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Usted es una persona de clase media, vive en el centro de Valparaíso en una pequeña pensión
de la calle Victoria, en este período se encuentra trabajando en las oficinas de la municipalidad
y gana lo suficiente para poder vivir pero difícilmente para darse grandes lujos. En esto lo
contacta un viejo amigo de infancia que como buen aristócrata fue a Francia a terminar sus
estudios, ahora que ha vuelto lo ha invitado a recorrer su gran mundo. Entre tanta parafernalia
y lujo usted se apresta a escribir una carta a su familia que vive en Chillán contándole todo lo
que ha visto y vivido en este cortó tiempo.
Para la oligarquía chilena, de hecho, las modas francesas e inglesas, y en general los
estilos de vida privativos de las clases más encumbradas del Viejo Mundo, representaron las
expresiones más legítimas de la civilización moderna. A semejanza de tantos latinoamericanos
de la época, los miembros de la oligarquía intentaron asimilar a cabalidad esta cultura a un
tiempo aristocrática y 34 burguesa, de raigambre generalmente parisina.~~ Mediante el
expediente de la imitación buscaban parecerse a sus modelos, a la par que convertirse en
otros sujetos. Dicho sucintamente: vivir como otros para ser, en definitiva, otro.
Siendo el francés el segundo idioma de muchos hombres y mujeres de la elite, hacia
1911 éste se hablaba (o farfullaba) con desenvoltura en el hall, en los pasillos y en los palcos
del Teatro Municipal, transformad de este modo en vicario puesto de avanzada de la belle
époque pari~ina.~~ La ensenanza del francés, componente esencial de la educación recibida
por las jóvenes acomodadas de Hispanoamérica, que atendía con preferencia al cultivo de
gracias sociales, también podía servir propósitos ajenos a su objetivo original
La emergencia de la alta sociedad santiaguina implicó que los eventos sociales -de la
ópera a las grandes fiestas, sin omitir la función de los paseos elegantes- se hicieran más
frecuentes y abarcadores. Ello sin perjuicio de que, ya en los años previos a su cristalización, el
auge de la etiqueta y de los requerimientos del lujo, que forzaba a las mujeres a afanarse en la
elección de trajes y adornos apropiados a las circunstancias, atentaban contra la sociabilidad
más desaprensiva de las costumbres antiguas, ésa que propendía, en expresión de Blest Gana,
a la celebración de “reuniones improvisadas” que, carentes de aparato, no causaban desvelos
por la propia apariencia.log