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Testimonios de La Represión Venezuela PDF
Testimonios de La Represión Venezuela PDF
DE LA
REPRESIÓN
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Primera edición: Junio 2015
ISBN: 978-980-408-038-8
Depósito Legal: LF9612015320462
Impreso en Venezuela
A los detenidos y torturados por protestar
Homenaje a los 49 asesinados
y miles de heridos por la
represión del régimen
Porque creo
en lo que agencio
Prólogo
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testimonio histórico del sacrificio de una generación que, sin
haber nacido en democracia, está dispuesta a arriesgar su vida
por conquistarla. Cada uno de estas crónicas nos ratifica que de-
bemos confiar en nuestro pueblo. Tenemos el talento, el coraje y
la audacia para lograr la transición y reconstruir a Venezuela.
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Dar vuelta atrás era imposible. El pueblo, desde sus entrañas sal-
dría a las calles para protestar por un país destruido económica y mo-
ralmente, cuyo gobierno ahora desataba sus miserias contra la gente
a través de una represión feroz. Detenciones y asesinatos lejos de
medrar la voluntad contestataria de masas espontáneas, las fortalecía
para cada día realizar nuevas manifestaciones en formas de creciente
creatividad. Cada cual tenía su espacio. El joven a defender su zona
detrás de una barricada, las madres a apoyarlos y proveerlos de la
logística necesaria, los abuelos y abuelas brindarles la moral con cace-
rolas, pitos y gritos de resistencia, los líderes a organizar y arengar con
discursos. De tal forma que todos juntos marchaban con la mirada
fija en una Venezuela democrática, popular y de bienestar.
De esas marchas, barricadas, pancartazos, volanteos, asambleas,
campamentos, y demás formas de lucha pacífica y constitucional, sur-
gieron héroes con historias que representan muchas otras, igual de he-
roicas, que permanecen en el anonimato. El objetivo de este libro es
honrar el esfuerzo de todos en la rebelión democrática, a través de la
cronología de lo vivido por 18 personajes que padecieron la represión en
carne propia; brindar al mundo la narración de personas a quienes se
les violaron sus derechos humanos de modo que quede constancia escri-
ta de la dictadura que, como todas, formará parte del pasado y quienes
en ella hayan cometido delitos pagarán. Este es un documento para la
memoria del pueblo venezolano y un homenaje para los 49 caídos. Está
prohibido olvidarlos. El único camino que existe es la lucha, hasta que
la victoria nos sorprenda.
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Los 6 del 12
Marco Coello, Christian Holdack, Demian Martin, Ángel Gon-
zález, Nelson Gil y Luis Boada
A pesar de ser las primeras víctimas de la criminalización de la pro-
testa durante el proceso político llamado “La Salida”, sus casos son poco
conocidos. La razón está a la vista. Compartir causa con el dirigente po-
lítico Leopoldo López y ser apresados el mismo día que asesinan a Bassil
Da Costa, Robert Redman y Juan Montoya. Siempre son mencionados,
pero nunca se profundiza en la verdad sobre su situación.
Marco Coello, Christian Holdack, Demian Martin, Ángel Gonzá-
lez, Nelson Gil y Luis Boada son detenidos en las adyacencias del
Ministerio Público, en Parque Carabobo, poco después del asesinato
de Bassil DaCosta, cuando se quedaron el 12 de febrero de 2014
luego de la marcha por el Día de la Juventud enfrentados con la Poli-
cía Nacional Bolivariana (PNB), Guardia Nacional Bolivariana (GNB),
Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y grupos para-
policiales armados (colectivos). Son encerrados en los calabozos de la
Policía Municipal de Chacao.
Se les acusa de los delitos instigación a delinquir, agavillamiento,
daños materiales e incendio público y los presentan ante el Tribunal
23 de Control del Área Metropolitana de Caracas. Cada detención
ocurre en circunstancias distintas. Ninguno se conoce ni tienen re-
lación alguna.
En el resto del país apresan a 36 estudiantes, pero todos son libe-
rados ese mismo día. La fuerza se dirigía hacia la figura de López y la
representatividad de este grupo de estudiantes presos por protestar.
Disuasión para el liderazgo político y los jóvenes.
Nelson Gil y Luis Boada son los primeros liberados tras pasar
los 45 días legales luego de la audiencia de presentación. Salen con
medida cautelar de presentación cada 8 días. Igualmente, Demian
Martin y Ángel González reciben su boleta de excarcelación tras pa-
gar una fianza de 50 unidades tributarias cada uno. Nunca hubo
claridad en torno a las acusaciones.
Quedan Holdack y Coello. El primero es estudiante de Diseño y
Arquitectura de Interiores, tiene 34 años y está casado. El 12 de fe-
brero su esposa, Aurora Armesto, lo acompaña a la marcha, primera
que asisten en su vida, pero se dispersan al comenzar las detonacio-
nes. Alrededor de las tres de la tarde logran establecer comunicación
y él está bien. Poco después, una amiga informa a la esposa que
Christian está detenido. Lo vio en una foto arrodillado frente a una
pared cercana al CICPC de Parque Carabobo.
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Son muchas las víctimas en este estado, varias de las cuales com-
partieron momentos con la protagonista de este relato.
Jhonny Ricca era su amigo de años. Fue chavista, pero nunca cree
en Nicolás Maduro. Se hace opositor al darse cuenta de las violacio-
nes de los derechos humanos y de la Carta Magna cometidos por el
régimen. Es un estudiante insigne de Derecho en la Universidad de
Carabobo. Recibe tres balazos el 12 de marzo durante una protesta.
En extrañas circunstancias, lo encuentran ahorcado en su casa el
27 de mayo. El caso no sigue abierto. CICPC califica en primera ins-
tancia como suicidio, pero sigue la investigación bajo presunción de
homicidio. Días antes de su muerte, recibe amenazas de colectivos
en la zona sur de Valencia, lo cual es un hecho comunicacional, pues
acude a los medios a realizar la denuncia.
Gabriel Daza era un muchacho con aura infantil, siempre alegre
y proactivo. Fue un guerrero de franela en las barricadas de La Isa-
belica. En Semana Santa, recolecta dinero con un judas que tiene
la cara de la funcionaria que agrede a Marvinia, pero es poco lo que
logra recoger. A los dos días, el Jueves Santo, es asesinado de varios
disparos al lado de la figura de Judas. No hay detenidos por el caso.
Los vecinos señalan a grupos parapoliciales como responsables.
Guillermo Sánchez era un señor que filma varios videos de las
protestas en La Isabelica. Se reúne con Marvinia y le muestra en una
tablet un video donde aparece sola con su teléfono minutos antes de
ser masacrada a golpes por la GNB. Pone las pruebas a la orden si
es que fueren de utilidad. Tampoco tuvo tiempo de entregarlas. El 12
de marzo colectivos lo asesinan de un balazo. Jesús Acosta también
cae muerto a su lado.
A “El Ruso”, Valeri Montilla, lo conoce en el velorio de Gabriel
Daza. Es un compañero de batalla. Su casa es allanada y le siembran
un arma. Pasa más de tres meses en los calabozos del CICPC en Pla-
za de Toros, donde lo golpean, aíslan, botan su ropa. Contrae sarna.
Luego lo trasladan al penal de Tocuyito, donde permanece recluido.
Marvinia Jiménez es otro ejemplo de valentía. Las cosas suelen
adquirir su nivel de majestad con el tiempo, cuando no sucumben
ante la corta memoria histórica del venezolano. Que este pasaje trá-
gico de la historia nacional contemporánea, sea recordado para nun-
ca repetirse.
Junto a la señora Rosa Orozco, madre de Geraldine Moreno, crea
el Frente de Víctimas contra la Represión, desde donde motivan y
ayudan a personas que han sido torturadas, recibieron tratos crue-
les, inhumanos y degradantes, detenciones arbitrarias, violaciones y
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Aborda la jaula. Le quitan el bolso. Está solo. Por las rendijas gri-
ta su nombre y teléfono para que avisen a familiares. Los policías le
dan rolazos a las rejas para hacer ruido y evitar que los transeúntes
oigan. Al no callarse, seis uniformados abordan la jaula. Tres se sien-
tan de cada lado y lo colocan en el medio con la camisa como capu-
cha. Va esposado por la espalda. Solo habla el jefe, quien aprovecha
para golpearlo salvajemente. El resto solo mira. Por el estilo de la pa-
liza, supone que se trata de un disuasorio por haber sido blandos con
otros manifestantes. La respiración del resto de los policías evidencia
desacuerdo con lo que hace su superior.
Al bajarse el verdugo, uno de los policías le dice que se deje de andar
en guarimbas porque con eso no van a tumbar el gobierno y más bien
son dañinas. Le grita que es “una ladilla” andar peleando con “guarim-
beros” por unos sueldos de hambre y sin poder rebuscarse en la calle.
Por la transparencia de la camisa alcanza observar por las re-
jillas hacia dónde lo llevan. Llega a la esquina del metro Chacao,
cruzan a la derecha vía Chacaíto y se van por la parte de debajo de
la avenida Libertador. A mitad de camino se detienen, abren la reja
y aborda el oficial Narciso Guerra, quien manda a bajar a los otros
cinco efectivos. Está acompañado de quien lo torturó anteriormente.
Se encierran, le quitan la camisa y lo colocan en el piso boca abajo.
Recibe aproximadamente dos minutos de golpes en la boca, rolazos
en los tobillos, patadas en cabeza y costillas. Es arrastrado por todo
el espacio hasta que notan que escupe sangre. Se asustan. Nunca
olvidará el rostro de ese funcionario, Narciso Guerra, pues disfrutaba
la tortura.
Lo levantan, abren la reja y lo sacan. Ve una cantidad enorme de
policías que escoltaban la jaula. Se siente un capo a pesar de nunca
haber cometido delito alguno. Son dos camionetas, veinte motoriza-
dos y unos 40 funcionarios de chalecos verdes. Es inaudito.
Es pasado a una de las camionetas con 4 polinacionales: con-
ductor, copiloto y dos custodios. Le preguntan qué y dónde estudia.
Las esposas le dislocan las muñecas. Algunos policías se solidariza.
También están contra el régimen. Aflojan sus esposas y se las ponen
adelante. Dicen que los manifestantes son pagados, él lo niega. Son
opositores pero no ven la resistencia como una salida viable. “Esta
vaina cae es a plomo”, sugieren. Le permiten enviar un mensaje de
texto a Gilmar: “Estoy bien, estoy detenido. Nos vemos pronto. Te
amo”. Los policías que la capturaron “se hicieron los locos” para que
corriera. Saberla libre es un gran alivio.
Ya en el comando de la PNB en Parque Central pasa por el proceso de
rigor: Huellas, fotos en rostro, tatuajes y artículos personales. Se llevan
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Venganza familiar
Raúl Emilio Baduel y Alexander Tirado
El 22 de marzo de 2014 son capturados mientras lideran una pro-
testa pacífica frente al Parque de Ferias de San Jacinto, en Maracay
estado Aragua. La única razón que alegan para apresar a Raúl Emilio
Baduel y Alexander Tirado, conocido como “el gato de Aragua”, la da
el comisario Carlos Díaz, quien los recibe en el Centro de Protección
al Detenido Alayón cuando se dirige a Baduel por su nombre y ape-
llido, seguido de la categórica frase “vente que ahora te toca a ti”,
en alusión al presidio de su padre, quien para el momento contaba
5 años en las mazmorras de Ramo Verde, “La Rotunda de Maduro”.
Alexander Antonio Tirado Lara tiene 33 años de edad y es huérfa-
no de padre y madre. Al momento de su detención estudiaba Comu-
nicación Social y cursaba un diplomado en Derechos Humanos y Ga-
rantías Constitucionales. Asegura tener aspiración de ser diputado
a la Asamblea Nacional. “Si alguien me dice que se mete en política
y no aspira, no solo es mentiroso sino que bien difícilmente tendrá
visión de transformar las cosas en el país”.
Raúl Emilio Baduel Cafarelli de 34 años, es oriundo de Maracay,
estado Aragua. Licenciado en Ciencias y Artes Militares, cursó el ter-
cer año de Derecho y estudiante de Ciencias Políticas al momento
de su detención. Tiene 14 hermanos y es hijo del exministro de la
Defensa, Raúl Isaías Baduel.
Se les acusa de los delitos de instigación pública a delinquir, aga-
villamiento e intimidación pública con artefactos explosivos, por los
que han sido sentenciados a 8 años de prisión en Tocuyito. Antes
de llegar a este veredicto viciado, donde la audiencia conclusiva se
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difirió nueve veces por razones como que la jueza Iris Araujo debía ir
al banco o le dolía la columna, conozcamos las circunstancias pade-
cidas en un año de convivencia con un sistema de justicia aberrado.
En Alayón pasan unas doce horas, los sacan haciéndoles creer que
irán a hablar con un fiscal del Ministerio Público. Es mentira. Son
trasladados al Centro Penitenciario David Viloria o cárcel de Uriba-
na. Allí comienza una serie de violaciones a sus derechos humanos.
Ambos vivirán las consecuencias de oponerse a la dictadura, so-
bre todo cuando se es hijo y amigo de un importante detractor del
régimen como el general en Jefe Raúl Isaías Baduel, quien no confor-
me con tal distinción fue hombre de confianza del difunto presidente
Hugo Chávez, a quien le salvó el pellejo en abril de 2002 tras la in-
surrección popular que lo sacó del poder, pero del que se separó en
2007 por inconformidad con el proyecto de Reforma Constitucional
donde proponía la reelección indefinida, entre otras enmiendas a la
Constitución Nacional creada por su iniciativa en el año 1998.
Los primeros 22 días son de aislamiento, reciben la comida ca-
liente en la palma de sus manos y son obligados a tirarla luego en el
piso para comerla. La celda es de dos por dos metros, las letrinas se
rebosan, las paredes son verdes del moho, la pestilencia no es una
palabra suficiente para describir el olor y, adicionalmente, deben es-
cuchar alocuciones políticas de funcionarios gubernamentales a todo
volumen durante la madrugada, al tiempo que tratan de bloquear
mente y pulmones con pecho en tierra para evitar la acción de gases
lacrimógenos. Esta clase de torturas forman parte de su cotidiani-
dad. Es un día a día al que no se acostumbran ni resignan.
Colocar el cuerpo en posición de cúbito frontal para no tragarse
las bombas lacrimógenas, llega a su extremo cuando el director del
penal, Julio César Pérez, les obliga a hacerlo sobre el asfalto caliente
del exterior al mediodía, de modo que se quemen los genitales.
Cada requisa conlleva una tortura particular, como si se tratase de
un reto a la creatividad de quienes operan tales procedimientos. “A
ver, ¿cómo los haré sufrir esta vez?”. Naturalmente, por formar parte
de un juicio político de retaliación, reciben un castigo mayor y más
específico. Es decir, especialmente concebido y dirigido para ellos.
Incluso cuando las requisas son colectivas, los patean con saña para
hacerlos sentir diferentes al resto, de una clase inferior, quebrarlos
psicológica y moralmente.
Son víctimas del “comenalgas”, una suerte de bastón similar al
usado para jugar cricket, con un extremo grueso, empuñadura fina y
el nombre estampado con marcador en su centro. Se usa para casti-
gar a quienes “se hayan portado mal” con unos cuantos golpes en las
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El trofeo de la dictadura
Sairam Rivas
Cada contacto con Sairam Rivas es revelador. Aunque parezca
contradictorio, sus matices proporcionan claridad y definen su per-
sonalidad. Cuando el anonimato la cobijaba concede la entrevista
con la que se inicia esta historia corta en tiempo, pero extensa y ex-
traordinaria en profundidad. Es realizada en 2012, cuando apenas
asume la presidencia del Centro de Estudiantes (CE) de la Escuela de
Trabajo Social (ETS) de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Permite conocerla y entender la nobleza de su lucha. El solo titulo,
demuestra sus aspiraciones de cambio:
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¿Cuántas van?
Cinco a los que pertenecemos al CE, pero he traído gente a jorna-
das o simplemente amigos a quienes también los han golpeado.
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La otra faceta
Aparte de la política, ¿qué más haces?
Soy modelo.
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¿Por ejemplo?
Poder diseñar planes, proyectos, políticas que te permitan ayudar a la
sociedad. Hacer un cambio. Trabajar en comunidades para su desarro-
llo. Toda la vida quise esto. Cuando estaba chiquita, te digo 10 años, iba
de Caracas a Guatire, soy de allá, veía Petare y me ponía a pensar cómo
hacer para que esas personas salieran del barrio. Llego aquí y veo que
puedo mejorar su calidad de vida, dije: nada esto es lo mío.
¿Cómo te defines?
Perseverante, luchadora y multifacética (risas). Siempre me ha
gustado hacer de todo.
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corriendo. Los GNB apuntan con sus armas. Los funcionarios están
en ínfima minoría,mpávidos de miedo. Son rodeados y Sairam evita
que sean agredidos. “No podemos ser como ellos”, arenga a quienes
pretenden lincharlos. Le hacen caso y permiten que huyan. Sairam no
saca de su mente a Geraldine Moreno cada vez que tiene una escopeta
de perdigones tan cerca. Por defenderlos, podía ser ella la agraviada.
En pocos minutos llega un contingente numeroso de la GNB y
la Ballena. Queda en el medio del enfrentamiento. Los jóvenes de
la resistencia le piden que se vaya y un camarada de Bandera Roja
la saca con la prensa. Recibe una pedrada en la pelvis por dudar,
creía que no podía salir. Era como pasar una balacera, aunque no se
disparan esta clase de proyectiles. No se quería ir, pero se la llevan
los compañeros. El episodio le recuerda a Hiponia y los filósofos de
la Biblioteca de Alejandría cuando reciben lluvias de pedradas por
parte de los cristianos, quienes en esos tiempos negaban la virtud y
el conocimiento como valores de la persona humana.
Los temores de detención comienzan a rodearla. Presume que algo
le sucederá, pero considera que será en una manifestación similar a
la de Bello Monte. Nunca pensó que la apresarían en la Plaza de la
Resistencia.
Aquella madrugada del 8 de mayo duerme con Diego Casanova,
compañero de la Escuela de Trabajo Social UCV y militante de la
UJR. Se toma unas pastillas contra la migraña y queda rendida tem-
prano. Tiene el sueño pesado por la medicación. Debe tomarla. Es
un fenómeno de productividad. Duerme poco y rara vez se le nota
quebrantada. Aun en los peores momentos conserva el buen humor.
Muchos se le acercan para darle aliento ante la adversidad y termi-
nan siendo ellos los alentados. Casi a las tres de la mañana Diego le
grita que algo pasa y al despertar ya tiene un fusil en la cara. Cuando
sale, media plaza está destrozada. Logra rescatar el teléfono celular
porque el efectivo se lo permite. Está en contra del procedimiento y
es permisivo con ella. Lo único que le exige es no “boletearse” frente
a los superiores porque se mete en problemas. Su análisis inmediato
es extraño. La tristeza de lo que ve se funde con alegría por la solida-
ridad de muchos guardias con varios compañeros. Son una minoría,
pero esperanzadora.
En cuclillas y con las manos atadas, su padre se apodera de sus
pensamientos. No tiene idea del procedimiento, no sabe a dónde la
llevan, si el país sabe, si la desaparecerán por ser la única dirigente
que se encontraba en ese momento en la plaza (Eusebio viajó un par
de días antes a Brasil para llevar al parlamento de ese país la denun-
cia por violaciones de Derechos Humanos en Venezuela, mientras
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que Abzara se queda fuera por primera vez luego de 44 días para ir a
visitar a su abuela). Evalúa los peores escenarios.
Recuerda cuando su papá le decía que lo comprendiera, que había
muchos muertos y la familia estaba asustada. El 5 de mayo en un
cine foro habían visto el filme argentino “La Noche de los Lápices”,
donde se narra la desaparición de cientos de estudiantes de bachille-
rato durante la dictadura militar de Jorge Videla en una sola noche.
Sus imágenes se reproducen en el cerebro de muchos detenidos.
Psicoterror. “Cállate o te entro a coñazos”, “cállate o te echo espray
toxico en los ojos”. Ese es el discurso común de los funcionarios con-
tra los detenidos . Ya en el Core 5, la desnudan y apartan, no hay
contacto con abogados. Quieren salir de eso rápido, “¡qué arrechera
la injusticia!”, es lo que exclaman. En la mañana tienen esperanzas
de salir, pero van al baño y en el camino ven mesas llenas de pistolas,
armas largas, escopetas y otras siembras. Ve al ministro de Interior y
Justicia, Miguel Rodríguez Torres, inmerso en una parafernalia como
cuando desmontan una banda de narcotraficantes. Entra en sí. Está
presa y seguirá presa.
Le preocupa el campamento de los Altos Mirandinos, donde per-
noctan varios amigos y su pareja en aquel momento, Carlos Javier
Arencibia. Consulta con un guardia si también lo desmontaron. “To-
dos esos guarimberos están presos”, le dice. Se prende en llanto y
vomita. No podía comer. El dilema es si en la calle saben lo que pasa,
si están pendientes de ellos. Cuando los dejan llamar, elige a Carlos
Hermoso, su mentor político y “abuelito”. Tenía una custodia enfren-
te contando los segundos de la llamada. Al atenderle, le dice “caraji-
ta, ¿te soltaron?” “No, me están sembrando, me están sembrando”,
él responde “sí, eso está pasando. Fortaleza”. Le quitan el teléfono.
Al día siguiente va al Palacio de Justicia a la audiencia de presen-
tación. Es de película. Son 243 jóvenes esposados. Cuatro autobu-
ses. Gritan consignas. Inolvidable. Ni idea de lo que es un proceso
legal, pero les toca vivirlo. Ninguno es delincuente. Las autoridades
los presionan para que pidan un defensor público, pero los abogados
del Foro Penal Venezolano hacen un trabajo excelso, se adelantan y
asumen la defensa de los muchachos. Para Sairam es la peor expe-
riencia de su vida. No consigue más calificativo para describirlo que
“horrible”. Un sótano oscuro que huele a humedad, con cucarachas
cayendo de las paredes, una letrina rebosada en la esquina, notas
en las paredes con arañazos de tinta y sangre que dicen cosas como
“hampa seria”, delincuentes que pasan diciendo “piropos” mientras
algún oficial le da mínimo un “lepe” no sin antes echar también una
miradita… un ambiente que solo había visto en películas.
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y reiteran que el partido hará todo por ella. Una abogada le presta
el teléfono para que llame a su mama. Al informarle que va presa no
escucha más su voz, sí muchos sollozos. Falsas palabras de ánimo
intentan calmarla “estaré bien”, “no me tratarán mal por ser presa
política y no delincuente”… poco después recibe un teléfono con la
rectora Cecilia García Arocha en líne.. Ya a punto de llevársela, lo-
gran comunicarla con Carlos Hermoso, quien le afirma que su nom-
bre se pintará hasta en la luna. Es la principal dirigente estudiantil
de un proceso histórico prerrevolucionario.
Cuando le dan sitio de reclusión, la abogada le hace seña de alivio.
Dentro de lo malo, el Sebin es mucho mejor que el Inof. Igual son
fuertes los nervios. En su escuela se ha visto personas que atacan
gente y son funcionarios de ese cuerpo. Uno de los guardias le pide a
otro guardia que no le ponga esposas atrás por ser mujer. Al bajar al
calabozo, vive su primer momento de desesperación y se molesta con
ella misma al no estar soportando lo que le toca vivir. Pasa el guardia
amigo, se acababa su turno y le lanza un papel que dice “nunca dejes
de luchar por tus sueños”.
No puede respirar. La inmundicia que le rodea la asfixia y pide
un mejor trato. Trata de pensar en otras cosas. Libros, canciones,
amigos, pero es imposible. Tendría que bloquear todos sus sentidos,
transportar su mente a otro lugar. Es difícil olvidarse de la hume-
dad, fetidez, sangre por todas partes y un ruido ensordecedor. Una
GNB se solidariza y la saca. Conversando, pregunta si en el Sebin
dan comida. Recrea en su mente la tortura y el aislamiento.
Afuera las espera un autobús. Se acompaña de Abril Tovar y Dio-
ris Albarran, quienes ocupan los tres primeros puestos, el resto lo
plenan funcionarios armados. En el pasillo va otro grupo; les apun-
tan con sus fusiles. Es risible. Alrededor, carros y motos blancos sin
placas. Por donde quiera que pasen generan conmoción. En el Heli-
coide esperan más policías nacionales y sebines con ametralladoras
que solo han visto en juegos de video.
El rostro inexpresivo de las tres jóvenes solapa temores profundos.
La espera para darles entrada se hace larga. En el baño las desnudan,
las revisan y las vuelven a sacar. Observan el entorno. Es menos feo
que el Palacio. Son examinadas por un doctor, quien le pregunta a Sai-
ram por qué tiene la nariz tupida, pues pueden quitarle la congestión
“con unas cuantas bombas lacrimógenas”. Terrorismo psicológico.
En el examen, observan que todas miden y pesan lo mismo
(1,75mts x 70 kilos). Esto merece bromas y las tensiones bajan un
poco. “A las guarimberas las hacen como robots, con un patrón”, dice
uno de los custodios.
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12 de febrero
1.- Bassil Alejandro Da Costa (24 años, Caracas).
Este joven carpintero de Guatire salió a su primera manifestación
y, sin pensarlo, se convirtió en la chispa e imagen de una rebelión
democrática protagonizada por un pueblo que lo sintió hijo de todas
las madres. Hasta los más pintados lloraron al ver el video de su trá-
gico asesinato. La impotencia se transformó en valentía para salir y
defender la causa de los jóvenes y estudiantes por un cambio político
definitivo en Venezuela.
Sucedió en la esquina de Tracabordo en La Candelaria, Caracas,
entre las 3:13 y 3:17 minutos de la tarde. Recibió un tiro en la par-
te de atrás de la cabeza mientras huía de la cobarde arremetida a
disparos de funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Na-
cional (Sebin) contra él y otros cientos de manifestantes indefensos.
Responder piedras con balas es un acto de cobardía.
Cayó muerto en el acto. Eso no detuvo la solidaridad de sus com-
pañeros para levantarlo y llevarlo en una moto al hospital más cerca-
no con la esperanza de salvar su vida.
Un día antes, el 11 de febrero a las 6:40 pm colocó en su cuenta de
Facebook: “Bueno señores, este que está aquí sale a marchar mañana
sin miedo a nada con la esperanza de encontrar un mejor futuro”. Bassil
era el único hijo varón y fuente de todos los ingresos de la familia. Su ma-
dre y dos hermanas quedaron desamparadas después de su homicidio.
Por el hecho fueron acusados 8 funcionarios: 6 del Sebin: José Per-
domo Camacho (autor material), Manuel Pérez, Edgardo Lara Gómez,
Héctor Rodríguez, Jimmy Sáez, y Josner Márquez; uno de la PNB:
Andry Jaspe; y un sargento del Ejército: Jonathan Rodríguez. Todos
están libres.
Perdomo Camacho se exculpó de los hechos a pesar de los videos
que lo muestran disparando en el mismo espacio y tiempo que cae
Da Costa. “Llegué cuando ya estaba muerto”, dijo.
Del hecho existe evidencia suficiente: al menos tres videos desde
distintos ángulos y unas 150 fotos. Difícilmente el asesino pueda sal-
varse de la cárcel, pero hay varias preguntas que sugiere un colum-
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nista del diario El Nacional pocos días después del hecho y cuya res-
puesta no existe:
“¿Qué hacían esos funcionarios y escoltas en la calle en ese sitio de
la ciudad? ¿Quién fue el superior que les ordenó estar ahí? ¿Acaso el
Sebin tiene funciones de orden público? ¿Cómo es posible que funcio-
narios curtidos y entrenados sacaran sus armas de fuego y dispara-
ran, no al aire para asustar o amedrentar, sino horizontalmente, para
herir y matar? ¿En qué manual o procedimiento del Sebin se dice que
los agentes pueden disparar a matar porque los insultan, les lanzan
piedras o puedan quitarles una moto? Cuando cae Bassil Da Costa,
los muchachos corrían en desbandada, ya ni siquiera existía un aso-
mo de amenaza contra los funcionarios…”.
En cualquier caso, ese muchacho de camisa y pantalón negro
nunca saldrá de la mente de quienes vivieron este momento históri-
co. Su legado no se olvidará, la historia le dará la razón y en el futuro
se hablará de él como lo que fue: un valiente.
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17 de febrero
4.- José Ernesto Méndez (17 años, Carúpano).
En estos tiempos buscar límites a la locura puede volverte loco. Es
una actividad infructuosa. Las miserias de la Edad Media vuelven,
solo que el protectorado no lo ejerce la iglesia sino el gobierno. Se
trata de un resguardo ubicuo que tiene como características princi-
pales el tráfico de influencias y la impunidad. Es por ello que tener
un carnet de cualquier ente del Estado puede ser un salvoconducto
para hacer lo que te dé la gana.
Así pensó un empleado de Pdvsa en Carúpano cuando manejaba
su Ford Runner por la avenida Perimetral de la ciudad y aceleró con-
tra personas desarmadas que trancaban una calle en protesta contra
el régimen, asesinando al menor José Ernesto Méndez debido a un
fuerte trauma en la cabeza al ser atropellado, y fracturando ambas
piernas a una muchacha sin identificar.
19 de febrero
5.- Génesis Carmona (22 años, Valencia).
Si hay algo que sensibiliza al pueblo venezolano, son los sucesos
protagonizados por personas ligadas al mundo del espectáculo. Así
pasó con el abominable asesinato de la actriz Monica Spear y su
esposo, y se repitió con el asesinato de Miss Turismo 2013, Génesis
Carmona, mientras protestaba en la avenida Cedeño de Valencia,
estado Carabobo.
Su muerte se sintió profundamente en el colectivo opositor. La
gente se abalanzó a las calles para rechazarla. Se unió a Bassil y Ro-
bert como íconos heroicos de la rebelión democrática.
Era mediodía del martes 18 de febrero. La protesta se desarrolla
pacíficamente. Es una marcha que se dirige desde la zona en que la
asesinan hacia la Plaza de Toros Monumental, pero no la dejaron ni
arrancar. Grupos parapoliciales arremeten a tiros contra la manifes-
tación, hiriendo de gravedad a la modelo con una bala en la cabeza,
específicamente en la región occipital, y alcanzando a 7 personas
más en zonas menos fatales.
Pese a la rapidez con que fue trasladada en una moto a la Unidad
de Cuidados Intensivos del Centro Médico Dr. Rafael Guerra Méndez,
a las 12:15pm del día siguiente, 19 de febrero, se confirma su deceso.
Carmona estudiaba décimo semestre de Ciencias Sociales, mención
Mercadeo, en la Universidad Tecnológica del Centro de Valencia (Unitec).
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Testimonios de la Represión
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Carlos Javier Arencibia
20 de febrero
9.- Arturo Alexis Martínez (59 años, Barquisimeto).
Existen dos versiones sobre el asesinato de Arturo Alexis Martínez,
hermano del diputado madurista a la Asamblea Nacional, Francisco
Martínez. La primera, sugerida por el presidente Nicolás Maduro mi-
nutos después del suceso, afirma que le dispararon desde uno de los
edificios del Club Hípico Las Trinitarias cuando retiraba una barrica-
da; la segunda es una testigo del hecho quien asegura que desde su
apartamento observó que el occiso no retiraba barricadas, sino que
caminaba por la zona y cayó justo al detenerse en un semáforo.
«Gritaron que había un muerto y en los videos se nota que el señor
Alexis Martínez iba después del colectivo. Caminó hacia el semáforo
y cayó; eso nos dice que no fue desde el edificio como aseveran las
autoridades. Él no se bajó de ningún carro. Un vecino me cuenta que
cayó a los pies de un militar por lo cual lo auxiliaron. En eso pasó un
Corsa dorado el cual pararon pero al ver a toda esa gente siguió pen-
sando que lo iban a robar. Luego lo montaron en una moto hasta el
Hospital Militar. Él no estaba recogiendo ningunos escombros. Como
a las 4:00 de esa tarde llegó una tanqueta del Ejército, a su lado iban
tres soldados de cada lado y detrás motos. Al pasar por la calle del
Club Hípico Las Trinitarias comenzaron a disparar y siguieron su
camino hasta la urbanización Río Lama”, relató la vecina.
Tras la aseveración del primer mandatario nacional, grupos arma-
dos parapoliciales hostigaron por varios días a los habitantes del sec-
tor en busca de una presunta venganza. En una de las arremetidas,
lanzaron bombas molotov contra el carro de un joven que llegaba a
su casa. Le gritaron: “cómprate otro, sifrinito”.
21 de febrero
10.- Elvis Rafael Durán De La Rosa (29 años, Caracas).
Como dementes, calificó el padre de Elvis Rafael Durán De La Rosa
a los manifestantes que mantenían trancada la avenida Rómulo Ga-
llegos a la altura de la urbanización Horizonte y colocaron una guaya
que mató a su hijo cuanto intentó pasar con su moto.
Se dirigía a su casa en el barrio 24 de julio de Petare luego de un día de
trabajo como almacenista en el automercado Excelsior Gama de Boleíta.
Este tipo de dispositivos fueron aplicados con el argumento de im-
pedir el acceso a motorizados hostiles hacia las zonas de barricadas
opositoras. Sin embargo, este joven trabajador fue quien pagó las
consecuencias.
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Testimonios de la Represión
22 de febrero
11.- Geraldine Moreno (23 años, Naguanagua).
Geraldine es la cuarta representante heroica del movimiento es-
tudiantil. Su muerte es una de las más trágicas por tratarse de un
ajusticiamiento con perdigones de hierro, lo que supone sufrimiento
intenso antes de morir.
8:00 pm. Junto a cuatro amigos observa una barricada en la es-
quina de su casa en el sector Tazajal del municipio Naguanagua,
estado Carabobo. De pronto, llegan 6 motos de la GNB disparando.
No les da chance de entrar a la vivienda, por lo que corren. Ella voltea
para ver qué tan lejos se encuentran los efectivos y es alcanzada por
perdigones en el rostro. Esto le causa heridas menores. Sin embargo,
cae pecho en tierra y voltea nuevamente para divisar si la alcanza-
ron, expone completamente su cara y le disparan a quemarropa. Los
perdigones no son plásticos, sino de hierro.
La estudiante del quinto semestre de Citotecnología en la Univer-
sidad Arturo Michelena es trasladada al Hospital Metropolitano del
Norte, donde es operada en un par de ocasiones. La primera inter-
vención reduce la hemorragia interna y hay esperanzas de que sobre-
viva aunque la vista ya está perdida; pero la segunda, realizada por
un neurocirujano, acaba con cualquier expectativa de vida cuando
al abrir encuentra un cartucho completo de perdigones dentro del
sistema ocular y el cerebro de Geraldine.
La mitad del cerebro se desprendió ante la onda expansiva de los perdi-
gones que tenía adentro. Se trata de una fractura en toda la parte orbitaria,
desprendimiento del globo ocular derecho y lesión total del cerebro.
Moreno formó parte de la selección de futbol de sala de Carabobo
desde 2003 hasta 2007, y ahora representaba a la universidad en
competencias nacionales como los Juvines.
Rosa Orozco, su madre, se convertirá en una de las más importan-
tes activistas pro derechos humanos en el país durante el proceso de
rebelión democrática y aun después.
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Carlos Javier Arencibia
23 de febrero
12.- Alejandro Márquez (43 años, Caracas).
El ingeniero en sistemas es el primer fallecido por tortura directa.
Graba una protesta en la esquina de Candilito, La Candelaria, Ca-
racas, cuando varios guardias nacionales le piden que entregue su
teléfono. Asustado, corre. Le disparan varias veces, pero fallan. En
la huida, cae y se golpea la cabeza. Una vez en el piso, es agredido
brutalmente por los uniformados, quienes se llevan el teléfono. Todo
queda grabado en un video aficionado.
Esto ocurre el 19 de febrero. Sufrió politraumatismo generalizado.
Es trasladado al Hospital Vargas, pero no hay capacidad para aten-
derlo, por lo que es “ruleteado” al Centro Médico Docente La Trini-
dad, donde fallece el día 23 de febrero.
El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, lo calificó
de formar parte de un plan para asesinar al presidente Nicolás Madu-
ro. A su juicio, lo mató la oposición por no “haber cumplido el trabajo”.
“A ese señor lo mataron sus propios compañeros (...) Recibía en-
trenamiento paramilitar “, dijo al mostrar unas fotos de un hombre
vestido con un uniforme militar y con armamento de guerra. En efec-
to es Alejandro, pero no recibiendo entrenamiento terrorista, sino
practicando airsoft, un deporte similar al paintball.
Tenía dos hijos. Sus vecinos lo describen como una persona “que-
rendona y luchadora”. Pocos días después, se iba del país a Alemania
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Testimonios de la Represión
24 de febrero
13.- Willmer Carballo Amaya (43 años, Cagua).
Solo quedó la gorra tricolor con orificio de salida en una de las estre-
llas. Desde bien temprano Wilmer Juan Carballo, mejor conocido como
Jhonny, protesta en las adyacencias de su hogar en Corinsa, Cagua, es-
tado Aragua. De un momento a otro, queda atrapado entre un numeroso
grupo de motorizados oficialistas que pasan por la zona disparando. Está
en la línea de fuego y es alcanzado por un proyectil que le quita la vida.
Carballo fue llevado al Centro Médico Cagua, donde confirmaron
su fallecimiento.
Deja viuda y dos hijos, uno de 17 años que estudia en el exterior y
otro de 10. Era comerciante y formaba parte de la comunidad Cana-
ria de la ciudad, así como de la Cofradía La Candelaria, que se ocupa
de cuidar bienes religiosos.
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Carlos Javier Arencibia
25 de febrero
17.- Eduardo Anzola (29 años, Valencia).
Son tiempos de conflictividad. Carabobo es uno de los estados con
mayor beligerancia entre venezolanos. La mayoría de los enfrenta-
mientos son entre opositores y colectivos maduristas, a diferencia
de la mayoría de estados del país donde la GNB y policías tienen un
papel más protagónico.
En ese ambiente, los vecinos de la avenida Michelena de Valencia,
deciden colocar barricadas. Mala suerte para Eduardo Anzola, quien
no tiene nada que ver con los sucesos y pasa por la zona con su moto
el 25 de febrero alrededor de las 9 de la noche, pierde el control al
pisar piedras y palos, cayó y falleció instantáneamente.
La zona no tenía alumbrado público, lo que pudo influir en el
deceso.
27 de febrero
18.- María Julieta Heredia (89 años, Yaracuy).
Un ataque cardíaco, presuntamente causado por la presión genera-
da durante un cacerolazo frente a su casa, acabó con la vida de María
Julieta Heredia, madre del gobernador de Yaracuy, Julio León Heredia.
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Testimonios de la Represión
28 de febrero
19.- Giovanni Pantoja (29 años, Valencia).
Funcionario de la GNB, cayó muerto tras recibir un disparo en el
ojo cuando removía escombros y se enfrentaba con manifestantes en
la Urbanización El Trigal, Valencia, estado Carabobo.
Fuentes oficiales aseguran que fue “emboscado” y que se trató
de “francotiradores”, mientras que extraoficialmente se conoció que
hubo un enfrentamiento a balas. La Fiscalía de la República no hizo
públicos los resultados de las investigaciones.
3 de marzo
20.- Deivis Durán Useche (31 años, Caracas).
Se dirigía a su casa en Petare luego de compartir con unos amigos
en la avenida Libertador. Intentó frenar al ver que la tapa de una
alcantarilla en la autopista Francisco Fajardo a la altura del distri-
buidor Altamira había sido retirada por manifestantes, pero no le dio
tiempo. Voló varios metros e impactó directamente con la cabeza en
el suelo, muriendo de manera instantánea.
Deivis Durán Useche era mototaxista. Trabajaba en la Cooperativa
de Mototaxis La Castellana. Dejó dos niños.
5 de marzo
21.- Luis Gutiérrez Camargo (26 años, Rubio).
Frenó bruscamente al estar a solo metros de una barricada y
salió catapultado de su carro impactando contra el pavimento en
Rubio, estado Táchira. Intentó esquivarla, pero era demasiado tar-
de. Fue ubicada en una zona donde no era posible visualizarla a
una distancia suficiente para detener el vehículo que, al no tener
conductor, siguió y se estrelló contra un poste quedando totalmente
destruido.
Luis Gutiérrez Camargo, era estudiante de Agropecuaria en la
Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel) y regresaba
de compartir con un grupo de amistades.
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Carlos Javier Arencibia
6 de marzo
22.- José Gregorio Amaris Castillo (25 años, Caracas).
Junto a un grupo de colegas motorizados afectos al madurismo,
José Gregorio Amaris llegó a la calle B de Los Ruices para destruir las
barricadas colocadas desde hacía días por manifestantes opositores,
pero encontró una respuesta contundente por parte de los vecinos.
Hubo una fuerte balacera. La GNB intentó controlar la situación,
pero empeoró.
Amaris fue herido en la parte inferior del cuello, por lo que lo tras-
ladaron a un centro asistencial donde murió horas más tarde.
El conflicto fue confuso. Dos carros fueron quemados, hubo cua-
tro heridos y fallecidos. Por televisión nacional se transmitían imáge-
nes sin mayor sentido. Los reporteros no conseguían qué decir ni a
quién entrevistar. Una periodista colombiana entrevista a un miem-
bro de colectivo motorizado, a quien se recuerda por su respuesta:
“Estamos aquí pol… pol… pol… la réplica de los fascistas”.
Dos policías fueron imputados por golpear salvajemente a un jo-
ven. Las cámaras los capturaron.
9 de marzo
24.- Giselle Rubilar (47 años, Mérida).
Chilena. Militante de la izquierda en su país y del madurismo en
Venezuela, decidió quitar unas barricadas ubicadas en un sector cer-
cano a su residencia en la avenida Los Próceres, estado Mérida. Una
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Testimonios de la Represión
10 de marzo
25.- Daniel Tinoco (24 años, San Cristóbal).
Alrededor de un mes tenían en la carrera 17, entre la avenida
Carabobo y la calle 16, con barricadas inexpugnables. Incluso ese
día no pudieron pasarlas por completo. A las 11 de la noche más
de 10 sujetos, presuntamente pertenecientes a colectivos armados
pero que los vecinos describen como funcionarios de seguridad del
Estado, portando armas largas y cortas llegan al lugar en sendas ca-
mionetas D-Max blancas, se bajan y disparan a mansalva contra los
manifestantes. Daniel Tinoco, cae de un balazo en el pecho y muere
minutos después.
Ese fue su segundo ataque, pues venían de ser repelidos por pie-
dras y morteros unas cuadras más abajo media hora antes.
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Carlos Javier Arencibia
12 de marzo
26.- Jesús Acosta (23 años, Valencia).
La Isabelica, en Valencia, estado Carabobo, fue uno de los sitios
de mayor conflictividad en todo el país. Heridos, torturados y muer-
tos surgieron en sus alrededores. Entre ellos, Jesús Acosta, quien
falleció de un disparo en la cabeza por motorizados armados iden-
tificados con ropa alusiva al partido de gobierno, según describen
testigos del hecho.
Estudiante de la facultad de Ingeniería de la Universidad de Ca-
rabobo, se encontraba en la acera frente a su casa en el sector 7 de
La Isabelica, a dos cuadras de la esquina de Espiga de Oro, cuando lo
alcanzó el balazo mortal. En ese momento, conversaba con un primo
sobre lo que sucedía en el lugar.
Además del joven fallecido, resultaron heridos de bala Guillermo
Sánchez (42, tórax), Eduardo Rafael Villegas (30, glúteo), Luis Ge-
rardo Peña (23, pierna derecha), Eilym Fuentes Pacheco (34, pierna
izquierda), Adrián Valiente (19, pierna derecha), y José Alberto Díaz
García (arteria femoral).
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Testimonios de la Represión
17 de marzo
29.- José Guillén Araque, (Maracay).
Un disparo en la cabeza le segó la vida mientras dispersaba una
manifestación en Maracay, estado Aragua. Capitán de la Guardia
Nacional Bolivariana, recibió el apoyo de Vladimir Padrino López,
jefe del Comando Estratégico Operacional (Ceofanb), quien lo calificó
como “otra víctima de la violencia terrorista”.
Era de madrugada. López destacó en un Twitter “¿De dónde viene
la violencia? ¿Quién la promovió? ¿Quién da la cara después de todas
las víctimas y destrozos a bienes públicos y privados? Sin la actuación
responsable y doctrinaria de nuestra GNB, hoy el derramamiento de
sangre venezolana fuese mucho mayor. Basta de agresión. La FANB
no reprime manifestaciones pacíficas: las protege y actúa preventiva-
mente. La FANB combate toda expresión de violencia y terrorismo».
19 de marzo
31.- Anthony Rojas (18 años, Cárdenas).
Estudiante del segundo semestre de ingeniería mecánica en la Univer-
sidad del Táchira (UNET), recibió un balazo en la cara mientras bebía un
refresco en Cárdenas, estado Táchira.
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Testimonios de la Represión
21 de marzo
33.- Wilfredo Rey (31 años, San Cristóbal).
Circulaba en su vehículo por Barrio Obrero, en San Cristóbal, es-
tado Táchira, cuando encontró una situación irregular. Colectivos
armados atacaban a manifestantes. Justo frente a él un joven cae
herido, por lo que se baja a socorrerlo. Mientras se acerca recibe un
disparo en la cabeza y otro en el brazo.
Su muerte desató fuertes protestas, pues se trataba de un traba-
jador que no participaba de las barricadas y fue asesinado por tener
un gesto de solidaridad.
22 de marzo
34.- Argenis Hernández (26 años, San Diego).
Séptimo fallecido en el estado Carabobo, recibió balazo en el abdo-
men mientras evitaba que un motorizado pasara por una barricada
en el municipio San Diego.
El hecho se suscitó en la urbanización Tulipán. El asesino se acer-
có tímidamente a la barricada como si intentase conversar con los
protestantes. Hernández caminó hacia él y fue baleado.
Inmediatamente fue trasladado al ambulatorio de San Diego, don-
de recibió los primeros auxilios y lo remitieron al Hospital Carabobo,
en Naguanagua, pero no pudieron controlarle una hemorragia inter-
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Carlos Javier Arencibia
23 de marzo
36.- Adriana Urquiola (28 años, Los Teques).
En este hecho hubo dos muertos. Urquiola tenía 7 meses de em-
barazo. La intérprete de señas del canal 4, Venevisión, bajó de un
autobús para pasar la barricada que protestantes opositores ubica-
ron en la carretera Panamericana, a la altura de Los Nuevos Teques,
en la capital del estado Miranda, cuando un antisocial disparó en 14
oportunidades, impactándola varias veces en cabeza y hombro. Po-
cos minutos después fue trasladada al Hospital Victorino Santaella
en una patrulla de la Policía de Miranda, pero llegó sin signos vitales.
Jóvenes que se encontraban en la manifestación, quienes prefie-
ren el anonimato por razones de seguridad, informan que la acción
apenas comenzaba cuando el pistolero arremetió. Urquiola caminaba
con bolsas de mercado y estaba con su prometido, cuyos gritos de
dolor aseguran nunca olvidarán. Uno de ellos, muestra una herida
de bala rasante en el brazo que lo hirió ese día. A su juicio, el asesi-
no disparó a matar y alcanzó a una persona inocente. “Las balas se
veían saltar en el piso y una de ellos pegó en el árbol donde yo me re-
fugié. Cualquiera puede ver el impacto en el árbol grande que está en
la redoma frente al centro comercial. El tipo disparó contra nosotros,
con el total deseo de matarnos”, confesó uno de los protestantes.
Posteriormente, se conoció que el asesino es Yohnny Bolívar, exes-
colta de la ministra de Servicios Penitenciarios, Iris Varela, y expre-
sidiario por el delito de usurpación de identidad. Salió de la cárcel
como parte del Plan Cayapa, un dispositivo del despacho antes men-
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Testimonios de la Represión
24 de marzo
37.- Miguel Antonio Parra (42 años, Mérida).
Esta historia la cuenta una joven estudiante de Mérida, cuyo relato
tomé de su blog en Internet. Se define opositora y conoció al sargento
Parra en protestas. Eran adversarios, pero se respetaban y llegaron
a tener una amistad. Su publicación no da cuenta de que suscriba
lo que dice, pero es un mensaje esperanzador, de unión necesaria.
A continuación el relato:
A estas alturas del partido, parece como si en Venezuela lo primero
que se devaluó fue la hermandad, el querernos los unos a los otros, lo
primero que perdió el valor fue la humanidad. Y después que uno ve
tanto, que escucha tanto, que llora tanto… ¿Cómo poder seguir creyen-
do cuando toda la esperanza te la han arrebatado?
Soy joven, estudiante universitaria, sin ningún partido político pero
opositora a este régimen y manifestante y una mañana hace no mucho
me despertó mi celular por las llamadas insistentes de mis vecinos,
cuando atiendo, me piden que vaya de inmediato a la avenida, “Nos
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Carlos Javier Arencibia
están atacando” me dijo; así que fui corriendo con mis armas de cons-
trucción masiva: Mi pincel, una hoja y pintura.
Cuando voy llegando a donde solía estar nuestra barricada veo una
tanqueta (o carro blindado, como prefieran) atravesar la calle y salgo
corriendo, veo a mis vecinos reunidos y pregunto qué pasa. Ahí me
entero que desde tempranas horas de la mañana una cantidad ab-
surda de policías, guardias nacionales, 2 tanquetas, la ballena y unos
camiones decidieron visitarnos y quitar nuestra barricada. Un herido
por un golpe de un policía, un disparo de perdigón al aire y muchos ve-
cinos preocupados. Saco mis armas y comienzo la acción “¿Y LA PAZ?”
decía mi pancarta y corro hacia donde están estos oficiales. En lo que
llego una de las tanquetas comienza a andar y decido colocarme en-
frente con mi pancarta (soy manifestante y radical, nunca he lanzado
una piedra en mi vida, conozco una mejor forma de defenderme, soy
capaz de arriesgar mi vida por un cambio en mi país), la tanqueta me
esquivó y arrancó (sorprendente lo rápido que van esas cosas!) y corro
a su lado, atravesándome ligeramente como podía pero se me escapó.
No iba a darme por vencida, así que bajé corriendo de nuevo a donde
estaban los oficiales, primero me habló un policía de muy, muy mala
gana, pero mi objetivo se cumplió así que me dirigí a donde descansa-
ban sentados unos GNB, como siempre en silencio, mirada fija y cartel
en alto. No pasaron ni tres minutos cuando uno me llama y me pide
que me siente y conversemos. Eso hice. Así lo conocí. ¿Por qué será que
los buenos siempre son los primeros en irse?
Me dijo “Todos queremos la paz pero, ¿qué es lo que está pasando,
cuéntame por qué protesta la gente de arriba, por qué vienes tú con
ese cartel y por qué tienen esas barricadas?”. Y eso hice, el señor,
tan pero tan increíble, que me pidió una hoja, pidió un lapicero a uno
de colegas (quienes debo admitir tardaron, TARDARON en dárselo) y
comenzó a escribir “¿Por qué la gente protesta?”, ajá hija, ¿cómo te
llamas? “Lulú”, ajá Lulú, dime.
INSEGURIDAD, Mérida blah blah blah…. ESCASEZ, cómo es posi-
ble que blah blah blah. INFLACIÓN, yo soy joven y aspiro a un mejor
futuro pero blah blah… IMPUNIDAD, te secuestran, roban, matan y
aquí como si nada… CORRUPCIÓN, todo depende de a quién conoz-
cas. CENSURA, hace unas semanas Señor que me amenazó un policía,
me empujó y golpeó a mi hermano por colocarme yo en silencio frente
a la sede policial con esta pancarta.
Me escuchó, anotó TODO tal cual como se lo expresaba, cuando le
expliqué el por qué de las barricadas me dijo “Aquí todos saben quié-
nes son los Tupamaros, ¿cómo es posible que no estén presos?, Vamos
a organizarnos Lulú, tú me dicen quién es Tupamaro y yo lo arresto
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Testimonios de la Represión
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Carlos Javier Arencibia
En eso los llaman para que suban al Centro Comercial y yo le dije “Lo
siento mucho pero allá arriba hay un montón de gente asustada, déja-
me hablar con ellos”. Eso hice y les expliqué, mis vecinos dudaban pero
subió el pelotón. Me advirtieron “No te dejes engañar, ellos son malos, te
hablan bonito pero te volteas y disparan… Ellos torturan a los jóvenes,
a otros los asesinan, ellos no son humanos Lulú, están entrenados para
eso” Así que decidí usar nuestro nexo como amenaza. Me acerqué a ellos
y le dije “Yo estaré con ustedes, a donde vayan, mientras estén aquí, el
tiempo que estén acá. Porque allá tengo gente desconfiada y asustada
y no permitiré que nada malo le pase a esa gente. Ustedes verán, pero
si se les ocurre disparar, primero tendrán que dispararme a mí”. Migue
me ofreció asiento, sacó un cigarro, le pedí uno y seguimos echando
cuentos. El pobre, con hambre y alergia a morir, con tantas picadas que
ni pa’ saber qué era lo que tenía. Así que bajé a la farmacia, le compré
alcohol, algodón y loratadina (para la alergia), le expliqué cómo la iba
a tomar, se limpió las picadas (se bañó con alcohol realmente) y en eso
llegaron un par de vecinos a hablar con ellos.
(Inserté aquí los mismos problemas que vivimos TODOS los venezo-
lanos más el abuso policial, complicidad con los cuerpos delictivos, etc.)
Luego de que todos hablaron, Migue me invitó a almorzar (a mí y a
mi hermano), rechazamos la oferta. ¿Sabían que ellos pagan su propia
comida?, bueno, él se llevó a otro que iba a almorzar y a mí una seño-
ra me dio unos jugos, uno para él y uno para mí. Así que fui a donde
estaba comiendo para dárselo. Me pidió que me sentara, insistió en
que comiera y como dije que no me dijo “Bueno pero prueba este pas-
ticho, está buenísimo” y les digo, ellos COMEN porque el bocado que
me dio fue enorme. Sí, estaba bueno el pasticho. Llegó mi hermano,
luego mi otro hermano, hablábamos los 5… Migue me contó de su hijo,
resulta que estudia lo mismo que uno de mis hermanos. Me mostró los
mensajes de su esposa, me dio su opinión al respecto de la situación
del país y su descontento con todo lo que pasa. Mi hermano le mostró
unas fotos y vídeos y me dijo “Hay que ver cómo hacemos que todos
lo vean, allá dentro no nos dejan ver nada, sólo el canal del Estado”.
Fumamos otro cigarro, echamos cuentos y me despedí diciéndole
“¡Me caes muy mal! Porque yo odio a los uniformados, odio a la gente
que tiene ese mismo uniforme pero a ti no, ni a ti (refiriéndome a su
compañero), no permitan que unos delincuentes ensucien ese unifor-
me. Háganme creer en los cuerpos de seguridad del Estado. Habla con
los que sabes que actúan mal” y me dijo “Todos los que están conmigo
son como yo, aquí ninguno abusa de su posición” Y me fui.
Comí y volví para la Asamblea de Vecinos y Migue seguía ahí, lo sa-
ludé y me reuní con la gente. Hasta que una señora dijo “No podemos
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Testimonios de la Represión
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Carlos Javier Arencibia
Conocía muy poco de él, lo suficiente como para decirles que era mi
pana, que le tenía cariño, aprecio, admiración, que me preocupaba por
él y por sus colegas. Yo no creo en las casualidades, entré a una tien-
da y me partí en llanto y la que atiende me dijo “Yo también conocía al
oficial que mataron”.
Tanta impotencia, tanto llanto, no pana… ¡Así no son las cosas! No tuve
ni chance de despedirme, nunca le di un abrazo siquiera… ¡Coño, no!
Y luego recordé lo que él significaba para mí y lloré como sólo re-
cuerdo haber llorado a mi abuela difunta. Él fue exactamente lo que
yo rogaba en esos días, una muestra de que en el mundo aun existe
humanidad en las personas. Me hizo creer en la gente, en la bondad
de los extraños, en la palabra de alguien… Me recordó que no todos
son malos y que sí, en efecto, hay unas lacras con uniforme pero que
abunda más bondad y ganas de cambio que maldad.
Recuerdo que le dije “Si siguen matando a estudiantes…
La cosa se va a poner cada vez más fea” y me dijo:
“qué por cada estudiante muerto, un verde muerto?”
Y le dije “NO, así no son las cosas, sólo, todo será más tenso”.
Si quien disparó creyó en eso le digo que nuestros caídos, TODOS,
no nos dolerán menos por la sangre de un uniformado y que no existe
mejor venganza que el perdón.
Aquí iba escribir todo lo injusto que es esto, el dolor tan inmenso que siento,
me quitaron una luz, Venezuela cada día es más oscura, ¿hasta cuándo?
Pero luego recordé que no se llora a los muertos, se celebra quienes
fueron en vida. Y ese señor, sargento, uniformado, FANB, papá, espo-
so, panísima… Migue… No hay palabras que describan lo mucho que
hiciste por mí y por Venezuela. Tú amabas tu trabajo, yo no entiendo
cómo alguien puede querer ser parte de un ejército pero él me explicó
que cuando se inscribió las cosas no eran como ahora y que proteger a
la gente siempre había sido algo que le gustaba.
Si llegan a agredirme alguna vez, si llegan a meterse con mi comuni-
dad… Yo saldré a defendernos como sé hacerlo, con agallas y esperanza.
Porque usted señor me dio su palabra y yo confié en ella y confío, dijo
que me protegería y sé que lo seguirá haciendo. A mí, a su familia, a
sus amigos y a nuestra amada Venezuela.
Dios, aquí entre nos, no era necesario que te lo llevaras… Yo pude
haber escrito esto sin que lo hicieras, pero supongo que querías también
un poquito de Migue, y tienes razones… Era un ser humano increíble.
Dentro de tanto caos, tanto dolor, tanta sangre y lágrimas… Dentro
de tanta oscuridad, inseguridad, pelea que cubre mi país hay peque-
ñas luces entre nosotros. Gente que nunca imaginamos conocer y que
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Testimonios de la Represión
sin duda alguna, está ahí para recordarnos que sí es posible un mejor
país, donde todos podamos estar tranquilos, que sí se debe creer, se
debe creer en la gente… Porque si no, ¿qué nos queda?
De tantos días de protesta he aprendido tanto, conocido a tanta gente
y te llevaste a uno de mis favoritos; porque no sólo era tremendo tipo, sino
que era tremendo tipo uniformado y en estos momentos, mucha gente ne-
cesita conocer a los que son como era él; porque unos cuantos bastardos
han ensuciado el nombre de las instituciones que deberían resguardarnos
pero eso no significa que ahí dentro no existan quienes realmente amen su
trabajo, crean en la ética, tengan valores y consciencia.
Moral y luces son nuestras primeras necesidades.
Y aunque te llevaste una de las luces que alumbrara mi oscuridad en
este país; me recordaste que aun existen valores, gente que respeta a
los demás y que cree en la gente, en que existe la bondad y hermandad.
Señor Miguel, disculpe que lo llame “Migue”, pero es que usted era mi
pana. A sus familiares, mi más sentido pésame y creo que lo más que
puedo hacer por ustedes en estos momentos es escribir esto; disculpen
lo largo pero es que los cuentos buenos merecen ser bien relatados.
A sus amigos, los envidio, yo quisiera haber compartido muchísimo
más con él. A los manifestantes, no todos los uniformados son malos,
no se ensucien las manos de sangre y pena. Luchemos por Venezuela
con la frente en alto y que sean nuestras esperanzas el arma con que
ganemos esta triste guerra.
A los que piensan diferente, yo tampoco les pido que piensen igual
pero por favor, que eso no les haga olvidar que detrás de esa bandera,
hay una persona que de seguro te encantaría conocer.
Y al gobierno… Tremendo tipo se les fue de la FANB, ¿cuántos más
quieren? Dejen las armas, revisen a los que lo están haciendo mal.
Muestren justicia y así podremos comenzar a hablar.
A su hijo en especial. Pana, cuando necesites algo, lo que sea, llá-
mame y aquí te resuelvo. Tu padre era tremendo tipo y de eso no hay
duda pero debo recordarte que dentro de tanto repudio a las institucio-
nes, tu padre no será otro del montón.
Él creía en la ética, sus valores bien puestos, militar ejemplar, de
verdad, cuando escribieron la misión y el código de ética del militar,
lo hicieron pensando en tu padre.
A toda Venezuela, él, este señor, era la viva representación de lo
que somos los venezolanos. No intenten cambiarlo. No dejen que nada
ni nadie los cambie. Nosotros somos hermanos, creemos en nuestra
gente y eso de ojo por ojo, eso de odio, eso no va con nosotros.
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Carlos Javier Arencibia
Y aquí tiene, ¿se acuerda que le dije que quería ser escritora? Cuan-
do pueda pensar con mayor claridad, tendrá más de un verso dedica-
do a su ser.
Sé que un día, allá arriba nos beberemos la fría que quedó pendien-
te y celebraremos que el bien siempre vence contra el mal. Celebrare-
mos a la humanidad. Yo buscaré cómo, pero la rescataré y usted tuvo
mucho que ver en eso.
Ya volví a llorar… Pero es que entiendan. No era un GNB, era de la
FANB y era mi amigo y era venezolano (oriental pa’ más ñapa ).
28 de marzo
38.- Luis Alberto Romero Moncada (44 años, San Cristóbal).
Intentaban mover una valla publicitaria para cerrar la vía a la
altura de residencias Quinimarí, en San Cristóbal, estado Táchira,
cuando accidentalmente golpearon un cable de alta tensión que ge-
neró una potente descarga eléctrica la cual mató en el acto a Luis
Alberto Romero.
En el mismo hecho, Jhon Jairo Santander (45) y un adolescente
de 16 años resultaron lesionados y fueron trasladados a un centro de
salud por efectivos bomberiles.
29 de marzo
39.- Roberto Annese (30 años, Maracaibo).
Existen dos versiones. Por una parte, se dice que un grupo de po-
licías del estado Zulia le dispararon un escopetazo en el pecho que lo
asesinó. Por la otra, sugieren que un artefacto explosivo de fabrica-
ción casera le estalló mientras lo manipulaba. La primera hipótesis
pertenece a vecinos, familiares y amigos; la segunda, a las autorida-
des políticas y de investigación.
Donde sí coinciden es en que a las 2 de la mañana hacía guardia
en una barricada ubicada en El Naranjal, Maracaibo, estado Zulia,
para evitar que la recogieran. De pronto, efectivos policiales apare-
cieron y bajaron de una camioneta blanca. Dispararon, hubo enfren-
tamiento, Annese huyó y apareció en la azotea de una casa con un
inmenso boquete en el pecho.
El ministro de Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, dijo al
respecto: “se logró la extracción (...) de un trozo de metal de 5 milí-
metros de espesor, de 8,9 de diámetro y con un peso de 300 gramos,
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Testimonios de la Represión
que presumimos es una esquirla o parte del tubo que utilizan para
disparar estos fuegos pirotécnicos convertidos en explosivos”.
Hace 4 años había fallecido su padre en protesta por la expropia-
ción de la empresa Tricomar, de la cual era socio.
“Yo le decía que se cuidara, y él insistía en que ´hay que hacer
algo, tengo que luchar por papá y por ti´. Nuestra familia ha pasado
por momentos duros, a mi esposo lo secuestraron, y tras 55 años de
trabajo le quitaron la empresa… el viernes, cuando se iba, estaba en
el ascensor, abrió la puerta y me llamó: ´Mama´, -¿qué Roberto?, le
pregunté. ´-Ven, dame un beso´. Me miró, y yo lo vi con cara de tris-
teza, como si no fuera a verlo más”, narró su madre en el velatorio.
10 de abril
40.- Mariana Ceballos (32 años, Valencia).
El 14 de marzo asiste a una protesta pacífica frente al Centro Co-
mercial Shopping Center, Valencia, estado Carabobo. Un presunto
partidario del oficialismo la arrolla. Es trasladada al Centro Policlí-
nico La Viña, donde permanece casi un mes hasta fallecer el 10 de
abril.
El impacto produjo traumatismo craneoencefálico, hemorragia ce-
rebral, fractura de pelvis y fémur derecho. Todo ese tiempo estuvo en
coma.
Al ingresar en el centro asistencial fue intervenida quirúrgicamen-
te durante tres horas, fue intubada y pasada a terapia intensiva. Los
aparatos la mantenían con vida.
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Carlos Javier Arencibia
8 de mayo
43.- José Steven Colina (26 años, Caracas).
Último fallecido del proceso de rebelión democrática denominado
“La Salida”. Ese 8 de mayo marca un quiebre en el desarrollo histó-
rico del ejercicio en oposición política al régimen de Nicolás Maduro.
243 estudiantes son detenidos en cinco campamentos de resistencia
ubicados en el Este de Caracas. Ese mismo día, más temprano, muere
el funcionario de la PNB, José Steven Colina cuando dispersaba una
manifestación en Los Palos Grandes. Recibió un proyectil en el cuello.
21 de junio
42.- Josué Farías (19 años, Maracaibo).
Estudiante de Contaduría en la Universidad Rafael Belloso Chacín
(URBE), recibió un dispararon en el abdomen cuando se retiraba de
clases el 29 de mayo. El impacto le perforó estomago, hígado y pán-
creas. Luego de casi un mes, el 21 de junio, sufre un paro respira-
torio consecuencia de la herida y muere. En la autopsia se le extrajo
una metra alojada en la columna vertebral.
6 de febrero de 2015
44.- Jhon Barreto (22 años, Táchira).
Pese a no haber mayor precisión en torno a la causa de su ase-
sinato, la opinión pública a través de las redes sociales, además de
periodistas de la región andina, relacionan su caso con un ajusticia-
miento por razones políticas al tratarse de un joven perteneciente a
un grupo de resistencia.
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17 de febrero de 2015
45 y 46.- José Frías (20) y Julio García (22) (El Vigía).
Maniatados, con signos de tortura y ajusticiados con múltiples
disparos en la cabeza, fueron encontrados estos dos estudiantes me-
rideños en un montarral de la vía que comunica Santa Cruz del Zulia
con la carretera de Santa Bárbara a El Vigía.
Fueron secuestrados cuando se desplazaban en un vehículo Ford
Ka negro que no se encontró, al igual que los objetos personales de
los asesinados.
Según familiares, sus verdugos son policías, misma razón por la
cual compañeros estudiantes de la Universidad de Los Andes (ULA) se
trasladaron a la zona para investigar el caso por sí mismos debido a la
desconfianza en los órganos del Estado. Pertenecían a la resistencia.
20 de febrero de 2015
47 y 48.- Yamir Tovar (22)/ Luis Arianyi (21) (Caracas).
Guerreros de capucha. Reconocidos en las lides de la resistencia
caraqueña por su compromiso y disposición a la lucha. Un día ines-
perado salen de protestar en Altamira y se dirigen a sus respectivas
viviendas en el 23 de enero, populosa barriada caraqueña contro-
lada por colectivos armados, pero nunca llegarán. En su camino se
atravesaron asesinos que los ajustician sin clemencia y lanzaron sus
cuerpos en un monte de la misma parroquia.
Amordazados, desnudos, golpeados brutalmente y con varios dis-
paros fueron hallados los cuerpos. “Yamir tenía 6 tiros. Tres en la
cara, los otros en los brazos y una pierna. Y a Luis le dieron 4. Por la
manera en que fueron asesinados no creemos que los responsables
del crimen sean policías… tampoco podemos nombrar colectivos.
Pero no es un asesinato común. Ambos fueron golpeados y mania-
tados”, explicaron familiares de Tovar, quienes de la misma forma
resaltaron que había sido objeto de amenazas por participar en pro-
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24 de febrero de 2015
49.- Kluiverth Roa (14 años, San Cristóbal).
Venezuela fue un caudaloso río de lágrimas. Fotos de un niño con
los sesos en el piso plagaron de indignación a una patria entera, aun
cuando nada se sabía acerca de las razones del asesinato. Poco des-
pués, Daniel Prado, joven que se encontraba cerca de la escena del
crimen, aparece arrodillado frente a un cordón policial con el pecho
desnudo lleno de sangre del fallecido y hace más grande el dolor.
Poco a poco las especulaciones trascienden para convertirse en
información y la nación llora la primera víctima producto de la Re-
solución 8610 del Ministerio de la Defensa, donde se permite el uso
de armas mortales en el control de manifestaciones públicas. Como
guinda de una tragedia de tales dimensiones, se trata de un menor
de edad que se escondía de la arremetida policial contra una mani-
festación estudiantil en la “sede vieja” de la Universidad Católica del
Táchira (Ucat), en San Cristóbal.
Estudiante de segundo año de bachillerato en el Liceo Agustín
Codazzi, salía de clases cuando se encuentra con la confrontación.
Una brigada motorizada de la Policía Nacional Bolivariana reprime
con fuerza y penetra el espacio “dominado” por los estudiantes, zona
en la que él se encuentra de manera infortunada por lo que decide
esconderse debajo de un carro. Al hacerlo, el funcionario Javier Mora
Ortiz, de 23 años de edad, lo ve, se le acerca amenazante, lo saca ha-
lándolo por el bolso escolar y tras una brevísima discusión donde el
niño clama por su vida, le dispara en la cabeza un proyectil metálico
que lo mata instantáneamente. Cobarde, huye.
Posteriormente, la ministra de Interior, Justicia y Paz, Carmen Me-
léndez, aseguraría que el funcionario disparó municiones de goma,
lo que contradijo el defensor del Pueblo y exgobernador del estado
Anzoátegui por el oficialismo, Tarek William Saab, quien destacó que
el uso de balas de metal es ilegal. Al igual que el presidente Nicolás
Maduro, quien señaló a Roa de “pertenecer a una secta de la dere-
cha” (era Boy Scout), culpó a la oposición venezolana por el suceso
al afirmar durante una entrevista de televisión que “un sector de la
oposición asume actitudes violentas… y no veo por parte del sector
opositor un rechazo a estos hechos, como sí veo la condena de los
poderes públicos, comenzando por el presidente Nicolás Maduro”.
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