenal con la ayuda de la Acción misionera (testimonio, primer
anuncio de Jesús, conversión...), ahora se convierten en sujetos activos de la misión o
Acción misionera. "El que recibió la fe colabora en comunicarla" (CAd 51).
Conclusión
Comunión y Misión, bajo el soplo del Espíritu, dan sentido cristiano de plenitud a
nuestros creyentes. Todo esto es propio de la Acción pastoral-comunitaria de la Iglesia
diocesana.
BIBL. – PABLO VI, Evangelii Nuntiandi, PPC, Madrid 1975; JUAN PABLO II. Novo Millennio Ineunte, PPC Madrid
2001. Christifideles Laici. Ed. Paulinas, Madrid 1988; CONGREGACION PARA EL CLERO, Directorio General para la
Catequesis, Libreria Editrice Vaticana, Cittá del Vaticano 1997; COMISION EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y
CATEQUESIS, Catequesis de la Comunidad, EDICE, Madrid 1983. Catequesis de Adultos. Orientaciones pastorales,
EDICE, Madrid 1990; F. GARITANO. Acción pastoral, en Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid 1999,
59-68;. J. SASTRE, Evangelización, en V. Me PEDROSA, J. SASTRE, R. BERZOSA, Diccionario de Pastoral y
a
Evangelización, Ed. Monte Carmelo, Burgos 2001, 417; V. M PEDROSA: Pastoral misionera y catequética en
Ibídem, pp. 853-856. La Catequesis en la Iglesia local (según el DGC), "Sínite" 117 (1998) 121-152; J. A. RAMOS,
Teología pastoral, BAC, Madrid 1995, 306-318.
Acompañamiento pastoral
La proximidad del Dios bíblico llega a ser tan plena que se hace un Dios-con-nosotros,
nos ama hasta el extremo de dar la vida, y muerto por nuestros pecados resucita para
nuestra salvación. Desde entonces camina a nuestro lado, nos quita el miedo y nos
promete su fuerza y aliento hasta el final de los tiempos, como aparece en los
versículos finales del Evangelio de San Mateo. El Dios en quien creemos los cristianos
no sólo es un Dios vivo y cercano, también está en lo más profundo de nuestro ser,
pues es "más íntimo que nuestra propia intimidad" (San Agustín).
La vida espiritual es diálogo entre Dios y el hombre a lo largo de toda la existencia. San
Pablo lo expresa con las siguientes palabras: "...por si logro alcanzarle, habiendo sido
yo mismo alcanzado por Cristo Jesús" (FIp 3,12). Este diálogo no termina nunca, pues
la vida eterna consiste en estar con el Señor en plenitud de conocimiento, es decir, de
amor; la fe y la esperanza acabarán, y sólo el amor permanecerá para siempre (cf. 1
Cor 13,12).
Cuando Dios dialoga con el hombre le está confiando su misterio, pues la revelación de
Dios es siempre autocomunicación que desborda nuestras posibilidades y previsiones.
Jesús dijo a los Apóstoles: "el Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad completa"
(Jn 16,13); y el Espíritu Santo nos remite siempre a las palabras y hechos históricos de
Jesús, así como a la comunidad cristiana que anuncia proféticamente lo que ha
recibido, experimentado y celebrado. El Espíritu Santo nos remite también a los
hermanos y a los más necesitados, pues su presencia en cada bautizado se orienta al
bien de todos (cf. 1 Cor 12,7).
En este proceso hay tres elementos estructurantes: la presencia del animador del
grupo, el grupo mismo y la relación interpersonal entre el animador y cada uno de los
componentes del grupo. A este último elemento nos referimos a continuación.
Si esto es así, lo que más facilita su puesta en marcha es la consideración del mismo
como elemento constitutivo en el caminar de los grupos cristianos. El primer
encuentro viene propiciado por la actitud de cercanía, respeto y acogida del animador
hacia los jóvenes y sus problemas.
- Seleccionar los temas para el año. Según el momento personal, las necesidades
espirituales y lo que se esté tratando en el grupo, cada joven, de acuerdo con el
acompañante, elegirá los temas que se pretenden abordar cada curso, sin perder de
vista la unidad del conjunto. Los temas se secuencializan en indicadores que permiten
ver el camino hecho y lo que falta por recorrer. Los principales temas son: 1) rasgos de
madurez; 2) centros de interés; 3) estilo de vida; 4) relación fe-vida; 5) relación fe-
cultura; 6) imagen-experiencia de Dios; 7) conjugar lo personal y lo comunitario; 8)
actitud de disponibilidad; 9) pasos en la maduración del grupo; 10) educación de la
afectividad-sexualidad; 11) presencia-compromiso; 12) vivencia sacramental; 13)
proyecto de vida; 14) valores vocacionales.
4. El diálogo pastoral
El diálogo pastoral es un proceso que avanza poco a poco, refleja las actitudes ante las
personas y comunica la propia experiencia transformada en sabiduría existencial para
la otra persona. El diálogo pastoral no da recetas mágicas ni suple al acompañado en la
búsqueda de las respuestas que debe ir dando en su caminar creyente.
Para que pueda existir diálogo pastoral hay que salir al encuentro del otro y buscar
lugares conocidos de forma que se pueda entablar el diálogo. Muchas veces
tendremos la sensación de perder el tiempo y de hacer un esfuerzo grande para
desprendernos de nuestras seguridades y entrar en el terreno inseguro de la persona a
la que se quiere ayudar. El pasaje evangélico de la samaritana (Jn 4,4-42) es un
ejemplo referencial de diálogo pastoral. Veamos los pasos de que consta el relato:
- Cuando la mujer llega al pozo Jesús ya está allí, sentado al borde del pozo. Se
establece un diálogo que va pasando por momentos distintos.
- Jesús comienza el diálogo expresando una necesidad, pues tiene sed, no puede sacar
agua y pide de beber.
- Jesus responde de una roana mucnc más personal y directa; ofrece un diálogc
interpersonal y ofrece el don de Dios.
- La samaritana termina pidiendo: "Señor, dame de esa agua; así no tendré nunca más
sed, ni tendré que venir a buscarla". Hay apertura de horizonte, pero la mujer no llega
al significado profundo de la fe.
Las intervenciones del acompañante como orientador tienen que tener tres
características: deben reflejar lo que el orientado ha comunicado desde su propio
marco referencial, han de ayudar al sujeto a conocer mejor su propia realidad y, al
tiempo, le facilitarán el hallazgo de los medios para seguir avanzando como persona y
como creyente.
5. Acompañar el proyecto de vida cristiana
Muchas veces hablamos del proyecto de vida dando por supuesto que en la base
existe una personalidad madura. No siempre es así; por lo mismo el acompañamiento
personal tratará como tema básico el de la madurez de las personas. También
conviene recordar cómo la persona madura pone en juego su libertad y
responsabilidad para elegir un proyecto concreto de vida.
Los proyectos de vida cristiana tienen una raíz común (la vocación bautismal), un
ámbito de referencia (la comunidad cristiana) y apuntan a un horizonte (el Reino). Esto
es así porque la referencia del creyente es la persona de Jesús; llegados aquí nos
podemos preguntar: ¿cuál fue lo definitivo para Jesús, lo que orientó toda su vida? Es
fácil de responder: hacer la voluntad del Padre, anunciar la Buena Noticia y salvar a la
humanidad. La realidad del Reino proclamada e iniciada por Jesús es la que une
voluntad de Dios, evangelio y salvación.
Hemos visto cómo lo central en la vida de Jesús fue hacer la voluntad del que le había
enviado; con todo, su discernimiento también incluyó los medios apropiados para
descubrir y hacer la voluntad del Padre. El medio más significativo que vivió Jesús fue
la solidaridad con los más pobres; desde ahí amó sin límite a todos los hombres y
asumió la cruz hasta el extremo de dar la vida.
Dice C. Rogers que el orientador facilita el que la otra persona cambie desde la
relación de ayuda sin manipularle desde la propia visión de las cosas. Esta
característica pide que el acompañante espiritual sea persona con experiencia y
síntesis vital, capaz de caminar de forma cercana y ayudar desde la coherencia y
autenticidad. Más que soluciones debe transmitir vivencias, valores, sentido, apoyo,
horizonte y posibilidades para que el interesado encuentre su camino y resuelva sus
problemas.
- Vivir de ideales y olvidarse la realidad concreta que es uno mismo. En este caso se
produce una ruptura entre lo que uno desea ser y lo que uno es en la práctica. La
idealización aleja de lo concreto, engaña sobre la propia realidad e impide el
crecimiento personal. Se produce el efecto de los vasos comunicantes por el que unos
aspectos vividos en abundancia (ideales) compensan otros aspectos vividos de forma
precaria (lo real). El trasvase puede llegar a ser peligroso para la persona por lo que
supone de poca sinceridad en asumir la vida real tal y como es. La solución está en el
paso de los ideales del yo al yo ideal según las exigencias del Evangelio; es decir,
realismo, concretización y proceso para madurar como persona y como creyente.
- El engaño del futuro. Como su nombre indica, consiste en dejar para más adelante las
opciones que deberíamos tomar en el momento presente. En el fondo, la persona que
así procede presiente que nunca llegaría a encarnar los compromisos que desplaza,
tampoco se atreve a enfrentarse a ellos en el momento actual, y toma una solución
justificadora y tramposa: pospone para más adelante aquello que ni ahora ni en el
futuro quiere asumir. De esta forma se tranquiliza la conciencia con razones
justificadoras que permiten al sujeto quedar libre ante sí mismo. Es el momento de
reforzar cómo el seguimiento de Jesús no admite dilaciones ni excusas, pues
difícilmente haremos en el futuro lo que Podríamos y deberíamos asumir aquí y ahora.
Esta situación es llamada a la sinceridad con uno mismo y con Dios.
7. Conclusión
Actitud religiosa
La persona humana se caracteriza por las actitudes que tiene en la vida cotidiana y
ante los acontecimientos que le afectan de una u otra forma. Los diferentes ámbitos
de la vida humana exigen maneras adecuadas de situarse; estos comportamientos
estables se aprenden a través de las relaciones interpersonales; las experiencias de
confianza, aceptación y ternura que tenemos en los primeros años de nuestra
existencia configuran, en gran medida, nuestras actitudes básicas ante la vida. Las
relaciones educativas, cívicas y laborales influyen en el tipo de persona que vamos
siendo; igualmente, el modelo de persona y sociedad que se tiene y por el que se
trabaja también configura grandemente nuestro estilo de persona.
De todas las actitudes, la ética y la actitud religiosa tienen una característica propia
que las distingue del resto de actitudes. Nos referimos al carácter totalizante que
tienen estas dos actitudes, pues afectan a todas las facetas de la vida humana y dan a
la persona un sentido unificador que orienta la existencia entera. En los creyentes la
actitud religiosa conlleva determinados comportamientos éticos, aunque la fe no se
reduzca a una moral.
1. Génesis de la personalidad
La psicología religiosa estudia el modo de situarse el ser humano ante Dios, así como
las expresiones de esta relación en lo referente a ideas, comportamientos y
sentimientos. Esta experiencia psicológica abarca a la persona como totalidad, se
refiere al sentido último de la vida y exige una determinada manera de vivir. Lo
importante es que lo Trascendente, lo Sagrado, lo Último a lo que denominamos con
el término Dios se perciba como Ser Personal que invita a una relación interpersonal y
que proyecta un sentido nuevo sobre la vida entera.
A. Vergote (Psicología religiosa, Taurus 1984, cap. IV) comenta en profundidad que
Dios llega a ser "sentido para la existencia" desde las motivaciones profundas tales
como las frustraciones, los sentimientos de culpabilidad y la necesidad de seguridad
que supera las angustias. "Dicho de otra manera el sujeto no es explícitamente más
consciente de los motivos por los que se dirige a Dios que el niño lo es de las razones
por las que ama a sus padres" (p. 31). Estas aspiraciones profundas explican la
formación de la actitud religiosa, pero necesitan ser completadas y transformadas por
otros elementos pues "el rostro de Dios está disimulado a la vez que prefigurado en el
Dios de sus necesidades y de sus motivos" (p. 183).
3. La formación de la actitud religiosa
Las experiencias y valores maternales son las que comportan felicidad, fusión e
incondicionalidad; esta dicha y ausencia de conflicto permite al niño percibir la vida en
positividad pero le falta la confrontación con la realidad y el sentido de relación de
reciprocidad. La madurez conlleva la incorporación de la experiencia y valores
paternales. "El símbolo del padre contiene esta virtud de ruptura que arrancando el
deseo a u inmersión imaginaria en la falsa infinitud de la fusión, lo proyecta al
encuentro del otro" (A. VERGOTE, o. C., 201-202). La imagen de Dios en el niño surge a
través de las figuras parentales pero no se corresponde totalmente a ellos, y debe ser
explícitamente educada para poder llegar a una relación interpersonal con Dios Padre.
- La imagen de Dios tiene más cualidades maternales que la imagen paternal; con
todo, en la imagen de Dios, las cualidades paternales tienen más valor de
discriminación que las maternales.
- La imagen paternal está configurada por los rasgos propios de la ley (exigencias y
ruptura), el modelo (indentificación y condicionalidad) y de la promesa (futuro
prometido y asegurado). Dios se manifiesta como Padre porque asegura los valores
maternales, aunque también los supera ya que establece separación entre la
inmediatez de los deseos y la plenitud del futuro. La bienaventuranza eterna está
plenitud escatológica y no en la vuelta al paraíso original.
Aquí se produce el salto que marca la madurez de la actitud religiosa: pasar del Dios a
quien se pide egoístamente satisfacer las propias necesidades, a un Dios que nos invita
a vivir la plenitud del ser hijos en la tarea de ser hermanos. Al Dios revelado en Jesús
no se le encuentra en las carencias del hombre, sino en las búsquedas, en la entrega y
en los caminos de realización del proyecto humano de fraternidad. La Palabra de Dios
nos lleva al origen y fundamento de todo, Trinidad como misterio del amor, comunión
y misión que fundamenta la antropología humana y la intercomunión solidaria de los
hombres y los pueblos. "La Trinidad se ha convertido en expresión y sentido de la
historia: no hay historia sin futuro abierto (Padre), sin presencia anticipada del futuro
que permita descubrirlo (Hijo) y sin la fuerza que nos haga capaces de tender hacia su
meta (Espíritu)" (X. Pikaza). Y al mismo tiempo tenemos que decir que para
encontrarnos con el misterio de Dios Uno y Trino, necesitamos vivir lo cotidiano y la
historia desde la persona de Jesucristo.
La conversión inicial necesita tiempo, luces, apoyo personal y paciencia para poder
avanzar poco a poco; únicamente así lo vivido será sólido y estable. El final del proceso
de conversión viene marcado por la superación del dualismo entre lo que se piensa y
quiere con lo que la vida diaria manifiesta. La claridad mental no basta, pues el Dios en
quien creemos pide un nuevo modo de vida que se sustenta en la relación personal
con El; aquí está el aprendizaje de la vida nueva y lo que indica la integración de la
personalidad. La acogida plena de Dios que supone el acto de fe requiere
determinadas condiciones psicológicas y éticas para que lo confesado con los labios y
lo sentido en el corazón sea acorde con las relaciones y los comportamientos
existenciales.
Para que la actitud religiosa llegue a madurar plenamente necesita acoger la novedad
con que Dios se ha manifestado, superando toda proyección antropomórfica, y sentir a
Dios como el fundamento de la autonomía humana que dota a la persona y a las
relaciones de valores capaces de hacer un futuro mejor para todos. En esta tarea el
hombre actual tiene serias dificultades por el tipo de cultura y de ambiente social
dominado por el subjetivismo y la inmediatez. La fe madura necesita armonizar la
autonomía de las realidades humanas con la fe en un Dios creador y Redentor, y el
formar parte de una iglesia que orienta en cuestiones de fe y de costumbres. El acto
de fe es "asentimiento" a la especificidad del Dios revelado en Jesús, y supone para el
creyente tener a Dios como principio, fin y fundamento, entregar la vida a la causa del
Reino de Dios y sentirse amado y acogido en el día a día por el Padre bueno que no
nos abandona. Esta dificultad en armonizar la tarea histórica con la fe en Dios presente
en la historia es lo que más ayuda a purificar la imagen de Dios y lo que hace que los
creyentes no maduros se queden en una religiosidad psicosociológica. Tenemos que
aceptar la condición propia del creyente y saber que las dificultades dejan paso la
significado profundo una vez que se resuelven y superan. En este reto los santos, los
profetas y los místicos son los que más sabe y más pueden aportar. Sus biografías
como itinerarios espirituales siguen teniendo un gran valor pedagógico para los que se
adentran en los caminos de Dios.
4. Orientaciones pastorales
En la sociedad actual la fe está menos protegida que en épocas anteriores; además, la
socialización de la fe en los hogares está menos presente y tiene muchas carencias.
Todo esto añade nuevas dificultades a la educación de la fe por la base afectiva que
tiene la actitud religiosa y por el proceso de maduración que implica. A la hora de
hacer propuestas educativas necesitamos relacionar todos los elementos que están
implicados en el problema que deseamos solucionar. "La experiencia global del mundo
y de los otros es la matriz donde germina la religión a la vez que su impugnación
constante. Toda fórmula unívoca se ha revelado insuficiente. Dios no se impone al
hombre como fin de sus deseos ni se integra en la total coherencia del mundo" (A.
VERGOTE, O. C., 379).
2.° Actitud religiosa madura. Las referencias para mejor comprender y acompañar este
proceso son la psicología evolutiva, la psicología religiosa y la iniciación cristiana como
viene presentada en el decreto A.G. (nn 13-15), el RICA, los documentos de la C.E.E.
sobre la iniciación cristiana (1998) y Orientaciones de Pastoral de juventud (1991). La
pregunta clave para el pastoralista es la siguiente: ¿qué tiene que pasar por dentro
para que el creyente vaya madurando como tal?
Los rasgos que configuran la actitud religiosa madura son los siguientes:
- La acogida del Dios de Jesús con todo lo que tiene de novedad y originalidad; supone
la superación y reorientación de las necesidades e impulsos que llevan a recurrir a lo
transcendente y que son propias de la religiosidad psicológica elemental y espontánea.
Valen en cuanto que apuntan a Dios, pero son reformulados desde la
autocomunicación de Dios en la historia de la salvación; la Palabra de Dios toma la
iniciativa a la hora de determinar cómo dirigirnos a Dios.
No existe actitud religiosa cristiana sin una fuerte vivencia de la Iglesia como misterio
de comunión, sacramento de salvación y pueblo de Dios; esta convivencia conlleva un
fuerte sentido de pertenencia y referencia y el cultivo de la comunión eclesial. La
oración cotidiana y la celebración de la Eucaristía alimentan el recuerdo con Dios y con
los hermanos, así como el compromiso temporal.
3.° Datos de la psicolgía evolutiva. El ser humano, desde pequeño, tiene facilidad para
el sentimiento religioso, que debe ser explícitamente educado por los padres a través
de las palabras, los gestos y los símbolos. La experiencia afectiva de lo religioso en los
primeros años de vida tiene una importancia decisiva. La mentalidad mágica propia de
la infancia hace que el niño vea a Dios como aquel que le puede dar y asegurar lo que
necesita y pide. La formación de la imagen de Dios en el niño tiene que ver con los
atributos que confiere, a Dios y que expresa en su relación con El; la atributibidad pasa
por tres etapas (A. VERGOTE, o. C.):
— Etapa de los atributos objetivos: Dios sabe, Dios puede, Dios hace, Dios vence, Dios
es todopoderosos, etc. Corresponde a la edad de los 9-10 años. La historia bíblica
debidamente utilizada puede ser un buen soporte y ayuda.
— La etapa de los atributos subjetivos: Dios me exige, Dios me quiere, Dios me juzga,
Dios me comprende, Dios me castiga, Dios me perdona, etc. Estos atributos subjetivos
tienen un carácter moral, pues se sitúan entre la aceptación por parte de Dios y la
desconfianza por no cumplir sus exigencias. Es el comienzo de la interiorización de la
relación con Dios.
— Etapa de los atributos subjetivos. Indican una relación con Dios más cercana e
interpersonal. El adolescente lo que más aprecia de Dios es la escucha, la aceptación y
el amor; por eso busca en la oración un padre solícito a sus problemas y necesidades y
un padre que le cuida y protege.
El adolescente habla con Dios a través de monólogos cargados de emotividad por las
situaciones que está viviendo; ante todo busca en Dios comprensión, perdón y ayuda.
También empieza a percibir que existe una gran diferencia entre la imagen que el
tiene (necesita) de Dios y la que se manifiesta en Jesús de Nazaret. Aquí hay una veta
educativa muy importante para poder madurar en la experiencia de Dios; la solución
está en ayudar al adolescente a abrirse a la novedad del Dios cristiano y a purificar sus
deseos y sentimientos en la relación con Dios. El camino es lento y costoso, y requiere
diálogo personal entre el adolescente y el catequista.
Para que en los grupos cristianos se pueda hacer la propuesta vocacional y llegar al
discernimiento vocacional, ¿cómo tienen que ser los procesos de iniciación cristiana y
de pastoral juvenil, y los catecumenados de confirmación? Plantear la educación de la
fe desde lo vocacional ayuda a plantear adecuadamente los procesos de fe. El
documento "Nuevas vocaciones para una nueva Europa" afirma que lo vocacional es la
perspectiva globalizadora de toda la pastoral en la Iglesia; este planteamiento supone
un cambio radical en el enfoque de la pastoral al situar el discernimiento vocacional no
sólo como la posible meta, sino como el punto de partida y lo que puede dar más
unidad y coherencia a las diferentes acciones y sectores pastorales.
Jesús Sastre
Administrador apostólico
Adultos, Pastoral de
SUMARIO: 1. Persona adulta. — ll. Acción pastoraL — HL Situación de los adultos con
respecto a la fe cristiana. — IV Acción pastoral con los adultos. — V. Acciones
concretas de pastoral evangelizadora. —VI. Cristianos adultos en una Iglesia
comunitaria y corresponsable.
1. Persona adulta
Entendemos por persona adulta aquella que ha llegado a alcanzar ciertos niveles en el
desarrollo de sus capacidades físicas y síquicas. En los países occidentales se considera,
a efectos jurídicos, que la mayoría de edad comienza a los 18 años. Sin embargo
podemos afirmar que una persona llega a madurar físicamente, a alcanzar la plena
adultez, en torno a los 25 años; hasta entonces está creciendo. Por esta razón, con
ciertas variaciones, se considera como edad adulta la de las personas que tienen entre
25 y 65 años. Naturalmente esta apreciación es puramente convencional y varía
mucho de unos casos a otros, de unos países a otros.
Sin embargo, más importante que la adultez física es la adultez síquica o sicológica.
Generalmente se considera a una persona adulta cuando ha conseguido una cierta
integración personal, un equilibrio sicológico y una capacidad de dominar la vida. El ser
humano está llamado a vivir en libertad, a sentirse autónomo e independiente, a
desarrollar sus capacidades intelectuales, a valorar la importancia de los sentimientos
y de la afectividad y, mediante todo ello, a ir dominando su vida y conduciéndola hacia
las metas que se ha propuesto. A esto podríamos llamar la autorealizacion personal.
Cuando una persona vive consciente de esta vocación podemos afirmar que es ya una
persona adulta.
Habrá que tener en cuenta, no obstante, que la descripción anterior debe ser
pormenorizada y detallada para percibir quién es una persona humanamente adulta.
Por ejemplo, la llamada a la libertad, a la autonomía y a la independencia necesita ser
completada con la visión humana de la socialización. En efecto, una persona adulta va
aprendiendo a vivir independientemente, pero también responsablemente, es decir,
con capacidad de responder ante sí mismo o ante otro; de la misma manera va
aprendiendo a vivir no sólo independiente sino interdependiente, dado que la
convivencia, en ocasiones fuente de problemas, es una necesidad de todo ser humano.
De la misma manera, la persona adulta va descubriendo que su desarrollo intelectual y
afectivo encuentra fuertes resistencias por la propia limitación humana. Asumir los
propios límites es un signo de adultez indudablemente. En su afán de dominar la vida y
el mundo que le rodea, la persona choca frecuentemente con dificultades; vencerlas o
aceptar la imposibilidad de hacerlo es también signo de madurez.
Terminamos este apartado citando, en síntesis, lo que E. Fromm propone como signos
de la madurez: persona capaz de amar, de ser libre, de formarse una escala de valores,
de definir una ética propia. La madurez hace referencia a la capacidad de ser y a la
capacidad de asumir riesgos más que de buscar seguridad.
Sin embargo, la realidad nos dice que son muy numerosos los cristianos iniciados
sacramentalmente, porque han recibido al menos el Bautismo y la primera Comunión;
pero, al mismo tiempo, no han sido suficientemente evangelizados, a lo sumo unos
breves cursos de preparación para su primera Comunión; consecuentemente no han
hecho una opción personal por Jesucristo, no viven habitualmente su vida en
referencia al Dios cristiano, no sienten su pertenencia a la comunidad cristiana. Son
personas que precisan una reiniciación en la fe de Jesucristo mediante una nueva
evangelización.
Esta nueva situación, nueva en cuanto que afecta a un porcentaje muy elevado de
bautizados, obliga a la Iglesia a plantearse con toda seriedad la urgencia de una acción
previa a toda su acción pastoral. Esta tarea previa se suele denominar con el apelativo
de "acción misionera", porque la Iglesia se siente enviada, como los primeros
apóstoles (Mc 16,15), en actitud misionera, a anunciar la Buena Noticia a todos los que
aún no han hecho una opción personal por Jesucristo. El objeto de esta evangelización
es despertar la fe de los oyentes. Sin ella no tendría sentido la administración de los
sacramentos ("al que crea, bautizadle"). Cuando un bautizado despierta su fe en
Jesucristo, la comunidad le ofrece un proceso de catequesis o profundización en la fe;
al final de este proceso el bautizado renueva sus compromisos bautismales y trata de
vivir con gozo su fe en el seno de una comunidad.
Como se puede ver, el proceso natural y lógico de la acción pastoral es: evangelización,
anuncio misionero, respuesta de fe, catequesis de adultos, bautismo, incorporación a
la comunidad, acción pastoral. Cuando este proceso natural se trunca o altera, se
produce un efecto contraproducente que obliga, en cierto modo, a empezar de nuevo.
Por esto se habla hoy de reevangelización, nueva evangelización, pastoral
evangelizadora o catequesis misionera. Con ello se da a entender que hay que volver a
despertar la fe, no de los paganos, sino de los bautizados. No se puede dar por
supuesta la fe, aunque una gran mayoría de los ciudadanos estén bautizados. Una
acción pastoral que tenga en cuenta la realidad de los adultos que se acercan a la
comunidad, debe plantearse la tarea evangelizadora y catequética como una de sus
prioridades pastorales. Al hablar, por tanto, de Pastoral de adultos, será preciso
ampliar el concepto estricto de pastoral que hemos descrito al comienzo de este
apartado.
La comunidad cristiana desarrolla su acción pastoral a través de múltiples cauces.
Señalaremos algunos: la actividad evangelizadora que ejercen sus miembros en los
contactos con otras personas; los procesos de catequesis que ofrece a los adultos,
jóvenes y niños; las charlas de formación que organiza; los cursos preparatorios para
quienes solicitan el acceso a los sacramentos; las orientaciones doctrinales o morales
que provienen del magisterio del Papa y de los Obispos; las celebraciones habituales
de la fe en la liturgia eucarística y en los sacramentos; los encuentros de oración de
todo tipo; las actividades de las diferentes organizaciones parroquiales y diocesanas; la
tarea de transformación de la sociedad que realizan los cristianos en la vida pública; la
presencia cada vez mayor de las organizaciones caritativas en el mundo de los
excluidos y empobrecidos... todo ello debe ser considerado como pastoral de la
comunidad cristiana.
Como no puede ser de otro modo, los principales responsables de esta tarea pastoral
son los adultos, hombres y mujeres que han asumido con madurez responsable su
misión de ser testigos y apóstoles de su fe en medio de la sociedad, de la que forman
parte. Su condición de adultos, tanto por razón de su edad como por su nivel de fe, les
permite integrar de modo equilibrado y sereno su conciencia de pertenencia, al mismo
tiempo, a la sociedad y a la iglesia. Una pastoral adecuada con los adultos irá
encaminada a conseguir la preparación de estos hombres y mujeres que sean capaces,
en cada momento, de asumir de forma integrada y armónica sus responsabilidades
cívicas y eclesiales.
Podemos medir, contar, cuantificar los objetos, las acciones, las pautas del
comportamiento humano. No podemos, por el contrario, medir las actitudes interiores
de las personas, su manera de pensar o de sentir. A este ámbito pertenece la fe, como
respuesta del hombre o mujer a la llamada de Dios. No podemos, por tanto,
establecer, de manera objetiva, cuántos adultos son creyentes y cuál es su nivel de fe.,
si bien, en ocasiones, hemos podido establecer los porcentajes de algunos signos
externos, como el porcentaje de los adultos que acuden a la Eucaristía cada domingo,
cada mes o algunas veces al año. También hemos podido leer estadísticas de cuántos
se consideran subjetivamente creyentes. Pero estos datos no nos ofrecen elementos
suficientes para valorar la situación de los adultos con respecto a la fe.
Con una cierta osadía, no exenta de fundamento, se ha llegado a afirmar que un 80%
de los adultos viven habitualmente su vida sin una referencia explícita a Dios
(Obispado de Bilbao: Orientaciones para la Iniciación cristiana). Expresándolo con
sencillez, diríamos que la fe no ejerce una influencia importante en sus vidas.
El Concilio Vaticano II (GS 4-9) habla de la metamorfosis social y cultural que se está
operando en el mundo de hoy, como consecuencia de los cambios culturales,
económicos y sociales que estamos viviendo. Este cambio de mentalidad y de
estructuras provoca con frecuencia un planteamiento nuevo de las ideas recibidas. Los
cambios psicológicos y morales ejercen un influjo decisivo sobre la vida religiosa. El
Concilio descubre que éste contribuye a purificar la visión mágica del mundo de ciertos
atavismos supersticiosos; permite una adhesión más personal y viva al Dios personal
de Jesucristo y propicia una experiencia más viva de lo divino. Pero, al mismo tiempo;
constata que muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la
religión. "La negación de Dios o de la religión no constituye, como en épocas pasadas,
un hecho insólito e individual; hoy día, en efecto, se presentan no rara vez como
exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo nuevo" (LG 7).
Por otra parte hoy somos mucho más conscientes que en épocas pasadas de la
tragedia que supone la injusticia, a escala mundial. La persistencia de esta situación de
injusticia es fuente permanente de increencia. Cien mil personas mueren cada día a
consecuencia del hambre (L. BOFF, Vida y muerte sobre el planeta tierra, Concilium
283 [1999] 13-24). Esta situación es injusta, perversa y cruel. Este cataclismo social no
es inocente, ni natural, afirma Boff. Es el resultado directo de una forma de
organización económico-política y social que privilegia a unos pocos a costa de la
explotación y de la miseria de grandes mayorías. Entre las víctimas de la historia
conmueve especialmente la tragedia de los inocentes. Y esta tragedia se constituye
frecuentemente en apoyo del ateísmo y de la increencia. "¿Cómo puede un Dios justo
y bueno permitir estas situaciones?", es la expresión más repetida en los ambientes
populares.
Adorar al becerro de oro (Lc 12,13-21), convertir al hombre en absoluto frente a otros
hombres, lleva incluso a prohibir el culto a Dios para legitimar la injusticia (Ex 5,1-18).
La línea profética de Israel subraya cómo la injusticia interhumana está en la base de la
infidelidad, de la increencia del pueblo (Os 4, 1-2). Por otra parte, es igualmente
verdad que la increencia conduce frecuentemente a la injusticia; donde desaparece
Dios, donde se niega a Dios como garante de la dignidad humana, queda el campo
abierto a todas clase de abusos, injusticias y explotaciones. Cuando el progreso y la
libertad ocupan el lugar de Dios, se convierten en el gran Absoluto y en su honor se
inmolan las víctimas de la historia (G. FAUS, Pecado del mundo, luz del mundo,
Concilium 283 [1999] 59-70). La persistencia obstinada de la injusticia es una causa, en
unas ocasiones, y una consecuencia, en otras, de la situación generalizada de
increencia que envuelve a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
a) Asumiendo el principio de que no hay que dar por supuesta la fe de los adultos, tal
como explicábamos anteriormente, la primera dimensión de la acción pastoral que
habrá que intensificar es la evangelización.
b) El hombre o mujer, que ha dado este primer paso, ha sentido nacer -o renacer, en
su caso- el interés por la persona de Jesús, pero aún no conoce suficientemente ni su
persona ni su mensaje. Todavía no ha descubierto con claridad la dimensión eclesial y
comunitaria de su fe. Necesita adquirir una experiencia de la vida sacramental. Es en
este momento cuando se le puede invitar a realizar un proceso de catequesis, que le
ayudará a intensificar su experiencia de la nueva vida cristiana (Cf "Catecumenal").
Hemos constatado que la mayoría de los adultos solamente han recibido una mínima
iniciación cristiana en la catequesis previa a la primera Comunión. Esta circunstancia
hace aconsejable que todo adulto haga el recorrido de este proceso catequético, de
estilo catecumenal, como re-iniciación en su fe cristiana.
De cualquier modo lo más urgente será hacer una opción clara por orientar la acción
pastoral en clave evangelizadora, dada la situación que explicábamos en la sección III.
V. Acciones concretas de pastoral evangelizadora
La comunidad cristiana, que ha recibido el encargo de Jesús: "Id por todo el mundo",
está en disposición de aprovechar cualquier coyuntura para realizar un anuncio
explícito de Jesucristo, el Salvador.
3. Suele ser habitual que las comunidades cristianas organicen unos encuentros con
los padres y madres de los niños que se preparan para la primera Comunión. Bastantes
de estos padres se encuentran en situación de increencia o de fe difusa y necesitan un
anuncio misionero, que trate de despertar su fe. Otros padres, de fe vacilante, podrán
ser invitados a realizar un proceso catecumenal, que permita suscitar la conversión
que sigue al anuncio de Jesucristo; se trata de conseguir despertar una fe más
personalizada y convencida, abrirles a la comunidad cristiana donde van a celebrar
esta fe e iniciarles en una vida más comprometida. Este proceso de fundamentación se
orienta a "madurar la fe inicial y educar al verdadero discípulo de Jesús" (CT 19).
De una manera especial hay que señalar aquí las actividades que realizan los
miembros de las organizaciones apostólicas: Acción Católica, Movimientos
especializados, etc. Ellos asumen, como labor propia, la tarea de realizar el anuncio de
Jesucristo en sus ambientes de vida. Por esta razón la comunidad cristiana debiera
volcar en ellos todo su esfuerzo, medios y, sobre todo, cariño y dedicación, para
conseguir que desempeñen la acción misionera de anuncio explícito del Evangelio. En
algún modo ellos son la vanguardia de la comunidad cristiana: son enviados en
nombre de la comunidad a proclamar el gozo y la alegría de la salvación de Jesucristo.
"La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado"
(Apostolicam actuositatem 2).
La acción evangelizadora de Cáritas camina por estos senderos. Anuncia con obras más
que con palabras. Construye la nueva humanidad, basada en la fraternidad, al tiempo
que destruye el egoísmo insolidario. Incluso en la atención puntual a personas o
familias necesitadas está sembrando semillas del Reino, acercándoles la misericordia
de Dios. Cáritas es el rostro lleno de dulzura y bondad de un Padre-madre, que no
abandona a sus hijos y que les llama a ponerse en pie, a buscar caminos de liberación.
La comunidad cristiana debiera cuidar esta labor callada, pero eficaz, de sus
organismos de Cáritas como una de las plataformas más significativas para la
evangelización.
Para que la comunidad cristiana pueda realizar de forma adecuada una pastoral
evangelizadora será necesario que sus miembros vayan adquiriendo una adultez en su
fe. Conseguir que unos adultos, que son cristianos, porque están bautizados, se vayan
realizando como cristianos adultos es la tarea de la acción pastoral. Ya hemos indicado
que la acción pastoral de la catequesis de adultos y las actividades ordinarias de la
comunidad (celebraciones, formación permanente, desarrollo del compromiso
transformador) son los medios de que dispone la comunidad para ir consiguiendo que
sus miembros sean cristianos adultos..
Un cristiano adulto es un hombre nuevo (2 Cor 5,17), que se ha encontrado con Jesús,
el Cristo, el Dios con nosotros, luz y vida para todo hombre y mujer, horizonte último
de la historia humana. Se ha situado en camino de conversión, dado que ha
descubierto que los valores evangélicos le conducen a situar a Dios en el centro de su
vida y trata de vivirlos principalmente en la relación con sus hermanos. Sabe leer,
como creyente, los acontecimientos y esta visión nueva le lleva a relativizar la
importancia de los ídolos del mundo: dinero, poder, prestigio, eficacia, progreso...
Asume el estilo de vida de Jesús y apuesta por el Reino de Dios. Las Bienaventuranzas
son como la "atmósfera" que le envuelve; de ahí recibe el impulso necesario para
evangelizar y transformar la injusticia del mundo; trabaja, con tesón, y perseverancia,
por convertir la historia humana en historia de salvación.
vive en actitud abierta, crítica y esperanzada ante los cambios que se producen
en la historia actual;
procura distinguir con sentido crítico (discernimiento) lo fundamental de lo
accesorio y subordina las formas de expresión de fe a sus contenidos nucleares;
vive su libertad responsable apoyado en el Espíritu Santo, a quien invoca; en la
Palabra del Evangelio, que escucha, y en la comunidad de la Iglesia con la que
contrasta su fe y cuyo Magisterio debe servirle fraternalmente como guía
especialmente autorizado;
Alejados, Pastoral de
DPS
El tema de los alejados ha pasado al primer plano del interés pastoral, particularmente
traducido en los esfuerzos realizados desde la denominada "nueva evangelización".
Al hablar de alejados hoy, principalmente se piensa en los jóvenes y en familias
jóvenes. Y se llega incluso a cuestionar si son "ellos los alejados" o más bien nosotros
"nos hemos alejado de ellos" (J. L. Moral).
Para esta pastoral de alejados, como para casi todas, no hay programas infalibles ni
recetas eficaces. En cualquier caso, más que un proyecto pastoral ensamblado y sin
fisuras, podemos apuntar algunas pistas para dicha pastoral. El primer principio sería
el de acercarnos, salir al encuentro, de los ambientes y situaciones reales de los
alejados. Algunos llaman a este inicio como "pastoral de la zapatilla o de la plaza
pública". En términos técnicos hablaríamos de sana pastoral de inserción o de
encarnación. Los primeros pastores y teólogos del cristianismo insistían en que "lo que
no es asumido no es redimido".
El cuarto principio, que debe acompañar toda la pastoral de alejados, desde el inicio,
es el de ser nosotros, los no alejados, testigos vivos que pudieran mostrar con su
palabra, pero sobre todo con su vida, "experiencia de lo que hemos visto, oído y
gustado", como repetía el apóstol Juan.
Finalmente, y más allá de los resultados de una adecuada y planificada pastoral, nos
queda una consoladora verdad: aunque los alejados se distancien de Dios, Dios nunca
se aleja ni distancia de ellos. Dios sigue apostando por ellos. ¿Sabremos secundar con
fidelidad y creatividad esta iniciativa divina?
BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Evangelizar en una nueva cultura, San Pablo, Madrid 1998; ID., ¿Qué es eso de las
tribus urbanas? Jóvenes, Tribus urbanas y religión, DDB, Bilbao 2000.
Ambiente
En pastoral se habla de pastoral de sectores y de ambientes. Por sectores,
normalmente, se entiende la persona humana en sus diversas edades o etapas
existenciales (niñez, adolescencia-juventud, madurez, ancianidad)
Ambientes hace referencia a las dimensiones sociológicas en las que debe encarnarse
la pastoral. Literalmente, "ambiente" significa "lo que está alrededor, lo que envuelve
a la persona humana". En términos orteguianos hablaríamos del "yo y sus
circunstancias sociales". No entendemos, por lo tanto, ambiente en sentido ecológico,
aunque lo incluye,
Urge una pastoral de ambientes en los mass media, centros culturales, mundo del
trabajo, y en los ámbitos políticos y educativos.
Se debe apostar por ello favoreciendo los recursos humanos y materiales concretos y
adecuados.
Ángeles y demonios
Comenzamos con unas palabras de Pilar Rico: "Los ángeles están de moda. Sólo hay
que pasearse por los escaparates de ras grandes tiendas de decoración, librerías y
galerías comerciales. Libros, cartas, discos, adornos, cursos que nos enseñan a hablar
con los ángeles. Incluso la actriz Lucía Bosé está embarcada en el proyecto de crear un
museo dedicado a los ángeles en el castillo de Turégano, dentro de la Iglesia de San
Miguel, que incluirá una amplia biblioteca sobre el tema".
Algún obispo español me preguntaba no hace mucho tiempo si esta moda no tendría
algo que ver con el fenómeno de la New Age. La respuesta es en cierta manera
afirmativa, pero va mucho más allá y es más compleja.
Al parecer, el interés por el tema de los ángeles, ha sufrido tres olas o momentos
fuertes: uno clásico, que hace referencia a los ángeles en el mundo antiguo y que
llegaría, incluido el Nuevo Testamento, hasta la edad media. Otra ola o momento
fuerte desde la edad media hasta la segunda Guerra Mundial. Y la tercera ola, la
actual, en la que los ángeles han regresado especialmente a través de las
manifestaciones artísticas: música, películas, televisión, libros, encuentros personales.
H. C. Moolenburgh, médico holandés, ha afirmado que el retorno "de los ángeles a la
conciencia del hombre, cuando ya se creía un tema olvidado, podría revelarse como
una de las mayores sorpresas del siglo veinte".
Los ángeles serían, para este autor, criaturas espirituales entre el mundo material del
ser humano y el origen de toda energía. Ocupan un lugar en la vida humana. Si
escuchamos nuestra voz interior percibiremos su presencia, descubriremos sus
distintas naturalezas y funciones y los integraremos en nuestras vidas. A través del
autocontrol, la meditación, el sueño y la oración podemos conectar con ellos, ya que
nos ofrecen su ayuda para aportar amor y alegría a nuestra vida cotidiana.
En este sentido, los arcángeles guardianes, por ejemplo, se localizan cerca de la tierra,
los más próximos al ser humano y cruzan con regularidad la frontera entre el más allá
y la vida terrenal, y están pendientes de nosotros de forma constante. Miguel, es el
gran príncipe, el patrón de todos cuantos afirman que su reino no es de este mundo.
Gabriel significa la fuerza de Dios. Raciel, "Dios es mi bienestar". Rafael, "Dios cura".
Metatrón es como el secretario de Dios. Por lo tanto la estructura de todo lo creado
sería ésta:
Otros autores afirman que los ángeles pueden ayudarnos en los pequeños y grandes
problemas cotidianos de la vida, incluso pueden curarnos de enfermedades. Se les
puede pedir asimismo intercesión y ayuda para otras personas queridas. Por eso hay
manuales para aprender a hablar con los ángeles. Lo cual no supone que los
problemas personales desaparezcan por milagro, pero sí descubrir opciones y
alternativas para resolverlos creativamente.
Otros autores afirman que desde los tiempos más remotos a la humanidad le han
fascinado los ángeles. Esos seres impresionantes y luminosos que planean entre Dios y
los hombres. Los ángeles nos rodean por todas partes. Los ángeles son seres etéreos,
llenos de luz, andróginos.
Arquetipos psicológicos.
Extraterrestres.
Formas de espíritu puro a las que tiene que llegar la persona humana.
Pero más allá de esta moda "extra cristiana" hagamos una breve incursión en la
tradición cristiana: ¿qué podemos afirmar en este tema que nos ocupa?
2.1. Ángeles
El nombre "ángel" viene del griego y significa "mensajero". Expresa, pues, una función,
pero no nos da ninguna luz sobre su naturaleza: tan es así que en el Antiguo
Testamento también el viento y la llama son "mensajeros" de Dios (Sal 104, 4).
En el Nuevo Testamento el ángel o los ángeles aparecen, sobre todo, en los momentos
en que la intervención de Dios se presenta como misterio y, a la vez, como hecho real:
así sucede en la anunciación a María (Lucas) y en el sueño de José (Mateo), y en otros
episodios de los llamados Evangelios de la infancia; lo mismo en los episodios de las
tentaciones de Jesús en el desierto, de la agonía en Getsemaní, de la resurrección.
También en los Hechos de los Apóstoles los ángeles son los instrumentos de la
intervención de Dios en la historia de la Iglesia primitiva. Como en el Antiguo
Testamento, en el Nuevo los ángeles representan al mundo celestial, al otro mundo,
en torno a Dios (cfr. Mc 12, 25).
2.2. Demonios
Pero el dato fundamental del Nuevo Testamento consiste, sobre todo, en el anuncio
de que Satanás ha sido vencido por Dios. A Satanás y a sus demonios "les queda poco
tiempo" (Ap 12, 12). En efecto, Cristo vino para destruir las obras del diablo. Si Satanás
es fuerte, Cristo es "más fuerte que él", lo desarma y lo vence (Lc 11, 22). Esta victoria
se manifiesta no sólo en las tentaciones vencidas, sino también en la lucha con los
demonios que Cristo hace salir de los hombres en los que había entrado.
Hasta la primera guerra mundial, entre los protestantes, influidos por la teología
liberal, su postura es de escepticismo en lo que se refiere a los ángeles y demonios. Sin
embargo K. Barth se erige como el autor de la más completa y profunda angeología y
demonología protestante moderna. El no duda de la realidad de los ángeles porque
viene atestiguada por la Escritura. En cuanto al diablo, no lo concibe como una criatura
personal, sino como una tercera fuerza de ser, intermedia entre Dios y la creación.
Algo así como un sentimiento de "negatividad y repugnancia" de Dios ante la creación
no completada. Esta tercera fuerza desaparecerá al final de los tiempos, en la
escatología.
Para P. Tillich los ángeles y demonios existen pero no como seres autónomos, sino
como símbolos concreto-poéticos o imágenes del bien y del mal que afectan a lo real.
P. Ricoeur, interpreta al diablo como figura del mal que cada uno introduce en el
mundo con su propio pecado, del cual es responsable.
3. 2. En el campo católico
Por el contrario, el tema de Satanás es más frecuente: se encuentra en los orígenes del
mal (GS 13); el príncipe de este mundo, el diablo, lo tiene sometido en el pecado (GS
13; AG 3). Jesucristo nos has liberado del poder de Satanás (SC 6), de su esclavitud (GS
22). El diablo nos tienta (LG 16, LG 48). Necesitamos purificarnos de las tentaciones del
maligno (LG 17; AG 19). La conversión conlleva una lucha contra los espíritus del mal
(LG 35). Como resumen, se presenta al diablo como realidad personal, su
funcionalidad en referencia al mal, y el realismo, según la Biblia, de su influjo hasta la
victoria definitiva de Cristo.
El Papa Pablo VI habló en dos ocasiones sobre Satanás (29 de junio de 1972, y 15
noviembre 1972), saliendo al paso de las desviaciones sobre el tema del mal: "el mal,
no sólo es una deficiencia, es una realidad; y el diablo, el maligno, es un ser vivo,
espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad misteriosa y estremecedora". Se
basa el Papa en la Escritura y en la tradición de la Iglesia.
Por otro lado, la creencia en Satanás y en los demonios subyace también en el Misal,
aunque está hecha con sobriedad y discreción. El ministerio del exorcista se reduce a
un servicio esporádico, y de hecho subsiste sólo a petición del obispo, sin que sea
previsto un rito especial para conferirlo. Se reducen, aunque no se anulan, los
exorcismos del bautismo y las renuncias expresas a Satanás. En la liturgia penitencial
se ha recuperado una antigua oración que recuerda el influjo de Satanás sobre el
pecado.
Por supuesto, se han respetado los textos bíblicos que hablan de los ángeles y Satanás
y que leemos en el Eucaristía.
En el Nuevo Catecismo se subraya que la existencia de los ángeles es una verdad de fe.
Son servidores y mensajeros de Dios porque contemplan constantemente el rostro del
Padre de los cielos (Mt 18,10) y son agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su
palabra (Sal 103,20). En tanto que criaturas puramente espirituales tienen inteligencia
y voluntad: son criaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las
criaturas visibles y el resplandor de su gloria da testimonio de ello (nn. 328-330). Los
ángeles pertenecen a Cristo, porque fueron creados por El y para El, y son llamados
"hijos de Dios". Toda la vida de Jesús Encarnado estuvo rodeada de ángeles en
diversos pasajes: desde la encarnación hasta la pasión y resurrección (nn. 331-333). La
vida de la Iglesia se beneficia de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles (n. 334-
335) y desde la infancia hasta la muerte la vida humana está rodeada de su custodia
(n. 336). El diablo o los demonios son ángeles caídos (nn. 391-393), que influyen en los
hombres, y aunque su poder es fuerte por ser espíritus puros, no es sin embargo
infinito. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio aunque sabemos
que en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que le aman (n. 394-395).
Llegados al final de estas líneas, y desde la motivación del presente escrito, nos
tenemos que preguntar por qué la angeología vuelve a estar de moda, curiosamente
fuera, cuando no al margen, de la religión propiamente cristiana. Resumiendo,
encontramos al menos estas razones:
f) Miedo a la soledad, en un mundo sin hogar y, cada vez, más individualista. El ángel
haría compañía.
h) Con relación al tema del diablo (ángel malo) hay que decir que se denuncia la vuelta
a la práctica de ritos satánicos y, que incluso entre algunas tribus urbanas de
mentalidad apocalíptica (heavys, thrasers, punkys) el diablo aparece como la lógica a la
lógica y sin sentido del mundo en el que nos movemos.
Finalmente nos hacemos eco de una frase atribuida a M. Elíade: "Cuando el hombre
deja de creer en el verdadero Dios, es capaz de creer en cualquier cosa".
En cualquier caso, aunque sea cierto que la angeología no deba situarse en el primer
plano de nuestras creencias, tampoco se puede olvidar. Tanto para la Biblia, como
para la Tradición Viva no son seres marginales en la historia de la Salvación. El
problema es doble para el hombre de hoy: tanto de lenguaje (cómo hablar de los
ángeles) como de contenido (explicar qué son). Sin olvidar lo que afirmaba H. U. von
Balthasar: "No podemos negar a los ángeles un puesto importante como personajes
activos en el único teodrama que se desarrolla entre el cielo y la tierra". Los ángeles
son adoradores del Dios Vivo (es su fin último) y servidores de la obra de salvación de
Cristo, hoy en la misión de la Iglesia, y por ello, en cada persona también.
BIBL. - R. BERZOSA MARTÍNEZ, Angeles y demonios, BAC, Madrid 1996; ID.,, Nueva Era y Cristianismo. Entre el
diálogo y la ruptura, BAC, Madrid 1995.
Antropología
SUMARIO: 1. La persona es" (y no sólo "tiene") cuerpo y alma: el no al monismo. - 2. La
persona hombre es" y no sólo "tiene" cuerpo. - 3. El hombre es" y no sólo "tiene" alma.
Hablar del hombre como ser uno no debe equivaler a una concepción unilateralmente
monista, que bascula crónicamente entre la doble tentación —ya denunciada por
Pascal— del angelismo y el animalismo. El hombre no es ni un ángel venido a menos ni
un mono que ha tenido éxito; ni un espíritu degradado ni un animal optimizado.
Ninguna de estas dos lecturas antagónicas hace justicia a la complejidad del fenómeno
humano. El hombre no es ni sólo cuerpo ni sólo alma. No es tampoco cuerpo más
alma, al modo de dos entidades completas y meramente adosadas. Es "todo entero y
al mismo tiempo lo uno y lo otro, alma y cuerpo". Mas el alma y el cuerpo no son
idénticos entre sí. Nos resta, pues, indagar el contenido (no dualista, pero tampoco
monista) adscribible a las proposiciones "el hombre es cuerpo", "el hombre es alma".
d) Ser sexuado. Ya los dos relatos de creación insistían en el hecho de que la entidad
hombre se realiza en la polaridad complementaria del varón y la mujer. Esta
diferenciación sexual, implicada en la corporeidad, confiere al ser humano una doble
tonalidad afectiva, un doble modo de instalación mundana y de relación social
correlativamente diferentes.
Los teólogos han recordado los inconvenientes del olvidar el verdadero sentido del
alma: fideísmo en el más allá; docetismo o desprecio del cuerpo; falta de bases para
una verdadera ética y antropología y, finalmente, no se entendería el verdadero
sentido de la resurrección de Cristo.
BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Como era en el principio. Temas clave de antropología teológica, San Pablo,
Madrid 1996.
Apostolado seglar
1. El Apostolado Seglar
Ha sido mérito del Concilio Vaticano II desatar definitivamente las ligaduras que
tuvieron recluido al laicado cristiano en un discreto e irrelevante segundo plano de la
vida eclesial. A raíz de la paz constantiniana y de la irrupción de los pueblos bárbaros
en la Iglesia, se generó una relación dialéctica entre los espirituales (monjes y clero)
por una parte, y el resto (los laicos) considerados como los carnales, por otra. Esta
tensión, típica de la situación de cristiandad, sustituyó a la que toda la comunidad
cristiana -laicado y ministerio ordenado- había mantenido con el mundo durante la
época de los mártires. Al contrario de lo que ocurría en Oriente, "laico" o "lego", en el
Occidente cristiano, llegó a ser sinónimo de inculto (illitteratus o idiotes), y la
compilación legislativa de Graciano (hacia el 1140), hecha para el uso escolástico y por
ello de notable influjo, consagró durante siglos la disociación entre clérigos y laicos en
el famoso canon que comienza: duo sunt genera christianorum (hay dos clases de
cristianos). De acuerdo con él, a los clérigos y monjes, su condición eclesial les
brindaba un camino real para el encuentro con Dios; a los otros, su condición laical
más parecía un estorbo que una ayuda para encontrar a Dios. Los laicos, considerados
durante siglos como "Iglesia discente" (la Iglesia que ha de escuchar y aprender), no
parecían aptos para llevar a puerto la misión de la Iglesia, que resultó ser encomienda
practicamente exclusiva de clérigos y monjes. (Para la evolución histórica del laicado
en la Iglesia, vid. FORTE, B. en Diccionario teológico interdisciplinar, voz "laicado", p.
252-269).
Para el Concilio Vaticano II, la misión de la Iglesia consiste en propagar el reino de Dios,
haciendo a todos los hombres partícipes de la redención, y ordenando todo el mundo
hacia Cristo. A toda esta tarea la llama apostolado, y dice que la Iglesia la ejerce a
través de todos sus miembros de diversas maneras (AA 2. LG 5. 31). Por lo tanto, el
apostolado de los laicos o apostolado seglar es la participación del laicado, de forma
individual o asociada, en la misión de la Iglesia antes descrita. Sin embargo, en virtud
del principio que sanciona la unidad de misión y diversidad de tareas en la Iglesia (LG
7, 32, 33. AA 2), es el propio Concilio quien señala algunas peculiaridades al
apostolado de los laicos, que corresponden precisamente a su carácter secular, es
decir, a aquella condición laical que siglos atrás había constituido un posible obstáculo
para el encuentro de los seglares (seculares) con Dios.
Ese carácter secular, con el que está tejida la existencia del laico, no es otra cosa que el
conjunto de actividades y condicionamientos que comporta la vida familiar,
profesional, social, vecinal, cultural, política, etc., que los laicos cristianos, a un tiempo,
protagonizan y comparten con sus conciudadanos. En ese "lugar" son llamados por
Dios para que vivan su existencia "guiándose por el espíritu evangélico, de modo que,
igual que la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del mundo y de este
modo descubran a Cristo a los demás, brillando, ante todo, con el testimonio de su
vida, fe, esperanza y caridad". Así es como los laicos cristianos realizan un aspecto
peculiar del apostolado, hoy particularmente necesario: "hacer presente y operante a
la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede ser sal de la tierra si no es a
través de ellos" (LG 31, 33).
El papa Juan Pablo II, en su exhortación apostólica fruto del Sínodo de 1987 sobre los
laicos, hace notar que "el ser y actuar en el mundo", es decir, la índole secular del laico
cristiano "no es sólo una realidad antropológica y sociológica, sino también, y
específicamente, una realidad teológica y eclesial", o dicho de otro modo, el cáracter
secular tiene sentido teologal puesto que es en ese "lugar" donde Dios les llama a la
santidad y al apostolado. Además, el Papa reivindica la prioridad, en el momento
presente, de esta dimensión secular del apostolado seglar, dada la actual proclividad
de muchos laicos a consentir en dos tentaciones: la de prestar más atención a las
tareas eclesiales que a las responsabilidades apostólicas en el campo profesional,
social, económico, cultural y político; y la de legitimar el divorcio entre fe y vida, que
ya había denunciado el Concilio Vaticano II (ChL 15, 17, 2).
La necesidad del apostolado seglar surge del ser y misión de la Iglesia como pueblo de
Dios, en el que "se da una verdadera igualdad entre todos en lo referente a la dignidad
y a la acción común de todos los fieles para la edificación del Cuerpo de Cristo" (LG
32). Las peculiares circunstancias del cambio cultural, ya iniciado en la década de los
sesenta, y la escasez de los sacerdotes y limitaciones a que se ven sometidos en
muchas regiones son, además, motivos complementarios que el Concilio Vaticano II
invocó para urgir la intervención de los laicos en la misión de la Iglesia. Veinte años
más tarde, en la exhortación postsinodal Christifideles laici, el papa Juan Pablo II ha
vuelto a dirigirse a los laicos con la invitación evangélica "Id también vosotros a mi
viña", en el contexto de la apremiante necesidad de una nueva evangelización. Y los
Obispos españoles, por su parte, concluyen su más reciente documento sobre el
apostolado seglar con estas palabras:
"En un mundo secular los laicos -hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos- son los
nuevos samaritanos, protagonistas de la nueva evangelización, con el Espíritu Santo
que se les ha dado. La nueva evangelización se hará, sobre todo, por los laicos o no se
hará" (CLIM 148).
Puesto que "la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al
apostolado" (AA 2-3), los agentes o sujetos de esta actuación eclesial son todos y cada
uno de los seglares cristianos, cualquiera que sea su edad o condición, en la medida
que responden a la vocación cristiana. Fueron los movimientos especializados de la
Acción Católica los que, con mayor insistencia, llevaron a la práctica la fecunda
intuición de que el apóstol de los obreros ha de ser el obrero cristiano, lo mismo que el
joven lo ha de ser de los jóvenes, y el niño, de los niños.
Más allá de estas motivaciones relacionadas con la eficacia, hay otros motivos, de
carácter teológico y eclesiológico, que reclaman la asociación de los laicos en orden al
apostolado; éstos se fundamentan en que el apostolado asociado es "signo de la
comunión y de la unidad de la Iglesia de Cristo" (ChL 29). La Iglesia, que en el Concilio
Vaticano II se definió a sí misma como pueblo solidario y samaritano (Las
constituciones Lumen gentium y Gaudium et spes del Concilio Vaticano II avalan tal
definición), tiene dos señas de identidad que la definen profunda y exactamente: la
comunión y la misión. La comunión, que se realiza a través del ejercicio de la
corresponsabilidad, tiene una fuerza vinculante intrínseca. Por ella, la comprometida
responsabilidad del pastor de discernir autorizadamente, tanto en el terreno de la
doctrina como de la práctica pastoral, se acopla con la otra aportación sinodal -la de
los presbíteros y laicos-que no han de limitarse a obedecer pasivamente, sino que
deben proporcionar los elementos de juicio con los que el pastor llegará a formular un
juicio vinculante. Esta aportación sinodal de los fieles es posible gracias al don del
Espíritu derramado sobre todo el pueblo de Dios y comporta toda la fuerza vinculante
de la "communio" (ESCARTIN, P., ¡Un laico como tú en una Iglesia como ésta!, BAC.
Madrid, 1997, PP. 105-125).
El papa Juan Pablo II ha subrayado con fuerza que la comunión es misionera y que la
misión tiende a crear más hondura de comunión. Es en el contexto de una Iglesia
unida, cuya vocación e identidad más profunda es la evangelización (ChL 32. EN 14),
donde el Señor encomienda a los laicos una gran parte de esa responsabilidad
misionera de la Iglesia. El carisma de los laicos los coloca en el corazón del mundo para
que, como la levadura, fecunden con semillas evangélicas la secularidad. Éste es el
aspecto principal, aunque no único, de su tarea evangelizadora: activar, de un modo
eminente, la laicidad de la Iglesia, que consiste sobre todo en haber sido enviada al
mundo para ser solidaria con él y samaritana (FORTE, B., Laicado y laicidad, Ed.
Sígueme. Salamanca, 1987).
3. Destinatarios
Preguntar por los destinatarios del apostolado seglar es equívoco. La respuesta parece
diáfana: los hombres y mujeres susceptibles de ser evangelizados; sin embargo la
actuación apostólica de los seglares encierra una complejidad, cuyo alcance se valora
mejor al recorrer los diferentes campos donde la Iglesia reclama su presencia y trabajo
apostólico. Los textos del magisterio nos llevan a distinguir tres grandes ámbitos o
campos abiertos a la peculiar intervención de los laicos:
La cooperación de los laicos con la misión pastoral de la Iglesia es tan decisiva que,
como han recordado recientemente los Obispos españoles, la Iglesia "no está
plenamente constituida si, junto a los obispos, sacerdotes y religiosos, no existe un
laicado adulto y corresponsable. La corresponsabilidad es, sin duda, una de las
exigencias y expresiones más significativas de la comunión" (CLIM 24. Cf. AG 21). Son
lugares naturales para la inserción de los laicos en esas tareas de animación
comunitaria y eclesial la diócesis y la parroquia. Ésta, sobre todo, "es, en cierto
sentido, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas" o,
haciendo uso de la expresión de Juan XXIII, "la fuente de la aldea a la que todos
acuden para calmar su sed". En ella, pues, los seglares son invitados a "dar nueva vida
al afán misionero dirigido hacia los no creyentes y hacia los mismos creyentes que han
abandonado o limitado la práctica de la vida cristiana" (CLIM 25-27).
Fue el Concilio Vaticano II quien tuvo la audacia de afirmar que la Iglesia no sólo trata
de servir a cada persona, a la sociedad y al dinamismo de la historia humana, sino que
también recibe una ayuda valiosa del mundo moderno. Esta ayuda le viene a la Iglesia
"de quienes, por vivir en el mundo, sean o no sean creyentes, conocen a fondo las
diversas instituciones y disciplinas y comprenden claramente la razón íntima de todas
ellas". Para no desbaratarla, debe hacer un decidido esfuerzo por "auscultar, discernir
e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo". Y
tiene como meta lograr que "la verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor
entendida y expresada en forma más adecuada" (GS 44. cf. 40-43). Siendo esto así, las
aportaciones de los laicos cristianos, cuando trasladan a los centros neúralgicos de la
Iglesia su visión de la vida y del mundo, el clamor de los pobres de la tierra, los gozos y
las angustias en las que se debaten diariamente los hombres y mujeres de nuestro
tiempo, cobran excepcional importancia, por ser ellos los peritos de una mundanidad
que la Iglesia tiene la obligación de auscultar, discernir e interpretar.
Ahí está un sólido pilar donde se fundamenta la intervención de los laicos en los
Consejos de Pastoral y en los demás órganos de consulta y discernimiento eclesial. El
otro es el don del Espíritu Santo con el que también ellos han sido sellados. En virtud
de esa pericia en lo secular y de la consagración espiritual que les anima, son invitados
"a presentar a la comunidad de la Iglesia los problemas propios y del mundo, los
asuntos que se refieren a la salvación de los hombres, para examinarlos y solucionarlos
por medio de una discusión racional", así como a ofrecer "su experiencia en el examen
diligente de las condiciones en que ha de ejercerse la acción pastoral de la Iglesia y en
la elaboración y desarrollo del método de acción" (AA 10. 20 b).
Puede afirmarse, por lo tanto, que el apostolado seglar reclama algo más que
voluntarismo y buenas intenciones. Requiere una seria formación, no sólo a través de
procesos interiores que conducen al desarrollo de la fe, la esperanza y la caridad, sino
también por medio del conocimiento sistematizado de las verdades de la fe, de la
doctrina social de la Iglesia y de las disciplinas humanas, sobre todo, de las
relacionadas con el desarrollo de la sociedad y cultura de nuestro tiempo. Los Obispos
españoles, en su más reciente documento sobre el laicado, han dedicado todo un
capítulo a exponer la necesidad y características de la formación de los laicos (CLIM
70-88) y han ofrecido una Guía-marco (Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, Guía-
marco de formación de laicos, Edice. Madrid, 1997) como aportación autorizada para
orientar las iniciativas formativas, particularmente de las asociaciones del apostolado
seglar.
4. Mediaciones pastorales
Para ello, cada una de ambas mediaciones modulan el objetivo común acentuando
diferentes dimensiones: la catequesis se caracteriza por ser un proceso orgánico,
integral y básico de la formación cristiana, con la mirada puesta en madurar la
vinculación con Jesucristo, en la Iglesia, y para el servicio del mundo (cf. Comisión
Episcopal de Catequesis y Enseñanza, La catequesis de adultos, 214); los movimientos,
por su parte, acentúan la iniciación y acompañamiento de la vocación apostólica, y se
caracterizan por una pedagogía de la acción, que tiende a poner en relación la vida
cotidiana con la fe y la fe con la vida cotidiana, de modo que se interroguen
mutuamente (cf. Guía-marco de formación de laicos, p. 45). La vocación apostólica
comporta el desarrollo de tres dimensiones del ser creyente: la laicidad o conciencia
de que la Iglesia ha sido enviada al mundo, envío que se concreta de un modo peculiar
en los cristianos laicos (sobre la laicidad como dimensión de toda la Iglesia y su
concreción en el laicado, vid. FORTE, B., Laicado y laicidad, Ed. Sígueme, Salamanca
1987, pp. 61-72); la adultez o capacidad para "dar razón de la esperanza" aquí y ahora;
y la militancia o empeño por transformar la sociedad según el espíritu del Evangelio,
por liberar a los oprimidos, por anunciar explícitamente a Jesucristo como único
Salvador y por colaborar en la edificación de la Iglesia (cf. Guía-marco..., p. 17-20).
Dada la especificidad del apostolado seglar, hemos de detenernos un poco más en los
movimientos y asociaciones. A pesar de las dificultades que actualmente experimenta
el asociacionismo, existe en la Iglesia española una amplia variedad de asociaciones,
comunidades y movimientos, nuevos y antiguos, que sería prolijo enumerar. (Me
remito a los datos recogidos en ESCARTÍN, P. ¡Un laico como tú en una Iglesia como
ésta!, pp. 26-36. Puede consultarse también VV.AA. Catolicismo en España. Análisis
sociológico. Instituto de Sociología Aplicada de Madrid., Madrid 1985, cap. 15:
"Movimientos apostólicos y comunidades de vida cristiana", pp. 385-395). Los Obispos
han dedicado un capítulo de su ya citado documento sobre el laicado al tema de las
"asociaciones, comunidades, grupos y movimientos de apostolado seglar en la vida y
misión de la Iglesia" (CLIM 96-131). De él cabe resaltar sobre todo dos puntos:
Estos criterios han de ser entendidos y vividos de forma unitaria, puesto que se
condicionan mutuamente. El sentido eclesial de las propias asociaciones y
movimientos ha de llevarles a confrontar su práctica con esos criterios para actualizar
sus fines, tareas y vida de acuerdo con lo que hoy la Iglesia necesita del apostolado
seglar.
En esa facultad del ministerio pastoral para promover algunas asociaciones radica la
singularidad de la Acción Católica. La descripción de su naturaleza ha pasado
progresivamente de ser la "participación en el apostolado jerárquico" (Pío XI) a
"cooperar con la Jerarquía en el apostolado" (Concilio Vaticano II). El documento que
ha servido de base para la renovación de la Acción Católica en España la define como
"la colaboración fraterna, estable y organizada entre el ministerio pastoral y el laicado,
cada uno según su específica función, en orden a la realización del fin global de la
Iglesia, esto es, la evangelización con todas sus implicaciones" (Federación de
Movimientos de la A.C.E. La Acción Católica Española. Documentos: "La Acción Católica
Española, hoy". Nueva configuración de la A.C.E. Madrid 1996, p. 42).
En cuanto al apostolado seglar ejercido de forma individual, hay que resaltar sobre
todo la notable incorporación de laicos a las tareas de animación de la vida pastoral
comunitaria en sus múltiples modalidades, incluso con la adopción de compromisos
estables, junto a las evidentes reticencias para asumir la evangelización de la
secularidad.
Por ello, la formación de los laicos es el primer reto que afecta tanto a la catequesis
como a los movimientos apostólicos y, en definitiva, a la propia Iglesia. Un reto que no
es posible afrontar sin plantearse el modelo educativo y la pedagogía a utilizar en la
formación de los laicos. A este respecto, no debería ignorarse la ya citada "Guía-marco
de formación de laicos", ofrecida por la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar.
En las presentes circunstancias, más si cabe que en otros tiempos, el creyente necesita
una Iglesia que sea verdadero hogar. Sabido es que la Iglesia es obra de Dios, pero
también edificación o construcción de los creyentes (Cf. Ef 4,11-13). Esta iglesia ha de
ser construida como un espacio de comunión misionera, de celebración y oración y de
crecimiento en la fe. Las tres dimensiones reclaman del laico no sólo su pertenencia a
la Iglesia, como quien pertenece a un club privado y se aprovecha de sus ventajas, sino
su participación activa: en el culto, en la catequesis, en la organización de la vida
eclesial, en la búsqueda de las prioridades que han de preocupar a cada Parroquia y a
la Iglesia diocesana.
Por último y de forma telegráfica señalo algunas urgencias que el apostolado seglar,
hoy menos que nunca, puede ignorar. En primer lugar, la decisión de unir presencia
transformadora de la realidad social con el anuncio explícito de Jesucristo. Sin anuncio
no hay evangelización; pero el anuncio no será más que palabrería vacua, incapaz de
llamar la atención de nuestros contemporáneos, si no va acompañado del compromiso
transformador y del testimonio práctico de la fe.
Junto al anuncio, hay que reivindicar la urgencia de una presencia cualificada (CLIM
51), es decir, inspirada y modulada por la adhesión a la fe y a la Iglesia, cuyos
principales campos de actuación están en la lucha contra las crecientes pobrezas y
marginaciones, en los movimientos sociales que tienden a introducir pautas culturales
más solidarias, en los mecanismos que crean cultura y en las mediaciones socio-
políticas y sindicales que influyen estructuralmente en la vida de la sociedad (CVP 106-
137).
Arcipreste y arciprestazgo
La figura del arcipreste hunde sus raíces en los siglos V y VI como delegado del obispo
para las comunidades que vivían en el mundo rural, fuera de la urbe ("vicarius
foraneus').
Desde el siglo IX, las principales funciones del Arcipreste se centran en el cuidado y
tutela del clero y parroquias, convocar reuniones periódicas, visitar personalmente las
parroquias y mantener informado al ordinario en todo lo referente a los deberes de su
arciprestazgo (ejem. diezmos y otras prestaciones).
La figura del arcipreste, en relación a los sacerdotes, se potencia aún más a partir del
Concilio de Trento, teniendo como cometidos principales: supervisar el lugar de
residencia, la predicación, catequesis, asistencia a enfermos, etc. El arciprestazgo se
consolida como un instrumento efectivo para la reforma de vida, costumbres y la
actividad pastoral.
"Para facilitar la cura pastoral mediante una actividad común, varias parroquias
cercanas entre sí pueden unirse en grupos peculiares como son los arciprestazgos" (c.
374, 2).
La legislación canónica actual no obliga, como en el canon 217 del Código anterior, a
erigir arciprestazgos, pero se deduce su conveniencia por razones de una pastoral
articulada y de conjunto. Todo ello con un matiz importante: "Un arciprestazgo es un
conjunto de parroquias cercanas, sin que dicha agrupación suponga personalidad
jurídica propia, ni fusión de parroquias, ya que conservan su propia autonomía y
personalidad jurídica. Los arciprestazgos, a diferencia de las parroquias, no son
comunidades de fieles presididas por el arcipreste como pastor propio".
Para que exista un arciprestazgo deben darse al menos estos presupuestos: -Cierta
homogeneidad social, cultural y religiosa. -Cierta historia común. -Un número
significativo de sacerdotes y fieles. -Voluntad de trabajar en una pastoral de conjunto
articulada.
Desde este punto de vista, la identidad del arciprestazgo es triple: -Pastoral: nace para
potenciar la pastoral de conjunto. -Sociológica: para dar respuesta a necesidades
reales y afines. -Eclesiológica: expresión de una Iglesia de comunión para la misión.
3. El arcipreste
a) Naturaleza y nombramiento:
b) Cualidades y nombramiento:
- En cuanto a los clérigos: Cuidar que los clérigos de su distrito vivan de modo
conforme a su estado y cu mplan diligentemente sus deberes (c. 555,1). Procurar que
los clérigos, según las prescripciones del derecho particular y en los momentos que
éste determine, asistan a los encuentros de formación permanente, retiros y otras
iniciativas arciprestales (Cf. c. 555,2). Cuidar que no falten a los presbíteros de su
distrito los medios espirituales y sea especialmente solícito con aquellos que se hallen
en circunstancias difíciles o se vean agobiados con problemas (c. 555,2). Cuidar que los
sacerdotes enfermos gravemente no carezcan de los auxilios espirituales y materiales,
y que se celebre dignamente el funeral de los que fallezcan (c. 555,3.) El obispo oirá al
arcipreste en el nombramiento de los párrocos del arciprestazgo (c. 524) y, si lo estima
oportuno, en el de los vicarios parroquiales (c. 547). Puede presidir en la toma de
posesión del párroco la profesión de fe y el juramento de fidelidad, en nombre del
obispo diocesano (cc. 527, 2 y 833, 6).
- En cuanto a lo litúrgico: Procurar que las funciones religiosas se celebren según las
prescripciones de la sagrada liturgia (c. 555,1). Según el prudente parecer del obispo
puede éste delegar en el Arcipreste la facultad de absolver del delito de aborto y
excomunión "late sententiae" que implica el canon 1398.
- Que estén representados en el Consejo Presbiteral en una proporción del 1/3 de los
mismos, elegidos por el propio Colegio de Arciprestes. Los propios arciprestes harán
propuesta de nombres al ordinario del lugar.
- Que todos los arciprestes, en razón de su oficio, sean miembros natos del Consejo
Pastoral Diocesano. En ambos Consejos, corresponde al arcipreste: -Elevar a estos
Consejos las inquietudes, necesidades y preocupaciones de los arciprestazgos. -
Coordinar, arciprestalmente, el estudio y preparación de los temas e informes que
serán objeto de deliberación. -Informar a los sacerdotes, y en su caso a los agentes de
pastoral afectados, de las deliberaciones de los Consejos, sin romper el secreto que les
afecta.
c) Fondo Común Diocesano. El arcipreste debe recoger y revisar las cuentas anuales de
las parroquias y con su visto bueno presentarlas en Administración diocesana. Una vez
aprobadas, el arcipreste las entrega a las respectivas parroquias para su archivo.
Para que el arciprestazgo sea una realidad viva debe constituirse el Consejo Pastoral
Arciprestal. El cual supone, a su vez, el funcionamiento normal en cada parroquia o
unidad de atención pastoral de los consejos parroquiales. De los miembros de los
Consejos parroquiales se nutrirá normalmente el Consejo Pastoral Arciprestal. Y, a su
vez, de los miembros de los Consejos Pastorales Arciprestales se nutrirá el Consejo
Pastoral Diocesano.
En el citado consejo pastoral arciprestal se deben delimitar, así mismo, las diversas
áreas o sectores y ambientes pastorales (en conexión con las delegaciones diocesanas
), potenciar los objetivos y acciones pastorales prioritarias y otorgarse un reparto de
responsabilidades real.
Los sacerdotes del arciprestazgo forman el "equipo sacerdotal del arciprestazgo", que
se reunirá para retiros, formación permanente y otro asuntos pastorales, jurídicos o
administrativos que les afecten, así como para designar sus legítimos representantes
en los Consejos Presbiteral y Pastoral Diocesano.
5. Colegio de arciprestes
6. Conclusión
1. Introducción
Las palabras del Concilio corresponden al texto del documento relativo a la Sagrada
Liturgia y por lo tanto en el ámbito de la Iglesia que celebra la fe. Este aspecto de la
vida de la Iglesia en muchos momentos no ha sido considerado estrictamente como
campo de pastoral, que caminaba por los dignos caminos mencionados anteriormente.
Pero dos circunstancias hacen pensar que nos encontramos ante un medio de
evangelización que aún está por descubrir: por un lado es el propio Concilio el que
invita a un diálogo fe — cultura y por otro es la inquietud social por el Patrimonio la
que se pregunta por el significado de este en nuestro mundo moderno.
Por otra parte la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual dedica todo el
Capítulo II al progreso de la cultura indicando que "...también las ciencias y las artes
son de gran importancia para la vida de la Iglesia, ya que tratan de desentrañar la
índole propia del hombre, sus problemas y sus experiencias, en un esfuerzo continuo
por conocerse y perfeccionarse a sí mismo y al mundo, esforzándose por descubrir su
posición exacta en la historia y en el universo, iluminar sus miserias y sus alegrías, sus
carencias y sus facultades, y proyectar un provenir mejor del hombre" (GS 62).
Sin embargo poco a poco las aguas han vuelto a su cauce. No solo se ha ido
descubriendo el verdadero significado del diálogo fecultura, propuesto por el propio
Concilio, sino que ha sido la misma realidad sociológica del momento la que ha hecho
redescubrir lo que fue el arte desde sus comienzos y la necesidad de una visión
cristiana de este sector de la vida de la Iglesia, tan apreciado hoy por nuestra sociedad.
No se trata ya de reconocer las dificultades evangelizadoras para la Iglesia en nuestro
mundo moderno y de aprovechar la coyuntura de un Patrimonio que llama la atención
y que sirve para hablar de Dios. Si solo fuera eso nos encontraríamos ante la pobreza
de una pastoral que se sirve de los últimos recursos para cumplir con su misión. Se
trata sencillamente de dar al arte sacro su verdadero sentido, de hacer que cumpla
con su cometido.
Actualmente más que nunca es necesario que los pastoralistas unifiquen los esfuerzos
e inquietudes que surgen en el Pueblo de Dios y que consideren como medios
indispensables todos los recursos que tiene la Iglesia para revitalizarse interiormente y
acercarse al mundo. Nuestro Patrimonio no ha de ser considerado únicamente como
un medio material que sirve para el culto y las celebraciones, envuelve toda una
historia de símbolos, de teología, de fe que sirve para descubrir a Dios y acercarnos a
El. En las obras de arte no solo se halla escrita y descrita la vida de las Comunidades,
está también el reto que tiene hoy nuestro Patrimonio para divulgar la fe entre los
visitantes y curiosos, entre los niños que descubren a Dios por medio las imágenes y
entre los adultos que siguen necesitando de símbolos para acercarse a la divinidad.
Estas son las motivaciones que hacen que la palabra Patrimonio tenga cabida en un
Diccionario de Pastoral. El mundo de las artes, también las modernas, de los
estudiosos que investigan la historia de nuestros pueblos, de los consejos pastorales
que tanto tiempo y desvelos dedican a la rehabilitación de sus templos y de los
numerosos visitantes ajenos a nuestra cultura no ha de ser olvidado por una digna
programación pastoral, que tiene en cuenta todos los sectores y personas de su
entorno.
"En ÉI estaba la vida". A las imágenes de nuestros templos solamente les falta hablar, o
quizás hablan pero no las entendemos del todo. Miles de años de historia, de vida
cristiana, de vida de Iglesia y de comunidad se manifiestan en nuestros templos y en
nuestros retablos; piedra y espíritu, madera y símbolo, material perecedero y doctrina
divina mezclan el arte de nuestros templos. Los Sacramentos dan la Vida, pero las
imágenes nos lo enseñan con una catequesis que se transmite de generación en
generación.
"Todas las cosas fueron hechas por Él". En la Pascua del año 1999 el Papa Juan Pablo II
ha dirigido una carta a los artistas, a los que descubre como imagen de Dios, ya que
"nadie mejor que vosotros, artistas, puede intuir algo del phatos con el que Dios, en el
alba de la creación, contempló la obra de sus manos. Un eco de aquel sentimiento se
ha reflejado infinitas veces en la mirada con que vosotros, el igual que los artistas de
todos los tiempos, atraídos por el asombro del ancestral poder de los sonidos y de las
palabras, de los colores y de las formas, habéis admirado la obra de vuestra
inspiración, descubriendo en ella como la resonancia de aquel misterio de la creación a
la que Dios, único creador de todas las cosas, ha querido en cierto modo asociaros" (n°
1). El Espíritu que aleteaba en medio del caos del Universo y que dio sentido a la obra
de Dios, impregnándola de su fuerza y sentido, es el mismo que inspira a los artistas a
la hora de modelar y potenciar su capacidad creativa. El artista logra esto a través de
una especie de iluminación interior, despertando las energías de su mente y de su
corazón para concebir la idea y darle forma en la obra de arte. De esta manera el
artista se siente continuador de la obra creadora de Dios, en su función de artífice en
cuanto imagen de Dios.
"La luz luce en las tinieblas". Los distintos momentos que ha vivido la expresión
artística a lo largo de los siglos han respondido a las circunstancias sociales e históricas
del artista. No han faltado en ellas momentos de decadencia y de esplendor, de
representaciones maravillosas y de obras decadentes. Muchas veces el artista se ha
fijado en los dolores cotidianos o en las tragedias de la sociedad del tiempo.
Atendamos por un momento al arte sacro. Han abundado los dolores y tragedias de la
vida plasmados en relatos de Pasión, es fácil encontrar el sufrimiento de la Dolorosa o
los fallos de los apóstoles; no es extraño tampoco descubrir los sufrimientos de los
santos. Pero junto a todas estas tinieblas de penas encontramos, en una disposición
iconográfica, las alegrías de la Resurrección, la victoria de los santos o la justicia
equitativa de los hombres. El arte, especialmente el religioso, muestra un largo camino
de los hombres hacia la perfección, una muestra de virtudes que suponen una
superación constante, un guión explicativo que culmina siempre en la perfección y en
la victoria. Resurrección, milagros, Natividad, Epifanía, Cena del Señor, etc..., son
pruebas contundentes de una expresión artística que tiende a la victoria de la Vida
sobre la muerte, de la luz sobre las tinieblas.
Dios hecho hombre y manifestado a través e las imágenes ha comenzado a ser uno de
nosotros a partir de su Encarnación y como el hombre no tiene otros medios de
expresar sus vivencias y su fe que los humanos, como las palabras, los sonidos, el
lenguaje, las imágenes, ha plasmado a Dios a través de estos medios. Dios se ha hecho
uno de nosotros y se ha dejado plasmar como uno de nosotros. En algunos momentos
de la expresión artística en que los otros medios se hallaban menos extendidos, la
fórmula de las imágenes era el más eficaz para conocer, vivir y manifestar la fe. Si el
lugar más idóneo para conocer y celebrar nuestra fe son los templos, no en vano los
artistas la plasmaban y manifestaban en ellos, unas veces por encargo, otras por
cercanía a esa Comunidad, pero siempre por una convicción; no es extraño por ello
que en los momentos en que la palabra y el lenguaje eran patrimonio de unos pocos,
la imagen y el retablo eran el medio más idóneo para entender, comunicar y vivir la fe.
La Imagen es la Biblia de los pobres. En el año 599 San Gregorio Magno dirigía estas
palabras al Obispo de Marsella, Sereno: "La pintura se usa en las iglesias para que los
analfabetos, al menos mirando a las paredes, puedan leer lo que no son capaces de
descifrar en los códices" (PL 77, 1128-1129). Si las catequesis de muchos siglos en la
Historia de la Iglesia fueron explicadas a los más pobres a través de estas imágenes,
¿por qué no recuperar hoy el protagonismo de las personas más sencillas en la
posesión y dominio de nuestros retablos, que a menudo se quedan en manos de los
estudiosos, los cuales únicamente descubren en ellos expresiones artísticas?
Si Cristo ha nacido para todos, especialmente para los más pobres y sencillos, las
expresiones artísticas de este misterio han de ser patrimonio de esas mismas
personas.
"Vino a los suyos y los suyos no le recibieron": El arte, que ha nacido en las expresiones
religiosas, ha ido tomando a lo largo de la historia caminos divergentes que le han
separado de la fe. En la Edad Moderna el Humanismo cristiano ha ido evolucionando,
llegando en ocasiones a unas expresiones artísticas ajenas al hecho religioso. Este
clima ha conducido a una separación entre el mundo del arte y el de la fe, constatando
al menos un menor interés de muchos artistas por los temas religiosos. Esto ha llevado
a la Iglesia a respetar profundamente esta postura. A pesar de todo ha seguido
manteniendo un gran aprecio por el valor del arte como tal. Y es que al arte cuando es
auténtico tiene una íntima afinidad con el mundo de la fe, de tal manera que incluso
en las condiciones de mayor despego de la cultura respecto de la Iglesia el arte
continua siendo una especie de puente tendido hacia la experiencia religiosa, ya que
todo arte esconde algo de misterio. Y es que cuando el artista busca y plasma la
belleza va más allá de lo cotidiano, de lo que ven nuestros ojos; incluso cuando
representa el desconcierto de la persona o el mal está demandando una especie de
redención universal. Por ello nos hallamos ante un gran reto, el que supone de
acercamiento entre la fe y la cultura entre las expresiones artísticas y la religión.
"Y hemos visto su gloria". Las maravillas del Patrimonio pueden ser analizadas desde el
punto de vista de una recuperación completa de todos los edificios, hecho muy difícil
en algunos casos. Puestos a soñar podemos ver unas catedrales llenas de luz, blancas
como el primer día, porque se han restaurado en su integridad; podemos imaginarnos
unos templos muy bien consolidados y llenos de turistas; podemos contemplar una
orfebrería maravillosa detrás de las vitrinas, y soñamos con unas rutas llenas de
ensueño y plagadas de joyas que llenan la geografía y el paisaje. Si es solamente esto
aún estamos en la oscuridad de las tinieblas, aún no hemos visto las maravillas de
Dios, que encierran esas joyas. La verdadera gloria de Dios es que las catedrales sirvan
como puntos de encuentro para el Pueblo cristiano, que las iglesias sean punto de
referencia parroquial y comunitaria, que la importancia de los retablos no radique ni
en su restauración ni en su estudio, sino en la verdadera expresión del misterio
vislumbrado por niños y jóvenes, que nuestros museos no sean visitados por muchos o
pocos turistas, sino que sean un itinerario de fe y de interrogantes, que el arte preste
un servicio al mundo de la cultura y sirva pastoralmente a los turistas y que cada uno
de los templos sea un hervidero de paz y de solidaridad para un mundo que sigue
necesitando y buscando a Dios.
El Obispo Diocesano: Por institución divina es sucesor de los apóstoles en virtud del
Espíritu Santo que se le ha conferido y está constituido como pastor de su iglesia
particular. Entre las funciones que tiene encargadas y que a la vez encomienda a sus
colaboradores se halla la de santificar. Si quisiéramos encuadrar cada una de las
Delegaciones Sectoriales de una Diócesis en una función propia del obispo tal vez
habría que situar la de Patrimonio en esta función santificadora. Por ello el obispo
diocesano es el primero al que corresponde descubrir y encauzar todas las inquietudes
de su Diócesis en relación con el Patrimonio. El preside la Comisión Diocesana de
Patrimonio, de la que se hablará más adelante, y a su vez encomienda y conoce las
decisiones del Cabildo de la Catedral. En el número 124 de la Constitución sobre la
Sagrada Liturgia el Concilio Vaticano II encarga a los ordinarios una serie de funciones
que el obispo, a su vez, encomienda a las distintas Comisiones o Delegaciones,
especialmente en lo referente al Arte Sacro. Cuando el obispo de una Diócesis es
sensible a las obras de arte, a los templos y a un deseo de diálogo con la cultura, el
Patrimonio de dicha Diócesis adquiere un alto nivel por la finalidad que tiene, por la
conservación y por el servicio que presta a la sociedad.
El Consejo Pastoral Diocesano: Este Consejo tiene como función estudiar y valorar lo
que se refiere a las actividades pastorales y sugerir conclusiones prácticas sobre ellas.
Si en dicho Consejo ha de estar representada toda la Diócesis sus miembros, muchos
de ellos laicos, han de recoger las inquietudes y posibilidades que tiene toda la
Diócesis para hacer llegar el mensaje de Cristo a todos >los lugares de la misma. En
esta tarea todas las iniciativas son valiosas y han de recoger las propuestas de la
sociedad actual sobre las obras de arte, en razón de la demanda social que suponen y
de la obligación que tiene la Iglesia de ponerlas al servicio de la misma, no solo con el
fin de cumplir la ley, sino especialmente de darles el sentido que tienen dentro del
contexto de la fe y de la Comunidad. La programación pastoral de una Diócesis no
puede olvidar las inquietudes sociales del momento y el movimiento de masas por
nuestras iglesias y catedrales.
La Parroquia: Es la figura de la Iglesia más cercana y donde se perciben más los signos
de la presencia de aquella en la sociedad. Se convierte en el ámbito mas idóneo de
integración entre el Párroco y los fieles laicos, que ven en el templo el signo de la
presencia de Dios en la sociedad y el lugar emblemático donde se vive la fe por historia
y por tradición. De ahí el aprecio de toda la Comunidad a estos signos, que son el
templo y todos los bienes muebles que contiene. Estos se han convertido para toda la
Comunidad en los lugares y los elementos de definición de la fe, por lo que, además de
tener un valor artístico e histórico, encierran otro que es una mezcla de lo sentimental
y de lo simbólico, de lo cultural y lo sagrado.
Este significado del patrimonio para el fiel laico se halla potenciado en este momento
por el aprecio que todo un pueblo tiene respecto del Patrimonio. Por ello la Parroquia
es el lugar mas propicio para que los bienes culturales de la Iglesia sean utilizados en
su verdadero sentido, el sagrado, el pastoral. Ha de servir para educar en la fe, para
formar a todos los fieles allí bautizados, para educar en el gusto estético y en el valor
sagrado de los bienes, para que sea signo de encuentro entre parroquianos y turistas y
para que el templo y sus elementos sean utilizados como medio unificador, formativo
y de compromiso en la fe. A esto ha de ayudar el Consejo Pastoral de la Parroquia, que
no solamente dedica tiempo, mucho, a sus cuentas parroquiales y a sus programas
pastorales, sino que ha de unificar ambos elementos sabiendo que también ha de ser
utilizada su iglesia para educar a los niños, sus retablos para la catequesis y sus
imágenes para el día de la procesión; todo ello sirva para descubrir los valores
simbólicos que encierran.
Al pertenecer al dicho Consejo Pastoral laicos que incluso pueden ser unos buenos
profesionales de la educación o de la técnica ellos mismos son los medios de la
Parroquia para llegar a todos los ámbitos de la sociedad con este significado sagrado
del arte. Este sector de la pastoral compromete por otro lado a todas las fuerzas vivas
de la Parroquia: madres que enseñan a sus hijos, profesores y sus alumnos más
jóvenes, personas de tercera edad que recogen una historia pasada pero viva, etc.
La propiedad, gestión y uso de los bienes de arte sacro corresponde, de acuerdo con la
legislación vigente, tanto canónica como civil, a las diversas Entidades jurídicas que
integran la Iglesia Católica. Las vicisitudes de la historia, a menudo complejas,
muestran el interés de esta por las Bellas Artes y por la cultura, por lo que la han
hecho acreedora a un reconocimiento social y jurídico, ya que ha puesto ambas al
servicio de nuestro pueblo.
Por otra parte el mismo Documento indica en el número tres los principios que se
tendrán en cuenta en el tratamiento de los bienes eclesiásticos que forman parte del
Patrimonio Histórico y Documental, destacando el primero: "El respeto del uso
preferente de dichos bienes en los actos litúrgicos y religiosos y la utilización de los
mismos, de acuerdo con su naturaleza y fines, por sus legítimos titulares".
Conocida esta normativa es necesario valorar el motivo por el que han ido surgiendo
tantos bienes de arte sacro, lo cual viene a complementar la normativa anterior. Los
templos no solo han nacido como una digna y maravillosa expresión artística, no han
sido levantados exclusivamente por una motivación de grandeza humana o de
prestigio personal con las congruas ayudas de la aristocracia. Cada obra escultórica no
ha sido solo expresión de la corriente artística del momento, cada ornamento litúrgico
no era solo el medio para plasmar la belleza y la riqueza de cada familia. Todo el arte
sacro tiene una motivación, ha nacido dentro de un contexto religioso que le hace
precisamente sacro porque es utilizado para una finalidad sagrada, para una relación
de los hombres con Dios. Cada retablo no es solamente un escaparate de figuras y
formas, es sobre todo un medio de expresar lo que el artista vive, lo que se le indica
que represente y la forma para que el mensaje allí contenido sea mejor comprendido y
divulgado.
Por ello, cuando hoy visitan nuestras iglesias, ermitas y museos tantos turistas,
cercanos o alejados de estas motivaciones religiosas, no les podemos hurtar el
profundo sentido de fe de todos estos elementos artísticos que nos hablan y nos
acercan a Dios y nos presentan palmariamente los misterios de fe.
Un templo tiene una historia artística y una evolución de acuerdo con los diferentes
momentos de su construcción, pero también encierra una motivación, unos símbolos
en cada uno de sus elementos, que no han sido ahí colocados por casualidad y que se
siguen utilizando para un servicio comunitario y una enseñanza que están en su misma
entraña. Esta es la línea que hoy ha de dar la Iglesia a tantas visitas turísticas: No privar
del verdadero sentido que vio nacer la obra artística y su sentido actual. Este gran reto
puede establecer nuevos vínculos entre todos los pueblos y culturas que darán un
mayor impulso a una riqueza que el cristiano comunica porque no la tiene en
exclusiva, cumpliendo así lo que ya dijo San Juan en su primera carta: "Lo que era
desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
contemplamos y palparon nuestras manos tocando al Verbo de vida... lo que hemos
visto y oído, os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con
nosotros" (1 Jn 1, 1-2).
En relación con este uso secular que la Iglesia ha realizado del Patrimonio sacro no hay
que olvidar un signo que ha traspasado las fronteras de nuestro país y que por lo tanto
es aplicable al arte sacro en general. Se trata de las Exposiciones, destacando entre
ellas "Las Edades del Hombre". Desde el año 1988 la Iglesia en Castilla y León se
planteó un reto que aún sigue vivo y que ha sido una clara muestra del gran atractivo
que supone el patrimonio cuando es presentado con una visión especial. Las Edades
del Hombre han ido sacando a la luz, de modo paulatino y pedagógico, el arte sencillo,
maravilloso y misterioso de nuestros templos. Los guiones explicativos, el maravilloso
marco de las Catedrales y el propio arte han maravillado a propios y extraños, los unos
porque desconocían la que tenían entre manos, los otros porque han contemplado
unido no solo en el espacio sino en el contexto todo un misterio que se desarrolla a la
par que el hombre nace, vive y muere.
Todas estas muestras se hallan enmarcadas dentro del proceso, ya iniciado por las
Diócesis hace algunas décadas, de concentrar en museos las obras de arte de aquellos
templos que ya han perdido su significado como lugar sagrado o incluso de los que
carecen de la necesaria protección. Estos son los museos diocesanos. Es verdad que la
obra de arte sacro han de estar depositada donde cumple su función o es utilizada. Sin
embargo la realidad es mucho mas problemática. Parroquias sin feligreses, templos sin
protección y la falta de uso continuado de los mismos invitan a tomar decisiones que
redunden en bien de una sensata conservación.
Para ello son imprescindibles los museos diocesanos que han de seguir mostrando a
los visitantes un arte sacro en consonancia con su finalidad y con la indicación de su
lugar de procedencia. Los museos diocesanos descubren la historia de las
Comunidades Parroquiales.
5. Conclusión
La Historia de la Iglesia, sus usos y costumbres y todas sus experiencias han sido un
vehículo de inquietudes, de proyectos y realidades. Este momento histórico que nos
ha tocado vivir es sumamente rico en acontecimientos, experiencias y posturas
enriquecedoras con respecto al Patrimonio. La Iglesia en España no es ajena a este
gran reto, ya que gestiona una parte importante del Patrimonio, el que se denomina
sacro, pero que queda englobado en la gran inquietud que toda la sociedad muestra
hacia el legado de nuestros antepasados en forma de arte. Por ello hoy mas que nunca
se requiere una coordinación y unión de todos los sectores de nuestra sociedad para
utilizar, conservar y mostrar el patrimonio. Tal vez de esta manera empieza ya a
cumplir el ineludible designio de servir de vínculo de unión en nuestra sociedad, que
tanto sigue necesitando signos y motivaciones que le hagan pensar en un diálogo y
una paz, que van más allá de los simples intereses materiales y que se simboliza en
una de las mas sugerentes actividades humanas, el arte.
BIBL. — PLAZAOLA ARTOLA, J., Historia y sentido del arte cristiano, Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1996;
PLAZAOLA ARTOLA, J., Historia del arte cristiano, Biblioteca de Autores Cristianos. Colección Sapientia Fidei.
Madrid, 1999; NAVAL, F., Elementos de Arqueología y Bellas Artes, Santo Domingo de la Calzada, 1904;
FERNÁNDEZ RoiG, J., Iconografía de los santos, Ediciones Omega., S. A. Barcelona, 1950; REAu, L., Iconografía del
arte cristiano, 7 Tomos. Ediciones El Serbal. Barcelona, 1997; IGUACÉN BoRAu, D., Diccionario del Patrimonio
Cultural de la Iglesia, Ediciones Encuentro. Madrid, 1991; HANI, J., El simbolismo del templo cristiano, Ediciones
Sophia Perennis. Barcelona, 1996.
Asociaciones de fieles
El Código de Derecho Canónico, c. 215, desde la doctrina del Vaticano II (AA 18-19; PO
8; CD 17) afirma explícitamente el derecho de los fieles a fundar y dirigir libremente
asociaciones que se propongan un fin de caridad o de piedad o el incremento de la
vocación cristiana en el mundo (cc. 299,1; 327). Este derecho deriva de la naturaleza
social del hombre y del sacramento del bautismo. No es una concesión de la
autoridad.
Las asociaciones no pueden confundirse con los movimientos laicales. Realidad nueva
que tienen su origen y raiz en un don específico del Espíritu y que están formados por
todo tipo de fieles y estados de vida (obispos, presbíteros, laicos, consagrados, viudos,
etc). Los movimientos tratan de vivir y desarrollar un aspecto particular de la Iglesia:
comunión, caridad, evangelización, obras de misericordia, etc. No se pueden
identificar sin más, repetimos, las asociaciones con los movimientos, institutos
seculares, sociedades de vida apostólica o prelaturas personales.
BIBL. — G. GHIRLANDA, El derecho en la Iglesia misterio de comunión, Paulinas, Madrid 1990.
Ateísmo y agnosticismo
Aunque los datos estadísticos sobre el ateísmo nos dicen que éste no ha
experimentado un crecimiento significativo (5%), no así el agnosticismo. Teólogos
como H. U. von Balthasar o H. De Lubac hablan del "drama del humanismo ateo" en
nuestros días. ¿Cómo acercarnos a estos fenómenos de forma breve? Resumimos lo
expresado en el Nuevo Catecismo Católico (nn. 2123-2128). Muchos de nuestros
contemporáneos no perciben de ninguna manera la importancia y necesidad de la
unión íntima y vital con Dios, o la rechazan explícitamente, hasta tal punto que el
ateísmo debe ser considerado entre los problemas más graves de esta época, como
afirmó el Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, n. 19).
El nombre de ateísmo abarca fenómenos muy diversos. Una forma frecuente del
mismo es el materialismo práctico, que limita sus necesidades y sus ambiciones al
espacio y al tiempo. El humanismo ateo considera falsamente que el hombre es «el fin
de sí mismo, el único artífice y demiurgo de su propia historia». Otra forma del
ateísmo contemporáneo espera la liberación del hombre desde una liberación
meramente económica y social. Para dicha liberación, la religión, por su propia
naturaleza, constituiría un obstáculo, porque, al orientar la esperanza del hombre
hacia una vida futura ilusoria, lo apartaría de la construcción de la ciudad terrena.
En la génesis y difusión del ateísmo puede corresponder a los creyentes una parte de
responsabilidad no pequeña; en cuanto que, por descuido en la educación para la fe,
por una exposición falsificada de la doctrina, o también por los defectos de su vida
religiosa, moral y social, puede decirse que han velado el verdadero rostro de Dios y
de la religión, más que revelarlo.
En relación al agnosticismo, debemos decir que éste reviste varias formas. En ciertos
casos, el agnóstico se resiste a negar a Dios; al contrario, postula la existencia de un
ser trascendente que no podría revelarse y del que nadie podría decir nada. En otros
casos, el agnóstico no se pronuncia sobre la existencia de Dios, manifestando que es
imposible probarla e incluso afirmarla o negarla. El agnosticismo puede contener a
veces una cierta búsqueda de Dios, pero puede igualmente representar un
indiferentismo, una huida ante la cuestión última de la existencia, y una pereza de la
conciencia moral. El agnosticismo equivale con mucha frecuencia a ateísmo práctico.
Ayuno
En cuanto al primer punto, como ley evangélica, se recuerda que, junto a la limosna y
a la oración, fueron pedidas por el mismo Jesús (Mt 6).
Como forrna de penitencia, expresa, también junto a la oración y a la limosna, la
conversión sincera con relación a uno mismo, a los demás y a Dios. Especialmente en
los tiempos litúrgicos fuer-tes, como el Adviento y la Cuaresma. El ayuno ayuda a un
dominio sobre nuestros instintos, abre a la libertad de corazón y es un signo eficaz de
solidaridad.
Sigue vigente el ayuno de una hora antes de recibir la Comunión. Con un significado
muy preciso: para ser más conscientes de lo que se va a hacer, es decir, para una
mayor preparación. Bien entendido que el ayuno nunca puede ser un impedimento
para no acercarse a la comunión. Porque entonces pierde su sentido genuino y porque
lo decisivo es participar en la comunión eucarística.
Bautismo
d) La respuesta del Vaticano ll. Cuando se convocó el concilio Vaticano II, algunos
episcopados ya habían tomado posiciones pastorales sobre el bautismo de niños; tal
era el caso, por ejemplo, del francés, que en 1951 había publicado un Directorio sobre
la pastoral sacramental, que fue muy comentado (Directoire pour la pastorale des
Sacraments á l'úsage du clergé, Paris 1951). Eso explica que en el aula conciliar se
oyeran voces, reclamando nuevos posicionamientos de la Iglesia en la pastoral del
bautismo de niños. En este sentido, se pedía, por ejemplo, tener más en cuenta el
ministerio de los padres, dado el papel tan importante que les corresponde en la
futura educación y desarrollo de la fe que sus hijos reciben en el bautismo. El texto de
la constitución de liturgia no cuestiona la necesidad y legitimidad del bautismo de
niños, pero se hace eco de estas propuestas, al reclamar un rito bautismal para los
niños en el que se ponga "más de manifiesto en el mismo rito la participación y las
obligaciones de los padres y padrinos" (SC 67). Años más tarde, el Código de Derecho
Canónico, tras señalar la necesidad del bautismo "para la salvación" (c. 849),
establecía, en lógica coherencia, que "los padres tienen obligación de hacer que los
hijos sean bautizados en las primeras semanas" (c. 867-1); más aún, que "si el niño se
encuentra en peligro de muerte, debe ser bautizado sin demora" (c 867-2). En fechas
aún más recientes, el Catecismo de la Iglesia Católica recogía así la doctrina y praxis
tradicionales de la Iglesia: "Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y
manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento del
Bautismo (cf DS 1514) para ser liberados del poder de las tinieblas y ser trasladados al
dominio de la libertad de los hijos de Dios (cf Col 1, 12-14), a la que todos los hombres
están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta
particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al
niño de la gracia inestimable de ser hecho hijo de Dios si no le administraran el
Bautismo poco después de su nacimiento (cf CIC can. 41; GS 48; CCEO can. 681; 696,1)
(CIgC 1250). Y daba esta orientación pastoral: "Los padres cristianos deben conocer
que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha
confiado" (CIgC 1251).
e) Nueva situación eclesial, nueva pastoral bautismal. Ahora bien, desde la conclusión
del concilio los diversos episcopados del mundo, especialmente los de países de vieja
cristiandad, los teólogos y los pastoralistas no han cesado de señalar que la nueva
situación del mundo y de la Iglesia reclaman una pastoral renovada del bautismo de
niños. Esta sensibilidad es patrimonio tan adquirido, que ha sido incorporada a
documentos eclesiales de tanto relieve como el Ritual del Bautismo de niños, el nuevo
Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica. En este sentido, no
deja de ser significativo que incluso el Código establezca que "los padres del niño que
va a ser bautizado, y así mismo quienes asumirán la función de padrinos, han de ser
convenientemente ilustrados sobre el significado de este sacramento y las
obligaciones que lleva consigo" (c. 851-2) y que "para bautizar lícitamente a un niño se
requiere (...) que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la
religión católica", de modo que "si falta por completo esa esperanza, debe diferirse,
según las disposiciones del derecho particular, haciendo saber la razón a sus padres"
(c. 868-2).
f) Líneas de fuerza de esta pastoral renovada. Sin perjuicio de exponer más adelante
las orientaciones concretas de esta nueva propuesta pastoral, señalemos ya desde
ahora algunas de sus grandes coordenadas. La más principal novedad de esta pastoral
consiste en enmarcar el bautismo de niños en el contexto más amplio de su plena
iniciación cristiana. No se trata, por tanto, sólo o primordialmente de preparar el rito
del bautismo, con el fin de que los padres puedan participar de modo más consciente
y activo y asumir sus obligaciones con mayor responsabilidad; ni de acentuar
únicamente la preparación catequética de los padres, padrinos y comunidad cristiana;
menos aún, de retrasar o denegar el bautismo de los niños en aras de un rigorismo
contraproducente y teórico. Bautizar a un niño ha de comportar tener muy presente
que ese niño que ahora es regenerado e introducido en la Iglesia, completará su
itinerario cristiano dentro de unos años, cuando reciba la Confirmación y participe por
primera vez en la Sagrada Eucaristía.
Es todo este arco de vida el que ha de ser contemplado y el seguimiento de Cristo -no
sólo la asistencia a unas catequesis de tipo más o menos doctrinal o existencial, según
los casos- el factor básico a tener en cuenta. Otro punto fundamental es el respeto y
amor a la libertad de los padres y del niño que ahora se bautiza. Nadie, en efecto, por
muchas que sean las precauciones que ahora se tomen, puede predecir el sesgo que
seguirá en el futuro la vida del que ahora se bautiza, porque está condicionado al
ejercicio, absolutamente imprevisible, de su libertad. Finalmente, siendo la pastoral el
arte de lo concreto, nada más contraproducente y estéril que las propuestas rígidas,
estandarizadas y maximalistas. Por eso, más que macropropuestas elaboradas en
laboratorios de gabinete, la nueva pastoral bautismal ha de estar encarnada y pegada
a la realidad de cada persona y de cada comunidad.
2. Agentes
Los agentes implicados en esta nueva pastoral bautismal son el obispo, el clero y
comunidad parroquial, los catequistas, los padres y los padrinos.
De todos modos, el Directorio diocesano de Iniciación más que establecer una tabla
pormenorizada y rígida de normas, debe fijar una "ley de mínimos" que haga de él un
instrumento eficaz y deje un amplio margen a la creatividad pastoral de los párrocos y
vicarios parroquiales, tan necesaria en esta época de pluralismo existencial y pastoral.
El asunto tiene tanta importancia para la vida de la diócesis, que el obispo puede
valorar la conveniencia de celebrar un Sínodo diocesano de carácter monográfico, del
que saldrían las líneas directrices del Directorio, las cuales serían revisables
periódicamente con el fin de introducir los retoques necesarios.
Así se explica que, durante los primeros siglos, los catequistas fuesen principalmente
laicos y considerasen esta tarea como algo inherente a su condición de cristianos; y
que toda la comunidad cristiana tomase parte activa en la Vigilia Pascual, en la cual se
celebraban los sacramentos de la iniciación. Este dinamismo apostólico se ha
deteriorado no poco, pero ha de ser impulsado de nuevo por el ministerio de la
predicación y catequesis, junto con el testimonio de los miembros más vivos y activos.
La celebración del bautismo en la misa parroquial del domingo puede contribuir a
potenciar la toma de conciencia de esta responsabilidad, la participación de todos —
sobre todo en la profesión de fe y en la renovación de las promesas bautismales- y el
gozo de formar una comunidad de hermanos en Cristo.
No es difícil comprender que los principales animadores de esta pastoral son los
párrocos y los vicarios parroquiales, ayudados y secundados por los demás presbíteros
y diáconos que trabajan en la parroquia o fuera de ella. A ellos corresponde estimular,
sostener e impulsar la acción de los catequistas y otros seglares idóneos para preparar
a los padres y padrinos; celebrar el Bautismo; catequizar a los fieles sobre su condición
de pueblo sacerdotal; instruir a las comadronas, asistentes sociales, enfermeras,
médicos y cirujanos sobre el modo de bautizar en caso de urgencia; y cuidar todos los
elementos de la celebración: lecturas, cantos, textos elegibles, etc., sin olvidar que la
celebración tiene un antes y un después en los que se enmarca y comprende,
c) Los padres. Los padres son los primeros y principales educadores de la fe de sus
hijos. En efecto, ellos, en colaboración con Dios, los han engendrado y dado la vida;
piden el bautismo con el compromiso expreso -manifestado solemnemente en el
mismo rito bautismal- de llevar a plenitud la semilla que despositó el bautismo; tienen
la gracia de estado para cumplir su misión de educadores; conviven más tiempo con
sus hijos; y ejercen sobre ellos más atractivo e influjo que los demás. En el plan de Dios
la familia está llamada a ejercer una especie de biología espiritual, de modo que el don
de la vida, que es concedido germinalmente se desarrolle plenamente tanto en lo
humano como en lo religioso; y en el caso de la familia cristiana, que sea la "Iglesia
doméstica", en la que el niño, lejos de encontrarse abandonado a sí mismo, es llevado
a recibir el sacramento que le introduce en la familia de los hijos de Dios y encuentra
después los brazos maternales de la Iglesia, gracias a un ambiente cristianamente
sano.
- a/1. El antes comprende estas acciones: contactar con la parroquia -incluso antes del
nacimiento del hijo-, con el fin de que los padres mantengan una conversación
amistosa con el párroco -o con quien haga sus veces-, en la que aparezca, junto al
deseo de bautizar, su situación humana y cristiana, los motivos que les mueven, las
garantías que ofrecen, y la disponibilidad para preparar bien el bautismo. En esa
conversación ha de aparecer si la situación matrimonial de los padres es o no regular,
si son o no practicantes y en qué medida, qué relación mantienen con la parroquia, y
cuál es su comportamiento profesional y social. También es propio de este momento
pastoral la elección de los padrinos que les apoyen -o suplan, si fuera el caso- en la
educación de la fe de su hijo; y preparar bien la celebración del bautismo.
durante el tiempo del segundo tramo del itinerario iniciador, es decir: durante el
tiempo que precede a la Confirmación y Primera Comunión.
d) Los padrinos. En la sociedad preindustrial y rural —y sin medios de comunicación de
masas— era muy frecuente que una persona viviese en el mismo lugar desde su
nacimiento hasta su muerte y que todos los cristianos de una determinada parroquia,
salvo en el caso de las macrociudades, se conociesen bien. En esos supuestos es
comprensible que los padrinos tuviesen un papel más o menos relevante; sobre todo,
teniendo en cuenta el protagonismo ritual que se les había asignado cuando el ritual
de los adultos se adaptó, con mayor o menor acierto, a los niños. Ese protagonismo ha
desaparecido en el plano sociológico, eclesiológico y litúrgico. La sociedad actual, en
efecto, es tan dinámica, que lo normal es que los padres trabajen fuera del lugar
donde tienen el domicilio, que pasen los fines de semana y de vacaciones en otro lugar
distinto del que trabajan y viven habitualmente y que celebren su fe en una parroquia
distinta de la que es su parroquia oficial. Por otra parte, la situación laboral y las
distancias motivan que el padre y/o la madre trabajen fuera del hogar, del que parten
antes de que los hijos se levanten y al que vuelven cuando ya todos están cansados.
Además, es tan grande la movilidad y tan precaria la estabilidad laboral, que nadie
puede asegurar si donde hoy trabaja lo hará dentro de un año. Por otra parte, los
miembros de las parroquias urbanas, sobre todo de las macrociudades, apenas se
conocen y tratan, incluso si participan habitualmente en la misa dominical. Esta
situación ha hecho saltar por los aires la institución del padrinazgo, de tal modo que
hoy apenas tiene algún valor. A ello se añade la pérdida de protagonismo en el nuevo
ritual, a favor de los padres. No vale remitirse a un pretendido 'padrinazgo
institucionalizado' que resolvería estos problemas, pues la práctica demuestra que es
inviable, salvo en casos muy excepcionales. Por eso, desde el punto de vista pastoral
los padrinos tienen una importancia muy secundaria. Esto no quiere decir que no
tengan ninguna justificación, sobre todo si se tiene en cuenta que cada día son más
frecuentes las 'ausencias' morales y físicas de los padres, debidas a los divorcios,
separaciones, accidentes laborales y de tráfico, etc. De todos modos, "los padres han
de tomar en serio la elección de buenos padrinos para sus hijos, a fin de que el
padrinazgo no se convierta en una institución de puro trámite y formalismo" (RBN 20).
3. Destinatarios
Los destinatarios de la pastoral bautismal, en el caso de niños que son bautizados a los
pocos días o semanas de su nacimiento, son la comunidad parroquial, los padres,
padrinos, catequistas, el grupo apostólico o de amistad, y la escuela.
a) La comunidad parroquial. "El hecho de que los niños no puedan aún profesar
personalmente su fe no impide que la Iglesia les confiera este sacramento, porque en
realidad los bautiza en su propia fe" (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE,
lns. El Bautismo de los niños, 20.X. 1980, n. 14), según la doctrina fijada ya claramente
por san Agustín: "Los niños son presentados no tanto por quienes los llevan en sus
brazos (aunque también por éstos, si son buenos fieles), cuanto por la sociedad
universal de los santos y de los fieles (...). Es la Madre Iglesia entera la que actúa en sus
santos, porque toda ella los engendra a todos y cada uno" (Epist. 98, 5, PL 33, 362). La
acción pastoral más importante consiste en concienciar a la comunidad parroquial de
esta representatividad eclesial, de la que participan -además de los padres y padrinos-
los amigos, familiares y vecinos y los miembros de la parroquia. Por otra parte, no
puede olvidar que "la celebración del bautismo es el momento culminante de toda una
acción pastoral prolongada y compleja, que supone la colaboración de muchos y se
desarrolla en varias etapas sucesivas" (RBN 10). La pastoral bautismal -y con mayor
razón la celebración del Bautismo-forma parte de toda la acción pastoral de la Iglesia,
sobre todo de la profética y sacramental.
b) Los padres. Los padres son los principales destinatarios de la pastoral bautismal,
porque son ellos los primeros y principales cooperadores en el desarrollo de las
semillas que deposita el Bautismo en el alma de sus hijos. Esta importancia objetiva se
ha visto incrementada por la pérdida de protagonismo de otras instituciones sociales y
eclesiales y la tendencia es que según las encuestas y prospecciones de futuro sobre la
valoración de los padres en la sociedad actual. La Iglesia sigue apostando por este
protagonismo de los padres, puesto que, "exceptuado el caso de peligro de muerte,
ella no acepta dar el sacramento sin el consentimiento de los padres y la garantía seria
de que el niño bautizado recibirá la educación catóica" (CONGREGACIÓN PARA LA
DOCTRINA DE LA FE, El sacramento del Bautismo, n. 15. Cfr. CIC, c. 868).
Los padres pueden agruparse en dos grandes bloques: los que ofrecen garantías
suficientes y los que ofrecen garantías no serias o incluso nulas. Al primer grupo
pertenecen los padres cristianos habitualmente practicantes y con una situación
familiar correcta; el segundo grupo, mucho más variado, es el de padres en situación
matrimonial irregular, o poco creyentes e incluso no cristianos.
• Padres que ofrecen garantías suficientes. El Ritual del Bautismo de niños contempla
la pastoral con este tipo de padres en lo que califica como "preparación próxima de
padres y padrinos", cuyo quicio es el "diálogo prebautismal" (Ritual Español del
Bautismo de niños, n. 57). Este diálogo consiste en un encuentro de los padres -y
guardando la debida proporción de los padrinos- "con un sacerdote o con otras
personas responsabilizadas en la pastoral bautismal". Su objetivo general es
prepararlos adecuadamente para que pidan el bautismo responsable y
conscientemente, y participen en su celebración de modo consciente y activo. Más en
concreto, "pretende: a) hacerles reflexionar sobre las motivaciones de la petición del
Bautismo, ayudándoles a que esa petición sea un verdadero ejercicio de fe; b)
preparar el rito, explicando las intervenciones de los padres y padrinos y su significado,
para que se asegure la veracidad de sus respuestas; c) en muchos casos, realizar una
elemental catequesis del sacramento; d) en otros, incluso una catequesis general que
busca una educación de la fe y no sólo una mera instrucción sobre la fe" (Ibídem).
Este "diálogo prebautismal" no debe tener una estructura rígida y uniforme, sino tan
plural y realista como la vida misma. Los pastores pueden, ciertamente,
encomendárselo a seglares: catequistas, miembros de movimientos apostólicos, etc.;
no obstante, parece que la situación actual en que se encuentran los padres y las
comunidades cristianas aconseja que sea una acción suya personal. Este "diálogo
prebautismal" concluye con la solicitud formal del Bautismo por parte de los padres
que, en el caso de formalizarse por escrito, "es un documento que acredita el derecho
del niño a ser educado en cristiano" (Ibídem, n. 59). Allí donde sean numerosos los
nacimientos, puede complementarse con cursillos o charlas de formación para los
padres que esperan un hijo.
• Padres que no ofrecen garantías suficientes. La pastoral bautismal con este tipo de
padres tiene especiales dificultades, tanto en sí misma considerada como por la
dificultad añadida de hacer el discernimiento de las garantías; pues estos padres
pueden considerarse discriminados o penalizados en el supuesto de diferir el bautismo
que solicitan. La descripción de todas las posibilidades pastorales nos llevaría a una
casuística interminable y contraproducente; por eso, nos limitamos a dar algunos
criterios generales, remitiéndonos para lo demás a las orientaciones de la Conferencia
Episcopal y a los directorios diocesanos sobre la Iniciación cristiana.
En primer lugar, hay que distinguir dos situaciones distintas: la de los padres con fe
imperfecta y la de los padres increyentes. La principal dificultad se plantea en el
primer supuesto. En segundo término es preciso notar que no se identifican "situación
especial" y "no ofrecer garantías suficientes". Situaciones especiales son, por ejemplo,
a) los padres divorciados que han vuelto a casarse y, siendo conscientes de su
situación irregular, se mantienen en la fe y piden el bautismo para la prole que ha
nacido del segundo matrimonio; b) los padres separados o unidos sólo "de hecho"; c)
los casados civilmente; d) los padres agnósticos o ateos; e) las madres solteras,
voluntarias o involuntarias; y f) los matrimonios mixtos.
c) Los padrinos. Los padrinos son una extensión espiritual de la familia y una ayuda a
los padres para que el niño llegue a profesar y vivir personalmente su fe. Por eso, a
ellos se aplica proporcionalmente lo que acabamos de decir de la pastoral con los
padres.
e) El grupo apostólico y/o de amistad. Una pastoral bautismal adecuada tiene que
prestar atención a los grupos de niños y adolescentes en los que se insertará el niño
que ahora es bautizado. Esos grupos pueden ser parroquiales o supraparroquiales, de
simple amistad o de apostolado o de ambas cosas.Todas las parroquias deberían
contar con esta clase de grupos, cultivarlos e interrelacionarlos entre sí y con los de
otras parroquias, con el fin de facilitar a los niños y adolescentes una estructura en la
que insertarse de modo natural, y un cauce propicio para el cultivo y desarrollo de la
amistad, la ayuda fraterna, el desarrollo espiritual y el afán apostólico. ¿Es exagerado
afirmar que esta pastoral está subdesarrollada y que cambiarla de signo traería una
revitalización parroquial y vocacional?
4. Mediaciones eclesiales
En las páginas anteriores han ido apareciendo las principales mediaciones eclesiales: la
comunidad parroquial, la familia, el grupo apostólico y la escuela.
La familia ha sufrido una evolución económica, social, cultural y religiosa muy notable
durante los últimos años y parece que ése será el camino que siga transitando en un
próximo futuro. Sin embargo, la comunidad familiar es todavía la estructura eclesial
más influyente en la trasmisión y educación de la fe. Esta educación se realiza, ante
todo, por el testimonio de vida de los padres. Los hijos nada valoran más que "una vida
familiar honrada, sincera, que ama la justicia, que respeta la opinión ajena y fomenta
el diálogo amistoso, que es iluminada por los criterios evangélicos de pobreza, de
amor fraterno, de perdón cristiano, y que alimenta una fe que se expresa tanto en los
momentos difíciles de la vida como en los días de júbilo, que tiene su ritmo en la
oración comunitaria, familiar y litúrgica, y que, en todo momento, mira hacia
Jesucristo como luz, camino, verdad y vida" (ComíSIÓN EPISCOPAL ESPAÑOLA DE
ENSEÑANZA, La Iglesia y la educación en España hoy, n. 23). Por otra parte, la
experiencia del amor incondicional con que los niños son amados por sus padres y del
amor profundo con que éstos se aman entre sí, constituye para los hijos el mejor signo
vivo del amor de Dios Padre hacia ellos. Todo esto reclama una pastoral que ilumine,
apoye e impulse la acción educadora de la familia, para que cumpla con eficacia su
misión de 'iglesia doméstica'. La mediación eclesial de la familia tiene tanta
importancia, que sin ella todas las demás resultarán ineficaces cuando no estériles.
5. Luces y sombras
b) Sombras. Los aspectos negativos más destacables —o, si se prefiere, los retos para
el futuro— son éstos: a) la atonía creciente en la preparación de los padres y padrinos,
que ha dado origen a una situación que difiere muy poco a la anterior; b) una
celebración poco cuidada, que se manifiesta, por ejemplo, en bautisterios
`improvisados' y `movibles' en los presbiterios o en otros lugares menos aptos de la
iglesia; en la no adaptación de los ya existentes o en la creación de otros nuevos que
respondan mejor a su naturaleza y simbolismo; en la minusvaloración de la pila
bautismal como `útero' en el que son engendrados los nuevos hijos de la Iglesia; en el
modo insignificante de las signaciones, unciones, vestidura blanca, cirio, etc.; en la no
elección previa y cuidada de las lecturas, cantos y otros textos de acuerdo con la
situación concreta, la ausencia frecuente de la homilía; c) una pastoral catequética
poco mistagógica y litúrgica tanto con los padres y padrinos como con el resto de la
comunidad; d) la escasa importancia concedida a los padres que se encuentran en
situaciones irregulares; y e) .la desconexión práctica entre la pastoral prebautismal y la
posbautismal, junto con la todavía tímida orientación catecumenal.
1) Enmarcar la pastoral del Bautismo en un contexto más amplio, en el que, por una
parte, se contemple y potencie la acción profética (predicación, catequesis) con los
padres, padrinos y comunidad cristiana, y la acción sacramental y comunional y, por
otra, se considere parte de un todo la pastoral previa al Bautismo y al que sigue hasta
la celebración del último sacramento de la iniciación cristiana, dejándole, además,
abierto a un proceso catecumenal.
Introducción
Sabemos que Dios se reveló a través de la historia concreta de un pueblo, del pueblo
de Israel. Su proceso de revelación es ciertamente largo pero mantiene una línea clara:
Primero es el pueblo, la comunidad; es el pueblo el que conserva los recuerdos de lo
que Dios ha hecho con ellos. El pueblo vive el acontecimiento, recuerda los hechos y
los transmite oralmente, y, finalmente, poco a poco y sin orden cronológico, los
escribe. Tenemos así, pues, la palabra revelada escrita: El Antiguo Testamento.
De la misma forma hizo la comunidad cristiana con los recuerdos de Jesús. Primero
hablan y recuerdan los principales acontecimientos de lo que pasó; y los viven, los
celebran, (esto está a cargo de los testigos, los discípulos, los apóstoles). Solo después,
y por imperativos de las comunidades, los van escribiendo, tampoco
cronológicamente, sino según la importancia y la necesidad de los acontecimientos.
Así van surgiendo los libros de los Evangelios y, casi al tiempo, los demás libros del N.T.
Revelación y Comunidad están, pues, relacionados entre sí, y están relacionados tanto
por el actuar de Dios, como por la fe de la comunidad. La palabra escrita, la Biblia, es
posible gracias a la comunidad, y la comunidad se va formando también a su vez,
gracias a las reflexiones y luces sobre la palabra escrita y la presencia histórica de Jesús
en medio de ellos.
Sin embargo hay tiempos de luces y sombras, hay tiempos en que no todo funciona
con la misma intensidad, aunque sea en la misma dirección.
Sabemos, por ejemplo, que la reflexión bíblica que hoy aparece tan intensa en la
Iglesia en L.A. no se dio de tal forma en tiempos pasados. Esta reflexión bíblica es una
recuperación, y a la vez una creación. La Biblia está irrumpiendo ahora con fuerza en la
vida de los católicos en A.L. Y de este nuevo e importante acontecimiento nos surge
una pregunta primera: ¿qué es lo que la ha hecho surgir de esta forma tan firme?
Hay varias causas, todas importantes, una de ellas que emerge de la Iglesia universal.
Después del Concilio Vaticano II, que desea recuperar la Revelación Bíblica con toda su
fuerza, hay una fuerte renovación bíblica en toda la Iglesia. Es, sin duda, obra del
Espíritu que dirige, que señala direcciones.
Pero esta causa central, es de toda la Iglesia, no solo específica de América Latina; por
lo tanto, debemos buscar otras de importancia también que hacen que despierte
sensiblemente en Al., la lectura, el estudio y la pastoral acerca de la Biblia. Sin duda
habrá muchas, y en unos países algunas tendrán más fuerza que otras, pero nos
atrevemos a señalar tres que consideramos más generales e importantes en todo el
contexto L.A.
La primera causa que contribuye a despertar el interés de los católicos por la Biblia, es
la necesidad que sienten por la proliferación de sectas protestantes a lo largo de toda
A.L. Los protestantes hacen de la Biblia una lectura fundamentalista y se dedican a un
fuerte proselitismo de casa en casa, usando la Biblia de modo inadecuado. Ante esto
los católicos se sienten indefensos y, echan en falta un mayor conocimiento llegando
incluso a veces a plantearse grandes interrogantes acerca de algunos misterios
centrales de la fe.
De ésta nace con fuerza todo un movimiento Bíblico; la Biblia se pone en manos del
pueblo católico, se ve la necesidad de adecuar el mensaje para su mejor comprensión,
explicar los textos fundamentales, ayudar a la reflexión comunitaria. Se hace una
traducción de la Biblia: La Biblia Latino-Americana; se realizan multitud de estudios
sobre pasajes centrales del A.T. y N.T. especialmente significativos para el momento
actual de Al., pero no se aíslan de su conjunto de historia de salvación, comienzan las
publicaciones y se multiplican las reflexiones en comunidades y grupos.
1. La recuperacion de la memoria
Por detrás de muchos textos del A.T. se esconden movimientos populares de fe, de
lucha, de resistencia y de clamor hacia el Dios Salvador. La experiencia inolvidable y
fundacional del Exodo es quizá el paradigma de todo esto. Es el eje de la lectura
popular del todo el A. T., es el verdadero criterio para leerlo: la liberación de las
esclavitudes del pueblo, el cuidado especial de Dios por el pobre y el oprimido.
De este eje siempre habrá una referencia. Por el libro del Deuteronomio desfilan los
personajes que son peregrinos, enviados por Dios, que visitan los clanes y los
pequeños grupos para mantener viva la memoria de Yavé y su proyecto de un
sociedad fraterna y solidaria. En este libro aparecen fuertes textos a favor de los
campesinos sin tierra, de los sometidos a esclavitud en Egipto, memoria que es
transmitida de padres a hijos como designio de Dios (Dt. 6, 20-25) y celebrada como
memorial en la liturgia (Dt. 26, 4-10).
Los profetas fueron los mejores lectores del A.T. porque actualizaban el Exodo una y
otra vez con una creatividad sorprendente, movidos por el supremo compromiso de
defender la vida de los pobres, de los explotados y de los oprimidos, y señalar la
práctica del amor, la justicia y el derecho como el verdadero culto a Dios. Su lectura
era una llamada para el pueblo. Una llamada sobre el verdadero Dios y su plan de
Salvación.
Sin embargo, de esta perspectiva se apartan los escribas y los sacerdotes del templo
que distorsionan la lectura de la Sagrada Escritura llevados de un fanatismo
hermeneutico, que se vuelve en una lectura legalista, literal e incluso racista, casi
excluyente. Ya el centro no será para ellos defender la vida y la justicia, sino que la
justicia consistirá en cumplir los preceptos y las leyes. El sábado antes que el hombre.
Jesús devuelve a los pobres el sentido auténtico de la ley y los profetas que los
doctores habían olvidado. Desenmascara las falsas imágenes de Dios creadas por los
escribas legalistas (Jn. 8, 39-47) y revela que es verdadera palabra hecha vida y libertad
para todos (Jn. 3,16). Para Jesús no son los sabios y prudentes, los más capaces para
entender las Escrituras, son las gentes sencillas (Mt. 11, 25).
Jesús actualizaba el mensaje de Dios con una gran lucidez y conciencia crítica ante la
injusta realidad social que le tocó vivir; y los pobres, al escuchar esta lectura, se
quedaban impresionados porque «nunca nadie lo había hecho con tanta autoridad»
(Mc. 1,21 y Jn. 7,46).
El es fiel a su misión, viene precisamente, para «anunciar la buena noticia a los pobres,
proclamar la liberación a los cautivos, dar vista a los ciegos y libertad a los oprimidos»
(Lc. 4, 18-19) y lo hace como centro de su misión: el pobre es el destinatario central
del Reino, pero es a la vez, y éste es nuestro tema ahora, el más capacitado para
entender la Palabra, porque el Padre así lo ha querido: «Yo te alabo, Padre, Señor del
Cielo y de la Tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las
has dado a conocer a los sencillos» (Lc. 10, 21).
Esta forma de actuar y de reconocer los privilegios de los sencillos, le llevó a la
calumnia, a las amenazas, a la persecución, a la muerte. (Mc 3,6; 12,12; Lc.15, 1-2: Jn.
7, 52; 8, 59; 10, 39).
Como nos dice Lucas, con la muerte de Jesús cayó una negra noche de dudas,
desencanto y tristeza en el corazón de sus discípulos (Lc. 24,16-24). Pero la lectura que
Jesús les hace de las Escrituras, les devuelve el sol de la esperanza (Lc. 24, 48). Les
anima a seguir el camino con renovado ardor (Lc. 24,32). Aquellos discípulos que
sintieron morir todos sus sueños, resucitan con el Resucitado.
Las primeras comunidades que se van formando, en torno al misterio central de Jesús:
su Pasión, su Muerte y su gloriosa Resurrección. Entienden que en Jesús de Nazaret se
cumplen las antiguas promesas del Dios de la vida (Mt 1, 22-25; 2,15-23). Por eso la
catequesis original, no es más que escuchar los relatos de los apóstoles en este marco
de la presencia de Cristo Resucitado. A la luz de este Acontecimiento los creyentes (en
su mayoría todavía judíos), actualizan la Palabra del Padre, la Palabra escrita de la
revelación antigua.
En los Padres, que fundamentalmente siguen los modos de las primeras comunidades,
destaca el sentido de la lectura espiritual de la Biblia, una lectura que crea una nueva
forma de comprender, una nueva forma de vivir y una nueva forma de esperar. Los
Padres fueron pastores eminentes que cuidaban especialmente su rebaño, es desde
este rebaño, desde la solidaridad con los más desposeídos, dentro de él, desde donde
hacen su lectura.
San Ambrosio hace un comentario del capítulo 21 del libro 1° de los Reyes (que nos
habla de Nabot, el campesino asesinado por la voracidad de Acab y Jezabel) y nos dice:
«La historia de Nabot es antigua en cuanto al relato, pero actual en lo que toca a las
costumbres. ¿Qué poderoso hoy no quiere expulsar al campesino de sus tierras
ancestrales? ¿Dónde está el rico satisfecho con lo que tiene y que no se sienta tentado
por la propiedad del vecino? Todos los días nacen nuevos Acab y mueren nuevos
Nabot.
San Jerónimo en una homilía sobre el Nacimiento de Jesús dice: «Jesús no nació en el
lugar sagrado del Templo, donde relucían el oro, la plata y las piedras preciosas, nació
en un muladar para levantar a los que yacen en medio del estiércol... las riquezas son
injustas porque son fruto de la miseria de otros».
Es cierto que esta lectura de los Santos Padres, que permanece todavía unos siglos
más, luego va perdiendo fuerza. En la Edad Media la Iglesia en general se va apartando
de su compromiso con el pueblo, son épocas duras, de la lectura orante y
comprometida de la Biblia se pasa a otra más juridicista, más eclesiástica, más
proyectada a los problemas internos de la Iglesia.
Hace ya cuatro décadas que la inquietud comenzó a tener fuerza y un buen equipo de
teólogos bíblicos y de pastoralistas comenzaron a abordar la traducción de la Biblia
desde los textos originales a un modo de emplear el lenguaje español que fuera
asequible a la comprensión de la mayoría de los moradores de los pueblos de la
Latinoamérica. Así surgió la «Biblia Latinoamericana», rica también en notas e
introducciones, mapas, etc., que ayudan a la comprensión de la realidad de la Biblia.
Publicada en España por motivos económicos (Verbo Divino) hoy ya lleva alrededor de
90 ediciones de la Biblia completa aparte de las innumerables del Nuevo Testamento.
Se ha distribuido con gran profusión en L.A. gracias a generosas colaboraciones
económicas de Organismos de la Iglesia Europea.
Hay otras muchas realidades; la Pastoral Bíblica en A.L. y el Caribe tiene muchas
vertientes: lectura, celebración, estudio, publicaciones. Es, quizá uno de los
movimientos más connotados de la Iglesia L.A., y junto con la opción por los pobres, la
teología de la liberación, o las comunidades eclesiales de base, es uno de los aportes
más significativos que la Iglesia L.A. ha ofrecido y sigue ofreciendo a la Iglesia
universal.
No es sólo ni principalmente obra de los hombres, es, sin duda, obra del Espíritu. Una
buena señal de la presencia del Espíritu en medio de este resurgir de la Biblia en las
comunidades de la Iglesia L.A. es la profunda transformación que han sufrido personas
y comunidades, es su fuerza en el compromiso por una sociedad más justa, es también
la gran variedad de experiencias de lectura de la Biblia; experiencias que se extienden
a lo largo y ancho de la mayoría de los países de L.A. y el Caribe. Es cierto que Brasil
fue el pionero, y sigue siendo la principal referencia, pero la gracia del Espíritu se ha
ido extendiendo como en reguero de pólvora y ha cuajado fuerte en otros países.
En esta variedad de experiencias cada una tiene su originalidad, puesto que está
«
encarnada» en el grupo humano concreto donde se desarrolla. Y en esto destaca
primero la situación del país, que aunque similar a los demás, sin embargo, tiene sus
propias peculiaridades; y además, hay que unir a las peculiaridades de cada país, las
características de cada grupo donde se da la lectura bíblica: periferia de ciudad, aldeas
rurales, etnias diversas, mujeres, obreros, campesinos sin tierras, jóvenes, CEBS,
Catequesis Familiar, etc.
Ahora bien, entre toda esta variedad de experiencias, sin duda destaca una que ya ha
tomado nombre connotado: «la lectura popular de la Biblia». Es una de las formas más
características de Al., la más usada, la de mayor trascendencia eclesial y social, y es la
que sin duda le da el mayor nombre al desarrollo bíblico en A.L. y el Caribe. Por eso,
tomamos este aspecto como central y, de ahora en adelante, nos vamos a referir sólo
a él.
La lectura popular de la Biblia tiene hundidas sus raíces en las más puras tradiciones
del pueblo de Dios, el leer la Biblia es algo que le pertenece y que incluso está obligado
a realizar. En las comunidades de A.L. es una vivencia nueva. Se trata de una vivencia
pujante, abierta, creadora, contagiante.
Por ser una lectura que se renueva sin cesar, que sorprende, que presenta claros
testimonios de conversión y de compromiso, que transforma y que tiene ya
abundantes publicaciones y servicios, muchos movimientos bíblicos de otros países y
de otros continentes han tomado nota de esta rica experiencia y la han implantado en
sus realidades.
El auge de la lectura Bíblica y aun del estudio en la pastoral de Al., tanto acerca de la
lectura personal como principalmente en grupos, tiene un eje común que lo traspasa
todo: es una lectura que ha nacido y que fundamentalmente se sigue desarrollando en
medio del pueblo pobre y creyente y que generalmente se desarrolla en grupos,
teniendo una clara perspectiva: la del compromiso con la realidad.
Se trata, pues, de una lectura existencial. Los pobres van al texto bíblico con toda la
carga de sus vidas, de su dolor y de su esperanza, de sus frustraciones y de sus logros.
Su objetivo no es descifrar la Biblia, sino iluminar su momento presente y la
iluminación es pretendida no para un «saber aséptico» sino para un «saber militante»,
es decir, para iluminar el camino del compromiso, el que les marca el «Dios de la Vida»
por el que han optado ya.
No porque sea una lectura que se hace desde la necesidad y desde el deseo de
transformación deja de ser una lectura a veces orante y contemplativa. Es otra
dimensión que tiene la lectura popular de la Biblia en Al., ayudar a que cada uno abra
su corazón a la dimensión de la voluntad de Dios que se manifiesta a través de la
Palabra escuchada en la silencio del corazón; es por eso, más silencio y acogida que
pregunta, es más recepción que interrogante. Los pobres saben mucho de esto y no
tienen «prisa», saben escuchar, sobre todo ayudados de signos.
Alrededor de toda esta rica variedad de experiencias hay aspectos comunes que están
presentes en el Movimiento Bíblico, por eso este «entender mejor» los textos en toda
su profundidad tiene unos aspectos o dimensiones clave que se van cumpliendo. Nos
referimos a cuatro principales:
Es importante aquí el recoger los comentarios, las sugerencias, las interpelaciones, qué
es en realidad lo que cada uno entiende, o, mejor dicho: ¿qué le dice a cada uno el
Espíritu en ese momento y por ese texto bíblico? Es sin duda una de las mayores
riquezas de la lectura popular de la Biblia. Entre todos va apareciendo la verdad. Una
verdad que está semioculta quizá, pero que es eterna, que permanece, que está
revelada para cada uno de los tiempos de la historia. Y una verdad que es
comprensible para los «sencillos y los humildes». El pueblo necesita de los exegetas
que interpretan la Biblia, pero éstos también necesitan de la sabiduría popular, han de
estar atentos a la interpretación de los pobres.
Dimensión pastoral. Ante todo el estudio o la lectura de la Biblia en A.L. tiene un
connotado sentido hacia la praxis. No quiere quedarse en algo meramente de
erudición o teoría, sino que desea llegar a que se haga práctica. La revelación lleva
inexorablemente al compromiso de vida, bien sea personal o comunitario. No se
estudia la Biblia para memorizar o aprender historias, sucesos o hechos de la
intervención de Dios en la historia del pueblo de Israel; se lee y reflexiona la Biblia,
para que, a través de un mejor conocimiento, se ilumine el presente con la revelación
de Dios y se opte por actuar en consecuencia.
La lectura popular de la Biblia que se hace en A.L. ofrece un espacio propio desde el
cual, legítimamente, se lee la Biblia y se hace una adecuada interpretación. Es un
espacio que se complementa con otros que ya hay existentes en la Iglesia.
e) Perspectivas y preocupaciones
Es una lectura que sorprende, que estimula y que llama a la conversión permanente a
nivel personal y colectivo. Y a pesar de todo lo que se ha avanzado, todavía tiene algo
de esa «flor sin defensa», que decía el P. Mesters, puesto que aún son muchos los que
no creen en ella. (Carlos Mesters, idea esta hermosa frase en un sencillo y breve
cuento para hablar de lo que representaba la lectura popular y comunitaria de la
Biblia, queriendo expresar al mismo tiempo, su hermosura y su fragilidad, su belleza
que destaca, pero también su facilidad en ser destruida).
No es todo perspectiva positiva, sin piedras en el camino. También existen, por otra
parte, preocupaciones importantes, que queremos sintetizarlas en tres:
Tomando en general todo el trabajo en su conjunto, ciertamente que los peligros que
se avisan, no responden a una realidad. En su conjunto, la lectura bíblica se realiza de
forma adecuada y no se «va a encontrar lo que se busca»; sin embargo, no se puede
descartar de que este peligro haya podido ser realidad o, incluso lo esté siendo, en
algunos grupos o comunidades muy concretos.
No obstante, es un criterio básico que nunca puede cambiar. «Oír lo que el Espíritu
dice a las Iglesias» (Ap 2,7) y transformarlo en servicio al pueblo. Es el criterio central
que evalúa todo lo demás.
e) Los servicios
Hay que destacar en primer lugar la importante labor del R Carlos Mesters y de todo el
Equipo que con él colabora. Ellos, asumiendo también la pedagogía popular de Paulo
Freire, han sido un soporte fundamental, desde los primeros años, para la reflexión
bíblica de las CEBS brasileñas. Su abundante producción, sus sugerencias, sus guías de
trabajo, el poner al alcance del pueblo los principales personajes de la Biblia, sus
acompañamientos de Jornadas, Cursillos, etc., son de sobra conocidos y reconocidos
en toda la Iglesia.
Sus escritos y publicaciones son muy numerosos y han sido recogidos por la mayoría
de los países latino americanos. En España sus escritos han sido traducidos por la Casa
de la Biblia que junto a la Editorial Verbo Divino les están dando una amplia difusión.
En otros muchos países de A.L. se sigue con fuerza todo este Movimiento Bíblico,
alentado especialmente también desde el CELAM; y existen tanto grupos, cursillos,
jornadas, folletos, materiales de reflexión bíblica y también Organismos, editoriales y
personas que los apoyan decididamente.
Conclusión
La Pastoral Bíblica que se realiza en Latino América, sobre todo en la «lectura popular
de la Biblia» que hemos reseñado, está ayudando a fortalecer la fe del pueblo sencillo
y a la vez le está iluminando en su trabajo de liberación.
Los pobres leen la Biblia a partir de su situación de oprimidos, esto les permite
descubrir una fuerza nueva en la Palabra. La letra deja de ser sólo «letra» para pasar a
ser «espíritu». Es cierto que el pueblo de los pobres no hace una lectura neutra. La
lectura la realizan desde la búsqueda de la justicia, de la liberación, y de la vida. ¿De
qué otra manera buscaron a Jesús los necesitados, los marginados, los excluidos?
Hacen por lo tanto los pobres una lectura de confianza en el poder de Dios y a la vez
una lectura comprometida y al servicio de la liberación, que es don de Dios y tarea de
los pobres. En la Biblia las comunidades encuentran esa fuente de vida, de ánimo, de
esperanza, de confianza en sus propios dones gracias a la fuerza del Espíritu y a la
presencia permanente de Jesús en medio de ellos.
Daniel Camarero
Bíblica, Pastoral
Introducción
a. La Constitución Dei Verbum (DV) del Concilio Vaticano II (1965). (Sobre todo, el
cap. 6°).
b. La Interpretación de la Biblia en la Iglesia (IBI). Documento de la Pontificia
Comisión Bíblica (1993). (Sobre todo, la 4ª parte).
El Concilio Vaticano II explica así la importancia que para la Iglesia posee la Biblia: "La
Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el cuerpo de
Cristo... La Iglesia ha considerado siempre como suprema norma de su fe la Escritura
unida a la Tradición, ya que, inspirada por Dios y escrita de una vez para siempre, nos
transmite inmutablemente la palabra del mismo Dios; y en las palabras de los
Apóstoles y de los Profetas hace resonar la voz del Espíritu Santo. Por tanto, toda la
predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con
la Sagrada Escritura" (DV n° 21).
En efecto, la Biblia es algo más que un conjunto de documentos históricos que tienen
que ver con el origen de la Iglesia; va más allá La Iglesia ha acogido desde siempre la
Biblia como Palabra de Dios que se dirige a la humanidad a lo largo de la historia.
Como la Sagrada Escritura ha nacido en el seno y en la Tradición de la Iglesia, ahí, en su
interior y en su vida, es donde su mensaje se recibe, se desarrolla y se aplica como en
su lugar más natural. Por ello, la Iglesia se siente responsable de la actualización,
inculturación y aprovechamiento del mensaje bíblico como alimento que hace crecer
la vida de fe de toda la comunidad cristiana. De todas formas, también hay que decir
que la Biblia, como libro de gran valor literario, es patrimonio de la humanidad, es
decir, que no es monopolio de la Iglesia.
Así también, el Concilio expresa lo que la Biblia supone para la vida cristiana: "En los
libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus
hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de
Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos,
alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual. Por eso se aplican a la
Escritura de modo especial aquellas palabras: La palabra de Dios es viva y enérgica
(Heb 4,12), puede edificar y dar la herencia a todos los consagrados (Hch 20,32; cf. 1
Tes 2,13)" (DV n° 21).
Lectura de la Biblia
Hasta hace unos cuantos años, la Iglesia desaconsejaba y hasta prohibía leer
directamente la Biblia al pueblo creyente en general por miedo a que, no
entendiéndola, la pudiera malinterpretar o incluso se pudiera escandalizar de ella.
Hoy en día, la Iglesia invita a todos los creyentes a la lectura de la Biblia: "Los fieles han
de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura" (DV n° 22). "El santo Sínodo recomienda
insistentemente a todos los fieles... la lectura asidua de la Escritura para que
adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Flp 3,8) pues desconocer la Escritura es
desconocer a Cristo" (S. Jerónimo) (DV n° 25). "Que..., por la lectura y estudio de los
Libros Sagrados, se difunda y brille la Palabra de Dios (2 Tes 3,1); que el tesoro de la
revelación encomendado a la Iglesia vaya llenando el corazón de los hombres" (DV n°
26).
Si se quiere que el pueblo cristiano en general lea la Biblia con provecho, será
importante asegurar una preparación suficiente y un conocimiento básico de los
fundamentos bíblicos para todos los creyentes a los que se les invita a leer la Biblia. En
lugar de prohibir la lectura de la Sagrada Escritura, se impone una mínima formación
para lograr que todo lector de la Palabra la interprete adecuadamente y evite
escándalos injustificados. En esta tarea de formar al pueblo de Dios para que pueda
saborear adecuadamente la Palabra de Dios está empeñada toda la Iglesia en su
acción pastoral.
Palabra de Dios
Que la Biblia sea Palabra de Dios no es algo obvio por razones lógicas o demostrable
por medio de la ciencia. Se trata de una convicción de fe. Desde siempre, la Iglesia ha
manifestado que Dios nos habla por medio de la Sagrada Escritura. El creyente, al leer
la Biblia, se pone a la escucha de un Dios que desciende al hoy y aquí de la historia
humana y condesciende con la humanidad ofreciéndole una palabra de amigo con
intención de ayudarle a conseguir su plenitud humana en medio de sus limitaciones,
de su pecado. Dios nos echa una mano en orden a nuestra felicidad. Es lo que solemos
designar como "salvación".
En palabras humanas
"Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano, por lo tanto,
el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe
estudiar con atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con
dichas palabras" (DV n° 12). "Sin mengua de la verdad y de la santidad de Dios, la
Sagrada Escritura nos muestra la admirable condescendencia de Dios, para que
aprendamos su amor inefable y cómo adapta su mensaje a nuestra naturaleza con su
providencia solícita. La palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace
semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra
débil condición humana, se hizo semejante a los hombres" (DV n° 13).
- Que ese talante divino nos lleva a superar el fundamentalismo el cual, al tener un
concepto de Dios tan trascendente, diríamos intocable, tiene miedo de ensuciar la
Palabra de Dios al "tocarla" con nuestros estudios e interpretaciones. El
fundamentalismo viene a decir que como toda la Biblia es Palabra de Dios, todo en ella
es fundamental y que, por lo tanto, no hay que interpretarla pues sería faltarle al
respeto, manipularla.
- Que Dios adopta otro estilo, otro talante. Al condescender Dios con la humanidad
revelándose en forma de palabra humana, ha aceptado todas sus consecuencias. Es el
precio de toda encarnación. De esa forma, se aventura a las limitaciones de las
palabras humanas con todos los riesgos que ello comporta. Dios se adapta a nosotros
para que nosotros descubramos a Dios y captemos su mensaje de salvación. Es el
precio que Dios paga y lo hace a gusto por hacerse entender por la humanidad, por sus
hijos.
Líneas transversales
- Encarnación: Dios se hace (carne) uno de nosotros. Dios baja y asume toda nuestra
historia y se "pringa" con ella para salvarla, sobre todo, en Jesús, el Cristo.
- Jesucristo: Dios con nosotros (Emmanuel). Jesús, salvador, centro de toda la Biblia,
realiza la plena alianza entre Dios y la humanidad mediante su encarnación, muerte y
resurrección con su entrega libre en favor de todos.
- Salvación: Dios salva a la humanidad. La felicidad completa que todos los humanos
anhelamos es sólo posible con la ayuda de Dios y con nuestra colaboración. Ese es el
objetivo del Reino de Dios.
- Símbolos: Dios se adapta a nosotros. Para realizar su plan, Dios invisible cuenta con
nosotros y se sirve de la creación. Esos signos y mediaciones descubren su misterio.
- Pueblo de Dios: Dios cuenta con Israel y luego con la Iglesia para darse a conocer a
toda la humanidad. Dios no hace nada con la humanidad sin contar con ella.
- Fidelidad / infidelidad: Dios es fiel con nosotros (Dios promete y cumple). El pueblo
de Dios, en cambio, es infiel. Al pecado humano suele seguir el perdón divino
- Espíritu: Dios Padre envía su Espíritu al mundo. El, con su soplo, ánimo y fuer , za,
impulsa la marcha de la creación y de la historia para que cada día se encaminen en la
dirección del Reino de Dios mediante nuestra colaboración y nos acompaña siempre.
Dos en uno. Dos en uno es todo un lema, todo un talante para acercarse a la
comprensión del texto bíblico. En muchas situaciones humanas surgen problemas y
conflictos debido a que hay que conjugar o hacer convivir dos polos en tensión
(esposo/esposa; yo/los demás, exigente/comprensivo; Dios/nosotros; paisanos/
extranjeros; hombre/mujer, identidad/relevancia). A veces, dicha tensión la retiramos
eliminando uno de los polos. Es una salida que no soluciona el problema porque hace
desaparecer algo o a alguien que hay que respetar, que debe seguir, que merece la
pena, que es positivo.
Pues bien, la Biblia nos ayuda a unir los dos polos en tensión para que convivan juntos
en mutua aceptación. Es una opción de respeto. En lugar de proponer: "Ni tú ni yo" o
"O tú o yo", la Biblia prefiere: "Tú y yo". Es decir, aboga por la "y" como estilo de vida:
Lo uno y lo otro; Gracia y obras; día y noche; Dios y nosotros; hombres y mujeres;
Iglesia y mundo; trabajo y fiesta; judíos y paganos; unos y otros; exigencia y
comprensión; Antiguo y Nuevo Testamento; cosas y personas; letra y espíritu; fondo y
forma; texto y vida; razón y sentimiento...
El conocido método de ver, juzgar y actuar puede servirnos también de pauta como
criterio o talante de acercamiento a la Biblia. En efecto, la Biblia me invita a "ver", es
decir, a aguzar el oído para escuchar a Dios y a contemplar con mis ojos la realidad.
Nos sensibiliza para que estemos atentos a la sociedad, a los demás, a la historia, al
diálogo. En un segundo momento, se impone la reflexión; es el "juzgar". A lo
descubierto: mi olfato detecta en la Escritura desde Dios un sentido creyente, unos
valores, unos criterios, un mensaje, un evangelio que con mi boca comunico a mi
alrededor. Pero, mi actitud no se queda en el mero juicio; ha de pasar a mi (nuestra)
vida. Con mis pies he de acercarme a la realidad y a las personas que me (nos)
requieren. Una vez que me acerco a esa realidad necesitada mis manos intentan
servir, transformar. Se trata de "actuar", de construir, de colaborar, de servir, de
compartir, de perdonar, en definitiva, de vivir. Así, con los cinco sentidos, es decir, con
toda nuestra persona, de forma radical, nos disponemos a leer la Palabra de Dios
Nosotros nos encontramos con unos textos, testigos de una tradición, o escritos
redactados hace tiempo y que hoy forman un conjunto de libros (Biblia) que
componen una literatura religiosa. En ese libro podemos leer lo que dice la Biblia en
realidad. Si no leo lo que dice la Biblia puedo hacerle decir lo que no dice.
b) Actitud histórica. Esa literatura, fruto de su ambiente, refiere unos hechos que
fueron realidad en medio de un contexto histórico o entorno de civilizaciones que
forma parte de la historia universal. Cuando reflexionamos (meditamos) sobre aquella
realidad, captamos mejor lo que quiere decir la Biblia. El contexto colorea el texto. De
hecho en la Biblia se dan tres contextos: el de los hechos (escenario del relato), el del
redactor (el ambiente del que escribe), el del lector (el entorno del que lee) y los tres
contextos, cada uno a su nivel, ayudan a entender lo que el texto quiere decir. Es
preciso captar dichos contextos para comprender mejor el texto. Así descubrimos en
lo que dice la Biblia lo que ella quiere decir.
Para comprender bien cualquier texto bíblico y emplear bien la Biblia hay que tener en
cuenta estos cuatro aspectos:
La Biblia en la pastoral
Esta recomendación del Concilio Vaticano II de que todos los fieles lean la Palabra de
Dios se va abriendo camino en la Iglesia en todos los ambientes cristianos a lo largo y
ancho de la geografía universal. La Biblia, hoy en día, se lee mucho más por parte de
los cristianos en todos los ámbitos eclesiales. De hecho la Palabra de Dios empapa
toda la pastoral de la Iglesia en general: se lee y se explica la Sagrada Escritura en las
Eucaristías y en los demás sacramentos; la teología se apoya en ella, la catequesis se
basa en textos bíblicos; toda formación cristiana busca su fundamento en la Palabra de
Dios y ella inspira la oración creyente. En todos los ámbitos de la pastoral, la Biblia es
el fundamento iluminador del recorrido creyente. La pastoral bíblica se inserta de
algún modo en todas las actividades pastorales cristianas. Sin embargo, de forma
específica, se lleva a cabo en los diferentes grupos bíblicos de todo tipo que surgen por
doquier.
Uso de la Biblia
La continua convicción eclesial de fe de que la Biblia es Palabra de Dios y de que ha de
servir a la vida de los creyentes deriva en un empeño de aplicar dicho mensaje al hoy y
aquí actuales. De ahí que la Iglesia desde siempre haya puesto al día el contenido
bíblico actualizando, aplicando, interpretando sus textos. He aquí las acciones y los
esfuerzos eclesiales por poner la palabra al día, al alcance de todos los fieles:
Actualizar. Un texto antiguo como es el de la Biblia si queremos que sea hoy relevante,
que diga algo a la gente, hemos de ponerlo al día. La dinámica del propio texto bíblico
con su plenitud de sentido le hace capaz de ser volcada en cualquier época o cultura.
Por otra parte, se impone un discernimiento que sepa distinguir lo esencial del
mensaje del contexto cultural en que se transmite. Sólo desde un conocimiento
completo de la Biblia se está en condiciones de interpretar cada relato, cada una de
sus partes. Una visión de conjunto (analogía de la fe) permite valorar cada parte, y
mantener los posibles polos en tensión que se dan en los diversos y complejos
aspectos bíblicos. La centralidad de Jesús ayuda a dar unidad a toda la Escritura (tanto
Antiguo como Nuevo Testamento). Esta actividad de actualizar el texto bíblico al
presente lleva sello, etiqueta de garantía si se realiza dentro de la corriente de la vida
creyente eclesial secular que designamos tradición. Ello asegura la fidelidad sin
manipulación y su auténtica transmisión.
La predicación toma de los textos bíblicos el alimento y sentido creyentes que en ellos
se contiene y trata de adaptarlos a la situación concreta de las respectivas
comunidades cristianas. El mensaje cristiano en toda predicación debe mantener su
tono de buena noticia de salvación ofrecida por Dios. Así, el pueblo cristiano
descubrirá el don de Dios y las consecuencias que de tal don se derivan para su vida.
Una predicación de la Escritura que pretenda ser digna demanda un estudio de la
Biblia, una preparación próxima, una sensibilidad pedagógica y un talante
evangelizador.
De hecho, han surgido numerosos grupos bíblicos que descubren los valores del Reino
de Dios y que, en ese itinerario, construyen comunidad y sirven al pueblo.
Es curioso que todos aportan algo al conjunto del pueblo de Dios: los especialistas
bíblicos ayudan a una adecuada comprensión de la escritura y la gente sencilla ofrece
su penetrante visión espiritual y existencial.
Todo medio de comunicación es apto para transmitir el mensaje bíblico y, por lo tanto,
es aprovechado en la pastoral bíblica. Pero todo ello, debe realizarse con una
preparación especial, con la dignidad y el respeto que la Biblia se merece, evitando
improvisaciones penosas y espectáculos bochornosos.
Existe hoy una experiencia muy positiva de los así denominados grupos bíblicos; en
efecto, la Biblia se saborea mejor cuando se la proclama en público, en comunidad, en
grupo. El mismo grupo nos pone en consonancia con aquel grupo creyente que nos
ofreció su experiencia. El recorrido de lectura, comprensión y asimilación de la Palabra
de Dios se realiza mejor acompañado que a solas. Además, las aportaciones del grupo
enriquecen a cada uno de sus miembros que, a su vez, ha de contrastar y discernir, así,
sus propias opiniones. De ese modo, la lectura de la Biblia en común ayuda a
compartir la experiencia de fe mutuamente. Incluso la lectura y el estudio personales
de la Palabra de Dios pueden servir al grupo que se reúne en un momento posterior y
que comparte sus vivencias y conocimientos.
Los miembros de los grupos bíblicos suelen ser personas sencillas; para pertenecer a
un grupo bíblico no se necesita tener muchos conocimientos ni ser experto en materia
bíblica. Basta con que el grupo cuente con algún coordinador o animador que
convoque, impulse y asegure la marcha del grupo mediante un plan, unos materiales y
algún método. El mismo recorrido de la vida del grupo contribuirá a que los distintos
miembros vayan adquiriendo una mínima formación. Para ello, sí convendría contar
con alguna biblioteca incipiente: Biblias, diccionarios bíblicos y algunos libros
didácticos. De todas formas, alguna vez, se puede recurrir a algún experto.
Hoy en día contamos con muchos materiales de formación bíblica al alcance de todos.
En el momento actual poseemos varias y buenas traducciones: Además, existe una
gran cantidad de materiales de todo tipo y adaptado a cualquier persona en orden a
lograr una adecuada comprensión bíblica y una aplicación de la Palabra de Dios a
nuestra vida.
Los diversos grupos bíblicos y comunidades cristianas que leen con frecuencia e
interés la Palabra de Dios han probado varios caminos de lectura bíblica que han ido
retocando hasta dar con un estilo que les ha ayudado en su objetivo de leer,
comprender, saborear y aplicar la Palabra de Dios a su vida cotidiana.
A lo largo y ancho del mundo cristiano, existen varios itinerarios para una lectura
creyente de la Biblia. Sin embargo, aunque difieren en detalles se da una gran
coincidencia hasta tal punto que se podrían dividir en dos bloques de acuerdo con dos
orientaciones básicas: a) saborear la Palabra de Dios y b) aplicar la Biblia a la vida. De
todas formas, esta distinción es más de acento ya que tanto unos y otros métodos
saborean y aplican la Escritura a su propia vida.
He aquí una serie de pasos que se suelen dar en las distintas experiencias de lecturas
bíblicas de los que luego cada uno puede escoger para sí los que más convengan según
las circunstancias ambientales y grupales:
Preparar el local. Invitar y acoger a la gente. Ambiente de silencio oracional.
Proclamar: Realizar una lectura directa del texto bíblico escogido en grupo.
Rezar, suplicar, alabar a Dios por su palabra. Oración con la Palabra de Dios.
Métodos
De entre los muchos métodos que se emplean para la lectura de la Biblia destacamos
dos bastante experimentados en distintos grupos bíblicos y que pueden ejemplificar
los dos bloques que acabamos de citar: el que acentúa el "saborear la Palabra de Dios"
(Lectio divina) y el que subraya la "aplicación a la vida concreta" (Lectura creyente de
la realidad)
a) "Lectio Divina"
Presentamos este método de leer la Palabra de Dios, avalado por siglos de experiencia
en la vida de la Iglesia: la "Lectio Divina".
Lectura de los textos bíblicos: Lectura de un pasaje bíblico. Captar lo que dice.
- Descripción de la realidad global que tenemos entre manos y nos afecta. En primer
lugar, el grupo aporta algunos hechos de la realidad que se dan entre nosotros. Luego,
escoge uno de ellos concretando una actitud básica. Del hecho elegido y de acuerdo
con la actitud seleccionada, los miembros del grupo extraen las causas y las
consecuencias de tales hechos. Todo ello se analiza tanto desde un nivel personal,
ambiental como estructural.
En este apartado tras el juicio humano contrastado lo más posible, viene el juicio
cristiano sobre el hecho analizado para lo cual es imprescindible la iluminación de la
Palabra de Dios (Biblia) que trata de discernir la voluntad de Dios respecto de las
personas y de la sociedad. Desde la Escritura captamos una cosmovisión o escala de
valores desde Dios. Así, descubrimos que los valores del Reino de Dios apuestan por la
fraternidad, sencillez, perdón, espontaneidad, autonomía, esperanza, protagonismo
de la persona, servicio a los pobres, sentido de la vida, comunión de las personas entre
sí y de tales personas con Dios...
Actuar (A la vida).
Estrategia e itinerarios que habría que seguir: etapas, calendario: ¿Por dónde
empezamos? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con quién?
Previamente, hay que asegurar la actitud interior de cada uno. Antes de actuar,
es preciso convertirse uno mismo, transformar el grupo, la comunidad, la
parroquia... para cambiar el mundo actual de acuerdo con el plan del Reino de
Dios.
Conclusión
A modo de conclusión, Hch 2,42 nos puede ayudar a resumir la tarea bíblica en la vida
de la Iglesia: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a
la fracción del pan y a las oraciones". Una pastoral bíblica integral ha de seguir la pauta
de lo que realizaban los primeros cristianos. Es decir, el cristiano ha de saber cuál es su
identidad cristiana para poder comportarse con coherencia.
Para ello, le ayudarán estas pautas tomadas del versículo citado (Hch 2,42):
Oraciones: Creer es fiarse de alguien al que se quiere. Ese clima de amistad pide una
relación, una comunicación. Si el encuentro de da con Dios, lo llamamos oración. Los
que se quieren se hablan; por eso el cristiano habla con Dios.
Fracción del pan: Dios nos llama en grupo porque todos somos hijos de Dios y, entre
nosotros, hermanos. Esa convicción común la vivimos en la celebración que alimenta
la fe de los cristianos.
Comunión: pero, esa convicción sólo se verifica en el día a día, en el servicio a los
demás, en la coherencia entre la fe y la vida, es decir, en las obras, en la acción que es
la colaboración que Dios nos pide como respuesta a su Palabra.
Bienaventuranzas
Antes que código moral, las Bienaventuranzas son una Buena Noticia que nos trae
Jesús de parte del Padre (Evangelio y Catequesis de las Bienaventuranzas, Edice,
Madrid, 1981). Sirvámonos de la parábola del hijo pródigo como referencia; en ella
Jesús, más que del hijo pródigo, quiere hablarnos de cómo es Dios con todos sus hijos
pródigos. Del mismo modo en las Bienaventuranzas habremos de considerar, en
primer lugar, cómo piensa y actúa Dios con los pobres y los perseguidos, antes de
platearnos cómo hemos de actuar los hombres y mujeres de hoy.
Jesús sube al monte (Mt 5,1), lugar habitual de la manifestación de Dios. Allí Dios habla
al pueblo por medio del profeta, como Moisés en el Sinaí. Pero en este monte quien
habla es Jesús, "más que un profeta". Los discípulos perciben claramente que, al
escuchar a Jesús, están escuchando a Dios. Las palabras de Jesús nos revelan, nos
trasparentan el pensamiento de Dios. La pretensión de Jesús es comunicarnos algo del
misterio de Dios: quién es, cómo actúa, qué proyecto tiene para los humanos. Y
condensando la revelación de Jesús descubrimos:
Y esto que Jesús nos revela es Buena Noticia para los pobres del mundo, porque son
los preferidos de Dios y porque llegarán a vivir gozosos en el Reino de Dios. "El Señor
secará las lágrimas de todos los rostros" (ls 25,6-8). En esto consiste el carácter
evangélico, de Buena Noticia, que encierra la proclamación de las Bienaventuranzas.
Visto lo anterior, cabe la pregunta que muchos se hacen: las Bienaventuranzas son
Buena Noticia para los pobres y perseguidos; ¿y los demás? Todos aquellos que no
entran en estas categorías, porque no viven en situación de pobreza o en
circunstancias de persecución ¿pueden recibir las Bienaventuranzas como Buena
Noticia? Si la respuesta es afirmativa, ¿desde qué claves habrán de acogerlas?
Es preciso afirmar que las Bienaventuranzas son como el corazón del mensaje de
Jesús, un mensaje que no sólo anunció sino que lo vivió a lo largo de su vida. Si
constituyen el corazón de la vida de Jesús, habremos de concluir que son Buena
Noticia para todos, no sólo para los pobres y perseguidos. Para entenderlo así, es
preciso que descubramos que Jesús inicia un proceso de transformación y de cambio
en la forma de vida de la sociedad. Al anunciar la presencia del Reino, está llamando a
todos a vivir una nueva relación de fraternidad. Nos enseña a reconocer a Dios como
Abbá, el Padre-madre de todos, que ama a todos como hijos, pero de una manera
especial a los empobrecidos y perseguidos de la tierra, porque son sus hijos más
desvalidos. Nos urge a cambiar todas las situaciones y sistemas que generan pobreza,
marginación, aplastamiento, opresión.
Esta urgencia la sienten más agudamente los que padecen las consecuencias de este
sistema injusto, es decir, los empobrecidos y oprimidos. Ellos son, por esta razón, los
primeros artífices de este cambio o transformación. Por eso son los preferidos de Dios:
no simplemente porque son pobres (sería injusto pensar que Dios desea mantener las
situaciones de injusticia), sino porque son ellos quienes desencadenan el proceso de
transformación de las estructuras injustas e inhumanas.
Ellos, y todos los que se solidarizan con ellos en este sobrehumano esfuerzo de
cambio, gozan de la predilección de Dios, de la asistencia del Espíritu, en definitiva, del
Reino de Dios.
Quien ha experimentado, como María, que "Dios derriba a los poderosos de sus tronos
y despide a los ricos vacíos" (Magnificat), acoge las Bienaventuranzas como Buena
Noticia.
Quien siendo rico se hace pobre como Jesús se abre a una nueva experiencia de
felicidad, que Jesús proclama en las Bienaventuranzas.
Nadie, por tanto, está excluido de esta experiencia de felicidad, siempre que acoja la
llamada de Dios. Como hijos queridos, todos estamos llamados a gozar de la felicidad
del Reino, pero será preciso entender, asimilar y dejarnos convertir por el anuncio de
las Bienaventuranzas.
Un Dios que no actúa solo; pide que cada uno asuma su tarea con responsabilidad: los
pobres como artífices principales del cambio, y todos los que se solidaricen con ellos
en la construcción de una comunidad fraterna. Ha hecho al hombre y mujer a su
imagen. Y pide que los hombres y mujeres lleguen a ser lo que están llamados a ser.
Por encima de todo, Dios nos quiere felices. La experiencia de cada día y las
conclusiones de las ciencias humanas nos confirman que este deseo de felicidad es el
móvil más profundo que guía el comportamiento humano. Los expertos no se ponen
de acuerdo en señalar cómo se puede conseguir esta sensación de felicidad humana.
¿Sentirse uno bien consigo mismo? ¿Sentirse amado, acogido, valorado por los que le
rodean? ¿Estar en armonía consigo mismo, con los demás, con la naturaleza, con Dios?
¿O simplemente tener cada vez más, de todo, para despertar la admiración y la envidia
de los demás? Es evidente que por este último camino va la sociedad de consumo. En
cambio, la sicología moderna va por los otros caminos de la interioridad.
Lo que parece incuestionable es que la felicidad es un estado de ánimo que muy pocas
veces parece conseguirse, como si fuera una meta inalcanzable. Y cuando el ser
humano llega a experimentar esta sensación, su duración es tan fugaz que siempre
resulta una experiencia demasiado corta para nuestros deseos. La promesa de Dios va
por otros caminos. Quizás San Agustín lo intuyera cuando, en medio de su azarosa
vida, pudo decir: "Señor, nos has hecho para Ti y nuestro corazón no descansa hasta
que te encuentra a Ti" (Confesiones 1,1). El compendio evangélico de las
Bienaventuranzas nos promete la plenitud del Reino; es lo mismo que decir la
culminación de toda felicidad. Y esta culminación está en el encuentro definitivo con
Dios mismo: "Dichoso el hombre que confía en Ti" (Sal 84,13).
Muy probablemente Jesús pronunció dos sentencias: "Dichosos los pobres", a secas, y
"Dichosos los perseguidos" (Secretariado Nacional de Catequesis "Evangelio y
Catequesis de las Bienaventuranzas", Edice, Madrid, 1981, 26).
En la primera sentencia Jesús quiere mostrar con claridad que Dios, Abbá, ama a
todos, pero de un modo preferencial a los pobres y pecadores, y les muestra su amor
al querer cambiar, con su colaboración, las situaciones que generan pobreza, violencia
y marginación. La segunda sentencia presenta las consecuencias de una determinada
opción. Tras la muerte y resurrección de Jesús, la comunidad cristiana se aplicó a sí
misma lo dicho por Jesús y llegó a expresarlo en una formulación cercana a la de Lucas,
con objeto de animar a los discípulos que sufrían las consecuencias de la pobreza y la
persecución, al seguir a Jesús. (TERESA Ruiz, ANTONIO BRINGAS, "Nuevo Diccionario de
Catequética", San Pablo, Madrid 1999, Bienaventuranzas, 220).
La explicación de este comportamiento humano habría que buscarla por otro camino.
Quienes han encontrado la felicidad por el camino de las Bienaventuranzas son
personas que han puesto totalmente su confianza en Dios; saben de quién se han
fiado (2 Tim 1,12). Sostenidas por el Espíritu de Dios, aceptan que Dios sea el centro de
su vida. Dirigidas por el mismo Espíritu, consagran su vida al Reino de Dios; anuncian la
oferta salvadora que Dios nos hace en Jesucristo, proclaman nuestra condición de
hijos de Dios, impulsan la tarea de formar una familia de hermanos, viven una vida
volcada en el proyecto de Jesús.
Quienes van descubriendo este nuevo horizonte, que da un sentido especial a sus
vidas, chocan necesariamente con la oposición de un sistema de valores que rige la
convivencia humana, bajo el control del dinero que maneja el poder. Al optar por la
defensa de los pobres y aplastados de la sociedad se encuentran con la persecución de
quienes ostentan el poder en esta sociedad. Pero les sale al encuentro la palabra del
Señor: "No temáis, yo he vencido al mundo" (Jn 16,33). Jesús no pone "paños
calientes" a la contradicción entre el mundo y el grupo de sus seguidores. El mundo
vive en tinieblas y prefiere las tinieblas a la luz (Jn 3,19); se opone al mensaje de Jesús
(Jn 8,37); rechaza la verdad de Jesús (Jn 8,43.46). Es lógico que el discípulo encuentre
una fuerte oposición en los poderes de este mundo.
Pero, al mismo tiempo, de los pobres, de los que han optado por los pobres, es el
Reino de Dios. Y el Reino se compara a la alegría de una fiesta (Mt 25,21.33); los
discípulos participan de la alegría del Reino (Lc 10,17.20). Y esta alegría "nadie os la
podrá arrebatar". Por eso son dichosos, bienaventurados. En esta línea de
descubrimiento podemos entender el camino de las Bienaventuranzas como un
camino de alegría y de felicidad. En cierto sentido, las Bienaventuranzas constituyen
una explanación de la sentencia de Jesús: "El que conserve su vida, la perderá, y el que
pierda su vida por mí, la conservará" (Mt 10,39. Esta paradoja, que parece encerrar
una contradicción en sus términos, aparece iluminada por la felicidad, la dicha, la
alegría que acompaña a los que optan por Jesús.
Los humanismos cerrados en sí mismos han apuntado al propio ser humano como
meta de la felicidad. Por ahí han caminado filosofías modernas como el idealismo, el
marxismo ("el hombre es la medida de todas las cosas"), el existencialismo. Los
creyentes afirmamos que el espíritu humano está abierto, en ángulo, al infinito de
Dios. Inteligencia y voluntad buscan la Verdad y la Bondad absolutas. Con encomiable
esfuerzo vamos consiguiendo parcelas de verdad y de bondad. Dominamos cada vez
mejor la naturaleza ("dominad la tierra", Gen 1,28) mediante los descubrimientos
científicos y técnicos. Damos pasos adelante en el reconocimiento de los derechos
humanos y exigimos un comportamiento ético acorde con ellos. El debate actual en
favor de la aceptación de una ética mundial que ordene de modo más justo la
convivencia humana es una muestra más de lo que venimos diciendo.
No cabe duda de que en los últimos cincuenta años la humanidad ha progresado con
una rapidez muy superior a la de los siglos anteriores. La Declaración universal de los
derechos humanos es un referente permanente para los legisladores de todos los
países. Pese a todo ello, aún se debate la humanidad en la incógnita del futuro. L. Boff
afirma que la humanidad tiene que decidir si quiere continuar viviendo o si escoge su
propia autodestrucción. Y señala estos "nudos" problemáticos que hay que desatar: el
nudo del agotamiento de los recursos naturales, el de la conservación de la tierra y el
nudo de la injusticia social mundial (L. BOFF, Concilium [283] 1999, 718-728). La falta
de agua, la desertización de la tierra y las cien mil personas que mueren cada día de
hambre en el mundo plantean interrogan-tes imposibles de soslayar. O cambiamos o
nos destruimos, afirma Boff. No podemos afrontar el futuro repitiendo el pasado.
Desapareceríamos violentamente, como desaparecieron los dinosaurios. "O andamos
el camino de Emaús, del com-partir y de la hospitalidad, o experimenta-remos el
camino de Babilonia, de la tribulación, de la desolación. Esta vez no habrá un arca de
Noé que salve a algunos y deje desaparecer a los demás. Mantenemos fundadas
esperanzas de que la vida triunfe sobre la muerte, como siempre triunfó. El equilibrio
entre la vida y la muerte es dinámico y siempre abierto para permitir lo simbólico,
vencer lo diabólico y que la vida prevalezca sobre la muerte (art. cit. 728).
En este camino dialéctico entre vida y muerte, entre desencanto y esperanza, entre
deshumanización y humanización, las Bienaventuranzas se nos presentan como el
CAMINO de Cristo y de los cristianos. Un camino que aparece empedrado por los
fracasos de las guerras, las injusticias, la destrucción del hábitat del mundo y de sus
moradores. Pero un camino que apunta a la VIDA, no sólo prometida sino ya realizada
en Jesús resucitado. "En la resurrección aparece el poder de Dios, no en directo, en
forma universal, ni su finalidad es mostrar simplemente su omnipotencia. Dios
devuelve a la vida no simplemente a un cadáver, sino a un crucificado; hace justicia a
una víctima. Lo que la resurrección tiene de buena noticia no es, por lo tanto, el
anuncio de una vida más allá de la muerte sino la esperanza de las víctimas: que el
verdugo no triunfará sobre ellas" (J. SOBRINO, Concilium [283] 1999, 860).
Las víctimas son los destinatarios de las Bienaventuranzas de Dios; los empobrecidos y
perseguidos son las víctimas a las que Dios hace justicia. Ya lo ha hecho con Jesús, el
asesinado-resucitado. De la misma manera Dios hace justicia a todos los que sufren las
consecuencias de los pecados mortales -porque producen muerte- de los verdugos.
Cuando unos cristianos intentan recorrer el camino de las Bienaventuranzas están, en
algún modo, anticipando la justicia de Dios; son signos de esta justicia. Y, al intentar
vivir, desde su solidaridad con los pobres y perseguidos, el espíritu de las
Bienaventuranzas, están siendo plenamente justificados.
BIBL. - SECRETARIADO NACIONAL DE CATEQUESIS, Evangelio y catequesis de las bienaventuranzas, Edice, Madrid,
181; B. LAMBERT, Las Bienaventuranzas y la cultura de hoy, Sígueme, Salamanca, 1987; G. LOHFINK, El Sermón de
la montaña, ¿para quién?, Herder, Barcelona, 1989.
Cáritas
La Iglesia tiene como misión, en cada momento de la historia y en cada lugar del
mundo, la Evangelización, el anuncio de la Buena Noticia de Jesús: Dios nos ama a
todos. Y la Evangelización tiene unos destinatarios privilegiados, que son los más
pobres: «El Espiritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido para que dé la
Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la
vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de
gracia del Señor» (Is. 6 1, 1-2).
Mediante estas tres acciones se edifica la Iglesia como comunidad de fe, de vida y de
amor. Las tres son imprescindibles. Por eso, cada comunidad creyente, del mismo
modo que organiza su catequesis y su liturgia, debe organizar su solidaridad con los
más pobres y necesitados. Las tres son complementarias. Cada una exige las otras. Y la
caridad organizada de una comunidad da autenticidad y sentido a su catequesis y a su
liturgia.
¿Cómo puede anunciar el mensaje o vivir los misterios de Jesús y celebrar la Eucaristía
una comunidad que dé la espalda a los más pobres?
Actualmente estamos viviendo un gran cambio social de ser y de actuar. También han
cambiado los conceptos de caridad y de justicia; lo que antes se pedía como caridad
hoy se exige por justicia... y con razón, ya que la causa de la pobreza no es que no haya
recursos, sino que están mal distribuidos.
Están surgiendo nuevos pobres: Jubilados con pensiones insuficientes. Gitanos (etnias)
sin ninguna posibilidad de acceder a un empleo. Transeúntes desarraigados de todo y
de todos. Víctimas de rupturas familiares. Emigrantes sumidos en la mendicidad y
obligados al transeuntismo o la prostitución. Parados de larga duración (por edad o
por falta de formación). Jóvenes en busca de su primer empleo. Mujeres privadas de
sus derechos. Niños y adolescentes abocados a la delincuencia. Refugiados de guerra y
de conflictos fratricidas.
Todo esto plantea a la Iglesia un nuevo reto: la necesidad de cambiar el corazón para
que la caridad sea una exigencia de la fe y una respuesta a la Eucaristía. Y aquí aparece
el «nuevo rostro» de Cáritas:
Cáritas es la expresión de la comunidad que atiende a los más pobres. Porque Cáritas
no está a la izquierda o a la derecha de la Iglesia, sino que es la Iglesia poniendo en
práctica el mandamiento del amor.
Ante todo, ¿cómo hacer ese cambio? porque ya no sirve sólo lo que se venía haciendo.
Lo primero, es tomar conciencia de estas premisas: La persona es lo más importante.
¡Su dignidad! Dios no quiere que haya pobres. Dignificar las ayudas implicando a la
persona como protagonista de su promoción e inserción. Acoger y acompañar con el
talante de Jesús, de igual a igual, porque todos somos hijos de Dios e iguales ante El.
Cáritas ha optado por ese camino y su formación lleva a actuar así, porque Cáritas no
sólo son acciones, sino vivencia que fundamenta y da sentido a esas acciones. Y de ese
compromiso cristiano nacen nuestras acciones como voluntarios o contratados que
intentamos disminuir y acompañar el dolor, la soledad y la pobreza. Y nuestras
acciones cobran todas el mismo valor, porque «somos la comunidad cristiana -no yo-
haciendo presente el amor de Dios a los que todos marginan, apartan y excluyen de
los derechos elementales, continuando lo que Jesús hizo».
Este servicio eclesial exige unos planteamientos comunes en toda la Diócesis para
hacer posible una intervención renovada desde las exigencias del cambio social y
cultural y desde la antropología cristiana (el ser humano, su dignidad, la justa
distribución de recursos, la solidaridad...) y emplear los métodos más adecuados para
responder con la mayor calidad y eficacia. Las Cáritas parroquiales, interparroquiales y
arciprestales se van constituyendo con este planteamiento.
Toda Cáritas en la Diócesis debe caminar desde esta vivencia profunda o abierta a ella,
para poder poner todas nuestras fuerzas a disposición de todos los necesitados, sin
distinción alguna, y con el talante común del espíritu evangélico. Probablemente todos
necesitemos convertirnos y renovarnos constantemente, tanto personal como
institucionalmente, para una mejor fidelidad a Dios, a los pobres y a todos.
Por lo tanto, Cáritas es el rostro de esta Iglesia que pone al servicio de todos los
necesitados el tiempo, el conocimiento y el afecto de tantos voluntarios, con-tratados
y colaboradores en todos los aspectos. Todo forma parte del anuncio del Evangelio,
del que todos somos mensajeros.
Los principales objetivos de Cáritas pueden ser éstos:
1. Intensificar la acción del Área de Pastoral con el fin de dar cuanto antes
respuestas cada vez más adecuadas como Iglesia Diocesana desde las propias
comunidades parroquiales, a los retos que plantean las distintas pobrezas.
2. Avanzar hacia la creación de equipos de Cáritas en aquellas parroquias donde
aún no existen y hacia la estructuración de las Cáritas arciprestales.
3. Reestructurar algunos proyectos y, si fuera necesario, poner en marcha nuevos
programas para dar una respuesta a aquellos colectivos o personas más
excluidos: prostitución, personas sin techo, drogodependientes, inmigrantes...
4. Incidir de manera especial en la prevención de la marginación mediante el
trabajo con niños y adolescentes en riesgo y poniendo en marcha una Campaña
de Sensibilización continuada.
5. Unificar, estructurar y coordinar a nivel diocesano la formación, la
sensibilización y la comunicación con todas las acciones de Cáritas.
6. Actualizar los Estatutos de Cáritas Diocesana y el Reglamento de Régimen
Interno.
Damián Estébanez
No puede decirse que la caridad y sus obras hubieran estado ausentes, antes, en la
praxis eclesial. Al contrario, hay que decir que el amor cristiano ha escrito las páginas
más hermosas en toda la historia de la Iglesia y ha dejado testimonios que son un
tesoro no sólo para la Iglesia, sino para la humanidad entera. Quizás, el paso más
importante que hayamos podido dar recientemente ha sido el entronque de toda la
actividad caritativa y social con la evangelización. Lo aclaraba así Pablo VI en Evangelii
Nuntiandi: "entre evangelización y promoción humana, desarrollo, liberación existen
efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico..., de orden
teológico..., de orden eminentemente evangélico, como es el de la caridad" (n. 31). En
toda la reflexión posterior fue quedando muy claro que, aunque la salvación cristiana
no se reduce a la liberación humana, porque la sobre-pasa y la transciende, ésta no
queda fuera de una salvación que, por ser integral, la incluye, al tiempo que la abre a
realizaciones insospechadas y absolutamente gratuitas.
El término "caridad" y su ejercicio aparecen, con frecuencia, gravados por una serie de
prejuicios, que tienden a su relegación en ámbitos excesivamente individualistas,
asistencialistas y teñidos, con frecuencia, de paternalismo, creador de dependencias.
Esto ha hecho que, con frecuencia, se opongan caridad y justicia. Hay que tener en
cuenta, sin embargo, que la vida teologal se realiza en las mis-mas dimensiones en que
acontece la vida humana: la dimensión individual y la social.
La dimensión social y política de la caridad reside, por tanto, en ser un amor eficaz a
las personas, actualizado en la búsqueda sincera del bien común, por encima del bien
individual o corporativo. Son, por tanto, falsas concepciones de la caridad las que la
entienden como suplencia de las deficiencias de la justicia, o como encubrimiento de
un orden establecido en la explotación y la dominación.
La pastoral caritativa y social debe, por tanto, tender a superar la tensión entre la
caridad y la justicia. Lo hará sólo en la medida en que la virtud de la caridad sea
presentada y vivida como exigencia de soluciones radicales, aquellas que van a la raíz
de los problemas, y no se quedan atendiendo tan sólo a su superficie. Una opción por
un ejercicio de la caridad preventivo y no sólo curativo; un ejercicio de la caridad que
sabe moverse con facilidad en el nivel de las causas y no se queda sólo en el de los
efectos. Nos los recuerdan nuestros obispos en La caridad en la vida de la Iglesia: "el
servicio de la caridad a favor de los pobres no puede ser entendido como algo ajeno a
la obligación que tienen las personas, los grupos sociales y las instituciones públicas y
privadas, de promover relaciones de justicia auténtica-mente humanas. Mucho menos
ha de verse en la acción caritativosocial la intención de ocultar las múltiples formas de
injusticia arraigadas en la sociedad (Introducción a las Propuestas).
Así lo afirma Juan Pablo II, refiriéndose, en concreto al tema del desarrollo: "esta visión
de fe explica claramente por qué la Iglesia se preocupa de la problemática del
desarrollo, lo considera un deber de su ministerio pastoral y ayuda a todos a
reflexionar sobre la naturaleza y características del auténtico desarrollo humano. Con
su compromiso desea, por una aparte, servir al plan divino que ordena todas las cosas
hacia la plenitud que reside en Cristo (cfr Col 1,19) y que Él comunicó a su Cuerpo, y,
por otra, responde a su vocación fundamental de 'sacramento', o sea, 'signo e
instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano"'
(SRS, 31).
Revela así la Iglesia el amor universal de Dios, que tiene una preferencia especial por
los más pobres y necesitados, al tiempo que, en su acción pastoral, produce signos de
salvación. En el conjunto de la evangelización, estos signos dan credibilidad a la
palabra que anuncia y a la celebración de la fe. Lo recuerda Juan Pablo II: "la Iglesia es
consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de sus obras
antes que por su coherencia y lógica internas. De esta consciencia deriva también su
opción preferencial por los pobres" (CA, 56).
La pastoral caritativa y social tiene así una auténtica envergadura teológica: verifica en
la práctica la imagen de Dios que transmite la teología. De ahí la pregunta que se
hacen nuestros obispos, tomando pie de la afirmación conciliar acerca de la falta de
testimonio como causa de ateísmo: "¿qué imagen daríamos de Dios, si los cristianos
calláramos ante la injusta situación de tantos millones de hombres en el mundo? ¿No
facilitaríamos así, como dijo el Concilio, el ateísmo de tantos hombres de buena
voluntad, que no pueden comprender un Dios que permite que algunos derrochen
mientras otros mueren de hambre? Para evitar este silencio, que sería culpable y
blasfemo, la Iglesia debe hablar y debe obrar, bien sea luchando por la justicia, cuando
la pobreza sea causada por la injusticia, bien actuando por caridad aún en los casos en
que la situación sea ocasionada por los mismos que la padecen" (La Iglesia y los
Pobres, 20).
La pastoral caritativa y social, que intenta entrañar el evangelio en la historia, para irla
abriendo progresivamente al Reino, da al conjunto de la pastoral en anclaje
encarnatorio e intramundano, que aleja a la escatología de la pura ilusión, y a la
esperanza, de la pasiva espera de lo que vendrá sin la responsabilidad y el esfuerzo
humano. Al servicio de una buena relación entre escatología e historia, la pastoral
caritativa y social debe ayudar a quitar fundamento a la acusación de alienante, que
con frecuencia se vierte sobre la experiencia religiosa.
La pastoral caritativa y social debe tender a crear una conciencia crítica frente a todas
las esclavitudes, contrarias al plan salvador de Dios. Ante la resignación pasiva que
muchas veces invade las con-ciencias, es tarea evangelizadora promover la sincera
búsqueda de liberación. Todo lo que en la historia contradice la paternidad de Dios y la
fraternidad universal, no es querido por Dios: "Dios no quiere la pobreza, que impide a
los seres humanos ser libres y vivir de acuerdo con su dignidad" (La Caridad en la vida
de la Iglesia. Introducción a las Propuestas).
2.7. La fe exige la presencia evangélica (desde la opción preferencial por los pobres) de
los cristianos en la vida pública
3. La mediación institucional
• Promuevan su acción como manifestación visible del amor preferencial de Dios por
los pobres, creando, con la fuerza del Espíritu, en toda la comunidad cristiana, una
inclinación constitutiva al mundo de la pobreza, como dimensión y verificación
privilegiada de toda su tarea pastoral. Sin este anclaje, desde la pastoral caritativa y
social se promoverá una acción social meritoria, pero no una auténtica pastoral social.
3.3. "Que cada cual se ponga al servicio de los demás". La animación comunitaria
Por eso, hay que plantearse la tarea de animación comunitaria de la pastoral caritativa
y social. Los equipos responsables de !a misma son esencialmente "funcionales", están
en función del crecimiento de toda la comunidad en el compromiso sociocaritativo de
su fe. No pueden ser equipos cerrados, autosuficientes y a la defensiva respecto a
cualquier idea, iniciativa o perspectiva de trabajo que les venga de la comunidad
misma. Precisamente porque, desde su tarea animadora, deben ejercer el ministerio
de la inquietud. Tarea suya es mantener vivo en toda !a comunidad el compromiso con
los pobres, el discernimiento creyente de las situaciones de injusticia, la propuesta de
acciones que sean asumidas por todos, aunque no intervengan todos directamente en
su realización.
La pastoral caritativa y social debe ayudar a toda la comunidad a hacerse una idea
completa de la misión de la Iglesia. Y lo ha de hacer con paciencia y constancia, porque
es frecuente en nuestras comunidades una concepción del quehacer de la Iglesia,
donde no entra lo que la pastoral caritativa y social representa. La divulgación y
popularización de la Doctrina Social de la Iglesia, la promoción de un voluntariado
serio y comprometido, la presentación constante de las exigencia sociales de la fe, la
organización de campañas especiales de sensibilización... son otros tantos medios de
animación comunitaria.
La acción caritativa y social no le viene exigida a la Iglesia desde fuera: suplir; es una
exigencia que arranca de dentro: expresar la totalidad de su misión, "que no se reduce
a la predicación y a los sacramentos, sino que se extiende también al mandamiento de
la caridad, en especial a los más pobres y necesitados. Con San Agustín podríamos
decir que así como los sacramentos manifiestan la presencia de Cristo dentro de la
comunidad de los creyentes, la acción caritativa y social es como el sacramento para
los no creyentes" (IP, 110).
Deben, por tanto, ser acciones integradas en el conjunto de la pastoral de las diócesis
y de las parroquias. Es preciso un esfuerzo de integración pastoral de todas las
instituciones y grupos eclesiales de pastoral caritativa y social en una doble dirección:
en ser consideradas eclesialmente como propias y, por tanto, ser pro-movidas,
acompañadas, apreciadas y conjuntadas con el resto de la acción pastoral; y, en otra
dirección, las mismas instituciones y grupos eclesiales de pastoral caritativa y social,
tentados con frecuencia de autosuficiencia, aislamiento y cerrazón institucional, deben
imponerse una especie de "autocontrol" eclesial y pastoral, para no marchar por libre.
4. A modo de conclusión
4.7. Ninguna realización concreta de la Iglesia puede verse privada de los medios
humanos y materiales necesarios, para que la pastoral caritativa y social tenga, en el
conjunto de la pastoral, la visibilidad necesaria, propia de una pastoral encarnada.
Carta pastoral
Cuando hoy hablamos de cartas pastorales nos referimos a aquellos escritos que,
desde la Edad Media, utiliza el magisterio papal o episcopal (obispos) para exhortar,
comunicar o instruir sobre aspectos doctrinales y de moral.
Introducción
1. El libro del catecismo es, en la intención profunda de la Iglesia, un compendio
orgánico y elemental del misterio cristiano. En él la Iglesia recoge, de modo autorizado
y auténtico, los documentos o "fuentes" de la fe que considera esenciales para la
fundamentación y maduración de la vida cristiana de los creyentes en una situación y
tiempo determinados.
El CCE no sustituye a los catecismos nacionales o diocesanos. Más aún, alienta y facilita
su redacción para que la fe cristiana se enraíce en la cultura en que vive la Iglesia
nacional o diocesana. Roma se interesa por los catecismos inculturados (cf CCE 24).
Los destinatarios secundarios son cuantos colaboran con ellos en la redacción de los
catecismos locales, los teólogos, presbíteros y catequistas y los fieles capacitados y
deseosos de conocer las riquezas de la Buena Noticia. El CCE sirve incluso a los no
creyentes para darles una amplia información de la fe católica.
La autoridad del CCE está en el hecho de ser "una exposición de la fe de la Iglesia y de
la doctrina católica", "un instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión
eclesial", y "norma segura para la enseñanza de la fe" (FD, 4,10). Es, pues, un
documento doctrinal de referencia, seguro y auténtico, para enseñar la doctrina
católica.
c) Algunos aspectos del contenido. Se destacan las primeras secciones de cada una de
las partes del CCE, en las que se descubre cómo su contenido concierne "al ser
humano como sujeto de la fe" (J. A. MARTÍNEZ CAMINO SI). Otras novedades pueden
verse en el mismo autor: Catecismo de la Iglesia Católica, en Nuevo Diccionario de
Catequética, S. Pablo, Madrid 1999, 257-262.
Pronto se vio que el nuevo CCE, fruto del Magisterio papal, que sintetiza
normativamente la totalidad de la fe católica para toda la Iglesia, necesitaba, como
punto de referencia de la enseñanza auténtica de la fe, un nuevo Directorio
actualizado, para el hoy de la acción catequética. El de 1971 (Directorio Catequético
General, DCG) había quedado muy desfasado.
Lugar del Catecismo en la Catequesis. Siendo "libro de la fe", el CCE ocupa un lugar
importante en la Catequesis como contenido y como pedagogía de la transmisión de la
fe. Aunque éste no abarca las distintas acciones que está llamada a desarrollar la
Catequesis, la presencia del CCE es indispensable porque posibilita que la transmisión
de la fe sea fiel e íntegra y ayuda a los catequizandos, según edades, a lograr una
síntesis personal de la fe. (cf. Guía pedagógica del Catecismo "Esta es nuestra fe...";
EDICE, Madrid 1987, 23-24).
Pero como todo catecismo, el CCE tiene sus límites: es un instrumento, un medio
(privilegiado, pero no el único, y, menos aún, excluyente), de la catequesis. Esta es una
acción mucho más articulada y compleja, por ser CCE, es para toda la Iglesia, pero al
no poder recoger las peculiaridades de cada cultura o Iglesia local, reclama la
indispensable mediación de los catecismos locales, nacionales o diocesanos: los
catecismos inculturados (Cf Dossier informativo de la Comisión del CCE enviado a los
Obispos 25-VI-92).
La fuente viva de la Palabra de Dios y las "fuentes" que de ella se derivan, como
lugares concretos en que se expresa, son las "fuentes" que proporcionan a la
Catequesis los criterios y normas que la convierten en acto de Tradición eclesial.
La respuesta, que en su día dio uno de los elaboradores del CCE fue de carácter
pragmático: "Así se pensó hacerlo, pero luego se optó por una vía intermedia: hacer
una redacción entre la "narratio", que surgiría de vez en cuando —por ejemplo, en los
misterios de la vida de Cristo, respecto de María, de los Sacramentos, en la historia de
la oración...— y la "explanatio", que sería el cañamazo del Catecismo.
b) ¿Nueva sensibilidad en el DGC (1997)? Sin embargo, el DGC parece aclarar algo más
esta cuestión de la relación catequética entre historia de la salvación (narratio) y la
explicación doctrinal (explanatio). De los dos capítulos del DGC dedicados al Mensaje
cristiano (nOs 92-136), el capítulo II (nOs 119-136) aborda el lugar del CCE en la
Catequesis bajo el título "Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia". Este capítulo se
ha elaborado "para procurar una mejor comprensión y recepción del Catecismo en la
actividad catequética" (n° 120, final).
1.° Los Santos Padres son testigos cualificados de la Tradición Viva de fe de la Iglesia:
"sus riquezas se manifiestan en la práctica y la vida de la Iglesia creyente y orante".
Ante esta riqueza doctrinal y pastoral que, creen, viven y celebran sus Iglesias,
conviene destacar cómo estructuran los Santos Padres en el Catecumenado el
contenido de la Catequesis según las etapas del proceso catecumenal:
c) Consecuencias de lo dicho para la catequesis: Las extrae el último párrafo del n° 130
del DGC:
1.a Existen dos grandes tradiciones catequéticas, que confluyen en la catequesis actual
y la enriquecen en su concepción y en sus contenidos: la tradición patrística (siglos II al
VI), sobre todo con sus tres etapas de catequesis histórico-bíblica -A. y N. Testamento-
y la eclesial y la tradición de los catecismos (desde el s. XVI) con su catequesis doctrinal
orgánica y su educación de la fe integral, a partir de sus cuatro pilares: Símbolo,
Sacramentos, Decálogo y Padrenuestro, asumidos también de la catequesis patrística.
2.a El DGC reconoce que no son sólo cuatro los pilares o estructuras que configuran
nuestra catequesis actual, tanto la de la iniciación cristiana como la permanente. Las
piezas maestras, base de todo proceso de catequesis, son siete, añadiendo a las cuatro
de la tradición de los catecismos, las tres etapas histórico-bíblicas y eclesial de la
tradición patrística.
3.a Más aún, que a la hora de elaborar los Catecismos locales, se tengan
operativamente presentes esas siete piezas maestras que configuran toda catequesis,
para construir "edificios de diversa arquitectura y articulación", es decir, Catecismos
inculturados que respondan -que logren llevar la Buena Nueva-, a la situación cultural,
social y religiosa de los destinatarios.
Conclusión
En la segunda mitad del artículo, hemos preferido introducir la relación del CCE con el
DGC, en el cual se encuentran muchas situaciones no sólo para una buena recepción
eclesial del CCE, sino también para hacer un uso del mismo con el espíritu de la Iglesia.
Catecumenal
Introducción
Ha sido tan profundo el cambio socio-cultural del mundo en los últimos veinticinco-
treinta años, que la Iglesia ha tenido necesidad de actuar de formas muy creativas a la
hora de cumplir el mandato misionero de su Señor (cf Mt 28,18-20) y por tanto,
también ha tenido que expresar de manera renovada y unitaria su teología sobre su
acción apostólica.
Por eso, si en las décadas de los 60-70 se hablaba del ministerio de la Palabra, del
ministerio de la Liturgia y del ministerio de la Caridad; y si, en el ministerio de la
Palabra se distinguía: la evangelización para la conversión de los no creyentes, la
catequesis para profundizar en la fe-conversión; la homilía, para preparar a los fieles a
adentrarse en el misterio que se celebra, y la teología para la exposición sistemática y
la investigación de las verdades de la fe (cf DCG 17), hoy, a la luz del Vaticano II y,
particularmente, de EN (1975) y CT (1979), esas realidades de la acción eclesial se
engloban en el gran concepto de Evangelización: "la dicha y vocación propia de la
Iglesia; su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar" (EN 14; cf EN 17-24).
Todos estos elementos del proceso evangelizador se estructuran "en tres etapas o
momentos esenciales" (CT, 18): la Acción misionera, para los no creyentes o
indiferentes; la Acción catecumenal, para los que optan por el Evangelio, y la Acción
pastoral, para los cristianos ya maduros y su formación permanente en el seno de la
comunidad cristiana (cf DGC 49).
Estos "momentos" no son sólo períodos históricos, ni etapas cerradas: "se reiteran
siempre que sea necesario" para las personas concretas o para grupos o comunidades
necesitados de aliento cristiano, porque "tratan de dar el alimento evangélico más
adecuado (según etapas), al crecimiento espiritual de cada persona o de toda una
comunidad" (DGC 49, final).
El Vaticano II, en el Decreto sobre la actividad misionera (AG), evoca el proceso que la
Iglesia sigue prácticamente desde el principio a la hora de promover cristianos y
comunidades de Iglesia.
En primer lugar, la Iglesia ha de anunciar al Dios vivo y a Jesucristo para que "los no
cristianos, por el Espíritu Santo que abre sus corazones, creyendo se conviertan
libremente al Señor y se adhieran sinceramente a El" (AG 13, 1º: Acción misionera).
En segundo lugar, AG deja constancia de la Acción catecumenal: "Los que han recibido
de Dios la fe en Cristo por la Iglesia, deben ser admitidos con ceremonias litúrgicas al
catecumenado; éste no es una mera exposición de dogmas y preceptos, sino una
formación y el noviciado debidamente prolongado de toda la vida cristiana, en que los
discípulos se unen a Cristo, su Maestro" (n° 14, 1°, a).
Como final del proceso catecumenal, los catecúmenos celebran los sacramentos de la
iniciación cristiana bautismo, confirmación y eucaristía e ingresan en la comunidad
cristiana (cf AG 14, 2° y 15). Según todo lo dicho, el Catecumenado bautismal o etapa
catecumenal es el cauce formativo para realizar la iniciación cristiana (AG 14, 4°).
Esta comunión con Cristo lleva a unirse con cuanto es de Cristo: con Dios, su Padre, con
su Espíritu, con la Iglesia, su Cuerpo, y con los hombres, sus hermanos (cf DGC 81).
1.3. La catequesis iniciatoria es el otro nombre de la Acción catecumenal
Es una educación cristiana integral (CT 21), porque educa, desarrolla, todas las
dimensiones existenciales de la personalidad humana y así propicia un auténtico
seguimiento de Cristo. Lleva a profesar la fe "desde el corazón" (S. Agustín),
desbordando, aunque la incluya, la mera doctrina. Es un aprendizaje -un rodaje, un
entrenamiento- de toda la vida cristiana, en aquello que es común a todos los
cristianos. La catequesis como educación cristiana integral no promueve
especializaciones ni en el mensaje, ni en el método. Estas especializaciones quedan
para la catequesis permanente (que se da en la Acción pastoral) de la que hablamos
después (cf DGC, 67-3°).
En primer lugar, la catequesis narrativa (narratio) que abarca los hitos más
sobresalientes (mirabiliora) de la historia de la salvación del A. Testamento; la vida,
palabras y obras de Jesús, en el N. Testamento, sobre todo las culminantes: pasión,
muerte y resurrección, ascensión y envío del Espíritu, que ponen en marcha a la
Iglesia, y también los acontecimientos estelares del "tiempo de la Iglesia hasta
nuestros días" (S. Agustín, en "Catechizandis rudibus").
La catequesis descubre que estas fiestas pascuales son actualización progresiva -A. y N.
Testamento- del Proyecto Salvador y Liberador de Dios "en Cristo". La catequesis
resalta que todas estas fiestas afirman la identidad del Pueblo de Dios, del "Nuevo
Pueblo de Dios", mediante la exquisita Pedagogía divina: desde la Fiesta gozosa en
memoria de la intervención divina liberadora y palpable, Dios va introduciendo a su
Pueblo en la Familia divina, la Comunidad cristiana adulta, anticipo de la Pascua
definitiva.
En tercer lugar, está la celebración de algunos ritos litúrgicos que se celebran
acompañando a las catequesis. Estos ritos sostienen la educación y el crecimiento
interior de los catecúmenos o catequizandos. Por ejemplo: 1) Celebraciones de la
Palabra específicas para ellos y la participación en la Liturgia de la Palabra, en la
Eucaristía de la comunidad cristiana; 2) "Sacramentales", como bendiciones y
oraciones para obtener la ayuda divina y robustecerse frente al pecado (exorcismos);
3) Ritos de paso de una etapa a otra; de un año a otro.
En quinto lugar, hay que destacar la conclusión festiva de la iniciación cristiana. Tras
abundantes catequesis de la Hª de la Salvación, del Credo apostólico y del
Padrenuestro, con sus consecuencias éticas, y todo ello en un clima -sobre todo en las
últimas semanas- hondamente religioso, llega la celebración o renovación gozosa y
poblada de símbolos de los tres sacramentos de la iniciación: el bautismo, la
confirmación y la eucaristía.
Por eso, la catequesis, sobre todo, la iniciatoria, tiene entre otras tareas: la la de
propiciar la adhesión de la fe a Cristo y los conocimientos de la fe; y 2a la de educar
para participar en la acción litúrgica en la que Cristo actúa como Salvador juntamente
con su Iglesia. Y esto supone educar para la oración personal, la acción de gracias, la
penitencia, la plegaria confiada... (cf DGC, 85).
Este lugar puede entenderse, primero, respecto a las otras dos grandes acciones que
abarca la evangelización eclesial y, segundo, en relación con las abundantes acciones
específicas o concretas que realiza la Iglesia.
Si los tres grandes momentos o etapas del proceso de la Evangelización son: la Acción
misionera, la Acción catecumenal o catequesis iniciatoria y la Acción pastoral, la Acción
catecumenal o catequesis iniciatoria es una acción necesaria y primordial. "Sin ella la
Acción misionera no tendría continuidad ni llegaría a desplegar su fecundidad. Sin ella
la Acción pastoral de la comunidad cristiana no tendría raíces y sería superficial y
confusa. Sin ella, prácticamente, no habría Iglesia y, hablando en general, no habría
cristianos" (CC 35; cf CT, 15; DGC 64). Y cuanto se dice aquí de la catequesis iniciatoria,
se refiere a la catequesis de todas las edades.
Hoy puede darse con frecuencia el caso, bien de niños mayores y de preadolescentes,
bien de adolescentes, de jóvenes o de adultos, cuyo nivel de fe no permite abordarles
en grupos de catequesis iniciatoria, de inspiración catecumenal, y entonces se recurre
a este tipo de acciones.
Esto supone que los agentes pastorales hayan caído en la cuenta de que hay acciones
que son preferentemente misioneras, que conducen a la opción inicial por Jesús
Resucitado; otras que son acciones preferentemente catequéticas, es decir, que
inician, introducen en los fundamentos de la fe viva en Cristo, y otras acciones que son
preferentemente pastorales, que ayudan a permanecer fieles a Jesús en la comunidad
cristiana y a abrirse al trabajo con los hermanos y aún al trabajo misionero con los
increyentes o indiferentes (cf V. M.8 PEDROSA. ¿Cómo poner en marcha grupos de
catequesis de adultos? Ed. S. Pío X, Madrid 1996, pp. 23-26).
"Dar pasos concretos para establecer la catequesis de iniciación cristiana para adultos
como un servicio permanente de cada parroquia" de la misma manera que las
parroquias hay implantado la catequesis infantil con su proceso, método y estructura
de catequesis" (Carta Pastoral... 1994, n° 90).
No obstante, el realismo pastoral lleva a los Papas, a los Pastores y a todos los
expertos en la Acción catecumenal o catequético iniciatoria a afirmar que, a esta
catequesis propiamente dicha, le suele preceder la que el DGC llama "la `catequesis
kerigmática', y que algunos denominan `precatequesis" (n° 62) o también "catequesis
de carácter misionero" (n° 33).
En efecto, la situación socio cultural que acabamos de describir, la presenta el DGC (n°
58) en tres pinceladas:
El DGC nace con vocación de integración, conjugando ambas concepciones (cf DGC 34-
72). La catequesis de iniciación -la catequesis propiamente dicha- y la catequesis
permanente no son excluyentes, sino complementarias (DGC 69). Son dos niveles
distintos de catequesis especialmente diferentes: La catequesis iniciatoria necesita,
para su continuidad de la catequesis permanente y ésta, a su vez, necesita, para su
fundamentación teologal, de la catequesis iniciatoria.
A modo de conclusión
A mi modo de ver, tanto las diócesis, como las parroquias y comunidades eclesiales
dan por supuesto, con demasiada frecuencia, que esta iniciacion a la vida creyente se
está haciendo bien. En los primeros siglos, la Iglesia evangelizó el mundo porque
dispuso de un gran cauce de consolidación de la fe cristiana: la Institución
catecumenal. Hoy habrá una "nueva evangelización", si las comunidades de Iglesia
procuran revitalizar como elemento fundamental la Acción catecumenal, la Catequesis
de iniciación cristiana tal como se ha esbozado.
Más aún, esto quizá no sea suficiente, si las diócesis no promueven, con toda la
creatividad que puede otorgar el Espíritu del Resucitado una Acción misionera
institucionalizada, como lo propone el DGC: "El hecho de que la catequesis, en un
primer momento, asuma estas tareas misioneras, no dispensa a una Iglesia particular
de promover una intervención institucionalizada del primer anuncio, como la
actuación más directa del mandato misionero de Jesús. La renovación catequética
debe cimentarse sobre esta evangelización misionera previa" (n° 62, final).
BIBL. - C. VATICANO II, Ad Gentes (1965); CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General para la Catequesis,
Librería Editrice Vaticana, Citta del Vaticano 1997; PABLO VI, Evangelii Nuntiandi, PPC, Madrid 1975; JUAN PABLO
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EPISCOPAL DE E. y CATEQUESIS, Catequesis de la Comunidad, EDICE, Madrid 1983. Catequesis de Adultos, EDICE,
Madrid 1990; VARIOS, "Sínite" 106 (1994) Monográfico sobre: Pero ¿existe la catequesis de adultos?; C. GARCÍA DE
ANDOIN, La iniciación cristiana (formación y contenidos), en CEAS, Pastoral de juventud y Etapa catecumenal,
EDICE, Madrid 2000; J. M. ESTEPA, La misión profética de la Iglesia: Evangelización, Catequesis y el CCE,
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NAVARRO, R. LÁZARO, J. SASTRE, Nuevo Diccionario de Catequética, S. Pablo, Madrid 1999, 37-48; V. M."
PEDROSA - R. LÁZARO, Catequesis, IBIDEM, 295-316; A. CAÑIZARES - M. DEL CAMPO (EDS), Evangelización,
Catequesis, Catequistas, EDICE, Madrid 1999; J. SASTRE, Naturaleza de la catequesis fines y tareas, "Sinite" 117
(1998) 29-46; J. MARTÍN VELASCO, El malestar religioso de nuestra cultura, Ed. Paulinas, Madrid 1993, 293-344.
SUMARIO: Introducción. - 1. Aspectos genera-les: 1.1 Razón del nuevo Directorio. 1.2.
Cómo se llevó a cabo su elaboración. 1.3. Qué pretende el D.G.C. 1.4. A quiénes se
dirige el nuevo Directorio. -2. Novedades del DGC (1997) respecto del DCG (1971): 2.1.
El concepto de revelación y de fe. 2.2. El concepto de evangelización. 2.3. El ministerio
de la Palabra. 2.4. La identidad de la catequesis. 2.5. La pedagogía de Dios. 2.6.
Vinculación de la pastoral catequética a la Iglesia particular. - 3. Orientaciones
fundamentales del DGC: 1 ° Situación de la Iglesia en el mundo actual. 2° La Catequesis
en la Iglesia primitiva y en la Iglesia actual. 3° Finalidad y tareas de la catequesis, hoy.
4° La fuente de la catequesis: La Palabra de Dios. 5° La Pedagogía de Dios y la
metodología de la catequesis. 6° Los destinatarios de la catequesis. 7° La pastoral
catequética en la Iglesia diocesana. 4. Seis opciones prioritarias para el inmediato
futuro. - Conclusión.
Introducción
En 1971, la Congregación para el Clero, encargada por el Papa para orientar la acción
catequética, hizo público con la aprobación de Pablo VI el primer Directorio General de
Pastoral Catequética (DCG). Este ayudó mucho a todos los responsables de la
catequesis en todo el mundo, para trabajar con los criterios que aparecieron en el
Vaticano II. Pero había quedado superado para nuestro tiempo, y había que
actualizarlo. Por eso, 26 años después, en 1997 la misma Congregación publicó un
nuevo Directorio General para la Catequesis (DGC), aprobado por Juan Pablo II.
1. Aspectos generales
El DGC hace suya la misma finalidad que ya indicaba el Directorio del 1971: Ofrecer los
principios por los que se regula la catequesis. Se sitúa, sobre todo, en una finalidad
orientativa, proporcionando criterios inspiradores más que normas imperativas. Es un
texto, pues, cercano a la reflexión de tipo catequético-fundamental (n° 9). Por esto
mismo, es un texto apropiado para la formación de los candidatos al sacerdocio, para
la formación permanente de los presbíteros y para la formación de catequistas (n° 11).
Los Presbíteros, cooperadores del orden episcopal por el sacramento del Orden,
son también educadores en la fe de la comunidad cristiana (n° 224). Y la
experiencia avala que la calidad de la catequesis de una comunidad depende en
grandísima parte del sacerdote (n° 225).
Los Catequistas laicos, en fin, son destinatarios de este Directorio, porque por
los sacramentos del Bautismo y la Confirmación participan de la triple misión de
Cristo, y porque -además- desde su inserción en el mundo, aportan el carácter
secular a la Catequesis (nos 230-231).
Para el DCG (1971) la Evangelización era sólo una forma de ministerio de la Palabra,
teniendo como finalidad suscitar la fe-conversión inicial (DCG. 17).
Todas estas etapas del proceso de la Evangelización son imprescindibles (n° 87). Pero
el nuevo DGC analiza y destaca los primeros pasos de este proceso: del Primer anuncio
al interés por el Evangelio, y de la Precatequesis (n° 62) a la conversión inicial (n° 56). A
lo largo del documento, el tratamiento de estos primeros pasos de la fe se pone muy
de relieve, con gran sensibilidad misionera.
Toda la quinta parte del DGC de 1997 rezuma eclesiología conciliar sobre la Iglesia
Particular, lo que es el DCG de 1971 queda velado por una eclesiología universalista
difuminada.
— Como Jesús, los cristianos contemplamos el mundo de nuestros días con la mirada
de fe, con la mirada, con que El contemplaba la sociedad de su tiempo: 1) Un mundo
fundado y conservado por Dios, Creador, con corazón de Padre; 2) sometido a la
fuerza del egoísmo que nos empequeñece y deshumaniza y, así, entorpece el Plan de
Dios; 3) pero, que rejuvenece con la fuerza del Cristo Pascual, que se nos comunica a
cada creyente para renovarlo, llenos de esperanza.
Por eso mismo, el DGC describe esa actitud de fe de los seguidores de Jesús enviados a
evangelizar: "Valiéndose de las ciencias humanas siempre necesarias, la Iglesia trata de
descubrir (a la luz de la Palabra) el sentido de la situación actual dentro de la historia
de la salvación. Sus juicios sobre la realidad son siempre diagnósticos para la misión"
(n° 32).
Segunda: La catequesis en la Iglesia primitiva y en la Iglesia actual (cf N.N. 89. 107. 109
s. 222. 25-26).
En la Iglesia primitiva (siglos II-VI), los catequistas —sobre todo los Santos Padres—
observan que, para ofrecer la revelación de Dios a los paganos del Imperio: 1) han de
centrarse en la Persona de Jesús y 2) crear una institución educativa con un plan de
formación para lograr que los no-creyentes lleguen a ser miembros de la Iglesia o
Comunidad de Jesús. Es la Institución Catecumenal, en la que se desarrollaba la
"Iniciación cristiana", que abarca tres etapas: Primera el "primer anuncio", que
provoque la fe conversión inicial. Segunda, la catequesis o profundización en el
"primer anuncio", para consolidar su adhesión a Jesús y a la Comunidad. Tercera, el
ingreso en la comunidad, por la Profesión de fe y por la celebración de los
Sacramentos de la Iniciación.
Así pues, en los primeros siglos de la Iglesia aparecen los siguientes tipos de personas
en relación a la fe cristiana: 1° los no creyentes; 2° los no creyentes, pero interesados
en convertirse a Jesús; 3° los creyentes interesados en madurar su fe mediante la
Catequesis, y 4° los creyentes miembros ya de una Comunidad y proyectados tanto
hacia la propia Comunidad cristiana para animarla, como hacia el mundo para
transformarlo según los criterios evangélicos.
En cambio, la Iglesia de hoy y nosotros los catequistas, nos encontramos con tres
situaciones distintas: 1° Los no creyentes que o nunca han oído hablar de Cristo, o, si
han oído hablar de El, su mensaje no ha arraigado en su corazón, 2° Los creyentes que,
agrupados en Comunidades cristianas sólidas, viven su vida de fe y la irradian con el
testimonio en sus ambientes, 3° Los bautizados de muchas Comunidades de tradición
cristiana, que han perdido el sentido vivo de la fe, no se reconocen ya como miembros
de la Iglesia, y viven su vida alejada de Jesús y del Evangelio. Estos últimos son los que
necesitan una "nueva evangelización". De ellos nos habla ampliamente el DGC, como
se expone a continuación.
A diferencia del DCG (1971), que hablaba de "fuentes" de la Catequesis y como algo
"conclusivo" y "apendicular", el DGC (1997) habla de la "fuente" que es la Palabra de
Dios transmitida mediante la Tradición y la Sagrada Escritura (citando a DV) (n° 94). Y
dado que Jesucristo es la "Palabra de Dios, Unigénito del Padre, lleno de gracia y de
verdad" (Jn 1,14), El es la "fuente viva" de la catequesis. Esta Palabra ha sido meditada
y comprendida, celebrada, proclamada, escuchada, interiorizada y comentada, vivida,
profundizada, atisbada e intuída por el Pueblo de Dios en sus diversos niveles, bajo la
guía del Magisterio. Y esto es lo que da lugar a que se pueda hablar de "fuentes" de la
catequesis: el Magisterio de Papas y Obispos, los textos de la Liturgia, los escritos de
los Padres, los símbolos de fe, los testimonios de Santos, las reflexiones teológicas, los
valores religiosos y morales de los pueblos y de la cultura (n° 95), todos ellos son, en
uno u otro grado, «fuentes» de la Catequesis.
4.° La Palabra de Dios, que es Cristo, se hizo "carne" en un tiempo y en un espacio muy
concretos: es la inculturación referencia/ para toda la evangelización (n°S 109-110).
Pero este enraizamiento en las culturas, ha de hacerse sin menoscabo de la integridad
del mensaje (Cf n°S 111-113).
5.° Una consecuencia de esta "inculturación" es que Cristo, Palabra de Dios, tiene que
ver con nuestra vida, nuestras cosas, nuestras dificultades y nuestras expectativas, es
decir, que ha de dar a todo ello un sentido, un significado último y una clarificación
mayor (n°S 116-117). A esta clarificación contribuye la presentación del mensaje de la
forma orgánica y sistemática.
Una de las preocupaciones más grandes de los catequistas es qué medios, qué
caminos, qué técnicas utilizar para que las experiencias humanas de nuestros grupos
se transformen en experiencias cristianas y, éstas puedan ser traducidas en
expresiones cristianas.
Además de lo aportado en el apartado II, número 5, de este mismo artículo, habría que
resaltar la relación misma entre la catequesis y la comunidad cristiana.
La expresión feliz del Sínodo-1977: "La Comunidad cristiana origen, lugar y meta de la
catequesis" (Cf Proposiciones, n° 25) pone de relieve la relación vital entre Iglesia y
Catequesis:
Habrá que organizar para ellas a) una buena catequesis de iniciación cristiana
completa, hasta introducir a sus miembros en la Comunidad cristiana, y b) una buena
catequesis o educación permanente de la fe dentro de la acción pastoral propia de las
comunidades cristianas inmediatas.
Unas edades claves para afianzar la fe en el futuro son los jóvenes y los adultos
jóvenes (18-45 años). Ellos son los sujetos preferentes de la "nueva evangelización" (cf
DGC n°S 58c), 172 y 181-182).
No se trata sólo de enseñar la fe, sino de moldear la personalidad del creyente; que el
Evangelio llegue a afectar al discípulo de Jesucristo por entero y que se entrene en
todas las dimensiones de la vida cristiana en que se forja el verdadero seguidor de
Jesús (n°s 33 y 91).
A lo dicho en nuestro artículo sobre esta opción prioritaria para nuestro inmediato
futuro (Ver supra, apartado II, número 5), habría que dar a conocer y estudiar bien los
nuevos materiales auxiliares de catequesis que se hayan preparado, o se estén
preparando, en las respectivas diócesis o regiones pastorales, para los niños y
adolescentes y para los jóvenes y adultos.
Es fácil que, a partir del CCE y los Catecismo locales que vayan publicándose y a partir
del DGC 1997, comience entre nosotros una nueva etapa de la actividad catequética,
que, siendo fiel al mensaje cristiano tal como lo vive la Iglesia, aborde con decisión y
eficacia su aportación indispensable a la "nueva evangelización" de nuestros
bautizados creyentes y "cuasi-catecúmenos". ¡Ojalá que esa nueva etapa del
movimiento catequético resulte fecunda para el futuro de la fe y de la Iglesia!
BIBL. — R. LÁZARO, Directorio General para la Catequesis DGC, en V. M' PEDROSA, M'. NAVARRO, R. LÁZARO, J. J.
SASTRE, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid 1999, 645-657; A. CAÑIZARES-M. DEL CAMPO (EDS),
Evangelización, Catequesis, Catequistas, EDICE, Madrid 1999 Artículos de varios autores: D. CARDENAL
CASTRILLÓN, MONS. A. CAÑIZARES, MONS. R. FISICHELLA, M. DEL CAMPO, F. FERRER, S. LANZA, MONS. G. DEFOIS,
MONS. J. SARAIVA, L. SORAVITO, MONS. A. SCOLA, R. LÁZARO, MONS. R. B. DE LA ROSA, MONS. J. M. ESTEPA, T.
STENICO;. Lecturas del "Directorio General para la Catequesis", Nuevo monográfico de "Sinite" 117 (1998), R.
LÁZARO, J. SASTRE, E. MALVIDO, E. PÉREZ DE LANDABURU, V. M' PEDROSA, E. ALBERICH, Un documento eclesial
para dar un nuevo impulso a la catequesis evangelizadora, "Misión Joven" (abril 1998) 13-18; U. GIANETTO, Un
nuevo Directorio General para la Catequesis, Misión Joven (abril 1998) 5-11; MONS. C. SEPE, Motivaciones,
orígenes y características del nuevo Directorio, "Actualidad Catequética" 176 (1997) 27-31.
Cathechesi Tradendae
Introducción
La elaboración de CT tuvo sus incidencias. El 6 de agosto de 1970 fallece Pablo VI. Dejó
unas "reflexiones que... había preparado, utilizando ampliamente los documentos
dejados por el Sínodo". El 29 de setiembre fallece Juan Pablo 1, después de sólo 33 día
de Pontificado. "había recogido (las "reflexiones" de Pablo VI) y se disponía a
publicarlas en el momento en que inesperadamente fue llamado por Dios". Juan Pablo
II asume "la herencia de estos dos Pontífices".
1. Estructura doctrinal
Los capítulos 1: Tenemos un solo Maestro: Jesucristo y II: Una experiencia tan antigua
como la Iglesia, abordan en una amable exposición narrativa las raíces de nuestra
catequesis, con la actividad de Cristo como Maestro y la de la Iglesia como
continuadora en el tiempo de su "misión de enseñar", llamada por ello "Madre y
Maestra". De esta historia el Papa saca cuatro lecciones: la catequesis es un derecho y
un deber de la Iglesia, es una tarea absolutamente primordial en su misión
evangelizadora, es una responsabilidad común y diferenciada, y necesita renovarse
continuamente.
Los capítulos VI: Métodos y medios de la catequesis y VII: Cómo dar catequesis
abordan los múltiples instrumentos para la transmisión del mensaje cristiano: medios
de comunicación social, círculos bíblicos, grupos cristianos de jóvenes, reuniones de
comunidades eclesiales de base, catecismos... y la variedad de métodos al servicio de
la revelación y la conversión, así como la inculturación o encarnación del Mensaje en
las culturas, la memorización rectamente practicada... Todo siempre en fidelidad a
Dios (revelación) y al hombre (conversión).
Por fin, el capítulo IX: La tarea nos concierne a todos, alienta a todos los responsables
de la catequesis (obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, catequistas laicos) a
actuar como agentes de la acción catequética en nombre de la Iglesia, en aquellos
"lugares" específicos para la transmisión del Mensaje: parroquia, familia, escuela y
movimientos cristianos.
La Exhortación Apostólica concluye con una mirada al principio inspirador de toda obra
catequética, el Espíritu del Padre y del Hijo, y acudiendo a la intercesión de la Virgen
de Pentecostés, María, madre y modelo de todo discípulo.
La catequesis por y para la justicia (29): al explicitar el "ser o existir en Cristo" (Cfr.
2Cor. 5, 17), incluye las "exigencias morales" sociales, como "cuidado que tendrá -la
catequesis- de no omitir, sino iluminar como es debido, realidades como la acción del
hombre por su liberación integral, la búsqueda de una sociedad más solidaria y
fraterna, las luchas por la justicia y la construcción de la paz".
Conclusión
Esta instrucción pastoral es la tercera de la trilogía formada por "Testigos del Dios
vivo" y "Constructores de la paz". La fecha de publicación es el 22-4-1986; hace diez
años que los españoles hemos estrenado la democracia, y el partido socialista está en
el poder desde 1982. La nueva situación política y social requiere una reflexión sobre
cómo situarse los católicos en la vida pública dentro de una sociedad plural y
democrática. La estabilidad social, la mayoría absoluta del partido en el gobierno, y la
propia ideología de los gobernantes llevaba a la utilización de los poderes públicos
para influir de manera desmesurada en la sociedad. Esta nueva situación ya abordada
en la instrucción "Testigos de Dios vivo" se profundiza y concreta en este nuevo
documento de la CEE.
Partes de que consta CVP. La instrucción tiene una introducción, cuatro partes y una
conclusión. 1ª Algunas características más significativas de la realidad. 2ª Fundamentos
cristianos de la actuación en la vida pública. 3ª Presencia de la Iglesia y de los católicos
en la sociedad civil. 4ª Formación cristiana y acompañamiento eclesiástico.
— Los obispos pretenden dos cosas: clarificar las cuestiones doctrinales referentes a la
participación de los católicos en la vida pública y animarles a una mayor y mejor
presencia.
— El Evangelio influye en la sociedad si los creyentes conocemos las características de
esta sociedad. Los obispos reconocen los aspectos positivos y negativos de nuestra
cultura. El análisis en sus aspectos fundamentales es el mismo que en la instrucción del
año anterior "Testigos del Dios vivo". En el documento que nos ocupa subrayan más
que en la anterior los aspectos positivos. Insisten en tres temas que siguen sin
resolverse: la hegemonía del partido en el poder que trata de conformar a la sociedad
según su cosmovisión, la manipulación de los medios de comunicación social por los
poderes públicos, y la falta de solidaridad en la solución de la crisis económica. Hechas
estas constataciones, se retorna el tema base: una cultura que desvincula al hombre
de Dios es contradictoria incluso en los aspectos que dice defender. Los católicos
sabemos que la moral se fundamenta en Dios y desde ahí querernos hacer nuestras
aportaciones especificas.
- Una sociedad es más rica en la medida en que tiene más asociaciones; el Estado debe
apoyar la creación y funcionamiento de las asociaciones en orden al bien común. Los
cristianos formarán parte de ellas de acuerdo con la fe y las orientaciones del
Magisterio. Dentro del ordenamiento legal los cristianos pueden asociarse, las
asociaciones de inspiración cristiana no pueden aparecer como las únicas para los
católicos ni deben comprometer a la Iglesia. El hecho de declararse cristianos no es lo
mismo que la confesionalidad de las asociaciones seculares. Los obispos advierten a
los católicos de tener mucho cuidado al referirse a la fe para apoyar un programa
concreto. También los no cristianos pueden apoyar asociaciones de cristianos que se
inspiran en los aspectos básicos de la fe y de la DSI. La Iglesia alienta este tipo de
asociaciones, con la conciencia clara de que no son una forma de confesionalidad ni
instrumentos sociales al servicio de la Iglesia.
La fe vivida se hace cultura; por consiguiente, fe y cultura están muy vinculadas. Los
cristianos están llamados a ser creadores de cultura, y esto sólo es posible si se sienten
creyentes en el ejercicio de su profesión. La presencia de profesionales católicos en los
medios de comunicación social es urgente y decisivo.
Los profesionales católicos deben estar asociados para buscar sus propios derechos,
asegurar la ética profesional y la función social de la profesión. Es necesario aportar a
las asociaciones profesionales los valores cristianos.
En lo referente a los partidos políticos los obispos dicen que lo importante no es que
se puedan llamar cristianos, sino que lo cristiano influya en sus motivaciones,
programas y actuaciones. Esto es una forma legitima de participar los católicos en la
política; no es injerencia eclesial ni falta de respeto a la autonomía de las realidades
humanas. Para que esto sea posible, lo fundamental es la formación de los católicos.
Las formas de presencia y las opciones concretas de los católicos pueden ser plurales,
aunque tomadas desde la misma fe y coherentes con los valores del Evangelio. Este
pluralismo no debe poner en peligro la unidad de la comunidad cristiana; es necesario
evitar preferencias o exclusivismos; esto se da si los prebísteros llevan al ejercicio de
su ministerio sus preferencias personales en cuestiones sociopolíticas.
Principales aportaciones de CVP. Con el paso del tiempo valoramos más este
documento de la CEE. Fue una aportación necesaria, precisa y muy clarificadora, tanto
por la realidad social que se estaba viviendo, como por las resistencias eclesiales de no
pocos cristianos que pensaban y sentían como en tiempos pasados. Además, se
empezaba a constatar el desinterés grande de una buena parte de la población
española por las cuestiones políticas. A todos nos vino bien el recordatorio sintetizado
de los principios que fundamentan la actuación de los católicos en la vida pública.
La presencia y misión de la Iglesia es mucho más amplia que la política, pero ésta no
puede quedar al margen del compromiso temporal del cristiano. Esta afirmación se
hace más necesaria en una etapa sociopolítica en que las mayorías de un partido en el
parlamento habían generado una influencia desproporcionada y manipuladora de la
cultura y los valores morales. Queda muy claro que no se busca la creación de partidos
ni de sindicatos confesionales; pero se afirma, al mismo tiempo, la necesidad de que
los creyentes se hagan presente asociadamente y desde las exigencias de la fe. En
concreto, se justifican y valoran las asociaciones eclesiales dependientes de la
jerarquía, así como la libertad de los católicos para optar por unas u otras asociaciones
dentro del marco legal, compatibles con los valores cristianos y que busquen el bien
común.
Jesús Sastre
CELAM (Documentos)
Introducción
Es sabido que la primera tuvo lugar en Río de Janeiro (25 de Julio - 4 de Agosto de
1955), es decir unos pocos años antes del Concilio; la segunda en Medellín (26 de
Agosto - 7 de Septiembre de 1968) una vez finalizado el Concilio Vaticano II; la tercera
en Puebla (27 de Enero - 13 de Febrero de 1979) en el primer año de pontificado de
Juan Pablo II; y finalmente, la cuarta en Santo Domingo, (12 al 28 de Octubre de 1992)
conmemorando el V centenario de la Evangelización.
La breve reseña intenta dar una visión panorámica de los mismos y resaltar los
aspectos más centrales de cada documento.
El documento de Río de Janeiro es breve y responde a los primeros pasos que se dan
hacia una pastoral de conjunto en América Latina. Tiene la enorme validez de ser
pionero en este aspecto. Su temática se centra en el análisis de la "situación religiosa
de cada uno de los países de América Latina, poblada por más de ciento cincuenta
millones de personas". Pero su lenguaje y tratamiento responde al tiempo en que se
desarrolla,
Los Obispos destacan tres problemáticas: en primer lugar el problema más apremiante
de América Latina: la escasez del clero, sobre lo que incidirán con fuerza; un segundo
problema es el de la necesidad de una mejor instrucción y preparación de los seglares,
problemática que trata bajo el título de "Auxiliares del clero"; y un tercer tema es el
referido, es el problema social.
a) La problemática del clero: Los cuatro primeros títulos del documento los emplean
los Obispos en tratar el grave problema del clero, tanto secular como religioso, nativo
y extranjero.
Pide con insistencia que se empleen todas las maneras posibles: pastoral familiar,
cultivo de los jóvenes en las Asociaciones, día del Seminario, etc., para procurar un
mayor número de vocaciones. Insiste después en la importancia de una adecuada
formación, espiritual, intelectual y humana. Asimismo recuerda la importancia de que
se escojan los sacerdotes más doctos y virtuosos para los cargos del Seminario y
dedica también todo un capítulo para preocuparse de la formación permanente del
clero sugiriendo diversos medios.
Alabando las obras que la caridad cristiana ha realizado en América Latina para
remediar al menos en parte tantos sufrimientos y amarguras, sin embargo a la vista de
que el problema social subsiste y se incrementa, proclama la urgencia de orientar e
intensificar la labor social.
También los Obispos muestran su especial preocupación por las "Misiones, los indios y
gente de color" (título IX) y pide para sus territorios una mayor atención en escuelas
primarias y secundarias, de capacitación agrícola, de artes y oficios, así como obras de
salud: hospitales, asilos, sanatorios, dispensarios, etc. y solicita a las Ordenes
Religiosas el envío de personal capacitado y especializado en número y calidad cada
vez mayor.
Y son los propios Obispos los que en su Mensaje a los Pueblos de América Latina que,
reconociendo que "nuestros pueblos aspiran a su liberación y a su crecimiento en
humanidad", pedirán para un primer compromiso: "inspirar, alentar y urgir un orden
nuevo de justicia que incorpore a todos los hombres en la gestión de sus propias
comunidades".
De esta forma Medellín va a tener una gran resonancia no solo en la Iglesia de América
Latina, sino que su mensaje va a llegar también a Europa y a otros continentes, que
ven el compromiso de una Iglesia fuerte a pesar de sus limitaciones. Sobre todo los
documentos de "Justicia" y "Paz" con una clara denuncia profética de la situación
tendrán una voz que se prolongará más allá de sus fronteras y que aún hoy permanece
viva.
También denuncia una situación de injusticia en lo que atañe a la cultura y a los ejes
económicos: "Una situación injusta es también la falta de integración sociocultural,
que ha dado origen a la superposición de culturas. Y, por lo que toca a lo económico,
se han implantado sistemas que contemplan sólo las posibilidades de los sectores con
alto poder adquisitivo, lo que origina una frecuente inestabilidad política y la
consolidación de instituciones puramente formales."
En relación al mundo de las estructuras económicas, Medellín denuncia por igual tanto
al sistema liberal capitalista como al marxismo: "El sistema liberal capitalista y la
tentación marxista parecieran agotar en nuestro continente las posibilidades de agotar
las estructuras económicas. Ambos sistemas atentan contra la dignidad de la persona
humana..."
Tensiones entre los países de América Latina: Aunque el fenómeno tiene orígenes
históricos-políticos, manifiesta Medellín que debiera estar ya superado, sin embargo
todavía permanecen factores que favorecen las tensiones entre nuestras naciones, y el
documento señala dos: Un nacionalismo exacerbado en algunos países y el
armamentismo.
b) Paz y violencia. Haciendo una reflexión doctrinal, nos presenta una visión cristiana
de la paz, que le pone muy por encima de la ausencia de violencia, lo desarrolla en tres
puntos:
"La paz es ante todo obra de la justicia. Supone y exige la instauración de un orden
justo, en el que los hombres puedan realizarse como hombres, en donde su dignidad
sea respetada, sus legítimas aspiraciones satisfechas, su acceso a la verdad
reconocido, su libertad garantizada. Un orden en el que los hombres no sean objetos,
sino agentes de su propia historia. Allí, pues, donde existen injustas desigualdades
entre los hombres y naciones, se atenta contra la paz".
De aquí, deduce que: "la paz en América Latina, no es por lo tanto la simple ausencia
de violencias y derramamientos de sangre. La opresión ejercida por los grupos de
poder puede dar la impresión de mantener la paz y el orden, pero en realidad no es
sino el germen continuo e inevitable de rebeliones y guerras".
En tercer lugar, "la paz es fruto del amor" expresión de una real fraternidad entre los
hombres, fraternidad aportada por Cristo, Príncipe de la Paz, al reconciliar a todos los
hombres con el Padre".
Los obispos son también conscientes del peligro de la lucha armada en el continente y
por ello advierten: "La violencia constituye uno de los problemas más graves que se
plantean en América Latina. No se puede abandonar a los impulsos de la emoción y de
la pasión una decisión de la que depende todo el porvenir de los países del
continente" "Debemos reafirmar nuestra fe en la fecundidad de la paz. La violencia no
es ni cristiana ni evangélica. El cristiano es pacífico y no se ruboriza de ello. No es
simplemente pacifista porque es capaz de combatir. Pero prefiere la paz a la guerra".
Pero también señalan que "América Latina se encuentra, en muchas partes, en una
situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada... No debe
extrañarnos, pues, que nazca en América Latina la tentación de la violencia. No hay
que abusar de la paciencia de un pueblo que soporta durante años una condición que
difícilmente aceptarían quienes tienen una mayor conciencia de los derechos
humanos".
c) Opción por los jóvenes. Si destacamos este eje en los Documentos de Medellín no es
por la calidad de sus aportes, que son más bien pequeños, sino por la importancia de
que por vez primera se dedique un documento completo a la juventud. Es como una
llamada de atención ante la importancia de este campo donde la Iglesia y la sociedad
se juegan algo muy importante.
Reconocen que "la juventud se presenta como un nuevo cuerpo social portador de sus
propias ideas y valores, que vive a la vez una época de crisis y cambios que son causa
de conflictos, lo que exige un sincero esfuerzo de comprensión y diálogo".
Expresan, sin embargo, que la juventud no es algo monolítico: hay sectores que
aceptan pasivamente las formas burguesas, mientras otros lo rechazan con marcado
radicalismo, por considerarlo falto de autenticidad.
Tras este somero análisis, Medellín establece unos criterios básicos de orientación
pastoral y finaliza con algunas recomendaciones pastorales entre las que destacan:
"Que la Iglesia adopte una actitud francamente acogedora hacia la juventud, esto le
ayudará a comprender sus valores y auscultar sus actitudes"... "Sabiendo lo que
representa para los jóvenes el valor de la autenticidad debe ayudarles a profundizar en
ella, y a que se hagan una autocrítica de sus propias deficiencias".
Constataciones:
La tercera es recordar que nuestra religiosidad popular: "es una religiosidad de votos,
promesas, peregrinaciones y un sin fín de devociones. Se basa en la recepción de
sacramentos, sobre todo bautismo y primera comunión, recepción que tiene mas bien
repercusiones sociales que un verdadero influjo en el ejercicio de la vida cristiana".
Ante esto "la Iglesia se encuentra en el dilema de seguir siendo Iglesia universal o de
convertirse en una secta, al no incorporar vitalmente a sí a aquellos hombres que se
expresan en ese tipo de religiosidad. Para ser Iglesia y no secta, deberá ofrecer su
mensaje de salvación a todos los hombres, corriendo quizá el riesgo de que no todos
lo acepten del mismo modo y con la misma intensidad".
Recomendaciones:
El estudio serio: "En primer lugar, Medellín, pide estudios serios y sistemáticos sobre la
religiosidad popular y sus manifestaciones, así como de las subculturas propias y de las
exigencias y aspiraciones de los hombres".
Corregir errores. "Que se revisen las devociones a los santos para que no sean
tomados sólo como intercesores sino también como modelos de vida de imitación de
Cristo". "Que las devociones y los sacramentos no lleven al hombre a una aceptación
semifatalista, sino que lo eduquen para ser cocreador y gestor con Dios de su destino".
e) Pobreza de la Iglesia. Fiel a la línea eje que se refleja en todos los documentos, los
Obispos abordan el problema de la pobreza de la Iglesia desde la situación de "las
tremendas injusticias sociales existentes en América Latina que mantienen a la
mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a
la inhumana miseria".
- El pueblo reclama de la Iglesia una actitud más clara: "Un sordo clamor brota de
millones de hombres pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega", pero, sin
embargo, llegan "las quejas de que la Jerarquía, el clero, los religiosos, son ricos y
aliados de los ricos".
Por eso Medellín desea hacerse eco de estas llamadas, llamando a la Iglesia a una
actitud de autocrítica. Los Obispos, aun precisando que muchas veces se confunde la
apariencia con la realidad, puesto que hay muchísimas parroquias y diócesis que son
extremadamente pobres y que hay obispos, sacerdotes y religiosos que viven llenos de
privaciones y se entregan al servicio de los pobres; reconocen, sin embargo, que
existen muchas causas que han podido contribuir a crear esa imagen de Iglesia rica: los
grandes edificios, las casas de párrocos y religiosos cuando son superiores al barrio
donde viven, los vehículos propios a veces lujosos, la manera de vestir. Por otra parte,
añaden, el sistema de aranceles, las pensiones escolares, el mantenimiento de obras
educacionales, han llegado a ser mal vistos y a crear una opinión exagerada de las
sumas percibidas. Aunque debemos reconocer que hay casos aislados de condenable
enriquecimiento que, sin embargo, han sido, indebidamente, generalizados.
- Como consecuencia de esta doble constatación: de la vida de las grandes mayorías y
de la realidad eclesial, los Obispos afirman una verdad elemental pero que hace
pensar: "los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para la vida y una
cierta seguridad, mientras los pobres carecen de lo indispensable y se debaten entre la
angustia y la incertidumbre. Y no faltan casos en que los pobres sientan que sus
obispos, o sus párrocos o religiosos, no se identifican realmente con ellos, con sus
problemas y sus angustias".
- Por eso los Obispos concluyen: "Queremos que nuestra Iglesia Latino Americana esté
libre de ataduras temporales, de convivencias y de prestigio ambiguo, que, libre de
espíritu, respecto a los vínculos de la riqueza, sea más transparente y fuerte su misión
de servicio; que esté presente en la vida y las tareas temporales, reflejando la luz de
Cristo, presente en la construcción del mundo.
La Iglesia debe afrontar este reto con estructuras pastorales aptas, es decir: marcadas
por el signo de la organicidad y la unidad, estructuras que ayuden a satisfacer las
necesidades, y, al mismo tiempo, estructuras que deben estar dentro de la naturaleza
de la Iglesia.
Por otra parte hay tensiones, no todos ven de la misma forma el camino que la Iglesia
Latino Americana debe seguir. Para otros, Medellín debe ser revisado y sus opciones
clarificadas mejor; por eso hay un fuerte debate antes de Puebla, lo que se nota en los
documentos de trabajo que se van elaborando.
Juan Pablo I ha muerto, y el nuevo Papa Juan Pablo II desea estar en la Asamblea
presente con sus palabras orientadoras, esto hace que Puebla se retrase unos meses.
b) La violación de los derechos humanos. Los Obispos ahondan más en este análisis y
van de lleno a otro tipo de violación de los derechos de las personas, no solo ya se
refieren a la falta de vida, salud, educación vivienda, trabajo, derechos humanos
llamados "sociales", sino que denuncian con fuerza también la violación de sus
derechos políticos: "a esto se suman las angustias surgidas por los abusos de poder,
típicos de los regímenes de fuerza. Angustias por la represión sistemática o selectiva...
por la desaparición de sus seres queridos... inseguridad por detenciones sin órdenes
judiciales..."; "angustias también por la violencia de la guerrilla, del terrorismo, de los
secuestros"; "falta de respeto a la dignidad de la persona que se expresa en la
ausencia de participación social a diversos niveles... la economía de mercado libre que
ha acrecentado la distancia entre ricos y pobres... las ideologías marxistas... que han
sacrificado muchos valores cristianos... las ideologías de la Seguridad Nacional que han
contribuido a fortalecer el carácter totalitario y autoritario de los regímenes de
fuerza".
c) Los rostros de Cristo. En este contexto destaca el famoso texto donde Puebla
reconoce en la situación de pobreza, los rostros concretos de Cristo, es un texto por
demás evangélico que nos lleva directamente a la identificación con los pobres que
Jesús reclama (Mat 25). Su lectura actual es altamente interpeladora y concluyente:
"La situación de pobreza generalizada, adquiere en la vida real, rostros muy concretos,
en los que se debería reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos
cuestiona e interpela:
La verdad sobre el hombre: Puebla hace en primer lugar un recuento de las visiones
inadecuadas que del hombre se dan en América Latina, las describe brevemente y
recoge los principales errores que contienen: la visión determinista, la psicologista, las
diversas visiones economicistas, la visión estatista, y, finalmente, la visión cientista.
Respecto a las ideologías además de poner en guardia a los cristianos por cómo se las
absolutiza, y cómo se las juzga sólo en teoría, analiza brevemente y rechaza: el
liberalismo capitalista "idolatría de la riqueza en su forma individual", el colectivismo
marxista "idolatría de la riqueza en su forma colectivista"; y la Doctrina de la Seguridad
Nacional "que no se armoniza con una visión cristiana del hombre... e impone la tutela
del pueblo por élites de poder militares y políticas.
f) Las comunidades eclesiales de base. Antes que nada hay que decir que Puebla acuña
este nombre. Si antes se llamaban de distinta forma: "Comunidades cristianas",
"comunidades populares", "comunidades eclesiales", "comunidades eclesiales de
base", etc., desde Puebla queda instituido el nombre con el cual desde ahora se
reconocen todas. Es una breve pero eficaz definición de lo que son: pequeños grupos
cristianos de gente popular, que participan del apostolado de la Iglesia y constituyen la
primera célula eclesial.
Puebla habla de las Comunidades Eclesiales de Base no sólo en este apartado, sino a lo
largo de todos los documentos. En el comienzo de los mismos tiene un reconocimiento
explícito de su importancia, puesto que afirma que "al haber madurado y multiplicado
sobre todo en algunos países constituyen un motivo de alegría y de esperanza para la
Iglesia... y se han convertido en focos de liberación y desarrollo".
Posteriormente, ubicadas ya en "Evangelización", Puebla hace una constatación muy
positiva, ya que: "crean mayor interrelación personal, aceptación de la Palabra de
Dios, revisión de vida y reflexión sobre la realidad a la luz del Evangelio, se acentúa el
compromiso con la familia, con el trabajo, con el barrio y la comunidad local".
Dice que las CEB se desarrollan más en las periferias de las grandes ciudades y en el
campo. Allí encuentran ambientes propicios, y por medio de ellas se han desarrollado
mucho tanto la catequesis familiar como la educación de adultos.
Es más: "Las CEB son expresión del amor preferencial de la Iglesia por el pueblo
sencillo; en ellas se expresa, valora y purifica su religiosidad y se le da posibilidad
concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso de transformar el
mundo".
Entre las dificultades que encuentra está el que se ha prestado suficiente atención a la
formación de los líderes, y por esto, algunas se han ideologizado y a veces van
perdiendo el sentido auténticamente eclesial.
a) Opción preferencial por los pobres. Puebla recoge las orientaciones del discurso
inaugural del Papa y valora la opción por los pobres que hizo Medellín como "una clara
y profética opción preferencial y solidaria por los pobres" y reconoce que esta opción
ha sido motivo por una parte de desviaciones e interpretaciones que desvirtuaron el
espíritu de Medellín, y por otra de desconocimiento y aún hostilidad de algunos.
Después de una reflexión doctrinal, Puebla establece unas líneas pastorales cuyo
objetivo es claro: "Esta opción, exigida por la realidad escandalosa de los
desequilibrios económicos en A.L. debe llevar a establecer una convivencia digna,
fraterna y a construir una sociedad justa y libre".
b) Opción preferencial por los jóvenes. Parte de un sencillo análisis que recoge las
características de la juventud actual que por ser inconformistas y estar desorientados
ante la incoherencia del mundo adulto, y, al no verse tomados en serio, se dirigen por
otros caminos, son acosados por diversas ideologías y manipulados en lo político o en
el uso del consumismo y el "tiempo libre".
Sin embargo la juventud de A.L. no puede considerarse solo bajo estos parámetros
generales, si atendemos a su situación social vemos que al lado de los que por su
situación económica se desarrollan más o menos así, muchos jóvenes indígenas,
campesinos, trabajadores, mineros, moradores de los suburbios que viven ya una
inseguridad demasiado temprana.
Relaciona a la Iglesia con los jóvenes en el sentido de que la Iglesia ve en los jóvenes
una auténtica fuerza renovadora y, asimismo, los jóvenes encuentran en la Iglesia
espacios de libertad y compromiso.
El tema ya había sido elegido y los documentos de trabajo elaborados, pero es Juan
Pablo II el que, de nuevo, dará una fuerte orientación a la Asamblea. Su discurso de
inauguración bajo el eje de "Jesucristo ayer, hoy y siempre" marcará las pautas del
diálogo posterior, temas de la nueva evangelización se convierte en la idea central de
toda la Conferencia, la promoción humana y cultura cristiana serán también temas
importantes.
En esta primera parte, los Obispos que se sienten convocados por el Papa, e
impulsados por el Espíritu, reunidos en Santo Domingo, como en un nuevo Cenáculo,
en continuidad con Río, Medellín y Puebla, comienzan proclamando su fe en
Jesucristo, "el mismo ayer, hoy y siempre".
En un segundo apartado recuerdan los Obispos los 500 años de Evangelización del
continente, reseñan los efectos positivos, agradecen a las personas que la llevaron a
cabo, recuerdan a los primeros evangelizadores que "defendieron los derechos y la
dignidad de los aborígenes y censuraron los atropellos cometidos contra los indios en
la época de la conquista" y también reconoce "con toda verdad" los abusos cometidos
por aquellas personas que no supieron ver en los indígenas hermanos e hijos del
mismo Padre Dios. Recuerda también como uno de los episodios más tristes de la
historia latinoamericana y del Caribe el inhumano tráfico de esclavos que es un baldón
escandaloso en la historia de la humanidad.
Desarrolla Santo Domingo, en esta segunda parte, todo el tema relacionado con la
nueva evangelización, la promoción humana y la cultura cristiana, recordando las
directrices de Juan Pablo II, que el punto de partida está en la certeza de que en Cristo
hay una "inescrutable riqueza" que no agota ni ninguna cultura ni ninguna época.
La Nueva Evangelización tiene, eso sí, unas características, debe ser, nueva en su
ardor, un fe sólida, una caridad pastoral intensa y una recia fidelidad, que bajo la
acción del Espíritu, genere una mística, un entusiasmo incontenible nueva en sus
métodos y nueva en su expresión; nueva en sus métodos, ya que nuevas situaciones
exigen nuevos caminos para la evangelización; y nueva en su expresión, proclamar la
Buena Nueva con un lenguaje que haga más cercano el mismo Evangelio de siempre a
las nuevas realidades culturales de hoy.
Santo Domingo recorre y analiza en este documento diversas instancias que van a
posibilitar esta tarea, recogemos brevemente algunos de ellos:
Es, además, un lugar privilegiado de la acción eficaz de la mujer, puesto que en ellas,
como en otras organizaciones de los países, "las mujeres son quienes más comunican,
sostienen y promueven la vida, la fe y los valores".
Los adolescentes y los jóvenes: Santo Domingo, después de recorrer algunos textos
evangélicos, continúa diciendo que Jesús sigue llamando a los jóvenes para dar sentido
a sus vidas. Y recuerda -en las palabras de Juan Pablo II- que "la misión de los
adolescentes y jóvenes en A.L. que camina hacia el tercer milenio cristiano es
prepararse para ser los hombres y mujeres del futuro, responsables y activos en las
estructuras sociales, culturales y eclesiales... para contribuir a lograr más a un
desarrollo más humano y más cristiano".
Expone su situación en los dos aspectos que se dan: Sin embargo recoge primero, en
unos dolorosos trazos, la situación de muchos jóvenes en A.L. que son víctimas del
empobrecimiento, marginalidad, falta de empleo, una educación que no responde a
sus exigencias, narcotráfico, guerrilla, pandillas, prostitución, alcoholismo, abusos
sexuales. Muchos viven adormecidos por la propaganda de los medios y alienados por
imposiciones culturales y por el pragmatismo inmediatista.
Por ello pide: "reafirmar la opción preferencial por los jóvenes proclamada en Puebla,
de un modo no solo afectivo sino efectivamente; lo que debe significar una opción
concreta por una pastoral juvenil orgánica.
Están marcadas por un moralismo riguroso, por un culto participativo y emotivo y por
su agresividad contra la Iglesia, valiéndose con frecuencia de la calumnia. Su
compromiso social es débil, pero orientan su participación política hacia la toma del
poder.
El desafío que se presenta a la Iglesia es grande, sobre todo en los sectores más
vulnerables: migrantes, poblaciones sin atención sacerdotal y con gran ignorancia
religiosa, personas con problemas materiales o de familia.
De aquí se infieren unas líneas de acción pastoral, entre las que se pueden destaca:
— Hacer que la Iglesia sea cada vez más comunitaria y participativa y con comunidades
eclesiales, grupos de familia, círculos bíblicos, movimientos y asociaciones eclesiales,
haciendo de la parroquia una "comunidad de comunidades".
— Promover una cultura viva y participativa. Instruir adecuadamente a los laicos sobre
el problema de las sectas y promover las visitas domiciliarias con laicos preparados.
filosofías y cultos con facetas orientales (Hare Krishna, La Luz Divina, Ananda
Marga);
grupos derivados de las grandes religiones asiáticas (seicho no ié, yoga, bah'i)
que no sólo tienen adeptos de emigrantes asiáticos, sino que echan raíces en
nuestra sociedad;
Ante la multitud de estos movimientos y su diversidad, pensamos que las causas más
importantes de su crecimiento son:
Para atender a estos importantes retos, Santo Domingo propone las siguientes líneas
pastorales:
Ayudar en el discernimiento de los problemas de la vida a través de la fe.
Los derechos humanos: Como primer problema de estos signos de los tiempos, los
Obispos destacan el de los derechos humanos. Su violación tiene para la Iglesia una
especial significación, ya que es "Cristo Dios y hombre la fuente más profunda que
garantiza la dignidad de la persona y sus derechos. Toda violación de los derechos
humanos contradice el Plan de Dios y es pecado".
Por eso la Iglesia al proclamar el Evangelio, raíz profunda de los derechos humanos,
obedece al mandato de Jesús al hacer de la ayuda al necesitado una exigencia esencial
de su misión evangelizadora. Recuerda, asímismo, la Iglesia, que los derechos
pertenecen al hombre por su naturaleza: los estados no los conceden, sino que a ellos
les corresponde protegerlos y desarrollarlos.
Las líneas pastorales inciden: en una promoción, mucho más valiente y eficaz, de los
derechos humanos, desde el Evangelio y la Doctrina Social. En una atención especial a
la defensa de la vida, desde el primer momento de su concepción hasta el último
aliento. Y participar en organismos e instituciones de promoción de los derechos y
atención a las victimas.
La cultura cristiana: Es uno de los temas mejor estructurados de Santo Domingo. Parte
de los principios doctrinales de la universalidad del Evangelio y de su capacidad para
penetrar a todas las culturas. "Interpretando la cultura, que nace desde el mandato del
Señor `crecer y multiplicarse', como el cultivo y expresión de todo lo humano en
relación amorosa con la naturaleza y en la dimensión comunitaria de los pueblos,
manifiesta que por el bautismo nos hemos comprometido a procurar que la fe,
plenamente anunciada, pensada y vivida, llegue a hacerse cultura. Así podemos hablar
de una cultura cristiana".
Por estar ante una crisis cultural de valores se presenta a la Iglesia un desafío
gigantesco ante la Nueva Evangelización. La inculturación supone, por una parte, que
la sociedad, reconozca los valores evangélicos, los aprecie y los mantenga o incorpore
de nuevo, si se habían perdido. Y por la parte de la fe, que debe corregir errores y
evitar sincretismos.
Las líneas pastorales parece que se queden más bien en deseos, en realidad están a
falta de mayores concreciones:
trabajar en la formación cristiana de las conciencias y rescatar los valores
perdidos de la moral cristiana;
Daniel Camarero
Centesimus Annus
El día de San José Obrero, 1-5-1991, el Papa Juan Pablo II publica la encíclica
Centesimus Annus. Coincide con los cien años de Rerum Novarum de León XIII; El
número 26 de C.A. dice el porqué de la fecha de publicación: el que la Iglesia al
encontrarse con el mundo obrero pueda dar las respuestas idóneas a los problemas
sociales. Por estos motivos, el año 1991 fue declarado Año de la Doctrina Social de la
Iglesia.
Capítulos de que consta C.A.: 1° la actualidad de los temas abordados en R.N.; 2° una
mirada a la última década (1980-1990); 3° la caída del marxismo (1989) en muchos
países socialistas; 4° la propiedad privada y el destino universal de los bienes; 5° el
Estado y la cultura; 6° el ser humano es el camino de la Iglesia.
- La caída del marxismo en el año 1989 es especialmente comentada por el Papa que
ha conocido de cerca este sistema político. Dice que las causas de este fracaso son las
siguientes: el poco respeto a los derechos de los trabajadores, la violación sistemática
de los derechos humanos y la eliminación de Dios como dador de sentido a la vida. La
escasa eficacia económica de los países marxistas tiene que ver con la falta de
derechos humanos y con la poca comprensión que estos gobiernos han tenido de la
idiosincrasia de los diferentes pueblos. En este fenómeno nuevo e inesperado han
confluido dos elementos importantes: la negociación humana y el espíritu evangélico
concretado en la oración, la confianza en Dios y el sacrificio de muchas personas.
- El futuro será distinto y mejor si se toma como referencia la liberación integral de las
personas y se piensa lo social desde los más desfavorecidos de la tierra. Un futuro de
paz, solidaridad y prosperidad depende del esfuerzo convergente de todos. En este
punto Juan Pablo II hace una propuesta muy sugerente al pedirnos un cambio de
mentalidad que consiste en ver los problemas humanos y la pobreza de muchos, no
como un pasado fardo para los mejor situados, sino como la posibilidad de que la
humanidad entera evolucione a una situación mejor.
- La solución a tantos males no se da por la caída del marxismo; más aún, hay que
evitar una expansión del libre mercado en el nuevo mapa sociopolítico. La Iglesia
ofrece fundamentos y orientaciones, pero los modelos socioeconómicos concretos
tienen que ser buscados entre todos.
Al tratar la relación entre Estado y cultura Juan Pablo II dice que las funciones
principales de un Estado de derecho son: asegurar la libertad personal, la propiedad, la
estabilidad en lo económico y los servicios públicos fundamentales (la vivienda, la
sanidad, la justicia, la educación, etc). El Estado corre siempre el peligro de suplantar a
la sociedad; cuando así actúa no cumple el principio de subsidiariedad, crea mucha
burocracia y se excede en su papel de suplir únicamente en situaciones especiales.
Jesús Sastre
Christi Matri
Se trata de una breve encíclica del Papa Pablo VI, fechada el 15 de septiembre de
1966, en la que se solicitan, desde el punto de vista pastoral, oraciones a María
durante el mes de octubre de aquel año por los graves acontecimientos mundiales que
se estaban viviendo; particular-mente las guerras en Asia Oriental y las amenazas,
entre bloques (Rusia-USA), con efectos de destrucción nuclear.
Por ello el Papa pide oraciones para conseguir la paz y que, entre dirigentes y pueblos,
se propicien negociaciones. María es la reina de la paz. La Iglesia también grita en
favor de la paz y favorece la paz, como puso de testimonio el propio Pablo VI, en su
discurso ante las Naciones Unidas.
Christifideles Laici
Después del Sínodo de Obispos sobre los laicos (1987) el papa Juan Pablo II dio a luz
una exhortación: Christifideles Laici.
En dicho documento magisterial, se sitúa al fiel laico desde el primer momento "en
misión", "siendo", "participando", "viviendo": es el obrero de la Viña (n. 1). Con ello el
Papa pretende evitar la separación entre fe y vida, y el caer en un nuevo "clericalismo"
(el fiel laico ya "es", previo a cualquier "reconocimiento" del signo que fuere) (n. 2).
Este obrero que trabaja en la viña del mundo se encuentra con un mundo paradójico
(n. 3): secularizado pero con hambre de Dios; defensor de la dignidad de la persona
pero al tiempo despreciativo para con ella; busca la paz y vive sumido en conflictos. Es
un mundo que necesita a Cristo para ver contestados sus problemas e interrogantes
(n. 7).
La primera parte de la exhortación ("Yo soy la vid, vosotros los sarmientos") nos señala
cuál es la identidad teológica y espiritual del fiel laico: su estar insertado en Cristo y en
el misterio de la Iglesia por el bautismo. Sólo dentro de la Iglesia como misterio de
comunión se revela la identidad de los fieles laicos. Identidad y dignidad "exigentes"
en cuanto implican misión, "ser y hacer" no se separan (n. 17). Toda la identidad-
vocación-misión-espiritualidad del laico consistirán en vivir la novedad del bautismo:
participando del triple munus u oficio de Cristo (sacerdotes, profetas y reyes), viviendo
en comunión, siendo hijos en el Hijo, un sólo cuerpo en Cristo y siendo templos vivos
del Espíritu Santo (nn. 9-13). De nuevo se nos recuerda que su ser va unido a su misión
en la Iglesia, que hunde su raíz primera en la unción bautismal y se desarrolla en la
confirmación y tiene su cumplimiento en la Eucaristía (n. 13).
Luego, ¿es el fiel laico un bautizado sin más? El Papa ha optado por una de las
corrientes teológicas que se venían desarrollando, y de las que el Sínodo se hizo eco.
Lo peculiar de este bautizado "laico" es precisamente el vivir su "índole secular" (n.
15). Una cosa es la dimensión "secular" de toda la Iglesia (la Iglesia es sacramento para
el mundo), y otra la "índole secular" propia del laico que es una concreción de la
dimensión secular eclesial. Esta índole no es sólo psicológica o sociológica, sino
teológica: el mundo ("el siglo") es para el fiel laico el ámbito y medio para realizar su
vocación de bautizado. El bautismo no le saca del mundo. Desde dentro del mundo
ayuda a realizar el acto creador (colabora con Dios Padre), el acto redentor (libera al
mundo del pecado), y el acto santificador (responde a su vocación a la santidad en sus
circunstancias históricas concretas y según su condición y edad). Su espiritualidad (n.
16), su santidad radical, consiste en vivir el haber sido revestido de Cristo y ungido por
el Espíritu Santo en el Bautismo. Debe vivir según el Espíritu, pero desde su inserción
en el mundo y su participación en las actividades terrenas. Todo ello desde la imitación
de Cristo, cumpliendo las bienave nturanzas, escuchando la Palabra, participando en
los sacramentos, orando y practicando las virtudes teologales (nn. 16-17).
Una vez que hemos visto el ser del laico y de su espiritualidad en clave de misión, se
pasa en un segundo apartado a desarrollar las maneras diversas como vive esa
comunión, primero, en la Iglesia ("Sarmientos todos de la única vid") (nn. 18-22). Esta
comunión o inserción en la Iglesia la vive el fiel laico expresada en diversidad de
carismas, ministerios, encargos y servicios (es el "sinergismo paulino"). Se trata de una
comunión orgánica, que sabe conjugar la diversidad con la complementariedad, de
forma que lo distintivo no es la mayor o menor dignidad, sino el estar equipados y
dotados para un mayor y mejor servicio. Todos los ministerios y carismas son dones
para la participación y corresponsabilidad en la vida de la Iglesia. Hay ministerios que
derivan del sacramento del Orden y sirven a la Iglesia personificando a Cristo Cabeza.
Otros ministerios se pueden denominar como "laicales". Estos ministerios laicales no
les convierten en "pastores", ni les clericalizan. Estos ministerios, oficios y funciones se
fundamentan en el bautismo y confirmación, y, para muchos, en el matrimonio (nn.
22-23). Sin olvidar la participación de los laicos en la "vida ordinaria" de dicha Iglesia
particular, bien participando en los consejos pastorales, diocesanos y parroquiales, o
bien en todas las acciones de la parroquia, que es el lugar de comunión y signo e
instrumento de la común vocación.
Finaliza la exhortación recordando que, la suya, debe ser una espiritualidad bien
formada doctrinalmente y en orden a vivir la unidad, madurada constantemente y
particularmente conocedora de la doctrina social de la Iglesia y experta en los valores
humanos (nn. 60-61). La Iglesia univerersal, las Iglesias particulares, la parroquia, las
pequeñas comunidades eclesiales, la familia, las escuelas, las universidades católicas,
los grupos, asociaciones y movimientos están llamados a ser ámbitos de formación y
de donación de lo mucho recibido.
1. El nuevo ciber-planeta
Cuando me dispongo a escribir estas páginas, tengo delante la pantalla del ordenador
personal, estoy escuchando música de un CD, observo desde mi ventana en la calle a
chavales hablando por su móvil o leyendo mensajes en el mismo, y, alzando un poco la
mirada, reconozco distintas antenas, en forma de grandes platos, que me indican
señales de canales digitales. Todo un símbolo del mundo tecnológico que nos
envuelve.
¿Cuáles son, en resumen, las nuevas tecnologías que nos invaden? Sin detenerme en
mayores y más precisas definiciones, y desde dentro del planeta joven, me atrevo a
señalar las siguientes: mesa Nintendo, ordenador-Internet, telefonía móvil, canales de
radio-Tv digitales, soportes informáticos en forma de CD, etc.
Estamos entrando en una nueva revolución social. Son los jóvenes quienes la
encabezan. Se puede hablar de una generación nueva juvenil con una mentalidad
nueva. Es la revolución digital. PC ya no significa "Partido Comunista" sino "Personal
Computer". Todo un paradigma del cambio revolucionario. Un tiempo de promesas y
de peligros (D. Tapscott).
La sociedad digital-virtual hunde sus raíces en una nueva antropología: "el horno
videns" u hombre de la cultura de la imagen. En el futuro, este hombre-imagen,
afianzará el "horno ludens", o persona que es capaz de vivir la realidad como algo
lúdico: se juega cuando se trabaja, cuando se estudia, cuando se enseña o cuando se
manda.
La red está afectando a todas las áreas o dimensiones de nuestra vida cotidiana: el
tratamiento de nuestra salud, el correo o transmisión de mensajes, las compras y
ventas, el consumo del ocio y tiempo libre, la tecnología de los mass media, etc.
2. Las nuevas tecnologías logran borrar las barreras entre lo real y lo virtual. En la
mente y corazón de los más jóvenes se confunde la cruda realidad con la virtualidad, lo
imaginario. Una pregunta se esconde en su interior: ¿qué es más perfecto y
apetecible, lo cotidiano-tangible o lo cotidiano-virtual? ¿Qué proporciona más
satisfacciones, la realidad tal y como me veo obligada a padecerla o la realidad tal y
como yo puedo crear y manipular? Más aún: ¿qué personajes me pueden decir más:
los reales (totalmente limitados) o los virtuales (ejem. pokémon o héroes de las mesas
Nintendo) llenos de virtualidades y poderes superhumanos? Hasta la chica o el chico
ideal, el príncipe o la princesa azul, se puede fabricar en Internet.
3. Las nuevas tecnologías rompen la barrera del tiempo cronológico. En ellas, con ellas
y por ellas se puede recuperar el pasado, "regresar al futuro", instalarme en el
presente o crear, interactivamente, el futuro. Nuestros contemporáneos viven varias
historias y existencias simultáneas y, lo más dramático, varios "yos" simultáneos. ¿Cuál
es su verdadera personalidad? ¿Cuál es el tiempo realmente vivido?
7. Las nuevas tecnologías estimulan a la prisa por los resultados. En el mínimo tiempo,
los máximos resultados (síndromes del microondas y del invernadero) sin importar el
sabor, el esfuerzo, o el valor. Hombres y mujeres de hoy esperan y desean éxitos y
satisfacciones inmediatos, a costa de lo que sea (síndrome del drogadicto).
8. Las nuevas tecnologías nos hacen ver que todo es caducable e intercambiable.
Instalados en el presente, además nos recuerdan que nada ni nadie es imprescindible.
Que vivimos historias cortas y que, apenas, dejan huella. El hombre de hoy, aún
sintiendo un cosquilleo de vértigo en sus tripas cuando se atreve a pensar en su
futuro, hace realidad el slogam de los años 50: "Vive rápido, muere joven, ten un
cadáver bonito".
Cofradías
Dentro de la Iglesia, una cofradía es una asociación de fieles o bautizados, unidos para
hacer el bien y ayudarse en su vida cristiana.
Según el CDC (cc. 298-329) las asociaciones de fieles buscan: - el fomento de una vida
más perfecta; - la promoción del culto público; - la promoción de la doctrina cristiana; -
las obras de apostolado y de caridad; - la transformación de la sociedad.
La tipología puede ser: - Pía unión: para obras de caridad o piedad. - Hermandad: una
pía unión organizada como comunidad orgánica. - Cofradia: hermandad para el culto
divino y para obras de caridad.
En una cofradía, se hace realidad que fe y obras van unidos ("a Dios rogando y con
mazo dando"); Culto y compromiso unidos; y el claro protagonismo de los fieles laicos.
Titularía la misión de una cofradía hoy: "Evangelizar desde la memoria para la
esperanza".
c) Tercer documento; está escrito por A. Amezcua (Cf. "Iglesia en Camino", 15-3-98,
pág. 5), quien aboga por una cofradía renovada. Diez formas de construir y revitalizar
una cofradía. Reproducimos casi literalmente lo expresado por este autor:
1. Saber que una cofradía tiene los mismos fines que la Iglesia: mostrar el amor de
Dios a los hombres, en Jesucristo, y lograr la santidad de todos sus miembros.
3. El amor al prójimo debe ser concreto y real, y no fingido o superficial. Y con gestos
concretos, que partan de la misma Cofradía o que apoyen otras iniciativas.
5. Establecer entre todos, los medios adecuados para la formación de los miembros de
la Hermandad.
6. Equilibrar los aspectos interiores con los exteriores de la Hermandad, pues se dan
casos, y no pocos, en que todo lo aparente es muy bello, pero en el fondo está vacío.
Hay Cofradías con un gran escaparate de imágenes, tronos e insignias, pero su corazón
está vacío de verdadero amor a causa de divisiones, recelos y rencores.
8. Cumplir con fidelidad los estatutos, en cuanto a sus cargos, funciones y tareas,
sabiendo que las leyes marcan los minimos imprescindibles y el Evangelio los máximos
hacia los que se ha de tender: hemos de trabajar desde las nonmas hacia el espiritu
con ilusionado tesón.
10. Poner tanto amor, tanta reciedumbre y tanto tesón que las dificultades no puedan
ocultar la luz del amor a Cristo y a María, en el servicio al prójimo más necesitado y en
los lazos de la amistad cofrade. Si el orgullo impide la amistad y los gastos suntuarios la
solidaridad, entonces no hay Hermandad posible por mucho que así se las llame o
tengan siglos de antigüedad.
Colectas
Communio et Progressio
Uno de los temas importantes en los documentos del Concilio Vaticano II ha sido el
respeto de la Iglesia a las culturas de los pueblos, y la inculturación crítica del
Evangelio con todo lo que ello supone en la formación de los evangelizadores. El 23-5-
1971 el Papa Pablo VI publica esta Instrucción Pastoral sobre los Medios de
Comunicación Social. Este documento se hace por decisión del concilio y trata de los
medios que difunden la cultura.
Partes de la instrucción C.P. Este documento es el que aborda de forma más completa
la fundamentación teológico-moral de los medios de comunicación social, así como la
convergencia de fines entre los medios de comunicación social y la Iglesia.
— Las preocupaciones de la Iglesia por los medios de comunicación social son: el que
la cultura llegue a los que no tienen otras posibilidades de acceso, la interculturalidad,
y el que la conexión de culturas contribuya a potenciar la unidad de la familia humana.
Estas afirmaciones tienen que ver con la pretensión de Jesús y la misión de la Iglesia.
— Los riesgos de los medios de comunicación social que señala C.P. son el
sensacionalismo y la parcialidad. Ambos riesgos responden al interés de las personas y
de los grupos que controlan estos medios. El consumo de uno u otro medio de
comunicación depende de la acogida (audiencia) que tenga; el aspecto de rentabilidad
económica puede llevar a distorsionar la cultura por el influjo de las modas o
corrientes de opinión (sondeos). Los medios no son sólo mediaciones que difunden la
cultura; son también cultura, y deben estar sujetos a la ética profesional y al servicio a
la verdad que construye lo humano sin intereses partidistas. En este panorama los
cristianos tienen muchas posibilidades y responsabilidades, pues los medios de
comunicación social pueden facilitar un mayor alcance y penetración de los valores
proclamados por Jesús de Nazaret en el Evangelio.
— Todos los agentes de pastoral deben formarse en estos medios; además, la Iglesia
debe tener profesionales para que estén presentes en los medios de comunicación
social y para que ayuden a aplicar las nuevas tecnologías a los proyectos de pastoral.
— Estos medios recuerdan a la Iglesia que su misión consiste en que el Evangelio sea
anunciado a todas las gentes, en todos los lugares, y hasta el final de los tiempos.
Principales aportaciones de C.P. Esta instrucción ayuda a tomar conciencia del gran
problema de la inculturación del Evangelio; esto supone un mejor conocimiento de los
hombres y mujeres de nuestro tiempo y una presentación del mensaje cristiano que
toque sus centros de interés. Así mismo, la presencia de la Iglesia en los medios de
comunicación social puede ayudar a descubrir el potencial humanizador que éstos
tienen cuando son utilizados para la formación integral de la persona y para una
mayor comunicación entre los pueblos. Es necesario asegurar el acceso de los
diferentes grupos sociales a los medios de comunicación; el monopolio de los mismos,
su privatización y la falta de controles públicos son incompatibles con la propia
naturaleza de los medios.
Jesús Sastre
Comunicación de bienes
Introducción
a) Dimensión trinitaria
El Señor inaugura en la historia este nuevo modo de ser: «la gracia» (2 Cor 8, 9). En él
ha aparecido la gracia del amor que el Padre nos tenía en él. La intimidad de la
Trinidad vimos en él que es pura y total comunicación de bienes y personas. "El tesoro
de su gracia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de
su voluntad» (Ef 1, 6).
b) Pascuales
c) Eucarísticas
«Cuando os reunís, pues, en común, eso ya no es comer la Cena del Señor; porque
cada uno come primero su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro se
embriaga. ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O es que despreciáis a la Iglesia de
Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué voy a deciros? ¿Alabaros? ¡En eso no os
alabo!" (1 Cor 11, 20-22). En todo el fragmento la clave se pone en las exigencias
sociales de la cena del Señor. La cena del Señor estaba precedida del ágape fraternal,
al que cada uno aportaba lo que tenía para compartirlo con todos. Es el momento en
que se comparte la comida, como signo de los bienes. En la cena del Señor debe existir
la comunicación de bienes. Lo que profana la cena no es que los hermanos no
respeten o reconozcan y crean en el signo sacramental y coman como en una cena
normal, sino que se rompa la comunión por la falta de comunicación de bienes, ya que
allí parece que cada uno torna «su propia cena».
Comulgar el cuerpo y la sangre del Señor sin compartir sus bienes hace aparecer en
toda su gravedad el escándalo de las diferencias entre ricos y pobres. Sin la
comunicación de bines se traiciona la cena en cuanto expresión de comunión. Ya no
comen «la cena del Señor" (1 Cor 11, 20), «porque cada uno come su propia cena». La
cena lleva consigo la exigencia de la comunicación de bienes y si no se da, hay
verdadero desprecio de la Iglesia. Y el desprecio de la fraternidad «consiste en no
tener en cuenta a los hermanos, en no sentir las necesidades de los pobres y en no
compartir con ellos lo que se tiene y se es. La cena es el signo de la unidad donde la
ruptura de diferencias entre ricos y pobres, iniciada en el bautismo, tiene poco a poco
que realizarse y ultimarse» (M. LEGIDO, íb., p. 276). 1 Cor 11, 17-34 por entero afronta
directamente la mutua y estrecha implicación entre eucaristía y comunicación de
bienes.
d) Eclesiales
Por eucarísticas las implicaciones son al mismo tiempo eclesiales. Si el Señor comparte
su «cuerpo entregado» y su «sangre derramada», por esa misma entrega constituye
una persona comunitaria, un cuerpo donde todos son hechos miembros suyos y unos
son miembros de los otros, pues «siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos,
porque participamos del único pan" (1 Cor 10, 17).
A su cuerpo inmolado Cristo ha incorporado el cuerpo eclesial. «Por tanto, quien coma
el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del
Señor... Pues quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia
condenación (1 Cor 11, 27-28). Pablo contrapone la situación de división y
enfrentamiento (11, 17-22), con la realidad primaria de la comunión creada por la
entrega del Señor (11, 23-26) y saca las consecuencias eclesiales. La expresión
«discernir el cuerpo» (11, 29) parece así aludir tanto al cuerpo de Cristo inmolado de la
cruz como al entero cuerpo de la comunidad eclesial. La Iglesia, cuerpo de Cristo, es el
lugar de la koinonía de los bienes. Si uno sufre, todos sufren con él. No puede decir un
miembro a otro que no tiene necesidad de él. Igualmente no puede un hermano
acaparar y retener ávidamente sus bienes materiales, mientras el otro pasa necesidad.
e) Sociales
f) Ecuménicas
Aparecen en estos textos algunos detalles que orientan la acción pastoral: los
apóstoles son los primeros encargados e intermediarios de esta comunicación de
bienes entre las Iglesias de la ecumene y al servicio de los pobres. Ya desde el concilio
de Jerusalén aparece esta conciencia y este encargo: «que nosotros debíamos tener
presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero» (Gál 2, 10).
g) Escatológicas
Los pobres tienen también que compartir. En su pobreza, elegida y santificada por el
Señor se han desbordado los bienes espirituales de la nueva creación. En realidad los
pobres son verdaderamente ricos. «Lo tuvieron a bien, y debían hacerlo, pues si los
gentiles han participado en sus bienes espirituales, ellos a su vez deben servirles con
sus bienes temporales» (Rom 15, 26-27; 11, 17 s; l Cor 8, 11; Gál 6, 6). No hay pues en
la comunicación de bienes unos que son sujetos pasivos y otros activos; unos que dan
y otros que reciben. Todos dan, todos reciben
«La koinonía de los bienes, tal como se nos aparece no es un gesto accidental y
secundario. Es un gesto por el cual y en el cual se realiza la economía de la gracia» (M.
LEGIDO, ib., p. 278). La economía escatológica no es un sistema económico
comunitario, que pretenda cooperativamente hacer frente a las necesidades de los
hermanos. Lo que pretende la comunicación cristiana de bienes no es un sistema
económico más o menos compartido hecho sólo para situarse y establecerse mejor en
el mundo de la vieja creación, sino que pretende hacer irrumpir en ella la justicia de la
nueva creación, cuyos frutos no pasan, sino que permanecen para siempre.
La comunicación de bienes por más perfecta (?) o lograda que se pretenda, siempre es
«excéntrica y provisional». Apunta a lo futuro esperado tanto como a lo realizado y
anticipado en la cena del Señor. Es un gesto de comunión que anticipa el reino en esta
tierra de injusticia y de opresión. Un gesto que despierta en todos los que lo ven y lo
palpan la gozosa esperanza de que el Señor va avanzando hacia la consumación de la
historia. Por eso provoca la acción de gracias. Es un eco de la eucaristía de la mesa,
«Porque el servicio de esta acción sagrada no sólo provee a las necesidades de los
santos, sino que redunda también en acciones de gracias a Dios» (2 Cor 9, 12). Es una
liturgia prolongada.
La acción pastoral no puede prescindir de este gesto que sacramentaliza la comunión
de la única Iglesia, que camina preparando la mesa común del reino, donde todos se
sienten en torno a Jesús, el Señor. La comunicación de bienes es fermento de la nueva
creación y dispone a recorrer por la historia los caminos que conducen a la
consumación, cuando el Hijo entregue el reino al Padre, para alabanza de la gloria de
su gracia.
Gabriel Castro
Introducción
Estos dones de gracia, de hecho han irrumpido en la historia de la Iglesia, sobre todo
en los tiempos de profundas alteraciones socio-políticas y culturales que han puesto y
ponen en crisis la tradición cristiana. Son tiempos en los que se olvida el
acontecimiento pascual de Cristo Salvador, en los que la vida de la Iglesia parece
esclerotizarse y la propuesta cristiana apenas se irradia o lo hace de forma poco
incisiva. Estos carismas revitalizan, con todo su vigor, la Salvación acontecida ya "en
Cristo", convirtiéndose en fuente de energía, de entregas evangélicas generosas, de
renovación eclesial, de nuevas formas de inculturar el Evangelio, de renovación del
ministerio sacerdotal y de la tarea misionera, de transformación cristiana de lo
temporal, etc. (Cf F. GONZALEZ, Los movimientos en las historia de la Iglesia, Ed.
Encuentro, Madrid 1999, 7-20).
Los "sumarios" de los Hechos de los Apóstoles nos proporcionan una visión
idealizadora de la caridad y de la fraternidad de la primera comunidad de Jerusalén.
Lucas presenta esta "edad de oro" como norma para la Iglesia de todos los tiempos.
Pero, muchos detalles del texto mismo de Lucas nos permite pensar que las cosas
fueron bastante diferentes. Es decir, la historia real del cristianismo en su organización
resulta más difusa y compleja, pero fecunda en consecuencias para nuestra vida
eclesial actual.
En este contexto crítico y profético, Jesús no predica el Reino de Dios para que se haga
realidad entre una minoría, como hacían los esenios; Jesús no deja nunca de dirigirse a
todo Israel, buscando su conversión.
El Dios del Reino, por otra parte, es el Dios de los pobres, los hambrientos, las
víctimas... Todos los desgraciados están de enhorabuena porque el Reino de Dios
comienza a hacerse realidad entre ellos. El Dios del Reino se acerca, con Jesús, a los
pecadores, es decir, a los excluidos, que llevan el estigma de la discriminación
religiosa, que en Palestina significaba discriminación social. El Dios del Reino es el Dios
que establece una relación entre la situación histórica y la plenitud definitiva de la
salvación. Es una salvación de Dios que comienza en nuestra historia.
Mientras que por los profetas apocalípticos el "mundo nuevo", salvado, viene tras la
desaparición de este mundo, para Jesús el "mundo nuevo" comienza en medio del
viejo mundo y ya se están manifestando sus signos, la "visita de Dios a su pueblo" (Lc
7,16). El Dios del Reino anunciado por Jesús se manifiesta devolviendo su rostro
humano a la sociedad y ésta se humaniza en la medida en que se acerca al Dios
verdadero.
El autor de esta obra muestra la realidad y los rasgos específicos de las iglesias
domésticas en el N. testamento, las sitúa histórica y socialmente e indica las
repercusiones de este fenómeno en el cristianismo primitivo. Estas se pueden resumir
en dos: 1) Las Iglesias domésticas expresan la opción por hacer del cristianismo una
realidad socialmente viable, esto es, la opción por la encarnación aceptando las
estructuras sociales existentes. Y 2) Manifiestan la opción por hacer de la comunidad
concreta, con relaciones personales reales, el lugar donde se vive la fe y, por tanto, la
estructura base de la Iglesia. Hoy son las llamadas comunidades de base las que
pueden ejercer una función sociológica y teológica análoga a la que desarrolló la
Iglesia doméstica en el cristianismo primitivo. Ella es, teológicamente hablando, no la
sacralización de una estructura social —la casa/familiasino una posibilidad social que
se establezcan los vínculos de fraternidad y vida nueva, que expresen la fe en
Jesucristo (cf R. AGUIRRE, o.c., pp. 7-91).
Frente a las invasiones de los bárbaros, eslavos, persas y árabes, entre los siglos V y
Vlll, la Iglesia se hace presente, sobre todo con una propuesta misionera de comunión.
El monacato benedictino, en comunión real con los Papas, será la gran fuerza
misionera que salga al paso de las divisiones entre los pueblos invasores, de las
dificultades en su vinculación con Roma y de la conmoción negativa en la vida del
pueblo fiel. Los monjes occidentales concebirán la superación del mundo no como una
huída al desierto, sino como un recogimiento comunitario en el monasterio,
considerado como la única forma de vivir capaz de generar una propuesta misionera.
En torno a bastantes monasterios, que hacen el papel de "madres", se formaron
también grupos de cristianos, de clérigos y laicos, que participaban asiduamente en la
liturgia. Las comunidades monacales se daban cada vez más a atender al pueblo
cristiano y su estilo de vida siguió siendo un punto de referencia para los laicos y
también para el clero: modelo de vida evangélica y de oración comunitaria.
Pasando varios siglos, una de las realidades comunitarias más fecundas del siglo XVII
es -por no aludir a otras- el movimiento de las llamadas "Amistades", promovido por la
Compañía de Jesús en la Iglesia de Francia. De este movimiento de las "Amistades",
casi siempre formadas por laicos y clérigos, surgieron numerosas iniciativas de
renovación de la Iglesia francesa, tocada del racionalismo anticristiano y del
jansenismo semicismático. Una de sus iniciativas más fecundas fue el movimiento
misionero de la edad contemporánea. En París se reunía una de esas "compañías de
amigos". Un misionero jesuita les transmitió su pasión misionera hasta el martirio y su
pasión por la Iglesia. Serán los fundadores de la Sociedad para las Misiones Extranjeras
de París. Uno de sus miembros escribía su ideal: "(Vivíamos) una unidad profunda
entre todos los amigos, cada uno de ellos estaba persuadido de que (teníamos) que
renovar la experiencia de amistad y fidelidad de los primeros cristianos.., también ellos
tenían el gran deseo en el corazón de ser 'un solo corazón y una sola alma' (Hch 4,32)".
Hay movimientos que surgen en los primeros cuarenta años del siglo XX; otros lo
hacen después de la segunda guerra mundial (1945) hasta el Concilio (1965), y otros
florecen después del Concilio, impulsados por las grandes líneas eclesiológicas y
espirituales del propio Vaticano II (cf. Mons. Moreira Neves, 1980). Sobre todo, a partir
del Concilio, sería más exacto hablar de los nuevos movimientos eclesiales y de las
nuevas comunidades.
Tras el Concilio, la Iglesia se topa con las multitudes cada vez más alejadas del
Evangelio en la vieja Europa o en las complejas realidades de los otros continentes con
sus cargas de miserias, de dolor y de conflictos sociales (Asía, África, Latinoamérica), y
hasta con el peligro de secularización y difusión de las sectas en regiones y países con
unas tendencias de religiosidad popular cristianas, pero poco cultivadas
catequéticamente. Urge una "nueva evangelización" ¿quién la podrá llevar a cabo? No
las viejas estructuras pastorales y las organizaciones cristianas vigentes, sin dinamismo
interior evangelizador.
En esta segunda parte, sólo exponemos lo referente a las nuevas comunidades. Para
situarnos mejor, recordemos que ante esta situación posconciliar, la Iglesia, impulsada
en sus miembros por los carismas del Espíritu, reacciona por un lado, relanzando los
movimientos apostólicos de A. Católica de niños, jóvenes y adultos; por otro lado, la
Iglesia se abre a los llamados nuevos movimientos eclesiales; y por otro, experimenta
el nacimiento de las nuevas comunidades, o con más precisión, las comunidades
"eclesiales" de base. En esta segunda parte, sólo nos fijamos en estas últimas, en los
rasgos que tienen en común.
Pero, la parroquia, por ser una institución masiva y escasamente comunitaria y por
vivir durante siglos otra concepción de Iglesia, era incapaz de asumir -sobre todo en la
década de los 60- este proyecto eclesial conciliar, que conllevaba rehacer las
relaciones internas y, además, promover nuevas relaciones con la sociedad. A esto hay
que añadir el hecho psicosociológico del mundo industrial y urbano, en el que las
personas viven aisladas en la masa, en el anonimato y en la despersonalización y
necesitan integrarse en unos grupos humanos con relaciones interpersonales, que
robustezcan su personalidad
Así nacieron, en concreto, las llamadas comunidades de base en diversas Iglesias de los
cinco continentes, especialmente en el Tercer Mundo. Como su realidad es bastante
plural y heterogénea, ofrecemos una definición descriptiva de las mismas, que recoge
sus rasgos esenciales comunes. Y lo hacemos desde su versión española, que parece
más detallada a la hora de identificarlas.
Así pues, las comunidades de base quieren responder a una serie de retos: 1) Al
evangélico: recuperar el frescor carismático y profético del mensaje y de la praxis de
Jesús y de las "iglesias domésticas" primitivas: tradiciones bíblicas del éxodo, la alianza,
la liberación, la opción por los oprimidos; unos grupos reducidos de personas atraídos
por el testimonio, la autoridad de la palabra y el aliento liberador de la persona de
Jesús; unas comunidades de iguales, en donde el que manda es el que sirve, sin
dominación, opresión o marginación de nadie, en solidaridad con los pobres para
devolverles su dignidad, negada en la sociedad... 2) Al reto evangelizador situar en el
primer plano del proyecto cristiano la evangelización, esto es, el anuncio -con hechos y
palabras- de la buena noticia de la liberación integral a los sectores sociales
marginados y la denuncia de las injusticias que impiden la fraternidad... 3) Al reto
socio-político: descubrir las mediaciones sociopolíticas de la fe frente al espiritualismo
desencarnando y actuar en caridad mediante una praxis transformadora. Y 4) al reto
de la base: en el sentido eclesial y social, es decir, a la necesidad de incorporar al ser y
al hacer de la comunidad a los que están en la zona inferior de la comunidad y de la
sociedad; a los que están privados del tener, del poder y del saber. (También) Dios está
con estas gentes de base (cf. J. J. TAMAYO, o.c., p. 191).
Como se indica más arriba, no hay un modelo único de comunidades de base. Según
los ámbitos culturales -continentes, naciones, regiones- y según las líneas
sociopolíticas de los promotores, las comunidades de base cuentan con rasgos
particulares propios; de ahí su pluralidad. Aludimos sólo a las comunidades de base de
Latinoamérica y de España.
Ante este discernimiento personal, que puede necesitar matizaciones, pensamos que
bastantes comunidades cristianas "populares" de base, entre nosotros, siguen
preocupando a la Jerarquía por sus insuficientes signos de eclesialidad.
2" A partir del planteamiento de EN (n° 58), en el que quedan "identificadas" las
comunidades "eclesiales" de base, han proliferado en la Iglesia española diversos tipos
de comunidades en que se cumplen suficientemente los rasgos de identidad de estas
comunidades "eclesiales" de base. Los documentos posteriores las han ido llamando:
"Pequeñas comunidades eclesiales" o "Pequeñas comunidades cristianas"... como se
verá a continuación.
Es la propia Iglesia la que aboga por la promoción de estos cauces comunitarios de vida
cristiana. Ya el año 1974, la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, publica su
documento: El Apostolado Seglar en España. Orientaciones fundamentales. En él se
dedican (n° 4) amplios elogios a "las nuevas formas de vida comunitaria y asociada
("comunidades de base", "comunidades de vida", "pequeños grupos", etc.) y en el n°
115 hace hincapié en la comunión eclesial, adelantándose a los criterios ... que se
expondrán en EN (1975, n° 58) para identificar las "comunidades de base".
Al final, los cinco Obispos de la Comisión de Pastoral -Mons. Ubeda, Echarren, Gea,
Iniesta y Osés- afirman que se darían por bien pagados si este documento sirviera
"como modesto itinerario provisional para una etapa" de esta Pastoral de las PCC.
Criterios para un discernimiento eclesial de las PCC (n°s 6-31): Las PCC son una gozosa
realidad y tienen unos fundamentos eclesiológicos concretos. Esto afirmado, los
Obispos precisan los aspectos positivos y negativos que les parecen más notorios:
1.° Ante todo, cualquier responsable diocesano sabe que en los últimos 20-25 años,
han ido apareciendo diversos tipos de pequeñas comunidades cristianas, en las que se
encuentran los rasgos de las CEB: por ejemplo, las comunidades ADSIS, las de ITAKA
(vinculadas a los Escolapios), las CVX (de matriz jesuítica), las comunidades de la
Asociación "Fe y Justicia", comunidades de "Ayala", etc. etc. y muchas PCC nacidas en
abundantes parroquias como comunidades eclesiales de origen diocesano. Su
procedencia suele ser o religiosa, o laical, o más generalmente parroquial. Pero sus
miembros -en su inmensa mayoría- son laicos y laicas, matrimonios y personas
solteras, y también -en una porción mucho menor- consagrados de ambos sexos y
sacerdotes.
A veces, sin embargo, sucede que los responsables diocesanos, a algunas de estas CEB,
las ignoran pastoralmente o meramente las toleran. Será preciso pues, que la Iglesia
diocesana cambie de actitud respecto de ellas, invitándoles y ayudándoles, si hubiera
lugar, a autodiscernirse para superar posibles carencias (cf Documento episcopal, n°
33).
3.° Es importante mantener con ellas una actitud de diálogo empezando por entablar
relaciones sinceras y cordiales que desbloqueen prejuicios mutuos y alentarlas con
espíritu pastoral: en libertad, respeto y amor (cf. Documento, n° 35). Más aún, será
preciso realizar con ellas un acompañamiento pastoral que mejore su capacidad
formadora, que las involucre en los planes de acción pastoral diocesano; favorecer la
solución de conflictos internos o en la relación de unos con otros, exponerles los
interrogantes que suscitan a los responsables diocesanos sus ambigüedades, etc. (cf.
Documento, n° 38).
4.° Los responsables diocesanos deberán proponerse, como un compromiso
preferencial, la promoción de nuevas CEB iluminando y clarificando en la diócesis la
imagen de la CEB, su capacidad de promover cristianos generosos y comprometidos, y
su misión pastoral en la vida diocesana.
5.° Será muy oportuno lograr que estas CEB se enmarquen en una plataforma pastoral
de coordinación entre ellas y con el Obispo, lo cual les daría una posibilidad de acción
pastoral en comunión con la diócesis y medios para cultivar su vida cristiana y de
compromiso apostólico (Documento, n° 44).
7.° Los responsables diocesanos estimularán a los miembros de las CEB a cumplir su
presencia evangélica en medio del mundo, como fermento transformador de la
sociedad. (Documento, n° 43).
8.° Un aspecto importante de esta pastoral de las CEB ha de ser favorecer una relación
fecunda entre las CEB y la parroquia o parroquias: colaboración generosa, presencia
en el Consejo pastoral parroquial...
Conclusión
Quizá una de las raíces de la falta de entusiasmo por los cauces pastorales
comunitarios, como son las CEB, esté en que los clérigos aconsejamos a los cristianos
laicos y laicas de nuestras parroquias o áreas pastorales, formar parte de esos grupos
pastorales o comunidades, mientras que nosotros nos consideramos "exentos" de esta
experiencia comunitaria. No actuamos con coherencia. Los Obispos de la C. Episcopal
de Pastoral se atreven a escribir (n° 36): "Reconocemos como una situación deseable
para nosotros, obispos y vicarios de pastoral, la de vivir la experiencia comunitaria de
una u otra manera... Nos proponemos (si esto no se está cumpliendo ya) insertarnos
en la dinámica de las Pequeñas Comunidades Cristianas (CEB) del modo más adecuado
y dentro de las circunstancias concretas de cada uno de nosotros, en cuanto nos sea
posible".
Introducción
Las Comunidades Eclesiales de Base (CEBS), son uno de los aportes más significativos
de la Iglesia L.A. a la Iglesia mundial, tanto por la significación que está teniendo en el
desarrollo de la Iglesia como por el compromiso en la transformación del mundo en
que se desarrollan.
Pero novedad también es, que el sujeto de esta liberación, no es el pobre, sino la
comunidad. Es la comunidad, la CEB, la que se constituye y se reconoce como "foco de
liberación y desarrollo". Y novedad, asimismo, será también, el rápido crecimiento de
las CEBS dentro de la Iglesia L.A.
Pero hay sin duda otra novedad mayor, quizá la mayor de todas, que está en su
horizontalidad. En las CEBS los miembros están todos al mismo nivel. Hay servicios o
ministerios de coordinación, de culto, de lectura bíblica, de esteta, de formación, de
relación con otras comunidades, etc., pero lo cierto es que estos ministerios no hacen,
a los que los desarrollan, considerarse superiores a los demás; son ministerios de
servicio, a los cuales todos serán llamados porque periódicamente se van renovando.
El método que rápidamente hemos esbozado, puede y debe tener distintos ritmos,
distintos acentos. Las particularidades de todo este proceso podrán ser diversas por
diversos motivos, pero el modo de funcionamiento será el mismo.
Por ejemplo, el ritmo o los acentos en la problemática de las CEBS rurales tiene a la
fuerza que diferir bastante de las CEBS ubicadas en los suburbios de las grandes
ciudades. Las CEBS que se desarrollan en lugares donde la Iglesia está ya más
sólidamente implantada deben funcionar con otros acentos de las que crecen casi en
"tierra de nadie". Sin embargo en el fondo, la novedad del método y el compromiso
con la realidad se tiene que mantener: el encuentro comunitario, el diálogo, la
horizontalidad, la revisión de la realidad a la luz de la Biblia, la tarea de transformación
de la realidad histórica, son, sin duda, los elementos esenciales en las CEBS.
Una de las manifestaciones más claras de este aspecto es la facilidad con que los
miembros de las CEBS toman la palabra. Han podido vivir fuera la experiencia de que
nadie les pregunta nada, ni siquiera se han mostrado dispuestos a escucharles, su
opinión no se ha pedido porque se supone que no tenían nada que decir. En las CEBS
cambia radicalmente este planteamiento; toda opinión es valiosa, toda opinión
merece ser escuchada. Así es fácil atreverse a pedir la palabra.
Otra afirmación que hacemos no desde la teoría, sino desde la realidad, es que, si en
las CEBS se integran agentes pastorales que tienen otro "status": bien sean sacerdotes,
religiosas o laicos; la primera regla no escrita, es que no pueden ser significativamente
muchos, y la segunda, es que se tienen que acomodar a "ingresar" al mundo del
pobre, desde una opción tanto de pobreza real como de pobreza espiritual.
No se trata, para ellos, sólo de una renuncia o libertad con relación a sus posibles
bienes, sino de una apertura real a los valores de los otros. Cuando los agentes
pastorales no han sabido seguir esta dinámica, y han querido "tomarse a cargo" la
comunidad, la CEB ha desaparecido, se ha convertido en un grupo liderado, pero ha
perdido ese entramado de corresponsabilidad, ha perdido su esencia.
El pobre y creyente reflexiona en la comunidad lo que siente en sus propias carnes: las
consecuencias de las estructuras injustas, y a la vez el conocimiento de que se sabe
sujeto privilegiado del plan de Salvación de Dios Padre. Para relacionar estos dos
ángulos de su realidad, las CEBS necesitan, análisis y mediaciones sociales y, mucho
más, reflexiones teológicas. Aquí destaca, entre otros, el importante aporte de la
Teología de la Liberación, que ofrecerá abundantes materiales y temas de reflexión.
3. La Biblia, Palabra de Dios para la Historia
El cristiano pobre L.A. tiene una particular visión de su propia realidad, sin llegar a ser
pasivo, no se desespera, es, como si dijera: "el tiempo no cuenta, si uno confía en
Dios", siempre Dios me ayudará a salir de esta situación.
No es que Dios sea visto como un talismán, no es, ciertamente, una relación mágica, la
que tiene con El; pero, sin embargo, si es una relación más allá de lo que puede
aportar una fe demasiado racional. Si miramos los aspectos positivos, se trata de una
fe más libre, más evangélica, una fe en la, que destacan, sobre todo, el reconocimiento
del poder absoluto de Dios y su misericordia hacia el pobre.
Esta perspectiva se entronca con la percepción de los hechos milagrosos tanto del A.T.
como en la vida de Jesús. Son, sin duda, los aspectos que más recuerdan y a la vez los
más impactantes de la Historia de la Salvación. Con ellos nutren su fe. Los pobres
perciben que se siguen dando en la realidad, que muchas cosas que les ocurren
proceden (o las atribuyen) a Dios, y que, cuando esto sucede, la vida se transforma, la
alegría vuelve.
El creyente pobre es muy dado a los signos, a los símbolos, a través de los cuales
ruega, manifiesta o percibe esa protección de Dios. Las velas, el agua bendita, las
imágenes, las procesiones, las bendiciones, la mediación del sacerdote, todo esto tiene
un lugar central en la manifestación de su fe y en las expresiones de su religiosidad.
Ahora bien, siendo la Biblia, en las reuniones de las comunidad, el elemento central de
la reflexión sobre Dios desde la perspectiva de la realidad, pareciera que es por lo
menos diferente, y a lo anterior señalado. En el pobre es complementario: este
substrato cultural que es algo connatural a su vivencia de fe, y que hay que respetar y
aun valorar, se enriquece con la aportación de la perspectiva bíblica, no ya sólo de los
hechos o milagros sino también de las parábolas, de las sentencias, de las palabras,
como un conjunto de acciones que constituyen, en su conjunto, la Historia de
Salvación
En las reuniones de las CEBS, la lectura de la Biblia tiene un ritmo pausado, dando
tiempo a la acogida personal y también a la reflexión comunitaria, se divide en varias
partes: la lectura propiamente dicha, el silencio u oración personal de acogida, los
aportes públicos de cada uno, y la reflexión final sobre la incidencia en la lectura
concreta de su situación histórica. A esto se añade el ángulo de la celebrativo, de
mucha importancia en la pastoral L.A.
La Biblia se lee desde la vivencia personal y colectiva, es decir, desde la necesidad que
tiene el pobre, desde la confianza que reside en el creyente que sabe que su Dios tiene
misericordia; y también desde la llamada a la coherencia: "la fe con obras". Por eso el
pobre aprende a "dar desde su pobreza" y a "comprometerse desde su aparente
insignificancia". De esta forma la Biblia se convierte en elemento esencial para el
desarrollo de la fe y para el compromiso histórico en las CEBS
Al leerse en comunidad e intentar no sólo su comprensión sino que sea iluminadora de
la situación actual, la Biblia toma esa dimensión comunitaria; se lee en su conjunto,
como el desarrollo de la Historia de Salvación, como palabra de salvación y liberación
para el pobre y como denuncia contra el poderoso que les oprime.
Es otro mérito que tenemos que agradecer a las CEBS. Ellas, junto a otros
movimientos, están contribuyendo, desde una buena formación bíblica, al
fortalecimiento de la fe y su defensa contra la agresiones fundamentalistas. Un
católico bien formado es menos débil ante opiniones fundamentalistas.
4. El crecimiento personal
Uno de los aspectos más transcendentales que ratifican la importancia de las CEBS es
la transformación radical de las personas. No ya es solo la misma Iglesia en su conjunto
la que se enriquece con esta nueva realidad de las CEBS, son todos y cada uno de los
integrantes de estas comunidades.
Por eso el crecimiento, la transformación, se asume como una nueva conversión, que
significa una nueva etapa en su vida. Una novedad radical. En esta conversión un
aspecto central se da en el paso de un cristianismo sociológico, en el que sin duda se
ha vivido hasta ahora, a otro más personalizado, más sentido, más vivencial.
Este sentimiento de identidad que significa la acogida recíproca entre los miembros es
particularmente importante para el pobre L.A. excesivamente marginado y "excluido",
carente de espacios donde tenga la percepción real de que es tratado como persona.
En las CEBS cambia tan profundamente esta relación, que muchos participantes se
identifican incluso por encima de algunos niveles familiares.
Esto mismo trae a veces consecuencias negativas, hay que estar atentos y vigilantes,
por las dificultades normales de "exclusión" o "menosprecio" hacia otros grupos o
movimientos eclesiales . Es un fenómeno, en parte comprensible, pero, sin duda,
negativo; por valorar lo propio (que a uno le ha enriquecido tanto) a veces se
menosprecian otras realidades, sobre todo cuando éstas se incluyen en perspectivas
más tradicionales dentro de la misma Iglesia.
5. Reconocimiento y tensiones
Las CEBS están sin duda bien reconocidas en todo el mundo y han renovado
profundamente estructuras eclesiales, ministerios laicales, y reconocimiento del valor
práctico del laicado en la Iglesia. En este sentido hay sin duda un antes y un después.
La renovación está siendo tan profunda, que marca una dirección clara de mayor
participación y compromiso.
La incorporación del pobre, de la mujer popular y de los indígenas y su práctica
ecumenista, son valores reconocidos por todos.
A pesar de que las CEBS están presentes a lo largo y ancho de toda L.A. y en muchos
países destacan por su presencia de cantidad y calidad, sin embargo es, sin duda,
Brasil, el país que presenta en el mundo, la realidad más numerosa, conocida, firme y
valorada. Y sin duda también, la que más ha contribuido a su multiplicación por toda
A.L. y por el mundo.
Las CEBS están diseminadas por todo el Brasil, en sus zonas más pobres o donde los
problemas surgieron con más fuerza: están en las zonas rurales del Norte, de Bahía, de
S. Felix do Araguaia, reclamando el derecho de la tierra, o en las zonas rurales de todo
el país, en los pequeños y medianos poblados, en los lugares de mayor abandono
institucional. Donde existen problemas de necesidad básica.
Están también en las regiones donde existen grandes zonas afectadas por los
proyectos hidroeléctricos, agropecuarios, industriales, de vías de comunicación, donde
se juntan cientos de miles de desplazados y también miles de trabajadores. Están en
medio de condiciones verdaderamente inhumanas en las periferias metropolitanas de
las grandes ciudades, en medio de fuertes problemas de vivienda, de trabajo, de
salarios indignos, de peligros de violencia social, de vicios alimentados por la pobreza
Pedro Casaldáliga en una de las ponencias decía a los participantes: "ser Iglesia es ser
comunidad de Jesús, siguiéndolo para el Reino. Pecamos mucho por falta de sueños y
de pasión. Si salimos del 10° Encuentro con esa pasión por el Reino, construiremos un
mundo mejor". Este, sin duda es el proyecto no solo de las CEBS del Brasil, sino el
proyecto de la Iglesia de Jesús.
BIBL. —AZEVEDO, MARCELLO DE C.: Comunidades Eclesiales de Base. Editorial Atenas 1.986; AZEVEDO, MARCELLO
DE C.: Comunidades Eclesiales de Base, en "Mysterium Liberationis" 2° edición, págs 245-263. Editorial Trotta.
Madrid 1994; BOFE, CLODOVIS: Fisonomía de las comunidades eclesiales de base, en "Concilium", núm 164, págs.
90-98. Año 1981; BOFE, LEONARDO, Eclesiogénesis: las comunidades de base reiventan la Iglesia, Sal Terrae.
Santander 1.979; CASTILLO, JOSÉ MARÍA, Teología de las comunidades eclesiales de base en A.L., en Revista Latino
Americana de Teología.(RLT), núm. 39. Dicb. 96, págs. 205-231 UCA. San Salvador; CELAM, Asambleas Generales
del Episcopado Latino Americano. Documentos de "Medellín". "Puebla" y "Santo Domingo". CELAM. Bogotá 1992;
GÓMEZ DE SOUZA, LuIs ALBERTO, A vitalidad das comunidades Eclesiais de Base no Brasil, en "Cristianismo y
sociedad", núm. 142, vol. 4° 1999. Guayaquil. Ecuador; LIBORIO, JOAO BATISTA, X Intereclesial de CEBS, en
"Revista Eclesiástica Brasileria", núm. 239. Sepbre., 2000. Sao Paulo. Brasil; MARINS, JosÉ, Comunidad eclesial de
base. Origen. Contenido. Perspectivas, Bogotá 1977; TRIGO, PEDRO, Comunidades eclesiales de base, en RLT núm.
47. Agosto 99. UCA. San Salvador; Talco, PEDRO, Transformaciones que acontecen en las personas populares en las
comunidades, en RLT núm. 49. Abril 2000. UCA. San Salvador; VELA, ANDRÉS, Las comunidades de base y una
Iglesia nueva, Editorial Guadalupe. 3° ed. Buenos Aires, 1985.
Daniel Camarero
Introducción
A partir de finales de los años 60 y comienzos de los 70, fueron surgiendo en diversas
Iglesias Particulares de España pequeñas comunidades cristianas (Madrid, Barcelona,
País Vasco, Diócesis de Andalucía, de Galicia, del Duero, Murcia, Badajoz...). Su
procedencia es muy variada; unas son de origen religioso (ADSIS, Fe y Justicia, ITAKA,
La Salle, CVX.); otras son de origen laical (Comunidades neocatecumenales, Seminario
del Pueblo de Dios...) y otras nacen en las parroquias a partir de un proceso
catequético diocesano, por lo que son denominadas comunidades eclesiales de origen
diocesano. De éstas hablamos en este artículo.
2. Definición descriptiva
e) De miembros adultos en la fe: esto es, maduros en cuanto a edad (toma de estado,
trabajo más o menos estable...), maduros, sobre todo, en la fe, que deberá crecer aún
en el resto de la vida con el aliento del Espíritu y desde el apoyo comunitario.
g) Comunidades con los rasgos de las comunidades "eclesiales" de base, esto es, que
tienen -la mayoría de ellas-las características que Pablo VI señala a estas comunidades
en EN, n° 58.
Las comunidades eclesiales de origen diocesano integran todos los medios formativos
empleados en el proceso "catecumenal", que les ayudaron a profundizar en la
identidad cristiana. De todos ellos:
La vida vivida según Jesús a impulsos del Espíritu, los laicos la encarnan implicados en
las ocupaciones y trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar
y social.
Las actitudes evangélicas que promueven esta espiritualidad laical son las que afectan
a las relaciones del cristiano laico con Dios, con los demás, con uno mismo y con la
comunidad propia.
a tener una relación filial y cercana con María, como creyente, discípula y
preocupada -como Madre de la Iglesia-de las necesidades de los hermanos de
su Hijo, que bregamos con esfuerzos y problemas por mejorar este mundo
según los valores del Evangelio;
a llevar una vida sobria, ajena a toda ostentación, para compartir con personas
de fuera de la comunidad, y a potenciar el amor y la solidaridad hacia los
hermanos de la propia comunidad eclesial,
a alimentar una especie de "devoción" a la pequeña comunidad eclesial, a la
gran comunidad parroquial y aún a las personas que simpaticen con ellas, como
expresiones que son, todas ellas -comunidades y personas colaboradoras- del
misterio de esa Iglesia, signo del Reino de Dios e instrumento al servicio de ese
Reino.
d) Espiritualidad laical.
Las comunidades fomentan esta espiritualidad cristiana de sus miembros laicos para
ser vivida en medio de las realidades llamadas "profanas" "mundanas" "terrenas"
"temporales" -como el trabajo, la familia, el compromiso social, etc.-según los criterios
y valores del mensaje de Jesús y bajo la luz y el impulso de su Espíritu.
Tareas del Equipo Responsable son: Preparar la Programación del curso (tiempos,
lugares, medios, temas de formación, RV y LCR, revisiones de PPVC, celebraciones,
evaluaciones, etc.) y el Proyecto Comunitario, (sus objetivos globales y los medios), los
cuales la comunidad en pleno corregirá y aprobará. También es tarea suya preparar la
Evaluación final.
La evolución anual, para que la vida de la comunidad sea lo más enriquecedora para
cada miembro y para la evangelización, se hará: sobre aspectos de funcionamiento
interno y sobre aspectos del
6. Estilo de reuniones
7. Consideraciones finales
Conclusión
Conviene recordar que estas comunidades eclesiales de origen diocesano no son más
que una de las formas en que cristalizan las comunidades "eclesiales" de base. Su
especificidad está en que su procedencia viene de organismos diocesanos.
BIBL. — PABLO VI, Evangelii Nuntiandi, Exhortación Apostólica, Roma 1975; COMISIÓN EPISCOPAL DE ENSEÑANZA
Y CATEQUESIS, Catequesis de Adultos, EDICE, Madrid 1990; SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS DE
MADRID, Comunidades plurales en la Iglesia, Ed. Paulinas, Madrid 1981; COMISIÓN EPISCOPAL DE PASTORAL,
Servicio a las Pequeñas Comunidades Cristianas. EDICE, Madrid 1982; C. GARCÍA S. j., Comunidades de Vida
Cristiana (CVX) Espiritualidad cristiana para laicos, Sal Terrae, Santander 1986; COMUNIDADES CRISTIANAS.
Rasgos de su identidad eclesiaL Consejo de Comunidades de la Iglesia en Bizkaia. Delegación Diocesana de
Apostolado Seglar. Bilbao, 1995 págs. 69-79; SECRETARIADOS DE CATEQUESIS DE PAMPLONA Y TUDELA, BILBAO,
SAN SEBASTIÁN Y VITORIA LOS Pequeñas Comunidades eclesiales de origen diocesano. Cómo son y cómo viven.
Comisión Gestora Diocesana de Comunidades Eclesiales de origen diocesano, Diócesis de Bilbao, Bilbao 1996.
Comunión (Iglesia)
En cuanto a la comunión, esa "unión común" no expresa tanto la unidad entre las
Iglesias cuanto la unidad de la Iglesia en cuyo ser (el ser una y única) se identifican
todas ellas. En esa conjugación entre "lo uno y lo múltiple" es donde se vislumbra el
modelo mistérico trinitario. La Iglesia es fundamentalmente expresión de la comunión
trinitaria, comunidad de fe, esperanza, caridad, y fraternidad vivida. Y, por lo mismo
corresponsabilidad. Traducido en otros términos: en la Iglesia todos los bautizados son
necesarios; todos los bautizados deben ser miembros activos; los miembros de la
Iglesia tienen diversos carismas y ministerios, y ejercen diversas funciones. Todo ello
para edificar el cuerpo de Jesucristo y, sobre todo, para hacer presente a Jesucristo
hoy entre nosotros.
La comunión en la Iglesia tiene dos versiones: con el Dios Trino y con los hombres. La
forma concreta de comunión de la Iglesia se manifiesta de esta manera: "Communio
fidelium", por la que todos los fieles, como miembros del Pueblo de Dios, participan de
la vida de la Iglesia y son corresponsables en la única misión y consortes en su destino;
"Communio ecclesiarum", en cuanto la única Iglesia vive y se manifiesta en las Iglesias
particulares; "Communio hierarchica", que manifiesta la apostolicidad de la Iglesia.
Existe también otra dimensión de comunión, desde la santidad, la "Communio
sanctorum", que se encuentra implícita en las otras dimensiones.
La comunión con Dios Trino significa comunión con Dios Padre, por Jesucristo, en el
Espíritu Santo.
La comunión con el Padre es respuesta a la llamada que convoca a los "santos" (kletoi
hagioi) a vivir su misma vida (Rom 1,7) en el seno de la asamblea de los llamados
(koinonia Ekklésia). Comunión por el Hijo, para ser miembros de su cuerpo (LG 50; GS
32) cuya expresión máxima es la Eucaristía, misterio Pascual de Jesucristo (LG 7; AG
39; PC 15). Comunión en el Espíritu Santo. El es quien guía a la comunidad de los
santos y convocados por el Padre, confirmados en el Hijo, hacia la plena comunión y
unidad (Gal 5,16-18; 1 Cor 12,4-11; 2 Cor 13,13). El Espíritu Santo, que vive en los
creyentes y en la Iglesia, realiza aquella maravillosa comunión de los fieles y une tan
íntimamente a todos en Cristo, que es el principio de unidad en la Iglesia (UR 2). El
Espíritu Santo es para la Iglesia y para todos y cada uno de los creyentes, principio de
asociación (congregatio) y de unidad en la doctrina de los apóstoles y en la comunión,
en la fracción del pan y en la oración (LG 13). El Espíritu Santo unifica, sin
uniformidades, y regala diversos dones jerárquicos y carismáticos (AG 4; LG 4).
Pero el misterio de la comunión no es sólo con Dios Trino, sino con los hermanos.
Porque la comunión se hace fraternidad desde la participación en la vida teologal de
Dios, sabiendo que esa fraternidad es al mismo tiempo don y tarea. Esta comunión con
los hombres ofrece, al menos, estas características: comunitariedad, pluriformidad en
la unidad, libertad de los hijos de Dios, reciprocidad, participación y corresponsabilidad
mutua. Rasgos o notas todas ellas que hace posible la experiencia sinodal y articulan y
se expresan en dicha experiencia.
1. Valores y contravalores
Los medios de comunicación nos acercan hechos, situaciones y opiniones, que sin ser
mayoritarios terminan funcionando como modelos referenciales por el hecho de ser
públicos y de presentarse en un medio social. El criterio de lo socialmente admitido
juntamente con lo que espontáneamente apetece y lo que nos ayuda a conseguir
rápidamente el fin propuesto constituyen las pautas de orientación moral. Los
resultados se pueden apreciar en los diferentes ámbitos de la vida personal y social:
las injusticias en el orden económico y político, la poca sensibilidad con el pobre y el
inmigrante, la violación del derecho a la vida de personas y de pueblos, la
manipulación de la intimidad, la fragilidad de las relaciones afectivas, los
comportamientos sexuales cosificadores, las políticas basadas en la mentira y el
interés, la manipulación de los datos y noticias, la búsqueda del enriquecimiento fácil,
los comportamientos llamativamente inmaduros en no pocos jóvenes y adultos, etc.
Las causas de este panorama son múltiples, pero algunas de ellas tienen una
importancia significativa; señalamos en primer lugar la crisis antropológica de nuestra
cultura que obvia directamente las grandes cuestiones antropológicas; qué es el ser
humano, cuál es su principio y su final, qué sentido tiene la vida humana, dónde se
sustenta en último término la responsabilidad personal.
En una cultura "sin hombre" termina por faltar la capacidad de conocer la "gramática"
que nos permite encontrar los significados de lo humano en las relaciones, la familia,
el trabajo, la sexualidad, la política, la economía, etc. La carencia en lo antropológico
lleva a un reforzamiento de lo subjetivo, los medios y la eficacia a cualquier precio.
"Muchos jóvenes ni siquiera conocen la "gramática elemental" de la existencia, son
nómadas; circulan sin pararse a nivel geográfico, afectivo, cultural, religioso, "van
tanteando". En medio de la gran cantidad de informaciones, pero faltos de formación,
aparecen distraídos, con pocas referencias y pocos modelos" (Obra pontificia de las
vocaciones, Nuevas vocaciones para una nueva Europa, Cuadernos Confer, 20-21).
Los seres humanos nacemos con la capacidad de llegar a ser personas morales; esto va
a depender de las relaciones, las posibilidades, la comprensión y el esfuerzo personal,
el aprendizaje y la resolución de dificultades. Las diversas teorías que han abordado la
génesis y el desarrollo de la conciencia moral insisten en uno u otro aspecto: la
formación del superego a través de los procesos de identificación, idealización y
sublimación (psicoanálisis), la interacción sujeto-ambiente y las estructuras cognitivas
(Piaget y Kohiberg), y el aprendizaje de la acomodación a la realidad (conductismo).
Como síntesis de todas ellas, y desde la consideración de la importancia de todos los
elementos podemos seguir diciendo con Piaget, que la meta de la educación moral es
la formación de "personas autónomas aptas para la cooperación". (cf. J PIAGET, El
criterio moral en el niño, Barcelona 1971; W. KAY, El desarrollo moral, Buenos Aires
1976, 34-45 y 326-329; N. J. BULL; La educación moral, Verbo Divino 1976).
Por este camino llegará a la comprensión de Dios como amor incondicional origen y
fundamento de todo, como Tú cercano que ayuda y acoge, como exigencia que
potencia lo mejor de nosotros mismos, y como promesa de plenitud que colma y
desborda nuestras previsiones y logros.
Los seres humanos nacemos con la capacidad de llegar a ser personas morales, y nos
definimos como "proyecto de ser"; por lo mismo, la vida moral constituye una unidad
invisible y es como el hilo conductor del cotidiano vivir hacia la madurez. "Si tenemos
presente que el objeto de la moral no son los actos, sino el éthos o personalidad moral
unitaria, y puesto que la vida moral es tarea, quehacer y realización de una vocación o
"esencia ética", claro está que lo primero que ha de hacerse es determinar en
concreto y día tras día, al hilo de cada situación, mi vocación o tarea, lo que tengo que
hacer porque nuestro ser resulta de nuestro hacer y nos hacemos a través de lo que
hacemos." (J. L. L. ARANGUREN, Ética, Alianza Editorial, 1983, 224) Como las actitudes
éticas y religiosas surgen al tiempo para las personas educadas en una fe, vamos a
reflexionar sobre los aspectos fundamentales que configuran la ética cristiana.
Según los Evangelios, lo central del mensaje de Jesús de Nazaret fue la irrupción del
Reino como gracia que invita al cambio de los corazones (Lc. 1,15). Las actitudes de
Jesús, sus juicios y gestos son coincidentes con el mensaje anunciado: Dios Padre está
con los pequeños, pobres, marginados y pecadores, y es necesario vivir desde lo
profundo la novedad de la Buena Noticia. Todo lo que Jesús dice y hace parte de la
experiencia de sentirse el Hijo Amado del Padre y enviado a reunir a la humanidad
como "hijos" de un mismo Dios y Padre (Mt. 5, 43-48). En consecuencia, todo brota de
la actitud con que se acoge y vive esta novedad desde el interior (Mt. 5,28); del
corazón salen las obras y somos responsables de lo bueno que dejamos de hacer (Mt.
25, 24-30; Fc. 19, 20-27). Esta misma fundamentación hace que nadie se considere
justificado ante Dios y mejor que los demás, pues no son nuestras obras las que nos
justifican, sino el don de Dios. En consecuencia la llamada a "ser perfectos como
vuestro Padre celestial" (Mt. 5,48) incluye el perdón y la misericordia de Dios y de los
hermanos.
Los primeros cristianos para hablar del amor de Dios revelado en Jesús y presente en
la historia por la acción del Espíritu Santo, utilizaron el término ágape. La parábola del
buen Padre (Lc. 15,20) y del buen Samaritano (Lc. 10,23) son la expresión concreta y
universal de esta forma de amar que es "misericordia", "gracia", y "benevolencia". "A
Dios nadie le ha visto nunca; si nos amamos mutuamente, Dios está en nosotros y su
amor llega a través del nuestro a la consumación" (1 Jn. 4,12). Ser creyente es vivir
desde ese amor fundante que todo lo penetra; por lo mismo, la moral para el cristiano
es mucho más que cumplir las normas del bien obrar, es dejarse impregnar por el
ágape y vivir dinamizado por el imperativo del amor fraternal, incondicional y universal
(J. G. CAFFARENA, ¿Qué aporta el cristianismo a la ética? Curso ética y vida cristiana,
n° 2, Cátedra de Teología Contemporánea, SM 1991, 12ss). Si amamos a los demás
como hermanos es porque Dios es Padre, fuente de vida y amor, y si nos amamos
como hermanos es porque hay un Dios Padre, como dice San Agustín al comentar a 1
Jn 4,12. En definitiva, Dios amó primero, y por eso tenemos que amarnos como
hermanos.
El hombre nuevo del Evangelio y de la Pascua es el que vive desde el corazón; por eso
todo empieza por dejarse convertir por Dios, es decir, por dejar que Dios y su proyecto
de salvación nos renueve y desborde. Corazón convertido es el que reconociendo su
pequeñez y debilidad, se siente acogido y amado en plenitud por su Creador y
Redentor.
La 2a parte del G.S. es un análisis de los valores que hay que potenciar; su tratamiento
es interdisciplinar y comunitario. Los cristianos comprometidos hacen presente la
iluminación de la fe, la fuerza de la caridad y el horizonte de la esperanza en las tareas
de cada pequeña comunidad. Aceptar la forma de entender la vida tal como la
concretó Jesús e interiorizar sus actitudes es la manera de entrar en comunión con Él
para llegar a tener sus mismos sentimientos (Flp. 2, 1-5). Se trata de una identificación
personal con Jesucristo por el Bautismo (Ron 6, 1-11) hasta que él llegue en nosotros a
plenitud (Gál. 2,2c). El Espíritu Santo es quien alienta en los creyentes el seguimiento
de Jesús que nunca realizaremos de forma plena y definitiva, pues es una tarea que al
tiempo que nos colma de alegría sobrepasa nuestras posibilidades; por eso
necesitamos constantemente el auxilio de la gracia.
No se trata de imitación, sino del seguimiento; para los creyentes la historia de Jesús
es referencia normativa que orienta los comportamientos morales. La reflexión, las
ciencias humanas y el diálogo ayudan a la concreción de los valores y decisiones
morales. Los principios morales fundamentales buscan la liberación del hombre y se
concretan en juicios prácticos y concretos según las circunstancias. Lo moral tiene que
ver siempre con los otros, la sociedad y la humanidad entera; esta referencia apunta el
aspecto objetivo de las normas morales.
El cristiano vive su fe dentro de la comunidad eclesial, que a través del Magisterio, del
servicio de los teólogos y de los ministerios y carismas, ilumina el buen hacer de los
fieles. Sin lugar a duda, los santos, los mártires y los profetas son los que mejor han
percibido y encarnado los valores de la moral cristiana.
El perfil del seguidor de Jesús debe tener los siguientes rasgos (J. SASTRE, o.c, 217-
220):
— Siente la vida humana y todas sus posibilidades como un don de Dios que acoge con
corazón agradecido.
— Entiende la libertad humana como disponibilidad para lo que Dios quiera y los
hermanos necesiten.
— El cristiano vive en el presente con tensión escatológica; por eso se trata de vivir
cada momento como si fuera el último, y no "pasa" de las situaciones que le pidan una
respuesta.
"Considerar y tratar a cada ser humano como hijo de Dios es una aportación grande
del cristianismo a la ética. Este Amor primero se ha explicitado de manera definitiva en
Jesús, pero también está en la antropología de cada persona, y la comunidad cristiana
interpreta y hace viva en cada época histórica. Amor a Dios sin amar al prójimo es caer
en la mayor de las mentiras; por eso la fe cristiana alienta una manera de vivir, una
ética que va más allá de lows límites de la fe y es capaz de aglutinar muchos esfuerzos
por la libertad, la justicia y la dignidad humanas" (J. SASTRE, O.C., 221).
Esta definición, -desde la teología cristiana-, supone una persona que trata de integrar
los diferentes aspectos de su vida desde el dominio de sí misma y en relación
interpersonal con los demás. En la opción fundamental cristiana confluyen el esfuerzo
del hombre por entender coherentemente su vida desde un núcleo que centra y
globaliza la existencia, y la gracia de Dios que lleva a su plenitud en nosotros la vida de
Cristo por la acción del Espíritu Santo y en la comunión de la Iglesia. La opción
fundamental cristiana crece constantemente en la medida que se hace patente en las
decisiones concretas y se alimenta en el misterio trinitario, fuente inagotable de la
vida teologal y del existir nuevo en Cristo.
El deber ser constituye el modo fundamental a través del cuál el ser llega a su plena
realización; en este sentido, el deber ser está implícito en el ser y no se puede
separar de él. Quizás una de las mayores tragedias de nuestra cultura es la separación
entre el ser y el deber ser, y la vinculación de éste último a la decisión personal y
subjetiva, muchas veces dominada por los deseos, y sin ninguna otra referencia
significativa. Esta ruptura invalida en gran medida la competencia moral de muchas
personas, pues las ha desvinculado de la fuente de la experiencia moral: la relación
intrínseca entre ontología y ética. Así mismo, en la relación entre lo que el hombre es y
lo que puede llegar a ser sucede la puesta en práctica de la libertad por la toma de
decisiones; ahí es donde se juega la moralidad, es decir, la realización de lo humano
para que no quede reducido a los dinamismos básicos de las necesidades más
elementales.
Para el cristiano esto resulta plenamente evidente, pues entiende su existencia desde
la persona de Jesús, Camino, Verdad y Vida; los criterios y actitudes evangélicos son
para él referenciales y normativos, pues en ellos encuentra la mejor forma de
acercarse a Dios, de ser él mismo en plenitud y de solidarizarse con el prójimo. La
Palabra de Dios como "norma normaras" y el magisterio de la Iglesia al servicio de la
Palabra y de la comunidad, son referencias que nos ayudan a encontrar la verdad
moral objetiva en medio del pluralismo divergente en el que estamos. En el corazón de
la relación entre verdad y conciencia está el discernimiento propio del cristiano que ha
llegado a la edad adulta. Creyente maduro es el que es capaz de descubrir la voluntad
de Dios (Ef. 5, 8-10); para ello hay que conocer la "gramática" con la que Dios habla,
analizar los signos de los tiempos y pasar los acontecimientos por el corazón, para que
se vivan como experiencia cargada de humanidad, es decir, de compromiso con la
libertad y la solidaridad.
El discernimiento moral no es posible sin un corazón convertido que busca ante todo y
sobretodo el bien. Supuesta esta actitud, hay que poner en cuestión la moral
prevalente que intenta presentar como valores algunos antivalores, e iluminar con los
criterios evangélicos la realidad en la que hay que tomar las decisiones concretas.
5. Orientaciones educativas
Los valores o contravalores toman cuerpo en las relaciones humanas en los diferentes
lugares donde se desarrolla cotidianamente la existencia humana. (cf. R. CARBALLO, El
hombre como encuentro, Alfaguara 1973; J. L. TizóN GARCÍA, Psicología basada en la
relación, Barcelona 1982). La tarea de la formación moral consiste en la concretización
de los grandes valores evangélicos a las situaciones reales en la familia, el trabajo, el
ocio, la política, la economía, la marginación, etc., etc. El seguimiento de Jesús es la
referencia inspiradora del actuar del cristiano para que este mundo sea más justo,
solidario y, si cabe, más fraterno.
— Criterio de universalidad. Que aquello que se haga se pueda presentar a los demás
como un comportamiento bueno y recomendable por lo que tiene de humanización.
— La relación medios- fin. Busca los fines que motiva la acción, la puesta en práctica
de los medios más eficaces y la necesidad de que los medios sean moralmente
aceptables para un fin moralmente bueno.
El amor llamado ágape es la categoría central del N.T. Jesús nos revela el amor del
Padre que nos llama a vivir de ese amor. La forma en que Dios nos ha amado en
Jesucristo es la fuerza que orienta y transforma la realidad humana de forma total y
definitiva. El amor evangélico da unidad a todas las exigencias morales y religiosas en
el mandamiento nuevo de amar a Dios y al prójimo como Cristo nos ha amado. ¿Cómo
entender la unidad del amor humano desde el ágape? Cuando la comunión de vida
con la persona de Jesús se concreta en el amor fraternal, incondicional y universal al
prójimo. Se expresa en las siguientes actitudes: el respeto a los demás y el darles buen
ejemplo, la aceptación incondicional de los otros, el estar al lado del necesitado, la
promoción de los derechos humanos, el ser constructor de paz, el perdonar a quién
nos ofende, la actitud de servicio y de humildad, y el apostar por lo utópico a pesar de
todo. (A. TORNOS, Antropología del amor desde su radicación social y psicológica, Sal
Terrae 64 (1976) 64).
Los valores aparecen en las relaciones y se transmiten, sobre todo, por medio de la
comunicación de quien los hace presente a través de los hechos, los juicios de valor, la
toma de postura y los compromisos. Lo que más se educa es la calidad de las personas
con las que nos relacionamos, su forma de situarse ante las dificultades y las
motivaciones profundas que las impulsan a actuar.
Los valores se van educando en los procesos por donde discurre lo cotidiano y en los
que nos vamos haciendo personas. Es necesario educar la estimativa moral para poder
percibir los valores, distinguir los valores de los contravalores, y para potenciar la
expresión creativa y comprometida de los mismos en las relaciones y estructuras
humanas. El aspecto nuclear que nos permite comprobar si un valor está incorporado
a la estructura profunda de nuestra persona es preguntarnos si este valor nos hace
felices, y si le percibimos como gozosamente realizador de nuestras posibilidades de
crear en lo humano. Los valores libremente incorporados se transforman en fuerzas
dinamizadoras de lo que testimoniamos y de aquello a lo que dedicamos tiempo y
posibilidades, en definitiva, algo es verdadero en nuestra vida cuando influye en lo
cotidiano y nos lleva a la creación de conciencia y a la militancia.
5.5. "Dar razones para vivir y motivos para esperar" (G.S. 31)
el cambio de estructuras sociales para que sean más cercanas, con rostro
humano y comprometidas con el ciudadano de a pie;
educar en lo que los humanos tenemos de común para que cada uno pueda
llegar a ser;
profundizar más los aspectos antropológicos de la educación así como el
ministerio del educador;
En la educación moral podemos emplear alguno de los tres métodos que funcionan en
la práctica: la invitación por la explicación a la actuación adecuada, la habituación en
las normas y la motivación desde la relación interpersonal. Pensamos que el último es
el verdaderamente eficaz porque trabaja la interioridad de la persona. El diálogo moral
debe abordar dos cuestiones fundamentales; una de fondo: cómo ser feliz; y la otra
sobre los medios necesarios para ser feliz: cómo llevar una vida honesta. La relación
educativa que aborda personalmente estas cuestiones estará guiada por la escucha, el
respeto a los ritmos personales, el diálogo sincero y el aprecio del otro por él mismo.
Es exitosa y eficaz una educación moral que cultiva las motivaciones profundas que
son las que llevan a la toma de decisiones y a implicarse, incluso cuando la presión
social no es favorable. Ahora bien, las motivaciones no se adquieren a través de
procesos cognitivos de tipo deductivo, sino a través de la lectura de la realidad, el
sentirse afectado por lo que se ve, y la implicación en acciones transformadoras de la
realidad. En este proceso interior hay un elemento claro: el pasar los acontecimientos
por el corazón, el sentirse afectado por ellos, y el percibir en estos signos la llamada de
Dios a comprometerse con la mejora de la realidad. Las acciones imperativo-
transformadoras de la realidad ayudan a la formación de las motivaciones
interiorizadas.
La pedagogía moral procura que la persona llegue a la madurez a través de los medios
siguientes:
- La manera de situarse ante los valores, los conflictos morales y las normas morales.
Sin una disposición positiva y de búsqueda de lo bueno no es posible llegar a
comprometerse por la justicia y la igualdad. La madurez moral tiene que ver con un
corazón y una mente apasionados por lo mejor para todos, y empezando por los que
están en una situación de menor igualdad ética de oportunidades. El barómetro de
nuestra calidad moral está indudablemente en los resultados de humanización que
nuestros comportamientos producen en las personas, las estructuras y las
instituciones.
- El contrastar con otros, los criterios y enfoques morales como paso previo a la
decisión en conciencia. Para poder contrastar, previamente, hay que informarse,
reflexionar y someter a crítica las motivaciones y comportamientos; es importante que
los que nos aprecian y quieren nuestro bien nos aporten su criterio valorativo. La
referencia al magisterio y la consulta a especialistas en teología moral nos permite oír
opiniones objetivas y cualificadas.
A la hora del diálogo conviene centrarse en las necesidades (intereses) de cada una de
las partes, no tanto en la toma de postura que manifiestan. El tercer momento
requiere un análisis sereno y desinteresado (perspectiva universal) de lo que se
seguiría para todos de tomar una u otra opción. Al llegar aquí conviene tener presente
que los valores de libertad e igualdad no siempre se pueden salvar al tiempo y de la
misma forma; en caso de conflicto entre ellos creemos que hay que apostar
solidariamente por la igualdad para que todos podamos vivir en libertad, es decir, en
igualdad ética de oportunidades (J. EscÁMEZ, Hacia un programa de educación moral,
en La formación moral de la juventud, Bruño 1998, 73-87; LICKONA Th. Educating for
character. How our schools can teach respect and responsability, Bantan Book, New
York, 1991, 53ss).
Los temas morales por su propia naturaleza, en muchos casos, exigen un clima de
confianza y de competencia en la persona a la que se consulta para que puedan ser
abordados con sinceridad. El diálogo personal no es alternativa a los otros medios de
educación moral, sino un complemento necesario a las clases, catequesis, grupos, etc.
(J. SASTRE, El acompañamiento espiritual, S. Pablo, 19942, 102-105). Más aún, la
relación de ayuda suele ser el ámbito donde terminan de clarificarse y de
personalizarse muchos temas que aparecen en los diálogos de grupo. Siguiendo a
W.Kay (Cf. El desarrollo moral, Buenos Aires 1976) podemos decir que las cuestiones
principales que hay que abordar en el acompañamiento personal en lo referente a la
formación de la conciencia moral son las siguientes:
"Cómo debo comportarme". No hace alusión en primer lugar a normas que han
de cumplirse, sino a modelos de identificación que actúan como referencias que
suscitan lo mejor de uno mismo, las motivaciones y los dinamismos que llevan a
las decisiones morales.
Jesús Sastre
Concilio
Sin entrar en su etimología técnica, Concilio significa asamblea o colegio de fieles para
deliberar, discernir, actualizar, proponer cuestiones relativas a la vida eclesial. Los
concilios recorren toda la vida de la Iglesia. Su fisonomía y finalidad ha sido muy
flexible a lo largo de la historia: los primeros concilios consolidaron y robustecieron a
la Iglesia misma en medio de una cultura pagana. Los de la edad media reglamentaron
la llamada sociedad cristiana o régimen de cristiandad de occidente. A su vez, Trento y
el Vaticano 1 son concilios de apología y defensa. Y el Vaticano II se puede definir
como "pastoral".
Hoy, normalmente, el Concilio se ha restringido a una de sus modalidades: el
convocado por el Papa. Pero existen concilios provinciales y locales, también
denominados Sínodos.
Conferencia Episcopal
El origen suele situarse, según los expertos en el siglo XIX, cuando los obispos belgas se
reunían para consultas periódicas. Esta praxis fue imitada por obispos de otras
latitudes geográficas.
El Código de 1983 habla expresamente de ellas en los cc. 447-459, y se define como
"institución permanente de asamblea de los obispos de una nación o territorio
determinado que ejercen unidos algunas funciones pastorales respecto de los fieles de
su territorio, para promover conforme a la norma de derecho el mayor bien que la
Iglesia proporciona a los hombres, sobre todo mediante formas y modos de
apostolado convenientemente acomodados a las peculiares circunstancias de tiempo y
lugar" (C. 447).
Confesión de fe
1. La fe cristiana es la respuesta libre y confiada del ser humano a Dios, que se revela a
través de su Palabra, hecha carne en Jesús de Nazareth.
Es posible creer, porque Dios se manifiesta al ser humano y porque el Espíritu de Dios
ilumina la inteligencia y el corazón, capacitando para ofrecer una respuesta que brota
de la libertad y que compromete toda la vida.
Quienes mejor han confesado su fe han sido los mártires. Ellos han dado el testimonio
más convincente: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida". Pero también
los santos canonizados, aunque no mártires, son considerados como confesores de la
fe, porque su vida ha sido un constante testimonio del Dios en quien han creído. Ellos
constituyen una referencia permanente para los creyentes de todos los tiempos.
Bastará recordar la anécdota de la vida de San Ignacio de Loyola, referida por sus
biógrafos. Se cuenta que, cuando Ignacio de Loyola tuvo que permanecer largo tiempo
de convalecencia en su casa natal de Loyola, curando las heridas sufridas en la batalla
de Pamplona, el inquieto militar pidió libros de caballerías para entretener su tiempo.
Al no disponer de ellos, le dieron a leer el Flos Sanctorum, las vidas de los santos. De
esta lectura se sirvió Dios para llegar al corazón de Ignacio. "Si éstos han sido capaces
de hacerlo, ¿por qué yo no?", se preguntó Ignacio. De este modo el testimonio de los
santos, confesando con su vida la fe en Jesucristo, resultó definitivo en la conversión
de Ignacio de Loyola. Confesar la fe a través del testimonio de la propia vida es, pues,
el modo idóneo de comunicar a otros la experiencia gozosa del descubrimiento de
Dios y de la entrega a El.
Los diferentes Credos de la Iglesia Católica, por su carácter intemporal, en cuanto que
valen para todos los tiempos, resultan hoy poco encarnados en nuestra cultura
postmoderna. Hoy, por ejemplo, diríamos: Creo en Dios, Padre y Madre, para evitar el
lenguaje sexista. Tal vez por esa razón "dicen" poco a muchos de nuestros cristianos.
Será preciso un esfuerzo ulterior de inculturación, que haga más comprensibles sus
contenidos desde las categorías de la cultura de hoy. Pero este esfuerzo puede correr
el peligro de producir un cierto empobrecimiento. El traductor o adaptador traiciona
algo al original, afirma el dicho popular. Con todo, a pesar de ello, es necesario este
esfuerzo de inculturación, si queremos que los Credos, recibidos de la tradición,
continúen siendo significativos para el hombre y la mujer de hoy.
Es evidente que, en esta Confesión de Fe, el creyente estará volcando una gran parte
de su experiencia personal. En este sentido podemos afirmar que la Confesión de Fe,
en nuestro mundo de hoy, adquiere un valor más significativo en la medida en que sea
capaz de expresar la experiencia vivida en la historia personal de cada uno: cómo la fe
en Jesucristo y en el Dios de Jesucristo nos impulsa a una realización humana más
plena personal y socialmente.
Leer las Confesiones de Fe de San Pablo, de San Juan, de las comunidades cristianas
primitivas en las Iglesias del Nuevo Testamento nos llevan a la misma conclusión. Y
escuchar a Santa Teresa o a San Juan de la Cruz, en las Confesiones de Fe de sus
experiencias místicas, nos ayudan a percibir la riqueza inagotable de las experiencias
personales de fe, que posteriormente se traducen en Confesiones de Fe.
De lo dicho hasta ahora podría deducirse que cada uno tenemos derecho a
"fabricarnos" una imagen de Dios a la medida de nuestras conveniencias. Este peligro
es real. Por esta razón la propia Confesión de Fe precisa del contraste con otras
Confesiones de Fe de otros creyentes, teniendo siempre como referencia obligada la
Confesión de Fe expresada por el Magisterio autorizado de la Iglesia.
El mundo necesita confesores. En algún tiempo se repetía con frecuencia que nuestra
sociedad necesita menos teólogos y más testigos. En esta afirmación resuena el
aforismo clásico "obras son amores y no buenas razones". En todo tiempo ha sido
necesaria la presencia de testigos que, con un estilo de vida fuertemente marcado por
la fe, ofrecieran un modelo de contraste con otra forma de vivir, guiada por criterios
mundanos. Los santos han ejercido esta influencia en la sociedad de su tiempo y en
generaciones siguientes. Pensemos en la influencia multisecular de San Martín de
Tours, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, etc.
Por esta razón se aprecia, con mayor urgencia, la necesidad de confesar la fe, siendo
testigos de ella en la forma de vivir. Un estilo de vida que resulte interpelador, por su
carácter excéntrico, al servicio de la causa de los pobres, de la defensa de la justicia, de
la transformación de la sociedad. Quien vive o intenta, al menos, vivir de esta manera
está confesando su fe; es testigo del Dios Padre de todos; convierte el amor generoso
y desinteresado en el primer plano de sus motivaciones. De esta manera puede hacer
significativa su Confesión de Fe. Está prestando un servicio impagable a nuestra
sociedad. Contribuye eficazmente a la transformación del mundo. Y vuelve a hacer
creíble el corazón de la fe cristiana.
Quienes son guiados por el Espíritu están en condiciones de confesar su fe, de manera
que pueden comunicar, a quienes les escuchan, que vivir al servicio del reino es una
opción razonable y, además, profundamente gozosa. Una opción libre, plenificadora,
que ofrece un profundo sentido a su condición de hombre o mujer.
A finales del siglo V y principios del VI se había llegado a esta situación: las
conversiones ininterrumpidas habían provocado que el número de adultos que
recibían el bautismo fuese muy escaso, mientras que el de niños era el habitual. Esto
trajo consigo la desaparición práctica del catecumenado. No obstante, los niños
continuaron recibiendo los tres sacramentos de la iniciación durante la Vigilia Pascual,
por lo que se refiere a la ciudad de Roma y a las comunidades de los lugares en los que
residía el obispo. En Roma, no se presentó ninguna dificultad. En cambio, fuera de
Roma surgieron dificultades, como consecuencia de la evangelización del medio rural y
la primera dispersión del presbiterio; pues, mientras en la ciudad donde residía el
obispo, éste podía seguir celebrando los tres sacramentos de la iniciación durante la
Vigilia Pascual, en el campo no podía hacerse presente. Podía haberse seguido la
costumbre de Oriente, donde los presbíteros celebraban habitualmente la
Confirmación, pero se prefirió seguir la costumbre de que ésta se reservara al obispo.
Por este motivo se separaron "la administración de este sacramento y la del
bautismo".
Es verdad que "a veces se invitaba a los bautizados a trasladarse a la ciudad episcopal
durante la octava de pascua para recibir del obispo la confirmación" (R. BÉRAUDY, La
iniciación cristiana, en A. G. MARTIMORT (dir), La Iglesia en oración, Barcelona 1967,
613), pero "las más de las veces se difería ésta hasta el próximo paso del obispo por las
parroquias, uso que se practicaba ya en el siglo VI en la ciudad de Arlés" (ibidem), y
presumiblemente en España no mucho tiempo después. La situación resultante, por
tanto, fue ésta: el Bautismo y la Primera comunión siguieron unidos y vinculados a la
Vigilia Pascual, mientras que la Confirmación se celebró de modo independiente, antes
o después de la Primera Comunión, según el tiempo de la visita pastoral del obispo,
aunque con la clara conciencia de que se posponía a la Eucaristía únicamente por estar
reservada al obispo. La evolución natural de las cosas trajo consigo que desde el siglo
IX existiese un Ordo autónomo de la Confirmación.
Las consecuencias que esto trajo consigo fueron fundamentalmente estas tres:
ruptura del ritmo unitario de la iniciación cristiana, modificaciones profundas de
carácter ritual y pastoral y, sobre todo, un cambio de perspectiva, al recibirse los
sacramentos de la iniciación, sobre todo el Bautismo, para asegurar la salvación
personal escatológica. Esto último trajo consigo ciertas repercusiones teológico-
pastorales.
El desarrollo que experimentó el bautismo de adultos está, por tanto, en la base de los
primeros cambios importantes de la pastoral de la Confirmación.
Esta explicación tuvo gran éxito y sirvió para acentuar la separación entre la pastoral y
la teología de la Confirmación. Mientras la teología seguirá el camino de ilustrar los
efectos de la Confirmación, la pastoral, en cambio, -sin los elementos operativos que
ofrecía el catecumenado y sin una apoyatura doctrinal que presentase los significados
y compromisos histórico-salvíficos derivados de la Confirmación- tiene que
contentarse con que los cristianos, además del Bautismo, reciban la Confirmación. De
este modo, aunque sin pretenderlo, la pastoral contribuirá a que el sacramento sea
más un 'rito de despedida' que de reclutamiento y compromiso.
La reflexión tomista gira sobre estos tres ejes: 1) la estrecha conexión existente entre
el Bautismo y la Confirmación: "Este sacramento es casi la plena realización del
Bautismo (STh., 3, 72, .2 ad 11); 2) la Confirmación es al Bautismo lo que el
crecimiento es al nacimiento (STh., 3, q.72, a.2 ad 2 et ad 6); 3) el confirmado es un
"adultus spiritualiter" y del mismo modo que se puede nacer por el B. estando en la
madurez o vejez, se puede madurar espiritualmente en la edad infantil" (STh., 3, q.72,
a.8 in corp).
La doctrina tomista fue el punto de referencia en los siglos posteriores. Pero el hecho
de que el mismo santo Tomás no hubiese desarrollado los puntos eclesiológicos
subyacentes y, sobre todo, el que su doctrina fuera recibida en un contexto cultural
que facilitaba una lectura preconcebida, darían lugar a equívocas interpretaciones
teológicas y a problemáticas opciones pastorales.
b) Erasmo y los Reformadores. El punto crítico que puede unas y otras es, sobre todo,
el tercero. Precisamente, apoyado en que la Confirmación es un momento de
crecimiento y maduración, Erasmo propuso convertir este sacramento en una especie
de "ratificación" del Bautismo recibido en edad infantil; propuesta que encontró una
acogida muy favorable en la Reforma, pues sin necesidad de reconocer la
sacramentalidad de la Confirmación, ofrecía a los creyentes una ocasión para realizar
una elección de fe personal refleja.
Esta tendencia emergió por primera vez en Francia, durante el siglo XVIII, donde se
pospuso la Confirmación hasta los doce o más años por estos motivos. Sin embargo, la
tendencia cobró especial vigor en fechas más recientes, sobre todo a partir del decreto
Quam singulari de Pío X. Dado que permitía admitir a la primera comunión a los niños
que hubiesen llegado al uso de razón (hacia los siete años), muchos vieron en la
Confirmación el único sacramento de la iniciación cristiana disponible, de hecho, para
impartir una instrucción catequética más profunda y una opción de fe más
personalizada. Las opciones pastorales siguieron ahondando el foso que las separaba
de la teología, y crearon nuevos problemas, sin resolver apenas la situación de crisis
que sufría el sacramento de la Confirmación. Un hecho concreto es la explosión de lo
que alguien ha calificado como "pseudoproblema de la edad de la Confirmación" (p.
196), dado que el verdadero problema es el de la Confirmación pospuesta a la
Eucaristía, puesto que si ésta es el vértice de la iniciación, no se ve cómo pueda
recibirlo el que todavía no está plenamente iniciado.
Así lo entendió y vivió la Iglesia de los primeros siglos, que preparó los tres
sacramentos en un marco común de catecumenado y mistagogia, y los celebró en el
mismo contexto: la noche de Pascua. La Iglesia actual ha recuperado este marco para
los adultos, dado que lo previsto como normal en el Ritual de la Iniciación cristiana de
adultos es que los tres sacramentos se vivan nuevamente en el contexto más amplio
del catecumenado por etapas y en el de la mistagogia, y tengan lugar en el mismo
acontecimiento celebrativo de la Vigilia Pascual.
Este contexto ha de iluminar la pastoral del supuesto de los niños que reciben el
Bautismo a los pocos días de su nacimiento y la Confirmación en la adolescencia. No se
trata, ciertamente, de reproducir literalmente los pasos que siguen los adultos, entre
otras razones porque éstos se preparan a recibir el Bautismo y aquéllos ya lo han
recibido. Se trata, más bien, de tener siempre presente que quien ahora se prepara
para celebrar la Confirmación es un bautizado que viene a recibir de un modo más
pleno el Espíritu Santo y a iniciarse para poder recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor.
Desde Pentecostés la acción del Espíritu está en acto y se revela a cuantos, creyendo
en Cristo, reciban el Bautismo (cf. Act 2, 15-21, 38-41). Por eso, desde ese momento el
Bautismo cristiano es designado siempre como 'Bautismo en el Espíritu', es decir,
como un evento salvífico complejo que, renovando al hombre y agregándolo a la
comunidad nueva, estructura esta comunidad en la multiplicidad de carismas.
b) La Confirmación, sacramento del Espíritu. Los textos litúrgicos de todos los tiempos,
desde los sacramentarios medievales hasta el actual Ordo Confirmationis, no dejan
lugar a dudas respecto a la vinculación del Espíritu Santo y la Confirmación. Esta simple
constatación exige que la teología aporte a la pastoral los datos precisos sobre el papel
que el Espíritu juega en la historia de la salvación, tal y como aparecen en el Antiguo y
Nuevo Testamento, para que, desde ellos, pueda realizar opciones válidas de acción.
Los datos más relevantes que ambos Testamentos ofrecen sobre la presencia y acción
del Espíritu en la historia de la salvación pueden sintetizarse así. En primer lugar, el
Espíritu Santo aparece como el que trasformará a los hombres, sacándoles de un
estado de aridez y muerte para introducirlos en una vida nueva (cf. Ez 37, 4-11); vida
que dará a los hombres una sensibilidad tan nueva como la del que antes tenía un
corazón de piedra y ahora lo tiene de carne (cf. Ez 11, 19; 36, 26-27). En segundo
término, el Espíritu constituirá a los hombres en una comunidad de profetas, de
testigos de la fidelidad y santidad de Dios y, en última instancia, de la salvación que
Dios quiere realizar (Joel 3, 1-5). En consecuencia —y esta sería su tercera gran tarea—
el Espíritu Santo trasformará la tierra, convirtiéndola en una verdadera tierra
prometida, es decir, en un reino de santidad, paz y justicia (cf. Is 32, 15-16).
Según esto, Dios, por medio del Espíritu, realizará en la época mesiánica y escatológica
una renovación radical. Pero tal renovación no será tanto estructural o ideológica,
cuanto antropológica. No obstante, 'el lugar' histórico de esa renovación antropológica
es la comunidad nueva suscitada por el Espíritu; a través de esta comunidad nueva de
profetas y testigos el Espíritu renovará la tierra. Estamos, pues, ante las grandes
coordenadas de la salvación y de la acción que en ella desempeña el Espíritu. La
pastoral de la Confirmación sólo será adecuada en la medida en que sepa caminar a la
luz de esta presencia y acción del Espíritu en la comunidad de salvación que es la
Iglesia, en la que dicho sacramento introduce de un modo y con una finalidad nuevos.
La unidad viene dada por la única Palabra de Dios, en torno a la cual converge una
única respuesta humana, la fe; y del único Cristo, del cual recibe la gracia. La
multiplicidad, en cambio, procede o bien de que el servicio a esta única Palabra de
Dios —que ha de ser anunciada y actualizada en todos los lugares y tiempos de la
historia— sólo puede hacerse mediante la pluralidad de testimonios, o bien porque la
experiencia salvífica de la única gracia de Cristo no puede consumarse más que en la
multiplicidad de situaciones y estados de vida cristiana. En otras palabras, la unidad
está postulada y garantizada por la acción de Dios y la fidelidad del hombre a ella; la
multiplicidad está exigida por la historicidad del hombre y garantizada por la fidelidad
de Dios a esta misma historicidad. Ahora bien, el Espíritu es el alma de esta doble
dimensión de la Iglesia como comunidad de salvación.
Baste pensar que san Pablo, que encuentra el fundamento de la unidad en el Espíritu
en que hemos sido bautizados, se remite al mismo Espíritu para justificar la
multiplicidad de los carismas y exigir su aceptación y respeto (cf. 1 Cor 123, 4-11).
Estas dimensiones de unidad-pluralidad que estructuran a la Iglesia no provienen de la
iniciativa humana sino de la iniciativa divina, de la cual las celebraciones sacramentales
son signo constitutivo. La unidad y la pluralidad tienen, pues, una connotación
sacramental.
Tres son, al parecer, los principales problemas que tiene planteada actualmente la
pastoral de la Confirmación: la posposición a la Eucaristía, la ausencia total de un
catecumenado y el ministro.
Dado que el obispo no puede estar presente, podría pensarse en una concesión
ordinaria a los párrocos para confirmar en el supuesto que aquí se contempla, es decir,
en una nueva situación en la que la Confirmación precedería a la Primera Comunión,
tanto si ambos sacramentos se celebraban en la misma ocasión como en dos
momentos distintos. Desde el punto de vista teológico no hay ninguna dificultad, como
atestigua la praxis de Oriente. Por lo demás, si el presbítero puede celebrar el
sacramento-cumbre de la iniciación cristiana —la Eucaristía— y el que da acceso y es
fundamento de todos los demás —el Bautismo—, con mayor razón podría conferir el
de la Confirmación.
BIBL. — CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Ritual de la Confirmación, Madrid 1976; la gestación y problemática
fundamental en A. BUGNINI, La reforma litúrgica, Madrid, BAC 1999, 523-543; COMISIÓN EPISCOPAL ESPAÑOLA
PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Sobre algunos aspectos doctrinales del Sacramento de la Confirmación (24.10.1991).
Cada vez que lo requiera un sabio gobierno de la diócesis, el obispo puede constituir
uno o más Vicarios Episcopales, nombrados, según derecho, para una determinada
parte de la diócesis o un determinado sector de asuntos o para los fieles de un
determinado rito. Estos Vicarios gozan, en sus competencias, de la misma potestad
que el derecho común atribuye al Vicario General (Ch D, 23, 25, 27).
- El motu proprio Ecclesiae Sanctae, 1, 16, y III, 20 trazó las líneas esenciales de dicho
Consejo, pero dejándolo también como facultativo.
b) Definición
• Es un colegio: o conjunto de personas que trabajan para un mismo fin.
- De naturaleza consultiva, asesor del obispo: sin que por ello disminuya su valor y su
incidencia en la vida diocesana.
- Compuesto por fieles en plena comunión con la Iglesia (clérigos, religiosos, laicos): en
este consejo se refleja y expresa la sacramentalidad y comunión de la Iglesia
diocesana. Promueve la comunión y corresponsabilidad del Pueblo de Dios, ayudando
al obispo en su munus pastoral.
- Con una misión propia: principalmente, estudiar todo lo que afecta a la misión
pastoral de la Iglesia particular, proponiendo objetivos y acciones diocesanos. En otras
palabras, su finalidad es:
- Convendrá delimitar, desde la Iglesia particular, los asuntos pastorales que uno y otro
deben tratar o la forma de ser tratados. En cualquier caso para el Consejo Presbiteral
el Código contempla una mayor amplitud en los asuntos en los que el obispo debe
oírle, como ha quedado patente.
BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Para descubrir y vivir la Iglesia Diocesana, Burgos 1998.
Raúl Berzosa Martínez
"Christifideles Laici" (n. 27, c) hace una llamada de atención a la valoración más
convencida, amplia y decidida de los consejos pastorales parroquiales. No podemos, ni
debemos confundir Consejos Parroquiales con Juntas Parroquiales.
1. Juntas parroquiales
El nuevo consejo comenzará a funcionar como tal sólo cuando se haya formulado un
programa de actuación claro en el que participen todos sus componentes.
Para que el CPP funcione, es necesario: -Que todos los miembros se hagan partícipes
activos. -Revisar periódicamente, con asistencia incluso del arcipreste, el
funcionamiento del Consejo. -Atender la formación permanente de sus miembros. -
Contactos abiertos a dos niveles: con la comunidad parroquial, y con otros consejos. -
Fijar un estatuto y reglamento. -En las reuniones, cuidar mucho el clima de oración y
diálogo, el orden deI día claro, la figura del moderador, la evaluación de las reuniones,
la elaboración de actas, los estudios iniciales para las ponencias, la concreción de
conclusiones.
Una anotación en el horizonte: "Dados los cambios sociales y culturales del mundo
contemporáneo, la parroquia actual sólo podrá realizar su función evangelizadora si se
complementa con la acción evangelizadora promovida desde una pastoral
supraparroquial de la Iglesia Particular (arciprestazgo, zona, delegaciones
diocesanas...). En esta pastoral, la parroquia deberá coordinarse con otras parroquias y
comunidades religiosas y laicales, así como con los servicios, asociaciones y
movimientos de una pastoral especializada y de una pastoral de ambientes" (Congreso
parroquia Evangelizadora, n° 19).
BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Para comprender y vivir la Iglesia Diocesana, Burgos 1998; J. BESTARD COMAS, El
consejo pastoral parroquial, PPC, Madrid 1988.
Consejo Presbiteral
El Consejo Presbiteral viene a ser como el senado del Obispo, sustituyendo los
cometidos que, tradicionalmente, se asignaban a los Cabildos Catedralicios. Así, sus
principales funciones son: -designar dos miembros para el Sínodo provincial (c. 443), -
participar en el Sínodo diocesano (c. 461, 1), -debe ser oído cuando se trata de
modificar notablemente las parroquias (c. 515, 2), -debe ser oído para el destino de
ofrendas de que habla el c. 531, -debe ser oído para la constitución obligatoria de
consejos pastorales parroquiales (536, 1), -debe ser oído para la erección de nuevas
iglesias (c. 1215, 2), -debe ser oído para permitir el uso profano de una Iglesia (c. 1222,
2), -también para imponer tributos extraordinarios a las personas físicas o jurídicas (c.
1263), -y para constituir un grupo de párrocos de los que vengan elegidos dos o más
que valorarán con el obispo los casos de remoción de párrocos (c. 1472).
Colegio de Consultores: de entre los miembros del Consejo Presbiteral, el Obispo elige
un mínimo de seis personas para formar el Colegio de Consultores. Características y
funciones: -el administrador necesita su consenso para (después de un año de
ausencia de obispo en la diócesis) proceder a la incardinación y excardinación (c. 272).
-En temas especiales de nombramiento de obispo diocesano o coadjutor (c. 377, 3)
tiene que recibir la carta apostólica en la posesión del nuevo obispo (c. 382). -En caso
de sede impedida elegir un sacerdote para regir la diócesis (c. 413). -En caso de sede
vacante elegir un administrador diocesano (c. 421), y si renuncia, elegir otro (c. 421). -
Informar a la Santa Sede del fallecimiento del obispo (c. 422). -El administrador
diocesano (no el obispo) necesita su consentimiento para remover al canciller o
notario de la curia (c. 485). -Debe ser escuchado para el nombramiento de obispo o su
remoción (c. 485, 2). -Recibe la profesión de fe del administrador diocesano (c. 833, 4).
-El administrador diocesano debe tener su consentimiento para poderse ordenar
sacerdotes seculares (c. 1018, 1). -Debe ser escuchado por el obispo para la
administración canónica de una cierta suma de dinero (c. 1277) y para la alienación de
bienes (c. 1292).
BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Para comprender y vivir la Iglesia Diocesana, Burgos 1998.
Consiliarios
Constructores de la paz
- La carrera de armamentos supone mucho gasto, que no se puede dedicar a los países
más necesitados, y lleva a conflictos para dar salida a las armas producidas.
- No se puede admitir desde el punto de vista ético la producción y venta de armas sin
control. Además hay que destruir las armas nucleares, biológicas y químicas y prohibir
su fabricación. Esto mismo se puede decir de algunas armas convencionales que son
muy mortíferas.
- Las dificultades que hay que superar para conseguir un clima social de verdadera paz
son: los radicalismos, la falta de diálogo entre los grupos sociales, el cerrar las heridas
de la guerra civil por el perdón y el olvido, tratar de combatir el paro y la falta de
formación, rechazar totalmente el terrorismo, una mayor cooperación entre las
autonomías, y la actitud de no violencia como la mejor estrategia para la paz.
El documento aborda y toma postura clara en los principales temas relacionados con
la guerra y la paz: la moralidad de la guerra, la carrera de armamentos, las armas no
convencionales, la objeción de conciencia, el terrorismo y las actitudes para ir
superando las dificultades y construyendo un mundo más reconciliado.
Jesús Sastre
Comienzo afirmando que esta voz complementa y tiene como base otras aparacidas
en este diccionario (ejem. Pastoral Universitaria, Nueva Cultura, Evangelización, Nueva
Evangelización, Inculturación, etc.).
Dos afirmaciones pueden encuadrar la problemática en relación a la pastoral de la
cultura: por una parte, «el foso o distanciamiento entre cultura y fe, que en nuestro
siglo tiende a hacerse cada vez más profundo» (Pablo VI); por otra parte, «nunca como
en este siglo la fe y la teología se han visto espoleadas por cuestiones extrateológicas o
culturales» (G. Angelini). Y en medio, o atravesando estas dos afirmaciones, unas
palabras de Juan Pablo II: «La cultura es el nuevo espacio de la Iglesia... Una fe sin
raíces culturales no es verdadera fe». A esto únase el hecho de encontrarnos inmersos
en la denominada «nueva evangelización» con sus dos vertientes o caras de una
misma moneda, con dos retos: inculturar el Evangelio y evangelizar la cultura. La
Inculturación encierra unos criterios, de entrada, irrenunciables: distinción Evangelio-
Culturas; tensión unidad-pluralismo (comunión-encarnación); contribución a la
liberación integral de la persona y sociedad.
Nuestra época se puede definir como «la del resurgir de las culturas». Con la
decadencia y desaparición de ideologías y utopías el ser humano busca identificarse de
nuevo, como sujeto y actor. Este fenómeno se denomina «concienciación cultural», al
que no son ajenos el resurgir de nacionalismos.
Por todo ello, si bien la Iglesia «no es para ella misma» sino como sacramento de
salvación y mediación, y por ello debe estar volcada y envuelta en cada época histórica
en la cultura de su tiempo, hoy podemos sin embargo afirmar que la cultura es el
«nuevo espacio de la Iglesia», «mediación privilegiada», sin olvidar que "el camino del
hombre es el camino de la Iglesia" (Juan Pablo II).
Sin embargo, esta definición genérica debe matizarse aún más, y es cuando hay que
distinguir:
- Aculturación: Diálogo entre dos o más culturas de las que nace una nueva,
integrando lo esencial de las anteriores; relación entre culturas de las que sólo una
conserva sus elementos esenciales.
c) Conceptos históricos:
- Campo cultural: Espacio donde conviven «en diálogo» dos o más culturas.
Comenzamos afirmando que, desde una perspectiva histórica, la Iglesia ha pasado por
todas las concepciones de cultura antes descritas. El cristianismo ha inculturado y
aculturado. Es filocultura, se mueve en espacio cultural; ha pretendido ser en alguna
época «mono-cultura»; es transcultura; ha podido ser cultura heterófoba. Se mueve
en campo cultural; participa de familia de culturas, y hasta él mismo ha sido
contracultura y hoy está padeciendo esta contracultura.
Damos un paso más. Hemos afirmado más arriba que, detrás de la relación fe-cultura,
y de la pastoral de la cultura, hay cuatro problemas que inciden:
Deshojando el amplio abanico de respuestas a dichos interrogantes, y sin que por ello
suponga primar en este terreno por encima de otras opiniones, nos hacemos eco de
dos recientes posturas en el ámbito hispano:
Hasta aquí dos posturas que no hacen sino alargar un amplio debate en el campo
católico. En el fondo, el problema de la pastoral de la cultura.
Los desafíos de la nueva cultura, y sus centros de interés, se pueden identificar en las
siguientes claves de identidad: urbanización galopante, desarraigo cultural, medios de
comunicación, resurgimiento de nacionalismos, ecología, bioética, ocio y tiempo libre,
pluralismo religioso.
A la hora de preguntarnos por algunas propuestas concretas para hacer realidad una
verdadera pastoral de la nueva cultura, y siguiendo el documento señalado, podemos
afirmar las siguientes tesis (nn. 2537):
Todo lo anterior requiere una pastoral de la cultura renovada por la fuerza del Espíritu,
con nuevos métodos, ardor y lenguajes. Siendo conscientes, en el fondo, de que la
pastoral de la cultura, en sus múltiples expresiones, no tiene otro objetivo que ayudar
a toda la Iglesia a cumplir su misión de anunciar el Evangelio, para suscitar culturas
transformadas por la prodigiosa novedad de Cristo.
BIBL. — CONSEJO PONTIFICO DE LA CULTURA, Para una pastoral de la cultura, Edice, Madrid 1999; H. CARRIER,
Evangelio y culturas, Edice, Madrid 1988; J. ROVIRA BELLoso, Fe y cultura en nuestro tiempo, Sal Terrae, Santander
1988, 1317; J. M. FERRER GRENESCHE, Iglesia y culturas, «Religión y cultura» 36 (1989) 309328; J. ANDRÉS VELA,
Sistematización, estructura y proceso de la cultura en relación con la Evangelización: «Theologica Xaveriana» 94
(1990) 8196; Consejo Nacional de Misiones, Misión y Culturas, Edice, Madrid 1991; FERNANDO SEBASTIÁN
AGUILAR, Nueva evangelización. Fe, cultura y política en la España de hoy, Encuentro, Madrid 1991, 83110; AA.
W., Cristianismo y cultura en la Europa de los años 90, PPC, Madrid 1993; J. DELICADO BAEZA, Cristianos en la
Universidad, Edice, Madrid 1988.
Curia Diocesana
La Curia Diocesana, según el C. I.0 (c. 469) consta de aquellos organismos y personas
que colaboran con el obispo en el gobierno de toda la diócesis, en la dirección y
animación de la actividad pastoral, en la administración de la diócesis, así como en el
ejercicio de la potestad judicial. La Curia diocesana debe ser como el corazón de la
diócesis.
Como gran principio general podemos afirmar que "la tendencia hoy es a simplificar la
Curia, haciéndola instrumento muy eficaz, al servicio de la misión pastoral de la Iglesia.
Así cada día más se reducen al mínimo necesario las exigencias formalistas,
suprimiendo toda burocracia inútil y contraproducente".
Sin entrar en mayores detalles, digamos que venía sientiéndose la necesidad de una
reforma de la curia diocesana por su complicada e ineficaz estructuración, donde
incluso, inmediatamente después del Vaticano II, se había llegado a una especie de
"curia paralela" formada por el "conjunto de aquellos organismos de carácter
diocesano, no disciplinados en el CIC, creados con finalidad directamente pastoral y
desprovistos, por consiguiente, de un contenido rigurosamente jurídico, con las
subsiguientes consecuencias eclesiológicas y canónicas que aquí subyacen.
A. Pérez Díaz destaca, en ese mismo sentido, las siguientes características para la
Curia: organismo de colaboración con el Obispo, al servicio de la Diócesis como cauce
de comunión, y es garantía de "continuidad" en la Diócesis.
De cualquier forma, el CIC (c.469) se afirma que la Curia diocesana presta ayuda al
Obispo en tres dimensiones o facetas: dirección de la actividad pastoral, atención a la
administración diocesana y al ejercicio de la potestad judicial. Las tres novedades
notables, en relación al CIC anterior, son: el Vicario Episcopal, el moderador de Curia y
el Consejo Episcopal.
En este sentido, A. Viana subraya que entre los principios informadores de la actividad
actual de la Curia destacan dos: el necesario equilibrio entre la actividad administrativa
y el significado pastoral de la curia, y la coordinación entre las diversas funciones.
— escuchado para actos administrativos de un cierto tope o valor pecuniario (c. 1277);
— debe ser escuchado cuando el obispo desee disminuir lo relativo a las fundaciones
(c. 1310).
Delegaciones diocesanas
1. Naturaleza
Una delegación diocesana se encuadra dentro del munus pastoral del obispo y, por lo
mismo, forma parte de la Curia Diocesana. La Curia Diocesana, según el C.I.0 (c. 469)
consta de aquellos organismos y personas que colaboran con el obispo en el gobierno
de toda la diócesis, principalmente en la dirección de la actividad pastoral, en la
administración de la diócesis, así como en el ejercicio de la potestad judicial. La Curia
diocesana debe ser el corazón de la diócesis.
Los objetivos de las delegaciones, así como sus acciones principales, se darán a
conocer puntualmente en la diócesis por los cauces ordinarios.
Entre los elementos mínimos y esenciales para que una delegación consolide su
identidad y cumpla con su misión se cuentan los siguientes: -clara identidad dentro de
los munus o dimensiones de la Iglesia particular; -lúcido análisis de la realidad; -
necesaria programación de objetivos y acciones; -suficientes recursos materiales y
humanos; -inserción en lo territorial y relación real con movimientos, asociaciones
laicales y otros organismos diocesanos; -revisión periódica; -coordinación con otras
delegaciones y con la Vicaría de Pastoral.
Toda la diócesis, en sus diversos ámbitos e instancias, debe desarrollar dicha pastoral.
Es responsabilidad principal del obispo. El cual delega ordinariamente en los
organismos diocesanos. Por ello, en lo referente a los Delegados y Delegaciones, es el
ordinario quien confiere a cada delegado el oficio y el conjunto de facultades para el
desempeño de su misión.
Todas las delegaciones, pero particularmente entre las afines, deben ayudarse a
cumplir sus objetivos y acciones y a hacer posible una verdadera y realista formación
inicial y permanente de quienes trabajan en dichos campos afines.
Los miembros de los diversos arciprestazgos elegidos para formar parte de los equipos
de las delegaciones deben, a su vez, ser miembros activos de sus respectivos
arciprestazgos y, en lo posible, formar parte de los Consejos Pastorales Arciprestales.
Las actitudes del delegado y del equipo que forma la delegación deben ser de cercanía,
diálogo continuo, corresponsabilidad, presencia, apoyo, trabajo en equipo, apertura
de horizontes, eclesialidad, fidelidad a lo esencial y formación permanente.
Desde las cuatro dimensiones eclesiales: Sin duda, la articulación de las delegaciones
debe provenir desde las cuatro notas o dimensiones que conforman una Iglesia
Particular. A saber:
Derechos humanos
Perspectiva
La Iglesia Latinoamericana, fiel a su compromiso histórico, del que en nuestros
tiempos es pionera, no ha dejado de profundizar en la perspectiva de la "opción por el
pobre", y no ha cesado tampoco de intentar descubrirlo en sus nuevas realidades,
siempre cambiantes.
Las tres últimas décadas del siglo que termina han sido en esto particularmente
significativas, no solo porque la situación de miseria y de despojo de las grandes
mayorías ha aumentado, sino también, porque a esto se ha unido, por desgracia, el
estallido de revoluciones, y de lucha armada que se hizo presente en un significativo
número de países.
Con esta nueva perspectiva, los males lejos de superarse trajeron otros nuevos:
asesinatos, violaciones, desplazados, matanzas indiscriminadas, detenciones masivas...
y por desgracia, como siempre, el sufriente mayor ha sido el mismo: el pobre, el
indígena, el obrero, el joven, la mujer, el niño; en definitiva, los más indefensos.
Los derechos humanos de las grandes mayorías empobrecidas no sólo han sufrido así
los embates primeros de unas estructuras opresoras y alienantes, sino que han visto
incrementado su despojo sufriendo también las consecuencias de los conflictos, a
veces desde los dos frentes: el azote de la guerrilla (cuando no se plegaban a sus
intereses) y el no menos fuerte de la represión, con la persecución, la cárcel o el
mismo asesinato.
Esta situación hizo que la Iglesia tomara mayor conciencia y partido por el pobre y por
la defensa de su dignidad y de sus derechos. Así, el reconocimiento de dignidad de la
persona humana y la defensa y promoción de sus derechos más alienados, toma toda
su fuerza en la pastoral eclesial, sobre todo en la pastoral del sector de Iglesia más
comprometido, el de aquellos que han sabido estar presentes en la difícil situación
histórica, y lo han hecho, desde el lado del pobre, aceptando la conflictividad de las
situaciones que se han presentado y aún, como no podía ser menos, el rechazo y la
calumnia de muchos, a veces de otros sectores eclesiásticos.
Con toda seguridad podemos decir que la Iglesia L.A. es la Iglesia que con más energía
y valor profético ha desarrollado, desde la palabra y desde la acción una pastoral de la
"dignidad humana", una pastoral de la defensa y promoción de los derechos de las
personas, en especial de los más excluidos, de los que para nadie cuentan.
No ha sido fácil. Ser profeta no es fácil. Enfrentarse a los poderes del "mundo" en
defensa de la vida, y de la verdad, le ha merecido a la Iglesia, el ser una Iglesia
martirial, una Iglesia que ha regado con abundante sangre, de Obispos, sacerdotes,
religiosos y laicos, su testimonio profético y su rechazo a un mundo de injusticia; una
Iglesia que se ha convertido así en ejemplo para la Iglesia en el mundo, porque "la
sangre de los mártires ha sellado su fidelidad al compromiso histórico con el pueblo
latino americano".
1. La realidad histórica
Las tres últimas décadas en la historia de L.A. han sido particularmente significativas
tanto a nivel de continente en general, como en cada país. La situación se encuentra
más dramática cuando su interpretación se hace desde el pobre, desde el reverso de la
historia, desde los que no cuentan, que, por desgracia son las grandes mayorías.
d) Declive hacia una peor situación económica. En parte debida al máximo control que
ejercen los Gobiernos de fuera para fortalecer sus mercados, un gran bajón en el
precio de las materias primas, dificultades económicas en parte debida a la enorme
carga por el pago de intereses de la deuda externa, carga que repercutía en su mayor
parte en los sectores populares, e impedía un mayor desarrollo armónico de la nación.
Todos esto unido a otros factores siempre presentes: la corrupción, los malos manejos
de los fondos públicos, el arribismo, la fuga de capitales, y el crecimiento económico
desmesurado de las "familias gobernantes."
2. La lectura eclesial
Escrudiñar los signos de los tiempos es estar atentos siempre a cómo está Dios
presente o ausente en la historia concreta de cada día, de cada lugar, de cada país. Es
saber leer, en clave cristiana, los acontecimientos más centrales de la historia. Pero
leerlos no solo para "darse por enterado" o "analizarlos" sino para ver cómo podemos
conducir la historia según los designios del Dios vivo, cómo se puede hacer más
presente a Dios en medio de la vida cotidiana de los hombres. En definitiva cómo
podemos transformar los acontecimientos según los valores del Reino.
La Iglesia L.A. ha ido leyendo los signos de los tiempos permanentemente con
profundidad, no se ha conformado con una lectura anterior, con el análisis que parecía
podía valer todavía, o siguiendo con la práctica pasada. Quizá las Asambleas Generales
del CELAM programadas cada diez años ha sido una buena ocasión de releer los signos
de los tiempos. Es más, permanentemente, una buena parte de la Iglesia L.A., la más
consciente y comprometida ha estado presente en la lucha del pueblo, en sus
problemas, en sus dificultades, ha sido, sin duda, fiel a su compromiso histórico.
Para el presente tema que nos hemos propuesto, nos vamos a referir sólo, y aún
sintetizando al máximo, a los Documentos de las Conferencias del CELAM de Medellín,
Puebla y Santo Domingo, y dentro de ellas, a los principales textos donde se menciona
explícitamente los "derechos humanos", aun a sabiendas de que nuestro contenido
está también en multitud de otros muchos textos referidos a la dignidad del hombre, a
la promoción humana, etc.
a) Medellín (1968)
Como conclusiones pastorales del documento de "Paz", señala que la Iglesia, "según el
mandato evangélico, debe defender los derechos de los pobres y oprimidos y
denunciar enérgicamente los abusos". De esta forma reconoce la raíz de la defensa de
los derechos humanos: la fidelidad al Evangelio.
Pero al mismo tiempo reconoce su autonomía, al decir que es tarea del pueblo, y se
compromete a favorecer los "esfuerzos del pueblo para crear sus propias
organizaciones de base, para la reivindicación y consolidación de sus derechos."
Finalmente, pide a las Universidades que se impliquen en el problema y realicen
investigaciones en relación a cómo se aplican los derechos humanos en sus respectivos
países.
b) Puebla (1979)
Pero tenemos que Puebla se realiza (1979) cuando ya existen situaciones de mucho
conflicto en varios países latinoamericanos, el tema de la guerrilla, de la represión y de
la consiguiente violación de los derechos humanos políticos está candente. La Iglesia
no solo está proféticamente denunciando esta situación, sino que ya ha dado sus
primeros mártires.
En el apartado del designio de Dios sobre A.L., después de presentar las diversas
visiones del hombre, hace una reflexión doctrinal que comienza con una proclamación
fundamental (núms. 316-320) donde resalta la dignidad de todo hombre, gravemente
conculcada y, por ello, condena con fuerza "todo menosprecio, reducción o atropello
de las personas y de sus derechos inalienables...".
Termina este apartado recordando, de nuevo, que la Iglesia tiene obligación de poner
de relieve este aspecto integral de la Evangelización (338) y alegrándose porque "en
nuestros pueblos se legisle ya en defensa de los derechos humanos" (337) .
Sin embargo en el capítulo II, que trata de la promoción humana, es donde Santo
Domingo tiene un apartado especial sobre "los nuevos signos de los tiempos", el
primero de los cuales es del de los derechos humanos (núms. 164-168).
En él aparece el fundamento evangélico, del que dice que es "raíz profunda" de los
derechos humanos, por lo que la Iglesia al proclamarlos y defenderlos "no se arroga
una tarea ajena a su misión", sino que obedece el mandato de Jesús. Al mismo tiempo
que recuerda a los Estados que ellos no conceden estos derechos, sino que a ellos les
corresponde protegerlos y desarrollarlos (165).
Pasa Santo Domingo a hacer una constatación de la realidad, en la que destaca cuatro
aspectos: El aumento de la conciencia de los derechos humanos. Que se han
fortalecido las acciones significativas de la Iglesia en este campo, a la vez que se han
incrementado las condiciones adversas y han aumentando considerablemente las
violaciones. Y que se ha oscurecido la concepción de los mismos derechos por
interpretaciones ideológicas y manipulación de grupos (166).
Enumera los aspectos por los que se violan los derechos humanos: no sólo por el
terrorismo, la represión, los asesinatos, sino también por las estructuras injustas, por
las condiciones de pobreza extrema, la intolerancia política, el indiferentismo frente a
esta angustiosa situación... (167). Y establece unas líneas pastorales "para promover
de un modo más eficaz y valiente, los derechos humanos desde el Evangelio y la
Doctrina Social de la Iglesia" (168).
a) La unidad de la historia
La convicción de que la Historia es una. Que los hombres no pueden ir por un camino y
Dios caminar por otro. No hay historia humana e historia divina, no hay culto a Dios sin
la práctica de justicia y el respeto del derecho. Por otra parte, la Salvación que Dios
ofrece se realiza ya en la historia concreta de los hombres, por eso para que sea plena
tiene también que liberar al hombre de sus esclavitudes. La Salvación integra la
Promoción Humana y la lucha y defensa de los valores más inalienables: la vida, la paz,
la justicia, el desarrollo igualitario, etc. Ciertamente que el desarrollo de la teoría no
fue tan difícil, sin embargo sí lo fue mucho más su proyección práctica.
Porque resulta que todo esto, no es algo que se pueda plantear solo teóricamente, al
margen de la historia; sino que se debe concretar bien, de qué debe liberarse el
hombre, cuáles son sus esclavitudes trascendentales. Y a la vez es un problema que
debe resolverse a luz de la vida de Jesús tanto en el Jesús histórico como en la
experiencia de las primeras comunidades.
En esto un dato innegable y central es la misericordia de Jesús para con los excluidos.
Esta misericordia nos debe llevar ahora a nosotros a la búsqueda de la justicia como su
primer fruto. Para la opresión que sufre el pueblo no hay otra alternativa que la
solidaridad entroncada en la justicia. Y para el cristiano la fe sigue renaciendo en la
practica de la justicia.
b) Tiempo de conflicto
Es sabido ya que en A.L. las grandes mayorías participan por igual de su pobreza y de
su fe. En estas circunstancias, viviendo en carne propia las injustas situaciones de
pobreza y habiendo reflexionado sobre el mensaje evangélico, algunos creyentes
consideraron que el compromiso revolucionario debía asumirse como una
consecuencia de su compromiso cristiano.
Los poderes militares tampoco actuaron con equidad ni mucho menos. Se recrudeció,
de mil maneras diversas, la represión, indiscriminada, generalizada, violenta, en contra
de los más elementales derechos de todos, y en muchas veces, también,
calculadamente asesina. Chile, Argentina, Nicaragua, El Salvador, Guatemala,
Colombia, Perú, son ejemplos bien claros de todo esto. Batallones de la muerte,
grupos paramilitares, servicios de inteligencia, grupos especiales que actuaban con
total impunidad; asesinatos, fosas comunes, desaparecidos, tierra arrasada,
desplazados, injustamente detenidos...
En medio de todo este conflicto el pueblo con sufrimiento añadido, despojado de sus
tierras, más empobrecido, más cercano a la muerte. sufriendo víctimas, teniendo que
desplazarse por cientos de miles a otro país (México en el caso de Guatemala), o a
otros lugares del país (del campo a la ciudad en muchos otros), con miles de huérfanos
y de viudas, y aún víctimas indefensas entre ellos mismos. Necesitando tanto
acompañamiento en su nueva situación de sufrimiento como toda clase de ayuda
material.
Fueron nuevos tiempos para la Iglesia L.A., tiempos de conflicto, tiempos de mediación
entre las partes más responsables, tiempos de actuar en medio, implicándose,
participando en él, como agente de misericordia, con acciones de significativa ayuda,
con palabras de denuncia o urgiendo con fuerte clamor la justicia y la paz. Fueron
nuevos tiempos que exigieron nuevas formas de presencia.
En esta perspectiva nacieron nuevas organizaciones que asumieron este nuevo tipo de
trabajo pastoral : Las Vicarías de la Solidaridad, las Vicarías de Acción Social, las
Comisiones de Defensa de los Derechos Humanos, La Comisiones de la Dignidad
Humana, y otras varias similares, surgieron en todos los países, tanto a nivel nacional
como diocesano y aún parroquial.
La acción pastoral de la Iglesia tuvo nuevos rostros y nuevas acciones: fueron los
rostros concretos de los desplazados, de los huérfanos, de las viudas, de los
injustamente detenidos, de los inocentes encarcelados, de los campesinos sin tierra. Y
fueron también las acciones concretas de: defensa legal, de ayudas psicológicas, de
integración familiar, de labor pastoral en las cárceles, de proyectos productivos, de
campañas nacionales e internacionales.
Nuevos tiempos, nuevos rostros del "pobre", nuevas acciones de misericordia solidaria
en busca de una justicia más completa.
d) Tiempo de martirio
Y esta es la realidad, esta Iglesia de los pobres en A.L. no sólo tiene innumerables
mártires sino que es la Iglesia que más mártires ha producido desde los tiempos del
Concilio. Y, lo que es más importante, la inmensa mayoría de estos martirios se
parecen mucho al martirio de Jesús de Nazareth, parece que tienen las mismas causas,
tanto es así, que Jon Sobrino les llamará a los mártires salvadoreños: "mártires
jesuánicos".
Pero no sólo en El Salvador, en toda A.L. los mártires han sido: campesinos, obreros,
estudiantes, profesores, médicos, enfermeras, abogados, promotores de los derechos
humanos, periodistas, catequistas, sacerdotes, religiososas, obispos, y hasta un
arzobispo que es como el paradigma de todos: Mons. Oscar Arnulfo Romero.
Esto constituye novedad histórica, el martirio tan masivo por intentar vivir y actuar
como Jesús lo hubiera hecho. Por cargar sobre sus hombros la realidad histórica e
intentar transformarla. Por querer revertir la historia anunciando el Reino y
denunciando proféticamente el antireino. Por rechazar también abiertamente las
violaciones de los derechos de los pobres, sus abusos contra ellos, sus extorsiones. Y
esto no fue del agrado ni de los unos ni de los otros. Las verdugos fueron de las dos
partes, aunque en la mayoría de los países han abundando mucho más los verdugos
que sustentaban las estructuras injustas.
Cierto que no ha existido en sus verdugos quizá tan abiertamente un odio explícito
hacia la fe, pero sí un rechazo de un Dios que defiende la justicia, que denuncia la
opresión, que viene como defensor de los derechos de todos, en especial de los más
desposeídos. En este sentido los mártires latinoamericanos podrían ser inscritos entre
aquellos que "murieron por Jesús y por su causa".
Por diversas que fueran las características propias de los diversos lugares, queda la
constancia de la entrega hasta la muerte de esos miles de cristianos anónimos en su
mayoría, hombres y mujeres pobres y creyentes, que supieron entregar, o les fue
tomada su vida dedicada, desde la fe, a la defensa de la dignidad de las personas y a la
construcción de un mundo de mayor justicia, verdad, amor y paz.
Mons. Oscar Romero, es por su significación algo muy especial. El si sabía que se
enfrentaba permanentemente a la muerte y a pesar de ello, defendía una y otra vez
con tesón y amor cristiano al pueblo que estaba siendo masacrado, y llegó a pedir a los
militares, en nombre de Dios, que no obedecieran las órdenes de sus superiores,
cuando eran órdenes de matar al pueblo indefenso. (Carta pastoral "Cese la
represión".
El ofreciendo que sabía lo que su vida peligraba, sin embargo lo veía como algo
natural, como con infinita tristeza se refería a las muertes de sacerdotes: "me alegro
hermanos de que en este país se haya asesinado a sacerdotes... pues sería muy triste
que en un país en que tantos salvadoreños son asesinados, la Iglesia no contara
también a sacerdotes entre los asesinados".
e) Tiempo de reconstrucción
Colombia), pero queda en ellos una tarea ardua, difícil, entregada y peligrosa a la vez:
la reconstrucción.
La Iglesia, en varios de estos países, está metida de lleno ahora en el grave problema
social de los desplazados que vuelven a sus lugares de origen y prácticamente tienen
que comenzar sin nada. Es labor del Estado, por supuesto, y aparte de la exigencia al
Estado, la Iglesia tampoco está ausente de esa situación marginal y necesitada al
máximo de todo.
Tiene todavía una tarea muy importante en relación a los detenidos que son inocentes
(Perú) que están en la cárcel, sin que haya fundamento legal que demuestre sus
culpas, e incluso más, todavía, con claras pruebas de la falsedad de las acusaciones, o
con clarísisimos indicios de inocencia. A la denuncia permanente de esta situación, se
une también la defensa legal de casos individuales, tarea que hace en unión de otras
organizaciones de defensa de los derechos humanos.
Y como algo central a más largo plazo, está empeñada en labores de educación en
valores, en derechos humanos, en democracia, en paz. Toda esta perspectiva es
necesaria y aún esencial, en la visión integral del Reino de Dios y en la labor pastoral
de la Iglesia. Se quiere unos países donde la dignidad de la persona humana sea
respetada, en especial la dignidad y los derechos inalienables de las grandes mayorías
pobres y casi desamparadas. Las democracias, quizá los mejores modos de Gobierno
que puedan garantizarlo, son en A.L. todavía débiles y hay que insistir una y otra vez
en concientizar al pueblo sobre su tarea de construcción y vigilancia.
Son tiempos de reconstrucción para muchos países, para otros, todavía tiempos de
conflictos (si nos referimos a la lucha armada). Pero en realidad para la Iglesia L.A.
siguen siendo todavía tiempos de un compromiso serio con las mayorías
empobrecidas cuyos derechos siguen siendo fuertemente conculcados.
Jesús Sastre
Diácono
Sin entrar en otros detalles históricos, los escritores hacen notar cómo la institución
del diaconado se ha visto sacudida por una ley pendular: a veces, relegados y
minusvalorados (por ejemplo por el Arcipreste o arcediano), y en otras ocasiones
realzado incluso por encima del presbítero como colaborador estrecho y muy cercano
del obispo (Cf. S. DIANICH, Teología del ministerio ordenado, Paulinas, Madrid 1988,
286-290). Parece afirmación generalizada que el diaconado ve su decadencia entre los
siglos VIII-XII y que padece una especie de "hibernación" hasta el s. XX (Cf. I. OÑATIBIA,
El diaconado en la historia de la Iglesia, en COMITÉ PARA EL DIACONADO, El diaconado
de la Iglesia en España, EDICE, Madrid 1987, 96-110).
Precisamente en el s. XX la teología del diaconado se desarrolla ofreciendo como
claves la inserción en una Iglesia toda ella ministerial, y representación sacramental de
Cristo Servidor ante la comunidad.
Más en concreto, sin dejar el Vaticano II, en Lumen Gentium n. 29, vemos atribuidas al
diaconado las siguientes funciones litúrgicas y sacramentales: administración del
bautismo, conservación y distribución de la Eucaristía, asistencia al matrimonio,
administración de viático a los moribundos, presidencia en reuniones de culto y
oración, dirección de ritos funerales. Ad Gentes n. 16 describe a los diáconos como
catequistas, dirigentes de comunidades, y ministros de obras sociales y caritativas.
Estas dos direcciones de reflexión teológica y pastoral (litúrgica y catequética) son las
que se desarrollarán más tarde en el postconcilio. Así por ejemplo, mientras la mayoría
de Conferencias Episcopales insistirán en lo litúrgico, la Conferencia Episcopal Italiana
(en 1972) presenta al diácono como un evangelizador de ambientes difíciles o donde la
parroquia, estructuralmente, no puede apenas llegar (ambientes de trabajo, barrio,
asociaciones extraeclesiales, etc). El Código de derecho Canónico (1983) vuelve a
concretar más lo ámbitos sacramentales y cúlticos, dejando en la sombra lo social y
caritativo. Y algo llamativo es la ausencia del Diácono, como tal, en el Consejo
Presbiteral (cc. 409-502), en los consejos pastorales (c. 512) o en los sínodos
diocesanos como miembro de derecho (c. 463). Como contrapartida a dichas
ausencias, el Código equipara al diácono, permanente o no, al presbítero en cuanto a
sus derechos. Y, en el caso del diácono permanente, se le permite casarse o seguir
casado, seguir desarrollando su profesión previa a la ordenación, no está obligado a
llevar hábito o distintivo, puede ejercer funciones públicas civiles, e incluso militar en
partidos políticos y sindicatos (cc. 281, 3; 288). En otras palabras el Código, en relación
al diácono permanente, lo considera bajo la categoría de "clérigo" pero sin
"clericalizarlo". Insiste, el Código, en la debida preparación de los Diacónos para
responder adecudamente a su misión (c. 236), que debe ser al menos de tres años.
De cualquier forma, hoy, se entiende el diaconado no sólo como mero paso hacia el
sacerdocio, o como un requisito para quien va a ser ordenado sacerdote (al menos
debe permanecer seis meses ejerciendo como diácono). El diaconado se entiende
también como "permanente". Aunque a decir verdad tan sólo en EE.UU. ha adquirido,
al menos numéricamente, un rango especial y notorio: una media de 12 diáconos por
Diócesis.
Al hablar y concretar problemas de pastoral en relación al diaconado, tenemos que
comenzar por uno de gran calado: cuando, como sucede con frecuencia en Iglesias de
vieja cristiandad, la presencia del presbítero (el que preside la Eucaristía) es escasa o
prácticamente nula, ¿cómo entender la identidad y misión del diácono, como
verdadero y casi único ministro ordenado? Comenzamos diciendo, con S. Dianich, que
dichas comunidades, donde no se celebra la Eucaristía, no se pueden denominar
comunidades "plenas" en sentido estricto y católico. Y que dichas comunidades
refuerzan su catolicidad precisamente por la presencia del diácono.
Todo lo anterior también nos está hablando de otro problema pastoral añadido: ¿es la
solución a la crisis vocacional para el presbiterado el ordenar diáconos permanentes
en gran número? Por supuesto que no; parcialmente será un alivio en algunas Iglesias
particulares pero ni el diácono puede suplir al presbítero ni se le puede encerrar sólo y
exclusivamente en servicios litúrgicos y cultuales "ad intra" de la comunidad. Habría
que desarrollar, sin miedo y con creatividad la otra línea o dirección del diaconado:
como servicio e inserción social y caritativa. Una puerta abierta y casi inédita de
evangelización e inserción cualificada como presencia cristiana en todos los ámbitos
sociales, particularmente en el diálogo fe-cultura y allí donde se construye y cimenta la
nueva sociedad emergente.
Diálogo pastoral
1. Nociones
Siempre su fin propio es responder a Dios. Pero esto puede acontecer en los
momentos iniciales de la conversión, en las fases críticas del camino cristiano o en la
búsqueda explícita de la unión con Dios y del más cercano seguimiento de Jesús;
puede reclamarse cuando entra en juego de modo central el valor oración como
compendio de valores trascendentes teologales, finales o instrumentales.
En todo caso es una relación desigual, pues los papeles están, han de estar, siempre
claros y diferenciados, uno busca ayuda y otro la ofrece.
Por esto, con certeza podemos decir que es un carisma eclesial y un nuevo ministerio
que necesita de vocaciones que lo quieran ejercitar y multiplicar en la Iglesia. Todos
pueden hacerlo y todos necesitan este diálogo en la Iglesia. Todos lo ejercen aunque el
adjetivo pastoral pueda atribuir a los ministros algunas formas especiales o a algunos
técnicos preparados aquellas formas más delicadas de diálogo. Todos pasan por crisis
y momentos en que este diálogo es más urgente, el proceso de la vida cristiana y
humana pasa por cañadas oscuras en las que se precisa más urgentemente la ayuda
del diálogo.
No es la confesión el único espacio del diálogo pastoral, aunque sea el diálogo por
excelencia que busca la conversión; pero la confesión es pública y versa siempre sobre
lo libre y claro en la conciencia; el dialogo sin embargo, abarca muchas otras formas y
momentos de vida que no son objeto de absolución o juicio eclesial. Versa más
comúnmente sobre lo no claro, dudoso, apenas presentido; el diálogo pastoral no es
mera dirección, rendición de cunetas, ni evaluación continua, ni tutoría, ni
organización de la vida de otro; es más bien un caminar junto a otro para descubrir
juntos a Dios; tampoco es sólo amistad espiritual entre iguales, ni sólo conversación
común, aunque con ambas puede coincidir y de sus características puede participar en
parte; al contrario que la mera amistad, justificada por sí misma, no se busca como
relación por sí misma sino en vistas a la búsqueda de la "salvación" actual y concreta.
Aunque es mejor cuanto más se afine la técnica no es sólo psicoterapia, ni desahogo ni
refugio ni escape afectivo ni un consultorio de ayuda.
El diálogo pastoral es siempre una relación que busca la salvación concreta y por tanto
es una ayuda personalizada: se hace en diálogo pero trabajando uno por sí mismo, con
implicación de la propia vida concreta, con asimilación internalizada de los valores. Las
cosas más concretas de la vida han de ser ahí puestas en relación con los grandes
valores cristianos. Importa aquí lograr pasos vitales y concretos frente a la sola
proclamación de valores o las meras convicciones más o menos ideológicamente
hechas. Conocerse y conocer los propios fondos afectivos detectar necesidades
subyacentes y la consistencia o inconsistencia de nuestra conducta frente a la
proclamada fe.
instrumental, no buscado por sí mismo como método. La relación, por hermosa que
pueda parecer, no se ha de buscar por sí misma sino por ayudar al diálogo con Dios y a
la comunión.
4. Contenidos
Sus contenidos son variados, como las situaciones humanas en general se ejercita en
los procesos de iniciación y personalización de la fe, las crisis de pubertad, los
conflictos relacionales, las decisiones críticas o momentos cruciales de elección y
vocación. El amplio campo de la espiritualidad cristiana. La vejez, los duelos y las
noches oscuras. Es indispensable en la pastoral de la oración.
d) El proyecto personal. Parte del conocimiento de uno mismo, coge la persona entera
y se formula pensando en el futuro como posibilidad de realización y de mejora. La
meta del proyecto personal son los ideales que uno desea alcanzar, formulados con la
radicalidad del evangelio y el realismo de las propias condiciones de vida. Para pasar
de donde estoy a donde quiero llegar se necesitan medios de todo tipo: oración,
lecturas, reflexión, ascesis, acciones comprometidas, etc. Conviene incluir un apartado
donde se indique lo referente a la evaluación: periodicidad, modo, etc. Es el
instrumento más complementario del diálogo pastoral centrado en la vida y el
compromiso cotidiano y no dependiente sólo de crisis eventuales o esporádicos
impulsos.
La solidez. Que es conciencia de tener riquezas propias, de las riquezas y positivas que
tiene la existencia, la confianza abierta al absoluto, la experiencia cierta y profunda del
amor incondicional de Dios que engloba, funda y posee. La docilidad íntima a sus
exigencias sin condiciones.
El amor. Cercanía atención, finura de intuición para la maravilla del otro. Respeta a los
que ama. Ama a algunos.
La preparación necesaria solo para los casos especiales en los que es precisa una
ayuda técnica por cualquier motivo que es fácil detectar.
Tipo excelso de este diálogo es del camino de Emaús. Ha de llegar el diálogo a entrar
en el misterio de la palabra, signo sacramental de la Palabra, y ha de pasar de la
conversación común a la interpelación interior de la gracia o al misterio de
interpelación divina. Si el diálogo consiste en promover el proceso de crecimiento en la
relación con Dios. Por este ideal vale la pena comprometer todas las fuerzas
disponibles. Para llevar a la persona hacia la toma de conciencia más profunda de los
recursos de que dispone y de las carencias que la condicionan, de las necesidades y de
los valores a que aspira y que le están sirviendo de motivaciones para obrar.
No se trata de solucionar problemas sino de poner las condiciones para quitar los
obstáculos que se oponen a la solución. Se trata de crear un clima, un estado de ánimo
que ayuda al sujeto a tomar conciencia de su situación y a iniciar un proceso de
superación y liberación.
9. Variedad de métodos
a. La acogida sincera y cordial de quien viene en busca de ayuda: Prestar atención con
actitudes: da seguridad ser acogido con interés. Lugar adaptado. y recogido, contacto
con la mirada, nada que moleste, desde fuera o desde dentro, atención viva, en gestos
y muletillas. Goza al sentirse digna de consideración, percibe un estímulo inconsciente
a continuar por el camino de conocerse a sí misma y del esfuerzo por superar
dificultades.
Conclusión
"Junto al crecimiento del diálogo hoy advertimos una crisis de fe, lo cual no significa
que no se compaginen la adhesión a la fe y el espíritu de diálogo, aunque en ocasiones
estén en conflicto. Pero, cabe preguntarse, ¿cómo puede ser un diálogo que favorezca
la aceptación de la fe? Dicho de otro modo, ¿es posible la propuesta de la fe en el
diálogo? Por otra parte se acepta que el diálogo es una forma de la misión. La fe
entraña la adhesión a un valor que se toma como sagrado y transcendente, que
corresponde a un bien supremo y absoluto, pero que de ninguna manera se opone al
sentido del hombre" (C. FLORISTÁN, Teología práctica. Salamanca 1993, p. 404).
Gabriel Castro
Dies Domini
Diócesis
La Iglesia, toda ella, tiene un origen trinitario y se expresa como Pueblo de Dios (Iglesia
del Padre y nacida por el Bautismo), Cuerpo de Cristo (Iglesia del Hijo que se articula y
crece desde la Eucaristía) y Templo del Espíritu (Iglesia del Espíritu Santo que
transparenta y hace posible la comunión con Dios y de los hombres entre sí). Desde
estas coordenadas teológicas y eclesiales podremos afirmar que la Iglesia Particular es
un verdadero acontecimiento de comunión para la misión, conformada a imagen de la
Trinidad ("comunión de lo santos") y con un destino trinitario ("Iglesia peregrina
comprometida en la construcción del Reino"). La Iglesia particular, ante todo, quiere
ser un evento de salvación "contextuado". Una primera definición puede ser la
siguiente: "Porción del pueblo de Dios, cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo
con la colaboración del presbiterio, de manera que, unida a su pastor y congregada
por él en el Espíritu Santo, constituye una Iglesia particular en la cual verdaderamente
está presente y actúa la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica". Lo
determinante no es sólo lo territorial, sino la porción del pueblo de Dios que camina,
crece en la fe y al que se debe servir. Pero la Iglesia particular en la que vive y se
manifiesta la única Iglesia es, teológicamente hablando, un profundo misterio de
comunión para la misión (cf. voces misterio, comunión, misión). La Iglesia universal y la
Iglesia particular son un mismo misterio de unidad en la multiplicidad. El misterio de la
Iglesia comunión y misión se realiza en la Iglesia universal, en la comunidad católica de
todos los discípulos de Cristo. La comunión entre las iglesias particulares en la única
Iglesia universal radica, además de en la misma fe y bautismo común, sobre todo en la
Eucaristía y en el episcopado. La multiplicidad de Iglesias particulares, basadas en la
única unidad de ser Iglesia de Cristo, expresa la verdadera catolicidad de la Iglesia y el
dinamismo de su vida de comunión. Una Iglesia llamada a la nueva evangelización.
Esta nueva evangelización vive del tesoro revelado, cumplido una vez por todas, que
se llama Jesucristo. Se dice nueva porque el Espíritu Santo hace siempre nueva la
Palabra de Dios e invita a hacerlo nueva vida. Es nueva por no estar ligada a una
determinada civilización o cultura, sino que es universal y para todos los tiempos y
lugares. Es nueva porque nos invita a redescubrir el misterio pascual de Jesucristo con
nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones. El sujeto de la nueva
evangelización es toda la comunidad, adulta en la fe. Por ello se debe cuidar la
formación de todos, especialmente de los laicos. Es necesario consolidar el tejido de la
entera comunidad cristiana (laicos, religiosos, sacerdotes).
Y, tal vez hoy, como ámbitos privilegiados, la familia, los jóvenes, los campos de la
economía y política y la cultura.
Para que las parroquias puedan, de verdad, cumplir íntegramente sus cometidos, se
necesita el arciprestazgo , que se define como la unidad básica diocesana para
desarrollar la pastoral de conjunto y articulada, orgánico-integral, sectorial y de
ambientes. En este sentido, según terminología de "Iglesia en Castilla", el
arciprestazgo es hogar, escuela y taller.
Ahora, antes de pasar a otra palabra clave, resumimos, en forma de decálogo, las
notas más destacadas de una Iglesia particular:
Si hablamos de los frutos que se esperan, el mayor fruto, en cada persona, debe ser el
de una configuración mayor con Jesucristo. Se trataría de responder con radicalidad a
la llamada a la santidad que se nos hizo ya desde el día de nuestro Bautismo.
Discapacitados, Pastoral de
Los afanes que orientan nuestra cultura actual, por lo general, están muy lejanos del
rostro que nos ofrece la debilidad humana. Más bien su presencia desconcierta y llega
a ser piedra de escándalo para una sociedad que se estructura en su dinamismo al
servicio de los más fuertes y poderosos.
Dicha competitividad para muchos es agotadora. Sin embargo, sin éxito social no está
asegurado un sitio digno, ni un trabajo que permita una cierta calidad de vida, casi ni la
conciencia de la propia identidad personal. Los avanzados medios de comunicación y
la generalizada publicidad subliminal lo hacen a diario evidente, poniendo como ideal
el éxito sin medida y el tener desmesurado. La misma educación se siente
engañosamente integrada en un tal dinamismo olvidando peligrosamente valores
esenciales e imprescindibles para un mínimo desarrollo global del ser humano.
Para los más débiles es un ritmo imposible de seguir. Las personas que por múltiples
razones no pueden con esta vertiginosa carrera corren el peligro de sentirse inútiles y
con la sensación de ser un peso para el resto del grupo social (JEAN VANIER, Le corps
brisé, Bellarmin-Fayard, Québec 1989, 19-31). A no pocos les invade la frustración, la
tristeza, la rabia consiguiente y la clara tentación de situarse al margen de esta
sociedad que contemplan tan original. El refugio en la droga, el alcohol, la
delincuencia, la prostitución, la marginación, etc., son huidas cada vez más frecuentes
que ponen en evidencia, a su vez, la impotencia de una cultura que se vive
autosuficiente. Algunos, más débiles, llegan a tocar el fondo del aislamiento y ceden a
la tentación del suicidio; en otras ocasiones es la locura, la huida al mundo de la ilusión
o del delirio, cualquier cosa antes que la total desesperanza.
En un mundo así, atrapado en estos afanes ¿cómo hacerse presente una Iglesia que ha
recibido como misión evangelizar con preferencia a los sencillos, a los débiles, a los
marginados, a los más desvalidos de la sociedad? ¿Cuál es el sitio que ellos ocupan
dentro de la comunidad eclesial, su espacio en los organigramas pastorales, el tiempo
que se les dedica, las personas que se preparan para una labor tan compleja? Es
importante, pues, desde la tarea evangelizadora tener una mirada atenta y
comprensiva hacia esta amplia realidad humana que propicie, a su vez, cambios
significativos en la acción pastoral organizada de la comunidad cristiana (HERVÉ
ITOUA, "Asistencia Pastoral y Espiritualidad del enfermo mental", Dolentium
Hominum-Iglesia y salud en el mundo, 34 (1997) 208-216).
2. ¿Quiénes son hoy los discapacitados?
¿A quiénes nos dirigimos cuando hablamos de discapacidad? Sin duda, se trata de una
palabra de gran ambigüedad, cuyo significado depende muchas veces de criterios
culturales condicionados por una mirada social teñida por sus propios prejuicios e
inseguridades. Una división clara y tajante entre la persona normal y la discapacitada
no existe. ¿Quién no se siente discapacitado en algún rincón de su ser o se ha sentido
en momentos críticos de su vida? Todos sufrimos nuestras propias heridas y somos
conscientes de numerosas limitaciones en el contexto global de nuestra personalidad
tanto a nivel físico como psíquico. Sin embargo, en nuestra realidad existencial
encontramos limitaciones extraordinarias que afectan particularmente al ser humano
en su modo de ser, de existir o de relacionarse y le impiden seguir el ritmo
normalizado del grupo social.
a) Discapacidad que afecta a la realidad física del ser humano: Enfermos graves que
sufren en su cuerpo las limitaciones que impone la enfermedad larga y quizás
cronificada. Los ancianos que sienten progresivamente el deterioro de sus capacidades
físicas y mentales. La discapacidad sensorial en sus diversas formas y particularidades,
y todas las minusvalías severas que afectan al estado psicomotor, algunas de ellas
causadas por traumatismos cerebrales cada vez más frecuentes. En todos ellos tienen
gran importancia los trastornos psíquicos asociados a dichas limitaciones.
A este amplio grupo habría que añadir también muchas de las personas que
manifiestan serias dificultades en relación con la sexualidad, ya sea en la vivencia de su
propia identidad sexual, en posibles disfunciones psicosexuales o en conductas
sexuales anormales. En esta perspectiva merecería especial atención el oscuro mundo
de la prostitución.
Todo ello nos sitúa ante personas que padecen, desde una discapacidad profunda con
imposibilidad de llegar a la palabra escrita o hablada y en muchos casos con la
apariencia de ser incapaces de establecer cualquier tipo de relación con los demás,
hasta la discapacidad mental ligera que algunos identifican con la dificultad de acceder
a la abstracción, al pensamiento formal y al razonamiento. La discapacidad mental, por
tanto, no se reduce a una "edad mental", ni siquiera a un "cociente intelectual". En la
experiencia diaria los discapacitados mentales se manifiestan como seres llenos de
inagotables riquezas, con recursos imprevisibles, con desconcertantes contradicciones.
De ahí su forma peculiar de aproximarse a sí mismos, al mundo, a sus semejantes, a la
propia experiencia de Dios.
En síntesis podemos decir que la diversidad de situaciones personales, familiares o
sociales de la vida de la persona con discapacidad debe formar parte de una atención
especializada en el contexto social. El ser humano, con discapacidad o sin ella, es por
encima de todo y radicalmente una persona. Como tal, el discapacitado está pidiendo
ser acogido por la sociedad en un plan de plena igualdad con los mismos derechos y
deberes de los que sea capaz. Juan Pablo II en el jubileo de comunidades con personas
discapacitadas, celebrado en Roma el 1 de abril de 1984 recordaba con fuerza: "Es
necesario reconocer con los hechos que la persona minusválida es sujeto plenamente
humano con derechos sagrados e inviolables..., a quien se le debe facilitar la
participación en la vida de la sociedad en toda dimensión accesible; la calidad de una
sociedad se mide por el respeto que la misma manifiesta hacia sus miembros más
débiles".
Quizás una mirada de asombro ante el misterio maravilloso del hombre, ante el
misterio de la debilidad humana, nos ayude a descubrir un poco mejor la profundidad
del corazón de la persona discapacitada. Esta actitud puede abrirnos a la mirada
sumamente novedosa y original de Jesús hacia todo lo débil en el mundo. Su presencia
nos ofrece una gran luz y es un marco teológico-pastoral único para impulsar hoy la
evangelización en un mundo tan contradictorio ante la presencia de la debilidad.
El Dios que se revela a través de la Historia de la Salvación, es un Dios que hace una
opción total por la vida. Es un Dios de vida, se goza en ella, la sustenta, la recrea sin
cesar, la ama. Desde las primeras páginas del Génesis la vida aparece como el máximo
don, como lo bueno por excelencia, como algo a gozar y a saborear en la gratitud. La
creación misma es una experiencia y una manifestación de esta explosión de vida: "Y
vio Dios que era bueno...", se repite de forma reiterada en el primer capítulo del
Génesis en esa gozosa contemplación de las maravillas que van surgiendo en la
creación. La vida adquiere un tono original cuando se trata del hombre: "Hagamos al
hombre a nuestra imagen y semejanza; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los
creó...Y vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno" (Gén 1, 26-27 y 31).
En este proyecto de Dios la vida de cada ser humano, de cada persona, discapacitada o
no, tiene un valor único, original, misterioso, vida a su imagen (GS 22). El hombre,
cualquiera que sea, puede experimentar que su vida es deseada particularmente por
Dios, que está marcada con su sello más personal, puede sentir que Dios se goza de su
existencia, de su respiración, de cada latir de su corazón, puede en fín, verse
personalmente reconocido por este Dios que le llama sin cesar a la vida para que ella
sea "alabanza de su gloria" (Ef 1,12), "haciendo así que cada una de sus acciones
refleje su esplendor" (VS 10).
En este deseo amoroso de Dios el ser humano que sufre alguna discapacidad, ya sea
en su cuerpo o en su espíritu, "precisamente por ser persona, entre todas las criaturas,
está revestido de una dignidad única", tal como expresa Juan Pablo II en su discurso de
apertura a la XI Conferencia Internacional sobre la Iglesia y Salud en el mundo
dedicada a los Enfermos Mentales (Dolentium Hominum, 34,7-9), y en la profundidad
de su ser hay una llamada radical a la vida y a la dignidad personal que de ella dimana
(GS 24) . A pesar de las dificultades que pueda encontrar para la manifestación de su
plenitud como persona (cf Summa Theologiae 1, a. 29, a. 3), su existencia está
expresando el derecho radical a ser reconocida, valorada, recibida en el amor y la
ternura, sin lo cual no es posible crecimiento alguno ni humano ni espiritual.
El Dios de nuestra Revelación se manifiesta, sobre todo, como el Dios del amor:
"Cuando Israel era niño, yo lo amé", (Os 11,1), "Dios es amor", nos repite
incansablemente S. Juan (1 Jn 4,8). Es un Dios que cuida amorosamente todo lo
creado, que ama tiernamente al hombre (HENRI J. M. NOUWEN, El regreso del hijo
pródigo, PPC, Madrid, 1996) y se le manifiesta en esa presencia original de Padre
invitando a todo hombre a vivir en la filiación y en la confianza: "Hijos sois del Señor
vuestro Dios" (Dt 14,1), "Vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que se lo
pidáis. Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo..." (Mt. 6,8-9). Este amor de Dios se
nos manifiesta plenamente en Jesús de Nazaret. El vive en plenitud esta experiencia de
filiación y confianza: "Quien me ve a mí está viendo al Padre" (Jn 14,9).
Es indudable que en el deseo de Dios los seres más débiles tienen especial derecho a
descubrir y saborear en lo más profundo de su ser que son queridos y amados de Dios
a causa de su misma debilidad. Para iniciarse en esta experiencia la persona que por
alguna razón esté herida en su corazón necesita de alguien con quien pueda entablar
una relación real, profunda, personal, que acepte ser intermediario en este
crecimiento suyo, una persona que crea en sus capacidades, a veces tan escondidas,
de acogida, de confianza, de espontaneidad, en su capacidad de recibir y dar cariño, en
su capacidad de gozar del amor de Dios Padre.
Quizás, en lo más esencial, sea esto evangelizar a los hombres y muy especialmente al
hombre aquejado de algún tipo de debilidad. Aún resuenan llenas de actualidad
aquellas palabras de Francisco de Asís a su hermano Tancredo: "El Señor nos ha
enviado a evangelizar a los hombres pero ¿has pensado ya lo que es evangelizar a los
hombres? Mira, evangelizar a un hombre es decirle: Tú también eres amado de Dios
en el Señor Jesús. Y no solo decírselo, sino pensarlo realmente. Y no solo pensarlo, sino
portarse con este hombre de tal manera que sienta y descubra que hay en él algo de
salvado, algo más grande y más noble de lo que él pensaba, y que se despierte así a
una nueva conciencia de sí mismo. Eso es anunciarle la Buena Nueva y eso no
podemos hacerlo más que ofrciéndole nuestra amistad, una amistad real,
desinteresada, sin condescendencia, hecha de confianza y de estima profunda. Es
preciso ir hacia los hombres. La tarea es delicada. El mundo de los hombres es un
inmenso campo de lucha por la riqueza y el poder, y demasiados sufrimientos y
atrocidades les ocultan el rostro de Dios. Es preciso, sobre todo, que al ir hacia ellos no
les aparezcamos como una nueva especie de competidores. Debemos ser en medio de
ellos testigos pacíficos del Todopoderoso, hombres sin avaricias y sin desprecios,
capaces de hacerse realmente sus amigos. Es nuestra amistad lo que ellos esperan,
una amistad que les haga sentir que son amados de Dios y salvados en Jesucristo" (Ea
LECLERC, Sabiduría de un pobre, Marova, Madrid 1968, 121).
Bien es verdad que todo ello es un proceso largo en el que a veces se vive la
frustración, la rabia, el escándalo, la protesta, hasta llegar a esa aceptación pacífica y
sencilla de lo que es. Huir del sufrimiento, pretender negarlo jamás puede ser fuente
de alegría. Es una ilusión querer negar la realidad. Aceptarla es comenzar a percibir la
luz que brilla en las tinieblas, es disponerse a descubrir la misteriosa presencia de
Jesús resucitado, es vivir en esperanza la restauración definitiva de toda nuestra
humanidad: "Sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con
dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la
redención de nuestro cuerpo" (Rm.8, 22-23).
Esta Presencia que sabe a Buena Noticia y que se dirige especialmente a los débiles y
marginados de la sociedad Jesús la expresa, sobre todo, con su cercanía, con su
manera de vivir, con su actuación concreta hacia las personas en las que percibía una
especial debilidad: "Recorría toda Galilea, proclamando la Buena Noticia del Reino y
sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo" (Mt 4, 23; 9,35; Lc 6,18). Su
manera de estar nos enseña a mirar de forma nueva a los más débiles y olvidados de la
sociedad
(MANUEL FRaijo NiETO, "Jesús de Nazaret, esperanza para los débiles" Actualidad
Catequética 97-98 (1980) 39-58). Ante el miedo, el rechazo, la desconsideración que la
cultura de su tiempo tiene hacia la debilidad humana, Jesús nos sorprende con una
novedosa comprensión del ser humano que llega hasta lo más profundo de su
debilidad. Su forma de acercarse, su mirar, su empatía es algo totalmente desconocido
para su época, aún dentro del pueblo de Israel.
Jesús se siente plenamente libre ante lo débil del mundo: Se acerca a los leprosos,
marginados por excelencia de su tiempo, les reconoce, les toca, les cura: "Extendió la
mano y lo tocó diciendo: quiero, queda limpio" (Lc. 5,12). Los enfermos de todo tipo
buscan su cercanía, su contacto físico: "Al ponerse el sol, todos los que tenían
enfermos de lo que fuera, se los llevaron; y él, aplicándoles las manos a cada uno, les
fue curando" (Lc. 4,40). También los que sufren debilidades psíquicas, a veces muy
graves y desconcertantes, psicóticos, epilépticos, endemoniados, experimentan la
ternura y la fuerza de la presencia física de Jesús, (Mc. 9,14-27).
Además de la curación tan deseada, se sienten, sobre todo, reconocidos por Él,
escuchados y valorados en su propia realidad, con derecho a existir. Su modo de hacer
nos orienta ante todo hacia la persona, hacia la compasión en su sentido más pleno.
Desea que cada ser humano sea liberado de la angustia, del miedo, de la culpabilidad,
de la desvalorización y se le permita su enriquecimiento, el suyo propio. Nos enseña a
abrir de forma novedosa nuestro corazón al hombre herido, en la cercanía compasiva,
en la escucha, en la valoración profunda de todo lo que es, en el deseo de que se
desarrolle y alcalce la plenitud que es la suya. La persona que siente en su cuerpo o en
su espíritu la debilidad tiene derecho pleno a descubrir en su vida esta mirada original
de Jesús, a sentirse reconocido en ella, a saborearla y a gustarla.
Nadie, pues, como los seres afectados por alguna discapacidad, tiene tanta necesidad
de encontrar en la vivencia de la comunidad una mirada de comprensión, de bondad,
de gozo, la experiencia confiada de sentirse queridos por sí mismos, por lo que
sencillamente son. Nadie tiene tanta necesidad de una vivencia comunitaria que sea
restauradora, reparadora, que les permita encontrar el gozo de ser, de existir, de
compartir. Ahí, poco a poco, su sentimiento de desvalorización se irá transformando
en gozosa valoración, su imagen negativa en la vivencia positiva de sí mismos, su
desgarro interior en un sentimiento apacible de unidad y de aceptación. Juan Pablo II
nos lo recuerda con claridad refiriéndose a la importancia de su vida afectiva: "La vida
afectiva de las personas discapacitadas deberá recibir especial atención... Que puedan
encontrar una comunidad llena de calor humano, donde su necesidad de amistad y de
afecto sea respetada y satisfecha en conformidad con su inalienable dignidad moral..."
(Juan Pablo II en el jubileo de comunidades con personas minusválidas, Roma, abril,
1984).
Hoy más que nunca nuestras comunidades cristianas ante los numerosos problemas
de marginación en todas sus facetas, siguiendo el ejemplo tan novedoso de Jesús,
deben sentirse urgidas por esta invitación tan desafiante de que el marginado, el débil,
los últimos, tienen un sitio privilegiado dentro de la comunidad y poseen un mensaje
para la Iglesia y el mundo, son profetas originales que nos llaman a cambiar y a
dejarnos transformar. Frente a los ansiados valores de la eficacia, del hiperactivismo,
del poder de las ideas, ellos nos revelan el valor de la relación, la riqueza del corazón,
el valor de la humildad y de la debilidad aceptada y acogida. Son profetas silenciosos
pero, su silencio es un grito, una llamada a la vivencia comunitaria, una invitación a la
comunión y a vivir en la participación. Es el gran signo del Reino en todos los tiempos:
"En esto conoceréis que sois discípulos míos, en que os améis unos a otros" (Jn. 13,35).
Es urgente, pues, que los discapacitados, aún los que tienen graves problemas
psíquicos, sociales, motóricos o sensoriales, puedan participar en la vida de nuestras
comunidades, se les integre en ellas, encuentren ahí su sitio, su expresión, la gozosa
participación en su liturgia, en sus fiestas, en la educación y expresión de su fe, en la
recepción de los sacramentos, en sus compromisos. La vida misma de la parroquia se
vería profundamente enriquecida.
Si la comunidad diocesana no es capaz de consagrar parte de sus energías al servicio
de Jesús en los más pobres y desfavorecidos y se calcula todo en función del
rendimiento aparente y de la eficacia brillante, el esfuerzo evangelizador estará
gravemente comprometido. Toda persona discapacitada tiene derecho a tener su
espacio dentro de la comunidad, a ser invitado, buscado, iniciado, con sumo respeto a
sus capacidades y ritmos personales. Su atención pastoral de ningún modo puede
dejarse solamente en manos de personas aisladas, llenas de buena voluntad y de gran
sensibilización ante estos problemas. Dentro de la organización pastoral diocesana la
atención a los discapacitados ha de encontrar su ámbito, su tiempo de reflexión
(OSVALDO NAPOLI, ¿Una catequesis diferencial?, Instituto Miguel Raspanti, Buenos
Aires 1969), sus programas de acción concretos. De ninguna manera dicha realidad se
situará al margen, como algo separado y distinto, sino al interior mismo de todo el
movimiento pastoral diocesano.
Quizás hoy más que en otros momentos de la historia, corremos el peligro de que el
mundo de la ciencia y de la tecnología aborde de forma exclusivamente técnica
realidades tan profundas de la persona y olvide lo más humano y trascendente de su
desarrollo. Sin duda, necesitamos mucho la investigación, la experimentación, el
conocimiento serio y científico de las personas a las que queremos acompañar. Es una
exigencia del mismo amor que les tenemos. Pero nadie como la persona con algún tipo
de discapacidad corre el peligro de ser programada como un ordenador, de ser
integrada en la sociedad como un autómata, de ser mirada como un objeto a estudiar,
como un ser a organizar, como alguien a quien conviene cambiar su conducta para un
mejor desarrollo social. A este compromiso común entre la ciencia y la fe, puestas al
servicio del hombre entero, nos invita Juan Pablo II en su discurso de apertura de la XI
Conferencia internacional, ya citada, para la Pastoral de los Agentes Sanitarios: "Entre
vosotros, ilustres señores y señoras, se hallan presentes investigadores, científicos,
expertos en ciencias biomédicas, teólogos, moralistas, juristas, psicólogos, sociólogos y
agentes sanitarios. Juntos representáis un patrimonio de la humanidad, sabiduría,
ciencia y experiencia del que pueden surgir reflexiones de gran utilidad para la
comprensión, la atención y el seguimiento de los enfermos mentales... Se trata de un
compromiso que la ciencia y la fe, la medicina y la pastoral, la competencia profesional
y el sentido de la fraternidad común, cooperando entre sí, deben realizar mediante la
inversión de recursos humanos, científicos y socioeconómicos adecuados" (Dolentium
Hominum 1 (1997) 7).
Es indudable que en toda esta labor integradora del discapacitado a nivel social y
eclesial no podemos olvidar la presencia callada de los padres y de la familia en
general, ya que su labor es difícil y exigente, cargada en muchos casos de luces y de
sombras. Necesitan la acogida y comprensión de la comunidad, la ayuda concreta y
práctica en los momentos de mayor desconcierto. Juan Pablo II se dirige a ellos
especialmente: "Ciertamente es una obra de amor la que vosotros realizáis, y este
amor que hace que os inclinéis a los miembros más desfavorecidos de la gran familia
humana es el que os mueve a poner a su servicio todas vuestras energías, el que os
hace de alguna manera como mensajeros y portavoces de los que no pueden expresar
su angustia..." (Juan Pablo a los discapacitados de Fe y Luz, Lourdes, Abril de 1981).
Discernimiento
1. Datos de la Escritura
Toda la Sagrada Escritura manifiesta la iniciativa de Dios que guía a su pueblo a través
de situaciones distintas y variadas. La vida del creyente adquiere un talante crítico
ante la realidad y se abre al horizonte escatológico del Reino; el cristiano sabe que
"Dios sondea nuestros corazones" (1 Tes. 2,4) y en un diálogo de profundidad, bajo la
acción del Espíritu Santo, es invitado a acoger la voluntad de Dios y a ponerla en
práctica. Esto no es posible sin un camino de conversión que nos hace crecer en fe,
esperanza y caridad al "conocer interiormente la persona de Jesucristo y su Evangelio".
Ser cristiano es hacer "lo que agrada a Dios", como lo hizo Jesús de Nazaret (Rom.
12,2; 14,8; 2 Cor. 5,9, Ef. 5,10; Flp. 4,18; Col. 3,20; Tit. 2,9). En el N.T. aparece 22 veces
el término dokimásein con el significado de llegar a conocer lo que se debe hacer y lo
que se debe rechazar a través de una comprobación. Esto se aplica para el
discernimiento personal (1 Cor. 11,28- 29; 2 Cor. 13, 5- 6; Gál. 6,4- 5) y para el
discernimiento comunitario (1 Tes. 5, 19-22).
El plan de salvación de Dios consiste en que todos los hombres conozcan el Evangelio y
se conviertan a Jesucristo para vivir como hijos de Dios y hermanos. Cómo llevar esto a
la vida en cada tiempo y lugar es objetivo del discernimiento personal y comunitario.
Las expresiones paulinas para indicar la meta del discernimiento son variadas y muy
significativas. Discernir es saber "lo que agrada al Señor" (Ef. 5, 10), conocer "la
voluntad de Dios" (Rom. 12,2), "lo bueno" (FIp. 1,9-10; 1 Tes. 5,21-22), etc. A esto no
se llega aplicando deductivamente unos principios, unos valores éticos o una norma;
es algo más interior, experiencia) y fundante. El discernimiento proviene del amor
evangélico que va configurando al creyente en una nueva sensibilidad y unos criterios
que le permiten ver con más claridad lo que es conforme al querer de Dios revelado en
Jesucristo (FI. 1,9-10). La forma en que se vive, los valores por los que se trabaja y las
causas en las que se implica la vida facilitan o dificultan el discernimiento cristiano. El
"tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús" (Flp. 2,5) es el camino práctico que
nos permite conocer la voluntad del Padre. La capacidad de discernir no se improvisa;
por el contrario, se prepara adecuadamente cuando se cultiva la lectura, la reflexión,
la introspección, el análisis de la realidad, el examen de conciencia, y se pasan los
acontecimientos por el corazón. La propia interioridad es el ámbito privilegiado del
encuentro con Dios; por consiguiente, en la oración personal es donde Dios se
comunica en el fondo del corazón como Padre. Sin la familiaridad con Dios que
proporciona la oración no es posible el discernimiento, pues nos faltaría la
comnaturalidad con Él y su proyecto de salvación; en la oración vamos descubriendo
nuestras reacciones y nuestros sentimientos a lo que la Palabra de Dios nos va
proponiendo.El análisis de lo que va pasando por dentro nos permite mirar al futuro y
tomar uno u otro compromiso; esta decisión es don de Dios y exigencia en orden a la
transformación de la realidad para que el Reino de Dios sea. La validación de la opción
tomada está en los frutos de humanización que produzca en favor de los más
necesitados, y la alegría interior de los que la llevan delante, a pesar de todas las
dificultades.
Para poder hacer bien el discernimiento es necesario centrar bien el tema que se
quiere discernir, querer buscar ante todo y sobretodo la voluntad de Dios, y situarse
en la presencia de Dios en actitud de completa disponibilidad. Está disponible quien se
muestra indiferente a los propios intereses y dispuesto a acoger y hacer lo que Dios le
pida; si al hacer este ejercicio se siente paz, alegría y confianza significa que hay
madurez en la fe y disposición sincera de buscar la voluntad de Dios, sea lo que sea, y
aunque contravenga nuestros planes.
El árbol se conoce por sus por sus frutos, dice Jesús en el Evangelio (Mt. 12,33; Lc.
6,43-44); lo que nos confirma que el discernimiento se ha hecho adecuadamente son
las obras (Ef. 5,8-10; Flp. 1,9-11; Gál. 15,22), que se refieren directamente al amor al
hermano; en caso contrario, aunque hiciéramos maravillas, si nos falta el amor, nada
vale (1 Cor. 13,1-3). Y esto tiene una traducción interpersonal, pero también social y
estructural hasta conseguir un orden internacional más justo y solidario (G.S. 40).
Las dos grandes fidelidades del evangelizador son la fidelidad al mensaje que
transmite y la fidelidad a las personas que acompaña. La personalización de la fe evita
el subjetivismo que ignora la objetividad de la revelación y al mismo tiempo, valora y
respeta el proceso de maduración de cada persona. Hay que personalizar las grandes
experiencias de fe que tienen un carácter estructurante de la personalidad cristiana;
nos referimos a las experiencias de conversión, de seguimiento de Jesús, de análisis
crítico-creyente de la realidad, de compromiso con el Reino, de experiencia oracional
de Dios, de identificación eclesial y de disponibilidad vocacional.
e) El discernimiento comunitario
f) Acompañamiento personal
Es el cauce normal para que un creyente en proceso de formación y maduración de fe
aprenda a discernir. El ámbito principal de aplicación del discernimiento es la vocación
personal a la que cada uno se siente llamado por Dios en la Iglesia y en este mundo.
Antes de llegar al discernimiento vocacional hay que acompañar otras experiencias
estructurantes de la vida cristiana, tales como la conversión, el camino de oración, el
análisis crítico creyente de la realidad, el sentido comunitario de la fe y la
disponibilidad vocacional. La fe que se descubre en el seguimiento de Jesús coge a la
persona entera; este carácter totalizante de la actitud religiosa pide la presencia
cercana de alguien que nos ayude a ir aprendiendo la "gramática" con la que Dios
habla, a asumir el pasado, a configurarse como creyente y a mirar al futuro con
decisión y esperanza. El paso de Dios por la vida de las personas y los caminos del
Espíritu sorprenden y desconciertan en no pocas ocasiones; el acompañante espiritual
nos ayuda a ir dando nombre a todo lo que ocurre en nuestro interior, a confirmar lo
que es de Dios, a desvelar los autoengaños y a responder a los nuevos retos. Por la
misma naturaleza de la catequesis y las exigencias de la fe madura, no se puede ser
catequista de jóvenes sin tener experiencia de acompañamiento personal.
Jesús Sastre
Dives in misericordia
En sustancia, trata de poner de relieve el rostro revelado del Dios cristiano como
misericordioso. La misma encarnación sólo tuvo sentido desde la misericordia
entrañable.
Divorciados
Nos referimos, con esta voz, a la pastoral de divorciados vueltos a casar civilmente. No
es un problema nuevo, pero sí en cuanto ha adquirido grandes dimensiones. Y ha
pasado a un primer plano de preocupación pastoral.
Por todo ello, en 1980, con ocasión del Sínodo sobre la Familia, se planteó el tema con
viveza. Juan Pablo II, en 1981, en la exhortación postsinodal "Familiaris Consortio",
vuelve sobre el tema (n. 84). Lo mismo harán el nuevo Código de Derecho Canónico (c.
915), y el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 1650-1651).
Los obispos alemanes de la provincia eclesiástica del Rin, en 1993, publican una carta
pastoral en la que se recuerda, en primer lugar, la indisolubilidad del sacramento del
matrimonio, y que no es posible una admisión generalizada de los fieles divorciados y
vueltos a casar civilmente a la hora de acercarse al sacramento de la comunión. Pero
admiten la posibilidad en determinados casos si, después de una charla seria con su
confesor, piensan en conciencia que están autorizados. La propuesta fue recibida con
alegría por algunos, pero con críticas por la mayoría. La Congregación para la Doctrina
de la Fe, en 1994, dirigió una Carta a los obispos sobre este tema, y en 1997, el
Consejo para la Familia, debate en una Asamblea el mismo problema pastoral.
5. Para que los fieles divorciados, vueltos a casar civilmente, puedan ser admitidos
a los sacramentos de la reconciliación y de la comunión sacramental, deben vivir
como hermano y hermana. Es decir, en los casos que no puedan romper su
unión por el bien de los hijos, deben vivir en unión de amistad, estima y ayuda
recíprocas. Como esto será más difícil para los más jóvenes, es necesario el
acompañamiento de sabios y prudentes sacerdotes.
6. Los fieles divorciados, vueltos a casarse civilmente, que estén subjetivamente
convencidos de la nulidad del matrimonio anterior canónico, deben regular su
situación también legalmente, en el fuero externo. No basta con una conciencia
subjetiva. El matrimonio crea responsabilidades públicas, civil y cristianamente.
7. En cualquier caso, estos fieles, no pueden ni deben perder nunca la esperanza
de alcanzar la salvación. Y la Iglesia no deja de amarlos y acompañarlos aún en
medio de sus dificultades.
Estos son, en síntesis, los puntos doctrinales que inspiran una adecuada praxis
pastoral. A quienes critican que parecen pautas "muy legalistas y poco pastorales", el
cardenal J. Ratzinger se ha atrevido a subrayar que no se puede cambiar la verdad
revelada y recibida, aunque no sea fácilmente comprendida y asumida por el hombre
contemporáneo. Y que en cualquier caso, la Iglesia, trata de equilibrar las exigencias
de la verdad con las de la caridad. La verdad, a veces, es incómoda y duele, pero es por
eso mismo camino de curación y liberación ("La verdad os hará libres", Jn 8,32).
Domingo
Introducción
El Domingo, Día del Señor, es un tema de muy amplia significación tanto y
fundamentalmente en la tradición cristiana, como en el quehacer humano. Este
pequeño resumen va a intentar introducirnos en la problemática que suscita en ambos
aspectos, señalando tanto las vertientes en las cuales se influye con fuerza desde la
tradición cristiana, como las nuevas presiones y costumbres que recibimos de la
sociedad en relación al domingo y tiempo libre.
Los aspectos centrales de la tradición cristiana han sido resaltados recientemente por
el Papa Juan Pablo II en su carta apostólica «El día del Señor» (Dies Domini, DD) que
utilizaremos como guía para centrar toda la primera parte del artículo.
En el aspecto humano, hay que reconocer que, cada día más el domingo, aún dentro
del mundo occidental, deja de ser un tiempo igual para todos. Hay diferencias muy
esenciales marcadas sobre todo: por la edad, por los efectos de la sociedad de
consumo, por los nuevos horarios de diversión, por el alargamiento del tiempo del
domingo incluyendo también todo o parte del sábado y en ocasiones uniéndolo a
otros días festivos, por la práctica de actividades diversas, por la disminución de la
vivencia religiosa, por el sentido solidario de la vida, y también, sin duda, por la
disponibilidad económica. Todos estos aspectos, y quizá algunos más, tienen una
influencia importante en el uso del domingo.
En general, y para las nuevas generaciones, el domingo está dejando de ser ese tiempo
de 24 horas, religioso, festivo, familiar, de sana holganza, de clara diferenciación hasta
en el vestir, que tenía también ese ritmo de tiempo de calma y de interioridad
alargado al máximo, ese tiempo de familia. Toda esta forma celebrativa ha sido
transformada en virtud de nuevas presiones, nuevos gustos, nuevas costumbres,
enmarcadas sobre todo en el mundo del ocio y del consumo.
Resaltaremos, pues, los aspectos centrales del «Día del Señor», considerado desde la
fe cristiana y sus prácticas seculares, así como también las circunstancias actuales
sociales y culturales en los que se mueve el domingo.
El Domingo para el cristiano es un día especial, es un día distinto, es el día entre los
días en el cual manifiesta su fe, en el culto y en las obras.
Juan Pablo II en el «El día del Señor», nos recuerda algunos aspectos centrales de lo
que representa el domingo y su entronque con las mismas raíces de la Creación y de la
Salvación.
El domingo es inseparable del mensaje que nos ofrece la Escritura desde sus primeras
páginas, sobre el día del descanso de Dios, cuando trata de la Creación del Mundo. Al
terminar todo su trabajo nos dice: «bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque
en él había descansado de toda su obra creadora» (Gen. 2,3).
Para Israel este día, «el día séptimo», «el shabbat», «el sábado», tiene una
significación especial de relación con la voluntad de Dios, por eso, al hacerlo
obligatorio, no lo coloca junto a los ordenamientos meramente cultuales, sino que lo
va a incluir dentro del Decálogo en las «Diez palabras» que delimitan los fundamentos
de la vida moral, constituyendo así: «una expresión específica e irrenunciable de su
relación con Dios» (DD 13).
Los cristianos, después de la Resurrección de Jesús que sucedió: «el primer día de la
semana», y por este especial recuerdo, desde los más tempranos tiempos, celebran no
ya el sábado sino el domingo, como el «Día del Señor».
En ellas se aprecia incluso la importancia de sus reuniones cada ocho días. Así vemos
que Jesús se apareció en el mismo día de su Resurrección a los discípulos de Emaús
(Lc. 13, ss) y a los once apóstoles reunidos (Lc. 24, 36 ss.); y, «ocho días después»,
Jesús se aparece nuevamente a los Apóstoles que también estaban reunidos (Jn. 20,
26).
Esto mismo nos lo indican otros textos del N.T., entre ellos el de Pablo en 1 Cor. 16, 1-
2: «En cuando a la colecta a favor de los santos, haced también vosotros lo mismo que
mandé a las Iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros
reserve en su poder lo que haya podido ahorrar». Y en Troade (Hch. 20, 7). Pablo se
reúne con la comunidad, en domingo, para la fracción del pan. También es en
domingo, cuando Juan cae en éxtasis y recibe la orden de escribir (Ap. 1, 7 ss.).
Sin embargo, en estos primeros tiempos de la Iglesia, el ritmo semanal de los días
(trabajo y descanso) todavía no era conocido ni estaba asimilado en las regiones
donde se comenzaba a difundir el Evangelio. Los días festivos de los calendarios griego
y romano no coincidían con el domingo cristiano. Esto comportaba dos aspectos: el
primero, una dificultad para su celebración por parte de los cristianos, que tenían que
celebrarlo con sacrificio antes del amanecer; y el segundo, un aspecto muy positivo:
que los cristianos comenzaron a ser reconocidos, según Plinio el Joven, por su
costumbre «de reunirse un día fijo antes de salir el sol y de cantar juntos un himno a
Cristo como a un dios» (DD 21).
Poco a poco también se va diferenciando el domingo cristiano del sábado judío. Aun
en los cristianos que provenían del judaísmo pronto llegaron a ser dos días distintos, y
así era, según nos dice San Ignacio de Antioquía: «Si los que se habían criado en el
antiguo orden de cosas vinieron a una nueva esperanza, no guardando ya el sábado,
sino viviendo según el día del Señor, día en el que surgió nuestra vida por medio de él
y de su muerte» (DD 23).
La reflexión teológica fue llenando de contenidos al «Día del Señor». La conexión como
«primer día de la semana» con el primer día de la creación, relaciona Resurrección con
Creación; por lo tanto el domingo será el día de la «Nueva Creación», aspecto que el
cristiano debe recordar. Ahora bien, como esta nueva creación el cristiano la recibe
por el Bautismo en Cristo, donde se hace hombre nuevo, de aquí que la Iglesia le
recuerde en la liturgia del domingo su dimensión bautismal.
c) El día de la Iglesia
Es cierto en que cada Eucaristía, nos sigue llegando a todos de igual modo el saludo del
Señor: «Paz a vosotros», y seguimos manifestando la íntima relación de la Eucaristía
con el Resucitado, al realizar los mismos gestos que el Señor hizo en la Ultima Cena.
Pero es en la Eucaristía dominical, por la especial solemnidad y por una mayor
presencia de la Comunidad, donde se subraya más la dimensión de la Iglesia local que
se abre también a la totalidad de la Iglesia universal.
Celebramos la Eucaristía como pueblo peregrino que somos, esperando la venida del
Señor, que forma parte del mismo misterio de la Iglesia. Esta espera no es espera
humana, sino que es virtud esencial radicada en Cristo, es esperanza cristiana.
Esperanza que no se diluye sino que se afirma en medio de los gozos y de las alegrías,
de las tristezas y de las angustias de todos los hombres en especial de los más pobres y
desposeídos. La Eucaristía se une así también a la vida.
En la mesa de la Palabra. - Lo mismo que los primeros cristianos acudían asiduamente
a oír y escuchar la Palabra, aquella Palabra en la que un día habían creído, pero sobre
la cual tenían que volver para comprenderla mejor, para fortalecerse más en ella; del
mismo modo, los cristianos necesitamos fortalecer nuestra fe.
La Palabra que merece de nosotros todo tipo de cuidado y de respeto. Puesto que es
esta Palabra, cuidadosamente escogida, bellamente proclamada, y atentamente
escuchada y acogida desde la experiencia personal y comunitaria, la que ejerce, sobre
todos y cada uno de nosotros, esa fuerza transformadora que posee. A la Palabra la
acompaña la Homilía, que está a su servicio, en la línea de hacer más comprensivo el
sentido de las lecturas e introducirlas en su relación con la vida.
Para una mayor eficacia de todo esto, el Papa sugiere: preparar comunitariamente la
liturgia dominical, reflexionar previamente sobre la Palabra; y, ya en la Celebración,
hacerla viva con escucha, oración, canto, y otros signos que faciliten la apertura al
diálogo de Dios con su Pueblo, en el que se proclaman de nuevo las maravillas de la
Salvación y se vuelven a proponer las exigencias de la alianza (DD 40-41).
El ritmo semanal invita a recordar los acontecimientos de los días transcurridos y los
intenta comprender a la luz de Dios. De este modo la vida está presente en la
celebración eucarística y se toma conciencia nuevamente de que todo ha sido creado
por Cristo y con El y en El se lo ofrecemos al Padre.
Que nos invita a la Misión. — Al recibir el Pan de Vida los discípulos de Cristo se
disponen a afrontar con la fuerza del Resucitado y de su Espíritu los cometidos que les
esperan en su vida ordinaria (DD 45).
La carta apostólica de Juan Pablo II trata en su capítulo cuarto acerca del Día del Señor
como Día del Hombre bajo una triple temática: día de la alegría, del descanso y de la
solidaridad.
En el día de la alegría. - La liturgia maronita tiene un hermoso texto que expresa con
mucha fuerza este aspecto de la alegría en el Señor: «Sea bendito Aquel que ha
elevado el gran día del domingo por encima de todos los días. Los cielos y la tierra, los
ángeles y los hombres se entregan a la alegría» (DD 55).
Es cierto que, desde el punto de vista histórico, para los cristianos el domingo antes
que día de descanso fue día de gozo, de alegría: Antes de que estuviera reconocido el
descanso dominical, la Didascalia de los Apóstoles ya decía: «El primer día de la
semana estad todos alegres».
San Agustín asimismo, haciéndose eco de la alegría pascual del domingo relata que:
«se dejan de lado los ayunos y se ora estando de pie como signo de la Resurrección;
por eso, además, en todos los domingos se canta el aleluya».
Ciertamente la alegría es una virtud cristiana que debe ser permanente, pero de forma
especial el domingo nos invita a descubrirla en su verdadera dimensión, a descubrir
sus rasgos auténticos. Es la perspectiva de considerar el domingo como «fiesta», de
intentar penetrar y llenarnos de todos los elementos de la fiesta. Alegría cristiana y
alegría humana no se oponen, nada hay verdaderamente humano que no sea también
cristiano.
En el día del descanso. - Durante los primeros siglos los cristianos vivieron el domingo
sólo como día de culto y de alegría, y de la caridad, pero no día de descanso. Es en el
siglo IV, concretamente en el año 321, cuando el emperador Constantino reconoce el
ritmo semanal y con él el descanso del domingo, al disponer que «en el día del sol, los
jueces y las poblaciones de las ciudades y de las corporaciones de los diferentes
oficios, dejaran de trabajar» (DD 64).
Es una orden que mira también a las necesidades concretas de otros sectores, ya que a
los agricultores, por ejemplo, no se lo ordena: «porque sucede con frecuencia que no
se puede sembrar el trigo ni plantar la viña en mejor día que ese. Para no perder, en
fin, esa ocasión favorable, concedida precisamente a ese día por la divina
Providencia».
Esta legislación beneficia enormemente a los cristianos que se alegran de ver así
superados los obstáculos que hasta entonces habían hecho, a veces heroica, la
observancia del domingo. Ahora se puede dedicar ya a la oración y a la Fracción del
Pan, sin ningun impedimento.
La relación entre el Día del Señor y el día de descanso en la sociedad civil sigue siendo
muy beneficiosa e incluso tiene una significación que va más allá de la perspectiva
cristiana.
El descanso es una cosa «sagrada», querida por Dios mismo, como se deduce en el
pasaje de la Creación. Es para el hombre una condición que le ayuda a liberarse de una
serie de compromisos a veces demasiado absorventes y poder tomar conciencia de
que todo es obra de Dios. Todavía, en nuestros días, el trabajo es, para muchos, una
dura servidumbre y esto por diversas causas, por la discriminación, por las
condiciones, por los horarios, por las injusticias.
El descanso nos trae armonía, nos ayuda a poner las tareas diarias en su justa
dimensión, nos ayuda a un diálogo sereno con los demás, a admirar las bellezas de la
naturaleza, nos pone en paz con Dios y con los hombres. El descanso responde, pues, a
una auténtica necesidad humana, en plena armonía con la perspectiva del mensaje
evangélico (DD 67).
Por lo tanto la Eucaristía dominical nos compromete más a los fieles a toda clase de
obras de caridad mediante las cuales los cristianos manifestemos que, aunque no
somos del mundo, somos luz para el mundo y glorificamos al Padre ante los hombres.
San Pablo en su carta a los Corintios (1 Cor. 16, 2) nos indica que desde el primer
momento la Eucaristía fue para los cristianos un momento de compartir, y él mismo
reprende con dureza en la misma carta (1 Cor. 11, 20-22) a los que no sólo no
comparten, sino que avergüenzan a los demás con la abundancia y aún el derroche.
Nos está indicando, pues, que la Eucaristía establece una cultura del compartir. No se
puede celebrar la Eucaristía si no se comparten los bienes con los pobres.
San Ambrosio, haciéndose eco de este mensaje dirá a los ricos que presumían de
cumplir sus obligaciones religiosas frecuentando la Iglesia sin compartir sus bienes con
los pobres: «¿Escuchas, rico, qué dice el Señor? Y tú vienes a la iglesia no para dar algo
a quien es pobre, sino para quitarle». Más tarde San Juan Crisóstomo dirá también con
claridad: «¿Deseas honrar al Cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo
encuentres desnudo en los pobres; ni lo honres aquí, con lienzos de seda, si al salir lo
abandonas en su frío y desnudez». (DD 71).
¿Por qué no dar al día del Señor un mayor clima de compartir poniendo en juego toda
a creatividad de que es capaz la caridad cristiana?
El Domingo es un día de Fiesta. Con el domingo se altera el orden del trabajo semanal,
se hace un alto en el camino, se establece un ritmo distinto en la actividad humana. El
domingo es para todos, aún para los que no tienen trabajo o incluso para los que
trabajan el domingo, un día social distinto, puesto que viven en una sociedad donde el
ambiente lo expresa.
El domingo es, pues, un día diferente, un día que se debe aprovechar de otro modo.
Un día que debemos esperar con alegría y con optimismo. Un día para el que hay cosas
trascendentales en la vida de cada uno a las que podemos dedicar mas tiempo y
mayor cuidado.
El vivir el domingo, su ritmo natural, debiera ser más personal, debiera ser más fácil
poder unirlo mas al ideal que el mismo hombre tiene. En el hombre la búsqueda de la
felicidad y su realización personal, es su reto mayor y a la vez su necesidad más
sentida.
La felicidad viene de la armonía interior, de una mejor relación consigo mismo, con la
familia, con las personas más cercanas, con quienes te necesitan más, con la misma
naturaleza. La armonía es, alrededor de estos ejes, silencio y lenguaje, escucha y
diálogo, y es también comprensión, es arte y es apertura, es gesto y es compartir. La
armonía interior nos lleva al descanso pero no a la inactividad. Es sencillamente saber
recibir la luz que dimana de nosotros mismos y abrirnos también a la luz esplendorosa
que nos viene de fuera.
Esta es una buena opción para el domingo, algo que debemos buscar, que nos ayuda a
retornar agradecidos a la vida cotidiana; pero la sociedad, impulsada por la economía,
ofrece ocio, ofrece actividad, ofrece consumo, ofrece distinto 'uso del tiempo. Impulsa
las conquistas sociales a alargar el domingo que ya para muchos se ha convertido en
día y medio o dos días. Hay razones de solidaridad y de producción que llaman incluso
a rebajar las horas de trabajo semanal (no es bajo este aspecto que lo consideramos
ahora). La sociedad, ofrece incluso días enlazados, los puentes, e ilusiona a los
hombres porque podrán disponer de más tiempo, ¿para qué? El problema actual no es
el de tener «tiempo libre», sino el de saber «qué hacemos con él».
Pero la fiesta debe ser también proyección interior, gozo interno, relación más
profunda con tus seres queridos, la fiesta es agradecimiento, es relato y a la vez
proyecto futuro, es alegría pero también dominio de sí. Es abundancia pero no exceso.
La fiesta está al servicio del hombre, de su realidad. El hombre es también el Señor de
la fiesta. El hombre es el centro, la fiesta es un instrumento más para facilitar su
alegría, su felicidad, no para embotarlo ni empequeñecerlo.
Es claro que en nosotros los cristianos, descanso y fiesta se revisten de los valores
religiosos y en ambos tenemos oportunidad de relacionarnos con el Señor de la Vida.
La firmeza de estos valores dentro de nosostros mismos nos debe ayudar a no permitir
que sean desplazados por la agresividad del consumo, por el exceso del derroche, o la
búsqueda de un ocio a veces despersonalizador. Es uno de los principales retos que
debemos asumir.
Sin embargo es claro que este reto está siendo demasiado fuerte para muchos. Hay un
desplazamiento progresivo de los valores religiosos por lo menos en lo que se refiere a
su relación con el culto, la fiesta resalta más otros valores u otros aspectos menos
relacionados con la fe. El centro religioso se desplaza.
Decía Juan Pablo II en su carta «El Día del Señor» que el domingo debe ser un día
irrenunciable para nosotros, repitamos de nuevo sus palabras textuales: «incluso en el
contexto de las dificultades de nuestro tiempo la identidad de este día debe ser
salvaguardada y sobre todo vivida profundamente... el Día del Señor ha marcado la
historia bimilenaria de la Iglesia. ¿cómo se podría pensar que no continúe
caracterizando su futuro?» (DD 30).
Por otra parte, nuestra propia experiencia nos habla de la certeza de las afirmaciones:
es cierto que la celebración de la eucaristía dominical, cuidada con esmero y
participada con fuerza por la comunidad, es fuente de gracia y vivencia de fe. Es cierto
que el domingo vivido en armonía y paz interior y orientado a la familia, al
esparcimiento y a las obras de solidaridad con los demás es altamente enriquecedor.
Sin embargo, en muchas ocasiones, vemos cuánta distancia hay del deseo a la
realidad. Precisamente vamos a dedicar esta tercera parte a señalar algunos retos que
se nos presentan con más fuerza en relación con el culto y también con una nueva
utilización del domingo.
Los retos nos dejan al descubierto algunos aspectos negativos que es bueno sacarlos
de nuevo a la luz en orden a procurar profundizar en la búsqueda creativa del camino
de su solución.
1) Al interior de la iglesia
a) La celebración eucarística
Para todo esto hace falta que el laico esté activo, nos parece que el laico todavía está
acostumbrado, y no por su culpa, a que le den todo preparado. En la Eucaristía
generalmente «asiste» pero no participa. Las Misas de los domingos se suceden con
horarios fijos e incluso, en algunos templos, con personas más asiduas a cada una
(lugar y tiempo), pero no por eso participan más. Sin duda el sacerdote tiene
demasiada fuerza en su orientación; el laico busca «quién celebra la Misa» para
ubicarse o no en su participación.
Quizá sea natural, pero también puede ser de otra forma. Si la Misa es de la
Comunidad, la Comunidad debe estar más presente en ella, debe ser más notoria. En
algunos lugares, en algunas Misas, quizá se note algo más, no así en otros. No es
problema de las personas que acuden a la Eucaristía fuera de su «lugar», normalmente
ellos agradecen la presencia de la Comunidad que notan. Es problema más bien de
algo más innegable: la necesidad de cuidar y ayudar al crecimiento y fortalecimiento
de la Comunidad activa y respetar los cauces de participación en el culto dominical.
A pesar de todas las ausencias, al templo acude una apreciable cantidad de fieles para
celebrar la Eucaristía del Domingo. Son fieles a los que hay que cuidar, a los que hay
que atender. La Misa dominical para ellos debe ser ocasión de fortalecer su fe y seguir
proyectando su vida cristiana.
Pero para algunos quizá el domingo quede ahí, en el cumplimiento del precepto, que a
veces pareciera que no nace tanto de una necesidad interior. De esta forma el culto
puede quedar vacío, sería lo más contrario a lo que debe ser el culto al Señor.
Sabemos que el culto del domingo tiene fuerza en sí mismo, si lo sabemos orientar,
para fortalecer la fe, y para interpelar en el compromiso cristiano tanto en el mundo
como al interior de la comunidad eclesial. La fe si no está viva y se manifiesta por las
obras es una fe muerta.
b) Las obras
El culto sin obras es rechazado por Dios, (Is. 1, 10-20; 58, 1-11). Las obras es el mejor
de los testimonios del alimento que recibimos en la Eucaristía. No se trata sólo de
ocupar el domingo en obras de amor y de solidaridad, lo cual es hermoso y
aconsejable; se trata de algo más profundo, de darle sentido pleno a toda nuestra
vida.
Cada vez más están cobrando ejemplaridad las acciones con personas que forman
parte, por diversos motivos, del grupo de los «excluidos» sociales: enfermos de sida,
inmigrantes, enfermos terminales, presos, ancianos casi totalmente dependientes.
Todas estas obras están ganando espacio día a día, no es sólo cosa del domingo. El
voluntariado que se dedica a ellos, crece firmemente y es una ayuda solidaria eficaz y
llena de significado. La celebración de la fe dominical cobra dimensión caritativa
durante toda la semana.
En las Iglesias de América Latina, que todavía después de cinco siglos llamamos Iglesias
jóvenes, y en las Iglesias de Africa o de Asia, cada una con sus particularidades, son
muchos los cristianos que no tienen oportunidad de participar en la celebración
eucarística todos los domingos.
Se ha hablado mucho del problema de las vocaciones, del mejor reparto del clero,
hasta de posibles diversas formas de ejercer el ministerio sacerdotal para que se
pueda atender a las necesidades reales que surjan. Y sin sacerdote no hay Eucaristía.
Es cierto que una Celebración de la Palabra, digna y preparada con el esmero de las
clases sencillas, es un culto «agradable a Dios» y que fortalece a la misma Comunidad.
Pero también salta a la vista cómo, a pesar de la madurez que está adquiriendo el
laicado, todavía no tiene toda la fuerza, ni toda la preparación, ni todo el poder de
convocatoria que haría posible reunir a la Comunidad para Celebrar la Palabra y
distribuir la Comunión.
Uno de los retos mayores que tenemos en relación a la Misa Dominical es el que nos
presentan aquellos que no se sienten ni atraídos ni obligados, que no se sienten
convocados, que simplemente no vienen, como dicen ellos mismos «pasan de ella». Es
un número alto y, por desgracia, va en crecimiento. Y tiene también una connotación
preocupante, muchos jóvenes.
Se trata, más bien, de considerar el problema de los que no vienen, puesto que la
Iglesia es misionera y debe preocuparse en primer lugar por los que están fuera o por
los que se van alejando. ¿Qué es lo que falla? «Si la identidad de este día -insistimos-
debe ser salvaguardada» ¿por qué no vienen? ¿cómo lograr que vengan y se
mantengan? Y, lo que es más importante ¿qué se lograría con ello?
Pero no son sólo los jóvenes, son también muchos los cristianos que no participan
habitualmente de la Eucaristía en los Domingos. Son cristianos, porque están
bautizados, quizá han recibido la Primera Comunión (ya en porcentaje menor) e
incluso pueden estar confirmados (de nuevo baja más notablemente el porcentaje),
pudiera ser incluso que estén casados por la Iglesia (también con fuerte tendencia a la
baja), pero lo cierto es que han dejado de participar en las misas dominicales.
Las Iglesia tiene que asumir con fuerza esta realidad y buscar nuevos planteamientos o
caminos de solución. Es cierto que forma parte de un fenómeno más general que tiene
como marco el cuestionamiento de algunos aspectos de la Iglesia institucional, la
identidad del cristiano, su presencia en el mundo, e incluso las formas cultuales con las
que se manifiesta la fe.
Pero la Iglesia es por esencia misionera y debe permanecer intranquila mientras vea
que muchos de sus hijos pasan de ciertas formas. Tiene aquí una tarea central de
discernimiento, de búsqueda misionera, de acogida, de escucha y quizá también de
aceptación de nuevos planteamientos.
Jesús se enfrenta a la utilización legalista dell uso del sábado, que hace que, de esta
forma, el hombre quede esclavo de él, y afirma por el contrario que: «el sábado es
para el hombre y no el hombre para el sábado».
Esta perspectiva que fue orientada y vivida en el cristianismo del modo señalado, y
favorecida también por la coincidencia en el tiempo: del día de descanso civil y el Día
del Señor, se está perdiendo por la presión e intereses socio-económicos.
Los planteamientos de una sociedad que, quizá por la dialéctica del contraste, realza
ahora más la estética que la ética; el placer que el deber; que antepone primero lo útil
a lo solidario, lo temporal a lo duradero; lo eficaz a lo correcto; ciertamente choca con
los planteamientos cristianos que tienen una perspectiva distinta en cuanto a las
prioridades.
Pero tengamos esperanza, siempre nos quedan las palabras de Jesús: «Y sabed que yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el final de este mundo» (Mt. 28, 20).
BIBL. — JUAN PABLO II: «Pies Domini. El día deI Señor» Carta Apostólica. Mayo de 1998. Editorial San Pablo. 2
edición, 1998. Madrid; Catecismo de la Iglesia Católica. Coedición Española. Asociación de Editores del Catecismo
1992. Madrid; Revista «ORAR». Núm. monográfico: «Celebremos el Domingo», núm. 67. Año 1993. Editorial
Monte Carmelo. Burgos.
Daniel Camarero
Dominum et Vivificantem
El Papa Juan Pablo II ha escrito tres grandes encíclicas sobre las tres Personas de la
Trinidad: sobre el Hijo (Redemptor Hominis), sobre el Padre (Dives in misericordia) y
sobre el Espíritu Santo (Dominum et Vivificantem).
Esta última encíclica sobre el Espíritu Santo, data del 18 de Mayo de 1986 y se divide
en tras partes.
En la primera, titulada "El Espíritu del Padre y del Hijo dado a la Iglesia", hace un
recorrido sobre la importancia del Espíritu Santo en la vida y misterio de Jesucristo y
en la vida misma de la Iglesia.
En la segunda parte, "El Espíritu que convence al mundo del pecado", nos descubre
cómo sin el Espíritu Santo es fácil perder la conciencia y noción de pecado y, por lo
mismo, la necesidad de salvación, purificación y limpieza.
La tercera parte, "El Espíritu que da la vida" nos habla de la alegría del Jubileo 2000,
que ya se anuncia, y de la importancia de la Tercera Persona de la Trinidad para hacer
posible la unión de cada hombre con Dios y la unión de la propia Iglesia (Esposa) con
Jesucristo (Esposo).
Gracias al Espíritu, cada bautizado, y la Iglesia, pueden esperar y vivir a Dios "en
intimidad y en relación personal", como Esposo.
BIBL. – JUAN PABLO II, Encíclicas, Edibesa, Madrid 1995.
Prólogo
Ante esta controversia la pregunta que hacemos es la misma que en su día hizo un
Editorial de "Razón y Fe": "¿De verdad es posible el diálogo interreligioso?" (cf. n° 239
[1999] 119-126). Y, si así fuere, añadimos, "¿en qué sentido?".
Desde estas coordenadas, nos atrevemos a hacer una relectura, primero literal, y
después glosada, de dicha Declaración. Para abordar, en sentido propio, la pastoral del
diálogo interreligioso.
La misión universal de proclamar la Buena Nueva nace del mandato de Jesucristo (Mc
16,15-16) (n. 1). Hoy, esta misión está lejos aún de su cumplimiento (Pede. Missio) (n.
2).
El diálogo interreligioso no sustituye sino que acompaña la "missio Ad gentes" (n. 2).
Dicho diálogo forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia (Red. Missio, 55), y
comporta una actitud de comprensión y una relación de conocimiento recíproco y de
mutuo enriquecimiento, en la obediencia a la verdad y en el respeto a la libertad (n. 2).
En la teoría y praxis de este diálogo han nacido problemas nuevos, por eso, esta
Declaración quiere ayudar a Obispos y fieles. Su lenguaje expositivo no es el de tratar
de modo orgánico toda la problemática de la unicidad y universalidad salvífica del
misterio de Jesucristo y de la Iglesia, ni proponer soluciones a las cuestiones teológicas
libremente disputadas, sino la de exponer nuevamente la doctrina de fe católica, y, al
mismo tiempo, indicar algunos problemas abiertos a ulteriores profundizaciones y
confutar determinadas posiciones erróneas o ambiguas (n. 3).
1.2. Peligros de hoy en el diálogo interreligioso
Los peligros son algunas teorías de tipo relativista que justifican el pluralismo religioso
no sólo de hecho sino de derecho, o por principio, y dan por superadas verdades
como:
Las raíces de estas afirmaciones hay que buscarlas en algunos presupuestos filosóficos
y teológicos: la convicción de la inaferrabilidad e inefabilidad de la verdad divina, ni
siquiera por parte de la revelación cristiana; la actitud relativista sobre la verdad que
afirma que aquello que es verdad para unos no lo es para otros; la contraposición
radical entre la mentalidad lógica de Occidente y la simbólica de Oriente; el
subjetivismo que no logra encontrar la verdad del ser; la dificultad de comprender y
acoger en la historia la presencia de eventos definitivos y escatológicos; el vaciamiento
metafísico del evento de la encarnación histórica del Logos eterno, reducido a un mero
aparecer de Dios en la historia; el eclecticismo de diversas ideas teológicas sin
preocuparse de su coherencia sistemática y compatibilidad con la verdad cristiana; la
tendencia a leer e interpretar la SE fuera de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia (n.
4).
Es cierto que la verdad sobre Dios no es abolida ni reducida porque sea dicha en
lenguaje humano. Pero ella sigue siendo única, plena y completa porque habla y actúa
en Jesucristo, quien es el Hijo de Dios encarnado (n. 6).
En cuanto al valor de los textos sagrados de otras religiones, es cierto que muchas
personas, a través de ellos, han llegado a una experiencia religiosa con Dios, y reflejan
un destello de la Verdad que ilumina a todos los hombres (Nostra Aetate, 2; Ad
Gentes, 9), pero la Iglesia reserva la calificación de textos inspirados por el Espíritu
Santo a los bíblicos (Dei Verbum, 11), porque estos enseñan firmemente, con fidelidad
y sin error, la verdad que Dios quiso consignar sobre nuestra salvación (Dei Verbum
11). Los libros sagrados de otras religiones reciben del misterio de Cristo aquellos
elementos de bondad y gracia que están presentes en ellos. De cualquier forma Dios
no deja de hacerse presente de muchos modos no sólo en personas sino en pueblos,
mediante sus riquezas espirituales, aunque dichas religiones contengan lagunas,
insuficiencias y errores (Rede. Missio, 55: Evan. Nuntiandi, 53) (n. 8).
Todo ello contrasta con la Fe de la Sagrada Escritura y de los Concilios, donde se afirma
que uno sólo, y el mismo, es Jesús de Nazaret y el Verbo eterno de Dios (n. 10). Cristo,
nuevo Adán, imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, el
único sujeto que une las dos naturalezas (divina y humana) en una única Persona (n.
11). Sólo en Jesucristo se manifiesta la unidad intrínseca de la economía salvífica de la
Trinidad, desde la eternidad hasta la encarnación. Jesucristo es el único mediador y
salvador universal (n. 11).
Algunos proponen la hipótesis de una economía del Espíritu Santo con un carácter más
universal que la del Verbo encarnado, crucificado y resucitado. Pero esto va en contra
del verdadero misterio trinitario y no ve en Jesucristo el lugar de la presencia del
Espíritu Santo y la fuente de su efusión a la humanidad. Queda claro el vínculo entre el
misterio salvífico del Verbo encarnado y el Espíritu Santo. La acción del Espíritu Santo
no está fuera o al lado de la acción de Cristo. Los hombres no pueden entrar en
comunión con Dios si no es por medio de Cristo y bajo la acción del Espíritu Santo (n.
12).
La teología, bajo la guía del Magisterio, está invitada a explorar si es posible, y en qué
medida, las figuras y elementos positivos de otras religiones pueden entrar en el plan
divino de salvación. Se debe profundizar cómo la mediación del Redentor no excluye,
sino que suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente
única de Salvación (LG, 62). Todas la mediaciones parciales, de cualquier tipo y orden,
cobran significado y valor únicamente en la mediación de Cristo y no pueden ser
entendidas como paralelas o complementarias o incluso fuera de la única mediación
de Cristo (RM, 5) (n. 14).
No hay que temer pronunciar palabras como "unicidad, universalidad, absolutez" que
sólo tratan de ser fieles al dato revelado. Con la SE y la Tradición se debe decir que
Jesucristo tiene, para el género humano y su historia, un significado y un valor singular
y único, sólo de él propio, exclusivo, universal y absoluto (RM, 6) (n. 15).
Jesucristo constituyó a la Iglesia no sólo como una comunidad de discípulos, sino como
misterio de salvación. El mismo está en la Iglesia y la Iglesia en El (Jn 15,1; Gal 3,28; Ef
4,15-16; Hec 9,5). La Iglesia es el Cuerpo de Cristo; Cristo y la Iglesia no se pueden
confundir pero tampoco separar y constituyen su único Cristo total, se relacionan
como Esposo y Esposa (2 Cor 11,2; Ef 5, 25-29; Ap 21, 2.9) (n. 16).
Las iglesias que no están en perfecta comunión con la Iglesia católica pero se
mantienen unidas a ellas por medio de vínculos estrechísimos como la sucesión
apostólica y la Eucaristía válidamente consagrada, son verdaderas Iglesias particulares
(UR, 14-15).
Por lo tanto, los fieles no pueden imaginar que la Iglesia de Cristo es la suma de las
Iglesias y comunidades eclesiales; ni tienen la facultad de pensar que la Iglesia de
Cristo hoy no existen en ningún lugar y que por tanto debe ser objeto de búsqueda por
parte de todas las Iglesias y comunidades. El Espíritu de Cristo se ha servido de las
otras iglesias y comunidades como medios de salvación, pero gracias a la plenitud de
gracia y verdad de la única Iglesia católica (UR,. 3).
La falta de unidad entre los cristianos es una herida para la Iglesia, no en el sentido de
quedar privada de su unidad, sino en cuanto obstáculo para la realización plena de su
universalidad ne la historia (UR, 4) (n. 17).
La Iglesia constituye en la tierra el germen y el principio de ese Reino (LG, 5). Por un
lado es signo e instrumento del Reino, llamada a anunciarlo e instaurarlo. Por otro, es
el pueblo reunido por la unidad de la Trinidad y por lo tanto el reino de Cristo presente
ya en el misterio, constituyendo así su germen e inicio. El Reino tiene una dimensión
escatológica: una realidad presente en el tiempo, pero su definitiva realización llegará
con el fin y el cumplimiento de la historia (LG, 9). Existe una íntima conexión entre
Cristo, el Reino, y la Iglesia. El Reino, conocido por revelación, no se puede separar ni
de Cristo ni de la Iglesia. A la vez que se distingue de Cristo y del Reino, está
indisolublemente unida a ambos (RM, 18) (n. 18).
Todo lo cual no hace olvidar que el Reino, en su fase histórica, no se identifica con la
Iglesia en su realidad visible y social porque no se debe excluir la obra de Cristo y del
Espíritu Santo fuera de los confines visibles de la Iglesia (RM, 18). El Reino interesa y
debe alcanzar a todos: personas, sociedad, mundo entero. Esto no justifica posturas
"reinocéntricas" en las que se ve un modelo de Iglesia "para los demás", como Cristo
es "el hombre para los demás".
Existen cuestiones que deben ser profundizadas: a) Unir dos verdades: la posibilidad
real de salvación en Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden
a esta misma salvación (RM, 9). La salvación de Cristo es accesible en virtud de la
gracia que aun teniendo una misteriosa relación con la Iglesia no les introduce
formalmente en ella, sino que les ilumina de manera adecuada en su situación interior
y ambiental. Esta gracia proviene de Cristo; es fruto de su sacrificio y es comunicada
por el ES. Está relacionada con la Iglesia que procede de la Trinidad (n. 20).
Esta gracia salvífica de Dios para los no-cristianos, donada siempre por medio de Cristo
en el Espíritu y que tiene una misteriosa relación con la Iglesia, el Vaticano II se limitó a
afirmar que Dios la dona "por caminos que El sabe" (AG, 7), lo cual no equivale a decir
que la Iglesia sea un camino de salvación al lado de aquellos constituidos por las otras
religiones, como si fueran complementarias a la Iglesia o incluso substancialmente
equivalentes a ella.
No se puede pensar, en aras de un relativismo religioso, que una religión es tan buena
como otra. Si bien es cierto que los no cristianos pueden recibir la gracia divina,
también es cierto que objetivamente se hallan en una situación gravemente deficitaria
ne relación a quienes tienen la plenitud de los medios salvíficos, y esto último no por
los méritos de los fieles, sino de Cristo (LG, 14) (n. 22).
1.9. Conclusión
2.1. Punto de partida: sentido y valor de las religiones a la luz de la revelación cristiana
No hay duda de que el diálogo interreligioso es uno de los signos de nuestro tiempo.
No desde el fácil irenismo o el relativismo. Sólo desde ahí el creyente puede dialogar
sobre un Misterio que le supera. Y, al mismo tiempo que debe sentir la humildad y su
pobreza, no debe tener complejo de inferioridad. Aunque el creyente es bien poco, su
fe, su Dios, la tradición católica que se le ha confiado, deben ser el punto de firmeza de
su consciencia.
Desde aquí se abre un problema muy actual: ¿Qué significado y valor debe conceder la
teología cristiana a las demás religiones respecto de la salvación? Es lo que se llama la
"teología cristiana de las religiones", que tiene estos puntos de partida:
a) Universalidad de la voluntad salvífica de Dios para toda la humanidad: "Dios quiere
que todos los hombre se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (Tim 2,4).
Después del pecado esta salvación supone la restauración del hombre por medio de la
gracia sanante.
b) Dios realiza su designio firme y universal de salvación por medio de su Hijo, que se
ha encarnado en Jesús de Nazaret, ha sufrido y muerto en la cruz para salvar a los
hombres del pecado y de la muerte y ha resucitado para comunicarnos la Vida y
hacernos partícipes del mismo Dios y de su vida divina.
Significa, además, que la salvación implica una adhesión a Cristo, y en Cristo y por
Cristo, a la Iglesia, su cuerpo místico. Y significa que sólo en la Iglesia se encuentra la
Plenitud de la salvación. De ahí la necesidad de pertenecer a la Iglesia, cualquiera sea
el modo de pertenencia a la misma. Y la Iglesia, en cuanto sacramento universal de
salvación de Cristo, entra siempre de alguna manera en la realización de salvación de
los hombres, no sólo de los cristianos sino "de aquellos que buscan a Dios con sincero
corazón". Todos los que se salvan —de modo visible e invisible, en la realidad histórica
o en el deseo— entran a formar parte del Pueblo de Dios del que la Iglesia es una
parte, y signo e instrumento de unidad-en Cristo de todos los salvados.
d) Para salvarse es necesaria la fe sobrenatural que Dios concede por gracia y a la que
el hombre sólo puede predisponerse, ayudado por la misma gracia y haciendo el bien.
Esta fe es viva, es decir, de adhesión confiada del espíritu y del corazón a Dios.
Aunque, existencialmente, madura progresivamente y en algunos momentos puede
ser obscura y poco elaborada e incluso implícita, siguiendo sólo la voz de la propia
conciencia y haciendo lo que ésta le dice que debe cumplir.
En resumen, en el problema de la salvación son cuatro los puntos troncales a los que la
teología cristiana no puede renunciar: voluntad salvífica universal de salvación por
parte de Dios; Jesucristo, Salvador único y universal de los hombres; la Iglesia,
sacramento universal de salvación; la necesidad absoluta de la fe en Dios y en Cristo
para salvarse. Entonces, ¿cómo se concilian estos cuatro puntos, en lo que respecta a
la salvación, con aquellos que no son cristianos, sino pertenecientes a otras religiones
e incluso, a veces, contrarios al cristianismo?
- Esta segunda postura retoma el discurso teológico donde lo había cerrado la primera:
no se contenta con afirmar que Dios da su gracia salvadora a los hombres por caminos
que sólo El conoce, sino que trata de buscar cuáles son esos caminos, o esas "semillas
del Verbo" (spermata tou Logou) de las que hablaba, entre otros, S. Justino; incluso se
habla de secretas "revelaciones" hechas a hombres paganos, como afirman S.Agustín,
S. Basilio o S. Gregorio Magno. Pues bien, según esta segunda postura, los caminos por
los que Dios comunica su gracia de salvación son las mismas religiones que profesan
las diferentes personas con sinceridad y fidelidad.
- Las religiones tienen valores positivos capaces de alimentar una vida religiosa sincera
y profunda y por eso son vehículos de la gracia de Cristo. En este sentido, como afirma
J. Dupuis, en una opinión no compartida por todos, ya el Vaticano II reconoció la
acción del verbo y del Espíritu no sólo en el corazón de los hombres sino también en
algunos elementos objetivos que forman parte de las tradiciones religiosas de la
humanidad. Se apoya en Nostra Aetate, n° 2, para afirmar que en las demás religiones
hay elementos "verdaderos y santos". Según Dupuis, el propio Juan Pablo II ha
continuado esta línea de presencia explícita y operante del Espíritu en las religiones
cuando afirma que en la Encarnación "Dios se ha unido en cierta manera a todo
hombre" (Redemptor Hominis 13).
- Por eso, las religiones se pueden calificar de "sacramentales" en el camino hacia Dios.
Bien entendido que ese carácter sacramental lo es en cuanto Cristo, Sacramento del
Padre, por su Espíritu, esta presente en ellas. Y bien entendido que sólo en la Iglesia,
Sacramento de Cristo, se consuma la salvación plena como "vía ordinaria".
Asentado lo anterior tenemos que decir que la revelación cristiana está contenida en
la Biblia y en la Tradición de origen apostólico y ha sido confiado a la Iglesia, en
particular al Magisterio, para que la custodie íntegra y la transmita fielmente. La Biblia
contiene libros "inspirados" (sagrados) por Dios, no en el sentido de que han sido
escritos o dictados por Dios, sino escritos "bajo la inspiración del Espíritu Santo y por
eso tienen a Dios como autor: en la redacción de los libros sagrados Dios eligió a
hombres que utilizó usando sus propias facultades y medios, de forma que, obrando El
en ellos y por ellos, escribieron como verdaderos autores todo y sólo lo que El quería"
(DV 11).
¿Se puede sostener que las demás religiones tienen libros inspirados, conteniendo la
revelación divina? Así, por ejemplo, la ortodoxia islámica, sostiene que el Corán,
palabra por palabra es de Dios, en cuanto es un libro revelado por Dios al Profeta
mediante un Angel y derivado de un arquetipo celeste. Los libros hinduístas (Vedas)
afirman también contener la revelación divina, o, entre los mazdeítas, el Avesta, o en
el budismo los Tres Sutras, o los Cuatro Libros de Confucio y el Libro de la Vida y de la
Virtud de Lao Tse para el taoísmo.
Así pues, Dios, mediante la acción del Espíritu Santo también ha esparcido
innumerables semillas del Verbo en algunos libros sagrados de otras tradiciones
religiosas, pero con estas precisiones:
a. No todo lo que contienen dichos libros es palabra de Dios. Hay errores, incluso
graves.
b. En este sentido dichas revelaciones son como una "etapa preliminar" en la
historia de la salvación y está orientada y ordenada a la Palabra última y
definitiva. Los libros sagrados de las demás religiones son como una
"preparación o conducción", imperfecta y lejana, a la plenitud de la revelación
de Jesucristo.
Asentado lo anterior, hay que afirmar que el diálogo interreligioso no es una táctica
para obtener conversiones al cristianismo. Se acoge al otro de forma confiada, pero sin
ingenuidades. Los cristianos, en el diálogo, no sólo dan sino que recibe. Pero siempre
el diálogo interreligioso, por parte del cristianismo, debe ser sincero, lo cual comporta:
que todo participante en el diálogo se presente como es; que la fe se muestre en su
integridad, reconociendo lo que es compatible e incompatible, lo que son "semillas del
Verbo" y lo que no pueden ser. Por eso, en todo diálogo se debe aceptar el ser
cuestionados. Esto implica graves dificultades porque se trata de llegar a la verdad, o
al menos de crecer en la verdad religiosa.
Se suele afirmar que hay diversas formas de diálogo o niveles , como expresó el papa
Juan Pablo II en una Audiencia General (19-5-99), quien matizó "que este diálogo
presupone que el hombre, creado a imagen de Dios, es también lugar privilegiado de
su presencia salvífica":
a. El diálogo de la vida, es decir, del ejemplo y testimonio, y que acoge a todas las
personas.
b. El diálogo de las obras o de colaboración mutua en diversas acciones,
especialmente en el campo de la defensa de los derechos humanos, educación
en la paz, defensa del medio ambiente, solidaridad con el mundo sufriente,
promoción de la justicia social y del desarrollo integral.
c. Diálogo de la experiencia religiosa, que exige compartir a un nivel más
profundo: místico y que exige competencia y prudencia. La mística nunca puede
ser pretexto para el relativismo.
d. Diálogo de intercambios teológicos, profundizando en las diversas religiones y
apreciando los valores espirituales y de contenidos. No s e deben limitar a la
buscar un "mínimo común denominador" sino que debe prestar un "valiente
servicio a la verdad".
En cualquier caso, la Iglesia insiste hoy en que el diálogo interreligioso, aunque sea en
este cuarto punto, no sustituye al anuncio evangelizador, porque no se identifican ni
son intercambiables. En el diálogo ejerce una función profética, pero en el anuncio
evangelizador, hacia el que el diálogo se encamina, tiende a conducir a los hombres a
un encuentro explícito y personal con Jesucristo. No se puede renunciar nunca a
contemplar en Jesucristo el único y universal mediador.
a) Tomamos prestadas unas palabras de la revista "La Civiltá Cattolica" (IV [1994] 225),
"Jesús, en el afirmar que era Mesías e Hijo de Dios, ha sido ante todo sincero: no ha
querido engañarse ni engañar a quienes lo escuchaban, sino que ha dicho la verdad
sobre lo que pensaba de su persona. En toda su vida ha mostrado no ser un exaltado,
ni un megalómano, sino una persona psicológicamente sana, dotada de gran realismo
y capaz de no evadirse: incapaz, pues, de atribuírse cualidades que no tuviera, o
autoengañarse sobre su persona... La afirmación de Jesús como Mesías e Hijo de Dios
ha tenido una confirmación de valor absoluto: Dios, le ha resucitado de la muerte,
confirmando con este hecho sus palabras".
En el Angelus del 1-10-00 al que hemos hecho referencia más arriba el Papa Juan Pablo
II afirmó que, en la cumbre del Año Jubilar, ha querido invitar a todos los cristianos a
renovar su adhesión a Cristo en la alegría de la fe, atestiguando unánimemenete que
El es también, hoy y mañana, el camino la verdad y la vida. Esto no significa arrogancia
y desprecio hacia otras religiones, sino agradecimiento gozoso hacia Jesucristo que se
nos ha revelado, de forma gratuita y nos ha comprometido a que sigamos dando gratis
lo que como tal hemos recibido. Porque la Verdad y el Amor, que son Dios mismo,
pertenecen a toda la humanidad.
Ecclesiam suam
Con este nombre nos referimos a la primera gran encíclica, se puede decir
programática, del Papa Pablo VI, dada a conocer el 6 de agosto de 1964.
Este documento, que tuvo una amplia resonancia por estar escrito mientras se
celebraba el Concilio Vaticano II, se divide en tres grandes capítulos.
En el segundo capítulo, titulado "la renovación" se pide que cada cristiano, y la Iglesia
en conjunto, se pongan al día (aggiornamento), se renueven, pero desde unas claves
de autenticidad, como son la obediencia a Dios, la pobreza, el amor, el sacrificio y el
amor a María.
Finalmente, en una tercera parte, titulada "El diálogo", se habla de la postura y misión
de la Iglesia en el mundo y cultura de hoy: vive en el mundo pero sin ser del mundo; y
debe dialogar con el mundo con unas actitudes de claridad, mansedumbre, confianza,
prudencia.
Ecología
Como es bien conocido, la palabra Ecología proviene del griego oikos y logos (discurso
sobre el ambiente, sobre la casa) e indica genéricamente el estudio de las leyes que
caracterizan las mutuas relaciones entre los diversos organismos vivientes. De manera
especial las condiciones bajo las cuales se desarrolla la vida del hombre.
Pero, por qué el problema ecológico ha saltado al primer plano de la actualidad y del
interés general, incluso en teología.
"Hoy ninguna persona consciente puede ignorar que estamos destruyendo los
diferentes ecosistemas de la Tierra como consecuencia de los recursos que les
robamos y los elementos contaminantes que vertemos sobre ellos. Un famoso Informe
del Club de Roma, titulado "Los límites del crecimiento", llegaba a la conclusión de que,
si no tomamos medidas radicales, tendrá lugar a lo largo del próximo siglo una
catástrofe planetaria. Se podrán discutir los detalles del modelo matemático empleado
por el citado estudio, pero creo que la tesis de fondo no admite discusión: pretender,
con unos recursos finitos, un crecimiento indefinido y, peor todavía, exponencial,
conduce necesariamente al colapso. Este es el quid de los problemas ecológicos".
Al parecer, ni siquiera Marx, que con tanta energía se opuso a la explotación del
hombre por el hombre realizada por el sistema capitalista, tuvo suficiente sensibilidad
para denunciar la explotación de la naturaleza por el hombre.
Con palabras de J. Moltmann, "la llamada crisis del medio ambiente no es sólo una
crisis del entorno natural del hombre. Es una crisis del hombre mismo. Es una crisis
global, irreversible, de la vida en este planeta; una crisis a la que cuadra perfectamente
el calificativo de apocalíptica. No es una crisis pasajera, sino, según todos los indicios,
el comienzo de la lucha por la supervivencia de la creación en esta tierra".
J. L. Ruiz de la Peña señala estos graves problemas ecológicos c omo retos a resolver:
la contaminación ambiental, la superpoblación, la extenuación de los recursos, la
carrera armamentista y la interacción conjugada de los factores anteriormente
descritos.
El mismo J. L. Ruiz de la Peña, ante la búsqueda de salidas a estos hechos tan graves,
señala dos posturas: el pronóstico pesimista, o un replanteamiento decididamente
ético. Al mismo tiempo, con gran agudeza, nuestro autor, subraya que existen tres
opciones o alternativas éticas: el antropocentrismo prometeico (que conduce a la
destrucción de la naturaleza y del propio hombre), el cosmocentrismo panvitalista
(que diviniza el cosmos y la naturaleza) y, finalmente, el humanismo creacionista
cristiano, que sitúa en su justa medida quién es el hombre, qué es la naturaleza y en
qué lugar queda el Dios de la creación. Ni el hombre ni la naturaleza son fines en sí
mismos. Mientras hablemos del hombre y la naturaleza en un horizonte divino, están
garantizados los más verdaderos y sólidos valores ecológicos.
Precisamente éste es el nuevo reto: redescubrir las claves de una genuina teología y
espiritualidad ecológicas. Ambas van unidas y son inseparables. Es éste, un aspecto o
vertiente de la espiritualidad nuevo. Hoy, las personas, no sólo buscan la perfección
individual o social, sino también la universal o ecológica. Conscientes que persona-
sociedad-cosmos están unidos profundamente en el único e idéntico destino y futuro.
R Costa Morata ha puesto de relieve algunos de los rasgos que definen estos
movimientos ecologistas: por un lado, lo sencillo, lo pequeño, lo descentralizado, lo
autónomo y lo solidario. Por otro, lo antijerárquico, lo no convencional, lo
antiprejudicial y lo radical. Dividiéndose a su vez, estos movimientos en al menos estos
grupos: los naturalistas-conservacionistas (defensores de la naturaleza pero sin
alternativa macropolítica definida); los grupos ecologistas que colaboran con los
programas de ciertos partidos y con la Administración; los grupos ecologistas radicales
que critican todos los programas políticos actuales; y los nuevos verdes o movimientos
ecologistas en cuanto tal, con programas políticos alternativos.
Para finalizar este apartado, y desde lo señalado por P. Costa Morata, subrayemos que
el tema del ecologismo se inscribe dentro de los denominados "nuevos movimientos
sociales". Es decir, los que llevan las siglas de "pacifismo, antimilitarismo, verdes,
antirracismo, defensa de los derechos humanos, feminismo", etc. Estos nuevos
movimientos denuncian la cultura y crisis de la modernidad y piden un cambio de
política: no sólo basada en palabras sino en acciones hasta llegar a hacer realidad "una
humanidad libre y justa sobre una tierra habitable". Digamos que estos nuevos
movimientos formarían la denominada "nueva izquierda" que, renunciando a una
cosmovisión de la realidad, fija su atención en campos o fragmentos de esa misma
realidad que pretende cambiar. Como todo movimiento social, en palabras de J. M.
Mardones, "no están libres de ambigüedades y aún de desviaciones".
Esta espiritualidad debe tener como punto de partida, al menos, tres criterios
irrenunciables:
Formación e información son palabras clave con las que aproximarse a lo académico y
pastoral de la Iglesia. Para formar, es preciso primero informarse. También vale añadir
que para informarse se requiere antes que nada tener la inquietud de hacerlo,
condición previa que sólo puede germinar en quien está bien formado. Esto va con el
profesor, desde luego, pero también con los alumnos. Los orientados al sacerdocio,
serán, además, quienes un día guíen a la feligresía por los difíciles vericuetos de las
relaciones no sólo intra, sino intereclesiales y pancristianas y, en consecuencia,
quienes ahora mismo deben salir preparados a tales efectos.
Ellos han de cuidar con esmero la pastoral, donde, por cierto, el ecumenismo tiene
carta de ciudadanía.
Por esa dirección discurre también la GPE, que el Secretariado de la CERI dirigió en
1982 «sobre todo a los sacerdotes responsables de parroquias y comunidades y a los
educadores en la fe» (GPE 13, p. 12).
Lo precisaré más.
Pide, además, «reflexionar y establecer un plan para cada disciplina en modo tal que
asegure un espíritu ecuménico en todas las materias enseñadas (LDP 9 1= DE 72-78,
83-84]) ; menciona algunos elementos clave para a alcanzar esta finalidad y
proporciona consejos importantes para una metodología ecuménica de base» (LDP 9).
Por lo que a C) concierne, es muy esclarecedor lo que LDE matiza cuando dice en el n.
6: «Las sugerencias dadas a continuación, tienen como finalidad animar a una
formación ecuménica más profunda de los candidatos al ministerio ordenado y de los
estudiantes de teología, durante los años de seminario o durante su formación
teológica. El DE subraya además que estos principios deben ser adaptados según el
caso a otras personas comprometidas en la actividad pastoral» [LDP 6 (= DE 83)].
Es de agradecer que se nos proponga la selección de temas sin cerrar el arco temático,
que el profesor podrá, según mil circunstancias de país, cultura, fieles, etc., ampliar o
reducir a voluntad. De modo que dichas recomendaciones deben ser adaptadas a las
circunstancias y a las necesidades de cada contexto particular (LDE 24). Téngase
presente, sin embargo, que lo propuesto en la tríada que ofrece LDE son
orientaciones, sí, pero es el mínimo para que haya garantía de hacer las cosas bien. En
resumen, ni el DE ni LDE agotan el repertorio.
• Principios católicos del ecumenismo presentados por LG 8,14-15 [La Iglesia, visible y
espiritual a un tiempo; los fieles católicos; Vínculos de la Iglesia con los cristianos no
católicos], UR, c.1 [Principios católicos sobre el ecumenismo]; DE, c.1 [La búsqueda de
la unidad de los cristianos] y UUS, c.1 [El compromiso ecuménico de la Iglesia católica].
El primer borrador del c. 1: Principios del ecumenismo católico, fue desechado porque
dicho título no se ajustaba a lo que el ecumenismo debe ser. Denunciada su
inconveniencia, se hizo ver que no hay ecumenismo católico que valga. Ni ortodoxo. Ni
protestante. El ecumenismo no tiene adjetivos ni es monopolio de nadie. De modo
que, o se está en él con todas las consecuencias, o se deja uno de inventos. A la luz de
\o cual habrá, pues, que Interpretar documentos como, verbigracia, la Declaración
Dominus lesus 16-VIII-2000; presentada el 5-IX-2000] y cualesquiera otros de igual o
parecida índole. (NEUNER, P., p. 107-10).
• Esfuerzos para erradicar las divisiones los hubo siempre en la historia de la Iglesia, es
verdad, que, al fin y al cabo, después de una caída, la gracia nunca deja de aportar la
saludable medicina de la reconciliación. La historia registra épocas, movimientos,
personas, ideas que, en el decurso de los siglos, intentaron la reconciliación entre
Iglesias. Será bueno, pese a todo, advertir de las diferencias entre los intentos de
pasados siglos (concilios de Lyon y Florencia, verbigracia) y los que hoy en día fomenta
el ecumenismo actual. Eso ayudará a probar cómo y cuánto cambian las
circunstancias, lo cual, a su vez, permitirá valorar más y más qué pretendía el beato
Juan XXIII con la célebre expresión signos de los tiempos.
3.1: b) El papel del diálogo teológico y la Encíclica UUS
• La formación para el diálogo y el significado del diálogo. Con referencias a UUS 28-29
[Diálogo ecuménico, donde llama a las profundas reflexiones de la Ecclesiam suam
sobre el diálogo, recogidas por el Vaticano II, y afirma que el diálogo es más que un
intercambio de dones (LG 13); y al DE 172-182. Qué signifique formarse para el
diálogo, epicentro del ecumenismo, y qué dialogar ecuménicamente lo dejan entrever
UR 9.11.6 y LG 12]. Es preciso dejar bien sentadas las diferencias entre diálogo de la
caridad y diálogo teológico: se implican ambos entre sí; se complementan y son, uno y
otro, necesarios. Arraigan en el Evangelio.
• Por último cumple afrontar igualmente los problemas éticos. Ante los desafíos del
mundo moderno, el ecumenismo no puede en modo alguno desentenderse de ellos, ni
de cuanto conlleva el progreso científico. La inculturación de la fe, el secularismo en la
Iglesia, los vínculos entre fe y política, y hasta los medios de comunicación social son
cuestiones menesterosas de un cuidadoso tratamiento académico y, por supuesto,
pastoral en el ecumenismo de nuestros días.
4.1. Fundamentación bíblica del ecumenismo. Esta ha de partir del plan de Dios para la
unidad de su pueblo y de todo el género humano. Lo cual conlleva ocuparse de la
unidad trinitaria del Padre, Hijo y Espíritu Santo; de la unidad en la creación querida
por Dios y dañada por el pecado; de la unidad con Dios, los hombres y la creación.
Conceptos todos ellos a los que deberán acompañar la alianza, la elección y la misión
del pueblo de Dios; la vida, la muerte y la resurrección de Jesús para reunir a los hijos
de Dios dispersos; la oración de Jesús a fin de que todos sean uno para que el mundo
crea; el Espíritu, que se nos ha prometido, para conducirnos a la verdad plena, sus
dones espirituales y los ministerios que nos han sido dados para que podamos edificar
el cuerpo de Cristo; la misión de los Apóstoles junto con Pedro al servicio de la unidad;
la unidad de los creyentes gracias al bautismo conferido en el nombre de la Santa
Trinidad y la idea de koinonia. Junto a la unidad, la catolicidad en el tiempo y en el
espacio (DE 79a). Confesamos en el Credo que la Iglesia es una, santa, católica y
apostólica. He aquí el contexto por donde la oikoumene en el NT y en la Iglesia
primitiva. Es preciso profundizar aquí la unidad visible como objeto del movimiento
ecuménico (UR 1 y 4; UUS 1-14).
Pueden abordarse: unidad y diversidad en la Iglesia primitiva (Hch 15; Gal 2; solución
de tensiones entre Pedro y Pablo); Padres Apostólicos: especialemente las cartas de
Clemente Romano e Ignacio de Antioquía. Asimismo, las divisiones importantes hasta
hoy: a) del siglo V (Efeso, Calcedonia); b) del siglo XI (separación entre Constantinopla
y Roma); c) del siglo XVI (la Reforma); d) más recientes (origen del Metodismo y de los
Veterocatólicos). Habrá que recordar asimismo los intentos por restablecer la unidad:
el Concilio de Florencia (1439), la Confesión de Augsburgo (1530), las Conversaciones
de Malinas (1921-1926). Y a todo ello, añadir los progresos del movimiento ecuménico
contemporáneo y reanudada búsqueda de la unidad de los cristianos: a) Creación del
CEI, con los acontecimientos que precedieron; b) Concilio Vaticano II: especialmente la
LG, el UR y la NE, con los desarrollos del ecumenismo católico anteriores al Concilio;
los diálogos teológicos bilaterales y multilaterales, amén de sus resultados; los
acuerdos cristológicos entre la Iglesia católica y las antiguas Iglesias de Oriente; la
biografía de personajes con un destacado protagonismo en la historia ecuménica.
Nunca sobrará repetir que no es igual ecumenismo que diálogo interreligioso. Una
buena formación, ya pastoral, ya académica, debe contemplar estos matices,
determinantes ellos, no ya sólo para emprender actividades en tal sentido, sino en
cuanto a la actitud a seguir según se trate de una u otra cara. Por de pronto, va en ello
la identidad del ecumenismo, su particular carácter intereclesial. Los fieles tienen
derecho a saber que no da igual tratar de religiones que de Iglesias (Vid.
Los enumeró Juan Pablo II (UUS 79): la relación entre la Sagrada Escritura, autoridad
suprema en materia de fe, y la Tradición, interpretación indispensable de la Palabra de
Dios; la Eucaristía, como sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, ofrenda de
alabanza al Padre, memorial sacrificial y presencia real de Cristo, efusión santificadora
del Espíritu Santo; el Orden como sacramento, en el triple ministerio del episcopado,
presbiterado y diaconado; el Magisterio de la Iglesia, confiado al Papa y a los Obispos
en comunión con él, entendido como responsabilidad y autoridad en nombre de Cristo
para la enseñanza y salvaguardia de la fe; la Virgen María, Madre de Dios e Icono de la
Iglesia, Madre espiritual que intercede por los discípulos de Cristo y por la humanidad
entera; la comprensión de lo que es la Iglesia; y, en fin, la naturaleza del primado del
Obispo de Roma y su ejercicio (UUS 95-96).
Acerca de los problemas ecuménicos específicos (DE 79f; y cap. IV.), merecen
particular dedicación los principios y normas de la Iglesia católica y los puntos en que
difiere de los de las otras Iglesias. Por ejemplo, lo concerniente al reconocimiento
recíproco del bautismo (DE 92-100), la condivisión del culto (DE 102-121), el compartir
la vida sacramental (DE 104, 122-136), los matrimonios mixtos (DE 143-160), el
ministerio y el puesto de las mujeres en la Iglesia (DE 43-46. Vid., JUAN PABLO II, Carta
ap. Mulieris dignitatem (15.8.1988) sobre la dignidad y vocación de la mujer, con
ocasión del Año Mariano; Carta ap. Ordinatio sacerdotalis (22.5.1994) sobre la
ordenación exclusivamente reservada a los hombres. Sería conveniente aportar el
epistolario intercambiado entre Roma y Canterbury a propósito de la ordenación de
las mujeres), el papel de los laicos (AA 1-33; LG 30-38; JUAN PABLO II, Exh. ap.
postsinodal Christifideles laici). En cuanto al binomio ecumenismo y misión (DE 205-
209; UUS 98-99), su estrecho vínculo requiere que se precisen bien puntos como:
unidad de los cristianos y naturaleza misionera de la Iglesia: «Que ellos sean uno...
para que el mundo crea» (Jn 17, 21) (AG 2-6; RM 56; UUS 98; AA. W., "Nueva
evangelización y Ecumenismo", Madrid 1992; CEI, Venga tu Reino, Salamanca 1982;
ESQUERDA BIFET, J, Diccionario: esp. Ecumenismo, 235-37; LANGA, P., El ecumenismo
y las misiones, 397-406); la división entre los cristianos, todo un serio obstáculo a la
predicación del Evangelio (Tema del escándalo de la división; UR 1, AG 6, EN, 77, RM
50, DE 205 y UUS 99); el bautismo y la fe común, base para la cooperación ecuménica
en la misión (AG 15; EN 77; DE 206-209; UUS 99); y, en suma, que la actividad
misionera no puede dirigirse hacia los demás cristianos, so pena de incurrir en el
proselitismo (Cf. el problema del proselitismo y la solución de Balamand; AG 13; UR 4;
LDE 26, nota 82.). Por lo que atañe al ecumenismo y los retos contemporáneos, urge
profundizar en asuntos como la dimensión ecuménica de los problemas éticos y
recientes progresos científicos (Grupo Mixto de Trabajo entre la Iglesia católica y el
CEI, El diálogo ecuménico sobre cuestiones morales: fuente posible de testimonio
común o de divisiones, SI 91, 1996/1-II, 87-94), la inculturación de la fe, el proselitismo
(Cf. LDE 26, nota 82); el desafío teológico y pastoral que representan las sectas, los
cultos y los NMR (Cf. LDE 26, nota 83); o los vínculos entre fe y política a propósito de
cuestiones como el nacionalismo y el chauvinismo y la secularización en las Iglesias.
A la hora de la información cuentan, y cómo, los textos y manuales. Ni que decir tiene
que deberán utilizarse los principales documentos del ecumenismo católico.
Pero también libros y textos de otras Iglesias exponiendo con fidelidad su enseñanza.
De lo contrario no podríamos hablar de ecumenismo. Y todo para «permitir una
confrontación honrada y objetiva, y estimular a la par una profundización posterior en
la doctrina católica» (DE 80c). Los textos escogidos han de referirse a las Iglesias más
directamente objeto de estudio de un curso determinado. A este respecto, son
indispensables los diccionarios ecuménicos, las concordancias y los estudios temáticos
comparados; los principales textos confesionales históricos y contemporáneos; los
documentos, informes y declaraciones de acuerdos de los diálogos ecuménicos
bilaterales y multilaterales; y los manuales de historia del movimiento ecuménico. De
ahí mis precisiones de la bibliografía.
6. Orientaciones pastorales
Es preciso que los sencillos fieles se enteren bien de los factores teológicos, históricos
y culturales que concurren en las divisiones, así como de los esfuerzos que se están
llevando a cabo por recuperar la unidad eclesial rota, de suerte que no adjudiquen o
remitan sin más este menester sólo a los especialistas, como un bonito modo de
escaquearse. El mantenimiento de las divisiones y sus causas, la formación para el
diálogo, su significado en la normativa ecuménica, descendiendo incluso a la doctrina,
la historia, la cultura, la oración litúrgica, y la espiritualidad es algo que habrá de
transmitirse adecuadamente para que no sólo llegue hasta los fieles no especializados
en la materia, sino que logre incluso impregnar su vida de comunión y de fraternidad
eclesial. Habrá que abundar en la doble cara dialógica del ecumenismo: el diálogo de la
caridad y el diálogo teológico, precisando que se completan entre sí, que uno y otro
son necesarios; que en los dos tiene que implicarse todo cristiano. Y dentro del diálogo
teológico, será siempre oportuno conocer su variada clasificación: bilaterales,
multilaterales, regionales, universales, etc.
Dígase otro tanto de los acuerdos, documentos y disposiciones que en dicho campo se
tomen, así como de su importancia para la vida de la Iglesia. Piezas como el BEM
(Documento de Lima, 1982), la Declaración Cristológica común entre la Iglesia Católica
y la Iglesia Asiria del Oriente (11.X1.1994), los acuerdos doctrinales en el diálogo
teológico con las Iglesias monofisitas, los eclesiológicos entre la Iglesia católica y la
Federación Luterana Mundial como la célebre Declaración conjunta sobre la Doctrina
de la Justificación (31.X.1999), los conseguidos entre la Iglesia católica y el
Anglicanismo, como el El don de la autoridad (12.V.1999) no debieran seguir
durmiendo el sueño de los justos en las bibliotecas. Dejando a un lado ya el gran
sentido eclesial que encierran, las horas y horas que sus laboriosos teólogos han
echado al tema, y el riquísimo patrimonio cultural y teológico que ofrecen, dichos
documentos son tal vez la mejor prueba de lo mucho y bien que ha producido, y por
fortuna sigue produciendo, el ecumenismo contemporáneo. De no pasar migados,
glosados, explicados oportunamente a la gran masa del pueblo fiel, dudo mucho que,
al menos a corto plazo, el pueblo de Dios acabe por asumirlos de verdad. Información
y formación, pues, sí, pero también resuelta voluntad de compartir tareas comunes y,
sobre todo, obsequiosa recepción de doctrina en los corazones.
7. Bibliografía
7.1. Siglas: CDF: Congregación para la Doctrina de la Fe. CEI: Consejo Ecuménico de las
Iglesias. CEMU: Centro Ecuménico Misioneras de la Unidad, Madrid. CERI: Comisión
Episcopal de Relaciones Interconfesionales. CTI: Comisión Teológica Internacional. DE:
PCPUC, Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el Ecumenismo.
GPE: SECRETARIADO DE LA CERI, Guía pastoral del ecumenismo. IERE: Iglesia Española
Reformada Episcopal. La dimensión ecuménica en la formación de quienes trabajan en
el ministerio pastoral. NMI: Carta apostólica Novo millennio ineunte (Juan Pablo II:
2001). NMR: Nuevos Movimientos Religiosos. OL: Carta apostólica Orientale Lumen
(Juan Pablo II: 1995). PCChUF : Pontificium Consilium ad christianorum unitatem
fovendam (= PCPUC). PCPUC: Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los
cristianos. PE: Revista Pastoral Ecuménica, Madrid. RI: Relaciones Interconfesionales,
Secretariado de la CERI, Madrid. SI: SECRÉTARIAT POUR L'UNITÉ DES CHRÉTIENS,
Service d'information. Cité du Vatican. UUS: Carta Encíclica Ut unum sint sobre el
empeño ecuménico (Juan Pablo II: 1995).
7.5. Revistas: Boletín Informativo de la CERI, Madrid. Centro Pro Unione, Roma.
Diálogo Ecuménico, Salamanca. Episkepsis, Chambésy-Genéve. Irénikon, Chévetogne.
Istina, París. Journal of ecumenical studies, Duquesne University. Pastoral Ecuménica,
Madrid. Nicolaus, Bari. Oekumenische Rundschau, Frankfurt. Oriente Cristiano,
Palermo. Relaciones Interconfesionales, Madrid. Renovación Ecuménica, Salamanca.
Service d'lnformation, Cité du Vatican. The ecumenical review, Ginebra. Unitas, Roma.
Unité Chrétienne, Taizé.
Pedro Langa
Enseñanza, Pastoral de la
De ahí que podamos decir que la enseñanza religiosa tiene sus señas de identidad
propias como propias son las características del medio escolar a las que debe
adaptarse para entroncarse connaturalmente en el conjunto de la vida académica.
Más específicamente, en cuanto al objetivo de fondo, se espera que dicha enseñanza
sea: a) un aprendizaje orgánico y sistemático por parte del alumno, b) en lo referente a
la dimensión religiosa de la existencia, c) elaborada sobre una base cultural con
criterios e instrumentos interddsctpInares, d\ interpretada en perspectiva cristiana sí,
pero no propiamente catequética, e) con una fundamental orientación ética y una
maduración crítica sobre el problema religioso y por lo tanto también una posible
opción de fe (F. Lefévre).
2. Agentes
La escuela es, pues, una creación social al servicio de los alumnos y de sus padres, y a
través de ellos, de la sociedad. Pero la sociedad no es uniforme, está configurada por
entes diversos, que aportan diferentes concepciones del mundo. De ahí que el
derecho de la familia se expresará a través de las diferentes entidades culturales y
religiosas. La educación, como necesario servicio de la sociedad a sus miembros, se
canaliza a través del Estado; éste debe garantizar la calidad de la enseñanza y la
efectividad de este servicio para todos los ciudadanos. En el aspecto que nos ocupa, el
Estado debe hacer posible por la via de la escuela, tanto estatal como de iniciativa
social, sea ésta o no confesional, la formación religiosa para el alumnado que la desee.
La Iglesia, o confesión religiosa correspondiente, tiene el derecho y el deber de
garantizar la autenticidad de esta enseñanza.
Así pues, la enseñanza religiosa es un derecho fundamental de los alumnos, del que
deriva el derecho de los padres a exigir que se dé o no a sus hijos y en la que se les
eduque en una u otra confesión religiosa, según sus propias convicciones. Los padres,
al tutelar el derecho de sus hijos, lógicamente deben dialogar con ellos con el fin de
que, recibir o no la enseñanza religiosa, sea una opción más realista. Es, pues,
responsabilidad de los padres educar cristianamente a sus hijos en el seno de la vida
familiar tal como se comprometieron ante Dios y ante la Iglesia el día del bautismo; en
este sentido, han de procurar que se garantice para sus hijos el respeto a los derechos
sobre la educación cristiana y la formación religiosa en los centros docentes, así como
el ejercer esos derechos a través de las Asociaciones de padres.
A tenor de la legislación vigente: "la enseñanza religiosa será impartida por las
personas que, para cada año escolar, sean designadas por la autoridad académica
entre aquellas que el Ordinario diocesano proponga para ejercer esta enseñanza. En
los centros de Educación Infantil y Primaria esta designación recaerá con preferencia
en los profesores del cuerpo de maestros designados en el centro, que así lo soliciten y
con el visto bueno del Ordinario diocesano". En Secundaria y Bachillerato son
propuestos directamente por el Ordinario diocesano para su designación por el
Ministerio de Educación y Cultura.
Así pues, los profesores tienen que decidir si están dispuestos o no a impartir la
enseñanza religiosa a sus alumnos. Ningún profesor puede ser forzado, ni legal ni
moralmente, a impartir clases de Religión. Así lo exige tanto la libertad de conciencia
del profesor, inherente a la propia libertad religiosa, como la identidad y dignidad de la
clase de religión, que requiere profesores convencidos, preparados y motivados para
una recta transmisión de la enseñanza religiosa.
3. Destinatarios
El período educativo que abarca la Educación Infantil constituye una etapa integrada,
ya que el desarrollo del niño es un proceso continuo. Los años que van desde los tres
hasta los seis son básicos en la estructuración de la personalidad. A partir de las
experiencias de los valores humanos que el niño va vivenciando, podrá descubrir de
forma progresiva su dimensión transcendente.
Los objetivos generales del Área de Religión y Moral Católica hacen aportaciones
importantes al desarrollo de las capacidades del niño de 3 a 6 años:
- En orden a relacionarse con los demás y sentirse miembro de los diversos grupos a
los que pertenece (familia, escuela, amigos, vecinos...), la formación religiosa aporta
una visión enriquecida de la familia, inspirada en la paternidad de Dios, y de las
relaciones humanas, bajo el signo de la fraternidad y del amor, del respeto y de la
sinceridad.
Esta edad ha sido tradicionalmente demominada como la "edad del uso de la razón" o,
de otra manera, "edad de la conciencia". En efecto, la aparición de la reversibilidad y la
capacidad de conservación en las estructuras del pensamiento infantil permiten que el
niño pueda comenzar a tener conciencia refleja de sus propias acciones. Al comenzar a
percibirse a sí mismo como individuo y a percibir el entorno, el niño se enfrenta, por
primera vez, a la urgente necesidad de realizar el descubrimiento de la propia
identidad. En este sentido, una de las funciones de la Religión y Moral Católica en la
enseñanza escolar durante la Educación Primaria consiste en acercar al alumno a los
modelos cristianos de identificación.
El lenguaje narrativo de la Biblia presenta al niño las figuras más destacadas del
pueblo de Israel a lo largo del Antiguo Testamento, las acciones de Jesucristo,
los hechos de los discípulos y de la comunidad cristiana, en lo que tienen de
modelos de identificación y referencias de sentido.
Los principios generales de la visión del hombre como ser abierto y religado a
Dios.
La ética que estructura los valores que hacen realmente humanos al hombre y a
la sociedad.
- Brindarles una preparación para la vida por la cual los alumnos pueden desempeñar
sus funciones sociales con responsabilidad moral según el espíritu del Evangelio y la
doctrina social de la Iglesia.
- Valorar la dimensión ética del hombre a la luz del mensaje cristiano y ofrecerles la
orientación necesaria para responder a los problemas e interrogantes de nuestro
mundo y permitirles actuar en él de manera responsable y solidaria.
4. Mediaciones pastorales
Así pues, sea cual fuere el modo de desarrollo escolar del núcleo esencial del mensaje
cristiano, habrá de revestir siempre la forma de una cierta síntesis orgánica de
pensamiento. Más aún, el diálogo interdisciplinar entre la enseñanza religiosa y las
demás materias fundamentales sería imposible si no se llevase a cabo desde dicha
síntesis orgánica y sistemática.
Por una parte, los desarrollos del núcleo fundamental del mensaje cristiano se
conformarán en toda la diversidad que presente la problemática humana, cultural y
científica que las distintas disciplinas académicas y las preocupaciones del hombre
actual plantean a la fe cristiana.
En efecto, una clase de Religión es una "clase", es decir, donde se exponen unos
conocimientos y unos valores para favorecer la asimilación crítica de ellos por parte
del alumnado; en ella hay un programa, seriedad académica, etc. Además, es una
"clase especial", aunque no privilegiada; es verdad que no es plataforma para llamar a
la fe a aquellos que no son creyentes, pero de hecho se acercan a las clases de Religión
chicos/as que son débilmente creyentes, que viven en el seno de familas
despreocupadas de la fe y que no tinen conexión alguna con la parroquia ni con grupos
juveniles; el único cordón umbilical firme que tienen con la fe es la clase de Religión.
Es verdad que no es una catequesis, pero una clase de Religión dada por un verdadero
creyente suscitará una experiencia de fe, inducirá al compromiso cristiano, ayudará a
la oración; un buen profesor de Religión transmite cariño por su asignatura, despierta
adhesiones y vocaciones para la materia que explica. Es verdad que no es un aula de
libre debate, pero cuando sucedan acontecimientos que interpelan a la fe y tengan
que ver mucho con ella, en clase de Religión se suscitará inevitable y saludablemente
un debate participado en torno a ese tema, vgr: corrupción, deuda del Tercer Mundo,
aborto, etc. Es verdad que en Religión hay programa y seriedad académica, pero la
naturaleza misma del mensaje que se transmite parace pedir que sea humana y
flexible por la especial cercanía de su profesor, por una compresión mayor hacia el
alumno en momentos difíciles, por el clima dialogante de la clase y por las exigencias
más matizadas a la hora de las pruebas.
La religión no es sólo una realidad interior, aunque para el creyente esto sea lo
decisivo; la religión ha sido a lo largo de la historia, como lo es en el momento actual,
un elemento integrante del entramado colectivo humano y un ineludible hecho
cultural. El patrimonio cultural de los pueblos está vertebrado por las cosmovisiones
religiosas, que se manifiestan en el sistema de valores, en la creación artística, en las
formas de organización social, en las manifestaciones y tradiciones populares, en las
fiestas y el calendario. Por ello, los contenidos fundamentales de la religión dan claves
de interpretación de las civilizaciones.
La fundamentación de la enseñanza de la religión en la escuela no se planteaba en el
contexto de un Estado confesional (vgr: el español, según el Concordato de 1953). Otra
cosa es en un Estado democrático y aconfesional. Si bien es cierto que dicha presencia
está garantizada hoy en España por la Constitución de 1978 y el Acuerdo con la Santa
Sede sobre Enseñanza y Asuntos Culturales de 1979, dicha presencia tiene diversa
significación y problemática en los centros públicos o en los de iniciativa social,
concertados o no. En este sentido, nuestra legislación entiende que, "la enseñanza de
la Religión Católica —o confesión correspondiente que tenga Acuerdos de
Cooperación con el Estado— se impartirá en todos los centros docentes, en
condiciones equiparables a las demás asignaturas fundamentales. Será de oferta
obligatoria para los centros y de carácter voluntario para los alumnos". A la hora de
interpretar este articulado es donde surgen las luces y las sombras y, también, de
donde se puede vislumbrar alguna perspectiva.
Por otro lado, la Escuela debe transmitir valores capaces de orientar y motivar un
comportamiento ético a los alumnos, pero no la ética cristiana, aquella que se deriva
de la fe cristiana, sino la ética civil. Ésta consiste en un conjunto de convicciones
morales que son patrimonio de la sociedad y que pueden ser abrazadas sin profesar
religión alguna. En otras palabras, la Escuela debe proponer a los alumnos valores
como la dignidad de la persona, la solidaridad entre los pueblos, la verdad, la libertad,
etc. La Escuela debe inducir a los alumnos a que sean honestos, veraces, tolerantes,
justos... a que sepan respetar, compartir, cumplir sus compromisos. Pasar de ahí sería
usar la Escuela como un instrumento al servicio de la "ideologia católica".
Pero también hay muchas voces autorizadas, además de los porcentajes positivos que
optan por la enseñanza religiosa, que entienden su presencia dentro del marco
escolar. Indudablemente la aconfesionalidad del Estado impide la inspiración católica
de toda la enseñanza, es decir, una enseñanza católica difusa en todas las materias
escolares. Pero ¿hay contradicción entre un Estado laico y pluralista y enseñanza de la
religión en el ámbito escolar? Si la escuela pública ha de ser la escuela de todos, habrá
de ser una escuela plural, y en ella deben tener cabida todas las explicaciones de la
vida, una de las cuales y de las más importantes para el hombre a través de la historia
es la religiosa. Y si la religión es un hecho cultural importante que subyace en el seno
de nuestra sociedad, es evidente que su incorporación a la escuela enriquece y es
parte importante del bagaje cultural del alumno. En este sentido señalamos algunos
de los motivos de la presencia de la Religión en la Escuela:
Dicha enseñanza ofrece unos valores morales que se derivan de la fe, por ejemplo: si
somos hijos de Dios, los demás no son seres extraños, molestos, competidores,
sospechosos, arbitrarios, sino hermanos y amigos. Y ofrece normas de
comportamiento en la familia, en la sociedad, en el trabajo, en la sexualidad. Es verdad
que esto se debe hacer en la familia y en la parroquia, pero también en la escuela,
puesto que ésta no sólo está para instruir, es decir, ofrecer conocimientos y
habilidades, sino para educar. Y educar es transmitir motivos, valores, pautas de
comportamiento. Esta transmisión, siempre respetuosa y propositiva, no es algo
extraño, sino algo muy en consecuencia con la naturaleza de la escuela. Al menos
cuando se trata de alumnos que por sí o por sus padres quieren recibirlos en la
escuela. Por otro lado, para muchos chicos/as, la escuela será la última oportunidad y
si no lo reciben en ella ya no los recibirán en ninguna parte.
Sería deseable orientar a los profesores de religión católica hacia una clase de
religión válida para todos. Es decir, exponer a los alumnos la fe católica
objetivada en la fe de los creyentes, pero -a diferencia de lo que sucede
catequesis-sin implicar el compromiso de la propia fe personal de los alumnos:
"Los cristianos comprenden a Dios así", en vez de, "Tú, Señor, eres nuestro
Padre". Una explicación, pues, confesional por su doctrina y su profesorado,
pero no respecto a los alumnos, que habrán de situarse según la propia posición
personal o familiar. Los no creyentes conocerán de buena tinta la fe cristiana;
los creyentes profundizarán más en ella; y unos y otros conocerán la
importancia del hecho religioso y la hondura del cristianismo.
Espíritu Santo
SUMARIO: 1. Evangelio de Dios. Espíritu y reino. — 2. Pascua de Jesús. Espíritu y
resurrección. — 3. Pentecostés. Espíritu e Iglesia. — 4. Espíritu y perdón. El principio de
la historia. — 5. Espíritu y comunión. La riqueza de la historia. — 6. Espíritu y vida
eterna. El futuro de la historia.
La Biblia vincula el Espíritu de Dios con la creación, al decir que "aleteaba (se cernía)
sobre la superficie de las aguas" (Gen 1, 2), y con la recreación o plenitud escatológica:
el mundo no ha surgido por casualidad o capricho de Dios, ni culminará en la muerte,
sino en el mismo amor divino. Así lo interpretan las dos grandes "religiones" bíblicas:
Judaísmo. A la espera del Espíritu Santo. El Espíritu, que actuó en la creación y en los
profetas, se manifestará plenamente en la culminación mesiánica de la realidad. En el
momento actual, los justos se encuentran perdidos, dominados por la injusticia,
sufrimiento y muerte. Pero saben que Dios ha de actuar: aguar-dan la manifestación
del Espíritu a través del rey mesías (cf. ls 11,1-9), esperando que transforme a todo el
pueblo, de manera que ellos (y todos los justos de la humanidad) puedan alcanzar la
existencia liberada (cf. Ez 36-37; Joel 3,1-5). No hay Espíritu pleno todavía (cf. Jn 7, 39).
Mientras enfermos y pobres sigan sufriendo no puede hablarse de Espíritu en la tierra.
Cristianismo. Anuncio del reino, presencia del Espíritu. Allí donde el judaísmo esperaba
la llegada del Espíritu de Dios, de una manera significativa, Jesús ha proclamado el
mensaje del reino, realizando sus signos y ofreciendo ya el Espíritu, el despliegue
salvador de Dios, su gracia. El Espíritu pertenece, según eso, a la intimidad de Dios, en
su apertura hacia los humanos, pero ya se manifiesta y actúa en su mensaje de reino,
transformando desde ahora a los humanos: curando a los enfermos, ofreciendo
bienaventuranza a los pobres. No ha cambiado externamente el mundo, pero el
Espíritu actúa y lo va transformando por dentro con su gracia.
El Espíritu de Dios recibe por tanto una función e identidad cristiana (=mesiánica) por
Jesús. No sólo principio de transformación para el final de los tiempos, sino
experiencia de liberación de los humanos: está unido al mensaje y signos salvadores
de Jesús:
Jesús anuncia el reino como gracia. Superando el juicio que, conforme al Bautista,
amenazaba a todos (cf. Mt 3, 7-11), él nos lleva hasta el origen y meta de Dios
presente ya en el mundo por el Espíritu.
Jesús ha realizado los signos del reino: perdona, come con publicanos y expulsados,
cura a posesos y enfermos, acoge a pobres y perdidos, realizando así la obra del
Espíritu santo (=puro).
Los espíritus impuros (demoníacos) utilizan incluso la ley del judaísmo, que ayuda al
pueblo en su conjunto (como sistema sacral), pero oprime a los indefensos del
sistema.
El Espíritu Santo actúa por medio de Jesús, curando a los enfermos (posesos) y
desbordando (rompiendo) el control de las leyes y sistemas de la religión y sociedad
antigua.
Demoníaco es todo lo que oprime al ser humano. Propio del Espíritu es aquello que
libera, haciendo posible la llega del reino de Dios. Esta temática nos sitúa en el centro
del mensaje y obra de Jesús que se presenta como portador de la gracia y libertad de
Dios para todos los humanos, iniciando desde el centro de Israel la obra escatológica
que anunciaron los profetas:
El Espíritu del Señor está sobre mí; por eso me ha ungido para ofrecer la buena nueva
a los pobres, me ha enviado para proclamar la libertad a los cautivos (Lc 4, 18; cf. ls 61,
1-2; 58, 6). En verdad os digo: se perdonarán a los humanos todos los pecados y
blasfemias que digan, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón
jamás... Porque decían: "tiene un espíritu impuro" (Mc 3, 28-30).
Los escribas entienden al Espíritu en clave nacional, como poder divino al servicio de
sus intereses religiosos y sociales: acusan a Jesús y quieren acallarle, conforme al
método tradicional del talión unánime, despeñándole de la roca de su pueblo. Pero
Jesús escapa (cf. Lc 4, 28-30). Su visión del Espíritu de Dios que acoge y cura a los
excluidos del pueblo, se vuelve conflictiva:
Sabe y proclama Jesús que todos los pecados se perdonan, porque Dios es gracia y
acoge a los pequeños y perdidos; el Espíritu es perdón universal, comunión abierta al
reino que rompe las fronteras legales y sacrales del pueblo; por eso suscita el rechazo
de los israelitas nacionales.
Los que rechazan el perdón (no acogen y perdonan a los expulsados del sistema)
quedan sin perdón, rechazando así la salvación, pues pecan contra el Espíritu Santo,
que es perdón y comunión de Dios, (Mt 12, 31-32; cf. Mc 3, 28-30). Este no es pecado
de malos, sino de los piadosos egoístas.
Según esto, el Espíritu es el Reino, como supone una variante del Padrenuestro (Lc 11,
2) que, en lugar de venga el reino, dice venga tu Espíritu Santo, como presencia de
Dios y plenitud mesiánica. Este es el escándalo más fuerte, que los adversarios de
Jesús han rechazado.
2. Pascua de Jesús. Espíritu y resurrección
Algunos dicen que Jesús no tiene Espíritu de Dios: lo que ha hecho es contrario a los
principios sacrales de Israel, de la verdadera salvación. Ha muerto rechazado.
Otros dicen que el Espíritu actúa sólo al fin del tiempo, pues Dios es aquel "que crea a
los que no existían y que resucita a los que habían muerte", según la fe de Abraham
(cf. Rom 4, 17).
Los cristianos confiesan que Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos, por la
fuerza del Espíritu (cf. Rom 1, 3-4; 4, 24), inaugurando así la nueva creación, la
salvación escatológica.
Muerte. Entrega de amor. Podía parecer que el Espíritu actuaba sólo a través del
triunfo externo: curación de los enfermos, exorcismos. Pues bien, ahora aparece como
amor creador precisamente en la muerte de Jesús: su entrega por los otros, su mayor
debilidad, este es su revelación suprema. Amor que permanece fiel hasta la muerte,
poniéndose en manos de Dios, para bien de los demás: esto es el Espíritu.
El Espíritu ha llegado, pero la historia no termina, sino que ha sido recreada por la
iglesia. Este es el descubrimiento mesiánico: la muerte y resurrección de Jesús es la
plenitud mesiánica. Ahora y sólo ahora puede hablarse de cristianos: aquellos a
quienes la experiencia del Espíritu de Cristo, expresado en la pascua les hace vivir ya
en plenitud: a. Si el Espíritu de aquel que ha resucitado a Jesús de entre los muertos b.
habita en vosotros, c. el que ha resucitado al Cristo de entre los muertos vivificará
también vuestros cuerpos mortales, en virtud de su Espíritu que habita en vosotros
(Rom 8, 11).
Moisés está vinculada a la letra (escrita en unas tablas) y a la muerte (el camino de su
pacto acaba). Así representa el orden que se impone por la fuerza, la corrupción y el
miedo que nos ata a la violencia.
La iglesia surge nace del Espíritu de Cristo como portadora de libertad y plenitud. Allí
donde muchos aguardaban el Reino como solución de todo aparece la Iglesia como
nuevo principio de vida mesiánica en el mundo, superando así el nacionalismo israelita
de los judeo-cristianos:
Los judeo-cristianos de Jerusalén confiesan a Jesús como Señor, pero han tendido a
entender su pascua en clave intra-israelita. Por eso siguen observando la ley nacional y
se mantienen, como grupo de renovación escatológica, al interior del judaísmo.
Piensan que debe revelarse Jesús de un modo glorioso y que primero se convertirá
Israel; luego llegarán los otros pueblos. No es tiempo de renovación universal, de
misión a las naciones. El Espíritu de Cristo les encierra todavía al interior del judaísmo.
Por el contrario, los heleno-cristianos y después san Pablo (cf. Hech 6-15) han
descubierto que el Espíritu desborda las barreras del antiguo judaísmo, creando una
comunión escatológica (=universal) de fieles liberados de la ley y unidos por el amor
que brota de la fe en el Cristo. Pentecostés se expresa en la apertura universal, ya en
este tiempo de historia, a todas las naciones: el Señor resucitado es desde ahora
principio de libertad y comunión para todas las naciones.
El despliegue pascual de Dios (que se expresa y culmina como amor entre Jesús y el
Padre) es principio y sentido del Espíritu Santo. Así pasamos de la ley nacional judía a
la libertad universal cristiana, de la nación particular a la misión católica. Para los
judeocristianos Jesús es por ahora un reformador intra-judío: esperan su
manifestación final, cuando transforme en su venida cielo y tierra. Pero Pablo y los
cristianos helenistas saben que Jesús ha realizado la acción definitiva de Dios: culmina
el tiempo antiguo, supera la barrera de judíos y gentiles, como ha señalado Hech 2:
Jesús había superado la ley nacional israelita al convocar para su reino a los perdidos-
pecadores-expulsados que se hallaban fuera de la alianza. Sin el arraigo en el Jesús
histórico y su llamada a los marginados se destruye la novedad del Espíritu cristiano.
Los nuevos cristianos, empiezan por Jerusalén, pero rompen después la ley israelita y
superan las fronteras de su pueblo, para convocar por medio del Espíritu de Cristo a
los humanos de todas las naciones, formando con ellos la universal, escatológica
Al ocuparnos del mensaje y vida de Jesús, hemos visto que el Espíritu se hallaba ligado
a la experiencia de perdón y nuevo nacimiento, de manera que su apelativo principal
de santo (hagion) como opuesto a los espíritus impuros o sucios (akatharta) que
destruían al ser humano. Hay una santidad hecha de exclusión y separaciones, pero la
del Espíritu de Jesús es perdón y acogida: es principio de reconciliación gratuita que
supera en amor los pecados. La tradición evangélica sabe que Jesús se ha mostrado
vivo tras su muerte a los mismos discípulos que habían rechazado su camino, hasta
abandonarle en el Calvario. Pues bien, invirtiendo el pecado y rechazo anterior, Jesús
ofrece a los suyos el Espíritu como poder de perdón: Les dijo: -iPaz a vosotros! Como
me ha enviado el Padre así os envío a vosotros. Y diciendo esto sopló sobre ellos y les
dijo: -Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonareis los pecados, les quedarán
perdonados, a quienes se los retengáis, les quedarán retenidos (Jn 20, 21-23).
El Jesús pascual es emisor del Espíritu, como presencia del Dios que había "soplado en
los humanos su aliento de vida" (Gen 2, 7), colocándoles ante la ley del juicio (el bien y
el mal, el riesgo del castigo). Esta nueva creación pascual se define por el Espíritu de
perdón: Jesús sopla su Aliento, el Espíritu de amor, sobre los fieles y, por ellos, sobre
todos los humanos. Por eso dice Jesús "a quienes perdonéis...". Los creyentes no son
sólo receptores pasivos: pueden convertirse y se convierten en portadores de perdón,
a través de un camino de gratuidad universal, superando las fronteras de la ley
israelita. Los creyentes son mediadores del perdón de Jesús, ministros del Espíritu, en
sentido expansivo (a quienes perdonéis....) y de identificación interior (a quienes se los
retengáis...). Volvemos de esa forma al tema ya evocado al referirnos al pecado contra
el Espíritu Santo (Mc 3, 28-30), que Mt 18, 15-20 ha vuelto a presentar en ámbito de
iglesia, destacando la gracia y riesgo del perdón:
El Espíritu del perdón es lo más débil. Más fuerte es la ley, más clara la
imposición. Parece que el perdón no puede construir ningún edificio de
humanidad, quedando a merced de la violencia de los otros.
El Espíritu del perdón es lo más poderoso: suscita comunión gratuita entre
personas que se encuentran sin juzgarse ni acusarse, en confianza mutua,
venciendo los recelos anteriores; es fuerza amorosa de Dios.
El Espíritu es perdón ofrecido a cada persona. Cada creyente escucha con Jesús en su
bautismo: ¡Tú eres mi Hijo predilecto, en ti me he complacido! Más que perdón, esto
es pura gracia. Más que "perdonado", el creyente se descubre amado: no se le obliga a
conquistar nada por la fuerza. Vive porque Dios le ama en Jesús, su Señor, sabiendo
que "donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad" (2 Cor 3, 17).
El Espíritu de perdón implica nuevo nacimiento, sobre el plano de la carne y sangre (cf.
Jn 1, 12-13). Así dice Jesús a Nicodemo, maestro de Israel, en medio de la noche y
miedo: Quien no nazca de nuevo... Quien no nazca del Agua y el Espíritu no entrará en
el reino de Dios... El Espíritu sopla donde quiere, así es todo el que nace del Espíritu (Jn
3, 3.5.7-8). Nacer del Espíritu implica nacer a la libertad.
Del perdón pasamos a la comunión, invirtiendo el esquema del símbolo romano (creo
en el Espíritu Santo, la comunión de los santos, el perdón de los pecados...). El mismo
perdón es principio de diálogo, como ha mostrado Lucas de forma programática en
Hechos, cuando pasa del carisma externo (don de lenguas: Hech 2) a la comunión
eclesial: Todos los creyentes tendían a lo mismo y tenían todas las cosas en común
(Hech 2, 44). La multitud de los creyentes tenía un corazón y un alma sola; y nadie
llamaba suyo aquello que tenían, sino que todo lo tenían en común (Hech 4, 32).
Pues bien, en contra de eso, el Espíritu de Cristo les ha llevado a compartir la vida, en
gesto de nueva creación. El mismo bautismo de perdón y nuevo nacimiento (cf. Hech
2, 37) suscita comunión de amor entre los fieles (cf. Hech 2, 42-47).En un primer
momento, esa experiencia de comunión puede entenderse en plano limitado, dentro
del esquema anterior del judaísmo. Pero, pronto, ella desborda las limitaciones
nacionales y se expande a lo ancho y largo de la tierra. La misma comunión humana es
signo y presencia escatológica de la Comunión del Espíritu de Dios, meta de la historia.
Ciertamente, pueden suceder y sucederán acontecimientos de tipo económico y
social, científico y militar; pero la Comunión del Espíritu de Cristo es meta de la
historia.
Del perdón y comunión pasamos (con el mismo símbolo de fe) a la Vida eterna,
recordando lo dicho sobre la relación entre Espíritu santo y reino de Dios. Jesús había
interpretado el Espíritu como presencia escatológica de Dios que libera a los posesos y
abre'a todos los humanos el camino del Reino. Los escribas se habían opuesto a su
visión y proyecto, acusándole de endemoniado. Los discípulos pascuales siguen el
ejemplo de Jesús, anunciando y expandiendo su mismo mensaje de reino. Por eso, es
normal que sean perseguidos. Pues bien les promete el Espíritu: Cuando os lleven a
entregaros (a los tribunales) no penséis de antemano lo que habéis de contestar; decid
más bien aquello que (Dios mismo) os inspire aquella hora. Pues no seréis vosotros los
que habléis sino el Espíritu Santo (Mc 13, 11 par).
Como venimos diciendo, el Espíritu es plenitud del amor intra-divino. Por eso puede
ser garantía de plenitud y comunión para los creyentes, que descubren así que no se
encuentran perdidos, como caminantes que jamás hallan su esencia, derrotados en las
persecuciones, sino que tienen la asistencia del Espíritu. No hay dos escatologías, una
de Dios, otra para los humanos, ni dos espíritus, uno de Dios otro de los humanos. El
mismo Espíritu de la culminación de Dios (pleno amor, vida compartida) se presenta
por Cristo como garantía de existencia (de Vida final) para los creyentes. De esta forma
se entrelazan escatología y pneumatología. Dios no "inventa" para los humanos un
final distinto, sino que les ofrece su propia vida en Cristo, la fuerza de su Espíritu:
Frente al giro constante de las cosas, que vuelven siempre a ser lo mismo, en círculos
de eterno retorno, frente el ciego destino que oprime a los humanos, eleva Pablo la
certeza de que el Espíritu dirige a los salvados hacia la plenitud final de su existencia.
La razón discursiva en cuanto tal se pierde, la mente encerrada en el mundo no
encuentra solución ni sabe cómo pedir y/o comportarse, pero el Espíritu de Dios viene
y ayuda, con palabra de oración y esperanza salvadora: Toda la creación gime y sufre
hasta ahora, como en dolores de parto. Pero no sólo ella, también nosotros, que
tenemos la primacía del Espíritu, gemimos muy por dentro, esperando la filiación, la
redención de nuestro cuerpo. El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues no
sabemos pedir como se debe, pero el mismo Espíritu intercede por nosotros con
gemidos inefables (Rom 8, 22-26).
Así aparecen tres niveles de petición y esperanza: creación, nosotros, Espíritu de Dios.
La creación gime en dolores de parto y también nosotros con ella gemimos: no
pódemos alcanzar la plenitud a solas, ni con la ayuda del mundo. Pero el Espíritu Santo
se introduce en nuestra vida, asumiendo nuestra debilidad, animando y dirigiendo
nuestra marcha hacia su Vida, apareciendo plenamente como comunión personal,
amor mutuo de Dios y de Jesús, hogar de vida perdurable para los creyentes.
Ciertamente, hemos recibido el Espíritu en la iglesia y dentro de ella elevamos nuestro
en esperanza. Pero nuestra vida desborda el ámbito de la iglesia, para insertarse
dentro de la gran esperanza cósmica.
BIBL. — 1. Magisterio: JUAN PABLO II, Dominum et Vivificantem (Carta encíclica, 1986); COMITÉ JUBILEO AÑO
2000, El Espíritu del Señor, BAC, Madrid 1997; 2. Teología básica: BARRETr, C. K., El Espíritu Santo y la Tradición
Sinóptica, Sec. Trinitario, Salamanca 1978; CONGAR, I. M., El Espíritu Santo, Herder, Barcelona 1983; DUNN, M. D.
G., El Espíritu Santo y jesús, Secretariado Trinitario, Salamanca 1981; MUHLEN, H., El Espíritu Santo y la iglesia, Sec.
Trinitario, Salamanca 1998; PII<AzA, X., Dios como Espíritu y persona, Secretariado Trinitario, Salamanca 1989; ID.,
Trinidad y comunidad humana, Secretariado Trinitario, Salamanca 1990; SCHÜTZ, C., Introducción a la
Pneumatología, Secretariado Trinitario, Salamanca 1991; SCHWEIZER, E. El Espíritu Santo, Sígueme, Salamanca
1992.
Xabier Pikaza
Espiritualidad
Damos por supuesto y tomamos en cuenta a la teología pastoral como nuevo tratado
teológico, y aplicamos a nuestro contexto las posibles divergencias y convergencias
que se dan entre la teología fundamental y dogmática y la teología pastoral.
2. La pastoral de la espiritualidad y
sus sectores de acción salvífica
Pastoral y vida espiritual son indisociables. Pero esto no se hará posible sin una
práctica pastoral de la espiritualidad que se proponga la promoción de la vida
espiritual cristiana.
Cabe recordar aquí la descripción de la acción pastoral general; que expresamos así:
"La pastoral es la acción concreta de los miembros del pueblo de Dios, enviados por el
Padre a través de Cristo y al impulso del Espíritu, en la Iglesia, para que por la Palabra,
los sacramentos y la oración, conviertan el corazón de los hombres, transmitan la vida
nueva y transformen las estructuras sociales, construyendo el reino de Dios en la
historia y para la trascendencia, en la comunión plena con la Trinidad, con sus
semejantes y con el mundo". (RAFAEL CHECA, La Pastoral de la Espiritualidad Cristiana,
CEVHAC, México, 1992, 2, 29).
Al igual que las acciones salvíficas existieron ya antes de que se formulara la acción
pastoral general; del mismo modo ya existieron antes las acciones salvíficas que
parecen identificarse con la pastoral de la espiritualidad. Estas por cierto no
encuentran una catalogación explícita en la pastoral general y sus sectores. La
promoción de la vida espiritual es también, una mediación salvífica que se enlaza con
todas las otras acciones pastorales de la Iglesia y debe además hallarse presente en
todas ellas, así como en los agentes de la pastoral. La espiritualidad es como la
humedad, que bajo tierra va fecundando todas las especies de vida vegetal que
aparecen en la superficie. Así afirma Barrau: "Pastoral y vida espiritual son
indisociables. Ellas forman cuerpo, en la misma medida en que la unión con Dios, más
que la condición de la acción misma, es el alma" (J. BARRAU, "Pastorale", en Dict. Sp.
XII, 1653).
La pastoral de la espiritualidad tiene su fundamento en Cristo Jesús igual que las otras
acciones eclesiales. El Verbo de Dios anuncia el mensaje de salvación, que es
centralmente un mensaje de vida: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". (Jn 14, 16);
"El que cree en el Hijo, tiene vida eterna" (Jn 3, 36); "Yo he venido para que tengan
vida y la tengan en abundancia". (Jn 10, 10). Jesús nos ha reconquistado esta vida que
no es estática: nace en nosotros con el bautismo, crece con los medios puestos a
nuestro alcance, se debilita y en ocasiones muere en nosotros, si no se consolida
permanentemente. Esta vida exige de nosotros una respuesta hacerla vivir
conscientemente. Promover esta vida, en todas sus dimensiones, es tarea específica
de la pastoral de la espiritualidad. Cuando los apóstoles son liberados de la cárcel por
el ángel, este les dice: "Vayan al templo y anuncien con valentía al pueblo todo lo
referente a la nueva vida" (He 5, 17-26). Consigna programática, para los agentes de
esta pastoral específica. Esto mismo ha reiterado Paulo VI en (E N): "Evangelizar
significa llevar a todos los ambientes la "Buena Nueva"... y transformar desde dentro...
la finalidad... es este cambio interior, lo que importa no es evangelizar de una manera
decorativa, como con un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y
hasta sus mismas raíces... y es que transformando al hombre y a la mujer desde dentro
es posible transformar a la sociedad".
Muestra a sus discípulos los valores de la vida nueva, que se encuentran sólo en El (Jn
3, 16; 10, 10). No sólo confiere la vida, sino que El es la vida (Jn 14, 6); entra en la vida
(Mc 9, 43; 10, 17); esta vida de comunión se alcanza a través de la fe, (Jn 3, 15-16); y el
amor (Jn 17, 20-26). Jesús forma a los doce en la vida del Reino, para que ellos sean
también mistagogos (Mc 3, 13-14); por eso los llamó a quedarse con El. Jesús orienta y
acompaña espiritualmente a sus seguidores, siendo El mismo "camino verdad y vida"
(Jn 14, 6); a la Samaritana, en el diálogo sobre el agua viva (Jn 4, 7-42); y con Nicodemo
(Jn 3, 1-2; 31-36); lo mismo acontece con los discípulos de Emaús; todos estos son
verdaderos modelos de diálogo pastoral. Jesús no es sólo el practicante de la
contemplación, sino que es también el verdadero pedagogo de la oración con sus
discípulos (Lc 11, 1-13); Mt 6, 5-15). Son sólo algunos de los pasajes donde Cristo se
muestra auténtico maestro y mistagogo del espíritu. RAFAEL CHECA, o.c., 78-81. Otros
ejemplos más, que cubren todas las posibilidades de una amplia pastoral de la
espiritualidad. Con razón el Vaticano II reitera:
Sus destinatarios. Estas distintas acciones pastorales a las que nos referimos
anteriormente tienen un destino universal. Se dirigen a todo tipo de destinatarios;
mujeres y hombres de toda edad, condición social o económica (a los más necesitados
preferencialmente); de cualquier nivel cultural, situación moral, ideología política,
creencia religiosa y estado de salud; no importa el estado de vida, la profesión o
trabajo, responsabilidades o roles que desempeñen, individualmente o en grupo y en
comunidad. La pastoral de espiritualidad no admite discriminación de ninguna especie,
ni en los agentes, no en los destinatarios, ni en las instituciones. La promoción de la
vida espiritual no es cuestión de élites.
Lo que hemos dicho anteriormente y las razones que aduciremos en seguida, ponen
de manifiesto la verdad de las siguientes afirmaciones: Si toda la práctica pastoral va
orientada a profesar la fe que se recibe en la Palabra, entonces la pastoral de la
espiritualidad que promueve la vida cristiana en todas sus dimensiones, justifica su
lugar en la pastoral general con mediaciones operativas propias. La incidencia
profunda que tiene toda acción pastoral en los creyentes y en la comunidad humana,
se explica más por la positiva influencia del Espíritu, que por la presencia del agente.
Es la acción de un apóstol santo, la que resulta más eficaz, porque maduro en su vida
cristiana, es mejor vehículo de la gracia. "Los santos, afirma Esquerda y Bifet, son los
mejores, si no los únicos gestos del evangelio. Por eso son los mejores
evangelizadores" (JUAN ESQUERDA Y BIFET, Significado y dimensiones de la
espiritualidad misionera, en "Lecciones de la espiritualidad", Buenos Aires 1984, 27).
Toda teología..., todo dogma, todo derecho canónico..., toda institución, todo
ministerio... toda sagrada liturgia y toda misión no tiene sino este único fin: la fe, la
esperanza y la caridad, el amor de Dios y de los hombres" (KARL RAHNER, El Concilio,
nuevo comienzo, citado en FEDERICO Ruiz, Caminos del Espíritu, EDE, Madrid [1998] 5,
156).
Esto indica que la pastoral de la espiritualidad, se abre paso, poco a poco, mientras las
distintas acciones salvíficas que le atañen van teniendo cada vez más importancia en la
acción de la Iglesia, al mismo tiempo que se preparan más asiduamente, los
correspondientes agentes de la misma.
BIBL. — Remitimos a nuestros lectores a la bibliografía citada en nuestros manuales, a que ya hemos hecho
alusión, especialmente la que se contiene en la edición española, RAFAEL CHECA, Pastoral de la espiritualidad
cristiana, Monte Carmelo, Burgos 2000. Añadimos sólo los de más reciente publicación. MIHALY SZENTMARTONI,
Introducción a la teología pastoral, Estella, V D, 1994; RAFAEL CHECA, Pastoral de la espiritualidad, N.D.E., Ed.
Paulinas, Madrid (1991) 4, 1484-1500; JULIO RAMOS, G., Teología Pastoral, BAC, Madrid 1995; FÉLIX PIASER
UGARTE, Una pastoral eficaz, Desclée, Bilbao 1993; JOSÉ DE JESÚS HERRERA, Pastoral Futura en la ciudad
Postmoderna, SECAM, México 1999. Añado las citas de los Manuales de Teología espiritual que han dedicado
algunos capítulos o apéndices al tema de la Pastoral de la espiritualidad: Aucusro GUERRA, Introducción a la
Teología espiritual, EDECA, Sto. Domingo 1994, 78-79; DANIEL DE PABLO M., El camino Cristiano, UPS, Salamanca
1996, 332-333; FEDERICO Ruiz, S., Caminos del Espíritu, EDE, Madrid (1998) 5, 45-50; LUIS JORGE GONZÁLEZ,
Creatividad Espiritual, Teresianum, Roma 1999, 67; PASCAL THOMAS, Dinámicas de la Pastoral, Sal Terrae,
Santander 1999.
Eucaristía
1. Pastoral de la preparación
La pastoral de la preparación se refiere, por una parte, a los principios doctrinales que
constituyen el estatuto teológico y litúrgico de la celebración y, por otra, a todo lo que
lo relacionado con la adecuación del entorno celebrativo.
Estos principios pueden agruparse en dos grandes bloques: los teológicos y los de
reforma.
a) Principios teológicos. El principio teológico por excelencia y del que dependen todos
los demás es que la Eucaristía es el sacramento del sacrificio de Cristo, puesto que
"nuestro Salvador, en la última cena, la noche en que le traicionaban, instituyó el
sacrificio eucarístico, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el
sacrificio de la Cruz y a confiar asía su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y
resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete
pascual, en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos
da una prenda de la gloria venidera" (SC 47).
Una vez concluida la reforma, la pastoral no puede aplazar por más tiempo una
catequesis que, con una pedagogía imbuida de profundidad, claridad, paciencia y
constancia, lleve hasta el corazón de los fieles que la Eucaristía es 1) el misterio que
actualiza sacramentalmente el sacrificio que Jesucristo realizó de una vez por todas en
el altar de la Cruz y que la Iglesia, ministros y fieles, hace presente en cada uno de los
altares en torno a los cuales se congrega, sobre todo, cada domingo; 2) la fuente de la
que todos y cada uno de los fieles sacan, sobre todo mediante la comunión
sacramental, la fuerza necesaria para hacer de su vida un altar en el que coofrecen el
sacrificio de su propia existencia; 3) aquello sin lo cual es imposible edificar una
comunidad cristiana parroquial; y 4) el misterio que origina y al que remite la reserva
eucarística, que la Iglesia destina principalmente para la comunión de los moribundos
y enfermos, pero que hace también objeto de adoración pública y privada, consciente
de que Jesucristo, sacerdote y víctima en el altar, continúa presente en las Sagradas
Especies.
— Los principales principios generales son, entre otros, los siguientes: 1°) todos los
fieles, en cuanto que participan del sacerdocio de Cristo, tienen la capacidad y
responsabilidad —el derecho y el deber, en términos jurídicos— de participar de modo
pleno en las celebraciones litúrgicas (SC 14a-b), especialmente en la Eucaristía, a la que
está intrínsecamente ordenado y finalizado el Bautismo. 2°) La participación plena se
realiza mediante la correcta comprensión y vivencia de los ritos y oraciones (cf SC
passim). 3°) Esta participación es inviable sin una concienzuda catequesis a los fieles
(cf. SC 14), que los pastores deben fomentar con diligencia y paciencia (cf. SC 19) 4°)
Dicha catequesis supone ciencia y experiencia litúrgica en los pastores, de modo que
puedan ser verdaderos testigos maestros de su grey (cf. SC 14). 5°) Las celebraciones
litúrgicas no son acciones privadas ni exclusivas de los ministros sagrados o de los
fieles, sino "celebraciones de la Iglesia (...) a la que pertenecen, manifiestan e
implican" (SC 26); por eso, las celebraciones litúrgicas son, en cierto sentido,
"concelebraciones", es decir, acciones que realizan conjuntamente los ministros y
fieles, cada uno de los cuales cumple su propia función, que, siendo esencialmente
distintas, se interrelacionan y complementan; por eso, "cada cual, ministro o fiel, al
desempeñar su oficio, hará todo y sólo lo que le corresponde" (SC 28). 6°) La Palabra
de Dios ha se ser proclamada con "lecturas más abundantes, más variadas y más
apropiadas" (SC 35-2), con el fin de iluminar el sentido del misterio que se celebra,
fomentar la fe y acrecentar la participación (cf. SC 24. 35); 7°) La liturgia contiene una
gran instrucción para el pueblo fiel, pero es, "sobre todo, un acto de culto" (SC 33). 8°)
La reforma no persigue ante todo un cambio, aunque sea general y profundo de los
ritos, sino "la plena y activa participa participación de todo el pueblo" (SC 14) en la
liturgia, por ser ésta la "fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el
espíritu cristiano" (SC 14; cf. SC 21).
Tal participación exige que los ritos "resplandezcan por su noble sencillez, sean breves
y claros, eviten las repeticiones inútiles, estén bien adaptados y no necesiten muchas
explicaciones" (SC 34). 9°) La "liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia" (SC 9) ni
"la participación litúrgica abarca toda la vida espiritual" (SC 12), ni siquiera la misma
celebración eucarística, puesto "que en el mismo sacrificio de la Misa pedimos al Señor
que, 'recibida la ofrenda de la víctima espiritual', haga de nosotros una 'ofrenda
eterna' para sí" (SC 12).
Todos estos principios son aplicables, más aún lo son de modo especial, a la
celebración eucarística y se enmarcan en "lo previo" exigido para ponerla al abrigo o
rescatarla de cualquier exteriorismo o unilateralidad. La 'pastoral de preparación' a la
Eucaristía deberá tener la suficiente sinceridad para preguntarse si el pueblo cristiano
que participa habitualmente en las eucaristías dominicales conoce o desconoce estos
principios, cuáles son las acciones que en este sentido se han realizado durante los
años de posconcilio, si la catequesis ha tenido suficiente profundidad, claridad y
constancia, qué 'sintonía ' o 'distonía' existe entre nuestras celebraciones eucarísticas
y estos principios, y en qué grado está influyendo su aplicación u omisión en la
vitalidad o decadencia de nuestras comunidades cristianas.
— Los principios específicos más destacables son los siguientes: 1°) "Las dos partes de
que consta la Misa, a saber: la liturgia de la Palabra y la eucarística, están tan
íntimamente unidas que constituyen un solo acto de culto" (SC 56).Esto explica que el
Concilio exhortase "vehemente a los pastores de almas para que en la catequesis
instruyan cuidadosamente a los fieles acerca de la participación en toda la misa, sobre
todo, los domingos y días festivos" (SC 56). 2°) La participación exige que los fieles
comprendan bien los ritos y oraciones del entramado celebrativo del misterio
eucarístico, de modo que sean capaces de comprender y responder a la Palabra de
Dios, fortalecerse en la Mesa del Señor, dar gracias a Dios y "ofrecerse a sí mismos al
ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote sino juntamente con él"
(SC 48). 3°) Las lecturas de la Sagrada Escritura abren con tal amplitud "los tesoros de
la Biblia" que cada tres años, se leen "al pueblo las partes más significativas" (SC 51).
4°) La homilía es "parte de la misma liturgia" y "se recomienda encarecidamente";
"más aún, en las misas dominicales y festivas con asistencia de pueblo no se omite
nunca, a no ser por causa grave" (SC 52). Su naturaleza consiste en ser "una
proclamación de las maravillas obradas por Dios en la historia de la salvación o
misterio de Cristo, que está siempre presente y obra en nosotros, sobre todo en la
liturgia"; por eso sus "fuentes principales son la Sagrada Escritura y la liturgia" (SC 35-
2). 5°) La Plegaria Eucarística es el centro de toda la celebración (cfr. IGMR), la 'cumbre
de la cumbre'. 6°) La comunión sacramental es "la participación más perfecta en la
misa" (SC 55); de ahí que se recomiende "especialmente" que los fieles "reciban del
mismo sacrificio el Cuerpo del Señor" (SC 55).
La naturaleza y simbolismo del altar requieren que de suyo haya solamente uno en
cada iglesia. Esta es la norma general para las iglesias de nueva construcción; si
excepcionalmente hay que construir más de un altar, se ubican en capillas separadas
de la nave de la iglesia (cf. OGMR 267). En el supuesto de iglesias antiguas conviene
respetar su estructura arquitectónica, sobre todo cuando son artísticas, lo cual no
obsta para que el altar sea adaptado teniendo en cuenta todas las circunstancias que
concurren.. Por otra parte, "la mesa del altar fijo ha de ser de piedra y, además, de un
solo bloque de piedra natural" (CIC, c. 1236-1), aunque las Conferencias Episcopales
pueden permitir otros materiales dignos y sólidos (cf. CIC, c. 1236-1). Además, en las
iglesias de nueva construcción el altar debe estar exento para que la Eucaristía pueda
celebrarse de cara al pueblcy ser realmente el centro hacia el que converge la
asamblea de los fieles.
El altar tiene como accesorios los manteles y corporales, la cruz, los candelabros con
velas y las flores. La cruz se coloca o "sobre el altar o junto a él", pero "bien visible
para la comunidad reunida" (OGMR 270); de este modo, se simboliza mejor la unicidad
del sacrificio de Cristo y la relación que dice el sacrificio de la Misa al de la Cruz.
No han sido pocos ni pequeños los esfuerzos realizados para recuperar la dignidad y el
simbolismo del altar; de hecho, en la práctica totalidad de iglesias, antiguas y
modernas, el altar está exento y de cara al pueblo, hacia él converge naturalmente la
atención de los fieles, y sus materiales son dignos. Sin embargo, son muchos los
detalles que apuntan hacia una todavía deficiente interiorización de la teología del
altar: uso indiscriminado del mismo para funciones que le son ajenas -por ejemplo, los
ritos introductorios y conclusivos-, colocación de objetos y utensilios impropios (hojas
volanderas, papeles varios, libros), 'adaptación' para usos inadmisibles (amplificador
del micrófonos, libros para uso litúrgico u otros fines), insignificancia de la cruz
(desproporcionada en sus dimensiones, carente de nobleza y dignidad), descuido en
detalles de limpieza, cuidado y buen gusto, etc. En ocasiones se han hecho crónicas
soluciones provisionales, a todas luces inadecuadas.
- El ambón. El altar es la mesa del pan del Cuerpo de Cristo; el ambón, la del pan de su
Palabra. Ambas mesas están interrelacionadas y comparten nobleza, dignidad y
simbolismo. El sacramento sin la Palabra fácilmente se convertiría en realidad
insignificante, incomprensible y cuasimágica. La Palabra sin altar perdería su
significado más profundo y su genuina orientación. Hay todo un dinamismo que va
desde la Palabra hasta la fe y el sacramento, y vuelve desde el sacramento, pasando
por la fe hasta la Palabra. Dos realidades profundamente unidas, más aún,
inseparables. La Palabra tiene como mesa propia y exclusiva el ambón.
La pastoral tiene ante sí un reto tan importante como inaplazable: hacer que el ambón
sea el altar de la Palabra de Dios. Es decir, el lugar reservado para que Dios hable a su
Pueblo, Cristo anuncie su evangelio y, en su nombre, el ministro que preside lo aplique
al misterio que se celebra con el fin de que sea mejor participado. El ambón es, por
tanto, el lugar al que únicamente acceden el lector, el salmista y el homileta, en el que
sólo tiene cabida el leccionario y el evangeliario, y desde el cual se proclama
exclusivamente la Palabra de Dios. Las moniciones, los cantos, los avisos, etc. no se
realizan desde el ambón; los libros tampoco se apilan en él, ni siquiera por razones de
funcionalidad. En otro orden de cosas, la dignidad de la Palabra de Dios está exigiendo
que el ambón adquiera en su disposición, belleza, ornato y cuidado una nobleza de la
que aún carece en muchos casos. Este es un campo específico de la pastoral del
"antes" de la celebración.
- La cátedra o sede. La cátedra es la sede reservada al obispo que preside la
comunidad cultual, sobre todo la eucarística. La cátedra y la sede son, de suyo, la
misma realidad, aunque suele reservarse el nombre de cátedra a la sede del obispo y
el de sede a la del presbítero. Es símbolo de autoridad y magisterio, como ponen de
relieve las cátedras paleocristianas de Cristo sedente, que enseña como maestro a los
Apóstoles. La liturgia actual insiste en ese doble simbolismo de presidencia y
magisterio; por eso recomienda que esté situada "de cara al pueblo -a no ser que lo
impida la estructura del edificio u otra circunstancia"- y en lugar que haga visible "la
comunicación entre el sacerdote y la asamblea de los fieles" (OGMR 271).
La sede es el lugar donde se sitúa el celebrante desde que saluda al altar, al comienzo
de la celebración, hasta el inicio de los ritos de presentación de ofrendas; y desde que
termina la comunión hasta el final de la misa. En ese doble movimiento de separación
y proximidad entre el altar -lugar reservado al sacrificio- y la sede hay toda una
teología de la celebración, que no pueden negar u oscurecer los comportamientos del
que preside. Por otra parte, la dignidad y significatividad de la sede reclaman que esté
construida con materiales nobles y conforme a los cánones de la estética, dignidad y
sencillez. La pastoral del "antes" de la celebración tiene en la sede una asignatura
pendiente en lo que respecta a ubicación, simbolismo y funcionalidad.
En cuanto ministro celebrante debe conocer: 1) los grandes tesoros celebrativos del
misal actual, 2) las leyes que han inspirado la composición del leccionario, 3) el amplio
margen que concede la ley litúrgica en vistas a impulsar una sana creatividad (elección
del formulario del propio de la misa, de la Plegaria Eucarística y, dentro de ella,
también del prefacio), 4) el sentido de las oraciones presidenciales, especialmente de
la Plegaria Eucarística, 5) el modo de proclamar los textos: las lecturas bíblicas, cada
uno de los elementos que integran la Plegaria Eucarística, etc., 6) y la importancia
pastoral de la misa dominical, así como la de los grandes acontecimientos cristianos:
Bautismo, Confirmación y Primera Comunión, matrimonio y exequias.
- Los ministros instituidos o de facto: lector, acólito, cantor, etc. deben prepararse para
desempeñar su función con verdadera competencia. Para ello se requiere que
conozcan cuál es su ministerio específico y el modo práctico de realizarlo. Dentro de
los ministerios tienen especial importancia la selección y preparación de los lectores y
cantores; por eso han de ser bien seleccionados y preparados. Algunos criterios
básicos de selección de los lectores son los siguientes: personas adultas, no niños;
competentes en la lectura (sin defectos en la voz, pronunciación, tono, etc.); capaces
de entender y trasmitir el mensaje que proclaman; y cristianos cuya vida no cause
sorpresa o escándalo en los fieles. Los cantores, especialmente el salmista, han de
tener buena voz, destreza y gusto en la ejecución, afán de servir al texto y a la
asamblea, y capacidad para trasmitir el sentido y sentimiento de las composiciones
que ejecutan. La pastoral ha dado un paso importante, al introducir de hecho estos
ministerios en la celebración. Ahora tiene ante sí la tarea inaplazable de trascender la
mera presencia de estos ministerios, creando un buen equipo de lectores y cantores,
llenos de competencia técnica, bíblica y litúrgica, y con una vida cristiana en armonía
con la función que desempeñan en la asamblea.
a) Las moniciones. Las moniciones son una respuesta concreta a las exigencias de
actualización y de la mistagogia del misterio. Pueden ser didascalías o moniciones en
sentido estricto. Las primeras tratan de ayudar a la asamblea a entrar en el misterio;
por eso, no deben pretender decirlo todo y su estilo es evocativo. Las segundas son
exhortaciones que estimulan la participación, el compromiso moral o el esfuerzo
ascético; tratan de crear actitudes y su estilo es interpelante. La experiencia atestigua
que no resulta fácil tener una idea clara sobre su género literario. Son un instrumento
tan importante como ambiguo; más aún, pueden sobrecargar la celebración y resultar
sofocantes. Además, pueden convertirse en una tentación para sustituir los gestos y el
canto por la palabra, en una liturgia en la que la verbosidad es ya excesiva. Por otra
parte, con frecuencia se convierten en minihomilías, parénesis pesadas y catequesis
extemporáneas. Dado su carácter coloquial, exigen competencia, sobriedad, brevedad,
claridad y sencillez; cualidades imposibles en la práctica si no se preparan
previamente. Las moniciones son pronunciadas por el ministro que preside —en el
caso de las presidenciales: monición inicial, `Orad, hermanos', al inicio de la Plegaria
Eucarística, introducción al Padre Nuestro, etc.— o por los demás ministros. Desde el
punto de vista pastoral, las mejores moniciones son como la sal: sólo se advierten en
el sabor que imprimen a la celebración, no cuando se hacen notar.
b) Los cantos. El canto es uno de los pocos signos litúrgicos que han resistido la erosión
general de los símbolos; incluso es un valor en alza. Actualmente es uno de los
elementos simbólicos más eficaces para la participación. Pueden cantarse los diálogos,
las oraciones, algunos elementos de la Plegaria eucarística (el prefacio, el relato de la
institución, la doxología final, el amén), el evangelio, los cantos previstos en el misal
(Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Agnus Dei), la bendición final.
La Palabra de Dios nunca lo es tanto como en la liturgia eucarística. Es ahí donde las
maravillas obradas por Dios a lo largo de la historia de la salvación no sólo vienen
narradas sino también presencializadas, hechas contemporáneas y actuales al pueblo,
de modo que éste pueda insertarse en ellas y prorrumpir en una explosión de acción
de gracias, alabanza y gozo.
La primera fidelidad exige que el homileta capte cuál es el mensaje nuclear que Dios
quiere trasmitir a su pueblo, sin tergiversaciones, reduccionismos e
instrumentalizaciones. Tal fidelidad sólo está garantizada cuando el homileta se siente
ministro y servidor de la Palabra de Dios en la Iglesia, pues es ella la única depositaria
de la verdad viva y salvadora. La fidelidad al mensaje exige un talante pastoral de corte
profético, gracias al cual el homileta tiene conciencia de ir al pueblo no por propia
iniciativa sino enviado por Dios para hablarle de parte suya, trasmitiéndole con
exquisita fidelidad lo que Él quiere trasmitirle, incluso cuando las exigencias de Dios
sean tales que pidan cambios de vida radicales y, en consecuencia, puedan originar en
el pueblo displicencia, rechazo y persecución.
Esto no comporta que la homilía sea un ministerio fácil; muy al contrario, siempre ha
entrañado una dificultad objetiva, sobre todo por las exigencias que conlleva la
Palabra de Dios. Quizás hoy resulta aún más difícil, cuando no "dificilísima", en
palabras del Vaticano II (cf. PO 4), debido al ateísmo, agnosticismo, indiferencia e
ignorancia religiosa del mundo moderno, que tan negativamente está afectando a
nuestras comunidades. Los pastores no deben amilanarse como Jonás, huyendo a la
superficialidad, inconcreción o halago, pues esa retirada podría convertirse en traición,
como lo fue de hecho la de los malos pastores del antiguo Pueblo de Dios.
Los gestos de este momento son sobre todo prácticos, tienen una importancia relativa
y no están aislados del conjunto. Por eso, no hay que enfatizarlos, pues se rompería el
ritmo de la celebración, en la que hay momentos fuertes y más tranquilos, y están
concatenados los diversos elementos. Por otra parte, la presentación de los dones no
se refiere sólo al pan y al vino, sino también a las demás ofrendas que hacen los fieles:
productos agrícolas o manufacturados propios de la región o país, que ofertan los
fieles en algunas ocasiones más solemnes, y las que hacen de modo ordinario en lo
que se denomina comúnmente como "la colecta". Esta debería realizarse siempre
antes que el ministro vaya al altar o inicie la preparación del pan y vino, y ser colocada
no encima sino junto al altar, para que aparezca unida a los dones para el sacrificio y
pueda así ser de algún modo trasformada y ofrecida a Dios; con ello aparecería
también que las obras de caridad y culto que con ellas se realice, proceden y están
enraizadas en la Eucaristía.
Desde el punto de vista pastoral son múltiples los frentes que tiene abiertos la Plegaria
eucarística; he aquí algunos.
Los fieles necesitan una catequesis que les libere de la falsa impresión de que lo que
dice el ministro no tiene nada que ver con ellos; y de una educación ascética de
concentración y esfuerzo, sin los cuales se cae en una caricatura celebrativa, que
confunde participación con exterioridad y está condenado a la ineficacia. El ministro
que preside habla en plural, es decir: como Cristo Cabeza, que asocia consigo a toda la
asamblea. Su ministerio no es tarea fácil, pues sus actitudes y comportamientos
oracionales pueden favorecer o dificultar la participación de la asamblea.
2°) Toda la Plegaria eucarística, más aún, toda la Misa es una acción de gracias. Ahora
bien, es característica peculiar de la liturgia romana concentrar ésta en el prefacio. Eso
explica que no sea un elemento más, sino que tenga un relieve especial.
Estos prefacios se pueden usar con las plegarias eucarísticas I, II y III, con lo que la
celebración se enriquece mucho en lo doctrinal y en lo participativo. Este patrimonio
tiene que ponerse al abrigo del desuso o del uso monocorde, que llevaría a una
dilapidación inexorable y a un empobrecimiento de la celebración de la Eucaristía. No
se trata, ciertamente, de convertir la Plegaria Eucarística en un tratado de teología o
en una síntesis de la historia de la salvación. Pero esto no conlleva olvidar que las
maravillas que Dios ha obrado a favor nuestro son incontables y que el pueblo de Dios
debe reconocerlas, actualizarlas y celebrarlas. El prefacio es un himno transido de
estupor por esas magnalia Dei, proclamándolas y agradeciéndolas. Por lo demás,
conviene no dar la impresión de que el prefacio y la aclamación del Santo son una
unidad autónoma o una introducción de la Plegaria eucarística; al contrario es parte y
comienzo de esa Plegaria.
4°) La anámnesis. El Señor mandó no sólo "hacer esto", sino hacerlo en memoria suya.
Hacer memoria, celebrar el memorial es "anunciar la muerte del Señor", es decir hacer
eficaz la presencia viva y operante del Resucitado y anticipar el reino escatológico. El
memorial hace que nuestra alabanza no sea sólo verbal, como si se tratase de un
simple recuerdo, de una narración. En la anámnesis la Iglesia hace un acto profundo de
fe en la verdad de lo que ha hecho en el relato-consagración. Ella es consciente de que
ha obedecido fielmente, que ha cumplido amorosamente el mandato de su Señor y,
por ello, que tiene delante, de modo sacramental pero real, el sacrificio que su Señor
ofreció de una vez por todas. Ella celebra ese memorial, haciéndolo presente. El
memorial no es, por tanto, un mero recuerdo, la narración de algo que aconteció hace
cerca de dos mil años. Es la representación sacramental del único sacrificio redentor.
Consciente de lo que tiene ante sí, la Iglesia ofrece agradecida al Padre el sacrificio de
la nueva y eterna alianza y se ofrece juntamente con él.
Mientras los fieles no asuman con su verdad este momento, será muy difícil que se
adentren en el misterio que celebran y vean la necesidad ineludible de plantear su
existencia en clave de amorosa entrega a los designios del Padre y hacer, en
consecuencia, de su vida entera: proyectos, ilusiones, alegrías, penas, trabajos, etc.
una ofrenda que derive y prepare la Eucaristía.
Este era el horizonte que contemplaba el Vaticano II cuando afirmaba que la Iglesia
desea ardientemente "que los cristianos no asistan a este misterio de fe como
extraños y mudos espectadores sino que (...) aprendan a ofrecerse a sí mismos al
ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con
él", de forma que "se perfeccionen día a día por Cristo Mediador en la unión con Dios y
entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos" (SC 48).
Es verdad que en el Canon Romano no se hace mención explícita del Espíritu Santo ni
antes ni después del relato institucional, pero parece que a El se refieren algunos
textos de esa Plegaria clásica. De hecho, cuando se compusieron en el posconcilio las
nuevas plegarias eucarísticas, uno de los criterios adoptados en su composición fue
mantener la doble epíclesis, por considerarse que ésa es una de las peculiaridades de
la plegaria eucarística romana. De cualquier modo, las plegarias de nueva composición
tienen una epíclesis explícita de consagración y otra de comunión, lo cual supone un
gran enriquecimiento.
En la primera se pide al Padre que envíe el Espíritu -por cuya intervención el Verbo-
Hijo de Dios se encarnó en el seno purísimo de María- para que trasforme el pan y el
vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo; en la segunda, que ese mismo Espíritu
santifique y trasforme a los comulgantes en un solo cuerpo y en un solo espíritu; es
decir: se pide que se realice primero el Cuerpo Eucarístico de Cristo y después su
Cuerpo Eclesial. Uno y otro no se realizan sin la intervención del Espíritu Santo.
La invocación al Padre por medio de Cristo para que envíe al Espíritu muestra la
actitud orante de la Iglesia, que no dispone de poderes y dones: todo lo que posee y
distribuye proviene de Dios y lo recibe como don. Y lo que es don no puede exigirse,
sino suplicarse. El gesto del sacerdote -con sus manos levantadas y abiertas, y el
espíritu reverente- muestra a la Iglesia reunida en asamblea para suplicar y recibir del
Padre el Espíritu, don supremo y principio de todo don. Las palabras del Señor,
repetidas por el sacerdote en el relato institucional, son las que cambian el pan y el
vino, pero esas palabras adquieren capacidad y fuerza por el Espíritu.
No se trata de dos acciones diversas, sino de una sola: Cristo glorificado actúa por
medio del Espíritu Santo. Ahora bien, la presencia eucarística, fruto de la primera
invocación-acción del Espíritu, no es estática sino que tiende a que los comulgantes
puedan unirse o comunicar con la persona de Cristo. Para ello, se requiere la
intervención del Espíritu Santo; por eso existe la segunda epíclesis o invocación.
Todos los textos de las nuevas plegarias eucarísticas manifiestan con claridad cuál es el
fruto de esa participación en el Cuerpo de Cristo: la gracia de la unión entre los
participantes, la unidad de la Iglesia, llamada a convertirse en el cuerpo con Cristo,
más aún, en un solo cuerpo animado por el único Espíritu, unificador y santificador.
Este mismo Espíritu convertirá la existencia cristiana en una prolongación del acto
sacramental: una ofrenda viva en Cristo realizada por la acción del Espíritu Santo.
La pastoral litúrgica tiene aquí un reto importante, tanto en lo que respecta al uso de
todas las plegarias eucarísticas como a la comprensión y vivencia de la presencia y
acción del Espíritu en la celebración eucarística.
- La paz. Después del Padre Nuestro, el sacerdote recita una oración dirigida a Cristo
que dijo a los Apóstoles "mi paz os dejo, mi paz os doy", para que conceda a su Iglesia
"la paz y la unidad"; después dirige el saludo "la paz del Señor esté siempre con
vosotros", invitando a intercambiar "fraternalmente la paz"; luego viene el canto del
Cordero de Dios que concluye con la súplica "danos la paz". El don de la paz es pedido,
obtenido y distribuido: desde Cristo baja a todos y une en El a los que van a comulgar
en el banquete de su sacrificio mediante la comunión de su Cuerpo y de su Sangre.
Todo el contexto del rito aclara de qué paz se trata: no es una paz cualquiera, sino la
paz de Cristo, la paz que brota de la reconciliación del hombre con Dios, obtenido por
Cristo-con su muerte y resurrección. Él es su autor y mediador, más aún, es la misma
paz, la reconciliación de los hombres con Dios y entre sí.
Ante el "tomad y comed" del Señor, la respuesta coherente debería ser comulgar el
Cuerpo que se nos ofrece para que lo comamos. Por otra parte, el gesto debería
mostrar que existe plena continuidad entre tomar el pan-consagrarlo-
ofrecerlocomerlo, la cual que no aparece cuando es distinto el pan consagrado-
ofrecido, y el pan comido. En otras palabras, los fieles deberían comulgar las hostias
consagradas en la celebración en la que están tomando parte, en lugar de comulgar las
reservadas en el Sagrario.
Ciertamente, no es menor ni distinto el don que está reservado del que está en el
altar; pero el lenguaje de los gestos, que es el propio de la liturgia, contribuye a
clarificar u oscurecer la verdad de lo que se celebra. Se comprende que los pastores
encuentren dificultades prácticas en las misas muy concurridas, sobre todo, cuando se
trata de grandes aglomeraciones. En cambio, se comprende menos que eso ocurra los
días ordinarios y los domingos. Los días feriales incluso sería posible usar formas
grandes que se fraccionarían en la misma celebración, mostrando así que es verdad
que "todos comemos del mismo pan", Cristo, con la consiguiente e ineludible
consecuencia de "convertirnos en un mismo pan" con Cristo y con los hermanos.
A casi dos mil años de distancia impresiona la respuesta de los mártires del Abitene a
quienes les apresaban: "Sí sabíamos que está prohibido reunirnos en domingo, pero
nosotros no podemos pasar sin celebrarlo". Ellos, como los demás primeros cristianos,
no concebían un domingo sin reunirse en asamblea y celebrar la Eucaristía, pues era
ahí donde se encontraban con el Resucitado, que se hacía presente entre ellos de
forma tan invisible como verdadera. "Sin Eucaristía no hay domingo", se convirtió
pronto en un axioma vital cristiano. La presencia del Resucitado —del Kyrios, del
Señor— entre los suyos por medio de la Eucaristía -que como se sabe condicionó
incluso la denominación del domingo kiriake emera, —dies Domini, día del Señor— era
la fuente de la que sacaban luz y fuerza para llevar una existencia admirada por todos,
según la carta a Diogneto, y ser testigos de Cristo incluso sufriendo el martirio. La
Eucaristía está, por tanto, en el centro de la fe y vida de la Iglesia desde sus mismos
orígenes.
Los frutos cosechados quizás puedan evaluarse mejor confrontando la vida de los
cristianos que, a pesar de sus debilidades y pecados, participan con asiduidad en la
misa de cada domingo y la de aquellos que no lo hacen nunca. No le faltaba razón a
Guardini cuando decía, incluso poéticamente, que la vida de las parroquias se evalúa
por la proyección de la sombra del campanario. Cuanto mayor es el número de los
fieles que se dejan acariciar por ella al venir a la misa dominical cada semana, tanto
mayor será la vitalidad cristiana de esa comunidad. Los mismos fieles comparten esta
opinión y tienen la convicción arraigada de que la Eucaristía dominical está en el
centro de su vida.
Justamente por esto, los documentos del último concilio insisten en afirmar que la
Eucaristía es la "fuente y cumbre de la vida cristiana" (LG 11), la "fuente y cumbre de
toda evangelización" (PO 5), "fuente de la vida de la Iglesia" (UR 15). Pablo VI incluso
llegó a decir: "Si la sagrada liturgia ocupa el primer puesto en la vida de la Iglesia, el
misterio eucarístico es como el corazón y centro de la sagrada liturgia, en cuanto es la
fuente de la vida que nos purifica y corrobora de modo que ya no vivamos para
nosotros mismos sino para Dios y nos unamos entre nosotros con el vínculo de la
caridad" (Mysterium fidei). Tanta insistencia no sólo pretende inculcar una convicción
personal sobre lo que es la Eucaristía, sino ayudar a convertirla efectivamente en el
momento culminante de nuestra existencia cristiana y en la fuente de la que se saca la
gracia y fuerza necesaria para ser discípulos verdaderos y creíbles de Jesús.
Sin embargo, es preciso realizar ese itinerario, pues sólo y en la medida en que cada
comunidad cristiana y cada uno de los miembros que la integran diga su misa en el
altar de su corazón, será realidad que la Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia y
de cada cristiano. La misa que se celebra en el altar de cada comunidad parroquial
debe ser fuente que riega y hace madurar frutos abundantes de servicio, de entrega,
de compromiso por la justicia y la paz, de solidaridad con todos los hombres sin
distinción de raza y condición, especialmente con los más pobres y necesitados, de
convivencia y comprensión, en una palabra: de vida con obras.
Los presbíteros que tienen cura de almas han de sacar de la celebración eucarística la
fuerza profética para anunciar a Cristo muerto y resucitado con claridad y constancia;
el alimento que nutre su caridad pastoral, hasta convertirse en el buen pastor que se
sacrifica, que da la vida por todas sus ovejas; en la corriente que vivifica su ministerio
sacramental, sobre todo el del Bautismo, Confirmación y Reconciliación. Con la Palabra
suscitan y alimentan la fe de sus ovejas y con la fe les conducen hasta el sacramento;
y, al contrario, desde el sacramento, se sienten impulsados a crear comunidades que
comulguen a Cristo por la fe en su Palabra antes que y a fin de que puedan comulgarlo
en la Eucaristía.
BIBL. – Dada la abundante bibliografía sobre la materia, remitimos a algunos Manuales de liturgia más recientes. J.
A. ABAD, La celebración del Misterio cristiano, Pamplona 2000; J. LÓPEZ, La liturgia de la Iglesia, Madrid (BAC, Col.
Sapientia fidei), 1994; A. G. MARTIMORT, La oración de la Iglesia, Barcelona 1987; y a las obras –y bibliografía
adjunta–: J. ALDAZÁBAL, La Eucaristía, Barcelona 1999, pp.; y V. RAFFA, Liturgia eucarística, Roma 1999, pp.199-
493.
Evangelii Nuntiandi
Consta de siete grandes capítulos. Baste enumerar cada uno de ellos para darnos
cuenta de la importancia: del Cristo Evangelizador a la Iglesia evangelizadora; ¿Qué es
evangelizar?; contenido de la evangelización; los destinatarios de la evangelización; los
agentes de la evangelización y, finalmente, el espíritu de la evangelización.
Evangelio
Los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan son los escritos del N.T. que han sido
más apreciados por las comunidades cristianas de todos los tiempos. En ellos se nos
narra la vida, hechos, palabras, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, el
Mesías, el Hijo de Dios. El mismo Jesús envió a los apóstoles a todos los pueblos para
que les enseñaran "a poner por obra todo lo que os he mandado" (Mt. 28,20). Las
primeras comunidades sintetizan lo referente a Jesús en el misterio pascual: "Porque
yo os transmití en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros
pecados según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día según las
Escrituras" (1 Cor. 15,3- 4). Lo primero fue la predicación de Jesús y la predicación de
los apóstoles referida a lo que Jesús dijo e hizo (Jn. 21,25); después se escribieron los
evangelios.
El término bíblico es b.sóráh y se refiere al anuncio alegre del triunfo militar sobre los
enemigos (1 Re 1,42; 2 Re 7,9) a la liberación de una amenaza, y a la gratificación que
se da al que anuncia esta buena noticia (2 Sam. 18,22). El término griego euangélion
significa "buena noticia"; se utiliza para el anuncio de las victorias militares y para el
mensajero de tales noticias. En la paz romana el término evangelio designa los
acontecimientos más importantes de la vida del emperador que repercutían
beneficiosamente en la población. Estos hechos alegres, triunfantes y dadivosos se
celebraran como evangelios. En Is. 40- 66 aparece el significado religioso de la palabra
evangelio. "Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la
paz, que trae la buena nueva y proclama la salvación, que dice a Sión: "Ya reina tu
Dios" (Is. 52,7). Este anuncio referido al término del exilio y al regreso del pueblo se
expresa como la llegada del Reino de Dios en perspectiva universal. En esta línea se
sitúa el anuncio del Reino que hace Jesús al comienzo de su vida pública y durante
toda ella. (Mc. 1,15; 8,35; 14,9).
2. Jesús y el Evangelio
Jesús comienza su ministerio en Nazaret con unas palabras de Isaías: "El espíritu del
Señor está sobre mi, porque me ha mugido para anunciar la buena noticia a los
pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar la vista a los
ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor". (Lc. 4, 18-
19). Y dijo Jesús: "Hay se ha cumplido ante vosotros esta profecía" (Lc 4,21). Jesús de
Nazaret se presenta como el mensajero de la buena noticia de Dios para los pobres;
poco a poco la gente va tras él y le buscan porque perciben que es el Mesías. En la
persona de Jesús de Nazaret Dios se autocomunica, nos hace llegar la novedad de su
rostro de Padre, nos da su amor y su perdón, nos reconcilia y nos ofrece un futuro de
plenitud; nos pide conversión y acogida gozosa (Mc. 1,15). En Jesucristo Dios nos invita
a dejar el pecado y a aceptar con todas las fuerzas deI corazón la buena noticia; los
pecadores, los pequeños, los pobres de espíritu, y los paganos son los que tienen
mejores disposiciones para acoger el Evangelio (Mc. 5, 3; 8, 35; Mt. 11, 28; Mt. 15, 21-
28).
El Evangelio de Juan nos pone los orígenes de Jesús en el principio cuando existía la
Palabra junto a Dios y era Dios, antes del tiempo (Jn. 1,1-18); el evangelio de Juan no
abunda en muchos datos, pues busca, sobretodo, robustecer la fe de las comunidades.
Algunas narraciones evangélicas han chocado con la mentalidad judía y con la
mentalidad pagana, y sin embargo han permanecido en la tradición oral y en el texto
escrito. Esta característica es un argumento a favor del carácter histórico de estas
narraciones.
A partir del s. II, la Iglesia postapostólica tiene muy claro que el Evangelio de Nuestro
Señor Jesucristo es la plenitud de la historia de salvación, que en El se han cumplido
las promesas y que los evangelios han sido reconocidos por la Iglesia; todo lo que
contienen los Evangelios tiene la garantía de los que han estado con Jesús y han sido
testigos únicos y excepcionales de su pasión, muerte y resurrección.
Actitud de búsqueda y apertura. Esta disposición humana es la más propia para que el
Evangelio pueda abrir horizontes, ofrecer respuestas y llevarnos al sentido profundo
de la vida humana, es decir, al encuentro con Dios y con nosotros mismos. Es la actitud
del precónsul Sergio Pablo recogido en el libro de los Hechos 13,7. 12.
— Centralidad y urgencia del anuncio misionero del Evangelio. El mandato que nos
dejó Jesús fue el de anunciar el Evangelio en todo tiempo y lugar hasta el final de los
tiempos (Mt. 28, 18-20). El anuncio desencadena el proceso de conversión, y este la
incorporación a la comunidad que vive en referencia histórica y escatológica al Reino.
Jesús nos promete su presencia y su ayuda; es un la debilidad donde aparece la fuerza
de Dios (1 Cor. 1, 17-2, 4). Este texto expresa con viveza y amplitud la experiencia de
Pablo en Corintio: Cristo crucificado es la fuerza y la sabiduría de Dios manifestado en
lo que el mundo considera necio y pobre. Este modo de proceder es "una
demostración del poder del Espíritu, para que vuestra fe se fundamente, no en la
sabiduría humana, sino en el poder de Dios" (2 Cor. 2, 5).
Jesús Sastre
Evangelium Vitae
"El Evangelio de la Vida", se refiere a una Encíclica del Papa Juan Pablo II publicada el
25 de marzo de 1995 sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana.
Consta de cuatro grandes capítulos. En el primero, que hace referencia al pasaje del
Génesis ("La sangre de tu hermano clama a mí desde el suelo" (Gn 4) refiere las
actuales amenazas a la vida humana: todas las formas que van contra la vida, desde el
inicio hasta su fin, y que favorecen la cultura de la muerte.
En segundo capítulo ("He venido para que tengan vida") subraya el mensaje cristiano
sobre la vida y, en este sentido, se vuelve la mirada hacia Jesucristo. Estamos llamados
a reproducir la imagen del Hijo porque todo el que cree en El no morirá jamás (Jn
11,26). En este sentido la vida humana se alarga hasta la vida eterna. El hombre es
responsable ante el Dios de la vida con lo que h ace con este don de Dios.
El capítulo tercero nos recuerda la ley de Dios: "No matarás". La vida humana es
sagrada e inviolable. Se hace una condena expresa, por eso, del aborto y de la
eutanasia. Y se nos invita a no confundir la ley civil (positiva) con la ley moral. En
cualquier caso debemos promover la cultura de la vida.
Evangelización
SUMARIO: 1. Precisión terminológica. -2. Fundamentación teológica. - 3. Historia de la
evangelización. - 4. Documentos oficiales sobre la evangelización. - 5. Naturaleza de la
evangelización. - 6. Las etapas del proceso evangelizador. - 7 El contenido esencial de
la evangelización. - 8. Las mediaciones de la evangelización. - 9. Orientaciones
pastorales.
1. Precisión terminológica
Evangelio significa "buena nueva" y evangelizar hace referencia "al hecho de anunciar
la buena noticia"; también significa la recompensa que recibía el mensajero por la
buena noticia que traía. En el mundo secular tiene que ver con las victorias militares y
con los beneficios concedidos por el emperador en la celebración de acontecimientos
significativos de su reinado. El cristianismo habla de "buena noticia" para referirse a la
encarnación del Verbo y para denominar a algunos escritos del Nuevo Testamento, los
Evangelios de Marcos, Mateo, Lucas, y Juan.
En los escritos paulinos Evangelio es la buena noticia de que Dios nos ha salvado y
reconciliado en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. Cada uno de los
evangelistas acentúa algún aspecto de la evangelización: Marcos insiste en la historia
de Jesús como el contenido del Evangelio; Mateo subraya la proclamación del Reino
que hace Jesús; Lucas se sitúa en la perspectiva del anuncio del Evangelio como buena
noticia para los pobres, pequeños y excluidos; y el evangelista Juan presenta a Jesús
como el Camino la Verdad y la Vida para la humanidad y la importancia de ser sus
testigos.
En la plenitud de los tiempos Dios Padre envió a su Hijo para anunciar y realizar la
salvación del género humano; Jesús de Nazaret constituye un grupo de discípulos para
que continúen su misión. En Pentecostés envía al Espíritu Santo que constituye a los
discípulos en Apóstoles (Mc 3,14, Mt 10, 2.5; Lc 6,13); éstos predican a Jesucristo
como el Señor y Salvador.
2. Fundamentación teológica
La persona de Jesús, su testimonio y misión constituyen el fundamento de la misión
evangelizadora de la Iglesia y de los cristianos. Recordemos las palabras de Jesús en la
sinagoga: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los
pobres" (Lc 4, 18; cf. Is 61,1). Para esto ha sido enviado el Mesías (Lc 4,43) y "es
preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades" (Lc 4, 43). Jesús de
Nazaret es el primer evangelizador y la referencia básica para todos los
evangelizadores; El es el Evangelio de Dios concretado en sus palabras, gestos,
actitudes, y acontecimientos de su vida.
El Reino es don gratuito y misericordioso del Padre que salva y libera al hombre de
toda opresión; es invitación a encontrarse con Dios, a acoger su auto-comunicación y
de amarle con todo corazón, con toda el alma y con todo el ser. Esta manera
radicalmente nueva de vivir el encuentro con Dios y con lo humano es posible por la
vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, y se consumará al final de los
tiempos (1 Tes 5,1-2). "Esta gracia y misericordia de Dios, cada uno debe conquistarla
con la fuerza ("el reino de Dios está en tensión y los esforzados lo arrebatan" (Mt
11,12; Lc 16,16), dice el Señor), con la fatiga y el sufrimiento, con una vida conforme al
evangelio, con la renuncia y la cruz, con el espíritu de las bienaventuranzas (E.N.10).
Estos dinamismos se sintetizan en la conversión como cambio interior que lleva a una
nueva forma de pensar y de actuar; esta renovación no viene por el esfuerzo moral en
primer lugar, sino por la acogida de Jesús y su Evangelio en la vida. El signo más
evidente de la llegada del reino está en que "los pequeños, los pobres son
evangelizados, se conviertan en discípulos suyos, se reúnen 'en su nombre' en la gran
comunidad de los que creen en él" (E.N 12). El gran aliento del corazón de Jesús
consistió en hacer la voluntad del Padre: "reunir en uno todos los hijos de Dios que
están dispersos" (Jn 11.52). Los que se sienten seguidores de Jesús, hijos de Dios y
hermanos son constituidos por la fuerza del Espíritu Santo en comunidad
evangelizadora (1 Pe 2,9).
3. Historia de la evangelización
El catecumenado de los primeros siglos tiene cuatro etapas: la etapa misionera para
suscitar la primera adhesión a Jesucristo y la conversión inicial, la etapa catecumenal
para la fundamentación y sistematización de la fe, así como "probar" al candidato, la
etapa cuaresmal para prepararse a los sacramentos de la iniciación que se recibían en
la vigilia pascual, y la etapa mistagógica en la que se hacía una catequesis de la vida
sacramental. En este proceso la comunidad cristiana tenía una presencia y actuación
apadrinante, pues acogía, pedía por los catecúmenos, les daba ejemplo de vida y los
recibía como miembros plenos después del Bautismo. El catecumenado decae
progresivamente hasta desaparecer en la medida que se generaliza el bautismo de
niños y la eclesiología de cristiandad.
Hay quienes se sitúan desde los que padecieron una forma de evangelización y tienden
"hacia la actitud crítica y la memoria penitencial transformadora de un pasado hecho
de luces y sombras" (Conferencia de Religiosos de Colombia, Formación en la Nueva
>evangelización, Bogotá, 27). A modo de síntesis de la evangelización española en
América citamos estas palabras de C. Floristán: "En definitiva, la historia debe enseñar
a los creyentes a rechazar lo equivocado o injusto y a reconocer lo acertado o
evangélico. De este modo se podrá desarrollar una "nueva evangelización", bajo el
signo de la liberación que integra y supera, —sin suprimir—los logros de la primera
evangelización, llevada a cabo bajo el signo de la sujeción" (C. FLORISTÁN, o. C., 32).
A partir del siglo XVI se desarrolló en la Iglesia un fuerte espíritu misionero; de muchos
sitios partían misioneros enviados a Iglesias cristianas necesitadas de apoyo, de nueva
evangelización o amenazada por la herejía. El término misión se utiliza para designar
las misiones apostólicas en el exterior de la Iglesias europeas; en 1622 se crea la
Congregación de Propaganda Fidei (ahora se llama Congregación para la
evangelización de los pueblos).
En uno y otro lugar se siente Europa como país de misión; J. Cardijn (1924) funda la
JOC para la evangelización del mundo obrero, y H. Godin e Y. Daniel publican un libro
en el país vecino titulado "France, pays de mission?". Y con estos planteamientos
alientan el surgimiento de la parroquia como comunidad misionera en determinados
ambientes descristianizados. Se produce cierta tensión en la relación entre
evangelización y sacramentos. En 1958 se publica en Francia la revista Evangéliser; en
Tubinga el profesor Arnold, profundiza en el sentido del anuncio del Evangelio en cada
lugar y situación y el papel de la iglesia y de las mediaciones eclesiales.
En 1982 el Papa Juan Pablo II visita España y la Conferencia Episcopal publica en 1983
"La visita del Papa y el servicio de la fe a nuestro pueblo"; también en el año de 1983 la
Conferencia Episcopal nos ofrece el documento "Catequesis de la Comunidad" muy
importante por el tratamiento que hace del proceso evangelizador y la ubicación de la
catequesis dentro de él. En 1985 como continuación del anterior los obispos elaboran
el documento sobre "El catequista y su formación".
En 1987 la Comisión Episcopal del Clero nos ofrece el texto "Sacerdotes para
evangelizar"; el proyecto pastoral de la Conferencia Episcopal para el trienio 1987-90
tiene como título: "Anunciar a Jesucristo con obras y palabras".
Para que la Iglesia pueda evangelizar necesita evangelizarse primero a sí misma por la
conversión y la renovación permanente; es decir, debe encontrar en si misma el
depósito que ha recibido del mismo Cristo. La Iglesia unida inseparablemente a Cristo
envía a los evangelizadores porque ella misma ha sido enviada; ni la Iglesia ni los
enviados por ella y en su nombre son dueños de lo que transmiten; en consecuencia,
la fidelidad al depósito recibido como buena noticia marcará la acción evangelizadora
de la Iglesia.
5. Naturaleza de la evangelización
La acción misionera tiene que ver con las preguntas referentes al sentido de la vida, la
experiencia de las limitaciones y contradicciones de la condición humana, la ubicación
de la pregunta religiosa y la conversión inicial; cuando la persona y el grupo tienen
estas inquietudes la propuesta de Jesús y del discipulado es mejor comprendida y
aceptada.
"Padre, ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a su
enviado Jesucristo" (Jn. 17, 3). La evangelización busca el encuentro personal con Él y
la adhesión confiada al Dios revelado en Jesucristo; este sí a Jesucristo tiene un
contenido propio y específico que afecta a todos los aspectos importantes de la vida.
Las dos dimensiones son necesarias, están relacionados y debe ser explícitamente
educados.La evangelización explicita al amor gratuito y universal de Dios auto
comunicado en la persona de Jesucristo por la acción del Espíritu Santo. Es
evangelizado aquel que reconoce en sí mismo y en todo lo que existe la acción
creadora de Dios que nos ha creado a "su imagen y semejanza" y nos ha llamado a una
vida que no tiene fin; este Dios creador es Padre que nos ha hecho a todos hermanos,
es decir iguales y servidores de los otros.
"La presentación del ser íntimo de Dios revelado por Jesús, uno en esencia y trino en
personas, mostrará las implicaciones vitales para la vida de los seres humanos,
confesar a un Dios único significa que "el hombre no debe someter su libertad
personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal" (CEC 450). Significa también que
la humanidad, creada a imagen de Dios que es "comunión de personas", está llamada
a ser una sociedad fraterna, compuesta por hijos de un mismo Padre, iguales en
dignidad personal. Las implicaciones humanas y sociales de la concepción cristiana de
Dios son inmensas. La Iglesia, al profesar su fe en la trinidad y anunciarla al mundo, se
comprende a sí misma como "una muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo" (D.G.C. 100). Lo nuclear del mensaje evangelizador es la
salvación en Jesucristo; este don del Padre nos libera del pecado y nos lleva a
participar de la misma vida divina pues nos hace "hijos en el Hijo". Jesús nos hace
presente la cercanía absoluta de Dios, su misericordia entrañable, nos da la filiación
divina y nos promete la vida que no tiene fin. Todo esto comienza aquí y ahora, pero
tendrá su plenitud en el reino de los cielos, pues la humanidad camina hacia la casa del
Padre.
La concepción de persona que conlleva el anuncio del Reino habla del "hombre
entero" (incluida la dimensión trascendental) y tiene una finalidad religiosa: el
encuentro con el Dios del reino y su justicia. La evangelización no será auténticamente
liberadora Si olvida o descuida presentar la salvación en Jesucristo "No es suficiente
instaurar la liberación, crear el bienestar y el desarrollo para que llegue el reino de
Dios" (EN 35).
Ahora bien, la Iglesia universales se hace presente en cada una de las Iglesias
particulares con todos sus elementos constitutivos, pues la Iglesia universal se
manifiesta como "Cuerpo de las Iglesias" (LG 23b). La misión de la Iglesia es única, pero
se realiza en tareas diversas, lo cual de a laevangelización una gran riqueza de forma y
cauces. Y todo ello dentro de la comunidad cristiana concreta que realiza de forma
histórica el don de la comunión, que es fruto del Espíritu Santo. "La 'comunión'
expresa el núcleo profundo de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares que
constituyen la comunidad cristiana referencial.
Los laicos también pueden desempeñar ministerios no ordenados según los carismas
que de Dios han recibido y que son discernidos y acogidos en las comunidades
cristianas. La concreción de estos ministerios se hará con estos tres criterios: la
iluminación que nos aportan las primeras comunidades cristianas, las necesidades de
la Iglesia y del mundo, y el sentido de comunión eclesial. El dinamismo misionero y
comunitario de la Iglesia depende en gran parte del número de laicos, vocacionados y
formados, que desempeñen los siguientes ministerios: ayuda a necesitados,
evangelización de alejados, acogida en las comunidades, responsables de movimientos
apostólicos, concientización social, servicio de la Palabra, catequistas, animadores de
la oración y la liturgia, animadores comunidades, servicio misionero, acompañamiento
personal, responsables de formación teológico-pastoral, animación de Escuelas de
Formación Socio-política, preparación de líderes cristianos, etc.
9. Orientaciones pastorales
- Los pobres son evangelizados. La buena noticia del amor de Dios se ofrece a todos los
hombres como don y como tarea; el Reino anunciado por Jesús nos ayuda a concretar
las actitudes, dinamismos y exigencias con las que vivir lo humano. Algo es muy
importante: los pobres son los destinatarios privilegiados del amor de Dios. No es
posible ser evangelizados sin volver los ojos y las manos a tantos hermanos que sufren.
"La civilización del amor" es el horizonte de la nueva evangelización de la Iglesia.
- Necesidad de comunidades evangelizadas y evangelizadoras. La credibilidad del
Evangelio depende en gran medida de los creyentes que personal y comunitariamente
encarnen lo que dicen creer y vivir. Los dos grandes retos que tiene la fe en nuestra
cultura son la indiferencia y la pobreza. ¿Cómo aportar el sentido realizador que Dios
da a la vida humana? ¿Cómo responder a la convicción profunda de que somos iguales
e hijos de un mismo Padre? Para que estas dos cuestiones están presentes en las
acciones evangelizadoras se necesitan comunidades que hayan incorporado a su modo
de trabajar y de vivir los valores del Evangelio. En el mundo en el que estamos esto
significa su modo alternativo de vida que pone por lo concreto: casa, tiempo, uso de
dinero, toma de decisiones, fines de semana, etc. En caso contrario, seguiremos
afirmando cosas que no tienen referencias significativas.
La fe madura tiene que ver con el hacer la voluntad de Dios en la vida, y esto supone la
disponibilidad vocacional. Conocer lo que Dios nos pide personal-mente no es fácil,
pues hay que empezar por conocer la "gramática" con la que Dios habla, que no es
otra que la persona y el evangelio de Jesús de Nazaret. En el camino del discipulado
aparecen interés, egoísmos, dobles, miras y autoengaños que tienden a hacer pasar
como voluntad de Dios nuestro querer; para superar estas dificultades y llegar a un
fiable discernimiento vocacional necesitamos un acompañante espiritual que nos
ayude a personalizar la fe y a responder en verdad a lo que Dios quiere de cada uno.
Los primeros que deberían vivir el acompañamiento espiritual son los anima-dores de
grupo, pues difícilmente se puede ayudar a otros si uno no ha llegado a conocer cómo
el Espíritu Santo actúa en la vida de los creyentes que viven con espiritualidad. "La
condición básica para poder encontrar la vocación es que el creyente, relativizando
todas las cosas, quiera hacer voluntad de Dios. Y esto lo sien-te con confianza y alegría,
pues la voluntad de Dios va muy unida a la realización personal en las situaciones
históricas de la Iglesia y la sociedad en la que estamos" (J. SASTRE, Discernimiento
vocacional, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo 1999, 76-92.).
- Evangeliza el que mira con amor y esperanza. Para poder cambiar y mejorar una
situación hay que empezar por asumirla en positividad. El evangelizador auténtico esta
convencido de que también esta historia puede ser Historia de Salvación. Los
apóstoles en el comienzo de la Iglesia y en un mundo difícil, miraron con amor a la
humanidad y se fiaron más de la gracia de Dios y del impulso del Espíritu que de sus
propias posibilidades (Cf. D. BoROBlo, Catecumenado para la evangelización, Teología
siglo XXI, San Pablo 1997, 49-51). Estas actitudes son los que llevan a encontrar las
semillas del Verbo a respetar la idiosincrasia y los procesos personales y a inculturar la
fe. Al mismo tiempo hay que anunciar a Jesucristo y su Reino con toda la fuerza y
novedad que tiene, y proponer las "certezas sólidas" de la fe con sencillez y alegría.
Hoy como hace más de veinticinco años podemos hacernos la misma pregunta que se
hacía Pablo VI: la Iglesia, "ha ganado en ardor contemplativo y de adoración y pone
más celo en la actividad misionera, caritativa y liberadora?" (E.N. 76).
BIBL. – BARDV, G., La conversión al cristianismo durante los primeros siglos, Encuentro, Madrid 1990; BOFF, L.,
Opción por los pobres, Paulinos, Madrid, 1986; BLANCH, A., Crónicas de la increencia en España, Fe, y Secularidad,
Sal Terrae 1988; CLAR, Cultura, evangelización, Vida Religiosa, Cole, n. 46; CAÑIZARES, A., La evangelización, hoy,
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1991; ESQUERDA, J., Teología de la evangelización, BAC, Madrid 1995; Diccionario de evangelización, BAC, Madrid
1998; FLORISTÁN, C, Evangelización, en Conceptos Fundamentales del cristianismo, Trotta, Madrid 1992; Modelos
de Iglesia subyacente a la acción pastoral: «Iglesia Viva» 112 (184) 293-302; Evangelización, en Conceptos
Fundamentales de Pastoral, Cristiandad 1983, 339-351; Para comprender la evangelización, Verbo Divino, 1993; La
evangelización, tarea del cristiano, Madrid 1978; GUITERAS, J., Evangelizació, Publicaciones de ('Abadía de
Montserrat, Barcelona 1985; GEVAERT, J., Primera evangelización, CCS, Madrid 1996; GUTIÉRREZ. G., La fuerza
histórica de los pobres, Sígueme, Salamanca,1982; GALILEA,S., Evangelizar en el presente y en el futuro de América
Latina, Bogotá 1979; INSTITUTO DE LA VIDA RELIGIOSA, Gracia y desgracia de la evangelización de América,
Publicaciones Claretianas, Madrid 1992; KELLER, M. A., Evangelización y liberación, El desafío de Puebla, Biblia y
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Teología de la Liberación, Trotta, Madrid 1990, 1, 155-174; OBISPOS VASCOS Y DE PAMPLONA, Creer en tiempos de
increencia, Cuaresma-Pascua 1988; POUPARD, P., Iglesia y cultura, Edicep, 1985; RovIRA BELLoso, J. M., Fe y
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TORRE, J. A. DE LA, Evangelización inculturada y libera-dora, Abya-Yala, 1989; VARIOS, Haced discípulos a todas las
gentes. Comentarios y texto de la encíclica "Redemptoris missio", Edicep, Valencia 1991; VARIOS, Evangelización y
liberación, Paulinas, Buenos Aires 1986; Revistas: Evangelización en el mundo de hoy: Concilium 134 (1978);
Evangelización y hombre de hoy: Sal Terrae 73 (1985/10); Evangelización y celebración litúrgica: Phase 32 (1992) n.
190.
Jesús Sastre
Exequias
Esta presentación sobre la pastoral de las exequias es, en cierto modo, una proyección
de la pastoral de exequias de la Parroquia de la Sma. Trinidad de Madrid, en la que
ejerzo mi ministerio presbiteral. Esta pastoral queda ampliada y reforzada con la
experiencia ya prolongada que la parroquia lleva a cabo en uno de los tanatorios de
Madrid.
La pastoral de las exequias no se limita a una edad determinada. Se muere a todas las
edades. Mueren niños, adolescentes, jóvenes, adultos. Sobre todo, mueren personas
mayores. La edad es un dato muy importante a tener presente a la hora de las
exequias. La situación anímica de la familia reviste características especiales y, según
los casos, complejas. Las circunstancias de la muerte pueden agudizar el estado
anímico familiar. La comunidad parroquial tiene ahí una realidad pastoral importante.
La muerte ha podido venir precedida por buen acompañamiento del equipo de
enfermos de la comunidad, del sacerdote. En ocasiones, sor-prende a propios y
extraños.
b) Se muere sin prisa. En la lista, con una media de veintidós muertos, que nos
entregan a diario en uno de los tanatorios de Madrid, pidiendo el servicio religioso,
observamos que la edad media de la muerte oscila entre los 80 y 84 años, seguida en
segundo lugar, por los que mueren entre los 75 y 80 años. Esta realidad nos aporta
connotaciones nuevas: El trabajo absorbe la vida de la pareja se limita el tiempo
dedicado a atender al padre, a la madre, a un hermano, al suegro... A menudo les
acompaña un inmigrante, y es éste quien cierra sus ojos en más de una ocasión. Las
residencias van siendo con más frecuencia que antes su casa definitiva. Los centros
especializa-dos son otras de las derivaciones para nuestros enfermos.
c) Se entierra, se incinera, se ora, también con prisa. ¡24 horas! Es el tiempo legal, para
después proceder a la conducción del cadáver, en ese espacio de tiempo se han
llevado a cabo los requisitos de: arreglar el entierro, los detalles de la incineración, si la
familia los desea, la urna para las cenizas y su destino.El servicio religioso si es posible
en el día, evitando en ocasiones ir a la parroquia y así celebrarlo en un lugar adaptado
a sus conveniencias. El desandar lo andado por los familiares que han venido de fuera.
¡Todo en 24 horas! Hay naciones europeas que dedican 3 ó 4 días para hacer todo con
calma, con paz, humanizando estos momentos íntimos de la familia y viviendo la
celebración religiosa con profundidad y sin prisa. Todo este marco desempeña un
papel importante a la hora de las exequias.
Así entramos en una gama de situaciones socio religiosas muy variadas. Afrontar la
celebración crea con frecuencia fricciones familiares. Por una parte, la pareja, el
matrimonio, no mantiene ni unidad de criterios ni de prácticas. Hoy por hoy sigue
siendo la madre, la mantenedora de la llama de la fe. Pero en la mayoría de los hijos
de estos matrimonios observamos un conjunto de situaciones ante lo religioso muy
diverso y, en consecuencia, ante las exequias.
b) ¡Aquí están los alejados! Los buscamos. Pero... Hoy los tenemos aquí, en la Iglesia,
en el tanatorio. Las exequias, sobre todo en las ciudades, tienen en la actualidad
mucho de reclamo social. Ahí tenemos una tipología muy curiosa: en primer lugar, esa
gente buena, sencilla, fiel a su fe tradicional, los que dicen que son alejados sin más,
los que declaran ser practicantes y saben dar razones de su fe, los que se etiquetan de
agnósticos, sin saber dar demasiadas explicaciones de esa palabreja, no faltan aquellos
que se proclaman ateos, los que confiesan creer en Dios, pero no en la iglesia. De vez
en cuando se acerca alguno de otra confesión religiosa. La primera urgencia es generar
un espacio de acogida.
Pero Dios habla no sólo para los que tienen fe y participan en la celebración
ejercitando su fe. También habla para los extraños, para los no creyentes, que miran
las celebraciones desde fuera como un espectáculo curioso. Y para tantos cristiano de
fe débil o demasiado implícita que asisten -más que participan- en las funciones
litúrgicas por razones más o menos sociológicas. Para todos la liturgia posee por sí
misma una fuerza evangelizadora. No pueden menos de interpelarse y preguntarse
qué significa eso.
Para lograr esta meta el "equipo litúrgico" con el sacerdote debe tratar de ser fiel a las
reglas de la liturgia, y por otra parte, a la comunidad que preside, más o menos
heterogénea, haciendo uso inteligente de las mil maneras de acomodación que hoy
están a su alcance y que no pocas veces desconoce, o de las que prescinde por pura
comodidad. (Congreso Evangelización y hombre de hoy, pág. 277).
El paso de un año a otro se culmina con una celebración en la gran comunidad: con la
entrega de la Biblia y el "efetá"; la entrega del Credo o síntesis de la fe, y la entrega del
Padrenuestro como signo de la oración que da sentido a su vida.
El consejo pastoral, los sacerdotes, la misma comunidad, dan el visto bueno a esta
misión. ¿Cómo se les prepara para esta finalidad? Sensibles a la comunicación, a la
Palabra de Dios, a lo celebrativo, a los gozos y alegrías de la comunidad y del mundo,
los miembros de la comunidad son invitados a animar estas celebraciones. La Palabra
vivida en la comunidad semanal o quincenalmente, la Formación en la segunda parte
de la reunión en torno á la responsabilidad asumida (en este caso, las exequias), la
evaluación de cuanto acontece en las mismas, los símbolos que han ido dando vida a
nuestras reuniones, son medios que nos predisponen a un servicio exequial
evangelizador.
La acogida. Uno de los puntos que hay que cuidar es el momento de conectar con la
familia. Es el primer momento de acompañamiento. Un contacto con ella en la
parroquia o mejor en su casa es vital. En estos momentos hay familias locuaces, otras
son de un gran hermetismo. Ahí salen detalles de la muerte, realidades de su vida
familiar y profesional, gustos, objetos, aficiones, vida cristiana o no. Aparecerá su
actitud ante la vida: valores, aspiraciones... todo es importante para la familia y debe
serlo para nosotros. La pareja puede ayudar a sensibilizar al equipo. Hay que estar
atentos a las resonancias en los amigos, en personas que se sienten interpeladas,
quizá piden un diálogo. Las mismas personas, en un segundo momento de servicio,
realizan la acogida en la iglesia, acogida a la familia e invitación para colocarse en un
lugar preferencial. Entrega de la hoja de canto u hoja especial. A cuantos asisten a la
celebración, atienden a mil detalles con actitud de servicio. Hacen la acogida a la gran
comunidad. Queda un tercer momento de acompañamiento después de la
celebración. Ahí puede empezar una acción evangelizadora-misionera. Las exequias no
terminan en la Iglesia. Ni debe terminar ningún acontecimiento sacramental en la
celebración si tenemos esta clave evangelizadora.
Las lecturas. Otros miembros de la comunidad al servicio de las exequias habrán orado
con las lecturas previamente escogidas, cuidan de que sean proclamadas con unción y
la ambientan con una monición. La idea central puede plasmar-se en un mural
colocado en un lugar destacado, visible a todos. Es esa frase la que puede ayudar a
centrar la homilía. La Palabra es uno de los grandes retos en estas celebraciones.
Habría que regalar biblias a la familia, invitar a cursos de formación en la comunidad.
Es entonces cuando se nos pide armonizar los lenguajes antropológicos, bíblico,
simbólico, testimonial..., de modo que la Palabra de Dios ocupe uno de los momentos
cumbres de la celebración, dejando claro el anuncio, el Kerigma.
Los símbolos. Estamos en un mundo en el que los símbolos juegan un papel muy
importante en todos los órdenes de la vida: en la política, el deporte, el comercio...
Otra tarea para el equipo animador. Tienen un valor clave en lo religioso, en lo
celebrativo, de un modo particular en la celebración exequial. El cirio pascual goza de
un valor simbólico especial dentro de las exequias, pero hay que llenarlo de contenido,
de vida, a la hora de su significación. Puede aparecer encendido antes de la
celebración, puede ser encendido ante la comunidad ya congregada, puede exigir una
breve explicación de lo que representa, se le pueden añadir unas flores en un
momento determinado, se puede encender desde él una vela y llevarla, por ejemplo, a
la urna de las cenizas o entregarla a un miembro de la comunidad, invitando a
dejarnos iluminar por Cristo, luz del mundo más en momentos significativos como
éste. Hay otras partes de la celebración que nos dan la oportunidad de poder explicar
otros símbolos: un objeto personal muy importante para el difunto y los amigos;
detalles de su vida de hogar, del trabajo, del deporte... A veces la familia, los amigos,
son los que sugieren la idea, y a quienes les agrada ofrecerlo, por ejemplo en el
ofertorio. He aquí otro reclamo evengelizador, si sabemos darle la fuerza que
contiene. En ocasiones, un poema puede hacer de catalizador en este momento de la
celebración exequial.
La colecta. Hay quienes no la hacen nunca. Otros jamás dejan de hacerla. En ambos
casos hay que descubrir su sentido evangelizador. Apenas se motiva. No la hacemos
cercana al pueblo, por ejemplo, en este caso exequial, dejarla en manos de la familia.
¿No tendrá carácter más evangelizador el dar motivaciones por las que se pueda
ofrecer? Un hecho social que acaba de ocurrir, una obra social que tiene la parroquia
aquí con el tercer mundo, dejarla en el altar, entregarla a la familia al final de la misa,
para que sea ésta, pueblo de Dios, la que tome la decisión. He aquí otra función
preciosa delicada, para el equipo animador. Es otro medio que ayuda a que los que
han participado, a que tomen una vez más iniciativas, se interroguen, respondan.
Acción evangelizadora, misión. Esto no termina con las exequias. La misa exequial
sigue. Es la hora en la que todo el equipo, sabiendo que el presbítero es uno más del
mismo, entra en contacto con los que han participado. Hay que seguir en activo,
interviniendo, dialogando. Y no sólo con la familia, con todos. Los rostros del equipo
pueden ser significativos para más de uno. No perdamos nuestra misión
evangelizadora. Hay que salir a la calle, fuera del templo parroquial. Quizá ahora nos
corresponda más la tarea de escucha: apreciaciones de la celebración, interrogantes
que ha podido crear, cosas que han agradado, otras que han molestado, sugerencias,
invitación a tomar una copa, cita para hablar un día... Estamos tocando el dintel de lo
que nos puede conducir a seguir la evangelización.
Los tanatorios. Dentro del mundo exequial se encuentran hoy los tanatorios. Están
llegando a todas las ciudades y poblaciones de cierta importancia. Se diría que las
familias y empresas funerarias han sincronizado oferta y demanda. Queda resuelto en
un momento todo tipo de tramitaciones. Los tanatorios han captado las necesidades
de las familias reacias a este hecho, han pasado a verlo con toda normalidad. Entre las
diversas atenciones que éstas demandan una, de ellas es la religiosa. Hoy por hoy, en
nuestra experiencia de 15 años en un tanatorio de Madrid, con unos 25 muertos
diarios, la mayoría piden estos servicios. No bajamos de 22 celebraciones diarias de la
Palabra. La mayor parte demandan el rezo de un responso. Las familias desgranan
rosarios. Poco, mejor casi nada, rezan con la Biblia, les cuesta hacerse a esa nueva
fórmula. Ante el hecho religioso, en las familias se ve una gama muy diversa. Las hay
que "pasan" de la misa diaria que se celebra en el tanatorio, las que se recogen en su
velatorio a la hora de la celebración de la Palabra. En general, se da una aceptación
buena, al menos respetuosa, de la eucaristía.
A la luz de esta opción pastoral caben otras preguntas: ¿Opción sacramental? ¿Opción
más evangelizadora? ¿Mezcla de la opción sacramental y evangelizadora? Algunos lo
resuelven celebrando la misa diaria para todas las familias que se encuentren en el
tanatorio. Por otra parte, se realiza la celebración de la Palabra en cada velatorio. Son
más de 500 personas con las que se conecta a diario. Las familias van descubriendo
una oración cercana, esperanzadora, que en les llena de paz. Una oportunidad
importante para abrir la puerta a una acción evangelizadora. La misa celebrada por
algún sacerdote cogido al azar puede ser la ocasión para desconectarse de la parroquia
en un momento importante para la vida comunitaria de la familia y de la comunidad
parroquial, ya que ven en esa misa un sustituto del funeral. ¿Y los seglares? Llegó su
hora. Son sujetos activos propios de estas celebraciones de la Palabra. Una vez más
vemos aquí la singular importancia de las comunidades, previo proceso
"catecumenal". Esos miembros viven su fe en la misma, están en formación
permanente, y les llega el momento de hacer este servicio exequial y de contacto
misionero con los familiares de los difuntos. Los tanatorios presentan otra
oportunidad para la acción evangelizadora: con motivo de la incineración.
¿Qué hacemos con la urna? El mar, la montaña, el jardín, el río, un parque, el nicho
familiar, algunas iglesias, el aire... son lugares que acogen estas cenizas. Algunas
ciudades españolas han destina-do un barco para depositar estas cenizas en el mar a
una distancia determinada, otras han creado un dispositivo que las lanza al aire.
¿Qué hacemos pastoralmente? Las familias van resolviendo este hecho con un
sentido, en general, profundo. Un silencio... las echan al mar, después unas flores, leen
un poema, otros un pasaje bíblico y como final rezan un Padre nuestro todos
abrazados. Al día siguiente alguno comenta que las flores permanecían en el mismo
sitio que cayeron las cenizas. Una realidad. Está ahí. Nos pide respuesta, ofertas a
familias que lo agradecerán. Este servicio incrementará la acción evangelizadora.
Coordinando esta acción evangeliza-dora. Vemos como un gran ideal que los
ministerios eclesiales sean animados por las comunidades que van saliendo de estos
procesos de fe.
Esto supone: -la creación constante de estas comunidades animadoras de los servicios
en el seno de la gran comunidad, uno de ellos es el de las exequias, -la formación
específica para el dicho servicio en la propia comunidad, en ese espacio de puesta la
día, formación, que se tiene en una de la partes de la reunión comunitaria.
En la medida que van siendo realidad en las comunidades parroquiales estos servicios
específicos, hay que saber coordinarlos con las personas que vienen realizándolos. En
el caso de la exequias, habrá que estar muy atentos a los que trabajan con los
enfermos, a los animadores de los grupos litúrgicos, y siempre a personas concretas
que se sienten vocacionadas y tienen dones, cualidades para esta misión. Así una
buena coordinación es pieza clave para esta acción evangelizadora.
BIBL. — Evangelii Nuntiandi (E.N.) PPC. Madrid 1975; Catechesi Tradendae (C.T.) PPC Madrid 1979; Directorio
General para la Catequesis. L. Editrice Vaticana Citta del Vaticano 1997; Congreso: Evangelización y hombres de
hoy. Edice Madrid 1986; COMISIÓN EPISCOPAL DE LITURGIA, Exequias, 1989, R. Ex. Credograf, S.A. Ripollet
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D. BOROBIO, Catecumenado para la Evangelización. San Pablo 1997; C. FLORISTÁN, Para comprender el
Catecumenado. Verbo Divino. Estella. Navarra 1989; J. M. CASTILLO, Espiritualidad para las comunidades. San
Pablo. Madrid, 1996; J. GARCÍA HERRERO, Sacramentos, celebración de la presencia de Dios en vida. Verbo Divino.
Estella. Navarra, 1994; J. VICo PEINADO, Dolor y muerte humana digna. San Pablo. Madrid, 1995; A. PAGRAllI, La
pérdida de un ser querido. Un viaje dentro de la vida. Ediciones Paulinas 1991; H. BouRGEols. Los que vuelven ala
fe. Editorial Mensajero 1995; Adiós. Revista de Empresas. Empresa Mixta de servicios funerarios de Madrid 1999.
Año IV.
Ignacio Jordán
1. Introducción
2) Carta del Papa Juan Pablo II a las familias (22-2-94): El Papa Juan Pablo II hizo
pública el 22 de febrero de 1994 una Carta a las Familias, con motivo del Año
Internacional de la Familia. Dicha carta de 102 páginas, en su edición española, consta
de una introducción y dos grandes partes: "La civilización del amor", y "el es-poso está
con vosotros". El estilo de dicha carta es de "meditación profunda" sobre la familia. No
se trata de recordarnos los Derechos de la Familia (ya lo hizo en 1983), o de defender
la familia, sino que el Papa trata de indicarnos cuáles son los fundamentos profundos y
el valor de la familia, desde un punto de vista humano y cristiano. En la introducción, el
Papa afirma que la familia es camino importante para la Iglesia, y la Iglesia la valora
porque en una familia se quiso encarnar el Hijo de Dios, y vivir su misterio (n. 2). En la
primera parte ("La civilización del amor") se afirma que Dios creó al varón y a la mujer,
y que el origen de la familia hay que buscarlo en Dios mismo, en el misterio de la
Trinidad (n. 6). Por eso, las personas humanas están llamadas a formar una alianza
conyugal, en la que el varón desarrolla su paternidad y la mujer, su maternidad (n. 7).
Hombre y mujer deben unirse en la profundidad del amor y de la verdad (n. 8), y su
mutuo consentimiento es la garantía y la base del bien común del matrimonio y de la
familia (n. 10). Hombre y mujer unidos, en la entrega sincera de sí mismos, hacen
posible el nacimiento de una nueva vida (n. 11), desde la civilización del amor (n. 12).
Por ello, se pide una maternidad y paternidad responsables, es decir, no se-parar la
dimensión unitiva (amor) y procreativa (n. 12). El Papa afirma que no es fácil este amor
que pide el proyecto cristiano de familia: es un amor exigente (n. 14), no utilitarista,
superficial explotador o placentero, sino personalista, libre y responsable (n. 14).
Finaliza el Papa esta primera parte de su carta haciendo una llamada a que los padres
sean educado-res verdaderos de sus hijos en todos los campos, incluido el espiritual
(n. 15), y recordando que la familia es una institución básica y necesaria para la
sociedad (n. 17). En este sentido el Estado, afirma el Papa, debe realizar una política
familiar de ayuda, y favorecer uno de sus derechos fundamentales: un trabajo digno
para poder subsistir las familias (n. 17). En una segunda parte ("El esposo está con
vosotros"), hace referencia el Papa al modelo de familia que expresamente quiso
Jesús. Es posible realizar lo que Jesús quiere para las familias porque Él (como Esposo)
está en medio de las familias con su ayuda (n. 18). Más aún: la familia, como la Iglesia,
es esposa de Jesús, según San Pablo nos enseña (n. 19). El Papa lanza un mensaje de
esperanza a todos los matrimonios y familias: "¡No tengáis miedo; el Esposo está con
vosotros!" (nn. 20-22). En definitiva, en la familia, cada persona, debe realizar su
verdadera vocación a lo más alto a lo que está llamado: la santidad (n. 23). En
resumen, el Papa Juan Pablo II ha puesto de relieve la importancia de la familia desde
lo que es su misterio más profundo: querida por Dios, en la que las personas se
realizan mediante la entrega de sí mismas, y en la que es posible realizar un proyecto
de amor, vida y verdad, y con ello el nacimiento de una nueva civilización.
- Familia nuclear, es decir, padres y no muchos hijos, y en la que cada vez más
raramente convive una tercera generación, la de los abuelos.
- Son familias en las que suele haber poco tiempo para la convivencia y el diálogo. Se
habla, por eso, de familias funcionales, muy flexibles y adaptables a lo que el mercado
de trabajo o las modas culturales reclaman.
- Familias muy influenciadas por los medios de comunicación social: para los niños -
hablamos principalmente de la TV, vídeos y ordenadores- éstos se convierten, de
hecho, en su niñera y hasta en su principal educador; para los abuelos, la radio y la TV -
en menor medida la prensa-son el recurso ordinario para romper su soledad; y, para
muchas parejas, son la excusa para la falta de diálogo.
- Ante la profunda crisis social y estructural, la familia tiene miedo al futuro, y se refleja
en repercusiones concretas en esa misma realidad familiar: visión pesimista ante la
vida, poco diálogo, posturas inflexibles, deterioro de la salud física y psíquica. Y, ante el
deterioro de servicios y de calidad de vida, masivo éxodo de los núcleos rurales a la
ciudad.
- Hay miedo a la educación de los hijos, y se suele confiar ésta muy temprana-mente a
otras instituciones educativas. Con lo que esto supone de positivo y negativo. Incluso
la vivencia religiosa se comparte muy poco en familia, aunque cada uno de los
miembros la viva por se-parado o en comunidades de referencia.
Añadamos, finalmente, a estos datos descriptivos, el que son familias, las post-
modernas y neoliberales, con poco sentido de la militancia social y de la solidaridad, a
pesar de la gran información de la que disponen. Y que se valora mucho, y cada vez
más, la búsqueda de la calidad de vida, desde un narcisismo o individualismo a veces
sospechoso.
- Dentro del misterio de Jesucristo, y en Él, del Dios Vivo Trinitario, la pastoral familiar
se inscribe en la gran vocación a hacer posible el Amor y la Vida.
Los nueve obispos de "Iglesia en Castilla" concretaban de esta manera los principales y
más necesarios objetivos de la Pastoral Familiar:
2.3. Las grandes acciones de una pastoral familiar: tiempos, estructuras, agentes y
situaciones
Esta acción pastoral remota comenzaría desde la infancia, época clave en el desarrollo
de la persona.
Más en concreto, dentro de la pastoral familiar, esta acción pastoral remota debe
saber integrar y valorar las dos gran-des vocaciones al amor: el matrimonio y la
virginidad. Y debe saber educar en la castidad, desde una visión realista e integral de la
sexualidad.
No cabe duda de que en esta etapa remota, como afirman los obispos italianos (n. 29),
la catequesis juega un papel decisivo. Una catequesis que no se reduce a una
transmisión doctrinal, sino a la formación de una nueva mentalidad y a favorecer una
experiencia de vida.
Es un medio pastoral privilegiado, en muchos casos, para entrar en contacto con los
llamados "alejados".
En todo caso, hay que abrir a las parejas más allá de su pequeño mundo intimista a
dimensiones fraternas, comunitarias y universales.
Desde esta pastoral integral podrán poco a poco entender, por ejemplo, por qué la
unión y el amor interpersonal tiene dimensiones "comunitarias", y las relaciones
prematrimoniales no son sólo una decisión de dos. Se integran en un proyecto
comunitario cristiano y deben dar razón responsable ante la comunidad cristiana y
humana.
Para que esta acción pastoral próxima sea posible, es necesario disponer de recursos
humanos (agentes) y materiales. Los centros de orientación familiar son un pilar básico
para esta etapa pastoral, como lo serán para las posteriores.
Aquí, más que en ninguna otra etapa, se siente hoy el peso de los problemas
relacionados con la fe.
- Cuidar mucho la preparación y celebración del sacramento (c. 1064). Se debe evitar
tanto el laxismo como el rigorismo. Los rectores de iglesias no parroquiales, santuarios
o templos cerciórense de la preparación adecuada de los contrayentes.
- Se debe exigir a los contrayentes madurez de fe y vida cristiana (Cf. Ritual del
matrimonio, 6), haber recibido el sacramento de la confirmación, a no ser que exista
una dificultad grave (c. 1065); haber recibido una sólida formación (c. 1063) y estar
dispuestos a recibir, en la celebración, los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía (c.
1065, 2).
Los novios deben realizar expresa-mente una petición por escrito y contestarán
a un cuestionario adecuado sobre sus intenciones (expediente).
Las iniciativas pueden ser muchas, siempre con creatividad: acogida e invitación a
participar en la vida comunitaria; encuentro anual de los jóvenes esposos; encuentros
de formación y oración; fondo de ayuda y voluntariado a parejas con problemas
(materiales y de otra naturaleza)...
- No hace falta añadir que se debe estar muy atento en posibles procesos de crisis,
incluidas separaciones, o de muerte de uno de los cónyuges. En esos momentos el
acompañamiento personal y comunitario se hace más necesario que nunca.
Nos centramos en las Diócesis, don-de las familias viven en una "iglesia que crece
entre las casas de sus hijos" (Christifideles Laici). Se debe tener en cuenta lo siguiente:
- Hacer protagonistas a las propias familias de esta pastoral familiar, con el testimonio
de la propia vida y el fomento de asociaciones de familias y para las familias, tanto a
un nivel eclesial como civil.
Recientemente, María Navarro escribía: "es preciso que la comunidad cristiana preste
una atención especialísima a los padres, e incluso abuelos, mediante contactos
personales, encuentros con otros padres, e incluso mediante una catequesis de
adultos dirigida a ellos, en la situación concreta en que se encuentran".
5. Palabras finales
Una frase final y rotunda: hay que arriesgarse en la pastoral familiar, porque ¡el futuro
de la humanidad se fragua en la familia!, y porque la pastoral familiar, como ha escrito
un autor de nuestros días, es siempre "una buena inversión". Añado: una necesaria
inversión. Todo un reto, una llamada y una esperanza.
BIBL. — COMISIÓN EPISCOPAL DE MISIONES Y COOPERACIÓN ENTRE IGLESIAS, Familia en estado de. misión, Edice,
Madrid 1994; CONFERENZA EPISCOPAL ITALIANA, Direttorio di pastorale familiare per la Chiesa in Italia, Roma
1993; OBISPOS DE IGLESIA EN CASTILLA, Familia e Iglesia en Castilla hoy. Instrucción pastoral de los obispos,
Villagarcía de Campos 1995; J. M. ARTADI, Historia y teología del sacramento del matrimonio, Fundación Santa
María, Madrid 1987; W. KASPER, Teología del matrimonio cristiano, Sal Terrae, Santander 1980; J. P. BAGOT, Para
vivir el matrimonio, Verbo Divino, Estella 1990. R. BERZOSA MARTÍNEZ, Para comprender y vivir la iglesia
diocesana, Burgos 1998.
El campo es demasiado vasto para poder entrar en él, simplemente vamos a presentar
una visión de conjunto que ayude a percibir características, retos y preocupaciones
que presenta hoy la familia, como también algunos rasgos de una pastoral concreta
alrededor de la familia: los rasgos centrales de la catequesis familiar.
Vamos a intentar ver alguno de estos aspectos a través, en un primer momento, de los
tres documentos más principales del CELAM (Medellín, Puebla y Santo Domingo),
notaremos los diferentes ángulos con los cuales se asumen la valoración y el reto de la
familia y su pastoral concreta. En realidad son aspectos complementarios como
rápidamente se advierte.
Estos documentos nos sitúan en la visión más general de la Iglesia L.A. sobre la
problemática de la familia en el periodo de 1968 a 1992; periodo donde ya muchas de
las características actuales estaban ya presentes. Esta referencia nos hará más fácil el
poder presentar rápidamente un breve diagnóstico sobre la situación actual.
a) La perspectiva de Medellín
En este sentido y al tratar de la «familia y demografía» (documento 3), alerta sobre las
dificultades que presenta una reflexión sobre la situación de la familia: «porque ha
sufrido, tal vez más que otras instituciones, los impactos de las mudanzas y
transformaciones sociales» (1). Y así establece cuatro influencias fundamentales: el
paso de una sociedad rural a una sociedad urbana; el proceso de desarrollo que lleva
riquezas para unas familias, inseguridad para otras y marginalidad para las restantes;
el rápido crecimiento demográfico; y el proceso de socialización (2).
Apunta ya, también, las graves repercusiones y los problemas que estos fenómenos
producen, (todavía hoy son dignos de tenerse en cuenta, como veremos en un
posterior análisis): El bajísimo índice de nupcialidad, el alto porcentaje de hijos
ilegítimos, el crecimiento de la disgregación familiar, la acentuación del hedonismo u
erotismo como consecuencia de la propaganda propiciada por la sociedad de
consumo, la desproporción de los salarios con las necesidades básicas, serios
problemas de vivienda, mala distribución de los bienes de consumo: alimentación,
vestido, trabajo, comunicación, descaso, cultura, etc., y, finalmente, la imposibilidad
para muchos jóvenes de constituir dignamente una cultura.
Se refiere, después, al papel que debe desarrollar la familia y establece tres apartados:
Formadora de personas; educadora en la fe; y promotora de desarrollo. (4-7), y
concluye con dos aspectos: los problemas de la demografía en A.L. (8-11) y unas
recomendaciones acerca de la Pastoral Familiar (12-21).
b) El horizonte de Puebla
Después de hacer una breve reflexión teológica sobre la familia (582-589), establece
las opciones pastorales y las líneas de acción en relación a la Pastoral Familiar, a la que
considera a la vez objeto y sujeto de evangelización (590-616).
Recuerda los desafíos que enfrenta hoy la familia, destacando entre ellos: la variedad
en la forma de uniones; el quebrantamiento de los valores éticos y morales; las
dificultades sociales y económicas; destacando de forma especial los efectos de la
cultura de muerte que anida en las campañas antinatalistas que invaden Al., así como
el desafío que presenta la niñez abandonada, los niños de la calle, los niños víctimas de
la desintegración familiar, o el mismo infamante comercio que se realiza con muchos
de ellos (216-221).
Al final establece unas líneas pastorales en relación a la pastoral familiar (222-227)
bajo la base de subrayar la prioridad y centralidad de la pastoral familiar en la Iglesia
diocesana.
Pero así como la familia es un célula social y eclesial dinámica, también la acción
pastoral debe estar en permanente evaluación y quizá renovación, por ello
ciertamente son muchos los encuentros, los acontecimientos, las jornadas, las
sesiones de estudio, ect, que se dedican al estudio, al dianóstico y a la pastoral de la
familia en A.L. Citaremos solo dos de ellos: uno por su importancia internacional y otro
por su actualidad.
a) La importancia de la mujer
En primer lugar se debe resaltar con fuerza el gran significado y valor de la mujer en la
perspectiva familiar. La figura de la mujer, más como madre, que como esposa, tiene
un destacado papel no solo en la constitución familiar sino en hacer posible la
persistencia de esta unidad y el crecimiento y aún progreso de los hijos.
Como esposa, y ante una situación todavía de machismo, padece muchas veces
situaciones difíciles y aún violentas por mantener su hogar y porque a sus hijos no les
falte el pan.
Y como moradora del barrio, es una gran luchadora social. Está presente en la mayoría
de la organizaciones, busca el progreso y desarrollo común y se aprovecha del
aprendizaje que puede recibir en los Centros de Madres. Suele ser también la que
participa en todo tipo de organizaciones.
Las relaciones de pareja son centrales para la buena marcha de la familia y ya se sabe
que presentan aspectos muy positivos pero también dificultades. En este sentido, en la
familia popular latinoamericana hay sin duda, que estar alerta ante unas dificultades
añadidas a las normales. Dificultades que proceden todavía en buena parte del
entorno de la cultura.
La familia en L.A. ha sido hasta hace unos pocos años principalmente familia rural, hoy,
por el contrario, se ha constituido, ateniéndonos a su lugar de residencia, como familia
urbana. Pero la cultura no cambia tan rápidamente: el machismo, el alcoholismo, la
valoración del varón por encima de la mujer, el concepto de autoridad, las tempranas
uniones, son formas muy marcadas, clásicas de una cultura rural todavía presente en
mayor o menor grado y son dificultades reales a la hora de una relación normal de
pareja.
Son también a veces factores culturales los que inciden para que un número alto de
parejas no estén casadas religiosamente, ni siquiera civilmente, simplemente han
asumido el compromiso. «Estoy comprometido-a» se dice en varios países, para
significar que son marido-mujer que viven «normalmente» su relación de pareja
aunque sin legalizar su unión. Si nos referimos al aspecto religioso, no se casan no
porque no valoren el matrimonio religioso, sino porque al matrimonio no le pueden
acompañar con el «gasto social» que consideran exigido por la sociedad.
Las relaciones de pareja flaquean quizá también por la falta de madurez de las
personas al asumir un compromiso demasiado temprano; por el machismo imperante
que trata a la mujer más como objeto que como sujeto y compañera de vida; por el
ambiente externo que motiva al varón a no dejarse «dominar»; por los vicios
(generalmente del varón), alcoholismo, «mujeriego»; por la poca práctica de diálogo
entre los esposos.
Generalmente se dan familias de muchos hijos. Pero también, a los hijos que nacen de
un compromiso estable hay que añadir otros que son consecuencia de circunstancias
bastante generalizadas: los hijos de madres solteras, los hermanos de padres
diferentes, bien por sucesivas uniones, o también, a veces, procedentes de padres que
han tenido (en el mismo periodo de tiempo), hijos de mujeres distintas.
Sin duda todos los numerosos «niños de la calle» de las principales ciudades
latinoamericanas, y muchos de los que se están deslizando por los caminos de la
prostitución o de la delincuencia son víctimas de un entorno familiar adverso.
d) La situación socioeconómica
Esto también trae como consecuencia en el varón, el excesivo tiempo alrededor del
trabajo para «buscarse la vida», con el consiguiente cansancio, y la falta de tiempo
material y aún de deseo de dialogar, ni de enterarse siquiera de los problemas que hay
al interior de la casa.
La figura de Dios Madre tiene una especial significación en la familia popular de A.L.
Ciertamente bajo la figura de la madre los hijos comprenden mejor a Dios que bajo la
figura del padre. La madre se dedica a su labor con esa visión religiosa de dedicación y
sacrificio, de misión. Es una referencia central.
También es central la relación que se da a la vida con Dios. La vida es sagrada por eso
hay que defenderla. Se acepta mejor el fruto de una unión ilegal, o un hijo que quizá
va a traer problemas económicos, pero no se prescinde de él. El aborto (que
ciertamente es un problema grave y creciente), tiene en esta perspectiva su principal
freno.
Hay otra serie de valores religiosos que se mantienen vivos y proceden de las
formación recibida, y eso a pesar de las circunstancias difíciles que les toca vivir, e
incluso, aun teniendo a veces una unión irregular desde el punto de vista religioso. Son
los valores religiosos que responden a una percepción de la religión sacramental: la
valoración de los sacramentos para los hijos (sobre todo Bautismo, pero también
Primera Comunión y aún del Matrimonio. Asimismo se mantienen vivas las tradiciones
seculares, y los ejes de la «religión popular» que recibieron: las fiestas patronales, la
devoción a los santos, las procesiones, los signos religiosos, la trascendencia de lo
religioso en relación con los difuntos.
Se valoran los lugares de culto, y se desea y se colabora para que en sus sectores de
residencia haya capillas; los sacerdotes y religiosas asímismo son apreciados y
respetados. Se desea y aún reclama la educación religiosa de los hijos, sobre todo en lo
más tradicional: oraclones, catecismo , etc.
f) La presión de la modernidad
La sociedad moderna y su nueva cultura está entrando con fuerza sobre todo a través
de la presión que ejercen los medios de comunicación. Esto hace que los valores y aún
las formas culturales, estén en un permanente proceso de cambio. Este cambio trae
consecuencias positivas y negativas a la vez.
Entre las positivas hay que destacar por encima de otras, lo relacionado con una nueva
situación de la mujer. Con esta penetración cultural, la mujer es más valorada, ella
misma reclama una nueva situación en la sociedad y en la familia, lo que conlleva una
mejora en la relaciones de pareja en torno a una mayor conciencia de igualdad, mayor
convivencia y a la realización de planes comunes en relación a la marcha del hogar. Sin
embargo hay que advertir que es un proceso lento y desigual a la vez.
Campañas que son pagadas por organismos internacionales y apoyadas por los
gobiernos en orden a recibir ayudas económicas y que promueven estos métodos de
forma masiva, indiscriminada y al margen de la libertad de la mujer. Son muy
compulsivas .porque saben que se enfrentan a la concepción religiosa de la vida, y a la
valoración de la natalidad tanto en la mujer como en el hombre.
Estas campañas antinatalistas son antiguas, pero, sin embargo actualmente son mucho
más radicales. Están siendo especialmente notorias en Perú, Bolivia, Ecuador, donde
han sido objeto de muchas denuncias no solo de la Iglesia, sino de los medios de
comunicación y aún de organismos feministas.
4. La pastoral familiar
Dada la amplitud y diversidad de las situaciones en los diversos países de A.L. sería una
pretensión querer hablar concretamente y a la vez generalizando de la «pastoral
familiar» de la Iglesia latinoamericana. Cada nación presenta ritmos y características
muy propias tanto socio culturales como religiosos y aún eclesiales.
1) Se busca que se trate de una verdadera pastoral familiar, es decir que llegue a
profundizar en la realidad social de la familia en su conjunto. Que no intente partir de
la «familia idealmente constituída», sino de la realidad familiar y sus dificultades:
familias bien constituidas, pero tambien, uniones tempranas, abandono familiar,
madres solteras, problemas de violencia física y sexual, derechos familiares,
dificultades económicas, trabajo, vivienda, etc.
Tiene una estructura concreta y unos programas que se desarrollan a lo largo de dos
años, en los que se trata tanto de los problemas y dificultades de la familia, intentando
promover un diálogo en torno a ellos, como también del estudio de la Biblia, tanto de
los pasajes centrales del A.T. como de la vida de Jesús, y finalmente la Iglesia y los
sacramentos.
Su importancia recae en la fuerza que se les da a los laicos: la pareja, la casa de familia,
el entorno del barrio cobran un nuevo dinamismo. Los padres son los educadores en la
fe de sus hijos, la familia es la primera célula eclesial.
Las reuniones de padres de familia se dan bajo la coordinación de una «pareja guía»
que es la que tiene todo el protagonismo a la hora de la coordinación del grupo, esta
«pareja guía», que a veces no es una pareja, porque la mayoría son solo mujeres, es
elegida entre ellos mismos, Se reúnen en grupos de unas cuantas familias del mismo
barrio o calle, y el lugar de reunión es la casa, (hasta se pueden ir rotando las casas de
los diversos participantes).
Los niños que reciben su formación religiosa de sus padres, completan esta misma con
juegos y dinámicas que les imparten jóvenes preparados, los «Animadores», que de
esta forma también colaboran con todo el proceso y ayudan a que los niños vayan
madurando también en el proceso.
Una vez que se van viendo los frutos, los primeros participantes con los principales
valedores y las personas que, conociendo mejor su propio ambiente, deben ser las que
sepan promediar exigencia y responsabilidad con situaciones de dificultades mayores.
Para resaltar su importancia damos los datos de una nación: Perú. Se inició la
experiencia en 1974 en una parroquia urbana de los suburbios de Lima, y hoy está
establecida en la casi totalidad de las jurisdicciones eclesiásticas y en un buen número
de colegios, (sobre todo los religiosos de sectores populares). Cada año más de 5.000
parejas y otros tantos animadores reciben su formación «ad hoc» en cursillos o
nacionales o diocesanos.
Daniel Camarero
Familiaris Consortio
Fanatismo
En el terreno religioso, fanático es la persona "fideísta" (no sabe dar razón de su fe),
fundamentalista, orgullosa de su propia verdad y, en cierta manera creyéndose
"mesías" o salvador.
Tenemos que decir que, pastoralmente, el fanatismo es uno de los peligros más
acentuados y visibles que, como afirma el Vaticano II, impide el que las personas se
acerquen a la religión y descubran el rostro del verdadero Dios.
Fe y conversión
SUMARIO: 1. Fe es creer. Creer es tener fe. — 2. Conversión. — 3. Dos aspectos de una
misma realidad. — 4. Caminos de acceso a la fe y a la conversión. — 5. Vivir la fe y la
conversión como tarea permanente. — 6. Acción pastoral.
Es un acto personal, mediante el cual una persona se entrega a otra, movida por la
confianza que esa otra persona ha despertado en ella. Es entregarse al tú de otra
persona para encontrarse con ella, conocerla, amarla.
Cuando alguien dice con sinceridad "creo en ti", está abriendo su corazón y su vida,
está entregándose a la otra persona, está poniendo su confianza, descansando, en esa
otra persona, está aportando todo lo que uno tiene y todo lo que uno es por la otra
persona, que ha sido capaz de suscitar este profundo movimiento de confianza y
entrega.
"Creo en ti" le dice la mujer enamorada a su amigo o amiga; "creo en ti" le dice el hijo
a su madre desde que empieza a sentir la experiencia de verse amado; "creo en ti" le
dice la alumna a su profesor o profesora, que ha captado su admiración. Tener fe,
creer, es un elemento imprescindible en toda vida humana de relación. "No existe
ningún ser humano en la tierra que no parta de una fe original o que no tenga fe, es
decir, que no posea convicciones, certezas, creencias, persuasiones, confianza sobre
cuestiones de las que no tiene una total evidencia ni una demostración lógica"
(SCILIRONI, Posibilitat e fondamento de la fede, Ed. Messaggero, Padova (1988), 148
ss., citado por E Ardusso "Aprender a creer", Sal Terrae (1999), 25).
Creer es fiarse de la palabra de alguien que ha llegado a tocar el núcleo más personal
de nuestro ser: la inteligencia y el corazón.
Escuchemos la descripción que W Kasper hace del acto de creer: "Creer significa decir
amén a Dios, afianzarse y basarse en él; creer significa dejar a Dios ser totalmente
Dios, o sea, reconocerlo como la única razón y sentido de la vida. La fe es, pues, el
existir en la receptividad y en la obediencia. Poder creer y tener esa posibilidad es
gracia y salvación, porque es en la fe donde el hombre encuentra apoyo y base,
sentido y meta, contenido y plenitud; y es en ella donde, en consecuencia, es salvado
de su carencia de apoyo, de su falta de objetivos, del vacío de su existir. En la fe puede
y tiene la posibilidad de aceptarse a sí mismo, porque ha sido aceptado por Dios. Por
eso en la fe hemos sido aceptados como hijos de Dios, siendo destinados a participar
de la esencia y figura de su unigénito (Rom 8,29)" (W KmPER, Jesús el Cristo, Sígueme,
Salamanca (1979) 265).
2. Conversión
Convertirse significa volverse, pasar de una situación vital a otra situación opuesta. En
el lenguaje humano, que trata de expresar realidades humanas, se habla de que una
persona se ha convertido, cuando cambia algunas pautas de comportamiento
realmente importantes. Así, por ejemplo, un drogadicto se convierte cuando deja las
drogas y se pone en camino de rehabilitación; del mismo modo se convierte el
delincuente, que decide llevar una vida honrada; también una persona, más o menos
solitaria, se convierte cuando el amor irrumpe en su vida, al descubrir al hombre o a la
mujer de sus sueños.
Cuando una persona siente, como un flechazo, la llamada del amor, tiene la sensación
de quedar un tanto transtornada. La hondura de esta experiencia llega a lo más
profundo del ser humano. Desde ese momento, tan difícil de describir, uno siente que
todo es distinto, si bien todo sigue igual. Los quehaceres, las actividades, el discurrir de
cada día sigue siendo el mismo; pero todo ello queda transformado por una nueva luz,
una nueva ilusión, una nueva alegría. Nos preguntamos ¿qué ha pasado? Y la
respuesta obvia es: ha aparecido el amor.
El YO es solicitado por un TU, que le saca de sí mismo. Uno sale de sí mismo para ir al
encuentro de la otra persona. Pero, antes incluso de encontrarse con ella, esa persona
amada ocupa el centro de la vida del enamorado. El surgimiento del amor ha
provocado una especie de descentramiento; por eso el enamoramiento se
experimenta como una especie de trastorno, que no locura; un trastorno que cambia
la vida, el talante, la actitud, los sentimientos, hasta la voluntad del enamorado.
Podemos afirmar que, al responder a la llamada del amor, la persona se convierte, se
vuelve a la persona amada; ya no vive para sí sino para ese otro/otra, que ha ocupado,
de hecho, el centro de su vida.
Esta expresión de San Pablo nos permite comprender que, a partir de su conversión, el
centro de la vida del creyente es Dios mismo; es la voluntad de Dios la que conduce su
vida. Como en el caso del propio Jesús, para quien la voluntad de su Padre es el centro
de decisión: "Mi comida es hacer la voluntad de mi Padre" (Jn 4,34 ). "He bajado del
cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado" (Jn 6,38). La
respuesta de fe sitúa a Dios en el centro, en el quicio de la vida del creyente. Esta
vuelta a Dios es lo que constituye, como decíamos anteriormente, la conversión, en
sentido religioso.
A semejanza del pueblo e Israel, también cada creyente necesita vivir en un estado
permanente de conversión moral. Sus dudas, vacilaciones, tropiezos y fracasos le
hacen experimentar la necesidad de ser perdonado por Dios, como lo expresa
maravillosamente el Salmo 50: Miserere.
Resumiendo, podemos afirmar que al primer acto de fe, que supone una entrega a
Dios, acompaña siempre una primera conversión religiosa, que sitúa a Dios en el
centro de la vida del creyente. A partir de este momento, en la historia religiosa de
cada persona se suceden los momentos de fidelidad e infidelidad. El enfriamiento en la
fe va acompañado de un debilitamiento moral y, cuando en situaciones de infidelidad,
uno experimenta de nuevo la llamada de Dios, el creyente se vuelve a Dios y reinicia, al
mismo tiempo, el camino de la vuelta a la fidelidad a Dios y el camino de su conversión
moral. Así canta, agradecido, Tobías: "Si os volveis a él de todo corazón y con toda el
alma, para obrar en verdad en su presencia, se volverá a vosotros sin esconder su faz"
(Tob 13,6).
Es posible creer, es posible responder a Dios, porque es posible que Dios hable, que se
revele al ser humano. Si negamos esta posibilidad, negaríamos la posibilidad de la fe.
Es ésta una cuestión importante. Se suele salir al paso de esta cuestión afirmando que
Dios ya habló a la humanidad a lo largo de la historia, como queda recogido en la
Sagrada Escritura. En esta respuesta subyace una imagen que no es exacta; Dios habló,
pero ¿cómo?, ¿diciendo palabras al oido del escritor sagrado? No parece ser ésta la
comprensión actual del concepto de inspiración. ¿Acaso Dios habló en otros tiempos,
pero ya no habla al hombre y mujer de nuestro tiempo? Esto equivaldría a
imaginarnos a un Dios reducido al silencio, que vive de espaldas al devenir de la
historia y que deja al ser humano abandonado a su suerte. Pero no es esto lo que nos
transmite San Pablo, cuando afirma que "Dios quiere que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2,4). Dios se revela, en efecto, no
guarda silencio ni abandona al hombre a su suerte. Pero Dios se revela, es decir, habla
al hombre y mujer de todos los tiempos en la historia; Dios está presente en la historia
del hombre, "se hace sentir y le va desvelando su misterio, haciendo así posible que el
hombre pueda comprender el sentido último de su vida y tener desveladas las claves
fundamentales del misterio que él mismo es" (A. TORRES QUEIRUGA, La revelación de
Dios en la historia, Fundación Santa María, Madrid 1985,17).
Resumiendo: porque Dios habla (en presente), y porque la actitud religiosa del ser
humano le hace capaz de escuchar y responder a Dios, por ello es posible la fe.
Descubramos ahora, en la historia, cuáles son los caminos de acceso a la fe.
"Nadie viene a mí si mi Padre no lo atrae" (Jn 6,44). Desde el primer momento debe
quedar claro que la iniciativa de acceso a la fe parte de Dios. La experiencia del
hombre bíblico, que ha captado, con profundo sentido religioso, la revelación de Dios
pone de manifiesto en múltiples pasajes que es Dios mismo quien, con su acción
misteriosa, sale al encuentro del ser humano. Desde Abrahan hasta Jesús, pasando por
Moisés, los Jueces, David y los Profetas, Dios aparece tomando la iniciativa de
manifestarse a los hombres y mujeres, a los que quiere ofrecer su salvación.
La carta a los Hebreos, en su capítulo once, nos ofrece los ejemplos paradigmáticos de
los personajes antiguos que fueron visitados por Dios: Abel, Henoc, Noé, Abraham,
Moisés. El creyente de la Biblia descubre a Dios actuando en la historia. Esta acción de
Dios, y la palabra que lo acompaña, es voz, es llamada, es autodesvelamiento de Dios.
Es Dios llamando al hombre e invitándole a una respuesta creyente y fiel. Ellos
respondieron con la fe a esta autorevelación de Dios.
Jesús es el salvador enviado por Dios; en él encontramos al "testigo fiel" (Hebr 3,2) que
nos acerca a Dios y nos ofrece su misericordia. Pero, al mismo tiempo, él es el sumo
sacerdote que se ofrece al Padre en representación de todos los humanos; por él
tenemos acceso a recibir con libertad y responsabilidad la misericordia de Dios.
"Teniendo, pues, un sumo sacerdote extraordinario, que ha atravesado los cielos,
Jesús, el Hijo de Dios, mantengamos firmes la fe que profesamos" (Hebr 4,14). Dios,
pues, toma la iniciativa de autorevelarse a la humanidad y posibilita, de esta manera,
nuestra respuesta de fe. En su Hijo Jesús Dios nos dice su última palabra y, al mismo
tiempo, recibe nuestra primera respuesta de fe. Jesús es, de este modo, el principio y
fin de todo lo creado: por quien todo fue hecho y por quien todo ha sido salvado.
La única cuestión importante consiste en encontrarse con Jesús, para tener acceso a
Dios. Encontrarse con Jesús: éste es el corazón de la fe. ¿Dónde encontrarse con
Jesús?, preguntan muchas personas. La respuesta de un creyente es, a la vez, simple y
compleja: en el hombre, en la mujer, especialmente en el pobre: "Cada vez que lo
hicisteis con un hermano mío de esos más humildes, lo hicisteis conmigo" (Mt 25,40).
Todo ser humano es, además de imagen de Dios, parte del Cristo místico que ha sido
constituido en Jesús resucitado. Jesús, el Cristo, ha sido constituido cabeza de la
humanidad, principio universal de salvación. El es el "sacramento de encuentro con
Dios" (ScHLLEBEECKX).
Pero ninguna realidad humana agota el modelo que es Cristo. O lo que es lo mismo, la
imagen de Cristo en el hombre es siempre una imagen desvaída, como un boceto de lo
que quiere representar. Por eso es difícil encontrar en la persona humana el rastro o la
huella de Jesús, el Cristo. Por la misma razón corremos el peligro de intentar buscar a
Jesús por otros caminos, más "espiritualistas", saltándonos la realidad, a veces dura,
de los hombres y mujeres que nos rodean. Cuando caemos en esta tentación estamos,
en cierto sentido, negando el principio de la Encarnación.
Encontrar a Jesús en sus hermanos, los hombres y mujeres de todos los tiempos, es
posible gracias a la acción del Espíritu, que nos abre los ojos de la fe para descubrir
esta presencia misteriosa del Señor encarnado y hecho uno de los nuestros.
Cuando el creyente abre su corazón al don de Dios, cuando el Amor se hace presente
en su vida, por la fe, el creyente se siente solicitado por quien necesita amor; ahí
entran todos los que, aplastados por las injusticias y sufrimientos de la vida, son
descubiertos como "sacramentos de Cristo"; es Dios mismo quien solicita este amor,
un amor con obras y de verdad (1 Jn 3,18). La respuesta de fe va, por consiguiente,
acompañada de la conversión.
Poner la vida de cara a Dios, acoger su palabra, dejarse alcanzar por su amor, ofrecer a
Dios una respuesta obediente y fiel en el quehacer de cada día son algunas actitudes
de una persona creyente y convertida. Pero la experiencia nos dice que estas
actitudes, que configuran una vida cristiana, sufren los vaivenes propios de las
actitudes humanas. Junto a una opción fundamental, realizada por la persona
creyente, subsisten las múltiples opciones parciales, que no siempre son coherentes
con la opción fundamental.
Descubrimos, con cierto desasosiego interior, que las raíces del pecado siguen estando
presentes en nuestro interior, incluso después de habernos convertido. "La fuerza del
mal es como una fuerza centrífuga que solicita a la libertad humana para que el
creyente se aleje de Dios" (Nuevo Diccionario de Catequética, Paulinas 1999, 970).
Precisamente por esto necesitamos la ayuda permanente del Espíritu, que actúa como
una fuerza centrípeta, para centrar de nuevo la vida del creyente en Dios. Esta
asistencia del Espíritu hace posible que el hombre y la mujer cristianos vivan en una
actitud de conversión permanente a lo largo de su vida.
Teniendo en cuenta, además, que esta conversión es, al mismo tiempo, moral y
religiosa, habremos de concluir que esta actitud de conversión necesita ir acompañada
de un esfuerzo de maduración en la fe. Al principio constatábamos que fe y conversión
son dos aspectos de una misma realidad. Consecuentemente, la profundización en uno
de los aspectos incluye el avance en el otro.
Vivir en actitud de conversión permanente llevará al cristiano a profundizar en su
actitud de fe, procurando: 1) una entrega cada día más generosa al Dios de Jesucristo;
2) vivir esta entrega en comunión con otros creyentes; 3) estar abierto a las continuas
llamadas de Dios, que hace llegar su voz a través de las mediaciones humanas y de los
acontecimientos; 4) traducir en una vida comprometida con la causa del Reino
(justicia, fraternidad, paz y dedicación a los últimos de la tierra) su opción fundamental
por el Dios de Jesucristo; 5) ir recreando el hombre y la mujer nuevos, a la medida de
Cristo, capaces de humanizar las relaciones sociales, políticas, culturales, de manera
que contribuyan a que todo hombre y mujer lleguen a ser lo que están llamados a ser;
hijos en el Hijo amado del Padre y hermanos en la nueva familia de Dios.
6. Acción pastoral
Nos preguntamos ahora ¿qué acción pastoral puede conducir a los hombres y mujeres
de nuestro tiempo a este paso fundamental de la fe y de la conversión?
Comenzando por una respuesta genérica, habríamos de decir que toda la acción
pastoral de la Iglesia va encaminada a suscitar esta respuesta de la fe en los hombres y
mujeres de hoy y de siempre. Pero pormenorizando y concretando más la respuesta,
afirmamos que la acción pastoral encaminada a conseguir este objetivo deberá incluir
estos tres elementos: 1) un anuncio intensivo y explícito de Jesucristo; 2) un proceso
catequético de maduración y 3) una acción pastoral más evangelizadora y menos
moralizante.
Los apóstoles consagraron su vida a esta evangelización por la palabra. En los Hechos
de los Apóstoles se recogen las primeras actividades que éstos realizaron
inmediatamente después de recibir el Espíritu Santo. San Pablo llega a afirmar que él
ha sido enviado no a bautizar sino a anunciar la Buena Noticia (1 Cor 1,17). Y el mismo
Pablo se alegra de que Cristo sea anunciado, incluso con intenciones bastardas: "Al fin
y al cabo se anuncia a Cristo y yo me alegro" (Fil 1,15-18). Todos los apóstoles se
dispersaron por el mundo entonces conocido para anunciar a Jesucristo. Sin esta
evangelización intensiva no es posible el acceso a la fe, ya que Dios ordinariamente
dirige su llamada a través de mediaciones humanas. San Pablo reconoce: ¿Cómo van a
creer en él si no han oido hablar de él? (Rom 10,14).
La Iglesia existe para anunciar el evangelio (EN 14). Y esta acción pastoral constituye el
corazón del Año Jubilar del 2000: anunciar que, en Jesucristo, Dios ha cumplido sus
promesas de salvar a la humanidad (Rom 5,12). Así afirma Juan Pablo II en la Bula
Jubilar (VII): "Para nosotros los creyentes el año jubilar pondrá claramente de relieve la
redención realizada por Cristo mediante su muerte y resurrección. Nadie, después de
esta muerte, puede ser separado del amor de Dios... La gracia de la misericordia sale al
encuentro de todos, para que quienes han sido reconciliados puedan también ser
salvos por su vida".
Comunicar la propia experiencia de fe, éste es el camino. El más directo, el más eficaz
por ser el más significativo. ¿Qué significa Jesús para mi? Si la respuesta a esta
pregunta me llena de sentido, ilumina el horizonte de mi vida y proporciona una
sensación de alegría y esperanza, estaré en condición de transmitir esta vivencia a los
demás. Este anuncio resultará interpelador y probablemente también iluminador para
el evangelizado. Como decía Pablo VI, esta comunicación de la propia experiencia es el
modo mejor de anunciar el evangelio (EN 46). Recogiendo lo anterior, escuchemos a
San Pablo recomendar a su discípulo Timoteo: "Te pido encarecidamente: proclama el
mensaje, insiste a tiempo y a destiempo" (II Tim 4,2).
Para llegar a una fe y a una conversión que transformen la vida de una persona
creyente es preciso realizar un proceso, en cierto modo similar al que tuvieron los
discípulos del Maestro. Según refiere el evangelio, Jesús les llamó; dejaron las redes, o
la oficina de recaudación de impuestos, y le siguieron. Utilizando la terminología del
apartado anterior, recibieron un primer anuncio, experimentaron un interés primero
por Jesús y le siguieron. Pero, a continuación, Jesús les tuvo tres años consigo,
realizando un proceso de maduración.
De igual modo, el hombre o mujer que recibe una llamada de Dios, al oir la Buena
Noticia de Jesús, puede sentir despertar un interés por la persona de Jesús; en
ocasiones puede mostrar una admiración y deseo de seguir sus enseñanzas, e incluso
manifestar un cierto cambio de vida o conversión. Pero es de todo punto necesario
que realice un proceso de profundización, de discernimiento, de aprendizaje en todos
los elementos que constituyen la vida cristiana, la vida propia del seguidor de Jesús.
Algo equivalente a lo que es un noviciado, antes de profesar en un instituto religioso, o
similar a un noviazgo, que capacita para dar responsablemente el paso al matrimonio.
Algo de esto debe ser un proceso de catequesis, a lo largo del cual la persona va
conociendo a Jesús y su mensaje, descubre a la comunidad de sus seguidores, se
ejercita en la oración y en la vida cristiana de servicio y amor; va, de este modo,
clarificando su respuesta de fe y sus actitudes de conversión. Un proceso de estas
características, aun cuando tiene un carácter de iniciación, capacita a quien lo sigue
para dar una respuesta de fe al Dios de Jesucristo, con conocimiento de causa y serena
responsabilidad. Al mismo tiempo, quien se ejercita de esta manera va incorporando a
su vida las actitudes propias del seguidor de Jesucristo, es decir, va avanzando en el
camino de situar a Dios en el centro de su vida -conversión-, haciendo del Reino de
Dios el valor nuclear de su existencia.
No muy distinta es la experiencia de quienes han hecho una opción radical en su vida,
por ejemplo un presbítero o una religiosa. Pero también es parecida la situación de
estabilidad precaria de quien ha optado por el matrimonio.
Por esta razón necesitamos todos que la acción pastoral de la Iglesia nos ayude a
permanecer firmes en la fe y en el nuevo estilo de vida que hemos abrazado, al
comprometernos a seguir a Jesús. Cuando queremos referirnos a esta forma de actuar
pastoralmente, solemos decir que habrá de utilizarse más el indicativo que el
imperativo. Sería bueno que se usara más el estilo pastoral que nos recuerde lo que
somos -y lo que estamos llamados a ser- más que imponer autoritativamente lo que
hemos de hacer. Dicho de otro modo, es más positivo y estimulante apelar al
evangelio que a la moral.
La Buena Noticia, presentada como una llamada e invitación de Dios, genera más
adhesión en los oyentes que la excesiva referencia a las obligaciones y deberes que
debemos cumplir. Presentar el amor a Dios y a los hermanos, como centro de una vida
auténtica de fe, concita más voluntades que el simple recordatorio de todas las
renuncias a que se ve abocado el seguidor de Jesucristo. Esto no quiere decir que
podamos olvidar las exigencias de nuestra condición de creyentes para la vida de cada
día; pero estas exigencias son consecuencias del amor, vivido con autenticidad.
Una acción pastoral, que ayude a descubrir el rostro de Cristo en su perfil más
atrayente, que propicie un encuentro con él y que ayude a captar la invitación del
Maestro "Ven y sígueme", contribuye a asegurar la respuesta del creyente, una
respuesta fiel y comprometida.
Feminismo
Se ha escrito, con acierto, que los nuevos movimientos sociales de hoy tienen tres
troncos o matrices: la lucha contra el militarismo, la destrucción ecológica y el
patriarcalismo. Precisamente en esta tercera matriz se centra el feminismo.
En pastoral y en teología ha entrado con gran fuerza. Sobre todo en los países de habla
anglófona. Abarca una nueva forma de hacer teología en tres campos al menos: Biblia,
historia y tradición cristianas y praxis.
En cuanto al aspecto bíblico, destacan teólogas como E. Cady Stanton, quien aboga
"porque las mujeres lean la Biblia por sí mismas". De hecho realizó una traducción
titulada: "La Biblia de las mujeres". Se reivindica una nueva exégesis y hermenéutica
en la que la mujer es protagonista. Con palabras de E. Schüssler Fiorenza, "la teología y
la interpretación bíblica feminista ponen de manifiesto que el Evangelio cristiano no
puede ser proclamado si no se recuerda el discipulado de las mujeres y todo lo que
ellas hicieron".
En cuanto a la tradición cristiana, se pone de relieve que figuras como Pablo de Tarso,
S. Agustín, Sto. Tomás o el propio Lutero, por diversos motivos teológicos e histórico-
culturales, contribuyeron a la subordinación, sujeción e incluso menosprecio y
subordinación de las mujeres con relación a los hombres.
En relación al tercer campo, el práxico, se subraya que es necesario revisar las ideas,
lenguajes, atributos e imágenes de Dios en campos tan concretos como la liturgia,
eclesiología y ética. Hay que reflexionar, en clave feminista, sobre la bioética, las
relaciones y puesto de la mujer en la comunidad cristiana, la espiritualidad, el propio
quehacer teológico, o la praxis ecumenista.
Todo lo dicho hasta aquí nos habla de un método teológico y pastoral que tiene
mucho en común con el método práxico, crítico y liberador. La teología feminista viene
a ser una especie de contestación a una teología que se creía "universal" y
"androcéntrica". Las feministas están convecidas de que su forma de hacer teología y
pastoral, lejos de ser una amenaza para la Iglesia, es un movimiento para su
renovación y un signo claro de por dónde discurrirá la cultura en el tercer milenio.
BIBL. — A. LOADES, Teología feminista, Desclée de Brouwer, Bilbao 1997; J. M. MARDONES, 10 palabras clave
sobre movimientos sociales, Verbo Divno, Estella 1996.
Ferias y circos
El Mensaje salvador que Jesús vivió en unión con el Padre y con la fuerza del Espíritu
Santo, está destinado a todos los hombres y para todos los tiempos, sean de la
condición que fueran y cumplieran el papel social que les tocara en su ámbito.
Surge así una Pastoral específica: La Pastoral de Ferias de Atracciones y Circos, que
abarca un sector muy concreto y diferenciado dentro del ámbito general eclesial, con
sus acciones pastorales más concretas para servicio y pastoreo de un determinado
grupo social que se diferencia también en su papel y forma de vida distinta de la
generalidad.
La Iglesia, es la madre que acoge en su seno a aquellos que por diversas circunstancias
se ven obligados a celebrar su fe fuera de las celebraciones ordinarias, sabe ver estas
realidades, da respuestas con acciones especiales y favorece sus momentos de
encuentro en donde puedan tener lugar aquellas celebraciones religiosas que
demanden dentro de su contexto cultural y social.
Así que, divertir es a veces convertir, porque esto permite pensar en otra cosa y ver
diferentemente la vida corriente.
Por lo tanto podemos decir que la Pastoral de Ferias y Circos es específica por estos
aspectos:
Debe ser una pastoral integradora, una pastoral que una y atraiga hacia una expresión
de fe más viva y que celebre la vida de estas personas.
Por lo tanto debe formar parte de la pastoral diocesana, teniendo en cuenta que de
por si es una pastoral específica como otras.
2. Agentes
El mensaje de Jesús es para todos y como miembros del Cuerpo de Cristo nos
corresponde ser testimonio de la salvación realizada por Cristo. Pero es especialmente
la Iglesia Diocesana (Pastoral Parroquial), quien tiene la responsabilidad pastoral de
estos grupos determinados: "La comunidad parroquial, debe considerarlos como
miembros de pleno derecho y crear para ellos servicios especiales o adaptar los ya
existentes", teniendo en cuenta su dificultad de adaptarse a los programas para la
sociedad estable.
"El Espíritu nos habla también a través de aquellos signos que se refieren a algunas
porciones de nuestra comunidad humana, y el mundo de las Ferias y Circos es una
parte calificada de la sociedad contemporánea".
"Por eso huir de las obligaciones y de la actualización requeridas a las Iglesias para
dirigirse a este mundo especial y nuevo, significaría comprometer el futuro de la fe en
estas interesantes comunidades y personas que pertenecen a ella, significaría privarles
del don espiritual de la fe y de la llamada a la salvación que ha querido Cristo" (Una
nueva evangelización en el mundo de la feria y circo, SEPE, C., 1993, VI Encuentro
Internacional de Circos y Ferias).
De esta forma, las Iglesias locales desde su atención específica en los momentos
puntuales pedidos por los grupos de familias que forman parte temporalmente de las
comunidades parroquiales, hacen el seguimiento y la atención necesaria a través de
los distintos equipos que son testigos eclesiales en medio de estas personas
itinerantes.
3. Destinatarios
La Pastoral de Ferias y Circos, tiene como destinatarios a los grupos familiares que
forman las ferias de atracciones y los circos; caracterizados por el tipo de trabajo y la
forma de vida en constante movimiento; es una estructura familiar en la que su
dedicación laboral se transmite de padres a hijos como patrimonio importante.
Dedicados a la animación de nuestras fiestas patronales, presentan una variedad de
atracciones y habilidades circenses como medio de ocupación y recurso económico.
Este tipo de trabajo les empuja a una movilidad constante de ciudad en ciudad a lo
largo de nuestra geografía; esta vida nómada les presenta una serie de dificultades en
muchos aspectos: educación de sus hijos, atención a sus mayores, sanitarios,
laborales, etc.
La apertura a otros grupos humanos que acuden a refugiarse en este medio, propicio
por su estructura abierta y su vida itinerante.
"Aunque no tengamos las barreras del mundo de los nómadas, nos encontramos
igualmente frente a una movilidad y a una cultura que presenta serias dificultades por
superar.
4. Mediaciones pastorales
Las estructuras eclesiales, los sacerdotes o capellanes y los agentes de pastoral, que
más directamente tienen la misión de llevar el mensaje evangélico a estos grupos
humanos, han de esforzarse en el desarrollo de las siguientes mediaciones:
El servicio: Jesús les enseña a sus discípulos a mirar hasta el corazón, Mt 12,11 amando
incluso cuando no encuentra respuesta, Mc 10,17 y siempre con entrañas de
misericordia, Lc 10,37. Este saber mirar se manifiesta en crear y potenciar las actitudes
de acogida a estos núcleos de familias, teniendo en cuenta la peculiaridad a que les
lleva su trabajo.
"El contacto con la parroquia por motivos de carácter pastoral permanece esporádico
y difícilmente inserto en la formación cristiana y de una evangelización sistemática. De
aquí la sensibilización de estas parroquias para acoger a estas familias, teniendo en
cuenta las circunstancias y la necesidad de atención especial". SEPE, C., 1993.
La Iglesia es comunión y tarea de todos. Esta pastoral específica necesita potenciar las
estructuras que faciliten a feriantes y circenses expresar y celebrar su fe en su
recorrido itinerante. "No hay duda que a los párrocos corresponde el cuidado
espiritual de los itinerantes que se encuentran en su parroquia y cuidar a nivel eclesial,
el ritmo de sus momentos religiosos principales, ofreciendo un ministerio de
evangelización de manera humana y acogedora". SEPE, C., 1993.
Como cristianos nuestra misión dentro de la Iglesia es ser testimonio del Amor de Dios,
promoviendo, sensibilizando e implicando a las Iglesias locales para que desde sus
comunidades salgan equipos de agentes de pastoral que hagan un itinerario de
evangelización y atención espiritual a estos colectivos. También encontrar en las
iglesias particulares los capellanes necesarios que conozcan bien el ambiente y sepan
vivir dentro de él. Así como formar militantes cristianos entre las personas más
sensibles y cercanas a las vivencias religiosas de entre los mismos grupos feriantes y
circenses.
A pesar de las dificultades que entraña el medio tan ambulante se cuenta con una
estructura formada por Director/a Nacional y Delegaciones Diocesanas; hay veinte
representaciones diocesanas, con perspectivas de ampliación en las zonas en donde
no hay una atención particular a estos colectivos.
- Catequesis: Como es natural por su forma de vida, estos niños no siguen un proceso
de formación en la fe en sus parroquias de origen, así que desde el departamento,
damos respuesta a la necesidad de una preparación básica con los materiales
catequéticos elaborados para estos casos, con los cuales se sigue un proceso mínimo
de formación y preparación sacramental.
Eugenia Alegre
Formación pastoral del laicado
La formación del laicado es una opción pastoral prioritaria de la Iglesia en España tal
como lo pone de manifiesto el documento "Cristianos laicos, Iglesia en el Mundo" de la
Conferencia Episcopal y lo desarrolla la "Guía-Marco de formación de laicos" de la
Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal Española.
En la década de los 90 las diócesis han ido promoviendo diversas ofertas formativas.
Unas se dirigen a la formación universitaria a través de la figura del Instituto Superior
de Ciencias Religiosas, otras se conciben como formación sistemática pero no
universitaria. Unas se formulan con una orientación más académica, otras tienen una
concepción de formación más integral. Unas se organizan de forma centralizada en la
diócesis otras de modo más descentralizado y próximo a las comunidades y los
territorios. En medio de esta diversidad no obstante se dibujan algunas tendencias de
fondo convergentes que se intentarán formular y definir.
1. Destinatarios y niveles
Es una formación para una sabiduría al modo de la que habla Pablo a los Colosenses:
"Pedimos a Dios que os llene del conocimiento de su voluntad, que os haga
profundamente sabios y os conceda la prudencia del Espíritu" (Col 1,9b).
Formación aquí y ahora desde los pobres. La vida cristiana se inscribe en un contexto
cultural, político, económico en el que brotan las preguntas de la fe y en el que
adquiere significado la salvación cristiana. La globalización, el abismo de la desigualdad
Norte/Sur, la exclusión social, las identidades culturales, el desarrollo exponencial de
la tecnociencia, la transformación de lo religioso, la religiosidad difusa, la revolución
silenciosa de la mujer, las perspectivas de género, la violencia, el diálogo interreligioso,
... son realidades que no pueden quedar al margen de la reflexión teológica. Es
decisivo incorporar la realidad tanto social como eclesial al proceso de reflexión
teológica. Y no de manera periférica sino vertebral. La sociología ha concluido que el
conocimiento tiene un lugar social y un interés. Los pobres y las víctimas, sin
paternalismos, son el criterio de autenticidad de una mirada evangélica a la realidad.
La misericordia y la práctica de la justicia son vía de conocimiento de Dios. Así lo dice la
primera carta de Juan: "Quien no ama no ha conocido a Dios ya que Dios es amor" (1
Jn. 4,8).
Dura tres cursos, con una sesión de trabajo semanal de dos horas basada en la
reflexión grupa) a partir del trabajo personal. Lo que supone 180 horas, es decir 18
créditos. Requiere un trabajo de preparación que supone la lectura de un material o
libro —tema a tema- y la respuesta a un cuestionario. No hay clases magisteriales. Los
grupos son pequeños -de 8 a 12 personas-, con un acompañante, que guía el proceso
de formación. Los grupos se organizan por sectores y vicarías. El programa se ordena
en conformidad con este lema: "En este país, el cristiano sigue a Jesús, en comunión
con la Iglesia local, con un compromiso personal preferente". Tiene dos partes: el
Diseño Común (2 años) y la Especialidad (1 año) que se distribuyen como sigue.
b) Los retiros. Hay un retiro por cada tiempo litúrgico fuerte: adviento, cuaresma y
pentecostés. Y unos ejercicios espirituales anuales de fin de semana. Están planteados
con un programa que intenta ir ayudando a vivir un itinerario espiritual. Se realizan por
vicaría. Abren y educan en la experiencia de la oración personal a solas de una hora.
c) La jornada anual. En una ocasión al año se invita a alguien relevante del
pensamiento cristiano para el encuentro del laico con los rostros de la teología.
El Perfil Joven presenta algunas peculiaridades respecto al adulto. Tiene una menor
carga horaria, tienen más intensivos de fin de semana y se organiza en torno a la
especialidad. El proceso concluye también con la elaboración del Proyecto de
Intervención Evangelizadora. E incluye retiros. a) Especialidades educativas. Hay tres
especialidades dirigidas principalmente al servicio de la educación en la fe. Duran un
curso y medio. Contempla además de las sesiones semanales de dos horas varios
intensivos de fin de semana. Las tres incluyen una formación introductoria de un
cuatrimestre con el esquema "En este país, el cristiano sigue a Jesús, en comunión con
la Iglesia local". Sirven para asentar las bases espirituales, bíblicas y eclesiales de la
identidad cristiana. Las tres especialidades son: Iniciación Cristiana, para formar
Monitores de Convocatoria e Iniciación Cristiana de adolescentes y jóvenes; Educador
Cristiano de Preadolescentes, para la preparación de monitores de grupos parroquiales
de preadolescentes y Educador Cristiano en el Tiempo Libre, dirigida a monitores
eskaut y de grupos parroquiales de tiempo libre. b) Especialidades sociales.
Especialidades orientadas al compromiso social de los jóvenes. Duran un curso, a lo
largo de 30 sesiones de 2 horas, siguen esquema de Ver, Juzgar y Actuar e incluyen
experiencia de compromiso. Caridad yJusticia. Está diseñada para introducir en el
voluntariado cristiano en Cáritas. Norte-Sur. Está orientada a la introducción o primer
asentamiento en la Cooperación Norte/ Sur. Fe y política. Especialidad dirigida a
jóvenes que quieren introducirse en un compromiso político o que en él necesitan una
fundamentación cristiana básica.
En todo caso, esta realidad injusta no está globalizada sino yankeezada, pues en
cualquier parte del mundo se conocen los actores y escritores norteamericanos, se
bebe Coca-Cola, se come hamburguesas, se escuchan las noticias de sus agencias
informativas, y se ven pasear sus marines con sus dólares (Ver, por ejemplo, WAA,
¿Mundialización o conquista?, Cristianisme i Justicia, Sal Terrae, 1999). Sin embargo no
podríamos hablar 5 minutos seguidos sobre la cultura china, el cine indio o las artes
culinarias senegalesas.
Sin embargo, aunque los términos con la que se le denomina sean eufemísticos, sus
caracteres son bien claros:
- La aldea global. - Los medios de comunicación y las redes telemáticas hacen posible
el conocimiento de lo que pasa en cada rincón del planeta casi en el mismo instante.
Sin embargo, como cualquier cuestión relacionada con la tecnología, el uso que se
hace de ello no es neutro sino que beneficia a los poderosos frente a los
empobrecidos. Así la aldea se parece mucho más a un feudo que, si imagináramos
compuesto por 100 habitantes, 57 serían asiáticos, 21 europeos, 14 americanos y 8
africanos. La mitad de la riqueza estaría en manos de 6 estadounidenses. 80 de esos
100 habitantes vivirían en casas de calidad inferior. 70 serían analfabetos. 50 estarían
desnutridos. Sólo 1 sería universitario, y no llegaría a uno el que tuviera ordenador
(Fuentes C., Silva Herzog, ¿por qué?, En El País del 2 de marzo de 1999).
- Pensamiento único. - Único no porque sea la piedra filosofal deseada, sino porque es
el exclusivamente reproducido en unos medios de comunicación al servicio del poder
establecido. Para ilustrarlo transcribimos este interesante texto acerca de cómo estos
poderes financian la expansión de un pensamiento totalmente artificial: "La Fundación
Olin financia a los intelectuales para poner en circulación su pensamiento. El
historiador francés Francois Furet ha recibido 470.000 dólares en tanto que director
del programa Jhon M. Olin de historia de la cultura política de la Universidad de
Chicago. Allam Bloom, director del centro Olin para el estudio de la teoría y la práctica
de la democracia en la Universidad de Chicago (que recibe anualmente 36 millones de
dólares de la Fundación Olin) invita a un oscuro funcionario del departamento de
estado para que pronuncie una conferencia. Este la realiza, proclamando en ella la
victoria total de Occidente y de los valores neoliberales en la guerra fría. La
conferencia es retomada bajo forma de artículo en The National lnterest (revista que
recibe un millón de dólares de subvenciones Olin), cuyo director es un neoliberal muy
conocido, Irving Kristol, con 326.000 dólares por dicha fundación como profesor de la
Bussiness School de la New York University. Kristol invita a Bloom, junto con otro
renombrado intelectual de derechas, Samuel Huntington (director del Instituto Olin de
Estudios Estratégicos de Harvard, creado gracias a una financiación Olin de 14 millones
de dólares) a comentar este artículo en el mismo número de la revista, donde Kristol
añade también su comentario. El debate lanzado de esa manera por cuatro
beneficiarios de fondos Olin en torno a una conferencia Olin en una revista Olin
aparecerá pronto en las páginas del New York Time, del Washington Post y del Time.
Hoy todo el mundo ha oído hablar de Francis Fukuyama y de El fin de la Historia.
Después se llega a ocupar las páginas de debate de los grandes periódicos, las
emisoras y las pantallas televisivas" (La Globalización Económica, Iniciativa
Autogestionaria, 1997).
Desde luego, esta libertad genera justicia, término que sustituye al de igualdad. Ahora
bien, la justicia real no es la justicia deseada. Hoy por hoy justicia es derecho, Estado
de derecho con su correspondiente Ministerio de Justicia y su proficua selva de
interminables leyes, pero leyes de la selva que no sirven a la justicia social, sino que
benefician a quienes las establecen, pues es bien sabido que una cosa es la justicia y
otra muy distinta la igualdad, y que los Estados de derecho son Estados de injusticia
donde las leyes las hacen los poderosos para uso propio.
Esa justicia apela, por fin, a la solidaridad, que nada tiene que ver con la fraternidad.
Seríamos hermanos si tuviésemos un mismo padre, pero la solidaridad sin padre es
voluntaria, se da si uno quiere, es propia de los voluntariados, que la entregan más o
menos y por horas, frecuentemente a cargo del Estado" (Díaz, C., El libro del militante
personalista y comunitario, Ed. Mounier, 2000, p. 103).
Como decía Sta. Teresa, para la mayoría de las personas de este planeta "la vida es una
mala noche en una mala posada". Y no sólo por que la estructura socioeconómica
imperante sea perversa, sino porque el corazón de las personas está endurecido. Si no,
cómo se puede explicar que el coste de la educación básica de todos los niños de los
países empobrecidos cueste 9000 millones de dólares (el equivalente al gasto en
cosméticos de EEUU en un año) y no lo llevemos a cabo. O que el coste de la salud y la
alimentación básicas de la población africana cueste 11000 millones de dólares (el
equivalente al gasto en helados durante un año en Europa) y no lo reivindiquemos. El
hombre posmoderno tiene un corazón que no es capaz de sacrificar lo suyo por el
semejante. La raíz del desorden es doble: un mal económico y un mal espiritual, y por
lo tanto el cambio también lo deberá ser.
Una encuesta reciente (AA.VV., Jóvenes Españoles 99, Fundación Santa María, Madrid,
1999) nos permite resumir los rasgos de la juventud actual respecto de los
sociopolítico como sigue (Aquí seguimos el análisis realizado por Juan Antonio Rivera
en Los jóvenes españoles ante un final de siglo marcado por la incertidumbre.
Radiografía de Jóvenes Españoles 99. Revista Sinite, n° 124, vol. 41, Instituto San Pío X,
p. 211):
- Existe preocupación por lo global y por lo solidario, pero sin concretarse en opciones
personales, manteniendo una "implicación distanciada". Es decir, no hay
correspondencia entre el discurso y la práctica.
- Viven una alergia institucional: Las instituciones menos valoradas son las religiosas y
políticas. La más valorada es la escuela.
- Los jóvenes reciben las cosmovisiones de los siguientes ámbitos (en orden de
influencia): 1-la familia y amigos; 2- los medios de comunicación; 2- los centros de
enseñanza; 4- la Iglesia.
- Están sumidos en un relativismo moral: el 66% "piensa que no hay reglas o directrices
definitivas y absolutas sobre lo que es el bien y el mal, que lo que es bueno o malo
depende de las circustancias del momento".
Cabría preguntarse si estos jóvenes pueden mirar a sus adultos como referencia a la
que imitar. Para respondernos acudiremos a otra encuesta. La resumimos
presentando algunas de las preguntas y sus resultados:
1.° Ante la pregunta de "¿Qué es lo que desea usted más en la vida?", el 88% responde
que ganar la mayor cantidad de dinero, aunque esto le deja insatisfecho al 54% de los
que así opinan. El 70% admira a los que ganan dinero pero no a los que se esmeran
por vivir con esfuerzo (lo desaprueban el 76%). Finalmente el 72% mima lo suyo pero
maltratan lo público (el 86% de los que así opinan lo desaprueban).
2.° Queda claro que no se confía en uno mismo ya que se hace lo que se desaprueba.
La encuesta pregunta entonces: "¿Se fía usted de los demás?" en 1980 el 53%
mostraba desconfianza hacia los demás. En la última, hay un 76% de difidencia.
3.° Entonces se pregunta "¿Se fía del Estado?": en EEUU, el 26% responde que sí; en
Francia el 44%; y en España se eleva al 75% los que se confían en el Estado, y esto a
pesar de que el 44% opina que hay mucha corrupción y el 15% que hay un nivel
"regular" de corrupción.
4.° Para terminar con este resumen, presentamos la pregunta "¿Qué le parece la
violencia que acaba en víctimas?". El 51 % responde que depende del contexto.
No parece que los jóvenes puedan mirar a sus mayores pues, como hemos visto, estos
participan de la veneración al hedonismo y al consumismo en la forma de dinero,
bucean en el individualismo que acude al Estado cuando se siente en peligro, y se
pierden en el mismo relativismo que impregna a toda la sociedad.
Podemos concluir, pues, que las instituciones de enseñanza presentarán ante los
jóvenes aquello que el mercado neoliberal necesita para crear disciplinados y sumisos
consumidores, y que no serán ellas las que ofrezcan un modo alternativo de ser y de
convivir en sociedad.
Se hace pues más urgente la necesidad de que los procesos de pastoral juvenil sean el
ámbito donde estas propuestas puedan ser efectivamente presentadas y puestas en
práctica por los jóvenes, con la conciencia de que puede ser de los pocos lugares en los
que los jóvenes se encuentren con alternativas verdaderamente humanas. Desde esta
perspectiva cobran pleno sentido las palabras de Juan Pablo II llamando a una nueva
evangelización.
La persona es por tanto un ser que en su misma constitución está hecho para vivir con
otros y cuya realización como tal es imposible de manera aislada. En ese sentido hay
que rechazar el Cogito ergo Sum de Descartes, el "yo pienso luego existo", un yo
individualista sin tú, por mucho que haya sido la tradición filosófica que siempre se ha
repetido y sobre la que se ha construido el mundo moderno burgués. Lo primero en la
persona no es el yo, sino la llamada, la petición. Desde que somos pequeños, el llanto
es una manera de decir por favor. Luego lo primero no es el nominativo, el yo, sino el
vocativo, la llamada. Si esa llamada encuentra un tú generoso que responda, un
genitivo que se dé y se entregue, sólo entonces será posible que el yo inicial crezca y
se desarrolle sanamente. ¿Cómo sería la existencia si nunca encontráramos un
genitivo que nos amara? Sin embargo el amor primero del que acudió a nuestra
llamada, genera en nosotros la posibilidad de ser genitivos para otros. Por lo tanto,
necesitamos al tú, y necesitamos ser un nosotros. Sólo así nos desarrollamos como
personas. No es el "pienso luego existo, sino el Soy Amado luego existo" (Díaz, C., Soy
amado luego existo, tomo 1, Descleé de Brouwer, Bilbao 2000; y El libro de los valores
personalistas comunitarios. Ed Mounier, Madrid. 2000, p. 125-126).
Este antagonismo entre libertad y felicidad, captado por Dostoievski y Nietzsche, dice
Mounier, es lo más difícil de hacer entender a la izquierda. Se trata de elegir entre una
vida de hombres que es tensión y lucha, y la felicidad: "El objetivo de la revolución
económica es precisamente permitir a todos suficiente felicidad para que sean capaces
de elegir algo mejor que la felicidad". Esto último lo plantea también el cristianismo,
pero hay que denunciar cierta falsa pobreza cristiana que no es más que gusto por la
pequeña vida y los proyectos mediocres, es decir, miedo a vivir. Por lo tanto, la
pregunta crucial es ¿el hombre está hecho para el reposo o para la lucha?. Parece que
el hombre no vive auténticamente más que en el esfuerzo creador, y la inmovilidad
significa su decadencia.
Un ideal de pobreza (o de sencillez generosa) es la que permite el desarrollo de la
vocación personal, contra dos enemigos que la impiden: la riqueza y la miseria. Un
mínimo de bienestar y un mínimo de seguridad son necesarios para la vida espiritual,
pero apresurémonos a decir: tan necesario como un límite de bienestar y un límite de
seguridad. Se trata, pues, de practicar la pobreza en medio de la abundancia, ya que la
revolución material es ambivalente: puede favorecer el desarrollo espiritual, o como
estamos viviendo, preparar un mundo inhumano. (Se puede profundizar en este tema
con los textos de los Santos Padres. Por ejemplo se puede consultar BioscA, J. y MORA,
1., Posees lo ajeno cuando posees lo superfluo, Fundación Enmanuel Mounier, Madrid,
2000).
Su vida pública está dedicada a la proclamación del Reino de Dios. Un Reino que es un
banquete al que son invitados los últimos (Lc 14, 15-24); un Reino en el que se hacen
realidad las Bienaventuranzas, promesa y esperanza para los afligidos y para los
sedientos de justicia (Lc 6, 17-26.); un Reino que pide prioridad absoluta en la escala
de prioridades de sus constructores (Lc 9, 57-62); y que se hace presente en la persona
de Jesucristo (Lc 4, 16-22).
Esta opción por liberar al hombre desde el amor le trae a Jesús el conflicto y la muerte.
Le lleva a oponerse a las instituciones religiosas de su tiempo que oprimen a su
pueblo, y así opta por curar en sábado cuando estaba terminantemente prohibido: Mc
3, 1-6. Jesús asume el destino que la fidelidad al Padre conlleva, aceptando las
consecuencias que de ese enfrentamiento surgen (Mc 14, 32-42).
Jesús comienza afirmando en las bienaventuranzas que quien es misericordioso, que
quien llora y sufre, que quien tiene un corazón limpio, que quien trabaja por la justicia,
se alegre porque eso es ser verdaderamente humano, porque eso es lo que construye
la mesa de fraternidad, y porque a quien así vive el Padre no lo deja morir y lo resucita
junto a El. Sin embargo, Jesús termina con la explicación del juicio final (Mt 25, 31-46):
lo que hicisteis a uno de esos pequeñuelos me lo hicisteis a mí - lo que dejasteis de
hacer a uno de esos pequeñuelos lo dejasteis de hacer conmigo. Es como si Jesús
terminara diciendo: si al menos no lo hacéis por misericordia hacedlo porque vais a ser
juzgados en ello.
Jesús es nuestro hermano mayor, es el Camino para llegar al Padre, y el camino que
recorrió Jesús para mostrarnos la plenitud del hombre es un camino de disponibilidad,
de entrega y de abajamiento por amor al Padre y a los hombres, tal y como nos relata
S. Pablo: "Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual,
teniendo la naturaleza gloriosa de Dios, no consideró como codiciable tesoro el
mantenerse igual a Dios, sino que se anodadó a sí mismo tomando la naturaleza de
siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, en su condición de hombre, se humilló
a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por ello Dios le
exaltó sobremanera y le otorgó un nombre que está sobre cualquier otro nombre,
para que al nombre de Jesús doblen su rodilla los seres del cielo, de la tierra y del
abismo, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre"
(Filipenses 2, 5-11).
A las puertas del tercer milenio corresponde a los jóvenes impulsar una nueva
evangelización, sirviendo al hombre y a la sociedad, a fin de contribuir, con la sola
fuerza del Evangelio, a la construcción de una nueva civilización: civilización del amor,
de la vida, de la verdad, de la justicia y de la paz. Este compromiso se concreta, tanto
en la solidaridad con los empobrecidos y marginados que están entre nosotros, como
más allá de nuestras fronteras. Consideramos importante potenciar los diversos
voluntariados y animar, sin temor alguno, a compromisos estables y definitivos en este
sentido. Dentro de esta línea se ve la necesidad de contemplar en los planes de
formación de los jóvenes una seria formación social y política, siguiendo la doctrina
social de la Iglesia" (CVP 23).
Ser creyente y ser militante significa más que conocer y hablar de los valores
evangélicos: es que produzcan un sentimiento interno de exigencia de realización del
valor (deber) y ponerlo en práctica (virtud): "En efecto, el valor captado despierta en
mí el sentimiento del deber; si ejerzo bien el deber, realizo una acción virtuosa. La
virtud es un valor que se ha hecho vida en nosotros. La virtud es un hábito de
excelencia o perfección. Siembra una acción y recogerás un hábito, siembra un hábito
y recogerás un carácter, siembra un carácter y recogerás un destino" (Díaz, C., El libro
de los valores personalistas comunitarios. Ed Mounier. Madrid, 2000, p. 95).
El militante es el que hace de su destino una entrega a los valores captados. El que
realiza sus opciones vitales desde el deber que permite que los demás tengan
derechos. El creyente militante, tras su discernimiento vocacional, firma un cheque en
blanco, compromete su disponibilidad absoluta al sitio que el Padre le ha reservado en
la construcción del Reino y que se manifiesta en las diferentes vocaciones. Sin cuotas
ni horarios, esto es lo que le diferencia del voluntario. Al militante, la entrega al Reino
le cuesta tiempo, dinero y vida privada, porque no es él quien controla la tarea, sino la
misión (que es Voluntad del Padre) la que le ha cogido a él.
Mística. — "Místico, del verbo griego myo (cerrar), es alguien celosamente entregado
a lo que vive y por ello encerrado en dicha vivencia,• cerrazón que se abre, revierte y
repercute en la acción vital" (Díaz, C., El libro de los valores personalistas comunitarios.
Ed Mounier. Madrid, 2000). No es posible una buena vida de acción sin una vida
mística, sin un fundamento espiritual que la sostenga. Basta acercarse a la vida de los
místicos para ver que fueron personas de fuertes militancias a las que atraían a los que
se encontraban a su alrededor. Decía Peguy: "Mística republicana había cuando se
daba la vida por la República, política republicana la hay ahora cuando se vive de ella"
(Mounier, E., El pensamiento de Charles Péguy. Ed Sígueme, Salamanca, 1992, Obras!,
p. 97).
Por lo tanto, aunque mística y política sean cosas distintas, no deben separarse. De ahí
que "quien busque la construcción de la comunidad según la justicia y el pudor sentirá
la degenaración de la mística como una amputación de la mejor política; por eso
también tratará de que en cada ámbito la mística no sea devorada por la política a la
que da origen; y en el caso de que tal situación acontezca, intentará rehacer la mística
destruida y de ayudar a reconstruir la ciudad devastada. Sin una gran mística nadie
sería capaz de vivir honestamente una gran política ni de captar cada problema desde
el punto de vista más alejado de los intereses egoístas y temporales que gravitan en
torno al hombre, al individuo, a la clase, a la nación" (Díaz, C. El libro de los valores
personalistas comunitarios. Ed Mounier. Madrid, 2000. pp. 165-166).
Pero no basta con analizar la realidad: hoy la sociedad está necesitada de propuestas y
alternativas revolucionarias, en el sentido de un cambio radical en la manera de ser
personas, y una transformación de las estructuras que posibilite la vida personal de
todo ser humano. Por lo tanto la formación para divulgar esa buena noticia, el estudio
y proclamación de una cultura con centro en la persona, son tareas que un creyente
militante no puede obviar. Sólo jóvenes bien formados podrán ejercitar su militancia
en la corriente arriba del contexto cultural en el que vivimos, y servir de contraste al
pensamiento dominante.
Por lo tanto, tal como hemos dicho, el camino que realizaremos a lo largo del proceso
de pastoral juvenil tendrá como objetivo, en lo que a formación sociopolítica se
refiere, provocar, animar y aportar los medios a los jóvenes para que movidos por el
Espíritu opten por una vida militante basada en la formación y sostenida por una
experiencia mística de conversión.
El itinerario desde el punto de partida hasta la meta es un proceso que debe contar
con dos elementos indispensables: el acompañamiento de una comunidad cristiana
que sea referencial, y un proceso metodológico que incorpore los elementos
pedagógicos adecuados.
- La educación en la fe es un proceso que abarca todas las dimensiones del joven. "La
pastoral de juventud tiene una clara dimensión educativa que comporta una atención
especial al crecimiento personal y armónico de todas las potencialidades que el joven
lleva dentro de sí, razón, afectividad, deseo de absoluto; una atención a su dimensión
social, cultivando actitudes de solidaridad y de diálogo, y estimulando un compromiso
por la justicia y por una sociedad de talla humana; una preocupación por la dimensión
cultural pues la evangelización no es añadir un conocimiento religioso junto a
contenidos que le resultan extraños, sino plantear una acción que alcanza y
transforma los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las
líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los medios vitales" (Ib).
Comunidad Escaguis
Foro de laicos
El foro de laicos engarza aquí con el mismo derecho de los laicos a estar asociados y
coordinados diocesanamente. El foro de laicos refuerza la Iglesia-comunión y es
análogo a lo que significa el Consejo Presbiteral para los sacerdotes, y la CONFER, para
los religiosos.
Es un lugar de encuentro, comunicación, diálogo y cauce de representación del
apostolado seglar asociado (CLIM. 114). Formado como asociación de Presidentes o
representantes legítimos de las asociaciones de apostolado seglar.
Fundamentalismo
De nuevo Mardones nos sitúa en algunas claves: es una reacción contra la injusta
marginación de la religión; es una reacción contra el olvido superficial de las
posibilidades de humanización que posee lo religioso; y es una reacción contra las
idolatrías y mitos de la modernidad. Se ha llamado al fundamentalismo el "complejo
de Isaac", el heroísmo victimista.
Gitanos
Introducción
La riqueza de la variedad
Los gitanos forman un pueblo o etnia, y aunque no cuentan con un territorio y nación
propias, sus características, costumbres, normas y leyes, les distinguen del resto de los
ciudadanos. Es una bendición poder contar, con una expresión cultural peculiar,
distinta y diferenciada que desde la variedad enriquece las múltiples expresiones de la
fe cristiana. La pastoral gitana pretende servir para que se incultura el Evangelio
dentro. Y en la misma cultura gitana. Deriva del mismo mandato de Jesucristo: «Id y
proclamad la Buena Noticia a todos los hombres...».
Algunas características
Por no hacer un largo discurso histórico dejamos constancia de que la Iglesia católica
española dentro de la pastoral gitana tiene unos objetivos fundamentales:
-Celebraciones diocesanas del Jubileo del año 2000, con ricas preparaciones de
formación catequética.
- Acompañamiento del trabajo de base llevado a cabo por agentes de pastoral gitana.
Responden a la pregunta que todos nos podemos formular ante una pastoral
evangelizadora: ¿Cómo están hoy los gitanos en la Iglesia y en la sociedad?:
Entre las sombras que lo acechan está la del dinero fácil, no tanto por la
procedencia del mismo, sino por la pérdida de identidad que supone para un
pueblo que ha sabido vivir con dignidad y respeto en medio de estrecheces.
Entre las luces o actitudes que facilitan una evangelización seria y comprometida
están:
• La bealificación del gitano Ceferino "El Pelé" como modelo y referencia continua a la
hora de cualquier programación catequética y pastoral.
BIBL. — JORDÁN PEMÁN, F., Religiosidad y moralidad de los gitanos en España. Asociación Secretariado Gitano,
Madrid 1991; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Evangelización de adultos gritanos. Materiales de trabajo del
Secretariado General Gitano, Madrid 1989; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOL, Hacia un movimiento apostólico
gitano. Materiales de trabajo, Secretariado General Gitano, Madrid 1989; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA,
Evangelización de adultos gitanos (materiales de trabajo), Secretariado General Gitano, Madrid 1989;
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Un intento de aunar esfuerzos (materiales de trabajo), Secretariado General
Gitano, Madrid 1990; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Ceferino y el misterio del Señor jesús (materiales de
trabajo), Secretariado General Gitano, Madrid 1998; JORDÁN PEMÁN, F., Los "aleluyas" (materiales de trabajo)
Secretariado General Gitano, Madrid 1990; JORDÁN PEMÁN, F., En familia (materiales de trabajo) Secretariado
General Gitano. Madrid, 1992; DIRECCIÓN NACIONAL DE APOSTOLADO GITANO, jesucristo, La mejor persona, el
mejor gitano. (Programación, año jubilar 2000) Agostt, Alicante 2000; JORDÁN PEMÁN F., jubileo 2000.
Compromiso para una nueva evangelización en el mundo de los gitanos. Jaca, Huesca, 2000.
Segisfredo Oñate
Globalización
La palabra "globalización", al parecer, fue inventada por Daniel Yergin hace ya diez
años. Pretendía describir un proceso que se manifiesta en un mundo hiperactivo y
conectado 24 horas a las redes telemáticas, y que viene delimitado por tres fuerzas: a)
movimiento alejado de los gobiernos, que se apoya en los mercados y en la
privatización de las empresas públicas; b) desaparición de las fronteras nacionales con
el surgimiento de las empresas transnacionales y organismos supranacionales como el
Banco Central Europeo; c) la aparición de nuevas tecnologías que propician el mercado
de los servicios.
En cualquier caso, la palabra «globalización» está en la boca de todos como una de los
fenómenos más característicos de nuestro tiempo. El premio nobel de economía R. M.
Solow, llegó a exclamar irónicamente: «¡Ah, sí, la globalización! Es una maravillosa
excusa para muchas cosas» .
En cualquier caso, la globalización neoliberal supone un pensamiento único, un interés
único, un poder único. Por eso, se entiende por globalización un proceso de
interconexión financiera, económica, social, política y cultural que se acelera por las
nuevas tecnologías de la información, por la victoria política del neocapitalismo y por
el cuestionamiento de las grandes ideologías.
Hoy existen tres grandes bloques políticos: EE.UU., Unión Europea, Japón-Sureste
Asiático.
Los sindicatos y partidos políticos están en crisis. Han aparecido los nuevos
movimientos sociales: preocupados por problemas concretos, pero de dimensión
global (ecología, pacifismo, feminismo, cooperación Tercer Mundo, derechos
humanos). Poseen organizaciones internas más democráticas y participativas que las
tradicionales; actúan con dinámicas reivindicativas «festivas» (conciertos,
ocupaciones, campañas...); actúan saltando los conductos diplomáticos oficiales y
acarreando conflictos, a veces, estatales; actúan internacionalmente al margen de los
Estados.
Se ha implantado la cultura del consumismo global, de la que los niños y jóvenes son
protagonistas, con el peligro de la recepción pasiva y meramente consumista.
Por las pistas señaladas en el apartado anterior, los movimientos solidarios entre
pueblos prefieren hablar de mundialización y no de globalización, traducida en
cooperación, respeto e igualdad de oportunidades para todos. Porque la globalización
no será capaz de sacar de la pobreza a los 4.360 miññones de pobres que actualmente
existen en el mundo, y porque una centralización creciente del poder de decisión
puede escapar a todo control democrático. No olvidemos que el capital, en el
neoliberalismo, se dirige hacia donde hay posibilidad de reproducirse y acumularse.
3. Hacer que el sistema fiscal y los precios sirvan para detener el daño ambiental y
aumentar el consumo de los pobres.
4. Mejorar la educación y la información de los consumidores del Norte y del Sur.
5. Fortalecer los mecanismos internacionales para controlar los efectos del
consumo a escala mundial.
6. Construir redes entre asociaciones y ciudadanos de diversos ámbitos:
consumidores, ecologistas, lucha contra la pobreza, género, derechos humanos,
etc.
7. Promover los mecanismos que garanticen la libre circulación de información y la
participación política de los ciudadanos, dentro y fuera de fronteras nacionales.
Unido a este tema, se sitúa el de la inmigración masiva, como fenómeno nuevo que
conlleva inevitablemente la globalización.
3) Los derechos de los inmigrantes son los mismos derechos humanos. Cuando
hablamos de integración de los inmigrantes se entiende como una apuesta para la
construcción de una sociedad de todos, por todos y para todos en un marco de
corresponsabildad que garantice al inmigrante el trato de ciudadano en igualdad de
derechos y deberes.
7) Las comunidades cristianas, en este grave problema, y como un signo nuevo de los
tiempos, deben tomar partido decidido, con propuestas y mediaciones concretas, por
la atención integral al inmigrante.
BIBL. — J. F. MARÍA I. SERRANO, La globalización, Cuadernos Cristianisme i Justicia, Barcelona 2000;
CRISTIANISMO Y JUSTICIA, ¿Mundialización o conquista?, Sal Terrae, Santander 1999; F. J. VITORIA, Un orden
económico justo, Cristianismo y Justicia, Barcelona 1999; AA.W., Multiculturalismo, Sal Terrae, Santander 1999; T.
CATALÁ; Notas para una teología y una espiritualidad desde el cuarto mundo, Sal Terrae, Santander 1992; A.
COMIN OLIVERES, La igualdad, una meta pendiente, Sal Terrae, Santander 1999; CÁRITAS DE BURGOS, Pastoral de
la Caridad para una nueva evangelización, Burgos 2000; CÁRITAS ESPAÑOLA, Cáritas y la integración de los
inmigrantes, Madrid 2000.
Grupos de oración
Atendemos a esa expresión orante de nuestro tiempo que llamamos oración de grupo
y grupos de oración. La pastoral de la oración tiene muchos otros ámbitos que se
abordan en el diccionario en su lugar: dimensiones bíblicas, litúrgicas, catequéticas,
pastoral de la espritualidad en general, etc. Pero la Iglesia, como ha recordado la NMI
(32-34), desea que "nuestras comunidades cristianas sean autenticas escuelas de
oración" (33). Escuela teórica y práctica de oración es el grupo de oración. Su razón de
ser y su manera de actuar pastoralmente se inspira en aquellas expresiones de la
primera iglesia que refleja este texto de San Pablo. «La Palabra de Dios habite entre
vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos
mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos
espirituales» (Col 3,16; cf. Ef 5,18-20). Su núcleo teologal se fundamenta en la
promesa del Señor: "Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy
yo en medio de ellos" Mt 18, 20. Los elementos centrales de esta oración se pueden
sintetizar de este modo: a) Misterio. Toda oración comunitaria está fundada en la
certeza de que Cristo preside nuestro gesto y encuentro de oración en grupo. b)
Transparencia. Los orantes, ofreciéndose su plegaria, comparten su existencia: por eso
pueden presentarse como son, en limpidez y claridad, en confianza. c) Diálogo. Al
conversar con Dios, los fieles pueden conversar también unos con otros. Así razonan,
comparten la palabra, en actitud de encuentro abierto hacia el misterio. d)
Creatividad. Dialogando entre ellos, los orantes crean y suscitan una especie de
palabra nueva de esperanza y vida compartida, que es presencia de Dios sobre la
tierra. a') Amistad. En el diálogo de amor culmina la apertura anterior de las palabras.
Por eso la oración se vuelve un ejercicio de amistad: los grados de amor de Dios se
traducen ahora en grados de amor interhumano. b') Celebración. La oración
comunitaria culmina de esa forma en fiesta de Dios sobre la tierra. Los orantes se
introducen en la gran celebración de Dios, el canto de su vida trinitaria. c') Gratuidad.
El misterio se vuelve gratuidad: es gracia de Dios que los orantes celebran al vivir y
celebrar la oración comunitaria. Por eso, ella no tiene otros fines ni motivos: vale por sí
misma (X. PIKAzA, Para vivir la oración cristiana, Verbo Divino 1989, p. 56).
El método pastoral
Ventajas e inconvenientes
Ventajas: Si "la fe se fortalece dándola" (RM 3), la oración también. Este tipo de
oración en grupo facilita el don de uno mismo en su núcleo más vital. Se da una
"alimentación mutua a partir de la Palabra, que nos va compenetrando en cuanto
miembros de la comunidad pasando de unos a otros a través del diálogo" (J.
Castellano, ib. 130). La experiencia demuestra que personas jóvenes y animadas por
un ideal aprenden rápidamente este tipo de práctica. La oración de grupo ofrece
verificación del propio compromiso y ayuda a sostenerlo por cuanto se ha expresado
Riesgos. Primero toda posible concesión a la vanidad. El camino que debe recorrer un
grupo de oración tampoco es todavía del todo bien conocido. Como toda vida de
oración y apostólica está sujeta a procesos psicológicos y sociológicos de crecimiento y
crisis: aridez, abandonos, deserciones, dudas, apariencia de inutilidad y de
artificiosidad, distancia entre oración y vida virtuosa... Para J. Castellano este es "el
riesgo mayor de esta forma de oración: la ignorancia del camino que habrá que
recorrer" para saber su progreso, su noche y su ventura. Siempre se necesitará
valentía y perseverancia, sin ceder a las fáciles tentaciones de dejar para más tarde el
ejercicio. La oración de grupo no es alternativa y sustitutiva de la personal. La oración
personal se enriquecerá con la experiencia común. "Las dificultades y los riesgos que
se pueden encontrar no deberían disuadirnos de probar. Quizá es necesario
arriesgarnos juntos precisamente para ofrecer al mundo de hoy por parte de la Iglesia
el testimonio concreto de aquella definición de Pablo VI: «La Iglesia es la sociedad de
hombres que oran. Su finalidad primaria es enseñar a orar. Es una escuela de oración»
(ib. 131).
Los recursos pastorales de la Iglesia son abundantes: casas y espacios para hacer
experiencias iniciales; abundancia de cursos especializados para la formación de
animadores y guías de grupo; publicaciones de escritos, revistas y otras expresiones
musicales y visuales. La abundancia de revistas especializadas y de secciones de
revistas más generales indica que no faltan medios aprovechables para la tarea.
BIBL. – J. CASTELLANO Pedagogía de la oración cristiana, CPL, Barcelona 1996; J. M. CORDOBÉS, Oración
compartida. Un aspecto oracional redescubierto: Confer 20 (1981) 125-149; M. HERRAIZ, La oración, historia de
amistad, pp. 150-153; ID., La oración pedagogía y proceso, pp. 108-116. AA.W., La preghiera cristiana, Roma,
Teresianum, 1975, pp 326-348; E. ANaLU, La pregitiera. Bibbia, Teologia, Esperienze storíche, Roma, Cittá Nuova
1991, pp. 389-446; A. GUERRA, Bibliografía oracional (1976-1980): Confer 20 (1981) 212-224. Comunidades 6
(1976): Oración y formas de oración; ibid 24 (1979). Revistas sobre la oración: Priére, Paris, Cerf. Orar, Burgos, Ed.
Monte Carmelo. Ed. Latinoamericana, México. Pregare, Centro Interprovinciale (OD), Morena, Italia. Orar, ed.
brasileña, Ed. Loyola, Sao Paulo. Cuadernos de oración, ed. Narcea, Madrid. Cahiers sur l'oraison, ed. Feu Nouveau,
Paris. Oración y servicio, CIPO, Roma. Varios portales católicos del web ofrecen servicios de oración y materiales
pastorales: www3.planalfa.es/apostolado/apor/ y www.cipecar.org y pueden orientar las búsquedas iniciales
Gabriel Castro
Hijo
SUMARIO: 1. Ámbitos significativos del Hijo de Dios: 1.1. Ámbito creacional; 1.2.
Ámbito histórico; 1.3. Ámbito metafísico. - 2. Historia del descubrimiento de Jesucristo
como el Hijo eterno. - 3. Final de la historia en una nueva expresión cultural. - 4. ¿Cómo
evangelizar hoy sobre el Hijo?: 4. 1. Argumentando metafísicamente a partir de la
resurrección de Jesús; 4.2. Mostrando a Jesús como la versión humana perfecta del
Dios eterno.
Es un dato comprobado que los fieles de aquellas religiones que consideran a Dios
como Creador del mundo se tienen por hijos suyos y se dirigen a El con el apelativo de
"Padre". Si entre nosotros nos llamamos "padres" e "hijos" en virtud del papel esencial
pero secundario que desempeñamos en relación con el engendramiento de un nuevo
ser humano, con cuánta más razón habrá que asignar el apelativo de "Padre" al que es
el Origen sin Origen del universo y la denominación de "hijos" a cuantos somos
conscientes de existir gracias a Él.
Nuestra relación metafísica con el Creador es, sin embargo, una relación de total
dependencia, infinitamente asimétrica, desproporcionada...
Entre los pueblos de la tierra, el pueblo israelita ha sido el primero en creer que el Dios
Creador interviene en favor de Israel de una forma continuada y planificada a través
de los hechos históricos.
"Podemos decir con toda justicia que los hebreos fueron los primeros en descubrir la
significación de la historia cono epifanía de Dios" (MIRCEA ELIADE, Historia de las
creencias e ideas religiosas, t. 1, Cristiandad, Madrid 1978, 372).
Como se ve, la filiación divina del Mesías no tiene tampoco una significación real,
metafísica: es la expresión máxima de la comunicación del Poder de Yahveh en el
plano histórico.
Cabe entender también la filiación divina de un modo real. Entonces Aquel que sea
llamado "Hijo de Dios" con alcance metafísico, ontológico, tiene que tener los
atributos propios de la divinidad (preexistencia o eternidad, omnipresencia,
omnisciencia, omnipotencia, justicia, bondad...).
Pues bien, los cristianos afirmamos sólo de Jesucristo que es el Hijo eterno, que ha
sido engendrado en la eternidad por el Padre... ¿Cómo se puede confesar
preexistente, eterna y necesariamente existente, a un hombre cuya fecha de
nacimiento y de defunción se conocen?
El descubrimiento de la divinidad de Jesús hecho por los Apóstoles tuvo que ver con
toda certeza con el acontecimiento de la resurrección del Señor.
Los Apóstoles, como judíos que eran, creían como los fariseos en la resurrección
universal de los muertos. Su sorpresa fue enorme cuando Jesús de Nazaret resucitó en
solitario. Ellos, de acuerdo con el cálculo universal de la resurrección de los muertos,
esperaban que a la primera resurrección, la de Jesús, habría de seguirle en fecha
próxima la resurrección del resto de la humanidad. Pero la parusía del Señor
glorificado no ha ocurrido todavía.
Entre los escritos del N.T., son sobre todo los escritos de Juan los que dan a esas
preguntas las respuestas metafísicas más en línea con la divinidad, con la
preexistencia, con la eternidad del Hijo de Dios Jesucristo.
La explicación de esta actuación libre del Hijo ante la muerte y ante la resurrección
está en que Jesucristo es la Vida como el Padre, tiene la Vida en sí igual que el
Padre:"Como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo el tener
vida en sí mismo" (Jn 5,26).
Aun siendo la Vida, el Hijo humanado puede libremente, por amor, morir. Sin
embargo, no puede convertirse en cadáver, ser vencido definitivamente por la muerte.
Esto último es metafísicamente imposible. Sería una contradicción que la Vida muriese
para siempre... "Si la encarnación debía permanecer para siempre (y solamente así es
inteligible), Cristo debía triunfar sobre la muerte, y esta victoria no podía ser sino su
resurrección gloriosa. Resucitar para volver a caer bajo el dominio de la muerte
hubiese sido en el Hijo de Dios un contrasentido; por su muerte estaba ya
completamente realizado y expresado el misterio del verdadero `ser hombre como
nosotros"' (JUAN ALFARO, Mysterium Salutis, 111-1, Cristiandad, Madrid 1971, 741-
742).
No hay duda alguna de que los primeros cristianos eran los más interesados, mucho
más que los miembros del Sanedrín, en comprobar la verdad de que el cuerpo de Jesús
no se encontraba hecho cadáver en algún lugar de la tierra... ¿Por qué? Sencillamente,
por las colosales consecuencias metafísicas que entrañaba para los primeros cristianos
la resolución del hecho en uno u otro sentido. Si el cuerpo de Jesús de Nazaret yacía
como el de todos los hombres que se mueren, entonces estaba claro que Jesús
resucitado no era en absoluto eterno, Hijo de Dios en sentido metafísico estricto. Si,
por el contrario, el cuerpo de Jesús había sido transformado en un cuerpo glorioso
antes de conocer el dominio aniquilador de la muerte, entonces cabía la posibilidad de
interpretar metafísicamente tal excepción como una exigencia del modo de ser divino
del Hijo de Dios. Los Apóstoles no podían dejar "abierto" el tema del paradero del
cuerpo de Jesús. Tenían que estar seguros si Dios Padre lo había incorporado a la
resurrección de Jesús, o bien si Dios Padre lo había abandonado en el sepulcro
dotando a Jesús de otra corporeidad, sin continuidad alguna con su cuerpo primero
muerto.
a) Los cuatro evangelios son unánimes en la narración del pronto hallazgo del sepulcro
vacío por parte de las mujeres. El protagonismo que ejercen las mujeres en la noticia
de la tumba vacía dota al hecho de verosimilitud histórica. En efecto, si se tiene en
cuenta que en aquellos tiempos la mujer no era considerada testigo válido en los
testimonios ante los tribunales de justicia, sería una torpeza manifiesta que los
evangelistas hubiesen inventado el hecho del sepulcro vacío y hubiesen puesto a las
mujeres como protagonistas del curioso descubrimiento. Si en las narraciones
evangélicas del hallazgo del sepulcro vacío sólo figuran las mujeres, lo lógico es
concluir que algún fundamento histórico tiene que haber en los relatos evangélicos
que hablan de unas mujeres que fueron al sepulcro de Jesús y allí no encontraron su
cuerpo...
b) El segundo testimonio tiene carácter más público y oficial que el primero. El capítulo
2 de los Hechos de los Apóstoles es como la carta magna de la religión cristiana. En el
discurso que en ese capítulo pronuncia Pedro (cf. He 2,14-36) se declaran los puntos
cruciales sobre Jesucristo, fundamento de la nueva fe. Pues bien, en la presentación
oficial de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, se proclama explícitamente que
Jesucristo ha resucitado sin que "su carne experimentara la corrupción" (He 2,31), que
Dios no lo abandonó definitivamente en la muerte, "pues no era posible que quedase
bajo su dominio" (He 2,24).
Aquellos que afirman a la ligera que los restos mortales de Jesús continúan enterrados
en algún lugar se apartan de la asombrosa experiencia vivida por los primeros
cristianos ante el hecho de la resurrección de Jesús ocurrida antes de que su cuerpo
muerto conociera la corrupción y se sitúan racionalmente del lado de los judíos que
pensaban que el muerto Jesús había terminado corrompiéndose en la tierra como
todos los demás hombres que se mueren.
Reconocida y confesada por los Apóstoles la condición divina del Hijo resucitado del
Padre (cf. Rom 1,2-4; He 13,13), ¿cómo podría explicarse razonablemente que el Hijo
engendrado en la eternidad se haya hecho también carne (cf. Jn 1,14), haya sido
asimismo probado en todo como nosotros, excepto en el pecado (cf. Heb 4,15), haya
incluso padecido la crucifixión, la muerte y la sepultura? (cf. Credo de los Apóstoles).
Pero más tarde una nueva cultura, la cultura helenística, acabó imponiéndose entre
los cristianos a la cultura judía. Las gentes cultas cristianas pensaban de acuerdo con
las características de la filosofía griega. Un sacerdote de Alejandría llamado Arrio
concluía que el Hijo Jesucristo, puesto que había tenido principio como criatura, no
podía tener la misma sustancia inefable, invisible, incognoscible... de Dios.
La respuesta del concilio de Nicea (325) - Constantinopla (381) a Arrio confesando que
Cristo es "Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no
creado, de la misma sustancia (naturaleza) del Padre" no resolvía completamente el
problema: ¿cómo se unen en Cristo las acciones que provienen de su naturaleza divina
y las que tienen origen en su naturaleza humana? Había quien, con toda lógica,
admitía en Jesucristo la existencia de las dos naturalezas (divina y humana) y la de sus
correspondientes personas (divina y humana), o dos sujetos subsistentes (divino y
humano). Entre las dos personas de Jesucristo se daría una unión moral fortísima,
irrompible en la práctica...
A esta teoría tan humana, tan comprensible sobre el fondo del ser de Cristo, el concilio
de Calcedonia (451) respondió acertadamente afirmando que "Jesucristo es un solo y
único Hijo, el mismo perfecto en su divinidad y el mismo perfecto en su humanidad";
que "es reconocido un solo Cristo, Señor e Hijo unigénito en dos naturalezas, sin
confusión, sin cambio, sin división, sin separación"; más adelante habla el concilio de
las dos naturalezas (divina y humana) "unificadas en una persona y en una hipóstasis,
no dividido ni separado en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios,
el Verbo, el Señor Jesucristo"... Es la fórmula de la llamada "unión hipostática" de
Cristo, esto es, la unión de las dos naturalezas en la única Persona, divina, del Hijo
unigénito.
El nuevo lenguaje helenítico, de carácter filosófico, no significó, sin embargo, para los
obispos de Nicea, Constantinopla, Calcedonia... ningún cambio de sentido respecto del
antiguo lenguaje narrativo de los evangelios:
Ésta es una vía recorrida por los primeros cristianos que conserva todo su vigor y
actualidad. De todos es sabido que los Apóstoles eran gente sencilla. Ni ellos ni nadie
podían dejar de lado una realidad tan llamativa como que un ser humano -y sólo él-
había resucitado de entre los muertos y antes de que la muerte lo hubiese convertido
en cadáver. Cualquiera sabe con total certidumbre que los hombres nos morimos y
que tras la muerte viene imparablemente el deshacimiento. ¿Cómo puede dejar
indiferente a alguien la noticia cierta de que un muerto ha sido resucitado y librado su
propio cuerpo muerto de la humillación de pudrirse en el sepulcro?
Ahora queremos llevar la reflexión sobre el Hijo unigénito del Padre al terreno de la
historia, que resulta más asequible para nosotros, los hijos de Dios ya en esta
condición histórica.
Jesús de Nazaret predicó sobre el Mesías, la Ley y el Templo (el contenido trinitario de
la religión judía) como cualquier otro profeta del A.T. La diferencia de Jesús respecto
de los otros personajes bíblicos consiste en que el profeta de Galilea presentaba un
Dios, en relación con el triple contenido, muy distinto del Dios oficial: un Dios más
Misericordioso que Justo, más Próximo a los hombres que Altísimo, más Comunicativo
que Santo, más Bondadoso que Poderoso...
"La concepción judaica de Dios excluye a los pecadores de la luz del sol por
considerarlos indignos. Dios es bueno, pero también es justo. No sólo es el Padre
misericordioso, sino también el Dios del orden social, el Dios de la nación y de la
historia. El concepto que Jesús tiene de Dios se sitúa en el extremo opuesto. El
judaísmo no podía aceptar como suya semejante concepción" (J. KLAUSNER, citado
por DIDIER en el libro colectivo ¿Creer en Dios hoy?, Sal Terrae, Santander 1969, 31).
Esto es, Jesús de Nazaret no nos ha revelado históricamente -cosa imposible de hacer-
la preexistencia del Padre ni su propia preexistencia de Hijo unigénito, pero sí que nos
ha manifestado con hechos y dichos el modo de ser del Dios eterno, tanto del Hijo
como del Padre.
Homilía
Queda claro, tras los textos anteriores, que la homilía es parte de la liturgia. ¿Cómo?
Según la SC 52, a través de la relación que esta predicación tiene, y debe tener, con el
año litúrgico y con la misa; más en concreto, con sus textos sagrados o lecturas
bíblicas.
Pues bien, la cuestión concreta es: ¿cómo se puede realizar esta enseñanza conciliar?;
¿Qué significa propiamente eso de ser parte de la liturgia o estar dentro de la liturgia?
Porque, evidentemente, el estar dentro o formar parte no debe ser entendido de una
manera extrínseca, exterior, como una mera circunstancia externa, sino como algo
interno e intrínseco. ¿La homilía no puede ser un cuerpo extraño dentro del conjunto
litúrgico, sino un elemento sintonizado desde dentro con el conjunto de la celebración.
Esta no debe ser mero contexto sino concausa determinante de su realidad interior.
2. Pasos en la homilía
Analicemos los pasos que debe dar el predicador homilético para realizar esta tarea.
Ante todo mostrará las relaciones concretase que hay entre la Palabra de Dios
proclamada en las lecturas y el comentario a esta Palabra, por un lado, y la liturgia por
otro. Estas relaciones son tres: el anuncio gozoso o pregón, el memorial y el hoy.
Veámoslo.
Pero no queda aquí el paralelismo. No sólo el acto es semejante a sino sobre todo el
objeto del acto (o complemento directo): lo que anuncia la eucaristía es la muerte del
Señor. Explicitando lo que dice san Pablo, podríamos traducir: "anunciáis la muerte y
señorío de Jesús», es decir, su ser hecho Señor, su glorificación y resurrección. Por
tanto, lo que se anuncia en la eucaristía es el misterio pascual o la muerte y
resurrección de Cristo. Tal es el contenido del kerygma o de la Palabra en su versión
cristológica. Por tanto, la coincidencia entre liturgia (eucaristía) y predicación es clara.
¿Cómo realiza la eucaristía esta proclamación? A través de sus gestos, sus símbolos y
textos oracionales. Sus gestos son los del banquete sacramental: la reunión de la
asamblea litúrgica en torno a una misma mesa, la comunión del pan partido y del vino
repartido transformados en cuerpo y sangre de Cristo que se entrega y se hace
presente con su persona y su acción salvífica, tanto en la asamblea reunida como en
cada uno de sus miembros, y así hace a todos partícipes de su muerte, su perdón su
redención y su nueva vida, símbolos sacramentales del misterio pascual en su realidad
tanto cristológica como eclesiológica.
Luego están las anáforas, los prefacios, que son la proclamación del misterio de Cristo,
bien en su unidad, bien en cada uno de sus diversos momentos y aspectos. Aquí el
destinatario se diversifica; no es sólo el pueblo, como en la predicación, sino Dios
mismo como meta de la alabanza y la acción de gracias. Se anuncian los misterios
cristológicos para alabar por ellos al Padre al que están dirigidos estos textos
oracionales. Por tanto, la homilía deberá mostrar esta importante convergencia, esta
semejanza profunda entre la Palabra de Dios y la liturgia eucarística. Deberá presentar
el kerigma, no sólo con los textos de la Palabra, sino con las imágenes, los signos y las
expresiones tanto del rito eucarístico como de las plegarias eucarísticas. Es lo que dice
la SC: «Por ser la predicación (homilética) parte de la acción litúrgica, se indicará en las
rúbricas el lugar más apto... Sus fuentes principales serán la Sagrada Escritura y la
Liturgia ya que esta predicación es la Proclamación de las maravillas obradas por Dios
en la historia de la salvación o misterio de Cristo, que está siempre presente y
actuante en nosotros, particularmente en la celebración de la liturgia» (35,2).
A modo de síntesis última digamos que la homilía debe mirar por un lado a las lecturas
y, por otro, a la acción sacramental (con sus símbolos, ritos, gestos, oraciones,
cantos...). Pero debe tener una tercer mirada o dimensión: debe prestar una real
atención a la realidad extralitúrgica, a la vida concreta de los fieles con sus problemas,
sufrimientos, también alegrías y valores positivos («signos de los tiempos»). En la hábil
confección de esta tríada consiste el arte y el logro de una buena homilía.
BIBL. —VARIOS. El arte de la homilía C.P.L. Barcelona 1979; COMISIÓN EPISCOPAL DE LITURGIA, Partir el pan de la
Palabra. Orientaciones sobre el ministerio de la homilía. PPC. Madrid 1985; P. GRELOT.- M. Y,. DuMAS. Homilías
sobre la Escritura en la época apostólica. Herder. Barcelona 1991; J. COMES, La homilía ese reto semanal. EDICEP.
Valencia 1992; J. RAMOS. Retórica-Sermón-Imagen. Universidad Pontificia Salamanca 1997; L. MALDONADO.
Anunciar la Palabra hoy. Ed. San Pablo, Madrid 2000.
Luis Maldonado
Humanae Vitae
Pablo VI, el 25 de Julio de 1968, publica la encíclica tal vez más polémica y contestada
de su pontificado: sobre la regulación de la natalidad.
En una primera parte se analizan los nuevos problemas que la sociedad plantea: el
rápido desarrollo demográfico, el trabajo de la mujer fuera de casa, los
anticonceptivos. Y, junto a estos factores externos, la conciencia de una mayor
paternidad y maternidad responsables, el redescubrimiento del amor conyugal como
fin importante del matrimonio y la mentalidad cada vez más extendida de que, "en
aras del principio de totalidad", la finalidad procreadora pertenecería al conjunto de la
vida conyugal más bien que a cada uno de los actos. Todo esto exige del Magisterio
una voz autorizada, apoyada en las conclusiones de una Comisión de Expertos creada
ya en 1963 por Juan XXIII.
El Papa quiere recordar los principios doctrinales comenzando por una visión global
del hombre y por la verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal: plenamente
humano, es decir, sensible y espiritual al mismo tiempo; amor total, es decir, una
forma singular de amistad personal; amor fiel y exclusivo hasta la muerte; finalmente,
un amor fecundo, abierto a nuevas vidas.
Por todo ello, hay que excluir absolutamente la regulación de los nacimientos
mediante la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, bien sea por
medios anticonceptivos o por aborto. Así mismo mediante la esterilización directa.
Queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su
realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o
como medios hacer imposible la procreación. Sin embargo, no se declaran ilícitos el
uso de medios anticonceptivos para fines terapéuticos. Se invita al recurso de los
períodos infecundos, al dominio de uno mismo y a crear un ambiente favorable a la
virtud de la castidad.
Además, la Iglesia invita a reflexionar sobre algunas de las consecuencias que puede
ocasionar el fácil recurso a los métodos de regulación artificial: infidelidad conyugal,
libertinaje entre los jóvenes, pérdida de respeto a la mujer y arma peligrosa en manos
de autoridades públicas para un obligado control de la natalidad.
Ideología
En este sentido, la religión como ideología equivaldría a "opio del pueblo", "creencias
sin contenido". Con un agravante: la ideología no dejaría crecer a la persona ni
descubrir un compromiso verdadero. Por ello, la ideología religiosa debe desaparecer.
No sirve para hacer personas adultas, emancipadas y responsables de su destino y
futuro.
BIBL. — K. H. WEGER, La crítica religiosa en los tres últimos siglos, Herder, Barcelona 1986.
Inculturación de la fe
Preámbulo
Existe, por lo tanto, una amenaza contra las propias culturas, amenaza de
marginación, de exclusión y aun de destrucción (por absorción de las culturas
modernas), y a la vez existe también una situación de exclusión social y de despojo
para la gran mayoría de los pertenecientes a estos grupos culturales. (las culturas
indígenas y el despojo de sus tierras de propiedad secular es un signo claro de los dos
presupuestos mencionados).
Esta situación aunque antigua, se vive cada día con mayor intensidad y es motivo de
serias reflexiones. Por eso las preocupaciones en torno a la problemática de una
evangelización dentro del mayor respeto a la variedad de las culturas, tienen en
América Latina desde hace unas cuantas décadas una mayor fuerza: la valoración de la
cultura, como consecuencia de los estudios de antropología social, el respeto a la
dignidad de la persona humana, y la necesidad de ser fieles al Evangelio las han
impulsado.
Es necesario, por otra parte, comprender el sentido verdadero de la misión dentro del
ámbito del respeto profundo a los valores y derechos tanto del Evangelio como de las
culturas, que nos lleva a un movimiento recíproco, de ida y vuelta: el de la
inculturación que se dirige a la fe y al evangelio; y el de la evangelización que lleva a la
fe a penetrar en las culturas.
Hoy nos encontramos en A.L. con otros factores dignos de tener en cuenta por su
incidencia en el aspecto que estamos tratando.
Aunque debemos también la presencia de otros grupos cristianos con mucha mayor
tradición histórica y que se plantean los mismos interrogantes que nosotros los
católicos: (metodistas, anglicanos, presbiterianos, etc.). Con estos grupos la
preocupación fundamental está en el diálogo y en las relaciones ecuménicas, y
también en todo lo que significa la defensa y promoción de los derechos humanos en
una línea liberadora de compromiso con el pobre.
También, dentro de nuestra Iglesia, está el aspecto muy positivo de la gran difusión de
la Biblia, hecho mucho más notorio entre el pueblo sencillo y sus comunidades
eclesiales, su uso correcto por parte de la mayoría de los fieles ya habituados a lectura,
y ello con la consecuencia de que tenemos una parte del laicado, el que participa en
las comunidades o grupos, mejor formado en la fe y con una apertura más radical
hacia el compromiso con el pobre y una exigencia de fidelidad hacia los valores
evangélicos.
Definamos primero los tres términos que aparecen muy relacionados con la noción de
cultura: enculturación, aculturación e inculturación.
que no se trata de una mera adaptación externa, puesto que no tiene nada que
ver con una acomodación puramente formal;
Una vez aclarado todo esto, viene bien irnos ya a la definición de Santo Domingo
(Documento de Consulta). Consideramos que es puntual, sintética y comprensiva:
«El encuentro del Evangelio con la cultura y, mediante ésta, con el hombre, exige la
asimilación por el cristianismo del lenguaje y de las categorías mentales de la cultura a
la cual se anuncia la Buena Nueva, la íntima transformación de los verdaderos valores
culturales mediante su integración con el cristianismo y, finalmente, la encarnación del
cristianismo, de forma radical, en esa misma cultura. En eso consiste propiamente la
inculturación».
a) En los primeros años hubo una identificación rígida del cristianismo con la cultura
judía. En esta primera etapa el cristianismo se define como una modalidad del
judaísmo. Para hacerse cristiano hay que hacerse judío y observar toda una seria de
preceptos de la ley mosaica. Los cristianos procedentes de la gentilidad tuvieron que
someterse en un primer momento a estas normas, aunque en ocasiones, no sin
dificultades.
Este talante viene a durar hasta el fin del primer milenio, si bien es cierto que siempre
hay matices; será menos abierto cuando el poder político influya y será más libre
cuando la Iglesia actúe con mayor independencia (en el caso de los ritos, la liturgia,
etc.).
d) Hacia la segunda mitad del siglo actual, según hemos dicho anteriormente, en la
preparación del Vaticano II, comienzan a fraguarse ya nuevos conceptos y aparece con
claridad la relación fe y cultura, el respeto a los valores culturales, las «semillas del
Verbo» depositadas en todas las culturas. No se acuña todavía un término, pero se va
avanzado en lo que teológicamente debe representar la relación fe y cultura.
Actualmente, en el fin del milenio, ya se tiene claridad en lo que es y cómo debe ser la
relación fe-cultura, y se ha acuñado la palabra: «inculturación».
América Latina tiene una primera etapa, la de la llamada Primera Evangelización, que
toma todas las características, -salvo honrosas excepciones-, de lo que sucede en lo
dicho anteriormente; los diversos pueblos, a veces masivamente, son a veces
presionados u obligados a adherirse a la fe, e incluso, cuando lo hacen más o menos
libremente, se ven «empujados a convertirse en extranjeros en su propia cultura».
El tema que ahora tratamos: del respeto a la identidad cultural de los pueblos, a sus
tradiciones, a su cultura, a sus formas religiosas, aparece también en A.L. alrededor de
la segunda mitad del presente siglo.
Estos ejemplos y muchos otros marcan sin duda un resurgir en la noble y justa causa
de la defensa del indigena, de sus derechos cívicos y culturales. Los pueblos indios de
la amazonía, los indígenas del altiplano y de las sierras andinas, los pueblos afros del
Norte del Brasil y de la costa del Pacífico saben mucho de esta entrega y de estas
conquistas.
Sin embargo el sentir más general de la Iglesia Latinoamericana en esta segunda parte
del siglo actual, está marcado por una situación que abarca no solo a estos pueblos
sino también a los mismos pueblos latinoamericanos en su conjunto: la situación social
de opresión y de pobreza masiva que sufren las grandes mayorías.
Son los tiempos del auge de los científicos sociales, de la generación de la teoría de la
dependencia, de la lucha contra el subdesarrollo, de la vivencia profunda de la injusta
situación de los millones de empobrecidos; las preocupaciones centrales son en torno
a esta difícil situación socio-económica, a la pobreza y a la «no-vida» que conlleva y a
las posibles formas de solucionarla. Esto en general es más vivencial que la
preocupación del los respetos culturales.
No obstante hay que decir que no son actitudes que se contraponen, ni tendencias
que se excluyen, sino todo lo contrario. Es un hecho cierto, una gran verdad, que los
defensores de tan nobles causas en Al.: la de la defensa de los pueblos auctóctonos a
su cultura y a sus derechos inalienables, y los defensores, o más dedicados a la
gravísima situación de pobreza de las grandes mayorías del pueblo L.A., es decir a la
proyección socio-económica, caminan unidos e identificados en una misma causa de
defensa del oprimido y aún más, con una misma perspectiva estructural liberadora.
En la Primera Reunión General del CELAM, (Río de Janeiro 1955), no aparecen, como
hemos dicho, los nuevos contenidos. Todavía su Titulo IX completo que dedican a
«Misiones, indios y gentes de color» está redactado en la profundización de las obras
misioneras en estos territorios y la promoción educativa y sanitaria. Sin embargo es ya
un avance la constatación de que existen otros «pueblos», otras culturas, que
merecen un trato respetuoso y especial, y que son pueblos que, además, necesitan
promocionarse.
Tampoco el tema estrictamente «de la relación fe-cultura» aparece con fuerza en los
Documentos de Medellín (1968) más preocupado por la situación de pobreza e
injusticia dominante en las grandes mayorías. Es cierto que se menciona de pasada
tanto la dependencia cultural existente y la necesidad de una autonomía cultural,
como también habla de la variedad de culturas y de situaciones. Pero no incide en el
aspecto de relación fe-cultura.
Posteriormente tiene una referencia muy orientadora (307) que se refiere a los tres
universos culturales reconocidos: el indígena, el blanco y el africano. Alrededor de
estos ejes reconoce convergencias, mestizajes, pero también distintas cosmovisiones,
diversas manifestaciones religiosas y la entrada de nuevas ideologías que deforman
aspectos culturales.
Esto sirve de base para que en el segundo apartado mencionado se haga un breve
recorrido histórico, centrado en las diversas culturas que se dan en A.L. con un
pequeño recuento de los tipos de cultura y las etapas del proceso que las ha generado
(409-419).
Una cultura oprimida tiende a cerrarse para resistir, por eso la actitud de la Iglesia
debe apoyar decididamente este proceso desde adentro. Ella misma, anteriormente,
no tomó las culturas como sujeto sino como objeto de la evangelización. Por eso,
afirman que, ahora, considerando que la inculturación debe ser la inquietud central de
la evangelización, se impone la necesidad de invertir la perspectiva; no debe ser un
estilo de evangelización de las culturas, sino la evangelización en y desde las culturas.
(importantísimo aporte que cambia la perspectiva y será recogido posteriormente
sobre todo en los documentos de los dos últimos Congresos Misioneros L.A. (COMLA).
Ciñéndonos ya a los documentos de Santo Domingo, recordar que los temas centrales
fueron: la Nueva Evangelización, la Promoción Humana y la Cultura Cristiana. Por lo
tanto el tema de la cultura (y su relación con la evangelización), ocupa un lugar central
privilegiado (todo el Capítulo III: La cultura cristiana, núms. 238-286).
reconoce, asimismo, los nuevos valores que coinciden con el mensaje de Cristo;
todo este proceso pertenece a las Iglesias particulares (pastores y pueblo) (230).
Y después de resaltar con fuerza los valores de la cultura cristiana y proponer una
líneas pastorales de actuación (231-242), pasa a desarrollar otros temas, en la línea de
cada tipo de cultura, proponiendo siempre algunas líneas pastorales.
-la diversidad de culturas indígenas, afroamericanas y mestizas, para las que
establece como línea central pastoral, una evangelización inculturizada: recorre
los aspecto teológicos, de cosmovisión, de ritos y liturgia, de marginación y aún
racismo y de promoción de las diversas etnias. (243-251);-
-la nueva cultura, ya que al estar A.L. profundamente marcada por la cultura
occidental, ha producido también fuertes impactos: positivos, como el valor
central de la persona o las conquistas científicas, tecnológicas e informáticas;
pero también negativos como su actitud ante los recursos naturales, ante la
historia, y aun frente a Dios, al que relega a la conciencia personal. Como líneas
pastorales destaca: la presentación de Jesucristo como paradigma de toda
actitud personal, el diálogo entre fe y ciencia, y la promoción y formación del
laicado (252254).
-la ciudad, que transforma las formas de vida radicalmente, las relaciones entre
los habitantes y las relaciones con Dios. Se transforman también las relaciones
de espacio, de tiempo. Se está en medio de los mayores centros de tecnología y
de ciencia y a la vez, las grandes mayorías viven en las grandes periferias de
pobreza y miseria fruto de modelos económicos explotadores y excluyentes. El
hombre urbano se transforma en dinámico y proyectado hacia lo nuevo:
consumista, audiovisual, anónimo en la masa y desarraigado.
Este peligro es real y, si no estamos atentos, puede hacer que caigamos en la tentación
del inmovilismo, es decir que dejemos pasar el tiempo, que vayamos con cautela, que,
a veces, es lo mismo que decir: que no hagamos nada. El peligro del inmovilismo existe
y es real en esta y en otras tantas cosas. Y ciertamente no es la mejor opción, ni
siquiera una buena opción.
el tráfico de drogas, un mal tan general que no solo despoja de las tierras, sino
que contribuye a generar una cultura de la corrupción, del crimen, de la
violencia, de la destrucción de la vida, de los vicios;
Esta opción por los pobres en A.L. sigue siendo central en todo tipo de pastoral, mucho
más dentro de la pastoral de los pueblos indígenas y afroamericanos, por eso y
desconocerla sería no solo empobrecer el alcance de nuestra misión, sino también
desviar el verdadero sentido de «inculturación de la fe». Al defender a los pueblos y
las culturas contra la agresión -que les puede llevar a veces hasta la extinción- estamos
defendiendo la dignidad de la persona humana y el derecho a sus propias formas de
expresión.
La defensa de los pobres, tiene que llevar una carga de fuerte denuncia en todos los
estamentos sociales; denuncia y a la vez resistencia a aceptarlos sin más. Es preciso
que tenga, incluso, la perspectiva clara no solo de la supervivencia, sino también del
aprecio y del crecimiento de los pueblos y de las culturas.
Asimismo tiene que incidir en el aspecto positivo de dar a conocer y revalorizar las
culturas y sus valores ascentrales, y, asimismo, una clara apertura hacia cauces
liberadores para que se posible el libre discernimiento y opción de las personas a
asumir nuevas ideas, nuevos valores, nuevas perspectivas, no hay por qué rechazar sin
más todo lo nuevo, hay que dejar en libertar a los pueblos para el proceso de
discernimiento y valoración, y solo después, asumirlo o rechazarlo. Pero esto tiene un
ritmo, unas formas, unas peculiaridades que son innatas a cada pueblo y a cada
cultura, hay que respetarlo.
Es, sin duda, sin desmerecer a otros, hoy en día y en el futuro, el gran reto de la
pastoral de América Latina: el reto de la gran ciudad.
En muy pocos años A.L. ha visto como su población pasaba de ser mayoritariamente
rural a estar mayoritariamente en unas pocas grandes ciudades, teniendo en cuenta
que, comparativamente las grandes ciudades del «Sur» (léase Asia, América Latina)
son mucho mayores que las grandes ciudades del «Norte» (léase Europa, Estados
Unidos). Estas macro ciudades de A.L. desbordan toda posible planificación.
Por otra parte los medios de comunicación les ponen en contacto con el mundo, que
puede estar hasta cercano en distancia, pero «exterior» y «lejano», un mundo que sin
embargo, aparece como atrayente, sugestivo; un mundo que en realidad y a través de
la publicidad y de las «telenovelas» es de «ciencia ficción», pero es el mundo que
asumen como cierto y con el que sueñan como propio. Ese mundo quizá les sacó del
campo y les trajo a una realidad más cruel donde siguen soñando. Todo reto por
grande que sea tiene unas propuestas, unas alternativas, y el reto de las gran ciudad
también las tiene. Son urgentes todo tipo de propuestas sociales, políticas, urbanas;
pero este no es nuestro campo, nos ceñiremos, mas bien, a las propuestas de tipo
pastoral.
Ya hemos dicho (y los hemos señalado) que los pueblos indígenas en A.L. y el Caribe
cultivaron valores humanos y culturales de gran significación, y que con legítimo
orgullo los siguen promoviendo y transmitiendo a sus nuevas generaciones. El
reconocimiento y valoración de todo esto es la primera premisa que se impone en el
nuevo proceso de inculturación de la fe, junto al reconocimiento de pecados
anteriores.
Santo Domingo ya señalaba unas líneas de acción pastoral (248-251), hay que
valorarlas, ponerlas en práctica y aún enriquecerlas:
Pero hay otros aspectos más vitales, más urgentes, más de vida o muerte, es el
promover con todas las leyes y formas posibles, la defensa de sus tierras, «su habitat
natural de vida». El ayudar a que se preserven los pueblos y sus culturas no es solo
colaborar con su derecho inalienable, y el reconocimiento de su dignidad humana y de
hijos de Dios; sino también procurar la preservación de algo que forma parte de la
mayor riqueza del cosmos: la variedad de las culturas humanas.
La ONU declaró el año 1993 el «año internacional de los pueblos indígenas». Reconoce
en todo el mundo cinco mil culturas diferentes; en A.L. hay varios cientos de ellas, la
mayoría en las selvas amazónica, algunas todavía sin contacto con otras culturas. Pero
todas son culturas que conservan costumbres, valores y comportamientos sociales de
gran valor, muchos de los cuales serían, sin duda, garantía de una vida más humana y
fraterna.
Conclusión
En el problema de la relación fe y cultura aún dentro del respeto que ambas partes
merecen y de la consideración de que ambos son sujetos dentro de un diálogo
enriquecedor para las dos partes, hay sin embargo una verdad que nos viene dada de
la acción de Espíritu.
El Espíritu de Dios es novedad y hace nuevas todas las cosas. Es decir el camino está
trazado, la nueva concepción de la «inculturación» presenta ideas nuevas. Pero aún así
hay otras novedades que en la vida nos encontramos. El Espíritu sopla y, cuando
encuentra en nosotros apertura, es más fácil que logremos llevar la fe como llamada e
invitación, con nuestro testimonio vivencial que provoca reacciones positivas de
acogida.
Daniel Camarero
Indígena (Pastoral)
Prólogo
La importancia del tema de la «pastoral indígena» en A.L. es no solo grande sino,
también muy sentida sobretodo desde los sectores que tienen la mira puesta en la
defensa de los derechos humanos, culturales y religiosos de las diversas etnias, así
como de aquellos otros que tienen la pastoral hacia los pobres y oprimidos como eje
de su quehacer evangélico, puesto que opresión y cultura distinta parece que van de la
mano.
Ya decimos que es una pastoral que se inserta dentro de la opción por los pobres. Los
pueblos indígenas constituyen hoy los pueblos que en su conjunto están
mayoritariamente agredidos, expoliados, marginados, indefensos y aún despreciados.
Por eso al respeto a sus culturas y tradiciones y al diálogo religioso, se une una defensa
a ultranza de sus derechos y de sus tierras, la exigencia de formulación de un sistema
legislativo que realmente les protejan, así como el reconocimiento efectivo de su
dignidad.
Sin embargo, en medio de la actual agresión que sufren los pueblos indígenas y de la
respuesta que la Iglesia está dando a este problema, (aunque quizá no es su conjunto),
no podemos dejar de traer a la memoria los grandes testimonios de los primeros
tiempos:
Ciertamente hoy tenemos otros guías, otros pioneros, otros profetas. Destacados
obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes pastorales laicos que tienen, como
objetivo central de su quehacer evangélico, y dentro de una perspectiva más amplia
de la opción por el pobres: la defensa y valoración del indio, de su cultura, de sus
tierras, de su tradiciones.
Están los que celebraban los 500 años del descubrimiento y de la incorporación de
unas tierras descubierta por los navegantes europeos, resaltando exclusivamente la
«expansión de la civilización occidental, la dilatación de la fe, en un ambiente de ver el
hecho solo bajo estos aspectos: triunfo, conquista, expansión, y el resultado del
mismo: nuevos pueblos incorporados al dominio europeo, a la expansión colonial y
una fe que se fue extendiendo.
Hubo, todavía, otro tercer grupo que rechazó ambas formas de considerar el
acontecimiento. Tomaron distancia de la celebración y de la denuncia, y asumieron la
fecha únicamente como la oportunidad para que las culturas autóctonas hicieran un
nuevo autodescubrimiento, rescataran su propia identidad sofocada y planteasen las
exigencias de un diálogo profundo con la cultura europea y con la religión cristiana.
Ellos mismos se llamaron, (y se llaman aún) los «Abya-Yala» (nombre que los indígenas
kunas de Panamá daban a lo que hoy denominamos América Latina y que significa
«tierra fecunda, tierra madura».
También dentro de la misma Iglesia se remarcaron más unos aspectos que otros. Para
la Iglesia estructural en su conjunto, la celebración de este acontecimiento tuvo la
perspectiva de repensar la fe, y enmarcarla en un nuevo proceso de evangelización. El
Papa retrasó la reunión del CELAM y la convocó en Santo Domingo precisamente para
dar realce al tiempo y al lugar. La Iglesia Latinoamericana y del Caribe celebró así la
conmemoración de los 500 años de Evangelización, y lo hizo sobre todo en un marco
de futuro, es decir de promover nuevos cauces para una «Nueva Evangelización».
En ellos reconoce Juan Pablo II que antes de este acontecimiento, «las semillas del
Verbo estaban ya presentes y alumbraban el corazón de los antepasados». Reconoce
también que hubo atropellos e injusticias contra los indios: «los enormes sufrimientos
infligidos a los pobladores de este continente durante la época de la conquista y la
colonización», lo que le da motivo para recordar los nombres de varios eclesiásticos
que defendieron firmemente los derechos de los indios.
Es claro, asimismo, que la celebración de los 500 años de la Primera Evangelización fue
un nuevo motivo de revisión. Por lo menos sirvió para un nuevo despertar hacia la
realidad sangrante todavía presente. Dentro de esta perspectiva, fueron numerosos
los Episcopados de A.L. y el Caribe, los que, con frases llenas de firmeza, reconocían
errores, pedían perdón y se comprometían para ayudar a superar las condiciones de
injusticia en que viven actualmente los pueblos indios.
Es hermoso, en este sentido, el diálogo que una parte de la Iglesia de Panamá, (los
Obispos, y misioneros de las Diócesis de Colón y Vicariato del Darién) mantiene con el
«Hermano Indio» dice textualmente: «Recordamos, hermano indio, cómo siendo el
administrador absoluto de todo este Continente (Abya Yala), cuyo dueño es el Dios
Padre (Ankoré, Pava-Nana) llegó el conquistador y colonizador y, sin derecho ni
diálogo, te despojó paulatinamente de todas tus tierras. Las guerras provocadas por
ellos, las enfermedades que traían y otros factores fueron diezmando tus poblaciones
a lo largo y ancho de Abya Yala. Culturas que se fueron gestando durante 40 mil años,
fueron arrasadas al paso del dominador. Solo sangre, llanto y desolación fueron las
huellas que dejabas, mientras más te internabas en la selva para sobrevivir. Y a los que
se quedaron les sometieron y les impusieron una forma de pensar y actuar no propia
de ti.
Y... ¿ahora qué? Han pasado cinco siglos. Sigues pobre y marginado, sin participación
en las decisiones y bienes que con derecho te pertenecen, siendo esto una injusticia.
Todavía se te considera un ser de segunda categoría. Nosotros como Iglesia,
conscientes de tu valor y de tu realidad, defendemos tu derecho a ser sujeto de tu
historia, mantener y desarrollar tu cultura, a tener tu propia tierra. Luchamos para que
se respete tu organización social autónoma que tiene sus legítimos caciques
tradicionales. Te seguiremos acompañado en tus luchas, encarnándose cada vez más
en tu realidad y procurando la construcción de una Iglesia Católica autóctona para
aquellos que libremente quieran sumarse a este Proyecto Evangelizador».
Claro está que la Iglesia L.A. ya estaba y sigue estando presente y cercana en las
necesidades de los pueblos indígenas. Dentro de ella se escuchan con sentimientos
solidarios las voces de los indios y de los afroamericanos y se vive con dolor su
situación angustiosa.
a) Los números
Los indios de Latino América constituyen una realidad difícilmente abarcable para una
simple descripción o pequeña síntesis. Su número que puede oscilar entre los 50 ó 60
millones (los Obispos de Ecuador hablaban de 70), se encuentran fragmentados, por el
mismo hecho de las dimensiones territoriales del continente, en un infinito
caleidoscopio de lenguas, etnias, culturas, ecologías, tecnologías, políticas y religiones.
Las poblaciones indígenas se agrupan en torno a mil etnias diferentes, hablan, por lo
tanto, más de mil lenguas distintas, la mayoría ininteligibles entre sí; algunos grupos
aún no han entrado en contacto con las sociedades occidentales (aculturación cero),
aunque la mayoría ya tiene un grado mayor o menor de aculturación y de inserción
(libre o forzada, según circunstancias), en los procesos de globalización
contemporáneos.
Cuando viven en comunidades, habitan en los desiertos interiores o costeros, los
altiplanos, las selvas de los grandes ríos, las tundras patagónicas, y están también
presentes en los hábitat rural y urbano (los indios o pueblos más insertados). Forman
parte de grupos étnicos muy numerosos, con influencia en algunas naciones (donde el
% indígena es muy alto), pero también de etnias de tamaño medio o de grupos muy
pequeños (que se pueden reducir hasta solo unas decenas de individuos).
Bolivia con un 70% es el país de mayor población indígena, Guatemala, Perú, Ecuador
todos con porcentajes de alrededor del 50%, México tiene un 20%, (aunque en
números absolutos con 18 millones es la nación que más indígenas tiene). Chile y
América Central (excluida Guatemala) tiene alrededor de un 5% de su población; y
Paraguay, Colombia, Venezuela, Argentina, en torno al 2 y 1 %. Brasil apenas tiene el
0.25% de su población, pero sus luchas por las tierras y la defensa de sus derechos, les
hace muy activos y con una significativa presencia.
b) Su mundo religioso
El mundo religioso de los indígenas es comprensible sólo para el que se acerca a él,
llega a convivir, y lo hace con un corazón contemplativo y con una sensibilidad
corporal y espiritual que le ayuda a captar el sentido profundo de la realidad y de su
trascendencia. Requiere una actitud de humildad, es en realidad una forma de
discipulado, se va a vivirlo, a integrarse en su medio; y necesita tiempo y observación,
a la vez que debe ser rechazado, en un principio, todo tipo de dogmatismo
apriorístico.
También esta dificultad se tiene en otros aspectos. Podemos ver a un indio peruano,
boliviano o ecuatoriano, integrados a la vida «occidental», incluso a su proyecto
productivo: minería, agricultura, comercio, servicios, etc., y, por ello, pensar que ya
han perdido su cultura, su carácter de pueblo, que son fácilmente manejables o
sujetos de dominación. Nada más contrario a la realidad, el indio está ahí, dentro de su
ropaje occidental si se quiere, pero tiene «alma de indio», cultura de indio, conserva
su propia personalidad, sus formas de ver las cosas, sus ritos celebrativos, su actitud
ante la muerte, sus creencias firmemente arraigadas, la actitud propia y personal ante
la salud: mezcla de ritos, de creencias y de remedios «mágicos».
Hay algunos ejes trascendentales que de una u otra forma son comunes y nos acercan
a su mentalidad:
En este sentido merece destacar sobre todo lo que se relaciona al Dios creador de
todo y sus relaciones con la naturaleza y sus fenómenos naturales. Todo es de Dios,
todo le pertenece a Dios y todo, a la vez, es un reflejo de Dios.
El Dios Padre y Madre de la vida, Corazón del cielo y Corazón de la tierra, Corazón de
los lagos, Corazón del mar. Hacedor, Formador, Dador de vida, Dador de luz.
Generalmente tienen un solo Dios que es Señor de la dualidad, de todo lo que nos
rodea, de la vida y de la muerte; de lo masculino y femenino; de la luz y las tinieblas,
del aire y de la tierra.
Todo es fiel reflejo de Dios. El es la realidad suprema de la que todo procede: el Pitao
Cozoaana (autor de la vida, creador del universo) para los zapotecas mexicanos. Y para
los zapotecas y también mixtecas es el «Pitao» que se une a otra palabra: «cociyo»
(lluvia), «cocobi» abundancia, «Xoo» terremotos, para manifestar la presencia de Dios
en estos fenómenos. Todo lo que existe es su reflejo y como tal es en cierto modo
«divino» La tierra será la Madre Tierra (Pachamama), el Sol será el Dios sol (Inti), para
los incas y aymaras peruanos y bolivianos.
Por eso Dios es el creador de todo el universo en el que transcurre la vida humana. En
la creación el hombre encuentra raíces profundas para vivir una relación profunda de
gratitud, de homenaje y aun de temor. Se trata de un Dios que nos hace sentir sus
latidos por todas las partes. De un Dios que habla (a través de los fenómenos) y que
escucha también con símbolos que se manifiestan en la misma naturaleza. Es un Dios
que gusta de la gratitud y del reconocimiento y de la vida armónica entre los hombres
y la naturaleza.
Actualmente en A.L. y en el Caribe nos encontramos más con las formas religiosas que
denominamos las religiones mestizas; formas religiosas generadas a lo largo de una
historia de encuentros y desencuentros, fundamentalmente entre la religión originaria
y la religión cristiana. Hay muchos indios latinoamericanos que participan con
frecuencia de ritos o formas de ambas religiones, en un ambiente a veces de
sincretismo, a veces de «defensa» de sus valores culturales de pueblo, y del sentido
profundo de la vivencia de sus ancestros. Encontramos elementos de ello en casi toda
la vida religiosa, pero, es precisamente, en los momentos más importantes y vitales
para sus costumbres y sus manifestaciones religiones históricas, cuando son más
influidos por sus orígenes y regresan más a las formas y ritos más tradicionales.
c) Su situación de despojo
Los pueblos indígenas de América Latina y el Caribe viven, sin duda una grave situación
de despojo, y algunos de ellos, de exterminio.
En general, su cultura no es solo no valorada, sino que son pueblos que ni siquiera son
tenidos en cuenta en sus derechos fundamentales, sus tierras, sus costumbres, sus
peculiaridades legítimas, su organización. Son pueblos que se sienten presionados
hacia una integración sin condiciones y sin valorar sus aportaciones, o que quedan
relegados cada vez más, y sus territorios (cuando no son despojados de ellos), sin
condiciones de progreso.
Incluso cuando las generaciones jóvenes de estas etnias, salen a las grandes ciudades
en busca de trabajo: generalmente servicio doméstico para las mujeres y cualquier
tipo que puedan encontrar los varones: desde la ayuda en el transporte, al comercio
autónomo, construcción o similares; son tantas las presiones que reciben de los
medios de comunicación y de las relaciones en la ciudad, que, prácticamente, en
muchos casos, van renunciando a las características más visibles de su cultura: lengua,
vestido, formas de relación y se adaptan a las nuevas y «domesticadas» formas. Sin
embargo dentro está el espíritu, la fuerza, el sentimiento y las mismas reacciones
profundas, producto de su cultura y que se manifiestan en sus momentos o
acontecimientos más importantes.
Esta capa superficial de «modernización» que adquieren hace pensar a la ligera a
muchas personas que han sido atrapados por la cultura moderna. Esto es una realidad
a medias. En primer lugar no es así, una transformación cultural no sucede en tan
pequeños espacios de tiempo, y, además, si esto sucediera, sería una dolorosa pérdida
cultural que debiéramos evitar. Aunque también hay que reconocer que, los modelos
culturales de Occidente, por su técnica y por la «globalización» de muchas cosas, se
hacen fascinantes, atrayentes, y, si añadimos a eso la presión que ejercen por los
medios de comunicación, entonces resulta mucho más fácil que se vayan
introduciendo muchos aspectos de ellas.
Las etnias amazónicas, más minoritarias en población, pero con una cultura que
permanece con mayor autonomía e independencia en relación con la cultura
moderna, son mucho más violentamente tratadas: despojada de sus tierras, obligadas
a ir cada vez más hacia dentro de la selva, diezmadas por enfermedades o
inconvenientes, tienden, muchas de ellas a desaparecer. Y en la actualidad son
consideradas por algunos como culturas y etnias «primitivas» que deben dejar de
existir e integrarse en la cultura mayoritaria. El pensamiento colonizador sigue vivo, no
ha terminado.
3. Los afro-americanos
América Latina y el Caribe fue, junto con América del Norte, el lugar de destino de
millones de negros que eran comprados en Africa, obligados a la fuerza a dejar su
continente y trasladados en barcos y galeras en las más inhumanas condiciones que
nunca, por mucho, podremos imaginar. Los que llegaron fueron afortunados,
muchísimos más fueron dejando su vida en las duras travesías y arrojados sus
cadáveres al mar.
a) El secuestro y la esclavitud
La trata negrera entre Africa y América durante los siglos XVI y XVII es sin duda uno de
los movimientos migratorios forzados más grandes de la historia. Se hace esta
afirmación contando con tres factores: el número de personas forzadas a sufrir esta
situación, la enorme distancia de su traslado y el tiempo de duración de tan infame
proceso.
Aunque resulta casi imposible hablar de números, el flujo humano sin duda fue de
muchos millones de personas procedentes tanto de las regiones costeras del Oeste de
Africa como también de la zonas del interior del continente, y, en menor proporción
de las costas del Océano Indico. En este secuestro estuvieron presentes cientos de
etnias, este dato sí es más identificable, puesto que su nombre figura tanto en la listas
de embarque de los negros como en las escrituras de compraventa de los esclavos,
pero en realidad predominaron más las etnias bantúes.
Esto promovió, a lo largo de los años, que el negro huyera al interior de los bosques y
se encerrara más en su arraigos ascentrales, su cultura y sus manifestaciones: nacieron
así los palenques, cumbes, quilombos y ladeiras. Pero también los que quedaron más
integrados (al menos territorialmente) quedaron encubriendo sus creencias y valores
al abrigo del refugio de las manifestaciones religiosas comunes.
A pesar de todo, se fue mezclando con indios, blancos y mestizos en una interminable
gama de cruces étnicos. De esta forma los negros se fueron multiplicando y llegaron a
extenderse por todo el continente americano. Del resultado de los cruces, el africano
se transformó en negro, mulato o zambo. En la actualidad, el negro tiene una
población cercana, con los cruces mencionados, a unos cien millones de personas.
b) Su cultura religiosa
Tenían además la creencia en unos seres intermedios, los Orixás, que no son dioses
sino seres intermedios entre Olorúm y los hombres. Algunos los han llegado a hacer
semejantes a los mensajeros o ángeles o fuerzas divinas. Obran por mandato y
dependientes del Olarún. Hay varios de ellos más importantes: Oxalóa, Orixalá y
Obatalá.
En toda su cultura religiosa destaca el culto a los antepasados, fruto sin duda de su
cultura agraria y patriarcal. Es necesario el tener una relación con ellos: Son
protectores, son también guardianes de la ética, de los costumbres, de las tradiciones;
castigan a los que quebrantan los principios tradicionales. Son también muy
importantes los ritos fúnebres.
Estos cultos, como todos los demás, están estrictamente organizados, tienen una
jerarquía que los dirige, y que gozan de una autoridad casi absoluta, incluso tienen
ritos de iniciación para los que van a ocupar estos cargos. Los rituales están llenos de
cantos, de danzas, que son profundamente religiosas, aunque algunos los quieran
reducir a folklore.
Este sincretismo, que para muchos analistas no es tan claro, sino que más bien a veces
se presenta en forma de una simbiosis o yuxtaposición de manifestaciones religiosas;
tiene muchas perspectivas y también diversos nombres: la umbanda, la kimbanda, la
macumba, el candomblé. Y son cultos referidos a los espíritus (algunos mezclados,
como la invocación con el destierro de los maleficios), a las curaciones, a las fiestas,
etc., el Norte de Brasil, Haití, otras islas caribeñas, regiones de Venezuela, el Norte de
Colombia, zonas costeras del Perú (Callao, Cañete), son algunos de los lugares donde
se vive estos aspectos con una mayor efervescencia.
Los afro llegaron a América como esclavos y durante muchos años, algunos siglos,
permanecieron como tal. No tuvieron ni reconocimiento como grupo étnico ni
tampoco lograron gozar de la libertad individual.
Pero es que la esclavitud de los negros era tenida como primordial fuerza de trabajo,
por eso se resistieron a otorgarles la libertad. Los estudios que se han hecho en este
aspecto sobre Brasil nos ilustran estas ideas con frases muy terminantes: «los esclavos
son las manos y los pies del dueño de las plantaciones, porque sin ellos no es posible
en Brasil conservar una hacienda de caña de azúcar, y menos aún aumentarla». Y otra
aún más terminante, atribuida al Senador Silveira Martins: «El Brasil es el café y el café
es el negro».
Por ejemplo, en Colombia, no se les reconoció tampoco ningún tipo de derechos como
grupo étnico. Se les concedió el derecho de la libertad en 1851 -30 años más tarde de
obtener Colombia su independencia-, lo que simplemente les igualó sin más, al
conjunto de la naciente ciudadanía. La Constitución Nacional en 1999 introdujo la
posibilidad de que las comunidades afrocolombianas fueran reconocidas
jurídicamente, y en 1993 se expidió la ley por la que eran reconocidos como «grupo
étnico» y por lo tanto con derechos constitucionales a favor de los grupos étnicos.
En Brasil, país con mayor número de negros, la abolición de la esclavitud, fue mucho
más tardía. Apenas se pudo lograr en 1898 con la firma de la «Ley Aurea» por la que se
suprimía legalmente la esclavitud. De esta forma, incluso, la princesa Isabel, pasaba a
la historia como la heroína de buen corazón que de forma magnánima y maravillosa
entregaba a los esclavos negros el don de la libertad.
d) La situación actual
El color todavía es, desgraciadamente, vínculo de racismo. El negro (cuánto más negro
sea su color peor), es tenido por menos. La negritud es para algunos todavía una cierta
«desgracia». Esto sucede en los estratos sociales más altos, la integración aún no se
da; el negro sigue siendo mayoritariamente usado para los trabajos más serviles. Sin
embargo, entre las clases populares, su aceptación es más plena, como persona
sometida a sus mismos problemas, en la sociedad que unos pocos se reservan como
dueños.
Por otra parte, ya hemos dicho que en A.L. hay lugares característicos donde los
negros son una gran mayoría y habitan como comunidad, como pueblo. La suerte de
algunos de estos pueblos negros es hoy más incierta que nunca. Sus terrenos siguen
siendo pasto de la codicia de muchos y a la vez centro de decisiones de los gobiernos y
leyes de algunos países de América Latina y el Caribe. Dos ejemplos de muestra:
Lo que pasa con los Garifunas de Honduras, cerca de 200 mil, viviendo en las orillas del
mar Atlántico, cerca de Colón. Un pueblo afro que habla el idioma nativo de sus
ancestros y conserva sus tradiciones, amenazados ahora por el proyecto del Gobierno
que quiere vender sus tierras a empresas extranjeras para hacer una extensa zona
turística, y construir hoteles de cinco estrellas y lugares de ocio y diversión.
O el peligro que tienen los «quilombos» brasileños situados en el interior del Estado
de Sao Paulo. La construcción de cinco represas hidroeléctricas inundará la zona de
Ivaporunduva en un área de cerca de cinco mil hectáreas de tierra donde los negros
tienen establecidos sus «quilombos».
Hay muchos sectores dentro de ella que han hecho centro de su proyección pastoral la
defensa de los derechos de los pueblos indígenas y afros, y la necesidad de llegar a
ellos con el ofrecimiento de un Dios liberador comprensible y cercano, en diálogo con
sus propias culturas:
y, finalmente, nos referimos en bloque a los Prelados del «Sur Andino», en Perú,
que han sabido trabajar pastoralmente en conjunto, han proyectado obras
comunes a favor del indígena y han hecho de sus circunscripciones, lugares de
promoción, desarrollo, estudio y acogida para los mayoritarios habitantes
quechuas y aymaras.
Ahí tenemos un ejemplo claro de «pastoral indígena» que se ha llevado desde hace
unas décadas, que se sigue llevando y que se entronca en la medida de la necesidad de
liberación de los mismos pueblos; y que a la vez es interpeladora para otros sectores
eclesiales.
Esta es la pastoral indígena actual, por lo menos la pionera, la que marca el sentido
orientador y se compromete con las necesidades concretas, es cierto que en cada
lugar tiene unas peculiaridades y aún diversificaciones, pero, sin embargo, se aprecian
claramente unos ejes comunes que destacamos:
La pastoral parte de hacer «causa común con él», no se puede llevar en un proceso
evangelizador descarnándola de las condiciones de vida y de las necesidades
concretas. Nuestro Dios es un Dios liberador y viene «a liberar a sus pueblos de sus
esclavitudes». Este aspecto central está, sin duda, presente en todos los que
comparten la vida de los indios.
Sin duda que este acompañamiento de la Iglesia ha evitado más expolio y más
sufrimiento a los pueblos y a la vez les ha ayudado a realizar algunas conquistas
significativas. Queda sin embargo seguir caminando en la misma dirección. Las
conquistas no son flor de un día, sino de una perseverancia firme y constante.
Son pequeñas muestras del sentir y actuar de una Iglesia que vive desde dentro, y que
sus servicios y su lealtad le llevan a sufrir en carne propia las mismas dificultades. La
mejor forma sin duda para poder seguir siendo «voz de los sin voz».
La Iglesia en Latinoamérica no debe ser una Iglesia para los indios, para los afros, sino
esperar que su acción evangelizadora le lleve al verdadero término: a la integración
plena, a una inculturación completa, para que sea Iglesia de los indios, Iglesia de los
afros. Iglesia de cada pueblo dentro de cada cultura.
El pueblo indio, el pueblo afro debe ser sujeto de este mismo proceso de
evangelización. Al interior de él deben surgir interlocutores que participen de ambas
circunstancias para que sea más fácil el proceso.
Hay un Dios común, es ese Dios con designios universales de salvación. Es el Padre de
todos que tiene también un plan de salvación para todos. Cristo es el camino y en él
debemos encontrar todos los que abrazamos la fe católica la plenitud de la vivencia
religiosa. De Cristo la Iglesia recibe la misión para la salvación de todos, sin
discriminaciones. En ella es donde debemos encontrar la unidad en lo necesario, pero
también libertad en las formas, en los ritos, en los espacios y tiempos, todo ello regido
por el marco máximo del amor.
En este sentido los Obispos Bolivianos reclamaban entre otros varios aspectos:
Que la Iglesia esté atenta a los virtuales sujetos principales de una Iglesia
indígena local: las CEBS, los líderes sociales, las mujeres, la juventud, la pareja,
la diversidad en vocaciones eclesiásticas.
De esta forma, concluyen, se pasará de una pastoral indigenista, para los indígenas, a
una pastoral indígena, desarrollada y llevada a cabo por los propios indígenas.
Optamos por abrirnos al diálogo con las religiones indias con el respeto que
merece el misterio de Dios, actuante en ellas, y vivir así un auténtico diálogo
religioso.
Cumplir los acuerdos asumidos con el Congreso General del la Cultura Kuna:
reconocer el Congreso y respetar su religión.
Hacer del servicio al Reino, que acontece en Kuna Yala, el criterio fundamental
de nuestra presencia y actuación como Iglesia.
Son sólo un par de muestras del sentir y caminar actual de la Iglesia L.A. Su misión
evangelizadora con los indios y con los afros parte de unos presupuestos claros que
aportan «verdad cristiana». El conocimiento, la vivencia, la defensa de los derechos y
el respeto a su dignidad, la unidad en el amor, en la solidaridad, en la justicia social,
son caminos claros de integración y vehículo para el anuncio y reconocimiento del
misterio del Dios salvador.
BIBL.–AA.W., en Revista «Misiones Extranjeras» números monográficos: Los afro-americanos, núm. 113, octubre
1989. Hacia Santo Domingo, núm. 130 agosto 1992. La misión de los pueblos indígenas, núm. 165, junio 1998.
IEME. Madrid. España, número monográfico. 165. junio de 1998; BOFF, LEONARDO, El conflicto de los modelos de
evangelización para A.L., en la Revista Latinoamericana de Teología. Núm. 25, abril de 1992. UCA. San Salvador;
BORGES, PEDRO, Misión y evangelización en América, Editorial Alhambra. 1992. Madrid; CELAM: «Documentos de
Santo Domingo». Conferencias Generales del Episcopado L.A. Bogotá. 1993. Colombia; CELAM: «Memoria
indígena» Documentos de consulta para Santa Domingo. Celam Bogotá 1991. Colombia; ESPEJA, JEsús,
Inculturación y teología indígena, Editorial San Esteban 1993. Salamanca; IRRARAZABAL, DIEGO, Trenzado de
religiones, en revista «Allpanchis». Núm. 48, 2' Sem. De 1996. Instituto de Pastoral Andina. Cuzco. Perú; JUAN
PABLO II, Diálogo entre las cultura para una civilización del amor y de la paz. Discurso Del 1° de enero del 2001. En
«Vida Nueva», núm. 2.262, págs. 16-21; KRAUTLER, ERWING, Carácter misionero y solidaridad entre las Iglesias del
Brasil, en «Revista Spíritus», núm. 152, sepbre. 1998. Coedición. Quito. Ecuador; MAllOLENI, CAYETANANO,
Religiosidad indígena y afrocolombiana. Posibilidades de diálogo, en Revista «Medellín». Núm 98, junio 1999,
págs. 199-217. Celam. Itepal. Bogotá Colombia; PEÑA LóPEZ, Perspectivas misionológicas para hoy, en «Revista de
Cultura», núm. 31 abril del 2000, págs. 45-63. Facultad de Teología de N.S. da Assuncáo. Sáo Paulo. Brasil; SIERRA,
CARLOS A., Pastoral con las comunidades negras, en Revista «Spíritus», núm. 153, diciembre 1998, págs. 121-126.
Coedición. Quito. Ecuador; SuESS, PAULO, Presenca indígnenas nos Cebs: aprendizado, diálogo, solidaritate, en
«Revista De Cultura», núm. 24. sepbre de 1998, págs. 61-72. Facultad de Teología de N.S. da Assuncáo. Sáo Paulo.
Brasil.
Daniel Camarero
Infancia y adolescencia
Todo esto no excluye que la familia de hoy en comparación con la de ayer no ofrezca
nuevas y auténticas posibilidades al reconocimiento y a la educación del niño. Pero
exige una mayor atención educadora y una capacidad crítica de elección de los
tiempos y de las intervenciones, que no siempre encuentran los padres de hoy.
b) El niño y el mundo de los adultos. La apertura social promovida por la familia núcleo
es un hecho positivo que permite al niño contar con una multiplicidad de conductas y
modelos adultos, hacia lo que es particularmente sensible, porque está estimulado por
la necesidad profunda de imitación y de identificación. El adulto, con su vida, está
proponiendo al niño un posible nivel de aspiración, un esquema de valores y una
escala de conductas.
- Las imágenes de los padres. Merecen una atención particular las figuras de los padres
por el papel determinante que ejercen en la constitución de la personalidad del niño.
La familia, por medio de los padres, clarifica y formula las funciones del niño y las
organiza de modo coherente y operacional. La presión social ha modificado también
las funciones especificas del padre y de la madre, con consecuencias que repercuten
en la educación de los hijos. El modelo de familia piramidal donde el padre era
depositario de la autoridad ha entrado en crisis y se ha demostrado desfasado ante
una nueva imagen de mujer, fruto de la promoción de la mujer y la emancipación
femenina, que se coloca al lado del padre, compartiendo la autoridad y la
responsabilidad del gobierno de la familia.
- Experiencial. Hay una gran distancia entre la experiencia aportada por los medios de
comunicación social al niño y la experiencia concreta de cada día que el niño vive. La
realidad transmitida puede determinar una visión deformada y alienante de lo vivido.
La discontinuidad entre experiencia propuesta y vivida engendra en el niño actitudes
conflictivas, interpretaciones unilaterales, superficialidad y cierto conformismo.
• La infancia intermedia: seis-nueve años. Las coordenadas en las que se movía la vida
y el desarrollo del niño en etapas anteriores se apoyaban en tres puntos: un entorno
limitado por el marco familiar; la omnipotencia de los adultos; el egocentrismo infantil.
Alrededor de los seis años, dichas coordenadas se amplían y se redescubre el mundo y
a los demás. Se ensancha su horizonte y el niño entra en contacto con un mundo
adulto distinto del familiar y, sobre todo, encuentra a los compañeros, que están en la
misma situación que él. En este proceso juega un papel predominante la
escolarización. Hasta ese momento, todo lo que hacía era considerado como un juego,
ahora se le exigirá que toda su actividad se convierta en trabajo.
A. Gesell presenta cada una de las edades que forman esta etapa con las siguientes
características:
• La infancia adulta: nueve-once años: Podemos definir esta etapa como la del
equilibrio físico y psíquico. Ha alcanzado unas características físicas, intelectuales y
afectivas que no tenía y, antes de que aparezcan los fenómenos propios de la
adolescencia, vive unos años en los que su pertenencia activa a diversos grupos:
familia, clase, pandilla de barrio... alimenta su necesidad de acción, de aventuras, de
conocimientos. Todo ello le posibilita que vaya tomando posición de sí mismo como
persona diferenciada de los demás.
- Diez años: con su equilibrio, su buena adaptación, su tranquila pero fuerte seguridad,
su aire desenvuelto, constituye la cima de la infancia, el momento de la plena
expansión y la integración de las caraterísticas del niño mayor. La estructura corporal
ha cambiado por completo, encuentra alegría en la actividad y en gastar sus fuerzas.
La vida se ha hecho agradable, es educado, participa y frecuentemente está contento.
El entendimiento con sus hermanos plantea más problemas.
- Doce años. El niño, que ha perdido algo de su egocentrismo, tiene una mayor noción
de las realidades. Se da cuenta de que crece. Se ha hecho mucho más seguro de sí
mismo, más realista. Acepta las críticas, disputa menos con sus hermanos, empieza a
tener compañeras del otro sexo.
- Catorce años. Con relación a los trece el cambio es profundo: el niño es más seguro
de sí mismo, más abierto y directo, está menos a la defensiva y es más reflexivo. Tiene
un nuevo concepto de la personalidad.
- Una ruptura con todas las formas religiosas infantiles, realizadas en etapas
anteriores.
3. Pastoral de la infancia
Descubrir la vida como regalo de Dios. La vida, toda forma de vida, viene de Dios
y es regalo. La muerte, toda forma de muerte, no viene de Dios y va contra la
persona.
Valorarse a sí mismo y valorar a los demás. Cada uno, como persona, somos un
regalo de Dios a la humanidad. Lo fundamental es ser persona, imagen de Dios,
encarnación de Dios.
Desde la psicología y la sociología del niño, los contenidos deben estar radicados:
c) Método pastoral. El método es el camino racional que debe seguirse en toda acción.
Requiere una capacitación del animador en saberes, experiencias, actitudes técnicas y
recursos para utilizarla adecuadamente. La metodología que nos parece más
conveniente es la inductiva:
Aunque en pastoral resulta muy difícil determinar cuáles puedan ser las etapas que
nos parezcan más adecuadas, nos arriesgamos a presentar unas que nos parecen
bastante universales:
Iniciación cristiana
1. Introducción
Los dos grandes actores de la iniciación son Dios y el hombre. Con todo, el verdadero
protagonista es Dios, a quien corresponde tomar la iniciativa y realizar en cada
hombre concreto su misterio salvador. Dios, no obstante, no actúa inmediatamente,
sino por la mediación de la Iglesia, a la que ha entregado la misión de anunciar el
Evangelio, bautizar y educar y alimentar la fe de quienes han aceptado a Jesucristo.
La iniciación cristiana no puede reducirse, por tanto, a un mero proceso de enseñanza
y de formación doctrinal. Es la persona entera la que viene implicada y es ella la que
debe asumir existencialmente que es hija de Dios en Jesucristo y, en consecuencia,
que mientras realiza el aprendizaje de la vida cristiana y entra gozosamente en la
comunión de la Iglesia, ha de abandonar sus criterios y comportamientos de la vida
anterior. La iniciación, por eso, no acontece de golpe, sino que es un proceso, un
itinerario, más o menos largo y laborioso, en el que el hombre viejo va muriendo poco
a poco, mientras va naciendo el hombre nuevo. Independientemente del número y el
modo de recorrer las etapas de ese itinerario, la iniciación cristiana siempre culmina
con la recepción de los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, pues
el Bautismo es el comienzo de la vida nueva, la Confirmación, su afianzamiento, y la
Eucaristía el alimento que robustece al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
para ser trasformado en él (cf. ClgC 1275).
Dentro de la lógica de estos nuevos planteamientos, se decía que el ritual del bautismo
de adultos tuviese en cuenta el catecumenado (art. 50) y que el rito de la Confirmación
manifestase más claramente su intrínseca conexión con la iniciación cristiana,
ubicándola para ello en el marco de la celebración eucarística y haciéndola preceder
de la renovación de las promesas bautismales (art. 55). No obstante, se advertía
todavía una cierta ambig edad, puesto que la Eucaristía no era contemplada en la
perspectiva de la iniciación cristiana (cfr. proemio y artículos 37-46); más aún, aparecía
desgajada del Bautismo y de la Confirmación en un capítulo independiente.
Este estado de cosas no sufrió variaciones substanciales a lo largo del itinerario sinodal
(ACTA SYNODALIA..., Constitutio Sacrosanctum concilium', vol. II, pars Via, TPV 1973,
pp. 424-425, art. 64-71). No obstante, al hablar de la comunión bajo las dos especies,
incluía entre los supuestos contemplados, el de la comunión que reciben los neófitos
en la misa que sigue a su bautismo (art. 55).
Precisa, además, que la iniciación cristiana alcance su cumbre cuando los catecúmenos
reciben los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía y que "restaure la
liturgia del tiempo cuaresmal y pascual de forma que prepare las almas de los
catecúmenos para la celebración del misterio pascual, en cuyas solemnidades se
regenera para Cristo por medio del Bautismo" (Ibidem). Más aún, involucra en la
iniciación durante el catecumenado a toda la comunidad cristiana -no sólo a los
catequistas o sacerdotes"-, y "de modo especial a los padrinos, con el fin de que ya
desde el principio sientan los catecúmenos que pertenecen al Pueblo de Dios"
(Ibidem). No es difícil escuchar las resonancias del catecumenado de los primeros
siglos, tal como lo conocemos por los escritos de Tertuliano, san Hipólito y Orígenes.
d) La iniciación después del Vaticano II. En los años precedentes al Vaticano II se había
llevado a cabo un gran despliegue teológico, pastoral y litúrgico en torno a la iniciación
cristiana. Este despliegue se incrementó después del concilio, sobre todo a raíz de la
publicación del Ordo Initiationis christianae adultorum (=Ritual de la Iniciación
Cristiana de adultos [RICA]) en enero de 1972. Muchos episcopados, por ejemplo, el
alemán, francés, italiano, español y portugués, han realizado una profunda reflexión
teológico-pastoral a nivel de Conferencia Episcopal y en sus respectivas iglesias locales.
Gracias a ese inmenso esfuerzo disponemos hoy de unas orientaciones doctrinales y
pastorales sólidas con las que recorrer el camino recto de la iniciación cristiana.
Este paso previo reviste, desde el punto de vista pastoral, una especial importancia,
pues exige que la comunidad cristiana de referencia -comenzando por la parroquia- y
cada uno de sus miembros sea un cristiano coherente, misionero, con espíritu abierto
y positivo ante el mundo y las personas que lo habitan, y lleno de confianza en la
fuerza salvadora de evangelio y en la voluntad salvífica de Dios, que continúa
deseando eficazmente la salvación de los hombres y no se ha ausentado de este
mundo.
Según esto, el precatecumenado no es propiamente una estructura sino una realidad
misionera, en la que lo más decisivo es que todos y cada uno de los cristianos, según
su propia condición y carisma, anuncie a Jesucristo entre sus hermanos, sean éstos los
de la propia familia, los compañeros de trabajo, los amigos o los que la vida hace
caminar junto a él. En consecuencia, el precatecumenado está lleno de espontaneidad,
imaginación y vibración apostólica. Si existen comunidades vivas, confesantes y
gozosas de seguir a Jesucristo existirá una propuesta eficaz de iniciación cristiana,
aunque las estructuras sean rudimentarias; en cambio, si faltasen esas comunidades,
quedarán valdías las más refinadas y sofisticadas estructuras pastorales. El
precatecumenado exige, por tanto, una revisión sincera sobre la coherencia de vida y
el afán apostólico de nuestras comunidades cristianas y una conversión permanente
de los ya cristianos. La revitalización del precatecumenado aparece así como un
presupuesto esencial de la iniciación cristiana y la piedra de toque para impulsar
propuestas catecumenales eficaces y vivas.
El precatecumenado no excluye que haya estructuras específicas para los que, sin
creer todavía plenamente, muestran su "simpatía" y una cierta inclinación hacia la fe
cristiana (cf. RICA 12). En cualquier caso, serán siempre muy ágiles, y tan plurales e
informales como la vida misma.
Los escrutinios tienen por finalidad "purificar las almas y los corazones, proteger
contra las tentaciones, rectificar la intención y mover la voluntad, para que los
catecúmenos se unan más estrechamente a Cristo y prosigan con mayor decisión en su
esfuerzo de amar a Dios" (Ritual de la Iniciación cristiana de adultos, n. 154). Los
pastores han de ayudar a los "elegidos" a progresar en el sincero conocimiento de sí
mismos, en la reflexión seria de la conciencia y en la verdadera penitencia. Los
escrutinios son tres y se celebran en las misas de los domingos tercero, cuarto y quinto
de Cuaresma, cuyos evangelios se leen en clave bautismal y ayudan a comprender a
los catecúmenos el misterio del pecado -que afecta a todo el universo y a cada hombre
en particular-, y a impregnar sus mentes del sentido de Cristo Redentor, que es agua
viva -evangelio de la Samaritana-, luz -evangelio del ciego de nacimiento- y
resurrección y vida -evangelio de la resurrección de Lázaro-.
Estos evangelios están tan enraizados en el Bautismo, que incluso cuando existen
razones pastorales para celebrar los escrutinios durante otros domingos de Cuaresma
o en los días de entre semana más convenientes, la primera misa de los escrutinios ha
de ser siempre la misa de la samaritana; la segunda, la del ciego de nacimiento; y la
tercera, la de Lázaro. Los escrutinios se celebran después de la homilía por un
sacerdote o diácono estando presente la comunidad cristiana, siguiendo el formulario
señalado en el misal, el leccionario y el ritual de la iniciación de adultos.
Los exorcismos completan los escrutinios. La Iglesia instruye a los catecúmenos sobre
el misterio de Cristo que nos libra del pecado, los proporciona su ayuda para que se
desprendan de las consecuencias del pecado y del influjo diabólico y obtengan la
fuerza necesaria para su itinerario espiritual, y les abre el corazón para recibir los
dones de Cristo Salvador. Los exorcismos son también tres, y se celebran
inmediatamente después de los escrutinios, con los que ritualmente forman un todo.
Esta oración es considerada desde la antigüedad como propia de los que han recibido
en el Bautismo el espíritu de los hijos de adopción y que los neófitos recitan con los
demás bautizados por primera vez en la celebración de la Eucaristía que sigue a su
Bautismo.
El rito forma parte de la preparación próxima para los sacramentos pascuales; esta
preparación se completa con el "Effeta", la elección del nombre y la unción con el óleo
de los catecúmenos. El "rito del effeta" consiste en tocar los oídos derecho e izquierdo
de los elegidos y la boca, sobre los labios cerrados, con una fórmula, simbolizando la
necesidad de la gracia para escuchar fructuosamente la Palabra de Dios. La "unción
con el óleo de los catecúmenos" -que por falta de tiempo puede realizarse también en
la misma Vigilia Pascual- consiste en ungir con ese óleo el pecho, ambas manos u otras
partes del cuerpo de los catecúmenos, "para que, al aumentar en ellos el
conocimiento de las realidades divinas y la valentía para el combate de la fe, vivan más
hondamente el Evangelio de Cristo, emprendan animosos la tarea cristiana y,
admitidos entre los hijos de adopción, gocen de la alegría de sentirse renacidos y de
formar parte de la Iglesia" (Ritual de la Iniciación cristiana, n. 207).
Así lo han entendido y vivido siempre los orientales (que justamente exigen un cambio
en la praxis -o, al menos, en la valoración- de la Iglesia Católica). Precisamente, a la luz
de la praxis oriental cabría incluso plantearse un eventual cambio de disciplina
respecto al ministro ordinario de la Confirmación: permaneciendo el obispo como
ministro originario -según indica la constitución Consortium divinae naturaela
autoridad de la Iglesia podría establecer que el presbítero fuese ministro ordinario.
Pero sin necesidad de variar la disciplina en este punto, la naturaleza de los
sacramentos y de la iniciación reclaman que la Confirmación preceda a la Eucaristía y
siga al Bautismo.
Por motivos pedagógicos y para evitar un vacío pastoral, quizás proceda establecer
unos "plazos de cadencia", que podrían oscilar entre 6 y 10 años, tiempo en el que se
pasaría de la situación presente a la nueva. Este planteamiento no parece ajeno al
último documento de la Conferencia Episcopal Española sobre la Iniciación, que
contempla la posibilidad de optar por el uso actualmente más común en España de
celebrar la Confirmación después de la primera Comunión o por el de situar ésta al
final de la iniciación (CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La iniciación cristiana.
Reflexiones y Orientaciones, Edice, Madrid 1999, nn. 91-99).
Los Santos Padres concedieron gran importancia a esta etapa, como atestiguan las
espléndidas catequesis mistagógicas que nos han legado. Es verdad que hoy no
convendrá retrasar hasta ese momento la explicación de los ritos y de su significado,
pues actualmente no existe la ley del arcano, entonces vigente. No obstante, perdura
el espíritu, puesto que los neófitos han de adquirir una inteligencia más plena y
fructuosa de los misterios, que es fruto, sobre todo, de una recepción continuada de
los sacramentos ñsobre todo de la Eucaristía- y de una cada vez más profunda y
adaptada explicación de los mismos. Catequizar sacramentalmente a los neófitos
partiendo -como ellos hacían- de los ritos y oraciones y remitiéndose constantemente
a la vida, es un método excelente y en línea con lo indicado en el concilio Vaticano II
(cf. SC 48).
La iniciación cristiana tiene como agentes principales a Dios Trino y al hombre (el
todavía no cristiano o no plenamente cristiano) y como agentes complementarios al
obispo, presbiterio diocesano, comunidad y clero parroquial, catequistas, padrinos
familia, escuela, grupo apostólico y círculo amistoso.
El obispo no actúa solo sino con los brazos del presbiterio, y secundado por las
comunidades parroquiales, los diversos carismas que viven en su Iglesia local, los
catequistas, etc. Su tarea es, sobre todo, de orientación, estímulo y verificación de la
acción que ellos realizan. El clero parroquial, especialmente los párrocos, instrumenta
los medios pastorales adecuados para que los no bautizados sean llamados a la fe, los
catecúmenos recorran debidamente las diversas etapas de su itinerario catecumenal y
los neófitos se inserten plenamente en la vida de la comunidad.
En el caso de los niños que reciben el Bautismo a los pocos días después de su
nacimiento y en el de los que se preparan a él durante el tiempo de la edad
catequética, ellos son los responsables principales de la iniciación cristiana, tarea para
la que cuentan con la colaboración de catequistas y otros seglares idóneos. Los demás
presbíteros y diáconos, por ser colaboradores del obispo y de los párrocos en su
ministerio, prestan su colaboración y celebran los sacramentos de acuerdo con ellos.
4. Destinatarios
Ya hemos señalado que la iniciación admite tres modalidades fundamentales básicas:
la de niños bautizados a los pocos días de nacer, la de quienes se bautizan en edad
catequética y la de personas adultas. Cada una de estos tres supuestos tiene sus
destinatarios específicos.
Limitándonos a las opciones segunda y tercera -de la primera tratamos en las voces
Bautismo, Confirmación y Eucaristía- los principales destinatarios son los niños-
adolescentes y los adultos que piden ser iniciados; subsidiariamente, sus padrinos,
catequistas, y la comunidad humana y cristiana de referencia.
La acción pastoral con los catecúmenos se inspira en este criterio: "hacer cristiano al
que no lo es". En consecuencia, no trata, única o principalmente, de trasmitirlos un
acervo de doctrina y de valores ni crear en ellos una serie de actitudes, sino de
ayudarles a que se abran al don de Dios que viene a salvarlos por Cristo en el Espíritu y
en la Iglesia, mediante unas mediaciones sobre todo sacramentales. Toda la acción
pastoral del clero parroquial, catequistas y comunidad cristiana ha de estar
encaminada a esa respuesta responsable del catecúmeno. El horizonte es, por ello,
más teológico y antropológico que catequético, y la meta de "hacerse cristiano" no
traducible por entregar-aprender un mínimo de doctrina para recibir los sacramentos
de la iniciación. Posiblemente sea éste el principal déficit y la primera urgencia de la
pastoral de la iniciación cristiana.
5. Mediaciones pastorales
a) No-sacramentales:
b) Celebraciones sacramentales
Los sacramentos del Bautismo, Confirmación y primera Eucaristía son las principales
mediaciones sacramentales, puesto que son esenciales; sin ellas, por tanto, es
imposible que el hombre pueda insertarse en plan salvador de Dios en Cristo. Sin
embargo, como estos sacramentos tienen un referencia esencial al Misterio Pascual, la
celebración del domingo, de la Pascua y en general, del Año Litúrgico son el contexto
necesario de las mediaciones sacramentales.
6. Luces y sombras
Como suele ocurrir con todas las acciones humanas, la pastoral de la iniciación
cristiana tiene aspectos positivos y negativos, luces y sombras. Destaquemos los
principales.
a) Luces. Entre los aspectos positivos cabe mencionar los siguientes: 1) la recuperación
de la categoría teológica, catequética y litúrgica de "iniciación cristiana"; 2) la
publicación y favorable recepción eclesial del Ritual de la Iniciación cristiana de
adultos; 3) la inserción de la iniciación cristiana en un contexto más amplio que el de
los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Primera Eucaristía, aunque ellos sean el
momento culminante y esencial de la misma; 4) la consideración del Bautismo,
Confirmación y Primera Eucaristía como tres momentos carismáticos de una misma
realidad: la inserción sacramental en el Misterio Pascual de Cristo, y, en consecuencia,
de su indisoluble unión teológica; 5) el redescubrimiento de la iglesia local como
primera y principal mediación eclesial de la iniciación cristiana y de la parroquia como
"lugar" primordial, aunque no único, de la misma; 6) la preparación y publicación en
muchas diócesis de directorios; y 7) algunos más concretos, como la importancia
teórica concedida al catecumenado por etapas y como proceso de maduración que
recorre el catecúmeno; el reconocimiento de la existencia de pluralidad de situaciones
litúrgico-pastorales; la acentuación de los aspectos litúrgico y mistagógico de la
catequesis de iniciación; la celebración de los sacramentos de la iniciación en el
contexto de la Vigilia Pascual, en el supuesto de personas que no recibieron el
bautismo después de su nacimiento o durante la edad catequética.
Del sacramento del Bautismo arranca la llamada universal a la santidad, aunque los
caminos de realización existencial sean diversos.
Es lo que dice el Código de Derecho Canónico en el canon 577: "En la Iglesia hay
muchos institutos de vida consagrada... siguen más de cerca a Cristo ya cuando ora, ya
cuando anuncia el Reino de Dios, ya cuando hace el bien a los hombres, ya cuando
convive con ellos en el mundo, aunque cumpliendo siempre la voluntad del Padre".
Recordemos que, a los Institutos Seculares dedica el Código 21 canones: del 710 al
730.
Pío XII, en la Provida Mater, fue quien otorgó a los Institutos Seculares como la carta
de ciudadanía en la Iglesia.
Afirmando que son tan estados de perfección como puedan serlo los Institutos
Religiosos, si bien con ciertas peculiariedades. Así se afirma expresamente, en el
apartado II.1., que "ni admiten los tres votos públicos de religión, ni imponen a todos
sus miembros la vida común o morada bajo el mismo techo".
La novedad de esta intuición viene a romper viejos esquemas y es lógico que hubiese
ciertas dubitaciones e imprecisiones a la hora de su reglamentación.
Para afianzar aún más este triple aspecto o dimensión, recordamos unas palabras de
Pablo VI el 26 de septiembre de 1970 en el encuentro internacional de Institutos
Seculares:
En febrero de 1972, con motivo del XXV Aniversario de la Provida Mater, había dicho
que la secularidad "no sólo representa una condición sociológica, un hecho externo,
sino también una actitud: estar en el mundo, saberse responsable para servirlo, para
configurarlo según el designio divino en un orden más justo y más humano con el fin
de santificarlo desde dentro".
Por tanto, la secularidad hay que entenderla desde la existencia personal, dentro de
este mundo, reordenando las realidades temporales según el espíritu cristiano y
haciendo presente en ellas al Rey y su Reino.
Concretando aún más en este campo de las realidades temporales, Pablo VI, como si
tuviera presente a los Institutos Seculares, escribía en "Evangelii Nuntiandi", n. 70:
"Su tarea primera (...) es el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y
evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El
campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la
política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las
artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas". De estas
palabras se hará también eco Juan Pablo II en su discurso del 28 de agosto de 1980 a
los Institutos Seculares.
Todo ello nos hace descubrir la sintonía de los Institutos Seculares con el nuevo estilo
de evangelización del mundo moderno. Los Institutos Seculares están llamados a una
extraordinaria fecundidad apostólica en esta hora de nueva evangelización. De nuevo,
Pablo VI alude a este futuro prometedor cuando, dirigiéndose a los Institutos Seculares
en el XXV Aniversario de la Provida Mater, dice: "no puede menos de verse la profunda
y providencial coincidencia entre el carisma de los Institutos Seculares y una de las
líneas más importantes y más claras del Concilio: la presencia de la Iglesia en el
mundo".
Con palabras sencillas, una de las características de los miembros de los Institutos
Seculares es que no se trasladan cuando ingresan en éstos, sino que se quedan en el
mismo lugar y en la misma profesión en que se encuentran para, desde allí mismo, ser
fermento evangelizador del mundo y vivir su propia vocación a la santidad radical.
El hecho mismo de que con frecuencia se considere a los Institutos femeninos como
"religiosas seglares o como religiosas que viven en sus casas" puede ser una llamada
de Dios para purificar un estilo de vida en la línea de la secularidad. Esto no obsta para
que se tengan algunas casas, para los fines específicos y muy concretos del propio
Instituto.
Jesús de Nazaret
Jesús, nacido de María en Belén de Judá, que vivió en Nazaret y formó un grupo de
discípulos, anunció el Evangelio del Reino con obras y palabras, entró en conflicto con
los poderes establecidos, fue condenado a muerte en tiempos de Poncio Pilatos y
resucitó según las Escrituras. Este crucificado y resucitado (Hech. 2,36), vendrá al final
de la historia como único Señor (Hech. 1,11). La fe cristiana afirma la identidad entre
Jesucristo sentado a la derecha del Padre y Jesús de Nazaret.
1. La buena noticia
La noticia más grande y definitiva es que Dios ha enviado a su Hijo (Mc. 1,11) para que
fuéramos hijos en el Hijo (filiación adoptiva) (Gál. 4,5). El Hijo eterno de Dios "ha
venido en carne" (1 Jn. 4,2); el verbo se hizo carne y acampó entre nosotros (Jn.
1,14.16). El artículo 2° del Credo dice: "Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro
Señor".
Los apóstoles tienen una experiencia única de la resurrección; sienten que el Señor
vive y está presente en la historia. Desde esta experiencia van recordando hechos,
gestos y palabras, y van rastreando la existencia histórica de Jesús de Nazaret desde la
confesión de fe en Cristo resucitado.
Los evangelios se preguntan por el origen de aquel que se proclama Dios y Señor; la
resurrección de Jesús es la expresión de que Dios ha cumplido su promesa de salvación
mantenida a lo largo de la historia; por eso se hacen las genealogías al comienzo de los
sinópticos. Y Juan en el prólogo de su evangelio sitúa a Jesús de Nazaret en la
preexistencia trinitaria; también nos presentará los escritos en N.T. la dimensión
cósmica de la existencia de Jesús, que es la manifestación plena de su preexistencia: Él
es la cabeza de la Iglesia (Col. 1,18) primogénito de entre los muertos (Col. 1,8) y a su
nombre se dobla toda rodilla en la tierra y en el cielo (Flp. 2,10).
El evangelio de San Marcos nos presenta a Jesús de Nazaret como el Hijo de Dios
(1,11; 9,7 y 15,39) que ha vencido al mal y nos ha salvado y nos asegura el encuentro
con Dios.
En el evangelio de San Mateo Jesús de Nazaret aparece como el Hijo del Hombre que
tiene el poder y está con nosotros todos los días hasta el final (Mt. 28,18-20); el Padre
ha puesto todo en manos de Jesús (Mt. 11,17) y el reino de Dios es el mismo
Jesucristo.
El evangelio de San Lucas presenta la opción preferencial de Jesús por los pequeños,
enfermos y pecadores; los Hechos de los Apóstoles sitúan a Jesús entre el Mesías
prometido y la vida de la Iglesia naciente (Lc. 22,35-38; Hech. 2,1).
Nos referimos a los nombres de Cristo, Hijo único de Dios y Señor. El nombre de Cristo
expresa en griego el término hebreo Mesías que significa "ungido". El Mesías
prometido en el A.T. sería ungido por el Espíritu de Dios (Is. 11,2) como sacerdote
profeta y rey. Jesús de Nazaret cumple esta promesa, y así lo expresa cuando lee en la
sinagoga el texto de Is. 61,1 (Lc. 4,16-21). Jesús aceptó el título de Mesías con
precaución por los intereses con que utilizaban los discípulos y el pueblo este término
(Mt. 22,4-46; Jn. 6,15, Lc. 24,21). Jesús aporta la novedad del Mesías que Él encarna:
viene del Padre (Jn. 3,13; 6,12) y se presenta como "homo servus" (Mt. 20,28). La
pasión de Cristo es la plenitud de su misión mesiánica; "sepa, pues, con certeza toda la
casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros
habéis crucificado" (Hech. 2,38).
Jesús anuncia el Reino de Dios y al Dios del Reino como Buena Noticia, pues parte de la
iniciativa de Dios, está entre nosotros (Lc. 6,20) y manifiesta el amor por los excluidos
y pecadores (Lc. 4, 18.43). Estas características hacen que algunos se escandalicen de
la persona y el mensaje de Jesús (Lc. 7,22 ss).
Este anuncio liberador es buena noticia y llamada a la conversión (Mt. 4,17); cerrarse
al Reino de Dios y al Dios del Reino es el mayor pecado, pues impide acoger a Dios y a
su proyecto. La conversión que pide el evangelio conlleva el aceptar una forma nueva
de entender a Dios, no desde la justificación por la ley, sino desde la misericordia
entrañable para con todos, y especialmente para los pobres. Esta actitud no es fruto
del esfuerzo ético, sino de la gracia de Dios que toma la iniciativa y nos pucede. Para
poder amar como Dios nos ha amado tenemos que empezar por experimentar su
amor y su perdón; sólo así podemos ser buenos samaritanos para con el hermano
maltrecho y marginado. Del amor seremos juzgados (Mt. 25, 31-46), pues de las obras
de misericordia y de servicio depende la salvación.
El anuncio del Reino que Jesús de Nazaret hace parte de la experiencia de Dios como
Abbá, Padre. En el modo de vivir y visionar de Jesús hay una preocupación constante:
hacer la voluntad del Padre en quién confía plenamente y con quién vive una relación
de profundísima intimidad. La persona y existencia de Jesús son la autocomunicación
de la misericordia y bondad del Padre que está especialmente cercano a los pobres,
excluidos y enfermos (Lc. 6,35). Nada ni nadie puede anteponerse a ser más
importante que Dios (Mt. 6,26), pues Dios se impone por su entrañable misericordia y
perdón; en consecuencia, Jesús nos invita a los humanos a tener con los demás las
mismas actitudes de cercanía y entrega que Dios tiene para con nosotros. Esta
experiencia del Padre es la que lleva a Jesús a orar alabando y bendiciendo, y a acoger
su voluntad en todo momento.
El Dios del Reino le lleva a Jesús a estar completamente disponible para el anuncio de
la Buena Noticia del Evangelio y la salvación de la humanidad en las circunstancias
históricas que le tocó vivir y enfrentándose a todos los problemas y dificultades. Como
dice la carta a los Hebreos, Jesús aprendió en la obediencia, las pruebas y los
sufrimientos. Este modo de asumir se condición y misión se ve reflejado en el
Evangelio en el enfrentamiento con los poderes políticos y religiosos, la subida a
Jerusalén y el relato de la pasión.
Los Apóstoles y las primeras comunidades confiesan a Jesús como el "ungido" de Dios,
el Hijo de Dios y el Señor de la historia; y al mismo tiempo confiesan que el Hijo de
Dios, el Resucitado es Jesús de Nazaret. Y desde esta experiencia que da sentido
definitivo a la historia se escriben los Evangelios.
La filiación de Jesús de Nazaret y la entrega salvadora a los hermanos hasta dar la vida
son los dos elementos fundamentales para entender la persona y la misión de Jesús de
Nazaret. La existencia, palabras y acciones revelan a Jesús como Hijo de Dios, pues "en
Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad". La historiedad de Jesús
revela a Dios y es el acceso al Padre; y, por eso, desde la experiencia de la
resurrección, la fe apostólica afirma que Cristo fue verdaderamente humano.
5. Orientaciones pastorales
— El anuncio de Jesucristo debe llevar a los que son evangelizados a creer en El y a
entrar en comunión de vida con Él. "En el centro de la catequesis encontramos
esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito del Padre, que ha
sufrido y ha muerto por nosotros y ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros"
(C.T. 5). "En la catequesis lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado, Hijo de
Dios y todo lo demás en referencia a Él; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro
lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su
boca... Todo catequista deberá poder aplicarse a sí mismo la misteriosa palabra de
Jesús: "Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado" (Jn. 7,16)." (C.T. 6). Por eso
la finalidad de la catequesis consiste en "conducir a la comunión con Jesucristo: sólo El
puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu a hacernos partícipes de la vida de
la Santísima Trinidad" (C.T. 5) (cfr. D.G.C. 80-81).
— La fe en la persona de Jesús conlleva el asumir aquello que para Jesús fue lo más
importante: hacer la voluntad del Padre. Lo que Dios quiere es la llegada del Reino y la
promesa de su consumación. Sigue a Jesús quien la experiencia del discipulado con
otros y llega a confesar a Jesús como Mesías. Este acto de fe expresa el sentirse hijo de
Dios y hermano de todos sin excepción.
— El rostro de Jesús debe buscarse donde está presente: la palabra, los sacramentos,
la Eucaristía especialmente, la comunidad, los ministerios y los pobres (Puebla 196).
Son diferentes mediaciones del encuentro: unas remiten a las otras, y deben vivirse
todas ellas. Estas mediaciones manifiestan la condescendencia de Dios y la kénosis de
Jesucristo. La salvación realizada por Jesucristo nos lleva a la comunión con Dios y a la
intercomunión solidaria con los hermanos (D.G.C. 101-102), pues "en Cristo habita
corporalmente toda la plenitud de la divinidad" (Gál. 2,9).
Jesús Sastre
Jóvenes 1
Estamos ante un tema de vital importancia porque afecta a lo nuclear del ser cristiano:
la maduración en la fe a través de las cambiantes situaciones sociales y psicológicas
por las que pasamos los creyentes. Además, hace especial referencia al mundo que
nos toca vivir, así como a la incidencia de éste en las creencias, actitudes y
comportamientos de los jóvenes. Los educadores de la fe conscientes de nuestra
misión nos preguntamos: cómo hacer entre el Bautismo y la incorporación a la
comunidad cristiana adulta para que los niños, adolescentes y jóvenes vayan
progresivamente descubriendo y vinculándose efectivamente a Jesucristo y a todo lo
que Él significa. Esta pregunta es más acuciante si se trata de adolescentes y jóvenes
por la situación familiar y socio-ambiental en que se encuentran. En consecuencia,
tendremos que partir de una mirada critica al mundo en que nos encontramos,
retomar los principios fundamentales de la pedagogía religiosa y concluir con las
exigencias que comporta la animación de proyectos evangelizadores. La tarea que nos
espera no es fácil, pero sí apasionante, a pesar de las muchas dificultades que
encontramos en el camino.
1. El contexto sociocultural y la fe
Son muchos los factores de todo tipo que apuntan a un cambio de época, a una nueva
sociedad que todavía no vislumbramos con claridad, pues el presente está dominado
por luces y sombras que a veces nos impiden tener una mirada esperanzada. En este
contexto están nuestros jóvenes tratando de encontrar su identidad personal, así
como un lugar adecuado en la vida laboral y social. Tienen y tenemos la impresión
cierta de que no son sencillas ninguna de las dos cosas (cfr. J. SASTRE, Cómo educar en
la fe a los jóvenes de hoy, Surgam (1998) 7-19).
También sabemos que la realidad juvenil no es homogénea y que más que hablar de
juventud tendríamos que hablar de jóvenes muy distintos y variados; con todo, existen
algunas características comunes, tal y como reflejan los estudios psicosociológicos. Lo
que parece colorear el mundo de jóvenes son las expectativas de una agradable
convivencia familiar, la consecución de un puesto de trabajo y el compartir el ocio con
los amigos. Los valores dominantes están difundidos y alimentados por los medios de
comunicación. que nos hacen creer que lo que presentan es lo mejor, o al menos lo m
s apetecible. Los soportes para sobrevivir dignamente están en lo afectivo primario
(familia y amigos) y en la posibilidad de un trabajo que posibilite las relaciones y el
consumo.
Según los últimos estudios realizados, los jóvenes españoles se pueden clasificar en
cinco grupos distintos. Las variables utilizadas por el equipo investigador son de dos
tipos: a) Religiosas: concepción de la divinidad y características para que una persona
se considere religiosa; b) Nómicas: justificación de una serie de comportamientos. Dos
hipótesis han orientado el trabajo: la correlación entre las variables religiosa y los
valores, y la correspondencia entre las creencias y los valores y las actitudes y
conductas que generan (J. Elzo, Jóvenes españoles 99, ISM, 1999).
Tipo n° 2: Nominalista, normativista (21 %). Piensan conceptualmente que para que
una persona pueda ser considerada religiosa tiene que seguir las normas de la Iglesia y
casarse por la Iglesia; esta postura la compatibilizan con el no cumplimiento de otras
normas morales en relación a la sexualidad, la droga, el aborto, la eutanasia, etc: Este
grupo sociológicamente es eclesial y conceptualmente normativista; en la práctica no
sigue lo que dice la Iglesia. Este grupo acepta el Dios cristiano menos que la media, y
ayudar al prójimo, ser honrado y buscar el sentido de la vida no lo ve como elementos
constitutivos del ser religioso.
Tipo n° 4: Moralista religioso (6,96%). Es el grupo que más exigencias pone para que
alguien sea considerado como religioso, de manera especial en cuestiones de ética
sexual y bioética. Tiene un sentido moral primario y la imagen de Dios es
cosmopositiva (ser superior que pide determinados comportamientos). Un 40% de
este grupo cree en la reencarnación. En este grupo hay más adolescentes y más chicos
de clase social baja, y menos estudiantes que en la media. El doble de estos jóvenes en
relación a otros grupos, se autoposiciona en la extrema derecha; valoran la religión, la
moral y el ganar más dinero; les preocupa la seguridad ciudadana y confían mucho en
las FF.AA. y en la Policía, no en los Parlamentos y en los voluntariados. También son los
que menos participan en actividades culturales.
Tipo n° 5: Católico autónomo (32,91 %). Es el grupo más religioso; son los que más
aceptan la imagen del Dios cristiano (creador, Padre, revelado en Jesús de Nazaret, y
juez), y los que dicen que creer, rezar y practicar son los elementos que hacen que una
persona sea religiosa. Es el grupo que refleja más práctica religiosa (26% católico
practicante y un 66% católico no muy practicante o no practicante); es el que m s reza
y el que más cree en el Dios revelado en Jesucristo (94%), y el que en mayor medida
tiene conciencia de pertenencia eclesial (75%). El 75% de este grupo se considera
católico de forma clara y explícita, y un 90% de forma indirecta; además, uno de cada
dos dice confiar en la Iglesia. Con todo, estamos ante unos católicos autónomos, que
no valoran la pertenencia, ni las normas de Iglesia, ni ven en la Iglesia el lugar donde se
dicen cosas importantes para la vida. Con todo, son los que "de hecho" se aproximan
más a las normas éticas de la Iglesia en cuestiones de sexualidad y de bioética. En el
grupo hay más adolescentes y más chicas que chicos; también son los que tienen
menos distancia respecto de sus padres en temas que suelen ser conflictivos. Están
por debajo de la media en la importancia dada al ocio, el tiempo libre y a la sexualidad;
y por encima de la media en la importancia dada a la moralidad. Es el grupo que más
se posiciona en la derecha, votan bastantes al PP, menos al PSOE y con menos
presencia en los tramos extremos del espectro político. Dan más importancia al
problema de la droga y del sida, y menos a la corrupción en la vida socio-política; son
los que valoran más las instituciones y han causado menos violencia que la media.
A modo de conclusión, el factor Iglesia y su posicionamiento ante ella (aceptación de
normas, importancia de sus orientaciones, aceptación de sus mediaciones, etc.) es
importante en la configuración de los grupos "religiosos" (2°, 4° y 5°). El joven con
perfil más cercano a lo católico estaría en la convergencia de los grupos 4° y 5°, y los
del 5° son los más próximos a pesar de sus contradicciones.
- Mayoritariamente creyentes, pero poco practicantes. Las tres cuartas partes de los
jóvenes se confiesan católicos y 7 de cada 10 dicen creer en el Dios manifestado en
Jesucristo. El 23% de las chicas y el 13% de los chicos tiene una práctica religiosa
regular. Unicamente la quinta parte cree en la resurrección de Jesucristo y las
consecuencias de la misma para las personas.
- Los jóvenes siguen haciendo preguntas por el sentido de la vida. "Es preciso concluir
que los jóvenes no son mayoritariamente irreligiosos. Existe entre los jóvenes como
denominador común una demanda de significado, de utilidad, de respuesta a
requerimientos personales y sociales que se sitúa en la esfera de lo específico y
primariamente religioso, en la esfera del sentido, más allá y más acá de una normativa
moral específica cuyo contenido se les aparece caduco, irrelevante y poco plausible. La
demanda a la Iglesia la sitúan los jóvenes claramente en el ámbito de lo religioso como
eco y respuesta a las preguntas primeras Y últimas, tanto a nivel individual como
colectivo. Y no como instancia normativa de códigos de conducta" (CEAS. Subcomisión
de juventud, Ideario para grupos parroquiales de jóvenes, Edice 1996, 15).
Esta es la situación que nos toca vivir, y éste es el panorama ante el que resuenan con
fuerza esperanzada las palabras de Juan Pablo II: "ha llegado la hora de emprender
una nueva evangelización" (ChL 24).
- El paro. El crecimiento económico no asegura el que haya trabajo para todos por la
influencia de las nuevas tecnologías. El tener o no trabajo y la mayor o menor
posibilidad real de conseguirlo van a configurar la vida de los diferentes grupos de
jóvenes (integrados y satisfechos, integrados críticos, integrados frustrados y
marginados) en los aspectos importantes del cotidiano vivir.
- Educar es ayudar a caer en la cuenta: ver, juzgar y actuar. La falacia que a todos nos
tienta consiste en confundir lo existente con lo bueno. Estamos inclinados a pensar
que lo que nos rodea es normal y natural; y así se nos inculca una mentalidad
hedonista, liberal e insolidaria que poco tiene que ver con lo profundo del ser humano
ni con los valores del Evangelio. Una vez más nos vemos abocados a recuperar en la
educación el análisis crítico-creyente de la realidad, fundamental en el momento
presente. Unicamente las personas con visión y postura ante la realidad pueden
apostar por alternativas sociales; y sin olvidar que la primera revisión que hay que
hacer es la de uno mismo, pues el cambio de relaciones y estructuras no es posible sin
un cambio previo del corazón.
- Educar es ayudar a construir la unicidad del yo. El fragmentarismo que nos impone la
cultura social que todo lo invade hace que, sin darnos cuenta, vivamos en cada
momento (fragmento) o faceta de la vida una sola dimensión, la que toca en ese
ámbito, y que tiene sus propias exigencia y condicionamientos poco acordes con otras
convicciones personales, en no pocas ocasiones. ¿Cómo hacer para que la persona
como totalidad esté presente en cada fragmento? ¿Cómo recuperar el sentido ético
que penetra todos los aspectos de la existencia? ¿Cuál es lo que da coherencia al
pensar, el sentir y el actuar? ¿Cómo ser uno mismo en cada momento, por distintos
que éstos sean? Estamos convencidos que la lógica interna que da unidad a la persona
tiene mucho que ver con el equilibrio y el sentido de la felicidad personal. Lo contrario,
la fragmentación, produce sensación de vacío existencial, ruptura e infelicidad.
Estamos ante algo que, en definitiva, afecta a la salud de la persona como estado de
equilibrio y coherencia.
El sentido del humor, que enfoca las dificultades con confianza, ingenio y
soltura.
Señorío sobre los acontecimientos, que impide venirse abajo ante las
adversidades.
La salud física, entendida como modo de vida que ayude a funcionar correcta y
armónicamente, para que el pensamiento, el trabajo y las actitudes éticas se
mantengan más fácilmente desde el bienestar corporal.
Estar siempre haciéndonos, pues hay grados de madurez. Es bueno que de vez
en cuando nos observemos en panorámica. Descubriremos cómo nuestra vida
tiene sentido, lo que comporta tres circunstancias concretas.
Segundo, dirección: voy de aquí hacia allá, me encamino hacia una meta, tengo un
punto de referencia, un norte. Atravieso las diferentes etapas de mi devenir porque
tengo unos objetivos y apunto hacia una fidelidad que me resume y me abarca.
Tercero, el sentido de la vida tiene que tener una unidad por dentro, en medio de sus
cambios, oscilaciones y vaivenes. Eso significa que hay un despliegue, una
concordancia, un común denominador que se mantiene por debajo de sus cambios y
movimientos. Hay una secuencia de conexiones entrelazadas que terminan formando
una estructura" (Tribuna Abierta, ABC, 26-111. 1982, 52).
- Recuperar los "grandes relatos". Estamos viviendo una época en la que los grandes
alientos históricos que han movido a la humanidad en los últimos siglos han perdido
impulso; el ideal de libertad, el pueblo como sujeto histórico y la fuerza de la razón se
han visto reemplazados por un capitalismo de nuevo cuño, la globalización desde lo
económico y las nuevas tecnologías de comunicación y el neoliberalismo que todo lo
invade. La vida personal y social se ha coloreado por el escepticismo, la búsqueda de la
felicidad pequeña e inmediata, el "todo vale" y una existencia que gira desde el deseo
en el ámbito de lo privado. Los relatos que parecen funcionar (ecología, pacifismo,
feminismo y voluntariado), siendo valiosos y significativos, por su propia concepción y
dinamismo, no llegan a cuestionar el conjunto de la sociedad ni proponen modelos
alternativos.
Estamos en una nueva cultura con la que el joven tiene que dialogar para asumir lo
positivo que aporta, ser crítico con lo negativo y buscar solidariamente alternativas
globales que sean algo más que un voluntariado fragmentado de conjunto de la vida y
de la historia personal. La recuperación del sentido vocacional y militante de lo
cristiano es urgente en las mismas ONGs y voluntariados surgidos y alentados por las
comunidades cristianas; por consiguiente la iniciación al compromiso cristiano debe
cuidar mucho más la conexión entre la fe en Jesucristo y el compromiso con el
hermano, y viceversa.
El trabajo personal aquí descrito, además de ayudar a formar una personalidad sana,
previene de una serie de influencias negativas que pueden perjudicar el desarrollo
normal de la personalidad. El mejor cauce para cultivar la personalidad es tener un
proyecto de vida que nos recuerde los fundamentos de nuestra existencia y llene de
contenidos y de medios los ámbitos de la vida, para que no nos despistemos de los
ideales que queremos alcanzar. Las metas no se consiguen sin fuerza de voluntad.
superración personal y vigilancia constante.
Pablo VI, en EN nos dice que la evangelización es una realidad "rica, compleja y
dinámica" (n. 17) y que hay que "abarcar de golpe todos sus elementos esenciales,
pues el Evangelio trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva
de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente
concretos" (n. 18). El mensaje cristiano pretende "alcanzar y transformar con la fuerza
del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés,
las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la
humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de
salvación" (n. 19). Estos objetivos no se pueden alcanzar si no se parte de la situación
concreta de los jóvenes y se hace con ellos el camino apropiado. La Iglesia ofrece a los
jóvenes un itinerario que consta de tres etapas, que son cronológicas y metodológicas,
pues pueden coincidir, según las capacidades y posibilidades de los destinatarios (cf.
OPJ 34). El Directorio General de Catequesis "postula que las dos acciones, el anuncio
misionero y la catequesis de iniciación, se conciban coordinadamente y se ofrezcan en
la Iglesia particular, mediante un proyecto evangelizador misionero y catecumenal
unitario" (n. 277).
Los animadores de grupos de jóvenes pueden encontrar en el capítulo IV del RICA una
serie de orientaciones para la educación de la fe de adultos bautizados que no han ido
a la catequesis ni han recibido los sacramentos de la Confirmación y Eucaristía. "En
realidad, la situación exige a menudo que la acción apostólica con los jóvenes sea de
índole humanizadora y misionera como primer paso necesario para que maduren unas
disposiciones más favorables a la acción estrictamente catequética" (DGC 185). ¿Cómo
suscitar en tantos jóvenes alejados la primera adhesión a la persona de Jesucristo y a
la comunidad eclesial?
Este reto es de gran trascendencia, pues las etapas del proceso evangelizador que
vienen a continuación dependen de este primer interés por profundizar el sentido de
la vida desde la fe. Es un paso de la indiferencia y la superficialidad a la aceptación de
Dios en la vida como único Señor; este cambio de actitud conlleva el reconocimiento
del propio pecado y el deseo de cambiar de vida. El inicio de este camino se hace
normalmente con otros y en el seno de una comunidad cristiana donde el joven pueda
experimentar el "ven y verás". Esta primera etapa tiene como finalidad conocer e
interesarse por la propuesta cristiana que se desarrolla en la etapa siguiente, llamada
catecumenal. Tiene como finalidad "poner a uno no sólo en contacto, sino en
comunión, en intimidad con Jesucristo" (DGC 80) para que se descubra como hijo de
Dios Padre, como miembro de la comunidad eclesial y como hermano. Es un tiempo
de fundamentación y de sistematización de la fe; el catecúmeno crece en madurez de
fe y aprende a dar motivos y razones de porqué es creyente.
con la vida de las personas, como dijo Hans Urs von Baltasar, "sólo el amor es digno de
fe". "Dios es el sujeto que se autocomunica como la luz de conocimiento y amor
integrador, posibilitando en su transparencia toda comunicación interhumana. Entre
Dios y el hombre no hay rivalidad sino comunicación y analogía. Por ello el hombre
puede ser con su existencia y comportamiento referencia hacia Dios. Por eso Jesús,
punto máximo de ese poder referenciador es la imagen y el camino que revela y
conduce al Padre" (J. M. ROVIRA, Revelación de Dios, salvación del hombre, Salamanca,
1979). Si entendemos así la fe cristiana, ésta será profética, comprometida y
fundamentará la antropología; este modo de entender lo humano se ofrecerá como el
mejor camino para ser feliz, libre y solidario. La fe cristiana no es una ética. pero
implica una forma de vivir que redimensiona los valores humanos existentes y nos
ayuda a vivir otros que no son tan evidentes en nuestra sociedad.
4. Metodología de la educación de la fe
El éxito en nuestra tarea de educadores cristianos tiene mucho que ver con la forma
en que vivimos como creyentes adultos, y sepamos descubrir en nuestra labor
catequética o de formación religiosa escolar la relación entre los principales
dinamismos humanos y cristianos. Nos referimos a los siguientes:
-Aceptación incondicional por parte de los demás / Dios nos ama incondicionalmente.
- La necesidad básica de amar y ser amado / Dios ama a todos y nos perdona siempre.
- Las relaciones en igualdad, justicia y solidaridad / El Reino como forma de vivir como
hijos y hermanos.
Estas correlaciones nos llevan a poder afirmar que las virtudes teologales (fe,
esperanza y caridad) constituyen el dinamismo fundamental de las virtudes cardinales.
La vida de Dios en nosotros (somos "imago Dei") es el origen de la vida en verdad y
justicia.
Para que la correlación entre las experiencias humanas y las experiencias cristianas
pueda avanzar adecuadamente hay que respetar los pasos del método propio de la
educación de la fe:
Jerarquizar. Las sensibilidades, las relaciones y los ideales que vamos descubriendo no
se incorporan de forma aditiva, sino estructurada. Lo valioso de la vida suele incluir un
criterio de opción preferencial, que nos hace anteponer una cosa a la otra, o incluso
prescindir de algo en nuestro perspectiva ética. La jerarquización se expresa en la
ordenación de los valores conforme a la axiología evangélica. Sabemos que los valores
que Jesús presenta como liberación personal y fermento del mundo son: el ser frente
al tener, el servir frente al dominar, y el compartir frente al competir. Para que estos
valores sean posibles es necesario fundamentar la existencia en el Padre de todos,
poner los ojos en la utopía de que algún día todos seremos hermanos, y optar por el
compromiso con los más necesitados.
El encuentro con Jesucristo tiene un carácter afectivo; podemos decir que si tenemos
fe es porque la persona de Jesús de Nazaret, su mensaje y su causa nos han cogido el
corazón, nos han seducido. Para que esto sea posible es imprescindible pasar por las
mismas experiencias que tuvo el grupo de los doce apóstoles: dejar entrar la novedad
de Dios en la vida, mirar la realidad con nuevos ojos, seguir al maestro, llamar a Dios
Abbá (Padre), formar una comunidad de vida y revisión, descubrir en los más pobres la
llamada de Dios y estar en disponibilidad para lo que Dios quiera.
La presencia y el estar cercano y atento educa más que lo que decimos y hacemos;
además, únicamente si hay presencia podrán aparecer otros aspectos confidenciales
que se retomarán posteriormente de forma más sistemática. Las prisas y la
burocratización de las tareas pastorales no permiten aflorar las dimensiones más
profundas de las relaciones humanas con la confianza necesaria para poder pedir la
ayuda correspondiente.
El liderazgo social es algo que tiene sentido en sí mismo, es decir, desde la conciencia
ciudadana y desde el sentimiento ético. En este título se habla de propuesta creyente
y de liderazgo juvenil. Por eso nos preguntamos: ¿Qué aporta lo cristiano al liderazgo
juvenil? Este es el objetivo básico de las siguientes reflexiones.
- Para poder hablar y hacer en nombre de Dios necesita ser persona de oración.
- Analiza los signos de los tiempos e interpreta el paso de Dios por la historia en la
liberación integral de las personas.
1° Se necesitan jóvenes cristianos que sean líderes. Esta urgencia no es una simple
cuestión coyuntural; es algo que pertenece a la esencia misma del Evangelio, al
sentido misionero de la Iglesia y al deber y derecho de crear cultura conforme a los
valores del Reino. La relación fe-cultura no es fácil, hay que "saber estar" y "saber
hacer", pero también hay que perder los miedos y las excusas, y dar la cara en el
contexto que nos toca vivir. Se trata de ofrecer a los demás de forma sugerente,
creativa y eficaz lo que para nosotros constituye el sentido de la vida y lo que nos hace
feliz. Recordemos una vez más las palabras del Concilio Vaticano II: "El futuro será de
los que sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y motivos para
esperar" (GS 31).
- Trabajar de forma convergente con otras personas y grupos que apuesten por lo
renovador y solidario.
- Explicitar con palabras y obras "el plus" de sentido que aporta la fe a la vida humana.
- Organizar la vida personal y comunitaria de forma que ella misma sea una propuesta
alternativa de cómo es posible vivir lo cotidiano de otra forma.
- Crear conciencia en los que nos rodean para suscitar unas nuevas actitudes frente a
las desigualdades, la violencia, la injusticia, la marginación, etc.
6. Orientaciones pastorales
Jesús Sastre
Las dos últimas décadas han tenido una notable incidencia en el origen y desarrollo de
la Pastoral Juvenil, realizada desde una perspectiva diocesana. A un primer momento
de desconcierto, motivado por la crisis de los Movimientos de Acción Católica, siguió
otro de búsqueda de nuevas fórmulas pastorales. A ello contribuyeron no sólo los
intentos de superación de esta crisis y el resurgir de otros movimientos juveniles, sino
también el despertar del sentido comunitario, así como el nacimiento y consolidación
de grupos de jóvenes en el ámbito de las parroquias. Toda esta nueva realidad de
grupos juveniles coordinados en el marco de la Iglesia local constituye a la diócesis en
un cauce específico y directo para la actividad pastoral con los jóvenes.
Podemos identificar la Pastoral Juvenil como Diocesana, cuando la diócesis ofrece una
propuesta pastoral en la que se articula una respuesta propia a la problemática juvenil
de las parroquias, a la vez que sirve de referencia para que los distintos grupos y
movimientos, presentes en ella, planteen y orienten su trabajo pastoral en el marco de
la Iglesia local.
Nos parece oportuno en este punto, más que comentar alguno de los muchos
proyectos concretos que se han elaborado, comentar las ideas básicas que ha de tener
presentes todo proyecto y que aparecen en las Orientaciones sobre Pastoral de
Juventud y en el Proyecto marco de Pastoral de Juventud, documentos ambos de la
Conferencia Episcopal Española.
- Jesús, enviado del Padre, animado por el Espíritu, es el Evangelio de Dios. Cristo vive
en su Iglesia. Por eso la presencia de la Iglesia entre los jóvenes es una exigencia y una
condición de la evangelización de los jóvenes. La Iglesia existe para evangelizar,
evangelizar es su identidad más profunda (EN 14). Evangelizar implica transformación,
testimonio de vida, anuncio de Jesucristo, adhesión a la comunidad, participación en la
misión de la Iglesia (EN 21-24).
- En este marco, por pastoral de juventud entendemos toda aquella presencia y todo
un conjunto de acciones a través de las cuales la Iglesia ayuda a los jóvenes a
preguntarse y descubrir el sentido de su vida, a descubrir y asimilar la dignidad y
exigencias de ser cristianos, les propone las diversas posibilidades de vivir la vocación
cristiana en la Iglesia y en la sociedad, y les anima y acompaña en su compromiso por
la construcción del Reino (EN 54).
- El proyecto no pretende ser una nueva metodología, sino un instrumento que ayude
a realizar una pastoral más organizada, que construya una articulación de grupos y
comunidades vivas que tomen conciencia de la realidad en la que viven, proyecten su
camino y se organicen, según los planes diocesanos de pastoral, para una acción
evangelizadora más eficaz. Es conveniente que diferenciemos la pastoral de jóvenes de
la pastoral de adolescentes, aunque estén íntimamente relacionadas. De la misma
forma hemos de distinguir en nuestra acción pastoral entre jóvenes adolescentes (17-
20 años) y jóvenes adultos (20-25 años).
Con este título impartía una conferencia, hace ya algunos años, A. Iniesta, pero a pesar
del tiempo transcurrido creemos necesario recoger parte de ellos ya que siguen
necesitando una respuesta en la Pastoral Juvenil de la Iglesia: "¿No habíais hecho una
Iglesia conformista y alienada, más preocupada de conservar los trapos viejos del
pasado que de preparar siempre trajes nuevos y cambientes para el futuro? ¿No daba
la impresión de que estabais más preocupados por del derecho canónico que de las
bienaventuranzas, del comino y de la menta que del amor y la justicia? ¿no
pretendisteis hacer de nosotros hombres sumisos y pasivos en la Iglesia y distantes en
el mundo? ¿Ha tenido vuestra moral la capacidad de darnos nuevas pistas para nuevos
problemas? ¿Han tenido vuestras misas y asambleas sacramentales dinamismo e
imaginación, o más bien nos presentabais todos los domingos unas reuniones
mortecinas y aburridas, frías y sin garra, ni entusiasmadas ni entusiasmantes? ¿Nos
habéis predicado la paz o la guerra? ¿Nos habéis educado para para comprometernos
con el mundo y con sus luchas? ¿Nos habéis lanzado a la liberación del hombre y de la
sociedad como una tarea coherente con la exigencia de nuestra fe y un programa para
toda la vida, aunque costase la misma vida, o con vuestra vida y vuestra predicación
nos habéis enseñado más bien a nadar y guardar la ropa, echando agua sucia al vino
del evangelio?". No pretendemos desde aquí dar respuesta global a tantos
interrogantes, como tampoco fue la pretensión del autor de los mismos. Nos vamos a
limitar a esbozar algunas líneas de acción que la Iglesia ha de tener presentes en
relación con los jóvenes, hoy y siempre.
La Iglesia no debe aspirar tanto y principalmente a hacer una pastoral "para" los
jóvenes, cuanto a hacer una pastoral "con" los jóvenes, una acción eclesial compartida
por todos los cristianos que formamos el Pueblo de Dios.
BIBL.—AA.W., Pastoral de hoy para mañana. Nuevas perspectivas de la Pastoral con jóvenes, CCS, Madrid 1993;
COMISIÓN EPISCOPAL DE APOSTOLADO SEGLAR, jóvenes en la Iglesia, cristianos en el mundo. Proyecto marco de
pastoral de juventud, Madrid 1992; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones sobre Pastoral de
juventud, Madrid 1991; J. Etzo, jóvenes españoles 99, SM - Fundación Santa María, Madrid 1999; L. GONZÁLEZ
CARVAJAL, "Luces y sombras de los jóvenes españoles", Teología y catequesis 54 (1995); S. MOVILLA, Ofertas
pastorales para los jóvenes de los 80, San Pablo, Madrid 1984; A. M. RIQUELME, Pastoral juvenil diocesana, CCS,
Madrid 1993.; J. SASTRE - R. CUADRADO, Los jóvenes evangelizadores de los jóvenes, San Pablo, Madrid 1993; R.
TONELLI, Pastoral juvenil. Anunciar a jesucristo en la vida diaria, CCS, Madrid 1985.
Jubilados
En 1900 la esperanza de vida era de 34 años; en 1980, de 70 años. Hoy, se acerca a los
80 años. Más aún, se habla de una civilización de los mayores, muchos de ellos con
facultades y condiciones físicas y mentales muy normales.
Socialmente, en este mundo tecnológico y cibernético, los mayores han pasado de ser
protagonistas (en una sociedad patriarcal) a meros excluidos y nada valorados. Se
sienten, en muchos casos, incomprendidos, marginados e incluso rechazados.
Políticamente se sienten manejados como carne de campaña electoral. Y,
familiarmente, no acaban de encontrar el lugar adecuado. Incluso a nivel religioso,
ante el bombardeo de los mass media y las nuevas ideas sociales, se sienten
desorientados.
En resumen, los mayores sufren los acelerados cambios personales y sociales que, si
por un lado pueden abrir a nuevas y ricas dimensiones, por otro hacen que mantengan
una baja autoestima de sí mismos y una cierta marginación social.
Entre las sombras, se cuentan el miedo y poca creatividad a la hora de potenciar dicha
pastoral específica; cierta confusión en objetivos y programaciones; residencias y
hogares mal atendidos; insuficiente formación entre los agentes.
Todo lo señalado anteriormente nos abre las puertas a una genuina pastoral de
mayores y jubilados, con algunas de las premisas que nos señala, entre otros, el
Pontificio Consejo para Laicos:
Los campos de acción pastoral de los mayores son los siguientes: las propias
familias, las parroquias, las residencias de Tercera Edad. sus centros de
encuentro y convivencia, las asociaciones y todos los ámbitos sociales en los
que se desenvuelven y de sarrollan su vida cotidiana.
Dicha Delegación de Mayores y Jubilados debe mantener una necesaria relación con
Delegaciones afines como Familia, Cáritas o Pastoral de la Salud; así mismo, contacto
estrechó con organizaciones civiles como Inserso, Delegaciones Provinciales y
regionales, Aulas de Tercera Edad, Residencias y Hogares, etc.
Justicia social
Nuestro mundo que tiene grandes posibilidades en todos los ámbitos de la vida
presenta un panorama social preocupante tanto a nivel nacional como internacional.
La injusticia social conlleva relaciones de explotación y estructuras perversas, pero
parte del egoísmo de los corazones. Uno de los mayores anhelos de la humanidad es la
promoción humana de los pueblos subdesarrollados, víctimas de unos niveles de
pobreza que no son compatibles con los derechos humanos más básicos.
Existe justicia social cuando la sociedad posibilita el que cada persona, asociación o
pueblo disponga de los medios necesarios según su naturaleza y condición, para
desarrollarse plenamente; a esto llamamos bien común (G.S. 26,1; 74,1). Según la
doctrina conciliar, el bien común conlleva tres elementos esenciales: el respeto a la
persona (actuar en conciencia, respeto a la intimidad y libertad), el bienestar social y el
desarrollo (alimento, vestido, salud, educación, trabajo, familia, información, etc.) y la
paz (estabilidad y seguridad). La autoridad está para garantizar la justicia social para la
búsqueda del bien común.
La revelación cristiana no sólo nos comunica que el amor es la mediación de Dios, sino
que lo comunica plenamente en la persona de Jesucristo, "justicia de Dios". Por la
entrega de Jesús de Nazaret hasta dar la vida Dios hace justos a los que éramos
pecadores; en consecuencia, quien acoge el amor misericordioso de Dios ama a su
prójimo (Mt. 25, 31-46). El N.T. sitúa el Amor como el fundamento y la fuerza de la
justicia. Las primeras comunidades hacen de la comunión de bienes la expresión
mayor de la justicia distributiva (Hech. 4,3 2). Un dato nuclear en los Evangelios es la
unión entre la vida de Jesús, la experiencia de Dios como Abbá (Padre) y la cercanía a
los excluidos, enfermos, pobres y pecadores. Pertenece a la esencia de la fe cristiana el
considerar las relaciones con los demás como ámbito de experiencia de Dios, y la lucha
por la justicia como lo que valida la autenticidad de la fe.
Ya en la encíclica R.N. de León XIII (1891) aparece la preocupación por la justicia social,
y desde entonces ha sido un tema abordado por los Papas en la Doctrina Social de la
Iglesia. Matar et Magistra y Pacem in Terris de Juan XXIII fueron dos hitos en la
preocupación por las condiciones sociales más justas para los más desfavorecidos. El
concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes aborda la justicia social desde la
afirmación de la fundamental igualdad de todos los hombres y la creación de
condiciones de vida justa y humana (G.S. 29). Las aportaciones conciliares
fundamentales son las siguientes:
- La igualdad de todos los seres humanos. Tenemos un mismo origen, una misma
naturaleza, y estamos llamados a la vida eterna; por lo mismo, tenemos la misma
dignidad y los mismos derechos. "Hay que superar y eliminar, como contraria al plan
de Dios, toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona,
ya sea social o cultural, por motivo de sexo, raza, color, condición social, lengua o
religión" (G.S. 29,2). En la vida real existen una serie de diferencias producidas por las
diferentes capacidades y otras circunstancias como el origen familiar, el lugar de
nacimiento, las estructuras sociales, etc. La justicia social reclama, desde la igualdad de
todos los seres humanos, el que todos y cada uno tengamos la misma igualdad de
oportunidades, a pesar de las desigualdades con las que partimos.
Existen otras desigualdades fruto de los sistemas políticos y económicos que generan
estructuras injustas. Estas diferencias inadmisibles "se oponen a la justicia social, a la
equidad, a la dignidad de la persona humana y también a la paz social e internacional"
(G.S. 29.3). El episcopado latinoamericano reunido en Medellín (1968) denunció
proféticamente la situación de pobreza extrema, explotación y carencia de derechos
humanos que padece una parte considerable de la población humana. Y proclamó el
amor como la fuerza que puede luchar más por la justicia.
El Sínodo de obispos sobre la Justicia (1971) plantea este tema a nivel de mundo, y
desarrolla la conexión entre la fe cristiana y el compromiso con la justicia.. En la
posterior reunión de Puebla (1979) se desarrolla el concepto de liberación integral
introducido por Pablo VI en E.N, y se afirma que lo importante es devolver a los pobres
el protagonismo en sus propios procesos de liberación. En Santo Domingo se reitera el
que la promoción humana es una "dimensión privilegiada de la nueva evangelización".
La "caridad social" hace una aportación específica a la tarea común de la justicia social:
la experiencia del amor de Dios manifestado en Jesucristo como el dinamismo
principal de la lucha por la justicia. La caridad social llega a la raíz de la injusticia, que
es el pecado, pide la conversión de los corazones a un nuevo orden social basado en la
moral y la trascendencia, genera actitudes de perdón y reconocimiento, y aporta la
necesidad de la gratuidad como lo que puede asegurar mejor la justicia. La lucha por la
justicia es parte constitutiva de la evangelización, y ésta sitúa a la justicia en el
horizonte del Reino y de la esperanza escatológica.
4. Orientaciones pastorales
Jesús Sastre
Quien, hoy, vive la cárcel no sufre sólo la privación de su libertad, sino otras realidades
internas y externas que deterioran su personalidad: su intimidad, sus posibilidades
sensoriales, su capacidad de elección, su capacidad de decisión, su relación familiar, su
relación laboral, sus habilidades sociales. El quebrantamiento de la persona encerrada
reside en no poder decidir ni su presente ni su futuro, sino quedar atrapado en el
delito cometido que le marcará, condicionará y acosará toda su vida. Es tal la situación
que Bernardino de Sandoval se atrevió a afirmar que "entre los pobres no hay otro
más triste y más pobre que el preso y encarcelado". Es en este ámbito, cargado de
morbo y esperpento, donde se masca el sufrimiento humano y donde la capacidad de
perdonar y de ver al otro con la mirada de Dios se pone a prueba, por encima de toda
posibilidad humana.
Jesús, el Buen Pastor, ha venido para que sus ovejas tengan vida en abundancia: su
preocupación más explícita se manifiesta donde eclosiona con más ebullición la
miseria y la pobreza: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para
que dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los
cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar
el año de gracia del Señor" (ls 61, 1-2; Lc 4,18-19). Toda la vida, ministerio y muerte de
Jesús es una apuesta por la Verdad que hace libre al hombre; es un ejercicio de
libertad, haciéndose Camino para todo el que crea en El. En la persona de Jesús se
desborda la gracia en un derroche de justicia, quedando al descubierto la misericordia
del Padre generoso, que con los brazos abiertos recibe en la fiesta del Reino a todos
sus hijos pródigos.
Esta pastoral, en un ejercicio de libertad y justicia evangélica, tiene como misión seguir
haciendo presente el año de gracia del Señor (todo el tiempo de la historia) entre
quienes se sienten atrapados en el mal entendimiento de su ejercicio de libertad, que,
por supuesto, ha reportado daños a terceras personas. Esta pastoral, curtida en la
misericordia del Padre misericordioso, está llamada a ser expresión de perdón y
renovación, superando las trincheras del rencor y la venganza personales y sociales.
Todo cristiano es enviado por el Maestro a ser Buena Noticia con su vida (anuncio y
ejemplo); quien sigue las huellas del Maestro conoce el difícil equilibrio de la libertad
evangélica, en medio de los mares de este mundo. La Iglesia, como continuadora de la
misión liberadora de su Fundador, se juega su identidad y su fidelidad evangélica allí
donde el hombre sufre deterioro y su único lenguaje y articulación bucal es el llanto,
mascullado en gritos de impotencia.
Las parroquias ocupan un lugar preeminente en esta pastoral: quienes están retenidos
en Centros Penitenciarios, en su mayoría, son personas que un día recibieron el
bautismo, que estuvieron sentados en los salones de catequesis, que hicieron su
primera comunión, e incluso quisieron ratificar su fe mediante el sacramento de la
Confirmación. Cada preso es una interpelación a los modos y formas de
evangelización, así como una apuesta de toda la comunidad parroquial en la lucha por
regular la vida de uno de sus miembros (y su familia) que soporta una situación
anómala. Las parroquias deben acompañar en su equivocación y rehabilitación, desde
una acertada conversión evangélica, a cada feligrés (y su familia), hasta alcanzar una
adecuada madurez, que permita situar a cada persona en un proceso de auténtica
libertad.
Asimismo, las parroquias deben ser ámbito de acogida para las víctimas de la
delincuencia y la injusticia, y desde una vivencia profunda de la misericordia
evangélica, ser capaces de invitar al perdón y la reconciliación.
Sin duda alguna, los destinatarios primigenios de esta pastoral han de ser todas las
personas recluidas en Centros Penitenciarios. Ellos son uno de los sectores que más
precisan sentir la misión liberadora del Ungido de Dios. Los que habitan nuestras
cárceles son hombres y mujeres desmotivados, sin ilusión ni personalidad, o al menos
no la pueden ejercer. Viven una situación forzosa, contraria a su voluntad: no
podemos pedir a esta persona que sea partícipe de su propia humillación. Es difícil
hablar de libertad a quien no puede desarrollar sus iniciativas y responsabilidades, ni
expresar y dar rienda suelta a su impotencia. Son personas que experimentan una
mutación de su "yo", a expensas de los demás, que parecen ser quienes deciden su
futuro, jugando con su vida y destino; lo cual lleva a engendrar personas desconfiadas
ante los demás y que• consideran a la sociedad como enemigo: la sociedad le ha
recluido no para hacerlo mejor, si no para protegerse de sus hechos. Se origina, pues,
una actitud de rechazo, lo que provoca una visión traumática de la libertad. Los
recintos penitenciarios crean una desconexión personal con la realidad social, lo que
provocará que quien sufre la cárcel la siga sufriendo una vez cumplida la pena
impuesta.
Otro de los condicionamientos de la cárcel es la presencia habitual de la droga, que
atrapa la vida y voluntad de un 70% de la población reclusa de un modo violento y con
unas condiciones altamente desagradables.
Unidos en el mismo dolor están sus familiares. La familia sufre la carencia afectiva,
laboral, social y personal de uno de sus miembros. La dinámica familiar se ve
seriamente afectada en el dolor y la ausencia del miembro que sufre la cárcel. Es una
situación forzada y forzosa ante la que muy poco se puede hacer. Los estigmas con
que estigmatiza la cárcel marcarán todo el devenir familiar. Con cierta frecuencia, la
familia no manifiesta, por vergüenza o por sentimiento de fracaso, la situación que
vive este miembro suyo privado de libertad, por lo que, con cierta frecuencia, se cierra
al acompañamiento y comprensión de los demás.
La labor de esta pastoral se desarrolla en dos espacios, delimitados por los mismos
muros de nuestros Centros Penitenciarios: hacia el interior, y hacia el exterior. En el
fondo es el mismo espacio, pues cada Centro Penitenciario es expresión de la realidad
social que vivimos; bien examinado, es el mejor Laboratorio para examinar la salud de
nuestro modus vivendi. Por todo ello, esta pastoral ha de servir como puente entre
estos dos mundos, quebrando con la fuerza del Evangelio la distinción entre buenos y
malos, a la que estamos han habituados.
La actividad más plausible y fecunda es el diálogo directo y sin ambages con las
personas privadas de libertad. Una de las sensaciones más habituales de quienes se
encuentran encerrados en nuestros Centros Penitenciarios es la de no sentirse
escuchados. En el diálogo claro y sencillo se aprende a confiar, a saber recibir y a crear
modos de expresión desahogada; se aprende a sonreír, se entrena a abrir las manos y
el corazón y hacer posible la comunión. El agente de esta pastoral es consciente, por
tanto, de que Jesús está en su mirada, en su palabra cálida, en su mano tendida, en el
gesto de compartir una experiencia, un libro, un chiste; es consciente de que Jesús le
llama y le necesita para hacer un poco más feliz la vida de quien rompe las cláusulas de
su corazón, aunque su cuerpo esté precintado por muros y rejas.
Cuando el diálogo es fecundo, el hombre que sufre la cárcel, descubre en su vida algo
fundamental: hay alguien a su lado que comparte su dolor y este se atempera; alguien
que comparte sus esperanzas y estas se agrandan. Este diálogo ha de ir redimiendo
todos los monólogos de su vida íntima, familiar, educativa, social, laboral, religiosa... Y
es que, casi nos atreveríamos a decir, que la cárcel es el final del tobogán de un
estridente monólogo tan reducido como avernal.
Ellos mismos, percibirán en quienes así les escuchan y dedican parte de sus vidas una
atención especial, lo que será el momento preciso para introducirles en la misericordia
divina, que tendrá su máxima expresión en la celebración eucarística. Celebrar la
apuesta de Dios por un ajusticiado en la altitud de un patíbulo, máxima expresión de la
justicia humana, es la mejor manera de experimentar la misericordia divina rompiendo
y superando nuestras raquíticas concepciones de justicia. Celebrar el triunfo de Jesús,
juzgado y condenado como ellos, exige relativizar toda condena y toda cárcel, desde la
amplia mirada del Padre misericordioso. Por ello, cada cárcel que exista en el mundo,
es un marco privilegiado para celebrar el misterio eucarístico: Dios asume cuerpos y
espíritu rotos y destrozados para convertirlos en su Cuerpo y Sangre. Este es y seguirá
siendo el misterio y sacramento de nuestra Fe.
Junto a estas tres mediaciones, mediación de gracia, aparecen otras labores quizá más
secundarias, pero no menos gratuitas y necesarias:
El acierto en esta labor concreta, llevará a crear medios y medidas acertadas que
acentúen la prevención en aquellos colectivos más propicios para caer en áreas de
marginación, drogadicción y delincuencia, así como la reinserción de quienes han
sufrido, sufren y sufrirán privación de libertad en Centros Penitenciarios.
La presencia en juzgados, ante jueces y abogados, el contacto continuo y mimado con
las víctimas de la delincuencia será, del mismo modo, una labor prolongada y paciente
de esta Pastoral que apuesta por la justicia y la libertad de todo ser humano. También
ésta será una labor difícil pues el mundo de la jurisprudencia se sentirá interpelado, y
quizá no respetado, y las víctimas, quizá, más agredidas, al no encontrar apoyo en sus
reivindicaciones y en su sed de justicia.
Uno de los campos que esta Pastoral ha de atender con esmero es el de las familias de
quienes están en los Centros Penitenciarios. La cercanía, el acompañamiento en los
problemas que provoca la ausencia del padre, la madre, el hijo/a, hermano/a..., la
atención directa a sus carencias, será una de las mejores maneras de ser Evangelio
para quienes sufren en sus carnes esta situación angustiosa.
La presencia en las parroquias para urgir, con respeto y cariño, la necesidad de ser
comunidad samaritana con el hermano, que en la herida y quebranto del hermano, ha
revelado su carencia enfermiza y necesita la medicina de la solicitud y el afecto que le
levanten de su postergamiento. Todo ello en un clima de oración, que prolongue en el
afán parroquial la diligencia de Cristo, el Buen Samaritano por excelencia.
Otra mediación plausible, dado el rechazo y olvido de quienes sufren y han sufrido la
cárcel, es la de fomentar espacios físicos de acogida para el reencuentro progresivo
del privado de libertad con la sociedad, que favorezca su integración social, superando
las trabas y condicionamientos adquiridos.
Esta presencia se ha prolongado, hasta hace muy pocas fechas, en la figura del
capellán que cumplía sus funciones en cada Centro Penitenciario; este sacerdote
formaba parte del organigrama de la misma Institución Penitenciaria, pero su
raigambre y conexión diocesanas era más bien escasa, o al menos bastante ambigua.
Ha sido en esta última década, sobre todo, cuando esta Pastoral ha ido emergiendo de
un modo serio y organizado. La figura del capellán dejó pasó a la capellanía, y ésta, en
estos momentos avanza para entrar dentro de la Pastoral de cada diócesis, a través de
una Delegación o Secretariado diocesanos. Ya no es una figura personal (el capellán) el
que capitaliza y absolutiza esta función, sino todo un equipo de personas creyentes,
que sirven de punto de enganche entre quienes viven privados de libertad y sus
respectivas comunidades, en un afán de situar sus vidas en la dinámica de la
misericordia y reconciliación evangélicas. Esto ha llevado a que hoy en España haya
más de 2000 voluntarios trabajando como agentes de pastoral en las capellanías de
nuestros Centros Penitenciarios. Un número de personas que están sensibilizadas con
este complejo mundo tan distante como real para nuestra sociedad, y todavía para
una gran parte de nuestra Iglesia. Toda esta dimensión pastoral se ha concretizado en
un Secretariado Nacional de Pastoral Penitenciaria, integrado dentro de la Comisión
Espiscopal de Pastoral Social.
Junto con esta positiva evolución de la pastoral, también ha evolucionado la figura del
recluso: del rechazo se va pasando a una acogida de la persona más allá del delito o
delitos cometidos; de la simple ejecución de la pena se ha dado el salto a revaluar las
posibilidades interiores de cada interno; del concepto de castigo para rehabilitar un
error se insiste más en la fuerza de la misericordia.
Son bastantes las diócesis que ya se han tomado esta Pastoral en serio, creando
Delegaciones o Secretariados, pero, asimismo, son también bastantes las diócesis que,
desgraciadamente, siguen pensando que esta Pastoral ha de desarrollarse dentro del
perímetro de los Centros Penitenciarios y que cualquier trabajo pastoral hacia fuera de
estos Centros es mera especulación.
Es urgente que esta Pastoral sea situada dentro de una bien encauzada Pastoral Social
y Caritativa, para que, encajada en el organigrama diocesano de la Pastoral de
Conjunto atienda a los más pobres entre los pobres, superando, así, el desconcierto y
desorientación que provocan en algunos Centros Penitenciarios la presencia
descontrolada y sin coordinación alguna de grupos de diversa índole eclesial. El equipo
de esta pastoral de justicia y libertad ha de estar bien conjuntado y acompañado con
una solicitud constante por Obispo y por cada comunidad, dado el complicado e
intrincado medio en el que se mueve.
No son demasiadas las parroquias que han sabido asumir esta pastoral dentro de su
programación pastoral. Nuestras comunidades han de ser espacios abiertos de acogida
donde se haga una adecuada prevención y desde donde se agilice una correcta
rehabilitación de quienes salen de nuestros Centros Penitenciarios. A nivel diocesano
(no sólo a nivel del equipo de esta pastoral específica), ha de verse la necesidad de
crear y potenciar casas diocesanas y centros de acogida, que acompañen y faciliten la
labor de reintegración social, a nivel familiar, laboral, relacional, de quienes
abandonan los recintos Penitenciarios. Dentro de estas preferencias afectivas
evangélicas, un punto relevante lo tienen que ocupar las víctimas de la injusticia y la
delincuencia: acompañándoles, ayudándoles, compartiendo sus heridas y su dolor,
situándose con ellos en una perspectiva de perdón y Vida.
Consideramos escasas las ocasiones que la Iglesia como Institución ha dejado oír su
voz en relación con la situación que se ha vivido y vive en el interior de los Centros
Penitenciarios. Desde la implicación en la situación negativa que viven las personas
privadas de libertad, se han de denunciar los abusos y conculcación de derechos que
se produzcan en Comisarias y Centros Penitenciarios; ha de ser la voz autorizada que
conciencie a la sociedad sobre la realidad de nuestras cárceles, más allá del mórbido
sentimiento de venganza y compensación.
Asimismo, desde el prisma de lo que se vive en los Centros Penitenciarios (allí están los
marginados de los marginados, los pobres, los desfavorecidos por la vida), la Iglesia ha
de denunciar y condenar todos los modos y modas de vivir que provocan marginación
y, de un modo especial, la hipocresía social que envuelve el mundo de la droga y
estupefacientes, y que son el origen del mayor porcentaje de delitos que hoy día,
conducen a la cárcel a mujeres y hombres. Ello exigirá una claridad y nitidez en todas
sus formas y estructuras, así como una lucha clara y decidida contra esta lacra social.
Al concluir esta breve visión pastoral de este mundo olvidado y oscuro, nos abrimos a
la esperanza que suscita en nuestros corazones el Espíritu, que sigue haciendo posible,
a través del ejercicio esforzado de tantas personas buenas implicadas en este mundo,
la misma apuesta por la libertad que llenó la vida y ministerio de Jesús, el Cristo. A
todas ellas nuestro agradecimiento eclesial y la gratitud de todos esos hermanos
nuestros que, en la privación de libertad, han compartido su vida hecha Evangelio.
BIBL. — A. ALONSO - JAVIER GÓMEZ, El Evangelio en Cheli. Ed CCS, Madrid; A. BERISTAIN, JOSÉ LUIS DE LA CUESTA,
Cárceles de mañana. Reforma Penitenciaria en el Tercer Milenio. Instituto Vasco de Criminología, S. Sebastián
1993; A. BERISTAIN, De los delitos y de las penas desde el país Vasco, ed. Dykinson, S.L. Madrid 1998; AA. W,
Capellanías penitenciarias. Instituto Vasco de Criminología, S. Sebastián 1993; AA.W., Delincuencia, derecho penal
y cárcel, ed. CCS, Madrid 1995; AA.W., En la cárcel, pero ¡libres!, Ed. EGA, col. Teshuva, Bilbao 1996; Alternativas a
las penas de prisión. Secretariado Nacional de Pastoral Penitenciaria. Madrid 1995; CIRIACO IZQUIERDO MORENO,
"jóvenes en la cárcel". Realidad y reinserción social. Ed. Mensajero, Bilbao 1991; CIRIACO IZQUIERDO MORENO,
"La delincuencia juvenil en la sociedad de consumo. Ed. Mensajero, Bilbao; La droga, un problema familiar y social
con solución. Ed. Mensajero, Bilbao 1992. El sistema penitenciario en España. Secretaría de Estado de Asuntos
Penitenciarios. Madrid 1995. El voluntariado cristiano en la Pastoral Penitenciaria. Corintios XIII, n° 48, Madrid
1988. El voluntariado en la Pastoral Penitenciaria. Secretariado Nacional de Pastoral Penitenciaria. Madrid 1994;
EVARISTO MARTÍN NIETO, Pastoral Penitenciaria. Guía del voluntario cristiano de prisiones. Ed. Paulinas. Madrid
1999; F. FUENTES, La civilización del amor. La doctrina social en el horizonte deI 2000. Ed. BAC (BAC 2000) Madrid
1998. Iglesia y sociedad por el hombre y la mujer en prisión. Corintios XIII, n° 77. Madrid 1996; J. GARCÍA RAMOS,
Lenguajes marginales. Ed. Dirección general de Policía, Madrid 1994. J. GARCÍA ROCA, Solidaridad y voluntariado,
'
ed. Sal Terrae, Santander; J. SESMA. M LUISA PASCUAL. JOSÉ 1. GONZÁLEZ FAUS, Cárceles y sociedad democrática.
Col. Cristianismo y Justicia, 45, Barcelona, abril 1992; J. Ma SETIÉN, El preso, una persona humana (carta pastoral 6
enero 1990) S. Sebastián; J. VALVERDE MOLINA, Vivir con la droga. Ed. Pirámide, Madrid 1996; J. VALVERDE
MOLINA, La cárcel y sus consecuencias, ed. Popular, Madrid 1991; Proceso de inadaptación social, Ed. Popular,
Madrid 1996. jóvenes en la cárcel, un reto para la Iglesia y la sociedad. Corintios XIII, n° 56, Madrid 1990; JULIÁN
Ríos MARTÍN, Manual de ejecución penitenciaria. Defenderse en la cárcel. Ed. Cáritas, Madrid 1999; Vientos de
libertad, ed. Sal Terrae, Santander 1994. La cárcel. Corintios XIII, n° 27-28, Madrid 1983. La caridad en la vida de la
Iglesia. Ed. EDICE, Madrid 1994. La caridad y los pobres: hijos y hermanos. Ed. EDICE, Madrid 1999. La
Evangelización en la cárcel: tarea urgente para la Iglesia. Secretariado de Pastoral Penitenciaria de la zona de
Levante. Alicante 1994. La Iglesia ante la delincuencia y las prisiones. Corintios XIII, n° 41, Madrid 1987. La otra
mirada (Cartas de mujeres desde la cárcel). ACOPE, Madrid 1995. La pastoral penitenciaria en la diócesis.
Secretariado Nacional de Pastoral Penitenciaria. Madrid 1996. Las cárceles sobran. Revista Exodo n° 44, mayo-
junio 1998. Madrid. Los derechos humanos en la cárcel, un compromiso para la Iglesia. Corintios XIII, n° 68, Madrid
1993. Los desafíos de la pobreza a la acción evangelizadora de la Iglesia, ed. Comisión Episcopal de la Pastoral
Social, Madrid 1995. Pastoral penitenciaria y comunidad cristiana. Secretariado Nacional de Pastoral Penitenciaria.
Madrid 1993. Pastoral penitenciaria y pastoral de conjunto. Secretariado Nacional de Pastoral Penitenciaria.
Madrid 1998. Presos, Iglesia y sociedad. Secretariado Nacional de Pastoral Penitenciaria. Madrid 1995; R.
MARTIALAN, Mis 70 sueños carcelarios. Instituto Vasco de Criminología, S. Sebastián; RAMÓN PRAT, Tratado de
Teología Pastoral, ed. Secretariado Trinitario, Salamanca, 1995. .. y les lavó los pies". Una antropología según el
evangelio. Ed. Milenio, Lérida 1997.
1. Realidad Juvenil
¿De qué hablamos cuando hablamos de jóvenes? Creemos que es obligado comenzar
por esta pregunta. No sea que nos pase, si no nos está pasando ya, que vivamos en un
mundo artificialmente «juvenilizado» a costa de no saber qué es eso a lo que se llama
juventud. Todo el mundo quiere ser joven, y cuando ya no lo puede ser porque su
edad, escandalosamente elevada, les distancia claramente de ellos, quieren, por lo
menos, parecérseles. Todos quieren vestir con aires juveniles, todos hablan de los
jóvenes; que si son una generación X o una generación Y. La juventud está pues en el
punto de mira de la moda, de los medios de comunicación, pero ¿se sabe realmente
quienes son los jóvenes? ¿nos hemos preocupado por saber cómo piensan, cuales son
sus inquietudes, sus problemas, sus ilusiones...? ¿sabemos valorar en su justa medida
una edad tan interesante, o al menos tan distinta, como ninguna otra en la vida de una
persona?
- Afán de reforma y ruptura, sienten la necesidad de mejorar la sociedad en la que se
encuentran, de ahí que suelan iniciar acciones de protesta y se enrolen en
movimientos que luchen contra lo caduco e injusto.
- Personalidad, los jóvenes de ahora no están dispuestos a aceptar cualquier cosa por
el mero hecho de que se mande. No consienten que se les impongan ideas.
- Actitud frente a los valores políticos, muestran cierto desencanto y decepción frente
a la política como valor humano. Suelen posponer los valores políticos a los sociales,
morales, estéticos, religiosos.
Valores que en muchos casos están muy próximos a lo que es el mensaje evangélico.
Suponen, en medio de las visiones a menudo demasiado negativas y catastrofistas, un
rayo de esperanza:
- Una gran sensibilidad ante las injusticias y la violación de los derechos humanos.
e) Libredisfrutador. Predominan los chicos dentro del 24,68% de los jóvenes que
representa. Pudiera definirse en pocas palabras como el «viva-la-virgen». Habita en las
grandes ciudades, generalmente maneja bastante dinero y sus lemas en la vida son:
«andar por libre» y «pasarlo lo mejor posible». Con estas metas, no es raro que sea el
que dé más importancia al dinero, al sexo, a estar con sus amigos, al ocio. Sin llegar a
ser antiinstitucional, está distanciado y es crítico con las instituciones. Concede muy
poco valor a la religión católica, pero sí a hechos como el horóscopo, la videncia...
Bebe mucho alcohol los fines de semana, consume drogas de diseño y está más a la
izquierda que la media.
2. Religiosidad juvenil
Les ha tocado vivir en una época de libertad religiosa donde la permisividad es la nota
dominate. La religión es una cuestión de preferencias personales. Se trata, por lo
general, de una religiosidad vaga, subjetiva, alérgica a lo institucional y muy unida a
una alta permisividad moral.
b) Las creencias. Como hemos visto, los jóvenes siguen creyendo en un Dios personal,
en el pecado, en el cielo y en el infierno, en la vida después de la muerte. Podemos
decir que Dios sigue siendo un valor importante entre los jóvenes, aunque otra cosa es
la relación Dios-vida y Dios-Iglesia, en donde se observa una clara separación. El 65%
de los jóvenes españoles cree en Dios, si bien tal creencia se acompaña de una escasa
confianza en la Iglesia como institución (el 29% confía mucho o bastante en ella) y una
práctica religiosa minoritaria (apenas el 12% se definen como católicos practicantes).
Sin embargo, la misma idea de Dios es para ellos muy dispar: mientras que un 59,8%
dice que «Dios existe y se ha dado a conocer en Jesucristo», un 52,2% opina que «hay
fuerzas o energías que no controlamos en el universo, que influyen en las vidas de los
hombres y de las mujeres, un 42,9% afirma que «lo que llamamos Dios no es otra cosa
que lo que hay de positivo en hombres y mujeres», el 22,4% afirma que para él Dios no
existe y el 23,9% pasa de Dios.
- Religiosidad light, a la carta. Coge de cada cosa sólo aquello que le gusta. Valora más
lo afectivo que el contenido; qué siento, qué me dice, más que conocer ciertos
contenidos.
a) Una fe heredada. Cuando el joven se libera del influjo familiar, se libera también de
la fe que ha heredado de sus mayores, y que le llevaba a identificar el bien con el tener
fe; bueno es el que tiene fe; malo el que carece de ella. Pero este pa-so no se da de
forma gratuita, sino que se va dando a medida que de su experiencia con el mundo
real llega a la siguiente convicción; que los cristianos no son necesariamente mejores
que la otra gente. Es más, muchas veces se observan en el comportamiento de los
cristianos actitudes poco o nada acordes con la fe. Por otro lado, se observa también
que entre los que no creen hay grandes cualidades, grandes valores morales que no se
fundan en ninguna fe religiosa.
A partir de este momento el joven se libera de la presión social que le insta a ser
religioso y a cumplir con unas prácticas determinadas, que es con lo que su mundo
familiar identifica el ser cristiano, y comienza su andadura en solitario.
Los jóvenes son incapaces de aceptar la fe como una axioma impuesto por la sociedad.
De eso, como de otras muchas cosa, nada.
Sin embargo, el Reino de Dios del que habla el evangelio, la salvación que la fe nos
propone, es algo que escapa a la experiencia. De ahí que los aspectos últimos de la
salvación (muerte, juicio, vida eterna, infierno...), así como las experiencias límite, sean
valoradas por cualquier joven de modo muy diverso a como lo pueda hacer el
cristianismo. Esto es así, por muchas vueltas que lo demos.
e) El compromiso. Cada época tiene una serie de puntos que pudiéramos denominar
«neurálgicos», desde los cuales es posible conectar la experiencia humana con la
experiencia religiosa. En la nuestra este punto es la opción preferencial por los pobres.
Es decir, más que una experiencia de transcendencia, una de inmanencia, de
encarnación, de experiencia.
Desde hace unas décadas quienes realmente atraen la atención del joven son los
marginados de la sociedad, aquellas personas creadas por el sistema y víctimas del
mismo. El joven ha dejado de creer en el sistema, sobre todo en el sistema político, del
que se siente muy desengañado, y centra toda su atención en las víctimas que genera
ese sistema. Al joven le interesan los hechos concretos. Le seducen las causas
perdidas. Le atrae el compromiso radical pero, según los datos, se dan más las buenas
intenciones que los hechos: un 60% declara que le gustaría colaborar con alguna ONG,
pero sólo un 5% lo hace y otro 4% ha trabajado con ellas en alguna ocasión.
Alguien ha titulado, refiriéndose a la cuestión de Dios entre los jóvenes, como una
relación difícil, y puede que así sea, pero ¿sólo puede describirse como difícil la
relación del joven con Dios? ¿no pudiéramos también utilizar este mismo apelativo
para referirnos a las relaciones que el joven mantiene con su familia, o con sus amigos,
o con sus estudios, o con la gente de otro sexo...? Por ello, si la relación del joven con
Dios es difícil no lo es tanto por el referente, en este caso Dios, cuanto por la persona
que establece la relación, en este caso el joven. La juventud es una época de
crecimiento a todos los niveles, la personalidad todavía no está hecha, es más, está
haciéndose y en este ir haciéndose cada día es donde se pueden descubrir las difíciles
relaciones que el joven entabla.
a) El joven y Jesús. Como ya hemos dicho, para una parte importante de los jóvenes
Dios se ha dado a conocer en Jesucristo. Entre el joven y Jesús las reglas del juego
siguen siendo las mismas: o todo o nada (recordemos el pasaje del joven rico). El joven
ya no se conforma con mejorar el mundo, quiere cambiarlo. Jesús tampoco se
conforma con que el joven se le dé a medias, le quiere por entero.
Lo que más sigue impresionando al joven de Jesús es su ausencia total de egoísmo, su
forma de amar al prójimo. Le fascina su capacidad de lucha; contra los fariseos y su
palabrería; en favor de los pobres; actitud de no violencia; amor, paz y libertad... Jesús
hoy sigue fascinando al joven, pero una cosa es admirarle y otra muy distinta seguirle.
Ante este reto a menudo el joven marcha triste porque tiene otros bienes.
b) Dios. «Dios, Dios..., nunca es un buen momento para pensar sobre Dios.
Cuestionarse quién o qué es Dios, o tan siquiera si existe, es la segunda cosa más
preocupante y difícil que puede plantearse un hombre después de intentar definirse a
sí mismo. No, decididamente no es complaciente pensar en Dios. y menos aún pensar
en Dios desde el punto de vista de la juventud, de un joven como yo. Todo lo que
puedes conseguir es liarte un poco más, añadir otro problema, mucho más grave por
cierto, a los muchos que ya provoca de por sí esta época de autodefinición y luchas
internas, en la que nada es verdad ni es mentira, sino que todo está en función de
cómo estés ese día». Este es el sencillo testimonio de un joven que se plantea, en un
momento dado de su vida, la cuestión de Dios. La pregunta sobre Dios es algo que el
hombre no puede dejar de hacerse. Más aún, la respuesta a la misma será diferente
en las distintas etapas y circunstancias en que se plantee.
No me resisto a recoger otro testimonio sobre este asunto: «A los dieciséis años, muy
poca gente ha procurado ir más allá del «Padrenuestro» intentando buscar realmente,
sin miedo a lo que pueda encontrar, ¿un Dios presente o ausente?, ¿un Dios que parece
que se olvida del mundo?, ¿un Dios que nos observa plácidamente?, ¿un Dios a quien
tememos y veneramos?, ¿un Dios que vino con nosotros en una existencia efímera?.
Este Dios, ¿tiene en sus manos el proyecto para la consecución de un mundo feliz? Eso
es lo que a las puertas del siglo XXI todas las personas deseamos. Aquí es donde Dios
se topa con nosotros, los postmodernos. La generación de los «Levi's», de
«McDonald's», de «sensación de vivir» y sobre todo de «Fido Dido». Somos, como él,
fríos, sin apasionamientos, inocentes, conformistas, tranquilos..., hemos cometido el
gran error de dimitir del deseo, estamos relajados y todo nos da igual. Cuando oigo
todo eso sobre mí, salto de indignación y quiero gritar revelándome contra la sociedad,
contra la «pijez», contra una actitud ante la vida, y una actitud de la vida hacia
nosotros».
La idea de Dios que maneja la juventud no es ni mucho menos unitaria, por ello
debiéramos hablar de más de una imagen. ¿Cuáles son las principales concepciones
sobre Dios que en el seno de nuestra juventud suelen manejarse?
Hemos pasado de unas generaciones de jóvenes que habían tenido como problema la
«represión» (política, moral, familiar, educativa..), a unas generaciones que tienen
como problema central la identidad: ¿Qué es ser joven? ¿Qué soy yo en cuanto joven?.
Aún se les trata, analiza y pretende educar como si la cuestión central fuera la
represión. Por ello los padres de hoy y los educadores siguen teniendo como tipo ideal
de joven el forjado en su propia juventud.
Pero a pesar de la existencia de estos riesgos, hay toda una serie de elementos
positivos que pueden ayudar a crear esa identidad juvenil y que hay que tener muy en
cuenta: convicciones personales; mayor información y nivel de educación; menos
sexistas; más tolerantes; mayor tendencia al diálogo y a la superación de
antagonismos.
Tal vez lo que pase hoy, en cierta medida, es que los jóvenes reciban respuesta a
ciertas preguntas que ni siquiera se han planteado, lo que hace que ya ni se
pregunten. Más aún, es posible que los jóvenes de hoy reciban las respuestas a las
preguntas que sus padres y educadores se formulaban cuando eran jóvenes y que
siguen considerando las cuestiones típicamente juveniles. Habría que cambiar el
enfoque de nuestra mirada y preguntar no qué es lo que piensan los jóvenes, sino
cuáles son sus experiencias significativas, es decir qué es lo que para ellos significa hoy
algo o no significa nada.
4. La Pastoral Juvenil
Las dos últimas décadas han tenido una notable incidencia en el origen y desarrollo de
la Pastoral Juvenil, realizada desde una perspectiva diocesana. A un primer momento
de desconcierto, motivado por la crisis de los Movimientos de Acción Católica, siguió
otro de búsqueda de nuevas fórmulas pastorales. A ello contribuyeron no sólo los
intentos de superación de esta crisis y el resurgir de otros movimientos juveniles, sino
también el despertar del sentido comunitario, así como el nacimiento y consolidación
de grupos de jóvenes en el ámbito de las parroquias. Toda esta nueva realidad de
grupos juveniles coordinados en el marco de la Iglesia local constituye a la diócesis en
un cauce específico y directo para la actividad pastoral con los jóvenes.
Podemos identificar la Pastoral Juvenil como Diocesana, cuando la diócesis ofrece una
propuesta pastoral en la que se articula una respuesta propia a la problemática juvenil
de las parroquias, a la vez que sirve de referencia para que los distintos grupos y
movimientos, presentes en ella, planteen y orienten su trabajo pastoral en el marco de
la Iglesia local.
En este sentido entendemos la Pastoral Juvenil Diocesana como el planteamiento de la
Iglesia local orientado a la evangelización, educación y maduración en la fe de los
jóvenes. Una manera de diseñar el trabajo pastoral con los jóvenes en la que los
grupos y movimientos puedan expresar y madurar su identidad eclesial. Un
planteamiento en el que los presupuestos teológicos de comunión se articulan con las
concreciones operativas, como respuesta real ofrecida a los jóvenes en cualquiera de
sus circunstancias.
Nos parece oportuno en este punto, más que comentar alguno de los muchos
proyectos concretos que se han elaborado, comentar las ideas básicas que ha de tener
presentes todo proyecto y que aparecen en las Orientaciones sobre Pastoral de
Juventud y en el Proyecto marco de Pastoral de Juventud, documentos ambos de la
Conferencia Episcopal Española.
- Jesús, enviado del Padre, animado por el Espíritu, es el Evangelio de Dios. Cristo vive
en su Iglesia. Por eso la presencia de la Iglesia entre los jóvenes es una exigencia y una
condición de la evangelización de los jóvenes. La Iglesia existe para evangelizar,
evangelizar es su identidad más profunda (EN 14). Evangelizar implica transformación,
testimonio de vida, anuncio de Jesucristo, adhesión a la comunidad, participación en la
misión de la Iglesia (EN 21-24).
- En este marco, por pastoral de juventud entendemos toda aquella presencia y todo
un conjunto de acciones a través de las cuales la Iglesia ayuda a los jóvenes a
preguntarse y descubrir el sentido de su vida, a descubrir y asimilar la dignidad y
exigencias de ser cristianos, les propone las diversas posibilidades de vivir la vocación
cristiana en la Iglesia y en la sociedad, y les anima y acompaña en su compromiso por
la construcción del Reino (EN 54).
- El proyecto no pretende ser una nueva metodología, sino un instrumento que ayude
a realizar una pastoral más organizada, que construya una articulación de grupos y
comunidades vivas que tomen conciencia de la realidad en la que viven, proyecten su
camino y se organicen, según los planes diocesanos de pastoral, para una acción
evangelizadora más eficaz. Es conveniente que diferenciemos la pastoral de jóvenes de
la pastoral de adolescentes, aunque estén íntimamente relacionadas. De la misma
forma hemos de distinguir en nuestra acción pastoral entre jóvenes adolescentes (17-
20 años) y jóvenes adultos (20-25 años).
La Iglesia no debe aspirar tanto y principalmente a hacer una pastoral «para» los
jóvenes, cuanto a hacer una pastoral «con» los jóvenes, una acción eclesial compartida
por todos los cristianos que formamos el Pueblo de Dios.
BIBL. — AA.W., Pastoral de hoy para mañana. Nuevas perspectivas de la Pastoral con jóvenes, CCS, Madrid 1993;
COMISIÓN EPISCOPAL DE APOSTOLADO SEGLAR, jóvenes en la Iglesia, cristianos en el mundo. Proyecto marco de
pastoral de juventud, Madrid 1992; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Orientaciones sobre Pastoral de
juventud, Madrid 1991; J. ELzo, jóvenes españoles 99, SM - Fundación Santa María, Madrid 1999; L. GONZÁLEZ
CARVAJAL, «Luces y sombras de los jóvenes españoles», Teología y catequesis 54 (1995); S. MOVILLA, Ofertas
pastorales para los jóvenes de los 80, San Pablo, Madrid 1984; A.M. RIQUELME, Pastoral juvenil diocesana, CCS,
Madrid 1993.; J. SASTRE - R. CUADRADO, Los jóvenes evangelizadores de los jóvenes, San Pablo, Madrid 1993; R.
TONELLI, Pastoral juvenil. Anunciar a jesucristo en la vida diaria, CCS, Madrid 1985.
Kerigma
"La evangelización también debe contener siempre -como base, centro y a la vez
culmen de su dinamismo- una clara proclamación (esto es kerigma) de que en
Jesucristo, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la
misericordia de Dios" (RM 44).
Aspectos bíblicos
En el NT que emplea mucho más el verbo (kerysso) que el sustantivo —ya en esto se
atisba su condición de concepto dinámico— significa ordinaria y simultáneamente el
acto de proclamar y el contenido mismo del mensaje proclamado. Sujeto de esta
acción es siempre un mensajero cualificado, autorizado y deputado para ese fin. No
todos pueden "proclamar" este mensaje.
El objeto directo del verbo proclamar o el contenido del sustantivo kerigma no es otro
que "el evangelio" en 1Tes 2, 9; Gal, 2,2; Mc 1, 14; 13,10; 14,9; Mt 4, 23; 9, 35; 24,14;
26, 13; o Cristo Jesús en 1Cor 1, 23; 15,12; 2Cor, 1,19; 11, 4; en Lc preferentemente es
el reino de Dios, (Lc 8,1; 9,2; Hch 20,25, 28,31; también en Mt 4,23; 9,35; 24,14) la
vida, pasión muerte y resurrección de Cristo. Una llamada que se dirige a los oyentes
comprometiéndoles y urgiéndoles.
Kerigma es pues un acto, una intervención viva y actual de Dios presente por la
palabra del mensajero que no se guarda nada de lo que le han dicho, (Hch 24,12) y
cuya palabra es mediadora de la oferta de salvación presente en ese acontecimiento.
Es algo nuevo en su contenido: no una nueva doctrina, ni una nueva visión de Dios, ni
un nuevo culto. Lo decisivo del kerigma es la acción, la proclamación. Por la
proclamación del hecho viene actualmente el Reino de Dios, se hace real el evangelio.
Cristo se hace presente, la Palabra de Dios se pronuncia y actúa. "El kerigma apostólico
era algo más que la simple prelación de un mensaje. Pablo fue a Corinto a llevar el
mensaje; pero lo específico suyo, lo que lo contradistinguiría de los demás filósofos, no
era precisamente lo que había de logos en el kerigma, sino lo que había de pneuma y
de dínamis". Esto que tiene de fuerza y poder del Espíritu es lo que distingue al
kerigma de otros actos de palabra también presentes y necesarios en la acción
pastoral y evangelizadora: la confesión de fe, la didascalía cristiana, la catequesis o la
profecía carismática, el himno litúrgico, etc.
Reflexión Teológica
zación también debe contener siempre -como base, centro y a la vez culmen de su
dinamismo- una clara proclamación de que en Jesucristo, se ofrece la salvación a todos
los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios". Todas las formas de
la actividad misionera están orientadas a esta proclamación que revela e introduce el
misterio escondido en los siglos y revelado en Cristo (cf. Ef 3, 3-9; Col 1, 25-29), el cual
es el centro de la misión y de la vida de la Iglesia, como base de toda la evangelización
(RM 44).
Son dos formas de actividad divina en esencial correlación: ambas poseen su función
intransferible y se complementan mutuamente. Ni subrayar la fuerza salvífíca de la
palabra divina significa quitar valor a la comunicación sacramental de gracia, ni
ensalzar el sacramento representa una depreciación de la palabra. La perenne tensión
entre evangelización y sacramentalización sin desaparecer se aclara en cuanto
percibimos el sentido de una genuina predicación kerigmática.
El kerigma tiene como fin la conversión y la fe del hombre. De forma que el hombre
salvado por la fe y elevado a la vida eterna se halla al fin del camino que Dios describe
en su palabra. Pero la salvación sólo se da sobre la base de la aceptación de la propia
situación con un conocimiento sereno y realista.
Reflexión pastoral
a. No hay predicación kerigmática atemporal ni utópica aunque siempre sea
escatológica. La tarea de predicar y actuar el kerigma inmutable de Dios sólo puede ser
sostenida y culminada si se intenta realizar en formas siempre nuevas, adaptadas a los
diferentes tiempos. Está ampliamente extendido el reproche de que la predicación,
por estar ligada a unas formas de pensamiento y expresión ajenas a la vida actual,
superadas y en parte empapadas de clericalismo, no afecta al hombre de hoy.
El conocimiento de la situación real del hombre actual aparece entonces como primer
presupuesto pastoral para una auténtica predicación kerigmática.
Sólo cuando las múltiples exigencias de la palabra de Dios vayan acompañadas, por
parte del predicador, de una voluntad sincera y fraternal de convivir y conllevar las
angustias, problemas y dudas del hombre actual, podrá el mismo predicador abrigar la
esperanza de que los hombres vuelvan a ser capaces de oír con ánimo pronto y bien
dispuesto la palabra de Dios.
Por lo que atañe a los destinatarios y a los métodos el kerigma de por sí se dirige no
tanto a confirmar a los que se hallan ya dentro de la fe, cuanto al acto misionero de ir
y proclamar, de salir y llevar el mensaje a los de lejos. Su ámbito más apropiado no es
la propia comunidad, que es más que destinataria mediadora del kerigma y su caja de
resonancia, sino la humanidad, el universo entero. A eso tiende el evangelio. Es una
proclamación que tiene lugar públicamente y a todos se dirige. Aunque se proclame en
el interior del culto, su destino no es la asamblea litúrgica allí convocada a pesar de
que muchas veces tome la forma de monólogo ante un auditorio eclesial y
sociológicamente cerrado.
Por otra parte el kerigma no está vinculado exclusivamente a las formas o métodos de
comunicación que son usuales hoy. Ciertamente puede y de hecho se lleva a cabo
mediante todas las formas en uso: la proclamación, el diálogo, el relato, la
información, la enseñanza, etc; pero aun parece que no hemos prestado suficiente
atención a formas de comunicación potenciadas por los nuevos medios. A nuevos
areópagos (RM 37), nuevos modos de kerigma. En todo caso, una realidad tan
indisolublemente ligada al testimonio y a los" signos" o acontecimientos
concomitantes, no puede prescindir de la presencia y cercanía personales. De ahí que
el anuncio tenga que prepararse por una larga etapa de prestar atención al oyente, al
lugar y a las circunstancias y conveniencias metodológicas que en cada caso son tanto
más adecuadas al anuncio expreso. "En este sentido, hay que reflexionar sobre la
importancia histórico salvífica de un desarrollo, en el que, gracias a las técnicas
electrónicas de información, se hace posible la simultaneidad global de las
experiencias, y un alcance de la información, que llega hasta a penetrar en los hogares,
cosa apenas imaginable hace solo unos pocos decenios" (L. COENEN, S.V. Mensaje, en
DTNT, Salamanca 1983, p. 66).
Entusiasmo y parresía. "El anuncio está animado por la fe, que suscita entusiasmo y
fervor en el misionero, con esa actitud que se designa con la palabra parresía, que
significa hablar con franqueza y valentía. "Confiados en nuestro Dios, tuvimos la
valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas" (1 Tes 2, 2).
Confianza en el hombre y en las semillas del verbo que preceden a todo anuncio y lo
previenen con la esperanza. "Al anunciar a Cristo a los no cristianos, el misionero está
convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción del
Espíritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad sobre Dios, sobre
el hombre, sobre el camino que lleva a la liberación del pecado y de la muerte".
La opción preferencial por lo pobres impone al kerigma este campo de partida y este
lugar de desde el que se lanza el anuncio, sin ese' respaldo la voz del mensajero queda
expuesta a malentendidos que se le podrían evitar desde este lugar social. "La
evangelización, como proceso de salvación liberadora o de liberación va dirigida a
todos los hombres a partir de las exigencias del reino de Dios. Por esta razón tiene
unos destinatarios y unos portadores privilegiados, que son los pobres, a los que Dios
ama y defiende porque quiere que se implante la justicia de su reino" (C. FLORISTÁN,
ib., p. 377).
El respeto y ejercicio del pluralismo lleva consigo una fuerte apuesta por la
inculturación del kerigma que significa y promueve una íntima transformación de los
auténticos valores culturales por la integración del todos ellos en el cristianismo.
Reconozcamos que en la sociedad tecnificada y secularizada actual, la fe cristiana para
muchos es "una opción más". Si ya no vivimos en ámbito de mayorías "culturalmente"
cristianas o católicas necesitaremos cambiar muchos lenguajes, formulaciones, vías de
penetración, con los consiguientes respaldos de complejos y prejuicios que hasta aquí
nos han condicionado..
Laborem Exercens
A los noventa años de la encíclica R.N. Juan Pablo II escribe la primera encíclica de
contenido social el 14-9-1981. El atentado del Papa en la plaza de San Pedro retrasó
unos meses la publicación de esta encíclica. Para comprender esta encíclica y las
restantes de Juan Pablo II hay que remitirse a Redemptor Hominis, encíclica
programática de lo que quería fuese su pontificado; esta intencionalidad se podría
resumir en dos afirmaciones: el hombre sólo se entiende plenamente desde la persona
de Jesucristo, y el hombre es el camino de la Iglesia.
Partes de que consta L.E. El texto tiene cuatro partes y una introducción. 1° parte: el
trabajo y el hombre a la luz de la Palabra de Dios (Génesis). 2° parte: el conflicto entre
trabajo y capital en la presente fase histórica. 3° parte: los derechos de los hombres
trabajadores. 4° parte: los elementos para una espiritualidad del trabajo.
Contenidos de L.E.:
- Para la mayoría de los trabajadores el salario justo y las prestaciones sociales son el
baremo que manifiesta la justicia del sistema socioeconómico. El contrato social y el
accionario obrero es lo que puede ayudar más a que el obrero sienta que trabaja en
algo propio. La encíclica L.E. insiste en la participación real y activa del trabajador en la
empresa por la toma de decisiones.
- El salario para que sea justo debe ser familiar; esto significa que el salario pueda
cubrir las necesidades de una familia de tipo medio en una sociedad concreta.
- En la situación actual el pleno empleo es más una aspiración que una realidad. El
desempleo que padecen muchas personas pide una reflexión especial llena de
consideraciones morales. Como el trabajo es un bien escaso y hay personas que nunca
conseguirán empleo, es un deber moral el reparto del trabajo existente, así como la
creación de puestos de trabajo. Para asegurar el destino universal de los bienes, el
objetivo de las inversiones debe ser la ampliación de puestos de trabajo. Los parados
necesitan una atención prioritaria; hay que asegurarles el subsidio básico para que
puedan vivir él y su familia. Por su parte, los parados no deben practicar la economía
sumergida y, psicológicamente, es recomendable que estén ocupados aunque estas
actividades no produzcan bienes económicos.
Principales aportaciones de L.E. Esta encíclica aborda un solo tema, el del trabajo
humano; Juan Pablo II reflexiona sobre este tema teniendo conocimiento de los dos
sistemas, el capitalista y el socialista. Cuestiona a los dos sistemas para ver en qué
medida buscan realmente la realización personal del trabajador. El Papa pondera la
importancia de la Doctrina Social de la Iglesia al abordar las cuestiones sociales, y las
citas que pone son en su mayoría de la Biblia y del Magisterio. En este documento se
perfilan los rasgos básicos de una espiritualidad del trabajo desde la teología de la
creación y de la redención. La antropología cristiana al ver en cada ser humano la
"imagen de Dios", enriquece grandemente la consideración de todo el quehacer
humano y, especialmente, el sentido y condiciones del trabajo.
Jesús Sastre
Lenguaje Pastoral
Pero todo lenguaje narrativo, para serlo de verdad, es lenguaje testimonial. El agente
de pastoral avala con su vida y testimonio lo que anuncia y narra.
El lenguaje pastoral, dicho lo anterior, debe ser a la vez riguroso en sus propuestas y
conducente a lo celebrativo. Sin olvidar que el lenguaje pastoral se nutre del hontanar
del silencio y siempre debe contrastarse, para su verificación, con los lenguajes
magisteriales y teológicos.
BIBL. — R. FISICHELLA, Lenguaje teológico, en "Diccionario de Teología Fundamental", San Pablo, Madrid 1992,
825-830; C. MOLARI, Lenguaje, en "Nuevo Diccionario de Teología", Vol 1, Cristiandad, Madrid 1982, 853-893.
Liberación
Introducción
La Teología de la Liberación, junto con la opción por los pobres y las comunidades
eclesiales de base, son quizá los tres aportes más importantes que, en nuestros
tiempos, la Iglesia Latino Americana ha hecho a la Iglesia mundial.
Con ella se intenta una reflexión teológica a partir del evangelio y de las experiencias
concretas de hombres y mujeres, creyentes y empobrecidos, que están
comprometidos con el proceso de liberación en el continente lleno de opresión y de
despojo que es A.L.
La T.L. es una reflexión fundamental sobre el Dios bíblico, para el cual la vida es el
mayor de los atributos, el Dios que sigue clamando en la historia por la vida de su
pueblo. No trata de elaborar una síntesis teológica que justifique o fundamente
posturas acerca de la vivencia de la fe, ni mucho menos que ayuden a deducir una
"acción política" como a veces se ha denunciado.
1. El método
Los teólogos de la liberación han rechazado siempre que su teología sea tratada como
si fuera un tema más en teología. Es decir, con "liberación" usado en genitivo. Teología
de la liberación, como podríamos decir, Teología de la salvación, Teología de la
esperanza, de la alegría, del sufrimiento. No es una arrogancia de los estos teólogos en
rechazar ese tratamiento, sino es la defensa de lo propio de la T.L.: que es
esencialmente, una nueva forma de hacer teología, un nuevo método, un modo
diferente de hacer y pensar teología.
Por eso entender el proceso en la elaboración de la T.L. es entender su novedad y su
importancia. Partimos para ello de la definición que nos hace Gustavo Gutiérrez de la
Teología de la Liberación que es "la reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la
Palabra".
Es decir se trata de un momento de reflexión de fe, que tiene como punto de arranque
la situación histórica del pueblo que se ilumina a la luz de la fe. O, lo que es lo mismo,
la situación histórica del pueblo es el punto de partida, el punto primero en la
elaboración de la T.L.
La reflexión crítica sobre esta praxis histórica será el segundo momento de la T.L.
Momento de elaboración, momento de acompañamiento, momento de iluminación.
Pero, repetimos, elaboración, acompañamiento e iluminación, teniendo como
transfondo la situación y praxis primera. Es el momento "propio" de lo que todavía
entendemos por "teología", que en T.L. se convierte en el momento segundo: "el
hablar sobre Dios viene después del compromiso de la caridad".
De aquí que esté tan ligada no solo a la comprensión del momento histórico de
sufrimiento y opresión que vive América Latina, sino también al compromiso que las
comunidades cristianas, insistimos compuestas de hombres y mujeres creyentes y
oprimidas, realizan desde la fe. Situación del pobre y vivencia de las comunidades
cristianas son elementos esenciales para que pueda haber la reflexión crítica posterior.
Ahora bien se trata, a su vez, de una reflexión animada por una intencionalidad
práctica, unida a la praxis histórica. En este senticjp reflexión y praxis están
permanentemente enlazadas y se enriquecen dialécticamente. La reflexión teológica
no intenta quedar solo en pensar "el mundo y su devenir histórico" sino que, situada
desde el mundo del pobre, intenta aportar los elementos cristianos para
transformarlo. Cobra así la teología su dimensión propiamente liberadora.
2. El desarrollo histórico
a) Gestación
Su análisis crítico les llevará a decir la teoría que más les interesa manifestar: que L. A.
es pobre porque es un continente dependiente, desposeído, oprimido,
permanentemente empobrecido, y esto porque sigue sujeto a los dictados sociales,
políticos y económicos, que ejercen sobre el los países capitalistas.
También tiene una gran influencia en amplios sectores de la Iglesia L.A., sobre todo en
los sectores pobres y comprometidos con su pueblo que revisan, a través de pequeñas
comunidades, la vivencia de la situación, la reflexión de la fe y la búsqueda de una
praxis liberadora. Aparecen también los primeros teólogos, que, buscan en la Palabra
de Dios bíblica el iniciar sus reflexiones estructuradas para iluminar, desde la fe, el
compromiso liberador. En este proceso los análisis sociales son usados como
mediaciones para interpretar la realidad. Estamos en la primera década de los años 60.
Fiel a la función profética que la situación exige, Medellín, en una clara opción por los
más desposeídos, manifiesta que el Episcopado L.A. no puede quedar indiferente ante
las tremendas injusticias sociales existentes, ante la dolorosa pobreza que clama
justicia, ante el sordo clamor que brota de millones de hombres, ante la miseria que
margina a grandes grupos humanos, y manifiesta, con claridad, que la situación de
subdesarrollo de la mayoría de los pueblos latino americanos es una injusta situación
promotora de tensiones que conspiran contra la paz.
b) El impulso
La reflexión sobre la realidad expresada por los Obispos y los compromisos que se han
de llevar a cabo abundan con claridad en el terreno de lo social y en el terreno de lo
político. De esta forma asumen en toda su significado la defensa de la dignidad
humana, expresando con claridad que el en actual momento de A.L. una tarea central
en la pastoral es ayudar a que el pueblo pase de "formas menos humanas a formas
más humanas de vida".
Hay otros teólogos que también se distinguen desde este primer periodo, citamos con
ejemplo algunos: Juan Luis Segundo, jesuita uruguayo, que iniciará un amplio trabajo
sobre el tema de Iglesia y sociedad, Hugo Assman, teólogo brasileño, con su primera
obra sobre el tema: "Opresión liberación. Desafío a los cristianos", el teólogo
presbiteriano brasileño, Ruben Alves, con "Cristianismo: opio o liberación", y el
pastoralista chileno, Segundo Galilea en las perspectiva de la religiosidad popular,
destacan entre varios otros.
c) Crecimiento
Estamos en una época de crecimiento. Se visualiza por las comunidades cristianas que
se fortalecen y por otras que surjen en esta nueva orientación, por el cambio de
perspectiva de sacerdotes, religiosos-as y otros agentes pastorales, por la abundancia
de documentos de reuniones pastorales, de Episcopados, así como por el número cada
vez mayor de teólogos y pastoralistas que van desarrollando sus aportes.
Las tensiones pasan entonces también al interior de la Iglesia. Dentro de ella, hay
parte de la jerarquía y aun sacerdotes y religiosos/as, que escuchan estas voces y se
colocan de distinta forma ante los contenidos no solo ya de la T.L., sino también de la
práctica de las mismas comunidades y aún, incluso, de una correcta aplicación de la
"opción por los pobres" reforzada por Medellín. Sin duda la ubicación en los diversos
sectores sociales y la defensa de intereses tiene mucho que decir para explicar estas
primeras tensiones.
Por otra parte, la T.L. ha traspasado las fronteras latinoamericanas y los teólogos y las
comunidades más comprometidas, primero de Europa y después de los demás
continentes, se interesan por ella. Esto da lugar a varios encuentros: El Escorial (1972)
donde se comparten ideas sobre el nuevo método de hacer teología y sus experiencias
concretas. Se repetirá en México (1975), y Detroit (1975), donde se unen ya en mayor
número teólogos y comunidades norteamericanas. Dar es Salaam (1976) es la ocasión
de que se reúnan los teólogos de los pueblos de Asia, Africa y América Latina que
están en similares condiciones de opresión, marginación y pobreza.
En esta perspectiva se llega a la III Asamblea General del Episcopado Latino-Americano
en Puebla (1979), ampliamente esperado y debatido. En Puebla los Obispos de L.A.
encuadran positivamente las principales cuestiones de la T.L.:
d) Maduración y conflicto
Los documentos de Puebla se leen con interés al interior de las comunidades y las
confirman en su práctica liberadora, las CEB se sienten valoradas, y se sienten también
identificadas con los título de "sujetos de evangelización" y "focos de liberación y
desarrollo".
Pero no queda la lectura solo al interior de estas comunidades sino que son ellas
mismas las que se encargan de difundir su mensaje, organizando cursillos, seminarios,
elaborando materiales. En este sentido hay que decir que Puebla será mucho más
conocido, más debatido y más reflexionado en el pueblo cristiano de Al., que lo fue
Medellín.
Se tiene, por otra parte, una mayor conciencia de las causas, ya denunciadas por
Puebla: las estructuras injustas son las que causan los ricos cada vez más ricos a costa
de pobres cada vez más pobres. En algunos países se intenta promover una
Democracia más participativa, que a veces se queda en formalidad. En otros países ni
siquiera se puede intentar.
Las tensiones llevan en algunos lugares a recrudecer antiguos conflictos armados, en
algunos otros se inician. La Iglesia sufre también en carne propia el desarrollo de estos
conflictos. Para atajar esta situación en un documento acerca de la Doctrina de la
Seguridad Nacional se destaca como enemigo a combatir a la doctrina y praxis de la
T.L.
Todo esto genera también tensiones dentro de la Iglesia y no solo tensiones dentro de
la Iglesia de L.A., sino quejas que llegan hasta la Congregación de la Doctrina de la Fe,
en particular contra dos de los más destacados teólogos: Gustavo Gutiérrez y
Leonardo Boff.
Aun dentro del mismo Episcopado L.A. del CELAM hay voces que alertan contra los
excesos de la T.L.: y señalan algunas de los errores que presentan, todos estos errores
apuntarían en la línea de valorar más lo temporal que lo espiritual y reducir la
liberación cristiana a la liberación de las estructuras injustas. También los ecos llegan a
Europa bajo el patrocinio del mismo sector eclesial.
Aparecen publicaciones que con el mismo nombre acerca de la T.L. tienen ya distintos
contenidos. Lo mismo sucede con jornadas o eventos, o con movimientos, como por
ejemplo "Comunión y Liberación".
Esta Instrucción tiene dos partes bien diferenciadas: el análisis social y el plano
teológico; y pone de entrada la afirmación de que "el evangelio es por su misma
naturaleza mensaje de libertad y liberación", es decir libertad y liberación de la misma
esencia de la fe.
Hecha esta afirmación, la Instrucción se ocupa de detallar, dentro del análisis social, las
luces y las sombras del proceso moderno de liberación. Adopta un tono crítico frente
al poder tecnológico que genera nuevas formas de desigualdad, a la concentración del
poder económico, y a las relaciones de dependencia. Critica la ideología individualista,
la desigual repartición de las riquezas, destaca que siguen apareciendo nuevas formas
de desigualdades y opresión entre los pueblos ricos y pobres. Hace una denuncia tanto
del recurso sistemático a la violencia, en cuanto vía necesaria para la liberación, como
de la violencia institucionalizada. Y subraya también que el pleno ejercicio de la
libertad exige unas condiciones de orden económico, social, político y cultural.
Hay también otros aspectos centrales prácticos que ya fueron iniciados por Medellín y
fuertemente asumidos por Puebla, y que son centrales en la perspectiva de la T.L.
como son, "la opción preferencial por los pobres" de la que dice textualmente que
"lejos de ser un signo de sectarismo o particularismo, manifiesta la universalidad del
ser y de la misión de la Iglesia", y la valoración muy positiva de las comunidades
eclesiales de base, que "enraizadas en el compromiso por la liberación integral del
hombre viene a ser una riqueza para toda la Iglesia".
Atribuye el Papa a la Iglesia del Brasil un meritorio esfuerzo y pide que continúe con la
reflexión que "inspire una praxis eficaz a favor de la justicia social, de la igualdad y de
la salvaguarda de los derechos humanos en la construcción de una sociedad humana,
basada en la fraternidad, concordia, en la verdad y en la caridad."
3. Las perspectivas
La T.L. además de un nuevo método de hacer teología aporta nuevas miradas sobre la
realidad de la fe y la realidad histórica. Intenta penetrar en lo más hondo del mensaje
cristiano para que ilumine la práctica sobre la realidad concreta. En este sentido
explicita más diversos ángulos de la fe. El eje central de su reflexión es la convicción
plena que nuestro Dios, es el Dios de la vida, y en cambio la realidad en la que viven las
mayorías de A.L. es una realidad de muerte, lo más contrario al plan de salvación. Esta
conciencia se hace viva y operante en el cristiano y en las comunidades, que no
pueden permanecer inactivas ante esta situación que es injusta y deshumanizadora y
contradice al plan de Dios.
Los pobres ocupan en lugar central en la perspectiva de la T.L., que escucha, como
manifiesta muy bien Medellín, "ese sordo clamor que brota de millones de hombres
pidiendo a sus pastores una liberación que no llega de ninguna parte".
El pobre ansía su liberación porque sufre pobreza, porque sufre miseria, porque se
siente despojado, empobrecido, maltratado. Esta es la pobreza real, que es contraria a
la voluntad de Dios, que es un pecado y que hay que desterrar.
La existencia masiva e inhumana de la pobreza real que sufren las mayorías en los
pueblos latinoamericanos, conduce necesariamente, dentro de la perspectiva
liberadora, no solo a ver el mal y sus causas, sino también a buscar sentirnos libres de
las riquezas y a ser solidarios con los que sufren, solidaridad que lleva a un
compromiso prioritario, a una opción radical.
Optar por el pobre significa primero preguntarse quién es el pobre, cómo es, dónde
está, por qué es pobre. Si se vive junto a él, si se comparten sus inquietudes, si uno se
ubica en su "lugar" es más fácil visualizarlo. No solo hay pobres, sino que hay millones
de pobres, que viven en situaciones inhumanas en la mayoría de los países de L.A. Y se
llega a la conclusión de que para intentar solucionar una situación de tantos, la opción
no puede ser individual, sino que tiene que se una opción por todos, por su mundo.
Por el mundo del pobre.
La opción por el pobres es, por lo tanto, una opción por los pueblos dominados, por las
clases explotadas, por las razas despreciadas, por las culturas marginadas y también
por los sectores: mujer y niño, que más sufren la discriminación. Es, por lo tanto
también, un compromiso y una opción que va no solo a la explotación económica sino
a la cultural, a la social, a la política. Es una opción que nos lleva a reconocer que el
pobre tiene un modo de vivir, un modo de pensar, de amar, de confiar, de luchar por
la vida, de empeñarse por la justicia, de mirar el mundo desde abajo, de organizarse.
La T.L. cree en la fuerza histórica de los pobres no solo para la transformación social,
sino que cree también en la fuerza y en el derecho de los pobres a pensar su fe, a "ser
alguien" dentro de la misma Iglesia. De ahí todo el movimiento eclesial que la nueva
presencia del pobre suscita.
La opción por el pobre es una opción de fe y por lo tanto de liberación total. Privilegia
al pobre pero no excluye a nadie. Es una opción que desea integrar a todos alrededor
de ella, quiere que llegue a todas las personas. Presenta al pobre y al rico, a todos, el
punto de mira del Dios liberador, el Dios de la vida, que no solo rechaza la pobreza,
sino que está lejos de los que la producen con sus injusticias y tiene, además para
éstos, palabras a la vez de advertencia y rechazo y de llamada y conversión. Sin
embargo, el centro del mensaje liberador es el pobre, objeto de predilección, defensa
y protección especial del Dios liberador.
También por ser opción de fe, es opción de liberación integral, llega al núcleo central,
a la totalidad de la persona del pobre: a vivificar su fe, a alimentar su esperanza, a
proyectar su solidaridad, a enriquecer sus valores, con la ayuda del descubrimiento de
ese Dios Padre, Creador del Bien, Defensor de la Vida, que desea para todos el
bienestar, la justicia y la paz y nos invita, además, a compartir fe y vida en la
comunidad cristiana.
Esta opción por el pobre está en la misma esencia del mensaje del Reino y fluye
naturalmente del Dios que Jesús nos anuncia. Toda la Biblia está marcada por el amor
de predilección de Dios para con los débiles y maltratados de la historia, es, en
definitiva, consecuencia del amor gratuito y misericordioso de Dios Padre.
Por eso el motivo último que tiene la T.L. en su compromiso con el pobre y el
oprimido, no está en el análisis social, en la compasión humana, o en la experiencia
directa del compartir. Todas ellas, sin duda son razones válidas; pero en cuanto
cristianos, hombres y mujeres de fe, el motivo último de lo seguidores de la T.L. en su
opción por los pobres, está en el Dios de la Vida, en el Dios Padre, en el Dios de
nuestra fe.
b) La experiencia histórica
Las ciencias humanas le ayudan a entender mejor las causas económicas, sociales y
políticas de las que deriva su situación; los sistemas y estructuras que le oprimen.
Comprende mejor su situación y las causas que la originan. Con sordo clamor rechaza
su injusta opresión.
Los trabajos cada vez más duros e insoportables a que son sometidos, la forma de
vida, separados, excluídos, los asesinatos de sus hijos varones, para que el pueblo no
sea haga más numeroso... ¿no es un paradigma de su propia situación? Si es así, Dios
rechaza también su forma de vida y clama por su liberación.
Este sentimiento es recogido por la T.L. Por eso la denuncia de las injusticias, el
rechazo de la estructuras opresoras, la exigencia y la acción para transformarlas, la
promoción y defensa de los derechos inalienables de los pobres, serán centrales en la
praxis de la T.L. que sabe que el pobre es el centro del mensaje de salvación, el
destinatario del Reino que Jesús hace presente:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la Buena
Noticia a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos, y dar vista
a los ciegos, y libertad a los oprimidos..." (Lc. 4, 18).
Dios está presente en el pobre que sufre estas injustas condiciones. No lo recuerda el
mismo Cristo en el Evangelio de Mateo (cap. 25). La dignidad del pobre, como persona
y por lo tanto raíz de todos los derechos humanos, se ve así fortalecida, porque Dios
está en él de un modo especial pero real: "todo lo que hicisteis... conmigo lo estabais
haciendo".
En este pobre concreto y múltiple a la vez, en este pobre que sufre y que gime "con
ese sordo clamor", Dios está presente. Por eso hay que mirar al pobre con una mirada
enternecida para ver, por debajo de sus andrajos y de sus condicionamientos, la
presencia de un Dios que "sufre" en ellos. Es mérito de la T.L. el haber ahondado en
esta presencia, y, en consecuencia, en haber rescatado y fortalecido para la Iglesia el
reconocimiento del pobre como "lugar privilegiado" desde donde hacer teología.
Pero este pobre oprimido y sometido a "una nueva forma de cautividad", es la vez
creyente. Cree en el poder de Dios y cree que de El le va a venir la liberación. Su
sufrimiento no es causa de desesperación, sino ocasión de pedir fortaleza y protección
para liberarse de él., sabe que tiene que ser agente de su propia historia y no rehuye
su participación.
d) El Dios de la vida
Hay otras dimensiones de la vida que también sufren los atentados contra ella: la
cultura, la fiesta, los valores, los derechos políticos, los derechos religiosos, el
descanso, la libertad, la "espiritualidad". Se trata también de atentados contra la vida.
Vida no hay más que una, no hay dualismo, las dimensiones de la vida; material y
espiritual, están unidas, entrelazadas.
Para la T.L., Dios, antes que nada, es el Dios de la Vida. El Dios que la da, el Dios que la
recibe, y el Dios que clama por la vida de su pueblo. El Dios que la defiende y el Dios
que se identifica con la vida. Jesús, la máxima revelación del Padre nos dirá abundará
en estos contenidos: "Yo soy el camino, la verdad y la vida", yo "he venido para tengais
vida y la tengais en abundancia."
Gustavo Gutiérrez, en un precioso libro "El Dios de la vida", nos lo presenta así a través
de una brillante exégesis bíblica. Todo lo que nos acerca a la vida nos acerca a Dios,
todo lo que nos aleja de la vida, nos aleja de Dios. La opción por la vida llega a ser el
contenido fundamental de la teología insertada en la historia.
Pues bien, esta reflexión de fe, esta apertura hacia la praxis de las comunidades
cristianas, constituyen, dentro de la T.L., como ya se dijo, el momento primero de su
reflexión teológica, el punto de arranque. Sin este primer momento, es claro que no
hubiera si posible elaborarla.
Por lo tanto la T.L. encuentra y se enriquece de una realidad de cristianos que sufren
las consecuencias de la injusticia y de la pobreza, y que se reúnen a la luz de la Palabra
de Dios, pero, al mismo tiempo, la T.L. alienta, estimula y da elementos para la
reflexión y la praxis de las comunidades. Es un movimiento, pues, recíproco. En este
sentido, ambas partes, son deudoras y acreedoras, reciben y dan. En su desarrollo
histórico tuvo mucha importancia la relación con el importante núcleo de las CEB del
Brasil.
Hay temas de la T.L. que se estructuran incluso para el servicio de tanto de la lectura
individual como de la reflexión en grupos, principalmente: el análisis de la realidad, y
el estudio de la Biblia y de los documentos de la Iglesia„ los documentos del Papa en
sus visitas a A.L. los documentos del CELAM, (Medellín y Puebla) y los de los
Episcopados de cada país, y También se organizan permanentemente a niveles
diocesanos, regionales o nacionales, encuentros, cursillos, jornadas, etc., que
dinamizan la formación y orientan el compromiso.
Las comunidades eclesiales de base maduran y se multiplican de tal forma que Puebla,
al reconocerlas, llega a decir de ellas que son "focos de liberación y desarrollo" y por
eso son "motivo de alegría y esperanza para la Iglesia".
4. Desarrollo teológico
La T.L. tiene un fuerte desarrollo. Son muchos los teólogos que, comprometidos en sus
vidas, avanzan y profundizan también en el desarrollo de la teología. En pocos años no
hay ningun gran tema teológico que escape a esta perspectiva. Presentamos
simplemente una sencilla síntesis orientativa:
una hermosa visión del Dios bíblico en "El Dios de la vida", y una reflexión sobre el
dolor del inocente a través del libro de Job "Job o el sufrimiento del inocente".
Cristología. Quizá es uno de los primeros temas en la T.L. Sin duda es Jon Sobrino uno
de los teólogos más importantes: "Jesús en América Latina." "Jesucristo liberador".
También Leonardo Boff con muchas y variadas obras, una central con el mismo título
anterior de "Jesucristo liberador". Se debe tener presente la memoria de, Hugo
Echegaray, teólogo peruano prematuramente fallecido, tiene uno de los primeros
estudios del tema: "La práctica de Jesús" Y el excelente trabajo de divulgación popular
y literaria de los hermanos Vigil: "Un tal Jesús".
Eclesiología. Es otro de los grandes temas en la T.L. abundan los estudios y las
reflexiones. Destacamos a Jon Sobrino: "Resurrección de la verdadera Iglesia", Alvaro
Quirós: "Eclesiología en la teología de la liberación". Son importantes también los
trabajos de Pablo Richard sobre temas de las Primeras Comunidades. A recordar
también el "polémico" libro de Leonardo Boff: "Iglesia: carisma y poder".
5. Conclusión
En primer lugar hay que decir que la T.L. es una teología que responde a las exigencia
concretas de un tiempo y la vivencia de unas comunidades. Como tal es histórica.
Serán las circunstancias las que dirán si es vigente o no.
Es cierto que no hace falta nada más que echar una mirada a L.A. y al ahora
denominado "Sur" en su conjunto, para encontrarnos con que la situación de las
masas desposeídas, en estado de suma pobreza y despojo, no sólo persiste sino que se
ha agravado. Por otra parte, el análisis de esta situación, encontramos nuevos
elementos, nuevos métodos. Determinados proyectos políticos han perdido vigencia y
también hay nuevos actores solidarios.
Sin embargo hay un aporte de la T.L. que siempre debe estar vigente. Es el aporte del
método, es el aporte de la importancia que tiene la reflexión del pueblo creyente y la
misma ubicación de los teólogos, dentro de la vida del pueblo. Este importante aporte
no debe perderse, sino que debe constituir una forma importante y trascendental de
hacer teología.
Daniel Camarero
Limina apostolorum
Cada cinco años, los obispos católicos de todo el mundo están llamados a visitar la
tumba del apóstol Pablo (limina apostolorum) como gesto de comunión y servicio a la
unidad en la verdad. Además de rezar y renovar el credo de la fe, comparten con el
Papa y la Curia romana sus desvelos, se intercambian mutuamente preocupaciones y
reciben respaldo a su ministerio. Normalmente esta "visita ad limina" no la hace cada
obispo en solitario, sino en conjunto con los obispos que componen la provincia
eclesiástica.
Limosna
"Que la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a
otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente, cantad a Dios, dadle gracias de
corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados" (Ef 5,19-20). Jesucristo confió a su
Iglesia la misión de evangelizar, bautizar y orar en todo tiempo y lugar; y la Iglesia
desde sus orígenes dedica cotidianamente tiempo a la oración. La celebración diaria
de la Eucaristía y la "Liturgia de las Horas" son los momentos oracionales públicos y
litúrgicos más importantes. La Liturgia de las Horas es la oración de la Iglesia, Cuerpo
de Cristo; la comunidad eclesial ora con Cristo y por Cristo. En este sentido se nos
invita a la celebración comunitaria de la Liturgia de las Horas, aunque la oración
individual también tiene pleno sentido para los cristianos que no pueden celebrar
comunitariamente la Liturgia de las Horas.
1. "La organización general de la liturgia de las horas"
La alabanza a Dios de la Liturgia de las Horas se hace en unión con la Iglesia celestial
que canta ante el trono de Dios y del Cordero como se narra frecuentemente en el
Apocalipsis; esto nos ayuda a profundizar en el fin de la vida humana: el triunfo del
amor de Dios en la manifestación plena y definitiva de que somos sus hijos y hermanos
en Cristo.
Cristo resucitado por la acción del Espíritu Santo continua alentando el proyecto
salvador del Padre que como primer paso nos invita a la conversión. Esto supone el
cambio de corazones, de relaciones y de estructuras; nos sentimos hijos y hermanos,
tenemos la mirada puesta en la vida eterna y pedimos luz y fuerza para hacer el
camino del Reino, de la nueva "civilización del amor".
La Liturgia de las Horas se organiza de tal forma que consagra "todo el curso del día y
de la noche" (OGLH 10); es la prolongación durante el día, entre Eucaristía y Eucaristía,
de la doxología final de las plegarias eucarísticas: "Por Cristo, con Él y en El, a ti Dios
Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los
siglos de los siglos". Lo que santifica el tiempo es el reconocimiento de la acción
salvadora de Dios que libera a la humanidad; para ello creyente, personal y
comunitariamente, debe esforzarse por abrir lo cotidiano al horizonte escatológico a
través de los valores evangélicos, la disponibilidad y la entrega.
4.1. Estructura externa. El inicio de la primera de las horas se hace con la invocación
"Señor ábreme los labios y mi boca proclamara tu alabanza"; en las horas siguientes se
empieza con la invocación "Dios mío, ven en mi auxilio, Señor date prisa en
socorrerme". A lo largo de las cuatro semanas se distribuyen casi todos los salmos
según el día y el momento del día. El salmo invitatorio de Laudes indica que Dios sale
al encuentro del que lo busca con sincero corazón. Laudes y Vísperas son las dos horas
más importantes, y son como los goznes en los que gira el día por la mañana y por la
tarde. En los Laudes (mañana) la Iglesia alaba a Cristo Resucitado que da sentido al día
que comienza; el cántico del "Benedictus" nos recuerda la fidelidad de Dios que ha
estado y estará visitando a su pueblo y suscitando una fuerza de salvación. En la
oración de Vísperas se da gracias a Dios por la Pascua de Cristo y sus efectos
salvadores en el día que termina; cántico del "Magnificat" proclama la grandeza de
Dios porque en el día que termina hemos visto su acción salvadora en favor de los
pequeños y pobres. El oficio de Lectura puede hacerse en cualquier momento del día,
incluye dos lecturas a modo de lectura espiritual (sapiencial), los salmos son de
alabanza y en las fiestas importantes y domingos que no sean de Cuaresma se reza o
canta el Te Deum como expresión de acción de gracias. La Hora Intermedia se reza a
mitad de la jornada; el himno proclama la acción del Espíritu, el trabajo humano que
coopera con el creador y la tarea de construir el Reino, los salmos hacen referencia a
las dificultades en el cumplimiento de la ley de Dios y piden ayuda a Dios que está
presente y alentando nuestros esfuerzos. Completas es la última de las horas antes de
entregarse al descanso nocturno; el himno y los salmos expresan la confianza del que
se pone en manos de Dios; también incluye un examen de conciencia y de petición de
perdón; el cántico del "Nunc dimitis" expresa la alegría del que ha encontrado en
Cristo el sentido de su vida. La oración conclusiva se refiere al reposo como
recuperación de las fuerzas para continuar al día siguiente viviendo con sentido
pascual.
4.2. Estructura interna. Cada semana tiene dos partes: de lunes a jueves y de viernes a
domingo. El cántico del Nuevo Testamento que aparece en Vísperas después de los
dos salmos es el que marca el significado del día, y refleja la estructura interna de cada
semana. Lo propio del cristiano es vivir con sentido pascual hasta la Pascua
escatológica. Cada domingo se celebra la Resurrección de Jesucristo, y de lunes a
jueves la Liturgia de las Horas desarrolla el plan de Dios en la historia de salvación. Los
lunes el cántico de vísperas proclama el proyecto de Dios revelado en Jesucristo (Ef. 1,
3.10); los martes el cántico se refiere a la Iglesia como el pueblo de los redimidos (Ap.
4,11; 5,9.10.12); el miércoles el cántico expresa que la Iglesia es para la edificación del
Reino (Col. 1, 12-20) y el jueves el cántico alude a los creyentes que van pos las sendas
del testimonio evangélico (Ap. 11, 17-18; 12, 10b-12a). La Liturgia de las Horas del
viernes al domingo nos hace a revivir el Misterio Pascual; los viernes el Siervo Doliente
nos ayuda a entrar en el diálogo entre el amor de Dios sin limites y el pecado del
hombre (Ap. 15, 3-4); los sábados el cántico es la contemplación de la Kenosis
(vaciamiento) y de la exaltación de Cristo y entronizado en la gloria del Padre (Flp. 2, 6-
11), los domingos el cántico aleluyático proclama el triunfo definitivo de Cristo como
Kyrios (Señor) de la historia (Ap. 19.1-7).
Hay salmos que podemos dirigir a Cristo como Kyrios (Señor) de la vida y de la historia
(Ps. 92-99); en unos salmos Cristo como Cabeza de la Iglesia y de la humanidad asume
nuestros problemas y dificultades y ora al Padre por nosotros y en nuestro lugar (Ps. 4,
16, 19, 21, 24, 25, 26, 27, 29, 30); en otros y Cristo ora con nosotros (Ps. 2, 5, 7, 10, 12,
15, 43, 76, 107, 111, 118, 119, 120, 122, 126); en otros salmos nos dirigimos a Cristo
como pastor, aliento, fuerza, refugio y protección en nuestra "travesía pascual" (Ps.
22, 33, 41, 44, 50, 61, 64, 79, 84, 89, 90, 91, 100).
En el diálogo oracional que es el rezo de los salmos en la Liturgia de las Horas deben
estar muy presentes Jesucristo, la Iglesia, y el Reino para que nuestra oración no caiga
en particularismos psicologizantes.
6. Orientaciones pastorales
- La Liturgia de las Horas por sus propias características y por su intrínseca relación con
la Eucaristía y el Año Litúrgico ayuda a introducirnos más plenamente en el ministerio
de Cristo. La oración atenta y piadosa posibilita el que la mente y el corazón
concuerden con los labios; para ello hay que orar con los sentimientos que contienen
los salmos, desde la persona e historia de Jesús y teniendo presentes las situaciones
por las que pasa la humanidad. La recitación de los salmos se hace en nombre de toda
la Iglesia que se identifica con Jesucristo y con los "gozos y sufrimientos" del género
humano.
- Los procesos catecumenales con adultos y con jóvenes deben ayudar a descubrir el
sentido y el lugar de la Liturgia de las Horas en la vida del cristiano y de las
comunidades. Un objetivo importante en la maduración de la fe está en que los
laicos/as participen en la Liturgia de las Horas individual o comunitariamente, y el que
esta se celebre en las comunidades parroquiales como oración de todo el pueblo de
Dios, sacerdotes, religiosos/as y laicos/as.
- El modo de recitar los salmos se pueden hacer de forma variada y creativa: a dos
coros en forma responsorial o seguida; las introducciones que se hagan deben ser
breves y para ayudar a la comunidad que ora a penetrar el sentido de la hora
correspondiente y el de los salmos que recita, así como el orar con las situaciones
eclesiales y humanas del momento.
BIBL. —AA.W., Pastoral de la Liturgia de las Horas: Phase 130 (1982) 265-335; BELLAVISTA, f., ¿Una nueva
perspectiva de la oración eclesial del oficio?: Phase 54 (1969) 557-567; BERNAL, J. M., El éxito de la Liturgia de las
Horas: Phase 137 (1983) 403-410; DE PEDRO, A., Orar con la Iglesia, EDICEP, 1979; DIEz PRESA, M., Relación entre
la Liturgia de las Horas y la Eucaristía: Vida religiosa 36 (1974); MARTÍN, J. L., La santificación del tiempo, Instituto
Internacional de Teología a Distancia, Madrid 1984; RAGUER H. M., La nueva Liturgia de las Horas, Mensajero
1972.
Jesús Sastre
Litúrgica, Pastoral
SUMARIO: Introducción. — 1. Noción de pastoral litúrgica. — 2. La pastoral litúrgica en
el conjunto de la misión de la Iglesia. — 3. Características de la pastoral litúrgica. — 4.
Retos de la pastoral litúrgica.— 5. Los "agentes" de la pastoral litúrgica. — 6. Niveles
de la acción pastoral litúrgica. — 7 Objetivos permanentes de la pastoral litúrgica. — 8.
Ambitos de la pastoral litúrgica: ol La pastoral de los sacramentos; b) La pastoral del
domingo y del año litúrgico; c) La pastoral de la Liturgia de las Horas; dl La pastoral de
los ejercicios piadosos del pueblo cristiano.
Introducción
Conviene tener en cuenta esta visión integradora de la liturgia para evitar reducir la
pastoral litúrgica a los aspectos prácticos, como si la única finalidad de ésta consistiera
únicamente en asegurar las condiciones para una participación formal y externa. Para
perfilar una noción adecuada de la pastoral litúrgica se ha de atender por una parte a
la naturaleza de la liturgia y por otra a la misión de la Iglesia, en la que la pastoral
litúrgica ocupa un puesto específico, si bien en íntima relación con las restantes
funciones eclesiales.
En 1903 el Papa san Pío X señaló que la participación de los fieles en la liturgia es la
"fuente primera e indispensable del espíritu cristiano". Esta idea resultó muy fecunda
dentro del movimiento litúrgico, constituyendo una afirmación de base en el Concilio
Vaticano II para hacer de la participación de los fieles el principal objetivo de la
revisión de los ritos y textos (cf. SC 11; 14; 19; 21; etc.). Terminada ésta, permanece
aquel objetivo orientado a conducir a los fieles hacia una vivencia cada día más
profunda de lo que celebran. En esto consiste la renovación litúrgica.
Por eso no se puede disociar la pastoral litúrgica del ejercicio de este sacerdocio. La
finalidad de la liturgia es la santificación de los hombres y el culto a Dios (cf. SC 10; CCE
1070; 1082-1083; 1089). Los sacramentos están ordenados a esta santificación y a este
culto, pero son al mismo tiempo "signos de la fe" que no sólo la suponen que la
alimentan, la robustecen y la expresan, de forma que el fruto de su celebración en el
hombre depende también de las disposiciones con que participa en la celebración (cf.
SC 59; CCE 1123; 1128).
La liturgia en cuanto ejercicio del sacerdocio de Cristo (SC 7; CCE 1069; 1136), es una
realidad anterior y más amplia que la pastoral litúrgica. Pero como función
santificadora y cultual de la Iglesia ha de realizarse dentro de las coordenadas del
tiempo y del espacio, y asumiendo los medios humanos de expresión y de
comunicación religiosa exigidos por otra parte por la misma naturaleza sacramental de
la liturgia (cf. CCE 1135 ss.). De ahí la importancia que adquiere el cuidado de la calidad
de las celebraciones litúrgicas al servicio de los fines de la liturgia señalados antes (cf.
SC 11; etc.).
La noción de pastoral litúrgica depende, en todo caso, del concepto de liturgia. Por
pastoral litúrgica se entiende por tanto toda acción orientada a que los fieles
participen activa y conscientemente en las celebraciones litúrgicas de acuerdo con su
propia condición, ministros o simples fieles, de modo que hallen en ellas la fuente de
su vida cristiana.
La misión de la Iglesia, continuación de la misión de Cristo (cf. Jn 20,21; Hch 1,8), brota
de su misma esencia de signo de la comunión con Dios y de la unidad del género
humano (cf. LG 1): "Predicando el evangelio, mueve a los oyentes a la fe y a la
confesión de la fe, los dispone para el bautismo, los arranca de la servidumbre del
error y de la idolatría y los incorpora a Cristo, para que crezcan hasta la plenitud por la
caridad hacia él" (LG 17; cf. SC 6).
En efecto, la pastoral de la Palabra es necesaria "para que los hombres puedan llegar a
la liturgia... llamados a la conversión y a la fe" (SC 9). Y la liturgia misma "impulsa a los
fieles a que, ésaciados con los sacramentos pascualesí sean éconcordes en la piedadí,
ruega a Dios que éconserven en su vida lo que recibieron en la feí, y la renovación de
la alianza del Señor con los hombres en la eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la
apremiante caridad de Cristo" (SC 10). De la celebración litúrgica brota también la
misión y las exigencias del testimonio y del apostolado: "Id y anunciad... lo que habéis
visto y oído" (Lc 7,22). Por otra parte la pastoral litúrgica ha de tener en cuenta que la
liturgia es "cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la
fuente de donde dimana toda su fuerza" (SC 10; cf. LG 11). Pero, al mismo tiempo, ha
de estar orientada a la formación de una auténtica comunidad cristiana (cf. PO 6).
b) Por otra parte, teniendo en cuenta que la celebración litúrgica desarrolla una
esencial y eficaz pedagogía del misterio cristiano, la pastoral litúrgica ha de prestar
también una gran atención a las instancias del desarrollo de la fe y, en definitiva, de la
formación integral del ser cristiano. En este sentido se podría hablar de dimensión
catequética de la pastoral litúrgica, pero sin que se produzca una confusión entre la
catequesis y la celebración. A veces se ha dicho que la celebración es una forma de
catequesis en acto, y de lugar de educación en la fe. Esto es cierto solamente en parte,
porque la liturgia es siempre expresión de la fe de la Iglesia según el célebre adagio
"lex orandi-lex credendi", y porque posee una gran fuerza ilustrativa y transmisora de
los misterios que se celebran -se ha dicho que la liturgia es el órgano más amplio del
magisterio de la Iglesia y su más eficaz didascalia-.
Ahora bien, la pastoral litúrgica debería tomar en mayor consideración esos aspectos
disdascálicos de la liturgia, y cuidar al máximo la dimensión expresiva y comunicativa
de la fe en los signos, en los textos y en los gestos litúrgicos. Por otra parte la pastoral
litúrgica ha de mirar también a la formación integral del creyente para que llegue a la
condición de adulto en Cristo (cf. Ef 4,13; Col 1,9), pero siempre de acuerdo con la
condición propia de la liturgia, es decir, según las leyes propias de ésta, lo que se
conoce como la "mistagogia del misterio". La mistagogía se produce en el interior de la
celebración por medio de los signos y símbolos, de los ritos, de la lectura de la Palabra
de Dios, de la homilía, de las oraciones y de los cantos, etc.
Esto quiere decir que la participación de los fieles ha de ser real, no meramente
interior sino expresiva, pero tampoco únicamente activa por fuera, de manera que los
que toman parte en una celebración no sean extraños y mudos espectadores sino
actores que se unen a la acción sagrada juntamente con el ministro (cf. SC 48). Se trata
por tanto de guiar a toda la asamblea litúrgica hacia la participación plena mediante la
oración y el canto, la contemplación y el gesto, la escucha silenciosa y el movimiento,
más que de organizar la liturgia misma solamente en función de la participación activa,
obedeciendo a un afán de cambiar las estructuras celebrativas a fin de hacer intervenir
continuamente a todos los participantes y lograr un determinado efecto a partir de la
actividad externa. El concepto de participación activa significa que la liturgia es, por su
propia esencia, acción comunitaria, pero no que tenga que ser esbozada de nuevo. La
participación activa reclama la interiorización de la acción litúrgica en todos cuantos
toman parte en ella.
La pastoral litúrgica entró con fuerza en la vida de las comunidades cristianas sobre
todo después del Concilio Vaticano II. Sin embargo, en los años de la aplicación de la
reforma litúrgica conoció momentos de euforia y momentos de cansancio, momentos
de cambio y momentos de trabajo callado y de profundización. No obstante el balance
final altamente positivo, la pastoral litúrgica tiene todavía no pocos retos que afrontar:
a) En primer lugar incorporar a la celebración al hombre postmoderno, especialmente
el habitante de las grandes ciudades, anónimo, marginado, cosificado, aplastado por la
publicidad, el ritmo de vida, el ruido, la dispersión familiar; al hombre "light",
desvalido y conformista, sea cual sea el ámbito en el que se mueve, diluidas cada día
más las diferencias entre el que vive en la gran ciudad y el que vive en las zonas
rurales. Los medios de comunicación social han creado un modelo cultural (o
pseudocultural) bastante uniforme.
La pastoral litúrgica tiene que ocuparse no sólo de las condiciones mínimas para una
celebración válida y lícita, sino también, y muy especialmente, de que los fieles
penetren conscientemente en los misterios que se celebran (cf. SC 11; 59). La pastoral
litúrgica ha de unir verticalidad y horizontalidad en la celebración, dando la primacía a
la dimensión transcendente de forma que el creyente se una a Dios y a Cristo en el
misterio celebrado, pero a la vez se sienta urgido a la acción testimonial y apostólica, y
a la transformación de las estructuras temporales según el evangelio.
Una de las afirmaciones de más largo alcance del Concilio Vaticano II en el ámbito de la
liturgia fue la relativa al carácter eclesial de las acciones litúrgicas en cuanto
celebraciones de toda la Iglesia (cf. SC 26; CCE 1140). De este modo se salía al paso
tanto de la reducción de la liturgia a la actuación de los ministros ordenados, como de
la tentación varias veces denunciada por el magisterio eclesial de que el ministro se
considere dueño de la liturgia para intervenir en ella según su criterio particular.
En efecto, los fieles laicos no son solamente sujetos pasivos de la función santificadora
de la Iglesia, sino que participan también del oficio sacerdotal de Cristo en virtud del
bautismo y de la confirmación, de manera que cuando toman parte en una celebración
litúrgica, ejercen verdaderamente el sacerdocio común y se unen de manera eficaz a la
acción del ministro que preside y actúa en la persona de Cristo. De ahí que la
participación de los fieles en la liturgia corresponda a un derecho y a un deber que
tienen (cf. SC 14; LG 10-11; CCE 901; 1141). Pero "todos los miembros no tienen la
misma función" (Rm 12,4): unos han sido escogidos y consagrados por el sacramento
del orden para actuar representando a Cristo, otros ejercen diferentes ministerios
particulares laicales, como lectores, acólitos, cantores, etc. Estos últimos son
considerados como verdaderos ministerios litúrgicos (cf. SC 29; CCE 1143).
Por este motivo: "En la asamblea que se congrega para la Misa, cada uno de los
presentes tiene el derecho y el deber de aportar su participación, en modo diverso,
según la diversidad de orden y de oficio. Por consiguiente, todos, ministros y fieles,
cumpliendo cada uno con su oficio, hagan todo y sólo aquello que les corresponde; de
ese modo, por el mismo orden de la celebración, se hará visible la Iglesia constituida
en su diversidad de órdenes y de ministerios" (OGMR 58; cf. SC 14; 26; 28).
Ahora bien, aunque la pastoral litúrgica, como se ha dicho antes, brota de las
exigencias de la celebración y tiene por finalidad lograr la participación plena de todos
los que integran la asamblea reunida para celebrar, la responsabilidad de la pastoral
litúrgica en beneficio de toda la comunidad eclesial corresponde no a todos y cada uno
de los fieles, sino sólo a aquellos que en virtud de la sagrada ordenación, por
institución o por encargo estable u ocasional han sido llamados a desempeñar los
diversos oficios y ministerios en la liturgia.
c) En la parroquia, como comunidad local (cf. SC 42; LG 26; CD 30), la acción pastoral
litúrgica corresponde al párroco en primer lugar y bajo la autoridad del obispo
diocesano (cf. CDC cn. 528/2). Aunque existan de hecho otras comunidades más
reducidas o con otras características como las comunidades religiosas o las
asociaciones laicales, la parroquia sigue siendo el espacio matriz de la vida cristiana,
insustituible en muchos aspectos porque es el vínculo con la Iglesia para la mayoría de
la gente, aunque también insuficiente porque no es capaz por sí sola de realizar toda la
misión eclesial.
Dentro de una parroquia o de una comunidad es conveniente que exista lo que se
conoce como el equipo de animación litúrgica o la comisión litúrgica parroquial, que
no deben ser considerados como una estructura más, sino como un medio muy valioso
para incorporar a los fieles laicos y a los religiosos a las tareas pastorales de la liturgia.
Actualmente son muchos los grupos y las comunidades cristianas que cuentan con
personas que se reúnen para preparar la eucaristía o alguna otra celebración. Pero
este tipo de reuniones, un tanto informales, terminan por agotarse al faltar la
perseverancia de sus miembros en la mayoría de los casos.
El equipo litúrgico, aunque no es mencionado con este nombre, sin embargo está
contemplado en la Ordenación general del Misal Romano: "La preparación efectiva de
cada celebración litúrgica hágase con ánimo concorde entre todos aquellos a quienes
atañe, tanto en lo que toca al rito como al aspecto pastoral y musical, bajo la dirección
del rector de la Iglesia, y oído también al parecer de los fieles en lo que a ellos
directamente les atañe" (OGMR 73).
En el texto citado se alude al "parecer de los fieles", lo que quiere decir que deberán
estar representados en el equipo litúrgico o, al menos, tenidos en cuenta de manera
efectiva. La preparación de una celebración ha de mirar a varios aspectos: ritual, o sea
al desarrollo y ritmo de la celebración; pastoral, que debe entenderse en clave de
evangelización y de incidencia de la liturgia en la espiritualidad; musical, o sea, a los
cantos. Por eso en el equipo deberán estar las personas responsables del canto y de la
música en la liturgia, además del lector, un acólito, etc. La dirección del equipo
corresponde al párroco o rector de la iglesia, y constituye un servicio importante para
el bien de todos (cf. OGMR 313). El texto habla también de "ánimo concorde" tanto
entre los que han de integrarlo como en el propósito de buscar una perfecta armonía
en la misma celebración.
Se trata de objetivos de tipo general que deben tener en cuenta todos los que trabajan
en este ámbito de la misión de la Iglesia:
Sin pretender recoger todas las actividades y tareas propias de la pastoral litúrgica, se
trata de enumerar los principales campos a los que debe dedicarse:
Capítulo especial dentro del año litúrgico es la pastoral del día del Señor (cf. SC 106) y
de las fiestas de precepto, que debe abarcar no solamente la celebración sino la
jornada entera como acto de culto, en la alegría y en la gratitud, en la vida familiar, en
la práctica de la caridad, en el contacto con la naturaleza, en la sana diversión, etc. El
centro del día festivo es la Eucaristía, pero contribuyen a santificar este día la Liturgia
de las Horas, la celebración de los sacramentos y sacramentales, la adoración
eucarística, la lectura de la Palabra de Dios, la oración personal, etc. El Papa Juan Pablo
II publicó en 1998 la Carta Apostólica "Dies Domini", que contiene numerosas
orientaciones y sugerencias para la rehabilitación del domingo en la conciencia de los
cristianos.
Mal
a) El mal escándalo
A menudo se ha utilizado el mal como alegato supremo contra Dios, como descrédito
de toda idea de Dios, generando tanto el ateísmo -Dios no existe-, como el antiteísmo
-Dios existe, pero es un canalla-. Porque, ¿cómo se explica la presencia del mal en un
universo creado por Dios? Si Dios es infinitamente bueno, sabio y poderoso, ¿cómo
puede permitir el sufrimiento, el pecado, el error, la muerte de sus creaturas?, ¿cómo
es posible que un Dios engalanado con todas las perfecciones (omnipotente,
omnisciente, bueno, eterno) haya permitido la existencia de siquiera un solo mal en el
mundo?, ¿podría honestamente mantenerse la fe en un Dios que no evitaría, si
pudiese, toda la violencia, toda el hambre, todo el dolor, todas las tragedias que
existen en el mundo?
b) El mal problema
- El mal social es el que brota del desajuste en el modo de relacionarnos con nuestros
semejantes. Es la desagradable vivencia producida por el abandono de los allegados,
por el rechazo de los adictos, por el olvido de los amigos, por la separación del medio
social.
El mal se nos presenta como un misterio cuyas raíces profundas nunca acabaremos de
esclarecer del todo, ahora bien, no podemos refugiarnos en el recurso fácil al misterio,
la capacidad racional del hombre que continuamente intenta buscar respuestas ante
las contradicciones que descubre en su entorno y la misma coherencia de la fe lo
impiden.
A lo largo de la historia se han ido dando distintas respuestas al problema del mal,
vamos a exponer las principales:
- La más antigua propuesta filosófica es la cosmovisión dualista. Según ella hay dos
principios originarios, uno bueno y otro malo. Dios no sería culpable del mal, sino que
éste se debería a la materia o a un demiurgo creador del mundo. Esta concepción
dualista choca frontalmente con la idea judeocristiana de un estricto monoteísmo
divino y de la creación desde la nada. Esta concepción dualista permanece de forma
mitigada en la conciencia de todos aquellos para los que Dios es un justiciero que
castiga a los malos, ¡y a los buenos si se descuidan!
- Otra respuesta muy frecuente ha sido la de relativizar el mal. Se trata de quitar al mal
toda su entidad y reducirlo a un problema que puede encontrar respuesta apelando al
conjunto y a la perfección del cosmos. Se ve el mal como algo inevitable e inherente al
cosmos, mezclado con el bien, con ello, aunque se descarga a Dios de cualquier culpa,
se minimiza el sufrimiento concreto, ya que sólo se considera el conjunto.
- Por último, la que pudiéramos llamar Antropoteodicea. Como todas las teodiceas han
fracasado en su intento de exculpar a Dios, sólo cabe una forma de enfrentarse al mal,
hacerlo desde el hombre, centrarse en él, ya que éste se ha quedado solo. Es el
hombre quien ha de luchar con sus fuerzas contra el mal: bien transformando las
estructuras sociales, fuente del mal tal y como se encuentran (Marx); bien ayudando al
hombre a alcanzar su mayoría de edad (Freud); bien luchando solidariamente contra el
sinsentido de la vida (Camus).
El problema del mal, como hemos visto en los distintos intentos de solución, no es sólo
un problema teórico especulativo, sino también vivencial y experiencial, exige por ello
la convergencia entre pensamiento y acción, teoría y praxis, filosofía y teología.
En la cuestión del mal es necesario deshacerse de una serie de tópicos heredados que
se han ido forjando desde soluciones y planteamientos antiguos y que están haciendo
imposible una respuesta aceptable en el presente. Podemos resumirlos en estos dos:
Se da por supuesto que es posible un mundo sin mal y que, por tanto, Dios pudo
y puede hacer que no exista el mal en el mundo, pero que, por motivos
misteriosos, lo permite y no lo impide.
Hay que tener el coraje suficiente para revisar, cuando no romper, estos presupuestos
heredados para poder buscar la esperanza de una salida. Tarea nada fácil, ya que a lo
anteriormente expuesto se une la resistencia psicológica a desprenderse de las
convicciones adquiridas.
a) La imposible teodicea
b) La posible proteodicea
Juan Luis Ruiz de la Peña elabora desde la teología una reflexión que intenta
establecer una salida creyente para el hombre: no se trata de justificar la fe o de
defender a Dios integrando el mal en un proyecto superior, sino de buscar los motivos
por los cuales se puede seguir creyendo en Dios a pesar del mal. Se puede así hablar
del mal como proteodicea, pues más que establecer un problema -compatibilidad de
Dios con el mal, o el mal como anti-teodicea- señala la necesidad de Dios en la
solución real del problema.
Convierte la cuestión del mal en un asunto de la teología, siendo propio de ella no sólo
"explicar el mal... sino indagar cómo es posible creer -si en verdad es realmente
posible- desde la experiencia de mal". Al autor, desde la teología, no le importa tanto
explicar racionalmente el mal, cuanto dar sentido al hombre que lo sufre, ya que no es
tan importante indagar sobre el porqué, sino sobre el cómo del sufrimiento.
- Teológico: Dios es, en última instancia, quien se muestra como valedor y sustentador
del sentido que anhela el hombre, no la causa de su dolor y sufrimiento.
c) La ponerología y la pisteodicea
- La ponerología. La pregunta que aquí se plantea es la clásica unde malum, ¿de dónde
viene el mal?, planteada en sí misma, anterior a toda respuesta, bien sea ésta religiosa
o atea.
origen del mal: surge de la finitud, por lo tanto no tiene su origen en realidades
externas. El mal remite al mundo y no a Dios.
esencia del mal: es una nota de la finitud y contingencia, por eso no puede
hablarse sólo de privación. Un mundo finito sin mal sólo sería posible en nuestra
imaginación, pero imposible en la realidad, ya que el ser finito conlleva
necesariamente la presencia del mal.
4. Respuesta cristiana
Si Dios es culpable de alguna manera en el tema del mal, lo es por amor. El sabía que la
creación de un mundo finito iba a implicar necesariamente imperfección, mal, dolor...
y sin embargo lo creó. Apostó por este hombre y por este mundo. Luego el dilema no
era haber creado un mundo sin mal, cosa imposible, sino haberlo creado a pesar del
mal.
- No es que Dios no pueda crear y mantener un mundo sin mal, sino que esto no es
posible, o mejor, preguntar en esta línea no tiene sentido. Dios no puede evitar las
consecuencias de la constitución creatural: equivaldría a anular con una mano lo que
ha creado con la otra.
- A la luz de la revelación cristiana podemos afirmar que Dios nos ha creado por amor y
desde el amor para que seamos felices y lleguemos a participar de su misma vida
divina. El mal, condición de nuestra existencia como seres finitos en un mundo finito,
no aparece ya como algo ciego y oscuro, sino desde el misterio de un Dios amor que
nos ha llamado a participar de su misma vida.
- A un Dios que crea por amor sólo cabe comprenderlo como Aquel que quiere el bien
y sólo el bien para sus criaturas; el mal, en todas sus formas, es justamente lo que se
opone a El.
- Dios es el anti-mal: aquel que combate y lucha contra el mal, aquel que quiere y
puede acabar con él, aquel que acompaña al hombre sufriente, pero siempre dentro
del respeto a la legalidad histórica y a la libertad humana.
- Dios nos invita y empuja constantemente a luchar contra todo mal: contra el mal
natural y físico por medio del uso de nuestra inteligencia y de los recursos de la
ciencia; contra el mal moral mediante un cambio de vida y una solidaridad profunda.
5. Pautas pastorales
A pesar de todo lo que venimos diciendo, quedan aún por plantear algunas cuestiones
que seguro aflorarán en el diario trabajo pastoral. Desde aquí no vamos a hacer más
que eso: plantearlas. Como en otros ámbitos de la actividad pastoral, tampoco en este
hay recetas mágicas. Pero, quién sabe, tal vez en un buen planteamiento del problema
se encuentre el camino adecuado para hallar la mejor respuesta.
1. ¿Dios rival del hombre? En los últimos años, ante la idea generalizada del "¡sálvese
quien pueda!", se ha dicho que Dios es un rival del hombre. Dios es inútil. Ahora, tras
los grandes avances tecnológicos, no se necesita a un Dios que solucione nuestros
problemas, nosotros mismos hemos llegado a la mayoría de edad y somos capaces de
resolverlos por nuestra cuenta. Con ello se pretende dejar a Dios apartado de nuestro
mundo, porque ya se ha quedado viejo.
Además, Dios no sólo es inútil, sino que es enemigo del hombre, una especie de
tranquilizante que nos adormece y nos impide reaccionar ante la injusticia. Incluso se
alzan voces del lado de la postmodernidad que afirman que la misma existencia de
Dios es imposible. Dios es un absurdo. ¿Para qué más preguntas?
Si antes ciertos autores se quejaban del silencio de Dios, ahora es Dios el que pudiera
quejarse del silencio del hombre, más aún, del silencio en el que el hombre quiere
sumirle. Dios es exigente, y como "pasamos" de exigencias, "pasamos" de El. Dios se
queda muy lejos porque los hombres nos hemos hecho a lo cercano y a lo palpable.
Dios se ha convertido en un viejo personaje, extraño y lejano.
Vivimos en nuestras vidas un gran vacío de Dios. Y lo que es más grave, ese vacío lo
vivimos en paz. El hombre se ha montado un mundo sin Dios, y ha olvidado que por el
mero hecho de ser hombre, es contingente, incompleto, no posee en sí el sentido de
su vida. El hombre al construir un mundo al margen de Dios no ha podido construirlo
sino en contra del mismo hombre.
Como muy bien advierte A. Torres Queiruga, ni el mismo creyente se libra de este
influjo ambiental que ve en Dios a un rival; estas son sus palabras: "Hay mucho temor
inconfesado al Dios en el que se cree; demasiada sensación de vida mermada, de
libertad controlada, de gozo de vivir envenenado. Hay demasiadas sumisiones serviles
y resentimientos ocultos. Y esto tanto a nivel de tópicos ambientales (las
enfermedades que "manda" Dios, el "fastidiarse" por ser cristianos...) como a nivel de
una gran parte de la teología, que no acaba de presentar a Dios completamente
desolidarizado con el mal".
2. ¿Dónde está Dios? Esta es la pregunta que miles y miles de personas han lanzado a
Dios, en medio del mal, del dolor y del sufrimiento como un grito de rebeldía, furor y a
veces rabia: "Dios, ¿dónde estás?". El aparente silencio de Dios en nuestro mundo a
menudo ha confundido a mucha gente. ¿Cómo creer en un Dios bueno, cuando
millones de hombres inocentes mueren cada día de hambre, víctimas de la violencia?
¿Cómo creer en un Dios que se calla cuando los hombres aplastan la libertad, se
destruyen los unos a los otros, y hacen imposible la convivencia? ¿Cómo Dios puede
permitir cada día que ocurran tantas y tantas cosas? Es muy duro el silencio de Dios,
pero no es menos duro acusar a Dios del mismo.
3. El mal y el dolor, misterio humano. Por más vueltas que lo demos, el mal y su
acompañante cortejo de dolor no dejará nunca de ser un misterio grande y respetable
para el hombre. Misterio útil y educativo, porque puede ser un síntoma, una señal de
alarma ante un mal que hay que alejar o una palestra de entrenamiento. Pero también
puede ser un misterio y un absurdo profundo, porque desde una visión cristiana de la
vida no deja de resultarnos incomprensible cómo nuestro Padre Dios, que ha hecho el
mundo, ha permitido que suframos tanto y que nos hagamos sufrir tanto unos a otros,
a veces tan tonta e inútilmente.
Mar
"La Obra del Apostolado del Mar, es la organización que promueve la acción pastoral
específica dirigida a las gentes del mar y está orientada a sostener el esfuerzo de los
fieles llamados a dar testimonio en ese ambiente con su vida cristiana." (Motu Proprio
"Stella Maris" Título 1).
Este Motu Proprio del Papa Juan Pablo II fue promulgado el 31.1.1997 y constituye el
último gran documento emanado de la Santa Sede hasta el término del siglo XX.
La actual organización formal del Apostolado del Mar (AM) fue fundada el año 1920 en
la ciudad escocesa de Glasgow por un grupo de laicos católicos encabezados por Petar
F. Anson.
Dos años después, el obispo de la diócesis, que estaba vivamente interesado en los
objetivos del grupo, obtuvo la bendición y aprobación del Papa Pío XI, quien dijo
entonces estas históricas palabras: "1 marittimi apostoli dei marittimi".
Los orígenes del AM radican en las asociaciones que surgieron años antes por iniciativa
de laicos y sacerdotes; en un principio para acompañar con la oración a los que
trabajaban en la mar, después también con el fin de promover entre ellos la formación
religiosa y espiritual, a semejanza de los grupos análogos ya existentes en los ámbitos
protestantes.
Antes del "Apostolatus Maris" hay que destacar instituciones de pastoral marítima
tales como la "Societas Apostolatus Catholici" y la "St. Raphaelverein" de Alemania.
En 1978 la Comisión Pontificia para las Migraciones y el Turismo dirige una Carta a las
Conferencias Episcopales sobre la "Iglesia y la Movilidad Humana" en la que se
recogen reflexiones e instrucciones específicas sobre el AM. En el art. 6 se lee: El
Ordinario del lugar tiene el derecho y el deber de ofrecer con celo solícito la asistencia
pastoral a todos los marinos que, aunque sea por un tiempo limitado, viven en el
ámbito de su jurisdicción.
El cambio de clima que se puede observar a través del recorrido histórico del AM está
también en las bases del último Motu Proprio del Papa Juan Pablo II Stella Maris,
promulgado el 31.1.1997, que ha actualizado las normas emanadas por la Sede
Apostólica a lo largo de este siglo, para salir al encuentro de las exigencias de la
peculiar asistencia religiosa que necesitan los hombres de mar y sus familias.
En este documento se designa por primera vez a todo el amplio grupo humano del
mar de la siguiente manera:
- Navegantes. Los que se encuentran en barcos mercantes o de pesca, y los que, por
cualquier motivo, han emprendido un viaje por mar.
- Hombres de mar. a) Los navegantes. b) Los que, por razón de oficio, se encuentran de
ordinario en un barco. c) Los que trabajan en las plataformas petrolíferas. d) Los
jubilados que proceden de los oficios citados en los números anteriores. e) Los
alumnos de los institutos naúticos. f) Los que trabajan en los puertos.
- Gentes del mar. a) Los navegantes y los hombres de mar. b) El cónyuge, los hijos
menores de edad y todas las personas que habitan en la misma casa de un hombre de
mar, aunque ya no sea un navegante (por ejemplo, un jubilado). c) Los que colaboran
de forma estable con la Obra del Apostolado del Mar.
El caso del Apostolado del Mar demuestra claramente que el fenómeno asociativo y
las iniciativas de origen privado o carismático, por muy ardiente que sea el fervor
apostólico que las acompañe y por mucha eficacia, históricamente demostrada, que
tengan en la vida eclesial, son insuficientes para abarcar las labores apostólicas que
reclama la naturaleza misma del apostolado especializado, con mayor motivo si su
amplitud requiere una actuación a escala mundial. La Iglesia, acogiendo estas
iniciativas, que superan los fines y posibilidades de las estructuras asociativas, les
ofrece una organización jerárquica para que puedan prestar su servicio con mayor
eficacia.
Muchos siglos antes de que el nombre "Stella Maris" estuviera asociado en todo el
mundo marítimo al de los centros católicos de marinos, la Iglesia designó así a la
Virgen María en el canto litúrgico con antífonas como "Alma Redemptoris Matar" e
himnos como "Ave, maris stella". Si hay un nombre mariano popular en nuestro litoral
(y fuera del mismo) es, sin duda, el de María del Carmen. Este nombre (Carmen -
Carmelo) nos lleva hasta Palestina, al monte Carmelo, que (lodo un símbolo!) se
adentra en el mar y allí hasta el gran profeta Elías.
Las primeras frases del Motu Proprio "Stella Maris" nos recuerdan la estrecha relación
de Jesús con los pescadores Pedro, Andrés, Juan y Santiago. Con ellos salió a la mar,
utilizó sus barcas para ir a la otra orilla del lago Tiberíades, les acompaño y ayudó en
sus afanes, calmó la tempestad y les anunció, además, que serían con el tiempo
"pescadores de hombres".
Si los apóstoles citados representan el mundo de la pesca bien podemos decir que S.
Pablo, el apóstol de los Gentiles, representa el mundo de la navegación mercante por
los muchos viajes que realizó en barco. Baste recordar la II Corintios (v. 25): "tres veces
naufragué; un día y una noche pasé en el mar..."
La Iglesia sigue el ejemplo del Maestro y quiere estar cerca de este mundo de la mar.
El pueblo cristiano marinero honra la memoria de santos como San Telmo (Beato
Pedro González) del que recuerdan su ejemplo y milagros y al que veneran como a su
patrón. Nuestras cofradías de pescadores, algunas de ellas muy antiguas, se inspiraron
en valores cristianos.
1. El mundo de la pesca
En este tiempo los países ribereños se han creído amenazados por la pesca de otros
países y se han adueñado por ello de una extensa zona marítima (200 millas de zona
económica exclusiva) sobre la que ejercen un riguroso control.
Países como el nuestro se enfrentan a la paradoja de tener una gran capacidad
pesquera y de no poder acceder a los caladeros tradicionales que la mantenían. La
flota de altura no es hoy ni la tercera parte de lo que era hace veinte años.
Estas situaciones varían según barcos y circunstancias, pero hay una gran base real que
pesa sobre los pescadores hasta el punto de que la gran mayoría de ellos ni quiere ni
permite que sus hijos sigan sus pasos.
Nuestra flota mercante ha bajado enormemente estos años y con ella el número de los
profesionales de la mar. Todo ello ha incidido, asimismo, de manera muy negativa en
la industria naval.
La relación con la familia adolece también de falta de integración, debido a las largas
ausencias y cortas estancias en el hogar del marido y padre, con todo lo que ello
supone de negativo para la vida matrimonial: falta de relación conyugal, soledad,
infidelidad...
En lo que atañe a la relación con los hijos, el marino se encara con el dilema de ser el
"ogro" que viene a castigar ("ya verás cuando venga tu padre...") o el "padrazo" que
todo lo consiente ("no voy a amargarme los pocos días que estoy en casa"). Las
esposas ("viudas de vivos" al tener que asumir el doble papel de madre y padre en la
ausencia de éste último, pueden terminar por anular o inhibir en gran medida la
acción paterna cuando éste vuelve a casa. El marino, hecho ya a una vida tan distinta
como es la de un barco, puede encontrarse como un extraño en su propia casa, lo que
trae consigo problemas que a veces pueden ser muy graves.
La difícil situación del mundo marítimo ha tenido un reflejo en la propia marcha del
AM. La transición socio-política y eclesial que hemos padecido tras el Concilio ha
herido al AM con un largo período de tensión interna, radicalismo social y de
sensación de ir a la deriva.
Sin embargo, en nuestra memoria quedan encomiables servicios que recibieron los
marinos. En tiempos nada fáciles ocupó primeros puestos en el campo social a través
de sus hombres y publicaciones; luchó, como nadie, apoyado en equipos de esposas
de marinos, por hacer verdad el lema "menos días de mar y más de hogar". Agentes
del AM fueron los creadores del "Sindicato Libre de la Marina Mercante". A destacar
igualmente la presencia cristiana a bordo de los marinos militantes de la JMC
(Juventud Marítima Cristiana) y la labor realizada por el AM en puertos lejanos donde
recalaban nuestros pesqueros de gran altura, sobre todo los 30 años (1961-1990) de
presencia continua en Terranova, especialmente en la diminuta isla de St. Pierre et
Miquelon. Sin olvidar la numerosa presencia, hoy añorada, de los capellanes que, en
número cercano a los 20, embarcaron en pesqueros y mercantes de todo tipo.
La presencia más conocida del AM en todas partes es, sin duda, la de los bien
conocidos clubes "Stella Maris". Su labor tiene varias facetas: asistencia social y laboral
(ésta última muy bien organizada en Barcelona), actividades culturales varias: servicio
de biblioteca, juegos de mesa, deportes, excursiones, etc.
Mención especial merece el servicio del teléfono. El ansia de todo marino por hablar
de manera privada con los suyos, que están lejos, es algo que hay que vivirlo para
poder apreciarlo. Recuerdo en los años que estuve en Terranova que bastaba la
entrada de una pareja de bacaladeros (unos 50 hombres) para que el gasto del
teléfono pasara de las cien mil pesetas en un solo día.
Pero no se puede poner en cifras la acogida humana y fraterna de los "Stella Maris"
que se dispensa a todo marino, sin distinción alguna.
El Apostolado del Mar cuenta desde hace una docena de años con un magnífico
"Proyecto Evangelizador del Apostolado del Mar", editado por la Comisión Episcopal
de Migraciones, que constituye un documento excepcional de referencia de nuestro
AM.
No hay duda (la misma experiencia ya nos lo ha demostrado) de que siempre tenemos
que volver a las raíces sólidas de la fe para que no perdamos el rumbo y andemos al
garete, desvirtuando nuestro proyecto evangelizador por una descafeinada
organización humanitaria o en un dañino radicalismo socio-político.
Sí, podemos decir como los apóstoles que "hemos estado bregando toda la noche",
nos hemos afanado desplegando una gran actividad, pero "no hemos pescado nada",
no salimos de este marasmo pagano, apenas vemos resultados raquíticos. Y es que
fallamos en la segunda parte de las palabras de Simón (Lucas, 10, 5: "pero, en tu
palabra, echaré las redes"), cambiando de lado: "echad la red a la derecha de la barca
(a estribor, diríamos, porque trabajaban por el lado izquierdo, por babor) y
encontraréis" (Juan, 21, 6).
José Beobide
Porque queremos dejarnos apoderar por esa fuerza que surge de la debilidad,
auténtica torrentera de inédita posibilidad con que emerge la marginación social y
porque «una idea es una fórmula abstracta que se comprende, pero que se olvida; una
imagen hace soñar, meditar: no comunica una abstracción rápidamente absorbida,
sino una corriente de sentido, una fuerza que se apodera de la persona en el nivel de
la vida» (JEAN ONIMUS, Jesús en directo, Sal Terrae, Santander, 1.999, p. 30). Por todo
esto, y por la vida sentida, arañada y dolorida que hemos acompañado, vivido y
querido tienen sentido estas pequeñeces escritas a vuelapluma.
1. Preámbulo
Así pues, una Pastoral de la Marginación lo primero que tendrá que abordar es el
contexto desde el que pretendemos reflexionar y, posteriormente, proponer una
determinada intervención coherente con el marco estructural apuntado. Una vez más,
como mostró la teología de la liberación, el "lugar social" es determinante. No
ocultaremos la fuente de la que se nutre nuestra pequeña aportación: la fecunda
convivencia con jóvenes excluidos expresos, drogodependientes y enfermos de SIDA.
Desde ese ámbito de realidad de exclusión, en pleno centro de un país que ocupa los
primeros puestos de desarrollo económico del planeta, surge este borbotón de
espontáneos sentimientos.
Para abordar el tema que nos ocupa, la premisa fundamental no puede ser sino el
sabio consejo escuchado a nuestros mayores: debemos acercarnos al mundo de la
marginación con mucho respeto, casi descalzos, como quien pisa tierra sagrada,
dispuestos a dejarnos «afectar» por la realidad que pretendemos conocer y prestos a
utilizar ese conocimiento de la única forma en que éste queda legitimado -si no sería
un vano onanismo intelectual o morbo sensiblero-: comprometidos para transformar.
Huimos, ya desde ahora, de tanto «flirteo» con el mundo de los pobres y denunciamos
todo intento de auparnos sobre su dolor silente
En este humilde intento de exploración pastoral una cosa debe tener por cierto
cualquier avisado peregrino: la ausencia de recetas previas no presupone que el
camino pueda ser transitable con cualesquiera disposiciones o herramientas. Además
de una actitud libre de pre-concepciones y pre-juicios, dispuesta a dejarse transformar
por la realidad que se visita -nuestro contexto europeo es bien distante del que
padece el Tercer Mundo-, se requiere la disposición a quedarse, a instalarse en alguna
de las parcelas de nuestro Cuarto Mundo, de modo que se eluda cualquier tentación
de "turismo pastoral". En todo caso, las obras, los signos liberadores, la praxis de dar
buenas nuevas a los que las reciben malas, constituyen un auténtico a priori, una feliz
primacía de la acción como presupuesto epistemológico. Utilizando la formulación de
aquellos a los que tenemos por sabios en estos caminos teóricos; la reflexión
teológico-pastoral sería, en palabras de Gustavo Gutiérrez (GUSTAVO GUTIÉRREZ,
Teología de la liberación: perspectivas, Salamanca, 1972, p. 35), el «acto segundo» de
lo fundamental que es siempre el quehacer pastoral de la marginación. Lo primero y
originario (RICARDO ANTONCICH, Doctrina Social de la Iglesia, artículo en Misterium
Liberationis, Trotta, Madrid, 1990, Tomo I, p. 151), ha de ser «la vida y el compromiso
liberador». También en nuestra realidad las palabras explicitan lo que los hechos
acreditan. La praxis es una auténtica dimensión teologal de un Dios que se explicita
como defensor del pobre, del extranjero y de la viuda.
Por tanto, para visualizar de alguna manera la razón de este artículo tendríamos que
hablar de dos actos bien definidos, el primero causa del segundo, y a su vez, el
segundo luz que se vuelve sobre esa misma praxis que venimos realizando.
Estos actos proceden de ese itinerario de búsqueda infatigable que la fe nos ha hecho
emprender. La fe es siempre un acto arriesgado de audacia, de apertura a Alguien que
está más allá y Algo por venir; también de confiada rebeldía. Supone dejar que
emerjan a raudales preguntas incómodas, muchas brotadas de las contradicciones y
sinsentidos que la propia realidad histórica con sus injusticias y desesperanzas facilita.
Pero es también disposición a ir confirmando, por otra parte, ese anuncio del
Evangelio de Juan: «os iluminará para que podáis entender la verdad completa» (Jn.
16,13). Una verdad que, a la postre, debe hacer libres. La liberación se presenta así
como un criterio de discernimiento de la verdad para que ésta no quede secuestrada
en el baúl de una ontología ahistórica y desencarnada o reducida a mera ideología
legitimadora.
Por tanto, asumir la praxis del Nazareno supone que estos dos actos están traspasados
en la Pastoral de la Marginación, como causa y origen, por esa luz indeclinable,
presencia - ausencia (Lc. 9,29), que proceden de la Vida, Muerte y Resurrección del
mismo Jesús.
Los signos del Reino deben de ser proseguidos por la comunidad que participa en la fe
del Resucitado-Crucificado. Por eso no son tanto elementos mágicos como expresivos
del cariño inclusivo de Dios. Los más, muy resumidamente, apuestan por un encuentro
fuertemente personalizador y un consiguientemente cambio de vida que incorpora a
la comunidad a alguien excluido. Lo primero que hace Pedro en la Puerta Hermosa de
Jerusalén es un milagro: lo que tengo te lo doy. Hemos tenido la suerte de comprobar
la fuerza milagrosa del cariño: muchachos durmiendo en coches, con semanas de vida
como más optimista pronóstico, han vivido entre nosotros años. El milagro en la lucha
contra el SIDA no estuvo en los anti-retrovirales sino en el cariño compartido y en una
vida que empezó a resultar ilusionante.
Si algún ámbito de realidad debe ser considerado de modo privilegiado para tratar con
rigor de la marginación éste es el económico. No sólo porque de su mano viene el
concepto de pobre sino porque articula buena parte de lo que ocurre en el entramado
social. Ello responde a cuestiones tales como el origen del beneficio económico y por
qué sólo algunos ciudadanos tienen acceso a ello, la desregulación laboral que afecta a
nuestros sectores juveniles, el precario sistema de «,protección social?» más
empeñado en controlar e inmiscuirse en la vida privada de los ciudadanos que en
diseñar políticas y generar recursos suficientes, acabando por el desmontaje de ese
incipiente bienestar logrado en aras de un Estado mínimo al servicio del
neoliberalismo y la poderosa razón del mercado...
Hoy la racionalidad es sobre todo económica. Pero hemos desnudado a la economía -
"la ciencia de administrar recursos escasos en función de prioridades dadas"- de su
componente político; aún más, la hemos dejado huérfana de la ética, y así deambula a
impulso de los flujos de capitales financieros desregulados. Así alzamos todas
fronteras a los capitales especulativos, pero simultáneamente levantamos barreras
arancelarias para los productos del tercer mundo -eso sí, mientras, hablamos del libre
mercado- y pretendemos atrincherarnos en el búnker del bienestar occidental
mientras impedimos la entrada de personas que sólo reclaman el derecho a la
supervivencia -pero, al tiempo, pretendemos seguir siendo liberales respetuosos con
los derechos humanos. La ética, la política, la economía incluso, han acabado
minimizados en mera contabilidad financiera.
Estos datos, junto con la percepción de la realidad que se tiene desde las plataformas
sociales y colectivos lejanos a los entramados del poder político y económico,
colaboran a constatar, como verdad indiscutible, que la pretendida "mano invisible"
del "laissez faire" liberal lejos de conducirnos a un mundo utópico y cuasi escatológico
-el "fin de la historia" que decía el ultracapitalista de la Escuela de Chicago F.
Fukuyamase muda en "mano depredadora" de los menguados bolsillos de los pobres
postrando a éstos aún más en la miseria desesperanzada, mientras eleva a otros pocos
a inéditas cotas de bienestar: la vida se torna de seda para éstos y de cartón para
aquéllos.
Nos encontramos, pues, ante una sociedad que, en el rápido proceso que han ido
viviendo en estos últimos veinticinco años, los sistemas sociales y económicos, si bien
nombrados de diferentes maneras y pertenecientes a ideologías diametralmente
encontradas, no se han diferenciado en exceso de su aporte solucionador efectivo a la
vida de las personas que conforman el mundo de la exclusión social. Vivimos, venimos
viviendo hace muchos años, una sociedad que sigue «vomitando» marginación por
todos lados.
Hay que reconocer, en honor a la verdad, los esfuerzos positivos que se hicieron en los
comienzos de la llamada década socialista, en cuanto a la universalización de los
recursos y prestaciones (universalización de la enseñanza obligatoria y gratuita,
servicios sanitarios para todos) y el acceso a sistemas de protección para todos los
ciudadanos (red de servicios sociales y prestaciones básicas para la población más
vulnerable). Ello supuso la disminución en una cifra muy importante (1.000.000) de la
capa de población que vivía en la llamada pobreza severa. Sin embargo, también es
igualmente cierto que estas políticas, aún orientando los esfuerzos de los servicios
públicos hacia las capas más depauperadas de la sociedad, no erradicaron los famosos
8.000.000 de pobres, si bien colocaron bajo el techado de la precariedad a quienes
vivían en la más absoluta exclusión. Por ello, bien podríamos decir, de manera visual,
que las políticas de ese momento en lo referido a la marginación no fueron de lucha
contra la exclusión y opción por los pobres y su integración cuanto de «adosamiento»,
pensando que el hecho único de sentirnos cerca y con menos mala conciencia, merced
a la mayor protección de que disfrutaban, colaboraría, sin más, a la erradicación de los
ocho millones de marginados. Por tanto, aunque orientaron, no se situaron junto a la
vida de los pobres.
Después vinieron aquellos que creen que la única manera de alisar asimetrías es
dando preponderancia al mercado y a la razón economicista. Vuelven a ponerse en
marcha una serie de políticas «penalizadoras» respecto a la vida de los más
necesitados. Comienzan a extender cortinas de humo acerca de la honradez de las
clases más necesitadas, haciendo emerger la sospecha, siempre pronta, hacia aquellos
sectores de la sociedad donde no rigen ciertamente las leyes del mercado ni las
relaciones personales y sociales «rentables», en el sentido más puramente comercial y
empresarial. La pobreza es culpabilizada. A la precariedad de vida sumarán, a partir de
ahora, la deshonra y la tacha moral. Además de pobres, culpables. El fenómeno de la
culpabilización de la pobreza y de los abordajes meramente individualistas y
caritativos de la exclusión. La "cultura compasiva" que proclama el modelo neoliberal
de Bush en EEUU.
Esta forma de organizar la sociedad no cuestiona los pilares sobre los que se asienta la
misma. Al contrario, bendice y aplaude el enriquecimiento de unos con políticas
claramente tendentes a hacer del capital y sus gestores los artesanos del teórico
bienestar de todo el conjunto social. Estas políticas de enriquecimiento unilateral
vienen de la mano de políticas sociales donde el ciudadano pasa a ser objeto de
medidas graciables por parte de la administración o quien gestione lo público, más que
sujeto de derechos en una sociedad que se proclama democrática. Se lustran los
pilares, iniciados con anterioridad a estas políticas neoliberales, del desmantelamiento
de lo público a favor de la gestión privada de servicios tan fundamentales como la
sanidad, el empleo, los servicios sociales y hasta la propia seguridad de los ciudadanos.
Incluso se deja esta potestad concedida para limitar derechos fundamentales como la
libertad de las personas en manos de entidades privadas para-policiales. Empieza el
tiempo de la desregulación y las privatizaciones. También de las cárceles privadas.
No satisfechos con estas formas de organización social se ha ido labrando, de una
manera silenciosa: una especie de política de topos, especie de «socialismo privado».
Mientras estábamos enrolados en «escaramuzas importantes, la gran batalla se estaba
dando en otra parte» (Luis DE SEBASTIÁN, «Capitalismo y Democracia en el S.XXI»,
Cristianismo y Justicia, Barcelona, 2000). En este nuevo sistema de organización,
actualmente en los albores aquí en España, pero muy desarrollado en otros países de
nuestro entorno Europeo así como en la madre América, la existencia de una
planificación central no incluye un beneficio público, sino todo lo contrario, una
propiedad y unos beneficios concentrados en unas pocas manos privadas, dando un
poder sobresaliente a los gestores. Las grandes fusiones y megamonopolios, crean un
oligopolio del poder que establece una guerra sin cuartel con la propia administración
pública haciendo de ésta un simple instrumento de «legalización» de su propio poder.
Lo público está al servicio de los gestores de esas grandes fusiones que empañan toda
la vida social. Esta situación pone en grave riesgo una democracia ya resentida en su
vida cotidiana, pues se pierde solidaridad ciudadana, enalteciendo el bien particular de
quien detenta ese poder, imposibilitando ligar la gestión de esas grandes máquinas de
hacer riqueza con el control democrático (o.c. pp. 6-9).
Podemos afirmar que la situación actual está más cerca del social-capitalismo del que
hemos hablado en último lugar que de una sociedad que tenga como pilares de su
funcionamiento y organización la Justicia Social. Se nos hace presente nuevamente el
valor criticable de la ambición y en este caso con mayor alevosía al ser una ambición
privada que utiliza lo público. «Lo que hunde criminalmente sus colmillos sobre la
humanidad es la ambición de mayores ganancias por parte de los grandes monopolios
de la especulación financiera. Eso se llama ultraliberalismo, imperialismo exacerbado,
explotación mundial generalizada» (GABRIEL ANGEL, «La Globalización y el
Neoliberalismo son dos cosas distintas. La superación del capitalismo únicamente
tiene un nombre, el socialismo»).
Esta situación genera una dinámica social donde la inadaptación social de muchos de
los ciudadanos se configura como elemento indispensable de supervivencia En el
fondo se trata de una hiper-adaptación de los débiles a un contexto que los hace
extremadamente vulnerables. Surgen las confrontaciones, no sólo ideológicas sino
vitales y comportamentales, entre los diferentes grupos de ciudadanos. Hay una
importante distancia social, prejuicio y posterior criminalización respecto de algunos
comportamientos desviados y las expectativas sociales de los "buenos", entablándose
una auténtica relación dialéctica entre el sector social normalizado y el inadaptado,
siempre distante y muchas veces etiquetado como agresivo, rebelde al sistema social
vigente.
Esta confrontación hace difícil en muchas circunstancias poder establecer diferencias
entre comportamientos ciertamente reprobables y formas y estilos de vida,
sencillamente diferentes, derivados de una situación vital de pobreza y desesperación.
Por eso será importante delimitar lo más posible si los comportamientos, siempre
punta del iceberg de una realidad mucho más amplia vivida por las personas
marginadas, es la respuesta lógica y coherente a una situación social de agresividad del
entorno hacia la persona o el grupo. Así, por ejemplo, tenemos que el uso de droga en
prisión responde más a una manera de adaptación al medio violento de la cárcel (J.
Ríos MARTÍN - R CABRERA CABRERA, «Mil voces presas», Universidad Pontifica de
Comillas, Madrid, 1998. Donde afirma: «Dentro de prisión la drogodependencia no
sólo es un fenómeno habitual y un elemento esencial del "sistema social alternativo"
que constituye la prisión, sino que cumple una función social específica al ser uno de
los más importantes mecanismos de adaptación del preso al entorno penitenciario»,
pp. 85-94); y como la reacción de ese niño que apedrea un escaparate de juguetes
porque su familia teniendo tele, no ha podido conseguir juguetes el día de reyes.
Todo esto nos hace vislumbrar un aspecto importante que no podemos obviar de
ninguna manera. Nuestra pastoral en ámbitos de marginación social tiene que partir
de ese «acercamiento» o estrechamiento de distancias con el mundo inadaptado con
el objeto de obviar la ley que señala que « el nivel de tolerancia del sistema social
suele ser mayor con las desviaciones conforme el inadaptado está más próximo al
grupo normativo y menor conforme está más alejado» (JESÚS VALVERDE MOLINA, «El
proceso de inadaptación social», Popular, Madrid, 1998).
El mundo marginal presenta una seria vulnerabilidad que habrá que tener presente,
tanto para partir de su propia realidad como para no aterrizar desde nuestros
presupuestos sin atender las necesidades concretas de las personas. Las consecuencias
negativas de tanto despojo como se comete con las personas pobres hacen que, en
ocasiones, nos mostremos más accesibles a la realidad que visualizamos (JOSÉ
SARAMAGO, «Si uno lo piensa se da cuenta del predominio avasallador que hoy tiene
la imagen en perjuicio de la realidad, a la que tapa». Diario 16, 20-11-2000) que a todo
ese otro entramado de afectos, esperanzas, alegrías, ilusiones, proyectos que quedan
ocultos por unas formas que no acabamos de entender y encajar. Ese «discurso
oculto» (JosÉ L. SEGOVIA, «Momento, retos éticos y desafíos a las ONG's», C. ONGS D.,
Madrid, 1998) nos orienta a descubrir más que las necesidades y carencias de las
personas sus posibilidades. Son ésas últimas las que enriquecen la relación, posibilitan
el encuentro, y generan transformación y utopía. Si las personas son siempre mucho
más que sus comportamientos, sus posibilidades definen mucho mejor la identidad
presente y futura que el mero listado de necesidades.
Ya desde antiguo, en la tradición cristiana, se establece esa relación unívoca entre Dios
y los pobres - el mundo de la marginación -: «todo lo que pongas en manos de los
pobres, lo depositas en un granero seguro que es la mano de Dios...» (J. I. GONZÁLEZ
FAUS, «Vicarios de Cristo», Trotta, Madrid, 1991), nos recordaba San Juan Crisóstomo,
allá por los años 344-407 de la era cristiana.
El desvelamiento que supone el Dios de Jesús hace emerger la centralidad del ser
humano. Así la persona humana aparece como central en el mensaje de Dios, en la
vida de Jesús. González Faus pudo afirmar que bien entendido el cristianismo no es
una religión, porque las religiones se centran en dioses a los que hay que sacrificar la
vida y comprar con holocaustos; en la nuestra es el propio Dios quien pone en el
centro al ser humano y de manera singular constituye al pobre no sólo en sacramento
de su presencia sino en juicio definitivo de salvación y antejuicio de dignidad ética de
la vida presente.
Esta centralidad del ser humano manifiesta igualmente que la historia humana recobra
todo su sentido como historia de Dios, como historia de salvación. Por tanto no
podemos escurrir nuestra responsabilidad respecto a lo que acontece al ser humano
amparados en teorías o prácticas cuya centralidad no sean los hombres y mujeres en
el hoy que nos ha tocado vivir. «Acampó entre nosotros» (Jn. 1,14) cobra hoy toda su
expresión en ese peregrinar junto a aquellos que son víctimas del poder, que están en
los rincones inmundos de la historia, donde la luz es, en ocasiones, difícil de advertir.
Pero es erróneo quedarnos en una simple y fecunda descripción de la realidad tal cual
acontece, por muy sólida que ésta fuera. La realidad de la pobreza y marginación nos
lleva a querer iluminarla «de otra» manera.
Por tanto, la tarea precisa será acercarnos a esa experiencia que tuvo el mismo Jesús:
el contraste entre la configuración histórica y la fe en Dios, como conflicto fundante de
su propia vida. Y en ese conflicto entender la respuesta al posicionamiento vital que
nace, no sólo del análisis de la realidad, cuanto de la implicación que este
reconocimiento clama: no está lejana la propia situación de vulnerabilidad del mismo
Jesús y los contextos en los que se mueve, con la realidad cotidiana de tantos hombres
y mujeres que pululan por nuestras calles y ciudades.
Hay razones que atestiguan no sólo la opción vital de Jesús (Flp. 2, 7), cuanto su vida
misma. La familia parecía no tener muchos bienes. Así en la ofrenda que hacen sus
padres al templo para la purificación utilizan dos tórtolas (Lc. 2,24). Tiene problemas
incluso para poder reclinar la cabeza (Mt. 8,20); pasando dificultad para hacer frente a
cualquier imprevisto teniendo que aceptar ayudas económicas de amigos y amigas (Lc.
8, 1-3) (JOACHIM JEREMÍAS, «Jerusalén en tiempos de Jesús», Cristiandad, Madrid,
1980(2), pp.105-160).
Por tanto, como apunta Fernández Martos, la pastoral de la marginación -la vida junto
a los pobres y excluidos- no debe ser una pastoral de impulso o a la moda imperante,
al estilo de la solidaridad tan burdamente mancillada en la actualidad y que podríamos
llamar de «diseño». No, la vida en el mundo de la marginación y lo que ella genera, es
la prueba de tornasol que nos hace reorientar nuestra vida en la dirección del
seguimiento de Jesús.
Así lo señalan esos compañeros que llevan años intentando formular una teología
desde la realidad de nuestro cuarto mundo, «contemplar la vida desde ellos.
Asomado, de su mano, al misterio de la ruptura de lo humano, descubriendo ante sí
toda la fuerza de lo vital» (AGUSTÍN RODRÍGUEZ, «Meditación sobre el Hijo pródigo»,
Seminario 4° mundo, Madrid, 1997, multicopiado), que no es diferente a situarse,
frente a frente, ante esos que hoy son víctimas de la realidad compleja de nuestras
sociedades de consumo, y no porque los pobres sean buenos o malos, sino por el
hecho de ser pobres, en decir de Leonardo Boff.
Cuando hablamos de Dios en los espacios de exclusión, o a quien sufre ésta como
situación fundamental de su vida por su pobreza o la de sus padres, e incluso por sus
propios errores, tenemos que tener presente que ser seguidores de Jesús, vocear su
Buena Nueva, «significa no la vuelta a esta vida, a este tipo de vida, de sistema
generador de desigualdades, injusticias y muerte, sino que es la consecuencia de
haberse opuesto a todo este tinglado para crear una nueva vida humana, justa,
igualitaria, fraterna» (ENRIQUE DE CASTRO, «Soborno o resurrección», Rv. Canijin,
Madrid, 2000). Seguramente el tinglado al que hace referencia la cita anterior, no es
otro que aquel que justifica, sin cobardías y ostentosamente, la realidad de la
exclusión social tal cual existe.
Nos situamos ante un Dios más preocupado en no dejar que el ser humano se encasille
en las tradiciones que limitan encuentros y obstaculizan caricias. Por eso es capaz de
romper con los miedos y posicionamientos. El Dios de Jesús, mientras haya humanidad
que desvelar y rescatar, no escatimará esfuerzos. Lo muestra en la curación de una
hemorroísa y la vuelta a la vida de la hija de Jairo (Mc. 5, 21-43).
Sin embargo podemos estar presos del miedo, adheridos a las seguridades. Nos
conformamos con un pedazo de pan, con consumir, tener puertas y rejas de seguridad,
y una policía que nos defienda o nos haga cumplir leyes que nos apartan de los otros,
de los diferentes, de los pobres, de la exclusión.
Por eso es importante, como marco teológico que nace del mundo de la exclusión
social, entender que Jesús «opone la fe al miedo, no al ateísmo. No hace de la fe un
concepto religioso sino una cualidad del ser humano» (ENRIQUE DE CASTRO,
«Rescatar la fe», Rv. Canijin, Madrid, 2000) (Mc. 4, 35-41). El Dios de Jesús, por tanto,
andará más preocupado de la atención al ser humano que de los conceptos, imágenes
o nombres con que se le reconozca. Así lo expresa Pedro Casaldáliga (PEDRO
CASALDÁLIGA, «Clamor elemental», Sígueme, Salamanca 1971):
Equívocos
Tenemos que volver a la calle, lugar permanente del Dios oculto y postrado. Esa actual
Galilea como «lugar de la curación eficaz, del anuncio público, de la cooperación de
algunos, de la incomprensión de muchos» (JosÉ SoLS LUCIA «Teología de la
marginación», Cristianismo y Justicia, Barcelona, N° 46). En definitiva, retomar los
lugares naturales para la Buena Nueva del Jesús histórico: las calles, las plazas, los
montes, el mar, los caminos... y muy preferencialmente el ministerio entre quienes
andaban y andan fuera de la ciudad, al borde del camino.
Las dependencias, tan censuradas en otros espacios y para otras gentes, hacen que
nuestra voluntad transformadora quede mermada en lo fundamental, llegando ha
hacer de la narración de la vida de los pobres y la historia de Jesús un código de
conducta.
Esta «indignación ética», tiene dos elementos fundamentales que posibilitan que
ocurra: la percepción de una exigencia ineludible y la toma de postura u opción
fundamental. Por tanto vemos cómo la realidad que nos «afecta» provoca en nosotros
una indignación que no nos deja «intactos» haciéndose ineludible la toma de postura
(JAVIER BAEZA, «Buscando una partida de nacimiento que no encuentro», aportación
a la Asamblea 2000, Madrid). Indignación que nos remite a ese «imperativo de la
disidencia» (Citado en José Luis Segovia, «Momento, retos éticos y desafíos a las
ONG's», El Escorial 27/2/1998) que llama Muguerza, que nos hace poner «patas
arriba» EDUARDO GALEANO, «Patas arriba», Siglo XXI, Madrid (4), 1999) el sistema,
llevándonos, en muchas ocasiones, a bordear los límites de la legalidad y lo
establecido.
La disidencia conlleva una serie de pasos que hay que recorrer para poder ser
copartícipes de la vida de los pobres y excluidos. Estos son (JOSÉ LuIs SEGOVIA,
«Teoría crítica de la Justicia. Apuntes y concordancias con el ethos evangélico», Tesina
presentada en I. S. Ciencias Morales, Madrid, 1999, pp.77-85): indignación intelectual,
afectación emocional y voluntad de actuación ante el dolor. Pilares básicos para poder
situarse junto a quien sufre y vive en el lado oscuro del «bienestar» social.
Nos situamos en una espiral que va haciendo confluir de manera total toda nuestra
vida con sus luces y sombras, pero con la seguridad de no poder separar el anuncio de
noticias buenas a quienes las reciben malas de la denuncia que hace emerger las
causas primeras y finales de esa situación de pobreza y exclusión que viven tantas
personas.
Esta confluencia vital nos hace utilizar el No-poder. Entendiendo este No-poder como
«cambio de lugar social» desde el que establecer nuestra relación o vida con el mundo
de la marginación, nos encontramos como en una continua retroalimentación: la
realidad de la exclusión social cuestiona, de igual manera, nuestras zonas más
recónditas por vulnerables al dolor del otro. Este cambio de lugar provoca que
tengamos que establecer relaciones no desde lo que somos, cuanto desde quiénes
somos. Sobresale así el descubrimiento de las capacidades «sanadoras» que tiene lo
herido y pobre. Y no porque las capacidades sean milagrosas (de poder), sino porque
revelan capaces de dinamizar una fuerza imparable de reconocimiento mutuo y
solidaridad inabarcable, y en ocasiones difícilmente entendibles: «Tampoco yo te
condeno. Vete, y en adelante no peques más» (Jn. 8, 1-11).
Esperar que la situación de pobreza y exclusión sea mejorada por las «buenas
intenciones" de los poderosos sería más bien querer sentirnos mártires de una utopía
imposible. Sólo la Esperanza que somos capaces de soñar con rostros concretos,
situándola en lugares geográficos determinados... Sólo esa Esperanza será alcanzable
porque movilizará nuestras capacidades solidarias, de sacrifico y justicia.
Deja a Dios en buen Lugar: Desde las seguridades estériles proyectamos una imagen
de Dios más como vociferador de normas, dogmas y doctrina, ocultándose un Dios
cercano que nos acompaña en los avatares de nuestra historia, sea ésta cual fuere.
Hemos de cambiar la perspectiva: de un Dios por "encima" de nosotros -del ser
humano-, a la de un Dios "junto" a nosotros. Bajar nuestra mirada a la altura de los
ojos de nuestros semejantes. Evitar esas tortícolis torticeras que alzan continuamente
los ojos al cielo protector y evitan la mirada horizontal con todas las complejidades y
circunstancias de la vida. Resituar a Dios en la historia de los hombres y mujeres de
hoy, posibilita el vivir la historia de cada día como lugar teológico y teofánico (Jn. 1,10-
14). Tomar conciencia de que la mirada al otro es la mirada a Dios. Que la mirada del
otro, especialmente del vulnerable, es la mirada de Dios. Y desde aquí romper esas
fronteras de lejanía y desconfianza que nos separa y desespera.
Un Dios que alumbra una Iglesia Faro, más que puerto (JACQUES GAILLOT, «Una Iglesia
que no sirve, no sirve para nada. Experiencias de un Obispo atípico», Sal Terrae,
Santander, 1989): una Iglesia no como puerto de llegada, cuanto como faro en el
camino. A ese descentramiento al que antes hacía referencia, creo que sería necesario
también incorporarle unos cimientos básicos desde los que echar a andar. Cimientos
básicos cuidando no gastar nuestras fuerzas y empeños en "acomodar" posibilidades
para luego comenzar el camino (Mc.6,8-9). No crear necesidad de hacer tantas
maletas como hay que cargar para ponerse en marcha. Una Iglesia a la intemperie es
más fácilmente reconocible por aquellos cuya vida está traspasada por la
"intemperie". Una Iglesia desprovista de mensajes cerrados, cuya propuesta sea la
desnudez y validez de la historia de Jesús. Esa Palabra total, pero no última que Dios
ha pronunciado en Jesús, es su mayor y mejor tesoro. Sin el cual, ciertamente, no se
debe poner en marcha. Una Iglesia cuyas últimas consecuencias sean correr el mismo
riesgo que el que corrió aquel que da sentido a su misma existencia, y que
habitualmente corren tantas personas que forman el mundo de la marginación social
(Jn. 19, 23). Será entonces una Iglesia implicada en la realidad social que, al estar al
lado del pobre, luchará contra todas las injusticias y dolores. Así será una Iglesia donde
y desde donde quepa y se produzca la denuncia de lo externamente perjudicable al
pobre e internamente limitadora de libertades.
Con un Dios así es difícil no seguir echando las redes de la utopía tantas veces cuantas
los vendavales de la historia amainen y tengamos la oportunidad de seguir pudiendo
encontrar a hermanos al borde del camino.
Olvídanos en tu reino.
Sálvanos de la vida perdurable y del pan nuestro de cada día, juzga nuestras
deudas y haz que podamos pagarlas en el doble.
Esta encíclica de Juan XXIII aparece el 15-5-1961 con motivo de los setenta años de
R.N. En la década de los sesenta se empiezan a producir una serie de cambios sociales,
políticos, económicos y religiosos que crean un ambiente de mayor optimismo y
confianza entre las naciones y ante el futuro. En esta encíclica aparecen las intuiciones
y la sensibilidad del Papa que convocó el Concilio Vaticano II y que tanto influyó en el
nuevo rostro de la Iglesia.
Partes de M.M. Consta de una introducción y cuatro partes. 1 a parte: recorrido desde
R.N. hasta los motivos que llevan al Papa a escribir esta encíclica. 2a parte: principales
enseñanzas del magisterio anterior. 3a parte: aspectos actuales e importantes de la
cuestión social. 4a parte: la aportación de la Iglesia a la recomposición de las relaciones
sociales.
Contenidos de M.M.
- La economía parte de la iniciativa privada, pero los poderes públicos deben intervenir
según el principio de subsidiariedad. Esta intervención del Estado es más necesaria en
la situación actual.
- El Papa explica qué debe entenderse por socialización, cómo valorar la socialización
de los bienes de producción y las condiciones para llevarla a la práctica.
- La situación deplorable de muchos asalariados y la regulación del salario para que sea
justo. El progreso económico y el social deben ir juntos. El medio más importante para
conseguirlo está en la participación de los trabajadores en la propiedad de la empresa.
Las estructuras económicas deben respetar la dignidad humana; en consecuencia, el
cooperativismo y la participación de los trabajadores en la empresa son positivos y
necesarios. El asociacionismo obrero es el medio adecuado para lograr avances
sociales.
- La propiedad debe ser replanteada, pues hay otros valores económicos que son más
importantes que la propiedad.
Principales aportaciones de M.M. Juan XXIII asume y parte de las enseñanzas del
Magisterio Pontificio anterior y aporta sus intuiciones con un estilo sencillo. Tiene en
cuenta también a los no creyentes, e insiste en la aportación fundamental de la Iglesia
a las cuestiones sociales: la imagen del hombre que da la revelación cristiana como el
fundamento del ser y el hacer. MM aporta el concepto de Bien Común y lo define
como la creación de igualdad de posibilidades para que cada persona pueda
desarrollar al máximo sus capacidades. No es el bien de la mayoría ni la igualdad de
todos, pues socialmente hay que respetar las peculiaridades de cada persona. El Bien
Común consiste en que las personas, que somos distintas, podamos buscar la mayor
realización porque contamos con las mismas oportunidades. La vida económica es una
realidad compleja y el Estado interviene en la economía; esta nueva situación pide una
mayor participación en las diferentes estructuras de la vida social.
Jesús Sastre
1. Pastoral prematrimonial
El largo itinerario que conduce al matrimonio comprende tres etapas: una preparación
remota, una preparación próxima y una preparación inmediata (este esquema es el
que presentan la Familiaris corsortio, n. 66, el Código de Derecho Canónico, c.1063, el
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1632, y la segunda edición de Ritual del
Matrimonio, de 1990, nn. 12-22). Las tres se articulan e interrelacionan como partes
de un todo, pues la preparación al Matrimonio ha de ser vista y actuada como un
proceso gradual y continuo.
La catequesis juega en este momento un papel relevante, pues sin ella sería
impensable una celebración y vivencia del sacramento en consonancia con las
exigencias morales y espirituales que postula su naturaleza.
Los medios para realizar la preparación inmediata son muy variados. Durante los
últimos decenios se han afianzado los "cursillos prematrimoniales" y las "convivencias
para novios". Los cursillos prematrimoniales suelen durar una o dos semanas, en los
que sacerdotes, médicos y matrimonios desarrollan varios temas básicos sobre el
matrimonio y la familia, en la propia parroquia o de modo interparroquial. No son
pocos sus aspectos positivos, pero estos cursillos son insuficientes y, en no pocas
ocasiones, se convierten en mero trámite y carecen de realismo y adaptación. Las
convivencias de novios consisten en reunir a los ya próximos contrayentes en un
determinado lugar, durante varios fines de semana a lo largo de algunos meses, para
vivir en común la experiencia de la fe y la preparación al sacramento.
Existe un medio que debería encontrar mucha mayor acogida y que en no pocas
ocasiones es casi el único posible. Se trata del encuentro y trato personal con los
contrayentes, propiciado por el momento en que los novios entran en contacto con la
parroquia para anunciar su boda y el de la realización del llamado "expediente
matrimonial". A pesar de que nuestra época sufra una inflación asamblearia y una
llamativa insuficiencia interpersonal, es indudable que sin el trato personal y
personalizado, todas las reuniones quedan esclerotizadas y sin alma. Por eso, el
párroco —mejor que ninguno de sus colaboradores laicos— ha de entrar en diálogo
cordial y verdadero con los novios, huyendo del "compromiso" y la rutina. Este diálogo
amistoso facilita el conocimiento de la situación real de los contrayentes, ayuda a
superar posibles prejuicios y distancias, tiende puentes para el futuro y cumple una
función que no por menos clasificable deja de ser muy eficaz.
Por este motivo, "la decisión del hombre y de la mujer de casarse según este proyecto
divino, es decir, la decisión de comprometer en su respectivo consentimiento conyugal
toda su vida en un amor indisoluble y en una fidelidad incondicional, implica
realmente -aunque no sea de forma plenamente consciente- una actitud de
obediencia profunda a la voluntad de Dios, que no puede darse sin su gracia. Ellos
quedan ya insertados en un verdadero camino de salvación, que la celebración del
sacramento y la inmediata preparación a la misma pueden completar y llevar a cabo,
dada su rectitud de intención" (FC 68,2).
Además, estos novios están ya injertados en la Alianza esponsal de Cristo con la Iglesia
gracias al bautismo, por lo que, dada su recta intención, han aceptado el proyecto de
Dios sobre el matrimonio y -al menos de modo implícito- acatan todo lo que la Iglesia
tiene intención de hacer cuando celebra el matrimonio. Por este motivo, aunque en su
petición se mezclen también motivaciones sociales, no hay justificación para un
eventual rechazo por parte de los pastores.
Sin embargo, puede suceder que los contrayentes rechacen de manera expresa y
formal lo que la Iglesia realiza cuando celebra el matrimonio entre bautizados. En tal
supuesto, la responsabilidad del pastor de almas exige "no admitirlos a la celebración"
(FC 68,5) y "hacer comprender a los interesados que, en tales circunstancias, no es la
Iglesia sino ellos mismos quienes impiden la celebración que a pesar de todo piden"
(ibidem).
b) Varios supuestos. Otros casos especiales son los Matrimonios mixtos -de éstos
hablaremos más adelante-, las segundas nupcias y los matrimonios entre personas
mayores, sobre todo si ambos ya han estado casados y tienen descendencia.
En cuanto gesto sacramental de santificación, "la celebración del Matrimonio debe ser
válida, digna y fructuosa" (FC 67,1). La pastoral tiene aquí un amplio y laborioso
abanico de imperativos, pues se trata de satisfacer las exigencias derivadas del pacto
conyugal elevado a sacramento -cuales son la unidad, fidelidad, indisolubilidad y
apertura a los hijos- y observar fielmente la disciplina de la Iglesia en lo relativo al libre
consentimiento, los impedimentos, la forma canónica y el rito de la celebración
establecido por las Conferencias Episcopales y aprobado por la Sede Apostólica.
Otros laicos que pueden participar de distinto modo son los padrinos, los lectores, los
cantores, el monitor, etc.
Finalmente, toda la comunidad cristiana. Ella es, en efecto, el ámbito en el que los
contrayentes han nacido a la fe y vivido su experiencia cristiana, el lugar en el que han
visto testificado y encarnado el Matrimonio-sacramento, y la comunidad que los
acompañará con su solidaridad y apoyo en el nuevo itinerario de esposos y padres.
3. Pastoral post-matrimonial
a) Estructuras
- La familia. Los esposos y las familias cristianas tienen un "puesto singular" (FC 71) en
la pastoral matrimonial por la gracia recibida en el sacramento. Cristo, en efecto, en
virtud del matrimonio elevado a sacramento, confiere a los esposos una peculiar
misión de apóstoles y les envía a su viña con el mandato especial de cultivar la parcela
familiar.
La familia realiza este apostolado sobre todo dentro de ella misma a través de las
siguientes acciones: el testimonio evangélico de vida, la formación cristiana de los
hijos, la ayuda que les prestan para que maduren en la fe, se preparen a la vida y vivan
la castidad, la vigilancia para preservarlos de los peligros ideológicos y morales que los
amenazan con frecuencia, la inserción gradual y responsable en la comunidad eclesial
y civil, la asistencia y consejo en la elección y seguimiento de la propia vocación, y la
ayuda mutua entre los diversos miembros de la familia para el común crecimiento
humano y cristiano.
Algunas asociaciones se relacionan con la familia de forma más amplia pero también
importante, en cuanto que tratan de construir un mundo más justo y más humano,
promover leyes justas que favorezcan el recto orden social con pleno respeto a la
dignidad de la persona humana, la legítima libertad del individuo y de la familia, tanto
a nivel nacional como internacional, y a colaborar con la escuela y con otras
instituciones que completan la educación de los hijos.
- Los presbíteros. Los obispos tienen a los presbíteros como colaboradores próvidos e
indispensables en el cuidado pastoral de la porción de Pueblo de Dios que tienen
encomendado. En la pastoral de la familia, la responsabilidad de los presbíteros se
extiende a los aspectos morales, litúrgicos, personales y sociales. El sacerdote con cura
de almas y de modo especial el que se ha preparado de modo específico para este
apostolado, debe comportarse con las familias como padre, pastor y maestro,
iluminando sus afanes, proyectos, dificultades y sufrimientos con la luz de la Palabra
de Dios interpretada por el Magisterio de la Iglesia, y auxiliándolas con los medios
sobrenaturales, sobre todo con los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía y con el
impulso de la oración. Hoy necesitan una especial y urgente iluminación: la unidad,
fidelidad y estabilidad de todo matrimonio, y especialmente del cristiano; la trasmisión
generosa de la vida, viendo en los hijos más que una carga, una bendición divina y la
mejor corona de un matrimonio fecundo; las virtudes humanas (comprensión, alegría,
optimismo, sinceridad, serenidad, nobleza, audacia, paciencia, respeto, cortesía, etc.)
como fundamento sobre el que se apoya el edificio familiar y la educación de los hijos;
la participación como familia en la vida litúrgica de la parroquia y en la oración; la
acogida e integración en la familia de los padres y abuelos; y la negatividad familiar del
divorcio, del aborto y de la eutanasia.
La familia, sobre todo los padres, no puede elegir el camino del rechazo incondicional
o el de la aceptación acrítica, sino el de tomar parte activa en ellos con un uso
moderado, crítico y prudente y una correcta educación de la conciencia de los hijos,
para que éstos puedan formarse juicios objetivos y serenos que les guíen en una
posterior elección o rechazo.
Más aún, los padres han de procurar influir en la elección y preparación de los
programas, reportajes, noticias, etc., contactando con los responsables de las diversas
fases de producción y trasmisión. Un medio eficaz es asociarse a las iniciativas -ya
existentes o que puedan crearse en el futuro- de espectadores, consumidores, etc. y
secundar sus propuestas y campañas, conscientes del enorme poder disuasorio que
representa, por ejemplo, el rechazo o acogida de un determinado programa televisivo
y del producto anunciante que lo sustenta.
Según esto, una eficaz y realista pastoral familiar tiene que tener muy en cuenta a los
editores, escritores, productores, directores, dramaturgos, informadores,
comentaristas, publicistas, etc.
b) Matrimonios mixtos
El supuesto de matrimonios de católico con parte cristiana debe enfocarse desde esta
triple vertiente: las obligaciones de la parte católica derivantes de su fe, en lo
concerniente al libre ejercicio de la misma y la consiguiente obligación de bautizar y
educar a los hijos en la fe católica, en la medida de sus posibilidades; las particulares
dificultades inherentes a las relaciones entre marido y mujer en lo que toca al respecto
a la libertad religiosa; y la forma litúrgica y canónica de matrimonio. La comunidad
cristiana tiene que brindar su apoyo decidido a la parte católica para que su fe, lejos de
sufrir quebranto, sea fortalecida, de modo que se haga testigo creíble dentro de la
familia por la calidad del amor demostrado al otro cónyuge.
Por otra parte, el bautismo común y el dinamismo de la gracia les proporcionan la base
y las motivaciones para compartir su unidad en el campo de los valores morales y
espirituales. Por lo demás, es deseable una colaboración cordial entre el ministro
católico y el no católico, desde el momento de la preparación al matrimonio y a la
boda.
La mayor parte de los matrimonios cristianos vive con normalidad su vida familiar. Sin
embargo, aumenta cada día el supuesto de situaciones irregulares desde el punto de
vista religioso e incluso civil, con el consiguiente deterioro de la misma institución
familiar y de la sociedad, de la que ella es célula fundamental. Los casos más
paradigmáticos a los que debe responder la acción pastoral de la Iglesia son éstos: el
llamado "matrimonio a prueba", las uniones libres de hecho, los católicos casados
civilmente, los separados y divorciados no casados de nuevo y los divorciados casados
de nuevo civilmente.
La pastoral de estos casos ha de intentar que nazca un verdadero amor entre la pareja
y educar en el recto uso de la sexualidad, sin dejar de preguntarse por las causas que
han provocado esta situación, en orden a encontrar una solución adecuada. De todos
modos, las dificultades son notables, dado que suelen ser el resultado de una carencia
educativa en el amor genuino y en el dominio de la concupiscencia desde la misma
infancia.
Las uniones de hecho presentan un grave desafío a la pastoral matrimonial, que debe
realizar dos tipos de acciones: preventivas y curativas. Las primeras -las más eficaces-
se refieren a la educación de los jóvenes, enseñándoles a cultivar la virtud humana y
cristiana de la fidelidad así como las condiciones y estructuras que la favorecen, y a
comprender la dignidad y grandeza del matrimonio-sacramento. Las acciones curativas
o correctoras son, ante todo, el trato personal, lleno de discreción y afecto, con los
que conviven; la iluminación paciente; y el testimonio familiar cristiano que allane el
camino de la regularización de su situación.
Por otra parte, es preciso que la acción pastoral inste al Pueblo de Dios a resistir las
tendencias disgregadoras de los Estados laicistas y secularizados y a influir en la
opinión pública. Se trata de ejercer una presión legítima para que las autoridades
civiles, desde un punto de vista negativo, sean impedidas u obstaculizadas de
menospreciar la dignidad del matrimonio y de la familia y, en sentido positivo,
favorezcan el matrimonio legítimo con eficaces medidas políticas y sociales (vg.
garantizar un salario familiar justo, proporcionar una vivienda adecuada y accesible,
crear posibilidades adecuadas de vida y trabajo).
- Católicos unidos con mero matrimonio civil. Esta situación difiere de la anterior, en
cuanto que existe entre los así unidos un cierto compromiso a un estado de vida
estable -aunque con frecuencia se contempla un eventual divorcio- y la asunción no
sólo de las ventajas sino también de los compromisos que conlleva el reconocimiento
de su situación por el Estado. No obstante, es una situación no aceptable por la Iglesia,
aunque ésta no puede desentenderse de ella en su acción pastoral. Las causas suelen
ser de tipo económico e ideológico. La acción de la Iglesia se orienta en tres
direcciones: insistir en la necesidad de coherencia entre fe y vida, ayudar a regularizar
dicha situación a la luz de los principios cristianos y favorecer la remoción de las
dificultades económicas (caso de los que pierden su pensión de viduedad, aunque
ahora ya no se pierde, contratos laborales injustos, dificultad de encontrar un empleo,
imposibilidad de adquirir una vivienda digna, etc.). En cambio, mientras dure esta
situación los pastores de la Iglesia no pueden admitirlos a los sacramentos y, en
concreto, a la comunión eucarística.
La separación es, sin duda, el remedio extremo, después del fracaso de todo intento
razonable. La acción de la Iglesia ha de ser de comprensión, ayuda y sostén para que
vivan la fidelidad en medio de la frecuente soledad y penuria económica, facilitar el
perdón cristiano y crear las condiciones de una eventual reanudación de la vida
conyugal.
En el supuesto del cónyuge que ha tenido que sufrir el divorcio pero no se deja implicar
en una nueva unión -consciente de la indisolubilidad de su vínculo matrimonial válido-
no hay ningún obstáculo para que sea admitido a los sacramentos. Más aún, la
participación frecuente en la Eucaristía es la mejor ayuda y garantía para vivir en clave
pascual la cruz de su fidelidad y proseguir testimoniando ante el mundo y ante la
Iglesia su fidelidad y coherencia.
- Divorciados casados de nuevo. La realidad del divorcio-nueva unión civil ha adquirido
tales proporciones, incluso en ambientes católicos, que puede considerarse como una
verdadera "plaga", en palabras del Vaticano II (GS 47). La pa'toral tiene aquí un
enorme y complejo desafío.
Por otra parte, es necesario instruir a los fieles interesados para que no crean que su
participación en la vida de la Iglesia se reduce exclusivamente a la cuestión de la
recepción de la Eucaristía y debe ayudárseles a profundizar su comprensión del valor
de la participación al sacrificio de Cristo en la Misa, de la comunión espiritual, de la
oración, de la meditación de la palabra de Dios, de las obras de caridad y de justicia"
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta..., n. 6).
Ahora bien, existe un supuesto en el que la Iglesia puede admitirlos a la reconciliación
en el sacramento de la penitencia, que les abriría el camino a la comunión eucarística.
Este supuesto, que es único, existe si, "arrepentidos de haber violado el signo de la
Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida
que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente
que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, -como, por ejemplo, la
educación de los hijos- no pueden cumplir la obligación de la separación, "asumen el
compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de
los esposos" (JUAN PABLO II, Homilía para la clausura del VI Sínodo de los Obispos, 7:
"AAS" 72 (1980) 1082; FC 84,5) y no se dé escándalo.
La caridad pastoral de los pastores debe dejar traslucir que la Iglesia está ligada por la
fidelidad a su Señor, aunque está persuadida de que los divorciados que se han vuelto
a casar pueden obtener de Dios la conversión y la salvación, si perseveran en la
oración, la penitencia y la caridad.
"La dignidad de esta institución (matrimonial) no brilla en todas partes con el mismo
esplendor, puesto que está oscurecida por la epidemia del divorcio, el llamado amor
libre y otras deformaciones; es más, el amor matrimonial queda frecuentemente
profanado por el egoísmo, el hedonismo y los usos ilícitos de la generación. Por otra
parte, la actual situación económica, socio-psicológica y civil son origen de fuertes
perturbaciones para la familia" (GS, 47). Estas palabras, suscritas por la Gaudium et
Spes hace más de treinta años, siguen siendo fiel reflejo de la situación que atraviesa
el matrimonio en casi todos los países de Occidente y, en concreto, en España. Este
sombrío panorama se ha espesado aún más en los años posteriores al concilio gracias,
sobre todo, a la presión derivada de los medios de comunicación social, que suelen
tomar partido a favor de las relaciones extraconyugales -prematrimoniales o entre
casados-, las uniones libres, el divorcio, el control de los nacimientos, etcétera, y
favorecen la difusión y aceptación social de modelos matrimoniales en abierto
contraste con los planes del Creador y con la dignidad sacramental del matrimonio.
Por otra parte, todo esto ha coincidido con una notable crisis de fe y, sobre todo, de
práctica religiosa, que ha supuesto el alejamiento eclesial y el enfriamiento religioso
de una gran parte de los que están en edad y situación de contraer matrimonio y que
acepten con facilidad el divorcio y el matrimonio meramente civil, rechacen las normas
morales que guían y promueven el ejercicio humano y cristiano de la sexualidad
dentro del matrimonio y se presenten a recibir el sacramento con una fuerte carga de
ignorancia religiosa y no movidos por una fe viva sino por otros motivos. Las sombras
que afectan al matrimonio son, pues, grandes y espesas.
Ahora bien, las luces no tienen menor relieve. En primer lugar, nunca como en este
momento, la teología ha penetrado con tanta hondura en la realidad del matrimonio
en su dimensión bíblica, teológica, ascética y pastoral. Nuevos carismas eclesiales han
redescubierto, propuesto y encarnado el matrimonio como un verdadero camino de
santidad, presentando a la Iglesia y al mundo los frutos abundantes y espléndidos del
amor conyugal vivido con plenitud, la acogida generosa de los hijos y su educación
verdaderamente humana y cristiana, los grupos apostólicos matrimoniales, la
preparación por los ancianos, las iniciativas más variadas de apostolado, el influjo
sobre la opinión pública en sus distintos ámbitos y areópagos, y el atractivo de una
vida matrimonial que refleja el amor y la comunión.
SUMARIO: 1. Acercamiento al planeta de los mass media. -2. Avisos para navegantes
en los mass media. – 3. Lo que interesa a los mass media de lo religioso-creyente. – 4.
Relación Iglesia-Medios de comunicación: necesaria pero difícil relación. – 5. El
evangelizador ante los medios de comunicación.
Hace unos años, una niña norteamericana se abrazó al televisor de su casa cuando
alguien le preguntó: "¿A quién quieres más de toda la familia?". Este abrazo de la niña
dio la vuelta al mundo y quedó como símbolo de una era: el planeta de los mass
media.
Los medios de comunicación social (mass media) son uno de los campos privilegiados
en los que se debe evangelizar, con los que se debe evangelizar, y desde donde se
debe evangelizar. Así lo vienen repitiendo el Papa Juan Pablo II y nuestros obispos.
El nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2493) subraya que, dentro de la sociedad
moderna, los medios de comunicación social desempeñan un papel importante en la
información, la promoción cultural y la formación. Su acción aumenta en importancia
por razón de los progresos técnicos, de la amplitud y divesidad de las noticias
transmitidas y la influencia ejercida sobre la opinión pública.
En cuanto a la prensa escrita, sólo uno de cada cuatro españoles lee diariamente un
periódico (3.300.000 por cada 9.000.000 millones). El 63% de los lectores de prensa
diaria son varones, de entre 25 a 44 años. El índice de lectura de revistas es mayor: 18
millones de lectores. Se editan más de 1.400 títulos de revistas periódicas. Gozan de
liderazgo las que se refieren al público femenino, la prensa del corazón y algunas
científicas y divulgativas. En cuanto a agencias de noticias, entre nosotros destacan
EFE, Europa Press y Servimedia.
La radio, en el suelo hispánico, vivió su punto culminante en los años 80. Actualmente,
ante el auge de las televisiones privadas y locales, y la anunciada plataforma digital
televisiva, se teme un futuro incierto. Observadores extranjeros subrayan la calidad de
nuestras emisiones radiofónicas. Vivimos, todavía, bajo el síndrome de
"comunicadores estrella". Han proliferado las llamadas tertulias radiofónicas y se
cuidan los informativos. Existen cerca de 1.500 emisoras, afiliadas a diferentes
cadenas. La audiencia es más fiel a los programas, que a las emisoras o cadenas.
- Para que un mensaje pueda ser bien recibido debe ser bien emitido: si se descifra mal
el mensaje, la responsabilidad es del comunicador y del medio utilizado. En cualquier
caso, se debe asumir el riesgo de la distorsión, de no tener la última palabra, de lo
efímero.
- Antes de emitir algo, debemos conocer lo mejor posible a quién nos estamos
dirigiendo.
- No sólo hay que obrar bien; hay que hacer que se sepa (ya la buena seda no se vende
si está oculta en arcas de madera).
- Una institución se comunica al menos con estos tipos de audiencia: interna, opinión
pública y mass media, otras instituciones sociales y políticas. Y utiliza estos canales de
comunicación: relaciones públicas buscadas, acción directa testimonial, publicidad,
producciones propias compradas.
- Los medios de comunicación, hoy, más que medios están siendo fines, porque son
como fábricas o talleres donde se fabrica y crea lo real y lo histórico; son el nuevo
Olimpo donde se fabrican los dioses y estrellas sociales y, además, imponen su moda y
su lenguaje: lo político se espectaculariza; lo científico se populariza; lo ideológico se
mitologiza y lo narrativo prima sobre otro tipo de formas de lenguaje.
- Los mass media, para poder subsistir e influir son como verdaderos camaleones;
saben adaptarse a todas las modas y a todos los dueños.
- Son medios para mantener, custodiar, reproducir y hacer seguir girando la rueda
social neoliberal, cuyo corazón es el dios "dólar" (dinero, armamento, petróleo y
cibernética).
- Existe una barrera difícil entre ser "medio de comunicación" y "simple medio de
publicidad" sin más.
- Hoy la publicidad ha elegido un lema claro: "mírame, deséame, elígeme". Para lograr
este triple objetivo utiliza tres efectos: efecto reciprocidad, por el cual nos ofrece un
favor sin pedírselo ("compre esto y le regalaremos esto otro"). Efecto escasez y
distinción. Es decir, lo difícil, raro y caro resulta atrayente; lo diferente vende; lo
exclusivo o numerado, también ("De venta en farmacias o locales especializados..."
"¿Qué culpa tienes tú de que te guste lo bueno?"). Efecto amistad-calidad, por el que
la publicidad es un diálogo clandestino y eficaz con el cliente ("Soy tu amigo y sé lo que
necesitas y te conviene").
- Por los medios, en los medios y con los medios, nos convertimos en objeto de
consumo y alimento consumista para los mismos.
El aspecto cultual (liturgia y celebración) puede ser en algunos casos noticia de interés.
Sobre todo si se refleja lo estético, lo folklórico-popular, lo espectacular, el patrimonio
cultural vistoso. Y, también, cuando se muestran raíces tradicionales artísticas o
costumbristas sociales.
- Real reticencia a comparecer en los medios de comunicación, tal vez debido a la falta
de conocimiento de estos mismos medios, que implica inmediatez que asusta,
brevedad que abruma, superficialidad que repele y miedo fundado a ser manipulados.
- Tendencia a simplificar y usar esquemas políticos en todo y para todo, también para
lo religioso.
No nos detenemos más en este apartado. Debemos, en el siguiente, afrontar algo que
nos toca directamente, y de lleno, ¿cómo se percibe en esta nueva cultura el centro de
nuestra fe, es decir, el misterio de Jesucristo?
- La de los moralizantes: que creen que todo lo que se refleja en los medios es
pernicioso para lo religioso.
- La de los liberales pseudoprogresistas: dan por hecho que todo en los medios vale,
que todo es bueno y que depende de quién los utilice. No tienen en cuenta que la
persona necesita crecer eligiendo, escogiendo y asumiendo una escala de valores.
a. Superar la actitud defensiva sin perder la actitud crítica ante los medios.
b. Servir a los medios antes que servirse de los medios. Es decir, conocer su propio
lenguaje y respetar su relativa autonomía.
c. Aceptar las leyes del medio y evitar su idolatrización. No podemos
obsesionarnos por los medios.
d. Liberar los medios de sus esclavitudes y servidumbres. Los medios son medios y
no fines.
e. Considerar el buen uso de los medios como obligatorio para los evangelizadores
cristianos y no como potestativo u opcional.
f. Saber encarnar el mensaje en una fecha y en un lugar y, para ello, encarnarse en
los medios que, aunque no son la realidad, reflejan la realidad.
g. Hacer de los medios una tribuna pública para la evangelización.
h. Conjugar, desde los medios, en la Iglesia, la dimensión informativa con la
comunional y evangelizadora.
i. Privilegiar la formación de agentes de pastoral y descubrir vocaciones para
evangelizar desde los medios.
j. Educar siempre el sentido crítico, que no equivale a pastoral de la "sospecha",
sino a educar en valores y en objetividad.
Potenciar una formación adecuada para saber emplear estos medios, tanto en
los agentes como en las instituciones católicas.
Dos aportaciones más: por un lado, un editorial de la revista "Razón y Fe" (noviembre
1991) se preguntaba por qué no sabe comunicarse la Iglesia. Se insistía en la
autonomía, relativa y responsable, que tienen que tener los cristianos a la hora de
intervenir en los mass media y en la necesaria adaptación del lenguaje al medio que se
utiliza.
Por otro lado, en las escuelas de catequistas de cualquier diócesis española insisten en
la necesidad de recurrir a los mass media para evangelizar al hombre y mujer de hoy;
en saber utilizarlos como medios y no como fines, en tener conciencia de sus límites y
posibilidades, en conjugar lo visual con lo verbal y la técnica, con el testimonio
personal; en cuidar la calidad de los medios utilizados y en favorecer la expresión
comunitaria y no querer imponer una sola visión, una sola lectura o una sola voz.
Como cristianos, debemos reconocer el valor de los mass media como control del
poder y necesario instrumento de transparencia democrática, pero abogamos porque
exista un autocontrol ético informativo. En este sentido tenemos la obligación de
denunciar cuándo los mass media destruyen el derecho a nuestra intimidad, bien
violando nuestra vida privada, o ridiculizando nuestra profesión o nuestras creencias.
Hacia el interior, los medios de comunicación, en aquello que les pedimos, nos
empujan a favorecer en nuestras comunidades un tipo de relación más fraterna y
transparente.
Finalizamos este apartado con unas palabras de la Conferencia del Celam en Medellín
(1968): "El compromiso de los cristianos con el mundo de hoy los obliga a trabajar en
los medios de comunicación social manteniendo vivo el espíritu de diálogo y de
servicio que subraya la constitución Gaudium et Spes. El profesional católico, llamado
a ser fermento en la masa, cumplirá mejor con su misión si se integra en los mass
media con la finalidad de ampliar los contactos entre la Iglesia y el mundo y, al mismo
tiempo, para contribuir a la transformación de éste".
5.2. Hacer realidad una cultura crítica y educativa del consumo y uso de los mass
media
El nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2.496) recuerda que "los usuarios de los
mass media deben "imponerse moderación y disciplina respecto a éstos. Han de
formarse una conciencia clara y recta para resistir más fácilmente las influencias
menos honestas". Haciéndonos eco de estos deseos, señalamos algunas claves:
- Desintoxicación: hablar y comentar otras cosas que no sean las de rabiosa actualidad.
- Gusto por comunicar las experiencias personales más allá de las estereotipadas.
-Al no haber educación neutral, y puesto que todos somos como todos, como algunos
y como nadie, saber leer en familia y comunidad lo que sucede a nuestro alrededor
más allá de la presentación que de ello hacen los propios medios.
- Educar positiva y creativamente en el consumo de mass media, especialmente, TV-
Video-Ordenador en la familia.
- No hacer de ello el mejor aliciente o la mejor gratificación, ni el peor castigo para los
hijos.
Para concluir, unas palabras de Pablo VI: "La Iglesia se sentiría culpable frente a su
Señor si no emplease estos poderosos medios que la inteligencia humana perfecciona
cada día más". Y, también, una frase de R. White: "Se ha sembrado la semilla. Es
probable que el ideal crezca y empiece a florecer. Los mass media se están
convirtiendo, de hecho, en parte integrante de la cultura católica, pero
reinterpretados a la luz de la mejor tradición humanista, filosófica, sociológica y
teológica de la Iglesia".
Migraciones
"Era, por tanto, necesario que esta Sede Apostólica, haciendo suyas las
preocupaciones del Concilio Ecuménico, ofreciera a los Obispos y a las Conferencias
Episcopales la oportunidad de velar más adecuadamente por la asistencia espiritual de
los grupos de migrantes. Estos no solamente se hallan encomendados al ministerio
pastoral de los obispos, como los restantes fieles, sino que, por la singular condición-
de sus vidas, reclaman una atención especial que responda a sus necesidades" (Carta
Apostólica del Papa Pablo VI en forma de "Motu proprio" sobre la asistencia espiritual
a los migrantes. A.A.S. LXI (1969), pp. 601 ss.).
Es el mismo sistema económico el que genera las migraciones, ya que la mano de obra
ha de desplazarse en busca del trabajo que depende del capital, por tanto esta
respuesta estructural ha de contemplar esta realidad y afrontarla como tal. El
concepto de pobreza ha sufrido una evolución dentro de la Iglesia y hoy se la entiende
desde la perspectiva de la explotación y la dependencia. Por tanto, la lucha contra ella
ha de proponer el cambio de estructuras que la generan y un nuevo orden económico
internacional.
- Pero sin duda lo específico y más característico de una pastoral para migrantes ha de
ser la toma en cuenta de "la diversidad o diferencia cultural".
2. Agentes
Estas son las estructuras eclesiales, que con sus agentes propios -sacerdotes, religiosos
y laicos- son los responsables de esta pastoral.
3. Destinatarios
Por emigrante se entiende las personas nacionales que, por razones de trabajo han
marchado a otros países. España, en este sentido, ha sido un país de emigración hasta
hace muy poco. Si bien es cierto que el flujo de salida se ha paralizado, todavía hoy
2.134.773 españoles tienen residencia habitual en el extranjero (778.755 en Europa,
1.170.390 en América del Sur, y los demás repartidos por el mundo). Estos datos
fueron publicados por el OPI (Observatorio Permanente de la Inmigración) en el mes
de mayo de 1998. Y las cifras corresponden a diciembre de 1995.
Inmigrante es el ciudadano de otro país que, por razones de trabajo, llega hasta el
nuestro. La inmigración en España es un fenómeno reciente. Empieza en la década de
los ochenta. Es por tanto una realidad nueva pero que surge y se desarrolla con gran
rapidez. El número de extranjeros residentes en España en 1981 era de 198.042. A
finales de 1998 asciende a 719.647. A este número hay que añadir los
indocumentados. Datos del OPI, de julio 1999. Cifras correspondientes al 31 de
diciembre de 1998.
Los refugiados son aquellas personas que tienen que abandonar su país por motivos
de violencia. Según la Convención de Ginebra, que España firmó en 1978, se considera
refugiado a la persona que es perseguida por motivos de raza, lengua, religión, etc., y
puede acreditar que esta persecución es personal. Una figura cercana a ésta es la de
otra realidad que ha puesto de manifiesto, haciendo que se arbitren medidas al caso,
situaciones recientes en Africa y la misma Europa -Ruanda, Sierra Leona, Bosnia,
Kosovo, etc.- que es la de los desplazados por causa de la violencia. En España, en
1984, se promulga la ley 5/1984, Reguladora de la Condición de Refugiados y Asilados.
Una ley generosa y abierta que contempla también el asilo por razones humanitarias.
A partir de 1990 cambió la tipología de los solicitantes de asilo y refugio empezando a
llegar solicitantes de todos los lugares.
- Otra clave es la comunión (la koinonía). En esta línea se ha de trabajar por crear, a
nivel eclesial, la estructura y los medios que necesita esta pastoral específica. A nivel
parroquial abriendo la comunidad para la inserción de lo que aporta la realidad
migrante, o incluso posibilitando el funcionamiento de una comunidad inmigrante
específica, cuando esto sea necesario.
Es el momento de presentar una historia, breve por razón de espacio, así como la
situación actual del trabajo de la pastoral de migraciones en estos campos, con sus
luces y sombras.
Hemos hablado, más arriba, del número de emigrantes e inmigrantes. La cifra dada de
estos últimos es, hablándo con más exactitud, la de residentes extranjeros en España.
Si nos fijamos en su procedencia, el 45'8 % de estos residentes proceden del
continente europeo (329.956), de ellos más deI 80% de la Unión Europea. Estos no son
los que normalmente se considera como inmigrantes, sino técnicos, estudiantes y
sobre todo jubilados que vienen a disfrutar de nuestro clima.
1.° Su gran diversidad. El origen de los inmigrantes llegados a España es muy plural:
latinoamericanos de casi todos los países de Centro y Sudamérica, africanos del
Magreb y de la zona subsahariana, europeos del este, asiáticos de puntos muy
distintos.
2.° Esa diversidad lleva implícita también una gran diferencia cultural. No son europeos
en otro país de Europa u occidentales en otro lugar de Occidente, sino una
multiculturalidad diversa y con grandes diferencias. Merece señalar como grupo
importante la aparición del Islam.
José Magaña
Ministerios laicales
Todo ello desde una Iglesia contextualizada o local, remitiéndonos al triple munus de
Jesucristo (sacerdote, profeta y rey) y a las cuatro dimensiones que configuran la
Iglesia: al servicio de la comunión, al servicio de la Palabra, al servicio de la celebración
y al servicio de la caridad y compromiso. En este sentido, los ministerios son el rostro y
espejo de una Iglesia en medio del mundo que es sacramento de comunión y, al
mismo tiempo, evangelizadora, celebrativa y comprometida. El conjunto de carismas y
ministerios, ordenados y laicales hacen posible la realidad de una Iglesia Trinitaria
como "Pueblo de Dios", "Cuerpo de Cristo" y "Templo del Espíritu".
A partir de "Christifideles Laici" podemos comprender mucho mejor qué son los
denominados "ministerios y funciones laicales". Los cuales, como hemos afirmado más
arriba, siguen necesitando profundización teológica y discernimiento pastoral.
Por la importancia que tiene para nuestro tema, nos detenemos en este importante
documento. Se comienza reconociendo a las fieles la colaboración en la misión de la
Iglesia, tanto en el orden espiritual de llevar el mensaje de Cristo y su gracia a todos los
hombres, como en el orden temporal, de influir y perfeccionar el orden de las
realidades temporales (p. 6). En este sentido, como recordaba ChL (n. 23), los pastores
son invitados a reconocer y promover los ministerios, oficios y funciones de los fieles
laicos que tienen su fundamento sacramental en el bautismo y confirmación y, para
muchos, en el matrimonio. En orden a la nueva evangelización, se exige "el especial
protagonismo" de los sacerdotes y, al mismo tiempo, la total recuperación de la
conciencia de la índole secular de la misión del laico (ChL, n° 15).
Pero la Instrucción quiere salir al paso de algunas irregularidades que se han detectado
en este campo de la colaboración de los fieles con el ministerio sagrado. Por ello,
matiza algunos principios teológicos:
- Todas sus funciones (enseñar, celebrar, regir) forman una unidad. Por lo tanto, el
ejercicio, por parte de los laicos, de alguna de estas funciones no les convierte en
"pastores, sino en colaboradores" (P. 13).
- A los laicos se les puede conceder "una suplencia" en casos de objetiva necesidad;
pero no se puede convertir en un hecho ordinario ni puede entenderse como
promoción del laicado (p. 20).
- No puede un fiel laico administrar la unción de enfemos, ni con óleo bendecido para
la unción ni con óleo no bendecido. La unción guarda estrecha relación con el
sacramento de la reconciliación y la digna recepción de la Eucaristía (pp. 30-31).
- La asistencia a los matrimonios, por parte de los fieles laicos, requiere tres notas:
ausencia objetiva de sacerdotes; que el obispo obtenga el voto favorable de la
Conferencia Episcopal; necesaria licencia de la Santa Sede. Excepto el caso
extraordinario del c. 1112, ningún sacerdote puede delegar a un fiel laico para asistir a
un matrimonio (p. 31).
- La animación de exequias sólo puede ser ejercida por un fiel laico por verdadera falta
del ministro ordenado y observando siempre las normas litúrgicas (pp. 32).
Hasta aquí, la reciente Instrucción que afecta a la teología y praxis de los ministerios
laicales.
Con razón se ha escrito, desde posiciones teológicas moderadas, que se deben corregir
cuantos abusos manifiestos se han dado, en estos últimos años, en la praxis de los
ministerios laicales. Pero también es cierto que los obispos, en cada Iglesia particular,
deben aplicar este documento con espíritu pastoral, con lúcido discernimiento, con
respeto hacia los fieles laicos y con creatividad. "No se puede dar la impresión de
rivalidad entre laicos y presbíteros... Como si los laicos buscaran su promoción
personal y los presbíteros defendieran su coto reservado. No hay que juzgar el
ejercicio de los ministerios a partir de algunas disfunciones evitables".
Cerramos esta colaboración recordando lo que S. Pablo nos dejó escrito en su primera
Carta a los Corintios (12,12 y ss) que todos formamos un único cuerpo en Cristo. Todos
nos necesitamos y debemos poner al servicio complementario de los demás los dones,
funciones, carismas y ministerios que el Señor, el Espíritu y la misma Iglesia ha
suscitado y sigue suscitando.
La mayoría de los ministerios que son característicos en A.L. se dan en relación a los
movimientos y comunidades de base, es decir, en el entorno de las clases populares;
han nacido en ese medio, se han desarrollado, en su gran mayoría, al calor de las
comunidades eclesiales de base, y han surgido tanto por las necesidades de la práctica
de evangelización liberadora como por la reflexión teológica sobre el mismo quehacer
evangelizador.
Las clases populares es, pues, el ámbito donde las comunidades (y los ministerios) han
tenido y tienen un mayor desarrollo. En este sector social es donde las comunidades
han surgido con más fuerza y en ellas, los ministerios que se han desarrollado lo han
sido, unos para el servicio estrictamente eclesial, en el interior de la misma Iglesia y
aún a veces de la misma comunidad: ministerios de presidencia, de coordinación, de
formación, para el servicio litúrgico, catequético, etc. Y en otras veces para el servicio
en las organizaciones civiles: dentro de la perspectiva del mundo que el laico tiene que
santificar: el mundo del barrio, el mundo del trabajo, el mundo de la familia, el mundo
de la política, el mundo de las organizaciones sindicales o barriales. Todos son
necesarios y verdaderos ministerios al servicio de la evangelización.
Esta nueva o diversa forma de practicar los ministerios en la Iglesia, no significa una
ruptura ni con la tradición ni con la práctica de los ministerios tradicionales, sino que
se entronca, más bien, en la línea de una continuidad que contiene también novedad,
una novedad que es aportada desde las necesidades del tiempo y de las condiciones
que toca vivir al laico.
Iglesia y mundo tienen de este modo una relación mayor, podríamos decir que
caminan juntos, y en esta perspectiva, en América Latina, hay que destacar a un laico
que tiene una especial relevancia, la mujer. La mujer tiene tanto en la sociedad de
América Latina como en su Iglesia un puesto central de renovación y de esperanza.
Particularmente, nos referimos ahora al aspecto eclesial, es una fuerza sin la que no
hubiera sido posible desarrollar tantos ministerios y tantas comunidades entroncadas
en la realidad. Ministerio laical y mujer son dos realidades que se necesitan en el
desarrollo eclesial y la enriquecen.
Esta perspectiva de los «nuevos ministerios» es recogida por Pablo VI, primero en la
exortación «Ministeria quaedam», donde el Papa establece que algunas de las órdenes
llamadas «menores» (como lectorado y acolitado), no necesiten ya de ordenación,
sino que puedan ser ejercidas por seglares. Y, después, en relación a los diversos
ministerios laicales tiene una sugerente ampliación en la «Evangelii Nutiandi», donde
explícitamente nos habla de: catequistas, animadores de la oración y del canto,
servicio de la Palabra, asistencia a los necesitados, jefes de pequeñas comunidades,
responsables de movimientos apostólicos además de otros servicios que pudieran ser
de utilidad en la Iglesia (E.N. núm. 73).
En lo que concierne a América Latina, aunque toda esta apertura tiene su repercusión,
y ayuda sin duda a la creatividad en los ministerios laicales, sin embargo no
constituyen el eje central por el cual ellos mismos nacen o se desarrollan.
Así por ejemplo, el Diaconado Permanente aun siendo muy importante no está tan
extendido como otras clases de ministerios. Hay otros ministerios, que aunque no
sean ordenados, resultan mucho más significativos, son más propios de la Iglesia L.A.
aunque no se desarrollan por decreto, sino que surjan de la realidad misma,
entroncados a la nueva visión pastoral de la Iglesia, a las nuevas comunidades, y a la
mayor madurez y compromiso del laicado.
Decimos que en esta nueva visión y apertura, los ministerios laicales se diversifican en
A.L. fundamentalmente a consecuencia de la misma necesidad de la comunidad
eclesial o de la sociedad, y, por ello, como en otros muchos aspectos, al hablar de ellos
la Iglesia L.A. en los documentos centrales del Episcopado (CELAM: fundamentalmente
en este tema, Puebla y Santo Domingo), recogen una práctica ya existente y la
reconocen como válida, la alientan, le dan los fundamentos teológicos, la centran en lo
que consideran necesario, e incluso, con orgullo, la presentan como una de las
mejores aportaciones de la Iglesia L.A.
En este sentido Puebla, en el apartado destinado a las CEBS. nos recuerda que, en
medio de ellas «surgen ministerios ordenados, como el diaconado permanente, no
ordenados y otros servicios, como celebradores de la Palabra, animadores de
comunidades, y se advierte una mejor colaboración entre sacerdotes, religiosos y
laicos (625).
Y, en su apartado más general sobre los laicos (786-810), recuerda los diversos ángulos
de compromiso y de servicio laical y la necesidad de que no pierdan ni su identidad ni
su específica espiritualidad. Conviene citar un número entero -tomado de la alocución
del Papa- porque en él podemos advertir el amplio marco del laico para ejercer su
servicio ministerial:
Finalmente, al evaluar Puebla la situación actual del laicado, recuerda que son tres los
campos más específicos de actuación (válidos para desarrollar sus diversos
ministerios): el espacio de la vecindad, el espacio de la comunidad pastoral, y el
espacio de la «construcción de la sociedad» (821-823). Sin duda alrededor de estos
tres espacios los laicos en A.L. han desarrollado y siguen desarrollando diversos
ministerios.
Santo Domingo, por su parte, no es menos explícito al hablar de los ministeríos de los
laicos, toda su fuerza la sitúa en relación a la nueva evangelización que requiere
«nuevas expresiones y nuevos métodos en nuestra Misión evangelizadora». Los
ministerios, servicios y funciones que pueden desarrollar los laicos, encuentran en
ellos amplios campos de realización.
Para ver mejor el sentido que quiere dar Santo Domingo a la diversidad de los nuevos
ministerios laicales, debemos recordar algunas de las características más importantes
de la Nueva Evangelización donde los ministerios laicales deben estar insertos:
- una nueva evangelización que proclame sin equívocos el Evangelio de la justicia, del
amor y de la misericordia (13);
- que promueva al hombre en su totalidad y le oriente a fin de crear una sociedad justa
y solidaria (13);
- que aporte la coherencia de la vida de los cristianos con su fe, que es condición para
la eficacia de la nueva evangelización (48);
- y que tenga como elemento esencial la «opción por los pobres» a ejemplo de Jesús,
que debe inspirar toda acción evangelizadora comunitaria o personal (178);
- para todo ello además, el laico se ha comprometido por el bautismo a que la fe,
plenamente anunciada, pensada y vivida, llegue a hacerse cultura (229).
Santo Domingo nos habla primero de los Ministerios Ordenados, es decir los
ministerios ejercidos por los obispos, presbíteros y diáconos, recordando de ellos que
«deberán ser siempre un servicio a la humanidad en orden al Reino. El ejercicio de
este ministerio exige fidelidad al Señor y a los hombres y mujeres, sobre todo los más
pobres por cuyo servicio son consagrados» (67).
Y posteriormente nos sitúa en los ministerios conferidos a los laicos de los que nos
recuerda:
que esta vocación al ministerio debe ser fomentada constantemente por los
Pastores (94);
que urge que todos los laicos sean agentes y protagonistas de la Nueva
Evangelización, de la Promoción Humana y de la Cultura Cristiana (97);
asimismo, que los ministerios conferidos a los laicos, deben tener en cuenta el
carisma personal de cada persona y las necesidades de cada comunidad (101).
En este sentido no podemos ni debemos hacer una clara distinción entre los conceptos
de: pastoral, comunidades y ministerios, porque todo ello va enlazado, unido. A la
necesidad concreta del mundo latinoamericano responde una visión y acción pastoral;
esta nueva visión pastoral se enriquece con la promoción de nuevos estilos de
comunidades y movimientos, y, en el interior de estas comunidades, surgen los
diversos ministerios no teóricamente, sino como respuesta a necesidades concretas.
Por lo tanto los ministerios son consecuencia de una nueva percepción del ser de la
Iglesia y de su opción pastoral en el mundo que debe evangelizar.
Todo es un proceso dinámico y hay que estar atento a él para no perder el hilo de la
historia de la Iglesia en América Latina. Si podemos hablar hoy de una Iglesia
Latinoamericana encarnada en la realidad del pueblo, es porque, ciertamente,
pensamos, que no ha perdido este hilo, aunque a veces la dinámica sea volver a
retomar la opción y, permanentemente, profundizar más en ella.
Dentro del proceso dinámico, la Iglesia debe ser receptiva a varios aspectos: en primer
lugar, a su propio ser, a su propia misión, a los cambios que se producen en el interior
de ella misma, a la voz del Espíritu, a la reflexión teológica y a la praxis. Todo ello hace
que se promuevan y proyecten nuevas instancias (comunidades, movimientos), que
serán en buena parte, como dice Puebla de las CEBS: «focos de evangelización y
liberación».
En segundo lugar está atenta a las necesidades del mundo, de la sociedad, que le llama
con insistencia a la promoción humana, con especial atención a los sectores más
oprimidos y necesitados. Sobre la promoción de la justicia, la ética de la
corresponsabilidad aún dentro de la autonomía, la defensa de los derechos humanos,
etc. La Iglesia L.A. ha tenido en los últimos años una especial sensibilidad y ha estado
atenta a colaborar con los movimientos que han surgido, alrededor de estos
problemas, en la sociedad civil.
Finalmente, también la Iglesia L.A. ha sido receptiva a movimientos que han venido de
fuera, de otras Iglesias, con diversas perspectivas y planteamiento, y que debe ser
objeto de un análisis serio, porque en bastantes casos no ha habido anteriormente un
claro discernimiento y no se han sabido adaptar a las necesidades concretas del
medio, o se han instaurado solamente en las capas altas y medias de la sociedad, con
propuestas no muy sentidas por el pueblo.
En la Iglesia L.A. -como señala Pablo Richard- se pueden advertir con claridad tres
fuerzas que renuevan a la Iglesia con nuevas iniciativas que culminan en nuevos
movimientos o comunidades. Son fuerzas características que dan lugar a opciones
pastorales, al nacimiento de nuevas formas de comunidad, y, también, a una gran
riqueza y variedad de ministerios.
Las CEBS son, sin duda, el tesoro más rico de la Iglesia L.A. tanto por su dinamismo
interior como por su proyección exterior y su número y extensión en la mayoría de los
países de Latino América. Con ellas la Iglesia retorna la forma de «comunidad de
comunidades», donde las comunidades tienen vida propia y a la vez participan de la
actividad de la Iglesia local. En ellas se han generado muchos ministerios de
coordinación, de animación, de atención personal, de servicio litúrgico, de catequesis,
de profetismo, que sirven tanto a su propia comunidad como a la Iglesia local.
Pero sin duda el mayor aporte de las CEBS en el interior de la Iglesia es la fuerza de la
comunidad y la responsabilidad de cada uno de sus miembros, puesto que se muestra
atenta al surgimiento de los diversos dones y carismas de cada participante, y, aun, de
forma creativa, genera pequeños servicios o ministerios en el interior de la propia
comunidad que hace posible la participación de todos en el servicio común.
También hay que destacar la riqueza y variedad de los Grupos o Comunidades que se
han creado en torno a la Biblia. La Biblia entendida como Palabra de Dios que fue y
sigue siendo iluminadora de la Historia. Palabra que es celebrada, orada, estudiada, y
que sirve para orientar el camino del Reino, que es también salvación y liberación
histórica, aquí y ahora.
De esa forma, a la oración e invocación de los carismas que el Espíritu reparte por
doquier, se añade la proyección social y una firme opción por integrarse más en la
pastoral de conjunto. De aquí han surgido ministerios específicos en torno a la salud, a
la petición de sanación, etc. (que algunas veces han necesitado de un esclarecimiento).
4. La promoción humana
La Iglesia Latinoamericana ha tenido, sobre todo en los años postconciliares, una
especial sensibilidad hacia los nuevos espacios y movimientos sociales que han surgido
en la sociedad civil; respetando su autonomía, pero alentándolos y colaborando con
muchos de estos e incluso ofreciendo sus espacios institucionales.
Nos encontramos, sin duda, en el trabajo más reconocido de la Iglesia L.A., que nace
de su opción por los pobres, que resume todas estas prioridades de promoción y
desarrollo, y que tiene lugar en la mayoría de los ámbitos posibles. Además de ser su
trabajo más reconocido es también el ambiente donde los laicos tienen su centro, su
contenido específico y desarrollan, en mayor número, su actividad pastoral. En esta
proyección «hacia fuera» la Iglesia se va transformando también a sí misma y va
creando nuevos espacios que posibiliten mejor esta acción evangelizadora.
En primer lugar hay que destacar todo lo relacionado con la pastoral rural y los
movimientos campesinos. Es de enorme complejidad esta pastoral en América Latina,
ya que a la situación de pobreza y marginación en que se encuentra este sector, hay
que añadir las dificultades por las grandes distancias, las malas comunicaciones, la
emigración constante hacia la ciudad, e, incluso, la poca o mínima posibilidad que la
Iglesia tiene de atención religiosa a este sector, con sacerdotes o con comunidades
religiosas más o menos estables.
En este sector se da en América Latina una gran importancia el servicio de los laicos
tanto alrededor de la promoción humana como en otros aspectos más internos de la
fe. En ambas se ha desarrollado bastante este servicio de actividad laical, aunque
todavía queda mucho espacio que recorrer.
Efectivamente, son los laicos, en su mayor parte, los que ayudan a promover
comunidades o movimientos que defienden los intereses de los campesinos a la vez
que se preocupan de mantener y celebrar la fe, en las mejores condiciones posibles.
Sin embargo todavía, en este aspecto más interno, hay todo un reto, los ministerios y
servicios no cubren ni con mucho las necesidades de los pueblos. La extensión de los
ministerios, la formación del laico de las propias comunidades campesinas, la lucha
para que sean aceptados en su medio y por sus propias comunidades naturales, y el
dotarlos para una mayor proyección social e ínterrelación, son todas ellas en su
conjunto, necesidades bien sentidas.
Por otra parte, la pastoral de la ciudad presenta también uno de los mayores retos. En
este sector tenemos miles de personas concentradas y aún hacinadas, con pocos
servicios, en condiciones inhumanas de vivienda y de habitabilidad del área, con
larguísimos desplazamientos hasta el lugar de trabajo. Un sector donde a la pobreza
suma se unen también los vicios de la gran ciudad: la inseguridad social, la
delincuencia, las drogas, la prostitución, el alcoholismo, el abandono familiar.
Allí, en sus barrios marginales, la labor del ministerio de los laicos es insustituible. Son
lugares donde la presencia de la Iglesia como estructura parroquial no llega mucho, ya
que se erigen parroquias de decenas de miles de personas que además no dejan de
crecer. La apuesta de la Iglesia ha sido y es la de sectorizar la parroquia, aprovechando
los sectores naturales, y formar en cada sector comunidades y líderes de entre ellas,
que sean capaces de estar presentes en la lucha por una mejora de vida, y por llevar
adelante tanto los planes de desarrollo social como los servicios más al interior de la
comunidad cristiana: culto, catequesis, atención a enfermos, formación, etc.
Ya se sabe que en estos lugares es donde las CEBS tienen su mejor asiento; asimismo
también otras Comunidades o Grupos Bíblicos, la Catequesis Familiar, etc., que son
ayuda permanente e insustituible en la evangelización y promoción de este sector.
En esta área de la promoción humana también los laicos están presentes en otros
importantes sectores en los cuales se vierte la actividad pastoral de la Iglesia y que,
además, son fuente de nuevos y específicos servicios o ministerios: se dan alrededor
de la pastoral familiar, de la pastoral con los marginados sociales (drogadictos,
prostitución, delincuencia juvenil), de la pastoral de los niños de la calle, de la pastoral
de la salud, de la pastoral de las migraciones, etc. áreas todas de reconocido esfuerzo
en la pastoral de la Iglesia de América Latina. Esfuerzos y acciones que han introducido
nuevos aspectos al intentar estar presentes en las situaciones de mayor conflicto.
5. La cultura cristiana
La Iglesia en Latinoamérica no permanece ante este hecho que irrumpe cada día con
más fuerza, inactiva, sin ayudar a discernir, sino que intenta recabar de los diversos
sectores o culturas, la fuerza y el dinamismo interior, tanto para abrirse a lo nuevo que
es positivo, como para rechazar lo que es negativo preservando así valores culturales
del pueblo.
Según la dinámica más generalizada de la Iglesia L.A., los laicos realizan esta misión
desde la vivencia en comunidades y movimientos especializados para los diversos
ambientes. Allí crecen y se desarrollan sus diversos carismas, sus ministerios y sus
funciones.
a) Pastoral juvenil
Nos situamos de entrada afirmando que, una de las mayores riquezas y esperanzas de
Latinoamérica, es la juventud. Y también lo es de la Iglesia Latinoamericana, que tiene,
como cualidad significativa, la presencia mayoritaria de los jóvenes (sobre todo
cuando se trata de los sectores populares).
La juventud que es una gran esperanza, y lo es, por su número (América Latina es un
continente joven), por sus cualidades de participación, por sus deseos de superación,
por su vitalidad, por su entrega colaboradora. Es también un reto y una preocupación
tanto por las dificultades que les toca vivir, como por los nuevos modos culturales y
valores (o contra valores) que están asumiendo, y que les pueden desviar de la
trascendencia de su misión; nos referimos a las presiones alrededor del consumo, de
la búsqueda de bienestar, de vivir más a corto plazo, de no asumir compromisos
duraderos, de la vida familiar, de la valoración de la religión, de la valoración de lo
individual.
De aquí que la Iglesia cuide con especial atención de este sector, especialmente
vulnerable pero también abierto a grandes ideales y capaz de asumir en plenitud los
valores cristianos. La Iglesia sabe que, en definitivo, el futuro de los pueblos de
Latinoamérica y también el futuro de ella misma pasa por los jóvenes. Por eso, a nivel
nacional, y dentro de la Conferencia Episcopal el área de juventud tiene una especial
significación y preferencia.
Sin embargo, la pastoral juvenil, aun, estando abierta, a estos jóvenes que
permanecen fuera, que ciertamente son mucho más numerosos, y aun con la
inquietud permanente de cómo atraerlos a una vida de valores, y también, cómo
presentarles una Iglesia abierta a sus preocupaciones y a sus necesidades, pone
también una fuerza decisiva en llegar a presentar a todos los jóvenes y adolescentes la
posibilidad de afirmarse en la fe y en los valores cristianos.
La pastoral juvenil tanto en las parroquias como en los Colegios ha tomado la forma de
vida de las CEBS. Es decir se desarrolla en pequeñas comunidades, con un coordinador
y otros cargos o servicios, escogidos de entre los mismos jóvenes y con la asesoría de
sacerdotes o religiosas. Desarrolla en sus reuniones y vivencias no sólo la celebración
de la fe y el estudio de la problemática más interesante para los jóvenes, sino también
la realidad nacional, la situación de opresión y pobreza y se dirige a una opción por el
pobre, encuadrada en la pastoral de la Iglesia y sobre todo en el más completo
conocimiento de la persona de Jesús.
La pedagogía de este sector está claramente orientada por la realidad del mismo: el
canto, la música instrumental, el teatro, el intercambio de opiniones, las dinámicas, las
ayudas de todo tipo para que sea realidad la participación de todos, etc., motivan de
forma especial a los jóvenes y les hace más fácil su integración.
Este proceso es llevado por monitores y guías, la mayoría de los cuales son también
jóvenes, que por lo tanto están más cercanos a ellos, y que han asumido esa forma de
ministerio desde un compromiso con la pastoral juvenil. Jóvenes que ellos mismos
tuvieron hacen algunos años ese mismo proceso.
Intentar que se reciba un sacramento con las garantías de una buena preparación y
por lo tanto con el deseo -no social-sino religioso de fortalecer su fe, y que quede en el
adolescente como una experiencia de vida que sin duda le motivará en lo sucesivo.
Incluso con una adecuada preparación con sus padres.
b) La pastoral educativa
En la educación sabemos que la persona tiene en sus manos una de las mejores llaves
para salir tanto de su marginación y situación de pobreza, como a la vez de ser menos
vulnerable a la agresiva presión de la sociedad de consumo, cuya principal meta
ofrecida es la de un engañoso bienestar material individual.
Destacamos en primer lugar la excelente obra de los Centros Educativos «Fe y Alegría»
promovidos por los PP. Jesuitas, sobre todo a lo largo de la América Latina situada en
la costa del Pacífico: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, y también en otros
lugares de América Central.
Colegios que están situados en las zonas más marginales, que han sido construidos,
paso a paso, ciertamente con ayudas solidarias, pero también con la colaboración de
los padres de familia, dotados de una buena infraestructura, con proyección a la
formación profesional. Pero sobre todo centros educativos donde la formación en
valores, la atención a los casos especiales, la formación religiosa, la formación familiar
y la preocupación por el sector donde está ubicado son realmente privilegiados.
Son colegios generalmente dirigidos por una comunidad religiosa, donde los maestros
(seglares) han sido escogidos y participan de la mentalidad de la formación integral de
los alumnos, y reciben permanentemente capacitación y actualización en su tarea. Y
donde también los padres de familia a través de la asociación y de los comités de aula
tienen una responsabilidad notoria. La aportación económica del Estado que paga el
sueldo de los profesores posibilita que los colegios sean gratuitos, (al mismo nivel que
los estatales), pero son mucho más reconocidos y apreciados por la educación que se
imparte y por la infraestructura y servicios, que no sólo son cuidados sino mejorados
permanentemente.
Los «Equipos Docentes» destacan no sólo por la revisión de su labor educativa, sino
por su proyección hacia la situación sociopolítica de la nación. Tienen una clara
perspectiva de hacer práctica su fe en la proyección de la organización sindical, barrial,
educativa, y aun en la participación política nacional. Ofrecen a los educadores laicos
una buena plataforma para el servicio desde la fe.
En sus reuniones se discuten aspectos educativos, situación socio política, estudio y
práctica del seguimiento de Jesús, y proyectan también acciones hacia el resto del
cuerpo magisterial en orden a mejorar conocimientos y actitudes.
Los profesores de educación religiosa, dentro del mismo centro educativo, asumen
también ministerios de: celebración de la Palabra, de coordinación de actividades
formativas, de reunión con padres de familia, de asesoría, de acompañamiento en
casos especiales. Sin duda una excelente presencia eclesial en la proyección educativa.
Conclusión
La Iglesia L.A. presenta ya una realidad rica y compleja en cuanto a la creatividad en los
ministerios laicales y la vivencia comunitaria de la fe. Esta realidad es bien reconocida.
Quizá la misma falta de sacerdotes para atender tantas necesidades pastorales hayan
sido una de las causas de revalorizar la acción del seglar y promover su participación
en las más variadas formas.
Sin embargo, no tendría que ser así, puesto que el seglar, por su mismo bautismo,
tiene responsabilidad y capacidad de ministerios en la Iglesia, y la vida práctica
demuestra lo valioso e incluso indispensable que resulta su aportación.
Por otra parte es indudable que las comunidades y los movimientos han posibilitado
tanto una mejor formación como una más decidida práctica del seglar. Es en ellas
donde el laico se ha capacitado y se ha fortalecido para asumir con alegría y esperanza
su tarea eclesial.
El camino sigue abierto, no está sino empezado. El laico sigue reclamando un puesto
más central en la Iglesia y se muestra más idóneo para penetrar las diversas instancias
sociales, ciertamente es su campo. Quizá la Iglesia dependa ahora más que antes de
saber confiar en su vocación, su carisma y su ministerio.
BIBL. — ADRIANO, JosÉ, «Teología dos ministérios e a formacao de agentes» en «Revista de Cultura» núm. 24,
sepbre. 1998. págs. 91-122; Pontificia Facultad de Teología de N.S. de la Assunláo. Sáo Paulo. Brasil. CELAM:
«Documentos de las Asambleas Generales de Puebla y Santo Domingo». Conferencias Generales del Espicopado
Latino Americano. CELAM. Bogotá. 1992; ESPEJA, JEsús, «Ministerios» en «Conceptos fundamentales del
cristianismo». Págs. 795-810. Editorial Trotta 1993. Madrid; GALLEGO, ANDRÉS, «jóvenes y Dios». En «Páginas»
núm. 161, febrero del 2000, págs. 35-42. Centro de Estudios y Publicaciones. Lima. Peru; PARRA, ALBERTO,
«Ministerios laicales». En «Mysterium liberationis» T. II, págs., 319-343. 2° Edic. Editorial Trotta. 1994. Madrid;
RICHARD, PABLO, «Los nuevos movimientos eclesiales en A.L.» en «Misiones Extranjeras». Núm. 172, agosto 1999,
págs. 290-297. IEME. Madrid; ROMERO, CATALINA, «Cambio en los valores religiosos en el Perú», en «Páginas»,
núm 161, febrero del 2000, págs. 25.-34. Centro de Estudios y Publicaciones. Lima. Perú; VILLACÉ, JEsús, «Los
Ministerios en Santo Domingo». En «Misiones Extranjeras» núm 141, Junio de 1994. Págs. 240-255. IEME. Madrid.
Daniel Camarero
Misión (Iglesia)
La misión es, además de don, una tarea histórica, contextuada, como diakonía de la
caridad y diálogo interrelegioso e intercultural. Las mediaciones de la misión son el
anuncio (que incluye el kerigma, la doxología y la confesión de fe), unido al
compromiso transformador y al testimonio martirial. Los destinatarios son todos los
hombres y todo hombre. El fin último, la glorificación y el culto a Dios, haciendo que Él
sea todo en todos. En otras palabras, hacer realidad el señorío de Cristo (su reinado).
- Celebrar la fe.
Cuando la misión se dice "Ad gentes" se trata de la misión hacia pueblos y personas
donde no se ha anunciado aún el cristianismo. En este sentido son como terreno
virgen para el kerigma.
BIBL. - R. BERZOSA MARTÍNEZ, Para comprender y vivirla Iglesia Diocesana, Burgos 1998.
Misionera, Pastoral
Misión "Ad gentes", que tiende como objetivo prioritario a quienes no han oído hablar
de Cristo, no han entrado en contacto con la Iglesia de modo directo y por ello están a
la espera de un primer anuncio directo y explícito del Evangelio. Para mayor claridad,
deberemos aún indicar que los tres niveles se encuentran íntimamente relacionados,
pero que el dinamismo y el horizonte de toda la actividad de la Iglesia procede de la
misión que ha recibido de cara a toda la humanidad, con una proyección por tanto
claramente universalista.
Agentes
Agentes y responsables de esta pastoral misionera deben ser todos los bautizados y
miembros de la Iglesia, en la medida y en el sentido en que todos son responsables de
la vida de la Iglesia y de su misión. Nadie por tanto debe ser excluido de una
responsabilidad que se enraíza en el bautismo y en la fe, si bien esta responsabilidad
debe estar modulada en virtud del ministerio que se desempeña en la Iglesia y del
carisma que se ha recibido. Una ulterior modulación deberá proceder de las
circunstancias en que se encuentra la propia comunidad o la propia diócesis, que no
pueden ser detalladas aquí debido a la diversidad de situaciones que se pueden
presentar y que deberían ser analizadas de modo concreto y particular. Aludiremos
por ello a la responsabilidad propia de cada uno de los estados de vida, que se dan en
la Iglesia.
El obispo es agente radical, dado que es el sucesor de los Apóstoles, y por ello quien
guarda y expresa la memoria de la misión confiada por el Resucitado a sus Apóstoles, y
que debía conducir hasta los confines de la tierra. En cuanto miembro del colegio
episcopal, el obispo es (en cuanto pastor de su Iglesia) responsable de la solicitud por
todas las Iglesias y por la evangelización del mundo entero. Ello lo debe realizar, como
decimos, en cuanto preside una Iglesia local. Por ello en esa Iglesia debe potenciar
todas las iniciativas que contribuyan a la misión ad gentes y debe generar los
organismos que hagan posible que en todos los campos de la pastoral se abra la
mirada a la evangelización universal. En este sentido es responsabilidad suya que
exista un Consejo Diocesano de Misiones, que recoja las diversas fuerzas y sectores de
la propia diócesis.
Entre los agentes en este campo concreto de la vida de la Iglesia se pueden mencionar
otros dos: Los misioneros, que deben ser realidad viva en la vida de la diócesis, de
modo que desde todas las áreas de la pastoral se les tenga en cuenta y que recojan su
testimonio, manteniendo la comunicación y la solidaridad permanente; además los
animadores misioneros, una realidad que debe ser progresivamente potenciada,
porque descubren como su carisma y su servicio eclesial el cultivo de la dimensión
misionera (en el sentido indicado) en los diversos campos de la vida eclesial.
Destinatarios
Desde un punto de vista, son todos los hombres y todas las Iglesias del mundo
destinatarios de la pastoral misionera, pues ésta consiste en que todos los cristianos
tengan su mirada y su corazón orientados más allá de las propias fronteras. No se
puede hablar, ciertamente, de destinatarios directos, pero en cualquier caso no
pueden quedar sin una mención expresa.
Desde otro punto de vista los destinatarios son todos los miembros de la Iglesia local y
cada uno de sus grupos y asociaciones, pues la pastoral misionera pretende
precisamente conseguir que cada uno cumpla del modo adecuado la responsabilidad
que señalábamos anteriormente. Las modalidades deberán variar, pero sería
artificioso pensar que cualquiera de los miembros de una iglesia local puede quedar al
margen de la pastoral misionera.
Mediaciones pastorales
Las campañas que normalmente están repartidas a lo largo de todo el año, pero que
deberán estar insertadas en un proceso global de formación y de actividades
pastorales.
Entre las sombras se pueden mencionar, ante todo, las dificultades para que el pueblo
cristiano capte las transformaciones, que se han operado en el ejercicio de la misión
universal. El peligro de que lo identifiquen con la ayuda a los pobres del Tercer Mundo.
La dificultad de coordinación con otros organismos o sectores de la vida pastoral. La
lentitud en la configuración de animadores misioneros...
Alejandro García
Misterio (Iglesia)
Que la Iglesia es misterio significa que "es una realidad últimamente penetrada por la
divina presencia, y por ello es de tal naturaleza que admite siempre nuevas y más
profundas investigaciones... El misterio de la Iglesia no es un mero objeto de
conocimiento teológico, sino un hecho vivido".
Modelos de Iglesia
Nunca son buenas las alternativas radicales. La realidad enseña que una de las claves
de lo verdadero es la integración de contrarios. Los contrastes, hechos dilemas,
sofocan y fanatizan. Este breve preámbulo quiere denunciar algunos tipos
estereotipados de opciones eclesiales que, cuando se unilateralizan, resultan
peligrosos y falsos. Conviene tenerlos en cuenta en estos tiempos de nueva
evangelización.
Así, los que quieren contraponer una Iglesia evangelizadora (del anuncio) frente a una
Iglesia sacramentalizadora. Anuncio y sacramento se complementan y necesitan.
Tampoco podemos enfrentar una Iglesia denominada democrática frente a otra
autocrática. La comunión eclesial exige mucho más que cualquier forma democrática
(exige fraternidad) y rompe los moldes autoritarios. No tiene sentido tampoco
contraponer Iglesia carismática (también llamada' popular y de pequeños grupos o
comunidades) frente a Iglesia institucional (o jerárquica y de masa). La única Iglesia
sabe potenciar ministerios y carismas, vocaciones y funciones, al servicio y edificación
común. Finalmente, ¿qué sentido tiene contraponer Iglesia profética frente a una
Iglesia cultual? El profeta, cuando lo es de verdad, sabe que la transformación de la
realidad viene desde el proyecto de Dios, no sólo humano. Y el sacerdote, cuando lo es
de verdad, sabe que el culto que ofrece no es algo separado de la vida y de la realidad
social, sino desde dentro de ella para transformarla.
La CEE publica esta instrucción pastoral el 14-2-1996; los obispos españoles continúan
la reflexión iniciada en "La verdad os hará libres", y procuran aplicar a la situación de la
Iglesia española dos encíclicas de Juan Pablo II, "Veritatis Splendar" y "Evangelium
Vitae". El documento que nos ocupa se centra en dos temas importantes: la relación
entre libertad y verdad, y la relación entre ley civil y ley moral. El estilo del documento
viene exigido por los temas que trata, es bastante conceptual y tiene pocas referencias
concretas.
Partes de que consta MSD. La instrucción tiene una introducción, tres capítulos y la
conclusión. 1° Libertad y verdad en el ser humano. 2° Orden moral y ley civil. 3°
Democracia, pluralismo y moral. Conclusión: hay motivos de esperanza.
Contenidos principales de MSD
Se equivocan los que piensan que la verdad del hombre puede ser múltiple, divergente
y subjetiva, pues entonces la libertad no estaría referenciada a la verdad ni a los que
desde su situación de necesidad limitan nuestra libertad. La Iglesia no tiene el
monopolio de la verdad, pues el hombre puede llegar a conocer los valores
universales, ya que la inteligencia humana es obra del creador. Jesucristo, como
revelación de Dios y del hombre, esclarece las búsquedas de la razón.
Si el hombre olvida que es imagen de Dios, nunca llegará a ser plenamente libre, pues
los deseos y egoísmos de la voluntad propia suplantarán a los valores morales
objetivos.
- La relación entre el orden moral y la ley civil. Aluden los obispos españoles a dos
situaciones preocupantes: basar la libertad en opciones e intereses, y convertir la
soberanía popular en positivismo jurídico. Tenemos hechos históricos en que se ha
suprimido la libertad cuando la referencia última ha sido la voluntad de la mayoría.
Sobre la relación entre el orden moral y la ley civil, los obispos hacen las siguientes
reflexiones:
Movimientos eclesiales
Más allá de particularismos carismáticos, y como notas comunes a todos los actuales
movimientos laicales, P. J. Cordes, en un valioso y reciente libro, señala que están en
línea con la sensibilidad de nuestro tiempo; palpando la crisis de transmisión de la fe;
el cristocentrismo como viraje en la crisis; y la misión en el contexto de la pluralidad.
En cuanto a los peligros para el laico, desde los movimientos, son al menos éstos:
Que el movimiento, al querer subrayar tanto uno u otro de los aspectos que
forjan su propio carisma, acabe por secularizar al laico ("su misión sólo para el
mundo"), clericalizarlo ("su misión casi exclusivamente en el interior de la
Iglesia") o espiritualizarlo casi como una vocación de especial consagración ("al
acentuar su llamada a la santidad y la vivencia de la espiritualidad").
1. Una experiencia reciente: Seminario Universal sobre los movimientos (Roma, Junio
1999)
Sobre este tema de los nuevos movimientos, en Roma, en el Pontificio Ateneo Regina
Apostolorum, de los Legionarios de Cristo, tuvo lugar en el mes de junio de 1999 un
"Seminario de reflexión y diálogo" sobre "los movimientos eclesiales y las nuevas
comunidades en la solicitud pastoral de los obispos", que reunió a un centenar de
prelados de todo el orbe. Entre los asistentes, se encontraban los arzobispos
españoles Antonio Cañizares Llovera (Granada) y Lluís Martinez Sistach (Tarragona),
los obispos Braulio Rodríguez (Salamanca), Javier Martínez (Córdoba) y Juan Antonio
Reig (Segorbe-Castellón) y el auxiliar de Madrid César Franco, éste en representación
del cardenal Antonio María Rouco Varela.
Citando al cardenal Ratzinger, Rylko señala que "el papado no ha creado los
movimientos, pero ha sido su esencial apoyo en la estructura de la Iglesia, su pilar
eclesial. En esto, se hace quizá visible, como nunca, el sentido más profundo y la
verdadera esencia del ministerio petrino; éste debe mantener vivo el dinamismo de la
misión ad extra y ad infra".
La tesis del cardenal Ratzinger es que en la Iglesia debe haber siempre, además de los
servicios y misiones eclesiástico-locales, otros servicios y misiones universales, unidos
al ministerio y misión apostólicos, según lo que sucedió al comienzo de la Iglesia. En
este sentido, el concepto de sucesión apostólica albergaría una vertiente que va más
allá del ministerio centrado exclusivamente en la Iglesia local. La sucesión apostólica
conlleva un elemento de apostolado universal. Los movimientos apostólicos en la
historia de la Iglesia así lo han puesto de relieve (monjes primitivos, reforma de Cluny,
franciscanos y dominicos, jesuitas y movimientos misioneros deI s. XIX). Los peligros
que anidan en los movimientos son: unilateralidad a la hora de acentuar un carisma y
absolutizarlo como si fuera "el" camino y no "una forma de existencia cristiana".
Pero también las Iglesias locales pueden ser tachadas, a veces, de conformismo o de
excesiva "planificación pastoral cerrada", en la que no hay cabida para los
movimientos.
Tras enumerar los frutos que los movimientos han generado y siguen produciendo en
el seno de la Iglesia, subrayó cómo el nacimiento y difusión de estas comunidades "no
ha dejado de suscitar interrogantes, malestar y tensiones; tal vez ha comportado
presunciones e intemperancias, por un lado, y no pocos prejuicios y reservas, por otro.
Ha sido un período de prueba para su fidelidad, una ocasión importante para verificar
la autenticidad de sus carismas".
Entre las deficiencias, definidas por algunos como "enfermedades de juventud" de los
movimientos, Rylko recordó las siguientes: "la absolutización del movimiento de
pertenencia y el sentido de superioridad respecto a las otras realidades asociativas,
acompañados del deseo de imponer al propio grupo sobre todos; el entusiasmo de los
neófitos, que a veces genera exuberancias y exageraciones unilaterales, tanto en la
praxis como en la doctrina, y que, cuando falta una adecuada formación teológica,
puede implicar riesgos; el encerramiento en el ámbito del propio grupo, que puede
llevar a extrañarse del contexto de la vida parroquial y diocesana; el riesgo de
considerar a la comunidad como una especie de refugio donde anidar para eludir los
problemas de la vida familiar y social".
Refiriéndose a los pastores, Rylko precisó: "En este contexto, no se pueden ignorar los
obstáculos puestos a la vida de los movimientos por la actitud titubeante, si no
negativa, de los pastores, que en ello son influenciados -dijo- por el desconocimiento
de los movimientos o por un conocimiento escaso y unilateral, por prejuicios
pastorales y por la desconfianza -demasiadas veces, en efecto, se generalizan
experiencias aisladas negativas para descalificar al conjunto-; por una rígida
concepción de la comunión eclesial que no admite ninguna diversidad, siendo que la
comunión de la Iglesia es orgánica y no significa uniformidad, sino más bien unidad en
la diversidad, por una también rígida visión de la planificación y de la coordinación
pastoral, en las parroquias y en las diócesis, que obliga a todos a hacer las mismas
cosas al mismo tiempo; por una insuficiente comprensión del hecho de que cada
carisma, para su desarrollo, tiene necesidad de un espacio de libertad adecuado,
porque sólo así puede llevar los frutos deseados".
"Los sacerdotes -dijo también- deben ser bien conscientes de que los movimientos y
las otras asociaciones laicales no son un suplemento decorativo, sino parte integrante
de la vida parroquial y un indicador significativo de la vitalidad religiosa de nuestras
comunidades. Los movimientos, acogidos cordialmente en la parroquia y
acompañados con amistad, pueden convertirse en un importante medio de
amplificación de las iniciativas pastorales en diversos ambientes, y especialmente en
aquellos que son más difícilmente alcanzables por el sacerdote. La experiencia
muestra cómo los carismas propios de los movimientos han ayudado a muchos
sacerdotes a vivir plenamente la riqueza de su vocación".
2. Lo universal y lo local
"Los movimientos -añadió-, tal como han sido entendidos por Juan Pablo II y por Pablo
VI, son una expresión de la Iglesia universal. Nacen en un lugar determinado, pero
miran a todo el mundo, y pretenden responder a las necesidades y a las exigencias de
la Iglesia en todo el mundo, y no en una sola o en algunas diócesis. Universales son su
dinamismo misionero, su programa y sus proyectos, sus propuestas, su formación
apostólica, su espiritualidad. Este dato es su riqueza, pero es muy a menudo la razón
de tanta perplejidad: ¿Cómo se comportarán en las Iglesias particulares? ¿No querrán
imponer esquemas no adaptables a diversas realidades locales? No pocos obispos, con
motivo y en nombre de las Iglesias particulares, y por instintivo rechazo a la
universalidad, tienen dificultades en acoger a los movimientos, tienen la impresión de
que, no naciendo en el suelo de la propia Iglesia particular, estos movimientos no
pueden ser parte de ella".
"A estos movimientos se les pide que se conviertan, por así decir, en realidades de la
Iglesia local, que se particularicen.
3. La Iglesia es un movimiento
"Tales movimientos -añadió- son históricamente los instrumentos por los cuales la
Providencia realiza en la vida de la Iglesia y, por ende, en la vida del mundo, su
designio de hacer presente con mayor evidencia el acontecimiento de Cristo".
Para abordar esta cuestión, intervinieron en una mesa redonda los profesores Giorgio
Feliciani, de la Universidad de Sacro Cuore de Milán y Gianfranco Ghirlanda, jesuita de
la Gregoriana. Ese encuentro fue moderado por el arzobispo de Tarragona, Lluís
Martínez Sistach, quien, frente a opiniones que ponen en tela de juicio si la nueva
normativa del Código de 1983 sobre las asociaciones de fieles ofrece el marco jurídico
adecuado para la variedad de asociaciones de fieles que van apareciendo en la Iglesia,
expresó su opinión de que dicha normativa es suficiente. "Ello no significa -dijo- que
no surjan dificultades al aplicar la normativa canónica vigente a los nuevos
movimientos eclesiales, por la variedad de los miembros que los componen y por otras
características propias de estos fenómenos asociativos. Con todo, considero que los
nuevos movimientos son reconducibles a la figura de asociación canónica de fieles y a
su regulación. Con ello, se tiene un marco común para todos ellos".
Su iniciador fue Kiko Argüello, en Madrid, en 1964, entre los suburbios de Palomeras
Altas. Pronto a Kiko se une Carmen Hernández, licenciada en física y teología. Sus
iniciadores se sintieron llamados por el Señor a vivir el anuncio cristiano entre los
pobres, y compartir su vida, en medio de la miseria, soportando las consecuencias del
pecado de nuestra sociedad. En aquel ambiente se hizo una relectura de la Biblia. Tras
algunas experiencias en parroquias de Zamora y Madrid, y con el apoyo del Arzobispo
de Madrid, Mons. Casimiro Morcillo, en 1968 fundan también en Roma. Actualmente,
el Camino está extendido por los cinco continentes. Se puede calificar el movimiento
neocatecumenal como una "pastoral de evangelización y catequesis permanente de
adultos", dirigido especialmente a los alejados. Su itinerario pastoral-espiritual es un
camino largo:
• Anuncio del Kerigma: una catequesis introductoria que explica el sentido del
catecumenado; dos catequesis existenciales: quién es Dios para ti, qué sentido tiene tu
vida; dos catequesis sobre Cristo y el Kerigma; celebración penitencial comunitaria;
últimas catequesis mostrando cómo Dios ha hablado al hombre en la historia;
celebración de la Palabra sobre el significado de la Biblia en la vida de la Iglesia.
• Inicio del catecumenado: dos años. Cada mes se dedica a descubrir un momento de
la historia de la Salvación. Se hace un segundo escrutinio (donde se dan cuenta de que
el mayor obstáculo son ellos mismos y sus ídolos).
• Elección: dos años. Son llamados a vivir un sacerdocio con un culto espiritual en un
templo no construido por manos humanas, una espiritualidad de acción de gracias, de
constante Eucaristía, como reyes, profetas de la historia, que viven en medio de
naciones su misión de ser Pueblo de Dios, sacramento para el mundo del amor que
Dios tiene por todos, especialmente por los pecadores.
Designamos con este nombre técnico a las comunidades fundadas por los jesuitas en
torno al año 1940. En España se llaman también CVX. Su origen remoto puede enlazar,
dentro de la espiritualidad ignaciana, con las denominadas "Congregaciones marianas"
del S. XVI.
Un punto esencial es su sentir con la Iglesia. La unión con Cristo sólo es posible en un
marco de unidad eclesial. Los dones de uno se deben vivir en una comunidad
determinada y libremente elegida. Se aboga por una vida apostólica intensa, integrada
en la misión confiada por Cristo a la Iglesia.
Para salir de una teología y espiritualidad de "mediación" que puede perder su ímpetu
misionero y que no forme adecuadamente a los más jóvenes, se pide una teología y
espiritualidad de "presencia", de bloque, de alternativa, donde la acción conjunta y el
descubrimiento del cristianismo como acontecimiento salvífico y adhesión eclesial a la
persona de Cristo son los quicios vertebradores.
Sus destinatarios principales son los bautizados que necesitan volver a despertar y
revivir su fe.
5.5. Focolares
La fundadora de este importante movimiento eclesial es Chiara Lubich, en 1948.
Encierra una espiritualidad basada en el Evangelio, con una idea-fuerza: Dios es amor y
el amor es unidad. Es un movimiento con clara vocación ecuménica. De dicho
movimiento se alimentan laicos, sacerdotes y religiosos.
Todo ello con un fuerte sentimiento de vivir una espiritualidad comunitaria, adaptada
a las circunstancias de hoy y de cada contexto geográfico y social.
Justicia y Paz nace como un deseo del Papa Juan Pablo VI. En 1967, el Papa definía a la
Comisión Pontificia de Justicia y Paz "como una Comisión que tiene la misión de
mantener los ojos abiertos de la Iglesia, el corazón sensible y la mano pronta para la
obra de caridad que la Iglesia está llamada realizar en el mundo con el fin de promover
el progreso de los pueblos más pobres y de favorecer la justicia social entre las
naciones, como nos recordaba GS 30".
En España sus estatutos fueron aprobados en 1997. Sus fines son: cooperar en la
realización de la misión de la Iglesia mediante la promoción y defensa de los derechos
humanos, la justicia y la paz; impulsar y estimular el compromiso socio-político de los
cristianos; difundir la doctrina social de la Iglesia: promover las acciones eclesiales en
favor de la justicia, la paz y los derechos del hombre.
Justicia y Paz tiene, pues, un marcado carácter eclesial pero al servicio de la sociedad.
Hoy, en el ámbito español, los asuntos de especial atención son los siguientes: los
inmigrantes y los que solicitan asilo y refugio; el paro y la pobreza; la participación de
los seglares en la vida de la Iglesia; la sensibilización con relación al Tercer Mundo; la
defensa de los derechos humanos; y la ayuda al continente africano e
hispanoamericano.
La eclesialidad es vivida más bien a nivel de relaciones entre "los responsables" y los
consiliarios de la Iglesia local.
BIBL. - Para los movimientos en general: Cf. R. BERZOSA MARTÍNEZ, Teología y espiritualidad laical, CCS, Madrid
1994; ID., Ser cristianos en la Iglesia y en el mundo, DDB, Bilbao 2000. Para el camino neocatecumenal: A. ZEVINI, ll
cammino neocatecumenale, 231-267; P. J. CORDES, Signos de esperanza. Retrato de siete movimientos eclesiales,
13-33; R. BLÁZQUEZ, Las comunidades neocatecumenales, DDB, Bilbao 1996 7a ed.; ID., Las comunidades
neocatecumenales, un camino de iniciación cristiana: "Teología Espiritual" XXXVI (1992) 237-254; K. ARGÜELLO, El
camino neocatecumenal: "Misiones Extranjeras" 172 (1999) 322-328. Para las Comunidades de Vida Cristiana; F.
BoTTA, Le comunitó di vito cristiana, en A. FAVALE, Movimenti ecclesiali contemporanei, LAS, Roma 1985, 115-129.
Para Comunión y Liberación: F. PERRENCHIO, Comunione e liberazione, 375-401; P. J. CORDES, Signos de
esperanza. Retrato de siete movimientos eclesiales, 96-112; J. CARRIÓN-J. PRADES, Cristo presente aquí y ahora:
"Teología Espiritual" XXXVI (1992) 265.
Raúl Berzosa
Mujer marginada
Desde la experiencia vivida con la mujer marginada, tenemos que decir que no
queremos hacer una pastoral de marginados, como si pudiéramos hablar de distintas
"pastorales". Entendemos que pastoral es llevar y vivir la Buena Noticia del Reino
proclamada por Jesús y ésta es clara y es única. No queremos hacer una pastoral para
marginados, como si a las personas pudiéramos dividirlas en clases y ser marginado
fuese una forma de ser; y dependiendo de su forma de ser y estar hacemos la pastoral
de una u otra manera. Preferimos hablar de una pastoral en contextos de marginación,
una Pastoral en el Cuarto Mundo y utilizamos la preposición "en", porque no
queremos hacerla desde fuera, sino desde dentro.
A la luz de la Palabra de Dios. No se ama lo que no se conoce, por eso lo primero que
hay que hacer si queremos de verdad ser auténticos seguidores, portadores de Buena
Noticia, es conocer la realidad que envuelve al Cuarto Mundo y escuchar sus gritos:
"El Espíritu del Señor sobre mi, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la
Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los
ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor... Esta
escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy" (Lc. 4, 18,19. 21).
Y como Pablo, vivirlo como misión. "Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo
de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el
Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una
recompensa. Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado" (ICor. 9,16-
17).
a) Desde la Iglesia
Si la Iglesia y los que la formamos queremos ser fieles a Jesús "enviado a llevar la
Buena Noticia a los pobres", debemos vivir, anunciar y trasmitir el Mensaje, debemos
situarnos al lado de los últimos, compartir sus problemas, sufrimientos, vivir en su
defensa, encarnando el lenguaje evangélico en su lenguaje, y promoviendo una vida
más digna, más humana como signo de la salvación total y definitiva que ofrece Jesús.
Cuando intentamos reconstruir lo que está roto, estamos haciendo que aflore la
dignidad.
Estamos todavía lejos de ser una Iglesia pobre y de los pobres. La comunidad de Jesús
debe tomar parte de la vida de esos hermanos nuestros incapaces de entrar y
participar en la dinámica social.
Salir a las calles y sentar en la Mesa del Banquete a todos los que nos encontramos
caídos, hambrientos... por los caminos. Porque los seguidores de Jesús descubrimos en
la fracción del Pan el lugar de encuentro, "la realización del Reino, la fiesta en la que
los excluidos se sientan a la mesa para compartir el Pan, la Palabra, la compañía" y
siguiendo con lo que dice Catalá, T. "no se podrá celebrar la Fracción del Pan si antes
no se han compartido muchos panes y palabras... la Fracción del Pan hará presente el
Cuerpo entregado y la Sangre derramada, que nos devuelven a los cuerpos rotos y a la
sangre derramada por los crucificados. Y por eso hemos de estar siempre dispuestos a
dar razón de nuestra esperanza y de la Bondad del Padre al que nos la pida".
Queremos situarnos desde nosotros, desde nuestra experiencia de Jesús, el Hijo del
Padre; desde la experiencia de Dios como Padre que siente ternura por sus hijos y que
se acuerda de que somos barro, criaturas limitadas, queremos abrir nuestras vidas al
perdón y a la misericordia, que nos lleva a hacer Justicia porque nuestra vida no se
centra en nosotros mismos, sino en Él, en su Mensaje.
b) Situación socioeconómica
En el Cuarto Mundo, la mujer marginada es el resultado y síntoma de una sociedad
enferma por el consumismo o la excesiva pobreza; por el eficientismo o paro; por la
competitividad o apatía; por el materialismo, hedonismo o vida infrahumana.
Estas situaciones sociales inciden de manera especial en las personas que viven bajo
formas diversas de opresión y/o esclavitud. Destacamos, por ser las que más les
afectan y por consiguiente contra las que tenemos que luchar: el desempleo por falta
de capacitación, salarios bajos incapaces de satisfacer las necesidades básicas:
vivienda, salud, comida, educación..., explotación en el trabajo, el machismo que usa y
explota a la mujer, las dificultades para seguir unos estudios...
Sí, la persona tiene que llegar a vivir integrada, sus necesidades tienen que estar
cubiertas. Llevar el Evangelio, la Buena Noticia, es acompañar a que sean más
personas, más humanas porque Jesús es el hombre totalmente integrado. Ser imagen
nos lleva a ser cada vez más humanos y por consiguiente más divinos.
¿Las condiciones de opresión en las que se encuentran las mujeres y los contextos que
evangelizamos, nos impulsan a la denuncia profética de las estructuras que no
respetan los derechos humanos?, ¿cómo nos comprometemos para que el amor de
Dios se haga real y concreto?
c) Situación familiar
En un contexto así ¿cómo hablar de un Dios Padre, preocupado por sus hijos, de un
Dios comunidad de amor?, ¿cómo construir el Reino?
La desvalorización social de la mujer, junto con la ausencia de una figura materna que
sirve de identificación con el propio sexo femenino, facilita en muchos casos el
ejercicio de la prostitución.
¿Cómo presentar la figura de María como Madre, como Mujer plenamente realizada?
¿Cómo descubrirles al Dios que vive dentro de ellas? ¿Cómo hacer que sientan su
presencia, su amor?
En el campo de los valores tienen bastante confusión, con una mezcla de valores y
antivalores. Muestran gran aprecio por el amor, la sinceridad, la justicia, la amistad,
aunque en su actuar son poco consecuentes con ellos. Poseen una gran capacidad de
amar, que debido a su baja autoestima y valoración, no la saben encauzar. La ausencia
de modelos de identificación dificulta la maduración como persona.
Destacamos que se muestran muy receptivas para escuchar y acoger los mensajes que
se les dirigen. Son conscientes de lo negativo que hay en sus vidas aunque pretenden
cambiar sin esfuerzo y sin procesos.
¿Cómo "utilizar" el aprecio que tienen por el amor, la sinceridad, la justicia, la amistad,
su capacidad de escucha y de acoger los mensajes? ¿cómo presentarles el Mensaje?
e) Situación Religiosa
La figura de Jesús les resulta más cercana. Lo admiran como "líder" que exigía justicia y
amaba a los pobres y pecadores. No es difícil identificarse con Jesús en la Cruz, como
símbolo de sufrimiento y dolor. Les gusta llevar una cruz al cuello, aunque luego el
mensaje de Jesús no les diga nada y sus vidas no tengan nada que ver con Él. En lo que
se refiere a la Iglesia la identifican con el clero o como lugar de culto. La figura de
María la veneran y no es raro ver que tienen medallas o estampas en alguna de sus
advocaciones.
¿Cómo despertar en ellas su capacidad de contemplación para que descubran las
huellas de Dios Padre-Madre de sus vidas, y a Jesús que ama y perdona?
3 Objetivo General
a) Objetivos Específicos
Proclamar y testimoniar la Buena Nueva de Jesús como mensaje salvador que ilumina
las situaciones de oscuridad y de muerte en la que vive y es fuerza transformadora y
dignificadora de sus vidas.
b) Ambito de actuación
4. Mediaciones
Para nuestra reflexión en este punto nos ayudamos de las aportaciones de J. Ignacio
Calleja en su escrito "Entender nuestro mundo, principio de evangelización".
Partimos de la mediación como elemento esencial de Dios para comunicarse al
hombre. Dios sale al encuentro y habla por medio de personas, libros, hechos, signos...
Elementos principales de la mediación son: Dios, que se comunica al hombre y el
hombre, capacitado para acoger a Dios y responderle.
En nuestros contextos de marginación creemos que las mediaciones deben tener unas
características que ayuden y nos ayuden a vivir y transmitir de manera coherente el
mensaje: Confianza en Dios salvador de la historia humana. Valoración de la persona,
imagen de Dios. Ordenación de las prioridades de la acción desde los intereses de las
marginadas y excluidas. Equilibrio entre la protesta y la propuesta. Coherencia entre
las prioridades solidarias de la acción y el modo de vida de los seguidores de Jesús.
Espacios sociales donde aliviar el sufrimiento y recuperar la dignidad humana.
5. Agentes. "... ahora ve, yo te envío para que saques a mi pueblo". Ex. 3,10
Ya Dios Padre pensó en el ser humano como agente de la liberación en los contextos
de marginación.
Jesús, creó la Iglesia como sacramento de Salvación, envió a los apóstoles al mundo
entero, como también El había sido enviado por el Padre, para llevar la Buena Noticia a
los desheredados. Los seguidores de Jesús "consagrados" por el bautismo somos
enviados a una misión: ser instrumentos de la salvación de nuestros hermanos. Toda
misión exige, para ser auténtica, ser enviado. Y el que es enviado tiene que hacerse
consciente de esa llamada por parte de Dios y dar una respuesta a la llamada. Ser
llamado no es un privilegio; es un don gratuito.
Introducción
En los albores del siglo XXI, y después de más de 52 años de vigencia de la Declaración
de los Derechos Humanos, donde se reconoce la igualdad de todos los hombres y la
negación de toda discriminación, todavía su cumplimiento está en el terreno de la
utopía. Hoy, esa Ley, firmada y asumida por la mayoría de los países, permanece, en
muchas ocasiones, más en el papel y en la manifestación de intenciones, que en la
realidad
El tema que nos ocupa nos va a ayudar a entrar, aunque sea de forma sintética, en uno
de los más graves problemas: la discriminación de la mujer. Discriminación que se da
en todo el mundo, pero en especial en los países de ese mundo que denominamos
«SUR» al que pertenece América Latina.
Conocemos bien, por otra parte las mujeres que han logrado surgir, con esfuerzo y
tenacidad, desde este mundo popular y destacar a pesar de este ambiente
discriminatorio. Son ciertamente ejemplos admirables y ellas mismas las primeras
defensoras de la dignidad y los derechos de toda mujer, luchadoras incansables contra
cualquier tipo de discriminación.
Nos ocuparemos también de la preocupación de la Iglesia alrededor de este aspecto
de discriminación de la mujer. De esa Iglesia Latinoamericana que se ha distinguido
por su práctica de evangelización liberadora y que encuentra en esta situación no sólo
un reto y compromiso, sino también el desafío y la oportunidad de reconocer desde el
interior de su pastoral, una participación activa y principal de la mujer.
Esta visión desde la práctica pastoral nos lleva a visualizar aspectos importantes en los
que destaca la participación de la mujer como centro de la acción pastoral de la Iglesia
en muchos aspectos. Mujer y evangelización tienen una amplia y necesaria relación en
la Iglesia de América Latina.
1. La discriminación de género
Partimos del supuesto, que presentamos como una verdad aceptada, de que, en
ninguna sociedad las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres. Esto
es precisamente lo que se llama: discriminación de género; que significa, en resumidas
cuentas, que del hecho de haber nacido hombre o mujer se derivan en nuestras
sociedades una serie de condicionamientos, los cuales conllevan a que se cuente con
más o menos oportunidades, que se abran o se cierren puertas, o a que, como
recientemente sale demasiado a la luz, la mujer sea la víctima principal en la
denominada «violencia doméstica». Todo esto sucede simplemente por ser mujer.
Decimos que ocurre en todos los países, aunque con matizaciones y una gravedad
mucho más fuerte en los países del «Sur». No es lo mismo, ciertamente, ser una mujer
blanca, de clase alta y de estudios superiores, -blanca, rica, cultivada-, que ser una
mujer de raza negra, perteneciente a una clase humilde y analfabeta o con pocos
estudios, -negra, pobre, analfabeta.
La mujer cada vez está tomando una mayor conciencia de su realidad y de sus
derechos y en todo el mundo se destapan con mayor fuerza los abusos y vejaciones
mayores que la mujer (por ser mujer) recibe en diversos lugares.
Charlotte Buch, coordinadora de la campaña mundial sobre los DD.HH. de las mujeres,
en la Conferencia Mundial de Viena (1993), hablaba de la situación de la mujer en
forma dramática pero a la vez llena de fuerza interpeladora:
Pero en los países del Sur, sobre todo, ya hemos dicho, entre las clases más populares,
la distancia todavía es abismal, y la discriminación de género una violencia grave y
cotidiana. Si esto es así, ¿por qué habría de sorprendernos que se esté desarrollando
una creciente conciencia entre las mujeres, principalmente entre las mujeres de los
países del «SUR», en los que entra América Latina y también en aquellas otras mujeres
que sienten la necesidad de ser solidarias principal aunque no únicamente entre las
personas de su mismo sexo que padecen mayores injusticias?
Si nos situamos en A.L. también este movimiento tiene su fuerza. En primer lugar se
está desarrollando una creciente conciencia entre la mujer popular latino americana
de su realidad de opresión. Se sienten oprimidas en cuanto desempleadas,
trabajadoras, campesinas, indígenas, consumidoras (al igual, pero más fuerte, que
muchos de sus padres, maridos, novios, hermanos), pero también se sienten
oprimidas desafortunadamente como mujeres (incluso también a manos de sus
propios padres, maridos, novios, hermanos, amigos).
Quizá todavía algunos no lleguen a ver la verdadera dimensión que tiene que alcanzar
esta nueva revolución que ya ha comenzado en la historia. Sin embargo, esta rebeldía
y conciencia activa de la mujer en la lucha por la igualdad es de tal importancia y tiene
una perspectiva tan transformadora que de ella, la eminente antropóloga social
Margareth Mead, hizo ya hace unos años una afirmación realmente importante: «En la
humanidad sólo hay cuatro períodos, después de los cuales nada ha sido igual sobre la
tierra: la evolución, la era glaciar, la revolución industrial y el movimiento feminista».
3. La problemática de la mujer
Por eso la reunión de New York tomó el nombre de Beijng + 5 en el sentido que el
compromiso fue revisar las 12 áreas de preocupación establecidas en Beijing, para ir
evaluando los logros. Aunque su evaluación la sitúa más en pocos logros (advirtiendo
sin embargo que no hay tampoco retroceso), hay incidencias firmes en relación a
problemas significativos: la violencia doméstica, el tráfico de mujeres, la proclamación
de la igualdad en salud y educación, y la eliminación de la pobreza en la mujer, incluso
con pequeños proyectos productivos. La dificultad mayor surgió en el aspecto de la
salud reproductiva, campo de batalla de difícil solución.
Por su parte las Conferencias sobre Población y Desarrollo asumen otra perspectiva: ya
que vinculan claramente sus objetivos de forma preferencial a la niñez, a la mujer y a
los proyectos educativos y productivos, pero a la vez, vinculan la posibilidad del
desarrollo en los países del «Sur» al establecimiento de claras políticas de «salud
reproductiva» bajo cuyo título esconden toda la problemática que contiene métodos
impuestos de forma compulsiva y los objetivos claros de alcanzar unos logros en el
control de la natalidad, vinculando no sólo los gastos que generen los programas, sino
otras ayudas económicas al establecimiento de esta política de población.
Pero, por otra parte, al vincular fuertemente la mayoría de estos programas al control
de la natalidad, con especial injerencia en los sectores más populares de los países
menos desarrollados, y pretender realizarlos de forma arbitraria, sin contar con el
derecho de las personas, abusando más de la mujer e imponiendo (a veces sin un
discernimiento claro ni libertad) métodos que van incluso contra sus mismos deseos
personales y sentido moral, se convierten de esta forma, de nuevo, en sujetos de otra
forma de esclavitud y de opresión.
Estas agresiones han sido tan fuertes en algunos países que conocemos en A.L. que no
sólo han levantado firmes protestas del episcopado, sino que incluso han merecido
investigaciones y denuncias de importantes medios de comunicación y aún un rechazo
público de organizaciones feministas radicales, que aún admitiendo en teoría estos
medios de control de la natalidad, han rechazado la política de utilización por ir contra
la libertad de la mujer, e incluso con la existencia de donación de alimentos a las
personas que sometían a estas prácticas.
La Iglesia L.A. hace una clara opción pastoral por la mujer y una opción que determina
la priorización de la situación de la mujer de los sectores populares, es decir, la mujer
que arrastra esa situación especial de pobreza, de injusticia, de opresión y aún de
esclavitud por ser víctima de costumbres, de normas, y aún de, todavía alguna ley
discriminatoria.
La opción por la mujer es, por lo tanto, una concreción de la opción por el pobre. La
mujer es «el pobre por antonomasia», ser pobre y ser mujer es ser doblemente pobre
en la situación actual de la mujer popular de A.L. Incluso ya dijimos que, a nivel de los
países del Sur, se puede decir también que «la pobreza tiene un especial rostro
femenino».
Como opción por el pobre está inserta en lo más profundo de la esencia evangélica y
en ella radica también una de las principales opciones de la Iglesia Latinoamericana.
Hay importantes documentos de los obispos, se han desarrollado muchos aspectos
pastorales e, incluso, tiene ya una fuerte significación los estudios, reflexiones y
encuentros en torno a una teología específica de la mujer: la teología feminista, que
está ayudando a abrir horizontes y presentar interesantes aportes.
En primer lugar está, en la raíz de los problemas, la realidad de una menor valoración
de la mujer en relación al varón. Valoración que se da a lo largo de su vida: desde el
mismo nacimiento (todavía en varios países, se obliga a inscribir a los varones antes de
los cinco días de su nacimiento, mientras para las mujeres hay un tiempo mucho
mayor), hasta el final de sus días: abusos sexuales, objeto de mercancía, mayor
dificultad para el estudio y el trabajo, problemas para el liderazgo político u
económico...
Un segundo problema lo situamos en torno al machismo legal y cultural del que está
formada la sociedad. El varón es el que tiene la primacía en todo, la mujer sigue siendo
secundaria. Aún en el matrimonio: la mujer es la que debe seguir al varón y
establecerse en su domicilio, y aún debe tener permiso de él para poder ejecutar a
veces las más mínimas cosas. Su mundo se reduce a su hogar.
En lá década de los 80, realizamos en una zona rural del valle de Huaura en Perú,
varios encuentros con mujeres de centros de madres; los realizamos en una casa de
campo en régimen de internado. Muchas de estas mujeres era la primera vez que
dormían fuera de casa, y llevaban algunas 20 y 30 años de matrimonio, y una de sus
mayores felicidades fue el comer durante tres días sin tener ni que comprar, ni que
hacer la comida.
La mujer sigue convertida en esclava de la casa, y no sólo por el trabajo que le absorbe
dentro de ella, sino por las normas culturales que la sujetan: no puede o no debe salir
de ella «sin pedir permiso»; y además en las zonas urbano marginales, por las
circunstancias de la situación de sus viviendas alejadas, cuando sale, lo hace con
peligro o inseguridad. Todavía «una mujer no puede andar libre y tranquilamente sola
por la calle».
Un tercer marco de problemática es el relacionado a las políticas estatales de control
de la natalidad. La mujer se constituye no en beneficiaria, sino en víctima de esta
política. Lo primero que la problemática se trata sin el menor respeto a las decisiones
personales y además en la práctica toda la politica restrictiva va alrededor de métodos
para la mujer (actualmente la esterilización es uno de los más graves problemas. El
estado no busca el bienestar de la mujer, simplemente busca, por las obligaciones
contraídas con Organismos Internacionales, el que disminuya la natalidad, por ello
ejerce acciones (principalmente coercitivas) hacia la «mujer reproductora»
(recordamos las denuncias que se hicieron contra la vacunación obligatoria, de la
población femenina del Perú en edad fértil, por sospechas fundadas de elementos
esterilizantes temporales).
Finalmente hay otro aspecto central y más amplio, es el relacionado con la mujer y su
verdadero rol social, que apenas es reconocido, pero que sin embargo es
trascendental, se refiere a la importancia de la mujer en la construcción del tejido
social: con sus organizaciones populares, con sus aportaciones de pequeños trabajos
productivos, con el cuidado de la educación de sus hijos, está haciendo posible que
puedan superarse situaciones de emergencia, y tienen un protagonismo en la
esperanza de mejora, que muchas veces se desconoce.
Por ello el mayor de los errores e injusticias no es sólo desconocer el valor de estas
acciones sino posibilitar, de una vez por todas, que la mujer pueda ir accediendo, en
igualdad de condiciones y capacidad, a los espacios económicos, sociales y políticos
donde el país se juega su destino.
Entre los movimientos feministas en el mundo hay algunos, los denominados liberales,
que se dan más bien en tos países ricos, donde la mujer no sufre las condiciones de
pobreza. Estos movimientos sostienen en general que la liberación de la mujer
consiste en alcanzar una libertad en escoger sus vidas para poder competir libremente
con el hombre, tanto en aspectos profesionales como políticamente.
Sin embargo en América Latina los movimientos feministas se centran casi totalmente
en las ínfimas condiciones de pobreza que padece la mujer en la sociedad, pero
también toma aspectos de las relaciones patriarcales, de la división sexual del trabajo,
se interesa asimismo por la cuestión sexual y reproductiva, y, en su conjunto, busca
una necesaria transformación social para que sea posible el reconocimiento efectivo y
práctico de sus derechos y la superación de las diferencias de género.
c) La teología feminista
Es un movimiento que tiene ya una dimensión notable y que sigue avanzando no sin
dificultades. Sintetizamos algunos aspectos básicos en orden a una mejor comprensión
de sus planteamientos:
— Los contenidos. Desde la teología feminista se proyecta con fuerza una teología de
liberación donde resalta el valor pleno y radical de la vida, la perspectiva de esperanza,
las raíces evangélicas de la dignidad de la persona, del respeto a la autonomía y no
dependencia de la mujer, y, asimismo, de la proyección evangélica hacia un desarrollo
integral que incluye la participación activa en el desarrollo de la sociedad y de la
Iglesia.
Se refuerzan también las convicciones en la fuerza liberadora del pobre (en este caso
de la mujer), en la confianza en sus organizaciones y en la proyección liberadora de sus
prácticas religiosas.
Pero es que, además en América Latina hay otros tipos de teología feminista que se
diferencian ya más en planteamientos y en contenidos, en cuanto que el marco social
y cultural es más diverso; nos referimos a la teología feminista indígena (que intenta
iluminar desde la realidad de la mujer en las etnias indígenas) y la teología feminista
negra (que hace lo mismo desde la realidad de la cultura afroamericana).
d) La praxis eclesial
Las organizaciones sociales. - La mujer en América Latina está encontrando una forma
sencilla pero útil a la vez para ir ganando formación, espacios sociales y a la vez
adquirir un mayor protagonismo y fuerza social.
Todas sin duda tienen una cierta importancia pero relativa. Es una buena plataforma
para comenzar un proceso de mayor integración, mayor responsabilidad, mayor
significación en las decisiones fundamentales del Estado; pero serían sencillamente
retardatarias e incluso de fácil utilización política por los Gobiernos de turno, si se
quedan simplemente en este tipo de acciones. La dignidad de la mujer, su capacidad y
la necesidad y el beneficio social de una mayor integración, reclaman cuotas más altas.
Los grupos de padres de familia (insistimos que a veces son sólo o principalmente
madres), examinan también a la luz de la fe el entorno del barrio, sus problemas, y,
dependiendo de las orientaciones de los diversos grupos, abordan a veces también la
problemática económica, social, laboral, e incluso estructural.
Es una labor de discernimiento que ayude a que la mujer participe con soltura y desde
la fe en los problemas comunes, que se atreva a contar sus propias dificultades y ver
en conjunto los problemas de todos. Así se tiene una mayor conciencia colectiva de la
importancia de ver cómo los problemas no son individuales, sino que la mayoría son
«problemas de género» o que, por lo menos el «género» los agudiza.
También han sido para ellas, un lugar de fuerte reflexión, comprensión y vivencia de la
fe. Han visto el Evangelio más cercano a los problemas de la vida, y han podido
comprender cuáles son los verdaderos valores del Reino predicados y vividos por
Jesús, y cuál el camino que se está marcando en la pastoral de la Iglesia L.A.
Un tercer aspecto en que las CEBS y los movimientos anexos han permitido a la mujer
entrar más de lleno en la problemática de las estructuras sociales:
Tanto los que surgen a nivel del entorno barrial: la lucha por mejorar sus sectores con
bibliotecas, mejores escuelas, parques deportivos o botiquines comunales, la lucha por
obtener los servicios de luz, de agua potable, de alcantarillado; como los problemas ya
más estructurales y de ámbito nacional, pero tratados tanto localmente como en su
proyección, nacional: los problemas de los «sin tierra», las organizaciones indígenas,
los grupos de defensa de los derechos humanos, las acciones contra la represión, los
comités de búsqueda de desaparecidos, los análisis de la problemática de la deuda
externa.
Los grupos de lectura bíblica. — El gran desarrollo que tiene en A.L. el estudio y lectura
popular de la Biblia, tiene también una principal incidencia en lo que concierne a la
mujer. Nos referimos aquí de forma única a este tipo de grupo de estudio de la Biblia
cuando se hace por mujeres y desde la perspectiva de la mujer.
La LPBM advierte con claridad, por un lado, la manipulación del mensaje, pero
también advierte y resalta el dato de que la Biblia, por tener también un autor
humano, guarda en su interior «voces extrañas», es decir, textos o discursos que,
desde su misma producción, atraviesan paradigmas culturales o religiosos de carácter
sexista, dominantes en el contexto de la Antigüedad. De ahí establece la necesidad de
una buena metodología.
Tampoco abordamos el tema, espinoso por cierto, del derecho y oportunidad de que
la mujer accediera a alguno de los ministerios ordenados, tema que se sigue
estudiando, pero sobre el que Roma ha querido dejar ya zanjado.
En las celebraciones litúrgicas que preside el sacerdote, la mujer tiene un puesto clave
participando activamente, como monitora, lectora, presentando ofrendas, peticiones,
dirigiendo el canto; y cuando se trata de celebraciones de la Palabra en lugares rurales
o barriales, también es la mujer la que asume una presencia más activa. La mujer es la
que preside muchas veces la Celebración de la Palabra, y también la que hace las
lecturas, o las explicaciones, ocupa, pues un puesto central.
Daniel Camarero
Mysterium Fidei
El Papa Pablo VI, el 3 de septiembre de 1965, publica una Encíclica sobre la doctrina y
culto de la Sagrada Eucaristía, bajo el nombre de "Misterio de Fe".
El motivo de esta carta del Papa es profundizar en lo que el Concilio Vaticano II, en su
Constitución sobre la Sagrada Liturgia, había reflexionado. Y, al mismo tiempo, salir al
paso de algunas actitudes pastorales que no son correctas: como la de aquellos que
afirman que las misas privadas carecen de sentido o la de quienes no afirman la
presencia real de Cristo en la Eucaristía. En definitiva, se sale al paso de quienes ponen
todo el acento y valor de la Eucaristía en su dimensión "comunitaria" mal entendida.
El Papa recuerda que sólo desde la Fe se entiende el gran misterio del sacramento
eucarístico. Que en el sacramento de la Misa Jesucristo se hace sacramentalmente
presente y que tal presencia se llama "real" no por exclusión de otras formas de
presencia "reales" sino por antonomasia, porque en ella se hace presente Cristo, Dios
y hombre, entero e íntegro. Por eso, afirma el Papa, Cristo el Señor se hace presente
mediante la transubstanciación: es el cuerpo y la sangre de Cristo.
El Papa recuerda el culto de adoración (latréutico), que se debe otorgar a la Eucaristía
no sólo durante la Misa, sino también fuera de su celebración. Por todo ello el Papa
exhorta a que se promueva el culto eucarístico como fuente de vida para la comunidad
y para cada cristiano.
BIBL. — PABLO VI, Encíclicas, Edibesa, Madrid 1998, 77-127.
Mystici Corporis
"Cuerpo Místico" hace referencia a una importante encíclica del Papa Pío XII, publicada
el 29 de Junio de 1943.
Nos recuerda el Papa, recuperando la más genuina tradición, que todos los bautizados
formamos un sólo y único Cuerpo en Cristo.
El Espíritu Santo es como el alma de este Cuerpo, que es la Iglesia. Y, gracias al Espíritu,
todos los miembros del Cuerpo están unidos entre sí y a la Cabeza, que es Cristo. De
este Cuerpo, los obispos, por su vínculo especialísimo con la Cabeza -Cristo- deben ser
considerados los miembros principales. Son los sucesores de los apóstoles en
comunión con el Papa. Esta verdad de fe no resta para que todos los miembros del
Cuerpo sean iguales en dignidad.
Este misterio de la Iglesia como Cuerpo Místico nos remite a la Trinidad: reproduce lo
que en ella se vive. La Virgen María cuida especialmente de este Cuerpo Místico de su
Hijo.
BIBL. — E. DENZINGER, El magisterio de la Iglesia, Herder, Barcelona 1963, 581-585.
Neoliberalismo
Releyendo a Fukuyama, no puedo por menos de abrir las primeras páginas del libro del
Génesis y revivir una paradoja: si en un principio la tentación de la humanidad fue
"querer ser como dioses gozando de la inmortalidad y de la capacidad de discernir
autónomamente el bien y el mal", hoy la tentación es la contraria: querer instalarnos
en la finitud de nuestra condición humana, dando por hecho que lo que vivimos en
este momento histórico es lo mejor.
El día que las tesis de Fukuyama se hagan experiencia general habremos llegado
ciertamente al fin de la historia, porque la persona humana habrá decapitado e
hipotecado su corazón y su cabeza. Y, lo que es más triste, elevado a rango de dios
todo un símbolo: el dólar; y canonizado un sistema: el neocapitalista o
neoconservador.
El cardenal está convencido de que si los valores que priman en nuestra sociedad son
sólo los materiales, supeditados al dios dinero, nuestra cultura se puede calificar de
"inferior". Y, lo que es peor, genera un modelo socio-político en el que proliferan
estructuras de injusticia, egoísmo y conflictividad social.
Hace no mucho se daban a conocer en Burgos estos datos: el 96% de los contratos
firmados en 1996 fueron temporales y casi la mitad de ellos tuvieron una duración
inferior al mes.
La doctrina social de la Iglesia aboga por situar a la persona por encima del capital y
por el reconocimiento efectivo de un trabajo digno para cada persona. El trabajo es
mucho más que un medio de subsistencia: está en juego la realización de la persona
misma. Por el trabajo, el hombre no sólo hace cosas sino que se hace a sí mismo.
Una llamada muy especial de atención para el sector juvenil. Sin el trabajo jamás podrá
emanciparse ni dejar de ser permanentemente dependiente de su familia o de
instituciones.
La llamada de los últimos Papas en el sentido de que los pobres (personas y naciones)
son cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos, sigue siendo un reto
dramático. Y como la naturaleza no da saltos, y ni el vacío puede permanecer por
mucho tiempo como tal, si el neoliberalismo no corrige sus premisas y su praxis, el
postcomunismo puede desembocar en sorpresas inesperadas. Ya se están dejando
sentir algunos signos. Léanse algunas acciones dedos movimientos de liberación
radicales y la caída del coloso ruso. Aviso para navegantes: ¿Qué pasaría con los
excluidos del sistema?
No hay soluciones fáciles. Se han acabado los sistemas "de piezas únicas", es decir, las
ideologías que creían que cambiando una pieza, todo cambiaría. O, con otras palabras,
sistemas que achacaban el mal a un solo problema: en el marxismo, la propiedad
privada. En el capitalismo, la iniciativa privada. En el revolucionarismo, el parar el
mundo para bajarse. En el fascismo, el sindicalismo vertical, etc.
Hoy, una llamada de atención: se necesita, con urgencia, equilibrar cuatro fuerzas:
política, cultura, religión y economía. Cada cual en su dimensión. Pero las cuatro al
servicio de la persona y de su dignidad. Rompiendo el llamado abismo, cada vez más
abierto, de la desigualdad.
Por todo lo cual se hace necesario un pacto mundial entre países ricos y pobres. Un
pacto internacional realista, equitativo, solidario y pacífico. Es la base del verdadero
Orden Nuevo Mundial para el comienzo del milenio.
Suele ser un tópico afirmar que la ciudad, surgida desde el Renacimiento, fue el
símbolo del paraíso íntegramente humano, de la civilización y del progreso.
Oponiendo metrópoli a la barbarie de formas de vida inferiores, tanto rurales, como
de inferior desarrollo. La ciudad moderna ha sido el símbolo de hasta dónde una
nación, un país, un pueblo, podía catalogarse dentro del Primer, Segundo o Tercer
mundo.
Los últimos sistemas vigentes en el final del siglo, capitalismo liberal y colectivismo
estatalista, deben corregirse radicalmente en sus errores. Recordemos que el
neoliberalismo radical desemboca en la globalización salvaje.
BIBL. - R. BERZOSA MARTÍNEZ, Evangelizar en una nueva cultura, San Pablo, Madrid 1998; ID., ¿Qué nos espera en
el S. XXI? DDB, Bilbao 1998.
Y la New Age (la Era Acuario) me atrevería a definirla como verdadera bomba de
relojería en lo más profundo del cristianismo. Porque no se trata sólo de una religión
más, ni de un nuevo movimiento o una nueva secta. Es una completa "gnosis", o visión
integral de la realidad, capaz de dar sentido a todo y a todos los aspectos de la vida. Y,
lo que es más grave, no se enfrenta con el cristianismo, ni con las religiones en
general, sino que se instala en ellos para, utilizando incluso su mismo lenguaje,
espiritualidad y símbolos, darles un sentido completamente diferente.
A la pregunta ¿cuáles pueden ser los principales rasgos que definen de alguna manera
la New Age? podemos señalar al menos cinco adjetivos calificativos:
1. Holística: pues considera todas las cosas como reunidas en un gran Todo, en el
que los elementos están comunicados entre sí.
2. Ecológica: pues la tierra, Gaia, es para esta visión una realidad viviente, sensible
e inteligente.
3.
4. Andrógina: ya que sostiene la copresencia de caracteres masculinos y
femeninos en todo.
5. Mística: redescubre lo religioso y lo divino en todas las cosas de la vida
cotidiana.
6. Mundial: invita a todos los individuos a abrirse a la dimensión mundial tomando
conciencia de su integración en la humanidad entera, sin que esto suponga
prescindir de las propias raíces culturales.
1. Antecedentes: Nos situamos entre los años 20-40. Autores y corrientes que,
desde Norteamérica, redescubren la religiosidad, cultura y literatura orientales,
y se abren a nuevos campos de experimentación de la mente y del espíritu
(esoterismo, espiritismo, etc). Como ejemplo, Paul Le Cour.
2. Fundación: Entre los años 40-60, y marcados por la experiencia existencial y
dramática de la guerra mundial, se buscan nuevos mensajes morales, éticos y
religiosos para reconstruir las bases de una nueva humanidad y sociedad. Ante
el desastre de las contiendas mundiales, no sirven ni la religiosidad ni la ética
tradicionales. Sobresale Atice A. Bailey.
3. Consolidación: Ya situados en los años 60-80, ante la experiencia optimista del
desarrollismo, del progreso, de la sociedad del bienestar, junto al boom de las
psicologías humanistas y no directivas del emblemático "Instituto Esalen", y
arropados por los movimientos sociales alternativos de los años 60, la New Age
va adquiriendo consistencia en su utopía de una fraternidad planetaria, y en el
ensalzamiento de lo espiritual.
4. Madurez: Desde los años 80, asistimos a la última generación de la New Age. El
nuevo paradigma científico, de cuño holístico y ecológico, las nuevas corrientes
musicales katárticas y minimalistas, y el desarrollo de nuevas formas de
psicologismo humanista, van definitivamente invadiendo diversos campos y
niveles, avalado todo ello por los mass media. Aquí se sitúa el fenómeno de M.
Ferguson y su libro "La conspiración de Acuario".
¿Por qué se denomina a la New Age también como "Era de Acuario"? Porque nos
encontraríamos casi al final de un ciclo astronómico (Piscis) e inicio de otro (Acuario).
Hubo un tiempo en el que se vivió bajo el signo de Tauro, y aparecieron los imperios y
religiones de Mesopotamia. Vino después Aries, y floreció la religión judía. El signo de
Piscis, que comenzó su reinado el 21 de marzo del primer año de nuestra era, ha sido
denominado "crístico" (IXCIS). Hacia el año 2160 el sol entrará en el signo de Acuario, y
este signo traerá consigo una nueva religiosidad mundial capaz de reconciliar todas las
demás religiones.
Acuario va a suponer un nuevo orden mundial, una humanidad nueva, y una nueva
religión: Ganimedes, vertiendo agua sobre el mundo, es símbolo de abundancia. R.
Hervás escribe lo siguiente: "Al término de la era de Aries el cordero o carnero es
sacrificado para dar paso a la era de Piscis. Con el advenimiento de Cristo el hombre
desprecia el haoma o la hidromiel (las bebidas vitales y estupefacientes de la época
anterior) para tomar la nueva bebida vital de la era de Piscis: el vino o sangre
misteriosa de la tierra, transformada en la sangre de Cristo. A la época de Piscis se
accedía por la purificación bautismal (pez y agua) y mediante el ejercicio de la pobreza,
castidad y humildad".
Basados en M. Fuss y otros autores, resumimos los que se pueden denominar "puntos
teológicos" de la New Age de esta manera:
2) Gaia (Gea), la diosa madre Tierra, entendida como ser planetario, organismo vivo, y
cuyo "órgano ejecutor" sería la humanidad. Todo lo que afecte a la Tierra afectará al
hombre. Todo está unificado. Hay que descubrir la dimensión ecológica en cada cosa y
acontecimiento. Se sustituye la imagen paterna de Dios por la materna inmanente,
cuya energía todo lo sustenta e invade. La piedad y religiosidad nuevas son
matriarcales. Según H. Mynarek, ni la fe en un Dios personal ni Jesús como Dios son ya
sostenibles. Jesús, en todo caso, sigue siendo una de las grandes figuras que tuvieron
un presentimiento de la totalidad ecológica, pero la formuló apoyado en la idea de un
Dios personal, idea condicionada históricamente y superada en la actualidad.
d) Una nueva teología cósmica, capaz de cubrir el vacío y sinsentido del hombre y la
sociedad actuales, y abrir a una nueva liberación más integral que la meramente
racionalista-ilustrada o práxica. Es una cosmología inspirada en la visión de Teilhard de
Chardin, pero dando un paso más: es la evolución transformadora de la cosmogénesis
a la biogénesis; y de la biogénesis a la antropogénesis. Una vez vivenciada la
antropogénesis como conciencia colectiva y vivencia del amor total, se pasará a la
noogénesis superior. Es decir, se pasa de lo natural inerte a lo biológico; de lo biológico
a lo humano; de lo humano a la humanidad; y de la humanidad "nueva", con
conciencia ecológica y holística, o de fusión, a una conciencia superior y perfecta. Todo
ello moviéndonos dentro de un inmanentismo (sólo un mundo: el nuestro) y de un
panteísmo (todo es a la vez natural y divino).
2) Frente a la enseñanza bíblica de que el hombre es pecador y morirá una sola vez
debiendo comparecer ante el Dios de la justicia (Hb 9,27-28), la Nueva Era insiste en
que el pecado no existe, sino que es ignorancia o imperfección por estar a un nivel
inferior de conciencia personal. Igualmente se admite la reencarnación.
3) Frente a la enseñanza bíblica que insiste en que la salvación nos viene dada por la
gracia de Dios a través del misterio pascual de Cristo (Rm 3,19-26; Ef 1,7-8), la Nueva
Era propugna una especie de pelagianismo, o visión optimista de la persona humana,
en cuanto la persona humana se salva por sí misma, y alcanza por sí misma la
perfección, mediante diversas técnicas.
5) Frente a la enseñanza bíblica que insiste en la necesidad de orar (Mt 6,5), la Nueva
Era centra toda su atención en una especie de meditación que no deja de ser un
diálogo con uno mismo, sin abrirse a la trascedencia ni a la relación con un Dios
personal. Al mismo tiempo la oración cristiana está muy lejos de prácticas esotéricas,
espiritistas, adivinistas, ocultistas o mágicas, incluido el channeling o comunicación con
espíritus.
7) Frente a lo absoluto de un único Dios creador, y del hombre como criatura, la Nueva
Era parece presentar una imagen del hombre con poderes casi infinitos en sus
posibilidades de llegar a ser incluso como Dios, que recuerda la tentación del Génesis
hecha por la serpiente: "En el momento que comáis del fruto prohibido se abriran
vuestro ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal" (Gen 3,4-5).
3) No hace falta escuchar a Dios en la Sagrada Escritura; no hay Dios personal que nos
hable. Basta escuchar la música del cosmos con el "tercer oído".
4) En lugar de la unión con Dios, se busca la fusión holocósmica con el Todo. Sobra ya
la santidad cristiana y la unión con Dios.
5) No hace falta el bautismo para nacer como hijos de Dios; basta vivir ahora un nuevo
nacimiento de unidad cósmica.
6) En vez de Jesucristo, hijo de Dios, persona divina y redentor, basta el Logos solar, el
Cristo avatar e instructor mundial.
Frente a la New Age, hay que insistir con J. A. Pagola en que la fe cristiana no es una
iniciación esotérica, ni un camino de iluminación de la conciencia. Ni la salvación
consiste en una experiencia de plenitud cósmica a través de un proceso de
reencarnación. El cristianismo cree en Jesucristo, tal y como lo transmiten los
Evangelios, y en "su sabiduría", que no es ninguna ciencia oculta o teosofía esotérica,
sino la Buena Nueva de un Dios Padre capaz de salvar al hombre.
BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Nueva Era y cristianismo, BAC, Madrid 1996.
El día 6 de Enero del año 2001, el Papa Juan Pablo hizo pública la Carta Apostólica
"Sobre el Nuevo Milenio naciente". Para la pastoral tiene gran importancia por marcar
unas líneas programáticas.
En la Introducción, el Santo Padre recuerda con gratitud el pasado (nn. 1-2), y desea
mirar al futuro para saber traducir el tesoro de la gracia del Jubileo 2000, en objetivos
y líneas de acción concretas (n. 3)
La primera parte de la Carta nos habla de la herencia del gran jubileo. El Papa subraya,
como hechos destacados del Año de Gracia, la purificación de la memoria, y la petición
de perdón, personal y comunitariamente (n. 6); el redescubrimiento de la preciosa
memoria de los testigos de la fe, especialmente del s. XX (n. 7); la necesidad de que la
Iglesia peregrina redescubra sus orígenes apostólicos (n. 8); y una renovación del
compromiso apostólico con los más necesitados y alejados de la Iglesia (nn. 9-16).
En un segundo capítulo, el Papa nos habla de la identidad cristiana, que es tanto como
hablar de un rostro para seguir contemplando. Ser cristianos es exclamar, como un día
los discípulos, "Queremos ver tu rostro" (Jn 12,21). ¿Dónde lo contemplaremos?; en la
Sagrada Escritura, principalmente en los Evangelios (nn. 17-18); en el camino
existencial, desde la fe, alimentado por el silencio y la oración (nn. 19-20); en la
profundidad del misterio encarnado: "El Verbo se hizo carne". Jesús es el Nuevo Adán
que nos introduce en el misterio profundo de la vida trinitaria (nn. 21-24); en el rostro
del hermano doliente ("Misterio en el misterio"), siguiendo el ejemplo de los santos
capaces de dar sentido a las "noches oscuras" (nn. 25-27); finalmente, en la
experiencia viva del resucitado, como los Apóstoles y Pablo (n. 28).
c) Eucaristía dominical: La Eucaristía deber ser, para cada bautizado, el centro del
domingo. No es sólo cumplir un mandamiento, sino necesidad de vida cristiana
consciente y coherente. Al celebrarse en comunidad, es un antídoto contra la
dispersión. Por eso, el día del Señor se convierte también en el día de la Iglesia (nn. 35-
36).
e) Primacía de la gracia. Hay una tentación en la vida espiritual y pastoral: pensar que
los resultados dependen de nuestra capacidad de hacer y programar. Ciertamente
Dios nos pide una colaboración real con su gracia y nos invita a utilizar todos los
recursos de nuestra inteligencia y capacidad operativa en la causa por el Reino, pero
sin olvidar "que sin Cristo no podemos hacer nada" (Jn 15, 5). Esto significa, de nuevo,
un acto de fe en el valor de la oración (n. 38).
La tercera y última parte del documento papal habla de la misión o acción pastoral, y
se titula Ser testigos del amor. Éstas son las claves importantes:
Ante las pobrezas persistentes, y las nuevas pobrezas, es la hora de una nueva
"imaginación de la caridad" que promueva no sólo la eficacia de las ayudas prestadas,
sino la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con quien sufre para que el gesto
de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno.
Tenemos que actuar de tal manera que los pobres, en cada comunidad cristiana, se
sientan como en su casa. Sin esta forma de evangelización, el Evangelio corre el peligro
de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de las palabras al que nos somete la
comunicación cada día. La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras
(n.50). Un gesto concreto: una vez cubiertos los gastos del Jubileo, las limonas
sobrantes, el Papa ha querido destinarlas a obras de caridad (n. 53).
f) Diálogo y misión: es necesario el diálogo interreligioso para proponer una firme base
de paz y alejar las amenazas de guerras de religión (n. 55). El diálogo no se basa en la
indiferencia religiosa, sino en el anuncio a todos, con el mayor respeto a la libertad de
cada uno, del don de la revelación del Dios-Amor (Jn 3,16). Este diálogo no sustituye a
la missio ad gentes. La Iglesia está abierta a discernir los verdaderos signos de los
tiempos o del designio y presencia de Dios (n. 56).
g) A la luz del Concilio: debemos acoger el Concilio. Aquellos textos no pierden su valor
ni esplendor. Se deben releer de forma apropiada y ser conocidos y asimilados como
textos cualificados y normativos del Magitesrio, dentro de la Tradición de la Iglesia. El
Concilio ha sido la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el s. XX. El
Concilio es brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza (n. 57).
En la conclusión a la Carta, el Papa nos invita a caminar con esperanza. El Hijo de Dios
encarnado hace 2.000 años realiza también hoy su obra. Hemos de agudizar la vista y
tener un gran corazón para convertirnos en sus instrumentos. Hemos celebrado el
Jubileo para tomar contacto con este manantial vivo y para seguir poniéndonos en
camino. Contamos con el mismo Espíritu de Pentecostés que nos envía. Estamos
unidos, en comunión, en la Mesa de la Palabra y la Eucaristía, particularmente la
dominical. Nos acompaña María como estrella de la nueva evangelización (n. 58). Nos
exhorta finalmente a que Jesús resucitado nos encuentre vigilantes y preparados para
reconocer su rostro y correr hacia nuestros hermanos para llevarles el gran anuncio:
"¡Hemos visto al Señor!" (Jn 20,25).
BIBL. - JUAN PABLO II, El Nuevo Milenio Naciente, San Pablo, Madrid 2000.
Nueva evangelización
En 1984 en Sto. Domingo el Papa se sitúa en esta óptica: está naciendo un mundo
nuevo, interdependiente en muchos aspectos. Ante este fenómeno de globalización, el
Papa habla de que la nueva evangelización tenga como horizonte la "civilización del
amor". Esta formulación fue empleada por Pablo VI para hablar de la categoría
teológica del Reino de Dios en términos sociopolíticos. Juan Pablo II utiliza en SRS la
expresión "cultura de la solidaridad"; esta propuesta la hace el Papa después de
analizar las sangrantes situaciones de explotación y marginación que se dan entre el
Norte y el Sur. El gran reto de la evangelización consiste en promover una forma nueva
de entender las relaciones humanas y las estructuras sociales desde los valores
evangélicos que propician la civilización del amor.
En la encíclica "Redemptoris Missio" Juan Pablo II tiene en cuenta a las Iglesias de vieja
cristiandad que cuentan nominalmente entre sus miembros a muchos alejados que
viven, en la práctica, como no cristianos. En algunas zonas de América Latina también
se da de forma alarmante el problema de los nuevos movimientos religiosos y de las
sectas. Para el Papa, en estos contextos, el objetivo prioritario de la nueva
evangelización consiste en testimoniar, de modo profético y martirial, a Cristo
Resucitado, presente y actuando en unas sociedades que fueron vivas en otro tiempo,
y que conservan las raíces cristianas en su cultura.
En la encíclica sobre los laicos, ChFL, en el n° 34 se presenta una óptica nueva para
comprender la nueva evangelización: la renovación de las comunidades eclesiales para
que sean signo de evangelio y transformación social. Esto no será posible sin primar
como objetivo principal en la evangelización la desembocadura comunitaria de los
procesos catecumenales y la formación de comunidades eclesiales convertidas,
encarnadas en la realidad y comprometidas con los problemas humanos.
Si sintetizamos los tres enfoques podemos decir que la nueva evangelización tiene
como horizonte la civilización del amor, y desde ahí tanto para evangelizar a los
alejados como para construir el Reino en una sociedad descristianizada, necesitamos
de comunidades cristianas maduras en su fe, entusiasmadas con el Evangelio, con un
estilo de vida alternativo y generadoras de cultura cristiana. La renovación de las
comunidades supone volver a beber en los orígenes, el análisis de la realidad para ser
alternativa de vida, la vida de comunión y corresponsabilidad, y el compromiso con los
más desfavorecidos.
"Los cristianos, insertos en los más diversos contextos sociales, miran al mundo con los
mismos ojos con los que Jesús contemplaba la sociedad de su tiempo" (DGC 16). Jesús
mira la realidad desde dentro de la humanidad y su historia, atento al proyecto
salvador del Padre y con una actitud profundamente esperanzada. Sabemos, como
creyentes, que en todo acontecer humano está la acción creadora del Padre, la
presencia del pecado y la fuerza definitiva de la Pascua que lleva la realidad humana a
la "plenitud escatológica".
En nuestro mundo se valora la dignidad humana y los derechos humanos que de ella
se derivan; al tiempo, se sigue conculcando la dignidad humana de la forma más
abusiva en uno y otro lugar.
La evangelización es quehacer de todos los cristianos y para todos los cristianos. "La
Iglesia existe para evangelizar" (EN 14) y la evangelización tiene que ver con el proceso
que engendra y desarrolla la fe a través de varios momentos y aspectos unidos
intrínsecamente entre sí: "anunciad", "haced discípulos y enseñad", "sed testigos",
"bautizad", "haced esto en memoria mía", "amaos unos a otros". Si este es el camino
de la maduración de la fe, la evangelización engloba tanto el anuncio a los no
creyentes, la edificación y consolidación de las comunidades existentes, y el proceso
catecumenal que siguen los que hacen la iniciación cristiana o la retoman para
renovarse interiormente. El mensaje de Jesús afecta a todos los niveles de la existencia
humana: la respuesta de la fe como sentido de la vida, la conversión al Reino como
estilo de vida y el compromiso sociopolítico para cambiar la realidad de los más
desfavorecidos de la humanidad.
Jesús ha venido para evangelizar a los pobres; como dice Pablo VI en EN. Estas
palabras tienen un gran alcance, pues la prueba de que ha llegado y está llegando el
Mesías y su Reino es que se anuncia la Buena Noticia a los pobres. Mt. 25, 3136 es una
elocuente invitación a no quedarse en qué del Reino, sino a intentar llegar a los cómos
que hacen real y concreta la fe verdadera. Cristo nos consiguió la revelación "en
pobreza y en persecución". (cfr. L.G. 8c), si éste ha sido el camino de Cristo debe ser
también el camino de la Iglesia evangelizadora. La preocupación que los cristianos
tenemos de evangelizar a "todo hombre y a todos los hombres", se asegura de manera
más plena si vemos la realidad y situamos nuestro corazón y nuestros pies en la
"muchedumbre inmensa" de despojados que van "como ovejas sin pastor" en la
miseria más absoluta y la privación de los derechos humanos más elementales.
Cuando los pobres están en el corazón de la Iglesia ésta es más y mejor "sacramento
de salvación" para el mundo. El evangelizador es también evangelizado por el mensaje
y la causa de Jesús, el evangelio de los pobres, que adquiere rostro en los pobres
concretos y nos pide una respuesta audaz y profética para que la fe cristiana sea más
creíble.
La evangelización tiene presente los retos sociales y la identidad cultural del pueblo.
Como bien señala Casiano Floristán una de las tentaciones frecuentes de la teología es
relacionarse y expresarse con los esquemas propios de la cultura académica, es decir,
la dominante. Cuando el pensamiento teológico se lleva a la pastoral y la catequesis,
hacemos una teología popularizada, pero no popular (C. FLORISTÁN, Conceptos
fundamentales de Pastoral, Evangelización, Cristiandad, 1983, 348-349; cfr. J.
SOBRINO, ¿Qué es evangelizar? MisAb (1985/3); cfr. L. BOFF, La nueva evangelización.
Perspectivas de los oprimidos, Sal Terrae, 1990). A esta peculiaridad cabría añadir el
hecho de que el contexto sociocultural actual es poco facilitador de la formulación y
expresión de la fe cristiana. Por lo mismo, la evangelización debe tener presente al
mismo tiempo los retos sociales y la identidad cultural del pueblo, que como sustrato
existencial más o menos solapado sigue estando presente, al menos, en las vivencias
principales de lo humano. Este doble reto, que aunque va unido en la práctica, no se
puede confundir, supone estar atento a lo siguiente:
La vigilancia permanente para unir la constatación de las "semillas del Verbo" que hay
en nuestra cultura, la denuncia profética de lo que nos engaña y esclaviza, y la
propuesta de caminos nuevos en clave de esperanza. El pueblo, es decir, la gente
buena y sencilla tiene mucho que decir, por su propia competencia experiencial.
¿Cómo devolver al pueblo la palabra para que pronuncie su palabra? Sin duda alguna,
la evangelización conecta con los núcleos más profundos de la persona humana y con
los centros de interés más humanizadores que los seres humanos llevamos dentro.
1.° Comunidades cristianas testigos del Resucitado, que han encontrado su lugar en la
cultura actual y que son invitación al seguimiento de Jesucristo. — Las actitudes que
Jesús enseña a los que le siguen y con los que hace la comunidad fundante son los
siguientes: la primacía de Dios y su justicia, el desprendimiento de los bienes
materiales, la actitud de servicio al hermano, el perdón misericordioso, la donación
gratuita de la vida, el asumir las cruces con confianza y esperanza, el anuncio de la
Buena Noticia de que Dios es Padre y de que somos hermanos, y la opción preferencial
por los más pobres. Cristo muerto y resucitado es la confirmación definitiva de que el
modo de vida de la comunidad apostólica es más fuerte que la muerte, augura la
felicidad y anticipa los bienes escatológicos. Esto da a las primeras comunidades
creatividad en el Espíritu, misión compartida y corresponsabilidad en los ministerios. El
ideal comunitario sigue estando en los sumarios de los Hechos de los Apóstoles. A
nosotros nos toca seguir preguntándonos: ¿cómo un grupo de creyentes a través del
proceso evangelizador llega a ser una comunidad con estas características
constitutivas?; ¿qué experiencias estructurales de la identidad cristiana tiene que vivir
un grupo de catecúmenos para llegar a ser comunidad madura, encarnada y
misionera?; y ¿cómo hacer este proceso, con qué metodología, qué catequistas
requiere?
En concreto, y por citar únicamente uno de los problemas importantes que seguimos
teniendo: ¿qué pasa con los adolescentes y jóvenes que año tras año se confirman y
desaparecen de las comunidades parroquiales? Es claro que de su permanencia
depende, en gran medida, el futuro de las comunidades parroquiales. Si esto sucede es
que la iniciación cristiana no se ha hecho bien, pues no ha terminado en una
integración mínima y básica en la comunidad.
En la sociedad en la que vivimos urge analizar los destinatarios y los contextos en los
que se evangeliza; cada vez más necesitamos proyectos catequéticos especializados
según: edades, contextos socioculturales, contextos socioreligiosos y "escenarios"
como hace, por ejemplo, el estudio de A. TORNOS y R. APARICIO, ¿Quién es creyente
en España hoy? En este estudio cada tipología de creyente se estudia desde las
conductas religiosas, los factores desencadenantes, la repercusión vital, las
alternativas profanas y los bloqueos. Y cada grupo de esta tipología requiere una
respuesta distinta, aunque todas busquen la maduración de la fe.
El catequista actúa desde la doble fidelidad a Dios y a las personas concretas a las que
se dirige; además, sabe que lo que se trasmite no es suyo, lo ha recibido del mismo
Jesucristo a través de la tradición eclesial. Lo que anuncia como Buena Noticia no es
posible si no se encuentra en comunión de vida con Aquel que es el origen y el
contenido de su mensaje. Si la finalidad de la catequesis de iniciación es llevar al
hombre al encuentro con Dios, sólo lo puede intentar el catequista desde ese mismo
encuentro con Dios. Aquí reside la fuerza y garantía de su misión, y no en los logros
pastorales por muy eficaces que parezcan. La exigencia propia del proceso
catecumenal no está reñido con la sencillez de los creyentes y de las comunidades; la
evangelización de la sociedad actual se hace mejor desde la actitud de servicio y la
exclusión de toda superioridad, pero con la confianza gozosa del que desde su vida, se
siente feliz en el seguimiento de Jesús, y desde ahí se atreve a proponer el Evangelio.
El sentido humanizador y liberador de la fe, tanto a nivel personal como social, es lo
que puede interpelar más hondamente a nuestros coetáneos. Bueno será terminar
este apartado recordando las palabras de Pablo VI en EN al hablar del evangelizador al
que le pide que tenga el amor de la madre, cuyas características son la
incondicionalidad, la acogida, la ternura y la entrega hasta dar la vida, pensando más
en los hijos que en ella misma. Este cariño no está reñido con la claridad del que tiene
que corregir y amonestar, pero pensando siempre en el bien del otro, y haciendo que
la persona sea siempre lo más importante. Lo que nos dice si la iniciación cristiana está
bien hecha y se ha llevado hasta el final son dos parámetros irrenunciables: la
incorporación de los catecúmenos a la comunidad cristiana como miembros activos, y
el discernimiento de la vocación personal a la que Dios llama a cada uno desde el
Bautismo y la Confirmación.
5.° Evangelizar desde la religiosidad popular. - Partimos del hecho de que para muchos
cristianos es la forma normal, y casi única, de vivir la fe. En muchos casos, es la mejor
plataforma para llegar a los bautizados alejados de la referencia eclesial. Por el
carácter afectivo, expresivo y estético que tiene la religiosidad popular el esquema
propio del catecumenado queda invertido; lo primero en la religiosidad popular es la
expresión, desde ahí se da la acogida de la fe y, si se consigue por el trabajo pastoral,
se puede llegar al anuncio de la fe que reeduque la religiosidad popular.
Los obispos del sur de España en los documentos que tienen sobre la religiosidad
popular dan pistas muy sugerentes; nos invitan a asumir, colmar y trascender las
formas llenas de sentimiento que el pueblo tiene de manifestar su fe. Esta postura del
magisterio es una invitación a estar cercanos, a valorar desde dentro todo lo que tiene
de positivo la religiosidad popular y a ayudar a estas personas a purificar y enriquecer
su fe. El camino es largo y lento; los cambios se percibirán más al final que al principio.
Desde la cercanía y la aceptación se puede hacer el contraste y la crítica para que lo
auténtico aparezca con más fuerza y nitidez. A su vez, también los pastores y
evangelizadores debemos cuestionarnos sobre nuestra forma de vivir la fe, pues en
muchos casos no ha conseguido empatizar ni enriquecer la religiosidad popular.
Para que se pueda dar el diálogo que lleve a evangelizar la religiosidad popular desde
la necesidad popular necesitamos: cambiar nuestra actitud de frialdad y, a veces,
rechazo de estas manifestaciones, repensar seriamente cómo dar al pueblo su propio
protagonismo en estas propuestas, recuperar lo narrativo en la metodología de la
educación de la fe, adaptar el proceso de maduración de la fe a las características
propias de la religiosidad popular, captar las vivencias de la gente sencilla que más
tienen que ver con las experiencias fundamentales cristianas, profundizar en la
relación entre Cristo y María para asegurar el cristocentrismo y la comunión afectiva
con la persona, el mensaje y las causas de Jesús.
Como la religiosidad popular tiene que ver mucho con lo celebrativo, conviene
repensar por qué nuestra liturgia, rica en contenido teológico, pero pobre en
elementos simbólicos y afectivos, conectan tan poco con la religiosidad popular, pues
una y otra caminan de forma paralela. En la práctica, el desarrollo de procesos
catecumenales con las minorías que dirigen los grupos, hermandades, cofradías, etc.,
puede ser, a largo y corto plazo, lo que aporte resultados mejores y más sólidos.
"La inculturación debe implicar a todo el pueblo de Dios, no sólo a algunos expertos,
ya que se sabe que el pueblo reflexiona sobre el genuino sentido de la fe que nunca
conviene perder de vista. Esta inculturación debe ser dirigida y estimulada, pero no
forzada, para no suscitar reacciones negativas en los cristianos: debe ser expresión de
la vida comunitaria, es decir, debe madurar en el seno de la comunidad y no ser fruto
exclusivo de investigaciones eruditas" (RM 54). La relación método-contenido es
fundamental en la evangelización, pues hay que evitar tanto la yuxtaposición como la
idea ingenua de que el método es neutro en la transmisión del mensaje, o que el
contenido del mensaje es indiferente a cualquier método. Más aún, determinas
formas de evangelizar pueden provocar un rechazo total desde la sensibilidad del
hombre actual. "El método inductivo no excluye, más bien exige el método deductivo,
que explica y describe los hechos procediendo desde sus causas. Pero la síntesis
deductiva tendrá pleno valor sólo cuando se ha hecho el proceso inductivo" (DGC
150).
La concreción de los lugares donde se gestan los cambios culturales y en qué dirección
van estos cambios.
Las culturas que existen en los diferentes lugares, y que a primera vista pueden
parecer un todo homogéneo y no lo son: los grupos profesionales, el mundo obrero,
las personas dedicadas a la investigación científica, los jóvenes, los ambientes
marginados, los discapacitados físicos o psíquicos, los inmigrantes, las mujeres sin
promoción social, etc.
Todas estas particularidades, y otras más que se pudieran añadir, piden experiencias
nuevas, después de un serio análisis de los datos, que abran el camino a proyectos de
evangelización específicos, plurales y lo más adaptados a los destinatarios. En
consecuencia, los materiales para las diferentes etapas de la evangelización y, sobre
todo para la etapa misionera, deberían ser mucho más abundantes, variados y
específicos. Aquí tenemos una tarea pendiente y mucho trabajo por delante.
BIBL. – BOFF, L. La nueva evangelización. Perspectiva de los oprimidos, Sal Terrae, 1990; CARDENAL DANNEELS,
Evangelizar la Europa secularizada (Ponencia en IV Simposio de los Obispos de Europa): Ecclesia, 17 noviembre de
1986, 28-43; C.E.E., Impulsar una nueva evangelización (Plan de acción pastoral para el trienio, (1990-1993), Edice,
Madrid 1990; CELAM, Nueva evangelización. Promoción humana. Cultura cristiana (Documento de trabajo) 1992;
Congreso Evangelización y hombre de hoy, Edice, 1987; ESQUERDA J., Evangelizar hoy, Madrid 1987; GAYA S., La
segunda evangelización de Europa en el pensamiento de luan Pablo II, PPC, Madrid 1990; INIESTA, A., Anunciar a
jesucristo en la España de hoy, HOAC, 1987; GONZÁLEZ CARVAIAL, L., Evangelizar en un mundo postcristiano, Sal
Terrae 1993; LASANTA, P. J., La nueva evangelización de Europa, Valencia 1991; MACASE, C., La espiritualidad de la
nueva evangelización. Desafíos y perspectivas, CRT, México 1990; Obispos vascos y de Pamplona, La Iglesia
comunidad evangelizadora, ldatz, San Sebastián 1989; PAGOLA, J. A., Acción pastoral para una nueva
evangelización, Sal Terrae 1991; Roux, R. E., Nueva evangelización Eucaristía y construcción comunitaria, Indo-
American Press Service, Bogotá 1991; SALADO, D., Inculturación y nueva evangelización, San Esteban 1991;
SEBASTIÁN, F., Nueva evangelización. Fe, cultura y política en España de hoy, Encuentro 1991; VALADIER, P., La
Iglesia en proceso. Catolicismo y sociedad moderna, Sal Terrae 1990; VITORIA, F. J., La nueva evangelización de
"
Europa: Iglesia Viva 159 (1992) 303-326; Revistas: Evangelizar Europa, "Servicio de documentación de Iglesia Viva
n° 33 (1992); Evangelizar en España hoy: Iglesia Viva n° 51 (1974); La misión en España hoy: Pastoral Misionera n°
174 (1991); Desafíos al cristianismo al cambio de siglo: Iglesia Viva n° 192 (1997)
Jesús Sastre
Obispo
Se puede encontrar en la SE la figura del epíscopo en Flp 1,1. Y, para las cualidades que
requiere este ministerio, se puede leer 1 Tim 3,1-7.
Octogesima Adveniens
La carta pastoral tiene una introducción y cuatro partes. 1° Nuevos problemas sociales.
2° Aspiraciones fundamentales y corrientes ideológicas. 3° Los cristianos ante los
nuevos problemas. 4° Llamamiento a la acción.
Jesús Sastre
Introducción
Ciertamente nunca como ahora se habla en la Iglesia de "opción por los pobres", no
hay un programa pastoral, diocesano, arciprestal o parroquial donde no aparezcan
capítulos o apartados para señalar, con más o menos claridad, las acciones que se van
a desarrollar dentro de la "opción por los pobres", tan reclamada hoy por la mayoría.
Esto que puede tener varias lecturas, lo damos simplemente como un hecho real, en
una pequeña advertencia introductoria a nuestro artículo donde pretendemos recoger
lo central de su panorámica y sus retos actuales. Ahora bien la "opción por los pobres",
sin embargo, no es sólo ni principalmente, consecuencia del actual momento de la
reflexión teológica o la actividad pastoral más o menos planificada; la "opción por los
pobres", mucho más que todo eso, es una opción radicalmente cristiana, de su misma
esencia, de su misma entraña. Es una opción bíblica, evangélica. Nace del
comportamiento histórico del Dios liberador y se manifiesta también expresa y
centralmente en la práctica de Jesús.
La Iglesia así lo entendió desde sus primeros años, y es inmensa tanto la riqueza de
textos desde los Santos Padres como la misma práctica en la orientación de su práctica
concreta. Otra cosa será, sin embargo, que en todos los momentos históricos, no se
haya discernido o no se haya practicado con la claridad y fuerza que demandaba, no
sólo la situación de los pobres, sino que también la palabra, siempre actual del
Evangelio, exigía.
Hoy el pobre reclama (y la misma Iglesia lo necesita), un lugar prioriatario, ser no sólo
destinatario, a veces pasivo, de la acción de los cristianos, sino, mucho más, un sujeto
más activo y central, forjador de su propio destino en el mundo y en la Iglesia. La
Iglesia, en un buen sector así lo está entendiendo, que debe pasar de ser una Iglesia
para los pobres a una Iglesia de los pobres, (según la definición que Juan XXIII hizo
suya), donde los pobres se sientan no sólo evangelizados, sino agentes y protagonistas
de la evangelización.
1. El Dios liberador
La Historia de Salvación está centrada en la acción misericordiosa de Dios que vela por
su pueblo y que tiene especial predilección por el oprimido, y esa predilección hace
que actúe permanentemente a favor de él.
Uno de los momentos más esclarecedores de esta Historia está narrada en el Exodo,
con la liberación del pueblo de Israel: "He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he
oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias" (Ex. 3,7). La
salida liberadora de Egipto, es el acontecimiento clave, fundacional, del pueblo de
Israel. Israel comprende que su Dios, es un Dios de misericordia que le ha librado de la
opresión. Desde entonces unirá Dios la Salvación a la Liberación. Dios será el Salvador,
el Liberador.
Siguiendo los textos bíblicos del A.T., nos encontramos que Israel va conociendo a su
Dios. El Dios de Israel es el que sitúa la justicia y el derecho, es decir, la defensa de la
vida de los pobres y desvalidos, en el centro de su plan de salvación. Se le denomina el
Goíel, el defensor-liberador, el que va a abogar por los que no tienen quien les
defienda. De él se dirá: "Padre de los huérfanos y defensor de las viudas... El Dios que
procura un hogar a los desvalidos y libera a los cautivos con fortaleza" (Sal 68. 6-7).
Pero la tradición bíblica nos lleva más allá: hablando ya de la realidad del pobre, en la
tradición bíblica se relaciona la pobreza con la injusticia y con la violencia. Los
poderosos abusan y oprimen a los indefensos. La pobreza es causada por la violencia y
el despojo, por ello los llamados "profetas sociales" vinculan el conocimiento de Dios y
los actos de culto a la práctica de la justicia: "haced que el derecho fluya como agua y
la justicia como río inagotable" (Am 5, 24), "porque quiero amor, no sacrificios,
conocimiento de Dios y no holocaustos" (Os. 6,6), y la razón de esto es bien clara: el
verdadero culto al Dios vivo es todo aquello que beneficia a los oprimidos.
Más en directo otros profetas, se dirigen a los causantes de tanto mal. El capítulo
segundo de Habacuc está lleno de estas imprecaciones: "Ay de quien acumula bienes a
costa de otro" (2,6) "Ay de quien llena su casa de ganancias injustas" (2,9), "Ay de
quien construye una ciudad con sangre" (2,12). Y de la misma forma Miqueas dice a
los opresores que el juicio de Dios está sobre ellos: "Ay de aquellos que planean la
maldad. Que traman el mal en sus lechos, y en cuanto es de día lo ejecutan porque
tienen poder para ello. Codician campos y los roban, casas, y se apoderan de ellas,
oprimen al cabeza de familia y a todos los suyos..." (Mq. 2, 1 ss.).
Pero la voz de Yavé resuena con toda su fuerza profética en Isaías, el profeta por
excelencia del pueblo de Israel.
Voz de denuncia contra los opresores: "Ay de los que dictan leyes inicuas, de los que
publican decretos vejatorios, que no hacen justicia a los indefensos, y despojan de sus
derechos a los pobres de mi pueblo, que hacen de las viudas su presa y de los
huérfanos su botín" (Is. 10, 1-2).
Voz que esclarece cuál es la verdadera religión y por qué Dios no escucha a los que
dicen que le buscan. Yavé impulsará a Isaías para grite con claridad la denuncia: "Grita
a pleno pulmón, no te contengas, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi
pueblo sus rebeldías... el ayuno (culto) que yo quiero es éste: que abras las prisiones
injustas, que desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes
con todas las tiranías, que compartas tu pan con el hambriento, que albergues a los
pobres sin techo..." (Is. 58, 1-ss).
Dentro de este marco, el año 2000, año jubilar, nos ha recordado los códigos legales
que rigieron los años sabáticos y jubilares en el Antiguo Israel. Están llenos del
significado de lo que para Israel era claramente la voluntad misericordiosa de Dios: la
protección para los más desposeídos y la corrección de las injusticias, de las violencias
y aun incluso de los acaparamientos que enriquecían a unos y empobrecían a otros. El
Exodo, en sus capítulos 20 al 23, el Deuteronomio capítulos 15, 16, 24 y 25 y el Levítico
19, 1-18, 25 completo y el 26. 1-13, contienen las leyes centrales alrededor de la
devolución de la tierra, el perdón de las deudas y la liberación de los esclavos, temas
centrales jubilares.
Jesús nos presenta la opción por los pobres y oprimidos como una consecuencia
natural de la instauración del Reino. Son sus destinatarios y liberarlos de sus males
será la principal finalidad.
Jesús introduce, el Reino de Dios, con su misma persona, con su enseñanza y con su
práctica; es decir, lo hace presente, con cada una de sus acciones y al mismo tiempo
con la totalidad de su vida. De esta forma el Reino de Dios que es liberación para los
pobres y oprimidos se manifiesta en su dimensión histórica.
Se trata sin duda de un texto jubilar, del anuncio del año de gracia del Señor, más
todavía, de la instauración de la nueva era, la era del Reino de Dios. En ella se habla de
buena noticia, que es liberación, luz, libertad. El comienzo de la era del Mesías, donde
los pobres serán los primeros destinatarios del mensaje de Salvación. Sucede en el
comienzo de su vida pública, durante toda ella Jesús lo desarrollará a través de la
Palabra y a través de sus obras.
Jesús hablaba del Reino a través de parábolas, escogemos algunas: En la del Buen
Samaritano nos dirá con claridad no sólo quién es el prójimo, sino qué debemos hacer
por él. El prójimo es el desvalido, el despojado, el maltratado, al cual ni siquiera
conocemos, que aparece en nuestro camino y que no podemos dejar de asistirle, no
podemos pasar de lado, ni siquiera compadeciéndolo, tenemos que actuar, aunque
eso nos lleve a variar nuestros planes (Lc.10, 25-37). En la de la Oveja Perdida, donde
nos habla de un Buen Pastor que aún teniendo ya 99 ovejas en su redil, va a buscar a la
que se le ha perdido. Y lo hace no por egoísmo, sino por amor, por el bien de oveja
que se perdió, para rescatarla y devolverla al rebaño (la salvación), por eso, cuando la
halla, es tan feliz el dueño del rebaño que la carga sobre sus hombros, olvidándose de
la fatiga.
Esta figura del Buen Pastor con la oveja sobre sus hombros es una de las más antiguas
representaciones de Jesús en la Iglesia Primitiva y motivo de importantes Iconos en la
Iglesia Oriental. En ella está expresada con radicalidad la opción por el pobre, por el
excluido, por el desamparado, opción impulsada exclusivamente por amor, que llega
hasta sacarla de su situación.
En la parábola del pobre Lázaro (Lc. 16, 19-31) Jesús pone al descubierto la
deshumanizada conducta del rico que no se compadece del pobre que tiene a su
mesa, y le contrapone con la acción de los perros, que llegan hasta lamerle sus propias
llagas. Los perros tienen un mejor "comportamiento" que la persona rica que,
satisfecho disfrutando de sus bienes, se desentiende de los problemas angustiosos del
pobre.
Las palabras de Jesús toman un tinte más fuerte, de aviso y denuncia, cuando ve con
tristeza a las masas desposeídas y engañadas. Jesús dirigiéndose a sus discípulos,
algunos de los cuales están discutiendo sobre los primeros puestos, se molesta por su
conducta, denuncia a los poderosos, y les advierte que ellos, sus discípulos, no deben
ser así: "sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los
magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante
entre vosotros sea vuestro servidor y el que quiera ser el primero sea vuestro esclavo"
(Mt. 20, 25-27).
Esta denuncia se torna más trágica en el cap. 23 del mismo Mateo, cuando
denunciando la conducta e hipocresía de los fariseos y maestros de la ley, en un largo
texto les dice con toda claridad: "Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos,
hipócritas, que cerráis a los demás... que recorréis cielo y tierra... que pagáis el diezmo
de la menta, del anís y del comino y descuidáis lo más importante de la ley: la justicia,
la misericordia y la fe..." (23, 13-33).
Los milagros que Jesús realiza, son otra forma de la presencia del Reino, y tienen, en su
gran mayoría, unos principales destinatarios: los leprosos, los ciegos, los paralíticos,
que no sólo sufrían sus enfermedades sino que, además, eran excluidos de la sociedad,
y tenidos por pecadores (Jn. 9, 1 ss.) o por impuros (Mc 1, 40-45). Jesús se rebela
contra este orden (desorden) y no sólo les cura de sus males, sino que les integra de
nuevo a la sociedad. Los enfermos son curados de sus males y los excluidos son
reintegrados a la sociedad (Lc. 17, 11-18). El Reino de Dios se hace presente.
Pero Jesús va todavía más allá. Llega, en la plenitud histórica de su mensaje del Reino,
a identificarse con los pobres. Si ya en el Sermón de la Montaña había proclamado con
fuerza la instauración de un nuevo orden, donde los que lloran, los pobres, los
misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz, serán los primeros en
todo; es en el texto de Mateo referido al final de los tiempos, donde Jesús reclama la
plenitud de la opción por los pobres, al identificarse con ellos.
En los pobres le encontramos a él, lo que hagamos con ellos lo estamos haciendo con
El: "Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y
me disteis de beber, era forastero y me alojasteis, estaba desnudo y me vestisteis,
enfermo y me visitasteis, en la cárcel y fuisteis a verme. Entonces le responderán los
justos: Señor, cuándo te vimos... Os aseguro que cuando lo hicisteis con uno de estos
mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt. 25, 31 ss.).
Es el texto definitivo. Los pobres, los ciegos, los forasteros, los que están desnudos, los
hambrientos, los encarcelados, los enfermos no sólo se constituyen por su situación en
destinatarios privilegiados del Reino, sino que Jesús se encuentra presente en ellos. Es
una de las presencias permanentes más reales de Jesús: su presencia en los pobres.
3. La tradición de la Iglesia
Al comienzo de los Hechos de los Apóstoles en un texto referido sobre la forma de vida
de las primeras comunidades, nos presenta no sólo el ideal de vida, sino algo que en
realidad se daba: cuando se convierten, los ricos comparten sus bienes y los ponen a
disposición de los apóstoles que los reparten según las necesidades de cada uno:
"Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común. Vendían sus posesiones
y haciendas y las distribuían entre todos según las necesidades de cada uno" (Hch 2,
44-45), repetido casi al pie de la letra en 4, 32-35, que incluso añade para confirmarlo,
el dato de una persona, José, un levita natural de Chipre que vendió un campo y trajo
el dinero y lo puso a disposición de los Apóstoles.
Fiel a este espíritu evangélico y apostólico, la tradición de la Iglesia desde los tiempos
de los Santos Padres, es rica en la denuncia de la contraposición riqueza-pobreza,
riqueza-justicia y eso tanto en sus textos como en la práctica.
Refiriéndonos a los textos, un tema antiguo en los Santos Padres es la insistencia del
carácter inicuo de la riqueza cuando, acaparada por unos pocos, se convierte en
instrumento para un enriquecimiento injusto. No sólo la riqueza conduce a gastos
superfluos e insultantes, sino que, si fuera compartida, no habría pobres. Los Padres
insisten con fuerza tanto en la injusticia de muchas riquezas como en la dignidad de los
pobres. La tradición patrística recoge así el espíritu del N.T. donde riqueza y amor al
prójimo aparecen como incompatibles en la práctica:
"Tú posees muchas riquezas, ¿de dónde te vienen? De que has preferido gozar tú sólo
de ellas antes que socorrer con ellas a muchos" (San Basilio). "No vayas a pensar que
por el hecho de que los ricos no paguen aquí sus injusticias, están libres de pecado. Si
fuera posible castigar con justicia a los ricos, las cárceles estarían llenas de ellos" (San
Juan Crisóstomo). "Siempre que posees algo superfluo, posees lo ajeno... Quizá ése a
quien acoges es justo y si él necesita pan, tú necesitas verdad, él necesita techo y tú el
cielo, él carece de dinero y tú de justicia (San Agustín). Y es San Jerónimo el que nos
recuerda que Cristo está en el pobre: "Qué sentido tiene que las paredes refuljan con
piedras preciosas y Cristo muera en el pobre?" (San Jerónimo).
Por otra parte, también es cierto que, en muchas otras maneras, deja de ser todo lo
clara y radical que debiera. La Iglesia, como humana, es víctima también de los
tiempos y en épocas y circunstancias se oscurece su acción. El pobre aparece a veces
simplemente como objeto de limosna o destinatarios de obras de misericordia, una
situación casi vista como normal; como que se oscureciera un tanto en general la
relación de su estado con la injusticia. Luces y sombras en el quehacer eclesial.
La fuerza de la irrupción del tema de la opción por los pobres en la Iglesia actual es
consecuencia de que la Iglesia ha estado abierta a dos importantes polos: el mirar
atenta al mundo y procurar desentrañar los signos de los tiempos; y el beber de forma
permanente y siempre nueva, de las fuentes bíblicas, en especial del Evangelio de
Cristo.
En el siglo XX la realidad de los pobres incide con fuerza en la sociedad, las guerras, las
revoluciones, las ideologías, hacen que se vea, se viva, se sienta y se revise con más
firmeza la situación de los que son víctimas, de los que sufren, en definitiva de los
pobres, genérica y específicamente tratados. Su situación no sólo se contempla con
estupor, sino que ya se le quita el signo de la fatalidad o de la impotencia, y se va
abiertamente a las causas: se les relaciona con la injusticia, con la opresión,
consecuencia de la explotación de las clases o también de la situación de expolio de
países enteros.
La Iglesia no sólo no es ajena a este movimiento social, sino que está en medio de él,
alentándolo. Desde comienzos del siglo, contribuye de forma creciente a que se
mantenga y aún prospere la conciencia colectiva de la inhumana situación, de los
derechos de los hombres y de la urgencia de encontrar soluciones. En este sentido los
movimientos hacia la educación de los más pobres, surgidos sobre todo en Francia
(Champagnat, La Salle) y las exigencias a favor de los trabajadores que hace la "Rerum
Novarum" de León XIII serán claros ejemplos de esta opción.
La sociedad crece en conciencia y a medida que pasan los años, también el mejor
conocimiento de la situación a escala mundial, ayuda a que entre en escena el
problema de los pobres del "Tercer Mundo".
El pobre del Tercer Mundo es un pobre masivo, y con una pobreza generalizada, una
pobreza de la que participan: los campesinos, los indígenas, los mineros, los
desocupados, la mujer, los niños, los ancianos. Son pobres, casi por simple ubicación,
porque habitan en un mismo entorno, en un mismo país, en un mismo Continente,
que se encuentra muy debajo de las condiciones de vida de los países industrializados.
Es cierto que se tiene conciencia de que "no todos" los habitantes de estos países
viven en la misma situación, pero es verdad que viven así "las grandes mayorías". Es el
tiempo de las estadísticas, de la constatación de los efectos devastadores de la
pobreza, de las reflexiones acerca de la dignidad humana violada, del análisis científico
para encontrar las causas, de las denuncias de los sistemas injustos y opresores, de la
búsqueda y aún reclamo de soluciones que nunca llegan.
La realidad sigue estando ahí, en el mundo hay una gran mayoría de pobres materiales
que carecen de lo más elemental, son marginados sociales, excluidos. Más de mil
trescientos millones de personas que difícilmente podrán salir de esta situación si no
hay un cambio completo no ya de actitudes personales, sino, más fundamentalmente,
de estructuras políticas y económicas y sociales.
Juan XXIII tiene grandes intuiciones, un trato exquisito hacia todos los hombres, un
corazón abierto a las necesidades de los más desposeídos, gestos de apertura y
comprensión y también palabras que orientan en el camino de la Iglesia: así nos dirá
que "la Iglesia como tarea central debe de responder al desafío de la pobreza actual" y
acuñará ya la expresión de que necesitamos "una Iglesia de los pobres".
Respecto a Juan Pablo II es tan amplio su magisterio en torno a la "opción por los
pobres", y lo ha defendido en tantos foros; afirmado en tantas visitas a casi todos los
países del mundo; exigido a representantes de foros internacionales y a dirigentes
políticos; que nos quedamos simplemente con esa efusión de su corazón en la primera
visita al Perú (1985), cuando viendo la pobreza de las gentes en un distrito limeño:
Villa el Salvador, no pudo menos de gritar con fuerza varias veces: "hambre de Dios sí,
hambre de pan, no".
América Latina es un continente muy característico; en él, las grandes mayorías, son a
la vez pobres y creyentes, esta doble realidad, vivida y reflexionada a la luz de la fe,
sobre todo en pequeñas comunidades será de una inestimable riqueza. De ella se
nutren a la vez la reflexión teológica y también los Documentos más importantes de
Episcopados y del Celam.
La Iglesia L.A. ahora enriquecida por la voz de sus Pastores, sigue profundizando en la
perspectiva del pobre. La voz de muchos episcopados L. A. se alza en este sentido. A
destacar quizá el documento "Justicia en el Mundo" elaborado desde las bases y
acogido por el Episcopado Peruano.
Se va reafirmando cada vez más la opción en la vida práctica y es en este tiempo que
va de Medellín a Puebla, donde, desde la vida y reflexión de las comunidades
cristianas, se acuña y se lanza ya con fuerza la frase de: "opción por los pobres."
Con la frase ya en uso, los documentos de Puebla, darán a la opción una fuerza más
publica y determinante. La denuncia de las injusticias estructurales que producen la
pobreza; la realidad escandalosa de los desequilibrios económicos; la situación, cada
vez peor, de las grandes masas desposeídas de todo, exigen esta opción. La Iglesia L.A.
la proclama allí como su primera opción pastoral. La va a denominar "la opción
preferencial por los pobres" y establecerá una serie de acciones concretas para ayudar
a hacer viable este compromiso.
La "opción por los pobres" se fortalece así como una opción firme de la Iglesia L.A. y se
constituye, a la vez, en una de las más preciadas aportaciones de esta Iglesia a la
Iglesia universal.
Los documentos de Santo Domingo inciden, asimismo, en esta perspectiva, sobre todo
en el apartado de la "Promoción Humana" donde, ateniendo a los signos de los
tiempos, explicitará nuevos temas como son: la defensa de los derechos humanos y la
petición de la instauración de un nuevo orden internacional como solución más
universal para la angustiosa situación de pobreza.
6. Retos actuales
Hoy se nos presentan muchos retos, señalamos apenas algunos de los más
relacionados con las necesidades prácticas:
a) El reto evangélico
El primer reto nos nace del Evangelio. La "opción por el pobre" es radical, es decir de la
misma esencia de nuestra fe. Y es para todos igual: ricos y pobres, integrados y
excluidos, todos tenemos el mismo mandato: la defensa del oprimido, la opción
prioritaria por el pobre. Otra cosa es que para unos, los pobres (reales o de opción) sea
más fácil y para otros (los ricos, o los satisfechos), tenga una mayor dificultad. Pero eso
ya lo dijo Jesús, "qué difícil es que un rico entre en Reino de los cielos", "no se puede
servir a dos señores: a Dios y a las riquezas."
"La opción por el pobre" es una opción tan central en el Evangelio, que debe ser
realizada "al modo de Cristo", a su manera, en su seguimiento. Está centrada en el
amor, un amor que Jesús nos recuerda que es el Centro de la Ley y que él mismo
plenifica en su persona. De esta forma, el mandamiento del amor, pasa de ser un amor
preferencial al pobre "como a tu prójimo", y "como a ti mismo" a ser un amor
prolongación del amor que Jesús nos demostró en su vida pública: "como yo os he
amado".
Pero más todavía, ya se dijo al inicio, que esta opción se hace "en la persona de
Cristo". Cristo está en el pobre y verlo así es, sin duda, la plenitud del amor. Y hablar
de plenitud, de perfección es algo que sabemos que por nosotros mismos no lo vamos
a alcanzar, necesitamos acoger al Espíritu que se nos da. El Espíritu que hará fácil y
nuevas todas las cosas. En este sentido la "opción por el pobre" se convierte también
en don y tarea.
Si estamos en esta perspectiva nos será más fácil realizarla en toda su dimensión
profética: denunciando con claridad la injusticia y proclamando la necesidad de un
cambio radical y estructural para que aparezca en toda su dimensión el Reino de
Justicia y de Paz que está detrás y como consecuencia de la Fraternidad de todos.
No se puede "optar por el pobre", sin conocerle y conocer bien su situación, sin hacer
todo lo posible por desterrar la pobreza o, lo que es lo mismo, no se puede estar con
los pobres, si no estamos contra la pobreza. El pobre es el rostro de Dios, la pobreza es
uno de los rostros consecuencia del pecado del mundo.
Desde el comienzo de "la opción por el pobre", los teólogos han hecho, es cierto
fuerte incapié en la pobreza material, no podía ser de otra manera, pero también es
cierto, que nunca trataron esta dimensión de modo exclusivo. Precisamente, al
analizar la situación de pobreza, se ha sido claro en no intentar reducir las dimensiones
de la pobreza a esta única dimensión de carencia material.
Desde un análisis social se ha visto que el pobre no sólo es el que no tiene para comer,
el que no tiene vestido, ni trabajo, ni educación (aquí entrarían esa casi cuarta parte
de la humanidad que vive en situación de pobreza o incluso de miseria, los que
mueren de hambre material o víctimas de la mortalidad infantil, la tuberculosis, etc.,
los analfabetos o desprovistos de una educación básica, los explotados en trabajos
inhumanos).
Decimos que pobre es también y principalmente la víctima social: los desplazados por
causa de las catástrofes o de las guerras, los huérfanos, las mujeres inducidas y
violentadas a ejercer la prostitución, los drogadictos, los enfermos de sida, los niños de
la calle, los obligados a trabajar desde edades infantiles, los emigrantes, los
despreciados por su raza o color, los refugiados...
Toda esta clase de "pobres", es cierto, se dan mayoritariamente en el "Sur", allí están
los cientos de miles de millones en situaciones de clamorosa injusticia, de inhumana
situación. Pero, en la constatación actual, notamos también los pobres que existen en
el "Norte", constituyendo esas "bolsas de pobreza", ese denominado "cuarto mundo",
producidos por la implacable máquina social; excluidos desarraigados, desempleados,
víctimas de las esclavitudes de los vicios; no integrados, o sufriendo las consecuencias
del racismo de clase, cultura, raza o pueblo.
Ciertamente que el mundo del pobre se ahonda y profundiza. Puebla nos daba esos
rostros concretos del pobre en los que se refleja el rostro de Cristo, pobres que no sólo
no han desaparecido y que están ahí; sino que por desgracia han aumentado y se han
hecho más necesitados, más implorantes, y, además, a esos se han añadido otros que
hay que visualizar, hay que sumar. Penetrar una y otra vez en este mundo, y
desentrañar y atacar las causas de tanta pobreza, de tanta esclavitud, es una de
nuestras principales tareas. "La opción por el pobre" nos llama a ser no sólo solidarios
sino eficaces.
c) Pobreza y desarrollo
La injusta situación de los pobres del mundo es un grito que nos llama primero a
ponernos de su parte. Pero no podemos ponernos de su parte si no hacemos un
esfuerzo. Debemos dejarnos llenar de esa actitud cristiana, no sólo de misericordia y
compasión sino también de empatía con el pobre y atrevernos a mirar el mundo
"desde el reverso de la historia", es decir, desde el que sufre, desde el que es víctima.
Veremos que se trata de otra historia, y eso nos hará buscar la eficacia al máximo.
Los pobres no necesitan que nosotros les compadezcamos, lo que necesitan es que
nosotros les ayudemos a transformar su inhumana e injusta realidad. El amor no
termina en la compasión, sino que la compasión (el sufrir con) genera una vitalidad
nueva que nos lleva a intentar transformar la realidad que trae tanto sufrimiento. Una
realidad de pobreza, que es tan general que, por desgracia, podemos decir: "en este
mundo en que todo se globaliza, nada hay más globalizado y generalizado que la
pobreza". Esta realidad que hay que atajar y para atajarla existe un nombre:
desarrollo.
Sabemos ya que la pobreza es consecuencia de unas estructuras injustas. La
consecuencia es doble: denunciar en alta voz esas estructuras e implicarnos con fuerza
en transformarlas.
Su denuncia clara del neoliberalismo, del dominio de las transnacionales, del lucro
como principal punto de mira de la economía de mercado, del armamentismo, de las
enormes desigualdades entre los países ricos y pobres son consecuencia un su amor
de Padre que busca el bien de sus hijos. Ultimamente, y, también con motivo del año
2000, destaca en el magisterio del Papa, las crecientes peticiones para la revisión y aun
condonación de la deuda externa de muchos países que se convierte como una losa
que impide su desarrollo.
Nuestro deber cristiano, en este proceso, es el compromiso serio que nos lleve a
denunciar una y otra vez, que esta injusta situación tiene sus causas, que el bienestar
del "Norte" ha sido muchas veces conseguido a causa de la explotación del "Sur", y
que esto que aún se sigue manteniendo, no es humano y por lo tanto no es cristiano.
Ahora bien, las exigencias y los proyectos no están exentos de dificultades. Por parte
del Norte en que no es fácil que accedan sin más a perder su "status", pero tampoco
hay que desconocer los graves problemas que existen en el "Sur".
No hay que desconocer que esas mismas estructuras y esos mismos pecados que
rechazamos en el Norte: el afán de lucro, el lujo de unos pocos, la ganancia excesiva, el
armamentismo, los malos manejos económicos, están también presentes en el Sur. Y
además hay que añadir otros presentes con más fuerza: la corrupción, la fuga de
capitales por motivo de fraudes, las comisiones, los malos manejos económicos, la
falta de una verdadera democracia.
Mirar que los proyectos de desarrollo incidan con fuerza en la situación de las masas
más desposeídas, que haya entre el "Norte" y el "Sur" una situación más igualitaria y
que en el "Sur" los más pobres se conviertan en agentes de su propio desarrollo son
algunos de los mayores retos que nos presenta este mundo neoliberal y globalizado
donde el mercado y el lucro han puesto su culto y su templo.
La radicalidad de los retos se tornan aún mayores cuando, y tanto por la defensa de la
dignidad de la persona, como por la búsqueda de la eficacia a largo plazo, se debe
procurar que el pobre se implique mucho más en las acciones y llegue a ser
protagonista de su misma historia.
El refrán de "dar una caña antes que un pescado" se radicaliza más todavía con otros
gestos que permiten que sean ellos portadores de su propio destino. Los países del
empobrecido necesitan de ayudas, de estímulos, de garantías, pero también necesitan
y reclaman ser gestores de su propia resurrección, no ser sólo o principalmente
receptores, lo que sería, sin duda, otro tipo de refinado asistencialismo.
Todo esto a nivel teórico y desde la óptica tanto de los derechos de las personas como
de la eficacia de las acciones, es claro y admitido, por lo menos en buena parte por
todos, sin embargo presenta dificultades reales en la práctica, que hacen que muchos
desistan de esta óptica y se refugien más en la programación de la ayuda vertical.
Esto nos lleva a continuar en el respeto mayor, en la mayor valoración. Y nos llevará a
cambiar nuestras actitudes. Ayudarlo para que surja, pero no sólo incorporarlo a las
tareas de transformación, sino dejar que él sea gestor de su propia histórica. Creer, en
frase feliz de Gustavo Gutiérrez, en la fuerza histórica de los pobres.
BIBL. — CASTILLO, JOSÉ MARÍA, Los pobres y la teología, Descleé de Brouwer. Bilbao 1997; CELAM: Documentos de
la II Asamblea General de Medellín, Bogotá 1968; CELAM: Documentos de la 1Il Asamblea General de Puebla,
Bogotá 1979; COMBLÍN, JosÉ, Cristianos rumbo al siglo XXI, San Pablo. Madrid 1997; GONZALEZ FAUS, JosÉ
IGNACIO, Teología y opción por los pobres, en Revista Latinoamericana de Teología. Núm. 42, págs. 223-242.
Centro de Reflexión Teológica. UCA. San Salvador; GUTIÉRREZ, GUSTAVO, La fuerza histórica de los pobres. Cep.
Lima 1979. Pobres y opción fundamental, en "Mysterium liberationis" Vol. I, págs. 303-323. Editorial Trotta.
Madrid 1990. Renovar la opción por los pobres, en Revista Latinoamericana de Teología. n. 36. Págs. 269-280; Lois,
JULio, El Dios de los pobres, en "El Dios cristiano. Diccionario teológico", págs. 1110-1115. Secretariado Trinitario.
Salamanca 1992; RICHARD, PABLO y ELLACURIA, IGNACIO, Pobreza/Pobres, en "Conceptos Fundamentales del
Cristianismo"; págs. 1030-1057. Editorial Trotta. Madrid 1993; SOBRINO, JoN, Opción por los pobres, en
"Conceptos fundamentales del cristianismo", págs. 880-898. Editorial Trotta. Madrid 1993; TAMAYO ACOSTA,
JUAN JosÉ, Para comprender la teología de la liberación, fundamentalmente su capítulo 10: Opción por los pobres.
Verbo Divino. Estella 1989.
Daniel Camarero
Oración
1. Para situarnos
Es cierto que no podemos hacer oídos sordos a sospechas como éstas: "La oración es
tan sólo un monólogo con uno mismo porque ¿cómo podemos estar seguros de que
Alguien nos escucha al otro lado? ¿No es la oración un lujo y una pérdida de tiempo?
¡Dios ya sabe lo que necesitamos; por tanto, lancémonos a la acción!; la oración es una
mera proyección de nuestros deseos y necesidades primarias e infantiles: miedos,
impotencias, dudas, etc. que no somos capaces de resolver nosotros; la oración es una
manera fácil de huir de las situaciones difíciles y de los demás, de aislarnos y no querer
afrontar los problemas reales de la vida".
Sin embargo, la oración siempre estará de moda porque no es un invento humano sino
de Dios. Es el medio privilegiado para llegar a un fin: la unión con Dios. Y, de rebote,
desplegar todo lo que somos y estamos llamados a ser, personal, colectiva y
cósmicamente. Se puede definir la oración como la fe viva, en activo. Sólo se comienza
a ser creyente de verdad cuando la relación con Dios es personal. "La oración eres tú
mismo orando" (Andrew). Por eso, " ora como puedes orar, no como no puedes orar"
(J. Chapman). "La oración nos hace llegar a ser lo que somos en verdad" (Pirandello).
"En esta sociedad que destruye al hombre, la oración viene a garantizar la dignidad del
ser humano" (Mohana). "En la oración no se trata de decir muchas palabras, sino de
dejarse "coger" por la Palabra" (Gandhi). "La oración es `dejar que Dios ore en mí': orar
como Jesús oró; con lo que Jesús oró; por lo que Jesús oró; donde Jesús oró; cuando
Jesús oró; con quienes Jesús oró; para lo que Jesús oró; para quien Jesús oró" (R.B.M.).
Comenzamos con unas palabras de Fernando Prat: "Jesús era el único capaz de realizar
plenamente el ideal que proponía a sus discípulos: Es necesario orar siempre sin
cansarse jamás". Le vemos orar en el bautismo, en Getsemaní, en el Calvario; es sobre
todo en el momento de tomar una decisión grave cuando le hallamos en oración.
Empieza su vida pública con un retiro de cuarenta días; ora toda la noche que precede
a la elección de los Doce; la víspera de su gran discurso sobre la Eucaristía huye a la
montaña para orar; el día mismo en que confiara a Pedro, con las llaves del reino de
los cielos, la dignidad de jefe de la Iglesia, se le halló orando en los alrededores de
Cesarea. Mientras los apóstoles duermen, Jesús ora en el Tabor y en el huerto de los
Olivos...
La oración: nos hace movernos en el orden del ser, y no del hacer o tener; salva el
cerebro y el corazón; nos hace más presentes a nosotros mismos; nos reconcilia con
los demás; es el tiempo "verdaderamente" vivido desde Dios; hace crecer en nosotros
energías interiores; nos ayuda a redescubrirnos en profundidad; hace ver la vida con
otro color; ayuda a descubrir a Dios allí donde Él está; hace que demos una nueva
oportunidad a los demás, y nos la demos a nosotros mismos; hace que valoremos el
silencio, la interioridad, la gratuidad, el salir de nosotros mismos; hace posible que
recuperemos el tiempo, los años y las experiencias perdidos.
"Estar a solas con quien sabemos que nos ama; sacar lo mejor de nuestro pozo
interior, de nosotros mismos; ver todo desde Dios; dejar que Él ore en ti y se haga
presente a través de ti; vivir con plenitud el momento presente; ser con Dios y los
hermanos vasos comunicantes; vivir y compartir la fe, la esperanza y el amor; alabar
continuamente las maravillas de Dios; comprobar que Dios es un Dios vivo, el Dios de
mi historia y de la Historia; vivir desde el centro de nosotros mismos; hacer realidad el
primer mandamiento: dejarse amar por Dios y que El sea el dueño de nuestra
existencia".
- Reconocer el designio de Dios: Él es el primero en todo, y El, Dios, quiere que nos
encontremos con Él (nuestra vida está marcada, no es un cheque en blanco) y
participemos de su eterna felicidad y amor.
- Limpieza de corazón: rectitud de intención, voluntad de orar ("Oramos para pasar del
amor a Dios, a los "negocios" de Dios y al encuentro con el mismo Dios", Sta Teresa).
Utilizo palabras de otro, como una partitura. Hay que intentar hacerlas propias e
improvisar en algún momento. En cualquier caso, necesitamos equilibrar las diversas
partes de la oración: Adorar y alabar; contrición de los propios pecados y ajenos;
acción de gracias; súplica o petición para ti y los demás (oración de intercesión).
En esta oración vocal, debemos privilegiar las oraciones consagradas por la tradición
(Padre nuestro, Ave maría, Salve, etc) y la Liturgia de las Horas.
a) Con un texto: elijo un texto no muy largo. A veces basta un versículo de la Biblia.
Pedir al Espíritu Santo que infunda vida en las palabras que lees, que te llene de su
amor. Se puede invocar con una oración expresamente al Espíritu Santo. Lectura muy
despacio del pasaje. Interrogantes que ayudan: -¿De qué trata? (recréate en ellos)
(Ver: Jesús en los ojos); -¿Qué me dice a mí? (Juzgar: Jesús en el corazón); -¿Qué me
exige, qué me pide? (Actuar: Jesús en las manos.)
En presencia del Señor, sereno mi mente y mi corazón. Puede servir una jaculatoria o
una oración breve. Entro en su misterio. Me abandono en fe.
Sí ayuda, y mucho, introducir palabras: "Dios, vida, amor" pero sin pensar en ello;
sencillamente, como ayuda para centrarte.
Puede ser que en este tipo de oración aflore el subconsciente. ¡Es bueno! En la oración
silente puede surgir la escoria de la vida, mi realidad y las cosas que no he
comprendido de mí mismo, mi lado oscuro. Dios lo permite para aceptarlo e
integrarlo.
- Nos hace niños espirituales según el Evangelio. Que no es ser tontitos, sino haber
experimentado a dónde conduce la lógica de hacer todo por nosotros mismos, por los
demás, por el trabajo o el éxito... y no por los verdaderos valores... Dios no quiere tu
hacer, o tu tener o aparentar, sino tu ser en verdad... y tu ser es pobreza y humildad.
a) En relación a Dios:
- No tomarle en serio, y colocarle como una "cosa más" entre otras, y no como el
centro de nuestra vida ni el valor más importante y decisivo.
b) En relación al orante:
- No tomarme en serio. No valorarme como persona: superficialidad, dispersión.
- Hemos caído en la trampa de ver la vida sólo con sentimientos de acción y eficacia o,
lo que es peor, con necesidad de respuestas, compensaciones y satisfacciones
inmediatas.
Recordemos que "un pajarillo puede estar atado por un hilo o por una soga. No
importa. De ambos hay que soltarlo para que sea libre" (S. Juan de la Cruz); "No hay
mayor crueldad que identificar a las personas sólo por sus defectos... y no decirles que
ellas no son sólo esos mismos defectos".
No nos hemos tomado en serio que la oración "es un arte", requiere, al principio, sus
técnicas, y, siempre, un cultivo:
La oración, como la madurez espiritual, tiene sus propios ritmos: sé orar; no sé orar;
oro a Dios; Dios ora en mí. O, en otras palabras: sé quién soy; no sé quién soy; ordeno
mi vida desde el Amor; vivo el Amor en mí y en todo.
Hay que alimentar la oración: desde la Vida, desde la Liturgia, desde la Palabra, desde
lo que Dios mismo nos vaya inspirando, desde las búsquedas y ansiedades-encuentros
y desencuentros de los demás, y desde nuestras propias tentaciones.
En cuanto a los sentimientos en la oración, ojo con un peligro: orar sólo cuando nos
apetezca. Es necesaria la constancia y la perseverancia.
Tal vez la aridez sea una llamada a profundizar: de los sentimientos a la voluntad.
Edificar sobre roca y no sobre arena. A amar a Dios sólo por sí mismo y no por los
sentimientos que pueda inspirarte. Orar cuando estamos carentes de deseos puede
ser la prueba de estar buscándole sólo a Él y no otras recompensas o compensaciones.
Como resumen, en la aridez y oscuridad física, moral o espiritual, ver las causas y no
culpabilizarnos. Perseverar en la fidelidad al lugar y tiempo; mantener confianza y
abandono. Saber esperar y experimentar otras formas de oración.
"A partir de la oscuridad, Dios produce luz y fuerza, sosiego mental en medio de la
tempestad de pasiones, paciencia en medio de la impaciencia, resignación en medio
de la desesperación" (A. Barker, siglo XVII).
BIBL. -AA.W., Oración cristiana para tiempos nuevos, Espiritualidad, Madrid 1976; N. SILANES, La oración en Pablo
VI, Trinitario, Salamanca 1974; J. LOEW, En la escuela de los grandes orantes, Narcea, Madrid 1977; R. BERZOSA,
Orar con el cantar de los cantares, Monte Carmelo, Burgos 2000.
Ortodoxia y ortopraxis
1. Definición de conceptos
Por ortodoxia entendemos la recta doctrina o creencia; con ello nos referimos a la
expresión precisa con que un grupo de personas manifiesta sus convicciones y
principios. Esta formulación funciona como una cosmovisión que nos permite leer la
realidad de forma global y coherentemente relacionada. Por ejemplo, en el Credo que
profesamos aparecen jerarquizados y relacionados Dios, el hombre, el mundo y la
historia; el dinamismo con que estos elementos se organizan y entrelazan contienen
una visión que permite a los creyentes mirar al pasado, al presente y al futuro con
sentido. Los símbolos, los credos, los dogmas, etc., expresan una serie de verdades
estructuradas alrededor de una verdad fundamental que no se puede alterar, pues de
ella depende la identidad y la unidad en el grupo que la profesa. Al servicio de la
ortodoxia está la autoridad que vela para que su contenido no quede alterado, al
tiempo que mantiene la comunión en el grupo.
Por ortopraxis entendemos la recta práctica; hace alusión a las acciones y proyectos
que inciden en la realidad y la transforman conforme a un ideal que se formula como
lo mejor para todos. La ortopraxis implica la inserción en la realidad que se quiere
transformar, la clarificación de valores que se quieren promover, la formulación de
alternativas de vida que se desean afianzar, y la decisión de tácticas y estrategias que
posibiliten alcanzar los objetivos propuestos. La encíclica OA de Pablo VI nos ofrece a
los cristianos un esquema valioso para leer y transformar la realidad conforme a las
exigencias de la fe y los valores evangélicos.
En la historia de la Iglesia, desde muy pronto, en los siglos VII y VIII la teología y la
pastoral fueron caracterizándose cada vez más por una formulación doctrinal
preocupada sobre todo por la ortodoxia. La cultura de la Edad Media, la
Contrarreforma y los problemas de la relación de la Iglesia con el Mundo Moderno han
prolongado en el tiempo la importancia de los contenidos y la fidelidad a la autoridad
eclesial.
Pedimos perdón por las divisiones que se han producido entre los cristianos, por el uso
de la violencia que algunos de ellos han utilizado en el servicio a la verdad y por las
actitudes de desconfianza y de hostilidad adoptadas entonces frente a los seguidores
de otras religiones".
La tesis IX de Feuerbach dice: "Hasta ahora los filósofos no han hecho más que
interpretar el mundo de diversas maneras; lo que ahora importa es transformarlo". A
partir de esta afirmación se desarrolla la convicción de que el conocimiento de la
realidad, del hombre y del mundo sólo es posible por la acción. El marxismo proclama
que lo mejor es lo que facilita un praxis que consiga lo que pretende: la transformación
de la realidad, pues el "sentido" de las realidades humanas se descubre por la praxis. Y
concluye afirmando que el único criterio de verdad, metodológicamente hablando, es
la praxis. En nuestros días Althusser postuló la teoría como forma de la praxis.
Desde las primeras páginas del A.T. la fe bíblica tiene que ver con la justicia y la
solidaridad, pues Dios se revela liberando de la esclavitud de Egipto (Ex. 20,2; Dt. 5,6).
Jesucristo es la manifestación plena y definitiva de Dios como amor, misericordia y
reconciliación. Cristo viene para cumplir la voluntad del Padre que consiste en "elevar
a los hombres a la participación de la vida divina" (LG 2). "Lo hace reuniendo a los
hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra
"el germen y el comienzo de este Reino" (LG 5) (CEC 541). La veracidad del
conocimiento de Dios está en el cumplimiento de sus mandamientos, amar al prójimo
(1 Jn. 2, 9-10); es un amor que incluye el amor al enemigo y el dar la vida por el
hermano.
4. El depósito de la fe y su interpretación
Los cristianos somos "hijos de Dios" (Jn. 1, 12; 1 Jn. 3, 1) y "partícipes de la naturaleza
divina" (2 P 1, 4); esta vida la recibimos por medio de los sacramentos. El don del E.
Santo nos da la luz y las fuerzas que necesitamos para llevar una "vida digna del
Evangelio de Cristo" (Flp. 1, 27). Como Jesús, estamos llamados a hacer la voluntad del
Padre y a ser "perfectos como el Padre celestial es perfecto" (Mt. 5, 48). El vivir
concreto de cada cristiano y comunidad es la oportunidad para ir configurando las
palabras, actitudes y comportamientos a los "sentimientos que tuvo Cristo" (FIp. 2, 5).
Como orientaciones, el CEC a partir del texto de Rom. 6,4, en el apartado de la "vida
nueva" en Jesucristo propone: una catequesis del Espíritu Santo, maestro de la vida
interior, una catequesis de la gracia, una catequesis de las bienaventuranzas, una
catequesis del pecado y del perdón, una catequesis de las virtudes humanas, una
catequesis de las virtudes teologales, una catequesis del doble mandamiento de la
caridad (Decálogo) y una catequesis eclesial ("comunión de los santos" e intercambio
de "bienes espirituales").
6. Criterios pastorales
La persona de Jesús es la perfecta síntesis del logos (conocimiento, verdad) y del ethos
(práctica, compromiso). Jesús de Nazaret es el Mesías de Dios y el Siervo Sufriente, el
Maestro y el que lava los pies a los apóstoles, el Hijo de Dios y el que está cerca de los
pequeños y pecadores, el que hace la voluntad de Dios y comprende la fragilidad
humana, el que habla del Reino de los cielos y tiene los pies en la tierra, el que tiene
todo el poder y da la vida por todos, el que ama hasta el final y no pone ninguna
condición.
El diálogo académico y la fluida relación fe y cultura son otras de las exigencias del
binomio ortodoxia-ortopraxis. Supone una mirada llena de amor y un talante positivo
y esperanzado en que Dios sigue actuando en la historia. El reforzamiento de un
talante testimonial y martirial, al estilo de los profetas y los santos, es hoy más
necesario que nunca; la tarea del cristiano consiste en traducir en nuestro mundo
cómo el amor de Dios nos lleva a dar la vida por los demás, y a encarnar los valores
que manifiestan que muestra esperanza, en definitiva, está en la vida eterna.
Jesús Sastre
Pacem in Terris
Al finalizar la primera sesión del Concilio, el 14-4-1963, el Papa Juan XXIII publica la
encíclica Pacem in terris; poco tiempo después moría el Papa del Concilio Vaticano II.
Esta encíclica ha sido considerada como el testamento de Juan XXIII, y fue muy bien
acogida por los líderes políticos y por los organismos internacionales. Por primera vez
dice que va dirigida "a todos los hombres y mujeres de buena voluntad" que quieran
escuchar la voz de la Iglesia en las cuestiones sociales.
Partes de que consta P.T. El texto consta de cinco partes: 1° la convivencia humana; 2°
las relaciones de la persona con los poderes públicos; 3° las relaciones entre los
Estados; 4° la necesidad de una comunidad mundial; 5° la acción temporal del
cristiano.
Contenidos de P. T.
- En la Introducción el Papa hace dos afirmaciones básicas: la paz depende del respeto
al orden divino y a las leyes de la naturaleza humana.
- La autoridad es necesaria en la sociedad; es una fuerza moral que debe actuar según
la razón y debe respetar el orden divino y tener en cuenta el orden moral. El sistema
democrático es el que mejor se compatibiliza con estos supuestos. La actuación de la
autoridad debe buscar el bien común, el cumplimiento de los derechos y deberes de
las personas, y evitar toda posición de privilegio injusto. La estructura jurídica del
Estado y la participación ciudadana son las dos condiciones para el respeto a los
derechos de la persona.
- Las comunidades políticas también son sujetos de derechos y deberes; las relaciones
entre los estados también se basan en el orden moral. Las relaciones internacionales
deben sustentarse en la verdad (eliminar el racismo y sanear la información), en la
justicia (respeto a las minorías étnicas y solución de las diferencias), y en la solidaridad
común (cauces de asociación y colaboración). En estas relaciones tienen mucha
importancia las entidades intermedias.
- Los problemas que merecen una atención particular son: la situación de los prófugos
políticos, los emigrantes, la limitación de la carrera de armamento y el desarme, y la
ayuda urgente y generosa a los países subdesarrollados.
- El objetivo último del compromiso político de los cristianos consiste en lograr que las
instituciones públicas procuren el bien de los ciudadanos tanto en el orden natural
como en el sobrenatural. La acción política conlleva preparación específica,
conocimiento de leyes de cada actividad y respeto del orden moral. La falta de
formación religiosa lleva a comportamientos incoherentes con la fe; de ahí la
necesidad de una preparación acorde con la cualificación profesional de cada persona.
Principales aportaciones de P.T. Esta encíclica actualiza el pensamiento político de la
Iglesia, algo necesario y que no se hacía de forma global desde el Papa León XIII. La
elaboración de P.T. se hace desde tres afirmaciones: el hombre es imagen de Dios,
estamos en una época de renovación, y la fe en Dios conlleva la búsqueda del bien de
todos, y especialmente de los más pobres. Desde estas convicciones el Papa articula la
argumentación de la encíclica: la convivencia humana al fundamentarse en Dios pone
en la persona el origen y la meta de todas las instituciones; por consiguiente, el
respeto al derecho natural y la búsqueda del bien común deben guiar todas las
actuaciones políticas. En la vida social coinciden planteamientos diversos; los católicos
debemos distinguir entre planteamientos ideológicos y actuaciones económicas,
políticas y sociales. En las cuestiones prácticas pueden darse aspectos positivos en que
cristianos y no cristianos pueden trabajar conjuntamente con el debido discernimiento
del Magisterio.
Jesús Sastre
Padre
Dios es la gran cuestión para el hombre en general, cristiano o no cristiano. Tanto uno
como otro no pueden dejar de hablar de Dios, aunque lo hagan con una finalidad bien
diferente: el uno para afirmar; el otro para negar. El hombre, como ser humano que se
interroga, no puede dejar de hablar de Dios, aunque sepa que Dios es siempre más de
lo que pueda llegar a decir, que siempre es eso y mucho más; incluso que Dios es
sobre todo lo que no somos capaces de decir y expresar. Ahora bien, entre humanos
hemos de entendernos y sólo podemos hacerlo acudiendo al lenguaje para hablar de
las realidades, incluso de las que sabemos poco o casi nada. En este caso hemos de
hacerlo siempre con mucha prudencia y cautela, sirviéndonos de palabras fácilmente
comprensibles para todos; palabras del lenguaje cotidiano; palabras que tienen tras de
sí un contenido que todos captamos fácilmente. Eso es lo que hacemos cuando con el
término Padre pretendemos acercarnos al misterio insondable de Dios.
Sin perder nunca de vista esta perspectiva, hablaremos de Dios como Padre, pero
siendo conscientes también que el término empleado, y que nos parece uno de los
más adecuados, encierra una injusticia, ya que con idéntica razón podríamos hablar de
Él como Madre. Es más, acaso fuera muy interesante hacerlo para restañar el largo
silencio histórico que aplicada a Dios ha sufrido esta acepción. Lo ideal sería disponer
de una palabra que conjugase ambos significados, paternidad-maternidad, pero como
esto no es posible hemos de dejar constancia que esta limitación del lenguaje no
impide que donde digamos Padre pueda leerse también Madre.
Dicho esto, pretendemos desde estas páginas acercarnos al verdadero rostro de Dios,
y creemos que una palabra como la de Padre, convertida en todo un símbolo, puede
ayudarnos a hacerlo mejor que ninguna otra.
En los inicios del mundo bíblico, y en la mayor parte de las religiones del Antiguo
Oriente desde el segundo o desde el tercer milenio antes de Cristo, se emplean los
símbolos familiares para hablar de Dios. Así, lo presentan bien como madre, en línea
matriarcal, para destacar los aspectos de cercanía vital y de cariño; o bien como padre,
en línea patriarcal, para destacar en lo divino los rasgos de autoridad, de orden
conseguido por la fuerza. Estamos pues ante un dato conocido: muchos pueblos han
visto a Dios como padre pero, como nos indica Xabier Pikaza, hay que precisar esta
afirmación. En este plano la imagen del padre y de la madre no están aún separadas.
Esta visión de Dios muy bien pudiera verse como proyección de la experiencia familiar
donde padre y madre constituyen los polos fundantes de la vida. Sin embargo, entre
los siglos VII y V a.C. tanto la visión materna como la paterna de Dios entraron en
crisis, afectando también al judaísmo.
a) Antiguo Testamento. - La teología del A.T. nos muestra cómo la imagen de Dios se
va depurando y profundizando a lo largo de la experiencia de Israel. Depurando,
porque a medida que avanza el relato veterotestamentario va surgiendo un Dios libre,
personal y amoroso que no obra arbitrariamente, sino atendiendo a la conducta ética
y a la intención libre del hombre. Profundizando, sobre todo por medio de la tradición
profética que va poniendo al descubierto su bondad protectora, su amor gratuito, su
perdón incondicional. A pesar de esto, la figura de Dios en Israel no se configura desde
el símbolo del Padre.
Para el A.T. Dios no aparece como padre, sino como Yavé, el que es, el Señor: Soy el
que Soy, el que Estoy con vosotros: Yavé (Ex 3, 14). Desde este momento Yavé será el
nombre verdadero de Dios, un nombre que los hombres ni siquiera podrán
pronunciar, sólo el sumo sacerdote podrá proclamarlo en la fiesta de la gran expiación.
Desde el siglo 1 a.C. los judíos han sacralizado este nombre de tal forma que no lo
escriben entero ni lo pronuncian, poniendo en su lugar equivalentes como Adonai,
Kyrios o Señor.
El Dios del A.T. se presenta como voluntad liberadora que ha elegido un pueblo y le ha
llamado a la existencia en el mar Rojo, experimentada en el éxodo; amigo que
establece con el pueblo un pacto de amistad y que suscita una respuesta de confianza
y cumplimiento hacia la ley, experimentada en la alianza; y llamada que convierte a los
creyentes en peregrinos que buscan el reino de la auténtica existencia, experimentada
en la promesa.
Como venimos diciendo, los pasajes que aluden a Dios como Padre en el A.T. son
escasos:
- El tema forma parte de la teología del rey, normal entre los pueblos del Oriente.
David, en un momento dado, aparece como rey sacral, de modo que su trono
garantiza la presencia y protección de Dios sobre el conjunto de su pueblo. Los salmos
reales destacan de manera especial esta unidad de Dios con el monarca,
presentándola como paternidad adoptiva: Sal 2, 7; 68, 6; 89, 27.
b) Nuevo Testamento. - Jesús nos revela, y de una vez por todas, el verdadero rostro
de Dios. El es la Palabra definitiva de Dios sobre Sí mismo, aquel en el cual Dios mismo
ha querido desvelar su rostro a los hombres. De tal forma esto es así, que los cristianos
no tomamos el rostro de Dios de la experiencia de la naturaleza, como sucede en las
religiones naturales; ni tampoco de la especulación racional o filosófica, como sucedía
entre los antiguos griegos o entre los más modernos deístas. Nuestra imagen de Dios
se ha manifestado en la persona y en la vida de Jesús de Nazaret. Lo que tantos
hombres durante tantos siglos buscaron a tientas; lo que tantos hombre de hoy no
buscan o sin más rechazan, se dió a conocer en Él abiertamente.
- Dios es el "Abbá" de Jesús. La traducción literal de esta expresión sería, como muy
bien expuso J. Jeremías, Dios es el "papá" o el "papaíto" de Jesús. Algo osado, radical,
inaudito y blasfemo como forma de dirigirse a Dios en medio del mundo judío que ni
siquiera se atrevía a pronunciar el nombre de Dios, como hemos visto. Jesús osa
dirigirse a Dios como un hijo a su padre. Esta expresión en la lengua hablada por Jesús
desde la infancia es el apelativo con el que los niños, y también los mayores en la
intimidad familiar, se dirigían a Dios. Desde el principio en su relación con Dios, como
después en otros aspectos de su vida y de su mensaje, queda marcada la radical
novedad de su presencia.
- Jesús revelador del Padre. Así se afirma de manera expresa en Jn 1, 18: "A Dios nadie
lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el Padre, nos lo ha dado a conocer". De
esta forma Jesús aparece como el que nos revela al Padre. Ha descubierto a Dios y
quiere hacernos partícipes de ese descubrimiento. Jesús vive, ama, se entrega y actúa
desde un Dios cercano a quien invoca con el nombre de Padre, de tal forma que se
atreve a presentarlo como Padre suyo en especial, siendo a la vez Padre de todos los
humanos. En su papel de revelador sólo El es el que manifiesta el verdadero rostro de
la última y misteriosa realidad que llamamos Dios.
Iluminados por la presencia del Espíritu, los cristianos ahora se dirigen a su Dios como
a su Abbá. Saben que "por ser hijos, envió Dios a nuestros corazones el Espíritu de su
Hijo que grita Abbá, Padre" (Gál 4, 6). Y es ahora cuando descubren el gran misterio
que encerraba Jesús de Nazaret, y que los lleva a identificarle como el Hijo
preexistente (Fip 2, 5ss), que está a la diestra de Dios y vive para interceder por ellos.
a) La Pascua, historia del Padre. — Él tiene toda la iniciativa. Así nos lo dice, y repite
constantemente, el libro de los Hechos: "Dios lo ha resucitado". Y en este acto, en la
resurrección, se manifiesta "la grandeza de su poder", "la fuerza de su poderosa
virtud" (Ef 1, 19).
Dios Padre no sólo ha manifestado su poder resucitando a Jesús de entre los muertos,
sino que ha tomado postura ante la vida y la obra de Jesús y ante quienes le han
condenado a muerte. El Padre le ha resucitado (He 2, 24), y le ha hecho Señor y Mesías
(He 2, 34). Ha aprobado la vida y la historia de Jesús de Nazaret, le ha devuelto a la
vida y le ha constituido fuente de vida y de esperanza para cuantos creen en El (He 2,
37ss). La acción del Padre resucitando Jesús, como dice B. Forte, "nos permite
reconocer en el pasado del Nazareno la historia del Hijo de Dios entre los hombres; en
el presente, al Viviente que ha vencido a la muerte; y en el futuro, al Señor que volverá
en su gloria".
En la Pascua, el Padre toma también postura ante la historia de los hombres. Es el no
de Dios a la vistoria efímera del mal, al pecado del hombre. Es así como el padre juzga
el pasado, privando a los principados y potestades de su poder y convirtiéndolos en el
trofeo que acompaña a Cristo victorioso (Col 2, 15). En el presente, se muestra como el
Dios y el Padre de la misericordia, que nos libera del pecado y de la muerte (Ef 2, 4-6),
pronunciando su sí liberador en el sí del Crucificado. Respecto al futuro, sigue siendo el
Dios de la promesa, que ha cumplido su palabra y que nos traerá la plenitud del
consuelo cuando vuelva a enviar a su Ungido (He 3, 18-20).
b) La Pascua, historia del Hijo. — También Jesús de Nazaret manifiesta su ser más
profundo en la Pascua. A partir de ella, sus seguidores le van a identificar como el
Mesías, el Señor, el Cristo, el Hijo Unigénito del Padre.
Con estas palabras enunciamos los creyentes el primer artículo de nuestra fe, a la vez
que nos asomamos a todo un misterio: el misterio de Dios nunca desvelado del todo
para nosotros en este mundo. Con la palabra Padre comienza la oración cristiana más
conocida y difundida, la que el mismo Jesús nos enseñó como más adecuada para
dirigirnos a Dios (Mt 6, 9). Ya que, hablando con propiedad, un cristiano más que creer
en Dios, cree en el Padre, que es Dios; y en el Hijo de Dios, que es también Dios; y en el
Espíritu Santo, Dios igualmente. Es Jesús quien nos habla de Dios como Padre y
Espíritu. El se define como Hijo (Jn 17, 25-26), como tal lo presenta el Padre y así lo
proclama la comunidad cristiana.
Durante mucho tiempo este modo de referirse a Dios y hablar de El era tan obvio y
evidente entre los creyente que nadie lo puso nunca en cuestión. Sin embargo, hoy las
cosas han cambiado. La contestación viene, por un lado, alentada por la psicología de
tipo freudiano para la que la imagen paterna de Dios contribuye a mantener al hombre
en estado de infantilismo, convirtiéndose en fuente de alienación porque no permite
al creyente madurar y llegar a ser adulto. Por otro lado, la reciente crítica feminista
cristiana pregunta, y no sin razón, ¿por qué Dios padre y no Dios madre?. El problema
nace con el empleo del simbolismo masculino para referirse a Dios, un empleo que no
es sociológicamente inocuo, como lo demuestra con hechos la experiencia secular.
Vamos a ir viendo con más detalle estas cuestiones.
a) ¿Una paternidad infantil? - Según la crítica freudiana, muy bien expuesta por A.
Torres Queiruga, esta imagen cristiana del Dios Padre es simplemente el fantasma del
hombre-niño que no se atreve a afrontar la realidad; es el fruto narcisista del deseo
infantil de omnipotencia o la proyección que aplaca el sentimiento de culpa. La
religión es una neurosis infantil de la humanidad que impide el crecimiento adulto del
hombre: negar al Dios-padre significa crecer, sanar y acceder a la propia autonomía.
Para Freud, la religión verdadera consiste en el culto del Padre omnipotente, legislador
universal y providencia protectora. La génesis de tal culto se encuentra en un complejo
de factores pulsionales, en cuya base está la libido, es decir, el deseo impelente de
satisfacer el narcisismo primitivo. La libido se encarna en esa realidad psicológica que
es conocida como Complejo de Edipo, en el cual se produce la rebelión contra el padre
visto como el principal obstáculo para la realización del deseo narcisista, rebelión que
a su vez engendra el deseo de matar al padre; deseo que crea posteriormente el
complejo de culpa y la necesidad de expiación. Por antítesis, surge en él otro
sentimiento complementario, el de la admiración y la nostalgia del padre, que
desemboca en la sublimación y en la divinización de la figura del mismo padre.
Este mismo esquema, sin ninguna justificación, es aplicado al ámbito social. Con ello
cree haber descubierto el proceso que dio origen a la religión como hecho social: el
complejo colectivo de Edipo condujo a la humanidad primitiva al asesinato del padre;
asesinato que, a través del sentido de culpa, desemboca en el reconocimiento del
Padre omnipotente: Dios. Los hebreos repitieron este proceso dando muerte a su
padre Moisés, después a los profetas y finalmente a Jesús. De este modo se llegó, con
el cristianismo, a la más pura espiritualidad y divinización de la figura paterna.
- Es cierto que uno de los mayores peligros para la conciencia religiosa es que el
hombre tienda a hacer a Dios a su medida. De este peligro se hizo eco: el A.T. cuando
prohibió hacer imágenes de la divinidad; la teología, sobre todo la teología negativa
para la que por muchas cosas que pudiéramos llegar a conocer de Dios, siempre sería
mayor lo que desconocemos. Por ello, la analogía fue el recurso más utilizado para
mostrar que todo cuanto el hombre afirma de Dios, aún cuando es tomado de nuestra
experiencia, acaba rompiendo los límites de la misma al aplicarse a Dios. Así, nosotros
podemos llamarle Padre porque sabemos por experiencia lo que es un padre; pero en
ese mismo llamarle Padre somos conscientes de que Dios lo es de un modo
radicalmente diferente a como lo es cualquier padre humano.
b) ¿Por qué Dios Padre y no Dios Madre?-Ya al comienzo de este artículo dejábamos
constancia de una injusticia largamente sostenida en el tiempo y que últimamente ha
denunciado con fuerza la teología feminista. El influjo del patriarcalismo se ha dejado
sentir en el uso de los símbolos masculinos para hablar de la divinidad en las diversas
religiones: Dios es padre, pastor, señor...
El feminismo pone en crisis ese modo de hablar de lo divino, porque es fruto de una
cultura machista que quiere hacer desaparecer y que pudiera condensarse en la frase:
"Si Dios es varón, entonces el varón es Dios". El uso del simbolismo machista para
hablar del misterio último de la realidad, que está más allá de toda connotación
sexual, ha servido para sacralizar el dominio de los varones sobre las mujeres, y para
quitar a éstas su dignidad y subjetividad. Por lo tanto, seguir empleándolo ¿no
constituye un factor negativo para los hombres y mujeres de estos tiempos, y para sus
recíprocas relaciones que han de estar basadas en la igualdad?
- La caracterización sexual es típica de los seres de nuestro mundo; Dios, por tanto,
está por encima de ella. Él, por el hecho de ser el Otro, está más allá de tal
caracterización, y por consiguiente no es ni hombre ni mujer.
En la realidad latinoamericana (I) los nuevos aportes del Vaticano II (II), ayudaron a la
Iglesia y las comunidades cristianas a descubrir la riqueza de la Palabra de Dios, que es
manantial de vida y esperanza en el caminar de los hombres y mujeres del continente,
y esperanza en la construcción del Reino de Dios (III). El encuentro con la Palabra de
Dios se ha ido concretando a través de muchos y diferentes cauces (IV). La realidad
actual plantea nuevos desafíos que sintetizaremos en algunas orientaciones pastorales
que la Iglesia tiene para los próximos años (V).
1. La Iglesia Latinoamericana
La opción de Jesús fue "vital"; la de su Iglesia, no siempre lo fue. Hasta hoy suena esa
voz que dice: dime qué imagen de Dios tienes, en qué Dios crees, y te diré qué
opciones tomas, qué Iglesia construyes. En ciertos momentos de la historia del
continente, sectores de la Iglesia dejaron de lado esa opción preferencial, -como si
fuera optativo-, y cerraron sus oídos a la voz de Jesús que llama desde rostros y
situaciones concretas. Algunos han padecido y padecen de amnesia, y se olvidan que
Dios acampó y todavía sigue allí, sin levantar su tienda de entre los pobres.
Afortunadamente, muchas de las Iglesias del continente siguen optando radical, vital y
preferencialmente por los pobres; viviendo su como Iglesia pobre, cercana y solidaria.
Este modo de ser Iglesia y vivir la fe, significó para muchos, pensar -errónea y
maléficamente- en un rompimiento con la Iglesia universal, y más todavía, con la fe
que venía heredada de estructuras eclesiales monolíticas y alejadas de la realidad.
Pero esto no es así. Desde el evangelio decimos que no significa romper con la Iglesia y
la fe de la Iglesia; mucho menos, con el Evangelio. Sí es cierto, y esto es irrefutable,
que desde la Palabra de Dios, desde la persona y el mensaje de Jesús, desde la realidad
de la mujer y el hombre latinoamericano, desde las distintas situaciones económicas,
socio-políticas, e incluso religiosas, el ser de la Iglesia en Latinoamérica, es y tiene que
ser, cualitativamente distinto, diverso y nuevo de cualquier otra realidad eclesial y
pastoral.
2.1. La Revelación
Palabra de Dios y vida de la comunidad. Haciendo eco del comienzo de la Carta a los
Hebreos, la Iglesia reconoce y descubre a Dios manifestado en su Hijo Jesús, presente
y actuante hoy (DV 4); por eso, antes que nada, la comunidad cristiana le descubre y
celebra vivo en la historia. De ahí que la Palabra de Dios crea comunidad y ella es el
mejor e irrenunciable espacio para encontrarla.
2.2. La Iglesia
Pueblo de Dios. La Iglesia heredó la rica historia del pueblo de Israel. Es y sigue siendo
continuación de ese pueblo. Cada persona que forma parte de ese pueblo está
llamada a vivir su dignidad de hijo/a de Dios, a profesar su fe y a ejercer el ministerio
de la Palabra como enviado/a de Dios (Cf. LG. 9; 12; 17). La Iglesia tiene en sus manos,
con la ayuda infinita del Espíritu Santo, la responsabilidad del anuncio del evangelio
que ella misma hace experiencia.
2.3. La Misión
Como en los temas anteriores, el Vaticano II amplía los horizontes y se crean nuevas
expectativas respecto a la misión y la evangelización. Si desde mucho tiempo atrás la
evangelización estaba limitada al anuncio del evangelio a los no creyentes, ahora se
clarifica la perspectiva entendiendo la evangelización como aquellas acciones que van
dirigidas a todas las personas (no sólo los no creyentes), implica ayudar a dar el paso
de la no fe a la fe, de la superficialidad a la hondura y madurez de la fe, del
individualismo y el no compromiso a una integración en la comunidad cristiana como
lugar privilegiado del encuentro con Dios y los demás. El documento Ad Gentes tiene
un acento claramente trinitario y cristocéntrico (cf. AG 1-4), y es donde se expresa la
"condición misionera" de la Iglesia (cf. AG. 5-6). Desde éste momento hasta nuestros
días se ha escrito mucho respecto al tema.
Envío que se actualiza. El envío que hizo Jesús resucitado sigue en el corazón de los
que le siguieron hasta el final y en los posteriores discípulos, la Iglesia: "Id por todo el
mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación..." (Mc. 16, 15). Ciertamente
que en América Latina, la Iglesia ha hecho la experiencia del principio de la
encarnación al encarnarse en distintas realidades del pueblo sencillo, en la gente
concreta y su cultura, paras anunciar el evangelio. El camino de la misión es el
siguiente: la apertura y el diálogo, la relación fraterna en el amor (cf. AG. 11-12); en
ese diálogo Dios cala hondo en la vida. Mejor que una pedagogía y metodología de la
imposición, la Iglesia hace el anuncio de Jesús en clave de "llamada e invitación" a
convertirse y seguirlo desde la propia realidad y en el contexto de una comuniadad
cristiana fraterna, que celebra la presencia de Dios Padre.
En Latinoamerica la praxis de la Iglesia se hace visible en las opciones concretas por los
más pobres y la vida en comunidad. Desde esta mirada, la pastoral tiene sentido
siempre y cuando actualice la praxis del Mesías, que vivió su vida movido por un
proyecto salvador. Las bienaventuranzas son la síntesis de este proyecto. Jesús vivió
desde la entrega radical a los enfermos, los pequeños, los probres y los pecadores. La
clave es la solidaridad por los excluídos y pecadores.
Acción pastoral. La acción pastoral: a) tiene como horizonte el Reino de Dios: el Reino
es la felicidad; que la vida y la realidad se asemejen al estilo de vida que quiere Dios; el
Reino es regalo y tarea; es iniciativa de Dios y respuesta del hombre; b) es compromiso
de toda la Iglesia: que animada por el Espíritu de Jesús se encarna en cada realidad; la
corresponsabilidad es la clave del anuncio eficaz y profundo del Reino de Dios; c) es
pastoral de conjunto: aunque suene ilusorio, la fuerza del evangelio está en el
testimonio personal, pero sobre todo, en el comunitario; no es sólo coordinación, es
mucho más, es unidad y comunión: tener un mismo sentir, aunque los carismas y las
actividades sean variadas; d) debe ser fiel a Dios y al hombre: la mirada de la Iglesia
debe estar puesta en Dios y en la realidad, pues sólo podrá construir una mundo y una
sociedad basada en el amor y la paz si es fiel a Dios; pero no se puede ser fiel a Dios y
encontrarse con él si no se es fiel al hombre y a las situaciones concretas que vive hoy;
e) debe tener en cuenta a los pobres y marginados: los excluídos por estructuras
injustas son el punto de partida de la pastoral y el lugar de encuentro con Cristo; f)
debe apostar por la vida en comunidad: una comunidad que acoja a todos, donde se
viva la fraternidad y sea lo que contrarreste el individualismo existente; g) alienta a
vivir en esperanza: ante tantas cosas que desalientan y alienan es posible creer en la
posibilidad de un mundo más justo y fraterno; es la tarea de hacer que Dios sea "todo
en todos" y donde todas las personas toquen, al menos con las manos, aquella
felicidad para la cual fueron creados.
Es necesaria la fe. Una fe nueva y renovada. Incluso una nueva visión y vivencia de la fe
ante la secularización, el materialismo y la tecnología que lo pueden casi todo. Una fe
que lleve a rehacer la fraternidad entre las personas, para que desde ella se
encuentren con Dios que es Padre y Madre de todos (Is 49, 15). Esta fe nueva es la que
ayuda a muchos a denunciar proféticamente estas situaciones que atentan contra las
personas y contra Dios, y a anunciar el nuevo Reino de Dios. Lamentablemente no
siempre es ni será así, pues muchas personas de Iglesia han sido y son cómplices de
esas mismas injusticias. A pesar de la complicidad, la luz de la Palabra que llega desde
el Evangelio, y desde la realidad analizada de forma crítico-creyente, y especialmente
desde los pobres, nos ayudan a descubrir lo que destruye y aniquila una vida digna de
hijos de Dios y nos propone los mejores y nuevos caminos hacia la nueva humanidad.
Los marginados. Crecen cada vez más. Crecen por motivos sociales, políticos,
económicos, étnicos, lingüísticos. La Palabra de Dios que habla desde estas realidades
de marginación pide una "escucha atenta" y que nos "comprometa" en la liberación de
estos hermanos. La palabra de Jesús que ha liberado a muchas personas de la opresión
del pecado, llama con urgencia a continuar su misión en la liberación de los oprimidos
y marginados. Es la lucha diaria y permanente por una sociedad más justa y fraterna,
donde la libertad sea un valor de todos y vivido por todos. Es necesaria la capacidad de
acogida y apertura a todos.
Nuevos grupos religiosos. Han aumentado los grupos religiosos, algunos sectarios y
fundamentalistas. El sincretismo religioso de algunas sectas hace que la religión sirva
de escape de la realidad, y lleve a la falta de compromiso por la liberación de las
injusticias. Con la ayuda del Espíritu Santo la Iglesia no se cierra ni deja de dialogar con
ellos; es más, con quienes desean y abren sus puertas al diálogo la Iglesia se muestra
abierta y trata de buscar lo común a todos como creyentes en Dios. Lo ecuménico es
pieza clave en este rompecabezas de nuevos grupos religiosos, pero sobre todo con las
religiones que buscan la felicidad plena y verdadera del hombre. El espíritu ecuménico
es también testimonio de las Iglesias latinoamericanas que muestra y proclama en la
sociedad que el evangelio de Jesucristo es Buena Noticia de salvación para todos. La
pastoral de la Palabra ayuda a los cristianos a hacer una lectura ecuménica de la
Sagrada Escritura para que las personas y las comunidades vivan en comunión y en el
amor. La Iglesia inserta en el mundo tiene como tarea primordial la "nueva
evangelización" y su novedad absoluta es Jesucristo el Señor. La reflexión acerca de la
pastoral de la Palabra será importante para conseguir que el anuncio toque el corazón
de la gente y lleve a las personas al encuentro profundo con el Señor.
La Iglesia sabe que el anuncio nuevo del Evangelio lo motiva el mismo pueblo de Dios
que, "...pide el pan de la Palabra de Dios" (n. 93); atenta a la voz de la gente "...ponen
en Dios toda su confianza... para dar una respuesta pastoral adecuada" (ib.). La Palabra
de Dios se convierte así en el motivo y el centro de comunión entre las personas y en
torno a ella "...florecen grupos cristianos eclesiales de seglares, hombres y mujeres"
(n. 99) que reunidos para celebrar la presencia de Dios, iluminan su vida y la
profundizan (n. 101).
Al final de las conclusiones se realiza una síntesis de todo lo expuesto y los obispos
dicen que las "...actitudes fundamentales del ser pastoral de nuestras Iglesias en el
continente exigen una Iglesia en proceso permanente de evangelización, una Iglesia
evangelizada que escucha, profundiza y encarna la Palabra, y una Iglesia
evangelizadora que testimonia, proclama y celebra esa Palabra de Dios. El Evangelio
de Jesucristo ayuda a construir una nueva sociedad en total fidelidad a Cristo y al
hombre en el Espíritu Santo, denunciando las situaciones de pecado, llamando a la
conversión y comprometiendo a los creyentes en la acción transformadora del mundo
(n. 1305). La Palabra de Dios es, en definitiva, el ser de la Iglesia y el centro de la
evangelización.
La Iglesia que peregrina en este continente está presente y se realiza como comunidad
"...en torno a la Palabra de Dios y a la mesa de la Eucaristía..." (Santo Domingo 11) y
llena de esa Palabra es enviada a proclamar el Evangelio de Jesucristo mediante el
testimonio de amor fraterno. En continuidad con las Conferencias de Medellín y
Puebla, la Iglesia reunida en Santo Domingo reafirma "la opción preferencial en favor
de los pobres. Una opción no exclusiva ni excluyente, pues el mensaje de la salvación
está destinado a lodos" (Discurso Inaugural, Juan Pablo II, Tercera Conferencia del
Episcopado Latinoamericano, 16). Esta opción está "basada esencialmente en la
Palabra de Dios y no en criterios aportados por ciencias humanas o ideologías
contrapuestas, que con frecuencia reducen a los pobres a categorías sociopolíticas
económicas abstractas. Pero es una opción firme e irrevocable» (lb.).
Convocada por la Palabra, la Iglesia, tiene como principal oficio "predicar el Evangelio"
(Ibid., 33), y será eficaz si lo hace en "fidelidad a la Palabra de Dios" (Ibid., 28). Se
reconoce y confirma lo que en las anteriores Conferencias se expresaba: el lugar
propio de acogida de la Palabra de Dios es "la comunidad eclesial" (Ibid., 28); en ésta
es donde encuentra su fuente que es Jesucristo (Ibid., 31). Sin la comunidad se
fomenta el individualismo y, por tanto, la carencia de una fe que ayude a la conversión
y el seguimiento de Jesucristo. Lo que permite una auténtica experiencia de Jesús es la
Eucaristía y la Palabra de Dios, vividas y celebradas en comunidad (cfr. Ibid., 287).
Al hablar de la catequesis los obispos expresan que ésta tendrá que actualizar la
revelación amorosa de Dios manifestada en Jesucristo, y para esto "...debe nutrirse de
la Palabra de Dios leída e interpretada en la Iglesia y celebrada en la comunidad para
que al escudriñar el misterio de Cristo ayude a presentarlo como Buena Nueva en las
situaciones históricas de nuestros pueblos" (Ibid., 33). Además, debe formar
catequistas "...dotados de un sólido conocimiento de la Biblia que los capacite para
leerla, a la luz de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, y para iluminar desde la
Palabra de Dios su propia realidad personal, comunitaria y social. Ellos serán
instrumentos especialmente eficaces de la inculturación del Evangelio" (Ibid., 49).
Otro de los aportes que hace Santo Domingo es que la Palabra de Dios en la
comunidad cristiana es la referencia fundamental para realizar cualquier
discernimiento. Concretamente, se toca el tema de la mujer en la Iglesia. Se pide a los
sacerdotes y agentes de pastoral que tengan la conciencia y la capacidad de aceptar y
valorar "...a la mujer en la comunidad eclesial y en la sociedad, no sólo por lo que ellas
hacen, sino sobre todo por lo que son" (Ibid., 108); esto debería generar profundas
consecuencias en la vida de la Iglesia, pero que hasta el momento no se notan. Se
pide, "...discernir a la luz del Evangelio de Jesús los movimientos que luchan por la
mujer desde distintas perspectivas, para potenciar sus valores, iluminar lo que puede
parecer confuso y denunciar lo que resulta contrario a la dignidad humana" (lb.). A
partir de la lectura de la Palabra de Dios es posible descubrir aquellos rasgos que la
vocación femenina aporta al plan de Salvación.
Al hablar de la familia dice que, como Iglesia doméstica, ella "...acoge, vive, celebra y
anuncia la Palabra de Dios" (Ibid., 214); "es santuario donde se edifica la santidad y
desde donde la Iglesia y el mundo pueden ser santificados" (Ibid., 214. Cita a FC. 55.).
El documento final termina diciendo que todos estamos llamados a la santidad (LG. 39-
42); que todos en la Iglesia debemos poner "...un decidido empeño por la continua
educación de la fe, por medio de la catequesis, que tiene su fundamento en la Palabra
de Dios y el Magisterio de la Iglesia..." (Ibid. 294). Sólo desde "...la Palabra de Dios
leída en Iglesia" (Ibid., 143) se puede afianzar la identidad de la Iglesia.
La Palabra de Dios es la fuerza que evangeliza, santifica y libera; pues ella, con lenguaje
humano, hecha Escritura, es salvación para el hombre y la mujer de hoy. Haciendo eco
del encuentro de los obispos en Puebla podemos decir que la Biblia es el alma de la
pastoral de la Iglesia. "La Escritura debe ser el alma de la evangelización..." (Puebla,
372). La nueva evangelización ha implicado -y de hecho se vive así- nuevas formas en
el anuncio de la Palabra, siempre en armonía con la Tradición y el Magisterio de la
Iglesia. Es importante que las personas descubran en cada momento el paso de Dios
por la vida concreta y vean con claridad el plan de salvación que Dios tiene para ellos.
Es la Palabra de Dios la que sacia el hambre y la sed de quienes le buscan con corazón
sincero en la vida, especialmente en la liberación de los pobres de América Latina. Hay
dos elementos que importa destacar en este momento: la lectura personal de la
Sagrada Escritura y la oración; es decir, la lectura orante y comunitaria de la Palabra.
Desde éstas pistas la Biblia será el centro de la vida de las personas y las comunidades;
el fundamento que anima toda la vida de la Iglesia. Si bien en las CEBs y grupos de
oración, en la catequesis, la Biblia es clave, no en todas las otras actividades pastorales
es así. En las celebraciones litúrgicas muchas veces, por más que tenga un lugar
privilegiado, poco se la escucha, porque poco se prepara a las personas para hacerlo;
asi no puede dar frutos en ellos ni en la comunidad. En otros grupos por la intensa
actividad que tienen, la Biblia no se toca, y así en muchas otras realidades. Por eso es
importante que la Palabra de Dios esté presente en cada encuentro y no como algo
que viene añadido o algo que haya que leer por obligación, sino como algo
fundamental desde donde Dios nos habla con cariño e ilumina la vida.
Desde otro punto de vista, es importante que la pastoral bíblica conduzca a los
cristianos a vivir fieles a la Palabra de Dios, acompañar a los cristianos para que
profundizando en la la Palabra maduren en la fe.
Convocatoria y formación permanente de los ministros de la Palabra. Es necesario
formar ministros de la Palabra no para que sepan leer bien la Palabra de Dios en las
celebraciones, sino para que la vivan como servicio y entrega a los hermanos,
especialmente, los más pobres, y las comunidades. Estas son algunas dimensiones
importantes a la hora de formar los ministros de la Palabra: a) formación bíblica:
conocer la Biblia, saber hacer una lectura creyente de la Palabra en un contexto
determinado, lectura y meditación permanente de la Biblia; b) formación humana y
espiritual que le ayude a crear comunidad: en relaciones humanas e interpersonales; c)
formación para el servicio: comprometerse con la realidad de la gente y los pueblos,
con impulso misionero, hacer que Jesús esté en el corazón de las personas, los pueblos
y las culturas.
4.2. La catequesis
La Iglesia nació de la palabra de Jesús y fue enviada a todos los pueblos a anunciar la
Buena Nueva. La catequesis se comprende dentro de la comunidad cristiana, y su
principal anuncio es el evangelio, hecho de una manera especial y con un estilo propio,
con tiempos y lugares propios, con pedagogía y metodologías propias. La catequesis
que es parte del ministerio de la Palabra tiene sus rasgos propios, como es el
relacionado con la iluminación e interpretación de la experiencia humana. (Hablamos
del método inductivo que "...parte de la vida humana con sus problemas y situaciones,
para proceder seguidamente a iluminarlos con la Palabra de Dios". Orientaciones
Comunes a la luz del Directorio General para la Catequesis, n° 165). "El papel de la
iluminación de la Palabra de Dios sobre nuestras vidas es el corazón mismo de la
catequesis" (Ibid., 93).
5. Orientaciones pastorales
La Palabra de Dios es luz La Palabra de Dios se realiza a través de una Iglesia que
ilumina las situaciones humanas y se compromete por una vida digna de hijos de Dios
para todas las personas. Las estructuras económicas y de poder son incapaces de
considerar a los hombres y mujeres como "personas"; sin embargo Jesús nos da
testimonio de que es prioritario limpiar la mirada y el corazón, y ver a la persona como
una finalidad en sí misma, pues cada uno lleva marcado a fuego desde la creación la
vocación de hijo e hija de Dios. San Ireneo de Lyon se expresaba así: "la gloria de Dios
es el hombre viviente". Es urgente restablecer y potenciar esta dignidad.
Papa
La elección del Papa por Cristo remite a los Evangelios donde se destaca la figura de
Pedro (Mt 16,16-19; Lc 22,31-32; Jn 21, 15-17).
La figura de Pedro muy pronto se une a la Iglesia de Roma, lugar donde, según la
tradición fue martirizado. Los Santos Padres admiten la figura del obispo de Roma
como de "presidencia en la caridad". Roma será la "prima Sede", seguida de
Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Constantinopla.
No siempre ha sido aceptada con normalidad la figura del Papa. Oriente en 1054 y el
Protestantismo occidental (S. XVI) la cuestionaron profundamente.
Hasta el actual Papa, Juan Pablo II, la lista de obispos romanos suman 266.
BIBL. — K. SCHATZ, El primado del Papa. Su historia desde los orígenes hasta nuestros días, Sal Terrae, Santander
1996.
J. Bestard se ha atrevido a diseñar el retrato robot del parróco de hoy, con estas
actitudes y características:
Algunas anotaciones sobre los párrocos "in solidum", de los que habla el c. 517, 1. Se
trata de nombramientos realizados por el obispo para que dos o más sacerdotes
atiendan una o varias parroquias "solidariamente". Uno de estos sacerdotes debe
coordinar la actividad conjunta y responder de ella ante el obispo. Estos
nombramientos "in solidum", cuando de verdad funcionan, fomentan la fraternidad
sacerdotal y los equipos de trabajo y vida sacerdotales.
BIBL. - R. BERZOSA MARTÍNEZ, Para comprender y vivir la Iglesia Diocesana, Burgos 1998.
Parroquia
SUMARIO: 1. Identidad y misión de las parroquias hoy. — 2. ¿Qué dimensiones
eclesiales debe desarrollar y hacer crecer la parroquia? — 3. ¿Qué tipología de
parroquias se han dado entre nosotros en estos últimos años? — 4. ¿Cómo debe ser la
parroquia hoy? — 5. Participación de los laicos en la parroquia.
Según SC 42, y CDC 515,1: "Es una determinada comunidad de fieles, constituida de
modo estable en la Iglesia particular, para cuya pastoral, bajo la autoridad del obispo
diocesano, se encomienda a un párroco (y vicarios) como sus pastores propios".
En otras palabras, la parroquia es: célula viva de la Iglesia diocesana. Donde se vive la
comunión de fe, culto y compromiso. Y está formada por bautizados, principalmente,
que éscuchan juntos la palabra de Dios, celebran los misterios de su fe, anuncian la
Buena Nueva y se esfuerzan por transformar cristianamente las realidades temporales.
3. ¿Qué tipología de parroquias se han dado entre nosotros en estos últimos años?
- Es sacramento de Cristo, para unir los hombres con Dios y los hombres entre sí. Por
eso nos reunimos en nombre de Jesucristo resucitado, presididos por el Padre,
animados por el Espíritu Santo, en torno al sacramento de la Eucaristía.
- La parroquia debe ser y estar abierta y sin fronteras, en comunión con toda la Iglesia,
haciendo visible su nota de catolicidad.
Si se pregunta, además, por las notas que debe tener una parroquia, en resumen
remitiríamos a lo expresado en los Hechos de los Apóstoles:
- Vivían en comunión con Dios (Hc 2,42) y entre sí (Hc 4,32-35), teniendo todo en
común (Hc 2,42). Siendo un solo corazón y una sola alma, y no padeciendo nadie
necesidad (Hc 4,32-35).
En resumen, a la pregunta ¿qué tiene que ser y hacer la parroquia hoy?, la respuesta es
sencilla: que la parroquia sea de verdad lo que está llamada a ser. Aunque es el lugar
más tradicional y accesible para todos, y la institución eclesial más universal, secular y
perdurable, tiene, sin embargo, sus limitaciones:
- No es toda la Iglesia particular (en ella, pero más allá de ella se sitúan las
comunidades de base, movimientos laicales, prelaturas, Institutos de vida consagrada,
ordinariato castrense...).
- No tiene todos los carismas con que el Espíritu Santo dota a su pueblo.
- Ni es capaz por sí misma de realizar toda la misión evangelizadora de la Iglesia (no
llega a algunos "ambientes": mundo obrero, universidad, etc.).
- Koinonía o de comunión.
- Litúrgica o de celebración.
- Kerigmática o catequética.
- Diakónica o de compromiso y misión.
Para que esto sea una realidad, necesita una nueva mentalidad. Señalo un decálogo
para seguir caminando en ese sentido:
- Todo ello con buena dosis de amor, humor y paciencia: no querer todo de inmediato
y a corto plazo.
Si para concretar aún más se piden pistas para dinamizar la parroquia, en cuanto a
participación de todo el pueblo de Dios, especialmente los laicos, me atrevería a
señalar las que no hace mucho subrayaron los obispos alemanes. Siempre teniendo en
cuenta que nuestra Iglesia particular ofrece sus propias características y que,
particularmente en el mundo rural, el concepto de parroquia tradicional hay que
alargarlo y contemplarlo desde las denominadas "Unidades de Atención Pastoral".
Pues bien, los diversos ministerios y funciones pudieran caminar por estos derroteros:
Pastoral de conjunto
Pastoral Fundamental
La necesidad de validar y defender la fe hizo surgir la apologética; los tres frentes a los
que pretende responder la apologética son: la negación de Dios (ateísmo), la religión
natural-racional (deísmo) y la comprensión protestante del cristianismo. La
apologética profundiza las pruebas de la existencia de Dios, la validez histórica de la
revelación cristiana y la Iglesia católica como la única Iglesia de Cristo. El enfoque del
tratado de apologética en la época neo-escolástica era de estructuración teórica y
basado en la autoridad que la Iglesia ha recibido de Dios. En el siglo XX los aportes de
la crítica literaria e histórica, la revalorización de lo existencial y subjetivo, la
recuperación de la patrística y los intentos de renovación litúrgica fueron preparando
el camino al surgimiento a una nueva manera de enfocar la significatividad de la fe
para la vida humana. La referencia a Dios da a la fe una pretensión de ultimidad y de
universalidad; la reflexión teológica y la acción pastoral deben manifestar
convincentemente que la fe es el mejor camino para una comprensión más profunda
de lo humano y para dotar a la existencia personal y social de un horizonte de sentido
que realiza plenamente lo humano. En consecuencia, la actitud de escucha, diálogo,
confrontación crítica y purificación constante es lo que mejor puede aquilatar la fe que
profesamos y manifestar los motivos profundos que llevan al acto de fe (cf. ANDRÉS
TORRES QUEIRUGA, Teología fundamental, Nuevo Diccionario de Catequética, S. Pablo
2000, 2142-2144).
Toda palabra sobre el Dios de Jesús tiene que procurar ser sugerente e
iluminadora para la cultura actual.
Sentir que Dios ya está presente, como Creador y Salvador. en los hombres y
mujeres a los que se quiere evangelizar. Lo fundamental es explicitar, dar rostro
y acoger esa presencia actuante que precede a la misma acción eclesial.
El contenido de las acciones eclesiales se hace en referencia a las acciones del mismo
Cristo y al mandato misionero que recoge Mt. 28, 18-20. La teología pastoral se divide
en Pastoral Fundamental: tratamiento de la naturaleza y fundamentación de la acción
pastoral, y en Teología Especial: anuncio, celebración, vida cristiana y compromiso. Las
aportaciones de Pablo VI en E.N. han ayudado a comprender mejor lo que
entendemos por pastoral; la evangelización se entiende como un proceso
estructurado por el anuncio misionero, la propuesta cristiana, el seguimiento de Jesús
y el crecimiento constante en la adhesión a la persona de Jesucristo con el
consiguiente cambio de criterios, actitudes y comportamientos (cf. L. PACOMIO,
Pastorale ed evangelizzazione sono sinonimi?, en AA.W., Scienza e prassi pastorale in
Italia, Nápoles 1985, 101-111). La acción pastoral procura la edificación de la Iglesia, es
decir, que el pueblo se sienta pueblo de Dios, es decir, comunidad que tiene su origen
en la comunión trinitaria y busca la construcción del Reino de Dios. «Como la función
teológica es un acto reflexivo, es acto segundo. Antes de pensar se es, y antes de que
haya una teología cristiana hay una vida eclesial de creyentes. Evidentemente, la
operación reflexiva produce un conocimiento teológico, al que precede un acto
pastoral, que es un acto primero» (C. FLoRISTÁN, Teología práctica. Teoría y praxis de
la acción pastoral, Sígueme 1991, 140). La teología pastoral al ser teología es
interpretación de lo humano desde el Evangelio, y por ser pastoral tiene como meta la
vida cristiana y la salvación eterna. En consecuencia, la teología pastoral precisa
formular con claridad los objetivos, la meta y el método que le son propios. «Una
doctrina teológica incapaz de iluminar una práctica y que no lleve a la realización de la
Iglesia y de su misión en el mundo es pura especulación que poco tiene que ver con la
teología, y una práctica pastoral que no esté asentada sobre una sólida
fundamentación teológica no pasa en muchas ocasiones de ser una aventura o un
mero experimento del que con frecuencia tenemos que lamentarnos más tarde» (J. A.
RAMOS, Teología Pastoral, BAC 1995, 8-9).
La dimensión neumatológica de la Iglesia expresa lo propio del ser y misión del Espíritu
Santo. La peculiaridad personal de la tercera persona de la Trinidad es que es Don de
Dios y «designa el júbilo y el agradecimiento en el que el Padre da origen al Hijo y éste
se recibe enteramente del Padre. Por ello el Espíritu vive del Padre y del Hijo» (ELOY
DE LA FUENTE, O.C. 64). El Espíritu Santo comunica la posibilidad, el dinamismo y el
gozo de la comunión a la que está llamada toda la humanidad como proyecto humano
y trascendente. El Espíritu Santo es la fuerza que abre la historia hacia lo nuevo, lo
renovador, lo comunitario y la plenitud; y así manifiesta la gloria del Padre y los frutos
de la redención del Hijo. Los Evangelios narran como el Espíritu Santo se hace presente
en los momentos importantes de la vida de Jesús y de su misión. La misión del Espíritu
Santo y el envío de los apóstoles parten de Jesús: «Jesús le dijo otra vez: 'La paz con
vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío' Dicho esto, sopló y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo» (Jn. 20, 21-22). «El Hijo, que ha consumado en el mundo la
misión recibida del Padre, recibe a su vez de él en el Espíritu la Iglesia, que por ello
queda insertada en el amor recíproco que los constituye como personas. Y el Don-
Persona no puede dejar de mostrar su protagonismo en la Iglesia» (ELOY BUENO DE LA
FUENTE, O.C. 67). Pentecostés expresa en la historia el impulso necesario y definitivo
del Espíritu Santo para que la humanidad camine hacia la unidad; para ello ayuda a los
bautizados a adentrarse en el misterio de Dios, a crecer en la vida evangélica y a no
perder el rumbo que nos lleva a la vida eterna. «Así, pues, ya no sois extraños ni
forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el
cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien
toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en
quien también vosotros con ellos estáis siendo edificados, para ser morada de Dios en
el espíritu» (Ef. 2, 19-21). Por esto Pablo exhorta a los cristianos de Roma, «por la
misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios. Tal será vuestro culto espiritual» (Rom. 12,1) porque el cuerpo
humano en todas sus dimensiones temporales es «templo del Espíritu Santo» que
hemos recibido de Dios y, en consecuencia, no nos pertenecemos, pues somos don,
amor y gracia para el Reino.
«El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su
sabiduría y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación divina «a la cual
llama a todos los hombres en su Hijo: Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la
santa Iglesia» (CEC 759). El proyecto salvador tiene su origen en el Padre por el Hijo en
el Espíritu Santo; el encuentro con Dios es por Cristo en el Espíritu. La iniciativa y
generosidad de Dios nos ha hecho «partícipes de la naturaleza divina» (2 Pe.1,4); a
esto llamamos comunión, que se nos da como el don del Espíritu que conlleva la
«gracia de Jesucristo» y el «amor del Padre», expresiones frecuentes en los escritos
del Nuevo Testamente. La Iglesia es la comunidad de los que viven la comunión
trinitaria y trabajan porque esta comunión aliente la fraternidad entre las personas y
los pueblos. La Iglesia es sacramento de comunión porque se inserta en la comunión
trinitaria y es presencia histórica de esta comunión. «La Iglesia, Cuerpo Místico de
Cristo, es una comunión, a la vez interior, de vida espiritual (de fe, de esperanza, de
caridad), significada y engendrada por una comunión exterior de profesión de fe, de
disciplina y de vida sacramental» (ELOY BUENO DE LA FUENTE, o.c., 78). La comunión
es don de Dios que llevamos en nosotros por naturaleza y gracia bautismal, tarea
intraeclesial y compromiso histórico. «Lo que existía desde el principio, lo que oímos,
lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos,
hablamos de la Palabra, que es la vida, porque la vida se manifestó, nosotros la vimos,
damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba de cara al Padre y se
manifestó a nosotros, eso que vimos y oímos os lo comunicamos ahora para que seáis
vosotros solidarios, con nosotros; pero además, esta solidaridad nuestra lo es con el
Padre y con su Hijo Jesús, el Mesías. Os escribimos esto para que nuestra alegría llegue
a su colmo» (1 Jn. 1,1-4).
4. Las tres referencias de la teología pastoral
«En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo
encarnado... En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada
también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha
unido, en cierto modo, con todo hombre» (G.S. 22). Este texto es muy esclarecedor del
ser y la misión de la Iglesia, y nos sirve para comprender adecuadamente la
fundamentación de la teología pastoral. Jesús de Nazaret anuncia y hace presente al
Reino; muerto y resucitado envía a los Apóstoles para que continúen su misión con la
fuerza del Espíritu Santo que han recibido. Y los Apóstoles anuncian a Jesucristo como
Señor (Kyrios) de la historia; todo ha sido creado en El y para El, pues ha de recapitular
en sí todas las cosas llevándolas a su plenitud (cfr. G.S. 38). Las tres grandes
referencias para la Iglesia son Cristo, el Reino y el mundo.(Cf. J. A. RAMOS, «Cristo,
Reino y Mundo, las referencias obligadas para la acción pastoral de la Iglesia»:
Salmanticensis 37 (1990) 177-200).
«La Iglesia es en Cristo como un signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de
la unidad de todo el género humano» (L.G. 1). La Iglesia es sacramento de Cristo pues
da continuidad en la historia a la salvación de Cristo; en la humanidad de Cristo, Dios
comunica la salvación, y la Iglesia es la mediación que prolonga en el espacio y en el
tiempo esta misión salvadora que viene de Cristo. En consecuencia, la estructura
teándrica de Cristo también configura a la Iglesia, que no se puede identificar con
Aquel en quien encuentra su origen y razón de ser. «Desde la salvación dada en Cristo,
la Iglesia aparece como un misterio derivado que recibe del mismo Cristo estructuras
similares a su misterio, estructuras que reflejan la humanidad y la divinidad del que es
su Señor (J. RAMOS, Teología Pastoral, BAC 1995, 89; cfr. Encarnación e Iglesia. Dogma
cristológico y eclesiológico en el magisterio pontificio y conciliar del Vaticano 1 al
Vaticano II, Salamanca 1984). En la Iglesia, santa y pecadora, no se puede atribuir todo
a la acción del Espíritu Santo; por el contrario, siente permanentemente la necesidad
de convertirse al Evangelio, pues su referencia definitiva es Jesucristo. «Cuando el
Padre envía su Verbo envía también su aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el
Espíritu Santo son distintos, pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se
manifiesta Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien le revela»
(CEC 689).
«El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Nueva, es decir, de la
llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras» (L.G. 5). Para
cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La
Iglesia es el Reino de Cristo» presente y en misterio» (L.G. 3) (CEC 763). El Reino que
Jesús anuncia en el Evangelio expresa la voluntad salvadora y reconciliadora de Dios
para toda la humanidad. El Reino se inaugura con Jesús de Nazaret y se va abriendo
camino en medio del mundo y de la historia hacia la consumación escatológica. La
Iglesia acoge el Reino, camina hacia él y procura hacerlo realidad con obras y palabras
en cada comunidad evangelizada que celebra la liturgia y se compromete con los
problemas humanos. Se dan realidades no eclesiales que significan y construyen el
Reino; el camino de la humanidad es el camino de la Iglesia, pues su razón de ser es
encaminar a los hombres y mujeres hacia la novedad de vida que es el Reino. La Iglesia
no es el Reino, pero el Reino está presente en ella y al Reino sirve la Iglesia. Esto hace
que la Iglesia se entienda a sí misma como comunión y Pueblo de Dios que anticipa la
realización plena de cada persona y de la humanidad como fraternidad. El horizonte
del Reino mantiene la esperanza de los cristianos, ayuda a la Iglesia a revisarse
permanentemente y apunta al trabajo convergente con otras personas e instituciones
preocupadas por mejorar la humanidad
6. Teología «pastoral-sacramental»
- «El hombre, en la plena verdad de su existencia, es la primera ruta que debe recorrer
la Iglesia en el cumplimiento de su misión: él es la primera ruta y la ruta fundamental
de la Iglesia, ruta trazada por el mismo Cristo, ruta que, de manera inmutable, pasa
por el misterio de la Encarnación y de la Redención» (R.H. 14). Toda persona por
persona participa del misterio pascual de Cristo (cf. G.S. 22, 4); aquí se enraíza el ser y
la misión de la Iglesia: propiciar, explicitar y culminar la configuración de cada persona
en Cristo por el Espíritu Santo.
- Cristo Resucitado es Primogénito (Col. 1,8) y primicia (1 Cor. 15, 20) de la humanidad
reconciliada que camina hacia la plenitud. Entre el acontecimiento de la Pascua y la
consumación escatológica la Iglesia desarrolla su misión: la renovación de la
humanidad por la incorporación de ésta al cuerpo glorioso de Cristo (Ef. 2,20-22; 1 Cor.
3, 21-23), pues «todo ha sido creado por Él y para El» (Col. 1, 18).
Los principios y las líneas-fuerza generan una dinámica en las acciones pastorales, que
parte del mismo Jesucristo y continúa en la Iglesia por el ministerio ordenado y por el
sacerdocio universal de los fieles laicos. ¿Cómo debe estar presente la Iglesia aquí y
ahora?; ¿cómo hacer para ser fiel al ser y misión de la Iglesia? Apenas acabado el
Concilio, K. Rahner hizo aportaciones muy importantes que están en la base del
desarrollo posterior de la teología pastoral fundamental (AA.W., Handbuch der
Pastoraltheologie, I, Herder, Friburgo 1964-72, 124 ss). Veamos los dinamismos más
importantes de la acción eclesial:
- La teología pastoral está al servicio del encuentro del hombre con Dios. - La pregunta
religiosa tiende a desaparecer del horizonte existencial de muchos jóvenes españoles y
europeos según afirman los comentaristas de la Encuesta Jóvenes 99 publicada por la
Fundación Santa María. Esto no es así en otros ámbitos eclesiales, como puede ser en
América Latina. La experiencia auténtica de Dios, es decir, afectiva, convincente y
comunitaria es el supuesto, el hilo conductor y la meta de las acciones pastorales de la
Iglesia. En caso contrario, se podrán hacer muchas cosas significativas en sí mismas,
pero la resultante final de cada una de ellas y de su conjunto no es el encuentro con el
Dios revelado en Jesús. Estamos convencidos que el sentido de pertenencia eclesial y
de compromiso con el Evangelio no son posibles sin una experiencia personal de Dios
como el que fundamenta el origen, el sentido y el final de la vida ; y viceversa, el
camino más seguro del encuentro con el misterio de la Trinidad es el del seguimiento
de Jesús en la comunidad eclesial. O respondemos a este reto o hemos fallado en lo
fundamental. Para los creyentes convencidos, el primer compromiso consiste, sin lugar
a dudas, en ser cristianos confesantes en los ambientes donde transcurre el día a día;
testimoniar al Dios vivo es también denunciar los ídolos como el poder, el dinero, la
violencia, el engaño, etc.
Jesús Sastre
Introducción
Se han expuesto los conceptos globales: Acción misionera, dirigida a los no creyentes y
a los religiosamente indiferentes, y Acción catecumenal, que abarca la catequesis en su
sentido específico de iniciación cristiana. ¿Qué razón hay ahora para exponer el
concepto de Pastoral misionera y catequética? Si la Acción misionera es el «primer
momento» de la evangelización y la catequesis está integrada en el «segundo
momento»: la Acción catecumenal ¿cómo ahora se las introduce, de algún modo, a las
dos dentro del «tercer momento» de la evangelización: la Acción pastoral,
desarrollando la Pastoral misionera y la catequética?
En las Iglesias del Primer Mundo no estamos, precisamente, en "un momento dulce"
de la Acción catecumenal o catequesis iniciatoria. En ellas, el progreso de la increencia
y de la indiferencia religiosa ha hecho bajar "muchos enteros" la valoración de esta
acción eclesial tan cultivada en otras épocas de la Iglesia. Los Pastores y sus
colaboradores están llamados, ante todo, a revalorizar en sus Diócesis esta Pastoral
catequética, que CT (n° 13) llama el Ministerio de la catequesis.
Con frecuencia los agentes pastorales consideran todas las acciones evangelizadoras
en el mismo plano. Así, cuando ellos logran reunir asiduamente a un grupo interesante
de cristianos deseosos de progresar en la vida evangélica, a la hora de ponerlo en
marcha, valoran por igual -sin ningún discernimiento- la Acción misionera, la Acción
catecumenal y la Acción pastoral con todas sus pastorales específicas: la pastoral de
Movimientos, de Cursillos de Cristiandad, de la Caridad, la pastoral Penitenciaria, la
pastoral Catequética, de la Salud, de la Oración, de las Comunidades cristianas, la
pastoral Bíblica, Litúrgica, la pastoral Obrera, etc.
1ª. Como se ve, las acciones específicas de la 1ª y 2ª etapa del proceso evangelizador
preceden a las acciones específicas de la 3ª etapa: la Acción pastoral. No hay
catequesis real sin fe-conversión inicial. Si la fe-conversión no se da (1ª etapa), es
preciso empezar por suscitarla, antes de empezar con las acciones de la 2ª etapa. Aquí
no vale "la huida hacia adelante", es decir, dar por supuesta o adquirida la fe-
conversión y continuar, sin más, el proceso evangelizador.
2ª. Si algún agente pastoral piensa que el grupo reunido ha de empezar, por ejemplo,
por una de las pastorales indicadas en la etapa de la Acción pastoral, no podrá dar por
supuestas las acciones de las etapas de la Acción misionera y de la Acción catecumenal
o catequesis iniciatoria. Habrá de recuperarlas con creatividad, pero también con
fidelidad a la naturaleza, objetivos y acciones propias de la Acción misionera y de la
Acción catecumenal.
Los creyentes cultos, que no habiendo recibido una seria formación religiosa
posterior a la infancia, tienen necesidad de replantearse los fundamentos de su
fe.
Los cristianos que, por una u otra causa, ocultan su condición de creyentes, y
han de ser ayudados a superar su sentimiento de inferioridad.
1.° Una buena Pastoral misionera y catequética diocesana exige una absoluta prioridad
en la formación de catequistas
1.° Suponemos que los catequistas sean creyentes y prácticamente con un cierto
rodaje catequético en grupos, suficientemente interesados en su formación y
dispuestos a sacrificar en ella "las tardes" durante dos o tres años. (Damos, quizá,
demasiado por supuesto que las personas tienen una adecuada experiencia cristiana y
un "lugar" donde madurar su vida cristiana: pequeña comunidad cristiana, grupo
cristiano de referencia, etc.).
2.° Damos por supuesto que lo que ellos necesitan es conocer mejor a los miembros
de los grupos catequéticos en sus circunstancias sociológicas; hacerse con un
conocimiento global del mensaje cristiano y, con ello, adquirir criterios cristianos para
interpretar su vida, la de las personas, los acontecimientos pasados y presentes y la
naturaleza a la luz del Evangelio.
4.° Intentamos que, para lograr estos objetivos, adquieran conocimientos sistemáticos
sobre las fuentes de la catequesis: la Sda. Escritura y la Tradición, sobre los contenidos
fundamentales del mensaje catequético y sobre la pedagogía de Dios, las reglas de la
comunicación y los medios didácticos.
5.° Procuramos, por fin, que se ejerciten en la práctica catequética para sabe conjugar,
en interacción, los diversos elementos del acto catequético: contenidos antropológicos
y de fe, situación de los sujetos, contexto eclesial, instrumentos didácticos, lenguajes,
etc. con vistas a la educación en la vida de fe.
Si esto es así, en el primer caso la persona dei catequista tiende a ser contemplada
como objeto de información, mientras que en el segundo parece serlo de
transformación personal.
En el primer caso, el catequista sería considerado como un creyente que será útil
durante los años que se dedique a la catequesis, en tanto que, en el segundo caso, al
catequista se le considerará como una persona que sigue madurando en su dimensión
humana y cristiana, aprovechando su formación para trabajar unos años en el servicio
catequético (cf. V. M.e PEDROSA, La formación de catequistas y responsables de
catequesis. Congreso Europeo de Catequesis, 1996, "Teología y Catequesis" 60 (1996)
101-124).
Este perfil parece utópico, inasequible, pero con lo dicho sólo se indican las cuatro
grandes dimensiones de la identidad del catequista, dimensiones que convivirán en
cada catequista, en grado mayor o menor, aunque alguna de ellas adquiera un mayor
relieve según las necesidades del contexto socio-cultural de los participantes en los
grupos catequéticos (cf. R. LÁZARO - V. Mª. PEDROSA, El catequista, en Nuevo
Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid 1999, 417-427).
Acentos más explícitos en la formación del catequista para la "nueva evangelización".
La formación de estos catequistas les habrá de llevar a ejercitar, a entrenar para
asumir y madurar actitudes muy cercanas al talante misionero, por ejemplo:
- La mirada de fe sobre nuestro tiempo para detectar las señales de la acción del
Espíritu de Dios, que fecunda nuestra historia y para aprender a interpretarlas como
llamadas para sí mismos y para el grupo de catequesis ¡La Salvación acontece hoy y la
percibo con unos ojos nuevos! (cf. DGC 16).
No dar nunca la fe por supuesta; por eso habrá que dedicar el tiempo necesario,
hasta que los miembros del grupo den signos suficientes de su fe en el Señor
Jesús y en su mensaje global. Etc. etc.
a) La catequesis permanente
Así como la catequesis de iniciación cristiana tiene un perfil muy preciso -como hemos
visto; (cf también el artículo: Acción catecumenal de este Diccionario)-pues se trata de
comunicar lo esencial del mensaje cristiano para fundamentar la fe-adhesión personal
a Jesús, la catequesis permanente busca también reforzar la actitud personal de
conversión, pero lo hace con múltiples formas de catequesis (cf. DGC 71).
Se puede decir que existen tantos caminos para la catequesis permanente, como
pastorales específicas existen. Por ejemplo, el estudio y profundización de la Sda.
Escritura en la Iglesia y con la Iglesia y su fe siempre viva (la pastoral bíblica); la lectura
cristiana de los acontecimientos exigida por la vocación misionera de la comunidad
cristiana, con la ayuda de la Doctrina social de la Iglesia (pastoral social); la catequesis
litúrgica "forma eminente de catequesis" (CT 23) (pastoral litúrgica); diversas
iniciativas de formación espiritual (pastoral de la espiritualidad y de la oración); la
catequesis ocasional en determinadas circunstancias de la vida: noviazgo, casamiento,
servicio militar, incorporación a la vida normal tras larga enfermedad... para leerlas y
vivirlas desde la fe... (pastoral, pre o matrimonial, de la salud...); ciclos sobre temas
claves del Vaticano II (teología conciliar)...
También hay otras formas de catequesis permanente, que se dirigen al alimento global
de la vida cristiana: los Ejercicios Espirituales, las Conferencias cuaresmales, Ciclos de
espiritualidad litúrgica, Cursillos sobre la "revisión de vida" y sobre el "proyecto
personal de vida cristiana", etc...
Con frecuencia pensamos que la Iglesia diocesana tiene que estar organizada porque,
de lo contrario, sus actividades serían ineficaces para la construcción del Reino de Dios
en el espacio diocesano. En este sentido, el principio de la organización diocesana
sería la eficacia de la praxis pastoral. En realidad es la organización diocesana la que
surge de la naturaleza misma de la Iglesia diocesana habitada por el Espíritu. La Iglesia
diocesana es la Iglesia en que está presente el misterio de toda la Iglesia, con todas sus
mediaciones para dar a luz el Reino de Dios en el mundo; la mediación de la Palabra, la
de la Liturgia (Eucaristía), la del Servicio y la mediación de la Comunión.
De aquí nace que no toda acción pastoral sea válida para construir el Reino de Dios
entre los hombres. Sólo lo serán las que sean fieles a la Palabra de Dios, respetuosas
con la naturaleza del Culto cristiano, favorecedoras del Servicio evangélico a la
comunidad cristiana y al mundo, e impulsoras de la Comunión eclesial.
"La catequesis es una acción tan fundamental en la vida de una Iglesia particular que
ninguna diócesis puede carecer de Secretariado de catequesis propio" (DGC 267).
¿Habrá Diócesis que no envíen a alguna persona cualificada a especializarse en algún
Centro Superior de Pastoral Catequética (cf. DGC 252), para promover
competentemente este "instrumento" indispensable para la Catequesis diocesana: el
Secretariado o Delegación de Catequesis?
En todo caso, este Organismo diocesano no olvidará que hoy, con más frecuencia de lo
que se piensa, habrá que atender solícitamente a promover la Acción misionera o
catequesis kerigmática con los «alejados», antes de adentrarse en la catequesis
propiamente dicha (cf. DGC 51; 58, c; 61-6).
c) La coordinación de la catequesis
Quizá el "signo" más patente de que una Diócesis es catequéticamente unitaria está
en la elaboración de un proyecto diocesano de catequesis articulado y coherente, en
que se integran los diferentes procesos catequéticos diocesanos para los cristianos de
las tres diferentes edades:
La convergencia de fondo estaría en caminar hacia una misma confesión de la fe, hacia
una misma pertenencia a la Iglesia y hacia unos mismos tipos de compromisos en la
sociedad, vividos en el mismo espíritu evangélico (cf. DGC 278).
Por su interés, el nuevo Directorio detalla cuatro tareas propias del Servicio diocesano
de catequesis: 1) Análisis de la situación catequética, religiosa y socio-cultural de la
Diócesis (n° 279-280); 2) el Programa de acción y Orientaciones catequéticas (281-
282); 3) La elaboración de instrumentos y medios didácticos para el acto catequético:
textos, guías, medios audiovisuales (n° 283), y 4) la elaboración de Catecismos locales,
responsabilidad inmediata del ministerio Episcopal (nn. 284-285).
Por ello, apremia que los organismos diocesanos y especialmente, los nacionales de las
Conferencias Episcopales promuevan investigaciones conjuntas, tras períodos de
sondeos socioreligiosos y de experimentación de materiales catequéticos. De ahí que
haya que recoger "las cuestiones que hay que investigar; que se den a conocer las
cuestiones ya en estudio; que se designen los recursos personales especializados y
económicos necesarios y que se programe su tiempo y método de investigación (cf
DGC 131).
Uno de los puntos más importantes en este campo atañe a la elaboración de los
Catecismos locales inculturados, siguiendo las pautas expresadas en la Fidei
Depositum, con que el Papa aprobaba la elaboración del Catecismo de la Iglesia
Católica (CCE) y las del Directorio General para la Catequesis (DGC) en su Segunda
Parte (nn. 92-136).
Conclusión
¡Ojalá que estas orientaciones extraídas del DGC alimenten la esperanza con la fuerza
de la Palabra y el trabajo interior del Espíritu, en quienes se esfuerzan por trabajar en
este campo privilegiado de la catequesis! (cf. DGC 287).
BIBL. — Directorio General para la Catequesis (DGC), Librería Editrice Vaticana, Cittá del Vaticano, 1997; Directorio
General de Pastoral Catequética (DCG), Roma 1971-España 1973; Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA),
Roma 1972-España 1976; Mensaje al Pueblo de Dios, 1977, PPC, Madrid 1979; JUAN PABLO II, Catechesi Tradendae
(CT), PPC Madrid, 1979; PABLO VI, Evangelii Nuntiandi (EN) PPC, Madrid 1975; COMISIÓN EPISCOPAL DE
ENSEÑANZA Y CATEQUESIS: La Catequesis de la comunidad. Orientaciones pastorales para la Catequesis en España
hoy, EDICE, 1983; El catequista y su formación. Orientaciones pastorales (CF), EDICE, Madrid 1985. Comisión
Episcopal de Pastoral, Servicio pastoral a las Pequeñas Comunidades Cristianas, EDICE, Madrid 1982; V. Ma
PEDROSA, M. NAVARRO, R. LÁZARO, J. SASTRE, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid 1999, Ver
Propuesta de lectura sistemática (p. 33 ss.): 3' parte: Pedagogía y metodología catequética; 4a parte: Catequesis
por edades, ambientes y situaciones; 5a parte: La catequesis en la Iglesia particular; J. M. ESTEPA, La Iglesia
particular y la catequesis, en A. CAÑIZARES-M. DEL CAMPO, Evangelización, Catequesis, Catequetas, EDICE, Madrid
1999, 521-539; Congreso Internacional de Catequesis, Roma 14-X-1997, en "Actualidad Catequética" 176 (1997) 33-
a
158. En especial, la ponencia de Mons. J. M. Estepa, pgs. 71-93; V. M PEDROSA, La catequesis en la Iglesia local,
"Sinite" 117 (1998) 121-152; Catequesis de Adultos. Orientaciones pastorales (CA), EDICE, Madrid 1990; E.
ALBERICH, La catequesis en la Iglesia, CCS, Madrid 1991; 15. F. PARRILLA, La Iglesia local, una tarea, NARCEA,
Madrid 1983; M. MATOS, S.I., Sinopsis para un estudio comparativo de la "Catechesi Tradendae" con sus fuentes,
en "Actualidad Catequética" 96 (1980) 97-144; J. DANIÉLOU-R. DU CHARLAT, La catéchése aux premiers siécles,
Fayard-Mame, París 1968.
Pastoral Obrera
Introducción
a) Aproximación histórica
1945-1985
La clase obrera española, que ha sido derrotada en la guerra, sufre una dura represión;
sus organizaciones han sido desmanteladas y desprestigiadas. Es mirada por la Iglesia
como gente a la que hay que dirigir y socorrer.
En tales condiciones, eran muchos los recelos para iniciar una verdadera P.O. Sin
embargo, en 1946, la Jerarquía decide poner en marcha la Hoac (Hermandad Obrera
de Acción Católica) y en 1948 la Joac (Juventud Obrera de Acción Católica). Ambas van
a jugar un importante papel en el desarrollo del Movimiento Obrero español y serán
una realidad prometedora en el campo pastoral. Hacia finales de los 50 se inicia un
paulatino alejamiento y deslegitimación del régimen. Además de las posturas de las
organizaciones políticas obreras se producen algunos hechos eclesiales de disidencia
(carta del obispo Pildain, carta del cardenal Plá y Deniel y las cartas del clero vasco y
catalán de denuncia y reivindicación ante situaciones graves que se viven en el mundo
obrero (a partir de ahora, m.o.).
1985-1994
Poco a poco, se fueron aclarando los criterios de pertenencia a la RO.: opción por el
m.o., encarnación en la cultura obrera, la aceptación de sus condiciones objetivas de
vida y de trabajo, la participación en las organizaciones del Movimiento Obrero. Al
tiempo, se iban concretando las orientaciones comunes a trabajar en cuanto a la
formación de la conciencia social y la Doctrina Social de la Iglesia, en cuanto a la
promoción de una cultura solidaria y una pastoral misionera, en cuanto a la
potenciación y desarrollo de los movimientos apostólicos.
Todo ello, cuajó en una rica e interesante experiencia de encuentro y diálogo entre
Iglesia institución y organizaciones del m.o. realizada en cada diócesis y que fue dando
a luz un "Instrumento de trabajo sobre RO." (febrero 94), documento ampliamente
debatido y enriquecido con la participación de todos, que recogía las orientaciones
pastorales y propuestas de acción que ayudarían a la consolidación de la P.O. en
nuestra Iglesia. Este material sentó las bases del documento "La P.O. de toda la Iglesia"
(noviembre 94) que marca un antes y un después, por ser el primer documento oficial
de nuestra Iglesia sobre P.O.
1994-...
El m.o. sigue existiendo. Aunque su rostro haya cambiado, el puesto que ocupa en el
sistema de producción sigue siendo el mismo; están subordinados y han de estar
sometidos a las exigencias del capital, (activos financieros, multinacionales, poderes o
decisiones de tipo político, etc.), que es quien impone las condiciones de trabajo y de
vida en función de sus intereses. "No obstante, es necesario denunciar la existencia de
unos mecanismos económicos, financieros y sociales, los cuales, aunque manejados
por la voluntad de los hombres, funcionan de modo casi automático, haciendo más
rígidas las situaciones de riqueza de los unos y de pobreza de los otros (...). Es
necesario someter en el futuro estos mecanismos a un análisis atento bajo el aspecto
ético-moral" (SRS 16). Aquí está la raíz de las situaciones de explotación, de pobreza y
de creciente exclusión social que existen dentro del m.o.
El Papa Juan Pablo II lo ha dicho con toda claridad y contundencia: "Los pobres...
aparecen en muchos casos como resultado de la violación del trabajo humano; bien
sea porque se limitan las posibilidades del trabajo, es decir, por la plaga del
desempleo, bien porque se desprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo,
especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y
de sus familia" (LE 8). Y añade: "La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa,
porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a
Cristo, para poder ser verdaderamente 'la Iglesia de los pobres'" (LE 8).
Puede, pues, notarse que cada vez más sectores del m.o. se van empobreciendo,
mientras otros sectores, los restantes, se sitúan en una posición que, comparada con
los anteriores, es de "relativo privilegio".
Como señalan los obispos españoles: "No nos engañemos, detrás de las frías
estadísticas y porcentajes de paro, de las jubilaciones anticipadas, de las suspensiones
y rescisiones de contratos, de las quiebras y liquidaciones de empresas, lo que hay son
familias y personas que sufren desmesuradamente: sufrimientos físicos y morales,
pérdida de la dignidad humana, dramas familiares, hambre, debilitamiento de las
normas de convivencia e incremento de la insolidaridad que invade todas las
relaciones sociales".
En conclusión, todos los datos aquí expuestos están en la línea de mostrar que no se
puede establecer una identificación entre el m.o. y los pobres; que tampoco existe una
total desidentificación entre las dos realidades; que existen sectores, cada vez más
amplios del m.o. que se vienen deslizando hasta posiciones de
"lumpemproletarización", pobreza y marginación; que, por otro lado, otros sectores
del m.o. (llamados por algunos aristocracia obrera) van convergiendo en una nueva
clase media alejada del m.o. real. Por eso se puede concluir que el m.o. no es algo
homogéneo y que su complejidad ha de ser tenida en cuenta a la hora de enfocar una
RO., ya que en el interior del m.o. existen grupos en situación más infrahumana, más
lejos de ser lo que el hombre está llamado a ser.
Con Ciges Marín, se puede decir que "la necesidad de salir, que la misma realidad del
m.o. exige, hace que nos interpelemos a nosotros mismos y a los demás acerca de
nuestra identidad: ¿qué somos y para qué somos? Y la respuesta viene enseguida:
somos para el mundo (LG 1-9, 13.17; GS 1-3. 40ss.). La Iglesia es enviada al mundo
para en él vivir y proclamar la Buena Noticia del Evangelio. Esa es su misión. La única.
Ella es puesta en medio del mundo como signo de salvación haciendo presente el
Reino. Este lo actualiza mediante la acción sacramental que le compromete a salir al
mundo a realizarlo con su vida y testimonio (...). La misión en el m.o. nos despierta
esta conciencia de misión. Por eso quiere que la Iglesia se sitúe y viva según lo que ella
es: signo salvífico para el mundo. Más aún, la misión en el m.o. debe poner alerta a
toda la Iglesia para ver si el pastoreo sirve y está orientado a la misión. Evangelizar al
m.o. no nos pone en clave de pastoral, sino de misión. Esta es una de sus peculiares
aportaciones: que toda la Iglesia se ponga y esté en clave de misión".
Por ello, desde P.O. se trabaja con las siguientes convicciones y actitudes básicas:
La P.O. es obra de toda la Iglesia (POTI, pág.18). La evangelización del m.o. ha de ser
comprendida, asumida y vivida por toda la Iglesia como obra propia. La Iglesia
reconoce y apoya la misión específica de comunidades, movimientos y personas, que
han recibido este carisma en el seno de la misma Iglesia. La P.O. nunca debiera ser
considerada como la tarea particular y exclusiva de algunas comunidades,
movimientos y personas, que, por su propia cuenta y riesgo, han decidido dedicarse a
la misión en el m.o. Para ello, será necesario cultivar y fortalecer, en todos los
miembros de la comunidad eclesial, -obispos, presbíteros, religiosos/as y laicos- la
convicción y el sentimiento de que es la Iglesia quien envía a evangelizar en el m.o. y
quien, por ello, se compromete a acompañar, sostener y animar a quienes realizan ahí
esta misión.
Habría que potenciar una serie de actividades, que no siendo específicas de los grupos
eclesiales presentes directamente en el m.o., abrirían camino a estos y darían una
visión menos contradictoria de la iglesia. Son aspectos que afectan a toda la Iglesia y
de los que están pendientes muchos sectores del m.o., esperando qué se hace y qué
se dice.
Contacto de los seminaristas con las realidades obreras y, en particular, con los
movimientos especializados y militantes obreros cristianos (POTI 23 y 24)
Juan Pablo II, en la Alocución del 15 de enero del 93, decía: "Uno de los contenidos
más importantes de la Nueva Evangelización está constituido por el anuncio del
"Evangelio del Trabajo" que he presentado en mi encíclica Laborem Exercens, y que,
en las condiciones actuales, se ha vuelto especialmente necesario. Ello supone una
intensa y dinámica pastoral de los trabajadores, tan necesaria hoy, como en el pasado,
respecto del cual, bajo algunos aspectos, se ha vuelto todavía más difícil. La Iglesia
tiene que buscar siempre nuevas formas y nuevos métodos, sin ceder al desaliento".
Aceptando que no es justo identificar el m.o. con los pobres, como anteriormente se
decía, también es justo reconocer que una parte muy amplia del mundo de los pobres,
destinatarios preferentes de la evangelización, pertenece al mundo del trabajo, ya que
existe una conexión objetiva muy estrecha entre la situación laboral y el mundo de la
pobreza, la emigración, la marginación.
Finalmente los trabajadores son mayoría en nuestra sociedad y en la Iglesia. Sería una
contradicción grande que la actividad pastoral dirigida a ellos no ocupara un lugar
preferente en la actividad pastoral de las Iglesia.
Ahora bien, en cuanto pastoral específica, la P.O. ha de tener en cuenta que el m.o., a
pesar de su realidad compleja y en permanente transformación, tiene su propia
historia y su cultura, su situación social y los problemas que ella genera, sus
organizaciones y sus militantes, su manera de situarse ante la Iglesia y su modo de
relacionarse con ella (SRS 9 y LE 8.13).
La P.O., sin ser una pastoral de especialistas, deberá ser sensible a las características
peculiares del m.o. y deberá tenerlas muy presentes a la hora de plantear su
evangelización, como deberá formar a los que han de llevarla a cabo, deberá elegir
para ello la metodología adecuada y, por último, tendrá que seleccionar las tareas y
actividades pastorales.
En este sentido, los grupos, movimientos apostólicos y asociaciones que han optado
específicamente por la RO., participan corresponsablemente en el conjunto de la
marcha de la Iglesia local desde su sensibilidad, compartiendo e influyendo con su
dinamismo, de cara a la transformación evangélica de la Iglesia, de sus componentes,
comunidades e instituciones.
Los objetivos que se persiguen desde P.O. son, en resumen, los siguientes:
Formar auténticos militantes obreros cristianos en su propio medio obrero, para que,
desde un profundo sentido cristiano y eclesial y desde su realidad obrera se
comprometan en el proceso de liberación salvación de los oprimidos, desde la
convicción de que Cristo es la única y verdadera liberación. Esa formación pretende
que los militantes obreros cristianos descubran a Cristo en la Iglesia, su propia
dignidad de trabajadores y la necesidad de la transformación de la sociedad.
Facilitar el encuentro del mundo obrero con Dios en Jesucristo, con la Iglesia y con su
propia realidad para que en el interior de éste se vaya viviendo la identidad cristiana.
Líneas de acción:
Mediaciones:
• Delegaciones diocesanas:
En más de 45 diócesis españolas, el trabajo de P.O. se encauza a través de
delegaciones, secretariados o coordinadoras diocesanas. Se trata de ámbitos de
comunión relativamente nuevos, pues su creación y puesta en marcha ha sido
impulsada fundamentalmente en la década de los 90.
Por ello, las delegaciones diocesanas de RO., se constituyen como equipos en los que
están participando representantes de los diferentes grupos o movimientos extendidos
por la Iglesia local. Puede decirse que este equipo-delegación se constituye en torno a
tres realidades distintas:
De cara a desarrollar esta tarea, las delegaciones programan sus acciones, planifican su
trabajo, distribuyen racionalmente las tareas en comisiones, organizan y promueven
encuentros y asambleas, publican revistas y boletines, convocan reuniones para
coordinar y compartir experiencias, ofrecen y concretan su programación en los
arciprestazgos, zonas, vicarías. A su vez, esta labor de coordinación se desarrolla en
otras delegaciones a nivel regional y estatal.
Por ello, las delegaciones de P.O. trabajan coordinadamente con otras delegaciones
diocesanas: juventud, familia... y participan en la elaboración del Plan Diocesano de
Pastoral, sometiendo a aprobación su propio Plan y aportándole al conjunto de la
Iglesia local. De ahí la importancia de la participación activa de sus representantes en
los órganos de corresponsabilidad de la Iglesia local (Consejos, Sínodos, Asambleas...).
De cara a desarrollar esta sensibilización en toda la comunidad diocesana se ponen en
marcha distintas iniciativas: Jornadas sobre la Dimensión Social de la Fe, cursillos sobre
la Doctrina Social de la Iglesia, catequesis sobre el Trabajo, fichas de reflexión para
grupos cristianos, revistas y publicaciones...
Sin duda alguna, en esta sensibilización intraeclesial, el papel que han jugado los
militantes de los Movimientos Apostólicos ha sido determinante. Por ello, más
adelante, se dedica un apartado especial a ellos.
Son grupos de cristianos que, desde su vinculación directa con el mundo del trabajo,
analizan la situación a la luz de la fe, aseguran la propia formación de la conciencia
socio-política, y la hacen llegar a los demás miembros de la comunidad parroquial, a
fin de responder pastoralmente a los retos actuales de la nueva evangelización. Son
grupos, al servicio de la comunidad parroquial, arciprestal, zonal y vicarías y, al mismo
nivel que otros: Cáritas, Catequesis, Liturgia... y que, como ellos, forman parte de los
Consejos Pastorales en los distintos niveles. Pretenden:
- detectar los problemas que tiene el m.o. de cada parroquia, barrio, sector, zona o
pueblo,
Estos Equipos, dirigidos a los cristianos de las parroquias, jóvenes y adultos, que
pertenecen al m.o. y participan activamente en ellas y a todas esas personas que están
en las parroquias, que viven y sufren en sus propias carnes las consecuencias de
pertenecer al m.o., se plantean como tareas:
"El fenómeno religioso eclesial más importante del s. XX", en frase del famoso
dominico Chenu, los curas obreros. Realidad nacida en 1944 de la decisión del
cardenal Suhard de Paris de enviar curas a las fábricas para realizar la misión de Jesús
también donde están los desheredados de la clase obrera emergente de aquella
situación de explotación industrial y capitalista. La Presbiterorum Ordinis en el n° 8, les
daba carta de ciudadanía: "Para cooperar en esta obra son enviados los presbíteros...
ya ejerzan el ministerio parroquial, ya se dediquen a la investigación, ya hagan trabajos
manuales". En nuestro Estado, trabajan coordinadamente en un colectivo que agrupa
más de cien sacerdotes, y mantienen encuentros europeos en torno a Pentecostés, de
modo rotativo, por las diferentes ciudades en las que están presentes, para compartir
análisis, misión y mística.
Desde P.O. se tiene claro que la formación de la conciencia social es una tarea de toda
la Iglesia (ChL 63). Por ello, en los últimos años se viene alentando la creación de las
llamadas Escuelas de Formación Social y Política de la Fe en las diócesis donde no
existen y potenciando esta formación en las estructuras diocesanas ya presentes.
Actualmente hay más de veinte diócesis que tienen organizado este medio de
formación. Las experiencias son distintas, porque distintas son las planificaciones
pastorales y diferentes los procesos y momentos. Estas Escuelas, destinadas a agentes
de pastoral de las parroquias y cristianos sensibles o participantes de la amplia vida
socio-política tienen cuatro objetivos:
De ahí que desde RO., se impulse la participación de los miembros de las comunidades
eclesiales, asociaciones y movimientos apostólicos en la vida pública a través de la
militancia activa y transformadora de las instituciones políticas, sindicales, culturales,
sociales... a fin de construir y reconstruir el tejido social en línea de justicia,
fraternidad, libertad... (POTI 13), desde valores y criterios evangélicos, como levadura
que dinamiza, como luz en el candelero y como ciudad construida sobre el monte que
anuncia la Buena Noticia. Para ello, estas comunidades y movimientos alientan y
acompañan este compromiso potenciando la formación integral de la persona, la
opción por los sectores más empobrecidos del m.o. y el discernimiento cristiano de los
acontecimientos y de las propias actuaciones (POTI 14).
Esta presencia personal viene avalada por una presencia pública de las comunidades y
movimientos apostólicos a través de las campañas, gestos e iniciativas de solidaridad y
reivindicación con el m.o. Al mismo tiempo también, se hace llegar la voz profética de
la Iglesia denunciando situaciones de injusticia o explotación, tanto individuales como
colectivas, contrarias al Plan de Dios, mediante comunicados, cartas pastorales, notas
de prensa, manifiestos (POTI 15). De ahí el cuidado especial de la presencia en los
Medios de Comunicación que se hace desde P.O.
Para mejor conocer la realidad y la situación por la que pasa el m.o., desde P.O. se
mantienen contactos periódicos con las organizaciones sindicales y asociaciones que el
m.o. se da a sí mismo (POTI 16). En estos ámbitos es, por lo general, muy valorada la
presencia de los cristianos.
Movimientos Apostólicos
Desde la Hoac, se trata de que el m.o. se reconozca a sí mismo desde estas claves,
asumiendo el proyecto humanizador que implican, y ello sólo es posible desde una
praxis coherente con esos principios, que es lo mismo que decir desde una praxis
coherente con la fe. La teoría de la acción que la Hoac aporta, la praxis coherente con
estos principios, es un proceso pedagógico de la fe que abarca:
Una sensibilidad atravesada por una esperanza, el Reino de Dios; una finalidad, que
todos sean uno; y un impulso, el amor como motor esencial de la vida humana. Y que
precisa de un hombre nuevo capaz de cultivar y vivir la pobreza, la humildad y el
sacrificio, para generar en él esta nueva sensibilidad y romper las cadenas que le atan
al sistema, enfrentándose a él en su mismo corazón.
Se genera así un compromiso, una praxis política que podemos llamar totalizadora y
que abarca tres campos de actuación: la acción sobre la propia persona, sobre los
ambientes y sobre las estructuras.
La formación inherente a este proceso pretende conseguir que todos los obreros que
lo realizan sean, al final del mismo, más obreros y más militantes porque asumen su
historia, su presente y futuro desde la fe en Jesucristo.
La Hoac en el momento actual cuenta con 1.200 militantes y una creciente iniciación.
Sus componentes tienen una edad media de 44 años, con una afiliación sindical del
64% y una afiliación política del 20%. En la actualidad es miembro del Movimiento
Mundial de Trabajadores Cristianos. Desde el año 91 viene funcionando un fondo de
solidaridad internacional dirigido a promover proyectos de formación cristiana de los
trabajadores de los países del Sur. Cuenta con tres medios de difusión: el periódico
mensual ¡Tú!, la revista quincenal "Noticias Obreras" y Ediciones Hoac, con diversos
libros y cuadernos publicados.
La verdad de fe, de que Dios tiene un proyecto liberador para todos los hombres y
para cada hombre.
Con estas intuiciones, empieza a trabajar con unos grupos de jóvenes en el barrio
obrero de Laeken (Bruselas) y crea un movimiento juvenil que pretende hacer síntesis
entre lo obrero y lo cristiano, hacia el año 1925. El movimiento rápidamente comienza
a extenderse a otros países. La Joc aparece en España en 1932, pero la dura
experiencia de la guerra civil frustra este primer intento. Más tarde, en 1948 aparece
la Joac, que a pesar de las dificultades peculiares de la sociedad y la Iglesia española de
la postguerra, va confluyendo hacia la estructura internacional y en 1955 se asienta ya
la Joc, lo cual supondrá una puerta abierta a la renovación de la Iglesia española y un
impulso al movimiento obrero, prácticamente exterminado con la guerra civil.
La Joc es un movimiento integrado por personas jóvenes, y son los jóvenes los que
asumen la responsabilidad en la acción que realizan, en la vida y en el movimiento.
Los que forman la Joc son jóvenes de la clase obrera que sufren algunas de las peores
consecuencias del sistema capitalista. Esto supone participar en toda la corriente de
liberación humana, concretada, aunque no en exclusiva, en el movimiento obrero.
El máximo órgano de la Joc es el Consejo General, que se reúne con carácter ordinario,
cada dos años. Entre tanto se reúne la coordinadora general (el responsable y el
consiliario de cada zona). Existe además, un Secretariado General, responsable de
coordinar y poner en marcha los acuerdos del Consejo y la coordinadora. A nivel
federal (ciudad, pueblo...), la forma básica de organización es el equipo de militantes,
en el que se hace, entre otras cosas, revisión de vida. Previo a la militancia existe todo
un proceso estructurado de iniciación a la Joc.
5. Luces y sombras
Existen hoy condiciones para que la Iglesia pueda jugar, en nuestra sociedad, un
importante apoyo a los sectores sociales más marginados. Se dan condiciones para
que la Iglesia intensifique su presencia en el m.o. y en otros grupos sociales, desde la
solidaridad activa con los pobres, a través de pastorales específicas de ambientes. La
conciencia social de los cristianos y no cristianos ha crecido enormemente. Igualmente
ha crecido el diálogo, el respeto y la tolerancia dentro de la Iglesia. El episcopado va
descubriendo la necesidad e importancia de la evangelización del m.o., prueba de ello
es la Asamblea plenaria de noviembre del 94. El resurgimiento y deseos de consolidar
los movimientos de apostolado seglar, que habían entrado en crisis, es una realidad.
Las posturas viscerales van dando paso a una mayor comprensión y diálogo y los
propios movimientos apostólicos obreros han hecho una fecunda autocrítica. Amplios
sectores de nuestra sociedad valoran el papel jugado por la Iglesia en la transición y en
la consolidación democrática. En estas condiciones, no abordar, por parte de toda la
Iglesia, una P.O. con seriedad sería una grave omisión sin justificación alguna.
Al final del proceso antes descrito, hay que valorar los grandes pasos que se han dado
en la coordinación de quienes se mueven en este campo de la evangelización, así
como la extensión de esta pastoral que va siendo conocida en las diócesis e
introduciendo su sensibilidad en el resto de la pastoral general. También se ha
avanzado, y mucho, en la seriedad de los planes y procesos formativos de los
Movimientos Obreros de Acción Católica. Estos han cristalizado en el compromiso real
y activo de muchos militantes de la Joc, Hoac y Hermandades en los campos políticos,
sindicales, culturales, asociativos... siendo vehículos de encuentro y aproximación
entre Iglesia y m.o. y, al mismo tiempo, altamente valorados por su presencia e
implicación en las estructuras eclesiales, lo que hace que estos movimientos se les
tenga más en cuenta y se les tome más en serio.
Cabe decir que esta radiografía es desigual según se hable de diócesis, pues en
algunas, la P.O. es desconocida o no priorizada, constatándose excesiva preocupación
por lo intraeclesial. La mayoría de los sacerdotes carecen de esta sensibilidad y resulta
difícil llegar a las parroquias, pues ven que no es un trabajo necesario. De igual modo,
se prefiere potenciar más todo lo relativo a la Pastoral Social. Las implicaciones
sociales y políticas de la fe siguen siendo una asignatura pendiente para la mayoría de
los cristianos.
Sin embargo, desde la fidelidad a Jesucristo, el Obrero de Nazaret, la P.O. siente como
urgente y absolutamente necesario escuchar el clamor creciente de tantas víctimas
que gritan justicia y vuelven su mirada a la Iglesia, portadora de esperanza y liberación.
Lleva por título "sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual", y consta
de seis capítulos: en el primero se describen los desafíos del final del segundo milenio
en relación a la formación; en el segundo, se recuerda la naturaleza y misión del
sacerdocio ministerial; un tercer capítulo hace referencia a la formación espiritual del
sacerdote; el capítulo cuarto habla de la pastoral; el quinto, de la formación de los
candidatos al sacerdocio, y el sexto capítulo, de la formación permanente de los
presbíteros.
Nos recuerda, primero, cómo el presbítero, como el resto del pueblo de Dios está
expresamente llamado a la santidad (nn. 19-20), aunque bien es cierto, siguiendo al
Concilio Vaticano II, que los presbíteros, por el sacramento recibido, están
especialmente configurados con Cristo cabeza y pastor y capacitados y comprometidos
para ser "instrumentos vivos de Cristo Sacerdote eterno", actuando "in persona
Christi" y llamados a testimoniar de manera original el radicalismo evangélico (nn. 21-
22).
El principio interior, la virtud que anima y guía la vida espiritual del presbítero en
cuanto configurado con Cristo cabeza y pastor es la "caridad pastoral" o participación
de la misma caridad pastoral de Jesucristo. Esta caridad es un don gratuito y, al mismo
tiempo, deber y llamada, y supone la donación total de sí mismo a la Iglesia. Esta
caridad pastoral que tiene su fuente específica en el sacramento del orden, encuentra
su expresión plena y alimento supremo en la Eucaristía (n. 23).
Esta caridad pastoral constituye el principio interior y dinámico capaz de unificar las
múltiples y diversas actividades del sacerdote. Bajo la guía del Espíritu tiene que tomar
conciencia cada vez mayor de ser ministro de Jesucristo (nn. 24-25). Ministro de la
Palabra, de la celebración de los sacramentos y guía de la comunidad (n. 26).
El sacerdote debe vivir el radicalismo evangélico mediante la "obediencia apostólica"
en cuanto que reconoce, ama y sirve a la Iglesia en su estructura jerárquica. Esta
obediencia presenta, además, una "exigencia comunitaria", insertada en el presbiterio
y en la comunidad a la que sirve (nn. 27-28). También debe vivir la radicalidad
evangélica mediante la virginidad y castidad que configura al presbítero con Cristo
Esposo y es signo escatológico y de total entrega a Jesucristo y a los demás (n. 29).
Debe vivir también la pobreza como sumisión de todos los bienes al bien supremo de
Dios y de su reino (n. 30).
Pecado
Tampoco el pecado puede identificarse con un desajuste psicológico o con una falta
cometida contra unas normas legales.
Penitencia, Pastoral de la
Sería interesante, aunque no fácil, realizar una encuesta en todo el mundo para
conocer en qué situación se encuentra la práctica de este sacramento. Ciertamente, se
descubrirían situaciones extremadamente diferentes, ligadas a las distintas
condiciones humanas, sociales, eclesiales y espirituales. Mientras en algunos países y
ambientes los fieles continúan practicando la confesión frecuente e individual y no
desean participar en una celebración comunitaria, en otros la confesión individual ha
cedido a las absoluciones colectivas. Así mismo, mientras en algunos lugares los fieles
han descubierto o potenciado el sentido eclesial del pecado y de la penitencia, en
otros continúan considerando el pecado y la penitencia como un asunto entre ellos y
Dios. Además, una buena parte de cristianos practicantes —jóvenes y adultos— no se
confiesan nunca, aunque siguen valorando la importancia del perdón. Los ejemplos
podrían multiplicarse.
No es difícil suponer que una tan variada fenomenología tiene detrás una no menos
variada causalidad (para ampliar la situación actual y sus causas, cf. CONFERENCIA
EPISCOPAL ESPAÑOLA, Dejaos reconciliar con Dios, Madrid 1989, nn. 7-20, pp. 9-22).
Por ello, sería pretencioso buscar una respuesta adecuada que obviara las
generalizaciones y las terapéuticas prolijas. Parece oportuno, por tanto, limitar
nuestro estudio a las orientaciones fundamentales que dimanan del nuevo Ritual de la
Penitencia.
En este sentido, queremos destacar los puntos siguientes: 1) la penitencia es más
amplia que su celebración sacramental; 2) son exigencias del nuevo ritual tanto la
pluriformidad celebrativa, como la revalorización de la Palabra de Dios y la
incorporación de otras celebraciones no sacramentales; 3) la pastoral penitencial es
inseparable de la pastoral profética, en su dimensión kerigmática, homilética y
catequética; 4) la pastoral de la penitencia tiene un ámbito sacramental, propio del
ministerio ordenado, y otro que corresponde también al sacerdocio común. A todo
esto hay que añadir 5) el problema que plantean los cristianos que se encuentran en
situación irregular, 6) el de los que están alejados de la práctica e incluso de la misma
fe y, consiguientemente, del sacramento del perdón desde hace no pocos años y 7) el
de los niños que acceden por primera vez al sacramento.
La penitencia no es sólo sacramento sino virtud. Más aún, es virtud antes que
sacramento; resultado, por tanto, de actos humanos libres y responsables que
pertenecen a la dignidad personal del hombre, que el sacramento cristiano presupone
y de los que no debería dispensar. "En todo tiempo -dice el Concilio de Trento- la
penitencia ha sido necesaria para todos los hombres que han sido manchados por el
pecado mortal, para obtener la gracia y la justicia" (Sesión XIV, cap.1. D 894). Lo que
equivale a decir que la actitud de la conversión interior y exterior de confesión y
penitencia pertenecen a la condición del hombre pecador y amenazado por la culpa.
Un dato antropológico que, de alguna manera, es corroborado por la sicología
profunda, según la cual todo hombre debe "gestionar" su pasado. No se trata de
negarlo, como si no hubiera existido, sino de situarse de otro modo respecto a él y así
"cicatrizarlo" por una actitud de libertad que permite la reconciliación consigo mismo y
es solidaria de la reconciliación con los demás. En este sentido, también la vida es una
serie de conversiones y reconversiones.
La historia de las religiones atestigua este dato antropológico, pues está llena de ritos
y ceremonias de purificación de las faltas, de reconciliación fraterna y de aplacamiento
del poder divino ofendido. La tradición bíblica, por su parte, contiene llamadas
continuas de los profetas a la conversión y a la penitencia; más aún, la educación de
esta "virtud" en el pueblo elegido es un aspecto decisivo de la revelación que se le
hace. Los ritos de la Iglesia antigua están fuertemente inspirados en esta tradición
veterotestamentaria.
Por otra parte, la virtud de la penitencia comporta otras formas penitenciales que no
son sacramentales; lo que equivale a decir que el sacramento propiamente dicho no
agota todas las formas de penitencia en la vida eclesial. En este sentido, hay que
recordar la gran trilogía bíblica del ayuno, la oración y la limosna; los tiempos litúrgicos
de penitencia como la Cuaresma y ciertas vigilias; la liturgia penitencial del comienzo
de la misa; ciertas formas no sacramentales de celebración penitencial; las
peregrinaciones; el empeño de reconciliación con el hermano; la corrección fraterna;
"los capítulos de culpas" monásticos o paramonásticos; el diálogo espiritual; las
mortificaciones voluntarias, internas y externas; las cruces enviadas por Dios y
aceptadas con amor; la visita a los enfermos y menesterosos; etc. Podría decirse,
además y con igual razón, que todas estas formas, inscritas en la vida de la Iglesia,
"sacramento fundamental" de la gracia y del perdón de Dios, son expresiones, más o
menos próximas o lejanas, de la gracia del sacramento actuándose en ella, en cuanto
que son preparaciones, etapas o frutos (cf. B. SESBOÜÉ, Pardon de Dieu, conversion de
I'homme et absolution par I'Église, en J-M. CHAUVET - P. DE CLERCK, Le Sacrament du
Pardon. Entre hier et demain, Paris 1993, 159-161).
Hemos hablado antes de la tríada bíblica (oración, limosna, ayuno). Debería ser
recuperada y enriquecida con formas nuevas de penitencia. Pueden considerarse
tales, la que conlleva el cumplimiento diligente del propio deber en la familia, en la
sociedad y en la Iglesia; la aceptación de situaciones que ponen a prueba nuestra vida;
la caridad activa hacia los hermanos; la corrección fraterna ejercitada y recibida; el
perdón mutuo; el compromiso por la justicia; la sencillez de vida; la pobreza
libremente asumida; la autolimitación en las ganancias; la asunción de tareas no
gratificantes; el cansancio del trabajo cotidiano; la aceptación de las los defectos de las
personas con quienes se convive; la participación en las tareas de evangelización y la
lectura personal de la Palabra de Dios. La lista podría enriquecerse. Además, es preciso
redescubrir y valorar la dimensión penitencial y reconciliadora de todos los
sacramentos, signos "no sólo de la gracia propia sino de penitencia y reconciliación"
(cf. Reconciliatio et Paenitentia (RP) 27). El bautismo es la primera y radical
reconciliación sacramental a la que se refieren todas las demás. La confirmación
significa y realiza "una mayor conversión del corazón y una más intima y efectiva
pertenencia a la misma asamblea de los reconciliados" (RP 27). La Eucaristía tiene
entre sus efectos la reconciliación comunitaria (unitas et caritas) y es "antídoto que
libra de las culpas cotidianas y preserva de los pecados mortales" (RP 27). Su
dimensión reconciliadora está expresada en muchos gestos e invocaciones
penitenciales, algunos de los cuales apuntamos: el rito penitencial del principio, el
'Gloria' ('Tú quitas el pecado del mundo ten piedad de nosotros'), el Padre nuestro y el
'Líbranos, Señor' que le sigue, el gesto de la paz, el 'Cordero de Dios' con la aclamación
'Señor, no soy digno...'.
Los aspectos positivos de estas celebraciones son los siguientes: sitúan el ministerio
del sacerdote en el interior de la oración de la comunidad; permiten preparar
conjuntamente las grandes fiestas de Navidad y Pascua; recuerdan a todos los
miembros de la comunidad el deber de la conversión y les desvelan las implicaciones
concretas; manifiestan la necesidad de pedir perdón a Dios y también a los hermanos y
así crear un mundo en el que las relaciones entre los hombres puedan desarrollarse en
la reconciliación; el interés con que muchas comunidades han preparado el examen de
conciencia ñrealizado en el curso de la celebraciónñ ha sido una especie de catequesis
vivida, que ha permitido captar mejor la unión que existe entre fe y vida, dando a los
penitentes la posibilidad de mejorar el lenguaje de su acusación; finalmente, muchos
cristianos han tomado así conciencia de que nuestro mundo comporta, según la
expresión de Juan Pablo II: "estructuras de pecado, de las que cada uno somos en
parte responsables". Este es un tema importante en la doctrina de Juan Pablo II, como
lo atestigua el sentido global de la "Jornada del perdón", celebrada el 14 de marzo del
2000 y estas palabras referidas a las "responsabilidades de los cristianos por los males
de hoy": "Confesamos... nuestras responsabilidades de cristianos por los males de hoy.
Frente al ateísmo, a la indiferencia religiosa, al secularismo, el relativismo ético, a las
violaciones del derecho a la vida, al desinterés por la pobreza de muchos países,
tenemos que preguntarnos cuáles son nuestras responsabilidades" (JUAN PABLO II,
Jornada del perdón. Memoria y reconciliación: la Iglesia y las culpas del pasado, Ed.
Palabra, Madrid 2000, 16).
b) La Palabra de Dios. La segunda orientación del Ritual ha sido recibida sólo en parte.
No olvidemos que prevee una lectura incluso en las confesiones individuales. Muy
pocos cristianos han sido instruidos de esta invitación y muchos confesores no saben
cómo aplicarla. Sin embargo, esta relación de la Palabra de Dios con la calidad de la
vida cristiana es esencial. Viva es, en efecto, la Palabra de Dios, enérgica y más
cortante que una espada de doble filo; penetra hasta las junturas y entresijos del alma
y juzga las intenciones y pensamientos del corazón, de modo que ninguna criatura se
escapa a su mirada.
— El perdón de Dios. La Palabra de Dios no nos es dada para culpabilizarnos, sino para
hacer renacer en nosotros la esperanza, ante un Dios que lejos de querer la muerte del
pecador, "ha enviado su Hijo al mundo (...) para que el mundo se salve por Él" (Jn 3,
17). Por eso precisa el Ritual que al elegir los textos bíblicos se ha de poner el acento
en el anuncio de la Buena Nueva de un Dios que ama y perdona y, por ello, invita a la
conversión (cf. n. 24). Se trata, por tanto, de celebrar la reconciliación y el perdón de
Dios, y no de fijar al hombre en su pecado. Algunas celebraciones parecen olvidarlo.
- Las llamadas del Evangelio. La Palabra de Dios es también la fuente del examen de
conciencia. El Ritual lo subraya en varios momentos. El cristiano no es alguien que
conforma su vida con una "ley", sino que acepta escuchar las llamadas del Evangelio.
El pecado ocupa un lugar central en toda la historia de la salvación, puesto que todas
las páginas de la Escritura Santa dan cuenta de la presencia del "mysterium
iniquitatis". La historia de los renacidos en Cristo por el Bautismo es una historia en la
que el pecado acompaña su peregrinación en todas las geografías y culturas y pueden
apropiarse con verdad las palabras que abren la celebración eucarística actual: "Yo
confieso... que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión".
El rostro del pecado tiene a estas alturas de la historia unos rasgos muy definidos,
formados por la violación sistemática de los mandamientos de Dios y de la "ley de
Cristo" en el ámbito personal, familiar y social a lo largo de la historia. Pero es un
rostro que no cesa de adquirir nuevos perfiles con las respuestas negativas que el
hombre va dando a las nuevas situaciones existenciales en que se encuentra. En el
momento actual, por ejemplo, se ha implantado y generalizado en las sociedades
occidentales el pecado del ateísmo, la infidelidad matrimonial (divorcio, adulterio), la
limitación artificial de los nacimientos, el aborto intencionado, la violencia física y
psíquica, la injusticia, la explotación del sexo, el escándalo de los niños. Es verdad que
"donde abundó el pecado" ha sobreabundado "la gracia", pero ello no elimina la
realidad, extensión y gravedad del pecado.
En este sentido, los pecadores son los verdaderos clientes del Reino que anuncia y
viene a implantar. Para El, el verdadero obstáculo de la salvación no es el pecado sino
el obstinado rechazo de la invitación divina a la conversión y la confianza puesta en las
propias fuerzas y posibilidades. La incomparable parábola del padre del hijo pródigo
(Lc 15) revela no sólo la triste suerte del hijo que abandona la casa del padre, sino, y
sobre todo, la actitud de éste para perdonarle generosamente y tratarle con especial
cariño, hasta el punto de suscitar la envidia del hermano mayor.
Jesús, por tanto, sitúa en el centro de su ministerio profético tanto la realidad del
pecado como su gravedad; pero no fustiga ni condena al pecador, sino que lo llama a
la conversión. Por otra parte, el motivo que aduce para provocar el cambio interior y
exterior no es sólo ni principalmente el castigo sino, sobre todo, el amor
misericordioso de su Padre, que se hace realidad viviente en la amistosa acogida que
Él dispensa a los pecadores y, de modo especial, en la entrega generosa de su vida. El
ministerio profético de Jesús tiene, pues, una dimensión esencialmente penitencial,
orientada por estos tres ejes: la realidad-gravedad-universalidad del pecado, la infinita
misericordia de Dios y la invitación a dejarse ganar por ella, acogiéndola en la propia
vida.
La predicación de la Iglesia no puede obviar, por tanto, la realidad del pecado a la hora
de realizar su ministerio de reconciliación, incluido el sacramental. Precisamente, una
parte importante de la actual crisis penitencial es atribuible al déficit profético sobre la
presencia y gravedad del pecado en la vida personal y comunitaria. Y, más todavía, al
olvido o descuido de la orientación bíblica, según la cual la predicación sobre el pecado
tiene por objeto mostrar la misericordia de Dios y disponer al perdón. Esta orientación
reviste hoy especial importancia, pues el hombre actual, tantas veces herido y alejado,
necesita que se le presente a Dios como el Dios de la misericordia y del amor, que sale
a su encuentro para salvarlo y devolverle la dignidad perdida; un Dios que saca
adelante su plan de salvación no sólo ni principalmente mediante castigos, sino por la
bondad y el amor que, en forma de perdón, se activa en presencia del pecado
reconocido.
La literatura ascética del siglo de oro español distinguía bien entre el confesor y el
maestro de espíritus. "Confesor" era todo sacerdote con capacidad de absolver de
modo válido y lícito. "Maestro de espíritu", en cambio, era el experto en guiar las
almas por el camino que Dios quería. Sin entrar en precisiones técnicas, no es difícil
adivinar que estos autores apuntaban un gran principio pastoral, que podría
formularse así: si para perdonar los pecados "basta" que cualquier sacerdote absuelva
válidamente, para ser una ayuda eficaz para las almas penitentes se requiere "algo
más". Más en concreto que el confesor sea, además de un juez justo, un buen médico
con entrañas de padre.
Ahora bien, el mismo Concilio tiene conciencia de utilizar una imagen y que, por tanto,
es un juicio en sentido analógico: "ad instar actus iudicialis", afirma el capítulo sexto de
la sesión catorce. En efecto, existen notables diferencias entre lo que acontece en el
sacramento y en un juicio humano: 1) el juez laico debe probar las acusaciones contra
el reo, para condenarlo o absolverlo; en la penitencia, el penitente se autoacusa, para
ser absuelto; 2) la absolución del juez es una mera declaración de no culpabilidad del
acusado; la absolución sacramental restituye la gracia a quien se reconoce realmente
culpable; 3) ante el juez laico, el reo se defiende; ante el confesor, se denuncia
pecador y sólo reconociéndose con humildad necesitado de perdón, obtiene
absolución y misericordia.
Estas precisiones y toma de distancia con el juicio ante el tribunal humano, no deben
inducir a la anulación del significado espiritual y bíblico-evangélico del juicio que
expresa el sacramento, como lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica: "En este
sacramento, el pecador, confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en cierta
manera el juicio al que será sometido al final de esta vida terrena. Porque es ahora, en
esta vida, cuando nos es ofrecida la vida y la muerte, y sólo por el camino de la
conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado grave nos aparta.
Convirtiéndose a Cristo por la penitencia y la fe, el pecador pasa de la muerte a la vida
'y no incurre en juicio'" (CIgC 1470).
b) Médico. El sacerdote que reconcilia no es sólo juez, sino también médico espiritual
cuya misión es la curación. La figura del confesor-médico tiene una honda radicación
evangélica, como atestiguan estas palabras de Jesús: "No son los sanos quienes
necesitan al médico, sino los enfermos (...). Yo no he venido a llamar a los justos sino a
los pecadores" (Lc 5, 31 ss). En los textos del concilio de Trento, la imagen del
sacramento como medicina y del confesor como médico está presente (Ses. XIV, cap. 5
y 8), pero en segundo plano respecto a la de juicio-juez. En cambio, tuvo gran
desarrollo y éxito en los textos posteriores de espiritualidad y pastoral penitencial
destinados a los confesores y directores espirituales. Recientemente, la exhortación
postsinodal Reconciliado et Paenitentia retoma el argumento en estos términos:
"Reflexionando sobre la función de este sacramento, la conciencia de la Iglesia
descubre en él, además del carácter de juicio en el sentido indicado, un carácter
terapéutico o medicinal. Y esto se relaciona con el hecho de que es frecuente en el
Evangelio la presentación de Cristo como médico, mientras su obra redentora es
llamada a menudo, desde la antigüedad cristiana, "medicina salutis" (RP 31.11). "Yo
quiero curar, no acusar", decía san Agustín refiriéndose a la práctica penitencial, y es
gracias a la medicina de la confesión como la experiencia del pecado no degenera en
desesperación (cf. SAN AGUSTÍN, Sermo 82, 8: ML 39, 1558ss.).
Todas estas atenciones proceden de la mejor tradición, que tiene en san Alfonso de
Ligorio uno de sus principales pilares. Son actitudes que hacen del sacerdote-confesor
un juez justo y un buen médico del espíritu y en cuyo interior se ubican debidamente
las exigencias de Dios y las del hombre pecador. Ellas concuerdan con las que santo
Tomás resumía la identidad del confesor: dulcis, affabilis, atque suavis, prudens,
discretus, mitis, plus atque benignus, que comentaba así el obispo español del siglo
XIV, Andrés Escolar: "dulce al corregir, breve al enseñar, caritativo al castigar, afable al
preguntar, cortés al aconsejar, medido al imponer la penitencia, paciente al escuchar,
benévolo al absolver" (cf. J. DELUMEAU, La confessione e il perdono. Le difficolá della
confessione dal XIII al XVIII secolo, Cinisello Balsano 1992, 29. Este autor es el que
recoge las palabras del Aquinate).
La confesión de los pecados. La confesión íntegra de los pecados mortales fue definida
por el concilio de Trento como "necesaria por derecho divino". La manifestación de los
pecados al ministro aparece ya en el estadio de la "penitencia canónica", momento en
el que el obispo, después de escucharle los pecados, concedía, denegaba e imponía las
condiciones al pecador que solicitaba entrar en el "estado penitencial". La confesión
de los pecados en orden a recibir la reconciliación sacramental no nace en la edad
media con los monjes de san Columbano. En ese momento se afianza el esquema
penitencial que ya no responde a la "penitencia única" en la vida, sino otro que
facilitaba, al menos en teoría, la reiteración de la Penitencia y que se denomina
comúnmente como "penitencia tarifada". Pero la manifestación de los pecados más
graves, particularmente los de adulterio, homicidio y apostasía, al obispo se remonta a
los mismos orígenes de la Iglesia.
"Se comprende, pues, que desde los primeros tiempos cristianos, siguiendo a los
Apóstoles y a Cristo, la Iglesia haya incluido en el signo sacramental de la Penitencia la
acusación de los pecados. Ésta aparece tan importante que, desde hace siglos, el
nombre usual del Sacramento ha sido y es todavía el de confesión. Acusar los pecados
propios es exigido, ante todo, por la necesidad de que el pecador sea conocido por
aquel que en el sacramento ejerce el papel de juez... y, a la vez, el papel de médico,
que debe conocer el estado del enfermo para ayudarlo y curarlo. Pero la confesión
individual tiene también el valor de signo; signo del encuentro con la mediación
eclesial en la persona del ministro; signo del propio reconocerse ante Dios y ante la
Iglesia como pecador, de comprenderse a sí mismo bajo la mirada de Dios.
La acusación de los pecados no se puede reducir, por tanto, a cualquier intento de
autoliberación psicológica ñaunque corresponde a la necesidad legítima y natural de
abrirse a alguno, la cual es connatural del corazón humano; es un gesto litúrgico,
solemne en su dramaticidad, humilde y sobrio en la grandeza de su significado. Es el
gesto del hijo pródigo que vuelve al Padre y es acogido por El con el beso de la paz;
gesto de lealtad y de valentía; gesto de entrega de sí mismo, por encima del pecado, a
la misericordia que perdona" (RP 31, III).
Éste no es el precio que el pecador paga por el pecado absuelto y el perdón recibido,
pues ningún precio es parangonable con el bien obtenido, fruto de la pasión de Cristo
y de la efusión salvífica de su Sangre. Las obras satisfactorias son, más bien, el signo
del compromiso personal que, en el sacramento, el cristiano ha asumido con Dios de
comenzar una existencia nueva e incluye la idea de que el pecador perdonado es capaz
de unir la propia mortificación, física o espiritual, a la pasión de Cristo.
La vida de los santos y la modalidad con que los institutos religiosos y otros
movimientos, asociaciones e instituciones eclesiales exhortan y viven la confesión
frecuente es una nueva luz sobre este importante tema.
Un campo concreto de la pastoral penitencial viene determinado por los católicos que
se encuentran en situación matrimonial irregular o difícil. Hasta hace unos años su
extensión era bastante reducida; hoy, en cambio, ha adquirido grandes proporciones y
las expectativas de crecimiento siguen un ritmo creciente en los países de tradición
cristiana.
El primer grupo está formado por los católicos que, contraído validamente el vínculo
matrimonial y permaneciendo dicho vínculo, han atentado un "nuevo matrimonio" y
viven en él. Esta situación se suele crear mediante una sentencia de divorcio, emitida
por la autoridad civil (o de cesación de los efectos civiles, en el caso de matrimonio
concordatario) y por un pretendido nuevo vínculo matrimonial que se asume
mediante el matrimonio civil. Se encuentran en idéntica situación de los divorciados
vueltos a casar y asimilados, quienes, dejando de lado el anterior vínculo matrimonial
válido, viven de hecho una convivencia (que parece) matrimonial, esté o no
sancionada por una formalidad civil.
El segundo grupo lo forman los católicos que, sin haber asumido un vínculo
matrimonial válido, simulan el estado matrimonial, condividiendo "techo, mesa y
lecho", realidades típicamente matrimoniales pero que no tienen el respaldo de
ningún vínculo matrimonial. Se les equiparan en todo, los católicos que tienen una
convivencia marital basada tan sólo en el matrimonio civil y después, abandonada esta
"experiencia", conviven en una relación únicamente de hecho. Para formar parte de
esta categoría es indispensable la ausencia de todo matrimonio precedente válido y la
ausencia de toda formalidad, aunque sólo sea civil, que "ratifique" su convivencia.
Finalmente, el tercer grupo está constituido por los católicos que conviven sin haber
asumido ningún matrimonio válido y "fundan" su actual convivencia en la única
formalidad de la "celebración" de un "rito" matrimonial público ante la autoridad civil.
Aunque pudiera parecer que todos estos grupos están en idéntica situación, la
diferencia es esencial, pues los matrimonios en situación irregular se encuentran en un
estado objetivamente contrario a la ley de la Iglesia, mientras que los de la situación
difícil están sólo en peligro de caer en tal estado.
A título orientativo, éstas han de ser sus actitudes: insistencia en la actitud de acogida
como buen pastor; presunción a favor de la buena voluntad del penitente; discreción y
prudencia al preguntar; no traicionar el ministerio de la misericordia, negando
apresuradamente la absolución; saber usar con prudencia las situaciones de error o
ignorancia, y las dudas de conciencia. Brevemente: en este caso, como siempre, es
indispensable un discernimiento tanto en el mismo acto de la confesión como fuera de
ella, momento este último, en que puede resultar más fácil analizar la situación del
interesado. A través de una buena dirección espiritual el fiel será ayudado para no
tener que repetir su situación en cada confesión y entre tanto acercarse a este
sacramento, y a otros medios de reconciliación, en el contexto de un más amplio
camino de conversión.
La praxis pastoral dio como resultado que la comunión se retrasase -en no pocas
partes hasta los catorce años-, y se considerase como culminación de los esfuerzos del
niño, mientras que la Penitencia se practicaba antes, incluso regularmente, por
considerarse al niño como sujeto capaz de cometer pecado grave.
Precisamente, san Pío X reaccionó contra este rigorismo y estableció que la edad
requerida tanto para la primera comunión como para la confesión es la de la
discreción o momento en el cual el niño comienza a razonar (hacia los siete años);
rechazó la praxis de admitir a los niños a la primera comunión sin la confesión previa; y
decretó que el estado de gracia y la rectitud de intención eran las dos únicas
condiciones necesarias para recibir la Eucaristía.
El Código de 1917 (cns. 853-854; 859; 905) sancionó estas directrices. El Directorio
Catequético General, en el Addendum ("AAS" 64 [1972] 97-176; Addendum: pp. 173-
176), ratificó la necesidad de hacer preceder la confesión a la primera comunión, si
bien permitía algunos experimentos bajo el control de las Conferencias Episcopales en
diálogo con la Santa Sede. En los años posteriores, estas experiencias -que ya habían
comenzado antes de permitirlas el Directorio- se difundieron por Europa, Canadá y los
Estados Unidos, a veces al margen de la autoridad de los obispos.
Surgieron así dos pastorales distintas: una que insistía en la Penitencia como
preparación a la Eucaristía, en el pecado y en la dignidad necesaria para una
participación fructuosa en la mesa eucarística, y otra que exigía la Penitencia previa
sólo en el caso de pecado grave -eventualidad que muchos consideraban imposible en
los niños- y la maduración psicológica para comprender y vivir tanto el sacramento de
la Penitencia como el de la Eucaristía. Los experimentos fueron prohibidos en 1973 por
la Sanctus pontifex, Declaración conjunta de las Congregaciones para el Clero y para la
Disciplina de los Sacramentos (24.5.1973) ("AAS" 65 [1973] 410) y luego por una carta
circular de la Congregación para la Disciplina de los Sacramentos (31.3.1977) y una
respuesta oficial de las Congregaciones antes citadas (20.5.1977) ("AAS" 69 [1977]
427).
El Código de 1983 dedica el canon 913§1 a la primera comunión en los casos normales
y el 913§2 al caso de los niños en peligro de muerte; el 914 está dedicado a la
preparación a la primera comunión. Los dos criterios de admisión se especifican de
modo muy sintético: "conciencia suficiente" y "debida preparación". La "conciencia
suficiente" implica no sólo el uso de razón o la capacidad de distinguir el pan
eucarístico del común, suficiente en el caso de peligro de muerte, sino al menos una
conciencia que permita a los niños "percibir, según su capacidad, el misterio de
Cristo"; la "debida preparación" comporta una catequesis que capacite al para "recibir
con fe y devoción el Cuerpo del Señor". No especifica, por tanto, una edad
determinada para la primera comunión, sino que requiere una valoración caso por
caso sobre la capacidad mínima, inicial, que tiene el niño de encontrarse con el
misterio de Cristo. Tal madurez mínima se adquiere normalmente hacia los 7-8 años,
según el sentir común de los autores (J. MANZANARES, L'Eucaristia, en W, 1
sacramenti della Chiesa, Bologna 1989, 101-102).
El mismo canon 914 ratifica -en continuidad con las decisiones que en este siglo han
ido madurando desde el Quam singulari (8.8.1910)- que la celebración de la penitencia
sacramental previa es necesaria para recibir la primera comunión. Juan Pablo II ha
insistido en la secuencia tradicional y en la preparación pedagógica de los ministros de
la reconciliación, para que eduquen la conciencia de los niños respecto a la necesidad
la Penitencia previa siempre y sólo cuando hayan cometido pecado grave, y puedan
iniciarlos a la Penitencia en una forma adaptada a su edad.
La educación moral del niño debe iniciarse con el primer despertar de su conciencia,
inteligencia y libertad, momento en el que se le inicia en la inteligencia de la fe y la
formación de la conciencia para una elección libre y responsable del bien. A esa edad
son muchas las veces que escucha en el ambiente familiar y escolar expresiones como
"no hagas eso", "muy bien", "obedece", "deja eso", a la vez que ve, observa, capta,
imita, pide perdón. A través de todo esto, va formando sus propios criterios morales.
Por otra parte, si se trata de una familia cristiana, en ese momento comienza a
conocer a Jesús y su palabra a través del catecismo, la participación en la misa del
domingo y en manifestaciones diversas de piedad popular, se integra en grupos de
amigos que aprenden a rezar y se preparan a la primera comunión.
Es indudable que los niños de seis o siete años son capaces de celebrar la penitencia y
la reconciliación. Es el tiempo de la primeras celebraciones penitenciales no
sacramentales, contempladas en el nuevo Ritual de la Penitencia, con las que va
tomando conciencia poco a poco de la presencia del mal en la existencia humana y su
liberación por Cristo. No se trata de aplicarle los criterios de valoración de los adultos,
sino de juzgarle "según su capacidad", es decir, de acuerdo con una maduración
relativa. A esa edad, en efecto, el niño sabe cuándo se porta bien en casa y en el
colegio y cuando se porta mal, si lo que dice es o no mentira, si le dan un premio o un
castigo, si es egoísta o buen amigo de sus amigos, lo que es el perdón de sus padres,
etc.
Lo que dice la Instrucción para la aplicación litúrgica del Código de las Iglesias
Orientales sobre la primera comunión, es aplicable igualmente a la primera Penitencia:
"La modalidad de su participación en la Eucaristía corresponderá a su capacidad: al
principio será distinta de la de los adultos -necesariamente menos consciente y poco
racional-, pero se irá desarrollando progresivamente mediante la gracia y la pedagogía
del sacramento (...). El sacramento es siempre un don que obra eficazmente, de modo
distinto, como distinta cada persona" (CONGREGACIÓN PARA LAS IGLESIAS
ORIENTALES, lstruzione per l'aplicazione delle prescrizione liturgiche del Codice dei
canon delle Chiese orientali (6.1.1996), n. 51, "AAS").
Es, pues, correcto tanto desde el punto de vista de la teología como de la pastoral,
admitir a los niños a la primera confesión y primera comunión una vez que, verificado
caso por caso, se constata que posee al menos un desarrollo inicial de la conciencia
moral y una primera respuesta a la catequesis sobre el misterio de Cristo. Incluso es
bueno separar ambos sacramentos para no dar implícitamente el mensaje de que son
inseparables. Es verdad que la preparación a vivir fructuosamente el sacramento de la
Penitencia es más difícil que la de la Eucaristía, pero eso no implica que la catequesis
no deba detenerse en los problemas de cada uno de los niños el tiempo que sea
necesario, e involucrar también a los padres, dado que ellos son una referencia
esencial en esta edad.
9. Horizontes
1. De dónde partimos
De los propios jóvenes: Desde la caída del muro de Berlín (1989), el mundo ha entrado
en la era de la globalización económica y la cultura posmoderna. Esta se caracteriza
por la vivencia desde el yo, el egocentrismo; el apoyo al pensamiento débil: los
macrorrelatos, las grandes propuestas se miran con desconfianza, escepticismo e
incredulidad y se acepta la pérdida de fundamento. Hoy la ciencia es la que lo explica y
da respuesta a todo. La posmodernidad proclama el "fin de la historia": con el Estado
de bienestar ya se han alcanzado los últimos objetivos, ya no existe un horizonte en el
que situar los acontecimientos. Como diría J. E. Vecchi, la historia es "un presente
continuamente renovado", en el que se obvia el pasado y se acorta el futuro. La
posmodernidad se centra en lo privado frente a lo público, lo individual frente a lo
colectivo, lo subjetivo frente a lo objetivo, produciéndose la pérdida de referencias. La
religión ya no explica nada, ya no da sentido a los misterios del hombre. Y la ética la
hace cada uno según le conviene.
La ausencia de metas en los procesos de pastoral juvenil: Hay parroquias que no saben
qué hacer con los recién confirmados; éstos suelen engrosar durante uno o dos años el
llamado grupo de postconfirmación o de jóvenes; realizan durante este tiempo alguna
tarea apostólica, y terminan por dejar el grupo y la parroquia cuando la vida personal,
afectiva, universitaria o profesional se complica un poco (J. SASTRE, Algunas claves
para una pastoral renovada. Separata Teología y Catequesis 74 [2000] 46). En nuestras
parroquias constatamos que la presencia y referencia de jóvenes cristianos maduros
integrados y comprometidos con la comunidad eclesial es bien escasa. Como
consecuencia de nuestra falta de creatividad y entusiasmo en las propuestas y metas
de los procesos de pastoral nos conformamos con jóvenes creyentes sociológicos que
se sienten cristianos por tradición familiar, por pertenecer a la Iglesia por el Bautismo,
por frecuentar más o menos los sacramentos, pero sin llegar a asumir libre, madura y
personalmente el estilo de vida gozoso que Jesús propone.
Ante esta realidad es pues, necesario y urgente ofrecer a los jóvenes desde la Iglesia
un camino y una meta: un itinerario de profundización de la fe y una vivencia madura
de la experiencia cristiana que Ileve a los jóvenes a vivir como creyentes dentro de la
comunidad eclesial.
- Los jóvenes sean los protagonistas: La Iglesia tiene que estar presente en los
ambientes juveniles, a través especialmente de los jóvenes cristianos, porque "es una
exigencia que brota del ministerio de la encarnación del Hijo de Dios" (EN 18). "Los
jóvenes, deben convertirse en los primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes,
ejerciendo el apostolado entre sus propios compañeros, habida cuenta del medio
social en que viven" (EN 18). "Si la evangelización define la Iglesia, la misión brota de la
comunión y genera comunión. La Iglesia animada por el Espíritu, es comunidad
misionera. Los jóvenes cristianos, corresponsables con toda la Iglesia de su misión
evangelizadora, han de participar activamente en la comunión eclesial; han de
expresar, celebrar y alimentar su fe en la comunidad, y han de reconocer y asumir sus
responsabilidades en el seno de ésta. Por su parte, la comunidad ha de reconocer y
promover la presencia y participación de los jóvenes en la vida de la misma. Los
jóvenes no deben considerarse simplemente como objeto de la solicitud de la Iglesia,
son de hecho -y deben ser incitados a serlo- sujetos activos, protagonistas de la
evangelización y artífices de la renovación social" (Vaticano II, AA 12. OPJ 19).
La Iglesia convoca para que, continuando insertos en medio de los otros jóvenes, sean
agentes de transformación de ese mundo, en todo lo que tenga de injusticia y
deshumanización, y aporten los valores del Reino de Dios que van descubriendo, con
todo lo que tienen de esperanza y de vida (Proyecto marco de pastoral juvenil, p. 45). Y
sólo quien cree de corazón en el Evangelio de Jesucristo y tiene experiencia personal
de su fuerza salvadora y liberadora puede evangelizar (Id, p. 47). De ahí, que los
agentes de pastoral han de ser jóvenes que vivan este mismo proceso de
profundización y tengan una experiencia cristiana madura y comprometida.
- La Iglesia, referencia comunitaria: Jesús nos invita a seguirle y ésta es una llamada
personal, insustituible e intransferible. Pero con su llamada nos invita a formar parte
de la gran familia que es el Pueblos de Dios, nos invita a construir esa nueva
humanidad de hijos de Dios y hermanos suyos, nos invita a crear una nueva
comunidad en donde Dios reine entre nosotros. Pertenecer a esa comunidad, la
Iglesia, el Pueblo de Dios supone no sólo una adhesión afectiva, sino activa: movida
por el Espíritu Santo, la comunidad eclesial, el Pueblo de Dios, acepta a Jesús como
Señor (celebración de la fe) y al Evangelio como estilo de vida (conducta moral) y su
misión es dar testimonio de ello y proclamarlo al mundo hasta la parusía (compromiso
apostólico). Desde la comunidad eclesial, los cristianos somos enviados al mundo para
dar testimonio del mensaje de Jesús y desde el mundo volvemos los cristianos a la
comunidad para buscar el pan y el agua viva que nos permiten seguir dando fruto,
partiéndonos y repartiéndonos y para presentar al mundo como ofrenda que ha de ser
transformada.
- Opción preferencial por los pobres. "La adhesión a Cristo y la comunión eclesial lleva
al servicio del hombre y al compromiso por el bien común de la sociedad. "Cristo
revela el hombre al hombre", la plenitud de su dignidad, la de ser hijo de Dios. Por su
parte la Iglesia, cuerpo de Cristo, es fermento del Reino, de la nueva Humanidad. Por
Cristo, cada hombre y todo hombre, especialmente los pobres y los que sufren, se
convierten en camino para la Iglesia, que prolonga la encarnación de Cristo entre los
pobres y su compromiso liberador" (OPJ 21).
"La opción por los pobres es una verdad teológica, porque hunde sus raíces en le
misterio de Dios, partidario de los pobres, y en el misterio de Jesús el Cristo, cuya vida
está al servicio de los pobres. Y por ser verdad teológica es también actitud moral y
espiritual. Más aún: criterio normativo para todos los creyentes y condición necesaria
para vivir un cristianismo evangélico" (JUAN JOSÉ TAMAYo-AcosTA, Hacia la
comunidad, 1, Ed. Trotta, p. 19).
- Mirar, ver el mundo de los pobres y de la pobreza con los ojos de los pobres y,
descubrir desde ahí la necesidad de su transformación y la urgencia de su liberación.
- Hacer nuestra la causa de los pobres, que es la causa de la vida, porque es necesario
devolver al hombre lo irrenunciable de su propia humanidad: su dignidad inalienable,
su libertad, su cultura, su trabajo, su vivienda, etc.
Creemos que para que los jóvenes alcancen, desde su concreta situación, la plena
madurez cristiana es necesario que establezcamos un proceso a través del cual la
comunidad cristiana los conduzca y acompañe. Un proceso que requiere tiempo, pues
es el joven quien descubre su propia vida y es ahí donde puede encontrarse con Cristo
por la fe.
Un aspecto nuclear de la pastoral con jóvenes es que debe ser vocacional: "Por
pastoral de jóvenes entendemos toda aquella presencia y todo un conjunto de
acciones a través de los cuales la Iglesia ayuda a los jóvenes a preguntarse y descubrir
el sentido de la vida, a descubrir y asimilar la dignidad y exigencias del ser cristiano, les
propone diversas posibilidades de vivir la vocación cristiana en la Iglesia y en la
sociedad y les anima en su compromiso por la construcción del Reino" (OPJ, 14).
La fe adulta tiene mucho que ver con la apertura a la voluntad de Dios para con cada
uno de sus hijos; la disponibilidad vocacional depende de la medida en que el amor de
Dios revelado en Jesucristo y las necesidades de los hermanos hayan tocado nuestro
corazón. Dejar a Dios ser Dios y permitir que los pobres sean liberados implica hacer
de la vida una respuesta en entrega gratuita y total. Sólo desde esta disponibilidad se
puede escuchar en lo más hondo del corazón la vocación concreta a la que Dios nos
llama a cada uno. El ser laico, religioso o presbítero es la necesaria concreción de la
vocación bautismal que se plenifica en la confirmación y sacramentaliza todas sus
dimensiones en la mesa eucarística (J. SASTRE, Algunas claves para una pastoral
renovada. Separata de Teología y catequesis, núm. 74. 2000, p. 70).
Por ello, la referencia y modelo que tomamos para esta desembocadura de la pastoral
no es otra que la referencia del mismo Jesús, quien propone e inicia una alternativa
comunitaria de vida. Desde el principio de su vida pública, Jesús llama a un grupo de
hombres para que le sigan (Mc 1, 16-20), para que compartan su vida y su misión,
porque el seguimiento que Jesús quiere, siendo personal e intransferible, es
compartido. Del seguimiento común nace una nueva familia, una fraternidad que no
se apoya en los lazos de la sangre, sino que se alimenta de la común respuesta a la
común llamada (J. J. BARTOLOMÉ, Marcos. Un manual de formación para el
seguimiento de Jesús. Cuadernos CPC, Proyecto catequista 9. Ed. CCS). La comunidad
que Jesús propone es una comunidad de hermanos (Mc 3,31-35), de hombres libres
(Mc 2,19-22; 25-27) e iguales al servicio de todos (Mc 9,33-36), donde no tienen lugar
estructuras de dominación (Mc 10,42-45). El origen, el motivo de la llamada de Jesús
para seguirle es la predicación del Reino de Dios: una misión común. Jesús llama para
que el discípulo se ponga al servicio del Reino, les descubre las actitudes del Reino (Mc
4,3-34), el modo en que han de vivir (Lc 6, 17-26), la ley por la que se han de regir (Jn
15, 12-13) y desde el grupo los envía de dos en dos a proclamar la Buena Nueva. Ser
discípulos de Jesús es el rasgo que identifica a todos los cristianos y este seguimiento
es el que constituye la exigencia prioritaria de la nueva comunidad que acompaña a
Jesús. Por tanto "es Jesús, presente en medio de quienes se reúnen en su nombre (Mt
18,20), quien fundamenta y sustenta, como piedra angular (Ef 2,20; 1 Ped 2,4), la
existencia de la comunidad" (SECUNDINO MOVILLA, Las comunidades cristianas
Juveniles en la Diócesis de Madrid (1965-1995). Extracto de la tesis doctoral.
Universidad Pontificia de Salamanca. 1999).
Los hechos de los Apóstoles y las Cartas paulinas, sobre todo, dan testimonio
elocuente de lo que era la vida y el sentir de las primeras comunidades y nos permiten
conocer los principales rasgos, gestos y actitudes del estilo de vida que llevaban. Eran
comunidades pequeñas, sencillas, de estructura doméstica y fraternal, dispuestas a
acoger a los convertidos, preferentemente los pobres, sometidas a tensiones y
conflictos, a veces en el interior de ellas mismas, y sobre todo con el mundo exterior,
comunidades que no dudan el llamarse a sí mismas la "ekklesía de Dios" y que guiadas
por el Espíritu, son referencia y modelo para el resto de las comunidades (Id., p. 25).
Todo el proceso se apoya en las tres opciones que engloban los valores nucleares del
Mensaje cristiano y las diversas actitudes que suscitan en la persona: la conversión, la
comunidad y el Reino.
La pastoral de adolescentes y jóvenes es un largo proceso que tiene sus etapas, que
debemos vivir con desprendimiento, paciencia y sentido pedagógico. En esta
pedagogía no interesa tanto las actividades sueltas sino una acción seria, continuada y
planificada, según las etapas de crecimiento. La pastoral de jóvenes ha de ser dinámica
y creativa, teniendo en cuenta la sicología de la edad, así como los valores culturales a
los que son sensibles.
Este proceso conlleva una iniciación integral a la vida cristiana, realizada en el ámbito
del grupo. Para ello en cada etapa y desde el inicio del proceso se plantean unos
objetivos generales y por ámbitos (oración-celebración, formación, compromiso,
relación en el grupo) encaminados a la integración de la fe en la vida del joven de
forma personal y comunitaria. Incluye también elementos que dinamizan el desarrollo
de la etapa y los integran en el proceso de pastoral juvenil y en la comunidad
parroquial (convivencias de cada grupo y de todos los que integran la etapa,
celebraciones de acogida, de paso a la siguiente etapa, etc. integradas en las
celebraciones eucarísticas de la comunidad parroquial, celebración de la eucaristía
dominical con toda la comunidad de jóvenes, etc.).
Todo grupo está animado preferiblemente por dos animadores. Son personas que
tienen una formación adecuada y un caminar dentro de la comunidad. Son los
responsables de velar por la marcha del grupo para que cumpla los objetivos
correspondientes de la etapa. Además ayudarán a cada miembro del grupo a
personalizar su proceso de fe mediante el acompañamiento personal.
Cada etapa del proceso tiene asignada una duración determinada, pero habrá de ser
flexible porque el camino del proceso no es cuestión de edad, ni tiempo, sino de
actitudes ante la vida y la fe.
a) Etapa de convocatoria
Los destinatarios pueden ser adolescentes alejados de la fe, pero abiertos a plantearse
la vida en serio y adolescentes procedentes de la catequesis de postcomunión o que
desean preparar el sacramento de la confirmación.
En esta etapa la Iglesia invita a los jóvenes a conocer e interesarse por la propuesta
cristiana. Teniendo en cuenta la experiencia cristiana vivida hasta el momento de los
adolescentes y las diversas razones por las que se acercan a la pastoral, esta etapa
tiene como objetivo fundamental la consolidación del grupo humano, en el que se
acerca y se plantea el estilo de vida de Jesús como diferenciador con otros grupos de
talla humana y se acoge e integra a los grupos en la dinámica de la pastoral juvenil.
Para ello se anima a la oración de grupo con cada tema desde lo que han visto y
experimentado y se invita a la oración personal. Se fomenta la celebración desde lo
experiencial, con signos y símbolos que ayuden a expresar sus vivencias. Los temas van
dirigidos a descubrir los valores humanos y cuestionar los valores y contravalores de la
sociedad, la reflexión sobre su propia persona, las relaciones con que establecen con
los demás y desde ahí presentar a Jesús como modelo de persona.
b) Etapa de propuesta
Esta etapa va dirigida a jóvenes que buscan una respuesta a los grandes interrogantes
vitales que se les plantean y están interesados en lo que Jesús y su mensaje pueda
descubrirles.
Se presenta a la Iglesia como esos amigos de Jesús que encarnan sus valores en la
Historia y que celebran los sacramentos como expresión de esa encarnación. Se ayuda
a la personalización de lo que se va viviendo en la etapa y desde ahí se ayuda a tomar
la decisión de realizar un camino de maduración personal en la fe dentro de la
comunidad parroquial (confirmación). Y se destapan las necesidades latentes en el
joven de infinito, de búsqueda de sentido, de respuesta, de "algo que llene", es decir,
se destapan sus deseos profundos y se suscita la pregunta religiosa.
Para poder hacer experiencial todo ello, se inician caminos de oración comunitaria, se
fomenta la oración personal en clave de petición de respuesta a esos deseos
profundos, se anima a participar activamente y vivir la Eucaristía y demás
celebraciones de la comunidad juvenil, se experimenta la Reconciliación como
expresión del amor del Padre, que acoge incondicionalmente; se proponen momentos
de silencio para iniciar el camino de la revisión de vida y la elaboración de un proyecto
de vida del grupo que se revisa periódicamente. El acompañamiento personal del
animador con cada miembro del grupo debe ayudar a personalizar los aspectos de
maduración personal, la integración en el grupo y en la vida comunitaria.
c) Etapa de iniciación
Los jóvenes que llegan a esta etapa se sienten atraídos por Jesús y su mensaje y tratan
de plantearse su vida desde Él. En esta etapa el grupo ya tiene entidad como tal. Sus
miembros están inquietos por el contraste que experimentan entre su vida real y el
mensaje de Jesús. Desean que el grupo les ayude a interiorizar la experiencia cristiana
y llevarla a sus vidas. Se inicia el proceso de integración fe-vida.
d) Etapa de profundización
En esta etapa los miembros del grupo se han abierto a un camino de conversión, viven
una actitud inicial de disponibilidad y tratan de conformar su vida con el estilo de
encarnación de Jesús.
Para ello la catequesis irá dirigida a profundizar en el Reino de Dios: el Amor del Padre
como don gratuito e incondicional, como fuerza transformadora y como pilar
fundamental del Reino; la relación con Dios (oración) como fuente del Reino; el
análisis crítico creyente de la realidad y las bienaventuranzas como programa de vida
del Reino; la búsqueda de la voluntad de Dios desde la confianza y la disponibilidad; el
Reino como creación del Espíritu y la comunidad como instrumentos que lo hacen
posible.
e) Etapa de desembocadura
En esta etapa los jóvenes confirmados ya han hecho su opción fundamental por Jesús
y sienten la necesidad de responder a la llamada que Dios les hace para elaborar su
proyecto de vida. Los jóvenes se encuentran en disposición de encontrar su lugar en la
comunidad cristiana desde un servicio concreto en la construcción del Reino. El
objetivo de esta etapa será que los jóvenes descubran dónde y cómo son llamados a
vivir como cristianos adultos, desde una actitud de escucha y disponibilidad a la
voluntad de Dios.
La voluntad de Dios es un amor, de Dios en Cristo, que atrae al hombre hacia una
determinada figura de hombre, de Iglesia y de sociedad. Es decir, Jesús desde la cruz,
nos atrae hacia sí mismo, nos configura con Él. Nos configura no sólo como personas,
sino como pareja, como comunidad, como Iglesia, como humanidad. La voluntad de
Dios es que todos las personas alcancen la plenitud de su estatura moral, humana, en
Cristo.
Por ello el grupo se convierte en el ámbito privilegiado desde el que se buscan las
opciones de vida, se confronta la coherencia entre vida y Evangelio, se relee la historia
de cada uno en clave de Fe y Reino y se plantean los criterios cristianos respecto al
trabajo, los bienes, el estilo de vida, las relaciones interpersonales, y se comienzan a
vivir de manera adulta.
En este momento es clave cultivar la llamada de cada uno desde la oración personal
diaria, la oración comunitaria, los sacramentos, la meditación de la Palabra, vivida,
compartida y revisada comunitariamente. Es imprescindible vivir en clave de
discernimiento personal para ir descubriendo el cómo se concreta la llamada de Dios
en la vida, abiertos a las distintas opciones comunitarias que el Evangelio y la Iglesia
proponen (religiosa, presbiterial, laical, contemplativa, etc) para servir más y mejor al
Reino de Dios, desde la vocación personal de cada uno.
El paso del grupo a comunidad es la culminación del proceso de pastoral vocacional.
Tras un largo recorrido en el que cada miembro ha ido madurando su opción de vida
desde unas claves evangélicas, llega el momento de la decisión final: optar por seguir a
Jesús en comunidad, compartiendo la vida, la fe, los bienes, compromisos. Este paso
ha de ser fruto de una seria y honda reflexión para que la decisión personal sea dada
libre y responsablemente desde la propia vivencia de fe. Sólo desde una experiencia
de encuentro sólida con el Señor Jesús se puede ser creador de fraternidad, signo
visible de la presencia del Reino entre los hombres. El paso a comunidad se dará
cuando todo el grupo, o la mayoría de sus miembros, considere que está preparado y
dispuesto a ello. En ese momento el grupo iniciará la reflexión sobre el proyecto
comunitario y plasmará sus concreciones específicas, objetivos y medios, dentro del
marco del proyecto comunitario, válido para todos los grupos que llegan a esta etapa.
Una comunidad de fe porque su raíz es que Dios es Padre y Él es quien les congrega
como hijos y hermanos. La comunidad es donde comparten y crece su fe a través de la
oración, de los sacramentos como signos de salvación, de la búsqueda de la voluntad
de Dios, de la escucha de la Palabra y de su eco, de la reconciliación, de la lectura
creyente de la realidad, de la corrección fraterna, de compartir lo que son, lo que
quieren y lo que tienen, de crear comunión.
Una comunidad de vida porque se construye una fraternidad de iguales. Siempre está
en proceso hacia una plenitud de entrega. Es lugar de crecimiento humano, de
maduración afectiva; es una escuela del amor, del diálogo, de la escucha y del servicio.
Y pasa por compartir las cosas más sencillas.
- El compartir. Jesús les invita a poner en común todo lo son, sus dones y aptitudes;
pero también todo lo que tienen, bienes, sueldos, tiempo, etc.
- Compartir los bienes: fruto de la opción por los pobres y del estilo de vida en
fraternidad, la comunidad se pregunta la forma de poner los bienes en común, los
sueldos, la cantidad que se comparte y quienes son los beneficiarios de esos dones. Se
comienza a vivir en un estilo de austeridad compartida, discerniendo qué bienes son
realmente necesarios y cuáles son prescindibles o superfluos. Se desarrollan
mecanismos dentro de la comunidad para revisar cómo se vive este aspecto en lo
cotidiano.
- Formación: porque es una necesidad para el Reino, para responder a los retos y a las
injusticias que existen en el mundo, en la sociedad. Porque el camino de fe que
comienza necesita alimentarse para crecer como creyentes y para poder ofrecerlo a
otros.
- Discernimiento comunitario: porque es el medio para descifrar los designios del Señor
y enfrentarse a las situaciones que se irán planteando en la vida de la comunidad:
encarnación (dónde, con quién, cómo, para qué), misión compartida, bolsa común,
destino del dinero que se va a compartir, etc.
Es necesario que la Iglesia tome en serio estas pequeñas comunidades, que sepa
acogerlas y acompañarlas
No es suficiente mientras el Reino de Dios siga necesitando obreros que entreguen su
vida por El. Por ello remarcar que este es el inicio del camino, que la fuerza y el aliento
de las comunidades no somos las personas, sino Jesús que nos congrega y su Espíritu
quien empuja y que el único camino posible para ser felices es vivir las
Bienaventuranzas. La comunidad tiene que aprender a vivir en equilibrio la realidad y
la utopía para que el servicio al Reino sea eficaz y duradero.
Comunidad Escaguis
Personalización de la fe
Introducción
Esta se vivió, sobre todo, en los primeros siglos de la Iglesia (II-VI). Todos recordamos
las dos situaciones que vivió la Iglesia en aquellos siglos.
a) De primeras (de mediados del siglo 1, hasta el año 180), las comunidades cristianas
fueron extendiéndose poco a poco por el anillo del Mediterráneo, es decir, del Imperio
Romano y vivieron en un mundo de valores paganos en la vida familiar, social,
económica, política y religiosa. Más aún, en ocasiones, los cristianos son perseguidos
(Nerón, año 64; Domiciano, años 81-96; Trajano, años 98-107; Marco Aurelio, años
161-180) por dedicarse a una superstición execrable, por practicar el "odio al género
humano", por negarse a dar culto a los dioses de Roma.
En este tiempo, los seguidores de Jesús alimentan su fe especialmente con la escucha
atenta de las Sdas. Escrituras y de las homilías en las Eucaristías de los domingos, en
un clima cálido y religioso de comunidades más bien reducidas en fuerte comunión
con los hermanos enfermos y con toda la Iglesia.
Ya a partir de mediados del siglo II (S. Justino), los que deseaban prepararse para el
bautismo o ingresar en la comunidad cristiana, se instruían como podían, con ayuda de
cristianos comprometidos en la fe, o mediante lecturas, o escuchando una serie de
conferencias (catequesis): sobre lo referente a Cristo, sintetizado en el símbolo
romano del siglo II; sobre la vida moral a partir del mandamiento nuevo, la "regla de
oro" y la doctrina de los dos caminos, todo muy cercano al Evangelio; y sobre los ritos
relacionados con el bautismo: ayuno previo, renuncia a Satanás y adhesión a Cristo,
unción con aceite consagrado y la inmersión triple en el agua bautismal, unida a la
invocación a la Trinidad.
Todo esto significa que cada cristiano optaba personalmente por adherirse al Señor y a
su Mensaje y alimentaba su fe y su caridad con la Palabra, la Eucaristía, y el testimonio
ante la sociedad.
b) Tras dos décadas de cierta tranquilidad para la Iglesia, a partir de principio del siglo
III, el Edicto de Severo (202) prohibe el proselistismo de los cristianos, el progreso del
cristianismo. Antes, la autoridad romana no reconocía al cristianismo un derecho de
existencia legal; desde ahora, se obliga a los funcionarios del Estado a reprimir el
avance de la fe cristiana. Las persecuciones del siglo III y principios del IV (Severo,
Decio, Diocleciano) arrancan del poder central, y el motivo es "la razón de Estado", es
decir, el peligro que la vida y el mensaje de los cristianos suponía para la supervivencia
del Imperio: Estos no aceptaban muchas costumbres sociales del Estado imperial;
practicaban costumbres inhumanas: "el homicidio ritual" (la Eucaristía); uniones
incestuosas (de "hermanos y hermanas" en sus reuniones litúrgicas) y, sobre todo, no
practicaban la religión oficial romana a la cual estaba vinculado el Estado, con lo cual
estos "ateos" atentaban contra el Imperio.
Y surge el catecumenado bautismal con su etapa previa y otras tres etapas: la del
examen previo de los motivos de la conversión y de preparación al bautismo; la etapa
prolongada de instrucción catequética, oración personal y comunitaria y ciertos ritos
celebrativos; la etapa de preparación intensiva a la celebración de los sacramentos
iniciatorios y tras esta celebración, la etapa de la catequesis litúrgico mistagógica y,
consecuentemente, la incorporación a la comunidad cristiana adulta.
Los tres años de duración del catecumenado es el tiempo de prueba y de rodaje de su
fe para llevar una vida cristiana coherente. La Palabra de Dios, que desarrolla la
historia de la salvación, que se celebra intermitentemente en ciertos ritos, que
consolida la comunidad fraterna e impulsa a la caridad, penetra tan hondamente en el
corazón de los catecúmenos, que su adhesión a Cristo crucificado y resucitado —su fe
personal— les ayuda a superar la tentación de las costumbres paganas y soportar la
dureza de la persecución y aún del martirio. El catecumenado bautismal fue el proceso
educativo que personalizaba la fe de los primeros creyentes.
En estos siglos IV al VI, el catecumenado sigue siendo la "matriz de la Iglesia", "su seno
materno", ese lugar donde, se aprende a ser cristiano entre cristianos, y a vivir como
tal. Efectivamente, eliminadas las persecuciones, las costumbres y creencias paganas,
en que se ha gestado el Imperio preconstantiniano, no podían transformarse ni
abolirse a golpe de decretos y normas legislativas imperiales ya con una inspiración
cristiana.
Estos cristianos, salidos de la institución catecumenal con una fe que impregna toda su
persona al servicio de la persona y obra de Cristo Salvador del género humano, están
presentes en casi todas las actividades de la vida pública y se esfuerzan pacientemente
por impregnar las costumbres familiares y sociales, y las leyes y estructuras políticas,
del espíritu del Evangelio.
En suma, al final de los primeros siglos de la Iglesia, se puede afirmar que ésta,
especialmente a través del catecumenado bautismal, se ha preocupado de engendrar
un gran número de cristianos y comunidades con una fe de carácter personal.
A partir del siglo V el Imperio romano es invadido por los pueblos germánicos, que
arrasan todas las instituciones sociales, culturales y políticas del Imperio, con
consecuencias desastrosas para la vida cristiana que florecía en él. La Iglesia, sin
embargo, recuperando el impulso misionero de los tres primeros siglos, misiona a los
jefes y reyes de los pueblos invasores, los bautiza y a toda su gente con ellos,
siguiendo el principio "cuius regio, eius religio", "la fe de los jefes, es la fe de los
súbditos".
La Iglesia, única institución que sobrevive a las invasiones bárbaras, además, suple el
vacío institucional de aquellas gentes, creando infraestructuras sociales, políticas,
culturales y religiosas que consolidarán la civilización cristiana medieval (siglos V-XIII),
el "régimen de Cristiandad" de unión Iglesia y Estado.
Entre los siglos V y VII, la mayor parte de la población del caído Imperio está ya
bautizada. El catecumenado bautismal, como desarrollo de la conversión y
preparación a una vida cristiana personalmente asumida, ya no tiene sentido, y a
partir del siglo VI cambia profundamente. La familia cristiana (el "catecumenado
familiar") será la educadora por excelencia de los cristianos más jóvenes. Las
muchedumbres bautizadas masivamente en seguimiento de sus jefes o reyes
alimentan su fe fundamentalmente en la liturgia, es decir, en las celebraciones de las
eucaristías dominicales y festivas con unas asambleas heterogéneas; sus sermones,
abordan los núcleos medulares del Evangelio, los compromisos bautismales y la moral
de los "dos caminos". La liturgia eucarístico-dominical es una especia de
"catecumenado litúrgico masivo".
Dando un alto en la historia, nos situamos en nuestra Iglesia actual del Primer mundo y
constatamos entre nosotros estas tres situaciones religiosas:
c) Por fin, hay un amplio número de bautizados que han perdido el sentido vivo de la
fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, con una existencia
alejada de Cristo y de su Evangelio. A estos bautizados, su fe sociológica se les ha
deteriorado de tal manera, que tienen necesidad de una acción misionera para
recuperar una auténtica fe cristiana.
Aquélla abarca el anuncio global o parcial de la Buena Noticia o Palabra de Dios, que
nos viene de la revelación de Dios y que la Iglesia acoge, celebra y comunica a los no
creyentes y a los ya creyentes para su salvación. En realidad, es el objeto de la
revelación y de la evangelización, las realidades de fe que nos salvan.
La fe personal, en cambio, es la actitud interior con que acogemos a Dios y a Cristo en
su Palabra y nos adherimos a su Persona como centro vital de nuestra existencia
cristiana. En realidad es el acto ñactitud- teologal mediante el cual nos entregamos a
Dios, a Cristo y nos fiamos de él en paz interior. Esta es la fe que nos hace gratos a
Dios. La acogida de Dios cuando él sale a nuestro encuentro (cf. Trento).
Entre los cristianos adultos de hoy, existen no pocos practicantes que recibieron una
buena catequesis doctrinal, con conceptos claros sobre las verdades de la fe; pero hoy
están más cercanos a la fe sociológica, que a la fe viva personal. Efectivamente, las
verdades de la fe que escucharon no suscitaron verdaderamente el acto de fe de
confiar toda su vida a Cristo, esperando de él todo lo necesario para convivir ya aquí
filialmente con el Padre y fraternalmente con los demás. Esta catequesis no les ayudó
a personalizar la fe. En ella falló el talante catecumenal, que es eminentemente
interiorizador y personalizador.
Si la historia ha asegurado que los cristianos de fe personal tuvieron mucho que ver
con la institución catecumenal, es momento de afirmar que el cristiano de fe
personalizada necesita ser formado con una catequesis que se inspire en los criterios
del Catecumenado bautismal de los primeros siglos (cf. DGC 67-68):
Conclusión
Pluralidad - Pluralismo
Los filósofos de nuestros días afirman que la vida del hombre es una "vocación" o
`llamada" a ser. El hombre es "proyecto", es decir, "empresa de ser".
Este pluralismo pastoral, desde el Vaticano II, se ha visto plasmado, al menos, en los
siguientes signos: a) en el diálogo con las heterogéneas corrientes de pensamiento
contemporáneo; b) la apertura ecuménica a confesiones cristianas y el diálogo
interreligioso con otras religiones no cristianas; c) en las diferentes escuelas y
corrientes históricas de pastoral; d) el influjo de diversas escuelas, sensibilidades y
corrientes teológicas.
Y, hoy, esta sana pluralidad se percibe en la gran riqueza y diversidad que el Espíritu
Santo regala a su Iglesia en cuanto a carismas, vocaciones, estados de vida, ministerios
o funciones se refiere.
Pero siempre se deben tener en cuenta, al menos, dos principios operativos: a) que la
pluralidad no degenere en disolución de la comunión, es decir, que no se rompa "la
unidad en la diversidad"; b) que siempre dejemos la última palabra, en cuanto al
discernimiento se refiere, en quienes ejercen el ministerio pastoral cualificado.
BIBL. — Y. CoNGAR, Verdaderas y falsas reformas en la Iglesia, Instituto de Estudios Políticos, Madrid 1953.
Pobres
En la raíz de todos estos males generados por la injusticia está el corazón egoísta que
vela únicamente por los propios intereses, a cualquier precio, y utilizando los medios
que procuran el enriquecimiento fácil y rápido. El pecado personal está en la base de
las actitudes, relaciones y estructuras injustas, que son las que generan pobreza y
marginación.
2. Iluminación teológica
En el exilio en Babilonia aparece la figura del Siervo de Yahvé que se solidariza con los
que sufren, es fiel a Dios, entrega la vida y salva al pueblo. Los pobres y humildes
(anawim) son los que mantienen la esperanza de la reconciliación universal anunciada
por los profetas (Is. 49, 5-6; 53,11). Dios aparece como el Padre del pobres, del
huérfano y de la viuda (Sal 68,6); también se habla de estos términos del Mesías
esperado (Sal 71).
En la legislación del pueblo israelita aparecen una serie de medidas para proteger al
necesitado; este es el sentido del año jubilar, el préstamo sin intereses, el pago del
diezmo, el derecho de rebusca, etc. (Dt. 15,11: "abre tu mano al pobre").
Jesús de Nazaret nace fuera de la ciudad, es reconocido por los pequeños y sencillos, y
es perseguido por los poderosos que temen perder su poder y se reino. Jesús proclama
en la sinagoga el texto de Is. 61, 1-2 (ver Lc. 4,18-21) donde dice que ha sido enviado a
dar la "Buena Noticia a los pobres". Toda su vida, del nacimiento a la cruz ha estado
marcada por la pobreza y los pobres: conoce las privaciones (Lc. 9, 58), se identifica
con los pobres y pone en el amor liberador la condición para entrar en la
bienaventuranza celestial. (Mt. 25, 31-46). Jesús invita a los pobres y pecadores a
gustar la misericordia del Padre bueno (Lc. 15, 11-22) y a sentarse en el banquete del
Reino (Mc. 2, 17). Jesús enseña a los apóstoles a dar gratis lo que han recibido gratis
(Mt. 10,8) y a reconocer su presencia en el anuncio de la Buena Nueva a los pobres
(Mt. 11, 5; Lc. 1, 18). "La religión pura e intachable ante Dios Padre es esta: visitar a los
huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo"
(St. 1,27); la misma carta de Santiago emplea términos muy duros para los que ponen
su corazón en la riqueza y se cierran a la necesidad de los hermanos. Las primeras
comunidades tuvieron muy claro y presente el ejemplo de Jesús que vino para servir
(Mt. 20, 28; Jn. 3, 4-12) y dar la vida por todos. La actitud y el camino de pobreza
radical de Jesucristo lo expresa Pablo en el texto de Flp 2, 6-11, que se podría sintetizar
en los siguientes términos: no se aferró a lo propio, se vació, se abajo, se puso en
nuestro lugar y dio la vida por nosotros. "Bien sabéis lo generoso que ha sido nuestro
Señor Jesucristo: siendo rico, por vosotros se hizo pobre para que vosotros con su
pobreza os hagáis ricos" (2 Cr. 8,9).
3. La pobreza de corazón
Jesús se propone a los discípulos como la única riqueza; nada ni nadie puede
anteponerse al Reino de Dios y su justicia. "Bienaventurados los pobres en el espíritu"
(Mt. 5,3); supone abrirse a un horizonte de gracia, felicidad, y entrega. Parte del
abandono a la Providencia (Mt. 6, 25-34), el fiarse de las invitaciones que hace Jesús y
el compromiso con la pobreza. Se nos propone amar la pobreza, es decir, ser pobre y
comprometerse con la pobreza; esto no es posible sin dejar que el amor de Dios coja
el corazón y sin liberarse de la obsesión por el poseer (Mt. 19,24; 13,22; 6,24; 1 Tim. 6,
9-10). El siguiente paso está en el compartir lo que se es y tiene, como Jesús que se dio
plenamente y a todos sin distinción; donde está nuestro tesoro allí está nuestro
corazón (Lc. 12, 33-34). Para amar a los pobres afectiva y efectivamente conviene
recordar el himno de la Caridad (1 Cor. 13, 1-13). Somos y estamos llamados a ser un
solo corazón y una sola alma (Sumario de los Hechos); esto expresa el señorío de
Cristo: que todos seamos hermanos.
El Documento "La Iglesia y los pobres" sugiere las siguientes notas para una
espiritualidad cristiana de la pobreza según las propuestas de la D.S.I: inserción (cfr.
Flp. 2, 6-7), con entrañas de misericordia (lPe 2, 24; 2 Cor. 5, 21 y Lc. 19,10) y con
actitud pascual (ayudar al hermano a llevar la cruz: Lc. 9,23; Gál. 6,2). Todo parte de la
confesión central de la fe en Dios Padre (Gál. 4,6), pues esta confesión nos lleva a
sentirnos hermanos unos de otros (Jn. 13,1; 13, 34.35). Esto supone: querer y tratar a
todos como hermanos, incluso a los enemigos (Lc. 6, 27-35; Rom. 12-21) con una
caridad liberadora del pecado (VS 69-70) y de todas sus consecuencias (VS 33 ss; SRS
46). En el compromiso con los más pobres el creyente vive la "caridad escatológica", es
decir, el presente en la perspectiva de la plenitud hacia la que caminamos; las
características de la caridad escatológica son: conjugar el horizonte final y la urgencia
del presente, con humildad y esperanza, en constancia y fidelidad y sintiéndose
peregrinos hacia la consumación de la historia humana (Ef. 1,10; Col 1,20; LG 48; GS
39.45) y sabiendo que seremos examinados del Amor (Mt. 25, 31-40).
En el "ya sí, pero todavía no" se conforma el ser y el hacer de la Iglesia, desde la opción
preferencial por los pobres que lleva a afirmar que los bienes están "originariamente
destinados a todos" (GS 69; PP 22) y, que sobre ellos pesa una "hipoteca social" (SRS
42). Los cristianos estamos llamados a encarnar actitudes, proyectos y estructuras que
expresen aquello en lo que creemos: que Dios es Padre y que somos hermanos.
4. Orientaciones pastorales
Jesús Sastre
Populorum progressio
Ha pasado por ser la encíclica por excelencia de Pablo VI sobre el tema social o
desarrollo de los pueblos. Publicada el 26 de marzo de 1967 consta de dos partes, con
diversos capítulos.
La primera parte se titula "por un desarrollo integral del hombre", y habla de los datos
del problema, de la implicación de la Iglesia en el desarrollo de los pueblos y de la
acción correcta que se debe emprender.
Es una encíclica de plena actualidad y que merecería la pena volver a leerla personal y
comunitariamente en estos tiempos de neoliberalismo y globalización y donde, como
denuncia la encíclica, los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más
pobres.
BIBL. — PABLO VI, Encíclicas, Edibesa, Madrid 1998.
Postmodernidad
Lo fragmentario y provisional, las historias cortas y sin huella, definen en gran manera
todo.
Su raíz es griega y fue uno de los términos troncales de la filosofía marxista en cuanto
se oponía "praxis" (acción transformadora) a "doxa" (pensamiento). Recordamos el
famoso axioma de C. Marx: "Hasta ahora los filósofos no han hecho más que
interpretar el mundo de diversas maneras; lo que ahora importa es transformarlo".
En otro contexto, en la Carta del Apóstol Santiago, se insiste en unir la fe y las obras (la
recta praxis).
Preevangelización
El P. Hofinger SI, diez años después del Vaticano II, afirmará que la pre-evangelización
se ha de aplicar a los países occidentales en que abundan los bautizados alejados de la
Iglesia y numerosos jóvenes y adultos: "Lo que más necesitan es una ayuda
fundamental para llegar a un nuevo aprecio de la fe y a una nueva perspectiva
religiosa para la vida. La evangelización no puede ser efectiva sin alguna forma de pre-
evangelización" (Evangelization and Catechesis, Broodway, Nueva York, Paulist Press,
1976, p. 41).
Razón personal o de conciencia misionera. Ya los misioneros, sobre todo los del Japón,
mostraron desde el principio su reticencia al contenido y al término de la pre-
evangelización. En efecto, si las acciones de presencia cristiana que realizaban tan
fatigosamente y con escasa eficacia misionera de conversiones, no llegaban a la
categoría de "evangelizadoras", muchos de ellos tenían la impresión de haber
desperdiciado su vida. Su intuición teológico-pastoral les daba que esas acciones
llamadas "pre-evangelizadores", eran verdaderamente evangelización.
Pablo VI, en cambio, un año después, en diciembre del 75, ofrecía la Evangelii
Nuntiandi, una de las más destacadas Exhortaciones Apostólicas de todos los Sínodos
Universales. Entre las orientaciones más certeras y originales está el nuevo concepto
de evangelización, haciéndolo coincidir con la misión integral de la Iglesia:
La evangelización en el DGC. Desde el Vaticano II hasta nuestros días han sido varios
los documentos romanos que han incidido en este concepto de la evangelización y el
DGC, que ha querido ser un documento "integrador" (Mons. J. M. Estepa), tenía que
asumir también un concepto integrador de evangelización. Así lo expresa él:
El DGC trata de conjugar, en efecto, la fundamentación doctrinal que propone DV, con
la visión de dinámica de evangelización que ofrece AG, la concepción integral que
presenta EN y la pluralidad de acentos con que se realiza, según las diferentes
situaciones, que RM señala. Sintetizando este conjunto de aspectos, el Directorio
representa la evangelización como el marco en el que se despliegan todas las acciones
evangelizadoras de la Iglesia, sin que ninguna quede fuera de ese marco (La misión
profética de la Iglesia: Evangelización, Catequesis y CCE, "Actualidad Catequética" 176
(1997) 79. Conferencia en la Jornada de presentación de la Edición típica del CCE,
Castelgandolfo 8-IX. 1979).
J. Gevaert termina con este pensamiento de realismo eclesial: "Si desde el punto de
vista teológico, el término preevangelización no funciona bien, en el plano catequético
permanecen actuales y válidos como antes todos los problemas evocados y centrados
a través de este término. Ninguno de ellos queda resuelto porque hoy se prefiera
hablar inmediatamente de evangelización. Al contrario, el hablar mucho de
evangelización en un sentido amplísimo y genérico expone a perder de vista los graves
y difíciles problemas de la fe en Dios y de la conversión al Dios único y viviente, que es
el verdadero problema de la preparación al Evangelio" (O.c., p. 54, final).
BIBL. – PABLO VI, Evangelii Nuntiandi (EN) (1975); JUAN PABLO II, Redemptoris Missio (1987); J. GEVAERT, Primera
evangelización, CCS, Madrid 1992; Mons. A. CAÑIZARES, Preevangelización, en J. GEVAERT (Dir), Diccionario de
Catequética, CCS, Madrid 1987, 673-674; M. MONTERO, Catequesis de carácter misionero (Catequesis
Kerigmática), en V. M'. PEDROSA, M' NAVARRO, R. LÁZARO, J. SASTRE, Nuevo Diccionario de Catequética, San
Pablo, Madrid 1999, 337-347; F. GARITANO, Acción misionera, Ibidem, 48-59; A. ALCEDO, Anuncio misionero,
Ibidem, 188-195; J. L. PÉREZ, Acogida de la Palabra, Ibidem, 68-76; E. ALBERICH, Precatequesis, en J. GEVAERT,
Diccionario de Catequética, CCS, Madrid 1987, 669-670.
Prelatura personal
Fundado por Mons. Escrivá de Balaguer entre 1928-1943. En 1928 nace la semilla de lo
que será propiamente el Opus Dei. En 1943 se decide fundar la rama femenina de la
Obra e igualmente, en 1943, nace la "Sociedad sacerdotal del Opus Dei". Los miembros
del Opus Dei aspiran a una vida plenamente cristiana a través de la búsqueda de la
santidad y el ejercicio de apostolado según su estado de vida y según su trabajo o
profesión civil. En este sentido, tratan de unir la fe y la vida, y hacer del propio trabajo
el medio por excelencia de apostolado y crecimiento en la propia santificación.
Presbíteros
1. Importancia y urgencia
Esta tarea de estímulo y de ayuda al crecimiento integral de los que han recibido el
sacramento del Orden es presentada por Juan Pablo II como de máxima importancia,
pues de su aplicación depende en gran medida el futuro de la Iglesia y de su labor
evangelizadora: "La formación de los futuros sacerdotes -nos dice el Papa-tanto
diocesanos como religiosos, y la atención asidua, llevada a cabo durante toda la vida,
con miras a su santificación personal en el ministerio y mediante la actualización
constante de su dedicación pastoral lo considera la Iglesia como una de las tareas de
máxima importancia para el futuro de la evangelización de la humanidad" (PDV 2).
Esta convicción es compartida por toda la Iglesia: "Las Iglesias -nos sigue diciendo el
Santo Padre- han proclamado su fe en el cumplimiento de la promesa de Dios: 'Os
daré Pastores según mi corazón' (Jer 3,15), y han renovado su compromiso pastoral
por la atención a las vocaciones y por la formación de los sacerdotes, con el
convencimiento de que de ello depende el futuro de la Iglesia, su desarrollo y su
misión universal de salvación" (PDV 4). De ahí que el Papa haga un llamamiento
urgente a esta atención a la formación integral de los presbíteros con estas palabras:
"la formación permanente es necesaria en todo tiempo, pero hoy lo es
particularmente urgente, no sólo por los rápidos cambios de las condiciones sociales y
culturales de los hombres y los pueblos, en los que se desarrolla el ministerio
presbiteral, sino también por aquella 'nueva evangelización', que esla tarea esencial e
improrrogable de la Iglesia" (PDV 70).
Ahora, el Concilio Vaticano II y, sobre todo Pastores dabo vobis, ha hecho tomar
conciencia de la necesidad de "mantener vivo (durante toda la vida sacerdotal) un
proceso general e integral de continua maduración, mediante la profundización, tanto
de los diversos aspectos de la formación -humana, espiritual, intelectual y pastoral-
como de su específica orientación vital e íntima, a partir de la caridad pastoral y en
relación con ella" (PDV 71). Por ello, propone institucionalizar los servicios de ayuda,
tanto personales como estructurales, para que de modo sistemático se estimule y
favorezca este crecimiento, formación y maduración integral y permanente de los
presbíteros.
De ahí que sea necesario "programar y llevar acabo un plan de formación permanente
(en todas las dimensiones)" (PDV 78). Para ello, "fundamental es la responsabilidad del
Obispo y, con él, la del presbítero. La del Obispo se basa en el hecho de que los
presbíteros reciben su sacerdocio a través de él, y comparten con él la solicitud
pastoral por el Pueblo de Dios. El Obispo es el responsable de la formación
permanente, destinada a hacer que todos sus presbíteros sean generosamente fieles
al don y al ministerio recibido, como el Pueblo de Dios los quiere y tiene el "derecho"
de tenerlos. Esta responsabilidad lleva al Obispo, en comunión con el presbiterio, a
hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación
permanente (humana, espiritual, intelectual y pastoral) no como un mero episodio
sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y
tiene modalidades precisas" (PDV 79). Para la puesta en práctica de este plan Pastores
dabo vobis además de insistir en su necesidad, nos indica los fines, los distintos
aspectos y dimensiones, los responsables, los momentos, las formas y los medios
adecuados, que iremos presentando a lo largo de este artículo.
De esta manera, el ejercicio del ministerio, realizado con amor, por la vida de la Iglesia
y del mundo, es decir, vivido en la caridad pastoral, ha de conducir al sacerdote hacia
su plenitud existencial, su realización plena como hombre. Crecimiento y maduración
que, como toda persona, se debe de ir realizando día a día, en un "continuum". Desde
que nace hasta que muere la persona se va haciendo, se va "formando" cada vez más
plenamente; va "siendo" y "llegando a ser" más plenamente lo que estaba llamada a
ser. Para el sacerdote, su "hacer" diario, es decir, el ejercicio del ministerio, vivido con
amor, ha de ser el medio privilegiado para vivir su proceso de realización personal, que
constituye el camino gozoso hacia su plenitud existencial.
Pero no se trata solamente de que el ejercicio del ministerio conduzca y favorezca este
crecimiento personal sino que también, por otra parte, se estimule y ayude al
sacerdote a crecer como persona para servir mejor como pastor. Es decir, también el
sacerdote ha de encontrar apoyo para crecer en todas aquellas actitudes y cualidades
humanas dignas de aquel que representa a Jesucristo, aquel que es ante el pueblo
signo visible, imagen viva y transparente de Jesús, el hombre pleno, modelo de
humanidad. Por eso, "en él se esperan ver virtudes como la fidelidad, la coherencia, la
sabiduría, la acogida de todos, la afabilidad, la firmeza doctrinal en las cosas
esenciales, la libertad sobre los puntos de vista subjetivos, el desprendimiento
personal, la paciencia, el gusto por el esfuerzo diario, la confianza en la acción
escondida de la gracia que se manifiesta en los sencillos y en los pobres (cf. Tit 1, 7-8)"
(PDV 26).
Es cierto que el sacramento del Orden, como sacramento propio y específico del
sacerdote, constituye una vocación "específica" a la santidad, como veremos a
continuación. Pero el Concilio y PDV nos recuerdan también, y ante todo, la "común"
vocación a la santidad. "Esta santidad se fundamenta en el Bautismo, que caracteriza
al presbítero como un "fiel" (Christifideles), como un "hermano entre hermanos",
inserto y unido al Pueblo de Dios, con el gozo de compartir los dones de la salvación
(cf. Ef 4, 4-6) y en el esfuerzo común de caminar "según el Espíritu", siguiendo al único
Maestro y Señor. Recordemos la célebre frase de San Agustín: "Para vosotros soy
obispo, con vosotros soy cristiano. Aquel es un nombre de oficio recibido, éste es un
nombre de gracia; aquél es un nombre de peligro, éste de salvación" (PDV 20). Así
pues para el sacerdote, como fiel cristiano, también son válidas las palabras del Papa
cuando invita a todos a vivir "la formación cristiana como "un continuo proceso
personal de maduración en la fe y de configuración con Cristo, según la voluntad del
Padre, con la guía del Espíritu Santo" (ChFL 57). El Papa habla de un proceso que se va
desarrollando en el tiempo, en un crecimiento continuo de transformación en Cristo.
De nuevo nos lo recuerda cuando nos dice que "la formación espiritual ha de ocupar
un puesto privilegiado en la vida de cada uno, llamado como está a crecer
ininterrumpidamente en la intimidad con Jesús, en la conformidad con la voluntad del
Padre, en la entrega a los hermanos en la caridad y en la justicia" (ChFL 60).
En este sentido el sacerdote necesita ser ayudado a desarrollar este crecimiento como
cristiano, como oyente de la Palabra, como fiel discípulo de Cristo, como hombre de
intimidad con el Señor, como hombre de Dios, como hombre de la caridad, etc.
Crecimiento exigido mucho más todavía en virtud de su ordenación sacerdotal.
El texto del Concilio va más allá señalando algunos elementos necesarios para definir
el contenido de la "especificidad" de la vida espiritual de los presbíteros. Son éstos
elementos que se refieren a la "consagración" propia de los presbíteros, que los
configura con Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia; los configura con la "misión" o
ministerio típico de los mismos presbíteros, la cual los capacita y compromete para ser
"instrumentos vivos de Cristo Sacerdote eterno" y para actuar "personificando a Cristo
mismo"; los configura en su "vida" entera, llamada a manifestar y testimoniar de
manera original el "radicalismo evangélico" (PDV 20). Se trata pues de una
configuración con Jesucristo, "Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia" (PDV 23) y
"el principio interior, la virtud que anima y guía la vida espiritual del presbítero en
cuanto configurado con Cristo Cabeza y Pastor es la caridad pastoral, participación de
la misma caridad pastoral de Jesucristo" (PDV 23).
Esta cada vez más estrecha y nítida configuración con Cristo constituye un camino a
seguir, una meta a alcanzar que se va realizando en el ejercicio del ministerio: "todos
reciben el Espíritu como don y llamada a la santificación en el cumplimiento de la
misión y a través de ella. Existe por tanto una relación íntima entre la vida espiritual
del presbítero y el ejercicio de su ministerio, descrita así por el Concilio: "al ejercer el
ministerio del Espíritu y de la justicia (cf. 2Cor 3, 8-9), (los presbíteros) si son dóciles al
Espíritu de Cristo, que los vivifica y guía, se afirman en la vida del espíritu. Ya que por
las mismas acciones sagradas de cada día, como por todo su ministerio, que ejercen
unidos con el Obispo y los presbíteros, ellos mismos se ordenan a la perfección de
vida. Por otra parte, la santidad misma de los presbíteros contribuye en gran manera
al ejercicio fructuoso del propio ministerio" (PDV 24). Al mismo tiempo "la relación
entre la vida espiritual y el ejercicio del ministerio sacerdotal puede encontrar su
explicación también a partir de la caridad pastoral otorgada por el sacramento del
Orden. El ministerio del sacerdote, precisamente porque es una participación del
ministerio salvífico de Jesucristo Cabeza y Pastor, expresa y revive su caridad pastoral,
que es a la vez fuente y espíritu de su servicio y del don de sí mismo" (PDV 24).
Así pues, el ejercicio del ministerio, vivido con la misma caridad pastoral de Jesucristo,
va madurando al sacerdote, va formando en él la imagen cada vez más viva de Cristo, y
hace que se vaya configurando, en un proceso siempre vivo y dinámico, con Cristo,
Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia.
Este dinamismo de la vida sacerdotal ya quedó expresado el día de la ordenación. El
Obispo preguntaba si se estaba dispuesto a recorrer este camino de configuración con
Cristo de esta manera: "¿Queréis uniros cada día más a Cristo?". Y, después de que el
elegido manifestara su asentimiento, el Obispo le indicaba que sería Dios el
protagonista de este proceso de configuración con Cristo vivido día a día con estas
palabras: "Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término". Esa
obra buena comenzó el día de su creación, siguió el día de su elección bautismal,
continuó con su elección sacerdotal -vocación al sacerdocio-y se actualiza
permanentemente en la vocación constante -vocación en el ministerio- que Dios va
haciendo a lo largo de toda su vida para que se plenifique totalmente como hombre y
como sacerdote hasta llegar a la meta eterna. Y el itinerario a recorrer para llegar a
ella es Cristo crucificado. De ahí que al recibir la patena con el pan y el cáliz con el vino
el Obispo le indique el camino y el proceso a seguir: "Considera lo que realizas e imita
lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor" (Ritual de
Ordenes). Con estas palabras el Obispo expresa la dinámica existencial que arranca del
sacramento del Orden.
Así pues, por una parte, en la ordenación termina un proceso formativo integral e
inicial que preparaba al sacerdocio. Ahora, con la ordenación, comienza un proceso de
maduración y crecimiento integral y permanente donde el sacerdote se va
configurando cada día más con Cristo Cabeza y Pastor, Siervo y Esposo de la Iglesia y
de la humanidad, siendo por tanto, cada día más fiel reflejo, más sacramento, más
transparencia viva de su presencia y acción entre nosotros.
Y es el mismo ejercicio del ministerio, si se hace bajo la guía del Espíritu, el que sitúa
en esta dinámica de crecimiento y de maduración interior y pastoral. En este sentido,
se podría decir que el presbítero va "presbiterándose" en el día a día de su ministerio,
pues va configurándose a Cristo, va haciéndose cada vez más realidad en él las
palabras del Apóstol "ya no vivo yo sino que es Cristo quien vive en mí" (Gál 2,20).
"Os daré pastores según mi corazón" (Jer 3,15) promete Dios a su pueblo. Los
sacerdotes, como colaboradores de los obispos, han recibido la misma misión de
Jesús, "el gran Pastor de las ovejas" (Heb 13,20). A ellos les encomienda el Señor hoy la
misión de animar la nueva evangelización de esta humanidad. Así, son empujados por
el Espíritu para que mediante la caridad pastoral evangelicen a esta sociedad de forma
actual, creíble y eficaz.
Por todo ello, además del asesoramiento personal y el acompañamiento pastoral por
parte del Obispo y de los colaboradores designados al afecto, se requiere una
profundización en aspectos básicos de formación pastoral, entre los que hay que
destacar los siguientes: 1) Fundamentos bíblicos y magisteriales de la pastoral; 2)
Análisis evangélico de la sociedad actual; 3) El discernimiento evangélico y la
planificación pastoral; la programación pastoral; concepto de evangelización misionera
y sus contenidos fundamentales; 4) La estructura sacramental de la Iglesia y su hacer
evangelizador; 5) La diaconía evangelizadora en un mundo injusto y desigual: el
servicio a los pobres; 6) La doctrina social de la Iglesia; 7) La ministerialidad eclesial y el
ministerio ordenado; 8) La pastoral catequética; 9) La iniciación cristiana; 10) La
pastoral sacramental y litúrgica; 10) Cómo establecer y acompañar pastoralmente a
comunidades cristianas maduras; 11) Promoción, formación y acompañamiento de los
laicos; 12) La presidencia de los arciprestazgos; 13) El acompañamiento a los agentes
de pastoral de los diversos sectores; 14) El uso pastoral de los Medios de
comunicación social, etc.
c) En conclusión
Así pues, nos dice: "Las condiciones en las que, con frecuencia y en muchos lugares, se
desarrolla actualmente el ministerio de los presbíteros no hacen fácil un compromiso
serio de formación: el multiplicarse de tareas y servicios; la complejidad de la vida
humana en general y de las comunidades cristianas en particular; el activismo y el
ajetreo típico de tantos sectores de nuestra sociedad, privan con frecuencia a los
sacerdotes del tiempo y energías indispensables para "velar por sí mismos" (cf. 1Tim
4,16).
Profetismo
1.° El profetismo en la Biblia. El término para designar al profeta es nabí que significa
"el que ha sido llamado por Dios". Su actuación profética se produce en el contexto
social, económico y religioso que vive el pueblo de Israel en las diferentes situaciones
históricas. Los profetas tienen dos características importantes: una experiencia de Dios
que les convierte en portavoces de sus designios de salvación para sus conciudadanos;
y comparten con los demás la situación por la que pasa el pueblo, así como su
necesidad de liberación. La conjunción de estos dos elementos les hace ver el futuro
con una mirada de renovación y de gracia (1 Sam. 9, 6-7. 20; 2 Re. 5, 20-27). Son
testigos de que los planes de Dios no coinciden con los caminos de los hombres (Is. 55,
8-9), y expresan abiertamente lo que Dios les sugiere para destruir y edificar, para
sostener y consolar, para denunciar y anunciar (Jer. 1,10). El profeta es consciente de
su pequeñez, limitación e impureza (Is. 66,5), pero al mismo tiempo siente que su
vocación y misión les viene de Dios. Intercede constantemente en favor del pueblo (1
Sam. 12, 19-23; Am. 7, 2-5) y ora para que las situaciones sean más acordes con la
justicia y el derecho. "En el `cara a cara' con Dios, los profetas extraen luz y fuerza para
su misión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la palabra
de Dios, es, a veces, un debatirse o una queja, y siempre, una intercesión que espera y
prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la historia (cf. Am 7, 2.5; Is. 6,5.
8.11; Jn. 1,6; 15, 15-18; 20, 7-18)" (CEC 2584).
2.° Jesús es el profeta. "En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios
antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha
hablado por su Hijo, al que nombró heredero de todo, lo mismo que por él habrá
creado los mundos y las edades". (Heb. 1, 1-2).
En los Evangelios Jesús aparece con los rasgos propios del profeta, (Lc. 24,19), las
gentes acogen con entusiasmo su predicación, sienten que algo nuevo está surgiendo,
y los pobres y pecadores reciben la Buena Noticia de que ha llegado el Reino, como el
futuro nuevo y definitivo. Jesús no se da a sí mismo el título de profeta pero alude a
este término cuando siente el rechazo: "Jesús les dijo: sólo en su tierra, entre sus
parientes y en su casa, desprecian a un profeta" (Mc. 6,4; Cf. Lc. 13, 33-34). Jesús en su
vida pública cuestionó el sistema socio- religioso de Israel, el modo de cumplir la ley, el
funcionamiento del Templo, la religiosidad farisaica y la imagen de Dios de los fariseos.
Se enfrentó a las clases dirigentes, no se dejó acaparar por ninguno de los grupos que
había en Israel y proclamó el Evangelio del Reino con todo lo que tenía de novedad en
la comprensión de Dios como Padre (Abbá), el sabernos sus hijos e iguales a nuestros
hermanos, el amar a los enemigos, el perdón incondicional, la justificación por la fe y
no por las obras, la tarea de construir el Reino y la esperanza sólo en Dios. En Mt. 5,
20-47 Jesús corrige la Ley y su interpretación, y nos abre al horizonte de la gratuidad,
fundamentado en la misericordia entrañable de Dios Padre y en el estilo de vida de las
Bienaventuranzas, Jesús llama a todos a la conversión: "El tiempo se ha cumplido y el
Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc. 1, 15); no es una
cuestión moralizante o una decisión voluntarista, sino la apertura a la gracia que viene
de lo alto (Jn. 6,44; 12,32) para responder al amor del Padre que nos ha amado
primero (1 Jn. 4,10). "La vida entera de Cristo fue una continua enseñanza: su silencio,
sus milagros, sus gestos, su oración, su amor al hombre, su predilección por los
pequeños y los pobres, la aceptación total del sacrificio en la cruz por la salvación del
mundo, su resurrección, son la actuación de su palabra y el cumplimiento de la
revelación" (CT. 9).
También sabemos que los cristianos que tenían el don de profecía dinamizaban las
celebraciones litúrgicas; en el capítulo 14 de la l a Corintios se hace un análisis sobre los
carismas, y se da un criterio de discernimiento: hay que preferir los dones útiles y de
servicio a los llamativos. El capítulo 13 de la Corintios está entre las características de
una comunidad carismática y el ejercicio de los carismas en las asambleas litúrgicas; se
nos propone el amor a los demás como el camino de vida cristiana y el criterio básico
de discernimiento en todas las cuestiones eclesiales.
Jesús Sastre
Programación pastoral
1. Punto de partida
Gracias a la programación se equilibran las cuatro dimensiones que hacen una Iglesia
particular: Comunión, Liturgia, Evangelización, Diakonía.
- Personalización de la fe (conversión).
Obediencia al Espíritu Santo: "Si el Espíritu dicen que es una paloma, necesita al
menos pistas de aterrizaje".
Determinar el mejor camino desde el dónde estamos y hacia dónde queremos llegar,
teniendo en cuenta: a) los condicionantes y las circunstancias del punto de partida
(recursos, obstáculos, potencialidades) y b) las exigencias del ideal.
Toda programación debe responder a estas preguntas: por qué (objetivos): situación y
necesidades, ideario, objetivos y acciones anteriores; qué (acciones); cómo (medios):
recursos y actividades; cuándo (tiempos); dónde y para quién (lugar y destinatarios);
quiénes (responsables).
¿Cuáles son las exigencias de toda programación? -Que mejore el punto de partida
(que sea alternativa); que responda a lo que viene de la realidad (signos de los
tiempos) "no se puede remar contra los signos de los tiempos": libertad, dignidad,
igualdad, corresponsabilidad, participación, etc.; que parta de las comunidades
parroquiales y arciprestales. Se definen como ámbito en el que la totalidad de la oferta
de salvación se encuentra con la cotidianeidad de la vida de todos los hombres.
Siempre abiertos a lo diocesano.
Valentía profética: no se programa sólo desde lo que hay (punto de partida) sino
para y hacia dónde se quiere llegar (punto de llegada).
4. En la evaluación: criterio realista: una cosa es lo que se quiere; otra, lo que es; y
otra, lo que se puede hacer. Criterio eclesial: de fidelidad al Espíritu y a la Iglesia.
Criterio de continuidad: lejos de desanimarnos, debe estimularnos a seguir
caminando.
5. Hacer un informe periódico por escrito. Para sacar al menos esta conclusión: "Hemos
hecho poco, pero merece la pena volver a intentarlo y seguir en esta línea".
Proyecto de vida
Pueblo de Dios
Es una expresión con gran raigambre bíblica de mucha riqueza teológica. El concilio
Vaticano II en la constitución L.G. sitúa el tema del pueblo de Dios después de tratar el
misterio de la Iglesia y antes del capítulo dedicado a la jerarquía.
1.° "Os adoptaré como pueblo mío y seré vuestro Dios" (Ex. 3,7). La revelación de Dios
en el A.T. corre pareja a la elección de Israel, al éxodo, a la formación del pueblo, a la
alianza y al camino hacia la tierra prometida. El pueblo de Israel sólo conseguirá su
plena realización siendo el pueblo de Dios. Este pueblo esta llamado a encarnar en la
historia "los proyectos de corazón de Dios"; los profetas reavivan en el pueblo las
exigencias de la alianza, la justicia y el derecho en favor de lo huérfano, el pobre y la
viuda, y despiertan en el pueblo la conciencia de ser un pueblo universal. El pueblo de
Dios está llamado a hacer presente el Reino de Dios que historiza en las relaciones y en
el estilo de vida la relación de Dios con el hombre; en consecuencia, ninguna realidad
histórica se confunde con el Reino de Dios, que actúa como instancia crítica, dinámica
y escatológica.
Jesús de Nazaret anuncia el Reino y convoca a una nueva experiencia de pueblo que se
constituye sobre la Alianza nueva y definitiva de su entrega personal; el nuevo pueblo
de Dios tiene como referencia fundamental a Cristo muerto y resucitado y al don del
Espíritu Santo. Cristo resucitado es la cabeza del nuevo pueblo de Dios.
2.° La comunidad de los que tienen el Espíritu de Jesucristo. Jesús llamó personalmente
a los discípulos (Mc. 3,14) para que estando con Él conocieran el corazón de Dios
Padre, aprendieran una nueva vida y continuaran su misión en el mundo. Todo lo que
viven con Jesús de Nazaret adquiere una dimensión definitiva en la experiencia
Pascual. Los apóstoles proclaman al mundo entero la buena noticia de que somos hijos
de Dios y hermanos en Jesucristo (Mt. 23, 8-11), que lo importante es compartir (Mc.
10, 22-27) y servir (Lc. 22,26). que ha surgido una comunidad de fe y de vida (Hech. 2,
42-45; 4, 32-35) y que hay que anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra (Mt.
28, 18-20).
La constitución Lumen Gentium dice que el pueblo de Dios es el pueblo que cree en
Jesucristo encarnado, muerto y resucitado, que permanece unido en la comunión y en
el servicio, y que "tiene como fin el dilatar más y más el Reino de Dios en la tierra"
(L.G. 9). El pueblo de Dios es universal, pues todos estamos llamados a formar parte de
él, y todos los hombres, en diferentes grados, pertenecen al pueblo de Dios (L.G. 13).
"Así, pues, la Iglesia ora y trabaja para que la totalidad del mundo se integre en el
pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo, y en Cristo, Cabeza de
todos, se rinde al Creador Universal y Padre todo honor y gloria" (L.G. 17).
3.° "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia". El Reino de Dios es para el pueblo.
En los Evangelios los preferidos de Jesús son los enfermos, los marginados y los
pecadores. Dios ama a los pobres de una manera especial, no porque sean mejores,
sino porque son pobres; y son los elegidos por Dios para llamar a la humanidad entera
a la salvación. La Iglesia como pueblo de Dios es y está llamada a ser comunidad de
hermanos en favor de los más necesitados. Creyente convertido es el que entiende,
interpreta y proyecta desde este compromiso la vida entera.
Esta opción preferencial por los más pobres se desarrolla históricamente a través de
procesos de liberación que expresan la acción salvadora de Dios. El pueblo de Dios se
alimenta de la vida trinitaria, para poder construir el Reino y en las virtudes teologales
encuentra la fuerza para enfrentarse a los conflictos históricos y a los egoísmos
humanos. Pecado es todo aquello que impide que el Reino de Dios avance en la
historia humana.
- Dios no pertenece a ningún pueblo; ha hecho un pueblo de los que no eran pueblo y
los ha constituido como "una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa" (1 Pe
2,9).
- La dignidad y la libertad de los hijos de Dios viene dada por el Espíritu Santo que
habita en sus corazones.
- Su ley es el mandamiento nuevo: amar como Cristo nos amó (Jn.13,34). Es la ley
nueva de los que viven guiados por el Espíritu Santo (Rom. 8,2; Gál 5,25).
- La misión del pueblo de Dios consiste en ser sal, luz, germen y anticipo de la salvación
de Cristo para todo el género humano. El Reino de Dios que Jesús comenzó ha de ser
llevado hasta a todos los pueblos de la tierra hasta que llegue la plenitud escatológica.
(L.G. 9).
En la Iglesia, pueblo de Dios, todos los miembros están unidos entre sí por la unión con
Cristo; el Espíritu Santo es el principio de unión y de acción del pueblo de Dios; pues
está plenamente en la Cabeza, Cristo, y en los miembros (M.C.; D.S. 3808).
Jesús Sastre
Quadragesimo Anno
Al cumplirse los cuarenta años de R.N., el Papa Pío XI, el 15-5-1931, publica Q.A. En
1929, la caída de la bolsa en Wall Street indicaba el final de una época de capitalismo
salvaje guiado únicamente por la libre competencia, el mayor enriquecimiento posible
y la no intervención de los Estados ante el auge de las multinacionales. Tampoco los
Estados comunistas resuelven los problemas económicos y sociales; en este clima de
perplejidad aparece un fenómeno sociopolítico nuevo, los totalitarismos en Italia y
A'emania. Se dan, por lo tanto, una serie de situaciones nuevas que reclaman una
intervención del Magisterio de la Iglesia.
Partes de Q.A. La encíclica tiene una introducción y tres partes. 1.° Beneficios de la
encíclica R.N. 2.° Autoridad de la Iglesia en materia social y económica. 3.° Cambio
profundo operado después de León XIII.
- Pío XI considera a R.N. como carta magna del orden social, y precisa algunos puntos
no tratados o suficientemente en R.N; se refiere en concreto a la no confesionalidad
de los sindicatos y al salario familiar.
- El nuevo orden social —teniendo en cuenta la crítica a los sistemas—, debe tener en
cuenta la inmoralidad de la ley de la oferta y la demanda, evitar la lucha de clases y
poner en práctica el principio de subsidiariedad. En este nuevo marco, Pío XI introduce
el contrato de sociedad (participación en propiedad, beneficio y dirección de la
empresa) como cauce de la relación entre capital y trabajador, la obligatoriedad del
salario familiar, y la afiliación del católico a un sindicato no confesional.
- La solución al desorden actual está para Pío XI en la cristianización de la vida
económica y la aportación de la caridad cristiana; el camino no es fácil y necesita de la
gracia de Dios y-la colaboración de todos.
Principales aportaciones de Q.A. Pío XI hace en esta encíclica dos aportaciones muy
importantes: actualiza la reflexión de la DSI a los problemas actuales, y sitúa la
cuestión social en los sistemas existentes que, además, están enfrentados. La
perspectiva propia de su tiempo le llevó a no matizar adecuadamente la relación entre
ser socialista y católico, así como la "prohibición de huelgas" que se daba en la Italia de
Musolini. La distinción que hace entre comunismo y socialismo es importante y
matizada, aunque termina invitando a los católicos que se han pasado a las filas
socialistas a que vuelvan a ámbitos más cercanos a la Iglesia.
Q.A. hace una gran aportación al hablar del contrato de trabajo, que después sería
ampliamente desarrollado en la doctrina social de los Papas posteriores. También
clarifica un tema que era objeto de discusión: si un cristiano podría militar en un
sindicato no católico; Pío XI dice que con ciertas condiciones puede pertenecer a un
sindicato neutro.
Jesús Sastre
Redemptor Hominis
En una segunda parte, titulada "el misterio de la redención", hace una relectura
actualizada de lo que significa la redención desde el doble punto de vista humano y
divino. Y subraya que la Iglesia tiene como misión redimir y liberar al hombre.
Finalmente, en una cuarta parte, titulada "La misión de la Iglesia y la suerte del
hombre" hará hincapié en el servicio que debe prestar la Iglesia a la verdad y a la
transformación de la realidad social.
BIBL. — JUAN PABLO II, Encíclicas, Edibesa, Madrid 1995.
Raúl Berzosa Martínez
Redemptoris Mater
La encíclica del Papa sobre la Virgen María ve la luz el 25 de marzo de 1987. Con ella
quiere enfocar el sentido del Año mariano que se iniciaba el 7 de junio. Año mariano
que "quería subrayar cómo con el misterio de la Encarnación la historia de la
humanidad ha entrado en la plenitud de los tiempos y que la Iglesia es el signo de esta
plenitud" (N° 49).
Consta de tres partes. En la primera, sitúa a María dentro del Misterio de Cristo y hace
una lectura de los títulos de la Virgen como llena de gracia, feliz porque ha creído y
madre de la Iglesia y de la humanidad.
En una segunda parte, "la madre de Dios en el centro de la Iglesia peregrina", se hace
una relectura del Magnificat y se aboga por el camino de la unidad de los cristianos.
Redemptoris Missio
El 7 de diciembre de 1990 el Papa Juan Pablo II publica una de las encíclicas más
voluminosas de su largo pontificado, dedicada a la misión.
Y trata de subrayar el valor permanente de dicha misión hacia los gentiles ("ad
gentes").
Resumimos los ocho grandes capítulos. En el primero, se sitúa a Jesucristo como único
salvador. La Iglesia es signo e instrumento de salvación y ésta va dirigida a todos los
hombres.
El capítulo segundo trata expresamente del "Reino de Dios". Cristo hace presente
dicho reino y está unido a su persona y a la Iglesia.
El Espíritu Santo como protagonista de la misión centra la tercera parte de la Encíclica.
Dicho Espíritu hace misionera a toda la Iglesia y está operante en todo tiempo y lugar.
Incluso se puede decir que la actividad misionera está aún en sus comienzos.
Por eso el cuarto capítulo, enlazando con el anterior, habla de "los inmensos
horizontes de la missio ad gentes" que hoy debe dirigirse sobre todo al Sur y a Oriente.
Para responder a cuáles son los caminos de la misión, se insiste, en un quinto capítulo,
en el testimonio como primera forma de evangelización, en el primer anuncio, en la
formación de las Iglesias locales, y en la encarnación del evangelio en todas las
culturas. Es necesario el diálogo interreligioso, siempre teniendo la caridad como
fuente y criterio de la misión.
Reencarnación
Unido al tema de esta reencarnación en sentido positivo, y para encontrar una base
fiable y plausible, se encontraría la creencia en cuerpos energéticos, entre ellos un
"cuerpo astral", y en la importancia y sentido de los "chakras" Según esto, el cuerpo
físico está rodeado externamente por siete cuerpos energéticos que, como capas de
energía, lo envuelven. La cuarta capa es el cuerpo astral. La enumeración completa de
estos cuerpos sería: Cuerpo etérico o etéreo, cuerpo emocional, y cuerpo mental en el
plano físico denso; cuerpo astral, que haría de puente o comunicación y crisol;
finalmente, cuerpo etérico, cuerpo emocional y cuerpo mental en el plano espiritual o
más sutil y anímico.
A su vez los chakras estarían situados en siete zonas del cuerpo etérico, y se definen
como fuentes o vórtices de energía, y se corresponden con los principales plexos
nerviosos del cuerpo. Cada chakra tiene un nombre y un color: Chakra básico en el
coxis (rojo, muladhara), Chakra sacro en el ombligo (naranja, swadhistana), Ckakra
solar en el plexo solar (amarillo, manipura), Chakra coronario en el corazón (verde,
anahata), Chakra laríngeo en la garganta (azul, vishudda), Chakra frontal entre los ojos
(índigo, ajna), y Chakra corona en la frente (violeta, blanco o dorado, shasrara). Los
chakras tienen como misión mantener la energía humana en equilibrio mediante un
proceso de corriente energética entre ellos.
M. Blavatsky habla de cuerpo físico, principio vital, cuerpo astral, karma rupa o lugar
de deseos y pasiones, inteligencia (mana), alma espiritual (buddi) y espíritu (atma).
Atma, buddi y mana forman el "christós" (el Cristo), la conciencia plena y realizada. Por
su parte, la antroposofía habla de cuerpo físico, cuerpo etéreo, cuerpo astral, forma de
mi yo, el yo espiritual, el espíritu de la vida, el hombre espiritual.
Reino de Dios
SUMARIO: 1.° El poder salvador de Dios. — 2. ° Jesús de Nazaret y el anuncio del Reino.
— 3. ° Qué es el Reino. — 4. ° La Iglesia al servicio del Reino. — 5. ° Orientaciones
pastorales.
Jesús de Nazaret inaugura su predicación con el anuncio del Reino que está cerca y la
llamada a la conversión del corazón (Mc. 1,15); su persona, su mensaje y su causa son
el comienzo del Reino. "Cristo por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en
la tierra el Reino de los cielos" (L.G. 3); y la voluntad del Padre es que los hombres
participen en la vida divina comunicada en el Hijo (L.G. 2). La convocación de los
hombres en torno a Cristo como "familia de Dios" da origen a la Iglesia que es "el
germen y el comienzo de este Reino" (L.G. 5) (cfr. CEC. 541-542), pues toda la
humanidad está llamada a formar parte del Reino.
2.° Jesús de Nazaret y el anuncio del Reino. Jesús de Nazaret, su vida, y sus palabras
son revelación del Padre (Jn. 14,9), su encarnación, vida pública, muerte y resurrección
nos justifican ante el Padre (Rom. 4,25) y nos consiguen la vida que no tiene fin. "Todo
lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros. "El Hijo
de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre" (G.S. 22,2).
Estamos llamados a nos ser más que una cosa con El; nos hace comulgar en cuanto
miembros de su Cuerpo en lo que Él vivió en su carne por nosotros y como modelo
nuestro" (CEC.521).
El anuncio del Reino viene predecido por el Bautismo y las tentaciones; de esta
manera se expresa cómo Jesús está consagrado enteramente a cumplir el designio
salvador del Padre. El Reino "se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras
y en la presencia de Cristo" (L.G. 5). Jesús en Galilea proclama que "el tiempo se ha
cumplido y el reino está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc. 1,15); nos
invita a todos a acoger el Reino (Mt. 8,11; 28,19); los "pequeños" son los que mejor
entienden las cosas de Dios, en tanto que los sabios y poderosos las rechazan (Mt.
11,25). Los que acogen la Buena Noticia con sencillez y confianza son llamados
bienaventurados (Mt. 5,3). Toda la vida de Jesús fue una identificación con los pobres
y una entrega a ellos como condición para poder alcanzar la bienaventuranza eterna
(Mt. 25, 31-46).
Para entrar en el Reino hay que dejarse convertir por Dios; y esto sólo es posible
confiando plenamente en su misericordia de Padre (Mc. 2,17; Lc. 15,7). Las parábolas
del Evangelio nos dicen cuál es la dinámica del Reino: no hay que apegarse a los bienes
materiales (Mt. 13, 44-45), se necesitan obras nuevas (Mt. 21, 28-32), hay que poner a
producir los talentos recibidos (Mt. 25, 14-30) y hay que ser buena tierra para dar
fruto abundante (Mt. 13, 3-9). Y, sobre todo, hay que hacerse discípulo del Señor para
crecer en la familiaridad con El, y así entrar en el misterio de Dios (Mt. 13,11).
Los Evangelios nos hablan de milagros y signos por los que el poder liberador de Dios
está actuando en Jesús en favor de los pobres, pecadores y enfermos. (Jn. 5,36; 10,25);
los signos suponen la fe en Jesús como Mesías de Dios (Jn. 10, 31-38). Los milagros son
signos mesiánicos que expresan que Dios es un Dios de vida y que estamos llamados a
vivir en libertad y felicidad; además, revelan que el pecado es el origen de todos los
males y es lo que nos impide vivir como hijos de Dios y como hermanos. Los primeros
cristianos entendieron que Jesús es el Reino de Dios en persona, pues su vida, su
misión, y la causa del Reino aparecen unidos como una sola cosa (Mc. 10, 29-30; Mt.
19, 28-29; Lc. 18, 28-29). Por eso, los apóstoles no anuncian el Reino, sino a Jesucristo
muerto y resucitado para nuestra salvación.
3.° Qué es el Reino. Ante todo y sobre todo, el Reino es un don de Dios que no se
puede conseguir por los esfuerzos humanos; es una gracia que viene de lo alto (Jn. 3,
3-5), pero afecta profundamente al modo de entender y vivir todo lo humano. El Reino
expresa el proyecto salvador de Dios en el mundo y a lo largo de la historia, y es
comprendido por aquellos que buscan hacer la voluntad de Dios con sincero corazón.
La llegada del Reino supone un estilo de vida alternativo desde la convicción profunda
de que la paternidad de Dios nos pide ser sencillos, austeros y serviciales. El Evangelio
del Reino restituye a los pobres su dignidad ante Dios, y las de la buena noticia de que
ellos son los destinatarios privilegiados del Reino (Lc. 6,20). Y a todos nos propone un
camino nuevo, que no es el de la moral prevalente ni el de los intereses de este
mundo. El afán de riquezas nos impide vivir con lo necesario y compartir el resto; es
decir, no nos deja poner la confianza en Dios que cuida de vosotros para que nosotros
nos preocupemos del hermano solo y desamparado. El Reino entra en conflicto con las
ideas e intereses de los poderosos; en la práctica, el trigo y la cizaña, el bien y el mal,
están mezclados y hay que esperar para poder separar lo uno de lo otro (Mt. 13, 24-
30. 47-49). Sólo los que tienen un corazón de niño (Mt. 18, 1-4) acogen el reino con
alegría. Jesús nos dice que el Reino es la piedra preciosa (Mt. 13, 44-46) que da sentido
la vida y relativiza todo lo que no es Dios y su justicia; además, es necesario que este
tesoro sea descubierto y conservado como tal por medio de la vigilancia (Mt. 25, 1-13).
Es Reino es un misterio que es acogido y vivido por los sencillos de corazón (Mt. 11,25;
Lc. 10, 25). Los que no acogen la persona ni la propuesta de Jesús entran en conflicto
con El, y le condenan a muerte para preservar sus intereses; la resurrección de Jesús
de Nazaret es la prueba definitiva de que el estilo de vida inaugurado por Él es más
fuerte que la muerte.
4.° La Iglesia al servicio del Reino. Las últimas palabras de Jesús se refieren al mandato
misionero: id y haced discípulos (Mt. 28, 19-20). La Iglesia es "sacramento universal de
salvación" y según el mandato de Jesucristo debe anunciar el Evangelio en todo
tiempo y lugar (A.G. 1). Los Hechos de los Apóstoles comienzan con la venida del
Espíritu Santo y nos narran el dinamismo de la Iglesia primitiva que hace realidad la
construcción del Reino que Jesús anunció. Los Apóstoles proclaman el Kerigma (Jesús
de Nazaret ha resucitado) con obras y palabras; las pequeñas comunidades que
aparecen en uno y otro lugar encarnan en la fraternidad y en la misión la nueva
humanidad; la Iglesia naciente no se identifica con el Reino ni lo quiere reemplazar;
por el contrario, está al servicio del mismo (Hech. 19, 8-9; 20,25). La Iglesia es germen
del Reino (L.G. 5) y debe empezar por evangelizarse a sí misma (EN 15) para poder
predicar la conversión de los corazones. "La Iglesia es una, santa, católica y apostólica
en su identidad profunda y última, porque en ella existe ya y será consumado al fin de
los tiempos "el Reino de los cielos", "el Reino de Dios" (Ap. 19,6), que ha venido en la
persona de Cristo y que crece misteriosamente en el corazón de los que son
incorporados hasta su plena manifestación escatológica (CEC. 865). La consumación
del Reino tiene que ver con la reunión de toda la humanidad como el único Pueblo de
Dios. Los cristianos construimos el Reino desde la comunidad cristiana al vivir en ella
nuestro bautismo según la vocación concreta a la que cada uno hemos sido llamados.
El discernimiento cristiano nos ayuda a conocer los signos de los tiempos y a
responder con actitudes evangélicas (DGC 109). Y todo ello en diálogo convergente y
colaboración generosa con tantos hombres y mujeres que viven abiertos a la acción
del Espíritu.
5.° Orientaciones pastorales. La vivencia del Reino en la sociedad actual será más
efectiva si los cristianos estamos atentos a las búsquedas y alternativas, a las luchas
por la justicia y a los valores nuevos, pues son sin duda signos del Reino. Lo que apunta
a un estilo de vida más integrado y unitario, con más sentido existencial, y más
solidario con los más necesitados es una presencia clara del Reino. Igualmente, los que
apuntan a una mayor humanización de las relaciones, a un planteamiento solidario de
los bienes, a una democratización de la política y a un mayor cultivo de la ecología nos
habla de una humanidad más justa y reconciliada y, por consiguiente, más acorde con
el proyecto de Dios.
Los valores del Reino deben inspirar los proyectos de vida personales y comunitarios
para que en la vida cotidiana se pueda ir creando una cultura más cercana al
Evangelio. Las comunidades encarnadas, proféticas e implicadas son el referente
mejor para poder decir al hombre de hoy: "ven y verás" lo que da sentido a la vida y es
alternativa válida. Hablamos no sólo de actividades comprometidas sino de plantear la
existencia con sentido vocacional.
El Reino debe ser pedido al Padre día a día, en la oración, como lo decimos en el
Padrenuestro: "Venga a nosotros tu Reino". "El Reino de Dios es justicia y paz y gozo
en el Espíritu Santo" (Rom. 14,17). "Esta petición está sostenida y escuchada en la
oración de Jesús (Jn. 17, 17-20), presente y eficaz en la Eucaristía; su fruto es la vida
nueva según las Bienaventuranzas (Mt. 5, 13-16; 6,24; 7, 12-13)". (CEC. 2821). Y, por
último, la vida de los cristianos tiene que estar llena de gestos proféticos y
significativos, que creen conciencia y hablen anticipadamente de los bienes futuros
que estamos llamados a vivir plenamente en la vida eterna. El Reino que esperamos
nos implica más plenamente en este mundo (GS 22; 32; 39; 45; EN 31).
Jesús Sastre
Religiosidad popular en América Latina
A modo de introducción
La Religiosidad Popular en A.L. está marcada por muchos factores, se desarrolla dentro
de las estructuras de celebraciones, ritos, devociones, etc., consecuencia del proceso
de evangelización, pero, junto a esto, es consecuencia también de otros muchos
factores étnicos, culturales, sociales e históricos principalmente.
Queremos presentar sus fuentes primeras, sus nuevas influencias y los contenidos
actuales más significativos, a la vez, y como punto final dedicaremos un breve espacio
al tratamiento que de ella hacen los documentos del Celam en tres de sus Asambleas
Generales: Medellín, Puebla y Santo Domingo.
Esta aportación, no puede ser de otra forma, se queda en el terreno de una breve
descripción, sin penetrar en el análisis, ni siquiera intenta situar mejor los rasgos que
se mencionan.
De esta forma, en el transcurso de los cinco siglos, y con mucha complejidad, a veces
con comprensión y tolerancia y a veces con desencuentros y rechazos, se ha ido
formando el complejo conjunto de expresiones.
Todas las fuentes que vamos a señalar brevemente tienen hoy su importancia y es
difícil el separar los elementos, ya que responden a culturas o situaciones que todavía
permanecen en el entramado social. Nos referimos brevemente solo a aquellas cuya
influencia es más notoria hoy:
b) Fuentes afro-americanas
c) Fuentes rurales
Este medio rural y sus habitantes, aunque hoy muchos de ellos estén en los suburbios
de las grandes ciudades, es sin duda, la fuente más importante de la religiosidad
popular.
Quizá donde es más significativa esta perspectiva es los países más importantes:
México, Brasil y los países del Cono Sur. Lo específico de ellos es sin duda, la utilización
de la religión como medio de ser "progresista", de crecer en el "status social". De esta
forma se integran a sectores económicos, sociales o políticos más significativos y
toman la religión como una forma de resolver sus problemas.
2. Nuevas influencias
Esto ayuda también a resurgir con fuerza prácticas antiguas (aunque nunca habían
desaparecido) como toda la cultura del curanderismo e incluso los que pueden contra
el "mal de ojo", o los que se dedican a "limpiar" (purificar) las casas, las ropas y las
personas porque "les están haciendo mal". Muchas personas católicas y aun
practicantes, ante el problema de su salud, dificultades en la vida, y todo lo
relacionado con los problemas amorosos, acuden a quien "sana" o "limpia" con otros
recursos y aún con otros ritos, no exentos ni mucho menos de elementos católicos:
cruces, imágenes, agua bendita, incienso, etc.
Otras veces se admiten nueva formas para alcanzar dinero, o para progresar en la vida,
incluso para situarse modernamente bien en relación con los espíritus o para admitir la
novedad de otras religiones practicadas por personas que han progresado en la vida.
Aun así, en la mayoría de los casos, tampoco suele haber un abandono de su fe o de
sus prácticas religiosas.
b) Prácticas funcionales
Aquí situamos algunas nuevas formas de la práctica religiosa que utilizan la tradicional
religión católica, de forma fanática e inadecuada, simplemente para obtener lo que
ellos necesitan o reclaman, por el solo hecho de "cumplir rigurosamente con unas
formas dadas". En realidad no son nuevas, pero sí, en estos últimos tiempos, quizá se
han fortalecido más.
Siguen teniendo bastante fuerza las prácticas de ascética corporal, como andar
descalzo en largas procesiones, o peregrinar a santuarios, realizadas por algunas
personas, sobre todo en las manifestaciones religiosas de grandes solemnidades y a
santuarios de mucha tradicción o procesiones más significativas.
Entre todo lo mencionado, unas son prácticas antiguas que permanecen quizá ahora
un poco al margen del actual sentimiento religioso. Otras introducen en una práctica,
que bien llevada puede ser correcta, elementos mágicos que prevalecen sobre ella y la
convierten en inadecuada. Finalmente, algunas son prácticas nuevas fuera de todo
correcto sentido religioso.
3. Líneas características
a) La matriz tradicional
Este sentido tradicional tiene una gran importancia. Ignorar, desconocer todo este
potencial, no solo sería en vano, sino que, peor todavía, impediría quizá el poder
aprovechar circunstancias y aun personas valiosas y posibilidades de que puedan
penetrar las nuevas formas religiosas.
Sin embargo, muchas veces esta forma tradicional, "muy autónoma" y "cultural"
conlleva excesos que provocan tensiones y enfrentamientos con la Jerarquía, difícil
panorama en este aspecto, que requiere toda clase de tacto y prudencia, no exenta de
profetismo.
2) Los signos. Quizá una de las características más clara y central de la religiosidad
popular es el significado simbólico y el uso de toda clase de signos. Sin duda que esto
guarda mucha relación con el estrato social y las formas culturales y aún la "formación
religiosa" que aún permanece en ellos
Los santos tienen un lugar muy central en su religiosidad, pero no como "personas a
imitar por sus virtudes" sino como personas poderosas que pueden depararles sus
favores. No por eso consideran a lo santos lejanos a ellos, son santos "de cada lugar",
que tienen fuerza en una comarca o en un país, de tal forma que se convierten en sus
santos, a los que de siempre han invocado y cuya fiesta es obligatorio celebrar.
Hay también santos "no-oficiales", es decir no canonizados por la Iglesia, que no están
en los altares, pero sí en el corazón del pueblo sencillo y gozan de amplia veneración:
es el caso del la Difunta Correa en Argentina, las "animitas" en Chile; Sarita Colonia en
el Perú, el Dr. Hernández en Venezuela y Colombia, el niño Fidencio en Méjico.
3) Los espíritus. La religiosidad popular está en una fuerte relación con la "otra vida"
donde los espíritus viven. Todo esto está cubierto de formas culturales, de tradiciones,
de cultos esotéricos, etc., pero tiene una especial significación en el culto a los
difuntos.
El difunto tiene sus derechos. No hay familia por pobre que sea, que no intente un
entierro digno, una sepultura, el agasajo a los presentes, las flores, la música, la misa
de cabo de año realizada con dignidad y comida para todos, son costumbres que
indican la relación que se sigue guardando con el difunto que "reclama". El no cumplir
eso sería exponerse a un "castigo".
b) El nuevo matiz
Toda esta religiosidad del pueblo pobre y sencillo se está llenando también de nuevas
formas religiosas que constituyen ya parte de su acerbo, nos vamos a referir
brevemente solo a tres: las pequeñas comunidades, la formación bíblica y la relación
fevida.
El desarraigo (por haberse formado con gente de aluvión), las necesidades comunes de
todo tipo, hacen que el lugar de residencia sea un lugar importante para el
surgimiento de los grupos naturales: educativos, de promoción de la salud, del barrio y
también religiosos.
Cuando esto sucede, ocupa para las personas que participan un lugar central en sus
vidas y les da la alegría de haber encontrado algo que necesitaban: entender y
practicar mejor la religión que les ayuda a conocer mejor a Jesús y les que les entronca
con la misma vida. Los programas para la preparación a los sacramentos tiene mucho
que ver en todo esto.
2) El manejo de la Biblia. Por una parte el impulso del Vaticano II hacia una mayor
lectura y reflexión bíblica para todos los cristianos y por otra parte la agresión de las
sectas (cuyos miembros todos usaban la Biblia, que les era explicada, aunque a veces
de forma fundamentalista), despertó en los católicos L.A. la necesidad de promover su
lectura y reflexión tanto personal como en los grupos.
La Biblia es apreciada, valorada y aún requerida por muchas personas que comienzan a
usarla con gusto y enseñar su uso a los demás.
3) La fe unida de la vida. Un tercer rasgo importante en la nueva perspectiva de la
religiosidad popular es el nuevo contenido que se da a las prácticas religiosas, las
antiguas y las nuevas.
Las dificultades que padecen los creyentes de sectores populares y la nueva forma de
entender la religión, hacen que encuentren en ella una perspectiva distinta y a la vez
más cercana para abordar los problemática de su vida.
Conclusión
No se puede entender bien la religiosidad de A.L. sin desentrañar con toda su fuerza el
aspecto de la religiosidad popular tanto por sus dimensiones como por su hondo
calado.
Los documentos de las Asambleas Generales del CELAM así lo entienden y muestran
su postura en relación a la misma:
Medellín tiene una postura de reconocimiento de los valores de fondo que contiene a
la vez que una advertencia sobre sus rasgos mágicos y fatalistas, para concluir en la
necesidad de impregnar de Evangelio, todas las manifestaciones de la religiosidad
popular y que se procure la formación de las comunidades eclesiales.
Daniel Camarero
Hace tan sólo algunas décadas se la pronosticaba muy poco futuro. Sin embargo, las
manifestaciones de religiosidad popular, o catolicismo popular, viven, aparentemente,
una renovada etapa de florecimiento. Triduos, novenas, rogativas, procesiones,
peregrinaciones, veneración de imágenes, celebración de fiestas patronales y otras
manifestaciones, están en auge, con gran respaldo popular.
Ya el papa Pablo VI, en su encíclica Evangelii Nuntiandi (1975) subrayó que en dicha
religiosidad popular se manifestaba muchas veces una auténtica sed de Dios que sólo
aciertan a expresar los pobres y sencillos. La religiosidad popular hace referencia a un
cristianismo encarnado, con sabor y formas de pueblo: "Tanto en las regiones donde la
Iglesia está establecida desde hace siglos, como en aquellas donde se está
implantando, se descubren en el pueblo expresiones particulares de búsqueda de Dios
y de la fe. Consideradas durante largo tiempo como menos puras, y a veces
despreciadas, estas expresiones constituyen hoy el objeto de un nuevo descubrimiento
casi generalizado".
3. Dimensión política
En los años 60-70 estuvo muy de moda la "religiosidad popular". Por tal entendemos
las formas y manifestaciones tradicionales, propias de cada pueblo, que encierran la
riqueza del misterio cristiano. Religiosidad respetada, aunque necesariamente deba
alimentarse y purificarse.
En los años 80-90, en cambio, se habla de "religión popular". Con dos versiones: la de
los nostálgicos (quieren volver a recobrar formas de la infancia, supuestamente
perdidas hoy), y la de los democratizadores (se erigen como dueños y señores de lo
que tiene que ser la religiosidad de un pueblo). ¿Algunos ejemplos de dicha religión
popular? Cuando se recibe un saluda de un Alcalde "que invita a la Misa solemne en la
ermita X". O cuando una cofradía se erige en asociación civil y no quiere oír hablar de
estatutos canónicos. O, cuando la procesión, a veces precedida de Vísperas en un latín
no precisamente clásico y nada canónico, tiene que estar acompañada de abundante
vino y alguna que otra blasfemia. Las frases también delatan: "¿Quién es el obispo
para entrometerse en nuestros asuntos? ¿Quién es ese forastero (léase el párroco)
para decidir sobre nuestras fiestas? ¿Quién ha dicho que la Iglesia, o la ermita, o la
casa rectoral no son del pueblo?"...
Son importantes, igualmente, las manifestaciones que expresan una especie de cultura
popular secular, como las romerías o las fiestas patronales de cada pueblo, a veces
trasladadas a época estival para facilitar una mayor participación. Dichos actos
comportan más un sentido folklórico y de diversión colectiva, avalado especialmente
por la ayuda económica de organismos oficiales. Los organizadores suelen ser "los de
la Comisión de Festejos" de los Ayuntamientos, sin que intervenga la comunidad
cristiana en su programación. El aspecto religioso se convierte en la ocasión y motivo
de la gran fiesta popular-colectiva, particularmente en el mundo rural. En el extremo
de estas prácticas se llega a identificar la religiosidad popular, y a mudarla, por la
denominada "religión popular" (civil, neopagana).
Nos hacemos una pregunta más para seguir profundizando: "¿Qué contenido religioso-
cristiano se observa en todas estas manifestaciones?".
- En otros, destacaría una cierta piedad personal y una religiosidad mezclada con lo
profano y, en algunos casos, con lo supersticioso y lo "mágico".
- Es evidente que en la religiosidad popular se mezclan luces y sombras que, por una
parte, producen, principalmente a los pastores, perplejidad y desconcierto y, por otra,
es una llamada y un reto a evangelizar.
Espiritualidad de encarnación.
b) Celebraciones sacramentales
c) Piedad mariana
7. Santuarios y peregrinaciones
Los santuarios cristianos son lugares de culto, oración y penitencia. No todos los
lugares de culto se consideran santuarios. Necesitan la aprobación del obispo, o en su
caso de la CEE y de la Santa Sede, según sea su calificación como diocesano, nacional o
internacional. En cualquier caso son lugares destinados de forma permanente al culto.
Y, a la vez, el santuario es un lugar privilegiado para la caridad. Muchas veces, gracias a
ellos, se sostienen instituciones, destinadas a pobres y necesitados. Y, finalmente, un
santuario puede ser un lugar de cultura y formación.
- Celebrar con dignidad la Eucaristía, como centro de Vida. Cuidar las misas votivas.
- Dar oportunidad a la oración no sólo personal, sino al rezo de la Liturgia de las Horas.
8. Apunte final
Revisión de vida
Es el diálogo que un pequeño grupo, constituido para este cometido, realiza sobre un
hecho de vida para que este llegue a ser transformado según el proyecto de Dios.
Supone un paso intermedio de análisis, toma de conciencia de lo que sucede e
iluminación desde la fe. El final del proceso es la oración y la acción transformadora.
En el modo de proceder del grupo de revisión de vida hay un supuesto de fe: Dios se
manifiesta y revela su proyecto de salvación en los acontecimientos cuando estos son
acogidos y leídos desde la persona de Jesús de Nazaret. En consecuencia, la revisión de
vida lleva al encuentro con Dios y a una mayor disponibilidad para hacer su voluntad
en las circunstancias concretas en las que transcurre la vida cotidiana. Se pretende
llegar a una actuacion que se pueda llamar cristiana; para ello, en docilidad al Espíritu
Santo, hay que llegar a tener «los mismos sentimientos de Cristo Jesús» (Flp. 2,5).
Nos queda una última cuestión: en qué se basa el grupo que hace revisión de vida. Se
basa en la experiencia de fe y busca una experiencia de fe, es decir, el paso de Dios por
la vida que nos llama a liberar el corazón y a los demás para que el Reino de Dios sea
una realidad mayor entre nosotros.
Se trata de tres momentos dialécticamente relacionados entre sí: ver, juzgar, y actuar.
Ver. En el pequeño grupo se presentan hechos concretos que se hayan vivido; son
hechos cotidianos y sencillos, pero significativos. De todos los hechos compartidos el
grupo elige uno según las siguientes motivaciones: las posibilidades del hecho en sí
mismo, el momento por el que pasa el grupo y el sentirnos más proximos o afectados
por uno u otro hecho. Para centrar el hecho hay que fijarse en los aspectos que más
nos cuestionan o que expresan en mayor medida las contradicciones de lo humano; la
relación del hecho elegido con otros hechos vividos o conocidos por el grupo aporta
luces. En este momento se haría el análisis del hecho viendo las causas de lo que
sucede y sus consecuencias, las situaciones en las que se produce el hecho y los
valores y contravalores que refleja. Existe un ver cristiano, es decir, una lectura
creyente del hecho; se da cuando nos preguntamos qué nos está diciendo Dios en esta
situación concreta. Para que surja esta pregunta se necesitan dos condiciones: en
primer lugar hay que pasar por el corazón el hecho para que nos afecte, nos
interrogue y nos pida una respuesta, y en segundo lugar hay que ver qué relación tiene
nuestra experiencia de Dios con lo que estamos analizando.
Cualquier hecho, -incluso los que llamamos pecado-, pueden ser salvadores si se miran
desde Dios, es decir, desde su proyecto salvador. El fondo de la cuestión no es la
valoración de un hecho externo a nosotros mismos, sino el contraste entre los
sentimientos que aparecen en nosotros al concientizar la vida y la forma que Jesús
tiene de mirar lo humano, de posicionarse, de juzgar y de responder. Para que el
Espíritu nos conceda unas miradas y unas actitudes evangélicas, tenemos que dejar
que Jesús nos mire, nos juzgue y nos ame. Los Evangelios nos ofrecen abundantes
hechos en los que la forma de proceder de Jesús es muy distinta de la de los demás, e
incluso de lo que los discípulos esperaban de El. El juzgar de la revisión de vida supone
el intento de entrar en esta novedad de Jesús. Cuando nos posicionamos de esta
manera más que juzgar nosotros los acontecimientos, somos juzgados por la vida y por
Dios; la óptica privilegiada para este segundo momento está en dejar que los pobres
nos cuestionen y nos llamen a la salvación; ellos nos ayudan a conocer el sentido de la
vida y nos interpelan para dar una respuesta nueva y más evangélica.
Actuar. Es la consecuencia lógica del ver y del juzgar. La acción de Dios en la historia de
la salvación ha manifestado amor, perdón, misericordia y futuro nuevo. Con la
referencia en Dios ahora tenemos que concretar nuestra actuacion empezando por el
hacer interior, es decir, por la conversión personal, y continuando por el compromiso
en las relaciones y en las estructuras. Los ámbitos donde transcurre diariamente la
vida son los lugares del actuar del creyente; cada miembro del grupo pone en común
lo que va a realizar, y el pequeño grupo piensa en posibles acciones colectivas. Las
propuestas se someten a la valoración de todos, para que todos se sientan implicados.
No es fácil concretar las acciones que serían más evangélicas y evangelizadoras; hacer
real y efectiva la opción por los más necesitados es lo que mejor puede ayudar a
perfilar las acciones concretas y sencillas, pero siempre significativas, encaminadas a
transformar la realidad. El actuar constituye una respuesta desde la fe, guiada por la
esperanza y expresada en obras de amor. La revisión de vida podría concluir con la
celebracion que anticipa, en el misterio de Cristo, la transformación de la realidad, y
alimenta la vida teologal, como el dinamismo del compromiso. Celebramos la
liberación integral que Jesús ha hecho con nosotros y quiere explicitar en la realidad
en la que vamos a actuar.
4. Orientaciones pastorales
La revisión de vida es necesaria para los bautizados que quieren ser militantes, es
decir, que quieran vivir su vocación cristiana con talante misionero y evangelizador. Es
un método educativo que facilita grandemente la maduración humana y cristiana,
pues incluye observación, reflexión, concientizacion, acción y celebración.
Jesús Sastre
Revoluciones sociales
Una segunda revolución, marcada por la electricidad y el petróleo, desde 1880 hasta
1970, bajo el signo de la "productividad". Se propician procesos de automatización y el
trabajo tiende a ser de mantenimiento y control de las máquinas. Se reduce el horario
de trabajo. Comienza a tomar cuerpo el llamado "estado del Bienestar". Los sindicatos
no son revolucionarios e incluso defienden los intereses de las industrias para salvar el
empleo. Los obreros se diversifican en categorías, defendiendo cada cual sus intereses.
Se afianza la clase media. El capital pertenece a las multinacionales. La producción se
centra en bienes relativamente simples, a gran escala industrial. Las empresas tratan
de conquistar el mercado del consumo.
Los postulados de esta tercera revolución ya habían sido anunciados por A. Toffler
cuando hablaba, a principios de los años 80, de la famosa "tercera ola" que
comportaría una visión universalista y holonímica de la realidad, el desarrollo
interplanetario, el predominio de los mass media que harán del mundo la gran aldea
global. Ciertamente seguirán amenazando peligros como la destrucción ecológica, el
terrorismo nuclear o el fascismo electrónico, pero se impone la "practopía": "este
mundo no será ni el mejor ni el peor de todos los mundos posibles sino un mundo que
es práctico y preferible al que teníamos". A diferencia de las utopías, la practopía no es
estática ni se halla petrificada en una irreal imperfección. Pero tampoco es
revisionista, modelada sobre algún ideal imaginado del pasado. La civilización de la
tercera ola es un futuro practópico, que da acogida a las diferencias individuales y
abraza (más que suprime) la variedad racial, regional, religiosa y subcultural. Una
civilización moldeada en torno al hogar, la pasión por el arte, la bioética, ecológica y
profundamente democrática.
Rural, Pastoral
Otra causa que agranda la dificultad de definir al mundo rural se encuentra en que
éste, tradicionalmente cerrado y desconfiado de lo ajeno, es ahora un mundo abierto
a los aires coloreados de la urbe. Es más, esta apertura se hace extraprovincial y
transnacional a través de los viajes y medios de comunicación social, que invaden
también al hombre y mujer del pequeño pueblo con noticias e interpretaciones
polivalentes y a veces contradictorias acerca de la realidad. Ello provoca en este
sufrido morador de nuestros núcleos rurales sentimientos de desorientación,
frustración y miedo ante el futuro del campo y del pueblo.
Admitida esta novedad sociológica y psíquica que afecta a nuestras gentes del agro,
queremos dejar constancia de la necesidad de una pastoral concreta y diferenciada
para ser aplicada en este sector. Los orígenes y el fundamento de esta tarea eclesial no
son otros que las palabras y hechos del Maestro Jesucristo de Nazaret: "Id al mundo
entero y proclamad la Buena Nueva a todas las gentes" (Mt. 28, 18-20). A las puertas
del siglo XXI sigue sonando dulce e imperativa a la vez esta misión, como sonó en los
oidos de los discípulos al comienzo del tiempo cristiano. El escenario donde por vez
primera el Hijo de Dios encomendó esta labor a los suyos fue un escenario
eminentemente rural: el monte, el lago, el desierto, el huerto o el camino acogieron
mil veces su presencia y su palabra salvadora. Y los destinatarios de este mensaje
nuevo y original, propio del pensamiento y del corazón de Dios, eran en aquel tiempo
gentes de la ruralidad de la Palestina del siglo I: el pescador, el pastor, el jornalero y el
labrador constituían el grupo de oyentes más asiduos de Jesús.
Las líneas sobre las que debe asentarse esta teología y pastoral rural son líneas
fuertemente experimentadas en los últimos decenios por parte de agentes pastorales,
que individualmente o en equipo han optado generosamente por vivir y evangelizar el
campo. Y para puntualizar lo que es esta pastoral contamos con una rica gama de
acciones, testimonios y publicaciones, que nos presentan la amplia labor de campo y
no de gabinete teórico. De todas estas experiencias subrayamos algunas notas
características que siempre y especialmente hoy han de acompañar a dicha pastoral.
Pastoral de maduración de las personas. Estas han de ser sujetos de su vida y sus
proyectos. Nunca, seres pasivos que aceptan resignadamente las ofertas que vienen
de fuera. Es el propio campesino quien ha de construir con garantías de constancia el
futuro de su pueblo y de su vocación labriega.
Pastoral de selección. No todo es igualmente válido entre las acciones que se llevan a
cabo en los programas pastorales y en los actos parroquiales. Es tan variada la lista de
ritos, ceremonias y celebraciones existentes en nuestros pueblos, que se impone un
análisis detallado y una valiente decisión para distinguir la paja almacenada en muchos
ritos catalogados como "religiosidad popular" del trigo limpio de una religión pura e
intachable a los ojos de Dios (Sant. 1,27). Esta pastoral, sin hacer discriminación en
contra de nadie, se fijará especialmente en aquellas personas que manifiesten
inquietud por la liberación integral del campo. Y seleccionará actividades que
respondan a un proyecto evangelizador de un pueblo o comarca, siguiendo el proyecto
de Jesús, que va a la dignificación y salvación del hombre en su integridad. Ese
proyecto consecuentemente relegará a posiciones secundarias los intentos de un
mero asistencialísmo, los parcheos momentáneos y los llamados escarceos pastorales,
que no ayudan a que la comunidad crezca y camine.
Pastoral del hombre nuevo. Que se despoje de los vestidos raídos de tiempos viejos y
se vista de justicia y santidad verdadera. Hay que despertar la semilla bautismal en los
nuevos campos de los nuevos tiempos. Esa semilla ya está depositada desde antaño en
el corazón de los pueblos. Pero está dormida y por ende, resulta infecunda. La
novedad de vida y de método que está reclamando la pastoral rural es condición
indispensable para que el campesinado no deserte ni de la fe ni de la Iglesia, sino que
produzca el fruto, que esa semilla despertada por un estilo nuevo de hacer Evangelio,
puede dar.
En tercer lugar nos referimos al agente pastoral rural llamado cura de pueblo. Este por
su cuenta atiende una o varias parroquias. Esta ha sido tradicionalmente la presencia
del clero con respecto al pueblo en la España rural de los siglos pasados. Era aquel un
mundo estático. Todo en él estaba sabido y preestablecido. También la figura del cura
en la aldea. Viviendo en la casa parroquial, vieja y grande. Atendido por la fiel criada.
Con Misa por la mañana, rosario y doctrina por la tarde y breviario al mediodía por el
atrio del templo. El cura con estas características era un elemento esencial y una
garantía de consistencia para el pueblo. Sin la negra sotana deambulando de la casa
rectoral a la iglesia y de ésta a la escuela, muchos vecinos de ayer hubieran pensado
que algo grave podía suceder en su pequeño pero sagrado mundo. Porque siempre
habían contemplado esa figura y lo mismo le habían contado sus antepasados.
Los nuevos tiempos nos han traído una nueva imagen y presencia del cura rural. Hasta
en los libros y revistas de Iglesia se le ha cambiado de nombre. Ahora es Agente
Pastoral, aunque mucho le va a costar al Sr. Antonio de mi pueblo dejar de llamarle Sr.
Cura. Y las pocas gentes jóvenes del lugar le llamarán por su nombre de pila sin más.
Sin antepuestos ni añadidos: Luis, Ignacio, Javier..., simplemente.
Queremos detenernos ahora en los rasgos cualitativos que han de poseer cada uno de
los agentes pastorales rurales (personas y grupos). Qué actitudes y aptitudes han de
caracterizarlos. Qué comportamientos han de distinguirlos. Para que su trabajo en el
campo no consista exclusivamente en mantener unos valores ya caducos, por más que
en tiempos pasados fueran válidos. El trabajo que Dios quiere es que el rural de hoy
participe en el proyecto de hacer un pueblo libre y liberador. El trabajo de
confeccionar los nuevos odres para el vino eterno de la salvación. Sabemos que la
gracia de Dios actúa libremente en el corazón del hombre cuando este no se cierra a
ese don divino. Pero ello no exime al agente pastoral del esfuerzo por adornarse de
unas cualidades concretas para que pueda cumplir con fidelidad la misión de pastoreo
que ha recibido de las manos y de orden del Buen Pastor y de sus sucesores.
Apuntamos algunos de esos rasgos en ese rostro de pastor.
Esto no obliga a renunciar a la rica gracia que Dios ha dado a cada uno ni a la
individualidad personal (salud, aficiones, intimidad, atención doméstica, situación
familiar, economía, etc.). La persona y el equipo se complementan mutuamente. El
equipo recibe lo que cada miembro aporta. Y éste, la suma de todas las aportaciones
personales. En definitiva, es la comunidad o pueblo quien sale beneficiado de ese
movimiento solidario y dialogal entre persona y equipo.
3. Destinatarios
Envejecimiento. Soledad. Emigración. Marginación. Abandono. Desatención. Abuso.
Pobrezas. Pasividad. Desconfianza. Aburrimiento. Desorientación. Desclasamiento...
Estas son algunas de las negras etiquetas que se cuelgan hoy en la solapa del hombre
campesino. Son tintes negativos, comúnmente aceptados por todos los sectores
sociales como válidos para describir su triste situación.
Desde lo más hondo y sincero del corazón campesino surge una petición a la sociedad
en demanda de ayuda: "Sacadme de aquí". Y cada uno intenta salir como puede. Y
huye de esta tierra como si fuese un lugar maldito. Los padres, que desean un futuro
de mejor trato y justicia, realizan ingentes sacrificios para que sus hijos puedan hallar
un puesto en los estudios o en las fábricas de la ciudad. "Aquí no hay futuro es el lema
consagrado para desarraigar a los jóvenes y arraigarles en el mundo de la industria o
servicios. Actualmente en el campo sólo vive la cuarta parte de la población española
(nueve millones). El número de personas ocupadas en faenas agrícolas ha descendido
del 17% en 1980 al 8% en 1998. La reforma agrícola impuesta por Europa (PAC) ha
restado 500.000 trabajadores al campo en el periodo 1989-1995. Por otro lado, los
labradores que no viven en el campo suman más de medio millón.
El cambio en todos los órdenes es una constante muy arraigada en el sector agrícola y
rural. Y lo llamativo del cambio es la velocidad con que ha llegado y que se manifiesta
tanto en los métodos más modernos y herramientas de trabajar como de pensar. Las
ideas que rigen el comportamiento de estas personas, especialmente el de los más
jóvenes, han hecho tambalear el mundo tradicional del campesinado español.
Hombre maduro y culto, que entienda su propia situación personal en relación con la
naturaleza, con los hermanos y con Dios. Que acepte lo positivo de su vida y rechace lo
que suponga subdesarrollo, infravaloración y marginación.
Hombre solidario. Para que nazca y se fortalezca una fuerte conciencia de clase social
necesitada de la unión que olvide y supere el tradicional individualismo del campesino.
En algunos momentos desgraciados este hombre considera a su vecino no como un
hermano sino como un rival. La solidaridad campesina es herramienta imprescindible
para la solución de todos los problemas económicos, laborales, políticos, sociales,
culturales y religiosos.
4. Mediaciones pastorales
Si la finalidad de toda acción pastoral de la Iglesia es hacer que el hombre concreto del
"aquí y del ahora" acepte la evangelización liberadora de Jesús, nos preguntamos en
este apartado: ¿Cuáles son los cauces por los que el agua liberadora de Dios llegue al
hombre y al mundo rural en nuestros días? ¿Qué medios, instituciones y métodos
harán posible que el Verbo de Dios se encarne en el pueblo campesino?
No es fácil ni convincente resumir en una sola respuesta la solución a estas cuestiones.
En el amplio campo de lo rural pueden espigarse multitud de experiencias
evangelizadoras protagonizadas por la Iglesia, diputaciones provinciales,
organizaciones independientes, sindicatos y otros grupos, que se honran en la noble
empresa de apostar por la liberación del campo.
Pero los móviles de la presencia y encarnación en el mundo rural no son los mismos en
cada uno de los agentes e instituciones. Estos son como un arbol de muchas ramas con
las más variadas esperanzas de fruto, según el proyecto de cada movimiento u
organización. La variada simiente que se derrama produce una cosecha diferente. Y
ésta puede ser sana y limpia, como la consecución de un campesinado protagonista de
su historia y su digna liberación. O puede ser cosecha adulterada, como la obtención
de votos para el partido, la afiliación interesada y partidista de socios para el sindicato,
o el incremento de prestigio propagandístico para la institución. Todas estas cosechas
adulteradas han de liberarse de tanto cardo y cizaña, a fin de que sus agentes se
conviertan en sembradores que opten generosamente por el bien del mundo rural y
no lo pospongan a los intereses de su asociación o grupo.
El agente de pastoral cristiana para ser fiel al crecimiento del Reino de Dios en esta
tierra, habrá de tener las miras purificadas de intereses bastardos. Y estar en continua
búsqueda de nuevos métodos liberadores. Esta novedad de metodología no obliga a
dar carpetazo a todo lo que un buen pastor y una buena iglesia ha venido eficazmente
experimentando a través de veinte siglos de historia encarnada.
En este elenco de medios para hacerse presente en la vida rural queremos apuntar
algunos que son historia permanente y por tanto, tienen vigencia de actualidad. Así, el
encuentro y diálogo fraterno del cura rural con cada persona y familia es signo de
compañía amorosa y de ofrecimiento de unos valores. En la misma línea de
acercamiento y rebajamiento a su mismo nivel social se apuntan las acciones
tradicionales de catequesis, homilías y charlas para que la Palabra de Dios sea
conocida y se haga elemento transformador del medio. Las celebraciones de la fe,
hechas con viveza, participación y referencia a los problemas de cada día, son un
motivo de animación y crecimiento de la comunidad. Y la palabra escrita en hojas,
cartas y revistas es una herramienta poderosa en la tarea pastoral, siempre que se
tengan ideas claras de los objetivos liberadores que se pretenden, y siempre que la
presentación de dichos medios sea digna, cuidada, cercana y esté al nivel comprensivo
de los destinatarios.
Está fuera de toda duda que el creyente debe de implicarse en todo lo que afecta al
ser humano en cualquier aspecto de su existencia (y no entramos en el debate
tradicional de lo que es preevangelización o promoción humana y de lo que es
evangelización propiamente dicha). Las enseñanzas de los Santos Padres y en
documentos del Magisterio de la Iglesia, especialmente del Concilio Vaticano II son
diáfanos y contundentes. Para ser luz y sal de la tierra debe aparecer un claro
protagonismo de los discípulos del Señor en las distintas realidades organizadas del
pueblo y del campo. El ayuntamiento; la asociación de padres, de amas de casa o de
amigos del pueblo; el sindicato; la cooperativa; las aulas de tercera edad; los LEAS, etc.
Son plataformas muy importantes donde se decide el futuro del mundo rural.
5. Perspectivas de futuro
La propuesta para superar esta acusación contra una pastoral rural roma y poco
incisiva consiste en dar el salto. Pasar a la otra orilla de una pastoral que tranforme y
cambie a la persona y a las comunidades. Salto que no se da por miedo a caer en el
vacio de la nada. Mejor es lo de ayer que la incertidumbre del mañana, dirá el
conformista. Más vale el pájaro en mano de una feligresía segura, aunque vieja, que
los cientos de fuerzas jóvenes y dinámicas, que podríamos hacer florecer. Es la
disculpa de quien se atrinchera en posiciones de retaguardia y miedo y se cierra al
Espíritu de Jesús, que se lanzó a los cuatro vientos y puntos universales donde el
hombre pena y goza.
La voz del Maestro sigue imperativa: "Poneos en camino". Al encuentro del hombre de
hoy. Para decirle una palabra distinta a la de los altavoces publicitarios, que pregonan
desde todos los pedestales idolátricos: "Compre, consuma, dese un nuevo placer..." La
palabra distinta que ofrece el profeta y pastor es la palabra eterna del Buen Pastor:
"Cree, ama, espera..." Esta llamada tendrá dificultad de concretarse en vida si nuestras
parroquias rurales no renuncian a faenar en la era trillada de misa, rosario y acto
religioso-folclórico-cultural. El salto consistirá en ubicarse en el duro, lento, pero
fructífero trabajo, de organizar pequeños grupos parroquiales. En ellos con una
conciencia crítica y una pedagogía activa se analizará la vida de cada lugar rural y se
contrastará con la vida de otras personas y comunidades, que aparecen en el libro
santo de la Biblia y en los momentos más luminosos de la historia de la Iglesia.
No es este ofrecimiento alternativo la varita mágica que resuelva todos los problemas
pastorales en el campo. No tiene la originalidad de lo nunca visto. No es un
descubrimiento deslumbrante e inaudito por parte de pastoralistas ilusionados. Sin
embargo la experiencia frecuente, aunque no constante, tenida en nuestras
parroquias es positivamente elocuente acerca de aquellos grupos de estudio, análisis,
programación, revisión y oración. Aquí los presentes no se limitan a decir amén. La
crítica construye persona y comunidad. El grupo vivo y responsable es una denuncia a
la educación y evangelización pasiva, que acepta sin rechistar "lo que usted diga". El
grupo que comparte fe y vida se presenta como la mejor opción para superar un
cristianismo heredado y no asimilado personalmente. Extraordinaria ayuda para
aceptar una postura creyente responsable. La adulted en la fe se adquiere por medio
de la formación, reflexión y oración personal. Y se enriquece y confronta en el
encuentro con aquellos hermanos, que se han enrolado en este mismo proyecto de
seguir a Jesús en grupo.
Ni siquiera en el sector más conservador y rústico del mundo campesino vale para el
hombre del siglo XXI el lema reverencia) de "oír, ver y callar". Hay que evolucionar al
de "escuchar, analizar y dialogar". Está en consonancia con el hombre y creyente
nuevo que entre todos queremos construir. En esta empresa de humanización y
evangelización ha de estar siempre presente la máxima del gran pedagogo Paulo
Freire: "Nadie educa a nadie, nos educamos mutuamente". Y transportando el
mensaje al campo de la pastoral, la traducción resulta evidente: nadie evangeliza a
nadie. Nos evangelizamos mutuamente. Hasta la sencilla mujer del delantal y el
tostado hombre de la boina, si se le concede la palabra, nos ilumina de modo
profundo y teologal en el conocimiento de Dios, del hombre y de la naturaleza
(Mat.11,25). Para ello, hay que cumplir la condición: darles la palabra, la oportunidad
de escucharles, el respeto merecido a sus arrugas curtidas por el cierzo. Y darles
también un marco adecuado y un taburete cómodo y estable. En la frialdad y el
misterio del templo nuestro campesino no tiene palabra. En el mejor de los casos,
asombro y misticismo rural. Y en el peor, aburrimiento y sueño. Pero no, palabra y
participación.
El escenario transforma a la persona. Y una sala acogedora, que sepa a gloria. Una
mesa y asiento reconfortante. Una decena de amigos enfrente. Y otra persona "más
sabida", que invite a hablar y que ponga orden cuando las palabras se disparan y
superponen. Estos serían algunos de los principales ingredientes para que esa mesa se
convierta en "lugar teológico" y nuevo catecismo para la educación en la fe de adultos
y pequeños. Aquí hasta el más retraido y reservado hombre de pueblo rompe su
secular hielo de incomunicación, que ha congelado su discurso durante tantos años.
Aquí pronuncia su docta, aunque despreciada, palabra. Y aquí esta se hace Palabra de
Dios, porque ha salido de los labios de un hombre que está en contacto permanente
con el Señor de la vida. El cual anda, como en la mañana de resurrección, por los
almuerzos, los huertos, los caminos y los lagos (aunque en este pequeño mundo rural
estos sólo sean charcos).
Una tarea eclesial pendiente y sagrada es garantizar una presencia de peso y calidad
de los pastores de la Iglesia en el mundo campesino. Que animen la vida y la fe de
estos grupos. Que les iluminen con el carisma propio del seguidor del Buen Pastor.
Que invite a que el trabajo y la fe robustecida en el grupo parroquial repercuta en el
resto de vecinos de la localidad, pues sin testimonio la fe es invisible, es una candela
apagada.
Emérito Puente
Sacerdotalis Coelibatus
El 24 de Junio de 1967, dos años después de clausurado el Concilio Vaticano II, el Papa
Pablo VI regaló a la Iglesia una Encíclica sobre el Celibato de los Sacerdotes. Dicho
documento se divide en una Introducción y en dos partes, dedicadas a los aspectos
doctrinales y pastorales del problema.
A pesar de todo ello, el Papa Pablo VI, ya desde la Introducción confirma la validez y el
significado que encierra el celibato sacerdotal, aun reconociendo que es un don o
carisma de Dios. Sus palabras vienen avaladas por una larga y fecunda tradición
eclesial.
En una segunda parte, se desarrollan los aspectos pastorales del tema. Se pide una
adecuada formación para poder realizar una elección consciente. Incluso se admiten
períodos de experimentación o crecimiento en el candidato hasta que se llegue a la
certeza, en lo que humanamente es posible, de una donación total. Bien entendido
que la vivencia del celibato debe cultivarse por los medios sobrenaturales, la intensa
vida espiritual, el celo apostólico, el no exponerse a peligros innecesarios y la ayuda de
la fraternidad sacerdotal.
El Papa lamenta las dolorosas deserciones en las que la Iglesia ejerce, al mismo
tiempo, justicia y caridad. Pide a los obispos que estén cerca de todos sus sacerdotes,
especialmente de los más jóvenes. Y pide, finalmente, la ayuda de todos los fieles y la
protección de María para que los sacerdotes puedan vivir su celibato.
BIBL. - PABLO VI, Encíclicas, Edibesa, Madrid 1998, 217-182.
Salud, Pastoral de la
1. Necesidad
Él es la Salud y la Vida. Ha venido para que tengamos vida y vida abundante, para
afirmar nuestra vida, restituirla a su verdadera dignidad y desplegarla a su total
plenitud en Dios. Gracias a Él, nuestra salud humana, limitada y vulnerable,
amenazada y destinada a la muerte, fue radicalmente sanada. Gracias a El, sabemos
que la última palabra de Dios para nosotros no es el dolor, ni la enfermedad, ni la
muerte, sino la vida plena en Dios. Gracias a Él, nuestra vida tiene sentido, nuestro
futuro está asegurado y nuestro triunfo garantizado. Gracias a Él, podemos vivir la
vida, el dolor, la enfermedad y hasta la muerte con otra alegría, con otra esperanza,
con otra dignidad.
La Iglesia nunca ha podido olvidar los tres grandes mandatos recibidos de su Señor: Id
y predicad, Id y bautizad, Id y curad. Y por eso, donde quiera que se ha hecho presente
ha predicado, ha bautizado y ha curado. Ha levantado escuelas, templos y hospitales.
Ha cuidado la catequesis, ha celebrado la eucaristía y los sacramentos, ha mimado a
los enfermos.
Sería poco realista y poco sensato, olvidar que es en este mundo de la salud y de la
enfermedad donde se viven los acontecimientos fundamentales de la existencia y las
experiencias más definitivas, aquellas que afectan al hombre en lo más profundo de su
ser. Es ahí, donde se plantean los mas serios interrogantes y las más graves cuestiones
de cuantas angustian la conciencia de los hombres. Es en este campo, donde se
plantean los más graves problemas humanos, éticos y espirituales que es preciso
abordar desde una profunda reflexión e iluminar desde el evangelio y desde la fe.
Por otra parte, sería pastoralmente incorrecto olvidar que este mundo de la sanidad
ofrece una ocasión privilegiada para anunciar a Cristo, prolongando y actualizando su
acción sanante y salvadora. La enfermedad es, además, un momento de especial
necesidad y receptividad de la palabra de Dios y de su gracia, tanto para el enfermo
como para su familia. Es, así mismo, una magnífica oportunidad para que la Iglesia con
su acción samaritana en este campo se autentifique, vuelva a sus raíces y haga creíble
el evangelio que anuncia.
2. Objetivos
La enfermedad supone una situación especial que es preciso iluminar y dar sentido
desde la luz de la Cruz de Cristo, desde su valor de eternidad, desde su eficacia
pedagógica que nos invita a relativizar tantos valores y formas de vida, y nos ayuda a
vivir los valores del evangelio y desarrollar la solidaridad, la ayuda, el amor.
Cuidemos mucho nuestra manera de hablar en estos temas, no sea que vayamos a
estar sugiriendo una idea de Dios diametralmente opuesta al Dios en el que como
cristianos creemos: un Dios que condena en vez de un Dios que salva; un Dios que
manda las desgracias y se complace en el dolor y en el fracaso del hombre, en vez de
un Dios que salva y libra del mal.
Podríamos, con la mejor voluntad, estar repitiendo frases y expresiones, fruto de una
profunda experiencia y plenamente válidas en su contexto, pero que sacadas del
mismo pueden resultar contraproducentes y contrarias a su sentido original y más
profundo. Tomar la cruz, negarse a sí mismo, caer en tierra y morir como el grano de
trigo, son frases evangélicas que pertenecen al núcleo mismo del cristianismo, pero
que fuera de contexto, mal situadas y repetidas por inercia pueden deformarle
profundamente.
A la hora de tratar estas cuestiones hemos de hacerlo como mucha humildad y bien
conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones, sabiendo que
nos movemos en el misterio. Un misterio que sólo puede ser iluminado desde algo tan
elemental para un cristiano como que Dios ha creado al hombre por amor, buscando
únicamente su bien y estando a su lado en su lucha contra el dolor y la desgracia. Que
un cristiano no puede ignorar a los que sufren, ni tiene derecho a ser feliz sin los
demás o contra los demás. Que muchos han madurado en el dolor y se han
encontrado en él consigo mismos, con los otros y con Dios. Que desde que fue
asumido por Cristo tiene una eficacia redentora incuestionable. Que cuando nosotros
sufrimos ahora, Cristo sufre y padece con nosotros.
Uno de los mayores retos de la pastoral de la salud, es cómo iluminar desde la fe una
cultura que muchas veces exalta e idealiza el vigor y la salud física, pero olvida la salud
afectiva, moral y espiritual. Que destina esfuerzos y medios ingentes para mantener y
recuperar la salud, pero juega con ella irresponsablemente fomentando estilos de vida
insanos. Que oculta y aleja de la vida, en cuanto puede, la condición enfermable y
mortal de todo hombre.
Los enfermos son el centro de toda la pastoral de la salud, cuya finalidad fundamental
es acompañarlos en el itinerario de su enfermedad, ayudándoles a vivir con sentido
cristiano cada una de sus etapas. Los enfermos, responsables y protagonistas primeros
de su curación y de su vida, deben ser atendidos en todas sus dimensiones y
necesidades. Es el hombre entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y
voluntad al que hay que cuidar con una enorme sensibilidad, adecuándose a su
concreta situación. Cada enfermo es un mundo y no sirven formulismos y recetas
generales. También aquí vale aquello de que no hay enfermedades sino enfermos. Los
aspectos somáticos, psicológicos, sociales y religiosos que se entremezclan en un
mismo enfermo dan lugar a situaciones diferenciadas que habrán de ser tenidas en
cuenta a la hora de acercarnos a él.
Mediante él se otorga al enfermo la gracia del Espíritu Santo, con la cual el enfermo
entero es aliviado en su salud, confortado por la confianza en Dios y robustecido
contra las tentaciones del enemigo y la angustia de la muerte, de tal modo que pueda
no sólo soportar sus males con fortaleza, sino también luchar contra ellos, e incluso
conseguir la salud si conviene para su salvación espiritual; así mismo, le concede si es
necesario el perdón de los pecados y la plenitud de la penitencia cristiana. En él se
celebra el encuentro sanador con Cristo, en cuyo misterio pascual el enfermo queda
insertado; y se expresa la obligada solicitud de toda la comunidad para con él.
En la carta de Santiago se declara que la Unción debe darse a los enfermos para
"aliviarlos y salvarlos". Debe, pues, ser conferida con todo cuidado y diligencia a los
enfermos graves, a los de avanzada edad y a los que van a someterse a una operación
peligrosa. Puede repetirse cuando el enfermo, una vez repuesto, vuelve a recaer.
Viático. Es el sacramento del paso, con Cristo, de la muerte a la vida, de este mundo al
Padre. Paso en el que el enfermo es ayudado con el Viático del Cuerpo y Sangre de
Cristo que garantizan su resurrección, según las palabras del Señor: "el que come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día". Marca la
última etapa de la peregrinación iniciada en el Bautismo, y viene a completar el
itinerario eucarístico comenzado en el día de la primera comunión. Por eso ha de ser
recibido con plena lucidez. Ojalá el enfermo pudiera participar con algún gesto
personal de gratitud, perdón o despedida.
3. Campos de actuación
3.1. Diócesis
La Diócesis entera debe comprometerse en todo aquello que ayude al hombre a vivir
de forma digna y sana, incluso eliminando de su seno todo cuanto sea patógeno o se
viva de forma enfermiza o sea fuente de negatividad y enfermedad (falsa religiosidad,
moral insana, culto vacío, relaciones insanas, etc.). Necesitamos comunidades llenas
de vida y que sepan transmitir vida. Comunidades transparentes, realistas, gozosas,
reconciliadoras, acogedoras y sanas.
3.2. Parroquia
3.3. Familia
Toda enfermedad tiene una indiscutible dimensión familiar, provoca una crisis y
constituye un golpe difícil de encajar. Impone cambios en la vida diaria, obliga a tomar
decisiones con que afrontar la nueva situación, y es fuente de inquietud y
preocupaciones capaces de originar conflictos y desequilibrios emocionales. Además
pone a prueba los valores en que se asienta la familia, la solidez de sus lazos, la unidad
y la solidaridad de todos. Es una experiencia que puede desestabilizar a la familia o
ayudarla a encontrar un nuevo equilibrio, alejarla de Dios o acercarla más a ÉI.
En cualquier caso, su papel al lado del enfermo es insustituible. Sólo contando con ella
podrá éste ser bien entendido y atendido. Todos sabemos cómo repercute en toda la
familia la enfermedad de uno de los suyos. Y cómo necesita el enfermo de su familia:
su cariño, su cuidado, su comprensión, su paciencia, su apoyo y su ayuda. Y cuánto
daño puede hacerle el sentirse abandonado y desasistido de ella. Pero la familia, en su
tarea de asistencia al enfermo no se basta a sí misma. Necesita la ayuda y el apoyo de
todos: de los profesionales de la salud, de los amigos y vecinos y de la parroquia que
en su caso deberá convertirse en la familia de los sin familia.
3.4. Hospital
Sus agentes pastorales, escogidos con mucho tiento, necesitan una formación
específica y permanente que les capacite para conocer el mundo hospitalario y para
trabajar a su servicio personalmente y en equipo, organizada y programadamente. El
encuentro pastoral con el enfermo y la oración con él, la celebración sacramental, la
atención pastoral a los familiares de los enfermos y al personal sanitario, juntamente
con el asesoramiento ético, son algunos de sus múltiples quehaceres.
4. Responsables
4.3. Religiosos
Dentro de la vida de especial consagración, los religiosos con vocación sanitaria son
testigos en nombre de Jesús y enviados por la Iglesia para mostrar la compasión,
ternura y carisma de sanación.
4.4. Presbíteros
5. Historia
6. Organización
Son sus funciones, programar los Planes de Acción de cada trienio, preparar la
campaña del Día del Enfermo y otras actividades de peculiar relevancia. Se reúne dos
veces al año. Actualmente lo forman el Obispo responsable de la pastoral de la salud,
el Director y el Secretario del Departamento, los responsables de los Secretariados
Interdiocesanos (SIPS), los responsables de FERS, FRATER y PROSAC más los
coordinadores nacionales de esta pastoral en parroquias, hospitales, salud mental y
cuidados paliativos.
Es sin duda una de las experiencias más positivas y fructíferas de la pastoral de la salud
en España. Se celebra desde el año 1985 el VI Domingo de Pascua. Cada año con un
tema y un lema concretos, en torno a los cuales, giran cartel, mensaje de los Obispos
de la Comisión Episcopal de Pastoral, guión litúrgico, materiales de formación, etc. Es
el momento culminante de un trabajo muy serio hecho a través de todo el curso.
Lógicamente los enfermos tienen un protagonismo especialmente importante en su
preparación y celebración. Para muchas diócesis el once de Febrero, Jornada Mundial
del Enfermo, es el comienzo de un largo camino de preparación del Día del Enfermo.
BIBL. — JUAN PABLO II, Salvifici Doloris. El Sufrimiento humano. Ediciones Paulinas; COMISIÓN ESPAÑOLA DE
LITURGIA, Ritual de la Unción y Pastoral de Enfermos; DEPARTAMENTO DE PASTORAL DE LA SALUD, Notas y
Mensajes de los Obispos de la Comisión de Pastoral. Veinticinco años de pastoral de la salud en España. La
asistencia religiosa en el hospital. Congreso Iglesia Salud. Orar en la Enfermedad. Humanización de la Asistencia
Sanitaria; R. BERZOSA, Ante el sufrimiento y el dolor humano: "Surge" 57 (2000) 65-78; J. B. MErz, Cómo hablar de
Dios frente a la historia del sufrimiento en el mundo: "Selecciones de teología" 33 (1994) 102-104; J. A. PACOLA,
Felicidad y sufrimiento. Una visión cristiana. Aula San Pablo, Vitoria 1989. jesús y los enfermos. Labor hospitalaria
n° 208. Modelo cristológico de salud. Labor hospitalaria n° 219.
Sectas
Es muy difícil definir qué es una secta. La etimología no aclara gran cosa: hace alusión
a la palabra latina "sequi" (seguir). Otras veces se relaciona la etimología con "secare"
(separar, cortar) pero esta denominación no tiene demasiada fundamentación.
Las matrices suelen ser cristianas, orientalistas, esotéricas y del potencial humano.
Una persona que ha entrado en una secta tiene comportamientos como los siguientes:
se le nota que ha cambiado mucho, se rompen las relaciones con los padres y la
familia, está obsesionado por temas muy concretos y repetitivos.
Nuestra actitud ante las sectas, como afirma J. Vernette, debe ser de "comprensión
crítica y evangelizadora". Esto supone conocimiento real del otro, inteligencia crítica,
diálogo evangelizador. Todo ello entre un equilibrio de dos extremos: firmeza en la
denuncia de prácticas dañinas y respeto al derecho de las personas a la diferencia.
Y nuestra actitud ante las personas que han entrado en una secta debe ser el de seguir
manteniendo la relación, a pesar de las dificultades; intentar comprender lo que dice
el otro; aceptar lo que de verdad exista en su postura; y una comunicación continuada
y persistente, con honestidad y sinceridad.
BIBL. — C. VIDAL MANZANARES, Diccionario de sectas y ocultismo, Verbo Divino, Estella 1991; ID., Psicología de las
sectas, Paulinas, Madrid 1990; J. BoscH, Para conocer las sectas, Verbo Divino, Estella 1993; J. VERNETEE, Las
sectas, ¿qué pensar? ¿Cómo actuar?, CCS, Madrid 1996; R. PINro, Las sectas al descubierto, CCS, Madrid 1998.
Secularidad - Secularización
Pero volviendo a nuestro tema, ¿por qué es importante definir los contornos de la
secularidad? Porque están en juego, desde la pastoral, al menos estos elementos:
Con razón afirman los teólogos de nuestros días que la secularidad no es una realidad
exterior a nosotros ante la que hay que situarse, sino que es nuestra misma realidad, a
la que pertenecemos y donde nos movemos existencial y pastoralmente hablando.
Todas las formas de vida en la Iglesia están en el siglo, son seculares, aunque la gran
diferencia entre ellas son las modulaciones carismáticas o formas de vivir los dones del
Espíritu. En este sentido, conviene no olvidar que los cristianos "estamos en el mundo,
sin ser mundanos". Y que este primer mundo o siglo pasará y está en dolores de parto
gimiendo por unos cielos y una tierra nuevos, por una nueva y definitiva creación. La
pastoral, en el terreno de la secularidad, se mueve, por eso, entre la inserción real y la
trans-secularidad. Es, en definitiva, la lógica y dialéctica del reino de Dios: "Ya
presente, pero todavía no realizado en plenitud".
BIBL. — R. BERZOSA MARTÍNEZ, Ser laico en la Iglesia y en el mundo, DDB, Bilbao 2000; COMISIÓN EPISCOPAL DEL
CLERO Y DE SEMINARIOS Y UNIVERSIDADES, Presbiterado y secularidad, Edice 1999.
Estamos ante dos palabras de las que hoy se habla mucho, con significados poco
precisos y apenas se relaciona amor y sexualidad. "Hay que volver a descubrir su
verdadero sentido, aunque sea impopular y vaya contra corriente. Recuperar su
grandeza, su fuerza, su belleza y también sus exigencias. En definitiva: restituir su
profundidad y su misterio" (E. ROJAS, Amor y sexualidad, ABC 16-9-90). No se puede
igualar amor y sexo, pues muchas relaciones sexuales no conllevan amor y se puede
amar verdaderamente sin expresión sexual.
¿Qué significa amar a otra persona? ¿Cómo se recorre el camino que va de la atracción
y del enamoramiento al amor maduro? No hay duda de que la experiencia humana
fundamental que nos constituye como personas equilibradas y buenas es la
experiencia de ser amados y de amar. Se ama verdaderamente a otra persona cuando
se quiere para ella lo mejor en términos de crecimiento, libertad, felicidad y bien
moral. Desear todo eso es valorar al otro como persona única e irrepetible; en caso
contrario, la persona es cosificada, pues se la trata utilitariamente como objeto para la
satisfacción personal.
"Si lo esencial del amor es alegrarse con el otro, abandonarse en él, entregarse
generosamente, en la relación sexual sin amor auténtico uno se busca a sí mismo.
Tiende a aislarse del otro. No hay un encuentro verdadero entre un yo y un tú, si no
que hay dos yos separados, cada uno en lo suyo" (E. ROJAS, o.c.).
1. Aspectos socioculturales
El contexto social que estamos viviendo tiene características propias que influyen
decisivamente en la manera de entender y vivir la sexualidad. En la práctica se da una
gran diversidad de comportamientos sexuales, muchos de ellos pocos integrados en la
persona y al margen de la ética. La cultura que nos llega a través de los medios de
comunicación y de otras instancias académicas, y que está omnipresente en el
ambiente social, se caracteriza por la fragmentación de la verdad, la imposibilidad de
fundamentación filosófica y la duda sobre la capacidad humana de llegar al significado
de las cosas, pues el mismo sentido de la vida se pone en cuestión. El resultado final es
que muchas personas son como "náufragos" (G. Vattimo) y "caballitos de la feria"
(Eliot), siempre dando vueltas, y siempre en el mismo sitio, sin orientación y sin metas.
Sigue resonando una cuestión fundamental; la liberación de las normas e instituciones,
¿nos ha ayudado a descubrir el amor y ser más solidarios y felices?
La caída de los grandes relatos que funcionaban con utopías ha ido pareja con la
apatía, el hedonismo y la quiebra de valores morales. Al fallar el soporte ontológico y
ético, el hombre contemporáneo se manifiesta indeciso y reticente a la toma de
decisiones y busca la inmediatez de lo inmediato, es decir, el mundo de las
sensaciones. "De ahí que nos lancemos al sexo igual que a una piscina, con una función
desesperada y una esperanza de correspondencia. Pero el sexo no es sólo biología es
también biografía: la última etapa de un diálogo previo. La penetración no lleva sólo a
la compenetración. El sexo sin amor es silencioso: en él ningún acercamiento se
culmina (A. GALA, El País Dominical. 1985). También el erotismo se ha trivializado.
Parecía que la liberación de los instintos, la gran revuelta del cuerpo, iba a producir un
renacimiento de la pasión amorosa. Pero no ha sido así.
La promiscuidad no tiene nada que ver con el amor; al contrario, revela miedo o
incapacidad para fijarse en una sola persona, miedo a la libertad, porque el amor es la
decisión de elegir a una persona que nos parece única (OcTAVio PAZ, El País, 6-IV-
1988).
Un ejemplo patente y concreto de lo expuesto hasta aquí son las publicaciones sobre
anticonceptivos e información sexual para adolescentes y jóvenes publicadas años
atrás por el Ministerio de Asuntos Sociales y por algunos Ayuntamientos. Del análisis
de alguno de ellos se desprenden las siguientes constataciones:
Las dos únicas preocupaciones que subyacen a las publicaciones son las de
evitar un embarazo no deseado y el sentimiento de culpabilidad.
Otra fuente de información y reflexión son los datos aportados por las investigaciones
sociológicas sobre los valores y comportamientos sexuales. Algunas de las respuestas
reflejan más estados de opinión que comportamientos reales de las personas
encuestadas; hecha esta precisión la lectura de los datos nos lleva a hacer algunas
afirmaciones (J. SASTRE, Crisis y recuperación de la moral sexual, Sal Terrae, Colección
Aquí y Ahora n°14, 1991, 14-16): Los comportamientos sexuales han cambiado
grandemente en las últimas décadas, reflejan algunos valores nuevos, pero también la
pérdida de valores tradicionales; hay correlación positiva entre mayor religiosidad y
mejor aceptación de la ética sexual católica y la influencia de las orientaciones del
Magisterio eclesiales es muy pequeña en estos temas. Estas constataciones nos
remiten a un problema de fondo: la fundamentación y justificación de la propuesta
ética cristiana. "Estos postulados teóricos y antropológicos (los de la postmodernidad)
determinan una ética claramente antihumanista. Ciega para toda fundamentación
objetiva última de las normas morales, surge en nuestros días una filosofía práctica
que niega al sujeto y afirma como normas canónicas de existencia la irresponsabilidad,
la incoherencia, el subjetivismo, la oscuridad, la contradicción, el gusto por lo parcial,
el escepticismo, la precariedad, la premura y el nihilismo matizado, el saber vivir, el
neohedonismo y la inestabilidad" (M. UREÑA, "La postmodernidad está servida".
Pliego Vida Nueva, febrero 1989,29; cfr. C. DiAz, La última filosofía española: una crisis
críticamente expuesta, Madrid 1985).
La persona madura se caracteriza por una serie de rasgos que tienen que ver con la
forma de vivir la afectividad y la autonomía personal. La madurez se expresa en la
capacidad de establecer relaciones interpersonales, de ponerse en lugar de la otra
persona, la aceptación de las limitaciones, el actuar con criterio propio, el control de
las emociones y pulsiones y la integración de la sexualidad en la persona. A su vez, la
sexualidad debe armonizar una serie de elementos como el instinto, el deseo, la
relación, la felicidad, la paternidad responsable y los valores éticos.
La sexualidad humana comporta elementos físicos, psicológicos, éticos e
institucionales. El cuerpo humano es lugar de apertura, encuentro y donación; el
hecho de ser seres sexuales nos habla de un modo peculiar de estar en la vida, -como
hombre o como mujer- y de vivir una relación de igualdad y complementariedad entre
los dos sexos, es decir, a la relación intrapersonal e interpersonal.
Los profetas utilizan la imagen del amor esponsal para expresar las relaciones de Dios
con el pueblo en clave de alianza y de promesa (Jn. 2,2; 3,1- 5; Ez. 16; Os. 8,1; ls. 54,60-
62). La condena de la prostitución y el adulterio se relacionan con la infidelidad a la
alianza con Dios (Prov. 2,17). La sexualidad en sí misma es buena, pero en su ejercicio
aparece el pecado como falta de respeto a la persona y manifestación de relaciones
injustas. El Cantar de los Cantares exalta la felicidad y el gozo de un amor
interpersonal, fiel y oblativo (J. R. Flecha).
En el N.T. la persona de Jesús, su mensaje y su causa son la expresión del amor de Dios
y su proyecto de salvación. Aquí esta la nueva referencia para entender el amor:
"tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único" (Jn. 3,1), y "Jesús habiendo
amado a los suyos los amó hasta el final" (Jn. 13,1). El seguimiento de Jesús y la
acogida del Reino ayudan a resituar los grandes temas de la vida humana. El Reino se
presenta en los Evangelios como banquete de bodas (Mt. 22, 1-14) en el que Jesús es
el novio (Mt. 25, 1-13); en este contexto se hacen las siguientes precisiones:
-Jesús pide la unidad e indisolubilidad del matrimonio como fue desde el principio (Mt.
19, 3- 12); libera a la mujer del dominio despótico del marido y la pone en igualdad de
derechos y deberes (Mt. 5, 31- 35) e interioriza la responsabilidad moral refiriéndola a
pensamientos y deseos (Mt. 5, 27-30).
- Jesús de Nazaret fue virgen y habla de los que se hicieron "eunucos por el Reino" (Mt.
19, 3-12) como consecuencia de una gracia especial que Dios da a algunos. Pablo
también valora mucho el celibato como carisma en las primeras comunidades (1 Cor.
7, 7-26). Esta manera de vivir el amor humano hace presente los bienes escatológicos.
- San Pablo habla del cuerpo como "Templo del Espíritu Santo" llamado a resucitar (1
Cor. 6,12- 20) en el último día; a los convertidos se les pide abandonar la fornicación
(Hech. 21,25) y vivir un amor monógamo y fiel (1 Cor. 7,2- 5).
Esta manera de vivir la sexualidad humana, así como otros aspectos de la vida personal
y social encarna una serie de valores que anticipan la plenitud escatológica. "El
Evangelio presenta la auténtica vida del hombre según el valor absoluto de Dios. Sus
líneas básicas no piden obediencia, cumplimiento o temor, sino aceptación de la
imagen del hombre que vive según Dios Padre, revelada en la vida y palabras de Jesús.
Su mensaje no trata de promover un estilo más allá o al lado de otros posibles, sino
que pretende orientar hacia la verdadera vida del hombre. No se trata de un nivel
superior o distinto, sino del único en el que el ser humano encuentra la vida" (E
HERRÁEZ, "La utopía cristiana, oferta y estímulo en la educación de los valores", Sinite
69 [1982] 66-67).
La Constitución Gaudium et spes en los números 47- 52 aborda con una visión
renovada del tema del matrimonio, la familia y el amor conyugal. El Catecismo de la
Iglesia Católica aborda estos temas desde una comprensión personal, global y unitaria
de la sexualidad. "La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la
unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la
capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para
establecer vínculos de comunión con otro" (CEC 2332).
La reflexión teológica asume las aportaciones de las ciencias humanas (Cfr. G.S. 5) y se
sitúa en la radicalidad evangélica y en la dimensión sacramental de la sexualidad
humana para desde ahí proponer las normas éticas. "En realidad, el misterio del
hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer
hombre, era figura del que había de venir (Rom. 5,14), es decir, Cristo nuestro Señor.
Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del Padre y de su amor, manifiesta
plenamente al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación" (G.S. 22)
La propuesta cristiana de ética sexual debe estar bien fundamentada, ser muy clara y
proponerse como alternativa. El postulado fundamental de la ética sexual cristiana es
que las relaciones heterosexuales deben partir del amor y ser expresión del mismo
para que la pareja crezca en el amor de entrega y de compromiso solidario. Para amar
de esta manera hay que superar el uso de la sexualidad como nuevo placer y posesión
de la otra persona que es tratada como objeto. "La castidad tiene como misión
proteger el amor y se vive en todas las vocaciones, según el estado de vida. El aprecio
de la castidad ayuda a superar la genitalidad y el autoerotismo, a salir del hedonismo
como tónica de vida y a estar más disponible para con los demás. Además, la virtud de
la castidad gozosamente asumida prepara y facilita el compromiso definitivo en la
virginidad o el matrimonio" (J. SASTRE, o.c., 33).
Los valores implícitos en los comportamientos sexuales éticamente buenos son los que
expresan más libertad personal, mayor enriquecimiento de la otra persona, veracidad,
fidelidad, respeto a la vida, entrega gozosa y personalización. En estos valores insiste
el Catecismo de la Iglesia Católica cuando pide que la sexualidad sea expresión de la
madurez integral (2338), manifestación del amor y de la fidelidad de Dios (2346), que
está integrada en el conjunto de la vida, en proceso permanente de enriquecimiento
para ser integrada en un proyecto vocacional de vida (2360). La ética sexual implica
estar atento a los fallos, reconocerlos y poner medios para su superación; las faltas
morales suceden cuando en los comportamientos sexuales no se da la relación
interpersonal, se utiliza a la otra persona o falta alguno de los fines importantes de la
sexualidad.
"El educador debe ayudarle a interesarse por los demás, para poder liberarse de esta
forma de autoerotismo, orientándose hacia el amor oblativo, propio de una
afectividad madura, al mismo tiempo le ayudará a recurrir a los medios de vida
cristiana como la oración y los sacramentos y a ocuparse de obras de justicia y de
caridad" (CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones educativas
sobre el amor humano: Pautas de educación sexual, PPC. Colección Documentos y
estudios 100, n° 91).
- La fornicación es la unión casual entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio.
Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana,
naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y educación
de los hijos. Además, es un escándalo grave cuando hay de por medio corrupción de
menores" (CEC 2353). Especial importancia adquiere en nuestros días las llamadas
relaciones prematrimoniales; el término prematrimonial es confuso y ambiguo, pues
también se emplea para justificar relaciones de pareja que no tienen ninguna
intención explícita de llegar al matrimonio a corto o medio plazo. Cuando falta el
proyecto de vida manifestado y celebrado sacramentalmente no se pueden considerar
legítimas las relaciones sexuales, pues el noviazgo se encamina al matrimonio como
"última comunidad de vida y amor" (GS.48). El amor humano implica una entrega
total, absoluta y para siempre (Cf. E C. 80), y pide un contexto que asegure y proteja lo
que en esta donación implica. Las "uniones a prueba" y los "matrimonios por etapas"
no son un camino adecuado; el planteamiento adecuado es el de las etapas para un
matrimonio, inaugurando éste la plenitud de vida y comunicación en todos los niveles.
5. Orientaciones educativas
- Análisis crítico de la realidad. Ayudar a los adolescentes y jóvenes a que tengan una
visión adecuada de este tema en lo referente a intereses y presiones sociales. También
en el tema de la sexualidad hay explotados y explotadores; conviene ver con claridad
la situación para poder actuar con libertad, y no asumir como normales
comportamientos que están inducidos por intereses poco claros.
- Ayudar a asumir lo propio de la antropología humana. Somos personas racionales,
libres, solidarias y abiertas a la trascendencia. Lo que el ser humano debe hacer (ética)
es inseparable de lo que soy (ontología) y de lo que estoy llamado a ser (vocacional).
La realización personal, la felicidad y los proyectos de justicia y solidaridad dependen
en gran medida de nuestra manera de entender y de vivir lo humano. Más aún el
modo de vivir condiciona gravemente nuestra manera de pensar y de comprender lo
humano.
- El horizonte del Reino. La nueva forma de existencia que inagura Jesús se estructura
alrededor de la experiencia de filiación divina y de paternidad; quien vive así encarna
los valores del hombre nuevo al descentrarnos de nosotros y referenciarnos a los
demás, especialmente a los más pobres. El estilo de vida evangélico afecta a toda la
persona y sitúa el matrimonio y el celibato en clave de seguimiento, como vocaciones
dentro de la comunidad cristiana y al servicio de la civilización del amor. El amor
paternal, incondicional y universal es el paradigma de la sexualidad humana y de su
vivencia vocacional.
Ser casto supone una decisión, un aprendizaje y la puesta en práctica de unos medios
durante toda la vida, según las edades evolutivas y el contexto socio-cultural. "La
caridad es la forma de todas las virtudes. Bajo su influencia, la castidad aparece como
una escuela de donación de la persona. El dominio de sí está ordenado al don de sí
mismo. La castidad conduce al que la practica a ser ante el prójimo un testigo de la
fidelidad y de la ternura de Dios" (CEC. 2346). La castidad se expresa y desarrolla en la
amistad y se vive según el estado de vida en la castidad conyugal o en la continencia.
Jesús Sastre
Detrás de esta afirmación de Chenu, se nos está poniendo de manifiesto que el debate
se centraba en esta pregunta: "¿Signos de los tiempos" debe entenderse en sentido
estrictamente bíblico mesiánico-escatológico, o su contenido podría ser más amplio y
referido a los valores auténticamente humanos que emergen del movimiento de la
historia y que debían de alguna manera relacionarse con el sentido bíblico? Esta
pregunta recorre, sin resolverse, los textos vaticanos.
Pero el asunto de los signos de los tiempos no sólo se complicaba desde ámbitos
propiamente teológicos y pastorales, sino desde ámbitos sociológicos y filosóficos:
¿Qué se puede calificar, desde la hermenéutica filosófica, como "signo de los
tiempos"? A esta pregunta, X. Quinzá Lleó ha tratado de responder recientemente,
recogiendo la problemática anterior, desde las aportaciones de P. Ricoeur.
Para este autor, un signo de los tiempos sería aquel que se muestra en la historia
como relevante y significativo, en esa relación dialéctica entre hombre y mundo. El
signo histórico encierra ya en sí un sentido, y muchas veces nuestra tentación es la de
estrujarle, despojándole de su misterio. Los signos indican siempre y en primer lugar
dónde vivimos, es decir, junto a quién nos ocupamos en determinar cómo están las
cosas. El signo histórico tiene algo de azaroso, de imprevisible, de sorprendente: el
hombre es capaz de provocar consecuencias que no contemplaba, o de desencadenar
fuerzas que no está en condiciones de controlar. El signo es muy consciente de ser él
mismo interpretación de otros signos, pero a la vez está abierto a interpretaciones
posteriores.
El signo de los tiempos nos habla en cierta manera de una teología y pastoral no
cerradas. Los ST se convierten en lugares desde donde hacer teología; lugares de
argumentación, como contexto histórico significativo para elaborar propuestas en la
comunidad eclesial. Escrutar y discernir es especialmente tarea del teólogo y de los
pastores que deben elaborar modelos de discernimiento teológico y práxico, no sólo
espiritual, para leer críticamente la realidad histórica, y señalar la pastoral adecuada al
Reino de Dios. La historia para el teólogo, en la que se leen los ST no es algo
"especulativo" sino un material de conciencia histórica y colectiva, de presencia del
Reino de Dios, de respuesta lúcida y creativa, de realización histórica del misterio de
Dios. Los ST son a un mismo tiempo mesiánicos y escatológicos: se dieron en plenitud
en un momento de la historia, siguen preñando la historia, y deben seguirse haciendo
explícitos y creíbles.
V. F. Placer nos señala, con una cierta complejidad y ambigüedad de lenguaje (entre lo
pastoral-sociológico y teológico), estos criterios para un discernimiento o
hermenéutica de los signos de los tiempos: 1) Observar sociológicamente y psico-
sociológicamente los acontecimientos. 2) Situarlos en un lugar determinado, o
encarnados en un contexto. 3) Tomar opción y partido por ellos. 4) Actitud de
discernimiento desde la fe, y compartida con los no-creyentes. 5) Actitud espiritual:
fidelidad al Espíritu, desde el seguimiento de Jesús, y desde el compromiso con esos
mismos signos.
F. Placer prima el tema de la opción por los pobres, y finaliza afirmando que es una
asignatura pendiente en nuestra teología y en nuestra pastoral.
Por su parte L. González Carvajal subraya que este tema de los signos de los tiempos
se puso de moda a partir del Vaticano II, y estuvo precedido por algunas alocuciones
de Juan XXIII. Todo el mundo pareció hablar de ello en una época, aunque no se
delimitaron sus campos ni el alcance de la expresión: ¿son los signos de los tiempos
actuales o de los tiempos de Cristo o los de los últimos tiempos? En cualquier caso esta
expresión no puede entenderse sino desde la teología bíblica; más en concreto, desde
los "signos" que delatan y expresan y contienen el Reino de Dios. En este sentido, toda
la creación está orientada hacia el Reino de Dios; debemos leer los signos de la historia
de la salvación y revelación; y no olvidar que los signos de los tiempos, mientras llega
la parusía, están apartados de los "signos del Reino". Ahora bien, para saber leer los
signos de los tiempos, y con ello determinar los lugares teológicos nuevos que van
naciendo, debemos intentar una nueva hermenéutica, en la que la simbología no es un
elemento externo. Los criterios hermenéuticos para entender los "Signos de los
tiempos", pasarían por un triple momento o nivel:
Sinodalidad
SUMARIO: 0. Planteamiento: la Iglesia tiene nombre de sínodo. - 1. La sinodalidad, un
kairós en la búsqueda pastoral: 1.1. La sinodalidad pastoral, desde las prácticas
pastorales. 1.2. La sinodalidad en la reflexión teológica y magisterial. - 2. La
sinodalidad desde sus criterios teológico-pastorales. - 3. El ejercicio de la sinodalidad
pastoral: 3.1. El desarrollo sinodal entre los sujetos eclesiales. 3.2. La sinodalidad en los
organismos diocesanos. 3.3. Las actitudes de una espiritualidad sinodal. 3.4. La
recreación del talante sinodal entre los fieles. - Conclusión: proyectar sinodalmente la
pastoral.
Hace muchos años S. Juan Crisóstomo afirmaba que "la Iglesia tiene nombre de
reunión o de sínodo". Con ello expresaba la urdimbre comunitaria y litúrgica que
siempre ha de acompañar la actividad eclesial en su dimensión más profunda.
Actualmente la categoría de sinodalidad está recobrando cada día mayor fuerza en la
búsqueda de una imagen adecuada que oriente las acciones eclesiales desde sus
situaciones concretas.
Por ello, las praxis pastorales han de mostrar con evidencia este horizonte teológico.
Por nuestra parte exponemos en primer lugar el kairós que se nos desvela hoy como
búsqueda y anhelo de unos sujetos eclesiales; éstos requieren una verdadera
conversión que ponga en evidencia de forma más significativa el Evangelio del Reino
entre los hombres y mujeres. Dicho kairós nos conduce a profundizar en la
criteriología teológico-pastoral respecto a la sinodalidad. Finalmente, tanto el kairós
como los criterios esbozados apuntan hacia unos principios de acción que puedan
establecerse praxiológicamente en lo cotidiano de la acción pastoral de las iglesias
locales (o diócesis) entre sus diversos y pluriformes sujetos evangelizadores.
Si dirigimos hoy la mirada a nuestra realidad española cabe concluir que de las 68
diócesis que conforman el mapa eclesial, la nada desdeñable proporción de más de
dos tercios de las iglesias locales han desarrollado algún tipo de experiencia sinodal
prolongada. Han realizado (o están es proceso) sínodos diocesanos veintidós (32%),
mientras que trece han celebrado asambleas sinodales (19%) y doce han participado
en alguno de los dos concilios provinciales, gallego o tarraconense (18%).
Este dato evidencia que la manifiesta floración sinodal responde a un nuevo encuadre
teológico-pastoral que busca una verdadera renovación eclesial de sus sujetos y
protagonistas en vistas a la comunión y misión. Pero dicha renovación se convierte en
una auténtica auto-realización diocesana en los sínodos, reclamando una permanente
y eficaz edificación sinodal en, desde y para la pastoral cotidiana.
Junto a otros muchos motivos, resulta innegable el hecho de que cada día se viene
solicitando una mayor participación en la vida y misión de la Iglesia, también por
influencia de las dinámicas democráticas de la sociedad. Para responder a esta
demanda y buscando en el propio ser eclesial, se han ido fortaleciendo conceptos
eclesiológicos como participación y corresponsabilidad. El primero de ellos puede
tener connotaciones y equívocos asamblearios; el segundo quizás no deja
suficientemente clara la diversidad ministerial y de funciones en el seno eclesial. Por el
contrario, la sinodalidad comporta en sí misma un mayor grado de responsabilidad en
el desarrollo concreto de su ejercicio, mientras que los términos anteriores pueden
quedar reducidos al voluntarismo ideológico. Por ello, actualmente se tiende a situar
la preferencia en la figura sinodalidad, que si bien es cierto que es un neologismo,
inmediatamente hace referencia a una palabra de sentido eclesial profundo, la de
sínodo.
Pero tampoco es una monarquía, ya que sus miembros son iguales en la dignidad por
el bautismo, según la condición y las competencias propias de cada uno. En otro plano
se halla la forma según la cual se ha de ejercer la autoridad que se adquiere por el
sacramento del orden: en todo momento ha de mirar al servicio y a la unidad de la
comunidad, asumiendo con realismo que no siempre es fácil su ejercicio concreto.
La vía de salida se centra en la sinodalidad como modo peculiar que la Iglesia aporta al
mundo desde su vivencia a escala interna, convirtiéndose en forma concreta de
funcionamiento de las comunidades eclesiales determinadas. El ejercicio de
corresponsabilidad y de participación auténticas, la integración de todos en una vida
compartida, el respeto a los diversos carismas, la autoridad entendida como servicio,
la complementariedad de las diferencias, la transparencia de las instituciones, el
diálogo y la escucha en la toma de decisiones a través de un discernimiento asumido
con seriedad por todos, la capacidad de integrar tensiones, etc., deben ser aspectos
que reflejan la alegría familiar de la comunidad convocada por Dios para el anuncio del
Reino, los cuales entienden la sinodalidad como el tejido de la iglesia local en vistas a
la creación de un sujeto eclesial consciente de su vocación y misión.
Desde aquí es posible distinguir un triple nivel sinodal en la iglesia local, que permite
una mayor clarificación conceptual: por una parte está la dimensión sinodal, que brota
de los elementos que constituyen la iglesia local. Por otra, se halla la estructura sinodal
de la iglesia local, que designa los organismos que canalizan esa sinodalidad a través
de los mecanismos propios de un colectivo social (dentro de ellos, destaca
sobremanera el sínodo diocesano). Y finalmente se puede hablar de la praxis sinodal,
que se refiere al funcionamiento efectivo en la vida pastoral cotidiana.
Así pues, los criterios fundamentales sobre los que ha de asentarse la pastoral sinodal
deben ser al menos: la koinonía eclesial que permanentemente mira (por el Espíritu)
hacia la Trinidad santa en su unidad diversa y que reclama acciones pastorales que
tengan mucho más en cuenta la realidad de los fieles desde la iniciación cristiana. Todo
ello, vivido "en y desde" las iglesias locales, como imprescindibles ámbitos de una
pastoral sinodal, auto-comprendida y experimentada desde el ministerio apostólico en
cuanto centro relaciona) de los diversos y plurales carismas, servicios y ministerios. Y
orientándose hacia el bien de la catolicidad y desde la perspectiva concreta de la vida y
misión eclesial cotidiana, entre las personas de carne y sangre enraizadas en su
momento histórico-social.
Ahora presentamos esta sinodalidad pastoral cotidiana entre sus estructuras y sus
praxis. Se podrían dar las condiciones personales y comunitarias para una Iglesia
sinodal; pero si fallaran las estructuras sinodales, la pastoral concreta sería demasiado
fatigosa e, incluso, imposible. Y al contrario: podrían acontecer las condiciones de
posibilidad desde los organismos; pero si no existieran las actitudes y la educación de
los sujetos (fieles y comunidades), la sinodalidad se empobrecería, quedando reducida
a una mera burocracia asfixiante. Por ello, reflexionamos sobre el ejercicio de la
sinodalidad pastoral a nivel de sujetos y organismos, desde la vivencia de unas
actitudes y con el objeto de crear un talante determinado entre los fieles.
Pero estos sujetos eclesiales, aun siendo necesarios, resultan insuficientes. Por eso
urge favorecer el desarrollo sinodal en lo sectorial, entendido como ámbito que afecta
a un "sector" particular de espiritualidad y de manera de vivir la Iglesia (asociaciones,
grupos y movimientos) o en cuanto que se pretende llegar a sectores determinados
para evangelizarse y evangelizar (desde el enfoque técnico de las delegaciones
diocesanas). El reconocimiento efectivo de los primeros desde una integración real en
la pastoral diocesana de los mismos y la racionalización comunional de las segundas
son exigencias actuales imprescindibles.
- Una educación dadora de sentido para vivir en medio del mundo. De cara a la
educación sinodal de los cristianos, resulta urgente la elaboración de proyectos de
orientación catecumenal. Por una parte se plantea el gran reto de los cristianos
bautizados no iniciados de forma eficaz, aspecto que cada día irá a más; y, por otra,
está la formación de los cristianos que —habiendo recibido una instrucción elemental
en su infancia y manteniendo una vida cristiana sencilla— requieren una formación
actualizada y dadora de sentido creyente. Estos procesos han de basarse en las claves
que apunta la renovación catequética, promoviendo la integración fe-vida. Un aspecto
importante se halla en la potenciación a todos los niveles de una educación dadora de
sentido. Quizá éste sea uno de los mejores servicios que puede ofrecer la Iglesia a los
creyentes en las coordenadas socioculturales presentes: la pregunta por el sentido
sigue siendo clave en la existencia humana; una respuesta razonable y novedosa desde
la antropología cristiana es una de las aportaciones más cualificadas de la fe.
Tras el recorrido presentado sólo cabe mantener que el futuro de la pastoral (y por
tanto, de la figura de las iglesias locales en sus acciones cotidianas) necesariamente
está emplazado por un proyecto urgente y posible, desde la vivencia diaria de la
sinodalidad en todas sus dimensiones y perspectivas.
Aunque existan modelos pastorales lícitos, de cara al proyecto pastoral de las iglesias
locales la actuación desde la perspectiva de la sinodalidad cada vez se descubre como
más necesaria de cara a que las mismas iglesias locales experimenten la dignidad de la
vocación y de la misión a la que han sido convocadas. El horizonte de posibilidad es
amplio. Ellas precisan narrar pastoralmente su nombre específico; y con urgencia. Ahí
radica su emplazamiento.
BIBL.—AA.W., La synodalité. La participation au gouvernement dans I'Eglise. Actes du VII' Congrés International de
Droit Canonique. Paris-Unesco, 21-28 septembre 1990, L'Année Canonique, Paris 1992; E. BUENO DE LA FUENTE,
"
La búsqueda de la figura de la Iglesia como lógica interna de la eclesiología posconciliar', Revista Española de
Teología 57 (1997) 243-261; ID. - R. CALVO PÉREZ, Una Iglesia sinodal: memoria y profecía, BAC, Madrid 2000; R.
CALVO PÉREZ, La sinodalidad, aurora de esperanza para la iglesia local. Las experiencias sinodales postconciliares
de las iglesias en Castilla y León. Tesis doctoral [inédita], Facultad de Teología, Burgos 2000 [en particular, cap. 18°:
Edificar pastoralmente la Iglesia sinodal]; ID., "Hacia una pastoral diocesana sinodal", Lumen 46 (1997) 37-59; ID.,
"Pneumatología y sinodalidad. Caminar sinodalmente en el Espíritu", Lumen 47 (1998) 223-238; E. CoRE000,
Sinodalidad, en G. BARBAGLIO - S. DIANICH, Nuevo diccionario de teología, II, Ediciones Cristiandad, Madrid 1982,
1644-1673; G. CHANTRAINE, "Synodalité, expression du sacerdoce comun et du sacerdoce ministériel?", Nouvelle
Revue Théologique 113 (1991) 340-362; J. FONTBONA 1 MIssÉ, Comunión y sinodalidad. La eclesiología eucarística
después de N. Afanasiev en 1. Zizioulas y ). M. R. Tillard, Tesis de doctorado, Facultat de Teologia de Catalunya,
Barcelona 1994; A. MARTÍNEZ BLANCO, "Significado y función de la sinodalidad en la Iglesia desde el sacramento
del bautismo", Carthaginensia 10 (1994) 93-111; A. MASTANTUONO, "Chiesa locale e sinodalitá. Spunti di
riflessione a partire dall'esperienza dei sinodi diocesani", Rivista di Teologia 38 (1997) 363-388; R. ROUTHIER, "La
synodalité de l'Église loca/e", Studia Canonica 26 (1992) 111-161.
Sínodo diocesano
Si el problema de antaño fue el poner el acento casi exclusivamente en la experiencia
de sinodalidad episcopal, hoy el peligro se centra en subrayar casi exclusivamente la
experiencia de comunión para una misión renovada, aun cuando se envuelva o
justifique en una urgencia sentida: asumir el espíritu y eclesiología del Vaticano II y,
por lo mismo, hacer realidad de lleno la nueva evangelización para el Tercer Milenio.
En las propuestas previas a la celebración del Concilio son escasas las referencias a los
sínodos diocesanos, aunque se pide que su finalidad no sea sólo jurídica sino pastoral
para renovar la vida de las Iglesias diocesanas. Se reclama, también, la participación de
los laicos en dicho sínodo .
El sínodo es una asamblea que envuelve a todos los miembros del pueblo de
Dios. La novedad es la participación activa de los laicos. Como subrayando esta
misma novedad, en el comienzo de su pontificado, el Papa Juan Pablo II
afirmaba: "Por otro lado, los laicos, conscientes de su responsabilidad en la
Iglesia, se han empeñado de buen grado en la colaboración con los pastores y
con los institutos de vida consagrada en el ámbito de los sínodos diocesanos o
de los consejos pastorales en las parroquias y en las diócesis". Queda
profundizar en la naturaleza y alcance de esta participación de los laicos. Lo
haremos al hablar de la sinodalidad episcopal y de la Iglesia comunión para la
misión.
Abarca todos los campos de fe y moral, excepto, como viene siendo tradicional,
lo referente a reformar los ritos litúrgicos.
Más allá del n. 163, desde los números siguientes, señalamos también:
— Las materias a tratar en el sínodo deben ser sugeridas, conocidas y del interés del
pueblo de Dios que vive en una Iglesia particular (n. 164). Aunque la valoración de este
material corresponde al obispo, asistido por los consejos presbiteral y pastoral
diocesanos.
El nuevo código puede suponer un período de vigor para los sínodos diocesanos. La
eclesiología vigente en el nuevo código es la del Concilio Vaticano II: misterio,
sacramento y lugar de comunión (SC 2); pueblo sacerdotal, profético y real; iglesia de
comunión para la misión en la que tiene sentido hablar de sinodalidad.
La legislación, pues, relativa al sujeto de nuestro tema, es parca y esencial, fiel a lo que
debe ser un código: elemento subsidiario.
— Los sínodos no son asambleas periódicas del obispo con el clero, sino instituciones
colegiales que agrupan al Pueblo de Dios, es decir, expresan la comunión y la
corresponsabilidad desde una eclesiología de totalidad. Son asambleas ("coetus") en el
sentido de que toda la iglesia es una asamblea de convocados por Dios mismo
("Ekklesia"). Un sínodo debe envolver a todos. En este sentido, los laicos se integran
como miembros de derecho, en igualdad con los clérigos.
— Se puede definir, pues, el sínodo como una asamblea que expresa la reunión
solemne y ocasional de representantes del pueblo de Dios de una diócesis, presididos
por el obispo con el fin de examinar y promover la vida cristiana y establecer criterios
inspiradores para el gobierno y la cura de las almas.
El día 8 de julio de 1997, las Congregaciones Vaticanas para los Obispos y para la
Evangelización de los Pueblos hacían pública una Instrucción sobre los Sínodos
Diocesanos.
W. Loser hace una observación de interés: "Entre los ortodoxos, los sínodos son un
elemento esencial de la constitución de la Iglesia; en el protestantismo son el
contrapeso jurídico de los ministros que rigen la Iglesia. Entre los católicos es un
instrumento que completa la dirección de la Iglesia. En el futuro, y como forma de la
participación activa de todos los cristianos en la vida de la Iglesia, tendría que alcanzar
el sínodo una mayor relevancia".
Tal vez, el primer paso, sea clarificar su sentido. Comenzamos por el tema de la
sinodalidad episcopal.
Sinodalidad tampoco se identifica sin más con "Communio", que es una nota
englobante de toda la Iglesia, ya que ésta es communio cum Deo et hominibus y
communio ecclesiarum. La sinodalidad es la expresión institucional de esta communio.
Desde luego la sinodalidad no se corresponde con fórmulas o criterios político-sociales
de signo totalitarista, o monárquico, o democrático o de autogestión. La sinodalidad
episcopal hunde sus raíces en el sacramento del Orden episcopal y como tal no es
delegada o avalada ni por la sociedad ni por el Estado.
La sinodalidad es, por ello, una dimensión esencial del ministerio episcopal, como
expresión teológica y modalidad jurisdiccional de la unidad de los obispos dentro de la
communio ecclesiarum, aun cuando cada obispo, en su diócesis, posea el poder
sacramental y de jurisdicción plenos.
El sínodo diocesano, esta vez en palabras de E. Bueno de la Fuente, "no es más que
una expresión solemne y privilegiada del ejercicio del ministerio pastoral del obispo,
realizado en el seno de la vida concreta de su Iglesia y en diálogo vivo con todos los
bautizados".
¿En qué medida cabe hablar de sinodalidad (sacramental y jurídica), con participación
de los laicos, religiosos y presbíteros, en la Iglesia particular?
Obispo, Eucaristía, misión e Iglesia particular son algo así como los cuatro puntos
cardinales o dimensiones profundas que dan sentido al presbítero diocesano y que
desarrollan y concretan la riqueza de la ordenación sacerdotal. Participar en la
experiencia sinodal para un sacerdote es una forma de renovar su comunión con el
obispo, y por ello con toda la Iglesia, y renovar un servicio pastoral a la propia iglesia
particular en la que está incardinado.
Afirmado lo anterior debe subrayarse que esta participación, en su forma sinodal, por
parte del laico, y hablando con propiedad teológica, es "libre y no necesaria", mientras
que para el obispo, y por ello para el presbiterio, es "obligatoria y necesaria" porque
pertenece sustancialmente al oficio episcopal.
Como resumen de este punto que, sin duda, necesitaría mayor ampliación y
profundización, de nuevo unas palabras de E. Corecco: "La sinodalidad es una nota
esencial de la communio Ecclesiarum. Se expresa de modo pleno y supremo, válido
para toda la Iglesia, en la actividad ordinaria o colegial del coetus episcoporum y se
realiza con valor vinculante, limitado a una agrupación de iglesias particulares, en los
concilios menores (provinciales) y en las conferencias episcopales. A escala de Iglesia
particular, la sinodalidad se expresa como participación cualitativamente diferente en
la sinodalidad episcopal, por parte de la actividad de los presbíteros dentro del
presbiterio y, sólo como experiencia análoga, por parte de la actividad de los laicos (y
de los religiosos) dentro de las estructuras sinodales propias de la comunión
eucarística".
3. Sínodo diocesano como signo eficaz de comunión para una misión renovada en la
Iglesia particular
Seremos en este punto, si cabe, más breve, por haberse tratado en la palabra clave
primera: la Iglesia, misterio de comunión para la misión.
La comunión en la Iglesia ofrece dos dimensiones: con el Dios Trino y entre los
hombres .
La misión es, además de don, una tarea histórica, contextuada, como diakonía de la
caridad y diálogo interrelegioso e intercultural. Las mediaciones de la misión son el
anuncio (que incluye el kerigma, la doxología y la confesión de fe), unido al
compromiso transformador y al testimonio martiri al. Los destinatarios, son todos los
hombres y todo hombre. El fin último, la glorificación y el culto a Dios, haciendo que El
sea todo en todos. En otras palabras, hacer realidad el señorío de Cristo (su Reinado).
El sínodo diocesano trata de renovar, para esta sociedad y este tiempo nuestro, la
comunión para la misión. Por eso, si se me pide, y ya para finalizar, qué desearía como
frutos de un sínodo, nos atrevemos a sugerir y enumerar los que siguen:
Revivir con una radicalidad nueva las exigencias de nuestro ser y nuestra misión
cristiana.
Después de lo expuesto, tal vez el mejor fruto de un sínodo diocesano sea el carácter
permanente de una iglesia con talante sinodal.
BIBL. – RAÚL BEZOSA MARTÍNEZ, Para comprender y vivir la Iglesia diocesana, Burgos 1998; lo. Sínodo diocesano,
Burgos 1997.
Slavorum apostoli
El 2 de junio de 1985 el Papa Juan Pablo II escribió una encíclica sobre la memoria
evangelizadora de los santos Cirilo y Metodio después de once siglos y a quienes
nombra patronos de Europa, junto a San Benito.
Socialismo
Con todo, aun reconociendo sus valores positivos, no se puede esperar del socialismo,
como de ninguna ideología humana, una solución definitiva al problema del hombre y
al conjunto de la existencia humana. El evangelio no se agota en proyectos humanos.
En este sentido, el papa Juan Pablo II siempre ha hablado de un rechazo al
colectivismo y al capitalismo en favor de un personalismo cristiano.
BIBL. – M. VIDAL, Diccionario de ética teológica, Verbo Divino, Estella 1991, 570-571; R. TAMAMES-S. GALLEGO,
Socialismo, en "Diccionario de economía y finanzas", Alianza Editorial, Madrid 1995, 577-578.
Es la segunda encíclica social de Juan Pablo II; la primera fue LE. La publicación el 30-
12-1987 coincide con los veinte años de PP de Pablo VI. La Comisión lustitia et Pax fue
la que sugirió la publicación de una encíclica social en relación a PP. El Papa reafirma
en esta encíclica la importancia de la Doctrina Social de la Iglesia como parte
constitutiva de la Revelación, del Magisterio y de la Teología Moral.
Partes de que consta S.R.S. La encíclica se compone de una introducción, cinco partes y
una conclusión. 1.° La novedad de PR 2.° El mundo contemporáneo. 3.° El auténtico
desarrollo humano. 4.° Una lectura teológica de los tiempos modernos. 5.° Algunas
orientaciones particulares.
Contenidos de S.R.S.
- Las novedades ocurridas en los últimos veinte años: hoy tenemos menos esperanzas
en las posibilidades del desarrollo. Esta afirmación se constata por los siguientes
hechos: hoy hay más personas y pueblos que viven en la miseria, ha aumentado la
distancia entre el Norte y el Sur, el subdesarrollo de muchos países, la falta de
viviendas y de trabajo para sectores grandes de la sociedad, y el aumento de la deuda
externa de los países más pobres.
- Las causas de esta alarmante situación según Juan Pablo II son las siguientes: el
egoísmo y la irresponsabilidad de los países desarrollados, la estructura del sistema
económico, la política de bloques (Este-Oeste) influye en la distancia Norte-Sur, el
comercio injusto, los refugiados y el comercio de armas. El Papa también cita algunos
aspectos positivos, que aunque son pocos son significativos: una mayor conciencia de
los derechos humanos, la interdependencia solidaria en la búsqueda de soluciones, el
anhelo común de paz y la concientización de la escasez de los recursos naturales.
-Ante este panorama Juan Pablo II dice que desarrollarse como imagen de Dios
engloba todos los aspectos (económico, político, religioso y ecológico). El desarrollo
humano sólo es posible si hay intervenciones humanas explícitas y eficaces.
- Las estructuras injustas tienen que ver con los pecados personales.
- Las orientaciones concretas que propone Juan Pablo II se refieren a la misma DSI y al
cambio de las estructuras. Dice que le DSI es teología moral, es decir, denuncia y
anuncio y que debe reflexionar desde la situación de los más pobres. Como cambios
estructurales propone las reformas del sistema internacional de comercio y del
sistema monetario y financiero mundial, la revisión de los organismos internacionales
y un mayor intercambio de tecnologías.
Jesús Sastre
El del término Iglesia significa "convocación" (ekklesia) y "la que pertenece al Señor"
(Kiriaké). La Iglesia de Jesucristo tiene un aspecto visible y otro aspecto espiritual; esto
le permite ser, al mismo tiempo, misterio de comunión de los hombres con Dios y
sacramento universal de salvación (L.G. 1; 48). La misión salvadora de Cristo y del
Espíritu Santo se continúan en y por la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu
Santo. El Espíritu Santo es "el principio de toda acción vital y verdaderamente
saludable en todas las partes del Cuerpo" (Pío XII, M.C.: DS 3808).
El Espíritu Santo posibilita la unión de todos los creyentes entre sí, de estos con la
Cabeza, Cristo Resucitado, y con toda la humanidad. La Iglesia como sacramento
universal de salvación anticipa lo que toda la humanidad está llamada a ser, y ofrece al
mundo entero esta misma salvación.
"Nosotros somos templo de Dios vivo" (2 Cor. 6,16). Somos y estamos llamados a ser
lugar donde el amor y la gracia de Dios sean acogidos y comunicados. El gran pecado
que podemos cometer los cristianos es olvidar nuestra condición; así les reprochó
Pablo a los corintios: "¿Habéis olvidado que sois templo de Dios y que el Espíritu de
Dios habita en vosotros?" (1 Cor. 3, 16-17). La carta a los Efesios es una eclesiología
que parte del acontecimiento de Jesús Mesías y se desarrolla en Cristo como
realizador del Proyecto de Dios: la unidad de los hombres en la humanidad nueva. "Por
obra suya la construcción se va levantando compacta, para formar un templo
consagrado por el Señor; y también por obra suya vais entrando vosotros con los
demás en esa construcción, para formar por el Espíritu una morada para Dios" (Ef. 2,
21- 22). El Espíritu Santo edifica el cuerpo de la Iglesia por la Palabra que anuncia a
Cristo Resucitado (Hch. 9, 20), por el Bautismo y la Eucaristía (1 Cor. 12,3) y por el
amor (Ef. 4,16).
El Espíritu Santo pertenece a toda la Iglesia, a cada comunidad y a cada cristiano; cada
uno, debemos estar atento para ser cómo se manifiesta el Espíritu en los demás;
supone una actitud de diálogo y de participación a todos los niveles. "La distinción que
el Señor estableció entre los sagrados ministros y el resto del Pueblo de Dios lleva
consigo la solidaridad, ya que los Pastores y demás fieles están vinculados entre sí por
recíproca necesidad" (LG 32). Espíritu e Iglesia son inseparables; la Iglesia es "misterio
de comunión" por la acción del "Espíritu de comunión". La Iglesia es una santa, católica
y apostólica por la acción del Espíritu santificador. Si la Iglesia existe para evangelizar
(EN 14), el Espíritu Santo es "el protagonista de la misión" (RM 30). Así lo expresa Juan
Pablo II: "El Espíritu es también para nuestra época el agente principal de la nueva
evangelización. Será, por tanto, importante descubrir el Espíritu como Aquel que
construye el Reino de Dios en el curso de la historia y prepara su plena manifestación
en Jesucristo, animando a los hombres en su corazón y haciendo germinar dentro de la
vivencia humanas las semillas de la salvación definitiva que se dará al final de los
tiempos" (TMA 45). En consecuencia, la Iglesia como Templo del Espíritu Santo debe
comenzar por evangelizarse a sí misma; la Iglesia "tiene necesidad de escuchar sin
cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor"
(EN 15). Lo mismo cabría afirmar del evangelizador, debe ser hombre de Espíritu Santo
y creador de comunidad, tal y como sucedió en Pentecostés y lo manifiesta el
dinamismo de las primeras comunidades (Hech. 2, 42-47; 4, 32-35).
El cristiano manifiesta que es el templo del Espíritu Santo llevando una vida filial (Gál.
4,6) alimentada en la oración personal y eclesial (CEC. 2672), manifestada en el
testimonio hasta dar la vida, cultivada en el esfuerzo por pasar del hombre viejo al
hombre nuevo (Gál. 5, 19-23), en la acogida del perdón que libera del pecado y de la
muerte (Rom. 8,21), en la disponibilidad vocacional, y en el compromiso con los más
necesitados.
Jesús Sastre
Teología pastoral
2. Datos históricos
En el siglo 1 las acciones pastorales parten del anuncio del Kerigma, los procesos de
conversión y el bautismo; la eucaristía ocupa un lugar central en la vida de las
comunidades, unida al compartir los bienes, los proyectos y el destino. En los siglos II y
III se estructura el catecumenado como el medio más importante para hacerse
discípulo de Jesucristo y para renovar las comunidades; surgen las escuelas de
catequistas para la formación de los que desempeñaban el ministerio de la catequesis.
San Agustín (s. IV) nos ha dejado una obra excelente de catequesis dirigida al diácono
Deogracias; se titula "De catechizandis rudibus". Otro ejemplo son las catequesis
mistagógicas de Cirilo de Jerusalén para los que han sido bautizados y necesitan
profundizar la iniciación cristiana desde el sentido de los sacramentos. Poco a poco se
generaliza el bautismo de niños y el de personas no convertidas; las comunidades
aumentan de número considerablemente, pero pierden en coherencia y testimonio.
En la Edad Media (s.Vlll-XV) los fieles no entienden el latín en la liturgia, surgen
devociones con poca base bíblico-litúrgica, la Iglesia se clericaliza progresivamente y se
refuerza el poder temporal del papado, se desarrolla la concepción jurídica de la
Iglesia como sociedad, decae el catecumenado y la catequesis, se organizan las
Cruzadas para luchar contra los infieles y la Inquisición para juzgar a los herejes. En
esta época de cristiandad lo importante era la sacramentalización, pues los reyes y la
sociedad se consideraban cristianos y defensores de la cristiandad.
Los siglos XVIII y XIX supusieron un repliegue de la Iglesia sobre sí misma y un cierto
alejamiento de los profundos cambios sociales que se fueron gestando. Los pastores
están preocupados por la educación moral, la formación de "buenos cristianos y
buenos ciudadanos", la sacramentalización sin mucha preparación previa, pues la fe se
socializaba en la familia y estaba protegida por el ambiente social, y la religiosidad
individualista focalizada en la preocupación por la salvación personal. En la segunda
parte del siglo XIX comienzan los intentos de renovación en varios campos de la
teología, de la pastoral y de la liturgia, complementados por las preocupaciones
sociales de no pocos, laicos y pastores, entre ellos varios obispos. Las cofradías y
asociaciones piadosas de fieles son las que tratan de asegurar la formación y
espiritualidad de los fieles cristianos. En el siglo XX es cuando empieza la renovación
de los estudios teológicos como fruto de los estudios bíblicos, patrísticos y litúrgicos; al
mismo tiempo, la preocupación por hacer llegar el Evangelio a la clase trabajadora
produce una renovación profunda en la pastoral de la Iglesia. Surge la Acción Católica
con sus diferentes ramas, y la metodología del ver, juzgar y actuar. Las parroquias se
sienten en misión y cobran mayor conciencia del sentido comunitario de la fe y la
urgencia de renovar la liturgia. El Concilio Vaticano II es la culminación de este
proceso; los documentos de él emanados suponen una renovación en la vida y misión
de la Iglesia en la sociedad contemporánea. La pastoral en el postconcilio ha estado
orientada por una actitud de diálogo y de presencia encarnada, la evangelización como
la razón del ser y de la misión de la Iglesia en palabras de Pablo VI, en diálogo fe-
cultura, y para hacer más real y efectiva la "civilización del amor" a través de las
comunidades eclesiales maduras y misioneras.
- La pastoral eclesial en el horizonte del Reino. La pretensión última de Jesús fue hacer
presente el Reino como buena noticia para todos y, especialmente, para los
pecadores, enfermos, pobres, sencillos y excluidos. Los Apóstoles no anuncian el
Reino, sino la persona de Jesús que es el fundamento, el garante y la vida nueva; quien
acoge el Evangelio y sintoniza con él de corazón, está viviendo el Reino. La acción
pastoral ayuda a los hombres y mujeres a vivir en el horizonte de la "civilización del
amor" o desde la "cultura de la solidaridad", expresiones que traducen de forma
secular lo que es el Reino. El anuncio del Reino no sólo se refiere a la vida, sino que se
constituye como lo que da sentido pleno a la existencia humana; en consecuencia, la
referencia al entramado socio-histórico y el compromiso por la justicia son necesarios
para el teólogo y el pastoralista. Igualmente, para que la praxis pastoral sea
auténticamente liberadora necesita que el mismo Jesucristo actúe por medio del
agente de pastoral: la oración y los sacramentos que alimentan la vida teologal son la
fuente de la acción pastoral. La praxis mesiánica de Jesús de Nazaret nos recuerda los
elementos constitutivos y complementarios de la pastoral eclesial: el anuncio del
Reino con obras y palabras, el servicio gratuito en favor de los necesitados, la
celebración de la historia de salvación y el compartir lo que se es y se tiene en la
comunidad. La Iglesia es para el Reino, y ella misma es lugar significativo y cauce eficaz
del mismo.
- La Iglesia es el sujeto de la pastoral. La misión realizada por Jesucristo es única; la
Iglesia continúa en el tiempo la misión que el Señor Resucitado le encomendó. La
Iglesia es misterio de comunión con Dios y con los hermanos, Pueblo de Dios y
sacramento de salvación para el mundo. El ser y el hacer de la Iglesia son reflejo del
ser y el hacer de cada una de las personas de la Trinidad. Cada comunidad cristiana es
la que tiene que trabajar por el Reino, renovarse a sí misma e incorporar nuevos
miembros. "El gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias del hombre de nuestros
días, sobretodo de los pobres y de toda clase de afligidos, son también gozo y
esperanza, lágrimas y angustias de los discípulos de Cristo, y no hay nada
verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón. La comunidad que
ellos forman está compuesta de hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el
Espíritu Santo en su peregrinación hacia el reino del Padre, y han recibido, para
proponérselo a todos, el mensaje de salvación. De ahí la experiencia vital que le hace
sentirse, y serlo en realidad, íntimamente solidaria con la humanidad y con su historia
(GS 1). La cercanía, la escucha y el diálogo con el mundo constituyen la disposición
básica para que la acción pastoral pueda ser oportuna y eficaz. Dentro de cada Iglesia
local se necesita una pastoral de conjunto que armonice los proyectos y los agentes en
una actuación única y en un territorio determinado.
5. Fundamentación de la pastoral
Hemos visto que la acción pastoral de la Iglesia parte de la misión de Cristo, tiene
como horizonte el Reino y la humanidad es su destinatario principal. Para
fundamentar adecuadamente la pastoral hay que considerar el Christus totus (S.
Agustín) y comprender el misterio de la Iglesia dentro del misterio de Cristo. Así lo ha
hecho el Vaticano II en la constitución dogmática sobre la Iglesia que sitúa a ésta entre
la Pascua - Pentecostés y la escatología; en este sentido, la estructura teándrica de
Cristo debe ser reflejada por la Iglesia; la misión del Espíritu Santo hace posible la
unión de la Iglesia con Cristo, al tiempo que asegura su distinción (J. Ramos, Cristo,
Reino y Mundo, tres referencias obligadas para la acción pastoral de la Iglesia,
Salmanticensis 37 [1990] 177-200). La Iglesia perpetúa en el mundo hasta el final de
los tiempos la mediación salvadora de la humanidad de Cristo Resucitado, en el que
cree y al que sirve como único Señor. La salvación realizada por Jesucristo se
manifestará en plenitud en los últimos tiempos; en tanto llega el encuentro definitivo
de la humanidad con el Padre, la Iglesia comunica sacramentalmente la salvación y
procura con todas sus fuerzas que el Reino penetre en los corazones y en las
estructuras de este mundo. Pero la Iglesia no es el Reino, por eso tiene que convertirse
constantemente al Evangelio y debe dialogar permanentemente con el mundo. "El
Reino se manifiesta así como elemento purificador en la eclesiología, evitando dos
posibles errores: una excesiva fusión de los elementos humano-divinos componentes
de su esencia, que conduciría a una divinización de la Iglesia, y una exagerada
desconexión entre ellos, que le consideraría mera organización o comunidad humana".
(J. J. HERNÁNDEZ, La nueva creación. Teología de la Iglesia del Señor, Sígueme 1976,
135). Fidelidad a Cristo, fidelidad al Reino y fidelidad al hombre al que tiene que
anunciar el Evangelio e invitar a participar en la salvación ¿Cómo tiene que situarse la
Iglesia, y qué tiene que hacer para que nuestros contemporáneos perciban con mayor
nitidez que Dios busca la felicidad y la realización de todo hombre y de todos los
hombres? "Querer deslindar el misterio del hombre del de Cristo, del de Dios y del de
la Iglesia, es tarea imposible para el que tiene fe. Todos se implican y solamente es
posible la comprensión de cada uno de ellos desde la complejidad de todos" (J. A.
RAMOS, Teología pastoral, p. 96). El proyecto de Dios revelado en Jesucristo es que la
humanidad ha sido reconciliada, y como Pueblo de Dios podemos entrar en comunión
con la Trinidad y con los hermanos; la Iglesia, sacramento de comunión con Dios y con
la humanidad realiza, alienta y anticipa el final: la convocación de todos en la casa del
Padre para vivir en el amor con que Dios nos ha amado.
- La pastoral eclesial tendrá muy presente que los dos grandes problemas de la
humanidad son la increencia y la pobreza. ¿Cómo anunciar al Dios verdadero y trabajar
por la justicia y la solidaridad al mismo tiempo?
- La pastoral debe cuidar los ámbitos constitutivos de la vida eclesial para que sean
itinerarios vocacionales; el año litúrgico, la vida comunitaria, el anuncio del mensaje
cristiano y el compromiso socio-político nos ayudan a encontrarnos con Jesucristo, con
el Reino y con la Iglesia en actitud de disponibilidad y entrega. ¿Cómo lograr que sean
cauces de maduración vocacional? La pastoral vocacional no es una parte más, ni
siquiera la más importante, de la vida de la Iglesia, sino la perspectiva unificadora de
toda la pastoral.
BIBL. – B. FORTE, La teología como compañía, memoria y profecía, Sígueme 1990; B. LONERGAN, Método en
teología, Salamanca 19944; C. FLORISTÁN - M. USEROS, Teología de la acción pastoral, Madrid 1968; Teología
práctica, Sígueme 1995; Vaticano II, un concilio pastoral, Salamanca 1990; D. BOURGEOIS, La pastoral de la Iglesia,
Edicep 2000; E. BUENO DE LA FUENTE, Eclesiología, BAC 1998; F. SEBASTIÁN, Nueva evangelización. Fe, cultura y
política en la España de hoy, Madrid 1991; F. URBINA, Pastoral y espiritualidad para el mundo moderno. En el
espesor de lo real, Popular 1993; J. SASTRE, Teología pastoral, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo 1999,
2155-2171; J. RAMOS, Teología pastoral, BAC 1995; M. SZENTMÁRTONI, Introducción a la teología pastoral, Verbo
Divino 1994; R. PRAT 1 PONS, Compartir la alegría de la fe. Sugerencias para una teología pastoral, Salamanca
1988; W. KASPER, Teología e Iglesia, Barcelona 1989.
Jesús Sastre
Teología práctica
Desde su nacimiento, a finales del s. XVIII, hasta la década de los cincuenta en el s. XX,
la teología pastoral tenía como objetivo orientar la práctica de los pastores de almas.
Se entendía como el tratado de las actividades de los clérigos o "de los deberes de un
buen cura párroco", según lo expresó J. Mach en 1889, en su obra Tesoro del
sacerdote. Recordemos que esta asignatura surgió en el contexto de una escolástica
decadente, sin hondura teológica, exclusivamente pragmática y al servicio de una
concepción estatal absolutista, centrada clericalmente en la enseñanza de los deberes
del pastor de almas, considerado entonces funcionario espiritual del Estado. Así se
comenzó a enseñar en los teologados austriacos desde 1777 y, más tarde, en todos los
teologados de Europa.
La teología pastoral como práctica sacerdotal es más técnica artesanal que ciencia o
teología. Consiste en un recetario eclesiástico de consejos prácticos, sin base teórica.
Su contenido se deduce de las leyes canónicas y de la experiencia de la cura de almas.
En todo caso es disciplina práctica sin categoría de ciencia, pura repetición sin base
teológica, juridicismo clerical sin horizonte eclesial y visión fragmentaria sin mirada de
conjunto. Recordemos que desde el s. XIII, el derecho era la disciplina de las
actividades pastorales. A partir del s. XVI se unió al derecho la moral.
En segundo lugar, posee un sello clerical. Investido el sacerdote por los tres poderes
de enseñanza, gobierno y culto, y en un estatuto jerárquico de autoridad, la
concepción de esta teología pastoral es netamente clerical. De hecho, el pastor es
único sujeto responsable del ministerio; el resto de la Iglesia es objeto pasivo de esa
función. Todo el acento recae en el deber del pastor, representante oficial de la
religión y funcionario social que encarna a la autoridad de la Iglesia y a la Iglesia
misma.
El sujeto de la acción pastoral es la Iglesia. Es, pues, este manual una especie de
"politología de la Iglesia". Precisamente su dimensión eclesial es su fuerza y debilidad.
La Iglesia cobra ahí una importancia excepcional. De ahí que sea una eclesiología
existencial más que una teología práctica No llega a ser realmente una teología de la
praxis de los cristianos o una ciencia teológica de la acción. K. Rahner ha calificado a la
teología pastoral de eclesiología existencial, a diferencia de la eclesiología esencial. Es,
pues, "teología de la práctica de la Iglesia".
Así se explican los intentos, por influjo protestante, de que se denomine teología
práctica para quitarle el tufillo clerical del término pastor. Su idea dominante es la
edificación de la Iglesia. Recordemos que la Iglesia ha sido estudiada durante mucho
tiempo dogmática o apologéticamente, sin suficiente dinamismo pastoral. Nuestra
disciplina se justifica por la mediación de la razón práctica, a diferencia de la historia
de la Iglesia o de la eclesiología dogmática, que utilizan otras razones de mediación. De
una parte es teología, no mero recetario; de otra es ciencia práctica o ciencia de la
acción. Además, se articulan en la teología pastoral varias disciplinas parciales de tipo
práctico que se encontraban aisladas.
Este tipo de teología práctica se basa en las acciones eclesiales. La acción pastoral
como acción eclesial tiene presente el deseo y necesidad de autenticidad existente en
la conciencia de la Iglesia, expone los imperativos de sus acciones y las orienta para su
planificación. Así concebida, la acción pastoral abarca todo el campo de la realidad de
la Iglesia en proceso de autoedificación, con todas las tareas que esto implica.
Naturalmente, se centra fundamentalmente en las tres dimensiones principales de la
acción cristiana la profética o de la palabra, la litúrgica o del culto y la caritativa o
solicitud pastoral.
Finalmente, es una reflexión sin referencia directa a la praxis transformadora de la
realidad. En los años estrictamente conciliares, K. Rahner y algunos de sus discípulos
intentaron acentuar la autorrealización de la Iglesia como acción salvífica de Dios en el
mundo. La actualidad, para K. Rahner, es la situación que Dios ha encomendado a su
Iglesia. De ahí que la teología práctica trate la manera en que la Iglesia se autorrealiza,
según una reflexión científica que se funda en la realidad esencial de la Iglesia, ya sea
en su vertiente efectiva (punto de vista crítico), ya sea en relación a lo que debe se
cumplido (punto de vista normativo).
Es, además, teología de la praxis de liberación de los oprimidos de este mundo. Según
G. Gutiérrez, "en la teología de la liberación hay dos intuiciones centrales que fueron
además cronológicamente las primeras, y que siguen constituyendo su columna
vertebral. Nos referimos al método teológico y a la perspectiva del pobre" (La fuerza
histórica de los pobres, Salamanca 1982, 257). El pobre, identificado según el teólogo
citado con los pueblos dominados, las clases sociales explotadas, las razas marginadas
y las culturas despreciadas, es la clave para comprender el sentido de la liberación y
revelación del Dios liberador. De ahí que se hable de la "irrupción del pobre" en la
sociedad y en la Iglesia, entendido individual y colectivamente como una "nopersona",
a quien no se valora como ser humano con todos sus derechos.
El sujeto de esta teología es la Iglesia como comunidad eclesial de base. "La matriz
histórica de la teología de la liberación según G. Gutiérrez se halla en la vida del pueblo
pobre, y de modo especial en la de las comunidades cristianas que surgen en el seno
de la Iglesia presente en América Latina" (Páginas, 93, 1988, 82). La configuración
teológica de la comunidad de base, dentro de un proyecto liberador, exige además
que se reestructura el ministerio de los cristianos en toda su amplitud (desde la
conversión a la celebración, a través de la iniciación), corresponsabilidad (revisión del
sacramento del orden) y universalidad (relación entre la Iglesia local e Iglesia
universal). La teología cristiana, cuyo sujeto es la Iglesia en cuanto comunidad de base,
es teología comunitaria. En simbiosis con la tarea del teólogo profesional se da el
quehacer teológico colectivo.
Finalmente, es teología práctica desde la praxis de liberación y a su servicio. Partimos
de un presupuesto: la teología que no es práctica, que no parte de la praxis para
encaminarse a ella de un modo próximo o remoto, es irrelevante pastoralmente. Por
el contrario, toda teología básicamente referida a la praxis transformadora de la
realidad será, a nuestro entender, teología práctica. La teología de la liberación, por
ejemplo, es hoy básicamente teología práctica fundamental. Según G. Gutiérrez,
intenta "contribuir a que el compromiso liberador sea cada vez más evangélico, eficaz
e integral", "está al servicio de la misión evangelizadora del pueblo de Dios" y "se sitúa
por eso como una función eclesial" (en Páginas, 93, 1988, 82). Su modo de hacer
teología es semejante al de la teología práctica, ya que su punto de partida es la vida y
la praxis de la Iglesia para reflexionar después y reorientar la acción.
Las teologías actuales acentúan, pues, este rasgo común: su referencia a una praxis
liberadora del mundo. Frente a una dogmática contemplativa y ortodoxa, se propone
hoy una teología transformadora y ortopráctica. Hasta hace poco tiempo la teología
daba primacía al conocimiento. Después de definir la verdad se intentaba aplicarla. En
consecuencia, la acción pastoral era entendida como una aplicación práctica, en un
lugar concreto, de la teología universalmente válida. Hoy en teología, sobre todo en la
teología de la liberación, se da un mayor peso a la acción o, si se prefiere, al
compromiso. De este modo se abre el camino para el entendimiento de la teología
práctica.
Casiano Floristán
Introducción
Cuando se aproximaron los años de su pontificado hacia el año 2000, el Papa tuvo un
gran cuidado de preparar a la Iglesia para el acontecimiento del Año Jubilar y para la
entrada en el Tercer Milenio del Cristianismo. Su primera iniciativa fue proponer a los
Pastores la celebración de una Novena de años, que fueran preparando la sensibilidad
de los cristianos para el gran acontecimiento.
Pero la propuesta programática más concreta llegó con la Carta apostólica Tertio
Millennio Adveniente ("Mientras se aproxima el tercer milenio"). Juan Pablo II era muy
consciente de que el año 2000 conmemorábamos el II Milenio del misterio de la
Encarnación del Hijo de Dios, de su Nacimiento entre nosotros, del misterio de la
Redención y, después, la inauguración del Tercer Milenio de la era cristiana.
Cada Iglesia Particular tiene sus "signos de los tiempos", en los que escucha la voz del
Espíritu a la luz de la Palabra de Dios, que resuena en la Iglesia y desde donde organiza
su programa pastoral para llevar a cabo su misión evangelizadora concreta.
Sin embargo, además de los "signos de los tiempos" cercanos a nuestras realidades
diocesanas, tan importantes para actuar con un serio realismo evangelizador, el Papa
recordó en la Carta apostólica mencionada ese singular "signo de los tiempos" del
2000 Aniversario de Jesús, el Señor, Unico Salvador de la Humanidad. El se preguntó:
Ante este magno acontecimiento ¿qué dice el Espíritu a la Iglesia y a las iglesias (cf Ap
2,7 ss) y a los cristianos y cristianas para el servicio evangelizador de las comunidades y
del mundo?
"Ante todo -se respondió- prepararse para vivir el Acontecimiento desde una fe
madura". En esto puede cifrarse el contenido de la Carta apostólica del Papa. A
continuación especificamos un poco este contenido programático. Por el mismo se
observa que Juan Pablo II, desde los albores de su pontificado, tuvo siempre muy
presente el horizonte del Gran Jubileo, pues, desde el primer documento Redemptor
Hominis, 4-111-1979, habla de él invitando a vivir el período de espera como un nuevo
adviento (cf TMA 23).
Los Jubileos continúan en la Iglesia como "Años de gracia del Señor": de perdón de los
pecados y de sus penas, de reconciliación, de conversión sincera del corazón, de
penitencia sacramental. Todos los jubileos suelen dejar huellas en las personas. En
este sentido, los 2000 años del nacimiento del Jesús, el Señor, representan un Jubileo
extraordinario para los cristianos y para toda la humanidad: tiempo de alegría, de
acción de gracias y de petición de perdón, presentando súplicas al Señor de la historia
y de las conciencias humanas, tiempo de plegaria por la unidad de los cristianos (n° 9-
16).
Y llega, por fin, el capítulo cuarto, en que se despliega el amplio y detallado programa
para la preparación inmediata del Jubileo, dividida en dos fases: la primera, de
carácter antepreparatorio, abarca los años 1994-1996 y la segunda, de preparación
inmediata, comprende los años 1997-1999.
El tercer año, 1999, se dedicará al Padre, por quien el Hijo fue enviado y a quien
retornará.
El Papa ha querido que cada año del trienio englobe las dimensiones: trinitaria,
espiritual, sacramental, mariana, ecuménica y pastoral, de tal manera que se traten
todas ellas de forma unitaria. Y después de la celebración del trienio, la Carta
apostólica ofrece un sucinto apartado con vistas a la celebración del Año Jubilar 2000
en sus dimensiones: espiritual, sacramental, ecuménica y local (Jubileo en Tierra Santa,
Roma y Diócesis. También, Encuentro Pancristiano con otras Religiones en Jerusalén).
El documento papal termina con el capítulo quinto, en el que Juan Pablo II recuerda a
la Iglesia como el grano de mostaza que crece y se va extendiendo a la humanidad
entera y a Cristo como la levadura divina del mundo, que difunde su acción salvadora
realizada en el Misterio pascual. Recuerda los grandes momentos de la historia de la
evangelización y manifiesta su gran esperanza en el futuro cristiano de los jóvenes
actuales, que serán adultos en el siglo XXI.
La Carta apostólica está fechada el 10 de noviembre de 1994, año décimo séptimo del
pontificado de Juan Pablo II.
BIBL. — JUAN PABLO II, En el umbral del tercer milenio, Carta apostólica: Tertio Millennio Adveniente, BAC, Madrid
1994; JUAN PABLO II, Mi Decálogo para el Tercer Milenio, PPC, Madrid 1994.; JUAN PABLO II, Tertio Millennio
Adveniente, Carta apostólica como preparación al jubileo del año 2000. Edición preparada por los Secretariados de
Catequesis del Sur, 1995.
Entre 1985-86 la CEE publica tres documentos significativos y relacionados entre sí:
"Testigos del Dios vivo" (28-6-1985), "Constructores de la paz" (20-2-1986) y "Los
católicos en la vida pública" (22-4-1986). En 1982 se produce la visita de Juan Pablo II a
España y la llegada al poder del PSOE. La relación entre estas situaciones y los
documentos de la CEE son evidentes; los obispos españoles, animados por la visita
pastoral del Papa, entienden que "el servicio de la fe de nuestro pueblo" está pidiendo
nuevos análisis de la situación y nuevas orientaciones sobre la forma de ser creyente
en España.
Al constatar un cambio en las sensibilidades y en los criterios morales del pueblo
español, se ve la necesidad de reubicar el lugar social de la fe, así como su compromiso
en la promoción de los valores evangélicos. Los campos en los que se aprecia este
cambio de sensibilidades éticas son la vida humana, la sexualidad, la familia, la práctica
religiosa, la vida pública, etc. El resultado final era una manera de ser creyente poco
confesante, reduciendo la fe a la vida privada, y con un cierto complejo. La CEE
consideró urgente recuperar el sentido profundamente humanizador de la fe, así
como la presencia pública de la fe y la evangelización misionera de las comunidades
cristianas. El documento tiene una gran lógica interna y consta de tres partes: la
misión de la Iglesia y de los católicos en el mundo, las exigencias de la misión
evangelizadora, y el servicio del testimonio y la solidaridad. Los obispos se dirigen a
todos los católicos, pero especialmente a los que tienen el ministerio de educar en la
fe y orientar a las comunidades cristianas.Todo el documento, y especialmente las dos
primeras partes tienen un contenido doctrinal; la última parte tiene un carácter más
práctico, pero en íntima conexión con los principios enunciados.
El lugar propio del laico está en las realidades sociotemporales; ahí debe dar
testimonio de la fe, colaborar en la humanización de las estructuras, y hacer presente
los valores del Reino. La Iglesia valora la presencia y dedicación del creyente y no
creyente a las cuestiones socio-política. Las asociaciones sociales, sindicales y políticas
son los cauces adecuados para comprometerse con los derechos humanos y los
valores de libertad, justicia, solidaridad y paz. A la luz de la fe y de las orientaciones del
Magisterio, cada creyente tendrá que discernir el lugar y los cómos de su compromiso
solidario y ha de evitar el peligro constante del disociar fe y vida, fe y compromiso
social. Los compromisos políticos del cristiano deben salvaguardar la comunión
eclesial, y nunca se puede identificar la opinión personal como la mejor y única para
los católicos. Antes bien, en los grupos sociopolíticos en los que se milite, hay que
mantener una actitud de crítica sincera y constructiva, e incluso, si llega el caso, el
cristiano deberá hacer objeción de conciencia para ser fiel a la fe y a los valores
morales.
La clave para que este anuncio del Reino sea posible está en la conversión como
expresión de la fe adulta, comprometida, y apta para vivir el Evangelio en el mundo
"pluralista y paganizante", desde una alegre y plena pertenencia eclesial. El
documento dedica varios números a explicitar de forma concisa y clara cuál es el
contenido fundamental del mensaje de Jesús y de la Iglesia. También insiste en las
exigencias internas de la evangelización: fe personalizada, fe eclesial (y formas
deficientes de entender la eclesialidad de la fe), la importancia de la Iglesia particular,
la necesidad de mantener la unidad, y la centralidad dela Eucaristía en la vida cristiana.
Jesús Sastre
Testimonio
Introducción
En la vida diaria, siempre se ha cotizado mucho a aquellas personas cuya forma de
obrar responde habitualmente a sus convicciones humanas ampliamente conocidas.
Son personas no sólo "de palabra", sino "de hechos" concordantes con su palabra.
Cuando pasamos al orden religioso, este tipo de personas-testigos es tan importante,
que la Iglesia, a las más cualificadas las eleva al honor de los altares, como beatas o
santas canonizadas y, a muchísimas otras también sobresalientes los creyentes las
consideran como modelos de identificación cristiana.
Lo más importante en todo testigo es la autoridad de que éste está revestido para que
su testimonio sea creíble. Esa autoridad le viene, bien de la confianza de que goza en
la sociedad, bien de la coherencia entre la verdad que afirma como verdadera y la
praxis de su vida.
Juan evangelista toma otro rumbo. Su término preferente es testimonio. Todos sus
escritos son fruto de su testimonio: "El que lo vio (Juan) lo atestigua y su testimonio es
válido, y el sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis" (19,35). Juan da
fe de lo que ha visto y experimentado en su relación con Cristo (Jn 21,24). Ya dentro
de su evangelio, el Padre da testimonio del Hijo (Jn 5,32). El testimonio del Hijo es
verdadero porque coincide con el Padre (Jn 5,19 ss); él testifica lo que ha visto en el
Padre (Jn 8,38). A su vez, el Espíritu da testimonio de él (Jn 15,26). Y también sus
Apóstoles (Jn 15, 27), a quienes él mismo envía al Espíritu de la verdad (Jn 14,16-17).
¡Jesús es el verdadero testigo del amor salvífico del Padre!
c) Testimonio en "hechos y palabras" (DV, 2). Sea con uno u otros términos, aparece
claro, que Cristo Vivo es el testigo revelador del Proyecto amoroso y solidario del
Padre y que sus Apóstoles y discípulos son también verdaderos testigos de la Obra
salvadora y liberadora realizada en Cristo, Muerto y Resucitado, a favor de toda la
humanidad.
"Los hechos y las palabras intrínsecamente unidas" (cf DV 2,4, 7-8, 17-18), constatadas
en la Biblia y proclamadas entre los creyentes, son los dos componentes del
testimonio cristiano, que invitan a acoger en la fe al Dios Salvador y Liberador.
Es admirable el vigor con que Pablo VI reclama de los cristianos este testimonio de
vida:
"Tácitamente o a grandes gritos, pero siempre con fuerza se nos pregunta: ¿Creéis
verdaderamente lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo
que vivís? Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición
esencial con vistas a una eficacia real de la predicación. Sin andar con rodeos,
podemos decir que, en cierta medida nos hacemos responsables del Evangelio que
proclamamos" (EN 76,2°).
Aunque este punto ya está tocado más arriba, conviene ahondar un poco más en él.
Sin embargo, el mismo Papa recuerda que, en la acción evangelizadora, forman parte
de ella diversos elementos y aspectos de los que no se puede prescindir. Algunos de
ellos "revisten tal importancia que se tiene la tendencia a identificarlos simplemente
con la evangelización" (EN 17). De ahí que a veces se define la evangelización en
términos de anuncio de Cristo a los no creyentes, de conversión, de predicación y
catequesis, de bautismo y de administración de otros sacramentos, de entrada en la
comunidad. "Resulta imposible comprender (la evangelización) si no se trata de
abarcar de golpe todos sus elementos esenciales" (EN 17, final).
Según el pensamiento de EN, tampoco es neutro el lugar que cada uno de sus
elementos integrantes ocupan el proceso de evangelización. De ahí que "la Buena
Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio" (EN 21). El
anuncio explícito, claro e inequívoco de Jesús es imprescindible. Sin embargo, podrá
quedar infecundo, si previamente la Buena Noticia hablada no ha sido precedida -
preparada- por el testimonio perseverante y sin palabras de cristianos coherentes.
Estos "hacen plantearse a quienes contemplan su vida, interrogantes irreprimibles:
¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los
inspira? ¿Por qué están con nosotros? Este testimonio constituye ya de por sí una
proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva. Hay en
ello un gesto inicial de evangelización" (EN 21).
Esta primacía del testimonio para una eficaz evangelización, está atestiguada, antes de
EN (1975), por el Decreto conciliar Ad Gentes (AG, 11, 1965) y después en numerosas
ocasiones: el testimonio, el primer anuncio y las acciones transformadoras son las
acciones que pide Juan Pablo II que se promuevan para una "nueva evangelización" en
América Latina (Haití, 1983 y S. Domingo 1984), en Europa (VI Simposio de
Conferencias Episcopales de Europa 1985) y en todos los continentes (1985 y en
Christifideles laici, 34-44, 1988), últimamente la prioridad del testimonio para la
evangelización se reivindica en Redemptoris Missio (RM, 42, 1990) y en el Directorio
General para la Catequesis (DGC, 47, 1997). ¿Qué sucede en la praxis?
Sabemos que, desde la cuna del cristianismo, la Tradición Viva de la Iglesia, que recoge
la revelación del Proyecto solidario de Dios para la humanidad por la mediación de
Cristo Vivo, se ha ido comunicando de generación en generación. Recibida de los
Apóstoles, la Iglesia conserva y comunica con fidelidad la herencia de su Señor, pues,
siendo portadora del Espíritu de Jesús, ella misma es el Testimonio, la Memoria Viva y
Permanente del Acontecimiento Salvador que abarca de la Encarnación a Pentecostés.
4) Por fin, la doctrina o la teología fue la expresión intelectual que traduce en palabras
y conceptos "comunicables" la experiencia de fe, bien vivida en su radicalidad (la
espiritualidad), bien expresada en la liturgia y en la praxis cristiana de la vida divina del
testimonio y del compromiso (cf L. SARTORI, Tradición, en J. GEVAERT, (Dir)
Diccionario de Catequética, CCS, Madrid 1987, 790-793).
Por lo dicho, se ve que el lenguaje en que se expresa la Tradición Viva Eclesial desde su
cuna no es monocorde, sino pluriforme. Y uno de los lenguajes más eficaces en la
comunicación de la fe o evangelización es el testimonio individual y comunitario de los
cristianos.
Como la revelación se verifica con "obras y palabras íntimamente unidas" (DV 2),
también la evangelización, que transmite al mundo la revelación, "se realiza con obras
y palabras" (DGC 39). Obras y palabras son los componentes fundamentales del
testimonio: "Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos
y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban" (Mc 16,20).
BIBL. — PABLO VI, Evangelii Nuntiandi, PPC, Madrid 1975; J. M. ABREGO, Testimonio, V. Ma PEDROSA, Ma
NAVARRO, R. LÁZARO, J. SASTRE, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid 1999, 2201-2210; M.
HERRAIZ, Vida de los Santos y catequesis, IBIDEM, 2272-2278; R. SAUER, Lenguaje religioso, IBIDEM, 1353-1360; J.
BESTARD, Nuevas sensibilidades y catequesis, IBIDEM, 1653-1666-68; A. Ma UNZUETA, Tradición y Catequesis,
a
IBIDEM, 2210-2224; C. M MARTINI, Comunicar a Cristo, hoy. U.P. de Salamanca, 1998; C. GARCÍA DE ANDOIN, El
anuncio explícito de jesucristo, E. HOAC, Madrid 1997; V. M° PEDROSA, El lenguaje audiovisual para una triple
fidelidad: a Dios, a los hombres de hoy y a la "Traditio", "Actualidad Catequética " 149 (1991) 99-159; F. PAJER,
Testimonio, J. GEVAERT, Diccionario de Catequética, CCS, Madrid 1987, 786-787; L. SARTORI, Tradición, Ibidem,
790-793; M. VAN CASTER, Dios habla hoy. Catequesis y diálogo, Sígueme, Salamanca 1971, 131-135; Dios habla
hoy, 1, Ibidem, 129-136; M. D. CHENU, El Evangelio en el tiempo, Estela, Barcelona 1966, 51-65.
La pastoral de tiempo libre, para los niños, adolescentes y jóvenes, está de moda
desde los años 60. Se ha descubierto progresivamente que el tiempo libre es un
ámbito privilegiado para la educación y para la evangelización.
Aun siendo muy importante y necesaria la educación en el tiempo libre, corre un serio
peligro: el ser manipulada para sustituir o rellenar vacíos de otras pastorales
específicas infanto-juveniles. Claramente hay que subrayar que la educación en el
tiempo libre es complementaria de otras formaciones. Y, en cualquier caso, el niño o
joven, necesita una comunidad eclesial de referencia donde el proceso catequético y
evangelizador se inicie, se mantenga y se culmine.
Volviendo a la pastoral específica en el TL, ésta debe apostar, en su pedagogía, por una
conjunción de "reflexión-acción-transformación", en la línea ya conocida del "ver-
juzgar-actuar", es decir, partir de la vida volver a la vida, transformándola desde los
valores y actitudes cristianos.
Finalizamos señalando que dos de los mayores retos que sufre esta educación en el TL
es la creación de verdaderos y genuinos centros de tiempo libre en nuestras iglesias
locales y movimientos, y la integración y vertebración entre grupos de pastoral en el TL
y grupos de referencia de pastoral ordinaria.
Introducción
Aunque han pasado dos milenios el mensaje cristiano es actual y está actuante tanto
por el contenido del mismo, como por la continua renovación de los hombres, cada
vez distintos, así como por los avances que éste genera y las nuevas circunstancias que
lo rodean.
Cien años hace que se expidió el primer permiso de circulación (17-IX-1900) a la vez
que se establecía la primera regulación normativa. La circulación vial fruto de la
motorización, con todo lo que implica en el uso cotidiano de unas nuevas máquinas, la
nueva configuración de la calzada pública y el desarrollo de nuevas normas de
comportamiento para todos los usuarios, peatones, conductores o viajeros, amén de
las nuevas relaciones que genera esta actividad humana es un nuevo reto para la
actual comunidad cristiana.
El Papa Pablo VI advirtió que "la Iglesia en su solicitud de facilitar a todos los hombres
el mensaje de salvación... se preocupa de los fenómenos de la movilidad... en los que
ve un reflejo fundamental de la humanidad que se transforma... y condivide los
problemas con sincera participación (entre ellos) ...los turistas que se ponen en
contacto con ambientes y sociedades nuevas en razón del tiempo libre, del descanso,
del enriquecimiento cultural, de peregrinación religiosa... A los cuales -dice- pueden
añadirse aquellos que habitualmente se sirven de las autopistas". (PABLO VI, "La
Iglesia y la movilidad", Carta de la Pontificia Comisión de Migraciones y el Turismo a
las Conferencias Episcopales 26-5-1978).
Poco más de veinte años han pasado para que esta mención a la carretera dentro de la
movilidad se transforme en un axioma que ha de interpelar a la comunidad cristiana.
Son muchos los que utilizan el vehículo como medio de trabajo donde desarrollan gran
parte de su vida y nadie se puede excluir del uso de la vía pública como conductor,
pasajero o peatón.
1. ¿Qué es?
Si bien el Concilio Vaticano II dejó claro que los "gozos y las esperanzas, las tristezas y
las angustias de los hombres de nuestro tiempo... son los de los discípulos de Cristo"
(GS. 1 a), como punto de partida tomamos las palabras del mismo urgiendo a los
pastores:
"Téngase una preocupación especial por los fieles que por su condición de vida, no
pueden disfrutar convenientemente del cuidado pastoral ordinario de los párrocos, o
carecen totalmente de él... Promuévanse métodos pastorales convenientes par ayudar
la vida espiritual de los que se trasladan a otras tierras para pasar las vacaciones"
(ChD, 18 a).
2. Agentes
Hemos de solicitar, ya que todos somos usuarios de un vehículo o de la vía pública,
que los agentes de esta pastoral fuéramos cada una de las personas. Ser responsables
en el uso libre y responsable de la calzada y de los vehículos para que la convivencia
sea posible y los profesionales puedan desarrollar adecuadamente su trabajo y por el
la perfección de su vida.
Existe una importante labor asociativa desde las cofradías y asociaciones que están
bajo la advocación de s. Cristobal y s. Rafael o los Santos Angeles no siempre
suficientemente valoradas.
3. Destinatarios
Parece obvio que como usuarios de la vía pública en cuanto peatones, conductores o
pasajeros, todos estamos implicados entre los destinatarios de esta pastoral.
Entre ellos mención especial merecen los "profesionales del volante", o sea esas
personas que desarrollan su vida profesional, y por ende su vida laboral, delante de un
volante y en relación continua con los usuarios de la calzada. Camioneros, taxistas,
conductores oficiales de autobuses y otros vehículos, así como los que necesitan de los
mismos para ejercer diariamente su profesión.
Igualmente ha de ir dirigida a todos los que están encargados de que la circulación sea
un acto humano que humanice y este al servicio del hombre para poder conseguir sus
fines. Es amplio el apartado de todos los servidores que facilitan dicho cometido.
No menos importantes son los servicios sanitarios que con profesionalidad, presteza y
solicitud atienden a tantos accidentados que ocasiona la carretera, así como a los
familiares de los mismos.
Al servicio del correcto uso de la vía pública, así como de la aplicación correcta de las
normas que facilitan el entendimiento de los usuarios, están los agentes que el
organismo pertinente, pone a disposición de todos para velar por la correcta
aplicación del Código de Circulación.
4. Mediaciones particulares
En cuanto a las acciones: Desde sus comienzos, se ha considerado que, por ser una
pastoral distinta, ha de tener una forma de hacer igualmente diferente y se ha ceñido
a unas acciones determinadas.
Sin entrar rn una valoración pormenorizada del tráfico que aporta muchos valores
positivos en el desarrollo de la dimensión social del hombre pues como decía el Papa
Pío XII "a través de las carreteras circula gran parte de la vida del país", y añadía, "abrir
una carretera es como abrir una puerta a la economía, introducir los beneficios de la
medicina y de la higiene, de la instrucción y la religión... Con los caminos penetra
profundamente en las regiones la salud del alma y del cuerpo" (Pío XII, "Discurso a/ II
congreso de la Federación Internacional de Carreteras" 4-X-1955, Ecclesia 744 (431) II).
Es enriquecer a los hombres con los beneficios humanos y religiosos de la convivencia
social (GS 25).
"A esto han de unirse los nuevos conocimientos que adquiere el que viaja, los lazos de
unión que se crean y fortalecen al descubrir a otros semejantes, y la oportunidad de
encontrar el descanso y sano esparcimiento tan necesarios a nuestra actual sociedad
técnica y urbana" (CEE "Espíritu cristiano y tráfico", 1968, 3).
Los encargados del Departamento buscaron un grupo de personas que por toda
España crearan una red para cubrir esta necesidad dando origen a peculiares,
ilusionados y audaces proyectos.
La presencia de la Iglesia en los organismos públicos durante varios años, así como la
publicación de libros y artículos por parte de personas dedicadas a esta pastoral son
elementos a los que hay que referirse como una luz aportada por la Iglesia española.
Mas como todas las cosas humanas, junto a sus luces, existe el lado oscuro, que en el
tráfico reviste un panorama dramático; y, dejando las estadísticas para otros estudios,
podemos afirmar que junto con las enfermedades del corazón y el cáncer, la carretera
es la que más vidas se lleva, más que los accidentes laborales, más que infecciones, e
incluso más que muchas guerras. Añádanse las secuelas graves de minusvalías y
discapacidades, así como lastres personales, familiares y sociales que conlleva para
poder contemplar el oscuro horizonte que proyecta dicho panorama.
Menos dramática, pero muy significativa es la sombra que se cierne sobre los
profesionales del volante, pues si por un lado están entre los alejados de la
comunidad, también son las personas con el domicilio a cuestas, lejos de la familia, en
monótona soledad, con rutas interminables y unas veces por ser asalariados y otras
por ser propietarios, siempre en jornadas prolongadas, extenuantes y explotadoras y
con frecuencia arriesgando el valor de la dignidad humana.
Como déficit hemos de anotar que en los últimos años la Iglesia universal no ha
generado un interés acorde con lo que supone el aumento en volumen, uso y
exigencias que está originando la realidad del tráfico, de hecho Pablo VI no ha
dedicado ninguna atención a este tema, sí el Departamento de Pastoral de la Carretera
de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española.
Tampoco vemos que se haya desarrollado el interés que han suscitado otros campo,
cuando vemos que en la circulación el desarrollo económico, social, cultural, el
trasiego de ideas políticas, religiosas, el intercambio cultural, el trato dado a la
naturaleza, las vidas que se cobra la carretera, las relaciones laborales que genera, la
educación que exige, los valores que están en juego, etc., suponen un campo nuevo,
no evangelizado y que requiere toma de conciencia de la comunidad ante el mandato
de Cristo "Id y anunciad la Buena Nueva..." (Mt. 28, 16). Pues como dice la Evangelii
Nuntiandi: "Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Noticia a todos los
ambientes de la humanidad y, con su influjo transformar desde dentro, renovar a la
misma humanidad..." (E.N. 9).
Desde la esperanza, y recogiendo el reto del Papa para el nuevo milenio, podemos
decir: "En particular, es preciso descubrir cada vez mejor la vocación de los laicos,
llamados como tales a "buscar el reino de Dios, ocupándose de las realidades
temporales y ordinarias según Dios" (LG 31) y a llevar a cabo en la Iglesia y en el
mundo la parte que les corresponde con su empeño por evangelizar y santificar a los
hombres" (AA 2; TMI 46 c).
6. Bibliografía
Una breve reseña respecto a las alocuciones y discursos de los papas, así como
pastorales de Conferencias Episcopales y obispos, incluyendo artículos y libros
referentes a esta materia nos pueden ayudar a encuadrar esta pastoral.
Doctrina de papas y obispos: Pío XII "La policía sola no puede prevenir el peligro
creado por conductores inexpertos, obsesionados por la velocidad o intoxicados por el
alcohol (Discurso de Pío XII al II Congreso Mundial de la Federación Internacional de
carreteras 4-10-1955)", Ecclesia 744, 15-10-1955, p. 431. "Palabras de Su Santidad a
los socios del Automovil Club de Roma" 12-4-1956", Ecclesia 772, 28-4-1956, p. 481.
"Los cristianos han de dar testimonio de su fe en todos los ambientes (Exhortación de
Su Santidad al personal del Registro de Automóviles de Roma y del Automóvil Club
Italiano 3-3-1957)", Ecclesia 818, p. 304. "La santificación de las fiestas, la lucha contra
el suicidio y los accidentes de carretera, tres puntos de predicación cuaresmal
(Discurso de Su Santidad a los Párrocos y Predicadores cuaresmales de Roma, marzo
1958)", Ecclesia, marzo 1958, p. 237. JUAN XXIII "¡Que la prisa por alcanzar la meta
terrena no haga perder de vista el camino de la salud eterna! (Discurso de Su Santidad
al bendecir los automóviles de Roma, 8-3-1959)", Ecclesia 924, 28-3-1959, p. 366.
"Felicitación del Papa por la labor de educación de tráfico de Italia 17-5-1959)";
Ecclesia 933, 30-5-1959, p. 617. "El dominio de si mismo y del vehículo (Palabras de Su
Santidad en la bendición de automóviles, en la festividad de Santa Francisca Romana,
9-3-1960)", Ecclesia 975, 19-3-1960, p. 359. "Respeto a la vida humana (Discurso a los
conductores de cinemóviles, 9-8-1961)", Ecclesia 1050. 26-8-1961, p.1072. "Todas las
vidas humanas tienen un carácter sagrado (Discurso del Papa a los participantes en el
congreso de medicina de tráfico, 28-4-1963)", Ecclesia 1139, 11-5-1963, p. 581. PABLO
VI: "El fundamento del código de circulación (Discurso de Pablo VI a los participantes
en el diálogo internacional sobre Moral de la Carretera, 2-10-1965)", Ecclesia 1274, 15-
1-1966, p. 91. "En vosotros saludamos y bendecimos a todos los conductores de
España (Discurso de Pablo VI a la peregrinación de camioneros españoles, 29-9-1968)",
Ecclesia 1410, 5-10-1968, p. 1445. "La circulación está sometida a la ley de Dios y a la
conciencia moral (Discurso a los participantes en la Asamblea General del Automóvil
Club de Italia, 30-11-1972)", Ecclesia 1623, 23 al 30-12-1972, p.1769.
CONFERENCIAS EPISCOPALES:
OBISPOS:
Algunos libros: BERNABEU °SET, J., "¡No más accidentes! Moral de la carretera",
Escélicer, Cádiz 1964. BONGIOVANNI P., "Sangue sulle strade", Torino,1960. CUELLO
CALON, E., `La delincuencia automovilística y su represión'; Bilbao. 1955. DE LA
CALZADA, D. "Stop a la muerte, viva la vida", Salamanca, 1984. FALVO S., "Alabado
seas mi Señor por mi hermano coche", Paulinas, Madrid,1978. HERNÁNDEZ GARCÍA, V.,
"Para ti, conductor", Mensajero, Bilbao,1966, p.158. "El niño y el tráfico", Marsiega,
Madrid, 1979. "La moral del tráfico", Cuadernos BAC n° 29, Madrid, 1960, p. 31. "Guía
del conductor. Caminaré en presencia del Señor", Atenas, 1982, p. 232. "Sobre ruedas.
Aspectos éticos del tráfico", Narcea, Madrid, 1982. p.176. "San Cristobal", Sevilla,1996,
p. 24. "Tráfico"; Diccionario Enciclopédico de Teología Moral, Paulinas, Madrid 1974.
MORENILLA, J., "Viacrucis sobre el asfalto" Valencia 1979. PALAllINI, P., PIOLANTI, A.,
PERICO, "Realidad del pecado" Madrid 1962, art. "El pecado en la carretera", pp. 242-
280. PIRET, R., "Psicología del automovilista y seguridad vial"; Dossat, Madrid, 1952.
ARzA, A., SJ., "Primer curso sobre problemas de tráfico", Bilbao, 1963, art. "Aspectos
ético-morales del tráfico" pp. 89-102. RoCHE, M., "El hombre al volante", Biblioteca
Nueva, Madrid, 1964. Ruiz AvuCAR, A., "La Seguridad en las carreteras", Madrid 1962.
SANCHIS, R., "Deberes de la carretera", PPC, Madrid, 1960. VELÁZQUEZ, M., SJ., "La
Moral y el volante", Proyección, n° 25, abril, 1960, p. 92-101.
Trinidad
No ha habido filosofía ni religión natural que hayan intuido siquiera que Dios es Trino y
Uno (Trino en cuanto a Personas y Uno en cuanto a Naturaleza).
Tampoco en las religiones consideradas reveladas por Dios mediante los profetas
(judaísmo, islam) encontramos confesiones de fe en una divinidad única integrada por
Tres Personas. La razón explicativa de este hecho no es porque entre los judíos y los
mahometanos no haya grandes místicos y teólogos, sino sencillamente porque sólo los
cristianos reconocemos que Jesucristo es el Hijo de Dios humanado y sólo Alguien que
es Dios como Jesucristo podía revelarnos esa verdad tan íntima e inaccesible para
nuestras mentes y corazones: la verdad de que Dios es Padre-Hijo-Espíritu.
Entonces, en la acción resucitadora de Dios sobre Jesús, fue cuando los primeros
cristianos empezaron a creer que Dios es Padre-Hijo-Espíritu. Por otro lado, era lógico
que la captación de la existencia de Tres Personas en Dios por parte de los primeros
cristianos tuviera comienzo precisamente en el hecho insólito de la victoria de Jesús
sobre la muerte. No se trataba de una intervención divina extraordinaria en el marco
de la historia. Tampoco de algo que tuviera que ver con la acción creadora de Dios
respecto de la humanidad entera. Nunca antes Dios había emprendido una acción tan
cualificada como la de resucitar a un ser humano concreto a la vida perdurable
(revelación de Dios como Padre). Tampoco Jesucristo tenía experiencia de haber
recibido de Dios anteriormente tanto como la actual manera escatológica de ser
hombre (revelación de Dios como Hijo). El ejercicio activo de resucitar del Padre y el
ejercicio pasivo de ser resucitado del Hijo fueron llevados a cabo por Ambos con
infinito Amor (revelación de Dios como Espíritu). En la resurrección de Jesús, los
primeros cristianos contemplaron absortos la manifestación gloriosa de la Trinidad:
"Trinitas gloriae!".
En lo referente a la encarnación del Hijo de Dios, hay que reconocer desde un principio
que en la tradición de la Iglesia, y por tanto también en la tradición de la teología, ha
pesado sobremanera una visión infundadamente negativa de la historia de la
salvación; se han entendido y valorado la encarnación y vida entera del Hijo unigénito
de Dios bajo la perspectiva de la redención de los pecados de los hombres, en lugar de
haber considerado en ella ante todo y sobre todo la comunicación que Jesucristo nos
hizo a los hombres de la Vida Tripersonal de Dios.
Es muy significativo a este respecto la respuesta dada por los Padres de la Iglesia
postnicena y por los teólogos de la Edad Media (Anselmo de Aosta, Tomás de Aquino)
a la pregunta: ¿Por qué Dios se ha hecho hombre? Con palabras de san Agustín: "Si el
hombre no hubiera perecido, el Hijo del hombre no hubiera venido" (De catechizandis
rudibus, 17, 28). Con este modo negativo de concretar la motivación de la encarnación
del Hijo, la vida y la muerte posteriores de Jesucristo no parecen tener más finalidad
que la de satisfacer a Dios por las injurias que los hombres cometen contra Él y expiar
en carne propia e inocente los castigos que los pecadores deberían en realidad recibir
personalmente.
Además de lo dicho sobre el nacimiento humano del Hijo del Padre, habría que decir
otro tanto de la predicación de Jesús sobre el reino de Dios (lo diremos en el apartado
5), y más encarecidamente todavía sobre la muerte de Jesús en la cruz. Vamos a
centrarnos ahora únicamente en la entrega de Jesús hasta la muerte y muerte de cruz.
El Padre, impulsado por el Amor infinito para con los hombres, llegó a permitir que
Jesús muriera como murió, pero el Padre no podía ser el Padre de Jesucristo y dejarlo
abandonado siquiera un instante en la soledad engullidora de la muerte. Este
abandono por parte del Padre es teológicamente -más exactamente dicho:
Trinitariamente- imposible.
Jesús creyó en todo momento en la comunión inmutable del Padre y del Espíritu,
particularmente en aquellos momentos de abandono de los hombres y de mayor
soledad como hombre (en la muerte). Refiriéndose precisamente a este momento de
la muerte, el evangelista Juan, el evangelista de mayor visión Trinitaria de Dios, ya
había puesto en boca de Jesús, con anterioridad al hecho de la cruz, estas palabras:
"Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro
lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo" (Jn 16,32).
A la luz del N.T., hay que decir sobre la muerte de Jesús que el que murió en la cruz fue
ciertamente el Hijo humanado y que lo hizo con infinito amor -en el Espíritu-. Pero hay
que completar lo anterior añadiendo que también el Padre "se entregó" con infinito
amor -en el Espíritu- en la "entrega" de su Hijo humanado a la muerte. Más aún: la
muerte del Hijo humanado fue "experimentada" antes por el Padre que por el Hijo
humanado. El Padre siempre es el primero respecto del Hijo, tanto en el misterio de la
Trinidad "ad extra" como en el misterio de la Trinidad "ad intra". Esta prioridad del
Padre se hizo manifiesta a los cristianos por primera vez y diáfanamente en el
acontecimiento de la resurrección del Señor.
Por parte del Hijo, su función peculiar consiste en ser el Receptor cabal de la donación
salvadora del Padre. Con esta función distintiva de la Persona divina de Jesucristo,
guardan relación aquellas acciones del Hijo humanado que responden perfectamente
a la iniciativa salutífera del Padre: hacerse carne; cumplir históricamente con el
designio salvador del Padre; ser resucitado; extender su gloriosa humanidad al resto
de la creación, cuando el Padre se lo señale.
Las funciones indicadas y que el Padre, el Hijo humanado y el Espíritu llevan a cabo en
la historia de la salvación no son, sin embargo, intercambiables entre las divinas
Personas: el Padre no será nunca el que fue resucitado de la muerte ni el que nos hace
clamar desde nuestras entrañas "Abbá, Papá". El Hijo no será jamás el que nos
resucitará ni el que construye en la actualidad la comunidad dentro de la Iglesia.
Finalmente, el Espíritu no será nunca jamás el que ha sido exaltado por el Padre ni el
que es esperado que se manifieste gloriosamente en el último día.
Con motivo de la encarnación, el Padre es el que toma la iniciativa de enviar con amor
infinito -en el Espíritu- al Hijo eterno. El Hijo recibe, también con actitud de amor
ilimitado -en el Espíritu-, la misión del Padre de hacerse hombre.
Pero la dirección de la labor teológica ha sido hecha desde el principio -y así debe
continuar siéndolo- desde la Trinidad manifestada en y a través de la encarnación y
resurrección de Jesucristo (Trinidad "ad extra") hacia la visión constitutiva, metafísica,
de las Tres Personas en el interior de la divinidad (Trinidad "ad intra"). ¿Es que acaso,
para nuestro conocimiento del Misterio de los Misterios, que es Dios en Sí
considerado, tenemos otro camino mejor que Jesucristo? ¿Existe siquiera algún otro
camino además de Jesucristo?
Los teólogos han visto con satisfacción y saludado con alborozo el principio acuñado
por K. Rahner en relación con el tratado "De la Trinidad" y que no hace más que
consagrar en la reflexión teológica la orientación que va de la Trinidad "ad extra" a la
Trinidad "ad intra": "La Trinidad que se manifiesta en la economía de la salvación
/Trinidad "ad extra"/ es la Trinidad inmanente /Trinidad "ad intra"/, y viceversa.
(Advertencias sobre el tratado dogmático "De Trinitate"; en sus Escritos de Teología, t.
IV, Taurus, Madrid 1961, 105-136).
De acuerdo con este axioma, la teología afirma como realidad intradivina: que el Padre
es la Primera Persona en Dios, que, en lugar de mirarse narcisistamente a Sí solo como
el Manantial de la vida, se entrega amorosamente (=en el Espíritu) al Hijo; que el Hijo
es la Segunda Persona en Dios, quien, en vez de estimarse egoístamente como el
Océano maravilloso de las aguas primigenias de la vida, considera amorosamente todo
lo que es (=en el Espíritu) como recibido de su Padre; que el Espíritu es la Tercera
Persona en Dios, que actúa de lazo amoroso de unión entre las Dos Personas
mencionadas, la del Padre y la del Hijo.
También han sido los hechos históricos-salvíficos de la misión del Hijo y la del Espíritu
los que han guiado a los teólogos en sus especulaciones sobre las "procesiones"
intradivinas o relaciones eternas dentro de Dios.
En el caso de la primera misión, la de Jesucristo, que como Hijo del Padre nace en el
tiempo, se transparenta en ella claramente que en la eternidad es también el Hijo
quien procede del Padre por engendramiento de Este.
Si hemos preguntado antes: "¿Existe siquiera algún otro camino además de Jesucristo"
para conocer la realidad misma del misterio Trinitario del único Dios?, es que
pensábamos que no hay ningún otro camino. No valen aquí los símbolos lógicos de
costumbre (Triángulo, Trébol) ni tampoco las vivencias y estructuras antropológicas
(facultades humanas, relaciones entre los miembros de una familia). El único que ha
vivido directamente el misterio de la Tri-Unidad de Dios ha sido Jesús de Nazaret. Y a
él tenemos que referirnos para poder dar algunas pautas de evangelización sobre la
Trinidad.
El resultado de este modo de predicar y de vivir sobre el reino de Dios es esa figura
concreta de Jesús de Nazaret, referido y unido esencial y existencialmente al Padre, en
el Espíritu, como lo está el niño a su madre, todavía conectado a ella y pendiente de
ella mediante el cordón umbilical.
"Podéis intentar un test difícil de personalidad: cualquiera que sea la pregunta que se
le hace, Jesús no tiene más que una respuesta. ¿De dónde vienes?: del Padre. ¿Adónde
vas?: al Padre. ¿Qué haces?: las obras, la voluntad del Padre. ¿Qué dices?: nada sobre
mí, sino lo que he visto en el Padre. Más que los razonamientos abstractos sobre la
Trinidad, este test nos introduce en el corazón del misterio de Dios. Jesús es a la vez
totalmente libre, perfectamente él mismo, pero también es totalmente relación con el
Padre, hacia el Padre" (ETIENNE CHARPENTIER, Para leer el Nuevo Testamento, Verbo
Divino, Estella 1984, 110).
La única manera que tenemos de anunciar a la Trinidad consiste en vivir esta vida
según la vivió Jesús de Nazaret, obsesionados como él por conocer ante todo el
sentido salvífico del Padre sobre la existencia terrenal y empeñados en traducirlo en la
realidad de nuestras conductas, y contando para todo ello con el esclarecimiento y la
fuerza actuales y actuantes del Espíritu Santo.
BIBL. — BRUNO FORTE, Trinidad como historia. Ensayo sobre el Dios cristiano, Sígueme, Salamanca 1988; JOSEP M.
ROVIRA BElLOSO, Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu santo, en Diccionario teológico (El Dios cristiano), Secretariado
Trinitario, Salamanca 1992, 1370-1394; JOSÉ ANTONIO SAVÉS, La Trinidad, misterio de salvación, Palabra, Madrid
2000.
1. El fenómeno de la movilidad
No podemos olvidar ninguno de los fenómenos, nuevos o antiguos, que hacen que el
hombre se desplace, la Iglesia como a madre quiere estar presente a este acontecer
humano. Ella debe ayudar, orientar, cristianizar los antiguos y nuevos problemas que
van adquiriendo peculiaridades que muchas veces se han escapado a la evangelización
nuestra.
La nueva evangelización debe tener en cuenta todos estos aspectos de los fenómenos
de la movilidad. Desde los que dejan su tierra por imposición, ideológica, religiosa o
étnica, o los que buscan lugar donde poder alimentarse ellos y tener futuro su familia,
o los que buscan descanso o quieren encontrase con lo trascendente necesitan de una
atención especial, ya que el hombre en cualquier momento de su vida debe encontrar
el camino hacia Dios. Debe encontrar personas, instituciones o lugares donde pueda
ponerse en contacto con el Dios trascendente, y la Iglesia lo debe ayudar.
La Iglesia tiene como misión de hacer presente el mandato de Dios (cfr. Mt. 28, 16-20),
ante toda familia humana, tiene una responsabilidad de hacer que las alegrías y las
penas de la humanidad (GS 1) formen parte de ella en su concreta situación en la que
se encuentra (cfr. GS 2), a fin de que su evangelización alcance a todos, y que la
celebración de la Palabra, y la celebración de la Eucaristía forme la Comunidad de los
hijos de Dios. El mundo de la movilidad debe estar presente en la nueva
evangelización de la Iglesia, los millones de hombres que se desplazan temporal o
permanentemente de su lugar habitual de residencia necesitan una concreta obra
evangelizadora de la Iglesia.
Este aumento de tiempo libre que hace corta la fecha del domingo, pasando al fin de
semana, y por otra el mayor intercambio cultural que supone la movilidad hace que la
pastoral de la Iglesia, a fin de cumplir la misión encomendada de salvar a todos los
hombres de todos los tiempos (cfr. GS 3), no pueda desatender y ser ajena a esta
realidad nueva, como decía el papa Juan Pablo II: "que felicidad la de contribuir a
liberar este nuevo mundo del turismo de sus numerosas ambigüedades para darles un
nuevo rostro humano y cristiano. Me gustaría que las Conferencias Episcopales y que
las Iglesias locales colaboren más entre ellos para llegar a todos los migrantes del
turismo e inviertan más, ya sea a nivel de personas, ya de medios prácticos, en un
sector que tan profundamente marca al hombre moderno y en particular a los
jóvenes. La movilidad cristiana ¿no es también lugar de catequesis?" (al II Congreso
Mundial de Pastoral de Turismo 1979). Estos hechos son signos de los nuevos tiempos
que necesitan nueva evangelización.
Tal es el sentido del descanso semanal que ha vivido la humanidad desde miles de
años en la tradición judeo-cristiana. Al mismo tiempo, los lazos de solidaridad con la
comunidad local imponían la ruptura del tiempo de trabajo para dar paso a
expresiones de participación social y festiva tanto religiosas como sociales. Hoy la
sociedad, aunque no en todas las sociedades o los estratos de la misma, ha
encontrado mayor tiempo libre a su disposición.
Los avances tecnológicos han liberado al hombre de muchas horas de trabajo, si esto
lo unimos a la facilidad en la movilidad social, tanto física (transportes personales y
colectivos) como por exigencias del mismo trabajo, ha creado una nueva forma de
vivir. El turismo es una de las consecuencias más significativas, este fenómeno no sólo
no se ha estabilizado sino que año a año se incrementa, tanto en los grandes números
como en los estratos sociales que los alcanzan.
Sin embargo lo que más está cambiando es la relación entre trabajo y ocio, y con ello
el mismo sentido de la vida. Es importante que descubramos lo subyacente en todas
estas concepciones ya que si el hombre de hoy, deja de entender su vida,
primordialmente, como trabajo y, considera el ocio como un paréntesis reparador, lo
consideramos como paréntesis para reparar fuerzas y comenzar otro trabajo. Sin
embargo si lo considera como una parte de su exigencia humana, como una nueva
forma de su ser, puede ser enriquecedor de la misma persona. El tiempo libre, el
tiempo de ocio debe ser elemento humanizador, tiempo de reflexión de convivencia,
de unión con los demás, de desarrollo cultural, tiempo que tiene presente la
dimensión trascendente del hombre, y por ello celebrativa de su propia salvación.
En este tiempo nos podemos encontrar con la naturaleza, obra de Dios; con la cultura:
música, arte, etc., expresión de la gran riqueza de la persona humana; con los demás,
por medio de la integración con nuevos grupos, personas, etc., o ejercitando el
compromiso de la solidaridad con los más necesitados: sea de presencia (visita a
enfermos o encarcelados), de medios, ayudando a instituciones, o personalmente, a
solucionar problemas, situaciones que están a nuestro alcance. Es tiempo, como dicen
nuestros Obispos, o como subrayan el mismo Vaticano II y los Papas, de encuentro
entre los pueblos, camino para la comprensión y la paz, y motor para la defensa y
promoción de los derechos de persona humana o de los diferentes grupos.
La liberación del tiempo nos debe unir con mayor fuerza en la celebración de nuestra
definitiva y completa liberación, el octavo día o primer día de la semana (día nuevo,
tiempo nuevo) debe ser el día en que hacemos presente la muerte y resurrección de
Cristo y reconocemos que su venida es la definitiva y eterna nueva realidad. El
encontrarnos con Dios, es descubrir, junto con la Iglesia la dimensión eterna de la
humanidad salvada. La Iglesia es el lugar integrador de los salvados por Cristo, el lugar
de la celebración de esa común liberación del hombre: evangelizando, celebrando y
conviviendo podemos encontrar y hacer encontrar a todos los hombres la salvación de
Cristo.
El tiempo libre o el turismo puede ser una gran oportunidad humana y religiosa.
Teniendo en cuenta que la dimensión religiosa es una de las fuentes humanizadoras
más importantes del tiempo libre. Sin embargo no solamente hay elementos positivos,
también si la organizamos desde otras perspectivas puede ser elemento de
materialización, de búsqueda desenfrenada de hedonismo, de factores puramente
economicistas, en fin de cuentas alienadora y masificadora; puede resultar como un
prefabricado (de las grandes industrias del ocio) que termina deshumanizando al
hombre, sumergiéndola en una nueva esclavitud, en nuevas necesidades que,
paradójicamente, le imponen mayor tiempo de trabajo. Por eso debemos configurar
un turismo que haga posible una nueva sociedad, un nuevo hombre, más libre, más
humano, "el turismo, dice la Peregrinas in terra 122, se configura de acuerdo con la
formación espiritual de aquellos que lo practican".
Por eso quien "no tiene una sana formación moral, practicando el turismo, puede
convertirse en un distraído, un extraviado, un precipitado viajero, esclavo de los
poderosos medios, puestos a su disposición, por el creciente progreso técnico, un
superficial, incapaz de diálogo humano, poco atento a las hermosuras de la naturaleza
y, a la riqueza de la obra del hombre, a la búsqueda de placeres y experiencias
peligrosas, hasta llegar a abusar de la hospitalidad que se la ofrecido".
Sus características son: las personas que viven esta realidad forman parte de diversas
comunidades; suponen estancias más largas y frecuentes que las que se practican en
el turismo convencional; fomentan la aparición de nuevas urbanizaciones, fuera del
centro del pueblo; exigen una mejor cualidad urbanística y arquitectónica de la
segunda residencia; provocan el estancamiento de la familia, dificultades de relación,
de comunicación y de integración con el pueblo.
Hoy día, los medios de relación y de comunión del territorio, del pueblo o de la
parroquia, que antes eran habituales por todas partes, prácticamente sólo se dan en el
mundo rural.
Es recomendable una invitación constante para crear comunidad, para formar vínculos
de relación entre los de la segunda residencia y la comunidad autóctona, mediante
actos, fiestas y asociaciones.
Conviene dejar en lugares visibles las informaciones necesarias, sobre todo los
horarios de las misas y de las confesiones.
Se facilitará que, en estos lugares cada ministro o fiel, cumpla su misión (cfr. SC, 28),
cantando y leyendo en las diferentes lenguas de los participantes, algunos de los
textos litúrgicos, especialmente, el Evangelio. Dada la popularización de los Cantos de
Lourdes y de Taizé, se procurará incorporarlos al repertorio de nuestros cantorales.
También se procurará que por los menos, lagunas fórmulas principalmente, el credo y
el Padre nuestro, puedan ser cantados por toda la Asamblea en canto gregoriano.
Los ordinarios del lugar y los párrocos de las parroquias, lucharán para que haya
espacios ecuménicos y tiempo de plegaria comunitaria. Tal como dice el Decreto para
la Unidad de los Cristianos, el Concilio ve con gozo, el desarrollo de la acción
ecuménica y la recomienda a todos los obispos (cfr. UR, 4).
Cada obispado de las diócesis españolas, considerará la Pastoral del Turismo y del
tiempo libre, como una parte integral de la Pastoral ordinaria de la Iglesia. Por eso, se
tendrán en cuenta en programaciones diocesanas, y las decisiones pastorales que se
determinen.
Preparar a los cristianos, y a las comunidades, para vivir y practicar el tiempo libre.
Educar a los cristianos, y a las comunidades, a conocer el valor del tiempo libre,
descubriéndoles la forma de realizarse y la plenitud que les puede generar.
Dar contenido cristiano a las nuevas realidades que surgen en la sociedad actual: fines
de semana, tiempo de vacaciones, turismo de la tercera edad, segunda residencia.
Instar para que cada parroquia turística celebre una misa "plurilingüe", al menos una
vez cada domingo.
Se intentará que el lugar sea digno y a poder ser sea en un templo digno de los que se
celebra.
Las celebraciones latinas podrán ser consideradas como una forma de expresar la
universalidad de la Iglesia.
Se tendrán también en cuenta los aspectos ecuménicos, haciendo todo lo posible para
que los creyentes de otras religiones puedan alabar al Señor desde sus propias
convicciones.
Que en cada diócesis se cree lugar de estudio de los problemas que conllevan la
movilidad social.
Que en los propios seminarios se tenga en cuenta lo que señala el Directorio Pontificio
"Peregrínans in terra", 20.
Pensamos que debe llevarse a término una revalorización de la dimensión cristiana del
ocio y del tiempo libre, como lugar privilegiado, que posee el hombre, para
encontrarse con Dios, con los hermanos y consigo mismo. El laico debe dar, en ese
mundo secularizado, testimonio cristiano de búsqueda de los trascendente, de
convivencia con los demás y de reconciliación personal, en un mundo disperso y con
alienación creciente.
Las comunidades cristianas han de preparar y educar para el tiempo libre. Trabajo y
descanso, tiempo libre y tiempo útil, deben ser binomios de una evangelización,
catequización y profundización, a fin de que sean tiempos humanos, dentro del plan
de Dios. Donde la espiritualidad, la generosidad, el altruismo tengan su punto de
encuentro. El tiempo libre no se puede separar de todo lo que supone ritmos de
crecimiento cristiano, humano divinizado por la gracia de Dios, para que el hombre
encuentre la nueva de la transformación completa dentro del plan de Dios.
La movilidad social hace que algunos no solamente tengan una parroquia, sino que
desplazándose a otros grupos de población (fines de semana, vacaciones, etc.), poseen
más de una; ello crea problemas pastorales, en especial, en lo referente a la
integración cristiana de las nuevas generaciones a la vida comunitaria.
7. Capítulo peregrinaciones
Aunque estos términos se usan casi como sinónimos, indistintamente, sería de interés
no confundir los conceptos, sobre todo el distinguir los motivos, desde la perspectiva
pastoral, de visita a estos lugares.
Los responsables de las Peregrinaciones, para que tenga carácter oficial, deberán
recibir el visto bueno del Ordinario. Este lo podrá conceder después de la petición,
hecha por los responsables, en la que constará el programa de la peregrinación, la
dirección espiritual y los soportes técnicos (transporte, alojamiento) de la misma.
Las peregrinaciones es un trabajo pastoral de las comunidades parroquiales o
instituciones religiosas y de los Rectores de los Santuarios. La coordinación de estos
responsables es fundamental para resaltar los elementos de fe, comunión e incluso los
festivos, que comporta toda peregrinación.
Las peregrinaciones a los Santuarios son una de las más significativas expresiones de la
piedad popular. El papa Juan Pablo II ha hablado de ellos como "geografía específica
de fe y de piedad" (Redemptoris Mater 28).
Hay que potenciar dirigir y clarificar las experiencias de peregrinación a los lugares
tanto internacionales, nacionales, como diocesanos. Al igual que los actos que
acompañan a las mismas para que sean llamada o camino a la conversión, a la
fidelidad, al agradecimiento, a la plegaria que los lugares de peregrinación evocan o
comportan.
Que los santuarios, monasterios, instituciones y sus casas religiosas, procuren que las
instalaciones de acogida, de hospedería, tengan las condiciones necesarias y se
atengan a lo establecido en este tipo de instituciones o similares, y a poder ser creen
una red de publicidad y gestión que mejore su conocimiento y los servicios prestados a
los que acuden a estos lugares.
Que los receptores de este tipo de turismo religioso cuiden la acogida, y la asistencia
humana y espiritual de estos visitantes, distinguiendo este del otro turismo normal.
9. Santuarios
España es una tierra rica en santuarios, ermitas, capillas que dispersas por toda la
geografía expresan la piedad, religiosidad de los pueblos de España. Son lugares donde
visitantes de distinta procedencia, local, diocesana o internacional, y con distinta
intencionalidad hacen de ellos punto de encuentro y, muchas veces, de reflexión y
oración.
Sería conveniente que se unifiquen tamaño y forma de los folletos en los que se den a
conocer las peculiaridades de los distintos santuarios, a fin de que se pueda ayudar al
coleccionismo de los mismos que tanto favorece a su difusión y conocimiento de las
peculiaridades de los mismos.
Hacer manifiesto el valor sagrado del santuario, lugar, donde se vea como signo, de la
acción y presencia ("domus ecclesiae") de Dios.
Atender a los signos y valores que tienen los santuarios: Signo de la búsqueda del
misterio, de la experiencia religiosa y de la contemplación de la acción de Dios. Signo
del encuentro con las raíces religiosas personales. Signo de la identidad festiva y
cultural. Signo de la acción caritativa de la Iglesia para los más necesitados y
marginados de nuestra sociedad, nacional o internacional.
Los santuarios han de manifestar claramente sus símbolos y sus carismas propios. Para
ello cuidará de la predicación, catequesis, con una esmerada acogida; y haciendo
posible la reconciliación con Dios y con los hermanos y la digna celebración del
Misterio Eucarístico.
Han de coordinar la visita a los Santuarios con los ritmos tanto sociales como
litúrgicos, organizando días de acción de gracias, de petición, de penitencia etc., según
convenga. Estas visitas deben ser motivo de comunión eclesial entre los visitantes y la
población que está al entorno del santuario.
Por medio de la Palabra, ofreciendo una liturgia acorde con la identidad del santuario
y la idiosincrasia de los visitantes.
Las celebraciones litúrgicas han de respirar, en primer lugar la vivencia tanto de la fe,
en especial los misterios que él representa, como los aspectos de comunión eclesial
con la Iglesia universal.
Los pastores deben con especial cuidado, discernir los aspectos culturales o propios
que puedan ayudar a crear a partir de estas manifestaciones un verdadero "pueblo de
Dios"; a descubrir los elementos válidos, nacidos de la sincera y profundidad de los
pueblos, como expresión de su forma de acercamiento a lo divino; a la vez, debe ir
puliendo con esmerada delicadeza los elementos incompatibles (no con la propia
cultura o religiosidad) con una verdadera religiosidad, es decir, ir suprimiendo poco a
poco lo que sea manifestación de una religiosidad fatalista, exagerada, de vana
credulidad, privatizadora o exclusivista.
Hay que hacer un esfuerzo para que las dos formas de expresar la propia religiosidad,
la liturgia y la piedad popular, sean complemento para el crecimiento en la fe y la
manifestación de la misma.
Las fiestas populares, al igual que las del calendario litúrgico, deben ayudar a crear "el
recuerdo sagrado" de la acción de Dios, directamente o por medio de la Virgen o los
santos, en la comunidad que lo celebra en el transcurso del año.
Se ha de procurar que las fiestas tengan una eficacia pedagógica para acrecentar la fe
del pueblo. Las fiestas son el tiempo de liberación, de encuentro gozoso de las
personas y de los pueblos.
Una Comisión Pastoral del santuario, ermita o capilla donde fuera necesario un
Patronato (asociación o fundación) aprobados por el Ordinario del lugar.
Los sSantuarios que sean parroquia deberán asumir esa doble acción pastor la propia
de la parroquia y la más específica de la de santuario.
Los santuarios que no sean parroquias, habrán de trabajar conjuntamente con los
responsables de la parroquia y del arciprestazgo en la que estén ubicados, teniendo en
cuenta sus planes pastorales, sin por ello perder su propia identidad como santuario o
ermita.
Locales. Tendrá por lo menos un encargado que pueda enseñar o tener las llaves para
que sea posible visitarlo en los tiempos oportunos.
Diocesanos. Aparte del estatuto de que habla el canon 1232, deberá tener alguien, sea
en tiempos determinados o en horarios fijados, que atienda a los peregrinos y
visitantes. Y todo lo que se especifica en este Directorio, según sus posibilidades,
respecto a los nacionales.
No podrán faltar por lo tanto en ellos: Un sacerdote que acoja en los tiempos
oportunos a los peregrinos. A poder ser tendrá un equipo de fieles cristianos (laicos,
sacerdotes, religiosos) que colaboren en la cogida y servicio del mismo. Que tenga
servicio religioso de los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía. Que se
tenga un especial cuidado en la catequesis y homilía en el mismo. Tendrá una especial
preocupación en la conservación del Santuario y de su entorno. Tendrá un lugar
especial para los "ex votos".
Salvador Batalla
Este estado de cosas se consolida con la reflexión teológica escolástica, la cual insiste
sobre todo en el efecto espiritual del sacramento, en el sujeto en peligro de muerte y
en el carácter secundario de la curación corporal. No se niega el efecto corporal, pero
se piensa que sólo se obtiene en casos excepcionales; por eso, los teólogos de los
siglos XI-XII entienden que no puede ser el efecto específico de la virtud del Espíritu
Santo mediante este sacramento. Síntesis del pensamiento de muchos autores de la
época es Pedro Lombardo, que tanto influjo ejerció en la teología posterior. Según él,
la Unción se da al final de la vida y por eso la denomina extremaunción; su efecto
propio es espiritual: la remisión de los pecados; el posible efecto corporal sólo se da si
conviene al enfermo. Sus comentaristas tratarán de explicar de diversos modos el
alcance de la "remisión de los pecados", pero mantendrán su síntesis fundamental. La
gran escolástica de los siglos XIII-XIV mantiene las ideas básicas de Pedro Lombardo y
ni siquiera discuten que sea un sacramento destinados a los moribundos o que su
finalidad propia sea directamente espiritual, que muchos explican en el sentido de que
hace desaparecer las "reliquias del pecado", ya perdonado normalmente por el
sacramento de la Penitencia. Por ejemplo, san Alberto Magno sostiene que los que
reciban dignamente este sacramento quedan purificados de tal modo que pueden
entrar directamente en la gloria. Por su parte Alejandro de Hales y san Buenaventura
creen que la Unción está ordenada al perdón de los pecados veniales últimos. Escoto
lleva al extremo esta opinión y sostiene que este sacramento se ha de administrar
cuando el que lo recibe ya no puede pecar, es decir en el último momento o cuando el
enfermo ha perdido el sentido. Santo Tomás, en cambio, no parece que piense en los
moribundos o agonizantes, sino en los gravemente enfermos cuya muerte se teme, y
distingue dos efectos del sacramento: el primario, que es la gracia que fortalece al
enfermo contra la debilidad espiritual, fruto del pecado, y el secundario, que puede ser
múltiple: el perdón del pecado en las mismas condiciones y circunstancias que otros
sacramentos de vivos; la remisión de las reliquias del pecado, disponiendo así para
entrar directamente en el cielo cuando se da a los moribundos si antes no se ha
producido; la curación corporal, cuando conviene a la salud espiritual que es la causa
de la debilidad espiritual.
Testigo de esta inmadurez teológica del inmediato preconcilio es, en cierto sentido, la
constitución del Vaticano II Sacrosanctum concilium. En ella se habla todavía de
Extremaunción, aunque se reconoce que es "mejor" y "más exacto" llamarla Unción
(SC 73), y no deja ninguna duda respecto a que "no es sólo el sacramento de los que se
encuentran en los últimos momentos de su vida" -por lo que "el tiempo oportuno para
recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por
enfermedad o vejez" (SC 73)- y a que la "Unción sea administrada al enfermo después
de la confesión y antes de recibir el Viático" (SC 74). Tal ambigüedad ya no aparece en
la Lumen gentium, en la que, además de emplearse únicamente el término "Unctio",
se dice que "con la sagrada Unción de los enfermos y la oración de los presbíteros,
toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor paciente y glorioso, para que los
alivie y los salve, e incluso los exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión
y a la muerte de Cristo, contribuyan así al bien del Pueblo de Dios" (LG 11). Estamos,
pues, ante un sacramento que contempla la curación integral de la persona y que se
confiere para que el enfermo pueda vivir su enfermedad unido a Cristo Redentor. Se
retomaba así la concepción y praxis originarias.
Las líneas de fuerza de este nuevo Ritual de la Unción son, entre otras, las siguientes.
4) El cristiano que sufre la enfermedad no es un fiel a quien Dios castiga o trata mal
por sus pecados, sino un bautizado que está llamado a vivir su dolor bajo la mirada y la
presencia de Cristo, asociándose a su Cruz, para hacer de la suya un instrumento de
corredención.
5) El cristiano enfermo no sufre la enfermedad él solo, sino como miembro de la
Iglesia; por eso, es toda la Iglesia, pastores y fieles, la que cuida de él en todos los
aspectos, sean somáticos, psíquicos o espirituales. La Iglesia, fiel al ejemplo y encargo
de Jesús, cuida con especial solicitud y desvelo a sus hijos enfermos.
6) La enfermedad tiene como raíz última y profunda el pecado, pues fue él quien
introdujo el dolor y la muerte en el mundo. Por eso, luchar contra el dolor y la
enfermedad es luchar por vencer el pecado. El personal sanitario que ejercita su
profesión con competencia y humanidad es, pues, un colaborador de Dios, se dignifica
como hombre y, si es cristiano, se santifica.
3. Pastoral de enfermos
La actual pastoral de enfermos requiere de los pastores la relectura del Vaticano II, de
los Prenotandos del Ritual y de los nuevos textos litúrgicos.
La vinculación de la Unción con el evento pascual (cf. SC 61) lleva a entroncar este
sacramento con el misterio de los padecimientos y muerte redentores de Cristo.
También de aquí dimanan algunas acciones pastorales de relieve, tales como la
exhortación a los enfermos para que "uniéndose libremente a la pasión y a la muerte
de Cristo, contribuyan al bien del Pueblo de Dios" (LG 11) y la celebración de la Unción
dentro de la Misa (cf. SC 61), memorial por excelencia del Misterio Pascual.
b) Los Prenotandos del Ritual, por su parte, asumen, aclaran y concretan estos
principios, dando así los materiales necesarios para realizar una acción pastoral de
gran envergadura. Entre los más iluminadores se encuentran los siguientes: la doctrina
sobre la enfermedad, los sujetos de la Unción, el ministro, los ministerios con los
enfermos y algunos principios pastorales.
4. Destinatarios
a) Acción pastoral con los enfermos. La pastoral de la Unción tiene como objetivo
básico que los enfermos reciban el sacramento de modo tempestivo, consciente y
fructuoso; complementariamente, que vivan su enfermedad como un acontecimiento
de gracia, que les vincula especialmente con Cristo doliente y redentor, y con la Iglesia,
a la que aportan el tesoro de su dolor santificado y de la que reciben el cuidado
maternal en su cuerpo y en su alma; por último, que una vez superada esta
circunstancia, se reincorporen a la vida normal, humana y cristiana.
La recepción tempestiva del sacramento supone una catequesis previa, formal o
informal, sobre la naturaleza y efectos de la Unción, que, por una parte, remueva los
posibles temores del enfermo, fruto de una deformación o ignorancia del sacramento,
y, por otra, le haga amable y deseable. La idea fundamental de esta catequesis es que
la Unción no es el sacramento para prepararse a bien morir, sino el sacramento que
conforta y ayuda a vivir santamente la circunstancia de la enfermedad y, superada
ésta, si tal es la voluntad de Dios, reincorporarse a la vida ordinaria. En el supuesto de
que la enfermedad sea irreversible y anuncie la muerte cierta y próxima, la catequesis
versará sobre los aspectos penitenciales y escatológicos de la Unción, sin olvidar los de
alivio y confortación.
La recepción consciente conlleva, por una parte, la preparación del enfermo para que
reciba el sacramento en estado de gracia santificante. Por eso, lo normal será ayudarlo
para que realice una buena confesión. La experiencia confirma que la enfermedad es
un momento privilegiado para volver la casa del Padre tras muchos años de ausencia y
un kairós que transforma a las personas con una fuerza y eficacia especiales. Conlleva
también la preparación cuidada de la celebración del sacramento, la cual es imposible
sin una catequesis, al menos elemental, sobre el sentido global de la celebración y el
particular de los ritos principales: la imposición de manos, la oración de acción de
gracias sobre el óleo bendecido y la unción.
Los presbíteros se hacen presentes ante los enfermos como signo de la presencia de
Cristo en cuanto ministros de los sacramentos de la Unción, Penitencia y Eucaristía y
como especiales servidores de la paz y del consuelo de Cristo. Su presencia humilde y
servicial junto al enfermo o anciano es un testimonio fehaciente de su fe y ocasión
privilegiada para encontrar los momentos más oportunos de ayuda, de modo que el
enfermo vaya progresando en su identificación con Cristo paciente. Los párrocos y sus
colaboradores tienen una especial responsabilidad, pues son ellos quienes han de
asegurar que los enfermos sean ungidos en el momento y modo oportunos y de
proporcionar a la comunidad parroquial la debida catequesis, con el fin de pueda
realizar el debido cuidado humano y cristiano de sus miembros enfermos.
Los capellanes de clínicas y hospitales son en la actual situación histórica los
principales responsables de la visita y Unción de enfermos, dado que la enfermedad
suele vivirse hoy en los centros hospitalarios y no en la familia, como sucedía en
épocas todavía recientes. El elevado número de enfermos de estos centros y la escasez
de capellanes, hace indispensable la colaboración entre ellos y los demás sacerdotes
de la diócesis. Por otra parte, para que la pastoral de enfermos sea eficaz, se requiere
un contacto permanente entre los párrocos y los capellanes, en el que unos y otros se
intercambien la necesaria información para el tiempo que dure la enfermedad y para
el momento en el que los pacientes se incorporen de nuevo a la actividad ordinaria y a
la vida parroquial. Los sacerdotes jubilados pueden prestar una valiosísima
colaboración en este campo, tanto por su experiencia como por las posibilidades
reales de dedicación.
Las comunidades religiosas que tienen el carisma específico del cuidado de los
enfermos y dedican su servicio al cuidado de éstos en los hospitales y otras
instituciones sanitarias, están llamadas a dar un especial testimonio de fe y esperanza
cristiana en un mundo cada vez más secularizado y materialista. Su misión es cuidar a
los enfermos en nombre de la Iglesia, como testigos de la compasión y ternura del
Señor.
6. Balance y perspectivas
7. Retos pastorales
El ambiente materialista y secularizado de las sociedades hacen cada vez más difícil la
vivencia cristiana de la enfermedad, al ser considerada como una desgracia, un mal y
un castigo del que hay que huir a toda costa y el enfermo una "carga". La catequesis ha
de mostrar, que el plan de Dios es que el hombre luche con todas sus fuerzas contra la
enfermedad, en cuanto consecuencia del pecado, y que el hombre la acepte como
participación en el misterio redentor de Cristo. El cristiano vive su enfermedad bajo la
mirada y presencia de Cristo, que le visita por medio de los presbíteros y la comunidad
en la que está inserto, proporcionándole toda la ayuda humana y cristiana que
necesita.
Esta doble realidad, eclesial y social, se asienta en una sociedad rural y urbana
fuertemente secularizada y con manifestaciones religiosas a veces contradictorias. Se
impone reflexionar sobre este hecho y buscar posibles actuaciones pastorales. Entre
otras, la vertebración de unidades de atención pastoral. Estas buscan una mayor
eficacia pastoral y una mejor distribución y utilización de los medios y agentes de
pastoral. Se impone renovar y adaptar personas, métodos y estructuras eclesiales (AG,
6). Esta pastoral es más un horizonte hacia el que nos encaminamos, que una realidad
ya objetivada.
Dichas unidades de atención pastoral se sitúan y tienen sentido, en la Iglesia
particular, dentro de los Arciprestazgos y se corresponden al mismo nivel que las
comunidades parroquiales. De este modo, las unidades de atención pastoral, como las
parroquias, son las células básicas diocesanas para la celebración y expresión de la fe y
para la experiencia de evangelización y misión.
Las formas de atención ministerial a dichas unidades pastorales pueden, a su vez, ser
variadas:
Unidad o unidades confiadas a varios sacerdotes "in solidum" (c. 517, 1), con
posibilidad de los mismos apoyos corresponsables expresados en el apartado
precedente.
3. Ventajas e implicaciones de las UAPs
Las UAPs tampoco se identifican, sin más, con las delimitaciones civiles. Una unidad de
atención pastoral es el desarrollo teológico-pastoral de lo que comporta la comunión
para la misión en un contexto socio-cultural determinado.
2) "Que en signo de comunión permiten realizar una pastoral de misión con pluralidad
y diversidad de ministerios, vocaciones, carismas y funciones".
Lo que se busca con la unidad de atención pastoral es, desde la comunión para la
misión, formar comunidades vivas, fraternas, orgánicas, corresponsables y
evangelizadoras.
Las actividades pastorales de las UAPs son las mismas que corresponden a las
comunidades parroquiales.
En las UAPs, para desarrollar los diversos ministerios, vocaciones, carismas y
funciones, se deben favorecer las fraternidades sacerdotales y los equipos apostólicos
(laicos, religiosos, presbíteros) (cf. 1.2).
En cuanto a los prebíteros, lo ideal es un equipo (de trabajo y/o vida), con residencia
estable, o al menos presencia muy cualificada, en dicha unidad de pastoral. Esto
favorece: una mayor eficacia y credibilidad a largo plazo; un mejor conocimiento de la
realidad socio-cultural, geográfica y religiosa; una pastoral más eficaz y un mayor
conocimiento de los fieles, con sus carismas, que pueden desarrollar ministerios y
funciones y formar parte de los equipos apostólicos y de los consejos y juntas
parroquiales.
Al menos, éstas:
Universitaria, Pastoral
El nivel religioso de los jóvenes universitarios está por debajo del que muestran los
adolescentes todavía en la enseñanza secundaria, y por encima del que se percibe en
los jóvenes trabajadores. La religiosidad de los estudiantes universitarios es un poco
más elevada que la de los españoles que ya poseen títulos universitarios, lo que puede
interpretarse como un indicio de que no son tanto los estudios superiores los que
influyen negativamente en la religiosidad, sino las condiciones de la vida profesional y
familiar posteriores a estos estudios. O quizás los universitarios son hoy más religiosos
que los de décadas anteriores.
Paso de la pertenencia sociológica a una adhesión más personal de la fe. Este tipo de
identidad religiosa supone una formación personalizada, así como una constante
conversión y un libre discernimiento. Este fenómeno, hoy en curso, se irá acentuando
con toda probabilidad en el futuro.
a) Un proyecto orgánico
La crítica a los dos tipos de racionalidad vigentes hasta ahora lleva a muchos al
irracionalismo, entendido como una corriente que asume ciertas posiciones filosóficas
o de otro tipo que tienden a criticar la pretensión absolutista y totalizante de la razón,
hasta negar toda racionalidad a la historia. En algunas partes se la ha llamado
postmodernidad y se expresa en una concepción de la vida entendida sólo como juego
irrelevante ("levedad del ser") o trivial ("pensamiento débil") y no como un camino
hacia una meta trascendente a ella misma, que no inmanente, y en la sobrevaloración
de la espontaneidad, entendida como valor autónomo. Y es precisamente en este
modo de ser "antipensamiento" donde reside el gran riesgo de la postmodernidad:
llegar a ser una continuación de lo que pretende abandonar. El afán de totalidad de la
razón emancipante puede trastocarse en una totalidad peor, la totalidad de lo
negativo que engloba todas las cosas. Esta situación de crisis hace necesaria una
auténtica "pastoral de la cultura".
El divorcio entre fe y cultura. El Papa Pablo VI se refirió ya a este divorcio entre los
valores dominantes y los valores cristianos: "La ruptura entre el Evangelio y la cultura
es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas.
De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización
de la cultura, o más exactamente de las culturas. Estas deben ser regeneradas por el
encuentro con la Buena Nueva. Pero este encuentro no se llevará a cabo si la Buena
Nueva no es proclamada" (Evangelii Nuntiandi, n. 20).
Pero también la cultura se beneficia del cristianismo y de la Iglesia en cuanto que los
cristianos, al anunciar a Cristo, desvelan integramente el misterio de toda persona
humana y de toda realidad. La fe, asume, purifica y eleva la cultura. La fe recuerda a la
cultura pluralista que con frecuencia carece de valores verticales y permanece cerrada
a los valores de lo gratuito, de lo absoluto, de la contemplación y del misterio frente a
la vida, el sufrimiento y la muerte. El cristiano recuerda a toda cultura que es limitada,
caduca, y que la persona humana está hecha para una transcendencia que supera toda
determinación cultural. Todo lo cual no impide al cristiano participar íntimamente de
su cultura con la libertad que le es propia.
La opción preferencial de los universitarios por los pobres exige no desvincular nunca
Universidad y sociedad, de tal forma que el trabajo de transformación de la
Universidad se haga en función del conjunto de la sociedad y especialmente de los
más necesitados.
La ciencia y la técnica nunca son neutras y, por ello, cada universitario debería
preguntarse en favor de quién y de qué estudia y ejerce su carrera. Los estudios
pueden dirigirse, por ejemplo, a colaborar en la guerra nuclear o bien en el desarrollo
social. Existen unas dimensiones éticas de las diversas carreras universitarias que no
deben soslayarse. El bagaje cultural, especialmente la ciencia y la técnica, podrán
ayudar a descubrir las causas de la pobreza y las formas de combatirla. La opción
preferencial por los pobres exigirá que se luche por la capacitación de todos, no sólo
de unos privilegiados. Además, la propia formación universitaria habría sido objeto de
perversión, si redujera las aspiraciones del universitario a la simple mejora de su
futuro nivel de vida.
El Anuncio se lleva a cabo primariamente por medio del testimonio creyente de cada
cristiano en la Universidad. La presencia de cristianos en el corazón de la vida
universitaria anuncia el evangelio, ya sea cuando se esfuerza para que las cosas sean lo
que han de ser, ya sea cuando vive los valores cristianos, ya sea cuando da testimonio
explícito de Jesucristo y convoca para formar Iglesia.
La formación cultural e interdisciplinar podrá tener, como la teológica, una forma más
sistemática y otra más esporádica. En todo caso, esta formación irá dirigida a formar
personas capacitadas para entender nuestra sociedad y su problemática, la cultura
que se crea y transmite en la Universidad, las cuestiones fronterizas entre fe y cultura,
así como la función social del estudio. La formación les capacitará para saber aportar
elementos transformadores y de futuro; su campo de acción podría sintetizarse en los
apartados siguientes: análisis de la realidad social y cultural; racionalidad humanista y
crítica; dimensión social y cultural; cuestiones interdisciplinares.
Servicio. La opción por la justicia del Reino ha de constituir una preocupación básica en
el acompañamiento de los universitarios. La asunción del clamor de los desheredados
y la construcción de una Universidad y una sociedad mejores no puede sino estar
entre las preocupaciones fundamentales. Es preciso, pues, situar con decisión esta
dimensión transformadora en el conjunto de acciones programables en el marco de la
pastoral universitaria, y, tal como se ha destacado, en tensión creadora con la oración
y la celebración, así como con el anuncio-proclamación. La dificultad de estas acciones
y su incidencia, a veces modesta, en la transformación de la Universidad y de la
sociedad no debe conducirnos a subestimarlas teóricamente ni omitirlas en la práctica.
Pero han de traducirse ordinariamente en una actitud de servicio y disponibilidad con
los compañeros de curso y en las relaciones interpersonales cercanas.
b) Mediaciones operativas
Sería conveniente que, una vez formado el Equipo de pastoral universitaria, se creara
un Consejo Pastoral de la Delegación con una amplia representación de estudiantes,
profesores y agentes pastorales. Su función habrá de ser consultiva y de reflexión
sobre las líneas generales y los grandes problemas y cuestiones que plantee la acción
pastoral.
Los distintos aspectos de actuación y los medios pastorales operativos, llegando hasta
las máximas concreciones posibles.
La coordinación con las parroquias tendría que llevar a un mayor equilibrio entre lo
funcional y lo territorial en la diócesis. La Universidad, el Centro Cristiano de
Universitarios y otras Instituciones creadas al servicio de la pastoral universitaria no
son los únicos lugares en los que ésta debe ejercerse. Las parroquias, que cuentan hoy,
entre los jóvenes comprometidos en ellas, con un número apreciable de universitarios,
están llamadas a ser uno de estos lugares. Debería pensarse seriamente en potenciar
los movimientos evangelizadores de la Universidad a partir de grupos parroquiales, sin
desvincularlos de sus propias parroquias. Podría ser una forma de ampliar el horizonte
de las comunidades parroquiales y, a la vez, de facilitar el arraigo parroquial de los
universitarios durante y después de los estudios superiores.
Los Colegios Mayores acogen a jóvenes de otras ciudades y pueblos. Los Colegios
Mayores que son confesionales suelen ofrecer servicios religiosos y formativos. La
Delegación podrá ponerse en contacto con ellos, a fin de coordinar estas valiosas
iniciativas con el conjunto de la pastoral diocesana.
Finalmente, sería muy positivo que hubiera una coordinación con Asociaciones de
Profesionales católicos "cuyo apostolado universitario cuenta con una larga y fecunda
tradición". Para ello, convendría que algunos de sus miembros aportaran su
experiencia y tiempo a la pastoral universitaria. Esta coordinación favorecería el
encauzamiento de los universitarios hacia estas asociaciones post-universitarias.
En un contexto de ruptura entre la cultura y la fe, así como entre la fe y la vida, tal
como se muestra a lo largo de estas orientaciones, es deber prioritario de los
intelectuales católicos promover una síntesis renovada y viva entre la fe y la cultura.
Urbana, Pastoral
1. En el corazón de la ciudad
En cualquier caso, la exhortación del Papa Juan Pablo II "Christifidelis laici" describe la
situación de la cultura urbana marcada por el pluralismo y la indiferencia. Ante este
reto, pastoralmente, estamos llamados a rehacer un tejido humano, social y cristiano
que responda a necesidades personales y comunitarias. Es la llamada de la nueva
evangelización para la ciudad.
Esta paráfrasis del Salmo 136, particularmente la última postura, nos habla de una
pastoral, en la ciudad, que debe tener estas notas: a) Ser testigos del misterio de Dios
en medio de la noche; b) ser samaritanos y solidarios en una ciudad donde crece el
cuarto mundo; c) ser capaces de articular comunidades vivas de testimonio y
compromiso.
Entre las mediaciones para una pastoral en la ciudad, la parroquia juega un papel
relevante y significativo. Una parroquia que debe realizar una pastoral con, al menos,
estas notas: muy atenta a la realidad (es decir, encarnada); que sea siempre buena
noticia; que desarrolle las cuatro dimensiones eclesiales: comunión, anuncio,
celebración, compromiso; y que sepa mirar más allá de sus propias dimensiones hasta
horizontes siempre abiertos y más católicos.
En esta pastoral urbana siguen siendo válidos los principios generales de toda pastoral:
un punto de partida: lo que la sociedad es y propone; un punto de llegada: el Dios de
Jesús de Nazaret; un proceso: el realizado personal y comunitariamente, con hechos y
palabras releídos desde la historia de Salvación en forma contextuada.
BIBL. – AA.W., La ciudad y Dios: entre Jerusalén y Babilonia: "Sal Terrae" 988 (marzo 1996); AA.W., Como levadura
en la masa: "Sal Terrae" 1030 (enero 2000).
Vaticano II
El concilio Vaticano II, obra personal de Juan XXIII, es el acontecimiento cristiano más
importante del siglo XX, celebrado en un momento propicio religioso y cultural, en
pleno desarrollo de la sociedad europea y en una excelente coyuntura mundial.
Contribuyeron favorablemente a su realización los movimientos de renovación eclesial
previos al mismo; se opusieron los sectores más inmovilistas y conservadores del
catolicismo. En todo caso, el Concilio contribuyó a un cambio profundo de la
cosmovisión cristiana, ya que fue el final de la contrarreforma, la consagración de los
movimientos eclesiales innovadores, el reconocimiento de los valores de la
modernidad y la aparición de una nueva conciencia de Iglesia.
Sin embargo, algunos piensan que el concilio se convocó muy tarde; otros creen que
se celebró demasiado pronto. Lo cierto es que el Vaticano II es un Concilio de
transición, aunque no hay coincidencia en señalar de qué transición se trata.
Ciertamente, el Vaticano II es un final y un comienzo. Sin embargo, si se comparan los
propósitos conciliares con lo ocurrido en la Iglesia un cuarto de siglo después, los
juicios sobre el Vaticano II son divergentes. Hay quienes lo descalifican como decisión
peligrosa y equivocada; otros juzgan negativamente el posconcilio por la mala
aplicación de las decisiones conciliares; y algunos afirman que nos estamos desviando
-por involución- del espíritu conciliar. La batalla se libra en torno a una interpretación
global del espíritu y de los contenidos del Vaticano II.
a) El anuncio conciliar
La convocatoria de un "un concilio ecuménico para la Iglesia universal", hecha por Juan
XXIII el 25 de enero de 1959, produjo asombro en el mundo e inquietud en la curia
romana. Recordemos que la expresión "concilio ecuménico" significa en la tradición
católica "concilio general" de los obispos en comunión con la sede de Roma. La
invitación a las Iglesias separadas se traduciría posteriormente en la presencia de
observadores oficiales.
Juan XXIII había sido elegido papa tres meses antes, a los 78 años de edad, durante un
breve cónclave (25-28 de octubre de 1958), como solución transitoria o de
compromiso.
a) El contexto histórico
El Vaticano II, a diferencia de otros concilios, no se convocó para rechazar una herejía
o superar una crisis profunda. Su primer propósito, según el pensamiento expresado
de Juan XXIII, fue muy claro: no habría condenas, ni siquiera del marxismo o del
comunismo. Pero aunque el papa convocante no había dibujado el programa del
Vaticano II, su objetivo más evidente era el aggiornamento de la Iglesia, expresión que
sustituía al término reforma, impronunciable en la convocatoria conciliar por su
apropiación protestante. Se trataba de renovación, adaptación, diálogo y apertura.
Una semana después de iniciado el Concilio escribió una carta el cardenal Montini -que
pronto sería nombrado papa- al Secretario de Estado A. Cicogniani, en la que
denunciaba la falta de un plan "orgánico, ideal y lógico del Concilio" y proponía que "el
tema unitario y comprensivo de este concilio" fuese la Iglesia. Idéntico modo de
pensar tenía el cardenal Suenens. Por esto, en el discurso que pronunció Pablo VI al
comenzar la segunda sesión señaló cuatro metas conciliares: profundización de la
naturaleza de la Iglesia; renovación interna de la Iglesia; reunión de los cristianos
separados y diálogo de la Iglesia con el mundo.
En contraste con Pío IX, quien consultó a los obispos sobre la conveniencia de celebrar
el Vaticano 1, Juan XXIII decidió personalmente la convocatoria del Vaticano II "por
una repentina inspiración de Dios". No obstante, se llevó a cabo enseguida una amplia
y democrática consulta. El 18 de junio de 1959, el secretario de Estado cardenal
Tardini invitó a todos los obispos (entonces 2.594), superiores mayores religiosos (156
en total) y universidades católicas para que libremente propusiesen temas conciliares
antes del 30 de octubre de ese mismo año. Aquí reside la primera explicación del
talante participativo y pedagógico del Concilio e incluso el comienzo de una
"democratización de la Iglesia". Pero habituados los obispos a obedecer órdenes de la
curia romana sin ejercer su libertad y pensamiento, las 2.150 respuestas (unas 10.000
páginas en 16 volúmenes) fueron decepcionantes, ya que se limitaron a exponer
errores o a sugerir mínimas reformas; no obstante, se advirtió en las mismas una
aceptación plebiscitaria de la convocatoria conciliar.
e) Las tendencias
Desde el comienzo del Concilio se pudo comprobar que los Padres estaban dispuestos
a intervenir con entera libertad sin seguir el dictado de la curia. También se vio que la
mayor parte de los conciliares estaban de acuerdo con la dimensión pastoral del
Vaticano II, tal como lo expresó Juan XXIII en su discurso inaugural. Pero desde los
inicios se evidenciaron dos grupos, denominados mayoría y minoría, el primero de
talante aperturista y el segundo netamente conservador. Aunque la mayoría no era
homogénea, "tenía conciencia -escribe R. Aubert- de estar en la línea preconizada por
Juan XXIII, era sensible a las realidades del mundo y a las necesidades de adaptación y
estaba abierta al diálogo ecuménico, que muchos descubrieron durante el Concilio. Era
partidaria de una teología pastoral basada en la Escritura, se preocupaba de la eficacia
concreta de las decisiones que debían tomarse, se interesaba menos por la
formulación exacta de la doctrina y desconfiaba de una excesiva centralización de la
autoridad de la Iglesia" (H. JEDIN y R. REPGEN, Manual de historia de la Iglesia, IX,
Barcelona 1984, 190).
La primera sesión del Concilio evidenció el rumbo inesperado de apertura del Vaticano
II, la necesidad de reducir el número de esquemas (de 70 se pasó a 20 y luego a 16) y
la importancia de los peritos, que acudieron para asesorar a los obispos. Estos últimos
trabajaron en grupos reducidos, dieron conferencias y redactaron intervenciones.
Fueron, en definitiva, auténticos catequistas de los obispos.
Juan XXIII sólo conoció en vida la primera sesión. Al morir en junio de 1963, fue elegido
rápidamente papa Giovanni Montini, que tomó el nombre de Pablo VI. Lógicamente
propuso en el discurso de apertura de la segunda sesión (29.9.1963) dos temas
centrales: la Iglesia ad intra y la Iglesia ad extra. En la tercera sesión se notó un grado
notable de madurez episcopal. Creció la libertad de opinión en los dos grupos, de la
mayoría y minoría, hubo confrontaciones entre sí e incluso se manifestaron tensiones
a propósito de algunas cuestiones. La cuarta sesión comenzó con el anuncio papal de
la creación del Sínodo de Obispos, cuyos miembros serían nombrados por las
conferencias episcopales. Siguieron las discusiones de diversos esquemas.
a) La teología conciliar
Así como los dos concilios anteriores (Trento y Vaticano 1) hicieron teología de un
modo abstracto, preocupados por las definiciones precisas, claras y universales, el
Vaticano II emplea un lenguaje bíblico, patrístico y simbólico, es decir, pastoral. Es un
lenguaje que inspira, edifica e interpela. En el discurso inaugural del concilio, Juan XXIII
puso de relieve la importancia "de un magisterio de carácter preferentemente
pastoral". La dimensión pastoral de Vaticano II se advierte en todos sus documentos
centrales y en el mismo desarrollo de las discusiones, desde el examen del esquema
sobre las "fuentes de la revelación" a la denominación de Gaudium et spes como
constitución "pastoral". Esta dimensión se verificó en aspectos importantes como la
nueva conciencia eclesial, la renovación de vida cristiana y el diálogo con el mundo, las
Iglesias no católicas y las religiones no cristianas.
Al comienzo del Concilio, los obispos no sabían bien cómo empezar y qué podría
ocurrir en el aula. Pero a lo largo de las cuatro sesiones se notó una gran evolución
hacia una Iglesia colegial, comunitaria, dialogante con otras Iglesias y abierta al
mundo. En definitiva, el Concilio fue obra colectiva de la Iglesia entera. "El programa
del concilio -escribe A. Acerbi- no consistió en hacer nuevas declaraciones dogmáticas,
sino una reflexión global, en una línea pastoral, de la misión de la Iglesia y de sus
formas de actuación frente a la situación concreta del hombre y de la sociedad
mundial de nuestro (mejor dicho, de su) tiempo" (Concilium 166, 1981, 435).
En la constitución apostólica Sacrae disciplinae leges de Juan Pablo II, mediante la que
se presentó el nuevo Código de Derecho Canónico de 1983, se afirma que los
elementos más característicos del Vaticano II son la Iglesia como pueblo de Dios y
"comunión", la autoridad jerárquica como servicio, la participación de todos sus
miembros en la triple misión de Cristo (sacerdotal, profética y real) y el empeño de la
Iglesia en el ecumenismo. En definitiva el Concilio se propuso rejuvenecer la Iglesia,
alentar la esperanza, impulsar el compromiso y dar cabida a la misericordia.
En vísperas del Vaticano II la Iglesia católica necesitaba una doble reforma para
resolver los dos contenciosos que tenía con el mundo moderno y con las Iglesias
protestantes. De una parte se necesitaba un giro profundo en las relaciones
ecuménicas y de otra era imprescindible reconciliarse con el mundo y ponerse a su
servicio. Para cumplir estas dos exigencias era necesario asimismo reformar la Iglesia
desde un punto de vista pastoral, a juzgar por los problemas que tenía planteados:
alianza con los poderes y poderosos en régimen de cristiandad; curia vaticana
burocratizada, autoritaria y centralizadora; liturgia oficial congelada; dogmatismo a
ultranza y moral rígida; distanciamiento con las otras Iglesias y desconfianza del
ecumenismo; uniformidad pastoral y occidentalización del pensamiento cristiano.
Este mensaje eclesial se encuentra, sobre todo, en las cuatro constituciones, de las
cuales dos son "dogmáticas" (Lumen gentium y Dei Verbum), una "pastoral" (Gaudium
et spes) y otra denominada simplemente "sobre la sagrada liturgia" (Sacrosanctum
concilium), que en realidad también es pastoral. Del estudio de las cuatro
constituciones del Vaticano II se desprende que la Iglesia es entendida por el Concilio
como pueblo de Dios (Lumen gentium) que vive en comunión de fe (Dei Verbum), de
culto (Sacrosanctum concilium) y de servicio (Gaudium et spes). El título de la relación
final del cardenal Daneels, aprobada en el segundo sínodo extraordinario de 1985,
convocado para evaluar el Vaticano II a los veinte años de su celebración, resume
dichas constituciones y el mensaje del Concilio con esta fórmula lapidaria: "La Iglesia
(LG), bajo la palabra de Dios (DV), celebra los misterios de Cristo (SC) para la salvación
del mundo (GS)" ("Ecclesia, sub Verbo Dei, mysteria Christi celebrans, pro salute
mundi"). Visto de otro modo, las constituciones sobre la palabra de Dios y la liturgia
giran en torno a las fuentes de la fe, en tanto que las otras dos, referidas a la Iglesia,
contemplan la fe ad intra, es decir, en el mismo pueblo de Dios, y ad extra, a saber, en
el mundo.
El Vaticano II sitúa a la Iglesia en el mundo, no fuera del mismo, de tal modo que hace
suyas las aspiraciones de la humanidad, acepta la autonomía de las realidades
temporales y dialoga con la cultura moderna. Evidentemente el mundo del Concilio
era sobre todo, aunque no exclusivamente, el de la modernidad y la ilustración. De
hecho, la constitución Gaudium et spes favoreció un cambio profundo de relaciones
entre la Iglesia y el mundo al superar la actitud católica antimodernista. Precisamente
después del Concilio han surgido las comisiones Justicia y paz con la preocupación de
promover a los católicos en la justicia social y en la liberación. También ha ganado
vitalidad la "doctrina social de la Iglesia", más diversificada, dialogante e involucrada
en problemas como la discriminación racial, los derechos humanos y la corrupción a
todos los niveles. A partir de Gaudium et spes, la fe aparece junto a la justicia, ha
crecido la opción por los pobres y se ha impulsado la paz.
a) Actitudes de rechazo
Según G. Alberigo, existe "una minoría agresiva que continúa interesándose por el
Concilio para reducir su alcance y para denunciar sus efectos negativos.
Paradójicamente, parecería que el Vaticano II hubiera suscitado una oposición
aguerrida, sin encontrar, en cambio, defensores convencidos" (La recepción del
Vaticano II, 18). La interpretación restringida del Vaticano II es propia de obispos
pertenecientes a la minoría conciliar conservadora, de teólogos afines a las posiciones
de la curia inmovilista y de movimientos fundamentalistas alejados de la renovación
conciliar.
a) Actitudes de aceptación
El Concilio ha sido recibido favorablemente por la mayoría de los católicos, pero no del
mismo modo. Podemos hablar de tres tipos de aceptación.
Otros aceptan el Vaticano II pero rechazan el desarrollo del posconcilio. Son los
"centristas" que creen poseer la interpretación única y oficial del Vaticano II.
Descartan la postura de los integristas cismáticos, como es el caso de Lefébvre —sin
detenerse demasiado en esta crítica—, y no admiten ciertas afirmaciones propias de
cristianos o teólogos progresistas. A los cinco años de terminado el Concilio ya se
alzaron voces de alerta ante los riesgos del aggiornamento de la Iglesia, al destacar su
excesivo servicio en la sociedad. Recordemos que algunos intelectuales o teólogos
reformadores antes del Concilio (como J. Maritain, J. Danielou, H. de Lubac, H. U. von
Balthasar, J. Ratzinger, etc.), se moderaron posteriormente, quizá a causa de la
excesiva secularización del cristianismo noratlántico, a ciertas aplicaciones conciliares
que creyeron exageradas y a la pérdida de prestigio y de poder de la Iglesia.
c) El posconcilio
A raíz del Vaticano II se logró en un plazo breve una nueva concepción de la Iglesia
como pueblo de Dios y del ministerio como servicio al pueblo. Despertó una gran
ilusión la reforma litúrgica, plenamente aceptada por el pueblo, se intensificaron los
contactos ecuménicos, la curia romana se hizo más internacional, comenzaron a
renovarse los seminarios, hubo un gran impulso del laicado, la Iglesia se abrió casi de
repente a la sociedad y al mundo de los pobres y la teología mostró una gran vitalidad.
El Segundo sínodo extraordinario de 1985 fue convocado por Juan Pablo II para valorar
"las consecuencias del Vaticano II", celebrado 20 años antes (1962-1965). Ahí se
aceptó al Vaticano II "como una gracia de Dios y un don del Espíritu Santo", tanto para
la Iglesia como para la sociedad. El segundo Sínodo se pronunció por una voluntad de
renovación, dentro de la continuidad con la tradición.
BIBL. — G. ALBERIGO (ed.), Historia del Concilio Vaticano II, vol. I, Sígueme, Salamanca 1999; G. ALBERIGO - J. P.
JOSSUA (eds.), La recepción del Vaticano II, Madrid, 1987; Y. CONGAR, Vatican II. Textes et Commentaires des
Décrets Conciliaires, 18 vol., París, 1966 s. (traducidos en parte por Taurus, Madrid); Facultad de Teología de
Vitoria, Balance del Concilio Vaticano II a los veinte años, Vitoria, 1985; C. FLORISTÁN, Vaticano II, un concilio
pastoral, Salamanca, 1990; C. FLORISTÁN - J. J. TAMAYO (eds.), El Vaticano II, veinte años después, Madrid, 1985; J.
GROOTAERS, De Vatican 11 á Jean-Paul 11, le grand tournant de 1'Église Catholique, París, 1983; R. LATOURELLE
(ed.), Vaticano 11. Balance y perspectivas, Salamanca, 1989; J. LECLERCQ, Vatican II, un concile pastoral, Bruxelas,
1966; G. MARTELET, Les idées matresses de Vatican II. Introduction á 1'esprit du Concile, París, 21985; J. L. MARTÍN
DESCALZO, El Concilio de Juan y Pablo. Documentos pontificios sobre la preparación, desarrollo e interpretación del
Vaticano 11, Madrid, 1967; R. LATOURELLE (ed.), Vaticano 11: balance y perspectivas. Veinticinco años después
(1962-1965), Salamanca, 1989; P. POUPARD, Le concile Vatican 11, París, 1983; J. THOMAS, Le Concile Vatican 11,
París, 1989.
Casiano Floristán
Partes de que consta VhL. La instrucción consta de una introducción, tres partes y la
conclusión. 1° Descripción de la situación. 2° Algunos aspectos fundamentales del
comportamiento cristiano. 3° Algunas recomendaciones.
- Para poder reaccionar ante este panorama de quiebra moral en la sociedad española,
los obispos recuerdan los principios que fundamentan el actuar moral:
Existe una verdad que el ser humano puede descubrir y está radicalmente
llamado a vivirla en libertad y responsabilidad. La libertad humana se
fundamenta en que el hombre es imagen de Dios; la existencia humana se
entiende como proyecto que se realiza en la toma de decisiones. La libertad
humana se puede equivocar al elegir; por eso es importante la formación de la
conciencia moral.
Jesús Sastre
Veritatis Splendor
El 6 de agosto de 1993 el Papa Juan Pablo II publica una encíclica sobre algunas
cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia. Está dividida en tres
partes. Así, la primera parte, tomando como hilo conductor el pasaje de Mt 19, en el
encuentro de Jesús con el joven, refiere el versículo tengo que hacer?". La respuesta
de Jesús es clara: guarda los mandamientos, ven y sígueme. Aunque parezca una
empresa difícil, para Dios todo es posible porque El estará con nosotros hasta el final
de los tiempos. Se puede afirmar que esta parte asienta los fundamentos de toda
moral cristiana: el seguimiento y configuración con Jesucristo.
Significa la palabra literalmente "el que hace las veces de", o el "que actúa en nombre
de". Tratándose de la Iglesia Diocesana, Vicario es el que actúa en nombre del Obispo
bien de forma general (Vicario General) o bien en sectores particulares (ejem.
Pastoral). El nombre de vicarios se aplica también a los sacerdotes que, junto al
párroco, trabajan en una parroquia.
Por su importancia para este Diccionario, nos detenemos en la figuras del Vicario
Pastoral.
El Vicario Episcopal: una figura nueva y clave de la pastoral diocesana. "Una figura
nueva para una pastoral nueva. Eso es el Vicario Episcopal". Estas palabras de J.
Sánchez resumen perfectamente lo que ha supuesto esta figura jurídica. Recordando
lo señalado por el Vaticano II, Ecclesiae Sanctae y Ecclesiae Imago, a la hora de hablar
de "las clases" de Vicarios Episcopales, se pueden concentrar en tres categorías:
Vicario Episcopal Territorial (para una determinada zona), Vicario Episcopal Sectorial
(que atiende a un determinado tipo de asuntos, peculiares y concretos en el campo
pastoral diocesano), y Vicario Episcopal personal (para un determinado grupo de
personas, con características muy propias).
Por su parte, el CIC, como también quedó afirmado para el Vicario general, se refiere
directamente al Vicario Episcopal en los cc. 475-481.
Tanto el Vicario general como el episcopal son ordinarios del lugar (c. 134, 1 y 2) y
deben actuar conforme a la voluntad del obispo (c. 480).
Les afectan las mismas normas sobre condiciones personales para el cargo, de
incompatibilidades (c. 478), y también las relativas al modo de nombramiento,
remoción, sustitución, cese y suspensión de potestad (cc. 477; 481).
Su nombramiento debe ser para un tiempo determinado, a no ser que sea obispo
auxiliar (c. 477, 1). Las cualidades personales que debe tener, en principio, son las
mismas que el Vicario general; también, como él, debe hacer profesión' de fe, antes de
su cargo, y tiene el derecho y deber de participar en el Sínodo Diocesano (incluso
presidir algunas sesiones particulares) y en los Concilios Provinciales.
No nos detenemos en la figura de los Delegados de Zona que, aun teniendo su razón
de ser para favorecer dicha "pastoral de conjunto", ciertamente tiende a desaparecer
en favor de los Vicarios episcopales y de los propios Arciprestes. Dígase algo parecido
de los Delegados de pastoral sectorial y de ambientes. El problema, en todos estos
casos, es definir adecuadamente la naturaleza y competencias jurídicas para favorecer
la dimensión pastoral.
BIBL. — A. PEREz DíEz, Los Vicarios generales y episcopales en el Derecho Canónico actual, Gregoriana, Roma 1996;
A. VIANA, Organización del Gobierno de la Iglesia, Eunsa, Pamplona 1995.
Visita pastoral
Vita Consecrata
Exhortación apostólica del Papa Juan Pablo II, publicada el 25 de marzo de 1996 como
resultado del largo trabajo preparatorio de la asamblea ordinaria del sínodo de los
obispos sobre la vida religiosa. Los trabajos preparatorios pasaron como es sabido por
la consulta episcopal, la redacción de los líneamenta, envío a las iglesias locales y
respuestas que condujeron al instrumentum laboris. La participación en las respuestas
fue excepcionalmente alta en este caso. Las intervenciones y conclusiones de la
asamblea sinodal dio como resultado la publicación quince meses después de su
clausura de los frutos de todo aquel trabajo.
La introducción (nn. 1-13) comprende una mirada a las diversas formas de vida
religiosa que la creatividad del Espíritu ha suscitado en la iglesia en este tiempo y
señala las finalidades de la exhortación: sobre todo alentar y orientar a los
consagrados ante los desafíos propios de nuestro tiempo postconciliar. Las tres partes
centrales del documento papal están determinadas por las tres perspectivas desde las
cuales se contempla la vida consagrada: la consagración, la comunión y la misión. Los
títulos de cada una de ellas son ya reveladores: I. Confessio trinitatis - II. Signum
fraternitatis - III. Servitium charitatis. La primera parte (nn. 14-40) considera la vida
consagrada a la luz del misterio trinitario. La segunda (nn. 48-71) se detiene a
analizarla como signo de comunión en la Iglesia. La tercera (nn. 72-112), mira la vida
consagrada como una epifanía del amor de Dios en el mundo. Las tres partes tienen
una extensión bastante proporcionada dentro del conjunto. La primera parte a su vez
(nn. 14-40), se divide en cuatro puntos básicos de teología sapiencia) con abundancia
de datos bíblicos y patríticos: a) para alabanza de la Trinidad (nn. 17-22); b) entre la
pascua y la culminación (nn. 23-28); c) en la iglesia y para la iglesia (nn. 29-34); d)
guiados por el Espíritu de santidad (nn. 35-40).
La parte llamada Signum fraternitatis (nn. 41-71), reflexiona sobre la vida consagrada
como profecía y signo de la comunión en la Iglesia; está dividida en tres puntos de aire
más parenético en los que se busca la definición del marco eclesial de la comunión con
sus expresiones y ayudas: superiores, organismos, mutuas relaciones con otros
carismas eclesiales: a) valores permanentes de la comunión teologal (nn. 41-58); b)
continuidad en la obra del Espíritu Santo; fidelidad creativa y coherente en la novedad
(nn. 59-62); c) mirando hacia el futuro, donde se aborda el problema de las
vocaciones, de la disminución y envejecimiento; y la obligada respuesta de fidelidad
que exige formación permanente (nn. 63-71).
Gabriel Castro
Vocacional, Pastoral
SUMARIO: Punto de partida. -1. Notas teológicas de la vocación: 1.1. La vocación en la
Biblia. a) En el Antiguo Testamento; b) En el Nuevo Testamento. 1.2. La Vida
Consagrada. - 2. Claves básicas para la pastoral vocacional. Agentes. 2.1. La persona
de Cristo, el centro del animador vocacional. 2.2. Lo urgente es la misión de Jesús. - 3.
Necesidad de mediaciones. 3.1. La Comunidad como mediación. -4. A tener en cuenta
en la pastoral vocacional .Los destinatarios. 4.1. Programar. - 5. Campo de la pastoral
vocacional. - 6. ¿Qué actividades vocacionales se deben programar? - Z Revisar nuestra
pastoral vocacional.
El punto de partida debe ser la unidad con la pastoral juvenil en cuanto que una
verdadera pastoral juvenil debe implicar, partir y culminar en una pastoral vocacional
donde se lleve a los jóvenes a discernir el plan de Dios sobre ellos y su puesto en la
Iglesia. Tiene también la pastoral vocacional unas características propias. Estas
características específicas son urgentes y claves para la vida de la Iglesia.
Una pastoral juvenil solo tiene sentido si lleva a los hombres y mujeres a vivir la
vocación a la santidad y a ser fieles a la voluntad de Dios.
Desde la realidad que recoge el documento final del Congreso Europeo sobre las
vocaciones sabemos que: "Produce una inmensa pena encontrar jóvenes, incluso
inteligentes y dotados, en los que parece haberse extinguido la voluntad de vivir, de
creer en algo, de tender hacia objetivos grandes, de esperar en un mundo que puede
llegar a ser mejor también gracias a su esfuerzo. Los jóvenes que parecen sentirse
superfluos en el juego o en el drama de la vida, como dimisionarios en relación a ella,
extraviados a lo largo de senderos truncados y aplanados en niveles mínimos de la
tensión vital. Sin vocación, pero también sin futuro que, todo lo más será una
fotocopia del presente".
En las Proposiciones de las Nuevas Vocaciones para la Nueva Europa se hace una
descripción muy precisa de los jóvenes europeos que viven "una cultura pluralista y
compleja que tiende a producir jóvenes con una identidad imperfecta y frágil con la
consiguiente indecisión crónica frente a la opción vocacional. Muchos jóvenes ni
siquiera conocen la "gramática elemental" de la existencia, son nómadas: circulan sin
pararse a nivel geográfico, afectivo, cultural, religioso; "van tanteando". En medio de la
gran cantidad de información, pero falta de formación, aparecen distraídos, con pocas
referencias y pocos modelos. Por eso tienen miedo de su porvenir, experimentan
desasosiegos ante compromisos definitivos y se preguntan acerca de su existencia. Si
por una parte buscan, a toda costa autonomía e independencia, por otra, como
refugio, tienden a ser dependientes del ambiente socio-cultural y a conseguir la
gratificación inmediata de los sentidos; de aquello que "me va", de lo que "me hace
sentirme bien" en un mundo afectivo hecho a medida".
Sabiendo que debemos partir desde los jóvenes para proponerles la llamada al
seguimiento de Cristo, tenemos que vivir esta pastoral vocacional con gran esperanza.
Los análisis más recientes presentan a los jóvenes con luces y sombras: "como
desorientados, pero no desesperados; impregnados de relativismo ético, pero también
deseosos de vivir una "vida nueva"; conscientes de su necesidad de salvación, aunque
sin saber donde buscarla".
Aunque vemos las dificultades en la pastoral vocacional, estamos con Manaranche que
"no se sale de una crisis denunciándola sino edificando sobre algo firme aunque sea a
contracorriente. Se responde al malestar con hechos, unos hechos cargados de
futuro".
a) En el Antiguo Testamento.
Se puede definir la vocación como una llamada donde la iniciativa parte totalmente de
Dios y a la que el hombre debe responder.
Esta vocación como llamada de Dios está expresada en su Palabra a través de la
creación, como Palabra que estimula, que invita indicando un camino a seguir: como
palabra dirigida a un tú.
Todos los relatos vocacionales del Antiguo Testamento siguen prácticamente los
mismos pasos que se podrían sintetizar en estas claves:
Sigue una manifestación de Dios que llama al hombre. Es Dios el que toma la
iniciativa de salir al encuentro.
Siguiendo los personajes del Antiguo Testamento veamos como se realiza esto que
hemos afirmado: Abraham, Gn 12-25. Moisés, Ex 2,23-4,18; 6,2-12; 7,1-8. Josué, Jos
1,1-18. Gedeón, Jue 6,11-24. Elías, 1 Re 17,1-19,18; 21; 2 Re 1,1-2, 18. Isaías, Is 6.
Jeremías, Jer 1. También Yahvé llama a su pueblo (Dt 7,6) a los reyes; Saúl (1 Sam 10,1)
o a David (1Sam 16, 3).
b) En el Nuevo Testamento.
En Cristo la llamada es a vivir en el amor de Dios, como recuerda Pablo a los Efesios;
"Os exhorto a caminar como corresponde a la vocación a que habéis sido llamados" (Ef
4,1).
Además de esta vocación "a todos" a ser y vivir en Cristo existen otras llamadas, como
por ejemplo la elección de los doce (Mt 10,2), que también tienen su propio esquema:
En los evangelios encontramos otras llamadas como la del "joven rico" (Mc 10,17-22);
otros se ofrecen a Jesús (Mt 8, 18-22). En María se descubre una vocación singular (Lc
1, 26-38) que sigue el es-quema de los relatos vocacionales del Antiguo Testamento.
También se descubre en S. Pablo una vocación especial (Act 9, 1-30).
1.2. La Vida Consagrada
La llamada implica toda la vida. Es un ideal por el cual vivir y "dar la vida". Es una
realidad de fe y que es desde esta vida teologal, de fe, esperanza y caridad, donde se
deben vivir los medios fundamentales para descubrirla, madurarla y realizarla.
Todo cristiano desde y por el Bautismo está llamado a seguir al Señor, cuando nos
dice: "ven y sígueme" (Mc 2, 14) y a vivir y ser en Cristo (Ef 5, 1).
a) El agente de la pastoral vocacional tiene que tener muy claro lo que dijo Juan Pablo
II en su primera visita a España en Valencia dirigiéndose a los seminaristas en 1982:
"ser llamado significa ser amado".
b) Jesús tiene una conciencia muy clara de ser el enviado del Padre. Desde este
mandato, a su vez Jesús envía a sus discípulos y en este envío debe fundamentarse la
pastoral vocacional.
o Se compadece de,la gente que vive como ovejas sin pastor (Mt 9, 36).
o Invita al pueblo a orar ante Dios para que envíe operarios a su mies (Mt 9,
38).
Sin vocaciones peligra la misión de Cristo. Es el amor de Cristo el que nos debe urgir
para buscar hombres y mujeres que anuncien la Buena Nueva de Jesús
3. Necesidad de mediaciones
La vocación es una llamada a la misión de Jesús de sembrar nuestra tierra del gozo del
Evangelio.
Para llegar a la llamada existen muchas llamadas intermedias, que los delegados de
pastoral juvenil y vocacional deben fomentar como altavoces de Dios que son lugares
de captar y entender a los hombres. Estos lugares que debe el agente cuidar son:
Todos los acontecimientos que son una llamada del Señor que hablan en la vida,
que va haciendo historia personal y comunitaria.
Es misión del agente animador de pastoral vocacional que se escuche a través de estas
mediaciones que Dios sigue hablando "a gritos" a los hombres y mujeres de nuestro
tiempo.
Tanto Pablo como Bernabé son enviados cuando las comunidades están reunidas en
oración y ayuno (Act 13,1-4).
Es clave que acompañe a los jóvenes alguien que interroga con su vida, que alienta,
que invita más con su vida de entrega que con sus palabras.
Es clave en el Evangelio que Jesús acompañe e invite (Jn 1, 29-51; Lc 24, 13-35).
Este testimonio de acompañar, alentar, no puede ser sustituido por ninguna técnica,
sin acompañantes, la pastoral vocacional no dará frutos de abundancia.
Tenemos que tener en cuenta la armonía que está llamada a vivir la Iglesia en sus
distintos carismas y vocaciones, siendo todos necesarios para presentar el rostro
siempre hermoso de Jesús.
Existe el peligro de dos extremos: el resaltar tanto las diferencias vocacionales como el
igualarlas todas. La armonía se realiza desde la clave de que son distintas las llamadas,
las vocaciones. Hay que tener en cuenta en los destinatarios de esta pastoral
vocacional que: "toda vocación reclama al mismo tiempo una respuesta a la gracia de
Dios, que se transforma en inserción y servicio dentro de la comunidad eclesial (Col
3,13-14; 1Cor 12,4-13). En esta comunión de Iglesia aparece mejor la peculiaridad de
cada vocación según carismas concretos, ministerios específicos, estados de vida,
etc.".
Es verdad que toda pastoral debe ser vocacional. La pastoral vocacional no es el final
del proceso, ni se tiene una buena pastoral vocacional porque se añada a la catequesis
una catequesis vocacional. Es fundamental el convencimiento de que sin la clave
vocacional la pastoral no alcanza su fin, pues: "toda la Iglesia queda constituida en
estado de vocación y misión, y por tanto, todo miembro de la Iglesia, cada uno por su
parte, está constituido en estado de vocación y misión".
4.1. Programar
Las vocaciones llegan cuando se cultiva la vida interior en los jóvenes. La vocación no
llega espontáneamente, se requiere cuidar el camino, el proceso de los jóvenes en su
vida cristiana. Siendo verdad lo imprevisible de la gracia de Dios, es necesario
planificar las mediaciones y las actividades de la pastoral vocacional.
Los animadores o delegados formarán equipos que cuenten siempre con la ayuda de
seminaristas, novicios/as para tan clave trabajo pastoral; así mismo es importante la
colaboración, en estos equipos, de padres de familia y laicos que valoren la vocación
como una llamada a vivir en radicalidad el seguimiento de Cristo.
Dentro del campo de la pastoral una parcela destacable es la realidad vital de los
jóvenes, a los que es necesario acompañar en el descubrimiento del valor y sentido de
sus vidas. Desde la pobreza de la situación de muchos jóvenes la pastoral debe
ofertarles la Buena Noticia que dé sentido pleno a sus vidas.
También, la pastoral vocacional tiene que tener en cuenta lo que es común a todas la
vocaciones en sus llamadas y respuestas; pero, hay llamadas distintas que exigen
también responder de un modo específico para realizar una misión propia. La pastoral
vocacional debe ayudar a la escucha de la llamada particular bien como laico, religioso
o sacerdote, y es a esto a lo que debe dedicar su esfuerzo y su tiempo.
Juan Pablo II insiste en que debemos vivir buscando el encuentro con los jóvenes:
"Bajad hasta nuestros jóvenes. Id personalmente a su encuentro y llamadlos".
Se impone pues una pastoral vocacional que no tenga miedo a proponer a los jóvenes
el seguimiento de Cristo con toda su fuerza y radicalidad.
Para ir a ese encuentro tenemos que tener en cuenta los diversos ámbitos en los
cuales se mueven, como son: la familia, la parroquia, los centros juveniles, colegios y
movimientos, etc.
b) La familia
Aunque se piense que muchas familias están alejadas de la práctica cristiana, es muy
importante que los padres, a través de una sensibilización, descubran el valor que
posee toda vocación. Sabemos bien que la familia es el primer seminario, el primer
noviciado; así pues, es necesario fomentar en ellas un espíritu de oración y una actitud
de disponibilidad, si el Señor llama a uno de sus miembros al seguimiento de Cristo.
c) La parroquia
La parroquia debe ser el ámbito donde florezca la vocación de muchos hombres y
mujeres, que en medio de una comunidad de fe viva, esperanza y caridad,
experimenten la apertura de la llamada del Señor a seguirle con todas las
consecuencias.
Es importante que se valore y se viva una catequesis desde pequeño, bien cuidada,
donde sea posible que Cristo siga invitando a "dar la vida" al servicio del Evangelio.
Al ser la parroquia el lugar donde se vive y se celebra la fe, como marco ordinario,
como comunidad de comunidades, se convierte en el lugar más privilegiado desde
donde acompañar a muchos jóvenes que se plantean seriamente el camino del
seguimiento de Cristo bien como sacerdote, religioso/a, desde la militancia cristiana o
la vida matrimonial.
Son el lugar donde los jóvenes pasan la mayoría del tiempo y sobre todo prestando
gran importancia a las actividades pastorales después de las clases. Es clave que la
pastoral juvenil y vocacional vayan unidas para que el colegio se conviertan en un
lugar donde se hagan opciones para toda la vida.
Las congregaciones religiosas, las diócesis deberían dedicar personas, tiempo y todo lo
que sea necesario para entrar en contacto con los jóvenes en el colegio y ofertarles,
desde un proceso serio de vida cristiana, la vocación como una llamada que llena
plenamente sus anhelos más profundos.
Los centros juveniles y escuelas de tiempo libre, son ámbitos donde se puede hacer
una oferta, con orientaciones en clave vocacional.
Allí donde los jóvenes buscan y se encuentran se les puede ayudar y orientar para que
abran su mirada a horizontes llenos de una vida a tope.
Estos centros juveniles y escuelas de tiempo libre de carácter diocesano son un lugar
privilegiado de evangelización y desde ahí ofertar a los jóvenes una manera nueva de
vivir como seguimiento radical a Cristo y a los hermanos.
f) Los movimientos
Los movimientos que brotan en la Iglesia son también un lugar privilegiado donde
ofertar la vocación. Estos movimientos son importantes en la vida eclesial, siempre
que sean universales y se abran con una actitud de humildad y reconocimiento de la
riqueza de carismas que existen en la Iglesia.
Se tienen que poner en práctica diversos tipos de acciones, pero siempre según un
contexto y planificadas desde una pastoral de conjunto; es decir, la pastoral vocacional
debe vivir unida a la pastoral juvenil, y todo lo que en ella se oferte debe ayudar a
crecer y madurar en el seguimiento de Cristo, para "tener sus mismos sentimientos"
(Flp 2,5).
Siempre preguntamos ¿hasta qué punto estamos entregando la vida para que la
pastoral vocacional dé fruto?
Desde una actitud humilde, que nos lleve a pedir al dueño de la mies que envíe
operarios a su mies, debemos siempre sembrar todo lo que podamos, con el
convencimiento de que es el Señor quien dará el incremento necesario. De nosotros
depende pues creer que una verdadera pastoral vocacional lleva a los jóvenes a
plantearse seriamente la llamada universal a la santidad y que esta llamada se viva
desde la fidelidad a la vocación que el Señor nos ha regalado.
Sin una exigencia seria del Evangelio de verdadera vida comprometida no se puede
llevar a los jóvenes a un planteamiento vocacional. Una pastoral de "entretenimiento"
no es una pastoral vocacional porque no lleva al encuentro personal con Cristo.
BIBL. — La vocación en la Biblia: AUNEAU, J., El sacerdocio en la Biblia, Verbo Divino, Estella 1990, 696 págs.;
BEAUCHAMP, E., Los profetas de Israel, Verbo Divino, Estella 1988, 243 págs.; GOURGUES, M., Misión y
comunidad, Verbo Divino, Estella 1990, 551 págs.; ID., El Evangelio a los paganos, Verbo Divino, Estella 1990, 642
págs.; MARTINI, C.M., - VAN-HOYE, A., La llamada en la Biblia, Atenas, Madrid 1983, 237 págs;. MONLOUBOU, L.,
Los profetas del Antiguo Testamento, Verbo Divino, Estella 1990, 355 págs.; POUSSEUR, R., - TEISSIER, J., Dios,
compañero de camino, Verbo Divino, Estella 1989, 356 págs.; SENIOR, D., - STUHLMUELLER, Biblia y misión, Verbo
Divino, Estella 1985, 480 págs. Visión global de la vocación: AA.W., Vocación común y vocaciones específicas.
Aspectos bíblicos, teológicos y psicopedagógicos, Atenas, 3 vols., Madrid 1984, 261, 271 y 160 págs.; APARICIO, A. -
CANALS, J., Voz "Vocación" en Diccionario Teológico de la vida consagrada, Publicaciones Claretianas, Madrid
1989, 1824-1887; GRo-ESCHEL, B. J., Crecimiento espiritual y madurez psicológica, Atenas, Madrid 1987, 270 págs.
Nos referimos al documento final del Congreso Europeo sobre las Vocaciones al
Sacerdocio y a la Vida Consagrada en Europa, celebrado en Roma del 5 al 10 de mayo
de 1997. El congreso estuvo preparado por las Congregaciones para la Educación
Católica, para las Iglesias Orientales, para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica.
La Iglesia cuenta con muchos años de experiencia vivida en situaciones muy distintas.
Por eso tiene la perspectiva necesaria para afianzar en todo momento la esperanza
que todo lo puede y todo lo espera. En medio de las dudas, temores, dificultades y
escasos resultados en el campo vocacional, surge con fuerza la llamada a confiar, a
permanecer fieles y a esperar más allá de las propias posibilidades. Un ejemplo
cercano y patente de esperanza son las Iglesias del Este, que después de haber vivido
tiempos difíciles se ven recompensadas con un florecimiento vocacional, -no exento
de problemas-, pero que contrasta con la situación de la Europa occidental.
Desde esta esperanza se invita a los niños, adolescentes y jóvenes a acoger el proyecto
que Dios tiene para cada uno de ellos, con el firme convencimiento de que de esta
disposición va a depender su realización y felicidad. Esta respuesta de los más jóvenes
rió será posible si los padres, educadores, catequistas, presbíteros y consagrados/as,
no dan un "testimonio coral". "En uña Iglesia toda vocacional, todos son animadores
vocacionales. Dichosos vosotros, si sabéis decir con vuestra vida que servir a Dios es
hermoso y satisfactorio, y descubrir que en El, el Viviente, se esconde la identidad de
cada viviente (cfr. Col 3,3)". (Documento final, o.c. 9).
La esperanza tiene mucho que ver con el palpitar de la vida en cada momento y
situación; esto no será posible si no se une la reflexión teológica con la praxis pastoral,
la iluminación teórica y las claves pedagógicas, el saber y el saber hacer. Esta síntesis
debe hacerse desde la óptica específicamente cristiana: "o la pastoral vocacional es
mistagógica, y, por tanto, parte una y otra vez del misterio (de Dios) para llevar al
misterio (del hombre), o no es tal pastoral". (Documento final, o.c., 11)
La preocupación que ha presidido todos los trabajos del congreso, así como la
redacción del documento final, ha sido meramente evangélica: ver las realidades
concretas, reflexionar sobre las mismas con la luz del Evangelio y volver a las
situaciones existentes para dar una mejor respuesta. La realidad cotidiana es el punto
de referencia de la pastoral vocacional. La perspectiva teológica que ocupa la parte
central del documento, -entre el análisis de la realidad y las orientaciones pastorales y
pedagógicas-, fundamenta y enmarca el conjunto del tratamiento. El documento
reconoce que las pistas orientadoras "en el plano del método y de la praxis cotidiana"
es el aspecto más deficiente, y el que los agentes de pastoral necesitan en gran
medida. Aún constatando esta carencia podemos decir que, -en relación con otros
documentos anteriores de pastoral vocacional-, este aspecto adquiere un relieve
importante, tanto cualitativa como cuantitativamente.
- Muchos jóvenes en Europa tienen una débil capacidad proyectiva de su vida. Esto se
da en un contexto cultural en que coexisten valores muy distintos sin ninguna
jerarquización. Esto influye negativamente en el significado de las cosas y en la
capacidad proyectiva de la vida humana, pues impide la apertura de ésta al misterio y
a la transcendencia. "Es una lógica que reduce el futuro a la elección de una profesión,
a la situación económica o a la satisfacción sentimental-afectiva, dentro de horizontes
que de hecho reducen la voluntad de libertad y las posibilidades de la persona a
proyectos limitados, con la ilusión de ser libres" (Documento final, o.c. 19). El resultado
final es el predominio de un modelo antropológico del "hombre sin vocación", que
hace que muchos jóvenes desconozcan la "gramática elemental" de la existencia que
les convierte en nómadas y náufragos que viven "tanteando", y proyectan el futuro
como una "fotocopia" del presente. La Proposición (n. 4) también presenta a los
jóvenes con muchas posibilidades a la hora de construir una nueva Europa; dice de
ellos que "tienen nostalgia de libertad y buscan la verdad, la espiritualidad, la
autenticidad, la propia originalidad personal y la transparencia, que juntos tienen
deseos de amistad y de reciprocidad", que buscan "compañía" y quieren "construir
una nueva sociedad, fundada en valores tales como la paz, la justicia, el respeto al
medio ambiente, la atención a las discrepancias, la solidaridad, el voluntariado y la
igual dignidad de la mujer" (Documento final, o.c. 21).
- La tarea de la Iglesia en este contexto tendrá como hilo conductor el trabajo para que
surja una cultura vocacional que facilite la apertura del joven a la llamada personal de
Dios a la santidad en un proyecto de vida concreto. Nueva evangelización y vocación
están íntimamente relacionados.
- Los padres, los educadores cristianos, así como los catequistas, los sacerdotes y los
consagrados/as, necesitan practicar la "caridad cultural" y ser "personas puentes"
entre el mundo y el Evangelio, entre la sociedad y la Iglesia. No se puede hacer este
servicio sin vivir como bautizados convertidos y testigos del Resucitado, con alegría y
sin complejos.
- El documento define con precisión los términos vocación y vocaciones. Esta
perspectiva común y específica puede ayudar a plantear adecuadamente la iniciación
cristiana y la pastoral vocacional. Tanto la vocación bautismal como el proyecto
vocacional personal al que Dios llama a cada uno, necesitan un caldo de cultivo, que
Juan Pablo II en el Discurso a los participantes en el Congreso definió como una "nueva
cultura vocacional en los jóvenes y en las familias". Los rasgos de esta cultura
vocacional son los siguientes: el significado del vivir y del morir, las grandes preguntas
de la existencia humana y el deseo de encontrar la verdad.
- El "salto cualitativo" que debe dar la pastoral vocacional. Este consiste en pasar de
considerar lo vocacional como una parte de la pastoral a considerarla como el
horizonte globalizador de toda la pastoral en la Iglesia. Esto supone que: la pastoral
vocacional es algo "estable y coherente", se orienta a la "promoción de todas las
vocaciones" y se dirige a todos, debe estar alentada por la esperanza y la convicción de
que toda persona es don de Dios, tiene mucho que ver con el discernimiento, sabe que
Dios llama en cada sitio y lugar (no a la importación de vocaciones), necesita del
acompañamiento personal, el animador vocacional debe ser sobre todo "educador y
formador de vocaciones" y se necesita creatividad, pues la tarea es mucha y los
operarios pocos.
— Arranca de las preguntas básicas que dotan de sentido a la vida y piden una
respuesta que transciende las posibilidades humanas. Son las cuestiones que se
refieren al origen (¿por qué existimos?), al significado (,qué es la vida?) y al futuro
(.,qué hay más allá de la muerte?). El documento es consciente del contexto socio-
cultural actual que tiende a marginar o impedir estas preguntas.
— El amor aparece como la clave para entender la vocación de todo hombre. Por la
voluntad del salvífica del Padre, somos "imagen y semejanza" de Dios, por el
seguimiento de Jesús entendemos la vida como amor entregado hasta el final y la
acción del Espíritu hace del vocacionado un creyente que vive en apertura y
disponibilidad, en comunión y servicio, un signo liberador para los más pobres.
En este contexto teológico la Iglesia por su función maternal, ayuda a que las
vocaciones surjan; es decir, ejerce una función mediadora y educativa. "No puede
decirse madre aquella comunidad de creyentes que simplemente 'espera' dejando
totalmente a la acción divina la responsabilidad de la llamada, casi temerosa de dirigir
llamadas; o que da por supuesto que los adolescentes y jóvenes, en particular, sepan
recibir inmediatamente la llamada vocacional; o que no ofrece caminos trazados para
la propuesta y la acogida de la propuesta" (Documento final, o.c., 57).
Esta gran historia, la Historia de Salvación, que enmarca cada historia vocacional es lo
que lleva al documento a potenciar la dimensión ecuménica de la pastoral vocacional
en Europa, y a valorar la importancia de la Liturgia en las Iglesias católicas de Oriente,
como lo que sostiene la teología y la catequesis.
— María es presentada al final de esta parte segunda del documento como madre y
modelo de cada vocación, pues en ella se dio de manera singular la relación dialogal
entre la libertad de Dios y la libertad humana, que se concreta en el Fiat (confianza
plena en Dios y disponibilidad absoluta). "María, en fin, es la imagen perfectamente
realizada de la 'mujer', perfecta síntesis del ahora femenino y de la creatividad del
Espíritu, que en Ella encuentra y escoge la esposa, virgen madre de Dios y del hombre,
hija del Altísimo y madre de todo viviente. ¡En Ella cada mujer encuentra su vocación
de virgen, de esposa, de madre!" (Documento final, o.c., 63).
Esta última parte del documento arranca de una constatación preocupante: tenemos
claros los objetivos y las estrategias de fondo, pero no acertamos con los pasos del
proceso que llevan a educar la actitud de disponibilidad. En consecuencia, concluye
este análisis diciendo que la crisis vocacional incluye la crisis del camino pedagógico.
Con este marco de fondo, el documento avanza a través de los siguientes pasos:
- El texto de los discípulos de Emaús (Lc. 24, 13-16) sirve para estructurar la pedagogía
del acompañamiento, del proceso educativo y de la formación.
Lo primero consiste en situarse como hermano mayor junto al que hace el itinerario
vocacional a través de las etapas del discipulado. El acompañante debe ayudar al
acompañado a reconocer a "Jesús en persona", pues él es mediación de esta otra
presencia, la de Dios que llama en Jesucristo por la fuerza del Espíritu, en la
comunidad eclesial y para la construcción del Reino.
El encuentro de Jesús con la Samaritana (Jn, 4,6) sirve para definir lo que es un
encuentro vocacional, pues Jesús busca "dondequiera y en quienquiera". Jesús espera
para darnos el agua "de y para la vida". El acompañante vocacional tiene que ver
dónde están los "pozos" de vida y de futuro para suscitar la pregunta vocacional desde
las vivencias de sentido de los jóvenes.
El mismo texto de los discípulos de Emaús manifiesta cómo todo parte del
"reconocimiento" y de la gratitud de ser elegido, no de elegir nosotros; si es el amor a
quien todo lo conforma, la respuesta libre al don de Dios de alguna manera es
"debida", pues el que se siente amado de esta manera únicamente puede amar.
Tenemos que reconocer, -como también lo señala el documento-, que nuestra
pastoral juvenil está más coloreada por la actitud del joven protagonista de su vida de
fe, y que olvida, en buena medida, que todo lo ha recibido de Dios y que debe ser para
los demás desde Dios. La pedagogía del don ayuda a percibir cómo "la propuesta de
Dios, por difícil y rara que pueda parecer (lo es en realidad), se convierte también en
una promoción imprevista de los auténticas aspiraciones humanas y garantiza el
máximo de felicidad. La felicidad, llena de gratitud, que María canta en el 'Magnificar
(Documento final, o.c. 124). Es decir, cuando el reconocimiento de Jesús lleva a un
mejor y pleno reconocimiento de uno mismo, podemos decir que la madurez
(disponibilidad) vocacional está surgiendo.
Nos referimos a que en algún momento el documento podría haber explicitado con un
tratamiento breve, pero sistemático, lo común y lo específico de cada una de las
vocaciones, incluyendo la vocación laical, aunque el documento se refiera a las
vocaciones al presbiterio, a la vida religiosa, a los institutos seculares y a las sociedades
de vida consagrada.
Unicamente los laicos y los matrimonios que vivan su estado como vocación propia y
específica serán los que colaboren con amplitud de miras en la pastoral vocacional,
empezando por no condicionar a sus propios hijos e hijas en una determinada
dirección.
En una de las partes del documento se subraya con claridad la importancia del
profetismo en la vivencia de las vocaciones y en la pastoral vocacional. El párrafo es
positivo y claro, pero quizás excesivamente breve. Pensamos que en el Evangelio la
«misericordia entrañable» del Padre revelada en Jesús ante las turbas que van «como
ovejas sin pastor», es uno de los aspectos nucleares de la vocación del Mesías, de los
Apóstoles y de los seguidores de Jesús. Para que el creyente pueda oír la llamada
vocacional necesita situarse responsablemente ante la realidad humana de dolor,
marginación, explotación y pecado. El grito de Dios que recorre la historia desde las
primeras páginas del Génesis es: «¿dónde está tu hermano?». Vivir vocacionalmente
es dejar que el amor de Dios, revelado en Jesucristo y presente activamente en la
Iglesia y en los pobres, tome la iniciativa en el cristiano convertido que intenta hacer
de su vida una acogida y respuesta a este amor. En caso contrario se puede llegar a
comprensiones vocacionales intimistas, alejadas de la realidad y del compromiso
evangélico con los más necesitados. La llamada personal de Dios a cada uno es mucho
más que el compromiso con la justicia y la solidaridad, pero normalmente no la oímos
al margen de esta presencia transformadora. En la pastoral con jóvenes ha habido un
incremento grande de voluntariado, pero es poco militante y escasamente vocacional,
pues no coge la vida, sino que funciona como una actividad más junto a otras, a veces,
en evidente contradicción. Ayudar hoy a los jóvenes a que lean críticamente la
realidad y se posicionen ante ella no es fácil por el relativismo y emotivismo con que
se viven las cosas. Por todo lo anterior, la iniciación a la lectura creyente de la realidad
sería un tema a recuperar en los grupos cristianos y en la pastoral vocacional.
4.6. ¿Por qué unas teologías dan vocaciones y otras teologías no?
Esta pregunta surgió en el Congreso proveniente de algunos grupos de trabajo. Iba
acompañada de otra pregunta: ¿qué estilo de vocación es la que surge de
determinadas teologías? El documento ha incorporado la primera pregunta con un
sentido distinto al que se formuló en el Congreso. Prescindiendo de estos matices, sin
duda importantes, creo que estamos ante una cuestión que necesita una reflexión
profunda por parte de las comunidades parroquiales, los grupos, los movimientos y las
asociaciones apostólicas. Quizá en la convergencia y el enriquecimiento mutuo de
unas y otras teologías y praxis pastorales esté la solución de futuro. Lo lógico es que de
las comunidades cristianas surjan vocaciones al ministerio ordenado y a los distintos
carismas y servicios eclesiales con estilos distintos, pero con los criterios teológicos,
espirituales y pastorales del Concilio Vaticano II y su desarrollo posterior. Hay un
criterio importante a la hora de discernir las vocaciones: la capacidad de los
vocacionados para responder con talante renovado y esperanzado a los retos que el
presente y el futuro inmediato plantea a los hombres y a las mujeres de hoy; lo que
suene a vuelta del pasado, a huida de la realidad o a evangelización paralela al mundo
que tenemos delante, no está dentro de lo más genuino del Evangelio: la ley de la
encarnación y de la pascua. Un segundo criterio es el de la eclesialidad, es decir, el
sentir con el conjunto de la Iglesia y su expresión en la participación en la pastoral de
conjunto y en los organismos que articulan la comunión eclesial, asi como la
vinculación al obispo en cada Iglesia particular.
Conclusión
Jesús Sastre
Zona pastoral
Se entiende por tal un ámbito territorial de actuación pastoral mayor que las
parroquias y, casi siempre, integrando más de un arciprestazgo. En dicha zona pastoral
se trabaja la pastoral ordinaria, territorial y sectorial. Es importante la zona pastoral
para la denominada pastoral de conjunto. Para una explicación mayor, remitimos a las
voces: Parroquia, Unidad de atención pastoral, Arciprestazgo y Pastoral de conjunto.