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Miles de filósofos se han reunido a principios de agosto en la capital griega con motivo del
XXIII Congreso Mundial de Filosofía, cuya anterior edición, cinco años atrás, tuvo lugar en
Seúl, una de las ciudades faro del sistema económico mundial. Retorno pues de la filosofía
a una Atenas sumergida en la penuria y la desmoralización, lo cual no hace sino resaltar el
mérito de los organizadores de la Universidad de Atenas, confrontados, como lo estamos
nosotros, a la brutal ruptura que supone sustituir el ideario de la paideia, la educación
fertilizadora de las facultades que hacen la riqueza esencial de los humanos, por el
imperativo de la instrucción, compendio de reglas y técnicas que faciliten la inserción en un
mundo cuyos valores son asumidos sin previa sumisión a criterio.
Pero el propio Aristóteles sostenía asimismo que manifestaciones del espíritu como la
filosofía, la tragedia o las matemáticas, precisamente por ser expresión mayor de que se ha
superado la genérica necesidad animal para afrontar lo específicamente humano, brotan
mayormente “en los lugares donde algunos hombres empiezan a gozar de libertad”. De ahí
que el objetivo filosófico-científico de “salvar los fenómenos”, de conferir a lo que la
naturaleza muestra un soporte explicativo, fuera indisociable del proyecto de “salvar la
ciudad”, salvar el marco de existencia cabalmente humana de la subordinación a intereses
particulares, posibilitando así que todo ciudadano pudiera sentirse concernido por aquello
que sólo la comunidad política posibilita, en primer lugar las actividades del espíritu,
empezando por la representación trágica. De ahí asimismo que la reivindicación de la
disposición filosófica pueda sonar a sarcasmo en la actual Grecia de la penuria educativa o
sanitaria, el abismo del paro y el retorno de enfermedades que se creían abolidas. Pero
precisamente tal situación, en Grecia como en España, hace imperativa la interrogación:
¿está el ser humano reducido a considerar que sobrevivir ya es mucho, oscilando entre un
trabajo generalmente embrutecedor, el miedo a perderlo y el consuelo (o desconsuelo) por
lo aleatorio de un resultado deportivo?