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1 MARÍA BUENA NOTICIA.

-TRÍPODE

Antonio Gracia
María, Buena Noticia

I. Dedicatoria
Y palabra previa
A cantos por camino de arte o de enamoramiento fiel buscan a María
como Buena Noticia, con cariño y amor de peregrino.

Palabra previa
Busco con amor el rostro de María. Quiero escuchar su voz. Deseo
encontrarme con Ella, descubrir quién es, cómo camina, cómo habla,
qué perfume usa.
En mi encuentro, quiero evidenciar su humildad, su fe, su gozo, su
recogimiento, su dignidad, su silencio.
Sé que otros, y acaso con cariño más madrugador que el mío, buscan
igualmente su rostro y corren, enamorados, a cualquier lugar del
mundo, para verla, oírla… Ante el anuncio de una aparición, miles de
cristianos organizan peregrinaciones. Quieren seguridad.
He rezado personalmente ante el Pilar, he subido a Montserrat, he
llegado a Lourdes. He orado en Fátima. Me he hinchado con gozo ante
Guadalupe y recitado el Magnificat ante la Virgen de Suyapa, en
Honduras.
Aquí en Venezuela, he peregrinado para venerar a la Virgen de El Valle,
de la Chiquinquirá, de Coromoto.
Soy testigo de apariciones en España y Portugal.
Da la impresión, que nuestra seguridad es ver, palpar, oler, besar.
La desgracia es que yo nunca he visto, ni he olido, ni palpado… hasta
ayer, a las seis y media de la tarde.
Fue al abrir la puerta de una casita, donde encontré a quien buscaba,
María de Nazaret.
Escribo lo que he visto y escuchado en mi recorrido. Hay palabras que
son de primer plano y hay palabras que son fruto del encuentro
contemplativo.
Como no soy muy entendido, escribo para los humildes y sencillos, para
los buscadores del rostro de María y de su mensaje original. (No hablo
de mensajes traumatizantes, que casi nunca coinciden con el mensaje
original).
Cada capítulo es una visión, una audición, un diálogo, o una foto-flash.
Se apoya en una frase de la Buena Noticia revelada.

Quiero que mis palabras


revelen con ternura
el rostro de una esclava,
transparente criatura,

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esposa de un obrero
y Virgen-Madre pura,
Buena Noticia para el corazón
y esperanza segura.

Nota: Este librito es fruto de una conversación informal sobre


apariciones de la Virgen. Fue un domingo (27/5/86), durante el
almuerzo. Las poesías, son en su mayoría de mi librito “Encuentro en
Silencio y Soledad con Santa María”. Las demás poesías, se editan por
primera vez.

II. María, Buena Noticia


1. El Cartero Gabriel
“En el sexto mes, el ángel Gabriel fue a una joven…” (Lc 1,26)

Soy Gabriel. Me presento yo mismo, porque casi nadie me conoce. Y no


es fácil, por otra parte, conocerme.
Soy un ángel de historias breves, iluminadoras; procuro descubrir,
solamente y con mucho cuidado, el mensaje escrito por Dios en mis
labios.
Como todo ángel, he nacido del Poder y el Amor infinito y misericordioso
de Dios. Mi cuerpo espiritual es invisible a tus ojos. Pero estoy lleno de
luz.
Mi oficio es dar buenas noticias. Soy cartero privado de Dios y, hasta
ahora, he dado al mundo los mensajes más bonitos e importantes.
No te explico mucho esto. Sólo te digo que he estado presente en todos
los profetas. Ultimamente podrían hablarte de mí Zacarías e Isabel. Les
traje una noticia tan buena que, del susto, quedaron mudos. No la
creían.
Ahora estoy preparando el traje para bajar a Nazaret. Quiero ponerme la
ropa mejor y es que tengo realmente la Noticia Sorpresa. La llevo a una
joven excepcional. Tan excepcional que ha enamorado al mismo Dios.
Dios ha puesto en mis manos secretos extraordinarios y yo los revelo
fielmente a su debido tiempo.
No soy ángel de presagios sombríos, ni proclamo malas noticias: No
propago anuncios que espanten, ni atemoricen. Algunas personas me
quieren enredar con carteles de castigos inminentes. Siempre hay
mentes calenturientas.
Vamos a vivir, juntos, esta revelación. Dios me ha confiado su plan de
salvación. Ven conmigo y no tengas miedo.
“Ha llegado la plenitud del tiempo.
Dios se va a ser hombre.
María va a ser su Madre. Es una joven extraordinaria”.

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Abre los ojos y ten preparados los oídos. Observa, escucha y aprende.
Lo que vas a recibir es oro fino.

Gabriel,
sé que eres bueno y tus noticias buenas son.
Tú revelas, anuncias y proclamas la Encarnación.
Gracias.
Condúceme con un rayo de tu luz.
Enséñame a buscar el rostro de Dios en mis hermanos.
Revélame el amor del Padre.
Y cuando me veas confundido, perdido, extraviado,
vuélveme, con tu palabra interior, al camino.
Caminemos juntos esta peregrinación
del descubrimiento de María
y dame gusto de conocerla como es,
según la Buena Noticia de la revelación.

2. El Nombre Propio
“El nombre de la virgen era María” (Lc 27).

En Nazaret conocen tu nombre. No eres alguien desapercibida, sin


origen. No eres fruto de un sueño, ni diosa de una aparición.
Un vientre te recibió con calor y te concibió con devoción maternal. En
silencio laborioso de entraña de madre, fuiste niña escondida, frágil
cuerpo incipiente, feto abrigado.
Al verte recién nacida, bañada de luz de aurora, bendijeron tus padres a
Yahveh, porque eran ancianos y tú eras su único gozo deseado.
Te llamaron Miriam-María. Tenías plenitud de mar en los ojitos recién
abiertos y en tu carne retozaba la espuma de la alegría de Dios.
Escribieron tu nombre con letras grandes y lo pronunciaron con voz tan
fuerte, que el universo, en su carne de pecado, sintió temblor de gracia
y de perdón.
Por eso, dieciséis años más tarde, cuando Gabriel bajó a Nazaret, no se
equivocó de nombre, ni confundió ninguna letra.
Más tarde, Lucas, que era un mal escritor e investigador, lo atestiguó
con escritura de molde y lo difundió en el periódico de Dios, como
Buena Noticia: “El nombre de la Virgen era María”.
Yo también aprendí tu nombre de labios de mi madre y me siento feliz al
pronunciarlo. Y tengo la misma seguridad del ángel.
Veo tu rostro y es de virgen. Palpo tus manos y son de aurora tierna.
Observo tus ojos y tienen tanto de cielo y mar que son una invitación
limpia a volar y sumergirse.

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Eres María, con toda seguridad. No hay otra. Es imposible. Tan bien
hecha estás y apropiado es tu nombre, que pronunciarte es encontrarte,
conocerte y amarte.
Y me digo: ¿Para qué correr tanto? ¿Para qué buscar tu nombre con
añadiduras? ¿Será que los hombres no se fian de la Palabra revelada?
“Su nombre es María”, y repitiéndolo caigo en sueño y contemplación.
Desde hoy prefiero quedarme en casa, repitiendo sencillamente: “Su
nombre es María”.

Tu nombre es luz entre mis ojos;


tu nombre es miel entre mis labios;
tu nombre es calma en mis deseos;
tu nombre es melodía en mi descanso.

Tu nombre es brisa;
tu nombre es mar;
tu nombre es cielo;
tu nombre es paz.

¡María! Sólo así: ¡María!


Y nada más.

3. Señorita gracia
“Alégrate, llena de gracia” (Lc 1,28).

No te asustes, María. No soy ningún malandro. Ni soy tampoco ningún


romántico perdido. Ni vengo a recitar versos.
Soy Gabriel, cartero de buenas noticias y vengo de parte de Dios.
Alégrate. Deja que el gozo llene como un río el cauce de tu alma. Que
aplaudan en tu corazón todos los bosques y los prados de la tierra y
canten de alegría todas las naciones y los riachuelos de tu sangre y
llenen de peces y tus ojos de pájaros.
Dios te mira y te colma. Te piensa con predilección. Te pronuncia. Te
llena de su vida. Tú eres su gracia y El es don para ti.
No tienes mancha. Has sido escogida sabiamente. Ilusión de Dios, gozo
eterno del silencio creador del Padre, amor del Verbo, novia secreta y
celosamente guardada del Espíritu Santo.
Naciste de su corazón como creación especial: barro nuevo, limpio
cristal, fuente clara, cuerpo de azucena, de rosa, de orquídea reciente.
Todo transparencia por gracia singular y privilegio de Dios.
Llena de la gracia de Dios. El beso purificador del Padre te dio plenitud
de redención anticipada. ¡Privilegio de amor!
¡Quién lo iba a creer de ti, doncella de Nazaret, hija de hombre y mujer,
carne de nuestra carne!

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¡Llena de gracia! Así te veo yo también ahora y creo que mis ojos no
tienen cataratas. En el espejo de la Palabra estás tan clara, que mi labio
queda reducido a esta exclamación: “Llena de gracia”.
Y verte así no es privilegio de unos pocos videntes (a veces visionarios
alarmistas). Eres llena de gracia para todos, presentada, en Evangelio,
con claridad de luz meridiana.
¿Por qué los hombres corremos tanto para verte en un árbol, en una
cueva, en una hoja, si estás tan cerca en la Palabra?

¡Alégrate, María,
aurora humilde del Señor,
en Ti no hay sombra de pecado,
ni mancha original de maldición!
Redimida en la sangre
del Hijo de tu entraña, en previsión,
eres la predilecta,
llena de gracia, en plenitud de amor.
Dios en tu cuerpo rubricó su gozo
colmándote de luz de bendición.
¡Aleluya, doncella inmaculada,
arcilla nueva en manos del Creador,
hoy en tu carne florece
la vida, convertida en gracia y flor!

4. Villa María
“El Señor está contigo” (Lc 1,28).

Era la casita blanca. Tenía un patio recogido en su interior, con parra


extendida, y en el centro un pozo. El brocal del pozo era una palabra de
frescura abierta hacia el cielo. Patio, parra y pozo eran espacio, sombra
y agua de gracia del Señor.
La casita estaba construida con elementos de quietud, silencio, paz y
amor. La serenidad del aire era un salmo de oración y la penumbra
interior rezumaba claridad.
El nombre de la casita era “Villa María”.
La luz de la casa era Dios. No tenía figura de hombre, ni de astro. Pero
era un verdadero Sol. Y la casa era María.
Ella sentía el calor del Sol. Lo vivía con alma gozosa y concentrada.
Cuando el ángel llegó a “Villa María”, era la hora de la mañana. Las
calles estrechas de Nazaret amanecían bañadas de oro nuevo. Sin ruido
y sin deterioro del silencio, penetró por la puerta de cedro, sin abrirla:
“Alégrate, María, llena de gracia. El Señor está contigo. Dios te ama. El
Señor te posee. Eres la predilecta de Dios…”

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María escuchó en silencio, de rodillas, en adoración. Consciente y


segura del amor del Señor, no necesitaba confirmación de nadie. Por
eso cuando el ángel dice el mensaje, María humildemente escucha,
pondera palabra por palabra, y en su interior repite: “El Señor está
conmigo…”.
¡Qué buena noticia!
No hay casa mejor fabricada para Dios que “Villa María”. No hay espacio
interior tan precioso, humilde, limpio e iluminado para su encarnación
como “Villa María”.
No tengo necesidad de recorrer más templos, porque cuando descubrí
“Villa María”, encontré un lugar único para adorar a Dios en espíritu y
verdad.

Proclamo tu grandeza,
María, Madre del Señor.
Llena de gracia, Tú,
tienes el gozo de la flor.
Abres tu cáliz en la aurora
y Dios te llena de calor.
“Está el Señor contigo”.
Eres gracia de amor,
entre toda mujer bendita
como entre las estrellas es el sol.
Proclamo tu grandeza,
María, Madre del Señor.

5. El maquillaje natural
“Ella se conturbó con estas palabras… (Lc 1,29).

Eres mujer. No esperas las palabras del ángel. Tu corazón de turpial se


siente alborotado ante la luz del mensaje.
Sencilla y fiel mujer, tienes puesta la ilusión en ser sencillamente fiel.
Nada más. Vivir la entrega desde la indigencia de pobre de Yahveh. Por
eso te ruborizas, te conturbas, y sientes escalofrío.
Gabriel ha irrumpido en el campo de tu corazón sin aviso previo y, es
normal que Tú, María, te preguntes: ¿Qué puede ser esto? ¿Qué quiere
Dios de mí?
Dios es para ti un secreto, un misterio sagrado. No entiendes, ni
sospechas, ni intuyes su designio. Sobrecogida por Dios, interpelada por
su palabra, crees, confías, preguntas y te abandonas. Y en tu abandono,
una ola profunda del mar de tu alma asoma, en espuma de sonrojo, a la
orilla de tus mejillas y de tus labios.
Y discurres qué puede significar el saludo de Gabriel.

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A veces he pensado que Tú, María, lo sabias todo por revelación especial
y de que estabas al tanto de la hora grande de la Encarnación, y que el
silencio eterno, no era silencio para ti, sino espejo. Ahora te veo turbada
y doy gracia al Señor, porque te siento más cercana, indefensa, pobre;
más abierta desde la fe al plan de Dios.
Y me pregunto: Quién no ha visto tu rostro a la luz de la Palabra, ¿dónde
lo podrá encontrar? Quién no ha llegado a Villa María, ¿para qué gasta
dinero en buscarte en un monte, en un río, o en un árbol?
Me siento bien, María, al verte así, con el maquillaje natural de tu rubor,
preguntándote con los ojos cerrados y las manos abiertas: ¿Qué
significa esto, Dios mío?
Enséñame a no tener miedo, a preguntarle a Dios, a abrir las manos al
misterio de los planes del Señor.

Mi alegría es mirarte,
y desde mi silencio, amarte.
En sueños te contemplo,
y tú sabes cuanto digo.
Te admiro y te recuerdo sin palabra,
lira y salterio, sobre el atril, callados.
Y tú bien sabes cómo canta,
llena de amor, mi sangre y mi garganta.
Permite que mi corazón te mire
y en tu rubor te admire,
doncella pudorosa,
en paz de luz, de amor y calma.

6. La novia en dudas
“¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lc 1,34).

A la sombra de la parra me acogí. Contuve, cuidadosamente la


respiración y escuché.
- “María, no tengas miedo. El asunto de que te hablo es un misterio
grande y secreto. Pero viene de Dios. Isaías en visión dijo de ti: He aquí
que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo y le pondrá por
nombre ‘Enmanuel’. No temas. Tú eres agradable a Dios, preferida de
su corazón. Te ha mirado para que seas la Madre de su Hijo. Alégrate,
María”.
- “Mira, Gabriel. No conozco varón. Tengo los sentidos limpios y el
cuerpo entero. Además tengo un compromiso con José, el carpintero.
¿Cómo quiere Dios, que, entre un hombre y yo, demos a luz un hijo y
que sea sólo de Dios? Me parece imposible. No entiendo nada”.
- “Oye, María. El Espíritu Santo con su poder va a penetrar tu entraña
con un rayo de vida. Depositará el germen de Dios en ti y dejará tu

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cuerpo entero. A su debido tiempo darás a luz un Hijo. Será Santo. Hijo
de Dios. Le pondrás por nombre, Jesús. Y como es fruto del Espíritu
Santo y tuyo será llamado, Hijo del Altísimo y reinará sobre el trono de
David… ¿Entiendes?”.
- “Gabriel, me siento confundida y apenada. Este misterio me
sobrepasa. Yo espero al Mesías y pido a Yahveh se revele el poder de su
brazo… Pero de ahí a la que propones… Me siento anonadada”.
- “Te doy una señal, María. Tu prima Isabel va a tener un niño. Es
anciana y estéril. Para Dios no hay nada imposible”.
Y observé. María tenía un temblor, como el temblor de un pajarito
enjaulado. La cabellera le envolvió el rostro tibiamente. El poder de Dios
la cobijó bajo nube de paz… Cerró los ojos y se abandonó.
Miles de años de adviento temblaron en las entrañas de María y
esperaron la respuesta.

María de la casa,
recogida en silencio.
María de la espera,
María del Adviento.
Cuerpo limpio y virgen,
doncella y sacramento,
visitada por Dios
en plenitud de tiempo.
La historia de Israel,
en tu alma, se hace fuego.
Las palabras del ángel
te siembran gozo y miedo.
Te sientes tierra pobre,
indigna del eterno,
María de la casa,
María del Adviento.
Pronuncia pronto el Sí,
y en cuna de misterio,
baje Dios a tu carne
y venga a nuestro suelo.

7. La esclava voluntaria
“He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra” (Lc
1,38).

El silencio es la pequeña cúpula de la casa. Es el capullo a punto de


abrir, en respuesta de luz y fragancia. El silencio no es sólo ambiente en
Villa María, sino respiración contenida en labios cosidos con hilos de
humildad.

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Gabriel, doblado sobre sus propias palabras, espera metido también en


el silencio.
El mundo entero y, en especial, el pueblo de Israel alcanzan la ribera de
la expectativa. Definitivamente, Villa María es salterio de Buena Noticia,
como la aurora es temblor de luz gozosa y de sol prometido.
Y Miriam, los ojos bajos, las manos recogidas sobre el seno, la frente
inclinada con suavidad de nube, es el punto clave del Silencio. De su
palabra pende misteriosamente el comienzo de otra historia.
Y decide. Su palabra, nacida exclusivamente de la fe, tiene un perfume
de humildad como no se ha percibido en ninguna flor.
“Soy la esclava. Aquí estoy. Hágase su voluntad sobre mí y que su
bendición me acompañe todos los días de mi vida”.
Inclina profundamente la cabeza y sus cabellos, en cortina de oro,
cubren su adoración y adornan la aceptación de la providencia de Dios.
Apenas dos lágrimas nacen de sus ojos. El silencio es el vestido de todo
su ser.
Gabriel no dice nada; vuela cielo arriba, como si tuviera prisa en llevarle
la respuesta al Padre Dios.
Y todo queda así, en silencio. Ni música, ni banderitas en las calles, ni
cohetes. María, sola, de rodillas, la frente hasta el suelo, cerca de la
ventana por donde un rayo de sol baja hasta su vientre.

Esclava de verdad.
Sin juego de palabras. Tú la esclava,
cosida al muro del silencio,
sometida al misterio de tu casa.
Transparencia de virgen disponible,
abierta el alma.
Flor con rocío,
llena de gracia.
Esclava del Señor,
con fe pronuncias tu palabra.
El Sí te vuelve Madre
y tienda de campaña.
Pobre, de tu pobreza das la carne,
(¡preciosa mañana!),
al Dios que viene a Ti
para vestirse de pobreza humana.
¡Tu entraña se completa!
La soledad de carne de tu casa,
-¡Feliz porque has creído!-,
está llena de Dios y perfumada.

8. Tienda del Señor

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“Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Jn 1,14).

Sinceramente mis ojos no descubren el misterio. El Espíritu Santo, con


poder de rayo láser divino y veloz, penetra la entraña de María y la
fecunda.
El Verbo comienza a ser uno de nosotros en el silencio claustral de
María. Allí baja. Allí se acuna. Allí late por primera vez y se cobija.
¡Dios engendrado, despojado, escondido, humilde feto en el vientre
acogedor de la doncella!
María siente, en su cuerpo, el metabolismo de la maternidad…, y queda
perpleja, indefensa, confiada.
Dios se hace carne, gracias al Sí de María. ¡Vaciamiento total del Hijo!
¡Grandeza extraordinaria de la Madre! Amor y humildad hacen la
maravilla de la Encarnación de Dios.
La nueva tienda del Señor es la carne. El encuentro de Dios con el
hombre no es la montaña, ni la carpa de lona, ni el huerto con muro de
piedra. Es el vientre de la Esclava. Dios manifiesta la gloria del Hijo en
la pobreza de la carne humana.
La Palabra viene a nosotros por nuestro propio camino, sin avergonzarse
de su pequeñez.
A partir de este momento maravilloso; poetas y escritores enamorados,
llaman a María: Casa de Dios, Huerto preferido, Nuevo Jardín, Arca de
Alianza, Templo del Señor…
Mis ojos, cortos de fantasía, contemplan esta morada, mientras mis
labios dicen: El Verbo se hizo carne y el bello cuerpo de la joven hebrea,
lleno de luz especial, es reflejo de la gloria de Dios.

Dios baja a ti, María.


La puerta es tu palabra.
La escalera es el Sí,
de tu labio de esclava.
Tu seno se fecunda
con semilla de gracia.
Sigues doncella virgen
y eres Madre de Dios Inmaculada.
Cobijas en silencio
al Verbo, reducido, en tus entrañas,
a feto frágil, pobre, casi nadie.
¡Bendita casa!
Tu vientre viene a ser, según la Biblia,
huerto, vergel, jardín, tierra sagrada,
donde el poder de Dios sembró semilla
de amor, en carne humana.
¡Oh preciosa María,

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por tu respuesta humilde y declarada


Dios te hizo Madre
y tienda sagrada!

9. Mensajera azul
“En aquellos días se levantó María y se fue con prontitud… y saludo a
Isabel… (Lc 1,39).

Hoy te miro cerca y sin prejuicios. De buena mañana, has salido a la


calle; has dejado la sombra y el silencio de tu casa, te has vestido de
mujer peregrina y te has puesto en camino.
Sientes prisa en el corazón. El amor pone paso ligero y preciso a tus
pies. Joven humilde y honesta, tienes andar de gacela hacia la montaña
por el sendero más corto.
Veo en tu rostro recogimiento de quien guarda, recatadamente, un
misterio muy personal. Tu sonrisa, apenas insinuada, anuncia un
acontecimiento grande.
Vas a casa de tu prima segura del anuncio del Cartero de Dios y te
escucho susurrar al ritmo de tu propio andar: Glorificado seas Yahveh,
porque has bendecido la entraña de mi prima Isabel; bendito seas
porque en su ancianidad has colmado el deseo de su espera.
En el camino, a veces, tus ojos se nublan ante ciertas interrogantes que
te sobrecogen: ¿Quién va a creer que soy Madre del Señor? ¿Me
entenderán mis padres? ¿Lo aceptará José?…
Sigues camino arriba con presteza de cariño. Pones tus sobresaltos en
manos de Dios y sólo llevas pensamientos, palabras y regalos para la
prima. ¡Quieres alegrarte con ella!
Visitas para compartir el gozo de la maternidad, para dar la
enhorabuena a tu prima, alabar juntas al Señor y servir.
No es fácil tu decisión. Lo más natural hubiera sido quedarte en casa,
mandar una tarjeta, un saludo, unas flores… Pero, no. Vas tú. Tú eres la
tarjeta, el regalo, el poema de bendición. Mensajera de amor, deseas
colmar el gozo y la felicidad de tu prima con el shalom de tu beso y de
tu servicio.

Y vas, mensajero azul,


paloma de Dios, con prisa.
Romero y tomillo huelen
tocados por gracia limpia.
Montaña arriba, virgen blanca,
gracia de mujer, María.
Piedras sienten tu ligero
andar. Llevas gran noticia
en tus ojos y en tu seno.

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¡Gracia tienes como brisa!


Doncella nazaretana,
el mismo Dios en tu risa
se hace palabra encarnada
y luz que a Sí mismo avisa.

¡ven corriendo hacia nosotros
y danos buenas Noticias!

10. Orgullo en nuestra raza


“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno” (Lc 1,43).

Ahora no es Gabriel el portador de la noticia del día. Ahora es Isabel,


anciana, mujer de fe y llena de gozo. Es Isabel a quien la voz se le
vuelve salmo profético y armonioso.
Cuando Isabel siente los golpecitos en la puerta, deja el fuego y la cena
y acude personalmente a abrir. Y apenas se ven, saltan sus corazones
henchidos por un gozo intenso.
- ¡Shalom!
- ¡Shalom! Y se abrazan efusivamente.
Isabel siente brincar el niño en su entraña, como si una ola le subiera
hasta el corazón. Y arrebatada, con voz única en unción y tono,
proclama: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno”.
Nadie, como nuestro Dios, admirable en sus obras y poderoso. El hace
maravillas. Te ha mirado y te ha colmado de bendiciones. Ha fecundado
tu vientre con la sombra de su Espíritu.
María escucha asombrada y se sumerge en gran oración de alabanza
interior. Su rostro es el más bello y dulce rostro de joven, soñado por
poetas. Rostro labrado con pétalos de rosa y orquídea, nimbado de
aurora incipiente. ¡Rostro de Madre del Señor!
Isabel, en éxtasis profético continuado, revela el secreto de Dios sobre
María: “¿De dónde a mí, que la Madre de mi Señor venga a mí?”. Si,
prima. Tú eres la favorecida entre las mujeres de Israel. Dios ha venido a
ti. Dios se ha hecho carne en ti. “Apenas mis oídos escucharon tu voz, el
niño que hay en mi entraña, salto de gozo”.
Luego, silencio. Ni palabra, ni mirada. Silencio. Cielo y tierra en silencio.
María, esclava, pobre, pequeña de Yahveh vive el sobresalto de la
revelación de la prima Isabel.
“Feliz Tú que has creído, porque se cumplirán en ti, las cosas predichas
de parte del Señor”.

Dios te salve, María,


llena de gracia y de amor.
¡Feliz porque has creído,

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esclava pobre del Señor!


Eres bendita entre mujeres,
rosa de Jericó.
Tu carne dora carne
de trigo nuevo en flor.
Dios hace de tu entraña cuna
y de tu entraña nace el Salvador.
En ti amanece un mundo nuevo.
Eres noticia buena. Promesa y bendición.
¡Feliz porque has creído,
esclava del Señor!

María con la frente inclinada, adora, reverencia, calla. ¡Cuerpo limpio de


joven! ¡Dulce aparición!

11. Inicio del poema


“Engrandece mi alma al Señor” (Lc 1,47).

María e Isabel oran juntas. Guardan silencio juntas. Contemplan, de


rodillas, juntas. Realizan los menesteres juntas.
María, de cuando en cuando, movida fuertemente por el Espíritu
proclama la grandeza del Señor con limpieza de pájaro jubiloso en la
mañana. Su pensamiento recorre las maravillas del Poderoso y salmodia
inspiradamente poemas de alabanza y de acción de gracias.
La expresión de María es de abismamiento en el Amor creador y
salvador de Yahveh. Mirarla de cerca es sentirse contagiado por la
gracia de su verso y de su fe.
“Engrandece mi alma al Señor”.
Engrandecer es sencillamente proclamar, hacer memoria con emoción.
Nuestra pobreza no tiene otro modo.
Proclama mi lengua al Señor, por el sol de la mañana, por la luna de la
noche, por las estrellas infinitas, y por las nubes, carroza de su poder.
El aplauso de mi mano engrandece al Señor por la lluvia que empapa la
tierra y por el viento que limpia de polvo el oro de la tarde.
Por las aves en su infinita variedad y por el gozo que traen al despertar
la aurora. Por los peces que silabean y modulan palabras de frescura en
las entrañas fecundas del mar.
Por las flores agradables a los ojos, llenas de letras armoniosas,
fragantes y alegres. Y por el poema de la creación tan bien escrito, tan
primorosamente declamado y tan maravillosamente encuadernado:
“Proclama mi alma al Señor”.
No puede retener su expresión en foto. La humilde Kodak de mis ojos se
vio impotente ante su rostro. Pero me dio la impresión que miles de ojos

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y de labios latían y temblaban en sus ojos y sus labios, alabando al


Señor.

Proclamo tu grandeza, mi Señor.


Mi palabra es de verde mar y cielo.
Es palabra de nieve en deshielo.
Es la fragancia de un rosal de amor.

Por la fuente, la rama y por la flor,


por las aves, su canto y por su vuelo,
por cuanto nace y crece aquí en el suelo,
proclamo tu grandeza, mi Señor.

Las obras de tus manos son un verso


de luz, que llena todo el universo
de paz, de plenitud, de gozo y fe.

Amor abierto y claro en cada cosa,


beso gentil de Dios en cada rosa,
Altísimo y cercano, ¡Oh Dios Yahveh!

Y dije: María, enséñame a proclamar la grandeza del Señor.

12. Caricia de Dios


“Y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador” (Lc 1,47).

María e Isabel son dos mujeres vestidas de humildad. Y es muy normal,


percibir de cuando en cuando, manifestaciones profundas de amor al
Señor, pronunciadas por María o Isabel.
“Un gozo de redención, de predilección divina, de amor, me inunda el
alma y desborda mi corazón. Qué agradables son tus moradas, Señor.
En tus manos me siento pequeña tórtola acogida… Soy delicia de tu
pensamiento. Tú me acaricias con detención… Por eso mi espíritu
desborda de alegría”.
Fe radiante hay en la palabra de María. Gozo de rayo de luna en sus
manos. Y sus labios son el abrirse del capullo de la rosa, cuando el rocío
de la mañana lo corona de perlas.
“Mi gloria no es mía. La siento en mí. Pero no nace, ni viene de mí. Mi
alegría es El, Mi Señor, y viene solamente de El. El Espíritu de mi Señor
me ha tomado en posesión, y transporta mi ser a un gozo que no puedo
balbucir”.
Isabel vive e asombro más profundo ante su prima. Sus palabras,
ungidas de sabiduría, revelan una comunión de amor inefable.

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15 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

“En su amor Yahveh me sala, me protege con la gloria de su poder, me


arrebata hacia El”.
Esta visión de María en casa de Isabel, no fue visión de los ojos, sino del
corazón. Y puedo decir que no hay aparición más bella en el mundo. Y
que hay que tener limpios los ojos del mal para descubrirla.
Doy gracia a Dios por este momento. Es la hora de la tarde, cuando el
ocaso presta al mundo la luz más fina…
María tiene los dedos entre las cuerdas del arpa y comienza a cantar:

Tu amor es vida. Paz de bendición.


Tocaste el barro de mi ser al ser,
y en mi carne el amor tuvo un nacer
distinto y limpio. ¡Luz de salvación!

Amas en gracia nueva de elección,


tu sangre me baño al amanecer.
esclava soy y quiero agradecer
con alma y cuerpo, tu predilección.

De Ti vengo y soy sólo para Ti.


Quiero ser fiel a tu palabra en mí.
¡Glorificado seas, mi Señor!

Mis labios cantan de agradecimiento.


Te alaba con amor mi pensamiento.
Exulta mi alma en Dios, mi Salvador.

¡Quién pudiera entrar en tu corazón, María y sentir allí el fuego de la


alegría que abraza tu sangre!

13. Pobre de Yahveh


“Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava” (Lc 1,48).

Cuando el Señor baja, busca el corazón del pobre, del pequeño, del
humilde. Los ojos del Señor rechazan el corazón del soberbio, del
prepotente.
María siempre ha tenido, según informes de primera mano, un corazón
sencillo, abierto, confiado, totalmente vacío ante el Señor.
Por eso, Dios la ha mirado con amor de poeta, cuya palabra hace cuanto
dice. Siente gozo y alaba al Señor.
Es el gozo del pobre que se siente mirado, querido, honrado. Un gozo
que el labio tampoco puede balbucir. Y hasta en eso se siente pobre.
“Bienaventurada Tú, porque has creído”.

15
16 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

María, pobre, no tiene actitud interior desvalorizante, de falsa humildad,


de retraimiento, de angustia, de desprecio… Sencillamente se siente
ante El, así, pobre. ¡Gozosamente pobre y pequeña!
Isabel, empobrecida también por el desprecio de la esterilidad, siente,
con su prima María, la mirada de Yahveh y, en su corazón, igualmente
exclama: “Dios ha puesto los ojos sobre mi cuerpo marchito y ha
fecundado mi entraña seca, como lluvia que fecunda la tierra
agostada…”.
¿Dónde encontraste, mi querido Lucas, ese rostro de María pobre,
inclinado sobre la luz de su humildad? ¿Cómo lograste pintarlo, de una
sola pincelada, tan cabalmente pequeña y, al mismo tiempo, tan
favorecida de Dios?
Si el pobre da todo, se da del todo, se abandona con todo y se apoya
sólo en la fe… ¡qué pobre eres María en los primeros días de tu
maternidad!
Déjame mirarte así. Mi fantasía de enamorado no te pondrá máscaras
de grandeza que no van contigo. Déjame mirarte así y gozar
escuchando tu voz: Mi espíritu se alegra en mi Dios, porque ha mirado
la humildad de su esclava.

Soy pobre
Esclava soy de tu palabra.
Descendiente en carne de la carne,
soy polvo. Casi nada.
¿Por qué has puesto los ojos sobre mí
colmándome de gracia,
si entre mis venas sólo vale
el don de tu mirada?
¿Por qué, Señor, a mí,
entre tantas doncellas delicadas
si mi única ilusión
es ser, humildemente esclava?

Mi corazón es tuyo;
casita de tu gloria entronizada.
¡Honor y gloria a ti, mi Señor,
por el poder de tu mirada!

14. Profeta del Señor


“… Me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor
maravillas el Poderoso (Lc 1,48-49).

Los labios de la comunidad naciente profetizan el futuro de María,


gracias al poder de Dios. Yo la sueño, de nuevo, en estampa.

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17 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Sus ojos, circundados de seguridad, tienen firmeza de proclamación. La


escucho quién escucha en la tarde un solo de violín inabarcable y
cadencioso. Me deleito en sus ojos y en sus palabras.
María, la pequeña esclava, afirma rotundamente: “Desde ahora, todas
las generaciones me llamarán bienaventurada, por gracia de su
misericordia que realiza maravillas en mi”.
Dios, cuanto toca, transforma.
María vive un reconocimiento de fe total en el Dios de los Padres. No
hay atisbo de soberbia. Sólo tono de sinceridad y de agradecimiento.
La profecía tiene resonancia inmediata y prolongada: “Dichosos los
pechos que amamantaron al Hijo de Dios”. “Salve llena de gracia”.
“Gloria de nuestra raza”. “Reina y Madre de misericordia”. “Madre de
Dios”. “Madre de la Iglesia”…
Son Padres poetas, escultores, profetas, enamorados, niños, artistas,
ancianos, vírgenes, pecadores, místicos…, multitud innumerable. Todos,
de generación en generación proclaman la humildad de la esclava.
María cierra los ojos con suavidad. Ofrece una sonrisa de plenitud. Dobla
las rodillas ante el Señor. Baja lentamente la frente al suelo y ora. Su
cuerpo es un salterio recogido e inspirado. Salmodia de silencio y canto
a la vez.
Verla es un gozo. Por eso, yo también cierro los ojos y guardo dentro de
mi pensamiento humilde, orante, honesta, inclinada, transparente,
sencilla. Y escribo:

Hablo en nombre del pueblo, oh María,


del pueblo fiel, del pueblo en el exilio,
del pueblo que te invoca y pide auxilio:
Aurora del Señor que anuncia el día.

Eres el pueblo. El pueblo te proclama.


Madre de Dios y limpia Virgen bella,
luz de la historia y matinal estrella,
puerta del cielo y fervorosa llama.

Dios se volcó de lleno en Ti. Su amor


limpió tu carne. La hizo carne pura.
Y de tu carne se hizo criatura
quien desde siempre fuera creador.

Eres buena. El Señor te hizo sencilla,


de raza nuestra, gloria de Israel.
Dichosa porque fuiste siempre fiel,
Sagrario del Señor y pobre arcilla.

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18 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Nuestra lengua te alaba sin cesar


con palabra de amor y renovada.
¡Tú vives y en amor glorificada
eres nuestra! ¡Luz de nuestro hogar!

15. Proclamadora del santo


“Santo es su nombre” (Lc 1,50).

Cada palabra en labios de María es historia viva, compendio de siglos


recordados.
“Santo es su nombre”. María adora al Santo, al único Dios de Israel. El
es el inaccesible ante quien el hombre descalza el pie para poderse
aproximar. María confiesa al santo llena de respeto, de veneración. Se
cree indigna de pronunciar su nombre. ¡Es esclava!
Sin embargo, el intocable, el manifestado solo y con poder, el Santo de
Israel, baja a su vientre en el Hijo. Y María, tocada por El, queda
santificada y el que va a nacer de Ella es santo. ¡También el Santo de
Israel!
Cuando María repita la frase hay un eco de Historia, de revelación y de
alianza y hasta parece que su palabra manifiesta presencia de Sinaí,
paso de Yahveh como brisa, apenas levantada.
¡Qué profunda la raíz de su expresión!
No veo rasgo alguno de miedo, de temor servil, de encogimiento. La
confesión proclamada tiene llama de gozo interior, de paz reflejada en
la sonrisa de su carne. ¡El Santo es misericordia infinita, alianza fiel!
La esclava conoce este nombre. Vive entrañablemente la fidelidad a
este nombre. Tiene el corazón, como rosa de mañana, abierto al rocío
de este nombre.
María confiesa, proclama y ensalza el Nombre de Aquel en quien cree, a
quien sirve y ama.
Isabel, penetrada de silencio, sumergida en adoración, se une a su
prima en la misma confesión. Da la impresión que, en estas dos
mujeres, se da la cumbre de la revelación y la profecía, la adoración y la
proclamación.
Es una estampa sencilla, y lleva escrita, como pie de imprenta, una
frase llena de sentido y de historia: ¡Santo es su nombre!

Tu nombre es Santo.
Eres el justo, el revelado
en columna de fuego,
en brisa suave, en poderoso rayo.
Eres quien es,
Señor de lo creado,
gloria del cielo y fuerza de la mar;

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19 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

columna fiel del pueblo en descampado.


Eres el Otro,
el Intocable, el Alto,
cuyo brazo extendido
proclama el poderío de tu mando.
¡Pero, honor y gloria a Ti,
porque tu nombre es Santo!

Enséñame, María a proclamar, con alma limpia, el nombre del Santo de


Israel.

16. Evangelio de Misericordia


“Y su misericordia alcanza de generación en generación…” (Lc 1,50).

El arpa de la historia del pueblo tiene un secreto sacramental: la


misericordia del Señor. La armonía del misterio duerme en las cuerdas
del corazón de Dios.
María conoce la alianza de Yahveh con el Pueblo. Sabe que esta alianza
nace de El, de su corazón, y vive la experiencia de esta alianza como un
fruto seguro de su Fe en el Santo.
Por eso proclama: “Su misericordia alcanza de generación en
generación a los que le temen”, desde su siervo Abraham, Moisés,
David, hasta su siervo Zacarías, ministro del altar y de la oración de la
tarde. Su misericordia cubre la historia del pueblo como un manto…
Nuestro Dios, es Dios de Amor. En su corazón no anida la venganza, ni
el odio, ni la mezquindad, ni el rencor. Su amor de Misericordia es largo
y ancho como el cielo y como el mar.
“Mi corazón se revuelve dentro de mí y a la vez se conmueve mi
comprensión. Yo no obro según el furor de mi ira. Porque yo soy Dios y
no hombre” (Os 11).
Dios clemente y misericordioso, lento a la ira y rico en misericordia… Tú
acompañas a tu siervo Israel de generación en generación.
María queda apoyada en su propia reflexión. Un halo de oro viejo resalta
su quietud interior y su paz. Vive la misericordia.
Isabel, temerosa del nombre del Señor, admira el anuncio profético de
la prima.
El hoy y el ahora del verso de María es historia de cada persona, tocada
por la fe. La misericordia de Dios nos alcanza y transforma nuestra
miseria.

Tu rostro es fiel, Señor, Dios nuestro.


Y tu amor probado.
Perdonador del pecador,
con justicia castigas el pecado.

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20 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Tus ojos, llenos de clemencia,


sobre Israel bajados,
derraman la misericordia
como el sol derrama sus rayos.
Poder de salvación
del reto de Israel, el humillado,
Escuchas el clamor del pueblo
y lo proteges con tu mano.
¡Grande eres, oh Señor,
y grande es el perdón de tu Costado!

Concédeme sentir en mi corazón la misericordia infinita de tu mirada y


de tu amor.

17. María contestataria


“Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios en su propio
corazón… (Lc 1,51-55).

¿Cuantos años encierra María en estos versos? Y estos versos ¿son


solamente una mirada hacia el pasado o una afirmación presente del
poder de Dios?
María recuerda la historia y vive la alianza. El hoy de 2.000 mil años se
vuelve salmo en sus labios, porque antes ha sido realidad en su
corazón.
Dios dispersa a los poderosos, soberbios, potentados y exalta, mira,
bendice, acoge y enriquece a los pobres, humildes y hambrientos: a los
excluidos de los honores del mundo.
El anuncio del reino se hace presente en la proclamación de María.
Reino donde tendrán privilegio, en la mesa, los mancos, los cojos, los
leprosos y los marginados. Los empobrecidos por la sociedad.
María siente el hoy de este poder en la carne del Niño que lleva dentro,
sometido al silencio de los silenciados.
Miro a María. Escucho sus palabras y las destino al pueblo de América.
Y, en eco pobre de su voz, canto junto a María.

Salva, Señor, al pueblo esclavizado.


Manifiesta el poder de tu derecha.
Abre la aljaba y pon al arco flecha
y dispersa al explotador malvado.

Derríbalo del trono del poder.


Aplasta su soberbia de dinero.
Desbarata caballo y caballero.
Sal por tu honor. Confunde de saber.

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21 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Mira a Israel de América Latina.


Oye el clamor del niño desnutrido,
de la madre de cuerpo retorcido,
del hombre hundido, ebrio en la cantina.

Sin guitarra, marimba, ni caramba,


nuestros sauces están llenos de llanto.
Nos falta la garganta para el canto,
las manos y los pies para la samba.

Sometido, explotado y sin tierra,


camina el resto de tu pueblo pobre:
Pies rotos por el páramo salobre;
callados por las armas de la guerra.

Socorre a Israel. Dale luz.


Que el cerco de opresión, se desbarate,
y salgan victorioso del combate,
tantos pueblos clavados en la cruz.

Es hora. Da valor a tu promesa.


Nuestra esperanza canta libertad.
Nuestros cuerpos reclaman dignidad.
No dejes que nos maten en la empresa.

Aleluya, Señor. La tierra entera


exulta de alegría. El corazón
presiente tu poder de salvación.
¡Gloria a Ti, por la nueva primavera!

18. Servidora
“María se quedó con ella unos tres meses” (Lc 1,56).

María queda, en casa de la prima, unos tres meses, hasta que Isabel da
a luz y pasan los primeros días de agobio.
Tres meses que entran en la realidad sencilla y rutinaria de una mujer,
humildemente servidora.
Mañana de limpieza: lavar ropa, barrer el patio, buscar agua, amasar
pan y hacer comida. Y tarde d remendar ropa, reparar pañales, limpiar
rincones, conversar junto al pozo y preparar la cena.
Mañana de oración personal, de salmo compartido, de contemplación y
efusión con Dios, de encuentro con el nombre Santo. Tarde de nueva
oración reposada y silenciosa. Y noche de expectación recogida (María

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22 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

abraza el sacramento de su entraña con ambas manos) y de abandono


en el Señor. “Hágase en mí según tu palabra”.
María vive, como madre primeriza, la emoción de ver que el niño
comienza a abultarle el vientre. Sabe que es El. Siente al niño en los
primeros signos de vida. Lo acuna. Le habla. Sueña.
Por otra parte, vive la incertidumbre del futuro: ¿Qué dirán mis padres?
¿Qué pensará José? ¿Quién me va a creer? ¡Señor, ayúdame!
Y así un día y una noche. En silencio. Servicio y maternidad. Camino
gozoso y oscuro de fe.
La palabra de Isabel es ciertamente de aliento, de esperanza, para
eliminar el temor y los nervios del corazón de la prima.
María siente que Dios ha tomado su vida, como a Abraham su siervo, a
Isaac su bendecido, a Ana su pobre. La ha tomado del todo.
Humilde estampa: María servidora. Dentro del avance corporal de la
maternidad, María se convierte ciertamente en una Buena Noticia de
amor, de recogimiento, de sencilla tarea diaria.

Servir.
Tejer la vida sin cesar
con hilos de cariño,
con oro viejo de humildad.

Servir
con esa dulce claridad
de quien convierte en luz las cosas
por tacto de bondad.

Quedaste con tu prima,


esclava del amor y nada más,
y en silencio grabaste la lección:
servir es caridad.

Y me pregunto: ¿Hará falta peregrinar mucho para encontrarse con esta


María?
¡María, humilde servidora, enséñame a encontrarte en el quehacer de
cada día!

19. El Regreso
“Y se volvió a su casa” (Lc 1,56).

Apenas medio verso solamente, pero medio verso largo y significativo.


El regreso fue lento, meditado, solitario. Bueno, hasta cierto punto.
Porque María no camina sola. Con ella, dentro de ella, camina
ciertamente un niño.

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23 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

No corre. No debe correr. No puede correr.


Las últimas vivencias que ha tenido con su prima se han hecho
profundas, intensas. Han sido momentos de decisión fundamental.
El cuerpo de María ha logrado la sensible madurez y entereza de quien
elabora la tiernamente la vida por primera vez. De cuando en cuando
descansa sentada sobre una piedra, se pone la mano sobre el vientre,
siente el cuerpo del niño moverse, medita, goza, ama, sueña. Su cuerpo
vive la experiencia más rica: ser madre. Y la vive con la fuerza que el
Espíritu pone en su entraña.
De pronto, le brota el temor y le tiembla el alma. Le vienen la misma
interrogantes de siempre: ¿Cómo decir esto a José? ¿Qué dirán mis
padres? ¿Cómo me aplicarán la ley de Moisés si me denuncian?…
El regreso es largo y da tiempo para todo: caminar y descansar; sonreír
y llorar; gozar y sufrir; amar y sentirse sola. El niño ilumina la sombra
oscura de su incertidumbre. ¡Camino de fe!
Isabel ya tuvo el niño. Zacarías le puso el nombre de Juan y qué
precioso el himno del anciano Zacarías… Mi niño se llamará Jesús…
(Sueña).
¡Buen saber caminar el de María! ¡Preciosa humanidad! Agraciada de
Dios y tocada levemente por la curva de la maternidad, peregrina de
regreso a casa, humilde, doncella y madre.
Permite que te diga:

En ti llevas el sol en carne humana.


Eres cielo fecundo y virginal,
fuente azul, chorro maternal,
y verde valle al par de la mañana.

Fanal de bendición es tu mirada


levemente asomada sobre el mundo;
y tu vientre, vergel, campo fecundo
en trigo verde, en viña recostada.

Todo proclama en ti fecundidad.


Hasta el silencio que te envuelve es brisa,
que anuncia, entre tus labios, la sonrisa
del retozar de tu maternidad.

¡Virgen de Nazaret, de vuelta a casa,


cuánta promesa llevas en tu vida
y cuánta Pascua, en carne florecida,
en el silencio de tu amor se amasa!

20. José, el justo

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24 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

“José, no temas… lo engendrado en ella es del Espíritu Santo” (Mt


1,20).

El joven José lo está pensando mal. El no sabe nada. María no le dice


nada. El observa y se revuelve en un malestar serio y conflictivo.
“Es inexplicable… Pero mis ojos no me engañan. María, mi prometida,
está embarazada… Me ha traicionado… ¡No lo creo! ¡¡¡No lo puedo
creer!!!”.
José, cargado de vigilias, de nervios, tiene vergüenza de salir a la calle.
Le atormenta la marea de la incertidumbre, del dolor, de la duda. Y
decide dejar a María en secreto, sin denunciarla, para que no la
apedreen. El primer amor de un joven noble, justo, con una joven
limpia, linda… y ¡qué fracaso!
María ora intensamente a Dios, con fe, rodilla en tierra, con la frente en
el polvo, noche y día. Como esclava. En silencio. Ha puesto todo en
manos de Dios.
José, extenuado, logra un día dormir. Y, en el sueño, se le hace presente
el ángel. No lo despierta. Le habla directamente al entendimiento. Son
pocas sus palabras, pero de fuego.
“No tengas miedo. María es virgen y madre. El Espíritu Santo la ha
fecundado. El niño será ‘Dios con nosotros’ según la promesa. Cuídala.
Es tu esposa. Ese niño será como hijo tuyo. Le pondrás por nombre
Jesús, pues viene a salvar”.
José suda a mares. Cuando despierta, se restriega los ojos, se sienta al
borde de la cama y hunde la cara entre las manos… Al fin, se levanta,
se baña, se cambia la ropa y sale al encuentro de María.
Cuándo llega a su casa, María esta en oración. Al verla, la contempla
despacio, sonríe, la abraza y le dice: Shalom. Se disculpa y pide perdón.
María lo abraza cariñosamente, lo besa y repite al oído: Shalom. “Dios
ha mirado la humildad de su esclava”.
José la toma consigo, la lleva a su casa. Cuando el niño nazca, le pondrá
por nombre Jesús.

José, esposo de María,


no tengas miedo. En Ella
es todo luz de Dios,
y claridad de estrella.
Su carne es virgen.
Primera tierra
donde el Espíritu sembró
la simiente de Dios en buena sementera.
Tómala por esposa,
y cuida al niño. ¡Es niño de promesa!
¡Dios baja al pueblo y lo visita,

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25 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

María es solamente la escalera!


¡Cuídala con amor de esposo!
¡Dios te la entrega!

¡Preciosa estampa, la estampa de esta humilde pareja!

21. Viajeros a Belén


“Subió también José, desde Galilea, para empadronarse con María, su
esposa que estaba encinta” (Lc 2,4).

Vivían juntos. Eran esposo y esposa según la ley judía. Un verdadero


matrimonio. La duda de José se había aclarado. María se sentía segura y
feliz. Sus padres creían su palabra. Habían aceptado el plan de Dios.
Estaban ilusionados con el nacimiento del niño. De repente, escuchan la
noticia del empadronamiento con carácter de urgencia. María y José
sienten el contratiempo de la orden, pero deben viajar.
Suben a Belén, allí les pertenece. Recogen lo imprescindible para el
viaje, aparejan al borrico y allá se van.
El viaje se convierte en un evangelio de fe y de esperanza.
Durante la jornada, hablan, en dialogo normal, sobre acontecimientos
intrascendentes, sobre los malos momentos pasados. El dialogo es de
mayor intimidad, cuando, llegada la noche, se recogen en el albergue
de los pasajeros y allí, juntos los dos, conversan a la luz del candil, en
espera del sueño cobijados bajo la misma y pobre manta.
Otros ratos de la jornada, caminan cerca y en silencio. Meditan. Cantan.
Oran. Van a paso lento y José cuida celosamente cada movimiento de
María. Los días del parto son inminentes.
Peregrinos obligados, avanzan en la fe y convierten la jornada en un
rosario de alabanza al Señor.
Son adultos, serenos y equilibrados. Son esposos bien avenidos y
demuestran gran personalidad.
Pasan la última noche. El suelo es su cama y el techo de paja, su cobijo.
El misterio eterno de la Encarnación se realiza y desenvuelve por este
sendero de aventura y sencillez.

Camina borriquito
humilde portador
de la virgen más bella,
de la madre de Dios.
María peregrina.
arca de cedro y flor,
ramita de laurel,
y cuna del Señor.

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26 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Mujer entre mujeres,


con carne de candor.
Luces bondad de madre.
tienes rostro de amor.

¡Qué limpia es tu humildad!


¡Qué suave tu color!
¡Qué linda tu manera
de darnos al Señor!

¡Cuida José tu esposa


que en toda la creación
sólo tu mujer puede
hacer de carne a Dios!

22. La hora cumbre


“Y sucedió que se cumplieron los días y dio a luz a su hijo, lo envolvió
en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lc 2,7).

José es hombre paciente. Y María, humilde. Recién fabricada como


madre, es todo un amanecer de suavidad, a pesar del apuro del parto.
Han llamado a la puerta de las casas de los peregrinos, buscando
posada; han observado el panorama de los albergues comunes, y,
definitivamente, deciden marchar al campo.
Salen por la calle del rodeo, y van hacia los corrales de los animales en
busca de habitación, hasta que encuentran uno, solitario y acomodado.
Entran. José cruza la tranca detrás de la puerta y, ahí, se quedan.
Acomoda el suelo José, donde María se pueda recostar… y esperan el
momento.
¿Cómo fue? ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Al filo de que hora?
“Y dio a luz a su primogénito, lo envolvieron en pañales y lo acostó en
un pesebre”. Tres frases y todo el gran acontecimiento, esperado
durante miles de años, se manifiesta, sin testigos, sin secretario de
actas y sin partera de renombre. El Niño da sus primeros pataleos,
alborota el establo con su llanto, suelta sus primeras lágrimas y, así,
comienza su historia.
Envuelto en pañales, María lo recuesta en el pesebre de los animales sin
decir palabra.
El amor lo derrama en miradas y besos. Gozo y dolor, alegría y pena, fe
y oscuridad llena el corazón sensible de la madre joven.
Y comienza su tarea nueva, con delicadeza de manos y asombro de
cariño. Vive el misterio en contemplación de fe, porque el vaciamiento
de Dios es grande y su acercamiento a nosotros demasiado sencillo.

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27 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Faja al niño, lo limpia, le ofrece el pecho y, asombrada, anonadada,


adora al Señor.
Desde el Sí al ángel hasta el ahora del establo, todo es camino y
misterio de Fe.

Es tuyo.
Tejiste estrellas con tu sangre,
trazaste ríos como madre
y diste al mundo un Niño.
¡Palabra de silencio
con brisa de respuesta generosa!
Nació gentil como una rosa
a fuerza de cariño.
Y nunca supo nadie
la fuerza del secreto de tu piel,
ni cómo, sola, fabricaste miel
en la colmena de tu seno.
Es tuyo. Sólo tuyo.
El agua del arroyo de tu amor
llenó de insólito temblor
los ojos de tu niño nazareno.

María de Belén,
cuna de carne, humilde y fiel,
con fragancia de rosa y de laurel,
tejida de misterio y soledad.
¡Qué cosas tiene Dios:
Un niño en un portal
y una madre de rostro virginal
hacen del mundo Navidad.

23. Pastores al Establo


“Fueron… y encontraron a María y José y al Niño acostado en el
pesebre” (Lc 2,16).

Dios nace en un establo. En Belén no saben nada. Cómo de costumbre,


los pastores están de turno, al acecho de cualquier animal salvaje y de
cualquier ladrón de corderos.
De repente, escuchan los pastores el grito del ángel de Dios; “No
temáis, os anuncio una gran alegría. Os ha nacido, hoy, un Salvador”.
“Os doy una señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado
en un pesebre”.

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28 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Gran anuncio. Maravillosa noticia. Este es el Evangelio de Dios: Hoy nos


nace un Salvador. El Mesías de Dios. ¡Aleluya! Dios ha mirado a su
pueblo.
Apresuran los zurrones, levantan los cayados; dejen los perros al
cuidado del rebaño y salen, a toda prisa, en busca del niño.
Se oye el primer gloria en el cielo y llueve la primera paz, como una
canción, sobre la tierra. Las estrellas aplauden de alegría en el
firmamento. Romeros y tomillos, almendros y olivares, viñedos y
haliagas destilan fragancia fuerte y nueva.
Las señas del ángel han sido precisas en cuanto al niño… pero ¿dónde
está la casa? ¿Dónde está el palacio?
Guiados por instinto de Dios, llegan a su establo de animales. Y se
preguntan: “¿Será aquí? ¿No nos habremos equivocado? ¡Esto es
demasiado pobre y sucio para una manifestación tan grande!”.
Entran con cuidado, y todo lo ven de golpe, a contra llama de fuego. Un
niño, recién envuelto, oloroso a entraña de madre. María, la madre, tan
joven, que parece un rayo de luna, derramado sobre la carne del niño.
José, joven padre, nervioso, porque aquella cueva le cae mal. Los tres.
Los pastores, iluminados por el gozo, intuyen el misterio y dan gloria a
Dios. “Hoy nos bendice nuestro Dios. Hoy nos visita desde lo alto”.
“Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres,
bienamados de Dios”.

El silencio dijo Sí.


La Palabra se encarnó.
Un lucero de rubí
en sus labios floreció.
Sobre pajas de humildad
el misterio se alumbró.
¡Pastor de la humanidad
a pastores recibió!
Y su amor, hecho sonrisa,
al mundo entero cambió.
Sobre un salterio de brisa
el Señor apareció.
Abrió las manos María.
La noche se estremeció.
La tiniebla se hizo día
y un hombre nuevo nació.

Los humildes son siempre los primeros destinatarios del amor de Dios.

24. Celosa de Dios


“María conservaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2,19).

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29 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

María avanza de silencio en silencio, como quien teme romper la


palabra por culpa de ruido. Al abrigo de este silencio, su corazón,
abierto, recibe y guarda todo.
La visita del ángel, el Sí, el estremecimiento del niño en la entraña, las
dudas de José, la inseguridad de hospedaje, el establo, el nacimiento…
Si cualquier madre tiene corazón que guarda, María se revela ante
Lucas, como la mujer que todo lo guarda en la entraña de su intimidad.
Y lo medita. Sin prisa. Noche y día. Concentrada profundamente. Su
corazón es cinta magnetofónica de infinita duración y de alta fidelidad.
Ahora son los gestos de los pastores, su mirada, su humildad, sus
palabras ante el niño. Después el alborozo del niño, su sonrisa…, o el
afán de José.
Se siente pobre, esclava. Acepta el misterio desde su reducida
comprensión, vive la fe con entera voluntad. Esta es su teología: el
encuentro consciente con el plan de Dios.
A veces yo quisiera ver, en transparencia, el corazón de María cuando
medita en su corazón. La imagino como un gozo profundo, claro, quieto,
lleno de estrellas blancas. El agua del pozo es una gracia de serenidad y
plenitud.
Lucas la pinta así: Inclinada sobre el misterio de Dios revelado en su
Hijo, meditando, tejiendo palabras, recomponiendo todas cosas con
gozo, con dolor, con amor.
¡Qué estampa tan bonita y cercana! ¡Qué aparición tan verdadera y
sencilla!

Con pajas de silencio,


María abra cuna.
La cuna de su entraña
con clara luz de luna
acuna la palabra.
Casi al filo de la una
silencio con Palabra
en la noche se juntan.
¡El Salvador nació!
Junto al buey y la mula,
flor de carne de amor,
duerme sobre la cuna.
Silencio azul y claro.
¡Gloria a Dios en la altura!
El hombre en la Palabra
renueva su aventura.
María guarda todo
con amor y ternura.

29
30 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Enséñame a guardar con esmero, Madre, la Palabra de tu Hijo, en mi


corazón.

25. Jesús
“Se le dio el nombre de Jesús” (Lc 2,21).

María camina de fe en fe. La admiración por el niño se vuelve


contemplación diaria y profunda.
En mi vida, he visto muchas madres tener el niño, cambiarle pañales,
acunarlo, cantarle nanas… Ser madre con todo el gozo humano de
sentirse madre… Pero ninguna como María.
Cuando José viene a registrar al niño, le dice a María: “Su nombre es
Jesús”. María, llena de alborozo, responde: “Aleluya. Dios salva a su
pueblo”.
El profeta Isaías se hace presente con su voz y grita: “Ved que la virgen
concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre, Enmanuel”,
Dios con nosotros. Viene a salvar.
Las vecinas, motivadas por las habladurías de los pastores y por los
rumores del pueblo, acuden curiosas y tocan al niño y preguntan a
María: ¿Cómo se llama?, la madre responde segura: “Jesús”.
María, cuando llega la noche, en su meditación, cerca de José, se inclina
maternalmente sobre el niño cuyo misterio de encarnación conoce y
escucha en su corazón: “Vas a concebir en tu seno y vas a dar a luz un
hijo, a quien pondrás por nombre Jesús”.
Esta es su palabra: Jesús. Y soñando en ella comienza a susurrar:

Sólo dije Sí,


y el Verbo eternal,
vacío de gloria,
en pobre pañal
de lino de carne
se vino a encarnar.
Mi vientre dio cuerpo
al Dios inmoral.
¡Su nombre es Jesús,
y viene a salvar!

Desnudo nació
en pobre portal.
Es Hijo de Dios
y al hombre mortal
busca con amor.
Y empieza a llorar,

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31 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Cordero de Dios
en cuna de altar.
¡Su nombre es Jesús,
y viene a salvar!

Huyan fieros lobos


del pobre portal.
Pastores humildes
vengan a cantar.
¡Mi niño es Señor,
ternura es panal,
Enmanuel-Jesús,
la Luz de Judá.
¡Su nombre es Jesús,
y viene a salvar!

¡Gloria a Dios en lo alto


y al hombre la paz!
¡Su nombre es Jesús,
y viene a salvar!

26. Consagrado
“Llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor” (Lc 2,22-24).

Mujer agraciada, María, tienes caminar lento y armonioso. Llevas en tus


brazos un niño, perla de tu corazón, a quien amas más que tu vida.
Subes al templo, cumplidora fiel de la ley de Moisés. Van a purificarte y
entras para consagrar al niño a Yahveh.
La fe en la Palabra guía tus pasos, breves sobre el camino, seguros en el
amor y firmes en la fe.
¿Qué gozo sientes dentro de Ti? ¿Qué dolor o incertidumbre te acechan?
¿Por qué lo llevas al templo si es el Santo de Israel?
Pobre entre los pobres, inclinas la cabeza ante la voluntad del Señor y,
sin advertirlo, el velo cubre tu rostro y lo vuelve signo y sacramento de
Dios. Hasta los dos pichones que trae José en la jaulita, ofrenda y
sacrificio, tiene los ojitos asustados y brillantes.
Han pasado los ocho días de la purificación. María, llena de gracia, entra
en el templo, como impura según la ley y como oferente del varón,
nacido de ella.
En su sangre hay tanta pureza como un rayo nuevo de sol. En su
corazón sólo anida al amor del Señor. Joven madre, somete su cuerpo a
la purificación. Así está escrito y aunque la nueva ley ya es palabra viva,
aún no se ha promulgado y ella obedece.

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32 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

María presenta al niño, para que sea consagrado como varón, y los dos
pichones, el del holocausto y el del sacrificio expiatorio, obligación del
pobre ante el Señor.
Es el rito y es la expresión de su pueblo escogido, consagrado al Señor.
María lo vive desde la fe y, peregrina en este camino, cierra los ojos y se
abandona conscientemente en manos del Señor.
Estampa limpia, de una virgen madre ante el altar de la ofrenda y de la
purificación.

Consagrado en unción de Espíritu,


subes, en brazos, a Jerusalén
para ser ofrecido y consagrado
como primicia de Yahveh.

María, tu Madre,
-los ojos limpios y descalzo el pie-,
impresionada y pensativa
te lleva con amor y fe.

Ella, virgen, también camina


a limpiarse en el rito de la ley.
(Consciente de momento en la familia
sube impura a lavar su piel).

Niño y madre enlazados


por la sombra callada de José.
¡Gran sacramento es este
de humildad y de amor entre los tres!

27. El Anciano
“Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:… a ti una espada te
atravesará el alma” (Lc 2,25-35).

Anciano de pelo largo, anciano de barbas blancas, anciano de ojos


lúcidos y profundos, hombre de fe, experimentado de Dios y lleno del
Espíritu, espera Simeón la consolación del pueblo de Israel. Su carne
presiente la llegada del Mesías.
Sube al templo. La fuerza del Espíritu le conduce, reforzando sus pies
cansados.
Simeón ve a María con el niño y, al joven José, a su lado. Baja hacia
ellos. Pide el niño. Lo toma en brazos. El anciano siente el peso de la
tierra entera en el cuerpecito de Jesús.
Lleno de fulgor -¡todo él era fulgor!- alza los ojos al cielo, levanta la voz
y canta:

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33 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Ahora, Señor, puedes, según tu palabra


dejar que tu siervo se vaya en paz,
porque mis ojos han visto tu salvación,
la que has preparado a la vista de todos los pueblos,
luz para iluminar a los gentiles
y gloria de tu pueblo Israel.

Y cerrando los ojos -¡qué presencia de ocaso tan sereno-, queda en


silencio.
El velo del misterio se corre poco a poco. El niño se manifiesta a través
de palabras, profecías, personas, gestos. Hoy el anciano da un paso
grande.
En el arrebato de profecía, Simeón prosigue: “Este niño está puesto
para caída y elevación de muchos en Israel… ¡y, a ti misma, una espada
te atravesará el alma!
Cuando María recibe de nuevo al niño, sangra ya su corazón. José la
cobija con su mirada y, asombrados los dos, regresan esposos a casa.
Simeón, recortado en una columna del templo, solloza de gozo: “Ahora,
Señor, puede dejar que tu siervo vaya en paz”.

Subiste con el niño,


bajaste con la espada.
La ofrenda se volvió
cruz tuya revelada.

Al ángel del anuncio


te declaraste esclava.
Al grito del anciano
te sientes traspasada.

Creyente del Señor,


aceptas la palabra;
todo está claro en ti;
en el dolor de tu alma.

Muda sales del templo,


y vuelves muda a casa;
el niño entre los brazos,
la pena en la mirada.

¡El niño es Salvador,


y tú la traspasada!

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34 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

28. Los Magos


“Entraron a la casa; vieron al niño con María, su madre, y postrándose
lo adoraron” (Mt 2,11).

La madre de Jesús y José viven ahora en un cuarto alquilado en Belén.


Pasaron los apuros del parto y de la soledad de la cueva. Se han
trasladado a una casita humilde.
María ha encontrado poco a poco el ritmo a la nueva vida. Ser madre le
traza nueva serie de actividades cotidianas inevitables.
María, José y el niño, viven en clima de paz, de silencio, de oración y de
trabajo. La casa huele a sencilla y buena.
Una noche, cuando ya están acostados, escucha José que alguien toca
la puerta. Se levanta receloso y al abrir, una luz fuerte deslumbra sus
ojos. Pasa unos momentos ofuscado y al fin logra distinguir unos
personajes, vestidos de orientales y que hablan lenguas raras.
José les permite entrar. Aquellos señores, apenas si caben en la casa. Y
a base de un intérprete narran su largo viaje:
“Vimos una estrella brillante y adivinamos que un niño importante
había nacido. No sabíamos dónde, ni cuándo. Nos pusimos en camino.
Después de varias semanas, nos perdimos en Jerusalén. Investigamos.
Y al salir de la ciudad, nuestro corazón brincó de gozo, porque vimos de
nuevo la luz. La estrella nos acompañó hasta aquí”.
El diálogo es largo, sencillo. José cuenta la historia del niño. María añade
alguna palabra con modestia, y el niño, que ya camina, tiene gracia
maravillosa.
Llega un momento, en que los sabios de oriente, adivinan que aquel
niño es alguien muy grande, caen de rodillas y postrados, frente en
tierra, lo adoran. En obsequio, ponen en el suelo oro, incienso y mirra…
La madre observa, ora y calla. Luego dice la palabra de agradecimiento
y los despide con cariño. Los Magos regresan a su tierra por otro
camino.
Tu carne dio la carne
al Hijo de Dios vivo.
(Difícil entender
tan sublime prodigio).
La cueva te vio madre
sencilla y sin aliño.
(Jamás pudieron aves
hacer tan dulce nido).
Los Magos adoraron
humildemente al Hijo,
y creyeron en El
a pesar del cobijo.

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35 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

(La casa vale poco


si Dios está nacido).
Y vieron los gentiles
en su rostro divino
la epifanía cumbre
del Señor hecho niño.
¡A la noche del mundo,
María, diste brillo!

29. El Destierro
“Se levantó, tomó de noche al niño, y a la madre y se retiró a Egipto”
(Mt 2,13-14).

Todo marcha bien en casa, cuando, de repente, asoma la espada. José


recibe la revelación en sueños y da la orden: “María, prepara las cosas.
El ángel me ha revelado que Herodes busca al niño para matarlo.
Huyamos a Egipto”.
María queda desconcertada y herida. Comienza a reunir ropa, doblarla
en bolsas de esparto. Tiene los ojos tristes y las manos nerviosas y
apresuradas.
Y de noche huyen hacia el desierto con la amenaza sobre los hombros.
La madre aprieta al niño contra su cuerpo y, a lomo del borriquito
viajero, salen de Belén hacia Egipto.
María y José realizan largas jornadas. Noches y días. Sol y viento. Sed y
cansancio. Duermen sobre tierra a la sombra de un árbol y al abrigo de
la casa derruida junto al camino.
“Y se llamará: Hijo del Altísimo”… “¿Cómo es posible?”.
La madre, atenta, camina con un dolor profundo. La espada atraviesa su
pensamiento y su corazón. En las ojeras de sus ojos hay insomnios y
fiebre… “Hijo, ya te quieren matar…”.
Llegan a Egipto. Buscan albergue. José logra trabajo. Y allí viven. Son
extranjeros. Los tres forman una familia desterrada, unida, pobre,
religiosa.
Un año. Tres años. Cinco años. Sol. Escasez y monotonía.
La madre es sencillamente la mujer de casa: limpia, ordenada, humilde,
cariñosa. Buena israelita. Comparte con José la experiencia del
destierro, de la amenaza sobre la vida del Hijo.
La espada de Simeón ya sangra de verdad.

Peregrina de la fe
otra vez por el camino,
cumplidora del destino,
fiel a Dios, ligero el pie.

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36 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Con dolor y con recelo,


con seguridad y dudas,
tus ojos, palomas mudas,
se despluman por el suelo.

Señor, ¿dónde está la luz?


¿Qué fin tiene este destierro?
¡El gozo se cambia en hierro
y el Niño se vuelve Cruz!

Peregrina de la fe,
sé la luz de mi camino,
y que alcance mi destino,
fiel a Dios, ligero el pie.

30. De nuevo en casa


“Volvieron a su ciudad llamada Nazaret” (Lc 2,39).

Herodes ha muerto. José, viajero de sueño en sueño, recibe de nuevo la


revelación: “Regresa a tu casa. Toma al niño y a su madre. No tengas
miedo. Ponte en camino. Herodes ha muerto”.
Y de nuevo en camino. Hijos de Abraham, peregrinos siempre, al son de
la llamada.
Regresen a Nazaret, su ciudad y casa. Días de limpieza. Se acomodan
pobremente. José reconstruye poco a poco el taller. El niño crece con
buena salud y con la naturalidad de todo hijo, nacido de hombre y
mujer.
María observa y se pregunta: ¿Cuándo se manifestarán las palabras del
ángel?
Su tarea de madre se desenvuelve dentro de un ritmo normal:
levantarse de buena mañana, preparar el desayuno, arreglar las camas,
barrer el suelo, limpiar la ropa, buscar el agua, tejer… La grandeza de
María es invisible. Está en su corazón.
Nadie conoce el misterio de aquel hogar, aunque ciertamente la casita
tiene el perfume de la buena hierba de Dios, y se palpa la clara sombra
de una serenidad asegurada y de una paz estable y profunda.
Por lo demás, es la casa del carpintero José, padre del niño.
Lucas, periodista de pequeños detalles, insiste: “María guarda palabras,
gestos, detalles del niño y lo medita”. Cree y espera. Vive la experiencia
de la peregrinación de la Fe en lo cotidiano de su quehacer. No habla
mucho y tiene un ritmo tan lleno de humanidad que trasciende su
propia casita.

María es el sosiego,

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37 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

la paz, la plenitud de casa.


Ella la llena todo del perfume
de su presencia femenina y blanca.
Su corazón de tierra buena
retiene con cariño la palabra,
y, en el molino fiel del pensamiento
calladamente la repasa.
Crecer al Niño mira, lentamente,
sin gloria, ni divinidad mostrada,
fiel aprendiz de carpintero;
joven del pueblo. ¡Hijo de la esclava!
Y espera con humilde fe;
entre preguntas se anonada:
¿Cuándo será el momento,
de que reviente la semilla y nazca?
Y queda, dulce, en silencio,
señora y dueña de la casa,
esposa cariñosa y fiel,
rumiando todo, madre enamorada.

¡Qué no se rinde ante una visión tan sencilla y humana!

31. En el Templo
“Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando” (Lc 2,48-
49).

María sube a Jerusalén con José y el niño. Israelita observante se une a


la caravana, en peregrinación a la ciudad, para celebrar la fiesta mayor
de Pascua. Lleva un salterio de gozo en el alma y en los labios estrofas
de agradecimiento: “El Señor es bueno y es eterna su misericordia”. Las
manos de los peregrinos aplauden con alegría.
Pasa varios días y, ya de regreso, los grupos comentan las fiestas y
descienden con todo el zurrón lleno de recuerdos.
Al caer la tarde, término de la primera jornada, José y María se juntan y
advierten que el niño no camina con ellos. No está en ningún grupo.
Buscan, preguntan, se afanan… Y, al fin, los dos, sin demora,
reemprenden el camino hacia Jerusalén.
Van en silencio. La pena traspasa el corazón de la madre y la
interrogante más decisiva le hiere el pensamiento: ¿Qué es esto?
¿Habrá llegado su hora?
María siente el vértigo y desconcierto en su sangre.
Pasa la primera mañana y la tarde primera. La búsqueda ha sido intensa
y no lo han encontrado. Ninguno de los dos puede dormir. La noche es
una vigilia de dolor para sus ojos. El corazón de la madre sangra.

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38 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Al día tercero, vuelven al templo y la sorpresa cubre de sonrojo los


rostros de José y María, cuando ven al niño, sentado entre maestros,
preguntando y respondiendo.
Se acerca la madre y con amor le dice: “Hijo, ¿por qué nos has hecho
esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”.
- Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo estar en las cosas de
mi Padre?
María observa a José, baja los ojos y no dice palabra. Esclava del Señor,
queda sumergida en su pobreza, asume el misterio del niño y el plan
secreto de Dios. Y juntos, los tres, regresan a casa.

¿Por qué me buscas, madre?


La voluntad del Padre es pan y gozo
del paladar de mi alma.
¡Quiero comerlo poco a poco!
¿Entiendes?

Un misterio sagrado envuelve el tono


de la Palabra. El Hijo
inicia el camino sólo.
María siente, vive,
medita junto al pozo.
Y, en soledad,
palabra por palabra piensa todo.
Su corazón de madre llega,
intuitivo, hasta el fondo.
El Hijo corre su camino,
ella intenta seguirle el polvo.

Estampa de rostro humilde. Hoy se cumple en mí tu Palabra.

32. El Vino en la boda


“… le dice a Jesús, su madre: ‘No tienen vino’” (Jn 2,3).

Aunque José no vive, María acepta la invitación a la boda. Mujer atenta,


observa los detalles y, acostumbrada al quehacer del hogar, se presta al
servicio de la casa.
La boda transcurre con normalidad y gozo. Los comensales disfrutan,
comen, bailan, beben, hablan, celebran el amor de los esposos con
esplendor y alegría. ¡María sirve!
Entre los invitados está Jesús y los doce. Ellos también son de buen
comer y beber. Tienen consistencia de hombres curtidos en el mar.
María advierte que el vino escasea, siente en su corazón el bochorno de
los novios y decide hablar con el Hijo:

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39 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

- “Jesús, no tienen vino”.


- “Tú y Yo somos invitados, mujer. A ti y a mí ¿qué?”.
- “Hijo, no quiero que queden en ridículo los novios. Es demasiado
bonita una fiesta de boda para que los novios acaben abochornados”.
- “Entiendo, mujer, pero aún no ha llegado mi hora. No es el momento”.
¿Qué advierte María en el tono de Jesús? ¿Qué conocimiento tiene ella
de El?
María llama a los sirvientes y en voz baja les dice: “Haced lo que El os
diga”. Y se retira.
Los sirvientes llenan las tinajas hasta el borde. Jesús bendice el agua
con toda sencillez y, sin inmutarse, dice: “Sacad vino y llevadle al
maestresala”. El maestresala lo prueba, se da cuenta de la calidad del
vino y se sorprende. La gente presencia el milagro… “y sus discípulos
creyeron en El”.
María queda sencillamente sirviendo la mesa, y limpiando platos en la
cocina. Y hasta ella se sorprende diciendo mientras seca la vajilla:

Jesús, no tienen vino.


La boda esta acabada.
No importa si el momento no ha llegado.
Renueva el gozo de la sala.

El amor de los novios


se celebra con vino y no con agua.
Convierte el agua en vino
y que la fiesta sigue celebrada.

¡Hay demasiado vino aguado


entre parejas! ¡Demasiada lágrima!
¡Demasiado silencio entre cortinas
y demasiado frío en las miradas!

Oye, Jesús. Los siervos tienen,


cercanas a las fuentes, las tinajas.
Asegura la voz.
Pronuncian la palabra

Bendito seas, hijo,
porque el amor bendice y, en la casa,
la fiesta del amor perdura
y es sacramento de tu gracia.

33. Última palabra


“Haced lo que El os diga” (Jn 2,5).

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40 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Juan escribe esta frase sólo una vez. Yo la recojo dos veces, porque
juzgo ser la palabra más importante de María. “Haced lo que El os
diga”. “Esta es mi buena noticia”.
Y queda en silencio. María aurora, desaparece; llega el sol. María,
madre, se recoge; llega la hora del hijo. Es su honesta humildad. “Yo
soy la esclava”. “Haced lo que El os diga”.
A partir de aquí, María es una de tantas: se sienta en la arena, a la orilla
del lago; sobre el tronco de olivo; sobre la piedra, en la falda del monte.
Sube al templo confundida entre la multitud y en silencio. Ni una
palabra más. “Haced lo que El os diga”…
“Bienaventurados los pobres, los misericordiosos, los limpios de
corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos a causa de la
justicia…”.
“Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen”.
“No podéis servir a Dios y al dinero”.
“Buscad el Reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas se os
darán por añadidura”.
“No juzguéis para no ser juzgados”.
“Convertíos y creed la Buena Noticia”.
“Si tu hermano peca contra ti siete veces y te dice: me arrepiento,
perdónale”.
“El que se enaltece, será humillado y el que se humilla, será
enaltecido”.
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros.
Que, como Yo os he amado, así os améis también vosotros unos a otros.
En esto conocerán que sois mis discípulos…”
“Cómo Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que ellos sean uno en nosotros para
que el mundo crea que Tú me has enviado”.
“Haced lo que El os diga”. Fue tu gran revelación, tu gran Noticia final. Y
quedaste en silencio para siempre. Y tu silencio fue la cúpula vacía que
necesitaba la palabra, para que se oyera claramente.

Caminas junto al Hijo,


silencio en pos de la Palabra.
La fe, nacida cada día,
es tu senda segura y clara.
Escucha con el alma abierta,
humilde entre la masa.
Y sigues, sin jactancia maternal,
el curso de la fuente clara
que brota de los labios
del Hijo, manantial de gracia.
“Haced lo que El os diga”,

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41 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

y pobremente fiel, rodilla en tierra, callas.

Gracias, Madre, por la Buena Noticia, de tu palabra y de tu silencio final.

34. Entre todos


“Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de
Dios y la cumplen” (Lc 8,20-21).

Esta fotografía la hace el Hijo sobre su Madre y es muy profunda. Hay


que contemplarla bien.
María se desenvuelve, con normalidad, como oyente de la Palabra. No
interfiere en nada la acción del Hijo. Es como la sombra de su cuerpo.
Espuma de playa, siempre presente y siempre desapareciente.
Un día, alguien se acerca a Jesús y le anuncia la presencia de su madre
y de sus parientes. Jesús pasea la mirada sobre todos y trasciende, va
más allá, donde no es fácil llegar sin conocimiento de su Palabra.
“Mi madre y mis hermanos son los que escuchan con fe y amor la
Palabra, la reciben y la cumplen”. Esta es mi nueva familia. La familia
del Padre.
María, miembro de esta nueva familia, recibe en su corazón la Palabra
del Hijo y entiende su lenguaje. Ella sabe quién es, qué pretende y el
camino que sigue. Y humildemente sigue y calla.
Es una más. Va en el grupo de las mujeres. Dialoga con ellas. Comparte
lo que ha visto y oído. Camina.
Ella no es la Palabra. Sólo su madre en la carne. Pero, ahora, es hija de
la Palabra. Y como hija, escucha, recibe con amor, asume la Palabra y
ora.
Su gloria y gozo es que la Palabra del Hijo se escuche y se reciba como
semilla buena, como fermento activo. Lo demás, es añadidura.
Y cuando la quieren presentar, más bien dice: “Dejadlo tranquilo. El
sabe dónde estoy. Haced lo que El os diga”. Y sigue, arroyo que se sume
en tierra silenciosamente.

Sola contigo y la Palabra


por dentro.
Sola con la Palabra dentro,
contigo.
Palabra y Tú,
alma con cuerpo,
unidos a la sombra de la parra,
junto al pozo del huerto.
Estrellas de silencio,
tus ojos.
Aurora llena de cariño,

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42 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

tus manos.
Tú, sola, madre, fiel
seguidora del Hijo
y esclava cumplidora
del evangelio de sus labios.
¡Qué bien guardas en ti
la semilla del Verbo!
¡Qué tierra de ribera tan fecunda
tu corazón abierto!

Enséñame a escuchar, entre todos, sin pretensiones, la palabra de tu


Hijo y hacer voluntad del Padre en mi vida.

35. El calvario
“Mujer, ahí tienes a tu Hijo”. Y luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu
madre” (Jn 19,26-27).

Subes al Calvario metida apretadamente entre la multitud. Tus ojos


lloran dolorosamente. Un río amargo y espeso te sube por las venas.
Vives la soledad más apurada, desde el Getsemaní del Hijo hasta la
plaza del Palacio de Pilato. Ahí la espada de la muerte del Hijo de parte
el alma.
Subes como madre del blasfemo, del impostor, del revolucionario, del
loco. No subes como la madre del bendito, el hijo de David, ahí tu no
estás. Eres sombra y silencio. Aquí, sí. Eres presencia y dolor.
Subes y te pones cerca. Frente a frente al hombre de la Cruz, al Jesús de
Nazaret, cuya crucifixión significa para ti, un momento de agonía
horrible y de fe sin límite.
Escuchas sus palabras una por una. Oyente siempre fiel, seguidora
constante, mujer de valor y entrega. Y sus gritos caen sobre ti como un
testamento sagrado.
Estás en la cumbre. Ves morir aceleradamente al Hijo, solo, desnudo,
agotado, sin consuelo, desangrado, abandonado, sin que nadie, ni tú
siquiera, puedas darle un vaso de agua.
Así estás, de pie, cuando tu hijo, la voz agotada, mirándote con los ojos
hinchados y los labios sucios de polvo y sangre, te dice:
– “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Y luego dice al discípulo –“Ahí tienes a tu
Madre”.
Un desgarrón parte tu vida. El Hijo vuelve al Padre y en su puesto deja a
Juan.
No dices palabra. Tal vez, mueves la cabeza afirmativamente, y entre
labios confiesas de nuevo: “ Yo soy la esclava del Señor, se cumpla en
mí tu palabra”.

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43 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

Y así quedas, estremecida de dolor, ofrecida totalmente, cosida a la


cruz. No hay más palabras sobre ti en el Evangelio del Hijo. Y cuando
todo termina, regresas a casa a vivir tu dolor y esperar desde la fe.

Estás de pie,
sin más añadidura,
junto a la Cruz del Hijo
como roca segura.

La tarde, víspera sagrada,


sangrienta de odio y brava como un mar,
arde violentamente desalmada.
Sobre el Calvario, maldecido altar.

solo tu cuerpo anuncia calma.


Clavada en el dolor
sientes sangrar el corazón del alma,
sufrida esclava del Señor.

Con lágrimas pasas cuentas del rosario


y, en cruz, cosida al Hijo en comunión,
cambias la cumbre de odio del Calvario, en huerto
de esperanza y de oración.

Sin palabra sonora


proclama la fidelidad.
¡Dichosa, sangre de amargura, la hora
feliz de tu maternidad.

36. El cenáculo
“Perseveraban en oración en compañía de algunas mujeres, de María,
la madre de Jesús…” (Hch 1,14).

La experiencia de Jesús resucitado en María, no tiene verso en la Biblia.


Ella se llevó consigo, el gozo del encuentro, el abrazo con el Hijo
glorioso. Lo maravilloso de la Palabra resucitada.
Ahora, María es madre en nueva gestación: La gestación de la Iglesia.
Desde el Calvario comprendió el encargo. Mujer de fe inquebrantable en
la Palabra del Hijo, reúne en la sala de la Cena a los Apóstoles y algunas
mujeres y ora.
Nos está el Hijo, ni el amigo. Sólo su perfume y su promesa. Y el eco de
su palabra siempre fiel.
Oran con oración espontánea: rostro y manos alzados al cielo en acción
de gracias, con salmos y canciones populares hebreas; o bien: ojos

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44 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

cerrados, en silencio de adoración, de contemplación o de súplica


personal. Oración espontánea: brazos abiertos en actitud de súplica al
Padre, pidiendo la venida del Espíritu.
María tiene conciencia del gran momento y anima al grupo a preservar
en oración, con paciencia, unidos en un mismo sentir de fe y de
expectación.
Tal vez, mi visión de María sea mirarla como pequeño fuego prendido en
medio del hogar, cuya llama ilumina, calienta sin ruido, hace visible
todas las cosas y disipa las tinieblas.
Y viene el Espíritu Santo. Inunda la sala y los corazones de los reunidos,
de luz, de fuego, de amor. El rostro y las miradas de todos se prenden. Y
poseídos del Espíritu comienzan abiertamente la tarea de la
Evangelización.
María, esclava, madre, queda ahí, viva y silenciosa, llena y
transformada. Puerta de cedro que se abre sin chirriar, para que salgan
de casa los apóstoles y corran a anunciar las maravillas de Dios.
Y se retira definitivamente de la oración, al silencio absoluto, a la
diaconía del servicio escondido y laborioso.

¡Virgen, tú siempre virgen!


¡Madre, tú siempre madre!
¡En Nazaret, origen de la vida
del Verbo hecho carne!
Y ahora, de nuevo,
Madre, en silencio de oración gestante.
Oración de vigilia, llena
del fuego de la espera, del fuego de la sangre;
Madre del Verbo, hombre en la mañana.
Madre de Cristo, iglesia de la tarde.
Nazaret y cenáculo,
entraña de una misma madre.
¡Bendita tú entre las mujeres,
Madre del Cuerpo-Iglesia, nueva carne!

Desde el Cenáculo glorioso del cielo intercede ante tu Hijo, para que
Pentecostés sea una fiesta de fuego de amor en la Iglesia de tu Hijo y
Señor resucitado.

37. Esclava y reina


“Apareció en el cielo una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies,
y una corona de doce estrellas en su cabeza” (Ap 12,1).

Esta visión no se ajusta al sentido literal de la palabra. Se ajusta al


sentido del corazón. El tiene razones especiales para soñar.

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45 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

El Espíritu Santo lo ha lanzado a la Iglesia a las plazas, las calles, a


ciudades y pueblos nuevos. El Evangelio, con fuerza de palabra, se ha
propagado entusiastamente en comunidades pequeñas y fervorosas.
Los Apóstoles son, oficialmente, los portadores de la Palabra y tienen el
poder del signo.
La Virgen ha entrado de nuevo en “Villa María” de otro Nazaret
desconocido, con Juan como hijo, en vez de Jesús.
Su tarea, durante prolongados años, ha vuelto a ser tarea de esclava
humilde, pobre, evangelizadora. Tarea de trabajo, de oración, de
testimonio de vida y, de cuando en cuando, de comunicación de
mensaje.
La esclava ha vuelto al anonimato con la sencillez de la paloma que al
atardecer recoge el vuelo y busca el nido.
Hasta que un día, desconocido en el calendario cristiano, como hoja de
árbol en brazos del viento, María se desprende del árbol de la vida y, en
brazos del Hijo, sube al cielo.
No hay actas del momento, ni del lugar. En el corazón de la comunidad
queda su recuerdo y su figura. La Iglesia la sueña, la ve elevada al cielo,
coronada como Reina y Madre y lo confiesa públicamente.
La creación la corona y la viste el sol y luna. Las mujeres la coronan con
gracia de femineidad acabada. Los artistas la coronan con adornos
soñados y sacados del mejor material. La Iglesia la corona como Señora
y Madre de todos los hombres.
“Desde ahora, bienaventurada me llamarán todas las generaciones,
porque Dios mira la humildad de su esclava”.

Salve, María, Reina coronada,


Madre de Dios y Madre nuestra,
tomada para el cielo
y siempre aquí, mecida en nuestra tierra.
Nuestro corazón tiembla de cariño
al sentirte tan cerca,
medita luz en nuestros ojos,
caliente amor en nuestras venas.
Creo que vive,
Y tu casa es la Iglesia.
¡Oh, Madre, fuente de alegría,
tallo de tierra virgen, barro nuevo,
radiante gracia del Señor,

el día
en tus pupilas se renueva
y llena de cariño y de fulgor!
¡Vives, María,

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46 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

asunta más allá del cielo,


del mar y del dolor,
Tú sigues siendo en casa
dulce paz y consuelo
y tierna luz de amor!

III. Rosario y Letanias


Tener un corazón devoto de María, es entregar nuestra vida al Señor,
como María la entregó.
María fue fiel, humilde, sencilla, llena de gracia; cumplió el plan de Dios
sobre su vida y realizó su misión.
El devoto de María, tiene un corazón entregado, para ser, como Ella,
fiel, humilde, sencillo, vivir en gracia, cumplir el plan de Dios y realizar
la misión personal, confiada por el Señor.
María es modelo, no para hacer lo de Ella, sino para ser como Ella.
Rezar a María es bueno.
Orar con nuestra vida, como María oró con la suya, es mejor.
Si el rezo no va acompañado de la vida, entramos en una devoción
alienante.
Al hablar del Rosario, lo hago bajo esta perspectiva de la vida. Por eso
- Primero: hablo del Rosario;
- Segundo: transcribo el Rosario.
Las otras aportaciones son dos sencillas oraciones, -mañana y tarde-,
de ayuda en el amor a la Madre.

El Rosario
A. Los misterios
1. El Rosario de María
María nunca rezó el Rosario. Ni el suyo para Sí, porque hubiera sido una
locura. Ni a nadie más, porque la única llena de gracia y María de Dios,
era Ella.
María vivió el Rosario. Y esto es clave, para la devoción a María. Su vida
fue un Rosario meditado, contemplado, gozado, sufrido, exultado con
toda la fe de su alma, con toda la realidad de su cuerpo de mujer.
Vivió el gozo de ser la escogida de Israel, la Madre del Señor. Sintió
felizmente la alegría del niño en su entraña y la alegría, más cumplida,
de alumbrar la vida de Dios en el niño de su vientre. Tuvo la experiencia
de su mirada, de su caricia, de su primera palabra. ¡Tantos misterios de
gozo, desde la visita del ángel hasta la Resurrección del Hijo! Vivió el
gozo de ser Madre, humildemente fiel al plan de Dios.
Igualmente sufrió, en carne propia, el dolor: del misterio del dolor con
toda su crudeza y sin estupefacientes; con plenitud de sentido y de fe.
Dolor en su joven maternidad, en el destierro, en el silencio diario de
Nazaret, en la vida de predicación del Hijo, y, sobre todo, en la muerte

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47 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

de Jesús. Madre sola, despreciada, rechazada, despojada, crucificada,


muerta en la muerte del Hijo. ¡Rosario de lágrimas, sufrimientos vividos
como misterios profundos de fe y ofrecidos con entereza de amor!
Finalmente. María vive la experiencia exultante del triunfo personal en
el triunfo total del Hijo. La gloria de la Resurrección del Hijo, su suave
humanidad, le hacen sentir y vivir en el corazón, la exultación de la
nueva corporeidad de Jesús.
Al final de sus días, vivirá en carne propia, el triunfo definitivo en su
asunción.
María vive el Rosario completo en su vida. Lo recita en el silencio de la
oración, en el trabajo de casa, en el seguimiento de la Palabra, en la
cumbre del Calvario… ¡Cada momento!
Es el único modo de rezarlo bien y cumplidamente.
Gracias, María, por el reto fiel de tu Rosario diario.

2. El Rosario mío
Yo rezo tu Rosario, María, pero… ¿vivo el mío? ¿me sirve de algo rezar tu
Rosario, si rehuso y no acepto vivir el mío?
Te miro, Madre, y sencillamente te digo: “Enséñame a rezar, cada día, el
Rosario de mi vida; los misterios de Dios sobre mi vida.
Enséñame a vivir los misterios del gozo que la vida me ofrece: el amor,
la amistad, la alegría, la compañía de otros, el diálogo. Un paseo, una
merienda, un niño que nace, una madre que besa, un esposo que ama.
Dame el don de saber gozar. Dame la fe de comprender a Dios,
queriendo que yo goce, bendiciendo mi felicidad, llenando de paz mi
camino… Yo casi no me permito disfruta, como si fuera pecado y Dios
no lo permitiera. Enséñame el camino del encuentro con Dios, a través
de la experiencia de la alegría de vivir en plenitud.
También quiero aprender a vivir el misterio del dolor, de la cruz. Venga
de donde venga, como parte esencial de mi vida. Cruz de compromiso,
de fidelidad, de rechazo, de soledad, de despojo, de cansancio. Cruz de
enfermedad: dolor de cabeza, quemadura de piel, cáncer. Cruz de
trabajo o falta de trabajo. Cruz de hombre, pobreza, exilio. Dame
serenidad, valor y paciencia… Los misterios de tu dolor, me ayuden a
vivir el misterio del mío.
Finalmente quiero rezar con fe, los misterios de triunfo sobre cualquier
muerte de pecado o enfermedad. Victoria sobre el egoísmo, el odio, el
rencor, la angustia, la antipatía, el rechazo, el resentimiento, la rabia, la
lujuria, la gula… Enséñame a vivir cualquier triunfo Pascual de Cristo en
mí, gracias al cual, vivo una vida nueva, de resucitado, de vencedor.
Hombre de fe, recreado ene el Espíritu.
Que, cuando tome el Rosario de cuentas labradas y engarzadas, ponga
entre mis dedos mi propio Rosario y según el misterio, conmemore,

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descubra, valore y ofrezca mi vida y la realice como Plan de Dios sobre


mí.
Enséñame, Madre, a rezar mi Rosario, como Tú viviste el tuyo.

3. Rosario del pueblo


El pueblo vive los misterios pascuales de su vida propia. Su Rosario no
ha sido contemplado en serio, como historia comunitaria, rezada es
común.

a. Misterio de gozo
El pueblo vive el gozo comunitario
- de sentirse valorado, apreciado, atendido debidamente;
- de ver que su desarrollo lo capacita para ser más, vivir mejor,
dignificar su vida;
- de engendrar con su propio esfuerzo, modos de vivir más confortables,
tener más medicinas, mejores escuelas, asistencia social más digna.
Este misterio del Rosario del pueblo, el mismo pueblo debe conocerlo,
vivirlo, celebrarlo, rezarlo como gozo de Dios encarnado y nacido en sus
vidas.
La fe juega el papel clave de la iluminación de esta historia de gozo el
pueblo.

b. Misterios de dolor
El pueblo vive y reza su Rosario de dolor, misterio real de su vida
sufrida, como la de María.
El pueblo es cociente de
- sentirse marginado, explotado, burlado, empobrecido, desvalorizado;
- verse sin agua, sin luz, sin medicinas, sin médicos, sin abogados;
- observarse despojos injustamente de servicios y derechos, abofeteado
con promesas falsas, sentenciado a morir engañado por diputados,
jueces, magistrados, abogados, presidentes;
- saber que su tierra es un calvario, levantado con injusticias, robos,
deudas adquiridas con mano blanca y pagadas con sudor de pobres;
- saber que lo han clavado en la cruz del hambre y que lo mantienen
levantado desnudo al sol, mientras otros, los pocos otros, se rifan sus
ropas con el dado.
El Rosario del dolor del pueblo es un misterio vivido, celebrado, asumido
e iluminado por la fe. Misterio de dolor, cuyas causas (egoísmo,
avaricia, soberbia de la vida) Deben erradicarse, para que la muerte
anuncie resurrección.

c. Misterios de triunfo
El pueblo, también, vive y canta sus misterios de triunfo, cuando pasa
- de la falta de luz, a la luz;

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- de la falta de agua, al agua potable;


- de la falta de escuela o templo, a la escuela y templo;
- de la enfermedad, a la salud;
- de la marginación, a la participación;
- de la falta de trabajo, al empleo digno y bien pagado;
- del pecado, a la gracia;
- de la desesperación, a la esperanza verdadera…
Los misterios de Cristo glorioso y pascual, no son solo referencia a Jesús
Resucitado, sino realidades vividas en los miembros.
Este es el triunfo que rezamos y, por El, damos gloria la Padre, unidos a
María, que tuvo la experiencia de ver los despojos del Hijo, rehechos y
gloriosos.

B. Las Letanías
La Letanía es un arroyo de palabras dedicadas a María. Muchas de estas
palabras tienen sentido bíblico profundo. Otras tienen sentido poético-
suplicante, muy agradable al corazón.
Todas las frases de la letanía recorren un doble camino:
- un camino de subida = piropo;
- un camino de bajada = suplica.
El piropo es como un perfume suave, halagador, durmiente. La súplica
es un grito de corazón pobre y necesitado. Por ejemplo:
- Puerta del cielo: piropo.
- Ruega por nosotros: plegaria.
En este movimiento ondulado se mueve la letanía desde el principio
hasta el fin.
Desgraciadamente, la memoria ha sido demasiado fiel para registrarla y
los labios excesivamente mecánicos para pronunciarlas. Y hemos hecho
del arroyo una bajada de agua vertiginosa y de rumor confuso.
Hemos de recuperar la pausa de toda aclamación de alabanza
necesitada para ser proclamada, meditada y gustada.
Estas letanías pueden ser; por decirlo de alguna manera:

a. Oficiales
Son las que se dicen normalmente en el rezo del Santo Rosario.
(Después las transcribiré, cuando exponga el esquema del Rosario).

b. Espontáneas
A veces el corazón rompe el marca pasos para vivir, sentir y amar. Es
cuando surge lo espontáneo, tierno, cariñoso y natural.
Una letanía a María, no estudiada, ni repetida de memoria, es casi
siempre menos técnica, pero más familiar. Entonces el arroyo nace de la
cumbre más serena y enamorada del corazón.
Cada frase es espontánea:

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- María, paz del corazón;


- María, beso de gracia en la frente del niño;
- María, orquídea alegre en el balcón de mis ojos;
- María, rayo de luna en la noche de casa;
- María, Buena Noticia de Dios;
- María, regazo lleno de cariño;
- María, corazón de madre en la soledad;
- María, paz y bendición.
A veces, resulta que el arroyo se hace música y verso. El corazón se
enamora, y pasa a la pluma lo que siente. Y convierte la letanía en un
poema:

Santa María,
arroyo limpio de agua fresca,
brisa del corazón cansado,
turpial del alma triste,
y de la noche oscura, blanca estrella.

Santa María,
clavel en el balcón de nuestra espera,
silencio de armonía en el dolor,
beso de madre en la tristeza,
salterio de luceros en la angustia
Y al final del camino, dulce puerta.

Santa María,
palabra y ritmo del poeta,
luna de miel para los novios,
eco de Dios para el profeta,
rumor sagrado del salmista,
barquilla en alta mar y a toda vela.

Santa María,
Madre de Dios y Madre nuestra,
cielo de amor y torre de oro,
vaso de honor y luna llena,
virgen de vírgenes y rosa de paz,
río con sombra en la ribera.

Santa María,
para los hijos del dolor, promesa,
pan y leche para el hambriento,
guitarra suave para el alma en pena,
arco iris y nube sobre el campo,

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51 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

y puerto del mortal que a Dios navega.

Santa María,
Madre, Señora y Reina,
aboga por nosotros,
peregrinos cansados de la arena,
y en la hora de la muerte
danos la paz eterna.

El caso es ser sinceros, y permitir al corazón que se exprese y diga a la


Madre lo que siente y vive.

C. Programación del Rosario


1. Distribución de días:

Lunes
Misterios gozosos
Jueves

Martes
Misterios dolorosos
Viernes

Miércoles
Sábado Misterios gloriosos
Domingo

2. Anuncio de Misterios:
a. Misterios gozosos
1. La Encarnación del Hijo de Dios.
2. La visitación de la Virgen a su prima Isabel.
3. El Nacimiento del Hijo de Dios.
4. La presentación del Niño en el Templo.
5. El Niño perdido y encontrado en el Templo.

b. Misterios dolorosos
1. La oración de Jesús en el Huerto.
2. La flagelación de Jesús.
3. La coronación de espinas.
4. Jesús camino del Calvario.
5. La crucifixión y muerte de Jesús.

c. Misterios gloriosos
1. La Resurrección del Hijo de Dios.

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2. La Ascensión a los cielos.


3. La venida del Espíritu Santo.
4. La Asunción de María al cielo.
5. La coronación de María.

3. Letanía de la Virgen
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial. Ten misericordia de nosotros
Dios, Hijo, Redendor del mundo Ten misericordia de nosotros.
Dios, Espíritu Santo. Ten misericordia de nosotros.
Trinidad santa, un solo Dios Ten misericordia de nosotros.

Santa María.
Santa Madre de Dios.
Santa Virgen de las Vírgenes.
Madre de Cristo.
Madre de la Iglesia.
Madre de la divina gracia.
Madre purísima.
Madre castísima.
Madre y virgen.
Madre incorrupta.
Madre inmaculada.
Madre amable.
Madre admirable.
Madre del buen Consejo.
Madre del Creador.
Madre del Salvador.
Virgen prudentísima.
Virgen digna de veneración.
Virgen digna de alabanza.
Virgen poderosa.
Virgen clemente.
Virgen fiel.
Espejo de justicia.
Trono de sabiduría.
Causa de nuestra alegría. Ruega por nosotros
Templo del Espíritu Santo.
Obra maestra de la gracia.
Modelo de entrega a Dios.

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Rosa escogida.
Fuerte como la torre de David.
Hermosa como torre de marfil.
Casa de oro.
Arca de nueva Alianza.
Puerta del cielo.
Estrella de la mañana.
Salud de los enfermos.
Refugio de los pecadores.
Consoladora de los afligidos.
Auxilio de los cristianos.
Reina de los ángeles.
Reina de los patriarcas.
Reina de los profetas.
Reina de los apóstoles.
Reina de los mártires.
Reina de las vírgenes.
Reina de todos los santos.
Reina concebida sin pecado original.
Reina asunta al cielo.
Reina del Santísimo Rosario.
Reina de la paz.

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, Perdónanos, Señor.


Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Ten misericordia de
nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios Para que seamos dignos
de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oración
Te pedimos, Señor, que nosotros, tus hijos, gocemos siempre de salud
de alma y cuerpo, y por la intercesión de Santa María, la Virgen, líbranos
de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías de cielo. Por
Cristo nuestro Señor. Amén

IV. Oraciones
a. Oración de la mañana
Al amanecer, la bendición de la madre es un regalo de Dios, para el
corazón del hijo.
A veces, los niños, medio dormidos y sin bañarse, dicen a la madre:
“Bendición”, e inmediatamente escuchan la respuesta: “Dios te
bendiga, hijo”.

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Este encuentro matinal con la Madre, tiene la lozanía del cariño


tempranero y es augurio de la protección especial de Dios, mediante la
bendición de la Madre.
Lo bonito, alegre y reconfortante es el encuentro, nacido del amor. Deja
volar el ave de la plegaria con vuelo espontáneo y libre.

María,
Madre de amor,
Virgen del buen camino,
con la sonrisa nueva de la aurora,
te ofrezco la jornada de hoy.
Bendice mis palabras,
mis pensamientos, mis tareas,
mis gestos y mis sentimientos,
mi relación y mis encuentros.
Siembra ilusión y fe
en mi trabajo;
llena de gozo mis pupilas,
que brille la esperanza entre mis labios,
y sea testigo del amor
con toda mi persona.
Protege mi camino.
Que el enemigo no puede contra mí.
Que no sucumba en tentación
de miedo, de tristeza o de flojera,
que venza cualquier brote de soberbia,
de envidia o de rencor.
Bendice la expresión de cuanto vea:
la sonrisa de los niños,
el amor de la madre,
el gesto del amigo,
el dolor del que sufre soledad,
el cuerpo del trabajador,
los ojos desgastados del anciano…
¡Madre de amor,
Madre querida,
Virgen de Nazaret,
comienza un nuevo día,
dame tu bendición,
amén!

b. Oración de la noche

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55 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

La noche nos acerca al descanso. La cabeza se rinde fatigada. ¡Qué


bueno terminar el día con el mismo gesto de la mañana: Bendición,
Madre!
Cuando estamos en grupo, si alguien se retira, dice: con permiso, y se
va. Si nos vamos a dormir, y estamos en familia, saludamos a todos con
frase sencilla: “Buenas noches” o “Hasta mañana, si Dios quiere”. Y
entramos en el silencio del descanso, cobijados con la paz que dan la
despedida y el sueño.
Por eso, la costumbre tan antigua, de decirle a María: “Hasta mañana”
con tres Aves-Marías, con un beso a la estampa, o con la mirada final a
su rostro.
Es como decirle:

Pasó la jornada.
La noche cubre mi cansancio
con la cobija azul
de su silencio y de su paz.
Mi última palabra
quiero que sea para Ti.
¡Gracias por todo, Madrecita linda
y buena:
por mis padres y hermanos,
por mis amigos,
por la vida y sus cosas,
por la alegría y la tristeza,
por la salud y la enfermedad,
por el descanso y la fatiga,
por el sol, por el agua y por la brisa!
¡Gracias por ser yo quien soy,
por ser yo quien deseo ser,
por el amor que has puesto en mí,
por todo!
Tengo suelo… Cobíjame.
Quiero dormir en paz
bajo tu bendición.
Amén.
Hasta mañana.
Un beso.
¡Y bendición!

Página final
Hace algún tiempo, al terminar el librito de versos “Encuentro en
Silencio y Soledad con Santa María”, escribía en la última página:

55
56 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

El verso aquí termina,


flor de alma casi abierta
al sol de tu mirada.
El amor seguirá página nueva
y blanca. Algún día,
haré, de primavera,
otro ramo de flores
y amor tendrá como la vez primera.
Ahora me basta
con saber que tu mano tierna
recibe, con cariño,
el gesto de mi ofrenda.

No sé si el futuro me depare más oportunidades de seguir publicando


cosas nuevas. Pero cierto estoy, que mi corazón seguirá escribiendo, en
silencio, páginas secretas, con más cariño, porque los años maduran el
amor, y Tú lo mereces, Madre querida.

Indice
I. Dedicatoria y Palabra previa 5
II. María, Buena Noticia 9
1. El Cartero Gabriel 9
2. El nombre propio 11
3. Señorita Gracia 13
4. Villa María 15
5. El Maquillaje natural 17
6. La Novia en dudas 19
7. La Esclava voluntaria 21
8. Tienda del Señor 23
9. Mensajera azul 25
10. Orgullo de nuestra raza 27
11. Inicio del poema 29
12. Caricia de Dios 31
13. Pobre de Yahveh 33
14. Profeta del Señor 35
15. Proclamadora del Santo 37
16. Evangelio de misericordia 39
17. María contestataria 41
18. Servidora 43
19. El regreso 45
20. José el Justo 47
21. Viajeros a Belén 49
22. La Hora cumbre 51
23. Pastores al establo 54

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57 MARÍA BUENA NOTICIA.-TRÍPODE

24. Celosa de Dios 56


25. Jesús 58
26. Consagrado 61
27. El Anciano 63
28. Los Magos 65
29. El destierro 68
30. De nuevo a casa 70
31. En el Templo 72
32. El vino en la boda 74
33. Última palabra 77
34. Entre todos 79
35. El Calvario 81
36. El Cenáculo 84
37. Esclava y Reina 86

III. Rosario y Letanías 89


Rosario 91
A. Los Misterios 91
1. El Rosario de María 91
2. El Rosario mío 93
3. El Rosario del pueblo 95

B. Las Letanías 98
a. Oficiales 99
b. Espontáneas 99

C. Programación del Rosario 101


1. Distribución de días 101
2. Anuncio de misterios 102
3. Letanías de la Virgen 102

IV. Oraciones 106


a. Oración de la mañana 106
b. Oración de la noche 107

Página final 109

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