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Sentido y Configuración de La Sexualidad Humana PDF
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SENTIDO Y CONFIGURACIÓN DE LA
SEXUALIDAD HUMANA
Sinn und Gestaltung menschlicher Sexualitát. Ein Arbeitspapier der Gemeinsamen
Synode der Bistümer in der Bundesrepublik Deutschland, Synode, 7 (Nov. 1973) 25-36
1. SITUACIÓN
Fuera de la Iglesia, junto con conocimientos admitidos hoy por todos, se plantean
exigencias de emancipación e incluso revolución sexua l. Ala nueva comprensión del
hombre desde perspectivas socio-políticas, ideologías y utopías, se unen teorías de la
sexualidad que ven las formas tradicionales del matrimonio como superadas y aspiran a
nuevas formas de convivencia. No pocas veces se hace del principio del placer la norma
que configura de forma absoluta la sexualidad.
Aspectos biológicos
Aspectos socio-culturales
Dado que el comportamiento sexual del hombre entra en relación con derechos y
peculiaridades de los otros hombres, se hace necesario un acuerdo social que regule esta
relación. En efecto, así ha ocurrido en todos los pueblos y culturas conocidas. Los
derechos individuales y las funciones sociales de la sexualidad se han visto reguladas
con el fin de garantizarlas. En estas ordenaciones quedan reflejadas las diversas
concepciones sobre el valor del hombre, la posición social de los sexos y el significado
de la sexualidad humana
Estos principios eran válidos también para aquellas sociedades que admitían
excepciones (p.e. divorcio, infidelidad del hombre). Los conflictos que surgían en
épocas de cambio originaban una época de inseguridad en las normas, hasta que los
cambios lograban reasegurar las funciones señaladas.
De este modo, se plantea la cuestión de cómo se pueden definir hoy los contenidos de
sentido de la sexualidad humana de manera que se desprenda un comportamiento sexual
coherente con la dignidad humana. No ha de dirigirse exclusivamente a las funciones
sociales de reproducción, sino que ha de considerar más bien los valores de las
relaciones personales.
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2) Asimismo deben respetarse las aspiraciones y deseos del compañero. (Principio del
amor al prójimo).
3) Y se debe, por fin, tener en cuenta los aspectos sociales de la sexualidad. (Principio
de la responsabilidad social).
Naturalmente no todos estos puntos de vista se realizan a la vez ni en todos los actos. Se
entiende aquí que hablamos del comportamiento global a lo largo de toda la vida. Para
este comportamiento hay un único principio conformados: el amor.
Amor implica dedicación de una persona a otra por ella misma. No se considera al
hombre como objeto o instrumento del propio yo. Más bien, es el propio yo el que se
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abre al tú para afirmarlo y para colaborar- en su realización. Dado que el hombre está
dependiendo de los demás y tiene que mediar corporalmente su relación interpersonal,
la sexualidad se vive como una oportunidad especial de expresar y experimentar con
placer la inclinación y entrega a otra persona. Así se va sintiendo cada vez más al otro
como parte de uno mismo y aspirando y deseando la permanencia e indisolubilidad de
ese vínculo.
Fundamentos bíblico-teológicos
El mundo bíblico ve la sexualidad como creación de Dios. Todo hombre, varón o mujer,
es imagen de Dios. El sentido de ser dos se ve en la mutua complementariedad. El
encargo de la reproducción es confiado a la comunidad de hombre y mujer en una
bendición especial.
La exigencia de Jesús no arranca de la presión de la ley, sino del amor, amor que Jesús
imparte a todos en su Espíritu y que es esperado por sus discíp ulos en el signo de la
Nueva Alianza. El amor está dispuesto a personar y a superar desilusiones; hace
responsables a los cónyuges de manera mutua hasta la muerte.
Los dos principios básicos del comportamiento sexual son el amor (en su sentido pleno
de agapé) y la nueva comprensión en el Espíritu (Logos), siguiendo la línea de amor
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que Cristo marcó cuando dijo "amaos como yo os he amado, de este modo reconocerán
que sois mis discípulos". La Iglesia debe dar continuamente nueva expresión a las
exigencias de la santidad cristiana en la esfera del comportamiento sexual.
La mediación normativa
A menudo, hoy no basta ya, como en tiempos anteriores, con dejarse dirigir por el
comportamiento generalizado y transmitido, sino que el hombre se cuestiona acerca de
las razones y fundamentos de las exigencias, así como acerca de sus derechos. La
exigencia ética pide responsabilidad individual; la normativa formulada en
mandamientos e indicaciones no intenta otra cosa que llevar al hombre a una decisión
ética concreta. Pero, bajo estas circunstancias, el principio de la obediencia a las,
normas no es suficiente para orientar el comportamiento sexual.
Si las exigencias normativas actuales se ven como no válidas es debido a que un único
punto de vista concreto se fue haciendo absoluto y exclusivo. Pero la preocupación
moral está conformada por diversas demandas y aspectos que exigen una respuesta
diferenciada para poder ser responsable. Como complemento de las normas fijas se
deben utilizar ayudas para la reflexión que permitan juzgar el comportamiento en
función de los valores cuestionados. Esto no significa que todo vaya a quedar reducido a
la arbitrariedad individual, pues los valores que rigen las decisiones no son arbitrarios,
aunque las normas casuísticas no los aseguren. Hay valores reconocidos que siempre
habrán de seguirse en cualquier forma de decisiones. Existen una serie de formas de
comportamiento social sin las que no es posible una vida humana digna. Estas mismas
formas referidas al comportamiento sexual significan consideración ante la dignidad y
peculiaridad del otro, veracidad, justicia, tolerancia, mutuo respeto y disponibilidad a
superar las tensiones y a llevarlas con dignidad. Y más importante que estas
perspectivas es el ejercicio de un comportamiento social dirigido por el amor. De este
modo, la normativa no es sometimiento a mandatos y prohibiciones, sino camino hacia
una actitud que marca todo el comportamiento social.
Las formas de expresión sexual en la entrega corporal son múltiples. Los cónyuges han
de escoger las que más les convengan. Para la configuración de las relaciones sexuales
pueden considerarse como buenas todas las acciones que respondan a la peculiaridad de
la pareja y que acontezcan en el respeto mutuo, consideración y amor. La perfección
técnica del acto sexual suele ser sobrevalorada; más bien hay que pensar que las
relaciones sexuales se desarrollarán sin trabas y lo mejor posible si van dirigidas por el
amor al compañero.
Sexualidad prematrimonial
Una importante finalidad del trato de parejas antes del' matrimonio es dar compañero
ideal para la vida en común. Esto supone la libertad de escoger entre varios, de probar
mutuamente la elección y volverse atrás en caso de error. Para ello la relación no puede
tener un carácter definitivo. Las relaciones sexuales en esta fase dificultan; esta libertad
haciendo imposible, a menudo, la libre elección por compromisos prematuros. La
relación amorosa, espiritual y corporal, antes del matrimonio no sirve de ejemplo para la
posterior experiencia matrimonial.
Todas las relaciones entre personas de distinto sexo tienen un componente sexual. En
este sentido, en la fase previa a la relación sexual plena hay todo un espectro de
relaciones sexuales de diversa intensidad y expresividad. Estas relaciones son buenas
mientras sean expresión de la provisionalidad y no se llegue a los grados de intensidad y
plenitud propios de parejas con unión personal definitiva.
Aunque no se puede asentir a la opinión de que las relaciones sexuales totales antes del
matrimonio son evidentes y necesarias, tampoco es justo hacer un juicio global e
indiferenciado de todas las situaciones particulares. Es claro que no se pueden valorar
de la misma manera la relación sexual indiscriminada y las relaciones íntimas de
personas que se aman y caminan a un compromiso definitivo, aunque, por el momento,
por razones serias aún no se hayan casado.
Pero también en una valoración diferenciada de la situación hay que recordar que no
está justificado engendrar un niño al que no se van a poder proporcionar las condiciones
para un desarrollo apropiado. Los niños nacidos fuera del matrimonio están en
desventaja en muchos aspectos, lo cual muestra que el matrimonio es el lugar adecuado
para tener los hijos. Tampoco se debe planificar un embarazo como medio de presionar
al compañero.
Tratamos aquí del comportamiento sexual de las personas que permanecen sin casarse,
sea por su propia voluntad, por no haber encontrado el compañero correcto, o porque su
matrimonio ya no existe por estar viudos o separados.
Existe en la sociedad actual una fuerte tendencia a mantener también para los no-
casados el derecho a las relaciones sexuales completas mientras con ello no hagan daño
a nadie. Lo mismo que en las relaciones prematrimoniales hemos de preguntarnos aquí
si una unión que tiende a permanecer y a ser exclusiva no es en realidad una forma
moderna de matrimonio clandestino o secreto. Por eso en la valoración de una relación
de este tipo hay que preguntar abiertamente si de veras y por qué es imposible el
matrimonio. Indudablemente estas relaciones han de ser valoradas de modo distinto al
caso en que uno de los dos esté casado, ya que entonces no se mantiene el principio
general de que nadie quede dañado.
Problemática de la homosexualidad
Los hombres y mujeres que se sienten atraídos por personas del mismo sexo esperan
hoy de la sociedad y de la Iglesia una consideración y juicio diferenciado acerca de su
tendencia y su comportamiento. Las siguientes consideraciones se refieren a .,auténticos
homosexuales, personas para quienes su inclinación responde a una postura básica de su
personalidad; no tenemos en cuenta a los, pseudohomosexuales que se entregan a estas
prácticas sin ser, propiamente homosexuales.
Lo que no se puede permitir es que se incite a otros por la vía homosexual, y mucho
menos a niños y jóvenes. A los padres ha y que advertirles especialmente de este peligro.
Una educación sexual objetiva para niños y jóvenes exige la experiencia del amor en el
trato con los padres y hermanos; asimismo un contacto llano y sin inhibiciones con el
propio cuerpo y sexo; una información acomodada al propio desarrollo, pero objetiva y
veraz acerca de las cuestiones relacionadas con la sexualidad humana; y, en fin, el
ejercicio en la actitud del amor y en la capacidad de tener compañeros. Esto es labor
fundamental de los padres, pues es en la casa familiar donde ha de comenzar la
educación sexual. Sin embargo, también el resto de los educadores debe colaborar en
esta tarea.
No se puede partir del supuesto de que los padres están preparados para esta labor. Hay
que dedicar especial atención a la capacitación de los padres, y concretamente dentro
del trabajo de formación eclesial con adultos y familias. Asimismo se deben organizar
cursos para maestros, discusiones conjuntas donde padres y educadores se enfrenten con
las teorías, opiniones y concepciones críticas que al respecto circulan en nuestra
sociedad.
En estas circunstancias, la mejor ayuda que se puede prestar al joven es colaborar a que
supere sus problemas. Ha de quitársele el motivo para "su huida al placer", así como el
miedo neurótico; asimismo la injustificada angustia de pecado, que en nada ayuda a
superar esta situación. Dado que la masturbación es a menudo un escape para no
enfrentarse a los problemas de la nueva vida, no es conveniente recomendarla como
inevitable. El no superar la fase, a veces larga, en la que el joven dirige a sí mismo su
comportamiento sexual puede llegar a hacer imposible la solución de estos problemas.
Dado que en esta época las relaciones con los padres suelen ser dificultosas, hay que
valorar la tarea e interés por las agrupaciones juveniles, en cuyo seno se pueden
satisfacer las funciones indicadas, colaborando de este modo a la educación sexual.
En las relaciones cada vez más frecuentes entre jóvenes de distinto sexo hay que notar
que lo primero que se busca es secreto y comprensión para los propios problemas. El
peligro de estas relaciones está en que, tras cierto tiempo, se llegue a unas relaciones
sexuales que originan una ligazón prematura, y todavía inmadura, que dificulta o impide
un posterior encuentro con otras personas. Por otra parte, la ruptura de estas relaciones
por la intervención píe los mayores, puede traer como consecuencia el que dos jóvenes
pierdan un importante apoyo. El trabajo y la pastoral con jóvenes debe dirigirse a abrir a
estas parejas a grupos de semejante edad. Se trata, pues, de liberar a estos jóvenes del
aislamiento en pareja en el cual se encuentran, posibilitándoles la apertura a un posterior
desarrollo y a nuevas oportunidades.
Especial dedicación exigen las parejas que aspiran demasiado pronto al matrimonio o
que, por el contrario, se ven obstaculizadas para él. Matrimonios tempranos suelen
romperse pronto, por lo que deben desaconsejarse por la dignidad del matrimonio y por
el bien de la pareja.
Mientras esto no ocurra, hay que contar frecuentemente con que establecerán relaciones
sexuales y a veces incluso en el sincero convencimiento de que están prácticamente
casados. Pero aunque no se les pueda negar subjetivamente esa convicción, no hay que
olvidar, sin embargo, que el convencimiento subjetivo no basta para asegurar el
matrimonio, el cual depende de otros factores.
Ciertamente no son sólo las situaciones de urgente necesidad las que impulsan a los
jóvenes a retrasar el matrimonio. Importante papel juegan las concepciones modernas de
consumo, presiones económicas, etc.
-Cuando los padres están maduros para el matrimonio y decididos a él, pero por
cualquier razón lo están retrasando, debe animárseles a casarse.
CONCLUSIÓN