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REVISTA LATINOAMERICANA DE PSICOLOGÍA

2002 - Volumen 34 – Nos. 1-2, pp. 17-27

PSICOLOGÍA DEL CICLO VITAL:

HACIA UNA VISIÓN COMPREHENSIVA DE LA VIDA HUMANA

ELISA DULCEY-RUIZ * 1

Centro de Psicología Gerontológica – CEPSIGER, Bogota, Colombia

CECILIA URIBE VALDIVIESO **

Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia

ABSTRACT

Psychology of the life span is presented as a wider perspective than developmental psychology.
Coherent with an integral vision of the life span course this psychology emphasizes the irrelevancy
of age, permanent change, multidimensionality, and plasticity, as well as the importance of context
and history. It refers to the aging process, to adulthood, old age, and death, in the frame of life span;
It emphasizes possibilities related to successful aging, subjective well-being and wisdom, according
with the point of view of positive psychology. They can be to obtained through lifelong learning, or
education for the life.

Key words: Life span psychology, aging, adulthood, age old, lifelong learning.

RESUMEN
Se propone que la psicología del ciclo vital es más amplia que la psicología del desarrollo.
Coherente con una visión integral del curso del ciclo vital esta psicología enfatiza la irrelevancia de
la edad, los cambios permanentes, la multidimensionalidad, y la plasticidad, también como la
importancia del contexto y la historia. Se refiere al proceso de envejecimiento, a la adultez, la vejez
y la muerte en el marco del ciclo vital; enfatiza posibilidades relacionadas con el envejecimiento
exitoso, el bienestar subjetivo y la sabiduría, acordes con el punto de vista de la psicología positiva
y posibles de lograr mediante el aprendizaje durante toda la vida o la educación vitalicia.
Palabras clave: psicología del ciclo vital, envejecimiento, adultez, vejez, aprendizaje durante toda
la vida.

*
Correspondencia: ELISA DULCEY-RUIZ, Centro de Psicología Gerontológica (CEPSIGER), Apartado 52366, Bogotá,
Colombia. E-mail: edulcey@cepsiger.org
1
Apartes importantes de este artículo se retomaron del documento Aging, adulthood and old age in life-span perspective,
presentado por Elisa Dulcey-Ruiz en el Seminario ARTS 3: Pathways Across Development: Cross-Cultural Perspectives,
en Estocolmo, Suecia (Julio 29-31, 2000).
**
Correspondencia: CECILIA URIBE VALDIVIESO, Universidad Javeriana, Facultad de Psicología, Carrera 7 No. 40-62,
Bogotá, Colombia. E-mail: ceuribe@javeriana.edu.co ó ceurival@lycos.com
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PSICOLOGÍA DEL CICLO VITAL Y PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO

No hay estaciones. Hay vida vivible en cualquier edad.


Atahualpa Yupanqui

Aludir a una psicología del ciclo vital implica postular una perspectiva más amplia que la

habitualmente considerada por la llamada psicología del desarrollo. Como lo planteara Riegel

(1973), la historia de la psicología del desarrollo hace parte de la historia de la psicología del

envejecimiento y de la vejez, en la medida en que muchos estudios longitudinales relacionados con

el envejecimiento dan luces sobre la totalidad de la vida. Tales estudios longitudinales se remontan

al siglo XVIII, con Tiedeman y sus biografías de bebés, y se inician, de manera más sistemática, a

comienzos del siglo XX. Décadas más tarde surgen los estudios longitudinales centrados en el

envejecimiento –considerando todo el transcurso vital-. Los objetivos de unos y otros han sido

buscar condiciones óptimas para el desarrollo físico, mental y social de los niños, como también

para una vida sana y recompensante en épocas posteriores (Thomae, 1993).

EL CONTEXTO

La ecología del desarrollo

A la manera de un marco conceptual, Bronfenbrenner (1979/1987) se refiere a la ecología

del desarrollo humano, la cual resulta especialmente valiosa cuando se trata de dar cuenta del

contexto del ciclo vital. En esta perspectiva incluye indicadores de estilos y condiciones de vida en

términos de espacios donde se desarrolla la actividad humana; modalidades de dicha actividad y

formas de interacción. Estos tres elementos se presentan en los distintos sistemas por él

considerados: microsistema (el ambiente más cercano a la persona: familia, comunidad, colegio,

trabajo), mesosistema (interacción entre los microsistemas), exosistema (circunstancias sociales,


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políticas, culturales, científicas y económicas), macrosistema (relacionado con elementos

simbólicos de las culturas, tales como creencias y representaciones sociales), y cronosistema

(referente al transcurso del tiempo: hechos históricos y biográficos).

Transformaciones en distintos entornos o sistemas

Teniendo en mente la perspectiva ecológica mencionada, es posible analizar

transformaciones en espacios, actividades e interacciones en distintos ámbitos, los cuales, ya sea en

forma directa o indirecta, en mayor o menor grado, inciden en el ciclo vital de las personas.

Cabe así considerar algunas tendencias prevalentes en el siglo XXI, relacionadas con el

exosistema, como son los avances de la neurociencia, la genética, la biotecnología, la

nanotecnología, las tecnologías comunicacionales (incluyendo el impacto de un mundo

interconectado virtualmente: “la aldea electrónica”), así como los cambios demográficos. Estos

últimos, particularmente acelerados en los países en desarrollo, los convierten rápidamente en

sociedades envejecientes y progresivamente viejas.

En concordancia con lo anterior, Dychtwald (1995) postula que las perspectivas venideras

se caracterizarán por cambios demográficos sin precedentes, un incremento en la expectativa de

vida al nacer, cambios en la percepción de la vejez, incremento en el poder (social y político) de las

generaciones más viejas, reemplazo de la seguridad social por programas de seguridad financiera a

cargo del propio individuo; integración, a lo largo de toda la vida, del trabajo, el aprendizaje y el

ocio; desmitificación de la muerte y el morir; transformación del mercadeo, desarrollo de crisis

potenciales relacionadas con el control de los recursos, incremento de la pobreza en generaciones de

adultos mayores privados de seguridad financiera, cambios radicales relacionados con la


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biotecnología en lo que se refiere a la vida humana, el envejecimiento y las enfermedades, los

cuales generarán grandes cuestionamientos éticos. De esta forma, en todos los sistemas implicados

en la llamada ecología del desarrollo se plantean transformaciones fundamentales.

Con otros planteamientos, análogos al de Dychtwald, varios especialistas en el tema del

envejecimiento resaltan el logro de una cada vez mayor autonomía funcional y decisoria, gracias a

la influencia de la educación, la tecnología y las innovaciones relacionadas con la seguridad social

y económica. De acuerdo con Lehr (1993, 1994) el acelerado envejecimiento poblacional conlleva

nuevas miradas sobre estilos y condiciones de vida, de modo que el mantenerse con bienestar se

convierte en un objetivo y en una tarea individual y social de primer orden. Por su parte, Moragas

(1999) señala que “el envejecimiento de la población con independencia, autonomía y alta calidad

de vida, puede ser una de las innovaciones del tercer milenio” (p. 13). Sobre el particular agrega

Birren (2000) que “el envejecimiento surge como uno de los temas más complejos que enfrenta la

ciencia en el siglo XXI” (p. 54).

En relación con la familia, Dychtwald (1995) se refiere al paso de los grupos de padres e

hijos (familia nuclear) a grupos en los cuales se integran personas de varias familias (familias

multigeneracionales), las que serán cada vez más comunes debido al divorcio y la separación, la

viudez y las nuevas uniones. Aunque los niños seguirán siendo la alegría de las familias, los adultos

de dos o tres generaciones predominarán en las familias del año 2020. Las demandas del cuidado

por parte de las generaciones más jóvenes y más viejas serán una fuente de estrés para mujeres y

hombres de mediana edad. Con el incremento de la movilidad y la mayor diversidad de los estilos

de vida, los lazos de sangre serán menos importantes, prevaleciendo las “familias por elección” en

forma de clubes, las parejas del mismo sexo, los grupos de afinidad y de vecindad, así como el

resurgimiento de las “comunas”.


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LA PERSPECTIVA DEL CICLO VITAL

¿Cómo describiría su historia de vida en un minuto?


¿Cómo dibujaría usted su pasado, su presente y su futuro? [Cottle, 1976].

Como consecuencia del incremento de la investigación longitudinal y en general, de los

estudios relacionados con el transcurso de la vida, el envejecimiento y la vejez, la perspectiva del

ciclo vital se convierte en un marco de referencia (más que en una teoría) de tipo contextual y

dialéctico, que considera la totalidad de la vida como una continuidad con cambios, destacando

parámetros históricos, socioculturales, contextuales, y del acontecer cotidiano e individual, como

prevalentes sobre cualquier clasificación etárea, o en la que predomine la edad como criterio. La

perspectiva del ciclo vital representa un intento para superar la dicotomía crecimiento - declinación,

reconociendo que en cualquier momento de nuestras vidas hay pérdidas y ganancias.

ALGUNOS POSTULADOS RELACIONADOS CON LA PERSPECTIVA DEL CICLO VITAL

1. El ciclo vital como envejecimiento diferencial y progresivo

El envejecimiento como proceso de diferenciación progresiva, el cual comienza con la vida

y termina con la muerte, es una realidad característica de todas las formas de vida multicelular y,

por supuesto, de la vida de todos los seres humanos. No obstante, su complejidad difiere en las

distintas especies, individuos y épocas de la vida; y las formas de envejecer son tantas como

individuos existen. Al incremento de la heterogeneidad durante el ciclo de vida se refiere Pedersen

(2000) afirmando que “las personas se vuelven más diferentes con la edad, debido a razones

genéticas y del ambiente”. Es decir, la variabilidad interindividual aumenta al incrementarse la edad


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(véanse también: Neugarten, 1968; Thomae 1974/1976; Lehr, 1993, 1994; Neugarten y Datan,

1996/1999; Baltes y Mayer, 1999).

2. Reconceptualización del desarrollo y el envejecimiento

Tanto el desarrollo, como el envejecimiento tienen significados, no sólo biológicos, sino

culturales que, en todo caso, superan concepciones unidimensionales, estáticas y limitantes, Más

bien, en concordancia con el modelo contextual dialéctico que busca superar las perspectivas

organísmica y mecanicista, desarrollo y envejecimiento han de entenderse como procesos

simultáneos y permanentes durante la vida, en los cuales se conjugan ganancias y pérdidas, así

como múltiples influencias y orientaciones.

3. Irrelevancia (relatividad) de la edad cronológica

Como afirma Bernice L. Neugarten (1968), la importancia de la edad cronológica

(constructo demográfico, más que funcional) es relativa, debido a que la edad por sí misma no es un

factor causal, explicativo o descriptivo, ni una variable organizadora de la vida humana. Es menos

importante el tiempo que pasa, que lo que ocurre durante ese tiempo. Así tiende a perder

importancia cualquier clasificación de la vida por etapas, dado que los hitos culturales y biológicos

son cada vez más inexactos e inesperados (véase: importancia del contexto y de la historia).

4. Revisión del modelo deficitario y de estereotipos sobre el envejecimiento y la vejez

Al aludir a la necesidad de revisar el modelo deficitario y los estereotipos acerca del

envejecimiento, la vejez y las personas ancianas, Lehr (1994) recuerda cómo las expectativas de

otros influyen en el concepto que cada persona tenga de sí misma. Se refiere a fundamentos

científicos que refutan el énfasis deficitario y las generalizaciones injustificadas y sugiere la

revisión de la imagen que tenemos de la vejez y de las personas ancianas. Señala Lehr, junto con
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Thomae (1993) que los problemas relacionados con la vejez no empiezan en una edad o una época

determinada, sino cuando se comienza a etiquetar a las personas como “de edad madura”, o como

“trabajador retirado”. Al respecto tiene mucho que decir la psicología social, particularmente desde

el estudio de la percepción social, puesto que es la percepción de las situaciones, más que las

condiciones objetivas de las mismas, lo que lleva a las personas a comportarse como lo hacen. Y

vale la pena reiterarlo: nos comportamos en las situaciones y con las personas de acuerdo con la

imagen que tengamos de las mismas.

5. Multidimensionalidad, multidireccionalidad, plasticidad y discontinuidad

Quienes comparten la perspectiva del ciclo vital (Thomae, Lehr, Birren, Neugarten, Baltes,

entre otros), en una u otra forma, consideran como rasgos característicos del curso de la existencia

humana la multidimensionalidad, la multidireccionalidad, la plasticidad y la discontinuidad. Ello

implica, en la práctica, que muy diferentes factores y sistemas se conjugan e interactúan en

disímiles direcciones, en la construcción de la vida de cada persona. De esta forma, cada vida

individual implica, al mismo tiempo, continuidad y discontinuidad o rupturas: algunos aspectos se

mantienen, a la vez que en cualquier tiempo surgen otros nuevos. Con respecto a la plasticidad,

observa Pedersen (2000) que “en términos absolutos el efecto genético es estable, pero en términos

relativos la influencia genética decrece”. ... “Si la varianza del entorno se incrementa y se distribuye

en forma equivalente, la importancia de la genética no se incrementa”. En sentido similar, y desde la

perspectiva de una psicología evolucionista, se pronuncia Keller (2000) al aludir a programas

genéticos abiertos, tendencias epigenéticas y moldeamiento debido a influencias del entorno. A lo

anterior hay que agregar que a partir de los hallazgos derivados del Proyecto Genoma Humano van

quedando atrás muchos supuestos fatalistas (del Latín fatalis: hado, inevitable) (Real Academia

Española, 1947, p. 590) acerca de la herencia biológica como destino inevitable.


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6. Selectividad, optimización y compensación - SOC

A medida que vivimos resulta fundamental optimizar la utilización de los bienes

disponibles, sabiéndolos limitados (el tiempo, los recursos de la naturaleza y los recursos

personales: habilidades y capacidades, relaciones, entre otros). De acuerdo con Baltes (2000a) y

Staudinger (2000), y teniendo en cuenta la perspectiva de una psicología positiva (en el sentido

optimista, que no “positivista” del término), el ciclo de la vida implica no sólo

multidimensionalidad y multidireccionalidad, sino también selectividad (S), optimización (O) y

compensación (C) “Esos procesos de selectividad, optimización y compensación funcionan de

formas activa y pasiva, consciente e inconsciente, individual y colectiva” (Baltes, 2000b, p. 7). Así

la selectividad equivale a darse cuenta de oportunidades y restricciones específicas en los distintos

dominios de funcionamiento (biológico, social e individual) y actuar en consecuencia, bien sea

diseñando en forma intencional metas alcanzables (selección centrada en las ganancias), o

cambiando metas y acomodándose a pautas distintas (selección centrada en las pérdidas). La

optimización significa “identificar procesos generales involucrados en la adquisición, la aplicación

y el refinamiento de medios para el logro de metas relevantes” (Baltes y Freund, en prensa). La

compensación se refiere a la posibilidad de regular las pérdidas en los medios (capacidades o

recursos), diseñando alternativas centradas en formas de superar dichas pérdidas sin necesidad de

cambiar las metas (Baltes y Freund, en prensa; Baltes, Lindenberger y Staudinger (1998). En todas

las épocas de la vida, incluyendo, por supuesto, la vejez lo anterior es factible porque, como afirman

Baltes, Smith y Staudinger (1992, p. 132): el self [sí mismo] puede continuar siendo un sistema de

afrontamiento y mantenimiento de la integridad poderoso y resiliente”. (Véase también: Baltes y

Baltes, 1990, Baltes y Freund, en prensa; Carstensen, 1995; Labouvie-Vief, 1990).


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7. Importancia del contexto y de la historia

Según Degirmencioglu (2000), los modelos contextuales son más apropiados al estudiar las

trayectorias vitales dado que estas son cada vez más atípicas. De ahí la conveniencia de analizar la

influencia que tienen en la vida de distintas generaciones las variables históricas y sociales.

A manera de recurso heurístico y en forma coherente con la irrelevancia o relatividad de la

edad reiterada por Neugarten (1968); y Neugarten y Datan (1996/1999), algunos autores plantean

tres conjuntos de factores que inciden en el curso del ciclo vital: expectativas sociales relacionadas

con la edad, influencias históricas y acontecimientos personales únicos (Baltes, Cornelius y

Nesselroade (1979, citados por Baltes, 1983). A los dos primeros tipos de influencias se les

considera normativas, en el sentido de incidir en la conformación de una identidad social, en

términos de pertenencia a una sociedad. Las últimas (no normativas) son de carácter individual, mas

no general, pero inciden igualmente en el ciclo vital de las personas. Todas estas influencias

interactúan entre sí, tienen efectos acumulativos y pueden variar con el tiempo (Baltes, 1983).

a. Influencias normativas relacionadas con la edad y también con el género

Se refieren a expectativas sociales que toman en cuenta “relojes biológicos” (ejemplo: edad de

caminar, de hablar, edad de la pubertad, edad de la menopausia); así como “relojes sociales”

(ejemplo: edad de ir al ‘parvulario’, a la escuela, o al colegio, edad de dejar la casa paterna/materna,

edad de trabajar y ser independiente económicamente, de conformar una familia, edad de tener

derecho al voto, edad de retirarse del ‘mercado laboral’, entre otras). Toda sociedad controla el

desarrollo individual teniendo en cuenta criterios de edad y de género (Iacub, 2002). Según Horton

y Hunt (1977) “en ninguna sociedad se trata de la misma manera a los niños, los adultos y los
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ancianos” (p.83). En forma análoga, en toda sociedad se resuelven numerosas tareas convirtiéndolas

en roles sexuales o de género.

No obstante, tanto lo biológico, como lo socio-cultural son realidades cada vez más

flexibles y cambiantes. En el plano biológico esto se ilustra con la tendencia secular en el

crecimiento (debido a la aparición más temprana de condiciones físicas como la pubertad, gracias a

intercambios genéticos, nutricionales, ecológicos y contextuales en general) (Tanner, 1978/1986).

En lo que se refiere al plano socio-cultural, el espíritu cada vez más rápidamente cambiante de los

tiempos y las transformaciones aceleradas en todos los ámbitos, sustentan la variación de los

“relojes sociales” y su creciente relatividad (véase Neugarten, 1968, 1996/1999).

b. Influencias normativas relacionadas con la historia

Se trata de hechos históricos que ocurren durante el ciclo de vida de una generación, los

cuales tienen impacto (positivo o negativo, mayor o menor) en quienes la conforman. Estos hechos

pueden ser socioculturales o geográficos. Entre muchos ejemplos se pueden citar: la llegada del

hombre a la luna, los acuerdos de paz, así como las declaraciones de guerra; pero también desastres

naturales, como terremotos, tornados, y erupciones volcánicas devastadoras.

c. Influencias no normativas, o de carácter individual

Desde el punto de vista de la psicología social cognoscitiva Bandura (1986/1987) se refiere

a “determinantes fortuitos del curso de la vida”, aludiendo a acontecimientos cotidianos, tales como

encuentros imprevistos, los cuales ejercen un papel importante en el moldeamiento de la vida

posterior, inclusive cambiando su rumbo. Agrega Bandura que el estudio tradicional del desarrollo

poca atención ha puesto a tales hechos, ocupándose predominantemente del desarrollo de

competencias cognoscitivas y conductuales, lo cual, según dicho autor, poco dice acerca del curso

que tomará la vida de las personas. Planteamientos análogos hacen Lehr y Thomae (1994) al
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mencionar la importancia de investigar los “eventos críticos de la vida” cotidiana -entendidos como

sucesos que interrumpen el curso habitual de la misma y exigen re-estructuraciones en las vivencias

y en el comportamiento- (ejemplos: cambios de trabajo, de ciudad, de país, el estar desempleado/a,

el nacimiento de un hijo, el matrimonio, la pérdida de familiares y amigos, e inclusive las

‘vacaciones’ y las ‘navidades’).

ENVEJECIMIENTO, ADULTEZ, VEJEZ Y MUERTE EN EL CONTEXTO DEL CICLO VITAL

El proceso de envejecimiento

“Vivir es envejecer” decía el biólogo contemporáneo Nathan Shock. Según la Organización

Mundial de la Salud (1999): “En nuestro mundo, lleno de diversidad y constante cambio, el

envejecimiento es una de las pocas características que nos definen y nos unifican a todos. Estamos

envejeciendo y esto debe celebrarse. Tenga usted 25 o 65 años, 10 o 120, igualmente está

envejeciendo”.

Más allá de su significación biológica, comúnmente asociada con disminución progresiva

de la capacidad funcional orgánica, envejecer significa aumentar la edad y volverse más viejo por el

hecho de haber vivido más tiempo. Así, cada año más de vida es también un año menos que vivir.

Algunos autores diferencian entre envejecimiento primario, como proceso orgánico y

envejecimiento secundario como relacionado con aspectos psicológicos y sociales. Aunque tal

diferenciación carece de connotaciones dualistas (cuerpo – mente), hay quienes tienden a entenderlo

así, al afirmar, por ejemplo: “aunque tengo 70 años, me siento como de 50”.

A propósito de esto, Villar Posada (1999), realizó un estudio en España, con grupos de

personas de 18 a 24 años, de 40 a 49 años y de más de 70, acerca de la relación entre la edad


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cronológica y la subjetiva. Encontró que el número de personas que consideran que su edad

subjetiva coincide con su edad cronológica, decrece a medida que se incrementa esta última.

Aunque no nos detendremos aquí en su análisis, dos cuestionamientos surgen

principalmente, cuando se estudia el envejecimiento desde el punto de vista psicológico: (1) ¿el

envejecimiento afecta la forma de comportarse?, y (2) ¿el comportamiento afecta la forma de

envejecer? Con base en diferentes investigaciones, tanto transversales, como longitudinales,

factoriales y de un solo rasgo, las respuestas a las dos preguntas anteriores, pero particularmente a la

segunda, serían afirmativas (Finley y Delgado, 1981).

Adultez: ¿qué significa ser adulto?

Literalmente ser adulto significa haber crecido. Al considerar la adultez desde la perspectiva

del ciclo vital, se entiende como la consecuencia de un proceso de desarrollo durante la vida, en el

cual inciden múltiples influencias en permanente interjuego.

En general, se pueden identificar diferentes criterios para señalar la adultez, entre ellos el

relacionado con el contexto socio económico: en entornos económicos y socio-culturalmente más

pobres se asumen temprano en la vida roles considerados adultos, como los reproductivos y

laborales, en contraste con otros medios en los cuales se da lo que Erikson (1982/1985) denomina

una moratoria psicológica y socio cultural, equivalente a la llamada adolescencia.

Desde el punto de vista psicológico existen diversos criterios, como los cognoscitivos

(referidos a la posibilidad de desarrollar un pensamiento abstracto y formal, e inclusive post-formal

-relacionado, entre otras cosas, con la confianza en la intuición y con la posibilidad de entender y

asumir las contradicciones-); afectivos (incluyendo la posibilidad de la intimidad y la


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responsabilidad del cuidado, tanto de otros, como de sí mismo); morales (orientados hacia un

pensamiento autónomo y responsable de sí mismo y de otros).

Culturalmente, la adultez se relaciona con los “relojes sociales”, así como con múltiples

transiciones. La adultez es, quizá, la época de la vida en que se presentan más transiciones y

cambios en general, en la que se viven más ritos de paso (por ejemplo: salida de los hijos del hogar,

retiro del empleo formal, viudez, entre otros), y en la que pueden surgir las más diversas

interacciones, así como muchos nuevos factores y posibilidades (Birren, 2000).

La definición cultural de la adultez, como la de cualquier otra condición de la vida, depende

de la propia historia y biografía, del contexto y del espíritu cambiante de los tiempos. En un estudio

realizado en Bogotá (Colombia) Dulcey-Ruiz, Carbonell, Estrada, Gaitán y Rojas (1992)

encontraron diferencias en la descripción de la adultez de otros (“conformismo, sabiduría,

prudencia, ser aburrido o no divertido, amargura, informalidad, reflexión”) y la adultez propia

entendida fundamentalmente como “responsabilidad”.

¿Y, qué es la vejez?

¿Cómo describiría usted a una persona vieja?


¿Cómo se describiría a usted mismo como persona vieja?

La vejez (adultez mayor) es la cualidad de ser viejo. A las personas y en general a los animales

que han vivido más tiempo que los demás, se les llama viejos; término que también se aplica a las

cosas que han existido desde hace un tiempo. Por lo tanto, ser viejo significa haber envejecido o

haber vivido más que otras personas, comparativamente hablando. Sin embargo, la definición de

vejez depende del contexto y del grupo de personas al que se refiera.


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Observaba Marc Fried (1988): “la vejez carece de límites, excepto el de la muerte y, varía no

solamente de un individuo a otro, sino de acuerdo con las expectativas sociales y culturales, con la

posición social y económica de la persona”.

En el mismo estudio de Dulcey-Ruiz y cols. (1992) las categorías más empleadas para describir

a las personas viejas fueron “experiencia” y “ser cansadoras”. Casi ninguno de los términos

empleados por otros para describir a las personas viejas (“calma, edad, cansancio, seguridad, poca

inteligencia, religiosidad”) fue utilizado por estas para describirse a sí mismas. En cambio,

utilizaron un amplio espectro de categorías, sin mostrar preferencia por ninguna. La auto-

percepción como persona vieja fue más favorable que las percepciones ajenas acerca de la vejez.

La muerte como estadio final del ciclo vital

Al terminar un curso sobre Psicología de la adultez (1999) una estudiante de la Facultad de

Psicología en la Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia) preguntaba ¿por qué el tema de la

muerte y el morir se consideraba sólo al terminar de estudiar la Psicología del Desarrollo, y

justamente después de la vejez?.... A propósito de lo cual preguntaba: “¿Acaso los niños y los

jóvenes son inmortales?”. Este interrogante surge con mayor fuerza en un país donde por causa de

la violencia se han perdido generaciones enteras de jóvenes (Franco, 1999) y, en todo caso recuerda

la exclamación que hace más de 21 siglos hiciera Cicerón en su famosa obra Catón el Mayor o

Diálogo sobre la vejez: “¿quién hay tan insensato –aunque sea joven- que esté seguro de que ha de

vivir hasta la tarde?” (Capítulo XIX).

La conocida psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross titula uno de sus libros La muerte, el estadio

final del crecimiento (Death: the final stage of growth) (1975) y en él afirma que la muerte provee
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la clave para entender el significado de la existencia, al tiempo que considera que la aceptación de

la propia finitud permite el crecimiento personal. En uno de sus libros más recientes (La rueda de la

vida, 1997/2000) –cuando ella misma se considera cerca de la muerte, Kübler-Ross se refiere a la

muerte como “transición final de la vida”, a aprendizajes claves logrados al percibir cercana la

propia muerte, y concluye afirmando que “debemos vivir hasta morir” (p. 387).

A MANERA DE EPÍLOGO

Múltiples horizontes parecen surgir en coherencia con la psicología y la perspectiva del

ciclo vital, aquí planteadas. Ellos y otras permitirían asumir de manera responsable el desafío del

rápido envejecimiento demográfico, y la realidad de un mundo en el que por primera vez la cantidad

de población vieja supera y superará cada vez más a la de cualquier otra época.

La posibilidad de dar respuesta a estos desafíos se relaciona con la consideración del curso

total de la vida y su investigación, teniendo en cuenta la búsqueda de mejores condiciones para vivir

en forma sana y satisfactoria en todas las épocas de la existencia (Thomae, 1993).

Envejecimiento exitoso, sabiduría, bienestar subjetivo y Psicología Positiva

Justamente, a raíz del Estudio Longitudinal de Bonn y durante su desarrollo, Thomae

(1974) se refería a “patrones de envejecimiento exitoso” en términos de salud, funcionamiento

cognoscitivo y ajuste personal positivo, en contraste con salud y funcionamiento intelectual pobres,

bajo grado de actividad social y baja moral. Por su parte, Lehr (1993) observa que el bienestar

subjetivo o la satisfacción con la vida durante la vejez es indicador de envejecimiento exitoso.

En relación con los anteriores criterios está el concepto de sabiduría como convergencia de

medios y fines tendientes a la excelencia y acordes con el bienestar personal y el colectivo (Baltes y
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Smith, 1990; Baltes y Freund, en prensa). Similar sentido tiene el modelo ya analizado de

selectividad, optimización y compensación (SOC) propuesto por Baltes y colaboradores.

Todo ello coincide con la visión de una psicología positiva defendida por autores como

Seligman y Csikszentmihalyi (2000); Staudinger (2000); Baltes, Glück y Kunzmann (en prensa); y

Neri (2002), orientada al entendimiento y mejoramiento de condiciones relacionadas con el

bienestar o el buen vivir, tales como: (a) experiencias subjetivas de tipo positivo, (b) rasgos

individuales deseables y (c) virtudes cívicas (Baltes, Glück y Kunzmann, en prensa).

Hacia el mismo fin se encaminan las sugerencias de Smith (1999) relacionadas con la

planeación efectiva de la vida, en términos de anticipación de metas y administración del

desarrollo, de los recursos personales y del entorno. Al respecto afirma Smith que según las teorías

motivacionales “la planificación anticipatoria sirve a varios propósitos, como reducir la

incertidumbre, ayudar al individuo a recuperarse de problemas iniciales y comenzar a trabajar hacia

una meta, establecer una organización mental para orientarse hacia el logro de la meta, así como

minimizar el estrés personal y del entorno” (p. 223).

El aprendizaje durante toda la vida (lifelong learning)

Particularmente desde la década de los años 1990, se ha constituido en punto de referencia

mundial el concepto de aprendizaje durante toda la vida (lifelong learning) como objetivo global

de la educación, por cierto muy relacionado y útil para el logro de metas como las implicadas en el

envejecimiento exitoso, el bienestar subjetivo, el buen vivir, la psicología positiva y la planeación

efectiva de la vida, así como consecuente con la psicología y con la perspectiva del ciclo vital.
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Aunque existe debate en torno al concepto mismo de aprendizaje durante toda la vida, más

que entenderlo como educación instrumental para evitar la obsolescencia en una sociedad ‘basada

en el conocimiento’, aquí preferimos adherir a la concepción del aprendizaje durante toda la vida

como referido al “desarrollo social, cultural y económico de personas y grupos mediante la

educación y el aprendizaje a lo largo de sus vidas” (Taylor, 2001, p. 145).

En este último sentido, el aprendizaje durante toda la vida coincide con la llamada por el

escritor mexicano Carlos Fuentes (1999) “educación vitalicia”, la cual, según dicho autor,

“trasciende las etapas exclusivas o concluyentes de la enseñanza tradicional” y se traduce en lo que

Fuentes considera “el axioma de la educación para el nuevo milenio: mientras más educada sea una

persona, más educación seguirá necesitando a lo largo de su vida... La educación vitalicia

diversifica los currículos escolares, los hace accesibles a la comunidad, extiende el concepto de

educación a sociedades que aprenden a seguir aprendiendo, a fin de enfrentar nuevos y

absolutamente inesperados desafíos...” (pp. 61-62). Fuentes destaca como responsabilidades

fundamentales de la educación: la educación de los niños y la educación vitalicia de los adultos.

El anhelo, finalmente, es el de instaurar una visión cada vez más comprehensiva de la vida,

del comportamiento, del bienestar individual y colectivo, la cual tenga en cuenta consideraciones

como las implicadas en la psicología del ciclo vital y en la educación durante toda la vida.

REFERENCIAS

Baltes, P. B. (1983). Psicología evolutiva del ciclo vital: algunas observaciones convergentes sobre historia y
teoría. En A. Marchesi, M. Carretero y J. Palacio (Comp.) Psicología evolutiva 1. Teorías y métodos (pp.
247-267). Madrid: Alianza Editorial.
Baltes, P. B. (2000 a) Human strengths: facets of a positive psychology. Simposia – XXVII International
Congress of Psychology. Stockholm, Sweden, July 23-28.
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