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De: Mariano Féliz marianfeliz@gmail.

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Asunto: Sobre llovido mojado, o la era de la heterogeneidad popular | Bunker
Fecha: 4 de abril de 2018, 10:15 p. m.
Para: Mariano Féliz marianfeliz@gmail.com

Sobre llovido mojado, o la era de la heterogeneidad


popular
Agustín Cesio

Abordar ese lábil concepto conocido como los “sectores populares” implica, no pocas veces, el
desbarranco en el esencialismo, la mitificación o el paternalismo. Tanto para la academia como
para la política suele ser un santo grial eso que, a falta de mejor término, pero siempre dispuestos
a trocarlo por algún eufemismo inclusivo, llamamos “los pobres”. Los pobres son así, los pobres
piensan de esta manera, los pobres se relacionan con los otros pobres de esta forma, los pobres
votan siempre a los mismos, tienen siempre la misma identidad…

El “pueblo”, el pueblo peronista, el conurbano, el “bastión” incólume de La Matanza, las clases


bajas como refugio de un candor conservacionista y primitivo distante de los intereses
concéntricos de la clase media urbana, son conceptos sobre los que una parte del pensamiento
político y social argentino ha articulado su cosmovisión histórica. Y sin embargo, la historia
reciente y no tan reciente, parece desmentir, o al menos poner en cuestión estas certezas.

Pablo Semán es sociólogo, doctor en antropología social y docente en la Universidad de San


Martín. Pero dentro de ese résumé hay un investigador que indaga en las mutaciones y
“sensibilidades” populares a partir de un caleidoscopio que incluye demandas políticas, religión y
lógicas de apropiación de la cultura “céntrica”. Partiendo de las elecciones de 2017, donde el voto
popular pareció “traicionar” aquellas expectativas esencialistas y mostró a un Cambiemos capaz
de encarnar una oferta electoral atractiva, pero yendo hacia atrás para ver los cambios de los
últimos treinta años, hablamos con Semán del consumo como compensación de la imposible
movilidad ascendente, el “moyanismo social”, el kirchnerismo que primero entusiasmó y después
irritó, el lugar del Papa Francisco en medio de la ola evangelista, la parábola que va de la cumbia
villera al rap y al trap, y la relación de los sectores populares con el aborto y el feminismo.

La representación política del voto popular pareció haber entrado en discusión con las
elecciones de 2015 y 2017. ¿Qué transformaciones sociales y culturales creés que se dieron
al interior de los sectores populares en los años recientes? ¿Creés que eso impactó en los
últimos resultados electorales?

No hay que ver las elecciones como si fueran el único escenario posible donde se revela lo
popular, ni tampoco como si fueran indiferentes a ese escenario. La sensibilidad política de los
grupos sociales tiene siempre zonas de ambigüedad. De ahí que los procesos políticos electorales
puedan desambiguarla en algún sentido, y después venir otro proceso y desambiguarla en otro, o
ratificarla, pero agregando algo nuevo. En ese contexto, cuando hay un cambio electoral decimos,
por lo general, que hay algo nuevo, y lo repetimos cada diez años sin ver que los cambios
funcionan en una lógica de “sobre llovido mojado” dentro de los sectores populares y de toda la
sociedad en general.

Son transformaciones de larga data.

Hay un trabajo clásico de Jozami, Villarreal y Paz que decía que uno de los efectos de la dictadura
fue heterogeneizar por abajo a la sociedad. En esos años lo que emerge es heterogeneidad,
fragmentación e individualismo, proceso que en los últimos veinticinco años adquirió
características, entre comillas, novedosas. Porque con el menemismo aparece también con una
fuerza inusitada el mercado y la pérdida de ciertas instancias de regulación colectiva de los
contratos de trabajo y de las relaciones con el consumo, generando nuevas situaciones donde los
pobres son más débiles. Y donde el consumo empieza a ser un sustituto de la movilidad social
pobres son más débiles. Y donde el consumo empieza a ser un sustituto de la movilidad social
ascendente. Eso que Gabriel Kessler llamó “movilidad social espuria”, porque no estás más arriba
si no te compraste una casa pero tuviste más salidas a boliches, o más zapatillas. Y esto tiene
veinticinco años como mínimo, no es solo del tiempo del kirchnerismo.

Lo que ocurre socioculturalmente ahora y algunos atribuyen al macrismo como novedad, lo que
ocurrió como efecto colateral del impulso al consumo que trajo el kirchenrismo y que, según otros,
tuvo efectos de disolución de lo solidario y lo colectivo, también ocurrió en los ʼ90 y se lo reputaba
como una novedad que ya había sido señalada apenas terminó la dictadura. En ese sentido creo
que mas bien hay una dirección de cambios que se acumulan en la lógica de “sobre llovido
mojado”.

¿Pero el consumo
como resarcimiento
o como instancia
compensatoria no
tuvo en el
kirchnerismo una
prédica diferente?

Después de la
hiperinflación,
cuando se pierde el
ideal del trabajo y se
repactan las
relaciones sociales,
se desplazan los
deseos al consumo. Y
eso ya se veía en el
ʼ93, ʼ94. Las nuevas
generaciones que
ingresaban al
mercado de trabajo lo
hacían a otras
relaciones. Y eso
generó una gran
transformación que
es paralela a otras,
como la pérdida del
sindicato como
referencia, el
desplazamiento de
las demandas y la
organización al
territorio, la
transformación de los
discursos sobre la
sexualidad, o el
campo religioso, donde pasa a ser más legítimo el no ser católico. Todo esto genera sujetos más
autónomos y mayor pluralidad en los sectores populares, situación que en el 2000 se agudiza.
Javier Trímboli dice, o por lo menos yo lo interpreté así, que las políticas sociales del kirchnerismo
tuvieron el efecto de detener lo que se hubiera venido si en lugar de Kirchner hubiera ganado
López Murphy en cuanto a la profundización de la lógica del mercado que hoy renace con
Cambiemos. Pero esa lógica polivalente de mercantilización, autonomización y debilitamiento de
horizontes colectivos no desapareció del todo durante el kirchenrismo.
Introdujo un paréntesis.

Sí. En eso que les decía antes de “sobre llovido mojado” hay un salto cualitativo, y es que durante
parte del kirchnerismo se lograron, no digo revertirse, pero al menos amortiguarse, ciertas
tendencias en el empleo, por lo menos hasta 2011, donde eso cambia. Con lo cual tenés los que se
incorporan al mercado laboral desde 2011, y los que se habían incorporado durante el fin de los
ʼ80, y en el medio queda la generación que mejor le fue, que es la que entró entre 2003, 2004 y la
bancó más o menos hasta 2008 o 2009. En ese sentido, lo de “sobre llovido mojado” significa que
se agrega una cantidad más de gente con problemas de empleo, que a su vez se agregan a
hogares que están peor en general.

Son generaciones yuxtapuestas.

Claro. Y en ese contexto las nuevas generaciones de trabajadores pudieron pensar menos en una
lógica patrimonial, algo que por ahí sí podían hacer los de más vieja data. Eso se conjugó con una
especie de “cultura del ocio” mucho más intensa, con lo cual ciertas ideas de austeridad, de
abnegación, quedaron relativizadas en la experiencia popular, que perdió referencias y
posibilidades de pensar en la vida cotidiana el largo plazo. Eso también hace a transformaciones
de más vieja data, sobre las cuales el resultado electoral de 2015 trabaja. Y donde también hay un
movimiento de más corto y mediano plazo que es el hecho de que el kirchnerismo entusiasmó e
irritó en igual medida.

“El triunfo kirchnerista de 2011 ocultó que el peronismo estaba representando


contingente y contradictoriamente a los sectores populares. Y que entonces a su
demanda de representación política podía ingresar otra oferta”

¿Ahí en esa yuxtaposición generacional, donde algunos se pudieron establecer o pudieron


conseguir más cosas que otros, radica eso que denominaste “moyanismo social”?

Cuando ganó Massa en 2013, muchos creyeron que ahí había una parte de las clases trabajadoras
con demandas de segunda generación, que presuponían pero desbordaban la plataforma
consolidada en la “década ganada”. Creo que no era solo eso. Para mí “moyanismo social” era un
sector, en general con relaciones de trabajo bastante formales, que por algún esfuerzo de
capitalización familiar, pero también por obra pública o transformación de redes de transporte, se
vio relativamente beneficiado. Y ese sector tenía, y sigue teniendo, grandes problemas con el
kirchnerismo. Uno era la seguridad, porque no los contenía en esa demanda. Otro, la relación con
la migración, porque no importa si es verdad o no pero para esos grupos el problema son los
extranjeros. Y el tercero es que las políticas de inclusión del kirchnerismo, que yo creo que fueron
correctas, generaban un aplanamiento de la estructura de premios que a esos sectores les
resultaba irritante. Lo que los tipos veían es: “no me aumentan, o me recortan mis aumentos por
Ganancias, y finalmente mis diferencias con tipos que están un poco más abajo y no laburan y
reciben planes es poca”.

¿Eso es el aplanamiento?

Sí, no veían sus méritos reflejados en una escala de diferencias de consumo, de ingreso, de
legitimidad respecto de otros grupos. Esos tres puntos creo que fueron estructurantes de la
experiencia y de la identidad del “moyanismo social”. Al mismo tiempo que había demandas, no de
segunda generación, pero sí por ejemplo con respecto al transporte. Demandas que ya estaban
muy presentes desde muy temprano, nadie se acuerda de los hechos de 2005 en Constitución
cuando la gente rompió todo. Y por eso se entiende también que la reacción por lo de Once haya
sido de una distancia respecto del gobierno muy muy fuerte. Esto es puro impresionismo, pero el
día que ocurrió lo de Once yo sentí en la calle un silencio mortal que solo sentí otras dos veces en
mi vida: en el ʼ74, cuando murió Perón, y el día que lo echaron a Maradona del Mundial ʼ94. Ese
silencio sepulcral sentí el día de Once y lo interpreto como que había una demanda de mejora en
ese área, no reconocida, y que el accidente vino a decir: “¿vieron?”.
¿La heterogeneización impactó también en las identidades políticas?

Sí, la fragmentación también tuvo que ver con la diferenciación política dentro de los sectores
populares que empezaron a dejar de apoyar al peronismo y a su formulación kirchnerista con la
contundencia y la homogeneidad que lo habían hecho en la década anterior, aunque no
necesariamente antes. Porque no es que van en una secuencia mecánica que implica cada vez
más distancia del peronismo. El peronismo los congregó muy fuertemente en un momento, dejó de
hacerlo en otro, volvió a congregarlos, y lo dejó de hacer otra vez. Y ahí apareció una nueva
posibilidad de pluralización política que terminó, en parte, con el voto a Cambiemos que
inesperadamente incluyó a parte de los sectores populares.

¿Y eso a qué lo atribuís? ¿Es parte de esas demandas insatisfechas, es parte de una
heterogeneidad que también atraviesa a las identidades políticas, es un fracaso del
peronismo?

Me parece que el peronismo reestructuró las relaciones de representación política que tenía con
los sectores populares a partir de los ʼ90. Primero porque esos sectores cambiaron y nuevamente
se diferenciaron mucho, y tuvo que contener muchas diferencias. Y segundo, porque el peronismo
a esos mismos grupos los implicó en una maniobra que apenas les traía beneficios
compensatorios. En ese contexto, el peronismo empezó a representar conflictivamente a sectores
que se territorializaban, y representaba, también conflictivamente pero por otra vía, a las clases
trabajadoras incluidas, con trabajo formal y pertenecientes a sindicatos. Y el fracaso de la Alianza,
que en realidad es el fin de la convertibilidad, amplió la disponibilidad electoral de los sujetos
populares para con el peronismo, pero también lo hizo contener muchísimas más diferencias que
nunca en su historia y que, necesariamente, se contienen muy contradictoria y muy
precariamente.

Eso se ve en el peronismo fragmentado y contradictorio de las elecciones de 2003.

Si uno ve el comportamiento electoral de los sectores populares, que es de aproximación y


distancia, ve que el peronismo antes que fracasar en 2015 o en 2013, contenía muy condicional,
muy contingente y muy contradictoriamente a los sectores populares. Creo que esa es la otra gran
transformación, ya no cultural sino política. Pasa que como el peronismo ganó contundentemente
en 2011, los análisis pudieron volver a la ilusión de que volvía a ser un sujeto homogéneo, capaz de
en 2011, los análisis pudieron volver a la ilusión de que volvía a ser un sujeto homogéneo, capaz de
desarrollar antagonismos y desplegarlos de forma trunfante. Pero en realidad ese triunfo ocultó
que el peronismo estaba representando contingente y contradictoriamente a los sectores
populares. Y que entonces a la demanda de representación política podía ingresar otra oferta, que
fue lo que pasó tanto con el massismo como con el macrismo.

“Las identidades políticas se volvieron menos fijas, más condicionales, no hay apegos
tan fuertes”

Se decía hasta 2015 que el macrismo no iba a poder cruzar la General Paz y lo hizo.
Entonces, así como Cambiemos se desplaza del centro a la periferia, ¿se puede hablar de un
desplazamiento de las identidades políticas de los sectores populares?

Hay otra gran transformación que no dijimos y que tiene que ver con cómo funciona el sistema de
identidades políticas. Se volvieron menos fijas, más condicionales, no hay apegos tan fuertes. En
las últimas décadas se establecieron rutinas democráticas que relativizaron las identidades. Votar
cada cuatro años, evaluar gobiernos, implica un ejercicio de aproximación y toma de distancia que,
si se compara con la imposibilidad de votar al peronismo durante 18 años, supone un quiebre. Eso
de alguna manera le permitió a la identidad peronista resistir. Porque había una homogeneidad
sociodemográfica, una experiencia en común, y un bloqueo a esa experiencia. Compará eso con
los últimos veinte años. Todo el mundo más o menos se acercó, tomó distancia, en el marco de
una estructura sociodemográfica que diferencia, fragmenta y hace competir entre ellos a los
sectores populares y también a las clases medias.

A eso sumale la importancia del Estado en la política argentina, que refuerza procesos que uno
cree que son de orden identitario pero en realidad no son tan así. Lo que pasa es que como hay
cambio político, hay cambio de las relaciones de los grupos sociales con la política, y uno ve
cambio de identidades cuando en realidad lo hay de la oferta política y sus efectos. Más que
hablar de identidades hablaría de sensibilidades, que más que un cambio abrupto tuvo una onda
de cambios en la que aparecen más aspiraciones de consumo, más individualidad, más
condicionalidad con la política, transformaciones en la sexualidad y en el uso del tiempo libre. Y en
ese contexto se elabora una sensibilidad que es múltiple, y que puede tener afinidades con
diversos grupos políticos según momentos y contextos.

Una de las transformaciones que mencionaste fue la religiosa. Y en estos últimos años el
Papa Francisco se erigió como un liderazgo político, o al menos una figura de referencia.
¿Qué peso tiene su figura en el contexto de esas sensibilidades populares?

Una de las grandísimas transformaciones que hubo en los sectores populares es la aparición de un
contingente de evangélicos. Eso tuvo que ver con que los evangélicos estructuraron la demanda
de relación con lo sagrado casi en los mismos términos en que lo entendían los sujetos, y que
implicaba que no había separaciones entre lo cotidiano y lo sagrado. Habilitan una visión que
preexistía y el catolicismo no habilitaba. El catolicismo en general mantiene con los católicos una
palabra económica, política, educativa pero no atiende a esa dimensión sagrada. Y en ese
contexto se abren dos lógicas de la relación con las organizaciones religiosas. No es que se
relacionan privilegiadamente con los evangélicos por un contenido que el catolicismo ofrece pero
de peor forma. Se relacionan específicamente con los evangélicos por algo que el catolicismo no
ofrece. Y eso permite que haya gente que se relacione con el catolicismo por una cosa y con los
evangélicos por otra.

Todo esto para decirles que hasta acá la relación de los sectores populares con el Papa esta
mediada por esta disociación entre una palabra referida a lo sagrado y otra a la realidad social y
que el Papa es un gran referente de esta ultima pero no carga su figura con la potencia de la
primera. Por eso no ha funcionado ni podría funcionar como el refugio de unos reclamos y una
intensidad que algunos hubieran querido que fuera.
Los sectores populares ocupan también un lugar importante dentro de la discusión por la
despenalización del aborto. Un referente de los movimientos sociales cercano al Papa como
Juan Grabois dijo que se oponía al proyecto porque el debate, según él, divide a “las bases”.
¿Cómo ves esa discusión al interior de estas “sensibilidades populares”?

Las cuestiones ligadas a los feminismos, y en particular el aborto, es algo sobre lo que los
hombres no deberíamos hablar. Y si lo hacemos debe ser con mucha prudencia y desde un lugar
específico. Si me permito hablar de algunas cuestiones, contra lo que dije recién, es porque las he
visto y las he escrito antes de que todo esto eclosionara. En los sectores populares hace mucho
tiempo, por cuestiones de individualización y tematización de la sexualidad, por la relativización de
autoridades, más allá de si hay condiciones materiales para ejercer esas aspiraciones o no, hay
trayectorias de autonomización de las mujeres y de creación de alternativas feministas
específicas. Eso hace a una variedad de feminismos que no necesariamente lo ven ni todos los
feminismos ni todos los dirigentes sociales con auténtica representación de los sectores
populares.

Hay un feminismo popular que no está visibilizado e incluso se estructura, en parte, a partir de los
consumos culturales. Porque donde algunos piensan que consumir ciertas canciones cosifica,
para ciertas mujeres eso les permite adquirir autonomía y conciencia del género. Hay trayectorias
de feminización que no ocurren en el circuito píldora-minifalda-Mafalda. Ocurren de otra manera,
en contacto con la Iglesia pentecostal, con música “cosificante”, con el diálogo objetivado y casi
público sobre la sexualidad. Ocurren en contextos de problematización del hogar y de la violencia
masculina. En todas esas superficies hay habilitaciones para la construcción de femineidades
autónomas, reivindicantes que no se ven ni desde todas las militancias feministas ni desde las
militancias populares.

En ese contexto, hay otra cuestión, y tiene mucho que ver esa idea de pretender un sujeto popular
homogéneo y, por lo tanto, homogéneamente comunitario. Yo tengo muchísimo respeto por
Grabois, creo que suscribiría al 99% de lo que hace, pero discutiría su argumento acerca de que
esto divide a la base porque supone que un proceso de adquisición de derechos no debe dividir a
los sectores populares, y que si lo divide está mal. Un proceso de adquisición de derechos puede
habilitar diferencias, y hay que discutirlas como entre amigos. Si hay diferencias, hay que
esclarecerlas. Hay trayectorias de feminismo y autónomización de las mujeres de los sectores
populares que hace que muchas sean partidarias de la despenalización del aborto y formen parte
de la mayoría social que tiende a refrendar esa posición.Por su camino, no por los de Simone de
Beauvoir, y no está mal. La diferencia sobre este punto ya está planteada en los propios sectores
Beauvoir, y no está mal. La diferencia sobre este punto ya está planteada en los propios sectores
populares, no es un germen inoculado por “sectores foráneos”. Dicho esto creo que la CTEP y los
agrupamientos cercanos en los que están muchos compañeros que respeto y que tienen otras
posiciones constituyen ámbitos muy propicios para resolver democrática y pluralmente esas
discusiones. Me parece que la posición de Grabois a veces no fue discutida con ese espíritu.

Trabajaste mucho con los géneros musicales en los sectores populares. En el capítulo que
escribiste para Conurbano infinito planteás que la periferia se apropia de elementos y
géneros del centro, los readapta y devuelve como una narrativa propia. Eso era la cumbia
villera para generaciones anteriores, pero hoy eso lo representa el trap y el rap. ¿Qué lectura
hacés de este nuevo fenómeno?

En ese artículo para Conurbano infinito tuve el cuidado, pero no se ve, de ponerle comillas a la
palabra “periferia”. El artículo tenía un argumento, que era la noción de que la “periferia”
finalmente gobierna el “centro”, lo que obliga a poner en duda ambas nociones. Utilizándolas
transitoriamente se puede ver, en la lógica de la recepción y la producción musical, que el
conurbano bonaerense le puso un sello a distintos géneros. Y fue un nodo que permitió un modo
diferente de expansión.

Los sectores populares, sobre todo los del conurbano, redefinieron la cumbia, el rock, y también la
religión evangélica. Y en ese contexto el rap es un caso más de esta dinámica en la cual muestran
la eficacia de su producción. Porque en el rap convergen varios procesos de distintos plazos. Uno
es que se transformaron las relaciones con los medios. Los pibes no saben lo que es una radio o
un CD. Es la computadora, la tablet, pero sobre todo el celular. Esos mismos medios que
transforman la relación con la música, también transforman la relación con la producción de
música. Usar esos medios es de alguna manera ir transformándose muy sutilmente en un
productor –Pappo me mataría por decir esto–. Armar una playlist ya es ingresar un paso en la
composición. Musicalizar tu vida cotidiana es hacer música, y los pibes hacen mucho más que
eso.

La otra cuestión que converge es que, como la cumbia villera o el rock ya fueron la música de
otras generaciones, en las nuevas hay una necesidad de diferenciación. Y otra cuestión es que el
rap permite una combinación ideal de música, movimiento y oralidad, en un país como la
Argentina, en donde la cuestión de las letras en la música es importante, aunque no sean de
protesta, que es la que le gusta a los sommeliers de músicas ajenas. El rap tiene un contenido de
oralidad y composición que permite desplegar ese interés por las letras. Y eso permite el ejercicio
de una palabra cuestionadora y una narración de la propia vida que es muy atractiva tanto para
ejecutantes como para públicos.

Comuna o nada!

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