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LAS CRÓNICAS DE AMÉRICA, VISIÓN ESPAÑOLA DE LA REALIDAD

AMERICANA

María Saavedra Inaraja 1

Una fecha, 12 de octubre de 1492, cambió la concepción del mundo. Y este cambio
viene marcado precisamente por el encuentro entre un Occidente y un “más allá
occidental”. Europa deja de ser occidente para convertirse en un nuevo Oriente, según
los conocimientos aportados a raíz del primer viaje de Cristóbal Colón.
El descubrimiento de América por parte de los europeos significó un paso sin vuelta
atrás en la historia de la Humanidad, y fue sin duda el germen de una fructífera acción
cultural que dejaría su huella a ambos lados del Atlántico.
Europa ya no es el “Finis Terrae”; hay otros espacios más allá, pero fundamentalmente
hay otros hombres más allá. Y estos hombres, para bien o para mal, recaen bajo la
responsabilidad de la Corona de Castilla, y muy pronto de la Monarquía Hispánica.
Son muchos los aspectos que podrían tratarse como resultado de este encuentro con un
mundo nuevo. Surgen realidades novedosas, que aun partiendo de la esencia del Nuevo
Mundo de una parte, y de la esencia de España por otra, son sustancialmente diferentes.
Un día no cambió la historia, es cierto. Pero también es innegable que 1492 amplió
sustancialmente el horizonte geográfico humano. Ese día casi se completó el
conocimiento del orbe, se pudo hablar así de la “quarta orbis pars”. La raza humana ya
tenía un hogar común. El mundo habitado por hombres era ya comprensible, abarcable a
todos. La primera vuelta al mundo sería cuestión de pocos años. Los medios técnicos,
con las importantes aportaciones de los orientales, estaban preparados para seguir los
impulsos de un hombre que se sabía capaz de conocer el medio en que fue puesto para
dominarlo.
Pero no estamos hablando sólo de una inmensa aportación geográfica. No era una pieza
más en el mapa terrestre, que venía a completar la esfera. El descubrimiento de América
tenía una trascendencia mucho mayor. Porque suponía el nacimiento de un imponente
mundo mestizo.

1
El presente texto forma parte de una obra colectiva: PÉREZ FERNÁNDEZ-TURÉGANO, Carlos (ed):
Relaciones Oriente-Occidente. Instituto de Humanidades Ángel Ayala CEU, Serie Historia. Madrid,
2005.

1
No voy a tratar aquí las peculiaridades de la acción colonizadora de los españoles en
América. Todavía hoy nos llena de contradicciones el análisis que hacemos de esos
siglos de historia común. Pero precisamente uno de los resultados de esa acción es lo
que la hace grande, lo que ha provocado que hoy españoles y americanos podamos
hablar de intereses comunes utilizando el mismo idioma: el mestizaje. Y siendo
importante el mestizaje biológico, lo que ahora centra nuestra atención es el mestizaje
de carácter cultural que se dio desde el final del siglo XV en América.
Tienen mucha razón los historiadores que hablan de una “América Americana” tras la
América indígena y la América española. Porque lo que nacerá en el siglo XIX en el
Nuevo Mundo que había estado unido a la Corona Española es algo que no se entiende
tanto si eliminamos el elemento prehispánico como si prescindimos de lo español. Las
nuevas repúblicas son el resultado de un proceso de fusión, de integración, y supusieron
el nacimiento de algo diferente a lo anterior (y a lo anterior a esto último): era la
América de los americanos; no la América española o la América precolombina.
En este proceso de fusión, de integración de culturas, de mezcla de elementos y
visiones, ocupan un lugar destacado las Crónicas de América, tema en el que se centra
este estudio.

EL AMBIENTE CULTURAL DE “LAS ESPAÑAS”

No se puede hablar de creatividad en América separándola de las realizaciones


peninsulares. Porque estamos hablando de reinos de una misma Monarquía, en la que
los procesos culturales –al igual que los políticos- van a tener una doble vertiente,
marcada por las dos orillas del Océano Atlántico.
Porque al referirnos a España y América no hablamos de dos entidades políticas
diferentes, sino de una misma España a ambos lados del Atlántico. Es imposible
entender la vida cultural, la creatividad artística, las propuestas intelectuales indianas,
sin mencionar cuáles eran esas mismas creaciones en la península.
Pero estas relaciones a veces han generado visiones algo peyorativas de la cultura
americana. Lógicamente, el desarrollo literario en la América española necesita de un
tiempo de maduración, de lograr encajar los diferentes elementos, nativos y de
influencia hispana, que lo van a configurar. La simbiosis se irá produciendo a lo largo

2
del siglo XVI, hasta situarnos en los umbrales del XVII. Y al llegar a este punto, es
frecuente que, cuando se habla del Barroco español y a continuación se reflexiona sobre
esta etapa en América, la comparación resulte negativa para el mundo indiano.
Cierto que no se vivió en América un Siglo de Oro comparable al español (más en
concreto, al castellano), pero ¿quiere decir esto que la vida cultural en Indias durante el
XVII no tuvo su personalidad y riqueza? En absoluto.
El Barroco peninsular se venía gestando desde hacía mucho tiempo. Nuestro Siglo de
Oro no surge bruscamente, sino que es el resultado de una larga preparación y herencia
de los períodos bajomedievales y renacentista. En cambio sí será rápido su declive,
acelerado a finales del siglo XVII por la decadencia general de “lo español” en Europa.
En cambio, en América el siglo XVII surge a un nivel muy bajo en la confluencia de 2
culturas (la indígena y la española) que además viven un arduo proceso de
acoplamiento. Tras un siglo de convivencia, veremos un nivel que en lo institucional es
más que aceptable (escuelas, imprentas, universidades), pero que en sus resultados
(escritores, pensadores, artistas) se ha quedado algo atrás. Se había comenzado muy
bajo, pero a lo largo del siglo la línea ascendente no tuvo quiebras ni caídas 2 .
Por tanto, podemos concluir que la distancia entre ambos mundos culturales es mucho
menor al final del siglo XVII de lo que había sido al principio 3 .
Además, si la creatividad del siglo XVII americano se estudia sin la “obligada“
referencia a la Península, generalmente los autores son mucho más benignos analizando
los logros culturales de la producción artística y literaria generada en el Nuevo Mundo.

LAS CRÓNICAS DE INDIAS

Tras la breve referencia al mundo cultural en el que se enmarca la creación que


supusieron las Crónicas de Indias, veamos cuál es el proceso que lleva a su gestación y
maduración. Aunque es imposible en tan escaso espacio analizar la gran riqueza de la
obra desarrollada por los cronistas resaltaré algunas de las crónicas que me parecen más
significativas, o bien por el contenido o bien por el origen de sus autores.

Gestación de las Crónicas

2
OVIEDO, J. M: Historia de la Literatura Hispanoamericana, vol I. Alianza. Madrid, 1995
3
id.

3
Se trata de obras de escritores –en su mayoría españoles, aunque también hubo algunos
indígenas y mestizos- que relatan historias de los primeros años de la presencia española
en América. Pero la gran riqueza que aportan estas obras es que, junto a los datos
centrados en las vivencias de los españoles, nos han dejado constancia de muchos
aspectos de la vida de las poblaciones indígenas.
Podemos considerar que se trata de la visión española de la realidad americana. Y de
una realidad americana que empieza a ser fruto de la fusión de elementos indígenas e
hispánicos. Estamos por tanto ante el nacimiento de una América mestiza, y considero
que las propias crónicas reflejan de una manera extraordinaria este mestizaje.
Se describió, con ojos y lengua europeas, el cosmos del Nuevo Mundo. Aquí el proceso
de integración alcanza una trascendencia muy especial. ¿Por qué? Porque los españoles
entregaron a las culturas prehispánicas uno de los mayores dones que el ser humano
puede hacer: la escritura.
Y es que las Altas Culturas americanas, que todavía hoy nos sorprenden por su alto
nivel organizativo, astronómico o constructivo, carecían del instrumento más preciado
por los hombres del renacimiento: la escritura, la posibilidad de dejar constancia para
siempre de las creaciones intelectuales, la historia, la poesía…
Recordemos que en el área mesoamericana y en las zonas de cultura maya se había
desarrollado un tipo de escritura jeroglífica, plasmada en los famosos “Libros pintados”
o códices que tanto sorprendieron a los españoles. En cambio, en el ámbito andino la
escritura era algo desconocido hasta la llegada de los europeos. En uno y otro caso, el
vehículo para dar a conocer al mundo las realidades americanas fue la lengua castellana.
Y en este sentido sí podemos afirmar que no existe un fenómeno paralelo en otro lugar
del globo. La generación espontánea de escritores que nace con el descubrimiento de
América es realmente llamativa. Y se crea así uno de los primeros puentes entre Europa
y América: dos realidades se funden en una obra literaria; esto son las Crónicas de
América.
El español que viaja a América no es un especialista. Surgen terratenientes
improvisados, maestros improvisados... y escritores improvisados.
Porque los cronistas no siempre tienen un gran don para la pluma. Muchos de los
autores de crónicas son soldados, funcionarios y misioneros, que de no haber viajado a
América probablemente nunca hubieran escrito una obra de esas características. ¿Y que
les movía a escribir? El “espanto” en el sentido clásico, unamuniano del término: el

4
asombro ante una naturaleza y una realidad cultural y étnica que desbordaba todas las
imaginaciones que hasta entonces hubieran tenido.
Un impulso interior les lleva a dejar constancia por escrito de lo que ven, lo que hacen,
lo que conocen. A veces, en las noches de las campañas bélicas, el soldado escribe, con
la precisión del un diario, lo que ha visto, sentido y realizado durante el día.
El misionero, a la manera de los Apóstoles de la primera hora, “cansadas las manos de
administra bautismos”, no quiere que se le olviden las impresiones de las conversiones
en masa de los habitante del nuevo mundo incorporado a la fe de Cristo.
Pero no sólo es la expresión espontánea del asombro o admiración causados por las
nuevas realidades percibidas. En otras ocasiones se trata de informes oficiales, a
autoridades civiles o religiosas, o respuestas a cuestionarios preparados desde la
Península para organizar el gobierno de las tierras recién incorporadas a la Corona
castellana. En esta ocasión, a veces la frescura de la primera impresión se pierde en
beneficio de una información más o menos interesada o parcial.
En cualquier caso, estas crónicas nos aportan el más importante material histórico y
etnográfico de los primeros decenios transcurridos después del descubrimiento.

Rasgos que caracterizan a las Crónicas de Indias

¿Qué diferencia a la Crónica de Indias de otro tipo de obras historiográficas? El


profesor Céspedes del Castillo señaló hace tiempo la existencia de 7 rasgos
diferenciadores que pueden encontrarse en estas obras 4 .

1. Valor testifical. El autor es testigo en primera línea de los hechos que narra. Y
además, se implica en ellos de manera consciente. Frecuentes expresiones tipo “Yo lo
ví”, “yo estuve allí”… Esto da un enorme sentido de inmediatez.

2. Falta relativa de cronología y geografía. El medio, en general, no tiene demasiada


importancia: es solo el escenario donde se desarrollan unos hechos, que son los que
importa describir.

4
Tomado de: RODRÍGUEZ BAIXEIRAS, Antonio: Historiadores de Indias. Guía de lectura. Akal, 1994.
Madrid. La misma idea, más desarrollada , se encuentra en : CÉSPEDES DEL CASTILLO, G: Textos y

5
3. Apasionamiento. El autor se implica, toma partido. Nada de objetividad, y quedar al
margen de banderías o parcialidades. Juzga, acusa, discrimina... reflejando de modo
patente sus simpatías y antipatías.

4. Carencia de interpretación: no se indaga en causas, motivaciones ocultas, etc. Que


pueda haber en los hechos narrados. Lo central es la narración.

5. Religiosidad y fuerte providencialismo. La fe religiosa aparece como principal motor


de los hechos humanos, y en el caso de la fe católica, lo justifica todo. Frecuentes
apariciones del diablo (origen de las “supersticiones” de los nativos), pero también del
Apóstol Santiago montado en su caballo blanco.

6. Patriotismo. Entre los conquistadores existe una indudable mentalidad de pertenecer a


una civilización superior (recordemos que se encuentran Renacimiento y culturas
ágrafas), lo que le lleva a considerar al indígena como pueblos que viven en la barbarie.
La diferencia de costumbres se interpreta como inferioridad cultural. Y de esta
mentalidad participa también el cronista.

7. Deseo de fama. El cronista, por lo general quiere que se conozcan los hechos en lo
que participó, o los que vivió de manera cercana. Además, el rey podría premiarle a él o
a sus descendientes con un reconocimiento en forma de mercedes o privilegios.

En cualquier caso, todas estas características se dan en mayor o menor grado, no siendo
necesario que se den todas para que podamos hablar de Crónicas.

Aportación histórica y etnográfica

Entre los distintos cronistas encontramos diferentes motivaciones al escribir. Ya hemos


dicho que en unos casos la pluma se toma de manera espontánea, obedeciendo a un
impulso interior. En otros, será un requerimiento por parte de autoridades lo que hará al
español decidirse a poner por escrito sus primeras impresiones. Muchos misioneros

documentos de la América española (1492-1898). En Historia de España dirigida por M. Muñón de Lara,
vol XIII. Labor, Barcelona, 1986. pp XVIII-XX

6
tenían obligación de informar a sus autoridades religiosas de la labor desempeñada en el
Nuevo Mundo. Y al hilo de esas narraciones se van recogiendo numerosos datos de los
pueblos en los que va realizando esa labor de misión.

LOS CRONISTAS DEL SIGLO XVI

En las numerosas páginas escritas en los primeros años del siglo XVI acerca del mundo
indígena americano encontramos muy diferentes visiones del mismo.
Sabido es que la primera cuestión que se presenta al español es si lo que tiene delante
pertenece realmente al género humano, y, en consecuencia, es susceptible de derechos y
obligaciones. Esta cuestión se resolvió prontamente a favor de la auténtica condición
humana del indígena. La reina Isabel la Católica, hasta el final de sus días luchó por
defender los derechos de sus súbditos americanos, que debían ser tratados con la misma
consideración que un campesino libre de Castilla 5 .
Pero una vez reconocida esta condición, no todas las visiones coincidían, y esto se ve
claramente reflejado en las crónicas.
En el área mesoamericana hay grandes variaciones, desde las Cartas de Relación de
Hernán Cortés, la Historia de la Conquista, de Bernal Díaz del Castillo, a las obras de
los que han sido considerados padres de la ciencia etnográfica, los cronistas
franciscanos de la Nueva España.
Destaca en este sentido la obra del franciscano Bernardino de Sahagún, autor de
Historia de las cosas de la Nueva España. Terminada en 1579, y escrita a instancias del
Provincial de su orden, supone un notable esfuerzo de recopilación, estudio y rescate de
la cultura vencida. Incluye aspectos de la religión, la filosofía, astronomía, cosmología,
arte, poesía... y todo ello a partir de la información suministrada por versiones indígenas
orales. En la obra se combina el nahuatl y el castellano junto con dibujos que mantienen
la tradición pictórica del mundo mesoamericano.

5
“por ende, suplico al Rey mi señor, muy afectuosamente, e encargo e mando a la dicha princesa mi hija
e al dicho Príncipe su marido, que ansí lo hagan e cumplan, e que este sea su principal fin, e que en ello
pongan mucha diligencia e no consientan ni den lugar a que los indios vecinos e moradores de las dichas
Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes; mas mando
que sean bien e justamente tratados. Y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean, por manera
que no se exceda en cosa alguna de los que por las letras Apostólicas de la dicha concesión nos es
mandado”. Codicilo de Isabel la Católica. Medina del Campo, 23 de noviembre de 1504

7
Con la obra de Sahagún estamos ante un ejemplo de cómo a partir de un inicial móvil
evangelizador se llega a dar comienzo a lo que se convertirá en auténtica ciencia
etnográfica 6 .
Pero no podemos olvidar otro grupo de cronistas que tienen una significación muy
especial, ya en el siglo XVI. Hablamos de los indígenas y mestizos que emplearon la
lengua castellana para realizar este tipo de obras.
Poco conocidos, y menos leídos, estos cronistas aportan datos valiosos sobre las
culturas asentadas en sus regiones y de su encuentro con los conquistadores.
En el ámbito mexica podemos hablar de Fernando Alvarado Tezozomoc (1520?-1610),
nieto de Moctezuma y por tanto perteneciente a la nobleza azteca. Autor de una Crónica
mexicana, comenzada hacia 1598 y terminada en 1609, cuya segunda parte se perdió o
quedó inconclusa. Escribió en nahuatl y probablemente la tradujo él mismo al
castellano. También podemos destacar a Diego Muñoz Camargo, hijo natural de un
capitán de Cortés y una mujer nativa, escribió la Historia de Tlascala, durante la última
década del siglo XVI.

Área andina:

En el caso del Perú, las primeras noticias que se conocieron eran las relaciones escritas
por los conquistadores (Xerez, Zárate...). Estas obras suelen ser breves y tienden a
magnificar los hechos bélicos de los conquistadores. Más adelante comenzaron a darse a
conocer las informaciones favorables al gobierno español. Cuatro gobernantes: Vaca de
Castro, La Gasca, El Virrey Cañete y don Francisco de Toledo inspiraron varias de esas
relaciones. En cualquier caso, la producción en esta zona es muy abundante, con
modalidades y formas de evolución propias.

Hace años, Raúl Porras Barrenechea estableció una clasificación de los cronistas
peruanos que se ha convertido en clásica 7 . Los dividía en los siguientes grupos:
a) Cronistas del descubrimiento

6
Aunque aquí no podemos detenernos a analizar en profundidad ninguna de las crónicas nombradas, es
interesante el estudio sobre la obra de Sahagún . FLORESCANO, Enrique: Sahagún y el nacimiento de la
crónica mestiza. Relaciones 91, verano 2002, vol XXIII. Se puede acceder a la versión pdf del artículo
desde la página web del Colegio de Michoacán: www.colmich.edu.mx
7
PORRAS BARRENECHEA, R. (1962): Los cronistas del Perú (1528-1650). Lima

8
b) Cronistas soldados.
c) Cronistas de Indias (se refieren al Perú dentro de obras generales)
d) Cronistas de las guerras civiles
e) Cronistas pretoledanos – toledanos y postoledanos
f) Cronistas indios.

En el caso de los escritores de la primera hora, señala Oviedo 8 que nos encontramos
ante la obra de prosistas algo bárbaros y generalmente tendenciosos. El mismo autor
habla con algo más de simpatía de autores como Agustín de Zárate (1514-¿), Juan de
Betanzos (1519-1576), al que atribuye el mérito de ser el primer quechuista. De Pedro
de Cieza de León (1519-1569), subraya que manifiesta una profunda comprensión de la
cultura quechua y su adhesión humanista por ella; además, por primera vez incorpora el
testimonio de la historia oral incaica 9 .
En cuanto a los cronistas de época toledana, destaca en ellos un esfuerzo de clara raíz
política: bajo los auspicios del que fue gran organizador de la vida política en el
virreinato peruano, se observa una preocupación por legitimar el gobierno español. Para
ello se recurría a una visión negativa y tiránica del gobierno de los Incas. Entre los
cronistas de este grupo se encuentran Juan Polo de Ondegardo (¿-1575) y Pedro
Sarmiento de Gamboa (1532-1592?)
En cuanto a los cronistas postoledanos, podemos destacar a Miguel Cabello Balboa, que
con su Miscelánea Antartica (1586) se nos muestra más como una scritor costumbrista
que como cronista puro. La obra del jesuita José de Acosta (1540-1600), Historia
natural y moral de las Indias (Sevilla 1590), describe ampliamente la realidad física,
cultural e histórica del Nuevo Mundo. El autor manifiesta una profunda comprensión de
la naturaleza humana de los nativos.

Y no podemos dejar de mencionar, igual que lo hicimos para le mundo mesoamericano,


al sector indígena dentro de los cronistas. Contamos así con la obra de Tito Cusi
Yupanqui (1529-1570?). Hijo bastardo del Inca rebelde Manco Inca II, nos ofrece la
versión de los descendientes del pueblo vencido. Su Instrucción o relación de la
conquista del Perú no fue escrita por él, sin dictada a Fray Marcos García, el fraile que
lo catequizó en Vilcabamba. Texto de gran valor antropológico, pues está cargado con

8
o.c. p. 140
9
id.

9
un sentimiento de orgullo por los valores de la vida incaica, el deseo de legitimar su
causa y el deseo de dar una versión de la historia desde el punto de vista indígena.
Resulta difícil establecer la proporción en que funcionan los elementos de la triple
mediación: la voz que dicta, la traducción al castellano, la escritura del redactor 10 .

EL SIGLO DE ORO EN AMÉRICA

El siglo XVII se nos manifiesta como época de notable esplendor en las letras
americanas en todos los géneros: épica, lírica, teatro, prosa. Aparecen grandes
personalidades creadoras, entre las que algunos autores destacan los nombres del Inca
Garcilaso y Sor Juana Inés de la Cruz. Pero no estamos ante un simple reflejo de la
cultura peninsular del Siglo de Oro. Lo cierto es que si los escritores de América
“crearon estimulados por las obras de los grandes nombres que venían desde España, lo
hicieron con un creciente sentido, no de subordinación, sino de comunidad estética, de
la que ellos eran protagonistas en un rango nada inferior a los peninsulares 11 ”
En lo que se refiere a las crónicas de América, nos encontramos ante el período de
esplendor de la Crónica del XVII para el mundo andino 12 , y principalmente a éste nos
vamos a referir 13 .
En estos años es ya la crónica un género robusto, estéticamente maduro e
intelectualmente elevado a una dignidad impensable cuando nació en las manos
humildes de soldados y aventureros, que se improvisaron como cronistas e historiaron
simplemente lo que vieron o supieron.
Se produce un giro que va desde la crónica esencialmente descriptiva a la que intente
interpretar el sentido histórico de la conquista. Este giro comienza con el nombramiento
de Juan López de Velasco como Cronista Mayor de Indias, aunque su enorme crónica
no fue conocida hasta el siglo XIX (Geografía y descripción universal de las Indias).
Por esto el cambio se define en verdad con la presencia y la obra de Antonio de Herrera

10
Ib. pp 146-147
11
Hia. De la Literatura HA, p. 174.
12
Ib. P. 191
13
Pero antes de centrarnos en el área andina, merece la pena hacer una breve referencia a un escritor
mexicano, que viene a representar la tradición mestiza y que enlaza el siglo XVI y XVII. Se trata de
Fernando de Alva Ixtlilxochitl (1578? -1650), descendiente de la nobleza de Texcoco y México. Fue
alumno del Colegio de Tlatelolco e intérprete en el Juzgado de Indios. Escribió en castellano, a partir de
1600, una Historia de la nación Chichimeca, que quedó incompleta, y una serie de Relaciones de
contenido histórico.

10
y Tordesillas (1549-1625), quien en 1597 recibe el mismo nombramiento. Autor de la
Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar
océano (1601-1615), también conocida como las Décadas. 14
Encontramos un interesante afán de enmendar, ampliar y comentar lo que los cronistas
de la primera hora dijeron de manera sucinta o parcial, o de exaltar las intenciones del
proceso colonizador y lamentar los concretos resultados. Hay voluntad enciclopédica en
muchas de ellas, que a veces las sacan del campo literario propiamente dicho y las
llevan al de la historia como disciplina autónoma, cuando no al de la filosofía o la
teología. Surge la crónica conventual o eclesiástica, cuyo fin es exaltar la historia y la
contribución espiritual de una particular congregación, que a veces pueden ofrecer
interesante contribución sobre aspectos más generales (por ejemplo, la Crónica
moralizada, de Fray Antonio de la Calancha) 15 .
Ante la imposibilidad de hacer un estudio detallado de las obras de diferentes cronistas
del mundo andino en el siglo XVII, he seleccionado solo tres de ellos, que pueden
ayudarnos a comprender la evolución producida, y son representantes de los tres
mundos humanos configuradores de ese mestizaje del que venimos hablando: se trata de
un indio yarovilca, Felipe Guamán Poma de Ayala, un mestizo, el Inca Garcilaso, y un
misionero mercedario, Fray Martín de Murúa.
Tres orígenes diversos que van a tener su lógica proyección en la obra creada por cada
uno de ellos. Los matices, la orientación y los contenidos de las crónicas, vendrán
marcados claramente por la formación de cada uno de ellos, que aunque en ocasiones
beban de fuentes comunes, no pueden dejar de reflejar el universo del que procede cada
uno de ellos.

Felipe Guamán Poma de Ayala (1534?-1615?)

Autor de una obra titulada “Nueva Coronica y Buen Gobierno”, que terminó de escribir
en los primeros años del siglo XVII, aunque no vio la luz editorial hasta 1936. Guamán
Poma era descendiente de la nobleza yarovilca, pueblo de la región oriental del Perú,
sometido por los Incas, y esto se trasluce en su particular visión de los incas, que no
dejan de ser un pueblo opresor.

14
Ib.
15
Ib. pp 191-192

11
Esta crónica, escrita en forma de inmensa carta dirigida al rey de España, tiene la
enorme riqueza de su contenido escrito y visual. Todos los capítulos vienen
acompañados de ilustraciones, dibujos sencillos que tratan de establecer la iconografía
de la historia narrada.
La familia del autor mantuvo buenas relaciones con la administración colonial, lo que le
permitió aprender el castellano, lengua en la que escribe su crónica, aunque no la
emplea con la fluidez de una lengua materna. Más bien nos encontramos ante un
lenguaje farragoso, espeso, que no facilita la lectura de la obra. Pero como documento
historiográfico es de una enorme riqueza.
La obra se divide en dos partes: la primera – Nueva Coronica- narra de manera
idealizada la historia de su pueblo, mientras que la segunda -Buen Gobierno- la dedica a
denunciar la explotación de los indios por corregidores, curas y caciques. No es una
crítica a la presencia española en sí, sino una denuncia –salpica la obra entera el
estribillo y no hay remedio- frente a los abusos de determinadas autoridades locales que
dicen actuar en nombre del rey de España.

El Inca Garcilaso (1539-1616)

Este autor, mestizo por descendiencia y por formación cultural, nació en Cuzco, fruto de
los amores de un capitán español, Garcilaso de la Vega, y de Isabel Chimpu Ocllo, una
ñusta nieta de Tupac Inca Yupanqui, uno de los grandes soberanos Incas a los que se
debe la gran expansión del Imperio.
Pasó los primeros años de su vida en el Cuzco, donde pudo conocer de primera mano
las historias orales acerca del pasado y grandeza de su pueblo. En 1560 pasó a España,
donde comenzó su carrera de escritor como traductor, ya que dominaba el castellano y
el italiano.
Su primera crónica fue La Florida(1605) 16 en la que narra la conquista de este territorio
por Hernando de Soto. Pero la obra que le consagra como cronista son los Comentarios
Reales (1609), en la que manifiesta su autentica formación europea, de corte
renacentista, pero tratando un tema americano, en el que, además, se implica
personalmente. Se trata, a lo largo de las páginas de los Comentarios, de reivindicar al

16
Interesante coincidencia de fechas con la publicación de la primera parte del Quijote.

12
pueblo del que procede por sangre materna, pero lo hace con ánimo sereno. Idealiza y
embellece el pasado incaico (aquí vemos una clara diferencia con la obra de Guamán
Poma), pero al tiempo asume plenamente la civilización cristiana que le ha legado su
padre.

Martín de Murúa

El último cronista que hemos seleccionado no nos pone nada fácil la tarea de acercarnos
a su persona. Misionero mercedario, sabemos por algunos documentos de varios de sus
destinos en Perú, pero no conocemos ni la fecha de su llegada al Nuevo Mundo, ni la de
su regreso a España (si es que se dio). Ni siquiera contamos con datos acerca del
momento y lugar de su fallecimiento. Todo son misterios en la vida del autor de al
menos dos manuscritos acerca del pasado de los Incas. Y tampoco su obra tuvo la
fortuna literaria de ser impresa hasta el siglo XX, en que se han realizado varias
ediciones.
Su obra, que adopta diferente título según los manuscritos 17 , quiere ser una historia
detallada del Perú, desde el origen de los Incas hasta el periodo virreinal en que se
encuentra Murúa.
El autor domina las dos principales lenguas andinas, el quechua y el aymará, lo que le
permite un conocimiento de primera mano del pasado andino. Según él mismo se
empeña en repetir, su fuente principal son “los indios viejos y sus quipus”, aunque hoy
sabemos que utilizó profusamente y sin manifestar ningún tipo de escrúpulo, obras de
autores españoles anteriores y contemporáneos a él mismo. Recordemos que la
conciencia de plagio no estaba en absoluto desarrollada en estos años.
Aunque el estilo no siempre es ágil, la crónica se hace amena por el interés que
manifiesta Murúa en darnos a conocer cientos de detalles menudos de la vida cotidiana
de los antiguos habitantes del Perú. De hecho, para solazarse en estos detalles recurre a
lo que otros narraron y no precisamente refiriéndose al entorno andino 18 .

17
Manuscrito Galvin: Historia del origen y genealogía real de los reyes ingas del Perú. De sus hechos,
costumbres, trajes y manera de gobierno”. Manuscrito Wellington: “Historia General del Piru. Origen y
descendencia de los Yncas donde se trata asi de las guerras civiles suyas, como de la entrada de los
españoles.”
18
Hoy sabemos que muchas de las referencias de Murúa, por ejemplo en la descripción de las Coyas o
esposas reales, proceden de la obra de López de Gómara, que narraba los mismos hechos pero referidos al
mundo mesoamericano.

13
Pero quizá lo que brinda mayor riqueza a la Crónica de Murúa sea que va acompañada
de una serie de acuarelas que ilustran los contenidos narrados por el cronista. En la
década de los años 60 del siglo XX se publicó el Manuscrito Wellington, acompañado
de una reproducción de sus 37 ilustraciones. Recientemente (2004) se ha publicado una
edición facsímil del conocido como Manuscrito Galvin, a cargo de su descubridor, Juan
M. Ossio, que contiene 112 pinturas, que son un interesantísmo documento gráfico para
conocer el pasado incaico.

La brevedad requerida nos hace dejar muchos asuntos de gran interés para otro
momento. Nuestra intención en este estudio era realizar una breve presentación de lo
que fueron las Crónicas de Indias, en cuanto suponen uno de los puentes tendidos entre
la Europa occidental, la Monarquía Hispánica en concreto, y la nueva realidad que se
encontró más allá del finis terrae. El descubrimiento de un nuevo occidente llevó a
realizar una de las mayores gestas humanas, y supuso el nacimiento de un auténtico
nuevo mundo, fruto de la convivencia –biológica, política y cultural- de dos universos
que a partir de 1492 son incomprensibles el uno sin el otro.

14

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