Está en la página 1de 110

TESTIMONIOS

DE LA
REPRESIÓN

Carlos Javier Arencibia

-3-
Primera edición: Junio 2015

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de


los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en
las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cual-
quier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el
tratamiento informático, y la distribución de ejemplares me-
diante alquiler o préstamo público.

ISBN: 978-980-408-038-8
Depósito Legal: LF9612015320462

Editorial Libros Marcados CA


librosmarcados3000@yahoo.com
tlf 0212 4145510

Impreso en Venezuela
A los detenidos y torturados por protestar
Homenaje a los 49 asesinados
y miles de heridos por la
represión del régimen

Porque creo
en lo que agencio
Prólogo

Es para mí un motivo de gran satisfacción escribir estas


líneas como prólogo al libro de Carlos Javier Arencibia, joven
periodista que ha tenido el acierto de escribir estos Testimo-
nios de la represión. Son 60 relatos cortos que retratan de ma-
nera humana el horror, la angustia y la humillación a la que
ha sido sometida la población venezolana; también demues-
tran el compromiso, la pasión y la valentía de nuestro pueblo
para transformar el dolor y la indignación en la fuerza para
salir de esta tragedia nacional a través de la lucha ciudadana,
en paz y constitucionalmente.
El movimiento cívico social que comenzó en las calles ve-
nezolanas a partir de febrero de 2014 sigue expresándose a
través de las protestas ciudadanas, y es la prueba de que el
descontento y la determinación por defender los derechos cre-
ce cada día. El pueblo sabe que el cambio está cerca y depende
de nosotros.
En el 2014 Venezuela y el mundo fueron testigos de la pro-
fundización de un proyecto que pretende acabar con nuestras
libertades y coartar nuestros derechos. En estas horas dramá-
ticas han sido los ciudadanos quienes se han convertido en
la fuerza fundamental que impulsa los cambios; enfrentando
no solamente la represión y persecución de un régimen cuyo
máximo objetivo es mantenerse en el poder al precio que sea,
sino asumiendo un compromiso histórico para impedir, por las
vías democráticas, que continúe la destrucción del país.
Estas crónicas son el relato de la rebeldía democrática sur-
gida en Venezuela desde aquel 02 de febrero. Son los rostros
de nuestros héroes anónimos que en estas páginas hablan por
millones de venezolanos quienes ya cambiamos la historia del
país. Es un movimiento social que libra una batalla histórica
contra el autoritarismo y por la democracia de todos los vene-
zolanos. Es la ciudadanía que ha asumido con coraje, concien-
cia y compromiso una lucha ejemplar que lleva ya 16 años y
que pronto logrará la transición a la democracia, para iniciar
la reconstrucción del país.
Este libro de Carlos Javier Arencibia constituye una valio-
sa contribución, no solo por la calidad del relato, sino como

-7-
testimonio histórico del sacrificio de una generación que, sin
haber nacido en democracia, está dispuesta a arriesgar su vida
por conquistarla. Cada uno de estas crónicas nos ratifica que de-
bemos confiar en nuestro pueblo. Tenemos el talento, el coraje y
la audacia para lograr la transición y reconstruir a Venezuela.

María Corina Machado


Testimonios de la represión

Muchos no sabían que hacían historia. Esa no era su intención.


Se arrojaron con todas sus fuerzas a las calles contra un gobierno
que poco a poco mostraba características totalitarias. Es una dicta-
dura. Lo hicieron con miedo, pero la valentía consiste en actuar bajo
la égida del interés colectivo, aun cuando no pueda controlarse el
temblor de las piernas. Las comodidades y privilegios son dejados a
un lado, así sea por un día, un año, o toda la vida, como los “impres-
cindibles” de Bertol Brecht.
Este libro es para recordar a los valientes que formaron parte de
la rebelión democrática surgida en Venezuela desde el 2 de febrero
de 2014 y que se mantuvo efervescente hasta el 8 de mayo, cuando
el madrugonazo de la dictadura causó una merma importante en el
movimiento de masas al detener a 243 de sus integrantes, quienes
acampaban en cuatro plazas de Caracas, a saber, la (Alfredo Sadel
de Las Mercedes, la Bolívar de Chacao, Santa Fe y la sede del Progra-
ma de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Durante ese tiempo la
rebeldía formó parte de la cotidianidad nacional. Toda esa rebelión
suplantó la indigna pasividad de la cola para comprar alimentos y la
lisonja oportunista para obtener dádivas del gobierno. La clase me-
dia, con el estudiante universitario en la vanguardia, encabezó una
lucha que progresivamente vio incorporarse a los sectores más de-
pauperados de la población. El barrio no bajó en pleno, pero sí tuvo
miles de representantes. La burguesía, entretanto, estaba en lo suyo:
cuidando los negocios con la dictadura.
Se trató de un movimiento espontáneo, democrático, y constitu-
cional. Buscaba un cambio político en Venezuela para el cual abrió el
camino. Entre sus conquistas trascendentales se cuenta haber des-
enmascarado al régimen hasta caracterizarlo como dictadura, poner
en evidencia la miseria humana de la mayoría de los funcionarios de
las fuerzas de represión del Estado, activar al pueblo que poco par-
ticipaba, recuperar la credibilidad de un sector del liderazgo político
opositor, rescatar al movimiento estudiantil del mercantilismo en el
que estaba sumergido desde 2007 para colocarse en la primera fila
de la rebelión, sensibilizar al pueblo venezolano sobre los problemas
insoslayables que padece la nación, identificar a los cogollos cola-
boracionistas de la oposición quienes demostraron su disposición a
cohabitar en la dictadura, entre otras ganancias de un proceso que
rozó la condición de revolucionario. Una causa como la democracia,
aunque suponga cierto romanticismo, tiene en frente al gobierno que
ha dejado de lado el estado de derecho La represión de esos días dejó

-9-
Testimonios de la Represión

el espantoso saldo de cuarenta y tres personas asesinadas, más de


tres mil detenidos e incuantificables heridos. Para pesar del funcio-
nariado madurista, las violaciones de Derechos Humanos no prescri-
ben en el ordenamiento jurídico internacional. La justicia se retrasa,
la abofetean, le meten zancadillas, la corrompen, la manosean y dis-
traen, pero llega.
Pocos en sus análisis anticipaban la magnitud de una rebelión
popular y democrática como la suscitada. Ni siquiera la calentura que
se percibía en la gente durante la asamblea del 2 de febrero en la Plaza
Brión de Chacaíto, donde se debatió una agenda completa sobre las
acciones a tomar, en protesta a la situación de deterioro, inseguridad,
escasez e inflación del país, permitía atisbar tan contundente expre-
sión de rechazo a la dictadura. El partido Bandera Roja pintaba desde
los meses finales de 2013 en las paredes del país la consigna “Viene
la Rebelión”, que luego suplantaron por otra: “La Rebelión del Pueblo”.
Sin embargo, su secretario general Gabriel Puerta Aponte, confesó que
aunque todo apuntaba hacia un movimiento de este tipo, las discu-
siones dentro de las diversas instancias de la organización atinaron
en el proceso, sus actores, y liderazgos, pero no en su profundidad y
espontaneidad. Por su parte, los dirigentes nacionales María Corina
Machado y Leopoldo López se pusieron al frente de un movimiento que
parecía conducirlos a ellos, más que ellos a la gente. Hay que resaltar
su valentía. María Corina, entre otras cosas, sacrificó su diputación,
pues la dictadura la sacó de la Asamblea Nacional, aun cuando fue
electa como la representante con mayor apoyo popular de todo el país.
Leopoldo sacrificó su libertad. Sendos dirigentes se convirtieron en
los principales líderes del pueblo venezolano, levantaron pasiones: los
quieren o los odian. Son de esos líderes convencidos de lo que quieren:
un cambio político definitivo en Venezuela.
Ella es liberal, él es socialdemócrata, y Bandera Roja comunista.
Las tres propuestas económicas y políticas del mundo contemporá-
neo unidas en una sola causa: luchar contra la dictadura venezolana
y trabajar por una sociedad de bienestar, justa, democrática y popu-
lar. La madurez que debe tenerse para admitir esta alianza, ejecu-
tarla diáfanamente en comprensión de las tácticas de cada cual y sin
perder el rumbo del objetivo fundamental, es encomiable.
El 12 de febrero surge el primer impasse entre el liderazgo políti-
co, específicamente Leopoldo López, y las fuerzas de resistencia. La
marcha convocada por el aniversario del Día de la Juventud llega a
su destino, el líder da el discurso de cierre e invita a retirarse. Los
jóvenes ya tenían las capuchas puestas. No estaban dispuestos a re-
cular ante la inminente arremetida de la Policía Nacional Bolivariana
(PNB), Guardia Nacional Bolivariana (GNB), y cuerpos parapoliciales
-10-
Carlos Javier Arencibia

armados (colectivos). No fue la única vez que hubo diferencias impor-


tantes. En realidad, siempre las hubo. Se trata de una circunstancia
natural, que supo entenderse según el papel de cada parte, respetar-
se y así mantener unido al movimiento.
Ese día la historia de Venezuela escribe una nueva página de su
tragedia. Cualquier Homero pudiera tomar esa tarde y hacer de ella
una Ilíada. Leopoldo se fue, como le correspondía, y los jóvenes se
quedaron, como les correspondía. Lo que nunca se imaginaron es
que enfrentarse a pedradas con las fuerzas de represión terminaría
en una desdicha que significó el punto culminante para iniciar la
rebelión democrática.
Además de la PNB y GNB que reprimían con los mecanismos tra-
dicionales (gas lacrimógeno y perdigones), surgieron unos asesinos
inesperados. Funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia
Nacional (Sebin) arremetieron a tiros con sus pistolas 9 milímetros
contra los estudiantes desarmados. Muy pronto comenzaron a di-
fundirse en las redes sociales las imágenes del cobarde asesinato
por la espalda del manifestante opositor, el joven Bassil Da Costa, la
primera víctima. La mayoría de los medios de comunicación se man-
tiene en silencio, pero el periodismo ciudadano informa al país. Hace
ebullición. Hasta el menos sensible se encrespa al ver caer inerte el
cuerpo delgado de un muchacho que parece no superar los 20 años.
Pocos minutos antes había caído asesinado de un balazo en el pecho
Juan Montoya, simpatizante del oficialismo.
La tradicional marcha del Día de la Juventud terminó en tragedia.
Todos sabían que habría enfrentamientos. Piedras irían y perdigones
vendrían. No podía ser distinto. Es la protesta de una juventud cuyas
condiciones de vida no le permiten atisbar un futuro promisorio. La
respuesta es desmedida y Venezuela se llena de estupor. Como en
toda nuestra historia republicana, las fuerzas de represión del Esta-
do arremeten salvajemente contra civiles indefensos. Es su natura-
leza. Tienen el monopolio de la violencia y lo utilizan. Los problemas
socioeconómicos por los cuales se protesta dan paso a una inevitable
rebelión popular. Las razones que provocan la rebeldía inicial, pasan
a un plano inferior de la indignación y el sentimiento. Los estudian-
tes están en la calle desde el 2 de febrero, el gobierno los reprime,
pero tres muertos el 12 de febrero son las gotas que derraman el vaso
y el país se dirige a un hervidero.
Esa misma noche asesinan de disparos a quemarropa en Chacao a
Robert Redman, quien antes había cargado el cuerpo sin vida de Bas-
sil Da Costa. Su historia suma a una Venezuela conmovida, que llora-
ba y sentía que no hacer nada era ser cómplice de los viles sucesos.

-11-
Testimonios de la Represión

Dar vuelta atrás era imposible. El pueblo, desde sus entrañas sal-
dría a las calles para protestar por un país destruido económica y mo-
ralmente, cuyo gobierno ahora desataba sus miserias contra la gente
a través de una represión feroz. Detenciones y asesinatos lejos de
medrar la voluntad contestataria de masas espontáneas, las fortalecía
para cada día realizar nuevas manifestaciones en formas de creciente
creatividad. Cada cual tenía su espacio. El joven a defender su zona
detrás de una barricada, las madres a apoyarlos y proveerlos de la
logística necesaria, los abuelos y abuelas brindarles la moral con cace-
rolas, pitos y gritos de resistencia, los líderes a organizar y arengar con
discursos. De tal forma que todos juntos marchaban con la mirada
fija en una Venezuela democrática, popular y de bienestar.
De esas marchas, barricadas, pancartazos, volanteos, asambleas,
campamentos, y demás formas de lucha pacífica y constitucional, sur-
gieron héroes con historias que representan muchas otras, igual de he-
roicas, que permanecen en el anonimato. El objetivo de este libro es
honrar el esfuerzo de todos en la rebelión democrática, a través de la
cronología de lo vivido por 18 personajes que padecieron la represión en
carne propia; brindar al mundo la narración de personas a quienes se
les violaron sus derechos humanos de modo que quede constancia escri-
ta de la dictadura que, como todas, formará parte del pasado y quienes
en ella hayan cometido delitos pagarán. Este es un documento para la
memoria del pueblo venezolano y un homenaje para los 49 caídos. Está
prohibido olvidarlos. El único camino que existe es la lucha, hasta que
la victoria nos sorprenda.

Fusilamiento del siglo XXI


Juan Manuel Carrasco
13 de febrero en El Trigal, Valencia, estado Carabobo. Apenas ano-
chece y las calles están encendidas. Hay barricadas en varias aveni-
das de la ciudad. Los vecinos se despliegan con pitos y banderas. Los
más arrojados usan capuchas, recogen piedras y se preparan para
defenderse de la arremetida de las fuerzas de represión del Estado,
en este caso la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
Juan Manuel Carrasco, joven bachiller hispano-venezolano de 21
años de edad experto en artes marciales que trabaja en una empresa
familiar, decide incorporarse a las manifestaciones. Junto a un gru-
po de amigos se ubica entre quienes ejercen resistencia. Tienen un
plan de huída por “si la vaina se pone fea”: correr hacia el vehículo
de un compañero que está estacionado en las cercanías del foco de la
protesta. Tal como se espera, un contingente de la GNB “entrompa”.

-12-
Carlos Javier Arencibia

En motos, camionetas y sendas tanquetas destruyen todo a su paso,


persiguen a quienes no alcanzan ingresar a los edificios, sueltan per-
digones, bombas y rolazos a diestra y siniestra, hasta que consiguen
la oportunidad de drenar su resentimiento militar contra el pueblo
que, para ascender, juran defender.
Carrasco y sus amigos apenas logran ingresar al carro, pero fraca-
san en el intento de encenderlo. Una falla en el vehículo o los nervios
del conductor permiten que los militares los alcancen. Ni el mismo
chofer sabe realmente la respuesta a lo ocurrido. Fracciones de se-
gundos hacen que la realidad de una huída para contar por el camino
a casa entre risas nerviosas, se transforme en una pesadilla de tor-
turas y violación de derechos humanos que inicia inmediatamente.
Bombas lacrimógenas son disparadas con dirección al interior del
vehículo, pero ninguna ingresa. Por tal motivo, rompen furiosos los
vidrios y los sacan uno a uno mientras las culatas de sus fusiles ayu-
dan a someter la peligrosa ofensiva de los rostros, costillas y demás
partes del cuerpo de Carrasco y sus amigos. Misión cumplida. El
enemigo está fuera del vehículo, por lo que proceden a rociarlo con
dos garrafas de gasolina soberana bajo el vítor victorioso “¡coman su
propio carro, malditos!”.
Una tanqueta se aproxima y el odio con el cual los funcionarios se
dirigen a los detenidos, hace que por la mente de Carrasco no pase
menos que una muerte cercana. La imagen de Bassil Da Costa, por la
que el día anterior llora y jura defender su ejemplo en la calle, se hace
omnipresente. La valentía como convicción de que se lucha por lo justo
permite enfrentar el oprobio, la golpiza y la humillación, pero jamás es
capaz de controlar una mente que piensa lo peor y coloca el funciona-
miento corporal al límite aunque las rodillas se mantengan trémulas.
Un calabozo, lo primero que pasa por su mente como próxima pa-
rada, no es el espacio que pudiese describirse como el inicio del clímax
para la pesadilla de Carrasco. Solo ruedan unos metros y en el Distri-
buidor El Trigal son obligados a colocarse en posición fetal para recibir
la primera dosis de golpes, patadas y cachazos tras la detención.
La crueldad de los efectivos castrenses sorprende a todos. Si bien
el entrenamiento militar es dicotómico y jerárquico, mandar- obedecer,
arriba- abajo, estos jóvenes no piensan que tratar de establecer un con-
senso mientras viajan en la tanqueta les signifique semejante paliza. Es
allí cuando comprenden que en ese momento son la nada, unos adefe-
sios al servicio de un odio aparentemente incomprensible. Más tarde,
se dan cuenta de que cada guardia nacional descarga sobre ellos frus-
traciones de toda índole: psicológicas, políticas, personales, y las más
sorprendentes, laborales: “Nos obligan a trabajar con sus guarimbas”.

-13-
Testimonios de la Represión

Ya en el comando de la GNB en Tocuyito, los temores crecen y


comienzan a materializarse en formas inéditas, distintas a las su-
cedidas contra la izquierda en la llamada por el chavismo “Cuarta
República”, pero encarnadas con la misma miseria humana. Entre
chistes, les pasean un pastor alemán entrenado para que los huela
mientras le ordenan morderles el cuello. El perro, quizá por “hu-
manidad” o porque su entrenamiento no responde tales mandatos,
nunca los atacó con ferocidad. Quienes sí se ensañaron fueron tres
guardias nacionales que jugaron futbol con ellos como balón. Los
colocaron en posición de rodilla en pecho para patearles la espalda y
gritar efusivos “¡Gol!”.
Luego vino lo peor, Juan Manuel Carrasco es apartado del grupo.
Todos están esposados en el estacionamiento, le bajan los pantalo-
nes y meten en su ano el cañón de un fusil de asalto. Inmediatamen-
te empieza a sangrar y se desmaya.
Hay que ser valiente para denunciar un acto de violación. Mucho
más, después de 55 horas de tortura antes de ser presentado ante un
tribunal. Pero lo hace. Sin embargo, la fiscal del Ministerio Público
desmerita la denuncia. Pocas horas más tarde, el juez de la causa
ordena medida cautelar de casa por cárcel por los delitos de daño
y alteración a la vía pública. Tres exámenes forenses habrían sido
practicados, resultaron positivos y fueron desestimados.
El impacto psicológico de un acto lascivo es inconmensurable. El
rostro de Carrasco denota más que dolor, impotencia, más que ven-
ganza, deseos de justicia. Incluso en las fotos recientes a las tortu-
ras, las ojeras, el ceño semi fruncido, y la duda al mostrar heridas,
componen una escena de timidez propia de quien ha sido abusado.
Sentirse mal, no dormir, comer poco, estar deprimido, es un cua-
dro duro que se solventa de cierta forma con el apoyo recibido del
pueblo venezolano al conocer su caso. Nunca estuvo solo.
El más grande anhelo de Juan Manuel Carrasco es ver una Vene-
zuela de paz y justicia, pero quizá su perspectiva se vea obstaculiza-
da por la falta de oportunidades en la nación que lo lleven a irse para
su segunda patria, España. Viaje que no quiere emprender sin antes
ayudar en la recuperación del país.
Ante este caso, la respuesta de la fiscal general de la República,
Luisa Ortega Díaz, fue la siguiente:
“No es cierto que se le haya introducido un fusil por el ano… No
es cierto que ese hecho haya ocurrido, de acuerdo al reconocimiento
médico-legal practicado. Hechos todos los exámenes resultó que no es
cierta esa afirmación...

-14-
Carlos Javier Arencibia

… es desagradable hablar de esto pero hay que hacerlo, porque son


falsas muchas de las cosas que se dicen a nivel internacional sobre
lo que está ocurriendo en Venezuela… el Estado venezolano ha sido
atacado por ese hecho a nivel nacional e internacional”.
“Cuando se le practicó el examen a este joven, él no dijo nada so-
bre violación con un fusil. Él nada mencionó al respecto. Y luego que el
médico lo ausculta y le pregunta, tampoco menciona nada sobre esta
circunstancia. El médico determinó un diagnóstico de contusiones de
carácter leve”.
“En la audiencia de presentación, que está firmada por todos los
que intervinieron, nada dijo ni él ni su abogado … La audiencia termi-
nó el día 16 y ese mismo día sale otro abogado diciendo en un medio
de comunicación denunciando que fue violado con un fusil”.
Esto fue lo que reseñó su equipo de prensa:
El Ministerio Público (MP), a través de la realización de exámenes
médicos, determinó que el ciudadano Juan Manuel Carrasco no fue
víctima de violación en el estado Carabobo, cuando resultó detenido
junto a otro grupo de personas, durante los hechos de violencia reali-
zados en la ciudad de Valencia. En rueda de prensa efectuada en la
sede del MP en Caracas, la Fiscal General de la República, Luisa Orte-
ga Díaz, detalló que la denuncia realizada en un medio internacional
por uno de los abogados de Juan Manuel Carrasco, quien dijo que su
cliente fue supuestamente violado con un fusil en el estado Carabobo,
no es cierta.
En ese sentido, indicó que inmediatamente este abogado habló
sobre la supuesta violación, la propia directora de Derechos Funda-
mentales del Ministerio Público, María Mercedes Berthé, se trasladó
a Carabobo, con un equipo de la Unidad Criminalística contra la Vul-
neración de Derechos Fundamentales para determinar la certeza o la
falsedad de aquella denuncia.
La Fiscal destacó que Venezuela, como Estado garante de los Dere-
chos Humanos a la población posee el único laboratorio en el mundo
integrado por médicos forenses, criminalistas, investigadores, entre
otros especialistas, que se dedican a investigar la violación de dere-
chos fundamentales.
Agregó que en el caso de Carrasco hay tres funcionarios de la Guar-
dia Nacional Bolivariana que se encuentran privados de libertad, por-
que están presuntamente involucrados en las lesiones que recibió.
“Estamos investigando por qué fue golpeado… por eso tenemos
tres funcionarios de la Guardia Nacional privados de libertad, porque
el Estado venezolano está interesado en que se investigue”, añadió.
-15-
Testimonios de la Represión

Los 6 del 12
Marco Coello, Christian Holdack, Demian Martin, Ángel Gon-
zález, Nelson Gil y Luis Boada
A pesar de ser las primeras víctimas de la criminalización de la pro-
testa durante el proceso político llamado “La Salida”, sus casos son poco
conocidos. La razón está a la vista. Compartir causa con el dirigente po-
lítico Leopoldo López y ser apresados el mismo día que asesinan a Bassil
Da Costa, Robert Redman y Juan Montoya. Siempre son mencionados,
pero nunca se profundiza en la verdad sobre su situación.
Marco Coello, Christian Holdack, Demian Martin, Ángel Gonzá-
lez, Nelson Gil y Luis Boada son detenidos en las adyacencias del
Ministerio Público, en Parque Carabobo, poco después del asesinato
de Bassil DaCosta, cuando se quedaron el 12 de febrero de 2014
luego de la marcha por el Día de la Juventud enfrentados con la Poli-
cía Nacional Bolivariana (PNB), Guardia Nacional Bolivariana (GNB),
Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y grupos para-
policiales armados (colectivos). Son encerrados en los calabozos de la
Policía Municipal de Chacao.
Se les acusa de los delitos instigación a delinquir, agavillamiento,
daños materiales e incendio público y los presentan ante el Tribunal
23 de Control del Área Metropolitana de Caracas. Cada detención
ocurre en circunstancias distintas. Ninguno se conoce ni tienen re-
lación alguna.
En el resto del país apresan a 36 estudiantes, pero todos son libe-
rados ese mismo día. La fuerza se dirigía hacia la figura de López y la
representatividad de este grupo de estudiantes presos por protestar.
Disuasión para el liderazgo político y los jóvenes.
Nelson Gil y Luis Boada son los primeros liberados tras pasar
los 45 días legales luego de la audiencia de presentación. Salen con
medida cautelar de presentación cada 8 días. Igualmente, Demian
Martin y Ángel González reciben su boleta de excarcelación tras pa-
gar una fianza de 50 unidades tributarias cada uno. Nunca hubo
claridad en torno a las acusaciones.
Quedan Holdack y Coello. El primero es estudiante de Diseño y
Arquitectura de Interiores, tiene 34 años y está casado. El 12 de fe-
brero su esposa, Aurora Armesto, lo acompaña a la marcha, primera
que asisten en su vida, pero se dispersan al comenzar las detonacio-
nes. Alrededor de las tres de la tarde logran establecer comunicación
y él está bien. Poco después, una amiga informa a la esposa que
Christian está detenido. Lo vio en una foto arrodillado frente a una
pared cercana al CICPC de Parque Carabobo.

-16-
Carlos Javier Arencibia

Su proceso fue el más largo. Estuvo preso más de un año y pre-


sentó un delicado cuadro clínico. Fue diagnosticado con cefalea vas-
cular severa, cuadro cuya complicación puede derivar en un evento
cerebro vascular (ECV). Su juicio fue el más diferido en la historia
política de Venezuela. Lo comparte con Leopoldo López.
Holdack fue un preso político, un chivo expiatorio. Es la gen-
te quien se rebela con muy poca conducción. Precisamente Chris-
tian Holdack asiste a la manifestación del 12 de febrero porque su
convocatoria la hace el movimiento estudiantil, aun sin el apoyo del
sector colaboracionista de la oposición compuesto por minorías de
algunos partidos políticos. El calvario de este venezolano es una no-
table expresión de la miseria humana que guía las acciones de sus
carceleros. Cada uno de los casos descritos en el libro representa a
personas contra quienes se cometen delitos de lesa humanidad, este
caso, sin embargo, se diferencia porque la mayoría de ellos, por no
decir todos, se arroja a las calles con el conocimiento del peligro a
correr. De alguna manera estaban conscientes de lo que les podía
pasar y a pesar de ello su decisión fue seguir adelante por el futuro
del país. El deseo de recuperar la democracia los prepara psicológi-
camente para afrontar, cuando menos, la detención. Tienen delante
una dictadura, por lo que difícilmente recibirían buen trato. Sin em-
bargo, Holdack no tiene oportunidad de decidir, lo que le da un matiz
superior de inocencia. Asistir a una marcha, dispersarse y quedarse
entrampado por la represión, no puede ser razón para estar preso
siquiera un día.
Del mismo modo transcurre la historia de Marco Coello. Es tam-
bién su primera manifestación. A sus 18 años es alto y corpulento.
Parece mayor. Lo someten entre varios funcionarios de la GNB. Em-
pujones, patadas y golpes durante su captura son vistos por toda
Venezuela en fotos publicadas en la red social Twitter. El miedo le
brota por los ojos. Solo los represores conocen el fetiche de poder que
sienten al someter en grupo a una persona totalmente indefensa y
aterrada. El imponente tamaño esconde un adolescente, con las vul-
nerabilidades propias de su edad. Cursa el 5to año de bachillerato.
No graduarse junto a sus compañeros lo afecta notablemente.
Cinco meses de encierro por razones políticas lo graduaron de resis-
tencia. La lucha no es una actividad temporal, es una acción infini-
ta, pero si este joven elige no luchar más, lo hizo un día y es bueno.
Tiene una historia para sus hijos y nietos.
Su situación es la que mejor grafica este grupo, por ser el más
joven y haber padecido más dificultades psicológicas consecuentes
del presidio.

-17-
Testimonios de la Represión

La jueza Susana Barrientos le concede libertad con medidas cau-


telares el 23 de julio de 2014, luego de que el informe médico fo-
rense determinara stress postraumático, depresión severa con ras-
gos suicidas y pensamientos de autodestrucción. Debe presentarse
cada siete días ante los tribunales.
La información que se maneja durante el juicio es que Marco se-
guirá preso, pero se queda dormido en plena sesión, lo cual incide
en la decisión de la jueza. Es liberado cuando su familia y la defen-
sa van camino a casa. Tienen que devolverse a buscarlo.
Lo primero que piensa al ser liberado es pedir dinero prestado
para irse en Metro. Estaba desorientado, su afectación psicológica
le dificulta pensar con claridad. Al fin y al cabo, está libre y solo
desea alejarse de la pesadilla.

Del campo de fútbol a El Rodeo III


Clíder Martínez
“Creo en el amor entre nosotros por ser todos hermanos e hijos de
Venezuela. Seguimos luchando porque siempre valdrá la pena luchar
por lo que se quiere. Algún día saldremos victoriosos. Soy de Barqui-
simeto, estado Lara, y decidí apoyar las protestas en Caracas porque
creo que la cosa tiene que ser en la capital. Para lograr venir tuve que
pelear con mi mamá para que se molestara y decirle que me iba de la
casa porque peleaba mucho. Así logré venirme a Caracas. Sacrifiqué
miles de cosas y dejé mi vida común hacia un lado porque me duele
ver mi país así. Venezuela tiene que perder el miedo, salir a la calle
y exigir sus derechos. A todos los que habitamos aquí nos afecta lo
mismo ¡Luchemos por una Venezuela libre, yo me uno!”.
Ni el deseo de ser futbolista profesional, ni las ganas de graduar-
se con sus compañeros del liceo detienen a Clíder Martínez en su
afán de trasladarse de Barquisimeto a Caracas para participar en
las luchas por un cambio político en Venezuela. Ver a su mamá tra-
bajar 6 y hasta 7 días a la semana, entre labores de mantenimiento
en la Fundación Municipal de Economía Social de Barquisimeto y
como señora de limpieza los fines de semana en casas de familia, y
aun con tanto esfuerzo dejar vacía media nevera cada mes, le dan la
fortaleza para dejar todo a un lado y dedicar su vida a transformar
la realidad del país.
Con 18 años de edad y sin el apoyo de sus padres, quienes al
principio pensaban que se había ido por problemas del hogar y lue-
go que estaba de vacaciones en casa de un amigo de Cabudare,

-18-
Carlos Javier Arencibia

pasa 40 días en el campamento de resistencia de la Plaza Alfredo


Sadel en Las Mercedes. Allí participa en actividades y protestas día
y noche. Conforme pasan los días no queda más que renovar per-
manentemente las excusas para no volver a Barquisimeto, conven-
cido de que el cambio se logra en Caracas. La Sadel se convierte en
epicentro de debate político- ideológico, propuestas culturales, y
espacio de convergencia para todas aquellas personas que quieren
sentirse parte de la lucha y participan desde el ámbito que pueden.
Es así, como los jóvenes que allí pernoctaban llenan sus cuellos con
rosarios que les regalaban personas mayores en apoyo a su causa.
Casi todas las noches, cuando no hay o han terminado los foros y
seminarios, un nuevo grupo de religiosos les oficia ritos de bendi-
ciones. Clíder, quien es un creyente fervoroso, recibe cada bendi-
ción con regocijo.
El madrugonazo de la dictadura contra la plaza, el 8 de mayo
de 2014, lo deja sin nada. Su patrimonio es la ropa que lleva pues-
ta. Su ropa, artículos personales y el poco dinero que su madre le
envía quedan en la carpa saqueada y destruida donde dormía. Dos
días después, el 10 de mayo, es presentado y sale en libertad con
régimen de presentación cada 8 días.
Sigue en Caracas bajo la tutela de amistades conseguidas duran-
te la resistencia. Le es imposible irse a Barquisimeto y volver cada
semana para presentarse. Su condición económica es precaria.
Su primera presentación es el 14 de mayo, día en que se realiza
una marcha desde Chacaíto hacia el Programa de las Naciones Uni-
das para el Desarrollo (PNUD), en la cual decide participar. La mani-
festación fue duramente reprimida al finalizar. A la concentración,
que ya se reducía a unos 250 estudiantes, arremetieron alrededor de
400 efectivos de la GNB en emboscada. Clíder, de chaqueta negra,
jeans azules y sin capucha, lo acorralan junto a otros 40 jóvenes
a una casa cercana a la torre HP, donde cerraron las puertas en la
cara de quienes huían despavoridos. El dueño del domicilio abre
sus puertas a todos los protestantes y los ubica en un depósito.
Los militares se percatan y obligan al propietario dejarlos entrar.
Lanzan bombas lacrimógenas dentro del pequeño espacio. Están
todos asfixiados. Varios se desmayan. Comienzan a sacarlos uno
a uno. Clíder es el último en salir junto con dos muchachas. El
funcionario a cargo dice “el chamo está caído, pero ustedes dos
pueden irse por ser tan bellas”.
A diferencia del “Madrugonazo”, esta vez tomaron previsiones y
cuentan con esposas para todos. Lanzan contra el piso a 115 ma-
nifestantes que se resguardaban en diversos lugares y los esposan.

-19-
Testimonios de la Represión

Se rebelan. Cantan consignas. Son golpeados y humillados. Entre


ellos comentan que los hacen sentir como malandros.
En su bolso guardaba dos pares de zapatos y tres franelas que
recién le regalaron, dado que tiene la misma ropa desde el 8 de
mayo.
Es llevado al comando de la GN El Recreo, donde es bien recibido
por los delincuentes, quienes le explican cómo comportarse para so-
brevivir en un penal. Todos, incluso Clíder, son conscientes de que
van a “las Grandes Ligas”. Si se hacen las cosas mal en el comando,
las pagas en el centro penitenciario. “Te matan o te toca recoger de-
sechos de los otros presos”, comenta. Atracadores, secuestradores,
asesinos y estafadores comparten la celda con el estudiante de 5to
año de bachillerato. 22 presos comunes son su compañía. Deben
distribuirse en un área de 6 metros de largo por 3 de ancho. Ser
“guarimbero” no le merece ningún trato privilegiado. Es uno más
de la población, tanto en El Recreo, como al ser trasladado para El
Rodeo III. Durante 63 días es un preso común.
La rutina de levantarse, ir a clases, almorzar, entrenar fútbol,
y volver a casa queda como un nostálgico anhelo en el que debe
evitarse pensar. Superar airoso el día a día se convierte en lo fun-
damental. El objetivo es olvidarse que duermes en el piso o sentado
recostado a la pared, orinas en envases de refresco, y defecas en
papel periódico. Estar en derredor de delincuentes es lo de menos.
Son compañeros con quienes debes socializar y aprender a convivir,
merezcas o no estar allí. Por más explicaciones que des, el recluso
es conservador. Hay códigos escritos que se respetan sin espacio a
discusiones. La rebeldía es acompañada con sangre. Normas terri-
bles deben asumirse, como tratar de “brujas” a quienes han reali-
zado denuncias o trabajado como vigilantes. Ellos están obligados a
dormir junto a los potes de orine y otras rutinas denigrantes que el
mismo código impide publicar. Al final, algunos de sus compañeros
de reclusión lloraron por su salida. Le agarraron cariño por su buen
humor y ánimo.
Nunca pensó que ser detenido por protestar podía convertirse
en semejante pesadilla. El apoyo recibido con las visitas, incluso
de gente desconocida, lo mantuvieron enfocado y psicológicamen-
te estable. Su madre, hermanas, y amigos le llevaban chucherías,
comida y cartas. En prisión debe cuidarse el cuerpo y mantener la
mente ocupada.
La maquinaria comunicacional del Estado es dura contra Clíder.
Páginas web y canales de televisión tratan de posicionarlo como un
jefe terrorista. Con ello, se busca contrarrestar la opinión pública

-20-
Carlos Javier Arencibia

real de que sus Derechos Humanos son violados desde su deten-


ción, se profundizan en el presidio y son mantenidos hasta que le
conceden libertad plena en el mes de agosto.
Al salir, Clíder retoma sus estudios y consigue un subempleo
como promotor de una tienda. En su visión está salir adelante y
ayudar a su madre. Sueña con un país donde se respete la libertad
de expresión, se consiga la comida, el salario alcance para comprar-
la, haya posibilidades de obtener carro y vivienda digna, con seguri-
dad, sin corrupción, y donde se cumplan las normas de convivencia
como mantener las calles limpias y respetar las señales de tránsito.
Nada, ni estar dos meses preso, lo quebranta porque sueña con un
país mejor.

A educar para el INOF


Betania Farrera
“Suele decirse que las privadas de libertad deben reinsertarse a la so-
ciedad, pero ellas ya forman parte de la sociedad. Muchas pagaban sus
delitos, pero la mayoría eran inocentes. La violación de Derechos Huma-
nos no discrimina entre quienes están por esto o por aquello. Pagábamos
justos por pecadores. En las condiciones del Inof es imposible que una
mujer delincuente deje de serlo, o que una inocente salga y siga siendo
persona de bien. Creo que estuve allí con la labor de educarlas, ense-
ñarlas cuanto podía y tratar de que el encierro no convirtiera en malas a
las buenas. Estuve presa por buscar un futuro mejor y debía aprovechar
esos espacios para aportar en la conquista de ese país soñado”.
Antes del 12 de febrero de 2014 cambia de canal cuando las noti-
cias de televisión tienen algo que ver con política. Lo considera una
pérdida de tiempo. No tiene confianza en los políticos. Ignora que se
convertirá en una dirigente política, a su estilo. Entre tanto, pasa los
días en jornadas agotadoras. Despertar a las cuatro de la mañana
para salir de su hogar en La Guaira al Instituto Pedagógico de Cara-
cas (IPC), en donde cursa el séptimo semestre de Educación Espe-
cial. Allí permanece de 7 a 12 del mediodía. Almorzar, reposar y a las
tres de la tarde estar presta para laborar como personal de equipo
en el Mac Donald’s de Sabana Grande: el subempleo más común de
la juventud venezolana. Hasta las 10:30 de la noche cocina, cobra o
despacha las populares hamburguesas de carne de lombriz. Ya a me-
dianoche está de vuelta en La Guaira para, por primera vez en el día,
conversar unos minutos con su madre. Sin posibilidades de realizar
las tareas académicas, le aguarda un descanso de cuatro horas para
repetir al día siguiente la misma rutina de vida.

-21-
Testimonios de la Represión

La faena bregadora típica del joven universitario de clase media


baja, se transforma completamente el Día de la Juventud. Los días an-
teriores a la marcha el bombardeo comunicacional de convocatoria es
extraordinario. Las redes sociales mantienen en las tendencias nacio-
nales hahstags como #El12LaJuventudALaCalle y #QueHableLaCalle,
los teléfonos inteligentes reciben cadenas de pin y whatsapp varias
veces al día, la gente aparta ese día en su agenda para ir a protestar.
No puede haber actividad más importante que luchar por el país. Esa
energía es la que motiva a Betania Farrera para salir a manifestarse
junto con dos amigas. Quería drenar la bronca de estudiar y trabajar
tanto, pero seguir “pelando bolas” y sin mayores opciones de mejorar
sus condiciones de vida.
Marcha de Plaza Venezuela hasta Parque Carabobo. Es su primera
experiencia de este tipo. Pese al noviciado, decide quedarse cuando
inicia la represión. Como a la mayoría de los jóvenes, no le suelen caer
bien las personas uniformadas, mucho menos cuando atacan a estu-
diantes indefensos. Por eso se queda en apoyo y resiste la represión.
Está cerca del Banco Caroní de la Avenida Universidad cuando cae
Bassil Da Costa. Desde allí pudo haber visto todo, pero la conmoción
del momento, con disparos por todas partes, la mantienen en una
suerte de trance donde todo pasa muy lentamente y apenas le alcanza
para resguardar su vida en ese instante. Escucha “¡Malditos, lo ma-
taron!” y ve pasar el cuerpo sin vida del estudiante guatireño en los
brazos de Robert Redman y otros compañeros, hasta montarlo en una
moto donde se zarandeaba sin control. Una imagen terrible que la guía
en el resto de las acciones que emprenderá en los días sucesivos.
No puede bajar a La Guaira. Es necesario quedarse en Caracas
para seguir en la calle. Una de sus amigas la invita a dormir en su
casa, Chacao, desde donde bajan un rato a la Plaza Altamira para
respaldar a un numeroso grupo de personas que protestan por las
muertes ocurridas horas antes en Parque Carabobo. Se consigue
nuevamente con Robert Redman, a quien reconoce inmediatamente
como uno de los que carga a Bassill. Un rato más tarde, lo ve tendido
sobre el asfalto sin vida. Un motorizado lo tirotea a quemarropa.
Piensa “una muerte así no puede quedar en vano”, y es cuando
inicia su participación activa en la rebelión democrática. Se involu-
cra en una batalla que ahora combina el deseo de mejorar su vida,
con la justicia necesaria a unos jóvenes asesinados que, como ella,
también querían mejorar su vida y fueron asesinados sin clemencia.
El 13 de febrero baja bien temprano a la autopista Francisco Fa-
jardo a la altura del distribuidor Altamira, donde se sienta frente al
piquete de la GNB con una Constitución en la mano y el mensaje

-22-
Carlos Javier Arencibia

“esta es mi arma”. Su foto recorre el mundo y la hace sentir más


comprometida. Puede contribuir en el despertar de la gente. Se dijo,
si ese impacto se logra con la lucha pacífica, entonces debe ser cons-
tante y permanente. Renuncia, deja de ir a clases, consecuentemente
pierde el semestre. Su vida cambia.
Asiste a todas las manifestaciones convocadas en Caracas, con
excepción de barricadas, a las que nunca se incorpora.
Surge la política de los campamentos y Abzara Gómez, compañera
de estudios, dirigente estudiantil de Bandera Roja y una de las jefas del
campamento de la Plaza Alfredo Sadel, le comenta la iniciativa, pero
Betania la califica como “una loquera”. A su juicio, serían un montón
de “sifrinitos” que aprovecharían la acampada para “farandulear” y
consumir drogas. Sin embargo, su juicio a priori resulta incorrecto. Se
acerca a la plaza, ve organización, compromiso, y convivencia sana.
Dura allí 28 días. Solo su detención pudo alejarla de ese espacio de
crecimiento político y personal, donde se relaciona con personas que le
brindan información y entereza para afrontar lo que le viene.
El 26 de abril se levanta como cualquier otro día. Cepilla sus dien-
tes, se asea y va al baño en una arepera. Asistirá a una marcha cuyo
recorrido es de Oeste a Este. Ese detalle suele evitar cualquier tipo de
represión. Lo común es que las fuerzas represoras actúen del centro de
la ciudad hacia el Oeste, difícilmente de Chacao hacia el Este. Ese día
es distinto.
Marcha en la vanguardia hasta Chacao. Hasta allí solo hay peque-
ños focos de enfrentamientos. Nada trascendental. En los albores de
la adrenalina, surge la idea de visitar a los compañeros del campa-
mento de resistencia en Santa Fe, por lo que unos 300 jóvenes em-
prenden caminata hasta allá. La GNB los esperaba con un piquete
numeroso. Al percatarse, se preparan para el combate con máscaras,
equipos de primeros auxilios, resorteras y piedras. No será un en-
frentamiento tradicional. Les montan una emboscada.
Pocas piedras y perdigones se habían lanzado cuando una andanada
de bombas lacrimógenas oculta un contingente enorme de motocicletas
que avanzan a toda velocidad contra los manifestantes. Betania es la
primera en ser capturada. Entra en plan de escapada a la calle Negrín,
más allá de los campos de golf, y lejos de socorrerse se acorrala. Indefen-
sa, levanta las manos. Eso no evita la ira de un guardia nacional quien
le parte la boca con un radio, patea sus costillas y la tira al piso. El mal
llamado hombre grita furibundo cual si hubiese capturado al peor delin-
cuente sobre la faz de la tierra “¡te vas a morir maldita, desaparézcanla!”.
Obedientes huestes, la suben en una moto y trasladan a un lugar cer-
cano donde aparca la jaula que utilizarán para llevarse a los detenidos.

-23-
Testimonios de la Represión

Al bajarla de la moto le dicen: “te salvaste por los periodistas, pero


sabes que vas a ir a las grandes ligas”. En efecto, un grupo de profesio-
nales de la comunicación capta fotografías de su traslado que a los pocos
minutos recorren las redes sociales. Sus 1,50 metros de altura y 50 kilos
de peso se ven insignificantes entre dos guardias nacionales de aproxi-
madamente 1,80 metros y 100 kilos cada uno. El miedo se le quitaría
pronto como es natural, una expresión de cómo la valentía engrandece y
la cobardía reduce los seres humanos a sus más reaccionarias miserias.
Está sola. No dice una palabra. Tiembla, pero confía que saldrá de
esa situación pronto. El acoso psicológico es constante. Amenazas de
muerte, reproches a las barricadas bajo la premisa de que no cam-
biarán el país, entre muchas groserías y ataques a la salud mental de
Betania. A los carros que pasan les grita su nombre. Efectivamente,
su detención es difundida rápido.
Llega Airam De Araujo. Es la segunda detenida ese día. Tiene una
máscara antigases. Debe quitársela. Pocos momentos después, lle-
gan dos muchachos. Se asfixian con la cantidad de bombas. Todos
los efectivos tienen puestas máscaras. A ellos se les prohíbe usarlas.
Lloran y tosen. Un guardia se percata de que puede pasarles algo
grave, por lo que insta a su superior a llevárselos inmediatamente, y
le aprueban la moción.
A los cuatro los trasladan e instalan en Fuerte Tiuna. Se les une
otro lote de 18 personas: 10 adultos y 8 menores de edad. Duermen
en una capilla. Les acomodan una colchoneta con dos custodias.
Reciben buen trato.
Su madre y abogados del Foro Penal llegan a la brevedad. Pueden
pasar y conversar con ella. Desde el inicio existe la disyuntiva de
cómo manejar mediáticamente su caso. La madre no quiere exposi-
ción. Abogados y el partido Bandera Roja, al cual es cercana aunque
no militante, definen ejercer presión bombardeando informativamen-
te su caso por todos los medios posibles.
El domingo 27 de abril se desayuna la mejor arepa con revoltillo
de su vida. Tiene alrededor de 20 horas sin comer. Un guardiale re-
gala varias veces su comida en los dos días que pasa allí recluida,
no sin antes increpar de manera prepotente “después dicen que los
tratamos mal”.
A las seis de la mañana del lunes llega al tribunal. Su audiencia
de presentación es diferida. Se lo informan a las siete de la noche. No
ha comido nada.
Al pasar al comando de la GNB en El Recreo permiten que sus familia-
res los alimenten. Son sus últimos momentos de relativa tranquilidad.

-24-
Carlos Javier Arencibia

El martes es imputada con medida privativa de libertad y tras-


ladada al Inof. Los hombres pasan a Tocorón. La acusan de cuatro
cargos: agavillamiento, instigación pública, asociación para delinquir
y posesión de artefactos explosivos. Eliminan estos dos últimos, pues
los abogados evidencian que al momento de la detención solo tiene
ropa en el bolso. No es sembrada.
Airam está fuera de sí. De su mente no sale el tema de la violación
sexual en los penales venezolanos. Betania trata de darle fortaleza,
aunque por dentro el miedo es tan fuerte o peor que el de su com-
pañera. Un terror que crece cuando son bienvenidas en el centro
penitenciario por custodias con carácter y aspecto más varonil que
el de cualquier hombre. Lasmandan a quitar toda la ropa y pujar.
“¿Tienen hambre?”, es lo primero que le preguntan. Ninguna respon-
de, pero le contestan en medio de carcajadas: “en la primera curva
a la derecha tienen Church Chicken, en la segunda Mcdonalds, y en
la tercera Arturos. Pidan lo que quieran que la casa paga”. Ese pre-
ciso momento cambia la actitud de Betania. Debe enfrentarse a un
mundo desconocido, peligroso, donde no puede fallar. Se recuerda a
sí misma que está presa.
Inmediatamente reciben su primer orden cerrado en el patio del
penal. Son obligadas a cantar “Patria Querida” con la alocución del
fallecido presidente Hugo Chávez del 8 de diciembre de 2012 en el
fondo. Una custodia con la que hizo amistad le informa que el video
debe ir directo al despacho de la ministra de Asuntos Penitenciarios,
Iris Varela. Quien se niegue a cantar, es llevada a celda de castigo,
obligada a hacer flexiones de pecho o sentadillas.
Son trasladadas a la zona de resguardo externo. Allí les reciben
las modelos Karla Osuna y Gabriela Fernández, quienes controlan
otras cinco reclusas. Una de las cuales tiene Sida y está presa por
asesinar a su hija. Hay respeto. Tratan de convivir de forma armo-
niosa, aunque, confiesa, pasa noches sin dormir por miedo a la mu-
jer enferma.
Cuatro metros cuadrados para 9 personas. Airam es llevada a en-
fermería. No estarán más juntas por los 31 días de presidio. Al prin-
cipio duerme con una sabana en el piso. Comen bien porque tienen
su despensa.
Las dos primeras semanas son rutinarias. Desayunar bollito con
revoltillo, tetero, o avena, almorzar arroz con pollo, cenar arepa…
pero todo cambia cuando hay una requisa muy fuerte por el robo
de una tablet a una jueza del “Plan Cayapa” (política orientada a
agilizar el proceso judicial de las reclusas con el estudio, revisión
y decisión sobre sus expedientes en las propias instalaciones del

-25-
Testimonios de la Represión

penal). Se acerca el Día de las Madre y está en riesgo la visita. Por


tal razón, la ladrona es castigada con golpes, puñaladas, lanzada
por las escaleras y obligada a devolver el aparato electrónico. Lo
hace, pero igual se da la requisa. Se llevan todo de las habitacio-
nes: dinero, comida, cigarrillos, solo dejan colchonetas, almoha-
das y libros.
Comienza el maltrato. 200 traslados a Coro. Perdigones y tiros du-
rante horas continuas hasta que controlan un grupo de reclusas al-
zadas que pedían respuesta sobre el Día de las Madres. Una respues-
ta que no reciben. Por el contrario, son llevadas a la cancha, donde
pasan 4 noches y 5 días sin agua, comida, ni cobijo. Se desmayan,
las llevan a enfermería y las regresan para continuar con el “plan-
tón” (nombre que le dieron a una forma de tortura consistente en la
resistencia de presiones recurrentes durante períodos relativamen-
te largos). Se trata de una tortura que produce un debilitamiento
en la salud de Betania, quien está en el lugar un día después de
terminar el suplicio y se desmaya al ver la sangre aun en el piso.
Debe pintar la cancha, pues empieza a impartir clases de kikimbol
y no puede hacerlo en un lugar con tales condiciones.
Se agudiza la represión interna. A las cuatro de la mañana ponen
alocuciones del difunto presidente Hugo Chávez a un volumen altí-
simo, tanto que llega a ser denunciado por vecinos del Inof, quienes
son despertados con la bulla. La denuncia se hace mediática, es pu-
blicada en los diarios La Región y Avance, de la capital mirandina,
lo cual produce que le bajen los decibeles, pero lo dejan hasta las
diez de la noche a un nivel que solo las reclusas perciben.
Las requisas personales se hacen constantes: 3 veces al día. Des-
nudarse, abrir las piernas y pujar es parte de lo cotidiano. En un
procedimiento, Betania pide permiso para ir al baño, no la dejan y se
orina. Como castigo, recibe batazos por todo el cuerpo con un tablón
forrado de goma espuma y teipe para evitar moretones.
Eliminan los cubiertos para comer. Deben hacerlo con las manos.
Igual no es mucho el alimento recibido. El arroz con pollo y las are-
pas, cambian por pan con un pedazo de lechosa como desayuno y
cena, mientras que el almuerzo es un plato de arroz blanco.
No permiten más visitas ni llamadas. La incertidumbre de los
familiares puede recogerse en los periódicos de Los Teques que en
cada edición muestran la angustia de la gente, quienes se apostan
todos los días en las afueras del penal para pedir respuestas.
Sale de la zona de resguardo externo y pasa a población común.
Eliminan los “privilegios” de ser presa política. Las internas le tratan
bien, aun cuando un día las barricadas de Montaña Alta evitan el
-26-
Carlos Javier Arencibia

traslado de un grupo de reclusas a tribunales para ir a juicio. Eso


les genera un gran retardo procesal, por lo que se ponen recelosas
con “la guarimbera”. Betania les habla sobre el problema. Entienden
rápido que se trancan calles por culpa del mismo gobierno que las
tiene en esas condiciones de vida. Dar una clase crítica al gobierno
no es tan difícil en el Inof, pues todas las privadas de libertad odian
al gobierno. Asegura que alrededor de un 60% de internas son ino-
centes y, debido al trato que reciben, en muchos casos se convierten
en delincuentes.
Durante todo su encierro puede desplazarse por algunas zonas del
penal. Ser monitora de kikimbol le asegura que al menos pueda salir
de su cuarto. Cuando no tiene práctica, busca la manera de pintar o
limpiar para evitar el ocio.
Con una parte del dinero incautado en la primera requisa,
compran pintura y otras cosas para arreglar la cárcel. También
eliminan los “buguis” (habitaciones cerradas con sabanas que se
construyen en los pasillos de cada pabellón). Solo en el cuarto de
resguardo se llevan 120 mil bolívares, lo que, según sus cálculos,
suman aproximadamente la cantidad de lo invertido para realizar
reparaciones a la infraestructura interna. El resto del dinero que-
da a la imaginación del lector la respuesta acerca de dónde habrá
ido a parar.
En una de las jornadas de pintura se entera que saldrá en liber-
tad. Antes, les dan la noticia a otras tres personas. Son allegadas.
Les dice que las verá afuera. No sabe que es la próxima. Inmediata-
mente la llaman. Por primera vez en 31 días, respira con gusto. Sien-
te la vida. El día anterior una reclusa la amenaza de muerte por pre-
suntamente mirarle a su mujer. Otra la invita a “guarimbear” para
su cuarto. La cosa se ponía más dura, aun con el respeto existente
por ser estudiante y no delincuente. Ante todo respondía sumisa: “no
puedo, no puedo…” entendían y le dejaban tranquila.
Se acaban los días de dormir en el suelo, mientras está en res-
guardo externo, o a treinta centímetros del techo, los días en la po-
blación común. Nunca se enferma. Tiene siempre la esperanza que
saldrá pronto, pero jamás deja de dormir con miedo.
Cuando va a buscar sus cosas, cantan “Patria Querida”. Tratan
de amedrentarla. Está muy contenta como para prestarles atención.
Todas sus cosas se las deja a una persona que las necesita.
Al salir ya es de noche, pero alcanza ver en el fondo una pancarta
que dice “Betania te queremos”. Está su mamá, Abzara Gómez, Co-
nan Quintana, y otros amigos. Son como 40 personas.

-27-
Testimonios de la Represión

Una persona vinculada al Inof le había dicho que la esperaba afue-


ra para darle la cola en carro hasta Caracas. Pensaban que la gente
no se había enterado. Al salir, estaba allí esperándola. Después de
agradecerle encarecidamente ese y otros gestos durante su presidio,
se va con su madre. Le espera una pizza tamaño familiar que se come
completa. Celebra con su familia y amistades cercanas. Bebe cerve-
za, no es para menos.
Los días posteriores debe pedir permiso hasta para ir a la bodega
de la esquina. Su madre la sobreprotege. La llevan y buscan a tribu-
nales cada 8 días. Se siente presa estando libre, pero con el transcu-
rrir de los días las cosas vuelven a la normalidad.
Nada de esta experiencia la quebranta en su lucha. Solo deja ma-
durez y un nuevo look que representa una Betania distinta, mucho
más fuerte. Sale trabajando duro con los movimientos estudiantiles,
sobre todo del IPC, quienes la postulan candidata a la presidencia de
la Federación de Centros Universitarios del recinto. Estuvo en el Inof
para educar, y también para aprender. Comprendió que a través de
la política puede lograr las transformaciones que amerita la sociedad
venezolana.
“Ya estuve presa, marché, y llevé bomba. Me metieron presa para
darme miedo y me fortalecieron. Aspiro un país sin delincuencia, don-
de puedas transitar tranquilo a cualquier hora, por cualquier parte.
Quiero llevar a mis sobrinos al parque de noche, que haya medicinas,
hospitales públicos adecuados, comida sin colas, un país sin divisio-
nes. Con un cambio de gobierno, es posible”.

Valiente presa de la cobardía


Marvinia Jiménez
“Jamás me arrepentiría de haber evitado que esos GNB dispararan
contra los manifestantes, pues gracias a eso se pudieron evitar otras
muertes, aunque no los heridos, y si volviera a presenciar algo similar
mí actuación sería la misma. Nunca nos permitieron la visita ni de un
abogado, familiar ni médico. Siempre temí por mí vida”
La participación de las mujeres en la rebelión democrática venezo-
lana fue decisiva y significativa.. Demostraciones de coraje y gallar-
día muestran la conciencia ciudadana y política que les asiste: María
Corina, Sairam, Geraldine, Génesis, Gaby, Betania, y otras tantas
enfrentan sin temor a la dictadura.
Una de esas mujeres valientes es sin duda alguna Marvinia Jimé-
nez, a quien todo el mundo conoce ahora porque recibió una paliza

-28-
Carlos Javier Arencibia

de una guardia nacional en plena calle, pero su nombre e historia


siguen siendo desconocidos.
Los cascazos que recibió en su rostro fueron como un balde de
agua fría en plena madrugada. Despertaron un corazón noble, pero
aguerrido. Ella carecía de la fuerza física para quitarse de encima a
la funcionaria de la GNB que se ensaña en su contra aquella tarde
en La Isabelica (Valencia), pero los más nobles anhelos de una patria
libre y popular la hacen una gigante al medirse con cualquiera, como
aquella militar, que usó su investidura, capacidad o poder, para in-
tentar destruir al más débil.
Marvinia es diseñadora gráfica, dueña de un pequeño taller de
costura en su propia casa donde realiza trajes de fiesta a la medida,
madre soltera con una rutina tranquila y los hobbies de viajar e ir a
conciertos. Su vida cambia completamente el 24 de febrero de 2014.
Sale de la casa de su tía a las seis y media de la mañana para ir al
trabajo. Solo lleva un bolso donde guarda algunos instrumentos de tra-
bajo. Valencia está en llamas. Pasa por la avenida Henry Ford y nota dos
piquetes de la GNB. Los evade y en el camino que elige consigue varios
vecinos a quienes pregunta la razón de la presencia de los uniformados.
Pisa una tierra que horas antes fue territorio de combate. Se va a casa
con la noticia y curiosidad acerca de los acontecimientos.
Nueve de la mañana y la máquina de coser no hace suficiente rui-
do como para evitar escuchar los gritos de personas que corren por
el estacionamiento y la vereda de su residencia. Inmediatamente, se
coloca una falda de franjas grises y negras encima del jean que lle-
vaba puesto, franela negra con un gran corazón en el pecho, zapatos
deportivos rojos, agarra su teléfono “vergatario” amarillo con blanco
y sale a ver qué pasa. Es la GNB quien dispara a manifestantes. Las
detonaciones suenan sin eco. Apenas saca su celular y empieza a
grabar los sucesos cuando una tanqueta llega para dispersar a todos
los presentes. Se da cuenta que reprimen a tiros. Hace las veces de
periodista de guerra. Nunca suelta su teléfono.
Se va a la par de la tanqueta para buscar captar disparos de pis-
tolas o fusiles. Llega una nueva tanqueta, pero al verla grabar dejan
de disparar. Con alguna dosis de ingenuidad les pregunta “¿por qué
hacen eso?”, a lo que responden “¡anda a hacer arepas!”, “¡búscate
un marido!”, mientras otros más simpaticones le lanzan besos con
el cumplido “¡qué bella eres negrita!”. Aceleran y vuelven a disparar.
Suenan las cacerolas, los vecinos bajan y piden que cese una re-
presión que es más persecución. Las barricadas ya están práctica-
mente solas. El ataque es innecesario y parece ser por diversión.

-29-
Testimonios de la Represión

Se retiran hacia una esquina conocida como “La Espiga de Oro”.


Allí están un rato y se marchan.
Tiene una historia para su hijo cuando llegue la hora de almorzar.
En efecto lo hace y pregunta a su tía qué dicen las noticias. Nada.
Pone a su familia al tanto del problema para que eviten salir de sus
hogares. Su intuición le dice que algo grave está a punto de pasar.
A la una y media de la tarde ve regresar a los manifestantes, esta
vez preparados para defenderse. La GNB los espera.
Un hombre moreno de franela amarilla le pide que pase las fotos
tomadas temprano, pero no lo hace por suspicacia. Su actitud es
sospechosa y prefiere sacudírselo con la mentira de que entrega el
teléfono a un uniformado que la amenaza cerca de su casa.
Mala suerte. Nuevamente queda en medio de un conflicto. Esta
vez no es la única que graba, por lo que dejan las armas y el combate
es piedras contra piedras. Ella está en la acera del medio.
El hombre de franela amarilla la insta a lanzar piedras. Lo ignora.
Segundos más tarde la arremetida es contundente, pues tres de los
guardias se olvidan de los videos y sacan las pistolas. La mujer de 37
años los increpa casi junto a ellos: “¿por qué esas armas? ¿Qué pasa?
¡Guarden eso que van a matar a alguien!”. Uno de los funcionarios se
impacienta y apunta su cabeza con insultos como “te voy a tener que
escoñetar a ti maldita escuálida”. Otro guardia la toma por detrás,
dobla su brazo izquierdo y el tercero trata de arrebatarle el teléfono.
Se resiste. La someten y patean por las piernas hasta tenderla en el
suelo. Una oficial se acerca sonriente “¡Déjenmela a mí!”. Sin mediar
palabras se monta encima y la golpea en el rostro. No dice nada, solo
ríe. Sus compañeros forman un semicírculo alrededor para cubrir la
escena. Aprovecha para ensañarse con más fuerza. Defenderse es
imposible, pues padece una enfermedad congénita degenerativa que
impide el óptimo movimiento de su hemisferio izquierdo.
Está sola e indefensa. La levanta y vuelve a tirarla al suelo. El res-
to de los efectivos aúpan a la agresora: “¡Dale duro catira!”, “¡Métele
pa´que vea rostro!”… La inmoviliza, se quita el casco y con placer
empieza a pegárselo con toda su fuerza por cara, cabeza y sien, una
y otra vez. No cesa de sonreír. Se levanta, le patea en la cabeza. Esta
vez, logra quitársela de encima con una patada en el pecho que le
hace tropezar y caer. Esto la enfurece, pues se quiebra una uña.
Vuelve, toma a Marvinia del cabello y la arrastra unos diez metros,
hasta ponerla de pie y darle un rodillazo en el vientre. Un guardia
toma el testigo de la paliza para que su pobre compañera vaya a cu-
rarse la uña.
-30-
Carlos Javier Arencibia

Se acerca una moto y dicen al funcionario “¡Súbela Castillo!”. La


montan y su verduga aborda atrás de ella.
Todo el camino la tortura. Hala su cabello, la pellizca y amenaza.
Alcanza a gritar su nombre cuando pasa por edificios con personas
asomadas en las ventanas de los apartamentos. Tratan infructuosa-
mente de tapar su boca.
Por su mente solo pasa Juan Manuel Carrasco, por lo que les dice
con la esperanza de detener la masacre que está embarazada. Con
sarcasmo, la verduga responde “lástima, lo perdiste”.
Llegan al comando de la GNB de la zona. Frente a ella bajan a un
señor mayor de otra moto a quien le sangra copiosamente la cabe-
za y su camisa está desgarrada. Son dejados juntos en un pasillo.
Además, hay cinco muchachos y otra mujer, todos detenidos en El
Trigal. Piden un médico para el anciano (un sexagenario) y Marvinia.
Niegan la solicitud y les hacen bajar la cara. El señor tose y empieza
a vomitar. Un guardia se apiada y lo lleva a un baño.
Mantienen los gritos de que les respeten sus derechos humanos, ya vio-
lados por demás, pero que al menos les permitan tener médico y abogado.
Ingresa al sitio un oficial moreno de baja estatura apellido Peñalo-
za, quien observa desafiante y dice con su pie derecho en alto: “¿es-
tás leyendo esto? Son 48 pa´metértelos por la cara”.
Varias horas más tarde toman sus datos. Se ignora la petición de
médico y abogado. Por el contrario, le piden que firme un documento
donde suscribe que sus derechos humanos no han sido vulnerados.
Naturalmente, no lo hace.
Para la foto de rigor, al sexagenario lo limpian y regalan una cami-
sa nueva, a lo cual accede por temor a una nueva golpiza.
Su familia ignora la situación. Los llevan al ambulatorio de La
Isabelica, donde son revisados superficialmente. El personal médico
se nota asustado. Examinan lo más visible. El mordisco del brazo,
rasguños en el cuello, chichones en la cabeza, hinchazón de la frente,
hematomas del rostro, y marcas de las esposas. Alivian el dolor con
medicinas.
Al salir, aumenta su nerviosismo cuando unos jóvenes llevan en
brazos una joven herida de bala en el abdomen.
Su hijo de 7 años no recibirá la cena esa noche, pues son trasla-
dados a la sede de PNB en Los Guayos. El trato es un poco mejor, a
pesar de que los desnudan en un cuarto, hacen pujar, quitarse pier-
cings, trenzas de zapatos, sostén y la falda.

-31-
Testimonios de la Represión

Pasan al calabozo 7. Una celda de cuatro por seis metros, lúgubre,


sucia, con una poceta maloliente rebosada. Comparte presidio con
dos presuntas delincuentes, una por asesinato y la otra por drogas.
La noche es terrible. Sigue sin comunicarse con su familia. El do-
lor comienza a intensificarse. Hace frío. Cuestiona al país, su justicia
y hasta sus habitantes. Por qué era tratada peor que un asesino por
grabar como funcionarios del Estado intentaban matar gente.
Alrededor de las diez de la mañana del día siguiente llega el repre-
sentante de la Defensoría del Pueblo, Emiliano Abreu. Llama a cada
uno por sus nombres, se identifica y escucha los testimonios. Se
retira en silencio. Aproximadamente una hora después vuelve. Trae
consigo un documento donde hace constar el buen estado de salud
de los detenidos. A veces la necesidad o el salario, hace de las perso-
nas seres miserables y cobardes.
Marvinia no lo firma, repite lo sucedido y muestra sus marcas.
Pero la respuesta que obtiene es que “no vale, se ven bien, yo no soy
médico”.
Una policía femenina lo recrimina antes de salir: “A mí no me pa-
rece lo que usted está plasmando allí porque yo tengo cinco deteni-
dos por la Guardia dentro de mis calabozos y he visto a dos de ellos
bien golpeados”.
Esa funcionaria dio un trato digno a todos los presos. Incluso, se
atreve a pasar revistas y periódicos por la mañana para que estuvie-
sen informados de cómo está la calle.
Pasan hambre. Es poco lo que las reclusas pueden convidarles,
pero lo hacen. La reflexión de que el trato recibido por parte de de-
lincuentes es mejor que el dado por quienes los arrestan se hace
incesante. Confunde.
En la tarde, como a las cinco, llega una fiscal del Ministerio Pú-
blico. Se llama Rutselis. Toma las declaraciones al pie de la letra.
Arruga la cara cuando se entera de que se le niega la presencia de
médico, abogado y familia.
Por primera vez puede hablar con su hermano. La abogada había
conversado con él afuera y le dio su número telefónico para poder
escuchar la voz de Marvinia unos segundos.
Sin embargo, la redacción del acta tiene un error. En ella se asegura
que hay un forcejeo, algo que nunca sucedió. No lo rectifica, pero asegu-
ra que en el espíritu del acta está lo que quiere decir. Lo firma.
Otra noche. Esta vez no puede dormir por los gritos de un presun-
to violador a quien los otros reclusos golpean.
-32-
Carlos Javier Arencibia

En la mañana son trasladados al Palacio de Justicia. Permane-


cen en la jaula por tres horas. Se sienten olvidados, ignorados por
cada funcionario que pasa. Forman parte de un paisaje sin ningún
atractivo ni excepcionalidad para quienes los ven. Ni siquiera habían
cumplido la formalidad de reseñarlos en el CICPC, por lo que son
rebotados y llevados a esa instancia. Una vez en su sede de Plaza de
Toros, el policía que los recibe les pregunta “¿ustedes son los de la
Cantv?”, a lo que Marvinia responde “no, a nosotros nos agarraron
en La Isabelica, nos golpearon hasta más no poder, nos metieron
presos dos días y no nos han dejado ver ni familia ni abogado, ¿tú
crees que es justo?”. Se carcajearon y dijeron en coro “sí, son los de la
Cantv”. Ninguno entiende a lo que se refieren. Los dejan más de dos
horas parados, esposados. El señor golpeado es el primero en pasar
a reseña, y sale indignado. Le querían imputar por hurto. Esta vez
no accede al abuso.
Al pasar, Marvinia es vista por un grupo de reclusas quienes co-
mentan “marica, mira es la jeva del video como la dejaron” y todas
las demás se asomaron y decían: “Están bien coñaciados, qué bolas
malditos perros”. Les pregunta: “¿qué video?”. El funcionario que re-
seña y el guardia comentan “que hay un video en Youtube y en CNN.
No paran de hablar de ti, eres famosa”. Tratan de ablandarla con
buen trato para hacerse pasar por “buenas gente” para que tome una
pizarra que dice hurto y se fotografíe. El guardia está confundido.
Sale y vuelve a entrar con la noticia de que “es una orden superior”.
Un hombre enflusado pide que “muevan ese culo para reseñar a
esa gente y sacarlos de allí”. A pesar del mandato prepotente y apa-
rentemente infalible, deben esperar una comisión de médicos que se
traslada desde Caracas para chequearlos. Entra una joven de cabello
largo castaño y se identifica como inspectora. Una amiga de ella es
cliente de Marvinia y pidió que velara por su salud si llegaba a sus
manos. Se escucha sincera y preocupada. Sus palabras hacen que
acceda a reseñarse por hurto, pues le explica que el mundo entero
vio la paliza recibida y, por tanto, no hay mucha maniobra posible
por parte del gobierno represor aunque usen la maquinaria propa-
gandística para hacer ver que es un montaje. “Deja que sean ellos
quienes se equivoquen. Mejor para ti”, le dice. Reciben el apoyo de las
reclusas, quienes cuestionan “marico qué arrecho como encochinan
a la gente esos coños de madres”.
Son llevados nuevamente al comando de la Guardia del Pueblo,
donde observa que su hermano, primo y vecinos la esperan. Adentro
está el hombre de franela amarilla que la instaba a pasarle las fotos
y videos que había capturado. No está esposado, ni parece ser un
detenido. Finalmente, es ingresada y atendida por el forense. Se trata
-33-
Testimonios de la Represión

del doctor Fonsi, comisionado de la Fiscalía General de la República


para investigar posibles casos de agresión y tortura contra los de-
tenidos en Valencia. Naturalmente, no faltan los cuestionamientos
sobre las razones de llegar 48 horas después de los sucesos, cuando
la hinchazón ha bajado un poco. Solo realiza revisiones superficiales
y muestra fotografías de una mujer desfigurada que presuntamente
rodaban por las redes sociales bajo la premisa de que es ella, lo cual
niega rotundamente. Ni siquiera tuvo que desvestirse, no tenía es-
tetoscopio, tensiómetro y otros instrumentos. Al terminar, permiten
que vea a su hermano y tía, ambos abogados. Después de 60 horas
es el primer contacto con algún familiar.
Es entrevistada por un periodista de Correo del Orinoco, quien
toma las declaraciones y falsea la información. Al salir, ingresan los
abogados, Jennie Gutiérrez, del Foro Penal, y Antonio Marval. Con-
siguen que el proceso se regularice y sea realizada la audiencia. En
ella, la fiscal de flagrancia Morrison lee un acta viciada donde ma-
nifiesta que es identificada por varios funcionarios como una de las
personas que obstaculiza el tráfico con barricadas, saquea la Cantv,
se resiste a la autoridad, y lesiona a efectivos castrenses. El mundo
al revés. Aun así, sale con medidas cautelares y comienza un proceso
judicial que consigue su liberación en pocas horas, pero cuyos culpa-
bles siguen cobijados por la impunidad.
Aún adolorida y con la peor de sus fachas declara al salir. Está
consciente de que la entrevista concedida al Correo del Orinoco será
manipulada, lo que corrobora posteriormente. Hay más de 10 medios
de comunicación, nacionales e internacionales. Se da cuenta de la
magnitud de su caso, pero no se quebranta. Antes y después del cal-
vario, Marvinia asiste a marchas y actividades de protesta pacífica.
Sus únicas armas siempre han sido pancartas, pitos y consignas. .
El estado Carabobo sufrió la peor represión durante el proceso
conocido como “La Salida”. La GNB, la policía regional y los grupos
parapoliciales armados (colectivos) forman un escuadrón de muer-
te que arremetió con contundencia contra civiles desarmados a lo
largo y ancho de su geografía. A pesar de sus acciones represivas,
que se llevaron por delante la vida de las jóvenes Génesis Carmona
y Geraldine Moreno, la rebelión democrática se mantuvo viva en la
región mientras el país ardía, e incluso en momentos de calma. Quizá
sea la respuesta de un pueblo molesto por la arenga a una guerra
civil realizada por su gobernador, Francisco Ameliach, a través de la
red social Twitter cuando convocó a una “ofensiva definitiva” de las
fuerzas maduristas. En cualquier caso, los carabobeños soportaron
mucho más que “gas del bueno”.

-34-
Carlos Javier Arencibia

Son muchas las víctimas en este estado, varias de las cuales com-
partieron momentos con la protagonista de este relato.
Jhonny Ricca era su amigo de años. Fue chavista, pero nunca cree
en Nicolás Maduro. Se hace opositor al darse cuenta de las violacio-
nes de los derechos humanos y de la Carta Magna cometidos por el
régimen. Es un estudiante insigne de Derecho en la Universidad de
Carabobo. Recibe tres balazos el 12 de marzo durante una protesta.
En extrañas circunstancias, lo encuentran ahorcado en su casa el
27 de mayo. El caso no sigue abierto. CICPC califica en primera ins-
tancia como suicidio, pero sigue la investigación bajo presunción de
homicidio. Días antes de su muerte, recibe amenazas de colectivos
en la zona sur de Valencia, lo cual es un hecho comunicacional, pues
acude a los medios a realizar la denuncia.
Gabriel Daza era un muchacho con aura infantil, siempre alegre
y proactivo. Fue un guerrero de franela en las barricadas de La Isa-
belica. En Semana Santa, recolecta dinero con un judas que tiene
la cara de la funcionaria que agrede a Marvinia, pero es poco lo que
logra recoger. A los dos días, el Jueves Santo, es asesinado de varios
disparos al lado de la figura de Judas. No hay detenidos por el caso.
Los vecinos señalan a grupos parapoliciales como responsables.
Guillermo Sánchez era un señor que filma varios videos de las
protestas en La Isabelica. Se reúne con Marvinia y le muestra en una
tablet un video donde aparece sola con su teléfono minutos antes de
ser masacrada a golpes por la GNB. Pone las pruebas a la orden si
es que fueren de utilidad. Tampoco tuvo tiempo de entregarlas. El 12
de marzo colectivos lo asesinan de un balazo. Jesús Acosta también
cae muerto a su lado.
A “El Ruso”, Valeri Montilla, lo conoce en el velorio de Gabriel
Daza. Es un compañero de batalla. Su casa es allanada y le siembran
un arma. Pasa más de tres meses en los calabozos del CICPC en Pla-
za de Toros, donde lo golpean, aíslan, botan su ropa. Contrae sarna.
Luego lo trasladan al penal de Tocuyito, donde permanece recluido.
Marvinia Jiménez es otro ejemplo de valentía. Las cosas suelen
adquirir su nivel de majestad con el tiempo, cuando no sucumben
ante la corta memoria histórica del venezolano. Que este pasaje trá-
gico de la historia nacional contemporánea, sea recordado para nun-
ca repetirse.
Junto a la señora Rosa Orozco, madre de Geraldine Moreno, crea
el Frente de Víctimas contra la Represión, desde donde motivan y
ayudan a personas que han sido torturadas, recibieron tratos crue-
les, inhumanos y degradantes, detenciones arbitrarias, violaciones y

-35-
Testimonios de la Represión

vicios en el debido proceso, y en general violaciones a sus derechos


humanos. Consiguen tratamiento psicológico, médico, asesoría legal,
y todo lo concerniente a necesidades no cubiertas particularmente
por las víctimas.
Su confianza en la justicia venezolana es nula, pero sí en que las
denuncias se materializarán cuando la democracia tome las riendas
del país.
“Mi país es hermoso, tiene potencial natural y humano, solo debe-
mos recuperar nuestras libertades para que ellos se aprecien y valo-
ren debidamente. Yo sí creo que luchar es la salida para recuperar
la democracia. Hoy en día solo soy una luchadora más que tiene un
rostro público o conocido pero que al igual que el resto de las mujeres,
hombres, estudiantes, jóvenes y ancianos luchadores de nuestro país
no descansaremos hasta lograr recuperar a Venezuela del caos, y eso
pasa por sacar este régimen oprobioso y narcodictador. Los poderes
que garantizan la convivencia y libre ejercicio de los ciudadanos res-
petarán sus derechos civiles y humanos. Es decir, recuperaremos la
institucionalidad de Venezuela y, a mí juicio, la salida es vía la des-
obediencia civil. Los estudiantes comenzaron una lucha donde noso-
tros como sociedad civil debemos retomarla, mantenerla, fortalecerla y
llevarla a la victoria. La democracia es el mejor y único sistema viable
y progresista en los países del mundo. La dictadura y totalitarismo
deben ser erradicados y Venezuela será ejemplo de triunfo en esa
materia”

Entre hematomas y cucarachas


Luis Gonzalo Pérez
Antes del 2 de febrero de 2014 su mayor preocupación es entre-
nar para mantenerse en la selección Miranda de fútbol sala. Es un
joven común y corriente, como ustedes, como yo, como nosotros.
Padece la delincuencia bien de cerca porque vive en Petare, uno de
los sectores más peligrosos del país y segundo barrio más grande de
Latinoamérica. En su casa se profundizan las carencias como coro-
lario de la escasez y la digna decisión de no hacer colas para adquirir
productos de la canasta básica. Le encanta ir al cine con su insepa-
rable novia Gilmar, sobretodo los lunes que es a mitad de precio. Los
viernes, suele reunirse con amigos a “beberse una curda”. Sus estu-
dios de comunicación social en la Universidad Santa María (USM),
en conjunto con el ejemplo de su madre Susana Rojas, quien ejerce
la política desde las bases y en la calle, lo hacen crecer en la crítica e
inconformidad sobre la forma en que se gobierna Venezuela.

-36-
Carlos Javier Arencibia

Luis Gonzalo Pérez, de 23 años de edad, despierta del limbo apático


en el que se encontraba sumergido cuando el 2 de febrero se anuncia en
la primera gran asamblea de ciudadanos de la Plaza Brión de Chacaíto
que se realizarán manifestaciones de masas para enfrentar al régimen
de Nicolás Maduro para buscar un cambio político definitivo para Ve-
nezuela. Sabe que es su momento de incorporarse, pero se le dificulta
instrumentar la intención. Desconoce qué hacer para sumarse.
El 12 de febrero arranca de Plaza Venezuela para marchar por el
Día de la Juventud. Lo acompañan personas mayores, por lo que no
llega al destino convocado (Ministerio Público). Además, piensa que
es más de lo mismo. Una marcha como las cientos que ya han ocurri-
do antes. Con esa tristeza se va a casa. Llega a eso de las 4 de la tarde
y se entera del asesinato de Bassil Da Costa. Hay un muerto, no fue
una marcha más como pensaba. Llora y sin lograr el consuelo se en-
tera de un nuevo asesinado: Robert Redman es fusilado a quemarro-
pa en una esquina de la avenida Uslar Pietri, al lado de la canchita.
Es hora de irse a la calle. Los medios callan. La teoría del control
casi absoluto por parte de la dictadura sobre los medios de comunica-
ción que tanto se discute en sus aulas de clase, es una evidencia en la
realidad. Las redes sociales se convierten en el desahogo de muchos y
el envión de millones para salir en defensa de los estudiantes caídos.
13, 14 y 15 de febrero son sus primeras experiencias como van-
guardia. Asiste a todo lo que se convoca, desde pancartazos hasta
resistencia. La represión es muy fuerte y obliga la colocación de ba-
rricadas como mecanismos de defensa. Cuando no hay nada formal-
mente citado, se va para Altamira donde la lucha es permanente, los
vecinos apoyan y se suman.
Lo mueve la razón y el sentimiento. Es profunda la bronca al ver
la cantidad de funcionarios desplegados para combatir estudiantes
y jóvenes que batallan por un país distinto, mientras diariamente
escucha discursos de las huestes de Maduro donde afirman no te-
ner la fuerza para derrotar al hampa. Cada vez más, los hombres de
uniforme pierden su respeto. No les teme, son unos cobardes que se
envalentonan contra el indefenso y huyen cuando encuentran resis-
tencia más o menos organizada.
El objetivo es hacer aun más notoria la crisis. Lo logran y aumenta
la represión. En Caracas detienen cientos de jóvenes todos los días,
pero en otros estados, como Carabobo, Lara y Táchira, los grupos
parapoliciales son más activos y atacan a “plomo limpio”.
La calle lo llamaba desde hacía tiempo, aun cuando estaba en las
canchas de futbol lo cuestionaba todo. El 26 de abril, después de dos
meses de participación en la rebelión democrática, es detenido.
-37-
Testimonios de la Represión

Comienza la pesadilla. Justo en la esquina donde cae asesinado


Robert Redman es sorprendido por una comisión represora de la Poli-
cía Nacional Bolivariana (PNB). Viene de regreso de una marcha con-
vocada desde Colinas de Bello Monte hasta el liceo Gustavo Herrera
contra la Resolución 058, que sustituye a las Comunidades Educati-
vas por unos Comités integrados por figuras que no tienen nada que
ver con la dinámica cotidiana de escuelas y liceos. La caminata se da
sin contratiempos. Los discursos son efusivos. Hablan estudiantes,
dirigentes, padres y representantes. La PNB bloquea prácticamente
todas las calles de regreso, tienen dos ballenas estacionadas en la
autopista, bien cerquita de la concentración, donde todos la ven. Más
que disuasión, es una amenaza.
El regreso se hace por la misma vía de llegada, pasan frente al
Centro Comercial Sambil, llegan al McDonald’s de El Rosal y suben
por su estacionamiento para llegar a la avenida Francisco de Miran-
da. Cada quien anda con su grupo de amigos, no hay resistencia
organizada, pero la tensión se siente en el ambiente. Los policías
suenan sus escudos para provocar enfrentamientos. Deciden meter-
se por las calles transversales para llegar a la Uslar Pietri, pero están
acorralados. Son un grupo de amigos. Todos están nerviosos pero no
lo demuestran. Mucho menos Luis, quien debe demostrar confianza
a su novia Gilmar.
Sin advertirlo, empiezan a escuchar detonaciones. Los enfrenta-
mientos habían empezado. Personas corren por todas partes. Ellos
alcanzan llegar a la Uslar y un grupo de funcionarios motorizados les
persiguen hasta un local donde algunos logran refugiarse. Luis y Gil-
mar quedan afuera. No entienden el ensañamiento. Iban caminando
como cualquier ciudadano. En segundos, tienen un grupo numeroso
de policías encima. Cinco se van con él y lo separan de ella. Recibe
rolazos en las rodillas para tumbarlo al piso. Es levantado y tratan
de abordarlo en una moto, pero de una patada puede tumbar al vehí-
culo y su conductor. Llegan dos más, son siete. La paliza es brutal, a
pesar de que huéspedes de un hotel que se encuentra enfrente gritan
para tratar de evitar que lo golpeen. Hacen caso omiso y le dan con
manos, rolos y culatas. Al dominarlo completamente, empiezan con
el maltrato psicológico. Amenazas de muerte, violación y torturas en
la cárcel, mientras esperan que llegue la jaula.
Pasa un rato y se aburren. Lo dejan con solo dos custodios, quie-
nes suelen descuidarse para enviar mensajes de texto. Solo lo aga-
rran sin mucha fuerza por la chaqueta que lleva puesta. Está débil,
pero puede escapar. Sin embargo, cree que su novia está presa y huir
sería un acto de cobardía. Posteriormente admite que yerra en ese
pensamiento.
-38-
Carlos Javier Arencibia

Aborda la jaula. Le quitan el bolso. Está solo. Por las rendijas gri-
ta su nombre y teléfono para que avisen a familiares. Los policías le
dan rolazos a las rejas para hacer ruido y evitar que los transeúntes
oigan. Al no callarse, seis uniformados abordan la jaula. Tres se sien-
tan de cada lado y lo colocan en el medio con la camisa como capu-
cha. Va esposado por la espalda. Solo habla el jefe, quien aprovecha
para golpearlo salvajemente. El resto solo mira. Por el estilo de la pa-
liza, supone que se trata de un disuasorio por haber sido blandos con
otros manifestantes. La respiración del resto de los policías evidencia
desacuerdo con lo que hace su superior.
Al bajarse el verdugo, uno de los policías le dice que se deje de andar
en guarimbas porque con eso no van a tumbar el gobierno y más bien
son dañinas. Le grita que es “una ladilla” andar peleando con “guarim-
beros” por unos sueldos de hambre y sin poder rebuscarse en la calle.
Por la transparencia de la camisa alcanza observar por las re-
jillas hacia dónde lo llevan. Llega a la esquina del metro Chacao,
cruzan a la derecha vía Chacaíto y se van por la parte de debajo de
la avenida Libertador. A mitad de camino se detienen, abren la reja
y aborda el oficial Narciso Guerra, quien manda a bajar a los otros
cinco efectivos. Está acompañado de quien lo torturó anteriormente.
Se encierran, le quitan la camisa y lo colocan en el piso boca abajo.
Recibe aproximadamente dos minutos de golpes en la boca, rolazos
en los tobillos, patadas en cabeza y costillas. Es arrastrado por todo
el espacio hasta que notan que escupe sangre. Se asustan. Nunca
olvidará el rostro de ese funcionario, Narciso Guerra, pues disfrutaba
la tortura.
Lo levantan, abren la reja y lo sacan. Ve una cantidad enorme de
policías que escoltaban la jaula. Se siente un capo a pesar de nunca
haber cometido delito alguno. Son dos camionetas, veinte motoriza-
dos y unos 40 funcionarios de chalecos verdes. Es inaudito.
Es pasado a una de las camionetas con 4 polinacionales: con-
ductor, copiloto y dos custodios. Le preguntan qué y dónde estudia.
Las esposas le dislocan las muñecas. Algunos policías se solidariza.
También están contra el régimen. Aflojan sus esposas y se las ponen
adelante. Dicen que los manifestantes son pagados, él lo niega. Son
opositores pero no ven la resistencia como una salida viable. “Esta
vaina cae es a plomo”, sugieren. Le permiten enviar un mensaje de
texto a Gilmar: “Estoy bien, estoy detenido. Nos vemos pronto. Te
amo”. Los policías que la capturaron “se hicieron los locos” para que
corriera. Saberla libre es un gran alivio.
Ya en el comando de la PNB en Parque Central pasa por el proceso de
rigor: Huellas, fotos en rostro, tatuajes y artículos personales. Se llevan

-39-
Testimonios de la Represión

el teléfono y revisan los mensajes. Es tratado dignamente. Recibe agua.


Todos cumplen el procedimiento sin ofensas ni extralimitaciones.
Desde la captura a las dos y media de la tarde no ha comido nada,
ya son más de las cinco.
Vuelve a la misma camioneta y lo llevan a Puente Hierro donde
entregan un papel, lo pasan al Saime en la avenida Baralt donde no
lo reciben, de allí van al CICPC de Parque Carabobo donde adelantan
otro papeleo. Sale hacia la morgue de Bello Monte para realizarle una
biopsia. Son más de las siete de la noche. Tiene el pómulo inflamado,
hombros, pecho, y costillas moradas, tobillos molidos, rodillas raspa-
das y muñecas dislocadas. El médico le pide que se suba la franela
al pecho, que dé la vuelta; al terminar afirma que no tiene nada. La
indignación lo consume y provoca golpear al doctor, pero se contiene
y solo reclama. Nada logra, pues es obligado a firmar un informe don-
de aparece que no hay ningún daño físico. De lo contrario, pasaría
horas allí. Quiere irse.
Los oficiales devuelven el teléfono y permiten que hable con su
mamá. Ya está enterada. Las personas a quienes gritó durante la
detención se pusieron en contacto con ella. Va en vía al comando de
Catia. Pide que le lleve comida.
A pocas cuadras del comando esperan sus padres. Permiten que
les deje teléfono, reloj, rosario y reciba sendas arepas con pollo des-
mechado. Susana, su madre, está muy fuerte, es muy dura. No llora.
Le da la mano por la ventana, “tranquila, Venezuela vale más que
unos golpes”. Le dice fuerte: “no llores ni aceptes terror, buscare-
mos la manera de sacarte”. Quiere ver a su papá. Desde que pasa la
calle puede ver sus ojos rojos. Le da la bendición con voz quebrada.
Agradecen a los policías, quienes no aceptan ni un refresco por la
colaboración. Reiteran antes de dejarlo, “no todos estamos con estos
bichos, pero necesitamos una orden para actuar. Esta vaina no se
aguanta, pero no podemos. Aquí solo cumplimos {ordenes”.
En la puerta del lugar de reclusión lo esperan primos, hermano y
Gilmar, a quien dejan ver para besarla y decirle “te amo”.
Es reseñado nuevamente. Desde allí ve a Susana conversar con
un oficial de alto rango. Es abogada, está seguro que le está recor-
dando sus derechos.
Al fin deja de estar solo. Un menor de edad y Johan Francisciola
se encuentran detenidos por los mismos hechos. El adolescente está
amarrado a la pared con un pulpo. Dan la orden de llevarlos a una
celda. Minutos antes habían dicho a Susana que estarían en calabo-
zos aparte por ser estudiantes, pero deshonran la palabra empeñada.

-40-
Carlos Javier Arencibia

Es hora de quitarse medias y trenzas de los zapatos. El olor fé-


tido del camino comienza a generar nervios. Las piernas se sienten
débiles. La imaginación grafica de la peor manera lo que les espera.
La realidad no es muy distinta. Abren la puerta y los reos se paran
de los lados con la espalda pegada de la pared. Deben quitarse los
zapatos y entrar descalzos por encima de charcos de orine. Son 30
presos, 26 comunes y 4 estudiantes en una celda de 4 por 4 metros.
Homicidas y traficantes conviven con Franscisciola, Douglas Morillo,
Carlos Madriz y Luis Gonzalo.
El chip debe cambiarse y asumir que estás preso. Los delincuen-
tes increpan inmediatamente “¿por qué caíste?- Por protestar. -Ah,
no vale, otro guarimbero ¿de dónde eres?- De Petare”. Esto último
genera una solidaridad automática. Es parroquia de varios, incluso
tiene amigos en común. Lo aceptan, es tratado con ciertos privilegios,
le dan comida. Sin embargo, evita involucrarse demasiado con los
malandros y se acerca a los estudiantes que están en una esquina
conversando retirados. Se hacen panas rápidamente, caerse mal no
es una opción.
Llega la hora de reflexionar. Son las 9 de la noche; están en Catia.
Douglas es el más cercano, se echan los cuentos y se dan fuerzas
mutuas; se dicen que saldrán rápido de esa situación. Ese es el pre-
cedente: detención, presentación y libertad con medidas cautelares.
Es sábado, por lo tanto confían en que el lunes 28 van a tribunales
y salen. Es una esperanza con la que tratan de olvidar la poceta rebo-
sada de excremento, el piso empegostado de orine seco y con pozos en
algunas zonas, el olor a amoniaco, las filtraciones del techo que gotean
líquidos pestilentes, paredes forradas de cucarachas, chiripas y demás
insectos poco agradables que caminan por sus cuerpos al recostarse
para intentar descansar. Es la más dura prueba de resistencia.
A las tres de la madrugada Douglas sufre un ataque respiratorio. El
ahogo es fuerte, casi no respira. Los reos gritan para que envíen ayuda
“se está muriendo un guarimbero”. Lo sacan y ponen afuera, cerca de
la reja. El guardia dice “este lo que está es cagao, nada más”. Lo iban
a dejar morir, pero todos en la celda gritan hasta que se lo llevan a
enfermería. Una hora después vuelve tras ser medicado. Es asmático.
Es hora de dormir. Los que gobiernan el calabozo eligen cuatro
para que estén de pie mientras el resto descansa. Todos al mismo
tiempo no caben acostados. Carlos Madriz y Johan Franscisciola es-
tán entre los elegidos. Cada quien se acomoda como puede con los
zapatos de almohada. Es por turnos. El primero turno es de cinco
horas. No tienen espacio para moverse. Es un sufrimiento. Luis y
Douglas se levantan.

-41-
Testimonios de la Represión

Es domingo. Susana llega como a las cuatro de la tarde con dos


abogados del Foro Penal. Traen comida. Se enteran en ese momento
que los cuatro estudiantes están con presos comunes y en un cala-
bozo vomitivo. Pese a que los malandros no se meten con ellos, tienen
cierto rechazo porque les crean más retardo procesal del ya acostum-
brado. Aun así, no hay mayores problemas y solo esperan que sea
lunes para ser presentados.
Del pan y agua que le llevan reserva un tanto para los estudiantes,
el resto es compartido con los otros compañeros de celda. Caen como
zamuros. Tienen hambre. Sus condiciones son miserables.
El tiempo pasa muy lento. Nadie sabe la hora. Droga, cigarros y
teléfonos van y vienen. Los policías meten todo. Una caja de Belmont
cuesta 600 bolívares, los delincuentes pasan de dos y tres. Los telé-
fonos son cargados con unas cables pelados de un bombillo ubicado
cerca de la reja, por la parte de afuera. Los familiares pagan todo. Ni
en la calle ha visto tanta droga e inhalado tanto humo de marihuana.
Esa noche bajan a todos los estudiantes, son esposados con pul-
pos junto al menor de 14 años. Un oficial superior les confiesa que
los sacaron de la celda porque Susana les advirtió que “ojalá no les
pase nada a esos muchachos allá adentro”.
El piso es mucho más limpio. No hay malandros, mierda rebosa-
da, ni cucarachas, pero sí mucho frío e incomodidad porque están
amarrados unos de otros. Rascarse la nariz es una faena que amerita
organización y esfuerzo colectivo.
El lunes los treinta presos van a tribunales. Luego de varias horas
en los calabozos, son entrevistados uno a uno por la Defensoría del
Pueblo para saber si sus derechos humanos han sido violados. De los
cuatro, es el único que fue torturado, sin embargo le dice al funcio-
nario que duda sirva de mucho la información que debe darle: “Usted
no meterá preso a quien me golpeó”. Ofendido, el representando del
organismo le cuenta cuántos policías ha llevado a juicios. Le toman
fotografías en las heridas que se mantienen, que son casi todas.
Una vez en el tribunal 45 de control se encuentra con los deteni-
dos de Santa Fe, entre ellos Betania Farrera. Bromean, pues están
sin cepillarse ni bañarse desde hace días. Huelen hediondo. Luis ni
siquiera ha ido al baño.
Su expediente no fue sembrado, pero sí el de Franscisciola, quien
padece una patología psiquiátrica que lo ubica en un nivel de fun-
cionamiento mental 6 años menor a su edad y fue apresado en el
retorno de la marcha mientras buscaba desesperado a su abuela que
estaba perdida, es acusado de tener 15 molotov en un bolso, lo cual

-42-
Carlos Javier Arencibia

es en sí mismo más que descabellado. A otro joven lo acusan de te-


ner líquido altamente explosivo como C4. “Ni que fuera un miembro
de Al Qaeda”, comenta.
Le acusan de instigación a delinquir y alteración del orden pú-
blico. El juez decide: dos fiadores de 120 unidades tributarias cada
uno, presentación durante año y medio en régimen de cada ocho días
y prohibición de salida del Área Metropolitana de Caracas. Es decir,
saldrá libre en tanto consigan los fiadores.
Ninguno recibe libertad plena y Douglas es privado de libertad y
enviado al penal de Tocuyito. El gobierno le tenía el expediente mon-
tado. Luego de la marcha del 12 de febrero saltó sobre los escudos de
la PNB, en ese momento le tomaron una foto que recorrió el mundo:
el piquete de policías se cubría con sus escudos como si quien los
embestía era un tanque y no un joven desarmado.
Vuelve a Catia confiando en que su caso se resolverá pronto. Su
papá logra entrar y le da una comida que ingresó escondida. Un poli-
cía los ve y no dice nada. Son las ocho de la noche, acumula más de
24 horas sin comer y ya son tres los días sin ir al baño.
Informan que será trasladado a La Yaguara. En la jaula, una mu-
jer con experiencia en presidio dice a su familia que le lleve ropa,
artículos de higiene y una colchoneta pequeña que allá permiten pa-
sarlas. Estaba detenida por robar un autobús.
En La Yaguara lo internan con extranjeros, estudiantes y uno que
otro preso común. Eran 16. Había mayor comodidad. Por protestas,
estaba “Aarón”, de Altamira. Había poceta y ducha con una pequeña
tapa de metal que cubría un poquito y una manguerita abajo con la
cual maniobrar para lavarse completo. Al final, todos se veían.
Ya le pueden pasar ropa, comida y periódicos. Los miércoles son
los días de visita, aunque no cree que recibirá ninguna porque sal-
drá en menos de lo que cante un gallo. Se equivoca. Tres miércoles
lo visita su mamá y uno su papá. Durante la primera visita le infor-
man que en menos de una semana puede salir, pues ya tienen los
fiadores. Pasan los días y nada pasa. Solo le llega la colchonetica,
le rompen el forro y deben dividirla entre los tres (Pérez, Madriz y
Franscisciola).
No es un malandro. Se habla distinto. Jugaban “Uno” y “Black
Jack” apostando con las tapas.
Llega el viernes y sabe que debe pasar el fin de semana encerrado.
Gilmar le manda desayuno y ropa todos los días. Nunca le robaron
nada. Todo cuanto le envían le llega completo, aunque hay custodios
más “panas” que otros. Durante la segunda visita es cuando Susana
-43-
Testimonios de la Represión

le informa que están papeles metidos pero el tribunal debe llamar


para confirmar que todo está listo y vayan a firmar.
Otra vez pasan los días, y en el tercer fin de semana hace un es-
crito en pasta dental sobre la tapa de un pote de comida donde pide
a los estudiantes que se mantengan en pie de lucha y le dice a su
mamá que le lleve champú. Esta idea surge luego de que se percata
de que sus dedos quedaban con restos de pasta luego de cepillarse,
puesto que el cepillo dental solo es la parte de las cerdas por medidas
de seguridad, y con eso puede escribir cosas. ¡Serendipia! Luces para
ver que a medio secar podía escribir. La carta en el pote fue mediá-
tica. La escribe con espinas de pescado de la comida de uno de los
extranjeros, quienes recibían comida del Saime y no se la tocan. A
ellos les desmenuzaban el pollo y el pescado.
Reciben sol 15 minutos a la semana. Se presentan varias discu-
siones fuertes en la celda, pero entre ellos mismos evitan la violencia,
pues puede significar nuevos cargos penales. El encierro los afecta
psicológicamente. Franscisciola amenaza con suicidarse.
Con cada almuerzo llega la noticia de que el tribunal no trabajó.
“Esos carajos son unos vagos”, pensaba. Por otra parte, las audien-
cias de Leopoldo López hacen cerrar el resto de los tribunales, por lo
que bromean sobre la situación del dirigente político.
Susana aprovecha la tapa escrita y relata la situación de Luis a El
Universal. Le prohíben volver a escribir algo así. Igual, no le quedaba
mucho tiempo. Estaba a punto de terminar una pesadilla que pare-
cía ser de tres días y terminó siendo de 26.
Está claro que es cuestión de horas para ser liberado, pero se
acerca el día de su cumpleaños. Son 23 años el 22 de mayo. Cae jue-
ves. El martes, Gilmar escribe en los potes de comida “hoy, hoy, hoy,
hoy…”. Todo el calabozo está feliz. Lo felicitan. Fue necesario intro-
ducir un documento para agilizar el proceso y la respuesta se daba
en 24 ó 48 horas. Ni 5 minutos han pasado desde que recibe la co-
mida y el custodio le informa que el tribunal ya llamó a los fiadores.
Es momento de empacar. Solo quedaba Franscisciola y Luis teme
que pueda atentar contra sí mismo si lo deja solo. Esa situación opa-
ca la alegría que siente.
Pero la vida le deparaba un buen final. El 21 de mayo llegan cua-
tro libertades. Las tres celdas en pleno están atentas y a la expec-
tativa como Venezuela cuando Tibisay Lucena comienza a caminar
el interminable pasillo hacia la zona de prensa del Consejo Nacional
Electoral (CNE). Franscisciola es el primer mencionado. Su alegría es
exultante, abraza a todos. El segundo es un traficante que días antes

-44-
Carlos Javier Arencibia

había chantajeado al juez con 200 mil bolívares. El tercero es otro


delincuente. Luis es el último.
Se acababa comer con las manos, limpiarse el trasero con lo pri-
mero que consiguiera, y dormir con frío. Lo único que desea era dor-
mir en su cama.
Despierta al otro día con la noticia de que es su primera presen-
tación. Pasa buena parte de su cumpleaños en tribunales. Poco le
importa, está libre y con su familia.
Es el día de mayor sentimentalismo. Ve la torta, le cantan cum-
pleaños, el primero en abrazarlo es su primo Gustavo, ambos rom-
pen en llanto secundados por el resto de los seres queridos.
Lejos de lo que pudiera esperarse, “Luis Petare”, como le conocie-
ron en presidio, no desmayó en su lucha y se mantuvo en las calles
durante el resto del proceso de rebelión democrática. Aunque él salió,
muchos compañeros se mantuvieron presos. Sairam Rivas, Douglas
Morillo y Nixon Leal son algunos de ellos. Los dos últimos se mantie-
nen tras las rejas al cierre de la edición de este libro.
El 1 de junio, a la semana de haber sido liberado, asiste la “Mar-
cha de los Valientes”, donde porta una pancarta donde le dice al pre-
sidente Maduro “Volvimos y no tenemos miedo”. Junto a su madre,
se incorpora al Frente por la Libertad de los Estudiantes y Políticos
Presos, el cual se mantiene aun cuando el proceso de rebelión demo-
crática denominado “La Salida” terminó.
La historia de Luis es el espejo de miles. Quienes la padecieron
véanse y fortalézcanse para seguir luchando contra tales injusticias.
Quienes fueron victimarios sepan que pagarán por ello. Quienes go-
bernarán en el futuro, procuren que esto no se repita porque el pue-
blo siempre regresa para cobrar las deudas de quienes se pretenden
tiránicos infalibles.
“Estaba con delincuentes con tremendos expedientes por delitos
graves, pero ellos salieron en libertad antes y con menos fiadores que
yo. Un traficante de drogas tenía 80 unidades tributarias en fiadores,
un ladrón de colectivos 60, y yo 120. Ese es nuestro sistema judicial,
donde los delincuentes reciben beneficios y los estudiantes vamos
presos. Tres colombianos por secuestro, contrabando y otro delito que
no recuerdo salieron en libertad plena. Se decía que pagaron 200 mil
bolívares cada uno a la jueza. Yo hice lo correcto. Protesté contra la
delincuencia, y conviví con ella estando incluso peor que ellos. Haber
pasado un mes preso no quiere decir desistir. Al contrario, me impulsa
a luchar por Douglas, Nixon, Gerardo, Sairam y todos los demás. Quie-
ro un país donde graduarme y vivir dignamente, no pido más”.

-45-
Testimonios de la Represión

Huéspedes del Sebin


Abril Tovar y Dioris Albarran
Esta historia viene en pareja. Abril Tovar y Dioris Albarran son
detenidas juntas el 8 de mayo en el campamento de Resistencia del
PNUD, y liberadas el 4 de septiembre de un calabozo en el Helicoide
(Sebin) luego de 119 días. Todo ese tiempo resguardan sus miedos
en el apoyo mutuo y posiciones convergentes en torno a la política y
actitud para superar el presidio.
Abril, de 22 años, es estudiante de Nutrición y trabaja en un la-
boratorio de patología, mientras que Dioris tiene 21 años y estudia
Contaduría, ambas en la UCV. No se conocían. Sobran dedos para
contar las conversaciones sostenidas durante su estadía en el cam-
pamento, pero luego de la detención encuentran refugio y fortaleza
la una en la otra, a pesar de que la primera derrocha dulzura y la
segunda tiene un carácter recio, de esos que el coloquio denomina
“puente roto”. De hecho, es el sobrenombre por el cual la llama Sai-
ram Rivas, mientras que en su campamento le conocía por “generala
vampira”, debido a su carácter impositivo y falta de sueño.
El ensañamiento en su contra es inentendible. Naturalmente, son
presas de carácter político, pero ¿Por qué?
Vegana y activista por los animales, Abril se incorpora a la lucha
de manera visceral. No le interesaba la política, pero los sucesos de
febrero 2014 le inspiran para dejar el pellejo en resistencia, marchas, y
todo lo que se convocara. La noche del 8 de mayo no puede dormir. Se
acuesta a la 1 de la madrugada escuchando una bachata. La despierta
un GNB dos horas después con la música de su fusil y una sinfonía de
insultos. Solo ella y su compañera de carpa son esposadas, pues las
fuerzas represivas olvidan llevar ese recurso. Está en shock. No com-
prende y tiene sueño. Descalza, obedece impávida las órdenes de los
guardias. No tiene miedo. Se encuentra en una suerte de limbo.
En los tribunales coincide con Dioris y regresa a su estado conscien-
te. Junto a Sairam y María Gabriela “La Chiqui” son privadas de libertad
y enviadas al Sebin. Al llegar allí, están mojadas y hace frío. Duermen
juntas en el piso. Pocos días más tarde, liberan a una mujer detenida
por presunta estafa en Cadivi y les hereda la parte alta de la litera.
Abajo duermen las otras compañeras.
Su presidio tratan de aprovecharlo con discusión política, rompe-
cabezas (armaron 8) y algunas lecturas. Los custodios no las cono-
cen. En una oportunidad, salen a tomar el sol, como cada 15 días,
y varios preguntan quiénes son ellas. Evitan cualquier contacto con
sus represores. Aseguran que la maldad e indolencia en la muerte
-46-
Carlos Javier Arencibia

de Bassil llega a su mente cada vez que observan un efectivo de la


policía política. Dioris estuvo presente en el suceso y los vio disparar
sin sentido de humanidad a jóvenes indefensos que pudieran ser
sus hijos. Tampoco les gusta el “chalequeo” de policías. Prefieren
relacionarse con sus nuevas mascotas: Sebina y Manchas, gatas que
llegan con la caricia necesaria de un amigo que calla cuando más se
necesita.
Adelgazaron. Ya ninguna tiene los 1,75 metros de altura por 70
kilos de peso, mismas medidas de todas (Dioris, Abril y Sairam). El
médico que las trata suele hacer comentarios como “a estas guarim-
beras como que las meten en un molde”.
Se les imputa agavillamiento, uso de menores para delinquir, obs-
trucción de la vía pública, desobediencia de las leyes e instigación a
la violencia.
Uno de los momentos tragicómicos como huéspedes del Sebin,
se da cuando una tarde se va la luz. Dormían, sus horarios estaban
desordenados. Minutos antes “La Chiqui” tiene una pesadilla y des-
pierta gritando, lo cual genera nervios. Cuando la electricidad falla
Sairam no sabe qué pasa y también grita. Se ponen en la reja, donde
el miedo pasa a ser risas al ver como los custodios se caen y golpean
con cosas porque no ven nada. Como disuasión, les ponen un guar-
dia, fusil en mano, frente a la puerta. Les causa más risa. Abren su
puerta y la dejan así por un rato. Es hora de comer y quien lleva el
alimento se le cae al intentar recostarse de la puerta abierta.
Liberal convencida, Dioris disfruta las discusiones ideológicas con
Sairam, quien es comunista. Forma parte de la Organización Nacio-
nal Jóvenes Venezolanos, una estructura política crítica al partidis-
mo que funciona como movimiento laxo filosóficamente que se propo-
ne salir del gobierno de Venezuela. Son voluntariosos, participativos,
arrojados e intrépidos, pero carecen de liderazgo y formación.
La ausencia casi permanente de su casa por atender la lucha con-
tra el régimen madurista, le pasa factura luego de las primeras se-
manas en la cárcel. Su mayor preocupación es el estado psicológico
de su madre, quien es una ferviente opositora pero, como casi todas
las madres, de las que no quieren ver a sus hijos arriesgarse en la
vanguardia.
Es de las que lucha todos los días. Tanto, que compartir con sus
amigos se convierte en sentimientos de culpa al día siguiente por no
aprovechar ese tiempo en actividades más productivas.
Como es costumbre, el día del allanamiento no duerme. Gerardo
Resplandor y Yineska, sus compañeros de carpa, se explayan de-

-47-
Testimonios de la Represión

masiado y no le dejan espacio para acostarse. Al escuchar la voz


de alerta se sorprende. Nadie le avisó sobre un simulacro. Su pie
derecho está muy hinchado debido a una bomba lacrimógena que la
impacta durante una protesta en la UCV. Sale sin demasiada tensión
y ve al comandante de la operación enfrente. Deduce esto porque es
quien ordena cada movimiento. No la ve, guarda el monedero y te-
léfono, sale y la ven. Existe un caos generalizado, por lo que intenta
calmar a la gente y evitar sucesos peores. Ya están capturados y lo
mejor es tomárselo con entereza. A uno de sus compañeros le lanzan
un rolazo que instintivamente detiene con la mano, lo que le produce
un fuerte hematoma con intensos dolores a los pocos minutos. Sin
mayor expresión, desprecia que los militares les digan cosas como “el
uniforme se respeta mamaguevos, van a llevar coñazos, ¿no les gusta
quemarnos los carros?”.
Su caso en tribunales es por demás extraño. Un primer informe
la incluye con libertad bajo medidas cautelares, pero es revisado y la
pasan a privativa de libertad. Tiene en su bolsillo 20 bolívares y se los
manda a mamá con una nota de felicitación por el Día de las Madres,
que era al día siguiente. Uno de sus compañeros se la hace llegar.
Nunca hablan del lugar a donde son enviadas. Ambas se consi-
deran “afortunadas” por, no estar en el Inof. Creen que saldrán en
pocos días.
A diferencia de Abril, Dioris tiene una cultura de protesta. Su pri-
mera marcha es el 11 de abril de 2002. Va con su mamá y ve caer
gente en la esquina de Piñango, a una cuadra de Carmelitas. En
aquel momento tenía 11 años. Son muchas noches sin dormir. El
sueño se hace reflexión infinita y nostalgia al despertar, por lo que el
insomnio es la mejor decisión y se mantiene por años.
El 12 de febrero es el clímax. La imagen de Bassil Da Costa con la
vida diluida encima de la moto que lo traslada, es una representación
incesante en momentos donde ni siquiera es evocado el suceso. Está
allí simplemente, como recuerdo de que la guardia debe mantenerse
arriba para evitar que la injusticia golpee tan fuerte el rostro como
para perder por nocaut.
El Sebin es un desorden. Llegan y ni saben quiénes son. Conocen
a Sairam del paro universitario más reciente que fue en 2013. Por
sus mentes pasan calabozos oscuros, pequeños, repletos de cucara-
chas, como los de tribunales. Los nervios aumentan en la primera
requisa, pues la custodia es lesbiana y disfruta hacerlas desnudar.
Las ve con cara de sádica a pesar de que huelen bastante mal. Apes-
tan a remojado, les confiesa posteriormente Yolanda “la española”,
quien es la reclusa encargada de recibirlas en la habitación. A pesar

-48-
Carlos Javier Arencibia

de que son las 2 de la mañana, lo hace con respeto y consideración.


No es una delincuente y se dan cuenta de ello inmediatamente. Es
un alivio que pasarán esa noche, la única según sus esperanzas, en
compañía de personas decentes.
Cada día es el preludio de la esperada excarcelación. Aparentan ad-
ministrar la esperanza, pero están desesperadas. Quieren irse de allí.
Al principio temen comer. Si son capaces de aniquilar gente ino-
cente en las calles, pueden envenenarlas sin remordimientos. Pasan
hambre toda la primera semana, hasta que permiten a sus familiares
pasar el alimento.
Llega una joven de 19 años por narcotráfico. Está operada de se-
nos, nalgas, abdomen y nariz. Desesperada por un cigarro, los custo-
dios se lo dan y permiten que fume en el baño. Apenas una semana
antes requisaron toda la habitación porque “las guarimberas” habían
fumado. Pensaron en reclamar, pero sería quitar beneficios a una
compañera aun cuando el único mérito para tenerlos haya sido el
cuerpo que se compró. Le dicen “la mami”. Solo estuvo el fin de se-
mana. Desde su entrada se muestra confiada: “mi novio se va a bajar
con buena plata y el juez me dará libertad el lunes, no se preocupen”.
No se equivoca. El lunes sale a tribunales a las 9 de la mañana y a
las 10 de la noche llega a buscar sus cosas con la noticia de libertad
plena. “Marica el fiscal también pidió lo suyo y la vaina salió más
cara, pero qué importa, gracias a Dios ya estoy libre y sería bue-
no verlas afuera, gracias por todo”, dijo al despedirse. Eso sí, debe
calarse durante todo el proceso los consejos de sus acompañantes,
quienes bregan para sacar de su cabeza la vida sencilla donde “una
vuelta” significa el salario mínimo de un trabajador en 10 años. Esa
vida es corta. Vive en un mundo paralelo, donde la política no exis-
te y los valores tampoco. Se sorprende al ingresar cuando consigue
a Sairam leyendo, “la Chiqui” haciendo una sopa de letras, Abril y
Dioris un rompecabezas y Yolanda en una sesión de yoga. Al final,
termina diciendo que estudiará Derecho porque las cosas en el país
no sirven y es esa la razón por la que cometen delitos sin miedo ni
consecuencias. La moraleja de este encuentro, lejos de positiva por
transformar a una persona, o al menos intentarlo, denota la aberra-
ción de un sistema judicial corrupto donde el delincuente sale y el
inocente se queda.
Al igual que esa joven, Abril y Dioris son mujeres totalmente dis-
tintas. Debieron aprender cosas que fuera de la cárcel tardarían años
en saber y no tendrían la credibilidad al denunciarlas. Una de esas
cosas es la solidaridad. Valor que aumenta significativamente en
cada una de ellas. El hecho de salir y que Sairam quedase las abate.

-49-
Testimonios de la Represión

Entre sollozos y te quieros se despiden. Exigen a uno de los custodios


que la cuide y trate bien. Estuvieron juntas desde el principio en un
episodio traumático para el resto de sus vidas.
Reorganizar sus vidas no se hace sencillo. Todo parece marchar
más lento y entendible luego de experimentar 119 días entre cuatro
paredes. Abril es reenganchada inmediatamente en el trabajo, inclu-
so recibe un ascenso. Se les reconoce su resistencia.
“Siempre entendimos la necesidad de tener armonía. Un día hubo
un encontronazo y tuvimos que hablar porque nadie podía dormir, era
demasiado incómodo. Intenten pasar un día con al menos 3 personas
más encerrados en un cuarto a ver cómo les va. Es difícil, mucho más
cuando sabes que tu único delito es querer un país mejor”.

Venganza familiar
Raúl Emilio Baduel y Alexander Tirado
El 22 de marzo de 2014 son capturados mientras lideran una pro-
testa pacífica frente al Parque de Ferias de San Jacinto, en Maracay
estado Aragua. La única razón que alegan para apresar a Raúl Emilio
Baduel y Alexander Tirado, conocido como “el gato de Aragua”, la da
el comisario Carlos Díaz, quien los recibe en el Centro de Protección
al Detenido Alayón cuando se dirige a Baduel por su nombre y ape-
llido, seguido de la categórica frase “vente que ahora te toca a ti”,
en alusión al presidio de su padre, quien para el momento contaba
5 años en las mazmorras de Ramo Verde, “La Rotunda de Maduro”.
Alexander Antonio Tirado Lara tiene 33 años de edad y es huérfa-
no de padre y madre. Al momento de su detención estudiaba Comu-
nicación Social y cursaba un diplomado en Derechos Humanos y Ga-
rantías Constitucionales. Asegura tener aspiración de ser diputado
a la Asamblea Nacional. “Si alguien me dice que se mete en política
y no aspira, no solo es mentiroso sino que bien difícilmente tendrá
visión de transformar las cosas en el país”.
Raúl Emilio Baduel Cafarelli de 34 años, es oriundo de Maracay,
estado Aragua. Licenciado en Ciencias y Artes Militares, cursó el ter-
cer año de Derecho y estudiante de Ciencias Políticas al momento
de su detención. Tiene 14 hermanos y es hijo del exministro de la
Defensa, Raúl Isaías Baduel.
Se les acusa de los delitos de instigación pública a delinquir, aga-
villamiento e intimidación pública con artefactos explosivos, por los
que han sido sentenciados a 8 años de prisión en Tocuyito. Antes
de llegar a este veredicto viciado, donde la audiencia conclusiva se

-50-
Carlos Javier Arencibia

difirió nueve veces por razones como que la jueza Iris Araujo debía ir
al banco o le dolía la columna, conozcamos las circunstancias pade-
cidas en un año de convivencia con un sistema de justicia aberrado.
En Alayón pasan unas doce horas, los sacan haciéndoles creer que
irán a hablar con un fiscal del Ministerio Público. Es mentira. Son
trasladados al Centro Penitenciario David Viloria o cárcel de Uriba-
na. Allí comienza una serie de violaciones a sus derechos humanos.
Ambos vivirán las consecuencias de oponerse a la dictadura, so-
bre todo cuando se es hijo y amigo de un importante detractor del
régimen como el general en Jefe Raúl Isaías Baduel, quien no confor-
me con tal distinción fue hombre de confianza del difunto presidente
Hugo Chávez, a quien le salvó el pellejo en abril de 2002 tras la in-
surrección popular que lo sacó del poder, pero del que se separó en
2007 por inconformidad con el proyecto de Reforma Constitucional
donde proponía la reelección indefinida, entre otras enmiendas a la
Constitución Nacional creada por su iniciativa en el año 1998.
Los primeros 22 días son de aislamiento, reciben la comida ca-
liente en la palma de sus manos y son obligados a tirarla luego en el
piso para comerla. La celda es de dos por dos metros, las letrinas se
rebosan, las paredes son verdes del moho, la pestilencia no es una
palabra suficiente para describir el olor y, adicionalmente, deben es-
cuchar alocuciones políticas de funcionarios gubernamentales a todo
volumen durante la madrugada, al tiempo que tratan de bloquear
mente y pulmones con pecho en tierra para evitar la acción de gases
lacrimógenos. Esta clase de torturas forman parte de su cotidiani-
dad. Es un día a día al que no se acostumbran ni resignan.
Colocar el cuerpo en posición de cúbito frontal para no tragarse
las bombas lacrimógenas, llega a su extremo cuando el director del
penal, Julio César Pérez, les obliga a hacerlo sobre el asfalto caliente
del exterior al mediodía, de modo que se quemen los genitales.
Cada requisa conlleva una tortura particular, como si se tratase de
un reto a la creatividad de quienes operan tales procedimientos. “A
ver, ¿cómo los haré sufrir esta vez?”. Naturalmente, por formar parte
de un juicio político de retaliación, reciben un castigo mayor y más
específico. Es decir, especialmente concebido y dirigido para ellos.
Incluso cuando las requisas son colectivas, los patean con saña para
hacerlos sentir diferentes al resto, de una clase inferior, quebrarlos
psicológica y moralmente.
Son víctimas del “comenalgas”, una suerte de bastón similar al
usado para jugar cricket, con un extremo grueso, empuñadura fina y
el nombre estampado con marcador en su centro. Se usa para casti-
gar a quienes “se hayan portado mal” con unos cuantos golpes en las
-51-
Testimonios de la Represión

nalgas. “Te arranca de un solo golpe el cuero”, confiesa Baduel a la


periodista Andreína Flores en una entrevista clandestina en Tocuyito.
No es el único bate con el que cuentan. El resto tiene nombres me-
nos “jocosos”. Verbigracia, está el “Derechos humanos”, con el cual
azuzan la paliza bajo la voz de “agarra, esos son los derechos humanos
de aquí”, o las ya muy comunes pistolas en la sien. Todo lo cual es del
conocimiento del director del penal, a quien acusan de estar presente
en varias torturas y no intervenir para detenerlas.
Sin embargo, todo esto lo consideran una tontería con respecto al
principal delito de lesa humanidad del que aseguran haber sido víc-
timas: el hambre permanente.
Hasta su llegada a Tocuyito, donde reciben un mejor trato, pa-
saron un año de hambre. El Estado garantizó el mínimo alimento
para subsistir y resistir el maltrato, lo que evoca la vergüenza para el
mundo conocido del Holocausto nazi. Es un comportamiento natural
de quienes aspiran a sostenerse en el poder a cualquier precio. Eso
sí, hay que recordar que existieron juicios en Núremberg.
Pero la solidaridad es un valor humano que se consigue hasta
en los peores momentos, y este caso no es la excepción. Muchos
guardias y reclusos con quienes compartieron presidio, les brindaron
ayuda y apoyo en los momentos cuando más trataban de quebrantar
su ánimo con violaciones a sus derechos fundamentales.
Conocieron el sistema penitenciario venezolano en sus fauces, lo
que profundizó su espíritu de cambio, pues un gobierno incapaz de
mantener un recinto cerrado bajo control y en condiciones de hu-
manidad para quienes allí habitan, mucho menos podrá con un país
que supera los 30 millones de habitantes.
“El gato de Aragua” llegó a tener dos arañitas que se convirtieron
en más que mascotas, en amigas. “Hilario” y “Carmen” lo mantuvie-
ron ocupado. También se entretuvo matando moscas para ver cómo
se las llevaban las hormigas. No había mucho que hacer en una celda
de dos por dos metros donde la compañía que llegaba no parecía si-
quiera humana: funcionarios vestidos de negro, con pasamontañas,
una bolsa plástica e insecticida en la mano. Terror.
Ya en el módulo cuatro del recinto penitenciario, donde compartie-
ron con 18 personas una celda de ocho metros cuadrados durante 10
meses, las cosas cambian y el sufrimiento es compartido. Relativos
momentos de paz son igualmente pesadilla con condiciones de exis-
tencia precarias conjugadas con las ya enunciadas vejaciones.
Un día reciben la visita de la ministra de Servicios Penitenciarios,
Iris Varela, quien les atiende con cortesía y amabilidad. Al mostrarle
-52-
Carlos Javier Arencibia

evidencia de los maltratos, incluidos moretones en el cuerpo, promete


tomar cartas en el asunto. La respuesta no es inmediata, pues Uriba-
na pareciese un universo paralelo, independiente de cualquier control.
Entretanto, el traslado a Tocuyito, corolario de un juicio viciado
que los condena a 8 años de cárcel siendo inocentes, significa una
mejoría en sus condiciones de vida. Siguen encerrados injustamente,
son presos políticos, pero al menos reciben agua, comida y no son
torturados en “la mínima”, como se conoce a ese claustro carcelario.
Repasamos un caso producto del odio inoculado por años de po-
larización, donde los menos educados creen que el sufrimiento del
adversario genera algún tipo de ganancia, creencia que resulta en
humillaciones como las sufridas por Baduel y Tirado. A veces, el vi-
lipendio irracional duele más que un golpe bien asestado. Cosas
como que se acerque un custodio a entregar comida y diga “échale
un poquito más para que la comida lo acompañe, porque ahí se va a
podrir el maldito escuálido ese”, obligan a desplegar una cruzada de
reconciliación nacional postdictadura que reencuentre a la familia
con los valores y principios del gentilicio venezolano.
Ellos mismos, así como Raúl Isaías Baduel, han expresado me-
diante cartas el deseo de transformar la nación a costa incluso de su
libertad. Dos de ellas son fundamentales:

Cárcel de Tocuyito, 24 de enero de 2015


Estimados presidentes Felipe Calderón, Andrés Pastrana, Se-
bastián Piñera:
Es más que un honor para nosotros dirigir estas palabras a tan excel-
sos representantes de la Latinoamericanidad Libertaria y Democrática
en la lucha por sus pueblos y sus valores ciudadanos, les enviamos un
inmenso abrazo y agradecimiento desde las mazmorras a las cuales
nos hemos visto sometidos sólo por elevar la voz de nuestros principios
ante un Desgobierno que por nosotros reclamar lo justo nos condena a la
muerte de un cautiverio injusto, calificándonos de apátridas, desde aquí
seguiremos luchando todos estos días por el grito de la LIBERTAD y la
VERDAD, ya que sólo Dios podrá con nosotros y Él no obra en contra de
los hijos que hacen su suprema voluntad del bien. No nos callaremos
ni aun siendo sometidos a los más crueles maltratos y vejaciones por
parte de un Estado que irónicamente nos apresa y tortura por pedir
la PAZ y DEMOCRACIA, mientras que a nuestros verdugos y tortura-
dores protege como al Sr. Julio César Pérez a quien le dan beneficios
procesales y lo llevan su casa aun siendo acusado por centenares de
personas por su Violación de DDHH en la Cárcel de Uribana.

-53-
Testimonios de la Represión

GRACIAS por ayudarnos a denunciar ante el mundo el aparato


antidemocrático que ha creado el PseudoGobierno Forajido actual
de Venezuela, que mediante la denigración de sus Instituciones
y por la ambición crematística de una CÚPULA CAPITALISTA DE
ESTADO con un disfraz engañoso supuesto “Socialista” nos ha lle-
vado a un Laberinto de Hampa, Miseria, Escasez, Demagogia y
Corrupción.
Sólo una victoria nos hará libres con FE, ESPERANZA Y VALEN-
TÍA; seguiremos con la prédica de LUCHAR Y VENCER para que
CÍVICA, DEMOCRÁTICA Y PACIFÍCAMENTE junto a ustedes le de-
mostremos a las naciones del planeta que aún somos el Bravo Pue-
blo de Bolívar, que aún somos el Bravo Pueblo de Venezuela.
Que el hacedor de lo infinito los bendiga y que la gracia de su
hijo unigénito los guarde por siempre.
Atentamente,
Raúl Emilio Baduel
Alexander Tirado

Ramo Verde, 4 de marzo de 2015


Hoy los detentadores provisionales del poder han perpetrado
una nueva tragedia propia del paraestado que padece Venezuela,
usando a los “órganos de justicia”, cual “jurista del horror” para
“juzgar” y condenar a mi hijo Raúl Emilio Baduel y a Alexander Ti-
rado, sin pruebas y sin que hayan cometido delito alguno.
El único “delito” de mi hijo es ser un joven venezolano que anhela
y comparte con la mayoría de los jóvenes venezolanos el sueño de
un país libre y democrático, con una democracia sólida y profunda
con preparación, autonomía, contrapesos y equilibrio de poderes.
Asumimos en nuestra familia este nuevo atropello confiados ple-
namente en Dios y su justicia divina, y él nos alienta a no tener
miedo y continuar firmes en nuestra resolución de luchar valiente-
mente por el rescate de la INSTITUCIONALIDAD DEMOCRÁTICA.
“Pero Yavhé permanecerá para siempre, ha dispuesto su trono
para juicio, él juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con
rectitud” (Sal. 9:7/8).
Raúl Isaías Baduel

-54-
Carlos Javier Arencibia

Por los 243


Kirlyn Márquez
“Quiero un país donde las calles se disfruten y no tengamos que
caminarlas con zozobra”
Buena parte de los 243 estudiantes apresados durante el “Madru-
gonazo” de la dictadura cuentan historias similares a la de Kirlyn.
Ella es un ejemplo, una representación de todos esos luchadores que
dormían pensando en qué hacer mañana para conseguir el cambio
político que abriese paso a una transición democrática en Venezue-
la, y que despertaron con las puntas de fusiles al servicio del poder
sobre sus sienes.
Estudiante del séptimo período de comunicación social en la Uni-
versidad Católica Santa Rosa, nunca había participado en protesta
alguna ni es militante partidista. Forma parte de las filas espontá-
neas que salieron en busca de un país de bienestar.
El 12 de febrero fue a la marcha con un grupo de amigos. Es su
primera vez. Se motiva ante las dificultades de mantener el pago de
su educación ante el aumento sustancial del costo de la vida. Llega
al Ministerio Público y se queda hasta la muerte de Bassil Da Costa.
Corría muy cerca de él cuando cae. Voltea cuando llega a la esqui-
na siguiente (Banco Caroní) en la avenida Universidad y se percata
de la tragedia. Inmediatamente baja a resguardarse en el Ministerio
Público donde ya hay fuertes protestas. En pocos minutos ve la sede
destrozada y empiezan a quemar carros del CICPC. Se retira. Está
sola y no tiene experiencia en este tipo de conflictos.
6 días más tarde Leopoldo López se entrega acompañado de mi-
les de venezolanos en Chacaíto. En esa manifestación conoce a un
grupo de estudiantes pertenecientes al Movimiento Nacional Jóvenes
Venezolanos. No lo duda y se les une. Al día siguiente ya está reunida
planificando próximas acciones. Incursionó, sin querer, en la política.
Cuadran entregar un documento al PNUD donde se exigiría una dele-
gación de Derechos Humanos en el país. Gerardo Carrero, jefe del mo-
vimiento, lleva los papeles en una carpeta y tiene un as bajo la manga:
24 carpas con las que instalan el campamento. Es 24 de marzo.
El 21 de febrero protesta con pancartas en Chacao. Siete efecti-
vos de la PNB, todos masculinos, la intentan someter. Es una mujer
grande, fuerte. Recibe una paliza. Escopetazos por las costillas, y
una patada en la cara que ha dejado su marca para siempre al lado
del ojo izquierdo. Dos policías de Chacao graban la escena y amenazan
a los agresores con mostrar el video si no la dejan ir. En efecto, es libe-

-55-
Testimonios de la Represión

rada. No sin antes amenazarla de que la van a violar donde la vean. Su


otrora respeto a la autoridad desaparece como polvo cósmico.
En adelante participa en cuanta protesta de resistencia se convo-
que en Caracas. Duerme en el campamento, va a clases, protesta y
vuelve al campamento. Es su rutina hasta el 8 de mayo a un cuarto
para las 3 de la mañana. Comparte carpa con Ely José y Estefaní.
Llueve. Como muchos de quienes allí pernoctaban, padece insom-
nio. La mamá de Ely José murió recientemente y comenta cuanto la
amaba. Lloran. Estefani no soporta la situación y se va. Escuchan la
canción “Eres Mía”, de Romeo Santos, mientras intentan dormirse.
“Activo, activo, activo…”, gritan desde lo lejos. No parece un simu-
lacro, las voces son de angustia. Algo pasa. Piensa que es represión
o un robo, por lo que se levanta preparada para una situación de
ese tipo. Al salir, ve el caos. Todos corren sin rumbo fijo, gritan “nos
van a matar”, personas destruyen carpas, vecinos gritan, mujeres
bajan de los edificios diciendo que allí están sus hijos, logran salvar
a algunos, es confuso. Ni se mueve. No entiende nada hasta que le
sale un funcionario de civil de las escaleras del PNUD, coloca una
9 milímetros en la sien y la doblega. Hasta el momento no ha visto
ni un guardia uniformado (la destrucción de este campamento se
caracterizó por la presencia de muchos funcionarios sin credencial
ni ropa oficial). Gritan que no les vean la cara, que no toquen las
carpas ni se vuelvan locos o los asesinan. Hablan por radio, dicen
que todo está controlado y es cuando empiezan a verse los unifor-
mes verde oliva.
Los GNB que asumen su custodia son menos crueles. Incluso, le
instan a escapar, pero no lo hace por la desconfianza de que sea una
trampa para aniquilarla por la espalda. Ve salir a Gerardo Carrero de
su carpa, quien pregunta qué pasa y un guardia lo pone al tanto, le
permite ponerse una camisa y le aprehende.
Esposaron a los que pudieron. No alcanzaron y tuvieron que usar
tirraps. Montaron a las mujeres primero en los autobuses. “Primero las
damas”, decían irónicos algunos represores. El cacerolazo es ensorde-
cedor. Las madres de esos guardias nacionales no deben haber dormi-
do esa noche. Vecinos intervinieron y fueron golpeados. Los hombres
del campamento cantan el himno, ellas continúan. Un guardia enar-
decido se sube al bus, cierra las ventanas y acciona su spray tóxico
desde el final del pasillo hasta bajarse. Allí las deja, asfixiándose.
En camino al Core 5 las custodias les dan golpes, escupen sus
rostros y los insultos no se detienen. Resentimiento ante el hecho de
no estar durmiendo para “andar agarrando guarimberos”. Kirlyn es
compañera de esposas de Dioris Albarrán.

-56-
Carlos Javier Arencibia

Duermen en una colchoneta tirada en el piso dentro de una ca-


pilla. Nunca les quitan las esposas. Pdvsa les manda desayuno, al-
muerzo, cena y agua. Arroz con pollo, carne o chuleta, y cachitos. Es
el alimento del discurso represor, el asidero de los insultos, presiones
psicológicas y palizas: “mira como los tratamos y todavía se quejan:
terroristas”.
Una hora en cuclillas con las manos esposadas a los tobillos y la
frente pegada a una pared, es el castigo de Kirlyn por tragarse el chip
de su teléfono. El más mínimo movimiento significa un “golpecito” de
advertencia y reparo.
Ir al baño es un pesar, no solo porque están esposadas sino que
deben esperar horas para que permitan trasladarse hasta allá. Son
tres días muy duros para cientos de muchachos cuyo promedio de
edad no supera los 23 años.
Muchos son obligados a firmar un documento donde afirman que
no se les han violado sus derechos humanos. La mayoría se niega.
Agavillamiento, desobediencia de las leyes, instigación a delinquir
y terrorismo son los delitos iniciales. Es liberada junto a 108 compa-
ñeros, únicamente con el cargo de agavillamiento. Debe presentarse
cada 15 días por un par de años. Dos meses después les conceden
libertad plena.
Se escucharán cientos de historias sobre este mismo hecho. Cada
una con metáforas e hipérboles, propias de la creatividad humana.
Cuentos, fábulas y mitos surgirán de cada una de ellas, pero la vio-
lación de derechos humanos deja huellas físicas y psicológicas que
tarde o temprano son presentadas ante la justicia verdadera. Deja
también testimonios que las sustentan. Esa verdad se documenta en
los cuerpos y no puede destruirse siquiera con la muerte.

El trofeo de la dictadura
Sairam Rivas
Cada contacto con Sairam Rivas es revelador. Aunque parezca
contradictorio, sus matices proporcionan claridad y definen su per-
sonalidad. Cuando el anonimato la cobijaba concede la entrevista
con la que se inicia esta historia corta en tiempo, pero extensa y ex-
traordinaria en profundidad. Es realizada en 2012, cuando apenas
asume la presidencia del Centro de Estudiantes (CE) de la Escuela de
Trabajo Social (ETS) de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Permite conocerla y entender la nobleza de su lucha. El solo titulo,
demuestra sus aspiraciones de cambio:

-57-
Testimonios de la Represión

“Yo sí soy revolucionaria”


Un grupo de jovencitas enfrentó y derrotó al baluarte estudiantil
oficialista
Luego de 7 años consecutivos con el dominio total del Centro de
Estudiantes (CE) de la Escuela de Trabajo Social (ETS) de la Univer-
sidad Central de Venezuela (UCV), un grupo de jóvenes abiertamente
declarados afectos al chavecismo resultó derrotado en las elecciones
realizadas en diciembre de 2011, perdiendo así su hegemonía y lo
que fue considerado un bastión oficialista.
La encargada de dirigir las riendas de esa empresa fue Sairam
Rivas, una joven de 18 años cuya preocupación por su Escuela co-
menzó nomás entrando a ella, al ver como los sectores que la domi-
naban la tenían “…como un claustro al que pocos se atrevían pasar…
se nos ve como estudiantes aparte, aislados en un espacio que sólo
responde a los escenarios de violencia; y no es así, la ETS está llena
de gente valiosa y dedicada, capaz de manifestar sus ideas y, por su-
puesto, luchar por ellas”, expresa.
Semejantes cuestionamientos la embargan desde niña en su afán por
“cambiar el mundo”, lo cual es digno de destacar en una juventud de
extendida indiferencia. Y es partiendo de esa premisa que emprende ese
camino, a veces peligroso, de enfrentarse al chavecismo en “su cueva”,
por lo que muchos le decían “de pana, ¿te vas a meter en ese lío?”.

¿Por qué postularse en una escuela aparentemente adversa a


cualquier factor no- chavecista?
Me motivó ver que hay tanta gente inteligente con ganas de tra-
bajar, que desarrolla investigaciones y al caminar por allí dicen “allá
está Trabajo Social, todos son malandros y no hacen nada por la uni-
versidad”, eso no es justo. Hay gente que no va de noche a la Escuela
porque “no saben qué les pueda pasar”.

Ante un panorama tan hostil, ¿sentiste miedo?


Esto ha sido ese tipo de cosas en que piensas tu objetivo mas no
las consecuencias, si las piensas no lo haces.

¿Cuáles han sido esas consecuencias?


La violencia. Nosotros empezamos como un grupo para ayudar
con papeleo y otras cosas a los nuevos ingresos, sin pensar siquiera
en una plancha, y ya nos señalaban pero sin agresiones.
-58-
Carlos Javier Arencibia

¿Cuándo empezó la parte fuerte?


Al abrirse las postulaciones, pero las agresiones físicas empezaron
realmente el día de las elecciones y desde allí no pararon.

¿Cuántas van?
Cinco a los que pertenecemos al CE, pero he traído gente a jorna-
das o simplemente amigos a quienes también los han golpeado.

¿Qué nombre le pones a esa conducta?


Algo irracional, se sienten propietarios de la Escuela. No entien-
den que la universidad es de todos.

¿Qué sientes al ver eso?


Molestia, indignación y, a veces, impotencia porque, si bien noso-
tros somos gremio, ellos son gobierno y tienen una estructura más
fuerte. Todo lo que hacen es previamente planificado. Nos agreden y
ya tienen un comunicado redactado haciéndose pasar por víctimas.

¿Esos actos son propios de revolucionarios?


Obviamente que no son revolucionarios. Revolucionario no es una
persona cuya empresa fundamental sea sembrar el terror.

En lo ideológico, ¿cómo te defines?


Ahora mismo estoy en formación y lo más que puedo decirte es
que soy muy idealista. Lo que me mueve hoy son valores de reivindi-
cación y desarrollo para Trabajo Social.

¿Utilizarás esto como un trampolín político?


No. Quizá en un futuro siga en política porque desde niña siem-
pre he estado liderando algo, pero nunca por querer tener poder o
posición. Si bien mi enfoque es cambiar el mundo (risas), ahorita me
toca la ETS.
Todos me decían ilusa porque cómo iba a ganar un CE que tenían
dominado desde hace 7 años, y mira lo logré. Así son los sueños:
posibles.

-59-
Testimonios de la Represión

¿Qué significa haber derrotado a un grupo de tanto poder y apoyo


partidista?
Con ideas, cuando se quiere se puede. Los estudiantes apostaron
a una ETS plural, donde sus opiniones no resulten en un “cállate
loco” o un bofetón. Aquí debe acabarse la discriminación.

¿Esa discriminación y el estigma que tiene Trabajo Social de “malan-


dros” es algo sembrado por quienes tuvieron el CE recientemente?
Yo creo que sí. Históricamente ha habido muchos factores que han
hecho vida política en esta Escuela, pero antes se luchaba por ideas.

La otra faceta
Aparte de la política, ¿qué más haces?
Soy modelo.

Con toda esta dinámica, ¿en qué tiempo modelas?


Es complicado. No me da chance ni de lanzarme un ratico en la
grama. Me mentalicé a dormir poco, para que me dé chance de ir al
gimnasio, estudiar y hacer gestión. Lo más difícil ha sido estudiar,
pues me gusta salir bien y además un líder estudiantil que no sea
buen estudiante es un mal ejemplo.
Sabes que unos días antes de las elecciones participé en un con-
curso y, confieso, me costó un poco organizarme para las dos cosas,
pero ya me acostumbré.

¿Cómo te fue en el concurso?


(Risas) Gané. Es cuestión de echarle ganas a lo que se hace. Desde
los 14 años me vinculé al modelaje.

En el modelaje impera la superficialidad ¿puede eso afectarte en tu


credibilidad como figura política?
Me han dicho que me decida entre modelaje o política y ¡guao! No
sé. De niña quería modelar y ser delegado de curso (risas). La política
a veces decepciona por las formas en que la hacen, pero con dignidad
es un mundo muy lindo.

-60-
Carlos Javier Arencibia

¿Cómo asumes el fracaso?


Como un aprendizaje. Todo el mundo se siente mal al perder, la
cuestión es perseverar. Fíjate que al entrar en la UCV yo quería estu-
diar Comunicación Social y no quedé, pero sí en Trabajo Social.

Si no querías Trabajo Social ¿cómo hizo para “enamorarte”?


(Risas) Tenemos mucho en común.

¿Por ejemplo?
Poder diseñar planes, proyectos, políticas que te permitan ayudar a la
sociedad. Hacer un cambio. Trabajar en comunidades para su desarro-
llo. Toda la vida quise esto. Cuando estaba chiquita, te digo 10 años, iba
de Caracas a Guatire, soy de allá, veía Petare y me ponía a pensar cómo
hacer para que esas personas salieran del barrio. Llego aquí y veo que
puedo mejorar su calidad de vida, dije: nada esto es lo mío.

¿Y por qué querías Comunicación Social?


Una vez fui a un congreso de periodismo de riesgos, y la ponente
decía que el periodista debe ir en una balacera hacia donde van los
tiros, meterse en el problema, y eso es lo que a mí me gusta: estar y
ver cómo puedo resolver.

¿Te consideras valiente?


Creo que sí, voy asustada pero voy.

¿Cómo te defines?
Perseverante, luchadora y multifacética (risas). Siempre me ha
gustado hacer de todo.

La dignidad lleva al pequeño hacia la inmensidad, incluso a tomar


el cielo por asalto. Sairam Rivas rasguña las nubes todos los días, a
pesar de las poderosas manos que la halan desde abajo para some-
terla y arrodillarla. Son infructuosos sus esfuerzos, ni siquiera con
132 días en prisión lograron tales propósitos.
Un poco de ingenuidad combinada con la voluntad extraordinaria
de hacer las cosas por el desarrollo colectivo, aunado a una hones-

-61-
Testimonios de la Represión

tidad superlativa, son algunos de los valores que la describen. Lo


primero le brinda el arrojo para ir sin miedo contra peligros y luego
comentarlo entre risas nerviosas, lo segundo la mantiene siempre
enfocada en sus objetivos y el tercer valor simplemente la dota de
carisma. Estas características la pusieron al frente de una lucha con
caminos sinuosos, de persecución, con olor a gas lacrimógeno y pól-
vora. No se amilanó nunca, aun cuando su padre padecía de cáncer.
Sin embargo, confiesa que en la soledad no podía evitar quebrarse
en un sentimiento de culpa que posteriormente entiende sin sentido.
“Cada vez que lo acompañaba a hacerse exámenes faltaba algo en el
país, reactivos, equipos, insumos ¿cómo no luchar contra eso?”.
El día cuando llegó su liberación (16 de septiembre de 2014) se
encontrada acostada, no se lo imaginaba. Fue un martes, el día ante-
rior su abogado le dijo que se preparara porque el caso estaba difícil.
Se había conseguido a la fiscal y la información era mala. Se prepara-
ba para pasar diciembre presa. El juez le dijo que la acusación estaba
hecha para ella, que los otros dos jóvenes eran una suerte de “chivos
expiatorios”. Las visitas le decían que todo apuntaba a un año, año y
medio o tres años, por eso le cayó de sorpresa la noticia. La informa-
ción la recibe de uno de los jefes del Sebin. Creyó que la trasladarían
al Inof porque cada vez que enviaba cartas con mensajes y orienta-
ciones políticas la amenazaban con ello.
Sairam había pasado a juicio en condición de privada de libertad
y era probable que para octubre se reanudara el proceso judicial.
Esa mañana un doctor y un paramédico evalúan a otra joven de-
tenida durante protestas en Bello Monte y Sairam les comenta sobre
una fuerte migraña. Con cara risueña, el doctor le dice que en la tarde
le manda un colega para que la trate, lo cual es mentira pues era el
médico que debía revisarla para el proceso de excarcelación. Solo cree
que sale cuando ve la planilla de egreso. Sin embargo, está asustada
por lo que se encontraría afuera. Su mente estaba en otro lado. Son
las nueve y media de la noche. Los labios se secan, tiembla, no sabe
ni qué agarrar. Pide a Marcos, uno de los custodios, para llamar a su
mamá, Sandy Moreno, porque cree que se irá sola. Le informan que
abajo hay unas 300 personas entre familiares, amigos, camaradas del
partido Bandera Roja y compañeros del Movimiento Estudiantil, ade-
más de personalidades políticas como la alcaldesa de San Cristóbal,
Patricia Ceballos y el alcalde de El Hatillo, David Smolansky.
Al salir, pregunta por los otros presos. Da un discurso frente a la
celda de los hombres. En ese momento los sacaban a bañarse. Esa
libertad no era libertad sin ellos, comenta después. Su mamá llega
pálida, tuvo que subir “guillaíta”, sin que nadie la viera. Tenía miedo

-62-
Carlos Javier Arencibia

porque no sabía lo que iba a pasar. Lo primero que le dicen es que no


puede manifestar, que tiene medidas cautelares. Se arrecha porque
lo que le gusta hacer no se lo van a permitir “para eso me hubiesen
dejado presa”, reacciona. Piensa en el estado de salud de su papá y
se calma. Quería ver y abrazar a sus compañeros, pero la engañan.
Debe montarse en una camioneta oficial, de esas que, como la can-
ción, no llevan placas pero todos saben que es policía. La sacan por
la parte de atrás del Sebin, la cual da hacia un barrio cercano. En
la autopista le informan que va directo a su casa. No tiene llaves ni
nada. Les dice abusadores y amenaza con denunciarlos por tratarse
de un secuestro. Llama a Carlos Hermoso para que informe al resto
de quienes la esperan en el portón del Sebin. A su casa, llegan los
camaradas. Cada persona que ve prende a llorar en su hombro. Son
los primeros encuentros tras cuatro meses de reclusión. La familia
está nerviosa. No quieren que capturen fotos, pues temen quebran-
tar las cautelares y la vuelvan a meter presa. Sairam, muy a su estilo
rebelde, posa con cada uno.
La enfermedad de su padre empeora progresivamente.
En enero se había descubierto todo todo. Sairam se va a hacer
un eco renal en la clínica donde trabaja su madre, por lo que su
acompañante aprovecha para chequearse rutinariamente. La docto-
ra observa anormalidades y recomienda asistir a un especialista. El
padre de Sairam es un hombre de carácter fuerte, recio, tanto que
no le presta atención al exhorto. Sigue su vida normal como auto-
busero en Guatire. Los dolores fuertes empiezan a alertar algo más
grave. Relajantes musculares lo alivian temporalmente. El deterioro
es rápido. En solo semanas ya no puede conducir, por lo que can-
cela un viaje a Maturín para ver a su familia y contrata un avance
para manejar el bus. Finalmente, se hace una placa de tórax y las
manchas en pulmones y riñón han crecido. Es viernes y los datos
son preliminares. Aun así, pasan ese fin de semana en El Jarillo, su
lugar favorito. Esperan nuevos resultados el lunes. Sairam está en
su residencia en Caracas cuando recibe la noticia. Las placas deter-
minan que el cáncer está en todo el riñón. El fuerte dolor se debe a
que las costillas han sido devoradas por la enfermedad como madera
comida por termitas. Es tarde: caderas, cerebro, pulmones, huesos
y articulaciones están comprometidos. Su única opción es quitarse
un riñón. No quiere, pero de lo contrario morirá. Accede. A finales de
enero es operado.
Las ojeras de Sairam crecen y baja de peso considerablemente.
Circunstancia familiar, maduristas atacándola en la Escuela de Tra-
bajo Social, y con la responsabilidad de dirigir al movimiento estu-
diantil en la calle, significan un gran desgaste. No abandona ninguno
-63-
Testimonios de la Represión

de los frentes. Frente a su padre permanece incólume. Teme no po-


der disfrutar sus últimos días de vida.
Con una situación revolucionaria en miras, se plantea ser van-
guardia. Siempre ha estado al frente. Pone el pecho. “Sentimos que el
papel de los estudiantes no solo tiene que ser administrarse autóno-
mamente o que los policías no pasen a la universidad, sino impulsar
fuerzas sociales con pensamiento crítico, como la generación del 28.
Era momento de una lucha histórica”.
Llega el “día D”, como dicen los gringos en su jerga policial: el 12
de febrero con la marcha por el Día de la Juventud. El papel de Sai-
ram es unificar a los movimientos estudiantiles de la UCV para que
se pongan al frente de la lucha pacífica en pininos y tratar de impul-
sar un movimiento asambleístico en las universidades. La muerte de
Bassil Da Costa le sorprende y conmociona. Ya no estaba en la pro-
testa, debió irse casi que arrastrada. Quería quedarse a acompañar
a sus compañeros, pero era mucho el riesgo. Se trata de un objetivo
para los grupos parapoliciales y las mismas fuerzas de represión del
Estado, por lo que debía resguardarse. Así fue. Un grupo la sacó ha-
cia un estacionamiento cercano donde esperaba un vehículo, mien-
tras otros compañeros acompañan al dirigente Eusebio Costa, de la
Universidad Católica Santa Rosa, hasta la estación del Metro Bellas
Artes. Más tarde hubo una reunión informal para hacer balance de
la marcha en un sitio del sur caraqueño. Allí recibe la noticia de los
asesinatos y convoca inmediatamente a una reunión con diversos
factores estudiantiles. Se intensifica su papel de dirigencia.
Coordinaba acciones del movimiento estudiantil para no desmo-
vilizarse. La lucha contra quienes dialogan con el gobierno, encabe-
zados por el presidente de la FCU-UCV, Juan Requesens, es férrea.
“Muchos de ellos se comportaron peor que los oficialistas. Hicieron
cosas contra la ética, inimaginables para la juventud, solamente
para sabotear las luchas que adelantábamos. Por un tiempo fungie-
ron casi como funcionarios del Estado. Solo la historia los juzgará.
La gente sabe quiénes somos los que sí luchamos y quiénes no lo
hicieron. Soy revolucionario y no albergo rencores”.
A pesar de ello, aspiraba la unificación de dirigentes y estudiantes
para construir una fuerza con toda la sociedad, incentivar el desa-
rrollo de una política conjunta que se acompañase de un proyecto de
país, y, por supuesto, no dialogar con una dictadura. Es un trabajo
agotador. Resolver lo interno sin abandonar la calle y estar en la van-
guardia de ambos frentes ¡vaya empresa!
A finales de febrero militarizan la plaza Altamira, la represión au-
menta considerablemente y da muestras de la debilidad del régimen.

-64-
Carlos Javier Arencibia

En el municipio Libertador prohíben protestar, pasar sus fronteras


significa confrontación. Hay más detenidos. Los carnavales trans-
curren en la calle, incluso las zonas turísticas ven a sus pobladores
haciendo barricadas para evitar el ingreso de turistas que van a rela-
jarse mientras el país arde.
Los campamentos de resistencia se instalan en plenos días de
asueto y dan una lección a aquellos que prefirieron relajarse en la
playa o la montaña mientras otros venezolanos morían en las calles
y millones arriesgaban el pellejo. Vivifican la voluntad de cambio con
el sacrificio de abandonar la comodidad de sus hogares. Demuestran
que las plazas son del pueblo, no de los militares, y que es posible
rescatar el derecho a la protesta. Instalan las primeras cinco carpas
en la plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes. El primer día solo cinco
personas pernoctan. Entre ellos, los tres jefes de la plaza: Sairam,
Eusebio y Abzara Gómez. Temen que la iniciativa fracase, pero al
despertar comienzan a recibir la solidaridad de la gente y el estu-
diantado empieza a sumarse. De la Universidad Católica Santa Rosa
llegan 12 personas, la mayoría de los cuales permanecieron hasta el
final. La sociedad civil aporta comida, medicinas, carpas y motiva-
ción. Algunos manifiestan sentirse mal por no tener la gallardía de
ponerse ellos mismos al frente, pero colaboran con lo que pueden.
Con todo y la inseguridad desbordada en el país, vecinos prestan sus
casas para bañarse o lavar la ropa. La solidaridad es total.
La Unión de Jóvenes Revolucionarios- Juventud de Bandera Roja
dirige la plaza. Encabezan Sairam, Eusebio y Abzara, pero toda su
dirección nacional se concentra allí. Los participantes del campa-
mento lo saben, y aunque pertenezcan a otras organizaciones polí-
ticas o simplemente no sean de ninguna, mantienen la unidad y el
respeto en torno a los organismos de dirección que se crean en su
seno, donde son incorporados todos los factores.
Diariamente realizan actividades dirigidas a agitación, propagan-
da y formación. Todas con gran asistencia, desde un cine foro hasta
multitudinarias marchas. Una de estas sería trascendental. El 24
de abril organizan una manifestación de masas hacia Bello Monte.
Es inmensa, más de 20 mil asistentes, la mayoría jóvenes. Sairam
está al frente y su meta es romper la línea para pasar a Libertador
y demostrar que las calles son de la gente. Maniobra para hacerlo
sin que haya confrontación. Los motorizados le informan que no se
puede por “las nalgas de Rómulo”, sino por una calle alterna. Habla
con otros líderes del movimiento estudiantil y los convence de pasar.
Entre tanto, los movimientos de resistencia querían combatir y se
niegan a desviarse, pero al final deben ceder ante la dinámica de las
masas. Llegan al municipio Libertador. Pasan los primeros piquetes
-65-
Testimonios de la Represión

corriendo. Los GNB apuntan con sus armas. Los funcionarios están
en ínfima minoría,mpávidos de miedo. Son rodeados y Sairam evita
que sean agredidos. “No podemos ser como ellos”, arenga a quienes
pretenden lincharlos. Le hacen caso y permiten que huyan. Sairam no
saca de su mente a Geraldine Moreno cada vez que tiene una escopeta
de perdigones tan cerca. Por defenderlos, podía ser ella la agraviada.
En pocos minutos llega un contingente numeroso de la GNB y
la Ballena. Queda en el medio del enfrentamiento. Los jóvenes de
la resistencia le piden que se vaya y un camarada de Bandera Roja
la saca con la prensa. Recibe una pedrada en la pelvis por dudar,
creía que no podía salir. Era como pasar una balacera, aunque no se
disparan esta clase de proyectiles. No se quería ir, pero se la llevan
los compañeros. El episodio le recuerda a Hiponia y los filósofos de
la Biblioteca de Alejandría cuando reciben lluvias de pedradas por
parte de los cristianos, quienes en esos tiempos negaban la virtud y
el conocimiento como valores de la persona humana.
Los temores de detención comienzan a rodearla. Presume que algo
le sucederá, pero considera que será en una manifestación similar a
la de Bello Monte. Nunca pensó que la apresarían en la Plaza de la
Resistencia.
Aquella madrugada del 8 de mayo duerme con Diego Casanova,
compañero de la Escuela de Trabajo Social UCV y militante de la
UJR. Se toma unas pastillas contra la migraña y queda rendida tem-
prano. Tiene el sueño pesado por la medicación. Debe tomarla. Es
un fenómeno de productividad. Duerme poco y rara vez se le nota
quebrantada. Aun en los peores momentos conserva el buen humor.
Muchos se le acercan para darle aliento ante la adversidad y termi-
nan siendo ellos los alentados. Casi a las tres de la mañana Diego le
grita que algo pasa y al despertar ya tiene un fusil en la cara. Cuando
sale, media plaza está destrozada. Logra rescatar el teléfono celular
porque el efectivo se lo permite. Está en contra del procedimiento y
es permisivo con ella. Lo único que le exige es no “boletearse” frente
a los superiores porque se mete en problemas. Su análisis inmediato
es extraño. La tristeza de lo que ve se funde con alegría por la solida-
ridad de muchos guardias con varios compañeros. Son una minoría,
pero esperanzadora.
En cuclillas y con las manos atadas, su padre se apodera de sus
pensamientos. No tiene idea del procedimiento, no sabe a dónde la
llevan, si el país sabe, si la desaparecerán por ser la única dirigente
que se encontraba en ese momento en la plaza (Eusebio viajó un par
de días antes a Brasil para llevar al parlamento de ese país la denun-
cia por violaciones de Derechos Humanos en Venezuela, mientras

-66-
Carlos Javier Arencibia

que Abzara se queda fuera por primera vez luego de 44 días para ir a
visitar a su abuela). Evalúa los peores escenarios.
Recuerda cuando su papá le decía que lo comprendiera, que había
muchos muertos y la familia estaba asustada. El 5 de mayo en un
cine foro habían visto el filme argentino “La Noche de los Lápices”,
donde se narra la desaparición de cientos de estudiantes de bachille-
rato durante la dictadura militar de Jorge Videla en una sola noche.
Sus imágenes se reproducen en el cerebro de muchos detenidos.
Psicoterror. “Cállate o te entro a coñazos”, “cállate o te echo espray
toxico en los ojos”. Ese es el discurso común de los funcionarios con-
tra los detenidos . Ya en el Core 5, la desnudan y apartan, no hay
contacto con abogados. Quieren salir de eso rápido, “¡qué arrechera
la injusticia!”, es lo que exclaman. En la mañana tienen esperanzas
de salir, pero van al baño y en el camino ven mesas llenas de pistolas,
armas largas, escopetas y otras siembras. Ve al ministro de Interior y
Justicia, Miguel Rodríguez Torres, inmerso en una parafernalia como
cuando desmontan una banda de narcotraficantes. Entra en sí. Está
presa y seguirá presa.
Le preocupa el campamento de los Altos Mirandinos, donde per-
noctan varios amigos y su pareja en aquel momento, Carlos Javier
Arencibia. Consulta con un guardia si también lo desmontaron. “To-
dos esos guarimberos están presos”, le dice. Se prende en llanto y
vomita. No podía comer. El dilema es si en la calle saben lo que pasa,
si están pendientes de ellos. Cuando los dejan llamar, elige a Carlos
Hermoso, su mentor político y “abuelito”. Tenía una custodia enfren-
te contando los segundos de la llamada. Al atenderle, le dice “caraji-
ta, ¿te soltaron?” “No, me están sembrando, me están sembrando”,
él responde “sí, eso está pasando. Fortaleza”. Le quitan el teléfono.
Al día siguiente va al Palacio de Justicia a la audiencia de presen-
tación. Es de película. Son 243 jóvenes esposados. Cuatro autobu-
ses. Gritan consignas. Inolvidable. Ni idea de lo que es un proceso
legal, pero les toca vivirlo. Ninguno es delincuente. Las autoridades
los presionan para que pidan un defensor público, pero los abogados
del Foro Penal Venezolano hacen un trabajo excelso, se adelantan y
asumen la defensa de los muchachos. Para Sairam es la peor expe-
riencia de su vida. No consigue más calificativo para describirlo que
“horrible”. Un sótano oscuro que huele a humedad, con cucarachas
cayendo de las paredes, una letrina rebosada en la esquina, notas
en las paredes con arañazos de tinta y sangre que dicen cosas como
“hampa seria”, delincuentes que pasan diciendo “piropos” mientras
algún oficial le da mínimo un “lepe” no sin antes echar también una
miradita… un ambiente que solo había visto en películas.

-67-
Testimonios de la Represión

Está con un grupo de compañeras “gochas” que pernoctaban en


el campamento del PNUD. No paran de gritar, por lo que una custo-
dia las amenaza: “no sean pendejas que ni siquiera las requisamos
como es. Se salvan porque son estudiantes si no las desnudamos y
botamos todas sus cosas. Bájenle dos o vamos a tener que tratarlas
como malandras”. Los presos, por su parte, comentan “verga, esos
guarimberos están arrechos”. Los suben esposados y es cuando co-
nocen a la gente del FPV.
La parte más dura: el fiscal pide privativa de libertad. La justifica-
ción: un mortero, 15 metras y un informe del Sebin donde dice que
es presidenta del CE de ETS, líder del Movimiento Identidad Univer-
sitaria, dirigente nacional de Bandera Roja, fue a múltiples marchas,
dio ruedas de prensa con Eusebio Costa y Abzara Gómez, e instigó a
la violencia en marchas. Ella solo alcanzó a reírse. No podía creer que
montaran un expediente de forma tan palurda. “¿Esta es la justicia
de mi país?”, cuestionó. Alonso Medina Roa, Carlos Moreno y Noelia
Álvarez hacen una defensa extraordinaria y esperanzadora, pero ya
todo estaba cuadrado. Sairam está mojada, tiene frío y con dolor de
vientre porque tiene la menstruación. Está clara de que va presa, se
pregunta a qué lugar de reclusión la enviarán.
Conoce a un guardia. Se hacen panas. Lo convence de que en el
país no hay socialismo, sino que se trata solo de un falso discurso
que esconde un régimen autoritario. Se tratan con cercanía y respe-
to. Siempre pendiente, llama a su mamá, le dice que el Sebin la tenía
fichada y hasta evita que la esposen por la espalda.
Todos los compañeros que están cerca reciben medida sustitutiva
de libertad bajo régimen de presentación. A su lado, Néstor Astudillo,
de Bandera Roja, suelta algunas lagrimas y le dice “¿cómo pueden
ser tan miserables? Tranquila y firme, no te abandonaremos cama-
rá”. Manuel Cotiz, quien también iba preso, se monta en una reja y
amenaza con lanzarse al vacío. Es un sexto piso. Logran calmarlo,
pero empieza una revuelta. Sillas y computadoras vuelan, el juez
sale corriendo, la GNB avanza sonando equipos antimotines contra
el piso. Los estudiantes quieren pelear y sienten en ese momento que
no tienen nada que perder. Se siente en el ambiente el miedo de los
funcionarios castrenses ante la euforia de los jóvenes. Sairam, que
sabe de tragar gas lacrimógeno en espacios cerrados por los recu-
rrentes ataques de gobierneros en la UCV, trata de calmarlos. Al final
solo hubo golpes y a punta de gritos, unos y otros se tranquilizaron.
No era el mejor lugar para enfrentarse.
Recibe pulseras, collares, todos quieren que se lleve un recuerdo
que al verlo los haga sentir juntos. Diego y Néstor lloran, la abrazan

-68-
Carlos Javier Arencibia

y reiteran que el partido hará todo por ella. Una abogada le presta
el teléfono para que llame a su mama. Al informarle que va presa no
escucha más su voz, sí muchos sollozos. Falsas palabras de ánimo
intentan calmarla “estaré bien”, “no me tratarán mal por ser presa
política y no delincuente”… poco después recibe un teléfono con la
rectora Cecilia García Arocha en líne.. Ya a punto de llevársela, lo-
gran comunicarla con Carlos Hermoso, quien le afirma que su nom-
bre se pintará hasta en la luna. Es la principal dirigente estudiantil
de un proceso histórico prerrevolucionario.
Cuando le dan sitio de reclusión, la abogada le hace seña de alivio.
Dentro de lo malo, el Sebin es mucho mejor que el Inof. Igual son
fuertes los nervios. En su escuela se ha visto personas que atacan
gente y son funcionarios de ese cuerpo. Uno de los guardias le pide a
otro guardia que no le ponga esposas atrás por ser mujer. Al bajar al
calabozo, vive su primer momento de desesperación y se molesta con
ella misma al no estar soportando lo que le toca vivir. Pasa el guardia
amigo, se acababa su turno y le lanza un papel que dice “nunca dejes
de luchar por tus sueños”.
No puede respirar. La inmundicia que le rodea la asfixia y pide
un mejor trato. Trata de pensar en otras cosas. Libros, canciones,
amigos, pero es imposible. Tendría que bloquear todos sus sentidos,
transportar su mente a otro lugar. Es difícil olvidarse de la hume-
dad, fetidez, sangre por todas partes y un ruido ensordecedor. Una
GNB se solidariza y la saca. Conversando, pregunta si en el Sebin
dan comida. Recrea en su mente la tortura y el aislamiento.
Afuera las espera un autobús. Se acompaña de Abril Tovar y Dio-
ris Albarran, quienes ocupan los tres primeros puestos, el resto lo
plenan funcionarios armados. En el pasillo va otro grupo; les apun-
tan con sus fusiles. Es risible. Alrededor, carros y motos blancos sin
placas. Por donde quiera que pasen generan conmoción. En el Heli-
coide esperan más policías nacionales y sebines con ametralladoras
que solo han visto en juegos de video.
El rostro inexpresivo de las tres jóvenes solapa temores profundos.
La espera para darles entrada se hace larga. En el baño las desnudan,
las revisan y las vuelven a sacar. Observan el entorno. Es menos feo
que el Palacio. Son examinadas por un doctor, quien le pregunta a Sai-
ram por qué tiene la nariz tupida, pues pueden quitarle la congestión
“con unas cuantas bombas lacrimógenas”. Terrorismo psicológico.
En el examen, observan que todas miden y pesan lo mismo
(1,75mts x 70 kilos). Esto merece bromas y las tensiones bajan un
poco. “A las guarimberas las hacen como robots, con un patrón”, dice
uno de los custodios.

-69-
Testimonios de la Represión

En fila van a la habitación. Abre “la española”, una ciudadana de


la nación europea detenida por darle la cola a jóvenes que protesta-
ban en el estado Yaracuy (días después de salir Sairam en libertad
fue deportada, pero su esposo quedó en la cárcel de Uribana). Una
amiga de Sairam que estuvo detenida anteriormente le comentó so-
bre esta persona, por lo que se tranquiliza. Al menos, su compañera
de habitación es alguien decente. Son bien recibidas.
Es la madrugada del domingo 11 de mayo. Huelen a remojado,
tiemblan de frío y duermen en colchonetas en el piso. Como pueden
se arruman y tratan de dormir. Falta poco para la mañana y tienen
hambre.
Con el desayuno se inicia la fase de aprendizaje y adaptación.
Estar encerrada amerita códigos y normas. Un lenguaje común hace
más sencilla la estadía. Sairam es la última en recibir sus artículos
personales. Desespera. Quiere bañarse y ya son las 5 de la tarde. To-
can la puerta y al salir ve que son sus padres. Al verla lloran. La mis-
ma niña que un año antes desfilaba porque quería ser modelo, ahora
estaba injustamente encerrada en un calabozo de 4 por 4 metros
junto a 5 personas más como consecuencia de expresar sus opinio-
nes y defenderlas. El episodio es melancólico. La custodia frunce el
ceño y baja la mirada. Aprovecha para entregarles su primera carta,
dirigida a familiares y amigos.
Era el primero de 55 días que pasaría sin ver el sol. Cuando por fin
sale queda encandilada. Es llevada a la Morgue de Bello Monte para
un chequeo médico no autorizado por sus abogados, quienes desco-
nocían la realización del estudio. Pálida, pero siempre sonriente se
pregunta cuándo dejará de estar sana psicológicamente al someterse
ante tanta presión y maltrato de diversa índole. En qué momento se
quebrará y todo empezará a empeorar. Es su mayor temor. Por el
contrario, está cada vez más firme. Sus escritos son evidencia tan
certera como la personalidad invariable. Leer y hacer rompecabezas
mantienen su mente ocupada. También escribe y aprovecha que dis-
pone del tiempo suficiente para analizar los sucesos que le informan,
de tal forma que envía orientaciones políticas concienzudas.
Nunca se le mintió. 45 días iniciales para arrancar el juicio serían
los primeros de muchos más. Angeyeimar Gil, encargada de la UJR
para mantener a Sairam al tanto de todo, le hablaba con claridad.
Debía estar preparada para lo peor. Los delitos que se le imputaban
eran lo menos importante (instigación a la desobediencia de las leyes
en grado de autor, agavillamiento y uso de menores para delinquir).
Un caso político donde se erigía como un trofeo de la dictadura con el
cual disuadir a los estudiantes para que no luchen, meterles miedo

-70-
Carlos Javier Arencibia

al hacerles pensar que pueden terminar igual. La fortaleza de Sairam


termina llevándolos a liberarla. Lejos de quebrantarla, brindaron ex-
periencia y entereza a una joven cuya historia apenas comienza.
En enero de 2015, a tan solo un año de diagnosticarle el cáncer,
fallece su padre. Fuerte golpe a pocos días de realizarse las eleccio-
nes a la FCU- UCV (30 de enero de 2015). A pesar de una circuns-
tancia familiar de semejante naturaleza, mantiene la entereza y, sin
recursos económicos, logra entrar a la Federación para añadir una
nueva página al relato de su vida.

Algunas de las cartas enviadas por Sairam Rivas desde el Sebin

Para la Rectora Cecilia García Arocha


Hola profesora. Primero, gracias por hablar con mi familia y darle
algo de tranquilidad. No es fácil para ellos, ni para la cantidad de
padres que se encuentran en esta situación, ver a sus hijos detenidos
injustamente.
Es importante que se entienda el momento histórico que estamos
viviendo y que usted se ponga al frente del conflicto por el que estamos
pasando en Venezuela. Ahora más que nunca se debe poner en alto el
nombre de nuestra universidad, hacer valer el verdadero sentido de la
autonomía universitaria. Debemos demostrarle al país qué significa la
Universidad Central de Venezuela y la importancia que ha tenido en
el avance de la historia cada promoción de graduados, cada marcha,
cada estudiante fallecido por defender sus ideales y cada uno de los
liderazgos que han salido de esta casa de estudios.
Ciertamente, antes de que injustamente nos quitaran la libertad, ha-
bía muchos comentarios por la falta de movilización de la cual era parte
nuestra universidad. Yo sé que no era así del todo, porque veía gran
cantidad de estudiantes de la UCV dándolo todo en las calles. Solo creo
que ha faltado un poco más de organización. Ha faltado poner más los
intereses colectivos por encima de los intereses individuales.
Ahora bien, hoy hay muchos estudiantes presos. Algunos como mi
caso en el Sebin y otros en las cárceles comunes, que es peor. Quizás,
en lo más básico, pareciera que la autonomía universitaria se redujo a
que los policías no pasen a la universidad, o que tengamos la posibili-
dad de elegir a nuestras autoridades y tener una administración autó-
noma. Sin embargo, le pido que no deje de un lado lo más importante,
fundamental y lo más sublime para la humanidad que en el fondo
expresa la palabra autonomía, y que es, a través de la búsqueda del

-71-
Testimonios de la Represión

conocimiento y la verdad, pensemos y luchemos un mundo mejor, que


en estas circunstancias se reduce a la posibilidad de tener un país
industrializado que demande profesionales altamente calificados; de
luchar por un país desarrollado e independiente.
Profesora, en sus manos tiene la tarea de dejar una huella en la his-
toria que signifique un avance para la humanidad y que, así nosotros
no lo veamos ahorita, ese avance signifique mejores condiciones de
vida para los que vienen después de nosotros.
Como persona que preside Averu haga todo lo que esté en sus ma-
nos para que se pronuncie y tome medidas en cuanto al conflicto ac-
tual. Garantice la unidad intergremial dentro de la UCV y sea propul-
sora de que suceda también en otras universidades.
Debe darle todo el apoyo al movimiento estudiantil en el afianza-
miento de un movimiento asambleístico que ponga a la universidad a
debatir un proyecto de país y de reconstrucción nacional. Demostre-
mos un nivel de consciencia sobre el momento histórico que vivimos.
Como universitarios tenemos la posibilidad de crear un crítico; pode-
mos alzar la voz contra el crimen que le hacen a nuestro país al regalar
todas sus riquezas.
Si que me hayan quitado la libertad será garantía de la lucha de la
universidad, no me arrepiento y estoy segura de que Dioris y Abril, es-
tudiantes de la UCV que comparten una celda conmigo, están seguras
de ello y nos identifica esa firme convicción.
No se puede pasar por alto la represión de la cual somos víctimas.
No dejar avanzar ninguna de las manifestaciones pacíficas, sumado a
la militarización que vive nuestro país, no se puede tolerar.
Es importante que nos avoquemos a lo principal. Recordemos que
venimos de un conflicto universitario en el cual nos dieron una serie de
reivindicaciones que en este momento ya no sirven para nada.
Lo principal debe ser el país. Seguir alzando las banderas desde
las más mínimas libertades democráticas, así como alzar nuestra voz
firme y crítica para caracterizar este régimen y, por supuesto, la liber-
tad para quienes injustamente estamos detenidos y que nos secues-
tran la posibilidad de luchar por un futuro mejor junto a ustedes.
Demostremos que tenemos una gran consciencia y que podemos
convertir nuestras ideas en fuerza que se traduzca en transformación,
avance y desarrollo para la humanidad. Logremos una sociedad más
humana.
Sairam Rivas.
14/5/2014
-72-
Carlos Javier Arencibia

Su Eminencia, Papa Francisco.


Ante todo, gracias por recibir esta carta y mostrar interés y preocu-
pación por lo que vive el pueblo venezolano.
Mi nombre es Sairam Rivas. Tengo 20 años de edad. En este mo-
mento soy parte de los estudiantes y jóvenes que se encuentran priva-
dos de libertad. Estudio Trabajo Social en la Universidad Central de
Venezuela y curso 4to año de la carrera. Actualmente soy presidente
del Centro de Estudiantes de la escuela en la cual estudio.
Al igual que miles de jóvenes venezolanos, desde principios del mes
de febrero he sido partícipe de las protestas consumadas en diversas
manifestaciones pacíficas. Al igual que he visto y vivido la brutal re-
presión, al punto de lanzarnos bombas lacrimógenas a quemarropa
para no dejar llegar ninguna de las marchas a su destino.
He compartido con jóvenes que luego de ser liberados nos parti-
cipan que han sido sometidos a torturas y malos tratos, además de
tener que, en muchos casos, compartir celdas con presos comunes.
Somos estudiantes que tenemos conciencia del momento histórico
que estamos viviendo. Luchamos por un país libre e independiente, un
país soberano económicamente. Queremos que eso se pueda plasmar
en las próximas páginas de nuestra historia.
Protestamos en medio de una gran crisis económica. Nos enfrentamos
día a día a la inflación, escasez, desempleo y un inexorable crecimiento
del hambre y la pobreza. Frente a esto hemos demostrado buscar la uni-
dad social con los diferentes actores y gremios que representan la lucha
popular. En este sentido decidimos comenzar campamentos en diferentes
plazas del país, demostrando que las plazas son del pueblo, frente a la
gran militarización que se vive en todos los rincones del país. Nos avoca-
mos a construir un movimiento asambleístico con la sociedad y así debatir
y construir un proyecto de país y de reconstrucción nacional. Debatir y
tener un pensamiento crítico ha sido nuestro delito. No podemos defender
la esencia fundamental del conocimiento: la libertad y la verdad.
El día de hoy ya cumplo 27 días detenida, desde que fui apresada
en la madrugada del 8 de mayo al ser levantada por un gran contin-
gente de la Guardia Nacional Bolivariana, al igual que los 250 jóvenes
que como yo, al momento de la detención dormíamos en los 4 cam-
pamentos ubicados en distintos lugares de Caracas. Ninguno fuimos
capturados en flagrancia. Fuimos levantados brutalmente. A muchos
los despojaron de sus pertenencias y ni siquiera los dejaron agarrar
sus cosas personales. Solo a muy pocos nos dejaron agarrar, luego de
varias súplicas, algunas pertenencias que tuviésemos cerca. Mientras
tanto veíamos cómo todas nuestras cosas eran destruidas. Carpas,

-73-
Testimonios de la Represión

libros, cuadernos, ropa, laptops, insumos médicos, comida… absolu-


tamente todo fue destruido y amontonado en transportes de la GNB,
viendo nosotros mismos cómo botaron todo al estar detenidos en el
Comando Regional 5 de la GNB.
Eran tantos jóvenes, sumados a algunos de la sociedad civil que
en esa madrugada ayudaban en el campamento, que se hizo un juicio
masivo nunca antes visto en salas improvisadas en los pasillos del
palacio de justicia, contra nosotros.
En el momento de nuestra detención ya cumplíamos más de un mes
en estos campamentos. En mi campamento (Plaza Sadel) cumplíamos
exactamente 40 días el día de la detención y abrupto desalojo. En
cualquier momento fue público y notorio el apoyo de la sociedad civil y
los gestos más sublimes propios de la humanidad, de personas agra-
decidas con jóvenes que abandonaron la comodidad de sus hogares
para dormir en una carpa en una plaza para protestar. Jóvenes que
protestaban y protestan por su futuro y el de ellos también.
A pesar de que a la mayoría se nos imputó los mismos cargos, mu-
chos fueron liberados con régimen de presentación mientras otro grupo
continuamos privados de libertad. Cada uno de nuestros compañeros
liberados y los que aún continuamos privados de libertad, se nos han
abierto expedientes donde quedamos reseñados como criminales. A
quienes han liberado con régimen de presentación están sujetos a que
en cualquier manifestación donde participen se les abra un juicio.
En este sentido, solicitamos que intermedien a nuestro favor ante
las instituciones y autoridades del estado venezolano para conseguir
nuestra libertad plena.
Pronúnciense, sean parte de que Venezuela tenga esperanza de li-
bertad. Una libertad que no signifique la opresión ni la explotación del
otro. Queremos una Venezuela y un mundo más humano.
Sairam Rivas
Encarcelada en el Sebin.

VENEZUELA, vine a ofrecer mi corazón.


Buenas tardes amigos.
Quiero compartir algunas cosas ahora que me han soltado. Lograr
mi libertad como dádiva, condicional, no es libertad. Se me libera luego
de más de 4 meses de pesadilla.
Tiempo en el que me hice más firme, forje más mi carácter y me hice
más venezolana. Sentir tanta injusticia nos fortalece y nos compromete

-74-
Carlos Javier Arencibia

aún más. Pero mi libertad, mientras cientos de estudiantes, jóvenes y per-


sonas de la sociedad civil sigan encarcelados o con procesos abiertos que
prácticamente los colocan en una prisión ambulante, y sobre todo mientras
Leopoldo López continúe preso, no es siquiera condicional. Mucho menos
es libertad cuando te hipotecan tu futuro, te privan de construir un mundo
mejor y soñar un país diferente. ESO NO ES LIBERTAD.
Durante mi encarcelamiento injusto aprendí mucho del sacrificio y de
la entrega, pero aprendí sobre todo de la solidaridad, de esa solidaridad
que nos dieron los compañeros del Foro Penal Venezolano y la Red Legal
de la UCV, la solidaridad de los compañeros de la Plaza de la Resisten-
cia, estudiantes de diferentes universidades, profesores, de mi familia,
de mi partido Bandera Roja y de todo el pueblo venezolano que estuvo
tan pendiente de nuestro caso. Aprendí de la solidaridad de nuevos com-
pañeros, que estuvieron de cerca luchando por mi libertad hoy circuns-
tancial. Me motivó la indignación que produce ver lágrimas en la cara de
mis familiares y de los del resto de los detenidos. Siempre nos motivó,
en el tiempo que estuvimos recluidos en el Sebin y en cada traslado al
palacio de justicia, cuando veíamos en la cara de algún funcionario in-
dignación y pena al no estar de acuerdo con lo que estaba pasando.
Me mantengo firme en la disposición de unificar las corrientes demo-
cráticas de la UCV, a los grupos y movimientos estudiantiles del país
con el objetivo de rescatar el gremio estudiantil y colocarlo al servicio
del país, de los estudiantes y de nuestra amada Venezuela. Seguiré
pensando desde cada materia, cada seminario y cada foro cómo crear
un país lleno de desarrollo, progreso y bienestar. Porque ha surgido
una nueva generación que, al estudiar, no lo hará por el beneficio per-
sonal que eso le pueda aportar, sino por el aporte que podamos hacer
para construir un país mejor. Una generación que estudiará para el
beneficio del pueblo y no para favorecer solo a cúpulas o élites.
Hoy debo decir que tengo una venganza pendiente con mis carce-
leros; la venganza de regresarles una Venezuela Libre, soberana y
democrática en la que sus hijos no sean encarcelados por pensar dis-
tinto. Esa es la venganza que les prometo, señores del poder, señores
carceleros, una Venezuela nueva.
En los próximos días deberé dedicar un tiempo a mi familia. Pero in-
mediatamente me verán en la construcción del cambio, porque los más
de 45 asesinados que han quedado en el camino, no van a ser en vano.
Venezuela, cuenta conmigo, yo no lucho por mi libertad solamente,
yo lucho por ti. Nuevamente, gracias.
Sairam Rivas
19/09/2014

-75-
Testimonios de la Represión

Honor al heroísmo anónimo


El primo de una amiga
Carece de certeza incluso su apellido. Algunos dicen que Castro,
otros que Pérez. Es el primo de una amiga y tiene más de 6 meses
preso. Su caso es desconocido hasta para familiares y amigos. Solo
el núcleo más cercano tiene precisión, pero se niegan a hacer pública
la situación. Así lo sugieren quienes asumieron la defensa. Desde un
principio negaron la ayuda del Foro Penal Venezolano, por lo que tuvie-
ron defensa pública al iniciarse el proceso, luego contrataron abogados
de un bufete privado. Un caso político tratando de llevarse sin acciones
políticas de oposición lleva a que permanezca lento y en el anonimato.
Gerente de un hotel en Altamira, baja todos los días a fumarse un
cigarro y ver las confrontaciones entre estudiantes y fuerzas de re-
presión del Estado. Es un “break” entre el no hacer nada porque son
pocos los huéspedes en una “zona de combate”. Uno de esos días Jai-
me, uno de los botones, decide no acompañarlo porque trata de dejar
el tabaco. Es 8 de marzo. Por primera vez la GNB logra superar las
barreras de los protestantes y perseguirlos en motos sin que puedan
defenderse con contundencia. Están encerrados. Ve como se llevan a
muchos jóvenes y corre hacia el hotel. Es una zona de relativo confort.
A pesar de que solo debe cruzar una calle y bajar media cuadra, no
le da tiempo. Es capturado por dos guardias a bordo de una moto,
quienes lo someten y se lo llevan haciendo caso omiso a sus verdades:
“no estaba metido en ese peo, trabajo en el hotel y bajé a ver la vaina”.
Es llevado a un comando improvisado instalado en la avenida
Francisco de Miranda, donde logra demostrar que no forma parte de
la protesta. Uno de los superiores le dice: “no vale, este es un gue-
vón. Lo que está es cagao. Hagan que no se le olvide esto para que
no invente más adelante y déjenlo que se vaya”. Recibe una paliza
enrollado en un colchón de goma espuma. Mientras le pegan se ríen,
“gozan una bola”. En todo este rato su trato hacia los funcionarios
ha sido respetuoso. Tiene amigos y familiares militares. Consideraba
que hacían su trabajo y eran “los guarimberos” quienes provocaban
la violencia. Ni siquiera habla, está en estado de shock. Los mismos
verdugos lo llevan de regreso al hotel.
Este suceso cambiará su vida. Muere la indiferencia hacia la re-
belión democrática. Quiere ser protagonista. Quizá la negligencia y
maltrato de los funcionarios castrenses propugnó reflexiones sobre
la situación país. Tal vez buscaba una venganza personal hacia quie-
nes lo humillaron. Cualquiera sea el caso, ya no baja a fumar y ver
confrontaciones. En su defecto, espera salir del trabajo para sumarse
a las barricadas.
-76-
Carlos Javier Arencibia

Es inexperto. A sus 35 años nunca tiró una piedra. De niño prac-


ticaba natación y era el aplicado del salón. Se graduó a los 22 años
de licenciado en Administración, mención Recursos Humanos. No
aprendió a lanzar o atajar. Aun así, considera que puede contribuir
en lo que ve como la vía con mejor cauce para un cambio político en
Venezuela. Es un amante de la paz. Solo su prima sabe lo que hace
al salir del trabajo, ni siquiera lo comenta con su esposa e hijos. De-
fine las barricadas como mecanismos de defensa pacífica y forma de
bloquear el sistema para reorientar el orden de las cosas.
La experiencia de rebeldía dura poco. Solo una semana después de la
primera detención es atrapado en acción y apresado. Llama a su prima.
Pide que no diga nada a la familia, a quien llamará posteriormente para
informarle sobre un supuesto viaje de formación a otro hotel de la cade-
na. Quiere ahorrarles la angustia, sobre todo a sus hijos. Desobedece la
sugerencia y toda la familia se entera, aunque poco se involucra. Por la
vía de los hechos, el detenido logra zafarse de la cercanía de los suyos.
Solo esposa, hijos y abogados pueden acercársele. La desobediencia con-
vierte a la prima en persona non grata. Con semejante “perfil terrorista”,
solicitan privativa de libertad antes de cumplirse los primeros 45 días.
Es enviado al penal Rodeo II. Le acusan de agavillamiento, incitación a
delinquir, incendio público y terrorismo.
Forma parte de la estadística de detenidos cuantificada por el
FPV, pero prácticamente nadie sabe de él. Es su decisión, la cual
probablemente ha facilitado el hecho de permanecer preso. Deslin-
darse de su condición de preso político lo convierte, para el Estado
y por convicción, en un común privado de libertad. Para la opinión
pública es solo un número, sin inocencia o culpa. Lo que no se co-
munica, no existe.
Como “Castro Pérez”, miles de venezolanos fueron héroes anó-
nimos de la rebelión democrática. Sacrificaron su tranquilidad, fa-
milia, trabajo y la propia vida con el motivo siempre convergente de
unas mejores condiciones de existencia. El anonimato puede ser por
escogencia o circunstancia, a todos ellos el mensaje de gratificación.
Su esfuerzo espontáneo es evidencia de un pueblo inconforme que
no pierde su arrojo ante el terror y la violación de derechos huma-
nos: ¡Sientan orgullo por lo que hicieron, siéntanse héroes porque lo
son! Goliat tembló porque el rugido de los sin nombre fue más fuerte
que el temor de los reconocidos. Formaron parte de una genuina re-
belión, y eso no es una obra de arte, mucho menos cuando enfrente
de las mayorías protestantes está un aparataje represivo presto a
defender a los usufructuarios actuales del poder hasta las últimas
consecuencias, incluso, el asesinato de inocentes, y lo demostraron
con las 43 personas cuyas muertes exponemos a continuación.
-77-
43 epitafios: Prohibido olvidar
Historia de los fallecidos

12 de febrero
1.- Bassil Alejandro Da Costa (24 años, Caracas).
Este joven carpintero de Guatire salió a su primera manifestación
y, sin pensarlo, se convirtió en la chispa e imagen de una rebelión
democrática protagonizada por un pueblo que lo sintió hijo de todas
las madres. Hasta los más pintados lloraron al ver el video de su trá-
gico asesinato. La impotencia se transformó en valentía para salir y
defender la causa de los jóvenes y estudiantes por un cambio político
definitivo en Venezuela.
Sucedió en la esquina de Tracabordo en La Candelaria, Caracas,
entre las 3:13 y 3:17 minutos de la tarde. Recibió un tiro en la par-
te de atrás de la cabeza mientras huía de la cobarde arremetida a
disparos de funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Na-
cional (Sebin) contra él y otros cientos de manifestantes indefensos.
Responder piedras con balas es un acto de cobardía.
Cayó muerto en el acto. Eso no detuvo la solidaridad de sus com-
pañeros para levantarlo y llevarlo en una moto al hospital más cerca-
no con la esperanza de salvar su vida.
Un día antes, el 11 de febrero a las 6:40 pm colocó en su cuenta de
Facebook: “Bueno señores, este que está aquí sale a marchar mañana
sin miedo a nada con la esperanza de encontrar un mejor futuro”. Bassil
era el único hijo varón y fuente de todos los ingresos de la familia. Su ma-
dre y dos hermanas quedaron desamparadas después de su homicidio.
Por el hecho fueron acusados 8 funcionarios: 6 del Sebin: José Per-
domo Camacho (autor material), Manuel Pérez, Edgardo Lara Gómez,
Héctor Rodríguez, Jimmy Sáez, y Josner Márquez; uno de la PNB:
Andry Jaspe; y un sargento del Ejército: Jonathan Rodríguez. Todos
están libres.
Perdomo Camacho se exculpó de los hechos a pesar de los videos
que lo muestran disparando en el mismo espacio y tiempo que cae
Da Costa. “Llegué cuando ya estaba muerto”, dijo.
Del hecho existe evidencia suficiente: al menos tres videos desde
distintos ángulos y unas 150 fotos. Difícilmente el asesino pueda sal-
varse de la cárcel, pero hay varias preguntas que sugiere un colum-

-78-
Carlos Javier Arencibia

nista del diario El Nacional pocos días después del hecho y cuya res-
puesta no existe:
“¿Qué hacían esos funcionarios y escoltas en la calle en ese sitio de
la ciudad? ¿Quién fue el superior que les ordenó estar ahí? ¿Acaso el
Sebin tiene funciones de orden público? ¿Cómo es posible que funcio-
narios curtidos y entrenados sacaran sus armas de fuego y dispara-
ran, no al aire para asustar o amedrentar, sino horizontalmente, para
herir y matar? ¿En qué manual o procedimiento del Sebin se dice que
los agentes pueden disparar a matar porque los insultan, les lanzan
piedras o puedan quitarles una moto? Cuando cae Bassil Da Costa,
los muchachos corrían en desbandada, ya ni siquiera existía un aso-
mo de amenaza contra los funcionarios…”.
En cualquier caso, ese muchacho de camisa y pantalón negro
nunca saldrá de la mente de quienes vivieron este momento históri-
co. Su legado no se olvidará, la historia le dará la razón y en el futuro
se hablará de él como lo que fue: un valiente.

2.- Juan Carlos Montoya (40 años, Caracas).


Mejor conocido como “Juancho”, era un dirigente comunitario del
barrio 23 de enero, en el oeste de Caracas. Estrechamente vinculado
al madurismo, lideraba el Secretariado Revolucionario de Venezuela,
que agrupa 107 colectivos del Área Metropolitana. Era la cara visible
de los colectivos unidos al desarme propuesto por el Ejecutivo Na-
cional en el marco de la “Gran Misión A Toda Vida Venezuela”. Cae
en la avenida Sur 11 de La Candelaria tras recibir un disparo en la
cara durante los sucesos acontecidos el 12 de febrero al terminar la
marcha por el Día de la Juventud.
Su asesinato se atribuye a funcionarios del Servicio Bolivariano de
Inteligencia Nacional (Sebin), quienes fueron filmados y fotografiados
disparando a mansalva en la zona. Sin embargo, no han sido imputados
por el caso pues se mantienen las investigaciones. Este hecho provoca la
destitución del general Manuel Bernal de la dirección del Sebin.
Montoya tenía un expediente abierto en la Fiscalía por su presunta
participación en la explosión registrada en 2008 a la sede de Fedecáma-
ras, donde perdió la vida Héctor Serrano (44), quien lo acompañaba. El
juicio por este hecho nunca concluyó, por lo que no hay responsabili-
dades por el caso. Para el momento, pertenecía a la Policía de Caracas.
Al detenerlo, varios cuerpos de seguridad tomaron el 23 de enero,
lo que provocó un “paro popular” en el sector que presionó hasta su
liberación. Según él mismo lo describió, su trabajo era ideológico y
comunitario en pro de su colectivo.
-79-
Testimonios de la Represión

Estaba de acuerdo en que los colectivos se convirtiesen en mili-


cias, con el fin de legitimar el uso de las armas para “defender nues-
tro proyecto y nuestro país”.
El caso fue opacado por el asesinato de Bassil Da Costa, el cual se
grabó en video y fue difundido casi inmediatamente por las redes so-
ciales. Además, se mantiene bajo la lupa suspicaz de por qué fuerzas
represivas del régimen asesinan a un ferviente partidario de sus filas.

3.- Robert Redman (31 años, Caracas).


Su usuario en la red social Twitter precisa lo profundamente opo-
sitor al régimen de Nicolás Maduro que es Robert Redman: @Escuali-
doReload. Horas antes de su asesinato escribe: “Hoy me pegaron una
pedrada en la espalda, un cascazo por la nariz, tragué bomba lacrimó-
gena, cargué al chamo que falleció, ¿y tú qué hiciste?”. Y a solo minu-
tos de recibir un balazo en la frente por sujetos desconocidos coloca:
“Al momento, herido en antebrazo de perdigón de plomo en Chacao”.
Es la tercera persona asesinada. Acaba de graduarse como piloto
privado. Quienes lo conocieron le describen como valiente, arrojado
y testarudo. Siempre en la vanguardia, siempre quería ir hacia ade-
lante. No hay duda que le puso el pecho a Venezuela, sobre todo ese
12 de febrero cuando regresa de la marcha ya con la noticia de la
muerte de “Juancho” y Bassil, a este último lo cargó en sus brazos,
y se lanza a las calles de Chacao para seguir la protesta. Específica-
mente en la avenida Uslar Pietri, muy cerca de la canchita que está
en la subida al Centro Comercial San Ignacio, lo alcanza una moto
de alta cilindrada que se le detiene enfrente y el parrillero le dispara
en la frente a quemarropa.
Robert cae asesinado con la misma gorra negra hacia atrás y el
estandarte nacional en el cuello a manera de pañoleta que todos
los venezolanos ven en las cientos de fotos captadas durante el ho-
micidio de Bassil. El presidente Nicolás Maduro esa misma noche
se adelanta a cualquier investigación y lanza la tesis, al parecer sin
pensarla mucho, de que pudiera tratarse de sicariato. Testigos del
hecho aseguran que luego de matar a Redman el pistolero disparó a
mansalva, hiriendo levemente con un balazo rasante a una mucha-
cha que manifestaba en la zona.
Sobre este hecho no existen detenidos y se desconoce el avance
de las investigaciones. Todo apunta a que el 90% de impunidad que
existe en el país, según el Observatorio de la Violencia y otras Organi-
zaciones No Gubernamentales (ONG´S), tiene este caso en sus fauces
y procederá a tragárselo.

-80-
Carlos Javier Arencibia

17 de febrero
4.- José Ernesto Méndez (17 años, Carúpano).
En estos tiempos buscar límites a la locura puede volverte loco. Es
una actividad infructuosa. Las miserias de la Edad Media vuelven,
solo que el protectorado no lo ejerce la iglesia sino el gobierno. Se
trata de un resguardo ubicuo que tiene como características princi-
pales el tráfico de influencias y la impunidad. Es por ello que tener
un carnet de cualquier ente del Estado puede ser un salvoconducto
para hacer lo que te dé la gana.
Así pensó un empleado de Pdvsa en Carúpano cuando manejaba
su Ford Runner por la avenida Perimetral de la ciudad y aceleró con-
tra personas desarmadas que trancaban una calle en protesta contra
el régimen, asesinando al menor José Ernesto Méndez debido a un
fuerte trauma en la cabeza al ser atropellado, y fracturando ambas
piernas a una muchacha sin identificar.

19 de febrero
5.- Génesis Carmona (22 años, Valencia).
Si hay algo que sensibiliza al pueblo venezolano, son los sucesos
protagonizados por personas ligadas al mundo del espectáculo. Así
pasó con el abominable asesinato de la actriz Monica Spear y su
esposo, y se repitió con el asesinato de Miss Turismo 2013, Génesis
Carmona, mientras protestaba en la avenida Cedeño de Valencia,
estado Carabobo.
Su muerte se sintió profundamente en el colectivo opositor. La
gente se abalanzó a las calles para rechazarla. Se unió a Bassil y Ro-
bert como íconos heroicos de la rebelión democrática.
Era mediodía del martes 18 de febrero. La protesta se desarrolla
pacíficamente. Es una marcha que se dirige desde la zona en que la
asesinan hacia la Plaza de Toros Monumental, pero no la dejaron ni
arrancar. Grupos parapoliciales arremeten a tiros contra la manifes-
tación, hiriendo de gravedad a la modelo con una bala en la cabeza,
específicamente en la región occipital, y alcanzando a 7 personas
más en zonas menos fatales.
Pese a la rapidez con que fue trasladada en una moto a la Unidad
de Cuidados Intensivos del Centro Médico Dr. Rafael Guerra Méndez,
a las 12:15pm del día siguiente, 19 de febrero, se confirma su deceso.
Carmona estudiaba décimo semestre de Ciencias Sociales, mención
Mercadeo, en la Universidad Tecnológica del Centro de Valencia (Unitec).

-81-
Testimonios de la Represión

El día anterior, Francisco Ameliach, gobernador del estado, llamó


por Twitter a las unidades de batalla Bolívar- Chávez a propiciar el
enfrentamiento. Los instó a prepararse para el “contraataque ful-
minante” contra los “fascistas”. En el mismo mensaje les pide que
esperen la orden del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado
Cabello, quien “dará la orden”. Señaló además que Pablo Aure, secre-
tario de la Universidad de Carabobo, «dirige ataque contra nuestra
gloriosa Fuerza Armada Nacional Bolivariana».
Nunca se investigó la responsabilidad de Ameliach sobre estos su-
cesos que, sin duda alguna, instigó.

6.- Luzmila Petit de Colina (70 años, Caracas).


Barricadas colocadas en El Paraíso obstaculizan el tránsito. La se-
ñora Luzmila Petit de Colina necesita atención médica urgente debi-
do a una hipertensión arterial. Su hija, Llafrancis Colina, moderado-
ra del programa promadurista Zurda Konducta (ZK) en Venezolana
de Televisión, es quien la traslada.
Se desconoce si los manifestantes dejaron las barricadas puestas
y huyeron, o si fueron irracionales al evitar el paso de personas con
una emergencia. Cualquiera sea el caso, una venezolana de la terce-
ra edad murió por no llegar a tiempo al médico.

7.- Julio Eduardo González Pinto (25 años, Valencia).


En varios lugares del país, las barricadas nocturnas sin precisar
con una distancia importante su existencia a los vehículos, causaron
accidentes, en algunos casos fatales.
Así le pasó a Julio Eduardo González, fiscal auxiliar tercero de Ca-
rabobo, quien estrelló su carro contra un árbol al intentar esquivar
los obstáculos colocados en la avenida Cuatricentenaria, Valencia.

8.- Delia Elena Lobo (37 años, Mérida).


Una trampa de alambres de púas atrapó la moto en la cual viajaba
por la avenida Las Américas de Mérida. Son las 9 de la noche y ve
el enrejado mortal cuando ya no hay oportunidad de detenerse. Se
trata de la primera víctima fatal en la entidad.
El gobernador del estado, Alexis Ramírez, calificó la acción como
fascista y tomó por varios días la zona con un contingente que superó
los 100 efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).

-82-
Carlos Javier Arencibia

20 de febrero
9.- Arturo Alexis Martínez (59 años, Barquisimeto).
Existen dos versiones sobre el asesinato de Arturo Alexis Martínez,
hermano del diputado madurista a la Asamblea Nacional, Francisco
Martínez. La primera, sugerida por el presidente Nicolás Maduro mi-
nutos después del suceso, afirma que le dispararon desde uno de los
edificios del Club Hípico Las Trinitarias cuando retiraba una barrica-
da; la segunda es una testigo del hecho quien asegura que desde su
apartamento observó que el occiso no retiraba barricadas, sino que
caminaba por la zona y cayó justo al detenerse en un semáforo.
«Gritaron que había un muerto y en los videos se nota que el señor
Alexis Martínez iba después del colectivo. Caminó hacia el semáforo
y cayó; eso nos dice que no fue desde el edificio como aseveran las
autoridades. Él no se bajó de ningún carro. Un vecino me cuenta que
cayó a los pies de un militar por lo cual lo auxiliaron. En eso pasó un
Corsa dorado el cual pararon pero al ver a toda esa gente siguió pen-
sando que lo iban a robar. Luego lo montaron en una moto hasta el
Hospital Militar. Él no estaba recogiendo ningunos escombros. Como
a las 4:00 de esa tarde llegó una tanqueta del Ejército, a su lado iban
tres soldados de cada lado y detrás motos. Al pasar por la calle del
Club Hípico Las Trinitarias comenzaron a disparar y siguieron su
camino hasta la urbanización Río Lama”, relató la vecina.
Tras la aseveración del primer mandatario nacional, grupos arma-
dos parapoliciales hostigaron por varios días a los habitantes del sec-
tor en busca de una presunta venganza. En una de las arremetidas,
lanzaron bombas molotov contra el carro de un joven que llegaba a
su casa. Le gritaron: “cómprate otro, sifrinito”.

21 de febrero
10.- Elvis Rafael Durán De La Rosa (29 años, Caracas).
Como dementes, calificó el padre de Elvis Rafael Durán De La Rosa
a los manifestantes que mantenían trancada la avenida Rómulo Ga-
llegos a la altura de la urbanización Horizonte y colocaron una guaya
que mató a su hijo cuanto intentó pasar con su moto.
Se dirigía a su casa en el barrio 24 de julio de Petare luego de un día de
trabajo como almacenista en el automercado Excelsior Gama de Boleíta.
Este tipo de dispositivos fueron aplicados con el argumento de im-
pedir el acceso a motorizados hostiles hacia las zonas de barricadas
opositoras. Sin embargo, este joven trabajador fue quien pagó las
consecuencias.
-83-
Testimonios de la Represión

Varios medios de comunicación reseñaron que fue degollado y que


se trató de un presunto miembro de colectivos armados. Ninguna de
las afirmaciones es cierta. La guaya le dio justo en el pecho hacién-
dolo caer de la moto con fuerza contra el pavimento. La contusión en
la cabeza le causó la muerte.
Los manifestantes se encontraban de cada lado de la calle y huye-
ron despavoridos al ver lo sucedido.

22 de febrero
11.- Geraldine Moreno (23 años, Naguanagua).
Geraldine es la cuarta representante heroica del movimiento es-
tudiantil. Su muerte es una de las más trágicas por tratarse de un
ajusticiamiento con perdigones de hierro, lo que supone sufrimiento
intenso antes de morir.
8:00 pm. Junto a cuatro amigos observa una barricada en la es-
quina de su casa en el sector Tazajal del municipio Naguanagua,
estado Carabobo. De pronto, llegan 6 motos de la GNB disparando.
No les da chance de entrar a la vivienda, por lo que corren. Ella voltea
para ver qué tan lejos se encuentran los efectivos y es alcanzada por
perdigones en el rostro. Esto le causa heridas menores. Sin embargo,
cae pecho en tierra y voltea nuevamente para divisar si la alcanza-
ron, expone completamente su cara y le disparan a quemarropa. Los
perdigones no son plásticos, sino de hierro.
La estudiante del quinto semestre de Citotecnología en la Univer-
sidad Arturo Michelena es trasladada al Hospital Metropolitano del
Norte, donde es operada en un par de ocasiones. La primera inter-
vención reduce la hemorragia interna y hay esperanzas de que sobre-
viva aunque la vista ya está perdida; pero la segunda, realizada por
un neurocirujano, acaba con cualquier expectativa de vida cuando
al abrir encuentra un cartucho completo de perdigones dentro del
sistema ocular y el cerebro de Geraldine.
La mitad del cerebro se desprendió ante la onda expansiva de los perdi-
gones que tenía adentro. Se trata de una fractura en toda la parte orbitaria,
desprendimiento del globo ocular derecho y lesión total del cerebro.
Moreno formó parte de la selección de futbol de sala de Carabobo
desde 2003 hasta 2007, y ahora representaba a la universidad en
competencias nacionales como los Juvines.
Rosa Orozco, su madre, se convertirá en una de las más importan-
tes activistas pro derechos humanos en el país durante el proceso de
rebelión democrática y aun después.
-84-
Carlos Javier Arencibia

El sargento segundo de la GNB, Albín Bonilla Rojas, fue acusado


por el Ministerio Público como responsable de la muerte de Geral-
dine. Los fiscales lo señalaron como autor material en el delito de
homicidio calificado con alevosía por motivos fútiles.
La nota de prensa de la institución expresa textualmente:
“… fue acusado por quebrantamiento de pactos y convenios interna-
cionales, uso indebido de arma orgánica y trato cruel en grado de com-
plicidad correspectiva en perjuicio de otro ciudadano, quien ese mismo
día resultó herido por perdigones. En el escrito presentado ante el Tribu-
nal 3º de Control de Carabobo, solicitaron la admisión de la acusación,
el enjuiciamiento del efectivo castrense y que se mantenga la medida
privativa de libertad contra Bonilla Rojas, quien se encuentra recluido
en el Destacamento Nº 25 de la GNB, ubicado en ese estado”.
Por su parte, otros 25 funcionarios que participaron de la represión
fueron liberados, varios de ellos con medidas cautelares mínimas.

23 de febrero
12.- Alejandro Márquez (43 años, Caracas).
El ingeniero en sistemas es el primer fallecido por tortura directa.
Graba una protesta en la esquina de Candilito, La Candelaria, Ca-
racas, cuando varios guardias nacionales le piden que entregue su
teléfono. Asustado, corre. Le disparan varias veces, pero fallan. En
la huida, cae y se golpea la cabeza. Una vez en el piso, es agredido
brutalmente por los uniformados, quienes se llevan el teléfono. Todo
queda grabado en un video aficionado.
Esto ocurre el 19 de febrero. Sufrió politraumatismo generalizado.
Es trasladado al Hospital Vargas, pero no hay capacidad para aten-
derlo, por lo que es “ruleteado” al Centro Médico Docente La Trini-
dad, donde fallece el día 23 de febrero.
El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, lo calificó
de formar parte de un plan para asesinar al presidente Nicolás Madu-
ro. A su juicio, lo mató la oposición por no “haber cumplido el trabajo”.
“A ese señor lo mataron sus propios compañeros (...) Recibía en-
trenamiento paramilitar “, dijo al mostrar unas fotos de un hombre
vestido con un uniforme militar y con armamento de guerra. En efec-
to es Alejandro, pero no recibiendo entrenamiento terrorista, sino
practicando airsoft, un deporte similar al paintball.
Tenía dos hijos. Sus vecinos lo describen como una persona “que-
rendona y luchadora”. Pocos días después, se iba del país a Alemania

-85-
Testimonios de la Represión

por una oferta de trabajo. Era reconocido por su capacidad profesio-


nal en su ámbito de trabajo.
Son 7 los oficiales de la Guardia del Pueblo involucrados en su
muerte. No hay mayor información sobre el proceso investigativo.

24 de febrero
13.- Willmer Carballo Amaya (43 años, Cagua).
Solo quedó la gorra tricolor con orificio de salida en una de las estre-
llas. Desde bien temprano Wilmer Juan Carballo, mejor conocido como
Jhonny, protesta en las adyacencias de su hogar en Corinsa, Cagua, es-
tado Aragua. De un momento a otro, queda atrapado entre un numeroso
grupo de motorizados oficialistas que pasan por la zona disparando. Está
en la línea de fuego y es alcanzado por un proyectil que le quita la vida.
Carballo fue llevado al Centro Médico Cagua, donde confirmaron
su fallecimiento.
Deja viuda y dos hijos, uno de 17 años que estudia en el exterior y
otro de 10. Era comerciante y formaba parte de la comunidad Cana-
ria de la ciudad, así como de la Cofradía La Candelaria, que se ocupa
de cuidar bienes religiosos.

14.- Jimmy Vargas (34 años, Pueblo Nuevo).


Manifestaba en su casa ubicada en Residencias Camino Real,
Pueblo Nuevo, estado Táchira. Un guardia nacional se le acerca y
le dispara un perdigonazo en el rostro, lo que produce una caída de
alrededor de 5 metros desde la platabanda de su hogar. Es el primer
fallecido en el estado Táchira.
El gobernador José Gregorio Vielma Mora aseguró esa misma maña-
na en Unión Radio que en su estado no había muertos porque ordenó
no ejercer la fuerza contra los estudiantes, razón por la cual lo llamaron
“cobarde y sin pantalones” dentro de las propias filas maduristas.
Por el caso no hubo investigaciones. El Ministerio Público deses-
timó las heridas por perdigón de Vargas y determinó una supuesta
caída accidental.

15.-Antonio José Valbuena Morales (32 años, Maracaibo)


Este caso se cuenta por haber estado en una manifestación de
carácter político, aunque el móvil del asesinato es el robo.

-86-
Carlos Javier Arencibia

Valbuena salió junto con otros 80 motorizados a retirar las ba-


rricadas del bando opositor colocadas en buena parte de la ciudad,
cuando en un callejón del barrio Francisco de Miranda, específica-
mente en la calle 79C, a dos cuadras del Centro Comercial Galerías
Mall, un sujeto encapuchado irrumpe y sin mediar palabras le dispa-
ra en la cabeza y se lleva el vehículo.
Deja 5 hijos de 1, 2, 4, 6 y 10 años de edad. Era mototaxista desde ha-
cía un año. Apenas una semana antes había comprado su moto nueva.

16.-Joan Quintero (33 años, El Limón).


El hecho nunca quedó claro. Son las 10 de la mañana. La situación
es de saqueo en el automercado Súper Líder de El Limón, estado Ara-
gua. Al intentar ingresar, un grupo de sujetos desconocidos le propi-
nan 12 impactos de bala en distintas partes del cuerpo.
Quintero habitaba en Mariara y estaba con un familiar al momen-
to del suceso. La hipótesis del CICPC es el ajuste de cuentas.

25 de febrero
17.- Eduardo Anzola (29 años, Valencia).
Son tiempos de conflictividad. Carabobo es uno de los estados con
mayor beligerancia entre venezolanos. La mayoría de los enfrenta-
mientos son entre opositores y colectivos maduristas, a diferencia
de la mayoría de estados del país donde la GNB y policías tienen un
papel más protagónico.
En ese ambiente, los vecinos de la avenida Michelena de Valencia,
deciden colocar barricadas. Mala suerte para Eduardo Anzola, quien
no tiene nada que ver con los sucesos y pasa por la zona con su moto
el 25 de febrero alrededor de las 9 de la noche, pierde el control al
pisar piedras y palos, cayó y falleció instantáneamente.
La zona no tenía alumbrado público, lo que pudo influir en el
deceso.

27 de febrero
18.- María Julieta Heredia (89 años, Yaracuy).
Un ataque cardíaco, presuntamente causado por la presión genera-
da durante un cacerolazo frente a su casa, acabó con la vida de María
Julieta Heredia, madre del gobernador de Yaracuy, Julio León Heredia.

-87-
Testimonios de la Represión

Al día siguiente el presidente de la República lamentó el falleci-


miento, pero pocas fueron las acciones de solidaridad. Se limitó a
repudiar supuestos asedios a casas de funcionarios públicos.

28 de febrero
19.- Giovanni Pantoja (29 años, Valencia).
Funcionario de la GNB, cayó muerto tras recibir un disparo en el
ojo cuando removía escombros y se enfrentaba con manifestantes en
la Urbanización El Trigal, Valencia, estado Carabobo.
Fuentes oficiales aseguran que fue “emboscado” y que se trató
de “francotiradores”, mientras que extraoficialmente se conoció que
hubo un enfrentamiento a balas. La Fiscalía de la República no hizo
públicos los resultados de las investigaciones.

3 de marzo
20.- Deivis Durán Useche (31 años, Caracas).
Se dirigía a su casa en Petare luego de compartir con unos amigos
en la avenida Libertador. Intentó frenar al ver que la tapa de una
alcantarilla en la autopista Francisco Fajardo a la altura del distri-
buidor Altamira había sido retirada por manifestantes, pero no le dio
tiempo. Voló varios metros e impactó directamente con la cabeza en
el suelo, muriendo de manera instantánea.
Deivis Durán Useche era mototaxista. Trabajaba en la Cooperativa
de Mototaxis La Castellana. Dejó dos niños.

5 de marzo
21.- Luis Gutiérrez Camargo (26 años, Rubio).
Frenó bruscamente al estar a solo metros de una barricada y
salió catapultado de su carro impactando contra el pavimento en
Rubio, estado Táchira. Intentó esquivarla, pero era demasiado tar-
de. Fue ubicada en una zona donde no era posible visualizarla a
una distancia suficiente para detener el vehículo que, al no tener
conductor, siguió y se estrelló contra un poste quedando totalmente
destruido.
Luis Gutiérrez Camargo, era estudiante de Agropecuaria en la
Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel) y regresaba
de compartir con un grupo de amistades.

-88-
Carlos Javier Arencibia

6 de marzo
22.- José Gregorio Amaris Castillo (25 años, Caracas).
Junto a un grupo de colegas motorizados afectos al madurismo,
José Gregorio Amaris llegó a la calle B de Los Ruices para destruir las
barricadas colocadas desde hacía días por manifestantes opositores,
pero encontró una respuesta contundente por parte de los vecinos.
Hubo una fuerte balacera. La GNB intentó controlar la situación,
pero empeoró.
Amaris fue herido en la parte inferior del cuello, por lo que lo tras-
ladaron a un centro asistencial donde murió horas más tarde.
El conflicto fue confuso. Dos carros fueron quemados, hubo cua-
tro heridos y fallecidos. Por televisión nacional se transmitían imáge-
nes sin mayor sentido. Los reporteros no conseguían qué decir ni a
quién entrevistar. Una periodista colombiana entrevista a un miem-
bro de colectivo motorizado, a quien se recuerda por su respuesta:
“Estamos aquí pol… pol… pol… la réplica de los fascistas”.
Dos policías fueron imputados por golpear salvajemente a un jo-
ven. Las cámaras los capturaron.

23.- Acner Isaac López Lyon (22 años, Caracas).


Funcionario de la GNB, se encontraba en medio del combate su-
cedido en la calle B de Los Ruices, en el Este de Caracas, cuando re-
cibió un disparo en la espalda. No se sabe de dónde vino el proyectil.
Vecinos aseguran que murió de un disparo en la espalda, mientras
que el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, asegu-
ró en su cuenta de Twitter que fue en la cabeza por el disparo de un
francotirador.
Acner López era sargento segundo adscrito al Regimiento de Se-
guridad Urbana de la GNB.
Los vecinos reportaron que en varias ocasiones llamaron a la Po-
licía de Sucre cuando aun no se iniciaba el enfrentamiento, pero
nunca se envió una comisión al lugar.

9 de marzo
24.- Giselle Rubilar (47 años, Mérida).
Chilena. Militante de la izquierda en su país y del madurismo en
Venezuela, decidió quitar unas barricadas ubicadas en un sector cer-
cano a su residencia en la avenida Los Próceres, estado Mérida. Una

-89-
Testimonios de la Represión

bala fantasma le atravesó el ojo izquierdo, causándole la muerte 24


horas más tarde.
Ante ello, el presidente Maduro señala que se trató de un grupo
de motorizados afectos a la oposición, lo cual fue desmentido, sin
demasiada claridad tampoco, por el hijo de la víctima quien aseguró
“parece ser que los motorizados no tuvieron nada que ver”.
El canciller chileno, Alfredo Moreno, exigió una investigación al
gobierno venezolano y describió: “había aparentemente una barrica-
da donde ella vivía, y allí habría recibido un impacto de bala que le
provocó su muerte, pero otros antecedentes como por qué estaba allí
y quien disparó no lo sabemos”.
Sus padres pertenecieron al partido Unidad Popular del histórico
dirigente revolucionario Salvador Allende, y se dedican a impartir
clases en el núcleo de la Universidad de los Andes Rafael Rangel,
ubicado en el estado Trujillo.
Los medios de comunicación reseñan que ese día, además de Gi-
selle, también ingresaron al recinto hospitalario José Rincón, de 51
años “por presentar herida por arma de fuego en el antebrazo izquier-
do y heridas a nivel craneal por supuestos objetos contundentes”,
y Javier Osuna, de 39, “por presentar herida por arma de fuego en
miembro superior derecho al nivel de la mano con orificio de entrada
y salida”.
Pasó su infancia en Venezuela, luego se fue 12 años a Chile y re-
tornó nuevamente al país que la vio fallecer. Madre de 4 hijos, expre-
só en uno de sus mensajes en la red social Twitter “para qué vivir si
no es para amar y luchar por la libertad”.

10 de marzo
25.- Daniel Tinoco (24 años, San Cristóbal).
Alrededor de un mes tenían en la carrera 17, entre la avenida
Carabobo y la calle 16, con barricadas inexpugnables. Incluso ese
día no pudieron pasarlas por completo. A las 11 de la noche más
de 10 sujetos, presuntamente pertenecientes a colectivos armados
pero que los vecinos describen como funcionarios de seguridad del
Estado, portando armas largas y cortas llegan al lugar en sendas ca-
mionetas D-Max blancas, se bajan y disparan a mansalva contra los
manifestantes. Daniel Tinoco, cae de un balazo en el pecho y muere
minutos después.
Ese fue su segundo ataque, pues venían de ser repelidos por pie-
dras y morteros unas cuadras más abajo media hora antes.
-90-
Carlos Javier Arencibia

Era estudiante de Ingeniería Mecánica de la Universidad Nacional


Experimental del Táchira (UNET). El ataque duró aproximadamente
4 minutos.
Natural de Táriba, tenía su domicilio en la calle 15, con carrera
12 de La Romera, muy cerca de donde lo asesinaron.
En el mismo hecho resultaron heridos Nelson Salas, Ángelo Var-
gas, William Lizarazo, William Lizcano, Jesús Álvarez y Gabriel Con-
treras.

12 de marzo
26.- Jesús Acosta (23 años, Valencia).
La Isabelica, en Valencia, estado Carabobo, fue uno de los sitios
de mayor conflictividad en todo el país. Heridos, torturados y muer-
tos surgieron en sus alrededores. Entre ellos, Jesús Acosta, quien
falleció de un disparo en la cabeza por motorizados armados iden-
tificados con ropa alusiva al partido de gobierno, según describen
testigos del hecho.
Estudiante de la facultad de Ingeniería de la Universidad de Ca-
rabobo, se encontraba en la acera frente a su casa en el sector 7 de
La Isabelica, a dos cuadras de la esquina de Espiga de Oro, cuando lo
alcanzó el balazo mortal. En ese momento, conversaba con un primo
sobre lo que sucedía en el lugar.
Además del joven fallecido, resultaron heridos de bala Guillermo
Sánchez (42, tórax), Eduardo Rafael Villegas (30, glúteo), Luis Ge-
rardo Peña (23, pierna derecha), Eilym Fuentes Pacheco (34, pierna
izquierda), Adrián Valiente (19, pierna derecha), y José Alberto Díaz
García (arteria femoral).

27.- Ramsor Bracho (36 años, Valencia).


“Quiero hacer saber a todos mis contactos que la muerte del GNB
Ramsor Bracho, que a pesar de haber matado a mi madre hace 10
años en una marcha pacífica en el municipio Machiques de Perijá no
me alegra, yo perdoné a ese guardia nacional de corazón ya que yo
no soy Dios para juzgarlo por ese grande error. Que sea Dios que en
el libro de la vida decida qué hacer, solo le digo a sus familiares si-
gue que yo, hijo de Evangelina Carrizo, de corazón, les envió las más
sinceras palabras de condolecía solo Dios es quien puede juzgarnos”.
El mensaje anterior corresponde a la red social Twitter de Freddy
Carrizo, hijo de Evangelina Carrizo quien fue asesinada en una mar-

-91-
Testimonios de la Represión

cha pacífica en el estado Zulia presuntamente por Ramsor Bracho,


funcionario de la GNB el 5 de marzo de 2004.
Ese día, Bracho le quitó el arma a otro funcionario, Juan Carlos
Casañas, para ir a disparar contra la manifestación. Sin embargo, el
Ministerio Público lo absolvió mientras que Casañas fue acusado de
homicidio culposo.
Se pudo saber que dos de los hermanos de Freddy Carrizo debieron
huir de Venezuela ante las amenazas recibidas por parte de funcio-
narios del gobierno y la GNB de que los matarían si seguían hacien-
do declaraciones respecto a la muerte de su madre. Entretanto, un
cuarto hermano, José Alejandro, narra un documental en YouTube
donde describe el hecho: “La Guardia Nacional nos persiguió tiran-
do bombas lacrimógenas, disparando, con piedras. Ella (Evangelina
Carrizo) me dice ‘me dieron, me dieron’. Entonces yo me volteo hacia
su espalda y pensé que era un disparo de perdigones. Jamás pensé
que sus armas fueran de fuego. Cuando mi mamá caminó cuatro me-
tros, se desplomó al suelo”. Relata que al recogerla un oficial bajó del
camión y le pateó la cara. Posteriormente cuatro más lo golpeaban
mientras su madre pedía auxilio. 40 minutos pasaron, pero nadie la
ayudó. Finalmente, murió.
Bracho cae de la misma forma 10 años después en Mañongo, Va-
lencia, estado Carabobo.

28.- Guillermo Sánchez (42 años, Valencia).


Guillermo Sánchez es una víctima de la cobardía. Fue
ajusticiado por cuerpos parapoliciales en La Isabelica, estado Ca-
rabobo, uno de los barrios más asediados por colectivos armados en
todo el proceso de rebelión democrática, cuando regresaba de casa
de su madre a quien pintó las rejas de la casa. Vivían cerca.
Cuando estaba próximo a su vivienda, observa unos 50 o 60 mo-
torizados que se acercan lanzando piedras y disparando contra los
edificios y contra todo aquel que se atravesara en su marcha. Corre
por su vida, pero es alcanzado. Lo golpean fuertemente, a pesar de
explicar a los victimarios que no forma parte de las protestas. Sus
esfuerzos resultan infructuosos. Recibe un balazo de gracia antes de
retirarse. Se trata de una bala comúnmente conocida como “Dum-
Dum”, la cual es mayormente usada en cacería y tiene la propiedad
de desplegarse al ingresar al cuerpo.
Su esposa, Gina Rodríguez, relata los hechos luego de que el pre-
sidente Maduro acusara a “francotiradores guarimberos” de haber
cometido el asesinato. Lo desmintió.
-92-
Carlos Javier Arencibia

Al llegar al hospital, Sánchez habló por teléfono con su esposa y le


informó que estaba en buen estado de salud. Poco después falleció.
El proyectil causó daños en diferentes órganos. Los médicos lucieron
desorientados y no sabían por dónde empezar. Llamaron a expertos
en balística para que dieran luces de la munición, pero no hubo tiem-
po. Dejó tres hijos.

17 de marzo
29.- José Guillén Araque, (Maracay).
Un disparo en la cabeza le segó la vida mientras dispersaba una
manifestación en Maracay, estado Aragua. Capitán de la Guardia
Nacional Bolivariana, recibió el apoyo de Vladimir Padrino López,
jefe del Comando Estratégico Operacional (Ceofanb), quien lo calificó
como “otra víctima de la violencia terrorista”.
Era de madrugada. López destacó en un Twitter “¿De dónde viene
la violencia? ¿Quién la promovió? ¿Quién da la cara después de todas
las víctimas y destrozos a bienes públicos y privados? Sin la actuación
responsable y doctrinaria de nuestra GNB, hoy el derramamiento de
sangre venezolana fuese mucho mayor. Basta de agresión. La FANB
no reprime manifestaciones pacíficas: las protege y actúa preventiva-
mente. La FANB combate toda expresión de violencia y terrorismo».

30.- Francisco Rosendo (31 años, Caracas).


Trabajador de la Corporación de Servicios de la Alcaldía de Liber-
tador, confesó a su esposa que sentía miedo de que lo mandaran a
remover barricadas. Su horario era de 10 de la noche a 5 de la maña-
na. Sus temores se cumplieron. Fue enviado a Montalbán II para que
retirara desechos de la vía y quedó atrapado en un tiroteo que, según
los vecinos, involucró alrededor de 12 motorizados.
El disparo fue en la cabeza y falleció al instante. El alcalde del mu-
nicipio resaltó ese día que los responsables serían encontrados “así
se escondan bajo las piedras”. Al cierre de esta edición, no existen
imputados por el suceso.

19 de marzo
31.- Anthony Rojas (18 años, Cárdenas).
Estudiante del segundo semestre de ingeniería mecánica en la Univer-
sidad del Táchira (UNET), recibió un balazo en la cara mientras bebía un
refresco en Cárdenas, estado Táchira.
-93-
Testimonios de la Represión

Motorizados pasaron por la zona disparando y alcanzaron al jo-


ven, quien se encontraba en compañía de un grupo de amigos, los
cuales no resultaron afectados.
Murió de un disparo propinado por presuntos grupos armados.
Los organismos de investigación precisaron que hubo más de 20 de-
tonaciones.

32.- Jhon Castillo (23 años, San Cristóbal).


Recibió un disparo mortal mientras dispersaba una manifestación
en las instalaciones del núcleo de la Universidad Nacional Experi-
mental de las Fuerzas Armadas (UNEFA) de San Cristóbal, estado
Táchira.
El sargento segundo Jhon Castillo pertenecía al Destacamento Ur-
bano de la GNB en la zona.

21 de marzo
33.- Wilfredo Rey (31 años, San Cristóbal).
Circulaba en su vehículo por Barrio Obrero, en San Cristóbal, es-
tado Táchira, cuando encontró una situación irregular. Colectivos
armados atacaban a manifestantes. Justo frente a él un joven cae
herido, por lo que se baja a socorrerlo. Mientras se acerca recibe un
disparo en la cabeza y otro en el brazo.
Su muerte desató fuertes protestas, pues se trataba de un traba-
jador que no participaba de las barricadas y fue asesinado por tener
un gesto de solidaridad.

22 de marzo
34.- Argenis Hernández (26 años, San Diego).
Séptimo fallecido en el estado Carabobo, recibió balazo en el abdo-
men mientras evitaba que un motorizado pasara por una barricada
en el municipio San Diego.
El hecho se suscitó en la urbanización Tulipán. El asesino se acer-
có tímidamente a la barricada como si intentase conversar con los
protestantes. Hernández caminó hacia él y fue baleado.
Inmediatamente fue trasladado al ambulatorio de San Diego, don-
de recibió los primeros auxilios y lo remitieron al Hospital Carabobo,
en Naguanagua, pero no pudieron controlarle una hemorragia inter-

-94-
Carlos Javier Arencibia

na que presentaba por lo que es llevado a la Ciudad Hospitalaria Dr.


Enrique Tejera, en Valencia, donde finalmente fallece.
Muere un mes después de Geraldine Moreno.

35.- Jesús Orlando Labrador (40 años, Mérida).


El relato de los vecinos de residencias El Trébol indica que Labra-
dor participaba en el secuestro de un autobús para colocarlo como
barricada, cuando un grupo armado que calificaron como “paramili-
tar”, en presunta compañía de la Policía de Mérida, arremetió a dis-
paros, uno de los cuales le alcanzó el hemitorax izquierdo, acabando
con su vida.
Las mismas fuentes extraoficiales precisaron que fue trasladado
al Instituto Autónomo Hospital Universitario de Los Andes, donde
falleció.

23 de marzo
36.- Adriana Urquiola (28 años, Los Teques).
En este hecho hubo dos muertos. Urquiola tenía 7 meses de em-
barazo. La intérprete de señas del canal 4, Venevisión, bajó de un
autobús para pasar la barricada que protestantes opositores ubica-
ron en la carretera Panamericana, a la altura de Los Nuevos Teques,
en la capital del estado Miranda, cuando un antisocial disparó en 14
oportunidades, impactándola varias veces en cabeza y hombro. Po-
cos minutos después fue trasladada al Hospital Victorino Santaella
en una patrulla de la Policía de Miranda, pero llegó sin signos vitales.
Jóvenes que se encontraban en la manifestación, quienes prefie-
ren el anonimato por razones de seguridad, informan que la acción
apenas comenzaba cuando el pistolero arremetió. Urquiola caminaba
con bolsas de mercado y estaba con su prometido, cuyos gritos de
dolor aseguran nunca olvidarán. Uno de ellos, muestra una herida
de bala rasante en el brazo que lo hirió ese día. A su juicio, el asesi-
no disparó a matar y alcanzó a una persona inocente. “Las balas se
veían saltar en el piso y una de ellos pegó en el árbol donde yo me re-
fugié. Cualquiera puede ver el impacto en el árbol grande que está en
la redoma frente al centro comercial. El tipo disparó contra nosotros,
con el total deseo de matarnos”, confesó uno de los protestantes.
Posteriormente, se conoció que el asesino es Yohnny Bolívar, exes-
colta de la ministra de Servicios Penitenciarios, Iris Varela, y expre-
sidiario por el delito de usurpación de identidad. Salió de la cárcel
como parte del Plan Cayapa, un dispositivo del despacho antes men-
-95-
Testimonios de la Represión

cionado mediante el cual se revisaban expedientes de privados de


libertad y aceleraban procesos judiciales (en realidad se trató de una
forma de liberar presos para bajar los niveles de hacinamiento en
penales) y es cuando se convierte en responsable de seguridad de la
alta funcionaria. Al salir, mantiene la usurpación y se hace llamar
“capitán Bolívar”, porta credenciales falsas, varias armas de fuego,
camionetas de último modelo (incluida la Ford Runner 2014 desde
donde disparó), y una quinta en San Antonio de Los Altos.
La muerte de Urquiola forma parte de la memoria trágica de los
Altos Mirandinos. No hay reunión política o social donde no se le
evoque con sentimiento, con tristeza.
Bolívar sigue libre. Sorprende saber que el propio asesino acudió
al día siguiente del homicidio a la sede del CICPC en la Urbanización
El Paso de Los Teques, donde conversó con autoridades del cuerpo
investigativo y confesó que su hermano era el verdugo, se comprome-
tió a buscarlo y traerlo de vuelta. Horas después se fugó.
Las fotos de Adriana se ven con frecuencia en la ciudad. Se niega
a ser olvidada. Que este documento sirva para tal empresa. Es el
clamor de su madre y personalmente lo cumplo como nostálgico del
suceso y habitante de esta zona.

24 de marzo
37.- Miguel Antonio Parra (42 años, Mérida).
Esta historia la cuenta una joven estudiante de Mérida, cuyo relato
tomé de su blog en Internet. Se define opositora y conoció al sargento
Parra en protestas. Eran adversarios, pero se respetaban y llegaron
a tener una amistad. Su publicación no da cuenta de que suscriba
lo que dice, pero es un mensaje esperanzador, de unión necesaria.

A continuación el relato:
A estas alturas del partido, parece como si en Venezuela lo primero
que se devaluó fue la hermandad, el querernos los unos a los otros, lo
primero que perdió el valor fue la humanidad. Y después que uno ve
tanto, que escucha tanto, que llora tanto… ¿Cómo poder seguir creyen-
do cuando toda la esperanza te la han arrebatado?
Soy joven, estudiante universitaria, sin ningún partido político pero
opositora a este régimen y manifestante y una mañana hace no mucho
me despertó mi celular por las llamadas insistentes de mis vecinos,
cuando atiendo, me piden que vaya de inmediato a la avenida, “Nos

-96-
Carlos Javier Arencibia

están atacando” me dijo; así que fui corriendo con mis armas de cons-
trucción masiva: Mi pincel, una hoja y pintura.
Cuando voy llegando a donde solía estar nuestra barricada veo una
tanqueta (o carro blindado, como prefieran) atravesar la calle y salgo
corriendo, veo a mis vecinos reunidos y pregunto qué pasa. Ahí me
entero que desde tempranas horas de la mañana una cantidad ab-
surda de policías, guardias nacionales, 2 tanquetas, la ballena y unos
camiones decidieron visitarnos y quitar nuestra barricada. Un herido
por un golpe de un policía, un disparo de perdigón al aire y muchos ve-
cinos preocupados. Saco mis armas y comienzo la acción “¿Y LA PAZ?”
decía mi pancarta y corro hacia donde están estos oficiales. En lo que
llego una de las tanquetas comienza a andar y decido colocarme en-
frente con mi pancarta (soy manifestante y radical, nunca he lanzado
una piedra en mi vida, conozco una mejor forma de defenderme, soy
capaz de arriesgar mi vida por un cambio en mi país), la tanqueta me
esquivó y arrancó (sorprendente lo rápido que van esas cosas!) y corro
a su lado, atravesándome ligeramente como podía pero se me escapó.
No iba a darme por vencida, así que bajé corriendo de nuevo a donde
estaban los oficiales, primero me habló un policía de muy, muy mala
gana, pero mi objetivo se cumplió así que me dirigí a donde descansa-
ban sentados unos GNB, como siempre en silencio, mirada fija y cartel
en alto. No pasaron ni tres minutos cuando uno me llama y me pide
que me siente y conversemos. Eso hice. Así lo conocí. ¿Por qué será que
los buenos siempre son los primeros en irse?
Me dijo “Todos queremos la paz pero, ¿qué es lo que está pasando,
cuéntame por qué protesta la gente de arriba, por qué vienes tú con
ese cartel y por qué tienen esas barricadas?”. Y eso hice, el señor,
tan pero tan increíble, que me pidió una hoja, pidió un lapicero a uno
de colegas (quienes debo admitir tardaron, TARDARON en dárselo) y
comenzó a escribir “¿Por qué la gente protesta?”, ajá hija, ¿cómo te
llamas? “Lulú”, ajá Lulú, dime.
INSEGURIDAD, Mérida blah blah blah…. ESCASEZ, cómo es posi-
ble que blah blah blah. INFLACIÓN, yo soy joven y aspiro a un mejor
futuro pero blah blah… IMPUNIDAD, te secuestran, roban, matan y
aquí como si nada… CORRUPCIÓN, todo depende de a quién conoz-
cas. CENSURA, hace unas semanas Señor que me amenazó un policía,
me empujó y golpeó a mi hermano por colocarme yo en silencio frente
a la sede policial con esta pancarta.
Me escuchó, anotó TODO tal cual como se lo expresaba, cuando le
expliqué el por qué de las barricadas me dijo “Aquí todos saben quié-
nes son los Tupamaros, ¿cómo es posible que no estén presos?, Vamos
a organizarnos Lulú, tú me dicen quién es Tupamaro y yo lo arresto

-97-
Testimonios de la Represión

y lo reviso ya mismo”… “Pero aquí no hay ninguno, están Uds., ellos


viven en ….” “Pues hablaré y vamos a ver cómo hacemos con esa gente
porque TODOS me han hablado de ellos”
La cosa es que no sólo me eché a llorar repetidas veces sino que me
calmó en cada una de ellas, anotó mis quejas, anotó las razones de las
barricadas y hasta me pidió mi número. Yo le dije “¿Tú estás loco? Vas
y me fichas después” y me dijo “Lulú, ¿tú no quieres paz? ¿Cómo la
tendremos si no podemos confiar ni entre nosotros?” y ahí me jodió y lo
miré raro, así que me quitó la hoja donde estaba mi pancarta y escribió
el suyo “Ves, yo te di el mío, puedes confiar en mí, no te haré nada” y
anoté el mío en la hoja donde él escribió los problemas de la comunidad.
Me mostró cómo es su uniforme “Mira Lulú, esta vaina no para una
bala” (maldigo ese uniforme, tú debiste ser el primero en tener un cha-
leco). Me mostró los tiros que tenía la tanqueta donde él transitaba.
Las armas que usaban y hasta pude conocer los perdigones y bom-
bas lacrimógenas sin tener que correr por ello. Me dijo “Uno tiene que
defenderse” y yo le expliqué mi teoría sobre las protestas (La teoría
creacionista del Caos pero referente a las protestas) y le dije “Las ba-
las no salieron sino hasta una semana (por lo menos en mi ciudad), si
no hubiesen tumbado los portones de las residencias, baleado casas,
insultado a través del parlante de la tanqueta esto NUNCA hubiese
sucedido” y me dio toda la razón, me explicó que ellos recién llegaban
a Mérida, la situación en la que andaban, con poca ropa, sin poder
lavar, comiendo mal, durmiendo mal, duchas escasas y para más, los
merideños que eran los educados y amigables los reciben a coñazos.
Le expliqué que vino en mal momento y mal vestido (uniformado) pero
que cuando pudiese salir como civil él y yo daríamos un paseo por la
ciudad y le explicaría todo.
Les digo que era tan pana pero tan pana, que le dije que en Car-
navales quise protestar en traje de baño con una pancarta frente a la
ballena y que no lo hice porque mi mamá no confía en los uniformados
(ni yo) y dijo que podían agredirme. Migue me dijo que si le conseguía
un traje de baño nos bañábamos con ella ahorita mismo.
Chamo, hablamos de todo… Les puedo decir que ese hombre me co-
nocía y eso que sólo fue una mañana… Le dije que si algún tupamaro
llegaba a agredirnos por la noche, yo misma sería la primera en levan-
tar la barricada y que se acordara de mi cara, porque al que tendrían
que bajar a golpes del camión sería a mí. Me pidió que si eso sucedía
lo llamara de inmediato, a cualquier hora y me prometió que él haría
algo al respecto, pero que nos protegería. Le dije “Confiaré en tu pala-
bra hasta que me demuestres lo contrario”. Viste cómo es Dios chico,
que ni te dio el chance de que un día yo pudiera estar molesta contigo!

-98-
Carlos Javier Arencibia

En eso los llaman para que suban al Centro Comercial y yo le dije “Lo
siento mucho pero allá arriba hay un montón de gente asustada, déja-
me hablar con ellos”. Eso hice y les expliqué, mis vecinos dudaban pero
subió el pelotón. Me advirtieron “No te dejes engañar, ellos son malos, te
hablan bonito pero te volteas y disparan… Ellos torturan a los jóvenes,
a otros los asesinan, ellos no son humanos Lulú, están entrenados para
eso” Así que decidí usar nuestro nexo como amenaza. Me acerqué a ellos
y le dije “Yo estaré con ustedes, a donde vayan, mientras estén aquí, el
tiempo que estén acá. Porque allá tengo gente desconfiada y asustada
y no permitiré que nada malo le pase a esa gente. Ustedes verán, pero
si se les ocurre disparar, primero tendrán que dispararme a mí”. Migue
me ofreció asiento, sacó un cigarro, le pedí uno y seguimos echando
cuentos. El pobre, con hambre y alergia a morir, con tantas picadas que
ni pa’ saber qué era lo que tenía. Así que bajé a la farmacia, le compré
alcohol, algodón y loratadina (para la alergia), le expliqué cómo la iba
a tomar, se limpió las picadas (se bañó con alcohol realmente) y en eso
llegaron un par de vecinos a hablar con ellos.
(Inserté aquí los mismos problemas que vivimos TODOS los venezo-
lanos más el abuso policial, complicidad con los cuerpos delictivos, etc.)
Luego de que todos hablaron, Migue me invitó a almorzar (a mí y a
mi hermano), rechazamos la oferta. ¿Sabían que ellos pagan su propia
comida?, bueno, él se llevó a otro que iba a almorzar y a mí una seño-
ra me dio unos jugos, uno para él y uno para mí. Así que fui a donde
estaba comiendo para dárselo. Me pidió que me sentara, insistió en
que comiera y como dije que no me dijo “Bueno pero prueba este pas-
ticho, está buenísimo” y les digo, ellos COMEN porque el bocado que
me dio fue enorme. Sí, estaba bueno el pasticho. Llegó mi hermano,
luego mi otro hermano, hablábamos los 5… Migue me contó de su hijo,
resulta que estudia lo mismo que uno de mis hermanos. Me mostró los
mensajes de su esposa, me dio su opinión al respecto de la situación
del país y su descontento con todo lo que pasa. Mi hermano le mostró
unas fotos y vídeos y me dijo “Hay que ver cómo hacemos que todos
lo vean, allá dentro no nos dejan ver nada, sólo el canal del Estado”.
Fumamos otro cigarro, echamos cuentos y me despedí diciéndole
“¡Me caes muy mal! Porque yo odio a los uniformados, odio a la gente
que tiene ese mismo uniforme pero a ti no, ni a ti (refiriéndome a su
compañero), no permitan que unos delincuentes ensucien ese unifor-
me. Háganme creer en los cuerpos de seguridad del Estado. Habla con
los que sabes que actúan mal” y me dijo “Todos los que están conmigo
son como yo, aquí ninguno abusa de su posición” Y me fui.
Comí y volví para la Asamblea de Vecinos y Migue seguía ahí, lo sa-
ludé y me reuní con la gente. Hasta que una señora dijo “No podemos

-99-
Testimonios de la Represión

discutir nada al lado del enemigo” y le quité la palabra para decirles


“Ellos NO son el enemigo. El enemigo es el Estado, no se dejen con-
fundir” En eso se inició una pelea, muchas me apuntaban de inocente,
señalaban, criticaban y me partí en llanto al llegar a casa, le explicaba
a mi familia: “Ellos son buenos, sí hay malos pero si yo estoy pidiendo
humanidad, si les estoy pidiendo que recuerden que soy como ellos,
venezolana, por qué los voy a maltratar?” No, yo siempre apostaré a
la humanidad del individuo.
Desde ese día decidí no reunirme con los vecinos, protesto a mi
forma, si veo una actividad me uno pero ya no participo en las asam-
bleas, al final, no me conocen, me juzgan y desde entonces muchos me
miran mal pero, yo sé lo que ha pasado, sé lo que han hecho los de su
mismo uniforme pero él me dio su palabra y hasta que no la rompa, no
seré mala con él (ellos).
Migue me escribió seguido esa semana, siempre preguntando cómo
estaba yo y cómo estaba la comunidad. Siempre le respondía lo que acon-
tecía, cómo me sentía y el volvía a preguntar “¿Y TÚ CÓMO ESTÁS?”, no
lo dejé hablar lo suficiente, pero quedaron unas cervezas pendientes,
cuando terminara todo esto y el gobierno finalmente asumiera sus res-
ponsabilidades, él y yo y los muchachos que quisieran íbamos a pasear
por Mérida y conocernos como civiles. Alguien me quitó esa oportunidad
y seguramente ni tenía idea de quién era al que apuntaba.
Ayer me entero que asesinaron a un GNB en la parte de arriba de
La República Independiente de Las Américas (Av. Las Américas antes
de las protestas), yo lo conocí en el otro extremo de la república, supon-
go que hay distintos gentilicios a lo largo de la misma.
De una le escribí “La gente se alzó, quemaron el apartamento de
una dirigente estudiantil. Ten mucho cuidado”. No respondió pero él
siempre respondía tarde así que bueno…
Hoy le vuelvo a escribir “Migue, ¿cómo estás? Ando en el centro y ¿tu?”
Y recibo la llamada más triste que he recibido en mi vida (nun-
ca antes me habían matado a un pana) “Hola, ¿eras ami-
ga de Miguel Parra en Mérida?” -“Sí, ¿Quién es?” “(no enten-
dí bien) A él lo mataron ayer, estamos en Colón para su entierro”.
Se me fueron las luces, comencé a toser, temblar, llorar “Yo sí supe de
eso pero no sabía que era él…”
“Yo leí tu mensaje pero no te avisé al momento, se me pasó. Lee la prensa”
Creo que se cayó la llamada, no recuerdo, sólo sé que comencé a llorar
en mitad de la calle.
Salí corriendo al kiosko y compré el periódico, lo abro y en efecto. Fue él.
¿Por qué será que los buenos siempre son los primeros en irse?

-100-
Carlos Javier Arencibia

Conocía muy poco de él, lo suficiente como para decirles que era mi
pana, que le tenía cariño, aprecio, admiración, que me preocupaba por
él y por sus colegas. Yo no creo en las casualidades, entré a una tien-
da y me partí en llanto y la que atiende me dijo “Yo también conocía al
oficial que mataron”.
Tanta impotencia, tanto llanto, no pana… ¡Así no son las cosas! No tuve
ni chance de despedirme, nunca le di un abrazo siquiera… ¡Coño, no!
Y luego recordé lo que él significaba para mí y lloré como sólo re-
cuerdo haber llorado a mi abuela difunta. Él fue exactamente lo que
yo rogaba en esos días, una muestra de que en el mundo aun existe
humanidad en las personas. Me hizo creer en la gente, en la bondad
de los extraños, en la palabra de alguien… Me recordó que no todos
son malos y que sí, en efecto, hay unas lacras con uniforme pero que
abunda más bondad y ganas de cambio que maldad.
Recuerdo que le dije “Si siguen matando a estudiantes…
La cosa se va a poner cada vez más fea” y me dijo:
“qué por cada estudiante muerto, un verde muerto?”
Y le dije “NO, así no son las cosas, sólo, todo será más tenso”.
Si quien disparó creyó en eso le digo que nuestros caídos, TODOS,
no nos dolerán menos por la sangre de un uniformado y que no existe
mejor venganza que el perdón.
Aquí iba escribir todo lo injusto que es esto, el dolor tan inmenso que siento,
me quitaron una luz, Venezuela cada día es más oscura, ¿hasta cuándo?
Pero luego recordé que no se llora a los muertos, se celebra quienes
fueron en vida. Y ese señor, sargento, uniformado, FANB, papá, espo-
so, panísima… Migue… No hay palabras que describan lo mucho que
hiciste por mí y por Venezuela. Tú amabas tu trabajo, yo no entiendo
cómo alguien puede querer ser parte de un ejército pero él me explicó
que cuando se inscribió las cosas no eran como ahora y que proteger a
la gente siempre había sido algo que le gustaba.
Si llegan a agredirme alguna vez, si llegan a meterse con mi comuni-
dad… Yo saldré a defendernos como sé hacerlo, con agallas y esperanza.
Porque usted señor me dio su palabra y yo confié en ella y confío, dijo
que me protegería y sé que lo seguirá haciendo. A mí, a su familia, a
sus amigos y a nuestra amada Venezuela.
Dios, aquí entre nos, no era necesario que te lo llevaras… Yo pude
haber escrito esto sin que lo hicieras, pero supongo que querías también
un poquito de Migue, y tienes razones… Era un ser humano increíble.
Dentro de tanto caos, tanto dolor, tanta sangre y lágrimas… Dentro
de tanta oscuridad, inseguridad, pelea que cubre mi país hay peque-
ñas luces entre nosotros. Gente que nunca imaginamos conocer y que
-101-
Testimonios de la Represión

sin duda alguna, está ahí para recordarnos que sí es posible un mejor
país, donde todos podamos estar tranquilos, que sí se debe creer, se
debe creer en la gente… Porque si no, ¿qué nos queda?
De tantos días de protesta he aprendido tanto, conocido a tanta gente
y te llevaste a uno de mis favoritos; porque no sólo era tremendo tipo, sino
que era tremendo tipo uniformado y en estos momentos, mucha gente ne-
cesita conocer a los que son como era él; porque unos cuantos bastardos
han ensuciado el nombre de las instituciones que deberían resguardarnos
pero eso no significa que ahí dentro no existan quienes realmente amen su
trabajo, crean en la ética, tengan valores y consciencia.
Moral y luces son nuestras primeras necesidades.
Y aunque te llevaste una de las luces que alumbrara mi oscuridad en
este país; me recordaste que aun existen valores, gente que respeta a
los demás y que cree en la gente, en que existe la bondad y hermandad.
Señor Miguel, disculpe que lo llame “Migue”, pero es que usted era mi
pana. A sus familiares, mi más sentido pésame y creo que lo más que
puedo hacer por ustedes en estos momentos es escribir esto; disculpen
lo largo pero es que los cuentos buenos merecen ser bien relatados.
A sus amigos, los envidio, yo quisiera haber compartido muchísimo
más con él. A los manifestantes, no todos los uniformados son malos,
no se ensucien las manos de sangre y pena. Luchemos por Venezuela
con la frente en alto y que sean nuestras esperanzas el arma con que
ganemos esta triste guerra.
A los que piensan diferente, yo tampoco les pido que piensen igual
pero por favor, que eso no les haga olvidar que detrás de esa bandera,
hay una persona que de seguro te encantaría conocer.
Y al gobierno… Tremendo tipo se les fue de la FANB, ¿cuántos más
quieren? Dejen las armas, revisen a los que lo están haciendo mal.
Muestren justicia y así podremos comenzar a hablar.
A su hijo en especial. Pana, cuando necesites algo, lo que sea, llá-
mame y aquí te resuelvo. Tu padre era tremendo tipo y de eso no hay
duda pero debo recordarte que dentro de tanto repudio a las institucio-
nes, tu padre no será otro del montón.
Él creía en la ética, sus valores bien puestos, militar ejemplar, de
verdad, cuando escribieron la misión y el código de ética del militar,
lo hicieron pensando en tu padre.
A toda Venezuela, él, este señor, era la viva representación de lo
que somos los venezolanos. No intenten cambiarlo. No dejen que nada
ni nadie los cambie. Nosotros somos hermanos, creemos en nuestra
gente y eso de ojo por ojo, eso de odio, eso no va con nosotros.
-102-
Carlos Javier Arencibia

Y aquí tiene, ¿se acuerda que le dije que quería ser escritora? Cuan-
do pueda pensar con mayor claridad, tendrá más de un verso dedica-
do a su ser.
Sé que un día, allá arriba nos beberemos la fría que quedó pendien-
te y celebraremos que el bien siempre vence contra el mal. Celebrare-
mos a la humanidad. Yo buscaré cómo, pero la rescataré y usted tuvo
mucho que ver en eso.
Ya volví a llorar… Pero es que entiendan. No era un GNB, era de la
FANB y era mi amigo y era venezolano (oriental pa’ más ñapa ).

28 de marzo
38.- Luis Alberto Romero Moncada (44 años, San Cristóbal).
Intentaban mover una valla publicitaria para cerrar la vía a la
altura de residencias Quinimarí, en San Cristóbal, estado Táchira,
cuando accidentalmente golpearon un cable de alta tensión que ge-
neró una potente descarga eléctrica la cual mató en el acto a Luis
Alberto Romero.
En el mismo hecho, Jhon Jairo Santander (45) y un adolescente
de 16 años resultaron lesionados y fueron trasladados a un centro de
salud por efectivos bomberiles.

29 de marzo
39.- Roberto Annese (30 años, Maracaibo).
Existen dos versiones. Por una parte, se dice que un grupo de po-
licías del estado Zulia le dispararon un escopetazo en el pecho que lo
asesinó. Por la otra, sugieren que un artefacto explosivo de fabrica-
ción casera le estalló mientras lo manipulaba. La primera hipótesis
pertenece a vecinos, familiares y amigos; la segunda, a las autorida-
des políticas y de investigación.
Donde sí coinciden es en que a las 2 de la mañana hacía guardia
en una barricada ubicada en El Naranjal, Maracaibo, estado Zulia,
para evitar que la recogieran. De pronto, efectivos policiales apare-
cieron y bajaron de una camioneta blanca. Dispararon, hubo enfren-
tamiento, Annese huyó y apareció en la azotea de una casa con un
inmenso boquete en el pecho.
El ministro de Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, dijo al
respecto: “se logró la extracción (...) de un trozo de metal de 5 milí-
metros de espesor, de 8,9 de diámetro y con un peso de 300 gramos,

-103-
Testimonios de la Represión

que presumimos es una esquirla o parte del tubo que utilizan para
disparar estos fuegos pirotécnicos convertidos en explosivos”.
Hace 4 años había fallecido su padre en protesta por la expropia-
ción de la empresa Tricomar, de la cual era socio.
“Yo le decía que se cuidara, y él insistía en que ´hay que hacer
algo, tengo que luchar por papá y por ti´. Nuestra familia ha pasado
por momentos duros, a mi esposo lo secuestraron, y tras 55 años de
trabajo le quitaron la empresa… el viernes, cuando se iba, estaba en
el ascensor, abrió la puerta y me llamó: ´Mama´, -¿qué Roberto?, le
pregunté. ´-Ven, dame un beso´. Me miró, y yo lo vi con cara de tris-
teza, como si no fuera a verlo más”, narró su madre en el velatorio.

10 de abril
40.- Mariana Ceballos (32 años, Valencia).
El 14 de marzo asiste a una protesta pacífica frente al Centro Co-
mercial Shopping Center, Valencia, estado Carabobo. Un presunto
partidario del oficialismo la arrolla. Es trasladada al Centro Policlí-
nico La Viña, donde permanece casi un mes hasta fallecer el 10 de
abril.
El impacto produjo traumatismo craneoencefálico, hemorragia ce-
rebral, fractura de pelvis y fémur derecho. Todo ese tiempo estuvo en
coma.
Al ingresar en el centro asistencial fue intervenida quirúrgicamen-
te durante tres horas, fue intubada y pasada a terapia intensiva. Los
aparatos la mantenían con vida.

41.- José Daza (34 años, Barquisimeto).


Un grupo de estudiantes de la Universidad Politécnica Territorial
Andrés Eloy Blanco (Uptaeb) se encontraban repartiendo volantes a
conductores y gritando consignas en la avenida Florencio Jiménez,
cuando un pistolero pasa corriendo y disparando a mansalva. Los jó-
venes logran refugiarse en un centro comercial y viviendas del sector.
Pocos minutos más tarde, un autobús repleto de sujetos armados
y encapuchados arriba al lugar para buscar a los estudiantes. Fun-
cionarios de la PNB y GNB llegan y se enfrentan a tiros con los an-
tisociales, quienes alcanzan con un balazo en el pecho a José Daza,
oficial de la Brigada Vehicular de la PNB. Muere a los pocos minutos
en el Hospital Pastor Oropeza.

-104-
Carlos Javier Arencibia

8 de mayo
43.- José Steven Colina (26 años, Caracas).
Último fallecido del proceso de rebelión democrática denominado
“La Salida”. Ese 8 de mayo marca un quiebre en el desarrollo histó-
rico del ejercicio en oposición política al régimen de Nicolás Maduro.
243 estudiantes son detenidos en cinco campamentos de resistencia
ubicados en el Este de Caracas. Ese mismo día, más temprano, muere
el funcionario de la PNB, José Steven Colina cuando dispersaba una
manifestación en Los Palos Grandes. Recibió un proyectil en el cuello.

21 de junio
42.- Josué Farías (19 años, Maracaibo).
Estudiante de Contaduría en la Universidad Rafael Belloso Chacín
(URBE), recibió un dispararon en el abdomen cuando se retiraba de
clases el 29 de mayo. El impacto le perforó estomago, hígado y pán-
creas. Luego de casi un mes, el 21 de junio, sufre un paro respira-
torio consecuencia de la herida y muere. En la autopsia se le extrajo
una metra alojada en la columna vertebral.

Esto dijo el CICPC:


“De acuerdo con las investigaciones, todo parece indicar que los dis-
paros vinieron de la torre Danal… los tres funcionarios que recibieron
impactos cayeron frente al edificio Vista Hermosa, en la 2° transversal
de Los Palos Grandes, en distintos puntos… Los funcionarios del Ci-
cpc regresaron al Danal específicamente al apartamento desde donde
presumen que dispararon”.
Las pesquisas determinaron que quien disparó estaba en el tercer
piso de la torre Danal. Una comisión del Cicpc allanó varios aparta-
mentos, incluyendo el de la diputada Delsa Solórzano, pero no con-
siguieron ninguna evidencia de interés criminalístico.

6 de febrero de 2015
44.- Jhon Barreto (22 años, Táchira).
Pese a no haber mayor precisión en torno a la causa de su ase-
sinato, la opinión pública a través de las redes sociales, además de
periodistas de la región andina, relacionan su caso con un ajusticia-
miento por razones políticas al tratarse de un joven perteneciente a
un grupo de resistencia.

-105-
Testimonios de la Represión

La autopsia practicada determinó que la fecha de muerte aproxi-


mada es el mismo día de su desaparición, el 6 de febrero, pues el
cadáver fue encontrado más de una semana después en proceso de
descomposición con sendos impactos de bala en la cabeza.
Estudiaba segundo semestre de Ingeniería Civil en la Universidad
Nacional Experimental del Táchira (Unet) y el hallazgo se realizó en
la vía hacia Pericos.

17 de febrero de 2015
45 y 46.- José Frías (20) y Julio García (22) (El Vigía).
Maniatados, con signos de tortura y ajusticiados con múltiples
disparos en la cabeza, fueron encontrados estos dos estudiantes me-
rideños en un montarral de la vía que comunica Santa Cruz del Zulia
con la carretera de Santa Bárbara a El Vigía.
Fueron secuestrados cuando se desplazaban en un vehículo Ford
Ka negro que no se encontró, al igual que los objetos personales de
los asesinados.
Según familiares, sus verdugos son policías, misma razón por la
cual compañeros estudiantes de la Universidad de Los Andes (ULA) se
trasladaron a la zona para investigar el caso por sí mismos debido a la
desconfianza en los órganos del Estado. Pertenecían a la resistencia.

20 de febrero de 2015
47 y 48.- Yamir Tovar (22)/ Luis Arianyi (21) (Caracas).
Guerreros de capucha. Reconocidos en las lides de la resistencia
caraqueña por su compromiso y disposición a la lucha. Un día ines-
perado salen de protestar en Altamira y se dirigen a sus respectivas
viviendas en el 23 de enero, populosa barriada caraqueña contro-
lada por colectivos armados, pero nunca llegarán. En su camino se
atravesaron asesinos que los ajustician sin clemencia y lanzaron sus
cuerpos en un monte de la misma parroquia.
Amordazados, desnudos, golpeados brutalmente y con varios dis-
paros fueron hallados los cuerpos. “Yamir tenía 6 tiros. Tres en la
cara, los otros en los brazos y una pierna. Y a Luis le dieron 4. Por la
manera en que fueron asesinados no creemos que los responsables
del crimen sean policías… tampoco podemos nombrar colectivos.
Pero no es un asesinato común. Ambos fueron golpeados y mania-
tados”, explicaron familiares de Tovar, quienes de la misma forma
resaltaron que había sido objeto de amenazas por participar en pro-

-106-
Carlos Javier Arencibia

testas antigubernamentales. “Él sabía el precio de ser opositor y vivir


en el 23 de enero”, confesó un amigo de los occisos.
Ambos se criaron en el barrio Andrés Eloy Blanco de El Observato-
rio, 23 de enero, donde forjaron una amistad hasta la muerte.
Yamir era conocido entre la dirigencia estudiantil, a pesar de que
no estudiaba a nivel universitario sino que hacía simultáneamente
cursos en Cruz Roja y Cantv, pues formó parte del campamento de
resistencia en la sede del PNUD, asistía a reuniones y daba su opi-
nión en torno a la lucha constitucional librada durante el proceso de
rebelión democrática.
De manera extraña, como si se estuvieran expiando de alguna
culpa, el Ministerio de Interior, Justicia y Paz, representado por el
viceministro del Sistema Integrado de Investigación Penal, general de
división Saúl Utrera Ramírez, pagó los gastos funerarios de ambos
jóvenes.
El portal runrunes.com publicó a pocas horas del suceso una cro-
nología de acuerdo al testimonio de familiares y amigos: “Pasadas
las 5:00 pm del viernes, Tovar le envió un mensaje a su tía, que era
la persona que lo había criado. Le avisaban que ya iba de regreso a
la casa. Luego a las 7:18 pm envió el último mensaje desde la parada
de los jeep: “Ya voy subiendo tía”. A esa hora algunos conocidos los
vieron en Pérez Bonalde. “Un amigo lo vio por ahí antes de las 8:00
pm. Se iba a encontrar con Luis Fabián. Pero eso me pareció raro. Él
nunca se quedaba en Pérez Bonalde, sabía que era peligroso porque
allí están los colectivos. Él se iba por Agua Salud”, dijo uno de sus
amigos de resistencia.
Desde ese momento no se supo más nada de ellos. “Esa noche nos
desesperamos porque él avisaba cuando se iba a quedar con algún
amigo”, dijo la tía de Tovar. Los familiares salieron a buscarlos el sá-
bado en la mañana en distintos cuerpos de seguridad. Estuvieron en
dependencias de la PNB, GNB y finalmente en el Sebin. “Fuimos a
El Helicoide y un funcionario nos dijo que los dos estaban allí. Que
estaban muy sucios y que les lleváramos ropa y comida”, comentó un
familiar de los muchachos. La visita a esa dependencia fue el sábado
a las 8:00 de la noche aproximadamente.
El domingo a las 9:00 am las familias de Tovar y Arianyi regresaron
al El Helicoide. Entregaron la comida y la ropa, y un rato después re-
gresó un funcionario diciendo que había un error y que los jóvenes no
estaban allí. “No sé qué pasó”.
Allegados a las familias aseguraron: “A nosotros nos dijeron que
ellos fueron prisioneros antes de que los mataran”. En el barrio An-

-107-
Testimonios de la Represión

drés Eloy Blanco, lo que se comenta es que supuestos funcionarios del


Sebin les habrían entregado los muchachos a un colectivo.

24 de febrero de 2015
49.- Kluiverth Roa (14 años, San Cristóbal).
Venezuela fue un caudaloso río de lágrimas. Fotos de un niño con
los sesos en el piso plagaron de indignación a una patria entera, aun
cuando nada se sabía acerca de las razones del asesinato. Poco des-
pués, Daniel Prado, joven que se encontraba cerca de la escena del
crimen, aparece arrodillado frente a un cordón policial con el pecho
desnudo lleno de sangre del fallecido y hace más grande el dolor.
Poco a poco las especulaciones trascienden para convertirse en
información y la nación llora la primera víctima producto de la Re-
solución 8610 del Ministerio de la Defensa, donde se permite el uso
de armas mortales en el control de manifestaciones públicas. Como
guinda de una tragedia de tales dimensiones, se trata de un menor
de edad que se escondía de la arremetida policial contra una mani-
festación estudiantil en la “sede vieja” de la Universidad Católica del
Táchira (Ucat), en San Cristóbal.
Estudiante de segundo año de bachillerato en el Liceo Agustín
Codazzi, salía de clases cuando se encuentra con la confrontación.
Una brigada motorizada de la Policía Nacional Bolivariana reprime
con fuerza y penetra el espacio “dominado” por los estudiantes, zona
en la que él se encuentra de manera infortunada por lo que decide
esconderse debajo de un carro. Al hacerlo, el funcionario Javier Mora
Ortiz, de 23 años de edad, lo ve, se le acerca amenazante, lo saca ha-
lándolo por el bolso escolar y tras una brevísima discusión donde el
niño clama por su vida, le dispara en la cabeza un proyectil metálico
que lo mata instantáneamente. Cobarde, huye.
Posteriormente, la ministra de Interior, Justicia y Paz, Carmen Me-
léndez, aseguraría que el funcionario disparó municiones de goma,
lo que contradijo el defensor del Pueblo y exgobernador del estado
Anzoátegui por el oficialismo, Tarek William Saab, quien destacó que
el uso de balas de metal es ilegal. Al igual que el presidente Nicolás
Maduro, quien señaló a Roa de “pertenecer a una secta de la dere-
cha” (era Boy Scout), culpó a la oposición venezolana por el suceso
al afirmar durante una entrevista de televisión que “un sector de la
oposición asume actitudes violentas… y no veo por parte del sector
opositor un rechazo a estos hechos, como sí veo la condena de los
poderes públicos, comenzando por el presidente Nicolás Maduro”.

-108-
Carlos Javier Arencibia

El padre de Kluivert respondió al presidente Maduro cuando


afirmó textualmente “estos muchachos son captados por sectas, lo
digo, son como sectas de la derecha. Ustedes son muy jóvenes y no
saben lo que fue la secta Tradición, Familia y Propiedad; fue una
secta creada por la CIA para formar fanáticos”. A lo que respondió
“El presidente dice que él pertenecía a una secta de la derecha. No,
presidente. Era un niño de 14 años que tenía ilusiones y muchas ga-
nas de vivir, cristiano evangélico que su gozo era alabar a Dios, que
practicaba deportes, que pertenecía a los scouts de Capacho, que
quería seguir los pasos de su hermano que está próximo a graduarse
como profesor de Educación Física. Presidente, no tiene por qué de-
cir tantas idioteces”.
Entretanto, esta fue la inefable cobertura del suceso realizada por
un órgano mediático del Estado: “El martes 24, en circunstancias que
todavía se intentan esclarecer, un grupo de jóvenes encapuchados que
participaban de una guarimba atacó a dos efectivos de la Policía Na-
cional Bolivariana que se desplazaban en una motocicleta. En medio
de un forcejeo, uno de los policías accionó una escopeta con postas
de goma. Un joven resultó herido y fue llevado a un centro asistencial
pero murió a los pocos minutos. El policía -llamado Javier Mora, de
23 años- fue identificado y puesto a disposición de la Justicia en el
momento”.
A pesar de semejante suceso, la dictadura se niega a derogar la
Resolución 8610 que autoriza a los funcionarios de seguridad a em-
plear armas mortales en manifestaciones, con lo que es un hecho pú-
blico, notorio y comunicacional una violación flagrante de derechos
humanos.
Pero más allá de cualquier acción o consecuencia política, es el
sentimiento que despertó este crimen de la dictadura lo que prevale-
ce. Esa misma noche escribí con la pasión que me acompañará cada
vez que recuerde este acto vil:
Tratar de conciliar el sueño hoy es una tarea difícil. El asesinato de
Kluivert Roa, un niño de apenas 14 años, a manos de las fuerzas de
represión de la dictadura de Maduro es más fuerte que toda la cafeína
del mundo recorriendo mi torrente sanguíneo. Al igual que Bassil Da
Costa, el dramatismo de su tragedia advierte una nueva épica de este
valiente pueblo venezolano.
Mientras el más grande amor duerme a mi lado con la profundidad
que su inocencia le hace merecer, no puedo más que pensar en la so-
ciedad que aspiro legarle, qué he hecho y qué debo hacer para que sea
una realidad.

-109-
Testimonios de la Represión

Esta clase de frustraciones son inherentes al oprimido, al abatido,


al humillado, al que diariamente abofetean. Debemos sentirla, nos co-
rresponde. Eso sí, mientras empeñamos nuestra voluntad al máximo
para que la victoria nos sorprenda.
Hacerle frente a la dictadura es un deber, sobre todo de los jóvenes,
y no podemos rehuirle a esa responsabilidad. Hay sangre, sudor y lá-
grimas que se derraman, pero cuando el objetivo es justo es necesario
controlar las piernas temblorosas para seguir adelante.
Cuando la voluntad de este pueblo de hacer cambiar las cosas se
encuentra a un grado centígrado de entrar en ebullición, lo único que
espero es que se acaben los Kluivert, pues para nosotros los ateos,
la muerte es el más grande de los dolores. Al no creer en paraísos ni
lugares de felicidad posteriores a la vida, debemos despedirnos para
siempre.

-110-
-111-
-112-

También podría gustarte