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Síntesis Espiritualidad Ignaciana PDF
Síntesis Espiritualidad Ignaciana PDF
CVX Jóvenes Chile 2010
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Reuniones de Comunidad – Itinerario de Formación y Crecimiento en CVX
CVX Jóvenes Chile 2010
− Si me preguntaran cuáles son las tres razones principales que presentaría para defender la
espiritualidad ignaciana, ¿Cuáles serían?
− ¿La espiritualidad ignaciana se acomoda conmigo?
Cualquier espiritualidad nos presenta una imagen de Dios y nos muestra un camino para encontrarlo
en nuestra experiencia.
Lectura del Evangelio según San Juan 5, 1‐18: “Mi Padre siempre trabaja y yo también trabajo”.
Pregunta para meditar y compartir en comunidad
¿Cómo se equilibran en mi vida, oración y mi trabajo?
Preguntas para reflexión personal durante la semana y para compartir en la próxima reunión.
− ¿En mi vida cotidiana me estoy encontrando con Dios?
− ¿Experimento que Dios trabaja en personas y en situaciones?
− ¿En mi trabajo, siento que me uno a Dios? ¿Me siento colaborando con Él?
Cuadro de ayuda metodológica:
+ Se recomienda haber propuesto como lectura personal alguna parte del texto de la
Autobiografía de San Ignacio.
Oración final
+ Hacemos un momento de oración. Se invita a pedir y dar gracias a Dios.
+ Se reza un Padre Nuestro, un Ave María, un Alma de Cristo, o Tomad Señor y recibid.
Evaluación
Se hace evaluación de la reunión. Se pide a cada integrante de la comunidad que medite un momento
las siguientes preguntas. Luego se comparten:
− ¿Me ayudó la reunión? ¿Qué aprendí? ¿Qué es lo que me llevo como enseñanza?
− ¿Qué fue lo mejor logrado de la reunión?
− ¿Hay algo de la reunión que no me haya gustado?
− ¿Cómo evalúo MI propia participación en la reunión?
− ¿Hay algo que mejorar para la siguiente reunión?
- ¿Cuáles son los desafíos que me deja la reunión para el tiempo que viene, desafíos hasta
la próxima reunión de comunidad?
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Reuniones de Comunidad – Itinerario de Formación y Crecimiento en CVX
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T EXTOS DE AYUDA PARA PREPARAR LA REUNIÓN
Ojos para ver, oídos para oír
David Londsdale
La espiritualidad ignaciana es una espiritualidad para gente ocupada. Gente buena como ésta tiende a
sufrir grandes tentaciones opuestas. En esta materia de tratar de integrar oración y vida:
O se sienten atraídos por la oración,
quieren pasar largas horas en contemplación,
con el riesgo de perjudicar su apostolado
y empeñando con ello el resto de sus vidas;
o se vuelven trabajadores compulsivos,
de modo que no se deja tiempo para la oración
y la búsqueda del Reino de Dios degenera en una irreflexiva
concentración de actividades.
La solución de San Ignacio, se aplica a cristianos en cualquier modo de vida fuera de monasterios
contemplativos. Consiste en caminar por una integración discernida y equilibrada de oración y vida,
de modo que una conduce a la otra y viceversa, y hay una alimentación y enriquecimiento mutua
entre las dos”.
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Reuniones de Comunidad – Itinerario de Formación y Crecimiento en CVX
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Instrumentos en las manos de Dios – Extracto de “Medios divinos y medios humanos”
Alberto Hurtado SJ
Para ser santo no se requiere pues sólo el ser instrumento de Dios, sino el ser instrumento dócil:
el querer hacer la voluntad de Dios. La actividad humana se hace santa mientras está unida al querer
divino. Lo único que impediría nuestra santificación en el obrar es la independencia del querer divino.
Este sería el camino de la esterilidad, como el de la dependencia será el de santificación.
Supuesta la voluntad de Dios, todas las criaturas son igualmente aptas para llevarnos al mismo
Dios: riqueza o pobreza, salud o enfermedad, acción o contemplación, evangelio, liturgia, prácticas
ascéticas: lo que Dios quiera de nosotros. Entre las manos de Dios cualquiera acción puede ser
instrumento de bien como el barro en manos de Cristo sirvió para curar al ciego.
Cualquiera de nuestras acciones por más material que parezca, con tal que sea una colaboración
con Dios, hace crecer la vida divina en nuestras almas. ¿Hay un criterio para poder distinguir las
acciones nuestras que son una colaboración con Dios de las que no lo son? Sí. La unión de nuestra
voluntad con la de Dios. La voluntad de Dios es la llave de la santidad: aceptar esta voluntad, adherir a
ella es santificarnos.
Pensar en Dios, meditar su palabra son ocupaciones excelentes pero no pueden considerarse
como exclusivas, pues no menos excelente fue María Santísima cumpliendo sus deberes de madre, de
esposa, haciendo los deberes domésticos de su casa. Esta tendencia establece un divorcio entre la
religión y la vida y puede llegar hasta hacer despreciar el cumplimiento de los deberes de estado aun los
más elementales. El miedo de la acción, la convicción que la actividad humana aleja de Dios arrojan
estas almas en la mediocridad y en la rareza; no pocos se vuelven orgullosos y testarudos.
No es raro que estas personas ilusionadas no tengan sino desprecio por la cosas de este mundo.
No consideran a Dios como causa de su obrar y como alma de sus operaciones sino como un fin al cual
hay que tender y este fin situado más allá de lo creado se alcanza por una elevación intelectual que ellos
creen mística. Se desinteresan éstos de los progresos terrestres y de las calamidades que pesan sobre la
sociedad humana. Allí no está Dios. Dios está en el cielo. De aquí una concepción de la vida espiritual
sentada alrededor de algunas virtudes pasivas y secretas que ellos entienden a su manera.
Toda esta concepción de la vida nace de un desconocimiento de la doctrina de la colaboración del
hombre con Dios. Si Dios no actúa en este mundo sino que únicamente nos aguarda en el otro es
evidente que es una locura detenerse a considerar esta vida mortal y preocuparse en algo de las cosas
finitas que nos alejan del infinito. Pero al que considera esta vida como la obra amorosa de un padre
que nos la ha dado para su gloria; que nos la ha dado hasta el punto de enviar a su Hijo único a esta
tierra a revestirse de nuestra carne mortal y tomar nuestra sangre e incorporar en sí como en un
resumen todas las realidades humanas: para el que esto piensa este mundo tiene un valor casi infinito.
Este mundo sin embargo lo mira no como el estado definitivo de su acción, sino como la preparación
para la consumación de su amor con el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. Mientras tanto con su
sacrificio de oraciones se une al Verbo Encarnado y agrega en lo que falta a la pasión de Cristo para
salvar otras almas y dar gloria a Dios.
El que ha comprendido la espiritualidad de la colaboración toma en serio la lección de Jesucristo
de ser misericordioso como el Padre Celestial es misericordioso, procura como el Padre Celestial dar a
su vida la máxima fecundidad posible. El Padre Celestial comunica a sus creaturas sus riquezas con
máxima generosidad. El verdadero cristiano, incluso el legítimo contemplativo, para semejar a su padre
se esfuerza también por ser una fuente de bienes lo más abundante posible. Quiere colaborar con la
mayor plenitud a la acción de Dios en él. Nunca cree que hace bastante. Nunca disminuye su esfuerzo.
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Reuniones de Comunidad – Itinerario de Formación y Crecimiento en CVX
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Nunca piensa que su misión está terminada. Tiene un celo más ardiente que la ambición de los grandes
conquistadores. El trabajo no es para El un dolor, un gasto vago de energías humanas, ni siquiera un
puro medio de progreso cultural. Es más que algo humano. Es algo divino. Es el trabajo de Dios en el
hombre y por el hombre. Por esto se gasta sin límites. Quisiera que los colaboradores no faltasen a Dios.
Sabe que Dios está dispuesto a obrar mucho más de lo que lo hace, pero está encadenado por la inercia
de los hombres que deberían colaborar con El. Como San Ignacio, piensa “que hay muy pocas personas,
si es que hay algunas, que comprendan perfectamente cuánto estorbamos a Dios cuando Él quiere
obrar en nosotros y todo lo que haría en nuestro favor si no lo estorbáramos”.
Frente al error que acabamos de señalar hay otro no menos grave que deriva también de una
incomprensión de la espiritualidad de la colaboración. Hay personas, como se ve a diario que están de
tal manera obsesionadas con el bien de las almas, la gloria de Dios, que olvidan casi completamente la
causa invisible de este bien. Su celo es admirable. No tienen más que una idea: hacer avanzar el reino
de Dios y combatir por el triunfo de la Iglesia; son leales y rectos en sus intenciones. Sin embargo no se
santifican o se santifican muy poco; ganan partidarios a la Iglesia pero en realidad ni ellos se asemejan
más a Cristo, ni hacen a nadie más semejante al Maestro. No colaboran con Dios, por tanto su acción es
estéril.
Tienen un inmenso celo de la perfección de los otros pero poco celo de su propia perfección.
Semejan al artista que preocupado de la función teatral que prepara no guarda tiempo para prepararse
él mismo para ella. La realización de sus proyectos los absorbe en tal forma que no tienen tiempo ni
fuerza ni gusto para pensar en su alma. Están devorados por la acción. A solas con Dios se aburren;
están pensando en la acción que los aguarda y dan como excusa las necesidades del apostolado.
Algunos para remediar a su mediocridad introducen en su vida algunos ejercicios de piedad pero su
remedio es insuficiente y demasiado exterior a la misma actividad. Algunos llegan a extrañarse que se
les pida otra cosa que una abnegación total en la acción. Desprecian secretamente la contemplación, la
paz y el silencio.
El motivo de “la voluntad de Dios” es el lema para estar seguro de cumplir nuestra misión
sobrenatural, mejor aún que el de la “gloria de Dios”, pues a veces el lema de la gloria de Dios encubre
nuestra voluntad bajo pretextos especiosos. En resumen la gran ilusión de los activistas está en gastar
demasiados esfuerzos en producir frutos y de hacer demasiado pocos esfuerzos por vivir en Cristo. De
esta falta de vida en Cristo se sigue la esterilidad real de su apostolado ya que, como dijo Jesús, “sin mí
no podéis nada”; y en cambio, el que cree en Él hará las obras de Cristo y aún mayores; pero creer en
Cristo es estar incorporado en Él por una fe viva que supone la caridad. El sarmiento que no está
incorporado a la vid no puede dar frutos, nosotros tampoco si no permanecemos en Cristo.